En 1994, los conflictos de baja intensidad, así como las guerras totales, acompañados por crasas violaciones de derechos humanos, continuaron siendo el azote de la era subsiguiente a la de la Guerra Fría. En muchos casos, eran el resultado de tiranteces y resquemores interétnicos que se habían venido incubando bajo la superficie a lo largo de décadas de gobierno totalitario y que se desencadenaron al sobrevenir la disgregación de las sociedades opresivas. Al mismo tiempo, en muchas partes de la zona de la CSCE se produjeron crecientes manifestaciones de un nacionalismo agresivo radicalmente opuesto a los principios de la CSCE y a los compromisos asumidos por sus Estados participantes. Sobre este telón de fondo, las aportaciones de la CSCE a la estabilidad interna e internacional cobraron todavía mayor importancia.