RENÉ LAURENTIN APARICIONES DE LA VIRGEN 1. UNA CUESTIÓN DELICADA Las apariciones de la Virgen se multiplican. ¿Es Ella? ¿Qué quiere decirnos? Muchos se lo preguntan y buscan una contestación. Otros rehuyen la cuestión porque tienen ya una respuesta a priori: «Esta proliferación es la manifestación de un fenómeno psico-sociológico, sin duda patológico. Lo prudente es ignorarlo o rechazarlo como en cierto modo lo hace ya la misma Iglesia, que no ha reconocido oficialmente ninguna de las apariciones acaecidas en los últimos cincuenta años». ¿Para qué ocuparse de las apariciones? Hay quien dirá, encogiéndose de hombros: « Otro libro de Laurentin sobre las apariciones. ¿Está, definitivamente, obnubilado? ¿Para qué se mete en ese laberinto?» Uno de mis colegas, cuya ciencia, cultura y valía espiritual lo han colocado en el vértice de la mariología, y al que pregunté: «¿Has estado en Medjugorje ?», me respondió sagazmente: « No. Y así es como cuido yo mi reputación.» Estas pequeñeces, y otras, manifiestan hasta qué punto las apariciones son hoy motivo de contradicción y objeto de malestar. «Cuando la Virgen se aparece, el círculo familiar no aplaude con gran entusiasmo...» Fiel a una vieja tradición, los eclesiásticos en general no acogen una aparición como una buena noticia, sino como un asunto incómodo. Tal ha sido, a menudo, el caso desde Lourdes a Isla Bouchard, cuyos párrocos se dejaron convencer por los incrédulos con excesiva facilidad. La primera preocupación de los responsables (y es legítima) es buscar el fallo, ocultar, limitar o frenar el insólito fenómeno. En bien del suceso, una acción enérgica a inmediata pone fin al episodio desde su raíz, contando con la obediencia de los videntes. La mayoría de las apariciones se ocultan así antes de que salten a la luz pública. La reacción es análoga cuando surge un milagro. En la emisión de Igor Barrera sobre los milagros (TFl, 4 abril 1988), Jeanne Fretel, cuya curación milagrosa ha sido reconocida oficialmente en Lourdes, dijo que su situación provoca siempre reacciones de repulsa en los medios católicos donde ella vive. Si me hago eco de estas actitudes negativas no es para extrañarme o para indignarme, sino porque este malestar responde a una realidad que es necesario conocer bajo pena de quedarse en un plano ilusorio (véase anexo 2). Se impone, pues, una introducción, porque, sin preámbulo, los relatos de apariciones corren el riesgo de ser mal comprendidos. Suscitarían el rechazo de unos y el excesivo entusiasmo de otros. El campo de las apariciones es más complejo y más delicado de lo que parece. Es necesario aprender a abordarlo como es debido. Entonces, ¿qué he venido yo a hacer en este laberinto? No soy yo quien ha escogido las apariciones. Han sido las apariciones las que han venido a ponerme en movimiento. Personalmente, yo no me sentía inclinado a ellas. Siendo ya doctor en Letras y en Teología, no había estado jamás como peregrino en Lourdes, aunque uno de mis tíos vino a ser mi «provocador», es decir, quien vino a introducirme en estos temas. De manera inopinada, monseñor Théas me metió en este camino. En 1953 me mandó hacer una Teología de Lourdes para el Congreso mariológico internacional de Roma (1954). Pensé que podría lucirme; la historia de las apariciones estaría perfectamente establecida, y yo no tendría que hacer más que una reflexión sobre datos ya existentes. Pronto pude apercibirme de que estaba equivocado: una historia documentada era, precisamente, lo primero que estaba por hacer. La mitad de sus documentos permanecían en el olvido, desconocidos, singularmente los iniciales; y los diversos autores no estaban de acuerdo siquiera sobre el número de apariciones (18 para la mayoría y 19 para Cros y Trochu, reputados como los mejores, y, no obstante, también errados). El texto patois de las palabras de Nuestra Señora no se había transcrito. La exigencia de la verdad me obligó a escribir unos treinta volúmenes: Documentos, Historia, Vida, Palabras, Retrato de Bernadette, etc. No se podía ser serio a menor precio. Científico quiere decir exhaustivo y verificable. Nuestra Señora había hablado en Lourdes en una situación histórica compleja, y la lectura de su mensaje