Valtorta: Discurso de Jesús en el spa de TARIKEA- 5pgs

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En el Balneario de Tarikea: público variado: romanos y judíos Jesús hace ademán de querer hablar. Se hace silencio general. «Está escrito: "Te moviste a salvar a tu pueblo, para salvarle con tu Cristo". Está escrito: "Y yo me alegraré en el Señor y exultaré en Dios mi Jesús". El pueblo de Israel ha tomado para sí estas palabras y les ha dado un significado nacional, personal, egoísta, que no corresponde a la verdad sobre la persona del Mesías. Ha dado un significado limitado, que reduce la grandeza de la idea mesiánica a una mediocre manifestación de fuerza humana y de victoriosa superación de los dominadores encontrados por el Cristo en Israel. Mas la verdad es otra. Es grande, ilimitada. Viene del Dios verdadero, del Creador y Señor del Cielo y de la Tierra, del Creador de la Humanidad, de Aquel que –de la misma manera que multiplicó los astros en el firmamento y cubrió de plantas de todas las especies la Tierra y la pobló de animales y puso peces en las aguas y aves en el aire– ha multiplicado los hijos del Hombre que creó para que fuera rey de la Creación y criatura predilecta suya. Ahora bien, ¿cómo podría el Señor, Padre de todo el género humano, ser injusto con los hijos, de los hijos, de los hijos de los que nacieron del Hombre y de la Mujer, formados por El con la materia, la tierra, y con el alma, su aliento divino? ¿Cómo tratar a éstos diversamente que a aquéllos, como si no provinieran de una única raíz, como si otro ser sobrenatural y antagonista, y no El, hubiera creado otras ramas, de manera que fueran extranjeros, bastardos, despreciables? El verdadero Dios no es un pobre dios de éste o aquel pueblo, un ídolo, una figura irreal. Es la sublime Realidad, es la Realidad universal, es el Ser Unico, Supremo, Creador de todas las cosas y de todos los hombres. Es, por tanto, el Dios de todos los hombres. Y los conoce aunque ellos no le conozcan. Los ama aunque ellos, no conociéndole, no le amen; o aunque le conozcan mal y, por tanto, le amen mal; o aunque, aun conociéndole, no sepan amarle. La paternidad no cesa cuando un hijo es ignorante, torpe o malo. El padre se industria para instruir al hijo, porque instruirle es amor; se afana en hacer menos torpe al hijo retrasado; con lágrimas, con indulgencias, con castigos saludables, con perdones misericordiosos trata de corregir al hijo malo y hacerle bueno. Este es el padre–hombre. ¿Será, acaso, menos el Padre– Dios que un padre–hombre? Veis, pues, que el Padre–Dios ama a todos los hombres y quiere su salvación. El, Rey de un Reino infinito, Rey eterno, mira a su pueblo, compuesto por todos los pueblos que pueblan la Tierra, y dice: "Este es el pueblo de mis criaturas, el pueblo que debe ser salvado con mi Cristo; éste es el pueblo para el que ha sido creado el Reino de los Cielos. Y ésta es la hora de salvarle con el Salvador".


3 ¿Quién

es el Cristo? ¿Quién, el Salvador? ¿Quién, el Mesías? Muchos son los griegos aquí presentes, y muchos, aunque no sean griegos, saben que quiere decir la palabra Cristo. Cristo es, pues, el consagrado, el ungido con óleo regio para cumplir su misión. ¿Consagrado para qué? ¿Será para la pequeña gloria de un trono? ¿Será para la gloria, más grande, de un sacerdocio? No. Consagrado para reunir bajo un único cetro, en un único pueblo, bajo una única doctrina, a todos los hombres, para que entre sí sean hermanos, e hijos de un único Padre, hijos que conocen al Padre y que siguen su Ley para tomar parte en su Reino. Rey, en nombre del Padre que le ha enviado, el Cristo reina como conviene a su Naturaleza, o sea, divinamente, al ser de Dios. Dios ha puesto todo como escabel de los pies del Cristo suyo, pero, ciertamente, no para que oprima, sino para que salve. Efectivamente, su nombre es Jesús, que en lengua hebrea quiere decir Salvador. Cuando el Salvador salve de la insidia y herida más violentas, a sus pies habrá un monte cubierto por una multitud de toda raza, para simbolizar que El reina sobre toda la Tierra y se yergue por encima de todos los pueblos. Pero el Rey estará desnudo, sin más riqueza que su Sacrificio, para simbolizar que no tiende sino a las cosas del espíritu, y que las cosas del espíritu se conquistan con los valores del espíritu y se redimen con la heroicidad del sacrificio; no con la violencia y el oro. Estará desnudo para responder –tanto a los que le temen como a aquellos que, por un falso amor, contemporáneamente, le exaltan y le rebajan queriendo que sea rey según el mundo, como a aquellos que le odian sin más razón que el temor a ser despojados de lo que ellos aprecian–, para responder que es Rey espiritual, sólo esto, enviado para enseñar a los espíritus a conquistar el Reino, el único Reino que Yo he venido a fundar.

No os doy leyes nuevas. A los israelitas les confirmo la Ley del Sinaí 97; a los gentiles les digo: la ley para poseer el Reino no es otra sino la ley de virtud que toda criatura de moral elevada por sí misma se impone, y que, por la fe en el Dios verdadero, se transforma, de ley de moral o de virtud humana, en ley de moral sobrehumana. 4 ¡Oh, gentiles! Acostumbráis a proclamar dioses a los hombres grandes de vuestras naciones, y los metéis en las filas de los numerosos e irreales dioses de que pobláis el Olimpo que os habéis creado para tener algo en que creer, porque la religión, una religión, es necesaria para el hombre, así como, siendo la fe el estado permanente del hombre y la incredulidad la anormalidad accidental, es necesaria una fe. Y no siempre estos hombres elevados a deidades valen siquiera como hombres, pues unas veces son grandes por la fuerza bruta, otras por una gran astucia, otras por un poder de una u otra forma adquirido. De manera que llevan consigo, como dotes de


superhombres, una serie de miserias que el hombre sabio ve como lo que son: podredumbre de pasiones desencadenadas. Y que estoy afirmando la verdad lo demuestra el hecho de que en vuestro Olimpo quimérico no habéis sabido introducir siquiera uno de esos grandes espíritus que han sabido intuir el Ente supremo y han sido agentes intermedios entre el hombre animal y la Divinidad, instintivamente sentida por ellos con su espíritu meditador y virtuoso. Del espíritu que razona del filósofo, del verdadero gran filósofo, al espíritu del verdadero creyente que adora al verdadero Dios, el paso es breve; mientras que del espíritu del creyente al yo del astuto, del hombre avasallador, o del que es héroe materialmente, hay un abismo. Y, aún siendo así, no habéis puesto en vuestro Olimpo a aquellos que, por la virtud de la vida, mucho se elevaron por encima de la masa humana, hasta acercarse a los reinos del espíritu; no, a éstos los habéis temido como a crueles amos, o los habéis adulado por un servilismo de esclavos, o los habéis admirado como ejemplares vivos de esas libertades de animales instintos que ante vuestros apetitos anormales se presentan como finalidad y meta en la vida. Habéis envidiado a los que han sido adscritos al grupo de los dioses, y habéis dejado de lado a los que más se acercaron a la divinidad con la práctica y la doctrina enseñada y vivida de una vida virtuosa. Ahora, en verdad, Yo os doy la manera de que seáis dioses. El que haga lo que digo y crea en lo que enseño, ése, subirá al verdadero Olimpo, y será dios98, dios hijo de Dios99 en un Cielo donde no hay ningún tipo de corrupción y donde el Amor es la única ley. En un Cielo donde unos a otros se aman espiritualmente, sin ofuscación ni asechanzas de los sentidos que enemisten a unos contra otros a sus habitantes, como sucede en vuestras religiones. No vengo a pedir actos bulliciosamente heroicos. Vengo a deciros: vivid como la criatura dotada de alma y razón, y no como el bruto. Vivid de forma que merezcáis vivir, realmente vivir, con la parte inmortal vuestra en el Reino de Aquel que os ha creado. 5 Yo soy la Vida. Vengo a enseñaros el Camino para ir a la Vida. Vengo a daros la Vida a todos vosotros, y a dárosla para daros la resurrección de vuestra muerte, de vuestro sepulcro de pecado e idolatría. Yo soy la Misericordia. Vengo a llamaros, a reuniros a todos. Yo soy el Cristo Salvador. Mi Reino no es de este mundo; y, no obstante, a quien cree en mí y en mi palabra le nace un reino en el corazón ya desde los días de este mundo, y es el Reino de Dios, el Reino de Dios en vosotros.

De mí está escrito100 que soy Aquel que llevará la justicia a las naciones. Es verdad. Porque si los miembros de todas las naciones llevaran a cabo lo que Yo enseño, terminarían los odios, las guerras, los abusos. Está escrito de mí que no levantaré la voz para maldecir a los pecadores, ni la mano para destruir a


aquellos que, por su indecorosa manera de vivir, son como cañas rajadas y pabilos humeantes. Es verdad. Yo soy el Salvador y vengo a fortalecer a los lesionados, a dar líquido a aquellos cuya luz es fumosa por falta de la necesaria sustancia. Está escrito de mí que soy Aquel que abre los ojos a los ciegos y saca de la cárcel a los prisioneros y lleva a la luz a los que estaban en las tinieblas de la mazmorra. Es verdad. Los ciegos más ciegos son los que ni siquiera con la vista del alma ven la Luz, o sea, al verdadero Dios. Yo vengo, Luz del mundo, para que vean. Los prisioneros más prisioneros son los que tienen por cadenas sus pasiones malas. Cualquier otra cadena queda anulada con la muerte del prisionero, pero las cadenas de los vicios duran y encadenan incluso más allá de la muerte de la carne. Yo vengo a romperlas. Vengo a sacar de las tinieblas de la mazmorra subterránea de la ignorancia de Dios a todos aquellos a quienes el paganismo sofoca con el cúmulo de sus idolatrías.

Venid a la Luz y a la Salvación. Venid a mí, porque mi Reino es el verdadero y mi Ley es buena: os pide solamente que améis al único Dios y a vuestro prójimo, y, por tanto, que rechacéis a los ídolos y a las pasiones, cosas éstas que os hacen duros de corazón, áridos, sensuales, ladrones, homicidas. El mundo dice101: "Avasallemos al pobre, al débil, al solo. Sea la fuerza nuestro derecho, la dureza nuestro modo, nuestras armas la intransigencia, el odio, la crueldad. El justo, puesto que no reacciona, sea pisoteado; y avasallados la viuda y el huérfano, que tienen débil voz". Yo digo: sed dulces y mansos; perdonad a los enemigos; socorred a los débiles; sed justos en las ventas y en las compras; aun teniendo el derecho de vuestra parte, sed magnánimos, no aprovechándoos de poder calcar sobre los caídos. No os venguéis. Dejad a Dios el cuidado de tutelaros. Sed morigerados en todas las tendencias, porque la templanza es prueba de fuerza moral, mientras que la concupiscencia lo es de debilidad. Sed hombres y no brutos, y no temáis haber caído demasiado y no poder alzaros de nuevo. En verdad os digo que de la misma manera que el lodo puede volver a ser agua pura –evaporándose al sol, purificándose dejándose consumir y elevándose al cielo para después volver a caer en forma de lluvia o de rocío no inficionado y beneficioso–, con tal de que sepa soportar el sol, así los espíritus que se acerquen a la gran Luz que es Dios y le eleven a El su grito: "He pecado, soy lodo, pero aspiro a ti, Luz", se transformarán en espíritus que ascenderán purificados a su Creador. Quitad a la muerte su horror, haciendo de vuestra vida una moneda para adquirir la Vida. Despojaos del pasado, cual de un vestido sucio, y revestíos de virtud. Yo soy la Palabra de Dios y, en su Nombre, os digo que quien tenga fe en El y buena voluntad, quien se arrepienta del pasado y tenga propósito recto para el porvenir, sea hebreo o gentil, vendrá a ser hijo de Dios y posesor del Reino de los Cielos. 6


Os he dicho al principio: "¿Quién es el Mesías?". Ahora os digo: Soy Yo, el que os habla, y mi Reino está en vuestros corazones, si lo acogéis, y luego estará en el Cielo que os abriré, si sabéis perseverar en mi Doctrina. Esto es el Mesías y nada más: Rey de un reino espiritual, cuyas puertas abrirá con su sacrificio a todos los hombres de buena voluntad».


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