La Clase Romántica / Leira Al

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La Clase Romรกntica

Opalina Cartonera


La Clase Romántica Leira Al Opalina Cartonera 2015 Edición a cargo de Juan Canales Diseño por Macarena Yupanqui Impreso en Santiago de Chile por Opalina Cartonera Primera edición

Colección Librillos de Narrativa Contacto autor: aaarayas@gmail.com Este libro se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialSinDerivadas- 3.0 Unported

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La Clase Romรกntica



LA CLASE ROMÁNTICA

Al igual que todos los días, de lunes a viernes, cuando la campana anunciaba las ocho de la mañana, el talán talán se metía en mi cabeza torturando áspera-mente mi triste rutina. El curso pretendía formarse en una zigzagueante fila en medio de los gritos que durarían toda la jornada. Caminaban a la sala no como un grupo de alumnos, más bien como una comparsa de monitos diabólicos. Sólo mirar su presentación personal me producía espanto, la corbata la traían donde sea, los zapatos jamás los habían lustrado (los que no andaban con zapatillas) y sus pelos siempre estaban largos y desordenados. Las niñas daban vergüenza con esos jumpers tan cortos, puteando sin respeto alguno… y gritando, siempre gritando, gritos de allá para acá en una incomprensible batalla de desorden en la cual también caía.- ¡Silencio! ¡Silencio, jóvenes, por favor!- Y yo, al llegar a la sala, los miraba en mi frustración con más ganas de llorar que de pasar la lista.

Mi desmotivación y cansancio eran ya un tema del día a día que hace rato no me preocupaba. Sin embargo, aquella vez, el hastío que sentía sentado en mi escritorio superaba al acostumbrado. Mi clase no la había preparado, hace años que ya no la preparaba - Abran sus libros en la página 43. Lectura silenciosa -, pero jamás leían, ni se silenciaban, ni siquiera llevaban sus libros. Nunca supe qué hacer con ese curso.

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La verdad, es que a pesar de todo teníamos una complicidad: ellos no querían aprender y yo ya no quería enseñar. Por otra parte, el tercero medio C fue sincero conmigo, me mostró lo que nadie en la universidad me dijo, me mostró que no estaba hecho para educar. El tercero medio C me enrostró que nunca estuve preparado para pararme al frente de cuarenta tontitos que jamás pidieron tener a alguien delante de ellos. Ese curso se había convertido en una pesadilla que empezó a las ocho del primer lunes de marzo y terminaba… parecía que no terminaría. Los odiaba, nunca se callaban, odiaba sus voces agudas, sus risas estrambóticas - ¡Por favor, alumnos! ¡Silencio! Por favor… por favor…-. Creí que al entregarle sus notas me vengaría, pero al contrario, se sentían mejores al ver, en la parte superior de sus pruebas, esos unos color rojo scripto. Se sentían orgullosos de haber humillado a Allan Poe con respuestas tan miserablemente vacías y estúpidas y que, además, estaban llenas de faltas de ortografía. El pecho se les hinchaba cuando les decía que eran el peor curso que había dirigido en mis años de docencia. Gozaban verme los ojos brillosos entre mis ojeras. Nunca se callaban, la sala estaba tan sucia, sus uniformes tan desordenados, tan orgullosos, orgullosos de humillarme. - Bueno, - Les dije entre su bullicio, mientras me paraba para enfrentarlos una vez más. - parece que tampoco les gustaron las Narraciones Extraordinarias… ¿Alguien me puede decir qué tengo que hacer para que se lean un mísero libro? - No escuchaban, se reían, yo era un fantasma y ellos unos monstruos. - Bueno, sigamos entonces… sigamos con el romanticismo… ¿Alguien puede 8/ Leira Al


comentar algo sobre el romanticismo? ¿Algo que hayamos visto la clase pasada? - ¡Uy! ¡El romanticismo! - Gritaron a coro. - ¡A los románticos les gusta el pico! Y estalló la chillona risita que secundaba una agresiva puntada en mi cabeza. De inmediato supe que el gracioso fue Martínez, ese cabro tenía algo contra mí y eso hipnotizaba al curso que lo seguía en lo que fuera. Todos siempre se reían de sus huevadas, porque eran huevones, todos eran más huevones que él y por ende lo respetaban, lo querían. Yo lo odiaba. A sus compañeritos también. - Por favor… estamos en una sala de clases… por favor, jóvenes ¿Nadie escuchó lo que hablamos la clase anterior? ¿Nadie tiene una idea del romanticismo? ¿De Goethe? ¿De Gustavo Adolfo Bécquer? - Pregunté alzando la voz hasta las fronteras de mi garganta. - ¡Se culiaban al Alan Pol! – Gritó triunfante, ignorante de lo ilógico de su comentario, Martínez, quien con su mejor cara de desprecio, mirándome directo a los ojos, se paró de su puesto incitando a que el resto lo siguiera al abordaje. Lo hicieron. Los gritos se salieron de todo marco, las risas eran diabólicas, agresivas, humillantes. Risas y gritos, gritos y papeles comenzaron a volar violentamente. Ellos, a los que solía llamar alumnos, experimentaban una excitación que no comprendía, una exaltación que nunca fue descrita en los textos de psicología del desarrollo. Algunos saltaban arriba de los pupitres, otros se besaban, todos gritaban, se pegaban, se La Clase Romántica /9


tocaban, se insultaban, incluso babeaban. Era una desesperante locura en cadena, como un motín de un manicomio contra un único enfermero. - ¡Silencio! ¡Jóvenes, silencio! - Gritaba mientras golpeaba con violentos puños el pizarrón. A nadie le importaba, nadie tenía la intención de callarse. Era un temporal de garabatos con lluvia de papeles, era una revolución que a ratos se acercaba más a una orgía. El curso era un peligro para mí y para cualquiera. Cuando supe eso decidí hacer, por fin, lo que hace mucho debí haber hecho. Ya era hora, era necesario, era la única salida, la única forma de declarar la paz. Dejé de gritar y caminé a mi escritorio, tomé el maletín y saqué la pistola que estuvo meses esperándome, ansiosa de una oportunidad para ser desvirgada. Volví al medio de la sala, levanté mi mano y disparé al techo. Con el estallido todos cerraron instantáneamente sus obscenas bocas ¡Hubo silencio!, es más, me miraban, me prestaban atención. Impuse mi autoridad sin tener que gritar, golpear el escritorio con el libro o amenazarles con llamar a sus apoderados. Me sentía triunfante, había dominado al curso, a un curso imposible. Al fin sentía las ganas y tenía las herramientas para transmitir conocimiento. Le había ganado a Piaget, a Vigótsky, a Dewey, ¡a toda esa manga de mentirosos que me habían engañado! Este método sí servía. Los ojos de mis estudiantes estaban bien abiertos, no entendían mucho lo que pasaba, pero qué importaba, ya los tenía, sentía el temor que experimentaban por mí. Por fin se dieron cuenta que un profesor estaba al frente para mostrarles algo interesante. Se sentaron de a poco, como 10/ Leira Al


en reverencia hacia mi mano armada que apuntaba el agujero aún humeante en el techo. Me respetaban, el curso estaba en silencio. Bajé el arma sin soltarla, tomé el plumón y comencé a escribir: “El romanticismo”.

- ¡Buena cabros! ¡Volvimos loco al viejo culiao! - Y las risas regresaron convertidas en cuarenta balas hacia mi espalda. Tenía que defenderme, di la vuelta y disparé en medio de la frente de Martínez haciéndolo volar desde su silla al suelo.

Ahora sí que el silencio era absoluto, nadie movía ni siquiera los labios y todos tenían la vista al frente. Sonó la campana y los miré desafiante. Nadie quiso salir a recreo.

- Bueno, ¿ahora alguien me puede decir algo sobre el romanticismo? - Pregunté moviendo el plumón con la zurda y el arma con la diestra.

Jara levantó la mano.

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La Clase Rom谩ntica de Leira Al se termin贸 de imprimir en el mes de marzo del 2015 en los talleres de editorial Opalina Cartonera www.opalinacartonera.blogspot.com

Colecci贸n Librillos de Narrativa Tiraje inicial de 32 ejemplares

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Los libros de la editorial opalina cartonera SON OBJETOS DE ARTE COMPLETAMENTE ARTESANALES - fabricados con nuestras patas delanteras todos hechos con dedicaci贸n, delicadeza y amor


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