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Las noches de Buenos Aire s tienen ese sí sé qué

Cuando alguien se aburre en Buenos Aires es porque se aburrió de vivir. En Buenos Aires pasa de todo. Al mediodía o al amanecer, en primavera o en invierno, con plata en el bolsillo o sin un mango, Buenos Aires es probablemente -y sin el probable también- la ciudad más generosa del mundo para quienes están dispuestos a todo menos a aburrirse.

ENTRE LA INFINIDAD DE PROGRAMAS QUE OFRECE Buenos Aires, están las célebres La noche de. Tenemos La noche de las librerías, La noche de los turistas, La noche de la ciudad, La noche de los teatros, La nochecita (para los chicos), La noche de las disquerías, La noche de los anticuarios, La noche de los museos... A esta altura, ya hay noche de todo, porque Buenos Aires tiene una característica muy particular: en Buenos Aires la gente vive la ciudad, sale, participa, camina la calle, entra a los lugares, pregunta pavadas o cosas profundas, tiene curiosidad y la satisface, habla, grita, se queja con razón o sin ella, recomienda lugares, forma filas, se traslada de un lado a otro, se ríe, se junta con más gente y se divierte.

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El pasado 28 de octubre tuvimos La noche de los bares notables. Estos bares, lo sabemos todos, son emblemas de la cultura porteña, lugares que resisten el paso del tiempo y los cambios de época, por una razón real y sencilla: son genuinos. Y como tal, son elementos insustituibles de la ciudad. Sin sus bares notables, Buenos Aires sería menos Buenos Aires. Por eso nadie puede decir que vino a Buenos Aires si no estuvo en La Biela, la London, el Bárbaro, Los 36 Billares, El Faro, El Banderín o El Tokio. O en cualquiera de los otros bares notables de la ciudad.

Los Bares Notables De Buenos Aires Son Emblemas De La Cultura Porte A

La noche era difícil de organizar y lo hicieron muy bien el Gobierno de la Ciudad, los mismos bares y el resto de los involucrados, que no eran pocos sino muchísimos, porque la idea era asaz ambiciosa. El objetivo no se limitaba a que la gente se tomara algo o conociera un lugar histórico, sino que en el plan había conciertos, muestras de arte, batallas de rap, charlas, talleres, recorridos en bicicleta, espacios para bailar tango y muchísimas otras actividades extracurriculares, que además ganarían las calles de la ciudad. Por ejemplo, en el Bárbaro, el bar que siempre hipnotizó desde su fachada con sus vidrios pintados por el genial Jorge de la Vega, tocó en un plan intimista Antonio Birabent. No es raro que Birabent, hijo de Moris, haya elegido el mítico bar de la calle Tres Sargentos, que desde 1969 es, como siempre dijo Yuyo Noé, otro genial artista plástico argentino y fundador del Bárbaro, “una provocación cultural”.

En la noche también hubo espacio para la gastronomía notable, otra buena idea de los organizadores. Siete cocineros de la nueva generación prepararon platos especiales, que se incorporaron a la carta de siete bares. Ana Irie, jefa de pastelería del restaurante Chila, eligió el bar Los Laureles, en Barracas. Caro Ferpozzi, otra gran pastelera, dejó su huella en Las Violetas. Olivia Saal, en El Gato Negro; Mecha

Solís, en Rotisería Miramar; Julio Báez, en The Brighton; Maxi van Oyen, en Café Margot; y Narda Lepes, en Paulin.

Los bares notables de Buenos Aires son alrededor de ochenta y están diseminados por toda la ciudad. Recorrerlos todos en una jornada es tarea imposible, así que con buen tino, los organizadores armaron diez circuitos que entrelazaban bares y actividades. Estos circuitos, diseñados según zonas geográficas, nos recuerdan lo bellos y musicales que son los nombres de los barrios de Buenos Aires: Balvanera, Boedo, Chacarita, Barracas, Palermo, San Telmo, Caballito, Monserrat.

La noche de los bares notables fue el 28 de octubre. Pero en Buenos Aires, la noche es infinita porque el día nunca se detiene. Los bares, notables o no, está siempre ahí, con sus puertas abiertas. Como los cines, los teatros, los estadios, las librerías, los museos, las plazas, los restaurantes... Es absolutamente imposible que, en Buenos Aires, alguien diga “no tengo nada que hacer”. Y si a ese alguien le pasa y se aburre, ya lo sabemos: la culpa no es de la ciudad.

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