Persona y sexo { Persona: espíritu y cuerpo. El amor expresión de toda la persona. El cuerpo es parte esencial de la persona, de la personalidad, y del ser humano como individuo. El hombre es una estructura compleja unitaria de corporalidad y espiritualidad. Lo espiritual tiene una expresión también corporal. Diversos aspectos del alma se expresan en diversos aspectos del cuerpo. También hay expresiones corporales que reflejan la situación del espíritu (reír, llorar, etc.); del mismo modo la, sexualidad, además de su función generativa, es, en su dimensión más profunda, expresión corporal de nuestra capacidad de amar, de entregarnos a otra persona y recibir su entrega. w La persona humana tiene grabada en su interior la necesidad de ser conocida y amada, de conocer y amar a otros. Necesitamos que los demás nos conozcan, nos comprendan, nos acepten y nos amen. La persona humana necesita entregarse, darse a conocer y amar de una manera más profunda, total. Ese amor total incluye toda la persona, tanto su alma como su cuerpo. En ese amor; uno necesita decir y expresarlo todo, hasta lo más íntimo, en la confianza de que el otro va a comprenderte y aceptarte tal como eres. También interviene el cuerpo, porque interviene la persona entera. El afán de entrega y de posesión, de saberse recibido y poseído, pretende llegar hasta lo más íntimo.
{ El amor de entrega total de la persona En el amor de entrega total, hombre y mujer se entregan el uno al otro con alma y cuerpo. El cuerpo juega un papel esencial porque es parte esencial de la persona humana. Por eso la entrega total es el amor sexual. El sexo es la expresión corporal de nuestra capacidad de amar. También por eso, si Dios le pide a una persona que le dé el corazón entero, sin intermediarios, le pide también el cuerpo, y esa persona no deja que su corazón se enamore de otra, ni se casa (es el caso de un sacerdote, por ejemplo).
{ El amor sexual Se pueden distinguir tres niveles, que integran el amor entre el hombre y la mujer: El atractivo físico: es el nivel más elemental, está siempre presente, y es común a la naturaleza animal. Por si sólo no basta para fundamentar un amor humano de verdad, pero si está ausente, la cosa no marchará. El enamoramiento afectivo: es una sintonía entre los caracteres de las dos personas, que hace que estén muy a gusto juntos, que les guste conocer los detalles de la vida del otro, etc. Es ya algo típicamente humano, aunque no basta todavía para un amor completo. El enamoramiento es un fenómeno espontáneo, no voluntario. Uno no decide fríamente enamorarse de una persona. También sucede a veces que a uno le guste más el simple hecho de "estar enamorado" -porque produce una sensación de entusiasmo-, que la persona misma de quien se enamora. Ese enamoramiento se tiñe entonces de egoísmo. No sería verdadero amor. En cualquier caso, para cuajar; el enamoramiento tiene que pasar al tercer y último nivel.
1
El amor personal: El amor, que ha surgido sin intervención de la voluntad, se convierte en una decisión, tomada libremente, de entregarse al otro, amándolo tal y como es y como será. Es un amor con el que acepto a la persona entera, no sólo con las cosas buenas que me enamoran, sino también con los defectos que me molestan. Y la acepto como alguien que va a compartir y condicionar toda mi vida. Cuando los tres niveles van unidos, que es lo previsto por nuestra naturaleza, es posible alcanzar el grado mayor de alegría y placer. Pero si se busca, por ejemplo, sólo el placer físico, o el simple entusiasmo del enamoramiento, entonces el mismo placer que se buscaba disminuye. Y deja mal sabor de boca. Sabe a muy poco, porque, en realidad es sólo parte, y la parte más pequeña, de la alegría de la entrega sexual con alma y cuerpo, que sólo es posible en la entrega total del matrimonio.
{ La entrega total y para siempre El amor humano auténtico es una entrega total de la propia persona: alma, corazón, cuerpo, toda la vida, presente y futura. Cuando dos personas se aman, saben que van a compartir toda su vida. Eso es lo que se llama matrimonio: uno con una para siempre, de cara a los hijos. w Ya no son dos, sino una sola carne y una sola vida. Esto supone incluso la adaptación de las dos personalidades, de los caracteres y los gustos de cada uno. De esta manera, las personalidades de los dos cónyuges se van influyendo y compenetrando. La vida del uno forma parte real de la vida del otro. w Si una persona le dice a otra que le ama, el mismo lenguaje supone la expresión "para siempre". Por ser la persona cuerpo y espíritu, su amor se realiza en el tiempo, pero es, en sí mismo, para siempre. O uno se entrega para siempre, o no ha entregado el propio yo. Y si uno se ha entregado, ya no se posee a sí mismo en propiedad exclusiva, sino que le ha dado el corazón y el cuerpo a la otra, que, a su vez, se los ha dado a uno. w En el amor sexual, la intervención del cuerpo como expresión del alma, da un peculiar carácter irreversible a la relación de entrega. La entrega del cuerpo es la expresión de esa entrega total de la persona. Porque mi cuerpo soy yo, no es una cosa externa. Precisamente por eso, el amor sexual completo incluye, de por sí, el "hasta que la muerte nos separe". Entregar el cuerpo sin haberse entregado para siempre (y eso es el matrimonio) es algo parecido a la prostitución: es una utilización de la propia intimidad como objeto de cambio: dar el cuerpo a cambio de algo (aunque ese algo sea el enamoramiento), sin haber entregado la vida. Las expresiones corporales de cariño tienen sentido cuando hay un verdadero amor entre las personas. No basta con una atracción física o con el simple enamoramiento afectivo, debe haber ya un comienzo de amor personal.
{ Hacer el amor Hacer el amor , de verdad, sólo es posible dentro del matrimonio, porque el acto sexual es verdadera expresión de amor total sólo cuando dos personas se han entregado ya totalmente. En estos momentos se aplica la expresión para referirse simplemente al acto sexual, sin más matices.
{ La locura de casarse
2
Casarse es entregarse para siempre. En este sentido, es algo tan definitivo como tirarse sin paracaídas: una vez que he saltado, no hay marcha atrás. Cuando me caso, me tiro, me abandono en brazos del otro. Si el otro me falla, me doy el gran batacazo. Casarse con la posibilidad de divorcio es como tirarse con paracaídas: no me abandono plenamente en el otro. No me fío de él, no pongo mi vida totalmente en sus manos. La posibilidad legal del divorcio hace que no haya diferencia real entre lo que se llama casarse y la simple unión temporal de una pareja. w Por eso, si ha habido verdadero matrimonio, el divorcio es, en realidad, una pantomima, un intento de falsear la realidad. Si me he casado, me he casado para siempre. Si no me he casado para siempre, no me he casado de ninguna manera. w La vida en común y el acto sexual son manifestaciones y consecuencias de ese acto de la voluntad que es casarse. Son verdad cuando uno se ha casado, y son mentira si uno lo hace con alguien que no es su esposo. w Si estas casado, estás casado, para siempre. Si uno no se ha casado para siempre, lo que está es "arrejuntado" y se acuesta con alguien con alguien que, en realidad, no es su mujer -su marido-, ya que no se le ha dado el corazón y el cuerpo de modo irrevocable. Si se está casado y uno se va con otra -con otro- de nada sirve que uno tranquilice su conciencia con la etiqueta de "divorciado". w La autentica figura jurídica del matrimonio civil no existe todavía ya que esa ley debe reconocer el carácter irrevocable del compromiso, de la entrega del uno al otro: para siempre y sin vuelta atrás. A partir de la introducción del divorcio, lo que se llama matrimonio civil es lo mismo que una unión temporal, a la que se añade un papeleo jurídico.
{ La profundidad de la entrega al otro y la imposibilidad de colmar todas dimensiones del ser del otro. La necesaria referencia a Dios. Casarse es como tirarse sin paracaídas: algo que no tiene remedio. El matrimonio para siempre es para muchos una locura, algo que es ciertamente de "alto riesgo", una imprudencia porque quizá la cosa no funcione. w Según esto, la sensatez más elemental obligaría a reconocer que hay que mantener la puerta abierta, que no es razonable tirarse con paracaídas. Pero entonces: ¿Cuál es la diferencia entre el matrimonio y la simple unión temporal? No existe. El problema de estas reflexiones tan "prudentes" y tan "razonables" es que anulan de entrada la misma posibilidad del matrimonio para siempre. w Si el matrimonio es entrega total, eso significa entregar la vida entera: ya no soy mío, soy del otro, ya no dependo sólo de mí, dependo del otro, y si el otro se va se lleva mi vida en el bolsillo. Y como se la he dado entera, ya no la tengo para dársela a otro. Además, ¿puedo yo asegurar que seré capaz de hacer feliz al otro y afirmar que pase lo que pase el otro deberá seguir atado a mí?, etc. Se plantean muchas pegas. Ciertamente, yo puedo proponerme hacer todo lo posible para que sea feliz, pero no puede asegurar que lo voy a conseguir. Aún más: desde el comienzo hay que aceptar que no somos capaces de acoger y satisfacer plenamente las necesidades del otro, que hay dimensiones de su ser que la otra parte no puede llenar.
3
w
Entonces hay que reconocer que el amor humano total, que lleva a esa locura que es el matrimonio, es un amor que no se basta a sí mismo porque el ser del otro es mucho más de lo que yo puedo llenar. En el amor matrimonial es una entrega total, pero hay diferencias insalvables. Concretamente hay una dimensión radical de la persona humana que sólo tiene sentido respecto de Dios, y sólo puede ser llenada por Dios. w En el amor humano, esa plenitud de identificación es imposible de alcanzar. Está siempre presente como meta hacia la que ir avanzando, pero no se puede-y, por eso mismo, tampoco se debe pretender alcanzarla de modo pleno, porque produce inevitables daños y desilusiones. En realidad, sólo el amor de Dios puede alcanzar la plena unión y mutua posesión del alma, respetando, al mismo tiempo, la libertad y la integridad de la persona humana. Sólo el amor de Dios tiene la sutileza infinita necesaria para penetrar hasta el fondo de una persona sin destrozar nada de esa intimidad. w Todo amor humano auténtico es, en sí mismo, camino del amor a Dios. Si no, se corre el peligro de buscar en una persona limitada toda la comprensión, y delicadeza, una respuesta total a nuestras ansias infinitas de amor. Y esa respuesta, esa comprensión, esa delicadeza ilimitada, sólo es capaz de darla la Persona Infinita que es Dios.
{ El sexo y su lugar en la persona w La mujer-objeto. Socialmente la imagen del cuerpo de mujer que funciona en estos momentos es el de la mujer-objeto. No es el cuerpo de una persona a la que amar y respetar, sino más bien una cosa que usar, con la que pasárselo bien: casi casi de usar y tirar. La imagen de madre no entra en esa imagen del cuerpo femenino que han vendido los diversos medios de comunicación. Y, del mismo modo, la idea de padre está ausente de la imagen de hombre. Hay que salir del engaño y reconstruir, en nuestro interior, una imagen de mujer que sea más completa y verdadera, que se adecue mejor a los datos más elementales del sentido común. w El alma de mujer: en el carácter y la psicología femenina existe un conjunto de rasgos diferenciales propios de la mujer: ternura, suavidad, capacidad de escuchar y mostrar cariño de manera inmediata y sensible, detectar las necesidades del otro, estar en los detalles concretos, etc. que hacen su trato entrañable y humano de manera, que en estas cosas, la mujer es muy superior al hombre. Igualmente se refleja la superioridad en las profesiones en las que predomina la atención y el trato humano (enfermeras). w El cuerpo de hombre y padre: La pérdida de la imagen de padre es mucho más antigua que la de mujer. Hace mucho tiempo que nuestra civilización ha olvidado que el negocio fundamental de un hombre son los hijos. La paternidad es fruto del amor. El acto sexual no es un simple medio para la procreación, sino que se ha de expresar corporalmente toda la ternura de amor que la mujer necesita. Ciertamente, la imagen de hombre y mujer que frecuentemente se difunde en nuestra cultura no refleja al propio sexo como instrumento y expresión de la delicadeza y ternura propias de un amor total. w La manipulación de los hombres: La sensibilidad, la memoria y la imaginación de los hombres actuales está sobrecargada por un potenciamiento excesivo y enfermizo de los deseos sexuales simplemente carnales a través de la avalancha de mensajes eróticos o pornográficos.
4
Para descubrir la riqueza propia de la personalidad femenina, para llegar a conocer y a enamorarse de una mujer, y no simplemente desear a una tía buena, el hombre, habitualmente, tiene que hacer un esfuerzo para evitar que su atención quede absorbida por los aspectos externos y meramente carnales de la mujer. w Sexo y amor son, de por sí, dos caras de la misma realidad. Cuando la experiencia común es la de disociación, podemos asegurar que se ha introducido un factor de corrupción en la imagen social de la sexualidad.
{ La educación de la sexualidad Al ver o relacionarnos con otras personas, podemos mirar y considerarlas de manera que sus aspectos sexuales queden integrados como un factor más de su personalidad, pero sabemos también que podemos caer, en ocasiones, en considerarlos como simples objetos sexuales. Por eso, el modo de vestir, las posturas y actitudes, el modo de mirar o de pensar en una persona, han de tener en cuenta este factor. w El cuerpo de cada uno es parte y expresión de su intimidad personal, una intimidad que está hecha para ser respetada y amada. Por eso rebajarlo a simple objeto del apetito sexual es una grave ofensa a la dignidad de la persona El dominio del cuerpo, de los apetitos, de la imaginación, de los ojos, es parte indispensable de esa educación de la sexualidad que la convertirá en expresión adecuada de nuestra capacidad de amar. Sin esa educación, la sexualidad, como cualquier otro aspecto del cuerpo, actúa a nivel simplemente animal, no es capaz de expresar nuestra personalidad espiritual. Y no será capaz de ser instrumento del amor, sino del egoísmo animal, típico de un apetito corporal no educado.
{ El atractivo sexual de la mujer La mujer no siente el tirón automático de la carne ante el cuerpo de un hombre. El hombre sí lo siente ante el cuerpo de la mujer. w Por no saber esto, muchas mujeres interpretan equivocadamente las miradas de muchos hombres. Se creen que son miradas de admiración, que se refieren a ellas como mujeres, a ellas, como personas y no saben que, en muchas ocasiones, se refieren simplemente a su cuerpo, a un anónimo cuerpo de mujer considerada como objeto de deseo sexual. w Los hombres distinguen claramente el tipo de mujeres a las que respetan y admiran, y con las que tienen la ilusión de llegar a establecer una relación estable, de ese otro tipo de mujeres provocan su deseo, y que son útiles para pasar el rato con ellas.
{ La afectividad de la mujer La mujer tiende a unir lo carnal con lo afectivo. El hombre puede, con gran facilidad, tener una experiencia sexual sin la más mínima implicación afectiva. w La mujer tiende a considerar en primer lugar los aspectos personales, afectivos, humanos. Lo estrictamente carnal viene, normalmente, sólo después de lo afectivo. Pero en el hombre no es así. Por eso las mujeres consideran como cariño lo que, en muchas ocasiones, es, por parte del hombre, simple satisfacción del apetito. Se sienten queridas cuando, en realidad, están siendo usadas w La conexión entre cuerpo y alma es más intensa en la sexualidad femenina. Por eso son antes afectivas que carnales, por eso el enamoramiento
5
les absorbe con más intensidad. Por eso, sufren también con más intensidad las consecuencias de una vida sexual desordenada.
w
Mikel Gotzon . "Saber Amar con el Cuerpo".
6