Mensaje por las Fiestas del Nacimiento, Circuncisión y Bautismo de nuestro Señor Jesucristo en la carne
Arzobispo Metropolita Chrysóstomos
Muy queridos Hijos, Hermanos y amigos: Hoy más que nunca es necesario hacerles llegar nuestro saludo y bendición, tras haber vivido un 2020 que ciertamente será inolvidable por esta situación de la pandemia, para los creyentes, más allá del dolor y de las vivencias dolorosas y complejas que nos deja, debemos volver los ojos a Dios, y aceptar esta oportunidad para mejorar y trascender en una vida cristiana ortodoxa auténtica, que nos refuerce y haga de nosotros, personas más y más capaces de llevar una vida que cada día nos prepare a aquella verdadera vida que vendrá solo después de esta. Nuestro mensaje por las Fiestas de la Natividad, Circuncisión y Bautismo del Señor, debe entonces recordarles a todos, que la revelación divina hace entender una realidad que transciende cualquier mente: el amor entre las Personas divinas asombra la mente humana, es la Existencia en eterna sintonía. El Padre, revelando al Hijo en el Espíritu, no hace nada más que revelarse a sí mismo. Por eso se comprende el silencio impresionante del Hijo, el cual sabe que su voluntad es la del Padre. Extrañamente, son pocos quienes afirman que el fin del obrar de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu, a lo largo de la historia de la salvación, acontece realmente con su eterna colaboración armoniosa.
A lo largo de esta pandemia, muchos de ustedes han seguido las enseñanzas que he dado vía Zoom y Facebook, procurando “alimentarlos” en estos momentos tan difíciles y no descuidar de sus almas, y en estas enseñanzas he insistido por medio de las enseñanzas de los grandes Santos de la Iglesia en lo concerniente a la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, y hemos insistido sobre este hecho, porque las Personas divinas operan desde el comienzo de la creación hasta la Resurrección, juntas. El amor del Padre hacia el Hijo, que se revela desde su Nacimiento, Circuncisión y hasta el bautismo, demuestra el signo de su amor hacia sus hijos, que somos nosotros. De hecho, el objeto futuro del amor divino somos nosotros. Signo máximo del amor de Dios hacia nosotros es que no escatimó ni siquiera «su Hijo», «el Dilecto», para que fuéramos salvados. Y la complacencia dirigida al Hijo, al final la dirige también a nosotros. De este modo, con el bautismo participamos del convite nupcial porque el Espíritu mora en nuestros corazones (Rm 5, 5) y nos lleva al único manantial de la vida. El Padre, mediante el Hijo, en el Espíritu Santo, ha intervenido espléndidamente en la historia humana, para que los bautizados se vuelvan objeto futuro de las palabras pronunciadas en el bautismo de Cristo. Esa realidad que se dio en un momento determinante de la historia, sigue siendo repetida cada año, no como un simple festejo o recuerdo, sino como una revivencia, en cada corazón y en cada alma. Los Santos Padres de la Iglesia han insistido que este período sea particularmente vivido con profundidad, y con tristeza comprobamos que, en el mundo entero, y en especial en occidente, el maligno ha logrado alejar a millones de almas, no solamente de la fecha original, sino del sentido auténtico de este mensaje. Por todo ello, cada uno de nosotros, ortodoxos en Latinoamérica, debemos hacer énfasis en la inmensa bendición que es el poder celebrar “fuera” de las fechas equivocadas, porque tenemos una vez más, la oportunidad de en lo secreto de nuestra habitación, de nuestra familia, de nuestra vida, encontrarnos con Dios hecho hombre por Amor. (Mt 6: 6).
La vida y acción de Dios sobre nuestras vidas es una realidad innegable, sin embargo, fácilmente podría ser inaccesible, si no abrimos nuestros corazones, mentes y almas, aceptando no solamente las bendiciones que Dios regala y derrama sobre buenos y malos (Mt 5:45), sino que debemos hacernos auténticos Hijos y coherederos con Cristo de todo cuanto Dios quiere que recibamos (Rm 8:17). Que el salir del 2020, y entrar en el 2021, no sea solamente una experiencia que nos lleve a victorias simplemente humanas, sino que el haber aprovechado el tiempo en oración, el lograr una lectura de libros espirituales ortodoxos, la reflexión diaria sobre el Evangelio, y la continua educación sobre las verdades de la Fe, nos lleven a poder recibir estas fiestas como una oportunidad excepcional de crecimiento interior que nos prepare a cualquier lucha espiritual que se nos presente en adelante. Mi deseo más profundo para todos y cada uno de ustedes, es que tengan un crecimiento espiritual que haga de cada corazón un verdadero Belén, una auténtica circuncisión espiritual, y un real Jordán, donde la Santa Trinidad pueda manifestarse cada día del resto de sus vidas.
Arzobispo Metropolita +Chrysóstomos de Ecuador y Latinoamérica