Como más al sur, más altos son los edificios a lo largo de la línea de costa. Un crecimiento desmesurado la ha convertido en un gran paseo marítimo con inmensos bloques de apartamentos, como este de Cullera (en la comarca de la Ribera Baixa, en el País Valencià), donde viven contados vecinos durante todo el año.
A
lo largo de kilómetros de costa, el vacío se apodera de calles, de parques acuáticos, de apartamentos, de complejos hoteleros y de hasta verdaderas ciudades. Décadas de desarrollo urbanístico desenfrenado en nombre de la industria del turismo han cambiado dramáticamente los parajes y paisajes de los Països Catalans hasta convertirlos en un continuo de asfalto, piscinas y palmeras premeditadas. En verano, paseos marítimos, bares, terrazas, hoteles y apartamentos llenos de un ir y venir de bañadores y toallas, coches y bicicletas, paellas y cervezas. El resto del año, la mayor parte del año. Nada. Vacío. Persianas bajadas. Cerrado por (no)vacaciones. Temporada Baja.
Texto & Fotografía: Oriol Clavera
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Con un litoral muy castigado, sobretodo el del País Valencià, la nueva llegada al gobierno del Partido Popular en el Estado español parece que irá acompañada de una nueva Ley de Costas de la mano del Ministro Miguel Arias Cañete, que puede ser una vuelta de tuerca más para la urbanización, liberalización y degradación de la costa en los Països Catalans y del resto de la Península hasta Faro, en Portugal. Aunque ya en los últimos años ha habido propuestas tanto de PP, CiU y PSOE para reducir la protección del litoral, como han denunciado el Grup Ornitològic Balear, Greenpeace, Ecologistas en Acción y WWF.
Sillas apiladas, manteles plegados, terrazas cerradas o, en el mejor de los casos, vacías, cocinas sin cocineros,... Sólo unos pocos establecimientos permanecen abiertos cuando los veraneantes se van, dejando atrás, también, piscinas de aguas quietas, Parques Acuáticos sin griterío y chapuzones, playas vírgenes mirando al mar y con gigantes de ladrillos a tu espalda.
Las palmeras, dispuestas premeditadamente como si fueran piezas de un dominó, se eternizan en paseos marítimos y rodean rotodondas absurdas. Caminando por este atentado a la inteligencia que es el complejo (por decirlo de alguna manera) Marina d'Or, uno se da cuenta que los que toman estas decisiones (las de hacer o permitir estas barbaridades) sólo pueden ser dos cosas: corruptos o ineptos. O tal vez las dos.
Mientras los parkings de los grandes edificios de apartamentos vacíos estan vacíos, los puertos deportivos son como párkings llenos de embarcaciones bien amarradas y envueltas en sus lonas esperando la vuelta del verano.
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Juegos infantiles sin famílias. Párkings sin coches. Casas sin gente. En definitva, lugares vacíos de contenido. Dos meses justificando los diez restantes, y aquí no pasa nada.
En los últimos años, de media en las poblaciones costeras del Principat de Catalunya, la edificación ha supuesto 73 viviendas anuales por cada 1000 habitantes. No hace falta decir que muchas de ellas son segundas residencias (habitualmente se considera que las segundas residencias se usan una media de 17 días al año). Hay lugares donde la estacionalidad supone duplicar, triplicar y hasta cuatriplicar la población residente el resto del año.
Escuetos árboles que apenas hacen sombra a paredes vacías. Muros que separan un vacío del otro. Calles vacías de transeúntes y, al otro lado, casas vacías de habitantes. Y en medio, los árboles. Mientras, en otras paredes, los únicos síntomas de vida, dos loros. Aunque callados y quietos, quizás sea lo más parecido a la alegría en muchas manzanas a la redonda.
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