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REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ AAo ll.-Núm. 59.-MadrÍd, 27 de Octubre de 1935
¡Jna fniaiú/ivd de
CINCMATOAr CN CTAÑA D
KSDE SU primer número, CINKORAMAS viene manteniendo tenaz y ferx'orosaraente su doble projxtsito: servir al público y servir al cinema. ]Iemo.s comprendidiB en t o d o m o mento que nucístra acción sería incompleta si n(>s limitáramos a servir sólo la.s apetencia.s populares y a hacer llegar al público los rostros de sus art.ista.s preferidos, las intimidades de las estrellas, las mil menudencias gratas de la v i d a en los Estudios. ¿ P o d í a (piedar satisfecha nuestra a m b i c i ó n haciendo sólo una revista para el púl)lic(), para la gente de la calle? P a ralela a esa acción, hemos venido desarrollando otra: la de la exaltación constante del cinema, la d e la difusión de muchos valores suyos en penumbra—sin esa enorme claridad del gran pt'iblico—, la de la mirada atenta sobre t o d o paso, toda irmovación y t o d a audacia del arte cinematográfico. Creemos que ésta es una misión fundamental de toda publicación que aspire a algo más que a lograr un é x i t o de v e n t a e n t r e sus l e c t o r e s . P a r a éstos, eea publicación h a de convertirse en una guía insustituible, en una orientación, en un consultorio, en un consejero. ¿I^na revista grata? ¿ U n a rev^ista interesante? Desde luego; pero, al mismo t i e m p o , una revista que sirva consciente y entusiásticamente la cauha cinematográfica.
Laly r.adierno. brlKsinia y jovpn actriz de la pantalla naeional, que aeaba de regresar de Portugal, donde ha desempeñado el principal papel femenino del film ( Y o basco un amor en Lisboa», siendo la primera artista española contratada para actuar en los Estudios portugueses ^ . E l gran actor cCasI r i t o » en un momento de «Una mujer en pelicro», editada por Atlantic Fil
Carmen Rodrífcuez y Villasiul haciéndose el amor en « E l octavo mandamiento», film editado por Exclusivas Balart, de BarceiMM
U n a revista que un día y otro pit)pague el eütusiasmo por la pantalla, por sus realizaciones y aun por sus posibilidadeíi. Este ha sido el espíritu y ésta la norma de CINEORAMAB. De que el propósito ha sido bien acogido dan prueba las adhesi >nes constantes que llegan a nosotros: del público, de las Casas productoras, de los artistas, de toda esa enonne suma de elementos interesados en la pniducción cinematográfica. Afirmado desde el primei día ese propósito, afirmado con el ejemplo y con la acudón, no nos resta sino reiterar nuestra fe y nuestro o b j e t i v o «le siempre: iiin'n id cinema y por el cinema.
de extraordinaria (•<)mj)k!Ji(lad y que supont iin enorme esfuerzo de organización. N o nos asusta, sin embargo, la labor. Con ella, CINEGRAMAS a.spira a añadir una nueva página a sus campañas en favor del cinema. \ p asiaar en formas prácticas y reales el amor y la fe teóricamente expuestos tantas vpco.s desde nuestras páginas. En esta tarea próxima, CINKOBAMAS pondrá t o d o su esfuerzo y toda su atención al servicio de la iniciativa que hoy lanzamos al público. Cuanto tienda a encauzarla y a mejorarla hallará un eco en nuestras páginas. En informaciones sucesivas iremos dando cuenta de los rumbos de nuestro propósito y de las asistencias oon que contamos para que éste cuaje en magníficas realidades en favor del cinema. Hay en España, por fortuna, una creciente preocupación popular por el cinema. Este, para la masa, n o es y a sólo espectáculo y recreo, g o z o superficial de los ojos. Es, además, aprendizaje, enseñanza y norma. El público quiere no solamente un cinema que le divierta, sino que le haga pensar y sentir. Reunir, panorámicamente, en una visión de conjunto, lo logrado y aun lo por lograr del cinema, p u e d e significar un acontecimiento en la v i d a cinematográfica. Una Eixposición de este género puede tener una importancia excepcional, si se logran, oomo es de esperar, todas las colaboraciones que pueden dar realce y jerarquía al gran certamen. El público conoce de la cinematografía solamente su parte exterior, lo que .se le ofrece desde la pantalla. Es decir: un cinema frs^mentario, incompleto y superficial. H a y , sin e m b a í d o , un
.Miguel Fíela y Luana Alcañiz en nna escena dc la producción nacional «1^1 último contrabandista., interesante film desarrollado en el Alio Aragón, editado por Reper> torio M. de Miguel
Dentro de esa linea de conducta, q n e há sido nuestro constante m o t i v o inspirador, queremos hoy exponer a nuestros lectores ima iniciativa que puede reunir en t o m o suyo totlos los alientos y todas las adhesiones. C I N B ORA.MA8 aspira a oi^anizar en España una Exposición Internacional del Cinema, l na Exposición en la que esté representado cuanto de más nuevo, de más interesante y de más valioso hay en el arte y en la industria del cinema. ¿Demasiado ambicioso el propósito? Son, precisamente, las cosas difíciles las que más tientan el espíritu, las que exigen más entusiasmo y más tenacidad. N o tiene mérito triunfar en un pleito fácil, c o n s í ^ i r la solución de un problema t r i v i a l . N o se nos ocultan las dificultades para organizar debidamente una E x posición Internacional del Cinema. El simple enunciado del prop<)sito las plantea. El cinema es hoy una zona tan amplia, de tan extensas ramificaciones, que pretender rcimirlas todas en una a m o d o de feria es tma tarea
Casimiro Ortas, Aurora (.arcialonso y Anselmo Fernández en una escena de la producción nacional « U n a a v e n tura oriental», editada por Ibérica Films para Bnigaa y Soler, de Barcelona
lln e s c e n a r i o d e la película española
<El l i s » , de la qne ea protagonista y director Ernesto Vilches. Este film eslá editado por la importante entidad cinematográfica E. C E.
profundo inten^s en la pai-te del film que no llega a los espectadores. ¡Son los ha.'ítidort^s del cinenxa, su oi^anización íntima, t o d o su proceso anterior a lo que el público conoce. Merred a esta E.xposición, sus visitantes podrían conocer, c o m o panorámicamente, el estado actual del cinema, sus realizaciones, sus posibilidades. Podrían conocer t o d o el enorme esfuerzo desarrollado hasta llegar a los magníficos resultados actuales. Y cuanto de arte y de técnica hay en la cinematografía. Y lo que ésta supone en la marcha general de las actividades del mundo... Parte interesante de esta Exposición sería la dedicada al cinema nacional, a sus esfuerzos, a sus recuerdos, a su estado actual, a lo que en él hay d e magnífica esperanza y de porvenir auténtico. Mirada tendida hacia el pasado y hacia el porvenir, la Exposición sería el reflejo exacto de lo conseguido por nuestra cinematografía. T e n e m o s en España un espléndido sitio para celebrar esta E x posición cinematográfica: los locales d e la Exposición barcelonesa, donde el nuevo certamen cobraría la máxima calidad. Con la colaboración de las autoridades k>cales y de cuantos aman y sienten
Rodando una escena de «Roíiario, la Coríijera>, film realizado en \on lUtudios Roptence, bajo la dirección de heóa Artola y editado por E. González
Kaquet Rodrigo y otras figuras femeninas que intervienen en «Madre Alegría»,en una escena de dicho film, realizado por Rusch y estrenado eon gran éxito en el Cine Gong POT. DIANA
Félix d e Pomés y Cándida I.08ada en u n a eseena d e i f i l m «Hombres contra hombres», producción de A. Momplet
Valdivielso y tostel I Rodrigo en una ^ Kl autor y el director de c.VIuijo IOM hombres», con Pierre Clarel y las esrena de la película « A m o r en maniobras). dirigida por Mariano Ijipeyra y principales figuras femenina» de la que distribuye Atlantic Films eitada pelírula
el cinema, este propósito que h o y , desde estas páginas, apenas hacemo.sino esbozar, sería luia realidatl, y tma realidat adniirable. F^n próxima.-* informaciones iremos fterfilando esta iniciativa \ dajido ctienta d e las gestionivs que realicemos y de la.s ayudas qu se nos ofrezcan para poner en práctica nuestro propósito. Rstimamo que éste í»e encare<'e i>or sí solo y q u e ha de contar (!on la colaborat^ión entusiasta y generosa de todos los qne en España están atentos al ritmo de la vida cinematográfica. C^INRORAMAS estimaría como un gran orgullo -orgullo d e todos -el <pie en E.spaña se (uidiese celebrar e n l)r<>ve esta [)rimera Expo^ii-inn T n * i - r i i a c i d i u i l d e riiiematografía.
Un A ñeAPAñJcwn
smsAC/onAL
^Sz tfue¿Áx de bantaliQ
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Janni^NlIJI^Bl
Kmil vuelve a ''<*"!>*r<^^^E en la panlalla. d o ^ j B de »u arte iiiagnífie«tM| dejó I i u e l l a i 4 inolvi-^W dables, ron « U rt•^ soldado»
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A magnifica pt moldado i _J de nuevo a l - n i . .i.iuiiw^.s. Tiene, j • tanto, entre otra? virtudes, la de d e v o b n<i^ al gran Mim germano, ¿t uanta.« Ten.iíoraoa», cuántos años hacia que no le veiamos en la pantalla? T r e s , cuatro años, quizá cinco. Demasiados, desde luego: que no está el séptimo arte sobrado de auténticos valores. Y Jannings lo ee. Podrá discutírsele. P e r o lo que no es posible es negarle su personalidad dentro del cinema. Y sabido es que en arte la personalidad es sinónimo de v a l o r real.
\'oluntariamente se alejó de la pantalla, en pleno auge y lleno de prestigio. Y por propia voluntad v u e l v e hoy a recoger aquél, que nadie osó disputarle ni arre!>atár.*clo. Porque aun reconociendo las «-ou» <.'mitancias artistica.qu? tiene su arte i «m el de I l a n y Baur. \\'alla( e Beery y Charles Laughton, el matiz de la jiersunalidad ias haee a eada una di>tÍDta.s e im-onfundibles. Y v u e l v e romjnendo su silentio con una sobeibia creación histórica: la de Federico I «le Prusia. Creaeión tan fonuidal)le. tau perfecta, que critico franct > ha lialiiilü que ha di<hu: « X o creo que desde La rida prirada de Enrique VIH 'v.rya realizadn un film tan vigoroso, tan rico de matices c o m o e.-ta ilustran de la v i d a del emperador Federico-Giiillemio, rey de Prusia.» Y es que la galería artística de Emil Jannings se ha eurique<ido siempre a base de magistrales creaciones de figuras históricas que IhíV s i n . en el mund' de los recuerdos, polv(j de oro y sombras glorio.sas del pasado. De^de el Luis X \ de Madame Dubarry, que se remonta, en la época del cine nnidn. d año l'.ll!». ;il Putr'itn i M - . i i n ! " T'"' ""^ i i m ' " ' ' ; ! ; j , , ; . , \ , v,^,^ ,1,. Q¡,f, Vadis.' y aquella s\: UMlvidable c r e a c i ó n d I í/»«tc. por ttm solo < irai las más salientes y destacadas. En el arte, lleno de sob r i e d a d y v e r i s m o , del i;ran actor, quizá en ocas i o n e s un p«K-o teatral, pero siempre enccmtrando eon difícil facilidad el camino de la emoción, encontraron .Murnau, L u b i t s h , S t e m b e r g y Dupont el más v a l i o s o auxiliar para sus magníficas realir zaciones cinematf^ráficas. Díganlo si no El último, El patriota. Ixi última orden y Variété. Y más re<Mentemente,ese magnifico Rey soldado de Steinhoff, que idiora llega a nuestras l)antallas.
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Kn la culminarión de su prestigio y de su arte, Janiiing-i se alejó voluntariamente dc la pantalla. Abora vuelve a ella con la personificación de Federico I de Prusia, con cuya caracterización aparece en nuestra foto
I Jl antipática rigidez prusiana, reflejada en esle acceso de cólera, lialla en el proteísmo artístico de Jannings su expresión más fiel „
L a gran figura de Federico-Guillemio, uno d e los liombres más grandes del siglo x v í n , cobra nuevos .ilientos y nueva v i d a gra-
La mudable psicología de Federico-Guillermo, tierno unas veces y cruel otras, ha sido incorporada a la pantalla por Kmil Jannings, que reaparece en esle film
U r la fidelidad ron que ha sido raptada por Steinoff en « K l rey soldado» la pintura del ambiente en q u e el film se desarrolla, da idea esta bella foto que publiramos
E ^ a e s r r n a de «Kl rey soldado», lograda con singular perfección, trae a la mente el recuerdo d e l o s viejos t a p i c e s q u e reproducen e s c e n a s bélicas, bizarros desfiles...
sos trvientus de iroaiia» áv la C n : ' T a l era el ambiente. Sin end)argo, en la Corte de Prusia no ocurría otro tanto. Cierto que Federico aceptó de la.s costtunbres francesas aquello que tenían de elegante, y cierto también que aceptó el esccjiticisnio volteriano de los sprits-forts; pero no ment>s cierto que el espíritu alemán no toleraba las intrigas cortesmias ni los cortesanos intrigantes.
oías al mil.Hgro del cinema, y revive, resucita en la persíma de Jannings en todo su esplendor y también c o n toda su antipática rigidez prusiana. F'rente a él se alza en el film la otra figura, la del principe Federico, (|ue más tarde había de ser coniM,ido con el nombre de Federico el Grande. Padre e hijo frente a frente; dos hombres de igual temple, pero con distinta visión de la v i d a . El fil traduce a ¡magentas este drama paterno filial que había de desenlazar la muerte. Y lo recoge con v e r d a d e n ) sentido cinematográfico. Cor agilidad y ritmo de buen cinema. Con una también fidelísima pintura del ambiente, soberbio, magnífico tapiz de éjKica, sobre el que las figuras y las escenas principales cobran el justo relieve. Europa a mediados del siglo x v i i i . A m b i e n t e
de frivolidad y escepticismo. Bordadas casacas de .seda, emi>olvadaK pelucas, chapines rojos; suaves y atildados modales, un tanto artificiosos y un mucho femeninos, de abates y cortesanas. E n suma, lo que después ha dado en llamarse costiunbres versallescas. El espíritu de Francia invadiendo los paises. Las fastuosa Corte del Rey-Sol, en la (jue los noble,-i l)us«;aban el bastón de mariscal de Francia en la^ antecámara.^ de las favoritas, mientras en Kusia, por el contrario, no eran acjuéllas, sino los favoritos, los que gobernaban el inmenso Imperio, excitando las pasiones y halagando el orgullo de Catalina I I , y turnaban en el Poder los Orloff y P o t e m k i n . Tiemj)os precursores de la Revolución frant^esa, t{ue, cual un mar proceloso, comenzaba a agitarse, y de lo que eran claro anuncio a<juellos famo-
Y sobre este magnífico fondo de época se ceden las escenas del film. Focenas en las (ji digámoslo tma v e z más, el arte sobrio, seco y tm poco duro de Jannings brilla con el esplendor (l( sus mejores tiempos. El patetismo, la emoción profunda de alguna.escenas, tales como aquellas de la m u e l l e del capitán V o n K a t e n , confidente del príncipe \ condenado a muerte por el Emperador, llegan a! ánimo del espectador con toda su cruda intensidad. H a j ' , por el contrario, otras, como la.s del baile, de tan gran belleza y visualidad, que son ini verdadero recreo de la vista. Hans Steinhoff, siguiendo la línea de conductn de la cinematografía inglesa, ha creado una ir película de tiiK» histórico. Y en la simia de ;i< n tos que es FA rey soldado, quizá no sea el menor l;i elección del jirotagonista. .lannings. el .Iamiiiig.~ magnífico e inolvidable de Variéié, vuelve a la pantalla. F^l actor del gesto, la mirada y la cara( teriza<;ión—¿recordáis aquellas escenas finale.de El patriota?—^lia v u e l t o al ai te del cinema, del que un día. inexplicablentente. se alejara. F'elizmente. F'elizmente i)ara el cinema )dv(iiir Jannings, quiéranlo o no sus detracttinmigo.s—¿qué artista no los tiene?- . es \ ~, i siempre una figura indiscutible de la pantalla europea. Y s i n o , ahí está, para dc»«vanecer lodü M U Í bra de duda, este Rey soldado, de C U V M pelicula son es<»s magníficos planos que ilustran estas páginas, y <iue demuestri'n lo que de<imos al principio de estos conientaric s: El rey soldado es una gran película ((ue nos d c v i ' e l v e a nn <irai) actor. Li;ciANo
DK A K K K D O . N D O
He aquí a W j n e Gibson con una sugestiva «toilei(e> íntima, d e un arte muy original, y confeccionada ron materiales muy contrastados
I OR esta vez, lectora, no vamos a ocupamos de la elegancia en su estricta acepción. Vamos a tratar, en cambio, un tema que con ella se relaciona y que anticipadamente creemos ha de serte grato, por cuanto tiende a proporcionar a tu guardarropa invernal atractivos insospechados. K n gracia al propósito que nos anima al brindarte estas líneas, fiamos en tu indulgencia.
• f
Como todos los aftos acontece, el descenso de los termómetros crea en todos los hogares un gravísimo problema: el de las pieles. S u total renovación determina un desembolso importante, no siempre posible, y ello hace que se acuda a los peleteros en demanda de consejo. ¿Limpieza? ¿Teñido? ¿Sustitución? E n muchos casos, los peleterrjs suelen aconsejar el teñido; pero, frecuentemente, también el resultado es deplorable. Sólo algunas pieles, como el visón del Canadá y la cibelina auténtica, resisten este tratamiento, a condición de encomendarlo a un buen especialista y sólo cuando las pieles cuya tonalida'l ^i• i r i a r n o isti^n demasiado usadas. P o r el contrario, ninguna pul .|iu n o ^ i . i nuiu .hn. ser reteñida, y menos (|ue ninguna el armiño, la marta y el^enard, porque las substancias que suelen emplearse en I¿ operación quemarían el cuero, y la piel se desharía, dejándola inservible. I'inalmente, las chinchillas, en su primitiva tonalidad, pueden resistir, sin demasiado riesgo, una segunda coloración, siempre que si- realice a base dc gas de ázoe, lo que les presta un bello matiz azulado. Pero este procedimiento sólo debe utilizarse en casos de verdadera gravedad, pues aunque, en general, suele producir buenos
resultados, éstos no se obtienen siempre. Ahora bien: si la operación de un nuevo teñido es peligrosa y complicada, es, en cambio, sumamente sencillo y económico mejorar el estadp de las pieles por medio de nn simple método de limpieza, cuyas particularidades vamos a permitirnos exponer, en obsequio de nuestras lectoras, con la esperanza de que este bre^•e cursillo de higiene de las pieles les compense de la defraudación que pueda significar el hallar una desvirtuaición excepcional en el habitual espíritu de estas páginas semanales de C I N E G R A M A S , dedicadas a la elegancia desde un punto de vista cinematográfico. En esta época de crisis, la adquisición de nuevas pieles significa un verdadero despilfarro, que no todas las damas pueden permitirse. \ , sin embargo, forzoso es hallar una solución, porque en las que adornan vuestros vestidos, en las que prestigian y dan jerarquía de suntuosidad a \Tiestros abrigos, adviértese un halo lustroso y desagradable, producido por la acumulación dc la grasa. ¿Qué hacer? Si vuestra situación económica os permite una sustitución, realizarla. Pero si, poT el contrario, vuestro presupuesto está agotado y no os es permitido realizar nuevos disj)endios, seguid los consejos que en tal sentido vamos a brindaros hoy, en la seguridad de que los resultados serán sorprendentes. Todas las pieles, y especialmente las de pelo corto, suelen engranarse en la parte del cuello y en los puños. Pues bien: todas ellas pueden ser sometidas a un régimen de limpieza por medio del a.serrin de caoba, aplicado en la siguiente forma: Extiéndase la prenda sobre una mesa y viértase sobre ella una cantidad prudente de aserrín de caoba, ligeramente templado, pero completamente seco, y frótese después la piel con la palma de la mano, empleando más o menos
La elegantÍHÍma t^llaudelle Colbert muestra aquí una «robe» que participa de la comodidad de las balas clásicas y del indispeosable «chic» de una «toilette»
Han llegado lus primeros fríos, y con ellos, la boga de las pieles. M i r i a m Marsh, para sus paseos en a u t o m ó v i l , viste el magnifico abrigo de castor con que aparece en la foto
Sobre la elegantísima «robe de soir», Jeán Muir luce un magnífico abrigo de armiño, cuya nitidez rima a maravilla con au cabellera «platinada»
fuerza, según la resistencia del pelo y del frotador. Poco a poco la piel va quedando desprovista de la grasa que la afeaba, y las «mechas» de pelo van desapareciendo, con lo que la piel sometida al tratamiento recobra su prístina y flamante aptariencia, hasta el punto de parecer completamente nueva. L o s residuos del aserrín desaparecen sacudiendo la piel con unas ligeras varitas de fresno muy flexibles. Por lo que al renard se refiere, el procedimiento a emplear para combatir su frecuente enmarañamiento es el mismo que se sigue con el cabello: mójese ligeramente, con aspersiones de agua bien limpia, y frótese, en el sentido del pelo, con un cepillo de raíces fuertes. Luego, con un peine de metal, péinese insistentemente, hasta que cada pelo quede bien aislado de los demás, y cuélguese después a secar por la parte de la cabeza de la piel, de modo que la dirección del pelo esté en sentido a la vertical. Con la nutria, el ragondin y el castor puede seguirse igual procedimiento. Algunas pieles de pelo corto, como el astracán, el breitschwanz y el caracul, sufren frecuentemente la rasgadura de sus cueros por resecación. Cuando se han producido, pueden corregirse fácilmente recosiéndolas con cuidado con una aguja finísima enhebrada en seda negra. Y para evitar que las roturas se produzcan de nuevo—lo que suele acontecer a consecuencia de haber conservado las pieles durante el invierno en lugares inadecuados—, evítese en lo sucesivo que permanezcan durante el tiempo en que no son utilizadas en sitios demasiado secos. P a r a terminar, un último consejo: Cuando a consecuencia d e una súbita lluvia, o por otro cualquier motivo, las pieles sufren ln- n'A'^ri--. (1<1 afjiia, no deben secarse jamás cerca del fuego. Deberán ser colgadas o extendidas en una habitación d e temperatura intermedia, y, a ser posible, bien aireada, y dejarlas secar allí, sin sentir demasiada impaciencia por vestirlas de nuevo, y a que las pieles recién secas tiend e n a rasgarse si no son manejadas cuidadosamente. M.
CAILAO I M A Ñ A N A ESTRENO ;aiiGcLÍUPERPRODUCCI0N
PAUL MUMI
BETTE DAVIS
¡Qué «apicúa, "danies monsieurs!''
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El divorcio es una cosa tan normal en la v i d a de Y a ha llegado Simone Simón a H o l l y w o o d . Ocho días de barco, cuatro dias de tren y una estación donde una pequeña multitud, compuesta de representantes del Estudio, de periodistas, de fotógrafos y de esos mosquitos de la popularidad que son los cazadores de autógrafos, la esperaba. Como toda estrella europea que llega a H o l l y w o o d , Simone Simón ha franqueado fácilmente las tres etapas tradicionales. Ella ha estado veinticuatro horas en cama, con esa fiebre que proporciona gratuitamente el cambio de clima.
necesidad hay de valerse de una originalidad de tan m a l gusto como ésta de v i v i r ocho años casados? U n ambiente contrario h a empezado a formarse contra los ocho años de la feliz pareja. Y con razón. ¿EB q u e ellos no pueden divorciarse, c o m o t o d o el mundo? El espectáculo de un matrimonio es un escándalo permanente que el buen nombre de H o l l y w o o d no puede consentir por más t i e m p o . ¿ A d o n d e iríamos a parar?
Y ahora veamos lo que enesta la belleza ée las estrellas. O, mejor, lo que euesta que veamos bellas a unas señoritas que tal vez sin el m a quillaje tienen eara de autobús. ¡Sí, sí! ¡No se extrañen
Cuatro boñistas paseando por lo playo, cogiditas de la mano y sonriendo al fotógrafo. Todo, monos meterse en el aguo y estropear esos cmaillots» ton preciosos (Paramount)
• ^ - G e o r g e Cumingham, director de baile, es el hombre que mira a través del túnel de piernas, sin hacer coso o los que le dicen que se quite, que yo está bien, que le toca ya al siguieitte. (M.-G.-MJ
El bailarín Jack long (Jr.l adopta los medios más extrcordinorios paro conservar su agilidad. Uno de sus preferidos es este de saltar por encima de seis muchac h a s . Se comprende, se comprende... (M.-G.-M.l
Ella se ha ido a v i v i r una casa situadla en las co-j linas de B e v e r l y Hills. Y en fin, ella se ha com})rado ese automóvil largo y reluciente, indispensable para que los porteros de librea tomen en serio a las persona.s.
june Knight jugando a que llueve. Ya veremos lo que paso como empiece a llover de verdad IM,-G
-M.i
Kaimu, el célebre eonie— diante francés, cobrará un millón de francos por tres films. l^na división, nada fácil para los que ya hemos e u m plido los doce" años, nos permite ase^iurar que Raiinu percibirá, salvo error u omisión. a.^3.3.')3..^3 francos por cada film.
Ilullywüod, q u e el matrimonio a largo plazo se empieza a considerar y a como una anormalidad. E n otro sentido, en el sentido español, por ejemplo, el matrimonio es una anormalidad. Es decir, el casamiento de dos anormales en casi t o dos los casos, y en todos de uno: el marido. P e r o nosotros nos referimos ahora a la anormalidad de la situación, no a la anormalidad de los dos contrayentes. E l m a t r i m o n i o Norm a Shearer-Irving T a l b e i ^ es, con a r r a l o a esto, el matrimonio más anormal de H o l l y w o o d . Ellos llevan ocho años de ininterrumpida feliAnn Loring, c a p r i c h o s a m e n t e cidad. L a gente se pregunta vestida de mejicano, hace toda si es que no pueden emplear clase de acrobacias sobre una bicicleta... inmovilizada p o r un los medios de publicidad que emplea t o d o el mundo. ¿Qué «supporter» I M - G -M.)
Sally Eilers ha oído abrir la puerta. |Ya está ahí! Y las patotas sin poner. Bronca segura ....... 1M.-G.-MJ.„..__.,
He aqui el modelo de bailarina pora 935, según Hollywood, l a bello Edna Woldrón posee todas las condiciones paro llamar la atención de los directores de baile. Y, por supuesto, de los que no somos profesores de baile (M.-G.-M.l
Ginger Rogers ha pesado eien libras. Ni esa señora sexagenaria que se empeña en tener treinta años puede mejorar esta marea.
ustedes! Hay inuehas luujeres que tienen eara de autobús, y dr pianola, y hasta de «•ocina <>eonóiui«a.
•^elón Urel B e m s , primer maquillador—o si hemos d e hacer gala d e nuestros conocimientos, maquüleur—de la R . K . O . , dice q u e todos los años gasta el Rstndio en pelucas, vaselinas, rojo para los labios, coid-cream y otros ingredientes, cien mil dólares. .Mucho más de lo que gasta Celia Gámez, aunqne no mucho menos fie lo qtte gasta .Mistinguette.
l'aa hüTRa parte 4e esta rantidad se emplea en adquirir falsas pestañas. Resulta que e M s larguísimas. ínaea— hables, eurvadas y d e l i e i a w pestañas de las estrellas, lan grandes «jue en ellas pueden dormir niños de peeho poeo «•reciditos, hay que eoinprarlas en la tienda. Kl "reeord" en el ennsumo de pestañas lo tiene (íinger Rogers. Tanlo porque trabaeonliniiamenle, eomo por índole de su trabajo. (>>mo, de algún tiempo a esla parte, fiinger nn haee más que bailar, las pestañas no hacen más que ea^rsele a los diex minólos de puestas. Kl resto del maquillaje sufre también los efeelos del terremoto. Kn el último film el maquillaje de
Jone Knight practico con frecuencio este ejercicio, muy conveniente para conservar la agilidod y la esbeltez y para romperse las narices
Para tres films d e costumbres: Loe últimos dias de Pompeya, She y L o s tres mosqueteros—que, c o m o v e n ustedes, se hacen también este mee—he aqui lo utilizado por el EstudioT r e s mil pelucas. Trescientas libras d e v a selina. Seiscientos metros decrepé. Doscientos cincuenta litros d e liquido blanco. Veinticinco libras derouge. Seiscientos botes d e coldcream. Mil lápices para cejas. Cuatro(!Íentos litros de cosmético. Y veinticinco libras de rimm^. Moliere, q u e se (luejaba d e que las bellas de su tiempo usaban para arreglarse el tocino d e dtx^nas de cerditos, p o d r í a h o y revolcarse de desesperación por los suelos.
C
Ese hombre con cara de lechuga resulta que es un profesor de Psicología que ha descubierto un aporato poro medir el efeelo emocionoí que producen las escenas amorosos. Poro que se fíen ustedes de las personas de aspecto inofensivo. IM.-G.-M.)
El "trailer" o pelieiilaannneio de un film próximo es easi siempre una gentile/ji por parle del empresario que supone para nosotros un aho— rrt» de eualrn péselas. R. M . G.
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L
I T E R A T U R A ochoccntista americana. Páginas J amarillentas, con tenue perfume de rosas secas. Páginas que difunden im colorido y un psicologismo de ayer. Literatura que nos ha c o n m o v i d o por ua plácido encanto y nos ha transportado a la juventud de nuestras abuelita», como si el reloj de arena del tiempo se hubiera volcado suavemente al revés. Cuantas veces hemos visionado en el cinema las páginas retrospectivas hechas de talles breves, amores románticos y anchas pamelas, ha sido, generalmente, siguiendo los compases al tres por cuatro de un vals de Strauss, o relatando un perfil biográfico engarzado con la H i s - , toria de una manera más o menos convencionalista. H o y , la literatura ochocentista le ha t o m a d o | el lugar a ese perfil biográfico, \ por el atractivo 1 de ella ha acudido a nuestra imaginación la figura ingrávida de cuatro mujercitas: aquellas Cuatro hermanitas que la pantalla americana nos ofreció la temporada última. Y entre ellas, destacando. Jo (Josephine). la más adorable de todas, por su embrujo e irresistible encanto, por su inquietud tan paralela a los Ímpetus y feminismos de nuestra generación y tan exacto a la v e z con la personalidad de su creadora, la célebre novelista Luisa M a y A l c o t t , conocidísima literata, que sin sospechar lo que hacía dibujó cuatro mujeres intensamente hu manas y se entretuvo largamente en el personaje Jo, poniendo en esa psicología—«ntonces extremadamente vanguardista—toda su alma femenina de luchadora. Luisa M a y A l c o t t , nacida en Germantow (Pensilvania), en 1882, pasó una juventud sencilla al ritmo d e su época, y rompiendo normas, n m y pronto sobresalió en Concord, la ciudad donde residía, como una de las más destacadas escritoras.
A los diez y seis años escribió su primer libro, que no se publicó hasta que I.<uisa t u v o veintidós años. En 1868, cuando tenia treinta y seis, y era y a una mujer reposada, c u y o s nervosismos
estaban m u y lejos de tener el arrebatado aroma de la juventud; por el recuerdo de su adoles(•«ncia, y en memoria d e aquella edad rosada que nabia v i s t o cruzar entre risas y dulzura, escribió Little Women, dando a J o su temperamento y a las tres hermanas que la rodean el que poseían sus propias hermanitas, más jóvenes. El éxito fué suyo, y aquel cuadro de hogar dulce, acompañado en todo momento por la conmovedora melodía del Home meet home, fué relatado en la novela de Luisa M a y A l c o t t . Millones de mujeres leyeron este libro, hoy obra clásica de las letras inglesas. L a adolescente fin de siglo, aquella muchachita que aun no íimsaba ni bebía corJc-tails, aunque algo más atrevida que la mujer espa ñola, por el progresivo avance de sus paises. leyó y releyó LiWe Women y el franqueable léxico de la traducción hizo avanzar a las cuatro hermanitas nacidas en la fantasía de la A l c o t t bajo el cielo escandinavo, o en las risueñas riberas del R h i n , o hasta más allá de los paises balkánicos. P a r a ellas no hubo barreras. Su encanto t u v o un idioma común. El idioma de! éxito. Otra mujer literata y dibujante siguió la carrera triunfal, iniciada por la mencionada escritora: Gene Stratton Porter, nacida en una granja de Indiana, en el año 1868." Era la menor d e once hermanitos. Sobre el aroma cálido y penetrante de la hacienda pasó su niñez, y aimque su educación no t u v o los vanguardismos de Luisa M a y A l c o t t , su inspiración, hizo el resto. A los diez y siete años versificaba con maestría y naturalidad. Su retórica estaba aromada por el perfume sano de los frutos en sazón. A los veintidós años escribió The girl of the TAmberloAt, y más tarde, caiando el é x i t o y a era suyo, el re<;uerdo de su hermano mayor, el mozalbete desmembrado, enamorado con imposible amor de una aristócrata inglesa que había v e nido a refugiar el quebranto de su fortuna en;
ana granja vecina, le sugirió la magistral novela Laddie, que la pantalla ha recogido con el titulo de Princesita. Y si en la ficción y en la literatura hizo terminar felizmente el delicado y puro romance del agricultor y la princesita, en la v i d a real se desvaneció cuando regresó ésta a quedarse para siempre bajo las brumas británicas. L u c y Maud Montgomery, nacida en 1874, en la isla del Príncipe Eduardo, fué la más m o d e m a de las escritoras ochocentistas que dio verismos de realidad a u n » pobre huerfanita pelirroja que conoció en su tierra natal. Más f)eriodista que literata, L u c y Maud Montgomery publicó la historia de la huerfanita en el Sundcof School, en ocho capítulos, y en 1908 hizo una refundición total de la novela fragmentada y la lanzó on un solo libro dedicado a todas las mujercitas pelirrojas del mtmdo. El tiempo ha seguido su marcha renovadora. E^sas páginas y a son de color marfil. Quizá algunas guardan el cadáver de una flor seca asfixiada junto a ellas, con lenta y añeja tortura; pero las heroínas y los héroes han huido para humanizarse en el celuloide, para adquirir vida propia. El gesto, el asombro de las novelistas o de sus herederos debe haber sido inexplicable. Concebii y crear para una generación, un siglo y un ambiente, para que v e n g a otro siglo a dar v i d a y humanismo a lo que imaginaren sus mentes de pensadoras humanas y sentimentales, es algo prodigioso. L a crisis de argumentos ha buscado temas en la literatura, y así, de la mano, Jo, I.iaddie y Anne salvan las fronteras visuales del mundo, a través del o b j e t i v o , como ayer salvaron los apretados tipos de la novela. Katharine Hepburn, John Beal, A n n e Shi' ley, es igual. U n a maravilla más del séptimo ai esa literatura ochocentista, tierna y fraganti que imprime al cinema el duhie psicologismo del ayer... CECILIA A . M A N T U A
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E A u p A D de un clisé olvidado de puro sabido? ¿Reiteración de lo que parece ser el destino de estos hombres que hacen reír? El hecho del payaso triste, del bufón dramático, del que rie y oculta sus lágrimas, es ya carcoma de tópico. Pero he aquí que. una vez más, el trasnochado clisé se hace came de drama, y que uno de esos hombres que encendieron millares de risas, es vencido por el dolor. Quizá en muchos, al conocer esta locura de Buster Keatón, habrá la pregunta ingenua y sorprendida: «¿Cómo es posible? ¿Ix)Co un hombre que tanto hacía reír?» Loco. IAXO—ahora es verdad la frase—-áe atar. Porque la camisa de fuerza ha anulado los movimientos del pobre Buster. Alió está, en su celda del Manicomio, transportado su extraviado pensamiento a un mundo desconocido. Cherchez la Buscad la mujer como razón de esa locara de Pampliruis. En la vida del gran actor la mujer aparece constantemente. Dos esposas, nna amante, las aventaras probables. Varias mujeres, en fin; en realidad, con versiones distintas, con roetros diferentes, la Mujer, una y eterna. El idilio comenzado apasionadamente tenia an final de prosa. Doble prosa: de dinero y de Juzgados. Divorcios, indemnizaciones, escrituras que eran paletadas de tierra sobre la tumba del pobre amor muerto. X o era feliz porque le faltaba el amor. Y lo faé menos aún porque llegó a faltarle el dinero. «E3 dinero no nos hace felices; pero es lo único que nos compensa de no .^erlo»,, escribió nuestro don Jacinto. Las deudas y las indemnizacicmes acosaban infatigablemente al actor. Su trabajo era im-
potente ]>ara hacer frente a la tonnenta. Sin dinero y sin amor, pero con enfermedad en la came y con tormenta en el alma, ¿(iué vida y qué arte .son }x>s¡bles así? ¿Qué labor y ijué serenidad caben cuando ante la vida sólo hny una enorme puerta obscura y sobre ella un treniendo lasriate ogni upernnza? De dolor en dolor, de desencanto en desencanto. Pamplinas vio un dia que la locura le abria sus brazos negros e infinitos. Y Pamplinas fué a ellos, se refugió en la dramáti<-a generosidad de aquel anticijK) dc la muerte. Cna Casa de Salud encerró aquellos nervios destrozad«is, aquella frente que ¡ba por caminos de8<;oncert antes. El (íorazón empezó una vida nueva. ¿Cómo será la locura de Buster Keatón? Toílavía en todo el mundo, millares de hombres y mujeres reirán c-on el rostro seco, «ron los ojos graneles, sobresaltadlos, del a(;tor. En tanto, él, allá, en la Casa de Salud, ha (fmvertido en came de drama im tópico trasnot^hado. .losK M O X T E R O . \ L O N S O
ESP
Este j a b ó n -puro y finísimo--, purifica y r e j u v e n e c e el cutis. Suprime asperezas, restablece la suavidad, lo afina y embellece. Le d e v u e l v e t o d a su b l a n c u r a natural. Le comunica su aroma in confundible. Lo protege y vivifica.
Ejo DE su JABÓN HENO DE PRAVIA PASTILLA, 1,30
Confíe en los aceites suavizadores dei H e n o d e P r a v i a . Persista en la fricción con su e s p u m a y su cutis a l c a n z a r á la finura que usted a d m i r o en e s a t e z perfecta y esas manos bellísimas de lo estrella de lo Paramount.
Jjx lucha (Mhomh^ cord/udounúi^^
nueva, creación u nacinemal'oqráfIca'Hé
"Barreras infranqueables", pelíeula de emoeióa y de pensamiento
N
o es frecuente el hecho de que las películas posean on pensamiento, una inquietud. Las películas son bellas y son amables. Muestran magníficos alardes de realización técnica. Reconstruyen épocas lejanas y dan
v i d a y palpitación a épocas muertas. Tienen, a veces, hasta corazón. Pero lo que sólo muy de tarde en tarde muestran es pensamiento, a fin de meditar sobre cualquier problema planteado al hombre o a la Humanidad. De este modo, los fihns dejan un recuerdo grato a los ojos o a la sensibilidad; pero pocas veces la huella de una pelicula se ha<;e reflexión o interrogación en el pensamiento.
Barreras infranqueables si es, en cambio, una cinta de pensamiento. Tras sus ese-enas, llena.s de animación y de v i v e z a , de dinaniismo y de emoción, palpita la verdad de im problema muy humano, que trae consigo algimas interrufíiKicnes de fuerte contenido social. ¿Pueden violentarse y precipitarse la.s evolviciones de la Naturaleza y de la realidad? ¿Es posible ia lucha de im sólo hombre contra to lo un ambiente? ¿Cabe una lebeldia contra toda la fuerza innegable del propio origen, del fondo y del espíritu que han llenado nuestros años primeros? Estas preguntas, y otras del mismo auténtico valor humano, van surgiendo al ver desfilar por la pantalla las escenas de Ttnrreras infranqueables.
G a r ó es que hacer una película de esta clase tiene sus riesgos. De ellos, el principa! es que esa ({ue pudiéramos llamar inquietud ideológica de la cinta—tesis, se decía antes, refiriéndose a la.s creaciones teatrales—se superponga a la película, a sus calidades d e emoción y de interés. Aquel contenido de pensamiento debe desprenderse naturalmente de la película, como una consecuencia lógica de ella. El espectador no debe darse cuenta de qne asiste a ima pelicula cuyas escenas t i atan de demostrar un postulado o de desarrollar una tesis. T o d o lo contrario: la cinta ha de ocultar hábilmente su prop<)sito, su tesis, y ha de ganar al público a fuerza de interés y dc emoción. \rchie M a y o , el excelente director, ha con-
seguido hacer eu este sentido una película modelo en Barreras infranqueables. Desde que la cinta comienza, todas sus escenas tienen una amenidad insuperable, un ritmo creciente de emtwión. L o s tipos se-perfilan rápida y rotundamente. L o s ambientes son reflejados con toda su animación y su v i v e z a . H a y escenas de una profunda intensidad, de ima gran belleza cinematográfica. Y a lo largo d e t o d o esto, el espectador, inconscientemente, apenas sin darse cuenta, v a formulándose preguntas en las que se refleja aquel contenido de pensamiento de que antes hablábamos. Este ha sido, en Barreras infranqueables, el gran acierto de Archie M a y o , el director dc la cinta. El público queda encadenado al interés maravilloso del fihn. Y al mismo tiempo, insensiblemente, v a sintiéndose penetrado de la inquietud de pensamiento que palpita tras aquellas es cenas.
Sólo un actor de la fuerza, de la valentía y de la expresión de Paúl Muni podía interpretar Barreras infranqueables. El que logró aquella cret
l'iiiil Muiii <-ii un helio niuuienlo de «BarreraH i n f r a n queables». Junto al personaje de la n u e v a p e l í c u l a , la m a d r e y el c u r a de la aldea: los que significan c n este lilm e x t r a o r d i n a r i a la t r a d i c i ó n y la s e n c i l l e z , la v i d a tranquila y h u m i l d e , s i n a m b i c i o n e s y s i n a u d a c i a s : pero feliz, m a r a v i l l o s a m e n t e feliz
sobriedad y personalidad—es Paúl Miini, en su v i d a como en su arte, en su casa y en los Estudios...
Paúl Muni
y R o l i e r l Rarrat
e n otra escena de esta p e l í r u l a , c n la que c l
••rñti
actor haee una c r e a c i ó n p c r s o n a -
líainia, llena de fuerza y de sobriedad ción inolvidable de .Soy a»i fugitivo, ha puesto todo su entusiasmo al ser\'icio de la nueva cinta. Sería pueril tratar de descubrir ahora la excepcional pei-s(malidad conseguida por Paúl .Muni en el cinema. El es, sobre todo, eso: personalidad, perfil propio y v i g o m s o . N a d a tan lejos del arte standard de muchos a<!tores de hoy como ese arte—hecho de sobriedad y dc fuerza de Paúl -Muni. Su papel dc ahora está dentro de la misnta línea espiritual de a<|uella magnífit;a creaiión suya en Soy un fngiiim. Rebeldía, fuerza y tcnacidaíl, lucha c<»ntra un medio, dcj^afío frente a una m'»ral. Paúl .Muni es en la nueva «rinta, como en la frase do la n o v e l a C!sp*iñola, ««niula m«'nos que tíxlo un hombre». O m t r a él, contra sn afán de triunfo, «le lucha y dc fcli<;id<id, van l«'vantánrlosc obj^táculos^)rcjui<;¡i>s, ijí^com^trcn-
siones. Este duelo, que muchas veces es «Iramático, está encamado insuperablemente, como nadie lo hubiese podido hacer, p«»r Paúl Muni. ¿.('uál es el seirreto <lel acierto del gran actor en la interpretación de esta clase de tipo.s: hoy en Barreras infraiu¡ueables, como ayer en Soy un fugitivo? Uno, sencillamente: el propio espíritu de Paúl Mimi, su temple inde )en<lientc y fuerte, su sobriedad, su de.sdcn de o superfino y de lo frivolo. Se recuerda, a este pr«)]íÓ8Ít«), cierta anccd«>ta de él. Ije visitaron un día en su casa algunos iuuigos. El les mostró algunas habita<-i«»nes, les m«KStró la piscina. Y como si «juisiera di.sculpar.se «le tenor lo <jUo a ól lo paiccia un lujo ¡mio<'osaiio, dijo; Lil piscina estilita V i i ¡ujiíi « I I Í U K Í O t u i í i c
la
Es en la cinta un obrero, im homlire que v e pasar los dias recluido en la fábrica. T r a b a j o cotidiano y pan nuestro de cada día. Pero el espíritu del muchacho no se detiene ahí. L a ambicien le da alas, pone inquietudes de triimfo en su corazón. Y a lo largo de toda.s las n w l i e s , el muchacho estudia infatigablemente, robando tiempo al tiempo, hasta con.seguir un día el titulo de abogado. Comienza su nueva profesión. Y en ella sólo consigue quebrantos, injusticias, gol})es, deslealtades. El v a a las cosas sinceramente, vtm ol corazón, con la verdad. Pero el mundo nn quiere saber nada de estos espíritus excepcionale.-. En v a n o la palabra amorosa d e la madre quiere volverle a la paz de su ]>rofesión primera, de .su hogar, de su v i d a trnterior. Obstinadu e ilusionado, él continúa su lucha ]ioi cl triunfo y por la fortuna. Miis sigue la cosecha do dolores. Una vez, una venganza de mujer dosdeñaiia quiere teiuierle sus m i e s reiworosa.s. Cuaiulcí es ó\ quien se entunora apasionadamente, la mujer le re<'uerda, como un e.scarnio. su origen liuniildc. L o q n e para t'l era un blasi'm, eia [lar.i lo> donuís una vergüenza... l''atiga«l«) poi- ol desencanto, lieiidu una \ otra vez por la in«'ompreusi«u), lt>s ojos dol hombro sc vuelven, enlorntHÍ<lus y anholimtes, a ¡uiiiolla ¡>az ]>rimitiva d o sn a l d e a , a aquel amor sinicro y hondo do la niadio. ^• hacia el I o n u ñ o nal;d y hiicia I«>s brazos m a U ' i u a l c s \ i i o l \ c . Ti a h a j a en la li«'rra. Torna a sor. c o m o antes. p<.il>rc. ol>,<« uro. Poro on sus ojos \ cn su coraztMi osinla la l'olicidad. . l o s i . i . K i . \ Al.l.K
roncisco
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P'Jías ha dedicado toda su j u v e n t u d a las actividades ^ cinematográficas. N o creo que exista en España un director de cinem a que haya desplegado m a y o r dinamismo que él en t o m o a cuanto atañe al arto di' las imágenes. Sin embargo, P a c o Elias, m á x i m o luchador d e cine, no ha tenido nunca la oportunidad d e realizar un fUm con los medios económicos necesarios para crear sobre el celuloide la obra <iue seguramente l o habría equiparado a m u c h o s a n i m a d o r e s europeos. RANCISCO
maestro d e periodistas d o n Mariano de Cavia los elogió cariñosamente en las páginas de El Liberal, de Madrid, y luego, Federico rrrei;ha hizo lo propio en las de El Diluvia, de Barcelona. ¿Colmaba sus ansias la anónima faena del traductor de títulos? — D e ningi'm modo; pero había que v i v i r . Puedo asegurar que en cine lo he intentado y practicado todo, excepto lo que se refiere a la labor del intéqirete. l í n 1914 fundé en Barcelona un laboratorio cinematográfico. Más tarde, en 1916, creé en N u e v a Y o r k i m a organización compuesta de imprenta y laboratorio, colaborando conmigo en aquella empresa mis hermanos José y Julio, f k t a organización fué, sin disputa, la más importante en su género, y calculo que en el espa ció d e t i e m p o comprendido entre los años 1916 y 1926 se redactaron, fotografiaron y revelaron más de doce millones d e metros d e títulos españoles. L a s editoras d e categoría más alta, como Paramount, M e t r o - G o l d w y n , F o x , Universal, W a r ner y algunas otras, fueron clientes de esta organización. Y gracias a ella, durante esos dos lustros, los públicos d e Méjico, Montevideo, Buenos Aires, H a b a n a y otras R e públicas d e Hispanoamérica pudieron leer títulos en perfecto y auténtico castellano.
Elias es andaluz, y l l e v a en la sangre y se refleja en su temperamento, la luminosidad alegre y j o cunda de! cielo y la campiña d e su tierra. P e r o es uu andaluz desplazado d e su pueblo y m e t i d o en la aventura d e recorrer paises e x t r a ños y d e otear lejanos horizontes. Una charla con P a c o Elias es siempre amena y fmctífera. M e refiere que a los quince años d e edad, niño aún, e m p r ^ d i ó un ciclo d e viajes por el Extranjero q u e comprendió Italia, Francia e Inglaterra. —¿Eltí cierto que empezó usted c o m o titulista su carrera cinematográfica? —Efectivamente. En el año 1909 ingresé en los Estudios Gaumont, de París, trabajando en ellos c o m o traductor d e títulos. E n aquella épo«!a, c o m o en la presente, los títulos estaban mal redactadas; había en ellos demasiada literatura y p o co sentido d e la situación escénica. Los que y o redacté para Gaumont destacaron d e tal forma, q u e el
—¿Cuándo realizó su primera [»elicula? —FJX
1914, en
Barcelona,
sien-
do su protagonista Rafael Arcos. L a segunda q u e hice se rodó en N u e v a Y o r k , con Manuel Noriega —director, más tarde, d e La casg.
F.n r l rirrulo: r l notahir dirretor Franciaro FKas, gran figura d r i rinrnia biapano
F.n el renlrnt Antoñita Colomé y Félix de Poméa en una eseena de «Rataplán.
A la izquierda] un mo•MMto, eaire divertido y miainrtoao, de la priirula cHataplán»
A la dereehai una eseena de la misma película, en la que puede aprreiarse la suntuosidad de este film de Francisco Elias, e d i U d o por CIFESA
de la Troya—en el papel de protagonista. —Eso significa que repartía usted su.: actividades entre la redaccifSn d<> títulos y la producción. -—En o Í L í l o , y o faltaba meses enteros de N u e v a Y o r k , llevando el laboratorio mis hermanos, lo que facilitaba grandemente nds trabajos cómo director de films. Pero hice algo más que películas en axjuella época, pues entre 1917 y 1!)1S estuve en Francia, y asistí a la Gran Guerra en calidad de corresponsal de una revista redactada en español que apare<'ía en N u e v a Y o r k , y que y o mismo fundé. — ¿ H a trabajado usted alguna v e z a las órdenes de otro mettew en scene? —Sí; con .1. P i m i e y Earle. inventor de la m a y o r í a de j)rocedimientos de trucado que se emplean actualmente. Esto ocurrió en 1919; pero antes había recorrido y o Guatemala, Méjico y el Oeste de los Estados T n i d o s , viaje que aj)roveché para hacer en El Parral (Méjico) una documental sobre el famos<» Pancho Villa. En Chihuahua y ('iudad Juárez realicé una cinta corta de ambiente t a u r i n o . En los Estudios Balboa, de l ^ s Angeles, hice otra en tres rollos, también de género taurino humorístico. - ¿ S e antici[)ó usted a lo realizado después | i o r las grandes Empresas yan<iuis, c o m o Suena el Clarín y Torero a la fuerza? - -Ignoro si mis ]>e(iueños films de ese carácter influirían, pasado el t i e m p o , en las películas citadas por usted; pero es indudable q u e hay en ellas la misma v e t a humorística. —¿Cuándo regresó usted a España? - En 1927, con la ilusión de hacer en mi patria [)elículas de más envergadura de las que había hecho hasta entonces, y en la creencia de que hallaría en ella las facilidades precisas para contribuir de una manera eficaz a impulsar el cinema hispano. — ¿ Y no fué así?
— T o d o lo contrario. A i m q u e sea trist* t«ner que decirlo, ha sido en España donde he hallado siempre las mayores dificultades y donde con más encono y m a y o r incomprensión se me h a , combatido. Ñ o obstante, logré realizar mi primera pelicida en nuestro país: El fabricante de suicidios, eon P i t o u t o como protagonista, con 2.500 metros de extensión y con un costo d e 9.0<X> pesetas. Avmque era la éj)oca del cine mu-
he l o g r a d o v e r , lo hecho por usted es un verdadero milagro. — A u n q u e d e f i c i e n t e , sirvió para ponerme en contacto con el nuevo cinema y para darme tma experiencia que no tenia. P e r o hasta 1930 no realicé m i primera pelicula h a b l a d a «formal», Blaru: comme Neige, que se rodó en tm Estudio francés, v que fué estrenada en 7 de A g o s t o de 1931 en el G a u m o n t - P d a c e , de Paris, que, c o m o usted sabe, es la sala más v a s t a no sólo de Europa, sino del m u n d o entero. Blan comme Neige estuvo en los carteles quince dias, siendo e l o g i a d a extraordinariamente por la crítica. Blaru: comme Neige fué exhibida en Bélgica, I t a l i a , A l e m a n i a , P o l o n i a y los F-stados U n i d o s , y en nuestro pais con el t i t u l o de ¡Maru)8 arriba! —^¿No fué por entonces cuando llegó usted a Barcelona F r a n c i s c o E l i a s , rodeado de los p r i n c i p a l e s i n t é r pretes de «Rataplán» y d e l p e r s o n a l técnico q u e h a i n t e r v e n i d o e n esto f i l m
A n t o ñ i t a Colóm é y F é l i x de P o m é s , los d o s f e l i ces i n t é r p r e t e s de «Rataplán», e n otro m o m e n t o de esta p e l í c u l a de C I F E S A
Un magnífico decorado de cKataplán» r e p r e sentando u n «cabaret», e n e l que no falta el m e n o r detalle roTS. ciriSA
d o , no podrá de<*ir nadie fiue m e excediera en el presupuesto. P e r o si en el cine mudo batí el record de la economía, en mi primera producción hablada hecha en Espaíia re])etí ese record con El misterio de la Puerta del Sol, rodada en un caserón d e la Ciudad Lineal con un aparato de registro de sonido de la más ínfima calidad y con un presupuesto total de 18.000 pesetas. —^Por deficiente que sea este film, que y o no
c o n monsieur Lemoine, y fundaron ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ los Estudios de la ^ ^ • ^ • ^ ^ ^ ^ Orphea Film? —Sí; fué por aquellas fechas. L a Orphea F i l m se inauguró con m i pelicula Pax. —¿Cuál ha sido su m a y o r éxito en el cine? — Baliche. Así lo reconoció la crítica, incluso en Variety, la formidable revista norteamericana, que dijo en su comentario: « P o r mucho tiempo las películas en España han valido la isla, y por mucho tiempo han fracasado. A h o r a esta producción constituye l a excepción de la regla. Seguramente daríi dinero.» —^¿Ha escrito usted siempre los asuntos d e sus películas? —Siempre. Y en algunos casos he trazado también el guión d e películas que han dirigido otros directores. P a c o Elias me hace estas confesiones mientras pasa por la pantalla el copión d e Rataplán, sn último film y el mejor, seguramente, que ha realizado hasta ahora, a juzgar ¡ l o r las imágenes que v o y viendo desfilar por el lienzo. i g n o r o si Elias empezará inmediatamente otra producción en España, o bien si desplegará su actividad hacia algi!in país extranjero, pues no conserva de Rataplán mejor ret^uerdo que de algunas d e sus peliculas anteriores. T a m p o c o en el rodaje de su iiltimo film ha encontrado P a c o Elias la tranquilidad moral y el equilibrio económico que le habrían permitido realizar su obra tal y c o m o estaba concebida. MATEO
SANTOS
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EL ESPECTテ,ULO C.AUBREy SMITH \
1 1 JOSEPH SCHTORr
t n a mañana beroi«a.-20.(N)0 leguas en " t a x i " . — E s l u dios y más Estudios.—¡Qué hombre!
alma dd bandtmeón. Monte criollo—^ya están en Fipafia. — Y estrenado con é x i t o de piiblico algimo de ellos. —Si, señor. P a r w e q u e El KKiio a estudiar la <;icdma del batultmeón gusta a la iieinatijgrafía e.sjiañi >gente. N o me envanezco, sin" la», me ha <lichu, desembarg<j, de nuestra produi'puós di' lo.s saludos de rigor, <'ión. Iremos ganando, paulad'íii -Vngd .Menta-sti ( h i j o ) , tinamente, en calidad y canfuiida-<ior, con su pathe, de tidad. Para el ai"io pmxim<t, la f i r m a Argentina Sonola pnKlui-ción d e Sono-Kilm, F i l m . dc Buenos Aires. ^ ^ ^ ^ ^ scgiin proyectos de mi padre, Nuestro homhre acaba de ^ ^ ^ ^ H c^in los que estoy identificadobhu los treinta. Pa.so difi^ ^ ^ ^ H do, se elevará a diez jielicucil en la vida: velas desplelas de largo metraje, sin congadas al negtM'io y a la for ^^^^H tar los films cortos y documalidad. Atrás qucdiUi, si ^ ^ ^ ^ ^ iiieutales. Comprenderá los hubo, los borrascosos amoríos, la usl c<l que en estas condiciones hayamos dulce imprevisión, las cuentas presenta[•eusado^ -flor mU rabones que no son del diis a papá. El cabo de los treinta es el momento—en c o n s t r u i r Estudios procabo de las tormentas espirituales: o se pios, y ahora acabará usted de explicarnaufraga al llegar a é l , o se le dobla se m i afición a la «poesía de los laborapara entrar en un mar de relativa b o - , lorios». l i e hallado un asesor inestimable naiiza, que los hombres fonnales llaman ] en el señor Ballesteros, y en sus Estusensatez. ¡Uf, qué palabmta! ¡Cuánto j dios—que a mi me parecen definitivos— ílrtño le ha hecho a la alegria de v i v i r , I me paso el día t o m a n d o notas y estupero qué bien rima (!on los negocios! diando presupuestos, informes, etc., q u e Don .\ngel Mentasti, j o v e n , rico, fuerhan d e serme útilísimos en Buenos Aires. te, cim fortaleza templada e n los depor— t j i t o n c e s , puesto que esos P^tudioa tes, y ojos claros, en los que pare(;e h a ya los conoce usted bien, y por las reb e r s e remansado la serenidad de la liM'iones amist'isas y comerciales que le pam})a argentina. unen con su fumlador y propietario, po—¡Oh, tpié imprasión me producen dni aprendérselos de memoria, si quiere, estos terrenos violentos, en los (jue el ¿|ior qué no le dice usted a! chófer que tren ha de abrirse paso por tm camino c a m b i e d c rumbo y nos lleve a la C. E . A . ? de tímeles!—me ha confes<td<j. A q u e l l o es también muy interesante. Augel MentaHli. <-oii IOH M-ñore« Kodiño. fereira y nueiMro coni|taaera Cuzniáii, Dobló con fortima el calió peligroso. —^¿Y nos enseñarán sin compromiso d u r s M t e sa tisita a Um tstudioa C. L. A . A mi sugerem-ia de pasear al sol esta eslos Estudios? pléndida lu.wana de otoño, responde: :Cómo! Usted no conoce a aquellos —^Vamos a visitar oficinas de distribución d e rer. D e v e z en cuando, algunas palabras, cabaseñores. Allí se recilie am cordialidad <lc brazos películas; y luego, para ilistraemos, algunos Elslísticas para m í , m e traen a la realidad. P o r abiertos a t o d o el mundo. Quedará usted encantudios cinematográficos. ejemplo, respondo d e q u e el seiuir Mcntasti ha tado. Se lo aseguro. —Si; pero el sol...—me atrevo a insistir. dicho «Intercambio de filnLs». Y respondo tam—Pues v a n a s en.seguida. —¡Clié, amigo! ¿Qué m e dice? Usted no combién de que al JKHM» rato he oído al di.stribuidor —-¡Oiótcr. a la Ciudad Lineal! prende la poesía <le un lalniratorio. (que es productor al mismo t i e m | K ) ) tma cob<i Y^ en la ('iudad Lineal hemos encontrado a los parecida a ésta: «Encantado en principio». DesY nos h e m o s dedicatlo a v i v i r esa |)oesia. seiHtres Kodiño, Pereira y Marquina, que n<»s acopués, un rosario de palabras sue ta.s, ])ronuncia¡Qué hondire! En una mañana hem<»8 visitado gen iUiublemente, nos acomjiañan por todas las d a s indistintamente jMtr imo y otro interlocua casi todos los distribuidores de la Gran V í a , dcficudi'ucias «le la C. E . A . , mostrando al señor tor. Citaré la.s más salientes: porcentaje, aduay hemos admirailo, sin olvidar ni una m o v i ó l a , .Menlasti el complicailo «irganismo de los Estunas, copias y cíipiones. Y una frase completa: cuanta.s bellezas encierran los Estudios madri<ii.is, y hasta se ponen nosotros delante de la «Colaluiración hispanoargentina». lefios. obstinada cámara de Videa, que nos persigue —¡Qué interesante es todo esto!—suele exL a conferencia termina c(m un saludo, en que toda la mañana para tomar de.sde diversos ánclamar. se (truzan lais m a n o s , y estas dos afirmaciones, guWis mi l a l v a incipiente. - ¿ U n cigarrito? rotundas y tranquilizadoras: N o s despedimos de Uis señores R o d i ñ o , P e — N o , g r a c i a s ; no fuiíK». — ¡ D e acuerdo ¡ I ) c acuerdo! reira y Marquina. N o s han atendido—¡Dios se lo Don Ángel Menta.sti no tiene tiempo de fu—\A los Estudios Ballestenis!—ordena el sep.igue!—durante dos horas. mai'. ñor ^lentasti al chófer. Y m e explica: Y a cn el coche, le d i g o al señor Mentasti: —Confieso que estoy sorprendido—me ase— I l e venido a España, invitado por el señor —^¿Ve usted? gura al tomar por enésima v e z el mdo—; no esBallesteros, al que representamos en la ArgenY él c«»menta, c o m o pensand«) en v o z alta: (leraiía y o esta pn>s}>eri<lad del cinema espatMd. tina, y 4j«e, a su v e z , nos reíircsentj» a nosotros —^¡Magnifico! N o su|Mmia y o q u e la industria Allá, ni lo s<»sjHHJiamos siquiera. D e regreso en aí|uí, para cimiM'cr sus nuevos Estiulios. <\wno uscinematográfica española hubiera Uegailo a este mi ¡laís, |iodré deshacer muchos jirejuicios. te<l s a b e , Sono-Kilm, a d e m á s de <listribui<lora, es, desarrollo tccnico. Ustedes pueden hacer cuanacaso, la productora m á s ini|iortante d e la Re—^¿Cuál es la suerte d e nuestra pnidiicción en to quicraii. («iíldii-a Argentina. Este añ«> v a m o s a lanzar cinla República Argentina? - ¿Incluso conquistar men'ados? co films, algunos de los cuales—Riachuelo, El —Me<l¡ocre. Si he dc st^rlc franco, le diré que -Eso—-responde sonriendo—ya no es cuesha.sta el estreno en Buenos Aires de El tión d e arte ni d e técnica, aunque l a negro qm tenia el alma blanca y La técnica y el arte sean condiciones prehermana San Stdpicio, la.s películas escisas también. imñolas care<Man de ambiente. Nacian y — D e m«»do... morían asfixiadas en l«M*ales de tercera — D e m o d o que ustedes ya sallen lo categoria. más difícil en estp negocio: pniducir bue-Ent<mces, según usted, la situación nas peliculas. A h o r a u o les estorbaría ha cambiado. aprender a venderla^ cn lo tjue valen. — U n piK'ü. Y éste es i m o de los pro—^¡Qué sol más espléndido! ¿Verdad? |)ósitos que me traían a España, y que — Y diga: ¿Tendríamos t i e m p o de ver aliora, después de apreciar de cerca lo otros Estudios? que aquí se proyecta y se hace, v o y a —¿Con su laboratorio, sus m o v i ó l a s , realizar decididamente; contrataré t o d o sus mesas de c<imer, d i g o de montaje? el material español que m e sea posible Ihm Ángel Mentasti ha comprendido. para exphttarh» allá. I I c asistido a los Sitnrie v ordena al chófer: últimos estrenos en el Palacio de la Mú-¡Al' hotel! si<!a, en el Rialto, en el Callao, y estoy —¡Pues claro, hombre, pues claro!-<'onvenci<lo d c la calidad d e las j>elícula.s iiienso y o . S<'(l<i «jue no lo cxpres«). ospañola.s. jPer«> sí, sí! A mitad dc camino se lo TnH-amos el atdo p o i el a.sccnsor. Un ocurriii al señ<ir Mentasti q u e antes dc })iso, otro pi.so. ¡ Y a ! Instantes después re<íahir «'ii cl hotel, y a m o d o de ajierinos encímtramos en un despmrho. Y los t i v o , nos diénmios una vuelto«ita p«ir hombres de negcM-ios habhm. Pare^-e que los P^studios Ballesteros T o n a - F i l m . Y Ángel M e n t a s l i , con S e r a f í n RalIcHieros. • la puerta de los n u e v o s I s l u d i o a s«' <*ntiendcn. Y o me distraigo sin «juifundados por esta g r a n figura cioemalográfica española asi lo hicimos. A. ( i .
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E
L mundo se preocupa: Abisinia, las sanciPtemor de la guerra. E l mundo medita o*-^^' rre, lucha con sus inquietudes, se agita y<iesvela. Fiebre de negocios, fatigas, surmenage. do tiene un ceño grave en esta hora cansada y sP*^*H e aquí la razón de ese gran triunfo que eP"*** los países obtienen las películas sonrientes. EsP'™* hechos de alegres desfiles de piemas femeninas'^™' pás de una música, en que se funden locura y ncr^'*. descargan un poco al hombre de hoy de s u * * ^ ° equipaje espiritual de afanes y preocupacioT | ^ sonrisa luminosa de una star en una de esas —cock-tail de comedia, de opereta y de revista pensa de toda la pesadumbre que supone para*®P'' ritu, cada mañana, la lectura de la informacióP^^" nacional...
j Q u é fué antes de llegar al cinema esa vida de la slar? Fué baile y fué canción. Baile y canción a la luz cegadora de las baterías en los teatros de revista. Canciones que apenas cantadas por R u b y Keeler saltaban a la calle, penetraban en los hogares y eran coreadas en los dancings. Musiquillas ligeras, blandas, de una fina y lenta voluptuosidad, de un rítmo p ^ a d i z o y alegre, que ponía un frenético afán de baile en los pies y un desenfadado optimismo en el corazón. Estas músicas de revista habían acunado casi toda la vida de la actriz. Y a cuando tenía cuatro años, sus piemecillas trazaban en el hogar los pasos de los bailes de moda. «Esta niña será bailarina», decían muchos, al verla bailar tan prodigiosamente. Pero los padres—clásica familia apegada a las fórmulas tradicionales—no veían bien aquella inclinación de la chiquilla. Ellos se oponían rotundamente a que R u b y Keeler siguiese aquella profesión en que, sin embargo, parecía estar su destino... Venció ella, naturalmente. U n día cayeron, derrotados, prejuicios y ol)stáculos. La. muchacha, casi una niña aún, era y a bailarína. Fué, en las alegres legiones femeninas de las salas de Broadway, una bailarina más. Tenía entonces trece años. U n cuerpo fino y espigado, una gran sonrisa diáfana, una luz de bondad en sus ojos a z u l » . . . U n a más en los coros de Broadway. E l mismo trabajo monótono y mecanizado—baile y canción standard de tantas otras muchachitas en flor. Vestía como ellas, caminaba como ellas, cantaba como ellas. Sus movimientos l^nn los mismos, y los mismos pasos, y las mismas sus sonrisas en un determinado momento. Su nombre era desconocido y no figuraba en los carteles con la luz de gloria que ella soñaba. R i m a b a mal sn sueño de triunfo con aquel trabajo anónimo. Ella no creía ^ haber nacido para ser una más, para ser una entre tantas... Revistas, revistas... Comedias musicales en que R u b y Keeler bailaba y cantaba, palpitante de juventud, alegre y dinámica. 1-a muchacha se destacó pronto. En los números musicales de Lucky, de Bye Bye Bonny, de The sidewalks of Nac ^or/t, triunfó su gracia desenvuelta y riente, toda ritm o y desenfado. Su nombre estaba y a en las carteleras. R u b y Keeler no era una corista más. Su arte se cotizaba [ cada día mejor, y un dia llegó el gran [ triunfo de IVhotrfyee... L a muchacha I aun no tenía veinte años: era ya estreK l l a . A sus pies caían ramos de flores ,y de contratos. Por su ca»»»«r»»io - ¡qué lejanos le parecían sus días de corista, cuando muchas habían de maqui! llars y vestirse en un mismo cuarto!— desfilaban constantemente sus a d miradores, los don Juanes de palco y de escenario...
Uno de los mejores símbolos del film anr^ R u b y Keeler. R u b y Keeler, con su alegría, corf belleza, con sus piemas y sus bailes. R u b y Kr^'j'' gera, ágil, espumosa y dinámica. R u b y Keelí modernidad y toda desenfado, toda canción ble de revista. Desde sus ojos azules sonríe y""*^* el alma de este género cinematográfico que se i f nado del mundo. eto para el triunfo en „el ,arte ITna vez más, el caso de R u b y Keeler cení"* *eor „ , resii^. de en acertar a poner en éste la emoción de la^^P"» ^ d a . Los mejores escritores son los que llevan a las cuartillas sus propias emociones. El mejor artf» f que logra transformar su experiencia humana e^n materia artística. Ruby Keeler triunfó por esto. ^1 cinema su vida: su vida reciente y su vida de antes, de cuando no era más que una niña. Porque toda' " | ^ c i a de la actriz ofrece una m.sma linea, recta y cla^ ra, sin desviaciones, sin zigzagueos. E.sa l í n e ^ q « e vemos reflejada en la pantalla y cuando en ésta R u b y Keeler s o n r í e calle 42. Vamfnresaf933. Desfile de candilejas^, su sonnsa no es improvisación ni artificio, sino que continúa las sonrisas de^'^P''^' 'as de la propia vida.
ÜMMtvmmmm i petitii^M é» nJby Keeler, la encairiadora actris creadora de « L a calle 42». de «Deaflte de candileja*», de <l.a generalita» > de olraH cinta» q u e son un inaKnífico exposente del arte dinimiro y optimista d e la ••««rrllii easatia 'on M l o n s o n
Finalmente, el matrimonio, la panItalia, el triunfo cinematográfico. Cla> v e de este triunfo fué el llevar al ci; nema lo que había sido espíritu y gra¡ cia de su vida anterior: el baile y la ' canción, la revista, la vida—a veces el drama con una máscara de sonrisas— del teatro... ¿Recordáis? I.a calle 42, Vamfñresas de 1933, Desfile de cartdilejas. Música y mujeres... L a sonrisa y las piemas de R u b y Keeler son toda el alma de ese cinema amable que quita al hombre de hoy su carga enfadosa de tedios y pesadumbres. Bien venida cada nueva escena tuya, R u b y Keeler, porque en tu baile y en tu canción está el olvido de muchas cosas ásperas. ItiAN DE LORENA*
P ALACIO cúi
MÚSICA lUNff ESTRENO ck Ba. PRODUCCIÓN "FOX"
HIJO C^lAíiO PO^ El GENIO OE
VICO 5CHÍRTZINGER
CON ea, MAS FAMOSA CAN* lERI^MA SOPRANO DEL JTANOPEfUIKXKE
CON LA ACTUACIÓN PERSONAL efe ftt PROTAGONISTA, LA EXIA/\IA ACTRIZ
CATALINA BAftCENA
LUNES, la más inte resante creación de SYLVIA
SERASÜ LOCAL P R E D I L E C T O POR SU AMEIENTE FAMILIAR Y SELECTO
S I D N E Y e n l a deliciosa comedia
con CARY GRANT. Una producción Paramount
I
rotQQonisto
A
L fin!... Desapareció el impuesto del 7,.50. Nos parece increíble; pero así es. Como todo llega en el mundo, llegó también un ministro de Hacienda capaz de comprender lo que significa en el triple a.specto económico, artístico y cultural, una industria cinematográfica floreciente. Desde el primer m o mento, don Joaquín Chapaprieta se mostró propicio a resolver en justicia las demandas del cinema español. Para el severo hacendista de las restricciones—^y esto realza el triunfo de la cinematografía nacional—, el celuloide no es sólo materia inflamable e imponible; es también, y sobre todo, vehículo de ideas y emociones; de belleza, en suma, cosa que, al parecer, no sospechaban siquiera los que le precedieron en la poltrona ministerial. Y con arreglo a este concepto del cine, el señor Chapaprieta, con el que la cinematografía española acaba de contraer deuda de gratitud, ha resuelto el problema que tanto nos preocupaba y cn pro de c u y a s o l u c i ó n hemos t r a b a j a d o desde el primer número de nuestra revista. H e aquí, en lo
—aqui n o desmentimos nunca la hidalguía-—la producción extranjera, que pagará por utilidades 4,50 por 100. K l l a ha ganado tres enteros. N o puede quejarse. D e la disposición q u e comentamos y aplaudimos con todas las veras de nuestra alma, y por cuya obtención en beneficio de la industria cinematográfica española tanto hemos luchado, se desprenden dos hecho igualmente significativos. Primero, que en las esferas oficiales el cinema español ha dejado de ser im m i t o eomo arte y una cosa v i tanda como industria, para transformarse en algo que merece la atención y la benevolencia de los Poderes públicos. Y s e s u d o , que en virtud de nuestra campaña, mantenida intensamente con la esperanza de llegar el optimismo fin que se ha llegado, se establece la debida y justa distinción entre la industria nacional y la extranjera. Y eso, no por razones patrióticas— ue y a sería bastante en estos tiempos e exaltados nacionalismos—, sino por imponer el necesario handicap entre una cinematografía naciente y sin fuerza expansiva todavía, y otra que llegó a su apogeo y es dueña de ' o s mercados del mundo. Se nos hace justicia, y ju.-ticia plena. Pasó la é p w a (lue [)udiéram()S llamar de persecución f i s c a l y empieza la comprensión. Ahora, a caminar libres de trabas, pero más obligados que nunca por inquietudes artísticas. L a m a y o r i a de edad trae la emancipación y , al par de ella, la responsabilidad. l>on Joaquín C h a p a p r i e t a , p r r f i i d r n l e d r i ( . o b i e r n o y m i n i s t r o de H a c i e n d a , a q u i e n la c i n e m a t o g r a n a e s p a ñ o l a debe el h a b e r logrado Ese afán de superación constante p a r a l a p r o d u c c i ó n n a c i o n a l e l trato d r f a v o r a q u e , p o r tantos c o n que deseamos v e r en la producción esceptos, es a c r e e d o r a pañola sería el mejor modo de responder a la rebaja de imi»uestos proyecdía 18 del corriente, redtunéndolas de modo que, al tada por un ministro «en contra de su jmlítica girar sobre ellas el gravamen de que se trata, no general». se originen cuotas excesivas. Por ello se fijan como Pero no es ocasión de comentarios, sino de alebase de imposición el 30 por 100 de las sumas que g r a m o s con todos los que han contribuido satisfagan a los propietarios de produccicmes cine— productores, distribuidores, artistas, Prensa matográficas las personas o entidades dedicadas a y cineastas en general-— a que el señor Chapala proyección de películas, en vez de la mitad de prieta haga ju.sticia al cinema español. diehas sumas; el 10 por 100 de las propias sumas, Y en nombre de todos esos elementos que durespecto de las pelícidas en español y producidas rante muchos meses han alentado nuestra camen España...* paña contra el odioso impuesto que devoraba a la cinematografía nacional, rendimos i m ferviente L o que quiere decir, en romance paladino y tributo de agratlecimiento y admiración al para que todos lo entiendan, que el impuesto excelentísimo sei^or don Joaquín Cliapaprieta v del 7,50 se ha hecho cinco veces menor, y queda, Torregrosa, Presidente del Consejo de Minisi por tanto, reducido al 1,50. ¡Seis enteros de venV titular de Hacienda. taja, que permitirán a la industria nacional de peliculas llegar a su desarrollo definitivo! Estamos de enhorabuena. Y también lo está A G substantial, el jiruyecto de ley <pie, para su aprobación, presentará el señor Chapaprieta a las Cortes: « . . . Teniendo en cuenta las enseñanzas de la experiencia, se propone la modificación de las bfises imponibles determinadas en lo Gaceta dd
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El gángster, jjor ohrii • criido, superando sus o.aracici >i n a- de \ IIÍL^ÍU .¡cliin uciiu,-. en h c i D . callejero y terrible. La revista y el libro liábanle importancia suprema, o la que vino a sumarse el cine, en su calidad de tiasunto insu >erable de aquel espejo paseado a lo laríro de Io< camino.- con ijuc "^tcml la! sintetizaba el género novelesco. En el mundo de la pantalla se iba a ülorificar ai yiunjsií,. l^je.- gioriticación, y no otra cosa, era el estilo iniciado jior Josef von Steruberp con esa obra maestra de buen cine emo(ñonante que se titula Ixi ley dfl Jiampa. I)el pressbook editado por la Paramount para facilitar la.s tarea.s |»ublicitari«.< de los emj>resarios en el lanzamiento comercial del film son las frases siguientes, claras precisas: «Se trata de la gigantesca ejiopeya de estos, hombres fuera de la ley. alzados contra la
Arorralailo por la Policía. Ivdward i',, Koliin^ón, el • gángster» de cilampa dor a d a » , intenta defenderse a tiros, resguardando su cuerpo tras de unos cajones del almacén donde strefugió
civilización y la justicia, y que hasta el tilti-^ m o instante, hasta el< postrer límite de sus,; fuerzas, d e f i e n d e n suj ideal, un ideal especia-1 lísimo, por el que matan y se dejan matar. L a angustia llega al p a r o x i s m o cuando se v e la ciudad entera encarnizarse en un solo ser, era irender su caza, acorra arle, lanzarse s o b r e é l . poniendo en • uego todas las fuerzas •'considerables de que «IriilO i»mr> Cagne> ru <i:onlra el • d i s p o n e , tropa* y arralles imprrío del rrinirn>:. de W i - ' mas, t o d o un material film Iliam Keighley. e n el «t^-nian». ijue escupe muerte por d r KfMihrn Manioiiliáii. u n a hinque p o n e e n juego su astucia, su toria d e conlrnbandiKlat. d r a l c o valor y su energía, para t r i u n f a r svis milbocassobrela v i h o l l l e v a d a al film r o n u n a « i n s u de loA «gansgters» que axolan las driera, que penuite v e r . l a r d e p u r a r i ó n d e r a l i d a d r » artíociudades r o n *u audacia v MU al otro lado, una fonu:i tirah maldad... iniínana q u e se agita, condenada a perecer.» s. pue.s, el delincuente, y no la socie<lad ofendida por él, quien merece las fras. le simpatía y de connii-" s. ración c(»n.signadas. El gángster, luegcj de triunlar en .sus tnicos má.s o ineno.s hábiles, más o "menos ine • i o - o > | , i u a v c D c e r las leyes .sembrando duelo.»; en torno a .sii pa.so iba adipiirieudo }ircstis:ii> apoteósico on reino encantado de las imágenes.
Después de L a ley tlel hampa, ei mi.smo V(»n Sternberg nos O Í I C H Í Ó r e d a d a . En.segiiida vinieron .-l/i/)». de Üoland \Vc'.>ít: ¡M h/trd/i, de James Cruze; Ciiamlo la riiulad duerme, de J.uk Conway: /•'/ rhib 73. de Irvinir Cummings; IM mrrel de ta redem-üm. de William .N'igli: De hombre a liombrr. .Irislócnitos del i-rimcfi. y (>troinu<;hos films, «pie constituyen una galería alucinante de exaltación «leí asesino. La cund)ie del género fué IJOS adíes de la ciudad, el admirable film de b'oubén Mamoulián. «pie revelo i talento de Svlvia Sidriev. Se llegó c«tn est^- film a c\lraordiiuuia dci>ur¡icion de calidatlcs ;irli.sticas ¡qdicadn.a una historia de contrabandi.'^tas de alcolio!, I ,a sinipitia hacia el licioc fue esta v e / , piobablcmcnli ti\ m a '•"'Illa
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Eii la m a y o r í a de los films de gangsters de esa primera época, apenas tenia intervención la labor policial; se binaban los asimtos, por lo común, en rivalidades de bsmdas delincuentes, y sólo en contadas ocasiones caia el criminal baio el peso d e la l e y . P e r o d e un m o d o o d e otro, fuese i m detef;tive o fuese un gángster conjo él quien castigara definitivamente al protagonista, (juedaba tras d e éste una estela de raro sentimentalismo, que equivalía al homenaje del cine a un veneno de la sociedad americana.
Hampa dorada, la asombrosa realización de .Mervyn 1^ R o y , inició el descenso del gángster como héroe. L o seguía siendo; pero y a la aureola romántica que le infimdieran los animadores de .sus precedentes aventuras en el celuloide desaparecía, dejando paso a la realidad d e su condición odiosa. Hampa dorada. Los seis misteriosos y Scarfa'V forman la g n m trilogía cinematográfica en que el gángster aparece tal cual es: como un vulgar pistolero sin heroísmo posible, despóticamen-. te soberbio en la victoria. ¡Qué diferencia entre la arrogante actitud de fiera acorralada tra- • (incida por George B a m r o f t en IM ley del hampa; IJCO Carrillo, en De hombre a hombre, o Paúl Lukas en Las calles de la ciudad, y la lamentable desesperación de E d w a r d G. Robinsón en Hampa dorada: Wallace Beery, en Los seis misteriosos, y Paúl Mimi, en Scarface George líill v íínward ííawk^ realizadnn- ilc
f Scarface», la peliculn <|ue dio a Paúl Muni uno de nu» má» r e •tonanles tríunfott. forma, eoit «Hampa dorada» y <l.o8 sei* mÍ8terío«0!i». la gran trilogía cinematográfica en que el «gángster» aparece tal como ea
El «gángster» del género clásico — aqui es James Cagney en c l ^ senda del crimen»—encarga por anticipado una corana para el rival que asesinará pocas horas después...
los dos fihns nombrailos en último lugar—llevaron al cehdoide una selección oportunísima d e epi.síxiios auténticos d e l gangsterismo, y en .\1 Capon<> bu.scaron un(j y otro fuente principalísima de inspiración; incluso algimos nombres recordaban sin dificultad sus modelos reales. A s i , í^olino, el jefe de banda asesinado en IMS seis misteriosos, es un fiel trasunto de Golosino, el enemigo y víctima d e Cápeme, y T o n y Camonte, el protagonista de Scarface, es la estampa espiritual y popular del propio Capone, cuyo apodo —que en castellano sería Caracortada- »e aprovecha en el título. Esos tres films, prodigici.sos de interés, de emo »ñón, de realismo y de perfección técnica, m a t a ron al gángster como héroe cinematográfico. Y durante algún tiempo enmudecieron en la [>ímtalla la.s ametralladoias de_^3iMiS6íir
Koosevelt. en la Casa Blanca. Se ha abolido, aimque sólo sea parcialmente, In eimiienda de Volstead. El ciudadano yanqui puede belier cuanto alcohol quiera, y el gángster resulta innecesario en su antiguo oficio. Pero los hombres de baja extracción que dejaron sus empleos de fábricas y talleres o su alegre golfería callejera, para v i v i r principescamente con el príidigo negtK'io del contrabando, mal pueilen resignarse a prescindir dc sus grandezas y reintegrarse a la humilde existencia anterior. Y se convierten en atracadores, en secuestradores, en ladnmee a la usanza antigua. También en
esta nueva actividad les sigue el cine: La ley del Talión, de I r v i n g Cunmiings, o Doble secuestro, de Murray R o t h . Mas esta nueva actividad del gángster no logra en el cine la esperada fortima...
H a y que resucitar, se dicen los productores, las grandes historias, las luchas encarnizadas, los tiroteos incesantes, l a » perse<niciones que apasionan. Pero desde mediados de 1934, el cine se rige en América s ^ ú n el Código d e Moral dispuesto por W i l l H . I l a y s , y aprobado por !a Motion Pictures Producers I n e (Asociación de Productores d e Películas) y la Motion Picture Producers and Distributors of .\merica (Asinñación de P r o ductores y Distriliuidores de Peliculas de A m é rica), los dos organismos que agrupan la casi totalidad del mercado. Y en ese Código hay un capítulo, precisamente el primero, q u e detalla en sus cuatro apartados una serie de circimstancias que habrón de omitirse con toda atención en cuantas peUculas presenten crimenes contra la ley. Y por ello decidiéronse los productores a inspirar sus films en el esfuerzo de quienes persiguen al delincuente. Así nacieron las cintas de la nueva etapa: Contra el imperio del crimen, de W i l l i a m Keighiey; A las doce en punto, de Alan Crosland; IM destrucción dd hampa, de Sam W o o d ; Estrella de medianoche, de Stephen Roberts; Pasaporte a la fama, de John F o r d . . . T o d a s ellas, y especialmente Contra el imperto del cnmen V La destrucción del hampa, son capítulos de la titánica lucha d e los g-men (abreviatura d e govemmentman, nombre que se da a los policías del Estado) para terminar con la ola d e bandidaje desencad e n a d a en la A m é r i c a del N o r t e . l ' n g-man priístigioso, Thomas F . Callen, permanece en H o l l y w o o d como delegado esjiecial del Departamento de Justicia de Washington para asesorar técnicamente en la producción de las películas a la gloria de sus compañeros.
MIGUEL fu^eSeruba ^ i
LUANA
mú&adeL
Primero los destinaron a Ceuta. Más tarde, hacia Riffien, el campamento de la Legión 1 pañola. Iban a servir bajo la misma bandera. Cierto día, hallándose en un cabaret moruno, un falso movimiento de Lucas hizo que su cartera cayese al suelo. Cuando Gillietti, amable, hizo ademán de recogerla, Lucas, rápidamente, se adelantó, barbotando con súbita cólera; — ¡ D e j a eso! N o consiento que nadie toque mis cosas ni mis... recuerdos. Jadeante, trémulo, soportó turbado la mirada interrogante y desafiadora de Pierre, el cual, pese a la rapidez con que la escena habíase desarrollado, tuvo tiempo de descubrir entre los papwles que a.somaban entre los compartimientos de la cartera, una tarjeta de identidad. L u cas, y a más calmado y vencido por la actitud de Gillietti, añadió: —Perdona. Aquí, en la Legión, como en todas partes, cada uno tiene sus pequeños secretos. Sus recuerdos inconfiables. Se trata de cartíis de mujer, y eso, .entre hombres, es sagrado. T ú lo sabes, ¿verdad? A Pierre, desde aquel instante, la conducta de Lucas empezó a parecerle sospechosa, turbia.- Sin saber por qué, recordó la mirada inquisitiva y extraña que un día cierto hombre mal encarado fijó sobre él, hallándose aún en Barcelona. Todos los actos de Lucas inquietábanle, sin saber exactamente por qué. Aquellas charlas inacabables, con insólitas alusiones a Montmatre; aquellas frecuentes invitaciones a beber; aquellas excitaciones a la confidencia, hacíanle sospechar alguna turbia finalidad que no acertaba a descifrar del todo. Instintivamente, adivinaba en Lucas un espía disfrazado, un «soplón» despreciable aferrado a su vida para arrancarle, en momento propicio, una confesión que le fíermitiera cobrar la prima de 20.000 francos prometida a quien descubriese al asesino de la rué St. Vicent.
BAMDER Duvivier ha realizado, con su talento su experiencia bien acreditados, un nuevo film. Se trata de la adaptación de una novela de Pierre Mac Orlan, titulada La bandera, cuya acción se desarrolla en París, en Barcelona y en la zona española de M a rruecos. E l elenco de artistas que en ella interviene — Annabella, Jeán Gabín, Robert le Vigán, franceses, y el español Castro Blanco, entre otros — no puede ser más selecto. N o s hallamos, pues, ante un film de altas valoraciones técnicas y artísticas, a las que ha de añadirse la aportación de un escenario rico en episodios del más elevado interés, y en el que resplandece, junto a la labor meritlsima de los artistas, la perfección de las fotografías y la belleza y pintoresquismo de los lugares y los ambientes en que la acción se desarrolla, el genio creador de Duvivier, el gran realizador de tantas admirables películas, y cuya jerarquía en el mundo de las imágenes nadie osa discutir.
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"ULIÉN
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P a r a que nuestros lectores puedan juzgar del singular interés que encierra el argumento de La bandera, vamos a describirlo a grandes rasgos, consignando de un modo sintético el nervio de su trama y sin penetrar en el anáhsis literario de sus matices psicológicos, tan del gusto de Duvivier, > que en este film, como en ningún otro del mismo realizador, b a n sido plasmados en imágenes de un modo magistral.
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Alta noche en Montmartre. Pronto la lívida luz del amanecer rasgará las sombras. E n la solitaria rué de St. Vicent se oye el rumor de unas voces rotas, desarticuladas, incoherentes Se trata de una pareja. H o m b r e y mujer. I>os dos, ebrios. Y elegantísimos. Están borrachos de champán y de baile. Trabajosamente, y entre risas, remontan la calle. E l ritmo cálido de una canción de cabaret sube a sus labios de vez en vez. De pronto, una puerta se abre y deja paso a un hombre. E s Pierre Gillietti. L a muchacha, que obstruye la salida, tartamudea junto al hombre que huye: —Sólo este baile. Este naúa, más. Sea amable conmigo y bailemos. Gillietti la ha tomado repentinamente por el talle para poder escapar. I..a escena es rápida. Súbitamente, la muchacha nota, con terror, que la sangre fluye de su costado. Grita: —¡Sangre! ¡Tengo sangre! Y cae pesadamente al suelo para no levantarse más. Pierre Gillietti, entre tanto, se ha hundido en la sombra.
• • Barcelona. Pierre vaga por sus calles, un poco turbado por el pintoresco bullicio de la gran urbe. ¿Cómo tan lejos de Montmartre y entre aquel tumulto podrá nadie descubrir su dramático secreto? U n tugurio del Barrio Chino, mitad hostería y mitad lupanar, le sirve de cobijo. Dos compatriotas, compañeros de hospedaje, le hacen algunas prudentes advertencias, considerándole, como ellos, un «fuera de la ley». Pierre, cierto día, al levantarse, halló que su cartera habfa desaparecido. Aquel suceso le convertía en un ser errante, privado de documentación y de recursos. L a perspectiva de un hambre segura a v i v a b a aún más su terror a la Policía. L . nna ocasión, su insatisfecho apetito llevóle a aceptar un plato de sopa que le ofreció una mudiiaclia, alojada en su misma pensión. Por ello hubo de sufrir ciertas irónicas frases de un compañero de hospedaje, a las que respondió adecuadamente. E l altercado degeneró en riña, y el francés, perseguido por los agentes que acudieron, vióse obligado a huir. ¿Qué hacer? U n llamativo anuncio atrajo su atención. El Gobierno español invitaba a cuantos lo desearan a inscribirse en las filas de su Legión Extranjera. Aquello significaba para él la liberación. Y se alistó. E r a joven, fuerte, activo. I ^ I.«gión no exige documentos de identidad ni investiga el pasado de los que a ella se acogen. E n ella, mejor que en parte alguna, podría hacerse olvidar, e incluso olvidar él mismo. Otros dos franceses se alistaron el mismo día. Marcel Mulot, un desertor que, vencido por la miseria, hallaba una nostálgica y evocadora satisfacción en vestir de nuevo un uniforme militar, y Lucas, vivo, charlatán y efusivo, pese a sus aficiones burguesas y plácidas. Pronto los tres fueron amigos.
Castro B l a n c o , el actor español, tiene en « L a bandera» una imnortanle tervenciiSn. V e d l e aquí en una escena de dicho film...
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Su ct)nvivoncia con Lucas ora iin(M)siblo liospués de aquella horrible duda. Solicitó y obtuvo un cambio de l'umpai^ía. .Aspiraba a combatir contra los rifeñtw, a buscar una ocasión para morir de una manera heroica. T o d o menos jH-rmantvcr junto a su mliado rival. V un día, con su inseparable y Ixjndadoso Mulot al lado. i)artió hacia el Sjir. Libre df la inliosa presencia de Lucas, y conf(»rtado por la amistad del desertor, Gillietti recobró la alegría de vivir. '\' con olla, vino ol amor, personificado on la grácil figura de ,\ischa la Slaoui, bella, vivaz y menuda Tratábase do una bailarina mora, a la que conoció en un café-fowcer/. Por su parte, .\ischa amó pronto a Fierro como salH'u hacorlo las nuijoros do su raza. Con ardimiento, con pasión cnlo<iuecida y absorbente. U n a ceremonia niarnxiul, on la cual los obligaron a bol)er, mezcladas, sus sangres respectivas, les hizo esposos. V a oran para siempre ol uno del otro. Cuando Pedro fuese licenciado, se internarían aún más hacia ol Sur, donde serla - olla so lo .iijo -cariñosamonte acogidos por la tribu de los Slaouis. Y Gillietti, ante la amable perspectiva, saboreaba do antemano a(|uol porvenir apacible y tierno entre seres que jamás intentarían saber lo que él deseaba que todos ignorasen. Mas su dicha duró poco. .\1 campamento llegó un nuevo contingente de fuerzas, y con él, Lucas. Pero, ¡ah', Gillietti va sabia a qué atenerse respecto de su enemigo, y estaba dispuesto, fuese como fuese, a malograr sus torvos propósitos. Pierre advirtió bien pronto <iue la belleza de Aischa había impresionado fuertemente a Lucas. Y concibió un plan. Cierto día on que se hallaban reunidos los tres, I*ierre, contra su costumbre, mostró con su espesa una conducta excesivamente severa. Luego, a solas con ella, le explicó; —Tenía que hacerlo así, amor mío. Ese hombre que acaba de llegar es mi enemigo más encarnizado. Necesito que me ayudes, que me defiendas contra él, por duro y violento que resulte para ti. T e desea. L o he adivinado apenas llegó. —Pero...—balbució Aíscha, sin comprender aún. —\'erás. Cuando yo salga de operaciones con mi columna, muéstrate amable con él. Incluso habíale mal de mí. Prométele cuanto desee y hazle beber. Eso es lo que deseo de ti, Aischa mía. Por nuestro amor te lo pido. E s preciso que y o sepa quién es, lo que quiere de mí. ¿Comprendes? Sólo así podré desembarazarme de él. .\íscha, sumisa, lo prometió. Y tan diestramente desempeñó su cometido, tal confianza inspiró a Lucas, que éste no vaciló en confiarla sus deseos; —Puesto que tanto le aborreces, te indicaré un medio para librarte de él. Apenas regrese, pregúntale; «¿Qué hacías tú cierta mañana, ahora hace un año, en la rué St. Vicent?» E l . seguramente, se turbará y su rostro se tornará sombrío. Si es así, házmelo saber. V o entonces presentaré una denuncia contra él, y, una vez preso, tú y yo huiremos a Europa, donde podremos vivir felices con el dinero que la detención de Pedro b a de proporcionarme. ¿Entiendes? Al regreso de Pedro, Aischa le describió la escena. E r a todo cuanto Gillietti anhelaba saber. Comprendiendo que era llegado el momento de afrontar resueltamente la cuestión, interpeló a Lucas; — Y o soy, en efecto, el asesino de la rué St. Vicent. Para obrar como lo hice tuve razones que no he de explicarte. — L o que no imp>edirá que vayas a la cárcel. — E s o lo veremos. Para buscar una huida rápida, Pierre solicitó ser destinado a un peligrosísimo blocao incesantemente hostilizado por los rebeldes. Pero Lucas, decidido a toda costa a no abandonar su presa, pidió igual destino. Desde aquel día, ambos convivieron en el infierno de aquel blocao, cuya guarnición diezmaban las balas enemigas. Los socorros pedidos no llegaban, y la situación era insostenible Í-os rifeños lograron envenenar el agua que habían de beber los legionarios, y las privaciones de toda índole aniquilaban a los pobres soldados. E l capitán de la fuerza, herido de un balazo, encargó a Gillietti, antes de morir, el mando de la y a escasísima dotación del blocao, .\1 saberlo, Lucas mostró al oficial moribundo el carnet de identidad de Pierre, y le acusó de asesino, con la insensata esperanza de que el capitán le relevase de la obligación de obedecer a un criminal. — H a s hecho mal en enseñarme eso. Hubiera preferido ignorar cuanto me has contado. E n todo caso, el heroico comportamiento de Gillietti bien merece el olvido. L o va a pagar seguramente con su vida. Lucas se reintegró a su puesto junto a Pierre. Mulot, el bondadoso y cordial Mulot, acababa de caer también. Y a no quedaban en el blocao más supervivientes que Lucas y Gillietti, cuyo valor y sangre fría ante el peligro su rival no podía por menos de reconocer, a pesar suyo. Pierre habló el primero: —Estamos solos. Vamos a morir seguramente. O tal vez la providencial llegada de los refuerzos que desde hace tantos días esperamos nos salve. E n cualquier caso, ¿tendré que seguir guardándome de ti, de tu asedio, de tu espionaje? B a j o la leal y limpia mirada de Pierre, Lucas sintió vibrar, dentro de sf, nn resto de nobleza / de bondad. Y respondió; — N o . N o tienes ya nada que temer. Seamos amigos. U n silencioso apretón de manos selló estas palabras.
Le Vigán, .Ximos y Jeán Cabín, en un momento de ÍBteM« emoción de « L a boadera»
Catitiin Modot (de pie) y Le Vi^án (sentado en la
cama) conversan e a el deraaitorio del CHarlel
l'na eseena de gran patetismo es esta en qne la quinta bandera de la Legión rinde honores a los bravos que cayeron en la lucha
A lo lejos se oyó el vibrante clamor de un clarín. columna llegaba. —¡Lucas, estamos salvados! Y a vienen los nuestros. ¡Ah! ¡Qué bello es vivir! ¿Verdad, Lucas amigo? Y en aquel mismo instante una bala enemiga cortó el hilo de la existencia de aquel bravo. Cuando, pleno de optimismo, clamaba por la vida, la muerte se lo llevaba. Lucas recibió en .sus brazos el cuerpo del asesino de la rué St. Vicent, que habia luchado y muerto como un héroe.
Y a licenciado, Lucas regresa al café moro. V a a reintegrar a Aischa una moneda que ésta había entregado a su esposo, a modo de talismán, cuando marchó a combatir. — T o m a esto, Aischa. T e lo traigo en recuerdo de mi amigo Gillietti, que ya no p>odrá seguirte hasta el Sur, como tan ilusionadamente habia soñado. Adiós, Aischa. partió.
«OIDADO LA OBRA Cm%RÍ del COlOJOoteíCINE
ARTISTAS ASOCIADOS
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R D L ÑA (JLAN-DE)
Nació en Madrid el 27 de Diciembre de 1906. Desde niño sentia irresistible atracción teatral: leia apasionadamente cuantas comedias impresas caian en sus manos, y el juguete de su predilección era un teatrito de regular tamaño que su padre hizo instalar para él en el jardin de su casa. ObtuTO el titulo de Bachiller en el Instituto de San Isidro, y luego, según los deseos familiares, empezó a estudiar la Carrera de Ingeniero de Caminos. No pasó del segundo curso; las M a temáticas no se aventaa con su temperamento. Pero tampoco li|piió m á s allá del tercer año en la Carrera'de Derecho, c o menzada después. Qxierfa ";F'r ARTOR, y sólo actor, y sus deseos acabaron por tTl|pfar. En 1933 debutó en el Teatro Fontálba, con la Con^tañia de Emilio Thuillier; logró su primer gran éxito en la obra «Las canas de Don Juan». Por entonces desdeñaba el cine, qugye parecía un arte inferior: p o r simple liferiosidad se presentó a Peres Lugfn, que buscaba muchachos para {nterrenir en « L a casa de ia Troya»; pero al director le pareció bien el joven actor, f le confió un papel importante en la cinta. Orduña le tono gusto a esta nueva actividad, y enseguida logró constituir por sus gestiones la Casa productora Goya Film, con la que hizo «Boy», su resonante triunfo cinematoglAíico. Formó más tarde una Compafita ^atral, con la q u e r e corrió España, refilesentando la versión escénica del misHHD asunto, hecha por Linares Rivas. Ha ihlo el único intérprete íkol que compartió las tareas de actor espafto con las la de director
La casa de la Troya. Alejandro Pérez Lugín y Manuel Noriega. La revoltosa, Florián Rey. La chávala. Florián Rey. Boy, Benito Perojo. Pilar Guerra, José Buchs. Los vencedores de la muerte, Antonio Calvache. Rosa de •sacrificio, Mario Roncoroni. Estudiantes y modistillas, Juan A . Cabero. Una aventura de cine, Juan de Orduña. Las estrellas. Luis R. Alonso. El rey que rabió. José Buchs. Nobleza baturra (versión sonora), Florián Rey.
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OBINSON (EDWARD G.)
Nombre verdadero, Emmanuel Goldenberg. Nació en Bucarest (Rumania) el 12 de Diciembre de 1893. Niño aún, se trasladó con su familia, de origen judío, a los Estados Unidos; ya hombre, obtuvo la ciudadanía norteamericana. Aprendió la primera enseñanza en las escuelas públicas de Nueva York y se graduó en A r tes en la Universidad de Columbia, Pensó dedicarse a la política, vistas sus grandes dotes oratorias: le atrajeron mós tarde los estudios de Derecho,^, por último, decidió ser actor. Intervino en varias representaciones de aficionados, y acat>aba de emprender su carrera profesional en las tablas cuando se daclaró la intervención yanqui en la guerra; vi^p a Eurofa, sirviendo en la Marina, y ét ofreció luego al Cuerpo de Enlace por su excepcional dominio de los idiomas; pero antes de que el Gobierno resolviera se firmó el armisticio. Regresó a Nueva York, y se consagró definitívamente al teatro; pronto gozó de considerable prestigio, y llegó a ser uno de los actores más populares del país, admirado por su ductilidad extraordinaria, que le permite encamar los tipos más diversos. En 1924 le contrató por primera vez una Casa de películas; pero en el viaje a La Habana, en donde se iban a impresionar los exteriores del film de su debut, se puso enfermo de tal gravedad, que hubo de ser sustituido Mor otro actor. Trabajó en varias cintas ijfll il 1 mas su triunfo en la pantalla no OÉfeó hasta el cine sonoro. Está casado colfla actriz teatral Gladys Lloyd, que es también gran pianista. Estatura, i. Cabello negro.
metros. Ojos pardos.
Nació en Marsella, de padre francés y madre italiana, el 23 de Abril de 1914. Cuando apenas sabía leer y escribir y empezaba a definirse en la escuela como alumna de gran aplicación y seriedad, obligaciones paternales desplazaron a la familia hasta Madagascar. Instalados en Tananarive, alli hizo Simone tus estudios, y aprendió a amar la vitta al aire libre, saboreando sus frecuentes escapatorias al campo y a las playas. R E G R E S A Francia poco antes de cumplir los die^VIcis años de edad, y de<á4|ó entonces reamar el deseo que perfiló Itomuchas h o n s de ocio: ser actriz de t e a n M d e cine. Planteado a sus padres el pc^P^o. una negativa rotunda fué la inmediata respuesta. Pero tratábase de Tocación sentida fuertemente, y Simone acabó por triunfar en su combate coti^ano de defensa de sus aspiraciones. Peregrinó de teatro en teatro, y por fin OBTUTV un modesto papri en una comedia del Apello. El cineasta Jeán Tarride le asignó un puesto insignificaaÉM| en un «sketcll». Siguieron unos mesa^^V inacción, y roapareció en el teatro de los Bouffes, e n w n a n d o ima figura de pastora en «La&venturas del rey Pausóle», de Pierre L w y s . La vio trabajar el director de peUewas Turjansky, y la hizo aparecer en oa||ietido destacado de su nueva realizacióa, en la que Simone se reveló como graa actriz de fina línea cómica. Interpretó otras cintas en Alemania y Francia; a« consagró en «El lago de las damas» p w su labor admirule, y en Agosto de 1935 marchó contratada a HoUyvrood.'i Estatura, 1,63 metros Cabello castaño.
l^l^l^^jH^^flo.
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(SIMONE)
Pelieulat que ha interpretados
1,75 metros. O j o ^ pardos
Estatura,
IM O N
El cantor desconocido (Le chanteur inconnu), Wratysiaw Turjan.sky. La chocolaterita (La petite chocolattére). Marc Allegrett. El hijo de América (Un fils d'Aménque). Carmine GaUone. El rey de ¡os hoteles (Le roi des Falaces). Carmine Gallone. La estrella de Valencia (L'Etoilede Valence). Alfred Zeisler. El lago de las damas (Lac-aux-Dames), Marc Allegrett. Ojos negros (Les yeux noires ) , W r a tysiaw Turjansky, Los bellos días (Les beaux jours ) , Marc Allegrett,
Ojos azules.
OORE (GRACE)
Nació en JalUco (Tennesse) un 5 de Diciembre. Es hija de un acaudalado banquero e industrial. Se crió en las montañas de Cumberland (Maryland). Quería ser misionera cristiana en China, y fué presidenta de la Unión de Jóvenes Baptistas; por entonces empezó a cantar ante el público, interpretando los solos de los oficios dominicales de su parroquia. Estudió en un colegio de señoritas de Nashville, y súbitamente cambió el horizonte de su aspiración por haber escuchado en un concierto a la célebre cantante de ópera Mary Garden. Solicitó y obtuvo el permiso de sus padres para educarse la voz en una academia de Washington; pero encontró negativa terminante cuando habló de debutar en un teatro. En vista de ello, se escapó de su casa, y con uj amiga marchó a Nueva York. Se insta en el barrio bohemio de Greenwich Villa-'' ge, y para ganarse la comida cantaba en el restaurante El Gato Negro. Siguió estudiando música: quedó afónica una temporada; recobró la voz gracias a atinado tratamiento del doctor Mariofiotti y d e ^ butó por fin en una comedia flMaical. EaP cuanto reunió algún diner^^archó a Italia y perfeccionó su artó> ton GattiCassazza. Nueva York otra vas un gran salto desde Broadway hasta la Metropolitan Opera House, en donde cantó por primera vez « L a Bohime», el 7 de Febrero de 1928. Al poco tiempo tra la cantante de mayor prestigio de llorteamérica. En 1930 hizo dos pelíciMjP en Hollywood. Volvió a Europa, y ffflk travesía conoció a Valentín Parera: Ún idilio rápido y una boda que se cdebró en Cannes el 15 de Jidio de 1931. Estatura, l j % metros. Ojos azules Cabello rubio
Pelíeulas que ha interpretados Dos segundos ( Two seconds ) , Mervyn L e Roy / loved a Wornan. Dark hazar4. Hampa dorada (Little Caesarj.^^Fvyn Le Roy. El rey de la plata^KjmrDoUar ) , .\lfred E , Green, Pasto^K^iburones ( Tiger Shark ) , HowarÍTHawks, E21 pequero gigante (Tht lillle giant). Roy del Ruth, £/ hombre de las dos caras (The .Man With Two Emees). Archie Mayo, Parte a la fama (Twhe wole town's Hg ), John Ford.
Pelieulae que ha inter
Película» que ha interp Claro de luna (The New Moon). Música de besos (.i lady's moral). Una noche de amor (One night of Une), Víctor SM:hertzinger, Quiéreme t siempre (Love me forever). Víctor Schertzinger.
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clias de nuestras mujercitas y secn, unas, la convicción de que son realmente bonitas, y otras, de que casi lo .son, lo que, en muchos casos, aumenta sus atractivos. En el fondo, todas ellas se consideran dichosas; pero... Siempre hay un «pero» que ensombrece su dicha. Esta siente la preocupa, ción de una pequeña arruga verti^ cal, situada sobre la nariz, entre los ojos, que resta fulgor e interés a su mirada, y su único afán estriba en hallar una pasta, un masaje, un remedio cualquiera, para borrar de su rostro esa tara abominable. L a de más allá sufre lo indecible porque sus caderas tienden a aumentar progresivamente su volumen, con lo que su silueta pierde esbeltez. Su feliíñdad m a y o r seria encontrar, sin gimnasia ni masaje, por supuesto, nn medio de reducir grosor que tanto la afea. Y , en general, todas las muje es desearían resolver—cómodamente, desde luego—el gravísimo problema de la perfección de sus senos. P e r o todas ellas, en absoluto, se sienten inl'na bella folo de Grace .Moore «obre el irampolín de la piscina de su residencia de Baverly Hills
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L anhelo de c l a r e c e r cada dia más j bellas, comiin a todas l a » mujeres d d globo, desde las ^ ) o c a s más l e motas, se halla en los actuales momentos en el perío<lo de su m á x i m a culminación. EUlo se advierte apenas se cruzan cuatro palabras con cualquier mujer que poeea el sentido e x a c t o de la época en que v i v i m o s , posiblemente una de las en que más exaoerbadamente se ha rendid o culto a la belleza.
La belleza plácida e iagenua de Magde Evans ae acentáa coa este sugestivo «maillot», que realza la belleza de la notable a c t r i z d e ia pantalla
Eee constante afán de perfección lee h a llevado a discernir y a v a l o rizar con evidente suficiencia sus cualidades estéticas. A s i , pues, mu-
B«<ly L a w r e « c e lace sn h i a n d a M I c a a sobre la fia de U p U y a de M a -
capaces de sacudir su pereza, d e hacer el más pequeño sacrificio de su comodidad, por obtener lo q u e tan anheladamente ansian. Si se les indica un régimen alimenticio que reduzca sus grasas, suelen argüir: —¡Oh, no! Eis exageradisimo. M e moriría de hambre. Si se t r a t a dc someterlas a im procedimiento de gimnasia física, aseguran, indignadas: —¡Qué locura! ¿Qnién es capaz de rea-
•» izar t'íios ejercicios tan violentos? A las tres meses parecería un luchador... ¡De ninguna manera! T o d o esto, en realidad, no es sino la expresión de una invemñble resistencia a deponer su proverbial indolencia, aunque ello traiga consigo la ruina absoluta de sus encantos. Antes que conceder un pequeño margen de sacrificio, de esfiierzo a sus deseos, cualquier cosa. L a fealdad, inclusive. P e r o ninguna titubea ni vacila cuando se trata de solicitar del médico—como si éste fuera capaz de realizar milagros—algunas pildoras, unos sellos, unos polvos que consigan hacerlas adelgazar diez kilos en algimas semanas. Ello, por supuesto, sin privarse de comer cuant o se les antoje y sin necesidad de introducir alguna modificación en su habitual y pernicioso sistema de vida. L a s mismas mujeres que no teniendo otra cosa que hacer sino cuidar de si mismas se pasan voluntariamente ante el espejo dos o tres horas diarias dedicadas a elaborarse im maquillaje absurdo y complicado, afirman, muy circunspectas, que aunque quisieran no podrían dedicar media hora de su j o m a d a a un régimen racional y científico de embellecimiento. ¿Qué hacer contra esta tácita resistencia? ¿Cómo llevarlas a la convicción de que ese criterio es suicida? Y , sin embargo, un gran número de mujeres—muchas más de las que pudiera creerse—podrían alcanzar, en poco t i e m p o , ima posit i v a y auténtica belleza. Ba.staría para ello el .sometimiento a un pequeño esfuerzo prolongado, coordinado, lógico, de perfecta orientación. Perf> son incapaces. Y cuando,
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excepcionalmente, alguna se decide a aceptar algún consejo en tal sentido, exageran y acentúan de tal m o d o el régimen, sin duda con la esperanza y el deseo de llegar pront o al fin deseado, que los efectos son c o n t r a p r o d u c e n t e s y determinan resultados inversos a los apetecidos. P o r lo común, la mujer—la española, singularmente—fía demasiado en los milagros de la ciencia, sin advertir que no puede realizarlos, aunque en muchos casos un resultado casi increíble les dé esa apariencia. En realidad, ello ha sido simplemente el fruto lógico de una mutua cooperación entre el doctor y el enfermo, cualesquiera que fuese sn dolencia.
Adriannr Ames está ronsidrrada en Hollywood romo una de las aetríres del >ecran» que mejor <>e maquilla, (anlo para la ralle como para actuar ante la cámara. F.lla, sin embargo, traía de hallar aún nuevos perfeccionamientos y se asesora dei profesor de cosmética de los F.studios, que aparece PI) e<ita página ron la notable estrella
P a r a ser bella, la primera condición que ha de tener la mujer es poseer un hermoso cuerpo. U n cuerpo sobrecargado de grasas no es nunca bello. Si la naturaleza tiende a <;onvertir, en ciertos casos, en grasas cuantos alimentos se ingieran, sólo existe un medio para combatir esa tendencia: reducir el v o lumen alimenticio paulatina y progresivamente, hasta que el cuerpo recobre su peso normal y cientifico. El apetito es, además de una necesidad, un hábito, más o menos imperativo, según la voluntad y la constancia de quien sabe rechazar sus exigencias. T o d a mujer que logre reducir su apetito a los límites estrictos de su necesidad, puede tener la esperanza de conservar au salud en perfecto estado. MIOSOTYS
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Biblioteca de
americana. D O N Q I I N T Í N frunce el ceño. Los demás tienen un gesto asustado. P A C O avanza con seguridad hacia el grupo. Silencio. P A C O saca del bolsillo la aceituna y se la presenta a D O N Q U I N T Í N con la mano izquierda. P A C O . — ¿ H a sido usted el que le ha tirao la aceituna a la joven que venía conmigo? D O N Q U I N T Í N toma la aceituna, la mira, la huele. QuiííTÍN.—Sí, señor. P A C O . — P u e s se la v a usted a comer... ¡Ahora mismo! D O N Q U I N T Í N mira a los ojos de P A C O . Luego, rápidamente, a la mano oculta en el bolsillo de la americana, en la que presiente un revólver. La expresión de P A C O es tal, que D O N Q U I N T Í N , sin perder lo más minimo su dignidad, sin gestos de mudo ni vacilación alguna, se come la aceituna. S E F I N I está asombrado. A N G E L I T O intenta disimuladamente irse. luiNTÍN.—¿El hueso no querrá
ventanilla. El autobús frena y para. . A N G E L I T O se levanta. A N G E L I T O . — B u e n o ; yo me quedo aquí para inspeccionar los pues- • tos de taxis de este barrio, a ver i si damos con el de la aceituna. S E F I N I . — Y yo v o y a hacer lo mismo a la Princesa. ¡.\bur! NiJM. 117. El autobús parado. A N G E L I T O , al descender del estribo a la calle, tropieza con F E L I S A , que va a subir. La escena que sigue se desarrolla mientras bajan los viajeros y suben los que esperan en ¡a parada. . \ N G E L I T O . — ¡ U s t e d perdone! I ' E L I S A . — N o hay de qué. Pero,,. A N G E L I T O . — ¿ E s usted? F E L I S A . — E n un cacho. A N G E L I T O . — ¡ Q u é casualidad! ¿Y qué hace usted en Madrid? F E L I S A . — E s t o y .sirviendo. A N G E L I T O . — ¡ Q u é suerte tienen algunos! ¡Mira que estar servidos por esas manitas...!
pre. ¡Que me ha tiKao a mf ul hueso! Hace grandes visajes, como si el hueso se le hubiese atragantado, a t ü . 115. En un autobús del servicio público. A N G E L I T O y S E F I N I van montados en el segundo piso. Han pasado dos o tres días desde que P A C O hiciera comerse la aceituna a D O N Q U I N T Í N . S E F I . V I . — Y a me voy cansando de buscar a ese tío pfjr to M a drid.
F E L I S A . — N o ; y a he desistido, porque aquí, en España, está eso muy mal todavía, y de Hollywood no la llaman a una tan fácilmente. Ahora estoy tomando lecciones de canto, a ver si puedo debutar como cupletista. - A N G E L I T O . — M i r e usted qué casualidad. Precisamente conozco y o mucho a uno que tiene un cabaret con atracciones. Si usted quiere, le hablo. F ' E L I S A . — N o deseo otra cosa. Desde hoy es usted mi manager. ¿Hace? A N G E L I T O . — R u b r i c a o . Si no debuta usted antes de un año, me dejo cortar una oreja. I - E I . I S A . — ¿ D e veras? \ N G E L I T O . — E s o es cosa hecha. ,\ii<jra vamos a hablar de la comisión. ¿Le parece a usted excesivo un btíso ahora y otro al firmar el
DON Q U I N T Í N , E L A M A U G A O
contrato? (Se oye un maullido.) N o maulle usted. F E L I S A . — ¡ P e r o si yo no he mau- í Ilao! Se oye otro maullido. Los dos se | contemplan sorprendidos. ANGE- ' L I T O mira debajo del asiento y ve ' una gata con seis gatitos. \ ANGELITO (conmovido J . -¡Qué i hermosa es la maternidad! | Coge una mano de F E L I S A , mien- \ tras ésta baja castamente los ojos. ¡, NÚM. 119, En el mostrador de un ', bar. .-ilgunos clientes, entre los j que están S E F I N I y D O N Q U I N T Í N , j Q U I N T Í N . - - . T ú no buscas con in- ; teres, Sefini. S E F I N I . — Q u e sí, Don Quintín; j se lo juro por la salud de mi madre. \ Q U I N T Í N . — P u e s entonces es muy • raro que no hayamos dao con él. i S E F I N I . — Y o he recorrió todos ; los puestos de taxis de Madrid, ^ Q U I N T I N . — P u e s hay que dar con ' él, cueste lo que cueste. Matar a | ese hombre que me afrentó es la ^ F E L I S A . — V e o que no ha cambiaúnica ilusión que me queda en la i do usted. ' A N G E L I T O . — ¡ O i g a , que se v a el vida. Conque ya lo sabes. u ac d que me lo coma? ("Se lo deS E F I N I mira temeiosamente a D O N \ autobús. ¿Dónde v a usted? vuelve.) QUINTÍN. I F E L I S A . — A la Moncloa a un P A C O . — E l hueso se lo va a traNÚM. 120. En la calle. Una pa- \ recao. gar ese señor que se va. rada de «.taxis*. D O N Q U I N T Í N , ' A N G E U T O , — P u e s se le invita a Le da el hueso a . A N G E L I T O , el cual empezando por el último, observa \ taxi, y así hablamos ptir el camino, se lo traga. cuidadosamente a los chóferes. El FELISA.—¡Aceptao! P A C O . — Y esto, ¡pa u s t e d ! / T o » " » primero de la fila es el *taxi» de ' NtÍM. 118. Transición rápida al un doble de la mesa y se lo tira a P A C O , quien se halla sentado al nterior de un utaxit en marcha. S E F I . N I . ) ¡Buenas noches! volante. Cuando D O N Q U I N T Í N ; \NGELITO.—Como que ná más Sin volver la cabeza, ccm paso seguva a llegar a él, viene un cliente i que entrar en la casilla y verla a ro, va hacia la puerta y desapareV toma el ttaxi*. D O N Q U I N T Í N ' usted noté una cosa así como si me re por ella. avanza cautelosamente, llevando ' • uiNTÍN.—¡Ese venía por mí! hubieran tirao un ladrillo a la casu mano metida en el bolsillo de ' beza. ¡ Y era el flechazo! .-^1 no me la como, me mata. H a b í a la americana, en donde se adivina F E L I S A . — E s que, claro, vale más que pararle la acción. Pero ya daré un arma. De pronto ve a P A C O I tener se.xo-apil que ser guapa. Mi con él. ¡Por éstas! cuando éste se aleja con su coche. ¡ estilo tira a lo Marlene Dietrich S E F I N I (a A N G E L I T O ) . — ¿ P e r o a Precipitadamente monta en el | A N G E L I T O , — ¿ S i g u e pensando ti que te pasa? ttaxit siguiente. el séptimo arte? A N G E L I T O . — N a d a ; lo de siem-
A N G E L I T O . — ¡('omo que si no fuera porque me hizo tragarme el hueso...! Además, que cualquiera ]r dice a don Q u i n t í n i p i t - r!,>sisti s de buscarle. -lEFiNi.-—¿Te
luis
Uj.i..
. .
•ci?
ANGELITO.—Hombre, muerde, araña y cocea. NÚM. 116. A N G E L I T O mira por la
Q U I N T Í N , — ¡ D i e z duros si alean- , zas al taxi que v a delante! El tauto» en que ha montado D O N ' Q U I N T Í N es un Citroen viejo. El^ chófer intenta ponerlo en marcha J inútilmente. Baja y abre el capot ^ para arreglar la magneto. D O N Q U I N T Í N está nervosísimo. QUINTÍN.—Bueno; ¿hay para mucho rato? . El chófer es un hombre viejo, de as-' pecto beatífico, con lentes v bigo- 1 U caído. \ C H Ó F E R . — U n cuartito de hora J nada más. 1 D O N Q U I N T Í N baja airtdo del co-] che, se acerca al chófer, y, cogien- j do el capot, lo deja caer sobre el\ hombre, que se halla aún manípulando, inclinado hacia el inte- ¡ ñor del motor. El chófer se debate i en aquel cepo improvisado. \ NÚM. 121. En casa de D O N Q U I N - Í
SALugui.—Ya eztá, zí, zefló. Tre (le jamón, uno de choriso y cuatro doble. V o y volando. SALugui va a otra mesa, sin que se vea un alma. S A L U Q U I . — L o zeñore me habían dicho d o de g a m b a y media de Diamante. Perfeztamente. Y pal niño, harina lazti-ada. N o zé /i
media hora zirviendo en er vasío pa no perdó la costumbre. A N G E L I T O . — ¡ A h , vamos! NÚM. 94. Toman asiento en una mesa, C R Ó T I D O , el dueño, se acerca a ellos. C R Ó T I D O . — ¡Hola, tobilleritos! ¿Vais a tomar algo? A N G E L I T O . — . V mí liábame el :
dicho que se ha marchao a A m é rica. C R Ó T I D O . — ¿ P e r o la habéis buscao bien? S E F I N I . — N o nos ha quedao nada por escudriñar. C R Ó T I D O . — ¿ H a b é i s mir^o en l;i Posada del Peine? .\N<.ni.iro.—Púa a púa, I m m -
bie, ,Si yo lie iiiiiao hasta dentro habrá quedao, por<|Ue ze gazta' \ ( ) r de un pcKo de agua p.iru una d ^ caballo de la Playa Mayor a medicina. (Se la sirve. A N G E L I T O mucho; pero voy a ve. ver si estaba allí! S A L U Q U I va a la puerta de la cocina. , saca un frasco cuentagotas y echa C R Ó T I D O , — ¿ Y por dónde lui^ algunas en la copa.) S A L U Q U I . — I r e bizté con patamirao? C R Ó T I D O . — ¿ Q u é medicina t.. ta, una tortilla a la íransesa, do de A N G E L I T O , — P o r detrás de il'.n mas? langostino, tre de Mahú, media de l'elipe, p a no molestark) . A N G E L I T O . — U n recalcitrante Uioja .Mta. N Ú M , 95. Cambio de ángulo. Se cardíaco. D o s gotas de canguelina NÚM. 93. Continúa la escena. abre la puerta y entra D O N Q U I N boricada. (Hebe.) ¡Estoy que me Entran S E F I N I y A N G E L I T O . T Í N . Todos callan. Llega a la dan unas sacudidas!.,, \NGKLiTO.—Oye tú, Saluqui. mesa y se sienta. S E F I N I . — ¡ E s t a m o s que no viviS A L U Q U I . — ¡ H o l a , Angelito! CRÓTIDO."—¡Huenos días, don mos, señor Crótido! \NGELiTO.—¿Hay mesa pa 1 Quintín! Y a me han dicho éstos C R Ó T I D O . — ¿Sigue fiero don : -S? que la chica.., Quintín? ¿e el café completamente vacio. Q U I N T Í N . — ¡ H a huido a .AméAngiílito.—¿Cómo fiero,- .AnS E F I N I , — ¿ L a s o|X)siciones las esrica! ¡Donde pongo las manos, una tes no mordía más que objetos intás haciendo p a Leganés o p a maldición! ¡Si se partiera el munanimados; pero desde que se le ha '¡'•mpozuelos? do a cachos...! ¡Maldita humanidaz! escapao la hija no hay día que no ^vLUQUi.—No crea que estos S K E I N I . — P a consolarlo están los {•,•>(• barrena la frente.) llz q u e mande algún ser viviente al hosamigos, don Quintín, pital. como dezde que D o n Quintín echó Q U I N T Í N . — ¡.Amigos...! ¡Nunca C R Ó T I D O . — ¿ A ú n no habéis dao a la clientela porque le guzta toma encontré un amigo verdadero, ni con ella? café 7.0I0, no viene nadie aquí, 110 S E F I N I . — P o r ninguna parte. P a amistad leal, ni gratitud sint. ([uieo dezentrenarme, ¿zabe uzté? A N G E L I T O . — P u e s nosotros.. que nos deje tranípiilos le hemos Y de cuando en cuando me eztoy
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« O N QUINTÍN, EL AMAKGAO que vamos a celebrar la compra y el próximo enlace. NÚM. 100. T E R E S A monta. P A C O ocupa el volante a su lado. Pom en marcha el motor. Comienza n sonar la radio en el tauto*. acompañada por la música. Fundido. NÚM. loi. £7 tauto» para frente al colmado de C R Ó T I U O . P A C O y T E R E S A descienden y penetran en el colmado. NÚM. 102. Interior del colmado. P A C O y T E R E S A van a instalarse en una mesa, lejos de la que ocupan D O N Q U I N T Í N y sus acólitos. T E R E S A . — ¡ Q u é poco personal! P A C O . — M e j o r . ¿Pa qué quieres tumultos? NÚM. 103. Continúa la escena. Cambio de ángulo. CRÓTIDO (cuustado, a SALUQ U I ) . — ¡ M i madre! ¿Qué han hecho estos desgraciaos? Q U I N T Í N . — ¡ H o m b r e , una parejita! NÚM. 104. Cambio de ángulo. P A C O . — V e r á s qué tranquilos comemos aquf. Este cocinero tiene fama. T e vas a chupar los dedos E s decir, yo te los chuparé pa que no te molestes.
juiNTÍN.—¿Vosotros? (A S E F I M . ) T ú eres un matón que cuando yo tenia casa de juego me prestaste el valor por un mendrugo. S E F I N I . — ¡ U o n Quintín!... Q U I N T Í N fa A N G E L I T O , que sonríe como Sl para él no fuera nada ) . — Y tú, un perro que vjene detrás de mí por el hueso que le arrojo. A.NGELiTo.—¡Eso no es verdad, caray! ¿Qué gano yo a su lao de usted? L<? sigo porque le tengo le>. P O N Q U I N T Í N parece que Jgue una dea fija. No responde a A N G K LITO,
Q I : I . \ T Í N . — S i yo supiera a qué parte de .\mérica se ha ido, maña na me embarcaba para buscarla. A N G E L I T O . — ¡ V a y a usted a saber! A lo mejor, a estas horas está pa.seándo.se p<jr N u e v a Y o r k . NÚM. 96. Primer plano. Un monumento muy conocido en un parque de Madrid. NÚM. 9 7 . Retrocede la cámara. Medio primer plano de T E R E S A , que pasea al pie del monumento, como esperando a alguien.
NÚM. 9 8 . Segundo plano. Un ttaxi* para a pocos metros de T E R E S A . P A C O , que lo conduce, comiema a tocar el claxon. T E R E S A reconoce a P A C O y muestra una gran sorpresa. Va hacia el tauto». NÚM. 9 9 . Primer plano. T E R E S A . — P a c o , ¿pero qué es esto? P A C O . — ¿ N o te dije que te iba a dar una sorpresa? T E R E S A . — ¿ P e r o es tuyo? P A C O . — Y tuyo. Unos cuartejos que tenia ahorrados y algo de crédito que ti é uno, y y a ves, propietario de esta pochez aerodinámica, último modelo. T E R E S A . — ¡ Q u é bonito es! P A C O . — A u n no has visto lo mejor. (Abre las portezuelas.) l'"ljate. T o forrao en cauchotela, imitación ] a cocíxlrilo. D o s extrapuntines. Su^ cartelito de «Por razones de higiene, etc.» esmaltao a fuego y un par de asientos hechos a la medida pa llevar a unos novios a que los casen. Anda, monta, ¡so propietaria!.
T E R E S A . — ¡ C a l l a , tonto! .SÚM. 105. Cambio de ángulo. Q U I N T Í N . — ¡ Y se ponen melosos y todo! Mira por dónde me voy a divertir esta noche. C R Ó T I D O (a S A L U Q U I ) . Me dan lástima. Mira a ver si consigues que se vayan. NÚM. 106. Cambio de ángulo. T E R E S A . — O y e , fíjate cómo nos miran aquellos señores. P A C O . — E s natural. Dirán: «¡Vaya parejita! Ella, guapa; él, garboso.» TERESA,—¡Postinero! S A L U Q U I (se acerca.)—¡Buenaz nochez! P A C O . — ¡ H o l a , camarerito! Mira qué camarero tan simpático. S A L U Q U I . — ¿ Q u é van a toma? ¿L'na servesita, pa irse corriendo al teatro? T E R E S A . — ¡ S i venimos a cenar! S A L U Q U I . — E z que no ze si zabrán uztede que hemoz cambiao de cüsinero. P A C O . — ¿ Q u é más nos da? S A L U Q U I . — B u e n o , pue ligento. ¿Qué va a sé? P A C O . — P r i m e r o , pa hacer boca, te traes media de Kioja y una docena de pájaros fritos. SALUQUI.—¡Volando! NÚM. 107. Cambio de ángulo. Q U I N T Í N . — . \ estos les amargo yo la noche. (Hace uncts bolitas con miga de pan.) NÚM. 108. Cambio de ángulo
T E R E S A . — O y e , Paco, que aquellos señores siguen mirando y riéndose. P A C O . — ¡ Q u e les habremos caído en gracia! S A L U Q U I . — A q u í eztá ezto. Pero de prisita, ¿eh? P A C O . — ¿ Y por qué de prisita? SALUQUI.—Vamo. quiero desí que cuanto antes. PACO.—¡Mi madre! (Se lleva una mano a un ojo.) T E R E S A . — ¿ Q u é ha sido? P A C O . — Q u e creo que me han tirao con algo. NÚM. 109. Cambio de ángulo. SEFINI.—¡Blanco! A N G E L I T O . — ¡ Q u é puntería! Todos ríen, excepto C R Ó T I U O , que tiene un gesto apesadumbrado. NÚM. 110. Nuevo cambio de ángulo. P A C O . — ¡ M a l d i t a sea! (Intenta levantarse: pero T E R E S A le sujeta.) T E R E S A . — ¡ D é j a l o s , Paco! Ix) que debemos hacer es irnos enseguida. P A C O , — E s que si nos vamos, se nos van a reír encima. ( Recibe otra
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miga de pan en la cara.) ¿Y qué hace un hombre' ¿Me voy a jugar la vida por una miga de pan? NÚM. I I I . Nuevo cambio de ángulo.
19 notazo.) (A T E R E S A . ) Anda, mos a la calle. ¡De prisa! La toma del brazo, y sin volver la cabeza al pasar frente al grupo, desaparecen por la puerta que da a la calle. NÚM. 113, D O N Q U I N T Í N y sus amigos. Todos, menos C R Ó T M ' ríen a carcajetdas. Q U I N T Í N . — ¿Habéis v i s t (Ríe.) C R Ó T I D O . — A mi no me ha hecho ninguna gracia, don Quintín. Q U I N T Í N . — ¿ Q u é estás diciendo? C R Ó T I D O . — Q u e no me ha hecho gracia, ¡ea! L a broma ha tenido muy mala pata. Hacer eso rodeado de amigotes con un pobre chico que va con una mujer, no es valor ni es nada.
Q U I N T Í N . — ¡A ver, S A L U Q U I ! ¡Una de ríñones para un parroquiano! S E F I N I . — H a y sujetos a quienes les tira usted una tahona y se la tragan. Rien todos. NÚM, 112. Cambio de ángulo. T E R E S A . — Paco, desprecíalos. ¡Anda, vamos! \ P A C O (a SALUQUI).—¡Cóbrate! (Le da un billete.) ¡Que me ven contigo! ¡Golfos! ¡Vamos! D O N Q U I N T Í N les tira una aceituna. TERESA.—¡Ay! P A C O . — ¿ Q u é ha sido? Q U I N T Í N . — O y e , tú, eso lo hago T E R E S A . — N o , nada. yo con ése y con... P A C O . — S í ; ahora te han dao a NÚM. 114. Cambio de ángulo. ti. Míralo. Con esta aceituna. (La DON Q U I N T Í N no termina. La coge y se la guarda.) puerta del establecimiento se abre, S A L U Q U I . — T r e d u r o q u e soy, pálido como un cadáver, P A C O bran. se detiene en el umbral. Lleva una mano metida en el bolsillo de la l'\i o , Tíralos! (Le da un ma- j
l'KA D i Á H O L o (Granada).— La canción de La Dolorosa ya se ha pubhcado en números anteriores. í,a otra canción no se puede publicar, pt)rque no pertenece a ninguna película. M u y bien su opinión sobre el impuesto, ¡el maldito impuesto!
U.N ASTi'RiANO ( L u arc a , Oviedo).—Muy agradecido a sus elogios. E l reparto de Soy un fugitivo es: James Alien: Paúl Muni; Marie: Glenda Farrel; Helén; Helén Vinson; Pete: Preston l'"oster; Primer vigilante; D a v i d Landan; Segundo vigilante; Edward McNamara; Secretaria de AUén: Sheila T e rry; Barney; Alien Jenkins; El Juez: Bertón Chuchill; E l bombero; E d w a r d Ellis; .Alice; Sally Blane; Red: James Bell; H i j o del sheriff: William Janney; Nordine; John W r a y ; Reverendo Alien: Hale Hamilton; A b o gado del distrito; C. Henry Gordón; C. K . H o b b : Sjjencer Charters; Steve; Roscoe Kurns; Fuller: Robert Warwick; Conductor; Charles Middleton; Linda: Noel Prancis; Mrs. Alien: Louise Cárter; Ramsey; Morgan Wallaee; Parker: Reginald Barlow. Dirigida por Mervyn L e Roy. E l rejiarto de Cabalgata es: Jane Marryot: Diana W i n y a n d ; Robert Marryot; Frank L a w tón; Joe Marryot: Clive Brook; E d w a r d Marryot: John W a r burtón; Edith Bridges: Úrsula Jeans; Alfred Bridges; Herbert Mundín; Filien Bridges; U n a O'Connor; .Annies: Merle T o t tenham; Margaret Harris: Irene Browne; Cook: Beryl .Mercer; F'anny Harris: .Margaret Lindsay; Mrs. Snapper: Temple P i -
gott; George Grauger: Billy Bevan; Ron nie James: Desmond Roberts; Tío Dick; Frank .\tkinson; Mirabelle: Ann Shaw; .\da: Adele Grane; T o m y JoUy: Will Stantón; Teniente Edgar: Stuart Hall; Duquesa de Churt: Mary Forbes; Mayordomo: Montague Shaw; Tío George; Lionel Belmore; Agitador; H o w a r d D a vies. Dirigida por F'rank Lloyd. N o ha podido ser antes, pues las cartas las contesto por t u m o riguroso.
recostada, sueña.—Ámame como te amo yo a ti.—Ámame en las sombras de la noche.—Ámame como te amo yo a ti.—Ámame mientras brilla la luna,—Mi mds grande fortuna—es estar junto a ti...—Ámame mientras brillan las estrellas.—Ámame; breves son las horas bellas.— Bésame,—y en mis brazos recostada, sueña...—Ámame como te amo yo a ti. Muchas gracias por sus molestias. JOSÉ A . N I Í S E Z
UNA GABLE
ADMIRADORA D E CLARK (Madrid).—Esos
nú-
meros que pide están agotados. Escriba a Clark Gable a MetroGoldwyn-Mayer, Culver City (California) Mi opinión sobreesté artista es la suya. Esta señorita amable envía para los que la solicitaron la letra de la canción «.Ámame mientras brillan las estrellas», de la pelicula El caballero de la noche, que es como sigue: La noche se hizo para amar—y un fiel amante soy.—La noche es para soñar,—y ante un sueño estoy.—La noche, cuando llega,— alienta mi fervor.-—Yo contener no puedo — ra» confesión de amor.—Ámame en las sombras de la noche.—-.imame como te adoro yo a li.—.Ámame mientras brilla la luna.—.Mi mds grande fortuna—es estar junto a ti.— Ámame; breves son las horas bellas.— Bésame, y en mis brazos
(Santander).
Sería innumerable la lista de los artista q u e trabajan en los Estudios Paramount, de Hollywood. Pero como se conforma usted con unos «pocos», yo, encantado. F-stos son: Cary Grant, Mae West, George Raft, Cari Brisson, Henry Wilcoxon, Sylvia Sidney, Francés Drake, Gary Cooper, Claudette Colbert, Jan Kiepura, Elissa Landi, Carole Lombard, Joe Morrison, Y d a Lupino, Marlene Dietrich, Bing Crosby, Jack Oakie, Lee Tracy, etc., etc. El reparto de Buque sin puerto es; Jimmy Brett: Gene Raymond: Sally March; Nancy Carroll; Chad Dendy: Jack Benny; Shortie: Sid Silvers; Herbert Rosson: Ralph Morgan; Dan Campbell; Sidney Howard; Mitzi; Mitzi Green; Lee Lother: Sidney Blackmer; .Anya Rosson: Shirley Grey; Jack Su-
Desearían de algún amable lector <jue les projxircionara los cuadernillos de la novela titulada Olvidado del mundo, p u blicados en los números 251 y 253 de Films Selectos. E s cribir a Rafael Díaz y A . Pérez, Santa Victoria, número 2, principal, Córdoba. UNA LECTORA (Madrid).— mers: Sam Hardy; Joe SaunL a letra de Romanza rusa y a se ders; William Boya; Frank: ha publicado. I ^ letra de « M u Frank Parker; N e d Marsk: Carjercita de hogar», de la pelicula lyle Moore; Jeán: Jeán Sargent. El negro que tenia el alma blanca Dirigida por Benjamín Stoloff. Muy agradecidos por sus es; .VfM;>r de hogar me gu ta ser,—y asi feliz yo soy.— Vivir grandes elogios. en paz sin padecer.—En mi cocina yo estoy.—Quiero tener maH A N D E E D E SUSINGUAN (Elñana una casita blarua.—Ni las da).—Es cierto que Roberto hogar Rey será el protagonista de la joyas ambiciono yo.—Un es mi ilusión.—Quiero vivir mi película que usted cita. Escriba vida—en un rirwón de paz.— a Cifesa, plaza del Callao, 4, Vivir, soñar,—mientras hoy vivo Madrid. mal,—que mis quimeras serán verdad. R. LIBRIS (Madrid). SHANGHAV LILY N o tengo la letra de La carioca en inglés. L a otra canción y a se publicó en números anteriores. Gene R a y mond se llama verdaderamente Raymond Guión, y nació el 13 de Agosto de 1908 en N u e v a Y o r k . Tiene 1 o s ojos azules y el cabello rubio platino (químico). H a sido actor de teatro. Puede escribir a R . K. O . Radio Pictures, 780 G o wer St., Hollywood (Cahfornia). LAS CUATRO PLU-
MAS
S e i t a r i t a s , S c l o r a s : | U B traca COOM)» qi" igradeccN o prctcadáli cabcllcccro* «41o (on prodactos de tocador; d c b é l i t a a M é s ftceiuUtBlí ratstro o r f i n i S B e ; p«ra <llo p r c d s a t o n é U E U P A B T O L , Tisprliador dalco para el a n o femenino. Coa el E U P A R T O L d r s a p a r e t c r t e manrliaa, g n s o * . ro)ecc>, captaJUas, a i r a g a s p r c a a t o r a a ; obtendréis na cntla U a p i o . E U P A B T O L c n d w e c c i i raestio* senos, deaaparcd e a d o la ttacUtz j caiaalcato de éstos. l E U P A K T O L , « c r e t o d e racstra bcOcu l E U P A B T O L cara a o l e s t i a s T arreflos a c a s n a l c s , dcrolrléadooa salud T h e r a o s a r a . Itadrcx, n o abandonéis la edad o t t l k a . . , U pubertad ét Taestrat Uitta*: a n d a d l c s coa E U P A B T O L . F a t n r a i • a d r e s , d e b é i s Urmat E U P A B T O L desde el qntete a c á ; tendréis nn rápido T iciii parto, b l | o * s a no* T lobnatos ( a e ) o r a r é l * la r a s a ) . M n o a s ya conocéis I n n n a c r a b l c s s e r t i d o s prestados ^ ^ ^ ^ ¡ ^ preparado; fl to ignoriis, pfobadlo y o* convc
r<iit
HACE EL -
MOKiio-poiimBas
(Córdoba).—
de costumbre y , ¡ay!, tarabién<'omo d e c o e t u m b r e , con i m papel inferií)r a sus «lotes d e actriz; J o s é B a v i e r a , buen galán, .'«obrio d e g e s t o y seguro siempre; A n t o n i o Diéguez, m u y graci<i.so; A n a L e y v a , admirable en su naturalidad; L a l y Cad i e m o , Maruchi S o t o . . . y todos los intéry<retes, porque, en justicia, habría q u e mencionarlos sin excepción. GONG '«Madre alegría"
I
I.,ocalmoderno, agradable, hien decorado. En el entresuelo, tribunas con mesitas, servidas por camarero.s silenciosos, q u e parecen fanta.sma.s durante la representación. Cock-tails y cinema. D o b l e refinamiento, placer NAUGURACIÓN.
4.
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del gusto y d e los ojos. E l arco iris en la coctelera y las estrellas en la pantalla. Paraíso completo, si la pelicula n o altera la paz d e N i r v a n a en q u e supong o al espectador.
Madre Alegria se gnarda m u y bien d e provtxíar semejante desequilibrio. Es una l>elícula di.screta, con emoción, gracia y limpias intenciones. De realización un poco premiosa. José Busch ha sentido el t e m a y se recrea en é l . Somos tan impacientes loa tñneaatas, q u e oncebimos l a acción c o m o un v é r t i g o más «jue como i m desfilo de escena.-^. Y exageramos. E n puridad, las cosas han d e ir más despacio, si ha de dárseles el m a t i z q u e advertim()s en .Madre Alegria. N o se o l v i d e , además, que nos hallamos luite la adaptación d e una comedia, y ese afán de los productores d e aprovechar éxitos teatrales tiene q u e tropezar, forzosamente, con la tendencia d e la obra original, q u e n o estaba pensada en cine. D e cualquier modo, Busch h a logrado un film estimable, m u y
íuneno y con valores humanos indiscutibles. L a interpretación es excelente, sobresaliendo en ella Gaspar Campos, que ha creado un t i p o delicioso, d e encantadora ingenuidad y ternura; Raquel R o d r i g o , bonita, fina, inteligente, como
Espléndidos y llenos de imibiente los de«>orados de Alfonso d e Lucas. Y las ilustraciones musicales, de P e p e F o m s , agradables y bien ajustadas a los m o t i v o s q u e las inspiran. Madre Alegria es la última pelicula r o d a d a en los antiguos Estudios Ballesteros.
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I I a \ y da 4 f l a a d i a Para provincjai, p o r coy por confarancia talaai núm 27235
Entre las oliras pedagógicas más importantes publicadHS en Espa&a ocupa un lugar destacndíairao este nuevo libro de don Domingo Barnés, ilustre y esclarecido escritor, cuyas observaciones y cuyos estadios acerca de la formación espiritual del niño le hnn inspirado este libro >jue hov aparece y ha constituido nn extraordinario éxito. Conocidísima la destacada persoualidad del señor Barnés, para nadie es un seureto que se trata de uno de los valores más positivos de la intelectualidad española. Digna la obra de sn autor, constituye un libro in sprt'ciable para lo» padres y para los maestros y para todos aquellos qa^ en contacto t:on los niños deben preocuparse de la salud de sn espíritu, de ese espíritu infantil, tierno y delicado, que requiere tanta atenoión y tantos cuidados.
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