Crítica: Mariphasa cineuropa.org/nw.aspx
por Carlota Moseguí 02/03/2018 - BERLÍN 2018: El segundo largo del portugués Sandro Aguilar es un experimento antinarrativo transcurrido en una Lisboa pesadillesca
La sección Forum del Festival de Berlín estrenó el segundo largometraje del director portugués Sandro Aguilar. El cineasta lisboeta, que debutó en el IndieLisboa y el Festival de Locarnode 2008 con A Zona [+], ha dirigido más de una decena de cortometrajes desde entonces. Sin embargo, el que también fue productor de Tabú [+] de Miguel Gomes ha esperado un total de diez años para dirigir su segundo y oscuro largometraje Mariphasa [+]. De entrada, su título enigmático es una apropiación del nombre científico de la planta del Tibet con poderes mágicos que impedía que el protagonista de El lobo humano de Stuart Walker se convirtiera en hombre lobo durante las noches de luna llena. Pero en Mariphasa no se atisban hombres lobos, científicos locos, ni otros elementos fantásticos. El film es, en realidad, un experimento críptico que deconstruye tanto el noir clásico como el cine de terror. Estaríamos en lo cierto al afirmar que Mariphasa es la propuesta más radical exhibida en el Festival de Berlín. Asimismo, las tres películas portuguesas estrenadas en la sección Forum –The Tree [+] de André Gil Mata, Our Madness [+] de João Viana y Mariphasa– comparten el mismo espíritu subversivo que conduce la esencia de las tres películas hacia la abstracción narrativa; aunque la de Aguilar, producida por la compañía O Som e a Fúria, lleva dicha abstracción a un nivel extremo, absolutamente inaprehensible. 1/2
Antes de enfrentarse al visionado de Mariphasa, el espectador debe ceder y aceptar que su dispositivo narrativo será impenetrable de principio a fin. La película aglutina escenas y escenarios vacíos que se suceden entre sí sin seguir ningún tipo de orden causal o conceptual. Puestos a analizar racionalmente el experimento de Sandro Aguilar, diremos que su anti-película está protagonizada por dos amantes, un niño aterrado por sus pesadillas, un padre consumido por el luto de su hija fallecida violentamente, un cazador manejando su escopeta y un ladrón que envenenará a un perro. Como la mayoría de noirs o películas de terror, el film de Aguilar siempre transcurre durante noche, pero sus personajes (o, más bien, presencias fantasmales) deambulan por tres espacios: una nave industrial, las viviendas de un mismo inmueble y los tenebrosos callejones de Lisboa. Su puesta en escena fragmentada sitúa el eje de dichas imágenes narrativamente inconexas en la fisicidad de los gestos, o en los propios cuerpos humanos que los llevan a cabo, remitiendo a la obra del autor francés Philippe Grandrieux. Siguiendo la estela de Grandrieux, Aguilar construye una perfecta atmósfera de terror malsano a partir de un acto tan puro como básico: el movimiento de un ser vivo. La sobresaliente Mariphasa nos da a conocer una Lisboa infernal que no pertenece al mundo del cine, sino al de las pesadillas. Mariphasa ha sido producida por Luís Urbano y el propio Aguilar para la ya mencionada O Som e a Fúria.
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