Un importante, singular y trascendental acontecimiento tuvo lugar en La Codosera, en Mayo de 1.945, al terminar precisamente la segunda guerra mundial. Eran las tres de la tarde del dÌa 27 de Mayo de 1.945, cuando la niña Marcelina Barroso Expósito en compañía de su prima Agustina González (ambas de La Codosera), iban andando hacia el caserí próximo del "Marco", a cumplimentar un encargo de su madre. Había recorrido unos tres kilómetros, cuando, al cruzar el paraje denominado Chandavila, reparó en un oscuro bulto que se divisaba sobre un castaño, distante unos sesenta metros, a la derecha del camino. No hizo caso. Pero a la vuelta venía pensando si persistirÌa aún el extraño objeto. Sí, estaba allÌ. Y, como empujada por una fuerza interior, se acercó a verlo. Grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en rayos luminosos, a la Santísima Virgen de los Dolores, elevada hacia la mitad del tronco del castaño, de perfil, mirando para el pueblo, aureolada de luceros brillantes, con manto negro, recamado de estrellas, manos juntas y rostro bellísimo, en el cual se reflejaba mortal y divina tristeza. Desaparecida la visión, la niña, llevada de su natural impulso, echó a correr hasta el pueblo, juntamente con su prima, aunque Èsta nada habÌa visto. Al llegar a casa, pretendió guardar silencio, pero, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre todo lo ocurrido, extendiédose muy pronto la voz por el vecindario.