La esperanza La esperanza es confianza en el poder y en el amor de otra persona que nos ayuda a alcanzar lo que pretendemos. La esperanza sobrenatural es una v. t. según la cual confiamos en la ayuda de Dios para alcanzar la bienaventuranza eterna. Se fundamenta en: ž la omnipotencia: puede hacer cuanto quiere ž la bondad: quiere nuestra salvación ž la libertad de Dios: puede ayudarnos de muchas maneras Por la humildad desconfiamos de nosotros mismos; por la esperanza confiamos siempre en Dios. Esta es la fuente de serenidad, estabilidad de ánimo, pase lo que pase
w La esperanza virtud teologal Virtud teologal por la que aspiramos al reino de los cielos y a la vida eterna poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo (alcanzar la gloria eterna en el cielo) apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del E. Santo. Fin: Corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre (no confundir con el placer). La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas que elevan nuestra esperanza hacia el cielo. (Leer comentario EUNSA) En toda circunstancia cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, perseverar hasta el fin y obtener el gozo del cielo como eterna recompensa de Dios por las obras realizadas con la gracia de Cristo.
w El primer mandamiento y la v. de la esperanza Cuando Dios se revela y llama al hombre, este no puede responder plenamente al amor divino por sus propias fuerzas. Debe esperar que Dios le de la capacidad de devolverle el amor y de obrar conforme a los mandamientos de la caridad. La esperanza es aguardar confiadamente la bienaventurada visión de Dios. Pecados contra la esperanza:
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la desesperación: el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal. Es la ausencia de esperanza
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la presunción: el hombre piensa que tiene el cielo asegurado sin poner nada de su parte, o bien obtener su perdón sin conversión.
w Vivir de esperanza: voluntad, optimismo... La esperanza también requiere del hombre el ejercicio de la voluntad para aplicarse con su fuerzas en aquello que se quiere alcanzar, así la voluntad y las obras realizadas siguiendo la voluntad de Dios, actúan sobre la esperanza fortificándola. Frutos de la esperanza La esperanza nos da la felicidad, la paz del alma. (Sta. Teresa) No es una invitación a no hacer nada, sino un incentivo para ejercitar la voluntad. Quita el miedo y la incertidumbre que paralizan las disposiciones para obrar.
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En la medida que la esperanza da sentido a nuestra vida y fortalece nuestra voluntad, es también fundamento para que vivamos con ilusión, con entusiasmo, aun en los momentos de
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cansancio y dolor; porque en ellos podemos estar más cerca de Dios, y Dios está dispuesto a darnos más ayuda.
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Al mismo tiempo adoptamos así una actitud optimista ante la vida, un optimismo real fundado en el poder de la gracia: "un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las llamadas de Dios" (Forja, nº 659). El optimismo propio de la esperanza se mantiene y refuerza en las cosas bien hechas, pero se enrecia al enfrentarse con lo que sale mal. Propósitos de corregir defectos (carácter, trato familia, vencer la pereza, ... enfadarse). Como acudió al lado de los discípulos, cuando remaban con gran fatiga contra el viento, Jesús acude a nuestro lado cuando viene la noche a nuestra alma, o nos sentimos solos, y también nosotros oímos ese “!ánimo¡ Soy yo, no temas” La esperanza hay que trasladarla a las dificultades en la vida interior, familiares, de salud, profesionales, etc., donde hemos de aprender a vivir la esperanza y, en consecuencia, a luchar más y ser más optimistas. Nuestra meta es el Cielo donde contemplaremos a Dios, y poseeremos todos los bienes sin mezcla de mal alguno; por la esperanza gozamos ya de esos bienes en la tierra: “la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra” (Forja, n.1005)
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