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¡Cuánta agua ha corrido bajo el puente...!

Hace 10 años los “emprendedores” éramos 3 gatos locos, gente que trataba de vivir de un hobby o una pasión mientras el mundo aún desfilaba por entrevistas y soñaba con pegar algún puesto en planta permanente.

En el medio, Facebook, blogs, fotologs, Instagram, Afip, algoritmos, la mar en coche. La crisis que se lleva puestos varios kioskos y el resto que seguimos acá remando para mantenernos a flote. La vida misma.

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Hoy los nuevos salen a la cancha con imagen súper profesional, sabiendo de métricas, con estrategias de marketing, decididos a cosechar 100 lucas de seguidores en un año. Y es maravilloso que así sea, porque quiere decir que lo que solía ser una locura se convirtió en una profesión.

Cada emprendedor a su manera va abriendo camino; inventando su propia versión de lo que llamamos “laburar”. Desde el más piccolino al más celebrity. Por eso es tan importante ser novedoso, ofrecer algo único y diferente, en vez de replicar los aciertos (y los errores) de alguien más.

Huir lo viejo. Mirar el filo que corta una agua espumosa y pesada. Arrancarse de lo conocido. Beber lo que viene. Tener alma de proa.

RICARDO GÜIRALDES

Todo vértigo conlleva una enorme libertad. Saltar al vacío, con trampolín y de bombita.

Pero ese vacío que hay por delante lo puedo llenar con miedos y dudas, o con esfuerzo y apuestas. Paralizándonos, o trabajando más que nadie.

No tenemos aguinaldo, pero tampoco tenemos techo. Ningun jefe nos va a decir “Hasta acá llegaste”

Podemos crecer hasta donde nos dé el alma, la energía, el tiempo. Nuestro límite es el cielo emprendedor. Y queda muy muy lejos.

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