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REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año ll.-Núm. 58.-Madrid, 20 de Octubre de 1935
UMA HORA ESPAROLA
Una escena de <|{oi>arío, la Cortijera», notable produeeión nacional, editada por trnesto González, bajo la dirección de León Artola, que acaba de ser rodada en loa Kstudioi^ Roptence
E
N las carteleraíi de las salas madrileilas j d e film h a n coincidido en estos dias varios títulos d e películas españo-
las: Don ^lítwíín, el amargao, Rumbo al Cairo, Nobleza baturra. La bien pagada... Los respectivos estrenos se han celebrado en un ambiente que era a la vez expeot ición y adhesión. El público de las grandes veladas einematográficafi se congregó, curioso y alentador a la vez, para conocer en su presentación las nuevas creaciones de la pantalla española. Nuestro , cinema tiene ganado siempre, en el espíritu popular, ese primer tanto de la simpatía y de la efusión. Eiítrenos que se celebraban antes entre sonrisas y escepticismos, despiertan ahora im interés apasionado. Kn evidente—^y justificado—^un cambio en la actitud del pt'iblico hacia nuestro cinema. ¿liará falta decir—de ello hay pruebas recientes — que una animación auténticamente extraordinaria y im tono brillantisirao acompañan hoy a esas veladas de estreno? festa que podríamos llamar «hora española» en el cinema, ¿cómo debe ser vista y considerada? ¿Cuál es su exacto sentido y su verdadero alcance? Conviene fijar la significación just a de este momento en que varias cintas españolas coinciden sobre las ^ pantallas madrileñas, p o r q u e freV cuentemente, por una u otra causa ^ y desde uno y otro lado, se desen- " foca el asunto, y laa opiniones surgen mitad ligereza y mitad pasión. Pocas veces se enfoca con serenidad, con medi-
da, objetivamente, este tema riel cinema español, situado siempre en nn peligroso plano de polémica, fácil a l a di^nisión y a ía hifH'rlwle en uno u otro sentido... V'iinios a v e r si consefíuiraos en< uiulrar en stis tónuinos justos esta hora <jye v i v e hoy nuestro cinema, y que ha hecho coincidir en las pantallas de .Víarlrid varios títulos csf>añoles. Un gran momento de nuestro einema.—^llna prt»diiceión orgánica.—Kl aplau.«o justo. 1 'n heiího, «mte tcxlo; han desaparecido el desdén, la sonrisa irónica <jue íuites acompai'ifl)>an casi siempre, intívitablemente, a n u w t r a jmiducciAii. De afjuplla lejana actitud cscéptica y Imrlona, apenas(picdií cl reiiierdo. .Vuestro cinema ha sabido ganarse v a un respeto previo, y ha sabido, (^omo si dijéríuno.s—la frase no es excesiva, puesto (pie el cinema es y a sonoro— hacerse escuchar... (Itro hecho evidente: nuestro cinema, en lo <{ue a producción ^e refiere, sigue un ritmo progresivo, intensivo. R^a jiroducción era antes escatta, desliiba7.tula, intermitente, desigual. Ahora hay en ella una unidad, ima continuidad. Es y a un (cinema orgánico, encauzado, con rumbo seguro y coiiscjente. I lay >m frente de producción, un núcleo de entidades «¡inematográficas en las que se ¡u-usa, día a día. un constante afán de superación. Este h w h o de que en unos días coincidiui (;n .Madrifl cuatro filnts españoles, ¿no es el mejor ín<lice de ese ritmo pri>gresivo, intensiv o , que sigue nuestro cinema? Nunca como hoy v i v i ó cl film de España una hora tan ll"na de ¡dborozos y de esp«'ranzas. Júbilo y fe legítimos, ponpie nuestro cinema ha encimtrado su camino y ha abandonado sus vacilaciones y sus desorientaciones de antes. Satisfa(!ción por lo y a cou.seguido y fe de lo que aun quetla |>«>r cons«»guir. F'orque acaso de la.s victorias actuales de nuestro cinema, lo más interesante Mia la huella de entusiasnto «pie deja cn sus creadores: el afán de Rinovar y dc mejorar lo conseguido, el go/.o de empezar más ilusionadamente aún la [>roducción de mañana. El momento actiial de nuestro c i n e m a - m o mento, en verdad, crítico, ponpie de él van a arrancar los grajidcs nunbos de nuestra producción—, exige dc tollos una atención y un fervor. no solamente ponpie el cinema sea nuestro, sino porqite en él, en sus creadores y en sus creaciones, hay jMKsitivaniente valores de positiva calidad cinematográfica, .\plaudir a nuestro cinema no es y a . como antes podía .serlo, uua benevolencia; hoy es una justicia. .lunto al mandato de españolismo hay nn im])erativo de (¡quida<l, como razón supnima. La pnxlucción espaiM>la ha litigado y a a ima hora en (jue .se puede aplaudir sinceramente, entusiásticamente, y no por corttstía, hi}KK'ritamente. Knrique del Campo, protaconÍHta de «Una mujer ligro», eon Alberto Komea, en una etteena de la misma, que bajo la direrri«>n de José Santupcini »e rueda para Atlantic l-ilms
Castelivi, Pierre Clarel y Carmelita Aubert, direetor y protagonistas de «¡Abajo los hombres!», que acaba de ser rodada por Febrer y Blay
pe-
Vnm eaeena de la prodnceKn naeional «Madre Alegría», realización de José Busch, con la cual ha sido inaugurado, con extraordinario éxito, el t^ine (>ong, ^ nueva sala cinematográfica de gran elegaacia y «coafort»
La stunisiÓD absoluta y la p a l a bra leal ¿Quiere esto decir que nuestro cinema sea perfecto y cpie la actitud ante él haya de ser de entrega total aesa pro<lu(rción y de sumisión absoluta a sus valore»? No. Esa actitud de ceguera sólo conduciria, al final, a nn perjuicio para e l propio cinema español. Este, por el contrario, debe estar atento a t o d o consejo medita-
do, a todo juicio razonable, a toda opinión sinceramente emitida y cortesmente expresada. Debe rectificar l o que sea rectificable, atender orientacione.^ y sugestiones, escuchar las voces amigas y sinceras. H a y una frase conocida que, aplicada al cine, expresa bien el sentido que óste debe y puede tener: « L o mejor de nosotros mismos nos lo ^ ^ ^ H dicen lo demás...» ^^^^^k I>os demás, por tanto, serán los que digan al cinema español ^ ^ ^ ^ ^ ^ H lo mejor de él. Y de esa v o z múltiple de los demás—sano con^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ H sejo, opinión autorizada, advertencia leal, reparo funda^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ H mentado—obtendrá el cinema, colocado en una actitud de ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ H humildad y de aprendizaje, la mejor lección para sus ^^^^^^^^^^^H creaciones de mañana. ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B Tod-ivía f\ absurdo la negación sistemátiea.—l'na aetílud que no es justa ni eficaz.—El juicio exacto L a actitud de entrega, de sumisión absoluta, no. P e r o tampoco la de negación sistemática, la de oposición irrazonada e irrazonable. Aunque (larezca mentira, hay todavía voces que se obstinan en negar todo a nuestra pantalla, que se empeñan en no abrir los ojos a las numerosas calidades indudables de la producción española. N a d a en ésta es estimable, nada revela una inquietud, dicen esas voces de la negativa constante y sistemática. Ted actitud no es ni justa ni práctica. N o es justa, porque nuestro cinema exige una crítica serena, sin encono ni pasión, dispuesta al reparo leal, pero también al aplauso legítimo. N o es práctica, tampoco, aquella actitud, porque con ella no se lograrii nada, abso-
M»ry del Carnien y Ricardo Núñei en una escena de cRumbo al Cairo», ía producción CIFESA dirigida por Benito Perojo y estrenada con extraordinario *«ito
Carmen de Lucio y .\ntoñito Vico en la producción C I F t SA cl>i hija del penal», realizada por Exluardo S. Maroto para esta importante editora
lutamente nada, en los rumbos de nuestra producción. T o d o lo que cerca de ésta h a y a de hacerse para modificar esos rumbos, para mejorar estas calidades o corregir aquellas deficiencias, habrá de ser por el <;amíno del razonamiento sincero, no por el ataque a ciegas y el encono a todo trance. Basta de oposiciones sistemáticas, de rígidas ar^titudes, de reparos tan pueriles e inconsistentes como ese de que nuestro cinema busca sus fuentes en el teatro, olvidando que son muchas, muchísimas, las buenas peliculas extranjeras—por todos elogiadas—que antes de llegar a la pantalla tuvieron tma v i d a teatral.
Creemos que éste es el sentido del momento cinematográfico actual, y que ésta es la significación que debe darse a esa «hora española», de la que son un símbolo las varias películas nuestras que en estos diaí> han coincidido en las carteleras de Madrid. Nuestro cinema está en tm magnífico momento, en im excepcional momento. Es una hora auténticamente crítica, y por esto precisamente debe ser vista la producción española desde un plano de serenidad—alegría y fe legítimas—, distante a la v e z de la sumisión c i ^ a y de la obstinación seca y rencorosa. ANTONIO V A L E R O DK B E R N A B É
Lyle Talbot con su bicicleta y lo que quedó de la otra en lo que iba el amigo que quedo admirar el paisaje y no vio el camión (Fot. Warner-Bros) Alice Foye insultando al motorista que pasó por su lodo y le orroncó lo mitad de la falda
L a escuadrilla de estos -^retinillos precoces, a quienes estamos ayudando en vano a salir del anónimo desde tiace tiempo, compadecidos de ver que nadie los hace aso, ha encontrado este grito de consuelo: «¡Ah, si los lUSos tuvieran el dinero de los yanquis!» Si los rusos tuvieran el diaero de los yanquis seguirían laciendo las mismas películas de ahora, pero con im ,)Oco de música. Entonces
(Fot. Fox Film)
Simón, es obra de europeos. El yanqui es el señor que paira. Y de los señores que pagan siempre debe hablarse mal, hastn cuando dan el dinero. L a tradición lo exige así.,
Estos dos infelices se pegoron por Miriam Hopkins. Y ohoro ella los anuncio, con eso sonrisa de las mujeres crueles (jqué bien nos ha salido estol, que se vo con el otro iFot. Paramount)
los aspirantes a inteligentes se pondrían a hablar mal del cine m s o . Es su sino. í
Italia va a producir taní—i bien films en eolores. _ | Ya no tenenuH salvación.;
iBortoloooool iVeeenI jQue yo esto hecho el pologeeel (Fot. Metro-Goldwyn-Moyer)
Simone Simón, la graciosa joven francesa qtie a p a r t i r ) de El lago de las damas ha;
visto aumentar su renombre hasta ser una de las primeras euiopeas, no podía dejar de oír la v o z de la sirena. Hollywood acaba de quitársela a Joinville, y Simone Simón trabaja a estas horas en un Kstudio americano, en un film en el que tiene por compañeros a Konald Colman, Víctor Me Laglen y Nigel Bruce. El caso no es nuevo, y si lo anotamos es para demostrar una vez más el papel del cine europeo, verdadera incubadora de v a l o n s jnwa el cine yanqui. Por lo demá.s, e.^os jovencitos literarios que atacan el cine yanqui porque se oreen (jue así son más inteligentes, no tienen por qué quejarse. FA cine yanqui, desde Charlie í'haplín hasta Simone
"El sueño tle una noche de j verano" va a ser presentado!
Vamos a esperar otro poco, o ver si poso esto niebla... (Fot. Metro-Goldwyn-Mayer)
vela en este epígrafe, colocado al margen de una folugrafia de Anns Sten: "Anna Sten. la famosa r u sa tiue Samuel (ioldw ya saeó de la nada para convertirla en una de las primeras figuras del cinema... Anna Sten, antes de e m balarse para llolU'Wood, tenía ya un s ó l i d o prestigio europeo, adquirido e o m o protagonista de v a r i o s films realizado»! por directores — D a p o n t , entre ellos—de primera fila. Pero ya se ve, para Samuel, esto dei cine europeo es "la
«romo una obra gigantesea d«I cínrma. El film d« Max Htíabardl 8«rá presentado en Nueva York y eu Londres eon la misma solemnidad que una ópera de Wagner. Durante las dos horas y media «|«e durará la proye<'eión estará prohibido el aeeeso a la sala. Si encuentran también un modo de que los espectadores no abandonen su butaca uoa vez que haya comenzado el fílm, el triunfo eslá asegurado.
ií
Como prueba del cariño de su esposo, Doloreá Costello, DesDués de todo, lo más fácil de descubrir es lo que está y a descubierto. El que dijo «jue Colón na<;ió en L a Habana tenía razón.
Una de las bellezas de la próxima revista musical d e la Fox, mostrando los encantos do un dfo de viento. Sí. Con mujeres ost, el viento debía ser obligatorio. If ot Fox Film)
El bolero. La "«ari^teai"El continental.
Marina Sehúbert en un primer plano de gran efecto. Es que los primeros planos se debíon tomar siempre desde abajo (fot. no sé)
El pieeolino. Y, deatro de p « e « , d "trocadero". Los yanquis aeabaráa descubriéndonos el rbotis. del • r i o n i B modo qtie aos ban 4Meahicr)o "La c a c a r a eha". 4
Ideemos que Charlie Chaplin, a pesar de su fama de gran tacaño, tiene excelentes rasgos... Si. Ahora recordamos que una v e z le dio diez céntimos a un pobre. Y otra v e z , cinco.
Pero, ¿qué es esto? )las nueve y la meso sin poner! N o cabe duda. Lo doncella de Miriam Hopkins tiene los espaldas manchados de carbón iFot. Paramount)
R. M. G.
al presentar su demanda de divorcio, presentó algunas de las caricias que le hizo liltimamente J o h n Barrymore. Dolore? reúne más <'ardenales que el Vaticano, en un espacio i n f i n i t a m e n t e menor. Aliora se trata de demostrar que Barrymore es de Tarragona. Un modo como otro cualquiera de cargamos el machuelo.
los inconvenientes de lo fama. Helén Hoyes recibe un premio de la Academio de Artes y Ciencios Cinema»o«gráficas de Hollywood, to pequeña estatua pesa siete kilos. El marido de Helén ha empezodo a tombkir... (Fot. Molro-Goldwyn-May«r|
El eone«|»lo que los tt'anqnis licaca dei timt ttuttfco se r e -
Este es el famoso director W . S. Van Dyke, y las jóvenes q u e le acompañan son señoritas que están haciendo méritos paro t r a b a j a r en el próximo film del célebre reolizaaor iFot. M e t r o Goidwy-Moyerl
Cierre la puerta, señorilo. Lo otro no nos interesa Fot. Paramount
T I
T N A aristocrática p a n t a l l a m a d r i l e ñ a acaba de mostramos la última película de Jeanette M c D o n a l d y M a u r i c i f Chevalier, los inolvidables intérpretes de El des fue del amor, a quienes Ernest Lubitsh, el gran director de aquella magnífica película, ha queri do reunir de nuevo en su ada]>tación cinematográfica de La vitola alegre, la célebre opereta ili Franz íichar.
Las parcj€LS ideales de la pantalla
Resulta ocioso decir, después de halier leído los ' encendidos elogios qne la crítica ha rendido a estos popularísimos intci-pretes, que la labor de la McDonald y Chevalier en L o viuda alegre iguala, si no supera, la que ellos mismos realizaron en el primer film en que actuaron juntos, también bajo las órdenes de Lubitsh, y que esta nueva producción ha servido para reafirmar los prestigios de los artistas y del direc;tor. I l a y que decirlo, sin embargo, porque es justo y porque en este caso el pecado de reiteración es menor, y a que se trata de tres figuras señeras en la cinematografía universal.
forman ese team, esa couple, esa «pareja» buscan todos los realizadoafanosamente, y que sólo en contadísimas ncasiones logran. T a l acontece en el caso McDonaldChevalier, verdadera trouvaille de Lubitsh, que ha he<ho posible enriquecer su extensa obra, magnifica en todo caso, con dos films inolvidables: El desfile del amor y La viuda alegre. ¿.Mejor aquél que éste? T a n t o porqne detestamos establecer paralelismos, como porque no es propósito de este artículo dilucidar tan ardua cuestión, eludimos el emitir un juicio ^ (jue, en realidad, no tenemos por qué expresar. Nos limitamos, pues, a señalar el acierto de L u b'tsh haciendo reaparecer juntos en la pantalla al desenfadado Mauricio v a la encantadora
P e r o , además de esto, hay que decir algo más. Y ello es la enneñanza que se desprende de la exhibición de este film en lo que atañe al «ojo clínico» de Lubitsh para la elección de los protagoniotas de sus realizaciones. El sabe, por experiencia comercial y perspicacia de psicólogo, que la mitad del acierto de una película correspon<le
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siempre a la fortuna en la selección de los intérpretes en general, y especialmente de «él» y de «ella»; ese «él» y esa «ella» que constituyen el punto neurálgico, la piedra angolar de toda pioducción escénica, novelesca o cinematográfica. P a r a hallar la confirma(;ión de este criterio, basta recordar que casi todas las producciones triunfales de la pantalla encabezaban sus repartos con un «él» y ima «ella» perfectamente compenetrados, indentificados, afines en absoluto: Greta Garbo y John Gilbert, Marlene Dietrich y Gary Cooper, Jeán P i e i r e Aumont y Simone Simón, Jeanette McDonald y Mauricio Chevalier... Mauricio es espigado, enjuto, v i v a z ; Jeanette es menuda, frágil y dulce. L a sonrisa de «él» es famosa; la gracia de «ella», universal. A m b o s
Jeanette. E n t a l s e n t i d o — como en otros muchos—, forzoso es otorgar a los productores norteamericanos u n Á indiscutible concepto d e / percepción para la formación de «parejas» cineraatográfícas. Y ello, contra lo que pudiera c r e e r s e , e s m e n o s y| sencillo de l o qui parece a primera vista. Se p r e c i s a conocer, ante todo, los antecedentes, los gustos personales, observar el estado físico y el concepto que tienen de la existencia los artistas que se pretende reunir. Si se aspira a obtener una pareja romántica, o trágica, o sentimental, o picara, hay que captar sujetos, individuos, cuyas particularidades físicas se compadezcan con el carácter de la «especialidad» a que van a ser dedicados. En este aspecto, hay que reconocer a Lubitsh un singular «golpe de vista». Y a en El desfile del amor el célebre metteur en scéne consiguió un triunfo con la elección de sus protagoni.stas; pero ahora, en La viuda alegre, el acierto es más perceptible, más completo, porque Jeanette y .Mauricio, que se c o n w e n mejor, que se han tratado frecuentemente, que han calado más hondo en sus resiieotivas psicologías, han podido superarse a sí mismos acomodando al mejor resultado de >ii artística labor las mutuas observaciones hechas desde que por primera v e z trabajaron juntos. L a consecuencia d e esta afinidad, de este respect i v o estudio que han hecho mutuamente de
mf sus características, de sus peculiai¡dudes, ha sido la formación de ima W couple colmada de seducción, de interés y de perfección insuperable. f Conocidos los antecedentes biográficos de ambos artistas, no era demasiado difícil que, y a revmidos por el azar, hallasen entre si grandes puntos de contacto. N i Chevalier ni la McDonald han conquistado la gloria fácilmente. E n él ha vencido la vocación, el instinto, sazonado de vm optimismo i n v e n c i b l e . He aquí varías fotos Mauricio conoció de Mauricio Chevaen sua comienzos las lier y Jeanette McDonald en cLa viuda alenegruras de la migre», su iíltiina pelícuseria. D e s p u é s , la, de Ernest L u b i t s h . cuando parecía que Completan la ilustraciitn gráfica de esta información la fortuna comenzavarias fotón de escenas de ba a mostrarle su >l a \íurfa alegre» faz riente, la sima del fracaso se abrió ante él,, súbitamente, más de ima vez... Su sonrisa, su desenfado, s u euforia constante—no siempre sincera—fueron sus compañeros inseparables, y con su ayuda, venció al fin. Jeanette McDonald sintió desde muy niña la vocación de la escena. Sus padres, situados económicamente e n una magnifica posición, que les permitía hacer de sus hijas—tenían tres—unas señoritas de sociedad, no opusieron, no obstante, ningún reparo a las aficiones de Jeanette. Antes bien, aportaron su ayuda para que la vocación de la pequeña tuviera el apí>\ o de una a d e c u a d a y sólida educación artística. Primero, el baile; luego, la declamación; finalmente, el canto. A pesar de ello, los comienzos escénicos de la McDonald no fueron muy brillantes, hasta el punto de que durante una temporada permaneció alejada de las actividades que constituían su ilusión. En realidad, su dejamiento de la escena no fué debido, de tm m o d o absoluto, a que el público acogiera desfavorablemente sus actuaciones, sino a que sus hábitos burgueses se avenían mal con las vicisitudes y los cambio» de residencia a que la obligaba la vida farandulesca. Esto, unido a que sus éxitos no eran demasiado brillantes, la hizo retomar a su hogar de Filadelfia. P e r o una v e z en él, la inquietud de la escena prendió de nuevo en su ánimo. N o fué, por tanto, muy largo el paréntesis. Su afición desmedida y su propia convicción de hallarse capacitada para triunfar en el teatro la llevaron a dedicarse de nuevo a él con m a y o r e s entusia-smos, c o n más encendidos fervores. Y el triunfo ansiado l l e g ó , c o n un contrato que la llevó a actuar en uno de los más reputados coliseos de Broadway. Y allí comenzó su gloria. Allí la conoció Lubitsh, allí la hizo firmar el contrato para interpretarla protagonista de El desfile del arrwr, y fué este film ol que hizo famosa y admirada la ideal e incomparable pareja M c D o n a l d - Chevalier, a quienes L u - , bitsh, con su admirable adaptación d e La viuda alegre, nos ha permitido admirar de nuevo, al ritmo amjiMc y melodio.so d e ' la música de Lehar... R. V .
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u T i a d o por celos d e su propio padre, el rey... Su retrato apareció en todas ia.s revistas ilusfiadaB de Londres, diciendo al pie que George era un personaje interesante y misterioso, ídolo de las mujeres y temido rival de Rodolfo Valentino. E o ln ntesa del príncipe de dales L a v i d a transcurría para George, como bien puede suponerse, en la CM pital del Reino Unido. Pero el no pe dia sospechar de ninguna manera lo Mue su buena estrella le prei)araba. V fué que una tarde, al atiabar su liaile, se le a«^:ercó muy ainablemeut' el gerente del Club y le dijo: —Su Alteza Real el principe de Gales le invita a tomar uua copa cn su mesa, si usted quiere... George atieptt), balbu<iend(i Iru.-i emocionadas. ¡Aquello era demasm do honor para él! Y cuand»^ llegó a la mesa del reservado del príncij>e, que se hallaba rodeado de «dtas ]»ersonalidadades, no supo sino inclinarse en silencio, en reverencia j»rofunda. llebió macjuinalmente y sonrió agradecido al heredero de la corona de Inglaterra, el principe más elegante de Europa. Laa j)ersonalidBdes se fueron retirando, dejando solos al prímijte de Gales y tie<jrge, que entraron en una conversación animada sobre A l Ca pone y los gangsters de Chicago. Kl joven bailarín habia conocido en N u e v a Y o r k al «rey de los bandidos del al(!ohol», que le distinguió ctm su amistad, y del que supo curiosa
V.eoiiíe
Hufi,
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l o m a r o n p o r lii'riiiuno (ie Ko(loir<i \ aleiiliiio c n e l M o n .-e ¡L'iiiMi r Cliili. (ll- l.oiiilrc». Imoc (lie/, a ñ o s
Kl Ídolo del Monseigneur Club
H
ACK diez años, <» sea en 192.'). debutó en el Mon.seigneur, fie l.^)ndr4's, un bailarín de tipo meridional. <juc llamó |KHlero»amente la at«nk<íi<'»n enln» los arist^»cráticue « m currentes al ( ' h i b . ( E l .Monseigneur no es sino un music-haü elegante, al «pie acude un públiwt retinado, y <'asi s¡enq)r<' cl mismo.) .\(iuel muchacho, n<ttable artista y , ademáü, do aparente modestia, no era, enq>ero, la figura principal del e>!i)e<táculo (\ue se ofreí-ía por entontses en el M<»n.seigneur. I'n)nt<» sc interesanm jMir él varios admiradores, y supieron (jue proce<lia de Norteamérica, y no de I'^spaña o Italia, como se habia supuesto gratuitamente, teiíiendo en cuenta la c<mfiguración y morenez <le sti rostro y lo espigado de su tijw». Era un bailarín traí(io a Europa en tntujte. situado en el comienzo dc su catrera y Ihunado (ieíírge Uaft. El joven George tenia la infinita suerte «le r(íS¡»onder al ti|Hi de hombre (pie e.staba de moda en el mundo entero, y principalmente cn los paí.ses no latinos, «-orno Inglaterra. Ese tipojnodelü era el dc l Í A n h í l f o \'aleutiuo, ídolo que
des)>ertaba la^ mós absurdas y violentan pasiones, (íeorjie, incluso, al decir dc sus admiradores del Monseigneur Club, parecía un hennano d e Rodolfo, y el iioiubrt' de Valentino, evocado ctin rara unanimidad, corría dc lana en IxKía al ajmrecer («corgc cn ci escenario. El público dc liondrcs es el más cüire<'to y tnás cariftoso [tara c<m hts artistas. Se interesa p o r ellos t)Uit4i, en el <aíHt de que U» m e r e z c a n , d e s d e luego, (pie intenieiu- d e c i d i d a m e n t e en .su vida privada, ¡troporcionándoles un cariño familiar y abrumándoles a (tbstHpiios y finezas, (itsorgc ej^taba a.soml)rado. Comprendía ijnc no era tan notable bailarín c o m o p a r a desjHTtar aquellas deviMÍom>s en t o m o a su modesta pers<ma. Su c(>ntrat<t en el Mon.s<»igiuMtr fité prorrogado d o s vt>c»>!-, a instaiiciaii d c los má.x influyentes frecuentadores «U'l Club, y iMHubnse animciaba (MI grandes letras huninosas sobre la fachada del etlificio. (jue c o n t a r a los f>eriodistas su v i d a ! artista d c varie<ladi>s sin gran relieve, y tallos ; )\s<:ril>ieron (h-spués lo «pie les dictó su f a n t a s í a ^ sajona. Hubo uno (pie afinnó (pie (¡eorge era princijii' d c lili ci'iriado cxótiii ' l e ! «iiic fiic d c -
V.\ príncipe era todo oídos. El espe<'táculo • caba a su fin. Y entonces fué formulada, en un .sencillo tono, la seiisa<:ional invitación: -¿Quiere usttnl v e n i r a rai residencia do Y o r k Hou.se, para seguir e.sta <(iiivcvsa< ióii tan grata? Gt'oiyc dudó de lo (juc claramente oía. l'cro y a el príncijtc de Gales sc había puesto de pie y le tomaba del brazo con la fajiiiliaridad de un íntimo amigo. El prineipe y sn profesor T r c - horas piu<ó (unirgo Raft en Y o r k llousc, eutre paredes recamadas d»' (tro y adtimada» con fabulosos tapices. Alli fumaron y Itebieron mi príncipe legitimo y un bailarín de music-haíl. Los uoinbrcs, populares en América, dc^Ariiold l{4ttghstein, Jack Diiuuond, Fl ori'ii
El príncipe le había dicho algunas veces: —George, hazte vtder, y te pagarán «;uanto pidas, porque eres un hombre que has n>vcido con atracción natural, y eso no tiene precio en la juventud. T e conviene v o l v e r a tu América, aunque y o pierda un buen amig o , porque allí está el porvenir del cine, y tú deh&i ser, como Rodolfo, artista de la pantalla. Además, le escribió sendas cartas para altos dirigentes de la industria del celuloide. El porvenir de George Kaft, aparentemente, estaba asegurado. Pero en todo hay envidias. Y George, protegido del principe de Gales, las despertó a mansalva. Se le pusieron obstáculos—^aunque invisibles—que entorpecían su debut como actor cinematográfico cn H o l l y w o o d , adonde se trasladara con sus no exiguos ahorros de l a n d r e s y N u e v a Y o r k . U n o <ie los inconvenientes mayores que se le señalaron fué, precisamente, su parecido físico con el malcarado Rodolfo. Y por eso, el primer papel que * ie adjudicaron en Cinelandia fué el de gángster, totalmente di.stinto a los ((ue Valentino, el galán romántico por excelencia, habia desempeñado siempre. Después del estreno de Scarface, toda la crítica señaló la aparición de. un astro de la pantalla, revehido en un papel de secimdario interés: George R a f t . H a b í a triunfado por el realismo de su arte, por su propia disposición, no por las influencias de un protector insuperable; pero siempre a la benéfica sombra de Rodolfo Valentino, sin cuya existencia la t^uya no hubiera pasado de ser la de un modesto bailarín de music-hall. SANTIAOO A G U I L A R
I I hailariii (!.• htf. .• ,iu-,. uAos suri.'.- .-n (;.-ori.'.- Kaft. |>rolagi.ni'*la. r o n ( arol.- l . o m b a r d . del film c<Humba.
Earl Carroll y George W h i t e salieron a relucii muchas veces en su conversación, que no decaía. George, repuesto y a de sus primeras impresiones, hablaba al príncipe con la desenvoltura de un antiguo conocido y con la confianza de un igual. El príncipe de Gales, gran admirador de Valentino, le dijo a George, de pronto, que le había recordado su amistad con el célebre galán de la pantalla al verle actuar en el espectáculo del Monseigneur Club. De aquella amistad, para él inolvidable, guardaba \m recuerdo imposible de ser superado. Rodolfo era el hombre más atractivo, más simpático y generoso que conoció en su v i d a de continuos desplazamientos por las cinco partes del mundo. Y ese grato recnerdo cobraba relieve vital al v e r bailar a George, con su pelo brillante y sus facciones de hombre del trópico, tan parecidas, de lejos sobre todo, a las de Rodolfo Valentino, el ídolo, el semidiós de las mnltitudes modernas. George recibió una proposición, que aceptó casi con lágrimas en los ojos: la de ser su maestro de baile desde el siguiente día, para enseñarle unos pasos nuevos que quería dominar como él. Y George Raft, el modesto artista de varietés, salió de Y o r k House convertido en profesor d e baile del príncipe de Gales.
I I
Hafi. i o n I r a i i i f » D r a k f . i'ii una lii?
iiltinia-< rriNH'ioni"'* iMnonialcsrufica-.. q u e r<'cuerda la df lino t'n < S a n í r c ^ a r e n a » . . .
Valen-
A la somkn ét> R a M f o George Raft tuvo muestras patentes de su esplendidez. Honorarios y regalos fueron dignos de la alta categoría d e su «discípulo», que seguía obediente sus lecciones. El príncipe se portó como tal, y el bailarín salió de Ixindres con rumbo al Broadway neoyorquino, verdaderamente apenado. Allí dejaba un verdadero y cariñoso amigo, cuya influencia poderosa comenzaba a sentirse en el propio contrato que le devolvía a Norteamérica, contrato que jamás bailarín alguno de sus condiciones pudo firmar.
t na f x p r p i i ó n de C e o r g e que recuerda oirán i - x p r M Í o n e í caractrristioa.t del maloiprado galán de ta p a n talla Kodolfo \ aleotíuo
parís
CINEMA Ol 4oi"oi>3ótljooclje
1)eaux ^ouM
Prdro (ida Pierre Aumoiil), hijo de eainpe»ino« sarriGrados. decide regresar a (rabajar ron «u padre (Larqucy)
D
de breves días se presentaré al público de París Les beaux jours, nuevo film de Marc Allegret, que nosotros hemos podido v e r en proyección privada. Digamos, ante todo, sin rodeos ni temor a futuras contradicciones, que se trata de uno de los films más interesantes—sino el más interesante de todos—que han salido esta temporada de los talleres franceses. Les beaux jours tiene un precedente bien cercano: El lago de las damas, realizado igualmente por Allegret e interpretado por la pareja central Simone Simón-Jeán Pierre Aumont, que campea también en la nueva película. Como aquélla, la obra de Marc Allegret es un film singular dentro de la producción franc-esa, por la frescura del ambiente en que se desarrolla y por la a t e n c i ó n q u e dedica a los problemas—a los serios problemas— que tienen que resolver todavía las juventudes occidentales. KNTRO
tacan cuatro: una muchacha y tres chicos. Ella es hija de un banquero derrochador y generoso, cuyas consecuencias quieren recordamos im poco las del affaire Stavisky. Sylvia, niña mimada en un Pensionado de t i e n t e bien», se v e escarnecida y violentada por todas aquellas personas que hasta este momento habían explotado su generosidad y la de su padre. A l producirse la catástrofe, la muchacha se dirige a París en busca de trabajo. Este lo obtiene gracias a Boris, hijo de emigrados rusos, sin más familia ni patrimonio que ima hermana institutriz en el Pensionado en que estaba Sylvia, pero a la que tm matrimonio inesperado conduce a un rincón de la América latina.
Boris es la victima de la incomprensión o la cobardía de sns padres, tránsfugas de nna revolución que les dio miedo. N a d a se nos dice en el film de t o d o ello; pero los nombres de él y de su hermana nos lo dan a entender claramente. P o r Sin pretender eludir un análisis el dia, Boris estudia Medicina en el más o menos detallado de los aspecInstituto, y por la norhe trabaja tos técnico-artísticos de Les beaux como pianista en un cabaret cualjours, queremos señalar, ante todo, quiera. Este género de vida y las su carácter temático. Les beaux jours privadones a que seguramente se ha sido realizado por un equipo de vio sometido, le han procurado tma gente joven, y no es extraño que por SylvU, ello sea la juventud quien acapare mimada de ua gran penaiooado de aeñoritaa, cnaiida surge lm bancarrota enfermedad incurable. El otro personaje es Pedro. Pedro es hijo de tmos y ei aaicidi* de su padre, pasa a ser una modesta ta^aigrafa ea na gran prrí<dkia casi toda la acción. Situado el tema campesinos, que e s t u d i a también en los medios estudiantiles de PaMedicina, ^ s padres se ven obligados p<K^ a poco ris, no en las altas esferas, sino en los que se bluras y sus amores. Pero han sido incapaces de a ir vendiendo el viejo patrimonio para poder sosmueve una pequeña burguesía que v e rotos todos dar a sus ahogos y pesimismos de hoy las perstener los gastos que les procuran ios estudios del sus horizontes, el escenarista y el realizador pectivas que su juventud reclama. hijo. L a s cosechas se pudren en las trojes y en las han sabido recoger con gran habilidad los sufriEn el film intervienen directamente una docena bodegas; pero nadie hay quien compre. Pedro mientos y los placeres de los estudiantes, sus diade estudiantes de ambos sexos, entre los que se des-
llega a conocer la situación de su padre y dtHÍd' no contbiuar sacrificándole por más tiomj»). « U n médico más en Francia—se dice—no evitará un enfermo menos.» Kl otro estudiante es Kené, con menos intervención en la película. Su figura queda un poco difumina<la, hasta que abandona el gru}>y y toma en .Marsella un barco sin horizontes precisos, desesf>erado y con.sciento de la desgracia colect i v a de lo.s li<jiid)res de su generación, que no lian saV)ido v e r claro todavía, Kl conflicto, como eu todos los buenos filiu.burgueses, aparece de la mano de Cupido. Boris se ha enamorado seriamente de Sylvia; pero ésta y Pedro, que h-.ai tenido ocasión de pasar irnos días juntos en el campo con la pandilla, se íunan intensamente. Los dos han decidido c n municarlo a Boiis; [)ero cuando regresan, la mucha/^ha encuentra una (hM.larnción con im ramo de flores, y a Boris enfenno cn cama, con una lesión en el corazón. Pedro y Sylvia tleeiden no decirle niula, para no hacerle sufrir ni precipitar el desenla(íe (jue se avecina. Así las cosas, las semanas píusan. Los exámenes dan un tono de tragiííomedia a la vida estudiantil. Kl padre de Pedro ha venido a París a tratar de cnc<mtrar dinero e hipotecar las tierras que lo quedan. El muchacho trata tle convencer a su padre de que no debe sa<rific>u-se pot más tiempo. Boris muere en los brazos de Sylvia el mismo día que Pedro se examina. Emocioiuula y entristecida, viene a conumicarle a Pedro la noticia de la muerte del gran amigo que fué Boris. El trágico final del herraímo de su profesora ha cambiiulo el carácter de Sylvia. Pedro se siente también nervioso a causa de sus (¡xámenes y del sacrificio qvie por su causa está realizando su padre. U n a palabra, dicha sin intención de pi vocar mayores consecuencias, pone a Sylvia j . Pedro frente a frente. El recuerdo del amigo laxece separarles como una barrera infraníjucaúü. Pedro, que acaba de obtímer un bilen examen, decide regresar con su padre. Socialmente será más útil, y sentimentalmente " . m , j , ] > • - gra^'iado. I'nos días rntis tarde, Sylvia se encuentra sola.
saber dónde ir. Sus pasos le llevan al hotí 1 i li donde líiurió Boris v v i v í a P e d r o . Kl hoti^lerí» le comunica la jiartida del muchacho,sin haber dejado su dlrecciíui a nadie. Kn tm caiV' cualfjuiera, los estudiantes celebran en im modesto banquete el éxito de sus exámenes. U n o de ellos, en el momento en (pie a p a r w e Sylvia, brinda por los ('ompai"ieros (lesa])are(idos: por Boris, muerto; por Rene, (jue abandonó Francia, en ruta desconocida; por Pedro, (jue ha regresado a la tierra de sus j)adres... Como estaba previsto, Sylvia corre en busca (1< •' i ' " M. ' < •• ' • con los brazos abiertos.
L o más interesante no es el tema en .sí. suui los episodios fjue soslaya. J)e las tres figuras destacadas etitre los estudiantes, cada una de ellas representa una tragedia distinta, }<im(iue escn-
Imente coincida en el mi.smo vértice. Bo! .n.-^iado y solo, lleno de pesimi.smo, sin pcispcutiva alguna ante él, culpando un delito cometido por sus padrfcs... Kené, hijo de ima familia burguesa en decadencia, seguro de que no han de sf r los estudios quienes han de abrirle mayores ] ; rizontcb Y P e d r o , hijo de campesinos sacrificados para í ue el muchacho jnieda Ujgrar una carrera, ( eja ésta porque v e claramente que d esfuerzo de los suyos es un esfuerzo estéril, en estos momentos en que los médicos di[)lomados no pueden comer todos los días. Aunque en la película no se sefialan soluciones al conflicto planteado, no por ello deja de tener interés una ])elícula quo se decide a phmtearlos. L^ste hecho determina y a en los jiroductores y realizadores una ex[»tHta(i(')n auténtica ante las c o 8 a . s d e su aiomento. Se v e bien claramente que no se trata de un f i l m de j>r(>iKi<:Miida,
I n •¡rail |>l«iia <!<• Siiiioiir S i m ó n > Jeán l ' i r r r c Aiiiiionl f i i «!.«••< lieniix jiiurK», (ilm f r a i i r é » p a r a Fl«a-Kilm>t. hu|MTvi<«ailo p o r S i m ó n ScliiiTriit
1.a (iHiiflilIn. caniaila <te l'aris. lm Naliilo tr<-4 ilia»
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liriKia l l r ranipaña <|ii<han li-vHnla<iw. K.n rl á n gulo i/<]uirr<i», IV<lr« \
.Sylvia romirii/aii a cambiar NiiH primera-, palabras llr amor
sino de una película comercial, en la que se h a recogido una serie de cuestiones latentes.
\ o queremos dejar de señalar el tacto con que 11 ulm Les beauxjours ha sido realizado. T o d o en él es fineza y s < J i u s i b i l i d a d . L a técnica se ajusta en t o d o momento a la accií'm, de quien í»e hace fiel servidora. Allegret, gran coníKcnlor de las funcione» que deben acaparar todos los elementos que intervienen en im film, ha sabido d a r á cada uno su medida. Acaso se haya extralimitado concediendo a Simone Simón una atención un tanto desmesurada. Pero el hecho de que sea Ijes beaitx jours el último film (jue e s t a actriz, descubieita por .\llcgret, ha interpretado antes de su salida para los talleres califomianos de la Fox, vale la |»ena de perdonar al realizador su flmjueza. Además de que Simone Simón, con la sola ex(!epción de su v(»z, un jmko gangosa y v o luntan ¡miente afectada, es una lu'triz de gran sensibilidad. Sobre todo para encamar los papeles que tan acertadamente Allegret ha sabido designarle. L o s demás artistas, excelentes en tod(í8 sus j ) a p c l e 8 . Además de Jeán Pierre Aumont, K a y m o n d Rouleau, Cliarpín, Larquey, R o land T o u t a í n y otros y a conocidos, muy ajustados todos ellos a sus jtersonajes, (juereinos señalar la llegada do Lucién Barrault y Maurice Baquet, dos recién llegados a quienes les profetizamos un gran porvenir si los directores saben utilizarles con la habilidad con que Allegret ha señalado su primera incursión en el cinema. JUAN P I Q U E R A S Paris y Octubre de 1935.
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h niño actor asoma ante el lente an gra^-ia infantil, la dej liciosa temura de su llanto, la comicidad de su gesto inocente. El niño actor tiene el don d e atraerse desde el primer momento toda la simpatía y el afecto de l o s espectadores. Sufrimos con los niños del cine mucho m á s que c o n la emoción de un tema o de ima escena. Estos muñecos d e came, <—Virginia Weidler, ia eatrellila rival éc Shirley Temple, que ha beeho »«• debut en la pantalla interpretando un importante p a p e l en «Princesita»
Shirley Temple, la admirable actricila, q u e eon sus seis año* colmados de inocencia y de i n g e n u i dad ha conq u i s t a d o la celebridad y la fortuna—^
plenos de gracia y dulzura, hacen vibrar a la mujer eon a<iuel iimato instinto maternal, superior ' a todas las reaciriones sentimentales. Estremecen a la masa indiferente cuando la ficción les coloca en im momento de peligro. El niño del <"ineH)a es la sensibilidad del cinema. Es la emoción del cinema hecha risas o lágrimas. Pero estos niños de la pantalla, dueños del corazón intemaí-ional, que para verlos forzosamente hay de pasar por la taquilla, han llegado a constituir potencias tan fuertes que es indudable .son, a >esar de su gesto grácil, cómico, o de su inoíiencia, los más fuertes baluartes donde se ajtoyan as productoras para batallar furiosamente. Shirley Temjde. la deliciosa estrellita infantil, hoy sumamente popular, ha pasado <le la Paramount a la Fox, y viceversa, en la más enconada de las pugnaf*. Sus seis años au.sentes aún del uso de razón actúan frente al objetivo ignorando de lo que son y de lo que pueden ser capaces. T n a caja de bombones o una muñe<'a es su sueldo predilecto. Sus padres disfrutan el é.xito de su bebé, y los productores luchan y hacen luchar a la nuiñetiuita «onquistadora de tantos éxitos resonantes. V'irignia Weidler es una estrellita rival de Shirley que ba debutado en la pantalla bajo el pabellón R . K . O., inteqtretando un importante pastel en la película Prinresita. Tiene el nuevo luminar infantil en carácter de intensidad su misma gracia, aunque en matiz artístico es totalmente distinta. Su gesto posee mayor reflexión; el fmncimiento de su entrecejo, más gravetlad: el llanto no es un berrenchín de niñita mbnada: es una amargura grave, sienqtre revelada en reacción infantil. N o se trata de establecer comparaciones entre luceros diminutos, sino en presentar el verda«lero diseño que las dos nenas nos ofrecen en la pantalla. Depuramos el análisis de .sus interpreta<-ionps, y nos hallamos ante una muñeca graciosa que sabe sonreír, y otra que sabe llorar. Baby Ix* K o y y Spanky McP'arland son el verdadeto bebé llevado en brazos ante la cámara. Su vida tiene categoría princiftesca por la sola razón ()ue aipiel montón* iiu (le carne rosada sabe realizar graciosas miic-
cas ante el o b j e t i v o . El roiTO inconsciente es el héroe de las más bellas emocit>nes en el écran. Baby .Jane, Marianne Edwards, Frankie Thomas, Jackie f!oof)er, Dickie M o o r e , Ilelén Parrish y otros uiás batallan con sus maravillosas actuaciones íreuéticíunente industriali r,adas. Sus productores saben que el niño actor no puede entu tenerse en su carrera. N o han de temer ni antipatías, ni rivalidades, ni bajas miseria.s, de las que están libres los deliciosos nenes del cinema. El enemigo, el único enemigo que constituye una amenaza para ellos, es el tiempo. N o podrá el jíeipieño garabato de c a m e mantener su fama cuando empiece a crecer, cuando .sus facciones pasen el difi-
I l e l é n Parrisl.. que juntn a sus pequeños rompañeros de «écran» es ya casi una nuijerrila, se d e b a t e estérilmeiite por detener el curso inexorable del tiempo
Kn cuanto a Frankia T h o m a s . este p e q u e ñ o q u e sueña con realizar, jinete en su «poney», las arriesgadas aventuras de los más intrépidos «cow-bois . su corta edad aun le permite mirar esperanzado b a r i a un porvenir, n o m u y d i l a t a d a , no obstante... k
cil lapso de tiempo entre la niilez y la juventud. El niño zanquilargo y la nena sabihonda aburrirían al público tanto como hoy le deleitan. Aquel chico de rostro angelical, culiierto d e harapos, descubierto por Cliarlot, el eterno revelador de diimjantes en bruto, cautivó totalmente al mundo entero en una época y a bastante lejana, en la que no abundaban los prodigios. H a c e diez años que nadie lere<uerda. H o y es un hombre que ha dc comenzar de nuevo a abrirse paso en el cinema. Las dulces emociones que paia todos los padres cotistituye ver crecíer a su hijo les están negad.is. Aquel crecimiento es una amenaza. El lente podrá proUmgar su.- gracias durante largo tiempo; pero la actualidad de sus películas pasará, y es indudable que seguidamente perderá el pequeño su prestigio. A n t e esa lucha .suprema, y contra la que no es posible revelarse, se estrellan las batallas de los productores cinematográficos. Y aquel rostro pequeñito, grácil, que ha tenido el acierto de conseguir un éxito midoso, al no tener la virtud de detener el ir y venir eterno del péndulo de las horas, pasa y » e olvida Si los pequeñines f u e r a n siempre muñecos d e c a m e como son garabatos de tinta china o de cinecolor los creados por W a l t Disney y D a v e Fleisher, el mundo sería suyo. H o y , su lucha es transitoria, porque la marcha imf)la».'able de la vida hace tan at -rrador p a r a ellos el avanzar hacia la juventud c-omo para las estrellas celebres es aterrador el abandonarla. ÍJOS niños del cine luchan con el tiempo, como los hombres, pero a la inversa. Aspectos del celuloide cuando se deja de analizar en él el aspecto arte y se profundiza su humanidad. CKCIUA A . M A N T U A
V, finalmente, aquí tienen us'edes a Baby !>" Roy, el más precoz de los actores de la pantalla, ilizu su debut rn el film janto a l^hevalier. en «Soltero inocente», siendo todavía un verdadero «rorro» ^
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N A 8 palabras de V í c t o r F l e m i n g publicadas no hace mucho t i e m p o por una revista americana revelan su espíritu a quienes no le conocen: « M i deseo hubiera sido que todos los films que he realizado estuviesen inspirados en l a aventura. En ella cabe t o d o a grandes p r o p o r c i o n e s , puesto que sólo es accesible a hombres de espíritu fuerte y tormentoso: algunos armados de humanidad y d e nobleza, y otros, de m a l d a d y de miseria moral. E n la aventiura es donde se encuentran verdaderamente los contrastes cinematográfi C08 y ee en donde y o , particularmente, l o s siento.» V í c tor F l e m i n g está contenido en esta declaración suya. Estima más a Stevenson, R o b e r t o Falcón Scott, E m i l i o Salgari y a Julio V e m e que a todos los sabios y poetas que discurren en la calma sobre las cosas más serenas e inanimadas de la Naturaleza. N a c i ó V í c t o r F l e m i n g en Pasadena, el 5 de F e b r e r o de 1888. Su primera inclinación fué aprender a montar en bicicleta. Dos años de prácticas le bastaron para aprenderse d e memoria, desde la carretera mejor empedrada al camino más tortuoso, t o d a la geografía de California. En plena adolescencia y a le fatigaba la bicicleta, y aspiraba a otra cosa m a y o r . Aprendió a conducir automóviles de carreras, y por mucho t i e m p o fué triunfador en los Certámenes más disputados. En 1910 se hizo cameraman, y trabajó a sueldo de una Compañía de películas en Sant a Bárbara. E n 1914, al estallar la Gran
Guerra, ingresó en el Cuerpo de S e - | nales; ascendió a teniente unos m e - | ses antes d e recobrarse la paz. 1 E n el mismo año 1918, sustituycnd<»í sus actividades militares por las ci-^ viles, y v o l v i e n d o a su antigua profesión de cameraman, marcha a Europa con el presidente Wilson en calidad de fotógrafo en jefe. D e regreso, trabaja a las órdenes de Griffith, y contrae una amistad íntiro» con Douglas Fairbanks. E n 1919 realiza, sin control alguno, el primer film importante de su v i d a . Se titula When (he Clovds Roll By, y es protagonizado por Douglas Fairbanks y Catharine Clifford. En este año es cuando comienza su carrera cinematográfica.
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E n 1920, después de producir para U n i t e d Artists, la entidad recientemente cread*» The Mollyceddle, con DouglaS y W a l l a e e Beery, ingresa com o director en la Paramount-' L a s producciones más destacadas hechas para A d o l f o Zukor son Aventura, El grito guerra, A Son of his Fatheft El muladar de oro, Flor de capricho. Huía Huía, El destino de la came y Los voluntaria de Rooswelt. Huía Huía fué una aventura completa para Víctor Fleming. Se enamora de Ciar* Bow, y casi se casan en aquellas largas tierras donde fueron a rodar la película. Afortunadamente, todo pasó, d * ' ra era una niña, y V í c t o r F i e ming, un hombre maduro. amores no fueron otra coS* que un pasatiempo. En el film ocurre una coS* parecida; pero Víctor Flemiu? busca un final agradable. C I » ' ra B o w se e n a m o r a de u'' hombre que la dobla la eda¿'Clive B r o o k . N o hay solución-
A Claxa no la hace nadie caao. N i su familia ni Clive Brook. Se está construyendo un puente al pie de un monte, y Clive es el ingeniero. A b s traído por las' obras, no hace caso de Clara, a la que considera una niña. Pero Clara es toda una mujer, y lo v a a demostrar. Coge una carga de dinamita, hace un taladro en la tierra, la mete dentro y vuela el monte hecho diez mil pedazos. L a s obras del puente han quedado destruidas. Clive se aburre, y no tiene máa remedio que enamorarse de Clara para pasarlo distraídamente. Parece que esto es, justamente, lo que Víctor Fleming hubiese querido hacer en su noviazgo con Clara B o w . P e r o no traía cuenta. Era quedar encadenado en vísperas de una de las mayores aventuras de su vida. Douglas Fairbanks y él e.stán madurando un proyecto que v a a asombrar al mundo. Mientras tanto, cesa en la Paramount e ingresa de nuevo en l a U n i t e d Artists para dirigir El despertar, con V i l m a B a n k y y W a l t e r B y r ó n . E n 1930 y a está todo preparado para dar la vuelta al mundo con Douglas Fairbanks. Víctor Fleming dice: «Douglas es admirable. Siempre humos grandes amigos, y y o creo que esta intiniidad fué debida, más que a otra cosa, a nuestra semejanza de caracteres.» Aroma the world tn ochenta minutes, el film que realizó Víctor Fleming durante tan largo viaje, y que aquí, en España, se ha titulado La vuelta al mundo con Dou- ^
l><- u n a o b r a tpalrul h a j al (li-lirio iiifrriitil ele l o
gran i.- la fautáNtictt « U U il<-l (cxitro IH ( l o d . n u w a d m i r a r en enla f o l o g r a f í a , d o n d e a j . . . j t. .i.iuu ¡ i i r a l a , c o n uu l o r o s o b r e el h o m b r o . I".u este film V í c t o r l - l e m i n a IM ?' ' » históricos del c i n e m a m u d o
glas Fairbanks, nos dice todo cuanto hicieron ^ste par de aventureros consumados a su paso por los países más exóticos del globo. L l e v a b a n '^n e<juipo cinematográfico formidable. Apara''Os cientíñcos. Automóviles con víveres en abun'ancia, ropas e instrumentos de caza. Víctor Flerning era el operador-director, y participó tain'^lén de los saltos audaces de Douglas en muchas escenas. Douglas Fairbanks se vestía de indio, de ^^gro, de chino e incluso de abisinio, y aparecía ^ t e la cámara como un auténtico n a t i v o del país por donde viajaban. El viaje duró más de año: hasta fines de 1931. Vuelto a H o l l y w o o d Víctor Fleming a desean ^^r de una cara y emocionante aventura, es con'fatado por la Metro-Goldwyn-Mayer inmediataJ**ente después de ordenar y montar todos los ^»2os impresionados para Around the world in " minutes. P a r a la M e t r o realiza Alcohol ^^ito (The wet parade), IM hermana blanca 'j"he white sister), Tierra dé pasión (Red Dust), isla del tesoro (Treasure Island) y La indóEn donde con más propiedad se nos muesca, es en Tierra de pasión y en IM lúa del tesoro; ^•^bre todo en este último film. A Víctor Fleming '^a.bía de estar encomendado el revivir los tiem-
pos pueriles del cinema mudo a través de una novela de Stevenson. La isla del tesoro parece que ha venido a contratipi'r toda esa gran serie de películas de tesis que hacen pensar al espectador más de la cuenta. El mundo v i v e en unos momentos, según los y;inquis, en que necesita olvidar prublemns. Y n.'da mejor para ello que traducir en imágenes todas las obras fantásticas de nuestra literatur.' infantil. Desde La isla del tesoro a los fanu sis Viajes de Gulliver. O si no, repetir aquellcs films del cinema mudo, que tanto se adaptarijn o su época: El corsario. El pirata negro, Trípoli, El caballero pirata..., en donde eran los héroes Ernest Torrence, N o a h . Boeiy y Douglas Fairbanks. T a l v e z después del | intento de Víctor Fleming se realicen otros, co- i mo ocurrió con los films de fieras y de miedo. P o r j de pro;ito, y a vemos anunciada una de las obras 1 más aplaudidas de este género durante el cinema silente: El capitán Blood, realizada esta versión sonora nada menos que por un especialista como Miehael Curtiz. El público se divierte más con los films de aventums que con las revistas nuisicales. Las revistps musicales fatigan y empalagan, mientras que los films de aventuras a Ifi Víctor Fleming, es decir, hechos por un n
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lizador que los sienta, son la delicia y la suprema atrncfión del público. Esta es ln triste v e r dad. El espectatlor no ha desfallecido ni un m o mento ante la proyocfdon de La isla del tesoro. A l contrario, ha sido corta, cortísima. N a d i e hubiese querido que liegíuse e1 momento en que el viejo pirata (Wallace Beery) se despidiera de Jackie Cooper con los bolsillos atestados dc oro. Allí pone « F i n » la película, y ahí queda el público con la miel en los labios esperanc o, con un instinto de inercia, a que continúe lo que no tiene posible continuación. Víctor Fleming conoce a las mil maravillas las inclinaciones del público. H e aquí lo que ha dicho ílespués de realizar La isla del tesoro: «Como y o he sido fotógrafo cinematográfico, me doy cuenta perfectamente de lo que ocurre con frecuencia cn los- Estudios; esto es, la tendencia de directores y cameraman a absorberse en la belleza de composición determinada, dedicándole demasiado tiempo y o l v i dando que es necesario dar relieve al argumento antes de que se fatigue el público. En algunas escenas de Treasure l-iland, por ejemplo, sentíamos la tentación de detenemos más de lo p i e ciso, fotografiando algún trozo de paisaje, algún grupo de personajes pintorescos o algún rincón delicioso aquí o allá. Abundan en la realización de un fi m muchas posibilidades pictóricas. »Procuramos sflcpr partido de alguna de ellas; pero cuidando siempre de que no se desequilibre la producción. Naturalmente, hay que atender a la belleza pictórica en la película; pero, sobre todo, debe de buscarse la belleza en la acción. »Cuando la belleza es estática y retarda la acción, perjudica más que realza el valor del film.» Quien tiene esta teoría, como Víctor F l e m i n g , jamás puede hacer otra cosa que maravillas de gran espectáculo. Acción, movimiento, cámara elástica, ponderación de la imagen en su interpretación niás vulgar y comprensible )>pra el público; éstas son Ins palabras de V í c t o r F l e m>ng, éste es su autorretrato y éste es él, según nuestra opinión. Víctor Fleming debiera ser siempre el director de Douglas Fairbanks o de cualquier v a quero del Oeste, antes que de Clark Gable y H e lén Ha\^es on The white sister. Son ten.as que le asignan lo?; productores, pero que no los siente ni los realiza con gusto.
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SENSACIONAL ESTRENO EN MADRID EN EL
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AY teiuas dramáticos que tienen suerte. Uno de ellos, por ejemplo, e.s el de Nobleza baturra. Desde El infamador, de Juan de la Cueva, hasta La Dohres, de Feliú y Codina, sin olvidar Agua en el suelo, de los hermanos Quin!o. es frecuente en el teatro, y ahora empieza serlo en el cinema, el caso del hombre desdeido q u e , {)or despecho, calunmia a una mujer. I pa.sión lo disculpa t o d o . « Y a que no ha de ser lia, levantaré entre ella y los demás ima barrera uifranqueable», se dice el desjtechado. Y finge 'Hios favores que jamás existieron. L a víctima ocente se despierta un día con una reputación M e c i d a a la de Cleopatra; el pueblo la toma con ella, como si hubiera envenenado las fuentes públicas; alguien inventa u n a copla, que es un esl i ^ m a para la infeliz, y todos, chicos y ^ ^ g ^ H p H M « n | ^ ^ ^ mandes, ccdistas y agrarios, se reúnen en la plaza o bajo los bacones d e la calumniada y se ponen a cantar la copla inaüeiosa, erigida en hhmio popular. ¡Oh, lo q u e -^'ifve la pobre muchíicha desde este momento ¡<igo hasta que se arrepiente el calumniador y 'lara coram, popidn que todo ha sido una-
riño, dotada de extraíjrdinaria belleza y de un temperamento artístico que, on manos de un buen director, se convertirá en una de las mejores realidades del cinema español. Además de ella, se lucen en el f i l m los veteranos actores Ricardo Núñez y Manuel Ligero; ésto, en un papel g r a c i o s í s i m o , pero t o d a v í a inferior a sus dotes cómicas, que están pidiendo encarnar un protagonista, en vez de un tipo episódico. También merece especial mención Carios Díaz de Mendoza, injustamente al margen de la actualidad cinematográfica del día, y cuya excelente escuela de actor (lebían tcuei más en cuenta los directores.
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buen gusto. Cada escena, un decorado, y eso que la película es movida como pocas. Pero lo mejor de ella, sobre el humor y gracia de las situívciones, sobre su espléndida presentación y aun sobre la magisttal realización de Lubitsh, es la fotografía o, más propiamente, el juego y estudio de luces, en lo que se llega a lo perfecto. H a y escenas, verdaderos cuadros de género, que envidiaría la escuela flamenca, y hay primeros planos, sobre todo de la pnitagonista, que recuerdan los cuadros de nuestros grandes retratistas. E n este film, como se dijo de la pintura de Velázquez, se ha captado la atmósfera y se la introduce en los fotogramas. En esos momentos aforttmados creemos hallamos ante el cinema en relieve. No creo que sea posible, en las condiciones en que actualmente se encuentra la técnica cinematográfica, ir más allá (jue donde hmi llegado L u bitsh y su operador en este record de luce¿ y tonalidades, con una paleta en la (lue sólo hay grises, blancos y negros. Jeanette McDonald supera cn Lo viuda alegre sus inolvidables (ireacioiies anteriores: maravillosa de v o z , de gesto, de figura. Es la actriz ideal paia encarnar la mujer, no diré inmortalizada, pero sí lanzada a la simpatía de varias generaciones por el libro de León y Stoin y la música de l>eliar. Mauricio ( l i e v a l i c r cstó en su elemento al interpretar el tipo alegre, despreocupado y g.danle de' conde Danilo, pcrs«maje en el t(ue se resume toda la frivolidad vienesa de hace treinta años, producto, como el lenguaje castizo de Madrid, más literario que natural. PALACIO DE L A MÚSICA "Contra el imperio del crinteB"
10si(»s valores dramáticos, engarzados por Joa- . 'luin Dicenta ( h i j o ) en un argiunento que ya sir- j ^ ló para el cinema mudo, vuelven a resucitar en j 'la película sonora, bajo la dirección de Florián y, que en algunos momentos, sobro todo en las ^•^cenati campesinas, acierta a realizar cine de la mejor escuela. Mérito excepcional de Nobleza ^aturra es ia interpretación, l'^lorián R e y es un '-''an director de escena. Dirigido por él, cualquier 'or 08 bueno. Y si, además, le toca en suerte 'irigir a actores y actrices como Imperio A r gentina, Miguel Ligei'o, Juan de Orduña, José Calle. Bhuupnta Pozas. Pilar .^^uñoz y Juan EsPanialeón, el resultado tiene (jue .ser halagüeño. Así ha ocurrido eu Nobleza baiurra, donde ItnTierio Argentina, actriz, bailarina y cantante, 'ra ima de sus mejores creaciones. Miguel ^'ero, en un papel de más comicidad que gracia, IS cercano al chascarrillo que a la observación IJsieológica de un tipo cómico, deleita, como siemP''e, al p ú b l i c o .
Ágiles e inspiradas las ilustraciones musicales los maestros Jogé Rivera y Rafael Martínez. Nobleza baturra es otra muestra incontestable I desarrollo del cinema español. ' VLL.\0 "Uunibo al Cairo" ilc iKpii un film <il\i'ruilti, cu ci 4111- .-c JIÍI: • m eon gran humor la.s situaciones, truco!/«gs más conocidos del cinema americano y fi'iropeo. Sus característicfis son: amenidad, graI, mtranscendeucia y desenfado de buena ley. !>os amigos, con buen humor y mucho dinero, abarcan en im yate y recalan én un puerto, ndó les aguardan mil zozobras al imo, y al •o, el amor de que iba huyendo. El film trans•^uiTe en uu ambiente d e placidez y comicidad n^ie hacen las delicias del público. N'ota saliente de Rumbo al Cairo es la presen'ión de una joven actriz, Mary del Carmen .^T
James Cagn.M, estrella «le la Warner Bros, visto por Herrero»
capítol "La vimla aleare" Jlesulta ocioso hablar del tema de este film, l>a célebre opereta de Franz Ijehar, llevada con é.sta, si no recuerdo mal, cinco veces a la pantal es y a tan popular en el cinema como en el teatro. L o que no será ocioso es subrayar el humor delicioso con que se há matizado el diálogo y se han dispuesto lus situaciones, tipos y realización ' jiiematográfica en general. Se advierte en los menores detalles la mano iniitundible, el gusto y la fina observación de iiest Lubitsh, que ha preferido el lado cómi' .iun Imfo d e la opereta a otros aslectoH sentimentaes. Y así resulta que el seductor es la frivolidad en uniforme; que la viudita es una encantadora y constante tentación, y que los otros personajes, c o n el rey y su embajatior a! frente, son la incongruencia y la sátira elevadas a caricatura de sí mi.smaí>. I^n los decorados no hubo limite de gasto ni <
l'na jielicula áv. gangHters, cuyo i)rotagonista es .lames Cagney. IM que quiere decir que a la rapidez y emoción de esta cla.so de films se unen la simpatía y la gracia, mezcla de desenfado y hmnorismo, de Cagney, uno de los actores más per.sonales de América. Contra el imperio dd crimen, batida heroica de la l'olicia para extirpar la mala hierba que brotó, como por generaxtión espontánea, al margen de la IJCV Se<;a, es un buen exjionente de ese mundo, mi poco extraño para nosotros, en que s e debatieron contrabandistas, atracadores y asesinos con los agentes de la autoridad. N o estamos a n t e u n Scarface, ni, claro, tiene la novedad de aquel film. S e ha insistido demasiado sobre e l tema. Y a sabemos que el cine americano procede por ciclos, y e s e do l i s [iclículas de gangsters no esta agotado todavía. L a marcha de CoiUrü el imperio del critneti es, además, un poco lenta. Pero sobre esos reparos está la intriga bien urdida, con lógica y emoción ascendente, el original trabajo de Cagney y la realización, que en algunas escenas, como en la captura del último ejemplar de aquella fauna de malhechores, llega al verismo y vibración que nos asombrabim en la magistral pehcula de Huward I l a w k s , antes citada. Con Cagney contribuyen al éxito del film .4un Dvorak y Robert Armstrong, el inseparable amigo de James. ANTONIO
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que se ha escrito y hablado acerca d e Jeán H a r low, no obstante el sinnúmero de fotografías q u e se han publicado de ella en t o d a clase d e revistas y diarios y d e las numerosas películas en que ha t o m a d o parte, creo sinceramente que es una de las mujeres de Cindandia menos conocidas, porque la información que deellase tiene es, en su m a y o r parte, equivocada, si no mal intencionada. Unos matrimonios poco afoilimados, entre los q u e nno terminó en una tragedia lamentable, pero que no podía haberse e v i t a d o , dadas las circunstancias que rodeaban al marido, han hecho que Jeán sea considerada por muchos como una mujer moralmente distinta de lo q u e en realidad es. Uñase a ello la clase de papeles que ha representado en casi todas sus películas, y se comprenderá perfectamente por qué la mayoría del público desconoce en absoluto la verdadera personalidad de Jeán Harlow, una de las más inteligentes y cultas muchachas que he conocido en mi vida. Jeán es una excelente persona, bonita, graciosa, bien educada y d e una simpatía irresistible. A l j K K J O de estar hablando con ella, puede un hombre olvidarse de que es ima mujer adorable para hacerse la ilusión de que está en compañia de o n hombre q u e l o sabe casi t o d o y lo comprende t o d o . —¿Cuánto tiempo lleva usted trabajando en el cine, Jeán? —^Unos seis años. —^¿No ha pensado usted algima v e z en retirarse? —^No, señor; seguiré trabajando hasta que el público « r e retire» a m í . Se dice que Jeán lee mucho, incansablemente, toda clase de libros, todas las semanas dos o tres volúmenes, y que le encanta escribir. P o r eso, aunque nada había oído de ello, le pregunté: —¿Es cierto que está usted preparando un libro? M e miró con un poco de asombro, y al fin admitió: — A c a b o de terminar una novela que se llamará Today Is Tonight (Hoy es esta noche), pero no sé cuándo se publicará. — ¿ P o r qué? —^Tengo miedo; y o no soy ima escritora. Sin embargo, si algún día tuviese que dejar el cine, m e dedicaría a escribir... M e encanta el periodismo. N o creo q u e hay una profesión más interesante... Jeán Harlow ha hecho casi siempre papeles d e «mujer mala», lo que ahora se ha dado en llamar «vampiresa», y los ha desempeñado siempre con tal propiedad, que a muchos les ha llevado la impresión de que ella es en la vida real como la han v i s t o en la pantalla. Claro que para el público inteligente eso en nada le ha perjudieaido, porque sabe bien separar el arte d e la v i d a . Más aún: muchos de los primeros actores y actrices d e la pantalla hicieron al principio el papel de «malo»..., lo qne no fué un inconveniente para que sean buenos como los mejores. (Véase el caso de Edward G. Kobinsón, Clark Gable, Charles L a u g h t o n y otros.) —^Ya v e o que ha dejado usted de hacer « v a m piresas», Jeán. ¿Está usted contenta? —Sí, señor, ¡mucho! N o me gustaba hacerlas; pero le advierto que mi voluntad en nada ha influido para ello. Cuando está usted trabajando en raí Estudio bajo contrato, no tiene más rem e d i o que hacer lo que le dicen... Simplemente he tenido la suerte de que últimamente m e han dado papeles de mi gusto. —^¿Ha estado usted en España? —^No he estado nunca; pero pienso ir pronto. H e leído mucho acerca de ella y he oído hablar a muchos amigos que la conocen... Estoy segura de que m e ha de gustar. ¿ N o cree usted? Veraderamente, y o no sé si Elspaña le gustará a Jeán; pero estoy seguro de que ella os gustará a vosotros. Es una criatura muy linda y muy gentil, y si las simpatías son reciprocas, no tendréis más remedio que enamoraros de ella, I ¡annque sólo sea porque ella parece estarlo de España!
direct<^jrr4|^«e8 espectácuEUGENIO D E Z A R R A G A
loscifljjfo.^ l o
de todo lo
Hollywood, Septiembre de 1935.
1ñ MARflUES d t CUBAS J l . NUtVO LOCAL.MARAVILLOfO <U LUZ y cíe CONFORT GRAN
MADRE
ÉXITO
DE
LA
PELÍCULA
ESPAÑOLA
EGMA (vor ANA LEyVA • GASPAR CAMPOS» RflOUEL RODRIGO» LUCHI S O T O ANTONIO OIEGÜEZ • J O Í E BAVIERA • DÓLeooLon: JOS"E BUCHS MturLca: J O H FORNS".
La patita monina, últiina moda en los dancings de los Estados Unidos, se muestra al pvddico en la película Estudiante, que en España v e remos esta temporada. El director de baile de la Paramount es quien ha inventado la nueva danza que empieza 8 causar furor entre los devotos de Terpsícore. Joe Penner y B e t t y Grable nos dan una demostración gráfica de los pasos de que se compone La patita monina. Tiene algo de fox, algo de tango, algo de blues, algo de vals... Como si dijéramos, el baile cock-tail. Pese a todo, es fácil de aprender. Para bailar La patita monina no es indispensable, desde luego, tener una cara de armario como la de Joe Penner. En cambio, sí es muy conveniente que la pareja sea como la «platinada» B e t t y Grable, nueva sensación en el mundo de la pantalla, a quien esperan, sin duda, grandes triunfos con TM patita monina y lo que venga después. Para los que no sabemos bailar más que el pasodoble, y no muy bien, estas complicadas evoluciones, giros y pasos de La patita monina y de los otros bailes que última-
ti éxito obtenido por la Carioca tenía que traer estas consecuencias. El baile ha qu. j dado incorporado a la pantalla, no como un elemento más, sino con toda la categoría de primer plano. H a y y a muchas películas en las que el protagonista es el baile. IJOS productores de Ilollywíxid, "en cuanto encuentran un filón, se disp(men a exjilotarlo hasta dejarlo séquito. A la Carioca tenían que seguir, forzosamente, otros bailes como temas de películas divertidas y musicales. Fred Astaire seguiría siendo un bailarín desconocido si no fuera por el c i n e m a El Bolero, el Cmtinental, el Trocadero... Apenas pasa día sin que a través de los periódicos se haya inventado un baile nuevo. El último, hoy por hoy, lleva este título pintoresco y divertido: La patita monina. La patita monina debe ser esa pata de conejo que llevan los negros en los bolsillos para protegerse contra la mala suerte. De todos modos, a uno no se le alcanza qué relación pueda tener esto con un baile que se acabe de inventar en Hollywood. L a vida nos ofrece fre<'uentemente estos secretos indescifrables.
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conservación de la línea nunca está de más. Esperemos todavía otros muchos bai les, de nombres tan pintorescos como éste en las próximas peliculas. E^ta, según todos los indicios, va a ser la temporada de esta clase de films, que tienen su mejor prw»edente en Volamio hacia Rio Janeiro. Otras temporadas anteriores se han distinguido por las películas de miedo, por las películas de gangsters o por las películas sobre Viena. Esta pmpieza a distinguirse por el baile. Después del Conti nental, La patita monina. Luego, y a veremos. Por nosotros puede el baile continuar. Estas peliculas como Estudiante, en las que el baile tiene el papel principal, resultmi siem[)re alegres, entretenidas, agradables y , sobre todo, de un gran recreo v i sual por ios niiígniticos conjuntos bailables, en cuya {iresentación no admiten los yanquis ningmia competencia. El espectador que va al cine sin otra preocupación que la de pasar un rato del modo más entretenido pt)sible, y son la mayoría, tiene cou el nuevo film y con el baile que en éste se presenta una seguridad de que no le quedará tiempo aJ bostezo y ipie saldrá del local tarareando la música de L a pa/tía mtmina, la nueva danza, que, sin duda, se haiá tan popular como la Carioca, el Bote' r i i . el Raftero y el Cmtinental.
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mente nos ha presentado la pantalla, tienen un atractivo especial y im lu gar propio en nuestra admiración, porque se trata de algo que nunca podremos realizar. Si quisiéramos presumir de técni cos del baile, les daríamos a ustedes una explicación detallada d e í / O potito monina, numerando las figuras y des cribiendo los pasos con toda minucio sidad, porque para eso nos han envia do, junto con las fotografías, la demos tración escrita y numerada. N o lo ha cemos porque estamos .seguros de que no aprenderían ustedes nunca. Sería como una especie de lección de baile por correspondencia. Y una lección por correspondencia es tan absurda como pretender c a n t a r ópera por escriio. L o mejor que pueden ustedes ha cer es ir a ver FjStuÁianie cuan do se estrene. Allí verán ustedes, in terpretada por los mismísimos crea dores. La patita mmina, el baile agitatlo y trepidante, melancólico y sua v e , como si en él se hubieran querido fundir todas las esencias de los deinás bailes. La patita monina se recomienda después de cenar como nn medio de i;ouservar la linea. Hetty Grable lo practica todas las noches, y y a ven ustedes que en esto de la linea no tiene que envidiar a nadie. Claro que antes de inventarse IAI patita monina estaba igual; pero decir esto de la
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Trait la <('ariora>, tra« r l «Continental», un nuevo baile viene gobre r l m u n d o , a IravrH de la» escenas brillantes de u n a r r e a r i ó n cinemato^rática. Fjte baile nuevo es el de «La patita monina», a cuyos compases bailarán pronto lus bonibres y las mujeres de todos los paises. lie a q u í algunos pasos y algunas actitudes de e s e baile, que e s agitado y trepidante, melancólico y suave, coroo si en éi se hubieran querido fundir todaí las esencias de las dan/as restantes...
"clj2¿coñjíycldQ C O M O
3Ío O la repulsa generales dictaminen sobre el valor que se les ofrece. N a d a más sencillo que triunfar en el imperio de las artes, por su doble condición de régimen democrático y aristoci-ático. Democrático, para llegar a las alturas del simbólico Poder, accesible a todos sin distinción de castas, de clases ni aun de color; aristocrático, para mantenerse en ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ el elevado prestigio, dura prueba de la que sólo una selección escogidísima, d e sangre privilegiada, obtendrá la victoria. ^^^^^^^^^^^K ¿Quién era, ayer no más, el que hoy acapara la atención de todos por su maestría en el ^ B ^ ^ ^ ^ ^ i ^ ^ manejo de los pinceles, en el ejercicio de la pluma, en el dominio de la expresión física? N o j importa quién fuera: gran señor por su cima, como un Sir Guy Standing; dependienta de j W «•omercio, como una Greta Garbo: jierioilista, como un Gustav Frohiich; boxeador, como un Víctor McLa- ¡ glen, o aventurero, o buscador de oro, o fabricante de gomas para los paraguas... N a d a interesan al buen espectador los antecedentes del escritor, del pintor o del actor que le ofrece su mercancía. Si ésta es buena, sea bien venida; si es mala, se le concede un ademán despectivo, y a otra cosa.
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Viene lo anterior a cuento de la rápida subida al estrellato de mía nueva personalidad cinematográfica. Se puede entrar en la gloria por la puerta estrecha o por la puerta ancha. P o r la estrecha entró M y m a L o y , que hubo de subir peldaño a peldaño la interminable escalera que arranca de los humildes papeles de «extra» distinguida de sus primei-os tiempos y llega hasta el m t i lantc brillo estelai- de su categoría lograda recientemente. Por la puerta ancha penetra en el reino encantado de la celebridad Helén Gahagan, como antes penetraran Katharine Hepburn, Mae West o Jeannette McIXjnald. Ilel. n Gahagan es famosa cuando todavía nadie ha visto un metro de celuloide que contenga la reproducción de su imagen. Era lógico, naturalmente, que en los Estados Unidos tuvieía resonancia su ingreso en el cine, puesto que se trata de una actriz teatral conocidísima, considerada como una de las máximas bellezas de los es<-enarios <lel inmenso pais. Pero Europa nada sabía de esta hermosa dama hasta que el eco de la noticia voló sobre los mares y fué a dejai° un retrato o una hoja de propaganda en ctjclostiU en cada Redacción de periódico o revista. Ix)s aficionados hablan y a de Helén Gahagan como de una estrella conocida. Esto es sintomático, pero (peligroso. Píirque nada tan terrible cual la desilusión lueg o de muchos comentarios en términos s ^ u r o s .
H f « q u í d « > ••\pr«*8ÍoneM f i s o n ó n i i r a » d e l l e l é n ( U l i a ^ ' a n . la e ü i r r l l a q n e ha p e n e t r a d o en el r e i n o e n r a n l a d o «le la r e l e h r i d n d p o r la p u e r l a a n r h a . r o m o aiilr<. p r n e i r a r o n K a t h a r i n e K r p h u r n . M a e W esl o J e a n n e l l e M c D o n a l d . . .
Y
sobre todo, n o olvides que en la mochila de todo soldado está el bastón de mariscal.» Así habló el padre en el célebre cuento moralizador al mozo que partía para su servicio militar. Y algo pareckiisimo, cuando no las mismas palabras, ee la norma estimulante que a todo hombre del mañana se dice en los Estados Unidos. Cada uno podrá ser lo que quiera, con tal de que su voluntad actúe pareja a su deseo. ( Y con tal, naturalmente, de que su inteligencia haga p<»sible la ascensión a la cumbre soñada, pues nunca un paralítico llegará a campeónde catck-ag-catch-can, ni un retrasado de cerebro escribirá el Fatuto, por mucha decisión que en ello ponga.) Coa paciencia y un palito, trapero; con paciencia y buenas luces, inventor, artista o presidente de la República. T o d o es proponérselo,., y esperar a que el apre-
Helén Galiagan quiso ser una cosa, una sola cosa en su vida artística: cantante. Esa era su aspiración de<5de la infancia, la ambición buprema acariciada en los días de niñez en las aulas del Berkeley Institute, en que aprendió las primeras letras, y luego, en las clases rigurosas del elegante Bamar<l College, en que siguió y completó su formación cultural. Tenía una v o z agradable; pero se ignora la razón (Kulta que la hizo pensar en rendir el mimdo a sus pies anonadándole con sus gorgoritos. A sus padres no les hizo mucha gracia el propósito de la niña, y en vez de tomarlo por la tremenda, optaron por seguir un camino mucho más cómodo y eficaz; no hacer caso de tales aspiraciones. Y como la educación de una garganta que quiere asombrar a los públicos es cosa costosísima, la pobre Helén hubo de resignarse a lucir sus habilidades en su cuarto de soltera del hogar paterno. Hasta que un día urdió todo un plan de combate. Y a que no actriz de ópera, lo .sería de comedia, y con las gimancias qiu- este trabajo le proporcionase podría sufragar sus estudios de música. Dicho y hecho: a las poca.semanas el n o m b r e d e H e l é n ;u>arí^'íii
cn
los
carteles
de
un
teatro modasto, en uno dc los últiraos lugares del reparto de la obra Manhattan. N o había sido posible otra cosa; no todos los empresarios tienen suficiente madera de héroes para arriesgar el éxito en el albur de un nuevo valor interpretat i v o , por muy esperanzador que parezca. Helén Gahagán entró en el mundo teatral por la puerta estrecha. Pero aquella misma noche su humilde cometido llevó la marca de un temperamento, de una auténtica sensibilidad. Y allí, en la sala de butacas, más atento a los actores, consideradfis como tema individual de examen, que a la continuidad de una comedia sin importancia, estaba William A . Brady. Entre bastidores circuló la noticia. ¡William i . Brady en el teatro! Y todos y cada uno, actries y actores, galanes y características, pusieron Jesde aquel momento la cumbre del entusiasmo en su misión. Porque sabido era que William A . Brady, uno de los empresarios más famosos de
Nueva Y o r k , sólo acudía a los teatros ajenos cuando necesitaba para el suyo una nueva figma. A l terminar la representación, cuando todavía sonaban los tibios aplausos de la amistad en honor del comediógrafo, M'illiam A . Brady atravesó el escenario, preguntó algo a un portero y enfiló resueltamente el pasillo en que se abrían los cuartos de los actores. Era un momento de emoción. ¿ A quién buscaría el gran empresario? Pues el gran empresario buscaba a la actriz más modesta de todas, a la que esa misma noche, en un papelito insignificante, había hecho su primera aparición ante el público; buscaba a Helén Gahagán para elevarla a estrella de su teatro, como intérprete del papel principal d e Sítenos en venta, el próximo estreno de Owén Davis. • • Cuando sonrisas decelebridad rodeaban su paso, Helén Gahagán sorprendió a todos con una Ijrusca desaparición. U n poco más tarde hubo noticias suyas: estaba en Europa, en Italia exactamente, y aprendía canto, según indicaciones d e Sophia Cehanowska, su maestra. Así pasaron irnos años. Y con una Compañía de ópera ; de segundo orden recorrió i Helén diversas poblaciones de Austria, Checoeslovaquia y Rumania. Su repertorio era—nada menos—Tosca, El Trovador, Manon, Aida, Cavalleria rusticana... L a actriz, acostumbrada a adormecerse entre el estruendo de los aplausos que cada noche premiaban fervorosamente su labor en dramas y ccmiedias, sentía ahora tremenda desilusión. Y es que el bastón de mariscal podía estar en su mochila; pero no estaba, desde luego, en su garganta. El y a finado D a v i d Belasco, otro empresario famoso, le indujo a v o l v e r a l o que fuera campo fértil d e sus triunfos. E\ público celebró como solemnidad importan-
t ni\ i i i i l o i r i i t i - nrtiliid ili- l i f l í n (•iiliii;¡iiii, |irii(ii!:oii¡slH i l r I.H iliosa (le fiK'iíOn. ) i i n n <l<' lu- p i i r a » lirti-lH- ii q u i r i i o s lu p;lurÍH »<• ha r e n d i d o súliila <• ¡IICOIKIÍri<inal...
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tísima el regreso d e una de sus actric predilectas. Y Helén Gahagán se estremeció ü t nuevo entre el oleaje creciente de sus victorias. Y estrella de primera magnitud en el firmamento teatral de los Estados Unidos fué exclusivamente, hasta que la sirena del cine — ¡qué hermoso tópico!—deslizó en sus oídos —¡otro tópico inenarrable!—la tentación de aumentar su gloria. En realidad, desde que Helén se uniera en matrimonio con Melvyn Douglas—el compañero de Greta Garbo en Como tú me deseas y de Tala Birell en Nagatm—, los oráculos anunciaban su aparición en la pantalla. Mas la predicción sólo se cuniplió a largo plazo. Ocurrió que una entidad productora quería llevar a la pantalla una novela de aventuras de Ridder H a g g a i d : She (Ella), novela que hace años fué m o t i v o de pleito en las letras, como presunto modelo en que se inspiró Pierre Benoit para escribir La Atlántida. Inspiración, según unos, o plagio, según los más terminantes. Benoit argüyó en su defensa la circunstancia de desconocer completamente el idioma inglés y la de no existir traducción francesa del libro de Ridder Haggard. En realidad, las semejanzas que entre ambas novelas existen son tan pueriles, que sólo a coincidencia en la elección de temas fantásticos pueden atribuirse. Para encaruar a esta heroína sorprendente, de hermosura fascinadora, de temperamento extraordinario, que hizo el milagro de vivir doscientos siglos para esperar al amante que perdió en dramática aventura, se ha buscado a Helén Gahagán. Y cátate a la actriz de teatro convertida en estrella de la p a n t d l a , famosa antes de que la peUcula ( La diosa de fuego ) llegue al conocimiento público.
Helén Gahagán llevaba escondido el bastón de mando. Quiso ser cantante; mas ese deseo no se compadecía cím sus posibilidades. Pero como estaba escrito que alcanzaría la celebridad, célebre es en el mundo entero. Y a nada importa que no vuelva a hacer películas, o que su trabajo en La diosa de fuego defraude a sus admiradores anticipados. Nadie podrá cjuitarla de haber sido famosa un día. C A R L O S D F \ f >T>RTI)
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Nació en París el 5 de E n e r o de 1 9 1 : Pésimo estudiante, recorrió en busca c benevolencia del profesorado \os Siceo: de Montaigne, Condorcet, L u i s el Grand? y otros. Quería ser actor, y con la aquiescencia familiar, se preparó para el 'ngreso en el C o n s e r v - ' 'io, teniendo que a g u a r d a r un a ñ o implir la edad reglamentaria. L disciplinarse; en • que tomó parte ga:. iundo ak A los diez y ocho a : : ut6 en el Sv dio • r- - V I ^ ' íées, de Paris, con. act( 1 vista de w aciertí Loui :itrató pararán Compañía. U n ÍU" 'e ataque de a f o w Je llevo al f r a c a ^ eu el Concurso final'del Con servatofio: pera Jouvet le tomó decid damente b a j o ^ f t protección. Intentó trab a j a r f'ii u n ^ ^ ^ de Carmen Boni, y no lo lorr.. mr^^Ser. a juicio del director, de apt.' . a s . U n dia. tras de rerie ti, .. ia escena, el productor cinemítográíico Gécrges Marret le l l a m ó para ofrecerle el papel del joven seductor en « J u a n de la L u n a » . Pasó luego una temporada d e descanso en Inglaterra, hizo una larga excur- mn teatral por toda E u r o pa, t r a b a j ó en los escenarios parisinos del Pigalle y del A t h e n e a , y marchó a V i e n a para intervenir en un film de A n n y O n dra. Requerido por sus deberes militares, h u b o de regresar precipitadamente, pasó seis meses de cuartel y fué destinado al Ministerio, Poco después, en 1933, se le eligió para interpretar « E l l a g o de las d a m a s » , en papel ofrecido a Johnny W e i s s " • ••• por sus compromisos
B
Ojos
verde».
interrumpido» por una vocación irresistible que te üevqha a! teatro. E n funciones • • das por la famosa
-ló soltura y conra
prií
:i 1917. Está.divorciado . de quien tiene un
ía bella R i t a . C i l m á n , adoptado niña de I Caro: A n n . » Estatu.o 1.81 metros. O j o s azBes bello castaño. • a
••• el público, rimer conJ¡¡tf -VJNIO actriz yí-i:' .. un duro HHe en calidad de damita joven de génfrn chico en el escenario de R o m e a , nte más de treinta años perteneció > Compañías de m w o r prestigio de ña abandonó la zAuela y se espe'. "t>eles dr<u^Bicos su último conr n la llcHía Rosario Pino,
Películas
(¡ue
lia
itilerpretao
Juan de ta Luna (Jean :!<: la Lu>: Jeán Chou.v. ¡Hay que casar. (Faut-it Us marier.') Karl l.amac. Suburbios (Dan': les tuef). Víctor T r i v a s . La n de Lourdes (La de Lourdesj. Henri 1 .W.eri / . . . / , ' I > de ¡as Jamas (Lac-au.x-Damts 1. Marc .\llegret. E¡ ¡airón (Le vokur 1. M a u rice T o u r n e u r . Ilusiones de gian dama (versión francesa: Vn jour liendra) G e r h a r d L a m p r e c h t . Maria C^apdelanw Ju ''ivivier. L'éqtpage .\natol 1 • negro» (Les yeux noirs). Wia. Tur• Tarass-Bo»!''a. .\le.\!> O r a ;
a q.i .laftó e n f í u P j ^ e r viaje a varios pni^i - de A m é r i c a ^ H k i r , en 1922: posteriomiente represent^HBíla m i s m a ilustre actriz, la comedia « O I S H É u » , en el TeatiO de L a r a . P o r el c i n e . ^ | ^ | U l * o en e Q ^ A f f e n s o r a entusiasta, dejó ! cénicas: su primer trabaja fué en una cinta que no^ kse, interrumpida su tcimiebto de dos de Ramona Valdivia y Moren « l A la orden, mi capitá ba dirigida por Julio R o e s s e . i p l j ^ o n s a g r a d a por enterof Bn de películas desde t\ io en m i s producciones^ l i n g u n a otra actriz, "o' acierto. T r a b a j ó en ^HHmdios de ville en 1932. Es viud^^^ne u n a hija y u n a niet^lita ^ ^ ^ c a p a r a su
^^m^f^
lio ru-
Cabello
N a c i ó en K a n s a s City ( E s t a d o de .Mont a n a ) el I de A b r i l de 1889. Es hijo de un agente de Policía y tiene dos hermanos mayores, W i i ; Estudió en el Chase School. d natal, pero fué un malisiinu las clases de música a que•s-<:ti isión d e m a dre constituían la el verdadeicio. Se esrapó del ;ar y lleg .lemnándose a vida en i^jajos ocaPIRó por su familia, puso como por concluidos sus estu Fué l^npieza en uaa estación de fe: 7 obrero e n ^ | ^ t a U e r de metalurgia, su i-^rmano W f l p í n , agente de publicidad A' un circo, le ^ o p o r c i e n ó el empleo de guardián de elefantes. U n día él y Moah m a r c h a r o n a N u e v a Y o r k , en busca de fortuna, fueron comparsas en un teatio de revistas, con 25 dólares de su:ld|k semanal, y poco después, gracias a sit^aena voz hizo W a l l a e e rápidos p r o ."S^ sustituyendo a R a y m o n d Hitchob'a «The Tó definitií los antiguo^ ipany. de Cli dos rollos, t i l perador, e i n a ushman en u n ' itstrador del nuH n California ometido y pasi
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(W A L L A C E )
su
M \\\\\)
Nació en Jaén un 28 de M a y o de hace
E E R Y
író
A Y A
algo más de medio siglo. Cuando tenía cuatro años se trasladó con sus padres a Madrid, y en la capital hizo sus estudios,
>udo a c e p t ^ . A u m o n t i.iÉ
X
íte
Peliculae
que
ha
interpretitdoi
La verbena de la Paloma Iversión m u d a ) . Jo*' B u c h s . Pepit 1 f'ir./nez, .\gustfn G Carr.i>co / de Tormes. F l o n á n K e v l> .el amargao (ver-: .Maniul N o n e p a . i o s rA.'i _ lela.Y Rev Curro Vargas, j Hin.lis f'i tura de Luts Candelas, J. Hi •nta (hijo) ¡.!:i'<. Juan A C a b e r o , y o ':>n'.i, \ ^r.^ión m u d a ) . Carlos F e r n á n d e z Cuenca. Los claveles dr la Virgen. F . R e y . La hermana San Sulpicio (versiones m u d a y s o n o r a ) . F l o rián R e y . F.l suceso de aHoehe, L e ó n .Artola (Cuándo le suicidas.' Manuel R o m e r o i j o i n v i l l e ) F.l cUeri, • Itirtor. B l u m c n t h a l (Jomville) / áe mamá. F Rey. F.l ¡isini ik : E u s e b i o F-ernández .Xnlavín. Vidiis rotas, E F. . \ f d . i v ( n R-.n ^( riijera, L . . \ r t o I a . La h: Eduardo G. Maroto
RABEE: K K T T Y
¡
Nació en St. Louis ( E s t a d o de Missouri) el 18 de Noviembre de 1 9 1 5 . Tenía m u y pocos años cuando se trasladó con sus padres a L o s Angeles, para pasar una temporada en el hogar de unos parientes. El padre regresó a St. Louis, reo'terido por sus negocios, y Betty y su ma.-: - q.itdaroCalifornia. E n un r . . o de Los •. -s h i í o BettT s u » e • ¡ios. mov: sus i n d i - ciones, r VI xas I ^ ^ ^ H aprfnder baile. A T Siete a^WlieJesó en los conjunt bgráficos de l o B E s t u d i o s Fcx: pero Isatisfecha con^Ka clase de t r a b a j o
Pelíeula*
que
ha
interprelado:
Recluías a ( Behind the Jront), E d w a i , nd. £ / mundo perdido (The ioH H'orld), Harry O . H o y t . El rio rorHdntico (Riíes of liomance). R i c h a r d W a l l a e e . Ricardo Corazón de León (Richard-lhe-LionHearted). Chet W h i t c h e y El presidio (The Big House), G e o r g e Hill. Titanes del cielo (Hells diirrs), George H i l l . Champ, K i n g V i d o r . Orand Hotel. E d m u n d G o u l d i n g . Ana. la del remolcador (Tugboat Annie). Mervyn L e R o y . Carne (Flesh), John F o r d . Cena a las ocho (Dmner at eiglht). G e o r g e C u k o r . El arrabal (The Bowery). R a o u l W a l s h . l ' i r a r í W a , Jack C o n w a y . La isla del tesoro (Treasure Island), V í c t o r Fleming. Fl poderoso Bamum (Mighly Bamum). Walter L a n g . -Vido áe águilas (West Poia: the Air). R i c h a r d Rosson,^ .
IS^I^donó a la panera oportunid, qua flkpara unirse a ^ orquesta de ^ Fio Wre V ernprender eon ella uryl Jira por casi to i , la A m é r i c a del Nortp. Samuel G o l d w y n que la vio cantar y b a i l a r en un teatro de San Francisco, le ofreció t r a b a j o en sus peWcu' ro Betty .Ife tenida por ontrato, pudo aceptar P o c o deMVés. y aproví ndo sus vac,>-
ciones, «fcreció por p c á n u M ^ ^ v n film de ~
;ra vez ante eler y Woolse'. Se r M ^ ^ V otra vez a puesto con Te Fio l|^^Kguió por 1 Estados del Si; la eétg^Kon, y, finaliza o su (Árnprom s o . - ¿ « p i ó a Hollyvvo con^imo d c o n a u r a r s e al cine. n un can de la M e t r o - G o l d * n M a el tó y bailó en « L a ale s» h ú m e r o titulado « L e f
IvPég^e
en I1 r o d i l l a A . actuacióti'q^' l e vaüH un contrato poiltres a f u s con Ki Ri^JKadio. E s s o l t e r a ! y sus deporte f a ^ ^ ^ ^ U ^ ^ ^ c q u i t a c i ó n y el «baseball
I OMjkzules. Calpio raplatino.
Película»
que
ha
interpretai!
Los amos del presidio. Caravana >.«• belleías fStudent Tour I. C h a r l e s F. H. • , iThe Ca^ h. The
«¡OOüCCHhl y OISTIOC i n e m a t o g r a f í o EspoA m e r i c a n a , S. A .
C f N T t A L ,
AUAU,
33..MAWÜ0
Eilwdioi: Ciudad linual
CowiprfHo-totiuslrt"' rilm-EapoKol. S. A .
Ediciones C i n e m a t o g r á ficas Españolas Avmida Etfuario Dato 1. - Madrid
Central: Mar, 68. Teléf. 14525. VALEÜCI*
T.I*fo«o>
COLVMBiA FILMS, S. A. Av. 14 de Abril, 4S4.-TeL « O U t BÁRCEIMyÁ
Pase» ife 6racia, 77 —
PROVENZA,
73*9M1443
BAaCELOWA "" ' - ' IIIIIM 4 4
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JL,t?S
BARCELONA
714a •AKCELONA onCIMAS' Pasee del P r a d e , • •
PC E Pnéwción CiBemttofrtfic» bpaftola
JULIO
ELIAS
R«»»»i6ii. 2IO.-Bareeiona A
EstMfios CinenitsirfficM Pmdpe de Vergara, 84. rdéfoao 6Q500.-MAI>IUD
ATLANTIC FILMS Mt. Edmrdo Dato. 21. IMDRIB
S f U D I O S :
Carcia d « Parrdea, 5S M A D R I D
Ír«Í««om
2M90; "MADS»
1] n de
Concurso CINEGRAMAS
llr aqui, Irclor, cinco d r mt» artista» cinematográficos prrfcridos. Con sua ojos y sus bocas hrmos hecho un «puzzlr>, coloeaodo eaa» parte» del r««4ro en el retrate que no les corresponde. El Concurso rs sencillo y entretenido, y consiste en acertar los nombres de estos cinco artistas y en devolver a cada uno de ellos la boca y los ojos correspondientes, recortándolos dr la reproducción que va al pir dr rsta página. Habrá tres premios - uno de cien p e s e t a s , uno de cincuenta y otro de veinticinco—, que se sortearán enlre los concursantes que remitan el cupón ^publicado en otra página de este número) con los cinco nombres correctos, y. además, esla página con los cinco retratos debidamente reconstruidos. .V falla de soluciones correctas, se adjudicarán lo<) premios a las que más se aproximen, y en caso de que haya dos o más iguales, se adjudicarán los premios que les eorre«>p«ndan por medio de sortea.
"ISt» JP^'SBI ¡pulí
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El n o m b r e ilúsÉre d e Catalina B i r > cena 68 nno d e los q u e c o n m á s d i g nidad r e p r e s e n t a n a España e n la p a n talla m u n d i a l . L a gran actriz, q u e ha l l e g a d o al c i n e m a d e s d e e l teatro, ain a b a n d o n a r é s t e , h a i n c o r p o r a d o val « f i l m » toda su p r o d i g i o s a sensibilidad f e m e n i n a , t o d o su m a ^ í f i c o arte, tan l l e n o d e m a t i c e s , tan n e o en c a m b i a n tes Y e n a c e n t o s . En cjulieta c o m p r a un h i j o » , una d e las c r e a c i o n e s d e nuestra c o m p a t r i o t a e n H o l l y w o o d , triunfa r o t u n d a m e n t e esa g r a n f e m i nidad d e Catalina Barcena OKUIO DB HKMIIOS
Francés Drakr luce en esta folo un »enriHo traie qoe a e i i M l la iaflueaeia luilila-
Cail Palriek exhibe, gobre un traje de noche, eale elegante abrifco de t\i»ojfd^ cuyo largo «e ajusta a las actuales dimensiones que marca la moda y
Ti»tm 4e lo8 traie« reinenino8 en la pasamanería que adorna la rhaquela
A influencia militarista que ha poco comenzó a iniciarse invadido por completo los ámbitos de la moda, y en estos m o m e n ^ todos los nKxIt'los de grandes costurero"; se aprestan afanosamente a crear nue\ acuerdo c o n la actual orientación de las elegancias. Los trajes, los sombreros, el calzado e incluso las joyasy4doptan en estos dfas un acento bélico, semejante al que poco a poco va invadiendo al mundo. Dentro, claro es, de esta novísima teoría, la diversidad itiás absoluta impera en las colecciones invernales, y, a decir \'erdad, pecaremos de injustos si no reconociéramos en ellas un loable eclecticismo que ^ r m i t e la adopción dc Marlene Dietrich, la siempre elegante y aquellos modelos que mejor se avengan a las respetivas siluetas. Dicho se distinguida, ha seestá, por tanto, que el tailleur encuentra en esta nu^ica modalidad amplio camleccionado para sn po para su desenvolvimiento, y que su boga, en « * o s momentos, y por tal cirúltimo film este atacunstancia, se halla en pleno cénit. Todas las jftiriedades posibles en el trois vío, de una singular piices han sido aprovechadas por los modistos./ distinción y origiY todos los materiales, aun los de maycjf fantasía, son aplicables, según nalidad ellos, a la hechura sastre. Tampoco el coIgHdo tiene límite. Actualmente, el tailleur, privativo, hasta ahora, de las l í n ^ s sobrias, los tejidos densos y las tonalidades neutras, puede realizarse en cualquier tela, con cualquier hechura y en cualquier c9lor. ¡Quién lo hubiera pensado! N o nos atrevemos, sin embargo, a formular la más leve censura en tal sentido, porque, a fuer de sinceros, hemos de confesar que este eclecticismo, esta amplitud de criterio, ha hecho posibles verdaderas preciosidades en modelos^^e este estilo. Los ensemUes de abriguitos cortos, amplios y flotantes, e incluso las capas de piel semilai;gas, que suelen portarse sobre tailleurs sobrios o sobre sencillos vestidos de lana, gozan del favor de las damas. f E n los abrigos de tarde, las pieles recobran su prestigio, y su característica especial corriste en ir teñidas en las mismas tonalidades d e los vestidos cuya elegancia pretettden realzar. Entre ellas, el astracán disfruta del mayor éxito, sin duda por ser una piel fácilmentiÉ asequible a todas las modalidades y por su sencillo manejo y cómoda confección. ^ / E n cuanto a los sombreros, baten el record dc la diversidad las tocas en sus más ii^^spechadas variantes. También se indican mucho para la estación invernal los turbantes dra}>eados, los bonetes florentinos y los/cascos militaristas, ornados, en muchos casos, con plumas di: ave a manera dc airón o penacho. N o esperamos que esta moda ob^tnga un succis excesivo, porque sólo en casos ^
cmitadísimos rt-sulta favorecedora y jx>r«|ue retjuiere un atavío adecuado de muy dificil adopción por nuestras féminas. I-as tocas, por el contrario, alcanzan un triunfo excepcional, sin duda porque permiten una graciosa colocación sobre la cabeza, porque tienden a alargar la figura y porque Iri reducido de su volumen deja casi totalmente descubiertos los peinados, que hoy. como nunca, constituyen verdaderas obras de arte capilar. En otro a.specto, resultan sumamente cómodas, porque hacen posible lucir los suntuosos abrigos adornados con pieles que ahora preconiza la moda de la próxima estación. Kn cuanto a la-s joyas, sigue denotándose en ellas la influencia florentina que comenzó a hacerse .sentir en la iniciación de la temporada otoñal. Kl oro. metal procer que durante algunos años se hallaba en plena decadencia, ha recobrado su ol>scurecido prestigio, y actualmente goza del má.ximo auge entre las bellas, enriquecido con cabochon% de piedras de todos colores y tamaños.
\M
procer distineiÓD rfe laa
b l o n d a s prestigia y e n n o b l e c e
la silueta de Gail Pairíck. la h e r m o s a actriz de la pantalla, coya plácida y serena belleaa lanío c o n t r i b u y e a aos t r i u n -
fos en el filoi
Y no sólo en la.s joya.s, sin«> también en los tejidos, el oro hace furor. V. igualmente en las pasamanerías, en los cinturones, en los bolsillos, en los troches, el oro aparece prestigiado con el arte de kw orfebres que realizan con él trabajos realmente maravillosos. Otra de las características de la moda actual es el triunfo del chaleco de influencia masculina, y que exhibe su auge en toda suerte de toilettes, desde la estrictamente deportiva hasta la estilizada ro¿>e de soir, afectando en cada caso, naturalmente, la mcxlalidad adecuada. I^ara los atavios deportivos se ha hecht) la prenda indispensable, y la materia preferentemente empleada para su confección es el antílope en los tintes más diversos. Bien es verdad que esta piel, por su flexibilidad y por lo fácilmente que puede ser manejada para la confección, se hace
acreedora al éxito de que disfruta a c t u a l m e n t e . E n n u e s t r o n ú m e r o anterior publicábamos una foto de la notabüisima actriz de la pantalla Kathleen Burke, en la que la «mujer pantera» —sobrenombre con que la Burke es c o n o c i d a en el mundo cinematográfico por su extraña e inquietante belleza—lucía un original traje deportivo hecho con la citada piel y falsamente cosido con finísimas tiras de cabritilla blanca. Si se tiene en cuenta el retraso con que las modas yanquis llegan a nuestro Continente o, mejor aún, el que experimenta la moda eurojjea hasta llegar a Yanquilandia, podríamos considerar a la Burke, en tal aspecto, como una precursora... \ ' ampliando exageradamente el concepto, podríamos incluso insinuar que, una vez más, la moda cinematográfica de Norteamérica ha dejado sentir su influencia en las elegancias europeas.
MIOSOTYS
ii;
itihliuteca de 1K>\ U I I I N T I . N , I:L A V I A I I G A O
l'ÍA.—Sf «jue es ^uapa. T K R E S A . — M u c h a s gracias. l ' Í A . — A q u í estarás como en tu casa. P A C O . — C o m o en su casa, no, • lue jxjr algo se ha marchao. T Í A . — D e eso ya no hay que acordarse más. .\hora, a vivir tran-; quila hasta que os caséis. Ven, q u e ' te enseñe tu habitación. (La T Í A y TERESA desaparecen por una puerta, llevando siempre TERESA el hatillo de ropas que sacó de la casilla.) N Ú M . 86. Frente a la casilla de peones camineros se detiene un «auto*. .Ni'M. 87. Del interior salen S E F I NI y D O N Q U I N T Í N , que penetran en la casilla. .NÚM. 88. Interior. N I C A S I O y l ' i D K L . Entran SEFINI y DON QUINTÍN. Q U I N T Í N . — ¿Es usted Nicasio Baños? N I C A S I O . — S í , señor. Q U I N T Í N . — P u e s yo vengo a buscar a una hija que dejé abandonada en esa puerta hace veinte años. N I C A S I O . — ¡ A r r e a ! ¿líntonces ustedes son los padres de la criatura?
^ K K i N i . — ¿ C ó m o ustedes? Hl sesólo. N I C A S I O . — ¡ H o m b r e ! . . . Y o , por no hacer de menos a ninguno... QUINTÍN.—Bueno, bueno. ¿Y esa niña vive? NICASIO.—Vive. Q U I N T Í N . — ¿ Y está...? ¿Está todavía con ustedes? N I C A S I O . — E s t á con nosíjtros. Q U I N T Í N . — ¡ V a m o s , hombre! ¡ Y a era hora de que tuviese una alegría en este mundo! ¡A mis brazos, ; Nicasio! (Le abraza.) ¡Sefini, he"^ encontrado a mi hija! ¿A qué se puede convidar aquí? S E F I N I . — C o m o no sea a billetes de veinticinco pesetas... Q U I N T Í N . — ¿ D ó n d e está la niña? ¡Tengo un afán de verla!... Quiero resarcirme con su cariño de todas las amarguras que he sufrido. N I C A S I O . — P u e s se resarcirá usted. Q U I N T Í N . — ¿ E s guapa? N I C A S I O . — L a cara de usted. Q U I N T Í N . — ¿ U s t e d la quiere? N I C A S I O . ^ — L a he mimao como a mi hija. N Ú M . 8<_). Continúa la escena. Plano general. N I C A S I O i e asoma a la puerta del corral, gritando: luir
13
N I C A S I O . — ¡ lere...! ¡Tere...' N Ú M . 90. La misma escena. Entra jadeante y descompuesta la 'l'ÍA C A S I , una mendiga de los caminos. TÍA C A S I . — ¡ A y , ay! ¡Qué desgracia tan grande! N I C A S I O . — ¿ Q u é te pasa, mujer? TÍA C A S I . — ¡ A y ! ¡Esa chica...! NICASIO.—-¿Qué le pasa a esa chica? TÍA C A S I . — P u e s . . . Estaba yo c-n la casilla de l'abián y pasa un auto que venía disparao, y de que me ve se para, y la Tere, que iba dentro, me ha dicho que pa que no la maltrates más se iba jiara siempre de tu lao. La TÍA C A S I termina medio sollozando. D O N Q U I N T Í N mira a N I C A S I O . Avanza hacia él, dispuesto a vengarse cruelmente. S E F I N I y , l ' I O E L sujetan a Do.s Q U I N T Í N . N I C A S I O retrocede lleno de miedo. N Ú M . 91. En el colmado de C R Ó T I D O , vacio desde que D O N Q U I N T Í N expulsó a la clientela. Se halla S A L U Q U I , el camarero. N Ú M . 9¿. La cámara se detiene en una gran bandeja en la que hay comidas y viandas. S A L U Q U I , a medida que habla, saca de la bandeja lo que va anunciando.
N I C A S I O agarra la bota y se la tira, T E R E S A huye. I'IJLISA sujeta a su padre, que se debate para salir en persecución de T E R E S A . N Ú M . 71. Transición rápida. En los pinos, en el mismo sitio de antes, hablan P A C O y TERESA. P A C O . — ¿ P e r o te vaWíó a pegar? T E R E S A . — M e tuve que subir en el brcx;al del pozo, y si no es por Felisa, él mismo me hubiera tirao dentro. P A C O (itutignado).—¡Pues esto se ha terminao, ea! ¡Así no puedes seguir ni un momento más, ni yo estoy d i s p u e s t o a consentirlo! (Pausa. Persuasivo.) H e hablao a mi tía. E n su casa estarás como una reina. Viviendo con ella, nadie podrá murmurar de ti. Y hasta
que nos casemos, te ves libre de ese borracho. Anda, decídete. Piensa que si no voy a hacer una barbaridad el día menos pensao. T E R E S A (vencida).—¿Pero y si luego...? P A C O . — N o hay pero que valga. Confía en mí. ¿No ves que me hasllegao hasta lo más hondo del carburador? T E R E S A . — ^ T e advierto que como me engañes, tienes panne: te arreo un puñetazo en el capot, que te dejo sin carrocerie. P A C O . — ¡ C h a t a mía! Entonces .., ¿cuándo? T E R E S A . — M a ñ a n a , no... Pasao mañana, que estaré sola. ¿Te parece bien? P A C O . — M e parece mejor que bien. Pasao mañana me tienes aquf
en el coc'ic, engalanao, pa recibir ese cuerpo de hurí del Paraíso. T E R E S A . — i Qué sinvergüenza eres! P A C O . — P o r muchos aftos. P e r o quererte, ¡con los cuatro cilindros! ¡Ven aquf, doble faetón! Se abrazan. N Ú M . 72. Plana de. un periódico. En ella se destaca la noticia de que . M A R Í A , la mujer de D O N Q U I N T Í N , ha sillo recogida moribunda en la calle y llevada al Hospital. N Ú M . 73. Retrocede la cámara. Se ve a D O N Q U I N T Í N con un gesto de profunda sorpresa. No sabe qué hacer. .Se comprende que lucha consigo mismo. Lanza el periódico lejos y sale de la habitación. NÚM. 74. El Hospital. Desfilan
1 14
Biblioteca de
las camas de los enfermos, l.a cámara se detiene en una de ellas, en donde se halla M A R I A . Ní'M. 75- Medio pritner plano. La enferma, con expresión penosa, sonríe
débilmente.
D O N Q U I N T Í N avuma hacia el lecho. No sabe qué actitud tomar, y su ges'o es .sombrío. MARÍA {refmrandoenél).—¿Quién e>*... Q U I N T Í N . — S o y yo. Quintín. M A R Í A . - ¡ T r t ! ¡Por fin! Q U I N T Í . N . — H e sabido que estabas aquí, y he venido a ayudarte, a pesar de todo. M A R Í A . — ¿ S i g u e s creyendo que fui mala contigo? Q U I N T I N . — N o es ocasión de hablar de eso ahora. L o importante es sacarte de aquí, para q u e tengas el cuido que hace falta. M A R Í A . — Y a es tarde, Quintín... Has sido injusto conmigo. N o te reprocho lo que me has hecho p a decer... Pero es necesario que sepas que yo no te he engañado nunca. Créeme, porque te lo j uro en la hora de mi muerte. L a niña es hija tuya. No quiero morirme sin que me prometas ser para nuestra hija lo que tienes que ser: un padre. ¿Me lo juras, Quintín? Qu'iNTÍN (entre hosco vido ).—¡Te lo jun)! (Va la enferma y le coge una NÚM. 7 6 . Gran primer M A R Í A apneta en silencio (le D O N Q U I N T Í N .
v conmoal lado de mano.) plano. la mano
N i : . M . 77. Primer plano. Se acerca una E N F E R M E R A . D O N Q U I N T Í N la mira interrogante. E N F E R M E R A . — E s un desvanecimiento... QUINTÍN. ( Q u é se puede hacer con ella-'
E N F E R M E R A . — Desgraciadamente, todo es inútil ya. Q U I N T Í N (murmurawío para si ) . Pues lo que no he hecho con la madre, lo haré por la hija. N t ) M . 78. D O N Q U I N T Í N se vuelve hacia A N G E L I T O , que le ha acomf>aHado al Hospital. Q U I N T Í N . — V e t e ahora mismo a la casilla, ya sabes dónde es. Preguntas por Nicasio Baños, y te traes a mi hija enseguida. Llévala a casa, que allí la esperaré yo. A N G E L I T O se va. NíiM. 79. En la carretera. P A C O , sentado al volante de su *auto*, da muestras de impaciencia, mi' rando el reloj. De pronto, unas manos avanzan por detrás de su cabeza y le tapan los ojos. P A C O se vuelve. Se encuentra a T E R E S A , que lleva un hatillo colgado al brazo. P A C O . — ¡ T e r e ! . . . ¡ Y a creí que no venías! ¡Tenía una impaciencia!... Pensé que te había sorprendido el viejo. T E R E S A . — E s t á trabajando en la carretera, y he esperao a que Felisa saliese a llevarle la comida. Por eso me he retrasao un poco. P A C O . — A n d a , monta, que no hay tiempo que perder. Precipitctdamenie monta T E R E S A en el chaquet», al lado de P A C O . El tautot sale disparado. NTLM. 80. Carretera. Junto a la casilla de f>eones camineros. Al mismo tiempo que el eauto^ de los amantes desafntrece, se detiene frente a la casilla el eauto* que trae A N G E L I T O . N Ú M . 81. A N G E L I T O desciende del coche y entra en la casilla. NÚM. 82 Sentada cerca de la ventana se halla F E L I S A . A N G E L I T O se mttesira agradablemente sorprendido: se ve que le ha gustado la muchacha. Como ignora que en la casilla hubiese dos mujeres de la misma edad, toma a F E L I S A por TERESA. A N G E L I T O . — ¿Se puede pasar? F E L I S A . — A d e l a n t e . ¿Qué se le ofrece? A N G E L I T O . — ¿ F s usted la hija de Nicasio Baños? F E L I S A . — P a r a servirle. N I C A S I O . — P u e s póngase elegantita, que nos vamos a Madrid. F E L I S A (con sorna).—¿Ah, sí? A N G E L I T O . — C o m o usted lo radioescucha. F E L I S A . — ¿ Y eso quién lo ha dispuesto? A N G E L I T O . — Q u i e n puede. L^sted no pregunte nada. A obedecer y callar.
DON
QUINTÍN, EL AMARGAO
15
F E L I S A . — ¿ Y me tengo de ir con usted? A N G E L I T O . — H o m b r e , no creo i que sea un disparate tan grande. Cosas peores podrían pasarle. ¿Es i qut estoy yo tan mal? _ \ F E L I S A . — N o , del todo mal n o ; digo que esté. Pero, vamos, no es; usted mi tipo. \ A N G E L I T O . — ¡ Q u é le vamos a ha- ; cer! L a s hay exigentes. E n fin, ya que no puedo convencerla con el tipo, le diré la verdad. M e envía a buscarla su padre. FELISA (riemlo).—¿Mi padre? (Vamos, andel ¡Más respeto a las personas mayores! A N G E L I T O . — L e digo a usted q u e es verdad. Venga, y déjese de bromas, que usted no sabe el genio que gasta. F E L I S A . — E l que no lo sabe es usted. iTn genio que es famoso en todos estos alrededores. A N G E L I T O . — P u e s entonces no tengo que decirle nada. Véngase, porque si tardamos, no sé lo que v a a pasar. F E L I S A . — P u e s ¿y lo que va a pasi me marcho? A N G E L I T O . — ¡ P e r o si tengo orden de llevarla, mujer! F E L I S A . — ¡ Y lo dice tan serio! (Pausa. Le mira con guasa.) Me está usted resultando un guasón bastante simpático. A N G E I I T O . — H s t e d a mí y a hace rato que me tiene negro. F E L I S A . — ¿ P o r qué? A N G E L Í r o . — P o r q u e me estoy conteniendo para 110 dar gritos de lo que me gusta usted... Estoy viendo que me v a a dar algo. F E L I S A . — N o , que aquí no estamos preparados para esos accidentes. Grite usted lo que quiera. A N G E L I T O . — E s usted algo muy serio. (Se acerca a ella.) ¿Ese lunar que tiene usted es de nacimiento? sar
F'ELISA.—¿Cuál? A N G E L I T O . — Ese del escote... (Está muy cerca de ella.) N Ú M . 8 3 . En este momento entra Vic.vsio, y al sorprender la esena, coge una vara de un rincón y se dirige, amenazador, hacia A N G E L I T O , que huye aterrado. N Ú M . 84. Trarisición. DON QUINTÍN, SEFINI y ANGELITO, en casa del primero. QUINTÍN ( iracundo ) . — Pero ¿por qué no ha venido mi hija? ¿Estaba allí, sí o no? S E F I N I . — V a m o s , explícate, hombre. ANGELrro . — SÍ, señor: estaba allí. H e hablado con ella... Pero de
pronto ha llegado el caminero con una vara, y si no salgo corriendo, a estas horas estoy en el Este. S F . F I N I . — P e r o por algo habrá sido. ¿Qué le has dicho tú? A N G E L I T O . — ¿ Y o ? N a d a . ¡Si no me ha dao tiempo!... QUINTÍN.—^¡Quítate de mi vista! ¡Debía romperte la cara, mamarracho! (Le tira un objeto. A N G E L I T O huye.) Vamos a acercarnos a buscarla tú y yo, a ver si
conmigo se pone ese caminero tan valiente. ¡Andando! NÚM. 8 5 . Transición. Cuarto modestamente amueblado en Madrid. Pertenece a la Ha de P A C O , el chófer, y alli es donde éste ha corulucido a su novia. TERESA lleva todavía el hatillo en la mano. Se ve que acaban de llegar. P A C O (teniendo enlazada por la cintura a su tía ).—Mi tía ha sido para mí tó lo del mundo, desde que
murió mi madre, siendo yo un chaval. M e quiere más que a sus ojos. Pero tampoco mi cariño es pequeño. ¿Verdad, tía? T Í A . — ¡ Q u i t a de ahí, zalamero! (A T E R E S A . ) ¡ E S más loco! .\íe extraña que no te haya matao en el camino. T E R E S A . — N o le ha dao tiempo. P A C O . — B u e n o , tía, ¿qué le parece mi novia? ¿Es p a iMjrder los frenos o no?
M A R ( A H E LA O (Madrid).— ¡Atiza! ¿También a<(ul?... L a canción titulada «Buenos Aires», de la película Cuesta ahajo, es como sigue: Mi Dueños Aires querido: -cuando yo te vuelva a ver,—no habrá más pena ni olvido.—Kl farolillo de la calle en que nací—fué el centinela de mis promesas de amor.— Bajo su quieta lucecita yo la vi—a mi pebeta luminosa como un so!.— Hcyy que la suerte quiere que te vuelva a ver,- -ciudad poríeña de *ni único querer,—y oi^o la que ja—de un bandoneón, -dentro de mi pecho fride rienda el cí»azón.—Ai» Buenos Aires,—tierra florida,—-donde mi vida—terminaré. ..—Bajo tu amparo—no hay desengaños . — Vuelan los años,-- se olvida el dolor.—En caravanas — los recuerdos pasan—con su estela.--Dulce emoción...—Quiero que sepas—que ai evocarte—se van las penas- -del corazón.—1.a ventanilla de mis calles de arrabal,--donde sonríe una muchachita en flor, - quiero de nuevo yo volver a contemplar,—porque sus ojos acarician al mirar.—En la cortada más maleva una canción--dice su queja de coraje y de pasión.— Vfut promesa y un suspirar— borró una lágrima de pena cufuel cantar.—Mi Buenos .Aires querido:—cuando yo te vuelva a ver,—no habrá más penas ni olvido. (Fin.) A su disposición en lo que guste mandar, «cuerpecito de cañi*.
fué premiada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. D i vorciada <lc Ludlow Smith. Sus principales películas son: Gloria de un dia. Las cuatro hermanitas. Hacia las alturas, .Mis-, tica V rebelde y Sangre gitana. Kscriba a K. K. O., Radio Pictures, 780 CÍOWER St., HollyWOÍKI (California). .\. B A E Z A {Alicante).—DEsearía de algún amable lector que le manda.se las señas de alguna Ueílacción mejicana O argentina donde se confeccione una revista cinematográfica. I>irigirse a Sociedad El Carranchalct, San V^iccnte (.\licante).
T. M . K.—IVIande el importe en sellos de Correos y a la siguiente dirección: .\dministración de Prensa Ciráfica, Hermosilla, 7 3 , Madrid. El vals de la película lil Danubio azul, y que tiene el mismo título, es: Danubio azul de plata y zafiro,— corriendo al azar tú cantas feliz.—A Viena, al pasar, tú besas los pies,—y luego, triunfal, a morir—dulcemente vas al mar.— Tu corriente es magnifico cristal—donde enhiestos los castiM E R Y S A L A S (Palma de Mael roquedal, en tu llorca ) . — Y creo no será la íil- ¡los,~desde linfa azul,—su silueta altiva ven tima. Khaterine Hepburn nació siempre en el 8 de Noviembre de 1905, en temblar.—Almendros Hartford (Connecticut). H a sido flor—su perfume a tt te dan—y tejen con amor—una bella coroactriz de teatro. I'or su lalxjr na de azahar.— V viene la Viena en la película Gloria de un dia
Pat O'Bfiea tíarcprcl Lind(4y
zage. Dick l")orcy: Dick Powell; Kit Fitts: K u b y Keeler; Sargento' Tomhill: P a t O'Brien; Oakie: Koss .Mexander; Spike: John .\rtetlge; Teniente Bidle: John EIdreílge; General Fitts: Harry (J'Neill; Sleepy: Guinn Williams; Creneral Landracre: Frederic Burtón; Cha,se- John Darrow; Eight Ball: Glen lióles. quiana». Escriba a esos «hergentil.—Tu amor con ilusión— En lo que no puedo complamanitos» a Paramount Studios, te envía, en la noche de Abril, Hollywood (California). Esa le- cerle es en darle el fox de la pesu corazón.—Soñando sólo en lírula .Música y mujeres, porque tra que me pide no se la pue<lo ti , — i oh, Danubio , siempre •10 lo tengo. dar porque nf> pertenece a ninazulf,—doy al mar divino vals— guna película, ¿verdad?, y si y cantar tu belleza oíste tú.— DESEAN CAMBIAR CORREShago una excepción con usted, El Rhin, tu hermano menor, es PONOENCIA C O N LECTORES SOpues... tendría <|ue dar a un feliz, —porque su suelo es feraz señor la letra de .Maria de la O. B R E A S U N T O S C I N E M A T O C . R Á U de la vid,—mas nunca puede cos . — Don Enrique García, Y es<», nunca. Vuelva a escritener tus aguas de zafir. Sólo Banco de Bilbao, .Madriil; sebir cuando gu.ste. un Danubio siempre azul entorta ñorita Mery Salas. Fermín G a amores.—Sólo tu claro luminar lán, 55, Palma de .Mallorca LOLA ESTEULER ( Barceloroba al cielo colores. -Sublime (Islas |{aleares); don .Vngel Kona).—Escriba a Fredric March inspiración para el poeta,—ha flríguez y KfKlríguez, San P a puesto en tus agitas Dios su di- y Clark Gable a Metro-Coldciano, 15, 4.°, Barcelona; don wyn-Mayer, Culver City (Calivino don.—Tus aguas surca la Kafacl Molina I^ópez y don fornia) . barca feliz, -mientras está en Kafael Córdoba l.<'ón. Jardín vela el amor.—Los faros guiñan sus ojos de luz,—que tiemblan Jfjsé T O M Á S M A R C O S . - ¡ M u y San Bartolomé, número 1, Córdoba, y don .\rturo Sierra Hercon suave fulgor. -La nt>che azul acertada su descripción! Pero nández, Cruellas, t>, i.". Gracanta una trova sutil. -Rompe usted no entra en ese calificatinada. la paz de an beso el dulzor.—• vo, que fué una broma pcjr mi Y en el confín, tras una nube parte. I^)s repartí» que le inK i i . i X K A (Madrid).-\.A lede tul, -la luna oculta el rubor. teresan son: tra de «Orquídeas a la luz de la ¡Oh, gentil rio azul! - Tú eres luna», d e la ]x-lícula Volando protector de la juventud. ~-,'Oh, V/iJí»cíi y mujeres: Director, hacia Rio Janeiro, ya se publicó gentil rio azul!—En lus ondas Kay Enright. Mabel: Joan TMonen números anteriores. L a otra mécese la inquietud. -Rio ideal, (leli; Jimmy: Dick Powell: Bárcanción, ¿quiere usted ilecirme bajo el sol oro es tu caudal.-— bara: Kuby Keeler; Mathilde; de qué p«'lícula os? Como verá Sólo paz late en ti.— V al correr Zasu Pitts; Horace: G u y Kibal leer la respuesta a sus preal mar, tu rumor —canto es, que bee; Ezra Ounce; Hugh Herguntas, la consulta va completriunfal dice ami>r. ~,Qué placer bert; Bulger: .\rthur Winton; tamente cn regla. Espero otras es pensar en ti! — V en tu orilla Los autores: Samy Fain y Phil preguntes.—K. L I B K I S azul soñar—con la amada de Itegan; E l Director: Arthur A y ayer.—Y si, al fin, un atardelesworth; 1.a doncecer—morir nuestro sino es, —¡oh. lla: Leila Bennett; Dios!,—qué placer es morir junEllworthy ; líertón to a ti,-—¡Danubio de mi amor! Churchill.
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A P A R T A D O Número
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