Revista Cinegramas - Nº.55

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REVISTA SEMANAL DIREaOR: A. VALERO DE BERNABÉ ARO Il.-Núm. 55.-Madri<l, 29 d« SepH«mbr« d« 1935

L'n priaier plano e x p r e » i r « «le Valeriano León en una eaccna d e «Ea mi hombre», realizada por Benito Perojo

N

a a s i a d n producción cinematográfica pareció siempre estar predestinada a no cuajar en una realidad, a no pasar d e la categoría de ensayo o prueba, pese a los esfuerzos que muchos hombres de buena voluntad hicieron por elevarla. Decimos esto porque nuestros directores — los d e ahora, que son los de antes—parecen estar carentes de afición, de entusiasmo, de ansias de superación. T r a b a j a n de una forma mecánica, repitiendo h o y lo que hicieron ayer, sin inquietudes, sin el menor deseo de conducir su obra hacia otro rumbo d e m a y o r ambición. A n t e s que abrir nuevos cauct* con la proa potente d e su entusiasmo, prefieren caminar por los y a conocidos. Y así nuestro cinema, que deb í a ser i m camino jalonado d e buenas intenciones y de intentos elevados, tiene c o m o tm aspecto d e tmiformidad, d e cosa gris y macilenta. Parece t o d o conducido por la misma mano. U n a mano temblorosa y <x)barde ante nueva*- nitas d e belleza. L e falta vibra<'ión. j u v e n t u d . T i e n e , atmque pretendan disimularlo con mil afeites, aire cansino y aspecto d e v i e j o . Necesita ahora más que nunca esa agilidad, esa rebeldía, ese gesto gallardo y audaz que alienta en t o d o pecho j o v e n y que le v u e l v e cara al óxito, frente a las grandes conquistas. Y lo bueno es que nuestro cine no es v i e j o , aunque l o parezca, pues está aiin en la adolescencia. Desde iuego,es el caso más notable d e v i talidad que hemos conocido. T r e s veces ha muerto en apariencia; tres veces hemos rezado responsos ante su cadáver. perdonánih)le, en l a hora del tránsito, los muchos pecados que c o m e t i ó , por los ;fc«TRA

Enrique del T a m p o . prolaffoiii«ta de «lina mujer en peligro», eon .Antoñita ( ^ l o m í . principal eróle» femenino, en una esrena de este film


El cine mudo | español tuvo en su última etapa e x a c t a m e n t e el mismo p r o p i c i o m o m e n t o que abora tiene el cine sonoro. El público sentía ansias de producción española. Si su deseo se hubiera convertido en energía artística, a estas horas España sería la primera potenU n a instantánea d « Antoñita cia cinematográColóme fica mundial. T u v o , pues, como decimos, el apoyo decidido y entusiasta de la totalidad del público. Y éste llegó con su generosidad alentadora a disculpar tremendos fraceisos y a dar por buenas obras tan llenas de osadía como hueras de sanas intenciones. Es que esperaba. Esperaba con deseo incontenido el momento de mostrar alboroztido su júbilo; la ocasión de aplaudir un film, un verdadero film realizado por elementos nuestros. Y con este ansia obsesionimte en la menta soñó confiado en que vendría la aurora esperada. Mientras tanto, aplaudía todo cuanto en la pantalla llevaba el marchamo nacional, y los productores o las Empresas—muchos—lucieron su agosto. ¡El cine es])añoI daba dinero! ¡El cine español era negocio! Los directores se frotaron las manos, y completamente equivocados, borrachos de éxito, llevando hasta el colmo su vanidad, dieron y a por perfectas y definitivas sus creaciones, cuando la realidad era que el público solamente las alen-

que mereció la muerte, y otras tres veces v o l v i ó a surgir joven al parecer, para tornar a la senectud en rapidísimo proceso precipitado por todos y morir— ftdsa muerte—otra vex, Ahora v i v e su tercera reencamación, y a pesar de haber visto la luz con impulso vital más fuerte que en otras épocas, no ha conseguido eliminar las lacras—tara hereditaria—que dificultaron su marcha hacia la madurez en tiempos lejanos. Y conserva, por lo tanto, los mismos defectos que le himdieron en aquel letargo profvmdo, cuando por todos desahuciado le creímos muerto. Por eso, para evitar tjue so vida se extinga, hemos ele cuidarle. ¿Quiénes han do hacerlo? L o s productores y los directores. Con un poco de comprensión por parte de cada uno es suficiente. Si no, fatalmente se repetirá el fenómeno. Un mal día veremos cómo nuestro cine se llena de arrugas, se encorva, se acartona, pierde fuerzas y exhala im suspiro que tal v e ^ sea el último y definitivo.

Antonio Momplrt, realizador de «Hombres contra hombres», con Félix de Pomés y Cándida Losada, protagonistas de esle film

E s necesario que los productores y los directores piensen vm poco, mediten serenamente sobre la suerte que puede caberle al cine español, porque al fin y al cabo no harán sino meditar sobre su propio porvenir. Aujuque no les anime nada más qne su egoísmo, mediten.

Caicdn A. Mantua, conocido actor y autor, qur debuta en el fiemo de piala, interpretando uno de los personajes principales de «El crimen del ezpreM de Andalocia»

Una escena de •Rosario, la cortijera), nuava—> producción española, editada por Emealo Consilez, Hajo ia dirección de Ledn Artola


taba, esperando ver algún día salir de entre ellas la obra lograda que sus esperanzas le hacían concebir. Y así es cómo el cine mudo español murió. El público se cansó de esperar, y los directores y productores, creyendo tenerlo todo conseguido, se durmieron para despertar en el limbo, desnudos y cariacontecidos, viendo caer a tierra todas sus ilusiones. Su ambición y su vanidad les hicieron i)erder la fortuna. Ellos mataron al cine mudo español. Lo mismo puede suceder ahora. ¡Y hay que poner los medios para que no suceda! El cine español tiene una alta misión estética que cumplir, mostrando al mundo entero lo que es capaz de realizar una raza como la nuestra, artista por temperamento al través de mu<!ho8 siglos. Para ello es necesario que todos se esfuercen en conducirle por otros caminos. Todo cuanto se hizo hasta ahora en esta nueva etapa fué recibido con simpatía. El público, en estos momentos, estimula nuestra producción y, como entonces, espera. No hagamos que se canse y muestre su decepción, porque entonces el cine nacional ha brá entrado en su descenso nuevamente, y ante momento tan crítico será dificil evitar su caída. ¡Basta de ensayos sobre caminos trillados! Vayamos ya a lograr por todos los medios la consolidación de nuestra industria. Para ello

Eniesto Vilchea en un

«ElTÍn°

g^io hay tm Camino: c a l i d a d . Y ahora es la oca-

emprenderlo con muchas probabilidades de triunfo. E. C E. Sacudan los directores s u desgana. Rompan con tm esfuerzo viril las amarras que les sujetan a la rutina; miren alto, piensen elevado, hagan vibrar su temperamento y trabajen dando recreo a su espíritu antes que satisfacción a sus pequeñas vanidades. Guando en ellos marchen al unisono cerebro y corazón—los dos motores potentes del arte—, podrán decir que han creado tma obra bella y que nuestro cine les debe gratitud eterna por haber sabido honrarle con dos cualidades inapreciables q u e ahora le faltan para triunfar: altura y prestigio. 'pradu^^n

nacioBal e d i t a d a por

F. H E R N . \ N D E Z - G I R B A L

c M horas ea el cielo» es una graciosa prodaeeiÓB « • • ¿ o l a , editada pM' Exd M Í v a a llaet loa Eataémm L e p M t o , ét Barceto•ML Ved a « A I W y > y Fi>a I de tm

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MoBOMCiita]

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Una eseena de la realización d e F^Lnrd Neville « E l malvado Carabel», en la que aparece Antoñito V i co, nuevo valor incorporado a noestra eacena cinoaatogrific


pueda ofrecerle este Raskolnokoff dostoyewskiaoo.

INEMA

Las obras de Dostoyewsky DO son del todo deecoDocklM al cinema. Antes de la reroloción del 17, lo6 cmeastas rase» se h*bian inspirado en eHaa para sabotearlas a s a manera. Ee decir, para deshaoerlasT descompoDorlas. El cinem a alemán, más tarde (en 1921), cuando el eximsknismo alemán estaba a la orden d d dia, Dimitri B o chowetxky se acerca a I>08toyewskj para dar nna pdiciilaadi^>tada de Los hmimm noa Karamamff, con Emil Jannings, W a r ner KraoB, Beniard GocizkeyFritz Korner como protagonistas. Dos añoe despoés, Robert Wiene. famoao m aqnallos mcBwntw g f a r i i a so Doctor CoHgañ, lealixa BadubOaff, basada en Crmen y ctutigo. El cine parlante no podía p ^ m a necer indiferente ante Doetojewsky, y determina a n a nueva versión de Los Kararealiza

mazci^^^ae

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KO ante todo, permítasenos una p r ^ u n t a , dirigida al metteur em teéne: —¿Por qué acndir a Dostoyewsky, querido Chenal, extranjero ec Francia, cuando tienen ustedes a Balzac, apenas tocado por el cinema? ¿No sería más lógico que un realizador francés como usted, decidido a realizar una película francesa, hablada en francés, producida en Estudios franceses e interpretada por artistas igualmente galos, acudiese a un escritor y a nna obra netamente franceses, en lugar de basar su obra cinematr)gráfica en un tema extranjero y extraño como el de Dostoyewsky? Este hecho fK>dria justificarse cuando se acudiese a una obra profundamente singular y sin equivalencias nacionales. Pero cuando en Francia existe una cantera tan sólida como la que ofrecen—permanentemente, ante la incomprensión o la indiferencia de sus cineastas—las obras de Honorato de Balzac—por no citar más que un ejemplo—, la ceguera o el mybimno no tienen justificación posible. Y o sé de antemano lo que Pierre Chenal va a contestamos. En primer lugar, va a. decimos que «el arte no tiene fronteras», y en segundo término, v a a repetimos lo que tantas otias ^eces se nos ha dicho en casos semejantes: «Que el productores un ser ilógico y ca{)richoso, ante cuya incomprensión se estrellan todos los razonamientos». Estas respuestas, llenas de un fondo de \erdad en muchos casos, carecen de argumentación sólida en otros. En primer lugar, aimque el arte no tenga fronteras, no puede negarse la existencia de un arte nacional y característico a

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PIERRE CHENAL cada pueblo. Esto como oposición a su primer razonamiento. A su s ^ u n d o expondremos este otro: im productor que ha pensado ganar unos miles de francos haciendo llevar a la pantalla, no la obra de tal o cual autor, sino su titulo y su nombre, es muy difícil de convencerle en sentido inverso. Pero cuando se ha tropezado con un productor como el que ha encontrado Chenal, dispuesto a finani:iar un tema dostoyewskiano, cuyo hecho determina de antemano una predií»ición de comprensibilidad y de interós por cuestiones artísticas, no creemos sea del todo diftcil llevarle a la conclusión de que el padre Güriot, Eugenia Grandet o cualquier otro personaje de la Comedia Humana, ofrecen para un realizador cinematográfico francés, no iguales, sino mayores perspectivas de éxito y de logro que las que podría obtener de un tema tan extraño a sus medios y a su psicología como el que

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en Berlín Fe<lor Ozep, tránsfuga del cinema soviético y nuevo peón incondicional de los productores intemacionales. Aliora, en pleno 1935, Pierre Chenal, joven entre los jóvenes realizadores franceses y vanguardia entre los mismos, ofrece al cinema francés esta nueva versión de Crimen y ctutigo que estamos comentando. Crime et chatiment, de Chenal, es uno de los mejores films que ha dado al cinema francés su producción de 1935. Es, naturalmente, una pe lícula singular, que sobresale de toda esa producción mediatizada a la vedette, al vodevil pornográfico o a los temas que han dado dinero en épocas anteriores. Acaso sea prei-isamente por ser tÚstinta a todas por lo que la crítica y el público la han distinguido. Dostoyewsky puede dar un cierto contenido al cinema; pero este contenido, de tipo puramente psicológico, es al mismo tiempo de carác-


ter netamente anticinematográfico. Si el cineasta sigue paso a paso al escritor, supeditará su expresión cinematográfica y su personalidad a la del autor. Si, por el contrario, el cineasta se separa de la obra original, el espectador y el critico le reprocharán l u ^ o haberle traicionado. Elatre estos circuios viciosos se encontraba Pierre Chenal al enfrentarse con la realización cinematográfica de Crimen y castigo. Sortear las dificultades qne en uno y en otro campo le esperaban era tarea realmente dificil. N o titubeemos, sin embargo, en afirmar desde edte momento que Pierre Ghenal ha salido vencedor de su prueba en la medida en que esto era posible. — N o crea usted—ha dicho Pierre Chenal—que yo me considero como la piedra angular del film. Un film es una obra colectiva. Es una partida de rugbtquese disputa. Es preciso, por tanto, un equipo homogéneo para ganarla. Y aunque cualquier capitán fuese excelente, no ha podido jamás hacer nada extraordinario sin hombres que hayan sentido su misma ! fe y hayan sabido comprenderse entre sí. Consecuente en ello, Cbenal supo rodearse de colaboradores afínes a sus propias concepciones. Desde los diálogos de Marcel Aimé—su colaborador de IM rué Sons Nom — a los decorados de Bazin y a la foto de Mundviller y Colas o a la música de I l o i m ^ e r , hay un todo armonioso cuyo proceso debe haber sido lal)orioso. Si et equipo encargado de la realización de un film estudia desde todos sus ángulos sus pros y sus contras, obtendrá resultados que no podría lograr de otra forma. Si en Crimen y castigo hay mi equilibrio permanente y un ritmo casi perfecto entre los elementos técnicos y los artistas, se debe precisamente a esta armonía del equipo. Pocas veces en una película francesa se ha encontrado un equilibrio tan semejante como el que se percibe entre el de<.-orador y el fotógrafo y el director y los artistas. Todo ello se debe precisamente al sentido colectivo que Pierre Chenal tiene del trabajo y que desde años pusieron en pníictica los equipos cinematográficos soviéticos. Dijimos, sin embaigo, que Qienal había vencido en la medida eu que esto habia sido posible. Veamos por qué: Al extraer del libro de Düstoyewsky aquellos elementos que ofrecían mayor materia fumable, Chenal se ha visto obligado a desdeñar o inutilizar otros que daban a la novela toda su fuerza y su lógica. Los personajes, arrancados del libro y pre-

sentados al es|)ectador cinematográfico sin previas expli(!a<ñones, en abstracto casi, resultan incompletos por , no encontrar en ellos antej cedentes que determinen su acción. A s í , Raskolníkoff, presentado desde el primer momento como un tipo obsesionado por el crimen, al ignorar los móviles que le incitan a ello, resulta ilógico en su actuación. Luego nos encontramos ante la antipatía o incompatibilidad que aparece desde el primer momento entre él y su futuro cuñado. N a d a se sabe tampoco de este otro tipo cuya actuación en la pelicula es bien escasa. Tampoco sabemos si el interés de Porfirio por condenar a Raskolníkoff es puramente policíaco o es que desde el primer momento nace en él un rencor de hombre acomodado hacia un estudiante pobre, rebelde y mi serable. P o d r í a decirsenoe que el propio Dostoyewsky pasa a veces por alto estas consideraciones. Es cierto; pero no es menos cierto que dos realizadores rusos, Rochal y Stroeva, en Las nadies de San Petersburgo, y Fedoroff, en La casa de los muertos, han sabido dar una lógica clarividencia a sus obras. Al eludir Oienal esta cuestión importantísima, el film, forzosamente, resulta un film de tipo psicológico, incapaz de ser comprendido por la gran masa de espectadores. A pesar de que Óienal huyó hace años de la minoría de vanguardia, hoy se encuentra con ella de nuevo, muy a pesar suyo. Si en lugar de haber ido a Dostoyewsky dispuesto a extraer de él lo que habia de psicológico, hubiese hecho ima realización puramente formal de su novela, el resultado habría sido distinto. Acaso la critica hubiese menguado sus elogios; pero el público habría ampliado sus aplausos. Con esto no queremos decir, desde luego, que el gran éxito popular v a unido siempre a im buen film artístico. ( R é remos señalar, sin embargo, las dudas que nosotros tenemos de la suerte que v a a correr este film cuando saiga del ecran reducido del Cine de la Opera y se enfrente con los grandes contingentes de espectadores de las barriadas populares. Seguramente, ese público popular que no ha podido acercarse todavía a I>ostoyewsky encogerá in(comprensiblemente sus hombros ante la proyección de Crimen y castigo, pese al trabajo excelente de Pierre Blanchard en el papel de Raskolníkoff, al menos excelente de Harry Baur en el de Porfirio, y a la interpretación discreta de Madeleine Ozeray, Alexandre Rignault, Marcelle Geniat, Aimé Oariond y L u cienne L « n a r c h a n d . JUAN

PIQUERAS


de k IJ de

Imiíjmes

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KAY f r a n g í s

Si, señor; Kay Franns, tan bella, tan f f i e n i n a . lan '•••i, li|Cenlr. rs snpenttii ftílM IT nuprnttirt^pyT e W Í m la %r^íir\o»m imñT ría del nfcijlo 13 rn tmi

ejerció ima ^Kkmte y decishra información de j ^ p a r á c t e r y mi espirito, 'oco d e s p n é s ^ j ^ M » a la Umversidad, en distjgpKse, w -^'lo pyr s n disdonde do ancúnmiy f*^memn)> - ~i^también tinción y ] por sos hazañas deportivas. —Como que llegné a (X)oqoi:>iar ti Lcunjteonato de tenia y de carreras a pie. > .^^át^ —¿Pero es posible, misa F r a u é Ü P ^ y —Deade luego. N o lo dnde. L a | r e r d a d , cuesta trabajo creeifow £0 n e c e f É H » hacerSm gran esfuerzo de imaginacito para f i g u i í i j l -•W en tr:..;f. de corredora, curvado rf cuerpo tíenudo, tocando con la pnnta tle lot, d e dos fllisuelo y la cabexa ^ v a n t ad 1 en eepera'dal tcJetazo f|tie marque la salida. Pero cuando ella lo dice... M —^«NBfiítndié d o s comoe de escenografía y de dactilografía, que más titfde m e h a b i a n de ser de a u m a ut ilidad. Pero y a p<w eptonces Kay comenzaba a sentir una v a g a e imprecisa atracción por el teatro. —Escribi una piececita que después representamos, y en cuyo reparto yoojtitnve < 1 princhWSf' papel

Kay Fraada en «FJ agente brttánton». peKmia en ia qne la l l w w i n s <slar|ione «le r r l k r e <><• arte —rayillana 'la Mlnralís « b e M n ¿tainas

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del BÚmfB! 1, e l t « nH-onot^HkiV qne mi esto * l III- liiiv ntncho de p n e r i l i d a d ^ f moe irH'urrido ajgnna rez en ella. U f t l w H I desprenderse de e s a ct>sa a b s u r d a y la superstición, impropia, por otra enorme de su[>erícerebro eqnilil.radr.. Pero es tan diücÜ. puede ocurrir, tx^urre ticiofwe. Tauto <i\ homlaMi c<«nu e n 'or ejemplo, un supersticioa veces, entt>Dtrarj|B oríg d e v ( ? i 9 ^ ^ | ^ ^ m o y hasta cariño por el ñámeso que a p t a v ( la s t ^ p a de b u o i a suerte qne le acompaña Francis. rados, ¿pero K a y Francis es supcrstibella, tan femenina, tan inteligente, es cu kiosa. Si la pregtmtAis os responderá 8Up€.^. sin viicilar: Y mu< ll". —E¿ efecto, !• -u entusiasmo ^Kv un número qae afír—^¿Entonces man trae m a l a Porque yo, amit: 'pie he sido y soy a n a mujer de «íerte, se lo Hflíldo •••) numenj ló. V 110 le oculto que guardo un «gratlecimiento sin a otros likn latidtco. Naci im martes IB, y contra | k aese Ifú miiuadi^|Kjr la vida destle el primw momento. ne cabif • lisi I 0/^1»'>ro do ;(niella é|)Oca, llega a Nueva cierto. Hifa i^ ¡z Katherine (^liotón, v a a rk a la etlad de ¡^aparecer en Bro; it I r a la pequeña K l ^ del am-lii'Titc tt'iif ral. la 1

m. Cuando i>haa[|^ft el (-t>l^o d ^ a ^ | [ L s u suerte, su Inseparable fompañera, la llevó P ^ ^ n e r el ^ n v ^ f l p m i e s t o tie secretaria de l a familia Vanderbilt. Y en {ancunici. t M H p H i a les acompaiUi en im largo viaje por Europa. Recorre F r a n c i a / B ^ [ i c a , Holanda e Inglaterra. —Cbando regresé de nuevo a América decidi seriamente probar suerte eo el teatro. N o en balde corría por mis venas sangre de artista. L a suerte me favoreció una v e s Tiu'is. El mitiBO tiia qne me presenté en un teatro solicitando ser contratada habia cakii» gravemente eofenua una las primeras rediles, y como a a ^ r e c i s o y urgente sustitoirla, accetüeron a mis deseos. ^' Su debut fné un vrvo suceso.^ vista del cual, K a y fué(r^trutada p t un año por la Compaiua dd 3.^'aike. - H a s t a que I t ^ mi sueño doTéd^Sie entom tiebutar en Broadway, i3o mi madre. TYive éxito en las tres alli donde tantos Elmer íe grand, esta última con el obra.s tpip interj)] célebre WaltoLlIpston ~ ( . V el « ¡( )h! p e n d i ^ l p t o n c e » para nada en el cinema. Sm embargo,

cuan<lo IQ0JHÓ m i liom quiso m i suerte que el metteur en scéne fuera el propit» W a W ^ cipal ró/a U l

nuatítii, m i antiguo compañero. Se necesitaba para el prinrubiii. Y comt» yo era murena, no pensé pudiera ser-


Aunque

virleí". rept^nainente Walter me había hablado de mis excelentes cualidn< indiciones para la pantalla, P S u n momento jiensé en t | ^ r mis cabellos. Pero desistí. Y me [lu - I natural^ tal como soy. Y M S Í me aceptó Walter Htíston. Y j B Í debuté en el cinema con 4* pretse. J ue c o « r a t a d a para trabajar e l Hollywood, CHWeniendo un gran éxito. Tanto, ^ f t i n m e i l i a * es sobradamente conocido. U n a .serie de Su trtft^íp, en efect% no había p o d i d o ü r más f; títulos qu(8 formou cma interminable c a d e n a de t•.vltcl^. ca. armoniosa, expresiva, moAsí llegó al cineina esta singular nrnjer, verdadera \'en' ue sabe vivir en el lienzo ilominad e m a y clásica, con profimdo y racial teñ^eraraeoto viajar y de leer—qne es o ^ n e do las más opuestas psicologías femeninas; que siente o pueril de la superstición. f"* dio de viajar—, y que | i pesar de su intel^$6ncia aieii ices sucesos de mi vida que le he refeiiÉ» me —Porque no olvide, amigo mío, qne en nracbos de estt ha acompañado el número 13. —(-Entonces es cierto lo de su superstición? —Si lo duda, abra un paraguas en mi presencia dentro de una h a b i t ^ i ó n , ofrézcame lumbre con u n a cerilla con l a que h ^ É l encendido dos personas, dígame que me 8Ía|te en una mesa da^íe y a hayan sentado comeiwwea y se convencerá. J * —Pero a pesar de cao, miss Francis, el número 13... — E l número 18 ee el de la suerte. Y el martes 13, el mejor día. fl^turalmente, H e aqtá el curioso caso de superstición de K a y Francis. U n a soPerstición p u d i ^ | | | M de(;ir a la inJ U p a . Poique ec^tndudable que la exquisita a c t r | | ha sido una mujer de se la debe al " nado i i aún en la esfera del amoTii^J^P^IW» fué un día 13 número 13. Sueirte que no la s u s s u p u e s t í B V absurdos amores con Maurice Ctievalier? cuando K a y desmintió de un d o . ¿ V e r d a , ' ™ * FrancLs? Segiu-amente. Y si no lo fué. LUCIANO DB ARREDONDO

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PRODUCTORA

CONQUISTA

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LAPEYRA FILMS INTERPRETADA /vot CHARITO LEONIS, CASTEL RODRIGO y ROBERTO FONT. Dütecuóndt, MARIANO LAPEVRA

iUñNI EDUARDO

M T O . Í I ' T E L .

MADRID

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des do raso, cambiantes de terciopelo y £ragan> ¡a de magnolia. Es una v o z que viene de m u y Icjuy nos habla muy de <;eroa. U n a v o z asi—teuuo. aleteante—es una caricia, una confidencia y un camino. E n la emisora ceutí se percibe el uor vosismo d e l a jornada. L a energía eléctrica d e la estación parece recoger aiiora, de fuera adentro, l a ansiedad del radioyente marroquí. «Señores: dentro de unos instantes v a n a oír ustedes a la eminente actriz...» Dos horas después, en l a jantalla del A p o l o , se proyecta su i'iltima pelícua. D e las lívidas tonalidades cinematográficas resucita en l a escena la protagonista del film. Más menudita, más flexible y quebradiza, l i a pasado por el tamiz de los sueños y viene a interpretamos l a cabala misteriosa. Su v o z d e plata es también más tenue, más lejana. A h o r a sí que parece que viene d e m u y lejos y nos habla muv de cerca. N a r r a sus confidencias d e H o l l y w o o d —urdidas por Jardiel Poncela—, y diríamos que relata un cuento d e hadas...

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Martínez Sierra habla de ordinario m u y poco. E n su rostro difícilmente se traslucen las impre siones. P e r o esta tarde d e primavera, frente al mar de R í o Martín, nos habla de teatro, de cine, de política, d e España y d e N o r t e a m é r i c a . Martínez Sierra no escribe para el teatro porque lo encuentra pobre, reducido, mediocre, d e posibilidades limitadísimas. L a ebullición literaria de otra época—crónicas, libros, ensayos—también [permanece en reposo. Piensa mucho y escribe poco. E s un artista de la literatura y de la v i d a . N o se siente tentado a seguir l a ruta de los que

'ílefvo-Haie<í oí jt^i^

N el muelle d e Ceuta se J recuesta el b a r q u i t o blanco del ílstrecho. L i m p i o , pulido, deslumhrand o al sol sus metales y c o n un imperceptible navegar d e gaviota m a r i n e r a . Tiende la escala d e los puertos y desciende el pasaje. En el g m p o d e muchachas h a y un revuelo curioso. Se empinan d e puntillas y concentran la mirad a en un punto. ¡Catalina Barcena! ¡ A l ó , Mam i e c o s ! IJM fotógrafos disparan sus cámaras. Y Catalina Barcena desaparece en el asedio de preguntas, piropos y demandas de autógrafos. O t r a e s t a m p a Pequeñito, buido, con un voluntario retraimiento, el artífice .sonríe enigmáticamente. Acudimos a estrechar su mano. L a mano fina que ha urdido t a n sugestivas intrigas teatrales sobre escenarios de selección. Martínez Sierra se renieg a discretamente al segundo término del resplandor de Catalina B a r c e n a E l autor c a l l a V a pensando, sin duda, en la novelería de las gentes. E l cine tiene un poder difusorio incalculable. ¡Quién pudiera escribir en celuloide! EJntonces, para un sector reducido, era l a Barcena. H o y , para t o d o el mundo, Catalina Barcena. L a actriz d e t o d o el mundo v a atenta a la composición de la figura. T i e n e , en verdad, i m aire d e distinción incomparable. Fe fina, insinuante, cautivadora; m u y femen i n a V i s t e c o n elegancia i r r e p r o c h a b l e . Es la gran dama d e H o l l y w o o d . Analizándola en silencio, emana d e su figura t a n espectacular sugestión, que buscamos iniítilmente en las franjas d e sombra del coche el titilar d e las letras blancas anunciando: « F o x - F i l m presenta a Catalina Barcena en...»

escril>en mucho y piensan poco. Martínez Sierra es un hombre profimdamente generoso. FJ mismo lo h a dicho: « A I llegar a cierta edad, a m i edad, o se es rabiosamente egoísta, absolutamente escéptico o sinceramente comprensivo. Y o soy de estos últimos. Disfrato con el triunfí» d e los demás y quisiera el bienestar de todos.» Ea esta atmósfera, sus ideas políticas entran en el campo —sin vaJlados—de la justicia humana. E l cine le distrae y le p r e o c u p a « E s fatigosa la v i d a en H o l l y w o o d . E s impresionante cómo se tira allí el dinero. Cerca de medio millón de dólares cuesta una buena producción. Con ciento cincuenta m i l se puede hacer una película decorosa. L o s directores son absolutos, rectilíneos, inconmovibles.» Martínez Sierra tiene gran fe en el porvenir de l a cinematografía e s p a ñ o l a H a y dos Catalina Barcena, perfectamente antitéticas. U n a Catalina Barcena convencional, espectacular, star radiante d e la F o x . Y otra Catalina Barcena intima, recogida, enamorada de su hija y d e las pequeñas cosas del hogar, y sencillamente feliz en los breves descansos de l a abramadora tarea cinematográfica. Nunca hemos visto una actriz que hable menos de las pueriles vanidades escénicas que Catalina Barcena. A m a la tranquilidad, el silencio, el orden de su casa de Madrid y las tareas de j a r d i n e r í a L e gusta mucho Marruecos. T i e n e ima casita morana en T e t u á n , con jazmineros y alberca, frente al c a m p o y o y e n d o las cinco exhortaciones diarias del La v o z de plata muecin. U n a casita moruna m u y limpia y m u y callada, donde reposar los nervios fatigados d e « E . A . J. 46, R a d i o Ceuta...» E l micrófono d e l a H o l l y w o o d . Se sujeta, resignada, a la tiranía ciemisora vecina—-altavoz d e t o d o Marruecos—nematográfica. N o le envanece la popularidad, h a ido absorbiendo la v o z d e plata de Catalina y l a acepta indiferente, c o m o un medio, y nunca Barcena. E l aire está de fiesta y se l l e v a por Y e c o m o un fin. H a } dos Catalina Barcena: la que bala y el R i f , y por ol G a r b } la Chauia, hasta los obra a impulsos d e la'dictadura hollywoodense linderos del A t l a s , las pcdabras mágicas de l a moderna Scfuherezada d e platino. L a v o z de Ca- y l a mujercita española, liberal, independiente, con ganas d e v i v i r cómodamente y dejarse e n talina Barcena es inconfundible. T i e n e suavida-:

gordar en el disíruíe d e la felicidad pequeñita. I.a de A m é r i c a y la d e España. L a de buen c o m e r y la que se p r i v a de los manjares predilectos p o r t e m o r a p e r d e r la línea. La línea es la v e r d a d e r a ftl'áesión femenina. Las estrellas d e la pantalla son auténticos esqueletos humanos. L a cámara abulta l a figura, y es preciso estar en los huesos para componer en el celuloide una silueta moderna. M a e West, que v u e l v e por los fueros d e la belleza curva y ondulante, no es más que una mujer «llenita». L a delgadez d e Joan Crawford le demacra el rostro hasta un punto impresionante. « E s t o y gordísima—asegura Catalina Barcena, ante la estupefaición de los presentes—. T e n g o q u e pen.sar seriamente en a^lelgazar...» Pensar seriamente en adelgazar es no beber nada en l a « comidas—ni una g o t a de agua—; deset'har las féculas, los dulces, las salsas, las grasas y la harina. N o comer, en una palabra. H a c e r mucho ejercicio y dormir poco. E l plan d e Catalina Barcena ha empezado ante nuestros ojos atónitos. U n a cucharadita d e esto, una pizca d e lo otro, un poquito de corteza de pan y una naranja. H a probado a comer d e un dulce d e coco. H a exclamado, embelesada: «¡Oh, está riquísim o ! » Y h a ordenado al camarero que lo retirara inmediatamente de la mesa. La felieidad E n el v i v e r o forestal d e R í o Martín, el jardinero—-un hombre bueno y sencillo, d e traza ruda—ofrece a la actriz un r a m o de flores recién cortadas. Alguien se cree en el d e b e r de efectuar las presentaciones: «Catalina Barcena, esa actriz famosa de quien tú habrás oído hablar seguramente...» E l jardinero asiente con la cabeza y extiende su mano encallecida. Se d e s t w a con respeto. — D o usted n o h a oído hablar nunca, d o n Gregorio—apuntamos e n son humorístico. El es(TÍtor nos dice en un aparte: — N o ; ni d e ella tampoco. ¡Qué bueno sería poder llev.Tr este jardinero d e R i o Martín a , H o l l y w o o d , y decirle a Greta G a r b o : aí(uí tienea un hombre quo no ha oído hablar de usted e n ; su vida! I Y añade, coronando una larga conver3ac¡ón^! —¡Esta es l a felicidad! JUAN

Tttiián, 1935.

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POTOUS

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P A L A C I O DE L A U U S I C A "El lirio dorado'*

O

BRA llena de humanidad. Y de poesía. Demuestra, sin j)rop<ínérselo eomo tesis, eso no, que se puede andar eon los pies en el suelo y la frente en las nubes. X o sé de más noble propósito que éste en el arte dramático, al que, quiérase o no, y en lo que aíet:ta al juego de pasiones, está adscrito el cinema como es]>ectáculo. líealidaíi eimoblecida jMir ima bella aspiralún moral. Somos imperfectos, amasados en barro de egoísmo; pero pf)demos y deliemos em l)inamos sobre nuestras flaquezas, ct>n el deseo d e subir a un plano mejor. Sin dogmatismo, sin pedantería, sin prédica, en fin, ponjue todo eso es la antitesis del arte en general y del cinema en particular. A ese limpio criterio artístico de hacer posible lo moral por medio de lo l)ello, .segán se ha dicho del teatro de Shakespeare, obedece el argumento de El lirio dorado, en el que. a imagen de la vida, hay lágrimas y risas, amores y desengaños, y donde, más a imagen de la poesía que de la v i d a , en el eterno pleito matrimonial del cuerpo y el alma, triunfa el alma. Claudette Colbert, sin que se advierta por una absorbente actuación, es todo el film. N o a la manera heroica de El signo de la Cruz, sino en el tono sencillo y más hiunano de Sueedió una noche... Para nuestro gusto, individualmente considerada la actriz, ateniéndtmos sólo a su trabajo, sin ei)mparaíiones innecesarias con otro» films, ésta es la mejor actuación d e Claudette Colbert. En eJ tono menor que decimos; sencilla y suavemente, cuidando con amor los detalles y estableciendo gradaciones apenas j)ereei»tibles en motivos idénticos, para insistir en lo que conviene y , a la vez, e v i t a r la monotonía; c(m perfecto sentido del humor, un dis<!reto lirismo y —todo se ha de «lecir- -alguna arbitrariedad o zigzagueo en la acción. Wesley Kuggles ha realizado en este film que aplaudimos sin reservas, una tarea delicada y minuciosa, de las que placen y conmueven sin suspender el ánimo. MADRin-PARIS

« L a aave d « Satin" Obra d e gran espcctáuiulo y de realización sorprendente, l l a r r y Lachman, el directoí-, inspirado en el lápiz de Doré, ha dado realidad cinematográfica a las visiones de Dante. N o es posible avanzar más en este difíeil y resbal a d i z o t e r r e n o de fantasmagorías geniales, en donde el menor tropiezo puede condticir al ridículo y frustrar toda la obra. E n visión rápida y maravillosa, desfilan los ocho círculos o maasiones infernales

descritos en ÍM Divina Comedia, con una sensación de «realidad» espantosa, que llega al sublime dinámico en el sexto y séptimo círculos: herejes metidos en sepulcros de fuego, violentos —suicidas, sodomitas , nadando en im río d e llamas o aprisionados en árboles y malezas, bajó una lluvia de copos de fuego... N u e v o milagro de la té^.-nica americana, cuyos continuos avances elogiábamos hace unos días. Pero no se reduce sólo a las visiones dantescas —aunque ellas sean lo más grandioso del f i l m — el dinamismo extraordinario de IM nave de Satán, donde hay, por ejemplo, im parcjue de atracciones que es una orgía de luz y m o v i m i e n t o , y d(mde asistimos al naufragio de un buque, instantes insui>erables de verismo, vibratñón y habilidad en el manejo de masas. Y esta fuerza descriptiva y exterior sirve de marco a ima violencia esj>iritual, encamada por Spencer T r a c y en un hombre de j)resa, para el que no hay otra moral que la de su triunfo, y cuya v i d a interior supera en intensidad dramática a las catástrofes que origina. Kilm exeeiM'ional, en suma, en el cpie el asimto, la dirección y la interpretación corren parejas hacia una meta que es difícil rebasar. PRENSA "Payaso de eireo" Joe E . B n i w n actúa esta v e z en un circo. N o todos los payasos pueden decir eso. Y , e o m o está en su ambiente, consigue un «wcrés d'estime. El circo de Brown, claro está, no tiene nada que ver con el de Charlot. ¿ Y podía ser de otro moilo? N o obstante. Bocazas, y a lo hemos dicho, barajando unos cuantos tipos de la literatura circense- -la tragedia íntima del payaso, la mueca dolontsa bajo la cara enharinada, etcétera—, h a logrado uno de sus may<»res éxitos. En el circo e m p i e z a siendo el h a z m e r r e í r d e los payasos, el Imfón de ^ 1 ! * los bufones. T o d o ^ r ' ^^x"^ de puertas adentro, v ^ Hasta que, por ima ^ » serie de peripecias, actúa en presencia del público, y eutcmces se alza con el cetro de la payasería y le proclaman emperador de la risa a t o d o trapo. Sus grit»>s homéricos, que asustan a los leones, son la marcha triunfal de la carcajada. ¡ A reír, a reír todo el mimdo! Y el público obedece, contagiado. Joe E . Brown se multiplica, se desdobla, actúa de barrendero, de hijo y padre de sí mismo, de ágil acróbata y de fino amante de un transformista, al que, descubierta la burla, «metamorfosea» a bofetadas. El film, como ustedes ven, es m o v i d o , vistoso, colosal, derti>ampanante. Para decirlo en términos académicos: una burrada de gracia, que el «respetable» celebra a mandíbula batiente. Y lo demás, a Joe E . Brown, y a muchos que no son Brown, les tiene sin cuidado. ALKÁZAR

'«Atlantje Hotel" Comeilia musical para A n n y Ondra. Con esto debería estar dicho todo. Anny se divierte, Anny. la hija del Regimiento, Anny y los carteros, Anny de M<mtparnasse... A n n y , A n n y y

siempre A n n y , desde el título al último de los fotogramas. ¿Demasiada A n n y ? N o . Annv os A n n y , y no hay má.s que ima A m i y en el mundo. B'lla, la del cabello de plata, IÍI de los ojos picaros, la del talle de avispa..—¡Cámara, qué cursi es esto! P e r o no lo borro—. Ella, la traviesa ingenmi con la que no es po sible enfadarse, haga lo que haga, y a la que nadie ha pedido ni pedirá nunca otra cosa que alegría, gracia, v i v a c i d a d y travesura de niña que se divierte a esjialdas de la institutriz. Y eso Aiuiy Ondra lo ofrece sin regateos en todas sus películas. ¿ I b a a defraudam^is en Atlantic HoteJ? Al contrario, la cinta estrenada en el Alkázar es un exp<mente feliz del arte de .\nny Ondra, y en ella enc«mtrarán los admiradores fie la simpática paisana de I litler—del que se distingue, entre otras muchas cosas, en que no usa bigote ni la ha t o m a d o con los semitas—, encontrarán, digo, (manto es necesario para pasar hora y medía fuera de la apremiante realidad de estos fines de mes. RIALTO "Aaflelwa « ^

áe ma b r i g a d i e r "

(r>I.\LOGO AL Vl'KLO)

- ¿Estuvo usted en el estreno de .Angelina? - i l \ i e 8 claro, hombre! ¡ N o faltaba más! Soy un decidido admirador de Rosita, a la que no tenía iK*asión de aplaudir hace tiem(M>. .\demás, ae trata de una comedia de .lardiel Poncela, y a mí ese chici» me haise mucha gracia. —Entonces se d i v i r t i ó usted. — D e lo lindo. Rosita sigue tan encanta.lor;i c o m o siempre, y los versos de .lardiel s(m un remedio infalible c(mtra la hipix;on(iría. — D e acuerdo. ¿ P e n ) el film, en general...? —¿La comedia? Bien de interpretación, vestida c(m propiedad y mímtada con muchos y muy bonitos decorados. — Y cinematográficamente, ¿qué tal? —^Ltmis K i n g debió enamorarse del estro burlón de Jardiel Poncela, y a él supeditó lo (lemas. IJOS primeros planos d e l a película, si puedo expresarme así, están consagrados a las redondillas dol diálogo. Debe estar orgulloso Jardiel Poncela. P o r esta v e z , y en obsequio suyo, los americanos han preferido las ingeniosidadee del micrófono a las inquietudes de la cámara. —Vjti resiunen: usted cree... — Y o creo sinceramente que nos hallamos ante un espectáculo «muy del agrado del público». Y si a ello uninuxs !a gracia y la simpatía de Rosita, el buen arte—teatral, c o m o conviene a la obra—de Enrique de Rosas, y la arrogante galanura de José Cres¡»o y Julio de la Peña, no es aventurado predecir que Angelina o el honor de un brigadier reirorrerá en triunfo toda España. —Que es lo que nos proponíamos demostrar. —Sí, señor. ANTONIO G U Z M A N M E R I N O


•a-

kalharíiM- Hepburn ha plasmado BU art0 insapcrablc en la pelírula «Sangre gitana», producción Radio Film», «jue se estrena en el Cine Avenida )

F^imund L o w r v Víctor Mr l^a^lcn en uar momrnto escénico del film polici'arn «Um par d r drtrctivesi, con rl q u r inaugura « | Fígaro su temporada de invierno


1/

Está de nuevo entre nosotros Rosita Díaz, la joven «star», que regresa a España tras de su estancia en Hollywood. El arte de Rosita Díaz —hecho a la vez de malicia y de ingenuidad, de ternura y picardía— ha triunfado plenamente en aquellos Estudios cinematográñcos, donde la encantadora actriz ha fílmado, como es sabido, «Angelina o f\. honor de un brigadier» y «Rosas de otoño». De nuevo en España, Rosita Díaz está recibiendo las más efusivas bienvenidas, a las que CINEGRAMAS une la suya, con la máxima^cordialidad.


C a r o l e Lombard de Paramount Pictures, es la belleza de los dientes de perla

A d q u i e r a

TUBO, 2 PTAS.; PEQUEテ前, I

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Con la P a s t a D e n s , los dientes adquieren la belleza de las perlas. Suavemente, sin rayar ni atacar, Dens limpia el esmalte; hace brillar con uniformidad su oriente, como en el vivo ejemplo del retrato; desinfecta y perfuma. Use Dens, el dentテュfrico de las bocas sanas y de los dientes bellos.

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N el cinema n o son sólo documentales laa peliculas asi llamadas, porque en general todos los films vienen a ser como un inapreciable documento de las inquietudes y los sentimientos d e nuestra época. Documentales también, por tanto, todas las demAs cintas, p o r q u e en ellas se reflejan las preocupaciones, las glorías y hasta las lacras dc la hora que vivimos. Cuando se quiera reconstruir el espíritu y la sensibilidad de nuestra hora habrá que acudir, como a una inapreciable fuente de información, al cinema. Hasta esas películas que no receben tipos y ambientes actuales — los grandes films históricos — reflejan una preocupación muy de hoy: el interés por la b i t ^ a f í a , por la historia novelada, por los libros que recogen los perfiles de la vida de ayer. ¿Quién duda, por ejemplo, de que las cintas d e gangsters traducen toda ima hora—dramática e inquietante—de la vida en los Estados Unidos? I X J S procedimientos, el dolor y las tragedias de los gangsters, sus crueldades y sus crímenes, sus luchas, sns ambiciones, se reflejan plásticamente con ese vigor de realidad que sólo da la pantalla y que es la más asombrosa aproximación a la realidad misma. E l mercado cinematográfico ofece ahora una nueva película de gangsters: Contra el imperio del crimen. LJa lucha—^tremenda, a muerte— entre el delito y la justicia. L a pistola del policía en busca de la guarida del bandido. Las armas en un duelo ciego, frenético y sin pausas. ¿Una película más de gangsters? N o . L a mejor, la más completa y acabada película de gangsters...

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iMraeciéa, dinambmn r ínterptttatiia de « O a i m rl i m perio del rrÓBeB» E n este tipo.de ¡ AUiúas se ha atendido casi siempre, y sobre todo, al movimiento, al juego dramático, al interés apasionante. Se ha descuidado, en cambit», la interpretación. Contra el imperio del crimen rompe esta ley general y ofrece a lo largo de todas s u s escenas una magnifica compenetraíión de todos sus elementos. El d i r e c t o r e s William Keighiey. Gran labor la suya. Porque el riesgo de esta clase de cintas es, por falta de una buena dirección, que las escenas resulten artificiales, frías, de un dinamismo pobre, de una emoción falsa. El gran encanto de una peUcula de gangtlm—isí clave de su éxito—está en su animación y en su viveza, en su ritmo apasionante. William Ke^^hley ha sabido lograr esto espléndidamente. Contra el imperio dei crimen es, en primer término, un soberano acierto de dirección, una sucesión constante y magnifica de escenas soberbiamente logradas, de trucos con u n a 8oq)rendente emoción de realidad. Claro es q u e este dinamismo no 8 « hubiera podido conseguir sin una buena interpretación, qne es lo que hasta ahora más ha flaqueado en las peliculas de este género. Contra ti imperio de/ ofrece un reparto excepcional: loe dos principales papeles femeninos, a caigo de Ann Dvorak y Margaret IJndsay, y el protagonista, desempeñado por el gran James Cagney, a quien secundan Robert Armstrong, E^lward Pawley, Regis Toomey y Monte Blue. U n reparto como éste es y a ima completa garantía de la calidad d e un film.


E«quenia de una einta: lueha, tiros, muerte y amor X o es posible encerrar en unas lineas, y aimque sea de m o d o esquemñíico, la trama c(>mj)licada y apasionante de Contra el imperio del crimen. Cinta de gangsters, en ella se han reproducido, con una escalofriante emoción de realidad, las emboscadas, los asaltos, las luchas y los procedimientos de los gangsters. Como tantos otn)s muchachos tmiversitarios, que salen de las aulas y han de enfrentarse con el tremendo problema de v i v i r , Brick Davis—el Personaje interpretado por James Cagney—deja JU profesión de abogado e ingresa en la Policía. Son días de crisis, de angustia económica, de lucha dramática >or la vida... Unos días antes ha muerto, acribil ado a balazos por los gangsters, un muchacho que había sido compañero de Brick en la Universidad. A l decidirse a ingresar en la Policía, Brick se lo comunica al que protegió sus estudios, a Mac K a y , jefe de os gangsters a cuya banda pertenecían los asesinos de Buchanán. el que fué corapañe o de Brick en la Universidad y después habia ingresado también en la Policía. —.\hora seré de los que te persigan...—dice Brick al jefe de los gangsters. —Es natural. P e r o y o m e retiro y a de t o d o esto. Quedarán los demás solos... E n la de<isión del rauchaclio hay el propósito íntimo de vengar la muerte de su antiguo compañero de estudios. Y comienza la lucha. Combate diario y áspero entre los bandidos y sus perseguidores. Son os días en que I>egget—uno de los que trabajaron a las órdenes de Mac K a y — , al frente de su bnnda. comete los más audaces asaltos. E J I una misma región estos gangsters han penetrado v i o lentamente en cuatro Bancos yhan huido dejando sobre el suelo varias víctimas. U n jefe de Policía los sorprende una noche y consigue detener a L e ^ e t , el jefe. L o s agentes lo llevan a laEsf:ición; pero en ella los de la banda le libertan Brick trabaja en la persecución del gangstel i s m o a las órdenes de Mac Cord, que ha sustituído al jefe muerto por los bandidos en la Kstación. Hasta Brick llega un día, detenida, ima muchacha que había c o n v i v i d o con los gangsters y que fué un antiguo amor del muchacho. H o y está casada con CoUins, el lugarteniente de L e ? get. X a d a resta en Brick de aquel amor; su razón v a hoy hacia una hermana de su j e f e . . .

M n K a \ >'\ viejo capitán de gangsters, i r<idu y a d e su vida azarosa de antes, v e llegar un día a su casa a sus antiguos conipafieros. Se organiza una fiesta. Ríen, beben, cantan. Mas los agentes están cerca y se entabla un violentísimo tiroteo, en el que muere el propio Mac K a y . L a lucha en las jornadas po * • - < se encona, ,se agrava. Es im combate iile, a muerte, con trágicos episodios, con momentos de M i i l i ' . i '-ti**! V. >-i"r,' 1 1 . 1 f i , .

lido por los gángster ^ i i i él está como e n f e m u i . i i \ ¡ i \ , IÜ i . i i mana del jefe del mucliacho. Umi claridad de amor ilumina el final de la cinta, tras el desfile de horrores que han formado las escenas anteriores del film. V i d a de gángster, dura y dramática, sobresaltada, siempre la tragedia al acecho. Nunca llegó al <inema con tanta y tan trágica verdad como en Contra el imperio del jiiwii.

l)oü escenas de «Contra el i m p e r i o d e l r r i t u e n * . la p r v d u r r i ó n >\arner Broa, <]u<* liupcra r u a n t a s r r a l i z a rione» d r c f a n g ^ t r n i . üe ] \a llevado a la pantalla. B i r n ambientada y definida, la "iiresión de imá^eneü tiene ritmo y a r c i ó n y u n a fiier. le inlri);a lof^rada c o n K o r 1 p r é n d e n l e e m o c i ó n de h r e a l i d a d . Modelo e n M lEéuero, H U d i n a m i s m o K n o »e h u b i e r a podido c o n s e c u i r ?.¡n u n a b u e na i n t e r p r e l n r i ó n . e n la que dei>euella James i'a^iiey, r l simpático a r l o r q u e de ilia et. díu «liiiii/a - u |H-r> nalidntl H r l i ^ l i c n


ñora desenvuelta, aunque envuelta en una simpatía natural que y o diría madrileña, acude a cederme un sombrero que no he traído y a inv i t a r m e a que pase al interior, cosa que y a he hecho, c o m o estÁis hartos de saber... L o primero que ocupa m i atención al pisar este gabinete, sencillo y elegante a la par, es un perro disecado. U n can pequeño y lanudo, de ojos quietos, d e patas bien asentadas sobre 1 a tarima bien dada d e cera A l e x . ( L a conozco por el olor. Pasa^t la factura). Distraídamente, silbo al perrete y le llamo Alex.

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— ¡ Q u é rico tipo!—exclam a una v o z cargada de crepúsculos tropicales. —Señorita, d i g o señora,

eso es: Y o soy rico, y Alex, el can disecado, ¿no? L ' n perfecto ladrido d e dignidad perruna herida congela mi sangre. ¡Manes d e Rin-tiri-tin.' M e justifico com o p u e d o ante Conchita, vestida d e blanco tailleur. A poco surge Raoul Roulién, c o m o ella, o sea sin maquillaje, perdiendo el pañuelo de la americana a fuerza d e querer exhibir tal v e z el lM>rdi!do d e aquellas manos d e n«»via que hoy son d e desposada.

i Visita inesperada.—Un perro disecado.- Las manos de la ira\ ia

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U A N D O asciendo entre las cuatro frágiles paredes de este modesto «cohete», que no llega a estratosférico, con ruido d e cables, \oy pensando en la doble desilusión que causará el nuevo matrimonio cin e m a t c ^ ^ f i c o . L o s admiradores d e Conchita estarán un poco alicaído». Y las que suspiraban por Raoul R o u l i é n — E l ultimo rorát» «obrf la tierra—, habrán tenido que apretarse un poco más la faja de caucho. Si; no debían casarse estas muchachas y estos chicos cuyos retratos andan en bolsos y carteras. Son el fuego sacro de la Uusión a distancia, la pasión en conserv a d e celuloide, l a felicidad plasmada en sombras. Y no debieran casarse c o m o unos seres de c a m e y hueso. H artista d e cine ha de permane<-er fiel a su público, que es el que le mantiene y le paga los vicios; podrá flirtear, que eso es higiénico; pero casarse, ¡nunca! I ' n público celoso es peor que Ótelo en el acto final de la ópera de Verdi, más refinado en su venganza. H e llegado y tocado el timbro. Se abre la puerta de este pisito del barrio de Salamanca, y una doncella me mira de abajo arriba. Y o la miro de arriba abajo. ¡Caramba, no está mal la cancerbera d e la mamá de la estrella casada! M i visita, inesperada, no sorprende. L a palabra «periodista», seguida del e x a b r a p t o reportaje, se pueden proferir sin escafandra. Y una se-

Tres pref u t M

-Laseajasdr

Francamente, si esta suegra es en su v i d a íntima igual que en v i sita, el matrimonio se acerca a esíw desli»;es para los que cabe mía amable disculpa ajena. L a mamá de Conchita Montenegro ha debido tener unos quince arroUadores, irresistibles. Es el mismo rostro de la hija, con los surcos que ha dejado la experiencia únicamente. E^tá en t o d o . Es sencilla y amable, graciosa y oportima. 1.a suegra ideal. ¡Este Raoul de mis pecados ha nacido de pie! Bueno; a t o d o esto no he m e n t a d o siquiera al fotógrafo. ¡Pobre Cortés! H e sido con él t o d o l o contrario, al omitirlo, l^e m e g o «plasm e » esta pareja de madre e hija, que tanto se parecen. Lueg<j se agrega d e bonísima gana R a o u l . ¡Muy bien! H e aquí el terceto buscado: la estrella, su mamá y su marido. El reportaje a«lquiere un t o n o familiar que e n t e m e c e . ¿ Y esto he de contar a mis le<-tores luego? ¿.Que he ido a pasar el rato con un matrimonio aparentemente feliz y uua suegra simpática? Y , sin e m b a i ^ > , no hallamos a nadie más en esta habitación elt^ante y sencilla del barrio de Salamanca. ¿Verdad, Cortés? Cortés se sonríe. H e mos sorprendido un c o n m o v e d o r cuadro d e famiUa: la hija, casada, que viene de allende el CK'éano a dar im abrazo a la madre, tal v e z viuda. ( N o queremos ser indiscretos). ELs la primera v e z q u e no sabemos marear a preguntas a i m a artista d e cine, ni pedir su autógrafo, sin querer retratamos con ella. A q u i hay una señora suegra y tm y e m o con toda la barba. (Si no estuviera recién afeitado, ¿eh?) L a pareja partirá pronto con rtunbo al Brasil. Ra«>ul, brasDeño, así l o d e s e a Y Conchita, e n c a n t a d a P o r cierto que, al tocar este t e m a del viaje, la deliciosa estrella hace tm elogio de CINKORAMAS: la infbrmaciém d e Benjamín Fainsilber es exacta sobre sns sensaciones en París. (Véase el número 54 de esta R e v i s t a ) Y o pien.so en lo que dirá sobre la m í a P o r q u e , hasta ahora, no hay interviú ni por asomos. El ambiente está tan recargado d e paz doméstica, que no sé haeer ima sola pregunta de las que m e traía embotelladas: 1.» Conchita, ¿piensa usted divorciarse pronto? 2 . » Raoul, ¿trasnocha usted mucho? 3.' ¿Se han casado ustedes por razones de publicidad? ¡ N o ! N o puede ser. Estas preguntas bárbaras tendrían aquí la adecuada respuesta de unas suelas de g o m a o de unos tacones bajos, f ^ t e m a trimonio es im matrimonio con todas las de la l e y , a la española. P o r algo Concluía lo es, y Raoul lleva en sus venas sangre de los ctmquistadores. Y por algo sonríe aquí una mamá política que es un monumento. ¡ N o hay nada que hacer! Del paso de esta pareja cinematográfica por Madrid sólo quedará el recuerdo vulgar de mi visita inesperada y de m í fallido reportaje. Conchita Montenegro y Raoul Roulién se han dejado las cajas de maquillaje en Paris. N o es cosa de v o l v e r por ellas. Y los re<;ién casados, sin la máscara de su profesión, son dos seres sencillos y felices, ante los que la estilográfica destila lentamente una g o t a de e n v i d i a . . SANTIAGO A G U H . A R



GRAN E S C R I T O R

PORTUGUÉS

K UMk\l\líQS^ UM\lhZ\{iH CÚL lllUO de. BARROS Nfl cít SUPREMO mJíUS • ££ MIñA y CaS C O S T U M = B R E S P O R T U G U E S A S LLEVADAS a f^^TniA e/t una, hHlZQÜ\k l^mik e/i B E L L A S I M Á G E N E S 4 ^ C i P A• 'L í t üS

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CRAWFORD GABLE 3^

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(RAÚL)

Nació en R{o de Janeiro (Brasil) el 8 de Octubre de 1907. Su padre fué director del Instituto General de Música de Río de Janeiro. Raúl apareció por primera Tez en la escena cuando tenia cinco aflos: ocurrió esto en San Pablo, y constituyó el comienzo de una triunfal carrera, que hubo de interrumpir para atender a sus estudios. Graduado en la Escuela Politécnica de Babia, tuvo otra fugaz relación con el teatro de su pais. Por entonces trasladóse con tu familia a la República Argentina, y alU, tras de estudiar todas las fases del arte y la industria escénicas, emprendió su carrera de actor, fértilísima en rictorias. AI poco tiempo organizó su propia Compañía de comedias mtisicales, y con ella logró señalados éxitos en numerosos países: ha sido el galán de cele> bridades como Gloria Guzmán, Mistinguette y Odette Florelle. Recorrió toda la América del Centro y del Sur, dio una serie de representaciones en el Japón y Tino por primera Ttz a Europa. Como autor de canciones de tangos, suyos la letra y la música, hitcanado fama y dinero; «Adiós mis (arraiiySU composición más notable, llegó a ser cl disco más solicitado de Sudamérica. En 1931 marchó a los Estados UnidM y pronto firmó un contrato con la Fox para trabajar en Hollywood. Junto a ttis condiciones de comediante posee dominio absoluto de los idiomas español, inglés, francés, portugués e italiano. Ha escrito muchas obras teatrales y un libro titulado «The Real Hollywood», del que se Tendieron ejemplares en tres meses. E¡ 19 de Septiembre de 1935 te casó en París con la artista española Conchita Montenegro. ^ Estatura, i.78. Ojos Bardos. Cabello

100.000

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O

OULIEN

PeUcula* que ha interpretadot En español: Eran trece. David Ho" ward. El último varón sobre la tierra. James Tinling. Primavera en otoAo, Eugene J. Forde. No dejes la puerta abierta, Lou Seiler. Granaderos del amor, John Reinhardt. Asegure a su mujer, Lou Seiler. Piernas de seda, Jack Boland. Te amo con locura, Jack Boland. En inglés: Deliciosa (Delicious), David Butler. La mujer pintada (Tkepainted woman ) , John Blystone. La irreflexiva (Careless Lady). Lubitseh. It's Great to be A Uve, Alfred Werker. El fiscal (StaU Sttorney ) , George Archaimbaud. Volando kacia Rio Janeiro (Flying down to Rio), Thomton Freeland. Paz en la tierra (The World moves on), John Ford.

(DOLORES);

Nombre verdadero: Dolores Asúnsolo. Nació en Durango (Méjico) el 3 de Agosto de 1905. Hasta ciunplidos los cinco años vivió en el rancho de su familia: de los cinco a los siete permaneció en la ciudad de Méjico, en donde su padre ae dedicó A negocios bancarios; de los siete a los quince estuvo interna ootno educanda en el CouTeste tle San José. Hizo con sus padres un vfttfe a Europa, y de vuelta en Méjico, pasó un año niás en el Convento para completar su educación. Poco después conoció en una tómbola al diplomático argentino Jaime Martínez del Rio, con qtiitn Se casó A los cinco meses, el ti de i^ríl de 1921. Tras de residir año y medi«ysn el viejo ContineMI, instalóse en M é j l ^ el iJktrímonio. 9 n 1935 fué 'director cidematogñlfico preseni que pasaba unos dias en Edwin INA. Carewe te «consejó la capital ra a Hollywood, que se te porvenir en el ciñé.'aedolé un guido el consejo, y gracias a la protección de Carewe, ^ t a r d ó en encontrar trabajo; películas tuvieron e»> y aun algtma de elte|| INTENTE. Caída EN d e s g l H íbandonar Hollywood ndo Walsh la eligió, por protagonista de «El^ Joria»: fué EL PRÍNDP ^N rapidez INUSITADA ad^ itiveruü. En Junio DE 19Í su marido, que SETA meses ELLECIÓ EN París. Dos W M más tarde, Si»lores se casó con el director artittíos^ Cedric Gibbons. Eor su dominio del i d i o q ^ inglés m a n t A o Dolores su puesto « Í ^ M Í I A E I » I B > ^ > > sonora. ^^t*<<!^^^HP)«* T cabello negros.

N D R A (ANNY)

Nació en Praga (Checoeslovaquia) el 15 de Mayo de 1909. Se educó en su ciudad natal, aprendió baile, asistió a las clases de declamación, y recién cumplidos los quince años, debutó en el teatro, consiguiendo triunfo considerable en un papel secundario de la obra « L a caja de Pandora». Dos aSps después alióte con un tu joven aaúgp, productor y «cameraman», para itnpresionar una película que te cuenta eatee las pd|Mrat que se hicieron en ChecoeslovaquAb Como el dinero escaseaba, la labor ofrecía serlas dificultades: la propia protagonista, dotada de sinftilares aptitudes para el dibujo, realisó los decorados, que se construyeron salvando a fuerza de btten gusto la penuria de medios materiales. Terminado el film, el director jr la heroína marcharon a Berlín para Tenderlo, cosa qtae consiguieron en ewdentes condidoMS. Y la visión de aqttdla primera peltenls valió a Anny un contrato con la Casa Aafa, cotno estrella de la cinta «La máscara de oro». Trasladóse después a Inglaterra, y duMate varios años trabajó en los Estudios de la Gaumont y de la British. Al advenimiento del cine sonoro, su dominio idiomático — habla perfectamsnte francés, inglés y alemán—afirmó ^ personalidad en la pantalla europea¿de ta que es una de las figuras más o r i n a l e s y graciosas. Muy joven aún, casóse con el director cinematográfico KarI Lamac, f que ha realizado la mayoría de sus films: se divorció de él en 1932, y el 6 d e j u n i o <lc '933 contrajo nuero inatriiiKMlfe con el ez campeón mundial de b o x e o ^ a x Schmelling, tu compafiero en la ^ t a «Knock-out». 4 Ettatura: 1,58. Ojos azules. CabMc rubio. iü, ÜafiiM

B

E L RIO;

uenca

Petieula* que lia interpretadot La máscara de oro (Goldene Maske ) Gustav Ucicky. Suzy Saxofón (Saxophon Sussi). A nny y los carteros ( Versuchen sie meine sckwester), KarI L a mac. Una noche en el Paraíso (Eine nacht in Paradise), KarI Lamac. Pájaro de noche (Chauve-Souris), KarI Lamac y Pierre Billón. Atlantic Hotel, KarI Lamac. La pequeña Dorrit (Klein Dorritt), KarI Lamac. Anny, Anny (Die Vertauschte Braut), KarI Lamac. La señorita de los cuentos de Hoffmann (Fraulein Hoffmans Erzahlungen), KarI Lamac. Limpia, fija y da esplendor (Grossreinemachen ) , KarI Lamac. Knoch-out (Ein junges madchen, ein Kjunger mann), KarI Lamac y Hans \H. Zerlett.

E A L (JOHN)

Nombre verdadero: James Alexandre Bliedung. Nació en Joplfn, pequeña villa del Estado de Missouri, el 13 de Agosto de 1909; desciende de «te^ianes por la rama paterna y de irfailMé^ por la materna. Colegial aún, fcvelóse como tm sugestivo temperamrátp dramático en las representaciones juTÍmiles a q i e concurría. Asimismo, demostró grandes aptitudes para el dibujo y la múskh, 7 por propia vocación llegA a d o m i i ^ el arte del retrato y a ser | M pianis En el club denomiiudsí'aAntif az \

de la Universidad de Pensilvanin^mil

Petieula* que ha interpretadot Joanna, Edwin Carewe. El precio de la gloria (Wkat price glory?), Raoul Walsh. Los amores de Carmen (Loves of Carmen), Raoul Walsh. La bailarina de Moscú (The Dancer of Moscou), Raoul Walsh. Resurrección (Resurrection ) . Edwin Carewe. £a senda del 98 (The trail 0/9S), Clarence Bronw. Ramona, Edwin Carewe. Venganza (Revenge), Edwin Carewe Evangelina, Edwin Carewe. La paloma (The Gay Caballero). Av* del paraíso (Bird of the Paradise), King Vidor. Wonder Bar. Lloyd Bacón. Volando kacia Rio Janeiro ( Flying down to Rio ) , Thomton Freoland. Madame Du Barry. Wilhelm Dieterle. Por unos ojos negros (In calíente). Lloyd Bacón.

dó en ser elevado por sus compañeros la categoría de primera figura en cuantas funciones teatrales organizaban. Así dispuesto, siguió SUS estudios, sin otro ánimo que el de complaáer a sus familiares: pero decidido * no e B c e r otra profesión que la de actor. PqiBLo, apenas salió 4E la Universidad, dAPlkK al famoso Teatro Hedgerow, de RdMl Valley, en Pemllvania, escuela de grandes artistas. A W pasó una temporada, desempeñando htifaUldes papelea, y en 1930 marchó a Nuevi York y logri debutar en Broadway. Su trabajo , en Tarils comedias de éxito no lograbá,| sin Bmfcrgo, abrirle las puertas de la poní pularidid, pero tf le permitió la entrada en los Sljbidios cinematográficos: tu primer c a o K d o p a n la pantalla fué tak repetición «Ni mismo papel secundario que creara en ias tablas en la obra «AiMther language». Desptiés formalizó un contrato con la RK().Radio, y su aparición con Katherine Hepbum en «Sangra gitana» marcó la hora de su triunfa. EsUtura: 1,78. Ojos obscuros. Cabello negro.

Petieula* que Ita

interpretadoi

otro idioma (Aiu>tker language). Por la vida de su rival (Hat. Coat and Gloves), Worthington Miner. Sangre gitana (The little minister), Richard Wallace. Princesita (Laddie), Georee Stevens. Un aplauso para ti o Corazones rotos (Break of Hearts ) , Philip Moeller.


V E N

a n a n a

.as hermanas Majorie y Virginia Keid sobresalen en parte del ejército de adolescentes que triunfan.

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i

V K . v i i i « \ < iiiema. Síntesis de celuloide que recoge rostros bellos, fragantes; mejillas con tonalidades manzana en sazón. Ojos brillantes, como estrellas, en toda la gama <Íe! azul al negro. Labios rojos, hiVj medos y frescos, como claveles revent(mes. Mujercitas. Capullos; N O rosas abiertas. Adolescentes d e cintura breve y aiwlar ligero. X O estatu > de carne, sino fantasía y estética de im dibujante moderno. Alegría, risas (pie trinan; arpegios o carcajadas. Dientes sanos y blancos. Cabelleras sedosas: nd)ias, negras, platinadas. Mujercitas... Ciudad j o v e n . Sol. vida... Kste es el Hollywo(»d verdaderamente interesante. El otro tiene im salior, un jterfmue de sintética juventud; tiene \m colorido de telleza química y fotográfica, arrancada de los ángulos, de los primeros planos y de las intervenciones quirúrgicas lie 'las en pro de la cirugía est(ítica. Ellas, las mujeres interna(;ionalmente célebres, que tienen en la puerta de su camerino [)egada un relia de plata, representan la falsa feminidad y la falsa belleza del comentado H o l l y w o o d . Sus noml>rcs son retvimbantes y llamativos. Bautizos de evifonia, para que lleguen a todos lo idiomas, a todos los países del globo. FA c(mtrato firmado con una P^mpresa es una pesadilla de ce ros alineados. Y el fatalismo de sus vidas, la absurda y forzada complicaci(«i de sus existencias, ctma leyenda hecha de trucos j)ublicitarios. ¡Pobres mujeres fatales del lienzo! Pintadas y teñidas c o m o muñecas de bazar, con la vida encadenada a la murmuración en todos los idiomas, con un leve y lejano recuerdo de su perdida juventud, ¡lada .se parecen al H o l l y w o o d j o v e n , al elemento feliz de la Meca cinelándica. Libres en absoluto de la MIRADLA in({uisidora de los directivos, los principales componentes del ^_ LLOUYWÍKML j o v e n -que ilustran ESTA crónica—pueden deambular y reír a su antojo, batallando fieraV M E N T E CON EL deseo ''c l'-^t;).:ir i-o '-I -iLiloirli-, llcvniido • "him ¡inna-; t'u la lucha \;\\\ -•'lo ilesliunW bradora juventud. 1

Halljrweoii joven _. Muirrcita». Capullos, no roaat» abÍFrtaa.

Xlefri*.

Riaaa ^ne trinan: arpr^ioa r carrajadaH. I>i«-atr» aanoH, blanco», t^abrllcratt Hcdonaa. 0|0!» brillantea. taludad joven. Sol.

Son

dos niñas casi: una. rubia; la otra, morena; dos matices en sus dos vidas en flor. Virginia tiene el pelo color de trigo y los ojos de cielo meridional. N a c i ó el día 13 de Septiembre de HMtJ. X o hacumi>li(lo aún los veinte afios y y a po.see tina silueta auténtica, legítima, d e princesita rubendariana. Majorie. morena y grácil, no tiene más (pie... die/. y siete años. Ann Shirley. (Quince; no sabe si jugar c(m muñecas o actuar en el lienzo. T ( d ) b y W i n g . la novia ChiquiItn, ríe con su graciosa y caricaturesca imagen de flapper al día. Mitzi (íreen debuta en Rwfue nin puerto. . \ i m la recordamos de ayer, cuando era aquella niña traviesa, aquel enfont terrible que tantas v e ces nos habia mantenido dos horas en v i l o con sus arrebatadoras travesuras. H o y , Mitzi Green es una mujercita deliciosa, con diez y (x^ho afios y un aspecto estético sumamente original, que a través de su.^ rasgos gracio.sos subyuga al esj>e(tador. Y como ellas, todas, pasa |)or las avenidas de la ciudad moderna tm tropel d e juventud, de agilidad de alegría; limpias de maquillajes, c(m una c a m e morena, curtida por los rayt^s del sol de California y ima silueta con la esbeltez de los años adolescentes y que no tiene necesidad alguna de forzados r( gímenes ni de continuado control de peso, .\nte la mesa de su hogar o ante el estilizado mostradoi del bar pueden comer las (íhi(iuillas cuanto les apetece, no deteniéndose ante cualquier alimento, (pu si fueran astrellas deberían abstenerse de tomarlo por temor, por horror a la terrible invasión d e grasas, (jue es el plumazo infalible que borra aquella pasadilla de ceros alineados al pie del (nmtrato. Rochelle Hudson, (Irace Bradley, P e r t K e l t o n , Jane Hamilton, B e t t y Grabble y otras más, bellezas, si se quiere, un poquito—delwmos perdonárselo —creadas bajo molde, para conseguir ese loco afán de personalización. Pero bellezas sanas: im ramillete d e juventud que sonríe, tma verdadera manifestación do espiritualidad... C1ÍCI1.IA A . M A N T U A Vida. Kate ea el Hollywood verdaderamentr intere•antr, aunque nadie l « conozca ni tenga interéa en c n n n e e r l o . . . Tal ves porqnc ea ci veedndeen


I

VaSadio diL^a M Ú S I C A

JUEVES 3, ESTRENO tie, &i SUPERPRODUCCIÓN ESPAÑOLA.

0

GRACEJO MADfillEÑO conetUV MOdmn-FIL/W AMERICANO

ÁmMMcb CUSTODIO Alfmio MUÑOZ DIRECCION:/J^ MARQUINA

PRODUCCIÓN FILMÓFONO N? 1

'


es uno de los nombres llega­ dos al cinema con cimentado prestigio. Sus actuaciones ci­ nematográficas interesan siempre, porque hay en ellas un ncrr)to de emoción pictó­ rico de arte


II

(rice* por Fraak Capro para el cinema, en una escena de <Dama por un dia> roT. coLUauA

F

Capra ee el único realizador europeo, que yo conozca, yanquilizado deade el punto y hora en <pie llegó a Norteamérica. .Más que yanquilizado, debiéramos decir superyanquilisado. En la actualidad no hay ningún realizador yanqui que lo sea tanto como Frank Cq>ra. Quizá Raotd Walsh. pero en distinto sentido. Es más burgués Frank ('aprn que Uaoul Walsh. Este último hace sus ensayos s(»bre gentes humildes: obreros, marinos, comerciantes de p « H o fuste, soldados, colonizadon?»» jxjbres... Por lo tanto, su humorismo es más ruó, más de gente de pueblo, con toda esa serie de vicios y defectos que se observan en el ambiente donde sitúa kis argumentos. Frank Capra goza, por el contrario, con someter a nn gran burgués, dueño de fábricas, a las peripecias más sabrosas, regocijantes y crudas. A una poaona que haya tenido ' mpre mucho dinero le gusta dejarla d n m o y verla cómo reacciona. El realizador húngaro Paúl Fejos se pareció también bastante a Frank Ca{)ra; pero o m mucha di^ancia. iSoledad noe recuerda a Sucedió M M moche. Dos |iersonajes en trance idílico durante unas horas dei dia o de la noche; dos espíritus que se fnmlen eo un eq*asmo de nmpatia, en un arrebato de beUeaa, de atracción mutua y de soledad. T a l es la fábula de aquellos dos obreros de Paúl Fejos, que se entregan al jolgorio en un día de domingo, y de estos dos despreocupados y simpáticos burgueses de Frank Capra que viajan y viven juntos sin ninguna garantía ni identificación personal. Pai\l Fejos y Frank Capra, dos europeos, demuestran en sus films el mismoconcepto sobre la mujer y el hombre; concepto yanqui hasta la médula, humoristico y profundo, libre V humano. Glen Tryon y Bárbara k e n t eran para Soledad lo que aark Gable y Claudette Colbert para. Sucedió una nodte; esto es indudable. Mas Paúl Fejos universaliza su estilo, sn técnica, su método cinematográfico, de tal forma, que después de Soledad realiza FanRANK

F r a n k C a p r a , ei gran realizador i U liaao qne Hcjor he

mkiá»

ndnn<érir a

bw r i a i i r i e n n rmetalce éet eapMta


tomas—film terrorífico—, María—leyenda húngara—y Muchachas de Viena—alegría y valses de Strauss—. Es decir, después de yanquilizarse se europeiza con «in tinte t a n intensamente logrado como el primero. Mientras que Frank Capra—nacido en Palermo (Italia)-—es im yanqui desde su debut cinematográfico h a s t a nuestros dias. ¿Recordáis Los primeros pantalones, primer fihn s u y o premiado en lí>26? El humorism o de Frank Capra empieza d o n d e cidmina el de Harry I^Angdon. Frank Capra enhebra su aguja para des )ués volverla a desenhebrar. Los primeros pantalones de u n pueblerino t o n t o , a p o cado y bobo; d e u n infeliz c o m o IIarr^' Lnngdon que vaga por el pueblo hasta q u e u n a nmchacha, pizpireta y apasionada, como Alma Bennett, se lo lleva a la ciudad en plan d e grandes conquistas, provocan un torrente de can-ajadas en el mundo entero. Nadie sabe quién m u e v e la gracia de esos ]>antalones famosos. En aquellos años, la obra de los realizadores en periodo de iniciación era totalmente anónima. Únicamente Harry Langdon era el glorioso creador de Los

primeros panta'ones. Y , sin embargo, el magnífico Frank Capra de hoy resulta que es aquel nñnúsculo artista qne ordenó y dirigió tan grandes y tan fíuno84>s motivos cómicos. ¿Quién había de decir que aquel nombre obscuro, escrito tal vez con letra indescifrable, habia de l l ^ a r a ser un gran realizador? Muy poca popularidad h a -idquirido con sus films p'>st?rio es: Submarino,

tíJBa

^aflltR WaMer r.Maolly, Barbara Stanwj k y Nils Asther ea mm Bsaniftn d e « L a ansargura del general Y e n » , fihn en dmsde Fraak Cnfva ae despide dc sn tmmimm inspropio, pora elegir el de sn verdadera personalidad

¡Esto es el amar?. El poder de la Prensa, La jaula e oro. Amor prohibido, LHrigible y La amargura del general Yen. Aunque algunos de ellos sean films destacados, no lo son de Frank Capra, sino de cualquier otro realizador. El drama, la violencia, el pesimismo, la angustia y el rencor, no se hallan en Frank Capra nada más que mediante un esfuerzo impropio de imaginación. Frank Capra vuelve a enhebrar su aguja otra vez en La

locura del díAar para coser su personalidad y lanzarla a los cuatro vientos en

Dama por un dia. Sucedió una noche y Estrictamente confidencial. Queremos al director cinematográfico tal y como es. Queremos ver a Paúl Czinner producir fihns lentos y profundos. Y a Rene Clair con sus agudas y entretenidas sátiras. Y a Me Sthal con su humanidad y delicadeza hacia la mujer. Frank C ^ r a es único en su género, y debe continuar siéndolo. Si nos dijesen: «¿Hay argumento m los films de Frank Capra?» Responderíamos: « N o lo hay». Precisamente esto constituye su rasgo más personal. Suponiendo que haya argumento, es de corte vulgar e intranscendente. L a a l a r i a yanqui, no sabemos si embellecida o desvirtuada, la presoita el realizador italiano a través de la anécdota. En el argumentp no hay vida, ni interesa que la haya. L a critica sobre una obra de Frank Capra tendría que ser contraria si no hiciésonos el repeso meticu loso de sus valores episódicos. Porque el corte total de los argumentos de Frank Capra, además de ser insubstanciales, son <ie lo más inverosímil que pueda haber idea. Ahi está esa pobre señora que vende manzanas y se hace m ^ a l ó m a n a para recibir a una hija qne viene de Barcelona, casada c<m un conde, sin saber qué es lo que hace ni por qué está alU. E n cambio, cualquier episodio melodramático de Dama por un dia posee la reciedumbre de veinte argumentos. ¿Qué asunto total hay en Sucedió una noche? Podemos sintetizarlo asi: dos muchachos q u e .<?e encuentrani en un viaje, que se enanaoran y que siguen viar jando hasta el final, con el peligro de n o verse; más por ignorar el uno la historia del otro. argumento más manoseado pertenece a Sucediá

una rwche; y, a pesar de todo, It Happened On» Night ha ganado el premio máximo que puedei conceder la Academia de Artes y Ciencias Cine»

Un bello n o m r n l o idílieo t-nire C U n d H I e Colbert y CInrk C o U e en el mmpMif rib> ér Frnnk Cmfrm. que hn • w r e c i d * el mé» aM* g a l a r M n 4e ln Acndrmia de Arte* y <láeiwiao CinenMtOftráficM d r Hollywood. «Sucedió noche»

raatográficas de Hollywood. O sea. premio por la magistral realización de Frank Capra, por la actuación magnifica de Claudette Colbert y por la interpretación mmca comparable de Clark G a -

ble. Sucedió una nodte es el film del optinúsmo y de la desfureocupaeión yanqui. Sus situaciones no se pueden describir, porque son muchas, y todas encierran una gran bellleza V un verdadero derroche de esfrfritu libre y renovador, de rebeldía. El idilio ese del campo, bajo las pajas de trigo, en plena noche, sin otra protección para ella, que -e encuentra al lado de nn hombre conocido desde hace unas horas, que el silencio y la soledad, tiene una elotmencia y una fibra argumental inapreciable. Frank Capra es un hombre tan sutil, que sus obras solamente admiten la comprensión del espectador. U n a de las anécdotas que realiza Capra nada explica al espectador, porque el diálogo de los personajes no se refiere a lo que está .sucediendo. Mejor dicho, se refiere a lo que está sucediendo, pvro no a su profundidad. U n film de p(x;a altura cinematográfica presenta el mismo idilio de estos dc«s personajes, y el realizador hace decir a uno de ellos: «¡Qué libres somos!» Rs decir, el diálogo tiene que explicar lo que la escena no refleja.

Brooks cria un caballo, llamado fíroadttwf Bill. para las carreras. El caballo pierde la p r i m « ^ vez qne corre, y D a n queda arruinado. Pero a la segunda ves, a pesar de unos saboteadores^ —los «malos»—, que proporcionan a D a n un jockey malintencionado, gana la carrera, no sin morir reventado al pisar la meta. Para colmo de la vulgaridad de argumento, diremos que la obra de Frank Capra tiene ese tono famoso de las peliculas del Oeste: el embargo del caballo y el encarcelamimto de Dan momentos antes de la carrera, el sabotaje en plena consecución del triunfo y ese tipo de criado negro llamado a<:(ui BUmquillo, que en otros films del Oeste ha de ser, para constituir la comicidad, un charlatán, un torpe o un simpáti<ío entretenido. Precisamente aqui está la virtud de Frank Capra. U n día va a una carrera de caballos que se celebra en el Hipódromo de Saratoga. Corre o n famoso caballo yanqui llamado D a r * Secret. Y Frank Capra, acodado sobre una barrera, concibe el argumento sin fijarse en si e» o no vulgar. El desenvolvimiento episódico es lo gran-

dioso de Estrictamente confidencial. Ese coronel Pettigrew es la figura más lograda que yo he visto en el cinema yanqui. D a n Brook» y Alice: más tarde, el padire, poderoso jefe de toda nnn ciudad fabril, que se marcha de aventuras ctm sus dos hijos rebeldes y optimistas, son el contratipo magnifico y genial de esos dus yerno» recluidos, dóciles y apocados. Y la mascota Mosquito, sin cuya presencia no sabe correr Broadway Bill. N o se puede decir más de la obra de F r a i ^ Capra. Asi contó otros films se aprecian fácilmente con un ligero examen argumental, en lo^ de Frank Capra, cada episodio sugiere cosas tan distintas que no se pueden abarcar en una cuartUla. Decididamente, lo mismo que dejó de ser ingeniero químico del Institiuo Tecnológico de California para dedicarse n dirigir peUculas, debe abandonar para siempre aquel otro género dramático que cultivaba antes de realizar La locura del dólctr: género violento y sombrío de La

amargura del general Yeti y Submarino, que cohibía las verdaderas aptitudes de Frank Capra, para continuar de lleno este otro de Siu^ió urta

noche y Estrictamente confidencial. Es un camino que muy acertadamente inició en compañia

de Harr}' Langdon en 7.^ primeros pantaUmes, En Estrictamente confidencial, Frnnk Capra es para cnutinuarlo despxié.s de nmchos años en

todos esos films que culminan en Estrictamente el mismo. E n este último fihn hay menos arguconfidencial y Opera Hat (Serenata azul). mento y más riqueza epi.sódica. El argumento de Estrictamente confidencial le hemos visto desfilar A. DEL AMO A L G A R A nuestras cien veces por el cinema yanqui. Dan^

J


VÍcIq Estreno

ínJríma

^ ÚQ

de Ojog cariñosos,

Mane Dreaaler, la in• i g n e act r i z d e la pantalla, c u y o » arte aaaraTilloao parece haber heredado la diminuta Shirley Temple

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3

^

en M a d r i d : una p e q u e ñ a intérprete se apodera d e l reparto. P o r sus ojos, que hablan. P o r su boca, que rie asomando el corazón. P o r su menudo cuerpo de bailarina, que alberga im alma gigante. P o r su asimilación de las a l a r í a s y las tristezas de las personas mayores. Com o un milagro de precocidad. H a surgido una estreUa de seis años que compendia a todas las otras. Que hace llorar y hace reír. Q u e no tiene género determinado en que su arte se encasille. Que es la naturalidad misma, la sinceridad de arriba abajo. Q u e lo es t o d o , frente a la cámara cinemática, por obra y gracia de la Naturaleza ca{>richosa H e aquí un monstruo de rizada cabecita rubia y dos hoyuelos de gloria en las mejillas: Shirley T e m p l e . U n pequeño ídolo que se erige por sí mismo: Shirley... A h o r a , y a , siempre Shirley

e e s del drama y d e la c o m e d i a cómica—^risa y llanto—, sin más esfuerzo que comenzar a sentir... L a s dos, feas. ( P e r d ó n : Shirley no es b o n i t a atrayente, por su simpatía explosiva; pero no tiene b e l l e z a A g r e g a d tm cero a la cifra de su edad—6 y O : 60—y tendréis, tal v e z , aquella fealdad v i v a y agradable de la Dressler...) L a s dos, impuestas por sus propios méritos; a sus años, no son p o sibles los manejos expeditivos de algtmas de las Venus de H o l l y w o o d por conquistar la gloria y la f o r t u n a . . Sí, las dos, en su arte y en su persona incluso, se parecen. Shirley resulta la milagrosa prolongación de Marie, c o m o una iñeta que fuera el espejo de su abuelita, en tm asombroso salto hacia atrás...

Y entonces escribí esto: « H a y un curioso paralelo entre la naciente y triunfal Shirley y la malograda Marie Dressler. En

tre la desaparecida estrella sexagenaria y est a e s t r e l l i t a d e seis años. ¿Es que el espíritu veterano de la genial Dressler ha i d o a refugiarse, por tm misterio del más allá, en el cuerpo infantil de Shirley T e m p l e ? . . . » Mis palabras levantaron revuelo en algtmas peñas de intelectos, de exquisitos del cine. L a semejanza por mí pretend i d a no pasaba de ser tm criterio gratuito y e x t r a v a g a n t e . L a preocupación propia de un aficionado a las ciencias ocultas. P e r o , p o co a poco, ellos, los s o r p r e n d i d o s , fueron cayendo en la cuenta de m i v e r d a d , pensada y e s c r i t a D e la grande y extraña v e r d a d del parecido. Del paralelo curioso entre la « v i e j a M a r i e » y l a pequeña Shirley. L a s dos, capa-

Una graciosa expreaión caricatureaca d e Marie DresMier, entre las muchas que incorporó al arte a n e matogránco d u r a n t e su brillante hiMoria de actriz

Viendo y o y e n d o a Shirley T e m p l e , recibo la sensación misteriosa de que la vieja Dressler no ha desaparecido del t o d o .

i.

D e que no se ha resignado a d e j a r este m i m d o , q u e tan intensamente v i v i ó y conoció, y ha legado su herencia de arte, hecha de t o d o s l o s experimentos posibles dent r o de la V e r d a d (con mayiíscula), a la traviesa Shirley. L a e x p e r i e n c i a de la «abuelita» genial h a despertado, c o n e l a s o m b r o natural del m u n d o , en el espíritu inocente de la «nieta». Shirley T e m p l e habla, canta, baila, llora, rie y sonríe lejos, muy lejos d e sus seis años «físicos». (Con los sesenta años « a n í m i c o s » de su herencia f a b u l o s a . . ) E^la, no lo o l v i d é i s , lleva dentro a Marie Dressler. Sólo así 68 posible que pueda comno-

Con el mismo espíritu juvenil (|ue una muchacha de veinte años, Marie Dreaale practicaba a diario, con la agilidad que sns años le permitían, el «tennis»


vernos hasta la sensiblería y deleitarnos hasta regresar, niñez...

con ella, a la

L o que hace Shirley en los Estudios cinematográficos no ha podido aprenderlo. X o ha tenido tiempo, .ilgunos críticos la llaman «imitadora sublime». Pero para imitar—o sea, copiar—tiene que haber espacio y calma de observación. Calma y espacio que no se contienen en un pellejo tan estrecho como el de Shirley, aunque tenga la elasticidad de la goma. N o se explica suficientemente el misterio de la estrella más pequeña del mundo, suponiéndole dotes únicas de asimilación. ¿Os habéis dado perfecta cuenta del trabajo de la Temple? ¿ Y no os sentís un po«-o avergonzados de esa capacidad de inteligencia, qne confrontáis con la vuestra madura y luego con la que pudisteis tener a loa seis años de vuestra vida?... Por eso me asustó la primera vez qne la vi actuar sobre la pantalla sonora. Porque lo sobrenatural brota de ese cuerpecito tan feble y tan gracioso, dejándc»oe perplejos y pmsativos. Y decimos, entre diraites: CiEsto es demasiado!» (Demasiado, porque ^ ü r l e y T ^ p l e alimenta un espíritu de sesenta añoe en nna came de seis. Porque resulta una muñeca que sabe más que los que la han fabricado... U n a saladísima «qoeca» de b a i a r que nos a n b n i ) a desde el escaparate n á g í c o d e las p«iitaBae.„)

vejez, a muchos jóvenes, deseosos de postrar a los pies de la «divina abuela» todo el tesoro impagable de su savia de vida... Aquel su <•< chón, que exhibía con graciosa desenvoltura en muchas escenas, gigai co, pero ágil, dominador, prepotente, había inflamado pasiones absurdas, en que lo imaginativo se adentraba en los límites de lo morboso. Y esa fué la íntima gloria postuma de la Dressler, admirada y amada a los sesenta años.

Como lo es ahora la muñeca Shirley, capricho del mimdo y juguete que no tiene precio. Ella, con su categoría de estrella que nadie la distmte, hace un vida impropia—como su arte—de » a « pocos años. Tiene que reci-

Marie Dressler acumuló en su existencia rosa tma filosofia tal que le permitía acmeejar y aleccionar a q u i m bullese en su afaededor, que era todo CJneJMMJia. Ella llegó a estrrila tie cine a los sesenta años. Es decir, cnando y a las estrellas llevan mucho tionpo apagadas en el c o n a i terio o el ohrido de nn rincón fiel hogar... Cuando otras no hubieran podido obt^ier más que ima jubilación piadosa, elle, triunfó midoeamente, escandaKsañdo al mtmdo con su vejeai dinámica y genitJ. ( E l caso de Shirley, al revés. Cnando otras empiezan a ir al colegio, ella está de vuelta de la fama y tle la popularidad, sirviendo tle juguete maravilloso al mundo entoro...) Y sn vida intima se hace pintoresca, vf)lviendo, de un golpe, a loe veinte años. Su casa es invadicla por la gente joven, que la incluye en su meda de travesuras y placeres. Ella baila con adolescoites, que consideran un htmor tener en sus brazos a la gloriosa actriz sexagenaria. Ella se viste con trajes de noche muy escotados y de modelos atrevidos. Ella, en sn tocador, posee los más refinados perftunes, y en so dormitorio—sedas, lacas, terciopelos y j o j a s — h a y un lecho de reina...

L a «abuela» de H o lywtxMi decia entonces: « Y o me desquito con creces, a última hora, de mis jirventudes primera y segunda. Me divierto de firme por las dos...» El correo le traía a d i a r i o montones de cartas de admiradores, q u e ella leia durante el desayuno, sin despreciarlas como las estrellas «de menos de treinta»... E31a se vengaba de su insignificancia j u venil con su import a n c i a senil, recreintlose ea las frases encendidas de las adoraciones distantes. ¡Adoraciones, si!... P o r ue todo hay que ecirlo: M a r i e Dressler enamoraba, a despecho de su fealdad y de au

3

lirley Temple no sabe tocar el piano, ñero ae deja tocar en la «pnae» de una mmmmmim virtonaa, y da la «tnancUn de paoeer todoa U a «ccretoa del teclado, liama m a d » , aa arte •mmvJHain linRc nn conorimienlo do la vida inapoaíMe • aaa eaeaaoa y prccoeea añoa

bir visitas, firmar retratos, verse acosada y estraj a d a por bocas y maiK>s desconocidas, y asistir a fiestas donde el elemento infantil se reduce a su personilla adorable... Y hombres canos y calvos, que podían ser sus abuelos, la sacan a bailar mu^ seriamente. Y muchachos de veinticinco años la piden por «novia», y hay escenas tremebtmdas de rivalidad celosa entre sus galanes... En su correspondencia no faltan las declaraciones amorosas, llegadas de todos los rincones del mundo. Su asombrosa precocidad hace ohridar a los demasiado pasionales que Shirley Temple, a pesar de todo, es una verdadera nena... Su picardía, su desenvoltura de mujercita, son resultantes del reflejo espiritual. Materialmente, es tma criatura de seis años exactos. Como Marie Dressler era ima vieja de sesenta... H a y Ea la ailaeta, naa iaque reconocer que entre amde ln bas existen puntos de ctmtacSbirler. Eae to tine sólo el misterio eterno de iaaceaeia, eaa m i r a d a dalce e iageana. a a B o n fiagidea. Shirley ea a a a grmn actris; pero es, a d e m á a , uaa nena que, lejos de la cámara, a e sabe dejar deaorla—

de la Naturaleza es capaz de crear. Ese misterio latente que hace, de una vieja, una niña, y de una niña, una mujer... SANTIAGO

AGUILAR

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CLAMOROSO LA CONSAGRACIÓN efe « / l a ESTRELLA

K O S n A DIAZ GIMENO

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o EL HONOR DE UN BRIGADIER

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S E L E C C I O N A D O S

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ÉXITO

P R O G R A M A S

cinta P E Q U E Ñ A

ACTRIZ

SHIRLEY TEMPLE^ oaw

JAMES 1(/ruL

iai/mrar

DUNN

^

/lAodiuxlorv

M U C H A S mujeres hermosas no se dan cuenta d e que los lápices ordinarios recargan sus labios de pintura dándoles un aspecto vulgar que los hombres aborrecen. Es natural que para embellecerse use usted un lápiz de labios . . . i pero no pintura! Hay un lápiz TANGEE que embellece sin pintar... Y vivifica el color natural d e sus labios. T A N G E E no es pintura. T A N G E E es anaranjado en la barrita, pero apliqueselo y verá cómo cambia d e matiz hasta cjue adquiere el tono grana tfue más favorece a su rostro. Su efecto es seductor y, además, protege, sua-vña... f es duradero. También hay un tono oscuro : El Theatrical

JANE

WICKERS

FOX

SIN K E T O O U E L o i l a b i o i iin retcxrue c « n tiempre parecen m e r c h ü o i y a v e i e n t a n el rostro PINTADOS E v ü e el p a r e c e r p m t a n a i e a d a . A lot h o m b r e » le< d e s a g r a d a este aspecto C O N T A N G E E : Se a v i v a a l color nararal, r e a l i a l a b e l l e u y « v i t a la a p a r i e n c i a d e pÍAtiua.

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Mí'

L

A U f a de Berlín, escuela de grandes d i r e c - ' J tores, v i v e r o de artistas eminentes, cuenta^ hoy entre sus mejores elementos al maguí- j fico realizador Gustar Uciokv, que ha sido núes- • tro huésped estos días. El insuperal)le animador í de Hombre sin nombre, Crepúsculo rojo y Fuffi-' tivos acaba de conseguir para la Ufa el m e j o r ] film de su producción actual, Santa Juana de. Arco, magno drama histórico religioso que está \ recorriendo triunfal todas las pantallas euro-i peas. ' E n él, Ucicky, artista exce(HÍonal, ha hecho de i cada figura un poema, y de cada escena, una o b r a ' de arte imperecedera. D e tal calidad artística es í esta obra, que el Gobierno alemán, luego de pre- \ miarla, la ha declarado libre de impuestos en \ todo el pais. Santa Juana de Arco ha marcado, | pues, la culminación del arte cinematográfico i alemán a partir del i)r¡Híer film hablado, y para I su autor, la gloria de poder incluir desde ahora | su nombre entre el de los grandes directores i mundiales. ¡ Gustav U c i c k y representa en el cine alemán i la juventud; el hombre de recio tenq)eramento, ! de potente personalidad y de profundos conocí- \ mientes técnicos. Dedicado al cinema desde hace ' muchos años, ha ido depurándose obra tras o b r a , ' hasta conseguir, en plena juventud—^no creemos | que cuente má.s de treinta y ocho años—, la ma- j durez artística con su bellísima Santa Juana de Arco. P o r ser figura de tanto relieve en el cine : europeo, hemos querido brindar a nuestros lee- \ tores algunos rasgos de su vida, recogidas de sus propios labios. Ucicky, personalmente, pa- j rece, más que un director, un gal.-Vn dc cinema. : A l t o , ágil, rubio, con unos ojos azules llenos de ! v i v a c i d a d , habla dc una forma expresiva, ner--^ viosa, mientras fuma sin cesar pitillos orienta- ! les. I.a primera impresión que da es la de un ' hombre satisfecho, pleno de optimismo y de | voluntad. Con una afe<-tuosidad espontánea sale a núes- ¡ tro encuentro en el depacho de don Manuel Ca- i rreras, gerente de la l í a en España. Este nos ] presenta. Ucicky estrecha nuestra umno en un apretón enérgico, y después de contemplar unat

fotografiáis de su último film, algunas de las cuales ilustran estas líneas, charlamos durante largo rato. . —^Su película Crepúsculo rojo—le decimos— tuvo un gran é x i t o en España. —En Alemania, también—^nos contesta—. V o puse en ella todo mi entiisiasmo. Quise reflejar en sus escenas toda la tragedia y el dolor de la guerra en el mar. Creo que conseguí reali- ; zarlo. Desde luego, no era un film guerrero, sino \ un film pacifista, tratado con toda la emoción que el tema requería. N o era un grito bélico: era un grito de paz. — ¿ E m p e z ó usted sus trabajos de director en la Ufa? — N o . Mis primeros pasos cinematográficos los di en la Sascha, de Viena, hace veinte años, c o m o operador. Manejé la cámara durante mucho t i e m p o , rodando un sin íin de peliculas, y allí hice mis primeras armas en la dirección de films. — ¿Con qué película? —Con una que tenía por título Café eléctrico, y que interjiretaban la hoy famosa y entonces desconocida Marlene Dietrich y W i l l y Forts, ahora director famoso. —¿Abandonó y a la cámara? —Sí. Desde entonces me dediqué con gran in tensidad a la realización, y en Viena dirigí algunas películas, entre ellas una con N i t a N a l d i , titulada La máscara de oro, (pie creo se p r o y e c t ó en España. Más tarde pa.sé a Berlín con la Bavaria, y allí hice cuatro films, de los que merece destacarse uno de é x i t o resonante, Hereruria maldita, interpretado j)or W a l t e r Hilla. P o r ciert o que en él debutó Hans .\lbers, el protagonista de Greifer, Fugitivos y Oro, que es en estos m o m e n t o » el actor más popular del cine alemán. — ¿ Y en la Ufa, cuándo ingresó? —Inmediatamente de terminado mi compromiso con la Bavaria. El cine sonoro habia surgido, creando nuevas dificultades técnicas, nuevos procedimientos de trabajo, y en.seguida me sentí atraíílo por la novedad que tan ancho campo abría al cinema. Asi realicé Bl vagabundo inmortal, interpretado por Gustav Frohlich, primer film sonoro realizado en Alemania, y más

Gustav U c i c k y y don Manuel Carreras, director g e r e n t e de «Alianza Cineinalof(ráiica Española», en el despacho de este último, con nuestro compañero Hernández (.irbal, durante la entrevista a que se refiere esta información

tarde, UH concierto en Sans Soiu:ci, con W a r n e r Krauss y Renata Muller. . \ éste siguieron, entre otros muchos, Hombre sin nombre, con W a m e r Crepúsculo rojo, con Hudolf l'orster; Fugitiros, con Hans Albers, película que alcanzó el premio del Estado alemán, y ahora, mi última obra, Santa Juana de .Arco, en la que hace una creación sorprendente Anéela Salloker, ctmvertida en gran estrella europea desde este film. —¿F*s, pues, el de Angela Salloker un verdadero descu'jrimiento? — A s í es. Esta maravillosa actriz, de una sensibilidad extraordinaria, era deüconotñda. Solamente había t o m a d o parte en un pequeño film. Cuando y o empecé a preparar Santa Juana de Arco busqué incesante una actriz capaz de sentir y v i v i r en toda su intensidad el papel de la doncella de Orleans. Y en una fiesta a la que fui invitado, conocí a .\ngela Salloker. V i logrado en un m o m e n t o lo que buscaba infructuosamente. L a contraté, y al comenzar el rodaje del film pude comprobar que no me había equivocado. Angela Salloker era la única actriz capaz de interpretar ese papel. H o y es famosa en toda A l e mania, l i a pasado de Graz, ima pequeña ciudari austríaca, a los teatros nacitmales de Munich, Berlín y Viena, con actuaciones de tres meses en cada uno durante la proyección de la ¡«elicula. D e su labor magnífica da idea el siguiente sucedido: Rodábamos la escena de la acusación a Juana de A r c o . En el escenario había más de quinienttís figurantes y unas ciento cincuenta' personas más, entre electricistas, tramoyistas y |)ersonal técnico. Angela Salloker hizo la escena de una forma tan sublime, con una emoción tan honda, que, al final, todos cuantos la presenciaban rompieron en un aplauso unánime. Es la primera v e z que he visto a los «extras» aplaudir. —¿Está usted ctmtento de Santa Juana de Arco? —Plenamente. Es la película más difícil e importante de mi carrera. En Alemania ha constituido un siureso sin precedentes. —^¿lla tenido usted en cuenta las obras teatrales de Schiller v Rcrritid Shnw -^ohre el mi.smo tema? — N o . Es una m l e r p r e l a i ióii personal de la

Krau.-7s;


Historia. El film lo preparé con toda minucio- : sidad, no solamente en la parte fiel de los hechos, sino en cuanto se refiere a vestuario, mobiliario, arquitectura, costumbres, etc. T o d o responde a un exacto reflejo de la época. —^¿fHiánto ha tardado en realizarlo? — L a labor de preparación fué muy larga. Más de nueve meses. L a filmación, sin embargo, quedó ultimada en cuarenta di&s. Y es que la pelicula hay que llevarla resuelta totalmente al Estudio. El film se crea sobre las cuartilla,-^ —Esa también es mi opinión. Y refiriéndonos concretamente a su viaje, ¿qué le trae? ¿Descanso << trabajo? - T r a b a j o . I^a Ufa quiere realizar bajo mi dirección un film en España; mejor dicho, en el Marruecos español. Ambiente de legionarios bajo el sol marroquí. A l g o que y o tenía pensado hacía mucho tiempo. Nuestro i)roye<to es hacer esta película en tres versiones: alemana, española y francesa. —¿Y los interiores? —En los Estudios de la Ufa, en Neubalbesberg. En astos momentos estoy gestionando un permiso del Ministerio de la Guerra español para trabajar en la zona del Protectorado. —Bien. Ahora, como interesante para los lectores, ¿quiere contarme alguna cosa curiosa ocurrida durante la filmación de sus películas? Ucicky queda pensando unos moment().s, y dice: —Haciendo Crepúsculo rojo pasamos unos momentos de mucha emoción. ¿Recuerda que eu una de sus escenas el submarino torpedeaba un velero? Pues bien: éste se encontraba anclado cerca del puerto y guardaba en su interior ciento cincuenta kilos de dinamita y ima gran cantidad de bidones conteniendo gasolina, aí-eite y petróleo. A un aviso mío, los marineros que ocupaban el velero tenían que prender fuego al velamen y abandonar el barco, para, una vez alejados, y luego de cortar la amarra, producir y o la explosión \)or medio del contacto eléctrico que tenía en mi mano; mas t o m a n m miedo, y , a pesar de mis señales, no salían del barco, jwr temor a que

J>ir*y

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óe\ tiptMM».

gin alejarse demasiado les alcanzara la e x ( ) l o 8 Í ó n .

<iarrar?ÜL H ' ^ I ^ V Í M Ü

P o r fin, lo hicieron; pero ejecutaron tan torpemente las Órdenes, que cortar las amarras y dar el barco una vuelta, empujado ynjr el viento, todo fué uno. Entonces pasamos uní - momentos de verdadera angustia, pues el velero, cargado con aquel arsenal explosiv o , iba derecho hacia el puerto, con imninentc riesgo de chocar contra los barcos comerciales que en él había. N o hulx), pues, otro rcme<iio que I»recipitar la explosión. Fué cosa de segundos. .\preté el c<mtact(j, saltó el l)uque en mil j)edazos, y nosotros resjtiramos tranquilos. L a escena estaba lograda y el riesgo se había salvado. - l ' n momento vertladeramente cinematográfico. —Sí—dice Ucicky, riendo—, y de emoción auténtica. —Una pregimta indispensable para todo extranjero: ¿qué le parece Madrid? —^No me atrevo a opinar. De él sólo conozco la Puerta del Sol, la calle de Alcalá y este despacho. -Entonces, y o me brindo a enseñarle algo. ¿Quiere? -Encantado. En un momento, todos cuantos estamos en el despacho — d o n Manuel Carreras, un alemán que me sirvió de intérprete, y cuyo nombre de8«íonozco; nuestro director, Valero de Bernabé, y el reportero gráfico (>)rtÓ8—• coincidimos en una sola idea: la de ir a comer juntos a un lugar típico y enseñar Madrid a U<-icky. Recorremos las viejas calles del barrio de la liatina, que llenan de admiración a nuestro huésped, y , al fin, liacenKis alto en un v¡ej<^ mesón d e la ( ' a v a Baja. Ante una mesa típica castellana -buen vino en jarra de barro y sabroso (cochinillo asado—, Gustav Ucicky se muestra encantado. Bromea con todos, no da j»az a sus mandíbulas elogiando el para él inédito menú, y con un griti) levanta su jarra Ihma de ntjo vin(» de la tierra: IJeielcy paava por la Gran -¡Por la colalH»ra<-i('m cinematográfica hispa» ! • «•! rantiía iiicnóa

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Vla madriirna, arompana-

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uo-alemaiia!

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i I" H . - t i


UNA ESCENA DE *EL (OLLAR

DE PERLAS»

En Toledo, con los «dobles» de Marlene Dietrich, Garv Cooper y John flallrdar

\ \

Cómo se puede irahuiar en Toledo sin moverse de liollynood I \ ^

NO, homlirc inculto, huye por vocación y ])or temperamento de ¡as ciudades históricas, donde todo es montunental, espei lahnente el precio d e un almuerzo a la carta. P e r o el Destino le empuja a esas ciudades donde en cuanto llega un turista, autóntico o presunto, se sube un mocito al estribo del automóvil y , quieras o n o , hace que el coche tome la dire<'ción d e la Catedral. En fin, lo cierto es que el reportero no ha nido más remedio que ir a T o l e d o . T o l e d o tm estado durante tres dias invadido por ima pequeña troupe de hombres sin chaqueta, qne se distribuían por las esquinas y se ponían a dar unas voces espantosas en un idioma que a lo mejor era el inglós.

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Kiiiollot l<iis> ) I-I r » N n (^ary { ! o o | > ( T . I I c i i r ) l . a l n , s o r -

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I rie l . o r k r , p r i i i i r i n>iótpnliilr I ril-l l.lll>itrli>. (|llr lia v i - niilo a r.-pañn. «Irsilr t l o l K » o o ( l . para ilirisir >aria» r - r e i i a s i l r .11 r o l l a r d r p r r l a » .

•siifuiriido l a « < r \ f r a > iirdi'n r » ilrl i l i r r o t o r Itisulloi Hn»x. la ciliilili-> f r a n r r - a il<-

Maririir

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.V/ coüar de perlas tiene unas ; < . unas c.\teri(»res que se d e s - ; arrollan en varias ciudades d o ' Kspaña: Segovia, T o l e d o , Sevi- ] l i a Y esas (»(cenass(m las que i ha v e n i d o a realizar Eric Ixw.ke. ; Dentro d e unos días, este hom- i bre grandón, con una cicatriz \ que le cruza la cara, emprende- i rk el regreso a Hollyw(K)d con ¡ unas cuantas latas llenas de ce-1 luloide impresionado en Espa-; ña. E s e celuloide será entrega-1 do a Lubitchs. y lo aprovecha- ] ble se intercalará entre los otros | metros rodados en H o l l y w o o d . !

prrlrii.l.-

Eric Ix>cke es una buena per- i sona, aunque- lo quiera disimu-1 lar y opina que el t n i c o de los { «dobles» n o del)e ser revelado al l público. Y consecuente (;on esta idea, pone todo su empeño en que la cámara f o - l tbgráfica n o capte los rostros d e los tres «dobles» \ que Eric Ix)cke se ha traído d e Paris. Entonces llegamos a un acuerdo. Nosotros le decimos (]iie si, que tiene razón; pero inv(K;8nu>s nuestro de- ¡ ber. ¡ A h , nuestro sagrado deber! El lo siente m u - ; cho; pero no es posible. ^

• iriiliar »ii riioírii al « l i j r l i v o lie la i'áiiiara foloüratii-a

V a comprenderán ustedes que esta troujte estaba compuesta por peliculeros. Nadie grita tant o como diez peliculeros trabajando al aire l i bre. Como n o sean los miembros d e cualquier improvisado orfeón campestre y dominical. .\lgunas ^>ersonas ingenuas nos aseguran q u e en esa trmipe se encuentran níula menos que Marlene Dietrich y (!ary Cooper. Otras, más documentadas, añaden los nombres del director Ernst Lubitsch y del veterano actor John H a llyday. P e r o la verdad es que en T o l e d o ni estaba Marlene, ni estaba Gary, ni estaba Erast, ni estaba John. Y , sin embargo, en T o l e d o se estaban impresionando unas escenas del film que dirige act ualmente Ernst Lubitchs. Y en esas escenas trabajaban l o » tres principales intérpretes d e la obra. O sea, Marlene Dietrich, GaryCiM»per y •John l l a l l y d a y . ¿Cómo pueíle ser esto? Pues de la misnm manera como un buen prestidigitador es(.-aniotca un reloj a la vista del pi'iblico. L s t e d , señor espectador, verá dentro de unos meses esas escenas rodadas en T o l e d o . Y si no se ha t o m a d o el trabajo de leernos, no se dará cuenta de (lue le han escamoteado a la Dietri(;h, a Gary (^ooj)er y a John l l a l l y d a y . Vea, pues, cómo todo sacrificio obtiene su recompensa. Kric I.oeke, díreiítor liermélieo VAU: L(jcke es el primer asistente de Lubit(;hs. Como si dijéramos su hombre de confiatiza. Y mientras Lul)itch.s se fuma tranipiilamente .su I>uro, sentado en la más cómoda buta(^a d e su despa(;h(j, Eric Ijocke dirige, c o n arreglo a las indicaci(mes re<;ibidas, las (íscenas (pie desea el jefe.

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r i i i p r r n i l r r ln riiea a ( o d a p r i o r i d a d a n I r el a c o s o i n r r s a i i Ir d r l o s r e p o r i r r o s

film

tvon, sobre todo cuando un ¡irimei plano n(js ha dejado en la retina las caraa de la Dietrich d e CcK)]>er y de H a l l i d a y .

l na estrella genial (jue no sabe eondueir P e r o lo curioso es c^ue Liibitcks no tenía gran interés en (jue las escenas españolas .se doblaran. P o r el contrario, él hubiera querido que Marlene tomara parte real en ellas, para poner a su rostro inquietante un fonthxle autenticidad espa ñola. Pero, ¡oh, sorpresa! .\unque parezca mentira, Marlene n o saín' condn. M- nitomóvil. E.genial hasta en eso. I<a «doble» d e Marlene, en camino, cojidu(.e el ocho cilindros a noventa p o r hora, sin descomponer ¡wr eso su sonrisa. Cuando la escena termina, mademoi.-clle K i gollot R o 8 y - - M o r / ¿ n e Dietrich—-se jK>ne a c o mer manzanas con verdadera furia. Henri le Prument—John Hallyday- -se (piita la americana. Y Henri l..aby intenta hacer saltar un jñtillo de la palma d e la mano a la b ( x a , del mi.^^in' m o d o que hacía Gary Coojjer en Marr^tecos. P e r o se le cae siempre.

Se neeesila un "pellle aiiioiir" Este mismo secreto profesional le impide de-1 cimos el título de la cinta, los nombres de los j artistas y otros detalles. E n vista d e ello, s e )(• • lx)s «dobles» tienen poco o nada que c o n t \ . decimos nosotros, y todos tan contentos. • IJOS tres son actores franceses, contratados por la Paramount de Joinville, en cuyos Kstudios su j principal misión es prestar su v o z para las verLo» "dobles" eu funeiones siones francesas. Alguna v e z interpretan un pa1 pel en algim film d e los que .se hacen en su país. L a escena (pie estamos viendo impresionar es i E n esto et ntós afortimado es H e n r i L a b y . 1 lenla de un auto j>erseguido por diw guardias m o t o - ' ry i^hy, (\ue suefia con ser un primer galán ih^ ristas. E n el auto van los tres «dobles». Ella lie- I la pantalla, ha trabajado últimamente c(»n 1' v a el mismo troicard y el mismo sombrero blan- j mond Bernard en Costand des Kpinetts, d i . co que hace unas semanas llevaba Marlene en ' Farkas, en Variete, y con Christián Jac(]ues, en H o l l y w o o d . El j o v e n se ha puesto la misma cha- < Smri Ijéonce. queta que emplea Gary en el film. l>e viene un ICstán satisfecho.-.. El trabajo es fácil, y para poco grande; pero cuando está sentado se le nota ellos este viaje jM>r Kspaiia es c o m o una gran poco. En cuanto al «doble» de John l l a l l y d a y , se excursión turística, en la que en v e z de gastar, ha traído de París un traje con los mismos cua- ; gantm dinero. Henri L a b y es el único que está dros del que se ha quedado en H o l l y w o o d . un [XK'O {)reocupado. Dice que ni en Segovia ni L a escena .se toma a larga distancia, y JMU- i en TOUHIO ha podido encontrar un petite amoNr. oso, ol verla despia-s proyectada tm la pantalla, i ¡Qué le vamos a hacer! T a m p i K o nos(>tros ]uulies im|M>sible que se note el cambio d e ¡Husona- S mos encontrar en Paris unos salmonet(>s a la i • jes. Más tarde, en Ilolly,vood se intercalan unos ! rrilln. primeros planos auténticos de los auténticos inEl h o m b i e c.-tá desolndo y n o hací' iiui.térpretes y el efecto está logriulo. i que decir: P a r a lograr este efin-to ni si(piiera hac(> falta I -^-¡Oh. París! ¡Mi Paris! ¡l'aris es d i v i n o ! ¡1 que los «dobles» tengan ese [»arecid() asombrosol ris es ú n i ( o ! ¡Paris! con l(»s actores a quienes substituyen. Ija vista i P e r o c o m o l o dice en fiancés. no lo entenmás [iróximn se ttmia a veinte metros de distan- ; demos. ciaa. Si a esto se añade que es una vista de im ¡ automóvil lanzado a gran velocidad, se compren- : Mw.M-.i. MARTÍNEZ, (SANDÍA derú lo dificil (pie es f>rccisar los rasgos de lo.s i o s - 1

-i


MAÑANA 30 DE S E P T I E M B R E , INAUGURACIÓN OE LA TEMPORADA CON EL APASIONANTE FILM POLICIACO

(EL

AN

C R'W E N

EMOCIÓN • HUMORISMO 10

MEJOR

Díl TORES

LM NACIONAL

• INTRI

GENERO 1 GENIALES:

DOS

GA AC-

ANTONIOMOJHPIET



LA RECIÉN D

INGLESITA

IM P O R T A DA

O L L V W O O D Realmente eso cabria en lo jíosible, y así Margot llegaría al mundo nuevo con un alMjlengo aristocrático rival de la sangre azul de Elissa Landi. Seria fácil. Hollywood está lej<w, y antes que se llega a comprobar el bluff, y a se ha distraído el público curioso con un nuevo luminar que aparece. Con Margut Grahame no mentimos. Diciendo ia verdad sobre su arte y su vida privada, habremos dado al lector una existencia de mujer interesante y le habremos presentado una estrella de primera magnitud. Margot Grahame es bellísima. Quizá una de las a<-trices más hermosas

M>rgit ( ; r a b a n i r . la M w v a ni4rp|U ia|tlc«a rmptmém p o r Hallywaad. « a a iatrépida •avadara « una piani»«a adiainible. V r d l a a«|«( ra éo% artitiimán predilecta*

H

OU.V AOOD eo cm d e v o r a d o r in8acid>le d e fignras europeas, o n moDopoiizadur d d arte q a e sitúa e n d oeotro d e sa o b j e t í r i a m o din á m i c o y metienáo rostros y m á s rostros n o e v o s , p a r a q o e e l p ú blico vea renovar i l a a i l a i i l i i w l f esa legión femenina q a e c o n so beOeca

en serie nos revela el oeloloMle. Grata Garbo ha ioyueato en d mamdo sos jMaa* de fémina d d X u i te, lii«;aida y M a ; la Slm, aa M k a a fldava; la Die^ridí, so mirada acui-mar. Iloy apnaa al a n a á o , m t n v é e d d lente, ana noeva estidla: Margnt Grahame. ¿Qué dice btn- la eafrnia de este n'mbre? ¿Qué ñgnificado guarda |>ara la opini/>n pública? Atm pennaneee ea la incógnita; no obstante, liastará on solo fílm para qae d espectador admire a la ingleeita aristocrática que ha llegado a Hollywood, acompañada de tm bagaje de co6tumbre> muy a la antigua usanza, que ha presentado im estilo y tmas oo6t(unbre^ adaptadas de su vieja Albión. Margot Grahame es la rabia color de trigo, vigorosa, sana y fuerte, poseedora de los hábitos más morigerados que haya podido ver Hollywood y de' las ideas más extraordinariamente equilibradas. .Vada nos cuesta a los que emborrooamoe cuartillas más o menOb en pro de la publicidad estdar, mentirles a las mnjeres del cduloide oomplicadisima^ novelas de amur, relatando historias absurdas que el público lee generalmente con gran avidez. N a d a nos costana decir que Margot Grahame nació en un castillo medieval, en el corazón de la Verde Erín, y que tuvo una romancesca adolescencia al borde del lago, jimto a la pluma de cristal del surtidor, una mujercita siluetada como la triste princesa de Rul»én Darío.


Kent, .Margot conoció el mundo de la farándula desde la niñez. Hija de artistas, vivió la bohemia severa del actor británico. Nunca se separó de sus padres, hasta que contrajo matrimonio con Francis Lister, actor de la pantalla inglesa, recién trasladado a Hollywood para interpretar Clive of the India y Richelieu. Al principio, la actriz, que había .seguido a su esposo a .Vmérica, no demostraba gran entusiasmo ante el nervosismo de los sets americanos. U n dia, casualmente, el director John Ford le dio a leer d guión de El ddator, cuyo rodaje iba a comenzarse dentrt) de vmos dias. El role femenino entusiasmó tanto a la Grahame, que aceptó protagonizar este film. Despnés, la mujercita rubia de los ojos claros, que habia cruza do d charco como esposa enamorada que signe a su marido, se encontró convertida en un lucero dc primera magnitud. La fuerza dramática desplegada en esta producción Radio asombró a cuantos han visto la obra. I^a estrella inglesa es, a su vez. nna notable concertista y nna experta nadadora, y en su vida normal, regida por un equilibrio constante, alterna el hogar, d arte y el deporte. Margot Grahame, por ley de contraste es en el celuloide K a t t i e Madden, la amante del revolucionario Gypo, meretriz que al borde d d arroyo tiene su pequeño mondo d( placeres y miserias. En la vida real es ana dama inglesa de cabdios de o r o y ojos verdes. Margo; Grahame, boy contratada por la Radio para rodar grandes realizaciones extraordinarias por cuenta de dicha Empresa, as(Hna a las columnas de CINKORA-

miea de M a » a « CrakaOM^ o .El M a t a r > , peUniia r « « la qae I M IMYIM «lekat ea llaOjrwaad, y ca la ipae se ha rrv riada raaaa eieeaeiaaal artÍMa 4e

qae hayan podido asomar sa roatro ante d óbjetrro. Tiene esa expresión tranquila y reposada de las mujeres inglesas tan diñcil de hallar, pero que cuando se encuentra no tiene en realidad paralelismo posible. Sos rasgos estéticos reunen el más impecable clasicismo, matices qne armonizan en el rostro, cabdlera, y en los ojos, s(mrisas de un arrebatador hechizo.

MAS.

A

CBcnxA MANTUA

Rostros a lo lady Devonshire, aristocráticos y sublimes, que tan sólo la paleta suave de los pintores ingleses en el siglo x v m pudieron reproducir con todo su verdadero valor. H o y el celuloide, con so forma animada, que supera al plasticismo del ayer, nos presenta una inglesa del siglo xx, Margot Grahame. Para todos aquellos qne nos b a sido dable ver El delator, magistral pro<lucción de la Radio, en prueba privada, hemos hallado en Margot Grahame la verdadera revelación del año, la gran trágica inglesa del cinema americano. ' Y es .que la Grahame llegó al celuloide impelida por el factor casualidad. Nacida en la risueña población inglesa de Canterbury, condado de

Marga4 C r a k a a t e , « I abandonar I^Aadre» para dirigirse a Hollywood en ronpañía de su espoAo, a o pensaba que ea la Mrem del r i ñe la esperaba la forluaa y la relebridad

Kn esta foto, la esplendida y serena bellesa de Margot Crahaase la-

ce ea » « saásinM eaplendor ] • f



Itíltlioteca de

culata de un revólver.) Piénselo bien. {Es de usted o mío? V E J E T E . — ^ M e . . . , me partee que es de usted. M A T Ó N . — ¿ L o está viendo? l.l vejete traga saliva y cambia de sitio. NÚM. IQ. Un jefe de meta va a una /mertecilla que comunica con el despacho de D O N Q U I N T Í N . NÚM. 20. Piaría general. Despacho. Acompañan a D O N Q U I N T Í N un amigo suyo, llamado S E F i N i , y M A R G O T , wad uUmi-mondaine», que más por dinero que por ü mismo desea conquistarle. NÚM. 21. Continúa la escena. Cambio de ángulo. J E K \ D E MESA (eittrando).—Tú, S E P I N I , es preciso que dentro de un rato te des una vuelta por la sala y me pongas en la calle a dos o tres que hay atil. Va te avisaré. (A D O N Q U I N T Í N . ) Nos vamos a hinchar. Han venido puntos muy fuertes. Q U I N T Í N . — S i me lo haces bueno, te doblo la comisión esta noche. J E F E D E M E S A . — Y a lo verá usted. S E F I N I . — N o se quejará usted del negocio. M A K G O I . — j E s t o va como la espuma, chico! Q U I N T Í N . — H a s t a que un día »e tuerza y acabemos todos en la cárcel. M A R G O T . —¡taray! ¡Tü siempre tan optimi.sta! ;Qué motivos tie-

nes para esos pronósticos tan risueños? Q U I N T Í N . — ¡ S e r l a la primera cosa que me saliera bien en la vida! NÚM. 22. Exterior. .Sí ve a la mujer de D O N Q U I N T Í N que entra en la casa de juego. NÚM. 23. Despacho de D O N Q U I N - Í T Í N . Entra un criado. C R I A D O . — D o n Quintín, abajo] hay una mujer. ! S E K I N I . — E s a está buscando el j escándalo. MARGOT.—¿Otra vez? ¡Vamos! ¿Tendrá valor después de lo que hizo contigo? Se ve que D O N Q U I N T Í N duda un momento. QUINTÍN.—Vosotros os metéis en lo que os interese. (Al criado.) ¡Dile que no quiero verla! Se queda silencioso, de mal humor. Va al balcón, lo at>re y sale a él. SEFINI

y M A R G O T le siguen.

NÚM. 24. D O N Q U I N T Í N , desde el balcón, ve alejarse a su mujer con la niña en hiatos. NÚM. 25. D O N Q U I N T Í N vuelve al despacho S E F I N I . — ¡ E s usted un hombre, S Í , señor! Asi hay que tratar a las mujeres. D O N Q U I N T Í N le mira con cólera y desprecio. Q U I N T Í N . — C o m o tú eres un canalla, no puedes saber lo que sufre un hombre que tiene que hacer lo que yo estoy haciendo.

M A K C O T . — P u e s yo no quiero que sufras. Y para eso estoy aquí; para hacerte el hombre más feliz de la tierra. Fundido. .NÚM, 26. Calle. Noche de frió y lluvia. M A R Í A , refugiada en el quicio de una puerta, recuerda el consejo que le dieron al talir d$ la Maternidad: tUévaU la niña a tu padre. Que él la vea», NÚM. 37. En etta misma noche, D O N Q U I N T Í N , que acaba de llegar a tu cata, $e detpoja del tom' brero y del gabán, que deja en una silla, Al dirigirte a la hatritcuión contigua ve un bulto en un diván. Et la recién nacida, que le tonri» y tiende hacia él sus manitat. D O N Q U I N T Í N , torf>rendido ai principio, te percata enseguida de quién et aquella niña. Tiene un getto instintivo de af>roximación a ella, pero lo reprime. Apenas la toca, y con hotco ademán va hacia una mesa y escribe rápidamente utuis Uneas. Luego envuelve a la niña en una manta, y tomando el sombrero y el abrigo, tale con ella de la habitación. NÚM. 38. Unat horas detpués, ¡ot farot de un *auto» avanzan por una carretera. Se detienen e iluminan una casilla de peones caminerot. Un joven desciende del *autot, sosteniendo en sut bratot un envoltorio, que deposita junta a la puerta de la catilla. El personaje vuelve al nautot, y éste desaparece velos. NÚM. 2y. Interior de la catilla, N I C A S I O , el peón caminero, y tu mujer af>arecen incorporados en la

iUio-íeca ele

EL A M A R G A O ve

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C l h v

CAJl/XhS

C^roftcQ

AnNICIIES


Híblioteía de

DOS juro por el fruto que llevo en las entrañas! Q U I N T Í N . — ¡ E s o no lo nombres siquiera, perdularia! ¡Debfa matarte como a un perro! ¡Largo de aquí! ¡Hala! ¡A la calle!

D O N

QUINTÍN,

EL

A M A R G A O

REPARTO Don

Quintín.

Teresa Felisa MarIa

. Alfonso Muñoz Ana María Custodio Luisita Esíeso Porfiria Sanchiz

Isabeliía Nájera Fernando de Granada Señor Alfayate Señor Heredia

Margot Paco Sefini Angelito

i

M A R Í A . — N o sé, no sé. momento, no tengo ni un de pan que llevarme a la M O N J A (señalando a la ¿V su padre? MARÍA.—No quiere ni

M A R Í A . — M i r a , ésta es. ¿Recuerdas.' Nos la hicieron en el merendero el día que marchabas a América. HOMBRE.—Eras entonces una chavalilla... ¡Quién iba a decirme que a la vuelta te encontraría casada y hecha una señora respeUble!

NÚM. I. Vista general de Madrid. NÚM. 2. Desfilan varias calles típicas de los barrios bajos. NÚM. 3. La cámara se detiene en una de las calles, por la que avanza un hombre de unos cuarenta años — D O N Q U I N T Í N — , tipo popular, vestido con cierta majeza. Se ve ¡ que dispone de dinero. NÚM. 4. Prituer plano de un puesto de frutas en la misma calle. D O N Q U I N T Í N se acerca, compra alguna fruta, que le envuelven en un papel; paga y se dirige a una casa que hay frente al puesto. NÚM. 5. Primer plano. D O N Q U I N T Í N abre con llavin la puerta de un piso, y entra en él. NÚM. 6. Plaru) general. Interior del pasillo. D O N Q U I N T Í N ve por la vidriera de una puerta interior a

su

muier—MAnf>

Í.,II,..),^

M A R Í A . — ¡ T a m b i é n tú has sido (iescastaol ¡Siete años sin dar señales de vida' H O M B R E . — C h i c a , allí no haytiempo para nada. H e tenido que luchar con la vida a bofetadas.

N Ú M . 9.

Cambio de ángulo. D O N

Q U I N T Í N entra en la habitación,

y sin mediar palabra saca un re- \ volver y dispara contra el hombre, \ que huye esf>antado e ileso. D O N Q U I N T Í N quiere salir en su persecución; pero M A R Í A forcejea con él, conteniéndole. M A R Í A . — ¡Quintín! ¡Escucha! ¡Que no es lo que te figuras! Q U I N T Í N . — ¡ C a l l a , infame! (La

tira al suelo de un emffujón.) ¡Fuera de mi casa! MARÍA.—¡Mira

Quintín! T

lo. que

haces,

(Solloza amargamente.) ,...<•'

To la

.

nombre. Cuantas veces he intentado verle ha sido inútil. M O N J A . — I - l é v a l e la niña. Si le queda un resto dc humanidad, os acogerá a las dos. Estoy segura. (Pausa. M A R Í A refleja en su rostro

REPARTIDOR.—¿Qué le voy hacer yo? ¡ N o pretenderá usted| que le demos también una vajilla! NÚM. 16. Calle. Vista de M A K Í X

/rídiendo limosrui. N Ú M . 17. Exterior de un círcutv NÚM. 10. Segundo plano. La mu- el escepticismo.) H a z lo que te de recreo popular. jer sale al rellano y se sienta en digo, hija mía. V ven pionto a darN Ú M . 18. Funde sobre el interior un escalón. D O N Q U I N T Í N ha ce- me buenas noticias. A n d a con Dios. de dicho circulo. Se ve la sala de NÚM. 13. Transición. Por una. juego. Los clientes, en plena actirrado la puerta. vidad. Entre los jugadores hay un calle viene M A R Í A muy triste y j Fundido lento sobre la mujer llovejete de asf>ecto entre grotesco abatida, llevando a la niña enrando. simpático. Junto a él, un tipo mal brazos. N'ÚM. I I . Un rótulo: tMaternidad encarado de matón. NÚM. 14. M A R Í A , sentada en un Provincial». C R O U P I E R (tallando).—¡Sota! banco de un pasea público. JunNÚM. 1 2 . Interior del benéfico esVEJETE.—¡Aquí! tablecimiento. En un rincón del to a ella, un obrero está comiendo M A T Ó N . — N o se aturulle el ansu cocido. La mujer lo mira ávivestíbulo aparece la mujer de D O N ciano. Ese vil metal es de un serdamente. Q U I N T Í N con una niña en brazos. vidor. NÚM. 15. *Cola» de mendigos en Unct monja la despide cariñosa un comedor de Asistencia PúUtV E J E T E . — ¡ N o , señor; es mi posMoKTX.—Adiós, hija. Q u e seas ca. M A R Í A ocupa el tercer lugar. tura! (La indigtuición le ha hecho Imena siempre. Todos, menos ella, llevan su es- adoptar una actitud grotesca.) M A R Í A . — ¿ Q u é va a ser de esta cudilla, l.e llega el turno. El que M A T Ó N . — ¡ P u e s es una postura criatura? re fiarte el rancho le dice: bastante fea! (Todos ríen.)

M O N J A . — T ú eres trabajadora y dispuesta, y saldrás adelante.

con un hombre. Los dos están de espaldas. NÚM. 7. Primer plano de D O N Q U I N T Í N . SU rostro expresa, gradualmente, asombro, indignación, cólera. NÚM. 8. Vista tomada desde dentro. Se ve a M A R Í A con un hombre.. Ella, acomodada en un sillón, le \ enseña algunas fotografías, fíl está . sentado en un brcuo del sillón. Actitud descuidada de tos persorutjes.

OLINTIN, EL A M A K G A O

R E P A R T I D O R . — ¿ E l cacharro? M A R Í A . — N o le he traído. REHARTIDOR.—Pues hay que

niña).—

V E J E T E . — L e repito a usted que ese dinero lo he puesto yo. MATÓN.—No repita, que está espabilarse. (Se dirige al que ocu- feo. Una equivocación la tiene pa en la tcoia* el puesto siguiente cualquiera. E l caso es rectificar a al de M A R Í A . ; tiempo. (Le mira a los ojos mien-

oír

M A R Í A . — ¿ P e r o me va usted dejar sin comer?

P o r el pedazo boca.

su

a

tras se desabrocha ¡a americana, mostrando en un bolsillo interior la


TOMÁS

MAKCOS

(Callosa

verdaderamente Ed o u ar d Saint-León, y se ha divorciado en el año 1933 de Y v o n n e Vallée. Sus principales pelíct:las son; La canción de París, El desfile del amor. El teniente seductor. Ámame esta noche. Una hora contigo. La viuda alegre. El soltero inocente. El caballero del Folies-Bergére, etcétera, etc. .

de

Segura). Termino en este número de darle las respuestas «a su gran ca'-ta-t. ¡aí letra del va! de la película Wonder Bar c-^ 'Cuantío bella dama iernt'ne,—no me digas buenas noches ; \ deja que yo viva eternamente\~la dulzura dr este insChicago(Illinoi.s^, ti 17 de Junio leyes, utc, ttc. Puede escribirtante.—.\'o me digas buenas node 1904. Tiene el cabello ca.sla a Wamer-l-irst-National Stuches;—por favor no rompas el taño y los ojos azules. Casado dios. Burbank (California). encanto;—tengo tanto que decon Katherine Willard. en JuK a y I''rancis nació en Oklacirte.—¿Puedo yo obligarle a nio de 1931. Escriba a Robert homa City (Okla). el 13 de Enever en mi.'— Ya que junios nos ^"oung, a Metro-Goldwyn-Maro d? 1906. Tiene los ojos verhallamos, — estréchame para yer Studios, Culver Cit^ ( ( ^ i des y el cabello castaño obscusiempre en tus brazos.—¿Por fomia). ro F.statui-a, 1,60. S u s princiqué no ha de ser eterno—este P A L E S películas son: Huérfanos dulcísimo encanto?— So me diS E B A S T I Á N Roir. (.Mallorca ) . del divorcio, l.a calle del a;ar. gas buenas noches.—Es la hisV o tampoco tengo noticias de Ilusiones, Una noticia sensaciotoria -iel amor—utUM sonrisa, una los artistas por que se interesa. "ol. El gigolo. El más audaz. mirada,—un baile, Tom Tiler ha trabajado este Curvas peliifrosas. Diplomacia ción,—una emoción que se adenaño en una película titulada femenina, Sáufragos del amor. tra en el corazón,—un rubor,— Un conquere! Ban-iil, todavía no Un ladrón en la alcoba, l.a mununa mentira,—un beso y un susestrenada en España. E l artisdana, Wonder Bar, etc., etc. piro,—y un dolor a lu partir. ta más joven de la pantalla es Carole I^ombard nació en L a canción de Desfile de André Ta.stavi, intérprete de la Fort W a y n e (Ind.), el 6 de Oc dilejas es: Errante yo voy por película El hijo del Carnaval, a tubre de I Q 0 9 . Tiene el cabello el mundo—con un recuerdo muy los seis meses de edad, y el más rubio y los o j t » azules. Divorprofundo—que mi corazón sienviejo, W . H . Taylor, intérprete ciada de William Towell. Sus te agonizar—f>or mi bella Shanprincipales peliculas son: Un de la peUcula La canción del gai I.yl.—En su cuerpo yo hallé Oeste, a los ciento un años de hombre de mundo, Casai.% f>or el cariüo,—un cariHo que no ol• a-ar. El gigolo. La in.<-aciable. edad. José Mojica ha interprevidé,—t>orque para mí no hay tado las siguientes películas: Pecadores sin careta, 1.a consenmujer mejor—que mi bella-ShanLadrón de amor. La ley del hatida. Sobrenatural, Acepto porgai Lyl.—Pero al fin arrepenrén. El precio de un beso. Mi r¡ue s<, El águila y el halcón y tida,—en mis brazos ya vuelve a último amor. Hay que casar al Rumba, etc., etc. Escriba a estar;—otra vez besar, otra vez principe. El caballero de la noParamount Studios. Hollygozar—con mi bella Shangai che. Las fronteras del amor. El wood (California). Lvl. rey de los gitanos. La cruz y la J. B . C. (Man-íanares ).—Yo, Joan Blondell nació en Nueespada. Un capitán de cosacos. claro está, que respeto su criva Vork. el 30 de Agosto de 1909. La melodía prohibida. El vuelo Tiene el cat>ello rubio y los terio; pero no soy de su misma .iel amor. H a y muchos lectores opinión E s a pelicula no está ojos azul obscuro. Estatura, que me preguntan lo mismo, y bien realizada, y, por consi1,63. Está casada con George no sé el motivo de que Imperio guiente, en Madrid pasó sin Scott Bornes. Sus principales Argentina no conteste a las carpena ni gloria. Kscriba a esos peliculas son: Una mujer de tas de sus innumerables admiartistas a Estudios C . E A . , despacho. Caballero por un dia. radores. Hasta otra; pero... que Ciudad Linea], Madrid. Gente viva. Desfile ¡te candilejas. sea más cortita, ¿no? R a l p Bellamy n a c i ó en Música y mujeres y Hombres de

esia

una cancan-

C.\sc.M<R.\Hr\s (Madrid ).— Con mucho gusto contesto a cuanto me pide. John BarryVICENTE HOVOS (Cádiz).— more nació en Filadelfia (EstaN o depende de que le diga el dos Unidos) el 15 de Febrero número, pues eso no quiere decir de 1882. Tiene los ojos castala fecha en que se van a publiños y el cabello pardo. Mide car, porque figúrese usted que 1,77. Se ha ca.sado tres veces: en un número no se publicara con Khaterine Harris, con Blannada del Concurso; entonces ya che Leonard, y últimamente no se podría determinar una ílivorciado de Etolores Costello, fecha. Quizá cuando lea estas cüstándole este último divorcio líneas y a se habrán publicado. la «friolera» de 75.000 dólares. Muy agradecido por sus grandes H a interpretado infinidad de elogios. películas, entre ellas: El arbitro de la elegancia. El dictador, R. L I B R I S Sherloch Holmes, El vaga hundo poeta, — ^ El devorador de dotes. El hombre y S e f t o r l i a s , S e f t a r a * : | U a b o c a c o u ( ) o I|bc ifradcccrétsf N o prcieadils emlxllccerof sólo con prodoctoi d< la bestia. La fiera loudoT; dcbiis u m b l i s rtcossUtalf n t s u o otsanismo; del mar, Don Juan, para «lio prcdM toméis E U P A B T O L , rlgoritador i a l c o para « I s u o UatnlBO. Coa «I E U P A K Los amores de MaT O L d c s a p a r c u r á n maochas. granos, non, Amor eterno. r o i c o s , espinillas, ácratas p r c a a t m r u ; obtendréis nn « t t a llBpio. E U P A R T O L Tempestad, Arsenio tndnrcccrl racstros s « o o s . dcsapartd « n d o la fladdci y calmicnlo d « éstos. Lupín, Rasputín y ( E U P A R T O L , secreto d « n e s t r a bellela Zarina, Grand u l E U P A R T O L cara molesUas r <>«arreglo* a e n s n a l e s , d e r c M é a d o o * s a Hotel, etc. etc. Eslud y henaosoia. M a d r e s , no abandocriba a Metro-Goldnéis la edad critica.-, la pubertad de tnestraahijll**; ayudadles con E U P A R wyn-Mayer, Culver T O L . Fntaras a a d r e s , d e b é U t o a a r E U P A R T O L desde City (California). JU. m i a r a » v a i u c s . ucucu iwniai i . u r n K » v / A . el < aM*; l e a d r é U na r i p i d o y leUs parto, hilos sanosqalnto 1 is y robasto* « K l o r u é U la r a s a ) . Machas ya conocéis Mauricio Chevainoameiablcs t e n i d o s prestados por este gran preparado; si lo Ignoriis, probedlo 1 os coorcnceféls. lier nació el 12 de Septiembre de 1894 en el barrio de Ménilmontant. de P a rís. Tiene los ojos azules y el cabello castaño obscuro. Midei,75. Se llama

ONUMEN eirtIátS

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^ ^ ^ ^ ^ LA

DIVERTIDA

LUNES, COiy\EDIA

8 1 P I I E K A

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L A A I O POR

FERNAND GRAVEY


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