Orive: la clave del espacio público en el centro histórico de Córdoba

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I 9 EL PALACIO CORDOBÉS DE LOS ORIVE: SOBRE LA INTERVENCIÓN DE HERNÁN RUIZ II

II 43 Edita: Ayuntamiento de Córdoba. Delegación de Cultura Gerencia Municipal de Urbanismo. Oficina Municipal del Casco Histórico Autores de los Textos: Francisco Gómez Díaz Dr. Arquitecto. Profesor de Proyectos ETS de Arquitectura. Sevilla Antonio Luis Ampliato Briones Dr. Arquitecto. Catedrático de Expresión Gráfica ETS de Arquitectura. Sevilla Maudilio Moreno Almenara Arqueólogo. Delegación de Cultura. Junta de Andalucía Juan Francisco Murillo Arqueólogo. Gerencia Municipal de Urbanismo. Ayuntamiento de Córdoba Dolores Ruiz Lara Arqueóloga. Gerencia Municipal de Urbanismo. Ayuntamiento de Córdoba

Silvia Carmona Arqueóloga. Gerencia Municipal de Urbanismo. Ayuntamiento de Córdoba Rafael García Castejón Arquitecto. Gerencia Municipal de Urbanismo. Ayuntamiento de Córdoba Fotografías, planos y dibujos de los autores de los textos, excepto los señalados en el pie de cada imagen © de los textos y las fotos: sus autores Diseño, maquetación e impresión: puntoreklamo I.S.B.N.: 978-84-89409-77-4

LA MANZANA DE SAN PABLO-ORIVE EN EL CONTEXTO DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICOURBANÍSTICA DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA

III 137 EL PALACIO DE ORIVE DE CÓRDOBA

IV 209 EL PAPEL DE LA MANZANA DE SAN PABLO EN EL CENTRO HISTÓRICO DE CÓRDOBA

V 255 REFLEXIONES SOBRE EL ESPACIO JARDIN HUERTO DE ORIVE

Depósito legal:

BIBLIOGRAFÍA 295


I EL PALACIO CORDOBÉS DE LOS ORIVE: SOBRE LA INTERVENCIÓN DE HERNÁN RUIZ II Antonio Luis Ampliato Briones


Sobre el limitado recorrido historiográfico de este Palacio Cordobés Comenzaremos este análisis de la presencia de Hernán Ruiz en el Palacio de Orive con una síntesis de lo principal que sobre ella se ha publicado hasta la fecha, tanto por lo que se refiere a los escasos datos documentales disponibles, como al alcance real de dicha intervención o su posible trascendencia conceptual. La primera referencia bibliográfica conocida al Palacio de los Villalones, o Palacio de Orive (fig. 1), es la publicada en 1873 por el erudito Teodomiro Ramírez de Arellano, quien identifica la portada como una obra del siglo XVII, afirmando también que la casa llegó a pertenecer con posterioridad a “don Alonso de Orive y Villalón, caballero de Alcántara, que vivía en 1718”, en quien confluyen los dos apellidos. Casi un siglo después, en 1953, Fernando Chueca Goitia reconoce la fecha de 1560 en una pequeña cartela de la fachada1, atribuyendo la obra al segundo de los Hernán Ruiz. Ningún dato nuevo ha aparecido desde entonces, y fecha y autor han sido desde ese momento universalmente aceptados2.

(fig. 1)

En 1974, Antonio de la Banda y Vargas parte de la atribución de Chueca Goitia y se extiende en algunas otras consideraciones: identifica la propiedad como “una vieja casona cordobesa (…) de la época mudéjar, que sufrió importantes reformas en los siglos XVI y XVII”, menciona el hecho de que la portada “no ocupa el centro”, identifica la intervención de Hernán Ruiz como una obra que abarca toda la “crujía rectangular de piedra” que constituye el frente del palacio, y describe pormenorizadamente todos los

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1

Una pequeña cartela en la decoración de la ventana alta de la portada, en la franja exterior izquierda.

2

Ramírez de Arellano, Teodomiro, “Paseo 4. Barrio de San Andrés”, Paseos por Córdoba, Córdoba, 1873. Chueca Goitia, Fernando, Arquitectura del siglo XVI (Ars Hispaniae), Madrid, 1953, p. 201.


elementos arquitectónicos que intervienen en la composición de los distintos frentes, hacia la plaza y hacia el callejón. Un año después, en 1975, Antonio de la Banda añade que el mirador superior fue reformado en el siglo XVIII, aunque no aporta ninguna referencia para esta afirmación, y que la intervención de Hernán Ruiz alcanza, en el zaguán, a “la doble arcada que da acceso al patio donde se percibe en él la típica ornamentación de perlas y semiacanaladuras, y el arco escarzado que se abre a la actual escalera” 3. En 1990, Alberto Villar Movellán hace una interesante observación sobre el “divertimento formal” de las “columnas robadas de la puerta, una suerte de arquitectura-huecorelieve”. En 1992, Mª Dolores Puchol Caballero describe detenidamente la portada del palacio, destacando su valor urbano en relación con la plaza. En 1996, Alfredo J. Morales insiste en la autoría del maestro cordobés, y subraya la atribución de la portada con el análisis estilístico de ciertos elementos como el ornamento de la ventana principal, el diseño de la ventana lateral o el friso de ondas del antepecho superior. Por mi parte, también en 1996, tuve ocasión de publicar un breve análisis de esta obra, haciendo una lectura de su arquitectura en relación con el recorrido de aproximación de un observador. Por último, en este breve recorrido por la escasa bibliografía disponible sobre el palacio, cabe recoger la opinión expresada por los autores del reciente estudio Las plazas del casco histórico de Córdoba, en el sentido de que el trazado de la plazuela de Orive pudiera también haberse debido al propio Hernán Ruiz, en el contexto de la reforma del palacio4.

De la Banda y Vargas, Antonio, El arquitecto andaluz Hernán Ruiz II, Sevilla, 1974, p. 105. De la Banda y Vargas, Antonio, Hernán Ruiz II, Sevilla, 1975, p. 41 y ss. 4 Villar Movellán, Alberto, “Arquitectura en Andalucía Occidental”, en Historia del Arte en Andalucía, IV, El Arte del Renacimiento, Urbanismo y Arquitectura, Sevilla, 1990, p. 356. Puchol Caballero, Mª Dolores, Urbanismo del Renacimiento en la ciudad de Córdoba, Córdoba, 1992, p. 131 y ss. Morales Sánchez, Alfredo J., Hernán Ruiz “el joven”, Madrid, 1996, p. 103. Ampliato Briones, Antonio Luis, Muro, orden y espacio en la arquitectura del Renacimiento andaluz, Sevilla, 1996, p. 217 y ss. Valverde Fernández, Francisco, Loma Rubio, Miguel, y Sequeiros Pumar, Candelaria, Las plazas del casco histórico de Córdoba. Córdoba, 2007, p. 147. 3

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Apuntes para una delimitación de la Intervención de Hernán Ruiz De todo lo anterior se deriva la necesidad de abordar en primer lugar la cuestión, en absoluto cerrada, del alcance de la intervención de Hernán Ruiz en el palacio, y en su entorno urbano inmediato, no tanto con la intención de alcanzar una conclusión definitiva, que estimo hoy por hoy imposible, como de propiciar una primera ordenación de las ideas y establecer algunas prioridades para el análisis. Aparte la ya mencionada escasez de noticias documentales, la delimitación de lo atribuible a Hernán Ruiz se ve notablemente dificultada por las reformas llevadas a cabo en 1920 (fig. 2), que afectaron al menos al mirador y a los principales elementos arquitectónicos que articulan los accesos (principalmente arcos murales), introduciendo con toda probabilidad elementos nuevos cuyo mimetismo dificulta el esclarecimiento de las relaciones que entre esos espacios pudiera haber planteado originalmente Hernán Ruiz5.

(fig. 2)

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Aceptando la más que probable inclusión de un mirador sobre la entrada en el plan original de la obra, e independientemente de la trascendencia que hayan podido tener ulteriores modificaciones del mismo, cabría decir que tanto las imprecisiones constructivas como, muy especialmente, el perfil neutro que ofrecen todos sus detalles arquitectónicos, aconsejan establecer una prudente distancia acerca de la posible autoría de Hernán Ruiz sobre este elemento, más allá de la idea de su mero planteamiento general. Algo similar podríamos decir de todo el extenso interior del edificio (fig. 3) y especialmente de su patio principal, un espacio irregular en su planta y en sus detalles arquitectónicos. En este

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“De entre todas las intervenciones, es especialmente destacable la que realizó en 1920 Bienvenida, un discípulo de Aníbal González, con la felicitación de la Comisión Provincial de Monumentos quien, en pleno furor regionalista, alteró la preexistencia hasta el punto en que hoy nos la encontramos, con una serie de contradicciones difíciles de digerir y que, por tanto, hacen necesario un estudio en profundidad para dilucidar el proceso de transformaciones sufrido”, dice el arquitecto Francisco Gómez Díaz en la memoria del reciente proyecto de restauración. Aparece la fecha de 1920 sobre una cruz en el hastial del mirador, y la de 1921 sobre las rejas de los dos huecos interiores del zaguán.


el más cercano a la plaza, con la misión de ennoblecer la imagen urbana de la casa y mejorar la organización de sus espacios de acceso. En todo este sector noroeste, el elemento que con más claridad podemos atribuir al maestro es la portada principal, y a partir de ella empezaremos un nuevo razonamiento para tratar de precisar un poco más el alcance de su intervención (fig. 4).

(fig. 3)

patio principal, no obstante, hay que reseñar la presencia mayoritaria de columnas con un friso acanalado rematando el fuste por debajo del capitel, un motivo decorativo recurrente en otros lugares de la casa y que nos podría remitir, a su vez, a ciertos motivos decorativos de la fachada. La falta de homogeneidad de las piezas es notoria y estos capiteles, o incluso columnas completas, podrían haber sido el resultado de sustituciones puntuales, realizadas tal vez en su momento con la intención de mejorar el efecto de conjunto sin recurrir a una obra de mayor alcance. Cabe observar, finalmente, que las columnas de la galería oeste, la más inmediata a la entrada, presentan una regularidad considerablemente mayor que las del resto del patio, circunstancia que es compartida también por la estructura de muros que albergan los espacios inmediatos a dicha galería, sin que sea posible extraer de ello ninguna conclusión inequívoca. Dejando aparte estos problemas de atribución del mirador y del cuerpo principal del palacio, la posible intervención de Hernán Ruiz se habría centrado en el ángulo noroeste de la propiedad,

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Desde un punto de vista constructivo, esta portada principal presenta unas características bien diferenciadas de otras que, por ejemplo, se colocan sobre un muro preexistente (en el que se han dejado previamente las adecuadas esperas), con lo que muro y portada pueden llegar a presentar tiempos de ejecución o materiales muy diversos y un resultado final en el que, casi inevitablemente, los elementos arquitectónicos adquieren un notable relieve sobre el paramento. En el Palacio de Orive, portada y muro comparten un único material pétreo, cuya visibilidad (y la de algunos otros fragmentos murales interiores) contrasta con las fábricas enfoscadas y encaladas del resto de la casa. De hecho, la extensión de la fábrica de piedra vista podría se un factor interesante a considerar (aunque lógicamente de manera no determinante) para establecer el posible alcance de la obra de Hernán Ruiz. Cabe adelantar en este sentido que, en el caso concreto del paramento de fachada, el perímetro irregular, escalonado, de la superficie de piedra vista constituye un aspecto relevante en el planteamiento arquitectónico de este frente.

(fig. 4)

Por su parte, los principales elementos arquitectónicos (pedestales, columnas y entablamento) que enmarcan la puerta de entrada aparecen con un mínimo resalte sobre la pared y, de hecho, en buena parte parecen estar labrados rebajando considerablemente el espesor del muro, dando lugar a esas “columnas robadas” o “arquitectura-huecorelieve” de las que nos hablaba Villar Movellán. En la nueva fachada renacentista del palacio de Orive,

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considerando tanto su composición material como algunas características concretas de su diseño, portada y muro fueron pensados y construidos de manera simultánea, estableciéndose entre masa mural y orden arquitectónico una íntima relación constructiva que irá acompañada también de una profunda relación conceptual, participando muro y orden en un único argumento compositivo. Al caracterizar la intervención de Hernán Ruiz como el trazado y la disposición de un nuevo muro de piedra exterior al palacio, la lógica constructiva nos lleva necesariamente a extender la atribución a toda la primera crujía de fachada (fig. 3)6. Una sencilla y austera ventanita abierta al patio de acceso, en el que sería el muro interior de esta crujía (fig. 5), apoyaría la atribución a Hernán Ruiz de toda esta unidad constructiva frontal del palacio. La planta baja albergaría el zaguán y algunos espacios de servicio, mientras que en la planta alta se dispondría un gran salón, hoy compartimentado, abierto a la plaza y a la calle lateral a través de las ventanas de las fachadas. Es perfectamente posible que la culminación de esta crujía con una galería abierta o mirador en la parte superior formara parte de los planes originales del maestro, siguiendo el modelo tradicional, pero, en cualquier caso, el diseño concreto y la ejecución de la pieza parecen haber escapado a su control.

(fig. 5)

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En el dibujo de planta, el trazado geométrico de esta crujía de fachada es bastante regular, y por eso resulta tal vez más llamativo el considerable giro de su alineación con respecto a la del muro lateral del palacio a la calle Villalones, perteneciente éste a una de las crujías que rodean al patio principal. Este giro en la alineación de la fachada va acompañado de un considerable avance hacia la plaza de toda la crujía, de forma que el nuevo

Una crujía es una unidad constructiva tradicional básica, formada por dos muros de carga paralelos y un forjado o cubierta.

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frente llega a doblar en ángulo recto, permitiendo la aparición de una pequeña fachada lateral. A partir de la atribución a Hernán Ruiz de esta primera crujía, por su coherencia material, geométrica y formal, las opciones se complican y se diluyen conforme nos vamos adentrando en el interior del palacio donde, como ya vimos al hablar del mirador y del patio principal, podremos encontrar tanto indicios de una posible presencia del maestro (en cualquier caso fragmentaria o de carácter eminentemente práctico), como otros que aconsejan ponerla en duda. En cualquier caso, estimo conveniente dejar a continuación constancia de algunas observaciones sobre este sector, a la espera de que ulteriores estudios y análisis (hallazgos documentales, arqueología de paramentos, análisis de materiales, etc.), pudieran aportar nuevos elementos de juicio. Así, en la planta del pequeño patio de acceso (fig. 3) es significativa la concordancia geométrica de su ala norte con la nueva crujía de fachada, lo que podría suponer la existencia de alguna coordinación constructiva (en uno u otro sentido). Por otra parte, si bien la factura de la arquería inferior no parece relevante, en la arquería superior nos volvemos a encontrar columnas con elementos decorativos (remates acanalados del fuste bajo el capitel) similares a los que vimos en el patio principal y a algunos motivos de la fachada. Los muros que rodean a este patio de entrada están labrados también en su mayor parte en piedra, y sus huecos, ventanas y puertas, están rodeados, de manera austera pero significativa, con amplias franjas ligeramente realzadas en relieve, que sobresalen del paramento gracias a unas sencillas molduras de transición. Uno de estos huecos al parecer comunicaba originalmente los dos patios mientras que en la actualidad se encuentra parcialmente cegado y convertido en ventana, y po-

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dría haber formado parte de la primitiva secuencia de accesos al palacio posteriormente alterada. La regularidad del trazado geométrico en planta y la continuidad del material pétreo son características compartidas por algunas estancias situadas entre los dos patios, características que tal vez se puedan poner en relación con la mayor regularidad que antes observábamos en la galería oeste del patio principal7.

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Dejamos para el final de estas reflexiones sobre el posible alcance de la intervención de Hernán Ruiz, la relación entre el zaguán, el patio de entrada y la escalera principal, en la que adquieren protagonismo tres arcos murales abiertos entre ellos: uno de paso entre el zaguán y el patio menor, otro también de paso entre éste y la escalera principal, y un tercero, sólo de comunicación visual entre el zaguán y la escalera. En mi opinión, sólo uno de estos tres arcos murales sería original del XVI: el que comunica directamente el zaguán con el patio menor, siguiendo por tanto la pauta del tradicional acceso en recodo (fig. 2). Creo, por el contrario, que el otro arco existente en el interior del zaguán, en el eje de la puerta principal y abierto a la escalera, puede ser perfectamente fruto de la reforma de comienzos del XX, con un trazado y unas aplicaciones decorativas realizadas con un espíritu mimético con respecto al arco contiguo. Por último, el arco escarzano que abre la escalera principal al patio menor, de trazo y proporciones un tanto confusas, pudo ser labrado también en la reforma de 1920, alterando al tiempo el trazado de la propia escalera para alcanzar la extraña disposición actual. El único arco que estimo original del XVI, el de conexión entre zaguán y patio, es un arco rebajado, profusamente decorado, por cuyas dovelas discurre el mismo friso de acanaladuras que remata la mayoría de las columnas del patio principal y del patio de entrada, un motivo decorativo similar al que aparece en el marco que rodea la ventana alta que da a la calle Villalones.

Cabría considerar incluso, para este sector, alguna reforma posterior al XVI y anterior a la conocida de principios del XX.

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Resumiendo todo lo dicho hasta aquí, podríamos estar ante una intervención de Hernán Ruiz sobre un organismo en parte preexistente y consolidado (que coincidiría básicamente con el patio principal del palacio y al menos tres de las crujías que lo rodean) centrando su trabajo en el ángulo noroeste de la propiedad, donde habilita una nueva crujía de fachada con frentes hacia la plaza y la actual calle Villalones, y ordena los espacios de acceso con un paso en recodo a través del zaguán. Queda como mucho más remota la posibilidad de la intervención del maestro en la remodelación de los dos patios y en las estancias situadas entre ambos, de mayor regularidad. Planteada esta propuesta como hipótesis de trabajo, mi análisis se centrará especialmente en los elementos de la nueva crujía de fachada, y especialmente en la portada principal y en todos los elementos arquitectónicos dispuestos sobre ambas fachadas, en los que la huella de Hernán Ruiz resulta más evidente. Desde mi punto de vista, y tal como iré desgranando a continuación, Hernán Ruiz asume en su proyecto una serie de preexistencias y pies forzados que convierte en elementos dinamizadores de sus planteamientos arquitectónicos, a través de un interesante juego de compensaciones de las notables asimetrías. Esta actitud ante las preexistencias no es en absoluto extraña en el maestro cordobés, como tampoco lo es un decidido juego de asimetrías, de todo lo cual podremos encontrar otros ejemplos en su trayectoria profesional con los que ilustraremos, comparativamente, esta delicada obra cordobesa.

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Morfología urbana del entorno y posibles adaptaciones renacentistas Resulta bastante probable que la configuración de los espacios urbanos inmediatos al palacio de Orive, especialmente la calle San Pablo, la plaza de Orive y la calle Villalones, fuera ya virtualmente idéntica a la actual con anterioridad a la intervención de Hernán Ruiz. Esta afirmación se refiere únicamente, como es lógico, a la línea que define el contorno de las manzanas, es decir, al característico perímetro irregular de la plazuela (ancha hacia el palacio y angosta hacia la calle San Pablo), y a los trazados de las calles San Pablo y Villalones, definida esta última en parte por un largo muro lateral del propio palacio probablemente anterior a la intervención de Hernán Ruiz. Las únicas modificaciones significativas habidas con posterioridad al XVI habrían sido la inevitable sustitución material de los distintos inmuebles, sustitución que habría mantenido básicamente las alineaciones de las fachadas y, por tanto, el dibujo de los espacios urbanos, que es el aspecto concreto que ahora nos interesa.

(fig. 6)

Existen indicios suficientes para apoyar esta hipótesis. Uno bastante directo es el hecho de que la plaza de Orive y la calle Villalones estén representadas con su configuración actual en el plano más antiguo de Córdoba, conocido como Plano de los Franceses y fechado en 1811 (fig. 6). Son evidentes los desajustes técnicos que presenta este plano, entre ellos el ambiguo uso de la escala en los detalles (anchuras de calles, ángulos, etc.), representados con dimensiones poco fiables. A pesar de esto, el contorno de la plaza de Orive y su conexión con la calle Villalones

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resultan perfectamente reconocibles con todas sus características morfológicas principales, quedando recogidos especialmente dos rasgos muy importantes para nuestra interpretación: uno, el ya mencionado resalte volumétrico de la fachada del palacio y otro, relacionado con el anterior y al que nos referiremos más adelante, la entalladura angular en la fachada enfrentada a la del palacio, justo en la transición entre el callejón y la plaza. Por otra parte, cabe recordar que estamos en una zona de consolidación urbana relativamente temprana a lo largo de la edad media, y posiblemente con anterioridad. La calle San Pablo, como es bien sabido, se corresponde con la antigua Vía Augusta romana y la puerta a la que ésta conducía, la puerta del Hierro, fue una de las más importantes de la ciudad y siguió siéndolo mucho tiempo, incluso cuando de puerta urbana pasó a ser sólo puerta interior de comunicación entre la Medina (después la Villa cristiana) y la Ajerquía. El entorno de esta calle de San Pablo, o calle Real, y de la puerta del Hierro fue siempre lugar de gran actividad artesanal y comercial, y dicha calle uno de los ejes principales de la Ajerquía, a su vez principal arrabal de la ciudad tanto en época musulmana como tras la reconquista. En la relación de calles medievales cristianas de las que se tiene alguna constancia documental, facilitada por José Manuel Escobar, no aparecen la calle Villalones o la plaza de Orive, pero sí muchas otras cercanas de este barrio de San Andrés, lo que nos habla de una estructura urbana bastante madura8. Durante el siglo XVI, el gran auge económico de la ciudad y su intensa actividad constructiva no hacen sino apoyar la hipótesis de que este sector urbano estuviera ya morfológicamente configurado en lo esencial hacia 1560. La construcción del nuevo cabildo secular en la Plaza del Salvador, junto a la puerta del Hierro, operación decidida en torno a 1575, nos confirmaría igualmente

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José Manuel Escobar Camacho. Córdoba en la Baja Edad Media. Córdoba, 1989, p. 231 y ss.


la pujanza económica y social y la consecuente consolidación urbana de la zona9. La actual calle Villalones fue uno de los límites que definían la propiedad otorgada al convento de San Pablo en el momento de su fundación, en el siglo XIII, según la relación de estos límites que nos facilita también José Manuel Escobar10. En este sentido la plaza de Orive es precisamente el punto en el que la propiedad del convento deja de lindar con la calle San Pablo y pasa a retranquearse siguiendo la calle Villalones. Esta ultima calle es, por tanto, la trasera de una manzana que, a partir de la plaza de Orive, se interponía entre el convento y la calle San Pablo, manzana de dimensiones pequeñas que incluye, ya en las cercanías de la iglesia de San Andrés, la conocida como casa de Fernán Pérez de Oliva, o casa de los Luna, datada en torno a 1544. En el contexto de todas estas relaciones urbanas, es posible que la existencia de la plaza de Orive tuviera sentido, antes de la existencia del palacio, en relación con un acceso lateral a las huertas del convento dominico. De ser así, la asimetría de la fachada el palacio tal vez podría responder, entre otras cosas, a un intento de establecer ciertas distancias con respecto a dicho acceso. Una última información aportada por José Manuel Escobar puede ser interesante para perfilar el posible origen histórico de la propiedad del palacio, así como de otras edificaciones cercanas. Nos dice este autor que, tras la fundación del convento, los padres dominicos procedieron en diversas ocasiones a vender parte de sus propiedades a particulares para obtener algunas rentas, especialmente en las cercanías de la calle San Pablo. El solar ocupado por el palacio pudo ser en su momento fruto de una o varias (caso de que su aparición no hubiera sido unitaria) de estas transacciones.

Alberto Villar Movellán y Mª Teresa Dabrio González, “Relaciones urbanas del cabildo catedral en la Córdoba del quinientos”, en Laboratorio de Arte nº 5. Sevilla, 1992, p. 163. Alberto Villar Movellán, “Esquemas urbanos de la Córdoba renacentista”, Laboratorio de Arte, nº 11. Sevilla, 1998, p. 102 y 106. 10 José Manuel Escobar Camacho. Córdoba en la Baja Edad Media. Córdoba, 1989, p. 228. 9

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Asumiremos por tanto, como hipótesis de partida, que el actual trazado de la plazuela de Orive (con una estrecha embocadura hacia la calle San Pablo y un ensanchamiento posterior hasta la fachada del Palacio), así como el de la calle Villalones, constituyen estructuras urbanas anteriores a la intervención de Hernán Ruiz, a las que éste responderá con diversas determinaciones en su proyecto. Ni la configuración irregular de la plaza, ni la disposición concreta en ella del palacio, apoyan la idea, reseñada al principio en el repaso historiográfico, de un trazado completo de este espacio en el contexto de las reformas del XVI. Situados idealmente en esta configuración urbana de partida, creo que sí es posible identificar, sin embargo, algunas adecuaciones morfológicas implícitas en la intervención de Hernán Ruiz. La principal sería el ya mencionado giro en la alineación de la nueva fachada con respecto al muro lateral de la calle Villalones, acompañado de un apreciable avance hacia la plaza de toda la crujía (fig. 3), como si ésta (especialmente en el extremo más cercano a la calle Villalones) se hubiera añadido por delante de lo ya existente. Esta disposición permite que la imagen urbana del palacio pasa a descansar más en la potencia de un volumen que en el enriquecimiento plástico de un único plano frontal, al tiempo que se consiguen dos importantes objetivos sobre cuya trascendencia arquitectónica trataremos en el siguiente apartado: abrir un nuevo frente de fachada enfrentada a la calle Villalones y conseguir que el frente principal hacia la plaza quede prácticamente paralelo a la calle San Pablo y, por tanto, perpendicular al eje de la plaza. Algunas huellas del proceso constructivo seguido por el edificio permiten avalar la hipótesis de que esta disposición avanzada de todo un nuevo volumen de fachada es intencionada. Por una parte, la esquina interior del zaguán inmediata a la calle de Villalones

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(fig. 7) muestra una escasa trabazón en la fábrica, lo que puede implicar que los dos muros perpendiculares pudieran ser, en este punto, constructivamente sucesivos. Por otra parte, también en este mismo rincón, un breve resalte mural actualmente moldurado presenta una extraña geometría angular con respecto a la ortogonalidad del resto de los paramentos del zaguán. Este resalte es una continuación material de la pared lateral del palacio a la calle Villalones y pone de manifiesto su diferente alineación. La presencia de este fragmento mural en el interior del zaguán no tendría sentido de no tratarse de una preexistencia con respecto a la nueva crujía de fachada renacentista.

(fig. 7)

Sobre la propiedad situada justo enfrente del palacio, en el comienzo de la calle Villalones, y el curioso dibujo quebrado de su fachada, cabe observar que éste se nos presenta como una especie de entalladura angular en el volumen, que parece responder al avance hacia el frente de la nueva crujía del palacio (fig. 8). Esta entalladura no coincide con un encuentro entre propiedades, lo que tal vez disminuiría su singularidad, sino que aparece íntegramente en la línea de fachada de una sola parcela (fig. 9). Se trata de un dibujo extraño pero ya identificable, como veíamos, en el Plano de los Franceses de 1811. Si no existiera esta entalladura en la fachada frente al palacio, el acceso a la calle Villalones desde la plaza resultaría excesivamente angosto y, sobre todo, la nueva fachada del palacio quedaría muy ahogada al tener otro plano prácticamente encima. La modificación de esta línea de fachada al otro lado de la calle pudo haber constituido, en su momento, una condición indispensable para poder desarrollar la reforma propuesta por Hernán Ruiz, formando por tanto parte de su planteamiento arquitectónico general.

(fig. 8)

(fig. 9)

La utilización arquitectónica del dibujo de alineaciones urbanas es un recurso perfectamente coherente en el contexto histórico

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que analizamos. Un ejemplo casi coetáneo lo encontramos en el trazado de una nueva alineación en 1557, en este caso para urbanizar una gran explanada de uso público fruto del antiguo derribo del alcázar de Úbeda. La línea de fachada de las nuevas manzanas completa y cierra la plaza perspectiva que Andrés de Vandelvira traza delante de la iglesia del Salvador. La precisión del trazado lleva a que una determinada parcela, asignada en su momento a una familia noble, doble su fachada en ángulo obtuso para responder con exactitud, en la embocadura de la plaza, a la esquina final del palacio del Deán Ortega11. Cabe decir, por último, que la obtención de una nueva pequeña fachada a la calle Villalones no debió ser en absoluto una cuestión menor para sus propietarios, puesto que esta calle es la vía de conexión directa del palacio con la cercana iglesia de San Andrés, corazón espiritual del barrio, conduciéndonos casi directamente a la hermosa portada lateral de dicha iglesia. En sentido inverso, avanzando por la calle Villalones desde la iglesia hacia el palacio, la pequeña fachada lateral ofrece una eficaz y significativa presencia.

Elementos arquitectónicos y espacio urbano Para la mentalidad renacentista de Hernán Ruiz, el problema a abordar durante el diseño de las nuevas fachadas del palacio es, por supuesto, la plasmación de una adecuada imagen simbólica pero, también, el de la utilización de las formas arquitectónicas como instrumentos que ejercen un papel activo durante el reco-

Ampliato Briones, Antonio Luis, “La obra de Andrés de Vandelvira en Úbeda: arquitectura y espacio urbano”, en VV.AA., Úbeda en el XVI, Jaén, 2002, pág. 255 y ss.

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la catedral de Sevilla (fig. 11), una composición satisfactoriamente equilibrada cuya imagen repite el autor especularmente al otro lado del patio, ya sólo con huecos fingidos12. La composición asimétrica de estos dos frentes del patio es especialmente significativa al contrastar notablemente con la de los dos frentes restantes en los que se plantean estrictas simetrías centrales. Patio y palacio presentan otros interesantes paralelismos formales, que enseguida repasaremos, lo que no resulta extraño al compartir tiempos de proyecto y ejecución muy próximos.

(fig. 11)

(fig. 10)

rrido de aproximación de un observador. Así, la formalización concreta de los distintos elementos arquitectónicos, la relación entre ellos y su distribución a lo largo de los paramentos, obedecen a la búsqueda de un equilibro interno en la composición y, al tiempo, responden al deseo de llevar a cabo un control dinámico de la experiencia espacial. Al entrar en la plazuela de Orive desde la calle de San Pablo (fig. 10) podemos apreciar la frontalidad del nuevo muro de fachada, ganada gracias al avance y al giro de todo el volumen, así como la posición marcadamente asimétrica de la portada principal, muy escorada hacia la izquierda. Aunque ya hayamos planteado alguna hipótesis al respecto, es muy difícil establecer qué pies forzados, o qué consideraciones sobre lo entonces existente o tal vez sobre las condiciones del proyecto, llevarían a Hernán Ruiz a asumir o a decidir esta posición escorada de la entrada con respecto a la plaza. En cualquier caso, ya he señalado anteriormente que las asimetrías parecen haber constituido siempre un estímulo para su inventiva, y así lo podemos comprobar, por ejemplo, en la naturalidad con la que queda resuelta la posición asimétrica de la fachada del Antecabildo en el patio del Mariscal de

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Pero una vez establecida la posición asimétrica de la portada, Hernán Ruiz no renuncia a controlar el eje central de la plaza, y coloca sobre el paramento una ventana centrada sobre el espacio (fig. 10 y 12), austeramente moldurada y de rotunda geometría, que queda enlazada con la portada principal sólo mediante una extensión o prolongación del entablamento. Para el observador que accede a la plaza desde la calle San Pablo, esta ventana aislada, colgada del entablamento como una señal, actúa como un reclamo visual cuya presencia equilibra el espacio de la plaza, conduciendo de inmediato nuestra atención hacia la entrada principal.

(fig. 12)

Los detalles de toda la operación formal de Hernán Ruiz en torno a esta ventana son sutiles y muy precisos, y conviene recorrerlos detenidamente para apreciarlos en su justa medida. Las tres franjas que componen el entablamento (arquitrabe, friso y cornisa) presentan relaciones independientes y diferenciadas con la figura de la ventana. En primer lugar, la cornisa superior arropa perfectamente el hueco y su marco, terminando sobre ellos con una vuelta en ángulo como si realmente fuera, al menos por ese lado exterior, su cornisa de remate. Este final de la cornisa marca también la posición de la línea vertical que establece el límite

Ampliato Briones, Antonio Luis, Muro, orden y espacio…, p. 199 y ss.

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por ese lado de la superficie de piedra, cuya extensión, por tanto, no es arbitraria. Por su parte, la franja inferior del arquitrabe choca de pleno contra el marco del hueco y se interrumpe por completo pero, al tiempo, aparece una clara continuidad entre la moldurita superior del arquitrabe y la moldurita exterior del marco de la ventana, continuidad tanto de alineación geométrica como de concreción formal. Entre la cornisa y el arquitrabe discurre la franja intermedia del friso, con una decoración rítmica de círculos cajeados, como platos que tuvieran un relieve inverso. Uno de estos círculos se sitúa en la vertical del eje de simetría de la ventana, mientras otros dos círculos enmarcan lateralmente esta conexión a una distancia adecuada, enriqueciendo las relaciones geométricas entre la ventana y el entablamento.

(fig. 13)

Resulta relativamente fácil encontrar en la obra de Hernán Ruiz gestos compositivos similares a los utilizados para la relación entre esta ventana y su entablamento. Repasaremos algunos ejemplos que nos permitan perfilar mejor esta avanzada concepción arquitectónica del maestro cordobés. Empezaremos por la última idea: una línea horizontal, normalmente perteneciente a un entablamento, sobre el que una pieza sencilla y repetitiva va marcando un ritmo constante alrededor del cual el resto de los elementos de la composición van quedando enlazados y, al tiempo, variando libremente. Es el caso, por ejemplo, del entablamento dórico inferior de la iglesia del hospital de la Sangre de Sevilla (fig. 13). Aquí, el protagonismo modular

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lo asume una sucesión rítmica de cabezas de leoncillos sobre la cornisa, que va marcando con exactitud la posición de todos los elementos murales y, especialmente, el punto nodal en el que todo el orden dórico inferior, disperso por el paramento, se concentra y se completa para conectar con el jónico, que se eleva sobre el espacio para sostener los abovedamientos13. El segundo recurso mencionado es la posibilidad de que un elemento estratificado, como el entablamento, discurra completo o bien que algunas de sus franjas se vayan interrumpiendo ocasionalmente en función de las necesidades compositivas. También en el orden dórico de la iglesia del hospital de la Sangre podemos observar cómo se interrumpe el arquitrabe, y en este caso también el friso, al pasar sobre los arcos de las capillas, quedando en estos tramos sólo la cornisa con los leoncillos. Gracias a este recurso, se acentúa el contraste con otros lugares del paramento, siendo más intensa la aparición del orden completo en los puntos nodales de enlace con el jónico superior. Pero también un testimonio documental y directo nos puede dar fe del carácter intencionado de estos juegos de apariciones y desapariciones en la obra de Hernán Ruiz. Se trata de un dibujo de su manuscrito de arquitectura, el de la portada del folio 124 (fig. 14), en el que vemos también cómo el entablamento dórico pierde algunas franjas al pasar sobre el arco central, recuperándolas sobre los órdenes laterales. La fotografía al trasluz (fig. 15) nos muestra cómo el diseño de esta portada tuvo una primera versión en la que el entablamento estaba completo también sobre la

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(fig. 14 y 15)

Ampliato Briones, Antonio Luis, Muro, orden y espacio…, p. 221 y ss.

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(fig. 16)

entrada, siendo objeto después de una revisión, durante la cual el autor superpuso un pequeño recorte de papel pegado y dibujó en él las nuevas disposiciones14. Volviendo al centro geométrico, que no simbólico, de la fachada cordobesa (fig. 10), es evidente que una parte importante de la potencia de esta ventana descansa sobre lo que podríamos establecer como tercer recurso: su rotundidad geométrica y sobre la uniformidad del molduraje que la rodea. En esta austera ventana, la abstracción geométrica es la vía utilizada por Hernán Ruiz para conseguir una fuerte presencia del elemento sobre la plaza, compatible al tiempo con el necesario protagonismo formal y simbólico de la portada principal. En el patio del Mariscal de la catedral de Sevilla podemos encontrar también, implicada en otro argumento compositivo, una forma muy similar de entender el diseño de un hueco. Los dos alzados, ahora perfectamente simétricos (fig. 16), que completan el cuadrado del patio junto con los que antes veíamos, parecen exigir la aplicación de un esfuerzo especial para mantener su equilibrio interno y sus elementos arquitectónicos, atrapados por la simetría, tienden sin embargo enseguida hacia la descomposición. Así, los ornamentos

Existe edición facsímil del manuscrito de Hernán Ruiz donde puede consultarse este y otros dibujos del maestro de los que más adelante hablaremos: VV. AA., Hernán Ruiz II: facsímil y estudios, Sevilla, 1998

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de puertas y ventanas mantienen una estructura clásica y serena hacia el centro, pero los frontispicios se llenan de figuras mixtilíneas y discontinuidades cuando nos alejamos hacia los laterales. En este contexto, las ventanitas más cercanas al eje de simetría presentan una composición compacta y equilibrada (fig. 17), aunque la forma cuadrada del hueco queda ya en ellas reforzada por la presencia de un marco moldurado de considerable autonomía. En contraste con ellas, las ventanitas más alejadas del centro (fig. 18) se ven afectadas en un controlado juego de desequilibrios: la forma cuadrada del hueco se ha desestabilizado, girando 45 grados, y con ella todos los otros elementos se han alterado, especialmente las dos estiradas molduras laterales que todavía parecen esforzarse en sostenerla. Portadores de una fuerza interior latente, cada elemento de la composición, por separado, se muestra permanentemente dispuesto a iniciar su propio juego arquitectónico.

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(fig. 17 y 18)

En este rastreo de analogías que nos ayuden a perfilar la compleja articulación de recursos compositivos que convergen en la ventana central del palacio cordobés, hemos visto el tendido de una línea rítmica horizontal como soporte abierto a variaciones de otros elementos, la ocultación y aparición selectivas de las franjas de un entablamento y el recurso a una austera y rotunda plasmación geométrica de una pieza sencilla. Atenderemos, por último,

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a la idea de una extensión o prolongación de carácter orgánico, como un estiramiento del entablamento que, desde la portada, alcanzara a sostener la ventana. Un gesto conceptualmente análogo lo podemos encontramos en el diseño de unas hornacinas para el ayuntamiento de Sevilla (fig. 19). En el ornamento que las enmarca, las columnas jónicas a uno y otro lado del hueco quedan enlazadas por la prolongación del paño de volutas de sus respectivos capiteles. Los fustes de estas pilastrillas jónicas, aisladamente considerados, mantienen con sus prolongados paños de volutas una relación similar a la que la ventana cordobesa mantiene con su entablamento. Por otra parte, aisladamente considerados, los capitelitos jónicos sevillanos son también extrañamente asimétricos, una concepción insólita pero claramente viva y activa en la mente de Hernán Ruiz, como podemos comprobar en el folio 126 de su manuscrito (fig. 20). Las asimetrías y las relaciones orgánicas entre los elementos, son dos aspectos íntimamente relacionados en la avanzada concepción arquitectónica de Hernán Ruiz15.

(fig. 19)

(fig. 20)

Volviendo a la fachada principal del palacio (fig. 10), cabe observar por último que el perímetro escalonado de la superficie de piedra vista es el resultado de una disposición intencionada del proyecto, pues los dos límites verticales quedan fijados por sus respectivas cornisas. Ya vimos antes que al final del paño de piedra inferior, la cornisa volvía en ángulo a modo de conclusión. La misma disposición encontramos también en la cornisa correspondiente al piso superior, que vuelve igualmente en ángulo sobre el borde vertical de la superficie de piedra. La delimitación de la superficie de piedra vista juega un papel activo en el reequilibro de toda la fachada, extendiéndose la mitad inferior hasta englobar la ventana, centrada sobre la plaza, y acortándose la mitad superior para que la portada aparezca también, al menos parcialmente, centrada sobre el paramento de piedra.

Para un análisis detenido del uso de los órdenes arquitectónicos por Hernán Ruiz, puede consultarse el capítulo 4, “Los distintos géneros de columnas”, en Ampliato Briones, Antonio Luis, El proyecto renacentista en el tratado de arquitectura de Hernán Ruiz, Sevila, 2002, p. 95 y ss.

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Al otro extremo del espacio urbano afectado por el palacio, en la perspectiva desde la calle Villalones nos encontramos con una operación de naturaleza muy similar a la de la plaza, aunque adaptada a las nuevas condiciones. Como en el caso anterior, una ventana asume todo el protagonismo visual, ahora desde su posición elevada en la primera planta (fig. 21). Esta pieza presenta un aparato formal más complejo que la ventana de la plaza, incluyendo un particular frontispicio. Esta ventana asume así una mayor carga simbólica, probablemente para responder al hecho de que, en la perspectiva desde la calle, la portada principal del palacio no entra en el campo visual. Pese a esta mayor densidad de elementos y aplicaciones decorativas, en el diseño de esta nueva ventana resulta también perfectamente identificable un marco rodeando el hueco con una gran autonomía formal con respecto al resto de la composción.

(fig. 21)

Si tomamos como lógica referencia, tanto para esta última ventana como para la centrada sobre la plaza, la ventana superior de la portada principal (fig. 4), de composición clásica, podremos observar que las dos laterales (fig. 12 y 21) aparecen como dos estados intermedios de un único proceso evolutivo, en el que el alejamiento del centro y la proyección sobre otros objetivos conduce a una desestructuración de las relaciones básicas, con una mayor autonomía o incluso autosuficiencia de las partes. Por la mitad inferior de la breve fachada a la calle Villalones discurre el mismo entablamento que se prolongaba antes desde la portada hacia el centro de la plaza (fig. 21 y 22), poniendo de manifiesto, por tanto, que este lado, incluyendo la vuelta de la esquina, también pertenece al ámbito de influencia del centro simbólico de toda la composición. Pero, además del entablamento, otro elemento de la portada ha avanzado hacia este lado: una columna completa, que aparece prácticamente tallada en la es-

(fig. 22)

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quina del volumen, ocupa un lugar estratégico alrededor del cual giramos cuando llegamos desde el callejón, para situarnos frente a la puerta principal Frente a la plaza de Orive, un único gesto arquitectónico resuelve todos los conflictos espaciales: la austera ventana centrada en el paramento. Hacia la calle Villalones, la arquitectura se desdobla en dos niveles: en la lejanía, la ventana alta aparece como objetivo mientras avanzamos por la calle, ya en las proximidades del palacio, la columna tallada en la esquina nos conduce, tras el giro, al encuentro de la portada.

(fig. 23)

La portada como expresión del espacio, entre el orden y la masa mural Una clave importante para comprender el sentido arquitectónico de la portada principal del palacio (fig. 23) radica precisamente en la mencionada escasa proyección volumétrica que presentan sus elementos con respecto a la superficie general del paramento, que en el entorno inmediato de la puerta sólo se incrementa gracias a un trabajo que Villar Movellán calificaba de huecorelieve. Las semicolumnas dóricas de fuste acanalado y el entablamento amensulado que rodean la puerta de entrada no aparecen superpuestos al muro sino surgiendo orgánicamente de la propia masa mural, que disminuye su espesor para cederles el paso. De hecho, si no existieran los oportunos cajeados del muro previos a cada

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semicolumna dórica, éstas apenas podrían manifestarse realmente como tales y sólo sobresaldrían del paramento un breve tramo de su generatriz circular. La retirada del muro también permite que el tramo central del entablamento gane en volumen y en profundidad perspectiva (fig. 24). Los platos cajeados distribuidos rítmicamente por los frisos exteriores se convierten en el centro, sobre la puerta, en volúmenes prominentes que llegan a colmar las renacidas metopas. También los triglifos, inexistentes en los tramos exteriores del entablamento, recuperan su presencia y acentúan con su perfil amensulado la nueva profundidad conquistada.

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(fig. 24 y 25)

La portada principal del palacio no es un objeto estático, circunscrito compositivamente a unos límites físicos, sino el núcleo abierto de un sistema que se extiende por los paramentos y actúa sobre los espacios urbanos inmediatos (fig. 25). La portada es un lugar de convergencias, un centro en el que todos los conflictos se resuelven y del que todos los elementos emanan, y en ella orden y muro aparecen en una relación orgánica, casi genética, que conduce en última instancia a la manifestación espacial del hueco de la entrada.

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Entre todas las portadas construidas o dibujas por Hernán Ruiz, esta cordobesa del Palacio de Orive ocupa un lugar muy especial, pues en ella el maestro experimenta con un juego de relaciones arquitectónicas muy característico de su obra, si bien normalmente desarrollado sólo en otros contextos. Las fecha que figura en la cartela del piso alto, 1560, nos sitúa en un momento crucial en la trayectoria profesional del maestro. Poco antes, recién obtenido el ansiado puesto de Maestro Mayor de la catedral de Sevilla, así como el de Maestro Mayor del Hospital de la Sangre, también en dicha ciudad, Hernán Ruiz había presentado ante ambas instituciones, a lo largo de 1558, los proyectos de las que llegarían a ser sus tres grandes obras maestras: el nuevo campanario de la Giralda, los espacios del consistorio de la catedral y la iglesia del hospital. Estos tres proyectos supusieron la maduración definitiva de una forma muy personal de entender la arquitectura en la que masa constructiva, órdenes arquitectónicos y espacio perspectivo aparecen implicados e interrelacionados en desarrollos argumentales de gran complejidad conceptual.

(fig. 26)

Prácticamente coincidente en el tiempo, su proyecto civil cordobés, mucho más comedido en sus dimensiones pero no menos ambicioso en sus planteamientos, se nos presenta como un singular testimonio, en su Córdoba natal, de toda la avanzada experimentación arquitectónica que está desarrollando simultáneamente en sus tres grandes proyectos sevillanos. En la iglesia del hospital de la Sangre, que ya visitamos anteriormente (fig. 26), la tensión del proceso de generación espacial, a través de las interrelaciones de muro y orden, no se produce en un sentido horizontal hacia un hueco de paso, como en el palacio cordobés, sino en un sentido vertical ascendente, hacia el despliegue de los abovedamientos, pero el esquema conceptual desarrollado es exactamente el mismo. En la iglesia existen dos órdenes

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superpuestos, uno dórico inferior y uno jónico elevado sobre el anterior, ambos enlazados en una cadena lógica. El dórico inferior es un orden cuya manifestación es incompleta, fragmentaria, cuyas piezas se encuentras desperdigadas y fundidas con la masa mural de las capillas, pero que aparece finalmente rigurosamente completo en los puntos singulares en los que enlaza con el orden superior. Éste, ahora jónico, emerge ingrávido y austero, perfectamente perfilado, para recibir los abovedamientos y controlar toda la amplia modulación espacial del templo. (fig. 27)

A pesar de las numerosas portadas que aparecen dibujadas en los diferentes folios de su manuscrito de arquitectura, son muy escasos los diseños de fachadas completas con los que contamos para poder establecer algunas referencias con el proyecto cordobés. No obstante, al menos en una ocasión entre sus trazas podemos observar con claridad el entendimiento del plano de fachada como una especie de membrana osmótica, en el que se ponen de manifiesto las tensiones y transiciones entre los espacios interiores y exteriores. El dibujo al que me refiero representa la fachada de un templo y aparece en el folio 95 (fig. 27). El paramento de fachada de este templo se muestra extremadamente sensible hacia el dibujo de la sección transversal interior, cuya sucesión de arcos asoma provocando la desigualdad de los intercolumnios e interfiendo incluso el discurso del entablamento para adentrarse en el frontón. Los huecos que aparecen entre los fustes de las pilastras transitan también desde la regularidad y el mayor tamaño del central hacia la progresiva esquematización y disminución de tamaño de los exteriores. Para Hernán Ruiz la fachada es una membrana viva y cambiante, en función de adaptaciones sensibles a los espacios inmediatos, que modifica el entorno tridimensional e intenciona la percepción arquitectónica de un observador inmerso en su ámbito de influencia.

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Otras intervenciones urbanas de Hernán Ruiz en Córdoba Se conservan algunos otros casos de actuaciones puntuales de Hernán Ruiz sobre el espacio urbano cordobés, como la fachada del Palacio Páez de Castillejo, la puerta de Santa Catalina de la catedral, una posible implicación suya en las ventanitas esquineras de la casa de los Luna, o también su posible presencia en algunas fases del largo y complejo proceso de reformas de la plaza de la Corredera. Pero sus dos intervenciones más interesantes, en las que más claramente su arquitectura se proyecta activamente sobre el espacio urbano, son sin duda la reforma de la fachada de la iglesia de San Pedro y el remate de la torre de San Lorenzo. En ambos casos encontramos interesantes paralelismos conceptuales con algunos de los juegos compositivos vistos hasta aquí, con una permanente tensión dialéctica entre equilibrio y desequilibrio, entre unidad y disgregación.

(fig. 28)

La reforma de la fachada de San Pedro, fechada hacia 1542, es una obra temprana en la que Hernán Ruiz ya investiga las posibilidades de una variable configuración geométrica de los objetos en relación con su posición relativa en el espacio (fig. 28). El proyecto dispone en el centro una nueva portada monumental y reviste también de un cierto aparato decorativo los grandes estribos murales de la iglesia fernandina. Los dos estribos mayores que flanquean la entrada quedan así envueltos en una serie de

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elementos del lenguaje clásico: pedestales, pilastras, entablamentos y remates, que estratifican su altura y objetualizan e independizan su volumen. De esta forma, los estribos quedan conceptualmente muy alejados del carácter todavía puramente constructivo del hastial del templo, que permanece detrás inalterado, y pasan a tener un gran protagonismo figurativo frente al fondo neutro. Este tratamiento de los estribos se extiende también a los dos menores laterales (probablemente de nueva fábrica) ahora con un solo piso de pilastras. Gracias a las más que evidentes relaciones formales entre los estribos centrales y laterales, que se extienden incluso a la reinterpretación de los remates, podemos decir que éstos son versiones simplificadas o adaptadas de aquéllos, alterando la definición y la orientación geométrica de las piezas en función de su lejanía o cercanía del centro compositivo. Así, mientras los dos estribos centrales muestran una decidida frontalidad y estabilidad, los menores en las esquinas adoptan un giro de 45 grados, con una clara inflexión dinámica hacia los espacios urbanos que rodean la iglesia (fig. 29). En la dirección contraria, estos elementos de las esquinas recogen una variada casuística de direcciones en el espacio urbano, conduciendo nuestra atención hacia el centro del alzado, presidido por la portada principal.

(fig. 29)

Pero debemos detenernos todavía por unos instantes en estos originales estribos angulares cuyo tamaño, más contenido que el de los centrales, permite que sobre cada una de sus caras aparezca una única pilastra centrada. Estos estribos no son ya fragmentos murales revestidos de órdenes arquitectónicos, como es el caso de los centrales, sino elementos unitarios que se aproximan por sí mismos al concepto de orden arquitectónico, adquiriendo una notoria autonomía volumétrica. Con su giro de 45 grados, estos estribos laterales no sólo han cambiado su orientación sino que dibujan una incipiente pero decidida independencia del muro

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del templo como si, de tener ocasión, el siguiente escalón fuera a ser inevitablemente su constitución en figuras exentas. Efectivamente, en el encuentro de estos estribos girados con la pared de la iglesia (fig. 30), comprobamos cómo Hernán Ruiz ha dejado un intersticio imposible, apenas una rendija, por el que penetran y se pierden las distintas molduras del estribo, decididas a rodear el volumen prismático por todas sus caras, reales o imaginarias, para proclamar la independencia de la pieza.

(fig. 30)

En el nuevo remate de la torre de San Lorenzo (fig. 31, 32 y 33), del que una inscripción epigráfica nos informa de su conclusión en 1555, Hernán Ruiz emplea recursos muy similares a los empleados en la iglesia de San Pedro, adaptados ahora a una evolución en el espacio en sentido vertical. Así, el nuevo campanario arranca con la propia geometría del templo, enlazando con la caña de la torre por medio de unas sutiles pero eficaces cabecitas de león bajo el primer entablamento, pero se libera muy pronto girando 45 grados, casi en un acto de rebeldía, para aceptar finalmente como ámbito de influencia sólo la totalidad del espacio de la ciudad.

Los argumentos compositivos, variables de un proyecto a otro, tienen siempre en común una intensa interacción con el entorno urbano. Estas tres obras cordobesas, como prácticamente la totalidad de su amplia producción arquitectónica, ponen de manifiesto un uso muy creativo de los recursos de la arquitectura, con una avanzada, profunda, sensible y minuciosa modelación del espacio tridimensional, características que revisten sus propuestas de una sorprendente modernidad. Pese a la parquedad de los datos documentales disponibles, podemos afirmar que la fuerte personalidad del arquitecto cordobés rezuma por todos los poros de estas singulares pieles urbanas.

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 31, 32 y 33)

Sevilla, julio de 2009.

Tanto en estas dos intervenciones sobre parroquias fernandinas, como en su proyecto para la fachada del palacio de Orive, la arquitectura de Hernán Ruiz surge abierta al espacio que la rodea.

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II LA MANZANA DE SAN PABLO-ORIVE EN EL CONTEXTO DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICO-URBANÍSTICA DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA Juan F. Murillo, Dolores Ruiz, Silvia Carmona y Maudilio Moreno


La manzana de San Pablo u Orive, muestra una serie de singularidades de carácter histórico y urbanístico que permiten su caracterización e individualización dentro del Conjunto Histórico de Córdoba. Fruto de una transformación histórica bimilenaria, la actual manzana no sólo se nos presenta como una de las más extensas del caserío cordobés, sino que, además, su centralidad desde al menos el s. XI la ha dotado de un indudable protagonismo en el desarrollo de la ciudad en su conjunto y de la Axerquía en particular (fig. 1).

(fig. 1)

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Situada sobre terrenos cuaternarios pertenecientes a la tercera terraza del Guadalquivir, desde el punto de vista topográfico la manzana de San Pablo se ubica en una posición caracterizada por un declive poco pronunciado en sentido Norte Sur propiciado por la disposición de los terrenos aluviales, si bien en su borde occidental (a la altura de la actual calle Capitulares) encontramos un suave escarpe que fue aprovechado para marcar el límite oriental de la ciudad romana fundacional, y que en origen probablemente estuvo delimitado por una vaguada utilizada como cauce por uno de los numerosos arroyos tributarios del Guadalquivir por su margen derecha. Por la zona de Levante, el límite físico para estos terrenos debió estar configurado por uno de los múltiples cauces del arroyo conocido desde época bajomedieval como Arroyo de San Andrés. El reborde meridional estaría definido por el salto o escarpe de la terraza fluvial, aproximadamente a la altura de la actual calle Pedro López. Por contra, en el lado Norte, donde la terraza debía prolongarse sin grandes alteraciones, con un suave glacis, el límite vendría definido por un antiguo camino, posteriormente adaptado como entrada de la Via Augusta hasta su remodelación a mediados del s. I d.C.

La fundación de la Corduba romana y la primera ocupación en el entorno de la manzana de San Pablo En el estado actual de la investigación arqueológica, los primeros indicios de ocupación antrópica en la manzana de San Pablo o en su entorno inmediato se corresponden con la fundación de la ciudad romana, situada apenas una decena de metros al Oeste, al otro lado de la C/ Capitulares. En un momento del segundo cuarto del s. II a.C. (en el 169/168 o en el 152/151 a.C.), y probablemente tras varias décadas de contactos entre las tropas romanas y los turdetanos asentados en la vieja ciudad prerromana de Corduba, localizada en la colina donde actualmente se emplaza el Parque Cruz Conde, Marco Claudio Marcelo procede a la fundación formal de la nueva Corduba romana, a escasos 750 m. al Noreste de aquella, con la que coexistirá a lo largo del resto del siglo, hasta el total abandono del asentamiento indígena en el tránsito del s. II al I a.C.1 (fig. 2).

(fig. 2)

1

Conformada como un polígono irregular de tendencia hexagonal, con un perímetro amurallado de 2.650 m. que encerraba una superficie de 47 ha., la nueva ciudad tuvo como principal elemento caracterizador de su fisonomía urbana a una poderosa muralla. La muralla fundacional estaba constituida por un muro exterior de grandes sillares de calcarenita aparejados en hiladas alternas a soga y a tizón, cimentados sobre una banqueta de mampostería. Su anchura era de 3 m., y su altura hacia el exterior se situaría

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Discernir sobre la fecha fundacional resulta imposible en el estado actual de la investigación arqueológica, siendo poco relevantes los argumentos ofrecidos en favor de una u otra. No obstante, y dejando a un lado el valor “simbólico” de una fecha, lo que si parece claro es que el hecho fundacional propiamente dicho no fue sino el colofón de una etapa previa de contactos entre la comunidad turdetana y las tropas romanas, posiblemente materializada en la instalación de un asentamiento militar previo a la ciudad propiamente dicha, fundada por M. Claudio Marcelo (MURILLO, 2006).


entre los 7 y los 9 m. Al interior se le adosaba un agger de hasta 6 m. de anchura, conformado por un terraplén compacto de cantos rodados, mampostería y tierra, contenido por otro muro de sillería, más bajo y estrecho. El conjunto, que en algunos sectores alcanzaba 10 m. de anchura total, se encontraba precedido de un foso de 15 m. de anchura en el frente septentrional, el más expuesto desde el punto de vista topográfico, en tanto que los lados oriental y meridional estaban protegidos por un escarpe de la terraza cuaternaria, y en el flanco occidental el cauce de un arroyo hacía las funciones del foso del lado Norte. Torres semicirculares, y en algún caso cuadradas, completaban el sistema defensivo (MURILLO-JIMÉNEZ, 2002).

La muralla fue documentada en la medianera del fondo del solar, frontero con el antiguo Convento de Capuchinos, encontrándose la base de su cimentación un metro por encima de la cota actual de la C/ Alfaros, lo que indica los cambios operados en la topografía de este sector. En cuanto a la cloaca, se disponía en la misma base de la la muralla, debiendo desaguar algunos metros más al Este, probablemente en el cauce del Arroyo de la Fuenseca. 3 La Cuesta del Bailío se corresponde con una remodelación efectuada en la Edad Moderna para facilitar la permeabilidad entre Villa y Axerquía, aprovechando un portillo en la muralla que posiblemente datara de época tardoislámica, pues está documentado en el s. XIV como Portillo de Ferrant Yñeguez, y en el s. XV como Portillo de la Fuenseca (ESCOBAR, 1989). Idéntica operación fue acometida en 1537 en la Cuesta de Luján, si bien aquí fue preciso hacer un nuevo paso en la muralla (PUCHOL, 1992). 2

Circunscribiéndonos a la traza del lienzo oriental de esta muralla fundacional, la información arqueológica obtenida en las excavaciones practicadas en el nº 3 de la C/ Puerta del Rincón, en el nº 2 de la Calleja de los Afligidos y en los inmuebles del Ayuntamiento, permiten constatar que esta primitiva muralla romana se ha mantenido como base de las posteriores refecciones efectuadas a lo largo de los siglos. Consecuentemente, el lienzo se iniciaría en el ángulo noreste ocupado por una torre octogonal que, en su actual configuración data de época bajomedieval. La muralla continúa por la trasera de los inmuebles que actualmente definen la acera occidental de la C/ Puerta del Rincón, habiéndose documentado en el nº 3, junto a una cloaca, posiblemente destinada a drenar el agger, que evacuaba hacia el exterior2. Más al Sur, la muralla aún es reconocible en las medianeras de varios inmuebles, como es el caso del de la esquina de la C/ Carbonell y Morand con la Cuesta del Bailio3, o en la del antiguo Convento del Cister, pero es en el nº 2 de la C/ Alfonso XIII (esquina con Plaza del Salvador) y en el nº 2 de la Calleja de los Afli-

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gidos, donde recientes excavaciones han permitido documentar no sólo su traza, sino también fijar su construcción hacia mediados del s. II a.C., así como las posteriores transformaciones experimentadas durante la tardoantigüedad y la Edad Media (LÓPEZ REY, 2002). También en el nº 2 de la Calleja de los Afligidos es necesario destacar la localización de una torre semicircular que pudo pertenecer a la puerta, si bien la pérdida del registro estratigráfico asociado impide fijar su cronología, aunque por sus características edilicias y tipológicas podría corresponder más bien a una refectio imperial que a la original de época republicana.

(fig. 3)

Finalmente, en el edificio de las antiguas Casas Consistoriales, junto al actual Ayuntamiento, ha sido documentada la muralla romana fundacional, posteriormente desmantelada con motivo de la construcción del templo de culto imperial (fig. 3). Un sondeo efectuado junto a los vestigios de la muralla que aún subsisten entre el posticum del templo y el ángulo suroeste del edificio del Ayuntamiento permitió fechar su construcción hacia mediados del s. II a.C. (JIMÉNEZ-RUIZ, 1994). 4

Más hacia el Sur, la muralla discurre entre las medianeras de los inmuebles recayentes a las calles Diario de Cordoba-San Fernando (extramuros) y Ambrosio de Morales (intramuros), habiendo sido documentada en diversos seguimientos y en la excavación arqueológica efectuada en el nº 9 de la C/ Ambrosio de Morales, antes de girar con dirección suroeste a la altura del antiguo Teatro Principal4.

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La traza del lienzo meridional de la muralla fundacional, demolida tras la refundación augustea de la ciudad y la ampliación hasta el río, sólo ha podido ser determinada muy recientemente, tras diversas excavaciones efectuadas en la sede de la Fundación Gala, el Museo Arqueológico y el Colegio Santa Victoria (MURILLO, 2004).


Dejando a un lado confusos hallazgos de materiales “ibéricos” en la Calle Maese Luis, que llevaron a Santos Gener a plantear la existencia en esta zona de un poblado indígena vecino de su Urbs Quadrata romana (SANTOS GENER, 1955; IBÁÑEZ, 1983), así como algunas urnas de incineración en el entorno de la Plaza de la Corredera, las evidencias más fiables proceden de las excavaciones realizadas en diversos puntos a lo largo del trazado de la Via Augusta. (fig. 4)

La única puerta inicialmente abierta en este frente oriental, conocida en época islámica como Puerta de Roma5, tuvo una especial importancia, tanto en la configuración interna de la trama urbana de Corduba, al dar acceso a uno de los decumani maximi de la ciudad6, como en la ordenación de la red de comunicaciones del territorium circundante, pues a ella conducía un camino que articulaba las comunicaciones longitudinales a lo largo de la margen derecha del Guadalquivir y que, andado el tiempo, sería incorporado al trazado de la Via Augusta7, la principal ruta de comunicación terrestre entre las provincias hispanas y el resto del Imperio.

En época islámica, esta puerta se conocerá indistintamente como Puerta de Abd al-Chabbar, de Roma, de Toledo o de Zaragoza, en tanto que tras la conquista cristiana se la denominará Puerta de Hierro o de San Salvador (OCAÑA, 1935; ESCOBAR, 1989). 6 Es muy probable que, ya desde el mismo momento fundacional, Corduba contara con un doble decumanus maximus (MURILLO-JIMÉNEZ, 2002; MURILLO, 2004). 7 La importancia de esta vía de comunicación, sin duda de origen prerromano (la vieja Via Heraclea), es trascendental para la historia, no ya de Corduba, sino de la totalidad de la Hispania Romana (CORZOTOSCANO, 1992; SILLIÈRES, 1990). Su entrada en la ciudad a través de la Puerta de Roma o de Hierro es admitida por la

5

Este camino, pronto transformado en vía, articuló todo el sector suburbano próximo a la puerta oriental de la muralla fundacional romana. Y cuando hablamos de actividades suburbanas, debemos referirnos en primer lugar a las funerarias. En efecto, la más antigua información disponible para la zona, está relacionada con contextos funerarios tardorrepublicanos y augusteos que si aún no conforman las grandes necrópolis de época imperial, sí que las anuncian (fig. 4).

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Así, del nº 5 de la Plaza de San Lorenzo procede una proa de nave con rostrum en forma de jabalí, fabricada en piedra de mina local e interpretado como perteneciente a un monumento funerario (VAQUERIZO, 2001: 126; MORENO ROMERO, 2006). Otros monumentos funerarios han sido documentados en la C/ Muñices esquina con la Plaza de la Magdalena, en la C/ Realejo esquina con Enrique Redel, en el Palacio de Orive y en el nº 17 de la C/ San Pablo (fig. 5).

(fig. 5) práctica totalidad de los investigadores. STYLOW (1990) reconstruyó su trazado en los alrededores de Colonia Patricia a partir de los hallazgos de sepulturas romanas recopilados por KNAPP (1983) y al trazado de las principales calles de la ciudad medieval, reflejado en el Plano de los Franceses de 1811. De este modo, el trazado propuesto seguiría las actuales calles San Pablo, Realejo, Santa María de Gracia y San Lorenzo, para alcanzar la puerta de la Axerquía conocida en época tardoislámica como Bab al-Farach y tras la conquista cristiana como Puerta de Plasencia (ESCOBAR, 1989). Desde aquí atravesaría la necrópolis de la Choza del Cojo, coincidiendo en este tramo con el trazado de la vía Corduba-Emerita, para poco después atravesar el Arroyo de Rabanales por el puente aún conservado (MELCHOR, 1995).

En el primer caso, nos encontramos ante varios monumentos tardorrepublicanos alineados al Sur de un primitivo trazado de la Via Augusta que sería amortizado con la radical transformación urbanística que supuso la construcción del complejo de culto imperial. La conservación de varios elementos de la decoración arquitectónica ha permitido plantear la pertenencia de unos de estos monumentos al tipo edícola, especialmente idóneo para el efecto de autorrepresentación del comitente y su familia perseguido con su edificación junto a la vía. Fue precisamente el cambio en el trazado de ésta (vid infra), lo que motivó la amortiza-

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ción de estos monumentos funerarios en un corto período de tiempo (LIÉBANARUIZ, 2006). En cuanto al monumento funerario documentado en la C/ Realejo esquina con Enrique Redel, presenta una planta rectangular y una fábrica de sillería, albergando una sepultura de incineración fechada por el excavador en el s. I d.C. Con posibles recintos funerarios han sido relacionadas diversas estructuras de sillería localizadas en el Palacio de Orive y que fueron amortizadas con la construcción del circo. Flanqueaban la Via Augusta “vetus”, cuya traza queda sepultada, trasladándose su nuevo curso algunas decenas de metros al Norte. (fig. 6)

Finalmente, debemos reseñar la documentación, en el nº 17 de la C/ San Pablo, de otro monumento funerario construido en época altoimperial sobre una necrópolis previa de incineración de época republicana. Aunque no pudo ser constatado, es muy probable que el monumento funerario, cuya puerta se abría a la vía adyacente, pavimentada con grandes losas de pudinga y dotada de una cloaca8, sea contemporáneo de ésta (RUIZ NIETO, 2002: 157-163). Además de esta necrópolis dispuesta en el recorrido de la Via Augusta, contamos con la evidencia de otros dos sectores de deposición funeraria que la flanqueaban por el Norte y por el Sur (fig. 6). El septentrional se articulaba a partir del trazado de la Via Corduba-Emerita9, que penetraba en la ciudad por la Puerta de Osario, en tanto que el meridional se disponía sobre el eje

La cloaca y una reparación tardoantigua del pavimento de la vía fueron documentadas en 2008 en un seguimiento de obras de alcantarillado en la C/ Realejo. 9 Que tras atravesar el Arroyo de Pedroche por el magnífico puente de época julioclaudia conservado a la altura del Molino de los Ciegos, discurría por un trazado que en su tramo final venía a coincidir, aproximadamente, con las actuales Avenidas Agrupación Córdoba y Ollerías. Un tramo de esta vía, flanqueada por un recinto funerario, ha sido documentado en la C/ Muro de la Misericordia esquina con San Juan de Palomares. Varios recin8

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marcado por las calles Lucano-LinerosAgustín Moreno, fosilización de otro antiguo camino que conducía a la conocida en época medieval como Puerta Piscatoria o de Hierro (MURILLO, 2004).10 Independientemente de la lógica existencia de estas áreas funerarias, las más recientes investigaciones arqueológicas han permitido definir la presencia de zonas con una ocupación doméstica y fabril en un amplio sector al sureste de la Puerta de Roma, desde la C/ Capitulares hasta la C/ Lucano. Quizá los datos más concluyentes provengan de las excavaciones realizadas en la C/ Capitulares. Aquí se documentaron, amortizados por el posterior complejo de culto imperial de época julioclaudia, varios muros con cimentación de mampostería y alzado de sillería que definían una serie de espacios, uno de ellos pavimentado con un suelo de opus signinum decorado con teselas de color blanco y negro que forman un sencillo motivo de líneas que se cruzan en ángulo recto (fig. 7).

(fig. 7) tos funerarios más han sido documentados en una reciente excavación efectuada en un solar de la Avenida de las Ollerías esquina con la C/ San Juan de la Cruz. 10 Contextos funerarios vinculados a esta necrópolis se han documentado en el nº 25 de la Plaza de San Pedro, con tumbas de incineración (MARCOS-VICENT, 1985: 242), en la propia Plaza, de donde procede la inscripción CIL II2/7 542, en la C/ Badanas 19, con una docena de sepulturas de inhumación fechadas en el s. II, en la C/ Agustín Moreno nº 26, y en la Casa de los Caballeros de Santiago. 11 Lo documentamos, sin salir de Hispania, en Zaragoza (Galve, 1991), Contrebia Belaisca y Azaila (Beltrán 1991), Caminreal (Vicente, 1991) e Italica (KEAY, 1997). Para la propia Córdoba, contamos con pavimentos de este tipo, como es el caso del documentado en el nº 23 de la C/ Alfonso XIII (MORENA, 1991).

Este tipo de pavimentos es característico de la etapa tardorrepublicana (ss. II-I a.C.), siendo su posible origen norteafricano, en Cartago y su área de influencia, desde donde pasaría a Italia a partir de la definitiva victoria romana de 146 a.C. El motivo decorativo presente en el pavimento de Corduba es el más antiguo y de mayor difusión11, aunque en nuestro caso correspondería ya a un momento avanzado, posterior a la destrucción de la ciudad por las tropas cesarianas en el año 45 a.C. Así, el escueto contexto cerámico asociado a la construcción de estas estructuras nos lleva a un momento de la segunda mitad del s. I a.C. previo a la aparición de las primeras producciones de sigillata.

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Para tratar de definir la extensión de este vicus oriental (fig. 8), contamos con las excavaciones realizadas en la Plaza de la Corredera, en la C/ Maese Luis y en la C/ Lucano. En la Plaza de la Corredera, con independencia del conjunto de mosaicos hallado a mediados del pasado siglo, y con motivo de la remodelación de la Plaza efectuada hace algunos años, se documentaron varios muros con cimentaciones de cantos rodados y alzado de sillería que conformaban varios espacios, uno de ellos con un suelo de opus spicatum. Este pavimento, y el conjunto de la edificación, fue amortizado por un estrato en el que estaban presentes tanto sigillata itálica como gálica, lo que nos llevaría a una cronología de mediados del s. I d.C. para su abandono, por lo que parece lógico situar su construcción en época augustea (fig. 9).

(fig. 8)

estratigráficos de igual cronología. Más al Sur, en excavaciones realizadas en el Centro de Salud y en la antigua Posada de la Herradura, a ambos lados de la actual C/ Lucano, se han documentado depósitos con desechos industriales, estructuras productivas (hornos) y de almacenamiento, así como una domus con varias estancias pavimentadas con mosaicos y paredes estucadas con motivos geométricos (fig. 10). Estructuras romanas altoimperiales, que incluían un pavimento de opus signinum, fueron localizadas en el nº 20 de la misma C/ Lucano, así como en el nº 31 de la C/ Lineros, en tanto que en el nº 23 del Paseo de la Ribera se documentan muros de aterrazamiento romanos y en el nº 1 de la C/ Armas depósitos con materiales cerámicos de idéntica cronología. (fig. 10)

Todos estos datos apuntarían a la existencia, en época imperial temprana, de un vicus suroriental de Colonia Patricia dotado ya de una notable extensión y, lo que es más sorprendente, cuya conformación e inicial urbanización podría retrotraerse a época augustea, probablemente en un momento anterior a la ampliación del pomerium y de la muralla de la ciudad hasta el río, con motivo de la refundación augustea de la ciudad12.

En cuanto a la C/ Maese Luis 20, se documentó una domus y una calle pavimentada con losas de pudinga, bajo la que discurría una cloaca con orientación NW-SE. La domus es calificada por la excavadora como “tardía”, si bien se le superpone una necrópolis tardoantigua. Ventura (1996: 99) sitúa, sin explicitar sus argumentos, la construcción de la calle y de la cloaca en la segunda mitad del s. I d.C., lo cual nos parece plausible si lo contextualizamos en la profunda transformación urbanística experimentada por este vicus con motivo de la construcción del gran complejo de culto imperial.

La Colonia Patricia altoimperial. El complejo de culto imperial y el suburbio oriental

También en la C/ San Fernando 89 se documentaron “pavimentos de guijarros” romanos, acompañados de diversos paquetes

En efecto, la militancia pompeyana de Corduba en las fases finales de las Guerras Civiles que enfrentaron a César y a los hijos

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(fig. 9)

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Tanto las características topográfico urbanísticas como la edilicia y la funcionalidad de los espacios nos permiten relacionar esta primera fase del vicus oriental con su homólogo occidental, dispuesto al Suroeste de la denominada Puerta de Gallegos, en el otro extremo del decumanus maximus (MURILLO et alii, 1999; Vargas, 2000).


de Pompeyo, culminaría con el asedio de la ciudad durante la “Guerra de Munda”, el incendio de la misma a manos de los propios defensores y el saqueo final por las tropas de César, en la primavera del 45 a.C. (RODRÍGUEZ NEILA, 1988). La información arqueológica de la que disponemos, escasa y fragmentaria, no permite aquilatar la intensidad de estas destrucciones, que debieron ser cuantiosas, como demostrarían las huellas del incendio localizadas en diversos puntos de la ciudad, y la amortización de la mayor parte de las estructuras de época republicana. Sin embargo, el pomerium se mantuvo incólume, al igual que la red viaria, e incluso la propia articulación de espacios públicos y privados, no documentándose ningún hiatus en la ocupación de la ciudad (MURILLO, 2004).

(fig. 11)

Cfr. RODRÍGUEZ NEILA, 1987 y STYLOW, 1996. Recientemente, M. P. García y Bellido ha sugerido la participación en la misma de veteranos de la Legio I Augusta, en una fecha posiblemente coincidente con la creación de la ceca de Corduba por Agripa en el 19 a.C. 14 Tres de estas puertas (la de Gallegos, en el lienzo occidental, la de Osario, en el septentrional, y la de Roma, en el oriental) ya estaban en funcionamiento en época republicana, coincidiendo con el kardo maximus y con los decumani principales. A éstas, se añadirán ahora otra para la parte Norte de la ciudad y cinco para la Sur. La primera se abrió en el ángulo noroccidental (CARRILLO et alii, 1999; ESCUDERO et alii, 1999) en un momento que debemos situar, a falta de información arqueológica más precisa, entre la refundación augustea y finales del s. III. Por lo que respecta a la parte nueva de la ciudad, contamos con tres puertas seguras y dos probables: en el lienzo occidental se abría 13

Aún cuando la información, tanto literaria como arqueológica, es de nuevo poco explícita, la reconstrucción de la ciudad debió comenzar de inmediato, ya en vida del propio César (CARRILLO et alii, 1999). Sean cuales fueran los planes de César respecto a la ciudad que tan obstinadamente se le opuso, lo cierto es que su inesperada muerte y la nueva guerra civil lo frustrarían o aplazarían hasta que su heredero y sucesor, Augusto, proceda a la deductio de la nueva Colonia Patricia13 y a la puesta en marcha de un ambicioso programa urbanístico que, continuado a lo largo de toda la dinastía julio-claudia, cambió de un modo profundo y duradero la imagen de la ciudad. La primera consecuencia de la refundación la encontramos en la transformación del viejo pomerium, ampliándose los límites urbanos hasta alcanzar la orilla del Guadalquivir, con un incremento de más de 31 ha. que elevaron a 78 ha. el espacio intramuros disponible. Dentro de este recinto, en el que se abrían nueve puertas14, podemos distinguir tres grandes unidades urbanas (fig. 11).

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La primera, o “Vetus Urbs”, coincide con la ciudad fundacional romana, donde la traza viaria se mantendrá tanto en su orientación como, en gran medida, en la modulación de las insulae. En ella permanecerán los principales espacios públicos, con el foro colonial a la cabeza (fig. 12). A diferencia de su predecesor republicano, con el que compartirá emplazamiento, el nuevo foro imperial dejará de estar atravesado por el kardo maximus15 para disponerse en su totalidad al Oeste de aquél, al tiempo que su límite oriental se desplaza en la misma dirección, hasta definir una gran plaza cerrada de 321 x 494 pies (CARRILLO et alii, 1999; MURILLO, 2004).

la posteriormente conocida como de Almodóvar, para la que se ha propuesto una data augustea o julio-claudia temprana a partir de un colosal capitel corintio de pilastra localizado en sus inmediaciones (MÁRQUEZ, 1998), data que coincide con la tiberiana que proporciona el lienzo de muralla adyacente (MURILLO, 2004); en el ángulo suroriental se abría la posteriormente conocida como Puerta Piscatoria, que daba acceso al área suburbana recientemente localizada a lo largo de la vía fosilizada por las actuales calles Lucano y Lineros; y en la embocadura del Puente encontramos la puerta homónima, para la que recientes excavaciones asignan una cronología claudia temprana (CARRASCO et alii, 2002). Esta nómina de puertas seguras podría incrementarse con otras dos: la primera en el ángulo suroeste, en la actual C/ Caballerizas Reales, donde en época tardoantigua y medieval se emplazó la primitiva Puerta de Sevilla; la segunda, menos segura, al Norte de la Puerta Piscatoria, junto al flanco oriental del Teatro. 15 Que ve ampliada su anchura hasta los 22 m. (75 pies), unas dimensiones muy importantes para una ciudad provincial de Occidente, disponiéndose bajo él dos grandes cloacas con cubierta a dos aguas. Al igual que el resto de las calles patricienses, estaba pavimentado con grandes losas de pudinga y debió disponer de pórticos a ambos lados (MURILLO, 2004).

El segundo sector, o “Nova Urbs”, corresponde a la ampliación augustea conseguida tras la demolición del lienzo meridional de la vieja muralla republicana que, convenientemente reparada, continuará enmarcando el pomerium fundacional por los restantes lados. El trazado viario de este sector meridional parte de la primitiva puerta meridional republicana, desde donde el kardo maximus se bifurca en dos ramales (MURILLO, 2004). El primero se va adaptando a la topografía con una orientación inicial NESW para, una vez salvada la pendiente del escarpe de la terraza cuaternaria, adoptar una orientación NW-SE que sirve de eje a la limitatio de manzanas (de 2 x 1 actus) en la mayor parte de la “Nova Urbs”. El segundo ramal del kardo maximus coincide con la traza de la actual C/ Rey Heredia, generando con su orientación una “diagonal” respecto a la traza anterior y segregando un pequeño sector en el que se dispuso el teatro de Colonia Patricia (CARRILLO et alii, 1999). El teatro representa, junto al Foro colonial, uno de los primeros programas de monumentalización acometidos por las elites patricienses inmediatamente después de la refundación de la ciudad. Dispuesto en el escarpe suroriental de la terraza cuaterna-

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ria, sobre terrenos parcialmente liberados tras la demolición del lienzo meridional de la muralla republicana, fue utilizado para articular todo este sector de la “Nova Urbs” mediante una serie de plazas escalonadas y de gradas que le confirieron un marcado aspecto helenístico, iniciando el proceso de potenciación del carácter emblemático y monumental del flanco oriental de Colonia Patricia. No obstante, se trata de un teatro concebido a la “manera romana” y no a la “griega”, pues con excepción de la ima cavea, que apoya directamente sobre el terreno, el resto del edificio fue levantado sobre substructiones de fábrica, alcanzando una altura de más de 20 m. Apenas unos metros más pequeño que el Teatro de Marcelo, su modelo, el teatro patriciense fue con sus 125 m. de diámetro el mayor de los construidos en Hispania, mostrando una fachada organizada de acuerdo con los órdenes canónicos del Theater motiv augusteo (VENTURA, 2004). En esta fase inicial de monumentalización augustea debemos incluir también la construcción, en el foro colonial, de un gran templo en el que aún se emplea la piedra caliza local, así como la de un arco monumental posiblemente situado en el acceso desde el kardo maximus (MURILLO, 2004). Un segundo momento en la monumentalización de Colonia Patricia se corresponde con el reinado de Tiberio, cuando no solo se culminan proyectos iniciados en la etapa anterior, sino que se proyectan y ejecutan otros. Entre estos últimos destaca la aparición de un gran espacio público que cabe poner en relación con Divo Augusto, sin duda como resultado de las gestiones realizadas ante el propio Tiberio por la legación bética que visitó Roma en el año 25 (LEÓN, 1999; GARRIGUET, 2002). Este nuevo espacio cívico, que en cierto modo constituiría un anexo del foro colonial, cuya superficie duplicaría con creces, ha

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(fig. 12)

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sido denominado por C. MÁRQUEZ (1998b) forum novum o forum adiectum (fig. 13). Se emplazaría inmediatamente al Sur del foro de la Colonia, en el espacio delimitado por los dos decumani maximi. En el centro de esta gran plaza, sin duda porticada en sus cuatro lados, se dispuso un gran templo construido en mármol, cuyo podium ha sido recientemente localizado en el nº 5 de la C/ Morería. A este templo corresponderían un conjunto de elementos de decoración arquitectónica que han sido considerados una réplica del de Mars Ultor, lo que unido a los paralelos para el pórtico y un posible altar (MÁRQUEZ, 1993), así como la interpretación de TRILLMICH (1996) para una estatua loricata procedente de la misma C/ Morería, ha llevado a considerar el modelo del Forum Augustum para este nuevo espacio público patriciense, cuyo templo estaría probablemente consagrado al culto imperial de la Colonia (MÁRQUEZ, 1998b). Con un posible Augusteum ha relacionado P. LEÓN (1999) un área sacra o atrio localizado en la zona conocida como Altos de Santa Ana, junto al kardo maximus y a escasa distancia del teatro, sector de donde procede un conjunto de retratos de Tiberio y Livia, estatuas honoríficas y vestigios de un posible culto a Diana y Apolo (vid infra). De este modo, y de confirmarse las hipótesis propuestas, contaríamos con dos tempranas áreas vinculadas al culto imperial en un contexto en el que las principales ciudades del Imperio habían entrado en competencia por mostrar su adhesión a la casa imperial mediante la construcción de espacios cualificados en los que las elites locales encontraron un privilegiado escenario para el desarrollo de su actividad evergética (MURILLO, 2004).

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(fig. 13)

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También en la “nova urbs” augustea se hizo patente el programa de monumentalización tiberiano y primoclaudio con dos proyectos que transformaron la fachada del río. Así tras concluirse la construcción de la muralla bajo Tiberio, en tiempos de Claudio asistimos a la erección de una monumental puerta de triple vano en el puente, de los que el central daba acceso a éste en tanto que desde los laterales, y mediante sendas escalinatas, se descendía hasta un dique o embarcadero que discurría a lo largo de todo el frente meridional de la ciudad, protegiendo la muralla de los embates del río (fig. 14). Nada más flanquear la puerta, se accedía a una plaza porticada en cuyo ángulo Noreste desembocaba el kardo maximus (CARRASCO et alii, 2002).

(fig. 14)

Varios investigadores han relacionado la monumentalización de este acceso a la ciudad con el tráfico fluvial y con las actividades comerciales y fiscales que se desarrollarían en las proximidades de un puerto que incrementaría su actividad en directa relación con el auge económico experimentado por la ciudad a lo largo del s. I d.C. (MURILLO, 2004). A ello se uniría un evidente deseo de potenciación de la imagen urbana de la capital provincial en

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un punto especialmente cualificado y en estrecha relación con la Via Augusta, de modo que la primera imagen que tendría el viajero que a ella llegara desde el Sur sería la del puente y, al fondo, la puerta trífora dando acceso a la plaza y, a través de ésta, al kardo maximus, que le conduciría al centro cívico de la ciudad. Será en esta confluencia de remodelación y monumentalización de los accesos a la ciudad -especialmente de los vinculados a la Via Augusta- y de extensión del culto dinástico ya visto para el área del forum coloniae/forum adiectum, en la que debemos encuadrar el que posiblemente quepa considerar como el programa edilicio más ambicioso afrontado en la capital bética durante la época julio-claudia. Con él, Colonia Patricia experimentó una completa renovación urbanística que trascendió, rebasándolos, los ya por entonces reducidos límites impuestos por las murallas, abriéndola al territorio suburbano circundante en un sector, el oriental, en el que la topografía invitaba a una prodigiosa escenografía (fig. 15).

(fig. 15)

Lo que en los últimos años ha podido definirse como el complejo de culto imperial de la provincia Hispania Ulterior Baetica (MURILLO et alii, 2003), es el resultado de varias décadas de investigación arqueológica que han girado en torno a los sucesivos hallazgos efectuados en el sector comprendido entre la confluencia de las calles Claudio Marcelo-Capitulares y la manzana de San Pablo u Orive. Ya en el s. XVI, la zona adyacente a la actual C/ Capitulares era conocida como “Los Marmolejos”. En 1574, el corregidor de la

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ciudad compró varias casas-tienda adosadas a la muralla, junto a la entonces conocida como Puerta de Hierro y frente al Convento de San Pablo, destinadas a edificar las nuevas Casas Consistoriales, hasta entonces situadas en la actual C/ Ambrosio de Morales. Desde ese momento, y con motivo de las frecuentes obras, serán constantes las noticias relativas al hallazgo de restos pertenecientes a construcciones romanas. En ese mismo siglo, y gracias a Ambrosio de Morales, quedó firmemente establecida entre la erudición cordobesa la identificación de los hallazgos operados en este sector extramuros de la antigua ciudad romana con los restos del anfiteatro donde habrían encontrado la muerte San Acisclo y otros mártires cordobeses.

Con anterioridad, en 1731, al construirse la escalera principal de las Casas Consistoriales, también se descubrieron importantes vestigios, entre ellos unos “muros y puertas (...) de comunicación entre la basílica del Pretor y la entrada en el Anfiteatro” (SANTOS GENER, 1950:140). En 1878, al iniciarse la apertura de la nueva C/ Claudio Marcelo, fue preciso proceder al derribo de la antigua muralla. Algunos años después, en 1916, con motivo de la ejecución del segundo tramo de la apertura de la C/ Claudio Marcelo, se localizaron, en la intersección con la C/ María Cristina, unas basas alineadas. Otras basas, en este caso calificadas como “colosales”, se encontraron en un solar en la esquina de las mismas calles (Santos Gener, 1950).

De este modo, cada nuevo descubrimiento era identificado con una parte del anfiteatro, convertido en tópico de la historiografía local al que no se sustraería, ya en el siglo XX, ni el propio SANTOS GENER (1950 y 1955).

En 1920 se encontraron diversas piezas con motivo de la construcción de los sótanos para la Oficina de Arbitrios, entre ellas un capitel de “tamaño colosal”. Seis años más tarde, frente a la esquina de la C/ Alfonso XIII con Alfaros, se localizó una “columna colosal” que no pudo ser extraída (Santos Gener, 1950).

La versión “canónica” de esta idea, que unía hallazgos reales con una interpretación totalmente sesgada, quedó fijada por RAMÍREZ DE ARELLANO (1985: 156) a finales del s. XIX: “en la muralla que contiene el terraplén de la casa que habita la Sra. Condesa viuda de Hornachuelos, se descubrió una puerta con dos escaleras que subían al muro por ambos lados, y delante unas gradas anchas que descendían al plano del Anfiteatro, y a un lado un muro ancho, tal vez paralelo al que (...) se ha visto en la calle de San Pablo al reconstruir la cloaca (...). En este punto se supone estaría la entrada de las fieras, y al final de la Iglesia de San Pablo, las cárceles, como tradicionalmente se cree, erigiéndose una capilla a los Santos Mártires Acisclo y Victoria en el lugar de su prisión, donde existía un subterráneo o comunicación, que con el derribo del convento ha desaparecido...”

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En 1940, al edificarse la Farmacia y la Biblioteca Municipales en la esquina de la C/ Calvo Sotelo (actual Capitulares) con la Plaza del Salvador, aparecieron numerosos “sillares, arquitrabes y basas colosales”, además de un “lienzo de la muralla romana” (SANTOS GENER, 1950). Así, cuando en 1951 S. de los Santos Gener y F. Hernández inician sus excavaciones con motivo de diversas demoliciones y edificaciones en las dependencias municipales adyacentes a la C/ Claudio Marcelo, la comprensión de los restos era deficiente dado el carácter fragmentario e inconexo en que se presentaban, lo que explica tanto el poco ortodoxo procedimiento seguido en la excavación como el que hasta la incorporación, en 1958, de A.

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García y Bellido a los trabajos no se establezca su relación con los cimientos de un templo sobre podium. No obstante la temprana identificación que del monumento hizo GARCÍA Y BELLIDO (1961 y 1970), planteando su carácter quasi gemelo respecto a la Maison Carrée de Nîmes (fig. 16) -lo que permitió al arquitecto F. Hernández iniciar una anastilosis nunca concluida-, los interrogantes sobre su cronología, funcionalidad e inserción en el tejido urbano no comenzaron a despejarse hasta varias décadas después merced a las excavaciones de J. L. Jiménez en el propio templo y, con posterioridad, a las de la Gerencia Municipal de Urbanismo-Universidad de Córdoba en la C/ Capitulares y en la manzana del antiguo Convento de San Pablo. (fig. 16)

Las labores arqueológicas desarrolladas durante los años cincuenta del siglo pasado se circunscribieron al sector del pronaos, la escalinata de acceso al templo, el altar y los grandes contrafuertes en abanico, siendo interrumpidas en 1959 para no ser retomadas hasta 1985 de la mano de J. L. Jiménez, quien fijará las características de la estructura del templo (JIMÉNEZ, 1992: 124 ss.) y su cronología precisa (JIMÉNEZ, 1996). Ya en estos trabajos de Jiménez quedó claro que el templo ocupó una privilegiada posición escenográfica inmediatamente al Sur de la puerta urbana por la que la Via Augusta penetraba en la ciudad, iniciándose la construcción en el reinado de Claudio y prolongándose las obras, probablemente, hasta el final de la dinastía julioclaudia. En relación con el proceso de construcción del templo se ha traído a colación la construcción de un acueducto, el Aqua Nova Domitiana Augusta (STYLOW, 1987; VENTURA, 1996), cuya in-

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(fig. 17)

auguración se produjo en época domicianea y que, muy posiblemente, supuso la conclusión del proyecto urbanizador y constructivo iniciado en época julioclaudia. Por desgracia, la práctica total ausencia de material epigráfico procedente del templo y la parquedad del de su entorno inmediato han impedido determinar la dedicación del mismo, limitando las posibilidades de interpretar la funcionalidad de un espacio para el que, no obstante, siempre ha estado explícita la vinculación con el culto imperial. A mediados de los años noventa la investigación arqueológica rebasa el perímetro del templo y de la plaza que lo albergaba para centrarse en los terrenos situados inmediatamente al Este del mismo, en el corazón de la manzana que, hasta la desamortización, estuvo ocupada por el Convento de San Pablo (fig. 17). En 1992 la Gerencia Municipal de Urbanismo acometió, en colaboración con el Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba, una primera campaña de excavaciones en el denominado Huerto de Orive, que hasta la Desamortización había pertenecido

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te 2”, se excavó la cimentación (U.E. 150) de un gran muro con orientación Este-Oeste, de 1,65 m. de anchura y con una longitud documentada en más de 8 m., pues continuaba en sus extremos bajo los perfiles de las casas islámicas. La cimentación, que cortaba las arcillas rojas geológicas constitutivas de la terraza cuaternaria, consistía en varias hiladas de un sólido conglomerado de mampuestos calizos sobre los que se dispuso en origen un alzado de sillares de calcarenita, de los que sólo persistían las huellas sobre la cimentación y numerosos desechos abandonados en la zanja de saqueo del muro (MURILLO et alii, 1995).

(fig. 18)

Formulada en su estadio final por SANTOS GENER (1950; 1955), la localización del anfiteatro se basaba exclusivamente en las dudosas especulaciones de la erudición cordobesa establecidas desde la época de Ambrosio de Morales (SÁNCHEZ, 2002) y en la incapacidad de interpretar el cúmulo de hallazgos romanos que constantemente se producían en la zona (fig. 18).

La cronología de esta estructura fue difícil de establecer dadas las intrusiones islámicas y la ausencia de materiales diagnosticables en el relleno de su zanja de cimentación. No obstante, se pudo comprobar que al Norte del muro se disponían una serie de rellenos fechables a comienzos de la segunda mitad del s. I d.C. (fig. 20). Desgraciadamente, la zanja de saqueo impidió precisar en esa campaña si este paquete de rellenos era contemporáneo o anterior al muro U.E. 150, por lo que se optó por fechar, con reservas, la estructura hacia mediados del s. II d.C. (MURILLO et alii, 1995), datación que algunos años después, al reanudarse las excavaciones, se demostraría errónea.

Lejos de documentar la existencia del anfiteatro, la primera campaña de excavaciones en Orive sólo pudo acceder parcialmente a los estratos romanos, que se encontraban a más de 4 m. de profundidad bajo un barrio tardoislámico cuyas casas fueron demolidas tras la Conquista cristiana de Córdoba en 1236 sin que nunca más se volviera a edificar (fig. 19), lo que explica el excepcional grado de conservación que aún presentaban (MURILLO et alii, 1995). No obstante esta dificultad, en varios sondeos efectuados bajo las calles del barrio configurado en época almohade se pudo alcanzar los niveles romanos. Así, en el denominado “Cor-

Por otro lado, en el Corte 1, situado algunas decenas de metros al Sur del anterior, se documentó, también excavada en las arcillas rojas cuaternarias, una estructura que si bien en esta primera campaña fue de difícil interpretación, dado lo reducido de la superficie sondeada en el ángulo del patio de una casa islámica (MURILLO et alii, 1995), la reexcavación en 1996 de la zona permitió su correcta atribución. Consiste en una cloaca con orientación Oeste-Este idéntica a la del Muro U.E. 150 del Corte 1. Presentaba una sección triangular con losas de calcarenita de más de 1 m. de longitud en la base y una cubierta constituida por losas

al Convento de San Pablo. El principal objetivo de esta excavación era comprobar la veracidad de las hipótesis que situaban en esta zona el anfiteatro patriciense. (fig. 19)

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(fig. 20)

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del mismo material dispuestas alla cappuccina sobre su lado largo, dejando una luz libre interior de 0,45 m. (fig. 21). A ambos lados de la cloaca se disponían, sobre el terreno geológico, una alternancia de estratos antrópicos, prácticamente estériles desde el punto de vista arqueológico, y que debieron ser aportados con posterioridad a la construcción de la cloaca, pues la zanja de cimentación de ésta cortaba a las arcillas rojas geológicas y a un paleosuelo, pero no a estos paquetes. Las peculiaridades de esta “preparación” se acentuaron cuando pudimos comprobar que la última capa, definible como un “suelo de ocupación”, estaba integrada por un “albero” muy compacto que incluía en su base pequeños nódulos de calcarenita triturada y de cal. La cronología de estas estructuras fue posible establecerla, grosso modo, a partir del contexto cerámico asociado, con una secuencia encuadrable a lo largo de la segunda mitad del s. I y la primera mitad del s. II d.C. Por otro lado, la amortización del “suelo” U.E. 53 por unas frágiles estructuras realizadas con cantos rodados y la refectio de la cloaca, en la que se perforó la cubierta para colocar una especie de bajantes constituidos por bocas de ánforas, permitió datar a partir del primer tercio del s. III la transformación de este espacio (fig. 22).

(fig. 21)

Finalizando ya con los resultados de esta primera campaña en Orive debemos señalar la secuencia completamente distinta que mostraba el Corte 3, situado al Norte de los anteriores y a muy escasa distancia de la actual C/ San Pablo, donde estaban ausentes los niveles islámicos e inmediatamente por debajo de las estructuras contemporáneas se documentaron unos rellenos de más de 4 m. de potencia. El primer conjunto de rellenos, que fue denominado “Vertedero A” (MURILLO et alii, 1995; CARRILLOMURILLO, 1996), se disponía directamente sobre un paleosuelo formado por la propia terraza cuaternaria, que presentaba un ligero buzamiento Noroeste-Sureste. Los estratos que formaban

(fig. 22)

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este relleno adquirían una manifiesta horizontalidad una vez contrarrestada la pendiente natural del terreno e incorporaban fundamentalmente sedimentos arcillosos que incluían un abundante material cerámico junto a otros artefactos, restos de fauna, materia orgánica carbonizada y material de construcción. Sellando este paquete se disponía una “plataforma”, de entre 10 y 20 cm. de grosor constituida por gravas y arcillas compactadas. Por encima, y sin solución de continuidad, se localizaba otro paquete de rellenos (entonces denominado “Vertedero” B) que también se encontraba sellado por una “plataforma” o “suelo” de características parecidas al ya observado a propósito del “Vertedero A” (fig. 23). Pese a la similitud en la composición y disposición de los rellenos de ambos vertederos, el análisis de los contextos cerámicos establecía una acusada cesura: el primer “vertedero” debía fecharse poco después de los comedios del s. I d.C., en tanto que el segundo se databa en el tercer cuarto del s. II d.C. (CARRILLOMURILLO, 1996).

(fig. 23)

La reanudación en 1996 de los trabajos en el Huerto de Orive se hizo con el objetivo implícito de reinterpretar la secuencia romana ya conocida desde la Campaña de 1992 bajo una nueva perspectiva16. Una primera fase, realizada en 1996 en los anteriormente excavados Cortes 1, 2 y 3 permitió introducir algunas correcciones en las conclusiones preliminares obtenidas en 1992, lo que a su vez llevó a plantear, entre 1997 y 1998, una segunda campaña en la que se excavaron varios cortes a lo largo de un eje Norte Sur que unía el Corte 2 con el Corte 3 de la Campaña de 1992 (MURILLO et alii, 2001).

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La excavación del Corte 4 de esta campaña, complementada por la de los restantes, resultó decisiva para la comprensión de la génesis y del proceso de configuración de este espacio en época romana (RUIZ et alii 2003). Sobre el ya consabido terreno geo-

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Desechada la hipótesis del anfiteatro, nos planteamos considerar el gran muro y la cloaca de la excavación de 1991 como pertenecientes a un campus o, más probablemente, a un circo, de acuerdo con el conocido modelo de Tarraco y con las referencias, señaladas por A. VENTURA (1996), al supuesto hallazgo en el hipódromo de una inscripción (CIL II2/7 284) procedente de la Plaza de la Corredera.


siendo depositados en una trinchera que cortaba el terreno geológico y los estratos de la fase anterior. Esta auténtica via silice strata presentaba una alineación ligeramente noreste-suroeste cuya prolongación hacia el Oeste embocaba la Puerta de Roma, en tanto que hacia el Este había sido documentada años atrás en un solar de la C/ Muñices (GODOY, 1991), si bien en este caso no aparecía pavimentada, configurándose como una via glarea strata. Al Norte de la vía, se disponían varias estructuras de sillería que fueron interpretadas como pertenecientes a posibles recintos funerarios (vid supra fig. 5).

(fig. 24)

(fig. 25)

lógico cuaternario se formó un paquete estratigráfico de escasa potencia que en los cortes situados más hacia el Norte (S1, S3 y S4), estaban relacionados con varias estructuras, que podrían vincularse con contextos funerarios, fechables en el s. I a.C, muy próximos a la Via Augusta (fig. 24). La fase siguiente se encuentra muy relacionada con la anterior, destacando la estructura S1/53, interpretada como la pavimentación de la Via Augusta en un punto muy próximo (apenas 200 m.) a su entrada en la ciudad por la Puerta de Roma (RUIZ et alii, 2003).Esta pavimentación consistía en lajas irregulares de caliza y esquisto de medianas dimensiones, trabadas con arcilla y dispuestas sobre una subestructura o rudus de 0,60 m. de potencia, constituida por cantos rodados y algunos guijarros de mediano tamaño aglutinados con arcillas (fig. 25). Aparecían perfectamente compactados y nivelados para servir de base a la summa crusta,

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Esta Via Augusta “vetus”, cuya formalización a su entrada en Corduba debemos fechar en el último tercio del s. I a.C., fue amortizada hacia mediados del s. I d.C. bajo unos potentes rellenos similares a los del “Vertedero A” del Corte 3 y que muestran idéntico contexto, formado por imitaciones de barniz rojo julioclaudio tipo Peñaflor, paredes finas, terra sigillata italica y terra sigillata gallica, volviendo a estar ausentes las sigillatas hispanas. (fig. 26)

Algunos metros al Sur de esta vía, se estaba construyendo por estos mismos años un vasto edificio al que correspondían las estructuras documentadas en los Cortes 1 y 2 de la Campaña de 1992 y las del nuevo Corte 4 (RUIZ et alii, 2003). Consistían en una serie de tres cimentaciones paralelas (UU.EE. 216, 244 y 266) pertenecientes a potentes muros de carga (Muros A, B y C) con orientación ligeramente noreste-suroeste (fig. 26), una gran cloaca con su pozo de registro (UU.EE. 263/264), de igual orientación, y dos alineaciones de gruesos pilares arriostrados (UU.EE. 127/113, 229/228, 114 y 232) paralelas a las anteriores (“Muros” D y E).

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A continuación se disponían dos corredores. El primero, entre el Muro C y la línea de pilares D, configuraría un espacio de servicio de apenas 1,89 m. de ancho bajo el que discurría una cloaca de 1,30 m. de luz (fig. 29), registrable a través de pozos de los que se ha documentado uno. Por último, las líneas de pilares D y E (fig. 30) formarían un ambulacrum de c. 3 m. de anchura cubierto por una bóveda de crucería y abierto al exterior mediante una arquería (fig. 31).

(fig. 27)

Toda esta secuencia fue interpretada como la infraestructura del graderío septentrional (fig. 27) de un gran edificio de espectáculos que por su disposición estructural y dimensiones sólo podía responder a un circo (MURILLO et alii, 2001; RUIZ et alii, 2003). En efecto, la sección transversal Norte-Sur mostraba una anchura total de 15,25 m. desde el Muro A, identificable con el podium y documentado en una longitud de más de 40 m., hasta el E, que conformaba su fachada. Los Muros A y C, de 1,64 y 1,34 m. de ancho respectivamente, servían de contención a los rellenos sobre los que se asentaba el graderío, actuando el Muro B, de 0,69 m. de anchura, como compartimentación intermedia (fig. 28).

(fig. 28)

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DE IZQUIERDA A DERECHA

La cronología del circo patriciense, al menos en este sector de su graderío Norte, puede fijarse con cierta precisión. En primer lugar, la datación ofrecida por los estratos que serán cortados por las cimentaciones, encuadrables en dos momentos sucesivos: al primer paquete estratigráfico, directamente formado sobre el terreno geológico a lo largo del s. I a.C. se superpone otro fechable en la primera mitad del s. I d.C. Un segundo elemento de datación viene dado por aquellos depósitos que, dispuestos entre los muros A, B y C, sirvieron de relleno constructivo sobre el que disponer las gradas. Los contextos cerámicos a ellos asociados muestran una facies muy similar a los de la primera mitad del s. I d.C, que aparecen cortados por las cimentaciones.

(fig. 29 y 30)

(fig. 31)

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En cuanto a la génesis de estos rellenos, la mayor parte de los mismos debieron obtenerse en la propia zona a edificar como sobrantes de las nivelaciones del terreno, complementándose con materiales aportados desde los vertederos de la ciudad más cercanos, algunos de los cuales debían haberse dispuesto originariamente en este sector dada la proximidad de una de las puertas y las facilidades brindadas por la vía inmediata. Por lo que respecta al desfase temporal entre la deposición original y su puesta en obra resulta poco relevante, dado que el valor cronológico de estos rellenos no está en los items aislados, sino en la homogeneidad de los contextos, dado que todos ellos incorporan materiales residuales junto a otros contemporáneos a la fecha de formación, que en todo caso parece haberse producido durante un dilatado periodo de tiempo a lo largo de la primera mitad del s. I d.C. Con todo, lo realmente significativo es la no aparición, en un amplio espectro de depósitos separados por distancias apreciables, de producciones o tipos fechables en momentos avanzados de la segunda mitad del s. I d.C. A este respecto es fundamental la total ausencia de sigillatas hispánicas de Andújar, lo que indefectiblemente nos lleva, en el estado actual de la investigación ceramológica, a proponer una cronología claudia o neroniana temprana para el inicio de la puesta en obra. Un segundo conjunto de contextos que permiten precisar la fecha de construcción del circo viene dado por los desechos constructivos acumulados como preparación del pavimento del ambulacrum, que nos llevan a un momento ligeramente más avanzado, con presencia de marmorata y de terra sigillata hispánica producida en Tricio y, en algún caso, en Andújar. Todo ello permite apuntar una fecha avanzada del reinado de Nerón para la finalización de la construcción del circo, esto es, en el tercer cuarto del siglo.

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En síntesis, con esta segunda campaña de excavaciones en Orive quedó verificada la hipótesis de partida, demostrándose la existencia de un circo dispuesto extramuros inmediatamente al Este de Colonia Patricia, a los pies del Templo de la C/ Claudio Marcelo, que lo dominaba en su extremo occidental desde una terraza construida sobre la primitiva muralla, y enmarcado al Norte por la Via Augusta. La asociación entre un recinto de culto y un edificio de espectáculos responde a un esquema bien conocido en el mundo romano desde época republicana (GROS-TORELLI, 1992; GROS, 1996) y que, con diversas matizaciones, tiene su expresión más próxima a la que aquí nos interesa en Tarraco, con el complejo de culto imperial de la provincia tarraconense (TED’A, 1989; MAR, 1993). Un ejemplo similar aunque más temprano se constata en Ancyra, capital de Galatia, con el templo de Roma y Augusto, una plaza de representación (Panègyris) y un circo conocido únicamente a través de un epígrafe. De este modo, se documenta en tres capitales provinciales (Ancyra, Colonia Patricia y Tarraco) un mismo esquema que, en última instancia, tiene su modelo en la capital del Imperio, con la Aedes Apollinis, el Circo Maximo y la propia residencia imperial en el Palatino (GROS, 1996). Volviendo de nuevo a Córdoba, y entre los numerosos interrogantes que se planteaban sobre este vasto complejo arquitectónico, destacaba el referente al modo en que se solventó la articulación entre el circo y la terraza del templo, dada la más que notable diferencia topográfica existente entre la arena del circo (c. 98 m. s.n.m.) y la superficie de la plaza que enmarcaba el templo (c. 116 m. s.n.m.). La oportunidad de comenzar a resolver esta cuestión se nos presentó en 1998 con la realización de un sondeo estratigráfico en un solar municipal situado en el antiguamente denominado Callejón del Galápago, en la misma C/ Capitulares, a escasos 30 m. frente a la terraza del templo (MORENO et alii, 2003).

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Los resultados de esta excavación muestran una secuencia prácticamente idéntica a la ya vista en Orive. Sobre el terreno geológico, que aquí presenta un fuerte buzamiento noroeste-sureste, se localizaron dos paquetes estratigráficos de naturaleza diferenciada. El primero (Fase 1a) se adapta a la topografía mostrando la misma inclinación del terreno, en tanto que el segundo (Fase 1b), mucho más potente, presenta un aspecto típico de escombrera y una mayor horizontalidad. El primer conjunto tiene una cronología tiberiana, en tanto que el segundo se adscribe ya a tiempos avanzados de Claudio (MORENO et alii, 2003), con un contexto idéntico al de los rellenos constructivos de la cella del templo (JIMÉNEZ, 1996) y muy similar al del denominado “Vertedero A” de Orive. Los depósitos de ambos conjuntos fueron cortados por las zanjas de cimentación de las estructuras de la Fase 2, consistentes en dos muros paralelos (UU.EE. 82 y 89) con orientación NoresteSuroeste contraria a la pendiente original del terreno, con una anchura de 1,29 m. el más oriental y de 0,90 m. el más occidental. Entre ambos se formaliza un espacio de 4,42 m. de anchura en el que se disponen otros tres muros transversales a los anteriores (UU.EE. 63, 75 y 79), con una anchura entre 0,93 y 1,24 m., y una separación en torno a los 2 m. Del más meridional de éstos arrancaba un tercer muro longitudinal que compartimentaba el espacio entre las UU.EE. 82 y 89 (MORENO et alii, 2003). La técnica edilicia es idéntica a la ya descrita a propósito de los muros del graderío septentrional del circo: base de cimentación constituida por mampuestos calizos dispuestos en las zanjas y sobre ella alzado de grandes sillares de calcarenita (fig. 32). En este Corte no se localizaron conjuntos cerámicos directamente relacionados con la construcción de las estructuras, debiendo ésta inferirse de la data post quem proporcionada por la cronolo-

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(fig. 32)

gía claudia de los depósitos de la Fase 1b en los que se excavan sus zanjas de cimentación y la ante quem del último cuarto del s. II (“Vertedero B” de Orive) que muestran los rellenos de las zanjas de saqueo de los muros (Fase 3), dentro de una secuencia idéntica a la ya conocida en Orive. En todo caso, las características de estos muros y lo reducido de los espacios resultantes obliga a considerarlos como contenedores de rellenos constructivos para un aterrazamiento, de modo que, una vez se iban alzando los muros, debió continuar el proceso de relleno con sedimentos muy similares a los conocidos en el templo y en el circo hasta alcanzar el nivel previsto para una plaza que debía situarse entre la plataforma del templo y la terraza del circo, pues en modo alguno, por su posición topográfica, orientación y características, estas estructuras del callejón del Galápago podían relacionarse con el graderío del circo en el sector correspondiente a la curva (MURILLO et alii, 2001).

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de la C/ Claudio Marcelo con la C/ Capitulares hasta la medianera del edificio del Ayuntamiento. Por otro lado, las labores paralelas de documentación, limpieza y mantenimiento en la totalidad del recinto del templo obligaron a efectuar varios sondeos, inicialmente no previstos, muy delimitados tanto en extensión como en objetivos.

Para las características de esta terraza intermedia, que permitía interconectar los dos grandes elementos del complejo constructivo, sólo podían aventurarse algunas hipótesis (MURILLO et alii, 2001), por lo que el siguiente paso lógico dentro de las investigaciones en las que estábamos embarcados era efectuar un sondeo en la misma, para lo que seleccionamos como ubicación más idónea el sector adyacente a las anterides o muro de sustentación de la terraza del templo recayente a la actual C/ Capitulares (fig. 33).

(fig. 33)

La ocasión propicia para realizar esta excavación nos la proporcionó la ejecución por la Gerencia Municipal de Urbanismo de una actuación de restauración y puesta en valor de las anterides, lo que además permitió eliminar definitivamente la vegetación y estructuras parasitarias que ocultaban las fábricas romanas y acometer la confección de una documentación planimétrica completa de la que, hasta entonces, se carecía. Estos trabajos se prolongaron desde Junio de 2001 hasta Octubre de 2003, consistiendo en la apertura de un gran sondeo (Corte 1) dispuesto junto al frente de las anterides desde la intersección

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Los resultados de esta última campaña de excavaciones permiten perfilar y completar la secuencia ya conocida en lo referente a la construcción del templo y a las características de la “terraza intermedia” constatada con la excavación del Callejón del Galápago. Sin embargo, las mayores novedades corresponden a la fase relacionada con el abandono y desmantelamiento del circo, coincidente con una remodelación en profundidad de la plaza superior que circunscribía el templo.

(fig. 34)

La reexcavación del interior de la cimentación de la cella (Sondeo 8) y los trabajos junto al lienzo exterior de la muralla republicana (Sondeo 7) permiten evaluar las dificultades orográficas con las que tropezaron los constructores romanos (fig. 34), que debieron hacer frente tanto a una abrupta pendiente como a la existencia de varios paleocauces, abiertos por las aguas de arroyada, que desaguarían inmediatamente al Este, en una vaguada que seguiría, grosso modo, un eje paralelo a las actuales calles Alfaros, Diario de Córdoba y San Fernando para desembocar en el Guadalquivir a la altura de la Cruz del Rastro. La primera fase antrópica detectada (B1 del Sondeo 8) está representada por la construcción de la muralla sobre una superficie

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(fig. 35)

totalmente virgen, en un momento que, de acuerdo con los resultados de la Campaña de 1994 (JIMÉNEZ-RUIZ, 1994), habría que fechar hacia mediados del s. II a.C. Para ello fue necesario acondicionar el terreno mediante la creación de una plataforma irregular que corta las gravas geológicas y sobre la que se dispuso un encachado de cantos rodados y mampuestos de pequeño tamaño destinados a garantizar, junto a un estrecho canalillo igualmente excavado en las gravas, el drenaje de la muralla y a servir de apoyo a los sillares de su alzado, que se dispondrían directamente sobre esta preparación (fig. 35).

Dentro de este paquete de rellenos se distinguen dos conjuntos bien diferenciados. El primero (C1a) está integrado por los típicos materiales de la facies “Vertedero A” de Orive, con una cronología claudia o neroniana temprana. El segundo conjunto (C1b) muestra un contexto muy similar, si bien están presentes las primeras producciones hispánicas de Andújar, lo que nos llevaría a un momento neroniano avanzado. Además, estos estratos presentan, a diferencia de los anteriores, una gran cantidad de desechos de mármol, tanto en forma de esquirlas como de fragmentos de losas de pavimentación.

Un segundo momento previo a la construcción del templo viene dado por un conjunto de depósitos formados al exterior de la muralla y documentados en el Corte 1 (Fase B2), a los que se asocian unas estructuras de sillería que delimitan dos espacios, uno de los cuales presenta un pavimento de opus signinum decorado con una cuadrícula de teselas en las que alternan las líneas con teselas sólo negras con otras en las que combinan negras y blancas (vid supra).

De acuerdo con las características de los depósitos y sus contextos, debemos diferenciar dos momentos en la configuración de la plaza intermedia. El primero (Fase C1a) correspondería a la nivelación del terreno mediante el aporte de unos rellenos que sepultan las construcciones previas, demolidas hasta la base de sus muros. En paralelo a esta deposición de rellenos, se excavarían las zanjas de los muros de contención localizados en el Callejón del Galápago (Fase 1b de la secuencia local del corte allí excavado) y, finalmente (Fase C1b), se prepararía la superficie de la plaza para recibir un pavimento que, de acuerdo con los desechos documentados, debió consistir en un enlosado de mármol dispuesto sobre una preparación de signinum, procedimiento similar al observado para la plaza de la terraza superior.17

El siguiente momento dentro de la secuencia (Fase C1) está presente en la totalidad de los sondeos excavados, correspondiendo a los ya conocidos rellenos (“Vertedero A” de Orive) que, con una cronología claudia o claudio-neroniana según los sectores, están presentes tanto en el circo como en las terrazas intermedia y superior. En el Corte 1, estos rellenos estaban amortizando las construcciones de la fase anterior, fenómeno similar al detectado en Orive y que nos indica cómo la ejecución del gran proyecto edilicio llevado a cabo en esta zona requirió la obtención de una enorme cantidad de suelo, parte del cual (próximo a la puerta y a la vía) se encontraba ocupado por construcciones de diversa índole.

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El saqueo del pavimento de la plaza registrado en la Fase C3 (último cuarto del s. II) afectó tanto a las “camas” como a parte de los estratos de preparación de la misma, razón por la que es difícil establecer el nivel preciso del suelo de la terraza intermedia (fig. 36). No obstante, la cota máxima de los niveles de la Fase C1b y la mínima de los de la C3 que se le superponen permite situarla, provisionalmente, en torno a los 108 m. s.n.m., esto es, unos 3 m.

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Si bien en este caso el material utilizado es la caliza nodulosa violácea, que generaría un evidente juego cromático con los pórticos y el propio templo.


un terreno cuya topografía original, ciertamente complicada, fue profundamente alterada.

por encima de la “terraza” del circo (situada a c. 105 m.) y unos 8 m. por debajo de la plaza de la terraza del templo (situada a c. 116,30 m.).

(fig. 36)

Uniendo los datos obtenidos en esta última campaña de excavación con los ya conocidos de las precedentes, estamos en condiciones de reconstruir, en sus líneas básicas, tanto el diseño de las distintas piezas del programa edilicio, como las fases del proceso de construcción. A falta de una denominación más precisa, emplearemos el término de complejo de culto imperial para referirnos al conjunto de este proyecto urbanístico que supuso una profunda transformación de la imagen de la ciudad a mediados del s. I d.C., dejando para más adelante la discusión sobre su posible funcionalidad. Para ejecutar el proyecto fue necesario acondicionar y urbanizar una superficie con unas dimensiones máximas de c. 550 x 200 m. (esto es de más de 10 ha.), demoler un tramo de muralla, modificar el trazado de la Via Augusta, desviar, encauzar y canalizar varios arroyos y construir toda una red de cloacas para drenar

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Toda la labor de nivelación y acondicionamiento del terreno requirió un plazo dilatado entre un momento avanzado del reinado de Claudio (templo y terraza intermedia) y los primeros años de Nerón (circo). El primer conjunto edificado fue el constituido por el templo y la plaza porticada que lo circundaba, asentados sobre una terraza cuyos rellenos constructivos estaban contenidos por potentes muros (anterides) de acuerdo con un procedimiento constructivo que encaja perfectamente con lo descrito por Vitruvio para contrarrestar los periódicos cambios de presión en los grandes rellenos de tierra (fig. 37). La excavación de los Sondeos 2 y 8, entre dos contrafuertes de las anterides (fig. 38) y en el interior de la cimentación de la cella han ratificado la cronología claudia ya previamente asignada (JIMÉNEZ, 1996) a estas construcciones, tanto en lo referente a los rellenos constructivos como al material asociado a las zanjas de cimentación, que han podido ser documentadas por primera vez.

(fig. 37)

(fig. 38)

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De acuerdo con el nuevo levantamiento topográfico y planimétrico efectuado ex profeso y con los resultados de las últimas excavaciones, la plaza tuvo una planta levemente trapezoidal provocada por un desfase de 2 m. en las dimensiones, a nivel de cimentación, de sus lados mayores: 84,17 m. para el occidental y 82,15 para el oriental. Los lados Norte y Sur presentan en cambio idéntica medida: 66,82 m. Este descuadre fue corregido en la plaza, un rectángulo con 62,14 m. en sus lados mayores (Este y Oeste) y 53,08 m. en los menores. En cuanto a los pórticos, el oriental muestra una anchura de 7,92 m., el septentrional de 6,39 m. y el meridional oscila entre los 6,21 m. de su extremo oriental y los 7,91 del occidental. Es muy probable que estas diferencias observadas a nivel de cimentación fueran compensadas en el alzado a la plaza. El templo, elevado sobre un podium cuya cimentación presenta unas medidas de 31,27 x 14,72 m., no se encontraba en el centro de la plaza, sino desplazado hacia el pórtico occidental (separado en una distancia de 7 m.) con el fin de ampliar el espacio situado ante él (14,72 m.), abierto hacia el Este (fig. 39).

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(fig. 39)

En relación con la duración de las obras del templo, de los pórticos y de la plaza no contamos con evidencias estratigráficas ni, probablemente, lleguemos a obtenerlas nunca dado el agotamiento de la secuencia. Por esta razón, los únicos indicios deberán extraerse de un análisis exhaustivo de la decoración arquitectónica, con las limitaciones que ello conlleva.

Una recientísima intervención arqueológica efectuada en esta calle (2008) nos ha permitido documentar, aparte de la alineación de pilares del pórtico del kardo minor, restos del pavimento original de la calle romana, que presenta un suave

La cota original de la plaza ha podido ser fijada con cierta fiabilidad, a partir de las “camas” del pavimento, que se han conservado in situ a una cota de c. 116,30 m. s.n.m. (fig. 40). A una altura similar, se situaría el kardo minor fosilizado bajo la actual C/ María Cristina, cuya cloaca original ha podido ser documentada a una cota máxima de c. 115,60 m18. La comunicación entre la pla-

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za y la calle se realizaría a través del pórtico occidental, que era doble, con un porticado hacia la plaza y otro hacia el kardo (fig. 41), siendo la anchura de este último notablemente inferior (4 m. frente a los 7,92 del frontero con la plaza). Este pórtico occidental constituye hasta el momento el único acceso claro a la plaza, si bien originalmente ésta debió contar con un mayor número. En este sentido tiene una especial relevancia la comunicación entre la terraza superior y el espacio situado inmediatamente al Este, ocupado por la que hemos denominado “terraza intermedia”. Para salvar el desnivel existente entre ambas plataformas se han propuesto diversas alternativas (JIMÉNEZ, 1992; MURILLO et alii, 2001) que hasta el momento no habían podido ser corroboradas o rechazadas. No obstante, los últimos trabajos realizados en la C/ Capitulares, aun cuando no han sido definitivos en este sentido, permiten centrar el abanico de posiblidades.

(fig. 40)

Esta plaza intermedia se configura como un espacio aún poco conocido para el que sólo se puede fijar de un modo preciso su límite occidental, constituido por el muro de contención de la terraza superior (las denominadas anterides) en un frente de 82,15 m. En su extremo Norte muestra un quiebro en ángulo recto hacia el Oeste y un profundo retranqueo de 30,54 m. que conforma el lado exterior del pórtico septentrional de la terraza superior. Al cabo de la citada distancia, el muro vuelve a girar en ángulo recto hacia

(fig. 41) buzamiento Norte-Sur, de acuerdo con la topografía original del terreno, y una cota entre 116,42 y 116, 58 m. s.n.m., algunas decenas de centímetros más elevada que la de la plaza.

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el Norte, discurriendo paralelo a la muralla y formando un corredor interior de 6,69 m. hasta la altura de la Puerta de Roma (fig. 42). En cuanto al lado septentrional, no cabe la menor duda que debió estar conformado por el muro de contención del ager o rampa sobreelevada sobre el que discurría la Via Augusta, que salvaría un fuerte desnivel para penetrar en la ciudad por la Puerta de Roma y acceder al decumanus maximus. Por lo que respecta al lado meridional, vendría definido por un muro de contención de la terraza intermedia cuya alineación debía prolongar la del muro exterior de sustentación del pórtico Sur de la terraza superior para ajustarse a la fachada meridional del circo, cuya terraza o ático sobre el graderío se situaba a una cota de c. 105 m.

(fig. 42)

Es precisamente el lado oriental, frontero con el extremo curvo del circo, el que presenta una problemática más compleja, aun cuando ahora sabemos que los muros de contención documentados en el Callejón del Galápago posiblemente marcaban el desnivel, de unos 3 m., existente entre la terraza intermedia y la parte superior del graderío (vid supra fig. 36). En cuanto a la comunicación entre la plaza intermedia y la superior, la única plausible, a la espera de su confirmación arqueológica con una próxima excavación en el interior del edificio del Ayuntamiento, es a través de cajas de escaleras o rampas ubicadas en las subestructuras de sus pórticos Norte y Sur, que fun-

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cionarían como criptopórticos, o mediante torres situadas en los extremos orientales de éstos, con una solución equiparable a la documentada en los accesos laterales a la plaza intermedia del recinto de culto imperial de Tarraco (MURILLO et alii, 2001). Sea cual fuera la solución concreta utilizada, lo innegable es que al menos el pórtico Norte dispuso de una especie de criptopórtico accesible desde la plaza intermedia, como lo demuestra la esquina que presenta a la mitad de su trazado, con un muro de gran grosor que quiebra en ángulo recto para dirigirse hacia la Puerta de Hierro, configurando un corredor al que se accedería desde el citado criptoportico por delante de la muralla.

(fig. 43)

Las cronologías precisas de esta terraza intermedia y del circo ya han sido tratadas con detalle, atestiguando un proceso que iría desde finales de época claudia para la preparación del terreno y comienzo de las obras, hasta un momento avanzado del reinado de Nerón para la puesta en fábrica de la pavimentación en mármol de la terraza intermedia y de los pavimentos del ambulacrum del circo. Es incluso posible que algunas obras, como la decoración de la fachada del circo, por ejemplo, no se remataran hasta época flavia, momento en el que, en todo caso, se constata la inauguración de una nueva traída de aguas, el Aqua Nova Domitiana Augusta (fig. 43), colofón a la ejecución de este vasto programa urbanístico, posiblemente el más ambicioso afrontado en la capital bética durante la época julioclaudia. A la hora de determinar la funcionalidad de este conjunto arquitectónico, la carencia de testimonios epigráficos hace que sólo podamos movernos dentro del terreno de la hipótesis. Desde un punto de vista estrictamente tipológico, es evidente que se trata de un imponente complejo monumental en el que la articulación de sus elementos, templo, terraza intermedia y circo responde al esquema de lo que se entiende por “foro provincial” a partir

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de la acertada interpretación de P. Gros acerca del complejo del Palatino como modelo escogido para las santuarios de ámbito provincial en los casos de Ancyra y Tarraco (GROS, 1996). Un modelo cargado de una precisa retórica formal y litúrgica destinada a ensalzar a la familia imperial. La hipotética vinculación de este aparatoso conjunto arquitectónico patriciense con la vertiente provincial del culto imperial, supone añadir un nuevo elemento a la debatida cuestión acerca de la localización del “foro provincial” en el tejido urbano de Colonia Patricia. Desde que STYLOW (1990) ofreciera su síntesis sobre la Córdoba romana había quedado establecida como hipótesis más verosímil la localización del “foro provincial” de Colonia Patricia en el entorno de la zona denominada Altos de Santa Ana y, más en concreto, alrededor de la actual C/ Ángel de Saavedra (cfr. v. gr. VENTURA et alii, 1996; MÁRQUEZ, 1998b; GARRIGUET, 2002). Sin embargo, esta identificación no deja de ser complicada como consecuencia de la falta de evidencia arqueológica directa tanto de la plaza como de los edificios con ella asociados. En efecto, las únicas excavaciones de cierta extensión realizadas en esta zona son las del Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba en la denominada Casa Carbonell, amplio inmueble que se extendía desde la C/ Ángel de Saavedra hasta la Cuesta de Pero Mato, a espaldas del Museo Arqueológico. Allí, en el denominado Corte 1, situado junto a la entrada principal por la C/ Ángel de Saavedra, se documentó un posible edificio público construido en el tránsito del s. II al I a.C. y en funcionamiento hasta época tardorrepublicana o augustea (León et alii, 1993). Con posterioridad, la secuencia ofrece un vacío estratigráfico hasta comienzos del s. III, cuando se construyen diversos muros de gran entidad pero en los que se emplea material reutilizado.

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Un panorama idéntico ofrece el seguimiento arqueológico realizado por A. VENTURA (1991) a escasos metros del punto anterior, en el nº 10 de la C/ Ángel de Saavedra: vacío estratigráfico entre los siglos I y III d.C., interpretado como prueba de la existencia de un espacio abierto no edificado, y construcción de varios muros, similares a los del Corte 1 de la Casa Carbonell, a partir de comienzos del s. III. Aun cuando tanto VENTURA (1991) como LEÓN et alii (1993) identificaron este espacio abierto con el “Foro Provincial” tal y como lo definiera Stylow, con posterioridad, y basándose en la restitución de la traza del kardo maximus rectifican y señalan cómo el edificio del s. III documentado en Ángel de Saavedra 10 se construyó ocupando la parte oriental del espacio abierto y público del propio kardo maximus, momento en el que se desmontarían los pórticos de este sector para permitir el tráfico ante la reducción de anchura de la calle (VENTURA et alii, 1996). Creemos que esta acertada rectificación es fundamental, por cuanto define a la perfección las características de ese espacio no edificado entre los siglos I y III d.C., permitiendo aquilatar la realidad física del “Foro de Altos de Santa Ana”. En cuanto al vacío observado en la excavación del Corte 1 de la Casa Carbonell, puede estar motivado por varias razones, máxime si consideramos las reducidas dimensiones del mismo (4,40 x 4,40 m.), aunque lo más apropiado en el estado actual de la investigación es ponerlo en relación con el área sacra o atrio, posible Augusteum, que P. León ubica en esta zona (cfr. supra). Esta área sacra se ubicaría inmediatamente al Este del Kardo Maximus y al Oeste del Teatro, con el que debió estar estrechamente relacionado dada la proximidad física y la probada vinculación de estos edificios de espectáculos con el culto a la familia imperial (GROS, 1990; 2002). Sus dimensiones no debieron ser considerables puesto

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que inmediatamente hacia el Sur se iniciaba un fuerte declive del terreno, en el que se dispone el teatro, y hacia el Norte y Noreste se documentan espacios domésticos. Esto es cuanto podemos conceder de realidad física al supuesto “Foro de Altos de Santa Ana” durante la etapa altoimperial, sin que las restituciones de sus límites realizadas por MÁRQUEZ (1998b) y por GARRIGUET (2002) puedan tener acomodo en la realidad urbanística conocida de este sector de la ciudad romana. Establecida en estos términos la cuestión, parece claro que las primeras manifestaciones del culto imperial (GARRIGUET, 2002) en Colonia Patricia debieron concentrarse en dos puntos: por un lado el entorno del teatro, con el posible Augusteum de Altos de Santa Ana, al que no cabe considerar como forum sensu stricto y, por otro, el complejo formado por el viejo foro colonial, remodelado inmediatamente después de la destrucción de la ciudad por César (CARRILLO et alii, 1999; CARRASCO, 2001) y el denominado “forum adiectum“ o “forum novum“ (MÁRQUEZ, 1998b; FISHWICK, 2000: 96-104), que concentrarán, desde momentos tempranos de la dinastía julioclaudia, las manifestaciones relacionadas con el culto dinástico a nivel local. Dentro de esta secuencia, es lícito plantear la existencia de varios lugares tempranamente vinculados a nivel local con el culto dinástico hasta su probable concentración, a partir de época tiberiana o claudia, en un espacio dotado de la debida monumentalidad, en el denominado “forum adiectum”. La grandiosidad y calidad de los materiales recuperados apuntan en esa dirección. Algunos años después se iniciarían las obras, apenas 270 m. al Este, del complejo cultual de la C/ Claudio Marcelo, de acuerdo con el vasto programa que hemos analizado más arriba y que probablemente fue promovido por la provincia Baetica como

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muestra palpable de una adhesión a la casa imperial que, con resultados poco claros, ya se había manifestado con anterioridad, debiendo identificarse, consecuentemente, como “foro provincial” de Colonia Patricia (MURILLO et alii, 2003), aun cuando ello plantee determinados problemas cronológicos derivados de la fecha vespasianea tradicionalmente asignada para la implantación del culto provincial en la Bética (cfr. v. gr. ETIENNE, 1958; FISHWICK, 1987 y 2002). Sin embargo, la contradicción entre la cronología del “foro provincial” y la de la supuesta implantación del culto provincial bético no es tal si consideramos éste como el resultado de un proceso paulatino en el que las élites locales y provinciales lo irán adaptando a sus necesidades y no como fruto de una imposición brusca, lo que explicaría, siguiendo los parámetros establecidos por LE ROUX (1994) para Tarraco y Emerita Augusta y por GARRIGUET (2002) para Colonia Patricia, el aparente desajuste cronológico entre los testimonios literarios, epigráficos y arqueológicos. Así, la asamblea provincial de la Bética ya existía antes de Vespasiano (AMES, 1998; PANZRAM, 2003) con seguridad en el 25 d.C. y, quizá, desde el 2 a.C. Es probable que primero se dotara de un espacio propio, construido durante un cuarto de siglo, entre la época julioclaudia avanzada y la flavia, y después fijara de un modo definitivo todos los detalles relativos a su organización y modos de plasmar lo que, a la postre, se perseguía: la autorrepresentación de las élites en cuyas manos recaían las obligaciones y derechos del sacerdocio (PANZRAM, 2003). A partir de este momento, en que quedaría organizado el culto provincial, se iniciaría una serie epigráfica de flamines provinciales que tendría como marco privilegiado de exhibición la plaza alrededor del templo de la C/ Claudio Marcelo. Sin embargo, los sucesos acaecidos a partir del último cuarto del s. II, que acarrearon tanto el abandono y desmantelamiento del circo (RUIZ et

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alii, 2003) como el de la plaza intermedia (MORENO et alii, 2003) y una importante transformación en el templo y en la plaza de la terraza superior (vid infra), parecen haber afectado a la funcionalidad de todo el conjunto, de modo que, muy posiblemente se produjo un desplazamiento, en este momento, del culto provincial, por otro lado muy mermado desde época severiana, hacia otros lugares de la ciudad, lo que explicaría el sorprendente vacío epigráfico del antiguo “foro provincial”, al trasladarse los viejos epígrafes y esculturas junto con el culto (MURILLO et alii, 2003).

(fig. 44)

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de unas profundas transformaciones económicas, sociales y políticas de las que surge una ciudad diferente pero que mantiene idénticas funciones a la de su antecesora. Se ha discutido mucho en las últimas décadas sobre la “crisis” y “decadencia” de las ciudades hispanas tardoantiguas, enmarcándolas en un proceso general de ruralización que ofrecería un claro contraste con los siglos precedentes. Aunque los argumentos aducidos en este sentido son en algunos casos concluyentes, es necesario matizar el sentido general de esta crisis de las ciudades, encuadrándolo en el contexto general de una nueva realidad socio-económica, política e ideológica, cuando no cuestionarlo de la mano de nuevos estudios que inciden en la continuidad y diversidad del fenómeno urbano más allá del agotamiento del modelo clásico.

De la ciudad clásica a la islámica. Corduba en la Antigüedad Tardía

De este modo, más que de crisis cabría hablar de mutación, de la aparición de una ciudad diferente a la clásica dentro de un proceso que, con las peculiaridades regionales e incluso locales conduciría, a lo largo y ancho del antiguo Imperio, a la ciudad cristianizada (RANSBORG, 1990), preludiando una dinámica similar a la que, varios siglos más tarde, conducirá a la madina islámica (KENNEDY, 1986; CHRISTIE-LOSEBY, 1996).

Desde finales del s. III se aprecian importantes transformaciones en la estructura urbana de Colonia Patricia, propiciando la progresiva disolución de la trama viaria, el abandono y/o transformación de espacios y edificios públicos e incluso la deposición funeraria dentro del antiguo pomerium (fig. 44). Este gradual proceso de transformación se manifiesta dentro de unos parámetros que, tanto si los consideramos desde la perspectiva de la ciudad clásica como desde la de la islámica, podrían traducir una cierta degradación e incluso crisis, pero que no son sino el reflejo

Tras haber concluido la dotación de todo su equipamiento urbano en la segunda mitad del s. I d.C., la imagen urbana de Córdoba se mantendrá inmutable hasta el tránsito del s. II al III. En este momento, el gran complejo de culto imperial de la C/ Capitulares experimenta una profunda transformación. Se abandona el circo, que pronto es utilizado como cantera, desapareciendo su impronta hasta el nivel de los cimientos. Buena parte de los terrenos sobre los que se había alzado quedarán ahora baldíos, parcialmente ocupados por basureros y construcciones de carác-

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ter lumpénico19 en un ámbito suburbano en el que aún perdurarán, a lo largo del s. III e inicios del IV, algunos de los espacios domésticos situados tanto al Norte como al Sur del antiguo circo, además de la continuidad de algunas de las antiguas necrópolis y la aparición de nuevas áreas funerarias, que se mantendrán durante este siglo, ampliándose tanto que en algunos puntos se localizan se20 pulturas de inhumación y algunas casas, posible expansión de las áreas suburbanas existentes al Norte y al Sur desde época imperial temprana21.

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 45 y 46) 19

En Orive, este proceso está bien explicitado en el Corte 4 (Fase 5), caracterizándose por una serie de refecciones en precario que afectan a lo que aún subsistía de la antigua fachada Norte del circo, complementadas con la instalación de una canalización que corta la zanja de saqueo de uno de los pilares del ambulacrum para desaguar en el pozo de registro de la cloaca, que aún se mantenía en uso. La cronología de esta Fase V hay que situarla, a juzgar por la fecha post quem para la formación de la U.E. 208 que proporciona una moneda de Claudio II y por las producciones cerámicas presentes, desde los últimos años del s. III y a lo largo de todo el s. IV. La abundante representación de

Desplazándonos hacia el Oeste, se aprecia el mismo panorama, con la desarticulación de la terraza intermedia, cuyo pavimento es desmantelado al igual que los muros de contención hacia el lado del circo. Finalmente, la plaza de la terraza superior es clausurada en su lado oriental por un gran muro (fig. 45), que reintegra el cerramiento de la muralla perdido con la construcción del complejo de culto. También el templo experimenta una sustancial transformación que probablemente conllevó una reconsagración, como atestiguaría la construcción de, al menos, dos nuevos altares (fig.s 46 y 47).

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(fig. 47) producciones que habían dejado de fabricarse desde hacía mucho tiempo (v. gr. terra sigillata hispánica) nos está indicado la presencia de un material residual que muy posiblemente procedía del arrastre y posterior acumulación de depósitos originalmente formados más al Norte. 20 Como es característico de estas áreas suburbanas de las ciudades romanas, se advierte una cierta indefinición y una patente mutación en la funcionalidad de los espacios. Así, nos encontramos con áreas funerarias tardorrepublicanas y primoimperiales abandonadas tras la construcción del complejo de culto imperial, el cambio en el trazado de la Via Augusta y el desarrollo del vicus oriental. A la inversa, tras el desmantelamiento del circo y de la terraza intermedia del complejo de culto, nos encontraremos tanto con alguna domus edificada sobre la arena, como con algunas sepulturas de inhumación dispuestas sobre la colmatación, tras el saqueo de los muros, de las antiguas edificaciones, fenómeno similar al que se producirá a partir del s. IV tras el abandono de la mayor parte de las áreas residenciales. Los principales contextos funerarios tardíos de este sector proceden del nº 13 y del nº 17 de la C/ San Pablo, del Callejón del Galápago, del nº 19 de la C/ Diario de Córdoba, de la Plaza de la Corredera (sobre uno de los mosaicos amortizados del vicus) del nº 16 de la Plaza de las Cañas, de la C/ Maese Luis, del Centro de Salud de la C/ Lucano, de la Plaza de San Pedro y de la C/ Badanas.

Se opera de este modo una sustancial transformación respecto a la imagen que la ciudad proyectaba de sí misma. Frente a una Colonia Patricia del s. I d.C. orgullosa de su rango de caput Baeticae, en plena expansión económica y que se proyecta sobre el territorio rompiendo el simbolismo del pomerium y el corsé de las murallas para generar un potente eje Este-Oeste articulado sobre dos de las principales vías (la Via Augusta y la Via Corduba-Hispalis), continuadas intramuros por los dos decumani maximi22, encontramos ahora a una ciudad que se repliega sobre sí misma, anunciando cambios aún más importantes que se operarán en las centurias siguientes. Así, en el tercer cuarto del s. III se produce el desplome de uno de los muros de aterrazamiento de las plazas circundantes del teatro, no sabemos si por un hecho traumático o por deficiencias en el mantenimiento de la zona. Se ha sugerido un terremoto como causa de este desplome (VENTURA 2004). Sin negar tal posibilidad, consideramos que ésta sería una circunstancia anecdótica,

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pues lejos de documentarse reparaciones, se constata el soterramiento de la plaza y de los restos del derrumbe bajo un acopio de tierras. Es más, apenas unos años más tarde, a comienzos del s. IV, se inicia el saqueo del propio teatro (VENTURA, 2004).

La continuidad en la ocupación residencial del vicus oriental está plenamente demostrada en el s. III, tras el abandono y obliteración del circo. Esta circunstancia ya podía ser intuida a partir del hallazgo de varios mosaicos con motivo de las obras de remodelación del mercado de la Plaza de la Corredera (GARCÍA Y BELLIDO, 1965), si bien numerosos investigadores tendieron a interpretarlos más como pertenecientes a una villa suburbana que a una domus. Con posterioridad, intervenciones en diversos solares de las calles San Pablo y Alfaros han vuelto a documentar muros y mosaicos romanos. Para el caso de San Pablo 7-11, los excavadores proponen una cronología del s. III d.C., posiblemente en base al mosaico. En cuanto a Alfaros 18-24 se propone una cronología posterior al s. II para una domus de la que se excavaron muros de sillería revestidos de estuco decorado. La amortización de estas estructuras es situada por el excavador en época bajoimperial. Gran interés tiene la documentación de una domus en una excavación realizada en la C/ Huerto de San Pablo, con un mosaico geométrico fechado por el excavador en el s. III. Con todo, los hallazgos más notables en este sector continúan siendo los mosaicos de la Plaza de la Corredera, que figuran entre lo más destacado de la musivaria romana cordobesa. García y Bellido (1965:184) los interpretó como pertenecientes, al menos, a dos viviendas: la primera domus se articularía en torno a un patio central, probablemente un peristilo, pavimentado con un mosaico bícromo de tema marino; a su alrede-

Por las mismas fechas, se produce el desmantelamiento del pórtico occidental de la plaza que circundaba al templo de la C/ Claudio Marcelo, que es objeto de una precaria ocupación, probablemente de carácter doméstico, y poco después se produce la del propio edificio de culto (JIMÉNEZ-RUIZ, 1999). Idéntico proceso se documenta en el anfiteatro en el primer cuarto del s. IV, y en el mismísimo foro colonial (MURILLO, 2004). Los mismos cambios que observamos en los grandes espacios y edificios públicos se advierten en el ámbito privado, tanto de carácter residencial como funerario, dejándonos una cierta sensación de crisis y decadencia que, sin embargo, contrasta con la aparición de grandes villae en el entorno suburbano y periurbano, y con la construcción del magno complejo arquitectónico de Cercadilla.23 En conclusión, debemos insistir, lejos de la idea de crisis, en la mutación de la ciudad desde finales del s. III hasta, cuanto menos, mediados del s. VI, momento en el que aparece ya plenamente configurada la nueva ciudad cristianizada como resultado de una nueva situación económica, social, política e ideológica.

presidido por la basílica catedralicia de San Vicente, amén de un recinto fortificado o castellum recientemente identificado bajo el actual Alcázar Cristiano, destinado a garantizar el control y protección de los accesos a la cabecera del puente y posible germen de un “complejo civil”, residencia del gobernador visigodo desde el último cuarto del s. VI, sobre el que ulteriormente se conformará el Alcázar Omeya (LEÓN-MURILLO, 1999).

dor se dispondrían diversas estancias, a las que corresponderían los mosaicos con la Cabeza de Medusa y con la Cabeza de Oceanus. El mosaico decorado con la representación de Polifemo y Galatea (Blanco, 1959) debía cubrir el suelo del triclinium. García y Bellido vincula también a esta domus fragmentos de otros tres mosaicos. A otra domus pertenecerían el mosaico de Eros y Psyche, y otro de gran tamaño (10.45 x 5.55 m.) decorado con motivos geométricos. Por ultimo, pudo pertenecer a una tercera domus, o tal vez a la de Polifemo y Galatea, un mosaico geométrico decorado con círculos secantes. Los mosaicos de la Plaza de la Corredera son fechados por Blázquez (1981) en el siglo II (Mosaico con motivo marino y Mosaico con cabeza de Medusa), siglo II o III (Mosaico de Polifemo y Galatea, Mosaico de la guirnalda), segunda mitad del s. II o inicios del s. III (Mosaico con máscara de Oceanus y Mosaico con decoración geométrica), final del s. II o inicios del III (Mosaico del Actor Trágico), primera mitad del s. III (Mosaico con círculos secantes) y final del siglo III o inicios del IV (Mosaico con Eros y Psyche). 22 A lo largo de este eje se dispondrán los tres grandes centros monumentales y neurálgicos de la ciudad: el complejo de culto imperial de la C/ Capitulares, el conjunto Forum Coloniae/Forum Novum, y el anfiteatro, erigido extramuros, frente a la Puerta de Gallegos. 23 Inicialmente interpretado como palacio del emperador Maximiano Hercúleo, quien habría ordenado su construcción con motivo de la preparación de su cam-

Las transformaciones se suceden también en toda la corona suburbana con la aparición de centros de culto cristiano que, en una primera fase, presentaban un patente sentido martirial, asociados a áreas cementeriales más o menos extensas. Quizá el más paradigmático de todos estos núcleos lo tengamos en Cercadilla con las transformaciones operadas en diversos sectores del gran conjunto arquitectónico bajoimperial, pero podrían identificarse varios más como los de la arena del anfiteatro, Paseo de la Victoria, Cortijo de Chinales y Cementerio de la Salud, a poniente de la ciudad, o el del Convento de la Merced, frente a la puerta de Osario (vid supra fig. 44). También en el sector extramuros situado al sureste de Corduba se configuraría otro centro de culto cristiano, bajo la actual iglesia parroquial de San Pedro, donde se viene localizando el emplazamiento de la basílica de los Tres Santos24 desde que en 1575 se exhumara una inscripción que hacía referencia al traslado de reliquias de varios mártires, y en torno a la cual se ha documentado un importante cementerio tardoantiguo y mozárabe.

Las consecuencias urbanísticas de estos cambios se plasman en el abandono de los antiguos espacios y edificios públicos situados en la parte septentrional de la ciudad, desplazándose el centro neurálgico hacia el cuadrante suroccidental, junto a la Puerta del Puente, donde se configura un extenso complejo episcopal

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Madinat Qurtuba, capital de al-Andalus

paña norteafricana en los años 297-298 (HIDALGO, 1996), han surgido hipótesis alternativas, como la sustentada por ARCE (1997), que lo identifica con la suntuosa residencia suburbana de un potentado hispano o, más probablemente, de un importante personaje de la Corte, o la de MARFIL (2000), que lo atribuye a la iniciativa de Osio, obispo de Corduba y consejero personal del emperador Constantino, y máximo exponente del triunfo de la nueva aristocracia cristiana, quien habría ordenado su construcción entre los años 325 y 343, constituyendo la sede episcopal cordobesa hasta el año 550, en el que se trasladará a San Vicente, intramuros de la ciudad. 24 Los Tres Santos, o Tres Coronas como también se les conoce, serían Fausto, Genaro y Marcial, que habrían recibido martirio en Corduba durante las persecuciones tetrárquicas (GARCÍA RODRÍGUEZ, 1966).

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Durante el dilatado y, en parte, oscuro período que discurre entre la construcción del complejo monumental de Cercadilla y el año 711, cuando el grupo de soldados bereberes comandado por Mughit se apodera de la ciudad, hemos asistido, además de a las transformaciones en la topografía urbana ya reseñadas, a la desintegración de la administración provincial romana y a su sustitución por el gobierno de una oligarquía urbana primero, encabezada por el obispo, y a la incorporación de Corduba en el reino visigodo de Toledo después, tras la definitiva conquista de la ciudad en el año 584 y la pérdida de la virtual autonomía política de la que había gozado durante dos siglos. Para el s. VII, apenas contamos con información más allá de las noticias textuales de la residencia en ella, por breves períodos de tiempo, de algún rey visigodo, como es el caso de Egica, que en 702 promulga en Corduba una ley contra los esclavos fugitivos, o la vinculación con la misma de la familia de Rodrigo, el último y desafortunado rey visigodo. En todo caso, este s. VII, tan desconocido y controvertido a nivel histórico y arqueológico, tiene una enorme importancia, pues representa el fracaso de la aristocracia guerrera visigoda -a diferencia de la franca en Gallia- por constituir un estado nacional capaz de integrar a la mayoritaria masa de población hispanorromana, sin que actos tan políticamente realistas como el abandono de la fe arriana y la conversión al catolicismo llevada a cabo por Recaredo alcanzaran su objetivo, anulados por la ineficacia

de las normas sucesorias de la monarquía y el permanente riesgo de rebelión y guerra civil tras la muerte del soberano. Es precisamente una de estas coyunturas, la que llevó a Rodrigo al trono frente a las aspiraciones de los hijos de Witiza, el anterior rey, la que posiblemente facilitó la rápida conquista y ocupación de la mayor parte de Hispania por parte de las tropas de Tariq y su inmediata incorporación al imperio musulmán gobernado por los califas omeyas de Damasco. Los cinco siglos largos de historia de Qurtuba, y especialmente los casi trescientos años durante los que fue capital de al-Andalus, marcaron de un modo indeleble la fisonomía y la topografía urbana de la ciudad sobre la base heredada del milenio previo de historia de Corduba. Junto a la Madina, antigua ciudad romana y posterior Villa tras la conquista cristiana de 1236, se conformará ahora la Axerquía como parte indisoluble de la realidad urbana de la ciudad, primero como parte del cinturón de arrabales orientales de la capital omeya y, tras la fitna, como una segunda “madina” fortificada. Tomando Como punto de partida la situación existente en el momento de la conquista de la ciudad por Mughit en 711, y circunscribiéndonos al recinto amurallado heredado que acabó configurando la Madina de Qurtuba, nos encontraríamos a mitad de un proceso de transformación cuyo punto inicial sería el trazado viario de la ciudad romana augustea, y el final la situación reflejada por el primer “callejero” de que disponemos para la ciudad, el llamado “Plano de los Franceses” (1811), por cuanto, como ha demostrado ESCOBAR (1989), las transformaciones en la red viaria de la Villa no fueron, salvo en aspectos muy puntuales, significativas en toda la etapa bajomedieval. Y puesto que tampoco entre

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los siglos XVI y XVIII se operan cambios importantes en este sector de la ciudad (PUCHOL, 1992; CUESTA, 1985; MARTÍN, 1990), cabe extrapolar, con un aceptable nivel de verosimilitud, la situación general reflejada por el Plano de los Franceses al menos para las últimas fases de la etapa islámica (fig. 48). De este modo se establecería una primera jerarquización del viario urbano que vendría determinada por los ejes que unían entre sí las diferentes puertas de la medina (OCAÑA, 1935; ZANÓN, 1989). Estas calles principales que parten de las puertas aún conservan cierto recuerdo de la traza viaria romana, configurando ejes articulantes del espacio urbano desde unos extremos a otros. La principal de ellas según Ibn Hawqal, la Surat al-Ard, unía la Bab al-Yahud con la Bab al-Qantara, pasando entre el alcázar y la mezquita aljama, siguiendo en buena parte de su trazado el viejo cardo máximo de Colonia Patricia. Estas calles, además de constituir las principales arterias de la Madina sirvieron, tras la conquista cristiana, para vertebrar las collaciones. Por otro lado, es significativo el hecho de que tres de las mezquitas llegadas hasta nuestros días se localicen en estas calles, al igual que las posteriores parroquias cristianas.

(fig. 48)

A partir de estos ejes viarios principales se dispondría un dédalo de calles secundarias destinadas tanto a unirlos entre sí como a delimitar las manzanas del caserío. De longitud y anchuras variables, muestran por lo general un trazado mucho menos rectilíneo que las calles que unían las puertas, con frecuentes cambios de

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dirección, estrechamientos y ensanches. De ellas parten a su vez numerosos callejones que penetran en el corazón de las manzanas con la exclusiva finalidad de articular el acceso a las unidades domésticas. Son los conocidos adarves o barreras (TORRES BALBÁS, 1947), abiertos a una calle, de la cual se podían aislar por la noche mediante una puerta, y cuya anchura se reduce con frecuencia a medida que penetran en el interior de la manzana. El Plano de los Franceses muestra que en la Madina cordobesa, los adarves fueron especialmente frecuentes en su parte meridional, en el entorno de la Mezquita aljama, donde aún se contabilizaban más de una treintena. Es en cambio significativa su escasez en el sector más septentrional, precisamente en la zona donde tras la conquista cristiana se registrará una escasa población y la presencia de huertos, corrales y otros espacios no edificados hasta momentos avanzados (ESCOBAR, 1989). Esta anómala situación podría indicar unas especiales características en la ocupación de este sector, precisamente el más alejado del núcleo político-administrativo, religioso, judicial y económico asentado en la fachada meridional de la ciudad, y en cuyo origen pudo estar el virtual despoblamiento observable desde la etapa tardoantigua, lo que la haría poco atractiva para el asentamiento de los primeros musulmanes llegados con Mugit, que obtendrían inicialmente casa en otros sectores más poblados. Poco después, los agitados avatares que marcaron las primeras décadas de la implantación islámica en Córdoba llevarían a una posible instalación en esta zona septentrional de grupos gentilicios cuya huella podemos rastrear en la toponimia urbana, todo ello en la línea de un proceso similar al que es de sobra conocido en las primeras ciudades musulmanas, ya fueran creaciones ex novo o superposiciones sobre núcleos preexistentes.

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Ya para un momento ulterior, del s. IX, habría que destacar también la ubicación en esta parte alta de la Madina de grandes residencias urbanas, alejadas del bullicioso entorno de la Bab alQantara y de la Mezquita aljama, y pertenecientes a las elites cordobesas (MURILLO et alii, 2005). Por tanto, podríamos definir un proceso inicial de ocupación y transformación del espacio urbano caracterizado por la apropiación de casas preexistentes por parte de los conquistadores musulmanes de acuerdo con las condiciones de los correspondientes pactos o por simple derecho de conquista, iniciándose una etapa de readaptación que posiblemente no desembocaría en nuevas edificaciones hasta al menos la segunda mitad del s. VIII. En todo este proceso se advierten signos de una posible incidencia del factor tribal en relación con la configuración de determinados sectores de la ciudad, aún cuando todo parece apuntar a que ésta fue efímera y muy limitada, sin que en ningún caso supusiera una aparente segregación entre elementos árabes y bereberes, tal vez por lo que parece escasa incidencia de este último grupo en Qurtuba.

(fig. 49)

Tras la etapa de los gobernadores dependientes del califa, caracterizada por la ausencia de un programa urbanístico y de directrices claras en la articulación de la ciudad y de su territorio, un cambio sustancial en la configuración de la nueva ciudad musulmana vendrá marcado por el acceso al poder, en 756, de ‘Abd al-Rahman I, quien dejará de un modo indeleble su impronta sobre el futuro de Qurtuba mediante un programa que, como han subrayado ACIÉN-VALLEJO (1998), se desarrollará sobre una triple vertiente: creación de la infraestructura básica del Estado, fundación de la mezquita aljama y articulación del espacio periurbano (fig. 49).

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Con el inicio de la construcción de la Mezquita aljama en el 786 y la reconstrucción, un año antes, del Alcázar, el emir dará a Qurtuba una imagen urbana que ya será una característica de su ulterior evolución, configurándose un conjunto “central” en el que, de acuerdo con la explicitación ideológica vigente en esos momentos, política y religión se encarnan en la figura del emir. En paralelo, los incipientes aparatos del Estado (formalizados en este momento en la Casa de Correos y en la Ceca) y el papel reservado a la Oración del Viernes en la mezquita aljama servirán de contrapunto, como factores de integración, a la patente segmentación urbana.

(fig. 50)

En la articulación de ese espacio periurbano, sobre el que se desarrolló la labor islamizadora prioritaria de los emires omeyas, jugaron un papel primordial, junto a almunias y cementerios, los arrabales, áreas extramuros especialmente destinadas al uso residencial y doméstico. En estos últimos habitaría inicialmente población mozárabe y con posterioridad la creciente masa de musulmanes de la ciudad. Ibn Baskuwal e Ibn al-Jatib, que nos han transmitido una lista de veintiún arrabales de la capital de al-Andalus anteriores a la desintegración del Califato, sitúan nueve arrabales en el sector occidental, tres en el septentrional, siete en el oriental y dos en el meridional (CASTEJÓN, 1929; LÉVI PROVENÇAL, 1957; CASTELLÓ, 1976; ZANÓN, 1989). El más antiguo será el cementerio y arrabal de Saqunda, localizado al otro lado del río, en el interior de un meandro (fig. 50). El

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cementerio y una musalla anexa fueron acondicionados por el gobernador al-Samh en 720, en tanto que el arrabal, probablemente constituido con posterioridad al 747-748 y con anterioridad al 756, habría experimentado un notable desarrollo tras la reconstrucción del puente por Hisam I (788-796) y la edificación de una almunia en sus proximidades, todo ello antes de que, en el 818, el denominado motín del arrabal desencadenara su destrucción a manos de las tropas del emir al-Hakam I, con numerosas muertes, deportación de sus habitantes y la célebre prohibición de que en el futuro volviera a ser poblado (CASAL, 2008). Si la destrucción de Saqunda truncó la formación de lo que parecía configurarse como el principal arrabal de Qurtuba, otros focos incipientes de suburbios tomaron el relevo convirtiéndose durante todo el siglo IX en receptores del incremento demográfico de la ciudad y en claros exponentes de su proceso de islamización. Al Este de la Madina se conocen seis arrabales, situados a lo largo del trazado de las antiguas vías romanas que penetraban en la ciudad por la Bab Rumiyya y la Bab al-Hadid. El de Sabular, uno de los más antiguos de este sector, se extendía desde la Bab al-Hadid a lo largo de un antiguo camino en uso desde época romana y flanqueado por una necrópolis romana, tardoantigua y mozárabe. Este cementerio ha sido documentado frente a la propia puerta, en los alrededores de la posterior parroquia de San Pedro (MARCOS, et alii, 1977; MARFIL, 2000:135), donde se tiende a situar la basílica de los Tres Santos, y en las proximidades de la mezquita sobre la que tras la conquista cristiana se alzaría la parroquia de San Nicolás de la Axerquía. Otra mezquita de este arrabal, la de ‘Amir Hisam, posiblemente identificable con aquella cuyo alminar se conservó en la posterior iglesia de Santiago (a 700 m. de la Bab al-Hadid), muestra la notable extensión del rabad Sabular ya

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en la primera mitad del s. IX, articulado por una calle principal (al-Zaqaq al-Kabir) que no era sino la formalización urbana del ya citado camino romano. Este arrabal, ya documentado desde momentos muy tempranos, se conformaría de un modo paralelo al de Sequnda, beneficiándose de la destrucción y abandono de aquél y de su proximidad y accesibilidad a la parte meridional de la Madina. El resto de arrabales que las fuentes sitúan en la zona oriental posiblemente tuvieron un origen y desarrollo ligeramente más tardío, paralelo al observable en el sector septentrional y occidental (MURILLO et alii, 2005). Para el arrabal del Horno de Borrel (Furn Burril), carecemos de cualquier indicación que pueda orientar sobre su ubicación. Tan sólo contamos con la noticia, transmitida por ‘Isa Razi, de que al-Hakam II lo atravesó para coger una estrecha calle, que ordenó ensanchar, situada al norte del foso (GARCÍA GÓMEZ, 1965). Es probable que el foso a que se hace referencia en este texto fuese el cauce de uno de los arroyos que atravesaban la Axerquía. El nombre cristiano (Burril) del arrabal vuelve a ponernos en la pista del origen mozárabe de estos barrios. En cuanto al de al-Bury (La Torre), se han propuesto dos localizaciones. La primera se debe a Castejón (1929), quien lo identifica con el vico turris mencionado en el Calendario de Recemundo, y en el que se ubicaba el sepulcro de los Tres Santos. Por su parte, Lévi Provençal (1957) y Torres Balbás (1957) lo sitúan a lo largo del trazado de la antigua Via Augusta, muy probablemente en las inmediaciones de la Bab ‘Abbas (conocida como Puerta de Plasencia desde el s. XIV), al exterior de la cual se ubicaba el cementerio de Ibn Abbas, también denominado Maqbara al-Bury. Creemos que las dos localizaciones no son excluyentes, pues en ambos casos sitúan este arrabal en relación con dos hitos extre-

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mos: a Poniente, la Iglesia de los Tres Santos, cuya ubicación donde la posterior Parroquia de San Pedro parece aceptable, y a Levante el cementerio de Ibn Abbas o de al-Bury, localizable entre el Cuartel de Lepanto y el Cerro de la Golondrina. En consecuencia, el arrabal ocuparía la parte nororiental de la posterior collación de San Pedro y la meridional de La Magdalena, al Sur de la Vía Augusta y al Norte de la actual calle Alfonso XII. (fig. 51)

Las excavaciones realizadas por la Gerencia Municipal de Urbanismo en el Huerto de Orive (Murillo et alii, 1995; Ruiz Lara et alii, 2003), en el Callejón del Galápago (Moreno et alii, 2003) y en la C/ Capitulares demuestran una escasa ocupación en época omeya, no procediéndose a la urbanización de la zona hasta la etapa almohade. La significativa ausencia de edificaciones domésticas en una zona tan próxima a una de las puertas de la Madina y adyacente a la antigua Via Augusta, unida a la presencia de vertederos y muladares emirales y califales abundan en la probable identificación de la manzana de San Pablo con la citada Munyat ‘Abd Allah. 26 Recientes excavaciones dirigidas por E. Ruiz en la C/ Abéjar, a escasos 250 m. al Suroeste de la Iglesia de San Lorenzo, han exhumado parte de un patio de enormes dimensiones que podría corresponder a dependencias de la almunia de al-Mugira. 25

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Respecto a los arrabales de Munyat ‘Abd Allah y Munyat al-Mugira, su localización está ligada a la de las almunias junto a las que se formaron. Lévi Provençal (1957) se inclinó, siguiendo a Castejón (1929), por ubicarlas respectivamente en las huertas de los posteriores conventos de San Pablo y de San Agustín. La primera identificación es plausible, ubicándose la Munyat ‘Abd Allah frente a la Bab Ibn ‘Abd al-Yabbar, sobre el emplazamiento de un circo romano (fig. 51) que formaba parte del complejo de culto imperial de Colonia Patricia (Murillo et alii, 2001; Murillo et alii, 2003)25, en tanto que para la Munyat al-Mugira está documentada la existencia de una masyid al-Mugira en el emplazamiento de la Iglesia de San Lorenzo (Ocaña, 1963), al Sureste del antiguo Convento de San Agustín, por lo que es factible la ubicación del arrabal, de la almunia y de la mezquita en este sector próximo a la Vía Augusta26. Estas almunias, junto a otras pertenecientes a las élites cordobesas se entremezclaban con las zonas urbanizadas de los arrabales para configurar un típico paisaje que será característico tanto de Qurtuba como de otras grandes ciudades islámicas (García Gómez, 1965; Torres Balbás, 1985). Paisaje que sobrepasaba la al-Sarqiyya para extenderse al Norte (al-Yanib al-Yawfi) y al Oeste (al-Yanib al-Garbi) de la Madina.

Para un primer momento en la configuración de estos arrabales de aprecia una patente continuidad entre época tardoantigua y emiral temprana. Así, tanto para el rabad al-Rusafa como para los arbad de Cercadilla, Balat Muguit, Saqunda, al-Bury y Sabular, encontramos como origen, a lo largo del s. VIII, una gran propiedad, ya sea munyat o balat, un antiguo vicus o un centro de culto cristiano. En una segunda etapa, ya a lo largo de la primera mitad del s. IX, a estos primitivos focos que actuaron como catalizadores para la aparición de arrabales, inicialmente de población mozárabe y después musulmana, debemos añadir la fundación de mezquitas, cementerios, baños y centros asistenciales por parte de personajes vinculados a la familia omeya reinante y a la aristocracia árabe. Todos ellos tienen en común la invariable localización en el amplio sector que se extiende a poniente de la Madina (MURILLO et alii, 2005). Esta intensa actividad edilicia y asistencial vinculada al círculo más próximo al emir no es en absoluto casual, estando en relación directa con la profunda reorganización del Estado, de inspiración abbasí, afrontada por ‘Abd al-Rahman II (Lévi Provençal, 1950; MANZANO, 2006) y con el patente incremento demográfico de la capital de al-Andalus como punto de atracción de una población procedente de un hinterland más o menos próximo. En este proceso tuvo un papel relevante tanto la desarticulación de la aristocracia mozárabe como la creciente conversión al Islam por parte de amplios sectores mozárabes, lo que a su vez generaría tanto la necesidad de desarrollar una nítida política de islamización por parte del emir, como la consiguiente reacción de las elites cristianas, plasmada en el movimiento de los mártires cordobeses y en las revueltas que caracterizarán el final de siglo (Acién, 1994).

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Por las fuentes arabigo-andalusíes conocíamos diversas actuaciones emprendidas ya desde la época del primer ‘Abd al-Rahman y continuadas por Hixen I y por al-Hakam I. Con la fundación, sobre un emplazamiento preexistente, de al-Rusafa, “el emigrado” inaugurará en Qurtuba un procedimiento que desde este momento será característico de toda la etapa omeya: una almunia situada a cierta distancia de la medina actuará como foco para la formación, en sus proximidades y junto al camino de conexión con la ciudad, de un arrabal y su correspondiente cementerio. El modelo se repite con su nieto al-Hakam I cuando su concubina ‘Ayab funda una almunia en la orilla izquierda del río, aguas abajo de Córdoba, con el fin de dotar con sus rentas a una leprosería adyacente. Años después, el emir ‘Abd Allah fundará al-Naura, junto a la orilla derecha del río y también a Poniente de Córdoba, bien comunicada con ésta a través de varios caminos junto a los que pronto surgirán arrabales. Todas estas actuaciones parecen responder a un modelo premeditado mediante el que los emires cordobeses, por sí mismos o con el auxilio de su círculo familiar y gubernamental, comienzan a dotar a la periferia de Qurtuba de una incipiente ordenación urbanística capaz de responder tanto al crecimiento demográfico como a las necesidades de infraestructuras comunitarias que hicieran posible las formas de vida genuinamente musulmanas, garantizando al mismo tiempo la explotación agrícola y ganadera del territorio próximo a la ciudad con el fin de asegurar su propio abastecimiento (MURILLO et alii, 2005). En paralelo con este modelo, hasta cierto punto planificado desde palacio, parece haber existido otro de carácter espontáneo localizado en las proximidades de las principales puertas de la ciudad y que originará los más antiguos arrabales (Saqunda, Sabular y Balat Muguit), junto a los específicamente mozárabes configura-

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dos en torno a las basílicas cristianas (Tres Santos, San Acisclo, San Zoilo...). Por el momento resulta imposible determinar la confesión religiosa de los habitantes de estos arrabales. Aunque las fuentes nos hablan de musulmanes residentes desde momentos más o menos tempranos del s. VIII fuera de las murallas, en Sabular o en Saqunda, parece lógico considerar que la mayor parte de los primeros musulmanes recibieran casa en la Madina, en tanto que la población cristiana se vería obligada a instalarse fuera del recinto amurallado, junto a los lugares de culto que se les permitió conservar y con una clara vinculación hacia la explotación agropecuaria de las tierras que circundaban la ciudad. La gran mutación urbanística de Qurtuba corresponde al s. X, y fundamentalmente al reinado de ‘Abd al-Rahman III, primer califa de al-Andalus. En este momento, la mayor parte del entorno inmediato de Córdoba quedará convertido en un espacio densamente urbanizado que rompe de un modo total con el concepto de ciudad que había imperado durante la Antigüedad. La Madina, aun conservando sus funciones religiosas y políticas, y pese al simbolismo que mantienen las murallas, acaba convirtiéndose en una parte más de una aglomeración urbana en línea con las grandes ciudades del Oriente islámico. La transformación es total a partir de los primeros decenios del s. X, pudiéndose hablar ahora de un desarrollo urbanístico que, en parte planificado e impulsado por el propio Estado andalusí, cambia la fisonomía de Qurtuba, generando un extenso tejido, en parte urbano y en parte suburbano, en el que alternan densas áreas domésticas con equipamientos comunitarios (zocos y mezquitas), amplias necrópolis, instalaciones estatales, etc. Y todo ello dentro de un territorio estructurado por una red de caminos, en buena parte de origen romano, que actúan como elementos integradores de los diferentes arrabales y de estos en su conjunto con la Madina.

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La red viaria, parcialmente heredada de época romana, tuvo una especial relevancia tanto para la articulación de los arrabales como para su conexión con las tres medinas que durante el último cuarto del s. X conformaron un espacio urbano de más de diez kilómetros de longitud27. Estos caminos, transformados en calles a medida que avanzaba la urbanización, constituyeron la espina dorsal de la aglomeración urbana cordobesa, confluyendo a las diversas puertas de Madinat Qurtuba y tejiendo una red jerárquica con el viario que, partiendo de ellos, estructuraba los diferentes barrios. Del mismo modo, en sus inmediaciones, cuando no junto a ellos, se ubicaron los principales equipamientos comunitarios necesarios para la vida de los arrabales: mezquitas, mercados y cementerios. Junto a estos caminos de raigambre romana, detectamos otros trazados en época islámica y concebidos con la específica función de conectar la Madina con los nuevos centros surgidos en su periferia.

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Nos referimos, junto a Madinat Qurtuba, a Madinat al Zahra, fundada en 936 por ‘Abd al-Rahman III como símbolo de la creación del califato omeya occidental, y a Madinat al-Zahira, fundación del hachib al-Mansur en 979, y nuevo símbolo a su vez de la usurpación del poder omeya por parte de los amiríes.

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Es en la creación y mantenimiento de esta red de caminos donde se manifiesta de un modo muy claro la intervención del califa y, consecuentemente, del Estado andalusí en la “planificación” urbanística de la ciudad. Frente a esta intervención estatal sobre la red viaria principal, el resto del entramado de calles y espacios de circulación de los arrabales, aunque nominalmente bajo la titularidad de la Comunidad de creyentes, quedó en la esfera de la iniciativa particular. A este respecto, tal vez sea conveniente recordar la extrema caracterización que Torres Balbás (1985:249), siguiendo a Sauvaget, hizo de las calles islámicas: “son las casas las que al irse yuxtaponiendo determinan las calles, tanto de las que sirven de acceso a las viviendas, como de las de tránsito (…). La evolución de la ciudad en la sociedad islámica, era, pues, fruto de la iniciativa privada, con el sólo límite de no causar perjuicio a ningún otro vecino”. Como origen de esta situación se ha aducido con frecuencia la inexistencia de órganos de gobierno munici-

pal y de normativa sobre edificación. Sin embargo, y frente a la radical definición que en su día hiciera SAUVAGET (1949) de la ciudad islámica como la suma de iniciativas privadas que, al carecer de leyes, se transformaban en anarquía, recientes trabajos como los de VAN STAEVEL (1995) plantean una línea interpretativa diferente, para la cual la red arborescente y jerarquizada de las calles islámicas, en lugar de manifestar la incompetencia de las autoridades y la inestabilidad del parcelario, responde en mayor medida a “unas representaciones espaciales precisas y a preocupaciones sociales coherentes, que ordenan las calles y sobre todo su uso en un sistema lógico, propio de la civilización árabe musulmana”. La génesis de buena parte de estos ensanches califales debió ser muy diferente a la ya vista para la etapa anterior. En primer lugar, esta auténtica urbanización parece afectar a grandes propiedades, por lo que lejos de encontrarnos con múltiples actuaciones individuales, más o menos dilatadas en el tiempo y en el espacio, nos hallamos ante un proceso dirigido por lo que, en términos actuales y asumiendo el riesgo del evidente anacronismo, calificaríamos como “promotores inmobiliarios” que proceden a la parcelación, apertura de viario, dotación de infraestructuras comunitarias e incluso a la construcción de los inmuebles. Aunque las fuentes literarias no hacen mención implícita a esta cuestión, sí que podemos interpretar en este sentido algunas referencias. De ellas la más significativa es la que nos transmite Ibn Hayyan en relación con la oposición de Hisam II al intento de su hayib, ‘Abd al-Malik al Muzaffar, de construir un nuevo barrio sobre el emplazamiento del destruido arrabal de Saqunda (Lévi provençal, 1957). Aun cuando pudieran esgrimirse razones de Estado en dicho proyecto, lo cierto es que en él posiblemente sólo se escondían los

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intereses lucrativos de un puñado de altos dignatarios y grandes propietarios que, en el momento de máxima expansión de la urbe, veían un excelente negocio en la urbanización y edificación de unos terrenos magníficamente situados frente a la fachada meridional de la Madina. Este intento, aunque fallido, resulta ilustrativo de la participación de las elites cordobesas, incluyendo miembros de la propia familia real, en el floreciente negocio inmobiliario de una capital en la que la demanda de viviendas parece haber sido intensa durante la segunda mitad del s. X. Consecuentemente, es posible que parcelaciones y edificación de viviendas por parte de altos dignatarios se tradujeran en una mayor regularidad urbana y en una cierta estandarización de las viviendas, muchas de las cuales estarían destinadas no a la venta, sino al alquiler (CANO, 1993). Por otro lado, y en relación con el funcionamiento de estos arrabales, es necesario tener presente cómo varios investigadores han destacado su carácter autónomo, con prácticamente todas las funciones de la Madina, garantizadas por una serie de equipamientos urbanos característicos de la ciudad islámica. La función religiosa vendría desempeñada por las numerosas mezquitas a que hacen referencia las fuentes escritas. Algunas de estas mezquitas, edificadas a iniciativa de destacados miembros de la Corte, tuvieron un importante papel en el nacimiento y desarrollo de determinados arrabales. En cuanto a las funciones comerciales, contaban con los zocos, que surtían de productos de primera necesidad a los habitantes de los diferentes arrabales, en tanto que mercancías más especializadas serían adquiridas en el Gran Zoco situado al Oeste del Alcázar de Córdoba. Un último equipamiento comunitario lo constituían los baños, que según diversos autores árabes eran muy numerosos en la ciudad, si bien en las elevadas cifras que se dan debían estar comprendidos tanto los públicos

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como los privados. Por los conocidos en la Madina y en la Axerquía tras la conquista cristiana, podemos deducir que los baños públicos se situaban en las calles próximas a las mezquitas. En el año 929, ‘Abd al-Rahman III decide arrogarse el título de califa y en 936 inicia la construcción de una nueva ciudad. La ciudad de al-Zahra se localiza al W. de la actual Córdoba, a unos 5 Km. de las murallas de la Madina. Para su ubicación se buscó una posición claramente escenográfica, en un punto en el que el reborde de Sierra Morena se adentra en la Vega a modo de espolón, permitiendo una excelente visibilidad hacia el W., S. y E. Esta circunstancia, que no se repite en las proximidades de Córdoba, fue determinante en la elección del emplazamiento de la nueva ciudad, a semejanza de lo que aconteció con sus precedentes palaciegos abasíes (como las ciudades de Yawsaq o Balkuwara), que buscan igualmente un terreno alto y con amplia visibilidad. De este modo, ya se establecía una primera relación jerárquica entre la fundación califal, situada por encima de la isohipsa de 200 m. s.n.m., y la vieja ciudad de Córdoba, cuya cota máxima no supera los 120 m. Esta gradación jerárquica se aprecia en la propia ciudad palatina. Aprovechando la conexión del reborde montañoso con el valle fluvial, y adaptándose a la topografía, la ciudad se articula en tres grandes niveles (con más de 70 m. de desnivel entre el punto más elevado y el más bajo), definidos por terrazas superpuestas de las que las dos superiores corresponden al ámbito funcional del Alcázar, en una posición preeminente en relación con la terraza inferior, ocupada por el caserío urbano y la mezquita aljama (VALLEJO, 1995). Coherentemente con cuanto venimos diciendo, queda claro que ‘Abd al-Rahman III se propuso erigir una ciudad en el pleno sentido del término, y no una mera residencia personal o un conjunto

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palaciego. La explicación del por qué de la fundación de al-Zahra debemos buscarla en el contexto histórico de inicios del s. X, tanto en al-Andalus como en el resto del mundo islámico. Para el año 936, momento en el que ‘Abd al-Rahman III decide iniciar la construcción de la nueva ciudad, al-Andalus se encuentra totalmente pacificado tras superar los gobernantes cordobeses la difícil prueba a la que los habían sometido las revueltas muladíes y la resistencia de los señores territoriales a la organización administrativa, de inspiración abbasí, que había introducido ‘Abd al-Rahman II. La reconstrucción económica está en marcha y desde los débiles reinos cristianos del norte fluyen los tributos hacia Córdoba. Paralelamente, el estado andalusí reemprende su política de intervención en los asuntos magrebíes, espacio estratégico en el que se aprovisionaba de cereal y de oro, y sobre el que comienza a proyectarse el creciente poder fatimí. Es en esta coyuntura en la que tiene pleno sentido la decisión de ‘Abd al-Rahman III de adoptar, en el 929, el título califal, rompiendo de este modo con la subordinación, por meramente nominal y teórica que fuera, que hasta entonces habían tenido los emires cordobeses respecto al califa de Bagdad. Esto no es sino un episodio más en la desintegración y fragmentación de la antigua unidad política del mundo islámico, y una respuesta a la constitución del califato fatimí en Egipto. Y Madinat al-Zahra no es sino “la plasmación arquitectónica”, el símbolo del triunfo del nuevo Estado, gobernado ahora por el Califa, por el “Príncipe de los Creyentes”. La construcción de una nueva ciudad en las proximidades de las antiguas urbes, junto a la acuñación de monedas de oro, son acciones que en la ideología del poder por entonces imperante se asociaban de un modo inequívoco con la dignidad califal, siendo por tanto una práctica habitual (MANZANO, 2006).

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La vocación de nueva capitalidad con que se dota de inmediato a Madinat al-Zahra se aprecia en el traslado de la residencia califal, de la Corte y de toda la administración del Estado, así como de instituciones fundamentales como la ceca o las atarazanas reales. Por otro lado, una red de caminos, en parte relacionados con Córdoba y en parte independientes de la misma, destinados a conectarla con las principales ciudades de al-Andalus, son buena prueba de la concepción de Madinat al-Zahra como ciudad plenamente independiente de Córdoba, y ello aún cuando, en la práctica, la conurbación de los arrabales occidentales de ésta con los de aquélla, las convirtiera en una única realidad urbana (fig. 52), tal y como se encargan de señalar los escritores de la época (MURILLO et alii, 2005). Pese a las riquezas invertidas en su construcción, la vida de alZahra no dejó de ser efímera. Aunque al-Hakam II, hijo y sucesor de ‘Abd al-Rahman, mantuvo en ella la capitalidad de al-Andalus, el sometimiento del tercer califa, Hisam II, a los designios de su primer ministro, al-Mansur, provocó el traslado de la Capital a la nueva ciudad de Madinat al-Zahira, localizada al Este de Córdoba28 (fig. 53) y creada con la misma finalidad: legitimar y demos-

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DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 52 y 53)

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La construcción de Madinat al Zahira por parte de al-Mansur supuso una revitalización de los viejos arrabales de la al-Yiha al-Sarqiyya, que se extenderán, siguiendo la red viaria, hasta las mismas puertas de la residencia amirí. Aunque por el momento no contamos con evidencias arqueológicas directas de su ubicación, todos los indicios apuntan a su localización en el actual meandro de El Arenal, junto a los terrenos conocidos como Tejavana.


trar el nuevo poder imperante en al-Andalus, poder en este caso diferente al del Califa confinado en Madinat al-Zahra. Ambas ciudades, al-Zahra y al-Zahira, constituyen un claro ejemplo de centros palatinos con un alto grado de artificialidad, lo que les llevó, inevitablemente, a sucumbir en el momento en que la coyuntura que las había propiciado desapareció (en ambos casos la desintegración del Califato durante la fitna o revolución acaecida entre el 1010 y el 1013). Frente a ellas, la vieja Qurtuba, surgida como resultado de un milenario proceso histórico basado en unos invariantes que la empujaban a su conformación como núcleo urbano, conseguiría sobrevivir, una vez más, para integrarse en una nueva etapa de su Historia.

La fitna y la fortificación de la Sarqiyya La historia urbana de Qurtuba tras la desintegración del Califato es un preámbulo de su posterior desarrollo a lo largo de los siglos bajomedievales y modernos. La ciudad queda circunscrita a la antigua Madina y a una parte de los arrabales de la al-Yiha al-Sarqiyya, encerrados desde la primera mitad del s. XI por una muralla que experimentará transformaciones y refecciones a lo largo del s. XII, durante la ocupación almorávide y almohade.

elementos que, frente a la etapa omeya, cobran ahora un valor estratégico de primer orden en un contexto político y social de gran inestabilidad. Este panorama general sólo experimentará una cierta inflexión al comienzo de la etapa almohade, cuando el emir ‘Abd al-Mu’min convierte de nuevo a Qurtuba, por unos meses (1162), en capital de al-Andalus e inicia un programa edilicio en el que participó el arquitecto Ahmad ben Baso (fig. 54). Pruebas de esta renovación urbana la encontramos en la construcción de un nuevo barrio residencial en las proximidades de la Bab Rumiyya y junto a la vieja Via Augusta, en el sector probablemente ocupado por la munyat ‘Abd Allah, así como en determinadas residencias suburbanas documentadas en las proximidades de la Bab al-Yahud, Bab Amir, Bab al-Yawz, y en la zona de talleres alfareros de Las Ollerías. Igualmente, la defensa del puente será garantizada con la construcción de dos nuevas fortalezas situadas en su cabecera (en el emplazamiento de la posterior Calahorra) y en al ángulo suroccidental de la Madina, donde el viejo Alcázar omeya será objeto de una importante ampliación, añadiéndosele varios recintos fortificados que configurarán una extensa Alcazaba (LEÓN-MURILLO, 2009).

A nivel de la cultura material, esta etapa está caracterizada por el tremendo marasmo subyacente a la desintegración del Califato, plasmado en un progresivo deterioro de la imagen urbana de la ciudad al que únicamente escapan las murallas en cuanto

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(fig. 54)


Transformaciones en el espacio intramuros en época tardoislámica. El barrio almohade de Orive Las excavaciones realizadas en el antiguo Huerto de San Pablo y en el Palacio de Orive han sido decisivas para la definición de este efímero “renacimiento” experimentado por la vieja metrópoli andalusí, documentando una secuencia ocupacional tardoislámica excepcionalmente bien conservada (MURILLO et alii, 1995). Ya hemos indicado cómo tras el abandono y uso como cantera del circo romano, todo este sector quedó configurado como un área poco poblada y ocupada fundamentalmente por vertederos, situación que se mantendrá durante las etapas emiral y califal, lo que ha llevado a plantear la hipótesis de que estos terrenos formaran parte de los jardines y huertos de la munyat ‘Abd Allah.

(fig. 55)

Sólo tras la fitna, comienza a detectarse cierta ocupación, con la construcción de varios muros, pero sin que se pueda hablar de una urbanización de los terrenos de la almunia. Esta urbanización sólo se lleva a cabo hacia el final del segundo tercio del s. XII, posiblemente en relación con la efímera revitalización de la ciudad como consecuencia de su transformación en capital almohade de al-Andalus en 1162. A esta etapa corresponden un conjunto

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de casas con la característica disposición en torno a un patio que se articula como aglutinador de la misma (fig.s 19 y 55), y con un conjunto de decoración pictórica que incluye temas geométricos (fig. 56) y, en algunos casos, vegetales aplicados a los zócalos de los muros (CÁNOVAS et alii, 2007). Tras su construcción, el barrio experimentará un desarrollo ininterrumpido hasta la conquista de la ciudad por Fernando III en 1236, indicando las características de los niveles de abandono que éste se produjo de modo no violento y relativamente ordenado, sin duda como consecuencia de la conquista cristiana y, más concretamente a raíz de la constitución del Convento de San Pablo en 1241. Los siglos XI y XII, en los que se suceden la taifa cordobesa, la subordinación al reino taifa de Sevilla, la dominación almorávide y la almohade, constituyen una etapa de enorme conflictividad política y de desintegración de lo que al-Andalus había significado en cuanto formación social y cultural. Las diversas coyunturas políticas no logran ocultar el elemento substancial del momento: el retroceso del Islam peninsular frente al avance de los reinos cristianos del Norte. Avance en el que acabará cayendo Córdoba en el año 1236.

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(fig. 56)


La Axerquía tras la conquista cristiana. Despoblamiento y reurbanización Tras la conquista cristiana se establecerán, a lo largo de los siglos XIII y XIV, las claves de lo que será la “imagen” de la ciudad hasta, prácticamente, los albores del presente siglo, con una intensa implantación de la componente religiosa (mediante parroquias y conventos) en la trama urbana. Un último florecimiento en las décadas centrales del s. XVI no supondrá sino una ligera transformación en una ciudad que, salvo limitadas operaciones urbanísticas (v. gr. la plaza de la Corredera) y de construcción de elementos “singulares” en los siglos XVII y XVIII, llegó a la desintegración del Antiguo Régimen y la configuración de la nueva “ciudad burguesa” con un “aspecto” esencialmente medieval (fig. 57). Una vez conquistada Córdoba en 1236, los monarcas castellanos se aprestaron a reparar y fortalecer las defensas de la ciudad, situada en primera línea del frente durante muchos años y base estratégica para las hostilidades con el reino nazarí de Granada. Con independencia de las períodicas refecciones de las murallas de la Villa (antigua Medina islámica) y, especialmente, de la Axerquía, la principal mejora consistirá en la construcción de sucesivos recintos y baluartes en el frente del río y en el ángulo suroccidental de la ciudad, emplazamiento de la Alcazaba almohade, a la que se le añadirá un nuevo recinto: el de la Huerta del Alcázar.

(fig. 57)

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Aguas arriba del puente, la muralla meridional de la Villa y de la Axerquía, se reforzará, en parte sobre el antiguo dique romano y el posterior arrecife musulmán, con la conocida como Muralla del Adarve del Río. En la cabecera del puente, la denominada Calahorra sustituirá a la primitiva fortaleza almohade tras las reformas emprendidas en 1369 por orden de Enrique II. Por último, una serie de grandes torres albarranas, por lo general refuerzo de antiguas torres almohades dispuestas en puntos estratégicos de la cerca, contribuyeron a dar a Córdoba la imagen de ciudad fortaleza que aún conservaba en la Edad Moderna. En el momento de la conquista de la ciudad por Fernando III, Córdoba se dividía en dos zonas perfectamente individualizadas: la Madinat al-Atica (Medina), coincidente con el recinto amurallado de la ciudad romana, y la Madinat al-Sharqiyya (Axerquía), correspondiente con los arrabales orientales de la ciudad califal, fortificados con una muralla de tapial y con una extensión que superaba a la de la propia Madina. Ambos sectores urbanos se encontraban separados por el lienzo oriental de la muralla de la Medina, ante la que se extendía una amplia explanada desprovista de edificaciones, lo que contribuía a la imagen de despoblamiento generalizado de la Axerquía que nos transmiten las fuentes cristianas que narran la conquista de Córdoba (ESCOBAR, 1989). En esta misma idea incide J. M. Escobar cuando señala que la Axerquía era “el sector (...) menos urbanizado de la ciudad cordobesa”, existiendo en su interior numerosas zonas dedicadas a huertas: “El caserío no se distribuía regularmente por todo el recinto intramuros, pues existían amplias zonas sin edificación alguna (...) Contribuía a esa imagen la amplia explanada occiden-

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tal que, extendiéndose paralela al lienzo oriental de la muralla de la Villa, afectaba de Norte a Sur a las collaciones de San Andrés, San Pedro y San Nicolás de la Ajerquía, así como la parte septentrional de las dos collaciones más extensas -Santa Marina y San Lorenzo-, barrios en los que las huertas no sólo se extendían por las zonas próximas a la muralla, sino también por el interior de los mismos” (ESCOBAR, 1989). De la lentitud con la que se desarrolla el proceso de urbanización en la mayor parte de la Axerquía daría buena prueba el hecho de que en la segunda mitad del s. XIV, aún continuaba la venta de huertas en el interior de la collación de San Lorenzo (ESCOBAR, 1989). Según este mismo investigador, cuyos trabajos son fundamentales para esta etapa, la primera zona en urbanizarse tras la Reconquista será la “amplia explanada existente en la Axerquía, delante del sector oriental de la muralla de la Villa”. Los principales hitos dentro de este proceso pueden sintetizarse del siguiente modo: En 1241, Fernando III dona sendos solares a los monasterios de San Pablo y San Pedro el Real (posterior San Francisco). Sin embargo, esto no afectó al espacio de separación entre Villa y Axerquía, que siguió existiendo algunos años más. La completa urbanización de este sector se inicia a finales del s. XIII con una serie de edificaciones que se mantendrán hasta principios del s. XIV. Así, en 1281, Alfonso X concede al Obispo don Pascual la instalación de una carnicería en la zona entre la Puerta de Hierro y la del Rincón. Hacia 1312, ya se documenta la existencia de casas, tiendas y un mesón lindantes con el adarve, en torno a la Puerta de Hierro.

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En 1284, Sancho IV concede a Córdoba dos ferias francas, que se instalarán en el espacio libre ante la muralla, dentro del tramo perteneciente a la collación de San Nicolás de la Axerquía (Calle de la Feria, actual San Fernando). Gracias a ellas, en el último decenio del s. XIII se encontraba urbanizada parte de esta zona, pues en 1293 existían una serie de casas y tiendas lindantes con la muralla, que pierde su estructura. Esta urbanización conllevaría también la de la zona inmediatamente aledaña al Este. Sin embargo, la parte oriental del despoblado, donde sólo se ubicaban los monasterios, tendrá una urbanización más lenta y algo más tardía (ESCOBAR, 1989). Así, en el tramo comprendido entre la Puerta de Hierro y la del Rincón, la existencia del denominado “corral de las vacas” supuso un obstáculo, encontrándose ocupado por huertas parte del espacio (zona de la Fuenseca) a fines del s. XIII. Hasta inicios del s. XV no tendremos las primeras noticias sobre edificaciones en torno a esta zona; en el resto de la explanada comprendida entre la Puerta de Hierro y la de la Pescadería, sólo se documentan algunas tiendas a finales del s. XII en las proximidades de ambas puertas. A comienzos del s. XIV se inicia la urbanización de esta zona, que recibe el nombre de Barrionuevo. Así, en las proximidades del monasterio de San Pablo, unas edificaciones motivan la protesta de los frailes, que se querellan ante Fernando IV porque unos vecinos habían poblado el lugar por donde pasaba la atarjea que llevaba el agua desde la muralla al monasterio, no respetando las condiciones impuestas por Fernando III cuando le concedió una parte de dicha agua. Esta última zona se conoce por entonces como Barrionuevo de Tundidores.

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La nueva organización eclesiástico-ciudadana: las collaciones Tras la conquista castellana, Córdoba fue dividida en catorce collaciones, siete para la Madina, a partir de ahora conocida como Villa, y otras siete para la Axerquía, de acuerdo con un modelo que combinaba la organización parroquial con la concejil similar al existente en el resto de ciudades castellanas. En el caso de Córdoba, y como señala ESCOBAR (1989), esta división alcanzaría valor jurídico con el fuero concedido por Fernando III en 1241, perdurando durante toda la Baja Edad Media por lo que respecta a la organización concejil, y mucho más allá, prácticamente hasta la actualidad, por lo que respecta a la eclesiástica.

(fig. 58)

Otros edificios religiosos y asistenciales emplazados en otras calles de la collación eran los hospitales de Santa María de la Concepción, de Martín González de Andújar, de los Tejedores y de San Andrés. 30 El nombre de esta calle, la actual Isaac Peral, es indicativo, de uno de los principales problemas que ha tenido la collación hasta prácticamente el primer tercio del s. XX, derivado del hecho de que todo su cuadrante nororiental estuviera atravesado por las aguas de un arroyo que, desde la Fuenseca, bajaba por las actuales calles de Juan Rufo, Enrique Redel y Arroyo de San Andrés, llegando a formar en algunos puntos verdaderos lodazales e incluso a inundar la Plaza de San Andrés (ESCOBAR, 1989). 29

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Dentro de esta nueva organización del espacio urbano, la manzana de San Pablo quedaba encuadrada en la Collación de San Andrés, documentada ya desde mediados del s. XIII (fig. 58). El principal eje viario estaba constituido por la C/ Mayor de San Pablo y su continuación en el Realejo, que mantenían el trazado de la Via Augusta y unían la Puerta de Hierro (o de Roma) con la de Plasencia (en el extremo oriental de la Axerquía, ya en la collación de San Lorenzo). Junto a ella se ubicaban, además de la iglesia parroquial, el Monasterio de San Pablo, el Convento de Santa Marta y el Hospital de la Sangre de Cristo.29 Junto a esta calle principal Oeste-Este, que en su primer tramo concentraba los principales establecimientos comerciales, la collación contaba con otros dos importantes ejes viarios Norte-Sur: el conformado por las calles Carnicerías (actual Alfaros) y de la Escribanía (actual Capitulares), y el definido por las calles Ocaña, de los Lodos30 y de las Cámaras Altas (actual Gutiérrez de los Ríos, que la

comunicaban con las vecinas collaciones de Santa Marina y de San Pedro.

El papel de los conventos en la articulación del nuevo tejido urbano

(fig. 59)

La conquista de Córdoba y su incorporación a la monarquía castellana supuso una ruptura radical respecto a las estructuras de propiedad existentes en la etapa islámica. Este sustancial cambio tuvo su reflejo en el Repartimiento de bienes urbanos y rústicos, en el que el propio rey se reservó una parte sustancial, repartiendo el resto entre los nobles y plebeyos que habían participado en la conquista. Una parte importante de los bienes obtenidos por derecho de conquista sirvieron para dotar al obispado de la ciudad y al cabildo catedralicio, así como al clero parroquial de las catorce collaciones. Junto a estos bienes del clero secular, las órdenes religiosas comenzaron de un modo casi inmediato a asentarse en la ciudad, recibiendo bienes inmuebles, primero de la monarquía y luego de particulares, hasta alcanzar una notabilísima impronta en la topografía de la ciudad, como documenta el momento final reflejado por el “Mapa de los Franceses” tras la exclaustración decretada por José I (fig. 59). En el proceso de implantación del clero regular en Córdoba es necesario distinguir varias fases. La primera correspondería a los siglos XIII y XIV, estando caracterizada por la instalación de los

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grandes monasterios de San Pablo y de San Pedro el Real (1241), y de San Agustín (1277 y 1328), todos ellos en la Axerquía,31 abarcando una gran superficie y actuando como núcleos de urbanización y poblamiento en sus respectivas collaciones.

(fig. 60)

En el siglo XV, las grandes fundaciones se realizarán fundamentalmente extramuros (NIETO, 2003), siendo de menores dimensiones las efectuadas en la ciudad, tanto las seis registradas en la Axerquía (Santa Marta, 1464; Santa Inés, 1471; Santa Cruz, 1474; Santa Isabel de los Ángeles, 1483; Santa María de Gracia, 1498; Regina Coeli, 1499), como el único de la Villa (Nuestra Señora de la Concepción, 1487).

También en la Axerquía se fundan el de San Acisclo y Santa Victoria (1332), y en la Villa los de los Caballeros Trinitarios (1262), Santa Catalina (1267) y Santa María de las Dueñas (1372). 32 En el s. XVI no se registra ninguna nueva fundación en la Axerquía frente a cinco en la Villa (Jesús Crucificado, 1506; Espíritu Santo, 1521; Nuestra Sra. de las Nieves, 1532; Jesús María del Socorro, 1538; Santa Catalina, 1554; Nuestra Sra. de la Paz, 1590). En el s. XVII contamos con una fundación en la Axerquía (Trinitarios-Padres de Gracia, 1607), y con seis en la Villa (Corpus Christi, 1609; Capuchinos, 1629; San Martín, 1635; Capuchinas, 1655; Císter, 1682; San Felipe Neri, 1696). 33 Con la fundación de los Conventos de San Pablo y de San Pedro el Real, Fernando III quizo conmemorar el día en que Córdoba fue conquistada, el 29 de Junio de 1236, festividad de San Pedro y de San Pablo. 31

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El siglo XVI conocerá un gran desarrollo del fenómeno monástico como consecuencia de la confluencia de varios factores, como son el desarrollo demográfico y económico operado a lo largo de la centuria, el patronazgo de importantes familias y, a partir de las últimas décadas del siglo, el rearme ideológico que supuso la Contrarreforma (ARANDA, 2003), dentro de una dinámica fundacional que se mantendrá pujante durante el s. XVII,32 para desaparecer en el XVIII, centuria en la que no se registra ninguna nueva fundación conventual en la ciudad (ARANDA, 2003). Estas nuevas fundaciones de la Edad Moderna diferirán de las Bajomedievales por su menor extensión y por concentrarse especialmente en la Villa, sobre “casas principales” donadas por los patronos fundadores. Circunscribiéndonos al Convento de San Pablo, aunque el proyecto de fundación posiblemente date de 1236, no será hasta 1241, cuando los frailes dominicos elijan este solar entre los que les ofrece San Fernando, para su convento33. Según Santos Gener (1950), los frailes debieron aprovechar para la primitiva construcción las numerosas columnas, sillares y otros elementos constructivos que aquí aparecían con abundancia. Según este

mismo autor, en la fecha en que escribe aún se conservaban fustes y capiteles (MÁRQUEZ, 1990) de columnas ante el pórtico de la iglesia y en el huerto34. El solar concedido por el rey abarcaba una amplia superficie situada al Sur del eje viario configurado por la antigua Vía Augusta (Calle San Pablo) y delimitado al Oeste por la actual C/ Capitulares y al Sur por la C/ Pedro López, en tanto que al Este no llegaba a alcanzar la C/ Gutiérrez de los Ríos (fig. 60). Las primeras edificaciones documentadas fueron viviendas (probablemente algunas de las pertenecientes al barrio almohade excavado en el Huerto), erigiéndose con posterioridad, en su extremo occidental, el monasterio propiamente dicho, y en el ángulo noroeste la iglesia. Ésta, finalizada en el s. XV, fue en principio de reducidas dimensiones, experimentando diversas ampliaciones con posterioridad. La parte oriental de la manzana, estaba ocupada por la huerta y por un corral, que se utilizaba como cementerio (RAMÍREZ DE ARELLANO, 1985).

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Y también en el interior de la propia iglesia conventual, a la izquierda de la entrada principal, donde se conservan varios fustes de columna y un capitel de los pórticos de la plaza de la terraza superior del complejo de culto imperial.


DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 61 y 62)

La iglesia de San Pablo (fig. 61) constituye uno de los mejores ejemplos de la “arquitectura fernandina” cordobesa, con notables valores arquitectónicos a los que se une su peculiar implantación actual en el interior de la manzana, con un acceso a través de dos “compases” (fig.s 62 y 63). Las edificaciones del convento, de diversas épocas y con un carácter heterogéneo, se anexionan a la iglesia, articulando patios y zonas ajardinadas (JORDANO, 1996).

(fig. 63)

Sería el propio monasterio el que edifique en su solar desde finales del s. XIV, vendiendo posteriormente las casas a medida que necesitaba recursos para llevar adelante las obras de la iglesia o de las distintas dependencias monásticas (fig. 64). Estos inmuebles previamente enajenados volvían con frecuencia al monasterio como consecuencia de donaciones para la construcción de capillas o como dote de las mismas (ESCOBAR, 1989).

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El especial favor que el Monasterio de San Pablo gozó entre la sociedad cordobesa superó los siglos medievales, siendo favorecido por numerosas mandas testamentarias durante los siglos XVI a XVIII, viendo al mismo tiempo incrementado su patrimonio con la construcción de capillas y altares. En 1810, el Convento fue desamortizado y convertido en cuartel. En 1848, se encontraba en estado ruinoso, lo que determinó su derribo, conservándose sólo la iglesia, objeto de una “profunda” restauración a principios del siglo XX. También en 1848, se procede a la enajenación de los terrenos del Huerto del Convento, que son registrados a nombre de D. Luis Bertrán de Lis y Rives35.

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(fig. 64) Dada la enorme superficie que llegaron a ocupar estos monasterios, es comprensible que la exclaustración primero y la desamortización después dieran lugar a un enorme mercado de suelo y de inmuebles que permitieron a la ciudad afrontar, junto a la transformación de antiguas “casas principales” en casas de vecinos, el importante incremento demográfico experimentado a lo largo de toda la segunda mitad del s. XIX y el primer tercio del s. XX sin necesidad de desarrollar ensanches extramuros.

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Uno de los elementos conservados más notables del antiguo Convento es la Sacristía (fig. 65), obra inacabada de Hernán Ruiz III. La edificación fue financiada por Fray Martín de Córdoba, obispo de la ciudad entre 1578 y 1581. A la muerte del obispo, las dificultades económicas de la comunidad dominica impidieron la continuación de las obras, de modo que jamás llegó a cubrirse. No obstante, los frailes la usaron como panadería del convento, y tras la venta del Huerto, pasó a convertirse en propiedad particular. En Diciembre de 1919, el denominado Huerto de San Pablo y del Almezo fue adquirido por D. Gregorio García Mateo, con lo que el destino del Huerto quedó indisolublemente unido al del Palacio de Orive o de Los Villalones.

(fig. 65)

El palacio de Orive o de los Villalones

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M. D. Puchol Caballero, “Palacio de los Villalones” informe mecanografiado, s/f. Este Informe se encuentra incluido en el expediente de compra de la propiedad por parte del Ayuntamiento de Córdoba, en los años noventa del pasado siglo.

Diversos datos sobre la familia Villalón son proporcionados por M. D. Puchol, quien extracta la inédita Historia de Córdoba, de Maraver y Alfaro36. La primera referencia documental al solar sobre el que se generará el Palacio de Orive o de Los Villalones se remonta al 23 de Marzo de 1508, fecha en la que un tal “Juan García de Villalón, trapero, (...) vecino de San Andrés” otorga testamento. El 9 de Marzo de 1516, en una sentencia de los Inquisidores de Córdoba, se hace referencia a unas “casas de Juan García, trapero”, que eran “linderas” con las de Pedro Sillero (situadas en la C. Carretas) y con las del monasterio de San Pablo. El 31 de Mayo de 1529, está registrado el testamento de “Francisco García Villalón, hijo de Juan García Villalón, vecino de San Andrés”. (...) “Manda a su hijo Francisco de Villalón las casas principales de su

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morada en la calle del pilar de San Pablo y dos casas-tienda en forma de vínculo para sus hijos y descendientes”. Estas casas de Juan de Villalón conformaron el núcleo de la posterior “casa principal” de Los Villalones, como quedó de manifiesto en las excavaciones realizadas en el patio principal de la actual casa-palacio (Fase XII de la Campaña de excavación de 19961998), donde en la Fase 6 del Sondeo 1 y en la Fase 4 del Sondeo 3, se documentaron una serie de estructuras (piletas) destinadas a procesos textiles (fig. 66), además de posibles infraestructuras para calentar agua (fig. 67). El material cerámico asociado se fecha entre los siglos XIV y XV. Corresponden sin duda a la vivienda previa a la configuración de la actual casa palacio, quedando clara la profesión de “trapero” que conocemos para Juan García de Villalón, que otorga testamento en 1508. La otra denominación por la que se conoce al Palacio, la de Orive, se debe a la unión de ambas familias en la figura de D. Alonso de Villalón y Orive, Caballero de Alcántara y dueño de la casa en 1718. De estos datos se infiere la vinculación de la familia Villalón con este sector de la ciudad, teniendo su casa en la entonces llamada Calle del Pilar de San Pablo (ESCOBAR, 1989). Del mismo modo, destaca la temprana presencia de varios Jurados pertenecientes a la familia, así como los matrimonios con miembros de la nobleza ciudadana (Caballeros Veinticuatro), todo lo cual indica que la misma pertenecía a la elite urbana del estamento llano, gozando, consecuentemente, de una buena posición económica que se hará patente, en la segunda mitad de la centuria, con la construcción de la portada monumental (PUCHOL, 1992). Con el Renacimiento se impone una nueva concepción de la “imagen” urbana, tendente al embellecimiento de las plazas con edificios

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(fig. 66)

(fig. 67)


monumentales y fuentes. El nuevo afán de ostentación se manifestará fundamentalmente en las fachadas, ricamente decoradas y con grandes escudos. La actual fachada del palacio de Orive (fig. 68) fue construida hacia 1560 por Hernán Ruiz II (1508-1569). El estilo de este arquitecto, uno de los más importantes del Renacimiento español, se inicia en una formación plateresca que pronto se decantará hacia unas formas puristas para finalizar, por influencia de Vandelvira, en el manierismo, que caracteriza sus obras de madurez. Su influencia sobre los arquitectos andaluces de finales del XVI y principios del XVII fue grande. La existencia de una casa previa condicionó en parte la reforma de Hernán Ruiz, que se centra, fundamentalmente, en la fachada, construida con sillares de piedra caliza miocénica y estructurada en tres cuerpos. La puerta aparece flanqueada por columnas acanaladas rematadas por capiteles corintios, disponiéndose en el dintel un clípeo con la representación del busto de una mujer que sostiene una cinta con la inscripción: Bona Fides est Magna Virtus.

(fig. 68)

El segundo cuerpo está articulado por una cornisa que apoya sobre siete ménsulas y un friso decorado con florones, escudos y rosetas, y sobre la que se disponen acroteras alineadas con las columnas del primer piso. En este nivel se abre una ventada enmarcada por columnas con capiteles corintios y rematada por un

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frontón triangular con acroteras. Junto a la columna izquierda se aprecia una cartela con la fecha de construcción (1560). El tercer cuerpo se dispone a modo de loggia, construido en ladrillo y formado por tres arcos ligeramente peraltados que apoyan en columnas. El antepecho presenta una decoración geométrica a base de espirales. El sometimiento del arquitecto a la disposición previa de la casa se advierte en el hecho de que la portada no esté centrada respecto a la totalidad de la fachada. Puchol ve en esta disposición una pervivencia de la casa mudéjar, igualmente apreciable en el zaguán de ingreso, con las puertas no situadas en eje, y dispuesto en un ángulo del patio y no en su centro. Este patio, el principal de la casa, presenta una fuente en el centro. Por lo que respecta a las crujías, presentan arcos de medio punto, peraltados en el primer cuerpo y rebajados en el segundo, fabricados en ladrillo y enmarcados por un alfiz. Consecuentemente, la casa de Los Villalones, o de Orive, constituía un claro ejemplo de “casa principal” tal y como era definida en las Ordenanzas de Sevilla recopiladas en 1527. Durante el s. XIX, el Palacio de Orive estuvo ocupado por diversas dependencias públicas: Administración de Correos y Escuela de Artes y Oficios. En 1919, la casa fue adquirida por D. Gregorio García Mateo, quien procedió a su restauración y ampliación. Para la restauración de la fachada contó con un cantero enviado por Aníbal González, recibiendo la felicitación de la Comisión Provincial de Monumentos.

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III EL PALACIO DE ORIVE DE CÓRDOBA Maudilio Moreno Almenara


Introducción Las profundas transformaciones que el continuo uso ocasiona en los edificios históricos pueden alterar notablemente su estructura y fisonomía convirtiéndolos en subproductos de la idea originaria gestada con motivo de su construcción. No es el caso del palacio de Orive. Los sucesivos inquilinos de este espacio dejaron huella en algunas de las estructuras primordiales, aunque no en su impronta general, que aún hoy guarda una notable proximidad al concepto arquitectónico pergeñado en la Modernidad. En muchos aspectos, el palacio de Orive es un verdadero paradigma de un palacio renacentista, de un espacio diseñado en dos direcciones: hacia dentro y hacia fuera. Abandonado el hermetismo de los viejos palacios mudéjares1 que proliferaron en la capital cordobesa como herencia indudable de las intimistas casas árabes, los palacios renacentistas se construyeron hacia espacios abiertos. Este nuevo concepto, que jugó a transformar la ciudad, buscó la creación de la fachada como pieza arquitectónica destacada, abierta habitualmente a una plaza de la que a menudo se convirtió en protagonista.2 Esta aportación a la ciudad supuso en muchos casos un análisis profundo de su inserción en el tejido urbano, que de esta forma adquirió otro nivel de comprensión, ordenación y transformación. En la mayoría de las ocasiones las fachadas de los palacios se conformaron en auténticos escenarios instalados en puntos estratégicos, donde contaban con un eje visual claro, adquiriendo así una preponderancia acorde con las novedosas ideas que contagiaban a la nobleza y a la incipiente burguesía surgida a finales del Medioevo (fig. 1).

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(fig. 1)

1

2

En Córdoba los palacios mudéjares no contaron, por lo general con fachadas ostentosas, sus aspectos arquitectónicos más sobresalientes se centraron en los patios y en los salones adyacentes como ocurre en la “casa de las Campanas” del barrio de Santiago o la Casa Mudéjar de la calle Samuel de los Santos (JORDANO, 2002, 194-225). No sólo es el caso de la Plaza de Orive, sino también del palacio de los Páez de Castillejo, del de Viana o de la casa de los Pérez de Oliva.


La fachada de las casas señoriales se convirtió de este modo en un símbolo, en una característica primordial que relacionaba en los ojos del viandante el edificio con la familia que lo hizo construir (NIETO, MORALES y CHECA, 2001, 35). Esta relación se intensificó con el lenguaje heráldico, a través del cual se identificaba claramente un linaje nobiliario (fig. 2). No obstante, durante el siglo XVI coexistieron dos poderes importantes: la vieja nobleza medieval y una pujante burguesía que, al amparo de un comercio boyante, acrecentó su poder económico y por ende su primacía social.

(fig. 2)

(fig. 3)

El nuevo papel social asumido por las clases adineradas condujo inexorablemente a que mantuviesen en muchos casos ciertos paralelismos con un estamento nobiliario bien asentado en la sociedad moderna. Evidentemente, este novedoso status, alcanzado en el contexto de un nuevo orden económico, más dinámico, pudo lograr una clara influencia sobre el poder establecido,3 aproximándose incluso a la monarquía4 a través de la cultura por un lado y de préstamos bancarios por otro. Es en la globalidad de este contexto histórico social en el que hemos de entender el denominado palacio de Orive o de los Villalones.5 Iglesia, administración, universidad, etc. La monarquía también supo rodearse de los intelectuales de su tiempo. En este sentido, buena parte de los más destacados pensadores fueron humanistas de origen burgués y no de noble cuna. 5 El palacio originalmente perteneció a los Villalones, a partir del siglo XVIII esta familia emparentó con el apellido Orive, por lo que también es conocido actualmente con este nombre.

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La ausencia de un lenguaje heráldico claro en la fachada del palacio que analizamos nos lleva a pensar que los Villalones no disponían en el siglo XVI de escudo propio, ya que de otro modo habría sido materializado en piedra en su casa principal cordobesa. Esta peculiaridad coincide con el hecho de que el solar ya perteneciese a la familia en el siglo XV, cuando instalaron en él unas tenerías (fig. 3), oficio relacionado con los conversos. Estos hechos parecen apuntar hacia un origen “innoble” de la familia,

cuestión que después será ampliada. Por tanto, el edificio adquiere, más aún, ese carácter de paradigma renacentista al ser construido por un linaje, que contando con recursos económicos por sus negocios textiles, decidió en el siglo XVI emular a la propia nobleza construyendo un palacio que por sus proporciones era propio de nobles. Creemos, además, que en el aparente salto al estamento nobiliario jugó un importante papel la formación humanística de los propios Villalones o su conexión con estos ambientes, ya que la fachada denota en su configuración plástica el conocimiento de principios básicos del Humanismo, algo que difícilmente podría atribuirse en exclusivo a su arquitecto sin que concurriese, además, algún tipo de participación del comitente.

(fig. 4)

El engaste del palacio en la trama urbana Envuelto en un halo de cierto misterio, que incluso le ha proporcionado una leyenda,6 como decíamos, esta casa señorial no cuenta con un lenguaje heráldico claro, al contrario de otros señeros ejemplos de la capital cordobesa como las de los Páez de Castillejo, Viana o el próximo de los Luna (fig. 4). Este singular hecho ha podido complicar la investigación sobre el origen de la familia que promovió su construcción, de tal modo que la especial configuración de la fachada se ha venido interpretando tradicionalmente como consecuencia del aprovechamiento de una casa mudéjar anterior (DE LA BANDA, 1974). Sin embargo, no creemos que sea ésta la causa del aparente desplazamiento de la fachada.

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La leyenda es conocida como de la Encantada, de Doña Blanca o del Corregidor de la Casaca Blanca y es recogida por Ramírez de Arellano (1995, 609).


A nuestro juicio, las transformaciones del entorno, junto con la ubicación del edificio, han complicado la correcta interpretación de este singular palacio, en el que se insertó de manera admirable. Sólo un arquitecto de la categoría de Hernán Ruiz II podía solventar lo que podía ser un problema espacial importante. Construido en una plaza de segundo orden que estuvo ubicada junto a un importante espacio de tránsito, un eje viario heredero de la antigua Vía Augusta romana, como es la calle de San Pablo, el palacio no ocupa un escenario de primer nivel. Relativamente escondido y condicionada su ubicación por las casas tinte del siglo XV, la Plaza de Orive no ha sido nunca un espacio señero, lo que de algún modo persiste en la falta de ornamentación actual. Aunque este lugar fuese elegido para otro edificio, las antiguas tenerías7 que en el siglo XV tenían los Villalones, se convirtió, sin embargo, en el lugar destinado a albergar el gran palacio del siglo XVI por deseo expreso del comitente. No obstante, las transformaciones de su entorno han enmascarado de tal forma su composición original que era lógico el planteamiento sobre que su inserción dentro del tejido urbano no podía ser sino consecuencia del reaprovechamiento de un viejo caserón mudéjar.

(fig. 5)

7

Las tenerías o casas tinte, término empleado en la época bajomedieval, eran establecimientos dedicados al tintado de los paños, de esta forma se conseguía cambiar el color azulado de la lana una vez tratada, para obtener el tono de color deseado (CÓRDOBA DE LA LLAVE, 1990, 77-79).

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Desde que en 1974 D. Antonio de la Banda planteó esta hipótesis tras adscribir la traza de su fachada al insigne arquitecto cordobés Hernán Ruiz II, los sucesivos investigadores han retomado la misma idea, siempre desde el legado urbanístico actual y siempre también con las limitaciones propias de su análisis exclusivamente externo, meramente superficial. El desplazamiento de la fachada torre hacia un lateral de la plaza (fig. 5), hasta el momento, sólo se basaba en la hipótesis de que la obra renacentista, tan solo revistiese de apariencia nueva la vieja fábrica del presunto palacete mudéjar (AMPLIATO, 1996, 217).

El carácter externo y a veces un tanto superficial de los estudios realizados sobre el edificio, englobados siempre en la obra de Hernán Ruiz y el desplazamiento incomprensible de la fachada respecto a la plaza han sido, por tanto, un gran inconveniente a la hora de explicar las singularidades del palacio. Hemos intentado, sin embargo, dar una solución convincente al problema a través de la investigación realizada con motivo de la rehabilitación del edificio, debiéndose descartarse hoy en día la idea de readaptación de un caserón preexistente, de tal modo, que fuese ésta la causa de las “incoherencias” arquitectónicas visibles en la plaza de Orive. Creemos, por tanto, que las causas de tal singularidad hay que buscarlas en una dirección ajena al propio edificio para su correcta interpretación. Además de la noticia de las casas tinte y su descubrimiento arqueológico, lo que imposibilita la existencia de un caserón mudéjar previo al palacio,8 no hemos localizado ni tan siquiera un único elemento mudéjar reaprovechado dentro del edificio: ningún capitel árabe o romano,9 ningún resto de pilares ochavados o de algún muro preexiste recrecido o reaprovechado. En definitiva, nada nos impide pensar que todo el palacio, en esencia, fuese concebido y construido de nueva planta en el siglo XVI. Desde luego que en el patio, como analizaremos más adelante, hay materiales pétreos heterogéneos, (fig. 6) pero ninguna pieza similar al resto de palacios mudéjares existentes en la ciudad. El análisis arqueológico tanto de la planta, como del alzado del edificio deja claro que no hubo ningún condicionamiento pre-

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(fig. 6)

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La planta y el uso de estos espacios industriales, en nada se parecen a las casas mudéjares, que lógicamente tienen una función totalmente distinta y una configuración espacial también diferente. En la magnífica panoplia de patios mudéjares cordobeses se comprueba la insistente presencia de capiteles romanos y árabes reutilizados en las arcadas, algo que no se da en el palacio de Orive.


histórica, a una apariencia actual que sería condicionante claro para la justificación del problema.

(fig. 8)

(fig. 7)

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Como veremos, el patio principal ha perdido buena parte de su impronta original en la actualidad. No obstante, pensamos que el concepto primigenio se encuentra en la esquina Nordeste, donde se disponen dos elegantísimas columnas marmóreas genovesas. El resto da la impresión de ser una pura experimentación hasta llegar a concluirse con un tipo de columna en arenisca local que provocó, por su fragilidad, muchos problemas de estabilidad a la estructura.

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existente para la configuración del palacio, que no fuese la lógica adaptación a una propiedad previa y al tejido urbano heredado. Es posible incluso, a tenor de estas evidencias, que todo el volumen arquitectónico fuera ideado por el propio Hernán Ruiz II, independientemente del hecho de que su plasmación material fuera asimismo herencia de dicho arquitecto. No debemos olvidar en este sentido que el afamado constructor del remate de la Giralda, murió sólo nueve años después de que se labrara en la fachada del palacio de Orive la fecha de 1560. (fig. 7) En cualquier caso, la configuración del propio patio, no a nivel de diseño, sino de ejecución,10 dista mucho de las formas del maestro, lo que en ningún caso debe ser óbice para cuestionar su traza. En este sentido y con las premisas de las que partimos, obtenidas tras un análisis arqueológico intenso, (fig. 8) hemos de buscar explicaciones a la singularidad que supone el desplazamiento de la fachada con respecto al entramado urbanístico actual, problema en el que, como decíamos, se basaba primordialmente la teoría del reaprovechamiento de un caserón mudéjar. Es así como la lectura histórica del entorno se nos hace realmente necesaria, ya que de otra forma transportaríamos artificialmente una realidad

No cabe duda, que la alteración de los ejes viarios anteriores a la disposición del palacio ha de tenerse en consideración a la hora de hacer un correcto análisis de su plasmación en la trama urbana. Sabemos que la vieja y vecina iglesia de S. Andrés cambió su orientación allá por el siglo XVIII (JORDANO, 1996, 101). Esta circunstancia no fue una singularidad, otras parroquias con similar orientación y ejes viarios principales próximos, como la de Santiago, vieron transgredidas como resultado del paso del tiempo, si no sus orientaciones originales, sí sus accesos principales,11 anulando otros urbanísticamente caducos o poco prácticos tras el transcurso de los años. Así, la puerta gótica existente en los pies de la primitiva iglesia de Santiago está fosilizando un eje actualmente eliminado como consecuencia de reformas ejecutadas en el siglo XVI (IBID., 1996, 98). Lo mismo ocurrió con la iglesia de San Andrés, de tal modo que hoy en día es incomprensible la ubicación de la antigua puerta principal respecto del callejón de los Villalones. Este callejón, angosto en la actualidad, (fig. 9) debió ser en su día más ancho, propuesta que tan solo cuenta con el problema de la disposición de la parte posterior de la Casa de los Luna. Sin embargo, sabemos que esta casa, originaria del siglo XVI, fue muy transformada a mediados del siglo XX por el arquitecto Carlos Sáenz de Santa María (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 175) partiendo de un edificio complejo, probablemente ampliado y reformado a lo largo de sus cuatro siglos de existencia. Es muy posible, por tanto, que la angostura actual del callejón de los Villalones sea fruto del cambio de orientación de la iglesia de San Andrés en el siglo XVIII, con lo que tomaría sentido la disposición de la fachada-torre del palacio de Orive hacia Oriente.

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(fig. 9)

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En muchas ocasiones la puerta principal está situada a los pies del tiempo, pero la disposición de una plaza u otras circunstancias pudieron propiciar en algunos casos la mayor preponderancia o incluso la reforma de una puerta lateral (la Magdalena o San Nicolás son ejemplos ilustrativos). Muy distinto es el caso de los conventos, especialmente de los femeninos, en los que de forma mayoritaria se comprueba que la entrada principal es lateral (Capuchinas, Santa Isabel, Santa Cruz, Regina, Santa Marta...).


Un aspecto que parece redundar en esta coincidencia entre anulación de la antigua puerta de San Andrés, apertura de la nueva fachada hacia su plaza y estrechamiento de la calle Villalones por invasión del palacio de los Luna puede apreciarse en el lateral de la calle Fernán Pérez de Oliva. En este cuerpo constructivo del palacio de los Luna se observan unas ventanas recercadas, rematadas en la parte superior por orejetas y en la inferior por dos salientes a modo de colgaduras verticales (fig. 10). Este tipo de ventanas está presente en la actual fachada de San Andrés (fig. 11), finalizada en 1733 (JORDANO, 1996, 101), también muy similares las hay en el palacio del Vizconde de Miranda, obra del año 1766 (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 164), en el hospital de San Jacinto, cuya iglesia y enfermería fue construida entre 1728 y 1730 (IBID., 2003, 198) o en la iglesia de las Capuchinas, edificada en 1725 (IBID., 2003, 201) entre otros ejemplos. Parece, por tanto, que esta peculiar morfología del recercado de las ventanas puede constituirse en un cronotipo claro que apunta a un elemento decorativo propio del barroco dieciochesco. El empleo de estos cronotipos como medio de datación en el ámbito de la Arqueología de la Arquitectura es una práctica habitual, siendo las tipologías de las aperturas12 las que mejor definición muestran por su carga simbólica y decorativa (QUIRÓS, 1995, 180-181).

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 10 y 11)

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Este tipo de cronotipología, para su validación dentro del ámbito de esta disciplina, requiere de un estudio local (QUIRÓS, 1995, 180), que es precisamente lo que hemos hecho en esta primera aproximación, planteando tan sólo paralelos del casco histórico cordobés.

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Aclaradas las reformas acaecidas en el siglo XVIII en el entorno de San Andrés, consideramos que adquiere especial interés la hipótesis de que Hernán Ruiz II, en pleno siglo XVI, hubiese ensanchado la fachada hacia un espacio más diáfano que en la actualidad, permitiendo una vinculación visual y espiritual con la propia iglesia, en la que los difuntos Villalones tenían descanso

eterno en una de las capillas laterales previas a la gran reforma dieciochesca (JORDANO, 1996, 102). Si ello ocurre hacia el Este, sólo queda por dar una convincente respuesta al “desplazamiento” de la fachada del palacio respecto de la plaza que lo preside.13 En este sentido, la cuestión resulta a nuestro juicio aún más clara, sólo hemos de analizar la panoplia de planos de la Córdoba de los siglos XIX (fig. 12) y principios del siglo XX, sin los cambios urbanísticos acaecidos con motivo del desarrollismo generado en la segunda mitad de la última centuria. Así, si observamos detenidamente el plano de 1851 (fig. 13) (GARCÍA y MARTÍN, 1994, 82-83), la plaza de Orive estaba más cerrada hacia el Norte, lo que indica que desde la calle de San Pablo, por aquellas fechas, lo primero que veríamos desde un estrecho eje visual sería la fachada del palacio, completamente centrada con respecto a su disposición originaria, hoy alterada. Como consecuencia, escondida la plaza, sólo contemplaríamos de ella, en un punto focal rectilíneo, la fachada del palacio desde el principal espacio de tránsito: la calle de San Pablo. El resultado de esta observación es que no fue Hernán Ruiz quien desplazó la fachada del palacio condicionado por un caserón previo, muy al contrario buscó el mejor eje visual desde la vía principal de tránsito evitando así que la fachada quedase escondida. Lo que ha llevado a esta conclusión errónea es el hecho de que a nosotros nos resta un urbanismo alterado, lo que nos impide comprender la intención del arquitecto. De esta forma, y tras este proceso de análisis, el

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DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 12 y 13)

13

Nos referimos a la actual Plaza de Orive.


presunto desplazamiento focal de la fachada no se habría producido por un condicionamiento previo asumido por Hernán Ruiz II, sino por la modificación del urbanismo actual, del que heredamos unas formas con las que no contaba el propio arquitecto para la ejecución de su proyecto. Obviamente, para conocer este palacio en su justa medida y la intención de su artífice a la hora de legárnoslo, hemos de aproximarnos no la urbanística modificada entre los siglos XVIII y XX, sino a la que él se ajustó, es decir, a la del siglo XVI.

Es posible que exista algún elemento anterior reutilizado en el propio palacio, aunque se trata de piezas que no pudieron condicionar ni la organización ni el aspecto del palacio. Así, en el lateral Oeste, en la zona de fachada que recae al acceso al huerto, junto al pilón, existe un muro que por su aspecto pudo ser anterior al propio palacio. 15 Como veremos, las cimentaciones de un palacio de estas características son sorprendentemente débiles, aspecto éste que se comprueba en especial en el patio, donde las columnas que sustentan las arcadas se apoyan tan solo en una laja de calcarenita local. 16 El método científico tampoco ha podido desarrollarse desde el purismo de la Arqueología de la Arquitectura por cuestiones de obra, aunque sí hicimos algunos ensayos a finales del siglo pasado sobre los paramentos del inmueble, que nos han sido realmente útiles. 14

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Tras esta argumentación, necesaria para comenzar el análisis de un edificio complejo en sí mismo, pero que no debe contar con cargas que no le corresponden, hemos de pensar, que el edificio se hizo de nueva planta.14 Este hecho no es óbice para que con el tiempo se convirtiese en un palimpsesto como consecuencia de un uso prolongado, que tuvo como resultado la adecuación a las nuevas necesidades de sus inquilinos, la compartimentación de espacios amplios, la construcción de múltiples infraestructuras que minaron sus débiles cimentaciones,15 que en definitiva pusieron al palacio al borde del colapso en diferentes momentos. Felizmente recuperado del olvido y salvado de su pérdida irreparable, el edificio ha sido adaptado para Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Córdoba. Las conclusiones que presentamos son, por tanto, fruto de la investigación desarrollada con motivo de esta obra. Sin embargo, nuestro análisis, no pretende ser definitivo, ya que no hemos encontrado referencias directas a las obras de construcción o de reforma, contratos o escrituras de compraventa de los diferentes inmuebles que lo componen y de muchos otros aspectos que habrían hecho este estudio más completo. En definitiva, un cúmulo tal de interrogantes, que nuestro trabajo no pretende sino aproximarnos a este bello palacio cordobés, con un método científico16

que por el momento sólo nos acerca y no nos permite descubrir todos los entresijos que dieron como fruto la consecución de este magnífico reducto de arte.17

(fig. 14)

Los Villalones como comitentes del palacio

En menos de cien metros contamos con el palacio de los Luna, atribuida a Hernán Ruiz I, el palacio de los Villalones de Hernán Ruiz II y la sacristía mayor de los dominicos, actualmente en el jardín del palacio de Orive o de los Villalones, comenzada a construir por Hernán Ruiz III y su hermano Jerónimo Ordóñez en 1580 (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 174). Este enorme cúmulo de arte de siglo XVI existente en la Axerquía cordobesa debe considerarse, por tanto, una de las más sobresalientes muestras de la maestría de la mejor saga de arquitectos con la que ha contado Andalucía. 18 Para ser sinceros, hemos de decir que nuestro trabajo de investigación acerca de los Villalones arranca de los primeros años de nuestra década, por lo que algunos de los datos obtenidos fuesen previos a la publicación de los Bocetos. En cualquier caso, algunas de las fuentes documentales no son coincidentes con las compiladas en la obra, de ahí que tengan un interés complementario. 17

Han sido muchos los inquilinos del palacio desde el siglo XVI hasta la actualidad. A día de hoy la información es muy completa, especialmente la referida al linaje de los Villalones, comitentes de la obra de Hernán Ruiz y propietarios hasta el siglo XVII de dicho inmueble. El día 1 de Octubre del año 1649 Dª Beatriz de Villalón, a la sazón poseedora del mayorazgo fundado por Juan García Villalón (PORRAS, 2004, 633) se casó con D. Fernando de Orive Salazar y Ulloa, de su unión nació D. Alonso Tomás de Orive Villalón, que sería el primer Orive que poseería la casa. Esta situación se prolongó durante todo el siglo XVIII y el primer tercio del siglo XIX. En su monumental obra sobre algunos linajes cordobese Porras incluyó entre sus bocetos genealógicos el de los Villalones (2004, 585-678) (fig. 14). A pesar de tratarse de una obra esencial de referencia, de su lectura no deducimos prueba testimonial expresa sobre quiénes fueron los propietarios de la casa de los Villalones o de Orive.18 Ciertamente tampoco era éste el objetivo del trabajo, de ahí que hayamos indagado, en especial, en intentar aportar prue-

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Archivo Parroquial de San Andrés. Libro de bautismo de Mayo de 1555 a Julio de 1562, pág. 17. Queremos agradecer muy enfatizadamente la amabilidad y las facilidades dadas por el Sr. Párroco de dicha iglesia, D. Juan León, que siempre destaca como persona próxima a los demás y con constante vocación de servicio. 20 En 1546 ya aparece como jurado de Córdoba. Archivo Municipal de Córdoba. Fondos especiales. Libro de Cabildos de los Sres. jurados de Córdoba. J-0021 Doc. 008. Años 1546-1548. Pág. 28. 21 Su madre se llamaba Leonor Fernández de Requena (PORRAS, 2004, 618). 22 Los jurados eran los defensores de las causas públicas, en especial de las demandas de los vecinos. Las juradurías sirvieron para catapultar hacia la caballería y la nobleza a muchas personas que pertenecían a profesiones liberales, como abogados, procuradores, licenciados, doctores, etc. (CENTENO, 2000, 75). 23 Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Sección Protocolos. Oficio 13. Legajo 8. Escribano Andrés Sánchez Espejo. 24 Los jurados eran elegidos por collaciones. En el caso de D. Juan García Villalón, sabemos que a pesar de tener domicilio en la collación de San Andrés, era jurado por la del Omnium Sanctorum. Ésta era una práctica habitual que llevó a poner como condición que para ser jurado de determinada collación se tuviese domicilio allí, al menos desde seis meses antes de la elección (CENTENO, 2000, 81). La collación del Omnium Sanctorum estaba en la zona suroccidental de la villa (ESCOBAR, 1989, 153).

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bas fehacientes sobre quienes, de las cuatro ramas que compusieron los Villalones, fueron los propietarios de la casa, aunque de una lectura detallada podría derivarse que ésta era la rama cuarta. En el primer libro de bautismos de la parroquia de San Andrés,19 con motivo del bautizo de una niña llamada Inés, el 12 de Diciembre de 1556, actuó como testigo “...el Señor jurado Juan García Villalón....”.20 Desde el primer momento pensamos que este personaje debió ser el comitente de la casa, debido a que era prácticamente contemporáneo a ella. A través de su testamento, fechado el 26 de Mayo de 1573, sabemos que este jurado era hijo de Alonso García de Villalón “...quiero que sea manifiesto a todos quantos la presente escritura de testamento y ultima dispusicion vieren, como yo Juan Garzia de Villalón hijo de Alonso García de Villalón,21 defunto, vecino que soy de esta muy noble y muy leal ciudad de cordova dela collacion de San andres e jurado22 de esta dha ciudad de la collación de Omnium sanctorum....”23 También detalla que su tío se llamaba igual que él, dejando mandado en su testamento que se le diesen unas misas “...mando que en la dha iglesia de san andres, en la capilla que alli tenemos por Juan Garzía de Villalón mi tio difº...” Además de la contemporaneidad a la construcción de la casa, y de su condición de vecino de la collación de San Andrés, el testamento añade otros datos interesantes, 24 como que se le mencione como jurado.25 En este sentido, sabemos que la compra de oficios fue aprovechada por los mercaderes como medio de promoción social en el final de la Edad Media, para ya en el Quinientos haberse introducido dentro de algunos órganos de poder. Así, en 1554, el cabildo cordobés solicitó al Rey que no autorizara la elección de jurados en personas que hubiesen tenido oficio mecánico o fuese confeso, es decir, que no gozaran de la consideración de cristianos viejos. Esto indica que se quería evitar una práctica habitual.26 El asunto saltó en 1560 como consecuencia de la aspi-

ración de Luís Rufo, tintorero de profesión como los Villalones, para ser jurado de la ciudad, siendo respondido negativamente en su petición por Diego Fernández de Córdoba en los siguiente términos: “… uno de los más grandes atrevimientos que persona del trato y oficio que él tenía podía pretender, por el notable perjuiçio y ofensa grande que dello resultaba a la nobleza desta çiudad e a su grande reputaçión e abtoridad...” (FORTEA, 1981, 387). Incluso llegó a acusarse a Luis Rufo de ser descendiente de conversos, algo frecuente en los dedicados a su oficio. Esta acusación también salpicó a su hijo, Juan Rufo, insigne poeta de primer orden y autor de La Austriada, que estudió en Salamanca enviado por su padre y viajó mucho, aunque a la muerte del mismo volviese a Córdoba para encargarse de la tintorería familiar (CRIADO, 1999, 356). Vemos en este caso, cómo la prosperidad del tintorero Luís Rufo, posiblemente descendiente de conversos y con pocas opciones, por tanto, de promocionarse socialmente, llevó a formar a su hijo en el ambiente humanista, con el ánimo de aprovechar esta nueva fórmula del Quinientos para mejorar la posición de la familia. Ciertamente, un paradigma de lo que acontecía en la España Renacentista. Pensamos, que la familia Villalones guarda también cierto paralelismo con la de Juan Rufo. De hecho, el origen de ambas coincide en las labores del tinte de paños, posiblemente en su condición de descendientes de conversos por este hecho, y quizás también en el intento de promoción de su saga en los ambientes humanistas. De hecho, la fachada de Orive rezuma este humanismo, aunque no sabemos si es debida totalmente a su autor Hernán Ruiz II o en parte a las directrices marcadas por el evergeta. La ausencia de escudos en su fachada, deja claro su carácter innoble en el sentido medieval de la palabra. La presencia por otro lado de un lema, de fuerte carácter mercantil y humanista, la Bona Fides, parece indicar un carácter culto, enfatizado en el hecho de aspirar y poder encargar a un arquitecto de

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En las listas de jurados existentes durante el siglo XVI aparecen como tales varios personajes de apellido Villalón. En el de Agosto de 1554 se reflejan hasta tres: Juan García Villalón, Jerónimo de Villalón y Francisco de Villalón. Archivo Municipal de Córdoba. Fondos especiales. Libro de Cabildos de los Sres. jurados de Córdoba. J-0022. Doc. 009. Años 1553-1559. Pág. 47. Para comprobar quiénes eran cada uno de ellos vid. PORRAS, 2004. 26 Está claro que Juan García Villalón fue jurado, y descendía de familia de tintoreros. 25


Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Sección: Protocolos. Oficio 13. Legajo 8. Escribano: Andrés Sánchez Espejo. Queremos agradecer a todo el personal del archivo provincial su amabilidad a la hora de facilitarnos nuestra investigación. 28 Archivo Histórico Municipal de Córdoba. Sección 8. Caja 0274. Doc. 005. 29 La causa de esta venta era la ruina de estas casas, ya que el documento menciona que “...solo tienen sus Zercas...” La reparación de dichas casas era, asimismo, muy costosa: “...Que si llegase el caso de su reedificacion costaria cien mil rs y q. Entonces tampoco corresponderían sus reditos por los malos parajes...” . Es decir, no se veía ninguna rentabilidad posible a su reedificación. Del mismo modo parece que estaban ocupadas por gente humilde y que las zonas en las que se encontraban, en especial el de la ribera era insalubre: “...por ser enfermo el dela Rivera, y abitados todos de gente pobre...” 30 Así se concedió: “...como Rey y sr. natural, no conociente superior en lo temporal; doy y concedo licencia y facultad a vos el expresado Dn. Alfonso de Orive Villalón y Rios pª que para el referido efecto de comprar lamedia paja de agua que vende la enunciada ciudad de cordova y agregarla a las cassas del Mayorazgo que fundo Juan Garzia Villalón, de que sois posehedor, y no para otro alguno...” 31 La tasación de los tres solares fue: “...se han reconocido y tasado por Ynteligenttes el primero en quatro mil quinientos ochenta y nueve rs. von; el segundo en Zinco mil trescientos doce, y el terzero en Tres mil y ochocientos; cuias tres partidas componen Trece mil ciento y un rs....” 27

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la talla de Hernán Ruiz, en lo más espléndido de su carrera, una obra “menor”. Como decíamos, además de la condición de jurado y de la coincidencia de años, sabemos que Juan García Villalón fundó un mayorazgo a través de su testamento, fechado el día 26 de Mayo de 1573, ante el escribano Andrés Sánchez Espejo.27 El dato lo conocemos además por un memorial presentado en Córdoba en 1772 por Alfonso Tomás de Orive Villalón y Ríos sobre la compra de media paja de agua de la Fuenseca.28 La causa de que aparezca en dicho documento es que Alfonso Tomás de Orive era heredero, entre otros, del mayorazgo fundado por el jurado Juan García Villalón dos siglos antes y pretendía vender tres solares29 pertenecientes al mayorazgo para poder pagar con su importe la media paja de agua de la Fuenseca. Este mayorazgo era indivisible, y tan sólo mediante licencia real30 podían segregarse de él algunas de las propiedades. Los inmuebles que tenía intención de segregar eran: “...entre los Vienes de que se compone se comprenden los tres solares, sitos en la mencionada Ciudad, uno en la pescadería, en las Callejas llamadas del Pozo de Cueto, otro en la Rivera del Guadalquivir, inmediatto al Molino de Martos y el otro ala puerta de Baeza...” 31 Pero quizás lo más interesante, y es la causa por la que finalmente se concedió por el rey licencia para que se vendiesen estos tres solares, no era el mal estado de los mismos, cuestión también apuntada en el documento, sino que se pretendía dotar de agua a las casas principales del mayorazgo, ocupadas en 1772 por Don Alfonso Tomás de Orive Villalón y Ríos “...agregarla a las cassas del Mayorazgo que fundo Juan Garzia Villalón, de que sois poseedor...”. En otra parte del documento se confirma tal hecho, en la memoria de intenciones de D. Alfonso: “...Que por estos motivos, y que al mismo Mayorazgo pertenecen las casas de ntra. morada,

que carezen de agua para su servidumbre: será muy combeniente la Venta de los solares y emplear su importe enla compra de la media paxa de agua...” Por tanto, y a pesar de que D. Alfonso Tomás de Orive Villalón y Ríos era heredero de varios mayorazgos (PORRAS, 2004, 660-661), las casas de su morada pertenecían, en concreto, al mayorazgo fundado por D. Juan García Villalón, según se desprende de este documento, y su domicilio no era otro que el palacio de Orive o de los Villalones, ya que así aparece reflejado, entre otros, en el padrón municipal de 1791.32 Este documento del siglo XVIII, es clave, por tanto, para demostrar a ciencia cierta quién fue el promotor del palacio,33 y a través de los datos aportados en los “Bocetos”, conocer a sus sucesores, que no fueron otros que los herederos del mayorazgo fundado por Juan García Villalón o del Cortijo del Pozo Serrano, es decir, la rama cuarta (PORRAS, 2004, 619). Por tanto, queda confirmado que el palacio conocido hoy como de Orive, fue edificado por el jurado D. Juan García Villalón, quien debió contratar con Hernán Ruiz su construcción, culminándose ésta en 1560, según reza en su fachada. A modo de resumen, en 1573, con motivo de la escritura del testamento de este personaje se crea un mayorazgo, al que se vincula el palacio y otras propiedades, de tal modo que se legaron, indivisibles, hasta 1772, año en el que D. Alfonso Tomás de Orive Villalón y Ríos, como heredero del mayorazgo, recibe del Rey permiso para vender tres de las propiedades, para que con su beneficio, adquiriese media paja de agua para surtir de agua al Palacio, que por aquel entonces era su morada (fig. 15).

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(fig. 15)

Archivo Histórico Municipal de Córdoba. Sección 12.09. Caja 1099. Doc. 001. Padrón del año 1791 de San Andrés. 33 Junto a las casas principales existieron otras que pertenecieron a otra rama familiar, en concreto a los herederos de D. Francisco de Villalón, citado en el testamento de D. Juan de Villalón cuando alude a la situación de su casa (PORRAS, 2004, 619), de ahí la duda que podía cernirse sobre este hecho. 32


Archivo Histórico Municipal de Córdoba. Sección 8. Caja 0274. Doc. 005. 35 Archivo Parroquial de San Andrés. Libro 1 de Bautismos. 36 Archivo Histórico Provincial de Córdoba. Sección: Protocolos. Oficio 13. Legajo 8. 37 En su testamento se acordó de sus primos Juan García de Villalón, Francisco de Villalón y Jerónimo de Villalón, hijos, todos ellos de su tío Juan García Villalón (PORRAS, 2004, 618). 34

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Otro dato interesante que refleja el documento mencionado es que el primer heredero del mayorazgo fundado en 1573 fue el hermano de Juan García Villalón: “...de todos los vienes a favor de Alonso Garcia de Villalón, su hermano, con varias clausulas y condiciones y absoluta prohivicion de su enagenazion...”.34 El hecho de que fuese el primer heredero del mayorazgo llevó al insigne archivero López Amo a confundirse y creer que éste y no su hermano, había sido el fundador de dicho mayorazgo (LÓPEZ AMO, 1997, 53). Alonso García de Villalón aparece citado en 1552 en el archivo parroquial de San Andrés, como padrino en el bautizo de un niño llamado Marcos “...miércoles veynte y nueve del dcho mes y año baptizo el Sr. Juº de barrios a marcos, hijo de pascual escrivano y de Beatriz lopez, fueron padrinos alº Hernández de Valençuela y alº García Villalón...”.35 A través de su testamento,36 conocemos algunos datos del jurado Juan García Villalón,37 promotor de la construcción del palacio de Orive. Así, sabemos que estuvo casado con María de Mesa “...Ítem digo e declaro que a tiempo y sazón que yo casse legítimamente con doña maría de mesa, mi muger...” De este matrimonio nacieron dos hijos que fallecieron antes que sus progenitores, pues en dicho testamento manda que se hagan varias misas en San Andrés por “... francisco de Villalón y Jerónimo de Villalón, mis hijos...”. Este hecho posiblemente debió ser importante para que dispusiera crear un mayorazgo, ya que se vio obligado a testar en favor de su hermano por carecer de sucesión directa. A pesar de contar con capilla en San Andrés “...en la dha iglesia de san andres, en la capilla que alli tenemos...”, el jurado Juan García Villalón, quiso enterrarse en San Francisco “...Y quando Dios Ntro Sor. fuese servido e Pluguiere que de mi acaezca finamiento, mando que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia monasterio del Sor. San francisco deesta Ciudad en la capilla y sepultura que yo alli tengo

que es la dha capilla de la advocación del Sr. S. antonio de Padua...” Mandó asimismo que recibiese sepultura con el hábito de San Francisco: “...Ítem mando que me entierren con el abito del Sr. San francisco...” El testamento es desde luego un valioso documento que nos indica la personalidad de D. Juan, cuando en la hora de testar se acuerda de sus esclavos: “...Ítem es mi voluntad y mando que desde el día de mi fallecimiento en adelante queden libres mis esclavos que son Alonso y maria y Juan y mando que a la dha maria le den su cama en que duerme...” Tenía también un ama llamada Catalina Díaz. Estas cuatro personas debieron ser los sirvientes de la casa. 38

Se acordó también de algunos detalles relativos a algunos sobrinos, como Andrés,39 que debía estar estudiando para sacerdote, y al que dejó un dinero para sus estudios, o Juana, a la que además de algunas otras cosas legó “...una cama de madera de nogal con sus cortinas y cielo de raso verde....” Pero el grueso de los bienes, sobre todo los inmuebles, se los dio a su hermano “...a mi hermano Alonso garcia de Villalón, jurado dela villa de la rambla, mi heredero y subcesor El vinculo de mis bienes...” Estos inmuebles eran muy numerosos, al palacio había que añadir, en Córdoba, varias casas linderas con el palacio, ocupadas por Pedro y Francisco Jiménez Vera, unas casas tinte en Santiago, la mitad de unas tenerías (la otra mitad eran de su hermano Alonso) junto al Peso de la harina del marqués de Contadero, dos casas tienda en la calle del Potro, otra en la calle de la Feria y otra junto a la Puerta del Hierro. Además, contaba con cinco casas más: una en el Potro, otra en la collación de Santa María, otra en la calle Armas, otra en Azonaicas y la última en la calle Carreteras, más una parcela de tierra en el Marrubial.40 Es curioso que en La Rambla, donde mandó que se le dedicaran misas en prácticamente todas las iglesias y conventos, tenía también cuatro tiendas, un mesón en la plaza de la villa, diez casas y un molino de aceite. Del mismo modo contaba con un cortijo en Santaella.

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Esta capilla se estaba labrando en 1380 y había pertenecido a Pedro Díaz (JORDANO, 1996, 123-124). Allí habían recibido sepultura los padres del jurado D. Juan García Villalón (PORRAS, 2004, 616617). 39 Según V. Porras podría tratarse de algún hijo ilegítimo (PORRAS, 2004, 621). 40 Para mayor información vid.: PORRAS, 2004, 619-620. 38


Como vemos, el número de propiedades era realmente extenso, de tal modo que no es de extrañar que pudiese construir tan relevante palacio. Una vez aclaradas las singularidades del palacio, que llevaron a varios autores a considerarla fruto de la reutilización de un caserón mudéjar y probado el nombre de quien encargó la construcción del palacio a Hernán Ruiz II, pasaremos a describir buena parte de la estructura primigenia, sus partes fundamentales.

(fig. 17)

(fig. 18)

Análisis de las piezas principales del palacio

(fig. 16)

La fachada del edificio Prácticamente toda la fachada está realizada en calcarenita local, excepto el mirador superior, que es principalmente de ladrillo. 42 En 1560, fecha que aparece en una cartela de la fachada, Hernán Ruiz ya había proyectado la mayoría de sus grandes obras. 43 A pesar de que existen diferentes gradaciones en este concepto, consideramos que el tratamiento ornamental de la fachada es mucho más complicado y rico en el primer piso que en el bajo, hecho a considerar en cuanto a lo que se refiere a la adjudicación del palacio a esta categoría. 41

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La fachada del palacio es una argumentación pétrea41 impresionante de la plena madurez del insigne arquitecto cordobés (fig. 16).42 Es ella la que sirve como pauta para identificar su autoría y es el eje exterior del edificio. Sin lugar a dudas en esta espléndida obra se resumen buena parte de la estética de Hernán Ruiz II, con unos contrastes formales ciertamente atractivos. Se trata de una magnífica aproximación a lo que Chueca llamó “arquitectura suspendida” (SEBASTIÁN, 1978, 207), es decir, un tratamiento somero en el piso inferior que se complica en el inmediatamente superior.43 En primer lugar llama la atención su configuración, avanzada respecto del perímetro exterior del edificio. Adquiere así un aspecto de torre, de discurso vertical, frente a la horizontalidad del

bloque constructivo que preside. Este hecho, enfatizado por el remate superior a modo de balconada o mirador, es frecuente en las construcciones nobiliarias del siglo XVI. Son numerosos los ejemplos que ilustran este esquema. Así, en Úbeda, el palacio del Conde de Guadiana (NIETO, MORALES y CHECA, 2001, 238), en Andújar, el de los Gome de Valdivia (fig. 17), más conocido como “de los Niños de D. Gome” (CÓRCOLES de la VEGA, 1987, 93-96) o la Casa del Sol de Valladolid (NIETO, MORALES y CHECA, 2001, 236) son señeras muestras de este tipo de fachada, que forman parte de una panoplia mucho más extensa. Este afán por sobresalir del tejido urbano, de disponer un gigante que destaque sobre el caserío vecino, provoca un impacto visual importante, en un juego similar al de las torres de las iglesias, verdaderos colosos ciudadanos que presiden, a modo de testigos mudos, la propia historia de los espacios en los que se insertan. Este gigantismo intencionado se enfatiza a veces con lemas que apoyan la edilicia, es el caso del palacio de los Valdivia en An-

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(fig. 21) VAQUERIZO, D. (2001): “El sarcófago de la Puerta del Hades”, en D. VAQUERIZO (Coord.), Funus Cordubensium. Costumbres funerarias en la Córdoba romana, pags. 232-236, Córdoba.

dújar, sobre cuya puerta principal se dispone el lema: “Dominus edificat et custodiat” (fig. 18) (CÓRCOLES de la VEGA, 1987, 95). La dimensión trascendental que adquiere la construcción, evidencia el misticismo que afecta a la nueva arquitectura y a sus gestores, muy lejana del gusto intimista que caracteriza la edilicia civil mudéjar y su discreción a la hora de engastarse en la trama urbana. Esta configuración volumétrica se ve apoyada por el simbolismo que inunda la ornamentación de las fachadas, a menudo de compleja interpretación. En numerosas ocasiones, el vano de entrada a la casa marca el inicio de un espacio necesariamente custodiado, lo que no deja de ser una muestra del poder. Con frecuencia se disponen guerreros con armas, como los telamones del andujareño palacio de los Gome de Valdivia (CÓRCOLES de la VEGA, 1987, 95), el palacio de los Condes de Morata, en Zaragoza, enmarcado por las figuras de Teseo y Hércules (SEBASTIÁN, 1978, 220), los guerreros del cercano palacio cordobés de Viana (fig. 19) o los posibles militares Escipión y Alejandro Magno en el Palacio de los Páez de Castillejo, también de Córdoba, diseñado en 1540 por el propio Hernán Ruiz II (IBID, 1978, 81). En otras ocasiones, sin embargo, el tratamiento es más tenue, siendo animales psicopompos los responsables de la función protectora. Es el caso de los leones situados sobre la jamba de la puerta principal de Ori-

(fig. 19)

(fig. 20)

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ve. Estos leones, cuyas fauces sustentan unos aldabones en forma de anilla (fig. 20), cuentan con numerosos paralelos en sarcófagos romanos, donde a menudo ornan la puerta simbólica del Hades (fig. 21) (VAQUERIZO, 2001, 232-236). En la propia Córdoba, el marmóreo sarcófago del Alcázar de los Reyes cristianos es un ejemplo ilustrativo de esta trasposición de ideas (fig. 22), de esta readaptación de elementos plenamente romanos incorporados ahora a la edilicia renacentista. Estas figuras ya fueron empleadas años antes por el propio Hernán Ruiz II en el coronamiento de la torre de la cordobesa parroquia de Santa Marina (fig. 23), levantada hacia 1550 (PÉREZ CANO, 1998, 88) y en la de la iglesia de San Lorenzo, finalizada en 1555 y que constituye el primer ensayo para la solución aportada en la Giralda44 (MORALES, 1996, 16). Estas dos cabezas de león, a modo de aldabones dispuestos sobre un fondo de cuero recortado, propio del lenguaje heráldico, enmarcan una figura femenina con la mirada elevada.45 Esta representación, cuyo vestido se engancha sólo en uno de los hombros dejando un pecho al descubierto, sustenta una cinta con un lema: “Bona fides est magna virtus”, la lealtad46 es una gran virtud (fig. 24).

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(fig. 22) VAQUERIZO, D. (2001): “El sarcófago de la Puerta del Hades”, en D. VAQUERIZO (Coord.), Funus Cordubensium. Costumbres funerarias en la Córdoba romana, pags. 232-236, Córdoba.

(fig. 23)

(fig. 24)

Recordemos que tanto en un caso como en otro, Hernán Ruiz II se encargó de hacer los remates de sendas torres islámicas pertenecientes a las mezquitas sobre las que se construyeron ambos recintos sacros. 45 Recuerda en este sentido a algunas esculturas helenísticas como el Laocoonte. 46 La buena fe, también puede traducirse por lealtad. 44


(fig. 25)

(fig. 26)

(fig. 27)

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Las divisas efímeras y personales, a menudo bordadas en la ropa o grabadas en las armas, produjeron una aguda crisis en la heráldica tradicional por su fuerte incidencia, especialmente y sobre todo, en el mundo de la empresa (GARCÍA ARRANZ, 1998, 349).

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Estos lemas son frecuentes en las construcciones nobiliarias del XVI, además del ejemplo anteriormente expuesto del andujareño palacio de los Gome de Valdivia, existe otro en la misma localidad, el de los Cárdenas (fig. 25), atribuido al arquitecto Francisco del Castillo (CÓRCOLES de la VEGA, 1987, 100), que reza: “Altiora petims” (fig. 26). Estas frases, que a menudo cuentan con un carácter edificante y moral, aparecen a veces acompañando a elementos o figuras aisladas, como animales, plantas u objetos diferentes a los que contienen los escudos de sus linajes. De este modo, los emblemas se convierten en signos de identidad o indicios de la personalidad de su portador, apareciendo entre fines de la Edad Media y toda la Modernidad como frases o iniciales de reconocimiento o contraseña para su clientela.47 Volviendo a la descripción de la fachada, en la esquina aparece una esbelta columna toscana con fuste liso que sirve para comunicar el frontal con el lateral (MORALES, 1996, 103). En el frente el piso bajo se alarga sorprendentemente para disponer a occidente de la puerta adintelada, una pequeña ventana que tiene como marco una moldura. Este vano parece colgado de la cornisa y de la banda ornada de tondos que se dispone bajo ella (fig. 27).

Su posición, desplazada del eje visual, y el pequeño formato es firma personal del arquitecto. Algo más refinadas en su decoración y de dimensiones más reducidas aún, las encontramos en el llamado Patio del Mariscal en la catedral metropolitana de Sevilla (AMPLIATO, 1996, 107), elegantísimo espacio que conforma una auténtica lección de perspectiva. La primera planta de la fachada es desde luego la más rica en lo que atañe a ornamentación. Destaca el juego que contrapone los laterales Norte y Este, es decir, el frente de la Plaza de Orive y el de la calleja de los Villalones. Resulta sorprendente la búsqueda de un contraste en el que se mezclan esquemas decorativos superados en el momento de construcción de la fachada, con formas novedosas características de Hernán Ruiz II. Así, hacia el callejón de los Villalones se abre una elegante ventana enmarcada por una moldura (fig. 28). A modo de dosel, se dispone por encima de ella una cornisa construida sobre tres ménsulas, una de las cuales -la central- invade osadamente el marco de la ventana. Sobre la cornisa, se dibuja una ornamentación que visualmente alarga el vano: se trata de la trasgresión formal de un frontón. La estructura triangular de este esquema clásico es sustituida en esta ocasión por un rectángulo más pequeño, que recerca un óvalo cuya conexión con la cornisa se realiza mediante dos formas sinuosas contrapuestas. Este segundo rectángulo se remata a su vez por otra cornisa independiente de la que separa el primer piso del segundo. Sobre ésta, y rompiendo la división de plantas, Hernán Ruiz decidió diseñar un singular elemento decorativo: una concha alada. Este auténtico capricho ornamental pretende aportar una culminación al vano, aun cuando su hermético significado pueda aportar una complejidad mayor.48 La ruptura del marco que separa ambos pisos juega a resaltar la ventana y a configurarla como un elemento independiente de la propia fachada. Así, la ordenación del espacio queda rota por la disposición de

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(fig. 28)

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La concha es un elemento de gran simbolismo a lo largo de la Historia. Es el atributo de Venus, aunque también de las deidades marinas como Neptuno. En el cristianismo, puede asimilarse a la Virgen María o a la acción de bautizar, apareciendo habitualmente en las manos de San Juan Bautista (AA.VV., 2003, 351). Siempre se ha considerado como un elemento vinculable al agua, y por tanto a la purificación y a la perfección.


elementos ornamentales, que en lugar de quedar constreñidos por la rígida ordenación en altura, adquieren un logrado protagonismo propio. Esta ruptura del orden, de la simetría, se convierte en una muestra de madurez del arquitecto que elabora un universo formal y conceptual propio, distante del hermetismo que debió caracterizar su periodo de aprendizaje. La idea de sustituir el frontón por una composición volumétrica semejante pero más rica formalmente, ya fue practicada con enorme exquisitez por Hernán Ruiz en el Patio del Mariscal de la catedral hispalense (IBID., 1996, 205-208), aunque en este caso el geometrismo es el absoluto protagonista. La intención es resaltar la originalidad compositiva de la ventana, quedando aún más acentuada al disponerse sobre el muro rotundo, casi desnudo, de la planta baja (fig. 29).

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 29 y 30)

Si en este lateral, relegado en importancia frente a la supremacía de la fachada de la Plaza de Orive, se muestra el auténtico sello de un arquitecto como Hernán Ruiz II, el primer piso de la fachada principal se nos antoja muy lejano de la aparente simplicidad y el geometrismo del cordobés. En esta ocasión, parece disponerse un homenaje a la generación anterior (fig. 30), a su propio padre Hernán Ruiz I y como veremos, a algunos elementos simbólicos propios del humanismo. En el inmediato Palacio de los Luna, que preside la Plaza de San Andrés, el primero de

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(fig. 32)

la saga de los afamados arquitectos cordobeses dispuso sobre las jambas de la puerta (fig. 31) el precedente inmediato de los motivos que vemos en el Palacio de Orive o de los Villalones. Hernán Ruiz padre diseñó esta portada en 1544, inspirándose en algunos motivos recogidos en el Codex Escurialensis. Las jambas de la ventana central del palacio de los Villalones están decoradas con iconos superpuestos en los que destacan las máscaras y los elementos propios de la panoplia guerrera clásica (fig. 32). Estas características ornamentales ya podían ser consideradas anacrónicas en 1560, fecha que aparece en una inscripción de la fachada. Este tipo de motivos guerreros son frecuentes en palacios del centro de la Península como el de los Mendoza en Guadalajara, o el abulense de Polentinos, atribuido a la escuela de Zarza, que incorpora armaduras y yelmos cruzados (CHUECA, 1953, fig. 97). También en la fachada de la Universidad de Salamanca, acabada hacia 1529, se disponen armaduras y arreos militares (IBID., 1953, 98), o en la Casa del Sol de Valladolid, del año 1540. Mucho más próximo geográfica y temporalmente son los ornamentos pétreos del Ayuntamiento de Sevilla, construido a partir de 1527 y debido en buena medida a Diego de Riaño

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(fig. 31)


(IBID., 1953, 190). El consistorio hispalense tardó mucho en culminarse y aunque hoy en día está muy transformado, es posible encontrar motivos decorativos semejantes a los que ornan el primer piso del palacio cordobés de Orive. El edificio sevillano pudo servir también de inspiración para la decoración de las jambas de Orive, ya que, aparte de la similitud formal, está atestiguada la participación de Hernán Ruiz II, al menos en la compleja cúpula de la escalera (IBID., 1953, 194). A través de un estudio pormenorizado previo a la documentación fotogramétrica de la fachada, hemos podido recoger datos que nos indican claramente la participación de, al menos, dos canteros en la fachada (fig. 33). Este detalle es especialmente perceptible en las jambas decoradas de la ventana del primer piso.49 En ellas puede advertirse que la jamba oriental muestra una mayor soltura en la interpretación de los dibujos, de tal forma que el resultado es de una gran calidad, con un realismo importante. Por el contrario, la jamba opuesta incorpora unos detalles ciertamente toscos, perceptibles, en especial, en los putti dispuestos de manera heráldica a ambos lados de una columnita, y en la armadura (fig. 34). Este hecho parece indicar que el lateral más tosco, es decir, el occidental, debe ser producto de una restauración barroca, ya que el resto de la decoración muestra una elevada calidad

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 33 y 34)

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La diferencia de calidad en la obra de ambos canteros es muy evidente, sobre todo en lo que se refiere a la ejecución de los relieves, observándose unos motivos muy toscos frente a otros en los que se aprecia una interpretación del dibujo de alta calidad.

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y una soltura propia del quinientos. Además de estas características estilísticas, los aparejos pétreos de la fachada inmediatos a las respectivas jambas son diferentes, tanto en su despiece50 como en la variedad de calcarenita empleada en su construcción.51 Del mismo modo, sabemos por el estudio paramental de la habitación interior, que el lateral occidental no es un muro pétreo propiamente dicho, con cara a ambos lados (interior y exterior), sino que se configura como un simple forro de piedra que hacia el interior es de ladrillo y tapial, en contraposición a la cara externa, que sí es un muro de sillería. En la jamba oriental existen armaduras, cartelas, máscaras, una lechuza y parejas de putti cruzados en forma de aspa. En la oriental también hay armaduras y máscaras, una calabaza atada a un cayado, y otra pareja de amorcillos en posición heráldica y simétrica respecto al centro conformado por una columna. Las medias columnas a modo de pilastras que sostienen el frontón cerrado, son corintias y estriadas, con cabezas de leones de las que penden guirnaldas de frutos en la oriental y cabezas con grandes mofletes de las que cuelgan motivos similares a los del lado opuesto (fig. 37). Tanto en los laterales como en el remate del frontón se disponen formas pseudocilíndricas que se asemejan a jarrones o más bien a faroles,52 presentes también en la fachada de la vecina iglesia de San Pedro (fig. 38), iniciada en 1542 y que también se debe a Hernán Ruiz II (AMPLIATO, 1996, 150).

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DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 37 y 38)

El módulo del aparejo claramente renacentista, el oriental, es de mayor tamaño y muestra una uniformidad en su ritmo a soga y tizón y en el tipo de calcarenita empleado (fig. 35). En el lateral occidental, las hiladas son más estrechas y no cuentan con un ritmo uniforme (fig. 36). 51 Nos referimos a la existencia de una calcarenita más porosa, quizás del tipo lumaquella, con variedades cromáticas más heterogéneas que van desde el amarillo ocre al rosado. 52 Existen en la obra de Hernán Ruiz II estos elementos pétreos que se configuran como lámparas o grandes faroles. Puede apreciarse esta idea en el convento de Santo Domingo de Sanlúcar de Barrameda (AMPLIATO, 1996, 53), o en proyectos como el de una fachada de su manuscrito de arquitectura (MORALES, 1996, 154). 50


Otro aspecto interesante observado en este estudio es la existencia de restos de pigmentación en los fondos de algunos motivos.56 Esta pintura, apreciable también en algunos elementos del interior,57 es de color rojo y amarillo principalmente, mientras que hay algunos puntos donde puede intuirse la existencia de zonas pintadas en azul claro. Creemos que estas aplicaciones cromáticas fueron consecuencia de las reformas barrocas que apuntábamos, periodo en el que el color cobra un protagonismo en los exteriores que con antelación no había adquirido. DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 39, 40 y 41)

En este lateral puede observarse una cruz bajo la cual se dispone la fecha de 1920, referida a las reformas realizadas a principios del siglo XX por D. Gregorio García. 54 Este mirador muestra ciertas particularidades que nos han llevado a pensar que podría tratarse de un añadido o coronamiento posterior al resto de la fachada, aunque no hemos encontrado prueba fehaciente que lo demuestre. 55 Estos relieves con espirales también los repite el arquitecto cordobés en la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes de Villamartín (Cádiz), (MORALES, 1996, 69), en la portada del convento de San Agustín de Sevilla (IBID., 1996, 89) y en la fachada de la Antigua Casa de Cuentas de la Catedral hispalense (IBID., 1996, 39). 53

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El último piso está conformado por un mirador que muestra dos caras, como el resto de la fachada. En la oriental, es decir, la que abre al callejón de los Villalones sólo tiene dos arcos sujetos por una columna central.53 Hacia la fachada principal se disponen, sin embargo, tres arcos carpaneles apoyados en dos columnas con capiteles de estilo genovés. Llama la atención que este cuerpo está construido preferentemente en ladrillo, aunque los elementos arquitectónicos se labraron en piedra.54 Una de las piezas principales son los pretiles que actúan como barandas de estas arcadas (fig. 39). En esta ocasión Hernán Ruiz II repitió un motivo también presente en la vecina iglesia de San Pedro (MORALES, 1996, 11),55 auténtica “catedral” de la Axerquía cordobesa. Se trata de la base con elementos espirales sobre la que se dispone el segundo cuerpo de la fachada, precisamente aquel que sirve de gran peana a la imagen de San Pedro (fig. 40). Más motivos interesantes de la fachada, deudores de otros presentes en el ámbito de actuación del segundo de los Hernán Ruiz, son las “olas” (fig. 41), que aparecen también en el exterior de la capilla Real de la Metropolita Catedral Hispalense. No cabe duda que el Palacio de Orive, a nivel ornamental, es una magnífica síntesis de la carrera del maestro.

Si todo lo desarrollado hasta el momento nos aproxima a la descripción formal y ornamental de la fachada, con algunas incursiones en el plano de su evolución histórica, podemos incluso intentar hacer una lectura más profunda y simbólica de la misma, ya que parece claro que las reformas barrocas no alteraron sustancialmente su fisonomía ni apariencia,58 sino que, a nuestro parecer, estuvieron configuradas como una recomposición o restauración historicista que tan sólo transgredió la fachada a nivel cromático.59 En este sentido los estudios sobre el Renacimiento hace años que dejaron de restringirse a las apariencias formales para adentrarse en el riquísimo mundo simbólico que inundaba los ambientes humanistas. De hecho, los motivos característicos del quinientos hispano -los grutescos- a pesar de su apariencia simple y exclusivamente ornamental, hoy en día sabemos que no están compuestos por un número ilimitado de imágenes y tipos iconográficos, gestados a capricho y fantasía de un artista. Al contrario, la práctica totalidad de las creaciones grutescas reiteran constantemente un número definido de iconogramas, cuya presencia se observa en obras pertenecientes a ámbitos geográficos, cronológicos y tipológicos diferentes, aunque generalmente dentro del arte

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En la propia Córdoba, la policromía de la Plaza de la Corredera, felizmente recuperada en los últimos años, así como la fachada de la ermita del Socorro o la del palacio del Vizconde de Miranda son claros ejemplos de esta práctica. 57 Nos referimos en concreto a algunas de las columnas del patio principal y que deben responder a una aplicación de color propia del Barroco. 58 Tal es así que hasta el momento no se había percibido la desigualdad entre ambos laterales, de tal modo que en apariencia y sin las fotografías de detalle que hemos realizado y el análisis paramental interno, habría sido realmente complicado apreciar estas diferencias. 59 Este cromatismo debió ser eliminado ya en el siglo XX quedando tan sólo pequeños restos inapreciables desde el suelo. 56


Es muy frecuente que la descripción de los motivos de las fachadas, sobre todo civiles, se circunscriba a su apariencia, sin profundizar en la carga simbólica con la que cuentan, tanto muchos de los elementos ornamentales, como los lemas. 61 Valga como muestra su intervención en el antiguo alminar de la mezquita mayor almohade de Sevilla, “bautizada” como Giralda, merced a su magnífica aportación, y convertida en auténtico faro de la cristiandad. 62 “El animal simbólico de la diosa es la lechuza, que por vivir de noche puede simbolizar la inteligencia que disipa las tinieblas. Como inventora del barco, la brida y el trabajo de la lana, e introductora del cultivo del olivo. El neoplatonismo la asoció igualmente con la paz y la sabiduría, como complemento de la diosa Venus. La diosa ayudó en la creación de la nave Argos, cuyo objetivo era la captura del vellocino de oro, símbolo de la perfección espiritual” (GARCÍA ÁLVAREZ, 2001, 135). 60

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renacentista europeo. El grutesco supone así, en su percepción profunda, un testimonio plástico de la dualidad escindida característica de las aspiraciones de la cultura renacentista (GARCÍA ÁLVAREZ, 2001, 279). Si ello ocurre exclusivamente con los grutescos, el resto de emblemas e iconos, que no motivos, reflejados en forma de lenguaje pétreo en la fachada del palacio de los Villalones, deberían tener también en teoría otro significado no aparente. De hecho, es frecuente que las fachadas de los palacios renacentistas se conviertan en auténticos símbolos, con lecturas profundas ciertamente complejas que merecen una atención y estudio especial.60 Uno de los más importantes maestros de la conversión de las formas en símbolos fue, sin lugar a dudas, Hernán Ruiz II.61 Así, la figura femenina que corona la puerta principal, enfatizada por su divisa “Bona fides est magna virtus”, deja claro que se trata de una representación de la lealtad, que suele aparecer en el Renacimiento como una mujer vestida de blanco que descubre el pecho, mostrándonos así el corazón. La lealtad es la correspondencia del ánimo con las palabras y las acciones, con el fin de que demos fe a lo que se dice o se hace (RIPA, 1987, 14). Ciertamente la representación de la lealtad enmarcada por los leones con aldabas que custodian la puerta del Hades parece indicarnos que ésta es la virtud principal que puede acercarnos a otra dimensión, muy posiblemente la dimensión del conocimiento, para lo que es necesario un viaje, representado en la calabaza atada al callado de la jamba occidental del primer piso, que tiene su pendant en la jamba opuesta, donde se aparece curiosamente la lechuza, símbolo de Atenea,62 diosa de la sabiduría. Parece, por tanto, que Hernán Ruiz II quiso dejar un hermético mensaje en la fachada: la lealtad es la llave que abre las puertas del largo camino que

conduce a la sabiduría. Dentro del contexto del Renacimiento, en el que la investigación científica y el humanismo chocaba frontalmente con el tamiz religioso y con la acción de muchos tribunales inquisitoriales (ALCALÁ, 1984, 292-303), la lealtad mantenida entre algunas castas intelectuales debió ser crucial para su supervivencia. Este concepto humanista de sabiduría quedó incluso más enfatizado por la presencia explícita del término virtus.63 La virtus es algo que el hombre debe conquistar con sus estudios, el tiempo no perdido en este estudio es como la persona se manifiesta en su divinidad (PRIETO, 1998, 23). En este sentido, no hemos de soslayar que la fachada del palacio de Orive es un ejemplo, quizás algo matizado, de arquitectura suspendida, cuyo exponente más claro es la fachada de la Universidad de Salamanca, templo renacentista por excelencia de la sabiduría. Las concomitancias conceptuales llegan a tal juego de sutilezas, que el doble vano de la portada salmantina se traduce también en Córdoba en un doble vano en el zaguán de entrada del palacio cordobés. Esta dicotomía, enfatizada en Salamanca por una simbología ciertamente compleja, lleva a interpretarlo como el “Palacio de la Virtud y del Vicio”64 (SEBASTIÁN, 1978, 207-215). Así, una puerta simboliza el bien65 y la otra el mal,66 ésta última materializada en la famosa calavera sobre la que se dispone una rana (IBID., 1978, 207-208). La brillante lección salmantina del humanismo español del siglo XVI se debe al cordobés Hernán Pérez de Oliva (IBID., 1978, 215), que como recordaremos, no sólo fue rector de la Universidad salmantina, sino que además, según la tradición, tuvo la casa de su familia a unos metros del palacio de Orive,67 y al que el padre de Hernán Ruiz pudo conocer.

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La virtud fue una de las características del Humanismo (SEBASTIÁN, 1978, 223). 64 Esta interpretación está basada en los proyectos de Filarete, en concreto en el descrito en su tratado en el libro XVIII, donde llegó a proyectar teóricamente la llamada Casa de la Virtud y del Vicio, que no era otra cosa que la transposición a formas volumétricos de aquello que suponía la primera concepción simbólica de la universidad humanista (SEBASTIÁN, 1978, 203). La vinculación de Hernán Ruiz con los proyectos de Filarete ya fue planteada con relación al Hospital de la Sangre de Sevilla (MORALES, 1996, 105, nota 5), actual sede del Parlamento de Andalucía. 65 Esta puerta se llamaría puerta Areti y tras ella se dispondría una escalera que simbolizaría el esfuerzo con gozo (labor cum gaudio) (SEBASTIÁN, 1978, 203). 66 Esta segunda puerta recibiría el nombre de puerta Chachia a través de la cual se llegaría a una fácil y suave rampa, que simbolizaría el placer con tristeza (voluptas cum tristitia) (SEBASTIÁN, 1978, 203). 67 Esta casa debió ocupar el espacio de la casa de los Luna. 63


Estas piezas fueron habitualmente empleadas en la arquitectura renacentista. 69 “La diosa grecorromana del amor ocupa una posición privilegiada en el sistema neoplatónico enunciado por Ficino y Pico, derivada de la importancia capital del concepto de amor que se encuentra bajo su advocación (GARCÍA ÁLVAREZ, 2001, 124). Otro de los episodios fundamentales, asimilado por el pensamiento neoplatónico, es el del nacimiento de Venus. Aparte de la la trascendencia de este pasaje para el sistema cosmológico de Ficino, este relato mitológico permitía entre otros aspectos dignificar los seres y objetos conectados con el relato, y asignarles profundos significados simbólicos (entre ellos destaca la concha venera) (IBID., 2001, 125). 70 De hecho el tema del amor será uno de los estímulos más poderosos del hombre renacentista, estando presente en numerosas obras del primer tercio del siglo XVI en España (SEBASTIÁN, 1978, 194-197). 71 Muchas opiniones acuñadas por el florentino Marsilio Ficino sobre la virtud de la imagen visual derivan a su vez de algunos otros autores neoplatónicos como Plotino y Yámblico (GOMBRICH, 1983, 275). 68

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Las concomitancias con el frontal salmantino son tan destacables, que incluso las veneras68 aparecen en varias ocasiones en la fachada del palacio cordobés. En la ventana que mira a la actual calle Villalones esta pieza, incluso fue dotada de alas, en un capricho ornamental o en la idea de cargarla de un simbolismo más acentuado, más elevado. La venera es el símbolo de Venus,69 de donde nació. Venus es la encarnación de la Belleza y del Amor,70 que en el lenguaje neoplatónico, y al decir de Ficino,71 es el don de la Venus celestial, el deseo de la Belleza divina y el ardor por el Bien, en definitiva es el concepto y esencia de Dios (GOMBRICH, 1983, 272). De este modo, el símbolo visual no es un símbolo convencional, sino que queda íntimamente unido a sus correspondencias con la esencia supracelestial que encarna (IBID., 1983, 274), o lo que es lo mismo, la acción y consecuencia de las imágenes sobre nuestro espíritu puede considerarse una prueba válida del efecto mágico que nos producen (IBID., 1983, 276). Esta propuesta de lectura profunda de la fachada debió ser totalmente hermética para buena parte de los cordobeses, quedando sólo al amparo de algunas élites muy instruidas, cuando no, al exclusivo conocimiento de comitente y arquitecto. La riqueza simbólica de la fachada de la casa de los Villalones guarda aún hoy numerosos enigmas, como los personajes tocados con gorros “orientales” de la parte superior de las jambas del primer piso o los motivos en forma de olas que inician el primer piso. Un universo formal e interpretativo en el que tan sólo hemos querido proponer un ensayo, aun cuando, estamos seguros que la combinación de elementos, nada casual, tienen una interpretación más compleja.

El zaguán de entrada Constituye una pieza esencial para ordenar el tránsito en el edificio. Se trata del cuerpo inferior de la fachada, que queda abierto a modo de distribuidor. Si hacia la fachada el edificio tuvo una sola puerta adintelada, hacia el interior se dividió en dos, gemelas y con arcos carpaneles (fig. 42). Hoy en día este espacio está parcialmente transformado, sobre todo por la disposición de la escalera, hecho que creemos tiene lugar como consecuencia de las reformas del siglo XVIII. Antes de esta reforma el vano oriental, es decir, el de la izquierda daba directamente al patio principal aunque estuvo cerrado mediante una puerta, ya que la decoración del arco es sólo exterior. Hacia el interior contó, por tanto, con un portón, que impedía la visión del patio principal, zona privada de la casa. El otro vano, que en ángulo desde la puerta de la fachada da al patio de caballerías, está constituido por un arco de doble cara. Esto significa que no tuvo puerta originalmente, aunque pudo contar con algún tipo de cancel. En cualquier caso esta zona está muy alterada en la actualidad debido a la disposición de la escalera antes mencionada, de dos canceles fechados en 1921 y de algunas reparaciones barrocas. Es probable que los tondos situados en las enjutas del arco Oeste, hacia el propio zaguán sean fruto de alguna de estas restauraciones, debido a la diferente estructura y al movimiento de su esquema.72

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(fig. 43)

(fig. 42)

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Se trata de unas cintas entrelazadas en la cara del zaguán, mientras que la opuesta, la del patio de caballerías es totalmente diferente y mucho más similar al del arco oriental del zaguán.


Cuando se picó para su posterior enfoscado se observó que todo él era de ladrillo macizo, muy similar a los aparejos existentes en la crujía Sur del patio principal. 74 Para ello sería necesario que el muro sustituido en el siglo XVIII, es decir, el actual, en origen tuviese un portón, así, conforme llegaba el señor a caballo, éste, se pasaba a la cuadra desde el propio zaguán, e igualmente estaría completamente disponible en el caso de salir a la calle. 75 “El escudo tiene en el primer campo, sobre fondo de oro, un pino al natural. En el segundo un pino natural con un lebrel atado al tronco por una cadena de hierro (sable). El tercer cuartel, en campo de plata siete franjas de sable. Toda la bordadura general, que enmarca los tres cuarteles, de azur cargada de 8 estrellas de oro, cada una de ellas con 16 puntas. Al timbre yelmo de hidalgo” (PORRAS, 2004, 584). 73

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Del mismo modo, existe una habitación al Oeste que hacia el exterior cuenta con una pequeña ventana. Ni la reja (fig. 43) ni el muro son originales, la primera de principios del siglo XX y el segundo posiblemente de la segunda mitad del siglo XVIII.73 No obstante, el muro debió ser rehecho entero sobre la base o cimiento de otro antiguo, y posiblemente original, ya que tiene toda la lógica constructiva que así fuese. En cualquier caso el muro, servía para dividir el zaguán, creando un espacio tras este vano y la pequeña reja. Podría tratarse de la antigua portería que en el siglo XVI estuvo igualmente separada del zaguán por la disposición de la torre, cuyos apoyos tuvieron que situarse aproximadamente donde se encuentra este muro. En estas porterías solía haber criados que se encargaban de estar pendientes de quien entraba a la casa o si el señor llegaba a caballo o con silla para atenderlo convenientemente. También la cuadra debió estar en este piso bajo, aunque desconocemos si en la zona de fachada o hacia el interior. Estas cuadras solían tener ventanas a una cierta altura, algo que se observa en este espacio hacia la fachada y hacia el patio de caballerías. Su función era la de airear la cuadra, detalle que se observa con claridad en las caballerizas reales de la propia ciudad, por lo que no sería descabellado pensar que este espacio dedicado a portería con posterioridad, originalmente constituyese el lugar apropiado para el o los caballos.74 Este zaguán tiene un artesonado de madera, con algunas reparaciones. No sabemos en qué punto se disponían los escudos de la familia cuando en 1699, con motivo de las pruebas para acceder a caballero de Alcántara de D. Alonso de Orive y Villalón, se copia el escudo de los Villalones75 existente en el zaguán (PORRAS, 2004, 584). Este escudo posiblemente estuviese pintado en alguna de las paredes, lo que explicaría que hoy no se conserve, ya que los paramentos se limpiaron a principios del siglo XX.

El patio principal

En planta el patio dibuja un rombo alargado por su vértice noroeste, manteniéndose en la actualidad tal y como fue diseñado en el siglo XVI. Sin embargo, el alzado del patio está transformado. Originalmente estuvo conformado por cuatro arcos en dos de sus lados76 y cinco en los otros dos.77 Hoy en día uno de sus laterales, el ubicado al Sur, no cuenta con arcos sino que se nos ofrece como una crujía opaca con tres vanos de medio punto en la planta inferior y otros tres arquitrabados en la superior. Este lateral del patio fue transformado en la segunda mitad del siglo XVIII, dotándolo de un aspecto más opaco. Durante las labores de excavación arqueológica del interior se detectaron los pies de apoyo de las columnas que originalmente cerraban por este lateral, en concreto los correspondientes a cuatro arcos originales. Por tanto, hasta el siglo XVIII el patio estuvo circundado completamente por arcos sustentados mediante columnas. Todo el patio excepto este lateral transformado está compuesto por arcadas de medio punto ligeramente peraltadas en la planta baja y arcos carpaneles en la segunda, todos ellos realizados en ladrillo. Las columnas inferiores están soportadas por basas apoyadas directamente sobre el suelo, mientras que las superiores lo hacen por basas y plintos. Hoy en día los plintos están cosidos mediante un pretil de ladrillo y unas vidrieras (fig. 44), añadidos que obedecen a la restauración realizada en 1920.78 Originalmente las galerías superiores debieron estar circundadas tan sólo por barandas de hierro forjado a modo de pretiles. Estas transformaciones nos aportan una visión menos elegante del patio, que en su día ofreció una imagen completamente transparente, en la que el ritmo de las arcadas y la perspectiva cobraban especial protagonismo.

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(fig. 44)

Laterales Sur y Oeste. Laterales Norte y Este. 78 Así queda reflejado en los papeles de D. Gregorio García. 76 77


(fig. 47)

Posiblemente se trate de mármol de Carrara. 84 Este tipo de columnas está inspirado en las realizadas por Antonio María Aprile de Carona a partir de 1532 para el palacio de Juan de Almanza en Sevilla (OLIVA, 1993, 247). 85 Se trata de una variedad de grano muy fino con escasos fósiles. 86 La calcarenita, por su escasa cohesión y su permeabilidad es extremadamente débil para este tipo de elementos sustentantes, por lo que fue necesario que se engrosaran para aguantar el peso de la galería. 87 Algunas de estas columnas muestran reparaciones antiguas e incluso huellas de los calzos de madera que se emplearon en su construcción. 88 Las columnas no se arriostraron, es decir, no se hizo una cimentación corrida para todas ellas. Muy al contrario, cada una de estas columnas se dispuso sobre un único apoyo a modo de sillar o laja de calcarenita, que en principio fue suficiente para mantener el patio. No obstante, los movimientos telúricos y la remoción de la tierra que cohesionaba las cimentaciones para disponer algunas canalizaciones de desagüe, provocaron la rotura de algunos de estos apoyos, lo que hizo que toda la estructura sufriese graves patologías. 83

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 45 y 46) En la mayoría de las ocasiones suele tratarse de capiteles de mármol blanco que proceden de construcciones de la propia ciudad. 80 Todos los fustes son lisos, por lo que no cuentan con elementos formales o estilísticos claros que nos indiquen su cronología. 81 Aparentemente este mármol blanco se aproxima en su aspecto al de Carrara, aunque sabemos que existen variedades marmóreas en el sudeste andaluz que guardan gran similitud aparente con el mármol italiano. 82 Este mármol se corresponde con la columna del ángulo noroccidental del patio, que sabemos fue sustituida por D. Gregorio García en la tercera década del siglo XX.

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El eje de acceso al patio es el vértice mayor del rombo que configura su planta, lo que provoca un efecto de perspectiva que alarga el patio (fig. 45). Este aspecto entronca con el palacio de Viana en el eje visual (fig. 46), y con muchas otras obras coetáneas que buscan estos efectos esquinados, pero que también sirven para salvaguardar la intimidad de los habitantes de la casa al no estar centrado el patio respecto al eje de la fachada.. En cuanto a las columnas, hecho que ha servido para plantear o afirmar el aprovechamiento de un palacio anterior, la cuestión es compleja. Por un lado, es frecuente la reutilización de materiales heterogéneos en los palacios mudéjares de Córdoba, especialmente con anterioridad a mediados del siglo XV. Estos elementos arquitectónicos proceden mayoritariamente de construcciones romanas, visigodas y omeyas.79 Sin embargo, en Orive no hay ni un solo capitel anterior en cronología al Renacimiento. Los fustes, aunque no son homogéneos, tampoco tienen por qué ser reciclados. No obstante, en esta ocasión es mucho más difícil

comprobar tal hecho.80 Los hay de mármol blanco,81 caliza nodulosa violácea local, calcarenita, mármol veteado gris82 e incluso granito, material escasamente empleado en Córdoba. La esquina Nordeste del patio está formada por mármol blanco83 de fustes estilizados y basas de estilo genovés (fig. 47).84 Creemos que podrían ser parte de la idea original, aunque no llegara a culminarse. Ese hecho pudo provocar una experimentación o una idea de acabar el patio con materiales diversos, hasta que finalmente se llegó al resultado de unas débiles columnas de calcarenita,85 un tanto desproporcionadas, que dieron bastantes problemas.86 Otra posibilidad es que algunas de las columnas fuesen sustituidas a lo largo del tiempo. Al menos tenemos constatado este proceso en la columna del ángulo noroeste, junto a la actual escalera, ya en el siglo XX, tal y como nos trasmitió D. Gregorio García (vid. infra). En cualquier caso, la debilidad de las columnas de calcarenita,87 combinada con una cimentación poco consistente,88 produjo

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DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 48 y 49)

Muy probablemente el excesivo deterioro del ala meridional del patio fue lo que hizo que se determinase derribar este lateral y reconstruirlo a principios del siglo XX. 90 Hoy en día estos aparejos de ladrillo están ocultos por pintura tras la restauración desarrollada recientemente. 91 Una parte del palacio fue vendida en 1710 por los Marqueses de Almunia, herederos de los Fernández de Córdoba, al obispo Siuri para la fundación del Hospital de San Jacinto (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 196-198) 92 La culminación del proyecto no lo transgredió en planta y aspecto general, aunque sí en materiales. 89

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una inestabilidad estructural al patio (fig. 48), que ha logrado llegar a nuestros días, aunque fuese reparado en los siglos XVIII y XX.89 Excepto estos materiales pétreos y la cornisa que separa el piso bajo de la primera planta, lo demás está realizado con ladrillo (fig. 49).90 Los arcos inferiores y superiores están enmarcados por alfices y la moldura de coronamiento del primer piso también está realizada con piezas cerámicas que desarrollan un juego de contraluces mediante dos líneas trocadas de dentículos de frente curvo. El juego arquitectónico es similar al de otro patio conservado en Córdoba, nos referimos al que en la actualidad pertenece al Hospital de San Jacinto, aunque en origen fue del palacio de los Fernández de Córdoba,91 conocida como Casa del Bailío (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 196). Otro ejemplo similar en la propia Córdoba es el actual patio de la Delegación Provincial de Cultura que conformó uno de los claustros del convento de los Dominicos, debido posiblemente a Juan de Ochoa (IBID., 2003, 167). Por tanto, el patio principal, aunque reformado y restaurado tanto en el siglo XVIII como a principios del siglo XX, es una pieza original del siglo XVI que no aprovecha ninguna casa anterior, como mucho, cabría pensar que para su culminación debieron transcurrir años.92 De hecho, lo que se ha localizado en las excavaciones practicadas con motivo de su restauración, han sido

algunas de las estructuras correspondientes a las casas tinte (fig. 50) que ocupaban el solar hasta la construcción del palacio93 y que también pertenecieron a los Villalones.94 Del mismo modo, tanto las evidencias bajomedievales cristianas como las islámicas, que aunque más escasas que en el huerto también aparecen en el patio, muestran que las plantas de los edificios anteriores son muy diferentes a la del patio del XVI. De ello podemos deducir, sin temor a errar, que el patio principal fue diseñado y dispuesto, ex novo, en la segunda mitad del siglo XVI, sin tener ninguna deuda, ni formal ni en planta, de estructuras anteriores.

(fig. 50)

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El patio de caballerías o de recibo El patio de caballerías,95 tal y como hoy lo conocemos, no coincide con lo que originalmente se diseñó para la propia casa. Si observamos con detenimiento los paramentos pétreos que lo enmarcan por tres de sus lados, las diferentes molduras de las pilastras en las que descansan los arcos, el tipo de piedra empleada en las columnas y los arranques de los arcos, a modo de cimacios, se puede apreciar una morfología de detalle, distinta a la de los mismos elementos del patio principal. Difícilmente podríamos intentar aproximarnos al aspecto original de este espacio, ya que la alteración provocada por las sucesivas obras de reforma,

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Se trata de bases de planta circular que servían para soportar depósitos para agua fría y caliente con los tintes disueltos. En ellos se iba introduciendo la lana para que adquiriese el color deseado. Los antecesores del jurado Juan García Villalón fueron tintoreros de profesión, tal y como queda reflejado en la Historia de Córdoba de Maraver y Alfaro. Así, el 23 de Marzo de 1508 Juan García de Villalón, trapero vecino de San Andrés otorgó testamento. Del mismo modo, el 9 de Marzo de 1516, en una sentencia de los Inquisidores de Córdoba, se hace referencia a unas “casas de Juan García, trapero”, que eran “linderas” con las de Pedro Sillero, situadas en la calle Carretas, y con las del monasterio de San Pablo. Este patio no recibió ningún nombre a lo largo de la Historia, o por lo menos no lo conocemos. Se trata de un patio secundario en el que se conservaban aldabas para atar caballos en el muro Sur. Es por ello que hemos decidido ponerle el nombre de patio de caballerías.


(fig. 51) En este patio las actuaciones fueron muy someras, debido a que la mayoría de los aparejos eran pétreos. Además, el patio es original de la casa, aunque creemos que es ligeramente posterior al patio principal y a la fachada. Así parece evidenciarlo las arcadas de medio punto y la morfología de los capiteles que guarda cierta similitud con otros de la Plaza de la Corredera. Es por ello que pensamos que este patio se culminó en su configuración actual ya en el siglo XVII. 97 Tan sólo son visibles en los marcos de las ventanas existentes en el lateral Oeste. En este caso, sin embargo, se trata tan sólo de marcos, es decir, no se configuran como paramentos pétreos continuos. 98 El actual punto de comunicación entre el patio principal y el de caballerías es una puerta abierta tras la disposición de la escalera en el siglo XVIII. Es justo el arco carpanel por el que se alcanza en la actualidad la escalera el que antaño fue el único acceso al patio principal, existiendo tan sólo alguna ventana original en el piso bajo que puede comprobarse por su aspecto abocinado y recercado pétreo en el patio principal. 99 En el cuerpo Sur del patio de caballerías hemos comprobado la presencia de una antigua puerta, posiblemente original, convertida con posterioridad en ventana. No obstante, hacia este lado se disponían habitaciones de servicio de tal modo que es más que lógica la presencia de puertas en planta baja para que el personal adscrito a la misma pudiese entrar en estas zonas menos nobles. 96

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han dejado tan escasa huella en los paramentos próximos (fig. 51), que se nos hace realmente complejo imaginarnos su impronta primitiva si no lo hacemos de manera amplia, a modo de hipótesis.96 Lo que nos queda claro es que su configuración no fue la de una doble arquería en ambas alturas por los laterales Este y Norte. Esta plasmación material es consecuencia del devenir histórico del propio edificio que nos ha sido legado transformado en varios aspectos. Es precisamente este patio, junto con la ubicación original de la escalera los lugares más complejos de analizar. Los paramentos pétreos, casi inexistentes en el patio principal en todo su derredor,97 donde se combinan con las tongadas de ladrillo, parece indicarnos una fisonomía diferente e incluso distinto concepto espacial para ambos patios. Estos espacios abiertos suelen estar comunicados a nivel visual sólo en altura en el siglo XVI.98 En efecto, es frecuente la opacidad de estos patios secundarios o de servicio en la planta baja,99 lo que permite una total privacidad, frente a la permeabilidad visual existente en altura en el punto de unión con el patio principal, que actúa como mirador. Esta opacidad otorga un concepto de espacio semipúblico a estos patios, pero permite que el habitante de la casa pueda asomarse desde el patio principal, completamente abierto, para interesarse por la persona recién llegada. Existen numerosos ejemplos de este esquema, para no cansar al lector citaremos tan sólo el del palacio de los Valdivia en Andújar o el de los Almanza en Sevilla

(fig. 52)

(OLIVA, 1993, 373). Estos patios secundarios, por tanto, actúan como recibidores, contando con un esquema arquitectónico más próximo al de las fachadas que al de los patios abiertos o principales. Quizás sea ésta la causa de un cuidado despiece pétreo en el piso bajo, con molduras que enmarcan algunas de las ventanas y en otros casos llegan a cubrir con cierta continuidad un testero completo. Este cuidado parece indicar que originalmente estos aparejos estuvieron a la intemperie, sin techar, y que incluso algunos de sus caras, en concreto la Norte, se tuviese que reparar en varias ocasiones. A pesar de ello, muestra mayor deterioro que otras zonas como consecuencia de la disolución de la calcarenita.100 La construcción de las arcadas (fig. 52) debió ser, por tanto, consecuencia de una reforma posterior, aunque la fidelidad aparente en los elementos arquitectónicos a las formas propias del Renacimiento101 nos llevan a pensar que se produjeron pocos años más tarde de la culminación del edificio. Quizás ya en el siglo XVII.102 Es así como un espacio realmente simple y austero se convierte

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Encontramos igualmente algunas variedades de calcarenita de tono rosado, más porosas y de menor calidad que las empleadas en otras zonas del palacio, claramente enmarcadas en el siglo XVI. 101 Existe también una diferencia clara respecto al patio principal ya que los arcos de la galería superior del patio de caballerías son de medio punto frente a los carpaneles del patio principal. 102 En la propia plaza de la Corredera, cuya construcción fue promovida por el corregidor Ronquillo Briceño en 1683 (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 168), se observan capiteles en el arco occidental muy similares a los de las columnas de este patio. 100


en un auténtico patio con corredores altos y bajos en los laterales Norte y Este. A modo de resumen, creemos que los paramentos pétreos de este patio constituyen en buena medida elementos originales, aunque no así las arcadas del patio, generadas probablemente en el siglo XVII, cuando el palacio pudo ampliarse hacia el Oeste. Este costado ha sido en el inmueble que analizamos el que tradicionalmente fue destinado a servicio. En este sentido, no podemos olvidar que el desarrollo de los carruajes, siguiendo la moda italiana, se produce a partir de finales del siglo XVI (OLIVA, 1993, 262). La sustitución de las tradicionales sillas de mano en el Barroco obligaría en muchos casos a la transformación de las zonas de servicio de los palacios, adaptándolas a los nuevos tiempos y necesidades. Consideramos, de hecho, que debió ser en este momento cuando se construyó una nueva puerta a la fachada, la del cuerpo Oeste, que incorpora ya en la base de los muros, los típicos mojones que los protegen de la acción de las ruedas.

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En la esquina suroeste del piso alto del patio principal hay una columna renacentista embutida en un muro, elemento que no se repite en una posición similar dentro del mismo patio. Tan sólo en otro lateral, el Oeste, aparece de nuevo un capitel embutido en la pared que parece, de nuevo, reutilizado o ubicado en esta posición en un momento posterior al siglo XVI. Ambos elementos, singulares como decíamos en el resto del patio, debieron disponerse tras la reparación del patio secundario. Es posible que estas piezas, originalmente formasen parte de este presunto mirador alto.

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Es probable, como decíamos, que sobre el muro pétreo oriental se dispusiese originalmente una arcada a modo de mirador hacia este patio,103 aunque en la actualidad avanza y sobresale más, configurándose en una doble arcada, tanto en el piso superior como inferior. En cuanto al vano que hoy en día recae a la escalera, debió estar por estos tiempos cerrado por una reja, como indica el hecho de que sea un arco carpanel a dos caras, lo que impide de algún modo, la disposición de un portón. Este hecho no supone ningún menoscabo en el concepto de intimidad, ya que ni tan siquiera se podría ver en un ángulo de visión normal la galería norte del patio, sino un muro, que limita con las habitaciones de esta crujía, y que fue parcialmente eliminado, para la disposición de la escalera ya en el XVIII. De este modo, la comunicación entre ambos patios se dispondría en recodo.

La escalera original Evidentemente la escalera actual no pudo ser construida en el siglo XVI ya que rompe el discurso del doble vano original existente en el zaguán (fig. 53). Hoy en día la escalera constituye un obstáculo que anula uno de estos vanos, en concreto el occidental, que originalmente serviría para entrar en el patio principal de modo ocasional. Durante las labores de excavación no hemos encontrado datos concluyentes sobre la ubicación original de la escalera, que no obstante debió estar en una zona más profunda del palacio. En la mayoría de los palacios del siglo XVI que hemos analizado la escalera se dispone en el fondo del patio, justo en el extremo opuesto al acceso, de este modo se garantiza la privacidad de la zona más íntima del palacio. Por lo general, las plantas altas de las casas solariegas y palacios renacentistas son espacios destinados a la vida familiar, mientras que determinadas zonas de la planta baja pueden tener un carácter más público, accesible para personas vinculadas no familiarmente con los titulares de la casa. Es por ello que suele ser norma la ubicación de la escalera en un lugar distante de la fachada, frecuentemente en el lugar más profundo del patio, de tal modo que el acceso es mucho más difícil para las personas que no estén autorizadas a subir al primer piso. En Córdoba, y a pesar de las transformaciones sufridas, el palacio de los Páez de Castillejo -actual Museo Arqueológico- guarda buena parte de su impronta original en sus piezas principales. Como sabemos se trata de una construcción civil en la que está atestiguada la participación de Hernán Ruiz II, al menos en lo que se refiere a la fachada, elevada entre 1543 y 1545 (MORALES, 1996, 101) a modo de arco de triunfo. En él observamos la

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(fig. 53)


escalera en el fondo izquierdo del patio principal, con magnífico barandal labrado en piedra e impresionante techumbre mudéjar realizada posiblemente a partir de 1555 (JORDANO, 2002, 215). Pensamos que esta situación de la escalera se repitió en el caso del palacio de Orive, ya que es el lugar más adecuado y uno de los pocos posibles para ubicar esta estructura. Por tanto, debió localizarse en el ángulo suroccidental del patio, que lamentablemente es también la zona más afectada por restauraciones posteriores. Como recordaremos este lateral porticado del patio desapareció, sustituyéndose por una crujía más regular104 que la original.105

En el fondo de esta crujía, colindante ya con el huerto, se disponía el muro original de cierre, que no era paralelo a este costado del patio sino que conformaba con él una crujía de planta trapezoidal. Esta “deficiencia” fue corregida en el siglo XVIII anulando este cierre hacia el aún huerto de los dominicos y convirtiéndola en rectangular, tal y como hemos comprobado durante el proceso de picado de los muros. Con posterioridad, y ya a principios del siglo XX, D. Gregorio García construyó una terraza hacia el jardín que hoy en día se conserva. 105 Estas transformaciones serían consecuencia de los efectos producidos en la casa por el terremoto de Lisboa, a mediados del siglo XVIII. 106 No pudimos excavar por debajo de esta cimentación. Los materiales de relleno, aunque muy escasos, eran muy recientes. 104

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Durante las labores de excavación de una de las habitaciones del ángulo mencionado apareció una extraña estructura perpendicular a la crujía meridional del patio, consistente en una pequeña bóveda de ladrillo que no era ningún tipo de canalización, ya que habría sido incompatible en su alzado original con la cota de la habitación. Tampoco tenía el suelo impermeabilizado característico de estas estructuras, y hacia el exterior se observaba una lechada de cal, a modo de base, sobre la que construir algo que había desaparecido. Por su técnica edilicia y por los materiales encontrados no creemos que fuese anterior al palacio,106 de ahí que pensemos que esta estructura, originalmente pudo servir para sostener el cuerpo de escalera, de un modo parecido a como se dispone en la actualidad, con vano bajo ella. Aunque somos conscientes de que el argumento es ciertamente débil, las transformaciones sufridas en este ángulo nos impiden ser más precisos. En cualquier caso, el modelo de la casa de los Páez de Castillejo, en el que intervino el mismo arquitecto, el deterioro de este ángulo, la evidencia negativa en el resto del palacio y el sentido de privacidad expuesto, nos invitan a mantener que este ángulo fue el más adecuado para disponer la antigua escalera.

Pensamos que sus proporciones debieron ser modestas, tratándose sólo de un elemento funcional en el que difícilmente habría cabido alguna pieza destacada desde un punto de vista ornamental. El desplome de esta crujía del patio, y su posterior reconstrucción, habría provocado la reubicación de la escalera junto al zaguán de entrada, es decir, en el ángulo noroeste del patio. Es muy probable que estas reformas y la escalera actual obedezcan a las reparaciones producidas tras el terremoto de Lisboa, que obligó a intervenir especialmente en la fachada y en la crujía Sur del patio.

Las transformaciones barrocas Podemos entender que la culminación del palacio debió prolongarse durante años. Sin embargo, estos aspectos son muy difíciles de concretar y demostrar a nivel arqueológico dado que no se trata propiamente de reformas, sino de ampliaciones y adaptaciones del inmueble a las necesidades de sus propietarios. Este problema es muy frecuente en los edificios históricos, abundando en concreto en los edificios civiles donde resulta más difícil su rastreo. En muchos casos las obras parecen constantes, de tal modo que no hay casi una generación que no emprenda alguna obra en la casa. A menudo se trata de ampliaciones por compra cuando es posible, sin embargo, en el caso del palacio de Orive esta posibilidad estaba muy condicionada por situarse junto a la enorme propiedad de los dominicos: el convento de San Pablo. Es por ello que el palacio no pudo ampliarse mucho en superficie hasta la Desamortización del convento de San Pablo. Por tanto, creemos que el aumento de superficie habitable entre los siglos XVI y XIX debió producirse principalmente en altura y volumen constructivo.

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El terremoto de Lisboa Durante algún tiempo los Villalones habían mantenido la casa, sin grandes alteraciones. Sin embargo, sabemos que el sábado día 1 de Noviembre de 1755, aproximadamente a las diez de la mañana se produjo un brutal movimiento telúrico, conocido históricamente como terremoto de Lisboa. Este cataclismo afectó enormemente al Oeste de la Península Ibérica, con especial violencia en Portugal, cuya capital, Lisboa, quedó parcialmente destruida. Las consecuencias de dicho terremoto se manifestaron dramáticamente en la capital onubense. También Cádiz sufrió los devastadores resultados del seísmo y fueron muy pocas las ciudades aledañas que no viesen afectados algunos de sus principales edificios. Ramírez de Arellano, tan minucioso como en tantas otras cuestiones, recogió un escrito realizado por el secretario del Cabildo de Universidad de Córdoba, Gabriel Vicente Jurado, el 16 de Diciembre de 1755. Esta crónica del suceso es realmente dramática “instantáneamente se comenzó a estremecer la tierra, y todos los edificios, con tanta violencia y vaivenes que no hubo persona que no se persuadiera que todos quedaríamos sepultados entre las ruinas de las propias habitaciones, durando todo este primer estremeciemiento medio cuarto de hora, en cuyo tiempo se vieron flaquear todos los más fuertes y eminentes edificios, unos abriéndose por sus techumbres, otros bamboleándose de uno a otro lado, como si fueran débiles cañaverales” (RAMÍREZ DE ARELLANO, 1995, 129-130). En este primer comentario se puede comprobar la extrema violencia del terremoto en Córdoba y sus consecuencias previsibles sobre los edificios, aunque el historiador sigue en su crónica para especificarnos más en lo que se refiere a los daños producidos

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sobre algunos edificios singulares: “ La Torre mayor de las campanas (la de la catedral) se maltrató muy mucho, cayéndose sobre la sala de la Audiencia Eclesiástica un barandal de piedra del segundo cuerpo, quedando éste y el tercero condenados enteramente y sin que puedan tocarse las campanas. El resto de la iglesia padeció también, aunque no tanto. En el Palacio Episcopal quedaron inhabitables los cuartos del Provisor y del Fiscal, y la escalera ordinaria condenada. La mitad de la bóveda de la capilla mayor del convento de San Francisco se cayó y derribó el tercer cuerpo del retablo. La torre de la parroquia de San Lorenzo quedó condenada a derribarla. La de Santa Marina muy mal tratada. En la iglesia y bóveda de la Compañía se abrió por varias partes, y cayó una o dos piedras por el altar de San Javier. En la Puerta de Plasencia se cayó un pedazo de muralla. Estos fueron los daños más considerables y conocidos. Otros muchos más se experimentaron en casas particulares, dejándolas inhabitables, por todo el casco de la Ciudad, cayéndose algunas paredes y tejados, pero con tanta felicidad, que ninguna persona pereció...” (IBID., 1995, 130-131). Esta crónica, aunque no es exhaustiva en lo que se refiere a los daños pormenorizados en los edificios de la ciudad, centrándose, sobre todo, en los de carácter eclesiástico es, no obstante, muy significativa en lo que se refiere a los perjuicios causados en la ciudad. De hecho, podemos derivar de este relato que muchas de las reparaciones en edificios existentes en este momento se debieron producir como respuesta a los destrozos ocasionados por el terremoto. Además de aquellos edificios que sufrieron desplomes y hundimientos, muchos otros debieron resentirse, amenazando una ruina o un colapso más o menos inmediato, si no se realizaban algunas obras de emergencia. No queremos ahora ahondar en muchas reformas acaecidas en edificios antiguos cordobeses en este momento, como es el caso

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del antiguo seminario de San Pelagio, ya que merecen un estudio específico. Lo que queda claro es que, teniendo en cuenta las débiles cimentaciones del palacio de Orive, comprobadas con la intervención arqueológica en dicho espacio, sería inaudito que la antigua casa de los Villalones no quedara seriamente afectada por este violento movimiento. Un caso muy significativo es el de otro palacio, éste sevillano, que sufrió igualmente los destrozos ocasionados por el terremoto, nos referimos a la denominada Casa de D. Miguel de Mañara. En esta ocasión se cuenta con el expediente de la visita que realizaron el diputado, los dos maestros de obras y el alguacil a principios de Noviembre de 1755, especificándose lo siguiente: “....presisa derrivar el pretil de la azotea i parte del cuerpo del suelo hollado, i asimismo derrivar una linea de arcos del corredor alto, y asimismo hacer de nuevo una pared de la calle, la que oi es de tierra y presisa haserse de material... i los arcos del mirador rremediar distintas quiebras, y derrivar un cielo razo, i derrivar distintos tabiques que están amenasando ruina... “ (OLIVA, 1993, 336). En este momento, además, se cubre la fachada con enlucido, decorado mediante arquitectura fingida. Por todas estas noticias que los escritos nos devuelven cuando ya las generaciones han borrado de su memoria estos hechos, creemos que algunas de las obras de reforma documentadas en el palacio de Orive son consecuencia de las reparaciones obligadas por los daños. No tenemos una prueba documental irrefutable, como en el caso del palacio sevillano de D. Miguel de Mañara, aun cuando hemos extrapolado genéricamente y a modo de hipótesis esta circunstancia.

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La reparación de la fachada (fig. 54)

Aparentemente la fachada del palacio de Orive es homogénea, aun cuando una observación detallada nos permite encontrar ciertas diferencias entre las jambas de la ventana central (fig. 54). Así, se puede observar en la fachada, en la jamba opuesta a la que figura la inscripción de 1560, otra inscripción que podría ser una fecha, aunque en posición retrógrada. La misteriosa inscripción, difícil de leer, podría poner: 1760. El único dígito que no está en dicha posición es el 6, aunque esto no es infrecuente.107 Esta cartela y la fecha, según nuestra interpretación, harían referencia a la restauración de la fachada realizada tras el terremoto de Lisboa, acaecido, como sabemos, en 1755. Aunque desconozcamos quién se puso al frente de la reparación del palacio de Orive, pensamos que ésta debió producirse a continuación del terremoto.108 El hecho de que se mantuviese el esquema de la casa y que las reparaciones exteriores fuesen a reconstruir, en esencia, lo afectado, parece indicar que hubo una intención de no transgredir en exceso el espíritu primigenio

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Lo mismo ocurre a veces con el cinco o el dos que son números cuya representación al revés es más complicada. 108 Pudo ser tanto D. Fernando de Orive Villalón y Valenzuela, que como hemos indicado murió en 1758, o su hijo Alonso Tomás de Orive Villalón y Gutiérrez de los Ríos, que sabemos que en 1762 pasaba por premuras económicas por la prematura muerte de su padre cuando él contaba con tan sólo 24 años. Este hecho llevó a algo inusual, el arrendamiento del palacio a Andrés Baena y Hermoso, por 1.200 reales de vellón durante tres años. No sabemos si el palacio quedó abandonado durante algunos años como consecuencia del terremoto de Lisboa, aunque es realmente curiosa la coincidencia aproximada de fechas entre ambos sucesos (1755 el terremoto y 1762 el arrendamiento de la casa). 107


del palacio. No obstante, se produjo al mismo tiempo, un plan arquitectónico, en el que, con motivo de la debacle, se intentaba adaptar la casa a los nuevos tiempos. Así, se debieron reparar buena parte de las cubiertas eliminándose muchos artesonados, se rehizo el lateral occidental de la fachada, se recompuso -ya sin arcadas- el cuerpo sur del patio (fig. 55), se abrieron nuevos vanos en la fachada. Del mismo modo se repararon grietas de muchos muros, especialmente los de tapial, se trasladó la escalera a su lugar actual, se tabicó el arco oriental del zaguán y se reparó con nuevos tondos el otro arco. En el patio de caballerías se cegaron algunos vanos, recomponiéndose el sistema de circulación hacia el patio principal y se hicieron varias de las rejas que hoy vemos tanto en la fachada como en el interior. Algunas de estas piezas debieron quedar prácticamente inservibles tras el terremoto. Creemos que es el caso de la que preside la magnífica ventana del primer piso de la fachada y de otras semejantes localizadas en el cuerpo occidental, algunas ya, con los típicos tejadillos de ladrillo tan característicos del Barroco. También debió ser en este momento cuando se procede a ornamentar toda la portada con color, así como muchas de las zonas interiores. En la fachada hemos encontrado numerosos restos de pigmentación, principalmente en color rojo y amarillo en los elementos pétreos. Aunque en época contemporánea se lijaron todas estas zonas, las irregularidades de la piedra propiciaron la conservación de zonas en la que la pintura aún es visible. Las pigmentaciones no nos permiten nada más que saber algunos de los colores empleados, como el amarillo albero y el color almagra. Esta capa de policromía, aunque pudo realizarse con antelación, afectó también a las partes rehechas en la segunda mitad del siglo XVIII, por lo que o son inmediatamente posteriores, o la restauración incluyó también el repintado de la fachada.

(fig. 55)

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En la parte interna, las columnas del patio también fueron pintadas, los cimacios, por ejemplo recibieron el color amarillo y los capiteles el rojo, los fustes amarillos, las basas rojas... Este fenómeno de aplicación de color a los edificios fue muy común en el Barroco, tratándose de una moda que gozó de gran predicamento en muchos lugares de nuestra geografía. Era común que la dermis de la mayor parte de los edificios sevillanos, granadinos o gaditanos contasen con aplicaciones de color (OLIVA, 1993, 343). Córdoba no fue una excepción, uno de los más significativos es el de la Corredera, que ha recuperado parte de su coloración original con la última restauración La plaza comenzó a construirse en 1683, fechándose en el mismo periodo la fachada de la ermita del Socorro (DAROCA, ILLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 168), que también muestra una fachada en la que destacan el color albero y almagra. La iglesia de los Trinitarios o convento de los Padres de Gracia fue fundado en 1608 (IBID., 2003, 180), conservando igualmente restos de policromía y de simulación arquitectónica en la fachada. De mediados del siglo XVIII es la impresionante arquitectura del antiguo convento de la Merced, actual Diputación Provincial, en cuya fachada destaca el juego de imitaciones marmóreas (IBID., 2003, 222). También muestra policromía en su fachada, con predominio del rojo y amarillo, el palacio del Vizconde de Miranda (fig. 56), obra del año 1766 (IBID., 2003, 164), así como muchas otras construcciones menos destacadas, claustros de conventos, torres, etc. Muchos de estos elementos, sin embargo, fueron eliminados en época contemporánea, permaneciendo otros ocultos aún hoy bajo capas de cal.

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(fig. 56)


Lejos, por tanto, de ser una singularidad, la fachada y principales elementos arquitectónicos del palacio de Orive recibieron en el Barroco una policromía, que obedecía a una moda genérica y muy extendida por toda Andalucía.

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 57, 58 y 59)

La formas neoclásicas comienzan a aparecer en Córdoba con la construcción del emblemático conjunto del convento de Santa Victoria, a partir del 1761 (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 207), aunque es más que probable que las formas del Tardobarroco aún tardaran más de una década en sustituirse por la sencillez neoclásica. 110 Es la fecha inscrita en el remate de la portada del compás. 111 Aunque no contamos con prueba definitiva de la ubicación de esta escalera, creemos que se debió situar en el ángulo sureste del patio, es decir, en un punto afectado por esta reforma, de tal modo que este realojo de la escalera fue consecuencia del alcance de la reforma. Es también una ubicación frecuente en las casas señoriales, ya que así se consigue alejar el acceso al cuerpo alto, más privado, de las zonas más próximas a la calle. 109

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La transformación del patio principal Fue a mediados del siglo XVIII cuando se produjo el desplome de la crujía sur del palacio. Pensamos que la causa pudo ser, como apuntábamos anteriormente, el terremoto de Lisboa, acaecido en 1755. En esta ocasión, nos sirve de argumento cronológico los elementos observables en la decoración interna de las habitaciones de la crujía, realizadas en yeso. Se aprecian tanto en el techo como en los marcos interiores de puertas y hornacinas (fig. 57) algunos motivos de clara filiación tardobarroca.109 Se trata de sencillas decoraciones en las que se aparecen hojas y frutos sobre molduras contrapuestas en forma de “C”. Estas hojas por sus formas y la combinación moldurada son características del siglo XVIII, estando presentes en la fachada del convento de San Pablo hacia la calle homónima, con un cuerpo constructivo en el que se combina el ladrillo y la piedra (fig. 58). Esta construcción, fechada en 1753 (fig. 59),110 muestra un magnífico relieve de la

Virgen del Rosario (fig. 60), tan apreciada por los dominicos. En el tondo que la circunda se vislumbra un copete en forma de hoja en la parte baja, que es idéntico a algunos de los remates de las labores en yeso del palacio de Orive (fig. 61). Estas concomitancias, nada desdeñables, nos invitan a proponer una cronología similar para la reconstrucción de la crujía sur del patio principal de Orive. Fue en este momento cuando se regularizó la crujía, aprovechándose parte del muro anterior, aunque otro tramo, quebrado respecto al antiguo, debió ser construido de nuevo. El aparejo es exclusivamente de ladrillo aglutinado con yeso (fig. 62), muy frecuente en Córdoba durante el ochocientos. Hacia el interior, se sustituyó el anterior artesonado por una bóveda de cañón realizada en ladrillo dispuesto en plano y no con rosca (fig. 63). En la fachada de esta crujía lateral del patio, tan sólo se abrieron tres vanos de medio punto en el piso inferior y cinco más, arquitrabados, en la superior. El patio adquirió así un aspecto más opaco y para evitar ulteriores problemas la crujía se construyó con una gran anchura. Debió ser en este momento cuando se eliminó la escalera original111 para llevarla a la ubicación actual.112 Para ello, hubo de

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(fig. 60, 61 y 62)

(fig. 63)

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La reforma realizada conllevó la construcción de dos amplios salones muy del gusto de la época, con vistas al jardín posterior y mayor luminosidad que los oscuros salones del siglo XVI.


cegarse uno de los arcos del zaguán,113 dejándose tan sólo el que comunicaba con el patio de caballerías.

(fig. 65)

Las transformaciones contemporáneas (fig. 64) Sabemos que a principios del siglo XX, D. Gregorio García se encontró tabicado este arco, eliminando el cegamiento para disponer en su lugar una reja, que es la que actualmente podemos ver. 114 Estas hojas formaban parte del testamento de D. Gregorio García, según aclaración realizada por alguno de sus herederos. En ellas hace memoria de los trabajos emprendidos en el palacio por su familia a partir de la adquisición del inmueble el 27 de diciembre de 1919. Es un documento cuya procedencia exacta desconocemos, habiéndose manejado una fotocopia del original, es por ello que lo citamos genéricamente como “Memoria de D. Gregorio García”. 115 En los padrones municipales se mencionan a numerosos inquilinos, unos artistas y otros estudiantes, entre ellos destaca el célebre escultor Mateo Inurria, del que se dice que por aquel entonces tenía 29 años y había sido bautizado en San Andrés. Archivo Histórico Municipal de Córdoba. Sección 12.09. Padrones Municipales. Año 1898 de la collación de San Andrés. Legajo: 1437. Pág. 73. 113

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Podemos dividir este apartado en dos bloques: el referido a los diferentes usos y modificaciones de la parcela en el siglo XIX y la gran restauración emprendida a principios del siglo XX por el matrimonio García-Courtois. Mientras que del primer periodo no contamos con casi ninguna documentación novedosa, del segundo sí que disponemos de un valioso grupo de hojas mecanografiadas114 en las que D. Gregorio García nos relata las intervenciones emprendidas por él una vez adquirida la casa. Durante el siglo XIX la casa pasó por diferentes propietarios, como Luis Beltrán de Lis, Francisco Solano Rioboo o Cacirela Rizzi, estuvo algunas temporadas cerrada e incluso sirvió como oficina de Correos, Atarazana Municipal, escuela de Artes y Oficios115 y escuela francesa (fig. 64). Todos estos usos generaron una serie de añadidos, especialmente tabiques, que compartimentaron algunas de las habitaciones para adaptarlas a las sucesivas funciones. En estos años el devenir arquitectónico y urbanístico del palacio y su parcela quedarían definidos en dos sentidos: por un lado la parcela, es decir, el espacio que hoy en día constituye el palacio y su jardín, se configurarían en la forma como lo conocemos hoy,

a excepción de algunas propiedades compradas por D. Gregorio a principios del siglo XX116 y unos metros de terreno vendidos a principios del siglo XX y segregados de la misma para la construcción del cine de verano conocido como Coliseo de San Andrés.117 Por tanto, fue a lo largo del siglo XIX cuando el espacio ocupado por el palacio y sus jardines adquirió una mayor extensión, en buena medida como consecuencia de la Desamortización del convento de San Pablo, aunque el deterioro del monasterio dominico se hubiese iniciado ya con la invasión francesa (PALENCIA, 1995, 142). Este hecho propició que la inconclusa sacristía mayor,118 comenzada a construir en 1580 por Hernán Ruiz III y su hermano Jerónimo Ordóñez quedara incorporada definitivamente a los jardines del palacio (fig. 65). Debió ser también en estos años cuando se dio salida al Huerto por el portón ubicado al Sur, recayente a la calle Huerto de San Pedro el Real, y que fue erigido por los dominicos hacia el siglo XVII (fig. 66). Es probable, incluso, que durante este siglo se añadiesen al perímetro del palacio otros inmuebles aledaños, tanto al Este como al Oeste, en concreto algunas casas que sabemos fueron independientes antaño y que D. Gregorio

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Este testimonio lo conocemos por comunicación verbal de algunos de sus herederos, aunque no nos especificaron cuáles fueron éstas. Es probable que fuese algún inmueble de la zona oriental, lugar donde D. Gregorio efectuó una actuación arquitectónica más intensa. 117 “...Vendí ciento y pico de metros a Cabrera para el cine...” Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 118 Hoy en día se ha culminando su adaptación a Sala Municipal de Cultura. 116


García compró como parte del palacio. Es el caso del denominado patio de los Gallos, o las casas situadas en el callejón de los Villalones.119 La fachada de estas casas, hoy en día constituidas en una alta tapia, se picaron para su posterior enlucido con motivo de la restauración del palacio (fig. 67), comprobándose la existencia de un complejo entramado de aparejos, a partir de un inmueble construido probablemente en época bajomedieval, antes, por tanto, que el propio palacio de Orive. Del mismo modo, el palacio quedó muy alterado como consecuencia de numerosas obras, muchas de ellas parásitas y que no afectaron a los elementos principales del edificio. Tan sólo se dividieron algunos de los corredores de los patios, cegándose algunas de las arcadas para habilitarlas como clases durante el periodo en el que el palacio se destinó a colegio. También en el zaguán de entrada se construyeron pequeñas habitaciones para los guardeses del inmueble. Estas noticias las conocemos a través de la descripción de D. Gregorio García, aludiendo a estos elementos como piezas que fueron eliminadas durante su intervención, con el objetivo de devolver en buena medida la antigua impronta al palacio.120 También debieron construirse en este momento los parterres del jardín, con la alberca, después transformada en piscina, presidida por la escultura del galápago que actuó como surtidor (fig. 68) y que dio nombre al callejón de acceso desde la calle Capitulares al claustro principal de los dominicos (LÓPEZ AMO, 1997, 45).

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(fig. 68)

(fig. 67)

PÁGINA IZQUIERDA

(fig. 66)

Constituyen en parte lo que hoy es sede de la Agencia EFE. 120 “...A la entrada, por la puerta actual, que hubo que ponerle muchos clavos, había un cuartillo a la izquierda de dos metros, donde guisaba la portera...” Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 119


Poco más podemos añadir a las intervenciones desarrolladas en el siglo XIX, ya que en muchos casos éstas fueron eliminadas por D. Gregorio García. Asimismo, tanto el lateral Oeste, como el opuesto, han sido zonas en las que prácticamente no ha existido intervención arqueológica, por lo que no podemos abundar en la cuestión. Quizás uno de los aspectos que más cuidó fue que el patio principal no se desplomara, cuestión desde luego esencial para que hoy podamos verlo: “...Algunas columnas rajadas que se pusieron nuevas y otras se sacaron de pie para enderezarlas...” Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. . 122 “...La obra costó mucho, pero disfrutamos haciendola, y todo esto ha sido en los cincuenta años en que la hemos vivido el matrimonio...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 123 “...La arquitectura de la parte artística fue Paz, con mucho gusto e inteligencia, y disfrutamos haciendo la obra, pues viviamos con mis padres, aunque yo abreviaba las cosas, pues se hizo muchisimo, pero si no se hace se hubiese caido mucho...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 124 “...Yo creo que si no hubiese comprado la casa se habria caido poco a poco...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 125 “...Desde la ventana para abajo (se refiere a la ventana que hay sobre la puerta principal de la fachada) estaban las piedras carcomidas...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 121

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La restauración de D. Gregorio García y Dª Paz Courtois a principios del siglo XX Las figuras de D. Gregorio García y de su esposa Paz Courtois fueron esenciales a la hora de mantener el antiguo palacio y que haya llegado hasta nosotros. Si bien es cierto que las obras de mejora no afectaron a sus cimentaciones y a los problemas estructurales121 que arrastraba el palacio desde hacía años, el simple hecho de que se habitase y se invirtiese una importante cantidad de dinero en su restauración,122 ha permitido que este palacio se conserve en la actualidad. Del mismo modo, su celo, no sólo en lo que se refiere al amor demostrado hacia lo antiguo, sino también su intento porque perdurase su legado escribiendo unos folios mecanografiados en los que se especifican las obras que se acometieron, constituyen un valioso documento hoy en día. En estas escuetas noticias y en la forma de redactarlas, D. Gregorio demostró que realmente disfrutó reparando y devolviendo al palacio de Orive un esplendor que los años y los diferentes usos le habían arrebatado.123 Simplemente podemos decir que tal y como él describe lo que se encontró, el palacio de Orive estaba en un lamentable estado de conservación.124 Muchos de sus elementos esenciales, estaban tabicados, aprovechando buena parte de estos espacios para clases. Del mismo modo, el piso inferior de la fachada estaba carcomido125 por la debilidad y porosidad de la piedra calcarenita, amenazando una ruina más que segura.

La columna de la esquina se encontraba dañada por la acción de los carros que transitaban entre la calle Villalones y la Plaza de Orive.126 La ventana de la fachada que da al callejón de los Villalones estaba tabicada,127 posiblemente por la peligrosidad de algunas grietas. La humedad se había adueñado de los pisos bajos,128 corroyendo los muros e incluso propiciando el deterioro de los artesonados, que se verían, a posteriori, seriamente dañados como consecuencia de las termitas.129 Si bien es cierto que D. Gregorio, en su afán por devolver al palacio su antiguo esplendor alteró alguno de sus espacios de tránsito, abriendo varios vanos,130 el hecho de que nos legase este escrito nos aporta una información valiosísima que nos permite en la actualidad hacernos una idea de lo que él someramente transformó, pero sobre todo, nos dejó un bosquejo bastante esclarecedor del estado tan lamentable en el que se encontraba el edificio. Asimismo, su acción evitó que la humedad siguiese afectando a las cimentaciones del edificio, permitió una ventilación mejor al eliminar la tabiquería parasitaria, e incluso sustituyó elementos sustentantes que, de otro modo, habrían generado el desplome de alguna de las crujías del patio, valga su expresión “Hace cinco años.... puse nueva la columna del ángulo del patio primero que se rajó y dio un crujido” (fig. 69).131 En todo este trabajo se supo rodear de magníficos artesanos y técnicos, cuyos

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(fig. 69)

“...Puse la columna, de la esquina que estaba rota de los carros...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 127 “...La parte de la calleja, también de piedra, estaba algo deteriorada y se repasó y descubrió la ventana que estaba tapada....”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 128 “...Las habitaciones bajas muy húmedas, porque hasta en “Los paseos por Córdoba” lo dice, pero toda la casa baja vieja se asfaltó el suelo y a dos metros de altura las paredes...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 129 “..Hace cinco años puse nuevo el entresuelo de nuestros cuartos de dormir que tenian unas hermosas vigas pero algunas pudriéndose...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 130 Es lógico que adaptara la casa a una magnífica vivienda de aquel tiempo. 131 Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 126


nombres nos ha dejado,132 aportando al propio palacio elementos del siglo pasado realmente bellos. Sin lugar a dudas, el nombre de D. Gregorio está indefectiblemente unido a la conservación de la antigua casa de los Villalones, de tal modo, que no podemos sino agradecer su amor hacia el patrimonio de Córdoba y su celo por legarnos el proceso de restauración de uno de los más señeros ejemplos de casa palaciega andaluza. Una joya que sin él, no habría sobrevivido.133

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Por ejemplo, el rejero que realizó los dos canceles del zaguán de entrada fue Domingo de la Prida de Sevilla, Miguel Pavón la reja situada en el lado oriental del zaguán, según diseño de Paz Courtois, Antonio Caballo las vidirieras que cierran la galería superior del patio principal, la restauración de la piedra corrió a cargo del cantero Bienvenida. Todas estas labores fueron dirigidas desde un punto de vista técnico por el arquitecto Félix Caballero. En sus propias palabras “Yo creo que si no hubiese comprado la casa se habria caido poco a poco”. Aparte de época romana, en pocos momentos de la Historia de Córdoba existieron canteros capacitados como para extraer un bloque de micrita de este tamaño y vaciarlo con posterioridad con esta calidad en el trabajo. Se trata de una pieza extraordinaria, que en ningún caso parece propia de la arquitectura modesta. Con total seguridad este puteal debe ser de acarreo, es decir, se trataría de una antigüedad reaprovechada posteriormente en una casa del siglo XVII de carácter popular.

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Las transformaciones del patio de juego Este patio estaba localizado en el extremo más oriental de la parcela. Su medianera hacia la calle, su antigua fachada, daba al callejón de los Villalones, mientras que hacia el extremo opuesto, hacia el Sur, recaía al huerto. Era un conjunto de habitaciones que originalmente no pertenecieron al palacio del siglo XVI y que fue agregándose conforme fue ampliándose su perímetro. Es posible que se tratase de una sola casa, de modesta fábrica y sabor popular, construida, con probabilidad en el siglo XVII. Hacia la calle Villalones presentaba una fachada construida principalmente por aparejos de ladrillos y tramos en los que alternaba el ladrillo y el sillarejo. Al interior tenía un patio, muy transformado a principios del siglo XX, aunque no se conservaba ningún elemento que indicase que estuviese porticado. Como piezas destacables tan sólo debemos citar la presencia de un brocal de pozo realizado en un solo bloque de piedra de mina.134 Este brocal de pozo posiblemente sea de época romana siendo muy similar a otros existentes en la ciudad. Son denominados puteales, y su morfología y material son prácticamente idénticos a una pieza conservada en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba (VENTURA, 1996, 72), aunque éste de Orive

es de mayores dimensiones. Suelen fecharse, atendiendo al material empleado en su ejecución, entre época republicana y altoimperial, aunque es más frecuente el empleo de la caliza micrítica gris antes del cambio de Era. Hoy en día, desplazado unos metros de su situación original, está expuesto en un patio de la actual sede de la Agencia EFE, aunque sin pozo bajo él. Aparte de esta singular pieza, existieron dos pilas de calcarenita labradas en un solo bloque de piedra, aunque muestran algunas reparaciones. Estas pilas estuvieron originalmente en una de las habitaciones de esta casa, añadida a partir del siglo XVIII al palacio de Orive. Son pilas populares de cierto interés por su antigüedad, ya que creemos que fueron talladas en los siglos del Barroco. D. Gregorio nos informó de su ubicación al hablar de la fachada del Huerto: “En la fachada del huerto había una pared que salia de la que hoy es Comedor, pero dos metros más adentro y llegaba hasta las pilas que era el final.”.135 Durante la excavación de estas habitaciones se encontraron las bases en las que apoyaron dichas pilas. Esta zona fue muy transformada por D. Gregorio hacia 1920 eliminando buena parte de las fábricas originales, de las que tan sólo quedaron dos o tres habitaciones y las medianeras recayentes al callejón de los Villalones y al Huerto. En su memoria de la restauración nos indica lo siguiente: “hice otra a los seis metros de la de adentro y salió comedor alto y bajo (con más de seis metros) despensa pequeña, cuarto de plancha y cocina (todo esto alto y bajo) con una escalera de servicio y hasta la torre, despensa, bodeguilla y patio de pilas y para colar etc... lo que hay”.136 Por estos años iniciales, y con motivo de esta primera reforma, D. Gregorio trasladó la fuente del patio principal a su lugar de origen, ya que él se la había encontrado dispuesta en este patio

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Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado.


secundario “La fuente se la habían llevado al otro patio y la puse donde está.”137

Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 138 Rafael fue uno de los diez hijos de D. Gregorio. Sus nombres los conocemos a través de esta memoria en las que se citan al principio del documento: Gregorio, Concha, Manolo, Luis, Diego, Pepe, Paz, Fernando, Rafael y Teresa. 139 Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 140 “...vino un cantero fino de Sevilla, recomendado por Anibal González, el arquitecto que hizo las obras de Exposición de Sevilla, y se llamaba Bienvenida, y tuvo que poner todas las piedras, porque estaban carcomidas y ahondarlas veinte ctmos., y meterle otra pieza de piedra nueva.” Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 141 “...El marco de la puerta la hizo nueva, una de las cabezas de los leones y el brazo de la Dama, y tenia casi borrado el Lema “Magna Fides est Gran Virtus”...” Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 137

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Con posterioridad esta zona volvió a ser reformada: “En la parte del Este hice una nave de seis metros y de todo lo largo de la casa con habitaciones altas y bajas, y achiqué el tercer patio y dejé cuatro moreras, de las seis que habia puesto. Conforme crecían algunos de los hijos, D. Gregorio quiso hacer viviendas casi independientes dentro de la propia casa, destinando este lateral Este del antiguo patio de juego a uno de sus hijos, en concreto a Rafael: “Hace seis años hice una terraza de todo el largo y una nave lateral a la derecha con cocina alta y baja, cuarto de servicio, despensa, azotea y torre cubierta. Esto fue para Rafael,138 pero mientras no se vendiera la casa principal. Quedan dos moreras y jardin”. 139

La reparación de la fachada y el zaguán de entrada

En ningún momento la fachada fue alterada por las obras promovidas por D. Gregorio. De hecho, todas sus actuaciones fueron encaminadas hacia la consolidación y sustitución de elementos dañados como consecuencia del tiempo. Tan sólo añadió un vano o acceso al palacio en la parte Oeste, tras el derribo de unas casas que originalmente no pertenecían al palacio aunque con el tiempo se fueron agregando a la propiedad. En la reparación de la fachada trabajó el cantero Bienvenida, resanando especialmente las piedras del piso inferior.140 No obstante, también rehizo algunos detalles de la ornamentación escultórica de la fachada, como una de las cabezas de los leones y uno de los brazos de la figura femenina a la que escoltan.141

(fig. 70)

(fig. 71) “...El arco ese, tabicado y mucho más cerrado el de debajo de la escalera, que luego agrandé para dar vista al patio por debajo. El otro arco con un portoncillo malo que servía de entrada y tabicado el resto. Había una escalerilla a la derecha (que no era la de Doña Blanca) y dos cuartos uno debajo de otro, donde está ahora el de las porteras, Descubrí los dos arcos que estaban encalados con todas las cosas bonitas de piedra, y le puse las dos cancelas (fig. 70) que me hizo en Sevilla Domingo de la Prida...” (fig. 71) Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 143 “...A la entrada, por la puerta actual, que hubo que ponerle muchos clavos, había un cuartillo a la izquierda de dos metros, donde guisaba la portera y tenia la alacena tan bonita (donde está “El Cristo del Pretorio” que compró Paz (q.e.p.d.) a la familia de Lagartijo), blanqueada y con tablas para platos y cosas y que después Miguel Pavón le hizo la reja, dándole Paz el dibujo...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 144 Es decir, la cimentación de las columnas no estaba arriostrada, como habría sido recomendable para evitar movimientos posteriores. 142

En cuanto al zaguán de entrada, D. Gregorio eliminó algunas obras que habían transgredido el sentido de la pieza, dejándolo más diáfano, e instalando en ella dos rejas realizadas en Sevilla por Domingo de la Prida,142 cuya firma consta aún a modo de cartela. Estas dos rejas muestran las iniciales GG de Gregorio García y PC de Paz Courtois. Asimismo, aprovechó una hornacina situada en un lateral para instalar en ella una imagen de un crucificado que adquirió a la familia de Lagartijo y que en la actualidad no está en el palacio. Esta hornacina quedó cerrada por una reja realizada por el rejero Miguel Pavón.143

La transformación del patio principal La débil cimentación de las columnas del patio principal provocó no pocos problemas como consecuencia de la construcción de diversas infraestructuras que alteraron la compactación del terreno sobre el que se disponían. A través de los trabajos de excavación desarrollados en el patio, hemos comprobado que las basas de las columnas sólo se apoyaban sobre un sillar.144 En algún caso

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el sillar de calcarenita estaba incluso resquebrajado como consecuencia del peso de la estructura y de la acción de la humedad que altera notablemente la cohesión de este material pétreo. Esta ausencia de arriostramiento en la cimentación provocó un asiento diferencial para cada uno de los soportes de los arcos aunque parece que ello no supuso un problema, en principio, debido a la estabilidad de buena parte del terreno. No obstante los movimientos telúricos, especialmente los acaecidos en el siglo XVIII, junto con la disposición de una gran cloaca que recorrió este espacio abierto en sentido Oeste-Este supusieron una alteración de la ya débil base de sustentación de las arcadas del patio. Si a todo ello añadimos la heterogeneidad de los materiales empleados en los fustes de las columnas, con unos diferentes grados de dureza y por tanto diverso nivel de permeabilidad a la acción del tiempo, la situación de colapso sólo era cuestión de tiempo. Ello ocurrió a mediados del siglo XVIII, cuando se reforma toda la crujía Sur, incluyendo la eliminación de las arcadas en ambos pisos, dándole un aspecto más opaco, que rompe, por tanto, la transparencia visual y los efectos de perspectiva buscados en origen. A pesar de estos hechos, el patio se mantuvo en pie, casi milagrosamente, hasta finales del siglo XX, cuando se procedió a acometer la restauración del edificio. El lateral occidental llegó muy dañado como consecuencia de los hechos antes expuestos. El nivel de desplome aún hoy es evidente, ya que desde uno de los laterales se observa la curvatura de la cornisa que separa la primera planta y la segunda. Esta patología ha sido fijada mediante una serie de tirantas a la altura del primer piso y el arriostramiento de la cimentación. Las rejas originales que unían los plintos del piso superior, así como las distintas fábricas parásitas del siglo XIX fueron eliminadas para ser sustituidas a principios del siglo XX por los an-

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tepechos de ladrillo que actualmente se conservan. Del mismo modo, el sevillano Antonio Caballo hizo unos cierres acristalados a los arcos superiores.145 No sabemos si la fuente que hoy en día está en el centro del patio es original o pertenece a una reforma posterior. Lo que sí sabemos es que a la llegada de D. Gregorio se encontraba en el patio de juego, es decir, en el oriental, justo donde hoy está la sede de la Agencia EFE. Del mismo modo, D. Gregorio mando limpiar todos los ladrillos de la fábrica original146 e incluso lijar las columnas originales, que habían sido pintadas en color amarillo y rojo en las postrimerías del Barroco, devolviéndoles su primitivo aspecto. El pavimento, que conservaba restos del original realizado con ladrillos de canto,147 fue sustituido por baldosas de barro rectangulares colocadas a espiga,148 con alternancia de olambrillas policromas. Estas baldosas fueron realizadas en alfarerías sevillanas.149

La transformación del patio de caballerías y aledaños. Construcción de las caballerizas El patio de caballerías o de recibo estuvo cerrado originalmente por su lado occidental, como ha pudo comprobarse en uno de los sondeos realizados durante las obras en el palacio (fig. 72) y como menciona D. Gregorio: “Un muro que impedía el paso a las cocheras de hoy, antes patio de “los gallos” que se entraba por el huerto”.150 El patio de carruajes, por tanto, se comunicó a principios del siglo XX mediante un gran arco, a tenor de los datos proporcionados por D. Gregorio García que adquirió la casa en 1919 “...

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“...se picó la cal que tenía los arcos y se hicieron los antepechos que tiene hoy de ladrillo limpio se pusieron las vidrieras que hizo Antonio Caballo, el de MedinaAzahara que fue el primer trabajo que hizo en Córdoba, pues vino de Sevilla, llamado por el de la fachada...” Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 146 En la última intervención se encalaron los ladrillos vistos del patio. 147 “...El piso de ladrillos de canto pero muy pocos y por eso se quitó...”. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado. 148 Este suelo fue eliminado en la última intervención, siendo sustituido por el actual, que es de mármol blanco. 149 Especialmente en la fábrica trianera de Mensaque. 150 El acceso se realizaba a través de un gran arco, con su reja, hoy desaparecidos, que se disponía junto al pilón que aún conservada. Este arco debió construirse con motivo de las reformas producidas a partir de la Desamortización del convento de los dominicos en el siglo XIX, ya que el acceso desde el huerto se realizaba a través de la calle Huerto de San Pablo, cuya entrada está presidida por el escudo de los teatinos. 145


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(fig. 72 y 73)

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En esta zona se dispondrían las crujías de la casa cuyo patio recibió el nombre de los gallos. Se trataba de una casa independiente que pasó a formar parte de la propiedad, bien en los siglos del Barroco, bien en el siglo XIX. Hoy en día es un solar que sirve para aparcamiento. Memoria de D. Gregorio García. Documento mecanografiado.

Hice un arco en el muro entre los patios...”. Este nuevo vano sirvió para conectar el patio de caballerías con el de los Gallos, que posiblemente se había anexionado a la propiedad en el siglo XIX, transformándose éste último en la zona de servicio del palacio. Allí se construyeron “...cochera, cuadras para seis caballos (fig. 73), habitaciones sobre los sótanos (que estaban casi ruinosas) pajar grande sobre la cuadra, cuarto de cocheros...”. Esta casa, independiente originalmente del palacio fue derruida hacia 1920 “...derribé todo lo que había...” para que sirviera de salida de los coches, tanto motorizados como de caballos: “...Hice una puerta cochera151 al Oeste, por la que han entrado y salido hasta seis caballos enganchados y toda clase de autos. Duró un año la restauración...” Durante estos trabajos de derribo y construcción de los pabellones de servicio para cocheras y carruajes, D. Gregorio descubrió un pozo, posiblemente bajomedieval cristiano: “Descubrí un pozo al hacer la cuadra, lo limpié y no sube el nivel, pero no baja”. 152

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Reformas en el huerto. La transformación en jardín

Como ya indicamos con anterioridad, el espacio posterior del edificio debió pasar a formar parte del palacio a partir de la Desamortización. En el siglo XIX, los frailes dominicos abandonaron su convento, y con él buena parte del espacio que habían ocupado los frailes en forma de viviendas o de terrenos destinados a la producción de víveres para el propio cenobio. Aunque no contamos con datos documentales que lo confirmen, esta gran superficie ajardinada situada en el centro de la manzana de San Pablo, quedó incorporada al palacio en forma de huerto. Su propiedad originalmente perteneció a los teatinos, como nos indica el nombre de la calle Huerto de San Pablo el Real. Esta calle, situada junto a la actual Pedro López, desembocaba a través de un gran portón en dicho jardín. Este portón, construido en el Barroco, se mantiene aún hoy, aunque en mal estado de conservación. Lo preside el escudo de la orden (fig. 74) y en las jambas se aprecian aún isletas con policromía simulando un despiece de ladrillo (fig. 75). Del mismo modo, la inconclusa sacristía mayor del monasterio, comenzada en 1580 por Hernán Ruiz III y su hermano Jerónimo Ordóñez (DAROCA, YLLESCAS y DE LA FUENTE, 2003, 175), quedó también incluida en la parcela, sobre una terraza artificial contenida por sencillos muretes de piedra. Esta enorme y magnífica pieza arquitectónica, que estaba sin techar, había sido aprovechada por los dominicos en precario, para disponer en ella algunas instalaciones de servicio a la comunidad. Esta reutilización en precario también afectó a algunas pequeñas estancias situadas en la cabecera del inmueble. Fueron reutilizadas como establos durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX, conservándose hasta hace poco los pesebres que debie-

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(fig. 74)

(fig. 75)


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ron servir para que los trabajadores del huerto guardasen allí sus acémilas. La extensión de este huerto era enorme, de ahí que el propio Gregorio García vendiese parte de él. Así, según su propio testimonio, sabemos que vendió “...ciento y pico de metros a Cabrera para el cine...” Este cine no es otro que el Coliseo de San Andrés, cuyo escenario teatral original, hoy en desuso, fue proyectado en 1938 por Enrique García Sanz (IBID., 2003, 175). El huerto debió ser considerado enorme para el servicio de la familia García Courtois, de ahí que, además de la segregación de un trozo de su extensión, D. Gregorio hiciese algunos espacios destinados al ocio “...hice frontón, Tenis y para patinar...” Estas instalaciones deportivas se dispusieron al Este, no conservándose en la actualidad, ya que fueron demolidas para la construcción de almacenes de servicio de la Escuela Taller y con posterioridad han sido incluidas en el jardín. También construyó una serie de dependencias para el servicio de los hortelanos: “Hice al final del huerto una nave para la casa del hortelano y cuadra grande. Tres cocheras seguidas...” También arregló la alberca, que posiblemente fuese construida en el siglo XIX para servicio del huerto, disponiéndose en ella una escultura, hoy en día pintada de color verde, de un galápago en piedra.153 Esta escultura, como decíamos anteriormente, debe ser la misma que ornó una fuente situada en el claustro principal del convento de los dominicos y que dio nombre a un callejón que hoy da acceso a la Delegación Provincial de Cultura. Por concesión de la ciudad, los teatinos gozaban de un tercio del agua de un antiguo acueducto con la condición de permitir al público acceder a la fuente del claustro principal para proveerse de agua (PUCHOL, 1992, 124), esta fue la causa de la apertura del callejón, que tomó el nombre del animal que ornaba la fuente. El claustro principal de San Pablo,

La escultura, aunque tiene muy deteriorada la cabeza, justo en el punto donde se dispone el surtidor de plomo, es de calcarenita local. Se observa en zonas del caparazón, donde la pintura está desgastada, los típicos fósiles de conchas marinas de la calcarenita local.X

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construido por Juan de Ochoa fue derruido en 1848 debido a su estado de ruina (RAMÍREZ DE ARELLANO, 1995, 157). Hoy en día tan sólo subsiste parte de un lateral de este gran patio junto a la mencionada Delegación de Cultura.

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IV EL PAPEL DE LA MANZANA DE SAN PABLO EN EL CENTRO HISTÓRICO DE CÓRDOBA Francisco Gómez Díaz


El Barrio de la Axerquía (fig. 1) Vista de Córdoba, de A.Guesdon, 1853.

Cuando Fernando III conquista Córdoba en 1236,1 descubre una de las principales ciudades del mundo occidental, que había sido capital de la provincia Bética romana, y sede del Califato Omeya. Se trataba de un territorio antropizado desde la prehistoria,2 gracias a su estratégica ubicación, con un río –el Betis romano, posterior Guadalquivir, “el río grande”-, que fue hilo conductor de civilizaciones: un enclave con un vado que permitía su cruce y que fue el lugar elegido por los romanos para construir el puente que conectaba las dos orillas justo en el punto hasta el que era navegable, propiciando así las conexiones no sólo a lo largo del río, sino a su través, uniendo Sierra Morena –y, al norte de ella, la meseta castellana-y la campiña cordobesa, a través de un valle fértil. (fig. 1)

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La ciudad contaba con un conjunto de murallas que delimitaban la Medina, la Alcazaba y la Axerquía, arrabal este último produc-

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Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes-Colegio Oficial de Arquitectos de Córdoba, 2003, p. 27. Se establece como hipótesis el inicio del III milenio a.C. Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 18.


to de la expansión urbana de la Córdoba musulmana en la parte oriental de la Medina, cuya muralla fue construida por los almorávides en el siglo XII (fig. 2).

(fig. 5) Acceso al Convento de San Pablo a fines del siglo XIX. Archivo Municipal.

El periodo almohade había desdibujado el esplendor del Califato, dando al traste con la coexistencia pacífica de las tres religiones monoteístas, pero seguía siendo cuna de buena parte de los avances científicos y culturales del momento.

(fig. 2) Lienzo oriental de la muralla de la Axerquía, en la ronda del Marrubial, hacia 1950. Archivo municipal

No sólo no se va a hacer tabla rasa de la ciudad conquistada –empezando por su gran Mezquita Aljama-, sino que se va a producir un proceso de sincretismo territorial, urbano y arquitectónico que tal vez sea de los más interesantes ejemplos de este tipo de mestizaje. No me refiero sólo a la inserción de la primera iglesia y después de la catedral dentro de la traza de la mezquita –realizada siempre por arquitectos de primer nivel, desde la saga de los Hernán Ruiz a Juan de Ochoa-3, sino que este sincretismo se va a extender como forma de apropiación a iglesias y conventos, que van a ir signando la trama urbana (fig. 3).

(fig. 3) Vista de Córdoba desde la torre de la Calahorra, con el puente romano en primer término, hacia 1910. Archivo municipal.

Se producen tanto reconversiones de mezquitas en iglesias, como construcciones de otras de nueva planta, en un breve periodo de tiempo inmediato a la conquista cristiana –lo que hizo que iglesias se bautizan como fernandinas-, que se van a convertir en hitos referenciales de la trama edilicia, dando lugar a un nuevo estrato superpuesto a los anteriores, primando el sistema de relaciones del caserío con su parroquia (fig. 4).

(fig. 4) Dibujo de la ciudad de Córdoba en el siglo XVII. Colección Vázquez Venegas. Archivo Catedral de Córdoba. 3

Pero también los terrenos vacíos del glacis de la muralla de la Medina, va a propiciar una corona de conventos como mecanis-

Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., pp. 86-99.

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mo de articulación urbana entre la Medina y la Axerquía:4 a los fernandinos San Francisco, San Pablo, La Merced, San Agustín y la Trinidad,5 seguirían otros como Santa Marta, Santa Isabel, el Colodro, o de San José, formando un sistema de asentamientos de las distintas órdenes religiosas en una posición de centralidad que, reciclando en algunos casos parte del caserío preexistente, impulsaba una estrategia de cristianización de la población que habitaba la ciudad. En todos ellos, el compás daba paso a la iglesia abierta al culto público, así como a la zona conventual privada, pivotando siempre sobre una estructura claustral que permitía igualmente un gradiente entre los usos comunitarios y las celdas privadas. Al ser destino ineludible de algunos de los hijos e hijas de la aristocracia dominante, en muchos casos no se respetaba la austeridad predicada por las normas, realizándose obras impresionantes, a mayor gloria de Dios y de quienes los habitaban. (fig. 5)

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Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 28. Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Teodomiro. Paseos por Córdoba. Córdoba: Imp. Rafael Arroyo, 1873. Reedición de Librería Luque y Editorial Everest, 1995, pp. 156.


Convento de San Pablo

Un doble compás, desde la calle Capitulares –antigua calle Ayuntamiento- y desde la calle San Pablo, permitía el acceso a la zona pública del convento, donde destacaba la iglesia, de tres naves con una esbeltez inusual, que se cubría con una armadura de madera de tradición mudéjar. Estas naves se remataban con tres ábsides cubiertos con bóvedas de crucería, mestizaje típico de un renacimiento construido desde la confluencia de vectores estilísticos diversos que coexistían en la mayor parte de los casos.

(fig. 6) Plaza del Salvador, en una postal de fines del XIX. Archivo Municipal

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Pablo- que permitía el acceso directo a este gran vacío central, cultivado por la orden dominica (fig. 7).

Uno de estos conventos de la corona referenciada es el de San Pablo, ubicado en un lugar privilegiado, en la romana puerta del Hierro –transformada en la plaza del Salvador- (fig. 6), justo en la llegada a la Medina de la Vía Augusta romana, bautizada como calle San Pablo,6 si bien el transcurso de los más de mil años trajo consigo la superposición de estratos históricos hasta alcanzar una cota actual de unos cinco metros sobre la citada Vía Augusta.

Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 20. La fundación se establece en 1236, justo tras la conquista de la ciudad por Fernando III. Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Teodomiro. Op. Cit., pp. 155-173. Escobar Camacho, José Manuel. La ciudad de Córdoba en la Baja Edad Media: aproximación a su estudio desde el punto de vista urbanístico. Córdoba: Universidad de Córdoba, 1988, pp. 231-233.

Este Convento de San Pablo, construido entre los siglos XIII y XVIII,7 asumía en su ámbito no sólo algunas infraestructuras romanas de primer nivel, sino también un barrio musulmán, con una extensión que coincidía con la práctica totalidad de la actual manzana de San Pablo,8 cuya superficie alcanzaba 43,71 Ha, entre las calles Capitulares, Espartería, Pedro López, Fernán Pérez de Oliva y San Pablo, con un adarve -la actual calle Huerto de San

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(fig. 7) Ortofoto del entorno urbano de la manzana de San Pablo, en la actualidad.

La importancia que llegó a adquirir este convento lo demuestra la inacabada sala capitular –a la que Ramírez de Arellano se refiere como sacristía-, trazada a eje con la iglesia en su lado oriental, adjudicada a Hernán Ruíz III y a su hermano Jerónimo Ordóñez y cuya construcción se inició en 1580.9 La planta, de 20x12 m., y la altura de sus muros de 13 m., la convierten en una de las mayores salas capitulares emprendidas por una orden, lo que exigía una inversión de tal magnitud que, tras la muerte del obispo Martín de Córdoba, impulsor de la obra, quedó inconclusa. Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 174. 10 Anguita González, Julio. La desamortización eclesiástica en la ciudad de Córdoba (1836-1845). Córdoba: Editorial Albolafia, 1984, pp. 86-90. 11 Martín López, Cristina. Córdoba en el siglo XIX. Modernización de una trama histórica. Córdoba: Ayuntamiento de Córdoba, 1990, pp. 214-223.

La desamortización de Mendizábal trajo consigo la demolición de la mayor parte del conjunto conventual en 1848,10 pasando una parte a propiedad de la Diputación Provincial –librería y casa de novicios-, momento en el cual presumiblemente una parte del mismo, incluido el huerto y la inacabada sala capitular, fue adquirido por los propietarios del Palacio de Orive.

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Las reformas viarias realizadas en el barrio de San Andrés, afectaron a las calles del Ayuntamiento, Alfaros, Enrique Redel, Santa Isabel y Huerto de San Andrés,11 no alterándose la trama viaria

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en el resto de la Axerquía, al menos a partir de la existencia de cartografía en los archivos históricos. Es el caso de la plaza de Orive, que ha permanecido inalterada desde el primer plano de Córdoba, fechado en 1811 y realizado por el Barón de Karsvinsky y Joaquín Rillo,12 hasta la actualidad. No obstante, parece bastante verosímil la interpretación que, a partir del apunte realizado en el libro Las plazas del casco histórico de Córdoba,13 realiza en este mismo libro Antonio L. Ampliato, en el sentido de que la construcción de la crujía de fachada del Palacio de Orive en el siglo XVI por Hernán Ruiz II, podría haber modificado el anterior trazado, al adelantarse sobre el espacio público y provocar el retranqueo homotético en la alineación del inmueble de la acera norte –“entalladura angular en la fachada enfrentada a la del palacio, justo en la transición entre el callejón y la plaza”.14 De hecho, en muchas ciudades, incluidas las que en ese momento se estaban construyendo en América, a muchos de los grandes palacios se les permitía adelantar una crujía, especialmente cuando se producía en una plaza, con el objetivo de singularizar el espacio público, si bien en muchos casos se obligaba a no interrumpir el tránsito peatonal en planta baja, adquiriendo así una cierta ambigüedad entre espacio público y privado.15

Conocido como “Plano de los franceses”. Archivo de la Gerencia Municipal de Urbanismo. 13 Loma Rubio, Miguel, Candelaria Sequeiros Pumar y Francisco Valverde Fernández. Las Plazas del Centro Histórico de Córdoba. Córdoba: Universidad de Córdoba-Ayuntamiento de Córdoba, 2007, pp. 147-148. 14 Ampliato Briones, Antonio L. “El Palacio cordobés de los Orive: sobre la intervención de Hernán Ruiz II”, en este mismo libro. 15 En La Habana, por ejemplo, se da este caso con una cierta profusión, sirviendo esta ocupación del espacio público para acotar perspectivas y generar soportales en los que guarecerse del sol del trópico. Ver Gómez Díaz, Francisco. Aprendiendo de La Habana. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, 2004. 16 El plano de 1851, de José María Montis Fernández, mantiene la toponimia de “Huerto de San Pablo”, mientras que el de 1910, “Córdoba Artística y Útil” editado en el Prontuario del Viajero por A. Guichot, el huerto aparece con una trama verde, diferenciada de los huertos de naranjos que el propio convento conservaba. 12

El ámbito del primitivo Convento de San Pablo, fue colonizándose en su perímetro con parcelas privadas, a la par que en el tránsito del siglo XIX al XX, al instalarse en él los misioneros Hijos del Corazón de María, se hicieron algunas ampliaciones en su zona sur junto al callejón del Galápago. De esta manera, la manzana fue generando una nueva piel doméstica, conservándose el disminuido convento y el huerto de San Pablo –en manos privadas-, un gran vacío interior claramente reflejado en los planos de 1851 y 1910.16 (fig. 8 y fig. 9)

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DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 8) Fragmento del plano de Córdoba de 1851, de José María Montis Fernández. (fig. 9) Fragmento del plano de Córdoba de 1910, “Córdoba Artística y Útil” editado en el Prontuario del Viajero por A. Guichot.

(fig. 10) Vista aérea desde el sur del Convento y el Huerto de San Pablo.

El Huerto de San Pablo, en la trama del centro histórico El Palacio de Orive, igual que la antigua Sala Capitular del Convento de San Pablo se encuentran enclavados en la manzana de San Pablo, contando con un vacío excepcional: el Huerto de San Pablo (fig. 10), perteneciente como hemos comentado tras la desamortización de Mendizábal, al Palacio de Orive. Se trata de un espacio libre de casi 7.400 m2 en el corazón de esta manzana, que es una de las que cuentan con mayor contenido patrimonial y cuya escala encierra un potencial muy significativo del Centro Histórico de Córdoba.17 Esta manzana supone una macroestructura que escinde la escala normal de las existentes en el entorno, de aquí que la propiedad municipal sobre este suelo propiciara una estrategia de permeabilidad de recorridos que conectaran la plaza de Orive con la calle del huerto de San Pablo, permeabilidad que se correspondía con

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Es de reseñar que la Plaza de la Corredera cuenta con 5.460 m2, casi 2.000 m2 menos que el Huerto de San Pablo, hoy de Orive.


el pasaje peatonal previsto desde la calle Pedro López hasta la plaza de la Corredera (fig. 11), a través del Estudio Unitario nº 8 actualmente en construcción.

(fig. 13) Plano de situación de la Manzana de San Pablo en el Centro Histórico de Córdoba. Equipo F. Gómez.

De esta manera, se conseguía mantener la secuencia de calles dentro de la estructura urbana del centro histórico de Córdoba que bajaban en trinchera hasta el río, y que en este ámbito se veía interrumpida por la dimensión de esta manzana de San Pablo (fig. 12).

(fig. 11) Plaza de la Corredera, hacia 1960. Archivo Municipal

Este itinerario norte-sur –San Pablo, plaza de Orive, huerto de San Pablo, Estudio Unitario nº 8, plaza de la Corredera, plaza de las Cañas,…-, se completaba con el otro eje en sentido este-oeste (fig. 13). Hacia el oeste para resolver la conexión peatonal con el callejón del Galápago y, a través de Capitulares, con el templo romano de la calle Claudio Marcelo. Hacia el oriente se conectaba con la calle Arroyo de San Andrés a través del cine Coliseo, propiciando así el desarrollo de actividades durante todo el año, y no sólo en el periodo estival como cine de verano. Estas conexiones descritas, la norte-sur y la este-oeste permitían incorporar el Huerto de San Pablo como un gran espacio público para la ciudad, de una escala mayor que la plaza de la Corredera, pero mientras la primera se trata de un espacio duro y conformado de una manera escénica, éste tiene el valor de su carácter de huerto, espacio blando y ajardinado, con sombras y agua para la estancia cotidiana. Un lugar, sin duda, para descubrir por los ciudadanos (fig. 14).

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PÁGINA IZQUIERDA

(fig. 12) Itinerarios en el Centro Histórico de Córdoba y estudio comparativo de espacios públicos. Equipo F. Gómez.

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Estrategia de intervención sobre el Huerto de San Pablo

(fig. 14) Sistema de vacíos y llenos en el entorno de la Manzana de San Pablo. Equipo F. Gómez.

Tres eran los elementos claves que el Plan Especial de la Manzana de San Pablo abordaba: por una parte, el destino como espacio público del Huerto de San Pablo –rebautizado ya como de Orive-, de acuerdo con el análisis urbano realizado previamente, y que pretendía su incorporación a la trama urbana a través de dos ejes peatonales: norte-sur y este-oeste (fig. 15). En segundo lugar, la rehabilitación del propio Palacio de Orive, con el objetivo de destinarlo a Delegación Municipal de Cultura. Y en tercer lugar, la rehabilitación de la antigua sala capitular del Convento de San Pablo, preexistencia renacentista, cuya imagen romántica se había consolidado en el extremo occidental del huerto. Estos tres elementos, de una importancia urbana reseñable, han seguido un curso diverso a lo largo de estos quince años. El Huerto en sí, fue objeto de una propuesta por parte del arquitecto Gabriel Ruiz Cabrero, que fue después reconducida por el Departamento de Proyectos de la Gerencia Municipal de Urbanismo, bajo la dirección de Rafael García Castejón. Aunque no han finalizado las gestiones con los propietarios afectados para conectar el huerto con al trama urbana en el sentido este-oeste, sí se ha conseguido

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(fig. 15) Emplazamiento en la Manzana de San Pablo: Palacio de Orive, Huerto de San Pablo –o de Orive- y Sala Capitular. Equipo F. Gómez.

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Palacio de Orive Apuntes históricos

abrir al tránsito peatonal el eje norte-sur, que se completará cuando el Estudio Unitario nº 8 que se está ejecutando bajo la dirección del arquitecto Pedro García del Barrio, concluya. El huerto en sí, está prácticamente concluido como se expone en el capítulo correspondiente, encontrándose en periodo de apropiación por parte de la población cordobesa (fig. 16).

(fig. 16) Vista panorámica del Huerto de Orive desde la Delegación de Cultura. (Foto Miguel Gentil)

Los otros dos, el Palacio de Orive y la antigua sala capitular del Convento de San Pablo, son objeto de los dos capítulos siguientes.

El denominado Palacio de Orive, o de los Villalones (fig. 17), es en realidad una casa palaciega cuya construcción comenzó en el siglo XVI a manos de Hernán Ruiz II, autor de la portada que preside la plaza, si bien su proceso de configuración ha sido sumamente complejo, sufriendo transformaciones radicales a lo largo de su vida, tanto para dar respuesta al programa de necesidades que se ha ido planteando en cada momento, como para hacer frente a presuntas patologías sufridas en el pasado. No existe un estudio histórico verosímil, sino más bien un conjunto de leyendas y datos inconexos, recogidos en los dos libros de Ramírez de Arellano: Paseos por Córdoba,18 Romances Históricos de Córdoba, y en la Guía de Arquitectura de Córdoba.19

(fig. 17) El Palacio de Orive, visto desde la calle San Pablo.

Ramírez de Arellano cita a D. Alonso de Orive y Villalón, Caballero de Alcántara, quien “vivía allí en 1718 y era dueño de unas casas principales que ocupaban el frente de dicha plazuela (Orive), y en la que estuvo la Administración de Correos allá por el año 1830”.

Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Teodomiro. Paseos por Córdoba. Op. Cit., pp. 142-143. 19 Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 174. 20 Loma Rubio, Miguel, Candelaria Sequeiros Pumar y Francisco Valverde Fernández. Las Plazas del Centro Histórico de Córdoba. Córdoba: Universidad de Córdoba-Ayuntamiento de Córdoba, 2007, pp. 147-148. 18

En 1896 se convirtió en Escuela de Artes y Oficios, más tarde Atarazana Municipal y Colegio Francés, hasta que en 1919 es adquirido por la familia García Courtois,20 que mantiene la propiedad como residencia privada hasta que el Ayuntamiento la adquiere en 1993. De entre todas las intervenciones, es especialmente destacable la que realizó en 1920 Bienvenida, un discípulo de Aníbal González, con la felicitación de la Comisión Provincial de Monumentos

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cipal. Estos hallazgos y su repercusión se abordan en este libro por parte de los arqueólogos Juan Murillo y Maudilio Moreno.

(fig. 18) Fachada meridional del Palacio de Orive, desde el huerto.

Por último, también son reseñables las hipótesis que realiza Antonio L. Ampliato respecto a algunas trazas hoy visibles en el Palacio de Orive, previas a la intervención de Hernán Ruiz, especialmente en la configuración de los pórticos del patio principal, en el muro que articula los dos patios, y en las huellas existentes en la crujía exterior, atribuida a Hernán Ruiz II.22

Palacio de Orive, su estructura quien, en pleno furor regionalista, alteró la preexistencia hasta el punto en que hoy nos la encontramos (fig. 18), con una serie de contradicciones difíciles de digerir y que, por tanto, hacen necesario un estudio en profundidad para dilucidar el proceso de transformaciones sufrido, estudio que no ha de limitarse exclusivamente a la casa-palacio sino a la totalidad del ámbito que incluye su titularidad.21

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No obstante, las excavaciones arqueológicas realizadas en el ámbito del palacio, además de la Vía Augusta que atraviesa la plaza de Orive a unos 10 metros paralela a la calle San Pablo, sacaron a la luz un barrio almohade en el ámbito del huerto, junto con unas grandes estructuras romanas, con una espina central, que se ha adjudicado a un segundo circo.

Existen unas notas manuscritas por el propietario a partir de 1919, Gregorio García Mateo, pero no aportan otra cosa que las obras que fueron haciendo durante el periodo de su propiedad, para adaptarlas a las necesidades funcionales de la familia.

Pero en el interior del edificio, aparecieron restos de una casa preexistente del siglo XIV –que puede justificar algunas de las trazas del edificio-, y unas tenerías en la parte occidental del patio prin-

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Ampliato Briones, Antonio L. “El Palacio cordobés de los Orive: sobre la intervención de Hernán Ruiz II”, en este mismo libro. 23 Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 174. 24 Ampliato Briones, Antonio L. “El Palacio cordobés de los Orive: sobre la intervención de Hernán Ruiz II”, en este mismo libro. “La portada principal del palacio no es un objeto estático, circunscrito compositivamente a unos límites físicos, sino el núcleo abierto de un sistema que se extiende por los paramentos y actúa sobre los espacios urbanos inmediatos. La portada es un lugar de convergencias, un centro en el que todos los conflictos se resuelven y del que todos los elementos emanan, y en ella orden y muro aparecen en una relación orgánica, casi genética, que conduce en última instancia a la manifestación espacial del hueco de la entrada”. 22

La estructura arquitectónica del Palacio de Orive es de una cierta complejidad, pues si bien tipológicamente se trata de un edificio en torno a un patio principal con galería perimetral, con otro patio como apeadero, la disposición y número de las crujías perimetrales, la posición de su escalera principal y el decalaje de usos desde los más públicos a los más privados, hacen que su lectura planimétrica no sea evidente (fig. 19 a 26). El acceso se produce a través de una crujía proyectada por Hernán Ruíz II en 1560,23 cuya puerta principal se ubica en su parte oriental (fig. 27), con una portada renacentista, asimétrica respecto a la plaza (fig. 28), que ha sido analizada por Antonio L. Ampliato en este libro.24 Esta portada se remata con un torreón en su tercer nivel (fig. 29), enfatizando aún más la composición pétrea del acceso. Sin embargo, en planta baja, el zócalo de sillería se proyecta hacia el lado oriental, para recoger una ventana que centra la composición en la plaza según Ampliato (fig. 30). En el otro extremo, aparece la puerta de acceso al patio de carruajes, un hueco desnudo en un muro ejecutado con fábrica de tapial

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(fig. 23) Estado actual. Alzado a plaza de Orive y calle Villalones del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 19) Estado actual. Planta baja del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 20) Estado actual. Planta primera del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 24) Estado actual. Alzado al huerto del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 25) Estado actual. Sección norte-sur por el patio principal y alzado lateral a calle Villalones del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 21) Estado actual. Planta de torreones del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 22) Estado actual. Planta de cubiertas del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 26) Estado actual. Sección este-oeste por el patio principal del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.


(fig. 27) Fachada del Palacio de Orive a la Plaza del mismo nombre.

(fig. 28) Detalle del dintel de la puerta principal, con la amazona centrando el relieve.

con verdugadas y pilastras de ladrillo. Posiblemente, la puerta de acceso al patio de carruajes, igual que la división interna existente en esta primera crujía –dejando la ventana enmarcada por el zócalo dentro de un espacio accesorio, al margen del zaguán-, corresponden a la reforma realizada por Bienvenida en la década de 1920, pues no parece lógico que un elemento compositivo y simbólico de primera magnitud, no tenga su correspondencia funcional en el interior. La portada se proyecta en planta en un eje que, a través del hueco existente en el muro paralelo que conforma la crujía exterior, atraviesa la galería occidental del patio principal y conduce hasta el huerto (fig. 31), convirtiéndose en un elemento estructural al escindir virtualmente el edificio. Sin embargo, el hueco comentado, aparece como una réplica del preexistente a su derecha según Ampliato, sin la delicadeza de su estereotomía, y con una carpintería emplomada que lo cierra, para ocultar la escalera que aparece trasdosada.

(fig. 29) Portada de acceso al Palacio de Orive, con el torreón rematando la fachada.

(fig. 30) Detalle de la ventana recogida por el zócalo asimétrico de sillería.

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El hueco original, en cambio, de este zaguán propiciaba una entrada en recodo hasta el patio del apeadero (fig. 32). Este patio, cuenta con galería en dos de sus lados: norte, el de acceso, y este, el de articulación con el patio principal (fig. 33), abriéndose a través de un arco con el huerto en el lado oriental y dando acceso a las dependencias de su lado meridional (fig. 34). La relación visual entre este patio y el principal y, sobre todo, la intuición del gran espacio vacío existente en la zona meridional de la casa, lo hacen sumamente interesante por el juego de luces que en él confluyen y las transparencias, siempre veladas, que se producen (fig. 35).

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 31) Eje que se proyecta desde la puerta principal hasta el huerto, a través de la galería occidental del patio principal. (Foto F. Gómez). (fig. 32) El zaguán del Palacio de Orive, con el acceso en recodo. (fig. 33) Patio del apeadero. (Foto F. Gómez). (fig. 34)Conexión del zaguán con el patio del apeadero y la escalera principal.

De estas galerías parte la escalera principal comentada, ejecutada completamente en piedra, pero con una configuración extraña, tanto por su trazado en “L” como por el hueco del que parte (fig. 36), rematado con un arco que parece una mera configuración formal en arco escarzano, para ocultar el dintel recto que realiza la función estructural. También su

(fig. 35) Transparencia entre el patio principal y el del apeadero.

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(fig. 41) Ángulo noroccidental de la galería de planta alta.

disposición, trasdosando el hueco que comentábamos enfrentado a la portada, hace que esta intervención no se pueda adjudicar sino a Bienvenida, en el conjunto de actuaciones realizadas en la década de 1920.

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(fig. 36) Arco escarzano del que arranca la escalera principal. (fig. 37) Patio principal, con la galería meridional conformada por un muro troquelado.

En esta misma fecha debió cerrarse el primitivo hueco de comunicación entre ambos patios –el del apeadero y el principal-, para abrirse a continuación de la escalera. No obstante, el hueco original, aunque cegado y convertido en hornacina, conserva su recercado de sillería, que llega hasta el nivel del pavimento.

(fig. 38) Patio principal, desde la galería occidental en dirección a la puerta de acceso.

El patio principal, por su parte (fig. 37 y 38), aparece porticado en tres de sus lados, mientras que en el meridional la galería se transforma en un muro de fábrica con alguna columna de esquina embutida en el mismo, y con tres huecos rematados con arcos de medio punto. Los pórticos que configuran los otros tres lados están conformados con material reciclado de procedencia romana y árabe (fig. 39), pues basas, fustes y capiteles obedecen a tra-

(fig. 39) Conjunto de columnas heterogéneas de los pórticos que conforman el patio.

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(fig. 40) El patio principal, entoldado, en dirección este.

zados, dimensiones y materiales diversos, si bien los arcos de medio punto que los coronan le confieren una cierta unidad. En la planta superior, una arcada con arcos carpaneles sobre un pretil, todo ejecutado en fábrica de ladrillo visto, evidencia el carácter regionalista de la intervención realizada en 1920. Esta arcada se cierra con una carpintería emplomada, con un despiece en diagonal (fig. 40). Igual que ocurre en planta baja, en la galería meridional, la arcada se sustituye por un muro con cinco balcones adintelados, enfatizando de nuevo la proporción del muro sobre el hueco. Básicamente, podríamos hablar de que cada una de estas galerías cuentan con una crujía adosada en cada uno de sus lados (fig. 41), que albergan en sus dos plantas las principales dependencias de la casa (fig. 42). La crujía septentrional es la que configura la fachada antes descrita que se adelanta sobre la presunta alineación previa –evidenciada por un testigo existente en el zaguán,

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que aparece girado, coincidiendo con la alineación de la calle Villalones- (fig. 43).

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(fig. 42) La galería meridional de planta alta, con los huecos adintelados en el muro. (fig. 43) Ventana cegada en 1920, existente en el zaguán en dirección a la calle Villalones, cuya alineación se observa a través de la huella existente en el ángulo derecho.

Sin embargo, en esta última calle (fig. 44), esta crujía asume su alineación exterior y la de la galería del patio principal en su interior, dando como resultado una geometría abocinada que se va reduciendo en dimensión hacia el este. Entiendo que esta crujía irregular es producto de la preexistencia de la casa antes de la intervención del siglo XVI que conformó el patio regular, según las geometrías impuestas en ese momento, toda vez que no resulta habitual construir una crujía irregular, que conlleva que todos sus elementos estructurales –alfarjes y armaduras de cubierta-, tienen dimensiones distintas.

(fig. 44) Vista del muro de la calle Villalones, con la fachada lateral de la crujía exterior del Palacio de Orive.

En la zona occidental del Palacio de Orive es donde mayor complejidad presenta, pues sus dos crujías –dependientes funcionalmente entre sí-, están unidas transversalmente en su lado septentrional por la crujía de acceso desde el patio del apeadero

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(fig. 45). Además, la crujía exterior, cuenta con tres plantas en lugar de las dos habituales, ya que su planta baja se subdivide a su vez en dos, para albergar dependencias accesorias con entrada desde el huerto. Sin embargo, la crujía interior con acceso desde la galería, albergaba el dormitorio principal, con una escala importante rematada por un friso perimetral (fig. 46).

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(fig. 45) Galería de planta alta del patio del apeadero.

Por su parte, la zona oriental de la casa es caótica, tanto tipológica como constructivamente, pues obedece mas bien a una serie de adiciones en torno a un pequeño y doméstico patio con un brocal de pozo interesante, sucediéndose un sinfín de niveles mal conectados entre sí con un elevado número de escaleras para resolver las comunicaciones, siempre parciales, entre ellos.

(fig. 46) Sala meridional, actual sala de juntas, que se abre al huerto a través de los balcones que conducen a la terraza meridional.

En esta zona oriental es sugerente un patio actualmente segregado del resto recayente a la calle Villalones, de la que lo separa una tapia. A él dan precisamente parte de estas edificaciones añadidas aludidas anteriormente y cuya cualidad arquitectónica es nula. En él son bien visibles las medianerías de las casas colindantes, conjunto de muros y tapias muy dispar, con la tapia del frontón existente en el huerto como telón de fondo.

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(fig. 49) El Huerto de Orive, con la Iglesia de San Andrés al fondo.

(fig. 50) Otra vista de la vegetación existente en el huerto.

La edificación de esta zona, a partir de la crujía adosada a la galería oriental del patio principal carece de otro interés que no sea el meramente documental.

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(fig. 48) Vista del Palacio de Orive desde el huerto. (fig. 47) Detalle de una de las rejas incorporadas en la intervención de 1920.

La fachada meridional es producto de la reforma comentada al amparo de las modas regionalistas (fig. 47), con todo tipo de elementos característicos: tejas de cerámica vidriada, huecos con guardapolvos y rejas voladas (fig. 48), un gran balcón en la sala noble de planta primera sobre un porche en la baja, etc. Singular interés tiene el torreón del cuerpo de lavaderos, que confiere una imagen un tanto romántica a la composición de la fachada en esta zona y que valoramos positivamente. Pero lo mejor de esta fachada no está en sí misma sino en el espectáculo que, desde ella, se contempla: un vacío de una escala visualmente indeterminada (fig. 49), mayor que la plaza de la Corredera como hemos dicho, poblado de todo tipo de especies vegetales: jacarandas, naranjos, limoneros, plátanos orientales, etc (fig 50).

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En él hay tres elementos clave desde nuestro punto de vista: el primero, la Sala Capitular inacabada del Convento de San Pablo (fig. 51), estructura romántica de muros sin cubierta que, pese a las contradicciones que encierra, es de notable interés; el segundo, la infraestructura de agua existente, el pozo, la noria abandonada, la alberca, el abrevadero, etc., y el tercero, la riqueza arqueológica del subsuelo evidenciada a través de las excavaciones practicadas, que se abordan en otros capítulos de este libro. Pero, a nuestro entender, a estos valores innegables añadidos al propio y más importante del espacio en sí -vacío de construcciones-, hay que añadir el que le corresponde a su carácter de pieza dentro de la trama del Centro Histórico. Y es que la manzana en la que se inserta supone una macroestructura que escinde la escala normal de manzanas existente en el entorno, de aquí que la propiedad municipal sobre este suelo ha de propiciar la permeabilidad de recorridos norte-sur y este-oeste comentada, de manera que se recupere este espacio como un elemento clave del patrimonio público de Córdoba.

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(fig. 51) La Sala Capitular, vista desde la terraza meridional.


La recuperación del Palacio de Orive Tras la adquisición del Palacio de Orive por parte del Ayuntamiento, se planteó su recuperación para incorporar el conjunto al patrimonio municipal rehabilitado (fig. 52 a 58). La primera intervención de rehabilitación se centró en las cubiertas para evitar el deterioro progresivo que su abandono había generado por la falta de mantenimiento, sin plantearse otra cosa que la consolidación de la estructura existente. A partir de ese momento, se puso en marcha una Escuela Taller que tuvo tres fases de formación e intervención, lo que unido a dos Talleres de Empleo, permitió el traslado de la Delegación Municipal de Cultural al mismo, pese a la necesidad de concluir su rehabilitación integral con una segunda fase, una vez que la Agencia EFE que ocupaba la parte oriental del edificio, liberara esta zona.

(fig. 52) Estado reformado. Planta baja del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

La estrategia de intervención se basaba en una serie de premisas básicas, entre las que se encontraba el esponjar el palacio de Orive, amortizando todas aquellas construcciones fuera del perímetro incoado BIC que respondían a adiciones recientes y que no habían hecho sino colmatar y segregar la estructura principal de la casa, dificultando su lectura, realizadas con una cualidad arquitectónica ínfima. Rehabilitadas las cubiertas, había que dotar al conjunto del edificio de una estructura sólida, exenta de patologías, sin hacer tabla rasa con los sistemas constructivos y materiales existentes, pues forma y construcción se entendían como una unidad indisoluble. Esto se traducía tanto en eliminar las patologías detectadas como en prevenir frente a la reproducción de las mismas, garantizan-

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(fig. 53) Estado reformado. Planta primera del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 54) Estado reformado. Planta de torreones del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.


do un adecuado funcionamiento de los elementos constitutivos del edificio sin recurrir, en la medida de lo posible, a prótesis no deseadas. (fig. 55) Estado reformado. Alzado a plaza de Orive y calle Villalones del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 56) Estado reformado. Alzado al huerto del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

(fig. 57) Estado reformado. Sección norte-sur por el patio principal y alzado lateral a calle Villalones del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

Otro objetivo era permeabilizar el conjunto de patios existentes, conectándolos entre sí de forma que el sistema de transparencias permita unas relaciones más complejas y ricas, para tejer visualmente el entramado de vacíos, permitiendo que el palacio respirara. También se hacía necesario sellar algunos muros medianeros con edificación para controlar la forma y escala de algunos vacíos, especialmente del patio situado en la zona oriental tras la tapia que lo divide de la calle Villalones. El mecanismo era una inserción de nueva planta que expresara su autonomía respecto a la edificación rehabilitada, a la vez que respondía a los criterios de una arquitectura contemporánea donde el espacio y la luz predominaban en su configuración respecto a cuestiones estilísticas. Una vez amortizadas las adiciones de menor cualidad y sus múltiples escaleras de conexión, se hacía necesario conformar un segundo núcleo de acceso, toda vez que el principal contaba con una potencia formal y constructiva que, aunque de una solución tipológica extraña, entendíamos preferible asumirla en este momento. El segundo núcleo, en cambio, buscaba una situación estratégica que sustituyera al mencionado conjunto de escaleras mínimas, asumiendo la accesibilidad para minusválidos mediante la incorporación de un ascensor. Para recuperar la estructura portante y formal había eliminar el conjunto de divisiones de tabiquería existentes y que respondían a un esquema funcional doméstico para conseguir espacios amplios, delimitados exclusivamente por los muros estructurales y

(fig. 58) Estado reformado. Sección este-oeste por el patio principal del Palacio de Orive. Equipo F. Gómez.

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que, en caso necesario, podían articularse mediante sistemas de mobiliario para poner claramente de manifiesto su carácter añadido a la preexistencia.

La Antigua Sala Capitular del Convento de San Pablo

El carácter público del uso asignado, exigía resolver la ubicación de unos núcleos de aseos de carácter público, sin interferir las dependencias principales del Palacio. Estos aseos habían de dar respuesta igualmente a las condiciones de accesibilidad para minusválidos.

(fig. 59) Vista de la Sala Capitular desde el Huerto de Orive.

Lógicamente, había que dar respuesta a las necesidades a nivel de instalaciones que un edificio de estas características plantea en la actualidad, sin que ello conllevara la alteración sustancial de sus elementos y espacios básicos, ni que éstas recabaran para sí el protagonismo del paisaje interior del edificio. Este conjunto de cuestiones se entendía como centrales del proceso rehabilitador, dilatado en el tiempo y, por tanto, abierto a la reflexión y al debate, de forma que criterios o actuaciones que en un momento pudieran parecer imprescindibles, se modularan a lo largo del tiempo. En este sentido, la intervención no pretendía ser cerrada, exclusiva, terminada. Y todo ello, a partir de escuchar al edificio, aprender de él, no sólo en sus grandes temas espaciales, estructurales y compositivos, sino también en aquellos otros componentes que nos hablan del paso del tiempo y de su historia particular: materialidades, texturas, sistemas constructivos, colores, asumiendo el carácter de la intervención como de una etapa dentro de la trayectoria amplia y compleja que el edificio ha vivido a lo largo de los últimos siglos.

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(fig. 60) La Sala Capitular, desde la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía. Daroca Bruño, Francisco, María Yllescas Ortiz, Felipe de la Fuente Darder y otros. Guía de Arquitectura de Córdoba. Op. cit., p. 174. 26 “a su muerte quedó con los muros levantados, que aun se ven desde muchos puntos; estaban en terrenos de la huerta, y faltando aquel virtuoso Prelado, los frailes, no contando con fondos suficientes, abadonaron el pensamiento y pusieron en aquel sitio la panadería, para lo cual hicieron algunos colgadizos. Después se vendió con la huerta y quedó perdida para siempre una obra tan importante, a juzgar por la firmeza y elevación de los muros edificados”. Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Teodomiro. Paseos por Córdoba. Op. cit., p. 168. 25

Algunos datos históricos Al hablar del Convento de San Pablo, nos hemos referido al hecho de que la Desamortización de Mendizábal trajo consigo la enajenación de una parte importante del convento, incluyendo el huerto y la inacabada sala capitular (fig. 59), yuxtapuesta a la cabecera de la iglesia y vinculada ahora al huerto, donde se había consolidado como una ruina romántica en su lado occidental (fig. 60). La traza de la Sala Capitular, iniciada en 1580 se adjudica a Hernán Ruiz III, y posteriormente a su hermano Jerónimo Ordóñez,25 promovida por el obispo D. Martín de Córdoba,26 si bien entien-

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do que la portada de piedra que cierra la nave en su lado oriental pudiera tratarse de una preexistencia (fig. 61). Esta sala capitular, de una escala desproporcionada para el Convento de San Pablo, es realmente un alarde estructural para demostrar el poder que la orden dominica tenía en ese momento, en nada ajena a la Inquisición.

de piedra presidida por un arco de medio punto y un frontón partido cuya factura apunta al siglo XVII. Esta portada no tiene ningún tipo de traba con las fábricas laterales como hemos dicho (fig. 66), excepto en el cuerpo de remate, donde una imposta de ladrillo recorre todo el perímetro de la sala para dar paso a un muro opaco ejecutado con fábrica de tapial con verdugadas y pilastras de ladrillo. (fig. 66) Detalle de encuentro de la portada occidental con el muro lateral.

Puede entenderse que esta portada se trasladó desde otra posible ubicación previa, o incluso que se debiera a dos trazas distintas ejecutadas en momentos distintos –tal vez por los dos arquitectos a los que se les adjudica-, pero no existe dato alguno que lo corrobore. Tan sólo algunas anastilosis similares realizadas con otras portadas, a las que se les asignaba un cierto carácter móvil, como si de un retablo pétreo se tratara puede avalar esta hipótesis sin verificar. (fig. 61) Interior de la Sala Capitular, desde la primitiva conexión con el Convento de San Pablo. DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 62) Estado actual. Plantas nivel 0 y 1 y sección transversal 1. Equipo F. Gómez. (fig. 63) Estado actual. Plantas nivel 2 y 3 y sección longitudinal 1. Equipo F. Gómez.

Se trata de una estructura de nave-cajón de 12 metros de ancho por 20 de largo y una altura de 13 metros, a la que se antepone en lado oriental un volumen de menor altura que cobija una exedra –que pretendía hacer las funciones de altar-, y dos pequeñas salas laterales que completan el prisma rectángular (fig. 62 a 65).

(fig. 64) Estado actual. Plantas nivel 4 y secciones transversal 2 y longitudinal 2. Equipo F. Gómez. (fig. 65) Estado actual. Alzados exteriores. Equipo F. Gómez.

Los muros, desnudos, están ejecutados con fábrica de ladrillo con contrafuertes exteriores, excepto el que la delimita en su zona oriental ya comentada –justo la opuesta al paramento de conexión con el convento-, conformado mediante una gran portada

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De los tres muros restantes, el que se enfrenta a la portada descrita es el de conexión original con el resto de la estructura conventual, presidido por un gran arco actualmente cegado (fig. 67) igual que el resto de los huecos, en el que existe una grieta importante, cuyo origen se atribuye al terremoto de Lisboa acaecido en 1755.27 Los muros laterales, simétricos entre sí, tienen un zócalo sin decoración de 3 metros de altura, que correspondería con el espacio destinado a la ubicación de la sillería.

(fig. 67) Interior de la Sala Capitular en dirección al Convento de San Pablo.

Por encima de este zócalo, se establece una composición tripartita articulada con dobles pilastras de piedra (fig. 68), cuyo primer cuerpo de 7,50 metros de altura presenta sendas ventanas adinteladas enmarcadas en piedra con frontones partidos de remate, y una hornacina central rematada con un arco rebajado, toda ejecutada en sillería. Por último, el cuerpo de remate de 2,50 metros de altura, con tres óculos enmarcados por arcos de medio punto

(fig. 68) Detalle de uno de los muros laterales. 27

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Ramírez de Arellano y Gutiérrez, Teodomiro. Paseos por Córdoba. Córdoba: Imp. Rafael Arroyo, 1873. Reedición de Librería Luque y Editorial Everest, 1995, pp. 129-130.


que se apoyan sobre la cornisa de ladrillo, se corresponden con la estructura tripartita del cuerpo inferior. La estereotomía de estos muros evidencia no sólo su materialidad y proceso constructivo, ya que se conservan todos los mechinales de anclaje de los andamios utilizados, sino que son testigo de todo su proceso histórico (fig. 69), durante el cual se utilizó de panadería, de cuadra, e incluso de cuartel. Los mechinales, además, han servido de cobijo a dos especies bien distintas: las palomas, que han anidado en ellos dando lugar a una colonia importante y que se hace necesario controlar, y los cernícalos –cernícalos primilla-, que anidan igualmente y como especie protegida ha necesitado de la adecuación de los mechinales para garantizar que siguieran anidando, de acuerdo con las instrucciones de la Consejería de Medio Ambiente.

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 69) Uno de los huecos, con los mechinales y el resto de las huellas testigo del complejo proceso histórico sufrido. (fig. 70) Vista de la Sala Capitular desde el ángulo sureste del Huerto de Orive.

La escala y potencia espacial de la nave, sobrecoge al atravesar sus muros, siendo fácil intuir el volumen proyectado a través de los arranques de los dobles arcos fajones que existen en el cuerpo de remate. Sin embargo, la austeridad de la imagen consolidada de ruina romántica en el huerto es algo a conservar, igual que el carácter de espacio exterior, con la luz inundándolo todo (fig. 70).

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La rehabilitación de la Sala Capitular La necesidad planteada por el Ayuntamiento de Córdoba de adecuar esta ruina para sala polifuncional, a modo de contenedor lo más neutro y flexible posible, de manera que puedan celebrarse en ella actividades culturales de todo tipo -exposiciones, conferencias, conciertos, presentaciones de libros, lecturas de poesía, etc.- siempre condicionadas a la escala de la misma, hizo que nos planteáramos en el concurso huir de decisiones que fosilizaran cualquiera de ellas eliminando otras posibilidades (fig. 71). Además, esta adecuación polifuncional –y, junto con ella, la construcción de un espacio introductorio, que funcionara como vestíbulo y al cual estuvieran vinculados los elementos imprescindibles de apoyo, como los aseos, el almacén y una pequeña barra-ambigú para poder apoyar las actividades-, no debía nunca menoscabar la idea básica que era la de conservar la ruina y su ambiente en el huerto. Es decir, tanto la estructura de muros –con todas sus huellas y texturas-como la luz que permitía su lectura como espacio exterior, eran dos claves ineludibles para su rehabilitación. Y, junto a ello, la reversibilidad de la intervención, es decir, optar por materiales y sistemas que, lejos de imitar un sistema constructivo tradicional, optara más por el carácter de una instalación, en la que todos los elementos, atornillados y desmontables, no impidieran otra posible actuación futura (fig. 72 a 76). La intervención, a partir de estas premisas, parte de la valoración de esta ruina en su estado actual, es decir, tanto en su configuración formal como material, incorporada al paisaje urbano con una significación ineludible. Por tanto, nos limitaremos a aquellas actuaciones imprescindibles sobre la ruina que garanticen su conservación (fig. 77 y 78).

(fig. 71) Esquemas funcionales de la propuesta de la Sala Capitular. Equipo F. Gómez.

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(fig. 77) Maqueta de la propuesta de intervención. Equipo F. Gómez. (Foto Héctor Romero)

(fig. 74) Estado reformado. Alzado al Huerto de Orive. Equipo F. Gómez. (fig. 78) Otra vista de la maqueta. Equipo F. Gómez. (Foto Héctor Romero)

(fig. 72) Planta de la propuesta de intervención. Equipo F. Gómez.

(fig. 75) Estado reformado. Alzado norte. Equipo F. Gómez.

(fig. 73) Planta de cubiertas. Equipo F. Gómez.

(fig. 76) Estado reformado. Sección longitudinal. Equipo F. Gómez.

Esto no impide que hagamos una propuesta de ordenación del huerto, en relación con la lectura urbana antes descrita (fig. 15), propuesta que trata de consolidar el paisaje del huerto, huyendo de la formalización precisa que un jardín conlleva, para trazar unos caminos de enlace entre todos los puntos de acceso previstos e implantar texturas, colores, olores, propios de un huerto, donde el agua acompañaría los caminos, como acequias que fluyen desde la estructura hidráulica de captación, para irrigar todos los cultivos. El objetivo era buscar una mayor vinculación de la Sala Capitular con el huerto, como un elemento más dentro de la rica traza del mismo, construido a base de enclaves específicos apoyados por las especies autóctonas correspondientes. En la ruina en sí, nos limitamos a realizar una labor de limpieza general, retirando los materiales ajenos a la misma, consolidando los muros en su coronación con hormigón de cal, debido a que es el lugar que más ha sufrido la situación de abandono. Hemos cuidado que la pátina de líquenes se conserve, evitando así una

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(fig. 81) Vista interior nocturna, con el zócalo que oculta las instalaciones.

(fig. 82) La retícula estructural de cubierta, proyectada sobre el muro. (Foto Miguel Gentil).

(fig. 83) Vista del ángulo nororiental.

apariencia de muros recién construidos, ya que como sostenía Goya “el tiempo también pinta” (fig. 79). Los huecos existentes se acristalan mediante un vidrio laminar sin carpintería (fig. 80). En la parte inferior, el gran hueco rematado por un arco de medio punto se trata como un retablo, estucado, de manera que pueda recibir una escultura que centre la composición de ese paramento frente a la fuerza de la portada de piedra que tiene enfrente (fig. 81).

(fig. 79) Fotomontaje del proyecto sobre la Sala Capitular.

Los mechinales se han limpiado a fondo, sellando aquellos que pasan del exterior al interior. Para permitir que aniden los cernícalos primilla y evitar que lo hagan las palomas, con un marco que deja un hueco de 6,5 centímetros de altura para el acceso al interior del nido, que se retranqueará 2 centímetros respecto del paramento exterior. Dada la rotundidad espacial de la sala capitular, se proyecta en primer lugar una cubierta que responde a dos cuestiones básicas:

(fig. 80) Encuentro interior en el ángulo nororiental de los muros.

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la consecución de una luz similar a la existente actualmente, y la evacuación del agua de lluvia de una superficie como la que nos ocupa. La solución es una retícula de vigas en “V” conformadas por perfiles metálicos que actúan de estructura y de canal de evacuación de aguas a la vez, dejando entre ellas unos casetones acristalados, con un vidrio laminar con control de radiación (fig. 82). El otro tema en el que se interviene dentro de la sala es el zócalo y el suelo. El zócalo es un paramento liso ligeramente retranqueado respecto al superior, preparado para recibir la sillería. Por tanto, planteamos la recuperación de este zócalo como un “muro grueso” de tablero perforado de madera fonoacústico que alberga en su interior todas las instalaciones, debidamente registrables para permitir de una manera flexible su adaptación a las diversas actividades que se contemplan (fig. 83). El suelo por su parte se ejecuta con una piedra negra al corte, sin pulir, de manera que se huye intencionadamente de superficies brillantes para generar un marco neutro donde lo que realmente

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(fig. 86) Interior del foyer, en dirección al acceso.

(fig. 85) Otra vista, con el paramento oriental de la Sala Capitular.

protagonice el espacio sea la propia sala, buscando así el aspecto de espacio exterior (fig. 84). A la intervención sobre la preexistencia, se le yuxtapone en su lado septentrional un volumen de una sola planta que da cabida al foyer de la sala (fig. 85), junto con unos aseos, un almacén y una pequeña barra de ambigú (fig. 86). Esta pieza se configura como exenta, con una geometría ortogonal propia, dejando un recorrido libre en su perímetro, de manera que se pueda registrar, desvinculándose de las complejas tapias y medianeras que configuran un palimpsesto, producto del paso del tiempo.

(fig. 87) Vista de la yuxtaposición del volumen acristalado del foyer, junto a los contrafuertes de la Sala Capitular.

Este foyer, se conforma con un volumen prismático de doble escala, de manera que el vestíbulo en sí tiene 4 metros de altura libre (fig. 87), mientras que en la banda de servicios se reduce hasta 2,5 metros, lo que permite albergar las instalaciones de climatización, protegidas de las vistas exteriores mediante una piel complementaria.

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PÁGINA IZQUIERDA

(fig. 84) Interior de la Sala Capitular, desde el ábside. (Foto F. Gómez).

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(fig. 89) Espacio intersticial entre las tapias medianeras y el volumen del foyer, ejecutado con panel sándwich de aluminio. (Foto Miguel Gentil).

(fig. 88) Vista del foyer, en dirección al Convento de San Pablo, con el volumen de los aseos a la derecha.

Esta pieza participa del carácter de elemento pseudo-prefabricado, en el sentido de que su construcción es seca, una especie de mecano cuyos materiales permitan montarse y desmontarse con una cierta facilidad, huyendo así de la fosilización de una obra convencional (fig. 88). El sistema de cerramientos y particiones es a base de paneles ensamblados sobre perfilaría auxiliar, fenólicos en el interior y panel-sandwich de alumnio en el exterior (fig. 89). De esta forma, entendemos que no compite ni con la escala ni con la materialidad de la ruina, buscando una escala más próxima al mundo que rodea al huerto en esa zona (fig. 90 y 91).

(fig. 90) Interior nocturno de la Sala Capitular en dirección al ábside.

Junto a obras de Rafael Moneo, Enric Miralles, Santiago Calatrava, Alejandro Zaera, Tuñón y Mansilla, Ávalos y Herreros o RGMR, figuraba la rehabilitación de la antigua Sala Capitular del Convento de San Pablo en Córdoba, obra que igualmente se incorporó a la valla que rodea la sede de la Cancillería mientras duren las obras de rehabilitación (fig. 92 y 93).

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 92) Edificio de la Embajada de España en Cuba, con una síntesis de la exposición de Arquitectura Española actual, realizada en La Habana en febrero de 2009. (fig. 93) Algunos de los paneles de la valla, con obras de RGMR, S. Calatrava, E. Miralles, F. Gómez y R. Moneo.

Exposición de Arquitectura Española Actual

(fig. 91) Vista nocturna de la intervención, con el volumen del foyer en primer término.

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En febrero de 2009 la Embajada de España en Cuba y la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, organizaron una exposición bajó el título: “La Ciudad Extensa. Arquitectura Española Actual” en el Convento de San Francisco de Asís de La Habana.

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V REFLEXIONES SOBRE EL ESPACIO JARDIN HUERTO DE ORIVE Rafael Garc铆a Castej贸n


Del inicio: EL COMIENZO Sin intentar hacer un recorrido histórico, exhaustivo y pormenorizado de la transformación de este espacio interior de la ciudad, si me gustaría comunicar las sensaciones y experiencias desde el punto de vista personal del que suscribe a partir del momento que contactamos con este lugar “mágico”, dejando para otros profesionales en sus respectivas áreas de entendimiento y conocimiento aquellos aspectos más académicos. Lo decimos así porque cuando conocimos este espacio (y decimos espacio, pues todavía no tenia ninguna cualificación, es más, diríamos que tenía cierta “descualificación”), lo primero que sentimos fue una gran sorpresa, que creo será, y así me consta, la misma que han experimentado personas que desconocían la existencia de este enorme vacío en pleno centro de la ciudad. Teníamos un encargo que llevar a cabo: ¡la apertura de este tesoro a la ciudadanía!. El PLAN ESPECIAL DE LA UA5 (denominada posteriormente en el PEPCH de Córdoba y PGOU como AU6,) había sido aprobado por el Excmo. Ayto de Córdoba en Abril de 1999.Este documento redactado por los Arquitectos Gabriel Ruiz Cabrero y Jorge Silveti, viene a recoger las líneas principales de actuación en el futuro Jardín. Quisiera reproducir aquí parte de la memoria de este documento que refleja muy adecuadamente la percepción del lugar en su inicio: “…del plano dibujado de la Manzana de S. Pablo, entorno que sobrepasa los limites de la Unidad de Actuación,...Una cuadrícula se impone a la topografía del lugar hasta el límite de lo posible…,”,

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El plano describe la huerta como un gran vacío. Tal vez sea esta la característica, el rasgo más importante de la manzana de S. Pablo…” Este espacio, que ha sufrido tantos avatares y que por fin la ciudad recupera después de tantos años de esfuerzo (quedan atrás todas las negociaciones, estudios, catas arqueológicas, etc.) se ve cualificado con el nuevo uso público, el tránsito de una propiedad particular a esta nueva propiedad social. Es esta nueva situación lo que hace esta operación trascendente para la ciudad, que desconoce de su existencia. Es por eso que la administración local se marca como principal objetivo inmediato, a corto plazo, abrir este espacio y “enseñarlo”. (fig. 1) Cuando se abordan las obras que recoge el Proyecto Jardín de Orive 1ª Fase (Redactado por el Arquitecto Gabriel Ruiz Cabrero, y ejecutadas y finalizadas por la Gerencia Municipal de Urbanismo en 2004):

(fig. 1) Manzana de San Pablo. Situación jardín y relación con entorno

“Sobre esta cuadricula se levanta un caserío irregular, que puebla los bordes de la manzana, fruto del repartimiento, vaciando su interior en huertas diversas. El caserío queda dominado por la nave de la Iglesia de S. Pablo, pieza central en la posesión conventual que una vez caracterizó a la manzana y le dio la importancia religiosa y cultural que trajeron los dominicos. Acompañan a esta pieza singular algunos palacios, entre los que sobresale el de Villalones por su importancia arquitectónica y su relación con la huerta que le da su otro nombre, Orive (que en realidad es un segundo apellido de la familia Villalones). La Huerta de Orive, que habrá que convertirse en el Jardín de Orive, y es la pieza central de este trabajo.

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(fig. 2 y 3) Atrio entrada norte

Nos encontramos allá por el año 2003. Las obras de Rehabilitación del Palacio de Orive, se han llevado a cabo por distintas escuelas Taller, y se ha realizado la adaptación para sede de la Delegación Municipal de Cultura. La Manzana de S. Pablo está ya en ebullición, hay movimiento, nuevos inquilinos ocupan las renovadas instalaciones. Sin embargo el aspecto del “antiguo” espacio libre es desolador: (fig. 2-5) Por tanto, diríamos que esta 1ª Fase es una operación de una trascendencia tal que marcará el futuro de la ordenación del Jardín de Orive.

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(fig. 4 y 5) Imágenes del interior Jardín


Tenemos un documento de trabajo, que entendemos como un Proyecto de Intenciones (De hecho sufrirá modificaciones técnicas, pero que no se alejarán del objetivo del plan especial): - Mostrar el espacio recuperado a la ciudad - Comunicar dos zonas de la ciudad por la distancia más corta(eje Norte sur C/ S. Pablo-Plaza de la Corredera) El presupuesto de esta 1ª fase es limitado, pero es el momento de toma de decisiones que no hipotequen el diseño del Jardín, todavía por definir en este momento, y que permitan acometer los objetivos previstos en el Plan Especial: - Eje Norte-Sur Con el establecimiento de las Puertas septentrional (Puerta Norte,junto a la Plaza de Orive) y meridional (Puerta Sur “…Rematando la C/ Huerto de S.Pablo y aprovechando la actual servidumbre de paso al huerto, potenciando este acceso con la restauración del Arco o portón de entrada. Tras esta entrada quedaría un espacio rectangular, a modo de atrio que garantizaría la servidumbre de acceso al solar que queda entre este lugar y la sede de Cultura de la Junta de Andalucía…” - Eje Transversal Este-Oeste: “..La propiedad del cine coliseo y las viviendas que lo acompañan deberían incorporarse al jardín siguiendo el procedimiento jurídico más conveniente: compra o expropiación. Esta operación es fundamental pues proporciona la Puerta Oriental de acceso al jardín y garantiza la conexión del mismo y a su través del centro urbano, con la Axerquía. Se conformaría así en el actual límite entre la Propiedad del Huerto de Orive y el espacio del coliseo con la Puerta de levante del futuro parque urbano…” En la actualidad aún no se ha puesto en marcha esta iniciativa.

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La Puerta occidental se ubicaría en el actual callejón del Galápago… esta puerta permitiría el acceso al jardín, a través de la propiedad del Convento de S. Pablo, que sería de libre acceso público en una estrecha franja que habría de prolongarse hasta la Delegación de Cultura. Para hacer posible el acceso al jardín es imprescindible que tanto el huerto de naranjos del convento (lo que llamamos Patio de Claretianos), que se sitúa entre la zona que estamos describiendo y el jardín , como la esquina noroeste del edificio de la Delegación pasarán a ser de uso público….Esta puerta occidental permitiría además la conexión por la C/ Galápagos con las traseras de las casas de la C/ Capitulares y acceder a la Iglesia de S. Pablo, y hacia el este y luego girando hacia el sur con la C/ Pedro López, una quinta entrada muy conveniente”. Por consiguiente y puestos mano a la obra lo primero que teníamos que hacer es una limpieza total, que nos permitiera ver y entender el espacio, no como algo residual, sino como generador de nuevas sensaciones. Y así fue, empezamos a ver las posibilidades que nos ofrecía este nuevo descubrimiento, y que nos servirían para formalizar el nuevo jardín que algún día se trazaría. Y empezamos a tomar decisiones: - Materiales para la pavimentación: un continuo de bolo tradicional, sobre el que extender una alfombra de piedra (adoquines) que marque el camino, la senda que recorrer, hasta llegar a nuestro destino: el otro lado, lo desconocido. - Nuevas luminarias que permitan la incorporación de cuantos elementos se precisen para iluminar esta senda y recrear distin-

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tas escenas, iluminando medianeras y confines del espacio por colonizar. - En jardinería se planteó mostrar, con distintas direcciones de las plantas aromáticas, lo que podría ser una abstracción del huerto. Además se plantaron frutales ornamentales. (fig. 6 y 7) Atrio entrada norte

- Empezaron a vislumbrarse perspectivas y puntos de interés. - Las medianeras, según el plan especial, debían conservarse y ponerse en valor, por lo que pensamos en darles color, pero con un objetivo doble: a corta distancia iluminaba su entorno y si el espectador está retirado se confunden con el horizonte próximo, los ocres con las torres, los azules con el cielo, los blancos con las medianeras próximas, consiguiendo de esta manera que la sensación espacial sea mayor, que el espacio trascienda más allá de sus límites físicos. (fig. 6-9) Creemos que llegados a este punto, hemos dejado abiertas las líneas de lo que podría ser el futuro trazado del jardín completo. Todavía quedaba mucho por hacer, pero en la mente de todos estaba el sentimiento de que aquello era imparable, solo era cuestión de tiempo. (fig. 10) (fig. 8 y 9) Interior Jardín

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(fig. 10) Imagen del Caserío de la Manzana de S. Pablo (Sobre impreso la 1ª fase de actuación)

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De la Idea (LA CONTINUIDAD: 2ª Fase y sucesivas) JardÍn de Orive 2ª Fase : ORDENACIÓN DEL CONJUNTO Se planteó como objetivo primordial de esta fase, la creación de unas condiciones idóneas de todo el espacio que garantice la adecuada conexión ESTE-OESTE prevista en el PLAN ESPECIAL de PROTECCIÓN DEL CASCO HISTÓRICO (Pech), y concretamente de la AU-6. Para ejecutar plenamente este objetivo es necesario que concluya la fase de expropiaciones prevista en la ficha catálogo del Plan especial. Dentro de este apartado hay que señalar como prioritarios: - Callejón del Galápago. - Expropiación parcial jardines y patio de la comunidad de los Claretianos (iniciado el expediente por el Servicio de Patrimonio de esta Gerencia Mpal de Urbanismo. - Parcela correspondiente a C/ Huerto de S. Pablo 5. (Ha sido expropiado y ha permitido la actuación de la Conexión Sur de S. Pablo, actualmente en ejecución). - Expropiación del Coliseo S. Andrés, para salida a C/ Fernán Pérez de Oliva.(aún no ha comenzado) Para abordar la ordenación y continuación del trabajo desarrollado en la fase 1ª y terminado en 2004, es necesario independizarse de argumentos presupuestarios, e intentar, en la medida de

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lo posible establecer unas pautas de actuación, que de manera organizada se puedan acometer en fases terminadas, que al final es lo que ha ido sucediendo. Como ya apuntábamos en las páginas anteriores, las lineas generales de ordenación estaban revoloteando ya en nuestra cabeza, faltaba formalizar y concretar en el papel, por lo que pusimos en marcha la metodología propia para este reto: - Emplazamiento y posible faseamiento - Antecedentes y reseñas históricas. - Análisis de actuaciones municipales. - Objetivos del Plan Especial ( relectura crítica del documento).y su relación con el PGOU - Justificación y zonificación de la Propuesta de Ordenación.

(fig. 11)

3ª Fase Conexión Sur de la Manzana de S. Pablo (se corresponde con las zonas 3(Espacio Conexión Sur) y 4 Espacio Sur Este) Proyecto y Ejecución 2009) - Fases sucesivas - Conexión Eje Oeste-Este Pasaje Claretianos y Coliseo S. Andrés - Restauración Arco Sur y muro soporte. Ámbito de actuación 2ª Fase. (año 2005. Ejecución 2007-2009) (fig. 11)

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EMPLAZAMIENTO El Jardín de Orive se encuentra dentro de la denominada Manzana de San Pablo, concretamente abarca lo que denominamos huerto del Palacio de Orive. (fig. 12) Actualmente se accede a él a través de las aperturas Norte y Sur realizadas en la 1ª Fase de intervención inaugurada en al año 2004.Estas puertas de acceso se encuentran en Plaza de Orive (Puerta Norte) y C/ Huerto de S.Pablo (Puerta Sur). La delimitación interior del jardin es variada y compleja, abarcando servidumbres de paso y de vistas, medianeras, fachadas, ruinas, etc.

(fig. 12) Situación

ANTECEDENTES. RESEÑAS HISTORICAS Las excavaciones arqueológicas de 1992 en Orive pusieron en relieve la existencia de un conjunto de casas de época islámica tardía, superpuestas a diversas estructuras romanas. De todo el análisis de estos trabajos, expuestos en la memoria del documento aprobado por el Excmo Ayto de Córdoba (8 de Abril de 1999), se concluye con la existencia de un barrio almohade en cuadrícula que da pie al planteamiento como hipótesis de la fundación exnovo de la urbanística islámico-española, en contraposición a la ciudad existente de retorcidas callejuelas, consecuencia de una lenta transformación urbanística sobre la trama heredada. Con la llegada de los cristianos en el siglo XIII, el rey Fernando III, concedió a los frailes el sitio para que fundaran el Convento de S.Pablo. Una gran parte del terreno concedido se destinó a

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huerto. A finales del sigloXIII se encuentran urbanizados los alrededores de la vía de S. Pablo.La urbanización definitiva de esta zona de S.Andrés se realizará durante el sigloXV con motivo de la construcción de edificios en la huerta y corral del Monasterio de S. Pablo, si bien desde finales del XIV existen casas lindando con el convento siendo los frailes los que propiciaron esta ubicación. La red viaria de la collación de S. Andrés se configuró en dos épocas distintas, la parte oriental se urbaniza justo a la llegada de los cristianos, por lo que la herencia musulmana sería más clara. El resto del barrio es de creación plenamente cristiana destacando como calles principales Capitulares y S.Pablo. El Convento de S. Pablo data de 1236, siendo a principios del XIV cuando se levantó la actual Iglesia de S. Pablo. Tras diversas reformas en el siglo XIX (1810) con la desamortización de Mendizábal se convirtió en cuartel, cayendo más tarde en ruina, siendo ordenada la demolición del convento en 1848, dejando el templo, que a finales del siglo paso a manos de los misioneros Hijos del Sagrado Corazón de María. La denominación del Jardín de Orive, se debe a su pertenencia, tras los diferentes procesos de desamortización, al Palacio de Orive o de los Villalones, nombre este doble que se produce a partir de la unión de ambas familias en la persona de D. Alonso de Villalón y Orive, dueño de la casa en 1718.El espacio interior ha permanecido vacío excepcionalmente hasta nuestros días debido a su uso histórico de huerto. (fig. 13 y 14)

(fig. 13 y 14)

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ACTUACIONES MUNICIPALES Centrándonos en las actuaciones realizadas en el ámbito del Jardín, podemos indicar - Obras realizadas en la fase 1ª (2003-2004) por la Gerencia Municipal de Urbanismo, que han conseguido la conexión NORTESUR atravesando la manzana de S. Pablo y permitiendo el tránsito peatonal entre la C/ S. Pablo y la Plaza de la Corredera. - Dentro del ámbito de actuación se han realizado obras de remodelación de la C/ Huerto de S. Pablo (2004-2005). (Gerencia Municipal de Urbanismo), como continuación del eje Norte- Sur antes citado.( Según proyecto redactado por los arquitectos municipales de la GMU R.L.García Castejón y Mª R.Lara Jiménez ) Esta intervención viene a reforzar el concepto de camino, senda que se dibuja en su pavimento. - Limpieza de la zona sin intervenir para utilización provisional como aparcamiento restringido de los vecinos afectados por las obras de remodelación que se están realizando en la C/ S.Pablo. Parte de la edificación del Palacio de Orive se encuentra en estado de abandono, al no haberse actuado en ella tras la remodelación y adaptación a sede de Cultura del Excmo Ayto de Córdoba. - La Sala Capitular, ha sido rehabilitada recientemente para albergar actividades culturales y expositivos, a través de Fondos Europeos, gestionados por el Área de Cultura Municipal y Gerencia de Urbanismo.(Según proyecto redactado por el arquitecto Francisco Gómez Díaz)

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- El arco Sur de acceso a la parcela nº 5 está apuntalado y precisa de restauración especializada y puesta en valor, así como el muro a que pertenece, derruido para evitar desplome.

RELACIÓN CON EL P.G.O.U. ORDENANZAS DE EDIFICIOS PROTEGIDOS. PLAN ESPECIAL DE PROTECCION DEL CONJUNTO HISTORICO DE CORDOBA. FICHA DE ACTUACION AU6 1. IDENTIFICACION - Denominación: San Pablo - Identificación: Parcelas catastrales 41473/02/03/08/33/34/41/48 /55/68 - Tipo de intervención: Asistemática - Superficie delimitada: 21.462m2 2. REGIMEN URBANISTICO - Clasificación del suelo: Sistema General - Calificación del suelo: Equipamiento 3. OBJETIVOS - Los definidos en el planeamiento aprobado: - Incorporar al sistema de áreas libres el mayor huerto interior de la ciudad. - Puesta en uso para equipamiento social, cultural o administrativo del palacio de Orive. - Equipamiento de aparcamiento con edificio exclusivo en el solar de plazuela de Orive. - Incorporación a la F. Gran Teatro del cine Coliseo manteniendo la programación estival.

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- Resolver conexiones entre Callejón del Galápago y huerto. - Puesta en valor de la sacristía inacabada de Hernán Ruiz III. - Establecer nuevas alineaciones interiores. - Estudiar alternativas de uso, para edificio en solar de Capitulares. - Dotación de otro aparcamiento público en ubicación a determinar. - Estudio de posible puesta en valor de restos arqueológicos. 4. DETERMINACIONES DE ORDENACION Y USO - Equipamiento. - Areas libres. - Fichas de catálogo MA2, MA20 y MA26 5. DESARROLLO - Planeamiento de desarrollo: Plan Especial - Sistema de Actuación: Expropiación - Programación: 1º Cuatrienio - Relación con otras actuaciones: ----- Titularidad del suelo: Privada, municipal y Junta de Andalucía 6. DETERMINACIONES DE APROVECHAMIENTO - Aprovechamiento (m2t): Según Plan Especial San Pablo. - Aprovechamiento propietario: 100% - Cesión Áreas libres: Según Plan Especial San Pablo. - Cesión Equipamiento: Según Plan Especial San Pablo. 7. VALORACION ECONOMICA - Adquisición de suelo: 252.444 € - Adquisición de edificación: ----- Urbanización: 1.307.350 € - Edificación: 2.438.096 € - TOTAL COSTE OPERACIÓN: 3.997.890 €

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8. DISTRIBUCION DE INVERSIONES - Ayuntamiento: 3.997.890 € - Otras Administraciones: ----- Aportación privada: -----

JUSTIFICACIÓN DE LA PROPUESTA DE ORDENACIÓN Y ZONIFICACIÓN DEL JARDIN Del análisis de las reseñas históricas y de la memoria del Plan Especial aprobado en 1999 por el Excmo Ayto de la Manzana de S. Pablo, así como de lo apuntado en la 1ª fase de intervención terminada en 2003/2004., se desprenden las pautas que van a dirigir la ordenación del lugar. Efectivamente, la historia nos indica de la existencia de un barrio almohade, de nueva creación, sobre un espacio vacío, cuya hipótesis de trazado nos sorprende, porque lejos de ser un laberinto de calles estrechas, aparecieron en las excavaciones indicios de trama ortogonal en direcciones Norte-Sur, (calle alineada con la actual C/ Huerto de S. Pablo) y Este-Oeste, se nos vislumbra una nueva forma de ocupación del espacio urbano de trazado más regular. En el plan Especial se hacía una propuesta de ordenación del jardin basada en esta teoría. Esta posibilidad se descartó, pues suponía una puesta en valor de los restos documentados en las catas, y la necesidad de hacer un jardín arqueológico, que no era uno de los objetivos del plan. Nuestra propuesta de ordenación se fundamenta, principalmente, en el desarrollo de los recorridos o itinerarios necesarios para colonizar y vertebrar el territorio vacío y sin preexistencias notables. De estos caminos destacan principalmente dos:

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A-Eje Norte-Sur (desarrollado en fase 1ª) que conecta plaza de Orive con C/ Pedro López B-Eje Este-Oeste(a desarrollar en fases 2ª y sucesivas) que conectará C/Capitulares con C/ Fernán Pérez de Oliva. El resto serán caminos que fragmentan el jardin y conectan distintas zonas del mismo. El pleno desarrollo del camino B será operativo cuando se expropie y resuelva el acceso por la calle Galápago y patio de los Claretianos (S.Pablo) y se inicie el expediente de expropiación del Cine Coliseo S.Andrés. Hasta tanto y en cuanto se produzca esta última operación se opta por dotar de nueva entrada-salida a la C/ Villalones por apertura en muro colindante a la puerta actual de acceso a la Agencia EFE(dependencias del Palacio de Orive). De esta manera se resuelve un problema de fondo de saco de toda la zona oriental del jardín. Para acceder a esta salida opcional, se plantea desde la encrucijada de los caminos principales, un camino sinuoso de madera que es fácilmente reconocible con el material utilizado en las rampas de acceso desde el este. (Entarimado de madera). Tomando estas premisas como punto de partida, irán apareciendo recorridos (considerados como “acción de andar”), e itinerarios secundarios que organizarán el espacio vacío (“espacio nómada”, según Francesco Careri). Este espacio, considerado como recinto cerrado, de paso, es el líquido amniótico en el vientre de la ciudad, que debe ser lo suficientemente atractivo para retener al huésped el tiempo necesario para madurar, reflexionar, caminar...

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Muchos utilizarán el espacio como “vehículo” de conexión de distintas zonas de la ciudad, otros simplemente pasearán, pero todos retendrán en su memoria un lugar nuevo, una sorpresa inesperada en el corazón de la ciudad y el habitante de tan hostil invento humano, regresará por unos instantes al paraíso, al reencuentro con la naturaleza, tan necesario para la felicidad del individuo, como miembro de la colectividad urbana. Intentaremos desde nuestra disciplina, la de arquitectos, paisajistas, y por qué no , ingenieros , atrapar al visitante y retenerlo el máximo posible en este “pairi-dae´za” que significa vallado en iraní antiguo. A través de la formalización, enfatizaremos perspectivas, trazaremos caminos que nos inviten a pasear, se diseñarán espacios para la estancia, para el juego. Se plantarán especies ornamentales, que además nos den sombra, perfumen el espacio, nos ofrezcan espectáculo de color. Se iluminarán los puntos de interés arquitectónico y paisajístico. Utilizaremos tretas, artimañas para seducir al visitante: con los juegos tradicionales vendrán los ñiños y los mayores, con las nuevas tecnologías podremos atraer y distraer a los jóvenes. Con la lectura pausada al aire libre podemos embriagar al ciudadano. Con la cultura afianzaremos a nuestro “cliente” y con la música lo “fidelizaremos”. Este debería ser un espacio para todos, y con ese objetivo nos proponemos su ordenación.

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(fig. 15) Perspectivas principales


Es objetivo principal, que todo el espacio pueda ser recorrido, creando así muy diferentes opciones de vistas y permitiendo el facil acceso entre las distintas zonas. Los caminos siguen las directrices Norte-Sur y Este Oeste, desdibujando la trama ortogonal al acomodarse a medianeras y muros muy patentes en la imagen aérea de la manzana, como el caso de la medianera del Coliseo de S. Andrés, que busca la encrucijada de los ejes principales, propiciando así una alternativa de acceso al citado edificio. (fig.16)

(fig. 18) Zonificación

En este esquema se representan los distintos tipos de caminos que se proyectan y su cualificación:

De la observación del lugar, de forma reposada, surgen las perspectivas privilegiadas, las relaciones de los objetos de interés: desde un ejemplar de Jacaranda, a la percepción de hitos de piedra (torres de S. Andrés y de S. Pablo), ruinas de interés, medianeras de color, en definitiva piezas que desdibujan los límites del espacio, incorporándose al paisaje, logrando una percepción más amplia de la real. (fig. 15)

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 16) Esquema de itinerarios (fig. 17) Jerarquización de caminos

El territorio se va colonizando y surgen las necesidades de distribución del mismo, tan inherente al ser humano. Destinamos un espacio a la contemplación, otro a la representación, al juego, al aprendizaje, a la relación, etc...

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- Los ejes principales se identifican con pavimento de granito sobre fondo de bolo, así como las servidumbres de paso. - Los caminos intermedios son de picadura de granito rosa. Estos recorren cada rincón del jardín y homogenizan el jardín. - Los caminos opcionales y las zonas de estancia más didáctica se representan con madera. (fig.17)

(fig. 19)

Esquema de zonificación resultante de la ordenación general del Jardín. Se observan los caminos principales, así como las puertas Norte y Sur (Eje Norte-Sur), Este y Oeste (eje Este-Oeste) (fig.18, 19, 20 y 21) Como consecuencia de ello se establecen las distintas zonas que dan contenido al jardín:

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(fig. 20) Relación jardín espacios vacíos de la manzana S. Pablo


- Zona 1 Estanque - Mirador Norte (EMN)

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(fig. 21) Ordenación del jardín

Espacio elevado donde actualmente existe una alberca. Se pretende su recuperación creando un espacio con el estanque, pérgola y zona de estancia para contemplación relajada del jardin. Incluye esta zona una pieza triangular, incrustada en el terreno que albergará los servicios de jardinería necesarios para el mantenimiento del jardín. El pavimento es de mármol cenia y bolos. (fig. 22 y 23) (fig. 22) Planta espacio estanque mirador norte (1)

(fig. 23) Sección longitudinal por estanque

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Se pretende que el agua del estanque se derrame sobre pilón existente en la parte baja, adosado al muro sur. El pavimento del estanque es de bolo, y se pretende que el sonido del agua, de manera constante, contribuya a hacer de este lugar , una pieza imprescindible en este jardín. (fig. 24)

Se accede desde el norte al Estanque- Mirador mediante una suave rampa incorporada al camino de tránsito norte-sur. (fig. 26) (fig. 26) Alzado norte

(fig. 24) Alzado sur

Se recupera la imagen de lugar dominante, desde el jardín. El triángulo destinado a los jardineros queda integrado bajo pérgola y cubierta vegetal. (fig. 25)

- Zona 2 Espacio Escénico norte (EEN) Zona situada junto a soportal de fachada sur del Palacio. Se concibe como lugar de representaciones al aire libre, para actos culturales relacionados con el Palacio de Orive.

(fig. 25) Detalles constructivos de la pérgola

Se ejecutará escenario entarimado y gradas de piedra de mampuesto, a modo de pequeño teatro, aprovechando le desnivel existente. El ejemplar magnífico de Jacaranda existente sirve de telón de fondo a las actividades que se desarrollen en este ámbito. (fig. 27) Este espacio se sitúa junto al soportal de la fachada sur del Palacio de Orive, y servirá de apoyo a las actividades de la concejalía de cultura. También se encuentra junto al ejemplar magnífico de Jacaranda , por lo que consideramos un lugar privilegiado para cualquier actividad didáctica y cultural que se organice.

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(fig. 27) Planta espacio escenico norte (2)

(fig. 31) Planta de espacio conexión sur (3) y espacio sur este

(fig. 32) Espacio conexión sur

Formalmente se trata de un triángulo. Las gradas, de piedra, se adaptan a la curva del camino de madera que discurre a su espalda. (fig. 28, 29 y 30)

(fig. 28) Imagen de este espacio desde el acceso a C/ Villalones

- Zona 3 Espacio de Conexión Sur (ECS) Ubicado en la zona sur del jardín, concretamente en la parcela de C/ Huerto de S. Pablo, 5. En este espacio se desarrollan los elementos necesarios para conectar el jardín (+104,05) con el patio de los Claretianos que se encuentra a una cota superior (+106,84).Esta operación requiere la conformación de rampas y escaleras, que envuelven el muro medianero que de esta manera se conserva, tal como establece el plan especial. Sobre esta medianera se practican huecos a modo de ventanas que permiten la conexión visual y por tanto la ampliación de la percepción espacial del Jardín. (fig. 31 y 32)

En esta imagen se puede observar claramente como el elemento generador del espacio es el muro medianero existente. Sobre él se articulan las rampas de acceso para alcanzar las cotas que paulatinamente debemos conseguir para alcanzar las existentes en C/ Capitulares. Este muro además determina las alineaciones del camino transversal o eje ESTE-OESTE. (fig. 33)

(fig. 29 y 30) Distintas visiones de este espacio

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- Zona 4 Espacio Espacio Sur Este (ESE)

(fig. 33) Entrada desde el atrio de acceso por la puerta sur (Servidumbre de paso a la Delegación de Cultura)

En este espacio se recrearán parterres, recipientes a distintas alturas de acero CORTEN, para facilitar el acceso a las tareas hortícolas de niños y mayores, y personas con discapacidad para que puedan recrear huertos y plantaciones ornamentales A la plataforma más elevada se accede por dos rampas en sus extremos. Desde aquí se contempla gran parte de la zona meridional del jardín.

(fig. 36) Espacio sur este (4)

Se conforma todo este espacio como remate de la zona lúdico deportiva ( el juego se transforma en actividad didactico-educativa). (fig. 36, 37 y 38)

- Zona 5. Espacio lúdico-deportivo (ELD) (fig. 34)

Desde este camino se accede a la Delegación de Cultura , manteniéndose así la servidumbre de paso existente. También se trata del acceso a la comunicación con el lado occidental, buscando el transito a través del patio propiedad del Convento de S. Pablo (actualmente en proceso de expropiación de servidumbre de paso). Una rampa de madera recorre el muro a ambos lados del mismo, unificándose en la parte intermedia para continuar hacia el oeste, buscando la puerta Occidental, en Capitulares. (fig.34)

(fig. 35)

(fig. 37)

Zona de orientación Norte-Sur que discurre desde la fachada del Palacio de Orive hasta la zona sur del espacio, fragmentándose en distintos episodios desde espacio deportivo, juegos infantiles, juegos de mayores, laberinto vegetal que conecta la zona de juegos con zona más didáctica del jardín. En paralelo con este espacio discurre un paseo de naranjos que aprovecha la plantación existente que se encontraba en este lugar. Se han realizado algunas reposiciones y se observa que el canalillo se adecua a la disposición irregular de los pies vegetales. (fig. 39 y 40)

En el muro medianero existente se han realizado perforaciones, algunas existentes, como este arco y otras de manera intencionada que conectan visualmente ambas zonas del jardín. (fig.35)

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(fig. 38)


1ª FASE:

(fig. 40) Imagen zona lúdico deportiva

PRESUPUESTO DE ADJUDICACIÓN: 180.000 € CONTRATISTA: CONSTRUCCIONES SERRANO S.L. EQUIPO: Gabriel Ruiz Cabrero Arquitecto Redactor 1ª fase Rafael L. García Castejón Arquitecto de la GMU. Redactor del Proyecto Modificado Ignacio Montero Portabella Técnico Paisajista de la GMU Máximo Ojeda Macías Ingeniero Tco. de Obras Públicas de la GMU Rafael Sánchez Trincado Ingeniero Tco. Industrial de la GMU CUADRO DE SUPERFICIES por zonas y fases de actuación 2ª FASE: SUPERFICIE TOTAL JARDIN DE ORIVE 7.749.52 M/2 Superficie de actuación (1ª fase 2003/2004) 2.137.00 m/2 Superficie actuación (2ª Fase 2007/2009)

4.112.52 m/2

ZONA 1 EMN (Estanque Mirador Norte) ZONA 2 EEN (Espacio Escénico Norte) ZONA 5 ELD (Espacio Lúdico Deportivo) Superficie central (caminos y jardines)

256.00 m/2 250.00 m/2 833.00 m/2 2.773.52 m/2

Superficie actuación (3ª Fase 2009) CONEXIÓN SUR

1.308.00 m/2

ZONA 3 ECS (Espacio Conexión Sur)

728.00 m/2

ZONA 4 ESE (Espacio Hortícola Sur-este) Adaptación fase 1ª

580.00 m/2 192.00 m/2

(fig. 39) Espacio lúdico deportivo (5)

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PRESUPUESTO DE ADJUDICACIÓN: 592.000 € CONTRATISTA: UTE JARDIN DE ORIVE Instalaciones Eléctricas: PERCI S.A. Jardinería y plantaciones: INZOVER EQUIPO: Rafael L. García Castejón Arquitecto de la GMU. Redactor del Proyecto Máximo Ojeda Macías Ingeniero Tco. de Obras Públicas de la GMU Ignacio Montero Portabella Técnico Paisajista de la GMU Mª Dolores Bastón Talavera Arquitecto Técnico Mediciones y Presupuesto Antonio Pérez Ortega Ingeniero Industrial de la GMU

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Gregorio Martínez Torres Delineación de la GMU Manuel López Jiménez Topógrafo Unidad de Topografía de la GMU 3ª FASE (CONEXIÓN SUR DE LA MANZANA DE S.PABLO): PRESUPUESTO DE ADJUDICACIÓN: 450.000 € CONTRATISTA: UTE PAVIMCOSA S.L.- POVEDA S.A. Instalaciones Eléctricas: POVEDA S.A. Jardinería y plantaciones: DOMENECH EQUIPO: Rafael L. García Castejón Arquitecto de la GMU. Redactor del Proyecto José Mª Carnicero Luján Arquitecto Tecnico de la GMU Ignacio Montero Portabella Técnico Paisajista de la GMU Mª Dolores Bastón Talavera Arquitecto Técnico Mediciones y Presupuesto Antonio Pérez Ortega Ingeniero Industrial de la GMU Instalación eléctrica y Alumbrado Público Gregorio Martínez Torres Delineación de la GMU Manuel López Jiménez Topógrafo Unidad de Topografía de la GMU TOTAL INVERSION REALIZADA EN JARDIN -HUERTO DE ORIVE : 1.220.000 €

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DATOS DE INTERÉS: Los materiales a utilizar vienen expresados en el plano de planta reformada y en el capítulo correspondiente se especificarán con mayor detalle. Principalmente son: En pavimentación, serán: - De adoquín de granito rosa flameado y bolo marrón en caminos principales. - De madera (entarimado). - De picadura de granito en caminos secundarios y zonas de paseo. - Enlosado de mármol zenia en zonas de estancia junto al palacio. Encintados de granito rosa en los caminos. Chapa de acero corten para revestir paramentos verticales y jardineras. Barandillas de acero galvanizado rampas y escaleras. Bordillos de granito rosa y de piedra arenisca calcarenita. Revestimientos verticales medianeros con mortero bastardo y pintura a la cal.

JARDINERÍA No obstante debemos decir aquí que el planteamiento general es de sencillez y obviedad: debe ser funcional y bello y buscar el equilibrio entre paisaje y utilidad. Por tanto se desarrolla una interpretación actual de lo que sería un Jardin-Huerto, haciendo compatible tres parámetros siempre presentes en esta tipología: - Especies ornamentales: Con funciones de acento en perspectivas, focalizaciones y estancias

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- Especies útiles: Con funciones de autosuficiencia en el consumo de frutas y hortalizas unidas a Casas- Palacio, aprovechamiento y ocupación sistemática de la superficie y conceder textura al plano no observado. - Establecimiento de la infraestructura necesaria para un buen funcionamiento, compatibilizada con un aspecto decorativo. Zona de pradera de gramíneas: Modo: Siembra directa. Especies: Cynodon dactylon 10%, Lolium perenne 15%, Pennisetum clandestinum 5%, Festuca arundinacea 70%. Previo: Erradicación de la vegetación espontanea y las semillas de malas hierbas antes de entrar a preparar el lecho de siembra con herbicida no residual.Suelo. Labor de alzar, fresado de 15 cm de profundidad, hasta mullido del terreno, despedregado. Abonado: Aporte de abono mineral y organico en fondo. Acabado: Nivelación, rulado, siembra, rulado y riego. Verificación: Tras el primer corte. Mantenimiento: Según pliego. Vegetación arbórea: Especies: Almezos “Celtis Australis”, Naranjos amargos “Citrus aurantium”, Sóforas “Sóphora japónica piramidales”, Granados “Punica granatum”, Majuelos “Crataegus azarolus”,Jacarandas “Jacaranda mimosifolia” Palmeras “Phoenix datylifera”, perales silvestres“, Cipreses” Cupresus sempervirens”, cerezos ornamentales, “prunus pisardii”, “chaenomeles” Vegetación arbustiva: Como especies arbustivas que se han plantado en los parterres “lavanda , pitosporos “pitosporum tenuifolium”, romero rastrero “rosmarinus oficinale” , “berberis atropurpurea”, escalonias

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y olivillas ”tecrium fruticans” en la formación de laberinto vegetal,etc.

MOBILIARIO URBANO - Bancos de madera de 1,80 cm - Bancos de piedra calcarenita (sillares existentes) y de obra. - Juegos infantiles y para personas mayores

(fig. 41)

Alumbrado: Luminarias de Iguzzini tipo maxi Woody sobre báculos de 5/7m que permiten la cualificación de la iliminación. Luminarias de Philips.sobre báculos de 6m

De los MATERIALES Y TEXTURAS Los materiales a utilizar vienen expresados en el plano de planta reformada y en el capítulo correspondiente se especificarán con mayor detalle. Principalmente son:

(fig. 42)

En pavimentación, se utilizarán las texturas como elementos identificativos: - De adoquín de granito rosa flameado y bolo marrón en caminos principales. (fig. 41) - De madera (entarimado), en los caminos opcionales, en rampa de conexión en muro medianero y de estancia en las zonas didáctico-culturales. (fig. 42 y 43)

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(fig. 43)


- De picadura de granito en caminos secundarios y zonas de paseo. Una capa de picadura de granito rosa de 10 cm compactada sobre 15 cm de zahorra, permite un paso cรณmodo y transpirable. eEl drenaje se resuelve con pendientes hacia los parterres que disponen de red de tubos drenantes a la red de alcantarillado. (fig. 44)

Encintados de granito rosa en los caminos. - Bordillos de granito rosa y de piedra arenisca calcarenita. (fig. 48) - Revestimientos verticales medianeros con mortero bastardo y pintura a la cal. (fig. 49)

(fig. 44)

- Enlosado de mรกrmol zenia en zonas de estancia y junto al palacio de Orive. El mรกrmol zenia flameado en formato de 50x50 cm se ha elegido por ser material de mรกrmol junto al palacio , pero diferenciando interior (mรกrmol blanco) de exterior (tonos ocres suaves). (fig. 45)

(fig. 48)

- Chapa de acero corten para revestir paramentos verticales y jardineras. (fig. 46)

(fig. 45)

- Barandillas de acero galvanizado rampas y escaleras. (fig. 47)

DE IZQUIERDA A DERECHA

(fig. 46 y 47)

(fig. 49)

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En jardinerĂ­a Las texturas que se han buscado son las propias que recuerdan a huertos, a la vega cordobesa y a la campiĂąa, con variedad de colores y de especies. Con diferentes direcciones que fragmentan y unifican espacios. (fig. 50-53)

(fig. 50-53)

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