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Las Guerras del Agua
Carlos Emiliano Villaseñor Moreno
cvm2107@gmail.com Graduado de la licenciatura de ciencia política en el ITAM y actualmente analista en temas de equidad de género en Latinoamérica en Aequales.
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Debo confesar que estoy consciente que elijo un título deliberadamente alarmista para este artículo, pero también debo dejar claro que existen razones muy reales para alarmarse respecto al futuro incluso si en muchos de los casos que mencionaré no hemos llegado a un estado literal de guerra por el agua. En la última década los conflictos sobre los recursos hídricos han aumentado más del doble en número, si vamos todavía más atrás en el tiempo a partir de 1930 podemos observar que el incremento es todavía más exponencial pasando de menos de cinco a alrededor de noventa. Un caso ilustrativo de los conflictos actuales sobre la distribución y acceso a recursos hídricos son, las tensiones internas dentro de Irán debido al estrés colocado en su uso de agua, debido a aumentos en población y urbanización así como de manera externa con Afganistán sobre el acceso al río Helmand debido a la construcción de una nueva presa por este último país que dejaría sin agua a una de sus provincias. Otro caso es el de Nigeria donde el conflicto civil que ha perdurado por los últimos diez años se ha visto exacerbado por acceso a agua limpia como conflictos entre pastores musulmanes y cristianos por territorio con acceso a agua. La relación entre factores ecológicos y la presencia de potenciales tensiones e incluso violencia a gran escala es por lo tanto mucho más cercano. Aunque de manera un tanto más sutil de lo que las mil y una distopías que vemos en películas y series como Mad Max nos harían creer. El Institute for Economics and Peace enlista ocho indicadores de potenciales amenazas ecológicas a la paz, de los cuales cuatro de ellos tenien alguna relación con el agua, como por ejemplo estrés hídrico, sequías e inundaciones. Para el caso mexicano es necesario aclarar que el estrés hídrico se encuentra a la cabeza de los principales factores de riesgo de conflicto señalados por esta institución. Esto no es sin razón puesto que aunque la presión promedio sobre los recursos hídricos del país es del 19.5%, –lo que es bastante baja–, cuando observamos a nivel regional nos encontramos con fuertes diferencias entre el norte, centro y sur del país. Específicamente, según datos de la CONAGUA, la mayor parte de la región norte y centro cuentan con un grado de presión
alto de entre 40% y 100%. La región del Valle de México es la única del país con un nivel muy alto de alrededor del 141%. Por otro lado, en la mayor parte del sur el grado de presión es de 10% o menos. Solucionar y prevenir este tipo de amenazas requiere de un enfoque multidisciplinario puesto que el origen de un conflicto rara vez es monocausal y la ausencia de agua tiende no solo a ser un problema en sí mismo sino que además exacerba tensiones preexistentes.
Estas medidas pueden ir desde solucionar deficiencias existentes en la infraestructura para la captación, acceso y distribución de agua, –como podría ser el agua de lluvia en la zona del Valle de México–; existen también medidas legislativas y reguladoras del uso de agua, como las concesiones a las grandes empresas sobre todo en agricultura para el caso mexicano; incentivar cambios en los comportamientos y hábitos de consumo de la gente, incluso en recursos indirectamente relacionados con el agua, etc. La escala del problema y de las soluciones son colosales y estamos operando en tiempo prestado, pero lejos de desanimarnos debería impulsarnos para luchar con vehemencia por garantizar nuestra vida en este planeta y una vida que valga la pena vivir.