Mi paso por la vida

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Mi paso por la

VIDA ALEJANDRO H. CHAPA


UNIVERSIDAD DE MONTERREY Rector Dr. Antonio J. Dieck Assad Vicerrector Académico Dr. Fernando Mata Carrasco Director de la División de Derecho y Ciencias Sociales Dr. Arturo Azuara Flores Director del Centro de Estudios Históricos-UDEM Dr. Óscar Flores Torres

MI PASO POR LA VIDA ALEJANDRO H. CHAPA Primera edición, noviembre 2013 Diseño de portada e interiores: Diseño3/León García Dávila, Karina Mendoza Cervantes. Cuidado de la edición: Dr. José Roberto Mendirichaga Dr. Óscar Flores Torres © Alejandro H. Chapa © 2013 Centro de Estudios Históricos UDEM © 2013 Universidad de Monterrey Av. Morones Prieto 4500 Pte., San Pedro Garza García, N.L., México, C.P. 66238 Conmutador: +52 (81) 8115-1000. Lada sin costo 01-800-801-UDEM http://www.udem.edu.mx/ceh Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella, mediante alquiler o préstamo público. El contenido y las opiniones vertidas en estos estudios y su publicación son de entera y exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a los editores del mismo. ISBN: 978-607-8077-16-8

Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico


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VIDA ALEJANDRO H. CHAPA

Centro de Estudios Hist贸ricos



Índice Agradecimientos Presentación Prólogo del Prof. Israel Cavazos Garza Prefacio del Dr. José Roberto Mendirichaga Dalzell

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Capítulos I. El origen reinero

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II. Una infancia feliz

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III. Mi padre

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IV. En el viejo edificio del Instituto Regiomontano V. Tecnológico y Franco Mexicano

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VI. Oralia

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VII. La Facultad de Derecho

VIII. Las vacaciones aprovechadas

IX. Cursos de Verano en los Estados Unidos X. Aviación XI. Mi trabajo en la empresa y en otras instituciones

97 107

115 133

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XII. XIII. XIV. XV. XVI. XVII. XVIII. XIX. XX.

USEM Monterrey Nuestros Pequeños Hermanos Cámara de Comercio Otros viajes Inicio en la política Más de política Garza García, Nuevo León Contraloría e Infonavit Más viajes

Árbol genealógico y Memoria fotográfica Bibliografía Índice onomástico

157 167 177 193 221 237 243 265 269

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Agradecimientos Al doctor José Roberto Mendirichaga quien me apoyó en la elaboración del libro.

Al profesor Israel Cavazos por la minuciosa revisión del escrito y su amable prólogo.

A Verónica Y. Montemayor Elizondo por el eficiente trabajo de mecanografiar el libro.

A mi hijo, licenciado Alejandro H. Chapa Muñoz, a mi primo, arquitecto Andrés A. Chapa Salazar y a mi amiga, la señora Ivonne Aldana de Encinas, por su insistencia en persuadirme a que escribiera mis memorias.



Presentación

C

omo en todas las épocas de transición económica, política y social, el siglo XX e inicios del siglo XXI, aportó un conjunto de oportunidades para reafirmar obras y alcanzar metas esperadas por quienes tomaron riesgos en empresas y áreas de oportunidad prácticamente desconocidas. Este fue el caso del empresario regiomontano Alejandro H. Chapa Salazar, quien puso proa a sus proyectos por los mares de un México en plena transición económica. Ahora, nos ofrece sus memorias. Don Alejandro, seguidor de la madre de las musas de la antigua cultura griega Mnemosyne, nos presenta este escrito basado en la labor paciente de ordenar sus pensamientos para obsequiarlos a la posteridad. Con sólo este hecho, Don Alejandro desafía a la diosa griega del olvido Lethe y rescata de ella su propia historia. La mirada retrospectiva de nuestro autor, nos permite conocer y evaluar los logros ante las adversidades y definir en contornos más claros, al personaje emprendedor en México de la segunda mitad del siglo XX e inicios del presente. Hijo, esposo, padre, empresario, político y con un gran fervor religioso, nuestro autor muestra claramente este perfil. Con ello, la Universidad de Monterrey, a través del Centro de Estudios Históricos, cumple parte de su misión al rescatar, preservar y difundir el conocimiento de nuestros líderes empresariales. Este libro brinda una mirada analítica a nuestra historia reciente y ofrece a los lectores elementos para conocer y apreciar el trabajo arduo, la disciplina, los fracasos y los timbres de éxito que conllevan una vida ejemplar. ¡Enhorabuena, Licenciado Alejandro Chapa! Noviembre de 2013 Dr. Óscar Flores Torres

Director del Centro de Estudios Históricos Universidad de Monterrey

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Prólogo Un simple comentario Israel Cavazos Garza*

E

l discurso de ingreso del doctor Enrique Krauze a la Academia Mexicana de la Historia, en abril de 1990, bordó sobre el tema: “Plutarco entre nosotros”, refiriéndose al célebre autor de las Vidas paralelas y “gran fundador de la biografía política”. Momentos antes, entrevistado, se lamentó de que el género biográfico fuese “muy poco atendido”, y se pronunció porque pronto hubiesen “pequeñas legiones de biógrafos, persiguiendo los archivos de los mexicanos distinguidos y biografiarlos”. “Las biografías” –subrayó– “son como encarnaciones o espejos…para entender los tiempos y los cambios de esos tiempos”.1 Y si, en opinión de Krauze, la biografía es género “poco atendido”, mucho menos atendido lo es el de la autobiografía. Para el caso de Nuevo León, no es muy abundante el número de textos autobiográficos. Luis de Carvajal escribió en la prisión algunos cuantos pliegos sobre sí mismo. De gran valor por su sabor novelesco son las Memorias de nuestro ilustre Fray Servando, en múltiples ediciones; o la Breve apología del insurgente Bernardo Gutiérrez de Lara, impresa en Monterrey en 1827. 1

GARCÍA, Martha. “La tradición clásica de biografiar”. El Nacional, 26 de abril de 1990.

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Abundantes en información son las Memorias de Nemesio García Naranjo, editadas por El Porvenir, en diez volúmenes, en 1952. La violinista Celia Treviño Carranza publicó en 1958, un grueso volumen titulado: Mi atormentada vida. En el 78 apareció el libro: Mi testimonio. Memorias de un comunista mexicano, de Valentín Campa. El licenciado Rangel Frías editó sus Memorias, en 1990; y, aunque sólo en una faceta de su vida, otro gobernador, don Luis M. Farías, publicó en 1992 su libro: Así lo recuerdo. Testimonio político. De notable riqueza informativa, sobre la educación, el teatro, el arte y otros aspectos, son las Memorias de mi vida, del maestro Miguel F. Martínez, publicada apenas en 1997. Y, ya casi en nuestros días hemos podido leer, en el 2001, las Memorias improvisadas. Mi Universidad, de Juan Manuel Elizondo; y el libro Torero de puerta grande, de Eloy Cavazos, editado por la UANL en el 2012. Nuestra biblioteca personal incluye algunos otros textos autobiográficos, que no resistimos la tentación de anotar aquí, al pie de página, aunque en forma selectiva.2

La de don Alejandro Ahora nuestro distinguido amigo don Alejandro H. Chapa Salazar, ha puesto en nuestras manos el original autobiográfico suyo, en más de 250 cuartillas, mismo que tenemos ya aquí, impreso en letras de molde y profusamente ilustrado. GARZA GONZÁLEZ, Nicolás, Memorias para mis hijos, 1934; GONZÁLEZ TREVIÑO, Lorenzo, Podemos decir con orgullo. Memorias, 1950; CANTÚ, Juan Luis, Memorias de un modesto e ignorado revolucionario, 3 vols., 1951; ELIZONDO, Fidias, Boceto de mi auto-semblanza tallado en el tiempo, 1978; GONZÁLEZ R., Raúl, Asignaré… mi espíritu de lucha… 1986; SABELA, Salvatore, El otro mundo de Salvatore Sabela, 1990; CHAPA, María Elena, Trabajo político, 1995; GONZÁLEZ ARÉCHIGA, Juan Antonio, Memorias, 2002; ZAMUDIO, Cuauhtémoc, Recuerdos. Experiencias de vida para encontrar vocación, 2008; CIENFUEGOS, José María, Recuerdos de don Chema. De pastor a empresario, 2004; BENAVIDES, Héctor, 45 años… mi vida en radio y televisión, 2006; TODD, Luis E., Anatomía de una utopía, 2011, etcétera. 2

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Pero ha sido una verdadera sorpresa, la de ir descubriendo a un personaje polifacético, de múltiples enfoques en la admirable trayectoria de su vida. Son de sumo interés las referencias genealógicas de sus antiguos apellidos de Nuevo León: Los Chapas y los Salazares, teniendo en el primero como raíz nada menos que al cronista Juan Bautista Chapa.

Sus facetas Ángulo de sumo interés resulta el de don Alejandro Estudiante. En sus recuerdos nos da cuenta pormenorizada a partir desde sus años en el jardín de niños. Así de ese tiempo cuanto de los demás grados hasta el profesional de abogado, es admirable cómo recuerda no sólo los nombres de sus condiscípulos y de sus maestros, pero hasta los de los textos escolares. Aprovechó el tiempo al máximo tomando cursos en diversas universidades de los Estados Unidos, lo que es muy digno de elogio, aprendiendo contabilidad, e idiomas, como el inglés, el francés y tantos otros. Su preparación cultural le llevó a ser profesor de la Universidad de Monterrey y catedrático de la Facultad de Derecho.

El jefe de familia Las páginas relativas a su vida familiar, son edificantes. Primero el aspecto romántico del noviazgo con Oralia, con curiosos incidentes. Luego, la boda en 1954, recordando, en detalle, los nombres de las damas de honor, y el corolario de los tres meses de luna de miel. Y, más tarde, el hogar con historia de más de seis décadas y la prole numerosa de hijos, yernos, nueras, nietos y bisnietos.

Deportista Algo que le ha valido conservarse con salud, ha sido el deporte. Al cultivo del futbol, el beisbol, el ciclismo, y otros, desde sus años escolares, ha añadido en su edad adulta el aristocrático deporte del golf, practicado en el Club Campestre y en otros ámbitos. 13


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El empresario De familia destacada en el campo de la empresa y del mundo de los negocios, se distingue también don Alejandro como empresario. Primero en diversos empleos en los establecimientos familiares, titular de los de refacciones y llantas, hasta llegar a ser director general del Grupo Empresarial. Y no sólo eso, pero a ser consejero de numerosas instituciones bancarias y comerciales y ser merecedor de ocupar la presidencia de la USEM y de la Cámara de Comercio. Fue entonces cuando le tocó intervenir en el rescate, para la ciudad, de los terrenos del Campo Militar, o promover la construcción del Aeropuerto Mariano Escobedo; etcétera.

El filántropo El aspecto relativo al hombre generoso, al filántropo se advierte en varios capítulos, en particular cuando le tocó presidir en Monterrey la obra del Padre Wasson.

El orador Otro de los ángulos que observamos en la lectura, es el del orador. Ocasional en las juntas de consejos o en las reuniones de clubes de servicio; dando el “Grito” en su calidad de alcalde del Ayuntamiento, o ante grupos turísticos en sus viajes a París y a Bariloche. Pero algo de más altura, cuando habló ante el presidente del Perú. Aunque, en este caso, con la satisfacción de enterarse más tarde, de que el presidente usó textualmente su discurso en la recepción de su homólogo mexicano Gustavo Díaz Ordaz.

Viajero A partir del primer viaje a Europa con sus padres, en 1948, las salidas al extranjero se multiplicaron. 14


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Con sabor de aventura fue el realizado a Guatemala en automóvil, al año siguiente. El viaje de bodas, en 54, tuvo tres meses de duración. Otros tuvieron hasta cuatro o cinco meses de estancia. Registra el que su padre hiciera en barco a Japón, de 42 días, y que dio materia a don Andrés, su padre para su libro: Impresiones de mi viaje al Japón. Alguna vez dio don Alejandro la vuelta al mundo en catorce días y no en 80 como Julio Verne. Y, a propósito de 80, cuando cumplió esta edad lo celebró viajando por el Danubio y otras partes. En otras ocasiones hizo vuelos maratónicos, hasta de 36 horas continuas, resultando como balance final la estancia en noventa países. Su cultura fue enriquecida en el campo del arte, con visitas a los más famosos museos; a la ópera y al teatro; disfrutando siempre de magníficos hoteles y de los mejores restaurantes. Y, lo que es de envidiarse: la mayoría de los viajes sin erogación alguna, por haber sido a invitación de compañías aéreas a vuelos inaugurales.

Aviador Faceta de auténtica altura es la de don Alejandro aviador. Había sido un anhelo acariciado desde que tenía 17 años. Todos los detalles de su preparación los describe con realismo. La zozobra del primer despegue y del primer aterrizaje, en 1960, y la alegría de su título de piloto privado al año siguiente. En resumen: 52 años de volar, con más de 3,400 horas de vuelo, y como culminación, registrable por Ripley, la licencia para conducir jet, concedida a los 80 años de su edad.

El político Es, como político, la faceta en la que se ha proyectado su calidad de servidor público. Pero como que se resistió mucho para ingresar a ese medio. En la década de los 60’s y en la de los 70’s declinó varias veces ser postulado a la alcaldía de San Pedro. 15


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En dos ocasiones admitió ejercer como tesorero municipal de Monterrey. Y es poco después cuando se empieza a oír hablar de cifras estratosféricas en el erario, pero a la vez que de endeudamientos millonarios. Ejerció también la secretaría del Ayuntamiento de Monterrey, de la que se separó para, por fin, ser alcalde de San Pedro en 1986-88. De esta etapa relata con amplitud sus experiencias, privando para él el concepto de que “gobernar es cosa seria” y de que “la política no es sucia” sino que “sucio es el hombre”.

Su tiempo y la historia No cabe duda de que el personaje autor de su autobiografía, puede ser visto, a través del texto, en cuantas facetas registren sus actividades. En el caso de don Alejandro, ya lo hemos visto, es admirable la diversidad de ángulos de su personalidad. Pero, a la vez, el relato de una vida tiene otro valor aprovechable. Don Alejandro, a través de su autosemblanza, nos ofrece información valiosa de la historia de Monterrey, en su tiempo. Muchos datos acerca del teatro, que cultivó don Andrés, su padre, promotor de la construcción del teatro María Teresa Montoya. Referencia valiosa al origen del Instituto Tecnológico, del cual fue de los primeros alumnos en 1945. Importantes datos acerca de la construcción del Templo de la Purísima, y del ilustre arzobispo don Guillermo Tritschler y Córdoba. Comentarios sobre los inicios de la televisión, en la Exposición de San Francisco, de 1940, y sobre la inauguración del aeropuerto de American Airlines, en Monterrey, en 1942, recordando hasta los nombres de las damas que fungieron como madrinas. Podemos enterarnos de sucesos como la renuncia del gobernador Eduardo Elizondo; o de los estragos del huracán Gilberto; o de la muerte del presidente Kennedy; o de la fundación del Partido Acción Nacional en 1939; etcétera, etc. 16


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El fruto Qué bueno que don Alejandro ha escrito su autobiografía, y que lo ha hecho con galanura y buen estilo. En sus páginas nos ofrece múltiples ejemplos a seguir, y nos da la oportunidad de vivir con él los casos y cosas de un Monterrey que ya se fue. Los años harán cada vez más valiosa y más edificante su aportación al conocimiento de nuestra ciudad, de su tiempo y de su gente. Ojalá que su decisión de escribir sobre su vida, pronto sea imitado. Junio del 2013.

*ISRAEL CAVAZOS GARZA (Ciudad Guadalupe, 1923- ). Cronista de Monterrey y Ciudad Guadalupe, N.L. Por muchos años, director de la Biblioteca Universitaria y del Archivo Municipal de Monterrey. Es autor de los libros: Cedulario autobiográfico de pobladores y conquistadores de Nuevo León, Breve historia de Nuevo León, La Enciclopedia de Monterrey, Protocolos del Archivo Municipal de Monterrey, El Colegio Civil de Nuevo León, El Señor de la Expiración del Pueblo de Guadalupe y Diccionarios biográfico y biobibliográfico de Nuevo León, entre otros. Desde 1978 es miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia, y desde 1979, académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid. Francia le concedió las Palmas Académicas y ha sido reconocido por prestigiadas universidades de México y del mundo. Actualmente coordina la sección de Historia del prestigiado anuario Humanitas, de la UANL, y es presidente vitalicio de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística de Nuevo León, A.C.

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Prefacio

José Roberto Mendirichaga *

H

ace más de 30 años, el licenciado Alejandro H. Chapa me dio a leer un discurso suyo, a fin de que lo corrigiera y le hiciera las observaciones pertinentes. Muy pocas fueron éstas ya que el texto en cuestión estaba sumamente limpio y escrito en el estilo que caracteriza al autor de Mi paso por la vida. Unos días después de que esto sucediera, llegó a casa de quien escribe una caja de libros como obsequio, la colección de Asuri Mexicana en diez tomos que se titula Genios y líderes de la historia, editada en bello encuadernado color rojo y oro, libros que aún conservo y que se han utilizado en nuestra familia para lectura nuestra y de las hijas, entonces colegialas. Durante todos estos años seguí la trayectoria de este empresario, político y hombre de bien. Siempre me ha parecido una persona culta, sencilla y congruente con sus ideas. Tratar con él, con su esposa doña Oralia Muñoz de Chapa y con su hijo el licenciado Alejandro Chapa Muñoz ha sido constante, las más de las veces en eventos culturales e igualmente en encuentros sociales en que hemos coincidido. A principios de 2011, recibí una llamada de su secretaria, Verónica Montemayor, para ver si podía acudir a su oficina en el edificio Equus. Con su inconfundible figura, de traje claro y esbozando su tradicional sonrisa, me explicó lo que deseaba: hacer sus memorias, no como un acto de petulancia sino como testimonio del diario quehacer, que pudiera servir a quienes las leyeran como estímulo para continuar en la tarea que cada quien tiene asignada en esta vida y, especialmente, para su descendencia, excolaboradores y amistades. 19


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Pactamos unas sesiones semanales en las que el licenciado Chapa me iba leyendo avances y pedía retroalimentación, la que fue muy poca y se concretó a cuestiones menores de estilo. Yo le decía que, en todo caso, funcionaría como un starter o gallito de gasolina, a fin de que la máquina siguiera caminando y el relato fluyera con el estilo propio de don Alejandro y al ritmo que él le iba imprimiendo a este proceso. Durante 2011 y 2012, la mayor parte de las veces en su domicilio de Santa Bárbara, a las cinco de la tarde trabajamos semanalmente, él en la lectura del nuevo capítulo o en la revisión del anterior, y yo en los comentarios correspondientes; 2013 ha sido para la selección de las fotografías, la formulación de los pies de grabado y los preparativos para la edición. Para quien escribe, este prefacio ha sido un placer, pues ha significado poder acompañar durante bastantes horas a este empresario-político de tan claro perfil humano. Ya don Israel Cavazos Garza, en su prólogo Un simple comentario ha puesto en blanco y negro la autobiografía de don Alejandro, pero no puedo menos que sumarme a sus comentarios y agregar que este ejercicio de corrección de estilo y auxilio en la edición, ha significado en mi carrera la gran oportunidad de aprender mucho de un hombre cuya vida está marcada por el servicio a los demás: en su propia familia, en su empresa familiar, en los organismos empresariales, en la política y en múltiples obras de promoción humana y asistencia social. El lector va a disfrutar de este autorrelato, que contiene tantos hechos interesantes, salpicados del buen humor de quien escribe, herencia de sus padres y cuajado fruto de su propia personalidad, labrada en la familia, en las aulas, en el trabajo y en la vida. Son sus memorias, las que no buscan otra cuestión que plasmar, como él mismo lo ha expresado antes y a lo largo de la narración, lo que le ha sucedido y la manera en que ha ido resolviendo los problemas de la propia existencia.

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A lo largo de todo el relato, constituido por veinte hilvanados capítulos, el lector podrá captar la filosofía de la vida de este regiomontano-sampetrino que ha alcanzado tan altas metas haciendo que las sencillas tareas no sólo se cumplan, sino que lo sean de manera ejemplar, alegre y entusiasta. Otoño de 2013.

* JOSE ROBERTO MENDIRICHAGA (Monterrey, 1944- ). Doctor en historia. Profesor de cátedra de la Universidad de Monterrey, donde enseña, entre otros, los cursos de Las Crisis Culturales Contemporáneas, Introducción a la Filosofía, Literatura Mexicana, Formación del Estado Mexicano y Pensamiento Social de la Iglesia. Autor de varios libros y múltiples artículos en periódicos y revistas locales. Pertenece a la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación y a la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, A.C. Es miembro del SNI de Conacyt, Nivel I.

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I. El origen reinero

N

ací en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, el 24 de julio de 1929, casi en plena depresión económica mundial. Tal vez por eso no crecí. Hice caso al mandato bíblico a medias: me multipliqué, pero no crecí. Así pues, soy bajo de estatura, ¡qué le voy a hacer! Mis padres fueron Andrés Chapa González y Otilia Tila Salazar Aguirre, el primero nacido en Marín, Nuevo León, y la segunda quien vio la primera luz en Monterrey. La casa donde nací estuvo en la calle de General Treviño, entre Juárez y Colegio Civil, en el centro de Monterrey donde posteriormente se ubicó Casa Chapa, S.A. Venía a asistir a mi madre el médico Luis Treviño, padre del ex gobernador Dr. Jorge A. Treviño Martínez, pero al no llegar a tiempo, mi mamá fue atendida por una hermana de mi papá, mi tía Petra, quien se dio cuenta que después de nacer el primer niño venía otro más, ignorando mi mamá que esperaba gemelos. Así, cuando arribó el doctor Treviño, ya habíamos nacido mi hermano y yo, procediendo el obstetra solamente a cortar el cordón umbilical y a dar tranquilidad a la parturienta, al esposo y a la familia. Andrés fue entonces mi gemelo. Él nació primero y le pusieron el nombre de mi padre. A mí, como fui el segundo en nacer, sin esperarme, no tenía nombre preparado, ya que les tomó por sorpresa; mi tía decía que yo era un poco más blanco que mi hermano, lo que ocasionó que me empezaran a llamar: Güerito, para distinguirme de mi gemelo. Éramos gemelos idénticos. Los padrinos de mi hermano Andrés fueron don 23


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Roberto N. Garza y su esposa la Sra. Flora Barragán de Garza. Andrés murió a los 10 meses de nacido, a consecuencia de la enfermedad de sarampión, y yo, que padecí lo mismo, milagrosamente me salvé. El nombre que llevo y con el que fui bautizado, se debe a la gran amistad que tenía mi padre con don Alejandro Guajardo Lozano. Mis padrinos de bautizo fueron mis tíos José A. Chapa y Adelaida Layita Salazar de Chapa. La hache que utilizo en mi rúbrica obedece al nombre de Héctor. Habría que aclarar que el mayor de la familia fue un hermanito llamado Rolando Júpiter, quien nació el 18 de diciembre de 1922, fue bautizado el 5 de mayo de 1923 por el Canónigo Luciano de la Paz en la parroquia de La Trinidad, y sus padrinos fueron mis abuelos el Sr. Salustiano Chapa y la Sra. Juliana González de Chapa, pero murió a la edad de dos años; luego vino mi querida hermana Magda, quien nació el 6 de febrero de 1924, falleció el 20 de enero de 1988 y estuvo casada con el ingeniero Roberto Moreno Verástegui, procreando el matrimonio a cuatro hijas, mis sobrinas Magda, Sara, Marcela y Lilia. Tuvo mi hermana Magda primero a unas gemelas que nacieron antes de tiempo (seis meses) y vivieron sólo unas horas. Roberto murió el día 22 de agosto de 2011, a la edad de 97 años. En el año de 1929, gracias a la actuación del general y licenciado don Aarón Sáenz entonces gobernador del estado de Nuevo León, quien ha sido uno de los más progresistas y fecundos de la historia de Monterrey, se llevó al cabo la ampliación de las calles de Zaragoza y Padre Mier, iniciación de la ampliación de Morelos, la terminación del Palacio Federal, comienzo de la Escuela Álvaro Obregón inaugurada en octubre de 1930, continuación de la Calzada Madero que sólo llegaba al oriente de la antes mencionada escuela, cruzando vastos terrenos de la Fundidora de Fierro y Acero, para conectar con la recién concluida carretera a Reynosa. También la construcción de las escuelas llamadas monumentales como la Fernández de Lizardi, Calles y Nuevo León. Se construyó en esa época el Mercado del Norte, se introdujo el gas natural en la ciudad, traído del vecino estado de Texas para usos industrial y doméstico. Instalación de los vitrales de Roberto Montenegro en el 24


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Aula Magna y en la Escuela Álvaro Obregón. Se iniciaron los murales de Crescenciano Garza Rivera y años después otros en la Casa del Campesino, que anteriormente pertenecía al colegio femenil San José, de las Madres del Verbo Encarnado, antes de su expropiación hecha durante el cardenismo. La recesión económica de 1929 originada en los Estados Unidos de Norte América, tuvo repercusiones, tanto en la ciudad de Monterrey, como en el estado de Nuevo León, afectando severamente la actividad comercial y prolongándose por algunos años. Como puede verse en el árbol genealógico que aparece en la parte final de este libro, mis raíces son totalmente locales. Mis ascendientes, por parte de mi madre, son de la familia Montemayor; de don Diego, el fundador de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, junto con Alberto del Canto, ancestro también mío, y doce familias más, el 20 de septiembre de 1596, después de dos intentos fallidos al tratar de poblar ese lugar. Acerca del apellido Montemayor, un día me habló un primo segundo mío, el Lic. Jorge Salazar Suárez, pidiéndome si podía yo recibir a una prima de él y mía también, llamada Marta Salazar Salazar, de Allende, N.L., a lo cual accedí con gusto. En el inter, el profesor Israel Cavazos me había pedido que hablara yo con el gobernador del Estado, Jorge Treviño Martínez, para que el Gobierno se hiciera cargo de la reedición de la Crónica de Juan Bautista Chapa al cumplirse el tercer centenario de su publicación. El gobernador accedió gustosamente y el profesor me pidió que hiciera yo el prólogo de la misma y leyera el texto en la presentación del libro, lo que fue en la Biblioteca Central “Fray Servando Teresa de Mier”, ubicada frente a la Macroplaza. Al entrar al recinto me abordó una persona que yo no conocía, y que era precisamente Marta Salazar, diciéndome: “Usted es descendiente de don Diego de Montemayor”, a lo que en son de broma le contesté: “¿Cruz con cuál?”. Entonces ella me fue explicando en qué momento entroncamos los Salazar con los Montemayor, habida cuenta de que en aquel tiempo se usaba indistintamente el apellido paterno o materno en la descendencia. Ella me dijo que había pasado cerca de 15 años investigando, juntamente con el historiador Israel Cavazos, el origen de nuestro apellido Salazar. Su esposo, de profesión arquitecto, me envió 25


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dibujado artísticamente el árbol genealógico que aquí se incluye. Marta me envió posteriormente copia de las actas de nacimiento y matrimonio respectivas. Por lo Chapa, desciendo del llamado “cronista anónimo”, el que don Israel Cavazos Garza descubrió en 1952 que era Juan Bautista Chapa,3 cuyo nombre original era Giovanni Battista Schiappapria4, originario de una población llamada Albisola, junto a Savona, muy cerca del puerto de Génova, Italia. De allá venimos los Chapa, que es el apellido ya castellanizado. Schiappapria significa: “labrador de piedra”; “el que trabaja la piedra”. Los descendientes de Juan Bautista Chapa se asentaron en los actuales municipios de Cadereyta, Cerralvo, General Treviño, Agualeguas, Parás, Marín y Doctor González, entre otros. Chapa fue también el redactor del Acta de la Fundación de Monclova, Coahuila. Hay algo que debo agregar. Al ser yo miembro de la mesa directiva del Club Sembradores de Amistad de Monterrey, se me pidió que dirigiera el programa de la sesión de los jueves y, estando próxima la celebración del 5 de Mayo, me pareció que sería estupendo que el ya citado historiador Cavazos Garza fuera el orador-huésped de esa sesión y nos explicara los pormenores de la batalla de Puebla y cómo México se impuso a las fuerzas del imperio invasor. Cavazos Garza impartió su conferencia, la que, como siempre, fue del agrado del público, quien al final le tributó un fuerte aplauso. Al mes siguiente, para agradecer el que lo hubiera invitado al evento, éste me dio un ejemplar de la primera edición de la Historia de Nuevo León, con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, escrita por Alonso de León, Juan Bautista Chapa y Fernando Sánchez de Zamora. El libro fue publicado por el Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León y el Gobierno del Estado, dentro de la Biblioteca de Nuevo 3

Don Israel Cavazos, también cronista de Monterrey, en su Diccionario biográfico de Nuevo León, señala que Juan Bautista Chapa nació en 1627 y con Alonso de León vino al Nuevo Reino de León en 1650. “Por modestia y por temor a la crítica dejó su trabajo anónimo. Así fue publicado por Genaro García […]” en 1909; p. 110. Y agrego yo que por considerar además el escrito de su superior don Alonso de León, mejor que el de él, lo cual revela la humildad de Juan Bautista Chapa, ya que la realidad era lo contrario. 4 De acuerdo con las últimas investigaciones el nombre correcto de Schiappapria debe ser Schiappapietra.

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León. En la dedicatoria, se lee: “18-VI-62. A mi excelente y fino amigo D. Alejandro Chapa, descendiente del ‘cronista anónimo’. Israel Cavazos”. Al leer ésta crónica, me di cuenta de dónde procedían mi familia y mi apellido. 5 En 1980, estando yo como tesorero municipal y colaborando en el Ayuntamiento de Monterrey, la doctora Aurora Moreno se encargó de reeditar este libro, el de la Historia de Nuevo León, con noticias sobre Coahuila, Tamaulipas, Texas y Nuevo México, cuya edición se encontraba agotada, volviéndose luego nuevamente a agotar. Debo confesar que esto último, lo del “descendiente del cronista anónimo”, me intrigó y leí con avidez el libro. Israel Cavazos me contaba que era una injusticia que la principal fuente de nuestra historia, del Estado, por supuesto, no se conociera. Y es así como se dedicó en cuerpo y alma a investigar, principalmente en el archivo del Ayuntamiento de Monterrey, quién era ese ‘autor anónimo’ cuyo relato superara en mucho al del capitán Alonso de León y otros más, no sólo en extensión sino en precisión y estilo. Recuerdo también, que hace ya mucho tiempo, en 1948, acompañé a mis padres en un viaje a Europa, y mi padre quien era un amante apasionado de España, llegó ahí buscando por todos lados gente con el apellido Chapa, ya que pensaba que el origen de éste era español. Preguntaba, buscaba en los directorios telefónicos y no encontraba por ninguna parte quién portara tal apellido. En aquel tiempo nadie sospechaba, tal vez ni siquiera el maestro Cavazos, que el apellido Chapa era italiano, o más concretamente, genovés, o todavía más preciso, del pueblo contiguo: Albisola. Se sabe que hay algunos que habitan principalmente en Andalucía, que llevan ese nombre, pero cuyos ascendientes vinieron de la Nueva España y eran descendientes directos de Juan Bautista Chapa. 5

A propósito de la reseña de la Batalla del 5 de Mayo en otra ocasión posterior, en el mismo Club Sembradores de Amistad, en una de sus sesiones, el ilustre historiador don Eugenio del Hoyo impartió también una conferencia sobre el mismo tema, asegurando que el fracaso del ejército francés se debió a una intoxicación masiva que provocó una fuerte diarrea el día de la batalla; al oír esto, don José P. Saldaña, también historiador local y luego cronista de la ciudad de Monterrey, indignado le reclamó al conferencista, defendiéndose éste, diciendo que eso era lo que indicaban los datos históricos.

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La crónica del “autor anónimo” es de lo más interesante, ya que revela un sinnúmero de datos, anécdotas y situaciones que prevalecieron de 1650 a 1690, que es cuando termina el relato y que es la razón de esta edición: conmemorar los tres siglos de esta estupenda crónica que abarcara ese territorio vastísimo de 200 leguas por lado y que comprendía el Nuevo Reino de León. Con ello nos damos cuenta de las tribus nómadas y salvajes que habitaban esta región y que hostigaron a los pobladores todavía hasta el siglo pasado. La condición de estos aborígenes era a tal grado de salvajismo, que es de las pocas, o tal vez únicas, tribus o conglomerados de gente que no tenían ningún vestigio de religión. No conocían el pudor, pues aparte de andar desnudos, practicaban relaciones sexuales sin el menor recato y la promiscuidad era cosa normal. Muchas veces las mujeres, después de dar a luz, casi siempre sin ayuda de alguien, se levantaban y se dirigían al río para lavarse y seguir inmediatamente su vida acostumbrada, lo que demuestra su gran fortaleza física. Había antropófagos y guerreaban fieramente. Es por eso que nunca se asimilaron ni se fusionaron con los conquistadores españoles. Poco a poco fueron extinguiéndolos y a eso se debe que, hasta hace relativamente poco tiempo, en Nuevo León no había mezcla de españoles con indios. La única mezcla que se conocía era con la tribu tlaxcalteca, que como se sabe, fueron éstos amigos de los españoles, ya que eran a la vez enemigos de los aztecas, y además, fueron muy buenos guerreros. Es así que los conquistadores los trajeron al Nuevo Reino de León para pacificar a las tribus locales. Es por eso que encontramos, a manera de ejemplo, en Bustamante, Nuevo León, veneración por el Santo Cristo de Tlaxcala, no obstante lo distante que está Tlaxcala de Nuevo León. En cuanto a la personalidad de Juan Bautista Chapa, podría decir que fue un hombre probo, culto, ya que sabía varios idiomas, español, italiano, toscano, latín y el dialecto propio de su pueblo natal; poseía hasta cuarenta libros, muchos para su tiempo, que se conoce dejó en su testamento. Fue humilde, no vengativo, responsable y eficiente en su trabajo, principalmente el de escribano, valiente soldado y decente, ya que murió pobre, como lo revela en la redacción testamentaria con escasísimos y modestos bienes, no obstante haber servido por muchos

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años a varios gobernadores. Por lo que el saberme descendiente de él, me enorgullece.6 Mi abuelo Salustiano Chapa Serna había nacido el 8 de junio de 1859 en Doctor González, N.L., pero fue bautizado en Marín al día siguiente y allí creció, trabajó y se casó, para finalmente venir a Monterrey y pasar aquí sus últimos años, junto con su esposa e hijos. Sus padres fueron: Dionicio Chapa y Benedicta Serna. Él tenía un origen muy humilde: era pastor de cabras y analfabeto.7 Mi abuela paterna fue Juliana González González, hija de Antonio y Candelaria, ambos de apellido González. Nació el 9 de enero de 1863 en Marín. Ella sí sabía leer y escribir. A mi abuelo Salustiano no lo conocí porque murió un año antes de que yo naciera, pero a mi abuela Juliana sí, de quien escribiré algo más en el siguiente capítulo. Por lo Salazar, provengo de una familia de Allende, N.L. Eran agricultores y comerciantes. En sus inicios, Allende pertenecía al Valle del Huajuco, luego Villa de Santiago. A partir de que fue elevada a Villa en 1850, varios de mis antepasados fueron sus alcaldes honorarios. Así, en 1851, el primero fue Agustín María Salazar, mi tatarabuelo; después, en 1870, mi bisabuelo Juan Nepomuceno Salazar fue también jefe de la comuna; y en 1882, cumplió el mismo cargo gratuito Pedro Agustín Salazar, mi abuelo materno, a quien me referiré más ampliamente en el siguiente capítulo.8 Mi abuelo Pedro había nacido el 4 de mayo de 1864 6

Fragmento del Prólogo que escribí en el libro Historia del Nuevo Reino de León de 1650 a 1690, por Juan Bautista Chapa. Estudio preliminar y notas por Israel Cavazos Garza, en la presentación del mismo en la Biblioteca Central en el año de 1991. 7 Del Marín de este tiempo, escribe don Manuel González Caballero: “En aquellos años, Marín era muy pobre; también sus habitantes”. Marín, N.L., mi pueblo, mi gente…, p. 8. Elda Feliz González González, cronista de Marín, escribe que la Hacienda de San Antonio de los Martínez fue fundada en 1684 por el capitán José Martínez Flores y lleva su nombre actual en honor del cuarto obispo de Linares-Monterrey, don Feliciano Marín de Porras. Crónicas municipales del Estado de Nuevo León, Tomo I, pp. 171-182. Hay duda de si Salustiano Chapa Serna nació en Dr. González, ya que no hay constancia de un acta, y es poco probable que así sea, porque se ve difícil que al día siguiente de nacer, lo trasladaran a Marín para su registro, que aunque las poblaciones son cercanas, los medios de comunicación de aquel tiempo no eran muy favorables, lo que indica que pudo haber nacido en Marín y no en Dr. González. 8 La cronista de Allende, Lilia Idalia Alanís García, escribe, junto con los coautores de la monografía de este municipio, incluida mi prima Marta, que Allende lleva ese nombre

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y fueron sus padres: el ya citado Juan Nepomuceno Salazar y Francisca Salazar. Mi abuela materna era María del Pilar Aguirre Martínez, quien había nacido igualmente en Allende el 24 de agosto de 1876, siendo sus padres Antonio Aguirre y María del Carmen Martínez. También a ella me referiré líneas más adelante, pues sobrevivió a mi abuelo Pedro varios años más. Antonio Aguirre, por cierto, había sido dos veces alcalde de Allende: en 1875 y en 1881. Anécdotas de mis ascendientes, en este momento recuerdo dos. A mi abuela Juliana la pidieron siete veces en matrimonio. En aquellos tiempos, muchas veces la joven no sabía quién había pedido su mano, sino que se enteraba después. Cada vez que la pedían, a ella le llamaban sus padres y le preguntaban qué pensaba acerca de aceptar, a lo que ella contestaba: “Lo que ustedes digan”. En la sexta ocasión de pedimento, la hermana de Juliana, asomándose a la ventana, le dijo a ésta: “El que está allí parado en la esquina quiere casarse contigo y es el que te ha venido a pedir”. La joven, al verlo, reaccionó y comentó: “Pues si me vuelven a pedir, les voy a decir que sí”. Al séptimo pedimento, cuando le preguntaron sus padres a la joven Juliana acerca de su decisión, ella les dijo: “Por mí sí, pero lo que ustedes decidan”. Y así inició un noviazgo que después se convirtió en matrimonio. Le decía mi abuelo Salustiano a mi abuela Juliana: “Cuando regrese de la labor y traiga el sombrero canteado para un lado, ni me hables porque vengo de mal humor”, a lo que mi abuela respondía: “Y cuando yo traiga el delantal al revés, tampoco me hables porque yo también en ese momento no estoy para nadie”. De esos mismos abuelos hay otra anécdota. Cuando a mi padre Andrés, siendo muy joven y laborando en R. González y Hno., donde era su jefe don Ignacio A. Santos González, a quien mi papá le guardó un gran respeto y estimación por el buen trato que le prodigó, le pidieron que se fuera a la Ciudad de México a trabajar en la oficina y bodega de la firma, su madre se opuso, dada la edad del joven y la peligrosidad de la capital. En cambio, su padre, don Salustiano, después de oír a su esposa, le dijo a mi padre Andrés: en honor del prócer insurgente don Ignacio Allende, pero que antes era Capellanía de los Pruneda, hasta 1836. En 1851, la Villa de Allende contaba con 1,844 habitantes. Ver: Allende: ayer y hoy, pp. 15, 21-23 y 27.

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“Fájese sus pantalones, porque yo prefiero que me vengan a decir que mi hijo murió, a que salió mal con la Casa.9 ¡Déjelo que se vaya!”. Y así fue. Allá trabajó el joven Andrés por espacio de dos años, para volver a Monterrey y laborar después como independiente. A raíz de un paro ferroviario en el puerto de Tampico, se le pudrieron a mi padre dos furgones de maíz, perdiendo todo lo que había ganado. Fue entonces cuando acudió a su hermano José, quien ya le había insistido que viniera a trabajar con él en el negocio de “El Gallo”10, que había fundado en la esquina de General Treviño y Colegio Civil el 22 de febrero de 1923. Posteriormente, en 1928, su hermano Ricardo, el mayor, después de mucha insistencia de los dos hermanos, se unió a ellos en el negocio. Hay que recordar que mi tío Ricardo trabajó muchos años con don Luis Lauro González, siendo el apoderado general de los almacenes, y don Luis, conociendo lo eficiente y honesto que era, no lo dejaba ir. Don Luis Lauro González tenía fama de ser muy conservador en el manejo de su dinero, pero mi tío Ricardo siempre lo defendió, puesto que nunca conoció a un patrón que le diera a su empleado administrador el 20% de las utilidades de su negocio. Cabe mencionar que Abarrotes “El Gallo”11, fundado por don José A. Chapa, se inició con un préstamo que le hizo su hermano Ricardo de $2,500.00 (dos mil quinientos pesos 00/100 M.N.). Mi papá, al unirse a su hermano José, en 1924, aportó como socio, algo de dinero, las arras de matrimonio en poder de mi mamá y una bicicleta. Mi padre también trabajó con don Luis Lauro González, durmiendo en el local del establecimiento, entre los costales de mercancía, teniendo derecho a salir sólo la tarde del domingo cada dos semanas. Las jornadas eran desde el amanecer, hasta al anochecer. También mi tío José A. Chapa trabajó en los mismos almacenes, pero menos tiempo, pues no estuvo de acuerdo con el duro trato que ahí se acostumbraba. 9

Al decir “Casa”, se refería al establecimiento comercial a donde iba a trabajar, de acuerdo con la costumbre de entonces. 10 Mi hijo Felipe decidió ponerle el nombre de “El Gallo”, a su nuevo restaurante, en memoria y reconocimiento al que fundara su abuelo y tíos abuelos. 11 Abarrotes “El Gallo” se fundó el 15 de febrero de 1923, por lo que acaba de cumplir noventa años de existencia, ahora con el nombre de Innovación y Conveniencia, S.A. de C.V. (ICONN).

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II. Una infancia feliz

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ui al jardín de niños de la profesora Virginia Cantú, más conocida como “La India Bonita”, porque era morena, de trenzas. Estaba a una cuadra de la plaza de La Purísima, por la calle de Bolívar, hoy Padre Mier. Eran mis compañeros: Esteban L. Rock, Alonso Ayala, Herbert, Federico y Esthela Himes, Jorge Ricaud, Helena Ricaud, Miriam Martínez Guajardo, mi prima María Luisa Chapa, Rosa Elia Barrera y varios más. Esteban L. Rock, aunque era un niño bueno, era muy inquieto. La profesora Virginia, para poder dar clase, lo sentaba en una silla Malinche y lo amarraba. Los Rock, los Ayala y los Ricaud vivían muy cerca del kínder. Cantábamos, dibujábamos, bailábamos. Dos años estuve allí hasta que cumplí los siete años, para entrar al Colegio Franco Mexicano, ya que mi papá no quería que ingresara a la primaria hasta cumplir esa edad. Pero el Franco no estaba funcionando más que como escuela de comercio, de tal manera que primero de primaria lo tuve que hacer en lo que se le llamaba “La Casita”, atendida por maestros maristas del mismo Franco Mexicano. Era un tejaván, con techo de lámina que se ubicaba junto a la propiedad del arquitecto Eduardo Belden y la señora Enriqueta Azcárraga de Belden, por la avenida Hidalgo, entre América y Miguel Nieto, frente a la colonia Mirador. Esto debido a la persecución religiosa que todavía prevalecía, iniciada en 1926 por el presidente Plutarco Elías Calles, dando pie a la Guerra Cristera llamada “La Cristiada”. Por cierto, como dato curioso, el presidente Calles, después de haber sido expulsado por el presidente Lázaro Cárdenas, al inicio de su gestión presidencial, fue a dar a California donde vivió por 33


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varios años y donde alguna vez fue intervenido quirúrgicamente. Años después el presidente Manuel Ávila Camacho lo invitó a regresar a México, pero encontrándose nuevamente enfermo, fue internado en el Sanatorio Lady Cowdray, que luego se convirtió en el Hospital Inglés, y que se ubicaba en donde ahora se encuentra el hotel Camino Real en la Ciudad de México. Siendo operado por el Dr. Abraham Ayala González, el 12 de octubre de 1945 le detectaron la formación de adherencias en el tubo de secreciones del hígado, como consecuencia de la operación que se había hecho doce años antes. Pese a esta complicación y del mal estado colédoco por trombosis, salió bien de la operación y durante una semana pareció recuperarse satisfactoriamente, pero siete días después, Calles presentó inesperadamente una hemorragia masiva, falleciendo el 19 de octubre de 1945 a las 14:40 horas. Aseguran monjas Carmelitas Descalzas, de Duarte California, entre ellas Sister Belén y cuyo nombre real es Julia Cornejo actualmente de 95 años de edad, que casualmente se encontraban en el Hospital y atendieron a Calles a petición de unas enfermeras para que oraran por él, y éste antes de morir, y a pesar de haber actuado con gran crueldad contra los católicos, murió abrazando un Cristo, comentando ellas que difícilmente pudieron retirárselo por lo fuerte que lo había tomado en sus manos. En tiempo de calor, “La Casita” era muy caliente, casi insoportable su temperatura; y en época de frío, éste calaba hasta los huesos. Allí mis compañeros eran: Andrés Marcelo Sada, Eduardo Sada Narro, José Constantino Hinojosa, Lorenzo y Domingo Viesca, Guillermo Zambrano Lozano, Alejandro Zambrano Fuentes, Alejandro Belden Azcárraga, Belisario Rodríguez Morales, Rolando Hoyt, Edmundo Barrera, Benjamín Colunga, Carlos e Ismael Pérez-Maldonado, Francisco Garza González y Jorge Luis Garza Garza, entre otros. Unos estábamos en primer año, y otros en párvulos, puesto que en el pequeño salón se impartían ambas clases por el mismo profesor de apellido Torres. En el otro salón, dividido por una pared de tablas de madera, se impartían las clases de segundo y tercero de primaria por otro profesor marista, posiblemente hermano del profesor Torres.12 12

En el libro Los hermanos maristas en México. Segunda etapa, 1914-1938, en diversas épocas, figuran los profesores Manuel Torres y Gregorio Torres. Dato no confirmado acerca de si estos dos religiosos eran hermanos de sangre. Ver: pp. 266 y 397.

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Vivíamos a salto de mata. Cualquier inspector de la Secretaría de Educación nos podía denunciar. Salíamos de dos en dos, en intervalos de dos minutos, sin libros ni cuadernos, con la sola tarea apuntada en un papelito. En casa teníamos otro juego de libros y cuadernos para hacer la tarea. Así, era difícil que nos detectaran. Pero un mal día, se decía, sin que se pudiera comprobar, que el profesor Sigifredo H. Rodríguez, director del Colegio Justo Sierra, se enteró de la existencia de esta casita, hizo la denuncia respectiva y este “colegio” fue clausurado. El tejaván después se trasladó sigilosamente a la calle de Aldama, entre Bolívar,13 hoy Padre Mier, y Matamoros. Éramos vecinos de don Carlos de la Garza y doña Magdalena Cantú de De la Garza. Ahí en la calle de Aldama, la famosa “Casita” se encontraba al fondo de un pequeño predio que antes tenía una barda de sillar con una puerta a la extrema izquierda, dando frente al poniente, y antes de eso existía un pequeño tejabán donde habitaba un señor de nombre Luciano Martínez, originario de Marín, Nuevo León, quien era el velador de las tres casas ubicadas en la calle Hidalgo frente al Obispado, cuyos dueños eran mi tío Ricardo, mi tío José y mi papá Andrés, todos ellos de apellido Chapa. Antes de eso, había otra pared de sillar con otra puerta similar de entrada en un extremo de la barda. Como se ve, “La Casita” estaba bastante oculta. No obstante lo anterior, una vez más, alguien denunció la existencia de ese colegio clandestino, atendido por hermanos maristas, y nuevamente fue clausurado. En el nuevo domicilio estaban también los compañeros: César García, Rafael L. Valdés Farías, Jesús Llaguno Farías, Jorge Vargas, Carlos Ortiz Quevedo, Javier González Arroyo, Ignacio Villegas, Pedro Calderón Berardi, Patricio Martínez O’Dowd y Fernando Zambrano Sada, entre otros. 13

Siendo síndico del Ayuntamiento, el doctor Tomás F. Iglesias, padre del Dr. Tomás Iglesias Orozco, propuso y fue aprobado por el Cabildo de Monterrey, el cambio de nombre de la calle Bolívar por el de Padre Mier, que se iniciaba en la calle Cuauhtémoc, y continuaba ésta hasta la calle Capitán Aguilar en la falda del Cerro del Obispado, o sea, hasta el antiguo Colegio del Sagrado Corazón, mejor conocido como Colegio de las Damas, ahora Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, de donde han salido los integrantes del Ballet de Monterrey y músicos de carrera. Posteriormente a la Avenida principal de la Colonia “Las Mitras”, hecha por los hermanos Ignacio, Manuel y Alberto Santos, se le puso el nombre de Simón Bolívar.

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A mi papá, aunque siempre jovial y positivo, casi nunca lo vi enojado, y menos, perder los estribos; cuando sí lo vi fuera de sí fue cuando en “La Casita” de Aldama llegaron los inspectores y algunos tuvieron que salir huyendo cruzando la propiedad de don Carlos y doña Magdalena. A mi padre, quien en ese momento se encontraba en el velorio de don José A. Muguerza Crespo, por la Privada Muguerza, hoy Degollado, le avisaron que había llegado gente del gobierno a clausurar de manera violenta ese improvisado centro educativo donde nos encontrábamos. Se dejó venir volado, en el automóvil, y llegando, vio cómo Javier Garza Sepúlveda y Alejandro Guerra, los grandes del grupo, estaban cruzando por encima de la barda, para pasarlo a la propiedad de don Carlos de la Garza, a Jorge Sada Rivero, quien en esa época usaba muletas, lo cual le indignó grandemente. Entonces, enfrentándose a los inspectores les dijo: –¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde está mi hijo Alejandro Chapa? Uno de ellos le respondió: –A ese niño ya se lo puede llevar. Ya está interrogado. Luego mi padre, airado, les dijo: –¡Sí, me lo voy a llevar, no sólo de aquí, sino de este país de cafres, muy lejos de esta corrupción y de este sistema! Creo que fue la vez que vi a mi padre más enojado. Lo exaltaba la injusticia. Después, ya más tranquilo, recapacitó, dándose cuenta de que había estado en grave peligro, ya que los que ahí estaban iban armados y uno de ellos de apellido Berrueto Ramón, tenía fama de matón, sin embargo, en ese momento permanecieron en silencio. Después de esta última clausura, el grupo de segundo y tercer grado de primaria, nos trasladamos a la casa de don Carlos Pérez-Maldonado, por la calle de Escobedo, entre Allende y Matamoros, en donde las clases se daban en el comedor de esa casa. Teníamos siempre una piñata preparada para en caso de que vinieran los inspectores, se les dijera que no era un colegio, sino una fiesta infantil. En el inter, los padres de familia de este grupo, entre ellos el Lic. Virgilio Garza, Jr., mi papá Andrés Chapa, don Jesús J. Llaguno, don Juan S. Farías y algunos más, se entrevistaron con el gobernador del Estado, 36


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quien en esa época era el general Anacleto Guerrero y el secretario de Gobierno era el Dr. Ramiro Tamez. Este grupo de señores le expusieron al gobernador la situación, pidiendo la apertura formal del Colegio Franco Mexicano, quejándose porque en otros estados de la República, este tipo de escuelas ya estaban operando, como era el caso del Instituto Potosino de los maristas, que tenían en San Luis Potosí y, en Nuevo León no. Al oír esto el Dr. Ramiro Tamez, dijo: “Hay una manera de que se pueda abrir el Colegio Franco Mexicano legalmente, si éste se incorpora al Gobierno del Estado”. Fue entonces que se procedió a dicha incorporación, y el viejo edificio del Franco Mexicano en la calle de Hidalgo pudo abrirse, pasando nosotros al mismo, iniciando el cuarto año de primaria; esto era en septiembre del año de 1939. Meses antes el profesor marista, todavía estando en “La Casita” de Aldama, nos dio la noticia de la muerte del Papa Pío XI. Durante los primeros quince días que siguieron a la apertura, varios de estos padres de familia antes mencionados, hicieron guardia a las puertas del colegio, con un amparo promovido por el Lic. Virgilio Garza, Jr., en precaución por si se revocaba la decisión del Gobierno del Estado. Después de ese período, viendo que nada pasaba, se retiró la guardia, la cual se había estado alternando entre ellos. Debido a esta apertura, padres de familia que estaban esperando que en un colegio manejado por religiosos, sus hijos pudieran ser atendidos por los maristas, sobresaturaron el Franco Mexicano de alumnos, teniendo, por ejemplo, el caso particular mío, grupos hasta de 60 estudiantes por salón. Estando yo en primer año de primaria, recibí por parte de los maristas, y posteriormente por la Srita. Mercedes (Merceditas) Hernández Rivero, así como por las Madres de la Cruz, la preparación para mi Primera Comunión, la cual se efectuó el 24 de mayo de 1937, oficiando el padre Enrique Gómez, de la Iglesia de la Purísima Concepción, en el viejo edificio de este templo, antes de ser demolido. Recibí este sacramento, en compañía de Guillermo Zambrano Lozano, Marcelo y Patricio Martínez O’Dowd, siendo mi padrino el Dr. José G. Martínez. El padrino de Guillermo fue don Joaquín Miguel Zambrano y el de Patricio, su hermano mayor: Héctor, ignorando yo quién era el de Marcelo. 37


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De niño practiqué mucho el deporte: futbol, beisbol, basquetbol y ciclismo; y ya de grande, el golf, habiendo hecho el sábado 7 de enero de 1967 un “hoyo en uno”, hole in one, en el Club Campestre de Monterrey, A.C., en compañía de don Clemente Serna Martínez, Francisco Garza Calderón y Alberto Hauser. Recuerdo que dos días después, el lunes 9, fue la famosa nevada en Monterrey. Mi infancia fue muy feliz. No recuerdo ninguna experiencia negativa ni traumatizante. A mi abuela paterna, Juliana González de Chapa (Mamá Julianita), la tengo en mi memoria como una mujer muy dinámica, diligente, de carácter fuerte. Le gustaba jugar a la lotería junto con sus nietos. Era muy sencilla, pero trabajadora y exigente. Siempre estaba presta a ayudar a la servidumbre en casa de los hijos, puesto que ella nunca la tuvo, tanto en la cocina como en los quehaceres domésticos, siempre activa. Vivía en la calle de General Treviño, frente a la Plaza de Toros Coliseo, donde después se construyeron las instalaciones del Canal 6 de Televisión Independiente de México (TIM), fundada por don Eugenio Garza Sada al través de Cervecería Cuauhtémoc (VISA). Don Eugenio decía: “Sin competencia, no hay buena televisión”. Años después se fusionó el Canal 6 con la cadena de Emilio Azcárraga Milmo (El Tigre), convirtiéndose en Tele Visa. Esto último por VISA, Valores Industriales, Sociedad Anónima, cosa que Emilio se vino a dar cuenta después, al señalárselo Bernardo Garza Sada, quien hizo las negociaciones de la fusión. El día 10 de mayo de 1937, mi papá y mis tíos le regalaron a mi abuela un carro Ford café del año, y le contrataron un chofer. A los pocos días después, les mandó decir: “Retírenme el chofer, no quiero testigos desocupados en mi casa; envíenmelo sólo los domingos para ir a la Villa de Santiago”, donde acostumbraba ir a comprar tamales, piloncillo, conservas y naranjas. Frecuentemente varios de los nietos la acompañábamos, en unión de mi tía Petra, quien enviudó muy joven y vivía con ella. También solía decir: “Un hombre en la casa es como un colchón sin uso, donde quiera estorba”. En esa casa antes mencionada murió mi abuela paterna el 28 de mayo de 1939.

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A mi abuela María del Pilar Aguirre de Salazar también la recuerdo como mujer de hogar. Hacía muy buenos dulces: de dátil y uno que se llamaba Crema Divina. Era muy cariñosa, tanto con mi hermana Magda, como conmigo. Su casa estaba muy limpia. Vivía con mi abuelo Pedro Agustín Salazar en una casita cerca de la iglesia y plaza de La Purísima, en Padre Mier, entre Aldama y Rayón. Esta casa la pudo comprar, gracias a que se sacó un premio de $12,000.00 en la Lotería Nacional. Mi abuelo Pedro era un hombre muy generoso. Llegó a ser alcalde de Allende, pero nunca se sirvió del puesto para hacer dinero y murió pobre por ayudar a la gente. Iba al Mesón Estrella a comprar la verdura y la fruta para mi abuela. Resulta que frecuentemente traía esos productos un poco pasados. Entonces mi abuela María del Pilar le reclamaba y le decía: –Pedro: ¿Por qué traes esa fruta tan pasada? Y él respondía: –¿Y si no se las compro yo, quién? Careciendo de muchas cosas, daba limosna a la gente menesterosa y jamás negaba su ayuda a quien se la solicitara; salía muy temprano en las mañanas a buscar a los niños que dormían en las banquetas tapándose con periódicos y les daba una pequeña limosna. Cuando se ponía a leer el periódico y en el mismo cuarto se encontraban reunidas las hijas y se ponían a platicar, frecuentemente criticaban a algunas gentes, y mi abuelo les decía: “Hijitas ¿no tienen algún otro tema diferente qué platicar?” Y ellas, prudentemente, cambiaban de conversación, pero al rato ya estaban en lo mismo. Entonces él no les decía nada, pero se levantaba de la mecedora y se iba a otro lugar para no percatarse de lo que criticaban. Un día mi tía Layita lo invitó, junto con su esposa, a pasar unos días en la casa que teníamos en la colonia Olinalá, en la Sierra Madre Oriental. Al salir y cerrar mi tía la puerta del carro, quedaron atrapados los dedos de su mano, y permanecieron así hasta media hora después, al llegar y darse cuenta mi tía, abrió inmediatamente la puerta, pero él no emitió el menor quejido para no mortificarla. Desde luego, la mano permaneció hinchada por espacio de varios días. 39


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Cuando en 1949 se puso muy grave, poco antes de morir pidió ser confesado y que viniera un sacerdote. Acudió el Padre Carlos Álvarez, amigo de la familia. Recuerdo que cuando salió de confesarlo, sólo me dijo una breve frase: “Alejandro: acabo de confesar a un santo.” Al morir mi abuelo Pedro, la abuela María del Pilar siguió viviendo durante algún tiempo en esa casa cerca de La Purísima, pero luego se fue a vivir con su hija Hortensia en la colonia Las Mitras y después al Obispado a vivir a casa de mi tío José y mi tía Adelaida. En todo momento mantuvo muy buen carácter y estado de ánimo. Le gustaba siempre estar arreglada, presentable. Eso la mantuvo jovial y duró muchos años. Murió el 24 de abril de 1963. He descrito a mis abuelos para llegar a mis padres. Mi madre, Otilia Salazar Aguirre de Chapa, Tila, era una mujer admirable, de grande fortaleza moral y altas virtudes. Poseía una tez muy blanca. En un viaje que realizamos a la ciudad de Nueva Orleans, para dejar ahí a mi hermana en el Colegio del Sagrado Corazón, The Rosary, por la avenida Lake Charles, algunas gentes creían que mi mamá era francesa y no mexicana. Había nacido el 6 de abril de 1898 en Monterrey, aunque de familia procedente de Allende, N.L. Ocasionalmente pedía que la lleváramos al rancho “Los Terreros”, en Atongo, entre Cadereyta y Allende, que pertenecía a mi abuelo Pedro, donde vivían mis tíos Eustolio, hermano de mi mamá, y Herminia su esposa. Cuidaba mucho su aseo y arreglo personal. Diariamente ella misma se peinaba, pero cuando había una ocasión especial, iba con su peinadora Elena Poinssot, en la esquina de Hidalgo y Rayón. Era muy ordenada en su alimentación, y comía muchas frutas y verduras. Siempre había en casa frutas de la estación, pero también algunas frutas exóticas, como chicozapote, mamey, chirimoya y parsimos. Pintaba al óleo muy bien. Había sido discípula de Antonia del Bosque, después su apellido fue de Pérez-Maldonado. Algunos de sus cuadros se conservan en la casa de mi cuñado Roberto, por la calle de Hidalgo. Como mi padre, gustaba también mucho de los viajes. A donde quiera que fuera, decía: “Vamos a conocer la ciudad”. Y era recorrerla de “pe a pa”. En una ocasión, llegamos a Oklahoma City en Estados Unidos, para que la intervinieran quirúrgicamente con el propósito de implantarle una prótesis en su rodilla por un cirujano es40


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pecialista, el Dr. O´Donohue. Recuerdo que yo estaba cansado del viaje y quería aprovechar para una siesta, pero cuando llegamos al hotel, ella decidió que fuéramos en el automóvil a recorrer y conocer la ciudad. Cuando la llevaba a San Antonio, Texas, en automóvil, lo primero que hacía al llegar era recorrer las banquetas de las dos calles comerciales principales, para ver los aparadores de las tiendas y saber cuál era la moda imperante. Al día siguiente recorría todas las tiendas cercanas, comparaba precios y luego decidía. Al atardecer le gustaba sentarse en el elegante y bonito lobby del Hotel St. Anthony, frente a la plaza Travis, para oír la música del conjunto de cámara que ahí tocaba. Pero no era una mujer que sólo pensaba en comprar; disfrutaba mucho de espectáculos como la ópera, la zarzuela, el teatro y los conciertos. Con mi padre estaba abonada a la Sociedad Artística Tecnológico (SAT). Mi madre era una mujer religiosa. Su parroquia era la Purísima Concepción, por la calle de Hidalgo, imagen de la Virgen que había venerado en el antiguo templo de Antonia La Zapatera, y luego en la magnificente basílica que, en diseño del Arq. Enrique de la Mora, fue Premio Nacional de Arquitectura. También era devota de la Virgen del Carmen; en la iglesia que lleva su nombre por la Avenida San Jerónimo, hay un vitral en un costado que tiene el nombre de la donante, mi mamá. A propósito del templo de La Purísima, que al inicio el proyecto tuvo mucha oposición debido a su estilo modernista y que criticaban se asemejaba más a un hangar de aviación que a un templo católico, el entonces reciente arzobispo de Monterrey monseñor Guillermo Tritschler y Córdova, hombre santo y culto, dio su opinión favorable, argumentando que el templo tenía los elementos característicos de la ciudad, como eran el cemento, el acero y el vidrio y que su estilo correspondía a la época moderna. El tiempo vino a darle la razón, ya que este proyecto, como antes dije, fue premiado nacional e internacionalmente, siendo en varias ocasiones imitado su estilo. Entonces las misas dominicales y entre semana eran sólo por las mañanas y en latín; el Concilio Vaticano II vino a dictar lo que ahora existe en materia de liturgia, permitiéndose misas vespertinas, en el idioma local y celebrando el sacerdote de frente al pueblo. 41


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En relación a monseñor Guillermo Tritschler y Córdova, quien está en proceso de beatificación, personas allegadas a él, en varias ocasiones, durante la misa, en el momento de la consagración, lo veían levitarse. Él acostumbraba usar silicios para mortificar su cuerpo. En reuniones sociales, aunque él no fumaba y no le gustaba fumar, pedía que le dieran un cigarro, para que los asistentes se sintieran a gusto y no se inhibieran de hacerlo delante de él. Era un amante del arte. Al conocer la escultura de mármol, copia del Moisés de Miguel Ángel, que poseía mi papá en su casa, quedó maravillado de esta obra. Seguido pedía que le permitieran entrar a verla. Cuando ya estaba muy enfermo, su chofer lo llevaba en el Buick Century, negro, modelo 1941, que entiendo le había regalado don Roberto Garza Sada, y no pudiendo ya moverse fácilmente, se estacionaba frente a la puerta de la casa de mis papás y le abrían las dos puertas de la entrada, para que desde el carro pudiera admirar el Moisés que se encontraba en el centro del vestíbulo y debajo de la escalera. Esta escultura la compró mi papá en 500 dólares en Roma en la tienda “Al Peregrino Católico”, durante el viaje a Europa en 1948. La escultura la enviaron a Laredo, Texas a las bodegas de los agentes aduanales José A. Montemayor y Hermanos, donde se importó y luego se envió a Monterrey. “Al Peregrino Católico” se encontraba al frente de la Plaza de San Pedro y la Columnata de Bernini, existiendo todavía en la actualidad en la esquina de la Avenida de la Conciliación, que fue abierta en 1950 con motivo del Año Santo de ese año, en el período del Papa Pío XII. En relación a la iglesia de la Purísima Concepción, había allí un padre americano de nombre Harold James Speetzen Coughlin, con fama de misógino, ya que cuando los hombres solíamos confesarnos con él, siempre minimizaba las faltas diciendo: “No lo habrías hecho adrede; no creo que tenga importancia, etc.”, pero cuando se confesaban las mujeres, la situación era muy distinta; siempre salían regañadas. En una ocasión, al estar dando su homilía, y debido a su no muy profundo conocimiento del idioma español, dijo en el púlpito dirigiéndose a las mujeres: “Ya les he dicho que no me gusta que las mujeres vengan con 42


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‘pantaletas’”. Esto obviamente en vez de pañoletas, ya que en ese tiempo las mujeres tenían que entrar a los templos cubiertas de la cabeza, y a este padre le gustaba que vinieran con velo. Él vivía en el Colegio Franco Mexicano, hospedado por los hermanos maristas. Hablando de sacerdotes, recuerdo una anécdota de monseñor Ernesto Corripio Ahumada, quien llegó a ser cardenal. Me tocó ir con mi papá, el padre Job de la Soledad García Gil, en ese momento párroco de la iglesia de La Purísima Concepción, y mi amigo José Constantino Hinojosa, a la ciudad de Tampico, Tamaulipas, a su consagración como obispo, siendo en ese momento el purpurado más joven del mundo, pues contaba con escasos 30 años de edad. Casualmente en la Arquidiócesis que comprendía también el estado de Coahuila, en Saltillo, se encontraba el obispo más viejo del mundo, Jesús María Echavarría, con cerca de 100 años de vida. Entonces no renunciaban a los setenta y cinco años de edad. En la obra social, diría que mi mamá en la que más trabajó fue en la Cruz Roja Mexicana, principalmente en las kermesses que para reunir fondos a beneficio de la misma organizaba doña Lucita Quevedo de Ortiz, esposa del banquero Manuel Ortiz, quien era el presidente de esa institución. Ambos esposos eran originarios de Jalisco. Las kermesses eran en la plaza Zaragoza y mi mamá era una de las señoras que preparaban comida y la vendían en los diferentes “puestos”, ya que era la presidenta de la Comisión de Alimentos. Recuerdo que mis padres solían frecuentarse con don Eugenio Garza Sada y doña Consuelo Lagüera de Garza Sada, con el Lic. Virgilio Garza Jr. y su esposa Rosario González de Garza, con don Jesús J. Llaguno y doña Virginia Farías de Llaguno (Vique), con don Juan S. Farías y doña Angelina Volpe de Farías y, al enviudar, con doña Carolina Campero de Farías, Carito, con don Bernardo Elosúa Farías y doña Esperanza Muguerza de Elosúa. Eran muy amigos de don Roberto N. Garza y doña Flora Barragán de Garza. Con éstos últimos hicieron hacia 1937 un viaje a Cuba, en la época de Fulgencio Batista, transportándose por barco, pero siendo el mes de octubre, hubo una tempestad conocida como el 43


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“Cordonazo de San Francisco”, donde la nave se movió mucho, causando pánico y malestar en los pasajeros. También viajaron con ellos a las Olimpiadas de 1932, en Los Ángeles, California. Por cierto, durante el viaje a Cuba, me mandaron a vivir con mis abuelos maternos. Mis papás pertenecían a un club que se llamaba “Los Kinkones”, donde semanalmente se reunían los matrimonios, rotándose cada vez en una casa diferente. Se divertían haciendo algunas bromas. Recuerdo que en una ocasión, estando yo niño y cuando la reunión era en la casa de mis papás, don Abiel Treviño, al abrir yo la puerta, soltó un cochino vivo que se fue corriendo por toda la casa. En otra ocasión, el mismo don Abiel le hizo otra broma a otro distinguido miembro del Club, el Dr. Jorge Meléndez Ocádiz, quien tenía su domicilio y consultorio de dentista por la calle de Matamoros. Una noche, habiendo contratado a unos albañiles, le levantó con ladrillos una tapia, bloqueando la entrada de la casa. Cuál no sería la sorpresa del doctor cuando a la mañana siguiente, al abrir la puerta, se encontró con una pared. Estas bromas fueron subiendo de tono, al grado de que decidieron mejor disolver el club. De los miembros del mismo, recuerdo algunos: mi papá Andrés Chapa, Roberto N. Garza, Carlos y Leandro Jaime Ramírez, Abiel Treviño, el Dr. Jorge Meléndez Ocádiz y Rubén Albuerne, entre otros, con sus respectivas esposas. En 1936, mi papá y mis tíos Ricardo y José, decidieron comprar un terreno en la colonia Olinalá, en la Sierra Madre Oriental, al gral. Juan Andrew Almazán, propietario de toda esa extensión de tierra, para edificar una casa de veraneo para las tres familias. Mi papá se encargó del diseño, que fue una casa de estilo inglés y cuyo constructor fue el Ing. Juan Lobeira Castro. Por espacio de un año, todos los días, yo lo estuve acompañando al salir del Colegio Franco Mexicano (“La Casita”), para supervisar él la construcción. Para el verano de 1937 la ocupamos por primera vez. El nombre de Olinalá lo puso el general Almazán, como recuerdo de su pueblo natal en el estado de Guerrero. Por espacio de muchos años, todos los veranos los pasé en esa casa que disfrutamos muchísimo, principalmente huyendo del calor infernal que en esos meses se vive en Monterrey. Recorríamos todas las veredas y caminos que nos conducían a Chipinque y a la Meseta de Palmillas. Al lado poniente 44


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de la casa hay una gruta con estalactitas y estalagmitas. Dentro de la misma, la temperatura es fría, por lo que la bautizamos como la Gruta Helada. Después de terminar las clases en junio, llegábamos ahí y bajábamos a Monterrey, a finales de agosto, para entrar a clases nuevamente en septiembre. En 1938, el último domingo de agosto, como a la una de la tarde, empezó a llover intensamente, sin parar por varios días, provocando en Monterrey la famosa inundación de 1938. La anterior había sido en 1909. Ese domingo habían ido a visitarnos mis tíos Andrés V. Garza y mi tía Olivia Salazar, con sus dos hijos: Carlos y Andrés. También estaban don Claudio Hinojosa, su esposa y su hijo José Constantino. Don Claudio, al empezar a llover, decidió bajar a Monterrey inmediatamente con su familia, alcanzando a llegar a su casa sin contratiempos. Pero los que se quedaron un rato más ya no lo pudieron hacer, puesto que los derrumbes y deslaves de la carretera, así como el único puente de madera del río Santa Catarina, construido tiempo atrás por el general Almazán con el propósito de conectarlo con la carretera que había construido para acceder a Chipinque y Olinalá, ahora avenida Manuel Gómez Morín, la corriente del agua se lo llevó. Estuvimos incomunicados por una semana y tanto mis papás, mis tíos y los invitados visitantes, tuvieron que trabajar como peones, para despejar la dañada carretera y bajar después de una semana. Los víveres escasearon y se tuvo que racionar la comida. Una vaca lechera que tenían los señores Lazcano en su propiedad, vecina a la nuestra, proporcionó leche a los niños. Por cierto, mi primo Gerardo, al probarla, dijo: “Yo no quiero leche de vaca; quiero leche de frasco”. Afortunadamente el único teléfono que había en la colonia Olinalá siguió funcionando y pudimos pedir que un empleado de Casa Chapa, Eleuterio González, subiera a caballo con algo de provisiones. Este teléfono era antiguo, de pared, con una manivela lateral que se accionaba para llamar a la Central Telefónica y pedir oralmente el número respectivo. Después de más de una semana pudimos bajar y cruzar el río Santa Catarina en carreta, ya que al puente, como ya dije, la corriente del agua se lo llevó. 45


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Las tres casas de la calle Hidalgo, de mis papás y mis tíos, sufrieron daños sólo en los terrenos colindantes al río, destruyéndose la barda; todavía la avenida Constitución no existía. En 1945, habiendo crecido la familia de mi tío José, esta casa de Olinalá ya no era cómoda para habitarla las tres familias, por lo que decidieron rifarla para que una sola de ellas la ocupara. En la rifa mi papá fue el afortunado, pero considerando que la casa era más apropiada para la familia de mi tío José, el papelito ganador de la rifa se lo pasó a él y le dijo: “Quédate con ella”. Posteriormente, después de hacer un ajuste en la valoración de la casa y compensando a mi tío Ricardo y a mi papá, este último decidió hacer una casa nueva muy cerca de la rotonda, en esa misma colonia, haciendo el proyecto que vino a ser de avanzada, por lo moderno, en 1946, por el Arq. Guillermo González Mendoza. Años después, mi papá decidió venderla a Jorge Eugenio Ortiz y a, en ese entonces, su esposa Olinda Salinas, no sin antes habérmela ofrecido en donación, pero estando yo recién casado y con pocos recursos para sostenerla y ya contando en mi casa con aire acondicionado, no se hacía tan necesario el pasar el verano arriba en la montaña; rehusé la oferta, lo cual, posteriormente, consideré que había cometido un error. A propósito de esto, recuerdo que la Compañía Caterpillar, siendo ésta muy criticada y atacada por ser depredadora con sus máquinas, en ocasiones, del medio ambiente, ponía en su publicidad un lema en inglés que decía: There are not simple solutions, only intelligent choices. “No hay soluciones sencillas, sólo decisiones inteligentes”. Esa casa la habitó un hijo de Jorge Eugenio y Lindy: Lorenzo, y el año pasado, antes de él decidir venderla, amablemente me la ofreció, para ver si yo estaba interesado en comprarla, pero teniendo yo ya una pequeña cabaña en Chipinque, le agradecí su oferta. Actualmente la obtuvo su cuñado, el Lic. Fernando Elizondo Barragán. En cuanto a mi tío Ricardo, éste compró una de las casas que el general Almazán había donado a militares colaboradores de él y años después se la pasó a su hijo mayor, Ricardo, quien posteriormente la vendió a Rafael, Alberto y Jorge Fernández Ruiloba, así como a Dionisio, Bernardo y Armando Garza Sada, bautizando esa casa como “Los Cuñados”. Desde el primer año que pasamos el verano en Olinalá, mi papá, a cien metros de la casa y en una parte apartada y tranquila, mandó hacer una especie de pe46


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queña palapa, a donde llevaba una silla plegadiza y todos los domingos en la tarde se ponía a leer, para cultivarse. También acostumbraban pasar ahí el verano, con su familia, don Felipe de J. Benavides, los señores Alonso y Lucio Lazcano, don Ignacio Albo, el Ing. Juan Lobeira Castro, mis primas, Esperanza y María Elizondo Chapa y sus respectivos esposos, y en ocasiones, don Eduardo Bremer, don Andrés G. Sada y don Humberto Lobo rentaban una casa. Antes de que se desarrollara la Isla del Padre Sur (South Padre Island), en ocasiones, en Semana Santa, íbamos a Corpus Christi, habiéndonos encontrado en alguna ocasión con la familia de don Joel Rocha y doña Rosita Garza. Estando también uno de sus hijos llamado Alejandro, para evitar confusión me puso don Joel por nombre “Alejandro Azul”, llamándome él así toda su vida. En los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, en 1944 y 1945, mi prima Consuelo Elizondo de Montemayor escribía a un matrimonio americano de avanzada edad, propietarios del único “hotel” en el Sur de la Isla del Padre, para reservarlo y ocuparlo por la familia. Yo me trasladaba en un carro Plymouth 1942 con mi mamá y mi hermana, hasta llegar a Puerto Isabel donde dejábamos el automóvil, lo cerrábamos con llave y nos trasladábamos en una lanchita a la Isla del Padre, en el lugar que se llama Punta Isabel y donde se encontraba la Guardia Costera. Ahí nos esperaba un señor con una camioneta modelo 30, pick up, con unas bancas en la parte posterior, a los lados de la misma, poniendo nosotros las maletas en medio y el pasaje sentado en las bancas. Nos íbamos por toda la playa hasta llegar al hotel de madera, sentado en pilotes del mismo material. Ahí le decíamos al dueño de la camioneta que, al sábado siguiente, volviera por nosotros para regresarnos. Ocupábamos este hotel, mi mamá, mi hermana y yo; mi tío José y mi tía Layita con sus hijos; mi tío Ricardo y mi tía Benita con sus hijos; mi prima Consuelo y su marido Rodolfo Montemayor con sus hijos; mi prima María (Maruca) Elizondo de Martínez y su marido Manuel, con su única hija en ese momento, Rosa María; mi primo Carlos J. Garza; mi prima Esperanza Elizondo de Hernández Ochoa, con su esposo Guillermo y sus hijos; y mi tía Petra Chapa, mamá de Consuelo, Esperanza y María (Maruca) Elizondo Chapa. La única familia extraña a nosotros 47


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era la de don Genaro Cueva y su esposa Ema Barrera, con sus hijos. Todos iban con los hijos que hasta ese momento tenían. Por lo tanto, nosotros éramos prácticamente los pioneros, los únicos ocupantes de toda la Isla del Padre por esa semana. No había puente, no había carretera, y no había construcciones de ninguna especie, más que el hotel de madera. Los cuartos no tenían baño; había baños comunes. No tenía aire acondicionado y disfrutábamos plenamente deliciosas comidas que nos hacía este matrimonio. Podríamos decir que nosotros fuimos, como dije antes, los pioneros del sur de la Isla del Padre. El primer hotel que se construyó años después fue el Sandy Retreat; luego, al lado, el Miramar. Existía y todavía existe un restaurante de nombre Palmetto, que ahora ya ocupa dos pisos, cuando antes era nada más de una planta. En 1973, mis primos Ricardo, Rogelio, José, Gerardo, Jorge y yo compramos un departamento en el Condominio The Tiki, el 119; posteriormente yo compré el 121 y el 224 en Bahía Mar. Hablamos de esta época del año. Mi papá no nos acompañaba, puesto que él se quedaba en Monterrey a hacer los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola con el padre Eduardo Iglesias, S.J., ya que era su costumbre de todas las Semanas Santas.

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III. Mi padre

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i padre, Andrés Chapa González, fue un hombre de ideales. Cuando llegó de Marín se hospedó en casa de mis tíos Leocadio Serna y Guadalupe Chapa de Serna, cuyos hijos eran: Othón, Oliverio, Enrique, Concepción, Josefina, Irene y Amelia. Esta última era muy inteligente, pero sordomuda. Como mi tío Leocadio trabajaba en Camas de Metal, cuyos dueños eran don Benjamín Salinas y el profesor Joel Rocha, mi tío se llevaba a mi papá a trabajar a esta fábrica, cuya función consistía en empapelar los tubos de las camas de latón. Éste fue su primer trabajo a la edad de trece años. Al llegar de Marín estudió el quinto año de primaria por segunda ocasión, no porque no lo hubiera pasado (aprobado), sino porque fue la única manera de poder seguir estudiando gratuitamente, ya que los padres no contaban con recursos para pagarlo. Esto fue en una escuela de la Calzada Madero, cuyo director era don Conrado Montemayor, padre de Rodolfo Montemayor, esposo de mi prima Consuelo Elizondo Chapa. Dicho centro escolar ahora se llama Escuela Monterrey. A mi padre le gustaba vestir bien; todo el tiempo de traje, con corbata; y cuando se usaba sombrero, siempre lo portaba. Era jovial y amiguero. Tenía amigos de todas las edades y de todas las clases sociales; era un gran conversador. Recuerdo que cuando se estaba construyendo el nuevo templo de la Purísima Concepción, en la calle de Hidalgo, los domingos iba a misa muy temprano y en compañía del Arq. Agustín 49


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Basave, solían recoger las limosnas, la segunda colecta, para la construcción del templo. Al salir de misa, al Arq. Basave le gustaba que mi papá lo acompañara a desayunar a Sanborn’s y disfrutaba mucho de su conversación y compañía; siempre me repetía: “Tu padre es un gran conversador”. También don Rafael Valdés solía en la misa de doce recoger la limosna en la segunda colecta, con el mismo fin. Al verlo su hijo Francisco (Pancho), quien tendría unos cinco o seis años de edad, dice a voz en cuello: “Oye, mamá, ¿todo ese dinero que está recogiendo mi papá es para nosotros?”, contestándole: “¡Cállate, muchacho!”, provocando la risa de los presentes. Recuerdo que en un viaje a Torreón, Coahuila, que hicieron en automóvil manejando mi papá, acompañándolo el Arq. Basave, y otras personas, mi padre, quien era un amante del teatro, principalmente español, y que poseía una gran cantidad de obras teatrales en su biblioteca, preponderantemente hispanas, inclusive dirigía estas obras al través de un cuadro artístico formado por empleados de Casa Chapa, S.A., teniendo un foro dentro de las instalaciones del sindicato de empleados de dicha empresa, ubicado en la calle de General Treviño muy cerca de las oficinas de la misma. Pero volviendo al viaje a Torreón, mi papá, durante el trayecto, se puso a recitar “Flor de un día”, de Abelardo López de Ayala, completa, de memoria, dando inclusive detalles de las indicaciones del apuntador y del transpunte, lo cual dejó asombrados a los que iban, principalmente al Arq. Agustín Basave. Como se ve, Andrés Chapa tenía una extraordinaria memoria. Mi papá, de joven, deseando asistir a la representación de las obras teatrales que se montaban en la ciudad, y no pudiendo hacerlo por falta de dinero, conseguía empleo de vendedor de dulces en los intermedios de las obras, para así poder asistir y disfrutar de ellas. Don Roberto G. Sada, fundador y director de la Vidriera Monterrey, S.A. ahora Grupo Vitro, S.A., vecino nuestro por la calle de Hidalgo, al hacer una casa nueva a una cuadra más arriba por la calle de Circunvalación, hoy Avenida Lic. José Benítez, hizo en el sótano de su casa un pequeño teatro, y le pidió a mi padre que le escogiera una obra para representarla en la inauguración del mismo, al tiempo que le pidió le hiciera el favor de 50


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dirigirla. Mi papá le sugirió la obra llamada “El caso de la mujer asesinadita”, participando en ella actores aficionados amigos de ambos, como la señora Virtudes Domene de Lobeira, Alicia Margarita Tamez de González, el Lic. Guillermo de Zamacona y Escandón, y artistas consagrados como Rafael Banquells y Silvia Pinal, que en ese momento estaban recién casados, así como también el actor cómico Roberto Cobo Calambres, entre otros. Como era de esperarse, la representación e inauguración fue todo un éxito. Mi mujer y yo alcanzamos a estar en dicha función. Papá promovió la creación del Teatro María Teresa Montoya, junto con don Carlos I. Guajardo, entre otros apasionados del teatro, formando una empresa llamada Teatral Regiomontana, A.C. En la inauguración del mismo, se puso la obra “Mi bella dama”, en estreno nacional y mundial, en versión en español de My fair lady, basada en la obra inglesa “Pigmalion”. En ella participó por primera vez el joven Plácido Domingo. Por cierto, la figura principal femenina tuvo una actuación magnífica y el público de pie le tributó una ovación al terminar, esperando que saliera a agradecer, pero no lo hizo, debido a un cólico de apendicitis durante la función. Terminando la misma, al caer el telón, ya la estaba esperando el Dr. Tomás Iglesias Orozco, para llevarla de urgencia al Hospital Muguerza, a fin de intervenirla quirúrgicamente, afortunadamente con buen éxito. El empresario y director de esta obra, Manolo Fábregas, tuvo que salir a pedir disculpas y explicar la causa por la cual no apareciera la actriz a dar las gracias. Al día siguiente, otra cantante la sustituyó con idénticos resultados en cuanto a su actuación. Este teatro, después de convertirse en cine, hoy volvió a ser teatro, propiedad, de Francisco González Sánchez, hijo de don Jesús Dionisio González, éste último, primo tercero mío. A propósito de Plácido Domingo, los papás, tanto Plácido, como Pepita Embil, solían frecuentemente poner zarzuelas en un humilde teatro de madera y techo de lámina por la Calzada Madero. Por supuesto, tanto mi papá como mi mamá (y a veces yo), todas las noches asistían a las representaciones. Al terminar la función, mis papás se los llevaban a cenar al desaparecido Restaurante Luisiana, junto con Ernestina Gar51


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fias, primera actriz del elenco, ya que estos artistas no estaban bien económicamente en ese momento. Ernestina poco después se casó con el Dr. Fumagallo, afamado otorrinolaringólogo español, cuyo consultorio se ubicaba en el Edificio Chapa. Años más tarde, mi papá se encontró en la Ciudad de México a Pepita Embil, y ésta le dijo: “Andrés: Placidín, como solía decirle a Plácido Domingo, Jr., ya ha triunfado y dicen que es el mejor del mundo”. Me decía mi papá: “Lo que hace el amor de madre”. Pero la afirmación resultaba cierta, gracias a que Franco Iglesias, cuyo nombre original es Javier Iglesias, cantante regiomontano quien no tuvo mucho éxito como tal, pero sí como maestro de canto, en Israel le dijo: “Plácido, lo que necesitas es soltar la voz, y ésta no es de barítono sino de tenor”, lo cual le dio el éxito que ahora ostenta, cosa que Plácido Domingo siempre se lo ha reconocido. Por cierto, Franco Iglesias o Javier Iglesias, fue mi alumno en bachilleres, cuando yo daba clases de Derecho en el Colegio Franco Mexicano, incorporado a la UNAM, en los años cincuenta. Yo no he vuelto a ver a Plácido Domingo, pero en el 2003 mi prima Marta A. Chapa Salazar, al hacer una escala en Milán para tomar un barco en Savona, Italia, por el Mediterráneo, fue a ver una función en la Scala y, al terminar la función, se propuso saludarlo. Se dio la habilidad para llegar a donde estaba, diciéndole: “Yo soy sobrina de don Andrés Chapa”. Inmediatamente se detuvo para platicar con ella y me asegura que preguntó que cómo estaba Alejandro, cuando yo creía que ya no se acordaba de mí. Pero es que los tres, Plácido, Pepita y Placidín, estuvieron muy cerca de mis papás y muy agradecidos por la ayuda que recibieron en tiempos difíciles. Si hablamos del afamado Restaurante Luisiana fundado por el Sr. Antonio Costa Costa, abuelo de mi nuera Victoria Rubiés Costa, se decía que había otro modesto restaurante en el Mercado Juárez cuyos propietarios eran una pareja llamados Luis y Ana, poniéndole el nombre de Restaurante “Luis y Ana”. Y cuando alguien decía: “Te invito a comer al Luisiana”, preguntaban: “¿A cuál, al del mercado Juárez, o al de la Plaza Hidalgo?”.

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A mi papá le gustaba mucho viajar. Siempre me decía: “Si vas a viajar para estar peor que en tu casa, mejor quédate en ella”. Por eso siempre procuraba buenos hoteles y buenos restaurantes. En 1940, siendo presidente de la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de Monterrey, fue invitado por el presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, don Leopoldo H. Palazuelos, a visitar Japón, en un viaje de 42 días por todo su territorio. Esto fue a consecuencia de una invitación que hizo el gobierno japonés y la Asociación de Cámaras de Comercio de ese país a la Concanaco. La invitación también fue hecha al gerente de la Cámara Regiomontana, quien en ese tiempo era don Antonio L. Rodríguez, pero declinó la invitación porque su esposa doña Beatriz Morales estaba a punto de dar a luz a la menor de sus hijas, Josefina. Don Antonio sugirió que, en su lugar, pudiera ir su suegro, el Lic. Francisco de P. Morales. Los tres señores, don Leopoldo, don Francisco y mi padre aceptaron dicha invitación. Para ese efecto nos trasladamos mi papá, mi mamá y yo, en el carro Buick 40, Super, azul, a la ciudad de Torreón, aprovechando el casamiento de uno de los dueños de la Fábrica de Jabones “La Unión” de esa ciudad, hijo de don Domingo Valdés Llano, a cuyo matrimonio habían sido invitados mis papás. De ahí se trasladó en tren hacia El Paso, Texas y posteriormente a Los Ángeles California, donde abordó el barco japonés “Asama-Maru”. Mi papá iba con mucho miedo puesto que ya estaba la Segunda Guerra Mundial y había el rumor de una posible guerra con Japón. Era tal su miedo, que me contaba que si hubiera habido un barco a la mitad del camino que viniera de regreso y se situara frente al de él, mi papá se hubiera regresado en éste. Ese viaje fue maravilloso, interesantísimo, puesto que los trataron a “cuerpo de rey”. Tenían permanentemente, en los 42 días que estuvieron, dos guías: uno en español y otro en inglés, para ilustrarlos de todas esas visitas que hicieron para fomentar el comercio entre Japón y México. Uno de los guías era de apellido Shimitsu. Japón en ese tiempo permanecía con muchas de sus tradiciones, las que fue perdiendo al entrar la modernización y la influencia occidental. Por ejemplo, entonces el uso del kimono en las mujeres era de lo más 53


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común. El regreso lo hizo en el barco japonés “Tatuta-Maru”; ambos barcos fueron convertidos en buques de guerra a partir de 1941. Como uno de los detalles interesantes de ese viaje, mi papá conoció, porque fueron invitados a visitar la empresa y a comer en ella, al autor del sistema de perlas cultivadas, famosas en todo el mundo y que llevan el nombre de su autor, Mikimoto. Durante el trayecto, mi papá se había llevado una pequeña máquina de escribir portátil, L.S. Smith y todas las noches le escribía a mi mamá una carta reseñándole todo lo que había visto y sucedido en ese día. Posteriormente, Pepe Peña, quien era un personaje muy culto, que tenía programas en la estación radiofusora XET en Monterrey, estando en la oficina de mi papá vendiéndole el patrocinio de uno de sus programas, se dio cuenta de la colección de cartas que reseñaban el viaje, y le dijo: “Don Andrés: esto está muy interesante, usted debe escribir un libro”, a lo que mi papá le contestó: “No creo que un originario de Marín tenga capacidad para ello”, a lo cual le contestó Pepe Peña: “Claro que sí la tiene. Acuérdese del dicho árabe: que un hombre, para estar completo, tiene que sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”. Entonces se editó dicho libro, cuyo título fue: Impresiones de mi viaje al Japón cuyo prólogo lo hizo el mismo Pepe Peña. Y la edición se hizo en la imprenta El Regidor, propiedad de su hermana María Chapa y su esposo don Eusebio Villanueva, mejor conocido como Masiste, pues era el seudónimo que usaba en sus artículos que publicaba en el periódico El Porvenir. Esta edición fue repartida entre familiares y amigos de mi papá, la cual se agotó rápidamente. Años después, la gente seguía pidiéndole dicho libro. Yo le sugerí que hiciera una segunda edición, y el Arq. Agustín Basave se ofreció a ayudarme: inclusive hizo el prólogo de la misma. El libro fue mejorado en su presentación, en su papel y en incluir más fotografías, con una impresión mejor que la anterior. Al regresar de Japón, llegaron al puerto de San Francisco California, pero al ahí arribar, a mi papá no lo dejaban entrar a los Estados Unidos y querían que se devolviera a Japón, puesto que en el inter de cuando salió y llegó, hubo una disposición del gobierno americano exigiendo una visa de entrada, la cual mi papá no la tenía, por ignorarla. Al través 54


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de la Cámara de Comercio de esa entidad, se pudo hacer la gestión en Washington, exigiéndole a mi papá que al llegar a Los Ángeles, se presentara en la oficina de Migración y recibir el permiso correspondiente. Pudo bajarse del barco hasta seis horas después. Para recoger a mi papá, a San Francisco, California, nos trasladamos por tierra, en el carro Buick azul modelo 1940 de mis padres, mi mamá, mi hermana, mi prima Yolanda y yo, manejando mi primo Ricardo J. Chapa, Jr. Yo tenía entonces 11 años. Era julio de 1940. Pero al llegar a El Paso, Texas, me enfermé de la garganta. Me llevaron con un doctor de apellido González, aplicándome una inyección para quitarme la infección, pero en ese momento sentí un fuerte dolor. Salí de ahí cojeando, ya que no lo soportaba. Mi primo Ricardo se burlaba de mí, diciendo que era un exagerado al quejarme, puesto que era una simple inyección. Diez años más tarde, en 1950, me diagnosticaron que tenía “apendicitis crónica” (sic) y que había que operarme. El Dr. Francisco L. Rocha, antes de la operación, ordenó tomarme una radiografía y al verla, inmediatamente detectó una cicatriz en el hueso, diciendo: “Esto es debido a una inyección mal puesta”, lo que inmediatamente hizo acordarme de lo sucedido en El Paso. En San Francisco, tuvimos la oportunidad de visitar la Feria Mundial de 1940, en Treasure Island, viendo muchos de los adelantos tecnológicos de entonces. Así fue como vi por primera vez un pequeño aparato de televisión en blanco y negro. El segundo lo vi en el Rockefeller Center, en 1946, cuando éstos todavía no se comercializaban. En el trayecto de ese viaje pasamos por el desierto de Yuma, en Arizona, con un calor insoportable puesto que en ese entonces los automóviles carecían de aire acondicionado. Había unos aparatos que eran nada más un recipiente que se llenaba con “hielo seco”, colocándose en una de las ventanas del carro. Al pasar el aire al través, éste se enfriaba y mitigaba algo el calor interior. Pero nosotros no lo teníamos. Si abríamos las ventanas, el aire caliente quemaba; y si las cerrábamos, el calor era insoportable. También como algo agradable, conocimos el famoso e imponente Cañón del Colorado.

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Mi papá fue un hombre muy generoso. Dedicó gran parte de su vida a ayudar en obras sociales, principalmente religiosas. Todas las Semanas Santas, mientras vivió el Padre Eduardo Iglesias, S.J. hizo Ejercicios Espirituales que se efectuaban primero en la propiedad de don Jesús Llaguno, conocida como Santa María, ubicada en la colonia del mismo nombre, por la avenida ahora Gustavo Díaz Ordaz, antes salida a la carretera a Santa Catarina y Saltillo. Actualmente en ese lugar se ubica la prestigiada escuela llamada Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas, IPADE, manejada y auspiciada por el Opus Dei. Posteriormente estos Ejercicios Espirituales se llevaron a cabo en el Convento de los Franciscanos, por la avenida Vasconcelos, en San Pedro Garza García, N.L. A mí me tocó asistir a algunos de ellos. Andrés Chapa participó en innumerables clubes de servicio, consejos de bancos. Fue presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey. Fue fundador del Club Sembradores de Amistad. Antes fue presidente del Club Rotario de Monterrey, y estando como tal en 1935, un club americano hermano, le pidió que si podía atender a un grupo de “Boys Scouts”, a lo cual accedió. En el grupo venía un joven llamado John F. Kennedy, quien después se convirtió en presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. En 1936 debido a ciertos conflictos con la matriz del Club Rotario en Chicago, donde exigían que en las sesiones del mismo se honrara a la bandera americana, y algunas discriminaciones que sufrieron algunos mexicanos en el vecino país, principalmente en restaurantes de Texas, se optó por clausurar el de Monterrey y se pensó en formar un nuevo club, con una idiosincrasia más afin a nuestra cultura y costumbres, naciendo así el Club Sembradores de Amistad. En 1937, como primera obra social del club, se formó la Cruz Roja Mexicana, Delegación Monterrey, siendo su primer presidente don Manuel L. Barragán, y su primer vicepresidente, mi padre. Su primer director médico fue el Dr. José G. Martínez. También participó activamente en Caballeros de Colón, siendo Gran Caballero en Monterrey y Diputado de Estado en el territorio mexicano y posteriormente fue nombrado Vicemaestre Supremo. Participó en 56


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Cursillos de Cristiandad. Ayudó a sacerdotes y religiosas y desempeñando una labor muy activa a favor de los presos en la Penitenciaría del Estado, entre otras obras. Ayudó a conseguir trabajo a mucha gente. Fue padrino de bodas de innumerables amigos, hijos de amigos y empleados de su empresa. Frecuentemente le pedían que fuera a pedir a la novia de alguien y al llegar le decía al papá: “No me agradezca la visita, compadre, porque traigo esta encomienda”. Tenía muy buen humor. Constantemente hacía bromas, sobre todo a sus hermanas, muy particularmente el día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre. Las hermanas, en la víspera, trataban de prepararse para no caer en la trampa, pero siempre caían. Habiéndose casado él y su hermano José con dos hermanas, decía que como buenos regiomontanos, lo habían hecho “para ahorrarse una suegra”. Podía estar diciendo chistes ininterrumpidamente por espacio de dos horas, sin ofender a nadie. En el año de 1939, el Lic. don Manuel Gómez Morín, reunió en Monterrey a tres personas, al Ing. don Bernardo Elosúa Farías, al Dr. José G. Martínez y a mi papá, para exponerles el plan de formar un partido político llamado Acción Nacional. Mi papá me contaba que esto sucedió dando vueltas a pie en la Plaza Zaragoza hasta las once de la noche. Mi padre siempre apoyó al PAN, pero nunca participó activamente en política partidista, como lo hicieron don Bernardo y el Dr. Martínez. Fungieron ambos como candidatos, el Dr. Martínez a la Presidencia Municipal de Monterrey, y don Bernardo, a una diputación federal, habiendo ganado las elecciones sin que les reconocieran el triunfo. Llevaba despensas y artículos necesarios a parientes que los necesitaban en Marín y Dr. González. Por todo eso fue tan querido y admirado. Al salir de la oficina jamás hablaba de negocios, siempre tenía otros temas. En diciembre de 1975, mis papás se trasladaron al puerto de Acapulco a una Convención Anual de la Monterrey Compañía de Seguros, de la cual era consejero, y al regresar por la Ciudad de México, con el fin de 57


Alejandro H. Chapa

dar el pésame y visitar a la viuda del Lic. José Cárdenas Stille, abogado saltillense y prominente Caballero de Colón, me tocó ver a mi papá, debido a que mi amigo el Ing. Jorge L. Garza me había pedido que le consiguiera una entrevista en la Ciudad de México, con el Lic. Carlos Sansores Pérez, prominente político que en ese momento era líder de la Cámara de Diputados. Mi papá me preguntó que si el avión que nos había traído era “presurizado”, a lo cual le dije que sí. Me dijo que deseaba regresarse con nosotros a Monterrey, pero mi mamá le dijo: “Andrés, si vinimos a México a ver a María (la viuda), para darle las condolencias, ¿cómo nos vamos a ir hoy?”, por lo cual mi papá accedió a quedarse. Éste fue el último día que lo vi con vida, puesto que al día siguiente, ya en Monterrey, me llamó Pablo Mejía, amigo de mi padre y mío, cursillista, para decirme que mi papá se había puesto malo; que le había hablado temprano en la mañana a su cuarto del Hotel Aristos, donde se hospedaban tanto él como mis papás, diciéndole que no podía acompañarlo a misa a la Iglesia de la Votiva, que se ubica a sólo una cuadra del hotel, porque se sentía mal. Pablo, conociendo a mi papá, que no fallaba a la misa diaria, se preocupó y mandó traer al médico del hotel. Al examinarlo el doctor le dijo que lo mejor sería que lo atendiera un cardiólogo, ya que mi papá desde hacía algún tiempo tenía problemas con el corazón. Pero mi padre dijo que lo llevaran con los médicos de la compañía de seguros, antes mencionada. Yo le había contratado un chofer de mi confianza, y con él se fueron a las oficinas de la aseguradora mi papá, mi mamá y Pablo. Ahí lo vieron los médicos y llamaron al Sanatorio Español para que lo esperaran. Se fueron, pues, al sanatorio y Pablo me dijo que mi papá entró ahí por su propio pie. Desgraciadamente, al llegar le dio un infarto, aparte del que le había dado en el hotel. Le vino después un paro respiratorio. Le pusieron un respirador artificial y un marcapaso. Al hablarme Pablo a Monterrey, le dije: “Dime: ¿papá ya murió?”, a lo que me contestó que no, pero que me fuera a la Ciudad de México lo más pronto posible. Le hablé entonces a mi hermana y cada quien por nuestro lado llegamos al Aeropuerto de Monterrey a tomar el mismo avión a la Ciudad de México. Al llegar al sanatorio, el médico que lo 58


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atendía me dijo: “Su papá vive porque tiene un respirador artificial y un marcapaso, pero ya no hay nada qué hacer. Él estaba inconsciente. Lo vi reposando en un “Descanset”. Luego el doctor me pidió que me saliera y a los pocos momentos me dijo que ya había muerto. Lo trasladamos a la funeraria Gayosso. Hablé a Monterrey para darles la noticia a mis familiares, y Jorge Chapa, mi primo, amablemente se trasladó a México para ayudarme en lo que se ofreciera. En la agencia funeraria les pedí que tramitaran lo necesario para trasladar el cuerpo a Monterrey, a lo cual el gerente me dijo que eran trámites muy lentos y que posiblemente tardaran una semana o más en obtener el permiso. Ante esto me comuniqué con el secretario de Gobernación, el Lic. Mario Moya Palencia, pero el secretario particular no quería pasarme la llamada con él. Entonces enérgicamente, le dije: “Mire, nada más dígale que al Lic. Alejandro H. Chapa de Monterrey, le urge hablar con él, y él sabrá si me contesta o no”. Por fin accedió a pasar la llamada e inmediatamente el Lic. Moya me dijo: “Amigo Chapa, ¿qué le sucede?”. Le expliqué el caso y el deseo de llevar el cuerpo de mi padre lo más pronto posible a Monterrey. Me dijo: “Espere ahí un momento y en unos minutos más le va a hablar el jefe de Gobierno del Distrito Federal, para arreglar su asunto.” Pasaron como cinco minutos y me llamó un arquitecto que era el jefe de Panteones del Distrito Federal, diciéndome: “No se mueva de ahí. Por instrucciones del Lic. Sentíes yo le llevo el permiso correspondiente”. No pasaron veinte minutos y se presentó el arquitecto con el permiso. El gerente de Gayosso no lo podía creer. Me dijo: “Tengo muchos años en esto y nunca había visto cosa igual”. Le dije: “Bueno, el Lic. Moya Palencia es mi amigo y he podido hacerle varios favores, por lo que está muy agradecido conmigo.” A la funeraria llegaron el Ing. Ricardo González Guzmán y su esposa María Eugenia Pliego de González (Maru), éste, cuñado de mi primo José Chapa. También estuvieron mi sobrina Patricia Chapa y su marido el Arq. Adolfo Savignon (Momo). Al día siguiente, mi hermana, Jorge, yo y el cuerpo de mi papá tomamos el avión a Monterrey. La muerte ocurrió la tarde del 5 de diciembre de 1975.

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Mi padre había pedido siempre dos cosas: morir “rapidito”, para no dar molestias ya que era algo desesperado; y que cuando muriera no publicaran en el periódico esquelas de los negocios nuestros, porque siempre había criticado la costumbre de hacer publicidad con motivo de la muerte de una persona. Sin embargo, mis primos y tíos estimaron que se pusiera sólo una página, mostrando las condolencias de las empresas del grupo. Al sepelio asistieron muchísimas personas. Recuerdo particularmente a un amigo de mi padre, don Abiel Treviño, quien estuvo todo el tiempo en la funeraria, desde que llegó el féretro hasta que lo enterraron. Varios presos desde el Penal del Estado, me llamaron por teléfono diciendo que no podían salir, pero me daban el pésame por todo lo que hizo por ellos. La Iglesia de Nuestra Señora del Carmen se encontraba completamente llena, sin caber una sola persona más y habiendo gente afuera del templo. Oficiaron la misa muchos sacerdotes y el arzobispo monseñor José de Jesús Tirado y Pedraza, quien tenía poco tiempo de haber llegado a Monterrey –y que yo creí no conocía bien a mi papá–, dijo palabras bellísimas de él, asegurando que ya estaba disfrutando su cielo. El aspecto humilde de ese arzobispo no revelaba la gran inteligencia, cultura y habilidad política que tenía. A propósito del Lic. Moya Palencia, un hombre de gran cultura, magnífico abogado, me tocó en varias ocasiones conversar en la Secretaría de Gobernación con él. Fue siempre muy amable conmigo, me pidió algunas veces información que él desconocía y me dijo que le había sido de mucha utilidad. Yo le participé mi preocupación de entonces, del avance marxista y guerrillero, proporcionándome él información sumamente interesante sobre el tema. Cuando el señor Fernando Aranguren fue secuestrado en Guadalajara, junto con el cónsul de Inglaterra en esa ciudad, a media noche me llamó el Ing. Andrés M. Sada para pedirme que me comunicara con el Lic. Moya Palencia, para ver qué podía hacer para la liberación de ese 60


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prominente empresario. Me atreví a hablarle telefónicamente a su casa a las tres de la mañana, contestando él personalmente, y después de explicarle la solicitud que me había hecho el Ing. Sada, amablemente me dijo que iba a hacer todo lo posible por remediar la situación. A pesar de haberlo molestado a altas horas de la noche, se comportó muy amable conmigo. Por desgracia, el Sr. Aranguren fue asesinado y previamente torturado; en cuanto al cónsul de Inglaterra, fue liberado al percatarse de que se habían equivocado de individuo. Por cierto, en esas fechas, siendo tesorero municipal de Monterrey, fui a la Ciudad de México a tramitar un préstamo en Banobras y al terminar mi gestión y tomar el vuelo a las tres de la tarde para trasladarme a Monterrey, al subir a dicho avión y traer una serie de planos de las obras que se estaban realizando en mi ciudad, quise sentarme en uno de los lugares delanteros que me había tocado y me encontré que estaba ocupado por una señora de avanzada edad, diciéndome que ése era su lugar. Al verme un amigo mío, quien ocupaba uno de los asientos traseros, me dijo: “Vente, acá hay lugar”. Entonces me trasladé a sentarme junto a él en la parte posterior. Al estarme abrochando el cinturón y antes de que cerraran las puertas del avión, una persona que estaba en el asiento atrás de mí, me tocó en el hombro y, al yo voltear, me dijo: “Están secuestrando el avión”. Me le quedé viendo y me dijo: “No, no soy yo, vea usted hacia delante”. Al voltearme, vi que un joven con una pistola calibre 45 estaba apuntándole a la cabeza a una de las azafatas. Ahí empezó una odisea que duró unos 45 minutos. Este asaltante había llegado al aeropuerto y casualmente la Banda de Música del Colegio Militar estaba despidiendo a unos militares canadienses que habían venido a una visita oficial a dicho Colegio. Entonces, este muchacho, que después se supo era un pasante de una de las carreras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, le había robado la pistola, mientras tocaba un instrumento, a uno de los militares músicos e inmediatamente se subió al avión donde estábamos nosotros y empezó a exigir que lo llevaran al aeropuerto de Sonora, sin especificar a cuál. Luego cambio de opinión y dijo que lo llevaran al aeropuerto de Matamoros, diciéndole el capitán a una de las azafatas que le informara que no había pista suficiente para aterrizar en Matamoros (lo cual no era cierto). 61


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En el inter, la tripulación ya había cerrado la puerta de la cabina de pilotos y éstos, como era un avión 727 que tenía ventanas corredizas, salieron por ellas, acercándoles una escalera para que bajaran de la aeronave. Al asaltante le dijeron que los pilotos no habían llegado, que los estaban esperando. Para esto, retiraron la escalera de uso del pasaje e inmediatamente elementos de la Policía Federal rodearon el avión quedando abierta la puerta y libre la escalera de la parte posterior del mismo. Entre los pasajeros se encontraba mi amigo Rogelio Elizondo, Jr., quien ya había sido secuestrado previamente y conducido a La Habana, Cuba. Entonces, al ver la puerta y escalera de la parte posterior abierta, se deslizó arrastrándose por el pasillo hasta salir del avión, pero los policías lo estaban confundiendo con el secuestrador y por poco lo matan. Éste les dijo: “No, yo soy un simple pasajero”. Y ya lo dejaron libre, informándoles que el que estaba secuestrando era uno solo, ya que la policía suponía que pudieran ser varios. El secuestrador exigió que las cinco primeras hileras de asientos quedaran desocupadas y envió a los ocupantes a la parte posterior. Uno de esos ocupantes que se trasladó hacia atrás fue mi amigo el Lic. Julio Garza, quien venía repelando de la situación, diciéndole yo que se calmara puesto que corría peligro. Cerraron la puerta delantera del avión y el asaltante bajó las cortinas de las ventanas de esas cinco hileras delanteras, para que los policías no pudieran ubicarlo. El secuestrador exigía que vinieran los pilotos y que, si no llegaban, iba a empezar a matar a las azafatas. Al pasar algo así como cuarenta minutos, por la parte posterior subieron cinco individuos con uniforme de la tripulación de Mexicana de Aviación. Obviamente, yo reconocí, por su aspecto, que no eran pilotos, sino policías, pero al verlos entrar, el secuestrador les exigió que se arremangaran la camisa y los pantalones. Fue dejando pasar a uno por uno a la cabina de pilotos. Al pasar uno de ellos, le pidió a mi compañero que estaba en el pasillo le detuviera una bombita de gas lacrimógeno. Una vez adentro, los pilotos en la cabina, uno de los pasajeros que se encontraba en los asientos delanteros, sacó una pistola calibre 25 y le apuntó al secuestrador diciéndole: “¡Te vas a morir, hijo de…!” y le disparó cinco balazos sin pegarle 62


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ninguno. El secuestrador contestó con tres balazos sin herir a nadie e inmediatamente después de esto se abrió la puerta delantera del avión, acercaron la escalera, salieron de la cabina de pilotos los policías que estaban simulando ser pilotos y, en un segundo, desarmaron al secuestrador, y de los cabellos y los hombros, lo arrastraron por la escalera, llevándoselo preso. Por cierto, el empleado de Hacienda, quien disparó al secuestrador, en su precipitación se hirió un dedo. Obviamente el avión quedó ya inutilizado para volar, con ocho agujeros que tenía la cabina. Nos bajaron a todos y nos llevaron otra vez a la terminal, para esperar que prepararan otro avión que nos trasladara a la ciudad de Monterrey. Una de las azafatas, para quien era su primer vuelo, a pesar de la situación, se comportó con mucha calma atendiendo al pasaje, principalmente a unos niños que venían con su mamá, tranquilizándolos con gran eficiencia. Al estar esperando el otro avión, el Ing. Francisco Garza (Pachis) que en ese momento era director de Vidrio Plano, S.A., casado con Mercedes Zorrilla ahora viuda, y que lo acompañaba en uno de los asientos delanteros, me dijo: “Alejandro, sentí el aire de la bala que pasó sobre mi cabeza”, puesto que al primer disparo, él se había agachado. En el vuelo de regreso, el capitán pidió disculpas por lo sucedido y al pasaje nos sirvieron champaña. Al llegar a Monterrey, mi amigo, el Lic. Fernando Guajardo Rangel, abogado muy inteligente y quien había sido mi alumno en bachilleres del Colegio Franco Mexicano, en ese momento procurador general de Justicia del Estado de Nuevo León, me pidió le contestara algunas preguntas relacionadas con el incidente, a lo cual accedí con gusto. Precisamente ese día fue el día del secuestro del empresario Fernando Aranguren en Guadalajara. A propósito, otro ex alumno mío, muy estudioso e inteligente, fue el Lic. Benito Morales Salazar, quien llegó también a ser procurador de Justicia en el Estado de Nuevo León, recibiendo siempre de él un trato muy respetuoso, llamándome “maestro”.

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IV. En el viejo edificio del Instituto Regiomontano

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ecibí la educación secundaria en el viejo edificio del Instituto Regiomontano de los hermanos cristianos de San Juan Bautista de Lasalle (lasallistas), iniciando mis estudios de secundaria en septiembre de 1942 cuando tenía 13 años, siendo alumno fundador. El edificio estaba en Hidalgo Pte. 1584 y Degollado, donde después se ubicó la tienda de Autodescuento, colindando con la Quinta Calderón. Ahora está una sucursal de Banorte y luego abrieron una calle prolongando Degollado hasta la ahora avenida Constitución, que antes era sólo la margen izquierda del río Santa Catarina. Era una señorial residencia de don Pablo González, más conocido como El Rey de los Molinos del Nixtamal, abuelo de Humberto, Pablo, Javier, Horacio y una hermana llamada Emma Cristina cuyos apellidos son González Arroyo, hijos de don Carlos González Garza y de doña Adela Arroyo Llano de González. El otro hijo de don Pablo fue don Rodolfo González Garza, casado con doña Lydia Sada Treviño, hija de don Roberto G. Sada y doña Mercedes Treviño. Al frente del edificio estaba una escultura de un león, cuya réplica fue ubicada tres años después en el entonces nuevo edificio de la colonia Chepevera. En la reja metálica del edificio estaba el escudo, con las iniciales IR (Instituto Regiomontano), una estrella intermedia y el lema de Esto vir, “¡Sé hombre!”. Esta réplica del león, junto con un asta bandera, fueron promovidas por Carlos Pérez-Maldonado, Jr. y yo, como miembros de la Sociedad de Ex alumnos del Regiomontano, fungiendo Carlos como secretario y yo como presidente. Estas dos piezas 65


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fueron colocadas en una pequeña rotonda que se encontraba a la entrada del nuevo colegio ubicado en la colonia Chepevera. Posteriormente, al ampliar la calle, estas piezas fueron colocadas dentro del terreno del colegio. El proyecto, a petición mía, lo hizo gratuitamente el Ing. Juan Lobeira Castro, quien fue después mi vecino. Llegaba esa casona de Hidalgo hasta el río Santa Catarina todavía sin canalizar, y lindaba, como dije antes, con los terrenos de la Quinta Calderón. Los hermanos lasallistas fundadores vivían en lo que había sido la casa club del Club Deportivo Monterrey, ubicado en la falda norte del cerro del Obispado. Estos maestros son sucesores de quienes habían llegado a Monterrey en 1908, trabajando con dos escuelas populares: una en el templo de La Trinidad, por la Calzada Madero y Colegio Civil, templo que luego fue expropiado en la época cardenista y donado al sindicato ferrocarrilero, y la otra en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Zaragoza y 5 de Mayo. Con la revolución carrancista, en 1914, tuvieron que salir del país y no regresaron sino hasta 1942.14 La casa de Hidalgo tenía un hermoso comedor, vitrales, un amplio recibidor, biblioteca, aulas, talleres, corredores y una arquería central. Se había conservado la vegetación y jardines, y existían varias construcciones con espacios intermedios, pero no había mucho espacio para canchas, por lo que los deportes que practicábamos eran el basquetbol, el volibol y el spirobol. El principal instructor era el profesor Oscar F. Castillón, quien impartía también la clase de gimnasia. Como era la época de la Segunda Guerra Mundial, teníamos instrucción militar que la daba un capitán del Ejército que venía del campo de la Séptima Zona Militar. Yo primero fui sargento y luego obtuve el grado de teniente. En la Semana Santa de 1943, en abril, me llamaron para que el día 20 de ese mes, juntara a mi sección en la calle Cuauhtémoc y Colón, frente a la antigua Estación de Ferrocarril Unión para que hiciéramos valla al pasar el presidente Franklin Delano Roosevelt y el Gral. Manuel Ávila Camacho, presidentes de los Estados Unidos de Norte América y de México, respectivamente. El presidente Roosevelt había llegado a Monterrey en su tren presidencial, directamente a la espuela de ferrocarril 14

Ver: Jesús y Vique Llaguno, una pareja inolvidable, de José Roberto Mendirichaga, pp. 91-92.

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del Campo Militar donde él y su esposa se hospedaron en la casa del general Francisco L. Urquizo, jefe de la Séptima Zona Militar. En ese tren, en una plataforma, había traído su carro Packard convertible con vidrios blindados. Pasó frente a nosotros; atrás de los Presidentes venían, en un carro Buick extra largo, cerrado, la Sra. Eleanor Roosevelt y doña Soledad Orozco de Ávila Camacho, dirigiéndose ambos vehículos al Palacio de Gobierno, existiendo en la entrada una placa conmemorativa de esa entrevista (20 de abril de 1943). El automóvil de los presidentes iba escoltado por seis G-Men, tres de cada lado, todos con anteojos obscuros. Recuerdo también que un fotógrafo bajito, que posiblemente haya sido Aurelio Yta Relión, se acercó al carro para tomarles una fotografía y uno de los G-Men, sin inmutarse, lo aventó a un lado, yendo a parar a un costado mío, después de rodar con todo y cámara. Dos días antes habían concentrado en Cadereyta Jiménez a varias personas alemanas y japonesas, por miedo infundado a un atentado en contra del presidente americano, ya que, tanto Alemania como Japón, países del Eje, estaban en guerra con los Estados Unidos. Después de la visita presidencial fueron liberadas, entre ellas el Ing. Guillermo Guiesecke, gente toda ella honorable y pacífica. Los primeros profesores de ese colegio, provenientes de la provincia lasallista de Nueva Orleans en los Estados Unidos, fueron los hermanos: Marcelino M. Lacáss, Francis A. Catanach, José Ramón Valdés, José J. Roybal, Paul F. Walsh, P. C. González, Leo C. Burkhard, Alfredo Longnecker, Daniel Ortiz, el profesor Duret, el profesor Sotomayor y el profesor Luján15. Ellos eran, unos de nacionalidad francesa, otros de nacionalidad norteamericana y algunos de ellos, aunque americanos, de origen mexicano. Posteriormente vinieron Víctor Bertrand Rangel, Michel Y. García de Quevedo y Odilón Rodríguez. Los lasallistas habían regresado a Monterrey en la década de los cuarenta, gracias a las gestiones realizadas por don Andrés G. Sada, secundado por sus hermanos Diego y Roberto, integrando igualmente el Patronato los señores: Eugenio y Roberto Garza Sada, Bernardo Elosúa Farías, Virgilio Garza, Jr., Juan S. Farías, Antonio L. Rodríguez, Carlos y José Pérez-Maldonado, Rómulo Garza, Jesús E. Zambrano, Jesús J. Llaguno, José de Silva Somellera, mi tío José A. Chapa y mi padre, Andrés Chapa González. 15

Los primeros fueron los profesores fundadores del IR. Nuestro profesor de manualidades era don Adolfo Eimbke, cuya familia era originaria de Alemania.

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La educación lasallista es un modelo que “revisa continuamente la práctica educativa, busca la educación integral e insiste en la visión de la fe junto con la de la ciencia”.16 Puedo decir que eran magníficos educadores y que nos mantenían atentos y activos, en un proceso muy dinámico que combinaba oración, exposición, prácticas educativas y ejercicio físico, lo que se complementaba con trabajo a casa. Se inició en ese tiempo un periodiquito que se llamaba “El Regiomontano”, con las noticias inherentes al Instituto y que se sostenía con anuncios de casas comerciales. Yo vendía parte de esos anuncios y recuerdo que cuando iba con don Ricardo Cantú Leal, de LTH, pasaba a su despacho y me trataba con mucho respeto y atención, a pesar de ser yo un jovencito de 14 años. Algunos de los libros que llevé en secundaria, recuerdo que eran: Lengua castellana, de G. M. Bruño; el Curso de literatura, de Carlos González Peña; el Manual de gramática castellana, también de González Peña (arreglado en lo fundamental conforme a la doctrina de D. Andrés Bello); y El jardín de las letras, antología del mismo autor que incluía fragmentos del Cantar del mío Cid, Milagros de Nuestra Señora (Berceo), Las siete partidas (Alfonso El Sabio), Rimado de palacio (Canciller López de Ayala), Libro de buen amor (Arcipreste de Hita)… En materia de ciencias, veíamos: Elementos de álgebra, de G. M. Bruño (Librería de la Vda. de Ch. Bouret, París-México, c. 1937), Aritmética. Curso superior, del mismo autor (Sociedad General de Edición, París, s/a), Geografía del Estado de Nuevo León, de Germán Almaraz (Octava edición, Librería México, Monterrey, 1941), Curso elemental de química, de Ramón Domínguez (Porrúa, México, 1937) y Zoología, de Maximino Martínez (Décima edición, Botas, México, 1943). Fueron mis compañeros de secundaria: Mario Maldonado, Ernesto González Domene (†), Jorge Luis Garza (†), Roberto Farías Lecea (†), Ramiro Dávila (Güicho), Jesús M. de la Fuente (†), Francisco Esteban Cantú (†), Alejandro Garza Lagüera, Gerardo García Martínez (†), Luis Lauro González, Pedro Martínez Ferriño, Carlos e Ismael Pérez-Mal16

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J.R. Mendirichaga, op. cit., p. 35.


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donado, Heriberto Quintanilla (†), Eduardo Sada Narro, Rafael Valdés Farías (†), Américo Villanueva Chapa, Francisco Villarreal Torres (†), Aurelio Zorrilla Montemayor, José Domene (†) y Jorge Sáenz (Güero Sáenz).17 Gerardo García Martínez murió el 17 de abril de 1945 en un accidente, en un rancho de su papá, el Dr. Eutiquio García, a las afueras de la ciudad, al bañarse en una alberca en cuya esquina pasaban tres cables de alta tensión. Al resbalarse cayó encima de ellos, pasando uno sobre el cuello y los otros dos sobre brazo y piernas. Llamaron a la Cruz Roja para atenderlo, pero en el trayecto se atravesó un tren, estando estacionado por un largo tiempo; no podía pasar la ambulancia, y cuando ésta llegó, ya nada se pudo hacer. Esa noche nos encontrábamos Jorge L. Garza, el Padre Severiano Martínez y yo, cenando en el restaurante Los Arcos, situado entonces por la prolongación de la calle Cuauhtémoc, después Avenida Universidad y hoy Alfonso Reyes, cuando el mesero vino a decirle al padre que lo llamaban por teléfono. Al regresar a la mesa, éste me dijo: “No entendí bien lo que me dijeron, ve a contestar tú”. Al hacerlo, me dieron la noticia que había muerto Gerardo, sin decirme cómo, creyendo yo que había muerto en un accidente automovilístico, ya que Gerardo solía manejar a gran velocidad y frecuentemente iba a un rancho de su papá por la Carretera Nacional, cerca de Allende. Desde luego no podía creer la noticia ya que esa tarde había estado conmigo todo el tiempo en mi casa, porque nos habían dado la tarde libre por haber venido un visitador de las Escuelas Cristianas (lasallistas) al Colegio. No podría omitir lo relativo a educación musical. El profesor Lorenzo Hernández Flores, saltillense, era quien nos daba las clases de canto y vocalización. Y en la banda de música, su fundador y director fue el profesor Francis A. Catanach. Éste nos decía: “No toquen como mariachis. Vean las notas, bola de chivos adultos”. Nuestra participación en desfiles, audiciones y actos oficiales era muy frecuente. Llegamos también a ir a Laredo, Texas, con nuestro uniforme militar compuesto de pantalón blanco, chaquetín azul y kepí también blanco. Esto fue con motivo de las fiestas del natalicio de George Washington. No he17

Ver: Album conmemorativo del Instituto Regiomontano,1942-1952.

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mos de haber tocado tan mal, pues fueron directores invitados a dirigir la banda, nada menos que los grandes músicos mexicanos Manuel M. Ponce, compositor, y Carlos Chávez, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Bellas Artes. Yo tocaba trompeta, junto con Francisco Calvi, Francisco Garza González, Jesús Llaguno y Ricardo Guerra. En otra ocasión actuamos en una obra de teatro en Montemorelos, N.L. En ella, actuando “naufragué” y estando sin sentido en la “playa”, Alejandro Garza Lagüera, tenía que revivirme echándome un poco de agua en la cara, pero al vaciar el recipiente, por poco me ahoga. Todas las clases se impartían en inglés y los libros de texto también eran en inglés y teníamos que contestar en ese idioma; si no, no nos hacían caso. El profesor Sotomayor era sumamente estricto y no nos dejaba pronunciar otra palabra, hasta que la pronunciáramos correctamente. Se valía de singulares métodos para la correcta pronunciación; por ejemplo, encendía un cerillo delante de nuestra boca y nos pedía que dijéramos la palabra “papa”, ésta en español, el cerillo permanecía encendido, mientras que en inglés, pope, ya que la P es explosiva, el cerillo inmediatamente se apagaba. Lo mismo hacía con la T en español, que es suave; con ésta el cerillo permanecía encendido, mientras en inglés, al pronunciarla, éste se apagaba. El usar el inglés, a veces nos hacía un poco pochos, pues en clase de química, por ejemplo, decíamos: “Pásame el test tube, o el flask tube, el Bunsen burner, etc”. Todavía me acuerdo de la definición de química en inglés: Chemistry is the science which deals, with changes in the composition of matter. El campanero para indicar la hora de salida de clases, era Carlos Pérez-Maldonado, Jr. Teníamos a veces concursos de oratoria, obteniendo yo, en una ocasión el primer lugar. El segundo lo sacó Pedro G. Zorrilla, quien después fue Gobernador del Estado de Nuevo León y, previamente, procurador general de Justicia del Distrito Federal, así como secretario de Gobierno de Tamaulipas. Por cierto, este título, a nivel federal, se denomina procuraduría General de la República, lo que siempre me ha parecido incompleto, puesto que no dice qué procura, siendo que la procuración es de la justicia. La graduación de secundaria se hizo en el recién construido edificio en la colonia Chepevera, con toga y birrete, desfilando al compás de la marcha triunfal de la Ópera Aída. 70


V. Tecnológico y Franco Mexicano

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l concluir la secundaria en el Instituto Regiomontano vinieron las vacaciones de ese verano, que era el de 1945. Se estaba dando el fin de la Segunda Guerra Mundial, lo que impactaba en el racionamiento de alimentos, gasolina y otros insumos. Si ya de por sí vivíamos en austeridad en ese Monterrey de entonces, las medidas de ahorro se volvieron más severas. Recuerdo que con la escasez de caucho por la guerra en Asia, escaseaban las llantas y se emitió un decreto de la Economía del Hule, donde se prohibía la circulación del automóvil un día a la semana, de acuerdo a una calcomanía que se instalaba en el parabrisas del carro. Se exceptuaban algunos coches, como de médicos y otros carros oficiales, poniendo una calcomanía que decía “Exceptuado”. Entonces todavía no se desarrollaba el hule sintético tan usado actualmente. Por cierto, la venta y entrega de llantas en el Departamento de Refacciones y Llantas de Casa Chapa, S.A., se hacía con estricto orden de lista de espera. Inicié el bachillerato de Ingeniería Química, primero porque pensé que tenía vocación de médico y, también, porque creí que si no seguía la Medicina, podría optar por la Ingeniería Química y, de esa manera, colaborar en el negocio familiar, Casa Chapa, la que tenía un Departamento de Drogas, como se llamaban antes a los productos medicinales y que actualmente tienen una connotación diferente y negativa. También existía un pequeño laboratorio a cargo del profesor Samuel 71


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Valdés, donde se hacían algunos productos con la marca Chapa. Uno de ellos, recuerdo, era el Mentholatum, con cajita de lámina de color dorado. Yo, de niño, a veces, en vacaciones, le ayudaba al profesor a la elaboración del mismo. De niño y adolescente pensé que pudiera ser médico, pero como mi padre era el director del Departamento de Drogas de Casa Chapa, S.A., al establecerse el Instituto Mexicano del Seguro Social en 1943, éste y mis tíos pensaban que la profesión de médico ya no sería la misma, pues sería una medicina socializada y que, por lo tanto, esta profesión se iría devaluando. Al yo oír constantemente esos comentarios, llegué a la conclusión de que ya no me convenía ser médico y fue por eso que cambié de idea, acabando finalmente como abogado, de lo cual no me arrepiento. En vista de esta nueva situación provocada por el establecimiento del Seguro Social, mi papá y mis tíos decidieron cerrar este Departamento de Drogas. Al hacer esto, mayoristas de este ramo como eran el Centro Mercantil de Monterrey, S.A. (cuyos propietarios eran don Arturo Garza, don Roberto N. Garza y su hermana María Garza de Clariond), Casa Holck, S.A. y Fábricas Apolo, S.A. decidieron seguir los mismos pasos de Casa Chapa, dejando sola, sin competencia, a la Droguería y Farmacia Benavides, cuyo propietario era don Felipe de J. Benavides. Mi papá había ideado establecer en diferentes puntos de la ciudad algunas farmacias, como fue la Farmacia Principal, ubicada en la calle de Juárez e Isaac Garza, en la planta baja de un edificio de departamentos propiedad de la familia y que la operaba mi primo Carlos J. Garza. Otra de las farmacias se ubicaba en la colonia Independencia, llamada El Elefante, y un par más en otros lugares de Monterrey. También en el segundo piso del edificio de la calle General Treviño había un mostrador con venta al menudeo. Esto abrió los ojos a don Felipe Benavides y a sus familiares y empezaron a crear una red de farmacias, no sólo en Monterrey, sino diversificadas en varias partes de la República. Estas farmacias tuvieron mucho éxito, en parte por la habilidad de sus operarios, como por la ventaja de ya no tener competencia. Posteriormente perdieron parte del control al adquirir una buena porción de las accio72


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nes, farmacéuticos sudamericanos, y actualmente el control lo tiene un poderoso mayorista de la Ciudad de México En Hidalgo y Emilio Carranza, frente a lo que ahora es el Hotel Ambassador-Sheraton, estaba una casona antigua que era ocupada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, institución que había surgido en 1943, fundada por don Eugenio Garza Sada y un grupo de veinticuatro amigos empresarios y profesionistas, entre ellos mi padre Andrés Chapa, y que dirigía el Ing. León Ávalos Vez. El director de la preparatoria era el Lic. Roberto Guajardo Suárez, quien luego ocuparía el puesto del anterior. Posteriormente se cambió el título de director por el de rector, siendo éste el primero de la serie de rectores. A unos pasos de ahí, en la entonces estrecha calle de Ocampo, antes de su ampliación, estaban parte de la escuela de Contabilidad y la Biblioteca del ITESM; su bibliotecaria era Bertha Quintanilla, quien después se casó con el Lic. Luis Astey. Llevábamos materias comunes los ingenieros civiles y mecánicos, los arquitectos y los de otras carreras. En ese entonces, el bachillerato era especializado: bachillerato de Ingeniería Química, bachillerato de Ingeniería Mecánica, bachillerato de Arquitectura, etc. También en el último piso del viejo edificio del Banco de Nuevo León, en las calles de Morelos y Parás, estaba la Escuela de Contabilidad. Igualmente, se impartían clases de una carrera, que luego desapareció, la de Secretario. Uno de los egresados de esta carrera fue Jorge A. Lozano, quien fue secretario particular de don Roberto Garza Sada. La vieja casa de Ocampo, se convirtió, una vez desalojada por el Instituto Tecnológico, en una tienda de artesanías, Carapan, muy apreciada por los turistas norteamericanos. Precisamente el ex presidente Bill Clinton de los Estados Unidos de Norteamérica, en dos ocasiones que ha visitado Monterrey, quiso pasar a esta tienda para hacer algunas compras. Con la ampliación de la calle, la casa fue luego demolida, aunque la tienda subsiste en Galeana e Hidalgo. Allí en el ITESM. fueron mis compañeros: Fernando Barragán Villarreal, Jorge L. Garza, Rogelio “Kikapoo” Hernández Santos, Ramón Lamadrid, Gustavo Petriccioli, quien llegó después a ser secretario de Hacienda, habiendo terminado la carrera de Licenciado en Economía 73


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en el ITAM, Rogerio Azcárraga, José Albo, Genaro Sañudo y su hermano Eduardo, Miriam Martínez Guajardo, Dora Guiesecke y su hermano Roberto, y Rodolfo Barragán Schwarz, entre otros. Algunos de nuestros maestros fueron: el Dr. Juventino Villarreal Muñoz (Higiene), el Lic. Luis Astey Vázquez (Preceptiva Literaria), don Pedro Reyes Velázquez (Español), el Dr. Federico Uribe (Biología y Botánica), el Ing. Francisco Sarabia (Física), don Santiago Coindreau, el profesor Salazar y el profesor Kleen (Inglés), el Dr. Antonio Gómez Robledo (Filosofía), el Ing. y Dr. Kurt Doënher (Química), don Pablo Herrera Carrillo (Historia), y José Ma. Garza Salinas (Asistente) e Ing. Esteban Román (Asistente), entre otros. Recuerdo que algunos de los libros de texto que llevábamos entonces eran: Breves apuntes de literatura preceptiva, de Lorenzo Valle Macedo (Font, Guadalajara, 1943); el Inglés elemental, libro segundo, de Elena Picazo de Murray y Paul V. Murray (Edición privada, México, 1945: “Are You ready for the trip?”); el Manual de gramática castellana, de Carlos González Peña (Patria, México, 1945); el Curso de trigonometría y las Tablas de logaritmos, de Agustín Anfossi (Progreso, México, 1946); las Etimologías del español, de J. González Moreno (Patria, México, 1942); Aritmética y nociones de geometría, de José E. Rozán (Progreso, México, 1941), textos de física y química, éstos últimos en inglés. Acerca del curso de Etimologías, que nos daba José María Garza Salinas, guardo una lección. Yo creía en ese tiempo que la materia era superflua. Entonces me atreví a ir con el director, el Lic. Roberto Guajardo Suárez. Yo le di mis razones para considerar el curso como intrascendente, pero él, con toda ciencia y paciencia, me fue ilustrando sobre el valor de la materia y, con ejemplos clarísimos, me demostró su utilidad. Salí de su oficina totalmente convencido de que las etimologías son fundamentales para cualquiera carrera y jamás volví a abordar el asunto, volviéndome un enamorado de las mismas. En enero de 1947 nos fuimos al campus de la Carretera Nacional, a inaugurar Aulas I. Estaba recién construido. Ya había la Biblioteca, la que después se convirtió en el edificio de Rectoría, con el gran mural de Jorge González Camarena, hermano de quien fue el inventor de la 74


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televisión a colores. No había puentes para cruzar el río Santa Catarina; era sólo un vado, y la avenida hoy Eugenio Garza Sada, antes Avenida Tecnológico, que a la muerte de don Eugenio se puso su nombre, era parte de la Carretera Nacional que conducía a la Ciudad de México. Sobre ella recuerdo que solamente había la agencia de automóviles Pontiac y General Motors (GMC), de don Justo Odriozola, y el Club Alhambra, que era restaurante y en las noches tenía una pista de baile con música en vivo donde tocaba una pequeña orquesta. También estaban los Apartamentos La Silla, que eran de don Alonso y don Lucio Lazcano, y que posteriormente los rentaron al Tecnológico para internos de los alumnos foráneos, al igual que un viejo hotel ubicado en la calle Morelos, entre Zuazua y Dr. Coss, cuyo director era el Dr. Alejandro Ojeda, doctor en filosofía, quien también nos dio clases. Poco después de que nos cambiamos al Edificio Aulas I de la Carretera Nacional, el Tecnológico adquirió un autobús usado de dos pisos, siendo el segundo piso descubierto, de los que se usaban en la ciudad de Nueva York; similares a los famosos de la ciudad de Londres, lo utilizaban para transportar a estudiantes desde la Plaza Zaragoza al Instituto. Este camión lo manejaba el ahora Arq. Eduardo Padilla Martínez-Negrete, quien entiendo lo hacía como parte del pago de la beca que había obtenido para sus estudios de arquitectura. Cuando estábamos estudiando en la casa de Hidalgo, en el centro de Monterrey, me trasladaba a clases en el camión “Obispado-Acero”; lo tomaba en frente de la Quinta Calderón, donde estaba la estación terminal, por lo que primero me iba a pie varias cuadras. Pero cuando nos cambiamos a la Carretera Nacional ya contaba con automóvil, esto se debió a que mi tío José tenía un carro Ford negro 1946 convertible y un día, al estar yo admirando el automóvil, llegó él y me dijo: “¿Te gusta el carro?”, “Ay tío, claro que me gusta”, le contesté. Y entonces me dijo: “Es tuyo”, lo cual me dejó muy sorprendido. Y agregó: “Este automóvil está muy juvenil y no es adecuado para mí”. Bueno, le dije: “Pero mi papá no quiere que tenga carro”, a lo que mi tío respondió: “Vente, déjame hablar con tu papá”. Al exponerle mi tío la situación, 75


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mi papá le dijo que no quería darme carro, a lo que mi tío le contestó: “Ya Alejandro se va a cambiar al nuevo edificio del Tecnológico y no hay camiones para allá, así es que aquí están las llaves, y yo voy a hacer un ajuste en las cuentas particulares, con Teodorita González”, quien llevaba esas cuentas entre los Hermanos Chapa. Entonces mi papá me dijo: “Bueno, pero tú sabrás como lo mantienes”. Ante esta situación, yo, estudiante sin dinero, no sabía cómo hacerle, pero viendo en el tablero de avisos de la preparatoria en donde estaba estudiando, vi uno solicitando estudiantes que vendieran anuncios para sostener el periódico “El Borrego”, que editaban Librado Rosales y Ramón Pedroza Langarica. Entonces me dirigí con Librado y, tanto Jorge L. Garza como yo, aceptamos el trabajo de venta de anuncios, obteniendo una comisión del 40%, siendo 20% para Jorge y 20% para mí. En las tardes libres, Jorge y yo nos dedicábamos a recorrer casas comerciales solicitando dichos anuncios, con bastante buen éxito puesto que había una gran simpatía para el Tecnológico. Con esto pude mantener y operar mi automóvil. Posteriormente, ambos nos ibamos a recorrer los sábados en la tarde a las rancherías cercanas a Monterrey, para comprar huevos y venderlos en la colonia Obispado. Por cierto, una de nuestras clientes era doña Margarita Sada de Garza Sada, esposa de don Roberto Garza Sada. Y cuando íbamos a entregar huevos, Tencha, el ama de llaves de esta casa, nos decía: “¿Vienen a ver al joven Bernardo, o vienen a entregar huevo?”. Si era lo primero, nos pasaba a la elegante sala de la casa; y si era lo segundo, teníamos que entrar por la cocina. Poco después Jorge, con su espíritu y mente empresarial e industrial, puso una avícola en una propiedad de su papá en Santa Catarina, Nuevo León, quedando en su lugar Luis Rodrigo Morales, mejor conocido como El Cuate. La razón por la cual, mi tío José poseía un carro Ford convertible, fue debido a que durante la guerra, los cuatro años de 1942 a 1946, no se fabricaron automóviles para venta al público, ya que todos los destinaban al Ejército, para uso bélico, aunque de vez en cuando se conseguían

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algunos, inclusive con dirección al lado derecho, que eran destinados a Inglaterra y eran modelo 1942. Pero entonces, en la agencia Ford de don Miguel Albuerne, había una lista larga de espera para cuando empezaran a llegar nuevamente los modelos 1946 y habiendo ya terminado la Segunda Guerra Mundial, don Miguel, a medida que fueron llegando los automóviles, fue entregándolos con estricto apego al orden cronológico. Quien encabezaba la lista era mi tío Ricardo Chapa, a quien se le entregó el primer automóvil que vino después de la Guerra a Monterrey, siendo éste un Ford sedán de dos puertas, color azul, modelo 1946. Me acuerdo que ese día, mi tío nos lo prestó a María Luisa, su hija, y a mí, y fuimos en la noche a la serenata de la Plaza Zaragoza a dar vueltas en la misma, siendo la admiración de todos, puesto que por cuatro años no se veía ningún automóvil nuevo en la ciudad. El cuarto lugar lo tenía mi tío José Chapa, habiendo llegado para su entrega un carro Ford convertible, color negro y capota beige. Esa fue la razón por la cual él tenía ese tipo de carro, no porque lo hubiera escogido él, sino que, de acuerdo con la lista, ése era el automóvil que le correspondía. También, cuando fui por primera vez en él a la Plaza Zaragoza, con la capota abajo, entrando, inmediatamente me detuvo el Lic. Raúl González Rueda y me dijo: “Véndeme el carro, te doy por él veinte mil pesos”, cuando había costado ocho mil. Pero le dije que no estaba en venta. Cuando llegamos por primera vez a Aulas I, a fines de enero de 1947, el edificio estaba casi sin terminar, sin vidrios. No había pavimento y con las lluvias era un lodazal tremendo, y hacía un frío que difícilmente podíamos dentro del salón escribir, pues teníamos las manos entumidas. Recuerdo que ya instalados, entre clase y clase, había un descanso de diez minutos, y estando todavía yo en uno de los salones se me acercó Pepe Domene para enseñarme una pistola Kruger alemana, que la había traído un soldado americano que había participado en la Segunda Guerra Mundial y quería que le comprara un boleto para la rifa de la misma. Pero al estármela mostrando, me estaba apuntando con ella, lo cual me dio mucho miedo y le dije: “Mira, mueve tu pistola para un lado; y realmente no me interesa comprar ningún boleto”. Salí del salón y a los pocos pasos que llevaba yo en el corredor de afuera, se oyó un disparo, pues al mostrarle el arma a Francisco (Paco) Garza 77


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Guzmán, se le salió un tiro perforándole parte del estómago y entiendo una pequeña parte del hígado. Como los pizarrones eran de vidrio, éste se rompió al impactarse la bala en el mismo. Inmediatamente se llevó al herido al Hospital Muguerza, conduciéndolo en un carro Ford coupé azul 1946, de Alejandro Garza Lagüera. Al llegar al hospital, el Dr. Francisco L. Rocha, considerado uno de los mejores cirujanos de la ciudad, lo intervino quirúrgicamente salvándole la vida. Como dato curioso, posteriormente, este muchacho, Francisco Garza Guzmán, se casó con una señorita Zertuche, y años después fue famoso porque pudo hacer un fraude en varios bancos de Monterrey, de algo así como treinta millones de pesos, huyendo con su familia a España, donde no había entonces tratado de extradición y en cuyo país vivió cómodamente por muchos años. En esa época brotó en el país una epidemia de encefalitis cerebro-espinal, y como medida preventiva se instalaron a las entradas y salidas de la ciudad, puestos donde soldados proporcionaban un par de pastillas de sulfa para prevenir dicha enfermedad. Antes de la entrada del Instituto Tecnológico, como a 100 metros de la misma, estaba uno de esos puestos, y entonces cada vez que íbamos a clases en la mañana, teníamos que tomarnos el par de pastillas, y al regresar, otra dosis más; en la tarde se repetía el mismo procedimiento, tanto, a la ida como al regreso, haciendo un total de ocho pastillas de sulfa diarias. Curiosamente, años después, me volví alérgico a las sulfas. En ese año me tocó ir al examen médico para obtener la cartilla militar, pues ya había cumplido los 18 años, donde durante la Segunda Guerra Mundial el Servicio Militar era obligatorio. Al acudir con un médico asignado por la Secretaría de la Defensa Nacional, me hizo un examen muy minucioso donde me comunicó que tenía serias dudas por creer que pudiera haber un problema de tipo pulmonar, y que él no recomendaba que me asoleara, ni que hiciera ejercicios excesivos, por lo tanto él consideró que “no era apto para el Servicio Militar”. Al salir del consultorio llevaba yo mi carro Ford convertible 1946 con el techo abajo, y dada la recomendación y susto que me metió el médico, volví a poner el techo y me fui directamente a la oficina de mi papá a 78


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contarle lo sucedido. Mi padre inmediatamente me dijo: “Vente, vamos a ver al Dr. Carlos Medina Curcho”, cuyo consultorio se encontraba en la placita Bolívar, en esa calle del mismo nombre, hoy Padre Mier, cruz con Cuauhtémoc, y cuya casa después se convirtió en el recinto de Arte, A.C., fundada por doña Rosario Garza Sada de Zambrano y doña Romelia Domene de Rangel. Al examinarme y tomarme una radiografía, encontró que se percibían sombras de gases, preguntándome si yo comía muy aprisa o si había tomado algunas sulfas. Le contesté: “No como aprisa, pero he tomado muchísimas sulfas”, por las razones antes expuestas. “No te preocupes, estás perfectamente bien; esto fue provocado por el exceso de ingestión de sulfas”. Volví con el médico que me había examinado y de todas maneras insistió que él prefería ponerme no apto. Obviamente tuve que ir al Hospital Militar para que me hicieran otro examen y ratificar lo que ese médico decía. Al llegar al hospital me encontré a mi tío el Dr. José Urquijo Rangel, quien estaba ahí sometiéndose a un tratamiento. Él fue un médico brillantísimo, y al verme me dice, “¿Qué andas haciendo aquí, sobrino?”. Le expliqué la situación y me dijo: “Ven, vamos con el director del Hospital”. El director y mi tío me examinaron minuciosamente, y llegaron a la conclusión de que no había ninguna razón para no estar apto para el Servicio Militar. Sin embargo, el director me preguntó: “¿Usted tiene muchas ganas de hacer el Servicio Militar?”. Dije, “Bueno, en este momento estoy estudiando y tal vez esto interrumpa mis estudios”. Entonces me dijo: “Le voy a poner en su cartilla que tiene la enfermedad No. 1, Debilidad Constitucional. Y usted mismo selle su cartilla, antes de que me arrepienta”. El haber sido exceptuado del Servicio Militar, me sirvió para irme tranquilamente con mis papás el año siguiente a Europa, por espacio de cinco meses. Si no hubiera tenido la condición de exento para ese servicio, no hubiera podido salir del país. Al cambiar de la carrera de ingeniero químico a la de Derecho, después de hacer un minucioso análisis, me percaté de que no tenía realmente vocación de ingeniero, unido a que estaba batallando con las matemáticas, parte porque desde primaria, mi papá me decía: “Voy a hacer un 79


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viaje, vente conmigo, vas a aprender más que lo que te enseñan en el colegio”. Y efectivamente aprendí mucho, pero como las matemáticas son secuenciales, fui dejando huecos que me impedían comprender los siguientes pasos. Entonces fui a dar otra vez al Colegio Franco Mexicano a completar el Bachillerato de Derecho, habiéndome dicho mi amigo el Lic. Arturo M. Quintero Troncoso, que con las materias que había tomado en el Tecnológico, me faltaban cuatro o cinco más para obtener el Bachillerato de Leyes. Pero la realidad fue que eran muchas más, algo así como diez u once, unas relativamente fáciles y otras no tanto. Mi papá entonces me dijo: “El año que entra, (1948) tu mamá y yo vamos a hacer un viaje por Europa, por espacio de cinco meses, si tú no tienes pendiente de estudios o trabajo, estás invitado a acompañarnos”. Entonces tuve que inscribirme como alumno especial para poder presentar a “título de suficiencia” las materias pendientes, lo cual hice en el mes de febrero. Entre todas esas materias se daba, por espacio de dos años, el francés. Los maristas, desde el primer año de primaria, nos daban elementos de francés y luego en secundaria los lasallistas también, con francés un poco más adelantado, pero desde luego esto no se comparaba con lo que se daba en Bachilleres del Franco, éste era mucho más avanzado y yo, en cinco meses, no podía asimilar lo que se daba en dos años. Cuando me tocó el examen de esta materia, el profesor Meyer, un viejito francés marista que me conocía desde primaria, comprendió mi problema y amablemente me puso el examen a mí solo y con el libro abierto, por supuesto que el examen lo pasé. Yo, en toda mi carrera, desde primaria había merecido pasar todas las materias, a excepción del francés. Ya casado, en 1958, contraté al director de la Alianza Francesa en Monterrey, el Dr. Christian Brunet, para que nos diera a mi mujer y a mí, dos veces por semana, clases de francés, lo cual hizo por espacio de casi tres años. Él era un hombre muy culto, doctor en Filosofía, hablaba el español a la perfección y desde luego, el francés. Era puntualísimo en las citas y no nos dejaba hablar en español y al dar la clase también sólo hablaba francés, solamente ocasionalmente lo hacía en español.

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Después se fue a Francia y luego a Costa de Marfil, donde murió. Antes de irse se quedó en su lugar otro francés, el arquitecto llamado Paul Jandrop, pero no era tan exigente y eficiente como el Dr. Brunet. Cuando nos daba clases Christian Brunet, nos grababa las lecciones en grabadora de cinta, que todavía conservo. Todo esto dio como resultado que aprendí mucho más francés que lo que hubiera aprendido en los dos años del Franco Mexicano. Con esto lavé mi conciencia. Al inicio de marzo de 1948, después de no tener pendiente de estudios como me lo exigió mi papá, salimos en avión a la Ciudad de México y luego en tren a Veracruz, para tomar el barco que nos llevaría a Santander, España. Nos acompañó en el viaje don Cayetano Blanco Vigil, su esposa doña Elena Sánchez Blanco de Blanco Vigil y su hija María Nieves. Esta última, una estupenda muchacha: culta, bella y agradable, quien me hizo más placentero dicho viaje. En el puerto de Veracruz, un día antes de tomar el barco La Habana, antes Alfonso XIII, se hizo novia del ingeniero Pablo Noriega Guerra, casándose poco después en la Ciudad de México. Ese fue el primer barco español que vino a México después de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial y trajo en esa ocasión los restos mortales del ilustre escritor Carlos Pereyra. El barco hizo una travesía de diecinueve días, parando para cargar y descargar mercancías en las Islas Vírgenes en Saint Thomas; en Santo Domingo, en Puerto Plata, yendo nosotros en automóvil de ahí a Santiago de los Caballeros. Era la época del dictador Leónidas Trujillo. En Puerto Plata nos fueron a recibir y pasaron al interior del barco, las autoridades civiles y militares del puerto. El principal era un general, y mi papá, que decía que se especializaba en “meter patas”, imprudentemente al estar platicando con él, le preguntó: “¿Y aquí no les dan mucha guerra los masones?”, a lo que el general le respondió: “Si viera que no, yo soy el Gran Maestre”. Después el barco pasó por las islas Azores para llegar finalmente al puerto de Santander. El navío, al convertirse en barco de carga con una sola clase, quedó muy inestable y, principalmente la última semana, éste se movió tanto, al grado que 81


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la mayor parte del pasaje se mareó. Afortunadamente mi papá y yo, no. Era tal el movimiento que yo que ocupaba una litera alta, tenía que poner unas almohadas en ambos lados para no estar dando vueltas, al ritmo de movimiento del barco, y poder dormir. De Santander donde desembarcamos, pasamos a Asturias, visitando Gijón de donde era originaria doña Elena, y mi papá, quien era muy bromista, le decía: “Y esa ciudad de donde tú eres ¿se puede decir delante de señoras?”. De ahí pasamos a Valle en Infiesto, todavía en Asturias, donde pasé dos semanas muy agradables en ese pequeño pueblo. Yo había llevado una buena dotación de libros para leer, cosa que debido a tantas actividades, no pude hacer. Después estuvimos en Madrid, luego en Barcelona, de ahí pasamos a Mallorca y luego a París y continuando a Suiza, visitando Ginebra, Losana y Zurich, estuvimos también en Londres. Nos recomendaron no ir a Alemania, porque estaba todavía muy destruida por la Guerra y los alemanes veían mal a los turistas que les podían quitar algo de los pocos alimentos que tenían. Estando nosotros en Europa, fue el famoso bloqueo de Berlín, hecho por los rusos, donde los americanos tuvieron que hacer un puente aéreo desde los Estados Unidos, para abastecer esa ciudad y evitar la muerte de sus habitantes. En París asistimos a la Ópera, viendo la representación de Aída, en forma espectacular, puesto que aparecieron hasta elefantes en escena. A propósito, tanto en España y Francia como en Inglaterra, había racionamientos, sobre todo de alimentos. Por ejemplo, si uno pedía pan en la comida, no se podía pedir postre. La leche en Francia, era sólo para niños y ancianos, el pan era integral y sólo la mitad de la pieza por persona. En España el aceite de comer era sin refinar, teniendo éste, al freírse, un olor y sabor muy desagradables, al grado que mi papá y yo, muchas veces, casi nos quedábamos sin comer, ya que el aceite refinado era para exportación y obtener así divisas.

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En España, tuvimos que esperar hasta que pasaran las elecciones en Italia, puesto que el Partido Comunista Italiano, el más fuerte después de Rusia, amenazaba con ganar y convertirla en otro satélite ruso. El Papa Pío XII exhortó a todo el mundo a votar y salieron hasta los inválidos y enfermos en camilla y con esto se logró el triunfo del Partido Demócrata Cristiano, salvándose Italia del comunismo. Llegamos a Roma a mediados de mayo de 1948, encontrándonos con una Italia que aunque había perdido la guerra, no había racionamiento alguno, y había chocolates Hershey, cigarros Camel y todo lo que se quisiera. Todos los puentes destruidos, los americanos los habían reconstruido gracias a Plan Marshall que vino a salvar a Europa, sobre todo a los países que perdieron la Guerra. En Roma, la señora Elena, por medio de las madres del Colegio de su hija, nos consiguió una audiencia privada con el Papa Pío XII. La señora Blanco llevaba en un cojín blanco de seda y un solideo hecho por ellas, quienes le habían dicho: “A veces el Papa se digna cambiar éste por el que trae puesto.” Entramos los seis a un salón muy grande y de repente apareció en la puerta la figura alta y delgada del Papa. Alrededor del salón, había varios grupos de pie de diferentes países y el Papa llegaba y platicaba un momento con ellos, pero al llegar a donde estábamos, se interesó mucho por la situación en México, haciéndonos muchas preguntas y estando mucho más tiempo con nosotros, que con los demás grupos. Luego siguió con dos o tres grupos más y volvió otra vez a platicar a donde nos encontrábamos. A la cuarta vez que volvió con nosotros y que el Papa después siguió atendiendo a los demás grupos, se dejó venir el jefe del protocolo, enojado preguntándonos: “¿Quiénes son ustedes?” A lo cual mi papá le dijo: “Somos unos mexicanos”. Y contestó: “Ya sé que son mexicanos, pero qué representación tienen”. A lo cual mi papá y don Cayetano le respondieron que ninguna. “Somos unos simples mexicanos”. El jefe del protocolo, un señor con un uniforme blanco muy elegante, portando una espada y un monóculo, en forma airada y enojado nos dijo: “Yo tengo muchos años al servicio del Papa, y jamás el Papa se ha regresado a hablar con un grupo al cual ya había abordado. Y esta es la cuarta vez que se regresa a hablar con ustedes”. “Pues señor, le repetimos que somos unos simples mexicanos”. 83


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Cuando el Papa llegó conmigo, me preguntó que si trabajaba o estudiaba, quise hincarme para besarle el anillo, y no me dejó, levantándome con los brazos. Vio que traía unos rosarios y me preguntó: “¿Son para tus amigos?”, a lo cual contesté afirmativamente, entonces me dijo: “Deja bendecírtelos” y después me dijo: “Ahora sí híncate porque te voy a dar una bendición muy especial por ser mexicano”. Cuando hablaba, en perfecto español, repetía la expresión muy italiana: École, école cua. Cuando el Papa vio el solideo que traía doña Elena sobre el cojín blanco de seda, le preguntó: “¿Es para mí?” Y toda emocionada afirmó con la cabeza, puesto que no le salieron las palabras. Tomó el solideo y se lo puso, colocando en el cojín el que traía puesto. Esta situación entonces era muy rara, pero después, con otros Papas, se volvió más frecuente. Al terminar la audiencia se paró en la puerta del salón y levantando los brazos, nos dio a todos la bendición. Pero al hacer esto, siendo tan alto y delgado, daba la impresión que se iba a elevar. Al salir del edificio estaba un pequeño grupo de monjas, creo que alemanas, y una de ellas le pidió a Elena que si le prestaba un momentito el solideo, lo tomó y se lo puso sobre el estómago presionándolo y haciendo en silencio con los ojos cerrados una oración o petición. Seguramente tendría alguna enfermedad o tumor. Pero con la fe que la vimos pedir, estamos seguros que debe haberse curado. En Italia, tomamos en Roma varios tours con un guía estupendo, muy culto, cortés y humilde, catedrático de la Universidad de Roma. Éste, entre otras cosas, nos llevó al Vaticano, entrando hasta los aposentos privados del Papa donde vi por primera vez el retrato de Cristo, que es la foto sacada del negativo tomado de la Sábana Santa, que se encuentra en Turín, y que tenía el Papa Pío XII en su oficina contigua a su recámara. Esta foto estaba en vidrio, con luz proyectada desde atrás. No he sabido que algún turista haya jamás llegado a estos aposentos privados.

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Al medio día fuimos a comer al famoso Ristorante Alfredo, a saborear el exquisito Fetuccini, que lleva el nombre del autor y dueño del establecimiento. Entonces todavía vivía el original Alfredo. En ocasiones posteriores que he visitado Roma, siempre he ido a comer ahí, aunque últimamente el sabor del mismo es un poco diferente y no tan bueno como el original. También tiene ya una sucursal en otro lugar de la ciudad; este establecimiento ha sido atendido por el hijo, y creo que ya también por su nieto. Después de visitar los alrededores, como Tívoli, tomamos un autobús turístico de una compañía CIAT y recorrimos desde Roma hasta Venecia, pasando por Perusa, Verona, Asís, Florencia, Milán y Pisa. En Venecia la góndola nos llevó al Hotel Royal Danieli, pero cuando vi el aspecto tan antiguo de la fachada, dije: “Sabrá Dios qué mugrero de hotel será éste”. Pero al entrar al lobby y percatarnos de su interior, me di cuenta que estábamos en uno de los mejores de Europa. En viaje de bodas volví a hospedarme en la parte nueva, más cómoda y hace unos tres años, volví a la parte antigua. Al salir de Italia por tren para pasar a Suiza, mi papá y don Cayetano habían comprado algunas pinturas y pequeñas esculturas de mármol, y al pasar la aduana sin bajarnos del tren, un oficial italiano vio que traíamos esas obras de arte, lo cual decía que estaba prohibido sacarlas del país. Tanto mi papá como don Cayetano, argumentaron que ignoraban dicha disposición y le suplicaron que las dejara pasar. Al enterarse este oficial de que éramos mexicanos, dijo: “Bueno, ustedes saben que a Benito Mussolini le pusieron ese nombre por Benito Juárez, porque el papá de Mussolini era un gran admirador de él, entonces por esa razón, voy a dejar pasar las mismas”. A lo cual, mi papá dijo: “¡Vaya, hasta que nos sirvió de algo Benito Juárez!”. De España, aparte de lo ya descrito, visitamos Sevilla, Granada, Cádiz, Valencia en automóvil, pasamos también en barco a Ceuta, y a Tetuán por tierra, en Marruecos español, viendo el Peñón de Gibraltar, sin vi85


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sitarlo, donde nos decían que dentro del mismo había muchas instalaciones hechas por los ingleses, incluyendo un hospital bien montado. Al llegar a Tetuán parecía que nos trasladaron a los tiempos de Cristo, donde me sorprendió que en uno de los callejones peatonales, vi a una muchacha poniéndole el velo a otra para taparle la cara, al estilo musulmán; la oí cantar: “Ay Jalisco, no te rajes”, esto debido tal vez a la popularidad de las películas mexicanas que ahí se exhibían, en la época de oro del cine mexicano. Visitando Toledo estuvimos en las ruinas del Alcázar; éste fue casi en su totalidad destruido durante la Guerra Civil, y actualmente se encuentra totalmente reconstruido. Al estar afuera contemplándolo, estaba también de visita una pareja de Puerto Rico, y al presentarse mi mamá con la señora, le dijo: “Otilia Salazar”, respondiendo la otra también con el mismo nombre “Otilia Salazar”. Dentro de los pocos cuartos que estaban en pie, se conservaba el teléfono donde al general Moscardó le llamaron para decirle que si no se rendía el Alcázar, iban a matar a su hijo; poniendo a éste al aparato, el general Moscardó, le respondió: “Hijo, muere valientemente por España, porque el Alcázar no se rinde”. Por cierto, el guía era un soldado veterano franquista, que al relatarnos esto, se le salieron las lágrimas, pues él había participado en la defensa del Alcázar y había sido herido en una pierna, por lo que al caminar cojeaba. Estando en Madrid hospedados en el Hotel Palace, estaba también ahí María Félix, quien se hizo famosa porque llegó con veinte maletas, acompañada de su agente Luis G. Basurto, famoso escritor teatral. En varias ocasiones me tocó coincidir con ella en el elevador, y pude admirar su gran belleza, sobre todo cuando estaba en la flor de su juventud. Mi papá, que conocía a Basurto, tuvo oportunidad de platicar con él. También en Madrid fuimos invitados al estreno de la película “Enamorada”, donde precisamente, los actores principales eran María Félix y Pedro Armendáriz. Al estreno tuvimos que asistir de etiqueta.

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Estando en Barcelona, en las afueras de la iglesia La Sagrada Familia, proyecto del famoso Arq. Antoni Gaudí, habiendo mucha gente admirando la fachada, mi mamá sintió que la empujaban y posteriormente se dio cuenta que lo hicieron para distraerla mientras le robaban el dinero de su bolsa. Estuvimos en Palma de Mallorca admirando la bella catedral, con reliquias tan importantes, con espinas y clavos pertenecientes a la Pasión y Crucifixión de Cristo que ahí tienen. Nos hospedamos en el Hotel Mediterráneo con vista al mar. Fuimos después a recorrer todo alrededor de la isla visitando Formentor, en donde estuvo hospedado Federico Chopin en compañía de su amante George Sand, mujer poco femenina que lo acompañaba a todas partes. Se dice que Chopin había escogido ese lugar por su clima, tratando de curarse de la tuberculosis pulmonar que lo aquejaba. También estuvimos en las Grutas de Artah, en cuyo lago interior, en pequeñas lanchas, oímos un concierto musical. Cuando estuvimos en Ginebra, Suiza nos hospedamos en el Hotel Metropol, cuyo número de cuarto era el 84 (quatre vingt quatre), frente al lago Lemán. Por cierto, en Suiza usan mucho al término Septant y Octant, para denominar setenta y ochenta, en vez de soixante-dix y quatre vingt. Cuando llegamos en automóvil a la ciudad de Cádiz, haciendo mucho calor, en la tarde, al llegar al hotel, pedí a la mucama que me preparara el baño para bañarme, diciéndome con sorpresa: “¿Se va a bañar el señorito?”. Dije sí, entonces preparó la tina de baño porque no había regadera y estaba al final del pasillo, ya que los cuartos carecían de baño individual. Esto fue todo un protocolo, traer jabón, traer toallas, hasta termómetro para la temperatura del agua. Al día siguiente en la mañana como es mi costumbre, quise bañarme nuevamente y al decirle otra vez a la mucama, que me preparara el baño, me contestó toda asombrada: “¿Se va a volver a bañar el señori87


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to?”, a lo cual le respondí que sí. Esto indica la poca costumbre de los europeos del baño diario. A propósito, entonces había un desodorante muy popular llamado “MUM” y la propaganda en murales en España decían: “Evite las molestias del baño, use MUM”. Al visitar Lourdes, en Francia, y estar al frente de la gruta donde se apareció la Virgen, mi papá se atrevió a decirle a don Cayetano, quien padecía la enfermedad de retinitis pigmentosa, dejándolo prácticamente ciego: “Cayetano, ¿por qué no aprovechas, ya que estás aquí, para pedirle a la Virgen que te devuelva la vista?, a lo que don Cayetano respondió: “Andrés, Dios me ha dado tanto, que no puedo pedirle más”. En agosto regresamos a México vía Madrid, Lisboa, Islas Azores, Bahamas, Miami y Ciudad de México, por Aerovías Guest, en avión tetramotor Constelation, haciendo entre tiempo de vuelo y escalas, 36 horas. Posteriormente volamos de la Ciudad de México a Monterrey llegando a mediados de julio de 1948.

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VI. Oralia

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l regresar de mi viaje a Europa de duración de cinco meses en compañía de mis papás, llegué a Monterrey a mediados de julio de 1948 y me encontré un poco desconectado de lo que pasaba en la ciudad y con mis amigos. Un día me abordó Minerva Elizondo (Mine) y me invitó a un baile que iba a tener en la propiedad de veraneo de sus papás, en La Huasteca, lugar que en ese entonces era un sitio privilegiado con abundante agua, con árboles gigantescos, nogales y aguacates, preferentemente; casi todas las propiedades contaban con albercas llenadas con agua corriente abastecidas por las acequias que cruzaban. Desgraciadamente en los años cincuenta del siglo pasado, debido al crecimiento de la ciudad y habiendo necesidad de abastecerla de agua, en época del gobernador de Nuevo León Ignacio Morones Prieto, se hizo un “raje” en la Huasteca y toda esa agua pasó para consumo citadino desapareciendo entonces el paraíso existente. Hoy no se ve ningún árbol en la región quedando sólo el recuerdo, siendo un lugar árido, lleno de casas de Infonavit. Al hacerme la invitación Mine Elizondo me dijo que este baile era de parejas y yo no tenía a nadie en mente. Estando en la fuente de sodas del Casino de Monterrey, lugar de reunión de la juventud de entonces, al comentarle a mis amigos Luis Ro89


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drigo Morales (El Cuate) y Hernán Gutiérrez (El Sargento), ambos ya fallecidos, inmediatamente me sugirieron a una muchacha que les pareció ideal para mí. Pero ambos estaban pensando en dos personas distintas, no en una. El Cuate Morales interesado en invitar a una joven procedente de la Ciudad de México, pero avecindada aquí en la Colonia México y que aparte de ser muy guapa era una excelente bailadora, al igual que mi amigo El Cuate. Él se apresuró a hacer los arreglos necesarios para invitarla, porque era íntima amiga de la que me estaban recomendando. Dos días después me dijo que todo estaba arreglado, y que la muchacha en cuestión había aceptado ir al baile conmigo. Llegó el día, y en la noche pasamos El Cuate y yo primero por Eleonor Pérez y después nos dirigimos a la casa ubicada en Doctor Coss Norte 610, frente a la plaza mejor conocida como la del Chorro, por la fuente que en la parte central de la misma existe. Íbamos en mi carro Ford 1946 convertible y al llegar nos estacionamos frente a la casa estilo californiano, esquina con Isaac Garza, y salió una güerita chaparrita y se subió al asiento delantero. Ahí supe que se llamaba Oralia Muñoz Elizondo. Cuando me dirigía hacia La Huasteca echaba de vez en cuando una mirada a mi lado para saber quién era y cómo era mi compañera. Al estar ya bailando con ella, ya pude admirarla mejor, y debo confesar que desde ese momento me gustó y puedo decir que fue un amor a primera vista y desde hace sesenta y cinco años sigue siendo mi compañera. Todo empezó con una blind date o “cita a ciegas”. Me casé por el civil el 31 de marzo de 1954 y el 20 de abril de ese año por la Iglesia en la Purísima Concepción. El primero se celebró en la casa de los papás de ella y el segundo en la casa de mis papás en Hidalgo Pte. No. 2010. El oficial del Registro Civil fue el Dr. Ramiro Tamez y 90


Mi Paso por la Vida

quienes oficiaron la misa en la Iglesia La Purísima Concepción fueron el Sr. Arzobispo Alfonso Espino y Silva y el Padre Antonio de P. Ríos, en ese momento párroco del Sagrario de la Catedral Metropolitana de Monterrey. El banquete de bodas fue al medio día servido por el Hotel Ancira, y acudieron numerosos invitados. Los testigos de la boda civil, comúnmente llamados padrinos, fueron: el Ing. don Roberto Moreno Verástegui y Sra., don José A. Chapa y Sra., Ing. don José Enrique Arriaga y Sra., don Erie Elizondo y Sra., don Hermenegildo Morales y Sra., don Mauro Uribe y Sra., Lic. don Joaquín Garza Lewels y don Ricardo J. Chapa, Jr. También fue testigo un amigo de mi suegro, el doctor Mateo A. Sáenz. Se hicieron amigos porque este doctor tenía su consultorio cerca de la casa de don Agustín y en una ocasión que fue a visitarlo para una consulta médica, al terminar la misma, le preguntó que cuánto le debía, contestándole que nada. Mi suegro le preguntó porqué, respondiendo que porque a esa hora él no cobraba y así ayudaba a personas indigentes. Don Agustín le argumentó que él podía pagar la consulta, pero el doctor le dijo que a esa hora el no cobraba, independientemente de si podían pagar o no. Este doctor tenía fama de ateo y les decía a sus alumnos que a su nombre Mateo le sobraba la “M” inicial. Era un furioso antirreligioso, sobre todo anticatólico y enemigo de la Virgen de Guadalupe. Platicando yo una vez con el padre Severiano Martínez me decía que él lo conocía muy bien y me contaba que antes era un ferviente protestante y participativo en su iglesia, pero un buen día descubrió que los pastores eclesiásticos de su parroquia, todo lo hacían como negocio y fue tal su decepción y coraje que se volvió un rabioso antirreligioso y ateo, pero que en el fondo era un buen hombre y como médico ayudó a mucha gente. Los padrinos en la boda religiosa fueron: don Cayetano Blanco Vigil, don Rómulo Garza, don Roberto Garza Sada, don Eugenio Garza Sada, don Alejandro Guajardo, don Ricardo Chapa González, don José A. Chapa González, todos ellos con sus respectivas esposas.

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Las Damas de Honor fueron: Cristina Muguerza, ahora de Garza Lewels y Ninfa Garza T. ahora viuda de Sada. Esto ha dado por resultado seis hijos, dos yernos, tres nueras, dieciséis nietos y tres bisnietas, hasta la fecha, cuyos nombres de los hijos son: Alejandro Héctor, María Oralia, Bárbara, Andrés, Felipe de Jesús y Gabriel Fernando, de los yernos: Johnny Roberto Kafati Segebre y Jaime Martínez Elizondo, de las nueras: Cecilia María de la Garza González, Victoria Dolores Rubiés Costa y Paulina María Farías Garza; de los nietos: Salomón Andrés Kafati Chapa, Felipe Fernando Kafati Chapa, Johnny Alejandro Kafati Chapa e Ivanna Oralia Kafati Chapa, Bárbara Martínez Chapa, Ana Paola Martínez Chapa, Denisse Martínez Chapa, Sofía Martínez Chapa y Regina Martínez Chapa, Andrés Chapa de la Garza, Cecilia María Chapa de la Garza y Alejandro Alberto Chapa de la Garza, Paulina María Chapa Farías, Raquel Chapa Farías, María Chapa Farías y Gabriel Chapa Farías, y de las bisnietas: Bárbara Guajardo Martínez, Andrea Guajardo Martínez y Catalina Guajardo Martínez; y Jorge Duarte Martínez. Después del banquete de bodas, en la tarde nos trasladamos, en mi carro Mercury Monterey a la ciudad de Laredo, Texas, hospedándonos en el hotel Plaza, el cual después se convirtió en el edificio de Laredo National Bank, hoy Compass Bank de la cadena española BBVA. Al día siguiente en avión nos trasladamos a la ciudad de Nueva York, hospedándonos en el hotel Waldorf Astoria, en una suite. Estando ahí un fotógrafo nos ofreció tomar unas fotos de estudio, pero resultó que éste no tenía autorización para entrar al hotel, habiéndonos sólo dado las “pruebas” de las fotos. Caminando por la Quinta Avenida y desesperada Oralia por llegar a una tienda antes de que la cerraran, se adelantó un poco y creyendo que me había tomado de la mano, tomó la de otro hombre, tratando éste de zafarse; volteando luego la cabeza se percató de su error y asustada se puso luego a reír. De Nueva York tomamos un avión Super Constelation para Europa, haciendo escala en Shannon, Irlanda, llegando luego a Londres. 92


Mi Paso por la Vida

Estando en esa ciudad trabajando para Celulosa y Derivados, S.A. a mi amigo Francisco Garza González, le pedí que me ayudara a comprar un carro para mi recorrido en Europa por espacio de tres meses. Yo quería comprar un carro deportivo M.G. modelo TF pero los derechos de importación eran de $10,500.00 y un carro similar de la marca Singer costaba sólo $5,000.00, además éste tenía varias ventajas: tenía un asiento trasero, una pequeña petaca con llave y vidrios con elevadores manuales, cosa que el M.G. no tenía ya que éste sólo consistía en los dos asientos delanteros y solamente tenía unas micas que se abrochaban en vez de ventanas y desde luego carecía de petaca; tenía el Singer un motor de 1,500 c.c. y el M.G. sólo 1,200 c.c. y el Singer era hecho a mano, no en serie. La fábrica Singer estaba en las ciudades gemelas de Coventry y Birmingham. Nos trasladamos en tren a esa ciudad para recoger el automóvil, pero nos dijeron que éste ya lo habían enviado a la agencia en Londres. Como este carro lo pedí con dirección al lado izquierdo y el tránsito en Inglaterra es por la izquierda, decidí mejor contratar un chofer para recorrer la ciudad durante nuestra estancia en Londres. Éste portaba un uniforme tipo de levita y cachucha y arregló el techo remangándolo sólo hasta la mitad, ocupando Oralia y yo el asiento trasero, tapándonos las piernas con una cobija delgada escocesa de Cashmere, comprada en la tienda Harrods. La parte del chofer quedaba descubierta y el asiento trasero cubierto. Este paseo por la ciudad fue realmente maravilloso. Cuando hice los arreglos de la compra del carro en Monterrey, al ir al Banco de Nuevo León, S.A., Enrique Serazzi, funcionario del mismo, me dijo: “¿Para qué pagas todo por adelantado?, paga una parte ahora y cuando te lo entreguen, el resto.” Así lo hice, pero sucedió que tres días después, en Semana Santa, se vino la devaluación de 1954, costándome una parte 40% más, subiendo el dólar de $8.65 a $12.50. De Londres en el carrito nos fuimos al puerto de Dover donde tomamos un Ferry para cruzar el canal de la Mancha hacia Calais, Francia y luego por tierra a París.

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De París nos fuimos hacia el sur conociendo los Castillos del Loira (Chateaux de la Loire) y llegamos a la frontera con España, visitando Andorra, luego Bilbao y pasamos a la ciudad de Oviedo en Asturias, para visitar a nuestros amigos Fernández Canteli. Estuvimos luego en Infiesto y Valle. Después seguimos a Madrid, luego Barcelona, Palma de Mallorca, Formentor, después a la Costa Azul, Cannes, Niza, Mónaco, Venecia, Milán, Roma, Nápoles, Pompeya, Capri y Anacapri. En Florencia, en el Hotel que creo se llamaba Baglioni, estaban hospedados también el actor James Stewart y su esposa y en varias ocasiones nos tocó tenerlos de vecinos de mesa en el restaurante, notando que ella hablaba sin parar y a James jamás le oímos una palabra. Ahí también nos encontramos con don Jesús Llaguno y el Lic. Virgilio Garza, Jr. Después de Venecia visitamos luego Suiza. En Zurich dejamos el carro y volamos a Viena, ya que en ese entonces Austria estaba todavía ocupada por las cuatro potencias, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia. El trasladarnos por tierra a Viena implicaba pasar por parte ocupada por Rusia y los americanos nos dijeron que podíamos irnos en carro, pero que teníamos que decirles la hora de salida y la hora de llegada. Si no llegábamos a la hora fijada tenía que salir una patrulla americana a rescatarnos, lo cual nos pareció muy peligroso y decidimos mejor volar. La ciudad de Viena era gobernada por las cuatro potencias, turnándose el mando cada mes. Cuando llegamos nos tocó Rusia. Se notaba un ambiente tenso; en los recorridos de autobús sólo en determinadas partes nos permitían bajar. Le pregunté al conserje del hotel sobre la seguridad de los habitantes y muy a fuerza me contestó que todos los días alguien desaparecía y que no podían reclamar porque corrían la misma suerte de desaparecer. Regresamos a Zurich, pasamos a Alemania, estando en Frankfurt donde compré una cámara Kodak Retina hecha ahí, con un lente 2.0, tomé unas fotos en blanco y negro y ahí las mandé revelar, asombrándome de la calidad de las mismas. Al regresar a Monterrey, le comenté al sr. Guillermo de Llano que porqué aquí no podía obtener esa calidad, diciéndome que los clientes no pagaban el costo de ese tipo de ingredientes para revelar. 94


Mi Paso por la Vida

En Frankfurt visitamos la fábrica de motores Mercedes Benz. Nos enseñó ésta a Oralia y a mí y a un grupo de soldados americanos, un ex soldado alemán. Nos mostró la foto del único lugar que quedó en pie después de los bombardeos, siendo éste sólo un pequeño taller y de ahí surgió la gran fábrica, diciéndoles con orgullo a los soldados americanos que su trabajo de bombardeo no había sido completo. Después de Frankfurt, Mónaco de Baviera y Selva Negra pasamos a Holanda visitando Amsterdam, luego otra vez a Calais, donde tomamos un avión de carga que había sido militar, allí pusimos adentro el carro junto con otros dos y en las orillas había asientos corridos para unos cuantos pasajeros. El vuelo duró sólo 15 minutos en vez de tres horas y sin riesgo de mareo, al cruzar el Canal de la Mancha. Ahí me di cuenta que ya casi no traía dinero. En Londres pude hacer válida una Carta de Crédito, para poder continuar el viaje. En Southampton tomamos el barco Ile de France colocando también ahí el carro, para llegar a Nueva York, después de seis días de travesía. Oralia permaneció casi todo el tiempo mareada. En Nueva York nos hospedamos nuevamente en el Waldorf Astoria. Convencí a Oralia de que la viera un médico (recomendado por la gente de Canada Dry), diciéndole éste, después de examinarla, que todo estaba bien. Sin embargo, ella se seguía sintiendo mal, no pude convencerla que tomara un avión a Monterrey y yo me llevara el carro. Pero me dijo: “¿Qué van a pensar en Monterrey, que yo llego sola y tú por tu lado?”. En vista de eso emprendimos el regreso a casa en un carro de suspensión dura por ser deportivo, sin aire acondicionado, en pleno julio y además sumamente bajo, que va uno casi tocando el suelo, sintiéndose más el calor. Hicimos en el trayecto seis días porque hacía jornadas cortas por lo mal que se sentía Oralia. Llegamos a McAllen, Texas, a donde nos fueron a recibir mis papás y mis suegros. En la frontera pagué los derechos de importación del carro y llegamos por fin a Monterrey, a mediados de julio. Al llegar Oralia consultó al Dr. Fernando Guajardo, resultando que ya tenía varias semanas de embarazo. Pocos días después abortó.

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Oralia es una mujer muy positiva, alegre, decidida, que sabe lo que quiere y lo logra. Amante del arte, ha incursionado en la pintura, en la escultura, en pirograbado, en costura, en baile y estudió largos años piano, tocando muy bien, aunque casi nunca lo hace. Sigue atendiendo clases de Historia del Arte y de Historia Universal, tanto en el Museo de Arte Contemporáneo, MARCO, como en el Instituto Tecnológico de Monterrey, convirtiéndose en “Chica Tec.”. Es una madre cariñosa que siempre ha estado al tanto de los hijos, de los nietos y ahora también de las bisnietas. Ha participado en clubes de jardinería y en su asociación ha sido Jueza Oficial en concursos de diseños florales y de Arquitectura de Paisaje. Tomó también cursos especializados en la Universidad de Texas A&M.

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VII. La Facultad de Derecho

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la vieja casona de Abasolo y Diego de Montemayor, sede en ese entonces de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Nuevo León, todavía no Autónoma, Facultad fundada por el abogado Joseph Alejandro de Treviño Gutiérrez18 en el siglo XIX, el 19 de junio de 1822, originario de San Antonio de los Martínez, hoy Marín, N.L., quien nació el 25 de febrero de 1759, habiendo hecho sus estudios en el Colegio de San Felipe Neri, de los Padres del Oratorio en San Miguel el Grande, hoy San Miguel de Allende, instituyendo primeramente la Cátedra de Derecho Civil en el Seminario de Monterrey que era la única institución de educación superior en Nuevo León, llegué ahí en septiembre de 1948. Como he escrito inicialmente, durante el bachillerato, había pensado que la Ingeniería Química sería la mejor opción, pero luego cambié de opinión y consideré que a mí me gustaba más lo humano: el Derecho, la Justicia; lo otro era muy técnico. En Bachillerato de Leyes, veníamos del Colegio Franco Mexicano, entonces incorporado a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): Joaquín Garza Lewels, Francisco Garza Calderón, Roberto Garza de la Cavada, Jesús Márquez, Luis Villarreal Cantú, Armando Arredondo Arrambide, José Fernández (El Gallo), Ernesto Urtusástegui, Sinforiano de León Leglew, estos tres últimos procedentes de Matamoros, Tamaulipas, Edmundo Faz Felán procedente de Sabinas, Coahuila, en18

Joseph Alejandro de Treviño Gutiérrez, fue también Alcalde de Monterrey en el año 1822.

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tre otros. Ahí en la casona de Abasolo, llegaban preparatorianos recibidos de muchas otras escuelas, pero particularmente de la preparatoria de la Universidad de Nuevo León. Había también estudiantes foráneos de la región, especialmente de Coahuila como era el caso de Alba Teresa Rebonato Bergamasco y Guadalupe Mendoza Berrueto Lupita; de Tamaulipas los hermanos Morales, Ernesto Cámpano a quien le faltaba el brazo izquierdo y de Chihuahua Alfredo Rohana Gracia, Solís, Serbio Tulio Morales de Tampico, Carlos Leal Hinojosa, Gonzalo Martínez Moreno, Colunga, Cueva, Bernal, Gómez (El Güero Gómez), Edgar Salinas Hinojosa, Mario López Ramírez, César Santos, quien fue luego alcalde de Monterrey, (El Güero) Galindo, Lucio Fernández, Eulalio Guerra, Alfredo González, Ninfa Leal de la Garza, Leopoldo Urdiales, Carlos Revilla, Oscar Faz Rodríguez, Andrés Quintanilla, Mario Águila Flores, quien murió atropellado por un camión urbano frente al Campo Militar, habiendo duda de si fue un suicidio, Mario H. Jáuregui, Roque González Salazar, quien fue embajador de México, en Portugal, en Argentina y en Rusia, y llegó a ser Rector de la Universidad de Nuevo León, Eduardo L. Suárez, quien luego fue Director de la Facultad de Economía, y también Rector de la misma Universidad, Jorge Zubieta y Landa, Marco Antonio Leija, magnífico penalista y ex juez penal, Jesús Treviño Faz, Florencio Flores Peña, también ex juez penal, y Plutarco Guzmán Luna, especialista en patentes y marcas. Por cierto Sinforiano de León Leglew, por alguna causa, creo que fue por enfermedad, retrasó su entrada a la Facultad, y el Lic. José Tamez todos los días pasaba lista de asistencia nombrándolo a él, y después de muchos días de estar nombrándolo sin contestar, después de pronunciar su nombre, dijo inmediatamente: “Yo creo que esta ‘sinfonola’ ya no vino”, y en ese momento se oyó la voz de Sinforiano diciendo: “Presente, maestro”, provocando hilaridad en todos. Al tratar de inscribirme en el Departamento Escolar de la Universidad de Nuevo León, que estaba ubicado en el viejo Colegio Civil, ahora flamante y bello Centro Cultural Universitario, ahí el titular del departamento, el Lic. Vicente Reyes Aurrecoechea al presentarle yo, el título de Bachilleres de Leyes lo hice en dos títulos separados, uno con las materias que había yo cursado en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, y el otro, de las materias cursadas en el 98


Mi Paso por la Vida

Colegio Franco Mexicano, pero con título expedido por la Universidad Nacional Autónoma de México. Al ver el Lic. Reyes Aurrecoechea que yo llevaba dos títulos, no quiso admitirlos, alegando que debería ser en uno solo. Entonces, después de mucho batallar, logré que la UNAM en la Ciudad de México, me vaciara las materias del Tecnológico en el título expedido por ella. Al tenerlo ya en mi poder fui nuevamente con el Lic. Reyes diciéndole: “Aquí está el título como usted lo quería”, pero al examinarlo me dijo que éste no servía porque decía en una de las materias, Literatura Preceptiva y que debería ser Preceptiva Literaria, a lo cual como es obvio, estas palabras son sinónimos, pero no hubo poder humano de que él lo admitiera. Por lo tanto, tuve que volver a gestionar con la UNAM que le pusiera Preceptiva Literaria como era su deseo. Después de un largo período pude tener en mis manos el título con la corrección respectiva, pero al presentarlo nuevamente con el Lic. Reyes Aurrecoechea y examinarlo, me dijo: “Éste título no sirve, porque aquí dice Biología General y debe decir simplemente Biología”. Ante esta situación, me di cuenta que este señor no quería admitirme, dado que yo venía también del Tecnológico de Monterrey cuya institución no era del agrado de la ideología del Lic. Reyes, por lo que ante esta circunstancia fui a hablar con mi papá para que hablara con el gobernador del Estado, el Lic. Arturo B. de la Garza y le expusiera mi caso y me ayudara a poder inscribirme, ya que el tiempo transcurrido había sido muy largo, se aproximaban ya los exámenes finales y yo todavía no estaba inscrito legalmente en la Universidad, por lo cual no tenía derecho a presentar exámenes. Mi papá al oír esto, no quiso molestar al gobernador, o más bien, no quiso pedirle el favor, y me sugirió que fuera a hablar con mi tío el Arq. Joaquín A. Mora, casado con Hortencia Salazar, hermana de mi mamá, quien era en ese momento el director de la Facultad de Arquitectura de dicha Universidad. Acudí con mi tío, le expuse el caso y él trató de justificar al Lic. Reyes Aurrecoechea haciéndome ver que no era como yo pensaba, lo cual no me convenció, sin embargo, me dijo: “No te preocupes sobrino, yo voy a hablar con él y te voy a arreglar el problema”. Después de que me comunicó el Arq. Mora que ya había tratado el asunto, volví con el Lic. Reyes para la inscripción y, desde ese momento, me trató muy amablemente, inscri99


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biéndome de inmediato. Con este visto bueno no tuve ya más ningún obstáculo y continué las clases, ya como alumno regular. Cuando ya terminé mi carrera y tuve que ir otra vez con él para inscribir mi título de abogado, pensé que pudiera tener algún problema, pero no fue así, volvió a tratarme muy amablemente, e inclusive, me pidió un ejemplar de mi tesis “Las Capitulaciones Matrimoniales en Nuestra Legislación”, ya que él en ese momento, tenía un caso como abogado, que le interesaba conocer mi opinión en esa materia y que le pudiera servir a la solución del mismo. Recién iniciadas las clases en septiembre de 1948 estalló la huelga estudiantil, so pretexto de quitar al rector Dr. Enrique C. Livas, por su ideología izquierdista. En la asamblea celebrada en la Facultad de Derecho se aprobó una comisión de estudiantes para hablar con el Gobernador Lic. Arturo B. de la Garza, para poder dar fin a la huelga y entre los miembros nombrados me incluyeron a mí. Pedimos una cita con él y nos recibió amablemente en su casa de la calle Cuauhtémoc. Habiéndole expuesto el problema, con gran habilidad, nos dejó muy contentos sin resolver la situación, en donde me percaté que la fama que la prensa le había dado de poco inteligente, era todo lo contrario. Afortunadamente la huelga duró poco tiempo y pudimos reanudar las clases. El líder del movimiento fue un estudiante de Medicina que presumía que el movimiento no tenía tintes políticos, pero casualmente, durante ese período lo vi salir de la sede del Partido Acción Nacional, y curiosamente, años después, llegó a ser presidente del Partido Revolucionario Institucional en el estado de Nuevo León. Estando cursando el primer año de Leyes, decidí complementar mis estudios, por lo que me inscribí nuevamente en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, en la carrera de Administración de Negocios. Ahí permanecí por espacio de dos semestres, pero 100


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la Contabilidad no me gustó y opté por concentrarme en la carrera de Derecho. Mis amigos compañeros de Leyes, Joaquín Garza Lewels y Alejandro Rocha, decidieron también estudiar junto conmigo Administración de Negocios, durando el mismo tiempo que yo. Recuerdo que nuestro maestro, el contador público Rómulo González Irigoyen, nos permitía llevar las máquinas calculadoras Burroughs, cada mes que teníamos examen, siendo la admiración y envidia de los demás compañeros. Estas máquinas las pedíamos prestadas a Casa Chapa, S.A. y en el caso de Alejandro Rocha las pedía a la firma Salinas y Rocha, propiedad de su papá don Joel Rocha y de don Benjamín Salinas. Estas máquinas eran muy voluminosas, pesadas y ruidosas, ya que no existían las calculadoras de bolsillo, que años después se fabricaron. En el primer año, llevé los cursos de: Derecho Civil I (personas, bienes y sucesiones), con el licenciado José Tamez; Derecho Romano I, con el licenciado Emilio Hinojosa Berrones, e Introducción al Estudio del Derecho, con el licenciado Bernardino Oliveros de la Torre; y Economía Política I, con el licenciado José Juan Vallejo.19 Los textos que llevábamos eran, entre otros, los de Introducción al estudio del derecho, de Eduardo García Máynez; Apuntes de derecho civil, de Carlos García y Economía política, de Charles Gide. Para el segundo año, de 1949 a 1950, los cursos fueron Derecho Civil II (teoría de las obligaciones y contratos, con el licenciado Fernando Arechavaleta Palafox), Derecho Romano II, con el mismo licenciado Hinojosa Berrones; más el curso de Sociología cuyo texto era del español Luis Recaséns Siches y Economía Política, con el licenciado José Juan Vallejo. Continuaba yendo a practicar unas horas al negocio familiar, pero debiendo atender primordialmente al estudio. Mi padre decía que cierta práctica era conveniente para que fuera conociendo la realidad, pero que mi máxima responsabilidad estaba en estudiar a consciencia, de tal manera que me formara en la profesión y en la cultura. 19

Para este recuento, me voy guiando por la boleta de calificaciones.

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Al concluir el segundo año me fui, durante ese verano, a estudiar inglés y varios cursos complementarios a la Universidad de Columbia, pero ése y los demás veranos los narraré en capítulo aparte. Al tiempo que estudiaba en la Facultad, además de la práctica en juzgados que vino un poco después, iba unas horas a trabajar a Casa Chapa, S.A., al Departamento de Refacciones y Llantas, donde me inicié en la práctica de las cuestiones jurídicas, vinculado al Departamento de Créditos y Cobranzas, donde el jefe de la plaza Monterrey era don Tomás Martínez y el de Créditos Foráneos el sr. Joaquín González. Ahí recorrí todas las secciones para conocer bien el negocio. El tercer año comprendió los años de 1950 a 1951. La carga académica se incrementó. Aquí los cursos y sus profesores fueron: Derecho Penal, con el licenciado Ezequiel D. Puente; Derecho Mercantil (títulos y operaciones de crédito), con el Licenciado Fernando Treviño Lozano; Derecho Procesal (procedimientos civiles, mercantiles, penales y militares), con el Licenciado Leopoldo Peña Garza; Medicina Legal, con el Doctor Luis Saldívar; y Derecho Civil II, con el Licenciado José Tamez. Al concluir este tercer año de la carrera, hice verano en la Universidad de Alabama, con sede en Tuscaloosa. Había pasado ya más de la mitad de la carrera. Para el cuarto año, comprendiendo lo que faltaba al año de 1951 y hasta el verano de 1952, los cursos en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales fueron: Teoría del Estado y Filosofía Política, con el Doctor Agustín Basave Fernández del Valle; Derecho Mercantil II (sociedades mercantiles e instituciones de crédito y seguros), con el Doctor Arturo Salinas Martínez; Derecho Internacional Público y Privado, con el Licenciado Santiago Roel, Jr.; Derecho Agrario, con el Licenciado Armando Tamez Moreno; y Derecho Constitucional, con el Licenciado Guillermo Ramírez-Wiella Flores. Ya tenía tiempo de hacer mis prácticas profesionales, desde segundo año de Leyes, con los licenciados Arturo M. Quintero Troncoso y Javier Parás Cueva en el Edificio Zorrilla, situado en la calle de Padre Mier entre Zaragoza y Escobedo. Allí estaban también los estudiantes Alonso Ayala Rodríguez, Miguel Angel Ferrigno y Jorge Zubieta y Landa. 102


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Esta vez, el verano lo pasé en el Long Beach City College, de California. Finalmente, de 1952 a 1953, el último año de la carrera, llevé los cursos de Garantías y Amparo, con el ya citado abogado Ramírez-Wiella; Derecho Administrativo y Fiscal, con el Licenciado Santiago Roel, Jr.; Derecho Industrial y Laboral, con el Licenciado Alfredo de la Torre; y Filosofía del Derecho, con el Doctor Agustín Basave Fernández del Valle. Debo decir que en estos cinco años que estuve en la Facultad de Derecho, había un gran sentido de formalidad. Para poder asistir a clases había que hacerlo con saco y corbata, de otra manera no nos permitían entrar al salón. Tal vez por eso me acostumbré a trabajar siempre con riguroso traje, a excepción de, últimamente, que la mayor parte de las veces he prescindido de la corbata. Durante el tiempo que estuve estudiando en la Facultad de Derecho solamente cuatro personas teníamos automóvil: Joaquín Garza Lewels, con un carro Mercury 1946 convertible, azul; Alejandro Rocha, con un Ford 1946 convertible, guinda; Carlos Leal Hinojosa, quien era una persona, ya en ese entonces, de treinta años y dueño de una mueblería en la Calzada Madero, tenía un Ford 1947, verde; y yo con un Ford 1946 convertible, negro. Tanto Alejandro Rocha como yo, dejábamos en la calle Morelos estacionados los automóviles, en frente de la casa de Joaquín Garza, para no hacer ostentación de los mismos; desde luego, Joaquín no lo necesitaba estacionar, por que él vivía muy cerca de la Facultad. Actualmente, en la nueva sede de la Facultad, dentro del campus universitario, difícilmente encuentra uno espacio para estacionarse, dada la gran cantidad de automóviles de los alumnos y profesores. Esto indica el gran progreso económico que se ha tenido en estos 60 años. Al concluir este quinto año de estudios, encaminé mis pasos durante el verano a la Universidad de Michigan, en Ann Arbor. Me tocaron unas vacaciones más largas que las anteriores, previas a iniciar la elaboración de mi tesis profesional. No podía uno aspirar al examen profesional, si antes no presentaba y aprobaba la tesis, como hasta ahora se sigue adecuadamente conservando en la UANL. 103


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Originalmente pensaba hacer la tesis sobre un tema relacionado con el Derecho Mercantil; y más específicamente, con “el voto preferente en sociedades mercantiles”, pero al advertir que había poca bibliografía al respecto, dejé iniciado lo que llevaba y lo pasé a otro compañero que estaba muy interesado en el tema y creía poder encontrar material. Al comentarle a mi padre sobre este asunto, me sugirió que acudiera al licenciado Virgilio Garza, Jr. quien muy amablemente me atendió y me dijo: “¿Por qué no escribe sobre el tema de las capitulaciones matrimoniales en nuestra legislación estatal?”. Seguramente recomendaba esto el reconocido abogado, porque el Código Civil de 1928 presentaba muchas lagunas y el de 1884, en su articulado, preveía muchas situaciones que la entonces legislación del siglo XX no contemplaba. El mismo Licenciado Garza me facilitó el Código de 1884. En vista a lo anterior, me aboqué a elaborar una tesis que titulé: “Las capitulaciones matrimoniales en nuestra legislación”. Esto fue de septiembre a diciembre de 1953. Consistía el examen profesional en tres etapas. La primera era la presentación y aprobación de la tesis; esto fue el 11 de diciembre de 1953. La segunda, unos días después de lo anterior, se completaba con la respuesta a un caso teórico formulado por los sinodales, con duración aproximada de dos horas, lo que se dio el 14 del mismo mes y año. Y la última etapa del examen, dos días después de haber respondido el caso teórico, se realizó mediante la solución al caso práctico, con igual duración de dos horas. Aquí cualquiera de los sinodales podía preguntar a discreción algún tema relacionado con el Derecho. Mis sinodales fueron: el Licenciado Genaro Salinas Quiroga, como presidente del Jurado; el Licenciado José de la Peña y Peña, secretario; el Licenciado Homero Ramones, primer vocal, quien planteó el caso teórico; el Licenciado Fernando Arechavaleta Palafox, segundo vocal, quien planteó el caso práctico; y el Doctor Luis Saldívar, tercer vocal, quien había sido mi maestro de Medicina Legal.

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Como a mí siempre me interesó la medicina, en la carrera había llevado la clase optativa de prácticas de Medicina Legal, con el citado Doctor Saldívar. Iba los sábados por la mañana al Hospital Universitario a ver atender lesionados y quemados, observar operaciones y asistir a autopsias de ley. Como era el único alumno que asistía a estas prácticas, el Doctor Saldívar me tenía en buena estima. Quizás por eso, en el examen profesional me puso en un gran aprieto, porque me comenzó a preguntar sobre aspectos médicos que se salían de la medicina legal y correspondían a la medicina en general, por lo que tuve que dirigirme al Lic. Genaro Salinas Quiroga diciéndole que no estaba yo en condiciones de poder contestar eso, comunicándole entonces el presidente del Jurado que le solicitaba al Dr. Saldívar se concretara solamente a la medicina legal. Fui aprobado por unanimidad el 16 de diciembre de 1953. Esa noche festejé en el desaparecido restaurante Louisiana, junto con mi padre y mi primo Ricardo J. Chapa y los profesores sinodales de la Facultad y varios amigos compañeros, entre ellos Mario H. Jáuregui, quien amablemente me dirigió un discurso. Recuerdo que, al término de la cena, mi primo nos invitó al Bar Imperial contiguo al restaurante, en la Plaza Hidalgo, poniendo él una botella de whisky. La carrera de Derecho me brindó una formación profesional y cultural que siempre agradeceré. Eran profesores muy dedicados. Los dos directores de la Facultad que me tocaron fueron el Licenciado Manuel Treviño Cavazos y el Licenciado Federico Páez Flores. Al frente de la UNL estuvo el Licenciado Raúl Rangel Frías, persona muy humana y culta. Debo decir que durante tres años, de 1950 a 1953, al tiempo que estudiaba la carrera, daba clases de Derecho, Economía y Sociología en el Bachillerato del Colegio Franco Mexicano, incorporado a la UNAM. Seguía los textos de Efraín Moto Salazar, Charles Gide y Luis Recaséns Siches, respectivamente, primeramente como suplente del Lic. Arturo M. Quintero Troncoso y luego como titular. Recuerdo que algunos de mis alumnos fueron: Jorge A. Treviño Martínez, quien llegó a ser gobernador del estado de Nuevo León; Fernando Guajardo Rangel y Be-

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nito Morales Salazar, quienes fueron luego procuradores generales de Justicia en el Estado, ambos muy brillantes, inteligentes y estudiosos; Javier Franco Iglesias; Bernardo y Ricardo Dávila Treviño; Jorge Martínez Valencia y su hermano Rogelio, quien fue en la época del Lic. Luis M. Farías, director del Penal Estatal; Ignacio Martínez Alanís; Napoleón Cantú Cerna, dos veces secretario de Gobierno, primero con el Lic. Eduardo A. Elizondo y luego con el Lic. José Natividad González Parás, quien fue también procurador general de Justicia con Jorge A. Treviño Martínez; y Fernando Arredondo, entre otros. Con el dinero que gané en esos cursos, más lo de los litigios que llevé, pude comprar a mi novia, Oralia Muñoz Elizondo, en la Relojería Suiza, al dueño de la misma Walterio Hass, el anillo de compromiso que le di ese año, costándome la cantidad de cinco mil pesos.

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VIII. Las vacaciones aprovechadas

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uisiera ahora dedicar este capítulo a narrar aquellos viajes que realicé al concluir cada uno de los años de la carrera de Derecho y Ciencias Sociales que pasé en la Universidad de Nuevo León, en la casona de Abasolo. Pudieran haberse entrelazado estas narraciones en el relato, pero he preferido agruparlas de esta manera, incluyendo uno que hice cuando todavía estaba estudiando secundaria. Ha sido, pues, una cuestión de estilo.

Viaje al Centro de la República En el año de 1944, al terminar el segundo de secundaria en el Instituto Regiomontano, el Padre Severiano Martínez, quien tenía a su cargo la Congregación Mariana en dicho Instituto, me invitó a mí y a diez alumnos más que cursaban diferentes años de secundaria, para hacer un recorrido al Centro de la República. Dentro de los compañeros que fuimos, estaban Jorge L. Garza, Roberto y Ricardo Reyes, y Carlos Ortiz Quevedo, entre otros. Nos trasladamos a la Ciudad de México en un autobús de Transportes del Norte, por la antigua Carretera Nacional, haciendo casi dos días de camino, debido a que por la escasez de partes automotrices, por motivo de la Segunda Guerra Mundial, este autobús sufrió varios desperfectos, batallándose para conseguir dichas partes, tales como: dos llantas que se poncharon, una banda que se reventó, todo esto hizo que el viaje se prolongara. Dada la sencillez y austeridad del Padre Severiano, fue un viaje cuyo 107


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costo fue reducido al mínimo. Por ejemplo, en la Ciudad de México, Jorge Garza y yo pagamos por noche en un cuarto que lo dividía sólo una mampara de tela toda sucia, $1.50 cada uno; comíamos en el café de chinos cerca del hotel, y la primera noche el Padre nos llevó al Palacio de Bellas Artes, ocupando las últimas filas de la última galería, para ver la ópera Aída. El Padre decía que cuando sonaron los cañonazos durante la representación de la obra, despertamos, ya que estábamos sumamente cansados del viaje. Después pasamos a la ciudad de Morelia, donde nos bañábamos en una especie de club deportivo, ya que el hotel en que nos hospedamos prácticamente las instalaciones no servían. Recuerdo que cuando el Padre celebró misa en una de las iglesias de Morelia, al estar esta celebración acompañada con unos discos musicales que pusieron los monaguillos, la música no era sacra, si no de ópera, a lo cual, en forma muy contenta el Padre celebró, ya que le encantaba ese tipo de música. Estuvimos también en Uruapan, y luego fuimos a visitar el volcán Paricutín que tenía poco tiempo de haber nacido. El Padre, quien era sumamente osado, nos hizo caminar hasta el pie del volcán y recuerdo que para poder llegar hasta ahí, tuvimos que brincar un pequeño río de lava candente que pasaba como a unos diez metros abajo en la superficie, pero en las orillas del mismo, la lava ya petrificada muy porosa, hizo que al brincar yo dicho espacio, la valenciana de mi pantalón se atorara, teniendo que caer y detenerme en la otra orilla, sangrándome las manos por la porosidad de la lava; afortunadamente pude llegar al otro extremo milagrosamente, ya que de haber caído hubiera ahí quedado derretido. Nos acercamos al pueblito de San Juan Parangaricutiro, y encontramos todavía platos con comida que habían dejado los indios que habitaban ahí, huyendo de la erupción del volcán. Cuando regresamos, los indios que se dieron cuenta hasta dónde habíamos llegado, no lo podían creer, dado lo difícil de su acceso y lo peligroso del camino, puesto que todavía el volcán estaba en actividad, aventando por el cráter mucha lava.

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Mi Paso por la Vida

Recuerdo que el año anterior, en un viaje que yo hice con mi papá, de Guadalajara a la Ciudad de México, pasamos a ver de noche la erupción del Paricutín siendo ésta espectacular. Al llegar a la Ciudad de México en esa ocasión que iba con mi papá, fui operado de las amígdalas, y recuerdo que todavía se usaban las mascarillas de cloroformo como anestesia, sufriendo un gran dolor al despertar. Tres días después, estando mi amigo Guillermo Zambrano en esa ciudad, me invitó a ir al cine, por lo que el médico se disgustó por haber ido tan reciente de la operación existiendo el peligro de adquirir una infección. El doctor que me operó era de apellido González y lo había recomendado mi tío el Dr. José Urquijo Rangel, quien había sido su compañero en la Universidad en esa ciudad. Durante la estancia en la Ciudad de México, como era costumbre de mi papá, nos hospedamos en el Hotel Ritz, hotel muy frecuentado por los regiomontanos en esa época. Volviendo a la aventura del Paricutín, subimos a la torre del campanario de la iglesia del pueblo, pero dos semanas después de haber llegado a Monterrey, vi en el periódico que esa torre se derrumbó a consecuencia del daño sufrido por la erupción del volcán. Posteriormente nos trasladamos a la ciudad de Guadalajara, y al yo visitar a un amigo de mi papá en esa ciudad, me preguntó que en dónde estábamos hospedados y le di el nombre del hotel, lo cual le causó gran asombro, puesto que ese estaba enclavado en un barrio casi en la zona roja. Después de ahí nos fuimos a la ciudad de San Luis Potosí, visitando el Instituto Potosino de esa ciudad, donde saludamos a varios maestros maristas, pero uno de ellos, el profesor González, todavía resentido porque nosotros habíamos dejado el Colegio Franco Mexicano para irnos al Instituto Regiomontano, nos ignoró a Jorge y a mí y no nos quiso saludar. Mi papá me había dado $400.00 para ese viaje que duró veinte días, y tuve que prestarle a algunos compañeros que se les había acabado el dinero, y todavía me sobró, lo cual indica la austeridad en que viajamos. 109


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El Padre Severiano era un personaje increíble; era Doctor en Sagradas Escrituras y Doctor en Teología, y hablaba latín, griego, italiano, francés y algo de inglés, y traducía hebreo, arameo y sánscrito. Era originario de Doctor Arroyo, N.L., y habiendo estudiado en el Colegio Pío Latino Americano y en la Universidad Gregoriana en Roma, dominaba el italiano y además conoció la Obra de Don Bosco de los Padres Salesianos; y al regresar a Monterrey llamó a algunos sacerdotes de esa orden, para que le ayudaran en la Escuela Prevocacional, que lleva su nombre y que él fundó. A pesar de todo eso, era un hombre humilde y sencillo. El Padre Severiano fue también director del Colegio José Calderón, que estaba ubicado en la calle Villagrán, entre Matamoros y 5 de Mayo. Este colegio fue donado por el Club Sembradores de Amistad para atender alumnos de escasos recursos, y cuyo promotor fue don Jesús E. Zambrano. En el año de 1946 el Padre me pidió que enseñara inglés a los alumnos de cuarto y quinto año de primaria, permaneciendo en esta actividad por dos años. Entre los alumnos que tuve, estaban dos hijos del que fue después mi maestro de Derecho Penal, el Lic. Don Ezequiel D. Puente. Uno de estos muchachos se recibió después de médico, ejerciendo como médico legista en esta ciudad por muchos años. Me tocó, tanto al Padre Severiano como al Padre Carlos Álvarez, originario de Rayones, Nuevo León, enseñarlos a manejar automóvil, en un carro Mercury modelo 1946.

Viaje a Guatemala En el verano de 1949, durante el mes de julio, Fernando Zambrano Sada, alias Borlota, pensó que podríamos realizar un viaje a la república de Guatemala. Se le ocurrió la idea porque algunos camiones de carga ostentaban, en la defensa frontal la leyenda: “Laredo-México-Suchiate”. “¿Dónde estaría eso de Suchiate?”, se lo preguntaba y nos lo preguntaba Fernando. Hicimos una reunión para planear el viaje. Los amigos éramos: Fernando Zambrano, Andrés Marcelo Sada, Bernardo Garza Sada y quien 110


Mi Paso por la Vida

escribe. Vimos el mapa de Norte y Centroamérica. Teníamos que cruzar de Monterrey hasta Tapachula, la frontera sur de México con Guatemala. El río Suchiate es su división natural, como lo es el río Bravo en el norte. Luego de empacar lo necesario para el viaje, nos fuimos en un automóvil Ford coupé 1948, propiedad de Bernardo. Salimos de Monterrey por la antigua carretera a México, llamada Carretera Nacional y que pasaba por Ciudad Victoria y Ciudad Valles, donde dormimos esa noche. Al día siguiente, muy temprano, después de un buen desayuno, enfilamos hacia Tamazunchale (los americanos lo mencionaban como Thomas and Charlie), Jacala, Ixmiquilpan, Actopan e Indios Verdes. Los paisajes eran increíbles. Habíamos dejado atrás el verde del trópico y avanzábamos con la neblina de la montaña, las curvas y desfiladeros, el folklore de los pueblos y rancherías, las espaciadas gasolineras, y un cielo a veces azul intenso y en ocasiones gris y lluvioso, con rachas de viento. Fernando, el causante de este viaje, desgraciadamente no nos pudo acompañar. En la capital paramos una noche en el hotel Bamer y seguimos al día siguiente para Oaxaca. Por aquellos años no había autopistas en México, la Carretera Panamericana no estaba concluida. Al llegar al istmo de Tehuantepec, en Ixtepec, Oaxaca, el automóvil de Bernardo fue colocado en una plataforma de ferrocarril y de allí llevado hasta Tapachula, la frontera con Guatemala. Todo ese trayecto lo hizo Bernardo sobre su automóvil, porque quería cuidarlo pues estaba nuevo. Bernardo viajó sobre su auto, con los vidrios abiertos la mayor parte del tiempo, ya que el tren se desplazaba muy lentamente y a veces hacía paradas hasta de dos horas. En la plataforma que lo condujo iban dos carros más con sus respectivos propietarios, muchachos guatemaltecos que estudiaban en Estados Unidos y regresaban a su país. Esto ocasionó que Bernardo contara con una agradable compañía en su trayecto de dos días. Cuando nos encontramos con él en la estación de ferrocarril de Tapachula, no lo reconocimos, dado que estaba sumamente rojo de la cara, como un tomate, a causa de la quemada por el sol intenso del istmo de Tehuantepec. 111


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Andrés y yo en el mismo Ixtepec tomamos un tren “pollero”, bastante rústico, inclusive las bancas eran de madera. El trayecto fue muy interesante cruzando por lugares selváticos y abundantes ríos caudalosos. Ya en Tapachula, al tratar de cruzar la frontera hacia Guatemala, la aduana mexicana no nos permitió sacar del país el automóvil, puesto que se necesitaba un permiso, cosa que nosotros ignorábamos, ya que en la frontera norte no había esa exigencia. El permiso debía sacarse en la Ciudad de México y al través de la agencia de la Cervecería Cuauhtémoc localmente, tratamos de que hicieran las gestiones necesarias, lo cual nunca lo pudimos obtener, pasando en un hotel modesto toda una semana; éste contaba con una mesa de billar, la cual nos permitió distraernos, matando parte del aburrido tiempo. Desesperados optamos por regresarnos. Antes lo que hicimos, fue cruzar a pie al lado guatemalteco sólo por unas horas. Desde luego en la estancia en Tapachula, estuvimos conociendo lugares aledaños, incluyendo una playa cercana. Guatemala tiene mucha semejanza con México particularmente por su raigambre indígena, comidas, música y costumbres muy similares. No se siente uno extraño ahí ya que por siglos fuimos una misma nación. Regresamos a Tapachula y recogimos el automóvil en la agencia Carta Blanca, dando las gracias al gerente. En el automóvil nos trasladamos por la Carretera Panamericana hasta Arriaga, Chiapas, en donde nos hospedamos en un pequeño hotel cuya dueña era una señora norteamericana; el hotel era en realidad una casa adaptada, muy limpia y cómoda. Ahí Bernardo puso nuevamente el automóvil en un furgón de ferrocarril cerrado hasta Ixtepec. De Arriaga a Ixtepec los tres tomamos el tren de pasajeros. Luego continuamos nuevamente en automóvil a Oaxaca y en esa capital estatal llegamos al hotel donde se encontraban hospedados don Roberto y doña Margarita Garza Sada, padres de Bernardo. Platicamos con ellos sobre el viaje y pudimos ir a Mitla y Monte Albán, además de admirar las hermosas edificaciones coloniales de la capital oaxaqueña. Bernardo se quedó con sus papás y nos dejó su automóvil y él se vino conduciendo de Oaxaca a México el de sus padres, un Cadillac verde del año.

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Al llegar a la Ciudad de México, yo tenía el propósito de inscribirme en la Facultad de Derecho de la UNAM, pero al tratar de hacerlo, el encargado de las inscripciones me dijo que ya era muy tarde, que el curso del segundo año ya estaba avanzado, y que por lo tanto no me podían aceptar, solamente repitiendo el primer año, con lo cual no estuve de acuerdo. Mis amigos Alejandro Rocha y Joaquín Garza Lewels, que habían estudiado conmigo en la Facultad de Derecho en la Universidad de Nuevo León, llegaron quince días antes que yo, y ellos sí pudieron inscribirse en segundo y tercer año respectivamente, ya que Alejandro Rocha iba un año más adelante que nosotros. Estuvimos un par de días en la Ciudad de México. Andrés y yo, en el carro de Bernardo, regresamos a Monterrey manejando turnándonos cada tres horas, haciendo el viaje sin parar hasta Monterrey, ya que Andrés quería ir al Baile Tropical en la Terraza del Casino de Monterrey, S.C., con Virginia Rivero (La Chacha).

Viaje a Cuba. A finales de diciembre de 1949, mi amigo el Lic. Arturo Mario Quintero Troncoso, me invitó a hacer un viaje por Estados Unidos y luego a La Habana, Cuba y las Islas Bahamas en compañía de un muchacho García, hermano de los dueños de la maderería El Atlántico, situada por la Calzada Madero. Nos fuimos en un carro Mercury convertible, modelo 1941, azul celeste, de un joven regiomontano, ingeniero y doctor en Física Atómica, quien había colaborado en la elaboración de las bombas atómicas que destruyeron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, esta persona muy amiga de Arturo, acompañándolo también su esposa, una muchacha portorriqueña muy agradable. Los cinco en ese automóvil nos fuimos, primero a San Antonio, Texas, luego a Austin y a Nueva Orleans, donde ya nos separamos del dueño del automóvil y su esposa, y los tres tomamos un avión Electra hacia Miami, Florida, y posteriormente tomamos otro avión a La Habana, 113


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Cuba. Eran tiempos todavía de Fulgencio Batista, el dictador derrocado por Fidel Castro; encontramos una Habana muy agradable, muy alegre, donde pasamos varios días muy contentos. Posteriormente tomamos un avión a Nassau en las Islas Bahamas, conociendo ahí ese lugar que era todavía posesión inglesa. En esta ciudad nos tocó celebrar el Año Nuevo de 1950. Recuerdo que estando ahí vimos pasar un cortejo fúnebre muy pintoresco, dado que todos los negros que iban acompañando al féretro, se trasladaban caminando, cantando y bailando con bandas musicales hacia el panteón. De Nassau regresamos otra vez a Miami, pero al llegar ahí mis dos compañeros pasaron la Aduana y Migración rápidamente, pero a mí me detuvieron haciéndome muchas preguntas, por lo cual estaba yo inquieto, puesto que no sabía de qué se trataba. Después de media hora de estar contestando preguntas al oficial de Migración, me preguntó si no se me había perdido alguna vez un pasaporte, a lo cual asentí diciéndole que efectivamente el año anterior, enviando mi pasaporte junto con el de mi papá y de mi mamá, de Monterrey a la Ciudad de México, para obtener algunas de las visas para el viaje que hicimos a Europa en ese año, los pasaportes nunca llegaron, nunca aparecieron, teniendo que reportarlos a la Secretaría de Relaciones Exteriores y sacar unos nuevos. Al decirle esto, el agente de Migración se tranquilizó y me dijo: “Bueno, ya me aclaró usted el problema”, y me dejó pasar. Después de Miami regresamos a Monterrey.

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IX. Cursos de Verano en los Estados Unidos

Universidad de Columbia

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ntes de ir al curso de verano en la Universidad de Columbia había viajado a Nueva York, “La gran manzana”, en un par de ocasiones; mi primer viaje fue cuando en 1946 acompañé a mi primo mayor Ricardo J. Chapa, en ese momento gerente del Departamento de Refacciones y Llantas de Casa Chapa, S.A., a la Ciudad de los Rascacielos, pero antes fuimos a las oficinas de la firma DuPont De Nemours en la ciudad de Wilmington, Delaware. Íbamos a tratar de conservar la distribución de las pinturas DuPont ya que pretendían quitárnosla. Estas ventas se hacían en el local de dicho departamento ubicado en la esquina de Juárez e Isaac Garza, pero la DuPont quería que tuviéramos un local en el centro de la ciudad. Por tal motivo se compró una propiedad, una casa antigua, en la esquina de Padre Mier y Emilio Carranza, estableciendo ahí la firma Comercial Chapa, S.A. con el fin de dar cumplimiento a la exigencia de DuPont. Esa calle de Padre Mier tenía un decreto de ampliación lenta cuyo presidente del comité para ese fin era don Guillermo Zambrano Gutiérrez. Al hacerse la ampliación se tuvo que tumbar dicho local y la venta de dichas pinturas se movió a otro lugar manejándolo el sr. Manuel Martínez González, casado con una prima hermana nuestra, María Elizondo Chapa de Martínez (Maruca); ese negocio se traspasó después a esta persona operándolo simplemente como la Comercial Manuel Martínez. El tener el terreno en esa esquina céntrica de la ciudad ocasionó que se levantara ahí el primer edificio 115


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alto en Monterrey denominado Edificio Chapa, contando con doce pisos, una planta baja, un mezzanine y un sótano. Este edificio fue proyectado por el Arq. Guillermo González Mendoza y construido bajo la supervisión del ingeniero italiano Antonino Sava. Además de ser el primer “rascacielos” regiomontano fue el primer edificio construido con estructura metálica, cuyo cálculo para el mismo fue hecho por los ingenieros Múzquiz y de la Vega, y el Ing. Sava aplicó en la construcción, la técnica patentada por él, de “descimbrar cimbrando”. Se instaló por primera vez en Monterrey un equipo de aire acondicionado central de doscientas toneladas de marca Carrier, vendido por la firma Elizondo, S.A. de Jorge Elizondo, quien después fue mi compadre. Este edificio ocasionó varias anécdotas simpáticas, ya que se decía que mi papá, Andrés Chapa, quien supervisaba la construcción, la gente mencionaba que le decía a la vez al ingeniero, cada vez que terminaba un piso: “Échele otro”, y así sucesivamente fue haciéndolo hasta que un día dijo: “Ya, ahora sí ya se ve Marín, N.L., de aquí”. Pero mi papá un día me dijo: “Mira, te voy a demostrar que Marín se ve desde el cuarto piso y no necesitábamos construirlo hasta el doce”; y efectivamente una tarde despejada y soleada me enseñó que desde el cuarto piso se veía, a simple vista, el caserío del pueblo. Esto se debía a la poca construcción y a la falta de contaminación ambiental (“smog”) que actualmente nuestra ciudad padece; también se pudo ver porque Marín está ligeramente en un plano algo inclinado y el sol de la tarde iluminaba el caserío. Otra de las anécdotas que la gente comentaba era que, debido a un anuncio luminoso de una llanta de la marca Goodrich-Euzkadi que Casa Chapa, S.A. distribuía, decían que habían puesto ese anuncio en lo más alto del edificio para que cuando quisieran moverlo, nada más se volteara y se llevara éste como carretilla. A propósito de estas anécdotas, en una ocasión que mi papá llevó a mi mamá a un examen médico a la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, al terminar los exámenes y acudir con el médico director de la Clínica, después de examinarlos le dice a mi papá: “Oiga don Andrés, y ¿desde su edificio ya se ve Marín?”, lo que implica lo extenso de la difusión de dichas leyendas. 116


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Pero volviendo al viaje que hice con mi primo, de la ciudad de Wilmington nos trasladamos a la ciudad de Nueva York, y guardo aquella impresión de lo que se veía desde el avión cuando descendíamos en el aeropuerto de La Guardia, nombre dado en honor de un exalcalde neoyorquino; una urbe gigantesca, con sus puentes, rascacielos, avenidas, estadios, iglesias… y cuadras y cuadras de oficinas, tiendas y habitaciones en altísimos edificios. Y como vigía, la Estatua de la Libertad. Del aeropuerto al hotel, fui sintiendo esa emoción que despierta una ciudad de contrastes. Porque recorrer Manhattan es toda una experiencia: de las zonas residenciales ubicadas en los suburbios, al Bronx y Harlem. Luego, ya caminándola, Nueva York ofrece al viandante todo lo que uno se pueda imaginar: grandes almacenes, músicos en las esquinas, vendedores ambulantes, teatros y cines, restaurantes, librerías… y gente, mucha gente. Central Park es un oasis en medio de la selva de asfalto. Y Rockefeller Center, con el edificio, la plaza y la catedral de San Patricio, resultan ser punto neurálgico de la urbe, como lo son también Times Square, Broadway o Wall Street. Recuerdo que estando en primaria, estudiando geografía, mi tío el Dr. José Urquijo Rangel, casado con mi tía Eva Salazar, hermana de mi mamá, me tomó la lección que me habían encargado, y al decirle el número de habitantes de la ciudad de Nueva York, le dije: “Nueva York tiene siete millones de habitantes y con los soberbios, nueve, (soberbios en vez de suburbios), lo que le provocó una sonora carcajada diciendo: “¡Qué barbaridad, dos millones de soberbios!”. En 1947 mi padre iba a una convención de embotelladores de refrescos en Atlantic City, Nueva Jersey, pues éramos los concesionarios de Canada Dry en Monterrey, cuyas oficinas centrales estaban en Park Avenue, en la ciudad de Nueva York. Yo me fui un par de días después que mi papá a Atlantic City, y recuerdo que volé del Aeropuerto del Norte, antes llamado American Airlines, en Monterrey, primero a la ciudad de Fort Worth, Texas, pero al iniciar el viaje, me dijeron que no tenía garantizado el pasaje para continuar, por lo que tendría que tomar otro avión y hacer las gestiones en aquella ciudad. Al llegar a Fort Worth, 117


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me dijeron que no podía seguir en ese avión puesto que estaba totalmente ocupado, pero entonces a dos personas más y a mí, American Airlines, nos puso para continuar el viaje en un DC3 e ir hasta la ciudad de Philadelphia, haciendo una escala en Little Rock, Arkansas. Recuerdo que en el viaje, la azafata que nos atendía solamente a tres pasajeros, se desvivía en atenciones. ¡Qué diferencia con el trato actual que recibe el pasajero en las diferentes líneas aéreas! (American Airlines acaba de acogerse al “Chapter Eleven”, una especie de suspensión de pagos para seguir operando. Claro todo esto debido principalmente al aumento excesivo en el costo del combustible). Al estar viajando en el primer trayecto, venía sentada al lado mío una monja perteneciente a un colegio católico en la Ciudad de México, y al estar platicando con ella, me percaté que pertenecía a la escuela donde mi amiga y después comadre, María Nieves Blanco de Noriega había estudiado. Varias semanas después de este viaje, me contaba María Nieves que le había platicado esta monja, que en la ciudad de Fort Worth habían retrasado el vuelo porque me estaban voceando para que abordara ese avión, pero nunca lo hice, y la razón es la que acabo de contar. A propósito del aeropuerto American Airlines, construido en el año 1942 por el Ing. Armando Ravizé, éste me contaba que las especificaciones que le habían pedido para la construcción de las pistas, excedían la resistencia necesaria para los aviones DC3 de la época, y me decía, que la razón había sido que el gobierno americano había usado a la compañía American Airlines como parapeto para usar este aeropuerto, en caso necesario, como alterno para los aviones de guerra sumamente pesados, que eran las súper fortalezas B-25 y B-29, pero para cubrir las apariencias usaron a esta compañía. Un caso similar es el aeropuerto de Ixtepec, Oaxaca, que se dice fue construido con recursos del gobierno americano, ya que éste cuenta con una inmensa plataforma de concreto y hasta con hangares subterráneos para proteger aviones en caso de bombardeo; lo mismo se dice del de Cozumel. Hay que tomar en cuenta que esto era en plena Segunda Guerra Mundial.

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Posteriormente este aeropuerto American Airlines quedó en manos del Gobierno Federal, y luego, gracias a las gestiones de Omar González Saldaña, quien en ese momento fungía como presidente de la Asociación de Pilotos y Propietarios de Aviones, A.C., pudo obtenerse la concesión de dicho aeródromo a este organismo A.P.P.A., A.C., al través de una agrupación llamada Sociedad Cooperativa de Consumo de Servicios Aéreos A.D.N., S.C.L. En el año de 1980, 1981 y parte de 1982, me tocó a mí presidir dicha organización. Este aeropuerto ha dado un gran servicio a la Aviación General contando con todas las instalaciones necesarias, y siendo además, un aeropuerto de entrada con servicios de Migración y Aduana. En este momento está considerado el Aeropuerto del Norte, como el tercero de más movimiento en la República, después de las ciudades de Toluca y de Cancún. Esto, desde luego, en cuanto a Aviación General concierne, ya que tomando en cuenta también la parte comercial ocupa el noveno lugar. Al inicio del aeropuerto American Airlines, fungió como presidente del Consejo el Ing. José F. Muguerza, y el día de la inauguración fungieron como madrinas varias muchachas de la alta sociedad regiomontana, entre ellas la hija mayor del Ing. Muguerza, Virginia, Irma Padilla Muguerza, Idalia Benavides Pompa, Margarita Garza Sada, Beatriz Hinojosa y Carmen Ortega, todas ellas con vestidos típicos mexicanos. Al estar en Atlantic City, en compañía de mi papá, durante un “cocktail” en un cuarto facilitado de un hotel, dado por alguna de las compañías proveedores de embotelladores, estando una persona hablando en inglés en el grupo, de repente me ofrece algo de una charola y me dice perfectamente en español: “¿No quieres alguna de estas ‘chimistretas’?”, lo cual me sorprendió, porque yo pensaba que era un americano que no sabía hablar español, pero ahí me percaté que era el Sr. Jack Fleischmann, famoso embotellador de Coca Cola en Tampico y se dice que fue quien registró la marca en México, teniendo que hacer la Coca Cola de Atlanta, Georgia, arreglos muy favorables con este señor, un hombre, por cierto, muy agradable y uno de los principales embotelladores en ese tiempo en la República Mexicana.

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Después de estar en la convención de Atlantic City, nos trasladamos mi papá y yo a la ciudad de Nueva York, hospedándonos en el Hotel Waldorf Astoria, donde en ese momento se encontraba también don Prisciliano Elizondo y su esposa doña María Ancira, como también don Jorge Rivero, King George y su esposa doña Virginia González, ambos señores aficionados a la alta cocina que ahí, a veces, se ponían a preparar exquisitos platillos. Ahí también tuve oportunidad de saludar a mi amigo y luego después compadre, Manuel G. Rivero González, quien en ese tiempo estaba estudiando en La Salle Military Academy, escuela militar de los Hermanos Cristianos o “lasallistas”. Manuel y yo esa noche fuimos a ver la obra musical Annie Get Your Gun, en uno de los teatros famosos de Broadway, obra que permaneció una larga temporada en cartelera. Al concluir mi segundo año en la carrera de Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Nuevo León, decidí ir a un curso de verano en los Estados Unidos, con el objeto de perfeccionar mi inglés. Era el verano de 1950, concretamente a mediados de junio. En el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, trabajaba como sub-director de la Escuela de Verano un comodoro retirado de la Marina de los Estados Unidos, llamado Penn L. Carroll. El director de la misma era el Lic. Sergio Francisco de la Garza, por cierto primo tercero mío. Carroll tenía gran conocimiento de las mejores universidades en Estados Unidos y yo me permití acudir a él antes de concluir mi segundo año de Leyes, para que me orientara acerca de cuál era la mejor institución para este tipo de cursos. Me dio un muy amplio listado, que luego se fue reduciendo a medida que íbamos hablando. Entonces él, luego de ir depurando la lista, me dijo que el que ofrecía la Universidad de Columbia le parecía el mejor para mí. Por ese tiempo, el presidente de esa Universidad era el general Dwight D. Eisenhower quien, no mucho tiempo después, se convertiría en presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. El comodoro Carroll me recomendó también que me hospedara en la International House, a unos pasos de Columbia, que era y es una residencia para estudiantes extranjeros de licenciatura y postgrado, la 120


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que había sido donada por el millonario John D. Rockefeller. El mismo Rockefeller construyó, en frente de la International House, una iglesia interdenominacional de estilo gótico tardío. En medio de ambos edificios está un parque y al lado el Rio Hudson. La residencia se ubica en Riverside Drive número 500, frente a la tumba del ex presidente general Ulises Grant, quien peleó tanto en la guerra México-Estados Unidos, como en la guerra de secesión americana, derrotando al general sureño Robert E. Lee. Por cierto, tanto Ulises Grant, como Robert E. Lee, participaron conjuntamente en la invasión americana en Monterrey en septiembre de 1846, estando bajo las órdenes del general Zacary Taylor; combatiendo en el Barrio de las Tenerías y el Obispado. Zacary Taylor y Ulises Grant posteriormente llegaron a ser presidentes de los Estados Unidos de América, uno en 1849 y el otro en 1869. El curso resultó sumamente productivo por la calidad de sus clases y la pluralidad del alumnado, procedente de muchos países. Se trabajaba duro en esos cursos, mañana y tarde. Había que conocer perfectamente la gramática inglesa, traducir y conversar mucho en inglés. También había que dominar la composición en los géneros de ensayo, teatro y poesía. Recuerdo a una profesora muy simpática que, cuando tomó lista la primera vez, apareció un alumno que se apellidaba Martínez y ella mencionó: – Oh, Mr. Martínez, I love your name, because this is my favorite drink! “Oh Sr. Martínez, amo su nombre porque éste es el de mi bebida favorita” (ella creía que Martinis y Martínez eran lo mismo). En mi salón había centroamericanos, cubanos, un rumano y varios japoneses. A propósito de los japoneses, como era tiempo de verano y Nueva York padece ese calor con humedad propio de toda la región del este de los Estados Unidos, ellos sacaron sus abanicos de mano para atenuar el calor. No faltaron quiénes se sonrieron maliciosamente ante el hecho de que ellos, los varones, usaran este artefacto, de tal manera que al día siguiente ya no volvieron a aparecer con los abanicos. En la International House estaba también hospedada una mexicana, becada para tomar clases con el famoso pianista chileno Claudio Arrau. 121


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Algunos de los libros que llevé en Columbia fueron: Graduated exercises in English for the foreign born, Correctness and precision in writing (de Grant, Duff y Forum), Modern short stories by American authors and advanced reader in English for foreign born y Tests and drills in English grammar for foreign students (de Robert J. Dixon, Chairman of the English School for Foreigns, publicado por el Latin American Institute Press, de Nueva York). En la Casa Internacional había periódicamente conciertos, conferencias y excursiones a lugares cercanos. En una de estas conferencias fue cuando escuché a un experto en instituciones de educación superior tecnológica, decir que el Instituto Tecnológico de Monterrey era “una de las diez universidades tecnológicas más importantes del mundo y, ciertamente, la más importante de habla hispana en America Latina e incluyendo España”. Esto a sólo siete años de fundado. Poseía la institución un reglamento estricto. No se podía pasar de un piso a otro sin que sonaran las alarmas, ya que, alternadamente, había un piso para hombres y otro para mujeres. Las instalaciones de la Casa eran amplias y cómodas. Había cafetería, sala de lectura y un lobby central. Mi habitación, en el cuarto piso del edificio, era reducida: con una sola cama, un pequeño escritorio y la ventana que daba a la calle lateral. Los baños eran comunes y estaban al final del pasillo. En el frontispicio del imponente edificio se lee la frase de Rockefeller: That brotherhood may prevail, lo que en español significa: “Que esa fraternidad prevalezca”. Mi estancia en Nueva York fue muy interesante y fructífera, puesto que en la International House se hospedaban gente de todas partes del mundo y casi todos para atender cursos de postgrado y cuyas conversaciones eran enriquecedoras. También al vivir más de dos meses en esa gran ciudad, pude atender a espectáculos y películas muy buenos. Recuerdo que me gustaba ir frecuentemente al teatro Roxy, donde además de ver magníficas películas, en el intermedio tenían una variedad de mucha calidad, algunas veces patinadores de hielo, otras malabaristas, bailarines, incluyendo de ballet. 122


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La Casa Internacional tenía una cafetería donde solíamos tomar los alimentos y convivir con amigos. Poseía también un gran lobby al entrar y, desde luego, el parque contiguo, parte del proyecto de Rockefeller. En el sótano de la residencia existía un salón con máquinas lavadoras de ropa, que operaban poniéndoles una moneda de veinticinco centavos (quarter), y mi amigo el abogado cubano Héctor Izquierdo y yo, decidimos ir a lavar nuestra ropa en esas máquinas, pero como nunca lo habíamos hecho y no conocíamos el procedimiento de lavado, pusimos en las mismas una cantidad excesiva de jabón en polvo, lo cual provocó una producción de espuma abundantísima que se desbordó inundando todo el piso del salón, lo cual, como era de esperarse, provocó la admiración e hilaridad de los presentes. Durante la estancia en dicha residencia conocí a varias personas; una de ellas era una muchacha americana, Nancy Yates, quien estudiaba religiones comparadas en la Universidad de Columbia y era hija de un diplomático que había estado en Cuba y en México, en la ciudad de San Luis Potosí, como cónsul de los Estados Unidos, por lo que esta muchacha aprendió el español perfectamente. Como su mamá era descendiente de George Washington, y tenía una casa en la ciudad capital a la orilla del Río Potomac que había pertenecido al mismo primer presidente de los Estados Unidos, ella me invitó a mí y a un grupo de compañeros, entre ellos un cubano, psicólogo llamado Max y un contador y abogado muy simpático también cubano Héctor Izquierdo, quien después pudo huir a la llegada de Castro y establecerse en la ciudad de Dallas, siendo su esposa Montsy Llivina, jefa de relaciones públicas en la tienda departamental Neiman-Marcus. Él, un hombre muy preparado, se dedicó al blindaje de automóviles con mucho éxito y entiendo murió hace unos tres años. En una ocasión que vino acompañado de su esposa a Monterrey a visitar a Margarita Garza Sada de Fernández, a quien Montsy atendía cuando ella visitaba esa tienda, pidió que lo llevaran a mi casa porque quería saludarme, lo cual me dio mucho gusto, Cuando llegamos a la estación de ferrocarril en Washington y hablando todos en español, se nos acercaron dos agentes del FBI pidiéndonos 123


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que nos identificáramos, ya que acababa de empezar la Guerra de Corea. En esa ciudad tuvimos oportunidad de atender museos y los monumentos de Lincoln y Jefferson, así como la Biblioteca del Congreso. En los primeros días de septiembre regresé a Monterrey a iniciar el tercer año de Leyes.

Universidad de Alabama A mediados del tercer año de Leyes, volví con el comodoro Carroll para que me auxiliara en la selección de la próxima universidad donde pasaría el verano. Él me recomendó la Universidad de Alabama, en Tuscaloosa, a sesenta millas de la capital, Birmingham. Para ir a esa Universidad, ya en junio de 1951, fui juntamente con mi primo José A. Chapa Salazar. Nos fuimos en mi automóvil Mercury Monterey 1951, de color verde, con techo de plástico color crema. La Universidad, aparte de estar muy acreditada, por la calidad de sus maestros, posee un bellísimo campus, con edificios de primera y bonitos jardines. Cruzamos Texas y Louisiana para llegar a Alabama. En ese verano, tomé un curso de Psicología Anormal (Abnormal Psicology), Inglés Avanzado y Literatura Inglesa. Algunos de los textos que allá llevé fueron: Elements of Psicology, de Krech, Crutchfield y Liuson y Text of abnormal Psicology, de Dorcus y Wilson y New highways in college composition (de Hatt, Cargill y Charuet), entre otros. Mi primo Pepe y yo nos hospedamos con una familia de Tuscaloosa, la que vivía muy cerca de la Universidad. Fue en la buhardilla. La casa no tenía aire acondicionado pero sí un extractor de aire bastante eficiente ubicado en la parte alta. Recomendaban no cerrar completamente las ventanas, sino dejar un espacio abierto de unos 15 centímetros, para que circulara el aire, ya que la humedad de la región es muy alta. La familia que nos hospedó era muy afable. Era un matrimonio de clase media educada, con tres hijos, el mayor de 12 años.

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En ese tiempo, el ambiente en esa parte de los Estados Unidos era terriblemente racista, habiendo una marcada discriminación con los ciudadanos de raza negra. Recuerdo que los autobuses urbanos tenían reservados asientos delanteros para los usuarios de raza blanca, pero los asientos traseros eran para los usuarios de raza negra; en los cines, los lugares para los blancos estaban en platea, en tanto que la gente de color debía ir a la galería y con entrada separada; y en los parques públicos, había bebederos para negros y para blancos; dentistas atendían en ubicaciones separadas con equipo distinto. Se percibía no sólo la discriminación, sino el odio hacia el negro. Recuerdo que estando en un popular restaurante próximo a la Universidad, ingresó un viejecito negro a pedir limosna y uno de los estudiantes, con insultos y a empellones, lo echó fuera. Ese ambiente racista prevaleció aún durante casi dos décadas más, pues ya en los años sesentas recuerdo el caso de una joven aspirante negra llamada Lucy, quien solicitó ingresar a la Universidad, y fue rechazada en razón de la pigmentación de su piel. Vinieron luego las rebeliones de esa gente segregada y, simultáneamente, las represiones policiacas, ante la aprobación o el rechazo de diversos grupos sociales. Incluso hubo una famosa huelga del transporte público, cuyo motivo era justamente este cambio que se daba después de muchos años de discriminación. Recuerdo también, que años después, se me pidió como exalumno un donativo para la Universidad, a lo cual me negué argumentándoles que por no haber admitido a Lucy. A propósito de esta discriminación, estando yo una vez en San Antonio, Texas, abordé un autobús urbano, sentándome en un asiento delantero; subió una mujer negra de avanzada edad, me levanté y le ofrecí mi asiento, pero ella toda alarmada y temerosa no lo aceptó, sentándose en la parte posterior asignada a la gente de color; toda la gente a mi alrededor me miraba con odio, dándome a entender que cómo se me había ocurrido hacer esto. Cuando estuve ese verano en Tuscaloosa, no recuerdo que hubiera ningún mexicano en la Universidad, y cuando llegué ahí creía que hablaba algo de inglés, pero batallaba para entender ese acento sureño, que se come las eses y las tes. Fue en esa Universidad en la que alguien arrojó 125


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una colilla de cigarro al capacete de mi automóvil, lo que provocó que se hiciera un agujero que hubo que reparar. Acudí a la compañía de seguros con la que estaba asegurado el vehículo y me dijeron que era imposible conseguir el material necesario para hacer la reparación. A cambio, me dieron 70 dólares, con lo que así pude poner calefacción a mi automóvil, además de arreglar el techo con un parche casi invisible. Fue en esa Universidad que, haciendo promoción la National Geographic Society para incrementar la membresía de la misma y promover las suscripciones de su prestigiada revista, me hice socio y adquirí una suscripción anual. Esto tenía un costo de 6.50 dólares. Sigo suscrito desde entonces, 1951, teniendo la colección de revistas mensuales de estos sesenta y dos años. El costo actual de la suscripción es de 67 dólares. Un día, mi primo y yo decidimos ir a conocer la capital de Alabama, Birmingham, e invitamos a un compañero nuestro originario de allí para que nos acompañara. Después éste le contaba a su mamá que durante todo el trayecto habíamos venido a ciento veinte por hora, con lo cual su mamá se alarmó y dijo: “¡Cómo que se vinieron a esa velocidad!”, creyendo que ésta era en millas y no en kilómetros. También estando en esa ciudad, nuestro amigo nos pidió que si pudiéramos pasar por una amiga de él y luego que se subió al carro me pidió que si le permitía manejar, a lo cual accedí. Pero me di cuenta que apenas estaba aprendiendo, yéndose sumamente rápido, cruzando varias vías de ferrocarril, sin percatarse que venía un tren. Apenas cruzamos los rieles y éste pasó a gran velocidad, salvándonos de milagro.

Long Beach City College Al regresar a Monterrey, en septiembre, volví a inscribirme en la Universidad de Nuevo León para cursar el cuarto año de Leyes. Como a mitad de ese año escolar acudí nuevamente con el comodoro Carroll al ITESM, quien me sugirió que ese verano podría ir al Long Beach City College, de California. Era ya 1952. De los cursos que ese College ofrecía, además del inglés, estaba el de Commercial Law, Civilization 126


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(Historia Universal) e English Literature. Aquí ya no llevé automóvil. Tomé el tren en San Antonio, Texas, con rumbo a El Paso, luego hasta Los Ángeles, California, pasando por Nuevo México y Arizona. Fue un largo viaje pero en un tren muy cómodo: con compartimiento con baño privado, aire acondicionado, confortable coche-comedor y un lujoso carro panorámico. Creo que era de la compañía Missouri Pacific Lines. De Los Ángeles me trasladé en tren a Long Beach, California, la cual se encuentra entre Los Ángeles y San Diego. Allí, en el centro de la ciudad, renté una habitación a una señorita de unos cincuenta años de edad, viviendo ella en la planta alta. A las cinco cuarenta de la mañana de cada día de clases, tomaba un autobús urbano en la esquina de mi casa para el Long Beach City College, deteniéndome en una estación intermedia, donde aprovechaba para tomar un desayuno ligero y seguir adelante en otro autobús, el que arribaba al campus cerca de las ocho de la mañana que era cuando iniciaba las clases. Era bastante pesado el aprendizaje, porque tenía clases lunes, miércoles y viernes, de ocho de la mañana a una de la tarde; y martes y jueves, de ocho de la mañana a doce del mediodía. Luego regresaba a la casa, comía en un restaurante cercano y descansaba un poco, oyendo la radio donde transmitían una novela patrocinada por Wesson Oil y que al poco tiempo de escucharla me “piqué” con ella, deseando saber cómo continuaba; esto lo hacía para educar el oído y aprender más rápidamente el idioma. Por la noche, de siete a diez, de lunes a viernes, tomaba clases en el edificio de Derecho del College, relativamente cerca de mi casa. De manera que la semana la tenía totalmente llena. Me pasaba semanas enteras sin hablar con alguien, sólo para ordenar la comida, situación que nunca había experimentado. The Long Beach City College, aunque formalmente había iniciado en agosto de 1944, tenía su lejano origen en el Departamento de Educación de Adultos, de 1913, y en el Long Beach Junior College, fundado en 1927. Su énfasis fue y ha sido siempre educación para los adultos. Para 1952, en que yo estuve allí, el College tenía más de 40 mil alum127


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nos en sus diversos campus e instalaciones. Académicamente, contaba con la División de Artes Liberales, la de Negocios y Tecnología, y la de Educación Para Adultos. Ofrecía cursos desde Aeronáutica hasta Zoología. Sus instalaciones estaban ubicadas en el edificio del Este, el de Freeman Avenue, el de Lakewood (que es donde yo estaba por las mañanas), el del Norte, el Centro Politécnico y el edificio del Oeste. Muchos de los cursos que ofrece tienen correspondencia con los de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Uno de los pocos entretenimientos en Long Beach era ir esporádicamente al cine, también con el objeto de aprender inglés. Resulta que una de mis compañeras trabajaba allí y, gentilmente me invitaba a esa sala; recuerdo que allí vi la película italiana Bitter rice, “Arroz amargo”, con Silvana Mangano; a mi amiga la conocí porque se acercó a mí, sabiendo que era mexicano y tenía ella interés en estudiar español en la UNAM, en la Ciudad de México y quería que la orientara, dándole alguna información. Anexo al teatro, tenía un pequeño restaurante, consistente en una barra, con algunos asientos, en donde servían un exquisito pastel de manzana. Pocas veces fui a Los Ángeles, ciudad de la que estaba a una hora de tren. Recuerdo que en un fin de semana estuve en los estudios cinematográficos Universal y Columbia, en un recorrido turístico. Como a las cuatro de la mañana de uno de esos días, desperté cuando sentí que la cama bruscamente se movía. Me incorporé y vi por la ventana del cuarto, a lo lejos, un resplandor rojo. En aquel tiempo se decía que los rusos, que ya poseían la Bomba Atómica, iban a atacar a los Estados Unidos por la parte oeste, dejando caer una bomba en San Francisco o en Los Ángeles, por lo que en ese momento pensé que en esa ciudad la habían arrojado y el resplandor era parte del incendio. Pero lo que pasó fue que con el temblor, unos cables de alta tensión se reventaron y al caer hicieron contacto con unos tanques de petróleo y éstos se incendiaron. Esa mañana, en el autobús, oí que decían de un temblor (earthquake) que ocasionó pocos daños.

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Algunos de los textos que llevé en Long Beach fueron: Correctness and precision in writing, de Phil Grant, Frederick Bracher Duff y Samuel Formy, publicado por Houghton Mifflin Company en 1945; y Civilization: past and present, de T. Walter Wallbank y Alestair M. Taylos, editado por la casa Scott-Foresman en 1949. Estando en Long Beach, vi por televisión la convención del Partido Republicano eligiendo como su candidato a la presidencia de los Estados Unidos al general Dwight D. Eisenhower, quien posteriormente ganó las elecciones. En su período fue cuando más avanzó el comunismo en el mundo, dado de que como él era militar, el pueblo americano tenía miedo de que provocara otra Guerra Mundial, y él se cuidaba mucho de no hacerlo y Rusia se aprovechó de esa circunstancia para avanzar con su ideología y poder. En esa época en las Naciones Unidas, entonces con sede en Lake Success, el representante ruso, V. Mijailovich Molotov, constantemente insultaba a los Estados Unidos y al mismo tiempo veíamos en los periódicos que el Congreso Americano otorgaba frecuentemente préstamos a Rusia para su reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, producto esto de los tratados de Yalta, donde el ladino José Stalin se aprovechó de Franklin Delano Roosevelt, ya muy enfermo, para conseguir enormes ventajas y apoderarse de más de la mitad de Europa y quedar ésta en las garras del comunismo, viéndose Winston Churchill imposibilitado para actuar positivamente. En el año 2005 me tocó estar en las instalaciones donde se firmó dicho tratado, ahora territorio perteneciente a Ucrania y no a Rusia. También estuve alguna vez en Potsdam, Alemania, donde se firmó otro importante tratado, con los mismos países, Estados Unidos, Rusia e Inglaterra, durante los días del 17 de julio al 2 de agosto de 1945, participando José Stalin, Winston Churchill y después de las elecciones en Inglaterra que ganó el Partido Laborista, Clement Attlee, y el Presidente Truman, quien sucedió a Franklin Delano Roosevelt, después de su muerte ocurrida en abril de ese año.

Universidad de Michigan Al regresar de Estados Unidos a Monterey, me faltaba sólo el quinto año de Leyes, el que cursé de septiembre de 1952 a junio de 1953. Y 129


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nuevamente, ahora por última vez, acudí al comodoro Carroll al Tecnológico de Monterrey, para que me recomendara otra institución universitaria en los Estados Unidos, a fin de hacer el curso de verano. Esta vez me habló de la Universidad de Michigan, en Ann Arbor. Era un curso de inglés para extranjeros. El ITESM deseaba conocer la calidad del mismo y si era viable aplicarlo en el campus de Monterrey en su Escuela de Idiomas. Esta vez viajé a los Estados Unidos en el medio de transporte que más me agradaba: el automóvil. Me fui en mi ya citado Mercury 51. Me acompañó Federico León Alonso de la Florida y Posada, del D.F., más conocido como El Marino o El Comodoro, porque era egresado de la Escuela Naval de Veracruz. Él cursaba el cuarto año de ingeniería mecánica-eléctrica en el ITESM. Federico León era un alumno muy inteligente, cuyo tutor en Monterrey era mi padre por la gran amistad que tenía éste con don Manuel Alonso de la Florida, padre de El Marino. Me inscribí en la Universidad, la que tenía un campus muy arbolado, como el nombre de la ciudad indica, Ann Arbor. La Fundación Kellog ayudaba mucho a esta institución de educación superior. La Kellog tenía su sede en Battle Creek, Michigan. Debo decir, que a pesar de que la compañía Kellog era la principal patrocinadora de este centro educativo, en la cafetería de la Universidad de Michigan se ofrecían otras marcas de cereales juntamente con la de la citada firma. Allí en esa Universidad conocí al entonces presidente de la Fundación Kellog, quien me invitó a visitar las instalaciones en Battle Creek y me ofreció una beca para concluir en Ann Arbor la carrera de Derecho, beca que rechacé dada la diferencia entre los sistemas jurídicos norteamericano y mexicano. El Curso de Verano estaba muy bien diseñado. La primera semana nos abocábamos a aprender el alfabeto “fonímico”, que facilitaba conocer la pronunciación de las palabras en esa lengua extranjera al leerlas. Yo me encontraba hospedado en los dormitorios de la misma Universidad. En las comidas, en mesas de grupos de diez alumnos, practicábamos con una maestra que nos dirigía, la que no nos permitía mas que 130


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hablar en inglés. Las clases eran por la mañana, en las aulas de ocho a doce; y por la tardes, había que ir al Laboratorio de Idiomas un par de horas, para grabar en unas máquinas pioneras de las actuales grabadoras, lo que íbamos aprendiendo. Estas máquinas funcionaban en base a un fino hilo de cobre, dando a nuestras voces un cierto tono metálico. Frecuentemente el hilo se reventaba y había que repararlo amarrándolo. En las clases los maestros anunciaban una frase o un párrafo, y nosotros debíamos repetirlo varias veces, hasta lograr la pronunciación correcta. La elaboración de este curso, se basaba en hacer una práctica similar a la enseñanza del idioma en un niño. El niño aprende oyendo las palabras y repitiéndolas. Cada mañana al empezar la clase se enunciaba la regla gramatical y luego se aplicaba con ejemplos de la misma, repitiéndose eso toda la hora, sin necesidad de aprender la regla. En la ciudad había varios campos de golf, y la Universidad tenía uno propio y además canchas de tenis, basketball y, un estadio de futbol americano y otros deportes, pero quedaba poco tiempo para practicarlos. Las bibliotecas eran estupendas, sobre todo la de Derecho, que contaba con un edificio gótico tardío de muy buen gusto. Algunos de los textos que allí llevé fueron: Lessons in pronunciation, de Charles C. Fries, editado por el English Language Institute, de la Universidad de Michigan, en 1953; Grammar vocabulary, de la misma Universidad, editado en el mismo año; Patern practice. Lessons in pronunciation. An intensive course for Latin-American students, también de la Universidad de Michigan, volúmenes I, II y III. Y los cuadernos de Grammar (40 lecciones); Vocabulary, alfabeto fonético en 31 lecciones; y Lessons in vocabulary, Vol. I. Junto conmigo, en Ann Arbor, estudiaban algunos latinoamericanos, como el doctor en Medicina Guillermo González Barrientos, originario de Monterrey y quien fuera ayudante del famoso Doctor Ignacio Chávez, cardiólogo. González Barrientos llegó a ser secretario de Salud en Panamá; y un chileno de nombre Luis Limón, Doctor en Medicina, famoso cirujano y director de un hospital en Santiago de Chile, quien años después vino a Monterrey a saludarme. 131


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Para la cena de despedida, nos pidieron que alguno de nosotros pronunciara un breve discurso. A mí me tocó elaborar un texto sobre el respeto que debe tener el automovilista al peatón, ya que me impresionaba la variedad de estilos de los semáforos, siendo algunos con focos que cubrían todo el ancho del cruce de la calle, los cuales se iban apagando a medida que pasaba el tiempo para que el peatón supiera y calculara, si podía cruzar la calle; y otro tema que los americanos llaman Keeping up with the Johneses, o sea la competencia que hay entre los vecinos por superar los artículos de su patrimonio, por ejemplo, si el vecino tiene un carro, el otro se apresura a tener otro mejor y así con los televisores, refrigeradores, etc. Antes de terminar el curso nos pidieron a los alumnos de diferentes países, que grabáramos nuestras voces con el objeto de conocer los diferentes acentos en la pronunciación. Al regresar a Monterrey le informé al comodoro Penn. L. Carroll mi experiencia sobre el curso de inglés para extranjeros, diciéndole que me parecía excelente. Ese año el Tecnológico lo introdujo en su enseñanza del idioma inglés en el recinto mejor conocido como el “Tekito” situado en el centro de Monterrey en la calle de Hidalgo, entre Cuauhtémoc y Garibaldi, frente al templo de San Luis Gonzaga, que dicho sea de paso este templo lo costeó la esposa del general Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León en la época porfiriana, quien era una persona altruista y posiblemente devota del santo. Al año siguiente, en 1954, el Dr. Jonas Salk maestro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan, creó la vacuna contra la poliomielitis que lleva su nombre. Posteriormente el Dr. Albert Sabin creó otra vacuna semejante, pero oral, en vez de inyectable, que es la que se usa actualmente y ya no sólo contra la poliomielitis, sino también, como medida de refuerzo a las defensas del organismo. Las propiedades de esta vacuna se vinieron a descubrir posteriormente.

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X. Aviación

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iempre tuve la inquietud y el deseo de saber y poder volar, y a los 17 años de edad le pedí permiso a mi papá para tomar clases de aviación con un piloto que tenía un avión viejo de dos alas, con cabina abierta, en una pista de tierra en el municipio de Garza García, hoy San Pedro Garza García, paralela al costado final de la Loma Larga, llamada “La Décima”, donde hoy se ubica la Colonia Fuentes del Valle, en la parte oriente. Estos terrenos pertenecían originalmente a don José L. Garza y luego a su hijo don Jaime.

Habiéndome autorizado a tomar estas clases, acudimos, mi amigo Dionisio Garza Sada y yo, a hacer los arreglos respectivos, pero al iniciar ya éstas, mi papá se arrepintió y me negó el permiso, alegando que no quería tener ya más preocupaciones estando él al pendiente de lo que me pudiera pasar. Dionisio sí inició su aprendizaje, pero al poco tiempo lo dejó, entiendo que porque tuvo algún problema que lo asustó. Ya casado en el año de 1960, jugando golf con mi amigo el Ing. Roberto G. Sada, Jr., gran aficionado a la aviación, le conté lo que me había pasado cuando tenía 17 años y diciéndole que siempre me habían quedado las ganas de poder volar; entonces me dijo: “Yo tengo un aeropuerto”, precisamente contiguo al Club Campestre donde estábamos jugando, “y tengo un piloto que es el comandante de dicho aeropuerto llamado 133


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San Agustín, y además es instructor. La semana entrante voy a recibir un avión de la fábrica, un Cessna 150, modelo 1960, con Matrícula XBDUR, para iniciar cursos de aviación. Ponte de acuerdo con Antonio Hernández ‘Tony’, e inicia las clases de inmediato”. Me puse de acuerdo con él, pero le dije que quería tomar clases a las seis de la mañana porque tenía yo que entrar a trabajar a las ocho en punto. En agosto de 1960 empecé dichas clases con él, que por cierto es un gran piloto y muy buen instructor, pero mi problema era que batallaba mucho para que se levantara temprano, y en múltiples ocasiones me dejaba plantado. Alcancé a volar seis horas en un período muy largo, de agosto a diciembre con clases muy espaciadas, lo cual no me permitía avanzar. Por lo tanto, decidí cancelar dicha instrucción. Al año siguiente, a principios del mes de marzo, se presentó Tony en mi oficina de Juárez e Isaac Garza, con otra persona que me presentó como capitán del Ejército y capitán aviador Roberto Mercado. Tony me dijo: “El capitán Mercado se va a hacer cargo ya de la instrucción en el Aeropuerto de San Agustín, y vengo a preguntarte si todavía estás interesado en reanudar las clases con él”, a lo que le contesté que yo ya había cerrado ese capítulo, pero en vista de la oportunidad que me estaba dando, le dije al capitán Mercado: “¿Qué le parece si iniciamos mañana a las seis de la mañana?”, a lo cual estuvo de acuerdo. Al día siguiente me presenté al aeropuerto poco antes de esa hora y me encontré que el capitán Mercado ya había sacado el avión del hangar, había calentado el motor y estaba listo para iniciar las clases. Entonces pensé, esto sí va ya en serio; me dio algunas indicaciones en tierra y luego iniciamos el curso. En la cabecera de la pista diez, me dijo: “Mire, licenciado, el despegue es a consciencia y el aterrizaje es “a huevo”, porque ni modo que se quede arriba en órbita”. Volamos algo así como cuatro o cinco horas, haciendo las prácticas en un aeropuerto llamado Aerodeportes situado en Villa de Juárez, Nuevo León, que tenía dos pistas de tierra con longitud sobrada para el avión que volábamos. Este aeropuerto fue fundado por varios entusiastas pioneros de la aviación regiomontana, entre ellos el Ing. Roberto G. Sada, Jr., el Ing. Hernán Rocha Garza y su hermano Octavio, don 134


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Luis Lauro González, y desde luego don Alejandro Guajardo y su esposa doña Carmen Garza de Guajardo. El aeropuerto estuvo en servicio por varias décadas, pero desgraciadamente el crecimiento urbano lo absorbió y éste desapareció, sin saber exactamente qué sucedió con el producto de ese terreno, ya que los estatutos del mismo decían, categóricamente, que en caso de desaparecer, el producto de la venta tendría que aplicarse en beneficio de la Aviación General. Pero volviendo a mis clases, al concluir el número de horas que mencioné anteriormente, de repente en la cabecera de la pista en ese Aeropuerto de Villa de Juárez, me dijo: “Bueno, ya está usted listo, haga un despegue y aterrizaje”, y se bajó del avión. Entonces empecé a hacer todo el check list, pero para estar más seguro, volví a hacer el listado, despegué, hice el patrón normal del aeropuerto y aterricé en la misma pista que despegué, afortunadamente todo correctamente; entonces se acercó el instructor y me dijo, “vuelva a hacer lo mismo”, y volví a despegar y aterrizar. Posteriormente siguió con más instrucción, dándome lo que se llama “doble”. No puedo describir la sensación de satisfacción de este primer aterrizaje solo, en esa mañana fría en donde la parte alta de la Sierra Madre se veía cubierta de nieve. Como mi propósito era solamente haber tenido la satisfacción de volar, yo ya no quería seguir el curso, pero el capitán Mercado no estuvo de acuerdo y empezó a darme libros que leyera relacionados con la aviación; consiguió con Jaime Benavides Pompa, otro estudiante de esta materia, que nos prestaran un salón en el edificio Benavides de Pino Suárez; con un pizarrón nos daba la instrucción de tierra; para cuando acordé, ya me tenía todos los papeles necesarios para presentar mi examen para obtener la Licencia de Piloto Privado. Como parte del examen me dio primero una ruta en forma de triángulo, saliendo del Aeropuerto San Agustín hacia Villaldama, luego Sabinas Hidalgo y retorno a San Agustín. La segunda ruta fue San Agustín-Reynosa y retorno a San Agustín. Esto fue un domingo, habiendo ya trazado la ruta dividiendo la misma en “piernas” de quince minutos, el avión que era 135


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de dos plazas exclusivamente, con los instrumentos básicos de vuelo que eran: el altímetro, el velocímetro, lo que se llama el “climb” que es el indicador de velocidad vertical, el horizonte artificial, termómetros de la temperatura del aceite y de la cabeza de cilindros y desde luego, la brújula magnética, ésta, por cierto, fue calibrada poco antes de despegar, por el mecánico Enrique Rodríguez (Senior), habiendo trazado previamente en el piso “la rosa de los vientos”; desde luego este avión no tenía ningún aparato de comunicación, ningún radio, ni nada de las radio ayudas modernas actuales, o sea que se guiaba uno simplemente verificando el mapa con lo que se podía ver en tierra, es decir, una vía de ferrocarril, una carretera, un poblado, un río, o algún cerro, lo que se llama vuelo visual. Después de más de una hora de vuelo llegué al aeropuerto de Reynosa, rodeando el mismo previamente, para saber cuál era la orientación del viento, observando el cono respectivo. Después de hacer el patrón, esperé a que el controlador de la torre con su pistola de luz, me indicara, con luz verde, que podía aterrizar; así lo hice y el comandante del aeropuerto me firmó y me selló el plan de vuelo que yo llevaba, y el que tuve que hacer para el regreso. Aterricé en San Agustín nuevamente de regreso sin incidentes, faltándome nada más los exámenes escritos y el vuelo de prueba con el inspector de Aeronáutica Civil, una vez que llegara la autorización para el mismo, de las mismas oficinas dependientes éstas de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de la Ciudad de México. La pista de San Agustín no era fácil, ya que era corta, estrecha y terminaba en barranco. En la cabecera 1020, pasaba una calle, y había una barda de piedra que luego la cambiaron por planta de troeno; previamente, y en los terrenos del Club Campestre se erguía una palma, lo que obligaba a entrar alto y tenía uno que tocar precisamente en la cabecera de la pista, si no, había que irse nuevamente al aire por lo corta de la misma. Muchas veces la dirección del viento en una cabecera era en un sentido, y en la otra, en sentido contrario. La pista original medía 600 metros y luego agregaron 100 más. 20

La numeración de las pistas se da por la orientación de las mismas, poniendo los primeros dos dígitos de los grados de la circunferencia. Por ejemplo la pista 10 es por estar orientada a los 100° del rumbo magnético.

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Habiendo aprendido a aterrizar ahí, las demás pistas me eran sumamente fáciles. Por cierto, que ya con mi fecha y hora para el vuelo del examen, el día anterior el Ing. Roberto G. Sada, Jr., dueño del avión, lo vendió al Ing. Andrés Yarte, y me quedé sin avión para presentar examen. Don Justo Odriozola tenía en ese aeropuerto un avión similar al que yo volaba y me atreví a hablarle diciéndole que si me lo prestaba o rentaba, pero se negó a hacerlo diciéndome: “Usted sabe, licenciado, en lo ajeno siempre cae la desgracia”. Afortunadamente, mi amigo y compadre René Elizondo amablemente me ofreció su avión, pero distinto al que yo había tomado clases. Ese era un Piper Tri-Pacer, de ala alta, de tela y estructura de madera con motor de 150 H.P., entonces tuve que hacer algunas horas de vuelo de adiestramiento en ese avión y poder presentar mi examen. En el inter, el inspector de Aeronáutica Civil, quien me iba a examinar, muere de un infarto y tuve que esperar al remplazo del mismo, quien fue el Ing. Carlos López Navarro. Después de presentar el examen escrito y el de vuelo, obtuve mi licencia de piloto privado y la de radiotelefonista aeronáutico restringido en el año 1961. A propósito, un sábado se me ocurrió pasar por mi amigo Jorge L. Garza invitándole a volar, esto era, si mal no recuerdo, en febrero, y los vientos estaban bastante fuertes por lo que el vuelo fue muy incómodo. Con esto creí que a Jorge no le iban a quedar ganas de volver a volar, pero fue lo contrario, se entusiasmó y me dijo: “Yo quiero tomar clases”, entonces ya lo conecté con el instructor y tomó una o dos clases, pero Jorge me dijo: “Oye, yo no quiero estar volando en un avión que no es mío”, vamos a comprar uno, y yo no tenía ninguna intención de tener avión, sin embargo, dado lo imperativo que era, me obligó a que hiciéramos un censo de los aviones disponibles y llegamos a la conclusión que el que era más viable era el de René Elizondo; entonces me dijo: 137


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“Busca en el directorio telefónico qué teléfono tiene René y vamos a hablarle”. Ya lo encontramos y le hablamos, esto era como a las nueve de la noche, y llegamos a su casa y le planteamos el deseo de comprarle su avión. René, como buen negociante, ha de haber pensado, “vende cuando te compran y compra cuando te venden”, y salimos de ahí propietarios del avión Piper Tri-Pacer del año 1957 con Matrícula XB-ZAJ, esto en 6,500 dólares que era algo más que el valor comercial del mismo. Por cierto, cuando se enteró el Ing. Roberto G. Sada, Jr., de que habíamos adquirido este avión, y dado que él no lo había vendido directamente, ya no nos permitió tenerlo en su aeropuerto. Fui a hablar con él para decirle que ese avión él lo había vendido ya tres veces, primero al Ing. Hernán Rocha, luego a don Roberto Domínguez y posteriormente a René Elizondo, pero me contestó diciendo que si su propio hermano le pidiera lo que yo estaba pidiendo a él, se lo negaría. En vista de esto, amablemente, Patricio Milmo, propietario del aeropuerto Aerocentro, me dijo: “Son ustedes bienvenidos y aquí hay lugar para su avión”. Este aeropuerto estaba ubicado en el otro extremo del Club Campestre de Monterrey, con una sola pista orientada de Norte a Sur, de tierra y con algo de declive, ya que la cabecera Sur, se ubicaba en el inicio de la Sierra Madre. Casualmente mi oficina actual se ubica en el centro de lo que fuera esta pista. Tiempo después, estando operando todavía mi avión Cessna 182 Sky-Lane, en el aeropuerto San Agustín, un sábado decidí visitar el aeropuerto Aerocentro y platicar con los amigos que ahí se encontraban, entre ellos Federico Santos Ferrara, quien estaba en compañía de su piloto Jorge Rueda. Era una tarde soleada y tranquila, me uní a estos dos amigos platicando largamente sobre temas de aviación; después de un buen tiempo de estar ahí, Jorge Rueda vio hacia el Cerro de la Silla y advirtió que en ese momento estaba sucediendo un fenómeno muy extraño, ya que éste se encontraba lleno de nubes, que a la vez iban desplazándose hacia abajo como si rodaran; al ver esto, Jorge dijo: “Viene un viento fuerte, es preferible que te vayas inmediatamente al aeropuerto San Agustín”. Despegué como normalmente se despegaba 138


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en ese aeropuerto, de Sur a Norte, y me dirigí inmediatamente hacia la pista 10 de San Agustín, pero se vino un viento tan fuerte que ya no pude aterrizar ahí, y traté de ver si aterrizaba en el Aeropuerto del Norte, pero noté que ya había una cortina de lluvia cerrada antes de ese aeropuerto; entonces, no me quedaban más que dos opciones, irme a Saltillo, o aterrizar nuevamente en la pista de Aerocentro, en la cual no podía hacerlo en forma normal de Norte a Sur dadas las condiciones, y decidí aterrizar de Sur a Norte con un fuerte viento cruzado, con un declive pronunciado, y cometí el error de ponerle los cuatro puntos de flap, lo cual, al tocar tierra, dado el viento, me volvía a levantar y trataba de sacarme de la pista y así estuve recorriéndola, subiendo y bajando, hasta que rápidamente pude quitar los flaps, que éstos eran mecánicos, cuya palanca estaba en medio de los dos asientos del piloto y copiloto; empujé la nariz y con gran dificultad pude aterrizar y detenerme casi al final de la pista. El viento era tan fuerte que ya en tierra las alas se movían constantemente de un lado a otro, entonces, corrieron Federico y Jorge a sujetar las puntas de las mismas para yo poder regresar a plataforma. Ésta ha sido una de las situaciones más difíciles que he tenido, en un trayecto sumamente corto, al atravesar solamente el Club Campestre. Desde luego, estacioné y amarré el avión, y mis amigos amablemente me llevaron en su automóvil al aeropuerto San Agustín a recoger el mío. El avión Piper Tri-Pacer lo tuvimos Jorge y yo por espacio de casi un año, pero viniendo de Nuevo Laredo, Tamaulipas, en compañía de nuestras esposas y con algo de carga extra, yo batallé mucho para poder ascender a seis mil quinientos pies de altura, y al llegar, me dice Jorge: “A este avión le falta motor, hay que comprar otro más potente”; acabamos comprando a Jaime Benavides Pompa, el avión Cessna 182, Sky-Lane, modelo 1960, con Matrícula XB-HIZ, con un motor de 230 H.P., con hélice de paso variable y tren de aterrizaje fijo. El número de horas del motor era de más de 900 y siendo éste de 1,000 horas de vida, tuvimos que comprar otro, dando a cambio el nuestro. Como este avión era de las Farmacias Benavides, se llamaba El Pildorero.

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El primer viaje que hicimos en ese avión Jorge y yo fue a San Antonio, Texas, con el propósito de cambiar uno de los radios. La noche anterior me llamó por teléfono Tony Hernández, diciéndome que si no teníamos inconveniente en llevar a Tom Kane a la ciudad de Corpus Christi, a lo cual accedimos. Despegamos los tres del Aeropuerto de San Agustín, hacia McAllen, Texas para pasar Aduana y Migración, y yo noté que el radio V.O.R.21 al dirigirnos a esa Ciudad, marcaba en la ventanita respectiva la palabra “FROM”, lo cual me pareció extraño, por que debería haber sido “TO”, pero como era vuelo visual, y venía con nosotros un piloto experimentado, quien había participado en aviones de turbo hélice en la guerra de Corea, no me preocupó; llegamos a Corpus Christi, dejamos a Tom, y Jorge y yo decidimos comer en el restaurante del aeropuerto antes de proseguir nuestro viaje a San Antonio. Después de comer salimos del edificio del aeropuerto para tomar el avión, pero al salir yo primero, sentí que me jalaron y lo que sucedió fue que el anillo de graduación que traía puesto en la mano derecha, se me había atorado con la manija de la puerta, lo cual éste se me enterró produciendo de inmediato un sangrado. En vista de esto, me regresé con la señorita que estaba en la recepción, y al ver mi dedo sangrando, por poco se desmaya, y entonces me indicó que entrara por una puerta que estaba a sus espaldas, donde había un hangar y un paramédico para que me atendiera. Éste no pudo quitarme el anillo, por lo hinchado de mi dedo y me dijo: “No se apure, lo voy a curar, y en la noche que ya se haya desinflamado algo, con jabón trate de sacarse el anillo”. A partir de entonces, no uso anillos. Ya para entonces habíamos hecho el plan de vuelo de Corpus Christi a San Antonio, donde el controlador me preguntó si podríamos irnos a 8,500 pies de altura, a lo que le dije que sí, pero con la demora que tuvimos el tiempo ya había cambiado y ya en una de las cabeceras de la pista estaba lloviendo; yo llevaba el avión ya que Jorge, aunque sabía 21

Las siglas V.O.R. significan en Inglés: Very High Frecuency Omni Directional Range, o sea, que el transmisor emite ondas en los 360°.

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volar, no tenía licencia, y al virar después del despegue, me encontré con una cortina de lluvia bastante fuerte, y le dije a Jorge: “Voy a sacarle la vuelta. ¿Por dónde te gusta, por la izquierda o por la derecha?”. Me dijo: “Por la derecha”, pero estando por ahí el mar, preferí irme por la izquierda que estaba la tierra firme. “Vuela cinco minutos hacia el oeste”, me dijo Jorge, “Luego vuelve a tomar la ruta”, pero cada vez que intentaba reanudar la misma, la cortina de lluvia se iba corriendo hacia el oeste, y en vez de volar cinco minutos volamos desviándonos 35. Sintonizo entonces el radio V.O.R. de San Antonio, y veo que en vez de aparecer la palabra “TO” aparecía la palabra “FROM”, lo cual me hizo dudar si era problema del aparato o de la desviación que habíamos tenido. Como el día anterior habíamos Jorge y yo escuchado un disco de treinta y tres revoluciones sobre comunicaciones en inglés, en materia de aeronáutica, y también incluía un procedimiento en caso de perderse, Jorge sintonizó la frecuencia de San Antonio y me dijo: “Háblales y diles que estamos lost”, o sea, perdidos. Por cierto en el trayecto que traíamos a Tom Kane le pregunté que si alguna vez se había perdido volando, y me dijo: “Pues he tenido lo que se llama un temporary disorientation” o sea una desorientación temporal, que en términos llanos, significa estar perdido. Volviendo a nuestro vuelo hacia San Antonio, después de reportarme con la torre, el controlador me preguntó, que cuáles eran mis intenciones. Le dije: “Ir al Aeropuerto Internacional”. Me preguntó que cuántas horas de combustible tenía, por lo cual, le respondí que teníamos tres horas, y me dijo: “No se preocupe, haga unos virajes que le voy a indicar”, y después de éstos, me comentó: “Ya lo tengo identificado plenamente en el radar, ya que había otro avión en las mismas circunstancias que usted; vuele a este rumbo y yo lo voy a llevar a San Antonio”, pero cuando estábamos volando veíamos que íbamos directamente a una cortina de lluvia severa, me decía:“Siga y luego lo desvío”, así proseguimos hasta llegar a las afueras de la ciudad de San Antonio, ya con tiempo despejado. Antes de aterrizar me dice Jorge: “Haz un aterrizaje de ‘mantequilla’”; después de esta aventura, llegamos felizmente. Para entonces no había lo que se llama “Transponder”, que es un aparato 141


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que emite una señal a la pantalla del radar del controlador, dándole al piloto una frecuencia determinada y así detectar la posición del avión, es por eso que nos pidieron efectuar varios virajes para poder localizarnos. En esa ocasión nos hospedamos en el Hotel Saint Anthony, en el centro de la ciudad, y como dato curioso, en ese año de 1962, la tarifa de los cuartos interiores era solamente de 6.50 dólares la noche, y los que daban a la Plaza Travis 10.50 dólares, con esto podemos notar la gran devaluación del dólar a la fecha actual. Después de haber sido Jorge Garza socio mío en este par de aviones, desde luego, un excelente socio, él decidió vender su parte al Ing. Andrés Marcelo Sada. Andrés y yo posteriormente nos asociamos con Manuel G. Rivero, en un avión Cessna 210 modelo 1961 de tren retractil y con motor de 260 H.P. Matrícula XB-KEC. Posteriormente los tres, Andrés, Manuel y yo, le compramos a Roberto G. Sada, Jr., el avión que había sido del Ing. Hernán Rocha, un Cessna 210, Centurion, modelo 1965 matrícula XB-XOP de seis plazas, cuatro de ellas de adulto y dos de niño, con un motor de 285 H.P., tren retractil, hélice de tres palas, de paso variable, con llantas más anchas y tren de aterrizaje más amplio que el modelo anterior de 1961. Al tratar de comprar este avión, hice la negociación respectiva con Tony Hernández gerente de la empresa, habiendo estado de acuerdo en el precio, y diciéndole: “Tony, estoy de acuerdo, pero tengo que pedir la autorización de mis socios, que éstos, seguro van a acceder, pero espérame hasta mañana para confirmártelo”. Así lo hice; al día siguiente y, estando de acuerdo mis socios, volví a hablar con Tony para comunicarle la confirmación de la venta, pero éste me dijo que ya lo había vendido. No obstante haberle hecho la aclaración a Tony de que el trato estaba hecho el día anterior, no fue posible convencerlo. En vista de esto, hablé con Roberto G. Sada, Jr., para comunicarle lo sucedido y me preguntó que sí había dado algún anticipo y le dije: “No, sólo mi palabra”, y dijo: “Pues lo siento mucho pero no puedo hacer nada al respecto”. 142


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En vista de esto, le comuniqué a los socios lo sucedido, pero dos días después de esto disponiéndome en la noche para salir al Casino de Monterrey para una cena que hacía el Club Sembradores de Amistad en homenaje al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, con motivo de sus 25 años de fundado, y siendo más bien un homenaje a don Eugenio Garza Sada fundador del mismo, ya que él era renuente a este tipo de reconocimientos, habiéndome pedido la mesa directiva del Club que yo diera el discurso respectivo, sonó el teléfono antes de salir de mi casa, me regresé a contestar, y era Roberto Sada Salinas conocido como Robertito o Roby, preguntándome si todavía estaba interesado en comprar el avión Matrícula XB-XOP. Le dije: “Oye, ¿porqué me dices eso?, ya que Tony me dijo que ya lo había vendido”. “Mira Alejandro, yo estaba presente cuando tú hiciste la negociación con Tony, estaba a espaldas tuyas, por lo que no te percataste de mi presencia; yo oí toda la conversación y el trato que hiciste y quiero decirte que ahora yo soy el gerente y no me pareció correcto lo que hizo Tony, por lo que si tú estás de acuerdo, ese avión es tuyo”, a lo que contesté inmediatamente en forma afirmativa. Al llegar al Casino y encontrarme con Andrés M. Sada, le dije: “Andrés, deja felicitarte porque eres el feliz poseedor y propietario del avión Cessna 210 XB-XOP”. Siempre estuve agradecido y reconociéndole la decencia en sus tratos a Roberto Sada Salinas, ya que en otra ocasión al mover nuestro avión uno de los empleados del aeropuerto, y al caer en un hoyo, rozó la hélice dañándose la punta. No me dijo nada, tomó el avión, lo llevó a San Antonio y le cambió la hélice sin cobrar ni un centavo, notificándome lo sucedido posteriormente. Casualmente como dato curioso la compra de este avión coincidió con la fecha del matrimonio de Jacqueline Kennedy con Aristóteles Onassis, en Grecia, en octubre de 1968. Años después este avión lo vendimos a Jaime Benavides Pompa, y teniendo yo la necesidad de trasladarme a San Antonio, Texas, debido a una cita que mi esposa tenía con un médico en esa ciudad, le pedí a Jaime que me lo prestara sólo para hacer ese vuelo, y estándonos trasladando de Laredo, Texas a San Antonio y pilotando Alejandro mi hijo el mismo, percibí una pequeña falla en el motor, preguntándole si lo había notado, diciéndome que no, pero en ese momento volvió aparecer la falla; entonces le pedí que se pasara al asiento del lado derecho para yo conducir el avión y aterrizar en el aeropuerto de Cotula, ya que 143


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en ese momento estábamos casi sobrevolándolo. Ahí le hablé a un mecánico de Laredo, que se trasladara a Cotula para que lo revisara, y una vez hecho esto, hice un vuelo de prueba con el mecánico donde aparentemente el motor ya no fallaba. En ese viaje nos acompañó también mi esposa y la esposa del capitán Rosty, quien era el piloto de Jaime Benavides. Despegamos nuevamente ya los cuatro, conduciendo yo el avión y nos dirigimos al aeropuerto de San Antonio y al poco tiempo de estar volando, apareció de nuevo la falla, pero ya no quise regresarme y seguí hasta el Aeropuerto Internacional de San Antonio, Texas. Aterricé en la pista doce, pero en el momento de tocar tierra, el motor se paró, y tuvieron que bajarse los tres pasajeros a empujar el avión y sacarlo inmediatamente de la pista. Estando en esa ciudad le llamé a Jaime para avisarle de lo sucedido y sugerirle que estando ya ahí en ese aeropuerto se hiciera el cambio de motor, pues ya había llegado al tiempo límite del mismo, pero él me contestó que deseaba que se hiciera la reparación general (overhaul) con un mecánico de su confianza en la ciudad de Monterrey. En vista de eso me regresé dejando a mi esposa y Alejandro para que acudieran a la cita médica, trayéndome de regreso a la esposa del capitán Rosty; al estar próximo a aterrizar en el Aeropuerto Mariano Escobedo, volvió a aparecer la falla pudiendo aterrizar y dejando el avión en ese aeropuerto. Después de tener por un tiempo este avión, decidimos comprar un avión bimotor Piper Azteca D, modelo 1968, con turbos integrados, pero Manuel G. Rivero ya no quiso seguir de socio y lo compramos solamente Andrés y yo. La matrícula de ese avión era XB-AUM. En julio de 1979, le compramos a Jaime Benavides un avión Piper Azteca F modelo 1977 Matrícula XB-ADQ, llamado el Pildorero VI; este avión lo tuvimos Andrés y yo por varios años, vendiéndole después, éste, su parte, al Ing. Bernardo Garza Sada. Cuando íbamos a hacer la operación de compra venta, yo había hecho un estudio del valor del mismo, llegando a la conclusión que ese avión debíamos comprarlo en 145,000 dólares, a lo que inmediatamente An144


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drés dijo: “¡Qué tienes, Jaime quiere mucho más por su avión!”, diciéndome: “¿Cuándo has visto que los Benavides vendan barato?”, a lo que le contesté: “Y, ¿cuándo has visto que los Chapa compren caro?”. Entramos a la fuente de sodas de la Farmacia Benavides de la Colonia del Valle a platicar con Jaime y salimos comprando el avión en el precio que le había dicho, diciéndome Andrés muy contento: “Mis respetos contigo”. Andrés y yo fuimos socios por espacio de 20 años, habiendo tenido solamente una diferencia, dado que los dos nos peleamos por pagar una cuenta, ya que al aterrizar, Andrés en su rancho “Buenos Aires” de Linares tuvo un pequeño incidente, rozando la cerca habiéndose dañado ligeramente el fuselaje, y él insistía en pagar la reparación, a lo cual le dije, que yo como socio tenía la obligación de compartir los gastos de la misma, pero se me enojó tanto, que preferí acceder a que él pagara para no perder la amistad. Con esto se comprueba la honestidad y caballerosidad de Andrés, habiendo sido para mí otro excelente socio. Bernardo Garza Sada y yo, fuimos propietarios de ese avión Azteca F 1977 por varios años, vendiendo posteriormente su parte al Ing. Rodolfo Barrera; esto sucedió en 1985. Desde luego, Bernardo fue igualmente un excelente socio. Rodolfo y yo fuimos socios por un buen tiempo, hasta que decidí quedarme yo sólo, convenciéndolo de que me vendiera su parte. En una ocasión mi mujer y yo invitamos al C.P. Daniel Salinas y a su esposa, para pasar un par de días en la Isla del Padre, trasladándonos en ese avión Azteca. Estando en el Aeropuerto del Norte y haciendo la revisión previa del avión, saqué una muestra de los tanques de combustible con el objeto de ver si en ellos no había agua o basura, pero uno de los drenes ya no quiso cerrar completamente la válvula y siguió goteando combustible. Estando presente uno de los mecánicos, le pedí que revisara y reparara la falla, y él me preguntó: “¿Tiene usted tiempo para quitar la válvula y limpiarla?”, a lo cual accedí. Minutos después quedó eliminada la fuga y proseguimos el viaje a Brownsville, regresando dos días después, pero estando volando a 8,500 pies de altura sobre la pequeña sierra antes de la llegada al aeropuerto, de repente se paró un motor y luego el otro. Inmediatamente reaccioné, puse las bombas eléctricas, corrí los controles de los aceleradores hacia delante, así 145


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como las palancas de las mezclas y los pasos de las hélices y procedí a cambiar de tanques, volviendo inmediatamente a la vida los dos motores. En vista de esto, ya no quise descender hasta llegar a asegurarme de estar casi sobre el aeropuerto, aterrizando normalmente. Daniel, quien iba al lado mío me dijo: “Oye, qué buenos reflejos tienes”, diciéndole yo que la semana anterior había estado practicando emergencias y tenía muy fresco el procedimiento a seguir. Una vez en tierra, me di cuenta de cuál había sido el problema, ya que yo normalmente usaba los tanques exteriores que tienen más capacidad de combustible, pudiendo hacer el vuelo de ida a Brownsville y de regreso al Aeropuerto del Norte sin necesidad de cambiarlos, pero el mecánico, cuando hizo la revisión de los drenes, cerró las válvulas de los tanques y al abrirlas de nuevo, abrió las de los tanques interiores con menos capacidad, lo cual ocasionó que el combustible se agotara, produciendo el paro de los motores. Años después no estando mi economía personal muy buena, y pidiéndome mi antiguo socio Jorge L. Garza que se lo vendiera, así lo hice, haciendo un convenio con él muy generoso de su parte, para poder seguir usándolo a una tarifa sumamente razonable y haciéndome cargo de la supervisión de dicho avión, estando atento siempre a su mantenimiento. En 1999 volví a comprar otro avión Piper Azteca F modelo 1980, el cual todavía poseo, matrícula XB-BTE, y dos años después tuve oportunidad de comprar un Piper Cheyenne II, Matrícula XB-GVI, modelo 1980, que luego vendí a mi vecino Jaime Rodríguez Silva, comprando yo después un Cheyenne III A, Matrícula XB-PSG, modelo 1984, vendiéndolo posteriormente al Arq. Juan Regino Gutiérrez Prado, haciendo un convenio también de poderlo usar con una tarifa razonable. Este último fue un excelente avión turbo hélice de ocho plazas más el asiento del baño. En él hice varios viajes largos, a Honduras, a Nicaragua y Nueva Orleans, entre otros, sin escalas. En el año del 2009, y habiendo una crisis económica fuerte en los Estados Unidos, tuve la oportunidad de comprar un avión Jet Cessna Citation SII 550, modelo 1985, en magnífico estado, ahora Matrícula XB-PAX, a un precio algo menor que el que había comprado anteriormente, el turbo hélice Cheyenne III A. 146


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A lo largo de estos 52 años de volar, he podido acumular más de 3,400 horas de vuelo, hasta la fecha, apuntándome sólo y estrictamente las horas de vuelo, ya que normalmente se acostumbra contar desde que se echan andar los motores, y tampoco he apuntado las horas de copiloto, que han sido muchas. En este período, he tomado varios cursos de aviación, principalmente en los Estados Unidos; uno de ellos fue en San Antonio, Texas, en la Burke Aviation en 1964, cuya propietaria Marian E. Burke, era excelente instructora y finísima persona. Ella participaba frecuentemente en carreras de aviación, el “Derby Puff”; los participantes eran puras mujeres, y generalmente estas competencias se desarrollaban en el territorio mexicano. En la última carrera que participó, hizo una escala en Monterrey, y me llamó para saludarme y decirme que estaba compitiendo con su avión en una carrera de Acapulco y Zihuatanejo a San Antonio, Texas, pero al regresar y volando por razones estratégicas bastante bajo, junto con su acompañante, los narcotraficantes en el Estado de Guerrero la confundieron con un avión de la Procuraduría General de la República, disparándole y derribándola, muriendo ambas en el impacto. Posteriormente, tomé un curso de instrumentos con su hijo John, quien era piloto personal del presidente Lyndon B. Johnson, cuando éste volaba en su avión particular, principalmente a su rancho en Texas. John fue también un excelente instructor y fina persona. Entre otros cursos, tomé cinco en Lake Land, Florida en Flight Safety para adiestramiento del Cheyenne II y del Cheyenne III A. El último lo tomé en la ciudad de Monterrey con el instructor Ernesto Canchola en el Cessna Citation SII 550, como preparación para el examen y obtener la licencia de Capitán Piloto de Jet, habiéndome examinado el jefe del Aeropuerto del Bajío, quien es a su vez un magnífico instructor, sumamente exigente, poniéndome un examen riguroso por espacio de casi dos horas, habiendo sido aprobado y recibiendo una felicitación de su parte. Esta licencia de Jet la obtuve a la edad de 80 años.

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Tres de mis hijos son también pilotos aviadores. Alejandro y Andrés tienen licencia de piloto privado en monomotores, bimotores, turbohélice y jet, y Gabriel solamente de monomotores y bimotores. Tanto Alejandro, como Andrés, volaron solos a los catorce años de edad y el chofer tenía que llevarlos en automóvil al aeropuerto para tomar el avión, ya que tenían licencia de piloto, pero no de conducir automóviles.

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XI. Mi trabajo en la empresa y en otras instituciones

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a he mencionado cómo, desde antes de recibirme en la Facultad de Derecho, daba clases en el Colegio Franco Mexicano, lo que me permitía un ingreso reducido pero suficiente para la soltería de entonces. Es obvio que, casado, habría de requerir un mayor ingreso, para hacer frente a los gastos normales de la casa, mantenimiento de automóvil, alimentación y, después, educación de los hijos, pero en ese momento yo estaba tranquilo con lo que percibía. Igualmente, convendría mencionar que, desde tercer año de Leyes, entré como empleado de tiempo parcial en el mes de septiembre de 1950 al Departamento de Refacciones y Llantas de Casa Chapa, S.A, sito en Juárez e Isaac Garza. Al frente del negocio, estaba mi primo Ricardo J. Chapa Chapa, quien era mayor que yo once años. Originalmente la empresa familiar había distribuido las llantas Kelly, de importación norteamericana, pero siendo nosotros clientes de la Compañía Hulera Euzkadi, S.A., ya que manejábamos el zapato tenis y la Cámara Roja de su fabricación, que se usaba en el interior de las llantas, y habiéndose posteriormente esta compañía asociado a la Compañía B.F. Goodrich americana para poder fabricar, no sólo las cámaras, sino las llantas, surgiendo así la marca Goodrich-Euzkadi, cuya calidad era muy buena. Por muchos años fuimos distribuidores de esta marca de llantas. A propósito, siendo los dueños de esta compañía, la Compañía Hulera Euzkadi, S.A., también dueños de la Compañía Embotelladora Canada 149


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Dry, de la Ciudad de México, y teniendo ellos la concesión para toda la República, en el año de 1947, habiendo ya cerrado el Departamento de Drogas de Casa Chapa, S.A., nos invitaron a establecer una planta embotelladora de esos productos en la ciudad de Monterrey, diciéndole su director a mi tío Ricardo, que éste no sólo era negocio para hacer dinero, sino para “robar”, dando a entender lo lucrativo del mismo. Pero la realidad fue muy distinta, ya que la competencia fue muy intensa y a pesar de no haber tenido nunca pérdidas, se batallaba mucho para operarlo con buenos resultados, por lo que en 1963 se decidió fusionarla con la embotelladora Pepsi-Cola de esta ciudad. Previamente habíamos intentado tener la concesión de esta marca Pepsi-Cola, pero nunca fue posible; y el día anterior a la fusión, se presentó el vicepresidente de la compañía americana a ofrecernos la elaboración y distribución de la misma, pero ya mis tíos y mi papá decidieron seguir adelante con la negociación anterior. Creo, personalmente, que esto fue un error, porque hubiera sido un magnífico negocio si hubiéramos embotellado Pepsi-Cola. Una vez recibido de abogado, seguí trabajando en el Departamento de Refacciones y Llantas de Casa Chapa. Allí me tocó tratar y ser jefe de muchos vendedores, pues tenía confiada la Gerencia de Ventas. Algunos de estos agentes eran: Rubén González (padre del famoso payaso Cepillín), César Villegas, Oscar González, Francisco González (mejor conocido como Pancho Pistolas o Pancho Chácharas, ya que en sus rutas combinaba estas ventas en lo personal), Mario Chapa, Adolfo Díaz, Carlos Gamboa, Ramiro Montalvo, Eleuterio González, Luis Montemayor y muchos más. Se cubría toda la República Mexicana, de Tijuana a Mérida. Algunos de estos agentes pertenecían a la Sociedad Mexicana de Viajantes, que tuvo su edificio frente al antiguo Palacio Federal, por la calle de Washington. Recorrí supervisando las diferentes rutas de los vendedores toda la República, ya que Casa Chapa, S.A. era una de las tres casas mayoristas de refacciones automotrices más importantes de México. Acompañando al vendedor Carlos Gamboa, en la ruta del sureste, y estando en Teapa, Tabasco, me dijo que había vendido una lavadora 150


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de ropa automática de la marca “Easy” a una señora, pero que ni él ni ella sabían cómo operarla, pidiéndome que yo me trasladara a su domicilio a ilustrarla en el manejo de la misma. Así fue como me encontré lavando ropa en esa ciudad. Agradecida la señora nos invitó a tomar un delicioso chocolate con un exquisito pan. Las marcas de refacciones que más se manejaban eran: Bujías Champion, Wagner Electric, Filtros Fram y muchas otras de prestigio mundial. También teníamos la distribución de bombas surtidoras de gasolina y compresoras de aire de la marca Wayne, así como las herramientas Black & Decker, anillos Perfect Circle, Bujes Federal Mogul, partes de suspensión Moog y muchos más como parches “El Soldadito”, que era marca propia. Casi todas se importaban, pues nuestra industria nacional de partes automotrices apenas iniciaba. Uno de los agentes aduanales era José A. Montemayor y Hermanos, de Laredo, Texas. El contador de la empresa era don Rufino Salinas, padre del doctor en Derecho Arturo Salinas Martínez, fundador y director de la Facultad Libre de Derecho, y al dejar el puesto don Rufino, dejó en su lugar a mi primo segundo Guillermo González Navarrete, quien fue sumamente eficiente en su desempeño. Mis primeras dos secretarias fueron, llamadas ambas: Guadalupe González. Al entrar a trabajar en ese Departamento, pasé primero por todas las secciones del mismo para enterarme de su operación. Cuando hicimos una restructuración organizacional y que quedáramos cada uno de los primos al frente de cada departamento de la empresa, yo fui director de Relaciones Públicas e Industriales y luego fui director del negocio de Servi Despensa, S.A., que originalmente se llamaba Servicios Sociales de Monterrey, S.A. Años después, siendo presidente del Consejo de Administración, mis primos me pidieron que me hiciera cargo de la Dirección General de las empresas del Grupo, y después de ejercer ese cargo, por un corto período, en julio de 1979 le entregué el mismo al C.P. Gilberto de Hoyos Santos. El grupo se llamaba entonces Valores Corporativos, S.A. de C.V., nombre sugerido por mí.

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Aunque yo fui el primer director general de la Compañía, antes que yo, sin ostentar este título, lo ejerció mi tío Ricardo, siendo el mayor de los tres hermanos fundadores. Actualmente me encuentro “jubilado”, ajeno a cargos administrativos, y estando también fuera del Consejo de Administración, sólo dedicado a presidir dos Fundaciones: la familiar llamada Fundación Ricardo, Andrés y José A. Chapa González, A.C., y la que fundó la señorita Bertha Maiz Velarde, llamada Fundación Maiz Velarde, A.B.P., y también a atender mis asuntos particulares. La empresa Casa Chapa, S.A., desde su fundación hace ya 90 años, cumplidos el 15 de febrero de 2013, ha tenido una gran evolución; su primer nombre fue “El Gallo”, luego Chapa Hermanos, Abarrotera Monterrey, Compañía Abarrotera y Distribuidora de Partes para Automóviles, S.A., Valores Corporativos, S.A. de C.V., Grupo Chapa, S.A. de C.V. y ahora Innovación y Conveniencia, S.A. de C.V. (ICONN). Al través de estos años se han fundado, fusionado y desaparecido innumerables empresas. Mi primer puesto de consejero fuera de las empresas familiares, fue en el consejo de la Compañía de Seguros El Mundo que luego se fusionó con la Aseguradora del Norte, S.A., perteneciente a La Comercial, S.A., cuyo presidente de esta filial de seguros, era don Manuel L. Barragán. Los consejeros de la primera empresa fueron don Emilio Arizpe Santos, don Alejandro Guajardo Lozano, don Genaro Cueva Domínguez, don Andrés M. Sada Zambrano y yo. Después estando como tesorero municipal y habiéndose recientemente fundado el Banco Obrero, S.A., en 1972, me nombraron consejero en la sucursal de Monterrey. Posteriormente, siendo presidente López Portillo, llevó a cabo la nacionalización de la Banca, que más bien fue estatización ya que la Banca era nacional, tuve la oportunidad de estar de consejero en diez bancos, dada mi condición de tesorero municipal, contralor general del Estado y empresario; no obstante no tener conocimientos bancarios y pocos fi152


Mi Paso por la Vida

nancieros, así fue como participé en Banorte, S.A., Banca Confía, S.A., Banco del Pequeño Comercio, S.A., aquí como presidente del Consejo; Banobras (consejero regional en Monterrey, N.L.), Banca Serfin, S.A., Grupo Financiero Inverlat de Agustín Legorreta, Bancrecer, S.A., Multibanco Comermex, S.A. y Banpaís, S.A. Previa a la nacionalización fui consejero del Banco General de Monterrey, S.A., cuyo presidente era don Jorge Sada Gómez, convirtiéndose luego en Polibanca Innova, S.A., y al pasar después este Banco al Grupo Fundidora, su presidente era el ahora famoso mundialmente cellista, Carlos Prieto Jacqué. En cuanto a instituciones no lucrativas fui miembro y consejero del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, por espacio de 34 años; de la Institución de Beneficencia Privada Escuela Hogar Nuestros Pequeños Hermanos, A.C., del Patronato Nuevoleonés de la Comunidad Franciscana, A.B.P., como tesorero; de la Cruz Verde de San Pedro Garza García, N.L., miembro del Consejo y vicepresidente del Institute of Latin American Studies, Sección México de la Universidad de Texas, consejero y presidente de la Asociación Regiomontana de distribuidores de Aparatos Domésticos, A.C., en Monterrey, N.L., (ARDAD); de 1964 a 1973 consejero de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio en México, D.F., (Concanaco); de 1966 a 1969 consejero de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey; de 1969 a 1971 presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey; de 1962 a 1963 vice-presidente de la Confederación USEM, presidente del gremio de Aparatos Domésticos de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey; de 1980 a 1982, inclusive, fundador, consejero y presidente de la Asociación de Pilotos y Propietarios de Aviones, A.C., (APPA) y de la Sociedad Cooperativa de Consumo de Servicios Aéreos ADN, S.C.L., Operadora del Aeropuerto del Norte en Apodaca, N.L.. Por encargo del gobernador del Estado Lic. Eduardo A. Elizondo, fui presidente del Comité Pro-Construcción del Parque Niños Héroes en los terrenos del antiguo Campo Militar en Monterrey, N.L., así como promotor, junto con el Ing. Roberto G. Sada, Jr., de la construcción del Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo de Monterrey, N.L., sito en Apodaca, N.L., presidente del Consejo de Corpotex, S.A. de C.V., consejero de Textiles Key, S.A. de C.V., cuyo nombre anterior era Hila153


Alejandro H. Chapa

dos del Norte, S.A., cuyos antiguos dueños eran los señores Llaguno; presidente del Comité Técnico del Fideicomiso para la Reordenación Comercial., tesorero del Patronato Universitario de Nuevo León., comisario del Instituto de Administración Pública de Nuevo León., miembro del Consejo de Comparte Nuevo León, A.B.P., miembro del Consejo del Colegio de Abogados de Nuevo León y miembro de la Mesa Directiva del Club Sembradores de Amistad; socio del Club Campestre Monterrey, A.C., desde su fundación; socio del Club Industrial, A.C., socio del Casino de Monterrey, A.C. antes S.C., desde el año de 1945 y socio del Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey desde el año de 1948. Miembro del Patronato y de la Asamblea de la Universidad de Monterrey, la cual fue promovida por don Antonio L. Rodríguez siendo éste su primer presidente. A propósito de esta Universidad, la situación más honrosa que he tenido en mi vida ha sido la invitación insistente a ser rector de la misma, la cual tuve que declinar por haberme comprometido a ser el tesorero de la Ciudad de Monterrey. El Ing. don Camilo G. Sada, entonces presidente del Consejo, nunca me lo perdonó, reclamándomelo cada vez que me veía. Durante este largo y diverso período laboral, he ocupado 16 diferentes oficinas en varios sitios de la ciudad de Monterrey y San Pedro Garza García, N.L. En una ocasión doña Rosario Garza de Zambrano me invitó a presidir el Consejo de la Maternidad Conchita, pero en vista de tener otras actividades en ese momento, que absorbían gran parte de mi tiempo, decliné esta invitación. Debo decir que después me arrepentí de esta decisión por tratarse de tan honorable y altruista dama y de tan noble institución. También recibí la invitación insistente para presidir el Consejo del Casino de Monterrey, S.C., pero en ese momento quise dedicar mi tiempo y esfuerzo a otro tipo de actividad. Desde luego mi esposa no me lo perdonó, ya que se trataba de una institución muy honorable y de un prestigio centenario. Pero a veces se cometen errores en las decisiones. 154


Mi Paso por la Vida

Al historiador Andrés Montemayor se le ocurrió recabar de varios empresarios regiomontanos y capitalinos, artículos con temas sociales empresariales, incluyendo uno mío denominado “La Participación del Empresario en la Vida Cívica” y elaboró con ellos un libro titulado Pensamiento empresarial mexicano y lo envió a concursar en la ciudad de París donde obtuvo este libro el Premio “Triunfo a la Excelencia Europea”, otorgado por el Comité de la Excelencia Europea. Por tal motivo vino un representante de ese organismo a la Ciudad de México, y en el Hotel Camino Real, a los catorce empresarios que participamos, nos entregaron una medalla de oro llamada “A l’ Excellence Europeenne” “A la Excelencia Europea”. Estos fueron: Fernando Aranguren, Alfredo Amescua Romero, José María Basagoiti, Iker Belausteguigoitia, Gastón Azcárraga Tamayo, Fernando Casas Bernard, Alejandro H. Chapa, Alejandro Garza Lagüera, José González Múzquiz, José Mendoza Fernández, Rogelio Sada Zambrano, Juan Sánchez Navarro, Lorenzo Servitje y Eloy S. Vallina. El año pasado el Organismo Impulsa, miembro de J.A. Worldwide Nuevo León, Formando Emprendedores, tuvo a bien el Comité respectivo otorgarme el “Galardón Impulsa del año 2012”, juntamente con Enrique Zambrano Benítez y en forma póstuma a don José Calderón Penilla y a don Manuel L. Barragán Escamilla. En febrero del año 2011, la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Monterrey me hizo el honor de otorgarme la “Presea Pedro Maiz Arzuaga”; esta medalla la suelen otorgar a miembros de la Cámara de Comercio que se hayan distinguido por una labor humanista, cívica y social y una destacada trayectoria empresarial. El presidente en turno de dicho organismo fue el Lic. Juan Ernesto Sandoval Villarreal. El Congreso Nacional de Editores de Provincia, que agrupa a más de 500 miembros, me entregó en 1986 la “Presea José María Morelos y Pavón”, junto con 39 presidentes municipales del país, “por la destacada labor en favor de sus conciudadanos”. Esto se repitió en 1987 y 1988.

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XII. USEM Monterrey

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hora en este capítulo, quisiera hacer mención de una institución en la que me tocó participar desde su fundación en lo que respecta a Monterrey y que ha tenido un positivo impacto en el sector empresarial regiomontano. Para esto me voy a permitir transcribir un discurso que pronuncié con motivo de los cuarenta años de la fundación de la Unión Social de Empresarios Mexicanos en Monterrey, habiendo sido yo su primer presidente, con duración de dos años, y que éstos al final, se convirtieron en cuatro, ya que el siguiente presidente fue el Ing. Andrés M. Sada, pero habiendo sido, al inicio de su período, electo a un puesto que le absorbió todo su tiempo, así como tenerse que ausentar frecuentemente de la ciudad, tuve que seguir al frente de la USEM en su ausencia. Durante el período de 1976 a 1978 el Ing. Sada hizo una magnífica actuación al frente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), enfrentándose al presidente Luis Echeverría Álvarez y en venganza, éste, al través del Congreso de la Unión, usando a uno de sus diputados, el Lic. Raúl Caballero Escamilla, lo acusó de traidor a la patria, causando este ataque una indignación nacional. He aquí el discurso: Señor presidente de la Confederación USEM, Sr. Ing. don. Javier Solana Rivero; 157


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Señor presidente de la Unión Social de Empresarios de Monterrey, Sr. Ing. Abelardo Cruz Beauregard; Señores fundadores y expresidentes de nuestra Asociación; Estimados invitados de honor; Distinguidas damas que nos honran con su presencia; Estimados socios: Asistimos con entusiasmo a este foro empresarial organizado por la Unión Social de Empresarios Mexicanos de Monterrey, en el marco de la celebración de su cuadragésimo aniversario; cuarenta años de productiva labor al servicio del empresariado y de la sociedad regiomontana y nacional. Cumplimos en este año 40 años de existencia como asociación; digo cumplimos, porque muchos de los actuales socios que se encuentran presentes el día de hoy, han recibido íntegro el mensaje de quienes tuvimos el privilegio de intervenir en el año de 1962 para dar origen a esta institución. Ese solo hecho merece una justa celebración, pues significa que el propósito de los fundadores ha sido cumplido al haber ejecutivos y empresarios que han, hemos, me atrevo a decir... recogido la bandera que nosotros plantamos. Las fechas son convenciones humanas. En realidad no importa festejar sólo los años que han transcurrido, sino celebrar el hecho de que varias generaciones empresariales, por lo menos cuatro, ya han recibido las enseñanzas de la doctrina social cristiana al través de la USEM. Este hecho ha implicado grandes esfuerzos en el transcurso de los años; eventos, reuniones, congresos, foros, sesiones de diálogo, encuentros entre obispos y empresarios y actos religiosos que nos han dado cohesión y han permitido que el mensaje llegue a muchas empresas de la región. Es muy difícil calcular los beneficios, pero todos estamos ciertos de que existen y son tangibles. USEM ha dado fruto, y ese fruto permanece desde su fundación. 158


Mi Paso por la Vida

En aquellos tiempos, el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia, era patrimonio de unos cuantos. Y la presencia de las ideas liberales, triunfantes en el período que conocemos como de la Reforma y promovidas intensamente desde el triunfo de la Revolución, habían calado hondo en una extensa parte de los agentes económicos y sociales de la región, imperando por lo tanto, una concepción positiva de la realidad, con sus matices extremos: el colectivismo y el individualismo, donde el primero, estaba recibiendo un fuerte impulso desde las esferas del poder y desde luego, la amenaza del socialismo y del comunismo. Ante este estado de cosas, empresarios conscientes y responsables de su deber, a partir de una concepción cristiana de la sociedad, y de una visión realista de lo que podría deparar al país, si no se intervenía para aclarar las ideas, combatir los errores y proponer nuevos y más humanos enfoques, vieron canalizadas sus inquietudes a partir de varios hechos aparentemente fortuitos. Fue Vitorio Vacari, destacado empresario italiano, quien en sus constantes viajes a la Ciudad de México fue moviendo las conciencias de sus amigos empresarios mexicanos a iniciar un movimiento que impulsara la toma de consciencia de su responsabilidad social. Don Lucas Lizaur empresario de esa ciudad, fue en esos años difíciles el encargado de mantener viva la llama del movimiento. Después de muchos pacientes esfuerzos, nace la Unión Social de Empresarios Mexicanos en la Ciudad de México bajo la presidencia de don Salvador Ugarte, quien para confirmar la vocación nacional del movimiento, agrega a su primer consejo directivo, como vice-presidente, al Lic.Virgilio Garza, Jr. de Monterrey y a don Antonio Martínez Rivas de Guadalajara. Esto sucedía en el año de 1957. Ese mismo año de 1957, el Lic. Virgilio Garza, Jr. acompañado del Ing. Bernardo Elosúa Farías y de mi padre, el Sr. Andrés Chapa, asistieron a un congreso de la UNIAPAC, en Montreal, Canadá, cuyas siglas en francés significan Unión Internacional de Asociaciones Patronales Cristianas, cuya sede se ubica actualmente en Bruselas, Bélgica. Este congreso fue el primero que se celebró fuera de Europa. 159


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Después de la Primera Guerra Mundial nacieron Asociaciones Nacionales de Jefes de Empresa en Holanda, Bélgica y Francia, como herederas de las inquietudes de los pioneros social cristianos de fines del siglo XIX. Con el deseo de coordinar sus ideales, los delegados de dichas asociaciones nacionales de patronos y observadores de Alemania, España y Checoslovaquia, se reunieron en una conferencia internacional de empresarios cristianos en Roma el 12 de mayo de 1931, para celebrar el 40 aniversario de la encíclica Rerum Novarum y estudiar las posibilidades de una organización internacional. La organización empresarial de objetivos internacionales llamada “Unión Internacional de Asociaciones Patronales Católicas” o “UNIAPAC”, nació en el congreso celebrado en Roma del 7 al 10 de mayo de 1949. Desde entonces se realizaron cuatro seminarios en Tilburgo, París, Oxford y Bruselas e importantes conferencias internacionales en La Haya, París, Bruselas, Amberes, Roma, Colonia, Oporto, Montreal, Knokke y Lucerna. Como ya dije, el congreso de Montreal de 1957 fue el primero que UNIAPAC realizó fuera de Europa; ahí se reorganizó UNIAPAC sobre bases más amplias y sólidas y se creó el Secretariado General Permanente, encargado de preparar y cumplir las resoluciones y de mantener relaciones estrechas con las asociaciones nacionales de los diferentes países. La Delegación General para América Latina, creada en 1958 con sede en Buenos Aires, fue transformada en 1960 en un Secretariado Regional con sede en Santiago de Chile, al mismo tiempo se estableció el Consejo Central de Delegados para América Latina (CCDAL), compuesto por los miembros latinoamericanos del Consejo Central de Delegados (CCD).

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Mi Paso por la Vida

El Congreso de Lucerna en 1959 constató los progresos de UNIAPAC en el camino que se había trazado y la orientación definitiva hacia el ámbito mundial, aceptando la responsabilidad de construir una verdadera solidaridad internacional. La UNIAPAC empieza decididamente su marcha económica en el congreso de Santiago de Chile en 1961, cuyo tema fue: “El empresario cristiano frente al desarrollo económico”, estudiado en tres partes: objetivos y metas del desarrollo económico, instrumentos del mismo y sus obstáculos, y solidaridad internacional. En 1963 se celebró otro congreso en Sao Paulo Brasil. Al que asistimos el Ing. Andrés Marcelo Sada y yo, sorprendiéndonos la noticia del asesinato del presidente John F. Kennedy a la mitad del congreso. La UNIAPAC, que en principio podía definirse como una organización empresarial de hondas preocupaciones sociales, principalmente en lo referente a las relaciones obrero patronales, ha evolucionado y se ha enriquecido avocándose al estudio y solución de los problemas técnicos y económicos de un mundo en desarrollo y se declara abierta a todos los empresarios de buena voluntad, como organización no confesional, sino doctrinal de inspiración cristiana. Va en busca del pensamiento económico que valga para una sociedad internacional en gestación y que sea capaz de empujar a la integración mundial económica, sobre la base de la solidaridad generosa y con miras a la instauración de un verdadero bien común universal. Como organismo doctrinario ha tenido la siguiente evolución: • Fue en un principio una organización cuyos miembros (jefes de empresa) debían ser católicos; de aquí la primitiva interpretación de su siglas como Unión Internacional de Asociaciones Patronales Católicas. • En una segunda etapa, de mayor amplitud, se convierte en una organización cuyos miembros debían ser cristianos; en este período sus siglas se traducen como: Unión Internacional de Dirigentes de Empresa Cristianos. 161


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• Actualmente, en un tercer período, la inspiración cristiana ha pasado a ser característica del organismo en cuanto tal. En esta tercera etapa se llega a una concepción económico social más perfecta, aceptable también para el jefe de empresa que no tiene vinculación personal con el cristianismo. • De esta nueva visión surge su denominación actual: Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa, conservando, sin embargo, sus antiguas siglas de “UNIAPAC”. UNIAPAC, por tanto, es una organización económica social de ámbito no gubernamental, y de inspiración cristiana, formada por dirigentes de empresa que trata de instaurar en la empresa, en las economías nacionales y en el ámbito mundial, un orden socio-económico más humano, basado en el derecho natural y abierto a los valores cristianos. En el año de 1961, en el mes de agosto, el Ing. Bernardo Elosúa nos convoca a una reunión, en uno de los comedores privados del Casino de Monterrey y nos pide que fundemos una USEM en Monterrey. Ahí se nombró una comisión para formarla, la cual la encabezó el Lic. Alfonso Garza Garza y teniendo como miembros al Ing. Andrés Marcelo Sada, al Sr. Manuel Sada Rivero y a mí. Como estaba próxima una reunión de la USEM México en la ciudad de Guanajuato, en el mes de septiembre de ese año, la comisión en pleno nos trasladamos a esa ciudad, donde en esa sesión, se fundó la Confederación USEM, habiendo logrado que nuestra propuesta fuera aceptada para que el presidente de esa asociación fuera don Clemente Serna Martínez. Estábamos la comisión aludida trabajando en organizar y fundar la USEM en Monterrey, pero nos encontrábamos con muchas dificultades para lograrlo, cuando se me acercaron el Ing. José Vicente Ferrara, el Dr. Adrián Quirós y el C.P. Rodrigo Treviño Madero. Ellos acababan de venir de la ciudad de Chihuahua donde habían participado en los cursos de las “Ejercitaciones por un Mundo Mejor” creadas por el padre Ricardo Lombardi, sacerdote jesuita italiano y dirigidas por monseñor 162


Mi Paso por la Vida

Genaro Alamilla, hoy obispo emérito de Papantla. Fue tal la insistencia y entusiasmo de estas personas que se logró efectuar un ciclo de estas conferencias en una casa de mi padre en la Colonia Olinalá, participando como expositor el padre Genaro Alamilla y teniendo como oyentes a un selecto número de empresarios y profesionistas, quienes fueron posteriormente la semilla para que la USEM Monterrey naciera, ya que la motivación dada por estas Ejercitaciones y la elocuencia y habilidad del padre Alamilla, fueron un motor sumamente eficaz para conseguir el objetivo de la asociación. No obstante que desde el principio estuvieron los empresarios regiomontanos presentes en el nacimiento y la incepción del movimiento, tuvieron que pasar cinco años, para que aquellas inquietudes cristalizaran aquí, no sin el apoyo de los socios de la USEM de la Capital. Por lo tanto, un catalizador importante en el proceso fue las Ejercitaciones por un Mundo Mejor, que despertaron en un amplio número de dirigentes de empresa, el deseo de formarse y responsabilizarse de su participación social. El otro elemento catalizador fue sin duda, don Clemente Serna Martínez, a la sazón presidente de la recién fundada Confederación USEM. Efectivamente, a mediados de 1962, el 21 de junio nace oficialmente USEM Monterrey, después de un período de organización, en el que el apoyo de los más prominentes empresarios de la localidad, un grupo de jóvenes encabezados por el Lic. Alfonso Garza y Garza hicieron los contactos y las promociones necesarias para agregar a la causa a los más posibles, principalmente a los jóvenes. En esa ocasión memorable, un grupo de empresarios de la USEM de la Ciudad de México, encabezados por don Clemente, fueron testigos calificados de ese evento. Tuve el privilegio de que se me otorgara ser el primer presidente de USEM Monterrey. Desde el principio, la finalidad fue clara: “Impulsar la edificación de una estructura socioeconómica más justa y más humana”. Los medios fueron definidos también muy claramente: unir, formar e impulsar a los empresarios a la acción. La doctrina social cristiana sería la fuente de esa formación. 163


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Cuando en 1962 fundamos USEM Monterrey, estábamos iniciando una asociación para trabajar por el desarrollo de un mundo más justo y más humano, lo cual esperábamos lograr mediante la actuación individual de los socios, cada quien trabajando en su propio medio, aprovechando como directriz la doctrina social cristiana. En consecuencia, como sociedad nos dedicaríamos al estudio y la difusión de esta doctrina, para que cada quien la aplicara en su ambiente en la forma que considerara más adecuada, según sus circunstancias. El medio regiomontano era en ese tiempo un terreno excelente para trabajar por los fines anteriores. Considérese que entonces la doctrina social se limitaba en lo fundamental a las encíclicas Rerum Novarum y Quadragesimo Anno, las cuales condenaban al liberalismo y al socialismo ateo, afirmaban el derecho de propiedad y hacían un llamado a vivir más como cristianos. Por cien años se llamó doctrina social cristiana a las enseñanzas de la Iglesia contenidas en un paquete de encíclicas iniciadas con la Rerum Novarum. El hecho de que en ese tiempo, ante todo se procurara actuar correctamente, resultaba compatible con las directrices de las encíclicas.22 Un lema fundamental de la USEM ha sido: “Sea Usted un Empresario con Visión Social Anticipada”. En Monterrey tenemos muchos ejemplos de este tipo de empresarios, pero viene a mi memoria uno que destaca sobremanera, me refiero a don Luis G. Sada, quien fuera fundador del Centro Patronal de Nuevo León, de la Confederación Patronal de la República Mexicana, Coparmex, de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa en donde instituyó el servicio de despensas a los trabajadores, la construcción de casas para sus empleados y el establecimiento de una clínica para el cuidado de salud de los mismos. En una ocasión reunió a los empresarios regiomontanos para exhortarlos para que hicieran lo mismo, principalmente la construcción de casas y la clínica, ya que decía si no lo hacemos nosotros, más tarde el gobierno lo hará, más caro e ineficiente, pero desgraciadamente no tuvo eco y poco después nacieron el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Infonavit. 22

Se refiere también a la encíclica Mater et Magistra, del Papa Juan XXIII, sobre el reciente desarrollo de la cuestión social, promulgada el 15 de mayo de 1961. En 1963 Vitorio Vacari, presidente de la UCID Italiana en uno de sus viajes a Monterrey nos entregó a la USEM Monterrey un ejemplar de dicha encíclica.

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También se preocupó por la ideología, tanto empresarial, como social y convocó nuevamente a un grupo de profesionistas y empresarios de esta ciudad, fundando en el año de 1938 el Periódico El Norte. Huelga decir que la USEM de Monterrey, a partir de entonces, ha sido un factor de influencia en la comunidad regiomontana. Muchos empresarios han encontrado en ella los principios que les ayuden a formarse criterios cristianos, que les permitan tomar decisiones de acuerdo a su fe, en la vida diaria de los negocios. Muchas empresas han recibido su influjo positivo a través de dirigentes empresariales mejor formados, y muchas instituciones y organismos empresariales han encontrado en sus socios formados en la USEM, la orientación ética en el momento necesario. Unidas las USEM de la República, se ha logrado cultivar en nuestro lenguaje, palabras poco usadas antes de su fundación, como: dignidad de la persona humana, solidaridad, subsidiariedad, justicia social, participación, colaboración, consenso... Pero no sólo palabras, sino hechos concretos vividos en las empresas y en la comunidad. La influencia de USEM, ha sido patente. Es así como nació y se desarrolló esta institución y estoy seguro que seguirá sembrando consciencia para obtener otro de sus lemas: “Conseguir una Sociedad más Justa y más Humana”. Muchas Gracias. Lic. Alejandro H. Chapa Monterrey, N.L., a los 26 días del mes de agosto de 2002

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XIII. Nuestros Pequeños Hermanos

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stando yo en El Salvador atendiendo la Junta Anual del Organismo Institución de Beneficencia Privada Escuela Hogar Nuestros Pequeños Hermanos, A.C., el Padre Richard Frechette, de la Orden de los Pasionarios de Cristo y gran colaborador de esta obra, me pidió que le contara cómo se había iniciado la parte correspondiente en la ciudad de Monterrey, N.L., y al hacerlo me dijo: “Esto está muy interesante, ¿por qué no lo escribe y lo difunde?”. Este Padre fue el director de Nuestros Pequeños Hermanos en Honduras y actualmente en Haití, habiendo hecho una magnífica labor, sobre todo en este último país. Como dentro de esta organización ahí se encuentra un hospital y viendo la necesidad de poder atender a esa población con más eficiencia, desde el punto de vista médico, él se ausentó temporalmente para trasladarse a la ciudad de Nueva York y estudiar la carrera de medicina, obteniendo ahí su doctorado, siendo actualmente, además de director de los Pequeños Hermanos en Haití, director de un nuevo hospital. A continuación transcribiré sintéticamente la historia de esta obra, principalmente lo que corresponde a la casa que ocupan los estudiantes de carreras universitarias pertenecientes a esta institución. No estoy muy seguro del año, pero creo que era 1968, cuando don Eugenio Garza Sada, Director de la Cervecería Cuauhtémoc en Monterrey, N.L., le pidió al Lic. Ricardo Margain Zozaya que convocara a una comi167


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da en el Casino de Monterrey, S.C. a un grupo selecto de empresarios con el fin de presentar al Padre William Wasson y exhibir una película descriptiva de su obra NUESTROS PEQUEÑOS HERMANOS, la cual fue elaborada por una institución de franciscanos de San Francisco, California. Esta película fue muy impactante e impresionó mucho a los asistentes y muy particularmente el caso de Alfredo, un niño huérfano que había sufrido quemaduras que le habían dejado huellas severas en su cara y manos principalmente, haciendo de él una persona con un aspecto impresionante por la deformación de su rostro. Don Eugenio expuso a la concurrencia el deseo de establecer en esta cuidad una especie de sucursal de esta obra y pidió el apoyo para su realización, no sin antes anunciar que él pondría la cantidad de dos millones de pesos para su inicio. Inmediatamente después, don Ignacio Santos ofreció un millón de pesos más. Don Eugenio pidió que se formara un comité organizador y se fijaron para presidirlo en el Ing. Roberto G. Sada, Jr., director de la Vidriera Monterrey, S.A. hoy VITRO, S.A. Roberto, viendo venir el cargo, se adelantó a decir que esa responsabilidad era para alguien menor de 50 años de edad (él acababa de cumplirlos), y sugirió que fuera yo, a quien me tenía a un lado. Como a mí me gustó mucho la obra y me impresionó mucho la humildad y el trabajo desarrollado por el Padre Wasson, acepté con gusto el cargo de presidente del Comité Organizador, amén que teniendo el ofrecimiento de tres millones de pesos de aquel entonces, para empezar y contando con la “flor y nata” del empresariado regiomontano, me pareció que esta labor “no tenía chiste”. Este Comité se formó también con tres personas más: el Ing. Roberto G. Sada, Jr., el Ing. Jorge L. Garza y el Lic. Alfonso González Segovia. Estos dos últimos, uno era el director y fundador de la empresa Conductores Monterrey, S.A., hoy Xignux y el otro, vice-rector de Finanzas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

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Una vez pasado esto, días después, el Comité en pleno, nos trasladamos a Acolman, Estado de México, donde el Padre tenía concentrado a la mayor parte de sus muchachos y muchachas, en un viejo casco de hacienda, donde dicho sea de paso, se iniciaron las famosas “posadas” navideñas. Al describirnos el Padre Wasson las impresiones de algunos visitantes famosos, como el caso de Raquel Welch, que fue tal lo impactante de su encuentro con las niñas más pequeñas, que ésta se había ido a llorar a un rincón de la habitación donde estábamos, y yo le dije al Padre: “Padre, qué lástima no haber estado yo allí en ese momento para consolarla”. También nos decía el Padre que la estrella de cine John Wayne, había ido a visitar la obra y le dijo: “Padre, yo vine aquí para darle amor a estos niños porque creía que les faltaba amor, pero me doy cuenta que a estos niños lo que les sobra es amor y es a mí a quien me faltaba”. Después nos trasladamos a Cuernavaca, Morelos y comimos con niños más grandes y convivimos en las mesas. Recuerdo en particular a uno, Sergio García Lomelí, quien se desenvolvía con mucha soltura. Él posteriormente estudió la carrera de comunicación y periodismo en Monterrey y yo le regalé una cámara fotográfica, que me dice todavía la conserva. Él vive en los Estados Unidos, en el estado de Oregon y es gerente de un restaurante, además de escribir poesías. De Cuernavaca nos trasladamos a Miacatlán, Morelos, donde conocimos el otro casco de hacienda que acababa de adquirir el Padre, estando este casco, en ese entonces, bastante deteriorado. Ahí conocimos a Alfredo, el niño quemado que aparecía en la película, quien no aparentaba ningún complejo psicológico, riéndose y bromeando con sus compañeros, al grado de ponerle “cuernos” a uno de ellos cuando don Alfonso González Segovia les tomó una fotografía. El Lic. González Segovia, quien era muy sentimental, no pudo detener unas lágrimas al ver la escena. Recuerdo también que Roberto G. Sada, Jr., se puso a jugar canicas con los más pequeños.

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En nuestra visita nos percatamos de la maravillosa labor que el Padre Wasson había hecho con todos estos muchachos, donde no se percibía lo que yo llamo el estigma de la orfandad: niños lánguidos, tristes y poco comunicativos; aquí es todo lo contrario, alegres, platicadores y con espíritu positivo. El Padre nos decía que les hacía una especie de lavado de cerebro, diciéndoles: “Tú ya no eres el pobrecito huérfano que no tienes familia, ni dónde vivir, ni qué comer. Pobrecitos los que no tienen lo que tú tienes”. Otra de las cosas que nos decía es que no quería que le pasara lo que le pasó al Padre Flanagan con su Ciudad de los Niños en Nebraska, que recogía niños pero a los 18 años automáticamente tenían que salir y esto les provocaba mucha angustia, además que los echaba a la calle sin protección, convirtiéndose muchos de ellos en delincuentes por la necesidad de subsistir. Los niños de Nuestros Pequeños Hermanos no tienen una fecha fija para salir, lo que les da una gran tranquilidad. Poco después de llegar a Monterrey, fui a ver a don Eugenio Garza Sada para decirle que ya era tiempo que empezara a darme el dinero que prometió, a lo cual me contestó que no podía porque en ese momento el problema de México era ideológico y que todo su tiempo y recursos los destinaría al combate de ese peligro, peligro que consistía en la implantación en México del comunismo. Dijo también que la obra del Padre Wasson era muy buena, pero quedaba suspendida indefinidamente. Al salir de ahí, me fui a ver a don Ignacio Santos para que me diera el millón de pesos prometido, pero me dijo: “Si Eugenio se rajó, yo también me rajo”. Y me quedé, como luego dicen: “colgado de la brocha”. Lo que en un principio me pareció muy fácil de realizar, se desvaneció. Pudimos por varios años conseguir pequeños donativos que le enviamos al Padre Wasson, pero nada significativo. Un día, el Lic. González Segovia me habló y me dijo: “¿Qué te parece si proponemos al Padre Wasson como candidato al Premio Luis Elizondo?”, a lo que respondí que me parecía magnífico. Al través del Club Sembradores de Amistad, 170


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el Lic. González Segovia, quien había sido presidente del mismo, propuso al Padre para dicho premio. Pasaron varios años, y el Padre no recibía el premio. Yo hablaba con el Lic. Ricardo Flores de la Rosa, amigo mío y secretario del Premio y abogado de don Luis Elizondo, para presionar para que le dieran el premio al Padre, pero el Lic. Ricardo me decía que había un comité que era el que decidía y él no podía hacer algo para lograrlo. Pero un día me llamó y me dijo: “No debía decírtelo, porque se supone que sea secreto, pero ha sido tal tu insistencia para que al Padre se le otorgue el premio, que ya fue aprobado.” El Padre Wasson recibió el premio Luis Elizondo otorgándole la cantidad de 500,000 pesos y una medalla de oro. En la ceremonia del otorgamiento se pasó la película que había sido exhibida en el Casino de Monterrey años antes. Ahí se encontraba don Luis Elizondo a quien le impresionó mucho la película y la personalidad del Padre Wasson. Entonces me dijo: “Alejandro, yo quiero conocer esa obra, ahora no, por que es diciembre y hace frío, pero en primavera, lléveme a verla”. Así lo hice, llegó la primavera y pedí prestado el avión a mi amigo Jorge L. Garza de Conductores Monterrey, y llevé a don Luis e invité a mi también amigo, el Ing. Octavio Rocha, a conocer la obra. Estuvimos en Acolman, Miacatlán y Cuernavaca, y comiendo en el Restaurante Las Mañanitas, don Luis le dijo al Padre: “Padre, ¿en qué puedo ayudarle?”. A lo que el Padre respondió: “Usted ya me ayudó con el Premio”. Y don Luis le dijo: “No, yo ya no tengo qué ver con el Premio; eso lo maneja el Tecnológico de Monterrey. No, yo, Luis Elizondo, ¿en qué puedo ayudarle?”. El Padre le dijo: “Mire don Luis, yo hace algunos años soñaba con establecer una rama de mi institución en Monterrey, pero ya ahora estoy más viejo y mi salud no es muy buena. Yo aquí tengo Jardín de Niños, 171


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primaria, secundaria y normal, pero mis hijos me piden carrera universitaria y yo no se las puedo dar. ¿Por qué no me da usted becas para mis hijos para que estudien en Monterrey? Monterrey es un centro estudiantil muy importante”. Don Luis le contestó: “Yo le doy la mitad de las becas que usted necesite”, sin preguntar cuántas. El Ing. Octavio Rocha dijo: “Yo doy tres becas”. Con este ofrecimiento nos trasladamos a Monterrey, y días después llegó el Padre Wasson y nos dijo: “Yo no quiero que mis hijos vayan como ‘niños bien’ al internado del Tecnológico. Yo necesito una casa donde se alojen y se basten a sí mismos, laven su ropa, hagan la comida, tiendan sus camas, etc.”. Entonces don Luis le dijo: “Yo le cambio la propuesta, le pago la mitad del costo de la casa que usted quiera”. Entonces se consiguió la casa de Arteaga poniente 1314 en el centro de Monterrey. Ahí vinieron en julio de 1979, los primeros muchachos a estudiar carrera universitaria habiéndose recibido Constantino Azuara y Joaquín Cervantes como arquitectos, Sergio García Lomelí como licenciado en Comunicación y Periodismo, el ya maestro Eusebio Quintanar Pérez como licenciado en Psicología Educativa, Cesáreo Leyva como ingeniero en Alimentos, graduado en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, así como Rafael Flores como licenciado en Administración de Empresas en el mismo Instituto, José Luis Zárate como licenciado en Derecho, Miguel Velázquez como Contador Público, Francisco Azuara estudió Psicología Clínica sin recibirse; Guadalupe Montero, estudió Administración de Empresas también sin recibirse, Marco Antonio de la Paz como licenciado en Filosofía y Letras, Antonio González como licenciado en Economía, Alejandro Arroyo, preparatoria sin terminar, Jorge Antírico como ingeniero Agrónomo y Gonzalo Gaona estudió la preparatoria.

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Mi Paso por la Vida

La primera mujer que vino a estudiar a la casa de Monterrey en 1980, fue Hermelinda de la Cruz y se recibió de Licenciada en Enfermería. Esta muchacha sufrió en su niñez quemaduras muy serias al incendiarse la vivienda que habitaba, y tuvo varias intervenciones quirúrgicas en el centro especializado de los Shriners en Galveston, Texas. Durante su estancia en Monterrey fue atendida también de varias intervenciones quirúrgicas por el doctor Oscar Ulloa Gregori, médico especialista en Cirugía Plástica. Actualmente trabaja como enfermera en el recientemente inaugurado Hospital Muguerza, al sureste de la ciudad de Monterrey. Posteriormente llegaron dos muchachas más, Ana María Ruiz quien se recibió en Arte, A.C. de diseñadora y Ana María Armendáriz. Antes de que esto sucediera, abordé al Lic. Alberto Santos de Hoyos, sobrino de don Ignacio Santos y le pedí ayuda para la obra. Él quiso conocerla y conjuntamente con su hermana Yolanda fuimos al recorrido de Acolman, Miacatlán y Cuernavaca. Y acordaron ayudarme. Poco después de regresar a Monterrey, fui a ver a Alberto para pedirle que me empezara a dar dinero para la obra y su respuesta fue la siguiente: “Alejandro, ahora en este momento no puedo darte ni un centavo, porque Galletera Mexicana, la empresa familiar, está en huelga y nos cuesta 100 millones de pesos mensuales este problema, por lo que no puedo ni mencionar en mi familia este asunto”. Nuevamente me quedé “colgado de la brocha”. Posteriormente Alberto Santos de Hoyos y Jorge L. Garza me regalaron una camioneta Combi Volkswagen para el transporte de los muchachos en Monterrey. Un día se presentó Alfredo Provencio en Monterrey y me dijo: “Dame la camioneta para Cuernavaca;” y yo le dije: “No, ésta es para Monterrey”. “Bueno préstamela para traer unos colchones para los muchachos que aquí estudian”, a lo cual accedí. Viniendo él de regreso a Monterrey, poco después de salir de Cuernavaca, el Día del Médico, unos muchachos recién recibidos de médicos venían de la Ciudad de México a Cuernavaca a celebrar y se estrellaron de frente con la camioneta Combi, muriendo Alfredo lamentablemente. También perdimos la camioneta. 173


Alejandro H. Chapa

Alfredo era un muchacho de El Paso, Texas, que un día viniera a Cuernavaca de voluntario a Nuestros Pequeños Hermanos y le gustó tanto la obra, que se quedó permanentemente a ayudar al Padre. Luego se casó con la secretaria del Padre, la famosa Juanita, ahora de Provencio. El Padre, con la muerte de Alfredo, perdió un “brazo derecho” muy eficiente. A propósito de Alfredo, un día de visita en Monterrey, me dijo: “Mira, el Padre Wasson se preocupa mucho por sus muchachos, pero a veces se le olvida que tiene también muchachas y ellas también tienen deseo de estudiar una carrera universitaria. Hay que comprar los departamentos que están al lado de la casa para poder traerlas”. Yo hablé otra vez con don Luis Elizondo y me dijo: “Yo pongo la mitad del costo de los departamentos”. El Padre consiguió la otra mitad y se compraron. Posteriormente se compraron otros departamentos que estaban al lado de los que se habían comprado originalmente. Recientemente se compró la casa contigua a la original y ahí se construyó una capilla y salón polivalente. También se reformaron los departamentos para hacerlos más funcionales. La señora Esperanza Muguerza de Elosúa regaló a los Pequeños Hermanos un terreno de una hectárea en Santa Catarina, N.L., que posteriormente se tuvo que vender, debido a la crisis económica que prevalecía en ese tiempo. De julio de 1979 a la fecha han salido un número muy considerable de profesionistas: abogados, contadores, médicos, dentistas, maestros, arquitectos, ingenieros, etc. Ésta ha sido, a grandes rasgos, la historia de la casa San Luis en Monterrey, N.L.. El nombre de San Luis se puso en honor a don Luis Elizondo, quien no quiso que le pusieran su nombre cuando el Padre se lo propuso. Por cierto, don Luis frecuentemente visitaba a los muchachos y cenaba con ellos. La última fotografía que se le tomó, la tomó uno de los “pequeños” poco antes de su muerte. 174


Mi Paso por la Vida

Actualmente se encuentran en estas instalaciones 80 muchachos y muchachas estudiando en diferentes universidades de Monterrey. Lic. Alejandro H. Chapa Nota: A don Eugenio Garza Sada un grupo de guerrilleros comunistas, lo asesinaron junto con su chofer y sus guardaespaldas, el 17 de septiembre de 1973. Alfredo, el niño quemado, es ahora un exitoso Contador Público y trabaja en un afamado Despacho Contable en la Ciudad de México. Monterrey, N.L. México a los cuatro días del mes de marzo de 2007.

La obra en Monterrey ha seguido creciendo contando a la fecha con 100 muchachos y muchachas estudiando en diferentes universidades. Se rentó y acondicionó para dormitorio de mujeres, la casa contigua a la capilla. Internacionalmente la obra ha tenido un crecimiento muy importante, existiendo ya en nueve países: México, Honduras, Haití, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Santo Domingo, Bolivia y Perú. Hace dos años se formó “La Ciudad de los Niños” o sea Nuestros Pequeños Hermanos de Matamoros, Tamaulipas, gracias al filántropo norteamericano John y su esposa Cindy Shinsky. Desde su fundación en 1954, han pasado más de 20,000 niños y niñas, muchísimos de ellos ya convertidos en médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, contadores, etc. El Padre William Wasson, originario del Estado de Arizona, en los Estados Unidos, vino a la ciudad de Cuernavaca, Morelos, habiendo estudiado la carrera de sacerdocio sin ordenarse, pero estando algo delicado de salud se trasladó a esta ciudad de clima benigno y agradable. 175


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El obispo Méndez Arceo lo ordenó sacerdote y le asignó una pequeña parroquia frecuentada por americanos residentes en esa ciudad, así como turistas. Un buen día hubo un robo de las limosnas contenidas en un cepo, y el padre denunció el robo a las autoridades. Al día siguiente, el Jefe de Policía le notificó que ya habían detenido al ladrón y le pidieron que fuera a ratificar la denuncia. Al acudir ahí, se percató que el ladrón era un niño que había robado por hambre; el padre pidió entonces que se lo entregaran porque no estaba dispuesto a que siguiera preso. Así nació esta obra ya que cada vez que detenían a niños delincuentes, se los mandaban al Padre Wasson. El Padre falleció el día 16 de agosto de 2006.

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XIV. Cámara de Comercio

C

orría el año de 1964, y mi amigo el Ing. Dionisio Garza Sada, quien siempre se preocupó por la buena marcha de los organismos empresariales y organismos intermedios, viendo que éstos, a nivel nacional, eran controlados exclusivamente por gente de la Ciudad de México, usando entonces sus relaciones en este ambiente, se fijó la meta de romper este círculo para que elementos de provincia pudieran participar en los Consejos Directivos de dichas instituciones. Fue entonces cuando propuso mi nombre para participar en el Consejo Directivo en la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Concanaco, y en la elección siguiente de la Asamblea respectiva, fui electo para tal cargo, siendo así el primer consejero de provincia que pudo participar en ese organismo empresarial. Estuve de consejero de Concanaco por espacio de nueve años, de 1964 a 1973, siendo para mí una gran experiencia, percatándome de acontecimientos sumamente importantes, no sólo para la vida del comercio nacional, sino la vida misma del país, relacionándome con altos ejecutivos de grandes empresas, así como relacionándome también con secretarios de Estado, teniendo oportunidad, en ocasiones, de participar en visitas a los presidentes de la República durante ese período. Fue así como por ejemplo, la visita que hicimos el Consejo Directivo de Concanaco al presidente Gustavo Díaz Ordaz, para convencerlo de que llevara al cabo las Olimpiadas de 1968. Otro ejemplo pudiera ser la participación del profesor Carlos Hank González como directivo de Conasupo, preguntándole cuál era el costo para el país de ese organismo de control, contestándome que era de 500 millones de pesos de ese entonces. 177


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En vista de que yo era consejero de la Concanaco pero no de la Cámara de Comercio de Monterrey, el presidente de esta última solía invitarme a las sesiones de Consejo, con el objeto de que yo me enterara de lo que estaban haciendo, así como enterarles a ellos lo que pasaba a nivel nacional. Al estar ya dentro del Consejo de la Confederación, pude influir para que algunas personas de Monterrey ingresaran al mismo. Posteriormente en 1965 en la época de la presidencia del Lic. Alfonso Garza Garza, participé ya como consejero de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey, así como en el período siguiente, que fue del Lic. Ricardo Margain Zozaya. En 1969 fui electo consejero y el Consejo, a la vez, me eligió a mí como presidente para el período de 1969–1970, siendo reelecto en 1970 para el período que comprendía hasta febrero de 1971. Me acompañaron en el Consejo en este período, el Lic. José Luis Coindreau como primer vicepresidente y el Ing. Rogelio Sada Zambrano como segundo vicepresidente, así como los consejeros: José Hugo Salazar, Rolando de la Garza, Adrián Garza Plaza, Jorge Belden, Bernardo Jiménez, Jr., Francisco Zertuche, Ing. Mario Garza González, C.P. Lorenzo Garza Sepúlveda, Lic. Ignacio Martínez González, fungiendo como director de la institución el Lic. Eduardo Hovelman Peña. Y en mi segundo período se adicionaron el Lic. Jorge A. Chapa Salazar, el Lic. Francisco Garza Calderón, el Ing. Rafael Roberto Páez, el Ing. Octavio Rocha Garza y Felipe de J. Benavides Pompa. Pero antes de entrar de lleno a este capítulo quisiera por una parte señalar que mi familia viene de empresarios abarroteros, quienes luego diversificaron sus negocios. El escritor Rodrigo Mendirichaga, en Perfiles de emprendedores de Comercio en Nuevo León, biografías breves23, incluye en el citado libro a mis tíos Ricardo y José, al igual que a mi padre Andrés, quien fue también presidente de esta Cámara en el período 1939 a 1941. 23

Ver: Rodrigo Mendirichaga, Perfiles de emprendedores…, Canaco Monterrey, 1992, p.p 59-62, 55-58 y 50-54.

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Mi Paso por la Vida

Igualmente y siguiendo al mismo escritor, sólo que en otro de sus libros, Cien años de Comercio en Monterrey24, me gustaría describir el ambiente económico y socio político del momento, poco antes y durante el período en que me tocó encabezar a este organismo intermedio. El movimiento de 1968 tuvo en Nuevo León poco impacto, a diferencia de lo que luego se dio con motivo de la Ley Orgánica de la Universidad, donde el gobernador del Estado en turno, Lic. Eduardo A. Elizondo promovió la autonomía universitaria, originándose una serie de disturbios que culminaron en 1971 con la renuncia del mismo. A propósito de esto último, ya en ese año de 1971, un día domingo, estando en mi casa, sonó el teléfono, y al contestarlo, en el otro lado de la línea se encontraba el Ing. Víctor Bravo Ahuja, quien en ese momento era secretario de Educación Pública, diciéndome que lo había enviado el señor presidente Luis Echeverría Álvarez para ver el problema universitario y convencer al gobernador Eduardo A. Elizondo de que no renunciara a su cargo; me dijo también, que me invitaba esa noche a una cena en casa de Eugenio Garza Lagüera, y que estaba buscando también al Ing. Jorge L. Garza, pero no sabía dónde encontrarlo, a lo cual le dije que yo me encargaría de localizarlo, y pidiéndome el Ing. Bravo Ahuja que invitara también a Jorge a dicha cena; así lo hice y nos trasladamos Jorge y yo a la casa de Eugenio, quien en ese momento vivía en la calle de Padre Mier, en la casa que antes había sido de don Manuel Santos, cuyo proyecto fue del Arq. Guillermo González Mendoza, asemejándose ésta a la casa que apareció en la famosa película “Lo que el viento se llevó”. En dicha cena, aparte de los ya mencionados, se encontraba también el Ing. Fernando García Roel, entonces rector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Después de hacer la exposición respectiva por parte del Ing. Bravo Ahuja y estando ya a la mitad de la cena, sonó el teléfono y era una llamada del Lic. Echeverría que quería hablar con el Ing. Víctor. Al terminar la llamada nos comunicó que el presidente quería que en ese 24

Rodrigo Mendirichaga, Cien años de Comercio en Monterrey, Asociación de Editores y Libreros de Monterrey, A.C., CANACO Monterrey, Monterrey, 1983.

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momento hablara con el gobernador del Estado y lo convenciera de que no fuera a renunciar. El Ing. Bravo Ahuja expuso su duda de si debería ir en ese momento a la casa, o no, diciendo que inclusive no tenía el teléfono del Lic. Elizondo, pero el Ing. García Roel inmediatamente se lo dijo, y ante esta duda yo le dije al ingeniero que siendo una orden del presidente, pues ésta no estaba a discusión. Por cierto, después de colgar el teléfono me preguntó que si no había notado que había ingerido bebidas alcohólicas, respondiéndole que no se preocupara ya que sólo había tomado un whisky y media copa de vino tinto. Esto denota el temor que tenían sus colaboradores al presidente, ya que en sus reuniones sólo se servían aguas frescas. Entonces el Ing. Bravo Ahuja llamó a la casa del gobernador, quien ya se encontraba durmiendo, y le comunicó lo que el presidente le había indicado. Salimos de la casa de Eugenio y nos trasladamos a la rotonda de la Colonia del Valle, que era donde vivía el gobernador. Nos recibió él personalmente pasándonos a la sala, diciéndonos que en el lapso transcurrido de la llamada del Ing. Bravo Ahuja y nuestra llegada a la casa, había redactado, en un párrafo, la renuncia como gobernador del Estado, y a la vez les había llamado a sus dos colaboradores principales, al secretario de Gobierno Lic. Napoleón Cantú Cerna y al tesorero C.P. don Víctor Gómez Garza, para que fuesen testigos de dicha renuncia. Inmediatamente el Ing. Víctor Bravo Ahuja le dijo: “No, Eduardo, no se trata de eso, se trata de resolver el problema pero que no renuncies, ése es el deseo del señor presidente”. Después de mucho dialogar accedió Eduardo a la petición de no renunciar, por lo pronto. Quiero hacer mención que durante la plática, también mandó traer a su esposa Laurita y a su hija del mismo nombre. Salimos de la casa del gobernador a las dos de la mañana, y tuve que llevar al Ing. Bravo Ahuja a su hotel, el Holiday Inn de San Nicolás. Al llegar ahí me dijo el ingeniero: “Aquí nos vemos mañana a las ocho a desayunar”. 180


Mi Paso por la Vida

Así empezó una semana sumamente activa, lo cual me permitió dormir sólo unas cuantas horas y a veces no completar dos comidas al día, actuando de “corre, vé y dile”. El lunes tuvimos una junta en la casa del Ing. Armando Ravizé para tratar el problema universitario. Estando ahí llamó el presidente Echeverría haciéndole algunas indicaciones al Ing. Bravo Ahuja, entre ellas que no era posible que un militar hubiera sido nombrado como rector de la Universidad de Nuevo León, el Dr. mayor médico militar, Arnulfo Treviño Garza, pidiéndole que hiciera lo posible por que éste renunciara ante esa situación. Dada estas circunstancias, Eduardo Elizondo le comunicó al Ing. Bravo Ahuja que estaba ya dispuesto a renunciar como gobernador del Estado; entonces el Ingeniero me pidió que fuera a su despacho esa tarde y lo convenciera de que no renunciara. Así lo hice, y después de un largo diálogo, le pedí que reconsiderara su decisión, que lo hiciera por Nuevo León, y le dije: “Sé flexible, Eduardo, y no renuncies”. Después de pensarlo un rato me dijo: “Mira Alejandro, ya estoy como muñeco de hule, todo flexible, no renuncio”. De ahí me trasladé inmediatamente a comunicárselo al Ing. Víctor, pero al día siguiente el Lic. Echeverría volvió a comunicarse con el Ing. Bravo Ahuja, poniéndole al gobernador situaciones que éste no estaba de acuerdo en aceptar, volviendo a amenazar con renunciar. Me pidió en la noche el Ingeniero que yo me trasladara a la casa de Eduardo, a las once de la noche, para convencerlo de que se abstuviera de su propósito, pero yo le dije al Ingeniero que aunque yo era amigo de Eduardo Elizondo, no tenía la confianza suficiente para poder abordarlo hasta su recámara y hablar con él. Entonces le pedí al Lic. Luis Santos de la Garza, que nos había acompañado en las últimas deliberaciones, y que él con la confianza que tenía con el gobernador, ya que hasta socios eran, fuera él quien se introdujera hasta su aposento despertándolo y le comunicara la petición del Ing. Bravo Ahuja, que era a la vez del presidente de la República. Cada vez que llegábamos a hacer un arreglo con el gobernador, inmediatamente el presidente ponía algún otro obstáculo mortificándolo, así fue que llegando el viernes, la situación ya no tenía remedio, y el sábado siguiente como a la una de la tarde del 5 de junio de 1971, por radio, 181


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el señor gobernador don Eduardo A. Elizondo comunicó su renuncia a su cargo ante el Congreso Estatal. Previamente, el Ing. Bravo Ahuja, el viernes anterior, en la tarde, tuvo una reunión en el Club Internacional con los diputados del Congreso del Estado para darles las últimas indicaciones presidenciales, y desde luego, después de la renuncia del gobernador, fue nombrado por el Congreso, como gobernador sustituto, el Lic. Luis Marcelino Farías Martínez. Ese viernes, en una reunión con empresarios españoles en el Club Campestre, le comuniqué al Ing. Octavio Rocha, presidente de la Cámara de Comercio, que ya no era posible que el gobernador no renunciara, y que se habían agotado todas las opciones, dada la actitud del presidente. Estando yo el sábado en el Club Campestre, ahí me enteré ya de la renuncia y del nombramiento del nuevo gobernador, que dadas las circunstancias, me alegré que éste fuera, no sólo amigo, sino una persona capaz y con ganas de servir a su Estado. Esto provocó que mi amigo y compadre Bernardo Elosúa Muguerza se enojara conmigo, ya que la renuncia del gobernador había indignado y entristecido prácticamente a toda la población. Yo le contesté que pocas personas habían hecho tanto como yo para evitar la renuncia del gobernador, lo cual fue imposible, dada la intención del presidente que mañosamente la ocultaba, pero que el Estado tenía que seguir su curso y qué mejor que fuera con una persona como el Lic. Farías.25 Con esto recuerdo que durante la gestión del gobernador Eduardo Elizondo, que por cierto fue muy buena, al llegar el momento de proponer un candidato para la Alcaldía de Monterrey, el Lic. Elizondo “insistió” que fuera el Ing. Gerardo Torres Díaz, y al acudir el gobernador con el secretario de Gobernación de entonces, el Lic. Luis Echeverría Álvarez, para proponer una terna que a la vez el presidente Díaz Ordaz la había pedido, ésta consistió en un sólo nombre: Ing. Gerardo Torres Díaz. Cuando ya fue oficial la candidatura, mi amigo Bernardo Jiménez 25

El Lic. Luis M. Farías Martínez era primo del Ing. Bernardo Elosúa Farías, padre del licenciado en Administración de Empresas Bernardo Elosúa Muguerza.

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Mi Paso por la Vida

González, me dijo: “¿Qué te pareció mi compadre?, ¡Eduardo sacó a su gallo!”, contestándole yo que sí, efectivamente así había sido, pero que esto desgraciadamente tenía un precio y que tarde o temprano esa factura se cobraría. En mi opinión, esta factura, fue precisamente la renuncia del gobernador Eduardo A. Elizondo. Era la época del presidencialismo absolutista. Volviendo al período de mi presidencia en la Cámara Nacional de Comercio en Monterrey, que posteriormente cambió su nombre al de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Monterrey, y estando como gobernador el Lic. Eduardo A. Elizondo, me pidió que presidiera un comité para tratar de rescatar los terrenos del Campo Militar ubicados sobre la hoy Avenida Universidad; le dije que yo estaba a punto de terminar mi período como presidente de la Cámara, pero él me contestó que no me estaba pidiendo eso como presidente de la misma, sino en lo particular como Alejandro H. Chapa, a lo cual, le dije que si él estimaba que yo le pudiera ayudar en eso, que con todo gusto lo haría. Fue así como iniciamos una serie de pláticas, principalmente con el Sr. licenciado en Economía Horacio Flores de la Peña, secretario de Patrimonio Nacional en la época del presidente Echeverría, hombre de ideología de izquierda, marxista, siendo al principio renuente a acceder a la petición, pero finalmente fue posible obtener para la Ciudad y el Estado dichos terrenos, convirtiéndose así en el Parque Niños Héroes. Dentro de ese recinto, actualmente se encuentra una pinacoteca, un Museo del Automóvil, un Jardín Botánico, un aviario, un acuario, un Vagón de la Tecnología, un lago para la práctica de pesca deportiva, también salones de conferencias (Ágora), extensos jardines, así como canchas de tenis, halterofilia, voleibol y futbol de playa, frontón, squash, bádminton, raquetbol, basquetbol, voleibol de sala, handball, beisbol, softbol, una ciclopista, y veintiséis canchas de tenis, entre otras. Estas canchas fueron en reposición a las trece que en mi administración Municipal de San Pedro Garza García se habían construido en el lecho del Río Santa Catarina, las cuales desaparecieron con la avenida de agua ocasionada por el Huracán “Gilberto”, en septiembre de 1988, y estas 183


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nuevas se hicieron ya en la época del gobernador Dr. Jorge A. Treviño Martínez. A mitad de estas gestiones fue el cambio de Gobierno Estatal, habiéndome el Lic. Luis M. Farías ratificado el nombramiento de presidente de dicho Comité, dado por su antecesor. Este parque ha sido de gran utilidad para la ciudad, dando servicio a aproximadamente cuarenta y cinco mil personas, mensualmente. Estando todavía de gobernador el Lic. Eduardo Livas Villarreal, el Gobierno Federal pretendía hacer un nuevo aeropuerto para la ciudad de Monterrey, poniendo la Federación el costo de la construcción, pero sin aportar el terreno que lo habían ubicado en el Municipio de Apodaca, N.L.26 Se pretendía que las Cámaras, tanto de la Industria como del Comercio y el Centro Patronal, hicieran la aportación del costo del mismo, lo cual no era posible dada la penuria de estas instituciones. Entonces los directivos de la Cámara de la Industria de Transformación de Nuevo León, del Centro Patronal de esta ciudad, y de la Cámara Nacional de Comercio, acudimos ante el Lic. Livas para plantearle la posibilidad de que el Gobierno del Estado hiciera la aportación del costo del terreno, pero el gobernador nos dijo que él estaba por terminar su gestión administrativa, y que ya había un gobernador electo, el Lic. Eduardo A. Elizondo, y que fuéramos con él. Entonces ya éste como gobernador en funciones, y estando de presidente de la Cámara de la Industria de Transformación de Nuevo León, el Ing. Roberto G. Sada, Jr., y como presidente del Centro Patronal Local, el Ing. Jorge Fernández Ruiloba y yo, ya también como presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey, acudimos a hacerle el planteamiento a este último, contestándonos que el Gobierno del Estado tenía pocos recursos, y que la única posibilidad sería la de implantar un impuesto para recabar la cantidad necesaria, proponiendo entonces un aumento del 10% al Impuesto de Ingresos Mercantiles, que en ese momento estaba vigente. Yo le dije al Lic. Elizondo que me parecía bien el plan, pero que 26

En todas las demás entidades del país, la Federación construyó aeropuertos aportando también el terreno respectivo; sólo a Monterrey le impusieron ese requisito.

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Mi Paso por la Vida

en pocos meses se podría recabar dicho costo y el impuesto seguiría; entonces el gobernador electo nos dijo que tan pronto se completara dicho monto, se terminaría el impuesto, y al decirle nosotros que cómo podríamos estar seguros de que esto así sucediera, nos comentó: “Que con esto se conocería la palabra del gobernador”. Ya en funciones el Lic. Elizondo, nos encomendó al Ing. Roberto G. Sada, Jr., presidente de la Cámara de la Industria y Transformación de Nuevo León, y a mí como presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey, ya que ambos éramos pilotos, para hacer las gestiones necesarias para que la ciudad tuviera un nuevo aeropuerto más acorde con las necesidades de la aviación actual. Tanto Roberto, como yo, aceptamos el cargo, teniendo una entrevista con el secretario de Obras Públicas, el Ing. Gilberto Valenzuela, a quien fuimos a recibir junto con el gobernador del Estado en el Aeropuerto del Norte, que estaba todavía en operación comercial. Se empezaron los trabajos de construcción de acuerdo con el proyecto original, que era bastante completo para entonces, estando de encargado en la supervisión de dicha construcción un ingeniero joven, muy eficiente y responsable, quien estuvo siempre en contacto con nosotros y principalmente conmigo. Pero desgraciadamente, a medida que avanzaba la realización del proyecto, me avisaba que ya habían recortado la longitud de la pista principal; luego me decía que ya habían cancelado los “gusanos”, o sea los túneles de acceso de pasajeros a los aviones; luego cambiándolos por autobuses; posteriormente dichos autobuses también fueron cancelados. Cancelaron el equipo contra incendio, luego cancelaron las pistas de carreteo para acceso a las cabeceras de las pistas. Estuvimos protestando por todas estas modificaciones sin obtener ningún resultado positivo y, desde luego, no obstante todas estas reducciones, la cotización inicial no sufrió ninguna rectificación. En la placa de la inauguración existente en el Aeropuerto “Mariano Escobedo”, al final del período del presidente Gustavo Díaz Ordaz, aparece el costo de ciento dieciséis millones…

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Cabe aclarar, que desde hacía tiempo atrás, la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey, se había preocupado por la construcción de este Aeropuerto “Mariano Escobedo”, y había encomendado que iniciara algunas gestiones un miembro distinguido de la Cámara, el Ing. Hernán Rocha Garza, quien colaboró también ampliamente a la posible realización del mismo. Habiendo transcurrido buena parte de la gestión administrativa del Lic. Eduardo A. Elizondo, y considerando que ésta fue excelente, las tres Cámaras antes descritas acordamos hacerle un reconocimiento al gobernador por su buen desempeño. Para tal efecto se hizo una comida en el Club Industrial con integrantes de las directivas de dichas Instituciones, encomendando al Lic. Ricardo Margain Zozaya que diera el discurso de reconocimiento y agradecimiento al Lic. Elizondo; dicho discurso, como era su costumbre, fue muy bueno, al grado que hizo emocionar al señor gobernador. Entonces se levantó éste para agradecer dicho homenaje, pero en el mismo aprovechó la oportunidad para anunciar que iba a continuar el 10% adicional a la Ley de Ingresos Mercantiles, para poder realizar obras que tenía en mente ejecutar. Al volver a su asiento, y estando yo a su lado, me dijo: “Alejandro, pues ahí de pasada, me permití anunciar que voy a continuar con dicho impuesto”, a lo cual yo le dije, también de pasada, que no estaba de acuerdo, porque estaba violando una promesa hecha. Entonces empezó a darme argumentos justificantes, a lo cual le dije: “Eduardo, esto lo discutimos después, no eches a perder este momento tan bonito”. Posteriormente acudimos a su despacho para convencerlo de que sostuviera su palabra de no continuar con dicho impuesto, pero no fue posible. Yo estuve en varias ocasiones tratando el mismo asunto, pero al ya percatarme de que no era factible, le dije: “Bueno Eduardo, yo tendré que informar a mis asociados que ‘ya conocimos la palabra de nuestro gobernador’”. Al decir esto, acto seguido externó su enojo y dando un manotazo en el escritorio, dijo: “¡Bien, se quita el impuesto!”. Así entonces informé a los socios de la Cámara Nacional de Comercio que desaparecería el adicional del 10% a la Ley de Ingresos Mercantiles. Al finalizar el siguiente año, me llamó el gobernador diciendo: “Alejandro, yo ya cumplí mi palabra habiendo quitado el impuesto, pero tengo intenciones de 186


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reanudarlo el año siguiente”, a lo cual yo le dije: “Que yo ya también había cumplido con el informe a los asociados, y si ese era su deseo, no veía ningún inconveniente”. Y así sucedió, al siguiente año, volvió dicho impuesto. Dentro de mi actuación como presidente de la Cámara, el alcalde de Monterrey en turno, el Ing. Gerardo Torres Díaz, me expuso un proyecto muy interesante de remodelación de la Calle Morelos, haciéndola ésta peatonal, a lo cual lo felicité. Al yo comunicarles y exponerles dicho proyecto a los miembros de la Cámara, cuyos establecimientos comerciales estaban en dicha avenida, no estuvieron de acuerdo en la modificación, y por más esfuerzos que hice por convencerlos, no me fue posible; inclusive me acusaron que yo aprobaba este proyecto porque con eso se les reducían las ventas a estos comerciantes y favorecía a los establecimientos comerciales que, junto con mi familia, tenía. Dado lo cual, con gran tristeza, le tuve que decir al alcalde, que los socios respectivos no estaban de acuerdo y se oponían terminantemente. El proyecto fue suspendido, pero tiempo después, ya no estando yo de presidente, se convencieron de su error y acudieron nuevamente con el alcalde Torres Díaz para que este proyecto se realizara, lo cual así se hizo. La Cámara Nacional de Comercio de Monterrey, siempre ha participado activamente con representantes en innumerables Consejos y Comités, por mencionar sólo algunos, tiene asientos en Consejos como la Comisión de Agua Potable, la Comisión de Fomento Industrial y Desarrollo Económico del Estado, el Comité de Precios y Distribución de la Delegación de la Secretaría de Industria y Comercio, en la Comisión Revisora de Ingresos Mercantiles; asiento ante el Instituto Mexicano del Seguro Social en Monterrey, Consejo Estatal de la Ciudadanía, Asociación para Fomento de las Exportaciones Mexicanas, con asiento desde luego, en la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Centro de Productividad de Monterrey, Consejo de Administración de Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey, Asociación Mexicana de la Cruz Roja Delegación Monterrey, Patronato de Bomberos, Infonavit y varios más. 187


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La Cámara se ha preocupado por problemas de la comunidad, tratando siempre de promover el bien común, es así que se hicieron gestiones para aumentar el número de vuelos que conectaran a la Ciudad de Monterrey, la promoción de banquetas para seguridad y comodidad del peatón; se colaboró conjuntamente con la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio en un Concurso Nacional de Pintura, concursando cuarenta y tres pintores con ciento catorce obras, enviándose nueve de ellas a la exposición que se montó en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Se abocó a la creación de un Puerto Marítimo en el Noreste de México, que se localizaría en la Laguna Madre, así como también promoción de carreteras, y desde luego una especial promoción al turismo en la región, todo esto sin descuidar la defensa que tienen en derecho sus agremiados. Sería innumerable mencionar todas las gestiones en beneficio comunitario que esta Cámara ha realizado y sigue realizando. Se estimaba que en esa época, la población de México podría llegar en esa década, tal vez, hasta setenta millones de habitantes. Durante esta gestión se llegó a la cifra de cuatro mil agremiados, siendo el correspondiente a este número, el Sr. Roberto Vizcaya Berlanga, de la empresa Tlapalería El Triángulo. Un problema añejo para la ciudad ha sido siempre el de los mal llamados vendedores ambulantes, ya que éstos que no están estacionados, no representan problema alguno para el tránsito peatonal o de vehículos, y no lesionan al comerciante establecido, pero aquel que se apodera de un espacio peatonal o vehicular, sí lo hace. “El vendedor ambulante, como individuo, es libre de ejercer la actividad que le plazca y le convenga, y así se lo garantiza nuestra Constitución en su artículo quinto. También merece nuestro respeto como miembro de iniciativa privada que es. Pero esto no significa que si tiene una libertad, ésta sea irrestricta y se convierta en un libertinaje, violando leyes, reglamentos y lesionando intereses de terceros que está obligado a respetar. La función del comercio es tan noble como cualquiera otra que sirva a los intereses de la comunidad, pero eso no implica que se ejerza en plena vía pública, cuya función es la de dar fluidez y seguridad al tránsito vehicular y peatonal, no implica que se ejerza 188


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creando la más absoluta insalubridad y compita deslealmente con establecimientos comerciales que cumplen con sus obligaciones fiscales, que cooperan con aportaciones económicas para ampliación de calles, alumbrado y embellecimiento de aparadores y que soporta las buenas y malas temporadas. Todos estos y muchos más argumentos se los hemos hecho saber al alcalde de la ciudad, tanto privadamente, como en declaraciones a la prensa y demás medios de difusión. También hemos señalado que es derecho y obligación del presidente municipal ejercer legítimamente su autoridad, velando por los intereses de un millón de habitantes y no sólo de unos cuántos en perjuicio de los demás”.27 En mi período, firmamos conjuntamente con las demás instituciones de la iniciativa privada de Monterrey, un desplegado felicitando al C. presidente de la República el Lic. Gustavo Díaz Ordaz, por su política y por los conceptos expresados en su quinto y en su último informe como mandatario de México. También tuvimos oportunidad de entrevistarnos, en compañía de la mayoría de los presidentes de las Cámaras de Comercio del país, con el sr. presidente electo Lic. Luis Echeverría Álvarez, quien declaró conceptos sumamente interesantes y precisos sobre la función del comercio, diciendo textualmente que: “Es el comercio un insoslayable medio entre quien produce y quien consume: Es un eslabón fundamental, insustituible y, cuando los propios industriales o el gobierno tratan de sustituirlo, generalmente fracasan al enlazar la fuente de creación a la fuente de consumo”. Sistemáticamente hemos protestado por la imagen falsa que se ha querido dar al comerciante, imputándole responsabilidades, principalmente en el encarecimiento de la vida, que definitivamente no le corresponden, ya que el comerciante no elabora leyes fiscales, ni produce artículos, ni en todos los casos fija precios, ya que éstos, o los fija en muchas ocasiones el productor, o los fija, a veces, oficialmente el Gobierno y, el resto, sufre alteraciones que no siempre están al alcance del control por parte de éste. 27

Parte del Informe Anual del presidente de la Cámara, Licenciado Alejandro H. Chapa.

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Durante mi período como presidente se invitó, para que asistieran a la Cámara, a los 23 ex presidentes sobrevivientes y a un nutrido grupo de personalidades de Monterrey, con objeto de presenciar la develación de la Galería de ex presidentes que ha quedado permanentemente instalada en la Sala de Consejo de nuestra institución. La Galería está compuesta por cuadros al carbón del prestigiado pintor Héctor Carrizosa, de los 72 presidentes que hasta la fecha la Cámara había tenido. Consideramos que esto ha sido lo menos que pudimos hacer para tributarles un reconocimiento por su entrega eficaz y desinteresada, a quienes tan acertadamente han dirigido los destinos de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey durante sus 87 años de vida.28 Cabe mencionar que me tocó promover también la Galería de Ex Presidentes Municipales de la Ciudad de Monterrey, con este mismo prestigiado pintor, así como la Galería de Ex Presidentes Municipales en el Municipio de San Pedro Garza García, N.L., durante mi gestión como alcalde de este último. También en este período se hizo un reconocimiento a la labor informativa en relación a la Cámara de Comercio, a personas que se distinguieron por su notable profesionalismo en el desempeño de sus funciones, siendo éstas las siguientes: Don Rosalío García Carrillo, por su labor como reportero; al sr. don Elías Reynoso Santana, como fotógrafo; al Lic. don Alfonso Cavazos Castaño, como columnista; al sr. don Juan Cejudo Méndez, como comentarista de Radio; al sr. don Alberto Martínez González, como caricaturista; al sr. don Víctor Salvador Canales, como camarógrafo de televisión y al sr. Lic. don Horacio Alvarado Ortiz, como comentarista del más moderno medio de difusión, la televisión. don Juan Cejudo siempre agradeció este reconocimiento, comentando que era la única institución o persona que lo había hecho, en casi tres décadas de servicio en la radio. Un anhelo acariciado fue siempre que la Cámara de Comercio tuviera su edificio propio, y a mí me tocó firmar la compra del terreno en donde posteriormente se construiría el Edificio de las Instituciones, 28

Actualmente la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Monterrey tiene 130 años de vida.

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que comprendía la Cámara de la Industria y Transformación de Nuevo León, el Centro Patronal y la Cámara de Comercio, así como, Cámara de Propietarios y Bienes Raíces de Nuevo León y el Centro Bancario de Monterrey, en una superficie de 1,963 metros cuadrados que se localiza entre las calles de Ocampo, Víctor Hugo, Garibaldi y Cuauhtémoc, el precio de la operación ascendió a 2’400,000 pesos, habiendo participado la Cámara de Comercio con el costo de la sexta parte de la superficie con un valor de 400,000 pesos, la Cámara de la Industria y el Centro Patronal apoyaron con un millón de pesos cada uno, completándose así el valor total de la operación. El terreno se compró a Don Roberto G. Sada, y su edificación posteriormente se completó, pero, años después, una empresa de la localidad compró el edificio, y la Cámara de Comercio tiene ahora sus instalaciones propias en la calle de Ocampo. Sería prolijo enumerar todas las actividades concernientes de esta Cámara; mencionaré sólo una más, donde el primer vicepresidente el Lic. José Luis Coindreau y yo asistimos atendiendo la invitación hecha a un pequeño grupo de consejeros de nuestra Confederación, a una comida que nos dio, en su residencia particular, el sr. secretario de Hacienda y Crédito Público, Lic. Don Hugo B. Margain. En ella, con gran franqueza y sentido patriótico, se le hizo saber al sr. secretario nuestras inquietudes y dudas sobre la nueva legislación tributaria. En el diálogo participaron, por parte del sector oficial, los señores subsecretarios y directores, así como el propio titular de la Secretaría. A propósito de Don Hugo, estando después en desacuerdo con la política hacendaria que pretendía llevar al cabo el presidente Luis Echeverría, éste dijo que la política hacendaria se dictaba en Los Pinos, destituyendo al Lic. Margain y enviándolo de embajador a Inglaterra. El otro acto que debo mencionar no tiene precedente en los anales de nuestra historia. Acudimos también en compañía de don Alfredo Santos, presidente de la Concanaco, y de los presidentes de las Cámaras de Comercio fronterizas del norte de nuestro país, a visitar al sr. presidente de la República, y plantearle los problemas por los que atraviesa el comercio de las diferentes poblaciones del país, habiendo, no sólo 191


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el presidente accedido a nuestra audiencia, sino que quiso que se hiciera en la casa del sr. secretario de Recursos Hidráulicos, para que se aprovechara una junta que tenía él con cinco ministros de su Gabinete, además de un sinnúmero de subsecretarios y directores de institutos y departamentos del Gobierno Federal. El sr. presidente de la República, Lic. Luis Echeverría Álvarez, expresó su beneplácito por nuestra presencia, y oyó con atención todos los problemas que se le presentaron, y dio instrucciones para que todos estos secretarios y funcionarios se quedaran para dialogar, y resolver sobre la marcha, ésos y otros problemas planteados. La junta de trabajo duró casi cuatro horas. Desgraciadamente, tiempo después, los comerciantes tuvimos muchos tropiezos y dificultades con la actitud hostil de este presidente.

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XV. Otros viajes

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n mi vida he tenido la oportunidad de haber viajado mucho. Además de los viajes descritos anteriormente, voy a narrar algunos en forma somera. Dicen que “las oportunidades las pintan calvas” y yo he podido aprovechar muchas. He ido a Europa, si mi memoria no falla, 25 veces y como dato curioso, por diferentes razones, el pasaje personal mío yo no lo he pagado, o ha sido regalo de mi papá, o invitaciones de viajes inaugurales de compañías de aviación, o de trabajo, o en alguna misión gubernamental, o a cambio de millas de vuelo ocasionados por viajes en avión, o bien, por puntos proporcionados por el uso de tarjetas de crédito. He descrito el que hice con mis papás en 1948, con duración de cinco meses; el de mi viaje de bodas, de tres meses y ahora narraré el que realicé en 1962, de más de dos meses, en compañía de mis primos José y Andrés Chapa y mi amigo Jaime Garza González. José y Jaime salieron dos semanas antes que Andrés y yo, quienes iniciamos el viaje a mediados de agosto de 1962, primero rumbo a la Ciudad de México para tomar el avión de KLM a Amsterdam con escala en Montreal, y ahí, en un avión turbohélice, a Berlín Occidental donde aterrizamos en el Aeropuerto Tempelhof, hospedándonos en el hotel Kempinski en la Kurfurdem Strass. 193


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Berlín estaba dividida y gobernada por las cuatro potencias: Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia. El Muro de Berlín tenía escasamente un año de construido. Todavía, a pesar de la reconstrucción de la ciudad, se veían muchos edificios destruidos y espacios abiertos ocasionados por los bombardeos de los Aliados. Pudimos pasar al Berlín Oriental sólo un día, en autobús. Al llegar al “Point Charlie” del lado occidental del sector americano (frontera entre los dos Berlines), el chofer del autobús tuvo que bajarse para que tomara el mando uno del Berlín Oriental. Ahí examinaron minuciosamente el vehículo pasando unos espejos por debajo del mismo para que no fueran ahí, ocultas, colgadas, algunas personas. Tuvimos que llenar la “Declaración de Moneda” contando todo el dinero, tanto de la moneda local, como extranjera, sellándola un oficial de Aduana del lado comunista. El contraste con el Berlín Occidental era impresionante, ya que en éste (el Occidental), el auge económico se veía por todos lados; en cambio, en el Oriental, se observaba gris, desolado y con mucho más edificios en ruinas. El aspecto de la gente en el lado Occidental se veía alegre y en el Oriental triste. Una vez pasada esta frontera sólo nos dejaron bajar en un parque, por cierto muy bonito, donde en una extensión muy grande se veían unas lápidas en los costados simbolizando todas las repúblicas soviéticas socialistas, que entiendo eran 24, y al centro un Monumento al Soldado Ruso Desconocido. Después de un buen recorrido por la ciudad volvimos al Point Charlie y pasamos al Berlín Occidental. La Puerta de Brandeburgo, en la parte Oriental, estaba con espacios vacíos alrededor y junto al Muro se veían todavía coronas de flores con motivo de la muerte de una persona que había tratado de huir; y los “Vopos”, o sea los Volks Police, policías del pueblo, lo habían herido quedándose en la mitad del Muro donde éstos no lo ayudaron y los soldados americanos no podían acercarse a rescatarlo, muriendo ahí desangrado. Cuando John F. Kennedy, siendo presidente, fue a Berlín, pusieron los rusos en la Puerta de Brandeburgo unos lienzos negros tapando la visibilidad del Berlín Oriental, para que éste no lo pudiera ver. Había cerca 194


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del Muro una plataforma de madera, en alto, para que los habitantes del sector americano, o inglés o francés, pudieran ver a lo lejos, a algún pariente que había quedado del lado Oriental, ya que los rusos habían tumbado todos los edificios colindantes “al Muro de la Ignominia” en los siguientes 200 metros y donde los habitantes del lado comunista tenían prohibido acercarse. En los recorridos que hicimos del lado occidental, en partes habían dejado en el lado oriental, los edificios deshabitados y tapando todas las ventanas con ladrillos, algunas quedando todavía con los vidrios anteriores a éstos. El presidente Ronald Reagan el 12 de junio de 1987, en su visita que hizo al Berlín Occidental, hizo una exhortación al presidente de Rusia diciendo: Mr. Gorbachev, open this gate. Mr. Gorbachev, tear down this wall (“Sr. Gorbachev, abra esta puerta. Sr. Gorbachev, derrumbe este muro”). En noviembre de 1989, pacíficamente, este muro fue derrumbado. En las visitas que hice años después de la caída del Muro, pude ver al Berlín Oriental que está ahora totalmente reconstruido y, alrededor de la Puerta de Brandeburgo hay, actualmente, bellísimos edificios, incluyendo un hotel que es el mejor de la ciudad, así como un banco que es una obra de arte arquitectónica. Para proseguir a Praga tuvimos que tomar el avión en el lado oriental, pasando en el único taxi autorizado. Esto fue a las 6:00 de la mañana y entonces vimos una cantidad de gente que iba a sus diferentes trabajos, cosa que durante el día, cuando lo visitamos, casi no se veía. El avión marca Ilushing que nos llevó a Praga, era de una línea checoeslovaca: viejo, turbohélice, los asientos no eran reclinables y los descansabrazos eran de tubo de fierro. En el trayecto nos sirvieron sólo café negro tipo turco. Al llegar y pasar la engorrosa aduana, una de las agentes le preguntó a Andrés: “Your Adress?” Y éste le contestó: “Yes, I am Andrés”, hasta que toda enojada le gritó: “Your Adress!”, percatándose Andrés de su error. 195


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La ciudad de Praga es muy bonita e interesante y se conserva muy bien, ya que durante la Guerra, ésta sufrió sólo unos cuantos bombardeos a las orillas de la misma. Estuvimos hospedados en el Hotel Nacional y al registrarnos le preguntamos al conserje la dirección de la Chedock, Compañía de Turismo del Estado, y amablemente nos dijo: “Si me esperan 10 minutos, yo los acompaño en el tranvía y les digo dónde bajar, pues está en frente de la parada del mismo”. Recorrimos toda la ciudad a pie con una guía muy culta y agradable, contándonos las penalidades que sufrían por la política comunista. Nos decía que tenía a su madre en otro país, pero que batallaba mucho para poder conseguir el permiso para visitarla y si llegara a obtenerlo, se lo daban solamente a ella, para asegurar que la familia no huyera. El último día de nuestra estancia en esa bella ciudad nos recomendaron un restaurante situado en la cima de una pequeña colina; decían que era donde los embajadores residentes solían acudir a él. En la tarde tratamos de conseguir boletos para la función de teatro, “La Linterna Mágica”, consistente en cine participando personajes vivos interactivamente. Este sistema causó gran revuelo en la Feria Mundial de Bruselas en 1958, cuando se estrenó, pero al acudir a la oficina de boletos nos dijeron que éstos estaban agotados, porque todos los había comprado un sindicato para sus agremiados. Nos recomendaron entonces un pequeño cabaret, cuya variedad era muy fina, ya que inclusive tenía un espectáculo de ballet. Al terminar la cena en el restaurante antes descrito, yo sugerí que fuéramos a esa función, pero mi primo Pepe decía que era mejor irnos a acostar porque teníamos que tomar al día siguiente, muy temprano, el vuelo a Varsovia. Yo insistí diciendo que “¿cuándo volveríamos a Praga?, que había que aprovechar el tiempo” y fue entonces que fuimos al Club Alhambra que se ubica en la Constance Platz, que está en el corazón de la ciudad. Ahí había que bajar a un sótano y nos encontramos con que ya no había lugares disponibles, mas que en la barra del pequeño bar. Estaba junto a nosotros un estudiante de Somalia quien fue llamado por un grupo de jóvenes que estaban en una mesa contigua; lo invitaron a sentarse 196


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en su mesa, pero éstos, al terminar, le dejaron la cuenta del grupo y se fueron, y el pobre muchacho no tenía dinero para pagar, ofreciendo su reloj en pago, compadeciéndolo nosotros, sin saber que, poco después, estábamos en las mismas circunstancias. Ordenamos unas bebidas, pero como Pepe era el tesorero del grupo, nos limitó la cantidad y la calidad de las mismas, por traer poco dinero local. Al tratar de retirarnos pedimos la cuenta, que llegaba solamente al equivalente a escasos 8 dólares, pero cobrándonos en coronas, percatándonos de que no traíamos lo suficiente para pagar. Tratamos de pagar en dólares pero no nos aceptaron, ni en ninguna otra moneda extranjera. Y desde luego en esa época, en esos países no existían las tarjetas de crédito para poder pagar, por ejemplo con American Express. Como había un control muy estricto de moneda, al pasar la frontera tuvimos que hacer una “Declaración de Moneda” y cuando queríamos cambiar dólares por coronas había que hacerlo en las oficinas autorizadas del Banco Central; normalmente, en los hoteles para turistas, había una caja para tal propósito. En vista de la situación, y como yo había sido el causante de que fuéramos a ese lugar, les dije: “Voy a salir; aquí alrededor hay hoteles que tienen caja para el cambio de moneda, voy a cambiar y vengo por ustedes”, pero al tratar de salir, un portero de gran estatura me exigió el comprobante de la cuenta pagada, el cual, obviamente, no lo tenía, y no me dejó salir. Entonces me regresé otra vez con las muchachas que atendían el bar, explicándoles mi situación; luego me dieron un pase firmado por ellas, y en la barra tenían un timbre para dar la señal al portero que podía salir, desde luego dejando de rehenes a mis tres compañeros. Ya una vez afuera, vi que inmediatamente al salir, había un pequeño hotel, pero la puerta se encontraba cerrada, había un timbre al lado y al oprimirlo, salió un bell-boy que afortunadamente hablaba inglés, pidiéndole que me permitiera cambiar moneda en la caja, diciéndome que ese hotel no tenía la caja del Banco del Estado, pero que enfrente había uno que sí lo tenía. Me trasladé a este último pero la puerta se encontraba cerrada. Caminando a la 1:00 de la mañana por la Constance Platz, toda desolada, pasaron dos tanques rusos, dándome, más que miedo, pánico. Llegué a la mitad de la misma y 197


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encontré el hotel que esa tarde había visto al pasar, pero con la puerta cerrada, porque todos los hoteles en esa época, a las doce de la noche los cerraban con llave, pero como había un timbre al lado, llamé y salió un empleado. Al plantearle el problema me dijo: “La caja la cerré a las once” y no hubo manera de que me cambiara dinero, y entonces volví nuevamente al hotel que estaba debajo de la plaza, busqué un timbre y salió una persona toda somnolienta, le expliqué el asunto y me dijo: “La caja la cerré a las once”, entonces le ofrecí un billete de 50 dólares para que me cambiara 10 dólares y se quedara con el cambio, pero todo asustado me aventó el billete y cerró la puerta. Cuando hice esto, estaba consciente de que iba a resolver un problema inmediato, pero que iba a tener un problema más grave al día siguiente, al tratar de salir del país no coincidiendo mis cambios con la “Declaración de Moneda”, pero por lo pronto quise resolver lo urgente. Después de ahí volví otra vez al Club Alhambra, explicándoles a mis compañeros que no había podido conseguir el dinero; que lo único que me quedaba era tratar de hacerlo en el hotel donde estábamos hospedados. Entonces Andrés se ofreció a acompañarme, y tuve que pasar por el protocolo del permiso escrito y el timbre como clave de salida para el portero. Al salir, en la esquina, había estacionado un taxi y como el hotel se llamaba Nacional, que en checo se pronuncia igual como en español, le pedí que nos llevara al hotel. Al llegar ahí quiso bajarse conmigo Andrés y le dije: “No, quédate aquí porque no tengo manera de explicarle en checo al taxista que todavía no le podemos pagar”. Llegando a la puerta de nuestro hotel, obviamente se encontraba cerrada con llave; inclusive estaban un par de rusos durmiendo afuera en los escalones de la puerta de entrada, pero como yo ya era un experto en encontrar timbres, lo busqué, lo encontré y llamé. Salió un bell-boy; le expliqué mi situación y le dije que yo era huésped del hotel, me dejó entrar y de pasada también aproveché para meter a los dos rusos que estaban afuera. Al llegar al mostrador estaba el mismo conserje que amablemente nos había acompañado a la Chedock y le expliqué mi situación, y me dijo: “La caja la cerré a las once, pero por ser usted la voy a abrir”. Entonces ya cambié 100 dólares para tener dinero sobrante para lo que se ofreciera. Nos regresamos Andrés y yo en el mismo taxi y pudimos llegar a rescatar a los dos rehenes, Pepe y Jaime. Por cierto, Jaime se quejaba de que no 198


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pudo pedir otro coñac porque Pepe no se lo permitió, diciéndole “¡Ves la tempestad y no te hincas!”; pero Jaime argumentaba que daba lo mismo una cuenta de ocho dólares que de diez o doce, pero se quedó sin su coñac. Volvimos al hotel después de las dos de la mañana y a las seis teníamos que trasladarnos al aeropuerto. A esa hora no había agua caliente y tuve que bañarme con agua fría, a pesar de que en esa época ya estaba la temperatura bastante baja. Mis compañeros no se atrevieron a bañarse con agua fría. Llegamos a Varsovia, bella ciudad que durante la Segunda Guerra Mundial fue destruida en un 86%, ya que en la época que la visitamos en 1962 estaba casi completamente reconstruida. Inclusive un domingo que estábamos ahí hubo una colecta para recabar fondos para la reconstrucción de la ciudad. Esta destrucción fue ocasionada por la entrada de los alemanes, luego por la entrada de los rusos, y los alemanes, al salir, todavía dinamitaron gran parte de la ciudad para que cuando llegaran los rusos encontraran todo destruido. Se decía que un convento de monjas fue dinamitado junto con las monjas enclaustradas. La restauración de la ciudad fue hecha con gran eficiencia, ya que se hizo exactamente como estaba, basándose en fotografías y planos que se habían conservado. En el 2008 volví a visitar esa ciudad, y un palacio que fue bombardeado al inicio de la invasión alemana en 1939, se encuentra totalmente reconstruido, inclusive restaurado con tapices, candiles y mobiliario de la época, siendo impresionante la eficiencia en el trabajo. La restauración de este palacio se debió principalmente a donativos de polacos que vivían exiliados en otros países, principalmente Estados Unidos. La ciudad posee grandes avenidas y un parque monumental en donde se ubica un antiguo palacio, que durante la Segunda Guerra Mundial fue ocupado por el ejército alemán y luego por los americanos, una vez terminada ésta. A 54 kilómetros de Varsovia se encuentra un pueblito donde se ubica la casa donde nació y vivió Federico Chopin, habiéndola nosotros visitado, recorriendo bellos y grandes jardines que se encuentran alrededor de la casa. 199


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De Varsovia volamos a Moscú, hospedándonos en el Hotel Ucrania, que es uno de los cuatro edificios iguales que se encuentran en la ciudad, con el estilo arquitectónico característico de la época staliniana. Los rusos regalaron a los varsovianos un edificio similar, Sala Congresova, y estando nosotros un 15 de septiembre, celebramos ahí la Independencia de México con una cena en un restaurante ubicado en la planta baja del mismo. Al estar ahí, noté que el azúcar que se encontraba sobre la mesa estaba muy blanca, ya que en todas esas partes era morena, comentándole a Jaime que tal vez se debía a algún envío de Fidel Castro, de Cuba a Polonia, de este producto. Le puse al café una cucharada, pero al probarlo, me di cuenta que era sal, soltando una carcajada Jaime, pues él sí sabía lo que era, sin advertírmelo. Durante nuestra estancia en Moscú en el mes de septiembre, la temperatura estaba cerca de los cero grados centígrados. Recuerdo que en el interior del cuarto que ocupábamos en el hotel había un termómetro que marcaba diez grados centígrados. En esa época prácticamente no había turismo; encontramos en nuestro hotel sólo un reportero mexicano de un periódico de la Ciudad de México, de ideología izquierdista. A los habitantes de la ciudad no les permitían acercarse a los hoteles de extranjeros en un perímetro de cien metros a la redonda. La guía que teníamos, quien hablaba perfecto español y que nunca había salido de Moscú, nos atendió durante nuestra estancia en la ciudad. Ella nos llevó a conocer la Universidad, que en ese momento se llamaba “Patricio Lumumba”, en honor al revolucionario comunista del Congo Belga. Actualmente se le quitó ese nombre volviendo nuevamente a ser la Universidad de Moscú. También visitamos el Museo de Lenin y fuimos atendidos por su directora, una mujer joven apasionada de este líder comunista, quien nos llevó por todos los rincones del museo, visitando la réplica del estudio tal como éste lo dejó, y estando exhibiéndose el carro inglés Roll Royce que Lenin poseyó en vida. Había cuadros al óleo de diferentes aconte200


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cimientos de la Revolución Rusa, y en uno de los aposentos se encontraba un enorme globo terráqueo, con alfileres en los sitios que, según ellos, Lenin había inspirado revoluciones, teniendo un sitio preferente, México. Yo le dije a la directora del museo que la Revolución Mexicana había sido siete años antes que la Bolchevique, pero tajantemente me contestó: “La Revolución Mexicana fue inspirada por Lenin”. Cuando nos hablaba esta directora, quien fue nuestra guía, sobre Iván Ilich, siempre se refería a “nuestro Padre Lenin”, con una gran devoción, como si se tratara de un santo o un dios. Estuvimos en una exposición con pabellones de las naciones que conformaban la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, sumamente interesante, estando también ahí un museo sobre las Conquistas Espaciales de las que Rusia fue pionera. Ahí se encontraba una réplica del “Sputnik” que fue el primer satélite que Rusia envió al espacio, así como réplicas de cohetes y desde luego documentales y retratos de Yuri Gagarin, quien fue el primer astronauta mundial ruso, y cuando éste regresó, dijo sarcásticamente que había estado en el espacio, pero no había visto a Dios. Gagarin posteriormente murió en un accidente aéreo, tripulando un pequeño avión monomotor. Estuvimos desde luego en la Plaza Roja donde se encuentra, junto a la Muralla del Kremlin, el Mausoleo de Lenin con su cuerpo embalsamado. Las “colas” de gente para visitar ese mausoleo ocupaban la mitad de la Plaza Roja, y todavía varias cuadras más, hasta atrás del Museo de Historia, edificio de ladrillo rojo, que se encuentra a un extremo de dicha plaza, en filas de cuatro en fondo. Como a nosotros nos trataban como turistas extranjeros con ciertos privilegios, la guía, a la mitad de la fila, enseñó su credencial y les pidió a los que ahí hacían fila que hicieran un espacio para intercalarnos, lo cual hicieron sin protestar. Del cuerpo de Lenin sólo se ve su cara bastante bien conservada. Después de la muerte de José Stalin, éste fue colocado embalsamado junto al cuerpo de Lenin, pero ya en la época de Kruschev, quien era el jefe de Estado Ruso durante nuestra visita, éste ya había sido sacado del mausoleo y enterrado atrás del mismo, en un jardín angosto que hay entre la Muralla de Kremlin y la Plaza Roja, que viene siendo un cementerio 201


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de hombres ilustres, estando ahí con sólo una lápida que dice su nombre, la fecha de nacimiento y la fecha de su muerte. (Sic transit gloria mundi, “así pasa la gloria del mundo”). Frente a la Plaza Roja se encuentra la famosa y enorme tienda GUM, que en la época que la visitamos, yo la recorrí toda sin que se me antojara comprar algo de lo que ahí había, porque nada valía la pena; eran establecimientos consistentes en un mostrador y dos dependientes, mujeres, que atrás del mismo lo atendían. Recuerdo que Jaime compró unas muñequitas para la colección de su hermana Catalina. Actualmente esta tienda internamente ha sido transformada y ahí se encuentran las “boutiques” de más fama mundial, no teniendo comparación con lo que yo percibí en 1962. También en uno de los extremos de la Plaza Roja se encuentra la Iglesia de San Basilio, que en ese momento el interior no estaba restaurado y no se visitaba. Posteriormente en el 2008 que volví a estar en Moscú, esta basílica se podía visitar en su interior ya que se encuentra totalmente restaurada. Durante las conversaciones con la guía, en una ocasión, toda sorprendida, nos dijo: ¿¡”Todavía creen en Dios”!?, a lo cual le contestamos afirmativamente, diciéndole que afortunadamente nosotros vivíamos mejor que ellos y que además, teníamos la esperanza de vivir todavía mejor, después de nuestro paso por el mundo. Visitamos también el metro de Moscú que es impresionante por el lujo de sus estaciones y lo profundo del mismo, que gracias a ello, principalmente en invierno, los moscovitas pueden trasladarse de un extremo a otro de la capital rusa. En Leningrado también visitamos varias estaciones del metro, todas ellas lujosísimas, de mármol en paredes y pisos, teniendo algunas de ellas un sistema similar a las puertas de los elevadores, donde en el andén no se ven los rieles y al llegar el tren, se abren las puertas, tanto de la estación, como del vagón, no habiendo posibilidad de accidentes provocados por la caída de alguien a la vía. Para poder ordenar las comidas, normalmente los menús en restaurantes y hoteles para extranjeros estaban en ruso, en inglés, en francés y en alemán; escogíamos la columna de inglés o francés y la corríamos a 202


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la columna rusa, indicándole a señas al mesero lo que queríamos, ya que casi nadie hablaba inglés y menos español. Recuerdo que un mesero del restaurante de nuestro hotel, insistía en ruso que pidiéramos un platillo sin saber cuál era; fue tal su insistencia que le dijimos que lo trajera y era un soufflé con helado de vainilla, que es la nieve más exquisita que he probado en mi vida. Al visitar los pabellones de la exposición había carritos vendiendo helados con la misma calidad de nieve. Al visitar en el 2008 nuevamente Moscú, era obligado pedir este helado. Estando ahí quisimos asistir a un espectáculo del Teatro Bolshoi. Pasamos casi todo un día haciendo “colas” para poder conseguir los boletos de entrada, ya que cuando estábamos a punto de llegar a la ventanilla, ésta se cerraba y teníamos que regresar más tarde. Posteriormente nos dijeron que el Bolshoi estaba cerrado porque la compañía en ese momento se encontraba en Nueva York. Entonces, en su lugar, nos ofrecieron un espectáculo de títeres o marionetas, el cual fue realmente muy bueno. Mucha gente estaba asombrada de que hubiera podido obtener la visa rusa, cuando en pleno comunismo ésta era muy difícil conseguir, pero yo les argumentaba que había conseguido la visa marital, ¡que no hubiera podido conseguir la rusa! Después de Moscú nos trasladamos en avión a Leningrado, hoy nuevamente San Petersburgo. Ahí visitamos el famoso Museo del Ermitage poseyendo obras valiosísimas de arte, principalmente pinturas, en donde se encuentra el famoso cuadro “El Hijo Pródigo”, de Rubens. El edificio de este museo era el antiguo Palacio de Catalina La Grande, en cuyos techos tenía ella jardines para alegrar la vista desde sus habitaciones. Este museo se encuentra frente al Río Neva que cruza la ciudad. Igualmente visitamos la Basílica de San Isaac, hecha por un arquitecto italiano, cuya construcción duró sesenta años y que, desgraciadamente en la época que la vimos, era un simple museo. Muy cerca de la basílica se encuentra el famoso Hotel Astoria, donde Hitler pensaba celebrar la toma de Leningrado, que no pudo hacer ya que el invierno ruso se 203


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encargó de derrotarlo, al igual que a Napoleón en 1812, siendo ésta la inspiración de Tchaikovsky, para hacer la famosa y bella Obertura 1812, incluyendo en ella, trozos de La Marsellesa, himno nacional francés. La ciudad de Leningrado estuvo sitiada dieciocho meses por los alemanes, teniendo solamente una pequeña entrada. El sufrimiento de estos habitantes fue tremendo, porque no tenían alimentos ni manera de calentarse para combatir el frío. Era tal la escasez, que por mucho tiempo lo que podía comer cada persona, era sólo un pedazo de pan al día y cuando alguien moría en invierno, no lo enterraban, lo dejaban en la casa ya que las temperaturas eran abajo del grado de congelación y el cuerpo se conservaba, para poder así reclamar esta porción de pan a nombre del muerto. Realmente fue una situación heroica la que padeció la población. Tuvimos también la oportunidad de visitar, a las afueras de la ciudad, el Palacio de Verano de Pedro El Grande; con jardines, fuentes bellas y abundantes a la orilla del Mar Báltico. El palacio no era posible visitarlo en su interior porque no estaba restaurado, y éste había sido ocupado por los alemanes durante el sitio de dieciocho meses. Muchas de las estatuas con revestimiento de hoja de oro que se encuentran en los jardines, fueron posteriormente restauradas, ya que los soldados alemanes se divertían disparándoles; se pudo notar la diferencia en el brillo de éstas y las originales. Dentro de las fuentes que existen, había unas en forma de árboles y se decía que El zar Pedro El Grande era muy bromista, y de repente abría ciertas llaves mojando a sus invitados. Toda la alimentación de agua de las fuentes venía por gravedad. La guía que nos acompañó era una señora rusa que había participado en la Guerra Civil Española de 1936 a 1939 y fue la encargada de traer a Rusia a los Niños Españoles para adoctrinarlos. En mi último viaje a este lugar, ya estaba totalmente restaurado el palacio, pudiéndolo visitar, admirando la belleza de su interior. En Leningrado pudimos asistir a una ópera con ballet de gran calidad, en un teatro majestuoso. El domingo que nos tocó estar en esa ciudad pudimos ir a misa, cuyos asistentes eran pocos y gente de muy avan204


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zada edad, ya que los jóvenes no asistían. Ahí nos encontramos a un joven americano que estaba hospedado en el mismo hotel nuestro. A propósito del hotel, un día, desayunando, nos pusimos a hacer comentarios sobre la molesta burocracia provocada por el régimen comunista, criticándolo desde luego fuertemente. Cuando terminamos de desayunar se levantó un ruso, quien siempre estaba cerca de nosotros, y se sentaba junto a la mesa nuestra, y hablándonos en perfecto español, nos saludó. Ahí nos dimos cuenta de que este señor realmente era un espía y estaba vigilándonos constantemente, lo cual nos dio miedo de que pudiera haber alguna represalia. Llegó el último día de nuestra estancia en Rusia y nos dirigimos al aeropuerto de Leningrado para tomar el avión que nos conduciría a Helsinki. Al llegar empezó la odisea de las revisiones, el pasaporte, la declaración de moneda que debería coincidir exactamente con lo que traíamos de dinero y los cambios inscritos en la misma. Acto seguido nos pasaron a un pequeño cuarto donde se encontraba un matrimonio inglés. Después de estar dos horas ahí, preguntamos a un agente que llegó a vernos, que cuál era la razón de la demora y que cuándo abordaríamos el avión, diciéndonos que éste se había retrasado. Cuando después de otra hora más, nos dijeron que pasáramos a abordar el avión, hubo que pasar una nueva revisión en la salida del edificio enseñando pasaportes, visas, declaración de moneda, etc., llegando al pie de la escalera del avión, otros agentes de Aduana y Migración nos pidieron los mismos documentos. Subimos la escalera y en la puerta del avión, nuevamente nos exigieron mostrar todos estos documentos. Por fin pudimos abordar éste, cerrándose la puerta. Echaron a andar los motores y nos condujeron a la cabecera de la pista. Estando ahí nos devolvieron nuevamente a la terminal y nos volvieron a encerrar en el cuartito donde habíamos estado. Al preguntar cuál era la situación, nos dijeron que era porque había mal tiempo en Helsinki y había que esperar. Como ya habían pasado muchas horas, le dijimos a la persona que nos atendió que queríamos ir al restaurante a comer, diciéndonos que no era posible porque nosotros no teníamos la autorización respectiva, y además ya no era posible pagar la cuenta, puesto que ya no estaba vigente nuestra declaración de moneda. 205


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Yo me puse muy exigente, y al ver mi insistencia, esta persona dijo que iba a pedir autorización a Leningrado para ver la posibilidad de darnos de comer. Después de una y media hora de espera, con unos vales especiales nos permitieron pasar al restaurante del aeropuerto, y al terminar, pagando con dólares en efectivo y en presencia de un testigo. Nos condujeron nuevamente al cuartito en que habíamos estado. Después de una larga espera, nos dijeron que ya podíamos abordar, pero volvimos a pasar todas las revisiones antes descritas: al salir del edificio, al llegar al pie de la escalera, al estar a la entrada del avión, y también dentro del mismo. Volvió a encender motores llegando a la cabecera y despegando por fin. Al aproximarnos a Helsinki, el tiempo se encontraba totalmente cerrado, seguíamos descendiendo y no se veía tierra; por fin, bajaron el tren de aterrizaje y con un escaso techo y poca visibilidad, pudimos aterrizar. Realmente sentimos un gran alivio al llegar y ver otras caras, además de los carros tanques de combustible de la Standard Oil (ESSO). Llegamos a la terminal y muchachas muy amables nos dieron la bienvenida con una sonrisa, y al estar transportándonos del aeropuerto al hotel, vimos gente con otros semblantes de alegría y no de tristeza, portando indumentarias más occidentales y donde se veían anuncios luminosos, indicando una vida económica más próspera. En Rusia, recuerdo haber visto sólo un anuncio luminoso en Moscú, el de la BOAC (British Overseas Airways Corporation). Estuvimos en Helsinki sólo un día visitando lo más interesante, y al día siguiente Jaime se despidió de nosotros regresando a Monterrey. Mis dos primos y yo proseguimos a Estocolmo, y después de un par de días en esa ciudad, seguimos a Copenhague; de ahí mi primo Pepe se regresó a México. Andrés y yo continuamos a Alemania, abordando un avión Caravelle29, de fabricación francesa, visitando la ciudad de Mónaco de Baviera me29

Este avión fue el primer jet cuyas turbinas fueron colocadas en la parte posterior, trayendo entre otras ventajas, la de dejar atrás el ruido para mayor comodidad de los pasajeros. También teniendo más juntas las turbinas; en caso de falla de una de ellas, el torque se reduce, evitando que el avión se desvíe pronunciadamente hacia un lado.

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jor conocida como Munich, coincidiendo con las fiestas de la cerveza (October Fest). De ahí nos trasladamos a Oberammergau, donde se celebra cada diez años “La Pasión de Cristo”, cuyos protagonistas son sus mismos habitantes. En el trayecto pudimos observar un campo militar americano que todavía a esas fechas permanecía. Pasamos luego a Viena, visitando todos los lugares turísticos, como el Palacio de Schönbrunn, de la época de María Teresa de Austria, así como la Iglesia de San Estaban, asistiendo en la noche al magnífico Teatro de la Ópera, donde pudimos disfrutar la ópera “Don Giovanni”. Luego seguimos a Roma, donde casualmente pudimos asistir a la inauguración del Concilio Vaticano II en octubre de 1962. La noche anterior había llovido fuertemente, pero a las seis de la mañana ya nos encontrábamos en la Plaza de San Pedro, para tener un lugar preferente y ver el desfile de los 2,600 obispos vestidos de blanco entrar a la Basílica de San Pedro. Casualmente ahí nos encontramos Andrés y yo con Emilio Arizpe de la Maza y su esposa Concepción Narro. También vimos a un sacerdote franciscano que el día anterior había sido nuestro guía en las Catacumbas de San Calixto, diciéndome que tenía intenciones de ir a México y que al llegar me visitaría. Como dato curioso, meses después me envió una carta de Roma, poniéndome en el sobre solamente “Alejandro H. Chapa, México”, y me llegó a mi Apartado Postal en Monterrey. Poco después llegó a esta ciudad a saludarme, hospedándose en el Convento Franciscano en Garza García. De Roma nos trasladamos en un avión inglés “Comet” a El Cairo, visitando obviamente las pirámides y todo lo que hay que ver. Ahí una noche fuimos a cenar en pleno desierto a un restaurante ubicado en una gran carpa que había pertenecido al Rey Faruk, comiendo un exquisito cabrito al pastor. A propósito de este avión de Havilland “Comet”, al inicio de sus operaciones sufrió varios accidentes, hasta que determinaron que la causa de ellos era porque el plástico de las ventanas no resistía la “presurización”. Una vez corregido este defecto, fue un avión muy bueno y con un 207


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diseño muy estético, ya que sus turbinas estaban integradas a las alas y no colgadas de las mismas. También a las afueras de El Cairo, visitamos un impresionante cementerio de “bueyes sagrados” ubicado bajo tierra, en un larguísimo salón. Habiendo comido en el restaurante del Hotel Hilton, algo estaba mal ya que al día siguiente que llegamos a Jerusalén sufrí una grave intoxicación. Jerusalén, en ese tiempo, la mayor parte pertenecía a Jordania o sea la parte árabe, y nos recomendaron, por razones de seguridad, no pasar a la parte judía. Ahí visitamos toda la Vía Dolorosa, la Iglesia del Santo Sepulcro, el Huerto de los Olivos y el Muro de los Lamentos, que en ese momento, estando en la parte árabe, consistía sólo en un estrecho callejón. Después de la Guerra de los Seis Días, toda esta parte pasó al lado israelita. Los judíos tumbaron una gran sección de casas, teniendo ahora una explanada muy amplia, más apta para la oración de los judíos ante este muro. Cabe hacer notar que una vez posesionados los israelitas de estos sectores, la limpieza y orden de los mismos fue transformada muy positivamente. También pudimos observar un contraste muy notorio entre el territorio judío y el árabe, ya que por ejemplo, en la parte árabe se veía un desierto de pura arena, y al empezar la parte israelita se observaba un espeso bosque, debido tal vez, en parte, por el sistema de “riego por goteo”, inventado por los judíos en ese país. Luego tuvimos oportunidad de ir a Jericó y al Mar Muerto. En Jerusalén recuerdo haber visto en una pequeña piedra las huellas de dos pies desnudos, que la tradición asegura fue el lugar preciso donde Jesús ascendió al cielo. Visitamos también la Iglesia de la Dormición de María. Después de ahí llegamos a Estambul, haciendo recorridos por el Bazar y por el Bósforo; visitamos, entre otras cosas, la Mezquita Azul y la Mezquita de Santa Sofía, así como el Palacio del Sultán que se encuentra muy cerca de éstas. En el Bazar recuerdo que el guía nos llevó a un establecimiento de perfumes, donde casi nos obligaron a comprar un 208


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frasco que contenía las esencias de los perfumes que utilizaban los franceses para la elaboración de los mismos, frotándonos éste en la mano, diciendo que el aroma perduraba no sólo por horas, sino por días. Después de haber salido del Bazar, este aroma había desaparecido. De Estambul pasamos a Atenas, visitando desde luego el Partenón y todos los sitios turísticos. Estando el último día en esa ciudad, en la plaza principal frente al Parlamento, los estanquillos de periódicos estaban abarrotados de gente comprando, diciéndole yo a Andrés: “¿Te fijas cómo compra periódicos aquí la gente?” y como éstos estaban en griego, no sabíamos qué noticias eran, pero nos preocupó mucho que en todos aparecía el retrato de John F. Kennedy y de Nikita Kruschev. Entonces, llegando al hotel, le pedí al conserje que me diera el Herald Tribune editado en inglés, y me dijo: “¿Qué no se han dado cuenta que estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial?”; ésta ocasionada por el famoso bloqueo de los misiles rusos hacia Cuba. Nuestros familiares nos habían buscado, pero al preguntar por nosotros en el hotel, les habían dicho que no estábamos hospedados, que no había ningún huésped de apellido Chapa, ya que nos tenían registrados como Salazar, nuestro segundo apellido. De Atenas nos trasladamos a Roma, donde Andrés se quedó todavía un tiempo más, y yo, solamente haciendo una escala, llegué a París. Mi intención había sido quedarme dos semanas en esa ciudad, pero al comunicarme con mi esposa, me dijo que todo mundo estaba muy preocupado por la situación de una posible guerra, y me pedía que me regresara lo antes posible. Estando hospedado en el Hotel Claridge de los Campos Elíseos, al conserje de nombre Gerard le pregunté si creía que iba a haber guerra, contestándome: “Guerre, Monsieur Chapá?, ¡Ce soir il n’y a pas de guerre!” (¿Guerra, Sr. Chapa? ¡Esta noche no hay guerra!), entonces le contesté: “Resérveme una mesa en el Cabaret Lido”, que se encontraba al lado del Claridge, cuya función es espectacular.

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En vez de quedarme dos semanas, me quedé dos días en París, tomando el avión para Amsterdam y documentando mi equipaje hasta la Ciudad de México, pero en el trayecto de París a Amsterdam pensé que no iba a haber la tal guerra y al aterrizar, decidí que sacaran mi maleta para quedarme otro par de días en Amsterdam. La señorita del mostrador me decía que era muy difícil lo que estaba pidiendo, pero le insistí que me la entregaran y lo logré. Pasé un par de días muy agradables en esa ciudad y sus alrededores, donde ya el otoño, con las bajas temperaturas, se empezaba a notar. Ahí tomé el avión de KLM a México y posteriormente el día siguiente a Monterrey. En el año de 1963, con el fin de atender un congreso de la UNIAPAC nos trasladamos el Ing. Andrés Marcelo Sada y yo, acompañados de nuestras esposas a la ciudad de Sao Paulo, Brasil. Llegamos primeramente a Río de Janeiro, encontrándonos con la situación de que no nos habían respetado la reservación hecha en el hotel, teniendo que ocupar el primer día un cuarto las dos parejas. Después de visitar los parajes turísticos de la ciudad, como la playa de Ipanema, El Corcovado y otros sitios de interés, nos trasladamos al aeropuerto que se encuentra bastante retirado de la ciudad, para tomar el avión a Sao Paulo. El congreso se celebró en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sao Paulo. En uno de los recesos de las sesiones, paseándome por los pasillos de la facultad, en uno de los cuartos se encontraba la oficina de prensa, tanto de la Associated Press (AP), como de la United Press (UP); la muchacha que atendía las máquinas receptoras y transmisoras, de repente emitió un grito, dejándola casi sin habla. Al acercarme a ella y preguntarle qué era lo que estaba pasando, me comunicó que estaba recibiendo la noticia del atentado al presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, en Dallas, Texas, habiendo recibido dos balazos, y trasladándolo de urgencia al hospital. Inmediatamente me dirigí al salón donde se encontraba Andrés para darle la noticia, y en ese momento entró una persona comunicando a los asistentes a esa sesión, que acababa de fallecer John F. Kennedy. Esto fue el 22 de noviembre de 1963.

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Esa noche fuimos a cenar al Restaurante “Lisboa Antiga”, junto con quien después fue mi compadre, el Lic. Fernando Casas Bernard de la Ciudad de México, hijo del exregente de esa ciudad, Lic. Fernando Casas Alemán. Después de atender el congreso tomamos un avión para ir a la ciudad de Buenos Aires, donde en gran parte de los aparadores del centro comercial tenían puesto el retrato de Kennedy, con un listón negro atravesado en una de las esquinas, en señal de luto, no obstante que Argentina no se caracterizaba como gran simpatizante de los Estados Unidos; sin embargo, el carisma de su presidente fue muy grande y su muerte muy sentida en todas partes. En Buenos Aires, ciudad bella, grande y afrancesada, estuvimos hospedados en el famoso Hotel Alvear, antes de ser remodelado, y recorrimos las interesantes calles de Florida y Corrientes, visitando La Boca y El Barrio “El Caminito”. También visitamos el famoso panteón, ubicado en el centro de la ciudad, donde se encuentra el Mausoleo de la Familia Duarte, donde está enterrada Eva Perón. Esta ciudad tiene una vida nocturna muy intensa y tuvimos la oportunidad de presenciar una obra de teatro que iniciaba a las once de la noche, donde actuó el famoso actor Luis Sandrini, pero esta vez como personaje serio y no cómico, revelando su gran talento histriónico, autor de la famosa frase, “Yo, mientras el cuerpo aguante...”. De Argentina pasamos a Chile a la ciudad de Santiago, hospedándonos en el hotel Hilton cercano a la Casa de la Moneda, sede del poder ejecutivo de esa nación. Después de permanecer un par de días en Santiago, nos trasladamos a la ciudad de Lima, Perú, quedándonos en ella mi mujer y yo, ya que Andrés y Pilar continuaron el viaje de regreso a Monterrey. Estando en Lima tomamos un avión a la ciudad de Cusco, donde nos recomendaron que esa mañana descansáramos, ya que por su situación de gran altura sobre el nivel del mar, el oxígeno escasea. De ahí toma211


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mos lo que ellos llaman Autoclave, que es sólo un vagón que primero sube a una altura de 4,000 metros sobre el nivel del mar, zigzagueando, y en la cumbre empieza el descenso, bordeando uno de los afluentes del Amazonas para llegar a una estación desolada, donde tomamos un autobús para subir a Machu Picchu por un camino de tierra bastante peligroso. En un viaje que hice en el 2009 a esa ciudad, ya no hay necesidad de subir a la cumbre, puesto que se toma un tren de lujo de la misma compañía europea del “Oriental Express”, y al llegar a donde se abordan los autobuses para subir a Machu Picchu, funciona ahora una estación ferroviaria en toda forma, existiendo ya en ese lugar una pequeña población cuando antes nada había. Recorrimos a pie ese bello paraje de Machu Picchu, regresando después nuevamente a la estación que consistía entonces en sólo una espuela de ferrocarril, para tomar la Autoclave de regreso a Cusco. Dos muchachas norteamericanas, no obstante la recomendación hecha de no alejarse mucho, se fueron a explorar parajes más lejanos y hubo necesidad de esperar un buen rato a que regresaran, subiéndose éstas al techo del autobús para poder admirar mejor el paisaje, lo cual no dejaba de ser sumamente peligroso por lo sinuoso del camino. La excursión consistía en dos autobuses, habiendo llegado primero uno, y nosotros después. Al bajarnos del autobús había que atravesar la vía del ferrocarril para tomar el vagón que se encontraba en una espuela contigua. Atravesaron a pie la vía los que venían en el primer autobús y en el momento en que yo me disponía a cruzarla, un metro antes de ésta, sentí una ráfaga de viento que me detuvo, y me di cuenta que lo que había pasado era un vagón a gran velocidad, que se había desprendido de un tren que se dirigía a Cusco. Por segundos me salvé de no haber sido atropellado por este vagón, que cuando volteé hacia la izquierda, rumbo abajo, vi cómo éste se iba haciendo cada vez más chico, perdiéndose de mi vista después. También si no hubiera habido el retraso, ocasionado por las muchachas americanas, hubiéramos partido antes, y seguramente el vagón desprendido nos hubiera echado al barranco al chocar con el “Autoclave”.

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En Lima hice arreglos para visitar el Puerto Fluvial de Iquitos, que está en medio de la selva y prácticamente a la orilla del Río Amazonas. Ahí se supone que se toma un barquito atendido por gente de origen alemán, y se recorren parajes selváticos observando cocodrilos, changos, pájaros exóticos y disfrutando de una buena comida. Después de conseguir al través de la tarjeta American Express el dinero suficiente para los pasajes en avión, y luego después de mucho esperar en la terminal, nos dijeron que pasáramos a abordarlo. Éste era un aparato viejo DC4, desde luego no “presurizado”, y al estar dentro de la cabina me encontré con que tres cuartas partes del avión estaban ocupadas con carga, y sólo unos cuantos asientos estaban disponibles en la parte trasera para el pasaje. Cuando nos subimos quedaban solamente dos lugares en la parte posterior y me dijeron: “Oiga, no se siente usted ahí porque se puede caer la cola del avión”, diciéndole a la azafata que eran los únicos asientos que había, aceptando que nos sentáramos en ellos, y tal vez por lo liviano de nuestros pesos, el avión no se movió. Echaron a andar los motores, pero una vez encendidos, yo me di cuenta, al oírlos, que uno de ellos estaba fallando, y le dije a mi mujer: “Al llegar a la cabecera de la pista el piloto va a tener que probar los magnetos, y ahí me voy a dar cuenta si está fallando o no”. Efectivamente, al hacer la prueba me percaté perfectamente de que uno de los magnetos de un motor estaba fallando; entonces noté que estábamos devolviéndonos nuevamente a plataforma. Como estos aviones no vuelan muy alto y tienen que cruzar Los Andes, casi rozándolos, una falla del motor haría que perdiera altura y pudiera estrellarse, tomando en ese momento la decisión de bajarnos del avión. Al llegar a la plataforma, le comuniqué a la azafata que bajara las maletas, que no iba a tomar el vuelo. Entonces ella le habló al capitán para que me explicara, y yo le dije: “Mire, yo soy piloto y sé que su problema es uno de los magnetos, y si esto le falla al cruzar Los Andes, no logra su cometido”; entonces inmediatamente el capitán le dijo a la azafata: “Bájele las maletas al señor”. Desde luego no pasó nada, el avión debe haber llegado y regresado con bien, pero yo me quedé sin conocer Iquitos.

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En el año de 1967, siendo yo gerente también del Departamento de Aparatos Domésticos y Regalos de Casa Chapa, S.A., y habiendo llegado ésta a la cuota de ventas establecida por la compañía holandesa Philips, fui invitado en compañía de noventa y nueve concesionarios más de la República a una viaje de tres semanas por América del Sur. Aparte de los concesionarios, nos acompañaron nueve funcionarios de la Philips, incluyendo su director en México, el Sr. Wichie. Iniciamos el viaje desde la Ciudad de México al primer punto que fue la ciudad de Lima, Perú, con escala técnica en la ciudad de Panamá. La compañía de aviación era la brasileña Varig cuyo vuelo se originaba en Los Ángeles, California y éste tuvo un retraso muy considerable, iniciando el viaje a altas horas de la noche. Al momento de aterrizar en Panamá, el sr. Antonio González, dueño del establecimiento “Hogar Leonard”, dijo en voz alta: “Ya se fregaron cincuenta pesos del seguro”, despertando a todos. A la ciudad de Lima llegamos al medio día, e inmediatamente después de instalarnos en el hotel nos trasladaron a una finca campestre en los alrededores de la ciudad para una comida. Al regresar en dos autobuses nuevamente al hotel, pensé llegar a dormir una siesta, dado que el viaje fue cansado y prácticamente sin haber dormido, pero yendo en el autobús hacia Lima, el gerente de la compañía Philips en Monterrey, nos avisó que el señor presidente de la República del Perú, nos iba a recibir esa tarde y proponía que don Emilio Marcos fuese quien dirigiera el mensaje al presidente de parte de todos los concesionarios, pero don Emilio, quien estaba sentado a mi lado, rechazó el ofrecimiento y me propuso a mí para que yo lo hiciera, aprobando la propuesta los demás. Llegué al hotel primeramente preguntando cuál era el nombre del presidente de la República, diciéndome que era el Arq. Fernando Belaúnde Terry. Desde luego tuve que olvidarme de la siesta y pensar qué le iba a decir al presidente. Estuve en mi cuarto elaborando mentalmente el discurso, tomé un baño y bajé al lobby para incorporarme a los demás e ir al Palacio de Gobierno, pero me encontré con la novedad de que todo mundo hacía mucho tiempo se había ido, ya que yo me había 214


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confundido en la hora de la cita. Pregunté por los autobuses, pero me dijeron que éstos no estaban programados; entonces le dije al conserje que me pidiera un taxi, contestándome: “Taxi, señor, a esta hora de la tarde, en Lima, es imposible conseguir”. Pedí luego indicaciones de la ubicación del Palacio de Gobierno o Casa de Pizarro e inicié el recorrido a pie, a paso acelerado. Como en el hotel había otras tres personas más, rezagadas, me acompañaron, pero casi no me alcanzaban por lo aprisa que iba. A esa hora el tránsito en Lima era sumamente pesado; inclusive las banquetas eran insuficientes para los peatones, teniendo que ocupar parte del arroyo de la calle para caminar. En un momento del trayecto, un carro Mercedes se me echó encima y tuve que aventarme hacia atrás, empujándome desde la polvera del automóvil y evitar ser atropellado. Por fin llegué al Palacio, teniendo que subir una larga escalera donde en la parte superior se encontraba don Emilio Marcos, sumamente preocupado porque yo no había llegado, preguntándome qué me había pasado, comunicándole que me había confundido de hora. Me decía don Emilio que el Sr. Wichie estaba muy enojado conmigo, ya que creía que yo era un irresponsable por no estar a tiempo, defendiéndome don Emilio diciéndole que él me conocía muy bien y que consideraba que si no había llegado, era porque algo grave me había pasado. Al entrar al salón me recibió un capitán de la Marina en uniforme blanco y portando una espada me preguntó si yo era el orador en esa sesión, a lo cual le contesté afirmativamente. Entonces me dijo: “¿Me permite el escrito de su discurso?”. Le dije que lo traía mentalmente. Se me quedó viendo con una mirada escéptica y me preguntó: ¿”Tiene usted alguna experiencia”?, respondiéndole: “A nivel presidencial, ninguna”. “El señor presidente va a salir por esa puerta y va a estar con ustedes sólo unos minutos, porque tiene una agenda muy apretada”, me dijo el capitán. El salón era muy grande, y en medio había una especie de balcón con dos pequeñas escaleras a los extremos, y en una de las puertas fue donde apareció el señor presidente. Inicié mi discurso diciendo que no era casualidad el haber empezado nuestro viaje en Lima, haciendo énfasis en las similitudes entre México y Perú, mencionando a los aztecas y a los incas, y a Cortés y a Pizarro como conquistadores de esos países, entre otras cosas. Uno de los concesionarios, creo que de Morelia, traía 215


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una pequeña grabadora Philips de casete de cinta y grabó mi discurso, el cual conservo. Al terminar el mismo, la respuesta, para mi sorpresa fueron nutridos aplausos. El presidente se entusiasmó con lo que dije y empezó a hablar de lo mucho que él quería a México, ya que inclusive parte de sus estudios de Arquitectura los había hecho en la Ciudad de México. Mandó traer un mapa del Perú en un atril para explicar parte de las obras que había hecho, así como las que estaban en construcción, estando hablando por espacio de una hora, y no escasos minutos, como había dicho el capitán de la Marina. Salimos de ahí y en frente se encuentra el famoso Hotel Bolívar donde fuimos a celebrar la entrevista y a beber un merecido whisky, ya que con la tensión nerviosa traía mi boca seca. De Lima pasamos a Río de Janeiro, donde visitamos todos los lugares turísticos; después a Sao Paulo cuyo crecimiento era y es impresionante, ya que si mi memoria no falla, cuando la visité por primera vez, ésta tenía dos millones de habitantes, y cuatro años después llegaba a seis millones, teniendo al año de 2011, la cantidad de 19’822,572 habitantes. De Sao Paulo pasamos a Montevideo, y luego visitamos Punta del Este. El hotel donde nos hospedamos estaba prácticamente desocupado, ya que estaban preparando la visita de todos los presidentes de América, y estaban controlados por las autoridades, principalmente militares, inclusive agentes del FBI, ya que entre los presidentes iba a llegar Lyndon B. Johnson. Como dato curioso, se decía que había llevado Johnson, el mismo carro en el que hirieron a Kennedy. Después de Uruguay llegamos a Buenos Aires, y de ahí regresamos a la Ciudad de México, haciendo una escala en la ciudad de Panamá y luego a Monterrey. Estando ahí uno de los concesionarios de la Ciudad de México, me abordó y me dijo que quería invitarme a una copa en el bar del hotel, diciéndome en forma muy sincera que en Lima, cuando veníamos de la comida en la finca campestre, él venía en el otro auto216


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bús donde les notificaron que yo iba a ser el que diera el mensaje ante el presidente Belaúnde, habiéndose opuesto a que yo fuera, ya que me consideraba poco capaz para ello, pero manifestándome que le había gustado mucho lo que dije, y quería felicitarme y agradecerme a nombre propio, así como de sus compañeros, por haber puesto el nombre de México, según él, muy en alto. Ya en Monterrey, una mañana trasladándome en mi automóvil a mi oficina y oyendo en el radio las noticias, éstas decían que el presidente Gustavo Díaz Ordaz había partido ese día a la reunión de presidentes americanos a Punta del Este, Uruguay, y que había hecho el avión una escala técnica en la ciudad de Lima, donde fue recibido por el presidente del Perú, Arq. Fernando Belaúnde Terry, dirigiéndole un mensaje a su llegada en el aeropuerto. Cuál no sería mi sorpresa, que las palabras pronunciadas por el presidente Belaúnde fueron muy similares a las que yo le dije unas semanas antes en el Palacio de Gobierno o Casa de Pizarro. En 1968 fui invitado a una reunión de empresarios latinoamericanos en la ciudad de Bogotá, Colombia. De Monterrey participó también el Lic. Ricardo Margáin Zozaya y de la Ciudad de México el Lic. Roberto Guajardo Suárez, don José María Basagoiti y don Clemente Serna Martínez. Estando hospedado en el hotel y al acudir en la mañana a desayunar, el mesero me preguntó: ¿“Le provocan a usted unos pericos con jamón y un tinto?”, lo cual me dejó sumamente sorprendido, explicándome que los “pericos” con jamón eran huevos revueltos y el “tinto” era, simplemente, el café. Al terminar las sesiones fuimos invitados a saludar al presidente de la República quien nos recibió sumamente amable, y al ver al director de un banco brasileño que había sido ministro de Hacienda de su país, quien nos acompañaba en el grupo, lo saludó efusivamente diciéndole: “Qué gusto de verlo por aquí” y luego le dijo, “Doctor, usted que es economista, dígame ¿cómo hacer para combatir la inflación?”, respondiéndole éste, “Señor presidente, nosotros los economistas somos como los eunucos, sabemos cómo, pero no podemos”. 217


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En el año de 1969 fui invitado para acompañar al secretario de Industria y Comercio, Lic. Octaviano Campos Salas, para un viaje de promoción comercial en Brasil. A este viaje también fue invitado y me acompañó, mi amigo el Ing. Jorge L. Garza de Conductores Monterrey, S.A. Estando en el Aeropuerto del Norte esperando el avión de Mexicana de Aviación que nos trasladaría a la Ciudad de México, nos tocó presenciar la llegada de algunos cuerpos de personas que habían muerto en el accidente de aviación en el Cerro del Fraile. A propósito de este accidente, ese día, estando en mi oficina, llegó el agente de ventas y locutor Ciro Hernández Raudal, de la Radiofusora XEOK, y me dijo que acababan de secuestrar el avión de Mexicana procedente de la Ciudad de México, pero al decirme que el piloto se había reportado ya en la aproximación del aeropuerto, le dije que yo no creía que ese avión estuviera secuestrado, y que lo más probable fuese que estuviera estrellado en uno de los cerros cercanos, ya que ese día el tiempo estaba bastante malo, con techos sumamente bajos. Una vez detectado el accidente en el Cerro del Fraile, yo figuré la posible trayectoria del avión en ese accidente, ya que el piloto se había reportado prácticamente encima del aeropuerto, y que lo más probable hubiera sido que una vez que sobrevolara sobre el V.O.R., que se encuentra en el cruce de las pistas 02-20 y 11-29, de acuerdo con el procedimiento, éste debería de haber girado hacia el norte hasta Ciénega de Flores, donde debería dar una vuelta de las llamadas de “gota” y hacer un viraje de 180 grados para dirigirse a la pista 20, pero lo que sucedió fue que debe haberse distraído el piloto y en vez de virar al llegar encima del V.O.R., se siguió de frente y al percatarse que se había pasado giró hacia la izquierda para nuevamente recalar sobre el V.O.R. y hacer el procedimiento respectivo, pero para entonces ya había perdido altura y, al girar, se estrelló contra el cerro. Después de varios días se encontró la “Caja Negra” del avión y la grabación vino a confirmar mi teoría. Ese día estaba yo esperando la visita, tanto del representante de la Compañía Hulera Euzkadi, como de la compañía Federal Mogul, pero ambos personajes venían en ese avión y nunca llegaron. También en ese accidente perdieron la vida el famoso tenista Rafael Pelón Osuna, el ex presidente del Partido Revolucionario Institucional (P.R.I.) Lic. 218


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Carlos Madrazo y el Ing. Raúl Chapa Zárate, jefe de la Policía Federal de Caminos. Volviendo a mi viaje al Brasil, estuvimos en Río de Janeiro y luego en Sao Paulo, donde entre otras cosas, visitamos la armadora Volkswagen de esa ciudad. En esa visita conocí a Jacobo Zabludovsky y a su señora esposa; Jacobo como reportero cubriendo la visita oficial. Jorge Garza y yo, antes de regresar a Monterrey, visitamos Buenos Aires, y estando caminando en la noche en una de las calles de la ciudad y haciendo bastante frío, ya que en ese mes de junio era invierno en Argentina, de repente se detuvo Jorge diciéndome que me esperara porque se sentía mal, sacando de su bolsa una cajita con pastillas, poniéndose una debajo de la lengua para evitar el infarto. Ahí me dijo Jorge que preocupado por su hermano Alfonso, lo había convencido de que se hiciera un chequeo médico en Houston, y al insistirle Alfonso que Jorge se chequeara también, el médico que lo revisó le dijo: “Mire, de acuerdo con los resultados de sus exámenes y de la vida tan agitada que ha llevado usted, estadísticamente debería estar usted muerto”. Afortunadamente esto fue un incidente pasajero y pudimos regresar sanos y salvos a casa. También en el año de 1969 fui invitado por la compañía de aviación holandesa KLM a un vuelo inaugural de la Ciudad de México a Amsterdam. De ahí me pasé a Londres, permanecí un par de días y luego tomé un avión en el Aeropuerto Heathrow, para trasladarme a Oslo, y una vez sentado, éste empezó a moverse lentamente, aparentemente de reversa, pensando yo que se estaba acomodando para luego seguir hacia la cabecera de la pista, pero acto seguido, sentí que el avión aceleró los motores e inició a la carrera de despegue, lo cual me sorprendió que un avión despegara de reversa, y al levantarme del asiento para ver qué pasaba, me di cuenta que este avión, la mitad de los asientos estaban colocados hacia una dirección y la otra mitad en sentido contrario, habiéndome yo sentado de espaldas al frente del mismo.

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Alejandro H. Chapa

Estuve en Oslo un par de días, pero ya se aproximaba el invierno y la temperatura estaba a 13° centígrados bajo cero; entonces, antes de salir del hotel, me preparé muy bien para soportar el frío poniéndome sweater, abrigo y bufanda, pero al salir no sentí frío en el pecho, pero sí en las piernas, al grado que pensé que se me había olvidado ponerme los pantalones. A las dos de la tarde estaba totalmente obscuro, como si fuese de noche. En el año de 1971 la compañía de aviación alemana Lufthansa, me invitó al vuelo inaugural de Monterrey a Frankfurt, siendo también invitado mi amigo Carlos Pérez-Maldonado, Jr., gerente y dueño de la compañía de turismo Pérez-Maldonado. Carlos y yo nos trasladamos después a París donde nuestras esposas nos alcanzaron. De ahí volamos a Madrid hospedándonos en el hotel Meliá Castellana, y estando ahí, Carlos me dijo que había visto a Francisco Garza Guzmán, la persona que había hecho el fraude de treinta millones de pesos a los bancos regiomontanos. De Madrid fuimos a Roma, y luego volamos a Dubrovnik, esa bella ciudad amurallada. De ahí yo me regresé haciendo una escala en Zagreb, Yugoslavia, luego Amsterdam, México y Monterrey, dejando a mi esposa en compañía de Carlos y Magdalena, quienes luego se fueron a Atenas. Yo me regresé porque había recibido la invitación para ser tesorero de la ciudad de Monterrey.

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XVI. Inicio en la política

A

l terminar mi gestión como presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey en el año de 1971, me sucedió el Ing. Octavio Rocha Garza en ese cargo.

Habiéndome percatado de que la Ley Hacendaria Municipal era muy deficiente y obsoleta, traté de que se modificara ésta durante mi gestión en la Cámara de Comercio, pero por falta de tiempo no lo logré. Entonces le pedí al Ing. Rocha que él hiciera las gestiones para su reforma ante el presidente municipal electo, Lic. Julio Camelo Martínez, para que le planteara este asunto y que pudiera Monterrey tener un mejor ingreso. Estuve insistiéndole a Octavio sobre esta materia, pero llegó un momento en que me dijo: “Alejandro, yo no entiendo nada de este asunto: ¿Porqué no haces ese planteamiento tú?”, entonces me aboqué a hablar con el Lic. Camelo para plantearle esta modificación a la Ley antes dicha, quien me escuchó detenidamente, y después de una larga plática me dijo: “Oye Alejandro, si tú fueras alcalde de Monterrey ¿qué harías?”. Yo le estuve dando varias ideas y sugerencias para el mejoramiento de los servicios públicos en Monterrey, lo cual me agradeció. Debo advertir que a mí siempre me preocupó todo lo concerniente a la buena marcha de la ciudad, tratando siempre de comunicarle a los directores de los diferentes servicios públicos, las fallas que yo notaba, como la falta de alumbrado, los baches en la ciudad, la falta de nomenclatura, la falta de banquetas, los semáforos apagados, etc. 221


Alejandro H. Chapa

Al día siguiente de esta plática con Julio Camelo, éste me llamó y me dijo que el gobernador Luis M. Farías quería hablar conmigo, y que me recibiría esa mañana en el Palacio de Gobierno. Entonces acudimos Julio y yo con el gobernador, y éste me dice que había estado platicando con Julio, y que le había dicho lo que yo le había sugerido para el mejoramiento de la ciudad, diciéndome: “Quiero que colabores con Julio haciéndote cargo de la Tesorería Municipal”. Desde luego esto me sorprendió porque no me lo esperaba, y le dije a Luis que ese puesto me parecía más adecuado para un contador público, contestándome: “Contrata los contadores que quieras, pero te queremos a ti de tesorero”. Entonces me dijo que si conocía la anécdota de Abraham Lincoln, a lo cual le contesté que no; luego me explicó: “Cuando Lincoln llegó a la presidencia de Estados Unidos de América, pidió una audiencia un amigo de él, del estado de Illinois, y lo recibió, y al preguntarle, qué se le ofrecía, le dijo: ‘Quiero que me des la Dirección de Correos’30, contestándole Lincoln: “¿Cómo te voy a dar la Dirección de Correos, si no sabes leer ni escribir?”. Entonces le contesta el amigo: “No te estoy pidiendo la Sub-Dirección”, dando a entender que la carga de trabajo estaba en el sub-director y no en el director. Al terminar la entrevista le dije que le agradecía mucho esa deferencia, y que me permitiera nada más pensarlo un par de días, diciéndome: “No lo pienses, acepta”. Al salir de ahí tuve una plática con Julio, diciéndole: “Mira, yo tengo 43 años de edad, y mal que bien en este transcurso de mi vida he forjado un cierto prestigio, y no quisiera echarlo a perder en dos años”. Julio me contestó: “Alejandro, yo quiero que seas mi brazo derecho en la administración; toda la parte administrativa tú la vas a manejar, yo manejaré la parte política”. Quiero decir que Julio no sólo cumplió lo prometido, sino que se excedió, ya que cantidad de peticiones que le hacían a él, y que él podía libremente decidir, les decía: “Hablen con el tesorero, platiquen con Alejandro y que él decida”. Debo decir que mi paso por la Tesorería fue un trabajo sumamente intenso; actué con toda libertad, y todos los directores y secretarios de las diferentes dependencias acordaban conmigo y no con el alcalde, en materia administrativa. 30

La Dirección de Correos era muy codiciada por la cantidad de puestos que ésta origina, ya que en cada ciudad o pueblito existía una oficina de correos.

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Mi Paso por la Vida

En la plática que tuve con el Lic. Farías me dijo que él sabía de uno o dos contadores muy buenos que la Tesorería tenía, y agregó: “Investígalos, si te gustan déjalos y si no, cámbialos”. Como yo no los conocía, le pedí al C.P. Daniel de la Garza que me investigara, sobre todo a uno de ellos, diciéndome tres días después que desgraciadamente no era recomendable, pero al día siguiente me habló sumamente apurado y apenado, diciéndome que se había equivocado de persona, que la que yo le había pedido era sumamente recomendable, lo cual me dio una gran tranquilidad. Quiero decir que esta persona era el C.P. Federico Ángel Ramírez, quien fue un brazo derecho mío, no sólo en los dos años de mi primera gestión como tesorero, sino también en la segunda ocasión que ocupé ese puesto. Este hombre, aparte de su eficiencia como contador, es de una decencia intachable, al grado de que en una ocasión fue conmigo casi llorando, diciéndome que una persona se había atrevido a sobornarlo ofreciéndole una dádiva, a lo cual le dije, “Bueno, no se apure, no lo aceptó y se acabó”, “Sí, ¿pero porqué?”, seguía diciendo. No se resignaba a tener esa situación, lo cual indica su gran calidad humana. El otro de los contadores fue Artemio Cuéllar, de una gran capacidad de trabajo y honradez, quien desgraciadamente la segunda época por mi paso en la Tesorería, el día siguiente a Navidad, le dio un infarto y murió. Cuando fuimos elegidos el Lic. Ricardo Flores de la Rosa, como secretario del Ayuntamiento y yo como tesorero municipal, por el Cabildo, la caricatura del periódico El Porvenir hecha por “El Pájaro”, decía: “¿Ya viste que le pusieron ‘Chapa’ a la Tesorería y ‘Flores y Rosas’ a la Secretaría?”. En mi primer día al frente de la Tesorería, muy temprano en la mañana, y apenas me senté en frente de mi escritorio, entró mi secretaria para anunciarme que me estaba llamando el Lic. Eduardo Livas Villarreal. Al contestar la llamada me dijo: “Alejandro, me da mucho gusto que estés como tesorero municipal y no tengo duda de que lo harás muy bien, te felicito”. Le contesté que le agradecía mucho la felicitación, principalmente viniendo de él, contestándome que no tenía que agradecerle nada, que no se le había olvidado la carta que le había mandado

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Alejandro H. Chapa

al Gran Hotel en París, después de su gestión como gobernador por el magnífico desempeño que tuvo, y por ser siempre un hombre ejecutivo y de palabra. Como dije antes, estos dos años como tesorero fueron de intenso trabajo, ya que entraba yo a las ocho de la mañana, salía a comer a las dos de la tarde, de ahí me pasaba a mi oficina a atender los asuntos concernientes a mi puesto en Casa Chapa, S.A., y a las seis y media de la tarde estaba de regreso en la oficina de la Tesorería, hasta las once o doce de la noche. Pero a pesar de eso, me dejó muy grandes satisfacciones, ya que pude mejorar muchas de las cosas que siempre pensé que se podían hacer. Desgraciadamente, los recursos eran muy escasos, ya que el primer año de la administración el presupuesto apenas llegaba a cien millones de pesos. Si hacemos una comparación con el presupuesto de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en ese año era de ciento veinticinco millones de pesos, con cien mil alumnos, en cambio Monterrey, cien millones de pesos para atender a un millón de habitantes. Durante el segundo año de la administración se celebró el primer convenio de coordinación fiscal entre la Federación y el Gobierno del Estado, dando como consecuencia un mayor ingreso para el municipio, pero en deterioro de la autonomía municipal. Antes de este convenio, en los primeros diez días del mes, recaudaba la mayor parte de los ingresos, y después del convenio, tenía que esperarme hasta tres meses para que entregaran la participación federal al través del Estado al Municipio. Había veces que me encontraba en situaciones de no tener dinero ni para pagar sueldos por el retraso antes dicho, pero afortunadamente tenía yo buenas relaciones con los bancos, que en ese tiempo eran locales, y con una sola llamada por teléfono me otorgaban el préstamo para resolver el problema. Cuando acudía con don Víctor Gómez Garza, tesorero estatal, para reclamarle las participaciones, éste me decía: “Se me descompuso la computadora”. Al insistirle, tajantemente me repetía: “Se me descompuso la computadora”. Este primer convenio de colaboración fiscal entre la Federación y el Estado, lo hizo mi amigo el Lic. Gustavo Petriccioli, sub-secretario de Hacienda en esa época.

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Mi Paso por la Vida

La razón por la cual esta administración 1972-1973, así como la anterior 1970-1971, era de dos años, se debió a la reforma constitucional del Estado que promovió el gobernador Eduardo A. Elizondo, con el fin de que las administraciones municipales coincidieran con el período y la gestión administrativa del gobernador del Estado, en turno. Estando yo nuevamente de tesorero municipal de Monterrey, en al año de 1980, hubo un segundo Convenio de Coordinación Fiscal entre la Federación y el Estado, incrementándose considerablemente el ingreso municipal pero deteriorándose más su autonomía, ya que le fueron quitando muchos de los impuestos propios municipales. Este convenio lo firmó por parte de la Federación el Lic. Gustavo Petriccioli, ya como secretario de Hacienda y Crédito Público. Quisiera hacer énfasis en la calidad de los funcionarios públicos que participaron en ese bienio 1972-1973, muy distinto a lo que se percibe en las últimas administraciones y en la actual Administración Municipal de Monterrey. Por ejemplo, en una ocasión el director de Egresos me dijo: “Licenciado, he notado que el secretario del Ayuntamiento, Lic. Ricardo Flores de la Rosa, ha pagado de su bolsa muchas cosas que son del Municipio, y no me parece correcto”. Entonces le dije: “Vaya usted con el Lic. Ricardo, y no salga de su oficina hasta que no le diga qué tanto ha gastado, para reponérselo”. Fue Artemio a hablar con él, diciéndole el secretario: “No, no es nada”. Entonces le dijo el director de Egresos: “Mire Licenciado, no perdamos tiempo, yo tengo instrucciones precisas del tesorero de no salir de aquí hasta no decirme cuánto ha gastado”. Después de mucho tiempo y ya por agotamiento, admitió decirle la cantidad para restituírsela. En otra ocasión, el Arq. Fernando Herrera Hosking, hermano de quien fue después alcalde de Monterrey, pidió una audiencia conmigo y me dijo: “Oiga, licenciado, me he dado cuenta de que el Arq. Rogelio Hernández Santos está pagando de su bolsa los ‘salvavidas’ de las diferentes albercas municipales, así como todos los ingredientes para su mantenimiento, pero por favor no le vaya a decir que yo le dije”. Entonces mandé llamar a Rogelio (El Kikapú), y le pregunté: “¿Rogelio, qué es lo que has pagado? Dijo: “No he pagado nada”. –“No te hagas tonto, 225


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¿Cuánto has gastado, para reponértelo?”. Después de mucha insistencia, logré que me lo dijera. Esto lo digo a manera de ejemplo, ilustrando la calidad de gente que participó en esa administración. Y así como esos dos casos, había muchos más, como el del Dr. Lorenzo de Anda y de Anda, director jurídico; como el del sub-proveedor municipal, que dicho sea de paso, cuando yo llegué, creía que era una persona que había estado aprovechándose de su puesto para lucrar, y al poco tiempo me di cuenta de que, además de ser una persona muy conocedora y eficiente en ese puesto, era sumamente honesto. Por cierto, en mi segunda época como tesorero, el proveedor Gonzalo Estrada llegó a mi oficina a pedir que quitara al sr. Castro, sub-proveedor y yo le dije: “Espérese un poco de tiempo, obsérvelo y si hay necesidad de cambiarlo, lo cambiamos”. Poco después vino a decirme que se había equivocado y que inclusive quería que le mejorara el sueldo. También dentro de los miembros del Cabildo había gente muy honesta, y aunque algunos de origen humilde y sencillos, eran inteligentes y algunos hasta muy buenos oradores. Claro, no todos eran igual de honestos. Al alcalde lo que menos le interesaba era el dinero; su pasión era la política, teniendo que perseguirlo para darle su sueldo y a veces hasta tres meses después. En ese tiempo el sueldo era modesto, no como ahora se acostumbra. El secretario de los burócratas municipales de esa época no tenía nada de honesto, quien llegaba hasta tener personas ajenas a la administración, con uniforme de Tránsito Municipal a su servicio personal, para extorsionar automovilistas y exigirles que le entregaran el dinero a él. Desde luego puse remedio a esto, pero esta situación ocasionó que, en venganza, me hiciera una acusación grave y desde luego falsa en el periódico. Luego fue a pedirme disculpas en privado a mi oficina. Toda la vida ha habido el problema de robo de cable en el alumbrado público, para fundirlo y vender el cobre, habiendo detectado que algunos de estos delincuentes eran miembros del Departamento de Alumbrado. Desde luego se hicieron las gestiones necesarias para corregirlo. 226


Mi Paso por la Vida

Antes de las sesiones de Cabildo, teníamos siempre una sesión previa para discutir los temas que se iban a tratar en la sesión ordinaria. En una ocasión llegué a esta sesión, algo después del inicio de la misma y al entrar, me percaté de un ambiente tenso; inclusive, se hizo algo de silencio cuando llegué. No pasaron unos segundos sin que uno de los regidores se levantara pidiendo que me destituyeran, lo cual me sorprendió, y tomando la palabra, les dije: “Señores, yo vine aquí para servir a mi ciudad y atendiendo a la invitación que me hizo el presidente municipal, habiendo sido elegido por ustedes. No tengo más interés que éste, pero si ése es su deseo, yo en este momento me retiro”. En eso se levantó un regidor de la CTM sumamente honesto, que tenía gran facilidad de palabra, quien dijo tajante: “¡Acabáramos!, pocas veces tenemos a un tesorero eficaz y decente y ¿queremos correrlo?”. Y ahí dio todo un discurso a favor de mi persona, cambiando radicalmente la postura anterior, a tal grado que al llegar a la sesión oficial, ésta se convirtió en un reconocimiento al tesorero. Obviamente la intención de algunos regidores de separarme de mi puesto fue porque les estorbaba para cometer sus ilícitos. Durante el período del Lic. Eduardo A. Elizondo como gobernador, éste decidió ampliar la Avenida Colón y a consecuencia de ello la tienda SUKSA número uno de Casa Chapa, S.A., hubo de ser afectada en su parte frontal. Posteriormente, durante la gestión del Lic. Luis M. Farías, mandó llamar al Arq. Artigas de la Ciudad de México, para que lo asesorara en materia urbana. El Arq. Artigas consideró que la ampliación hecha a la Avenida Colón era insuficiente, y le propuso al Lic. Farías hacer una mayor ampliación de la misma. Una vez emitido el decreto de la nueva ampliación, me llamó el Lic. Farías para aprovechar esta ampliación para hacer una regeneración urbana y eliminar en lo posible, las numerosas cantinas y prostíbulos existentes en esa arteria. Por tal motivo, llamé al jefe de inspectores del Municipio y le planteé este propósito, y que empezara a hacer las gestiones necesarias para obtener lo que el Lic. Farías deseaba. Pasó el tiempo y el Lic. Cantú responsable de la dependencia mencionada, pidió una audiencia conmigo, y me dijo: “Ya vamos a cerrar Casa 227


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Chapa”, lo cual me sorprendió, pero él insistió en que yo le había dicho eso, cuando le comuniqué que tratara de regenerar esa zona; al poco tiempo salió a la luz que la mentada Casa Chapa, era una casa de mala nota que regenteaba un individuo de apellido Chapa, y que en el “argot” popular, se conocía como “Casa Chapa”. Debo decir que la tienda SUKSA número uno volvió a sufrir otra reducción en su fachada, para estar acorde con el nuevo lineamiento de la calle. En el segundo año de Gobierno, el presidente municipal Julio Camelo Martínez decidió lanzarse como candidato a diputado federal, quedando en su lugar el presidente municipal suplente, Dr. Roberto Garza González, quien concluyó el resto de los meses de ese año al frente de la administración. Yo colaboré con él teniendo una magnífica relación, ya que el Doctor era una persona muy correcta, amable y decente. Desgraciadamente poco después de terminar su gestión, y tal vez a consecuencia de un accidente al caerse de su caballo, ya que era un gran jinete charro, murió en el Hospital Muguerza. En el año de 1972 se consideraba que la ciudad de Monterrey producía quinientas toneladas diarias de basura. Entonces se pensó en comprar una planta procesadora de desperdicios urbanos y poder producir “Compost”, que viene siendo un excelente fertilizante. Se hizo contacto con la compañía suiza Buhler para hacer la compra de la misma, atendiéndonos como agente vendedor un ingeniero de apellido Tillie. Después de varias pláticas se cerró la operación. Una tarde, estando trabajando en mi oficina de la Tesorería, me llamó el Lic. Ricardo Flores de la Rosa diciéndome que el Ing. Tillie quería verme y platicar conmigo, indicándole yo al secretario del Ayuntamiento, que en ese momento no contaba con ninguno de mis colaboradores y que si quería algún dato sobre la operación, no lo podía proporcionar. Pero el Lic. Ricardo insistió y me dijo: “Vamos para allá”. Al llegar el ingeniero me dice: “Sólo vengo a saludarlo y a entregarle un boleto para un pasaje en avión de la compañía Suissair, para que vaya usted a Suiza y conozca nuestras instalaciones y lo concerniente a la planta de basura que el municipio acaba de comprar”. Esta situación no me la 228


Mi Paso por la Vida

esperaba, pidiéndole disculpas por no querer recibirlo por las razones antes expuestas, pero agradecí muy sinceramente la invitación. La semana siguiente en la Ciudad de México tomé el avión que me condujo a Suiza, y pude visitar las magníficas instalaciones de esta fábrica, habiendo izado a mi llegada una bandera mexicana en su edificio principal, como muestra de cortesía a mi visita. Debido a la escasez de recursos económicos municipales, se acostumbraba tener promociones de obras con cargo a los vecinos, gestionados por el municipio al través de la Secretaría respectiva. En una ocasión, el titular de esa dependencia, me comunicó que iba a hacer promoción en cien colonias del municipio, y dando un plazo para pagar de cinco años, a lo cual le contesté, que de dónde iba a sacar el dinero para hacerlo, contestándome: “Eso es problema suyo como tesorero, el mío es promover obras”. Como se había obtenido un crédito en una compañía llamada Bienes de Capital, manejada por Daniel Morales Alanís, a quien conocíamos, tanto el alcalde, como yo, por haber sido alumno del Instituto Regiomontano y compañero de clase de Julio, este crédito era por treinta millones de pesos, para destinarse a este tipo de obras en colonias, como pavimentación, introducción de agua, de gas y alumbrado público, y el plazo dado para pagar era solamente de dos años. Le comuniqué al alcalde lo anterior, diciéndole que este plan no era posible por la diferencia en los plazos y la falta de recursos suficientes. Esta plática se la hice al presidente municipal en un pequeño autobús que el Sindicato del Seguro Social nos prestaba, para hacer recorridos de obras y tener junta de vecinos, principalmente en la noche. Al llegar nuevamente a Palacio, en la banqueta, antes de entrar, dio de baja a este secretario. A propósito de la promoción de obras, un ingeniero muy correcto y eficiente, en la época que empezaron a surgir brotes de secuestros por parte de grupos de ideología comunista, como la “Liga 23 de septiembre”, conduciendo su automóvil, portando una antena larga en la parte posterior del mismo, para comunicarse por radio a su oficina, fue confundido por policía y los delincuentes le dispararon matándolo inmediatamente, siendo una persona ajena al problema. 229


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También durante mi gestión se hizo una solicitud al Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras), por parte del alcalde Camelo, para una línea de crédito de $160’000,000.00 para obras integrales en treinta y seis colonias de la ciudad, con el fin de introducir líneas de agua, de luz, de gas y drenaje sanitario, así como establecimiento de alumbrado público y pavimentación. Debo decir que este crédito se ejerció parcialmente, dado el poco tiempo que le quedaba a esa administración municipal, pudiendo ejercerlo en su mayor parte la administración siguiente, encabezada por el Lic. Leopoldo González Sáenz, y todavía después de él, un pequeño remanente lo ejerció la siguiente administración encabezada por el Lic. César Santos. En diciembre de 1971, el tesorero municipal, C.P. Juan Ángel Ochoa, en boca del alcalde Gerardo Torres Díaz, declaró que dejaba a la administración siguiente, solamente algo así como dos millones de pesos de pasivo, lo cual era mucho menos de lo real. Entonces al entrar la nueva administración se hizo una auditoría minuciosa para determinar el monto real del pasivo, ascendiendo éste a un poco más de dieciseis millones de pesos, lo cual me obligó, como tesorero, a levantar un acta circunstanciada, dando un detalle del mismo y haciendo pública la misma, enfatizando que el pasivo no era un mal en sí mismo, sino una arma útil de trabajo, si éste se ejercía razonablemente. En el año de 1973 los ingresos del municipio ascendieron a $151’589,611.95. En una ocasión ya habiendo cambiado el titular de la Tesorería Estatal, dado que ya estaba en funciones el gobernador Pedro G. Zorrilla Martínez, el C.P. Leopoldo Andrade Cossío me llamó sumamente enojado, reclamándome que porqué había dejado de pagar un documento vencido de Bienes de Capital, S.A., diciéndole que ese documento no me había sido cobrado, por lo tanto, esa era la razón de que no estaba pagado, y el Arq. Juan Luis Barragán, nuevo gerente de Bienes de Capital, había ido indebidamente directo a cobrarlo a la Tesorería del Estado, ya que ésta era aval de esa operación. Le dije al tesorero estatal: “Dígale al Arq. Barragán que me presente el documento, e inmediatamente se lo pagamos”.

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En la administración municipal anterior se había construido un nuevo rastro de aves, y el Lic. Luis M. Farías, gobernador del Estado, quería saber la situación del mismo, por lo que me trasladé a su casa en la colonia Obispado para informarle al respecto. Estando esperando en su biblioteca me puse a observar un cuadro, donde la Cámara de Comercio de Monterrey otorgaba el nombramiento de Ciudad Hermana a la ciudad de Pomona, California, en agradecimiento a unos camiones-bombas contra incendio, donados por esa ciudad a Monterrey. En ese momento entró el Lic. Farías y en plan de broma dijo: “Hicieron ciudad hermana a Pomona; deberían haber hecho ciudad hermana a París”, esto con la intención de fastidiarme un poco ya que yo había sido anteriormente presidente de esa Cámara, pero el otorgamiento fue en la presidencia siguiente del Ing. Octavio Rocha Garza. Al respecto, yo le contesté que tal vez a París no la podía yo hacer ciudad hermana, “¿Pero qué te parece Amsterdam?”, a lo cual contestó que le parecía magnífico, ya que ésta era una ciudad y puerto muy importante de Europa. Entonces yo le aseguré que se iba a nombrar ciudad hermana a Amsterdam. Al salir de ahí, después de haber hecho este compromiso, le hablé a mi amigo Carlos Pérez-Maldonado, Jr. ya que él había sido representante de KLM en Monterrey y tenía amistades importantes en Holanda. Carlos me dijo: “No te preocupes, voy a hablar con mi amigo el secretario de Turismo de Holanda para hacer las gestiones respectivas”. A la semana siguiente me habló mi amigo el Lic. Joaquín Garza Lewels, cónsul de Holanda en Monterrey, diciéndome que quería que le consiguiera una cita con el alcalde Julio Camelo, porque tenía una comunicación de la Reina Juliana de Holanda, para concretar la solicitud de hacer Ciudad Hermana a Amsterdam con Monterrey. Poco después, otro amigo de Carlos y mío, el Sr. Jesús Berumen, Director de Ventas de KLM en México, le estaba hablando a Carlos para decirle que necesitaba entrevistarse también con el alcalde, para entregarle tres boletos para el pasaje de la ciudad de Monterrey a México y de México a Amsterdam. Al estar ya en la audiencia con el alcalde, tanto al Lic. Garza Lewels como al Sr. Berumen, el alcalde agradeció el gesto, pero declinó el trasladarse a Holanda por razones de trabajo, pidiéndonos a 231


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Carlos Pérez-Maldonado y a mí que lo representáramos ante el alcalde de Amsterdam, y se llevara al cabo el convenio de dicha hermandad. Carlos y yo la semana siguiente nos trasladamos a la Ciudad de México para tomar el avión a Amsterdam, habiendo tenido una audiencia con el alcalde de esa ciudad para el fin antes descrito. Al enterarse Luis M. Farías de la consumación de mi compromiso, estaba sorprendido de que lo hubiera logrado y en tan poco tiempo. Entre las muchas mejoras que se hicieron durante el período 19721973 en esa administración municipal, se iluminó con luminarias de vapor de sodio toda la avenida Pablo A. de la Garza, antes Fleteros. Por cierto se hizo el cambio de las luminarias de luz mercurial en gran parte de la ciudad por las de vapor de sodio, que daban más lúmenes y la duración era mayor. Una característica de las luminarias mercuriales era que duraban mucho, pero poco a poco la iluminación iba decayendo en intensidad, no así las de vapor de sodio. En el año de 1980, volví a recibir la invitación para hacerme cargo de la Tesorería Municipal de Monterrey en el trienio del presidente municipal Lic. Don Pedro Quintanilla Coffin, pero esta vez, ya en una amplia y funcional oficina en el nuevo Palacio Municipal construido durante la administración anterior, presidida por el Lic. Leopoldo González Sáenz en su segundo período como alcalde. La oficina que ocupé en este nuevo recinto no tenía comparación con el pequeño cuarto que ocupé en mi período anterior en el antiguo Palacio Municipal, que ahora es el Museo Metropolitano de Monterrey. Estos tres años al frente de la Tesorería Municipal, fueron también de intenso trabajo y tuve relaciones muy cordiales y respetuosas con el alcalde. Durante este período de tres años, pude seguir influyendo positivamente para el mejoramiento de los servicios públicos municipales, y poder tener un Monterrey más digno y presentable. Don Pedro Quintanilla, un hombre culto, honesto y agradable, se preocupó en su período de honrar a los fundadores de la ciudad; primero mandó hacer una estatua de Don Diego de Montemayor, ubicándola en 232


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la parte central de la planta baja del Palacio Municipal. Años después ésta fue removida y reubicada al frente del edificio del Congreso del Estado, por la calle de Zaragoza y donde se encuentra un mural de la Fundación de Monterrey, hecho por el Arq. Joaquín A. Mora en mosaico italiano. Posteriormente mandó a hacer con el escultor Mario Fuentes, por el procedimiento “a la cera perdida”, una estatua ecuestre de Don Luis de Carvajal y de la Cueva, primer gobernador de nuestra entidad, el cual se ubica en un montículo hecho expresamente para ello sobre la Avenida Constitución. Cuando llegó esta estatua procedente de la Ciudad de México, Don Pedro se encontraba eufórico, sumamente contento por la llegada de la misma, y estando solo en su despacho, muy temprano, en la mañana, de repente el profesor Jiménez, colaborador del municipio, entreabrió la puerta y cuando lo vio don Pedro éste exclamó todo entusiasmado: “¡Maestro, ya llegó don Luis, y llegó rejuvenecido!, ¿no lo ha visto?”, y el profesor Jiménez contestó: “No don Pedro, yo a la única que vi fue a María Emilia” (refiriéndose a la esposa del Lic. Luis M. Farías). “¡No, maestro, me refiero a don Luis de Carbajal y de la Cueva!”. También, una noche llegaron unos vándalos a la planta baja del Palacio Municipal y robaron la espada que portaba la estatua de don Diego de Montemayor. Al día siguiente don Pedro, ante los reporteros dijo: “A don Diego le robaron la espada porque lo atacaron por la espalda, si ha sido de frente no le hacen nada”, lo cual trajo como consecuencia que la prensa le adjudicara a don Pedro que solía hablarle a las estatuas. A propósito de don Pedro, él nos comentaba que la calle de Washington en el centro de la ciudad, todo mundo creía que se refería al primer presidente de los Estados Unidos de América, pero que la realidad era que se llamaba así, por un personaje negro, norteamericano, de oficio carrocero, de nombre Washington, que vivía en esa calle. Don Pedro también se preocupó por restablecer una banda de música citadina, y me pidió que me trasladara a la ciudad de San Antonio, Texas, para comprar los instrumentos musicales necesarios. Me dijo: “Abogado, vete a San Antonio a comprar los ‘pitos’”, y así lo hice. Al 233


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director que contrató para dirigir la banda fue el maestro Isaac Flores Varela, reconocido músico, hermano de quien fue una vez Alcalde de Monterrey, el profesor Manuel Flores Varela. Entre muchas de las obras que se hicieron en este período de administración municipal presidido por el Lic. Pedro Quintanilla Coffin, se hizo el paso a desnivel de Gonzalitos a la altura de la Calzada Madero en tiempo record, obteniendo un premio el contratista por haberlo terminado antes de la fecha ofrecida, no obstante haber tenido un contratiempo en ese crucero, por haberse encontrado redes de agua que no se tenían contempladas y careciendo de planos, tomando algo de tiempo para resolverlo. Se abrieron a la circulación y se pavimentaron los carriles del lado norte de la vía del ferrocarril, en la Avenida Pablo A. González más conocida como Fleteros, ya que era su nombre anterior. Durante este período el Ayuntamiento de Monterrey recibió un par de visitas del embajador de Bulgaria, habiendo expresado éste, que le había gustado mucho esta ciudad, y que percibía un cierto parecido con la ciudad de Gábrovo su ciudad natal, y entonces insistió en considerar esta ciudad búlgara, como ciudad hermana de Monterrey. Tanto el alcalde como el secretario del Ayuntamiento, declinaron hacer el viaje a esa ciudad argumentando entre otras cosas que no hablaban inglés, y que por lo tanto me pidieron que yo hiciera dichas gestiones. Para tal efecto me trasladé en el año de 1980 a Sofía la capital, y luego en carro a la ciudad de Gábrovo. Ahí me entrevisté con el alcalde y se celebró el convenio de hermandad. Estando en Sofía me sugirieron hacer un pequeño tour a una montaña próxima, y comer ahí; nos acompañó a mi esposa y a mí una guía joven, y al invitarla también a comer declinó la invitación, y luego dijo: “Mire, ese menú es el único que hay en el restaurante y tengo nueve años de estar viniendo aquí. ¿Usted cree que yo tengo ganas de comer lo mismo todo el tiempo?”. Debo advertir que esto era en la época del comunismo en esa parte de Europa.

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Mi Paso por la Vida

Inmediatamente después traté de regresarme a Monterrey, pero tuve mucha dificultad para conseguir vuelos que salieran de Sofía, retrasándome un par de días por esta razón. En ese tiempo se instaló el monumento al “Sol”, obra de Rufino Tamayo, al frente del Palacio Municipal en la bifurcación de las calles Zaragoza y Zuazua. Esta escultura fue donada a Monterrey por el Grupo Alfa, S.A.

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XVII. Más de política

C

uando mi papá se percató de mi aceptación al cargo de tesorero municipal de Monterrey, me cuestionó extrañándole mi decisión. Entonces yo le dije: “Mira, papá, tú y yo siempre hemos criticado al gobierno cuando hace las cosas mal, y ahora que me están dando la oportunidad de poderlas hacer bien, si yo me niego a aceptarla, ¿con qué derecho voy a poder seguir criticando?”, a lo que mi papá me contestó: “Tienes razón, pero vas a salir pobre y desprestigiado”. Creo que al final no salí ni pobre, ni rico y mi modesto prestigio no sufrió deterioro alguno. Se ha dicho que la política es sucia, y yo siempre he asegurado que la política no es sucia, sino son los hombres con su mal actuar quienes ensucian la política. Cuando yo daba clases de Derecho Civil a mis alumnos de la Universidad de Monterrey, les decía que los fines del Derecho son: Justicia, Seguridad y Bien Común, y que si esto se lograba en una sociedad, ésta viviría en un paraíso, ya que dar a cada quien lo suyo o lo que le pertenece, actuar en la vida con plena libertad y seguridad, y además de conseguir el bien propio o individual obteniendo el bien común, no se necesita más para vivir felizmente en una especie de paraíso. Pues bien, estos fines del Derecho son precisamente los que persigue la política; por lo tanto, ésta no tiene nada de sucia. Recuerdo que mi papá contaba una anécdota de un señor que transitando por las calles de la Ciudad de México, y al encontrarse con el hijo de un amigo suyo, y pre237


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guntarle a qué se dedicaba, le dijo: “Trabajo de diputado”, a lo cual el señor le respondió: “¡Vaya, tan honrado que era tu padre!”. Esto indica el falso concepto que se tiene de algo tan noble como la política. Al volver como tesorero me encontré con una prensa muy distinta a la que yo había visto en mi período anterior de 1972-1973. Ésta se volvió muy hostil, y los reporteros que solían hacer su trabajo con los miembros del municipio, ya no iban solamente a recabar noticias que pudieran ser interesantes, sino trataban de encontrar en el funcionario algo que estuviese mal, con el fin de poder denunciarlo y, a la vez, derrocarlo. Esto, a mi juicio, fue debido al cambio que hubo a nivel mundial en la actitud de la prensa a consecuencia del caso Watergate, donde dos reporteros del periódico Washington Post lograron derrocar al presidente más poderoso del mundo, Richard Nixon, de los Estados Unidos. Esto fue en el año de 1974. La prensa mundial empezó a imitar la postura de este prestigiado periódico estadounidense, y la prensa local no fue ajena a esa tendencia. Por lo tanto, los reporteros trataban siempre de ver a quién pudieran “tumbar” de los funcionarios; entre más importantes fuesen éstos, más grande sería la medalla que se colgaran. En una ocasión un reportero pidió una entrevista conmigo, y empecé a responderle las preguntas, pero llegó un momento en que le dije: “Hasta aquí llego con la entrevista”. Lo cual le sorprendió al entrevistador, y yo le argumenté que la razón era que yo estaba, de muy buena fe, tratando de darle noticias que pudieran ser de interés para su periódico, pero le mencioné: “Usted no viene a eso, viene a ver dónde me tropiezo y poder usted denunciarme”. El reportero se quedó un momento en silencio y me dijo: “Nunca un político me había contestado así”, y yo le dije: “Bueno, tal vez yo sea el primero”, pero luego me dijo: “Quiero decirle licenciado, que usted tiene razón, pues mi jefe me mandó a eso”. A partir de ahí nos hicimos muy amigos, pero no pasó un mes sin que a este reportero lo despidieran de su trabajo. Al terminar mi gestión en mi segunda época como tesorero municipal de Monterrey, fui electo por el Cabildo como secretario del Ayuntamiento de esa ciudad, en la nueva administración 1983-1985, lo cual me permitió complementar el panorama administrativo de esa ciudad. 238


Mi Paso por la Vida

Trabajé en ese cargo dos años ocho meses, ya que en septiembre de 1985 renuncié al mismo, para iniciar mi campaña como candidato del Partido Revolucionario Institucional a la alcaldía de Garza García, Nuevo León. Antes de retirarme del cargo de secretario, me tocó en el acto del Grito de Independencia del 15 de septiembre de 1985, la lectura del Acta de Independencia redactada por el Padre José María Morelos; esta vez, por primera ocasión, se celebró en el Palacio de Gobierno en lugar del Palacio Municipal de Monterrey, y actuando como gobernador el Dr. Jorge A. Treviño Martínez. A propósito del Grito de Independencia, además de las tres veces que actué como presidente municipal de San Pedro Garza García, N.L., me tocó casualmente darlo también, en un pequeño barco en el Río Sena de París, al ir en compañía de varios distribuidores de Ceras Johnson en un viaje que hicimos por Europa. También en otro viaje con miembros de esta misma compañía, en la Patagonia, concretamente en el Hotel Llao-Llao de Bariloche en Argentina, se me pidió que diera el Grito de Independencia, teniendo como asistencia un nutrido grupo de mexicanos. El desempeño de este cargo de secretario del Ayuntamiento fue igualmente muy intenso, con jornadas muy largas, ya que además del trabajo regular como secretario, participé constantemente representando en diferentes actos al alcalde de Monterrey, quien era el Ing. Oscar Herrera Hosking, con quien trabajé en absoluta armonía. A propósito de esto, en alguna ocasión que visité al gobernador del Estado en turno, al Palacio de Gobierno, don Alfonso Martínez Domínguez, éste me dijo: “Aprovecho la oportunidad para comunicarte que el Ing. Herrera Hosking está muy contento con tu desempeño, no obstante que fuiste tú competidor para alcanzar dicha alcaldía”. Yo le contesté al gobernador diciéndole: Que cuando yo era número uno, sabía actuar como número uno, y cuando era número dos, me conducía como tal, y en esta ocasión yo era número dos, y mi actuación era servir a mi jefe y cuidarle las espaldas, además de mi responsabilidad como secretario del Ayuntamiento.

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En el período 1983-1985 se pudieron realizar muchísimas obras en beneficio de la ciudad. Entre otras cosas, se pudo limpiar lo que se llamó el primer cuadro de la ciudad, de puestos en las banquetas, en infinidad de calles y avenidas, como por ejemplo: La Avenida Juárez que por la obstrucción de estos puestos, nunca se podían ver los aparadores de los establecimientos comerciales. Para tal efecto se convocó a organismos políticos y sindicales, como fueron la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM). A mí me tocó redactar el convenio, y establecí como primer cuadro de la ciudad, el territorio comprendido: al Oriente, la Avenida Revolución; al poniente, la Avenida Gonzalitos; al sur, la Avenida Morones Prieto; y al norte, la Avenida Ruiz Cortines. Esto, como se puede ver, era una extensión territorial que comprendía la mayor parte de la ciudad. El convenio fue aceptado unánimemente y firmado por los representantes de estos organismos, y como testigos de calidad el gobernador Alfonso Martínez Domínguez y el presidente municipal, Ing. Oscar Herrera Hosking. Al concluir la firma del convenio, el secretario general de la CTM en Nuevo León, Lic. Raúl Caballero Escamilla, pidió la palabra exhortando a la autoridad municipal para que se respetara estrictamente el contenido de este convenio, y que jamás se restablecieran dichos puestos en ese territorio. Desgraciadamente al año siguiente, en 1986, estando de alcalde el Lic. Luis M. Farías, el secretario del Ayuntamiento de ese trienio fue abordado por la lideresa de la CTM Gloria Mendiola, y lo convenció de volver a establecer puestos en banquetas en varias partes de la ciudad, abriendo la puerta nuevamente al desorden que existía en años anteriores, por lo que el ver limpia la ciudad de puestos duró solamente unos meses. Cabe hacer notar que para lograr la limpieza de puestos en el trienio del Ing. Oscar Herrera Hosking, se tuvieron que sacrificar unas cuadras de la calle Colegio Civil desde Matamoros hasta 5 de Mayo, haciendo esa zona comercial, y desde luego fastidiando a los vecinos que habitaban dicha calle. Sin embargo, muchos de ellos fueron a agradecerle al alcalde el haber convertido esa arteria en comercial, ya que pudieron vender sus propiedades a un precio mucho mayor que el 240


Mi Paso por la Vida

que tenían antes de esta situación. Caso concreto fue el del Lic. Felipe Gutiérrez Zorrilla, miembro del Cabildo como regidor, quien le agradeció al alcalde, puesto que su mamá pudo obtener un precio que le permitió adquirir una casa mejor en una colonia residencial. También se establecieron puestos y se tuvo que cerrar a la circulación vehicular unas cuadras de la Avenida Reforma, al norte de la ciudad. La ejecución de este convenio fue hecha hábilmente por el Lic. Alfredo González, miembro de la administración municipal. Al haber abierto nuevamente esta puerta al comercio informal, el problema se recrudeció, y es como cuando un enfermo recae, la enfermedad es más difícil de curar. Entre las múltiples veces que tuve que representar al alcalde de Monterrey, me tocó ir en su representación a un festival organizado por la ciudad de San Antonio, Texas, teniendo la oportunidad de asistir a una función de ballet, donde actuó el famoso bailarín ruso Rudolf Nureyev. También en una ocasión representando al alcalde, fui a una conferencia dictada por el Lic. José López Portillo, entonces director de la Comisión Federal de Electricidad, ante la Sociedad de Ingenieros y Técnicos de Nuevo León, en el teatro del edificio de la CFE en esta ciudad, y donde se le entregó un distintivo de dicho organismo, y estando después de la conferencia platicando en el vestíbulo del teatro, notó el Lic. López Portillo que ya no traía su distintivo; miré hacia el piso y lo vi, recogiéndolo se lo entregué. Entonces me dijo: “Qué buena vista tiene usted”, y yo le dije: “No, licenciado, es una de las pocas ventajas que tenemos los que estamos más cerca del suelo”. Como respuesta, se sonrió y me dio una palmadita en la espalda. Entre muchas mejoras que se hicieron durante el período del Ing. Oscar Herrera Hosking, está el paso a desnivel de la Ave. Constitución, a la altura de Venustiano Carranza. Al ser yo secretario del Ayuntamiento presidía el Comité de Nomenclatura, realizando muchos cambios en el nombre de las calles, ya que algunos, como el de Alfonso Reyes, se repetía en cinco ocasiones en distintos puntos de la ciudad. Había el caso de la Avenida Pablo Gon241


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zález Garza, donde en la Colonia Chepevera, había otra calle con el mismo nombre y terminaba en forma perpendicular a la que antes se llamaba Fleteros. Se hizo también una reordenación de la numeración de las casas habitación, ya que había un gran desorden en la misma; caso típico era el de la Avenida Paseo de la Victoria que se cambió toda ella a Paseo de los Leones, y cuya numeración brincaba constantemente sin haber continuidad. Al cambiarle el nombre a esta avenida, creo haber cometido un error, ya que el tramo mayor era el de Paseo de la Victoria y uno mucho menor el de Paseo de los Leones, lo cual posteriormente ocasionó algunos disgustos entre los vecinos residentes en el tramo de mayor extensión.

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XVIII. Garza García, Nuevo León

E

n el año de 1963 recibí en mi casa la visita de mi amigo Dionisio Garza Sada en compañía de varios vecinos del municipio, para hacerme una cordial invitación a fin de que participara como candidato a la alcaldía de Garza García por el Partido Acción Nacional. Yo agradecí esta honrosa invitación pero decidí declinarla; fue entonces que este grupo de personas invitó al Sr. Humberto Junco Voigt, habiendo ganado las elecciones para el período 1964-1966. Tres años después volví a tener la misma honrosa invitación por los mismos personajes antes descritos, y volví a agradecerla y declinarla; fue entonces que se le hizo la invitación a la Sra. Norma Villareal de Zambrano, habiendo ganado las elecciones, desempeñando una magnífica actuación al frente de la Comuna, al igual que lo hizo don Humberto Junco. Nuevamente tres años después se repitió la invitación, dándoles la misma respuesta. Durante el período de la Sra. Norma participé como secretario de un comité de remodelación de la Calzada Santa Bárbara, habiendo sido su presidente don Pablo Martínez pero ejerciendo este cargo el Ing. Armando Ravizé, y participando también el Ing. Jorge L. Garza; y una vez terminada esta obra, y habiendo puesto el Ing. Ravizé un señalamiento para indicar la velocidad máxima de 60 kilómetros por hora en esa avenida, y ya estando en funciones el nuevo alcalde don Jesús D. González y como jefe del Departamento de Tránsito el Lic. Leoncio Montemayor, a este último no le pareció prudente la velocidad indicada en las se243


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ñales y mandó quitarlas. Al percatarse el Ing. Ravizé que empezaron a retirar estas señales, él mandó recoger las restantes con algunos de sus empleados, argumentando que el comité había pagado el costo de las mismas y no el municipio. Al enterarse Leoncio de que estaban retirando el resto de las señales, mandó aprehender a los empleados del Ing. Ravizé. Estando yo ese sábado jugando golf, a la mitad del juego llegó el Ing. Ravizé y me pidió que lo acompañara para abogar en favor de sus empleados, suspendiendo yo el juego y acompañando también al Ing. Rogelio Sada Zambrano, para explicarle al presidente municipal la situación y pedir la liberación de los aprehendidos. Al acudir al despacho de don Jesús, e introducirnos al mismo, amablemente por el secretario particular, el Ing. Ravizé empezó a hablar dando sus explicaciones y pidiendo la liberación de su gente, pero inmediatamente fue interrumpido en forma brusca por el presidente municipal, quien nos corrió de su despacho sin poder obtener ni siquiera el derecho de audiencia. Esto ocasionado por la presencia de dos prominentes panistas, Rogelio y el Ing. Ravizé, lo que obviamente le molestó.31 El Ing. Ravizé le habló al gobernador del Estado, Lic. Eduardo A. Elizondo, quien determinó que era un típico “sabadazo”, pero no quiso intervenir. En vista de lo anterior, el Ing. Ravizé, Rogelio y yo, pedimos audiencia con Leoncio, y después de una larga plática éste accedió a liberar a los detenidos. El Ing. Ravizé le dijo que esos muchachos no tenían ninguna responsabilidad, que habían acatado órdenes de él, y que si había alguna falta o delito qué perseguir, que lo hicieran con él y no con sus empleados. En el año de 1976 había ido a llevar a mi mamá, en compañía de mi hermana, a un chequeo médico a Houston, y después del mismo fui al aeropuerto a dejarlas, ya que yo había decidido permanecer un día más en esa ciudad. Al estar entrando a las once de la noche al cuarto 31

Jesús Dionisio González era primo tercero mío, con quien siempre tuve una muy buena relación, tanto comercial, como de amistad. Él hizo su mejor esfuerzo por mejorar el municipio, no obstante los escasos recursos económicos de entonces, construyendo entre otras cosas, la Maternidad “Lolita”, que en posteriores administraciones pasó a depender de la Secretaría de Salubridad y Asistencia. Amplió también el panteón municipal y dotó al Municipio de una barredora mecánica para la limpieza de las calles.

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Mi Paso por la Vida

de mi hotel, sonó el teléfono, y al contestar, en el otro lado de la línea, estaba el Lic. Jesús Ayala Villarreal, presidente del Partido Revolucionario Institucional de Nuevo León, y después de los saludos de rigor, le pregunté que cuál era el objeto de su llamada, diciéndome que quería que aceptara en ese momento la candidatura a la Alcaldía de Garza García, contestándole yo, que ya habían dado el nombre del Ing. Genaro Leal Martínez, diciéndome que ese anuncio no era oficial, y que el Partido quería que yo aceptara dicho cargo. Yo le agradecí al Lic. Ayala Villarreal, pero le dije que mi propósito había sido ser candidato a la Alcaldía de Monterrey y no a Garza García, aparte de que tuve mis dudas, y temor, ya que el gobernador en turno, Pedro G. Zorrilla Martínez, no había sido quien directamente me invitara. Jesús insistió en su propósito, pero le dije que yo ya había tomado la decisión de no aceptar; sin embargo, me dijo: “Piénsalo, y más tarde vuelvo a llamar”. Proseguí a acostarme y dormir, pero a las tres de la mañana volvió a sonar el teléfono, llamándome Jesús nuevamente para saber mi decisión, argumentándome que tenía detenida la edición del periódico El Porvenir para dar la noticia de mi aceptación, y que le dijera a qué hora llegaría al aeropuerto para ir a recibirme con pancartas, ya como precandidato. Volví a contestarle que ya lo había pensado y que la decisión era la misma. Fue entonces que se ratificó el nombre del Ing. Genaro Leal Martínez como candidato. En el año de 1979, estando en la ciudad de Brownsville en compañía de mis hijos varones para presenciar un show aéreo de la Confederación de Pilotos de la Segunda Guerra Mundial, recibí la llamada del gobernador Alfonso Martínez Domínguez, quien quería hablar conmigo; le dije que me permitiera el tiempo suficiente para trasladarme a Monterrey y pasar directamente al Palacio de Gobierno. Dejé a mis hijos en esa ciudad y me trasladé volando para atender dicha cita, a la cual llegué a la una de la tarde, habiéndome recibido a las cinco, en compañía del secretario de Gobierno Graciano Bortoni Urteaga. Al estar en la sala de espera llegó mi compadre Hernán Rocha, diciéndome: “Levántate, quiero darte un abrazo porque tú vas a ser el candidato a la Alcaldía de Garza García, N.L.”, ya que él venía de un desayuno con el gobernador donde había dado ese anuncio. Estando también en espera Humberto 245


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Cervantes Vega, quien después fue designado candidato a la alcaldía de Guadalupe, N.L., también me felicitó. Al estar ya en el despacho con el gobernador y el secretario de Gobierno, Alfonso Martínez Domínguez me dijo que el candidato a Monterrey iba a ser un abogado, o sea don Pedro Quintanilla Coffin, y que en Guadalupe estaba seleccionado un ex cartero, o sea Humberto Cervantes Vega, y que en Garza García me había considerado a mí para ese cargo. “El lunes te va hablar Chano, o sea Graciano Bortoni, para afinar los detalles”. Esto fue un sábado en la tarde, pero el lunes empecé a percibir ciertas cosas raras y anómalas, y dos días después fue “destapado” Felipe Zambrano Páez como candidato a ese municipio. Ya en 1985 actuando como secretario del ayuntamiento de la ciudad de Monterrey, y teniendo una plática con el gobernador del Estado, Jorge A. Treviño Martínez, éste me preguntó que cuáles eran mis intenciones políticas, diciéndole que me gustaría ser alcalde de Monterrey ya que después de haber participado en tres administraciones Municipales en esa ciudad, dos como tesorero y una como secretario del Ayuntamiento, me consideraba capacitado para poder ejercer la Presidencia Municipal de Monterrey. El gobernador me dijo que iba a tratar de influir para dicha candidatura, o la candidatura del municipio de Garza García, N.L., no habiendo más comunicación sobre este tema, hasta que un día el delegado del Partido Revolucionario Institucional en Nuevo León, el Lic. Norberto Mora Plancarte, me llamó telefónicamente para que acudiera al día siguiente a las seis de la tarde en compañía de algunos amigos a las oficinas del partido. Yo le pregunté al Lic. Plancarte que si yo era el candidato para Garza García, contestándome: “Claro, licenciado, usted es”. Al día siguiente fui a registrarme como precandidato, habiéndose registrado también, para el mismo cargo, el Lic. Manuel García Cirilo. El 20 de septiembre, un día después del terremoto de la Ciudad de México, previa convocatoria, se celebró la convención en la sede del PRI municipal de Garza García, para la elección y toma de protesta como candidato a la Presidencia Municipal de ese municipio. 246


Mi Paso por la Vida

La planilla quedó integrada por el sr. Francisco Zertuche González como alcalde suplente, el Lic. Cipriano Villanueva Solezzi, como primer regidor, el Ing. Eliézer Villarreal Villarreal, como segundo regidor, el sr. Tiburcio Sánchez Tenorio, como tercer regidor, el sr. Rodrigo Álvarez Martínez, como cuarto regidor, la sra. Carmen Guízar de Aguirre, como quinta regidora, el sr. Guillermo Monsiváis Castillo, como sexto regidor, el Dr. Humberto Salazar Garza, como síndico primero y la profra. Prócola Morales Arizpe, como síndica segunda. Después de la elección quedó como regidor por representación proporcional, el Ing. Arturo Fuentes Benavides, al igual que el Ing. Daniel Chávez, pero éste decidió no participar en el Cabildo. La campaña, aunque corta, fue muy intensa. Empezaba mi día con saludos a las mujeres que iban por la leche a Diconsa, a las seis de la mañana. Seguía con algún desayuno con algunos simpatizantes; en la tarde era recorrer a pie, casa por casa, las colonias populares; y en la noche una cena y reunión en una visita domiciliaria en la zona residencial, terminando la jornada normalmente a la una de la mañana. Durante los recorridos en colonias populares me acompañaba siempre el Dr. Humberto Salazar Garza, postulado como síndico primero, ayudando a la salud de sus habitantes. En dos ocasiones el doctor pudo detectar casos de lepra que fueron remitidos a la unidad especializada del Hospital Universitario. Durante las visitas domiciliarias exponía el Plan de Trabajo para el trienio, así como respondía las preguntas y dudas de los asistentes. En esta organización de las visitas domiciliarias se encargó, con suma eficiencia, el Lic. Roberto Cantú Flores, y la campaña en general participó como jefe de la misma, también con mucha dedicación y atingencia, el Lic. Alfredo González González. Colaboraron también muchos amigos, así como la Lic. Ninfa Delia Domínguez de De los Santos, y señoras de diferentes barrios que siempre me acompañaron en los recorridos y a veces en algunos de ellos, chiquillos de esos sectores, me gritaban: “¡Arriba Chapa Refacciones!”, haciendo alusión al departamento de Casa Chapa, S.A. 247


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La elección, como era de esperarse, fue reñida, pero en general, respetuosa, salvo algún incidente aislado. Yo me preocupé por hacer una campaña seria, positiva y sin ataques. Mi lema de campaña fue: “Gobernar es cosa seria”, que en la primera campaña para gobernador del Lic. José Natividad González Parás, éste lo adoptó, copiándolo. El resultado de la misma indicó que el ganador fui yo, aunque con escaso margen, ya que la diferencia fue un poco más de 900 votos. Como de costumbre hubo protestas y reclamaciones, pero yo alegué que tenía firmadas, por todos los partidos, el acta de cada una de las casillas electorales cuyo resultado final era a mi favor. Alguna persona, inclusive, llegó a decirme en mi casa que yo debería renunciar y reconocer mi derrota, a lo cual le contesté, que esto no era posible puesto que tenía yo un compromiso con las personas que habían votado por mí y que yo no tenía derecho a defraudarlos. Si el escrutinio de todas estas actas, como dije antes, firmadas de conformidad por los partidos participantes, hubieran dado como resultado que yo hubiera perdido, en ese momento habría reconocido mi derrota y felicitado a mi contrincante el Ing. Alejandro Páez Aragón, pero la realidad fue lo contrario. Actualmente mi relación con él es de franca amistad. Antes de la elección, a la persona que había yo designado para que obtuviera el padrón electoral y revisarlo, nunca se lo quisieron dar, y meses antes el partido opositor lo tenía en sus manos. Al insistir esta persona con el encargado del padrón en la Comisión Estatal Electoral, ya desesperado le dijo: “Bueno, no me lo des, pero enséñamelo,” a lo cual el Lic. Zamacona no le quedó más remedio que mostrárselo. Al verlo, la persona que yo había enviado se fue de espaldas, ya que notó que había una alteración muy marcada de revolver los nombres y casillas en donde normalmente nuestro partido tenía preferencia, viendo que las casillas donde el partido opositor normalmente ganaba, no fueron tocadas. Esto sucedió dos días antes de la elección, donde ya no hubo manera de intentar corregirlo, teniendo yo que contratar auto248


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móviles de alquiler, llamadas entonces “peseras”32, para que estuvieran en todas esas casillas afuera de las mismas, y preguntarle al votante, al salir de la misma, si había podido hacerlo, y si no, preguntarle que a dónde le habían indicado que pudiera votar en la casilla correspondiente, diciéndole: “Vente, yo te llevo a esa casilla”. Obviamente muchos de estos frustrados votantes no quisieron trasladarse a otro lugar, y como era de esperarse, repercutió en la pérdida de muchos votos a favor de mi persona, además de que era imposible trasladarlos a todos. Ejemplo de esto fue que los habitantes de la colonia “Canteras”, que se ubica a espaldas de la colonia Independencia en Monterrey, en la Loma Larga, pusieron la casilla para votar en la Avenida Santa Engracia, hoy Ricardo Margain Zozaya, en la Escuela Cuauhtémoc, casi en esquina con Vasconcelos, o sea, a cerca de diez kilómetros de distancia. Junto a la colonia Canteras se encuentra una colonia de clase media baja, que la divide una calle; si les ponían la casilla para votar, al otro lado de la calle, o sea, ya perteneciente a esta colonia que hizo don Bernardo Elosúa Farías, los habitantes de Canteras se inhibían de votar, por no pertenecer a su colonia, menos iban a hacerlo a diez kilómetros de distancia. Por la Avenida Lázaro Cárdenas, entonces no había taxis ni camiones de transporte urbano para trasladarse. Otro acontecimiento desafortunado que sucedió antes de la elección, fue el famoso terremoto de la Ciudad de México en septiembre de 1985, que a raíz de eso, el presidente de la República, el Lic. Miguel de la Madrid Hurtado, anunció que iba a expropiar predios para resolver el problema de la reconstrucción, lo cual ocasionó un disgusto y temor, creyéndose que esto era el principio de un socialismo en México, provocando no sólo molestia, sino repudio al partido en el poder, lo que generó también gran pérdida de votos al partido que me postuló. La expropiación nunca se llevó a cabo. Después de la elección visité al Lic. Lucas de la Garza, presidente de la Comisión Electoral del Estado, diciéndome éste: “Compadre,33 no te conocíamos de candidato”, pensando que no me consideraba capaz, a lo cual le respondí: “Ni me vas a conocer de alcalde…”. 32

Se llamaban así porque, originalmente, en la Ciudad de México, cobraban un peso por persona. 33 Él acostumbra nombrar a todo mundo “Compadre”.

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A propósito de Lucas de la Garza, en alguna ocasión tuvimos alguna discrepancia fuerte, pero luego él reconoció su error y me pidió una disculpa; inclusive me envió, en señal de amistad, un precioso juego de plumas diseñado por Paloma Picasso, lo cual me pareció un gesto de humildad y de gran calidad humana, teniendo yo, con él, desde entonces, una magnífica y cordial amistad. La Protesta como alcalde se llevó al cabo el 31 de diciembre en el Auditorio Municipal San Pedro, a las siete de la tarde.34 En esa ocasión mencioné, enfatizando, “Que gobernar es cosa seria. Que los que más necesitan serán primero, y que trabajaré incansablemente para Garza García”. La primera Junta de Cabildo se tuvo al día siguiente, o sea, el primero de enero de 1986, en donde se presentaron las ternas para que el cabildo eligiera, tanto al secretario del Ayuntamiento, como al tesorero municipal. La terna para secretario se conformó por el Lic. Juan Manuel Parás González, el Lic. Alfredo González González y el Lic. Ademir Ramírez Zambrano, eligiéndose al Lic. Juan Manuel Parás González; la terna propuesta para tesorero se compuso con el C.P. Ricardo Garza Villarreal, el C.P. Daniel Salinas Martínez y el C.P. Federico Ángel Ramírez Barrera, eligiéndose al C.P. Ricardo Garza Villarreal. Después de la toma de protesta de ley a estos dos funcionarios, propuse la creación de la Dirección de Contraloría, la Dirección de Patrimonio y la Coordinación de Jueces Auxiliares, ya que éstas no existían, y posteriormente, la Oficialía Mayor, habiéndose aprobado por unanimidad. Propuse también se hiciera una exhortación para que los terrenos baldíos fuesen limpiados, aprobándose por unanimidad. Acto seguido, invité a los presentes a pasar a la Dirección General de Policía y Tránsito Municipal para liberar algunos de los detenidos por faltas administrativas, y de ahí el Cabildo, en pleno, se trasladó a una gira de trabajo, iniciándose la colocación de la nomenclatura en todas las calles del municipio, nomenclatura que fue ordenada por mí una vez electo como 34

Actualmente los gobiernos municipales panistas han acostumbrado “Tomar la Protesta” a los alcaldes, cuando tanto éstos, como los gobernadores y presidentes de la República, o sea los, miembros del Poder Ejecutivo, sólo “protestan”.

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alcalde, para que el primer día de mi gestión se iniciara dicha colocación. Esta nomenclatura además de contener el nombre de la calle y su orientación, incluía el nombre de la colonia, el código postal y la numeración correspondiente a esa cuadra, siendo la placa de aluminio y con un material reflejante de alta calidad, para su identificación nocturna. Esta nomenclatura abarcó completamente todo el territorio municipal. Debido a mi experiencia en la participación de tres administraciones municipales en Monterrey, me percaté de lo rápido que pasa el período de tres años, por lo que desde antes de tomar posesión, ordené la fabricación de estas señales, así como la elaboración de varios proyectos que se pudieron iniciar tempranamente. Como dato curioso, al estarse colocando la primera placa en una de las calles de la Colonia del Valle, ésta decía Río Tamesí y estando presente uno de los vecinos hizo la observación que el nombre correcto era Río Támesis, por lo que ahí mismo se ordenó la corrección. Nombré como directora del Departamento de Policía y Tránsito a la Lic. Ninfa Delia Domínguez de De los Santos, eficiente abogada, especialista en Derecho Penal, sumamente honesta y ejecutiva, quien yo conocí cuando era secretario del Ayuntamiento en Monterrey, percatándome de su excelente trabajo desempeñado al frente de la Inspección de Policía. Habiendo estado yo en dos administraciones municipales en esa ciudad, al llegar como Tesorero, me propuse mejorar dicha dependencia policiaca ya que el recinto estaba deprimente; se arregló y remodeló dejándolo impecable, pero al mes, volvió a estar como antes. En la tercera ocasión, siendo secretario del Ayuntamiento se volvió a remodelar dejándolo sumamente limpio y funcional, y al estar Ninfa Delia al frente del mismo, lo conservó en excelente estado durante los tres años de su gestión y hasta una Exposición permanente de Pinturas tenía en el recinto. Por eso fue que no dudé en nombrarla para el puesto de jefa de Policía, siendo la primera mujer que ocupara ese puesto en México. Ella, en la pared frontal de su oficina, mandó pintar en rojo, con números grandes, los teléfonos de su casa, por si alguien tuviese urgencia 251


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de hablar con ella a cualquiera hora del día o de la noche. Reabrió la Escuela Municipal de Policía para capacitarla mejor, habiendo obtenido en cada uno de los tres años, el Reconocimiento del Consejo Cívico de las Instituciones de Nuevo León, A.C., como la mejor Policía del Estado, y de acuerdo con la opinión pública, la mejor de toda la República, haciendo honor a su lema: “Proteger y Servir”. También instituyó la Escuela de Manejo, a cargo de un Sr. Arizpe, que una vez capacitadas las personas se les hacía un examen y si lo pasaban, se les otorgaba la licencia de manejar. En cuanto al oficial mayor, el Lic. Alfredo González González, desempeñó un magnífico trabajo, principalmente cuando se tuvo que reubicar a 160 familias de posesionarios en el lecho del Río Santa Catarina, para prolongar la avenida Ignacio Morones Prieto desde la calle Corregidora, hasta los límites con Santa Catarina, donde se ubica la Universidad de Monterrey, esto en sólo tres meses, creándose para la reubicación, la Colonia Fomerrey El Obispo, donde se les dotó de pavimentación, agua, drenaje, luz, gas, escuela y biblioteca, incluyendo banquetas y dotación de árboles, además de proporcionar transporte escolar para trasladar los alumnos a la escuela en la colonia Jesús M. Garza que atendían antes de reubicarlos. Esta avenida, además de estar dando un excelente servicio de comunicación entre los dos municipios, ha servido para el acceso, no sólo a la UDEM, Instituto Tecnológico de Monterrey, Colegio Americano, Facultad Libre de Derecho y todo el desarrollo urbanístico del Poniente, así como la conexión de la nueva autopista Monterrey-Saltillo. Como contraste, la pequeña ampliación del Callejón de Los Ayala, en pequeños tramos, necesitó dos años y medio para ejecutarse, y es que los sampetrinos, en general, se caracterizan en ser muy conscientes de sus derechos, pero poco conscientes de sus obligaciones, no así la gente de bajos recursos, que cuando no tienen lo suficiente para pagar, ofrecen su mano de obra. Al tomar posesión como alcalde pude, con toda libertad, nombrar a mis colaboradores, colocando gente capaz y honesta, por lo que se pudo hacer un buen trabajo. El gobernador Jorge A. Treviño Martínez fue 252


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sumamente respetuoso, hablándome esporádicamente sólo para ofrecer su ayuda, por lo cual me sentí muy afortunado de ser alcalde en su época, cosa que no hubiera sido posible así durante el período de don Alfonso Martínez Domínguez, ya que él acostumbraba nombrar a los funcionarios, lo cual hacía que éstos consideraran como su jefe al gobernador, y no a su alcalde, dificultando mucho la labor del jefe de la Comuna. A propósito de estos dos personajes, la labor de don Alfonso fue muy buena y abundante, pero la de Jorge Treviño, a los cuatro años de su gobierno, había superado con mucho la de don Alfonso, a pesar de los daños ocasionados por el huracán “Gilberto”, que dicho sea de paso, al término de un año, todo se había repuesto y mejorado, inclusive aumentándose con respecto a como estaba anteriormente, sólo que Jorge trabajaba con bajo perfil, sin alardes, y don Alfonso me decía: “Alejandro, ¿qué hace una gallina cuando pone un huevo? Cacarear, hay que cacarear lo que hacemos”. En una ocasión viniendo en avión de la Ciudad de México y teniendo a mi lado al Lic. Javier Parás Cueva, padre de Juan Manuel Parás González, me preguntó que cómo me había ido con su hijo como secretario del Ayuntamiento, que si estaba haciendo un buen trabajo, a lo cual yo le respondí: “Fíjate que no, no ha hecho un buen papel; ha hecho un excelente papel”, lo cual lo llenó de satisfacción y de orgullo. A Francisco Zertuche González, presidente suplente, como ya había colaborado en administraciones anteriores como director del Departamento de Cultura, lo ratifiqué en su puesto, pero éste puso como condición que no quería recibir ningún sueldo. Al terminar la primera quincena de enero se presentó en mi oficina sumamente molesto, diciéndome que había recibido un cheque, recordándome cuál había sido su condición de trabajar en el municipio. Yo le dije a Francisco que él, como miembro del Cabildo, tenía derecho a percibir como emolumentos, el equivalente a dos salarios mínimos, y que no era mi culpa si le habían entregado lo que le correspondía. Él entonces me contestó, que si le permitía repartir entre sus colaboradores dicha percepción, 253


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contestándole que ése era su dinero, y que tenía todo el derecho de disponer de él como él quisiera, optando inmediatamente por repartirlo entre su gente. Francisco a las siete de la mañana ya estaba revisando el estacionamiento del Auditorio San Pedro, que no hubiera un sólo papel tirado y todo limpio y en orden, trabajando todos los días hasta las dos de la tarde. Los actos solemnes y funciones los hacía a la perfección, diciéndole que éstos tenían “Calidad Zertucheana”. El C.P. Daniel Salinas Martínez, hombre capaz y honesto, fue colaborador mío desde que me inicié como tesorero en la administración municipal 1972-1973. En esa época le pregunté al Lic. Julio Camelo, alcalde en turno, que si tenía alguna persona para nombrarla al frente de la Contraloría Municipal, diciéndome que no la tenía, y que me sugería que le pidiera una terna al Instituto de Contadores Públicos de Nuevo León para escoger a uno de ellos. Yo hablé con el presidente de dicho Instituto y me dijo: “Para qué te doy una terna, prefiero darte el nombre de la persona más idónea para ese puesto”, sugiriendo al C.P. Daniel Salinas Martínez. Desde entonces siguió siendo mi fiel colaborador, a excepción de mi paso por el Infonavit, ya que el alcalde Lic. Sócrates Rizzo me pidió que lo dejara en la Administración Municipal de Monterrey, con el puesto antes dicho. El tesorero municipal Ricardo Garza Villarreal vino a ser prácticamente ratificado, ya que había participado en la administración anterior y habiendo colaborado también en la de Felipe Zambrano. Al Lic. Benito Arámbula Casso lo conocí como secretario particular del alcalde Ing. Oscar Herrera, habiéndome percatado de su buen desempeño, así como su conocimiento del medio político, siendo anteriormente mi secretario particular, y antes de eso, gran colaborador en mi campaña y quien siguió participando conmigo después en la Contraloría General del Estado. Nombré como director de Servicios Públicos Municipales al Ing. Patricio Sada Muguerza, quien desempeñó un excelente trabajo, laborando desde las siete de la mañana, donde a esa hora se le veía dirigiendo y 254


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supervisando trabajos en las calles. Recuerdo que durante mi campaña, jamás escuché una queja sobre el servicio de recolección de basura, lo cual me extrañó porque en mi paso por Monterrey, esto era nuestro “dolor de cabeza”. No obstante a que durante los tres años de mi gestión en San Pedro, se incrementó el número de colonias residenciales, de 80 al inicio y terminando con 125, y sin poder aumentar el número de camiones recolectores de basura, por falta de recursos, salvo uno que le pedí y me dio el Lic. Eloy Cantú Segovia, quien ejercía el puesto federal y estatal de delegado de la Secretaría de Programación y Presupuesto, Patricio pudo seguir dando el mismo excelente servicio de recolección de basura, aumentando turnos de trabajo y reparando los camiones existentes. Cuando llegué en enero de 1986, me encontré con un alumbrado público prendido en, conservadoramente, sólo 60%. Desde el primer día me propuse ponerlo al 100% y después de tres meses llegué a esa meta, conservando así hasta el último día de mi mandato, dejándole a la siguiente administración material suficiente para tres meses más, además de dejarle 900 millones de pesos35 en caja y ni un solo centavo de pasivo. Yo llegaba a trabajar entre ocho y nueve de la mañana, salía de la oficina a comer hasta que atendía a la última persona que deseara hablar conmigo, tuviera o no cita, saliendo a veces hasta cuatro o cinco de la tarde. Volvía a la oficina entre seis y siete de la tarde y salía entre once y doce de la noche. De allí me iba con mi chofer y mi secretario particular, a recorrer la ciudad para ver qué fallas en el alumbrado público había, percatándome si había baches o daños en la nomenclatura, ocasionadas principalmente por choques automovilísticos. Al principio reportaba las fallas principalmente de alumbrado, por radio a la central, ya que entonces no había teléfonos celulares. Al día siguiente volvía a revisar si habían repuesto la luminaria fundida. Dándome cuenta que no, y al tercer día que revisé y no se había cumplido la orden, mandé llamar al jefe de Alumbrado, Carlos González, diciéndome que no lo había hecho porque no tenía material para reponer; entonces llamé al proveedor C.P. José Luis Lozano para reclamarle que porqué no había provisto de material, diciéndome que había ido con el tesorero y le había dicho que no había dinero. Llamé al tesorero y éste 35

Eran pesos durante la creciente inflación.

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me dijo: “Licenciado, eso nunca se ha hecho”. Yo le respondí: “Precisamente porque nunca se hacía, ahora se hace; es la última vez que usted me detiene una orden mía. Yo le voy a ayudar para conseguir dinero, pero inmediatamente usted le da al proveedor lo necesario”. José Luis Lozano fue un excelente colaborador mío desde mi primera época de tesorero y no lo dejé ir cuando volví de tesorero y estando de alcalde no dudé en traérmelo. Cuando asumí el cargo, todos los servicios públicos dejaban de trabajar a las dos de la tarde; inmediatamente ordené que esto, sobre todo el de Alumbrado, trabajaran las 24 horas del día, los 365 días del año, de tal manera que cualquier ciudadano pudiera reportar a cualquiera hora y cualquier día las fallas, y corregirlas de inmediato. Colaboraron también en esta administración, el C.P. Antonio Irizar, quien también había trabajado conmigo en Monterrey. Ratifiqué en el puesto de Urbanización y Desarrollo a la Arq. Bertha Plascencia, gran conocedora de la materia, sumamente honesta y exigente, a quien obviamente fraccionadores o personas que querían hacer cosas fuera de la ley, no la veían con buenos ojos, pero esta persona era además muy justa; en una ocasión, una persona que deseaba fraccionar una extensión de terreno para donárselos a sus nietos, yo creía que debía pagar cierta cantidad de dinero y Bertha la defendió convenciéndome que yo no tenía razón. También en el puesto de Promoción de Obras, trabajó muy acertadamente el Lic. Fernando Sánchez Luengas, quien ejerció con gran acierto las relaciones públicas y sigue siendo un fiel amigo. El Lic. Helio Martínez Oseguera, hombre sumamente responsable y trabajador, también se desempeñó en la Tesorería de Monterrey en mi segundo período, como director de Ingresos y en San Pedro trabajó con gran eficiencia como jefe de Personal. En general, todo el equipo trabajó con acierto y honestidad. En el año de 1988, la Sra. Margarita Garza Sada de Fernández, me invitó a colocar la primera piedra del recinto donde se instalaría el Vitral de Rufino Tamayo en los terrenos del Planetario Alfa y cuyos cristales fueron fabricados en Alemania. 256


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Durante mi gestión se elaboró un nuevo Reglamento de Tránsito incluyéndose, entre otras cosas, la obligación de usar el cinturón de seguridad en los automóviles, siendo esta obligatoriedad la primera en toda la República, y la autorización de la vuelta a la derecha con precaución cuando el semáforo estuviese en rojo. Se instituyó el Comité de Nomenclatura Municipal con el fin de evitar la repetición de nombres de las calles; también se cambiaron en algunas de ellas, el sentido del tránsito para su mejor funcionamiento; se ratificaron los nombramientos de los integrantes del Comité de Drenaje Pluvial, cuyo presidente fue el Ing. Rafael Páez; y se puso a concurso el proyecto de ampliación de la Avenida Ignacio Morones Prieto desde el límite de Monterrey hasta la Avenida Santa Bárbara, la cual fue concluida meses después. Posteriormente se hizo la ampliación de esa misma avenida desde la calle Corregidora hasta los límites con Santa Catarina. Al principio de la administración se compraron diez Jeeps para el refuerzo de la Policía y Departamento de Tránsito Municipal, así como veinte vehículos más entre camionetas y automóviles “Topaz” y algunas motocicletas. En sesión solemne se le hizo un reconocimiento a la sra. Silvia Graciano de Andonie, por sus logros obtenidos en el ámbito deportivo como corredora de maratones. Durante el trienio no se permitió el aumento de establecimientos dedicados a la venta de bebidas alcohólicas, salvo en restaurantes establecidos respetando los horarios reglamentarios. Se denominó el trienio, como el Trienio del Deporte, reformándose el Parque de Beisbol “Mala Torres” con el objeto de que éste tuviera las medidas reglamentarias, aumentándose las graderías para el público, así como instalaciones sanitarias, construyéndose infinidad de canchas deportivas en el lecho del río Santa Catarina, así como trece canchas de tenis, que desgraciadamente recién inauguradas, desaparecieron con la avenida del huracán “Gilberto” y cuyo alumbrado íbamos a inaugurar al día siguiente. En la noche del 15 de septiembre de 1988 me tocó dar el último “Grito” de la ceremonia de aniversario del inicio de la Independencia de México, en el balcón del Palacio Municipal de San Pedro Garza García, 257


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N.L.; al salir de ahí y dirigirme ya en la madrugada del día 16 a mi casa, empecé a notar un fuerte viento y a aparecer un nublado alto, como presagio del huracán “Gilberto” que se acercaba. En la noche del día 16, después de llover intensamente todo el día, recibí una llamada del gobernador Jorge Treviño donde me convocaba a una junta urgente para los preparativos de prevención. En vista de la situación que ya parecía grave, le hablé a la directora de Policía y Tránsito para que me acompañara, habiendo sugerido ella que nos fuéramos al Palacio de Gobierno en el “Jeep” del subjefe de Tránsito Ramiro Ayala. Previamente a este acto, le pedí a Ninfa Delia Domínguez de de los Santos, evacuara a toda la gente que estaba establecida en las márgenes y lecho del río Santa Catarina. No obstante la oposición de algunas personas que pensaban no había peligro, la policía pudo desalojar a todos. A algunas señoras se las tuvieron que llevar cargadas y contra su voluntad. Estas personas dos días después fueron a agradecerme que las hubieran sacado a la fuerza, pues gracias a ello estaban vivas. Esa noche pasaron por mí a mi domicilio particular, la jefa y el subjefe de Policía y Tránsito y al dirigirnos por la avenida Morones Prieto desde Santa Bárbara hacia el oriente, al llegar a los límites del municipio con Monterrey, un agente de Tránsito nuestro nos dijo que ya no había paso por abajo del puente de Gonzalitos, por lo que decidimos devolvernos en el retorno que existía pasando poco después debajo del puente de Miravalle, pero nos encontramos con dos autobuses que estaban tratando de retornar y estaban batallando para dar la vuelta y obviamente nos estaban estorbando para poder nosotros también devolvernos; le pedí a Ramiro Ayala que le sacara la vuelta a los camiones porque se estaba haciendo tarde. Estos camiones eran autobuses que se dirigían a Saltillo y no obstante de la orden de la Policía Federal de Caminos de que no salieran de la Central de Autobuses, lo hicieron. Al transitar por San Jerónimo y llegar al cruce con la avenida San Pedro, agentes de Tránsito de Mon258


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terrey les prohibieron el paso, porque ya se había caído el puente del Obispo cerca de los molinos de Jesús María, y ya no había paso hacia el poniente. Por cierto, que ahí, al deslavarse la carretera, un autobús lleno de gente cayó al río desapareciendo con todo el pasaje, esto en territorio de Monterrey. Estos agentes de Tránsito de Monterrey les ordenaron que se regresaran a la Central de Autobuses, pero volvieron a desobedecer y se fueron por la avenida San Pedro hacia el sur, retornándose en el monumento al David y bajando hacia la avenida Morones Prieto, para continuar hacia Saltillo. Pocos minutos después que nosotros logramos retornar, subir a la avenida San Pedro y cruzar el puente de Miravalle para dirigirnos al Palacio de Gobierno, a estos autobuses se los llevó la corriente desapareciendo todo el pasaje, ya que por más esfuerzos que se hicieron para salvarlos, fue imposible. Al joven Rogelio Ayala Contel tratando de salvar vidas, la corriente de agua lo arrastró cerca de treinta kilómetros río abajo, próximo a Cadereyta, Jiménez, salvándose milagrosamente. Posteriormente el Gobierno del Estado le otorgó la Medalla al Mérito Cívico por su actuación heroica. Al salir de la junta con el gobernador, ya como a las dos de la mañana y cruzar nuevamente el puente de Miravalle para regresar a casa, todas las 13 canchas de tenis con alumbrado, y todas las 27 canchas de fútbol y béisbol que habíamos hecho, en un rato desaparecieron, así como el sinnúmero de árboles que el Gobierno del Estado había sembrado en el lecho del río Santa Catarina. Es por demás decir, que gran parte de la obra que el municipio en mi administración se había construido, desapareció o quedó muy dañada, pero afortunadamente todo esto quedó reconstruido y ampliado dentro del año que siguió, con apoyo del Gobierno del Estado y todavía, en el corto tiempo que me quedaba de mi administración, se pudo reconstruir mucho de lo dañado y mejor que como estaba, por ejemplo los puentes vados de Santa Bárbara y de Corregidora que se hicieron de seis carriles, más un carril central, banquetas y alumbrado respectivo.

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Las canchas de tenis se rehicieron no sólo las 13 desaparecidas, sino 26 en el antiguo Campo Militar, ya que la experiencia y prudencia nos enseñó que en el lecho del río Santa Catarina no era conveniente. Esto es, a grandes rasgos, lo que sucedió ese día que entró el huracán “Gilberto”, que dicho sea de paso fue de categoría 5; duró 21 días desde su formación y al entrar en Cozumel, la presión barométrica en pulgadas fue de 26, siendo la más baja que se había registrado en toda la historia desde que se empezaron a hacer estos registros; el huracán terminó su misión destructiva a 60 kilómetros al sur de la ciudad de Saltillo en la Sierra Madre Oriental, descargando toda el agua que había acumulado y que vino a hacer crecer el río Santa Catarina. Debo advertir que a pesar de lo intenso del huracán, ningún habitante del municipio de San Pedro Garza García falleció a consecuencia del mismo. Una mujer, no residente en el municipio, desobedeciendo las órdenes de agentes de Tránsito en la avenida Corregidora del lado Norte y habiéndole prohibido que cruzara el río, hizo caso omiso de esta orden y al iniciar el cruzamiento, inmediatamente la corriente se la llevó junto con el carro Volkswagen que manejaba.36 Se aprobó en el Cabildo, por unanimidad, la propuesta mía de nombrar al Lic. Carlos González Rodríguez como Cronista del Municipio de Garza García, ya que hasta esa fecha el municipio carecía del mismo. El 17 de marzo de 1986 el Ing. José Emilio Amores presentó el libro El Municipio de Garza García, escrito por el historiador Tomás Mendirichaga Cueva, contándose con la presencia del gobernador del Estado, Lic. Jorge A. Treviño Martínez, y con la del secretario de Educación y Cultura, Dr. Luis Eugenio Todd. Se pavimentaron infinidad de calles, se ampliaron tramos muy importantes en diferentes avenidas, se sembraron más de 30,000 árboles y se construyeron muchos kilómetros de banquetas en diferentes partes de la ciudad. Se hizo la remodelación del Centrito de la Colonia del Valle, de acuerdo con el proyecto del Arq. Juan Luis Talamantes, ganador del concurso respectivo; se instaló un 36

Los huracanes se forman debido al calentamiento de las aguas del mar y la combinación de una baja presión barométrica. La presión barométrica normal en pulgadas es de 29.92.

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modesto comedor para niños pobres en las colonias populares del río Santa Catarina; se hicieron infinidad de exposiciones, tanto en el Museo del Centenario como en el de la Casa de la Cultura; se compraron varios vehículos, así como una grúa para el servicio de auxilio mecánico gratuito; se hizo el Centro de Manualidades en la colonia Los Sauces, equipándolos con cinco máquinas de coser. En sesión solemne se le otorgó la “Presea al Mérito Ciudadano” a don Manuel G. Rivero, por toda la labor que hizo en beneficio del Municipio, regalando un piano al Auditorio San Pedro, y presidiendo el Comité de Tránsito por muchos años, además de hacer un fuerte préstamo por espacio de quince días sin intereses, para poder comprar quince vehículos para el Departamento de Tránsito antes de que éstos subieran de precio 20%. Y en otra ocasión a la Sra. María Helena de Silva de De Silva, quien por años dio de comer a niños de escasos recursos, preparando ella la comida, proporcionándola personalmente. Se construyeron 14 bibliotecas en diferentes partes del municipio; se instaló el alumbrado público en Fomerrey 22. Se realizó la tercera fase del drenaje pluvial, otorgándose un crédito puente por $850’000,000 por Banobras; se construyó el Centro Deportivo y Cultural en Fomerrey 22, juntamente con una biblioteca con 3,750 libros, así como un kinder para los niños de esa colonia; se construyó la Unidad Cultural Fátima y se adquirió la propiedad contigua al Palacio Municipal por el lado Poniente; se le otorgó al Club Rotario un contrato administrativo de uso para la Asociación Educación y Esperanza, A.C., por cinco años de un inmueble municipal en Fomerrey 22 para construir una Escuela Técnica y un Jardín de Niños, lo mismo a la Asociación Fomento de Educación Especial, otro contrato administrativo de uso por cinco años de un inmueble municipal para la construcción del Instituto de Educación Especial en el área de Autismo, Audición y Lenguaje. Se inauguró también la Biblioteca Pública Municipal “Conchita Montemayor de Riestra” en el Fraccionamiento Los Sauces; se inauguró el Gimnasio de la Escuela Municipal de Natación “Los Dorados” y se inauguraron también dos centros de manualidades, tanto en Fomerrey 22, como en el Fraccionamiento El Obispo; se puso en servicio un panteón municipal al poniente del Panteón Valle de la Paz; se hicieron tres pasos a desnivel 261


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en la avenida Vasconcelos y Gómez Morín, así como en Vasconcelos y Santa Engracia, cuyo costo fue cubierto por el Gobierno del Estado; se concluyó la construcción de la ciclopista en la margen del río Santa Catarina, se otorgó también la “Presea al Mérito Ciudadano” a la cantante Tatiana, por su labor en la difusión del combate al consumo de drogas. Se donó, previa autorización del Cabildo y del Congreso del Estado, un terreno municipal por la avenida Roberto Garza Sada, para la construcción del templo de Nuestra Señora de los Ángeles. En los habitantes del municipio había la duda de cuál era el gentilicio que le correspondía, si sampetrino o garzagarciense, por tal motivo se hizo una encuesta entre los ciudadanos para preguntar cómo debería llamarse el municipio, arrojando como resultado, que la mayor parte de la gente opinó que debería llamarse San Pedro Garza García, o sea, conservando uno de los nombres originales y el actual oficial de Garza García, que data del año 1882 y que se le puso en honor al gobernador en turno, Lic. Genaro Garza García. Esto fue cuando se constituyó como municipio. Por tal motivo, después de aprobarlo el Cabildo, se hizo la solicitud al Congreso Estatal para la rectificación del nuevo nombre del municipio, habiendo sido aprobada ésta el 14 de octubre de 1986 como San Pedro Garza García.37 Estando yo en compañía del gobernador del Estado, Jorge A. Treviño Martínez, antes de entrar a un Congreso Mundial de Filosofía convocado por el Dr. Agustín Basave Fernández del Valle en el Teatro de la Ciudad, le comenté al gobernador que iba a presentar la solicitud al Congreso del Estado para el cambio del nombre del municipio, para ponerle San Pedro Garza García, a lo que me contestó Jorge diciendo: “Más bien al que tienes que pedirle permiso es al Vaticano, para ponerle dos apellidos al apóstol.” Se construyó también un gimnasio en Fomerrey 22. Se pavimentaron muchas calles, y se ayudó a mucha gente necesitada. Muchas de estas 37

Originalmente al territorio correspondiente a este Municipio, se le llamó Santa Bárbara de los Nogales o Santa Bárbara de la Nogalera. En el siglo XVIII se le empezó a llamar Hacienda de San Pedro, hasta la constitución del municipio en el año de 1882. La avenida donde yo vivo se llama Calzada Santa Bárbara de los Nogales o Calzada Santa Bárbara de la Nogalera, ya que esta calle, en sus orígenes, fue un camino vecinal muy antiguo.

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ayudas fueron hechas por el DIF Municipal cuya presidenta fue mi esposa Oralia, dedicándole mucho de su tiempo y entusiasmo. Sería prolijo y cansado describir todo lo que se hizo en esos tres años, sólo destacaría los pasos a desnivel que se hicieron en la Calzada del Valle, Vasconcelos y Santa Engracia, con su correspondiente drenaje pluvial, que jamás ha ocasionado inundaciones y cuyo costo fue de cuatro mil millones de pesos. Estos pasos se hicieron por abajo para no entorpecer la vista de los dos símbolos del municipio, uno natural y otro humano, la “M” de la Sierra Madre y el Monumento de la Plaza de la Alianza, mejor conocida como “Los Tubos”, obra del Arq. Xavier Meléndez. Posteriormente, en la construcción del paso a desnivel de Santa Engracia, hoy Lic. Ricardo Margain Zozaya, por una falla estructural murió un trabajador, continuando los trabajos otra compañía constructora. Al principio de la administración de Jorge A. Treviño, hombre muy organizado, éste el primer año se dedicó a planear las obras que iba a hacer durante su gobierno, no construyéndose gran cosa durante el mismo, lo que ocasionó que el tesorero estatal, C.P. Víctor Gómez Garza, tuviera en ese período grandes reservas de dinero, lo que me permitió pedir para mis proyectos y conseguir así lo necesario para los mismos. Al llegar yo a la Presidencia Municipal de Garza García, Nuevo León, me encontré con la sorpresa de los escasos recursos económicos que este municipio tenía. Se decía que era un municipio rico, pero la realidad es uno donde viven los ricos, pero éste era realmente pobre. Por tal motivo me preocupé por incrementar los ingresos, pudiendo influir en que se elaboraran algunas leyes donde hubiera más impuestos que beneficiaran a la administración municipal. Esto se logró, en parte, al final de mi período, pudiendo mi sucesor beneficiarse de esta gestión. En el período del gobernador Alfonso Martínez Domínguez, éste “congeló” los impuestos, no habiendo aumentos, a pesar de una inflación galopante. Lo mismo hizo su sucesor Jorge A. Treviño, empobreciendo más los ingresos municipales.

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La mayor parte de los ingresos provenían de participaciones federales dadas al través del Gobierno del Estado, y éstas se basaban principalmente tomando en cuenta factores de población y de actividad económica, básicamente originada por industria. En el caso de Garza García la población era escasa y contaba con unas cuantas industrias al poniente del municipio. Así, por ejemplo, en 1986, el municipio de Monterrey, dada la gran población y número de industrias, recibía de participación mensual algo más que 900 millones de pesos. El municipio de San Nicolás de los Garza con regular población, pero con gran número de industrias, recibía alrededor de 500 millones de pesos cada mes. El municipio de Guadalupe con mucha población, recibía casi 400 millones de pesos en el mismo período. Pero el municipio de Garza García, sólo recibía 60 millones de pesos de participación mensualmente.38 Es por eso que se tuvo que pedir el apoyo del Gobierno del Estado para el desarrollo municipal. En una ocasión, durante mi gestión al frente de la presidencia municipal, recibí la visita del Alcalde de Villahermosa, Tabasco. Me preguntaba que cuál era la población del municipio, diciéndole que el último censo arrojaba, si mi memoria no falla, 60,000 habitantes, lo cual realmente me parecía muy poco; él me contestó: “Mira, el Gobierno Federal trata de no ostentar una gran población, por dos motivos, uno: poder pagar menos participaciones, y dos: cumplir compromisos internacionales de control natal”, lo cual hace sospechar que pudieran estos datos ajustarse a la baja. Alguna vez estando yo con el gobernador y un pequeño número de amigos de ambos, Jorge Treviño les dijo: “Alejandro es un ‘pediche bárbaro”, pero luego recapacitó y agregó: “Bueno, me pide mucho, pero es el único alcalde que cuando me pide, me presenta un proyecto bien elaborado, con un presupuesto detallado y entonces no me queda más remedio que dárselo. Los demás alcaldes me piden dinero, pero no me dicen para qué lo quieren”. 38

Estas cantidades eran en tiempos de alta inflación. Las cifras actuales que percibe el Municipio de Garza García son muy diferentes y superiores a las de mi época, pues ascienden a 1,220 millones de pesos, con una mínima inflación de 3.5%, aunque, por desgracia, con fuertes pasivos, cuya amortización y costo anual es de casi 141 millones de pesos. Al final de mi gestión administrativa, el pasivo fue: Cero.

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XIX. Contraloría e Infonavit

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l concluir mi gestión como alcalde de San Pedro Garza García, en diciembre de 1988, pensaba tomarme unas vacaciones. Lo hablé con mi esposa y con mis hijos e hicimos planes, todo en el papel. Pero al ser nominado el C.P. Juan Ángel Ochoa como candidato a la presidencia municipal de San Nicolás de los Garza y ya habiendo tomado éste posesión como alcalde, el gobernador Dr. Jorge A. Treviño Martínez me llamó a su despacho a conversar y me pidió que le ayudara en la Contraloría General del Estado, como secretario, puesto que ocupaba el contador Ochoa. El nueve de enero de 198939, en el Palacio de Gobierno, el gobernador Jorge A. Treviño Martínez me tomó la protesta. Me explicó el gobernador Treviño que, más que ejercer funciones de vigilancia, que las habría, tratara de que el órgano en cuestión ejerciera funciones preponderantemente preventivas y formativas, a fin de evitar de buena fe, caer en fallas éticas y administrativas. Había que visitar los municipios que se considerara estaban más urgidos de tal asesoría, para lo cual me movía en mi automóvil. Mi más eficiente colaboradora fue la contadora Nora Livas, persona muy capaz y muy honesta; no dejaba pasar una irregularidad, yo le decía que era “La eficiencia por antonomasia”. Otros colaboradores 39

Casualmente el mismo día del famoso “Quinazo”, o sea cuando el reciente presidente de la República, Lic. Carlos Salinas de Gortari mandó aprehender al líder de los trabajadores de Pemex.

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eran el Lic. Roberto Cantú y Benito Arámbula. Yo iba diariamente a la Contraloría, ubicada en los pisos 9º y 10º del edificio del Congreso del Estado. Como ha sido mi costumbre, procuraba no tomar el elevador y subir a pie hasta el noveno; en realidad subía doce pisos, ya que empezaba desde el sótano a la planta baja y luego dos o más que ocupaba el Congreso del Estado. Estuve en la Contraloría hasta junio de 1991, ya que me pidió el Lic. Sócrates Rizzo que me encargara del Comité de Finanzas, a fin de obtener recursos económicos para su campaña, para la candidatura como gobernador del Estado de Nuevo León. Después de la elección para gobernador, volví a ocuparme más en los negocios familiares, si bien nunca los desatendí del todo, procurando asistir al menos a las Juntas de Consejo. Estaba yo tranquilo cuando mi excompañero y amigo Lic. José Juan de Olloqui y Labastida, recién nombrado director del Instituto Nacional para el Fondo de la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), me pidió, en noviembre de 1991, que fungiera en Nuevo León como delegado regional. De hecho, fue éste mi último cargo público. Desde entonces, me dedico a los negocios familiares, a presidir la Fundación Familiar, Ricardo, Andrés y José A. Chapa González, A.C. y la Fundación Maiz Velarde, A.B.P., así como consejero del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey hasta el año de 2012, habiendo participado en el mismo por espacio de 34 años; a la propia familia y a disfrutar del “sano ocio”, como decían los antiguos griegos, practicando sobre todo la caminata y la aviación privada e impartiendo una clase de Derecho Civil, en particular “Personas”, en la Universidad de Monterrey, atendiendo a una invitación que me hizo el rector de entonces, Dr. Francisco Azcúnaga. Impartí esta clase por espacio de cuatro años hasta el año de 1999. Varias veces vino el director De Olloqui y Labastida a la Delegación de Infonavit en Monterrey. Era oportunidad de, además de ventilar los asuntos propios de la Delegación y del Instituto, convivir con el grupo de compañeros del Franco Mexicano y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nuevo León, ahora Autónoma de Nuevo León. La conversación con el director era de lo más interesante y amena. Su conocimiento del mundo diplomático y bancario, su formación académica, su 266


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don de gentes y su propio carisma, tornaban aquellas conversaciones en animado coloquio. Debo decir que mi amigo Olloqui también en su momento, cuando fungía como director de Banca Serfin, S.A., durante el período que estuvo estatizada toda la banca en México, me nombró como consejero en la sucursal de ese banco en Monterrey. Después del Dr. De Olloqui, lo sucedieron el Lic. José Francisco Ruiz Massieu, quien fue cobardemente asesinado, el Lic. Alfredo Phillips Olmedo, hijo de la famosa promotora cultural Dolores Olmedo, y por último, el Lic. Arturo Núñez Jiménez, recientemente electo gobernador del Estado de Tabasco, ahora por el Partido de la Revolución Democrática, PRD. Durante mi gestión al frente de la delegación de Infonavit en Nuevo León, se pudieron otorgar más de 12,000 créditos anuales, siendo esta cifra la más grande después del Distrito Federal, procurando que las casas que se construyeran tuvieran buena calidad y pudiendo, en algunos pocos casos, que éstas contaran con un aislamiento térmico en los techos, tan necesario por causa de nuestro clima. También, en dos ocasiones, en presencia del presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, se entregaron escrituras de propiedad a un gran número de afiliados. En su domicilio de Francisco Sosa en Coyoacán, casa que había pertenecido a Hernán Cortés, tuvo a bien el embajador Olloqui organizar una espléndida cena para mi esposa y para mí. Alrededor de esa mesa, estuvieron en esa ocasión, igualmente, el banquero Roberto Hernández, una hija del también banquero don Manuel Espinosa Yglesias, una bella dama, media hermana de mi amigo Chito Longoria, y el Lic. Enrique Álvarez del Castillo, procurador de la República y ex gobernador del estado de Jalisco, con su señora esposa. Se conversó de finanzas, política, arte y muchos otros temas. La velada resultó de lo más agradable. Luego de concluir en Infonavit con la encomienda, José Juan y yo nos seguimos viendo, de tal manera que su corta enfermedad y súbita muerte en la ciudad de Houston, Texas, fue motivo de consternación por este gran amigo sincero. En abril de 1995, dejé este cargo, quedando en mi lugar el Lic. Manuel González. 267



XX. Más viajes

E

n el año de 1974 recibí una invitación de parte de mi amigo Jesús Berumen para participar en un vuelo inaugural de KLM a Málaga, España, saliendo de Monterrey a la Ciudad de México y de México a Amsterdam, y luego de ahí a esa ciudad del sur de la península ibérica. Carlos Pérez-Maldonado, Jr., quien tenía su agencia de viajes, llevó también a un grupo de hombres procedentes de Nuevo Laredo, Tamaulipas, yendo también en ese viaje el famoso fiscal federal, Lic. Salvador del Toro (llamado El Fiscal de Hierro) a quien le habían regalado ese viaje como premio a su destacada labor. Después de Málaga me trasladé a Madrid, y me uní al grupo de Carlos en donde permanecí varios días. Luego procedimos a París acompañándonos el representante en Monterrey de la compañía Air France, el Sr. Daniel Carrasco. En el vuelo me dijo que iría a la pelea de box de José Mantequilla Nápoles y Carlos Monzón. Nápoles, cubano nacionalizado mexicano y Monzón, argentino, pelea que organizaba el famoso actor francés Alain Delon. Ahí me dijo Carrasco que, si me interesaba asistir a dicha pelea, podía pedir un boleto para mí. Desde luego le dije que sí. Una vez en París nos trasladamos al lugar de la pelea, la cual iba a ser en una carpa inmensa que ocupaba casi toda una manzana. Mi amigo me dijo que mi boleto se lo iban a entregar ahí. Tanto él como Carlos ya lo llevaban. El control de entrada y la vigilancia eran muy estrictos, 269


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pero al llegar al punto de ingreso, un policía me preguntó: “Est ce que vous êtes monsieur Alex?”. “¿Es usted el Sr. Alex?” Yo le dije: “Oui, je suis monsieur Alex”, “Sí, yo soy el Sr. Alex”, respondiéndome: “Passez vous, monsieur”, “Pase usted, señor”. Ya pasé y le dije a mi amigo Carrasco: “Oye, qué organizado tu amigo, previendo mi llegada”. “¿Cuál organizado?”, me contestó, “si él no sabía tu nombre ni a quién se lo iba yo a dar”. O sea, que no era a mí a quien se refería el policía, y quién sabe qué pasaría cuando llegara el verdadero Alex. En lo que pudiéramos llamar vestíbulo vio mi amigo a su amigo y le dio mi boleto, que dicho sea de paso, era de un asiento de cuarta fila de ring side, cuyo costo entonces era de 500 dólares. Antes de la pelea hubo otra entre el público a unos pasos de donde estábamos, y poco a poco los policías que intervinieron fueron acercándose hasta cercarlos y dominarlos. En la pelea arriba del ring perdió Nápoles y ganó Monzón. Al terminar la función nos fuimos en metro al Hotel Meridien donde estábamos hospedados, ya eran como las doce de la noche y Alain Delon había organizado una cena en el restaurante del hotel, y al vernos el “maitre” nos pasó inmediatamente a una mesa, creyendo tal vez que estábamos invitados, pudiendo disfrutar de una magnífica cena, con gente muy importante de ese medio. Después de París me trasladé a Suiza a recoger a mi hija Oralia, quien estaba estudiando en la École Supérieure de Commerce en Montchoisi. Tomamos mi hija y yo un avión luego a Budapest, estando todavía esa ciudad con pocas facilidades para el turismo, dado el dominio comunista que entonces ahí imperaba. Después de Budapest pasamos a Viena, hospedándonos en el Hotel Imperial, en donde el día anterior lo había dejado el presidente Luis Echeverría Álvarez en su gira por Europa. Después de Viena dejé nuevamente a mi hija en Suiza y regresé a Monterrey. 270


Mi Paso por la Vida

En 1997 fui invitado por una compañía comercial de alimentos, Productos de Maíz, S.A., a España, titulado el viaje “Derby Madrileño” para presenciar el juego “clásico” de futbol entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid, en el estadio Santiago Bernabéu. Al presenciar este evento en un magnífico palco, inmediatamente pegado al mismo, en la parte baja, se encontraba un matrimonio con sus tres hijos, y dentro del palco nos acompañaba un señor español empleado de la compañía alimenticia Knorr, quien portaba una camiseta del equipo Atlético ya que él había pertenecido a las juventudes de ese equipo, y estando nosotros en el área que normalmente ocupan los seguidores del Real Madrid, al ver nuestro vecino al portador de emblemas y seguidor del Atlético de Madrid, éste se enfureció y empezó a insultarlo, inclusive a golpear el vidrio que protegía nuestro palco, al grado que tuve que pedirle a nuestro amigo que se quitara su camiseta y su gorra del Atlético para calmar al fanático aficionado del Real Madrid. Esto demuestra la gran pasión de los aficionados españoles seguidores de su equipo. Después de mi estancia en la capital española y visitar nuevamente El Escorial, decidí conocer Portugal, trasladándome a Lisboa donde permanecí un par de días. Luego de ahí renté un automóvil Mercedes Benz con chofer que me trasladó a Fátima, y cuyo trayecto fue de lo más bonito e interesante, habiendo tomado muchas fotografías en un rollo de transparencias. Al estar ya frente al santuario de Fátima donde fueron las apariciones de la Virgen a los tres pastorcitos en el año de 1917, siendo la una de la tarde con un cielo totalmente despejado y un sol resplandeciente, al tratar de tomar fotos en ese lugar tuve un problema con mi cámara, al grado que ya desesperado, abrí ésta para mover el rollo y donde al hacerlo estaba yo seguro que lo había echado a perder, velando el mismo por la luz intensa que penetró en la cámara abierta; volví a tratar de cerrar la misma, pero jamás ya pude tomar ninguna foto, diciéndole a la Virgen: “Virgencita, venir hasta acá y no poder tomar una foto de este lugar, como recuerdo”. Después de asistir a misa en el magnífico santuario donde están enterrados los videntes Francisco y Jacinta, salí de ahí y pregunté dónde podía arreglar mi cámara, me dijeron que a sólo dos cuadras de donde 271


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estaba había una casa de venta de artículos fotográficos, a donde acudí exponiéndole a la dependienta mi problema. Me dijo ella: “Voy a sacar su rollo en cuarto obscuro y revisar su cámara”; después de esto me entregó el rollo y me dijo: “mire todo lo que tiene es que se rompió el broche de la cerradura de la tapa, pero si usted pone un rollo nuevo y le ponemos una cinta scotch para cerrarla, usted puede seguir tomando fotografías, y ya que esté usted en Lisboa, ahí hay una casa representante de la Canon que pueden repararla”. Regresé entonces nuevamente a tomar las fotografías que antes no pude hacer. Al llegar nuevamente a Lisboa me trasladé a ese establecimiento de la Canon y lo que hicieron fue darme una nueva tapa, inclusive ésta más moderna, con una ventana para cerciorarse si estaba corriendo o no el rollo, con lo cual quedó plenamente solucionado mi problema. Llegando a Monterrey y ya no habiendo manera de que en México revelaran los rollos Kodachrome de transparencias, en la ciudad de McAllen mandaron a Houston todos los rollos tomados, y cuando éstos regresaron, ya con transparencias, cuál no sería mi sorpresa, que todas las fotografías habían salido perfectas, inclusive el rollo que yo pensaba se había velado, ya que lo había expuesto con esa luz intensa que antes dije; todo ese rollo salió con fotografías muy buenas, inclusive siendo de 36 exposiciones, tomé en él 38, más de lo que normalmente un rollo tiene capacidad. Desde luego considero que la petición que le hice a la Virgen en la explanada de Fátima fue oída y milagrosamente las fotografías se salvaron. Estando en Lisboa recorrí los lugares aledaños y asistí al Casino “El Estoril” donde presencié un magnífico espectáculo acompañado de una muy buena cena. Por cierto el Sr. Rodolfo González Garza, entonces cónsul de Portugal en Monterrey, visitó uno de los municipios conurbados de Lisboa, Oeiras, y siendo yo alcalde de San Pedro Garza García, me fue a visitar, diciéndome que ese lugar, por su dinamismo, se parecía a San Pedro Garza García, y habiéndole él comunicado al alcalde portugués, éste, por varios años estuvo enviándome el boletín de actividades de esa ciudad.

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Mi Paso por la Vida

Luego regresé a Madrid para continuar a la Ciudad de México y Monterrey. En julio de 1999 fui invitado por la compañía de Productos de Maíz (Knorr) a un viaje a Paraguay con el propósito de asistir a un juego de futbol de la “Copa América 99”, en Ciudad del Este, que antes llevaba el nombre del dictador Stroessner, próximo a las cataratas del Iguazú, hospedándonos en el Hotel Internacional Foz al pie de las mismas, éstas de una grandeza y belleza inigualables. Me encontré una vez en una revista un artículo del escritor Vicente Leñero, que describe en forma magistral estas cataratas, texto que me voy a permitir transcribir:

Una Experiencia De Vida: Iguazú “Nada como Iguazú. Nada como el fragor continuo, inalterable, de ese manto de luz de finísima urdimbre que se extiende y curvea y da la vuelta y sigue mientras devela a tramos el verdegris de la eterna montaña. Ese rumor arrulla como la madre al niño que se espanta de tanta majestad. La majestad de ríos derramados ahí, en el Iguazú, ahí, donde el turista no se la puede creer que exista una belleza tal. Una belleza que no pudo pintar artista alguno. Que ningún arquitecto se pudo imaginar siquiera porque la altura, el vaho, la brisa que desprenden las aguas, el ritmo de una orquesta sinfónica, el corazón abierto de un paisaje, no es algo que se invente de pronto en un papel o que se pueda imaginar cualquiera como invención o sueño personal. Está ahí, para siempre, desde que Dios es Dios. El turista las oye desde lejos, mucho antes de llegar al Iguazú. Cansado de viajar por aire o carreteras presiente a la distancia lo que se va a aparecer de pronto con el solo escuchar de ese rudo fragor. Ahí está. Y ahí aparece como una catedral…; qué digo catedral; qué digo obra de arte ya que el arte del hombre se vuelve insuficiente al compararlo con esa maravilla natural. 273


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El turista lo dice con un lugar común (no tiene otra manera de decirlo, caramba): ‘No hay palabras’. De veras no hay palabras, señoras y señores, para explicar lo que se siente aquí por dentro donde bombea emocionado y tierno el corazón. Ni siquiera las fotos, aun perfectas, transmiten ese pasmo, ese azoro, ese miedo tenaz cosquilleando en el cuerpo cuando uno se detiene ante la gran barbaridad que representa ese mantón de agua incontinente como si el mundo fuera a terminarse en aquel mismo instante. Por eso los suicidas megalómanos (una decena al año, me murmura al oído un guía que lo tiene prohibido) van allí a tirarse como piedras en el loco desplante de buscar el infierno. Las cataratas rugen para siempre. Nunca descansa el ruido y uno se acuesta y oye, y sigue oyendo al despertar la sinfonía perfecta por necia y por monótona como el Bolero de Ravel. Las pasarelas de concreto, todas con barandal de fierro, conducen al turista por largos vericuetos para abarcar los rumbos de la lluvia-paisaje, de la lluvia-poema, de la lluvia-sonido siempre a un lado o de frente. Se avanza con cuidado como avanzaba el Dante, con su Beatriz a un lado, recorriendo el clamor del Paraíso. Eso es el Paraíso, dicho sea sin hipérbole. El Paraíso aquí. El Paraíso hoy. El Paraíso nuestro que se filma o retrata con cámara y video porque se hace imposible a los turistas reprimir el intento de llevarse a su casa, a su recuerdo, la feliz experiencia. No se logra jamás. No se consigue. La memoria es mejor, una ilusión al menos. Hay muchas maneras de vivir la experiencia del Iguazú: Sintiendo la llovizna al caminar el andador, subiendo sin temor al helicóptero (tirabuzón en vuelo) que se ofrece a turistas y viajeros, o tomando la ruta del Parque Nacional y ahí, en un catamarán (que es una lancha inflable) embarcar por el río y dejarse llevar hasta el punto en que uno cruza valiente, por detrás, entre el agua cayendo y las agrestes rocas de los límites pétreos del paisaje.

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Eso quiere decir: entrar en el paisaje, ser sólo por momentos una parte pequeña del paisaje. La aventura completa la experiencia. La hace suya el turista. Se la apropia. La vive y se la lleva para soñarla a solas durante mucho tiempo. Nada de veras, deveritas (así decía mi madre), como viajar, como mirar, como vivir el Iguazú”. Hasta aquí el artículo de Leñero. Después visitamos mi mujer y yo Buenos Aires, hospedándonos en el Hotel Sheraton, encontrándonos con gente culta, educada y amable. Luego fuimos a Santiago de Chile hospedándonos también en el Hotel Sheraton, visitando la ciudad para después tomar el avión de regreso a Monterrey vía la Ciudad de México. He hecho otros viajes a Europa con mis hijos, yernos y nueras y a veces con algunos nietos mayores. Hemos visitado Inglaterra, una parte de Escocia, luego los maravillosos Fiordos de Noruega. Otras veces en barco por el río Danubio, yendo desde Alemania hasta Hungría. Luego en el Lago Como, en el hermoso Hotel Villa D’ Este, donde celebré mi 80 aniversario de vida, habiendo organizado mi hijo Gabriel una misa con un sacerdote Legionario de Cristo, a quien invitó y vino de una ciudad italiana; misa que se celebró privadamente en una pequeña y bella iglesia a unos cuantos pasos del hotel. Luego tuvimos una espléndida cena en uno de los salones privados, pasando un simpático vídeo elaborado por Gabriel. Desgraciadamente mi mujer no pudo ir a este viaje por un problema de su columna vertebral, que ocasionó que mi hija Bárbara, Andrés, su esposa y yo tuviéramos que regresarnos de Inssbruck a Monterrey, pues hubo necesidad de operarla en el Hospital San José tan pronto como llegamos a casa. Afortunadamente la operación fue todo un buen éxito, quitándosele de inmediato el dolor que la aquejaba. Mi hijo Alejandro, Jaime mi yerno, Gabriel y su esposa Paulina, Oralia mi hija y mi yerno Johnny, prosiguieron el viaje hasta Florencia y parte 275


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de la Toscana. Felipe mi hijo y su esposa Victoria tampoco fueron a ese viaje, debido que a Felipe le dio un ataque de apendicitis una semana antes de salir, y tuvieron que operarlo de emergencia. En el año de 1975, a raíz de la amistad que hice con Daniel Carrasco, representante en Monterrey de la Compañía Air France, en el viaje que hice a Europa, éste al llegar a Monterrey me obsequió un boleto de avión para un vuelo inaugural de París a Bangkok, Tailandia, cuyo pasaje incluía el tramo de Monterrey a México y México-París. En este viaje pagué el boleto de mi esposa para que me acompañara en todo el trayecto, y al salir de París al medio día, el personal de tierra de la Compañía Air France, en protesta, estaba haciendo paros parciales y tortuguismo para obtener mejores salarios; fue entonces que una vez abordado el avión en esa ciudad, tardamos un par de horas en salir, y al llegar a Lyon permanecimos cuatro horas adentro del mismo. En Tel Aviv, en Israel, hubo un paro también de cuatro horas sin dejarnos salir, después de ahí volamos a Teherán en Irán, en donde por fin pudimos bajar del avión, y esperar nuevamente una hora más a consecuencia del paro, de ahí el vuelo continuó hasta Calcuta en India, donde nuevamente hubo tortuguismo permaneciendo encerrado dentro de la aeronave por varias horas, finalmente llegamos al día siguiente a las cuatro de la tarde a Bangkok, hospedándonos en el Hotel Hyatt. A propósito del aeropuerto de Teherán, meses después de haber estado ahí, el techo del mismo se desplomó debido al peso de la nieve que había caído abundantemente. Al llegar le dije a mi esposa: “Vamos a descansar unos minutos para luego proceder a cenar”, y recuerdo que nos acostamos vestidos, pero en vez de despertarnos para la cena, despertamos al día siguiente a las siete de la mañana, debido al cansancio de treinta y seis horas del trayecto de París a Bangkok; cuando desperté creí que habíamos dormido un rato y la realidad fue un sueño ininterrumpido de las cinco de la tarde a las siete de la mañana del día siguiente. Después de un buen baño, pasamos a tomar un delicioso desayuno con comida tailandesa, de exquisito sabor y ligero picante. El haber dormido esa cantidad de horas (14), nos dejó sumamente descansados y aptos para proceder a conocer esa bella e interesante ciudad asiática. 276


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Después de permanecer en Bangkok varios días, volamos a Nueva Delhi en India, visitando todos los lugares interesantes, y yendo en automóvil después a Agra para visitar el famoso mausoleo del Taj Mahal. Por cierto, todo el camino por carreteras estrechas y gran cantidad de camiones y de gente, y cuya costumbre en ese país es usar constantemente el “claxon”, al grado que las defensas traseras de los camiones tenían pintado la leyenda: “Horn Please”, lo que significa “Pite, por favor”. A propósito, el chofer que llevábamos nos decía: “I am a sikh man” creyendo yo que éste era un hombre enfermo, pero se refería que pertenecía a la secta hindú de los sikhs, quienes no se cortan el pelo y éste lo cubren con un turbante. El siguiente punto de nuestro viaje fue Teherán en Irán, donde al llegar al aeropuerto a las cuatro de la mañana nos encontramos con que no habían llegado nuestras maletas, las cuales siguieron hasta París. Después de hacer las gestiones para localizarlas y poder regresárnoslas, pasamos, ya de día, al hotel sin poder cambiarnos de ropa y sin poder comprar repuestos, ya que ese día era festivo por parte de los árabes y todo el comercio se encontraba cerrado. Las maletas nos las entregaron dos días después. En Teherán, ciudad afrancesada, con avenidas arboladas y bellos edificios debido principalmente al padre del sha de Irán, quien se preocupó por embellecerla. Ahí, entre otras cosas, pudimos visitar y admirar el tesoro del Sha que supera en mucho al de la Reina Isabel II, localizado en la Torre de Londres. La entrada al recinto donde se encuentran las innumerables y valiosísimas joyas y obras de arte es una puerta de caja fuerte, semejante a las que usan los bancos. Después de Teherán llegamos a Israel sobrevolando Líbano, que en ese momento se encontraba en guerra. En Israel y particularmente en Jerusalén, habiendo pasado la famosa “Guerra de los Seis Días”, los judíos habían transformado esa ciudad, y el Muro de los Lamentos, que antes se encontraba en un callejón estrecho; tumbaron todas las casas al frente del mismo, teniendo ahora una gran explanada para atender a todos los judíos que acuden a orar al muro. Después de ahí procedimos nuestro regreso a Monterrey, vía París y Ciudad de México. 277


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En 1980 estando yo como tesorero del Ayuntamiento de Monterrey, mi amigo Daniel Salinas Martínez, quien fungía ahí como contralor, me dijo que la directora de la oficina de Monterrey de la Compañía Mexicana de Aviación, Josefina Flores, mejor conocida como la Baby (se pronuncia “beiby”), le dijo que nos invitaba a él y a mí a que conociéramos las instalaciones de Mexicana de Aviación en la Ciudad de México. Habiendo aceptado la invitación nos trasladamos a la capital donde pudimos conocer los interesantes talleres de electrónica, de motores y turbinas, así como los grandes simuladores de vuelo para aviones Boeing 727. Después en una pequeña camioneta nos llevaron a un conocido restaurante en la Zona Rosa, y en el trayecto la señorita que conducía este “tour” me dijo que me tenían una sorpresa; al llegar al restaurante la sorpresa consistió en que habían invitado también a mi amigo Jesús Berumen, director de ventas de KLM, a quien me dio mucho gusto saludarlo, y habiéndonos sentado juntos a la mesa, pudimos platicar largamente y en la conversación me dijo que quería invitarme a un vuelo inaugural de la Ciudad de México a Nueva Delhi, India. Le comenté que esa ciudad ya la conocía y que mis deseos habían sido siempre conocer Japón, desde luego agradeciéndole su propósito. Regresamos ese día nuevamente a Monterrey y tres días después mi secretaria me comunicó que me estaba llamando telefónicamente el Sr. Berumen, quien yo creía que me llamaba para pedirme que le consiguiera placas de Nuevo León para su carro, como en otras ocasiones me lo había solicitado, pero al hablar con él me dijo: “De acuerdo con lo que platicamos en México, ya te tengo el pasaje de ese vuelo inaugural que te comenté, pero en vez de Nueva Delhi, te lo puse para Bombay y como tenías interés en conocer Japón y dadas las buenas relaciones que KLM tiene con Japan Airlines, te conseguí el pasaje para que prosiguieras hasta Tokio, haciendo escala en Bangkok, y después de varios días de tu estancia en Japón, regresaras a México con escala en Vancouver”. Al platicar con el gobernador Alfonso Martínez Domínguez de mi intención de hacer ese viaje, me dijo: “Antes, los burócratas solían ir sólo a Acapulco”. 278


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Después de obtener la anuencia de don Pedro Quintanilla, alcalde de la ciudad, me trasladé un sábado a la Ciudad de México, donde también mi hospedaje estaba incluido en el paquete y de ahí tomé el avión a Frankfurt, Alemania, pagándome el hotel la misma compañía, saliendo de ahí a Karachi, Pakistán, cuyo hospedaje fue pagado también por KLM Ahí permanecí por espacio de tres días, procediendo luego a visitar Bombay, estando ahí varios días. Durante mi estancia en esa ciudad me recomendaron que fuera a conocer la Isla “Elefanta”, que se encuentra frente a Bombay. Ahí tomé un pequeño barco visitando toda esa zona, en parte, arqueológica. Al regresar, a medio camino, el motor del barco tuvo una falla y por más esfuerzos que hacían por componerlo quedamos ahí varias horas sin movernos. Ese día, en la tarde, tenía que tomar el vuelo hacia Tokio, el cual era semanal, y empezó mi nerviosismo porque el tiempo corría y no llegaba yo a tierra con suficiente tiempo para empacar y trasladarme al aeropuerto. Afortunadamente otro barco similar que venía en sentido contrario se percató del problema, se estacionó, ayudaron a detectar y arreglar la falla, pudiendo entonces proseguir. Con escaso tiempo pude llegar “raspando” al aeropuerto y tomar el vuelo a Tokio con escala en Bangkok, pero en el trayecto, en el asiento delante de mí, venía un par de japoneses y uno de ellos estornude y estornude todo el tiempo, lo cual ocasionó que al llegar a mi destino adquiriera una fuerte gripe. Después de visitar, tanto la ciudad de Tokio, como ciudades cercanas, trasladándome en tren, inicié mi regreso a México, haciendo, como dije antes, una escala en Vancouver, Canadá y al sobrevolar el volcán “Santa Elena”, pude admirar el extraordinario paisaje y bosques que había en su alrededor. Dos semanas después de pasar por ahí, el volcán hizo erupción arrasando con todo a su alrededor y destruyendo grandes extensiones de bosques. Antes de salir a ese viaje pensaba llevar mi cámara Canon, pero mi hija Bárbara me convenció que me llevara la de ella que era más liviana, con tan mala suerte que ésta me falló y prácticamente no pude lograr más que una o dos fotografías buenas. 279


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Fue así como realicé un viaje alrededor del mundo en catorce días, y no en ochenta, como lo describió Julio Verne en su libro. En el año 2006, en compañía de mi esposa, mi hijo Alejandro, mi hijo Felipe y su esposa Victoria, pudimos hacer un viaje a Asia, volando desde Los Ángeles a Hong Kong. Al día siguiente, domingo, asistí a misa en una pequeña capilla, cerca del Hotel Península donde estábamos hospedados, y al entrar, una muchacha filipina me llevó a sentar a una banca y cuál no sería mi sorpresa que a mi lado se encontraba mi amigo Lorenzo Servitje Sendra. A propósito de Lorenzo, cada vez que lo veía le decía: “Acuérdate Lorenzo que no sólo de pan Bimbo vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios”, y me contestaba: “Sí, pero sería muy bueno que así fuera”. Luego de ahí volamos a Pekín, ahora “Beijing”, en donde se vino una onda fría muy intensa, hospedándonos en el Hotel Península, visitando todos los lugares de interés, principalmente la serie de palacios imperiales de “La Ciudad Prohibida” que se inicia en la Plaza Tian´anmen en cuya entrada se encuentra un retrato gigantesco de Mao Tse Tung. Desde luego visitamos la Muralla China, y luego pasamos a Xian donde pudimos apreciar las innumerables esculturas de terracota de los soldados chinos, teniendo cada uno de ellos un rostro diferente; la extensión es inmensa y falta por descubrir varios tantos más que se encuentran cubiertos por una gran loma. La ciudad es muy bonita e interesante. De Xian pasamos a Shanghai, viendo el inmenso y rápido progreso que tiene esa ciudad y ese sector del territorio chino, ahí se encuentra un enorme y bello aeropuerto y un tren ultra rápido que flota sobre las vías y que llega a la ciudad. Volamos después a Bangkok, visitando los interesantísimos palacios y templos budistas, incluyendo el colosal Buda Reclinado, habiéndonos hospedado en otro Hotel Península a la orilla del río. De ahí nos trasladamos al puerto cercano llamado Sihanoukville, tomando el avión francés de turbohélice ATR 42 a Angkor Wat, cuyos palacios y ruinas son espectaculares; ahí estuvimos hospedados en un hotel recién construido y de gran lujo, esto está ya en Camboya. El pueblo camboyano 280


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sufrió tremendamente la cruel dictadura del Khmer Rouge, habiendo perecido miles y miles de personas. Nos contaba un joven guía que sus padres fueron asesinados por este régimen, que a toda costa quería someter al pueblo a la ignorancia, llegando al extremo de que si alguien usaba anteojos, era señal de intelectualidad y por ese solo hecho merecían o ser encarcelados o fusilados. Al regresar de nuevo al anterior puerto, el barco prosiguió después a Vietnam donde estuvimos en la capital Ho Chi Minh y cuyo nombre anterior era “Saigón”, ciudad bella e interesante, con una cantidad inmensa de motocicletas circulando por las calles. Luego, en la noche, en el restaurante de un hotel, presenciamos un espectáculo folclórico muy bello. Posteriormente el barco “Silver Shadow” nos condujo a Kuala Lumpur en Malasia, donde pudimos observar el progreso de esos países orientales, habiéndonos subido al edificio que en su tiempo fue el más alto del mundo, o sea “Las Torres Petronas”. Ahí, como a la mitad de la altura, hay un pasaje que conecta a las dos torres, y en ese momento que lo visitábamos, al estar cruzándolo, se desató una tremenda tempestad que era común en esa zona, repitiéndose casi a diario. En los primeros pisos de dicho edificio se encuentra un centro comercial muy importante. De ahí el barco siguió a Singapur, donde pudimos apreciar nuevamente el progreso de esos pueblos, el orden, la limpieza y la economía tan fuerte, cuyo nivel de vida de sus habitantes es bastante alto. Ahí conocimos también un jardín botánico bellísimo y enorme. Después de Singapur iniciamos el regreso vía Hong Kong y Los Ángeles. Al llegar a esta ciudad, habiendo visto el modernismo, belleza y limpieza de ciudades que visitamos en China, Malasia y Singapur, a mi mujer ya no le gustó Los Ángeles. También en este viaje nos acompañaron mi primo Gerardo Chapa y su esposa Magdalena. En el año 2011 en compañía de mi esposa, mis hijos, yernos y nueras, a excepción de Victoria que por razones de su trabajo no nos pudo acompañar, hicimos un viaje a los países que comprendían el territorio de 281


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la antigua Yugoslavia, no sin antes visitar nuevamente la bella e interesante ciudad de Venecia, en donde nos hospedamos en el Hotel Bauer a la orilla del Gran Canal. La razón por la cual volvimos a Venecia fue para que Paulina mi nuera, arquitecta, pudiera conocerla. Para llegar ahí tuvimos una escala en la Ciudad de México y otra en el aeropuerto de París. En Venecia tuve la oportunidad nuevamente de recorrerla a pie en casi toda su extensión en ambos lados del Gran Canal, tomando fotografías de todos los rincones. Ahí visitamos el museo propiedad de los señores Pinault, padre e hijo, suegro y esposo de la artista Salma Hayek, respectivamente, y otros museos sumamente interesantes que se encuentran en el mismo sector donde está la Iglesia “Nuestra Señora de la Salud”. Estando en Venecia, arribó el director del viaje, el Sr. Simon Butler-Madden, también llamado por la agencia de viajes “Ángel Guardián”, persona que nos acompañó en todo el recorrido hasta la ciudad de Dubrovnik. Esta persona era inglés, sumamente correcto, culto, atento y servicial, hablando perfectamente el español, además del inglés, francés, alemán y otros idiomas, cuyo conocimiento de los países que íbamos a visitar era muy vasto. Iniciamos nuestro recorrido por tierra en un autobús privado dirigiéndonos a Liubliana, la capital de Eslovenia, haciendo una escala en el Parque Regional en Divaca, situado en el sur oeste del país y que está compuesto por una red de once cuevas con huecos, hoyos y puentes naturales, siendo una cueva que comprende una vasta extensión de más de un kilómetro, cuya temperatura interior es de 12° centígrados y que en 1986 la UNESCO la catalogó como Patrimonio de la Humanidad. Liubliana ha sido capital de Eslovenia durante casi 200 años y se caracteriza por su bella arquitectura barroca. Nuestro recorrido a pie incluyó el área de los Tres Puentes, la Catedral, el Mercado Abierto, Plecnik, la Plaza Presern, el Castillo de Liubliana y la Plaza del Congreso. De ahí fuimos a Bled, visitando el lago y el castillo. Al día siguiente nos trasladamos a Croacia, visitando Maribor, que todavía pertenece a Eslovenia. 282


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Al día siguiente fuimos a Trieste, en Italia, donde pudimos visitar el Palacio de Miramar a la orilla del Adriático, que perteneció a Maximiliano de Habsburgo, que tiene unos bellos y extensos jardines. Luego estuvimos en Zagreb, la capital croata, con una tradición de casi mil años y cuyo aniversario número 900 lo celebraron en 1994. Esta ciudad es sumamente bella, habiéndonos hospedado en un magnífico hotel llamado The Regent Esplanade. De Zagreb pasamos a Opatija, un lugar de veraneo para la aristocracia italiana y austriaca, continuando el recorrido hasta Portoroz, hospedándonos en el Hotel Kempinski Palace; de ahí nos trasladamos a Split, donde en el Hotel Le Méridien Lav, tuvieron a bien destinarme, como cortesía, una enorme suite frente al mar, cuya extensión era casi tan grande como mi casa. Pudimos visitar primeramente el Palacio del Emperador Diocleciano, construido en el siglo III de nuestra era. Después visitamos la ciudad romana de Salona, que es el sitio arqueológico más grande, con ruinas romanas y de inicios del Cristianismo en Croacia, y que cuenta con un Coliseo más antiguo que el de Roma; luego pasamos a visitar Trogir, conocido como la “Joya del Adriático”. De Split visitamos una isla cercana muy bonita, habiendo comido en un restaurante típico de la región. Luego, rumbo a Dubrovnik, visitamos primero el pequeño pueblo pesquero de Ston, y llegando posteriormente a la bella ciudad amurallada de Dubrovnik, donde nos hospedamos en el Hotel Villa Dubrovnik, a la orilla del mar y de reciente construcción. Después de Dubrovnik pasamos a Montenegro para llegar a la histórica ciudad de Kotor, también nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Kotor estuvo dominada por la República de Venecia, dejando una fuerte influencia en su arquitectura. También pudimos trasladarnos al pueblo de Medjugorje, donde han habido las apariciones de la Virgen del mismo nombre y cuyo significado es “Entre Montañas”. Ahí pudimos varios de nosotros, subir al monte de la primera aparición, a las dos de la tarde con un calor casi de cuarenta grados centígrados, no teniendo un camino trazado, habiendo 283


Alejandro H. Chapa

muchísimas piedras que hacían incómodo y difícil el caminar. Visitamos también la iglesia de la Virgen de Medjugorje, y a un lado de la misma existe una escultura metálica de un Cristo donde brota de una de sus rodillas, un aceite permanentemente, y donde se forma una fila muy grande de gente para recolectar, en pequeños pañuelos, el líquido que nadie sabe cómo brota, considerándose éste como algo milagroso. Existen en esta región una gran cantidad de lagos sumamente bellos, y en uno de ellos, una isla en medio, con una iglesia muy antigua. Y en otra isla, un museo que se encuentra en la cima de la colina. De Dubrovnik volamos parte del grupo a Florencia y posteriormente a París, ya que Andrés y Cecilia, Gabriel y Paulina, de esa ciudad regresaron a México, vía la capital de Francia, haciendo escala en Barcelona. El Sr. Simon Butler-Madden, quien fue un guía excelente, de Dubrovnik se regresó a España donde reside en Madrid con su esposa española. Quiero hacer énfasis en la belleza, orden y limpieza de todos estos lugares de Eslovenia, Croacia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina, con un pueblo sumamente civilizado y amable, con carreteras estupendas, hoteles magníficos y donde, a pesar de la cruenta guerra que tuvieron a finales del siglo pasado, cuyo tiempo transcurrido desde su fin ha sido relativamente pequeño, no se notan los estragos de la misma, sorprendiéndonos el progreso de toda esa región. El resto del grupo proseguimos en avión a Florencia, hospedándonos en el bellísimo Hotel Four Seasons, que era un palacio cardenalicio con vastos y bellos jardines a su alrededor. Ahí pudimos hacer excursiones a la ciudad de Asís, visitando la Porciúncula y luego trasladándonos a la cima donde se encuentra el convento de Santa Clara, estando en la parte inferior expuesto el cuerpo incorrupto de la Santa. Ahí también se encuentra la enorme basílica de San Francisco de Asís de dos pisos, conteniendo bellas pinturas de la vida del Santo.

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Mi Paso por la Vida

De ahí pasamos a visitar la ciudad de Perusa recorriendo entre otras cosas la parte subterránea, regresando nuevamente a Florencia. Luego volamos hacia París permaneciendo por espacio de tres días, visitando entre otros monumentos, el templo y convento de las monjas de San Vicente de Paúl, donde se encuentra también, en su iglesia, el cuerpo incorrupto de Santa Catherine Labouré; este templo está en Rue Du Bac, 140 en el “Septieme Arrondissement”, de Saint Germain de Pres. Regresamos a Monterrey, vía la Ciudad de México. Como se ve, en mi vida, Dios me ha permitido viajar mucho. He visitado 90 países en los cinco continentes40. Como decía el escritor español Vicente Blasco Ibáñez: “Hay que conocer nuestra casa antes de partir”. He gozado casi siempre de buena salud, que me ha permitido ejercer una buena calidad de vida. He tratado de comportarme siempre relativamente bien, sin que ello signifique que no haya cometido errores, faltas y omisiones, que han sido objeto de lamentaciones y arrepentimiento. Frecuentemente leo en la revista hebdomadaria francesa Paris Match, que recibo desde el año de 1958, que artistas famosos declaran: “Je ne regrette rien”, “De nada me arrepiento”, lo cual me parece una actitud soberbia, ya que en la vida siempre habrá algo que deseáramos no hubiéramos hecho o dicho. Por lo tanto, doy gracias a Dios por esta vida plena, llena de satisfacciones que me ha brindado inmerecidamente y que he podido disfrutar.

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En los 90 países están incluidas islas o territorios separados del país como Alaska, Hawaii, Islas Azores, Mallorca, etc.

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Árbol genealógico Memoria fotográfica



1. Árbol genealógico de los Chapa Salazar.


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2. Don Andrés Chapa y Doña Otilia Salazar, recién casados.

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Mi Paso por la Vida

3. Don Andrés Chapa González. 291


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4. Do単a Otilia Salazar de Chapa.

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Mi Paso por la Vida

5. Don Andrés Chapa González y su esposa Otilia Salazar de Chapa, con sus hijos Magda y los gemelos Andrés y Alejandro. c. 1930.

6. Foto de los hermanos gemelos Andrés y Alejandro Héctor Chapa Salazar, en 1930. 293


Alejandro H. Chapa

7. Alejandro H. Chapa, el Día de su Primera Comunión, la que fue en la antigua Parroquia de la Purísima Concepción, el 24 de mayo de 1937.

8.- Antiguo Templo de la Purísima Concepción demolido en 1941, en donde Alejandro H. Chapa hizo su Primera Comunión. 294


Mi Paso por la Vida

9. Alejandro H. Chapa vestido de monaguillo, en el jardín frontal del número 2002 poniente de la avenida Hidalgo. La foto fue tomada por su prima Yolanda Chapa, luego de Cantú, c. 1937.

10. Esta foto de alumnos de 2º. y 3º. de primaria del Colegio Franco Mexicano, fue tomada en el viejo edificio de la calle Hidalgo, junto a los naranjos del lado oriente, hacia junio de 1939. Corresponde al grupo de “La Casita”, que tomaba clases en la casa de la calle de Escobedo de don Carlos Pérez-Maldonado y doña Consuelo Farías de Pérez-Maldonado. Sentados: Domingo Viesca, Eduardo Sada Narro, Guillermo Zambrano Lozano, Javier González Arroyo, Francisco Garza González y Rolando Hoyt. En la segunda fila: Ismael Pérez-Maldonado, Alejandro Zambrano Fuentes, Carlos Pérez-Maldonado Jr., César García, Pedro Calderón Berardi, José Constantino Hinojosa, Benjamín Colunga, Jorge L. Garza, Fernando Sada Zambrano y Rafael Valdés Farías. Arriba: Patricio Martínez O’Dowd, Bernardo Garza Sada, Carlos Ortiz Quevedo, Belisario Rodríguez Morales, Jesús Vargas, Alejandro H. Chapa, Lorenzo Viesca, Jesús Llaguno Farías, e Ignacio Villegas. 295


Alejandro H. Chapa

11.- Antiguo Colegio Franco Mexicano, en el 856 poniente de la avenida Hidalgo, al inicio de los años treinta. En esa misma ubicación está el actual edificio, levantado a iniciativa del recordado profesor marista don Serafín García, habiendo ayudado en la promoción para su nueva edificación el Lic. Alfonso Garza Garza y cuyo proyecto arquitectónico fue del Arq. Ricardo Guajardo.

12.- Antiguo Colegio Franco Mexicano en la calle de Hidalgo. Dibujo de Efrén Ordóñez. 296


Mi Paso por la Vida

13.- Cuadro al óleo de Efrén Ordóñez, donde aparece el antiguo edificio sede de la Escuela de Ingeniería del I.T.E.S.M., en la calle de Abasolo.

14.- Esta es una fotografía del grupo de extranjeros, estudiantes de la Universidad de Columbia, que en el Verano de 1950 se hospedaron en la International House, en el número 500 de Riverside Drive en Nueva York. Tanto la International House, como el Parque y la Iglesia Interdenominacional de Riverside, fueron donados por el empresario John D. Rockefeller. Alejandro H. Chapa está hincado, en la segunda fila de abajo para arriba y es el quinto de derecha a izquierda. 297


Alejandro H. Chapa

15. Título de Alejandro H. Chapa, al recibirse como abogado de la Universidad de Nuevo León. Fechado el 16 de diciembre de 1953, firmado por el rector Lic. Raúl Rangel Frías.

16. Oralia Muñoz Elizondo, aún soltera. 298


Mi Paso por la Vida

17. Alejandro H. Chapa y Oralia Muñoz de Chapa, el día de su matrimonio religioso el 20 de abril de 1954. La foto fue tomada en la casa de don Andrés y doña Otilia, padres del contrayente, en la Avenida Hidalgo Poniente 2010 frente al Obispado.

18. En su viaje de bodas en abril de 1954, en Valle, Infiesto, Asturias, aparecen Alejandro y Oralia Chapa y junto a ellos, al pie de un hórreo, las hermanas Fernández Cantelli, Dolores (Lola) ahora de Vergés y Mariluz ahora de Prado, de la ciudad de Oviedo, Asturias. 299


Alejandro H. Chapa

19. Oralia Chapa Muñoz y Alejandro Chapa Muñoz, en “Los Pinos”, de Calzada Santa Bárbara, c. 1959.

20. Fiesta infantil de Bárbara Chapa Muñoz, c. 1961, en el jardín de “Los Pinos”, en Calzada Santa Bárbara. 300


Mi Paso por la Vida

21. Alejandro H. Chapa y Oralia Muñoz de Chapa con el capitán del barco Legend of the Seas, en un crucero por el Mediterráneo en el año de 1999.

22. Foto tomada en un crucero en el Mar Báltico en el Barco Grand Princess, en el año 2003. 301


Alejandro H. Chapa

23. Para las Bodas de Oro de Alejandro H. Chapa y Oralia Muñoz de Chapa, en la casa de Jaime Martínez Elizondo y Bárbara Chapa de Martínez, se reunió toda la familia Chapa Muñoz el 20 de abril de 2004. En la fila de abajo, en el orden acostumbrado, aparecen: Alejandro Chapa de la Garza, Cecilia de la Garza de Chapa, Oralia Chapa de Kafati, Oralia Muñoz de Chapa, Alejandro H. Chapa Salazar, Bárbara Chapa de Martínez, Dolores Victoria Rubiés de Chapa y Paulina Farías de Chapa; sentada en su regazo, está Paulina Chapa Farías. De pie: Andrés Chapa de la Garza, Andrés Chapa Muñoz, Cecilia Chapa de la Garza, Johnny Kafati Segebre, Denisse Martínez Chapa, Alejandro H. Chapa Muñoz, Sofía Martínez Chapa, Jaime Martínez Elizondo, Regina Martínez Chapa, Felipe de J. Chapa Muñoz, Bárbara Martínez Chapa y Gabriel F. Chapa Muñoz.

24. En Tetuán, Marruecos Español, foto de Alejandro H. Chapa tomada con su cámara Kodak Retina; aparecen: Ma. Nieves Blanco y Cayetano Blanco Vigil. Abril de 1948. 302


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25. Foto tomada por A.H.CH. durante el viaje que en 1948 hizo con sus padres a Europa. Aparecen en El Escorial: Elenita Sánchez, María Luisa Cantelli de Fernández, Otilia Salazar de Chapa, Andrés Chapa, Cayetano Blanco Vigil, Oliva Sánchez y Elena Sánchez de Blanco.

26. En Atlantic City, N.J., 1948, posan para la gráfica: don Andrés Chapa, el director de Canada Dry International y Alejandro H. Chapa. 303


Alejandro H. Chapa

27. En la foto aparece la Sra. Ma. Nieves Blanco de Noriega con su hija Ma. Nieves Noriega de Autrey. La primera acompañó junto con sus padres don Cayetano Blanco Vigil y Elena Sánchez de Blanco, en el viaje a Europa en 1948, a Alejandro H. Chapa y sus papás.

28. Andrés Chapa González, Juliana González de Chapa, María Chapa, luego de Villanueva, Salustiano Chapa Serna y José A. Chapa González. 304


Mi Paso por la Vida

29. Grupo de los primeros empleados de “El Gallo Abarrotes en General”, apareciendo al centro Andrés y José A. Chapa fundadores, y entre otros: Rosalío Martínez, Teodorita González, Cosme Garza Chapa y Arturo Garza Chapa. Foto tomada tal vez en 1926.

30. Esta es una fotografía del Cuadro Artístico de Casa Chapa, S.A., en el Sindicato de Empleados de la empresa. Aparecen, entre otros: Carlos J. Garza, Herminio Ayala López, Jesús González, Ma. Luisa González y Margarita Lozano Chapa. c. 1945.

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Alejandro H. Chapa

31. Esta es otra foto del Cuadro Artístico de Casa Chapa, al que mucho impulsaba don Andrés Chapa, padre de Alejandro H. Chapa. En la foto, entre otros, aparecen: Eva Chapa Cabral, Margarita Lozano Chapa, Rogelio Z. Chapa, Ma. Luisa González, Luis Montemayor, Mirthala González, Francisco Cabral, Andrés Chapa, Rubén González, Ernesto González y Carlos González Villarreal. c. 1945.

32. J.F. Kennedy 1935. Siendo en 1935 Andrés Chapa González presidente del Club Rotario Monterrey, se efectuó en el Deportivo Monterrey en la falda norte del cerro del Obispado una visita de Scouts norteamericanos. En la foto aparece, de 17 años, John F. Kennedy, luego presidente de los Estados Unidos de América. Igualmente, figuran, entre otros: Andrés Chapa González, Abiel Treviño, Samuel Valdés y Alejandro Guajardo Lozano. 306


Mi Paso por la Vida

33. En la Cruz Roja Mexicana, Delegación Monterrey, don Manuel Barragán, presidente, y don Andrés Chapa, vicepresidente, entregando la ayuda reunida para los damnificados de la inundación de 1938. Aparecen igualmente: Luz Quevedo de Ortiz, Otilia Salazar de Chapa, Jesús J. Llaguno, Antonio L. Rodríguez, Manuel Ortiz y José López Zambrano.

34. Andrés Chapa y Rogelio Z. Chapa, en el piso 12 del Edificio Chapa, en su tiempo, el más elevado de Monterrey. Se inauguró en septiembre de 1949 la planta baja y mezzanine ocupada por Galerías Artísticas, S.A., empresa mueblera de la Ciudad de México; el resto del edificio se puso en operación en enero de 1950. Está ubicado en la esquina noroeste de la avenida Padre Mier, con Emilio Carranza. 307


Alejandro H. Chapa

35. Andrés Chapa González, Lic. Francisco de P. Morales y don Leopoldo H. Palazuelos, así como los guías intérpretes observando los ciervos sagrados en Japón.

36. Foto tomada en 1940 en el hotel Fujiya en la ciudad de Miyanoshita, donde aparece don Andrés Chapa González, don Leopoldo H. Palazuelos y el Lic. Francisco de P. Morales en el viaje que hicieron al Japón, invitados por el gobierno japonés y la Confederación de Cámaras de Comercio japonesas. Aparecen también los dos intérpretes que los acompañaron, uno de ellos de nombre Shimitsu. 308


Mi Paso por la Vida

37. Foto tomada en el Palacio Nacional en la Ciudad de México, en una visita de empresarios y profesionistas de Monterrey, atendiendo a la invitación del presidente de la República, gral. Manuel Ávila Camacho a principios de 1941. Aparecen de izquierda a derecha: don Jesús J. Llaguno, don Manuel Santos, don Diego G. Sada, don Eugenio Garza Sada, don Rómulo Garza, Lic. Virgilio Garza Jr., don Manuel L. Barragán, don Salvador Odriozola, persona no identificada, don Lucio Lazcano, un guardia presidencial, Gral. Bonifacio Salinas Leal, Gobernador del Estado de Nuevo León, Gral. Manuel Ávila Camacho, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, don Porfirio González, don Prisciliano Elizondo, don Rodolfo Barragán, Dr. Francisco L. Rocha, Sr. Odriozola, don Roberto N. Garza, don Jesús Barrera, don Alberto Sada Gómez, don Andrés Chapa, Sr. Odriozola y Dr. Jesús Lozano.

38. En el Antiguo Palacio Municipal, ahora Museo Metropolitano de Monterrey, c. 1969, aparecen con el alcalde de San Antonio, Walter W. McAllister, entre otros: Alejandro H. Chapa, presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Monterrey y Eduardo Hovelman Peña, director de la misma. 309


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39. José A. Chapa Salazar, Jaime Garza González y Alejandro H. Chapa, frente a la Universidad Patricio Lumumba, ahora nuevamente Universidad de Moscú, junto a la guía rusa, en septiembre de 1962.

40. Alejandro H. Chapa y Andrés Chapa Salazar en los jardines del Palacio de Invierno de Pedro el Grande, cerca de Leningrado, hoy nuevamente San Petersburgo, en septiembre de 1962, a la orilla del Mar Báltico 310


Mi Paso por la Vida

41. Consejo de la Concanaco en Los Pinos en 1966 con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, con el objeto de apoyar la celebración de las Olimpiadas de 1968 en la Ciudad de México, siendo presidente del organismo Alfredo Santos Mazal, apareciendo entre otros, Alejandro H. Chapa como consejero de dicha institución.

42. En el Palacio de Gobierno o Casa de Pizarro, de Lima, aparecen c. 1967, de izquierda a derecha: Fernando Belaúnde Terry, presidente del Perú; Alejandro H. Chapa; dirigiéndole un mensaje a nombre de los concesionarios Philips; el Sr. Wichie, entonces director general de la compañía holandesa Philips en México y el concesionario de Morelia. El viaje lo organizó la citada compañía para premiar a sus distribuidores por haber llegado a la meta de ventas. 311


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43. Alejandro H. Chapa recibiendo la Medalla de Oro del Premio “Triunfo a la Excelencia Europea”, de manos del representante francés A la Excellence Europeenne, en el hotel Camino Real de la Ciudad de México en el año de 1975.

44. En casa de don Gustavo González Garza, durante la campaña electoral, aparecen en la visita domiciliaria: Oralia M. de Chapa, Francisco Zertuche González, Blanca Rosa G. de Zertuche, Alejandro H. Chapa, Gustavo González Garza, Irene Bolaños y Mario Sosa. 312


Mi Paso por la Vida

45. Alejandro H. Chapa, al protestar como candidato a la Alcaldía de Garza García, N.L. Aparecen en la gráfica: Prócola Morales Arizpe, Oralia Muñoz de Chapa, Alejandro H. Chapa y Benito Arámbula Casso.

46. Otra gráfica al salir del PRI Municipal y haber rendido protesta como candidato a la alcaldía del Municipio de Garza García, N.L., en donde aparecen: Francisco Zertuche, Alejandro H. Chapa, Carmen Guízar de Aguirre y Oralia M. de Chapa. 313


Alejandro H. Chapa

47. Alejandro H. Chapa, al salir del recinto del PRI Municipal de Garza García, el 19 de septiembre de 1985, después de haber protestado como candidato a la Alcaldía.

48. Durante la campaña electoral, Alejandro H. Chapa saluda a varios vecinos de Garza García. 314


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49. Felipe Zambrano Páez, Fernando Sánchez Luengas, Alejandro H. Chapa y el senador Norberto Mora Plancarte, este último, delegado del PRI en Nuevo León, en una visita domiciliaria en casa de Fernando Sánchez Luengas, durante la campaña electoral como candidato a la Alcaldía de Garza García, Nuevo León.

50. Alejandro H. Chapa protestando como alcalde de Garza García 1986-1988. A su derecha está Ismael Garza T., secretario del Ayuntamiento saliente. Fue el 31 de diciembre de 1985. 315


Alejandro H. Chapa

51. Retrato oficial del alcalde de Garza GarcĂ­a, Alejandro H. Chapa, 1986. Foto: Mario Sosa.

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52. Retrato oficial de la presidenta del DIF de Garza GarcĂ­a, Oralia MuĂąoz de Chapa, 1986. Foto: Mario Sosa.

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Alejandro H. Chapa

53. Foto del Cabildo de Garza García 1986-1988. Entre otros, aparecen: Ricardo Garza Villarreal, Alejandro H. Chapa, Juan Manuel Parás, Prócola Morales Arizpe, Cipriano Villanueva Zolezzi, Francisco Zertuche González, Arturo Fuentes Benavides, Humberto Salazar Garza, Eliézer Villarreal Villarreal, Tiburcio Sánchez Tenorio, Rodrigo Álvarez Martínez, Carmen Guízar de Aguirre y Guillermo Monsiváis Castillo.

54. Este es el equipo de trabajo de la Administración Municipal 1986-1988 de Garza García, foto tomada al inicio del periodo. Sentados: Ricardo Garza Villarreal, Alejandro H. Chapa y Juan Manuel Parás; de pie: Roberto Cantú, Alfredo González, Gustavo Villarreal de la Fuente, Patricio Sada Muguerza, José Luis Lozano Martínez, Francisco Garza Castañeda, Ninfa Delia Domínguez de los Santos, Helio Martínez Oseguera, Fernando Sánchez Luengas, Bertha Plascencia, Daniel Salinas Martínez, Magda Moreno Chapa, Lorenzo González Armida, Raúl Videgaray Miranda, Rodrigo Garza Castillón, Gerardo Flores, Francisco Zertuche González y Carlos Alberto Palomo. 318


Mi Paso por la Vida

55. Para reconocer a destacados niĂąos deportistas, Alejandro H. Chapa, ya como alcalde de Garza GarcĂ­a, entrega trofeos y menciones.

56. El alcalde Chapa se hace presente en una escuela del Municipio, para entregar diplomas a los mĂĄs avanzados alumnos. 319


Alejandro H. Chapa

57. En el balcón municipal de San Pedro Garza García, el 15 de septiembre de 1988, para dar el Grito de Independencia de nuestra máxima fiesta cívica. Aparecen en la fotografía: Claudia Zorrilla de Parás, Juan Manuel Parás, Benito Arámbula, Alejandro H. Chapa, Oralia Muñoz de Chapa y Francisco Zertuche.

58. El pueblo de San Pedro Garza García, reunido en la máxima plaza municipal, celebra la conmemoración de la Independencia de México, en la Ceremonia del Grito de 1988. La plaza, como puede advertirse, se encuentra llena. Fotografía tomada desde el balcón municipal. 320


Mi Paso por la Vida

59. El alcalde de San Pedro Garza García, Alejandro H. Chapa, saluda al alcalde de Monterrey, Luis M. Farías. c. 1987.

60. En una escuela del municipio, el alcalde de San Pedro Garza García, Alejandro H. Chapa, saluda con respeto a la Enseña Patria. 321


Alejandro H. Chapa

61. En el Palacio Municipal de San Pedro Garza García, al inaugurarse una exposición ofrecida por la Casa de Moneda de México, aparecen, entre otros: Oscar Toledano Almaguer, Francisco Zertuche, Alejandro H. Chapa, José Emilio Amores, Oralia Muñoz de Chapa, Eliseo Garza Salinas y Laura Villarreal de González. La foto es c. 1987.

62. Casi al inicio de su gestión, al dar el primer zapapicazo para una cancha deportiva en el plan del río Santa Catarina, en el “Trienio del Deporte” aparecen: Pedro Garza Castañeda, Fernando Sánchez Luengas, Alejandro H. Chapa, Juan Manuel Parás, Oscar Toledano Almaguer y Alfonso Ayala Villarreal. 322


Mi Paso por la Vida

63. Para iniciar los trabajos de lo que hoy es el pabellón “El Universo”, edificio que alberga el monumental vitral de Rufino Tamayo, aparecen en primer plano: Rafael Páez, Alejandro Guzmán y Alejandro H. Chapa. C. 1988.

64. A fin de ser testigo de honor de la entrega de cartas de pasantes de la generación 1982-1987 de la Facultad de Derecho de la UANL, el 5 de mayo de 1987, aparece junto a las autoridades universitarias Alejandro H. Chapa. 323


Alejandro H. Chapa

65. Durante tres años consecutivos, Alejandro H. Chapa se hizo acreedor al premio del Mejor Alcalde, presea concedida por el Club de Periodistas de México, A.C. Aquí, en la premiación de 1986, en Ciudad de México, con el presidente de esa asociación.

66. Alejandro H. Chapa entrega un reconocimiento a la Sra. Ma. Helena De Silva de De Silva, por su diaria labor de asistencia social, al cocinar y distribuir comida gratuitamente para las gentes más pobres del municipio sampetrino. c. 1986. 324


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67. El alcalde de San Pedro pasa revista a la Policía Municipal, luego de haber recibido un reconocimiento del Consejo Cívico de las Instituciones de Nuevo León, A.C. como la mejor Policía del Estado. En la gráfica aparecen, entre otros: Juan Manuel Parás, Manuel G. Rivero, Arnulfo Flores, Alejandro Chapa, Ninfa Delia Domínguez de De los Santos y Sergio Guerrero Chapa. c. 1986.

68. El 3 de diciembre de 1986, Alejandro H. Chapa, alcalde de San Pedro, entrega al directivo de Tránsito una de las nuevas patrullas; observa don Francisco Zertuche, alcalde suplente. 325


Alejandro H. Chapa

69. En el Cabildo de San Pedro, hacia 1986, aparecen: Francisco Zertuche, alcalde suplente; Juan Manuel Parás, secretario; Manuel G. Rivero, presidente del Comité de Tránsito y Vialidad; Alejandro H. Chapa, alcalde propietario; y Antonio González Cárdenas.

70. En la inauguración de una obra pública en San Pedro, hacia 1986, se reunieron: Francisco Zertuche, don Carlos Maldonado, presidente de la Comisión de Agua Potable del Estado de Nuevo León, Juan Manuel Parás, secretario del Ayuntamiento, Bertha Plasencia, secretaria de Desarrollo Urbano, Alejandro H. Chapa, NI (no identificado) y Francisco Garza Castañeda, director de Obras Públicas Municipales. 326


Mi Paso por la Vida

71. En un desfile patrio en la plaza principal de San Pedro, en el casco histórico, hacia 1986, se ve el contingente; observan los ciudadanos y los funcionarios.

72. En Monterrey, en agosto de 1981, siendo tesorero municipal Alejandro H. Chapa, aparecen: él mismo, don Carlos Salinas Lozano, presidente del Comité de la Cruz Verde Municipal, don Francisco Zertuche González, y el Lic. Pedro F. Quintanilla Coffin, presidente municipal de Monterrey.

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Alejandro H. Chapa

73. Dirigiéndose al Auditorio San Pedro en 1988 para dar el mensaje económico durante la campaña electoral para la presidencia de la República, el Lic. Carlos Salinas de Gortari, candidato del PRI. Aparecen también Oscar Toledano, presidente del Partido Revolucionario Institucional municipal, Jorge A. Treviño, gobernador constitucional del estado de Nuevo León, así como Alejandro H. Chapa, alcalde de San Pedro Garza García; y Alfonso Martínez Domínguez, candidato a senador por Nuevo León.

74. En el aeropuerto ‘Mariano Escobedo’, para recibir al presidente de México, aparecen: Alejandro H. Chapa, alcalde de San Pedro Garza García, y el presidente Miguel de la Madrid Hurtado. c. 1988. 328


Mi Paso por la Vida

75. Después de un Informe de Gobierno de don Alfonso Martínez Domínguez, c. 1984. Aparecen en Palacio de Gobierno: Carlos Salinas de Gortari, en representación de Miguel de la Madrid Hurtado, presidente de México; Alfonso Martínez Domínguez, gobernador de Nuevo León; Alejandro H. Chapa, alcalde de San Pedro Garza García; y la alcaldesa de El Carmen, Nuevo León.

76. Segundo Informe de Gobierno del Lic. Sócrates Rizzo. Aparece el Lic. Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda, en representación del presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, Lic. Sócrates Rizzo y Lic. Alejandro H. Chapa. 329


Alejandro H. Chapa

77. Dibujo de Efrén Ordóñez donde aparece el antiguo Palacio Municipal de Monterrey y al fondo de la calle Zaragoza, el antiguo Templo de San Francisco, quemado durante la Revolución por Antonio I. Villarreal. Del lado izquierdo, parte de la Plaza Zaragoza. En la esquina sureste del segundo piso estaba la oficina del Tesorero Municipal, Lic. Alejandro H. Chapa.

78. Toma de protesta de Alejandro H. Chapa como Contralor General del Estado ante el gobernador de Nuevo León Jorge A. Treviño Martínez, el nueve de enero de 1989. Aparecen de derecha a izquierda: Jorge A. Treviño Martínez, José Natividad González Parás, Francisco Garza Ponce, Víctor Gómez Garza, Alejandro Treviño Martínez y Alejandro H. Chapa. 330


Mi Paso por la Vida

79. Gabinete del gobernador Jorge A. Treviño; Alejandro H. Chapa era el contralor general de Estado de Nuevo León.

80. Gabinete ampliado del gobernador de Nuevo León, Jorge A. Treviño Martínez. Entre otros, aparece Alejandro H. Chapa, Contralor General del Estado, con el Gobernador, entre Francisco Rivera Bedoya y Enrique Torres López. La foto es c. 1989.

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Alejandro H. Chapa

81. Alejandro H. Chapa como delegado en Nuevo León, del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), en la oficina de la institución, c. 1994.

82. USEM Monterrey. Grupo de ex presidentes de la Unión Social de Empresarios de Monterrey, tomada en el 2002 en el 40 aniversario de su fundación, donde aparecen, entre otros: Ing. José Vicente Ferrara, Ing. Rómulo Garza Garza, Lic. Alejandro H. Chapa Salazar, C.P. Adán Elizondo Elizondo, Ing. Jorge Fernández Ruiloba, Ing. Humberto Garza Garza, Ing. Abelardo Cruz Beauregard y C.P. José A. Chapa Salazar. 332


Mi Paso por la Vida

83. En la Casa de Gobierno de Tegucigalpa, Honduras. Aparecen en 2007, en el orden acostumbrado: Johnny Kafati, secretario de Vivienda, y su esposa Oralia Chapa Muñoz de Kafati; Oralia Muñoz de Chapa; Ricardo Maduro, presidente de Honduras; Alejandro H. Chapa Salazar, don Salomón Kafati y Alejandro H. Chapa Muñoz.

84. Con Felipe González, ex presidente de España, en el Tecnológico de Monterrey. 333


Alejandro H. Chapa

85. Visita del ex presidente chileno Eduardo Frei al Tecnológico de Monterrey. Foto tomada en uno de los salones del Auditorio Luis Elizondo, en donde aparecen entre otros: Ramón de la Peña, Juan Celada Salmón, Othón Ruiz Montemayor, Noel Orozco, Alejandro H. Chapa, Eugenio Garza Lagüera, Eduardo Frei, Rafael Rangel Sostmann, José Antonio Fernández Carbajal, Héctor Santos y Eliseo Vázquez.

86. En febrero de 2011, para la Reunión de Consejeros del ITESM., efectuada en el EGADE del mismo instituto, el orador principal fue Tony Blair, ex primer ministro de Gran Bretaña. En la foto: Oralia Muñoz de Chapa, Tony Blair y Alejandro H. Chapa. 334


Mi Paso por la Vida

87. Esta es la última sesión a la que asistió Alejandro H. Chapa como consejero, luego de 34 años de pertenecer al consejo del ITESM. Esta junta fue en la Escuela de Graduados, en San Pedro Garza García. Aparecen sentados: Rogelio Zambrano Lozano, Alberto Santos de Hoyos, Miguel Schwartz, Eva Garza Lagüera de Fernández, José Antonio Fernández Carbajal, Lorenzo Zambrano Treviño, Salvador Alba Gómez, Alejandro Garza Lagüera, Othón Ruiz Montemayor, Federico Terrazas y Alejandro H. Chapa. De pie: Federico Sada González, Fernando Elizondo Barragán, Ricardo Martín Bringas, Enrique Zambrano Benítez, Eugenio Garza Herrera, Tomás Milmo Santos, Eduardo Garza T., Alfonso Garza Garza y Noel Orozco. Ausentes: Susana Canales de Odriozola y Mariana Garza Lagüera de Treviño. Año 2011.

88. Fotomontaje donde aparecen Alejandro H. Chapa, su avión y, al fondo, la Sierra Madre Oriental. c. 1990. Foto tomada por Antonio Irizar. 335


Bibliografía

Alanís García, Lilia Idalia; Salazar de Cavazos, Amelia Marta; y Salazar Tamez, Emilio. Allende, ayer y hoy, Dirección de Acción Cívica y Editorial del Gobierno del Estado de Nuevo León, Monterrey, 1986. Cavazos Garza, Israel. Breve historia de Nuevo León, Primera edición, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, México, 1994. __________Diccionario biográfico de Nuevo León. Grafo Print Editores, Monterrey, 1996. Comisión de Historia. Los hermanos maristas en México. Primera etapa: los pioneros, 1899-1914, Editorial Progreso, México, 1977. Covarrubias, Ricardo. Las calles de Monterrey, Tomo I (A-D), Tip. Garza y Jiménez, Monterrey, 1947. Chapa, Juan Bautista. Historia del Nuevo Reino de León de 1650 a 1690. Estudio preliminar y notas por Israel Cavazos Garza y prólogo por Alejandro H. Chapa Salazar, Monterrey, 1991. Chapa Salazar, Alejandro H. Datos históricos de Valores Corporativos, S.A. y del Grupo Chapa, S.A. de C.V. (Mimeo), San Nicolás de los Garza, 2003. González Caballero, Manuel. Marín, N.L., mi pueblo, mi gente…, Serie Los Comanches 49, Centro de Información de Historia Regional, UANL, Monterrey, 2002. Grousset, Bernardo y Meissonier, Andrés. La Salle en México. Segunda etapa, 19211947, Provincia de México de los Hermanos Lasallistas, Distrito de México Norte, México, 1982. Mendirichaga, José Roberto. Jesús y Vique Llaguno, una pareja inolvidable, Primera edición, Editorial Font, Monterrey, 2011. Mendirichaga, Rodrigo. Cien años de comercio en Monterrey, Asociación de Editores y Libreros de Monterrey, A.C.-Canaco Monterrey, Monterrey, 1983. __________Perfiles de emprendedores del comercio en Nuevo León, CANACO Monterrey, Monterrey, 1992. Varios Autores. Crónicas municipales del Estado de Nuevo León, Tomo I, Conarte, Monterrey, 2006. 336


Ă?ndice onomĂĄstico



Mi Paso por la Vida

A

Academia Mexicana de la Historia: 11, 17 Águila Flores, Mario: 98 Aguirre de Salazar, María del Pilar: 39 Albo, José: 74 Albo, Ignacio: 47 Albuerne, Rubén: 44 Albuerne, Miguel: 77 Alianza Francesa: 80 Almaraz, Germán: 68 Alvarado Ortiz, Horacio: 190 Álvarez, Carlos: 40, 110 Álvarez del Castillo, Enrique: 267 Álvarez Martínez, Rodrigo: 247, 318 Amescua Romero, Alfredo: 155 Amores, José Emilio: 260, 322 Ancira, María: 120 Andrade Cossío, Leopoldo: 230 Andrew Almazán, Juan: 44 Antírico, Jorge: 172 Arámbula Casso, Benito: 254, 313 Aranguren, Fernando: 60, 61, 63, 155 Arbor, Ann: 103, 130, 131 Arechavaleta Palafox, Fernando: 101, 104 Arizpe Santos, Emilio: 152 Armendáriz, Ana María: 173 Armendáriz, Pedro: 86 Arredondo Arrambide, Armando: 97 Arredondo, Fernando: 106 Arriaga, José Enrique: 91 Arroyo, Alejandro: 172 Aseguradora del Norte S.A.: 152 Asociación de Cámaras de Comercio: 53 Asociación de Pilotos y Propietarios de Aviones A.C. (A.P.P.A.): 119, 153 Asociación Regiomontana de Distribuidores de Aparatos Domésticos A.C. (A.R.D.A.D.): 153 Asociaciones Nacionales de Jefes de Empresa: 160 Astey Vázquez, Luis: 73, 74 Ávalos Vez, León: 73 Ávila Camacho, Manuel: 34, 66, 309 Ayala Contel, Rogelio: 259 Ayala González, Abraham: 34 Ayala Rodríguez, Alonso: 102, 132 Azcárraga de Belden, Enriqueta: 33 Azcárraga Milmo, Emilio: 38 Azcárraga Tamayo, Gastón: 155 Azcúnaga, Francisco: 266 Azuara, Constantino: 172 Azuara, Francisco: 172 Azul, Alejandro: 47

B

Banca Confía S.A.: 153 Banca Serfin S.A.: 153, 267 Bancrecer, S.A.: 153 Banco de Nuevo León: 73, 93 Banco del Pequeño Comercio S.A.: 153 Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (BANOBRAS): 61, 153, 230, 261 Banco Obrero S.A.: 152 Banorte S.A.: 65, 153 Banquells, Rafael: 51 Barragán de Garza, Flora: 24, 43, 53 Barragán Escamilla, Manuel L.: 155 Barragán Schwarz, Roberto: 74 Barragán Schwarz, Rodolfo: 74 Barragán Villarreal, Fernando: 73 Barrera, Rosa Elia: 33 Basagoiti, José María: 155, 217 Basave Fernández, Agustín: 50, 24, 102, 103, 262 Basurto, Luis G.: 86 Batista, Fulgencio: 43, 114 Battista Schiappapria, Giovanni: 26 Bautista Chapa, Juan: 13, 25-29 Belaúnde Terry, Fernando: 214, 217, 311 Belausteguigoitia, Iker:155 Belden Azcárraga, Alejandro: 34 Belden, Eduardo: 33 Belden, Jorge: 178 Benavides Pompa, Felipe de J.: 178 Benavides Pompa, Idalia: 179 Benavides Pompa, Jaime: 135, 139, 143 Bertrand Rangel, Víctor: 67 Berumen, Jesús: 178, 182 Blanco de Noriega, María Nieves: 118, 304 Blanco Vigil, Cayetano: 81, 91, 302, 303, 304 Bortoni Urteaga, Graciano: 245 Bravo Ahuja, Víctor: 179-182 Bremer, Eduardo: 47 Brunet, Christian: 80, 81 Burke, Marian E.: 147 Burkhard, Leo C.: 67

C

Caballero Escamilla, Raúl: 157, 240 Calderón Berardi, Pedro: 35, 295 Calvi, Francisco: 70 Cámara de Comercio: 14, 55, 155, 177, 178, 182, 190, 191, 221, 231 Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo: 155, 183, 190 Camelo Martínez, Julio: 221, 222, 228, 230, 231, 254 Cámpano, Ernesto: 98

Campero de Farías, Carolina: 43 Campos Salas, Octaviano: 218 Canal 6 de Televisión Independiente de México (T.I.M.): 38 Canchola, Ernesto: 147 Canto, Alberto del: 25 Cantú Cerna, Napoleón: 106, 180 Cantú de De la Garza, Magdalena: 35 Cantú Flores, Roberto: 247 Cantú Leal, Ricardo: 68 Cantú Segovia, Eloy: 255 Cantú, Francisco Esteban: 68 Cantú, Virginia: 33 Carbajal, Luis de: 11, 233 Cárdenas Stille, José: 58 Cárdenas, Lázaro: 33 Carrasco, Daniel: 269, 270, 276 Carroll, Penn L.: 120, 124, 126, 130, 132 Carvajal y de la Cueva, Luis de: 233 Casa Chapa S.A.: 23, 45, 50, 71, 72, 101,102, 115, 116, 149, 150, 152, 214, 224, 227, 228, 305, 306 Casas Bernard, Fernando:155, 211 Castillón, Oscar F.: 66 Castro, Fidel: 114, 200 Cavazos Castaño, Alfonso: 190 Cavazos Garzas, Israel: 11, 17, 20, 25, 26, 27, 29 Cejudo Méndez, Juan: 190 Celulosa y Derivados S.A.: 93 Centro Cultural Universitario: 98 Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León: 26 Centro Mercantil de Monterrey S.A.: 72 Cervantes Vega, Humberto: 246 Cervantes, Joaquín: 172 Cervecería Cuauhtémoc: 38, 112 ,167 Chapa de Martínez, María Elizondo: 115 Chapa de Serna, Guadalupe: 49 Chapa González, José A.: 91, 152, 266, 304 Chapa González, Andrés: 23, 49, 67, 291, 293 304, 306, 308 Chapa González, Ricardo: 91 Chapa Hermanos: 152 Chapa Muñoz, Alejandro: 19, 300 Chapa Salazar, José A.: 124, 310, 332 Chapa Salazar, Alejandro H.: 9, 12, 302, 332, 333 Chapa Salazar, Jorge A.: 178 Chapa Salazar, Marta A.: 52 Chapa Serna, Salustiano: 29, 304 Chapa Zárate, Raúl: 219 Chapa, Dionicio: 29 Chapa, Ma. Luisa: 33

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Alejandro H. Chapa

Chapa, María: 54, 304 Chapa, Mario: 150 Chapa, Patricia: 59 Chapa, Ricardo J.: 55, 91, 105, 115, 149 Chávez, Carlos: 70 Chávez, Daniel: 247 Chávez, Ignacio: 131 Churchill, Winston: 129 Clinton, Bill: 73 Club Campestre de Monterrey A. C.: 38, 138, 154 Club Deportivo Monterrey: 66 Club Industrial, A.C.: 154, 186 Club Rotario de Monterrey: 56, 306 Club Sembradores de Amistad: 26, 27, 56, 110, 143, 154, 170 Cobo, Roberto “Calambres”: 51 Coindreau, José Luis: 74, 178, 191 Colegio del Sagrado Corazón: 35, 40 Colegio Franco Mexicano: 33, 37, 43, 44, 52, 63, 80, 97, 99, 105, 109, 149, 295, 296 Colegio José Calderón: 110 Colegio Justo Sierra: 35 Comercial Chapa S.A.: 115 Comercial Manuel Martínez: 115 Comité de Drenaje Pluvial: 257 Comité Pro-construcción: 153 Compañía de Seguros El Mundo: 152 Compañía de Turismo Pérez-Maldonado: 196, 220 Compañía Federal Mogul: 218 Compañía Holandesa Philips: 214, 311 Compañía Hulera Euzkadi S.A.: 149, 218 CONASUPO: 177 CONCANACO: 53, 153, 177, 178, 191, 311 Conductores Monterrey, S.A.: 168, 171, 218 Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio: 53, 153, 177, 187 Confederación de Pilotos de la Segunda Guerra Mundial: 245 Confederación de Trabajadores de México (CTM): 240 Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP): 240 Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX): 157, 164 Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC): 240 Confederación U.S.E.M.: 153 Consejo Central de Delegados (CCD): 160 Consejo Central de Delegados para América Latina (CCDAL): 160 Consejo de Corpotex, S.A. de C.V.: 153 Consejo de la Maternidad Conchita: 154 Constantino Hinojosa, José: 34, 43, 295 Cornejo, Julia: 34 Corpus Christi: 47, 140 Corripio Ahumada, Ernesto: 43 Costa Costa, Antonio: 52 Crescenciano Garza Rivera (murales): 25 Cruz Beauregard, Abelardo: 158, 332 Cruz Roja Mexicana: 43, 56, 307 Cruz, Hermelinda de la: 173 Cuéllar, Artemio: 223 Cueva Domínguez, Genaro: 152

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D

Dávila Treviño, Bernardo: 106 Dávila Treviño, Ricardo: 106 Dávila, Ramiro: 68 De Anda y de Anda, Lorenzo: 226 Delano Roosevelt, Franklin: 66,129 Delon, Alain: 269, 270 Departamento de Drogas de Casa Chapa S.A.: 71, 72, 150 Departamento de Refacciones y Llantas de Casa Chapa S.A.: 71, 102, 115, 149, 150 Díaz Ordaz, Gustavo:14, 56, 177, 182, 185, 189, 217, 311 Díaz, Adolfo: 150 Domene de Rangel, Romelia: 79 Domene, José: 69 Domingo, Plácido: 51, 52 Domínguez de De los Santos, Ninfa Delia: 247, 251, 258, 325

E

F

Echavarría, Jesús María: 43 Echeverría Álvarez, Luis: 157, 179, 181, 182, 189, 191, 192, 270 Edificio Chapa: 52, 116, 307 Eisenhower, Dwight D.: 120, 129 Elías Calles, Plutarco: 33 Elizondo Barragán, Fernando: 46, 335 Elizondo Chapa, Consuelo: 49 Elizondo Chapa, María: 47, 115 Elizondo de Hernández Ochoa, Esperanza: 47 Elizondo de Montemayor, Consuelo: 47 Elizondo, Eduardo A.: 106, 153, 179, 182, 184 186, 225, 227, 244 Elizondo, Erie: 91 Elizondo, Juan Manuel: 12 Elizondo, Minerva: 89 Elizondo, Prisciliano: 120, 309 Elizondo, René: 137, 138 Elizondo, Rogelio: 62 Elosúa Farías, Bernardo: 43, 57, 67, 159, 182, 249 Elosúa Muguerza, Bernardo: 182 Embil, Pepita: 51, 52 Escuela Hogar Nuestros Pequeños Hermanos A.C.: 153, 167 Espino y Silva, Alfonso: 91 Espinosa Yglesias, Manuel: 267 Eugenio Ortiz, Jorge: 46

Fábregas, Manolo: 51 Farías de Llaguno, Virginia: 43 Farías Lecea, Roberto: 68 Farías, Juan S.: 36, 43, 67 Farías, Luis M.: 12, 106, 182, 184, 222, 227, 231, 232, 233, 240 247, 320 Farmacia Benavides: 72, 145 Farmacia Principal: 72 Faz Felán, Edmundo: 97 Faz Rodríguez, Oscar: 98 Félix, María: 86 Fernández, José (El Gallo): 97

Fernández, Lucio: 98 Ferrara, Vicente: 162, 332 Ferrigno, Miguel Ángel: 102 Flores de la Peña, Horacio: 183 Flores de la Rosa, Ricardo: 171, 223, 225, 228 Flores Peña, Florencio: 98 Flores Torres, Óscar: 9 Flores Varela, Isaac: 234 Flores Varela, Manuel: 234 Flores, Rafael: 172 Fray Servando: 11, 25 Frechette, Richard: 167 Fuente, Jesús M. De la: 68 Fuentes Benavides, Arturo: 247, 318 Fuentes, Mario: 233 Fundación Familiar : 266 Fundación Kellog: 130 Fundación Maiz Velarde: 152, 266

G

Gamboa, Carlos: 150 Gaona, Gonzalo: 172 García Cirilo, Manuel: 246 García de Quevedo, Michael Y.: 67 García Gil, Job de la Soledad: 43 García Lomelí, Sergio: 169, 172 García Martínez, Gerardo: 68, 69 García Máynez, Eduardo: 101 García Naranjo, Nemesio: 12 García Roel, Fernando: 179, 180 García, César: 35, 295 Garfias, Ernestina: 51 Garza Calderón, Francisco: 38, 97, 178 Garza de Clariond, María: 72 Garza de Guajardo, Carmen: 135 Garza de la Cavada, Roberto: 97 Garza de Zambrano, Rosario: 154 Garza García, Genaro: 262 Garza Garza, Alfonso: 162, 178, 296, 335 Garza González, Francisco: 34, 70, 93, 295 Garza González, Mario: 178 Garza Guzmán, Francisco: 78, 220 Garza Jr., Virgilio: 36, 37, 43, 67, 94, 104, 159, 309 Garza Lagüera, Alejandro: 68, 70, 78, 155, 335 Garza Lagüera, Eugenio: 179, 334 Garza Lewels, Joaquín: 91, 97, 101, 103, 113, 231 Garza Plaza, Adrián: 178 Garza Sada de Fernández, Margarita: 123, 256 Garza Sada, Bernardo: 38, 110, 144, 145, 295 Garza Sada, Dionisio: 133, 177, 243 Garza Sada, Roberto: 42, 67, 73, 76, 91 Garza Salinas, José Ma.: 74 Garza Sepúlveda, Javier: 36 Garza Sepúlveda, Lorenzo: 178 Garza T., Ninfa: 92 Garza, Andrés V.: 45 Garza, Arturo: 72, 305 Garza, Arturo B. de la: 99, 100 Garza, Carlos de la: 35, 36 Garza, Carlos J.: 47, 72, 305 Garza, Daniel de la: 223


Mi Paso por la Vida

Garza, Isaac: 72, 90, 115, 134, 149 Garza, Jorge L.: 58, 69, 73, 76, 107, 137, 146, 168, 171, 173, 179, 218, 243, 295 Garza, José L.: 133 Garza, Jr., Vigilio: 36, 37, 43, 67, 94, 104, 159, 309 Garza, Julio: 62 Garza, Lucas de la: 249, 250 Garza, Roberto N.: 24, 43, 44, 72, 309 Garza, Rolando de la: 178 Garza, Rómulo: 67, 91, 309, 332 Garza, Rosita: 47 Garza, Sergio Francisco de la: 120 Gaudí, Antoni: 87 Gide, Charles: 101, 105 Gómez Garza, Víctor: 180, 224, 263, 330 Gómez Morín, Manuel: 45, 57, 262 Gómez Robledo, Antonio: 74 Gómez, Enrique: 37 González Arroyo, Javier : 35, 65, 295 González Barrientos, Guillermo: 131 González Camarena, Jorge: 74 González de Chapa, Juliana: 24, 38, 304 González de Garza, Rosario: 43 González Domene, Ernesto: 68 González González, Alfredo: 29, 247, 250, 252 González Guzmán, Ricardo: 59 González Irigoyen, Rómulo: 101 González Mendoza, Guillermo: 46, 116, 179 González Múzquiz, José: 155 González Navarrete, Guillermo: 151 González Parás, José Natividad: 106, 248, 330 González Peña, Carlos: 68, 74 González Rueda, Raúl: 77 González Sáenz, Leopoldo: 230, 232 González Salazar, Roque: 98 González Saldaña, Omar: 119 González Sánchez, Francisco: 51 González Segovia, Alfonso: 168-171 González, Eleuterio: 45, 150 González, Jesús D.: 243 González, Joaquín: 102 González, Luis Lauro: 31, 68, 135 González, Oscar: 150 González, Pablo: 65, 242 González, Rubén: 150, 306 González, Virginia: 120 Graciano de Andonie, Silvia: 257 Grant, Ulises: 121 Grupo Alfa, S.A.: 235 Grupo Chapa S.A. de C. V.: 152 Grupo financiero Inverlat: 153 Grupo Vitro S. A.: 50 Guajardo Lozano, Alejandro: 24, 152, 306 Guajardo Rangel, Fernando: 63, 105 Guajardo Suárez, Roberto: 73, 74, 217 Guajardo, Carlos I.: 51 Guerra, Alejandro: 36 Guerra, Eulalio: 98 Guerra, Ricardo: 70 Guerrero, Anacleto: 37 Guiesecke, Dora: 74 Guiesecke, Guillermo: 67

Guízar de Aguirre, Carmen: 247, 313, 318 Gutiérrez Prado, Juan Regino: 146 Gutiérrez, Hernán (El Sargento): 90 Guzmán Luna, Plutarco: 98

H

Hank González, Carlos: 177 Hauser, Alberto: 38 Hernández Flores, Lorenzo: 69 Hernández Raudal, Ciro: 218 Hernández Santos, Rogelio “Kikapoo”: 73, 225 Hernández, Roberto: 267 Hernández, Tony: 140, 142 Herrera Carrillo, Pablo: 74 Herrera Hosking, Fernando: 225, 239-241 Hilados del Norte, S.A.: 154 Himes, Esthela: 33 Himes, Federico: 33 Himes, Herbert: 33 Hinojosa Berrones, Emilio: 101 Hinojosa, Beatriz: 119 Hospital Inglés: 34 Hospital Muguerza: 51, 78, 173, 228 Hovelman Peña, Eduardo: 178, 309 Hoyos Santos, Gilberto de: 151 Hoyt, Rolando: 34, 295

I

Iglesia de la Purísima Concepción: 37, 42, 43 Iglesia de la Votiva: 58 Iglesia de Nuestra Señora del Carmen: 60 Iglesias, Javier “Franco”: 52, 106 Iglesias, Eduardo: 48, 56 Innovación y Conveniencia S.A. de C.V (ICONN): 31, 152 Instituto Mexicano del Seguro Social: 72, 164, 187 Infonavit: 89, 164, 187, 254, 265-267, 332 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey : 73, 98, 100, 120, 143, 153, 168, 172, 179, 266 Institute of Latin American Studies: 153 Irizar, Antonio: 256, 335 Izquierdo, Héctor: 123

J

Jaime Ramírez, Carlos: 44 Jaime Ramírez, Leandro: 44 Jandrop, Paul: 81 Jáuregui, Mario H.: 98,105 Jiménez, Bernardo 178, 182 Junco Voigt, Humberto: 243 Junta Anual del Organismo Institución de Beneficencia Privada Escuela Hogar Nuestros Pequeños Hermanos, A.C.: 167

K

Kane, Tom: 140, 141 Kennedy, John F.: 16, 56, 143, 161, 194, 209-211, 216, 306

Krauze, Enrique: 11

L

M

La Salle Military Academy: 120 Lacáss, Marcelino M.: 67 Lagüera de Garza Sada, Consuelo: 43 Lamadrid, Ramón: 73 Lazcano, Alonso: 47 Lazcano, Lucio: 47, 75, 309 Leal de la Garza, Ninfa: 98 Leal Hinojosa, Carlos: 98, 103 Leal Martínez, Genaro: 245 Lee, Robert E.: 121 Legorreta, Agustín: 153 Leija, Marco Antonio: 98 León Alonso de la Florida y Posada, Federico: 130 León Leglew, Sinforiano de: 97, 98 León, Alonso de: 26, 27 Leyva, Cesáreo: 172 Liga 23 de septiembre: 229 Limón, Luis: 131 Livas Villarreal, Eduardo: 184, 223 Livas, Enrique C. 100 Livas, Nora: 265 Lizaur, Lucas: 159 Llaguno Farías, Jesús: 35, 295 Llano, Guillermo de: 94 Lobeira Castro, Juan: 44, 47, 66 Lobo, Humberto: 47 Lombardi, Ricardo: 162 Long Beach City College: 103, 126, 127 Longnecker, Alfredo: 67 Longoria, “Chito”: 267 López de Ayala, Abelardo: 50 López Navarro, Carlos: 137 López Ramírez, Mario: 98 Lozano, Jorge A.: 73 Lozano, José Luis: 255, 256, 318 Luciano de la Paz, Canónigo: 24

Madero, Calzada: 24, 49, 51, 66, 103, 113, 234 Madrazo, Carlos: 219 Maiz Velarde, Bertha: 152 Maldonado, Mario: 68 Margain Zozaya, Ricardo: 167, 178, 186, 249, 263 Margain, Hugo B.: 191 María Salazar, Agustín: 29 Márquez, Jesús: 97 Martínez Alanís, Ignacio: 106 Martínez Domínguez, Alfonso: 239, 240, 245, 246, 253, 263, 278, 328, 329 Martínez Ferriño, Pedro: 68 Martínez González, Alberto: 190 Martínez González, Ignacio: 178 Martínez González, Manuel: 115 Martínez Guajardo, Miriam: 33, 74 Martínez Moreno, Gonzalo: 98 Martínez O’Dowd, Patricio: 35, 37, 295 Martínez Oseguera, Helio: 256, 318 Martínez Rivas, Antonio: 159

341


Alejandro H. Chapa

Martínez Valencia, Jorge: 106 Martínez, José G.: 37, 56, 57 Martínez, Luciano: 35 Martínez, Miguel F.: 12 Martínez, Severiano: 69, 91, 107 Martínez, Tomás: 102 Medina Curcho, Carlos: 79 Mejía, Pablo: 58 Meléndez Ocádiz, Jorge: 44 Mendirichaga, José Roberto: 19, 21 Mendirichaga, Rodrigo: 178, 179 Mendoza Berrueto, Guadalupe: 98 Mendoza Fernández, José: 155 Mercado, Roberto: 134 Mercedes Benz: 95, 271 Miguel Zambrano, Joaquín: 37 Monsiváis Castillo, Guillermo: 247, 318 Montalvo, Ramiro: 150 Montemayor, Diego de: 25,97, 232, 233 Montemayor, Leoncio: 243 Montemayor, Luis: 150, 306 Montemayor, Rodolfo: 47, 49 Montero, Guadalupe: 172 Montsy Llivina: 123 Monzón, Carlos: 269 Mora Plancarte, Norberto: 246, 315 Mora, Joaquín A.: 99, 233 Morales, Luis Rodrigo (El Cuate): 76, 90 Morales Alanís, Daniel: 229 Morales Arizpe, Prócola: 247, 313, 318 Morales Salazar, Benito: 63, 106 Morales, Beatriz: 53 Morales, Francisco de P.: 53, 308 Morales, Hermenegildo: 91 Moreno Verástegui, Roberto: 24, 91 Moreno, Aurora: 27 Moto Salazar, Efraín: 105 Moya Palencia, Mario: 59, 60 Muguerza Crespo, José: 36 Muguerza de Elosúa, Esperanza: 43, 174 Muguerza, Cristina: 92 Muguerza, José F.: 119 Muñoz de Chapa, Oralia: 19, 299, 301, 302, 313, 317, 322, 333, 334 Muñoz Elizondo, Oralia: 90, 106, 298 Museo de Arte Contemporáneo MARCO: 96

N

Nápoles, José “Mantequilla”: 269, 270 National Geographic Society: 126 Neiman-Marcus: 123 Noriega Guerra, Pablo: 81 Nuestros Pequeños Hermanos: 153, 167, 168, 170, 174 Núñez Jiménez, Arturo: 267

O

Ochoa, Juan Ángel: 230, 265 Oliveros de la Torre, Bernardino: 101 Olloqui y Labastida, José Juan de: 266 Olmedo, Dolores: 266, 267 Orden de los Pasionarios de Cristo: 167 Orozco de Ávila Camacho, Soledad: 67

342

Orquesta Sinfónica Nacional de Bellas Artes: 70 Ortega, Carmen: 119 Ortiz Quevedo, Carlos: 35, 107, 295 Ortiz, Daniel: 67 Ortiz, Manuel: 43, 307 Osuna, Rafael “Pelón”: 218

P

Padilla Martínez-Negrete, Eduardo: 75 Padilla Muguerza, Irma: 119 Padilla Muguerza, Virginia: 119 Padre Wasson: 14, 168-172, 174, 176 Páez Flores, Federico: 105 Palacio de Gobierno: 67, 214, 215, 217, 222, 239, 245, 258, 259, 265, 311, 329 Palacio Municipal: 232, 233, 235, 239, 257, 261, 309, 322, 330 Palazuelos, Leopoldo H.: 53, 308 Papa Pío XII: 37, 42, 83, 84 Parás Cueva, Javier: 102, 253 Parás González, Juan Manuel: 250, 253 Partido Acción Nacional (PAN): 16, 100, 243 Partido de la Revolución Democrática (P.R.D.): 267 Partido Laborista: 129 Partido Revolucionario Institucional (PRI): 100, 219, 239, 245, 246, 328 Paz, Marco Antonio de la: 172 Reyes Velázquez, Pedro: 74 Peña Garza, Leopoldo: 102 Peña y Peña, José de la: 104 Pérez-Maldonado Jr., Carlos: 36, 65, 70, 220, 231, 232, 295 Pérez-Maldonado, Ismael: 34, 69, 295 Pérez, Eleonor: 90 Periódico El Norte: 165 Periódico El Porvenir: 54, 223, 245 Petriccioli, Gustavo: 73, 224, 225 Phillips Olmedo, Alfredo: 267 Plascencia, Bertha: 256, 318 Plaza de San Pedro: 42, 207 Plaza Zaragoza: 43, 57, 75, 77, 330 Pliego de González, María Eugenia: 59 Ponce, Manuel M.: 70 Prieto Jacqué, Carlos: 153 Provencio, Alfredo: 173, 174 Puente, Ezequiel D.: 102, 110

R

Ramírez Barrera, Federico Ángel: 250 Ramírez Zambrano, Ademir: 250 Ramírez-Wiella Flores, Guillermo: 102, 103 Rangel Frías, Raúl: 12, 105, 298 Ravizé, Armado: 118, 181, 243, 244 Reagan, Ronald: 195 Rebonato Bergamasco, Alba Teresa: 98 Recaséns Siches, Luis: 101, 105 Recinto de Arte A.C.: 79 Rerum Novarum: 160, 164 Retreat, Sandy: 48 Revilla, Carlos: 98

Reyes Aurrecoechea, Vicente: 98, 99 Reyes, Bernardo: 132 Reynoso Santan, Elías: 190 Ricaud, Helena: 33 Ricaud, Jorge: 33 Rivero, Jorge “King George”: 120 Rivero González, Manuel G.: 120, 142, 144, 261,, 325, 326 Rizzo, Sócrates: 254, 266, 329 Rocha, Joel: 47, 49, 101 Rocha Garza, Hernán: 134, 138, 142, 186, 245 Rocha Garza, Octavio: 171, 172, 178, 182, 221, 231 Rocha, Alejandro: 101, 103, 113 Rocha, Francisco L.: 55, 78, 309 Rock, Esteban L.: 33 Rockefeller, John D.: 121, 297 Rodríguez Morales, Belisario: 34, 295 Rodríguez, Antonio L.: 53, 67, 154, 307 Rodríguez, Enrique: 136 Rodríguez, Odilón: 67 Rodríguez, Sigifredo H.: 35 Roel Jr., Santiago: 102, 103 Rohana Gracia, Alfredo: 98 Román, Esteban: 74 Roosevelt, Eleanor: 67 Roybal, José J.: 67 Rubiés Costa, Victoria: 52, 92, 302 Rueda, Jorge: 138 Ruiz Massieu, José Francisco: 267 Ruiz, Ana María: 173

S

Sabin, Albert: 132 Sada de Garza, Margarita: 76 Sada Gómez, Jorge: 153, 309 Sada Muguerza, Patricio: 254, 318 Sada Narro, Eduardo: 34, 69, 295 Sada Rivero, Jorge: 36 Sada Rivero, Manuel: 162 Sada Zambrano, Andrés M.: 152 Sada Zambrano, Rogelio: 155, 178, 244 Sada, Camilo G. : 154 Sada Salinas, Roberto: 143 Sáenz, Aarón: 24 Sáenz, Mateo A.: 91 Salazar, José Hugo: 178 Salazar Aguirre, Otilia “Tilia”: 23, 40 Salazar de Chapa, Adelaida “Layita”: 24 Salazar de Chapa, Otilia: 292, 293, 303, 307 Salazar Garza, Humberto: 247, 318 Salazar Salazar, Marta: 25 Salazar Suárez, Jorge: 25 Salazar, Francisca: 30 Salazar, Hortencia: 99 Salazar, Juan Nepomuceno: 29, 30 Salazar, Olivia: 45 Salazar, Pedro Agustín: 29, 39 Saldívar, Luis: 102, 104 Salinas de Gortari, Carlos: 265, 267, 328, 329 Salinas Hinojosa, Edgar: 98 Salinas Martínez, Arturo: 102, 151


Mi Paso por la Vida

Salinas Martínez, Daniel: 250, 254, 278, 318 Salinas Quiroga, Genaro: 104, 105 Salinas, Benjamín: 49, 101 Salinas, Olinda: 46 Salk, Jonas: 132 Salvador Canales, Víctor: 190 San Pedro Garza García: 56, 133, 153, 154, 183, 190, 239, 257, 260, 262, 265, 272, 320-322, 328, 329, 335 Sanatorio Lady Cowdray: 34 Sánchez Blanco de Blanco Vigil, Elena: 81 Sánchez de Zamora, Fernando: 26 Sánchez Luengas, Fernando: 256, 315, 318, 322 Sánchez Navarro, Juan:155 Sánchez Tenorio, Tiburcio: 247, 318 Sandoval Villarreal, Juan Ernesto: 155 Sansores Pérez, Carlos: 58 Santos de Hoyos, Alberto: 173, 335 Santos de la Garza, Luis: 181 Santos Ferrara, Federico: 138 Santos González, Ignacio A.: 30 Santos, Ignacio: 168, 170, 173 Sañudo, Genaro: 74 Sarabia, Francisco: 74 Sava, Antonino: 116 Savignon, Adolfo: 59 Serazzi, Enrique: 93 Serna Martínez, Clemente: 38, 162, 163, 217 Serna, Leocadio: 49 Servitje, Lorenzo: 155, 280 Pinal, Silva: 51 Sociedad Artística Tecnológico (SAT): 41 Sociedad Cooperativa de Consumo de Servicios Aéreos ADN SCL: 119, 153 Sociedad Mexicana de Viajantes: 150 Solana Rivero, Javier: 157 Speetzen Coughlin, Harold James: 42 Stalin, José: 129, 201

T

Talamantes, Juan Luis: 260 Tamayo, Rufino: 235, 256, 323 Tamez de González, Alicia Margarita: 51 Tamez Moreno, Armando: 102 Tamez, José: 98, 101, 102 Tamez, Ramiro: 37, 90 Taylor, Zacary: 121 Teatro María Teresa Montoya: 16, 51 Templo de la Purísima: 16, 41, 49, 294

Tirado y Pedraza, José de Jesús: 60 Toro, Salvador del: 269 Torre, Alfredo de la: 103 Torres Díaz, Gerardo: 182, 187, 230 Treviño Carranza, Celia: 12 Treviño Cavazos, Manuel: 105 Treviño Faz, Jesús: 98 Treviño Garza, Arnulfo: 181 Treviño Gutiérrez, Joseph Alejandro de: 97 Treviño Lozano, Fernando: 102 Treviño Madero, Rodrigo: 162 Treviño Martínez, Jorge A.: 23, 25, 105, 106, 184, 239, 246, 252, 260, 262, 265, 330, 331 Treviño, Abiel: 44, 60, 306 Treviño, Luis: 23 Trischler y Córdova, Guillermo: 41, 42 Trujillo, Leónidas: 81 Tulio Morales, Serbio: 98

U

Ugarte, Salvador: 159 Ulloa Gregori, Oscar: 173 UNIAPAC Unión Internacional de Asociaciones Patronales Cristianas: 159 Unión Internacional de Dirigentes de Empresa Cristianos: 161 Unión Social de Empresarios Mexicanos USEM: 14, 157-159, 162-165, 332 Universidad Autónoma de Nuevo León: 61, 224 Universidad de Columbia: 102, 115, 120, 123, 297 Universidad de Michigan: 103, 129, 130-132 Universidad de Monterrey: 9, 13, 21, 154, 237, 252, 266 Universidad de Texas: 96, 153 Urdiales, Leopoldo: 98 Uribe, Federico: 74 Uribe, Mauro: 91 Urquijo Rangel, José: 79, 109, 117 Urquizo, Francisco L.: 67 Urtusástegui, Ernesto: 97

V

Valdés Farías, Rafael L.: 35, 69, 295 Valdés Llano, Domingo: 53 Valdés, Samuel: 72, 306 Valenzuela, Gilberto: 185 Vallejo, José Juan: 101

Vallina, Eloy S.: 155 Valores Corporativos S.A. de C.V.: 151, 152 Vargas, Jorge: 35 Velázquez, Miguel: 172 Vidriera Monterrey S.A.: 50, 168 Vidrio Plano S. A.: 63 Viesca, Domingo: 295 Viesca, Lorenzo: 34, 295 Villanueva Chapa, Américo: 69 Villareal de Zambrano, Norma: 243 Villarreal Cantú, Luis: 97 Villarreal Muñoz, Juventino: 74 Villarreal Torres, Francisco: 69 Villarreal Villarreal, Eliézer: 247, 318 Villegas, César: 150 Villegas, Ignacio: 35, 295 Vitorio Vacari: 159, 164 Vitrales de Roberto Montenegro: 24 Vizcaya Berlanga, Roberto: 188 Volpe de Farías, Angelina: 43

W

Y

Walsh, Paul F.: 67 Washington, George: 55, 69, 123, 150, 233, 238 Welch, Raquel: 169

Yarte, Andrés: 137 Yates, Nancy: 123 Yta Relión, Aurelio: 67

Z

Zabludovsky, Jacobo: 219 Zamacona y Escandón, Guillermo de: 51, 248 Zambrano Benítez, Enrique: 155, 335 Zambrano Fuentes, Alejandro: 34, 295 Zambrano Lozano, Guillermo: 34, 37, 295 Zambrano Sada, Fernando: 35, 110 Zambrano, Felipe: 246, 254, 315 Zambrano, Jesús E.: 67, 110 Zárate, José Luis: 172 Zertuche González, Francisco: 178, 247, 253, 312, 313, 318, 322, 235-327 Zorrilla, Mercedes: 63 Zorrilla Martínez, Pedro G.: 230, 245 Zorrilla Montemayor, Aurelio: 69 Zubieta y Landa, Jorge: 98, 102

343


Mi paso por la vida, de Alejandro H. Chapa, se terminĂł de imprimir el mes de noviembre de 2013 en los talleres de D3 Ediciones, SA de CV, Super Avenida Lomas Verdes 2560-306, Lomas Verdes, Naucalpan, Estado de MĂŠxico. Se tiraron 1,750 ejemplares en papel cultural de 75 grs. y papel couchĂŠ mate de 115 grs.


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