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fV^AHOUNT
REVISTA] SE M A N A Li DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año li.-Núm. 60.-Madrid, 3 de Noviembre de 1935 El pAbiieo espaiol «nte sa einenuí
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A R A el observador menos atento hay un hecho actual que encierra positivas enseñanzas en cuanto al momento que vive nuestn) cinema y a loe rvunbos que éste ha de seguir más adelante: la fervorosa adhesión popnlar hacia las creaciones de la pantalla española. H a y , desde luego, en e«te movimiento de atención un crecido tanto por ciento de curiosidad. Otra parte debe ser atribuida al afán patriótico, al noble propósito de alentar lo nuestro y efitimular esa suma de esfuerzos que están dando un extraordinario impulso a la pantalla española. Pero hay, además, un tercer tanto por ciento de justicia, una merecida reciprocidad a lo que nuestra industria y nuestro arte cinonatográfico vienen consiguiendo. N o se trata ya, como pudo ser en época todavía no lejana, de alentar con espíritu de benevolencia los primeros balbuceos de nuestn) film, 8int> de rendir un aplauso legitimamentc ganado a lo que encierra ya, innegablemente, nn valor auténtico... A a t e \aa fachadas de loe cinemas en que ahora^
-ioó AnteMÍo Vico ea M I mi4m « L a U ¡ « del p e M l » , • • • • a prodüceiéa , CIFESA 4.
ValeriaiM Le4a, el gran artor ••eorpvrad* ai c t B e a u i en « b ñim MciMHd CIFESA, ^
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ra ealfe—¿e ea bnve ea el aae
Rialto
están proyectándose peliculas nuestras, se aglomera la multitud para pasar a ver la cinta. Lob títulos españoles viven dias y dias en los carteles, con una duración que no hace aún muchos no se hubiera podido ni sospechar. Los estrenos '] de nuestras nuevas cintas compiten y a en bri-j llantez y en expectación con los de los grandes^ films extranjeros. ^ E n esta serie de afirmaciones no hay la menor hipérbole: son hechos perfectamente compn)bados y comprobables. ¿Qué debe significar este gran fervor del piiblico hacia nuestro cinema? ¿Cómo debe ser traducido por los rectores de nuestro movimiento cinematográfico, por los que lo guian y lo impulsan? Creemos que una sola palabra puede traducir para estos elementos, más que nadie interesados en el cinema, aquel fervor de la gente. L a palabra es ésta, simplemente: responsabilidad. Responsabilidad, necesidad rigurosa de medir cada paso, cada palabra, cada hecho. Necesidad de no lanzarse a l p e m e n t e a empresas y decisiones que no hayan sufrido un previo y minucioso control, que no hayan sido estudiadas minuciosamente El momento actual de nuestro cinema
l'na «'Kceiia ilr - HonibrpH ronira hombres», proiiurrióii iiarional de A. Moniplet, f|ue en breve será presentada |H>r (bastilla Film
es, eu cierto sentido, parecido al de las oposiciones políticas cuando llegan al poder res])aldada.s en UUM f u e r t e
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l'ilarin Muñoz, prinripal figura, CIMI i:\iigi-lillo . ile ía producción Filmófono. en rodaje, KIM hija de Juan Simón»
opinión. L a oposición e.s .sieinpie lacil; lo difícil es el gobierno desde el poder. Nuestra producción cinematográfica ha |>asado ya desde la oposición al f)oder, y tiene tras de si una enonne masa de opinión, ({ue espera en ella, ('(mfiadameixte. lia llegarlo, c o m o si dijéramos, el momento de gobernar, de s a b e r res[)onder a toda esa gran esperanza de la rrudtitud.
fraria s o b r e l a a c l i v i d a d cinematográfica, j En los medios (ñnematográficos ha causado j esta medida la natural excelente imjn-esión. l í a - j ce tiempo que se venía abogando por esa re-,i d u w i ó n , y nosotros, desde nuestra revista, he-; mos mantenido una tenaz campaña en favor ÚG) lo que estimábamos una aspiración justísima. ('reemos, sin embargo, ([ue sabe ¡lerfilar y me-1 jorar tan a(!ertada medida, extemliéndola ¡i l o s ' doblajes. Estos representan una p a i t e de impor-; tancia en el conjunto del negocio cmematográfi- ] co en nuestro país. H a y razones [)erfe( tamente i atendibles que justifican t«ia ampliación del im- \ pu«(sto reducido a los doblajes (pie se hacen (>n ; los Estudios instalados en Espafia. ]
Santiago Ontañón e a un momento e s c é n i r o de l a Kr*n p r o d u r c i ó n naeional Atlantir Kilms «l/'na m u j e r e n p e l i ftro*. que. d i r i c i d a p o r Josf Santugini, araba de s e r rodada e n los F.Nludios KallesteroH
páginas se stiman, de moflo incondicional, a < ii;in ' <ea estímulo y exaltación de ese cinemi».
Estamos seguros de que a poco cjue se m e d i t e ] sobre la justicia de incluir al doldaje en esa re- ] d u w i ó n fiscal, se extenderá hasta él ase men()r j impuesto. Esto comiiletaría el reciente atnierdo, 1 de tan indudable beneficio jtara la industria cinematográfica. Tenemos fimdadys espenm/ns en ] que esto (pie apuntamos hoy sea atendido y re- í cogido por quien puede ctunpletar la medida. N o " en vano está al frente del (!o)>ienio y del Minis- 1 terio de Hacienda una perstmalidad de lan clara I visión de los problemas económicos y de tan | justo sentido de lo (pie sobra o de lo que se ne- | casita c o m o don .Joaquín Chapaprieta. i
Cómo se debe completar la reducción riel ¡mpur> f<> cineinatoiiráfieo
Hacia I» Kxposieióii Inloriiacinnal de fÜiieniatn- j «irafia I
( iiiini r,-. .-^.il'ül!', t'l Jiiiiu>l.'0 ili- i i.i.-!>'JMl.i, i Mil
.Nuestra i n i c i a t i v a lanzada en ol numero j anterior, de o r g a n i z a r en E s p a ñ a una-; E x p o s i c i ó n I n t e r n a c i o n a l de Cineniatogra- | fía, ha tenido en nuestros medios c i n e m a - i
Jos^ Kaviera. Amalia Isaura y Antonio M o m plel, protagonistas y direetor, r e s p e r t i v a nieute. de la nueva producción naeional clji Farándula»
Por esto es por lo qtie pedimos a los elementos directores de nuestro cinema, ert esta hfira bella y difícil ai mismo tiempo, un ((int^epto exacto y riguroso de su res[)onsabilidad. H a y que medir cada pa.so y cada palabra. Naturalmente, ( í i N B O R A M A S reitera en eeta ocasión sus v o t o s para que nuestro cinema pueda y sepa responder cvimf>!idameu1e al anhelo y la eíiperanza de la opinión. Cuantos dirigen o siguen la
El doble de la parte hablada de l a » películas • extranjeras .se hace j)or artistas nuestros, tpie^ v i v e n exclusivamente de ese tipo de trabajo, i Muchos actores teatrales con<w'ida es la crisis ; por (pie atraviesa hoy la escena- han encontra-1 do en esa labor la solución de su vida. El inatenal, a<iemás, es también español. (.Cuántos hom- \ bres y cuántas mujeres—artistas, oj(erarios, em- ' picados...- v i v e n cn los Estudios espiíñoles en i (lue se hacen doblajes de cintas t!xtr;u)jeri!s? P ' s | nna fonna de la industria cinematográfica que^ tiene verdadera importancia. Y ([ue merece, por i tanto, ser atendida en cuanto signifique libera- i ción de trabas económicas y descaigo de im- i puestos que la dificidtan. ]
fornte a lo que desde estas {>áginas hemos venido ]>idien<lo uno y otro dia, ha acordado la reducción í!i'' uiU'iio'^í'i, MMI' ?)("ííib!t ('(mici Mn:> fralm ;irbi-
de verdadera importancia en esta zona del cinema. E n aquel magnífico marco, la E x p o s i c i ó n puede tener un relieve verdaderamente extraordinario, y todos los valoree a ella presentados cobrarán asi su justa importancia. E n plazo m u y b r e v e , apenas llevemos recorridos los primeros pasos para esta primera E x p o sición Internacional del Cinema en España, empezaremos a dar ft conocer a nuestros lectores la organización inicial y los aspectos fundamentales de aquella idea. H o y baste con recoger, desde esta crónica de apostillas al m o m e n t o cinematográfico nacional, la acogida alentadora y cordial tributada por los distintos medios cinematográficos a la iniciativa de CtNEORAMAS.
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n a escena de ( E l 113», peí;' Ulicula editada para E. O. E. y de la cual es protagonista y director a la vez el insigne actor eapañol Ernesto Vilehea
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Andrea Osorio, José A. Vázquex y cChispita» en «F.l secreto de Ana Marías, segunda producción editada por Selecciones Capitolio para su aerie ' U r o aacimud»
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On momento escénico de la producción nacional «Abajo loa iHHnbres», editada por Febrer y BUy
tográficos un inmediato eco de adhesión y de simpatía. H a n e m p e z a d o a llegar a nosotros, como reflejo de esa acogida a nuestra iniciativa, algunas adhesiones, en las que nosotros v e m o s un d o b l e v a l o r : lo que puedan representar para el mejor é x i t o de la Exposición y lo que en ellas hay de significación sentimental y de estimido afectivo. T a n t o esas adhesiones c o m o las que en adelante v a y a n produciéndose serán recogidas y encauzadas por nosotros del m o d o más p i á c t i c o y más eficaz posible. E n toda esta clase d e certámenes, el factor principal del é x i t o está en la organización. Nosotros nos proponemos, por esto, que en el caso actual la organización responda a una eficacia m á x i m a . N i n g ú n aspecto d e la v i d a cinematográfica quedará desatendido en esn Exposición, qiie aspiramos a que sea digna dc España y del cinema. C o m o en nuestro número anterior apuntamos, tenemos el propósito de que dicha Exposición se celebre en Barcelona. N o sólo porque en estn ciudad se cuenta con un espléndido marco para Exposiciones, sino porque existe alli, también, tradicionalmente, una gran solera cinematográfica, i m a actividad—arte^e industria a l a v e z —
L'na escena de «Rosan*, la certijeni» dirigida por León Artola en los Eatndios Roptence, y e d i t a d a para la prestigiosa entidad E. González
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tiempos febriles. Se podría decir, pues, mny acertadtunonte, que los primeros que las leyeron en su juventud han v i v i d o para ver a sus hijos, y a mayores, siguiendo las mismas aventuras y en la misma revista. Es un notable ejemplo de la paciencia y la fidelidad del público b r i t á n i c o . » ' N o nos detengamos en esta modesta declaración : de Conán D o y l e ; la fidelidad al detective no fué p r i v a t i v a del lector inglés, sino que de ella participaron los lectores de t o d o el mundo.
L a primera aparición de Sherlock H o l m e s en la pantalla se remonta, según parece, a 1914; toda pesquisa para encontrar dociunentos anteriores resultó infructuosa. El primer Sherlock Holmes cinematográfico es, en realidad, un Shorlofk TTolmos doble, pues de dos p e l í f u l a s ,
Maurice Elv»-y, ' 1, elegante Kaffles fué el priv e t e r a n o cij mer héroe de literatura avenoeasta inglés, r l t u r e r a — g r u p o de ju.sticias primero en llevar al celuloide la filadrones—que revivió en la pangura de Sberloek illa. N o carece de interés consiHolme* lerar el hecho de que en la aurora tle todo un gran estilo cinemato^ á f i c o sea el delincuente y no el representante de la ley quien adquiera categoría de héroe, y nada menos que en los EStadofc l'nidos, país que otorga rango de apariencia inflexible al puritanismo en la lección de espectáculos. Pero a.<»í •nrrió en el albor del cine yanqui no es cosa de diluir la mención iidita en muelles divagaciones de irologla curiosa; b a s t e con la i'nción para añadir que el policía luo mucho después que su eterno r.seguido. Presentado el uno, habia de liarse lo mismo con el otro, para liie no quedase coj(» el lego. Pei-o los primeas detectives cuyas an;apzas muestra al públi() el celuloide no suelen jE« asombrosol He aquí _ proceder de textos litea Sherlock Holmes en persona, tal y romo Conán arios, sino que son creal)oyle lo dei^rríbiera, tal y ón exclusiva y directa eomo un dibujante lo inpara e l cine. H a n de mortalizó en retrato memotranscurrir t o d a v í a irnos rable. Verdaderamente, A r thur Wontoer, el actor inaños^—estamos en los coglés q n e aqui eocarna al iiienzos del siglo—antes gran detective, es Sherlock • que nuestros sabueHolmes mismo ^us favoritos pasen de la lescripción impresa a la El héroe d e sir Arthur C!onán D o y l e :i(;arnación fantasmal apareció en el mundo de los libros t'l séptimo arte. en 1887; a todos asombró con sus senY claro está q u e el saiñonales métodos de investigación primer g r a n d e t e c t i v e desarrollados en el curso apasionante incorporado a la pantad e la novela Estudio en rojo, esplénlla es Sherlock H o l m e s . tiida intriga que servía para presenme será también el más tar al nuevo héroe. Desde entonces I^etido en films de diha.sta 192,5, en que escribió la última rsa calidad. aventura de su personaje Conám DoyJohn Barrymore en MU peraonificaeión Era lógico que esto sule, hizo a Sherlock Holmes protago- , de su Sherioek Holmeti jovenil, que •diese. Sherlock Holmes abandona lo» estudios univeraitarioa— nista de cuatro novelas largas y más a sido—^y lo es t o d a v í a , Cambridge u Oxford, naturalmentede sesenta narraciones breves, reunipara penteguir a l perverso profetmr ' ir encima d e inclemendas en cinco gruesos tomos. Son, pues, Moría rty cias del tiempo y de procasi cuarenta años de actividad para j)ós¡to3 de emulación superadora—ría figura más resolver loa más intrincados problemas; cuarenta ilustre de la narración policíaca. Mejor aún: la años en que el perito en crímenes asomó su fina irócer creación que abrió una escuela transcensilueta, su rostro aguileno y su inteligencia malontal. Transcendental en las letras y también ravilosa. i U las regiones graves de la realidad criminalis«Mi héroe—dijo el novelista en el prólogo al poi»ta; por ejemplo, F]<hnond LíK-ard. una de las liuutrer volumen de episodios de Sherlock Holmes— j r e r a s contemporáneas de la policía (íientífi<;a, comenzó sus aventuras a mediados de la última revela a menudo en sus obra? la influencia de época victoriana. las prf)siguió durante el breve leterminados procedimientos que Sherlock Mol reinado de Eduardo y se las ha a n e g l a d o de mes fué el primero tn apliírar. manera que todavía conscrvn su lugar '^-^to-s
Una mirada aguda bajo el ala del sombrero blando; una pipa en la bora voluntariosa; un gesto personalísimo. i-.s Sh«-rlock Holmes en la apariencia física del gran Clive Brook
sobre el mismo asunto se trata. Era, la que abrió el fuegfi, traslado a los fotogramas de una de las novelas más famosa.de Conán D o y l e : El petro de Baskerviile; inmediatamente v i n o la otra, que constituía su segimda parte: La casa sumergible. Ignora quien estas notas escribe cuál será el origen a i ^ m e n t a l de la segunda cinta, que no tiene precedente directo ni indirecto —salvo las figuras de su^ p r o t a g o n i s t a ' ~ « n toda la obra de Conán D o y l e . N o sería aventurado suponer, habida cuenta de ! su atinada conformidad con las noimas del no-'. velista, que éste sugiriera su idea ítmdamental. y parece probable, en vista de sus notables virtudes cinematográficas, que íue?e el propio director del film, y no Conán D o y l e , el encargado d e convertir en guión d e imágenes la nueva historia. A m b a s peliculas son de factura británica, de un tiempo en que el cine ingles adquiría unas calidades perdidas luego durante cerca de veinte años. El director de El perro de Baskerviile y La casa sumergible fué Maurice E l v e y . actor de teatro, que en 1912 se c o n s r g i ó a la realización de films y a quien se debe más de un centenar de producciones, inglesas en su mayoría, sin que falten algunas hechas en estudios de H o l l y wood. El Sherlock Hobnes de ambos films era HenrjAinsley, gran actor teatral que disínitó efímera nombradla en el séptimo arte. T e n í a treinta y cinco años cuando encarnó la figura del detective; su delgadez, su mirada v i v a y su nariz agui'eña se ajustaban muy bien a la concepción popular del t i p o .
Dos años después, Willianí CJillette, un actor pensada y realizada por Basil Dcaln-—el animaamericano que contaba entre sus interpretaciodor de ¡jfi ninfa <vnstante~, con B e t t y Lawford. nes teatrales más apreciadas la de Sherlock (Charles Hay, Fhilliji Holmes y Ikmaid Crisp, en Holmes en la comedia rotulada con el nombre el repajto; la segunda, dos años desjtués y para del héroe, fué llamado por los estudios de H o la F o x . es Una aventura de Sherlock Hdmes, film llywood para encamarlo ante la cámara. N o pas6 tle í^idney Lanfield, que nos mostraba a nuestro este nuevo film de categoría mediana, y Gillette , héroe en sorprendente lucha con un gángster perdía en el celuloide gran parte de sus méritos americano y en más sorjirendentc idilio con una dc la escena. j .señorita rubia, en <uyu honor, sin duda, vestía.^e P o r aquel entonces, época en que Itis peliculas 1 d e series hacían ñiror, Inglaterra logró estimable ^ aportación al género con una docena de episodios que intentaban animar cinematográficamente otras tantas aventuras de Sherlock Holmes, dispuestas de m o d o que al comienzo de cada vma se resolvía el problema cuyo esclarecimiento quedó pendiente al finalizar el anterior. V a calificada de simple intento esta colección de episodios, y así era en verdad; su director, d e c u y o nombre no queda memoria, fracasó en el difícil propósito de dar ritmo a los métodos del héroe, más interesante en su proceso deductivo que en la intensidad de la acción.
1922. P o r primera vez es un gran actor de la pantalla el encargado de corporeizar a Sherlock Holmes: nada menos que John Barrymore. T a m b i é n W i l l i a m Gillette intervino en el notable film, pero no en calidad de intérprete, sino de adaptador, más afortunado que en la otra tarea. Este Sherlock Holmes, así someramente titidado, era una grata película, en la que se presentaba al héroe abandonando su v i d a estudiantil para enfrentarse y dar caza al temible pro- j fesor Moriarty, caracterizado de m o d o estupen-¡ do por Gustav v o n Seyffertitz. Otros intérpretesj de la cinta eran Carol Dempster, Roland Y o u n g y en un b r e v e papel—uno de los primeros d e su carrera—, W i l l i a m Powell. L a dirección de la cinta corrió a cargo d? A l b e r t P a r k e i .
El quinto Sherlock Holmes fué Clive Brook, que le dio v i d a por dos veces: la primera en 1930, para la Paramount, es La vuelta de Sherlock Holmes, fantasía sobre tipos de Conán D o y i e .
de etiqueta para cenar, refinamiento que nunca hubiésemos sospechado en el proverltial de.scuidc del gran detective. Pero ¡es un actor tan eminente Clive Brook!...
Arthur Wontner, que en 1981 lleva a la pantalla el protagonista de La marca de los cuatro en im film de este título dirigido por Graham Cutts, es el mejor Sherlock Holmes que en lo fisico se aí%mó al cine. A los cincuenta y seis años de sn edad, W o n t n e r dio a su personaje todo el ímpetu de juventud madura requerido. Dijéraíie que son sus rasgos los que inspiraron a Conán D o y l e para la descripción d e su d e t e c t i v e y los que sir\'ieron de modelo al dibujante que lo inmortalizó gráficamente en laa cubiertas de unos cuadernos inolvidables. Perfil, mirada y gesto eran i prodigio de exactitud en la encamación de laj populatísima figura. N o carecía de interés la cinta; pero Arthur W o n t n e r era lo más intere-1 sante. '
Heginald O w e n es. hasta ahora, el tiltimo Sherlo<;k H o m e s que ha lucido en los fotogramas .su dest eza poli' ial. L o más fiel a Conán D o y l e son el titulo y el nombre del protagomsta; pero el adaptador, Robert Florey, y el director, Edwin L . í í a r i n , camparon por sus respetos, conduciendo en Estudio en rojo una aventura que sólo dc m u y lejos recuerda la que así rotuló el novelista inglés. Y por lo que al actor se refiere, m m c a se concibió hasta entonces tm Sherlock Holmes de rostro redondo, de talla corpulenta y de ademanes sobremanera alegres.
Sir Arthur Oonin üoyir, el graa creador d r Sherlock Htfliaes, ei detective aficionado qne abrió cauce a lodo un género de literatura apasionante
Una típica escena de aventura de SlM'riock HoluMni. narrada por Conin Doyiei el detective, en la noche londi nense, practica cierta investigación, acompañado de su fidelísimo doctor Watson y de la muchacha que le sometió el caso en cuya solución se ocupa. La foto pertenece al film inglés «La marca dc los cuatro». Sherlock Holmes es Arthur Wonincr, láo Hunter personifica al doctor Watson y la mujer es Isla Beván
El balance de Sherlock Holmes en la pantalla acusa superior acierto en l o » actores que en la> realizaciones. N o es fácil convertir en imágenes lat> aventuras más llenas d e análisis psicológico q u e pródigas en acción dinámica. P e r o el tema no está agotado, ni mucho menos, y esperamos que Sherlock Holmes tenga algún «ha el film que merece y que sus devotos aguardan. CAR1/)S DE MADRID
partir de cuarenta años, toda mujer es la única'responsable de la hermosura de su rostro* á % / • _Y
AONÍFiCA frase, en verdad. Se atribuye a madame Missia Sert, una bellísima parisién del pasado si g l o , y sus palabras presiden actualmente el salón d e cierto Instituto de belleza de la Ville L u m i é r e En realidad, en ellas se compendia todo un T r a t a d o de Filosofía acerca de c ó m o la mujer está obli g a d a a cuidar de su belleza como del más preciado don que la Naturaleza pudo otorgarla. L ' o r i de plaire. según la expresión francesa, ¿qué es sino el arte de utilizar todos los medios, todos los secretos qne la mujei posee para poner de relieve, exaltándolos hasta donde sea posible, la seducción desús atractivos y el encanto de sus cualidades más sensibles? L a ciencia de la cosmética, c o m o es sabido, remóntase a las épocas más remotas, lo que e v i dencia el tradicional origen d e la coquetería f e m e n i n a E n nuestros días, la ciencia ha puesto a su servicio mil medios que hacen más asequible este afán de embellecimiento. I^a indust ri por su parte, ha aportado igualmente incontables productos c u y a eficacia, no siempre verdadera, difunden por el mundo las trompas publicitarias. P e r o el deseo de aparecer bella no basta por si solo. En realidad, todas las mujeres l o poseen; pero carecen d e la indispensable fuerza d e voluptad, de la constancia imprescindible para que su deseo se convierta en realidad. T o d a belleza e x i g e una disciplina, una diaria • aportación d e perseverancia. orden es la primera cualidad q u e la mujer debe poseer piíra la eficacia de esta disciplina Sin é l , sin m é t o d o , t o d o esfuerzo será inútil. P a r a la organización «práctica» de su hermosura es preciso cuidar, ordenar eí<crupulosaracntt» el «instrumental» d e .su coquetería. E l l o hará íácile»". cómodos, sen-
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cilios y eficaces t o d o » los cuidados que sean dedicados a la «apariencia física». E n ese santuario d e la mujer m o d e m a q u e
es su cuarto de toilette
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H M Ü W M aparif aria, U •
M U M n i r . r o d M « í natural. • d T » aef>ir por umi «Mnieura. p r e f í e . . iM>r 4^U mUnta q«Íei» 4f a su» uña»
debe reinar el orden más perfecto. Esa frase q u e la burocracia ha implantado, «un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio», tiene adecuada aplicación en el gabinete int i m o de la mujer de nuestros dias. Y es e v i dente que el orden, la organización, el m é t o do, estimulan, acucian y vivifican, en cierto modo, l a energía ¿Cuántas veces, al regresar del teatro, del baile, de alguna fiesta nocturna, n o habéis s e n t i d o el deseo d e acostaros s i n librar vuestro rostro del maquillaje? Y , confesadlo, ¿cuántas veces no habéis cedido a esta tentación? I n c o n t a b l e s , ¿no? Pues ello constit u y e tui g r a v e delito d e
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mente cuantos productos deben ser utilizados para una perfecta limpieza del rostro. Citaremos como indispen sables la crema de demaquülage, una loción o astringente, una crema «ali menticia» para la piel y unos polvos para la secación. Marca, la preferida; pero siempre de la mejor calidad, por tratarse de productos básicos para la perfecta conservación del cutis. Antes de acostarse, los ojos requieren igual mente una higiene especialísima, que. bajo ningiin p r e t e x t o , debe ser o l v i dada. U n l a v a d o con un cocimiento d e manzanilla, ligeramente templada, calmará su fatiga y conservará el bri llo y la limpidez de la mirada. P e r o ha de cuidarse escrupulosamente de que la vasija que se utilice para el « v l a v a d o no tenga los bordes quebrados o i cortantes, pues ello podría ocasio nar alguna lesión d e gravedad incalculable. Finalmente, atended también a vuestros cabellos. N o os acostéis i m solo día sin cepillarlos con cuidado, facilitando su airea ción y procurando que no se formen mechas. Actualmente, en cualquier perfumería o escuela de belleza pueden adquirirse cepillos adecuados a tal operación. Incluso y a se v e n d e n algunos cuyas crines o raices—los hay metálicos, animales o vegetales—están dispuestas de tal m o d o que no causan el menor deterioro en la ondulación. En cuanto a las manos, también deben ser objeto de una toilette especial y cuida dosa cada día, porque en ellas reside, como es sabido, uno de los principales encantos femeninos y porque ellas denotan, más que ningún otro detalle del cuerpo, el espí ritu refinado o vulgar de su poseedora, y el grado más (» menos cultivado de su distinción y su elegancia. M
( M r a \ f / JaiH' T r a N i>, n i o l r i i » <!•)« f » tiiiii)>u<. ( I r p o r t i « lii h i c i r l i ' l H > r l .li-iir o m » la iiatii« i ó i i . \ el r><|uí. \
n'isu.
los x h I I O ! . . > t O f l l l . lo-> ilr|i<trli-s, i M i tin r a r r c c i i <lc >i-<r<'lcif>arti r«*la nii**\a ^ ( I r l i r i o s a lí::ura la p a n l a l l a
lesa belleza, en el que no se d e b e incurrir bajo ningiin pretexto, porque son incalculables los perjuicios que ello ])U(Kle (xasionar en la piel del rostro, en los ojos e inclu.so en los cabellos. Pues bien: si el cuarto de toilette donde vuestro rostro ha de ser librado d e las cremas, los tintes y las pastas utilizadas en el maquillaje se halla ordenado y adecuadtunente dotado de los elementos indispensables para q u e la operación se realice con facilidad y rapidez, y si cada uno de los útiles que hayáis d e emplear se encuentra situado en el lugar que le corresponde, la operación no significará enojo y molestia, sino placer. Si, por el contrario, en el gabinete de aseo no reina el orden máts perfecto, y su dotación de instrumental y de productos es incompleta, vuestra pereza se halla rá justificada, y/'por muy n o c i v a q u e para vuestra belleza resulte, será disculpable. U n o d e los/elementos indispensables para el perfecto cuidado de la belleza del rostro es el ejo-lupa, cuya utilidad ningima mujer des(X)n(x;e; pero del cual no to das se atreven a servirse porque te men a su ruda sinceridad. Su ccxjuetería congénita no permite q u e ni si quiera un artefacto inanimado les di g a brutalmente la verdad, aunque tal hecho se produzca en la recóndita intimidad de un cuarto de toilette. Ol vidan, con o l v i d o que sólo a ellas perjudica, que el espejo no puede ni debe ser un cortesano que mienta li sonjas, sino un amigo leal y verdade ro que responda con s i n ( » r i d a d a la pregunta que se le hace. P a r a ser be>. lia, para tener consciencia d e la proI pia hermosura, es preciso, ante t o d o , ^-conocerse bien a sí misma, para resaítar'coíi (Ktnsciencia cuanto sea dig no de exaltación y disimular con arte aquello q u e se considere menos atrac tivo.
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WARNER BROS FIRST NÁTKlÁL
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Buitirr Keatón no» ha referido un rhiiite marabro en el que el hielo del f whiskey» ha sido extraído d<- un M i r r ó f a g » de plomo. V Buster examina, r o n rierta eorama, r l hirió dri hotel
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Bustrr Keatón. en lo» baño» de S a n S e b a s t i á n , de Barrelona, praetíraha sus ejerririos natatorios, lirio aqui salirndo dri agua, despuñ dri han»
oi.L^vvooi» n<i siiMniirc nos envía la nota frív(»lad(' un «livot^-io o el procivo p.scjui(lalrisd de una estrella. De v e z en cuando, A cable submarino o la.-< centrales radiofónií'as vibran con la emoción de una rlesgracia irreparable. Esta vez el dolor viene del brazo de la <;ariit jada. Buster K e a t ó n , el po])ular Pamplinas, segi'in los partes de 1Í\.S AJ^eneia^. ha sido internado eu tm manicomio. Ixis i'iltimos despacho.s ai-usan (pie el peligroso acceso de enajenación numtal, provocado per tina pa-sajera crisis de depresión, podrá ser, seguramenti>. y-wy rado. ^'a hay maliciosos que insimian tma hábil ni.i iiiobra publicitaria. Y , sin einliargii... Hace luui.s
años Buster Kc-alóu vi.sitó Rspiuui. . \ mi me fué confiada la organización de sn viaje, con fines iná^s o menos [iiiblicitarios. Désele sn entrada en Kspaña. el recibirnienlo que el público le diíipensaba era algo apt>te<'»sici> e inenarrable. En San Sebastián, el público de nna cfirriíla de toros le aplaudió, le apretujó y acabó robándole la cartera. Buster K e a t ó n . el hombre de la cara de palo, estaba aterrorizado. Tenía pánico de la muhitud. L e espantaba su piipiilaridad. y acabó t>idiéndome una trcfTua. Estaba de.s<ila<ln. Su esposa, Natalia Talinadjrc, adniiiiistralia desabridamente esta popularidad. Media cuidadosamente la eap j u i d a d de los whi.skeiis, y le sustraía con acritud a la. curiosidad de los pcíriodisia.'^. IJuster K e a -
tón, a pesar de s.u jxipulandail. no era lo que se dice un hombre feliz. Pero sobre tnda.s las tort.ura.s, ninguna como a^iuella farsa constante a que su ()ersimaliciad artística le obligaba. .Jamás una risa franca en ]>úblic(i. l'or el contrario. H las risas estruendosas é! debía Tes}>onder eon aquel aire au.sente, desolado y [latétieo. que redoblaba el frenesí de una gente siempre dis|)uesta a reirse del dolor, aun en sn más burda y trágica ajíflrieneia. Muchas veces temí que se volviera KMO en mis propias manos. l'ero Btister K e a t ó n no era un liombre aniai gado. De vez en cuiuido escapábamos de uim ciudad en su Holls, y era de ver eon la iníantilidad que departía con Luis Alonso y connuí
l-jitonces reía con la ingenua alegria d e un chiquillo. N o s contaba complicados chistes americanos, cuya gracia principal consistía en su manera peculiar de referirlos. Un día fuimcxs a una playa. N a d a m o s v i g o r o samente hasta a g o t a m o s . N o s hallábamos lejos de la orilla, donde y a le aguardaba una multitud ávida de reírse de su imp<inente seriedad. Aquel día creí perei*er ahogado. Con tal de no v o l v e r al público, Buster K e a t ó n me obligaba a nadar mar adentro, y no hallaba el momento de regreir.
Otro día, durante su estancia en Barcelona, el telégrafo, que generalmente se (K-upa de loa; ídolos de la pantalla para transmitimos a l g ú n » catástrofe, nos transmitió con idéntica frialdad que ahora la noticia esirueta de la muerte de Ix)n Chaney. Al dar la noticia a Buster, su rostro adquirió una expresión doloi-osa. Algimas personas estuvieron a punto de romper en carcajadas. Este mi.smo rictus amargo lo habían vLsto mil veces en la pantalla subrayando uua situación de regocijada comicidad. —-Su fama ha m a t a d o al hombre d e las m i l caras—dijo Buster sordamente—. Quería poseer también mil v w e s , e iba a operarse las cuerdas bucales. Krí> ha debido costarle la v i d a . Perf> lo iasólitu, lo patético, fué v e r dos lágrimas, verdaderas, auténticas, hechas de la misteriosa .segregación de algima glándula que emerge dirpt;tamentc del vor&7.(m, rodar por la cara incorunoviblc de a<juel hí)mbre de palo. En la vida de Buster K e a t ó n , (iordial y g e nen)80, había ima p m f i m d a tragedia. El dolor de que sus tristezas desataran las risas de los otros. Pen> ahora ha tenido una revancha magnifica. E n la soledad de una celda blanca y soleada debe reír por v e z primera con esa carcajada franca tantas veces cfmtenida, mientras ntwotros nos .sentimos conmovidos por la desgracia •—que es tal v e z liberación—del hombre leal y del artista incomparable. A. M. F E R R Y
Keatón y au rx raposa, .NataUa Talmadge, de «piíen ha poco se divoretó
Boalar Keatóa, coa Laia Alaaao, coaTeriaado en el «hall» de a a hotel de Barcelona con aueatr* colaborador señor Kerry
KuHtrr Kratón r Ijlis A I « M o ., eoa c t M euposa» n-nfeHirm,. • « M a n d o junto a Kerry Kerrr paaaado
.NataKa y Caaataaee TaJaM^fr.,
l!n g r u p o d e PüIrellaH del einrma eupanol e n la fiesta organixada p o r Cifeaa. Se ve entre ella* a imperio A r -
gentina. Rosita Díaz Cimeno, Raquel Rodrigo, Blanca Negri, Mary del C^armen, Charito Leonís y Blanca Posas
El ambienie
El motívo
M
Pudiera llamarse a este conjimto de risas y sonrisas, de frases amables, Ja peregrinación ilusionada de nuestra familia del cinema. Una familia que aparenta reñir a d i a r i o , cuando hay que ir a la compra de las viandas del espíritu, y que tm día cualquiera—hoy—se reúne y se solaza (;ou ima ptjrfecta armonía familiar. M o t i v o para el lienzo de un Wattman del día, que fumase «bisontes» y supiera llevaí- la gabardina al brazo, con garbo torero. Título: Descanso de la caza. ( D e la caza mayor, clan», de un negocio y de un éxito.) ¡Si todos los motivos familiares fueran aai! Entonces jamáí> tendríamos arrestos para salir del hogar. H o y , aquí, nos encontramos a nosotros mismos. Y nos sorprendemos con un corazón aligerado, retrotraído a la infancia, capaz de los más nobles latidos. L a v i d a es tan sencilla—pensamos^—que no vale la pena de complicarla ti-
dominical, clara y soleada, con perfumes de otoño tan densos que parecen visibles. La carretera es im largo y retorcido rosario de máquinas que ruedan, que se deslizan o trepidan sobre el alquitrán, que sabe de los asfaltos cosmopolita.s de la urbe, rezagada como una cortesana decadente. Domingo libre, cara al campo más libre todavía. L a mentira alegre de una señorita Primar vera que se anticipa—^al revés de la urbe, lejana ya—se nos tiende a los lados del camino, en los pinos chatos y sociables—siempre en corro—, en los palos del telégrafo, en el espacio flotante, espolvoreado de oro y azul. Dia feliz, de piedra blanca. Y una promesa cierta de grato almuerzo en im bello alto del camino. Mirador sin celosía que se asoma hacia alié, AÑANA
a las frondas de El Pardo. Ilusión de pabellón de caza del tiempo de los Felipes. U n parador que es restaurante y un menaje nistico que v i v e un poquitín avergonzado entre el más refinado confort. Simpé tico, propicio, sutil el ambiente.
Roxila Díaz eurnta ínipersiones dr llollvwood a alguna dr sus admiradoras, eo la fiesta 4tí exaltación de nue!«tro Cinema organisada por Cifeaa
Rosita Díaz Gimeoo, !Vlar> dri Carmen y la señora dr Prroiu. rn un grupo de lo* que ae formaron durante la cordialísima fiesta...
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Imperio Argen* ~ tina y la «enora de Perojo, con don Vicente C a s a n o v a -director y alma de Cife«a—y los directores Florián Rey y Benito Perojo
Sol suave y fino cielo de otoño en M a drid. KIogios y fervores del eine y de nuestros cine, juntas. Imperio Argentina y Raquel Rmlrig o se cuentan -US p r o y e i - l u B
Alguno» de lus , «neurrentes a la fiesta que en exaltación de "»e«tro rinema organizó la entidad rinrmatográfica Cifesa, que logró reunir en u » almuerzo de vi» a rordinl.dad a las más destacadas figuras de la pantalla. Se ve en U fotografU a Raquel Rodrigo, Rosita IHaz. Mary del Carmen. Aurora Redondo. Florián Ff eoruiniuiau R e ) . Manuel l.una. Benito Perojo, Miguel l i g e r o , Antonio Vico, ele. POTS. COITCS
raudo pt)r veredaf» penosas, jngando al eiscondite. Sí. N o s hemos hallado h o y . U n gran padre —Vicente (/tusanova se rodea de los suyos--directores, intérjjretes y colaboradores de Nobleza baturra y ítumbo al Cairo , y les v a a servir el pan y la sal^—y t o d o lo demás del sabroso mentí—de su cariño. Nosotros, amigos de e.sta familia laVtoriosa q u e intí-gra l a y a gran familia del cineiua naeional, quizá hayamos aportado un granito de arena a las dos obras, auntjue no seamos sus obreros, que van a celebrarse en una sola fiesta. Y queremos ¡)erdón intnKhi<imos en el ingrediente, en el bello m o t i v o de esta mañana de primavera en otoño. Ei acto Alegría. (Tres platos de alegría con distinto condiinent»>). Los entremest-s—¿será ponjue de p l a t o a p l a t o se supoí>e un mes de rlistaneia?— se borran ráf)idamente del mantel, com»> en un truco ingenuo de comedia— ¿de comer?—de magia. Mientras, se perfilan las caras con(K;idas. Ijas ll:is, artistas sin maquillaje- señoras o .se-
\ ñoritas que han olvidado el bolso y los ptilvos dela ficción , primero. .Arpií tenemos a Magdalena Niles de Martínez. ¿ N o la < ontx'óis? Bueno, tenéis razón. Debimtjs tlecir Imperit» Argentina. E l secíieto d e lm|>erio, su grai-ia irr«»sistíble, reside en el triángulo ([ue v a de los ojus a estrecharse en la Inna. l'na IxKra d e luz. l ' n o s ttjos sin sombra. (Puede ser, a u n c a s a d a , nuestra novia romántica: la novia de España). Allí, Rosita Díaz ( l i m e ñ o . r«»n su barniz de IIollywfMKl, oloroso y brillante. K w i é i i llegada de la ciudad de las mil y una mentiras, es u n a verdatl milagrosa y palpitante «le feminidwl. .Más acá, Raquel Rodrigo, aniñatia, nmñeca de los loíHw bazares de la pantalla. Y Mary del Carmen Merino, que no ha salido t o d a v í a de su feliz asombro de verse elevatia hasta la* estrellas. Luego, ell(»s. Valeriano liC/m. modesto en su liviana piel de grande artista, im-orjiorado al celuloide. Miguel Ligen>, «pie lleva bien su a|»ellido, fwirque f»are<-e «pie vuela «tm alas de sint}>atia. ¿Sintpatía? Hemos des<'tibiertt>, sin tpierer, a R i c a n l i t o N I Í I M Í Z . el galleg») que ha tund i d o a Madrid «ron el ariete de sn sonrisa. Pi'j)e (!alle, i\nt«Hiio V¡«;o, .Juan de Ordtiña. NomÍ)r«'s familiares (jue nípelcn ttido elogio, todo comentario.
(\>mo los de Benito P e r o j o y Florián K e y , jjadres adoptivos de Nobleza baturra y Ihimbo al Cairo, puntales de Cifesa, la íntegra edit (.ra nai ional. Llegan los postres. Y los brindis. Y ii. . irician la v o z fácil y la fá<'il expresión de A r t u r o Pérez Camarero, en una charla de elegante sobremesa. Ffrias y fáciles imágenes: la de concpiistatlor t>l)liga«l«> por su apelli«lo, dedicada a Casanova, el gallardo y amante [)adre de PifesH, conquistador de nuestra cinematografía. l'erojo y R e y se alzan tras de este Camarero, «pte no es sino im ático señor. Y agradecen la fi«rsta. Ligero y Valeriano ehisj>ean como el chaiu|>án, en deliciosa batalla de agudeza- ^ ' ••imii<. Por tiltimo, el padre... Silencio. La palabra j)alernal e i n u i n n a m u su pntpia entoción por este acto «pie era para los demás y ha < aído sobre él, por inqiulso de los otros. El humo de Itw habanos sid)e, c o m o un pagano incienso, a e n v o l v e r sti testa procer, elev a d a también sobre sus hijos, sobre su obra. Falta la iiuisica do una orquesta invisible en este rnomcnt«) de oonsagiación y de i'ommtióu. El s«)l se a.soma un minuto antes «le tenderse sobre él le«lio de vitdetas del civpúseulo. Y ahora, vu«Mta a Ma«lri«l. A l asfalto. .\ la lucha.
LA
BELLEZA
SERENA
/afe en cada cutis
dormido
DE Despierte la belleza de su cutis con la finura de los aceites de un Iabón puro como el Heno de Pravia. Friccione bien con la espuma.: Poco a pocO/ los poros se limpian, la piel cambia, se afina, ronace;! cobra lozanía y luce, al fin, una hermosura gemela de la de la estrolla admirable de la Fox Film.
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GAL . MADRID • B U E N O S
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L amor en el celuloide j es una copiadel amor himiano. Y por ese mismo m o t i v o ima y otra v e z hemos v i s t o reproducir en la pantalla los primeros planos de la pasión. H o y el cinema v a adquiriendo cada dia más el humanismo que le faltaba, y los actores, en algunos momentos, saben posesionarse tan p e r f e c t a m e n t e de su papel que llegan a d a m o s la más completa sensación de la realidad. Y los planos amorosos son los que se han beneficiado de este realismo, quie nes mayores ventajas han obtenido de estos matices. El amor c i n e m a t o g r á f i c o ha creado hasta una escuela propia, que en la v i d a humana se traduce por besos a lo Greta Garbo o a lo G a r y Cooper. Estas sensiblerías del público, completamente ajenas de sensibilidad, no pueden const i t u i r a t r a c t i v o , porque aqui precisamente es donde comienza el t ó x i c o del mod e m o romanticismo femenil o la desviación morbosa del cinema. Si enfocamos esta manifestación bajo otro fondo analítico, habremos sacado la conclusión de que esta expresión fingida del amor es la violencia más grande de los artistas cinematográficos. Estas escenas tan simples ante la cámara, que asombran por la pasmosa naturalidad con que se hallan resueltas, y que se suceden una tras otra con la más lógica hilación de los hechos, es el m o m e n t o más difícil para el actor y la
bes«t n<»ble y sereno de los novios lógicamente enamorados? plano anebatador de los amantes unidos en una pose de voluptuosidad? i u é clase de amor es el que prefiere usted? /.Qué c ase de amor prefiere el públi ^»? ¿Cuál es su matiz predilecto? Cuestión de gustos, como en t<xio; de opiniones; deliberación que lleva al esnectador a juzgar a sus artistas predilectos, como si su ficíión fuera realidad. Amor y cinema, una fórmula vistial que se apodera de todos. Y los directores siguen elal)orando celuloide, para cjue el píiblico pueda admirar el gran encanto de las escenas amorosas. N o como tóxico, ni curio.sisn)o, ni nervosdad. N o (^omo ]>erturbación del espíritu, sino simplemente como análisis de arte y estética deliemos juzgar las es<H;nas de amor y darles la importancia que merecen. \ T u i - ó l u !n (p)i' i i K T c • < i i N ' r\>\>. I ' o r ' M i e no debemos olvidar que la farsa no es realismo. .\imque, como en este ca .so, sea arte puro, arte genuino de f a pantalla americana. CKCILIA
1:1 b r s o noble y sereno de los novio» lúgiramente enamorados, simbolizado por Franris Lederer y (.inger Kogers
l.t l i z . Bajo los fo<(»s (le potente» viiltios abiíí.sadores se sitúan las dos figuras—los d o b l e s - - q u e les reom|)lazan y estudian la pose que han de adoptar los protagoni tas a juicio del director. Cuando y a está aceptado el primer plano, enton< los dos intéipretes definitivos se colocan ante la cá mará, y bajo el rayo quemante de luz se estrechan en brazos, teniendo que dar a sus palabras ese tono entrecortado que exige toda escena de pasión. T o d o ello es cuestión de medida, justa, precisa; el g r i t o estridente del director, cut u stop, separa a los dos artista», que con un gesto de cortesía, cuando no de fastidio, corren a reparar los estragos que el apasionante abr^izo ha causado a su maquillaje. E^te es el amor trajs el lente. El público no l o sabe quizá. lis más: no debe saberlo. H a y que dejarle con su imaginativa y bruja ilusión. Ellos y ellas, al poner la eterna romanza de la Humanidad en la farsa del lienzo, brindan estos planos, que son una rapsodia expresionista hecha de rostros unidos en plá.stica actitud. ¿Qué clase de amor prefiere usted? ¿Cuál es su amor predilecto ante la cámara? ¿Qué reacción pasional juzga el lector puede tener más interés para el público? ¿ L a pareja de adolescentes enamorados, ignorantes aún del propio significado del amor mismo, obedeciendo tan sólo al despertar de una atracción puramente espiritual? ¿ L o s enamorados melancólicos y románticos, que eu un paisaje otoñal buscan la soledad para pasar unahoras en plácido idilio? ¿Los jóvenes despreocupados que sonríen seguros de su juventud y d e su porvenir? ¿El expresionista choque brutal, abigarrado, duro gesto de burdel, v i s t o raras veces en el lienzo y tr tado con sumo cuidado por los animadores? ¿El aspecto picaresco de v o d e v i l que brindan al c i n e m a los amantes frivolos? ¿ L a expresión bufa d e l a s p a r e j a s cómicas?
A la izquierda: Anne Sbirley y Tom Brown en una pareja de enamorados q u e ignoran •ún el propio sigiiifirado del amor ínliuio A la dereebat Fii este primer plan», (abarles B o y r r y Kulliarine Hepburn expre^au el iuip«'tu a r r e b a t a d o r d e l amor v e l u p t u u i M t . seo-
Mial y refinado
A. MANTUA
.Miriam H o p k i n s y Joel Me Crea representan aquí a dos jóvenes despreocupado* que sonríen seguros de so j u ventud y de su porvenir
\ í r t o r Me Laglen y Margot Srahame en el gesto abigarrado, duro y agrio del mercenario amor de burdel |
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«A T I1N E 2G JE fR R Adt JO M O M O W OOZ «AUR RA A •R DIO AP.TA aOM ON E M A T O R A a i f S É L í f U »* LA WEO JR CREACÓ IN DE C ATALINA BARCENA SECUNDADA O fR líGlíGOttO
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« M i g u e l de los G a l á n laven
«Solano de Ríos» Galán j o r a
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«Nicolás Lafuente» Galáaiom
Claudio Medina Caláalom
Fredesvindo M o ailero OaUaio*ca
Jerónimo C . V'ila
Joaé L o p e s
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)ESCUiRI/V\IETO
•Jiilietfl compra uii liijo» y aetuaeión personal de Catallmi Báreenn
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A graciosa y desenfadada comedia de GreJ gorio Martínez Sierra y Honorio Maura, adaptaí'ión habilísima de l^iópez Rubio y super\'isi6n del propio Martínez Sierra, viene a la pantalla > u u vidu c¡iieiunt<^ráfica propia, sin perder por eso ninguno d e sus r&sgos originales: i n g e n i o , ,igili<lad y travesu] a, refrenados .siempre por el V)uen gusto. Labor de fina y aíiuda .sensibilidad; a d o r n o s y lambre• { u i n e s psicológicos trazados c o n mano l i g e r a d e miniaturista que ama lo.- detalles: film, en simia, «de sociedad», en el <pie la sonrisa subraya lo que la fra.-e esboza y la imagen estiliza. La interpretación es un diálogo -entiéndase bien: im diálogo de imágenes y emociones, no de palabra.s—entre un galán varonil, Luis Alonso, sobrio de ademán y dueño del gesto, aunque demasiado propenso la irónica, y Catalina Barcena o la feminidad y la gracia hechas actriz, actriz de cine y de teatro, porque .sólo hay utia manera de interpretar personajes: interpretarlos bien, que diría Pero (irullo, el hombre (pie más verdades ba sentado en la. vida. ¡ Y (pié Í)ien interpreta Catalina Barcena la psicología contradictoria, mejor, conturbada el amor y el despeí'ho, de aquella enamorada ofendida, que quiere y no quiere querer; que finge v i v i r en si misma, cuando, en realidad, v i v e en otro! H a y momentos en (pie una simple mirada, im juego de ojos, iá|)ido como un relámpago, expresa a la vez ternura, desdén, recelo, vani(lad femenil sastifecha y coquetería. N o es posible expresar en menos tiempo y con tan clara elocuencia más contrapuestas emociones. Parece que en un momento d.ido toda el alma del personaje se a.soma a los ojo.» de la actriz y dice: «Asi soy: una y varia, idéntica y distinta en cada segundo; me pierdo dentro de mí cuando me bu.s<:o, y luego vuelvo hallanne sin pensar; soy consecuencia,contradi' ción y . .sobre todo, feminitlad.»
a niucí-a
jior
a
Los ojos de la Barcena liablan como nunca en este film. Para ex|)licar con palabras lo que ellos dan entender en aquella e^-ena, ejemplo, en que el marido empieza a bu.scar el camino del corazón de Julieta y no el de su talonario de ehequi\s, .sería im^nt^ster un tratado de análisis espiritual escrito por un psicólogo doblado en
a
jior
|K)eta. Dicen que (Catalina Barcena, retiuerida |>or una gran jirodiKitora española, se consagrará ya a nuestro cinema, al cinema español de a<pii, y valija la reduiidmicia. Si no es cierto, sería ima bella mentira que merece transfonnarse en realidad. Para los films en que detrás de un foi grama soa necesario un aticismo espiritual cn que la sonrisa no ll»;gue a carcajada ni el suspiro a sollozo desgarrado; en que la gracia sea rayo de .sol y no estruendo de casticismo, para ese género de films jniéticos sin pedantería y delicados sin desmayo, Catalina Barcena tiene la preeminencia a que le da derecho su personalidad inconfimdible. Como fin de fiesta, Catalina Barcena eu j x i recitó, ella sabe hacerlo, dos monólogos humorísticos, cuyo único defecto es la bnívedad.
Hona
como
A V E M D A y .MAIMUD-PAIUS «Una nm-he de amor» y «La canción del crepÚ!K;ulo», rei>peclivamente Dos films que tienen muchas semejanzas, en asunto, en tendencia, en realización. Por eso, en contra de nuestra costmnbre, vamos a comentarlos a la v e z . Asunto de ambos—sin que esto quiera d(>cir que sean iguales, ni que aJ conocer uno de ellos se pueda dar por conocido el otro, lo mismo que una obra en que los celos sean el móvil de la acción Hiede ser diferente de otras mil inspiradas en «e mayor monstruo», como Calderón llamó a la malhadada enfennedad celosa--: la vida privada y afectiva de una prima donna. Interés, emoei»'m. amor, juventud y belleza en las dejiroduccione.s. Realización. IA< mismo la de Víctor Si-henzinger en Una noche de amor, que la de \ ' í c t o r Saville, en IM candbn del crepúando ¿no es ( ! U riosa también la coincidencia de que los dire<;tores sean homónimos?- -mere<;e un elogio sin reservas. Y cuidado (pie el darle vida einematogiáfica a los mejores trozos de ('ipera (.-lásica no e.s fá<ül empresa. Sin embarg«t, en ella triunfan ambos directores, y crean, a mi ver, un nuevo género de películas, que pare<.ía improbable: el de la ópera cinematográfií^a. Se comprende que la opereta, f)or la ligereza y friv«jlidad de los tenias, >or la comicidad de los tipos y por la rapidez de a acción, se adapte cou fa<'ilidad a la pantalla. Ivo que y a no es tan fácil de presumir es que la solemnidad del bel canto, su recreación estética, se acomoden a la rajiidez e impic^ioni-nio del c i n e m a , qu(> corre como si a n d u v i e r a sobre a.s<nias. Todas esas dificultades casi insui)erables tpie ofrecía el comjiaginar el aire maestmo de la ó p e r a c o n el acelerado jiie del c\ nema, las han v e n cido Schertzinger y Saville, ha.sta imprimir a los solemnes y pompo-os de.-files mu-icale.'^ de la e.scuela italiana un sentido de i t ^ i a v i d e z — •dándole acción a las arias y dúos, dramatizando los coros <pie, si no es auténtico cine, se le jiarece mucho y tiene la (uialidad innegable de que suena muy bien. IxiS amigos d e la música están de enliorabuena. Con Una tutche de amor y IM canción del crepúsculo empieza el ciclo de la ópera cinematográfica, (pie o y o me equivoco mucho o h a de durar initnitras haya |)ers(mas que tengan los oídos en tH>municación directa con la sensibilidad. La heroína de Una noche de amor es ÍIrace .M(M)re, y la de IM canción del crepúscido. Evelyn L a y e . Cantan como ángeles y actúan como e.strellas. ¡Qu('> (juiereii ustedes! . \ mí, la música, (íon tal de que no sea la radio del bar que hay a! pie de casa, me transporta al Parai.so. En IM canción del crepúsado, Conchita Supervia, nuestra admiraila paisana, tiene una breve y brillante aetuaei('m. El «pie no me agrada en esta película es Fritz Korner. F>te hombre, paradwñr (jue ha salido el sol, enarca las (!ejas, bizca los ojos, tuerce la b(K!a y .se contorsiona todo, eomo si en v e / de rayos solares cayeran rayos de punta. FKÍAKO
P i g o el recuerdo, poique el l'juil .Jannings de ahora se parece más al de Kl patriota, por ejemplo, (pie al de aquellas tres obras geniales. ¿Quiere esto decir que el gran actor alemán esté en dei;adencia? Nada más lejos de ello. Su creación de ahora es soberbia también. Pero FA rey soldado no tiene la ternura de aquel portero de gran hotel, ni el profundo y desgarrador dramatismo del profesor ingenuo y enamorad(j. El film estrenado en el Fígaro es una rcí-ou,-trucción histórica del reino de l'rusia. allá p o r los años 17.S0 a 1740. cuando el c a r á c t e r v i o l e n t o , disciplinado, ordenancista y obeso en la g r a n d e z a militar de .su país, de Federico (¡uillermo 1, tropieza con la resistencia pasiva de su hijo, espíritu ilclu.'du. H I I U Í : » ! del j*'ego, de la música y de las bellas artes. N a d a anunciaba en aquel joven tímido e irresoluto al gran honiVire de Estado (¡ue pasó a la Historia cou el apelativo de Grande. El padre .se desespeía. el hijo sufre, y aquc Ua Corte castrense, sombría y sobria hasta la estref;hez- -el rey, en sus viajes, duerme sobre lechos de paja- recuerda los tiempos niedievak s más tpie la molicie general y el afeminamiento cortesano de la époí^a. La rwonstriicci('»n tiene carácter y jiersiiade. Asi. como lo vemos en el film, debií) .ser el reinado del «rey eaiMiral». ¡Qué original manera de despertar, muy de mañana, y a los reilobles de tambor, a la reina y a los príncipes! ¿ Y aquella revista al j)ie de j)alacio, cuando Federico (¡uillermo com|)rueba, entornando tm ojo y tomando de referencia al primer hombre de cada fila, la perfec-ta alineación de sus pelotones? Abunda el film en rasgos de observación sul;rayados por el talento de Jannings. También la escena en la llamada «tabaquería» es otra de las pinceladas magistrales que retratan de cuerpo entero al rey «<^élebre |)or su falta de tenqdanza», y a sus consejeros y amigos, endurecidos cu las manillas y ctintramarchas militares. Opuesto a e.ste ambiente, con>o vivn contras te, los salone-s del príncipe hereder«i. eu kis <]ue se rinde cultt» al ingenio, a la música y al minué. Afortunada evocación de una éptn-a interesante, muy bien vista en su propiedad histórii>a y en su realización cinematográfica- hay muchos mom(>ntos d e cine verdadero |>or Hans Stein, que, además, ha sabido imprimir iuten's y t^mnción creciente al film Emil Jannings se i>ortu como ipiieii es. l^os altercados con su hijo, los mi! detalles de gesto y e.xpresi<>n con (pie exonia su trabajo a todo lo largo de la película, y lao»<:ena de su muerte, son dignos de él. N o se me (wurre mayor elogio. ^' si no supera sus creaciotuí." anteriores, n ( M culpa suya, sin», de la índole, más espectaculai que psicológi(ra,del film. Su antagonista, \ \ e r n e i H i n z . se mantiene con méritos propios frente al coloso de la pantalla alemana. En ellos dos se concentra el interés de la acción. Los demás intérpretes, y es cinta de gran reparto, bien, sin excepciones de iniíMirtancia.
«Kl rey soldado» Emil .lamiiugs ha vueltd. Y con él. el recuerdo gloiiii-n lil \'nr'<li /'7 >'ilti»iii \ Kl auyel o:ii!
ANTONIO G C / M A N
MEIUNO
saber ocultar iutamente nada. T o d a mi v i d a ha sido s i e m p r ^;onocida—^mi pasado, mis es'ciones- , porque en el fondo peranzas, mis no tengo más q u ^ n solo amigo, que hasta ahora me ha penuai o fiel: el público.»
ella una de las primeras amistades que hizo en California. Joan le guia, le instraye, aleccionándole con el f m t o de una larga experiencia en el Estudio. Una camaradería cordial que distrae a la célebre vamp de sus crueles de.>iengaños sentimentales. « Y o le iniciaba en el cine y en la vida de H o l l y w o o d — d e c l a r a Joan Crawford —. El me hacia recobrar la esperanza y el goce dc vivir •
«Cuando FrancJot rae instaba a casamos y m e hablaba d e lo f e l l " * q a e seríamos juntos, pucbto que nos entendítfios tan bien, ie contestaba: — P e r o si el mitrimonio lo estropeaba todo... Si sobrevenían I d desacuerdos, las disputas... Franchot me «eplicaba sonriendo: —Cuando u n o o o quiere, dos no riñen.»
Y el o b l e a d o paralelo: « D o u g era un ser delicioso. P e r o niño. Su infancia no habia .sido mucho más dichf>sa que la m í a Necesitaba ternura, protección. E r a aturdido, liviano, inconsecuente, cjqjrichoso y sin el menor sentido práctico. Franchot es un espíritu jMJsitivista, cquilil)rado, razonable.»
«Nunca le he i p t o enfurecerse. Y esto es, tal vez, lo que me • r a j o al principio hacia él: ese equilibrio tnmqt¿<', ese dominio dc los neivios del humor, de (4 impulsos.»
¿e J O A N
« Y o siempre íit sido nerviosa, algo exaltada, puerilmente sensl>le y vulnerable, ( f i a n d o <'0nocí a Franchot muy desgraí'iada. L a éjKK-a tnás turbia y mao'oolorosa de mi v u l a Después lie tres año» de uí«ón con Douglas, veía d e m i m barse nuestra felicidad, a pesar de mi desespc-
U M MairaiC* cxprp. • • « a - fmtió» por « « • - dr ¡ei" C r a w f o r d , i a graa »«*ri» einemalográfi««>q«e a r a b a dc c o a t r a « r BMtria i a a i o c o a FraaciHX Toa*
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E
L mito de Jano, el de las dos caras, tiene j cdiora su realidad más expresiva en la doble fi.sonomia que ofrece la vida de las grandes figuras de la pantalla. El convencionalismo artístico convierte en criatiu-as irreales, intangibles, imponderables, a los actores y a<;trice8 de la luz y de la v o z artificial. A d e m á s , a la mixtificación física del make up se añade la mixtificatáón sentimental del ró/e específico que suele caracterizar a cada arti.sta. P e r o el público, entre dus proyecciones de .--u figura favorita, no o l v i d a la realidad elemental de que bajo las esi)ecies artísticas, más o menos fantaseadas, de cada estrella hay un hombre o vma mujer. El público sabe que la criatura convencional que gira en la pantalla tiene una v i d a privada que le presta t o d o su calor humano; piensa en su intimidad y en que conoce un trance cotidiano que la d e v u e l v e a nuestro pequeño mtmdo de todos los dias, y cuyas realidades himianizan al semidiós o a la semidiosa. Es una búsqueda instintiva del equilibrio de la verdad frente a los excesos imaginativos que la creación artí.stica le obliga a concebir. Y para contrarrestar dichos excesos, al público le agrada curiosear la intimidad de las estrellas. Ctianta m a y o r es la categoría de las figuras, m a y o r es tainbién su curiosidad por buscarles, al través de la v i d a real, su verdadero contenido humano. A v(" contraste de la v i d a real aim
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Y después d e la l)oda... «Franchot m e ha enseñado a depender únicamente d e mi misma. Me ha dado mi paz y mi equili"brio. Confío en él. Nunca m e he sentido tan dichosa c o m o en *^te momento. Y he aqui, mi fiel amigo, mi querido público, por qué h e contraído matrinumiocon Franchot T o n e . » Asi ha dicho la Crawford. E. C A S C O ( X ) N T F J > L
Kl amor aatrríor d r Joan Crawfor. V r d a^ai a l a ~ * «tlrrlla con su primer maridu Douglas (janior).Viéndalrs r a esa actitud dr rendido amor, nadir pensaría que al rabo drl tirmpo rl divorcio v r a dría a poaer ua final airlaacólico a la pasióa dr loa doa artista»
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rada lucha por mantenerla. H a b i a perdido la confianza en mí, en él, en tcnlo.»
añade tintes fascinadores y misteriosos, nuevos prtjstigios de ensueño y de aventura a la estrella, cual ocurría con la v i d a privada de la tumultuosa e inolvidable Bárbara la Marr. Otras veces, en cambio, la oirioáidad del público se encuentra con existencias mansas y apacibles que cualquier burguesita podría suscribir y aun superar en emociones imprevistas con cualquiera de sus horas discretas e ilusionadas. — ¿ P o r qué he contraído matrimonio con Franchot Tone? Joan Crawford no ha podido recatar ni los menores matices psiciológicou de este nuevo acontecimiento de su v i d a privada. Y así comienza, sin [ilumas intermediarias y comiuiicándose directamente con su público al través de una gran revista, la pequeña confesión de sus actualidades personales, con el titulo, muy americano, do Mi marido Franchot Tone. Extractaremos las lineas esenciales de esta interesantísima confesión: « ¿ P o r qué he contraído matrimonio con Fran(;hot Tone?-—dice ,Ioán Crawford—. Sencillamente, porque le a m o . »
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« N o me agrada el matrimonio secreto. M e horrorizan los compromisos y las tunbigüedatles. Durante los nueve años que llevo en H o l l y w o o d he v i v i d o en una casa de cristal, sin poder ni
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«Siempre ha sido rico—habla d e Franchot—. L a v i d a le ha sido fácil y ligera; pero esto no le ha hecho arrogante ni eguista, sino que por el contrario es confiado, benévolo, optimista y a l i a r e . »
«Franchot llegaba de N u e v a Y o r k . Ignoraba las hablillas, las in'!is, los p e q u e ñ o s .indalos de I l o l l y w t H j d . Era ima personalidad nueva, pura, al que todo d i v e r t í a y ue no se extrañaba tt^nadAit ......—
# Franchot T o n e acababa de íibtener brillantes éxitos en el teatro y ahora iba a H o l l y w o o d solicitado por el cine. E m p e z ó con un film d e la Crawford, y fué
Vi nuevo gaUní Franchot Tone, el amor actual d r Joan Crawford. F.l matrimonio ba puesto un final de novela blanca a car idilio de loa dos artístaa-.
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• v e r C M Doagiaa, Joéa C r a w f o r i ea*¡im es hoT U a i a a M graa aBM»roaa coa Fraaeh raaehot Toae. He a4|af la aneva pareja.,j C a á l será r l epílogo . de este am abora empezado? |
DIRECCIÓN DE UNA PRODUCCIÓN
JOUN FORD
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ÉXITO
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i LA OBRA CUMBRE del 0X050oCe£CINE
UNA PELÍCULA MARAVL I LOSA UNA OBP.A DE AP.TE. OISTRIBUIDA
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o hay nadie—^aunque posea el más amplio concepto de la división del trabajo—que pueda calcular, o imaginar siquiera, la variedad y número de obreros que necesita un Estudio cinematográfico o, por lo menos, un Eístudio cinematográfico norteamericano. Dijérase que el espíritu yanqui, tan dado a la exageración, ha encontrado en la producción de films el más amplio campo donde dar rienda suelta a esa predisposición a él innata, y que, a juzgar por el tono de las notas publicitarias que hasta nosotros llegan, hace gala de esa exageración. N o se comprende de otro modo, o, mejor, no podemos comprenderlo Ae otro modo. A nuestro carácter individualista, c « ^ a z de las más contradictorias empresas llevadas a cabo por una sola persona, ha de extrañarle por fuerza ese alarde, aunque tal vez en él radique el secreto del triunfo. Ea EIspaña, cuando la producción cinematí^ráfica sea una realidad, encontraremos toda una l ^ i ó n de artistas y obreros en un solo hombre, cuya presencia quizá pudiera descubrirse ahora, en una anticipación de acontecimientos. —Se me ha ocurrido--nos dirá ese hombre—un argumento, del cual y a tengo hechos el guión y el diálogo. Ahora estoy componiendo la miisica, porque todavía recuerdo algo de los cursos de solfeo que aprobé hace tiempo. Comoquiera que el protagonista, según lo he «visto» y o , es un tipo que coincide con el mío, pienso desempeñar y o mismo ese «papel»; pero... Francamente, estoy seguro de que habrían de molestarme las órdenes de otra persona, y para evitarme esa molestia, he decidido dirigir la película. L a semana próxima comenzaré a dibujar los figurines y los bocetos de los decorados. Seré, pues, argumentista, escenarista, dialoguista, músico, intérprete, director, figurinista y escenógrafo, además de productor—pues soy y o quien «capitaliza» la película^—, cameraman de aquellas escenas en
Cordón W W o M
Bárbara Stanwiek
las que. naturalmente, y o no intervenga, y montador del film. ¿Qué le parece? Y a nosotros nos parecerá no solamente bien, sino perfectamente lógico. Como nos parece increíble y caprichosa la existencia de los que en Cmelandia denominan «exóticos», legión de obreros y artífices a los que no ae les puede considerar elementos imprescindibles, y que, sin embargo, a juicio de los productores norteamericanos, son complemento necesario de aquéllos. Ix)S «exóticos» ocupan, en la escala de los E l u d i o s , los últimos peldaños, y sua nombres, afortunadamente para la extensión de las películas, no figurarán nunca en ellas. Son los olvidados en el momento del éxito, no obstante haber contribuido a él. El sacarlos, pues, a la superficie a través de estas lineas pudiera ser una reparación, no por insignificante menos justa, y quizá lo único que justifícaae el haberlas escrito. Principiemos por m i éter Egbert Bamer. Míster Egbert B a m e r inventó hace ocho años un curioso aparato, compuesto de un motor, un abanico y un depósito, que llena de una substancia química semejante al caucho líquido. L o demás es bien fácil; el motor pone en movimiento el abanico, y éste dirige y esparce convenientemente el preparado químico contenido en el depósito. Gracias a tal procedimiento, míster B a m e r cuelga de los techos, de las paredes y de los muebles falsas telarañas, que amnentarán la realidad d e los decorados m loe que se intenta dar una impresión de abandono y de vejez. El hombre araña, como le denonxinan en los Estudios, posee tal habilidad y práctica, que puede imitar a la perfección la tela de cuantas arañas existen, y hasta hacer naufragar en un mar de dudas a todos los _ Masim Doyle
oatmistas del mtmdo. Compañero de míster B a m e r ee míster Smith, especialista en imitación de animales y encargado de suplir a éstos ante la banda sonora. Una pelicula n<j puede detenerse porqne en el gnión esté marcado, por ejemplo, un ladrido lejano o el canto de un ave, y no haya en aquel momento perro que quiera ladrar o ave que lance sus trinos. Míster Smith suple la falta, y ladra perfectamente o imita el canto del ave. Además, míster Smith es el encargado de falsear el trote de un caballo golpeando una tabla con dos medias esferas de madera; de producir el sonido del viento merced a doa telas que se deslizan una sobre otra, etc., etc. D e S. W . Alian nos dicen que es educador de reptiles. A él se le alquilan los lagartos, tarántulas, iguanas o aves tan poco domésticas como murciélagos, buhos y vampiros, para qne, en un momento dado, aparezcan en una película. L a colección que de aquéllos se exhibía en La máscara de Fú Manchú fué proporcionada por él. H a y domadores de fieras salvajes que alquilan é s t a s , más o menos amaestradas, para documentales o para films de aventuras en tierras inexploradas. El músico alemán Hermán Frommel, hombre de prodigiosa memoria, tiene a su cargo el inscribir en el registro cuantas melodías figuren en las películas que salen de los Estudios donde él trabaja, y el descubrir, con sólo oir diez compases tarareados o silbados, de qué autor es la música, y garantizar si puede ser utilizada sin abonar derechos.
A Steve McDonald se deben las flores artificiales que el público admira en películas de determinada marca, y que sustituyen a laa naturales, demasiado delicadas para soportar el calor de loe reflectores de los Estudios horas y horas sin marchitarse. L a señorita Ann Viking es especialista en gritos de terror y en carcajadas. Aquéllos y éstas, en emisiones perfectas, se han dejado oír no pocas veces ante loa micrófonos, suplantando los gritos o las carcajadas de la protagonista menos diestra en esta habilidad. Desde 1910, T e x Discroll luce en los Estudios de Hollywood su magnifica puntería de cazador. Cuando las necesidades del argumento obligan a imo de los actores a disparar y romper la copa que otro v a a llevarse a los labios, por ejemplo, o a arrancarle el sombrero de un balazo, o a destrozar un pequeño blanco colocado a distancia. Y esto también tiene su mérito. Discroll sustituye al actor, realiza la proeza al primer intento y evita un indudable asesinato invohmtario. Correctores de copias, «dobles», falsificadores de a n t ^ e d a d e s , mecánicos, «catadores de ambientes»... La lista, como corresponde a Cinelandia, sería interminable; que no todos los que v i v e n dentro del cine aon actores, ni todos los que sufrieron el fracaso de ans aspiraciones artísticas encontraron cerradas otras puertas de los Estudios. Quizá en esto último pudiera encontrarse justificación a la existencia de tanto «exótico». Mauricio Chevalier
l^etro ^otawjftt |i(ayer
JOSÉ
SANTUGINI
Nació en el niediodiy dp Inglntena hace veipticinco años, de padre irlandés y ] madre francesa. Tenninada su carrera de maestra, ocupó cl puesto de profesora \ de francés en un colegio de niñas del condado de Sussex, en cuyo puesto consiguió ^ ahorrar una modestísima suma que dedicó a su preparación artística más tarde, j Una de sus grandes aficiones es la lec-tura, y dentro del ramo, es la poesía lo q u c í más la entusiasma, según propia confesión. Durante sus estudios en la Universida<l, se distinguió por sus conocimientos i amplios y dominio absoluto de los poetas franceses, antiguos y modernos. Sin duda, su amor a la literatura fué lo que la impulsó en el arte que había de darle gloria en su propia tierra y en la Me<'a de la cinematografía. Cuando niña, trabajó en un grupo de aficionados de su colegio y se distinguió por, la soltura y maestría con que recital)a y a<'tuaba. ) Con los ahorros que consigtiió reunir en Sussex se marchó a Londres en busca de j trabajo. Después de algún tiempo consiguió que la admitieran para trabajar en una ] |obra francesa, en la qne desempeñó i el papel de doncella, el más insignificante de la obra, bajo la dirección del gran actor Seymour Hieles, des- ] pues de lo (-ual debutó en Ix)ndres | con la C o m p a ñ í a de Robert L o - • raine. i Vistas sus aptitudes, la StoU Film ] Company la contrató para desempe- 1 ñar el papel principal en una de sus películas. E r a la primera vez que pisaba un Estudio cinematográfico; para este papel se I a eligió entre \ más de doscientas concureantes poi- i considerársela prototipo de b e l l e z a i inglesa. i El éxito q u e obtuvo en la pan- ; talla la hizo abandonar el teatro por \ poco tiempo, pues los con\ tratos se multií
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estrel'ft sobreH ^ ^ ^ ^ saliente de la Gaumont - British es inglesa, muy rubia, de ojos azules, tirando a violeta, y Come la f r u t a de M cutis blanquísimo. I>e su belleza marmórea no propio huerto, al que hay que hablar; su perfil parece cincelado por b a dado a s p e c t o d e mano hábil; no ocurre con miss Carroll lo que paratoo con otras estrellas cinematográficas, que se la." ve en la calle y no se las conoce por la diferencia que existe cuando no van protegidas jKir el maquillaje; Madeleine Carroll es lo mismo en la pantalla que en la calle, que en su casa. Y o he tenido la suerte de verla trabajar en los Eistudios de Shepherd's Bush, y la he visto en los restaurantes de Ltjndres, donde se la puede encontrar todos los días, y puedo asegurar que su belleza y su gesto no tienen nada de ficticio Mide Hela aqui a la puerta l metro M centímetros de estatura y pesa poco, lo de uoa de sus residencias campestres. La que que le hace tener ima agilidad increíble. Siendo niña reproducimos aqui fn^ creyó tener vocación para monja y hasta estaba demansión del celebérrimo Seberiff inglés John cidida a vestir los hábitos monjiles; pero cosas de la Payne (1675 -1760). por vida, aquella idea se disipó y decidió estudiar Magiso t r o nombre conocido terio. por«Eidueüodelaaelv»>
ban, y n o era cosa de dejar lo que tanto habia soñado tener algún día. Fué contratada por la Gaumont-British para trabajar como estrella e n t r e s películas: Lo que puede comprar el dinero, El primogénito y The Croóked Billet. F i nalizando y a el año 1928, volvió a trabajar en el teatro, donde representó el papel de Paulina en La ninfa constante, que hemos visto en Madrid la temporada pasada, actuando ella misma como estrella, y los de Arabella Alien en Mr. Pickioick, e Isabel en Beau geste. El advenimiento del cine sonoro le proporcionó numerosas ofertas de Norteamérica; s u s grandes aptitudes dramáticas, su belleza inglesa sin par y su maravilloso timbre de v o z la pusieron a la cabeza de la profesión, y en el plazo breve de un año trabajó en seis películas importantes. Pero no olvidaba el teatro, su cuna. Durante l a temporada 1929-1980 fué primera actriz del Vaudeville Theatre, y se distinguió en The roof, French Leave y Enchantment. De aquí fué al L v r i c para representar The Toy Cart. Estrenó After All, en Febrero de 1981, cuya obra figuró en las carteleras de Londres durante varios meses consecutivos; durante este tiempo filmó tres películas más. Después de un año de ardua labor, abandonó el trabajo para contraer matrimonio con Captain Phillip Astley, joven millonario que
Madel e i n e Carroll. rn suH horas de descanso, se dedica a su MÜrión favorita, los libros; véanla en su biblioteca
Kn el jardín de su rasa desayuna plácidamente con su esporo y juega con sus rarliorrillos i B l a r k and Whitr.
se distinguió en la guerra europea, y es primogénito de una de las familias más aristocráticas de Inglaterra. IJOS Astley eran dueños de Chequers, la magnífica mansión campestre que regalaron a los jefes de Gobierno de Inglaterra. El capitán Astley perteneció al regimiento de la Guardia Real Británica, y es íntimo amigo del príncipe de Gales. Su boda con miss Carroll tuvo lugar el 2G de Agosto de 1931, hace justamente dos años, a la orilla del lago de Como, Italia, donde poseen un chalet hermoso, con grandes jardines (la debilidad de ambos). E^tá s i t u a d o en lugar sumamente bello; no obstante, Hemos sorprendido a a las señores d e Astley les miss Carroll fabrirangusta más nuestra Costa Brado ia mantequilla que va catalana, donde en su últise ronie en su casa. Sin duda es una mujer útil ma visita, que efectuaron rey dispuesta, a quien su cientemente, han c o m p r a d o ralrgoría e s t e l a r no una gran extensión de terreno hace olvidar sus debev se están construyendo un res d e «perfecta c a sada» enorme chalet, con todo géne-
ro de comodidades. Después de su matrimonio, miss Carroll ha actuado en el Phoenix Theatre, en Little Catherine, y en Pleasure Cruiíe, en el .\pollo Theatre. Finalmente, gracias al programa que se ha desarrollado en la (únematografia inglesa, y a la vista de los directores nacionales, ha obtenido un «serio» contrato de la Gaumont-British, que la ocupa bastante tiempo. La primera cinta que ha hecho para esta entidad es Sleeping-Car, que hemos visto en España con el título Tenorio de sleeping. Luego adquirió renombre mundial al lado de Conrad Veidt, el inimitable, en / Was a Spy, que también conocemos en España, cómo no, bajo el nombre Fo he sido espia. Las garras de H o llywood, que se extienden hastatodo lo bueno habido y por haber, la atraparon para hacer Paz en la Tierra, con í > a n chot T o n e . Luego h i z o The DictatoT, que puede que veamos esta temporada, dirigida por el célebre director de El hombre que sabía demasiado; trabaj a n d o al l a d o de Robert Donat acá ba de hacer The 39 Steps — Treinta y nueve escalones, una de las mejores cintas de esta temporada—, para la Gaumont-British, y act u a l m e n t e trabaja en Tentación para la misma empresa, basada en la novela de Tolstoi. ROBERTO
DIESSKL
R a l t o 72.124 ESPEaADORCS Aofí APLAUDIDO SUPERPRODUCCIÓN ESPAÑOLA
mi I M P E R I O ARGENTINA y MIGUEL LlGEFiO
lA ANTORCHA
eoTb M A R Y (M CARMEN * M I G \ ^ € L LIGERO % PilCAPiDO NUÑE2*
DE IOS EXITOy
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Viaje iiiuigiiiario: Cádiz. Madrid. Avila. Toledo.— Otra v«>z ('.ádiz. —Sallo a la Itepúhlica Argentina.—Itpgreso a España.—Vuelta al lletiro y a la prudureión naeional. - Valores rineinatográfieos argeiitinos. - r n paseo por la (¡raii Vía.
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xiSTK honilue tnás sedentario que el eserij tor? Sí, el fannaeéutieo. Pero, a exee(x>ión de estos sufridos <ónq)liees de la Medicina, ihistres paleógrafos «jue detrás de >ui mo.strador descifran re<etas ante las que fracasaría el más consumado egiptólogo, } a excepción también del inspector de escuelas, no hay homhre más sedentario que el escritor. T o d o s sus periplos los realiza en torno a la mesa del café. H o y hemos emprendido uno de estos viajes a base de moka y tabaco n i b i o , un servidor de ustedes y el decano de la critica cinematográfica de Buenos .\ires, .José B . Oairola, reditctor de JJO fíazón. que ha c n i z a d o el .Xtlántico. entre otros m o t i v o s int{)ortantes, para tomar café en el Capítol. ¡ L o que hemos viajado esta tarde el coinpaiiení , Cairola y y o ! ¡ Y con qué rapidez! De-semban amos en Cádiz. (Jrata imjtresión. De atpií partían los jerifaltes de la e(K>peya española. De un brinct» nos plantamos en el Museo del Prado. ¡Velázqxiez! Pero, ¿hay nadie que huya pintado c o m o Velázquez? ¿ Y G o y a ? ¿Qtié me «lice usted fie sus Caprichos! ¡El Museo del Greco! Y a estamos en T o l e d o . Y después, hala, íiue es tarde: a Sidamanca. L a Casa de las Conchas, el Palacio de Monterrey, la Catedral vieja... Hablamos de lo divino y de lo humano. En . \ v i l a nos han recibido las sombras de Teresa de Cepeda y de ,huui de la Cruz. KetriH-edemos hacia .Vndalucía. ¿ Y vamos a pasar por alto El E.scorial? ¿Quién no habla un poco de Felipe H y de la Inquisición? ¡.Aquel .\ntonio Pérez, pábulo de la «leyenda negra» que inventaba Guillermo el Taciturno! ¡Qué tiemp(»s! ¡Qué raza! Lucha espiritual incomparable- e x clama, enarde<;ido, .If)sé B. Cairola« H a y un momento extraño y superior de la esjHH'ie htimana—ha escrito T a i n e - . De látX) a I7ÍM\ España es el pais más curioso del mundo.» ¿ i ' e r o vamos a detenemos en comentarios? ¡Adelante! .Andalucía nos aguarda, ('ruzamos Sierra Morena. A q u í reinó .losé María el Tempranillo. ¡Qué tío más grande! Su caballo y su trabuco, y a ver quién le tosía. ¡ ( \ i á n t a cchmma! H e n o s llegtido a la .Mezquita cordobesa. ¡ V i v a Abderramán I ¡ Y q u é cielo más azul! E s t a m o s en Granada. ¿ P a r a qué le v o y a decir? ¡Enorme Catedral! U n a montaña de piedra. « P o que no ze lo y e v e n 1 o z ingleze», murmura alguien a nuestro lado. Esto ea Sevilla. O t r o sorbito de café, y adelante. De un tirón nos plantamos en 1 luelva. Y y a en Palos d e Moguer, ¿quién no se l l e g a a Buenos Aires? Ea, u n saltitít, y a la Avenida de M a y o . IJC h e m o s dado la vuelta al mundo j a su historia en dos horas escasas. ¡ Y con qué comodidad! N i sol, ni v i e n t o ni borrascas. N o hemos perdido un tren, ni sufrido u n naufragio, ni aguantado si<)uiera a un c:h6fer impertinente. Así da gusto. Y por si t o d o ello íuera poco, en tan dilatado v i a j e n o m e falt ó un m o m e n t o la c o m pañía d e este hombre
Charla con un
decano
de la crítica cordial, José B. Cairola. escritor dc amplia ctdtura y fina percc|H!Íón, robusto de cuer])o y de es[)íritu. que habla exaltándose, con cariño filial, de las cosas de España. Y ha exaltado también nuetro crnenia. *'on la autoridad y ex¡>ericncia (pie le dan sus diez años de crítica cinematográfica en liazón, pre(•edidos tle otros siete de crítica teatral, el señor Cairola juzgó que, técnicamente, el < mema llegó a su mayoría <le etlad. t j i este sentido, afirma, .se han het^ho grandes progrcstKs, (jue .se evidencian en Rumbo al Cairo, Nobleza baturra, Don Quintín, el amargao, y IM bien pagada. ¿Pintonees, u.sted (írec que esas películas serón bien recibidas en Buenos Aires? —¿Por qtié no? ¡Pero si no hay prevención contra el cinema español, cuando es bueno! Y ahí está el nudo de la cuestión: la calidad. Ella es la que decide el é x i t o o fraca.so de un film. FÁ ser española una película, es decir, el estar hablada en nuestro idioma, y a es una ventaja enorme, aimque no baste en muchas o(!asitines, como es lógicí). N o hay [)revención, se lo aseguro; al contrario, hay tolerancia, que no excluye el derecho a exigir un mínimum de arte. T o d o lo demás es mentira. liO p m e b a el é x i t o de IM bodega y de El negro que tenía el alma blanca, ediciones mudas; y a v e si hace tiempo; y ahora, el de TM hermana San Sidpicio, entre otras. Cuando llega a mi país una buena película española, triunfa siempre. Y hoy, que puedo apreciar de cerca los progresos realizadas por la cinematografía española- he visitado los Estudios Balle-steros y las de la C E A , y he quedado maravil l a d o - - , le auguro un inmetliato y brillante porvenir en .\mérica. H a y un precedente...
- ¿ U n pre< etlente? - S í , el teatro. Como todo el jihukIo sube, el teatro español triunfó y predominó durante siglos en la .\mérica española. ¿ P o r qué no ha d e (Híurrir lo mismo con el cinema, a condición, y perdone mi insi.stencia, de que e.sté bien hecho? Pues y o creía... I*x|uívocos mantenidos por quientís llevar* n allá mala producción. .\demás, hay que organizar *d mercado y establecer también intercairbif» de fieliculas. El m o m e n t o es propicio, y todos esttunos ílispuestos a (pie no se malogre el interés (jue en mi país v a despertando la pnKlucción española. Una de las figuras más prestigiosas fie la cinematografía argentina, don Ángel Mentasti, gerente de la Sonó F i l m , ha venido a P'.spaña con este propósito, y tal vez mi viaje obedezca a las misma.s causas. L a C l F F i ^ A , al establecer una sucursal en Buenos .\ires, acredita una certera visión de ia realidad. Y otn> tanto puede detirse de Ballesteros T « m a - F i l m .
En efecto, hablé hace unos días con cl señor .Menta.sti y se muestra tan ()ptimista como usteil. •—No es optimismo; es ver las cosas como s o n . - Y de los temas de muestras películas, ¿qué rae dice usted? - Demasiado tt^atro. ¡Con el c u u i i i a original que podría hacerse en Espai^ia! Y en cuanto a los documentales a estilo (Iranrula, Felipe lly El Escorial, monumentos, tradiciones y ti[»i.sin(» españoles, serían allí ai'ogidos con entusia.smo, y luista me atrevo a decirlo, con dev(MÍón. ¿Otro sorbito de <afé? Crucemos de n u e v o el mar, y hablemos, si le parece, de la fuoducción argentina. Encantado. VÁ nacimiento, vicisitudes y desarrollo de nuestra producción ofrecen muchos f>untos de contacto con la historia de la producción española. Los primeros ensayos datan de hace unos tpiince años. A' los pionniers fuen«n Ferreiras, Cominetti, González Ca.stillo, García Belloso... H o y , entre los más destacados actores y diret^tores, figuran: .\rturo S. M o m , antiguo críti<-(), y muy autorizado, por cierto, de ¡M Nación, hombre de cultura y sensibilidad, q u e ha v i a j a d o por Europa, sin olvidar el país de los Stiviets, y p » r Norteamérica. Se reveló en Monte Criollo: pone ima gran nobleza en sus películas y trata de hacer cine puro. Otro ipie se ha destacar^) es- Soffichi, excelente actor en El fUma del bandoneón I.a barra mendocina y lÁmjera. —¿Linyera? ¿Qué es eso? — U n término popular con el que se designa al emigrante ([ue v a t r a l)ajand*> de pueblo en fiueblo durante la cosecha, y luego se v u e l v e a Italia con sus ahorros Linyera lo d i r i g i ó don Enrique Larreta, d e s |»ués de ser ministro. Su prestigio [>olítico y literario incorpt>rado al cine ha beneficiado mucho a nuestra producción. Malí u e 1 R o m e r o , célebre autor de revistas, ha dirigido Noches de Rueños .\ires y El caballo del pueblo. Esta últiina ha sido el m a y o r é x i t o de la cinematt^raíía nacional. A . Petrone, a c t o r de mérito. I n n a Córdoba, m u y elegante, protagonista de^ Noches de Buenos aires y de El caballo del pueblo. Luis SímdriF.\ decano de la rrítica ematO);ráfíra de Huenns Aire» don Jo<>é K. tlairola, redactor de <La Razón . pa»>eando por 111, líremlor de Lo.s' trt el Retiro madrileño con nuestro colaborador acñor Guzmán berretines (maninsV <1 VOT. VIOBA
Riadluelo, que f|ué un é x i t o formidable, muy bien acogido en N u e v k Y o r k , y de El loco lindo, cuyo asunto es mío. Y Nedda Francy, actriz de envidiable temperamento. Nuestros mej o r e » estudios son liUmiton y Side, y las productoras y distribuidoras m¿s importantes, la misma Lumiton y A i ^ e n t i n a Sonó F i l m . C o m o ustedes, después de muchos tanteos, parece que hemos enc«mtrado el buen camino. Pero del estado actual de nuestra cinematografía y a tendré ocasión de hablar ampliamente en crónicas que
enviaré a C I N B O R A M A S , como corresponsal de esta revista en Buenos Aires. —Pues entonces... —Si, ({uédese para mañana, y vamos a estirar las piernas en la ( i r á n V i a , truyo movimiento y animación en estas primeras horas de fa noche sorprenderían a todos mis paisanos. Y eso que Buenos Aires... - E s la mejor ciudad del nmndo, ¿verda»!? —Clié, si no lo es, poco le falta. A. C.
Hablando con don Norberto Solíño, representante de la CIFESA en IAI Habana
Q
IT8 el cine español tiene un mercado natural en las Repúblicas hispanoamericanas es una evidencia repetida hasta la saciedad. Que el cine español no se preocupa gran cosa por conquistar ese mert-ado de veinte naciones en pleno cre»;imiento, también es otra e v i d e n c i a Y la tercera evidencia ee que el cine español puede ser el más poderoso de Europa, a condición de cruzar el Atlántico y ganar, en nobles empeños de arte, la estimación de nuestros hermanos de idioma y raza. Nosotros, desde estas páginas, vamos a mantener las tres evidencias hasta convertirlas en realidades con la ayuda de todos los cineastas, los de aquí y los de allá, que sientan y quieran ja compenetración artística y el intercambio de \ producciones entre unos y otros países del que ] pudiera ser un día imperio cinematográfico de \ habla española. Con este pn)p/>sito inauguramos desde hoy la Sección ííispauoamericaua. Y quisiéramos que esta se«í<;ión fuese una e8|)ecie de lonja espiritual en la que cada cual expusiera los valores inapreciables de sus iniciativas, ideas y opiniones sobre el m o d o más rápido y eficaz de abrir ese gran mercado recíproco para todos los filma editados en España y sus hijas de América. Queda hecha la invitación, y acogeremr)s con amplio y cordial criterio cuantas adhesiones y aun objeciones se nos comuniquen a este fin. Eknpezamos con una opinión optimista: la de don Norberto Soliño, representante de la C I F E S A en la Habana. El señor Soliño se encuentra en Madrid. Ha venido a cambiar impresiones con la C I F E S A , y al mismo tiempo, a observar de cerca el desarrollo de nuestra producción. Y a son tree las figuras destacadas en la cinematografía hispanoamericana—el señor Mentasti, el señor Cairola y el propio señor Soliño—, que en menos de nn mea se han sucedido en Madrid con el desetj de documentante sobre nuestra producción. liO que demuestra el interés que el cinema español v a desjiertando en el otro hemisferio. —Costó mncho trabajo—confiesa el señor Soliño—introducir en Cuba la producción esptuiola ( L o mismo dijo el señor .Mentasti respecto a la República A r g e n t i n a ¿Recuerda el lector?) P e r o desde el estreno alli de C r « t « mundial hulu) una reacción favorable, y hoy las peliculas españolas tienen ganada la 8Ím|)atía del público. —^¿De veras? —^liasta el punto de que los cineb de estrenos —el Nacional, el Payret y el Campoamor—hacen mejores ofertas a las películas españolas que a laf americanas. —Ese y a es im dato. —Pues añada usted otro: en cuanto en España se produzcan películas en cantidad suficiente para abastecer el mercado cubano, los films yanquis no tendrán nada que hacer en Cuba. —¡Ole lo castizo! ¿Me permite usted un minuto de silencio en honor de la rumba? -Nada de castizo. Ee qne a mia paisanos se . - atraganta el inglés. —Claro, el inglés es idioma de gente r u b i a
—^Y nosotros somos morenos, y a mucha honra. —\jo moreno lo hizo Dios, lo blanco lo hizo nn platero. —Naturalmente. Las películas españolas, para los que haV)lau es|)añol. Y como da la rnsualidad de que nosotros lo hablamos, nie v o y a llevar todas las pelictdas que don Vicente Casanova ha producido y las que él contrate a los demás. El propósito es tener producción española suficiente para abastecer el mercado. -Ekitonces, ¿usted es francamente optimista? -Optimista no es término adecuado. Soy un hombre que v e la realitlaíl y que aplaude la previsión del señor Casaní)va al establecer .sucursalee de la CIFE>>A en las Antillas y en América del Sur. Ojalá que esa visión del inmediato porvenir del ("inema español la compartan
canas en sus buenos tiempos. H e visitado los preciosos Estudios Roptence, los atareados y amplios de la C E A , los magníficos d e Ballesteros... N o , no suponía y o tanto. —-¿Qué actores de loa nuestros son más p " pul ares en Cuba? —Sin discusión, la admirable Imperio Argén tina y el graciosísimo Miguel Ligero. A él le conix^e t o d o el mimdo jnir PoUdo, del personaje que interpretó en Crisis mundial. También R o sita I)iaz Gimeno tiene muchos admiradores en mi país. ~ Y en el nuestro. — L o s directores más famosos allí aon Elorián R e y y Benito Perojo. Y y a que habtamv>s de actores y directores, no puede usted imaginarse la curiosidad que hay en Cuba por conocer lo que pudiéramos llamar vida íntima del cinema español: biografías de sus intérpretes, planes y proj>Ó8Ítos de sus animadores y productores, intei^'iús. anécdotas, etc. T o d a esa literatura de vulgarización y propaganda que tan bien ha cultivado siempre el cinema norteamericano. Comí) le he dicho antes, mis paisanos han acogido sin resellas la producción española y admiran a muchas de sus figuras, pero no saben casi nada acerca de ella». ¿Por qué no intentan ustedes en CiNBoaAMAS, que es muy leído allí, y perdone la intromisión, llenar ese va<'ío, pensando en los |HÍbli(;os hispanoajuericanos, para establecer entre ellos y los valores del cinema español relaciones, en cierto mod(j, familiares? —Aisi lo venimos haciendo. T a l v e z sin la insistencia necesaria —Pues sabe a poco, por lo menos en mi pais. — T o m o nota. Y dígame, señor Soliño, ¿conocía usted E>paña? -Mucho. Y Madrid, también. Sólo que Madrid está desctmocido. ¡Cómo ha progresado esta ciudad! Y cuando mi a m a b l e interlocutor se disponía a c(mtanue sus impresiones madrileñas, llegó Imperio Argentina, a quien él no conocía j>ers.o-
La eininrntr rstrrila rspañola Imperio Argentina, con doi I Vicente Casanova, consejero delegada de la CIFRSA, y d«a Roberi* S*liao, repreaenlanle ea La llábana de la citada imporiaole entidad einematogrifica roí. c o a n s
otros productores y cese este inexplicable abandono en que se ha tenido hasta ahora el mercado americano. —Sí, señor, inexplicable abandono. Y ustedes, ¿qué hacen? ¿Tienen Estudios? ¿Producen algo? —^Nada N o tenemos elementos. jSi viera la impresión, más atín, el entusiasmo <^ue roe ha producido la actividad cinematográfica de uatedes! —Empezamos ahora. —Sí, pero con bríos. E6taa oficinas de la C I F E S A y otras que he visto en la Gran V í a recuerdan, por su actividad, las sucursales amerí-
nalmente; y a hier de observador, declaró que la gracia persona! de nuestra gran estrella si que le produjo impresión. Saludos. Presentaciones. T i r a Cortés una nuev a p l a c a Y al dest^arecer Magdalena en el mism o torbellino de simpatía que la trajo, quiero reanudar la interviú: —^¿I5n dónde estábamos? —Estábamos—responde el señor Soliño—en ue esa extraordinaria mujer, como su nombre ice, vale un imperio. N o hubo manera de proseguir.
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Su gran triunfo en 'Nobleza baturra* da un máe %'ivo interé» de actualidad a la figura de Imperio Argentina, nueetra admirable arlriz. Su arUf, tan lleno de feminidad, ttm rim ea matices, se pre Menta más eao/• • • dente en eaét¡ Imperio Árgenun fina ttciri ciamos primero} t artiela de
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K
A R M E N (MARY DEL)
Nombre verdadero, Marta del Carmen Merino. Nació en San Sebastián (Guipúzcoa) et 14 de Mayo de 1919. En su ciudad natal al principio, y en Madrid más tarde, cursó la primera enseñanza, distinguiéndose como alumna aplicada e inteligente. T U T O siempre gran afición al cine, y soñaba con llegar a estiélla de la pantalla. Mas cuantas veces intentó convertir en realidad su propositaba resistencia de su madre, que no transan con tales aspiraciones, detuvo toda clase de gestión. Pero a principios de 1935 decidió arriesgarse y correr la «ventura; sin que sus familiares lo supicaen, presentóse i | M mañana en los E«||dios de la Ciudad Lineal, y allí nocimiento con Joaé.^artln, director Benito Patojo. Se papel secundario en la pelia en preparación: pero ella icapié en «ometerse a una ogenia. Realizada ésta, Pesfecho sobremanera, hasta fiar a la novel aitista el niño de mayor responsa' film. Terminada esa primera 6n, y antes de someterla al empezó la segunda. Está 1 de carácter muy alegre. Preura a los deportes, y en el teonal gusta, sobre todo de ^dramáticos, que son, según i que mayores posibilidara el rendimiento artístico.
Peiíeuiat
que
ha
interpretado:
Rumbo al Cairo, Benito Perojo. Es mi hombre (versión hablada), Benito Perojo.
metroa. Ojos azules.
C
Pelíeula»
que
ha
interpretadot
Siete ocasiones (Seven chances), Donald Crisp. El moderno Sherloch Holmes (Sherloch Júnior), Eddie Cline. La ley de la hospitalidad (Our Hospitality), Eddie Cline. El navegante (The Navigator), Donald Crisp. El colegial (Collige), James Home y Harry Brand. El general (The General), Clyde Bmckman. El
rey
de los tcow-bóyst (Go
WestI),
Buster Keatón y Roscoe Arbuckie. De (rente, marchen ( Forward, march ) , Edward Sedgwick. Estrellados (Free and Easy), Edward Sedgwick. ¡Pobre tenorio! (Spite marriage ) , Edward Sedgwick. El amante improvisado (The pasionate plumbej), Edward Sedgwick. Las calles de Nueva Yorh (Sidewalhs of New Yorh), Jules White y Zión Myers. El rey de los Campos Elíseos (Le roi des Champs Elysées), Max Nossek.
SCHEKOWA
(TULUO)
El conde Tullio Carminati di Brambillo nació en Zara (Dalmacia) el i . ° de Septiembre de 1896. Pasó su infancia en el castillo de sus padres, y varios profesores le dieron enseñanza privada. A los quince años, aburrido por la monotonía de sus costumbre* castellanas, abandonó el hogar y se uni^en Ancona • una Compañía de cómicoiy^ la conmiaación para que aban donara j | teatro y |otTÍese con odió n^ttiramente, sus familiares dado, ^ j p a n actor y por ello fué Iióció el MMnto del Ermete Nora^fa Sevó a Roma, asignánjoven artista dole papeles de relieve en su Compañia. Trabajó en algunas películas pertenecientes a la última época esplendorosa del cine italiano, y produjo varias por su cuenta. Sus mayores éxitos en la habia de lograrlos con la eximia Eleonora Dua», por quien abandon tarea en el Bl|tudio. Acompañó olvidable actri| en su viaje a los Unidos; pero svr maestra murió burg en 1934, y la Compañía quedó disuetta. A IM^DOCOS dias, Carminati vgn^ chó a HolUÉpod, contratado por M. Schend^Slizo unos cuantos fil la llegada ^|fios «talkies» interrump su carrera j>or no dominar del ta idioma infles. Volvió al teatro con^ Compañia italiana; uno de sus triv fué en la comedia «Strictly DishonorabtB», que representó setenta y seis semanas an Broadway. Hizo un viaje a Europa para visitar a su familia, con la que se reoMicilió tiempo atrás, y al regresar se incorporó de nuevo al cine dc Hollywood. Eftá soltero. Estatura, 1,73 metros. Ojos pardos.
(BUSTER)
Nombre verdadero, Joseph Francis Keatón. Apodo español, «Pamplinas». Nació en Piqua (Kansas), durante un fuerte ciclón, el 4 de Octubre de 1895. Sus padres eran renombrados artistas de variedades, y con ellos empezó a trabajar desde muy niño. Suspendió su actividad escénica para hacer sus estudios, y la reanudó apenas salió del colegio. Su fama fué pronto tan considerable, que, recite cumplidos los veintiún años, reábió del célebre empresario Shubert 1« ntrato con setecientos c: semanales para el Winter , de Nueva York; pero do por la propuesta, noi en sueldo, que Joseph M. le hacía al mismo tiempo para trabajar en peliculas de dos rollos junto a «Fatty», Al St-John y Alice Leaby. Vino a Europa durante la guerra con las fuerzas del general Pershing, y a poco de su regreso abandonó la producción de cini cortas para consagrarse a las largas,, lando al cine cómko la novedad di ;tro impasible inspirado en lo que iquis llaman «dead pan comedians»? en 1921 con Naflialia Talmadge, su compañera de trabajft, de la que tiene dos hijos: Jimmy y Bob. Se divorció e4|^32 a petición de la clfMa. Se volvió aqPar en 1933 con la enfer|9|era Mae ScribbeÉl, que el 4 de Octubre de Íi|^5 ha obtenido también el divorcio. L o S W gustos de su>|^a intima y su ruina Monómica por Ui|escasa aceptación d i nu films habladmik han conducido a la locura; et homb(M que no tm nunca, |fe a carcajadas en ja celda dfl demente! del Hospital MllatÜ de Sant EsUtura,
T
ARMINATI
EATÓN
(OLGA)
Nació en Alexandropol (Caucasia), de padres rusos, el 26 de Abril de 1897. Pertenece a una antigua familia de artistas; es sobrina del famoso escritor Antón Tschekov y de la gran actriz Olga Knipper. Cuando tenía cinco años se trasladó con sus padres a Moscú. Hiz tudios de cultura general y < pezó a asistir a las cU
de la Escuela ^ ^ ^ ^ ^ ^ recoi^B
1 otorgaba. A los di<7 PetíeuloM
que
ha
interpretadot
En Italia: Mi vida por la tuya, Emilio Gbione. El vértigo, Luciano Doria. L'aigrette. El camino de la luz. El rostro del pasado. Madame Flirt. El rival. En Hollywood. Mudas: El murciélago (The Bai). Rowland West. La duquesa de Búffalo (The duchess of Buffalo. Marshal Neilan, El miedo a amar (Honeymoon Hate), Edward H . Griffitb. Habladas: La estrella del Moulin Rouge (Moulin Rouge), Sidney Landfield. Toda una mu-1 jer (Gallant lady), Gregory L a Cava. ] Vivamos esla noche (Let's Uve lo-1 night), Vfctor Schertzinger. Una no-\ che de amor (One night of love), Víc- j tor Schertzinger. |
ílos se casó Conlsu primo Miehael TschSioT, distinguido fl|or teatral. Unos meses más tarde, decidSseguir la profesión de *u marido, y deAtó en el Teatro de Arte, de Moscú. Compartió las tareas
escénicas con las escultóricas, y después de tm revolución hizo un viajJ vacaciones a Berlín; conoció al eminé director d « jkUculas F Mumau,' y
apareció por primera vez film. Como esta su salida inicial al de la pantalla fuera vn éxito, ibajando en los Estufio*, y acabó instalarse ea Berlín y renunciar a t o t f o t r a tarea artística; aoa^e incorporapa al cine alemán, ha iBitervenido también eo cintas inglesas y francesas, y legada H época del sonoro, pudo actuar |n diveí versiones gracias a su domfiíio de idiomas. En colaboración cofe su m: dirigió una producción qu# ella m ^ ^ ^ ^ terpretaba. Se divorció fot i n c o ^ ^ B i lidad j^carafcteres. Es una m a d i ^ ^ ^ plar.^Hva una vida retirada. No ' o^ieportes que los imprescOi 1 mantener la línea. Lee mucho. Estatura, 1,68 metros. Ojos grises CabéUo rubio.
Pelieula*
que
ha
interpretadoi
La última carcajada (Schlossvogel heut). Friedrich W . Murnau. Norah, F. W . Murnau Mouhn-Rouge. Ewald A. Dupont. Troiha. Strijewsky. Predilecto de los dioses (Liebling der Gotter ) , Hanns Schwarz. El amor que necesitan las mujeres (Wege zu guie Ehe), .Adoph Trotz. Un cierto señor _ Grant (Ein gewisser Herr Grant), Gerhardt Lamprecht. El trio de la \beruina (Le chemin du Paradis), tarUhelm Thiele. Amoríos (Liebelei), Max Ophuls. Poliche, Olga Tchekova ¡jkfichaelTschekov. Af<ucara//a (Mas) , WUly Forst. Vna aventura ia (Abenteuer eines jungen i» Polen), Gustav Frohlich
Intercambio
de
iniciativas entre Europa y Norteamérica
del R í « gmatm. ningana o t r a estrella d e ia pantalla, d e las cloilettea» originales. Vedla aquí lucieado un atavío exótico y elega»tíaii
Mary SMor con ua magnínco a b r i g o de «breitrhwatz» y « w a r d » , e o » p l « ! t a d o eoo ana toquita de fieltro, de f o n M
N
o es la primera vez que esta sección hace resaltar la evidente influencia de la elegancia yanqui en las modas de nuestro Continente. N i será la última, ciertamente, porque aquélla de día en día se acentúa más y más. Parecía imposible, no obstante, que el espíritu sajón, rígido, estricto, supeditado casi en absoluto al aspecto práctico y confortable de la vida en todas sus modalidades, pudiera un día imponer sus normas a la vieja Europa. V menos aún en una disciplina colmada de sutilezas, de espiritualidades, de refinamientos, cual es la moda. Sin embargo, ello ha acontecido por un milagro cuya realización débese totalmente a la avasalladora invasión del cinematógrafo, que ha Uegado a crear en el orbe entero un nuevo sentido de la vida. L a elegancia yanqui—la el^ancia cinematográfica, queremos decir—influye ya, de un modo decisivo, en la moda europea, de tal suerte, que sus sedes tradicionales—París, landres, Berlin, Viena—sostienen una ruda pugna con la inspiración de los modistos de allende el Atlántico. ¿Que cuáles son las razones fundamentales para que esta evolución haya podido producirse? Existe, ante todo, una poderosísima y primordial: el dinero. Europa, desde la hecatombe inolvidable que determinó una convulsión cuyos dramáticos resultados alcanzan a todas las actividades, está en crisis. Norteamérica, en cambio, pujante y jxiderosa, pudo resistir con mayor desenvoltura las salpicaduras de la tragedia, y su vida, en relación con las restricciones que obligadamente hubo de adoptar Europa, afienas sufrió la menor evolución. El dólar, durante mucho tíempo, conservó su omnímodo poder. (Actualmente la.scosa> l a elerancia inruuiparahan variado, y su situación se asemeja a la nuestra; pero, de todas suertes, de su pasado p i Mf ae Ine uiavío- cluieoa. derio conserva aún el ímpetu, la acometividad y la audacia que en nosotros ha tiem¡><> e-.x«<• iialla fLuipreiidida ea pozaron a extinguirse.) e«i« a e ñ n r i a l cloiletle» V además de todo esto, Norteamérica tenía el cine. El cine constituyó una incakuiH'' f rt'AÜaada eu t e r c i o p e l o te de riquezas, y al amparo de aquel fasto, de aquel incesante y deslumbrador ala->i' «cbiiToni eolor rubí
de suntuosidad, las estrellas de la pantalla pudieron disfrutar sueldos fabulosos, inmenso-, incomprensibles en estas latitudes... A cambio de ellos, las Empresas editoras pedían a s i artistas, a sus decoradores, a sus directores, nuevos dispendios, nuevos derroches que a.son braran al mundo. Y todos ellos, sumisos a la demanda, esforzáronse en aportar nuevas ii. ciativas colmadas de fantasía, de refinamiento, de suntuosidad. Y cada vez fueron más di^ lumbrantes los cortejos femeninos, más afortunados y costosos los escenarios de los films. L a moda femenina no sólo podía permanecer ajena a estas aportaciones de 1% inteligencia del espíritu y—reconocerlo es inevitable—del dólar. \ en Norteamérica, el dinero logró realizar el milagro de incorporar a la moda europea—jerarca suprema de las elegancias femeninas durante siglos—sus iniciativas. Y los modistos yanquis empezaron a cobrar fama, y sus nombres, inéditos e ignorados hasta poco antes, se interpolaron a los de los a.ses de la costura de nuestro Continente. Pero, ¿fueron realmente los modistos quienes conquistaron, por sí solos, celebridad mundial, o fuerf)n las estrellas de la pantalla norteamericana quienes, dotadas de un prodigioso y sorprendente espíritu de aclimatación, coadyuvaron a ello decisivamente al incorporar a sus atuendos la depurada distinción y el inconfundible refinamiento de las elegancias de Europa? N o falta tampoco quien asegura que esta transformación del gusto yanqui hacia lo refinado, lo distinguido y lo verdaderamente chic, débese esencialmente al interc a m b i o de a r t i s t a s . Las europeas que llegaban allá dejaban sentir su señorial
Utra vez Mary Astor. Aqui. ron otro abrigo, confeerionado ron arreglo a las actuales normas de la moda, en dos distintas calidades de piel
Clenda Karrell luciendo un elegantísimo abrigo de ra. lor, de líneas sobrias y distinguidas, y ajustado a la boga de la elegancia de boy
(alenda Karrell luce aqui un magnírieo abrigo de cvissoo», caya cálida tonalidad rinta a maravilla
eon el do ado eabello de U licriosa «*4«r>
influencia, y las yanquis que venían a nuestros Estudios incorporaban a su temperamento, a su psicología, el espíritu depurado y el tradicional y señero matiz de finura de nuestras mujeres. Pero sea ello como quiera, k> inpegable es que en nuestros dias la influencia a que aludíamos al comienzo de estas líneas existe, y que ello ha determinado en la moda una saludable y plausible evolución. Y de tal modo es esto cierto, que nuestras féminas acuden ahora a U s salas de los cinematógrafos con el doble propósito de solazar su espíritu y «cazar» alguna idea feliz que puedan aprovechar en sa indumenta-
ria. Por otra parte, nuestras páginas—las que C I N E G R A M A S dedica semanalmente a esta Sección—son el más rotundo exponente de nuestra teoría. Cada semana ofrecemos a la curiosidad de nuestras lectoras seis, ocho y hasta diez modelos distintos. Rara vez utilizamos modelos creados en Europa. ¿Puede negarse, repasando nuestra colección y observando no sólo la diversidad, sino la fortuna que preside la inspiración de los figurinistas yanquis, la evidencia de nuestra teoría? El dinero de Cinelandia ha sido el poderoso talismán a cuyo conjuro el milagro ha podido realizarse. L a cooperación de las inteligentes y bellísimas mujeres que hacen del séptimo arte, a la vez que un recreo del espíritu, una fiesta para los ojos, ha contribuido, ciertamente, a que la advertida influencia sea de dia en día más sensible. Y también al constante y cada vez mayor intercambio de artistas entre Europa y Norteamérica corresponde un cuantioso porcentaje de esa evolución. Pero aunque al reseñar las causas sea obligado, no es éste el propósito que inspira nuestros renglones, sino simplemente el de constatar, como hecho cierto e ; innegable, la realidad de esta influencia, a la cual—leal ] es reconocerlo—debemos la incorporación de inconta-' bles iniciativas que han renovado, ampliándolo y extendiéndolo, nuestro sentido de la elegancia. 1.a mujer de Cinelandia ha afwrtado el perfil cómodo y confortable de la moda. Nuestras féminas, por su parte, han permitido que tomen de su remoto y tradicional refinamiento, de su ancestral e histórica distinción, el sentido depurado y perfecto de la auténtica elegancia. MIOSOTYS
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ti
Bililioieca de
ciMrfftitnaA
que durará mientras se desarrollan las escenas que siguen, . A N G E L I T O . entre bastidores, ve bailar y cantar a F ' E L I S A . Lleva en las manos el abrigo de la estrella, su caja de polvos, etc. N Ú M . 134. Nuevo cambio de ángulo. T E R E S A y P A C O , en la sala, se levantan para irse. F E L I S A , que estd cantando y bailando en aquel momento, lo ve, y al reconocer a T E R E S A , muestra una gran sorpresa. Sin embargo, como está actuando, nada puede hacer para llamar la atención de su amiga. T E R E S A tampoco la ha reconocido, pues ni el nombre ni el aspecto de F E L I S A pueden facilitar el reconocimiento de las dos jóvenes. F ' E L I S A ha terminado el cuplé, y ahora está bailando. Aprovecha
hacia el final de la calle, cambia de pronto de color, y exclama: A N G E L I T O . — ¡ E s él! ¡Mi madre! Se ve avanzar a D O N Q U I N T Í N , que nene con aspecto sombrío. No se ha dado cuenta de la presencia de los tres amigos. S E F I N I , asombrado, ve cómo A N G E L I T O monta en el patinete y desaparece velozmente. Se le ve correr por toda la calle pidiendo paso a los *autos* con la bocina que lleva instalada en su aparato. F E L I S A sale en su persecución. Se comprende que está acostumbrada a estas huidas repentinas. N Ú M . 132. En el ncabaret», en plena representación. Se hallan ocupadas todas las mesas. En una de ellas están P A C O y T E R E . P A C O , en aquel momento, paga ai camarero PACO.—Podíamos esperar un poco. T E R E S A . — N o , que ya es la hora del chico, y sabes que no le gusta esperar. P A C O . — P e r o media horita... K R E S A . — ¡ E l estómago es saf^i.io, hijo! N Ú M . 133. Continúa la escena. Cambio de ángulo. El público aplaude, tl.a Perla de la Ribera», vestida de cubana, con el rostro maquillado de mulata, acaba de ^uhit a escena, i anta una rumba
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21
DON O U I N T I N , EL A M A R G A O el paso cerca de bastidores para hablar con A N G E L I T O . N Ú M . 135. Primer plano de F E LISA y
ANGELITO.
F E L I S A . — ¡ P o r Dios, Angelitol Ve a la sala y sigue a la pareja que va a sahr ahora a la calle. N Ú M . 136. Retrocede la cámara. F E L I S A , sin esperar respuesta, sigue el baile, avanzando hacia las candilejas. A N G E L I T O se queda boquiabierto. Pregunta con los ojos a F E L I S A qué quiere decir aquello. Pero un rabioso gesto de ella, qt4e acentúa el ritmo dislocado de la rumba haciendo reír al público, decide a A N G E L I T O a cumplir lo mandado. Cuando A N G E L I T O llega a la sala, ya salen de ésta T E R E y P A C O .
ANGELITO
i
les
sigue. P A C O se para en rl guarda-
^ Tf.\, en la misma habitación donde al principio encontró a su hija. D O N Q U I N T Í N se pasea preocupado. S E F I N I le sigue con la vista. S E F I N I estd apoyado en el borde de una cómoda. A N G E L I T O , sentado en una silla. Q U I N T Í N . — H a y que encontrarle, Sefini. Necesito matarle como a un perro. SEFINI.—¡Pero, hombre, don Quintín! ¿Aun no se le ha pasado a usted el rencor? D O N Q U I N T Í N avanza hacia S E F I N I , se para frente a él. mirándole airado. Q U I N T Í N . — ¿ P a s á r s e m e el rencor? ¿Aun no hace dos meses que sufrí la humillación, y esas cosas no se olvidan aunque pasen diez mil años. L a tengo hincada a<]uf
como un clavo de fuego. ¡Hasta que no lo mate, no puedo vivir tranquilo! H a y que encontrarlo, sea como sea. Cambio de ángulo. A N G E L I T O , que no ha dicho ni una palabra, sigue sentado en su silla. De pronto se levanta. .Su actitud es muy enérgica. A N G E L I T O . — ¡ P u e s conmigo no cuente, ea! NÚM.
122.
DON QUINTÍN
se
re-
vuelve amenazador. QUINTÍN.—¿Cómo? ANGELITO.—¡Que
a
mf
no
me
da la gana de buscarle la perdición a un muchacho que tenía más razón que un santo! Q U I N T Í N . — ¿ P e r o qué estás diciendo? ¿Es que te vas a poner en contra mía?
A N G E L I T O . — S í , señor. Que si ustes es un costal de hiél, con su pan se lo coma. Pero eso de querer matar a traición a un hombre honrao... N Ú M . 123. Continúa la escena. D O N Q U I N T Í N mira ferozmente a A N G E L I T O . Este, al ver la que se prepara, tiene un gesto de defensa, buscándose en el bolsillo un arma. Luego mira pot donde huir. S E F I N I se abalanza
TÍN,
a DON QUIN-
sujetándolo. Entonces A N GELITO aprovecha el momento para ganar la puerta y salir huyendo. D O N Q U I N T Í N forcejea y empuja a S E F I N I para quedar libre. De una sacudida brusca consigue desasirse y se precipita a la puerta, en persecución de A N G E L I T O . S E F I N I se repone y va a se' guir a los dos hombres: pero
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Biblioteca de
comprendiendo que ya deben estar casi en la calle, abre el balcón y se asoma a él. NÚM. I¿4. Por la puerta de la calle sale huyendo A N G E L I T O , seguido muy de cerca por D O N Q U I N T Í N . Arriba, S E F I N I los ha visto. Su cara demuestra ansiedad, primero. Los sigue con la vista. De pronto, con gesto de cómico horror, se lleva las manos a la cabeza. Vuelve a entrar en la habitación y se abalanza cU teléfono. Marca el número
cuatro! T Í A . — N o bagas caso, mujer. TERESA.—Algo habrá cuando nos advierten con tanta insistencia que tengamos cuidao, que el tío aquel quiere matar a Paco. TÍA.—Mujer, después del tiempo que ha pasado desde la bronca, ya se le habrá olvidao la ofensa. Esos anónimos te los escriben pa amargarte la vida. T E R E S A (pensativa).—Esos matones son muy vengativos... Es la
T E R E S A . — ¡ O t r o anónimo, y van
DON llina que estás regando tendrás ya un retoño seguramente.
OUINTIN, EL AMARGAO]
mi novia, que va a trabajar aquí y ha venido a hablar con el empresario. La habrás oído nombrar: la
Se ve la clavellina. Poco a poco ésta se cubre de claveles blancos. SÚM. 12B. En la misma habitación se ve a P A C O y a T E R E S A arrodillados a ambos lados de una cuna. En la cuna, un niño de varios meses. T E R E S A V P A C O lo miran embelesados. Luego se miran entre st. P A C O besa a T E R E SA en la mejilla.
Perla de la Ribera. S E F I N I . — S l , hombre; ya lo creo. ANGEUTO.—Pues
la
he
lan-
zao yo. SEFINI.—Enhorabuena. Y dime: ¿ese patinete...? A N G E L I T O . — V e r á s : es que desde
aquel día que el salvaje de don
ANGELITO.—Mira,
vedetU. (A
aquí está la
F E L I S A . ) Este es Sefi-
ni, el amigo de don Quintín. SEFINI.—^Tantísimo gusto. Y a sé que ha triunfao usted en toda la línea. F E L I S A . — H e debutao hace poco. Pero ya me avisan pa las fiestas de la aristocracia. S E F I N I . — ¿ Y qué hace? ¿Canta? F E L I S A . — C a n t o y bailo. Hago
P A C O . — | T e r e de mi vida! T E R E S A . — ¡ P a q u e t e de mi alma!
fuera por esa inquietud que no me deja... P A C O . — | A t i z a ! ¿Ya estamos con la canción de siempre? TERESA.—No,
Paco,
no
es
la
canción de siempre. ¿Por qué iríamos a aquel restaurante? P A C O . — P e r o no seas necia, criatura. ¡Pa chasco que viniera a inquietamos a nosotros el tío aquel después del tiempo que hace! Y yo no iré a buscarlo; pero si él quiere venir, déjalo, que ya nos veremos. ¡Ay! ¿Has oído? TERESA.—¿Qué?
P A C O . — E l crío, que ha hecho un ruidito que parecía decir: «Ustedes descansen». T E R E S A . — S í , lo he oído. Pero el que habrá descansao habrá sido él.
SEFINI.—¿Es
la Casa de So-
corro?
Húu. 125. Interior de la casa de la tía de P A C O . P A C O y T E R E se
única sombra que tengo en mi alegría. Me parece que le veo por todas partes con aquella mirada de puñal.
han casado y viven alli. Latíade NÚM. 127. Latíase levanta y va P A C O se halla cosiendo ropita de hacia T E R E S A . niHo junto a la ventana abierta, TÍA.—Vamos, mujer, no seas por donde entra un buen sol de tonta. Ahora te hace falta estar Mediodía. Sobre la ventarut, va- tranquila. Piensa en lo que va a rias macetas. T E R E S A estd regan- venir. f L « enseña un abrigo de do las plantas. Suena el timbre niña.) Esto es lo único que debe de la puerta. preocuparte. ( T E R E S A mira el abríNÚM. 136. T E R E S A abre y rto ve , guito. Luego, a sutía,que se sona nadie. Pero en el suelo, bajo sus i ríe. Termina por sonreír también. pies, hay un papelito. Lo lee. Una Coge la regadera y se pone a regar sombra de alarma cubre su ros- una clavellina.) Y que ya está bien tro. Avanza de nuevo hacia la tía. i cerca. Cuando florezca esa clave-
PACO.—Ya
ves,
tenía un
Pa-
quete na más y te has encontrao con un Paquete y un Paquetito. T E R E S A . — U n paquete de sal y
un paquetito de gloría. PACO.—Gitana, mira qué ojirris más ricos. TERESA.—jChalao!
Oye, no me-
zas al niño tan fuerte, que se va a creer que se ha subido a un columpio, i P A C O . — j V e n aquí, chata mía! j ¿Me quieres? TERESA.—¡Como
no lo soñaba,
Paco! PACO.—¿Estás contenta? T E R E S A . — C o m o ninguna. Si no ¡
La música de chotis original sirve de fondo a esta escetta. Súu. 129. En la calle. Son las dos de la madrugada. De un *cabarett de categoría modesta salen algunos clientes, y erUre ellos se ve a A N G B U T O , que, vestido de *smoking», con un gabancito raído y un flexible de color, estd parado en la puerta, como si esperase a alguien. Por la cuera viene S E F I N I , que al llegar a la puerta reconoce a A N G E L I T O . SEFINI.—¡Angelito! ANGELITO.—¡Sefini! S E F I N I . — ¡ V e n a mis brazos! (Le
abraza.)
¡Tanto tiempo!... ¿Qué haces aquí? ANGELITO.—Estoy
esperando a
Quintín me hizo aquella fractura conminuta en este pie, quedé imposibiUtao pa correr. Y como ba jurao que donde me vea me extermina, pues me he agarrao a este patinete de mi sobrino, y de que vislumbro a ese bestia, encaramo en ella el pie lesionao y arreo'a una velocidad que tengo que pedirles paso a los aerodinámicos. S E F I N I . — E s ingenioso. A N G E L I T O . — Y a propósito: ¿Cómás
obsesionao
cada vez. Dice que si no mata al de la aceituna no se muere tranquilo.
StM. 130. Se acerca F E L I S A , que va vestida con un lujo grotesco de
£J»?.^«íff'
SEFINI.-—Bueno; pues ya vendré a verla un día de éstos. F E U S A . — V e n g a usted mañana, domingo, que debuto, y, además, estreno una canción con letra de Angelito, S E F I N I . — N o faltaré. F E L I S A . — O i g a usted: y de Te- \
resa, ¿no ha vuelto a saber nada? , S E F I N I . — C o m o si se la hubiera
mo sigue esa fiera? SEFINI.—Pues
un espectáculo muy completo y muy artístico.
tragao la tierra. FELISA (interrogando ).—¿ Qué habrá sido de ella? La ilusión de mi vida es volver a verla. NtÍM. 131. A N G E L I T O , que mien-
tras dura el diálogo de los otros dos ha estado mirando con fijeza ^
pasado que añoro, el tiempo vie—una lágritna asomada — jo que llot o- y que nutua volverá. yo no pude contener.—Si crucé por los caminos,— como un pana que el destino—se empeñó en deshacer; —ii fui flojo,—s fui ciego,—sólo quiero qi e hoy comprendan—el valor LOS TOMOS QUE FORMAN UN EJEMPLAR ILEL que representa—el coraje de querer.—Era para mi F R A N C SCO . \ T I K N Z A C A M P O M A R I A . V . V K (.Madrid) T e D o s C H I C A S DK LA ( i l ' O A D la vida entera—como un (Jere de li Fronlíra).—No envía Caruso del tango (al cual ( Coruña) . — Muy agradecido mi esolvide que no .SE mantiene co- sol de primavera, se lo agradecemos, ¿verdad?) la por el envío de la canción. peranza y mi pasión. rrespondencia particular con los canción que te interesaba en la Kscriban a Angelillo. a E. C. E., —Sabia qtu en mi pecho lectores y la Redacción. Escriba película Hl novio de mamá, y . \ venida Eduardo Dato. 13. no cabía—toda la humila Doroíhea VVieck a Studios que es como sigue: Prestos a .Madrid. de alegría—-de mi pobre ¡ Ufa, Neubabelsberg (.\lemapelear, -prestos a c mhatir— lorazón.— .ihota, cuesta C O N C H I T A CuKvo ( í i y d n j . - — nia). siempre.—-Si es preciso luchar,— abajo en mi rodada, —las ( A qué película pertenece esa es cobarde el huir. -Siempre— T R E S .MOOISRILLAS ^ .M.tdrtd). ilusiones pasadas ye no canción.' nuestro lema será,- --nuestro afán Solicitan de algún amable leclas puedo arrancar.-—Stteha de ser,—-vencer o morir. — J . LUIS .\izeuRU (Cartagetor la le ra de la canción tituño con el pasado que añoVencer o morir.—-Es forzoso na ).—Nos tiene que enviar lada «Fin el pisito de un hotel»,de ro.—el tiempo vtejo que avanzar—y no retroceder 6 5 céntimo en selk» de correos, la película Hl crimen del Vanilloro- -y que nunca volve— ijamás I—• yurad fidelidad a importe del número que le falta. ties. Muy agradecido a quien la rá.- -Por seguir tras de nuestra bandera.—Venid a nue.iEscribiendo a una casa que se envíe. su htiella. yo bebí intras filas a formar.—Gritad: ¡a dedique a la venta de discos, cansablementeen mi cojuventud es la primera.— Troi(Balllf-BalllMr* M m ) D i A N . \ S A . S I X I V A I . (San Sese lo dirán con seguridad. pa de dolor -Pero ttadxe dor el que la impida caminar.bastián ) . 4'on mucho gusto comprendía -qtu si todo Luchad con la esperanza de venUNA B E H C I A N A - -Escriba a contesto a TCKLA duda que tenga. Balii M Cmrcit, 'iihtbia. PnfiiitiM, itc yo lo daba, -a cada vuelta cer.—Con la esperanza de venJosé Crespo, a Fox Studios, L.as direcciones <\\ie la interedejaba—pedazos de coracer,—jatruis de la victorta hay 1401 N . Western Ave., ttollvsan son Juca lilms. Rambla ziin.- .•ihora, triste en la que dudar. -La paz la lograréis wood (California). de Cataluña. W», Harcelona; petultente, solitario y ya U N A S a.eoo p a g i n a s de esta manera, -después que at Tnlla-l-a Riva. \ v e n i d a de vencido,—yo no quiero MÁS OE 3.SOO.OOO DATOS ToKKAiK)K ¡Alicantej.~ So enemigo hagáis temblar. Santiago Rusiñol, Parque de confesar—si aquella boca me molesta para nada. El reMAPAS oEOGRÁFicos-Índices Montjuich, Barcelona. l'L'brcr mentía—y el amor que parto de Torero a la fuerza es; UNA AOMIRAUOKA O E R A Ú L SECCIÓN EXTRANJERA y Hlay, Avenida de Eduardo me ofreció—por aquellos Eddie: F:ddie Cantor; Rosalie: • m a t H OIrtctirf* Unlxrtal KouLiEN I Tabarra ) QuedaDato, ¿q. Madrid. Estudios Lyda Koberti; Ricardo: Robert rá satisfecha su curiosidad si ve P. C . E . , Jorg' Juan. 5, V a - ojos brujos- yo habría dado siempre más.- Era Voung; Anita: Kuth Hall; PanPROCLO D A U N AJAMPLAR C O M P L E T O : el número 5 5 de C I N E G R A M A S . lencia. para mí la vida entera.— cho: John Miljan; .-Monso ('»óSiempre ha trabajado en la CIEN P E S E T A S cotno UH sol de primavera, CHUPITOS (Harcelona ).— mez: Noath Beery, Pedro: J. CaFox; pen) ahora marcha al Iraaca < • voritt aa l t < i EtpaAa) —mi esperanza y mi paN o es menester decirle el númerroll M a i s h ; Cirawford: KoBrasil para realizar una pelíro, pues todavía no se ha pu- sión.-- Sabia que en el hert Emmett O'Connor; José; cula como director, siendu la ¡SI QUIERE A N U N C I A R CON EFICAmundo no cabio- toda la blicado. El tango Cuesta ahajo, Stanley Fields; González: Paól protagonista C<mchita .M<mtehumilde alegria-de mi de la película del mismo título, CIA, ANUNCIE E N E S T E ANUARIO! Porca.si; Dalmores: Julián Kinegro. Muy agradecido por el pobre corazón. -Ahora, es: .Si arrastré por este munvero; Martha Olivier: Theresa l u v í o d e la canción. cuesta ahajo en mt rodado—la vergüenza de haber siMa.xweII Conover; Dean: Walter I > H V H I M T . V l pasado—y el dolor de ya no ser, da, las ilusiones Waiker; Ked: lien Hendrick, . \ N G K L C A R B O N E R A S , Albadas—yo no las p u e d o —bajo el al a del sombrero j r . , y Lidney Frankiin. Diricete ) .—Im^nMe; terminó ya I \ T O D A S I.AS LIBKKKÍAS arrancar -Sueño con el —cuántas veces embozada gida por l.eo Mcí'arey. • 1 plazo. Créame que lo siento.
NO OLVIDE USTED QUE SON
ERA DEL
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Pregideoria di-l hanqiieie-honieiiaje «on que los elemeolos rinemntngráriro». oin «lisliiirióii d e iiialice-i. h a n ab!>equiado al direetor en Kspaña de la Hispano Fox Film, S. S. Horeen. eon motivo dc su nombramiento por el (;obieme español de oficial de la Orden de la República. A dicho acto, celebrada en el Hotel Riti. dc U Ciudad Condal, se adhineron, eon ia representación oficial del Gobierno de la República española, los Sre«. Jaumar de Bofarull y ^jM-alas, alcalde V consejero de la Oneralidad. respectivamente
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E S U L T A D O DEL C O N C U R S O ¿Quiénes son estos cinco actores?
Fsc. C.
El rúmero d e $oluc¡ones recibidos posó de 37.000, de ios cuoles hubo 4.722 cor'ecfos, fanfo en lo q j e se refiere o lo reconstrucción de los cores coS E G U N D O PREMIO: CINCUENTA pesetas. Semo o los nomb-es d e los c n c o oc'ores, q u e son: ñor don Jucn de la Riva, CoHe Moreno Nieto, número 15, 3. , E, Mcdria. 1. Fredric March TERCER PREMIO: VEINTICINCO pesetas. Se2. Robert Montgomery ñorito Carmen Pu-g, Calle Entenza, núm. 106, 3. Ricardo Núñez l.^ 2. , Barcelona. 4. Dick Powell Las personas favorecidos en este sorteo deben es5. Gary Cooper escribi: nos inmediatamente, indicóndonos odónde Seguidomente se procedió a sortear los premio» hemos de enviorles el ainero, coso que haremos, entre ios soluciones correctos, resultando fovoresolvo orden en contrario, por giro postol. a cidos los concursontes siguientes:
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PRIMER PREMIO: CIEN pesetas. Señorita Mario Voquerizo, Calle Ace'res, núm. 10, Sevillo.
En la colección « L A O B K A M A E S T R A » publicada por Ediciones « N U E S T R A R A Z A > tenía que figurar e a U obra famosa del señor Salaverria, que hizo con ella nno de loa estudios m i s minuciosos, ooucienzados y perfectos de esa gran figura histórica llamada Ignacio de Loyola, Eenio de naeatra raza y hombre cuyo espirita creador dio vida a una de l a s Ordenes religiosas más disentidas e influyentes en el mundo. Apartándose el seflor Snlaverría de todo sentimiento partidista y de toda idea qne pudiera poner nn límite a s u pensamiento, llef^a con éste desde los más sorprendentes y originales análisis al descubrimiento de uno de loe caracteres m i s firmes de la raza española. No puede faltar eu la Biblioteca de n i n ^ n hombre aficionado a la Literatura y a los estudios históricos una obra c o m o l a q u e resefiamos, felicitando a Ediciones « N U E S T R A B A Z A » y al seflor Salaverria, escritor selecto y eepíritu claro, que con « I N I O O D E L O Y O L A . ha hecho ano de los libros máa importantes de la Literatura española.
H. MANSnELD, dc Radio
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