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¿Los cómics son buenos? Por: Iria Ros Uno de los primeros recuerdos que tengo en mi memoria es ver la película “Bambi” en el cine, sentada entre mis padres, subida en un cubículo de plástico porque sólo tenía cuatro años. Con esa misma edad recuerdo tener entre las manos una serie de cuentos infantiles de diferentes formas, con las tapas de cartón, entre los que destacaba “La castañera”. Mi madre se sabía de memoria aquel cuento, todas las noches me lo leía. Hasta tal punto me obsesionaba aquella historia que empecé a leer mucho antes de entrar en el colegio. Desde aquel momento cada vez que algún familiar me preguntaba qué quería de regalo en mi cumpleaños la respuesta era siempre la misma: libros. Recuerdo que en poco tiempo mi habitación se llenó de libros y cómics de forma indiscriminada. Y es que cuando era pequeña no distinguía entre unos y otros. Cualquier publicación que tuviera letras y cayera en mis manos era un mundo para mí. Los dos primeros cómics que recuerdo a la perfección llegaron a mis manos cuando yo tenía seis años. Uno de ellos era un tomo muy gordo de historietas cortas de Disney. “Tío Gilito y el carro hitita” llegó a obsesionarme tanto como el cuento de “La castañera”, y tendría muchas características que con el tiempo llegarían a formar parte de mi vida académica. El otro cómic que me volvía loca en esa época era toda la saga de “Astérix el galo”, que descubrí en la biblioteca de la aldea de mi madre en Galicia. Y a partir de ahí aquello no paró, sólo fue a más. Libros, cómics, Historia e Historia del Arte se convirtieron en mi vida. Leer cómics desde muy pequeña me hizo ser capaz no sólo de entender otro tipo de narrativas, sino que me hizo investigar sobre otros cómics y descubrir toda una serie de historias y culturas muy alejadas de las mías. Al entrar en la Universidad empecé a trabajar. Compaginaba los estudios con el trabajo de camarera y eso me hizo poder comprar más cómics, y viajar. Y ahí volvió a aparecer el “Tío Gilito y el carro hitita”. Organizando cómics en casa reapareció aquel volumen de más de cien páginas que me volvía loca de pequeña y no sabía por qué. Y es que en esa breve his-

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toria se unían mis dos pasiones, la Historia del Arte y los cómics. Fue entonces cuando empecé a dedicar mis trabajos de la carrera a temática relacionada con el cómic porque si una asignatura no terminaba de gustarme, pero yo le añadía cómics, no me costaba tanto. En mi año Erasmus estuve en Polonia y allí conocí a supervivientes de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Y volvió a cambiarlo todo. Empecé a investigar sobre conflictos bélicos y cómics relacionados con ellos. Y los trabajos que hice ese año se convirtieron en la semilla de mi actual tesis doctoral. Porque después de todos estos años los cómics se han convertido en mi vida, y consumen gran parte de ella. Llevo ya unos cuantos años investigándolos, trabajando con ellos y cada vez encuentro más profundidad en la que sumergirme. ¿Son los cómics buenos? Sí, sin duda. ¿Lo digo porque se han convertido en el centro de mi vida a nivel académico? No, lo digo a pesar de eso. Y es que a estas alturas de mi investigación los odio con el ardor de mil soles. Pero eso es normal, todo el mundo termina odiando su tesis doctoral en algún momento. Los cómics me hacen muy feliz. Son una forma de ocio completísima. Pero además son una perfecta herramienta en el aula y una fuente válida para el estudio histórico. Cuando alguna vez he escuchado a alguien criticar la lectura de cómics he dado por supuesto que siempre habla desde la ignorancia. No es lo mismo que no te gusten o no los disfrutes, cosa completamente normal y posible, sino la crítica por considerarlos un arte menor. Este desprecio sistemático por parte de algunos sectores hace que sea muy importante escribir, e incluso gritar: “los cómics son buenos”. Son buenos para aprender a leer de una forma diferente, a imaginar, a empatizar y a ser libres. Son buenos para crecer. Y eso es lo que yo he hecho con ellos. Desde mi primer cómic, hasta que defienda mi tesis doctoral, los cómics sólo han añadido cosas buenas a mi vida. Y este crecimiento me ha llevado a conocer a gente maravillosa como María, que simplemente me preguntó “¿Los cómics son buenos?”. Mi respuesta: Sí, tanto como para unir a gente en la otra punta del mundo.

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Entrevista a Alessandra Sternfeld @ambookcomics Por: María Camila Núñez En 2014 fundaste Am-Book y empezaste a trabajar como agente literaria de historietistas. ¿Cómo terminaste en esto? Recién graduada de la universidad gané una internship en una agencia literaria en Londres y descubrí que este trabajo me encantaba. Después de las internships conseguí trabajo como asistenta de una agente literaria en Milán y ahí aprendí todas las herramientas. En Milán vivía en el barrio de Porta Venezia, que entonces era un barrio de artistas y frecuentando los bares de ahí, hice muchos amigos historietistas y dibujantes. A través de ellos me di cuenta que la industria del cómic no estaba tan organizada y desarrollada como la industria de los libros tradicionales y esto limitaba mucho a los autores y a sus obras, así que vi una oportunidad que logré desarrollar un año más tarde cuando me mudé a Nueva York para casarme. Allá, como no podía trabajar para ninguna agencia mientras esperaba mi permiso laboral y mi green card, me vino la idea de ofrecer a mis amigos de Milán la venta de los derechos de sus cómics. En poco tiempo me di cuenta que había muchísimo que hacer en este sector y desde entonces no he parado. ¿Qué crees que es fundamental para lograr un buen trato para tus clientes? Lo fundamental es ser razonable y usar argumentos prácticos para ganar los mejores tratos, como la relevancia contemporánea del tópico de la obra o el track record de ventas del autor en el país donde se está negociando. Te hago un ejemplo al contrario: en algunas ocasiones tuve que trabajar con parejas de autores míos que

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creían que el autor se merecía un adelanto gigante por cuestiones de prestigio, porque creían que su pareja era el mejor dibujante del mundo. Para mi eso no tiene nada que ver: el tamaño del adelanto está relacionado a lógicas económicas, y no de ego. Esto a largo plazo hace que los editores confíen en ti, te respeten y predigan trabajar con vos. También es importante tener unas cuantas reglas firmes, que no cambien a pesar del interlocutor. Por ejemplo: yo nunca acepto regalías inferiores al 8% del precio de tapa, esto es algo que no negocio.

Eres de Italia pero llevas varios años viviendo en Estados Unidos. ¿Qué ha sido lo mejor y lo más difícil de esta experiencia? Lo mejor es que hacer negocios en Estados Unidos es mucho más fácil que en Italia. Me refiero a la burocracia que es infinitamente más sencilla pero también a la mentalidad de la gente que es mucho más optimista y propositiva. En Estados Unidos tienes la sensación de que todo es posible. También viviendo acá pude conocer a muchas personas muy importantes para mi carrera, como Gary Groth de Fantagraphics, a quien debo mucho y considero como un segundo padre, y varios contactos importantes con Hollywood que en Italia no podría haber logrado. Lo más difícil es la parte de relaciones humanas y calidad de vida. Nueva York es un lugar duro y muy individualista, mientras que Italia es una sociedad mucho más enfocada en las relaciones humanas y en la calidad de vida.

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En Estados Unidos me parece que la gente está tan enfocada en hacer dinero y lograr éxito que se olvida que también es importante disfrutar de la vida cada día. ¿Cuáles crees que han sido las mayores dificultades a las que te has enfrentado en tu trabajo y cómo lograste superarlas? Empezar muy joven sin contactos ni clientes y con solo dos años de experiencia… fue bastante difícil. Y también fue complicado hacer que los editores de cómics se acostumbraran a trabajar con agentes y a ver esta figura como una aliada y no como una antagonista.

Superé estas dificultades perseverando, siempre siguiendo a pesar de las humillaciones y las frustraciones. Mi relación con Fantagraphics y Simon Hanselmann me ayudaron mucho a hacerme respetar más rápidamente, pero lo que realmente hizo la diferencia fue hacerme respetar paso a paso por la calidad de mi trabajo y mi visión. Rehusé representar clientes aun cuando seguía trabajando de mesera en un boliche part-time y no tenia dinero solo para ser coherente a mi gusto y a mi estética, y esto me ‘‘repagó’’ mucho a largo plazo.

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¿Por qué leer cómics es bueno? Por: Camilo Quiroga

A lo largo de la infancia se inculca a los lectores prematuros los múltiples beneficios de leer y su implementación como hábito, la capacidad de estimulación cerebral mediante los sentidos y el uso de la imaginación para recrear lo leído es un trabajo donde la mente juega un rol de demiurgo creador cuyo poder imaginativo no conoce límites algunos, simplemente los que la misma mente personifica. ¿Pero qué sucede cuando no es un texto en prosa? ¿qué pasa cuando es un lenguaje visual? Hay diversas formas de leer más allá de la convencional y la historia misma lo confirma, desde aquel hombre de las cavernas con su pintoresco y primitivo arte rupestre siendo uno de los primeros vestigios de escritura. De ahí en adelante se fueron generando múltiples formas de comunicación a través del arte secuencial, como la escritura cuneiforme cuando las primeras civilizaciones antiguas intentaban dar valores simbólicos a ciertos caracteres que a través de arduos proceso históricos devinieron de una transformación generando uno de los primeros sistemas de comunicación. Han pasado los milenios, el arte secuencial persiste en el siglo XXI como un legado o vestigio de la antigüedad que ha seguido transformándose de la mano con los avances tecnológicos y comunicativos de la humanidad, en plena revolución digital nunca antes se había gozado o tenido el infortunio de estar expuestos a tantas imágenes al mismo tiempo, al punto en que en cualquier momento la cabeza puede hacer !Boom! estallando en mil pedazos por

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tanta información procesada (lo que se conoce como infoxicación, la sobrecarga de información) una consecuencia de la aparición del ciberespacio donde los datos fluyen de forma infinita e intangible, cantidades desmedidas de imágenes son bombardeadas día a día e interiorizadas, algo impensable par siglos atrás. En la actualidad, la mejor forma de luchar con dicha infoxicación es mediante la expansión de la consciencia, la cual puede ser conseguida mediante la forma de arte secuencial más conocida en la cultura popular en los últimas dos siglos; los cómics, caracterizados por captar la concentración del lector de una forma inmersiva dentro del universo en él que está ocurriendo dicha historia, por más de dos siglos varias generaciones han tenido la fortuna de interactuar con esta mitología contemporánea. A partir de esto se logra apreciar como el arte secuencial viene siendo uno de los legados que persisten en la sociedad contemporánea y provienen desde la antigüedad, logrando ser el causante de múltiples emociones intensas generadas por la trama de dichas historias o simplemente logran plasmar realidades tanto oníricas como verosímiles, logrando lo que Aristóteles en su Poética denominaba como la catarsis, cuando el espectador de una obra en específico tiene una purificación emocional a partir de lo que ocurre en la historia. Así, simplemente con la lectura de un cómic no solamente se hace un trabajo de estimulación cerebral y se liberan todas las pasiones internas.

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