DISCOS Y OTRAS PASTAS
www.otraspastas.blogspot.com
AÑO 16 NÚMERO 99
EMAIL: otraspastas@gmail.com
EDICIÓN DIGITAL DICIEMBRE 2022
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EDICIÓN DIGITAL DICIEMBRE 2022
(1943 - 2022)
Ya se ha escrito bastante para conmemorar a Christine McVie, la incondicional cantante, compositora y teclista de Fleetwood Mac McVie, miembrodelabandabritánicadeblues Chicken Shack, se unió a su esposo bajista en Fleetwood Mac en 1970, un año después de casarse. Casi de inmediato, su talento fue reconocible: era fanática del trabajo que la banda había hecho con los primeros miembros Jeremy Spencer y Peter Green, pero tenía una habilidad especial para la melodía que la colocaron por delante del grupo de blues rockers británicos. A medida que los miembros comenzaron a ir y venir, su magnífico contralto fue una constante en un mar musical agitado. Ese poder acerado se hizo evidente cuando los McVies y el baterista Mick Fleetwood se mudaron a Estados Unidos y se unieron a un dúo de cantantes y compositores: el gran guitarrista Lindsey Buckingham y la exótica Stevie Nicks. Dos de sus canciones de Fleetwood Mac de 1975, el primer álbum del nuevo quinteto, fueron de las primeras en llegar al Top 40 de USA: la relajante "OverMyHead"ylaalegre"SayYouLoveMe".
Lo que sucedió después, es parte de la leyenda del rock and roll: el matrimonio de los McVies, el matrimonio del propio Fleetwood y la relación de Buckingham con Nicks se vinieron abajo simultáneamente, y grabaron un álbum increíble a través del caos. El dueto de Christine con Buckingham en"Don'tStop"ylasensual"YouMake Loving Fun" fueron éxitos contundentes de aquel artefacto llamado Rumours Desde aquí, podemos detectar el verdadero poder de Christine McVie. Mientras Buckingham se convertía en un brillante e intenso ratón de estudio, y Nicks elevaba el misticismo a alturas asombrosas, sus poderosos ganchospopsirvieroncomoun
oasis cuando las personalidades de sus compañeros de banda se hicieron demasiado grandes. El power pop azucarado de "Think About Me" ayudó a mantener unido al extenso Tusk, y "Hold Me", con su coro en cascada y su impresionante interpretación del piano, se convertiría en el mayor éxito de Mirage. Y cuando las costuras comenzaron a romperse en esta formación neoclásica de la Mac, fue nuevamente McVie quien salvó el díay mantuvo a Tango in the Night conectado a tierra con éxitos maravillosos ("Little Lies", "Everywhere") y canciones profundas ("Mystified","Isn'tItMidnight").
Tal era la calidad de McVie que su ausencia marcó el período más inactivo en la historia del grupo. En los noventa, se relajó en las giras y estuvo casi ausente en el último álbum de la banda, Say You Will (2003). Su regreso a las giras en la década de 2010 ayudó a renovar el interés en la banda, y continuó a través de un álbum en coautoría con Buckingham y con todos en la Mac, excepto Nicks. Cuando las nuevas tensiones desembocaron en la expulsión de Buckingham, McVie continuó siendo aquelpuertoenmediodelatormenta.
Es revelador que, a raíz de su fallecimiento, los fanáticos con sus tributos no se hayan decidido por una canción que llegue a la cima para conmemorarla. Pero entonces, ahí está, al final de la primeracaradeRumours, lejos de la agitación, el pisoteo y el temblor de los corazones y las promesas rotas, está la dolorosamente hermosa "Songbird" de McVie, que mantiene unida a la banda con un mensajedeamor:
“
A ti, te daré el mundo. Contigo, nunca tendré frío", canta, "Porque siento que cuando estoy contigo, todo está bien, sé que está bien...". MICHAEL
DUQUETTEMi amigo Henry envía un mensaje al final del día. Se acerca la fecha de entrega de esta reseña y temo que necesite algo más que una promesa de mi parte. Me equivoco. Me invita a leer la confesión de un periodista musical que relata en primera persona la historia de la tarde en que compró el disco que más lo marcó. Cuenta el periodista que era un preadolescente, que era verano y que usó el dinero que le habían regalado para su cumpleaños, que en la tienda donde lo compró, además de discos podían vender tanto ropa deportiva como perfumes, que no fue con la idea de comprar un disco en concreto, pero cuando vio el vinilo que terminó comprando, supo que era ese y no otro el que debía irse a casa con él. Era un disco doble. La exuberancia de un disco doble era algo difícil de resistir por esos tiempos. También cuenta el periodista que en su casa tenía más discos, pero que ese fue el primero que compró sabiendo lo que estaba comprando. Al final de la nota promocionan un libro llamado "No olvides las canciones que te salvaron la vida" * * *
Abasto, Buenos Aires. Enero de 1990. Esa mañana de sol tenía todas las notas de la canción. Calle con “arboles” (nadie mejor que Luca Prodan para agravar las palabras), tomates podridos, botellas de vino tiradas, bares tristes, el tren acercándose. Entre la desidia y el desconsuelo, la escena encarnaba el infierno inflacionario del ‘Resumen Porteño’ de Spinetta. En la vereda de esa misma calle había una pila de casetes haciendo equilibrio sobre las ruinas de un cajón de manzanas. A muchos casetes les faltaba la portada, otros ni siquiera tenían caja. Era necesario hurgar en la mugre acumulada por el abandono para comprobar si la oferta escondía alguna sorpresa. Con ciertas licencias ortográficas, un cartel ofrecía un precio que logró disuadir toda clase de remilgos. En la primera recorrida descubrí un casete suelto, sin portada y sin caja. El título aparecía en borrosas letras esténcil de color naranja sobre fondo blanco. Sólo la ilusión me hizo ver el título que yo quería leer. Decía Julian Marías que la ilusión está en la frontera de la imposibilidad, pero toda frontera tiene dos lados. Las letras invisibles decían:
ANIMALS entra por los ojos. Su icónica portada es una pieza de museo de ese pequeño gran arte que es el diseño de portadas para discos. Una obra que destaca entre tantas otras emblemáticas creaciones con las que el colectivo Hipgnosis ilustró los discos de Pink Floyd, dándoles una dimensión propia capaz de emanciparse del hecho musical. Su realismo de colores saturados y dramáticos claroscuros no desentonaría en una muestra de arte barroco. Los objetos se definen por las variaciones de tonos. Los contrastes de luz dibujan o difuminan los contornos. Hasta el más experto dudaría: ¿Foto o montaje? Miren la tormenta que se disipa en el cielo dejando ver un cerdo inmenso que se cierne amenazante sobre un colosal edificio de ladrillos con cuatro inmensas chimeneas. ¿Quién no querría saber qué hay detrás de esa tapa?
* * *
"Bueno, ¿por qué no se te ocurre algo mejor entonces?"
Roger Waters había rechazado todas las maquetas presentadas para ilustrar la tapa del décimo disco de Pink Floyd. Fue esa pregunta en tono desafiante la que le hizo reparar en la anécdota que inspiró la última canción compuesta para el álbum. “Pigs on the Wings” era una balada acústica en clave folk. La distancia más corta entre Pink Floyd y Bob Dylan. Sobre una simple pero efectiva sucesión de acordes de Do y Sol, Waters sorprende por partida doble, mostrándose vulnerable y a la vez confiado en la raza humana: “Si no te importase lo que me pasa, y yo no me preocupase por ti, zigzaguearíamos a través del aburrimiento y el dolor, elevando ocasionalmente nuestra mirada a través de la lluvia, preguntándonos a cuál de los cabrones culpar y esperando ver cerdos voladores.”
“Pigs on the wings” era la frase que usaban los pilotos británicos durante la Segunda Guerra Mundial cuando querían alertar a su escuadrón sobre un punto ciego en su visibilidad, generalmente debajo de las alas, con la íntima certeza de que allí había un enemigo. El aviso funcionaba como una última plegaria. Dios aparte, la súplica iba dirigida a otro mortal, que debía
elegir entre dos vidas. Matar o dejar que otros maten, esa era la cuestión. Al desesperado pedido de ayuda del piloto se parecía la canción. El reconocimiento sin reservas de una dependencia absoluta. Un acto de entrega entre humanos. ¿Matarías para salvarme la vida? Esa fue la chispa que encendió la idea de hacer volar un cerdo entre las chimeneas de la Battersea Power Station, ese tardío monumento a la Revolución Industrial que durante las sesiones de ANIMALS Waters veía a diario de camino a su casa en el sur de Londres. *
Londres. Verano de 1976. El Reino Unido está al borde de la quiebra, arrecian los conflictos raciales y la tensión con Irlanda del Norte llega a su máximo histórico. Puertas adentro de los Britannia Row Studios, las cosas no están mejor. Cuatro sujetos hablan sin dirigirse la palabra. Pink Floyd graba su décimo álbum. David Gilmour, Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright se dejaron fagocitar por un ente que borró de un plumazo sus individualidades, pero ahora el ego está separando lo que el hombre unió.
El intento de Waters por imponer su voluntad y agigantar su liderazgo creativo comenzó a erosionar la unidad de la banda. La víctima será Richard Wright, el protegido de David Gilmour, que por primera vez saldrá del estudio sin crédito alguno. Waters trata de dar forma a una obra conceptual rescatando dos ideas que la banda había trabajado en la misma sesión de la que extrajeron “Shine On You Crazy Diamond”, la suite definitiva que encierra el concepto y la historia de la banda. Esos dos collages, que aún suenan algo fragmentados, ya fueron presentados en vivo durante la gira de invierno de 1974, y quedaron descartadas porque a criterio de Waters no encajaban en el concepto de “Wish You Were Here” La exuberante y sinuosa “You Gotta Be Crazy”, vuelve sobre el estereotipo del desalmado e inescrupuloso hombre de negocios, un tópico que habían sobrevolado en “Have a Cigar” y “Welcome to the Machine”, ambas casualmente incluidas en … Wish You Were Here, mientras que “Raving And Drooling” atraviesa una historia de desorden social violento.
Los dos temas resuenan en la tradición de la banda de una manera ligeramente innovadora, algo corrosiva, pero sin resignar el cuidado uso de las técnicas de grabación que tanto ha contribuido a definir un sonido propio. Entonces, Waters une todas las ideas y ordena el rompecabezas apelando al mismo recurso que George Orwell empleó en Animal Farm, en la que los cerdos y otros animales son recreados antropomórficamente. Waters retrata a la raza humana como tres subespecies atrapadas en una atmósfera de caos y violencia, con ovejas al servicio de cerdos despóticos y perros autoritarios. “You Gotta be Crazy” y “Raving And Drooling” se ajustan perfectamente a su
nuevo concepto y pasan a llamarse “Dogs” y “Sheeps” respectivamente. En un intento por dotar de cohesión al concepto, intercalan “Pigs (Three Diferent Ones)”, donde se nota con mayor nitidez el esfuerzo de la banda por vestir musicalmente el discurso. Por momentos, la tentativa amenaza con naufragar en una jam inconducente, que Gilmour logra rescatar sobre el final con uno de sus solos intergalácticos, justo a tiempo para evitar que la melodía se vea definitivamente superada por el contenido lírico La mentada conexión orwelliana de ANIMALS tiene su único asidero en la identidad iconográfica más que en el contenido ideológico. La simbología adoptada por Waters responde más a una necesidad estética que a un verdadero intento por llevar al plano musical la fábula de Orwell. Mientras el libro apunta al Totalitarismo como atroz deformación del poder, el concepto del disco se reconcentra en los males que aquejan a la raza humana desde la invención de la rueda, días más, días menos.
Waters decidió partir “Pings on the Wings” en dos y usarla también como coda de su relato alegórico. Allí, en un nuevo rapto de esperanza entre tanto agobio fatalista, reconoce la capacidad humana de rescatar al prójimo. Íntimamente, sabe que para salvar a una persona a veces sólo hace falta pensar en ella. Es una mirada terrenal cargada de temor y ávida de fe, aquejada de una suerte de Efecto Perspectiva, esa repentina congoja por la nimiedad de la Tierra que sufren los astronautas cuando se alejan hacia el espacio exterior, y todo lo que ven se parece poco a ese lugar hermoso y fascinante editado por la NASA. Por momentos, pareciera que Waters busca culpables en la Tierra, porque no se atreve a culpar a Dios. Asume que es inevitable caer, que no se puede elegir dónde hacerlo y que el golpe es una certeza, pero confía en un ínfimo acto de rebeldía, en una mueca imperceptible para Dios, en la posibilidad de una minúscula demora humana que atente contra el determinismo del plan divino. Con ese espíritu retoma “Pigs on the Wings”, desandando el camino para dar respuesta a su interrogante inicial: “Sabes que me preocupa lo que te pase, y sé que te preocupas por mí, así que no me siento solo, ni siento el peso de la piedra ahora que encontré un lugar seguro para enterrar mi hueso, y cualquier tontosabe que un perro necesita un hogar, un refugio contra los cerdos voladores.”
Si fuera cierto que la historia se mueve en espiral, y viajamos en círculos a través del tiempo, alejándonos desde el centro para luego retornar, una vez deshecho el círculo, entonces el Remix 2018 de ANIMALS llega justo en ese punto. La vuelta al principio en 45 años. El proceso de remix no se ha limitado a la simple réplica de técnicas de rejuvenecimiento o a unos pocos ajustes cosméticos, tantas veces
imperceptibles, que solo persiguen el relanzamiento del álbum. ¡¿Quién no ha sentido alguna vez que le están vendiendo el mismo disco que ya tiene en su casa?! Por el contrario, los cambios aparecen desde la mítica portada, que luce aggiornada sin perder su densidad, aunque ahora la paleta de colores haya tornado casi exclusivamente a los grises y el conjunto se parezca más a un “detrás de escena” que a la realidad misma.
Que la portada no tape al disco. ANIMALS sigue percibiéndose como un océano melódico moviéndose en voluptuosas oleadas arrítmicas y provocando mareas inconstantes, que arremeten y se repliegan con una cadencia casi anárquica. Cuando la música simula un silencio las parrafadas de Waters o las corrientes melódicas de Gilmour, cada uno a su turno, llegan como la resaca de una tormenta que tuvo lugar lejos de las orillas que bordean los límites de cada canción. La nueva edición muestra notorias mejoras en los matices de los planos sonoros y las frecuencias de los instrumentos. Capítulo aparte merecen la potenciación de las voces y la ecualización de bajos y batería. El experimento sigue sonando a Pink Floyd. Donde algunos quisieron ver un oportuno y medido intento por surfear entre el punk y la new wave, el transcurso del tiempo deja entrever tibias señales de transición hacia un formato menos sinfónico y más operístico, un cambio que terminaría de plasmarse en el siguiente disco (The Wall).
Es sintomático que después de la gira de presentación de ANIMALS, ningún corte del disco haya sido revisitado en vivo por la banda. “In The Flesh”, el tour en cuestión señaló un antes y un después en la historia de los shows en vivo con la incorporación de muñecos inflables que flotaban sobre el escenario, entre ellos Algie, el cerdo convertido en ícono de la imaginería de los conciertos de Pink Floyd y parte importante de las disputas por derechos de autoría provocadas por la salida de Waters de la banda en 1985. En la noche final del Tour, molesto por las actitudes del público, Waters escupió en la cara de un fan, episodio que puso de manifiesto la distancia que se había generado entre él y la audiencia. Un ladrillo más en su pared.
Los cuatro años que separan esta edición de la labor técnica finalizada en 2018, se explican en parte por un intento de resignificar el pasado de la banda. La remezcla se convirtió en el inevitable nuevo campo de batalla entre Gilmour y Waters, las dos cabezas del monstruo desde que a mediados de los ochenta Pink Floyd vivió un divorcio controvertido. Esta vez la excusa para el desacuerdo fueron ciertas notas que el biógrafo de la banda Mark Blake escribió para
contextualizar el proceso creativo del álbum y que debían acompañar el lanzamiento de esta versión, pero las diferencias de apreciación del pasado son tan elementales que hoy resulta imposible imaginar que esas dos personas pudieron compartir el mismo proyecto.
La llegada de esta reedición se da en un año en el que, contra todo pronóstico, Pink Floyd volvió a firmar una canción. En abril, Gilmour y Mason revivieron el nombre del grupo para lanzar el tema “Hey Hey Rise Up” (¡Oye, Oye, levántate!) con un llamado explícito a la resistencia de Ucrania frente a la invasión rusa, mientras tanto Waters retomaba su postergada gira “This is not a Drill” (Esto no es un Simulacro). Todos en pie de guerra. Mark Twain decía que la diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción debe resultar creíble.
* * *
Cuenta Bono en sus memorias que, a fines de los setenta, él y The Edge habían resuelto dejar U2 porque lo consideraban incompatible con su fe católica, y así se lo anunciaron a Larry, Adam y a Paul McGuiness, su mánager. Fue este último quien les dijo: «¿Tengo que deducir que habéis hablado con Dios? Pues la próxima vez que habléis con él, preguntadle si está bien que vuestro representante en la Tierra rompa un contrato legal. Uno que he firmado en vuestro nombre porelqueoscomprometéisairdegira». El contrato le ganó a la fe. A la distancia Bono afirma que esa era la señal que habían estado esperando, entonces entendieron que su misión no era salvar al mundo con sus canciones, sino más bien que las canciones podían salvarlos a ellos.
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Comprar un álbum usado es un gesto que encierra algunos interrogantes, que tarde o temprano el comprador termina abordando: ¿Quién habrá sido su anterior propietario? ¿Por qué se habrá desprendido de él? ¿No le gustó o se cansó de escucharlo? ¿Entonces, valdrá la pena comprarlo? ¿Lo vendió por necesidad de dinero o de espacio? ¿Es el resultado del beneficio de inventario de una herencia? Solo el coleccionista compulsivo sabe la lucha interna que afronta cada vez que, con el disco en la mano, debe decidir si lo lleva o no. Si apostar por él o dejarlo librado a su destino, probablemente el olvido. Finalmente, compré el disco famoso por la portada, pero sin portada. Ni ANIMALS, ni ninguna de sus canciones me salvó la vida. Tampoco fue mi primer álbum, ni el primero que compré sabiendo qué era lo que compraba, de hecho, lo compré sin haberlo escuchado; pero, sí fue el primero que compré de segunda mano. El primero al que le salvé la vida.
JORGE CAÑADAMudhoney - “Piece of Cake” (1992)
Singles: ‘Suck You Dry’, ‘Blinding Sun’. El fenómeno cultural llamado grunge trasciende fronteras. Mudhoney fue el primer grupo relevante, y con su gira realizada en 1988 dejan al estado de Washington con el trono de "Reyes del Rock Alternativo". El impacto de las ventas del “Ten” y del “Nevermind”, hace que los grandes sellos se peleen por tener al próximo Pearl Jam o Nirvana. La banda de Mark Arm y Steve Turner no se desespera por dar el gran salto, y recién a comienzos de 1992 firman con Reprise Records. Aquí, mantienen el sentido del humor en canciones como ‘I'm Spun’ o ‘Suck You Dry’ (en cuyo video clip aparecen personalidades de la escena grunge como Jonathan Poneman, Krist Novoselic, Bruce Pavitt o Charles Peterson); y mucha furia en canciones como ‘Blinding Sun’ o ‘Make it Now’. Este álbum tuvo la mal suerte de no vender mucho, pero mantiene ese lado irónico característico de la Costa Noroeste de los Estados Unidos.
The Verve - “Urban Hymns” (1997)
Singles:‘Bitter Sweet Symphony’,‘TheDrugs’ , ‘Don’tWork’ , ‘LuckyMan’ , ‘Sonet’ . Viendo la MTV, aparece un video donde un tipo delgado y arrogante recorre las calles, chocando con la gente y sin pedir permiso. Uno se pregunta: ¿Qué se cree este idiota? Mientras suena una tonada muy parecida a una canción de The Rolling Stones (‘The Last Time’). Esta banda sería una de las últimas en obtener repercusión dentro del llamado Britpop. The Verve, oriunda de Wigan, logra fama internacional con este su tercer álbum; a pesar de haber estado de gira en Lollapalooza 95. Gracias a este arrogante video, logran ubicarse dentro de los charts internacionales. Además, su líder Richard Ashcroft era un gran amigo de los Gallagher (Oasis) Esta entrega se aleja un poco del Britpop en canciones como ‘The Rolling People’ y ‘Space and Time’; y además, repercuten con ‘Lucky Man’, otro robo de la banda que recuerda al ‘Knockin' On Heaven’s Door’ de Bob Dylan. The Verve no aguanta la presión y al poco tiempo deciden disolver la banda, regresando con una entregamáspsicodélicaenel2006.
R.E.M.“Automatic for the People” (1992)
Singles: ‘Drive’ , ‘Man on the Moon’ , ‘Everybody Hurts’ , ‘Nightswimming’ , ‘FindtheRiver’.
Tras una larga gira de diez años, la banda oriunda de Athens, Georgia, decide tomarse un descanso de la carretera, centrando suatención en grabar discos, siendo el primero de ese período el Out Of Time (1991), logrando la fama mundial con lamelancólica‘Losing My Religion’ , a pesar del tono alegre de muchas de las canciones de ese álbum. Al año siguiente, continúan trabajando con el productor Scott Litt y logran su disco más apreciado por muchos de sus fans; el nombre del disco y la portada toman como referencia a un restaurante y a un hotel de su localidad, respectivamente.
La temática del álbum gravita en la visión de unos adultos treintañeros que ven la vida de una manera más reflexiva, como en su hit ‘Everybody Hurts’. ‘Man On the Moon’ es una referencia al malogrado cómico Andy Kauffman. ‘Ignoreland’ habla del dominio de las masas por parte de los medios de comunicación. Automatic For the People fue recibido con tibias reseñas; con el pasar de los años ha ido creciendo hasta ser considerado su mejor trabajo, o quizá su segundo mejor disco, dejando un gran momento en la historia de los EstadosUnidos.
The Jesus Lizard“Liar” (1992)
Single: ‘Puss’. Sin duda, el primer lustro de los noventa fue un momento mágico para comprar discos, gracias a la popularidad del llamado Rock Alternativo Los grandes sellos hicieron lo posible para fichar artistas emergentes, algunos de ellos se negaron y hasta ahora continúan su rutina en los circuitos independientes. The Jesus Lizard, oriundos de Chicago, ya daban cátedra con un sonido deudor del noise de Sonic Youth, impregnado de una locura al estilo de Butthole Surfers y el toque industrial de Big Black; por lo que ya eran un referente gracias a sus discos “Goat” y “Head”. Este, su tercer álbum, fue aclamado gracias a canciones como ‘Puss’, ‘Boilermaker’ , ‘Slave Ship’ o ‘Rope’. Tal vez, esta fórmula musical ya no sea apreciada, pero demuestra el lado más guitarrero del verdadero rockindiedeaquellaépoca.
VII
Get Back, siendo como es, un filme que testimonia los últimos estertores de The Beatles, es un filme amable, que se propone, además, aportar al conocimiento del final de la banda. Ello implica ir, en algunos casos, a contracorriente de lo que muchas veces se escribió, se dijo y se criticó. Uno de los grandes puntos controversiales fue la creencia de que Yoko Ono había sido la principal responsable de la separación de la banda. Y, tal parece, según lo visto en el filme de Peter Jackson, no fue así. O, por lo menos, no fue la gran culpable de ese final tan doloroso para los millones de admiradores de The Beatles. Sí es cierto que su presencia constante al lado Lennon, a quien no abandonaba ni a sol ni a sombra, ocasionaba incomodidad a los demás. En el filme, sin embargo, eso no se percibe con nitidez, salvo en aquellos instantes -al día siguiente de la reunión de conciliación con George- en los que estando presentes Paul, Linda McCartney, Ringo Starr y otros miembros del equipo de producción, se menciona que en dicha reunión Lennon cedió la palabra a Yoko para que ella fuera la que hablara en su nombre. Y la frase de Paul es lapidaria: “Si John tuviera que elegir entre Beatles y Yoko, elegiría a Yoko”, para luego asentir cuando alguien le dice que juntos componían más que cuando llegó Yoko Ono.
Lo cierto es que la separación obedeció a varios factores que el filme expone con claridad. Y, quizás, el factor más importante fue el crecimiento en el orden musical, profesional y personal de cada uno de ellos. En varios momentos se nos muestran con rápidas pinceladas, como si se tratara de pequeñas fugas, aquellas creaciones en las que de manera solitaria estaban trabajando cada uno de los Beatles. En realidad, ya estaban listos para iniciar su carrera en solitario. Quizás sentían ya como que la empresa conjunta empezaba a ser un obstáculo para ese crecimiento al que ellos aspiraban y avizoraban desde ese mismo instante. No es de extrañar, por tanto, que, disuelta la banda, salieran discos sorprendentes y notabilísimos como All Things Must Pass (1970, George Harrison), Plastic Ono Band (1970, John Lennon) y Ram (1971, Paul McCartney/Linda McCartney).
Casi desde el comienzo de las sesiones, los sonidos de “Don’t Let Me Down” están presentes en la banda sonora. Las dudas, las críticas, los cambios a la composición se suceden unos tras otros. De manera imprevista, un día apareció en los estudios Billy Preston, amigo de George Harrison y admirador incondicional de The Beatles, cuya carrera él había
seguido con mucha atención y devoción. Billy llegó para saludarlos y ellos le comentaron que, precisamente, habían pensado en la necesidad de contar con un tecladista. Ni corto ni perezoso, Billy se sentó frente a los teclados, escuchó lo que la banda había bosquejado hasta el momento y, de pronto, se hizo la luz. Los maravillosos sonidos de su piano eléctrico y sus matices enraizados en el soul que escuchamos en “Don’t Let Me Down”, se los debemos al gran Billy Preston, que Dios tenga en su gloria. Ocurrió una verdadera epifanía. Y los cuatro de Liverpool supieron, entonces, que habían dado un gran paso adelante. Sin embargo, no hubo elogios, hubo ausencia de calificativos, y jamás hubo celebración alguna. Sólo la sonrisa de satisfacción de Billy Preston nos permite suponer o adivinar que el grupo estuvo inmensamente satisfecho por el logro obtenido. Pero estamos plenamente convencidos de que esa sonrisa del músico no tenía como origen el éxito alcanzado. No. Él estaba feliz porque tocaba al lado de sus ídolos, porque estaba ayudando a soportar lo que la genialidad de los músicos admirados había originado y construido. Así de sencillo y entrañable fue este gran artista. Por ello, muchos años después, en el ya lejano 2002, cuando se rindió homenaje a George Harrison por el primer aniversario de su partida, nadie tuvo más derecho que él para estar presente como invitado a esa celebración. Su hermosa voz y los sonidos de sus teclados se elevaron en el Royal Albert Hall, poderosos y emotivos, en una maravillosa versión de “My Sweet Lord” y tocaron las puertas del cielo. Billy Preston fue, durante la grabación del Let It Be, un Beatle más con pleno derecho. Y así lo entendieron ellos, que caminaron entonces, desde allí hasta el final de esa grabación con paso seguro, acompañados por los inspirados teclados del joven músico, y de su sonrisa permanente, su silencio respetuoso y su admiración constante.
IX
Doce temas componen el álbum Let It Be. Para el film, Peter Jackson introdujo fragmentos certeros de aquellos momentos que The Beatles dedicaron a cada uno de esos temas, aparte del “Don’t Let Me Down” que no aparece en el álbum, pero sí como el lado B de un sencillo que tiene como tema principal el clásico Get back En diferentes, momentos escuchamos pequeños o medianos fraseos de “Two of Us”, “Dig a Pony”, “Across the Universe”, “I me Mine”, “Dig it”, “Let it Be”, “Maggie Mae”, “I’ve Got a Feeling”, “One After 909”, “The long and Winding Road”, “For You Blue” y “Get Back”, pero no las versiones completas o las definitivas. El cineasta selecciona aquellos instantes en que se empiezan a bosquejar los sonidos y a acoplar los versos a las melodías ya casi establecidas.
Así vemos a Paul discutir la letra de “The Long and Winding Road” con Mal Evans, mientras Linda Eastman, la pareja de Paul, los fotografía; escuchamos o vemos a Lennon sugerir el agregado de psicodelia y contenido social a algunas composiciones; en la canción “Get Back”, observamos a Paul y John reajustar la letra a la melodía, luego de que en los orígenes de la canción las leyes racistas contra la inmigración los motivara a transferir su indignación al verso. Hay muchas escenas atractivas dedicadas a mostrar los primeros hallazgos, las reformulaciones de las canciones y los lentos avances en la composición. Pero hay una que resulta inolvidable aún en su brevedad: en plano general captado desde la puerta del estudio, observamos al fondo a los cuatro músicos sentados, visiblemente concentrados en extraer de sus instrumentos los sonidos precisos de “Across the Universe”.
Y hay momentos en los que el espectador se pregunta, cuándo van a quedar listas las composiciones. Pues, de pronto, los músicos se bloquean, distraen, corrigen textos o acordes o discuten. Jackson juega con la incertidumbre creada. ¿Cómo puede una canción salir de toda esa confusión? Si hasta pareciera que nadie se toma las cosas en serio, salvo por los conflictos que en algún momento estallan. Y, para echar más leña al fuego, en medio de esta confusión, de esta rutina agobiante que ellos mismos padecen y reconocen, se mantiene aún la incertidumbre del lugar del concierto final. Entonces, el cineasta nos muestra un detalle clave. Mientras, el resto sigue con lo suyo, entre la improvisación y la creación, Michael Lindsay-Hogg (el director contratado para hacer el Let It Be) y Glyn Johns, el ingeniero de sonido, le sugieren a McCartney que un buen sitio para el concierto sería la azotea de los estudios Apple Records en el que ahora se encuentran. La expresión de sorpresa y júbilo de McCartney ponen en evidencia su plena aceptación y su tarea ahora es convencer a un Harrison cada vez más escéptico respecto al concierto final. Ello no impedirá su entrega al proyecto, fiel a los acuerdos que hicieron posible su regreso a la banda: no al show de televisión y traslado de Twickenham a los estudios de Apple para las reuniones y grabaciones respectivas.
El recital final se convirtió entonces, en los momentos decisivos del proyecto, en el punto de arribo de todos los esfuerzos creativos. Y se convierte ahora también en el clímax del filme Peter Jackson utiliza todo el material disponible para mostrar de comienzo a fin lo que fue la última presentación pública de The Beatles en concierto. Y es en esta larga secuencia en donde ya es
posible ver las interpretaciones de las canciones en sus versiones completas, acabadas o casi terminadas. El arranque, en ese histórico 30 de enero de 1969, espectacular, emotivo, es con “Get Back” , que luego es repetido e interpretado con una banda que demuestra el por qué era la mejor del mundo: plena de energía y vitalidad y con la inspiración al tope. El “I’ve Got a Feeling” de Paul y el “One After 909” de Lennon son tan perfectos que constituyen las versiones definitivas que pasarán directamente al álbum. Y lo mismo sucederá con la versión en vivo de “Dig a Pony”, “Don’t Let Me Down” , “I’ve Got a Feeling” y “Get Back”, que concluye el recital, se repiten en versiones cargadas de fuerza y sentimiento.
En la larga secuencia del concierto, que tiene una duración de cuarenta y dos minutos, Peter Jackson hace uso del split screen, para mostrar de manera paralela a The Beatles en concierto y las reacciones de la gente, incluida la presencia de la policía amenazando con interrumpir el recital por alteración del orden público. Efectivamente, en la calle, la gente paralizó las actividades del día. Los sonidos de la banda entusiasmaron a unos y molestaron a otros. The Beatles habían abierto el camino a muchas bandas y a otros géneros. The Beatles, con este gesto original, demostraban que aún vivían, aún cuando el tiempo se les acababa. Su música era el ahora, pero el futuro les pertenecía. De allí ese aprecio de unos, y la incomprensión de otros. Fueron veintidós días de trabajo arduo y exhaustivo, que el filme de Peter Jackson recupera con prolijidad y encanto, convirtiéndose en la versión definitiva de un hecho histórico construido de pequeños detalles, conflictos humanos y un gran desborde de creatividad. Lo cierto es que, en esos veintidós días, incluyendo el día después del concierto en el que se logró obtener las tomas finales de “Two of Us” y de “Let it Be”, estos jóvenes músicos alumbraron un hermoso disco que documentaron con unas imágenes que han servido para darnos a conocer las intimidades de su quehacer musical. El concierto final, que Jackson nos ha mostrado en su totalidad con una gran generosidad de recursos, fue el magnífico cierre de un camino singular que los mostró por última vez juntos y haciendo lo que amaban.
Como los grandes filmes dedicados a los músicos admirados, y cuyo ejemplo máximo es The Last Waltz (1978, Martin Scorsese), Get Back, de la mano de un cineasta sensible y melómano, nos transmite con pasión su amor por la música y su cariño por los intérpretes, haciendo realidad, lo que, quizás, Michael Lindsay-Hogg, deseó y no pudo concretar en aquellos turbulentos días de finales de la llamada década prodigiosa.
AUTORA:
Novela desgarradora, por momentos algo cruda, con un lenguaje directo e incisivo.Narradaenprimera persona por dos mujeres, de forma intercalada. Primero, la mala madre que perdió a su hijo porque lo raptaron; luego, la nueva mala madre que se robó al hijo. Al final, ambas se quedan sin el niño autista, ya que le espera un destino trágico que la autora sabe sugerir sin dejar duda alguna. El dolor por la pérdida del hijo en ambos bandos. La locura y/o la muerte deseada paraqueeldolordesaparezca.
AUTOR:
Me gusta más el Alarcón cronista que el novelista Se desenvuelvemejoren la no ficción (recomiendo leer “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”), a pesar de las autorreferencias en toda esta novela. Ya se ha vuelto común que los periodistas debuten en la ficción con escritos autobiográficos, yel mercado ya está saturado, aunque una buenanovelasiempresobresale. El “Tercer Paraíso” funciona muy bien cuando aborda a los antepasados del protagonista: la abuela, los tíos, los padres, y el niño viviendo en el Chile antes de Pinochet. Sin embargo, no convence en el tiempo presente: crear un jardín y cultivar plantas en el Buenos Aires pandémico no resulta ser una historia atractiva, sobre todo, si te dedicas a explicar técnicas y métodos que puedes encontrar en cualquier manual dehorticultura.
Una novela de excelente factura y algo difícil de leer al principio, por la abundancia de palabras y nombres que provienen de la lengua machiguenga de la Amazonía peruana. “El hablador” aborda dos historiasmuyatractivas que al principio no parecen tener relación alguna, pero que poco a poco se van entrelazando hasta dar con un final alucinante y cuasi inverosímil, pero redondo Paris, Lima y la selva peruana. El escritor también está dentro de la ficción; y el entrañable Mascarita, un antiguo compañero de la universidad, es el personaje principal. La presentación de una parte de la cosmogonía machiguenga es deslumbrante, por momentos abrumadora, pero sin perder niunápicedeatractivo.
AUTORA:
Dario Asfar, debe ser uno de los mejores personajes creados por Némirovsky. Un inmigrante escindido, acomplejado, enojado, insatisfecho y resentido. También es un luchador que supo salir de la pobreza extrema, ejerciendo la siquiatría con métodos cuestionables y sin rigor científico, logrando una fortuna considerable, aunque sin obtener el prestigio y el respeto de sus clientes ricos, quienes nunca lo aceptan como a un igual por su origen levantino. También lo veremos renunciando al amor, en pro del hedonismo que nunca satisface. Estamos ante un didáctico y despiadado retrato de la alta sociedad parisina de inicios delsiglopasado.