REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año li.-Núm. S6.-Madrid, 6 d« Octubr* d« 1935
orno a/ //? 4orno a/1cmema naaonoé
E
sTA.Mo.s hartu» di- uir eu toda tertulia de cóniiros y autores una frase que, a fuerza de repetirse, ha pasado a la categoría de verdad irrebatible, cuando lo cierto es que se trata de un sofisma completo: « E l cine no puede ser nunca enemigo de! teatro. N o se le parece en nada.» Con la segunda fra.<!e, de acuerdo. Pre<!Ísamente por no parecérsele es por lo que ha de encontrar eu él un rival temible. Dos ar- i te.s con puntos de contacto no pueden ser ene- • migos, sino colaboradores. El uno se apoya en i el otro para mayor brillantez de la obra artística. Ahora que entre el teatro y el cine no pasará jamás esto. Nunca servirá éste de complemento a aquél. I.^)s dos se disputan el favor del público como esjiectáculo, y en la contienda, justo es decirlo, el cine gana. Y no sólo como atracción espectacular, sino también como expresión artí.stica, porque el cinema tiene má.s inquietud, mñs calidad, más modernidad, en fin. Desde lu g o , hay en el teatro aciertos que después, en la pantalla, son también éxitos, y conservan, hasta con nuevas valoraciones, toda su eficacia artística. N o es necesario recordar algunos títulos de peliculas que constituyeron un gran triunfo, y que antes, sin embargo, vivieron también en la escena. P e r o del hecho aislado no cabe elevarse a una regla, ni se deriva una norma de sólo unos cuantos casos. Y esto es lo que nosotros vemos en los rumbos actuales de nuestra cinematografía: una inclinación excesiva a sí^uir las huellas del teatn>, una entrega casi absoluta a las creaciones escénicas. Naturalmenj
Un grario»o roajuiito de la pelirula c¡Abaio los hombres!», editada por Frbrer y¡ Blay, baio ia direeción de Casteltvi. Eate nim es ta primera opereta ^ae se realiza en ILspana coa todos los re«|uisitos técnicos-a rtisticos
Ramón dc Scntnsenat y Luis Villasiul en una escena de «Kl secreto de Ana Maria», scfunda película dc la serie Oro Nacional, editada por Selecciones Capitolio
te, esto ofrece serios peligros para nuestra industria cinematográfica. En el t e a t r o — m á s en una época como la actual, de visible decadencia— la producción se resiente frecuentemente de falta de calidad, y esta invasión de lo malo del teatro en ei cinema seria para éste una herida mortal. ¿Cabe esperar en los que dirigen nuestra producción cinematográfica un criterio exacto y certero en cuanto a la selecoión de obras teatrales con destino a la pantalla? El riet^o ea evidente si se insiste en el iniciado camino, si se liega a convertir en norma—como tememos—lo que e « comprensible, y plausible, a veces, en el caso aislado. Insistimos acerca de este punto de v i s t a nuestro sobre ei cinema, porque queremos para éste, en España, la máxima independencia y la máxima gallardía. Soñamos un cinema libre de
I',nrique del Campu y «(.a8lrilu» en un momento rómico dr la realizarión dr losé Saniugini «Una mujer ea peli|Ero>. pelicula euyo rodaje finaliza en lo» ICaludioü Balleeleroa, editada por Ailanlic Filma
I Los prolagonistaa de «1.a bien pagada», Lina Yegro» y Antonio Portago rn una rttcrna dr rata interesante producción nacional, estrenada con gran éxito en el Cine ÍOT. «HtMM leu»
tutelas, desvinculado de influencias y sombras, ajeno a toda otra proyoc;ci6n de distinto género artístico. Ambicionamos una producción española neta y personal, con im acento ¡jropio, con una gracia exclusiva y suya. Queremos para nuestra industria la {icrsonalidad poderosa de las pantallas extranjera», el rango excepcional que han alcanzado las producciones ciUna escena de cAmor en maniobras», realización de Man e m a t o g r á f i c a s en riano Ijipeyra. qur en breve loa otros países. Y será presentada por Atlantic ia personalidad sólo FilBia se lí>gra a cambio fOT. LXPIYtA riLMS
de ir desdeñando ajenas influencias y de irse despojando de las tutelas iniciales. En este sentido, nuestra producción habrá con.seguido su madurez cuando sobre ella no proyecte su influjo. ¥A teatro—insistim(>s—como norma, como regla común, pues como hecho aislado, el teatro puede servir—^y de hecho sirve y servirá, hoy como siempre, aquí y en todas partes—de inspiración magnifica, en alguna ocasión, al cinema. Debemos situamos frente a este rie-sgo. Debemos evitar que el cinema pueda ser absorf)ido en sus ideas, en sus argumentos, por el teatro. ¿Qué buscan los que pretenden esto, los que qtiieren convertir en norma común el hecho aislado? ¿Qué propósito les anima? Seamos claros, |»orque debemos serlo: el de su egoísmo, el de su ambición; el aprovechar con beneficio para su peculio estos momentos en que el público })ide y desea una product ion propia — « i n pararse en la procedencia de las olr)ras. en su mayor o menor calidad, en lo que i la larga se puede es{(erar del cine—para lucrarse, importándoles un bledo que la indu.stria se hunda o no si ellos sacaron la bolsa repleta de la aventura, navegando a favor de la cítrriente sin rumbo determinado. l!n rumbo que ellos de ninguna forma quieren seguir. T'n rumbo en cuyo puerto de término se encuentra lo por todos deseado: la c:onsolidac;ión de la industria nacional y su prestigio mundial. Pues bien: sabiendo esto, constándoles que éste es el camino a seguir, porque no están tan faltos de perspicacia como para suponerles ignorancia, nuestros productores se embarcan en esa aventura suicida y reprobable de mezclar al cine con el teatro, conscientes, además, de que ello no dará nitigún brillo a la industria ni marcará ningún avance considerable, sino retroceso más bien o, luanto más, paralización; pero convencidos, eso sí, de que apuntan certeramente a la taquilla, aunque muchas veces les falle la puntería, con inusitado regocijo—para que hemos de ocultarlo—per parte nuestra. N o les guía la menor inquietud artística, no tienen el menor amor por la pro«iucción española, aunque lo repitan a cada momento en todos los banquetes con discursos llenos de tópicos y frases hechas». Sólo les guía su ambición, el deseo de exprinjir todo lo posible este momento propicio, para que una v e z más se repita la fábida de la gallina de los huevos do oro. Nosotros, un poco impulsivos quizá, pero un mucho amantes del cine español, hemos de v e r con desagrado (jue no podemos ocultar el rumbo equivocado que quiere dársele. Nuestro cine no tiene por qué apoyarse en el teatro, y mucho menos cuan<lo éste se arrastra moribundo por sus equivocaciones, por .su falta de valores y de espíritu. Si no creen en los autores que pueden escribir asuntos exprofeso para la pantaJla, España tiene una tradición literaria gloriosa, y en la novela, en el cuento y cn la historia posee una mina inagotable de asuntos filmables. ¿Por qué entonces ir a buscarlos al teatro? ¿ Y a un teatro renqueante y de mal gusto?
Un fotograma que resume el fondo de «Nobleaa baturra». Imperio Arcentina en nna escena de la superproducción española de Florián Rey
Mary del Carmen, eon otras desUcadas figuras de cHumbo al Cairo», en una escona de este film de Benito Perojo
Valeriano León en un magnifico conjunto escénico de I «Es mi hombre», realicada por Benito Perojo roTí. a r « $ » l
N o quiero suponerles tan desdeñosos para nuestras Éflorias literarias que desconoíran sus obras. Busquen, refresquen lecturas y siéntanse animados por otro propósito m&s elevado y más noble que el de comerciantes a secas. El cine, quieran o no, no es s^;lo comercio. Es una industria que tiene como base una expresión artística. Ocúpense un poco de esto porque l o están olvidanilo. L a s grandes potencias productoras lo tuvieron muy presente para elevar hasta la altura que deseaban su prestigio y la amplitud de sus mercados. V e a r los resultados: mírense en el espejo de Alemania imponiend o al mundo .su escuela y , en el de Inglaterra creando, a fuerza de entusiasmo, de sacrificio y d e cariño, una producción que en poco tiempo ha conquistado un puesto destacable en el cinem a mundial. El mismo que podemos conquistar nosotros a poco que todos nos lo propongamos. F. H E R N A N D E Z - G I R B A L
l na lH-(la foto <te Kate <lr escena—de cu\apy, la admirable «star» va autenticidad alemana, ruyo arte la abno hay, ciertaKurbr en abjtolulo todas inente, muchos datos lu« liorax del día históricos—tuvo lugar entre un rey de Noruega y un escritor de su Corte, y se desarrolló lacónicamente del siguiente modo: —¿Sabéis, señor—preguntó el segimdo—que ol argmnento de ese drama que acabáis de leer lo tomó Shakespeare de la v i d a de uno de vuestros antepasados? —Sí—dijo el rey—, lo sabía. Pero ¿por qué me lo preguntáis? —Para que tratéis de no imitarlo. —Desde luego, ho he pensado nunca en ello. .Vías para eso no me habría hecho falta leer a Shakespeare. L a verdad: no creo en ias imitaciones; pero todavía menos en lad influencias morales de dramas y comedias.
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La seca respuesta de este rey puede p»u-ecer quizá un poco eíniac; pero, si no exacta, por lo menos se aproxima mucho a la realidad. Porque, ciertamente, ni el teatro, ni la novela, ni el otro gran espectáculo de nuestro tiempo, el cinema, influyen gran casa—aunciue se crea lo contrario—ni en la moral colectiva ni en la moralidad individual. I » 8 públi(;os, cuando más, ven la obra, se impresionan o no momentáneamente con ella, y luego, tranquilamente, olvidan sus enseñanzas. Y si osto ocurre con el film, ccm la obra teatral o con la novela, ¿qué suerte le cabrá al voianclen) artículo periodbtico, hecho para ser olvidado, muchas veces, antes de ser leído? Una suerte semejante a las que les caben a muchos sermones dominicales y a la mayor parte de ios «llamamientos patrióticos» sobre ciertos problemas .sociales, y a aburridos de puro viejos. Ejemplo; mil veces—^y en mil tonos diferentes- -st; ha tratado de demostrar, en el cine, en la novela, en el artículo, lo caro de ese «precio de la gloria» que se llama «la gloria cinematc^ráfica». .Mil voces multiplicadas por mil .se han hecho trágicos recuentos de las penas, luchas, desesperanzas, inconvenientes y miserias que acechan—sin acabar de ser vencidos jamás—^al astro o estrella cinematográKn lo» brevet» período» fica. Pero, con todo, ¿lian dejado o dejan de de de<.rani*o, kate ama soñar un dia siquiera los ilusionados del cinema entregarse a las delirias de una vida plácicon «la cara gloria del cinema»? da,
rrpoMida,
rn
una
playa ignorada, frente a la inmenüidad drl mar».
N o , pues, con ánimo dc perseguir esas «influencias morales*—que ni siquiera contaban y a en ei ánimo do aquel monarca n o r u ^ o — , sino sim-
plemente |)or demostrar lo que le cuesta «la gloria del cinema» a una de sus raá,s grandes trivmfadora.'í: a la maravillosa K a t e de Nag>'. es por lo que se cuenta a continuación todo aquello en lo que consiste «uu día de K a t e de N a g y » .
—^No, imposible... Otra vez será... Desolada, amigos mios... Escríbame usted... N o pue<le ser hoy... De nuevo en el escenario, repasando soiio noce las frases más costosas que han d e venir. Y enseguida, la v o z de la obligación: —Señorita N a g y : a usted le toca, A escena... Y otra v e z a saltar de la versión francesa a la alemana, de la alemana a la francesa... Otra vez a repetir cinco, diez, quince, veinte veces el mismo primer [tlano. la misma frase, el mismo gesto. Sin un minuto de descaaso, sin tiem})0 apenas para preparar su espíritu a la brusca transición que requieren las escenas. L a s siete de la tarde. final d e la j o m a d a . P o r fin ha llegado la hora de de8<>anRar. Y K a t e de Nag\% agotada, deshecha, ansiosa de silencio y de aire puro, huye de debajo del fulgor de los soles artificiales, se quita el maquillaje, se viste, por fin. con sus propias ropas... ¿Pero de verdad ha terminíido para ella la jomada? No; porque ahora empieza la proyección de las escenas filmadas el dia anterior, y la N a g } ' , mujer que aspira siempre a la perfección más acabada, tiene la obligación moral—y la curiosidad—de verse a sí misma en el film, para sonreír a ratas i-on sus propios aciertos y enftimiñarse otros con atpiello que a ella le pare<'e sus grandes equivocaí'iones. Y en uno o en otro caso, para aprender a superarse al día siguiente. Al llegar, por fin, a su casa^—ocho y media o nueve de la noche—, K a t e de N a g y , «la tritmfadora», encuentra todavía sobre su mesa montones de cartas de admiradores, invita<;iones a cenas, bailes y festivales nocturnos... Se encuentra, al miraise en el esf)ejo, con su propia juventud, con su derecho a gozar de la vida alegre que zumba afuera, en las calles de Berlín... Pero K a t e de Nagj'—esta mujer en pleno triunfo, a la que tantas mujeres envidian en el mun<lo—está tan cansada, tan increíblemente rendida, que sólo piensa en el baño y en la cama deliciosa (pie a<ogerá su sueño profimdo con ima caricia de sedas y de plumas. ¡Mañana hay que comenzar el mismo trabajo de hoy, y es necesario donnir diez horas para poder soportarlo en pie!
El portero d e uno de los grandes Estudios de las afueras de Berlín levanta la barrera de l.i i)ucrta principal para dejar pa,so a un largo automóvil plateado que viene ztmibando carretera adelante. Entra el automóvil, y el portero, como si se tratase de una señal misteriosa, pone el reloj en hora. L a N a g y acaba de llegar. Son, pues, exacta, matemáticamente las CM'ho de la mañana. liste cálculo no ha fallado jamás. En su camerino, perpetuamente enguirnaldado por admiradores anónimos—^tibios rayos del sol de su gloria univereal—, K a t e , sin tiempo apcuas de echar una mirada sobre aquella.s docenas de ramos jíolícrom;)8, se abandona en manos de su peluquera y de su «caract^rizadora». Esta mañana K a t e de Nagv' estA visiblemente de un humor de pern)s. T o d o i)or no lial)er (>odido donnir má." que ocho horas y media, cuando lo que K a t e tiene que donnir < » m o minimo la vísjiera del día que ha de filmar—y filma casi todos los dias del año—son nueve o diex horas. Con bueno o con pésimo humor, a causa de haber dormido poco—-la cabeza de todo ailLsta necesita estar siempre lúcida y despejada en grado extremo—-, K a t e de N a g y tiene que dar comienzo a su ímproba tarea del día, y hela aquí, en esta.s primeras horas matinales del Estudio, supervisándose su propio maquillaje. A las ocho y media, im breve desayiuio, consistente en una taza de café con leche, una tostada con manteípiilla y un tarro de YogourOi. Tcxlo ello devorado en un cuarto de hora justo. Otro cuarto de hora para repasar los textos del día, y a las nueve en punto—horario estricto—, el super\'Í8or que llama a la puerta del camerino, y la N a g y que aparece, absolutamente preparada, en el escenarici. l i a empezado la hora del inten.so trabajo. Trabajo intenso y doblemente fatigoso, ya que esta mujer, húngara ü< nacirnicuto, que a la edad de diez y seis años no sabía hablar más que en su idioma natal, tiene que rodar hoy a la v e z dos versiones del mismo film: ima en alemán y otra en francés. D»ira lu(íha con el idioma extraño en la que K a t e ha vencido ya, en fuerza de constancia, cuando se presenta en el escenario. Pero, [xtr lo mismo, ¡que se cuiden los confeccionadores del diálogo de cambiarle a última hora una sola palabra! K a t e les fulminaría con una mirada de desesjKíración, mostrándose después enfadada con ellos por espacio de tm mes. Algunas veces, sin embargo, un adjetivo o un verbo de difícil prommciación se atascan en su boca titubeante. Y entonces es ella misma la que se dirige al director del diálogo, preguntando tímidamente: —Oiga: ¿no se podría decir aquí excusez-moi, en lugar de pardonnez-moi ? Y al recúbir una contestación afirmativa, el rostro de la N a g y se ilumina con la sonrisa del que ha orillado una pequeña dificultad. F n a r—^una de esas difíciles «erres» francesas—de menos. ¡Adelantt> con el salvador ercusez-moi, que no ofrece obstáculo alguno! Pero no bien ha terminado el rodaje de.la costosa escena francesa, y sin tiempo aun para respirar, una v o z que vuelve a llamarla: —¡Señorita Nagy! Versión alemana. L e toca a usted. .\ escena. Kl roslro Hrii<loani-i nado y f a k a n i r n l n ín- ; Cinco repeticiones en una lengua y cinco tomas de grnuo'de Kale d r N a - ¡ vista. r)e8])ués, lo mismo exactamente para la otra vergy cobra cn esta foto sión. Total: veinte veces en un mismo plano; veinte v e - «u • U x í m a expresión I ces de repetir las mismas palabras, los mismos gestos, las mismas salidas y entradlas. T^na paciencia de trabajo chino; una labor agotadora, aplastante, capaz de hacer migas los nervios mejor tensados. Cuando llega la hora de comer, K a t e , fatigada hasta el extremo, no tiene siquiera a})etito, no desearía otra cosa que tirarse sobre un diván o coger el automóvil y marcharse a respirar el aire puro de los campos. Peni es imprescindiblemente necesario sostener el cuerpo de alguna manera. ¡Hay (][ue sentarse a la mesa! Y en su propio camerino, la N a g y toma algunos alimentos—los necesarios nada más—, mientras sigue repasando los textos de la tarde o enterándose a saltos d e su correspondencia. En el trayecto del camerino al E l u d i ó , la cotidiana y aburrida lucha que está condenada a so|>ortar toda artista de fanta universal: pedigüeños sin quehacer que han logrado estacionarse allí para solicitar fotografías; latosos coleccionistas de aut/>grafos y firmas; reporteros que buscan insi.stentemente la hora propicia de entablar ima brev e interviú; ilusos asj)irantes que solicitan su protección... Y la N a g y , y a curada de la sorpresa de estos asaltos en masa a su intimidad, tiene que acelerar el paso, hacer como que no se entera, volver la cabeza de aqui pa ra allá y gritar, por último:
RUTH DE L A ROSA
biografías, artistas de los temperamentos más dispares: finas, feas, vanidosas, bellas, ignorantes, amables, viejas, tontas, flacas, menos flacas—la obesidad no existe en el cine—, infantiles, elegantes, platinadas, ingeniosas, torpes, románticas, incitantes, melosas, cursis, inteligentes... T o d a la gama, en fin, de la feminidad desfila constantemente ante los ojos o los oidos del aficionado al cine, en los films, en las revistas especializadas, en los libros de biografías. Pero jamás habíamos tenido ocasión de admirar hasta ahora a una artista que, en pleno triunfo, haya sabido Kbeiarse del hábito de acentuar su peculiar hermosura adicionando a su rostro los afeites que constituyen el maquillaje. Esa mujer excepcional es W y n n e Gibson. E n efecto, en sn vida privada, simple, sencilla y austera como la de cualquier dama ajena en absoluto a los ajetreos espectaculares, W y n n e G i b son es la sobriedad misma. Así como muestra libre de afeites su rostro—^joven y bellísimo—, brinda libre de arrequives y de recelos su espíritu noble, espontáneo y abierto. Tal vez sea el de W y n n e Gibson uno de los contadísimos casos de auténtica sobriedad en el ambiente cinematográfico. Porque no sólo en su persona, sino en el modo de vivir, en el modo de vestir e incluso en el espontáneo y sencillo de conducirse, W y n n e Gibson es una excepción admirable. Kathelen Kurfce fué nocida un dia por ei t e r r i b l e sobrenombre de «mujer pantera». Y , como ven ustedes, mías Burke no tiene de terrible, siaa l o ^ lo eoatraria. Y ea* ese ^ traje.
Certrude Miehael es, de guapa—cesa de todas sa, uaa devota del reasa, qae es lo qae muchos ignoraban basta hoy. Por si lo dudan ustedes toda via, ahí tienen esa foto, que no naa, dejará asentir. Gertrude afirma que eate deporte c o n s e r v a la linea caaio aiagún otro. i T eaaada ella U f diee_
Wxmne Gibaon, ta *$tar* dt la ntprema aeneiltez, que al salir del estudio y despojarse del maquillaje quiere olvidar que es artista
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.N el cine, como en el teatro, la falsa vida de los artistas en el set y el escenario suele proJ longarse fuera de los lugares de trabajo. Salvo en aquellos casos en que el azar de un reparto les ha deparado nn rafe de categoría inferior a la en que ellos se suponen situados en la vida, los actores y las actrices, tanto de la escena como de la pantalla, gustan de \ i v i r en sus hogares, en su trato social, los papeles que les fueron encomendados. Y asi suele darse el caso de que un racionista que fué principe durante unos minutos siga en una película o en una comedia creyendo durante algún tiempo que realmente pertenece a una dinastía procer. N o es, pues, de extrañar, teniendo en cuenta estos antecedentes—pueriles y nimios si fríamente se examinan—, que la vida de la farándula y de la pantaUa no sea un prodigio de sinceridad. Por ello, es digna de ser ensalzada toda persona qne perteneciendo a ese mundo banal y ficticio del arte teatral o cinematográfico haya sabido permanecer indemne y libre de contaminación en ese ambiente enrarecido y falso. Tal acontece con W y n n e Gilbson, la admirable siar del lienzo luminoso, cnjra sencillez de costumbres y bondad de carácter no han podido incorporar aún a su temperamento el espíritu superficial y vacuo del mundo cinematog^ñco. — ¡ Y ojalá—dice—que nunca me sienta contagiada de éll Creo que equivaldría a mi mayor desgracia, porque sería como nna claudicación, como un renunciamiento de mi modo de ser, de mi carácter. Todos hemos conocido, si no personalmente, por referencias o
— N o debe causarle extrañeza que en mi hogar, en el rincón que he elegido para vivir yo misma, me muestre tal y como soy. N o me creo por ello ni más inteligente ni mejor que todas mis compañeras. Soy así porque éste es mi modo de ser; pero si—lo que no creo—cambiase un día de carácter, no tendría la menor vacilación en transformar mi vida con arreglo a la evolución de mi temperamento. Y ha añadido: — Y en cuanto a la total ausencia de maquillaje que observa en mi rostro, tampoco encuentro justificada su sorpresa. Si, según dicen, soy la espontaneidad >• la sinceridad misma, resultaría un contra-
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Jeán Parker. Guapa mujer y artista finísima. Én esta foto, eon ese gesto y ese atuendo deportivo, está bellísima. ¿O i— ao?...
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sentido que mi rostro, embadurnado de afeites, desmintiera esa sinceridad mostrando una faz distinta de la que realmente poseo. Pero véame usted en el set, y allí encontrará a la artista, a la farandulera, a la actriz que tiene que fingir, por vocación y por deber, un temperamento distinto del suyo y mostrar un rostro modificado con arreglo a las exigencias del role. Sólo un sacrificio ha hecho mi temperamento al a r te que cultivo; el color de mis cabellos. —Pues qué, ¿no es auténtico ese rubio? —¡Oh, no! E l color de mis cabellos, dicho sea en honor de la verdad, era bastante feo, y hube de teñírmelo del color que ahora tiene. Pero no por e^tontánea decisión mia, que nunca hubieía llegado a ella, sino por imposición de mis directores. MIOSOTYS
4 Carole Lx>mbard < o la más bella m u j e r de H o l l y wood. El traje ya lo c o n o c e n ustedes. Pero la «pose» es inédita, y por eso reincidimos
Rocbelle Hudson se llama esta guapísima muchacha que está haciendo (monerías* en el trampolín de una piscina. Se trata dc una j u veoil adquisición de X la pantalla yanqui
La decisiva v epopéyica batalla de la justicia contra la lacra social del gangsterismo^ es la más recia y apasionante pe licula de acción. Algo formi dable e indescriptible que electrizará a las multitudes.
erioif CON
^am CAGNEY MARGARET UNDSAY y ANN DVORAK.
WARNER BROS «FIRST NATIONAL
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PRODÜCCÍON
Un de
Concurso CINEGRAMAS
CÍMÓ-
llr aquí, lector, a rinro dr nuit artistas cinrmalo^ráfiros preferidos. Con sus ojos y sus boras hemos hrrho un «puzzle», rolorando esas partrs del rostro rn rl retrato qur no Irs rorrrspondr. Kl Irrtor habrá dr rolocar rsoH ojón y esa» bora»—qur repro ducimos también al pir dr la página—en los rostros rorrespondientrs. Kl Ooncurso r » sencillo y entretenido. Habrá tres prr-
mios—de cl*n pesotas/ de cincuenta y de vainticlnco , que serán sorteados entre los lertoreN que arirrtrii quiénes son los cinco artorrs, rolo<-4indo los ojos y las bura!t rn los rostro» rrspeclivos. Kn el raso dr qur ningún Irclor acertase totalmente el Concurso o el número de los qur acer tasen fursr nirnor al de los premios, éstos srrán sorteados rntrr los qur hubirsrn arrriado solamente tres de los cinco artis tas. Y si tampoco los lectores acertasen tres de los cinco retratos, los premios irán a los qur hubiesen acertado dos
PRENSA,
El rostro
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inmdtculMO
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LUNES ESTRENO DE LA INTEÍ^ANTE PRODUCCIÓN
con que Vd. sueña, rostro libre de peca manchas, huellas de vi ruela, etc., lo consegui rá con el uso de E N T O N O S B L A N C O , RACHEL, R O S A D O , M O R E N O , B R O N C E A D O Y OCRE
El acontecimiento cinematográfico
de la
semana
(j'na brila |i<'ri<prrliva Ar la farhada drl Palacio dc la Música r n la norhr drl j i i r v r s último, rn que se estrenó, con rotundo éxito, «Don (Quintín, rl amargao». Una apretada multitud se aglomeró esa noche antr rl suntuoso cinema, que tenia rfectivamente. bajo la« enormes letras luminosas de su portada, una auténtica apariencia de gran sala interuarional. Por primera vez, y rn justa adhesión a nuestra pantalla, un público y una expectación excepcionales se reunían rn torno a una película r s pañoia fOT. vioaA
—Sí. A setenta millas, que son unos cien kilómetros iK)r hora—me contesta - . Es que este coche, como lo compré en California, cuenta ]»oi millaü y mide la esencia por gahmes. —Especial entonces para automovilisla** medrosos, como y o . Ahora que, como medida preventiva, tenga la bondaíl de levantar... L a velocidad di.sminuye considerablemente. — ¿ Y a está usted tranquilo? —Sí. L'n poco. Y y a que ha desaparecido el riesgo de que uo» rompamos algo, ¿quiere que hablemos de usted, dt Hollywood, de sus películas...? —Elncantada. Pregunte. —Sm que .se distraiga del volante, ¿eh? — X o t e i ^ a miedo. Y o soy prudenie, y sé dónde sc puede correr y dóude no. — L o celebro. ¿Cuánto tiempo estuvo en Hollywood? —Once meses justos. —Entonces, llegar, trabajar y volver —¡Quiá! Si lo que menos he hecho es trabajai-, a pesar de que interpreté dos ¡leliculas: Angelina y Rosa de Francia. — ¿Qué hizo entonces? — A l llegar me pusieron en el Estudio frente a laí* luces, y no hice más que fotografías para la publicidad. Luego, infinitas prueban de peinados para mi próximo film, y después, tres meses de inactividad, quo aproveché para hacer unas excursiones deliciosas. Visité San Francisco de California, Santa Bárbara y algiin otro sitio. Hasta que me llamaron para empezar .Angelina. —¡Magnífico! ¿Recuerda cuál fué la primera escena que se rodó de est* film, la que le sirvió para su debut en Hollywood? —Sí. Empezamos por los exteriores del cementerio, donde se desarrolla el duelo. Y o tenía escasa intervención en estas es» ena^s. En ellas aparecía disfrazada de lacayo. Pasé un poquito de inquietud, de nervosismo, porque pensaba que de aquel momento estaba pendiente mi porvenir. Felizmente, me rehice pronto, y trabajé ya con toda tranquilidad. —¿Muchos día*, de rodaje? —Poquí-simos. E n diez y ocho dimos íin a la película. —¿Con una jornada intensa de lalwr? —Bastante. A las sois de la mañana teníamos que presentamos en el Estudio. De ocho y media a nueve empezaba el trabajo, y asi estábamos hasta las nueve de la noche. Muchos días la cosa se alargaba hasta las doce o más. Claro es quo todo quedó compensado cuando vimos el film. A la previus asistieron muchos artistua, los actores del teatro shakespeariano y casi todos los directivos de laó Casas productoras. Fué un éxito completo. — P a r a usted, señaladísimo. —íio. Para t o d o » . — Y luego, ¿qué hizo? —Nada. Descansar otros tres meses. Después, Rosa de Francia, con Antonio Moreno y D o n A l v a r a d o , adaptada p o r L ó p e z Rubio de la comedia de Marquina y A r d a v í n . Este a s u n t o lo elegí y o misma de entre todos los que mo llevé con la ilusión de verlos interpretados por mí. E^t( film, que es el primero histórico hecho en lengua castellana, lo dirigió Gordón \^'iles. Con él hizo su debut como realizador, porque antes h a b í » sido flurajite mucho tiempo director de arte con F o x . Y o creo que la película ha quedado muy bien.
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H
OLLYwoou nos ha devuelto a Rosita más artista que nunca. Su m o vilidad, su gracia, su simpatía arrolladora, que tantos puntos de ( « n t a c t o tiene con la de Lilián H a r v e y , aunque en Rosita se acusan con más espontaneidad, han vuelto de la Meca del cine en plena sazón. Y o , que siempre me siento temeroso de lanzar un juicio sobre cualquier artista a la vista de una sola de sus obras, viendo a Rosita en Susana tiene vn secreto lo lancé. Y sincero. El tiempo me ha demostrado, con gran satisfacción j^or mi ¡tarte, que no me equivoqué. Aun no hemos tenido la ocasión de ver a Rosita Díaz sobre la pantalla en toda la plenitud de sus facultades artísticas, porque nuestros directores no han sabido aprovecharlas. Su primer film en H o l l y w o o d , Angelina o el honor de un brigadier—que, pese a su origen y a su desarrollo teatral, no está exento de valores cinematográficos—, nos ha traído una prueba elocuente de lo que puede llegar a realizar Rosita Diaz cuando encuentre su obra. En Angelina fué la única que coasiguió ver el personaje en su justa proporción; la i'mi(;a que ai'ertó con la línea caricaturesca e irónica que anima toda la admirable farsa de Jardiel Poncela. FiS, desde luego, y .según nuestro juicio, su mejor película. Y aliora Rosita está de nuevo en Madiid. Viene llena de proyectos, de ansias de trabajo, con más afiíúón que nunca. Así me lo dice cuando corremos mntos en su coche por la carretera de L a Coruña con dirección a El Plantío, donde nos espera el almuerzo. T o d o el trayecto vamos charlando mientras ella, la vista atenta, las manos en el volante y el pie en el acelerador, conduce con un dominio admirable. El co<;he avanza con velocidad de vértigo, y Rosita, sonriente, me señala la aguja. —^Mire. —'Pues no corremos mucho—digo y o , confiado, después de consultarla, a pesar de que los árboles pasan por la ventanilla como exhalaciones—. Vamos sólo a setenta. L a risa de nuestra pequeña estrella ahoga el sonido ronco del motor.
— ¿ Y ahí terminaron sus trabajos en H o l l y w o o d ? —Con dos peUculas. — ¿ Y cómo tan pronto de vuelta? —^La Fox pasa por im momento de reorganización y evolución. Como usted sabe, so ha unido a la «2()th Century», y esto ha paralizado un poco todas las actividades y suspendido otras. —Bien. Hablemos ahora de sus impresiones personales. ¿,Qué le ha parecido Hollywood? — H o l l y w o o d es una ciudad ingenua y pueril. Allí pueden vivir felices los niños y los mayores que posean un espíritu infantil. T o d o en ello tiene a.specto de juguete, de gran juguete: las tiendas, los escaparates, los mil motivos de la vida ordinaria. Figúrese que venden, entre otras cosas a cual más infantiles, irnos sobrecitos con una porción de magnesia y asta leyenda exterior: «Para la mañana siguiente.» Para la mañana siguiente, claro es, de los que bebieron con exceso la noche antes. También hay unos libritos que se titulan: «Para sus amistades*, y en ellos está previsto y magníficamente clasificado todo lo relativo a los amigos: su dirección, su teléfono, su empleo, el día de sus cumpleaños, el licor que beben con preferencia, su plato predilecto, etc. U n fichero auténtico. Esto de la infantilidad es para mí lo más característico de H o l l y w o o d . P o r lo demás, es una ciudad burguesa, tranquila, amable y de un clima maravilloso. Una delicia. —¿Extrañaría usted la diferente forma de trabajar en aquellos Estudios? — N o crea. El trabajo se desarrolla poco má.s o menos como aquí; pero, eso sí: eon una organización perfecta, que ahorra tiempo y dinero.
Aquí se improvisa mu<'iio. Allí está todo previsto y metlitado. Asi pudimos rodar, l o m o dije antes, Angelina ou diex y w h o ditvs, y Ho»a de Fraruia, en quiíu'e. — ( . N o ha vuelto defraudada? —En absoluto. Contentísima. N o hallé sino aor]>resrts a mi favor. Más de lo que podía desear, más de lo (lue ambicionaba. —¿Volverá entonces? — N o sé. Algún compromiso verbal existe; pero ñachi cn concreto. —^¿A usted le pagarían bien? —Cobré un sueldo (pie aquí resulta fabuloso. Y o tenía un contrato por seis meses, prorrogable por el mismo espacio de tiempo, hasta el límite de tre« años, y con im aumento progr&sivo; pero al cumplir el medio año, fué anulado, para ofrecerme otro, con doble sueldo, por seis meses más. —Ahora me explico la adquisición de este magnífico c(X'he. —Pues y a sabe: si quiere uno, ha de ir a América por él, — . \ ese j)recio, posiblemente no lo tendré nunca. Y dígame. Rosita: ¿qué impresión le han hecho las estrellas yanquis que ha conocido en Hollywood? —Unas pierden y otras ganan, vistas personalmenie. Por ejemplo: en el primer caso está Constance Bennett, y en el segimdo, Dolores del R í o .
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Hollywood nos devuelve a (a Díaz Iríunfadora y mía bellg que nunca. Vedla rn esta magni» tica f o l o , obtenida pocos días¡ después de su regreso. A la de-! recha: dos expresiones de Rosita durante su charla con Hemán^ des Girbal i
(roTs.
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Los galanes casi todos M>n altísimos. Y o , al lado de (Jlary C(M»per, era un átomo. T n día me puse, para unas pruebas, la ropa de Janet (laynor. ¡y me estal)a grande! —Y ahora, ¿qué piensa hacer? —^Trabajar en España con todo entusiasmo. T e n g o en proyecto im film. A l g o que no se ha hecho a(}uí todavía: una obra de cierta altura, con un papel crearlo a tono con mi temperamento y condiciones. ¡Cada día me entusiasma más el cine! En un momento q u e Rosita se vuelve para hablarme, un ciclista que v a a cruzar, pedaleando fatigoso, se etíha en<ima de nosotros. Da el coche un viraje brusco, chirrían los frenos, y o caigo sobre la puerta en un empujón violento, y cuando ya me v e í a despedido en la cuneta, siento la mano de Rosita sobre mi brazo, al tiempo que suena su risa alegre. — N o es nada—dice—. Un émulo d e Trueba q u e quería atropellarnos... L a aguja del contador v a subiendo rápidamente, mientras el pie d e lu conductora hunde el pedal del acelerador. 40..., 50..., 60..., 70... ¡millas!
Y o me r e c o j o en ol asiento, resignado a todo. Rosita, con las manos en el volante y los ojos fijos en la carretera, parece querer dar más impulso al coche. — Y a llegamos—exclama—. ¡ Y tengo apetito! N o muy tranquilo, respondo: •—Yo también tenía; pero temo que me lo haya quitado el susto. F. H . - G .
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de sonido: voces, algarabía, risas de mujer. -y. Una musiquilla lejana, ( ramplona, m á s bien, que la v o z , más ramplona aún, del chansannxer v a desnaturalizando en un cuplé tanto más desdichado c u a n t o m á s canalla quiere ser. H u m o , mucho humo; camareros que pasan y vuelven; meretrices que, de mesa a mesa, ofrecen la mercauíia man luta de su piel pintarrajeada. ONDO
L a cámara avanza hacia una bandeja reple ta de copas en correcta formación, y desde uno de los ángulos superiores de la pantalla, una botella d e champán vierte su contenido en el panal de vidrio. El v i n o rebosa, burbujeante; se acentúa más aún el cioM-up, y un instante después y a no vemos ni la botella ni la batería de pequeños conos transparentes; ante nuestros ojos no hay más que una catarata de espimaa blanca. Percibimos entonces la sobreimpresión de algo indefinible. L a vocecilla del chansannieT se pierde. Ahora la orquesta teje una melodía de ritmo acelerado, y del fondo de espuma que todavía se agita en el lienzo de plata surgen unos pequeños péndulos n ^ r o e . Inicia la cámara su viaj e de retroceso, y la catarata se desvanece en un revoloteo de tules y gasas orladas de encajes.
Los péndulos, rema_ tados por un zapa / tito charolado V bre- > ^ v e , alcanzan , ciones inverosímiles: tan pronto marcan el compás de derecha a izquierda como se desdoblan de abajo arribaforman\ 1 do una atrevida l í nea vertical. Y es en ese momento cuando gasas y tules, cesando en su agitado vaivén, dejan al descubierto una fila de lindos rostros femeninos enmarcados por sendos sombreros de alas vueltas, en los que se destaca la altivez de un airón de blancas pliunas. E3 tratuMing entra en acción: la cámara comienza a pasear de un lado a otro, de la batería al foro. Ángulos audaces desde las bambalinas, desde el suelo (técnica m o d e m a en asimto viej o ) . Torneo de primeros planos: la sonrisa incitante de una girl dorada y picara; la expresión extática de un espectador de primera fila, ojos arriba, bascando, impaciente, con la mirada lo que los bajos de la falda ocultan entre sus espirales. Corsés de mariposa acentuando la opulencia de unas curvas que amenazan rebosar a la menor contracción violenta, ü n boa de plumillas rizadas acaricia la garganta de la veditíe; un cigarro imponente entre los labios del castiga-
dor de t u m o . Diálogo mudo sobre la música; son las pupilas las que lo sostienen diciendo más deseo que amor en ellos; en ellas, más cálculo que complacencia X o en balde advertimos sobre la pana brochada de im chaleco de fantasía la elocuencia de nna gmesa cadena de oro, mientras en la mano, qne a intervalos retira el cigarro de la IxK'a. hieren la retina de las «jxíbres chicas» los destellos de un brillante como tm garbanzo. Sigue la música. IJOS muchachas se entrecTuzau, evolucionan, levantan el pie hasta casi rozar el sombrero. Y entre gritos de júbilo y expresiones rudas que el derrame copioso de alcohol realza má.s, la cortina se cierra cuando el aplauso, cerrado también, del públic"*» premia la labor y los encantos de las muchachas en aquella danza alocada y enervante. H a temiinado el cancán.
Previamente habremos visto en la pantalla, escrita inin gruesos caracteres, una cifra: 190.5. Si al realizador se le ha olvidado consignarla o la omitió delilíeradamente, nuestra buena memoria halirá localizado la acción, no sólo porque el espectáculo favorito de las masas hace treinta años no ha huido todavía de nuestra mente, sino porque la melodía no cambia nunca Sobre esa base se desarrollará ante nosotros una trama novelesca que tampoco varia notablemente. IIal>rá vma muciíacha ingenua y sencilla, de lindo rostro y manos de azucena Y un mucíiacho, peinado con raya y con un cuello duro y alto, que la querrá con buen fin, que la •lirigirá miradas tiernas mientras la futura suegra mata el t u m o de vigilancia con la c a l c e t a Y un amigo peiAerso, con unos bigotes muy bien pt^ados y una cara más dura que el cuello de aquél, (jue se l o llevará a im mtigic-hall. Y tmas copas de vino que le sentarán mal. Y una mujer desctK-ada y rubia, m b i a , sobre todo —¡ah las mujeres fatales d e principio de siglo!—, que prenderá entre sus reden al pobre mui'hacho del cuello duro y la novia ingenua sólo por el i>lan de arrebatar la felicidad a dos seres q u e .se aman. Pero no; él volverá; la mujer descocada y m bia so morirá de rabia ante el fracast» de sus encantos físicos, y e! amigo |)erverso resquebrajará f<>n sus de<los crispados el cosmético que charola su cabellera, |H>n{ue la nmchacha ingenua, de
Sigue la musirá. Las murharfaas ae entrecruzan, evoluClonan, levantan el pie hasta eaaí rozar el »oniberrn_
quien está torpemente enamorado, se le marcha viva. Después, un dose-up de dos rostros mirándose oon embeleso, unas campanas y im trozo de la Marcha nupcial de Mendelssohn, inexcusable también en el cinema cuando de bodas se t r a t a FUm fuerte en la orquesta y « F I N » .
El cinema, como todo, por supuesto, está suj e t o a los dictados caprichosos de la m o d a E l productor—no el realizador—, que debe atenerse más al aq>ecto comercial que al artístico de cada obra, tiene que estar al tanto de lo que el público prefiere o comienza a rechazar. Y la moda en d cinema se concreta en tm género, en tma época, en una figura, a veces. Los temas de la guerra y la post-guerra se agotaron y a Veinte años después existe tma generación nueva que no v i v i ó aquellas jomadas ementas. H a y que obligarla a leer el libro de la Historia desde sus primeras páginas, darle una idea cabal del ambiente que prendió al chispazo de Sarajevo. Como documento, rompió el f u ^ en ese sentido Cabalgata, arrancando de la noche de fin de siglo. CV)nfesemos que a todos agradaba la evocación: costiunbres, hechos, indiuneataría.. A los jóvenes, porque los descubría im medio desconocido y ( ^ H i ^ t o al que hoy les rodea; a los viejos, porque les haria revivir instantes inolvidables. En ese naomento surge, con la época y el g é nero, una figura que física y hasta espiritadatente—en la ficción, claro está —los sintetiza -Mae West. Comienza enton<'cs la fiebre para la c!al>oración de escenarios ad-hoc. L a comedia ced i ó el paso a la anécdota, y ésta, a la estampa. Y subrayando la estampa, reeorgió la melodía olvidada: el can-cán, que invariablemente escuchamos cuando sobre el lienzo argentado se desvanece la catarata de espuma en un revoloteo de tules y gasas oriados de encajes, que nos trae el perfume de un pasado, por pasado, venturoso y feliz.
F J I rtíF niooirnlo kurgr, ron U fpoca y el génrro, una figura «|ur fitiira y basta rspirilualmrnte—rn la fírríón, elar* está - los sintetiza Mae West
ALFRKDO
MIRALLES
timo m o t i v o del brazolete, ha hecho grabar en él un jarrón hecho añicos. El tiene ahora una ilusión menos y un chichón mes.
lie aquí un secreto que v a mos a divulgar. Como Gary Cooper es tan alio, las actrices que trabajan con él, cuando Gary las tiene que besar cn primer plano, sc tienen qne subir a un taburete. Exactamente lo mismo que hace Ernesto Vilcbcs para abrazar a la.« actrices que trabajan cn sus films. Pero no se lo digan ustedes a nadie.
Jeán Harlow, inquietante, seductora, y con un sombrero que es velódromo, tiene un hoyo en lo barbilla de tanto apoyor alK et dedo gordo. (M. G . M.I
H e aquí lo que queda de la gloria. .Se acaba de vender en Hollywood el oro de un diente que perteneció a la nialograda Mabel N o m i a n d para pagar una deuda de su marido, igualmente fallecido. Lew C o d v . ;
N o sobiendo ya qué inventar pora llamar la atención, Maxine Jennings y Charlotte Russell han lanzado osto posición nueva, que consiste en no estar de pie, ni sentados, ni acostados, ounque no se puede decir que no estén de pie, ni sentadas, ni acostadas (Radio)
Esto es lo que pasa cuando se llego a ciertas edodes y la mujer está reumática en casa iWarner (Bros)
Las tr«8 cuartas partes del dinero que se gasta en producir pcifenbu cn todo el niiuMl* cerrespoRdcB a los EstadM UnÑlas. Algunos ingenuos preguntan todavía en qué consiste la lan cacareada preponderancia del cine yanqui.
Cuando Joan Blondell se
iba a casar con el cameramen
platino que simbolizaba la felicidad en la aventiu-a que iban a emprender. Diversos motivos que representaban dos corazones unidos y traspasados por la acreditada flecha, un t«léfono en miniatura y un cochecito de niño.
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Georges Bames recibió de ést* un brazalete de oro y .
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Jeán Kiepura—ese cantante de ópera que está pidiendo 8 gritos un frasíco de petróleo Gal—«obrará ciento diez mil dólares por su primer film americano. Sl el Estudio utiliza su derecho de opción para un segundo film, Jeán Kiepura cobrará ciento treinta iml dólares. Es lo menos que se puede hacer por un hombre que ha empezado a convertir los desiertos de Caliíomia en terrenos de regadío.
i El nacimiento del segunde niño de Xoruia Shearer, la que-Ias cosas que pasan-ha empezado a trabajar inmediatamente cn "Romeo y J u lieta", no ha sido un nacimiento así eomo así. En las cuatro habitaciones alquilatlas cn la clínica, seis "nurses" montaron una guardia permanente, l'n amigo de la cutera confianza dc! m a rido no salió de la elinica ca varios días. Y las hiairariss
Dolores del Río tomando, en un; todo ello grabado en la puldescanso de «Por unos ojos ne- < serita a que aludimos, degros>, un té sin pastos y sin té mostraban qne entre los dos iWarner-BrosI i
enamorados y las parejas del R e t i r o no había mucha diferencia. A h o r a la felicidad se ha roto, y ha empezado a entablarse el divorcio |>or e s » *ta D o b i t c i d a d tiene estas exi- i cosa tan 8«x;orrida que se llage^cios, / Nelson Eddy, que enj ma incompatibilidad de casu vioa ho l u g a d o a l «tennis», saj racteres. v e 3bligc-ío a retrotorre osí, yGeorges Bames, como Alsir, :.z:^:'' q u - '•icer c o n lo pelota .
ia esposa de Charles Butterworth enseña a éste sus dos perros favoritos. Charles Butterworth los tiraró algún día por el balcón, que es lo que $ 0 debe hacer con los perritos de las esposas, y un divorcio más habrá tenido lugar en Hollywood. iM. G . M.)
del médico han ascendido más dc 04>ho mil duros. Y lodo esto para que, a lo mejor, cl día de m a ñ a n a ct niño se empeñe cn ser p a r a ehulista n alijo así.
El realizador corto de vista, entrando en el cameñno sin pedir permiso. —¿Tiene usted hora? H e olvidado mi reloj. I.A joven actriz se levanta para complacer al director. El director, consternado: ¡Oh, oh! También he olvidado mis gai&s.
L a moda de ias vueltas está en pleno triunfo. Pauline Frederick, que abandonó los F.studios en •plena gloria para atender a a enfermedad de su madre, reaparece en Ramona. Por otra parte, en Robín de los Bos(]ves de El Dorado encontramos a Tom Moore, quien estaba ausente de la pantalla desde hace doce años. F.speremo8, pues, como algo inevitable la vuelta de Mary Pickíord.
La vida es asi, y mientras nuestro camisero tiene un dependiente con cara dc estrella dc la pantalla, la pantalla tiene en IMck Povell uu cstrcUo eon rara dc dependiente df camisería.
R. M . G.
estrella dc "Exilados", cn la que hace seis aios iekutó V i r yinia Bruce eon im modesto papel. Ahora Magde vuelve en "MctropoUtan", film del que es estrella Virginia Bruce, y en cl que Magde interviene
Pero de esto de las coincidencias también puede hablar, con conocimiento de causa, Marie Prevost. Marie Prevost era estrella de Marck Sennett cuando debutó Carole Lombard. Ahora, en un film que se llama Las manos debajo de la mesa, o algo parecido, Carole ee la protagonista, y Marie tiene un papel insignificante. Esto se presta a unos comentarios tan profundos y filosóficos, que preferimos no hacerlos.
G e o r g e Brenf en ese momenlo í psicológico en que la mujer amo - ; da—Kay Francis en este caso— i le acaba de pedir un abrigo da ] pieles. (Warner-Brosl j
Es curioso observar que la mayor parte dc las ingenuas dc la panlalla son nudíres de familia.
Cómo vio a Stuart Erwin su mu- i jer, después de una pequeña discusión, de la que ella sacó un ojo con las huellas de la trogadia ^ IM. G . M ) j
Sigamtts a vueltas con las vuelus para que vean ustedes las vueltas qne da el mundo. Vuelve Frank Fay, el nmndo dc Bárbara Stanwyck, al que desde 1930 no se le habla confiado ningún papel. Vuelve Magde BcUamy, aquella muchacha dc ojos inmensos que triunfó cn cl cinc mudo. Y I» que son las eoineidnicias: Magde fué la
¡Vamos, que se han librado ustedes!
Joón Crawford y Clark G a b l e dando <coba» a un afamado critico cinematográfico neoyorquino
Vamos a presentar a ustedes un breve sketch tal y como se ha desarrollado recientemente en unos Estudios madrileños. Personajes, la joven actriz y el realizador, corto de vista. Ectcenario, el camerino de la joven actriz. L a joven actriz se encuentra frente al espejo, en la más atractiva dc las deshabUlét.
Ethel Norman pidiendo un poco de pereiil a la vecina del quinto iParamountI ¡
PRESENTAR/»^ EL
Vlimí n
?mmO
EL C I N E *
RIALTO ^ LA ANTORCHA DE LOS É X I T O S *
lA PRIMERA SUPERPROOUC-
DE FIORIAN REY
\\?m »JUAN OEORDÜÍA NllGUEl IIGERO ^ . CARMEN OE lüClO .
CAPÍTOL ''Cuando el diablo asoma'
E
N W . S. Van D y k e hay tres directores: j dire<'t()r número 1, el de Sombras hlanras en los mareji del Sur y Kskimo; dirotifxjr número 2, el de Trader Hom, Kl enemigo públiro número 1, IM rerui de los anisados y aim Tarzán de los monos; director numen» 3, cl de Manos rtdpables, Kl boreadar y la dama, fíajo el rielo de Cuba, l'rohihido, etcétera. F> decir, que Van Dyke, o o m o le o c u r r e a otros muchos directores y ll los artistas en general—quandotpie bonus dormitat Homerus- , a b a n a la gama completa que va de lo malo sin atenuantes a lo mediocre y a lo magnífico. Unas veces su genio fulgura; otras, donnita, y otra.s queda dormi<lo como un tronco. Podría llamai-se a Van Dyke el director-sorpresa. A n t e uua nueva película suya, cabe preguntar siempre: ¿Qué saldrA? ¿Qué no saldrá? P o r q u e es imposible prever si el simpático coronel americano viene en serio o en broma; si se ha acogido ¿il signo de Sombras blancas o al dc Un asesinato en la terrara; si, en fin, vamo.s a ver la obra del dire<tor número 1, número 2 ó número 3, en que se desdobla la de.sconcertante v desigual manera de Van D y k e . Ahora, después de ver Cuando el dinblo asoma, <reomf)s poder atribuir este film al direct<)r número 2. Xi genial, ni anodino. Un buen término medio, con la honesta intención de reali/.ar una comedia entretenida. L a intención se logra, y Cuando el diablo asoma, a pesar de su título, no es una película infernal ni mu<ho menos. Esto, en lo que so refiere a la dire«^ión. ¿El a.sunto? El asunto podría resumirse en una pregmita: ¿Cuál do lo.>; do.s? Porque se trata de una chica que oscila como un péndulo entre dos hombres, y si al principio se inolin.i hacia uno, luogí» .-io de<ide por el otro. El CA.SO es que flirtea con los dos, sin que fM-urrii nada pe<!amino.40—¡no faltaba mft.s: ol pensamiento no delinque! -, y entre bromas y veras, miraos, enfados y reconciliaciones de gente joven, rica y dispuesta a no entristecerse mucho con penitencias y mortificaííiones de amor, se pasa un rato de esos que proporcionan el Imsdiisth. las novelan de Pedro Mata y el vino de Méntrida, según el refinamientíj y la.s posibilidades de cada cual. La interpretar;ión, como suele decirse <!uando no so tiene nada mejor que d'íiir. merece jiánafo aparte. I olí(íula de eatrellai5. ('a.si una constela.'ión: .loan Crawford, ('lark < ¡able y Kobert Montgomerj'. Ella, la O a w í o r d , es la chica que o8'*ila como un péndulo entre dos amantes; la ' quo sc d w i d e por uno y luego reotifi-a ])ara decidirse por el otro. ¡Si sabrá la O a w f o r d interpretar estos papeles! Pis su espe<íialidad. Su espe<'ialidad en la ¡lantalla, claro es. Kn esto de pasar de unos brazos a otros, como ipiien cambia de acííra, .loan C/rawford no tiene rival. ¡Qué bien obser- 1 vado o! tipo! Ijogra una verdadera creación d e j joven na<i<la para les affaires de cteur, como dicen \ galantomenti; nucstro.s vticinos do allende los Pirineos, y no» complacemos en consignarlo asi. ('lark (!ab!o j Robert Montg(miery —¿hay necesidad de elogiar el arte do estos dos oxtraí>rdinarios gahuies?- -son los extremos en que.
alternativamente, se polariza la olectricidad amorosa de la Crawford. Hrillante interpretación, que por sí sola bastaría para acreditar, no digo y a un film de Van Dyke, sino el engendro de un bandido cualquiera metido a director, como... Como ése en que estás pensando ahora. lector amigo. AVKNIDA "Sangre gitana" ¡Bien por Katharine Hepbum, la hermana menor en arte de ( í r e t a (íarbo! Hermana menor aun, }>orque apena-s cuenta tres años de vida en la pantalla, lia revelación de VM'¿ sigue volando «hacia la.s altura.s». Un poco má.s. y Creta no estará sola en la región del genio. El estilo de Katharine se parece al de Greta. ¿Se parece? Mejor será decir que se remonta, como el de Greta, a quien se pare<ie también en el gesto, en el tono, en la ca.si deshumanización de la figura, como s i el cuerpo fuera un esbozo carnal v transparente para .contener el espíritu visible y desbordado en los ojos. A Katharine, como a Greta, se podrían aplicar, en noble hipérlwle, los versos de Anaiíreonte: « . . . y sin c a m e ni sangre— casi a un dios igualando...» N o marchan jimta.s todavía. Pero inmediatamente detrás de Greta, con personalidnd inccmfundiblo que rechaza toda comparación, v a Katharine, sensibilidad hecha mujer; em<»ción. Mama v i v a de arte que tiembla y crece al menor soplo dramático. Sangre gitana, como las cuatro hermanitas, l o m o Gloria de un dia, como Hacia las alturas, como todas las obras en que intervertía el temperamento prodigio.so de la H e p b u m , es un film de excepción. Podrá adole.er do lentitud en la acción y de arbitrariedad en el estudio de cara«;teres; el director se limitará acunqvür como hombre disíTeto que no quioic fundar escuela de audacias artí.sticas; se cuidarán los detalles y se olvidarán los iionjuntos, como miuí .sucede; se introdnt'irá en un ambiente de [mritana severidad un tipo fal.so, grotesco y detonante, como a(|uel
P a u l Ikluni,
vÍHto por
llerrerOH
alguacil o fantoche, que desempeña, con el boi i plácito de todos y en un medio tan paga4Ío de la.-, fomia.s y convoniencia.s smñalos, una función y)ública. Podrá incurrirse en los despropósitos y descuidos anotados. Podrá, initliiso, dársele al personaje que ha de encamar la 1 lepbum ima psicoli • gia borrosa o no se le dará ningima. ¿CJué importa? La maravillosa intuición do la actriz lo suplirá todo; la luz de .su arte alumbrará la farsa; fingirá llamaradas d(mde .sólo había conizas, y logrará escenaí! de un delicioso humorismo, como la del puente, entre ella y el ingenuo pastor anglicano; de temura y renunciamiento <>lla y el niño—; de conmovedora sencillez ella y la madre <Iel pastor—; de profundo y sobrio dramatismo -ella, mientras operan al novio herido y va cayendo lentamente de hinojos, en muda apelaiñón al Cielo—. Momentos culminantes de la acción, en los que se olvida dirección, asunto, técnica; se olvida también que nos hallamos viendo cine, y v i v i m o s la tremenda angustia, la aliincada esperanza o la dulce emoción do los sentimientos que v a exjiresando la actriz. Katharine H e p b u m es i)nr sí sola un espe(!táculo de arte. Sería injusto no elogiar sin reservas, em todos los <»tros intéryíretes, a John Beal, partenaire afortunado do la Hophurn en Sangre gitano. FÍGARO "Un par de detectives" De nuevo Edmimd lx)we y Vícttir Mcliaglen -el fino y mundano U ) w e y su antagonista el simpático e incoimvensurabío Me Laglen—salen a la pantalla a ventilar una de esas frecuentes y humorísticas rencillas que surgen entre ellos, como secuela de la diferencia de c a r a c t e r e s , procedimientos y mentalidad. P o r q u e a Etlmund lx)we le correspondo siempre encamar la jierspicaíiia, y a Mcd^aglon, la f u e r z a . El imo es
el Porthos, y el otro, el Aramis do esta pareja do mosqueteros trai portada a nuo.stro ambiento. En Vn par de detectives, los dos amigos se n . tregan a una gra<>iosa rivalidad para d(>.sonmara ñar la enrodada madeja do un drama po!icí>M;o, y a vuelta do e,scenas omíKMonimtcs, do situaciones cómi<;as y de mil peripecias matizadas con fino humori.smo, la inteligencia, es do<-ir, Edmund l>owe, consigno su objeto, y la fuerza, bion intencionadla poro mal dirigida do Me Laglen, <'roc haberlo conseguido también, (<m lo que ambos quedan satisfechos, y el público, encantado, después de mía sucesión de aventuras que le han hecho reír y em<HÍonarse. Un par .ie detectii'es no es un film policíai o >ropiamente dicho. Para ello lo falta violencia ! isica y le sobra humorismo, l i g ú r e a s c ustedes que no hay más que un muerto en Uulo ol film, y, en cambio, hay muchas observatiimes psicológicas. Para ser justos, «liromos <iuo l'n par de deieclives os luia comedia amable, turbadií al princijiio por la visión do im muerto « o n las pupilas dilatadas. ¡<)ué horror! Pero el esj>anto, gracias a E<lmund L i w e y , sobre tiulo, a Mcl..aglon, cetle j)roiito para dar pa^o a un sentido más optimista y j(x'im<lo de la existencia. ANTONIO G U / M A N
MKIUNO
deb
di lo e e m n o
tín, cuáles su tacto y su conocimiento d e las cosas mundanas, y confiaba en t o d o lo contrario. E l no podía arriesgarse, tan a sabiendas, a un ridiculo que anularía para siempre su personalidad. El ha lía, si era preciso, un milagro. P e r o su orgullo y su amor propio—tan españoles—no podían quedar hechos jirones fuera de i S p a ñ a .
P
REGUNTARÉIS, al IcoF el título, COD extrañeza: «¿Idilio, estando casada?...» Si, respondo con magnifica tranquilidad. T o d o puede ser en el mundo, y más en estas cosas del corazón. ( E n que nadie, ni uno mismo, manda.) Grace Moore v i v e ahora mismo las delicias de un idilio ejemplar. El títido es exacto. L a noticia, también. Pocas estrellas del cine consiguen sostener su fama y su prestigio—entre el público y los Estudios—después de casadas. El caso de Joan Crawford, cuyo matrimonio fué una aventura más en la vida de i m a mujer indómita, supone la excepción. Joan lleva siempre consigo, c o m o una escolta servil, el escándalo o la curiosidad. N o puede pasar inadvertida. Aunque tuviera un hijo, seguiría siendo una mujer sensacional, que despertaría locos deseos en t o m o de su cuerpo prodigioso y de su alma incomprensible... Grace Moore se casó, casi por sorpresa, y , ain embargo, sus films han seguido interesando hasta el pimto de que hoy son el más firme puntal de la producción de la Columbia. Nos atreveríamos a decir que, a partir de su enlace con Valentín Parera, esta deliciosa artista llegó a la plenitud do la popularidad y de la fama, convirtiénd o s e en una «atracción de taquilla* insuperable... De ahí que la vida de casada de Grace Moore sea, todavía, una prolongación del idilio inicial. Ella, antes de (jonocer a Valentín, era una mucha<;ha de gran simpatía, que iba hacia un porvenir s e g u r o con paso más seguro aún; j)ero se le notaba que tenía falta de algo que, espirituaJmente, había presentido desde su arlolescencia...
Así ha sido, c o m o l o presentí. El matrimonio Parera es hoy acaso la única v e r d a d d e H o l l y w o o d , mercado de las mil y una mentiras. Grace y Valentín se quieren como el primer día de conocerse. Siempre están alegres, dispuestos a dar el ejemplo a los demás, siempre vigilándose el uno al otro los menores deseos o caprichos. ¡ N o han regañado todavía! N i siquiera ha surgido entre ellos esas mínimas diferencias de la v i d a en común. Naíla. V i v e n amablemente, ejemplarmente unidos, sin necesidad, empero, de ser hurafios con la gente y de esconder su dicha, que ellos exhiben a todas horas, porque es suya, obra suya, de sus cuerpos y de sus espíritus, que se encontraron sobre la cubierta del lie de France, en viaje de Norteamérica a Europa, y se unieron por el libre dictaido de su v o luntad... Valentín Parera v o l v í a a su patria, por cierto un p(x;o triste. Grace, a su pose.sión de Camies, también entristecida, sin saber exactamente por qué... El, que llegara a H o l l y w o o d contratado y que no pudo trabajar, por su parecido — a l e g a b a n los «sabios» del tinglado del celuloide—con John Gilbert, rumiaba en silencio, por adelantado, la desilusión que causaría entre sus familiares y amigos la obscura vuelta. I ^ daba horror pensar en Madrid, que siempre le habia visto con apariencia de triunfador de las circunstancias. Ella sentía durante a q u e l viaje una sensación extraña de vacío en derredor. N o e s t a b a satisfecha de sí misma. Las palabras las miradas d e los galanteadores
El acontecimiento llegó. Y cuando sus jefes de ]>ropaganda temblaron por la carrera artística, tan prometedora y cuidada, su triunfopudocomparnrse al de las más gloriosas figuras del cinema. (Antes habia triunfado y a en el teatro, c o m o cantante de ópera.) Grace seguía riendo con toda su boca y con toda su a l m a ¡Era feliz! Acaso, por v e z primera en su v i d a de brillantes episodios, Grace se consideraba verdaderamente
] \ feliz.
Claro de luna, con l a w r e n c e Tibijett, fué una consagración de arte. L a l>elleza física de Grace Moore, sa* porte principesco y , sobre todo, su v o z maravillosa, clara como el cristal y dulce al mismo tiempo como un regalo de ambrosia, rindieron a los públicos de América y Europa... P e r o lü ella misma ni sn trimifo pueden ser comparables a la artista y al éxito de hoy en Una noche de amor y Quiéreme siempre. Parece mentira que después de casada resulte Grace más j o v e n , más bella y más simpática que antes de su cambio de estado, tan transcendental—y fatal—en otras mujeres... Por eso, su matrimonio comienza a ser llamado en H o l l y w o o d «el idilio ejemplar». Es decir, un idilio que no se termina nunca, que no se empaña con el soplo del tiempo, continuación milagrosa de un noviaziro que, en realidad, no ha existido... ¿No? Vuestra pregunta se contesta así, en dos palabras: Grace Moore y Valentín Parera se enamoraron al término de un viaje por mar, y al bajar del trasatlántico, casi nada más pisar tierra fimie, se convirtieron en marido y esjwisa. En un matrimonio más, del que se habló escasamente en las gacetillas cjnematográficas y mucho en las notas de sociedad de la Costa Azul. .\qui, en Madrid, donde Valentín Parera era un hombre popular a raíz de su revelación memorable on La condesa Maria, se hicieron comentarios para todos los gustos. L a envidia asomaba su cabeza de reptil por entre algunas frases de quienes se llamaban amigos suyos y llevaban su retrato, dedicado, en el bolsillo. I.ias profecías más feroces salieron de la mesa del café: «Else matrimonio no dura ni dos meses.» « H a sido un ííapricho momentáneo, debido al aburrimiento del viaje en barco.» «Valentín no es hombre que pueda alternar con ella en su ambiente.» «Se divorciarán enseguida que lleguen a Hollyw(M)d.» Y o reía para mis adentros escuchando a la suelta «jauría» de murmuradores jirofesionales. Y o recordaba bien quién era Valen-
de ocasión la irritaban casi, y tenía que hacer esfuerzos por no perder su bien ganada fama de simpatía personal... Y una noche de fiesta en el barco c a y ó junto a un hombre j o v e n , alto, delgado, simpático, d e t i p o meridional, en la mesa bien iimninada y rebosante de flores. Hablaron, rieron, bailaron juntos... Juntos toda la noche. A m a necia y a cuiindo se dieron cuenta de que no podían separarse. Su amor era superior a ellos mismos. Jamás hasentido una tal embriaguez de vida. I.e8 pareció que todo lo anterior de su existencia no habia ocurrido, se había borrado de su memoria repentinamente. Aquéllo, su felicidad a bordo, en la suave mañana marina, su vida verdatlera, su mundo cierto y único... Y se casaron, a poco de apearse en Cannes. L a boda mereció las simpatías de cuantas personalidades se encon" lan en la C!osta Azul. Ó i a r l i e Chaplin, entre ellas. L e faltó a Valentín Parera un rasgo, que no tuvo por su BuiO ensimismamiento maravilloso: el de haber invitado a la ceremonia del enlace a sus amigos, los pocos incondisnales de Madrid. Tenían derecho a la apoteosis de aquella felicidad increíble. Grace M e >re está más l>ella y juvenil que cuando conoció a Parera. Ella dice que ha sido una suerte encontrarse, a tiempo, con el hombre que encaja a medida con su carácter. Su marido es exquisito en la intimidad, asegueetá en t o d o . Y — a ñ a d e con un delicioso mohín de niña mimada—tiene mucha g r a c i a Con él no puedo preocuparme de nada; enseguida encuentra una frase o m e gasta una broma que rae distraen por completo. Más que nn marido, es un novio «que no se acaba nunca..., que tiene cuerda para las veinticuatro horas del día»... Ciertamente, Parera es un hombre dotado de especiales facultades, que convierten su trato en placer. Comprendemos ese ilcsiumbramiento en que v i v e la famosa estrella de la C o l u m b i a Valentín, español neto, nacido en Granada y crecido en Madrid, posee recursos suficientes para hacer dichosa a Grace Moore, una mujer que t iene un teBOTO en su garganta—-su v o z de soprano, envidiable—y en su corazón—so bondad y su simpatía— dos te-somc . n p o , que no puede compararse, sin embargo, al de su idilio ejemplar y perenne...—SANTIAOO A G U I L A R
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un actor de gran temperamentó oon un realizador que no le oompi'oude o que no sabe pulsar ^^^^^r sus posibilidades artísticas, puodo ^^^T caber en él la fama, desdo luego, pero no uua fama cifrada en el contacto establecido entre su personalidad y el acierto feliz del realizador, sino simplemente en una limitada a<tua<'ión que de por sí es magnífica. L a «alidad del realizador significa tanto en la carrera de un actor que, incluso, hace triunfar, cuando se lo pro¡K)ne, a esos valores medio<.rfts desposeído de la más levo sensibilidad. Pero no todas l a « grandes estrellas han tenido siempre grandes directores. El caso de Margaret Sullavan -¡estupendo caso!—es excepcional. Las cuatro primeras películas de Margaret Sullavan han sido dirigida.s [)or los cuatro mejores directores del cinema yanqui: .lohn Me Sthal, Krank Borzage, William W y I e r y K i n g Vidor. Igualmente [Mxíemos decir de Marlene Dietrich. A la actriz alemana ^e le ha laureado en el mtmdo entero, en el más mínimo espacio de tiemi>o, con una firmeza mitológiía. Todos han creído que el milagro era, incuestionablemente, debido a su arte personal; pero sin repararse nunca en quiénes son los que estáu detrás de una actriz para decidir su éxito. H a y que echar una ojeada a los diro*'tore» que han colaborado con Marlene Dietrich: K u r t B e m a r d t , Sternberg y Mamoulián. Es decir, que la existencia del éxito de Marlene Dietrich tiene muchas razones. N o pí>dríamos de-cir lo mismo de aquella sue<!a, delgada y pálida," que llegó a HollywfM)d con Maurice Stiller, en 1925. Desde Monta Bell hasta Edmund Goulding, la han dirigido muchos y muy opuestos directores. I^a celebridad de Greta Garbo se ha pronunciado desde el momento de interpretar Enlre naranjos; pero en muy IKJCOS films ha encarnado su tipo. L a actriz no hace mjís que expresar v i d a cuando hay im realizador que la sienta en su obra con la fuerza del arte. Cuando no le hay, la actriz expresa, tra-
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baja, > ulmina, si so quiere; pero sin esa prejMmderaiicia de resultados que ligan estrec-hamentc >i la actriz con el papel de! personaje que interpreta. N o hablamos aqui do Greta Garbo con otros fines que los de venir a hablar de Clarence^ Brown. Greta Garlw no hubiera |K»dido existir sin Clarence Brown. Podemos de<'ir <[ue Chareuce Brown os a Greta lo que Sternberg a Marlene. Es BU alma, y sin alma no hay sinceridad ni acierto de expresión. A lo largo de su carrera. Greta (íarbo no volverá a inter|)retar tres oliras tan lucidas como El demotiw y la came, Anna Chrixtiee Iruipir ación. Únicamente una .sensibilida<l robusta (;omo la de Koubén Mamoulián ha conseguido, sin esa prodiealida<l íle otros realizadores, que Greta Garbo vuelva al i-amino que Clarence Brown la abrió en sus obras. En El vela pintado no hace otra rosa que conservar todo lo conquistado en CriMina de Suecia. R i chard Boleslawsky es im mecánico de! cinema —gran mef:'mi( <», por c i e r t o - , y no tiene la cantidad de espíiitu que el gesto de Greta necesita para reflejar vida. El papel de El demonio y la came y o no lo llamaría, como todo el mundo, jjaj»el de «mujer fatal», de «vampiresa». Es restar a e.ste film de Clarence Bnnvn ,'l onni-nc -^op-
t i d o trágico que tiene. Cuando luia mujer ae halla en la circunstancia de optar por uno de aquellos dos hombres —cínico y despreocupado .Iohn Gill)ert, sombrío y trágico Lars Hanson—, es tan triste y embarazosa la situación para ella como para el más desaforttmado de los dos. N o es vampiresismo, sino uno de tantos choques que la mujer, lo mismo que el hombre, tiene en la vida. Vampiresismo es la reiteración de estQs temas. Si juzgamos a Greta Garbo por ima de sus mejores obras, que sería la realizada |X)r Harence Browt>, no veríamos en ella nada más que a una mujer que v i v e im papel. Si la juzgamos por todos los film* que han realizado con ella diversos realizadores, es cuando surge la reiteración abrumadora d e temas y es cuando nos encentramos frente a frente con la vampiresa. Clarence Brown la dio en El demonio y la carne la primera gran oportunidad, y con repetirse él mismo en Anna Christie, Insjñración, Romance y La mujer ligera, ha hecho que los demás directores estandardicen su temperamento en un solo tipo, en un .solo contraste, en una sola misión interpretativa. Clarence Brown es I el magiiífico director de Greta Garbo, no hay que olvidarlo; pero es también el que ha contribuido indirectamente a su alejamiento í artístico.
Clarence Brown es yanqui. Na<:ió en Nashville (Tennessec) el 11 de Febrero de 1890. Su padre tenía un*) fábrica de tejidos, y de pe-
Arríbms V.n 'Amor ra vrnl>>, C l a m i r e Brnwn utilizó por prímrra vez la cámara giratoria. Hele aqui dirigiendo una escena en la que interviene la estrella de sus últimos tiempos, Joan Crawford
('na esrena de <Kmma>. film de l'larenre Brown, en donde la malograda .Marie Dressler hacía gala de au fino arte dramático y de su gracia exquisita
queño le gustaba a Clarence trabajar en los telares. Pero a los quince años ingresó en el Instituto de Nashville, y y a no dejó los estudios hasta graduarse de ingeniero electricista. AJ abandonar la carrera y marchar a Hollywood, se encontró con Maurice T o u m e r . Con el realizador francés trabajó durante seis años. T o d o este tiempo lo dedicó Clarence Brown al adiestramiento profesional. Su primer film de alguna importancia, después <le las que pr demos llamar prácticas de Estudio, fué Scheance, con Louise Dressler y el difvmto Jack Pickford. Esie film fué rodado en la Universal. Cerró el contrato con KarI Laemmle en 192^1 cou L o mujer de cuarenta años. En 1925 empezó a rodar en Artistas A.sociados la penúltima obra de Rodolfo * Valentino, El águila negra, eon Vilma Banky. En esta obra había motivos para que Clarence Brown se hubiese hecho inmediatamente famoso, por preceder a la muerte de Rodolfo Valentino. Pero en aquella época todavía no había llegado la era de los directores. El «divismo» extendía sus tentáculos {)or todo el mundo con nn frenesí inusitado, y el ^^^^^H realizador del cinema, supremo creador, ni) ^ ^ ^ ^ H constituía otra cosa que un trabajador oVis ^^^^ curo. Con Kiki, film interpretado por cuatro ^ actores famosos como N o r m a Talmtidge, Ronald Colman, Mary Astor y George K . Arthur, cierra el contrato Clarence Brown con United Artists para ingresar, fior tiempo indefinido, en la Metro-Goldwyn-Mayer. Vna mujer de negocios fué su primer íUm realizado en la Metro. Después, El demonio y la carne. Hace un paréntesis con La senda del 98, y pone en cinco producciones sucesivas su megáfono al servicio d e Greta Garbo. La senda del 98 es una redundancia de la o b r a de Charlot L a quimera del oro. E x ploradores y aventureros, gente roda y bestial, desafiando las tempestades de nieve en las altas montañas por un ideal: el oro. El film de Clarence Brown, un error completo, es una versión trágicodramática del film de Cliarles Cliaplín. Dramático CD la idea; pero cómico si nos fijamos en lo burdo del argumento y en lo torpe de algunas escenas, como aquella de latempestad.
libre claudica al chocar con el problema amoroso. En conclusión: C l a r e n c e Al abandonar a (¡reta GarBrown es el director de Greta bo, Clarence Brown emprendíGarbo, y Greta Garbo ee la i'i ciclo de producciones má.^ estrella d e Oarence Brown. Clavariado de su carrera artístirence Brown ha realizado otra en lo» papelea Un momento del film de Clamice Brown «Romanrr», en el qiie intervienen, ca. Después de El poder de v e z con Greta aquel film que de protagonistas. Creta Carbo y Lewis Stoae una mujer, realiza Corazón de hizo sobre ia novela de Tolstoi marino, Alnuí libre, Emma, Edmund Goulding: .4»ia Karenine. Nos figoramera, una mujer tímida que siente el amor con Amor en venta, Ijetty Ijynton. Canción de Orien.aos, con una gran razón, que los dos elementos el miedo medieval que inspiran y enseñan los te, Vuelo nocturno y Encadenada. En su úldel séptimo arte volverán a ser lo que han deprejuicios rurales. Después termina haciéndose tima producción, variada y dispar, sólo desjado de ser en la imnensa etapa de progresos y libre. E n la s ^ u n d a , una mujer libre de origen tacan por su calidad regulax, pero desde luego de conquistas del cinema sonoro. y de nacimiento, hija de unos padres que tienen mejor a las denvís, Caruión de Oriente, Amor en el prejuicio contrario de la lil>ertad y de la inventa y Alma libre. En Amor en venta y Alma A. DEL A M O A L G A R A dependencia. Después, este espíritu idealmente libre, Clarence Brown se contradice. EIii la pri-
« U senda del 9 » . e» un film en donde Clarence Brow n logra nvperar a loa de • « g¿aero, •cbre todo en realizació»
I
Clarence Brown, C M M todo, loa directore, y - q - j » . produce t « . b í é o »u obra iiiiiatnl H e a ^ mm _ » a i i n t « de «Caaeida de Onente»
te la enfermedad del hijo, v e n la tremenda inutilidad de su celebridad y d e su riqueza Un trágico ejemplo d e esto lo tenemos en el caso de aquella pobre y encantadora Francine Mussey. El triste easo de Franrinr Hussey Francine Mussey estaba en Berlín, rodando un film que se titulaba La miUtitud atdla. Cayó enfermo su hijo mientras ella trabajaba, y en pocas horas murió. L a artista creyó morir d e dolor. Pero el trabajo tenía sus crueles exigencias, y al día siguiente la actriz, venciendo todo su inmenso dolor de madre, hubo de seguir trabajando ante la cámara. A partir d e entonces, su v i d a y a no t u v o alegrías. T o d o era sombrío y hosco. N a d i e podía convencer a Francine de que la muerte del hijo había sido obra de la fatalidad; ella creía siempre que su presencia cerca del hijo hubiese salvado a éste. Cada v e z más llena d e sombras aquella vida para la que y a habia desaparecido toda ilusión, un día Francine Mussey su suicidó. •—
La erueldad de los eonlratos Claro es que estas artistas q u e saben enfermo a su hijo podrían suspender cl trabajo y romper el contrato. Pero esto, en la realidad, apenas lo puede hacer nadie. Sólo N o r m a Shearer, ante la proximidad de ser madre, se ha atrevido a suspender la realización de María Antanieta y a inmovilizar con ello enormes capitales invertidos eu la empresa. contratos habituales d e las artistas cinematográficos contienen cláusulas muy duras, y el incumplimiento d e éstas trae quebrantos muy graves, aunque la causa de ese incumplimiento esté en la enfermedad d e un hijo. Son contratos sin entrañas, qne en nada quieren entender sino en l o q u e allí está estipulado inflexiblemente. Y la ruptura de un contrato—^no importa que sea por una causa natural y lógica—es un hecho fatal para una actriz, y a veces la condena a la ruina definitiva d e su carrera y de su vida.
Virginia Bruee, eon su hijita Susán Ann Gilbert Tras el nacimiento de ésta, Virginia ha sabido vencer gallardam e n t e todos los riesgos q u e para uoa actriz de rinema supone la maternidad
j:,''^
liOs
Obstáculos, obstáeulos Otro peligro para las vedettes de cinema en América: el rapto de niños. Este miedo, esta pesadilla tienen que estremecer muchas veces a las actrices ricas y con hijos: Marlene Dietrich, N o r m a Shearer, Gloria Swanson... P o r m u y vigiladas que sus casas estén, n o podrán ser evitados los criminales hechos d e algunos hombres decididos a todo para lograr un rescate. Son muchos, en fin, los obstáculos para una compatibilidad entre el ser madre y el ser artista d e cinema. Hasta el mismo ritmo de su existencia es ima dificultad más. Porque, por ejemplo, en una etapa de trabajo, ellas v a n al Estudio a las siete y media o las ocho de la mañana y no regresan hasta la noche. Eso sin contar que h a y días enteros en que no pueden v e r a su hijo. Las nuevas madres del einema Cuando el rodaje termina, las artistas corren apresuradamente para v e r a su hijito. Muchas inquietudes, más q u e para una madre cualquiera, supone para ellas la maternidad. A pesar d e ello, las stars son unas excelentes madres d e familia. ¿Quizá porque lo son intermitentemente — p r ^ i m taría un escéptico—^y porque están descargadas d e loe cuidados materiales? L a maternidad supone para ellas el riesgo del desvío del público, del olv i d o de los productores, de la alteración de la belleza. Difícil prueba, d e la que no todas las artistas salen airosas. Pocas la salvarán con la gallardía y la fortuna de Virginia Bruce, embellecida tras el nacimiento d e su hijita Susán A n n Gilbert. Madres recientes son Joan Blondell. K a r e n Morlay, Joan Bennett, Francés D e e , Sally Eilers, D i x i e L e e . . . Sabido es q u e B e t t y R o w e ha renunciado a su trabajo para dar nn hijo a H e n r y Garat. Y todas ellas podrían ser un ejemplo para muchas d e esas madrea burguesas que dicen m u y seriamente q u e las artistas d e cinema nu deberían tener hijos.
Norma Slirarer. la Rran artista, que ante la projimidad de ser madre hizo suspender la realizaeiÓH dc HU p r i i e u l a • María Antmiieta»
Kl hijo en la artriz que triunfado A maternidad,
Glenda Karrell. la hellisima rubia, qur tras la ífvvr enfermedad d r HU hijo de los l-jrfudios r a que rila trabaiaba-dreidió no volver a separarse drl rbiquillo
empir7.a y el
Tommy-leio4
hij<» en la aetriz que ha
ttMla
placer y deber de madre, es una alegría frecuentemente negada a la-^ artistas de c i n e m a Muchas de éstas, j>or razones distinta**, se ven obligadas a prescindir en su v i d a d e (ísa gran felicidad del hijo. El intludable hec-ho plantea una serie d e preguntas en t o m o al problema: ¿Pueden esas nmjeres a quienes el cinema a^;af)ara cumplir verdaderamente con sus del>cres de ma<lre? ¿Es compatible el hijo y el cinema? ¿ X o puede a<;aso un hijo determinar en la salud de la madre un quebranto de tal clase que la lite para el trabaj<» a que se venía dedicando?
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imjMJsibi-
Para la actriz <jue empieza, el hijo su[>one casi siempre una tragedia. Aunque, naturalmente, es posible la excepción de qu«; ima de esas jóvenes madres tenga la pasión de la maternidad, y para ella este sentimiento se convierta en un escudo, en un ampani. Para la mujer que ha triunfmlo, el hijo se transíoi ma en un polo luminoso, sin las inquietmles financieras que yugulan ol des«> de mateniidad en tantas mujere;-. Mas no sc crea por esto que la comodidad y la seguridad materiales njsuelven to<lo. L a maternidad, aun en la artista de vida y «rarrera asegura<las, no «leja de tener sus sombras. Porque las exigeiK^ias d e su profesión vt!r<laderanient<' liraméticas, y las stars, an-
Í
T r á g i d o epilogo d e un drama d e la maternidad. £1 jununrato de HeKa Hayes y de « e n d a Farrell Helén H a y e e ha v i v i d o , a l o largo d e muchos días y muchas noches, horas angustiosas. Trabajaba en H o l l y w o o d , filmando uua película d e gran importancia, y mientras tanto, su hija se había puesto enferma en N u e v a Y o r k , con un ataque de parálisis infantil. Los minutos tenían para la actriz una lacerante emoción. Diariamente, acabado su trabajo, acudía al teléfono para conocer el estado de su h i j i t a Afortunadamente, ésta se salvó. Y Helén Hay es ha juratlo no volverse a separar d e la chiquilla U n juramento análogo a éste ha h e c h o la encantadora Quizá, ante esta ea- ^ cena de amor maGlenda Farrell, traslagrav e enfermedad d e su hijo ternal en « L a Venus rubia*, pasa por el penT o m m y . N a d i e adivinaría samiento de Marlene este drama tras el rostro Otetrích el recuerdo de su hijita-. alegre d e la rubia actriz.
C
G
OLOME (ANTOÑITA;!
Nació en Serilla el »8 de Febrero de 1912. Es trianera: Tino al mundo ecactamante eo la calle de Pureza, número 18. Su marcado acento andaluz, que la delata en la conTersación, desaparece ante el micrófono. En ScTtlla pasó su infanda j los primeros tiempos de su adoteacencia. Estiidió durante aeit aAos en el Colegio del Santo Anfel, y enseguida empezó a cursar al Bachillerato en el Instituto: su máxima aspiración era entonces seguir la «Miera de Farmacia. Pero el asar lo dispuso de otro modo: apenas terminado el Bachillerato Elemental, j cuando iba a acometer el Superior, la muerte del padre puso da reliere la necesidad de afrontar en plaso perentorio las obligaciones de la TÍda. Como desde ta niAez gustaba de lucir su linda tos, J por ello habla escuchado elogios alentadores, tratladéae • Madrid para estudiar Canto con la ¡atención de dedicarse a la escena. El nuestro Simonetti fu< su profesor, 7 pronto estuTo la muchacha en condiciones de presentarse ante el público. Mas los directores cinematográficos Eusebio Fernández Ardayln 7 Carlos San Martin, tras de rerla 7 oiría en la Academia, propusieron sts «jontiato a ios Estudios de la Paramount en Jolnrille. AlH permaneció ocho meses, 7 encamó dos papeles de escasa importancia en otros tantos films. La bancarrota de los Estudios determinó cu regreso a Fspafla. Trabajó durante una temporada en el Teatro TítoU, de Barcelona, oon las revistas de Campúa; no satisfecha del género, toITió al dne, 7 no tardó en conquistar categoría de estrella.
Peliculat qut ha interpretadot La puta verdad, Manuel Romero. UH homme en habit (versiOn francesa de Un caballero de frac), Saint-Gra-. nier. El hombre qtte se reia del amor, Benito Perojo. Mercedes, José Castellvi. AUU, Adolfo Trotz. El negro que tenia el alma blanca, Benito Perojo. Crisis mundial, Benito Perojo. Rataplán, Francisco Elias. £1 malvado Carabel, Edgar Neville.
(MADELEINE)
Estatura, 1,57 metros. Ojos pardos. Cabello rubio dorado.
I
WiUiam Clark GaUe nació ea Cádiz (Estado de Ohío) el i.° de Febrero de 1901. Muerta su madre a consecuencia del parto, 7 casado rn segundas nujKías su padre, pasó la infancia en casa de sus abuelos. Con profesores particulares empezó su formación cultural, 7 en Hopedale (Ohfo) se graduó en la segunda enseAanza. Queria ser médico, 7 asistió durante una temporada a las clases ooctiunas de la Universidad de Akrón. Pero rereses de fortuna obligáronle a buscar trabajo, 7 por mediación de su padre, empleado en la región petroUfera de Oklahoma, lo halló en et humilde oficio de taladrador de pozos. Poco después cobró su primer sueldo en un teatro, annq«e no como actor, sino en calidad de elaoMcista. Luefo fué cobrador de una C«(BpaA(a de Teléfonos, agente de anuados 7 operario en u n a fábrica. Marchó a HoIlTwood para probar fortuna en el cine, 7 consiguió aparecer como figurante en «El precio de la gloria» 7 «La viuda alegre». Surgió entonces una oportunidad teatral, 7 se apresuró a aprovecharla. Durante rarios aAos estuvo consagrado Mi cuerpo 7 a l m a a sus tareas escénica*, que le daban popularidad 7 holgura ecoaómica. En jira artística volvió a HoUjrwood, 7 de nuevo probó suerte en loa Estudios. Se le rechazó, diciendo q u e tenia demasiado grandes las orejas 7 poco atractíra ta figura; pero Lionel Baliymuie, q u e le conocia de cus tiempos de «extra», influ7Ó decisÍTamente, 7 gracia* • <1 se le facilitó el triunfo. Divorciado da Josephine Dillón, se casó por segunda Tez con Rita Laugkam. En 1934 ganó al premio de la Academia de Holl7wooé por «Sucedió una nechaa.
u
ENAUD
Nació en Paris el 21 de Febrero de 1903. El recuerdo ntás tito que de la niAez le queda es el de los cotidianos paseos a primera hora de la tarde por el Bosque de Bolonia. Hubo de interrumpir sus estudios escolares a causa de la guerra, que cerraba los Centros de enseAaiua por la escasez de personal docente, obligado a luchar en las trincheras. Cuando graves riesgos amenazaban la seguridad de Paris, ia familia Renaud se trasladó a Ro7án. Otra res en Paris, luego del armisticio, púsose Madeleine a completar su educación. A tos diez 7 seis aAos ingresó en el Conservatorio, 7 con afán se dio a inquirir los secretos de la declamación. No pasó mucho tiempo sin que profesores 7 compaAeros reconociesen en ella extraordinarias aptitudes dramáticas, prestigiadas oficialmente con la concesión, como final del aprendizaje, del primer premio de interpretación de comedias. El teatro más importante de Francia le abrió sus puertaa; poco deapuis fué contratada para una de las CompaAias que difunden el arte dramático francés ca al BMranjero, 7 con ella recorrió Suiza, Argelia 7 Egifto. Aureolada de singular nombradla oomo una de las mejores actrices contemporáneas de su pait, nunca petisó en pasar al cine. Pero viéndola trabajar, en el escenario de la Comedia Frase***, «1 productor Georges Maret, que preparaba U f Urnacite de «Juan de la Ltma», juagóla intárpnte ideal ptu^a esU d a U . Dwpués de !!Ste triunfa] primera salida al mmdo del :«tuIoide, la Paramount la contrató para sus Estudios de JoinTille. Desde entonces alterna el cine 7 et teatro.
(CLARK)
Estatura, I,8a metros. Ojos grises^C«>
Estatura, 1,55 « H M ^ Ojos negros. Cabello castailo c l a « É | H ^ a
R
A B L Ei
Pelíeula» qm* ha ietterpretmdot Juan de lm Luna (Jeán de la Lnne ) . Jeán Choux. Lm bella marinera (IM belle mariniére), Harry Lachman. Mistigri, Harry Lachman. La costurera de LunMO$ (La couluriére deLmUviUe), Hanrt Lachman. El túnel (Le tnmnel), Kurt Bembardt. El ladrón (Le voifur). La marcha nupcial (La marcii nuptiate), Mario Bonnard. PrimeTose. La maternal (La maíenuBe). Jeán Bénoit-Levy y Marie Epstein. Maria Chmpdelmine, Julién Duvivier.
Pelieutae que ha interpretadot Alma libre (A free soul), Clarence Brown. El dedo acusador (The finger points), John Francis Dillón. Susdn Lennox, Robert Z. Leonard. La hermana blanca (The white sister), Víctor Fleming. Danzad, locos, danzad (Dance, fools, dance). Harry Beaumont. Amor en venta (Possesed), Clarence Brown. Titanes del cielo (Hell dtvers), George HUÍ. De pura sangre (Sporlint, blood). Charles Brabin. Alma ie bailarina (Dancing Lady), Robert Z. Leonard. Tú eres mío iHoU vaur Mam ) , Sam Wood. Hombres en blanco (Men in }VhiU). Richard B o l e s l a v s k y . Encadenada (Chmúué), Clarence Brown. Sucedió urna noche (It happened one night), Frank Capra. Cuando el diablo asoma (Forsaking all others), W . S. Van Dyke. La llamada de la selva (Cali of the Wild). William Wellman. Vna aventura en ia noráí. R. Z. I ^ n a r d .
CICKY (GUSTAV)
Nació en Viena el ó de Julio de 1898. Estudió en et Colegio Teresianum, de su ciudad natal, 7 a los diez 7 ocho aAos abrazó la profesión cinematográfica. Entró como aperador al aenricio del Emperador de Austria: por sus méritos, al punto demostrados, se le destinó al Estado Ma7or de su pais, 7 en el campo de operaciones obturo durante la guerra negativos de tepottancia por Su cantidad 7 su calidad. Después del armisticio firmó tm conU«ts con los Estudios de ta Sascha, de Vtena, donde trabajó once aAos. Entre las películas fotopafiadas pot tí figuran «Sodoma 7 Goiaoil—, con Lucy I>aratn, 7 «La esclaM de la reina», coa Maria Korda. Dotftdo de iniciativas propias 7 de persoaaUsima visión del arte de la pantalla, 1 infi'xó a alternar las tareas de «carntramün» con las de realizador de films, y pronto abandonó aquéllas para consagr«tse a éstasA^na de sus primeras produotiones i.üidS'director- «La hija del amont—^fué asiotlMBo una de las primeras interpretaciones tfc Marline Dietrich. Se trasladó a Alemania en busca de ma70(«8 horizontes, j tras de animar unas cuaatas cintas para la Bavaria, ingresó en tos Estudios da la Ufa, a U que ha dado les frutos maduros de su técnica. En 1934 ganó, por la realización de «Fugitivos», el Gran Premio del Estado, que se adjudicaba la primera vez; su película «Santa Juana de Arco» ha sido exenU de impuastos en Alemania en atención a su elevada categoría artística. Está easado desde I9>0 con la actriz Bett7 Bird, f r o tagonista del film «Estudiantes». EsUtura, 1,75 Cabello rastafio.
metros. Ojos azules
Polieuiae que ha dirigidoi Ei» berserer Herr. La hija del amor (Kaff Elehtric). La Pompee de París (De^.Spieltong von Pmris). La mariposa il» oro (Goldener Schmeherlung). La mateara de oro (Goldene Mashe). Tingf-Tmngl. El recluso de Estambul (SirmfUng vo* Stambul). Der unsterlische Lump. Un concierto en SansSouci (Flotenhonzert von Sansotui). Jorch. Hombre sin nombre (Mensch ohne Nukmen). Hokus-Poxus. Ordenes secretas (Geheimolienst). Crepúsculo rojo (Morgenrot). Fugitivos (Flüehlinge ) . Soche de Mayo (Der Jmnge Barón h'euhaus). Santa J%tmna de Arco (Das Madchen Johanna).
El nombre de Lina legros se ha impuesto rápidamente en nuestro cinema y ha conocido, sin ese largo y doloroso calvario que es frecuente en otras artistas, la gloria cinematográfica. rSor Angélica* ha paseado en triunfo por todas las salas españolas el rostro y el arte de Lina Yegros. La joven estrella es ya, efectivamente, una figura de nuestro cinema. Pero lo interesante en ella es lo que todc puede hacer y lo que de su gran bilidad puede esperar nuestro ei
ENE Y
fundamental en el cine son las imágenes, la duda cinematográficas, harto olvidadas en los coA está en marcha la primera pelicula de se convirtió en certeza; el film sonoro, o, por mienzos del sonoro. Cuando la pantalla romKené Clair para la Ix)ndon Film. Y a en lo menos, el film sonoro tal como se mostraba, pió a hablar, alzóse entre los más adictos al séplos Estudios de Denham se alzan decoera la negación de toda virtud cinematográfica. timo arte im fantasma de expectación y duda, rados imponentes, que representan exteriores e De ahí que grandes y chicos, aficionados y promás duda que expectación, para ser sinceros. interiores de un castillo escocés, reproducidos esfesionales, desde Charlie Qiaplín al último arY cuando de América llegaron las primeras reacrupulosamente por técnicos en decoración, los ticulista de un periódico provinciano, procurasen lizaciones, ideadas y hechas con el exclusivo promejores técnicos de Inglaterra, puesto que Alegritar más fuerte que la pantalla misma para pósito de dar a los actores ocasiones para dialoxander K o r d a , director general de la entidad oponerse a lo que se creía pasajera locura de gar o para cantar con olvido absoluto de que lo productora, se ha complacido en poner a dispoHollywood. sición de su c o l ^ a francés los • • • • Pero la locura no fué pasajera, elementos más valiosos que en ni se limitó a Hollywood, y entodos los ramos variadísimos de seguida dejó de ser locura para la impresión cinematográfica po convertirse en una realidad más día ofrecerle. Y sabido es que Aleo menos grata para muchos, pen) xander K o r d a sabe seleccionar e irmegable para .todos. Y a cargo incluso adiestrar, cuando es precide Rene Clair está el haber devuelso, las colaboraciones más importo a incontables desilusionados la tantes. fe en el cine avalorado por la conUn año entero pasó Rene Clair quista sonora. Sovs les toits de Painactivo. I^a frialdad con que púris hizo el milagro; en esa peblico y crítica acogieron su más lícula prodigiosa, maravilla de arreciente cinta francesa — Le derte y de técnica—que los americanier milliardaire — le abrumó de nos han desdeñado olímpicamentristeza. A quien como él pone te, mientras se entusiasmaban con el corazón en su trabajo y deMae W e s t y se doblaban de rimuestra en toda ocasión su insa con las gansadas de Joe E. compatibilidad absoluta con cuanBrown—, demostró Reno Clair que to sea rutina, ligereza o egoísmo lo necesario a las cintas parlanen busca d e fáciles ganancias, tes no era devolverles su mudez himde en perplejas cavilaciones primitiva, sino r e a l i z a r l a s con cualquier descsJabro. Y el último arreglo a normas nuevas que susufrido no fué pequeño; las pubiesen dosificar, administrar y reblicaciones que siempre fueran inacionar la imagen y el sonido. condicionales del gran animador ¿Que es el huevo de Colón? Conno pudieron n ^ a r que, por esta formes; pero, según parece, hubievez. Rene Clair se habia equivoron de transcurrir muchos siglos cado. hasta que a un hombre se le ocuPero una equivocación no puerrió que el modo de mantener dede ser mancha transcendentfid en recho un huevo consistía en darla v i d a de un hombre que dio al le unos golpecitos en su extremo cine muchos motivos de gloría. L a más redondo. carrera de Rene Clair es tma de Y la resolución del problema las más fecundas y afortunadas de que planteaba la cinematografía la pantalla francesa; un sólo hesonora no t u v o que esperar siglos, cho referente a ima de sus peUcuni siquiera años: bastaron unos las bastarla para rendirle justísimeses para que Kené Clair diera mos honores; ese hecho es el sicon el inocente secreto. guiente: Rene Clair fué el prime Y a el animador, en esa éf>oca, ro que dio calidad artística al cine gozaba de justísima nombradla. parlante, el primero que utilizó la Kl magnifiro caatíllo medieval de Clourie, en i->eocia, eaeenarío del primer film i n g l ^ ün sombrero de paja italiana y nueva fórmula volviendo por los Los dos tímidos, sus postreras reade Ren¿ Clair fueros de verdad de las esencias
lizaoionet! silenciosas, f)roclamaion en todo el mundo los méritos de este j o v e n cineasta, que antes de doblar la curva de los treinta años hacía alarde de [)lenitud en el dominio de un tute difícil y complejo, al que cada día donaba señeras aportaciones de ingenio y de inquietud técnica. N a c i ó con soberbio acierto al mundo del cinema este simpAtico periodista y escritor que había de acertar incluso cuando eligió para su lucha y para su gloria un apellido simbólico llamado a iluminar en la senda del cinematógrafo. P o n i u e Rene Clair se llama, según sus documentos personales. Rene Chomette, y es hermano de I l e n i i Chomette, asimismo interesante personalidad del séptimo arte francés: autor y realizador de films de vanguardia tan curiosos como Jeux des fíeflets et de la Vitesse y Cinq minutes de Cinema pur; ayudante de animadores franceses como Jacques de Baroncelli, Robert Boudrioz y Jacques Feyder; dialoguista y codirector en la actualidad de muchas versiones francesas rodadas en los Estudios alemanes, entre ellas Turandot, princesa de China y FJl rarón gitano. En su primera película, esa farsa originalísima
Una ri-cicnte Tolo <le Jrun Arthur. <ir>.ta<-a<la in tt-rprt'te del prinier film inglés de Kené Clair
VI
Rene f.lair dirigiendo una eseena de su film . 14 de Julio», otro de los positivos aciertos de este genial rralizador
Kol>«rt Donat, el notabilísimo galán inglés, tiene, en la cinta que Kené Clair realiza en Inglaterra, una brillante intervención
y deliciosa que se titula Paris dormido o el rayo verde, Rene Clair demostró que sabía lo que queria y , además, sabía cómo conseguirlo, inventando trucos sorprendentes, cuando eran necesarios, y supliendo a fuerza de talento la escasez de medios materiales. Sous les toits de Paris- <pie la revista alemana Der Deutsche consagró, por votación de sus lectores, cf)mo la mejor pelí(!ula de 1980—marca el pimto de trímsi(;ión. Con bis cuantiosas exigencias del cine sonoro se han movilizado capitales on abundancia, y y a no tendrá Rene Clair. como
le o c u n i ó mientras hacía films mudos con gran penuria económica, que regresar a pie más de una v e z , terminada la tarea, desde las afueras de París, en que se impresionaran escenas exteriores. Et millón, ¡ Vira la libertad!, 14 de Julio, son, salvados los méritos relativos de «-ada una, tres cintas ejemplares. P o r eso, tras el desconcierto cfue le produjera su fracaso con su último film. Rene Clair pasó un año ent ero de calma y estudio. Y cuando la serenidad v o l v i ó Hmpiamente a presidir su cerebro, aprestóse a realizar la cinta que tenía comprometida con Alexander K o r d a para la Ijondon Film. N o era éste el primer ofrecimiento que de otros países habíase formulado a Kené f^air, pero sí el primero que para trabajar en Estudios extranjeros decidíase el gran animador a aceptar. Y la película está en marcha, l'na película que, a juzgar por cuanto de ella se sabe ha-sta hoy, prometeser un regalo substancióse» para los aman-
tes del cine. H e aquí el título: Ihe Ghost goes West, que pudiera traducirse así: El Oípectro se va cd Oeste. El asunto, en el que se nota positiva influencia de Osear Wilde, tiene un punto de arranque tan atrayente como original: l'n milhmario americano viaja f-on su hija por Ing l a t e n a ; la hija, enamorada de los viejos documentos cn piedra, adquiere el magnifico castillo mpdrnrrtl d e fllottrie, y llegado el momento d e retornar a los FMados 1'nidos, lo hace desmontar piedra por j)iedra jiiira edificarlo de nuevo al otro lado del Atlántico. Pero algo invisible sigue al castillo en su pintoresco viaje; ese algo es el fantasma, un clásico fantasma inglés, que <lesde hace varios siglos tiene el edificio como suyo. Asi se üiicia la película: la fantasía de R e ne H a i r sabrá desarrollarla con su ingenio y su pericia acostumbrados. Ix) (pie no pertenece al reino de la fantasía es el castillo elegido como escenario de la historia, (llourie Castie es una de las construcciones más bellas y j)erfectas del arte escocés de la Edad Media. Las importantes refonnas y reedificaciones realizadas en 1740 conservan el encanto primitivo de este monumento admirable, que los decoradores y arquitectos del cine han ret:onst n i í d o ca«i totalmente en los Estudios. Varias estrellas famosas encaman los personajes de la cinta: .Feán Parker es la caprichosa americanita; Eugene Pallette hace i m millonario yanqui de los que juzgan que con dinero se vence toda suerte de obstáculos; R o b e r t Donat, el j o v e n actor inglés que con un par de peliculas ha llegado a la categoría de estrella, da v i d a a dos paj)eles: el galán y el fantasma protagonista; otros intérpretes son Elsa Lanchester—esposa de Charles íiaughton, y gran actriz del teatro y el cine ingles&s- , Everly Círegg y Morton Selteen. Como operador actúa Hal Ro.s.son maestro en el dominio de la cámara mejor que en conocer los secretos del c<uazón de Jeán H a r l o w , de la que fué efímero cspo.so. CARL08 DE MADRID
Ralto G R A N D I O S O ÉXITO DE LA SUP E R P R O D U C C I Ó N ESPAÍÍOIA 3f
ü
CON
,C3.s
Dirección: EUSEBIO
FERNANDEZ
ARDAVÍN
UN FILM QUE HONRA AL CINEMA ESPAÑOL
DISTRIBÜICION
HISPANIATOBIS
RADÍO
Ricardo , Mirria
CORTEl L O Y *
I.A.
M
Del film <T. S. F . . . de M. Iglesias (Del C. C A.) i
Del film «.\-4>«, de Ensebio Ferrer
Del documental «Cadaqués», de .M. Iglesias, J, Casal* y J. Í : O I I (del
L
A temporada que ahora empieza p r o m e t e J ser interesante para cuantos nos preocupamos del desarrollo do nuestra <;inematogra fia amateur. Se trabaja afanosamente para terminar el montaje de todo lo filmado durante ol estío y proceder enseguida a la sincronización. Según los datos recogidos por los centros « m a teurg, este año veremos más d e ochenta producciones, en su mayoría documentales de viajes. Claro que también se proyectarán films d e argumentos, pues desde poco tiempo a esta parte se acusa una agradable reacción en favor del argu-
consiguiente, el cineasta debe someterse a un; entrenamiento completo y constante, ensayando todos los medios de expresión y técnica cinematográfica si pretende figurar entre los realizadores ! de profesión. P a r a ello, no sólo es necesario el c o - [ nocimiento de la cámara cinemática, sino q u e ; estos conocimientos deben ser ampliados hasta conocer la rápida y perfecta movilización de personajes en el set, caracterización y expresión de los intérpretes, e t c , e t c , sin olvidar ni un solo instante la conexión con todos los elementos técnicos y artísticos, sin los cuales no es posible la realización de un film. Así es que el cineasta amateur lo que tiene que hacer es huir de la soledad en que ahora actúa y producir en colaboración; rodearse—si siente el cine y pretende, c o m o es lógico, haberlo bien—de asesores técnicos y artísticos y enfrentarse con problemas psicológicos; llevar a la nítida superficie de la pantalla pasiones humanas y dejar, por ahiora d e mostramos las bellísimas—-pero insubstanciales— vistas panorámicas de Mallorca.
mentó y de la colaboración. X o obstante, sigue existiendo la tendencia a filmar pequeños reportajes y documentales de viajes, no sólo por ser de más fácil realización, sino porque im determinado seiítor sostiene la tesis de que los cineastas amateurs no deben acometer otras cosas que las que hasta ahora se han hecho, sin tener en cuenta qne en toda obra de arte—y sobre t o d o en cinema—nunca llega a decirse la última palabra. Y muchísimo menos se puede afirmar, c o m o se hizo, que el cine amateur es distinto del profesional, cuando la verdad es que sólo hay cinema. Es el hombre, y n o la obra, el que cambia. L a diferencia consiste en que el profesional cobra [)or filmar 3' el amateur paga. T a m b i é n debe tenerse en cuenta que el cine amateur es la antesala del profesionalismo; por
U n ejemplo a seguir por todos los amateurs debe ser el de Cinematic Club Amateur, que desde su fundación, en el año 1932, se dedicó a la realización de films en colaboración, siendo por ahora la primera y única entidad de cinema amateur que produce todas sus cintas colectivamente. El Club está dividido en tres departamentos, a saber: técnico, artístico y literario, en cuyos departamentas se organizan las partes respectivas que intervienen en el film, y a sea éste por cuenta del club o de tm asociado cualquiera que solicite aquellos servicios. El primer film realizado por el Cinematic fué Falsedad, argumento de M a t e o Segura y dirección de Miguel Iglesias. Siguió luego T . S. F., escenario y dirección de M . Iglesias, cámara de G. Falgueras y J. Casáis; un film corto titulado Baüe gitano, protagonizado por la bailarina .losefina Arai'eli. Varios asociados realizaron un reportaje titulailo Retalls harcelonins. Poco des pues, M . Iglesias, J. Casáis y J, Coll nidaban el documental Caduques, seguido d e im film producido j)or M , Iglesias: Un as per amor. En la
. U n as para el amor», del film de ,M. Iglesias (Del C. C. \ .
I n momento del film de Cirona r D e Paula a la fábula»
«Firsta mayor», de F.usebío.Ferrer
C. C, A,)
actualidad se está terminando el rodaje do Vn pantalón para dos, argumento, dirección y música de M , Iglesias, cámara de J. Casáis. Además de la edición de dichos films y de otros que tiene en cartera, el Cinematic viene organizando una serie de cursillos y conferenciai. sobre la dire<!ción, la cámara, el guión, el ritmo, etcétera, que han resultado muy interesantes. Últimamente el Cinematic ha convocado su primer Concurso para films de argumento do nueve y medio milímetros, que llama la atención por tratarse de algo nuevo dentro de los Cuncur-
Del film de E. Ferrer «Fiesta mayor»
SOS de cine amateur, y a que, en el deseo de estimular la filmación de argumentos por colectividad, se instituyen premios para las diferentes partes de un film de argumento, distinguiendo así la labor de cada itna de ellas, lo cual, injustnmente. no se había hecho hasta ahora. Como puede verse, la labor de este Club . admirable c o m o táctica u orient ación, pues aunque hasta ahora la calidad de su producción no haya conseguido destacarse—hay que tener en cuenta que son sus elementos directivos muy j ó venes y sus posibilidades económicas muy limitadas—, es elogiable, y no tardaremos mucho en v e r los óptimos f m t o s de su magnifica organización. CARRASCO DE L A RUBIA Barcelona.
Del film de K. Ferrer «(Ustigaderes castigados»
Breve* normas sobre el criterio de la moda del sombrero y del vestido para la estación invemed MTRE el fárrago deacmicertaiite y heterogéneo de J los modelos que el numen creador de los modistos coropeos pretende imponer para las estaciones próximas, sólo una particularidad merece nuestra incondicional afnxtbación. E s ella la qne atañe al colorido de los atavíos femeniles, cuyas tonalidades, según las horas del dia avanzan, tienden a adoptar las gamas más obscuras, hasta llegar al negro absoluto en ias robes de soirée. E s ésta uoa nota de suprem a distinción, que ha de ser acogida con el máximo agrado por las damas verdaderamente elegantes. E n efecto, repasando las colecciones de modelos otoñales, c incluso en los de invierno más acentuadamente, adviértese esta plausible modalidad. Así, los trajes de mañana adoptan las tonalidades claras y luminosas; los de tarde, un colorido neutro y crepuscular, y los de noche, en su mayoría, muestran decidida predilección por el negro total. Solamente en los modelos creados para las jóvenes damitas eata tendencia establece alguna modificación y se sirve de tejidos de tonalidadfes claras; pero aun en estos casos se proscriben en absoluto las telas brillantes y demasiado ostentosas. E s decir, que por esta vez, y acaso a manera de compensación—posiblemente no deliberada, sino casual—, los evidentes desaciertos qne inspiran las lineas generales de la vaoda. de otoño e invierno se neutralizan por el acierto que significa la adopción de coloridos lógicos, sensatos, de acuerdo oon ias horas de la j o m a d a . Rose Valois, Suzy, Agnes, L e Monnier, Jane Blanchot y, en suma, todos los nombres prestigiosos en la creación de tocados femeniles, han danzado» este
.^rribaí Wendy Barrie, la joven actriz llamada a •er m breve estrella de primera maanitud, viste en nuestra foto un sencillo traje de noche, de aiagalar diatioción y elegancia
Abajoi Francés Drake está considerada, juaUmente, eomo una de U « más elegantes actrices del nim. Vedla luciendo un juvenil atavio de maña-
l-:n la ailuete: Mary Boland, notable actriz cinematográfica, eibibe en eata página un originalí« M M <troñ fiÍTes*, muy apropiado para esto* actuales días de otoño
año los modelos más diversos y profusos. H a y en ellos, como es lógico, una correspondencia con la orientación actual de los vestidos; pero así como en éstos, según ya hemos insinuado reiteradamente, escasean los aciertos absolutos, en los sombreros se advierte una distinción positiva, una elegancia auténtica, a la que, de seguro, no es completamente ajena la influencia de la reciente Exposición de arte italiano celebrada en Francia, y de la cual algunos modistos de sombreros han extraído orientaciones plenas de seducción y de finura, singularmente en lo que a las tocas se refiere, cuyo auge en las próximas estaciones se presiente.
vación, cuya elocuencia no pasará inadvertida a nuestras lectoras. E s curioso notar cómo, en lo que a los tocados femeninos se refiere, la divergencia que se acusa perpetuamente entre la tendencia yanqui y la tendencia europea para los vestidos apenas se hace sensible, t-^nas veces son los vestidos norteamericanos los que acusan un retomo a las pomposidades y extravagancias de épocas pasadas, resucitadas con evidente desacierto, y son otras los modistos europeos quien incurren en semejante pecado. E n cambio, en lo que atañe a los sombreros, suele reiterarse con gran frecuencia el caso que se produce en la actual temporada, y que hace coincidir en su orientación—gorritos breves, sencillos, de escueta ornamentación—al sentido continental de la moda con el criterio neoyorkino, centro y nervio de las elegancias yanquis.
Puede, pues, afirmarse, sin sospecha de error, que el tipo de sombrero que en otoño y en invierno gozará del favor de las damas será la toca, en sus mil diversas y seductoras formas y en los múltiples materiales que en su confección pueden emplearse. Y de las tocas serán las preferidas aquellas de forma ancha, qne, colocadas h a d a atrás, descubren la frente por completo y { M ^ t a n al rostro nn singular encanto y un irresistil>te hechizo.
¿Por qué es esto asi?, preguntará alguien. Y nosotros, sin que con ello pretendamos sentar una teoría inédita, sino señalar un hecho evidente y mil veces advertido, respondemos sencilla y llanamente que ello es debido a que así como en los vestidos las mnjeres dejan en plena libertad a los modistos para q u e «lancen» con absoluta independencia sus modelos, no ocurre lo mismo con los sombreros, cuya tendencia imponen de un modo imperceptible, pero indudable, adoptando para cada estación dos o tres modelos-tipos de todos cuantos les «on ofrecidos por los modistos. M
Margare! L i a d s a y vist i e a d « a a traje ée «georgette» e s t a i pads eon u a motivo <eiii• é » , euya av* p r e a i a elegaacia eeapleta el graeioso y favo-
Danielle P a r o l a es ano 4e los astros q n e c o n más intenso fulgor brillan e a el f i r m a m e n t o cinematográfico alemáo, o o r su arte y sa belleaa. V e d l a a q a i Inc i e a d o u n o dc los audaces atavioo qne viste en «El barda g i t a M »
A un rostro bello, eomo el de esta mmebacba q u e esgrime eon g r a n c o quetería esc tras»párente abanico, caalqaier «trapo> le favorece. V así es, en efecto. El trajerito q a e viste, de piqué de seda, es de uaa suprema sencílles, q a e no esc' la eieganeta
También la boina, en sns mil diversos aspectos, disfrutará de una boga extraordinaria, sin d u d a alguna porque independientemente de que, como la toca, resolta extremadamente favorecedora para los rostros femeniles, permite lucir cómodamente esos grandes y suntuosos abrigas cuyo adorno principal son las pieles fonjes y voluminosas, y que con otros tocados menos cómodos resulta imposible llevar. E l gran sombrero de terciopelo negro, ostentoso y de un chic acaso demasiado espectacular, también^ figura en determinadas colecciones; pero en tal mi-J noria, que puede considerársele y a como derrot por las l>reves y airosas toqnitas y las sencillas y ek gantísimas boinas. Dentro de estas dos modalidades, se ofrece a avidez siempre insatisfecha de las damas la máxii diversidad de formas y la variedad más insosp d a de materiales. Pieles, gros grain, terciopelos, plumas, minockes, fieltros, cuchillos, aigrettes, son los elementos primordiales que integran las creaciones actuales de sombreros, diestramente manejados por las hábiles manos de las costureras, que lográn, al ser tamizados por su inspiración, verdaderas obras de arte. Y ahora consignemos un detalle de nuestra obser-
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Id» • v \ i t ^
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elines RodrĂguez D a m a jovca
,
Bibliotrca de
que el hombre ha venido hasta aquí para traerlo. N o he tenido más remedio q u e invitarle a un vasito..., y me ha parecido correcto tomarme yo otro para acompañarle. Son sacrificios que uno tiene que hacer por los demás. M U J E R . — P u e s mira, cuando tengas que sacrificarte, no vayas a ese establecimiento, porque te llevan muy caro. ¡Seis pesetas dos v a sos!... JOSEFA, a
mientras
las
sobre
dos
habla,
niñas,
la cama.
Durante
de N I C A S I O , la imagen persxsle Lentamente, man
en
en la las dos
como de veinte miendo.
ha
dejado
dormidas la
ya, réplica
de las
niñas
niñas
se
transfor-
muchachas
jóvenes,
años,
Se oyen
también
voces
N I C A S I O . — ¿ P e r o te has vuelto a acostar otra vez? i H a y que tener paciencial T E R E S A . — ¿ Y qué iba a hacer desde las cinco de la mañana, que y a tenía listo su almuerzo? N I C A S I O . — ¡ Y a te estás quitando de mi vista, si no quiés que te r o m pa las costillas, arrastra! Va
dur-
fuera.
a pegarla.
momento
N I C A S I O . — | T e r e ! ¡Tere! ¿Dónde se habrá metió esa condena? L o s jóvenes y,
se incorporan
asustadas
precipitadamente,
saltan
lecho. T E R E S A se viste con y sale de la
pantalla.
DON O U I N T I X , E L A M A R G A O
NÚM.
44.
do
hacia
momento
habitación,
Corral
N I C A S I O mira
del
presteza
de
la
casilla.
con gesto
TERESA, sale del
que
avinagraen
interior.
aquel
FELISA
sale en
y se interpone
aquel
entre
los
dos.
F E L I S A . — N o empiece usted, padre. N I C A S I O . — ¿ P u e s no v o y a empezar? ¿Sabes lo que me ha hecho de almuerzo? T E R E S A . — P u e s lo que usted me dijo: unas patatas viudas. N I C A S I O . — ¡ Y tan buenas! Como que al destapar la tartera me he
cama,
como
de
una
Se
sale de la 30.
de
y,
de
lloriqueo
NICASIO
baja
un
farol,
alcoba. NICASIO
exf>resa
abre
la
puerta
Ve a la niña.
contrariedad.
niña hay
la
el
tomando
la carretera.
cara
oye
criatura.
de la cama NI)M.
algo acabara
si
despertarles.
una
alumbrándose
carta.
con
el
Su
Sobre La
lee,'
farol.
Leyenda: «Si su mujer quiere criar a esta niña, recibirá usted ciento veinticinco pesetas mensuales mientras viva la criatura.» NÚM.
31.
Medio
cambia vu
plano.
de gesto.
¡ve a entrar
NÚM.
32.
con
la niña
en la
Alcoba.
la niña
NICASIO
Toma
NICASIO
en
y
casilla, entra
brazos.
N I C A S I O . — ¡ J o s e f a , nos acaba de caer el gordo! Josefa, su
muidlo adormilada, marido
NÚM.
33.
Al
QUINTÍN,
día
siguiente.
en su casa,
a
do de M A R G O T
y
puerta.
de la
34.
DON
acompaña-
el timbre NÚM.
mira
sorprendida.
SEFINI.
MARGOT
se
Suetta
dirige
a
abrir.
35. Puerta del piso. M A R GOT abre v se etKuentra con M A -
NÚM.
RÍA,
que
se
muestra
confusa
sorpremiida
al ver a aquella
jer
de su
en casa
MARGOT.—¿A aquí?
y mu-
marido.
qué viene
usted
M A R Í A . — - ¿ Y usted quién es para preguntármelo? M A R G O T . — L a dueña de la casa. ¿Es suficiente? M A R Í A . — E n esta casa vive mi marido y está mi hija. P o r mu> dueña que se crea usted, no podrá impedirme hablar con él. M A R G O T . — S u marido no tiene nada que hablai' con usted; y si quiere ahorrarse un disgusto serio, hará usted m u y bien en marcharse. M A R Í A . — M e marcharé; pero con mi hija. Si ese hombre no tiene entrañas, que me la devuelva. Maria
se ha ido exaltando
gradual-
mente.
MARGOT,
que se da
ta
escándalo
que
del
cambia
se
poco a poco de
cuenavecina,
actitud,
M A R G O T . — ¿ S e atreve usted a hablar de su hija después de haberla abandonado? M A R Í A . — ¡ Y o no la he abandonado! Quise que la viera su padre para ablandar su corazón: pero y a veo que me he equivocado, y quiero llevarme lo que es mío. L o pediré a gritos. (Alborotaré la ca-sa! (Solloza,) ¡Devuélvame a mi hija! (Gritando
¡Hija mía!
e
intentando
entrar.)
M A R G O T . — V a m o s , no hay que ponerse asi H á g a l o por la niña. Considere la vida q u e le espera si se la lleva. L^sted no tiene con qué mantenerla y... ¡Está en una edad tan delicada! E n cambio, aquf no ie faltará nada. MARÍA
aun
intenta
débilmente
trar en la casa, siempre por M A R G O T . Pero mienzan dulce
empezado NÚM
36.
coruenida
sus fuerzas
a abandonarla.
e hipócrita a
co-
La
voz
de M A R G O T
ejercer
Interior
su
del
QUINTÍN
se halla junto
mirando
a la
tado a la mesa,
en-
calle.
ha
efecto.
piso, D O N al
halcón
SEFINI,
hace un
sen-
solitario.
Q U I N T Í N . — ¿ Q u é hará ésa en la puerta tanto tiempo? S E F I N I . — E s t a r á chismorreando con alguna vecina. NÚM.
37.
Escalera
de
la
casa.
M A R G O T ha conducido a M A R Í A hasta los primeros RÍA
ya
no llora.
f>eldaños. M A Tiene
ausente,
desencajado,
conducir
casi
y
un
aire
se
deja
fnaquinahnetue.
M A R G O T . — A s í es mejor. E s u.sted m u y buena, María. Quiero ser
amiga suya en adelante. ¡Aquí está mi mano! Le tiende la mano.
MARÍA
la mira
a los ojos;
y,
estrechar
sin
tiende, jar las NÚM.
hallan
mano
vuelta que
comienza
It
a ba
escaleras.
38.
entra
la
llorando,
reaccioruz,
da media
Plano
en
el
general.
cuarto
en
D O N QUINTÍN
MARGO: donde
y
su
í.
ami
go.
Q U I N T Í N . — ¿ Q u i é n era? M A R G O T . — N a d i e . . . E l chico de l. tienda. Q U I N T Í N . — N o seas embustera Dime quién era. M A R G O T . — T u mujer. Q U I N T Í N . — E n t o n c e s , ¿por qu« mientes? M A R G O T . — P o r no disgustarte Quería dinero... Q U I N T Í N . — ¿ Q u e quería dinero! M A R G O T . — S í . Pero no te preocupes, que y a la he alejado y no volverá. Q U I N T Í N . — ¡ L a s mujeres sois todas unas infames! ¡Maldita sea mi suerte! Fundido.
Ilibliotcca de
N Ú M . 3 9 . Sala de juego presentada anteriormente. En una mesa de ruleta, entre oíros jugadores, se halla el vejete. Llega a su lado el M A T Ó N . CROUPIER.—¡Veintinueve! ¡Encarnado! ¡Impar y pasa! El vejete da unos golpecitos en el tapete, junto al dinero de su puesta. El M A T Ó N le loca en el hombro. Se vuelve el vejete y ve cómo aquél se desabrocha la americana y le enseña la culata del revólver. El vejete relira su brazo, lleno de miedo, y deja que el M A T Ó N cobre por él. El M A T Ó N , con insultante
chulería, toma del montón de fichas que tiene el vejete junto a sl una de ellas y se la da al C R O U PIER.
M A T Ó N , — ¡ P a r a los empleados! N Ú M . 40. Transición. Poco después, en un rincón del fjar, se hallan
M A R Q O T y el
MATÓN,
hablando en voz baja. M A T Ó N , — ¡ A m o s , anda! ¿Vas a salir ahora con escrúpulos? M A R G O T . — N o son escrúpulos. Es que la cosa no es tan fácil como tú crees. M A T Ó N , — N a d a de excusas. Tiene que ser hoy mismo. Esta noche habrá en la caja más de cinco mil
duros. Si los coges, mañana hacemos nuestro viaje de bodas. MARGOT.—¡Claro! Y don Quintín, al ver que faltamos los dos, se dará cuenta de quién es mi «esposo», y como trt estás fichao, nos echarán el guante enseguida... El M A T Ó N reflexiona un momento. M A T Ó N . — B u e n o , todo se puede arreglar. Coges el dinero esta noche, y mañana, en el primer tren, sale» para Bilbao. Yo seguiré viniendo por aquí un par de días más. ¿Hace? M A R G O T . — H o m b r e , así... M A T Ó N . — Y pa que no sospechen
que tengo dinero, sigo levantando muertos; que ya tengo a la casa muy acostumbrada. ¿Te decides? M A R O O T . — M e decido. M A T Ó N . — ¡ A s í me gusUn las mujeres' M A R G O T . — P o r ti hago yo lo que sea. Además, que estoy muy harta ya de aguantar a esc tío. NÚM. 41. Al día siguiente. Sala de juego. D O N Q U I N T Í N se halla vigilartdo utM de las mesas. El vejete taca un duro y lo porte en un nútnero. Como ve que el M A T Ó N esti a su lado, coloca el índice encima del duro y se disporu a seguir en esa posición hasta que canten el nú-
DON Q U I N T Í N , E L A M A R U A U Í
mero. El matón se desabrocha la a.nericana y enseña la culata del revólver. El vejete, sin inmutarse, se desabrocha la suya—siempre con su dedo sobre la moneda—y muestra, saliendo de su chaleco, una enorme culata de revólver. C R O U P I E R . — ¡ D i e z y siete! ¡Negro, impar y falta! Es el número del vejete. El C R O U P I E R comiema a pagar. El M A T Ó N quiere agredir al vejete, y éste se dispone a defenderse. Los jugadores les separan. Cuando el vejete va a recoger su ganancia, se encuentra con que no está en la mesa.
Alguien, aprovechando la confusión, se la ha quitado, NÚM. 42, D O N Q U I N T Í N entra en su despacho. .ilH está S E F I N I . , Q U I N T Í N . — ¿ N o ha venido aún Margot? S E F I N I . — N o , no la he visto. Un empleado entra. E M P L E A D O , — Un dependiente trae esto, don Quintín. (Le entrega un paquete y una factura.) Q U I N T Í N . — D i l e que espere un poco. Mira, Sefini, la sorpresa que le preparo a Margot... Deshace el paquete. Dentro hay un estuche. Lo abre y aparece un solitario.
S E F I N I . — ¡ V a y a solitario! ¿Y qué N I C A S I O . — N o andas muy desmosca le ha picao a usted? camina. Mira. (Le enseña el dinero. ) La pensión de la chica. Me la Q U I N T Í N . — A l fin y al cabo, Maracaba de dar el peatón. got es la única persona que me muestra afecto. Creo que me quiere, y yo no soy-desagradecido. D O N Q U I N T Í N , con la factura en la mano, va a la caja, la abre y... en su cara se pinta la más viva sorpresa. Q U I N T Í N . — ¿ Q u é e s esto? Aquí ha andado alguien... ¡Me han robadol S E F I N I se precipita a la caja. S E F I N I . — ¿ E s posible? Los dos miran la caja y registran su interior. S E F I N I encuentra una carta dirigida a D O N Q U I N T Í N , y se la entrega. D O N Q U I N T Í N lee: «Estoy harta de ti. Fres un amargao y amargas la vida de los que te rodean. Como comprenderás, algo vale lo que te he aguantado, y me lo cobro ahora. No te molestes en buscarme. Huyo lejos de Madrid. Margot.*'. D O N Q U I N T Í N cree volverse loco de i rabia. N Ú M . 43. Casilla de peones camineros. La mujer de N I C A S I O amamanta a dos niñas, una en cada pecho. Llega N I C A S I O . algo borracho. NICASIO (canturreando): ... que me han de enterrar en una bodega, dentro de una cuba... M U J E R . — E s o debían hacer, sinvergüenza. ¿Ya vienes cargao? NicASio.—No me eches el toro ' todavía, que tó tiene su explicación..., y si vengo alegre no es debió a que me haya extralimitao. M U J E R . — S e r á que te ha tocao la Lotería...
MUJER (cogiendo el dinero).— ¿Te la acaban de dar y ya faltan seis pesetas? N I C A S I O . — M u j e r , ten en cuenta .
UNA
PROVINCIANA
tor es el siguiente: .\nnernarie: Myrna Loy; Douglas Beall: George Brent; Von Sturm: Lionellr Atwill; Ali Bey: C. Henry (.ordón: KarI: Rudolph Amendt. Amil: Muscha Aner. Dirigida por Sam W o o d . Este señor desearla conocer la letra del fox que canta Ginger Rogers -en la película Volando hacia Rio Janeiro. Gracias a quien la envíe.
(Cdceres).
Escriba a ese actor a Cifesa, plaza del Callao, 4, Madrid. Vuelva a escribir cuando guste E.
GARITO
(Madrid).—^KI
tengo la canción titulada «Matabú», de la película Boliche; pero no se preocupe, pues algún amable lector me la enviará para dársela a conocer.
sonar. — Comprendo, - - compañera fiel y buena,—como yo sufrir la petut—qtie no se podrá calmar.— Yo quiero olvidarme de EL PEQUEÑO GIGANTE {Alaquella que un dia—se fuera sin bacete).—Además de Madrid, un adiós.—Con Barcelona y .aranjuez, hay en darme—sujuiera ella se fueron—mi paz y aleValencia. D e ellas. Imperio A r gria,—¡a dicha que juntos— gentina, y de ellos. ., todos por vivimos los dos.—Te quiero, guiigual. tarra, por buena y sincera.—Si tengo una pena,—c<mmtgo lloUNA PREGUNTONA INSOPORras.—Sos más fiel que ella,— T A B L E (Sabaaeli).—No es en sos más compañera :—en buenas un estanco donde tiene que comprar los sellos, es en una o en malos,—no me abandonarás. estafeta de Correos donde tiene MANUEL BLANCO (Madrid). ijue comprar los vales internaEscriba a Alfredo Hurtado (Picionales; éstos canjearlos por el importe del valor de los sellos. tusin), a Cifesa, plaza del CaEsta simpatiquísima lectora enllao, 4, Madrid. L o s repartos vía para Maria Serraría la canque le intere.san son los sición que solicitó en números guientes: anteriores, y que es Guitarra Los Nibelungos: Director: mia: Te tengo en mts manos,— Fritz Lang. Reina Ute: Gerguttarra querida,—y llevo mis trude Arnold; Grimilda: Mar— dedos a tu diapasón—para darle garitte Schon; Brumilda: H a n a la pena—que mata mi vida—un na Ralph; Sigfrido; Ralph Richpoco de ceUma ccm una canción.— ter; R e y Gunther: Theodor Y tengo recelos—-cU verte tan Loos; Gerenot: Hans Cari Mumia,—que sientas la pena-—de ller; Gisheler: E d w y n Bursdavmi corazón,—que en vez de canyer; Volker Von Alzey: Bernard ciones—de loca alegria—se esGoetze; Hagen Tronge: H a n s cucha en sus cuerdas—tristísimo Adalbert Schletton. son.—Guitarra,—dulce campaLos miserables (versión munera mia,—deune un canto de da): j e á n Valjeán; Gabriel C a alegria—pa olvidar esta pabrio; Javert: Jeán Toulout; sión.—Guitarra,—por su amor Monsieur Myriel: Paúl Jorge; me desespero.—Canta alegre, que Marius: M . Rozet; Thenardier: no quxero—pensar más en su G. Saillard; Gavroche. Charles tratción.—Cambiarte—quiero un Badilole; Cosette, niña: Nivette canto de alegria:—pero es triste Saillard; Fantine: Sandra Milamelodía—la que escucho en su vanoíf; Enjoldras: Paúl Gide;
DESEA.N CAMBIAR C O R R E S P O N -
Guillernormand: Naillord; Eponine: Andree Rolane; Señora Baptistine: Clara Darcey R o che. VARIOS
SEÑORES
DENCIA
DE M A N -
R E S A . — N o puedo darles la dirección, porque no estoy autorizado por dichas señoritas. La canción que solicitan ya se publicó en el número 54. M u chas gracias por sus elogios. F A L S T A F F ( Valencia ).—Ciertamente, Luis Gómez, el Estudiante, es quien trabaja en dicha película. Se recibieron todas las fotografías. Este lector desearía saber las letras de los blues que canta Bing Crosby en la película Coch-tail musical. UNA
HAWAIANA (
Barcelcma).
Con mucho gusto. Escriba a Robert Voung, Clark Gable y I-ranchot Tone, a Metro-Goldwyn Mayer, Culver City, (Caliíomia) . Puede escribirles en español y sin enviarles sellos si no necesita respuesta. CON
ESPERANZA
(Madrid).
En la segunda quincena de Julio, querida, se recibieron muchísimas. ¿Cómo voy a saber yo cuál es la suya? Mándame datos más concretos. LA
N A R A N J I T A D E LA C H I N A .
Escriba a Harold Lloyd a 6.640 Santa Mónica Blvd., Hollywood (Caliíomia).
con
lectores de
CINE-
GRAMAS los lectores siguientes: Don José Bencito, Pablo, Iglesias, 19, Alcoy (Alicante); don José Aguilar Roca, don Francisco López MelJtón y don Ma-' nuel Arrufat Ramos (guardias! civiles), Manresa (Barcelona); don David Lójjez, Comandancia Militar, \''alencia; don Marcelino
Suáirez y don Cipriano Pórtela, calle del Doctor Lobato, 2, B a dajoz. ALFREDO ROCA
(Barcelona).
Imposible publicar esas lineas, porque tendrían ustedes que abonar su importe con arreglo a nuestra tarifa de publicidad. EL LADRÓN DE B A G D A D
(Ma-
CAPERUCITA
( S a n
Sebas-
tián ).—Celebro mucho tu pronto restablecimiento. Escribe a Mary del Carmen a Estudios C. E . A . Ciudad Lineal (Ma drid). .\nna Sten se llama verdaderamente Anna Petrovna Stenski. Nació en Kief el i . » .1 Diciembre de 1900 Solamente ha interpretado tres películas en América: La dama drl bulevar ( Nand I, Vivamos de nuevo ~~~~~~ y Noche nupcial. Esta última, todavía no estrenada
en España.
MARÍA TERESA (
Valencia).—
Creo que no tiene usted razón en lo que dice; pero procuraremos poner todo lo que la interesa. ¿Me quiere decir los dos intépretes principales del reparto de esa película?
drid ).—Muy agradecido por la canción que me envía (que ya la había recibido) y por su comprensividad. El reparto de la CARAISERIA película NOVEDADES MademoiAV. C. PEftALVER 16 TEL. 2745a MADBIB selle Doc-
R.
LIBRIS
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DOS OPORTUNIDADES 1 •
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Q U I N C E N A
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25, 60 y 85 pesetas MAS
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BENEFICIO
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despertar la amorosa-Iu¡ atracción magnética xos-Causas del desencanto-Cómo con Quten nos gusta y reletier a quien am llegar al corazón del homhrc-Cómo ins a la mu)er-Cómo conocer las horas pr ^ ^ /y- fícada dia-Cómo desarrollar mirada m flfP^X ^^^ftí0f^'^f Cómo intensificar los atributos de Kscriba ho> misino por información fjratuiía ;i tado 159. V i g o . Kspaña
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AVENIDA DE Pi Y MARGALL, 9, ENTRESUELO M
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TREVIJANO I por la c i o s a M é d i c a
CUPÓN Concursode C I N E G R A M A S ¿Quiénes son estos cinco actores?
1." 2." 3.» 4." 5.» CnWo d » O . Col!» Pobtocíón
-..
PfOnacM El p l a z o p a r o l o odfflisión d a n u a s t r o C o n c u r s o l a r m i n a r ó « t d í a 31 d a l c o r r í a n l a .
María Paula, la delicioaa aetrix portuguesa, en una escena de la interesante pelicula cLaa pupilas del «eñor Rerton, qne dará a conocer ea España Exclusivas W , de La Coruña
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