10 minute read

Moisés

Next Article
Tablilla XII

Tablilla XII

amante del Gilgamesh de la Epopeya y no parece guardar ninguna relación la historia del árbol y el regalo a Ishtar, a la cual insulta y desprecia Gilgamesh en la Epopeya. Por otra parte Enkidu ya había servido para describir el inframundo (mundo subterráneo) en la tablilla VII. Probablemente con el tiempo y buena suerte, se descubran nuevas tablillas que sirvan para completar la Epopeya de Gilgamesh, por eso es importante la difusión de la obra, que a buen seguro llegó a ocupar las estanterías de la Biblioteca de Alejandría y de más de un ilustrado de la cultura grecolatina, así como la de los inquietos hindúes y orientales, muy dados a los dioses aventureros y divertidos.

Moisés

Advertisement

Moisés

La primera respuesta a la Epopeya de Gilgamesh, es la historia del milagroso Moisés La historia de Moisés parece ser una respuesta a la liberación de Ciro El Grande (558-530 a.e.ec.)ya que los judíos se refieren a Ciro como un Mesías y la historia de su época es muy similar a la narración de la leyenda de Moisés, siempre recreada en el contexto de Mesopotamia y bajo la influencia de la mitología sumeria y la Epopeya de Gilgamesh.

Si hay un personaje que defina esencialmente a los creyentes judíos, ese es Moisés, ya que fue él y no otro, el héroe fundador de una seudonación que nunca había existido, a la cual dotó de un solo Dios, al que él mismo dio el nombre propio de Yahvé, frente al coro celestial y terrenal de los Dioses mesopotámicos, le otorgó unas leyes inmutables escritas sobre piedra como las de Hammurabi y redactó el argumento de la historia de un pueblo creado por su único Dios, al que le concedió a perpetuidad las tierras más fértiles del mundo conocido, donde pastoreaban sus rebaños. Moisés, desciende directamente de Adán, de Noé y de Abrahán, luego proviene del linaje más puro y por la voluntad divina de un solo Dios verdadero, "el creador de todas las cosas, de todos los Dioses y de todos los hombres". Moisés al igual que Sargón el Grande, el creador del primer gran imperio de Acad (2.334 a.e.c.), es salvado de las aguas del río para convertirse en el primer profeta judío, su primer héroe legendario imbatible, en una clara copia de la literatura acadia, lo cual va a ser una constante en el tiempo, ya que los creyentes judíos evidentemente no sabían escribir por aquellos años y sólo se les conoce algo escrito en arameo imperial a partir del año 250 a.e.c., por lo tanto van a beber de las fuentes de la literatura de otros pueblos y esos pueblos

no son otros que los del gran Creciente Fértil, formado por el valle del Nilo y Mesopotamia. Esta curiosa transposición de los egipcios por los babilonios, merece un estudio serio, ya que resulta sorprendente, que se pretenda haber sido sometidos por un imperio como el egipcio, que estaría encerrado en sí mismo durante siglos y en el que se llevaba un registro minucioso de su vida cotidiana en varios idiomas convertibles y especialmente en escritura cuneiforme, que a su vez eran archivados de forma meticulosa, tal como han demostrado las numerosas excavaciones arqueológicas correspondientes a todos y cada uno de los faraones y sus respectivas dinastías, en ninguna de las cuales aparece rastro de pueblo o creyentes que se pueda relacionar con los judíos y su versión bíblica. Moisés es el superhéroe perfecto, piadoso, abnegado, sacrificado y santo, frente al héroe corrupto, licencioso, incestuoso, homosexual, vanidoso y que no respeta a los Dioses pretendiendo alcanzar la vida eterna sin haberse sacrificado para obtenerla. Moisés ofrece sacrificios a su Dios, cuanto más importantes y abundantes son los sacrificios, más alegra a su Dios. Su pueblo se vio obligado a sacrificarse vagando por la incertidumbre del desierto durante 40 años, pero el milagroso Moisés siempre estuvo a la

cabeza de su pueblo para interceder ante Dios y mitigar sus penas. Moisés no cedió ante las quejas y las debilidades de su pueblo (ni las de su conciencia) ni cuando lo apedrearon, ni cuando lo insultaron, ni cuando intentaron abandonarlo. Moisés fue un padre y un general para su pueblo, ganó todas las batallas combatió a todos los enemigos de su pueblo y de su Dios. Moisés fue un combatiente incansable de la fe de los hebreos en la esperanza de alcanzar la tierra prometida. Pero en la historia de Moisés hay varios errores imperdonables, que demuestran que es la historia fabulosa de un héroe y un pueblo mítico y no la historia de un pueblo que hubiera existido realmente. Es posible que Moisés haya existido, tan posible como que hubiera existido Gilgamesh, no lo vamos a poner en duda, pero ambos personajes son la contra propaganda de dos culturas enfrentadas en Mesopotamia. Ambos corresponden a la contradicción entre el campo y la ciudad, entre las tribus nómadas y los ciudadanos ( en tanto que habitantes de las ciudades), entre la cultura "civilizada" de las ciudades y la ignorancia semi animal de los pastores, dedicados a la trashumancia y el nomadismo del ganado.

Curiosamente, el Éxodo es lo más parecido al nomadismo, un pueblo que "vaga" por el desierto durante 40 años hasta establecerse en una ciudad en la que no nacieron y de la que han de derribar sus muros, para ocuparla a la fuerza. Insistimos en que resulta sorprendente que aquellos que escribieron las aventuras de Moisés, hayan cambiado la realidad de la historia, al señalar a los egipcios como el imperio al que estaban sometidos como esclavos, cuando en la historia escrita de la civilización egipcia, no existe referencia alguna a los creyentes judíos, mientras son de sobra conocidas las referencias de la esclavización de los judíos en toda la literatura Babilónica, Asiria y de otros pueblos de Mesopotamia. La zarza ardiente (el fuego y el árbol de la vida) que le habla a Moisés es la misma imagen del cordero que se alza frente al árbol de la vida encontrado en Ur, o al árbol de la vida profusamente representado en la cultura babilónica y en la cultura micénica. El agua que derrama su mano al suelo y se convierte en sangre es la sangre derramada en los sacrificios que agradan a Dios, el mismo Dios que le dice que vaya a habitar la tierra en que habitó Abrahán. El primer sortilegio de Moisés, es el de las diez plagas, esas plagas que diezman las cosechas que producen el

grano para alimentar a las ciudades, vuelven el agua putrefacta, producen enfermedades, destrucción y muerte. Moisés no lucha contra animales míticos, como lo hace Gilgamesh, Moisés hace milagros míticos, al separar las aguas del mar y recibir las armas de sus perseguidores en la orilla. Pero Moisés no muere, Moisés desaparece en el valle de Moab, mientras los hijos de Israel, lo lloraron durante treinta días, pero siguen cantando la canción de Moisés, que no es otra cosa que la alabanza al único Dios de los judíos, que van a intentar imponer al resto de los pueblos de Oriente Medio. Moisés compuso una canción a Dios "en versos hexámetros, expresando sus alabanzas y agradeciéndole su voluntad".(Éxodo 15:1-21) Lo más parecido a una cantata para la época y de fácil recitación.

La canción de Moisés a Yahvé

Cantaré al SEÑOR, pues ganó la victoria sobre sus enemigos. Lanzó al mar al caballo y al jinete. El SEÑOR es mi fuerza y mi canción; se ha convertido en mi salvación. Él es mi Dios, lo alabaré. Es el Dios de mi padre, lo adoraré. El SEÑOR es un guerrero. ¡Su nombre es YAVÉ! Lanzó al mar los carros de combate del faraón y a todo su ejército. Sus mejores oficiales se ahogaron en el mar Rojo. Las olas los cubrieron, se hundieron como piedras en lo más profundo. ¡Oh SEÑOR! Tu mano derecha es gloriosa y fuerte. ¡Oh SEÑOR! Tu mano derecha destruyó al enemigo.

Con tu gran poder aplastaste a los que se enfrentaron contigo. Tu furia los destruyó como el fuego quema la paja. Con el soplo de tu nariz, amontonaste el agua; Las olas se levantaron como un muro; el centro del mar profundo se quedó inmóvil. El enemigo dijo: “Los voy a perseguir, los voy a alcanzar. Dividiré las riquezas, sacaré mi espada y mi brazo los destruirá”. Pero tú soplaste, y el mar los cubrió. Se hundieron como plomo en las aguas turbulentas. Oh SEÑOR, ¿qué otro dios es como tú? ¿Quién es tan grande y santo como tú? Eres muy poderoso, haces grandes milagros. Extendiste tu brazo derecho

y la tierra se los tragó. Con tu bondad guiaste a este pueblo que salvaste. Con tu poder los llevaste a tu santa casa. Los otros pueblos temblarán al oír esta historia. El pueblo filisteo temblará de angustia. Los líderes de Edom se aterrorizarán. Los líderes de Moab temblarán de miedo. El pueblo de Canaán ya no será tan valiente. Esos pueblos se llenarán de terror cuando vean tu poder. Se quedarán quietos como piedras hasta que pase el pueblo del SEÑOR, hasta que pase el pueblo que hiciste tuyo. Guiarás a tu pueblo hacia la montaña. SEÑOR, los dejarás vivir cerca del lugar que elegiste para hacer tu trono, Señor; el santuario que armaste con tus manos. ¡El SEÑOR reinará por toda la eternidad!

Habrá que convenir que Faraón es cualquier rey y que egipcios son los pueblos de Mesopotamia o el Creciente Fértil, para poder entender de qué están hablando los judíos, pues no tiene ningún sentido, que se hable de los egipcios y estos no sepan nada de los judíos o los ignoren de una forma tan escandalosa. Los judíos se oponían a la pluralidad democrática de los Dioses y pretendían imponer la dictadura de un solo Dios… el suyo, al que llamaron Yahvé, pero prohibieron que fuera nombrado fuera del recinto sagrado del Tabernáculo y por cualquier otra persona que no fuera el Sumo Sacerdote. A diferencia de Gilgamesh, que desprecia a la Diosa Isthar, tutea a los Dioses y fuerza las puertas del paraíso para hablar con Ut-Napishtim, Moisés habla con Yahvé con temor y sumisión a sus deseos, llegando al servilismo ya conocido en la historia de Abrahán, que lo conduce al extremo de aceptar el sacrificio de su hijo para satisfacer a su Dios. Estamos pues ante dos personajes que representan dos culturas distintas y enfrentadas: Por un lado Gilgamesh, un rey de ciudad, en la que el liberalismo se impregna de libertinaje, aplicado a Dioses, reyes y hombres; que se empeña en alcanzar la inmortalidad luchando a lo largo

de su vida contra los monstruos creados por los Dioses y un Moisés campesino y pastoril, disfrazado o salpicado de príncipe egipcio, puritano y temeroso de su único Dios, al que recurre constantemente para que resuelva sus dudas y problemas, atemorizado por los terribles castigos que pueda infringirle a él, a su pueblo y a toda la humanidad. Dos visiones antagónicas de la vida, que se prestan a múltiples interpretaciones para la plebe y sirven de "divertimento" a los intelectuales. La parte correspondiente a Moisés está claramente influenciada y favorecida por la cultura grecolatina, goza de las ventajas de una mayor y mejor difusión, después de haberse borrado en el tiempo la Epopeya de Gilgamesh, precisamente por el auge de la literatura griega. La cual absorbió en gran medida la cultura religiosa de Mesopotamia. La religión mosáica alcanza su mayor difusión entre el año 250 a.e.c. y el año 70 cuando es destruido el Templo de Jerusalén por Tito Flavio, a consecuencia de las guerras entre las facciones judías; a partir de entonces toma el relevo un nuevo personaje: El hijo de Dios hecho hombre, que va a morir en la cruz de los romanos, para redimir los pecados de los judíos.

Jesucristo es la imagen inversa de Gilgamesh, ya que mientras Gilgamesh desciende al inframundo para habitar en el Templo de la entrada, Jesucristo subirá a los cielos a sentarse a la diestra de Dios Padre. Gilgamesh, ha servido de argumento a los judíos, para buena parte del Antiguo Testamento, Gilgamesh, es la representación de una sociedad libre de prejuicios, que va a ser combatida por el puritanismo pastoril ignorante, del mitad humano, mitad animal, representado por Enkidu que conocerá el infierno, pero que preferirá el jardín de joyas en el que habita Noé eternamente. Los pastores nómadas del desierto, impresionados por los fabulosos dioses con cabeza de águila, los toros alados y las gigantescas construcciones de las ciudades estado, debían sentirse sobrecogidos, al comparar sus miserables vidas, con las idílicas vidas de los pobladores de las ciudades. Nada de eso debería ser bueno, porque nada de eso podía ser alcanzado por ellos, en consecuencia, sus valores eran inversos, eran justo lo contrario, las ciudades eran el infierno y el imperio del mal, al que eran llevados como esclavos y donde eran tratados como a los animales, mientras que el desierto, los prados y las montañas, eran la morada del único Dios que los consolaba de sus miserias, ese Dios que habitaba en la cumbre de la montaña, lo más cercano al cielo, el

This article is from: