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R E V I S T A ^ S E M A N ALÍ
DIRECTOR: A. VALORO DE BERNABÉ Año Ih-Núm. 57.-Madríd,13 d« Octubre do 1935^
l lia i i i ( c r r « a i i l r «••.iriia. <lr |il)-ii<i stilior aiiiliilii/.. itf lii |)rliriihi í'Hosario. la ( I n r i i j f r a . i-ililaila \uír l.rii«>l(> C o i i / á l i ' / . b a j o la í l i r c o c i í ' i i i d e l>-úii A r l ó l a
¿n íortro a/cinema nadonoLf.
T'i.sTP.o-
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como chiquillos con zapaT nuevos. El m o t i v o de su júbilo es que, segi'm ellos, l a batalla está ganada, porque los filiiLS nacionales han conquistado el centro cineraatográfico, que, segini ellos tajnbién, jamás le fué ac< sible: la Gran V Í H , el Broadway madrileño, como algunos le califican. Sentimo.s una v e z más no estar de acuerdo. Y como no DOS gust ha<;er afirmaciones gratuitas, \ ,iraos a probarlo. Las película.s e.^iiañolas han tenido siempre abiertas de par en par las más prestigiosa.^ salas m.idrileñas. N o en la Gran V í a , claro es, porque aun estaba por terminar, pero si en los cinemas más aristocráticos de cada ^ loca. El tiran T e a t r o y R o y a l t y ; uego, el Real Cinema, y después, el Callao, el Palacio de la .Música, el . \ v e nida, R i a l t o , eU;.
l lia r\|iri—iiin di- I.ll¡^a I rii>s c u la |ii-líriila i l f loiiy Itoinriii .'lüiidud i-iicanlada . d>- la cual c - |milai;i>iil«la Itammi
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En el Gran T e a t r o se estrenaron, entre otras muchas, La maáona de las rosas, el primer film de Benavente, y La tía de Pancho, un horrible «fusilamiento» de IM tía de Carlos, intcrprelado por Juan Bonafé, P e d r o Ztirrilla y algunos artistas más de la Compañía de la Comedia. Ea el Ileal Cinema, Diego Corrientes, L o hija del corregidor, Estudiantes y modistiíltis y ('tr,us. En el Palacio de la Música, la versión muda lUs IM hermana San Sulpicio. En el Callao, Luis Candelas, película cou la que abrió sus puertas. ^' en diversos locales más. cl resto dt- la producción.
-Vo hay, pues, nada de ronquifíta, ni existe mutivo de júbilo por e.ste solo hecho. Las películas españohis lian sido recibidas siempre con todos los honores en las [)rimeras salas de espectáculos. Pastamos, pues, como antes. X o han variado de criterio as P^mpresa-s cuando siguen teniendo para ellas la misma cálida acogida que en otros tiempos. P o r eso hemos dicho muchas veces, y lo .seguiremos repitiendo hasta que los sordo.s—sordos de conveniencia- lo oigan, que el público también dispensa trato de favor a nuestras películas desde k>á tiempos lejanas en que se hicieron los primeros ensayos. Desde hace \'einticinco años, n<ida menos. ¡De ayer es la fecha! De entonces acá, el público, juez rígido y severo en otras manifestaciones, comenzó a sentir manifiesta debilidad por la vaiñlante y medrosa producción española, siempre en situación de promesa; y así, deseoso de impulsarla, de procurarla aliento, hizo por ella lo más que podía hacer: dis(rulp.ir sus errores, estimular sus ensayos y ajilauílir sus aciertos, cuando los hubo. Y esperando, esperando, ha llegado hasta aquí. ¡Veinticinco años de confianza! Con los mismos deseos de antes, aguarda; con las mismas an«iíts, confía; con el mismo entu-
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siasmo sigue aplaudiendo cuanto le presentan. N o se ha debilitado su fe. Es el suyo e caso más notable de paciencia que pueda darse. ¡El público es el pa adín más desinteresado y leal que ha tenido, tiene y tendrá la industria cinem a tográf ¡ca nación al! Merece, pues, xm premio. Y ese premio es presentarle buenos films. Que él pueda gritar jubiloso, aplaudir enardecido y respirar—¡por fin!—^satisfecho de ver convertidas en raelidad tantas y tanta,s esperanzas, tantas y tantos deseos insatisfecíhos. Y en este m o m e n t o crítico, en que el film español está a dos dedos de himdirse nuevamente en el silencio o de elevarse triunfador, ha redoblado su fe, y acude, ilusionado, en cuanto se anuncia xma película nacional, para que no la falte el calor de sus aplaxisos y el fervor de su entusiasmo. Esta constanc;ia se v e muy pocas veces—rarísima.s veces—<>orresp(mdida. Conociéndola y abusando de ella, nuestros productores se dedican a la fácil tarea de halagar al público, de servirle obras que hallen un eco propicio en su buena fe de creer que todo lo tienen y a conquistado, (mando la ralidad es que aun no han conseguido nada, si no 66 ese apoyo incondicional de los espectadores, que no es conquista, porque ellos lo ofre-
l'n momenio ei»c^nico de la opereta '¡Abajo loo hombreo!», editada por Febrer y B U y . eon un »eleeeionada reparto. ,Se consid e r a esta einta como la primera revista-opereta f i l m a d a en España eon todot) l o s requisitos tfenieos - artísti-
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cieron, como dijimo.s antes, desde hace mucho tiempo, generosa y lealmente. Asi, pues, no supongan los productores que la actitud del público es hoy de alegría franca ante el triunfo. N o . Rs como antes: de fe en el futuro. Por eso estimula el presente, para v e r de llegar rápidamente al momento con que siempre soñara. Rs renovar ilimitadamente la confianza, es conservar abonado el terreno en que ha de surgir el cine español. Sería doloroso que los hombres en cuyas manos está nuestro cinema no lo reconocieran a-si. F^llo traería aparejados dos peligros de excesiva gravedad: el de estacionar la calidad de la producción, dándola así un golpe de muerte, y el de enfriar los entusiasmos del público, que desea nuestni cine en superación constante, obedeciendo a mi desarrollo normal, a una superación tan lógica como indispensable en toda manifestación artística. El desconocimiento de estos dos aspectos del prol)lema o el desdén manifiesto para con ellos, ofuscados por los éxitos de h o y , seria de fatales consecuencias. Acuérdense—^ya lo hemos dicho en esta columnas—-que el cine mudo español murió a fuerza de éxitos. A u n no ha logrado ninguna producción sonora los triunfos apoteósicos de un Currito de la Cruz, una Casa de la Troya o im ¡Viva Madrid, que es mi pueblo!, ]>ongaraos por películas taquil eras. Los peligros que señalamos tuvieron entímces plena confimiación. Ebrios de gozo pí»r la acogida entusiasta de sus películas, los productores y directores siguieron repitiéndose obra tras obra, sin marear mi avance, y tras ello, naturalmente, vino la desilusión, el apagarse rápidamente la hoguera de júbilo que había comenzado a arder con tanto ímpetu. U n a v e z más se repitió el fenómeno de espejismo: lo que parecía estar al alcance de la mano, estaba lejos; la inmediata victoria se trocó en derrota; la esperanza, en decepción. N a d i e t u v o la culpa de aquello más que los hombres en cuyas manos estaba entonces el cine. Queremos suponer a los de ahora más diestros, más sensatos, más conscientes de la responsabilidad que ante el público están contray e n d o ; porque si por acaso se repitiera la historia, sobre ellos <>acrían imánimes las censuras. El momento es magnífico para dar forma sólida y firme al cine español, que ha sido el deseo de todos desde hace veinticinc(t años. Es nc; > sario aprovecharlo. Los elementos técnicos están prei)aradÍ8Ímos.
¡Estos sí que se han superado a fuerza de entusiasmo! Para ellos son los mejores aplausos del público en estai< luirás criticas del cine español: para ellos, también, los nuestros más sinceros. Hu labor es cn los filnts actuales lo más digno de elogio, lo que acusa un m a y o r valor. Cuiden, por tanto, productores y directores de no defraudar al público, que tan fielmente les sigue. Y no olviden que su actitud sigue siendo de espera. Sírvales de ejemplo dolonjso la muerte de nuestro cine mudo. Adviertan a tiempo los errores pasados, jiara no incuiTÍr de nuevo en ellos. L o más difícil de conquistar es el público. Y éste está conquistailo desde hace veinticinco años. Inctmdicionalmente le tienen a su lado. Corresponden a la confianza que él les demuestra. F. I Í E R N A N I ) E Z - ( 5 I H B A I .
i:haríto l>eonÍ8 rn «Amor en maniobras», produeeión L a peyra Films que será distribuida por AÜantic Films
Virginia ÍCuri y Luehy Soto en la pelíeula española «El l i s » , que dirif(ida por Ernesto Vilebes acaba de rodarse para F - C . E.
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jack Holt, ruando triunfaba el cinc silente, fué en muchos films el «cow-boy» audaz, intrépido y valiente VMr. « p e q u r » A« sieíe años es hijo de Jack Holl. y ron ese atuendo evo^a ios días triunfales en que su padre fingía ser un vaquero del Far-West
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L coiD-boj/ha detenido 8u jac-o en una explanada; j luego ha escrutado la pradera con ojos inquietos y sagaces. ¿Temía el héroe del Far-We^t verse acosado de repente por sus enemigos, los pieh rojas? N o . La civilización no ha logrado extinguir to talmente al piel roja—^ni era precisa la crueldad <lt acabar con un tipo de la raza humana—, pero lo ha domesticado. Domesticado, m'3Jor que síjmetido. Ila.^t a el punto en que cabe domesticar a la fiera de cii co, (pie, no obstante, un día puede estirar las zarfjay destrozar al domador. Pero lo (jue el hombre del Oeste bu.sca eti el horizonte barrido de nubes no s()n indios, sino una caravana (cinematográfica. Con t(Klo su aparato de cama ras, <!es()ejüs», baterías, megáfonos, cajas de maquilbi je, autos y muieres pintadas? como m»iñeca.s salid;i del bazar. L e han dicho en el rancho que las produ< toras de H o l l y w o o d , San Franci.sco,-'-!an Diego, Santa Bárbara^—toda la California del celuloide—, volverán a rtKlar películas dc caballos de crines al v i e n t o co mo airones de guen a, y el cowlm) ha creído, por un Chevalier, en cambio, no nos da la senmarión d c un row-lM>y» auléiitiro, apesar del traje característico, d e l haldudo Humbrcrn y de mirar inquisilivii mente a la lejanía, igual que hai-en lun «cow-ltovü» dc verdad
momento, que sus h a z a ñ a s llenarían otra vez de imágenes insurgentes y varoniles las pantallas del mimdo. Un día y otro, el cow-boy sube a la explanada o al altozano al galope de su corcel, y se queda allí, inmóvil como una estatua ecuestre, avizorando la pradera, d e la que han surgido tantas aventuras de cine y tantas proezas d e novela a lo Zane (írev. Cuando el sol resbala por la curv a azul hacia el Poniente, el cow-boy regresa al rancho, mohíno y casi sin esperanzas y a . Pero sus ilusiones se renuevan a las luces de la nueva aurora. «Seguramente vendrán hoy, como vinieron iU)taño», piensa mientras ensilla su caballo para hacer una salida más. Así, un año y otro, ha esperado y confiado el cow-boy. Parecía definitivamente pasada la época en que el héroe del film podría llamai-se William S. H a v t , Fred Tliompson, T o m .Mix, Buck .limes, l l o o t Gibson y otros nombres famo-
Kandolph Scott, mag-
bÍ'°m'Xrío's*m
cow-boy es al cine yanqui—a su his-
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tieó,"jovial'*V*'o'ptí-
película italiana las poses lánguimista das de Francesca Bertini, los claros de luna, los cisnes de cuellos interrogantes, repetidos en el limpio cristal de los lagos azules, y las góndolas deslizándose por los canales. Vné precisamente el cow-boy quien varió el ritmo del cinema, quien le imprimió dinamismo, sacándolo del amaneramiento de la vieja dramática, dándole ancho espacio y aire libre. .\unque el hombre de la pradera no hubiese r e t o m a d o al ecran, su figura vertical quedaría unida a la historia del séptimo arte, no sólo como uno de sus héroes más auténticamente jwpulares, sino como un innovador del ritmo de las imágenes. Simboliza un género, de escasa transcendencia social y psicológica, si se quiere; pero genuinamente cinematográfico, sin la menor reminiscencia teatral. Tras muchos ensayos y persistencias de temas, triunfantes irnos, agotados rápidamente los demás, algimas editoras norteamericanas han decidido volver al film de caballos galopando por las vastas y ubén-imas praderas del Oeste. Incluso una de esas Ehnpresas acaba de animciar que se dedicará exclusivamente a la producción de películas de cow-boys. Pretende buscar al tema, entre sentimental y pintoresco, con aire de romance, nuevas facetas, inéditas emociones. Eii el cinema caben los géneros más diversos; puede abarcar la v i d a con su tremenda v a riedad de acordes, enfocarla desde todos los ángulos imaginables, tomarla en su aspecto social, histórico, r e l ^ o s o , político, etc.; pero e s t « paso hacia el F a r - W e s t — m o m e n t á n e a m e n t e olvidado—es el reconocimiento palmario de que el cow-boy es el prototipo más legítimo del cine yanqui, parte integrante de su historia y expresión fidelísima, hondamente característica, de su estilo, que ha obligado a un ritmo más acelerado del que t«nía, y más en armonía con la técnica de las imágenes, al cinema europeo. .
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viados al lienzo en polvillu lie luz. Se consideraba t e m i i nada para siempre la hazaña de salvar a una muchacha raptada por im n'illaiío» con el auxilio de los indios. Se creía que ya no v o l v e r í a a estremecerse la pantalla al g.ilojte del (;aballo del cow-boy, las detonaciones de su pistola y ia £uria de sus pitos. Parecía todo esto, y el cow-boy estaba a punto de vender su rancho, marcharse a N u e v a Y o r k o Chicag.i e ir-.gresar—por no dejar de .ser héroe—en las filas sangrientas del gangsterismo. Igual le daba, en su desesperaiión, pelear contra policías y bandas de gangsters rivales, que contra sherijfs, «villanos* y pieles rojas. Sólo que en el aspecto moral le repugnaba pasar de cow-boy a gangsti Sentirse un A l Capone y xm Jack Diamond será siemf)re inferior a sii héroe en el P'ar-West. SuiH)ne un de.s<cnso enonne cambiar el claro Oeste, con sus inmensa^ praderas, con sus anchas perspe<?tivas. con sus indios y sus caravanas, por las avenidas trepidantes y bulliciosas de gentes apresuradas, por los anuncios luminosos que guiñan y sonríen al transeúnte con sus luces rojas, azules, amarilla-, blancas; por los rascacielos .semejantes a babeles moderna.s, y por los cabarets, con sus girls, sus gangsters, sus policemen y sus millonarios ahitos de champán y de whisky. N o obstante, el cfm--h'>y rcUm):^ ni '•^^cf'nario de pial;\ -in perder nada de su pergeño. H a vencido al gangstei. ;il " I I . U J . . > Í r a o - \ .d «hombic mt.nu». I A J S li.i vencido, aunque no eliminado. Su continente es más noble y recio; su silueta es más específicamente yanqui que las de aquellos que le sucedieron en la pantalla v que creyeron haber acabado con él. Tom Mix. m los buftM,'^-
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Los ha vencido, sm embíirgo, j^orque su figura es consubstancial al cinema americano. El
OOH tiempos rn qur rl Tcow-bov». se hallabaeo pleno auge»
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< — Mac Wc<*l. cuya rabcllcra.rfc uncxaccrado rubio platino, casi blanco, ba sido, con la ampulosidad fie sus caderas y sus andaré* undulantes, el factor miis decisivo dc su triunfo en la pantalla
(iinger Kopecs. la sugestiva pelirroja de fragantes carnosidades, es otra de las estrellas del film que pertenece a la falange de las rubias mixtificadas por el arte del maquillaje y de los tintes
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AV en el lienzo una verdadera avalancha de mujeres hermosas, de rostros subyucadores, cuyfis encantos el lente subraya y presenta en m u n í f i c a colección d e primeros planos. ¿ P o r qué las mujeres del lienzo son rubias en su m a y o r parte? ¿ A qué es debido esa abundancia de cabezas alba.s, esa .sonata en toda la gama del o r o que nos oírecen a través d e sus producciones? Una ligera estadística de las mujeres del lienzo americano nos dará un total de cien estrellas de primera magnitud. Si nos entretenemos en ima izarlas a través del observatorio estético, hallaremos que el 80 por 100 son rubias, c o m o si el tinte dorado y la purpurina se hubieran v o l cado sobre sus cabecitas bellas jiara hacer más refulgente su brillo de luminares. Las diosas del celuloide, las dos máximas potencias. Garbo, Dietrich, son un ejemplo. A p a ret;en con sus cabelleras, de un rubio ceniciento, pegadas o aliuecada.<< sobre las sienes, complemento de la languidez de sus figuras. Greta Garbo tiene im cabello feísimo, lacio y plano; sin embaído, quien ha visto de cerca la belleza nórdica fria d e la suprema esfinge, asegura que su cabello posee el brillo incomparable de las mieses recién cortadas. Mariéne I>ietrich n o es rubia natural, o, por lo menos, no posee este color de oro, tan usado en el cinema. Su.^ retratos pretéritos de la época que filmaba en Berlín nos presentan ima Marlene con el cabello obscuro, d e un castaño v u l garísimo. El make-up de H o l l y w o o d hizo su efe<;to. H o y , Marlene es rubia pajiza, rubia leonada, con reflejos color de oro viejo. Carole Lombartl. A l i c e F a y e , B e t t y Grabble. .Mary Carlile y Jeán H a r l o w son platinadas, particularmente esta última, que ha instaurado en la pantalla el brillo pulimentado en su cabellera albina, que ha sido la creadora d e esa nueva y artiíicioea belleza del celuloide, causante de los más arrasadores estragos capilares en todas las mujercitas del mundo que han pretendido imitarla. .Mae West, Elissa Landi, A n n Harding, G l o -
B«ílty (.raliliU- Aunieliú ••Us rabel los a laalqii mia de loe profesores de eosméliro, y artualmenle po.tee una de laü más bcrni<>»a!. cabelleras de llollvwood
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Marli*iic Dii-iricli. la diu»a de la pantalla, no era rubia natural. Pero el «make-up» de Hollywood hizo su efecto, y abora su cabellera es de un rubio dorado »
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ria Stuart, John Bennet, Constance Bennet, Itla fvupino, Miriam Hopkins, John Blondell y otras muchas, pertenetien al clásico m b i o , tan en boga desde quo la nuijer mixtifica y >dtera su personalid<vl depilando cejas, alargíimln pestañas y tiñendo su cabellera E n la escuela de las pelirroja.- entran Ginger Rogers, cuyo oro capilar tiene reflejos rojizos; .Ann Shirley y Clara B o w . Estadística de oro que no se detiene únicamente en los Estados Unidos, sino que invade las naciones eurtjpeas donde el cinema tiene sus productores y sus es<'enarios de la Naturaleza. Annabella, M a i t h a F^ggerth, Lilián H a r v e y , Briggitt* Helm, rubias t(xlas, rubias en o n ) , bronce o platino, estrellas más o menos sintéticas, muñecas creadas en el departamento del make-up, tjue transformó a nuestra Catalina Barcena en una fémina standard americana, que tiñó su cabellera casi platinándola. Rubias todas hebras de metal. Reflejos de sol. El cinema nos ha resultado el más completo instituto de belleza creador, un modelo de perfec-ción estética, modelo instaurador de efectismos decorativos y mixtificaciones femeninas. F^tadística de oro sintético, de aspectos ment idos y disfrazados de rasgos nuevos que implantarán vma personalidad. Y cuando el paso del tiempo, en su constante engranaje de renovaciones, nos ofrezca una nrnjer admirada a través de la televisión en una pantalla en colores y en relieve, el tipo de hoy será el clásico tipo del novecientos. l ' n a mujer (jue el cinema americano creó un tanto fingida y otro tanto real. Será el clasicismo del siglo XX ese tropel de mujercitas rubias, de cejas obscuras y pestañas negras. Estadística de oro. Líneas de anemia decorativa, a pesar de los buenos deseos de Mae W e s t , iíjisgos sintetizados, ojos oblicuos, cabelleras rubias. Elegía de un^ mujer bañada en oro o plaFiiu.NA.NuoMANAUT
Carule l.ombard, oon Jeán Harlow, fué una de {m> aciriee!. «|ue instauraron en Hollywood lu» rabelleras platinadas. La niixlifiraeión de los rabelloü de estas dos precursoras halló en Indn el mundo nn insospeehado proselitismo
«—tirela (>arbu tiene, en apariencia, un cabello lacio, inexpresivo, bien lejos de las atra\ entes rabelleras que «uelen exhibir las estrellas del cineniatúürafo. V. sin embarco, »isto de cerca, posee el brillo y el encanto •le la» niieses recién (•«rindas
Ann llardin". una de las más eminentes actrices del fililí yanqui, ha cuiiseguidu dolar a sus cabellos de una tonalidad tan bella, que, siendo artificial, p r o d u c e el efecto de no serlo
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I'ALACK) DE I.A MÚSICA "Don Quintín, el amargao"
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L cinema espai"iol busca su estilo. Y lo v a j encontrando laboriosamente. En la primera producción de Filmófono, la distribuidora que nos dio a conocer, en aquellas inolvidables sesiones, Profl, lo más original del cinema europeo, .se advierte esa preocupación, tniducida en un avance afortunado. El saínete de don Carlos A m i c h a s , es decir, entraila po{)ular, auténtico latido del corazón de nuestro [)ueblo, halla expresión en imágenes que son fuerza centrífuga, lenguaje universal al servicio de idea.**, sentimientos y preocupaciones peculiares. L o típico, o sea, lo humano sentido de un modo propio, se alia con lo universal en Don Quiniin, el amargao. S i n esta colaboración, habrá cinema, pero no estilo; arte, pero nunca originalidad. P o r eso hemos combatido la obra de alguno de nuestros directores, más atento a ln copia de modelos extraños que a las voces de la raza. Y por eso elogiamos sin reservas Don Quintín, el amargao, emoción nuestra, peculiarísima, vestida en imágenes para todos. (.El asunto? Bien lo conoces, lector, l ' n problema humano y , por lo tanto, posible en cualquier latitud, aunque adaptado a nuestro ambiente, como el guante a la mano. Sentimiento universal, gracia española y e.specíficamente madrileña. De modo—^y ésa es la característica y el mérito de los sainetes de Arniches-—que no hay angostura ni pobreza espiritual, sino colorido; cosas serias que se van diciendo en broma, c(mio si no t u v i e n m importancia, jiero que calan, sin hacer daño, en lo más hondo. Entre explosiones de risa, el hormigueo de la emoción. Ese es el asunto, mejor dicho, el alma del film. Su realización—apoyada en un guión inteligente y hábil, que permite pasar con soltura de unos a otros ejiisodios sin romper la continuidad y el ritmo de la acción—es... ¿cómo lo diríamos?, ortodoxa, en general. Luis Marquina, el novel director, huye, como del fuego, do las audacias. Se comprende. Marcha con precaución reconociendo el terreno; se conforma con no tropezar, y lo consigue. Su labor es buena, sin pecado; y a lo hemos dicho: ortodoxa. Y hay momentos—por ejemplo, el de la canción en el café—que son un hallazgo feliz. Ese de la canción, sobre todo, lleno de humor, gracia y originalidad, es uno de los mayores aciertos logrados hasta ahora por el cinema español. IJOS intérpretes, bien. En justicia, conviene destai-ar al señor A l f a y a t e , a Luisita Enteso y a Porfiria Sanchiz, que, en papeles de relativa importancia, realizan una labor personaHsima y admirable. L a Producción Filmófono número 1, estrenada en función de gala, fué acogida con fervoroso aplauso por el público. CAPÍTOL "El Conde de iMontecristo" -Nueva versión cinematográfica de la novela de Dumas. Y excelente versión, si no fuera por el final disparatado, absurdo hasta lo inconce-
bible, que le han puesto lo.-) yanquis, maestros en arbitrariedad histórica, dramática, psicológica y todos los demás esdriijulos imaginables. Figúrate, lector, que en la última parte del film asistimos a un juicio oral, más pintoresco que el de Mary Dugan. A l l í , jurados; allí, un fiscal que se pasea dando voces y empujando una especie de carretón en el que v a el acusado; allí, reos q n e se convierten en fiscales, y fiscales q u e p a s a n al susodicho carretón; allí, jueces simpáticos—-¡colmo de lo invorosuuil!^—•, y alli, en fin, la enajenación mental en t-chtloide. Y , para colmo de fiestas, la película doblada. ¡ L e di,^o a usted...! L a interj(retación, Imsti que llega el juicio y lo pierden todos, admirable. Sobresalen en el numeroso reparto K o b e r t Donat y Elissa L a n d i . KlALTO "I>a bien pagada" Este film puede .ser, y es, cosmopolita. N o tiene estilo e-spañol, el estilo a que nos referíamos antes. Y , sin embargo, trae al cinema nacional algo que le estaba haciendo mucha falta: la valentía moral. Entiéndase bien: valentía, no desgarro y , mucho menos, procacidad. N o se soslayan hipó(!ritamente las situaciones que plantea el conflicto amoroso; no se mutila el alma de los personajes, es(-amoteando sus s e n t i mientos, pero se les presenta con la mesura y dignidad que exige el arte destinado a espectáculo. Corriente de aire oxigenado en un ambiente enrarecido por la timidez; aport a c i ó n y esfcerzo que ensanchan los reducidos límites morales en que estaba encerrada nuestra producción, con peligro de atrofia. IM bien pagada tiene ese mérito. P o r primera v e z , que y o sepa, los personajes de la pantalla española no .se intimidan ante el amor, que siempre es moral cuando es amor. En este film de pasión, infidelidad y celos, -se deja hablar a las almas. Eso es todo. ¿Enton<>es? Sí, nada de extraordinario en la producción de los otros países. En la nuestra convenía que alguien empezara. I l e aquí, a mi entender, la rtota más saliente y simpática de este film. Su técnica es buena. Es indudable que en este sentido avanzamos, y ya v a residtando innecesario hablar de las cualidades de foto y sonido de nuestra producción rodada en Estudios madrileños. Eusebio Fernández A r d a v í n lucha con una adaptación mediana y nn diálogo afectado, y consigue imiuimir m o v i m i e n t o y carácter cinematográfico a la acción, presentada con lujo de decorados, y en la que abundan las vistas (lirectas <le lugares y exteriores marroquíes. Los protagonistas, Lina Yegros y A n t o n i o Portago, desempeñan c(m holgura un cometido difícil. H a y escenas de gran texitura dramática; cuya interpretación requiere facultades extraoi
diñarlas. Y en ellas precisamente es donde están mejor. Esfuerzo interpretativo, en el que se nota desigualdad; más en P o r t a g o que en L m a Y e g r o s . L a mejor escena de él es aquella del sai-casmo doloroso y la embriaguez, cuando el protagonista v u e l v e a su casa, luego de haber reconocido en el cabaret a su antigua esposa. Y Lina Yegros, en la dificilísima escena, y a mencionada, del final, y antes, cuando está enferma en su casa y se retoca el rostro demacrado, esperando al que fué su esposo, encuentra acentos y expresión de conmovedor y profundo dramatismo. En tipos episódicos se distinguen José Isbert y .Mbt'rto Romea. CALL.IO "La novia de Frankestein" ¿Se acuerda el lector de aquel monstruo repelente, hecho de cadáveres, con que nos obsequió el optimista Boris Karloff en otra ocasión aciaga? Pues bien: aquello era una leyenda pastoril comparada con el atentado, no digo al arte, al estómago do las gentes, de este i d i l i o a m a s a d o en muertos que se proyecta con el título de IM noria de Fran J,estein. ¿ P e r o es posible que la censura deje pasar estas cosa.s? Escatología, inmundicia, inmoralidad suprema, que estáti pidiendo a voces, no y i el lápiz rojo, sino la fu uigación. ¡Lucida inauguración la del Callao! ¿ Y para esto estuvo t o d o el verano acicalándose con re formas? ¿ A quién se le ocurre lavarse la cara para revolcarse luego en la carbonera? Incom prensible. Sencillamente incimijuensiblc. MONIJME.MAL "El alma del bandoneón" Película que tiene como protagonista ya lo indica el t í t u l o - - e l timgo porteño. Una ané<-doi n sentimental y discretamente urdida s i i v c !c motivo y apoyo a unos cuantos tangos, m u y del agrado d e l p ú b l i c o , que, después de ovaciones interminables, obliga al operador a suspender la [*royc( oión para v o l v e r atrás y repetir los afortunados números.
É x i t o merecido, además, por las cualidades cinematográfi< ¡ i - •h la película, bien dirigida e interpretada, amena, limpia de intención y con excelentes .sonido y fotografía. N o s complace reseñar este nuevo triunfo del cinema ara:entino, recibido en España, desde el primer momento, con fraternal complacencia, que quisiéramos v e r correspcmdida. I)*)rita Davis- -tan buena actriz como caní t e ^ - y Ernesto F a m a se de.sta<;an en la inir: pretaíMÓn, acertada en general, y con tipos sc cundarios —cl traidor, el estanciero muy interesantes y bien observados. AMONIO
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.MElílNt)
En estos dos admirables artísUa, que han unido su tra bajo en «Contra el imperio del crimen*, hay el mismo fervor a r t í s t i c o , la miama emoción de j u v e n t u d . Sus nombres son de los que má« rápidamente han acertado a situarse en primera fila en el mundo del cinema, y cada vea que Ann Dvorak o James Cag ney aparecen en el reparto de una rinta, hay la seguridad dr presenciar un trabajo artísti co, consciente y digno. La sen sibilidad de la actriz y el arte sobrio y amable del actor tie nen en el público del cinema múltiples devociones entu siastas (Dtl. DK H l U l t O S )
'L'na mujer en peligro I
N Estudio en pleno trabajo es .-ienipre espeetácido interesante. Y las impresiones de unas horas entre artistas, director, operadores y electricistas, plato muy del gusto de los aficionados, porque el cinema en la intimidad tiene un extraordinario poder de sugestión. P o r satisfacción propia y por deseo de informar a nuestros lectores, hemos pasado parte de una noche en los Estudios Ballesteros T o n a F^lm, viendo rodar unsis escenas de la película Vna mujer en peligró, ascrita y dirigida por Pepe Santugini, de cuyo espíritu inquieto y artista puede esperar mucho el (;inema español. P o r 1< pronto, ha huido de todo cuanto fuera teatro. Esta su primera obra cinematográfica está pensada y vista en cine, animada por el propósito, siempre digno de estimulo, de hacer algo nuevo, algo diferente a cuant o apareció hasta ahora en la pantalla nacional. De todas veras le deseamos el éxito que él mereie. Un decorado "de miedo" y una interviú frustrada El decorado, que ocupa parte del plateaU, representa el interior de ima casona vieja y tétrica. L a s paredes, llenas de desconchone'»; los cristales de las ventanas, rotos; las enormes losas de piedra que sin^en de p a v i m e n t o , agrietadas; una am]>lia escalera, con figurones de madera, llena de polvo y telarañas; en un rincón, la dentadura amarillenta y mellada de un piano renqueante, y al fondo, tras dos puertas en arco, el comedor, severo, señorial, con la misma sensación de abandono, aunque en el centro la mesa sei-vida anuncia !a presencia de algún ser viviente. T o d o tiene un aire de mÍ8teri;\ de inquietud. Parece el escenario siniestro de una obra d e Edgar P o e . Junto a la mesa llevan a ima viejecita—Cándida Folgada— sentada en i m sillón de ruedas, los pies envueltos en una manta. Silenciosa espera que preparen las luces para rodar la escena. Mientras tanto, Pepe Santugini, en mangas de camisa, se acerca a mí. Cogido de mi brazo, me aleja de un reflector que amenaza tostamos. — N o he dejado de sudar desde las nueve de la mañana—me dice. —^¿Trabajáis muchas horas? —Unas diez diarias. — ¿ Y estás contento de lo que llevas hecho? — P o r completo. Tí)dos están actuando con un entusiasmo admirable, que y o le« agrarlezco mu - , cho. Creo que haremos algo interesante y . lo q u e . es mejor, nuevo. N u e v o de asunto, aunque con técnica sobria. — P o r ser tu debut c o m o director, ¿qué UM-[ presión tienes de todo esto? J
Knrique del Camp» y A n t o ñ i t a (-olomé, principales intérpretes de la producción Atlantic-Kilms «Una mujer en peligro», rodeados de Barreyre (fotógrafo), José Santugini (director) y llerrit-re (jefe de producción), durante una escena
Knriqne del Campo, primera figura masculina del film «Una mujer en peligro», en un momento de gran interés de e s U nueva película, que dirige Santugini para Atlantic-Filnu
—Que es un oficio de locos. Supone un esfuerzo agotador. Termina uno rendido, deshecho. —¿Qué es Una mujer en peligro? — Y o he querido que sea una farsa de humor y de intriga, con cierta originalidad en su desarrollo. Y a dirá el público si lo he logrado. Barreyre, el primer operador, corta nuestra conversación llamando a Santugini. Este acude. Se encienden las luces. Suena el timbre imponiendo silencio, y la escen»' empieza. P o r un momento el Estudio parece desierto. Enrique dei Campo o el suicida El suicida en el film, claro es, porcpie Enrique del Campo, el notable galán mejicano que y a o b t u v o en su país éxitos tan destacables como los de FJI fantasma del convenio. El escóndalo y Conspiración, interpreta en la película de Santugini el papel central: el del hombre en t o m o al cual gira t o d a la intriga. i —Es un personaje difícil—me d i c e - •. E s t á í constantemente en escena, y cn cada momento de la cinta acusa una caracteristica diferente, sin penler la línea central, que le anima en su • i't alidad. -¿Es é s t « su primer papel en España? — S i . A h o r a he actuatlo con Sevilla y \"iicho' en El 113, |)ero en calidad de |uinier . l y u d m ' i de dirección. Kn H o l l y w o o d y en .Méjid. iciii • \ 1 c>to cargo.
— ¿ Y qué le gusta más, dirigir o trabajar como actor? -—Las dos cosas me agradan; pero puesto a elegir, me dedicaría mejor a la cuestión técnica. — ¿ N o cree usted que tendría más porvenir en este aspecto? —Quizá. P o r lo pronto, he de hacer antes algunos films como actor. Entre ellos, Ijola Triana, con Raquel Meller, por cuenta de E . C. E . —¿Contento de Vna mujer en peligro? — M u y contento. E l papel se adapta muy bien a mis condiciones, y y o lo interpreto con t o d o entusin.smo y cariño. Santugini lliuna a Del Campo. Otra v e z suena el timbre reclamando silencio La sonrisa de .Xntoñita Colomé y el pelo platino de Mariana Larrabeiti Kn un rincón del decorado v e o a A n t o ñ i t a Colomé ser>tada en un sofá, al lado de Mariana ¡ Larrabeiti. M e acerco de pvmtillas, y entre las • dos me hacen un sitio. A mi deiecha tengo a. Antoñita, y a mi izquierda, a Mariana. Mientras cambian la cámara y las luces para rodar otro plano, hablamos. —Rstará usted contenta—digo a Antoñita—. Esta es su tercera película en lo que v a d e temporada. — L l e v a usted razón—dice—. P r i m e r o , Rataplán; luego. El medrado Carabel, y ahora, Utia mujer en peligro. — ¿ Y después? — H a r é L n señorita de Trevelez, con Ekigar Neville. — ¿ L e gusta el papel que le ha dado Santugijii en su pelicula? — .Mucho. . \ mí rae agrada interjiretar pereonajes diferentes, aunque los que y o prefiero son los de matiz b ^ e u u o , pero con calor de humanidad.
Mientras habla, Antoñita muestra constante-1 mente su sonrisa alegre iluminándole el rostro, de | facciones finas y expresivas. L a creadora de] Kl negro qne tenía el alma blanca posee una simpatía extraordinaria, que gana desde el primer momento. Y sin afectación. Espontánea, sencilla, franca. Su ceceo andaluz, sus manos inquietas, sus ojos vivaces son todo alegría, gracia, movilidad. Después de hablarme de sus aficiones, de Madrid, de Barcelona y de Sevilla, capitales entre las que reparte sus preferencias, pregunto a Mariana Larrabeiti, que con su maquillaje, su peluca gris y su vestido descolorido tiene un aspecto de vieja ama de llaves: — - Y usted, ¿qué papel hace en la película? Uno antipático, casi odioso. ¡Si viera usted el esfuerzo que traigo q u e hacer para aparecer tma cosa que no soy! —-¿E^ este su primer film? —Sí, señor. Y lo que scm las cmus: y o , que esperando este momento cuitlaba con esmero mi «•abello rubio platino, he tenido que esccmderlo bajo esta peluca, para inter|)retar una vieja fea y arisca... ¡Una propone y el director dispone! Ontaüón, personaje siniestro, y Pepe Martín, ayutiante y actor
Bnriquc del Campo y Alberto Romea en una escena de «lina mujer en peligro)
SantiagoOntañón se enfada cómicamente conmigo. P e pe M a r t í n , que es más serio, no. Este m u c h a c h o simpático, atlético, (jue res u l t a t a n útil de ayudante de dirección como de actor —ahí está su extrao r d i n a r i a creación del alguacil en La traviesa molinera—, h a c e t a m b i é n un p e r s ( m a j e en Una mujer en peligro, además de servir a Santugini de segundo. Y Ontañón, mirándose en su ejemplo, es, a la v e z que actor, autor de los d e c o r a d o s . E n el Estudio lo htice todo en broma: hasta su p a p e l , eso que tiene sus puntas y ribetes de «malo» clásico. A l g o así como uu Boris Karloff o un Be! Lugosi al barato. A su lado no hay mauerii de est»u- serio. Con todos bromen v con todos ríe. Observamos un momento. Ontañón está rodan-
do tma escena. Viste pantalón gris verdo.so y cba(jué negro. Un cuello de pajarita le aprieta la garganta, y sobre él .se anuda una corbata que v a a perderse bajo el chaleco, cerradísimo. Una peluca muy rara da un aire extraño a su rostro redondo. Muy poseído del pajiel misterioso que interjireta, camina rígido como un autómata. En la mano lleva un quinqué encendido y a la puerta de l a c a s a tenebrosa—^anchas hojas de madera con gniesos clavos—. bajo una lluvia artificial fabricada a gusto del director, cede el paso a Enrique del Campo. T o t a l : diez segundos de duración. Se repite tres veces. Al terminar, me acerco al gran dibujante. L l e v o la intención de hablarle en serio; peto como dudo conseguirlo, le digo: — A d m i r a d o Ontañón: esto no es ser formal. Usted usurpa un puesto: o actor o escenógrafo. —¡Si es que a mí me divierte mucho interpretar un papel! —Uste<l, sin duda, hace lus decorados con la condición de que se lo den. — N o , señor. Eso sería poner en entredi«:ho mis condiciones de actor. Y o hago el papel, iwrque es la única forma de qne me den los decorailos —dice riéndose—-. Sí, sí; no lo t o m e a broma. —¿Cuántos ha. proyectado para la película? —Esta, birria que usted v e puesta... — ¡ P o r Dios, Ontañón, que es magnífir-o!
. . . Y la tontería de diez y siete más. Los hay 'Ic todíLs cla.ses y estilo.s. Un surtido completo. Cnmo ti(t puedo arrancarle una declaración en s(.|i(i, no prcgiuito más. .Me acerco al maestro (til Serrano, y ()ntañón, otra vez enfadado conmigo, comienza a bromear con A n t o ñ i t a Colomé y Mariana Larrabeiti. Un vals tle Gil Serrano Sí, señor. Un vals, un [irecioso vals del inspirado maestro Gil Serrano, que A n t o ñ i t a cantará en la película. Su autor ha leii.di, la U ; , l - i i < interpretarlo durante un descanso, en el v^ojo piano que hay en un riní;ón de la casona misteriosa creada por C>ntañón. Y la audición terminó con un aplauso de todos los presentes. —Esta melodía—me dice—es el leit motiv del film. Durante él se juega con diferentes ritmos. Además, he compuesto un ballet español estilizado, que creo ha resultado muy bien. E n la escena del cabaret lo interpretará un grupo de doce bailarinas, y c-omo estrella, la genial Caimen Saj)cha, que, además, lo ha montado con un gusto exquisito. — ¿ L e gusta hacer música para película? —Alucho. Creo que hay en el cine un gran f)orvenir para los músicos jóvenes. Se pueden hacer cosas muy bellas. Hnal Bien hubiéramos querido recoger impresiones directas de otros actores que intervienen en el film; pero no ha sido posible, por no encontrarse esta noche en el ICstudio. Entre ellos, queremos destacar a Alberto R o m e a , el notabilísimo comediante, que tan magistralmente interpretó el corregidor de La traviesa molinera: a P a b l o A l v a r e z Rubio, cuya creación en Drácula aun perdura en el recuerdo de los aficionados, y a Julio Castro, el popular Castrito, y a incorporado al cinema. El resto del personal que interviene en Vna mujer en peligro y es eficaz colaboriulor de Santugini, se completa con los nombres de Barreyre, primer operador; K e m e n f l y , segundo operador—que, por cierto, habla un espai"iol graciosísimo^—; Gomis, ingeniero de sonido; el fotógrafo Gavilán, el maquillador Ruiz y el indisjensable Cejuela, regiseur exyjertísimo que desde lace muchos años interx'iene en cine, y cuyos recuerdos, salpicados de sabrosas anécdotas, amenizan algunas veces los descansos entre escena y escena. P o r ejemplo, lo que nos contaba a A n t o ñ i t a Colomé y a mí: im director español de fugaz carrera—tres films mediocres fué toda su labor—se presentó cierto día a dirigir con un traje completo de explorador africano: salahof, polainas, cinturón, espuelas... ¡y a ca-
Después de algunas horas, el trabajo se suspende. IJOS actores desaparecen hacia sus camcrinr>s. Se apagan los potentes reflectores, y el decorado queda en sombras, sólo iluminado por una bombilla lejana. Santugini y y o , r;entados en el sofá, charlamos. L a casona tenebrosa creada por Ontañón tiene más aspecto siniestro que nunca. V. I l . - G .
N u e s t r o compañero tIernández-Girbal.con los elementos técnicos y artísticos q u e l intervienen en la ^ realización del nue\ vo film «Una mujer ea p e l i c r o »
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AIRES
Cí ^u/or cn la paníalla
C Q U B fiWT^fr^ i HéptinMt arte—y nunca mejor empleada j ni con tanta justicia esta frase como en el presente caso- marcha velozmente hacia la conquista del mañana. De un m a ñ a n a espléndido y raagnííico que y a se animcia con vivos resplandores. Concretamente: nos referimos al día en que el cine en relieve y en color sean una realidad plena, madura, granada. De Europa y Norteamérica nos llegarán esta temporada los primeros films en colores. I A S primeras bandas que ref;ogen los colores naturales en toda su bella y rica ¡«olicTomía. P e
IJ
Miriam llopl^ins. Francés Dee y LoweII Sherman, eon\er»ando durante un descanso en la filmación de tBeeky Sharp»
Una bella «pose» de Miriam Hopkins en su creación de la protagonista de «Becky Shap>. la sran reatixarión en color de Kuulién Miimouliin
El color es una cosa totalmente nueva para nosotros. Sabemos todavía poco. Solamente uno o dos lo conocen bien. Así como a aparición del cine sonoro fueron los técnicos del sonido, aquí son ellos los verdaderos directores. -¿...? —Sobre twto y a no puede haber duda. El color es ima cosa lograda, y habrá invadido por completo la pantalla antes de dos años.
camerameti
-6-.?
—En efecto. I>J mismo que ocurrió al advenimiento del (!Íne sonoro, ocurrirá ahora. Se alzarán voces de protesta M a » éstas no detendrán su avence. ~¿...? —Evidentemente, ahora sufrirá nn largo período de transformación, no solamente por parte del público, sino también por parte de los rea lizadores.
-¿...? justo es desta«;ar por méritos y dere<*)ios de ant ^ ü e d a d el del camiM) americano. liflrky Sharj), q u e en español llevará el título de Ijn feria de la ranidtul, ha levantado en t o m o suyo un coro de e.xpixtaciones, un verdadero clamor de elogios y censuras. Aun antes de aparwer en las pantallas, de tieeky Shar¡^ se dijo todo o i:asi todo. Pero faltaba en este coro u n a v o z . Quizá la más interesante, quizá también la única que ])uede hablar, y , desde luego, la única q u e p u e de hacerlo con plena autoridad y pleno conocimiento: la de Koubén Mamoulián.
de Culver City. Pero huJio (jue suspender el l o daje cuando apenas .se llevaban filmadas unas escenas. Víctima de una rápida y cmel enfemiedad, Ixiweil Sherman acababa de morir. Y de nuevo quéflaba planteado el siempre espinoso problema de la dirección. ¿A (juién confiársela? IAJS magnates de la K . K . <>. estaban en el baIan<;ín de la duda, cuando Mirián Hopkins, la estrella del film, vin«> pn>videncialmente a resolverles la cuestión. lx> bastó |)rtra ello el pronnnciar un nombre tiui sólo, éste: Roulién Mamoulián. .Mamoulián diee:
Cómo y por qué fué eneargado de la direeeión de "Beeky Sharp" Koubén ManiouUán Roubén Mamouhán, el gran realizador europeo, no e r a el x[uc iba a dirigir Becky Sharp. Lo fué casualmente. La cucaracha habia recorrido triunfalmente las pantallas del mundo entero. Y este v i v o éxit o hizo pensar a la K . K . O. sobre la conveniencia y la necesidad de correr la audaz aventura. Es decir, lanzar al mercado mundial el primer gran film en colores naturales. Se bu.sc6 un asunto de época y un ambiente propicio a la exhibición de vistosos unifomie tnüeit multicolores. Y se encontró el and.ieiiu deseado en la gesta heroica de Napoleón y on líjs días q u e precedieron a .-ni Waterloo. Se designaron c o m o j»rincipales intérpretes femeninos a Mirián Hopkins y France» Dee. Y se eligió c o m o director a !x>well Sherman. Y se comenzó a rodar en los Fj»tudioK R. K . O . Piíthe
Y he iwiuí recogidas literalmente, y fielmente reflejadas, cuantas manifestaciones ha hecho el prestigioso realizador europeo acerca del film en color y de Becky Sharp, la película (jue—en o]>inión de muchos—está llamada no sólo a escribir con rasgos indelebles su nombre en la historia gloriosa del cinema, sino también a marcar una fecha en la brillante vida artística de Roubén Mamoidián.
-¿...? ^'^í. F>stoy jdenamente satisfecho. Pero de<laro que jamás he dirigido un film de las dificultades de éste. —Habrá observado que la atmósfera del Estudio es distinta de U at-ostumbrada. La clari dad es mucho rai'us fuerte. Y la cámara, dos veces más grande: fotografía simultáneamente tres bandas diferentes, que, al unirlas, nos dan t»)da la gama del arco iris.
IJSÍ llegada del cine sonoro fué como devolver la palabra a todo un mundo de sordomudos. Pues bien: la aparición del color en la pantalla será-una maravilla equivalente a aquélla. Hoy contemyjlarán todos a go de lo <iue será el «únema en color. Pero mañana, con el color y el relieve, verán la belleza real del universo.
—
El color se logra en el lienzo, iluminado ha.se de tres tonos, que, unidos, dan el color na tural. -¿...? —Desde luego, el color abre al realizador campos ilimitados. I>a técnica cinematográfica c!am biará también. Antes no tenían más que atenerse al ritmo de alternar los planos y el juego de las formas. Sin embargo, ahora tendrán dos elementos lie color que forzf)samente habrán de tener en cuenta: la composición en colores y la claridad. Y {X)drán componer las planas con verdadero talento de pintor. Influeneia p.sieológiea del eolor en la aetuaeión dramátiea —Es evidente, con evidencia científica, que cada (tolor sugiere al homb.e distintos sentimientos, distintas emociones. El blanco, la pureza; la tristeza, el negro: el rojo, la pasión; la esperanza, el verde, y ciertos verdes, la envidia; la locura, el amarillo, etc., etc. Así, el sentido de cada escena deberá tener un color propio, lo mismo que la acción. Este y uo otro es, a mi juicio, el setTeto del film en colores. Hacer que I ' o ' o r coae con el sentido de la acción.
i'Ámo ha barajado
Mamoulián ios eolor«s
át
"Becky Sharp" — l i e aquí lo que y o he he<ho en Bed<y Sharp para habituar la visión del espef-tador aJ color. En las primeras e«cenas no empleo más que los matices y los tonos más delicados. Ix)s muros son gri.ses; los objetivos, pálidos; y asi, la vista de los espectadores .se acostiunbra insensible mente, y luego recibe y acepta sin dificultad el contraste de los tonos violentos en las escena.-) drímiáticas. Pero entramos en materia. Y a .uedida que la acción es niás v i v a , más intensa, los colores se transforman también, l n ejemj)lo: la escena del baile que en la villa de W a t e r l o o , y la víspera de la batalla famosa, da la duquesa de Bichmond. A él m-uden los oficiales ingleses. El uniforme de éstos es rojo, y la toüe de las danv^s, de tonos multicolores. Y el tono general es vario: u n a orgía de tonos, de matices y de colores. De pronto se percibe el tronar de un cañón. Pánico. I>e punta a punta de la sala. El viento abre una ventana y apaga las luces. Y en esta penumbra, tnmquila antes de la tonnenta. y o trabajo la est;ena. Se v e correr de u n lado a otro. Revuelo y confusión de colores no v i v o s : blanco, negro, marrón. Después se mezclan los a z u l e » , los verdes, y también los amarillo.-), los n a ranjas y , por último, el rojo, eada v e z más fuerte, más violento. X medida que la acción se ha<-e más rápida e intensa, la emoción es evocada por los colores. Y para a<.x;ntuar los colores de l o » personajes, la claridad juega im importante papel. Desde el momento que el viento apaga lai luces, la claridad pasa de! blanco a un color pa jizo; después, a medida que en el horizímte s' anuncia el fuego de ]¡\ bntidla. tin\a l;i esceni vira en rojo.
—Desde el momento en que el color natura! invada la pantalla, no podremos prescindir de él. La visión nos sería tan insofuatable ''orno la de
.Vliri.» I l o p k i - . r l . « o r ioglr, Sir O d r i c t l U r d w i r k r v Roobén M . « o « l ¡ á o , cambiando impcciones lo- drullctí dc u n . c«ccaa dc cBccfcy S b . r p »
la Naturaleza a la que hubiéramos previamente de su policromía.
dep|X»jado
—En efeí'to. Se han hecho de Betky Sharp <h»s copias en blanco y en negro, con el fin de poder compar a rla.-< cou las de color. P e r o no resisten la <-omj>aración. Entre una y otra ha\ | la misma diferencia que hoy existe entre un film míalo y un film sonoro. I^a c(mquista del color está logradla, quicrtmlo " n • detractures. Kl temor ée las est^«>lla^ Según parece, las stars de (Cinelandia sienten cierto temor a que el color aminore en la pantalla su belleza. Sin embargo, este temor es infunilado. P o r lo menos, tal es la opinión de Mirián Ibtpkins. - N o hay motivf» para esa alarma—lia dicho—; la claridad de un film en colores la aumentará, si cabe, y a que revelará con todo deta le y con todo reali.smo la l>elleza del calH'llo, de los ojos, «le la \MMA y de la piel. Sofcirneias Finalmente, la llegada del color a la ttantalla, no <le
Miriam Hopkins y <;. P. Ilunticy cn una escena dc |;ran intensidad
del nini cn color dr Roubén \tanioiiliáii tBcrky Sharp.
« * r c dc ^
un modo circunstancial y esporádico, sino definitivo, a lo que parece, plantea un problema por demás interesante y rico en sugerencias: el del cinema en color y la pintura, l^a relación de estos dos artes—no olvidemos que el cinema otmpa el séptimo lugar—se ha de mantener entre sí. Mamoulián, con la doble autoridad de «u prestigio y de ser el realizador del primer gran filn» en colores naturales, ha dicho que entre las variaciones que el color ha de introducir en la técnica cinematográfica no es la menos irafxtrtante atiuella que ha de permitir a los dire<"tores comp<mer sus planos, i-on intuición, gasto y talento dc pintor. Claro es que no .será posible olvidar la diferencia que siempre ha de existir entre ambos artistas, y de la que es una prueba los distintos «•olores de siis paletas, y a que en la del realizador cinematogi^íico tan .-^óli» enccmtramos, has1 a aliora, el rojo, el verde y el azul. .Vdemás, cl pintor es libre, libre respecto a la lorma y a los colores. Tiene una visión, .«u v i sión del mundo y de las cosas. En su uumdo, el mundo limitado [ w r el |>erímetro de su cuadre» caben los colc»res y los matices, a veces más ravillosos *-uanto máís irreales. P e r o el cinema en color huye del impresionismo, que no cal>e más cjue en e^^os films de dibujos de W a l t Disney, m a r a v i l l i H o . - > , par cierto, y en los cjue la fantasía vuela libremente. Pretende, {M)r el (rontrario, ser realista. ForTosamente, jinjieriosamente. tiene que serlo. Su mimdo es «•I mundo de todos, es decir, el mundo tal cual es. Y no puede traic;iouar¡o, yM)rque su visión se tiene que ajusfar en uu todo a la es«:ala c-m mátic-a. L a conquista del color eatá lograda en prim i JJÍO. Y es indudable que esta conquista ha de revolucionar profundamente el arte cinematográfico. .Sería, por lo tanto, conveniente que pluI' as capacitadas («ara ello al)onlaran el intere nnte tema de las relaí'iones del cinema en color a pintura, para evitar el confusionismo en el espectador, y evitar, asimismo, que éste aí;ud« a la.s salas de proyeccic'ai con idéntico criterio cí)n :e acude a un .Museo.
raiv
LUCIANO DK A R R E D O N D O
Q
vigor el más inspirado poema a las
UÉ difícil es hacer la intervi a Robert palabras,
Flaherty!
olas, a los vientos, a las algas.
Cuatro
interrumpidas
Su protagonista es el mar.
por
Por sí solo llena la pantalla.
frecuentes chupadas a la enorme pi-
Las
pa negra, que despide una olorosa humareda de inconfimdible « N a v y
que
LOS hombres tienen algo de elementos. Apenas se destacan de la piedra y del aguo. Incluso en la espeluznante esceno del tiburón pasan a segundo término. Este documental de un lugar determinado tiene la grandeza de lo universíU. Puede aplicarse a todos los lugares de la tierra donde el hombre se empeña en v i v i r en un peligro cotidiano ganándose cl pan a fuerza de heroísmo anónimo. Sin concesiones ni debilidades, con una sumisión total a su tema, aim a trueque de rendir al espectador poco hecho a estas austeridades artísticas, Flaherty nos demuestra lo que debe ser el cine.
Y o rae acerco disimuladamente, y logro con una frase certera la primera sonrisa de su bocaza de niño grande. —Sus películas han desmentido el tópico de que los públicos son incap a c e s d e g u s t a r las buenas p e lículas. — E l arte verdadero es comprendido hasta por los niños y los analfabetos—^me contesta, agradecido. Enseguida se forma un corro de comentaristas sobre este tema. Se extiende el elogio a toda la cinematografía inglesa, por haber patrocinado la obra cumbre de Flaherty, ese Hombres de Aran admirable y asombroso, que recorre el mtmdo en ima apoteosis sólo comparable a las que en su tiempo obtuvieron Los cvatro jinetes del Apocalipsis y FA desfile del Amor.
Ñ a d í de bambalinas y argumentos cerebrales. l^a cámara debe ceñirse a la v i sión de la realidad allí donde la realidad ofrece interés y emoción. P o r desgracia, el público del cinc^ por ser el más números;», no siempre agradece Catos esfuerzos
artís-
ticos Recuerdo que ha<;e años me sorprendió una fielícula precursora
de
Hombres de Harán.
j i
Flaherty lo ha tratado también con el amor poético <]ue profesan los irlandeses a su isla. Este amor es aún más ferviente en ese lado occidental, donde la isla parece desmenuzarse bajo el continuo dentellear de las olas del A t lántico. Pero sus habitantes no le ceden sus peñones, que les ha arrancado, y se empeñan en seguir viviendo sobre ellos la v i d a más primitiv a y peligrosa conocida hoy dia en Europa. Como moluscos se adhieren a la roca ásperp, desolada, barrida por las tempestades como el puente de un navio anclado en pleno Océano. En «Hombres de
más
poso.
solitario. L e sorprendemos en el bar de los Elstudios de la Gaumont British, asediado poT dos rubias periodistas con gafas, que quieren hacerle hablar más de lo que él está acostiunhrado. L e molesta que la gente .se asombre de sns proezas y quiera husmear en la v i d a privada.
Flaherty ha escrito con austeridad y
no son
de su furia y la belleza de su re-
Cut» de buen irlandés navegante y
Hombres de Aran no es el primer documental novelado de Flaherty; períj sí es el mejor de los suyos, sin duda porque en él ha tratado el trozo de su tierra que y a inspiró a los íjrandes poetas irlandeses Syngc y Yeats. '
personas
comparsas que subrayan el poderío
Kwkn» Ins
ixr]
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y \\
Me refiero a /xj casa de la discordia. Al salir me encuentro a una amiga. Cuando le comuniqué mi admiración por el esjiectAculo que a(*ababa de ver, me rei>p<mdió <'on fastidio: —¡Mucha agua! ¿Qué dirá esta pers<ina, tipo de espectador medio, cuando v e a Hombres de Aran? N o importa. Alguien dijo que no hay obra de arte sin ima sensibilidad que la comprenda. Pero la sensibilidad se haco a fuerza d e o b r a s d e arte. 1*^ esta campaña «sensibilizadora», Flaherty es el apóstol abnegado que ha t o m a d o sobre sus hercúleas e s p a l d a s la noble tarea de ir educando a las muchedumbro;. El pan del arte se multiplica d e taumaturgo.
son sino eomparsu que subrayan el poderío de su furia y la bellesa figurM bumanas no de BU r e p o s o »
ANTONIO S A L A Z A R
OTRO TRIUNFO DE RADIO FRED ASTAIBE^ GINGER ROGERS LOS REYES OE tA CA R I O CA
•ai»® FILMS
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ropos. LOS ASTORIA DIAS AGOTA EIUMÜINES.
¿í^ BARCELONA
I J I cdaiiza de los globos», creación coreográfica de Jeán Parker, la convertiria eo ídolo de ; laa mnltitudes si ella quisiera e^ J ^ k i r l a ea ia pantalla o sobn jaffienario... ¡Pero dice «|ue es ^ . / d e s a h o g o de su propia ) H v e i i l i M | ana v á l v u l a de escape ém a g í energías! 1^
1 I
Coincidiendo con io F i e s t a d e l a R a z a ha sido es-
Ralto
trenada con el más rotundo de los éxitos en los 32 locales siguientes: VALENCIA Cine Olimpia TARRASA Cine La Rambla
TRIUMFA CON DIOSO FILM
SU GRANNACIONAL
SABADELL Cine PALMA
Euterpe y Cine Imperial DE MALLORCA Teatro Bolear
HUESCA Cine Olimpia ZARAGOZA Solón Doré, Teatro C i r c o y Teofro Victoria SAN
SEBASTIÁN S o l ó n M'iromar, Teatro Troebo y Salón Bellos Artes
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HUELVA Cine Rábido CEUTA Salón Apolo SANTANDER Coliseo María Luisa LÉRIDA Teatro Victoria
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Nos apostamos a que, además, se j u ^ a a las prendas y hay chocolate.
Shirley Temple ha firmado eon la Fox un contrato por seis años. Es deeir, que al final dei contrato veremos a Shirley con tacones y a punto de divorciar«!e.
Concepto yanqui del honor. Samuel G o l d w y n le pedia hace poco a un renombrado escenarista la p r o m e s a de que n<» vendería cierto argumento sin que él lo conociera. — P e r o y o — d i j o el es<;enarista—-pueilo dar esa promesa. T e n g o y a varios ofrecimientos... —^líntonces —- dijo Goldw y n — ; si usted no quiere darme esa promesa, déme
jVete, hombre, vetel i N o seas «pe sao»! Que resulta que ha perdí do el tren y está ahora ahí den tro poniéndose el pijama
Fíjense ustedes en que es un pitillo con ceniza, de antes de encender la cerilla. Así está la vida en Hollywood. Fred Mac Murray ha cogido uno de esos cigarrillos empezados que se dejan sobre los radiadores de la calefacción (FOT. »A1AH0UNT)
su palabra de honor. Eso no compromete a nada.
Pero lo ni&s extraordinario ha sido ver a Josefina Baker, este verano, lomando baños
Este es el modo como debe presentarse en casa del abogado un matrimonio que se quiere divorciar <FOT. WARNER BROS)
Así entró Grace Bradley a casa la noche aquella. De puntillas y cuidando de no pisarse la cola. Por fortuna, no se enteró nadie... ¡ÍOT. rARAMOUNT)
L a historia «le la mecanógrafa que de pronto se <;onvierte en estre la de la pantalla es suficientemente conocida para v o l v e r a <M'npHrn<ts de ella. A h o r a lo <jue se v a a ponei de moda es el ca.so a la in versa. En efe<'to, Pat.sy Hutli Miller, de quien ustedes s» acordarán, seguramente, JMU que j)ara a)go todos no.sotro.tenemos tan buena memoria, está empleada ct»iiM» taquimeca en una gran firma cin<'raatográfica, y se encuentra tan a gu.sto que ha desechado varias oportmiidades de hacer la golondrina. Junto a la ínáijuina de es cribir, P a t s y R u t h Miller distribuye, con una símrisa encantadora, las faltas de ortografía indis[)ensables en i m a mujer que no lleva gafas. ICsta gente del cine, c<jn lal de ser original, hasta es capaz de perder dinero. Existen infinitas me«;anógrafas que se han c o n v e l í ido en estrellas. P e r o sólo existe
una estrella que se h a y a convertido en mecónógrafa: P a t s y Ruth .Miller. Ese es su mérito. Lamentemos que las demás no sigan este camino inteligente. lAI hígul. al higuíl |Con las manos, no; con lo boca, sil O historia de cuatro tanguistas a las que un aviador arro|ó un bocadillo (FOT. FARAMOUNT)
Howard liu;|he« i-s el hombre de lo«< "records", l e a n ustedes: lia balido ei "record" del mundo de velocidad en avión, a «luiuienios sesenta y sois kilúmelros por liora. Ks el m á s joven de todos los niultimiilonaríns. El primer film del que fué productor *'ÍA)S áiiyeies del infieriui" -costó una fortuna, no empleada ha^ia ahora en ningún oiro film. Fué rl primer hombre que tuvo una novia- Jrán H a r low- rubia plalino. Y fué el primer hombre a
quien dejó plantado una rubia platino. Aparlc de estos defectos, es nn buen uuiehacho.
Jle aquí mía noticia des.(insoladora. En su nuevo film, Katharine—que quiere decir Catalina, dicl lo sea sin la menor presunción }>olíglota—, H e ] ) b u m canta, baila, recita verso.-,, toca el piano V habla el francés.
Son las tres. Pero, al fin, Patricia Ellis ha encontrado a ese amigo que le va a convidar a almorzar (FOT. WAIMU U O l )
Venturas sin cuento, promesas do amor.. El fNogusito», con un hongo y todo, le dice que sí, que le vo o comprar un chalet... Pero ella, mujer ol fin, se escoma y lo miro de reojo... Acabará fugándose con un violinista
jHorror, terror, pavor! Otro vez Fronkestern. Y oho:o occmpoñodo a. su novio, que es uno novio como paro presentarla en uno barroco y poner o real lo entrado. |Pero qué miedo me don a mí estos cososi Uno, lo verdad, esto que no le llego la camisa al cuerpo. Lo novio de Fronkestein no puede decir lo mismo. Tiene más sábana que un abisinio. Por eso, sin duda, se muestra ello ton enfadada y la tienen que sujetar. ¿Y qué me dicen ustedes de la ondulación? Parece como si lo hubieran puesto un ventilador en el cogote. En fin, felicitémonos. Esto segunda parte de «Frankestein» es mucho más divertida que lo primera. Y eso que lo primera tenía lo suyo. Stan Lourel y Oliver Hardy tienen desde ahora, con Boris Korloff y Elso lanchester. una serio competencia en este por de asusta chicos. Y esto es lo gracioso: la Universal, especializado en películas odormecedoros, ho logrodo su moyor éxito de risa cuondo perseguío su mayor éxito terrorífico, las cosas de lo vida.. (FOT. UNI¥I»S»I)
(POT. HtTRO-aOLDVTN-llAYKa)
de !M>1 en la playa de Jean-lettPins. Josefina quieri', «in duda, poners^t nn poeo morenita.
Y a está aqui la noticia que esperábamos. R a y m o n d Bemard realizara Juana de Arco. Todos los directores franceses tienen la obligación de realizar una Juana de Arco, mientras no se demuestre lo contrario. Que no se demuestra.
Este es el porvenir que espera o los sombreros de poja de todo el mundo (rOT. METBO^OLOWrN-MAYBl)
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jEsel lEsel |Esel Ese es el único espectador que ho venido esto noche
Mildred Harris, la primera mujer que luvo Charlie Chaplín, va a trabajar en una pelíeula que «le titula, en i n glés, "Star (iaxinfi". ¡ D e algo le había de servir au malriniuuio. qué caramba!
1
En H o l l y w o o d , Samuel Goldwyn es famoso por sus respuestas. A un periodista que le pregimtaba rei'ientemente por qué iba a realizar de nuevo El ángel de loe tinieblas, que y a había hecho en mudo, le respondió: —Un buen escenario es siempre un buen escenario. Y o he rodado ese film en raudo. L o v o y a rodar en sonoro. Y no ea eso t o d o . T o d a v í a lo tengo que hacer en relieve, en colores y en cuarta dimensión. H. M . G..
(FOT HITtO-QOlDWYN-UAYEI)
La coro de Glodys Swarihou» cuando acabó de cantar t í a Trovioto y se encontró con que se habían ¡do todos los invitados (POT. PAIAHOUMT)
Seis tgiris» de d o sombra de _ ^ la duda» y un caballero que no tiene nodo que ver con esto, pero que se empeñó en salir (FOT. HSTtO-OOtDVTM-MATII)
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¡ A a i m » . krloras! l'n |Mi<|ii¡t<i il<- \oliin(H<l para imílar los ejrrririoN de rultura fíitira que realiza esta gentil niurharha. y pronto obtendréis HU ideal silueta
.Sl abandona usted, señora, el cuidado de su cuello, le cortifertirá en el más implacable delator de su edad
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sí será, en efecto, si usted n<) procura evitarlo concediéndole las mismas atenciones, U)s mismos cuidados que dedica usted al embellecimiento y a la higiene dc las demás partes de su cuerpo. Sin que podamos explicamos la razón, el Q 5 }x>r ICO de las mujeres que rinden a la hermosura de su cuerpo y a la exaltación de sus encantos el culto que aconseja la estética y el amor a la propia belleza, olvidan que uno de los princijjales atractivos de la mujer reside en esa parte d e su cuerpo, y que es ella, como ninguna otra, la que denota con implacable veracidad los años. D e nada servirá un escrupuloso maquillaje, ni un atavío feliz, ni un perfume delicado, si el cuello no tiene la misma tersura, la mi.sma delicadeza y la misma seducción que el rt>stro. Posiblemente toda.s cuantas nos lean abundarán en esta opinión, y, sin embargo, ¡qué p<x:a.s de ellas atenderán con el debido escrúpulo esta observación' H o y queremos nosotros dar la voz de alarma y recordar a nuestras lectora.s que esa negligencia puede conducir a la ruina de su hermosura, que con tanto celo creen cuidar. Y ello es tanto más lamentable cuanto que esa atención apenas si requiere la dedicación cotidiana de unos cuantos minutos. Vamos a indicarle a usted, señora, el más racional sistema, sencillamente expresado de tal modo q u e cualquier lectora, sin gran trabajo, pueda ponerlo en práctica. Kl cuello, por otra parte, es una de las regiones del cuerpo donde puede operarse sin temor a descalabro, ya que no existe en él ninguna re-
gión peligrosa. Sólo la tráquea requiere un poco de dulzura en el tratamiento; pero, en todo oaso, ella misma se encarga de
Un gruiM» de igirls. en«ayando e \ o l u r i o n e * • " • « " «""••ada del prororeoprá6co. que
hacer notar rualquie. exceso, P » ' ^ ' " «brumado por , . , ' , ' l a contemplarion dr acusándolo con un leve escozor tantas bellezas y una sutil tosí-xilla. Veamos ahora cómo puede evitars*' que la hermosura del cuello decrezca y que sn piel se agoste y se marchite prematuramente. KIUi se logra con los sencillos movimientos que vamos a enumerar, y que pueden practicarse a diario o, al menos, tres veces en semana. Primer movimiento.—Sin presión excesiva, pero sin di ma.siada suavidad, apoye la mano, por la palma, sobre la parte baja dc la barbilla, abarcando con los dedos desde una a otra oreja. 1^ cavidad formada por el dedo pulgar delx> aplicarse exacta ,. ,. . ., mente sobre la tráquea, y en L t ^ " * » q--- l^s extremidades de hcura d e la panlalla, , , j ,. sonríe ante el objrlivo '"'^ presionan ligeramente rn una .pose» que Ir el grues-) músculo que fácilmenpermitr rxbibir su r s te s«- percibe al tacto, y que cultural figura sil. <les<lr detnís de la oreja
rr;'"rn
para descender hasta la rlavicula. Bájese la mano desde el mentón hasta el pecho, y repítase el movimiento unas veinte veces. Segundo movimiento.—Haga coincidir los extremos de sus dedos bajo el mentón, y lle ve l a mano, invertida, como en la anterior posición, alternativamente, desde el punto d e partida hacia la oreja. Si no se pueden co locar las manos invertidas, vuélvanse y rea lícese el movimiento en la misma forma. Tercer movimiento.—Para evitar que las arrugas se acumulen en la parte del cuello denominada «collar de Venus», estimúlese en ella la circulación de la sangre por medio de ligeros pellizcos, ni excesivamente sua\es ni demasiado fuertes. Cuarto movimiento.—Unas palmaditas so b r e el cuello, dadas con el revés de la mano, contribuirán a perfeccionar los resultados del movimiento anterior; pero en éste, como en todos, procure no emplear tcxla la fuerza de q u e disponga, pues ciertos vasos sanguí neos que recorren el cuello acusarían pron tamente l a molestia q u e les ( K a s i o n a r í a ser maltratados. Quinto movimiento.— Masaje de las cuer das cer^-icales. Debe realizarse con suavidad ^_Conslancc Goodrigr, destarada figura de la cine matografía inglesa, realizando sus dia rios ejercicios de gimnasia, a los que, según ella, debe la prrfeerión de su fi gura
June Lang, sobre la areua de la playa, se ha dejado retra tar rn rsla <rspoolénrai actitud de r e p o s o y ensiniísnianiirnlo [V.n se creto les diremos que fué rila i|uirn avisó al fotógrafo [
Ksias cuatro «giriss, soDríenles y encantadora..,, e v o c a n e » e>>a • actitud los frisos clásicos de la Grecia inmorlaL» \
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y lentamente, iniciándolo en la raíz del pelo y descendiendo hasta la flexibilidad y extensión que los brazos lo permita. Como puede verse, el tratamiento del cuello no puede ser más sencillo, y, en todo caso, su aplica ción apenas si requiere unos minutos Y a cambio de este sacrificio, de esta obligación que nin guna dama amante de la hermosura debe eludir, ,<jué maravillosos resultados se obtienen' .\ modo de advertencia, casi innecesaria, por otra parte, diremos que estos ejercicios deben realizarse después de haber impregnado la parte sobre que se va a operar de una crema un tuosa y de la mejor calidad jxwible, con lo que se obtendrá en la piel una stiasidad, una elas ticidad y una extensión indispen.sables al mejor resultado del tratamiento. Kn cuanto a los pr<xluctos más recomendables para combatir el agostamiento de la piel, inde pendientemente de los beneficiosos efectos cjue puede reportar el sistema (jue preconizamt>s en estas líneas, son en e.xtremo variables en cuanto a !a.s marcas, pero muy semejantes en sus componentes. Por lo general, son cremas astringentes, fabricadas con plantas innumerables. E!l más eficaz sistema de aplicación .son las compresas, (jue delien ser sustituí<las tle media en me dia hora o en más tiempo, según que sean más o menos estimulantes. Una banda de cripe r,'l peau las conservará fijas durante el tiempo deseado
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MAPY DEL CARMEN RICARDO NUÑEZ S ¿>^^c^>¿<m-: bE HITO P E R O J O mds^M : M T R O - GUERRERO.
Un de
Concurso CINEGRAMAS
¿¿fuiéfted
He aquí, lector, cinco dc sus artista» cinematográficos preferidos. Con sus ojos y sus bocas benios hecho un cpuzzlc», colocando eaas partes del rostro cn el retrato que no les corresponde. El Concurso e « sencillo y entretenido, y consiste en acertar los nombres dc estos cinco artistas y cn devolver a cada uno de ellos la boca y los ojos correspondientes, recortándolos de la reproducción que va al pie de esta página. Habrá tres premios - uno de cien p S M tos, uno de cincuenta y otro de veinticinco—/ que se sortearán entre los concursantes que remitan el cupón (publicado en otra página d r este número) con los cinco nombres correctos, y, además, esta página con los cinco retratos debidamente reconstruidos. A falta de soluciones correctas, se adjudicarán los premios a las que más sr aproximen, y en caso de que haya dos o más iguales, se adjudicarán loa premios que les correspondan por medio de sorteo.
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oDAVÍA. de vez en ruando, anacrónicamente, aJgiiien resucita o] viejo paiangón entre el cine mudo y el sonoro. Murió tan bellamente cine mudo, (¡ue aun le quedan vestales. Kn sus primeros Virotes, el cine sonoro fué un nuevo rico del diálogo y del sonido. Pistaba un JHKHI enfatuado por atjuellas conquistas formidables, y busc iba, jactanciosamente, la oca.sión de exhibirlas. Así sufrimos muchos films, que no eran sino tertulias faltas de la mínima acción, de la mínima movilidad, en las que los personajes se entregaban, prolijamente, a conversaciones inacabal les. El cine sonoro buscaba ocasión para emplearse, para lucirse, como un actor de comedias de alta sociedad apenas se li encargado frac. L a música, recientemente aprehendida —192Í)—como mi dio expresivo, saturaba en exceso las producciones de aquel entonces. Dijérase que había caduiado todo lo que no era opereta, o que, por lo me nos. no nos sería permitido disfrutar película alguna sin que una banal cancionciila del galán o de la estrella sir\'iese de engarce, como leit wotiv, i los instantes sentimentales del film. K] cine sonoro nacía con una incontinencia aterradora. Las clásicas virtudes cinematográficas se olvidaban. La imagen, la fotografía, la limpidez, la agilidad del argumento, eran pn teridas al nuevo canon que el mimdo cotizaba por encima de ningi'in otrd: el sonido. Sólo al amparo de éstos excesos iniciales fué posible la formación de sectas—en número y en fervor mengua'üsimos y a - - p o r los devotos del cine mudo. Sous íes toiti de Paris arrebató a estos cenáculos muchos de sus fieles. Era la fórmula, el equilibrio, la serenidad en la administración del diálogí' y del sonido. Pudo convencerse, aun el más reacio, con aquella obra admirable, de que en la película .sonora el diálogo no tenía por qué empalagar, ni il sonido reproducir ruidos ingratos o ineficaces. El letrero había venido a sustituir al explicador—evoquemos los pritnitivos cxplicadores de inefable memoria—. Era un poco mjusto creer que a la palabra v i v a no fuératnos a brindarle beligerancia mayor que la de convertirla en un simple sustitutivo de los letreros; pero, salvado i m margen prudencial, lo cierto es que no nos c(mvenín para nada excedemos, llevarla mucho m á s allá. El diálogo tenía que apoyarse en la iniagen, no la imagen en el diálogo. El diálogo debía decimos lo (pie n(» admitía un diferente medio iliexpresión, y era su obligación decírnoslo brevemente, sí, pero con gracia, con ángel. Tollo el rnundii, tras muchas o pocas vacilaciones, lo comprendió así. I'cinaun queduonrecalcitrantes. Y entre ellos, uno bien calificado: Charlot. So ha perdido el gran actor oportunidad ninguna de hacer presente su «nimo.-iidad contra el cine sonoro. Ltwes de ciudad intentaba en su primera e s c e n a - l a inauguración del monumento—ridiculizarlo. Pero la caricatura era, H i \ n entonces, tendenciosa y sin fundamento. Porque lo cierto es que en nnidio.s films coetáneos de aquél, la voz humana llegaba y a a nosotros fielmente reproducida, lloy^—huelga decirlo- ^ 1 cine sonoro ha despejado sus incógnitas. Charlot se avendrá o no en su producción número cinco — de la (pie todos los antecedentes nos hacen pensar (lue guarda cn su crítica del m iqninisrno muchos puntos de contacto con Ija ciudad y las sierras. de Eca de Queiroz a dar su placel al cine sonoro. Pero el cine sonoro ha logrado tal número de triunfos, (pie podrá-permitir.se el lujo de .sortear, airosamerte, los desdenes del protagonista de FA circo. Y es que hay quo convenir (pie el cine mudo no tiene más que un pasado brillante, sin ]>re- rite, y, lo que es peor, sin futuro. Resumamos: el cine disfione hoy del sonido; mañana, del color y del relieve. ¡Magnifica omni[)otcncia! X o ha habido nunca arte con un stocl: de ríícursos c'omparable al suyo. Industrialmente, permite el manejo de masas, de decorados riquísimos, de comediantes excepcionales, porque rin<! lo preci.so para pagarlo todo y bien. T(;cni(íamente, di.spone del mar, i' la selva, de l(js crepú.sculos, de la nieve...; cn suma, de todos los escenarii del mundo. En un mismo metro de celuloide puede hacer engranar, con homogeneidad y a la vez de modo distinto y chu-o, unos comi)ases de (tnpiesta, en lejanía, como telón de fondo; más (;ercano, el bordón del oleaje; más próximo aún. el rumor del diálogo; entre unos y otros, el batii acomp.isado de los cilindros del coche..., y ofrecernos todas esos .sonidos maravillos úñente supeqHiestos, cuaiados, fundidos, .soldados, como un trozo de la villa misma, en una vibración acorde. Érente a esa acumulación de elementos materiales, que no pone vallailar alguno para ([UC, la fantasía vuele por los derroteros que le plazca y que es el sumando de los trabajos de muchos hombres a lo largo de treinta o de cuarenta años d e esfuerzos inintemimjiidos, queda .solo, con .su inge nio, el autor del guión, a]>to para movilizar a su servicio esa tramoya gigante.sca. ¡(Jué enorme responsabilidad! Sépalo el autor d d gui('m: se le servirá cuanto pida y como lo pida. Que no detenga los puntos de la pluma por naufragio más o menos. Choípias de trenes, batalla.s, in(!end¡os, (cuanto guste, a sus órd(!nt!S. El manda, ¡(jué nwponsabilidad! Sí, es cierto. Poro, pa ralclauicuttí, ¡(pié iiliM-cr! I/>s (pie sabemos por propia experiencia entu pié estrechos y mezípiinos límites se ha de mover el autor teatral, escri
.Mentalidad y dinaniii«mo, conceprión segura y amplia y ejreuciAn pronta y entusiasta» éste es Enrique Domínguez Hodiñn, valor auíéntiro de aueslros ruadros einemalogrifiros. pernonalidad vigorosamente destacada en las filas de nuestro rinema. Kl ilustre consejero delegado de la C.V.X y de llispania-Tobis rúenla en los medios cinematográficos españoles ron respetos y adhesiones fervorosas, rn tributo dr jusliria a su alto enlimiaiimn por el cinema y a su magnifica capacidad de rrearión v de trabajo MSUIO Dt lAYO
bim<»8 guiones con una s i m w a desenvoltura de colegial en asueto. Y nos sometemos gustosos a la forzada exigencia de concluirlos en beso, porque nos ¡larece que, en fin de cuentas, tiene dcroi^ho a exigir esa poca cosa quien tanto y tan sin tasa nos da. JoAQi'fN C A L V O S O T E L O .
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^rlo^Jerné^z (Cuenca
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(JUUO)
Nació en Madrid e) i 8 de Junio de 1 9 1 2 . Es hijo del popular actor y autor cómico Ramón Peña. Se crió en Valencia, 7 de los dos a los seis aftos títíó en Madrid. Hizo sus estudios de primera y segunda enseñanzas en Centros docentes de los Padres Escolapios, nada menos que ocho colegios, obligado por las actiTídades de su padre a frecuentes cambios de residencia. En una fiesta escolar, en Getafe, representó un papel importante en la comedia infantil titulada «Sindo el tonto», y elogios la primera crfmereció caJun icaba en "Páginas Catica que se le ic los E s c o l a o s . Cuanlasancias» curso ée bachiller, do tei qxiinc^M^ de edad, recién púbKco^Kl escenario se presentó del Infanta'Tsabel, sustituyVh), sin ensayos, al actor Pedro Valdivieso en un papel de portero, con barba y todo, 4c la comedia del malogrado Antonio Suárez a papá». Con la Compañia «Dale un orrió Tarias provincias, y de su dos años, al Infanta IsaTolvió II 1 9 3 0 marchó a Joinvibel. En ^ r la Paramount |gjra inlie, con' tervenir en ttoiiSeHcuU; de regrese, se ii oorporó nue^ipiente a la Com que antes estuviera, y al final de sión verano, siempre en 1931 Sebastián, firmó un ios de la Metro-< llywood. Cerrados producción en Su último fihn yi nirersal. Regresó de
Y
EÑA
O U N G (LORETTA)
Nombre verdadero, Gretchen Young. Nació en Salt Lake City (EsUdo de Utah) el 6 de Enero de 1 9 1 3 . Cuando tenía cuatro años, su familia se trasladó a Hollywood, por consejo de un hermano de la madre, que trabajaba en un Estudio de cine: al poco tiempo, el padre era administrador del director George Melford, y Jack,uno de los hermanos de Loretta, gozaba de la protección del célebre astro Wallace Reid. PoUy Ann, otra de las hermanas, fué el tercer miembro de la familia que ingresó en el mundo del celuloide. Por indicación d« Mae Murrayi^mj^U ingresó en una escmia de danza^^HpíHna hubiera sido dé no sobrevdPPOgo impensado. Un día de T927, Polly Ann, terminado su trabajo en un film de CoUén Moore, acababa de marchar a Salt Lake City en viaje de vacaciones, cuando fué requerida urgentemente para repetir una escena. Jack Young propuso que Loretta sustituyese a su hemutna, con la que tenia notable parecido; hízosc así, j el director, que era Mervyn Le Roy, quedó satisfechísimo del «doble». Dos años después, fué seleccionada con su hermana Sally (Sally Blane, desde entonces) entre las Wampas Baby Stars. Por aquella época, terminada su educación, abandonó las clases del Convento de Santa Ramona, que dirigía Mrs. Carmen Holiday, y se decidió ? consagrarse al cine en vista de sus favorables antecedentes. No tardó en encontrar trabajo, y su p|imera aparición en papel de categoría, }tiéto a Lon Chaney, constituyó señalado tritmfo. Se caaA el aó de Enero de 1 9 3 0 , ea Arizona, c ¿ ( el actor Grant Whiters. fc>.
Peücula» que ha interpretadot Con la Paramount (Joinville): Doita Mentiras, Adelqai Millar.—Con la Metro-Goldwyn-Mayer: La ftutm amarga, Arthur Gregor. La mujer X, Carlos Borcosque.—Con la Fox: Esclavas de la moda, David Howard. Mamá, Benito Perojo. Primavera en otoño, Eugene Forde. Una viuda romántica, Louis King. Yo, tú y ella, lohn Reinhardt. La ciudad d' cartón, Loui.s King. Vn capitán de casaros. John Reinhardt. Julieta compra un hijo, Louis King. Angelina o el honor de un brigadier, Louis King. Rosa de Francia, Gordon Wilds.—Con la Universal: Alas sobre el Chaco, Christy
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EsUtura, 1,57 m e t r o ^ *tíos azules. Cabello castaife rojizo.
metros. 9Jos
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A G Y (KATE VON)
(EDWARD EVERETT)
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Estatura, ; I metros. Ojos pardos. Ca-i bello castafio.2
Rie, payaso, rie (Laugh, Clown laugh). Kismet, John Francis Dillón. L « jaula de oro (Platinum blonde), Frank Capra. i?05a dt medianoche (Midnight Mary), William WeUman. Huérfanos en Budapest (Zoo in Budapest). Rowland V . Lee La lotería del diablo (The Deiifs lottery), Wilhelm Dieterle. La ca.<¡a de Rotkschild (The House of Rothschild), Alfred Werker. Fueros humanos (Man's Castle ) . Frank Borzage. Un aventurero audaz (Bulldog Drummond Strikes Bach), Roy del Ruth. Nacida PM^ el mal (Born to be bad), Loi^^ Sherman. La legión blanca (The « H l parade), Irving Commings. ' ' India (Clive of ¡ndUt), Ric(< leslavsky. La llamada dr ' of the Wild), WiUiam V cruzadas (The Crusadesi MUIe.
I
R T O N
Nació en Nuera York el t8 de Marzo dc 1 8 9 0 . En sus años de r.iñez quería a toda costa dedicarse al oficio de panadero, y mucho hubo de trabajar su familia para obligarle a seguir lot estudios de la Universidad de Columbia, ya que la fabricación de nn pare<^ la más adecuada tarea p«ra el hijo de un periodista de renombrf{>''l!l juego del fútbol dio al traste con stf|Mpción prec«4cntc. y quiso ser futbolista'lWlesional Reveses de fortuna sobrevenidos poro deiípués le obligaron a buscara* ain tardanza acomodo: su primer empleo fué como mensajero de Telé^afos. mas no duró mucho en él por llega» siempre tarde, a causa de su pereza para abandonar el lecho. Un amigo que tenia buenas relaciones en el mundillo ;nas rela« ntó a un empresario, que teatral le praaentó papel en la comedia «El le conced.. propios méritos se ganó Mtkado». y llegó a ser durante ascensos los actores más populadoce a ñ o » r w de la es«^ a americana, especializado ücómicos, unSie 1< aunque él mismo dear leescena su temperamento le inclina a ico, género en que logró setiaifos. Hizo su primera peUcula en <9IBiJF algún tiempo después consiguió i ^ k H ^ é x i t o de transcendencia en la pantuj^^K un film de James Cruze, que no IlefHHpúblico español. Siguió alternando ctt^B teatro, hasta que la boga de los films ojalados le movió a abandonar éste paraSinsagrarse a aquél. Es un lector entuaiaüt y un bibliófilo apasionado. Su depo^^Kreferido es la equitación.
Pelíeula» que ha interpret
Nació en Satmar (Hungría) el 4 de Abril de 1 9 1 0 . Empezó 5u educación en un colegio de su ciudad natal, y la terminó en un Pensionado atutriaco. Recién salida de él, un joven servio la hizo el amor; pero en la muchacha pudo más el odio de razas tuacitado por ü anexión a Yugoeslavia, en virtud del Tratado de Paz de Versalles, d« la llanura húngara de la Batschka, a bl que pertenece Satmar. Como alguno* de sus familiares desaprobaran su proceder, Kate decidió afrontar por sí misma la locha por la existencia, y recurrió a la que era entonces su afición más acusada.Ja literatura, pero sus verana no ii|l||[Maron a editores ni directotas, y sus reportajes mrrecieindiferente. Como tenía cierbuen dominio del deporte te presentó a un Campeo, y resultó batida en el . Pero su estancia en la no fué inútil, pues en una tográfica a la que Uea unas amigas sintió de*,espíritu la vocación defiSatmar, permaneció una tus padres, y uaa noche se e s c a p A ^ ^ ^ casa, tomó el trtn y se presentó c^^plin, decidida a ter artista de que su escaso peculio de cine, idamente, escribió a sus disminuía idiéndoles perdón, aaeguprogeni' porrenir estaba aacfurarándoles el envío de fondos. A los do..., y bajó en su primer film, y cinco Telia. Su dominio d«I ateenseguida' ces le permite actuar cn man y otro idioma. films da
Pelieulae que ha interpretadot
Pelicula» que ha interpret
Beggar on horsebach. James Cruze. Jugar con fuego (Uncertain lady), KarI Freund. Los ex ricos (The poot rich), Edward í>edgwick. El soltero inocente (A bedtime Slory), Norman Taurog. Alicia en el pais de las maravillas (Alice in Wonderland), Norman McLeod. Fácil de amar (Easy to love), William Keighiey. Vna mujer para dos (Design for living), Emst Lubitseh. El modo de amar (The voy of love). Norman Taurog. Caprichos (Smarty), Robert Ftorey. La viuda alegre (The merry widow), Ernst Lubitseh. El templo de las hermosas (Kiss and Make up), Harían Thompson. La alegre divorciada (The gay divorcee), Mark Sandrich.
El vencedor (Le vaimjueur), Hans Hinrich. Ronny, Reinhold Schunzel. Bombas en Montecarlo (Capitain Craddoch), Hans Schwarz El favorito de la guardia (versión alemana), Hans Schwarz. Vna aventura nupcial (Das Schone Abenteuer), Reinhold Schunzel. Yo. de día: tii. de noche (Ich bei Tag und Du bei Nacht), Ludwig Berger. El encanto de unit noche (Die Tochter ihrer ExeeUenz), Reinhold Schunzel. Fugitivos ( Fluchtlingt). Gustav Ucicky. Lo mujercita de ttn gran sefl'^ (IHe Freundin eines Grossen Maunes). Paúl Wegener. Ilusiones de gran dama (Einmal eine Grosse Dame sein), Gerhard Lamprecht Noche de Mayo (Derjunge Barón Neuhaus), Gustav Ucicky. Turandot, princesa de China (Prinzcsst'ii Turandot), Gerhard I.amprecht. El diablo embotellado. H d g | Hilpet y Reinhold Steinbicker.^^^ ruta imperial, Marcel l ' H e r t á g H ^ I
EsUl beUo
metros. Ojos B|J[^Ca-
La Moda, fatigada de su actividad, se ha tomado un paréntesis de reposo
E
1 FEcTivAMENTÉ, los grandes m a g n a t e s d e la elegancia europea descansan... Después de haber lanzado a la avidez femenina sus J últimas creaciones otoñales, han hecho un alto en su labor y no han introducido modificaciones sensibles en la moda de invierno. Ello, claro es, en lo que se refiere estrictamente a la linea, que en punto a la diversidad de modelos ésta sigue siendo copiosísima. Pero la silueta, que es lo que realmente intranquiliza a la mujer, no ha variado, no sólo en los trajes, sino ni siquiera en los sombreros y tocados, que continúan acusando la influencia italiana a que haciamos alusión en nuestra anterior crónica. L a única novedad—si puede llamarse novedad a la reaparición—estriba en el resurgimiento del birrete, del sombrero de copa y del bonete de perfil campesino. Estas tres modalidades del sombrero femenil han hecho su aparición últimamente en las grandes reuniones hipicas parisinas, y, a decir verdad, su éxito ha sido muy dudoso. Esta tibia acogida se explica fácilmente si se tiene en cuenta que no todos los rostros pueden adoptar incondicionalmente esta orientación, debido a que no siempre resultan favorecedores y gratos a la vista. Por otro lado, para lucirlos acomodadamente se precisa ir «muy vesti-
W endy Barrie realza su airosa y juvenil silueta eon rstc sencillo trajecito de «crépe> de lana, cuyo original dibujo ea la «última palabra»
Claire Dood luce en esta foto un juvenil y favorecedor «tailleur», muy práctico para estos días otoñales
t>e una originalidad muy •chic» ea este elegantísimo vestido que muestra aquí la bella actriz de la pantalla ingtesa Ciña Malo
da», en tanto que la-s tixjuita-s, las boinas y los casquetes permiten una mayor confortabilidad en el atavio. Por lo que a los vestidos se refiere, el tailleur conserva su, por lo visto, invulnerable hegemonía, y así hemos visto en las colecciones exhibidas últimamente la más extensa variedad de modelos de este estilo y la más insospechada profusión de tendencias dentro de la misma norma. El tailleur se ha hecho el indumento indispensable para la mujer actual, y son tan copiosas las variedades presentadas y de tal modo se observa en los grandes costureros el afán de ampliar el radio del estilo sastre, que han procurado introducir en ellos las más inesperadas modificaciones, hasta el punto de que el tailleur ha dejado de ser ya el traje matinal obligado, para convertirse en el atavío insustituible durante toda la j o m a d a . Felicitémonos de ello, p o r q u e ningún atuendo como ése presta a la figura femenina mayor encanto ni más adorable sen.sación de juventud. E n las craciones de invierno obsérvase
una gran preocupación en dotar a los indumentos deportivos femeninos de una orientación nueva que les prive de aquella sensación de pesadez e incomodidad que antes solía caracterizarlos. Por el contrario, las toilettes para coche, para avión y para nieve acusan una deliciosa modernidad y una evidente inspiración en los típicos atavíos nórdicos. Los abrigos de sport, por el contrario, prescinden en absoluto de la belleza extema, para convertirse en prendas realizadas con el exacto sentido que exige su uso. Lineas escuetas, tejidos fuertes, hechuras amplias, grandes bolsillos y cuellos amplios y confortables. N o falta en ellos la piel costosa, que denota suntuosidad, pero sólo en aquellos modelos que no tienen aplicación deportiva, propiamente dicha. Los que están creados verdaderamente para preservar a quienes los visten de los rigores de las temperaturas inclementes están inspirados, como hemos dicho, en la práctica sobriedad y en el lógico e indispensable confort. Para los abrigos de calle, tampoco mny complicados, predominará durante el próximo invierno la tonalidad severa. Para los claros días soleados, Vodelle ha creado unos modelos en tejidos de luminosa coloración; pero aparte de su predilección, mil veces probada, por los tonos brillantes, la tendencia general de !a moda del abrigo determina la adopción de los medios tonos y de las gamas neutras. En los trajes de noche también deja sentir su influencia el /rois piices, realizado en materiales proceres e influenciado por un sentido de la suntuosidad muy a tono r o n la ( m i ó l e de las fiestas a que suele
Arriba: Sobre la aitidrz de uu srneillo y elegante atavio de «soir», Betty Kurness luce la transparente gracia de ua riquísimo cbal de encaje aegro
Abajo: Or una sunluosidad, colmada de distinción, es este elegantísimo traje de noche q a e viste P b i l i y a Brooks, la deliciosa aetrix de la paatalla ;
F.n la silueta: Kathleeo Burke, la actriz de la belleza e x t r a ñ a e inquietante, luciendo un original traje deportivo, de ante eolor oui-
J
concurrirse durante las soirées. Para las toilettes de gran gala—bailes, cenas, espectáculos—el taffetos y el tul de seda son los materiales indicados, pues si bien el terciopelo y las sedas en su extensa variedad tienen también lucida y extensa representación en los modelos de última hora, la proporción favorece a los materiales anteriormente señalados. Para las breves chaquetitas, parece estar muy indicado el terciopelo tornasolado, bien en un tono o inteligentemente combinado en dos tonos armónicos y favorecedores. ITn color muy en boga para esta finalidad es el violeta, tan grato siempre a los rostros femeniles. Los relieves egipcios y los adornos de lame también se indican mucho para el invierno, y en cuanto a elementos decorativos y complementarios, ig^oal para vestidos que ]>ara sombreros, parece ser que influirán mucho en la moda las flores de cellophanne, los aigrettes, las plumas de avestruz en los tintes más audaces, > los señoriales paradis, que vuelven a recobrar su perdido auge. Pero, como decimos al principio, la línea, constante inquietud de la mujer, no ha variado. Del lobo, un pelo, suele decirse; pero mucho tememos que este reposo aparente sea nuncio de una de esas radicales evoluciones qne todo lo trastornan y modifican, y—ese es el peligro—ao siempre con acierto. MIOSOTYS
BU kM l A LUNES NSACiONAL WCCION
CHAMPA NA CRUZADA CONTRA^ CRI N^FIL/Vl^MARAmi PROTAGONISTA ^ RJUhoA^
Arleru
EN
Sus Labios, Color Natural TANGEE
A V I V A EL
N O L O S CUBRE DE ' P I N T U R A ' . . .
ES N A T U R A L q u e para realzar su belleza use usted un lápiz d e labios,- mas, para que sus labios no tengan un aspecto pintado, vulgar, use el lápiz, sin pigmento T A N G E E . En lugar d e pintar sus labios, T A N G E E intensiiica su color natural. Es un lápiz que, basado en un principio científico, cambia d e matiz al aplicarse. T A N G E E es anaranjado en la barrita, pero apliqueselo y verá cómo cambia de matiz hasta que adquiere un tono grana encantador y natural. A d e m á s , T A N G E E suaviza y es permanente. También
SIN R E T O Q U E Los l a b i o s « i n -retoque casi t i e m p r e parecen maicKitos 7 a v e j e n t a n el rostro PINTADOS Evite el p a r e c e r p i n t a r r a j e a d a . A los h o m b r e s les d e s a g r a d a este a s p e c t o . C O N T A N G E E : Se a v i v a el c o l o r natural, r e a l z a l a b e l l e s a 7 e v i t a la a p a r i e n c i a d e pintura
Sr. O. FeOEKICO »ONET Apañado 202 Madrid Incluyo en i4>lloi d« correo Ptat l.SO para mueiiras de láptz, rouge, compacto y polvoi. Nombre Cali. N° Pobloción Ptovincio Escribo cloro y «nvíe el «obre cerrado ciM. II.
hay un tono El Theatrical.
oscuro:
Los p o l v o s T A N G E E también armonizan ahora c o n el c o ' o r d e - u cutís. - Transmiten a éste una frescura j u v e n i l . . 7 e v i t a n ese as / ^ ^ ^ pecio polvoriento tan d e s a g r a d a b l e V^^^
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12
Uiblíuloea de DON Ü L I N T I N , E L A M A H G A O
hacia la puerta, otros se levantan temerosamente de sus asientos. Comienza ta desbandada general. Una mujer lleva cogido del brazo a su hombre, tirando de ¿l hacia afuera. El hombre, echándoselas de valiente, se resiste; pero se deja conducir. D O N Q U I N T Í N , siempre con la pistola en la mano, da una patada a un rezagado. A las dos lie jas las llevan otros parroquianos medio desmayadas. .NÚM. 6 5 . Segundo plano. Salen los últimos parroquianos. Con Igual gesto de mal humor, D O N Q U I N T Í . N guarda el arma. Se halla ahora en el centro del café. .Avanzan hacia él C R Ó T I D O , S E F I N I y ANGELITO. C R Ó T I D O . — V o le juro a usted, Don Quintín... Q U I N T Í N . — ¡ Q u e no se hable de esto una palabra más! A N G E L I T O . — N o s o t r o s nos opusimos... Q U I N T Í N . — iSilencio! ¡Dadme una silla! S E F I N I y A N G E L I T O le alargan rápidamente una silla cada uno. QUINTÍN (gritando).—|Una! Los dos acólitos quedan suspensos en sus movimientos.
. \ N G E L I T O (tembloroso ).—¿Sorno general. N I C A S I O entra y de-teamos o elige usted.' f>osita los útiles del trabajo en un Q U I N T Í N (cogiéndole la silla viorincón. lentamente).—¡Esta! N I C A S I O . — Y a pues sacar la coA N G E L I T O (muy satisfecho).— mida, que rae tengo que marchar ¡La mía! enseguida con el capataz. C R Ó T I D O . — ¿ Q u i e r e usted que le T E R E S A . — P u e s t e n d r á usted sirva algo? que esperar una media hora. Q U I N T Í N . — ¡ S i hubiera un veN I C A S I O . — ¡ M a l d i t a sea! ¡Miá que neno!... hacerle esperar a un hombre que Sigue un silencio embarazoso. está toa la santa mañana trabaN Ú M . 66. Primer plano. jando!... Q U I N T Í N . — Y en adelante, ya lo T E R E S A . — S i se le pué llamar trasabes, Croti: aquí no viene nadie bajo a estar en la cuneta apoyao en más que yo cuando se me antoje. el azadón y dándole que hacer a la C R Ó T I D O . — D o n Quintín, que esbota. to es un compromiso muy grande. NICASIO (A I'ELISA).—¿Estás ¿Cómo voy yo...? oyendo?... Q U I N T Í N . — S o pagará lo que sea, F E L I S A . — M i r a , calla, Tere, que ¡y a otra cosa! al fin es padre. N Ú M . 67. Interior de la casilla de T E R E S A . — P a d r e tuyo será, que peones camineros. TERESA esti mío no lo es. ¡ Y bien se conoce! escribiendo. N I C A S I O . — P u e s como un padre N Ú M . 68. Detalle de la carta: te he tratao siempre. tQuerido Paco de mi alma: Desde T E R E S A . — . \ la vista está. E s deel otro dia...* Se oye fuera la voz cir, a la vista no está. ¡Porque si me de N I C A S I O . vieran los cardenales!... (Llora.) N Ú M . 6g. Retrocede la cámara. N I C A S I O . — ¡ L l é v a t e l a de delanT E R E S A guarda la carta precipitate, porque si no, me ciego y repito damente. Se ve a F E L I S A trajilo de ayer. nando en la chimenea. T E R E S A . — ¡ C o m o me toque usN Ú M . 70. Continúa la escena. Plated, me tiro al pozo!
encontrao con una cosa toa quel a y negra. T E R E S A . — ¡ S i es que usted también quiere que le guisen unas patata.s y no da ni aceite, ni carbón, ni patatas! N o d a más que la orden.
página, la foto de Greta Garbo en comente un tauto*. El chófer, de una tpose* característica. un golpe de volante, salva a la joN Ú M . 46. Retrocede la cámara. ven ; pero él choca contra el árbol. I<"ELISA, inspirada por la imagen, El choque no tiene consecuencias, se levanta. ' y sirve para que T E R E S A y P A C O , N Ú M . 47. Medio plano. ; el chófer, traben conocimiento. F E L I S A . — P u e d e que tengas r a - ' T E R E S A . — ¡ A y , Dios mío! ¿Le ha ' N T C A S I O . — A m o s , no faltaba más zón. Sobre todo, que la que más y pasao algo? que oír, después de aguantarla toa la que menos tiene sus ilusiones. P A C O . — N o , no ha sido nada. la vida sin provecho ninguno. ¡Si \ Y en esta soledaz, ¿quién v a a rePero hoy hemos nacido los dos. no mirara..,! ¡Me voy, por no romparar en los atraztivos de una? T E R E S A . — T i e n e usted sangre en perte el alma de un estacazo! Al hablar ha adoptado descaradala cara. N Ú M . 45, Cambio de ángulo. N I mente la *pose* de Greta Garbo. P A C O . — N o se preocupe. Es<j es CASIO sale. F E L I S A se sienta en el T E R E S A . — E s verdad. E n una de valientes. brocal del pozo. T E R E S A llora, , carretera, iH>r mucho que sueñes. T E R E S A . — ¿ \ cl coche?
mientras aquélla hojea urui revista de cine. F E L I S A , — ¡ V a m o s , chica, no llores así! T E R E S A . — ¿ P u e s no tengo de llorar? ¡Pero déjate, que si tu padre me vuelve a poner una mano encima, me voy de esta casa! F E L I S A . — ¡ M u j e r , no es para tanto! T E R E S A . — ¿ P e r o no estás viendo lo c|ue es mi vida? Golpes, hambre, miseria... Mientras habla T E R E S A se ve un primer plano de la revista qut está hojeando P ' E L I S A . En una
no creo que consigas otra cosa sino P A C O . — P e c a t a minuta. U n a aleque tu padre te qiiite los atraztivos ta desplumada y algún que otro el día que te vea en una de esas cristal arrugao. posturas. T E R E S A . — A q u í hay agua. L.áveF E L I S A . — H i j a , si es que no lo se un poco la cara. T o m e mi papuedo remediar. Cada vez que veo ñuelo, que está limpio. Espere, le una de estas fotografías me entra lavaré yo. un hormiguillo y un afán de ser la Mientras le cura: Greta G a r b o española. T E R E S A . — ¿ L e hago daño? T E R E S A . — B u e n o , me voy a lleP A C O . — T i e n e usted unas manos var esto al ventorrillo. pa curar que parecen plumas de F E L I S A . — O ' A a y . ' O'hayl | cisne. N Ú M . 48. Exterior. T E R E S A , con T E R E S A . — E s usted muy amauna cesta, avanza por la carretera. ble. Cuando ya hace rato que caniirui, P A C O . — Y usted muy simpatial llegar a un recodo aparece brusquísima.
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Biblioteca de
« O N QUINTÍN, EL AMARGAO
ciMffnunoA de almohada a su cabeza. El, sentado a su lado, mirándola. N Ú M . 51. Cambio de ángulo. Por la carretera viene un carro conducido por un hombre que canta: Carreterita blanca, la que me lleva a ver a la que adoro pasito a paso. Si caminan mis muías por carretera, se van mis pensamientos por el atajo.
T E R E S A . — ¡ E a , y a está! N o Jia sido más que unos arañazos. P A C O . — ¡ Q u é lástima! T E R E S A . — ¿ P o r qué? P A C O . — P o r q u e me hubiera gustao tener algo de más importancia para que me hubiera usted curao siquiera una semana. T E R E S A . — N o sabía yo que era tan buena enfermera. P A C O . — P u e s y a ve usted lo que hemos descubierto de pronto. Y o pienso pasar por aquí siempre que pueda, a ver si tengo la suerte de sufrir otro accidente. TERESA.—¡Hombre, lo del accidente no hace falta que se repita! Siempre que usted venga será recibido con simpatía. P A C O . — ¿ D ó n d e vive usted? T E R E S A . — E n aquella casilla P A C O . — ¿ Y si el domingo, que estoy libre, viniera a oxigenarme a este pinar? T E R E S A . — T . e sentaría muy bien, con seguridad. P A C O . — ¿ Y podría encontrarla a usted fácilmente? T E R E S A . — A lo mejor... P A C O . — E n t o n c e s , ¿hasta el do-
TERESA.—Hasta
el domingo.
Fundido. N Ú M . 49. Han pasado unos dias. Por la carretera vierten F I D E L , N I C A S I O — q u e está borracho—y otro peón, con la herramienta al hombro. De pronto, N I C A S I O ve un automóvil medio escondido entre los pinos. N I C A S I O . — ^ Q u é hará ese móvil escondido ahí?
auto-
F I D E L . — V e t e a saber. Y a lo he visto otras veces. N I C A S I O . — ¡ S e ven ahora unas cosas por las carreteras...! ¡Cada parejita...! ¡Y en unas posturas...! Vamos, hombre, es pa .. ¡Trae, trae la bota, que más vale darse por no enterao! F I D E L . — P e r o hombre... ¡Si ahora no se ve ninguna parejita! NICASIO (bebiendo).—¡Por si las veo! Al hablar, el vino le borbotea en la garganta. N Ú M . 50. Sallo de cámara. Se ve a la pareja formada por P A C O y T E R E S A pelando la pava a la somrade los pinos. F.lla, echada boca
N Ú M . 52. Unas cuantas imágenes bucólicas, como trigales, arroyos, follaje, etc. N Ú M . 5 3 . Otra vez la pareja formada por T E R E S A y P A C O . T E R E S A . — ¿ T e acuerdas, Paco? H o y hace un mes justito que nos conocimos. PACO.—¡l.''n mes justito! ¿Lo sientes? T E R E S A . — ¿ C ó m o lo voy a sentir, si eres tú el único apoyo que tengo? P A C O . — ¿ Y el tío ése? ¿Sigue igual? T E R E S A . — S i e m p r e lo mismo. P A C O . — P u e s no lo pienses más. ¡Te escapas conmigo, y se acabaron las penas! T E R E S A . — E s o no pué ser, Paco. P A C O . — P i é n s a l o bien. Si te decides a sentarte a mi lao pa siempre, meto la direzta, acelero, te hago una media de setenta y al año que viene te encuentras propietaria de un Bebé Peugeot. TERESA (sonríe tristemente).— Te digo que no pué ser. Y o soy una mujer honra y no puedo escaparme así con un hombre. Aguantaré hasta que Dios quiera. P A C O . — P u e s mientras tanto, yo a ayudarte y a quererte. TERESA.—¡Paco! PACO.—¡Teresa! Se besan. N Ú M . 54. Un colmado en Madrid. Entre los parroquianos, sentados en el interior, se hallan S E F I N I , el antiguo amigo de D O N Q U I N T Í N , y A N C ' L I T O , chulo de tipo alegre y simpático. Se hallan frente a una de las puertas vidrieras que dan a la calle. Desde la mesa, a través del cristal, puede verse lo que pasa en la calle. C R Ó T I D O . — B u e n o , hombre; me alegro de veros. Y Don Quintín. ¿qué hace ahora? S E F I N I . — L o de siempre. Todo el daño que puede, aumentao en un sesenta por ciento. A N G E L I T O . — S e le ha agriao el
al dentista con bozal. ¡ N o le digo a usted más! S E F I N I . — Y o , desde que lo conozco, no le he visto sonreír más que una vez. E l dia que se le murió la suegra. Dijo «je, j e » , y se puso gasa en el sombrero. ¡ L a única alegría que le he notao. C R Ó T I D O . — B u e n o ; es que hay que ver que no le sale una cosa a derechas. S E F I N I . — L a gente le teme más que a un nublao. ¡Tiene un pronto!
A N G E L I T O . — ¿ C ó m o pronto? Que It pega a uno la bofetá dos dias antes de ofenderle. Mira si es pronto. C R Ó T I C O . — ¿ P e r o qué me vais a decir, hombre, si se ha hecho célebre en to Madriz? Y a conoceréis las coplas que le han sacao. A N G E L I T O . — Y o . no. Y tenía interés en oírlas, porque Don Quintín se ha enterao, y está que bufa. S E F I N I . — T e advierto que como gracia, tienen lo suyo. ¡Ponga usted el disco, hombre, que ahora no hay peligro! C R Ó T I D O . — N o , no, que si por un casual viene el interfezto, la batalla del Marne va a ser una discusión de la Academia al lao de lo que aqui va a pasar. S E F I N I . — V a m o s , hombre, ¿dónde está el disco? N Ú M . 5 5 . Continúa la escena. S E F I N I se levanta, se dirige al rincón donde está la gramola, y busca en una porción de discos que hay al lado. C R Ó T I D O . — ¡ B u e n o , allá tú! S E F I N I . — ¡ N o es pa tanto, hom-
Se acerca S A L U Q U I , camarero andaluz. S A L U Q U I . — N o ze molezte, que no ectá ahi. L o tenemo ocurto, por zi laz mozcaz. S A L U Q U I .saca el disco .ie su escondite y lo pone en el gramófono.
(DISCO)
Don Quintín no lo hace con mal fin. Don Quintín no es un majalandrin. Don Quintín no está mal educao. Don Quintín, el pobre, está amargao. Si a un amigo del alma tiene el capricho de obsequiarle con algo, le compra un nicho, y el que diga una cosa que le moleste, sabe que al otro dia duerme en el Este. SI que debe ser brutal, si que debe ser bestial. Don Quintín no lo hace con mal fin. Don Quintín no es un majalandrin. Don Quintín no es un mal educao. Don Quintín, el pobre, está amargao. Don Quintín no es un majalandrin. Don Quintín no tiene más que esplín. N Ú M . 5 6 . Simultáneamente con la canción tocada por el gramófono, algunos clientes han comenzado a corearla; entre ellos hay dos viejas, una pareja de novios, un tranviario, con su mujer, que está dando teta a un niño; un cura, etc. Cuando está terminando el disco. A N G E L I T O ve de pronto a D O N Q U I N T I N , que en la calle se detiene un momento para encender un pitillo. Intnediatamente da la voz de alarma. Se levanta y dice a S A L U Q U I que pare el gramófono. Este obedece; prro olvida el disco, que sigue girando. C R Ó T I D O . — ¡ P o n la radio pa disimular, hombre! N Ú M . 5 7 . Continúa la escena. S A L U Q U I se precipita a la radio y abre el interruptor. (RAPIO)
Don Quintín, el pobre, está amargao.
11 NÚM. 38. Cambio de ángulo. S A L U Q U I cierra el interruptor vivamente. NÚM. 59. D O N Q U I N T Í N aparece en la puerta del café. NÚM. 60. Plarto general. Se ha hecho un silencio religioso. D O N Q U I N T Í N nota algo extraüo en el ambiente, y mira receloso a un lado y otro. Sus ojos se detienen en el grarrtófono, que sigue girando. D O N Q U I N T Í N avanza hacia S A L U Q U I , que se halla entre la radio y el gramófono. Q U I N T Í N . — ¡ N o hay motivo pa que la clientela deje de divertirse, que yo no me como las gallinas! SALUQUI (sonriendo de mala gana).—Ez que, sabe uzté, no lez guztaba eze dizco, y por ezo lo he parao. E r a la marcha fúnebre de Chopín. Q U I N T I N . — H o m b r e , mi música predilezta. Anda, ponía otra vez, que la oigamos. S A L U Q U I . — ¡ P e r o , D o n Quintín, que esto no es una funeraria! Q U I N T Í N . — ¡ T e digo que la pongas! NÚM. 61. Continúa la escena Cambio de ángulo. S A L U Q U I . — M i r e uzté que el dizco está rayao. Zuena mu mal. D O N Q U I N T Í N avanza hacia S A L U Q U I , que se retira prudentemente. Porte el diafragma sobre el disco. Su cara, que ha adoptado un gesto sombrío, en consecuencia con la música que espera oír, refleja una gran sorpresa, seguida de violenta ira al oir ¡a cancioncita de marras. Parece que la ira de D O N Q U I N T Í N va a estallar en golpes y denuestos; per<r- no ,• para el gramófono, coge el disco y lo rompe con calma en cuatro trozos, que lanza a la cara de S A L U Q U I . Luego se vuelve a los parroquianos. Q U I N T Í N . — ¡ S e ñ o r e s , el que quiera divertirse a costa de alguien, que busque a su distinguido progenitor! Conque ¡largo de aquí todo el mundo! ¿Me han comprendido? ¡A la calle! NÚM. 62. Expectación. En una mesa, los clientes se miran extrañados. Rumores tad Ubi tumi. En otra mesa, la pareja de novios se muestra asombrada también. Novio.—¡Este tío está loco! NÚM. 63. Nuevo cambio de ángulo. D O N Q U I N T Í N se echa mano al bolsillo y saca su revólver, apuntando a un parroquiano. Q U I N T Í N . — ¡ H e dicho que fuera de aqui! ¿No está claro? NÚM. 64. Continúa la escerta. Plano general. Oran ^/iw'tícVrÍM '
E L PEQUESO GIGANTE
(Alba-
ceU).—Me es completamente imposible darle las biografías de los once artistas que le interesan, por el espacio que ocupnrían. Si, como usted dice, es un lector asiduo de C I N E G R A M A S , no se apure, porque paulatinamente se irán publicando. Adetciigo cn inglés, como \eidademás de las jielículas que usted cita, se han realizado: Se ha fu- raniente lo cantan en la película, si les es a ustedes igual...; gado un preso, Susana tiene un mándenme otra carta, y yo, con secreto. Sor Angélica, Rumbo ai mucho gusto, se lo publico. Cairo, El negro que tenía el alma blanca. Diez días millonaria. El tren de las 8,47, La hermana CLARK GABLE (Segovia).— San Sulpicio, Patricio miró a Escriba a Carlos Villarias a una estrella, 20.000 duros. El Fox Studios, 1411, N . Western Paraíso recobrado, Ciudad enAve., Hollywood, Caliíomia. cantada. El Niiio de las Monjas, L a película Esclavos de la tierra Amor en maniobras. Madre Aleestá realizada en los Studios gría, Hombres contra hcmibres. First Nacional, y Cediente, reaEl secreto de Ana Maria, Es mi lizada en los mismos Estudios. hombre. La fórmula. Poderoso caballero, Currito de la Cruz, .MISTER X (Madrid).~H2cy Rataplán, Haciendo el indio. El un medio, y es pedirlo a las C a malvado Carabel, 113, El expresas productoras. .Vie { « r e c e muy so de A ndalucia, Rosario, la Corbien, y si piensa dedicarse a retijera, Doce hombres y una tnudactor cinematográfico, le será jer, .ilcgre voy. Ir por lana, / Qué muy necesario tener un buen tío más gratule.', etc., etc. H a y archivo. Los repartos que le inactor que ha cobrado de 20.000 teresan son los siguientes: La a 30.000 por película. N o estacasa de Rothschild. Reparto: mos de acuerdo en la mejor peMaie Rothschild: George .\rliss; lícula española, pues esa quo Nathan Rothschild: George A r usted dice, teniendo en cuenta liss; Ledrand: Boris Karloff; el director, y con los elementos Julie: Ixjretta Young; Wellingartísticos y económicos con que ton: C. .\ubrey Smith; Herries; la ha realizado, había derecho Reginald Owen ; Metternich: a esperar «otra cosa». Muy agraAlan Mowbray; James: Murray decido por sus molestias al enKinnell; Salomón; Paúl Herver; viarme esos repartos; pero para Cari: Noel Maddison; .Mujer: mí son insuficientes, pues ya se Florence Arliss; Amschet: Iván fijará que hay que darlos muSimpson; Gudula Rothschild: chísimo más extensos de los Helén Westley; Rowerth: Holque usted me remite. mes Herbert; Baring: .\rthur Byron; Talleyrand: George Re-; Dos ADMIRADORAS D E C.ENE navent; Primer ministro: GilRAVMOND (Barcelona).—1.alebert Emery. tra del tango que me piden la
Pelufo; L a criada de Laura: Susanne Dulier; lil Inspector: José Nieto; Mr. Cohén: William Gordón; Mrs. Cohén; Carmen Rodríguez ; R a m o s : Juan D'Vega. Dirigida p o r John Reinhardt. Todavía no tengo los repartos que la interesan. El número extraordinario ya lo Barquillo, ! • ) , .M.-idiid. Los nú- sabrá usted cuando lea esta.s Sucedió una noche. Keiartu lineas. Desde luego que me inmeros que le {altan de C I N E Peter Warne: Clark Gable; Ellw teresan las canciones. GRAMAS puede usted adquirirlos Andrews: Claudette Colbert: mandando su importe en sellos -alexander Andrews; Walter CoC A R . M E L A [ Sevilla ) . — .\nte de Correos y se los remitiremos nolly; Shapeley: Roscoe Kams; todo, posee usted lo King VVestIey: Jamesón Thoprincipal, que es jumas; Dauher; .Man Hale; Bus o r i t a t , S e ñ o r a » : lUn buen constio qut igridtctventutl y con.stancia, Driver: W a r d Bond; Ben Dri- Sr tei A í l N o pretíndiis embtV.tettos «61o con productos dt para llegar. N o haga t o u d o i ; debéis también rtconstltuir Tutstro orgartismo; ^e^: Eddie Chaudler. par» ello --rtcíja toméis E U P A R T O L , Tígorliador ónico caso de esos anuncios Tres lanceros bengalies. Reuar* ti s t i o ftmtnlBO. Con t i E U P A R de .Academias cinemaT O L dtsapart^trin manchas, granos. parto: Capitán -Me (Iregor: Gary r o t u t s , espiailUs. arrugas prtmsturst; tográficas, pues jJor Cooper; Teniente Korsythe : obltndréis un culis limpio. E U P A R T O L ese camino no adeendarectrá TUtstros senos, d t s a p a r t Franchot Tone; Tenietjte Stone: — / citndo la flacidti y calmitnto d t éstos. lantaría n a d a . L a Richard Cromwell; Coronel Sto/ ; , E U P A R T O L . stcrtto dt tuestra b t l l « única .solución es q u e ^ ^ ^ ^ \ { ral E U P A R T O L cura molestias y d t s ne: Sir G u y Standing; Mayor ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ arreglos mcn&uaics. dCTcWiéadoos s a tenga usted la iiixirHamiltón: C. Aubreg Smith; ^^^^^V lud r hermosura. Madres, no abandotunidad de poder ennéis la edad cnlica... la pubertad de Hamzulla Kahn: .Monte Bluí-; • I^^H^B ' Tuestras hi|ltas; ayudadles con E U P A R trar en un Kstudio. Tania Volkauskaya; Kathleen TOL Fuluras madres, debéis tomar E U P A R T O L desde el quinto mes: tendréis un riptdo y felii parto, hilos sa Burke; Teniente Barret: Colín nos y robustos ,ne|oraréls la r a u ) . M a c b a * f* coao<éU ETELVISA D Í A Z Tapely; Mohamed Kahn; Douinnumerables seiiícios prestados por este gran prepara(Ciaño Santa Ana.— do; si lo ignoriis, probadlo y os convencereis. glas Dumbrille; El Emir: .\kin De acuerdo con usted Tamiroff; Hendricksón: Jameen lo referente a Gresón Thomas; Ram Singh: Noble donde usted guste. ¿Molestar- \ ta Garbo. Y ahora la contesto Johnson ; General Woodley . me?... N o faltaba más. E s una, por el orden de sus preguntas: Lumsden Haré; El Gran Visir: Gertrude Miehael, Greta G a r b o satisfacción. J. Cairoll Naish; E l prisionero: y Greta Garbo. Espero el reRollo Lloyd; E l asistente de sultado de mi opinión. Me Gregor: Charles Stevens; L a CARMEN ARAGÓN .Madrid).; bailarina: M y r a Kinch. l.sted no me molesta nunca.. A N G E L I N A . — ¿.Amigos? ¿V
a
El reparto de la película Tango-' Bar es: Ricardo Fuentes: Car-; ¡Tenga usted la completa segulos Gardel; Laura .Montalbán: i ridad que no llegará nunca su Rosita Moreno; El Comandante: j número!... Y que le estafaron Enrique de Rosas; [ cinco pesetas. .\demás (estoy Puccini: Tito L u cansado de repetirlo), por ese siardo; El Capitán: procedimiento no llegará usted José Luis ToTtosa; a ser artista cinematográfico. Chichita: Colette C L A V E L I T O S . — E s c r i b a a M a - D'Arville ; Manuel González: Manuel ry del Carmen Merino, a C. E . A . , RAMÓN
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(Ocaña).
por qué no? N o puedo determinar una dirección fija, pues están (le tournée por .América. K. L I B R I S
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CUPÓN Concurso ¿Quiénes
de
C I N E G R A M A S
son estos cinco
actores?
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2.° 3." 4.° 5.° Envío d « O . ColU Población
El p l a z o p a r o l a a d m i s i ó n d * n u e s t r o C o n c u r s o t e r m i n a r á • ! d í a 3f del c o m e n t e .
A nuestros lectores Concurso de ¿Q^ H^^NKS S O N ESTOS CINCO A C T O R E S ? C o m o las bases publicadas en el número anterior no han sido bien interpretadas por algunos lectores, las repetimos hoy con mayor detalle. D e acuerdo con ellas verá, usted q u e es indispensable remitir el cupón lleno con los nombres d e
CINECRA' Kii vi*<n (}«• q u e pii pocos díii« se hu ruhierto el cupo «le las mil loleeciones. ofrecidas, hemos solicitado y obtenido d e C I F K S \ que nos conceda oirás mil. Así. pues, si quiere usted pohcer una CINEGRAMAS serie de riiict» fotografías, tamaño 10 '/s x ^ cms., de los celebrados artistas Miguel Ligero, Imperio Argentina, Roberto Rey. Mary Envío d e fotos del C a r m e n y Raquel R o d r i g o , solicítelo a C I N E G R A M A S . tpie tiene a su disposiritín este n u e v o regalo, hasta el lítiiite indicado, l i a d e enviar el vale adjunto y sello paru el franqueo. Todo pedido daba ter acomp a ñ a d o d aalta controieAot
los cinco actores, y junto con el cupón, la página con los cinco retratos « r e c o n s t r u i d o s M u c h o s lectores n«>s lian remitido sólo el cupón, y otros únicamente los rostros, p o r lo cual les advertimos que
sus soluciones n o pueden admitirse. L e s
rogamos, pues, q u e nos las envíen de nuevo en la forinu expuesta.
aHFElIZ E N A M O K I S ? LxiNti-n lo
que
cui)oc)mit:nto>
pueden p r o p o r c i o n a r i c
icCómo despertar la pasión amorosa —ÍM atracción magnéti xos-Causas del desencanto -Cómo conq quien nos gusta y retener a quien amam llegar al corazón del hombre—Cómo ins a la mujer—Cómo conocer las horas pr cada día —Cómo desarrollar mirada m '^f^/'\% Cómo intensificar los atributos conseguir
CONCURSO DE EOTOCENlA El formidable éxito de este Concurso nos crea un p e q u e ñ o conflicto, ya que p o r falta de espacio sólo podemos publicar semanaimente dos planas d e retratos d e concursantes, y tardaremos aún varios meses en publicar todos los recibidos. R o g a m o s , pues, a nuestros lectores q u e no se impacienten si ven q u e pasan las semanas sin q u e se publique su retrato, ya q u e hemos de hacerlo por turno. Pura su satisfacción hemos de decirles, eso sí, q u e varios directores cinematográficos ya nos han pedido detalles sobre varios participantes en este simpático C o n curso, p o r h a b e r encontratio entre los publicutlos algunos rostros d e venluderas cualidade*^ fotogénicas, q u e c n » i n díu tendrán oportunidad de figurar entre lo>* ar(i«ln« «Ic cine. .
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