Fray josé lópez ortiz testimonial

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Fray José López Ortiz Un día -quizá en otoño de 1941- volviendo con Josemaría del estudio del pintor Fernando Delapuente, su carácter franco, abierto, se desbordó en una confidencia fraterna y me dijo: "Bueno, ya está bien; te voy a contar con detalle lo que hay". Y a partir de entonces me fue explicando la Obra, con toda franqueza y claridad. Me hizo ver que la Obra es de Dios, totalmente sobrenatural: la santidad, la vida contemplativa, en medio del mundo, en medio de la calle, para poner a Cristo en la cima de todas las actividades humanas, y llevar a Dios todas las cosas. Recuerdo la impresión enorme que me causó el comprobar la autenticidad sobrenatural de la Obra que comenzaba a conocer. Ni en esta primera explicación, ni en las que siguieron hizo Josemaría referencia alguna a los sucesos de tipo sobrenatural y extraordinario que dieron lugar al nacimiento de la Obra, el 2 de octubre de 1928. Y me lo explico bien, pues no quería que apareciera nada que pudiera ser tenido por extraño o milagroso, ya que por aquel entonces en determinados ambientes surgían comentarios en este sentido y el Padre estaba empeñado en cortarlos. A pesar de ello, yo llegué a la persuasión de que, de algún modo, el Señor le había manifestado con claridad cuál era su Voluntad en relación con la labor que desarrollaba. Esto me parecía evidente al comprobar una y otra vez la idea clara y nítida que tenía de la Obra, no sólo en cuanto era una realidad apostólica que se hacía cada día, sino en cuanto hablaba de ella como algo muy preciso proyectado en el futuro. En ello podía intervenir, en parte, su discurso y su imaginación; pero la claridad de la idea no quedaba suficientemente explicada si Josemaría no tenía además una iluminación especial del Señor. Esta precisa definición de las metas y de los medios para alcanzarlas no podían ser imaginaciones suyas. Además, su anticipación a los tiempos no tenía, en ningún momento, el tono pretencioso, exagerado o vanidoso que tiene, con tanta frecuencia, el planificar humano, sino que estaba acompañado de la sencillez, naturalidad y humildad, que le eran propias; también eso me llevaba al convencimiento de que me encontraba ante algo fuera de lo normal. La seguridad con que hablaba del porvenir de la Obra, no podía venir de un mero razonamiento suyo, de cosas que se le ocurrían: ahí había algo más, esto era evidente. Por otra parte -y esto reafirmaba y reafirma con un nuevo argumento mi certeza acerca del carácter sobrenatural de la Obra- yo tuve ocasión en aquellos años, de conocer la vida de piedad de los primeros de la Obra, pues con frecuencia les confesaba en uno de sus Centros y en algunos viajes a diversas capitales de provincias, conocí también en su totalidad el género de vida que llevaban. Luego he visto cómo se mantenía la misma espiritualidad en otros países; y cómo ha arraigado en los sacerdotes diocesanos, cosa para mí, como obispo, más llamativa. Y estoy convencido por ello de que la Obra es sobrenatural. Desde el principio entendí lo que decía Josemaría: "Esto es Obra de Dios; esto no es obra mía, es Obra de Dios". No podía ser una obra basada en el atractivo personal de Josemaría: era una Obra de Dios. Quien negase o no quisiese reconocer este carácter sobrenatural de la Obra, achacando su desarrollo al influjo personal de Josemaría, se encontraría con un hecho mucho más sorprendente e inexplicable. Es evidente que el hecho de que todo tipo de personas, en cualquier rincón del mundo, vivan una vida sobrenatural intensa, y estén dispuestas a todos los sacrificios y a una entrega total, no se explica sin especial gracia de Dios. Mi corazón de obispo se va de


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Fray josé lópez ortiz testimonial by Oriol Serra Pujol - Issuu