HISTORIA DE LA IGLESIA I
Universidad Santa Croce (Roma)
LA IGLESIA ENTRE EL MEDIEVO Y LA EDAD MODERNA. A.- El nacimiento del espíritu laico y el progresivo debilitamiento del poder papal: 1. La Iglesia frente a los estados nacionales emergentes. Los siglos XII y XIII constituyen la época clásica de la Cristiandad europea. Queremos significar con este término el conjunto de pueblos que por profesar la misma fe y pertenecer a la misma Iglesia, formaban una amplia comunidad de espíritu y cultura, por encima de la diversidad de los reinos y de sus particularidades nacionales (J. Orlandis). La teoría política medieval consideraba que la Cristiandad constituía una basta unidad, un gran organismo vivo integrador de todos los pueblos cristianos y coronado por dos autoridades supremas, el papa, titular del poder espiritual y el emperador, que ejercía el poder temporal. Función primaria de ambas potestades - cada una en su propio orden era ayudar a los hombres a conseguir su propio fin. La afición al simbolismo de los hombres medievales buscó analogías que expresasen gráficamente esos poderes y sus recíprocas relaciones y las halló en las dos espadas que figuran en el relato de la Pasión según S. Lucas (Lc.XXII,38); en la imagen del sol y de la luna y en otros más. El problema de las relaciones entre las dos potestades rectoras de la Cristiandad fue tratado reiteradamente por los escritores contemporáneos, al hilo de los acontecimientos históricos. Los teóricos de la Cristiandad coincidían todos en aceptar el sistema y la validez de sus reglas de juego, pero disentían, según sus puntos de vista favorables al papa o al emperador, en exaltar la función que, dentro del sistema, competían a uno y al otro. Los partidarios del Pontificado enaltecían la autoridad del papa, fundada en al superior dignidad de su poder espiritual, que no se limitaba al terreno religioso, sino que, "por razón de pecado" o en virtud de la "plenitud de potestad" pontificia, se extendían ampliamente al orden temporal. Los doctrinarios imperiales exaltaban en cambio, el poder del emperador, poder según ellos autónomo, recibido directamente de Dios, que le confería la función directiva de una Cristiandad en que el papa había de quedar relegado al estricto ámbito de las actividades religiosas y del culto divino. El sentimiento de unidad existente durante aquellos siglos en el Occidente Europeo fue un hecho desconocido desde que comenzó la época de los estados y soberanías nacionales. Era natural que papas de todos los lugares europeos ocupasen la Sede de Pedro, o que monjes cluniacenses regentasen obispados de ciudades distintas a las de su país, o que las universidades acogiesen a estudiantes de cualquier parte de Europa. Sin embargo la Cristiandad no llegó a constituir una institución política de rango supranacional, ni los reyes europeos cristianos reconocieron la autoridad imperial en sus dominios y asuntos. El Imperio tuvo su base territorial en las tierras de Alemania e Italia. Los Estados Pontificios, creados por la donación de Carlomagno, estaban protegidos por los emperadores, pero de esa dependencia militar surgirán los problemas respecto a las relaciones entre las dos cabezas de la Cristiandad. Luchas que darían al traste con la idea de unidad. 2.El enfrentamiento entre Bonifacio VIII y Felipe IV de Francia. A finales del siglo XIII, tras un siglos de luchas entre los emperadores y los papas, sobre todo entre Federico II Barbarroja y Gregorio IX (guerra de las investiduras), el Imperio y la Iglesia empezarán a mostrar síntomas de desgaste. La idea unitaria de la Cristiandad Medieval saldría "herida de muerte". Se puede decir que la Cristiandad se fundaba sobre el principio del armónico entendimiento entre las dos potestades, que ejercían la suprema autoridad en el orden espiritual y el temporal. El enfrentamiento arruinó el sistema. Además las circunstancias favorecían el proceso ya que el ocaso del imperio es parejo al desarrollo de los nuevas nacionalidades. El Pontificado buscó la protección secular de Francia y los Anjou sustituyeron a los Staufen en Nápoles y Sicilia. Con ello crecería la influencia francesa sobre el Colegio Cardenalicio, lo que a la larga supondrá una fuente de tensiones con el pontificado. El uso abusivo de armas espirituales llevó consigo un desprestigio de la Iglesia al emplearlas en la consecución de fines políticos. En Alemania germinaría un sentimiento de encono contra Roma y el Papado expresada en la obra "Gravamina nationis germanicae".