REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A . V A L E R O
DE B E R N A B É
Año l l . - N ú m . 2 6 . - M a d r i d , 10 de Marzo de 1935
N la literatura novelesca lo vivido ha derrotado a lo iiuaginjtivo. Las nioderna.biografías—evocación de ambientes, episodios y personajes muertos—interesan hoy al público por lo que tienen de reales, y han hecho casi extinguirse la novela, que en los últimos tiempos, y salvo contados casos, no era sino variaciones sobre un motivo sentimental, generalmente huero e intranscendente que jamás respondía a la vida y a las inquietudes del momento. En el cinema también se h a dado el caso, aunque en menor proporción; pero no como evolución de un género, sino como vuelta al pasado. O sea. el cinema actual ha torna^
Una csrcnn iiiiiversilaria en rl liini .Nuevas rutasv, de Inleroanihio Cultural I b e r o a m e r i c a n o , ouya presentación se hará en uno de nuestros prineipales salones
do al campo de lo histórico, lo anecdótic-o y lo legendario, recordando esplendores lejanos. Durante el florecimiento del cine italiano, sus mejores obras sui^ieron de la historia o la leyenda—Qtto vadis?, Los últimos dios de Pompeya, Fabiola, Marco Antonio y Cleopatra, Messalina, etc.-—; lo mismo sucedió en la Alemania de la ])ost guerra — Madame Dubarry, El joven Medardus, Ana Bolena, Sigfrido, Mona Vanna, Fausto, La litada, etc.—; en Francia, durante la época de las series, y aun después—Vidoq, Napoleón, Violetas imperiales. El niño rey, Rosa de Flandes , y hasta los yanquis, fríos, ausente dr ellos todo espíritu artista, se sintieron evocadores, y terminaron, naturalmente, en fabricantes de ma-scaradas. Y es que el cinema tiene su mejor campo allí: en ln leyenda, la anécdota y la historia.
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¡ V ' é lío inii - : ni mil-:», cu II n» o c c n n de dicho filni
Además, lo admirable es ver í^órao el público acoge estas fibras, mejor dicho, los públicos. El inteligente, que capta de lleno todo el valor del film, y el vulgar, el que desconoíñendo los personajes y la época, se solaza con la intriga y acepta una viva lewñón de historia, que de otra forma no hubiera sido capaz de recibir. Nosotros también hemos sentido atjuí la comezón de llevar a la pantalla fragmentos de nuestra Historia. De ellos no queremos acordamos, porque nada se hizo tan falso, tan caiente de arte y de conocimientos históricos. Muchas veces nos hemos indignado con los films extraños, que, intentando reflejar nue.stro país, ofrecían de él una visión risible. Pues bien; aquí se hizo más: se atropello la I listona, se hicieron grotescas a figuras sublimes. Y conscientes de que se hacia, sin nin guna razón que atenuara el escarnio. Es decir, sí, una había, y no atenuante, sino agravante: el dinero. España necesita presentar al mundo trozos de su Historia evocados en los films. Es unn cantera de asuntos para ser realizados por hombres inteligentes y artistas, no por fabricantes de películas. Desde las hazañas de Mío Cid hast a los postreros días del siglo XIX, todas las páginas de la Historia son un rico vivero de futuras películas. Ahora se proyecta en Hollywood—desearíamos para bien de nuestra Patria que no se hiciera realidad—la confección de un film sobre la vida de Isabel la Católica, escrito por Eduardo Mar quina, y que ha de interpretar Catalina Barcena. No creemos que esta actriz salga airo sa del empeño. Por varias r a z o n e s . N i Antonio P o r t a g o y Rosario de C a s t r o en un momento de «La , biempagada», producción de la C. E. A., dirigida por Eus e b i o F. A r d a v í n
los cineastas yanquis lograrán apresar en el écran el ambiente y los personajes, a pesar de la supervisión que pueda ejercer Martínez Sierra ni Catalina Barcena conseguirá díu- digna vida escénica a la reina «que desde la cama gobernaba el mundo», por ser carácter completamente opuesto a su temperamento y condiciones. Creemos que es empresa harto ambiciosa para la en otro aspecto admirable actriz. Las películas que reflejen momentos de nuestra Historia han de realizarse aquí, con toda la ayuda técnica extranjera que quieran; pero con la colaboración de especialistiis españoles en su aspecto artístico, sin pretender soberbiamente, como se ha hecho en España muchas veces, agrapar en torno a un señor—llamémosle director— las pesadas cargas de autor, escenarista, realizador, director artístico y autor de diálogo, cosas cada ima de ellas suficientes p a r a un hombre
que si «lesea salir airiKSo bu de tral)ajar con in teligencia y ontusia.sino. Rodeándose de persí)iiíiH con«K:edoras de \H é )Oca que .se propongan tratar para fjiio sean i las quicn^'s la evoquen, y cl director sólo se cuide de la forma cinematográfica, jiucden con.seguirse films muy bellos, tomando como nervio de hl intriga anécdota.s y episodios de extraordinario y ai'cntuado sabor español, enmarcados en los más pintorescos ambientes, sin llegar, claro es, a las realizaciones de gran espectáculo, para atacar las cuales aún no se encuentra el suficiente capital. ¿Por qué no llevar a la pantalla el mundillo bullicio.so que durante el último tercio del si t:lo XVIII vivió en la célebre casa de Tócame i íoque, que alzaba sus muros al final de la calle del Barquillo? Allí encontrábanse hacinadas las ivienda» y las industrias. El tendero que au mentaba el oro en la gaveta al empuje de su dedo -obre la balanza; el tabernero que colmaba su Uolsa en complicidad con la fuente del corral; il I- ígaro hablador que rasuraba las mejillas conrando la última hazaña de Coffil'ires en la fun-ión de toros; el sastre, que calados sus espejuelos cosía la chupa del manólo; la modista que tejía una redecilla; la planchadora que almidonaba ima camisa... ¿No creen nuestros directores que de af^uel ambiente abigarrado—manólos jaques, mfianes de baja estofa, golillas y hembras de rompe y ra.sga—podía salir un buen film, tomando como inspiración y documentación las escenas garbosas, 1 enas de picardía y de gracejo, que nos legó en sus sainetes aquel gran madrileño que se llamó don Ramón de la Cruz? ¿O los días turbulentos y agitados de la Gloriosa, con sus conspiraciones y sus intrigas; o esas bellas leyendas madrileñas, llenas de encanto y poesía, que han dado ocasión a tantas narraciones literarias; o las biografías cinematográficas de personajes tan interesantes como Diego de I^eón, Riego, Barbieri, Fernández y González, Alonso Cano, Cervantes y tantos otros que pueden convertirse, manejados por manos hábiles y artistas, en maravillosos films? De dasear es que los realizadores jóvenes llevaran a feliz realidad algo en este sentido, y más aún que el capital les ayudara en la empresa. ¿Eis que no les dicen nada los éxitos clamorosos de los films de esta clase? Nosotros, más que nadie, por el esplendor de nuestra i' istoria, por el color de nuestras costumbres populares en todas las épocas, debemos hacerlo; estamos en la obligación de hacerlo. ¡Y éstas si que serían peliculas intemacionales! HERNÁNDEZ GIRBAL,
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liuHaxleí^ «leí mundo pretenden haber dado a luz al cinema? Nueva York, París, Berlín, Ijondres, han sido, respec tivamente, mencionadas por historiadores ocasionales, y finalmente, después de haber empleado mucho tiempo y mucha tinta, todo el mundo se ha inclinado ante la verdad, o sea:^ que si numerosos precursores contribuyeron a l | maravilloso descubrimiento, el único y verda-' dero inventor del cinematógrafo, tal como lo conocemos hoy en día, es monsieur Louis Lumiére; no monsieur Antoine Lmniére, padre, ni tampoco loa hermanos Lumiére. En este año 1935 se preparan en Paris varios UÁNTAS
homenajes en honor de monsieur Louis Lumiére, en ocasión de cumplirse el caarentenario de la invención del cine, y bien podemos decir que aquel año 1895 fué el año Lumiére (coincidencia simbólica: lumiére en francés es luz en español). Citemos algunos datos y fechas, muchas de las cuales he recogido de los labios del insigne inventor: Hagamos con tar ante todo que fué el mismo monsieur Lumiére quien dibujó y efectuó personalmente el montaje de sus primeros aparatos, así como más tarde accionaba la manivela de la cámara de toma de vistas, impresionaba los negativos y tiraba y revelaba los positivos de sus primeras bandas. Establezcamos ahora el orden cronológico de las demostraciones públicas del cinematógrafo: La primera presentación tuvo lugar en Paris. el día 22 de Marzo de 1895, en la Soci té d'encouragement al'Industrie Nationale, 144, rué de Kennes, al final de una conferencia dada por monsieur Louis Lumiére sobre Lo industria fotográfica, bajo la presidencia del astrónomo Mascart, presidente de la Academia de Ciencias. Una sola banda fué proy. ciada: Lm salida de los operarios de la fábrica Lumiére. Debemos, pues, considerar esta película como la más antigua. La s ^ u n d a sección de proyección tuvo lugar el 1.0 de Junio de 1895, en Ly. n, en presencia del ilustre inventor del revólver astronómico, monsieur Jansen, director del Observ.itorio de París. Esta vez monsieur Louis Lumiére dió a los congresistas la agradable sorpresa de proyectar ocho bandas, la longitud de las cuales variaba entre los ocho y diez y siete metros. He aquí loe títulos: 1.", La salida de las fábricas Lumiére; 2.", La plaza de la Bolsa de Ly',n; 3.°, Una lección de equitación; 4.0, Los herreros; 5.°, Bebé pescando; 6.0, Un incendio; 7.", El regador regado; 8.*, La merienda de Bebé. Por no atreverse a arriesgar el éxito de una producción en sala pública en pleno Paris, monsieur Lumiére retardaba el dar ésta hasta que el funcionamiento de su aparato pudiera darle una seguridad y rendimiento impecable. Téngase en cuenta que el aparato construido por monsieur Lumiére, y de funcionamiento en extremo deliC£ulo, realizaba las dos operaciones, o sea, la toma de vista y la proyección de las mismas. Es ésta la razón por la cual el primer teatro de cinema propiamente dicho no abrió sus puertas h 14 i el 28 de Diciembre de 1895 en un modesto subterráneo del Gran Café, bautizado circunstancialmente con el pomposo titulo de Salón Indiano, situado en el número 14 del boulevar de les Capucines. El precio de la entrada fué fijado a un franco, proyectándose un programa de ocho a diez films, y siendo la duración de la sección de unos veinte minutos, aproximadamente: después de cada una de ellas la sala se vaciaba y el espectáculo volvía a comenzar. El primer día el total de taquilla alcanzó la cifra de treinta y cinco francos... El éxito no se hizo esperar. Tres semanas después de la inauguración, la entrada diaria oscilaba entre 2.500 a 8.(XH) personas, sin otra publicidad que uno o dos carteles colocados en la puerta del establecimiento. El público se apretujaba y armaba tanto alboroto para entrar, que fué necesario establecer uu servicio de orden, a cargo de los agentes de Ptjlicía, con carácter peruianente; téngase bien en cuenta que la sala no podía contener más allá de Una de las m i s r e - im máximo de 100 a 120 t i e n t e s fotografías
personas.
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I^-P"és de aquellos heroic*» tiempos, ¡cuánto cammo recorrido; cuántos perfeccio-
nematógrafo
namientos aportados al que hoy podemos llamar nuevo arte, y cuánto camino queda aún por recorrer, como en todos los descubrimientos llevados a cabo por el hombre! Imposible nos sería en este corto espacio disertar, ni aun someramente, sobre cualquiera de los tres temas más palpitantes del porvenir cinematográfico, o sea, la televisión, el cine en color natural y el cine en relieve. Sobre ellos he tenido ocasión de escuchar varias veces de labios del maestro de la cinematografia su opinión sobre los mismos. Parece ser que monsieur Lumiére h a hecho público en estos dias sus deseos de que los grandes festejos que la ciudad de París le prepara para esta primavera sean reportados al mes de Diciembre, al objeto de poder en esa fecha hacer su primera proyección oficial pública del cine en relieve. Precisamente en mi tíltima visita que tuve la ocasión de hacerle en su magnifica propiedad de Neully nuestra conversación se extendió sobre este ()unto bastante extensamente. Sobre el cine en relieve, la promesa exigida me impide hablar más extensamente. Después de oir de sus propios labios el único camino que, según él, debe de s^uirse para l l ^ a r a obtener este formidable adelanto de la cinematografía
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Lumiére ronvcrsando. en su finca, eon nuestro colaborador Antonio Momplet
moderna, hemos pasado a la diminuta sala de proyecciones: un pequeño écran; al fondo, dos máquinas gemelas, que funcionaban al unisono. El milagro está hecho. La ilusión es perfecta. I.3S figuras se mueven, guardando una perspectiva que dan plenamente la impresión de la tercera dimensión. FÁ asunto, que desde hace tanto tiempo apasiona al público y preocupa a los grandes productores, está allí, si no del todo pefeccionado, al menos resuelto en principio. Al acabar una corta proyección, escucho, procurando retenerlas bien en la memoria, las últimas explicaciones que sobre el asunto me da monsieur Lumiére. Después, con su modestia habitual, me pide no hable mucho sobre este punto, pues él no cree llegado aún el momento en que pueda decir que ha resuelto completamente el problema del cine en relieve. —Kuégole no publique ninguna de las cosM que sobre este particular le be comunicado. Ahora bien, usted puede decir que, a mi juicio, el problema del relieve no podrá ser nunca completamente resuelto a base de la proyección de una sola imagen. La ilusión óptica que produzca en el espectador la impresión del relieve no podrá ser obtenida más que basándola en la proyección simultánea de dos imágenes, una para cada ojo: El (]|ue la imagen destinada exclusivamente a un ojo'no moleste en lo más mínimo a la proyección visual del otro es el único punto del problema difícil a resolver. Todo lo demás, usted h a visto cómo no es muy complicado ni se necesit a una extraordinaria capacidad para descubrirlo... Con estas últimas palabras, sencillas y magnificas, ha puesto fin monsieur Lumiére a la detallada explicación que sobre el cine en relieve venía de darme. ANTONIO M O M P L E T
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ADA nueva pelicula inglesa es una afirmación más de la excelencia estética lograda por la producción cinematográfica de aquel pais. El cinema británico, con esa noble ambición que da la seguridad en sí mismo y la confianza en las propias fuerzas, se está acercando a los géneros más distintos, siempre con idéntico acierto. Y así, vemos que en esa producción hay comedias típicamente inglesas, con ese humor tan personal, con esa sana ironía que es uno de los mejores rasgos del espíritu de aquel pais. Y vemos que hay revistas cinematográficas de espléndida suntuosidad, de deslumbradora brillantez, de músicas ligeras y alegres. Y evocacionas históricas hechas con un profun do sentido de las épocas distantes. Y dramas en que lo patético adquiere un tono de sobriedad y un sello de concisión que son también plena y auténticamente ingleses. La pantalla inglesa, orientada a un mismo tiempo en géneros muy distintos, combatiendo en todos los frentes como quien dice, está obteniendo victorias que le dan un rango cada vez de más capital importancia en la cinematografía mundial. Como una razón de este triunfo p r t ^ e s i v o puede considerarse la gran calidad humana de la producción inglesa. Esta es, en efecto, muy sensible, llena de matices humanos, sin esa tendencia a lo desorbitado y a lo absurdo que asoma a otras producciones. (En ello se refleja también el inglés típico: práctico, realista, metódico, la vista siempre en un objetivo concreto.) La crónica cinematográfica recoge ahora una nueva producción que confirma todos esos rasgos y todas esas virtudes de la pantalla británica: Radio revista 1935. Ea una película que pertenece a ese tipo de films tan de hoy, en que se unen suavidades de comedia a suntuosidades de revista, escenas de humor a bailables de girls y carcajadas a músicas de blues. Mitad comedia bienhiunorada y mitad revista, la nueva película ofrece im gran ejemplo de cómo pueden prácticamente unirse esas dos manifestaciones cinematográficas. R<tdio Revista 1935—muy inglesa, llena de espíritu y de humor, de sensibilidad y agilidad—está dirigida por Artur Woods, un nuevo valor entre los directores cinematográficos de sello más moderno y de más auténtico porvenir. La técnica de la nueva cinta es una cumplida demostración de las perfecciones que en este sentido viene logrando el cinema inglés. Lleva, por ejemplo, algunas escenas en tecnicolor, excelentemente logradas. Y además de los actores cinematográficos que intervienen en el film—entre ellos Helén Chandler, WiU Hay, Clifford Mollisón—, trabajan numerosos grandes artistas de los teatros y los music-halls de Londres. La cinta es una visión interesantísima—llena de humor, de animación y de color—del interior de una estación de radiotelefonía. Los bastidores de las emisiones de radio, no conocidos generalmente por el público. Eaa. parte intima y pintoresca, llena de incidencias y de trucos que no transcienden a la gente. En tomo a una intriga ágil y burlona van desfilando una serie de números que son verdaderos y bellísimos cuadros musicales de revista. Esa emisora de radio que es el escenario principal de la película tiene una organización de una absoluta rigidez, de una disciplina militar. El director general de ella, por ejemplo, vive totalmente aislado, dedicado a la preparación de los programas, a la resolución de los mil problemas que plantea constantemente la marcha de una emisora de esta importancia. Casi ninguno de sus empleados le conoce. Es un hombre misterioso.
El jefe del negociado de recla- Esta nueva promaciones, Jinamy Clare, no se re- ducción inglesa - « R a d i o Reviscata en decir que no le gustan los ta 1935>—reúne programas que la emisora lanza. a la vez, en una Un día lo dice en el vestíbulo a mezcla graciosa un empleado, al que también ha- y a f o r t u n a d a , de cobla de otras cosas en contra del escenas media y pasajes director. de revista: huJimmy Clare es un hombre mor y suntuosifranco, y no quiere ocultar aque- dad. He aquí algunas e s c e n a s lla convicción suya. de esta creación Estando en su oficina, lo lla- cinematográfica, ma el propio director, con gran en las que se ve sorpresa de Jimmy, pues el direc- esa doble gracia tor venía oiendo un hombre invi- de la nueva película sible y misterioso para casi todos. La sorpresa es mayor aún al encontrarse en presencia del jefe: el director es la misma persona con quien antes habia hablado. Pero Jimmy no se achica. Y al pregunatarle el director qué es lo malo de los programas, Jimmy insiste en sus afirmaciones, aumentándolas. «¡Si a él le dejasen confeccionar los programas...!» Y esto lo dice conmovidamente, ilusionadamente. Su acento de fe y de entusiasmo caen en gracia al director, que le encarga entonces de la dirección de los programas, dándole un plazo de un mes como prueba. Jimmy empieza a la mañana siguiente su labor, con un magnífico optimismo. La hija y secretaria del director, Juana, lanza, por indicación de Jimmy, las primeras noticias anunciadoras de los grandes cambios que van a experimentar los programas. Desde ahora intervendrán en éstos los mejores artis-; tas conocidos. Todo marcha, todo presenta aspecto favorable. Hasta tal pun-, to, que el nuevo encargado de los programas recibe la felicitación persouai
se amontonan. Todos los artistas tienen el mismo contrato prohibitivo. ¿Qué hacer? Entra ya la desilusión en sus corazones. Van a marcharse, desesperados, de la emisora, y al hacerlo encuentran a un viejo profesor que vien • allí días y noches sólo para que alguien le atienda, para que alguien le escuche. El tiene un invento que es sencillamente una maravilla y que puede revolucionar al mundo. J u a n a y Jimmy le escuchan compasivamente. «¡Bah, un pobre loco!», piensan. Víui con él a su casa, por complacerle, y el viejo les muestra un aparato prodigioso, en el que los dos muchachos ven e n s ^ u i d a que puede estar la solución del conflicto. Y así es, en efecto. Aquel invento sirve a Jimmy para lanza.- por las ondas de su estación radiofónica las músicas más bellas y más alegres, en un verdadero y embriagador cock-tail lírico.
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el propio director. Falta y a may poco para que la emisión comience. Pero Jimmy no ha teido en cuenta que todos los artistas que deben trabajar para él están bajo contrato con Carlos ^ r a h a m , director del trvst de teatros. V sólo cinco minutos antes de comenzar Es rl clásico beprograma descubre que ninguno de sus artistas tiene permiso para radiar, so final, el m o fracaso no puede ser más rotundo, y Jinuny es despedido. Mas él no se re- m e n t o f e l i z y jgna, y corre al micrófono para decir al público que esa noche no puede dar apasionado que el programa ammciado; pero que a la sigmente presentará la mejor selección pone termino a ^ p i s t a s que hasta entonces se haya podido ofrecer. El director está fmrio- los contratiem^'^^ Sin embargo, Juana, la hija, le convence para que conceda a Jimmy un P** «aevo plazo de veinticuatro hbras. ^ ..ToÍLu/S^ J u a n a y Jimmy recurren a todo para salir del paso. Es, inútil. Los obstáculos SIM
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LÉ es el amor? \JÍÍ% grandes investigado res no han podido dar tíiflavía una definieión lo suficientemente exacta. ,;K1 amor es una enfermedad, una ilusión, un .•jUfcño, una verdad o una mentira? Para Carole I^omhard, esto último. Para Carol'; Lomban], el amfir no era otra cosa «pie un hombre con un bigotito como la sombra de una angula. Este h«jnibro f^^—ya lo salxín ustedes— William Pow<;!l. CaroU; creyó (¡n el amor. Es dtícir, creyó en Wiliiarn I'OWÍÍII. Y desjiués result<'> que William Powell o (il amor (¡ra una iiiagriíficíi mentira. Veamos.
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W'illitiiri l'owell era eu los Estudios ilonde tra-
bajaba antes—y en los que trabaja ahora—un petpieño dictíulor. Su .sólida rej)utiu;ión de actor le f»ermitía im|>oner o rechazar [Hirtmaires, escoger sus dire<:tort!s y mirar c(»n cicrl(» aire de superioridad a las jóvenes danútas cpie trabajaban (üi sus filias. En «sstas condiciones le coI U M Í Ó (íarole l><ind>urd. Carole tenia <pic ser la couipañera en su próximo film. 101 mismo día de su pre.sentiuióu (^n el Estudio. William la invitó H cen)U-. La soliremesa duró siete hor;is. E-Í U M M día sigui(uit.e, William, que itcababa de di•i.irs»!, decía a los reporteros, (jne es como ui'u'.o a los (iiiit.ro vientos: lia. - -Es la mujer de mi vida. Me casaré «un elia.
Carole era dichosa. Que un a.stro como Powell se interesase por una vtdttU como ella, que nacía entonces a la fama, significaba una f»ublicibeneficiosa como inesperada. ¿Pero la amaba en realidad William? Los Estudios explotaron estos amores; pero ella rehusó repetidas veces casarse con su compañero porque no estaba s ^ u r a de su amor. VVil'iam aparecía a los ojos de Carole un poco egoísta, vanidoso, independiente, celoso. Durante el año que duraron sus relaciones, A\'illiam la colmó de atenciones, perfectamente cronometradas: flores todos los días, perfumes todas las semanas, un auto cada tres meses. Y cada día la misma petición por parte de William: —¡Casémonos! Ella accedió, y el 28 de Juniu de li'ál ?e «.eicbró la boda, l'n año después de haberse conocido. Carole habia pensado mucho antes de decidirse. Creyó que William era la felicidad. Creyó que William era la verdad. El amor. Honolulú fué el telón de fondo de su luna de miel.
Carole tenía cuando se casó veintidós año^. Había luchado duramente. Su traje do baño estaba .salpicado de las tartas de croma do las eoluedias de Mack Sennett. Era alegro, coqueta, nnibieio.-ia. Debía trabajar mucho todavía para Hogar a la meta que se habia propuesto. Williaiu li'iiia treinta y (nlu> años. Era lamoso. Era un as del cinema. Podia pormitirso cl lujo de no hacer más que tíos films por ano. Carole tenia que hacer seis. ocho. diez. \\.o> que fueran' Quiso conciliar lo incouciliable. Qui so (pie W'illiaiu la acomi>añara en el Estudio;
dencia. Carole pu<lo a|>or<-ibirs4> l>ien pnmto de <(ue los homenajes masculinos que rwÜK' una joven divoniada son bastante nmnos respetuosos d» los que recilte una soltera. I'«»r es<t, durant^c^ l<»s UMÍ.SÍW que siguieron a su divorcio, ella prefirió a otr.i la eoni|>añia del mismo William Powoll, aun ouamlo éste inició su flirt cou .lean Harlow. Hasta que surgió Russ Culondu).
• • Russ Colombo. Cantante de ra<Ho y opereta. Debutante en el cine. No ha cumplido treinta años. Russ ailora a Carole, la hace objeto continuamente de un culto apasionado. Carole llega a amarlo. Van a casarse. Pero días antes de la boda sobreviene el accidente fatal. Russ Colombo es herido por su mejor amigo. Un accidente estúpido. Probando unas pistolas antiguas, Russ Colombo recibe una herida en la frente. Agoniza. El nombre de Carole está en sus labios cuando muere. He aquí ahora un detalle trágico. La madre de Russ ignora su muerte. Cree que su hijo está en Europa en viaje de bodas con Carole. Carole sostiene esta ilusión, enviándole telegramas desde Francia e Italia. Por una ironía del Destino, el nuevo film de Carole se titula La casada feliz.
Russ Colonibo
Willianí Powell
quiso tenerlo junto a ella durante las horas de trabajo. Desde un de vista de enamorada era un deseo muy lógico. Pero William acostumbraba. Separado de su primera mujer mucho antes de su cio, estaba habituado a la soledad, a vivir sin la compañía de una William, en fin, no quiso renunciar a sus costumbres de soltero divorciado. Sus antiguos amigos pasaban con él las veladas, mientras ella trabajaba en el Estudio. Dos años no fueron suficientes para hacerle cambiar. El 1 de Julio de 1933, en Reno, Carole ganó su divorcio. Rehusó toda pensión alimenticia y la separación de William fué todo lo amistosa posible.
jtunto no se divormujer.
Carole tiene hov veintiséis años, un desengaño amoroso y un recuerdo ^ue la acompañará durante toda su vida. Cuando se le habla de Kuss, ella ice con un fatalismo resignado: . —Tenia que morir. Estaba escrito. Me consuelo pensando que muñó RAMÓN
MARTORELL
• • Pero la vida de una divorciada joven y bonita no era en Ilollywood de color de rosa. Carolo se apercibió bien pronto. William era para ella un guía y, sobre todo, un protector. Divorciada, toda una publicidad envenenada cayó sobre ella. Casada, ella podía cenar con sus amigos, enviar a sus partenaires telegramas de felicitación, aceptar invitaciones para fiestas. Pero estos mismos gestos, después de su divorcio, eran considerados por los chimosos y murmuradores como una impru-
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Carole l»aibard, la bella «sUr», engañada del amor que lleva «obre ai la pesadumbre de un doloroso recuerdo.-, que la acompañará toda la vid«~
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s Francia fué esperado &ste film como un gran acontecimiento. JacJ ques Feyder, después de su marcha a Hollyívood, en 1929, volvió a su patria y comenzó la realización de Le grand jeu (Kl signo de la muerte), llevando al éeran todas las inquietudes de su espíritu, todas las bellezas de que es capaz su cerebro artista, toda la larga experiencia conseguida en la Meca del cine, donde bajo las órdenes de la Metro dirigió a artistas tan famosos como a Greta Garbo en Fl beso y a Ramón Novarro en Aurora y El hijo del destino. Le grand jeu no defraudó en Paris a sus innumerables admiradores, sino, al contrario, fué celebradísimo por todos los aman— tes del bello cinema. La mano experta de Jacques Feyder se muestra en todos las momentos de este film genial, realizado con un conocimiento completo del cinema, con una gran experiencia y, lo que es mejor, con gusto, con inteligencia con profun
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Marie Bell en e I papel d e Florencia d e «Le grand jeu>
LI café de Casablanca, uno de los escenarios d o n d e Jacques Feyder ha cons e g u i d o captar el ambiente de forma maravillosa
do sentimiento artístico. Técnicamente la película es irreprochable, y entre sus bondades posee una novedad interesante. En esta obra, la famosa artista de la Comedia Francesa Marie Bell interpreta un doble papel: Florencia e Irma, una morena y una mbia, dos mujeres que se parecen; pero opuestas en carócter y en psicología. Para acentuar aún más esta diferencia que Marie Bell interpreta de forma ma ravillosa, Jacques Feyder ha dado al papel de Irma una voz diferente; es decir, que no es la artista la que habla, sino un doble. E^te trabajo está tan perftatamente con seguido que en ningún momento da la impresión de un doblaje. El argumento, escrito por el pro
pió realizador, rebosa emoción, tragedia, áspero sabor de vida. Ix)s personajes, de [>erfecto trazo humano, llegan a tomar ante el espectador, merced al arte del dire<;tor, cálido aliento vital, suprema realidad. Y al igual, el ambiente conseguido de K.l gran director francis Jacques forma admirable. La taberna de los legioFeyder, realizador de «Le grand narios, las escenas de cafetín y de la calle, j e u . (F.I signo de la muerte) llenas de animación, de movimiento y de belleza; el dramático momento de la muerte de Clemente; la escena de éste e Irma; los trágicos presagios que l:i cartas abiertas en abanico traen para el legionario, y ante todo y sobre todo, el final, justo, preciso, sublime, rico en honda emoción y en buen arte cinematográfico. La interpretai;ión de Le grand jeu es admirable. Todos los actores que incorporan los personajes principales han realizado muchos films; pem en ninguno brillan como en éste, conducidos por la mano maestr de Jacques Feyder. Marie Bell, interpretando el doble papel de Florencia e Irma, alcanza seguramente el mayor éxito de su carrera en la pantalln y Pierre Richard - Wilm se consagra definitivamente como B ' tor recio, varonil, de gesto sobrio y vibrante dramatismo. Para encomiar la labor de la gran actriz Francoise Rosay son pálidos todos los adjetivos; de genial nos atrevemos a calificarla. Georges Pitoeff, el famoso comediante conocido del público madrileño, y Charles Vanel, el inflexible Javert de IJOS miserables, de Raymond Bemard, alcanzan un nuevo éxito que afiadir a los ya conquistados. Le grand jeu, es uno de los mejores films del año. Así lo ha considerado el Jurado del Gran Premio de la Cinematografía Francesa, que lo calificó en segundo lugar. Uno de los mejores críticos franceses dijo de él: «Hace mucho tiempo que no admirábamos una película francesa tan admirable. Es un film que podrá pasear por el mundo con orgullo el alto valor del cinema francés.»—.IOAQIÍN Z.\Ll>IV.AK
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París. Luego, Vieua. Pero ante todo, París. París es y ha sido siempre la sede indiscutible de la moda, y los costureros de la n i e de la Paix dictan al mundo las normas a que toda mujer chic debe someterse. No imp)orta que, en ocasiones, sus mandatos linden coa lo grotesco y lo extravagante, ni que sus orien- * taciones, a veces, carezcan de estética. Para las elegantes, el sólo hecho de que la firma de uno de esos magnates de la moda—Poíret, Paqufn, Worth—se ostentara en la etiqueta del modelo era razón bastante para adoptarlo. Cierto que Worth, como Paquín, como Poiret—^por no citar sino los más conocidos—. poseen un sentido indiscutible de la verdadera elegancia, y que sus creaciones se in.spiran siempre en un sentido de la verdadera elegancia y en un sensato y admirable credo estético; pero también es verdad que al concebir una creación, al imaginar una nueva tendencia, un nuevo rumbo, lo hacen inspirados en un arquetipo femenino casi inexistente, puramente ideal. Observad si no los bocetos de cualquier costurero, de cualquier figurinista. Fácilmente advertiréis que para que aquellas creaciones admirables, períecRIMERO,
tas, plenas de euritmia y de gracia, luzcan en toda su admirable genialidad, se precisa un tipo de mujer en armonía con la sutilidad, la ingravidez y la finura del modelo dibujado. De ahí que, en ocasiones, una creación bellísima, admirable por todos conceptos, plena de ele- ^ gancia señoril, perdiera el gracioso y delicado matiz que el artista imaginó al cubrir un cuerpo desprovisto de la línea ligera y fina que el modelo requería. Pero los tiempos han cambiado, y la influencia de esta cada vez más sensible evolución que se observa en la vida actual alcanza de idéntico modo a todos sus aspectos. Circunscribiéndonos al de la elegancia, hemos de reconocer qne el tipo de mujer sumisa y reverente para adoptar las iiiwvas .irien-^
nidad para enjuiciar, para juzgarse a sí misma, que, en términos generales, no poseía antes de advenir el cine. Ya están lejos los tiempos en qne la mujer aceptaba jxaque sf las modas. Ahora las observa, las di.scute, las analiza, las hace pasar por el crisol de su personal criterio, y las modifica de acuerdo con las características de su tipo, de su línea, de su estatura, de todo aquello, en Hn, que no puede dejai de ser tenido en cuenta para que las peculiaridades de su belleza logren la apetecida acentuación. Y, a decir verdad, hay que felicitarse de esta influencia, ya que a ella se debe la depuración exquisita, la estilización maravillosa que la mujer ha introducido en su atavío, en sus gustos, en su vida. Hasta pudiéramos añadir que incluso el tipo medio de la mujer actual—ligera, fina, elástica—ha evolucionado por un milagro de mimetií-mo que las estrellas del film han realizado. Dijéiase que el símbolo de esta evolución es el propio Hollyvkood. La Meca del cine se somete, tomo no podía por menos, a la supremacía espiritual de Europa; pero no de : un modo incondicional y rendido, sino tomando de ella solamente la parte asimilable . a su idiosincrasia, plena de eclecticismo y diversidad; y así, para vestir a sus mujeres, adopta el ritmo, la orientación, los rumbos de la elegancia del viejo Continente, adaptándolos al sentido evolutivo, moderno y universal, que el cine impone en el mundo entero. MIOSOTYS
taciones de la moda es, de dia en día, menos I frecuente. La mujer actual, niás sensata, más comprensiva y, sobre todo, más independiente, deja sentir los efectos de esa indjpendencia en la moda como en todo lo demás Su rebeldía congéaita sabe oponerse a todo cuando el caso llega, y ya no acepta sino aquello que realmante la complace. Y no es en su atavío donde deja sentir menos su influancia y su psrsonalidad. Puede afirmarse, por el contrario, sin temor de exageración, que la moda evoluciona constaatemente en el .sentido que la mujer apetece, y que, contra lo que antes sucedía, ahora es ella la que djja sentir en los modistos la influencia de sus iiispiraciotxes. Hay, además, algo «jue a ningún espíritu perspicaz puede pasar inadvertido. Ello es la influencia evidente que el cine ha ejerci-
La mujer, gracias al cine—incomparable escuela de enseñanzas, pese a sus posibles y ligeros errores y a sus en ocasiones innegables extravíos—, se ha encontrado a sí misma y ha despertado a una vida nueva, más alegre, más bella, más saludable, de un horizonte más amplio y risueño. Al decir esto, quere mos refernnos tan .sólo ^ l a r o es—a la mujer sei\sata y prudente que sabe extraer del falso mundo del lienzo sonoro las lecciones sanas y provechosas, no las nocivas que muchas veces stexhiben como exponeates perniciosos de la sociedad. La mujer, en el cine, descubre perN pectivas inéditas, y deduce d. ellas acciones provechosas que la hacen concebir una vida nueva. Y en cuanto al tema de las elegancias, la resultante de esta influencia la permite una seredo en la mujer j>ara su evolución. Ni se vis-J te, ni se comporta, ni anda, ni se maquilla, n,i habla como ante^». Tiene de todo un concepto nuevo, distinto, sin menoscabo, por supuesto, de su seducción ni de su encanto; antes bien, acentuándolos, haciéndolos más ostensibles, realzando, en una palabra, todos sus atractivos.
ccmica
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de' un- Ui^adie^"
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8TÁ lie nuevo entre n(jsj otros Enrique J a r d i e l Poncela, el joven gran escritor, que regresa de Ilollywood, donde últimamente se ha lilmado su comedia Angelina. I) el honor de un brigadier. Esta obra, que fué uno de los mejores y más legítimos éxitos del teatro en España últimamente, va ahora a recorrer el mundo, convertida en película. El nombre de nuestro escritor se asomará a todas las pantallas, y su humor finísimo, de acento auténticamente nuevo, será ante los jiúblicos extranjeros un admiral)le exponente de nuestra joven literatura. España debe gratitud a ese equipo de españoles—Catalina Barcena, Maitínez Sierra, Jardiel Poncela, l^ópez Rubio...— que en Hollywood vienen trabajando en favor de lo espafiol en el cinema. Y algún día los «jue entre nosotros se interesan por los rumbos de la pantalla labran de rendir a aquellos artistas y aquellos escritores el homenaje de su gratitud. Llega Jardiel Poncela a nosotros después de haber intervenido activamente en la filmación de Aiigelina, o el honor de un brigadier. No es esta película la simple versión cinematográfica de la comedia popularísima de Jardiel. Este ha rehecho casi por completo su obra, en relación con la comedia. A él se deben la adaptación, el nuevo diálogo, la dirección artística y la supurvi sión. En un ensayo durante la filmación de«Angelina-. De izquierda a derecha, Jardiel Poncela, Tirado (don E l i a s ) , Kosita Díaz (Angelina) y Julio Peña (Rodolfo). De pie, Paco Moreno (El CapelMn)
Cuando
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B cree, generalmente, que las triunfadoras del cine, las grandes actrices, las estrellas, llevan ima vida fácil, feliz, dulce, encantadora. Y nada más lejos de la realidad. Los que sólo ven en la vida de las actrices famosas sus lujos, sus fiestas, sus palacios, sus automóviles, sus yachts, se equivocan de medio a medio. Olvidan el esfuerzo diario, continuado, persistente y, por lo tanto, agobiador, que cuesta mantener esas comodidades soñadtis. Frente a todas esas maravillas se alza el fantasma de las horas en los Estudios; de la lucha por conseguir la expresión de arte anhelada, bajo la luz cegadora de los reflectores, de cara a la máquina r ^ s t r a d o r a ; el trabajo del maquillaje, de la transformación, de los viajes.,., y otros tormentos más dolorosos, más angustiadores...
Mae West, con Paul Cavana - actor infles contratado para hacer uno de los principales papeles masculinos de la nueva película de Mae «Ahora soy una dama»—, lomando cl té, durante un descanso, con el director, Alexander Hall
Helén Hayes, Robert Montgomery y Otto Kniper juegan una partida de • bridge > entre escena y escena de la nueva película que están rodando
Nada se alcanza en la vida sin vencer gi-andes dificultades, sin dar algo de sí mismo para obtenerlo, y la gloria del cine tiene también su precio. Y es elevado, es altísimo. Para unas fué la vida misma; para otras es una existencia de sufrimientos y privaciones. Nacer bella es un don de la Naturaleza; pero permanecer bella—y de una belleza fotogénica y «a la moda»—es una conquista personal, a la que las estrellas han de llegar siguiendo un rágimen severo, una disciplina hecha de restricciones y sacrificios. Una actriz que quiera cons^uir papeles, trabajar, conservar su puesto, h a de ejercer una constante vigilancia sobre su peso, no para que esté en relación con su estatura, como manda la
Higiene y la Medicina, sino para que se halle como manda la moda cinematográfica. Y ésta dice que con una altura de un metro cincuenta—cuyo peso normal es de 52 kilos—, no se debe pesar más que 44; y 53, midiendo un metro sesenta; y 56, siendo la estatura de un metro sesenta y cinco. Y para llegar a estos resultados, las actrices, y especialmente las estrellas, se han de someter a suplicios atroces, entre los cuales el primero y más torturante es el de reducir su alimento a proporciones verdaderamente homeopáticas. Una fiel observadora de estas práwjticas ha de tener siempre presente que se ha de desayunar con agua tibia; almorzar ocho cucharadas de consommé, dos ligeros aandwichs y cien gramos de manzana, y comer sesenta gramos de patatas, queso y un vaso de leche. Y alguna vez, muy rara, una bizcochada con huevos y cien gramos de espinacas. Muchas veces, ni el ayxmo, ni los masajes, ni los baños de vapor bastan para reducir el peso, y entonces se recurre a los remedios extremos. Lily Damita, para interpretar una película en la que debía ser raptada por un divo, se vio en la precisión de pesar 45 kilos, y para obtener este peso estuvo durante tres meses alimentándose con limonadas y patatas fritas. No s ^ u r a del resultado, se entregó a los ejercicios gimnásticos, a los j u ^ o s violentos, con gran perjuicio para su salud. Poco después, en un party de gentes del cine, decía a l p e mente:
—Está usted demasiado obesa y es imposib e que pueda usted trabajar si no pierde un buen montón de libras. Póngase a régimen. Y Bárbara La Marr siguió el consejo. Pero los resultados fueron negativos. No hubo sistema mecánico, ni baños, ni ejercicios que no intentase, Y todo inirtil. Y entonces, desesperada ante la amenaza de perder de golpe toda su gloria, empleó las drogas violentas... Los resultados parecieron halagüeños: empezó a adelgazar. En dos meses perdió diez y siete kilos y medio. Pero también perdía, con las carnes, su belleza, la frescura de su piel, el brillo de os ojos. Y pronto perdió la vida... También las drogas se llevaron, en el apogeo de su vida y de su gloria, a Wallace Reid. Dramas éstos dolorosos, tragedias de la gloria, como aquella lamentable del fin artístico de Pola Negri. Pero ninguno tan triste como el de Mauricio Costello, galán ídolo de los Estados Unidos. Al envejecer, tuvo el talento de retirarse, entregándose a la educación de sus hijas: Helena y Dolores. E^tas quisieron dedicarse al cine. Se opuso él, con mayor violencia al enterarse de que Dolores amaba a John Barrymore. Y la madre—aconsejada por las hijas, que se sentían dominadas por la gloria atrayente del cinema—^pidió el divorcio. Y Mauricio Costello, abandonado por los seret. a los que dió vida, como un n á u f r ^ o de ésta, quedó triste y solo. El precio de la gloria se paga de muchas maneras. Dolores del Río entregó a Hollywood la paz de su hogar. Vió alejarse a su marido para ir a morir lejos de ella, ennegrecida el alma y roto su amor por la popularidad que envolvía y le arrebataba a la mujer querida... Y Greta Garbo tuvo que matar su corazón. Enamorada de Mauritz Stiller, el director que hizo de ella una verdadera actriz, resistió a la pasión. —Nos debemos al cine—dijo—, y es preciso que a él nos sacrifiquemos. Y Mauritz Stiller murió enamorado de la trágica sueca, dejando seguramente en el alma de la mujer una espina que será más fuerte que todas laa glorías. VÍCTOR GABIRONDO
Una bella fotografía d e una apaoionada escena del film «El paraíso del amor»
—La carne es nuestro peor enemigo. Todo lo que comemos se nos vuelve grasa... Y al decirlo, devoraba—escondiéndose de las miradas inquisitivas de Sam Goldwin—un sabroso sandivich de pollo. Anna Comwell se estuvo manteniendo durante algunos meses con hojas de lechuga bien cargadas de aceite, hasta que cayó enferma y tuvo que ser trasladada a un sanatorio, donde recobró la salud. Molly O'Day tuvo que retirarse del ?ine a causa de su obesidad, en aumento por días. —Cuando pe.se usted las 125 libras -le dijeron—, tendrá nuevamente abiertas las puertas del Estudio. Ni los ejercicios, ni los métodos mecánicos lograron hacer de Molly la sílfide que eon su ingenua belleza campesina tantos éxitos dió a la First National. Y, desesperada, tomó una resolución... Y meses después, la bellísima actriz sufría en un hospital de San Francisco una dolorosa operación: la de serle cortados tejidos adiposos y grasas. Durante hora y media estuvo bajo el bisturí... Y lo lamentable, para ella, fué que después de operada volvió a recuperar las carnes. No cabe duda que el precio de la gloria fué para ella terrible y en vano. Pero a Bárbara La Marr le costó la vida. De este caso se ocuparon todos los periódicos del mundo. Mujer de extraordinaria belleza, un íiía, cuando se hallaba en el apogeo de la gloria, empezó a circular por los Elstudios el rumor: engordaba... Tan evidente era esta «desgracia», que su mismo director se lo dijo:
Ruby Keeler, la delirios* y sugestiva actriz frivola de la pantalla, protagonista de «Música y mujeres» y «La generalita»
Lna bella «pose» de Elizabeth .Mían, la exquisita e inquietante «star»
tea dvuia/ÁhÁxfwy E
N la mesa de lu Kcdacci6u so apilan cartas J y cartas de lectores—más ellas que ellos—, que preguntan, que ruegan, que exigen una semblanza de Katharine Hepburn, la nueva estrella que ha venido a inquietar el firmamento cinematográfico cuando parecía más en reposo. Nuestro deber se basa en la complacencia de los queridos favorecedores, que han hecho de CiNKORAMAS SU fuente predilecta de información. Vamos a pergeñar con toda sinceridad la semblanza de Katharine Hepbum, artista de cuya carrera poseemos datos y de cuya personalidad hemos guardado cuidadosamente las más intimas sensaciones, que no serán justas, pero si sinceras. Tiemblen, preocúpense las mujeres bonitas. Katharine Hepbum ha inventado una nueva y sensacional coquetería: la de ser fea y hacer de ello ostentación valerosa y continua. mundo se ha sobrecogido de admiración ante esta mujer, hecha de sinceridad palpitante, de franqueza audaz e invencible. una rebelde que se ha
apoderado del cuadrilátero de las pantallas y lo ha convertido en sábana de su lecho, en el colmo de la intimidad. Un alma que noe recibe en la alcoba, sin ceremonia, con ese pudor formidable que no necesita de barreras ni tapujos, porque es un auténtico pudor de diez y ocho quilates—como diria Pitigrilli—, que se defiende poi sí solo. La fea Katharine pone en un brete a las bellezas de alquimia, a las histéricas que envuelven en maquillaje, a la par que su epidermis, su espiritu exiguo. Ella es fea, si; pero lo sabe y lo quiere ser con todas sus consecuencias, sin pretender llevarle la contraria a la sabia Natura. ¿Para qué afeites engañosos si luego la ficticia belleza se ha de derretir bajo el sol o contra el aire, dejando el rostro como una carátula grotesca? ¿No es mejor enseñar lo primero los defectos fisicos irremediables, como el enfermo ansioso de mejoría muestra su mal, todo su mal, para no equivocar al médico que le asiste? Esto hace Katharine Hepbum en el blanco quirófano de la pantalla. Y una mujer que asi desnuda su cuerpo, por propia voliintad, ¿considerará sacrificio desnudar su alma también?
Katharine Hepburn no ha querido siquiera variar su apellido, poco eufónico, poco suave, poco comercial. Dice que ella es hija de Hepbum —el doctor Thomas Hepbum, de la ciudad de Hartford—^y que no puede rendar de su honroso origen. ¡He aquí el primer chispazo de un carácter genial, que ataca a los convencionalismos frente a frente! Toda la adolescencia de Katharine ha sido una trayectoria de rebeldias. Fué actriz de Compañías infantiles, pero siempre «primera actriz». Luego, en los clubs teatrales, chocaba siempre con la mtina de los directores de escena. Ella, al representar im papel, no estaba atenta a la técnica, sino a su impulso del momento; no media las frases, ni los pasos, ni las actitudes. Huía del oficio en una escapada de liberación hacia el Arte. Y lo mismo ocurrió coando, de un salto, pasó al tablado profesional. Hablaba, accionaba y sentía libreinente, sin metrónomo ni cronómetro: su compás, su ritmo, eran los de la vida misma que latía en su tomo no los que la vida mal copiaxia de las obras de teatro quería imponerle. Fué la desesperación aguda de los «maestros», que le exigían declamar y no hablar, fingir y no sentir. Afrontó las más se veras censuras. Encajó, sin pestañear, los uppercut de la vulgaridad ambiente. Además, era fea. No tenía bellos labios que invitaran al beso; no habia en sus ojos promesas de fácil rendición; no llamaba la atención en las calles; no hacía palidecer de deseo a los donjuanes maduros. Pero Katharine s^uíasu senda, sin lágrimas ni lamentaciones inútiles. Con el peso de su voluminosa sinceridad a cuestas.
Katbaríne Hepburn, la fea e n cantadora, prodigio de expresión y de arte personalísimo, eon Adolfo Menjou, en una alegre escena pe»i_ licu lesea
Nunca cobró Katharine, la indómita, más de tma semana de nómina en los teatros, . Se habían empeñado los directores de escena en hacerle odiar la profesión escogida. Se desesperaban con aquel temperamento desbordante e irrespetuoso para con todas las normas clásicas. No adivinaban queaq««llo era la verdad. Lo nuevo, lo arrollador, lo siiblime... Lo que surgió, como la ava-
Katharílir Hepburn, la e x r e p r i o n a l e í (relia del Tdm, que ha hecho de su arte y de su vida la máxima expresión de la sinceridad...
lancha que rompe el dique, cuando la «indisciplinada actriz» fué vista en im teatro del Broadway por un productor famoso y conquistada para el cinema, teatro sin horizontes que le prometía un campo infinito de experimentación. Frente a las cámaras de rodaje, y entre los muros de corcho de los Estudios cinematográficos, Katharine Hepbum pudo trabajar a gusto, abiertas todas las espitas generosas de su temperamento. Su debut produjo v e r d a d e r o asombro. & a p r o tagonista de aquel film de su bautismo de arte nada menos que John Barrymore. Pero en la proyección, la protagonista resultó ella. Y se le dió ocasión de probar que no había sido casual su triunfo en Hacia las alturas, película dirigida por Dorothy Aizner. De alli a aquí^—un espacio breve—, la gloria, la popularidad, el premio a su tesón indomable en la lucha. Katharine Hepbum sorprendía, subyugaba, vencía con aquella manera incomparable de actuar. ¿ A c t u a r ? No. ¡Mal dicho! Vivir, ílstaes l a p a labra: vivir toda entera la vida del personaje interpretado. Pero vivirla como Katharine Hepbum la hubiera vivido de ser ella el personaje verdadero en came y alma en la vida real. ¡La fea sublime! No puede ser calificada de otra forma. (E^ la que Katharine considera just a y agradece). Una fea c^ue se sublimiza y llega a parecer bellísima, radiante de atracción irresistible, por el influjo de su espiritu. La habéis visto, ¿verdad?, en Las cuatro hermanitas. ¿Podéis acaso olvidarla? ¿No recordáis sus menores gestos, sus miradas, sus movimientos, su atavío, el tono de su voz, la música de alguna de sus frH.«cs, la suprema poesía de sus pausas, la
tensión de sus besos, el rumor de su llanto? Si. Lo recordaos todo con la precisión de algo grabado en la mente y el corazón. A ella no se la puede olvidar. Ni su boca grande, grande. Ni sus ojos verdos is, a un tiempo claros y profundos, oomo lagos. Ni sus cabellos aleonados, que se agitan como llamas. Ni su cuerpo, de una milagrosa elasticidad que hace goma de la carne. Al principio, en su primera escena, os pareció rara, extravagante quizá. (Fea, desde luego, ain
atenuantes). Luego reparasteis en un gesto, de un brillo de relámpago en la pantalla. Después descubristeis que venía a vosotros toda ella, de arriba abajo, escapada de la proyección, como esas nubes que en lo alto del monte descienden a posarse sobre los riscos con humedad de ósculos. Katharine Hepbum os habia entregado su alma con esa sinceridad que la ha convertido a ella, a la fea sublime, en ídolo del mundo. - _ _. . ^ . ^ ^
Ruby Keeler es una de laa aetricea que mejor e n c a m a la gracia desenfadada y alegre de las nuevas pe lículas frivolas. Su gran ju ventud tiene todas las gra cias. P o s e e la bella aelrizt además, algo que es uno de los mejores secretos del
éxitot su simpatía extraor dinaria, su gran sedoeción femenina. Saber sonreír es uno de los grandes resor tes para el triunfo. (Y en la vida e o m o en el arte. Ya lo dice una vieja frase oríentali «La fortuna llama siem pre a la puerta que son ríe».) Ruby Keeler es una artista que posee en mag nífico grado e s e gran arte de saber s o n r e i r . Toda ella—su rostro, su gracia ligera y desenvuelta, su dinamismo —es una gran sonrisa. Vedla a q u í - s o n riendo, como es natural-certeramente e> ocada por el lápiz de Herreros y con^ Uick Powell en una escena ' de «La generalita» ; (Du. Dt Hauuos) j
l'n deliciólo con junto coreográfico de «Música y muje res», p r o d u c c i ó n que présenla War ner Bros
mauntaillaii db
tras actnces. Y empecé a traducir La ninfa constante; entré en aquel hogar pintoresco y desordenado del pobre Sianger... Al mes, la comedia estaba en castellano y empezaba su camino a través de escenarios y direcciones. «Admirable comedia, pero atrevida para mi público», dijo el pobre Santiago Artigas. «Extraña y bellísima», comentó Gr^orio Martínez Sierra. La comedia no pudo segair adelante, y el drama de amor de la pobre Tessa quedó sin palpitar y sin corporeizarse sobre la escena española. Nuevos afanes y labores nuevas fueron dejando atrás aquel trabajo ilusionado de unos cuantos días. Pasó el tiempo, y siempre que sobre nuestros tablados yo veía asomarse a la vulgaridad y a la torpeza, pensaba nostálgicamente en aquella pobre Ninfa constante, que no habia ^ logrado vivir en la escena española. Han pasado unos años, y he aquí que aquella obra, de moda un día en Londres, es hoy uno de los grandes éxitos de París, donde se r ^ e senta adaptada por Girandoux, uno de los nombres auténticamente prestigiosos de la vida literaria francesa. La ninfa constante, convertida también en película, triunfa en las pantallas francesas al mismo tiempo. He aquí que una misma historia de amor consigue todas las expresiones estéticas (la novela, el teatro, el film). lisa historia de la pobre Tessa, sin embargo, no encontró eco en en la escena española. La comedia triunfante en Europa quedó en ese cajón de las cosas olvidadas...
tuiíroiDaih
• •
Toda la profunda emoción de La ninfa constante ha revivido para mí, al conocer una de estas mañanas de invierno, en una sala casi desierta y ante un público re<lucidisimo—me-
Y
o conocí, hace unos años, IM ninfa constante. Era la comedia de moda en Ixmdres. Estaba hecha por Basil Dean, sobre una novela de Margaret Kennedy. Me emofáonó la profunda ternura de aquellas escenas, aquella emoción de vida bohemia y apasionada. Tessa, la protagonista, era una admirable figura femenina. Y en tomo a ella, un coro de personajes llenos de gracia humana. En sus momentos finales, la comedia, que ha- . bia ido por un cauce de humor, de somisas, de j sentimientos suaves, entraba en la zona de \o\ patético y alcanzaba momentos de emoción magnífica. Pensé que la comedia podia hallar eco en los públicos de España. Que aquella Tessa deliciosa podia ser una gran creación para alguna de núes-
dia docena de amigos del cinema—^la verdión cinematográfica de aquella obra inglesa. En sesión privada iban desfilando laa escenas del film: sonrisas, primero; comedia de amor y de celos, más tarde; drama, finalmente. ¿Cómo ha realizado el film los valores que vivían antes en la comedia y primitivamente en la novela? Se puede decir, sin riesgo de hipérbole, que ha mejorado y completado lo que de gracia y de emoción había en las primeras versiones de La ninfa constante. El cine, naturalmente, posee una cantidad y una calidad de medios a que no consiguen l l ^ a r la novela y el teatro. Cosas que literariamente—en el libro o la escena—^sólo se pueden apuntar, sugerir, contar, en la pantalla pueden ser realizadas perfectamente. Y en este sentido. La ninfa constanie, película, completa y mejora La ninfa constante comedia. El proceso psicológico—el amor de Tessa, una chiquilla casi, a Luis, discípulo del padre músico—adquiere en la película una naturalidad y una emoción sencillamente admirables. Es un amor, primero, aniñado, infantil, lleno de ridades, atolondrado, inconsciente y feliz. Todo, en esa pasión que ae desconoce a sí misma, es diáfa„ no, Cándido, ilusionado, como ^ un gran sueño dichoso. Es el amor q u e se ig ñora a sí mismo, que vive y palpita sin una conciencia clara. Después, ante un reactivo—Florencia, que enamora a Luis, que se casará con él...—, ese amor se hace ya reflexivo, consciente. Y al adquirir la conciencia, adquiere la tristeza. Es el amor que hay que ahijar, que enterrar. El amor prohibido, aunque hay palabras—^prohibición, y sociedad, y conveniencia...— que no existen para Tessa y sus hermanas, formadas en un hogar anárquico y pintoresco, desordenado y a l ^ r e , sin norma y con sol.
- ^ ^ ^ ^ ^ ^ H
Hasta que un dia ese amor, igno- ^ ^ H Ü ^ B L rante de sí mismo, primero; callado, después, surge, bajo el viento favorable de las circunstancias, con todo su ímpetu dominado antes, con toda .su fuerza pasional, latente y oculta. A un lado, el egoísmo, la incomprensión de lo.s demás. A otro lado, solos, frente a frente, unidos por la gran verdad de su amor, Tessa y Luis, en im dúo apasionado y melancólico, porque esa hora feliz va a ser para ellos muy breve: el pobre corazón de Tessi. fatigado
Algunas escenas de la magistral producción inglesa <La ninfa constante», uno de los grandes éxitos actuales en Europa. Es un film lleno de ternura, de sencillez y de emoción. Es de una admirable fuerza espiritual. El amor de Tessa-la protagonista, una ebiquilla casi-a Luis, el discípulo del padre músico, está trasladado a la pantalla con insuperable acierto
por d dolor y la esperanza, se va a romper, vencido por la intensidad de las horas vividas. Como un primer acierto de la pelicula, esta maestría en la reproducción por la imagen de im proceso de almas. espíritu venia siendo el gran escollo del cinema, y es hoy cuando el film europeo—fino, sensible, lleno de valores humanos—está dando a la pantalla la emoción espiritual que no tenia o que tenía escasamente... Y junto a esta primera calidad de emoción de auténtica jerarquía espiritual, La ninfa constante ofrece una serie de valores, perfectamente l e g a dos, de acento típicamente cinematográfico; acierto en el ambiente como complemento de los personajes—¡qué gracia encantadora la de la casa de Sanger, en el Tirol!—, sobriedad interpretativa, en la que está cons ^ u i d a la máxima expresión, técnica s á t i r a y jugosa.. La pantalla inglesa se apimta con este film una nueva victoria de importancia considerable y positiva Toda la cinta está llena de humanísima temura, de una gracia suave y romántica. La figura de Tessa ee una de esas creaciones femeninas tan llen a s de v e r d a d humana y al mismo t i e m p o d e idealización poética, que su recuerdo se graba hondamente en el espíritu, como si hubiera tenido vida verdadera y no fuese producto de una creación y ima interpretación perfectas. Tessa deja una huella perdurable en el 4nirao del que contemple en la pantalla el drama de su amor humanísimo. ' L a c ave del triunfo del cinema no es, realmente, sino ésta: la ficción convertida, por el arte, en verdad humana, en acento real. Cuando la pantalla logra convertir una farsa—demos a la palabra su sentido verdadero y noble —en una verdad, el arte está con.seguido. Y en este sentido. La ninfa constante está llena de verdad, de humana verdad: de una verdad, como la vida tuisina, alegre y dolorosa, feliz y triste...
H e a a u í un e s c e n a r i » e n el q u e s e refleia c o n « d m i m b l e v e r a c i d a d el e x ó t i c o a m b i e n t e e n q u e se d e s a r r u l l a ta e s p e c t a c u l a r p e l í c u l a « l u r u n d o t - . rodada e n l o s ^ F.«luclio« d e la I!. K. A.
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Wyimr Cibson
nentemente (hemleriana, es decir, decididamente interesante. ¿Por qué? ¡Ah! ¡Cualquiera lo sabe! Eso que se lo pregunten a las mujeree... Wynne
Doroty Dell L rostro diminuto y blanco de Doroty Dell J es como una manzana rubia. La expresión de este rostro es simple y genial a un tiempo. Desde l u ^ o , el alma de I)oroty Dell es un alma sencilla y pueril, blanca y rubia como su carita de manzana sazonada. Tiene, además, en todos sus movimientos y actitudes una gracilidad suave y armoniosa de )áiaro feliz, acostumbrado a levantar el vuelo lasta las azules y radiantes regiones de la idealidad y el ensueño. Sus rasgos a c i L s a n un acentuado al)olengo oriental y su voz es leve y meliflua como la not a arrancada del cordaje de un salterio. Doroty Dell es la muñeca menuda y graciosa de la pantalla universal.
E
Glbson
Gran belleza, suave y sensitiva, la de este rostro áureo y albo de VVynne Gibson. Su expresión Doroly Dell es de candidez y ternura, fácilmente propenso a la hiperestesia y la exaltación. Wynne Gibson puede ser de esas vidas descenMasríee Chevalier tradas, febriles y polícromas, que de pronto van a remansarse en las dulces placideces silenciosas Ueeto de truhán simpático y afortunado este y misteriosas del claustro. de Mauricie Chevalier. Chevalier es el «golfo» Así lo hicieron Jeanette Shun y Alda Bryldha, c i t a n t e , de folletín numtmarirtÁe, de la pantalla que tenían la misma luz dorada y melancólica francesa y típica y genuinamente latina. el en las pupilas maravillosas y cargadas de ensuesímbolo irresistible y un tanto encanallado que ños y nostalgias lejanas. suele enloquecer a las mujeres apasionadas y Wynne Gibson encarna a la perfección los apasionantes del Sur. |>apeles de mujer apasionada, hasta el delirio, La sonrisa de Chevalier se ha hecho famosa en capaz de ensombnícerse la vida y aun de morir el mundo entero, y su sonrisa, c i m su mirada, por amor, cosa que no pudrían a.segurar todas las como un pareado de intención sugestiva y vostars sensitivas y románticiis de la pantalla. luptuosa, son el todo y el secreto fascinante de su arte y de su vida accidentada, diversa y pleCary tirant na de aventuras. Vida de hombre inquieto, de recio temperamento, que busca la emoción y la Su belleza ajjolínea y juvenil le hace ser el fagloria a través de una existencia rica en avatavorito de las mujeres, no sólo de U»s Kstudios cine-; res múltiples. Ija expresión de este rostro es emi-
inatogrAficort, sino de la niás encojietada sociedad del muudo entero. El gesto de (^ary Grant es siempre de estetismo y serenidad, de armonía extraí^rdinari.i y d ^ ponderación perfecta. Una dama yanqui, enamorada profund.unentc del actor de la «expresión inefable», le llamó en una carta «el galán de los ojos de ángel humano <jue sabe hacer sentir de una manera divina». ¿Para (pié más? Cary Grant es eso: el artista (pie hace (iroferir bellas frases a las mujeres; que las hace pensar en lo divino y en lo humano; que las enamora rendidamente con la sola fuerza expresiva de su sonrisa y de sus ojos, sin hacer uso de ningún artificio, ni de ningún sistema <!onvencional para conseguirlo. Su arte, como su vida, es leal, sincero, espontáneo, lejos de la ficción y del artificio peculiares de los artistas en general y especialmente de los del cine Cary Grant es la expresión perfecta de la sinceridad. Judith Alien Perfil do azucena, sonrisa de luna, noirada de sol... .Jutiith Alien es el verso, la rima y el ritmo de la pantalla universal. L a silueta d e Judith Alien marfil y de oro... La mujer vestida de lirio y de nácar... Sus gestos expresan finura y a r i s t o c r a c i a de espíritu; cadencias i n s o s p e chadas y ensueños lejanos. Es la artista que deberia ostentar siempre la clámide blanca de las princesas de los romances y las leyendas; los candidos armiños de la inocencia origiuid. J u d i t h Alien sabe mirar pro fundamente, fijando la mirada en el vacío, sin mirar a nadie ni a ninguna parte, es decir, mirándolo y captándolo todo con su jwtente y desconcertante • miradf^ de luz... 'V¿ la a r t i s t a que sabe mirar con el misterio profundo y enigmático de sa mirada x a c i a , sin pupilaáV y sin alma... y^jíoü lícda el alma ^ del miJftdo y dota vida en
Cary Crant
y rosa (pie le hace íelii. ¿Más todavía? No aspira él a más. Juventud, belleza, riqueza y popularidad. . Richard Arlen tiene el suficiente talento, además, para no aspirar a más. Entre otros motivo", porque tiene ya casi la totalidad de sus aspiraciones logradas. JUAN DEL 8 A R T 0
EN
Sus Labios^ T A N G E E A V I V A E L Color Natural N O LOS CUBRE DE 'PINTURA'... ES NATURAL que para realzar su belleza use usted un lápiz de labios; mas, para que sus labios no tengan un aspecto pintado, vulgar, use el lápiz, sin pigmento TANGEE. En lugar de pintar sus labios, TANGEE intensifica su color natural. Es un lápiz que, basado en un principio cientíhco, cambia de matiz al aplicarse. TANGEE es anaianiado en la barrita, pero apliqueselo y verá cómo cambia de matiz hasta que adquiere un tono grana encantador y natural. Además, TANGEE suaviza y es permanente. También hoy un tono El Theatrical.
sus OÍC(9.>.
Richard Arlea 1^1 gesto de Richard Arlen expresafuerza, bondad, inteligencia y gentileza. Tiene también el privilegio de las damas, que ?e disputan sus miradas y sus misivas, y algunas vec e 8 también— cuando él se digna concederlos— sus sonrisas y sus besos. Es joven y tiene u n a m o r — Un ensueño rubio
SIN RETCX3UE: lot Ubioi lin r«locnie casi tiempra parecen nwichitoi T «Tejenun el rottio. PINTADOS: E»üe el pareoec inlerieiead*. A lot hombreí It deiagrada eile aipecto. CON TANGEE: Se aviva el color natural, realza la belleía y evita la apariencia de pintura.
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D. K O C S I C O BONET.-Aporlodo 707 Madrid. Incluyo en M I I O I de correo ffof. l.JO poro muostros de lópií. rougo, compacto » polvof. Nombro Collo N.o Poblocién Provincio EKribo cloro y •"»•• •! lobro cerrodo Sf.
Rfcfcard Arl«»
lo» poWoi TANGEE también armoniían ahora con el co'or de ju culi». - Tranimiten a *ite una , treicara juvenil... /--.LZ^ Y evitan ete pecio polvorii polvoriento ^ ^ ¿ ¿ ^ tan detagradabla.
V
E usted cómo resultó interesante la entrevista con Arbó? — comentó la bella lectora de CINEORAMAS que es en estos reportajes mi orientadora y guía. —Celebro mucho que le haya gustado—respondí—, y celebraré ai.n más que las sucesivas sigan satisfaciendo su curiosidad; pero me parece que a través de ellas van a sacar los que sueñan con Hollywood (usted misma acaricia esa idea tn lo íntimo, como toda muchacha bonita y aficionada al cine) una no muy grata impresión, que qui zá derribe con estrépito sus ilusiones —No sé qué responderle — dijo — Ana María Custodio, vista por Del Arco ¿Quién no tiene guardado en el pensa miento un bello sueño que casi siempre se deshace precisamente al conver tirse en realidad? Yo, es cierto, sueño con ello y no ignoro que la gloria ar tística sólo se alcanza tras ruda lucha; pero, ¿por qué no pensar que entre tantos uno puede ser el vencedor? No hay razón para cobardemente rendirse sin combatir. —Bien, bien; pues adelante. Ahora, que el deber de todos los que allí llegaron es decir la verdad, no enciibrirla, Hollywood es cruel, y bajo sus luminarias triunfales asoma el dolor y el hambre.. Ya verá cómo los que pasaron por él coinciden ein esto, eso que ninguno vivió aquella vida en toda su intensidad. —Yo no niego que sea así. Para convencerme a n más, sigamos escuchando a los artistas que tuvieron la suerte de pisar sus Estudios. Ello deben ser sinceros y usted tratar de que lo sean. —Perfectamente. Veamos qué nos dice Ana Maria Custodio, actriz que usted me ha elogiado tantas veces.
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El Teatro Lara no podía ser una excepción. Tiene, como casi todos, en el recinto dedicado a artistas, un pasillo estrechísimo, en el que no pueden cruzarse dos personas, y a derecha e izquierda, cuartos y más cuartos. Estos son dignos de aqu 1, ahora que con un aspecto de cajas grandes de cartón. Los actores españoles, acostumbrados a vivir en camerinos reducidos, hacen verdaderas filigranas para reunir en espacio tan angosto los mil objetos y chirimbolos que les son indispensables. Por ejem
Ana María Custodio, la bella actriz, siente la nostalgia de su fuga/idilio con el cine, que un día, acaso no lejano, la conquistará por entero
pío, en este de Ana María Custodio—dos metros en cuadro—existen las siguientes cosas; una mesa que hace de tocador, colmada de cacharros; un armario, una minúscula í*/ia¿sse-íongw«, tres asientos, una repisa con retratos a la altura del zócalo—allí están los Quintero, el Padrecito, José Mójica, la propia Ana María, etc.—, y hasta, en im rincón, entre el armario y la puerta, el estrecho cajoncito de una librería, cosa rarísima e insospechada en estos lugares. Poco.« volúmenes: una docena escasa. Y revueltos. Al lado del teatro completo de los niños sevillanos, el enérgico Dostoiewski; cerca de Benavente, unos clásicos griegos, y con menor altura que el resto de los libros, los tomitos rechonchos de varios Diccionarios. O sea: junto a los académicos, el libro de sus pesadillas, que ellos han de limpiar y fijar. Pues bien: aunque parezca mentira, con todas estas cosas aun conseguimos situamos cómodamente: una señora amiga de la actriz, Ana María, Del Arco y yo, ambos con abrigo. Si llega a entrar don EMuardo Yáñez tenemos que celebrar la entrevista desde el pasillo, intermmpiendo y el ir y venir de actores. Mientras Del Arco, sirviéndose como pupitre de una caja de zapatos, hace unos apuntes, Ana María toma asiento junto a mí. —Pues usted dirá qué quiere que le cuente para los lectores de CINEORAMAS.
—Algo de su vida en Hollywood. —¿De mi vida en Hollywood?—repite preguntando, en tanto se dirige al espejo para arreglar sobre la mejilla el maquillaje rojizo de la escena. —De su vida, de su trabajo, de sus películas; de todo. Ana María comienza a hablar, luego de una pausa. Según se expresa, su mano fina golpea sobre la manga de mi abrigo. —Yo estaba muy lejos de suponer que esto del cine habría de tener para mí una tan rápida realidad. ¡Fué todo tan inesperado!... —Cuente. —Yo estaba aquí, en Lara, como dama joven. Un buen día recibí la visita de míster Ston, delegado de la Fox que venía a España para contratar actores con destino a las versiones españolas de las cintas yanquis. Me ofreció un contrato que me pareció ventajoso, y acepté. —¿Había usted hecho cine alguna vez? —Nunca. Ignoraba lo que era la vida de un Estudio. El cine me gustaba, claro es, y hasta más de una vez acaricié la idea de aparecer en la pantalla; pero ¡lo vela tan lejos!... —¿Usted fué sola? —No. Salí con la segunda expedición de actores. La componíamos Carmen Larrabeíti, su esposo, Carlos Díaz de Mendoza; Miguel Ligero y yo. Ardíamos en deseos de pisar Hollywood; llevábamos la cabeza, ¡cómo no!, llenado ilusiones, aunque en lo hondo yo me tracé una interrogación: «¿Serviré?» —Cuénteme detalles de su llegada. — Hollywood me hizo un efecto magidfico. Según fui . , „ c o n o c i é n d o l e después, pude íu^^ U g í r o ^ r S l í l : apresar que alh todo el munvelles en uña escena de «O goza de una libertad sm 11'¿Conoces a tu mujerr» mites. Es algo ÚnicO.
—¿Empezó a trabajar e n s ^ i i d a ? —Lo primero que hicieron al llegar al Estudio fué ofrecemos una recep ción. Después me llevaron a la sala de proyección, donde vi la versión inglesa de Cuerpo y alma, que yo habría de hacer en español, con Jorge Lewis como galán. —Los yanquis copiaban entonces exactamente detalle por detalle en las versiones extranjeras la versión original. —Sí, señor; puede decirse que todas eran, no una adaptación a cada lengua, sino una traducción literal. —¿No cree usted que parte del fracaso de las producciones españolas realizadas en Hollywood está en el descuido con que se hacían? Daba la impresión a la vista en algunas de que con todo aquello se trataba de demostrar la imposibilidad de una fabricación en nuestro idioma. —Sí, señor. Y no sabe usted lo mejor. El castigo que se imponía a los directores de la Casa por falta cometida en su trabajo era ponerles a dirigir versiones extranjeras. Asi tuvo la Fox castigado a David Howard, hasta que su éxito realizando Eran trece le rehabilitó. ¿Usted supone que de esta iorma podía prosperar el cine español en Hollywood? —Naturalmente que no. Por eso aquello trajo la suspensión de trabajo en Paramount, Metro, Wamer, Columbia y Fox. Gracias a que en esta última Compañía la cosa varió por completo con la llegada de Catalina Bar cena y G r ^ o r i o Martínez Sierra, y hoy se produce en español con regularidad, sin recurrir a malas traducciones de películas yanquis. Al llegar aquí, Ana María, Del Arco y yo, saliéndonos de la entrevista, nos dedicamos a comentar, exponiendo cada uno su punto de vista sobre el cine español de Hollywood y el cine español de España. Surgen nombres, peliculas, directores, artistas. Y coincidiendo en uno solo, al final, el deseo de los t r e s : las mayores espe ranzas sobre el futuro de la industria cinematográfica naciontd. —Bien — intermmpo yo—; después de este intermedio, volvamos a Hollywood. —V o 1V a m o s a Hollywood — repite Ana María —Usted me ha con fesado antes que jamás se había puesto ante la cámara... ¿Quiere decirme qué efecto la produjo su primera actuación? —Mis primeras actuacio nes, dirá usted; porque el susto me duró algunos días. Estuve tan nerviosa, tan llena de miedo al fracaso, que en un tris estuvo no me pre cipitara en él. Yo no puedo explicarme aún lo que me ocurrió cuando me vi entre los reflectores, bajo el micrófono que habría de recoger mis palabras y ante el lente severo de la cámara. Comencé a temblar, a repetir el diálogo aprendido, sin entonación, como una máquina. El director tor^ ció el gesto, y yo, después de la prí mera sesión, me refugié en el camerino, llorando. Aquella noche hice examen de conciencia. Me di ánimos, prome tí serenturoe, sujetar mis nervios... —Y usted, mujercita formal, lo cumplió. ¿No? —Enteramente. Al día siguiente ful otra. Y l u ^ o de unos cuantos, no mu chos, mi primera película Cuerpo y alma quedó terminada. —Al contemplarse usted en la pantalla, ¿se gustó a si misma? —^No. Me dió la impresión de que yo no era aquella que se movía y hablaba reflejada en el cuadrito blanco. Es un efecto extraño. Parece como si viera mos a una persona que nos es muy familiar; pero de ningima forma logra una verse por entero en ella. —Bien. ¿Y después de Cuerpo y alma?
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—¿Conoces o tu mujer?. Eran trece y Mi último amor, con José Mójica, que fué también mi último film en Hollywood. —A propósito de José Mójica, Ana María: ¿qué impresión tiene usted de este actor que tantos estragos sentimentales ha causado entre sus admiradoras? —Personalmente, Mójica es un muchacho encantador: es la simpatía en persona, la corrección personificada. — ! n su vida privada dicen que es un hombre... ¿Cómo diría yo?... karo. Mejor dicho, raro no... —Sí...—me atajó Ana María—; pero, ¿por qué penetrar en la vida par ticular de los artistas? Yo sólo sé decirle que los artistas españoles que le conocieron no tendrán para él más que elogios. —Los actores yancjuis ¿fraternizaban con ustedes, como Mójica? —Los actores americanos que tuve ocasión de conocer—entre ellos Janet Gaynor, Wamer Baxter, Edmund Lowe, Elissa Landi, etc.—se mostraron conmigo muy simpáticos; sobre todo, Wamer Baxter, que chapurreaba un español graciosísimo. —De todos los films interpretados por usted, ¿cuál prefiere? —Ninguno—dice rotundamente—. No quedé satisfecha de mi actuación. Yo deseo, ansio hacer cine, sometida a un director inteligente, claro es; pero con cierta independencia artística, no coartada mi labor, como en Hollywood, por mil motivos. —¿Abandonaría usted el teatro por el cine? —Sin duda ninguna. Estoy un poco fatigada de la escena, y el cine me atrae. El segundo apunte se acerca a la puerta del cuarto, interrumpiendo nuestra charla: —Señorita Custodio... ^ Ana María se levanta. Pasa su mano por el peinado, requiere bolsillo y guantes y se dispone a salir, no sin antes tendemos la mano en un saludo. Nosotros nos despedimos. Según avanzamos por el cajoncito estrecho del pasillo hacia la calle, oímos en el escenario la voz de la Custodio. En el vestíbulo, un cartel muestra las letras rojas de un lamento quinteriano: Para mal, el mío. —Y el mío—exclama Del Arco arropándose hasta las orejas—; porque salir en una nochecita como ésta, estando aún tan agarrado por la carioca, es de valientes. - F . IL-G.
Ana María Custoiiio - elrganria, belleza y feminidad—fué ante la« ráinaraa de Hollywood, unas veces la novia dulce y candorosa, la vampiresa llena de ambición otras, y, en ocasiones, la amante apasionada y rendida... He aquí, recogidos en est» páciiia, tres as|>eclos pasionales de la Ana María Custodio de la pantalla. Arriba, con Josf Mójica, en «Mi último amor i a la derecha, en «Cuerpo y alniar, con Jorge Lewis; abajo, en una escena de «F.ran trece», con Juan Torena
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de A L E J A W T O DUAAAS Supervisión de ABEL GANCE
los cineastas catalanes, únicos hasta la fecha que han sabido organizar este movimiento cinematográfico y situarlo a envidiable altura internacional. Después del sorteo previo, los filmts se proyectaron con el orden de nuestros comentarios. TOLEDO.—Sin duda, la castellana ciudad de Toledo es la más rica y densa de España en cuanto a bellezas arquitectónicas. A través de los variados estilos de sus construcciones, vemos pasar la procesión de los siglos con toda la sugerencia de los hechos históricos. El autor de este film, en dos partes, con un marcado estilo pedagógico—aunque no mucho cinematográfico—, recoge con su cámara hábil todo cuando de interés ofrece Toledo al visitante novato. Quizá hubiéramos preferido más profundidad de observación. La gran ventaja del cinema sobre la fotografia—los primeros planos— no son usados por el autor con la riqueza necesaria. Cuánta viveza y amenidad no adquiriría este film si en vez de emplear metros y más metros de película en vistas generales y en panorámicas, se hiciera uso de esta facultad de «acercar» las cosas al espectador que sólo tiene el cinema! Y muchas veces nos ahorraría también algunos metros de letreros e.xplicativos 'que, aun respondiendo a las intenciones instructivas del autor, creemos demasiado rellenos de datos históricos. SAN MEDÍN.—Si quitamos unas escenas, mal emplazadas, en el principio del film, este reportaje de la famosa romeria de San Medín tiene un sin fin de escenas bien recogidas, en las que vemos toda la animación que adquieren los alrededores de la ermita del Santo; escenas estas, sobre todo las del baile, muy reales. ¡Ijástima que el autor no hubiera dedicado má.s tiempo a seleccionar el material filmado! Nunca llamaremos bastante la atención sobre este aspecto—¿quién no lo sabe?—del proceso cinematogi-áfico: el montaje.
De u n film «Ir diliujos animadoN de Salvador Meitlre*
VISITA A ARANJUEZ.—De la misma serie del film Toledo, este también es construido siguiendo un plan didáctico determinado, en el curso del cual el autor hace gala de una erudición histórica y artística poco común, pero que quizá
Tercera sesión de fallo del IV Concurso de Cinema ^Amateur» STA tercera sesión de J fallo del I V Concurso de Cinema «Amateur» que organiza anualmente la Sección de Cinema del C. E. de C , fué, como la primera, dedicada a la proyección de films documentales, entre los cuales tuvimos la agradable sorpresa de contemplar cintas de varios puntos de España. Ea conveniente destacar esta incorporación de los cineastas castellanos en el Concurso, ya que, al darle una mayor amplitud e importancia, posibilita, con su conocimiento, el d e s p e r t é y la decisión de muchos otros cineastas amateurs a presentar sus obras en franca y noble competencia con
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Del film «Arquímedes», de Luía M a s r í e n
algima-s veces result'a un poquitín desproporcionada con la verdadera labor de esta clase de films. El cinema, arte puramente visual, tiene un extenso campo de acción dentro de las escuelas. Pero es pueril pensar que pueda sustituirlo todo y que se basta por sí mismo. Y una de las cosas que no puede ser nunca es una recopilación de datos históricos y de fechas. Estas mismas consideraciones podríamos hacerlas en el film comentado en primer lugar, y viceversa. ¡Más intención en la imagen! ¡Más agudeza y originalidad en la visión!
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MraABKT.—Un bello rincón del bajo Ebro, que a través de esta película desfila ante el espectador un poco desigual y nervioso. El asunto es bello, existe, es real; pero se adivina .solamente. El objetivo de la cámara recoge vagamente la imagen de Mirabet y sus alrededores. Y las bellas es<;enas (jue esmaltan esporádicamente el film nos hacen pensar con más ilusión en el asunto no aprovechado... SANTA CREU O'OLORDA.—Las romerías y los
aplecs se dieron cita en esta sesión. Este film: también recoge un aplec, una romería sin carácter religioso.... pero en torno a una iglesia de campo. Film sin pretensiones, ni mucho menos." Nada, pues, a anotar, como no sea la falta abso- j luta de letreros (¡ni título!^ ¿Para qué — p r e - | guntamos—se organizan los Concursos? Y lo] Jpr§g^uutamos para que nuestra autoaespuestaj
DrI film •l'iiiii.s d<' gloria
sir^'a a los que no están muy enterados. Entre muchas ventajas que no cita'íuios, destacamos una: la de obligar a los cineastas a «tenninar» .•<us films. Y «terminar» quiere decir «selección», decoupage, montaje... y ¡¡¡poner título al film!!! MALLORCA.—Un
una visión total de esta romería sin poner de su parte otro interés que el de la pura objetividad. Quizá de aquí su fuerza. Porque el film contiene lo bastante—y fácil de seleccionar— para lograr un reportaje vivaz y atractivo. Y nos demuestra las posibilidades que el tema i-oiitiene en sí mismo. ¿Quién lo aprovechará? DO.M1NOO C I M E N E Z
te
ma. Íbamos a decir un tópico. ¿Cuál es el cineísta al que no le ha yá atraído con más o menos fuerza la voz de estrella de la isla dorada? Este Mallorca poca cosa aiiade a las mu chas que hemos visto. No pretendemos con estas palal)ras declarar Mallorca tema agotado. No. Lo que consideramos a punto de agotar se es el Mallorca de los turistas, es decir, del visitante, del excursioiñsta. (¡Y en el (^oncur so de la A. de C. A. hemos leído varios títulos sobre el nxismo toma!')
I»fl film -I a fabrinirióii «Iel carliiiro de r a l c i o de Kod¿8 y Uro»
i\f Domingo (;iiiién<*a!
KOMKRÍA OKL Ko CÍO.—¡Quéenorme cantidad de fotogenia, de movilidad y de atrae tivo el de esta romería andaluza! ¡Qué soberbio tema para un cineasta hábil! El haber logrado con una e-ipléndida f o t o g r a l h i interesar tan vivamente al público, bíusta para nosotros, en esta ocasión, para destacar este film entre los pro yectados durante la no I he. VA autor nos da
COLORES DEL
ROJO
ÁNGELUS
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A P L I C A C I Ó N DIARIA PARA
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Merle t ) b e r ó n . que ha dejado compuesto y sin novia al opulent o e influyente productor Joseph Schenck
En estas mismas columnas se ha dicho que Mae West tenía el valor de confesar treinta y cuatro años. Ahora, gracias a una imprudemúa de .Mae en el transcurso de una interviú, se ha averiguado que la restauradora de la curva tiene cuarent a y uno. Ella tenía valor. Pen) no para tanto.
Kmil Jannings, rl actor que más fama llegó a alcanzar en tiempos del cine mudo, trabaja ahora en los F.studios alemanes, intentando, en vano, reconquistar su perdido prestigio
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l.«ura l,aplante-jla recuerdan ustedes, verdad? - que vuelve a la pantalla, contratada para filmar en lx>ndres cuatro películas
A pequeña historia de Merle Oberón—a quien ustedes conocen por J haberla visto en La vida pñvada de Enrique VIII—es lo suficientemente ejemplar para que merezca ser conocida de nuestros lectores. Merle Oberón se fué de Ix>ndres a Hollywood del brazo del opulento e influyente productor Joseph Schenck, ex marido de Norma Talmadge. Parece que von Joseph estaba enamorado, a su edad, de la joven casi adolescente, con ese fuego desesperado de las últimas pasiones. Merle, ingenua encantadora, prodigio de candor, se dejó conducir a los Eistudios de Hollywood con toda ia inocencia de sus veinte años mal cumplidos. Ya en Hollywood, el desigual idilio continuó. Papá Schenck habia encontrado la mujer soñada. —^Vamos a casamos, Merle. —Sí, viejín. Espera un poquito no más, que tengo que firmar un contrato. Merle, la candorosa Merle, firmó,' en efecto, tm ventajoso contrato para actuar en varias películas. Papá Schenck estaba entusiasmado. Era para estarlo, porque el contrato se había firmado gracias a él. —Vamos a casamos, Merle. Pero sí, sí. En cuanto la ingenua de nuestro conmovedor relato tuvo el contrato en el bolsillo, le dijo que nones. Con una frase de novela romántica, como corresponde a una muchacha tan soñadora. —Entre mi arte y mi amor, me quedo con mi arte. Cuando el amor se llama Joseph Si;henck, esto no tiene nada de particular. Mucho cuidado en la próxima, míster Schenck. Y, sobre todo, nada de firmar contratos por adelantado.
Después de ser una pecadora, Mae West se ha propuesto cambiar. Su nuevo film es Ahora soy una señora. Dicen los que la conocen que nadie se lo va a creer. Pero es así. Resulta que Emil Jannings no se había retirado del cine. El lleva más de un año trabajando en los Estudios alemanes, donde ha hecho varias películas. Lo peor que puede pasarle a Emil es lo que le pasa. Que es t> trabajando y nadie se entere. Ya ni su fama le sirve de sombrilla para ocultar el sol de su ocaso. Nada más que eso.
Se leen cosas curiosas. Esta, por ejemplo, en el pie de una fotografía: «Ruth Etting, la cual recientemente terminó la filmación de su excelente cinta musical And oíd Spanish*. Y a
renglón sencillo esta desconcertante traducción; «Engañando a papá». Inconvenientes de aprender el inglés por correspondencia.
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Vlae Weft. aunque ustedes no l a crean, está rodando un film qucl se titula «.\liorn soy una ' señora»
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¡Vuelven! Vuelve Laura La Plante: vuelve Collen Moore: vuelve .Mary Pickford. Ya sólo falta que vuelva la famosa actriz española del (ñne mudo. Entonces nos iremos nosotros, y aquí no habrá pasado nada. Se han casado Marta Eggerth y Jeán Kiepura. Y, naturalmente, van a hacer un film juntos. Cantará Marta. Cantará .le^n. Y si queda sitio, se rodará alguna escena de película.
Marta Kggertii. la canlanle de «la voz d e cristal», s e ha c a s a d o c o n Jeáii Kiepura, el tenor de <la voz d e o r o » . Aquí del c h u l o : «jKso se veía de» . venir!» \
Tenemos el gusto de presentar a ustedes a tíeorge Bronl. con quien se va a casar nada menos que Greta Garbo... •¿\W, uOblL..
El feliz matrimonio saldrá en breve para Hollywood, «^'entrtj«samente contratado», como se dice en estos casos. Si ellos no se divorcian antes de un mes, es «pie no se han compenetrado con el amV)iente. O (jue quieren ser deinasia<lo originales.
¡Uh! ¡¡Oh!! ¡¡¡Ahü! ¡Que se casa! ¡¡Que se va a casar!! Nada menos que Greta íiarbo se va a casar. La noticia de que la vampiresa número uno se va a casar, y la noticia de que la sueca de los pies grandes se niega a firmar nuevo cx>ntrato. son laa, serpientes de mar de todos los años. El afortunado mortal por quien (íreta, . s ^ i n las gacetillas publicitarias, suspira es el actor (Jeorge Brent, divorciado de Ruth Chatterton. Antes la habían querido casar con John Gilbert. Después, con Nils Asther. Más tarde, con Ramón Novarro. En fin, todo terminará en que Greta y George harán un film juntos. Es lo que ha ocurrido siempre en estos casos.
El divorcio de la semana es el de Zane Pitts. Lo que no se sabe es quién era el heroico mortal que estaba casado con ella. R. M. G.
h Coni'uiso itrgaiú/.ado |M>r ia Soc-icté d'Encouragoiuent íi l'Art et a l'Industrie, con el objeto de premiar al «mejor film francés», ha emitido su fallo. VA Concurso, organizad' < bajo la égida de Louis Lumiére y de acuerdo cou la Federation National du Cinema Franvai.-'. estaba destinad*) a los «films franceses». Es decir, a las películas realizadas sobre un escenario original francés—preferentemente—o sobre un escenario basado en una obra francesa. Y el Jurado estaba compuesto—mitad por mitad—por miembros de la S. E. A. L y de la F . N. C. F., en cantidad de treinta y seis, y por «personalidades artísticas, científicas y literarias de Francia». La prueba no ha reunido más que seis films: Le grand jeu (Bajo ei signo de la Muerte) y Pensión Mimosas, de Jacques Feyder; Maria Chapdelaine, de Julién Duvivier; Itto, de Jeán Benoit-Le\y y Marie Epstein; La femme idéale (Pobre Don Juan), do André Berthomieu, y Angele, de Marcel Pagnol. En la tercera vuelta, el Jurado estableció la clasificación siguient. Maria Chapdelaine, 17 votos; Uto, 16; La femme idéale, 2, y Le grand jeu, 1. Por lo tanto, Maria Chapdelaine ha obtenido el Gran Premio del Cinema Francés 1934. Si lanzamos una ojeada por el panorama cinematográfico de Francia, aunque el número de los films es muy reducido, vemos que, indudablemente, han concurrido todos cuantos podían concurrir con una cierta posibilidad de ser premiados. Naturalmente que se nota la ausencia de Ei lago de las damas, Amok y alguna de las otras películas excepcionales presentadas en la época indicada. Pero estos dos films corresponden a dos obras extranjeras, y no han podido asistir al Concurso. De otra parte, el hecho de dar a este Concurso un casi carácter nacional limitaba las posibihdades de los films que no entraban de lleno en la cláusula prefijada. Aunque no en todos los Concursos se otorga el primer premio al mejor film, en esta ocasión el Jurado seguramente se ha pronunciado justo c imparcial. Los seis films presentados contienen (aracterísticas bien distintas, aunque alguno de ellos coincida esencialmente sobre la misma cosa. Este es el caso de Maria Chapdelaine e Itto, las dos películas de mayor puntuación y de auténtica y reñida rivalidad. Tanto la una como la otra son dos obras de propaganda francesa. Maria Chapdelaine renueva de una forma eficaz la penetración f r a n e l a en tierras del Canadá. E Itto es un film inspirado, basado y realizado en el Marruecos francés, y, por lo tanto, un canto a la civilización y colonización francesa en tierras africanas. Acaso el valor cinematográfico de estos dos films sea superior taní: bien al que puedan ofrecer sus rivales en el Concui-so. Tanto el uno como el otro son dos exponentes concretos del cinema francés de 1934. Seguramente es en ellos donde se ini
Julién Duvivier (x) preparando una toma de vistas para «María t.hapdelaine», en Perybonk> (Canadá}
tAnteno cíncmQkK^rafiCQ
de
<'ia un viraje cinematográfico que puede <h terminar la salida de la pnxlucción francés de esa especie de callejón teatral, militarista ; vodevilesco en que se encuentra desde ha'< tanto tiempo. Itto es un filrn inspirado en una colección de episodios entresacados de las obras de Maurice Le Glay, militar francés en Marruecos. Y Maria Chapdelaitie es la adaptación cinematográfica de la popular novela de Louis Hemón, novela que, como se sabe, relata de una manera ingenua y sencilla la vida ruda y heroica de estos descendientes de franceses en tierras % nieves del Canadá. Sin embargo, entre Itto y María Chapdelaine hay también sus diferencÍ8U3Íones. En el fondo, coinciden en esa propaganda de lo francés en el Extranjero. Pero en la forma, en su argumentación y desarrollo, son distintos. En Itto se ve claramente el film de propaganda imperialista. ED Maria Chapdelaine hay, ciertamente, una propaganda francasa al presentar a los habitantes de Peribonka hablando un francés que guarda todas las modulaciones que tenía el idioma que llevaron a tierras canadienses los compañeros de Jacobo Cartier, hace cuatrocientos años. Pero esto no quiere decir que el film de Duvivier hiera los sentimientos de aquellos enemigos de toda acción imperialista, como sucede ante la proyección de Itto. Maria Chapdelaine, en cambio, está caracterizada por un sentimiento religioso. No se trata de una catolicidad mogigata o trabucaire, sino de un sentimiento auténtico, aunque, a nuestro juicio, equivocado. El libro de Ilemón está henchido de este sentir. Julién Duvivier, realizador francés de films abiertamente catolizantes (Credo o La tragedia de Lourdes, La agonía de Jerusalén, La divina cruzada. La vida milagrosa de Teresa Martin y—actualmente—Gólgota ) , ^^^^^^^
hnm brila foto de «María tihapdelaine», durante u n a uiarrha por el campo de Jeán (~.al>ín, protagonista masculino del a d m i r a b l e film de Duvivier
Madeleine Renaud. en el principal papel de «María Chap•lelaine», film f r a n c a galardonado con el Gran Premio
petado ol scntiiiiieiito quo I»uis Ileiuón dió a sus pc'i-souajes novelescos. Aun([ue en algunos momentos Duvivier haya cambiado peípieñas escenas de la novela e introducido nuevos virajes en el film, este sentimiento católico del original perdura a través de la película. Cinematográficamente, María Chapdelaine es, seguramente, el film más representativo de Duvivier. No se t r a t a de una obra genial; pero si de un film al que no podríamos reprocharle más quo un exceso de elementos cinematográficos. Duvivier es, acaso, el realizador francés que más familiarizado está con la cámara y sus posibilidades. Desde la llegada del cine sonoro ha realizado, por lo menos, una docena de films. Esto hace un promedio de tres películas anuales. Por estas causas, Duvivier h a conseguido un completo dominio de los elementos que debe utilizar. Este hecho determina esa sabiduría de su» planos, de sus figuras, de sus montajes. En María Chapdelaiive es todo fotogénico. Parece que hasta la Naturaleza (el paisaje, la nieve y el agua) sabe que es Duvivier quien le aprisiona en el celuloide. Duvivier es hoy en Francia uno de los realiza- \ dores más solicitados por lo» productores. SnJ práctica del oficio, sus conocimientos, sus apti-^ tudes, hacen de él lo que en el argot cinemato-i gráfico se llama un realizador •comercial». Ys' decir, el productor pue«ie confiarle su dinero, seguro de que Duvivier sabrá salvarlo. De ante-j mano se sabe ya (jue Duvivier no dará una obra; genial, extraordinaria. Pero se asta seguro d e l quo puede hacer un buen fdm, u n gran film francés. este S(!ntido, Duvivier es lo más francés píjsible: (¡s la .lagf.sse et Ui mesure de Francia. 1.1 c'pjilibrio y la confianza. La enidición y la iiiteligeiuiia. l'or eso e.reeiiios ipio el .lurado que liii otorgado a una obra suya el (jíran i'remio del ' inerria Kraní;4s ha obnwlo h'^ica e irapart^ial'liifite.
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UN FILM DE MAX NOSSECK REAUZAOi POR ANTONIO LOPES
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IVI A D R I
MIGUEL
Direcdan'José (jaípo?. Übrode Muñoz Seco^ Ingenieros de sonido: Ingeniero eLecÚudáia
•"•liMiMjáiÉi
(Alicanie). 1-as peHculas de Marta Eggerth: La ftriiict'sila se divierte. Audiencia imperial, Erase una vez un vals, ¡ Te quiero, Anita!, La novia de Escocia, Una canción, un beso, una mujer..., Diplomático fie mujeres, L'na noche en el Gran Hotel, Vuelan mis canciones. El Zarewich, Greijjer, entre estafadores de frac. La flor de Hawai, La princesa de la Czarda, Su mayor é.xito y Paso a la juventud. Las de Claudette Col1 ert: El gran charco, El teniente • I amor. El signode la Cruz. Su¡uiió una noche..., Cleopatra, .4 lasoinbra delosmuelles. Sinfonía en el corazón. Acaba de terminar Imitation of Life (sin título en español), bajo la dirección de John M . Stahl. UN
novelas, de tipo encuadernables, de las grandes realizaciones.
ALICANTINO
L'NA FUTURA ESTRELLA
(Ma-
drid ).—Con verdadera satisfacción la contesto, tratándose, por lo que me dice en su carta, de una «antigua preguntona» cuando yo trabajaba al servicio de aquella revista. Pero permítame que me reserve la contestación que me pide referente a ese asunto, por causas que usted i omprenderá. Greta Garbo está /Itera y tiene veintiocho años lie edad; la puede escribir a M.-G.-M.. Hollywood (California). A Imperio Argentina puede escribirla a Cifesa, Avenida de Eduardo Dato, 3 4 , Mad'id. Lo que no puedo decirla con seguridad es su edad, pues hay quien asegura que nació en 1 9 0 1 , y otros, en 1 9 1 1 ; pero yo creo que fué en 1 9 1 1 . ¿La pregunta sobre Mojica es cierta? Yo es la primera vez que lo oigo. Lo que pasa es que lo mismo en Hollywood que en todos los Estudios europeos, salvo varias excepciones, todo aquel que sobresale un poco sobre los demás se estira él aun más, se •hinchan» y modifican hasta ^u carácter, como si el éxito les Hiera a sonreír toda su vida. Espero más preguntas. U N A ENAMORADA DE F R E DRIC MARCH (Palma).—Que-
daría satisfecha al ver ei número 2 3 . Escriba a United Artists Studios, 1 0 4 1 , N. Formcsa .\v., Hollywood (California). Sí es cierto que es casado, con Florence Eldridge. FORERO,
EUGENIO
Y
LEAL
' Chiclana).—Escriban a Paramount Studios, Hollywood (California), pues la película que usted cita está realizada por esa Casa. Pero absténgase de mandar dinero sin haber recibido contestación a la forma del envío. D E S E A N cambiar correspon" dencia con señoritas lectoras de CINEDRAMAS los señores siguientes: Robert Sempere, Urcola, 5, .\lcoy (.\licantc). Don Amado Higón Malleu; .\w. de la República, 3 4 , Teruel. Y don Daniel Sirola Ruiz, Senranu, 4 , .\lmerfa.
U N ALBACETENSE J .
E.—1.a
dirección de Lina Yegros es: Pelayo, 1 9 , Madrid. El reparto de La bien pagada es el siguiente: Carola: Lina Yegros; F'ernando Jordán: .•Xntonif) Portago; Victoria: Mercedes Prendes; Gahriel: José Isbert; Don Jorge Kuete: Allierto Romea; C.arl()s: '•iiiarcs Rivas; Luis: Alfonso Mbalach; .Mary-Rosa: Ro-sario 'le Castro. Dirigida por Luis '•ernández Ar<lavln. Ivscriha a lmpi:rií) .Argentina, a Cifesa,
Muíloz P É R E Z (Sevilla).— Escriba a Kay Francis a Warners First National Studios, Burb.iilk (California).
Avenida de Eduardo Dato, 34, .Madrid. L A LECTORA le envía a El hombre invisible la canción que me pedía, que es como sigue: \o sé qué tienen tus ojos—que al mirarle me dan frío.—Miedo me causan tus ojos,—y en tus ojos yo confío...—Negros son como la noche—>• más negros que mi pena—Sólo mirándote en ellos,— quisiera morirme, nena.—/ Morucha!... Morucha divina,—clavel tempranero . . . —Quisiera... Quisiera...—en tu boca besarte primero . — Cantarte... — Cantarte muy quedo.—Decirte... ¡me muero!—Bocucha de roia,—clavel tempranero...—En la luz de tu miroila—he quedado prisionero.—.Vo quiero que me rediman,—que no és cárcel: es un cielo.—V si muero desterrado,— y si al fin debo dejarte,—al morir Dios me conceda—tus ojos poder mirarte. Muchas gracias por sus molestias, Hombre invisible.
Por un par de pijamas, ¡ Vaya mujeres!, Malvada, Fatalidad, La lotería del diablo, Aqui sobra uno. Pimienta y Dick Turpín. Charles Boyer nació el 2 8 de Agosto de I897,enFigeac (Francia). Tiene el pelo negro y los ojos castaños. Mide 1 , 7 4 . Sus películas: Iruendio en la Opera, El presidio, El proceso de Mary Dugan, Tumultus, I. F. i. no contesta, Yo y la emperatriz, y otras. FRANCISCO
GÓMEZ
PARDO
(Sari Femando ).—Con mucho gusto. Ilusión tiene el siguiente reparto: Tina: Kay Francis; Marey: William Boyd; Gran Arnold: Gomvay Tearle; Phillip: Jhon Breeden; Rose: Marjorie Gatison; Peter: Charles D . Brow; Mrs. Swanson: Julia Swayne Gordón. Eso es una cosa muy seria, que yo no me considero autorizado para darle mi opinión. Pero no se le olvide que están los tiempos malísimos, lo mismo allí que aquí. Escríbame cuando le parezca; nunca me molestará.
.—m
¡VIVA V I L L A ! ( Bilbao ) «Vals de la Primaverji» de Buenos dias es: Dulce ctmor, ilusión de mi vida:—dulce amor que mi alma soñó;—de cariño mi pecho suspira—y adorándote siempre vivió.—Cuánto te amo,—quiéreme :—cuánto sufro,—óyeme,— y a tus pies, si tú quieres amarme,—como esclavo por ti viviré.— En mi alma anhelante y ansiosa—el amor también apareció,— y en la alegre primavera—tus acentos feliz escuchó.— ¡Dulce amor! — ¡Dulce amor! Como verá, es una letra como para meterse en juerga. Está usted completamente equivocado. Virginia Valli está casada con Charles Farrell, y tiene cuarenta anos, ni uno más ni uno menos.
T O R E R O A LA FUERZA (Salatnanca ).—De lo que me alegro mucho que saliera con bien de aquel percance. Las direcciones que me pide son: Myrna Loy, Carole Lombard, Helén Twelvetrees y Claudette Coibert, a Paramount Studios, Hollywood (California^: a Madge Evans, Greta Garbo, Una Merkel y Maureen O'Sullivan, a Metro-Goldwyn-Mayer, Culver City, Hollywood (California); a Bárbara Stanwyck, a Wamer-First-National Studios, Burbailk (California*. ¿Y las va usted a escribir a todas? Pues mucha inspiración... y sellos de 1 0 centavos para las respuestas. CACHITO D E CIELO (Valencia).—¿Que qué tal me parece el seudónimo? Un poco cursi. ¿No? Víctor Mac Laglen nació el I I de Diciembre de 1 8 8 8 , en Clermont (Inglaterra). Es casado y tiene dos hijos. De Mac Laglen se podría contar y no acabar relatándole los episodios de que ha sido víctima en su vida. Pero como para esto necesitaría todo el espacio que me destinan para Consultorio, lo dejamos, ¿veidad? Ha inteq'retado muchas películas, entre ellas Odu> salvaje, Carmen, El capitán látifio. El mundo al revés, Un marino afortunado, A carta cabal. El conquistador.
UNA
ADMIRADORA DE
TONV
D'ALGV.—Vea todo lo que la interesa de los artistas que me pregunta en los números 3 y 4 de
CINEGRAMAS. FRESIA
SIN
CAMPOLICAN.
Muy agradecidos quedamos a todos sus elogios, y esperamos que alcance todo cuanto dssea. No se moleste en comprar acciones, pues eso ha sido un fracaso. El nombre del director por quien me pregunta es Benito Perojo. Escriba a Impario Al gentina a Cifesa. Avenida Eduardo Dato, núm. 3 4 , Madrid, y a Benito Perojo, a Rosario Acuña, 1 3 Madrid Las otras consultas las envío a la Sección conespond'ente, y no puedo dícirla (porque lo ignoro) el motivo de la disaparición de esa revista y la dirección del colaborador por quien usted se interesa. MIGUEL BARRERA (Tárrega). —Verd .deramente, hace usted muchas consultas—tantas como un médico en temporada de gripe—; pero no se apure, pues yo Je contesto con muchísimo gusto. Pasemos a las respuestas, y usted comprenderá a quién correspondjn. Casada con Gregorio Martínez Sierra. Gitta al par, con Gustav Fr lich. Ignoro el fallecimiento de ese artista. Los repartos que me pide son: Cleopatra Dirigida por Cecil B. De Mdle. Cleopatia: Claud;tte Coibert; Julius Caesar: Warren William; Marco Antonio: Henry Wilcoxon; Catpurnia: Gertrude Michael; Herod: Joseph Shildkiaut; Octavian: Jan Kerth; Enobarbus: C. Aubrey Smith; Cassius: Jan Mac Laren; Biutus: Arthur Hohl; Pothinos: Leonaid Mudle; Apollodorus: Irving Pichel; Octavia: Claudia D.?ll; Charmian: Eleanor Phelps; Drussus: John Ruthcrfors; Tras: Grace Durkin; Achillas: Robert Warwick; Ca.sca: Edwin Maxwell; Cicero: CImrles Morris. De Rei-.
na el amor: Director, Stuart Walker. Hayda: Claudette Coibert; Sabien Pa.stal: Fredric March; Gran duquesa Emilia: Aliión Skipwerth; Príncipe Keri: Paúl Cavanagh; General Krish: Arthur Biron; Zara: Ethel Griffies; Seminolf; Glay Clement; Alex: Warbuiton Gam ble. De Marruecos: Dirigida por Josef Von Stetnberg. Amy Jolly: Marlene Dietrich; Tom Brown: Gary Cooper; La Bisiere: Adolphe Menjou; Ayudáoste César; Ulrich Compton; Corporal Tatoche: Francis Mac Donald, Anna Dolores: Juliette Compton; Coronel Quinnevieres: Albert Conti; Mme César: Eve Southern; Barratire: Michael Visaroff; El tinto: Paúl Porcasi. Claudette Coibert es francesa (nació en París en 1 9 0 8 ) . Tiene el pelo y los ojos negros. Mide cinco pies y cuatro pulgadas, y pesa 1 0 7 libras. Ha sido actriz de teatro y ha interpretado las siguientes i>elículas: Los tres papas. Un hombre de suerte. Doña Mentiras, Honor entre amantes. El lenienie seductor. La confidente. Una mujer a bordo. Una mujer caprichosa. El presidente fantasma. El signo de la Cruz, Cleopatra, Reina el amor. Sucedió una noche. Imitación de la vida. Esciiba a Antoñita Colomé a Montanet, 1 3 0 , Barcelona, y a Irene López Heredia, al Teatro Victoria, Carrera de San Jerónimo, Madrid.
L A PAPIRUSA (Madrid).— Escriba a Pathé-Natan Studios, Joinville, París (Francia). Envíe un sello de 1 , 5 0 francos o su valor en vales intemacionales, que los puede adquirir en cualquier estafeta de Correos, para la respuesta. Todas esas películas que me describe están realizadas en Estudios tianceses. M A R U J A (Madrid ) . —Desconozco los «planes» de Roberto • Rey, y, por lo tanto, no puedo determinar el sitio donde piense irse una vez terminada su actuación en el Teatro de la Zarzuela. Muchas gracias por sus ofrecimientos, que los tendré en cuenta La otia pregunta la verá contestada en este mismo número. F-L
PRÍNCIPE
ENCANTADO
(ValladoHd).—Escriba a Cilesa, Avenida di Eduardo Dato, 3 4 , Madrid. UNA
MISS DE OJOS
VERDES
( Barcelona).—Escriba a Gene Raymond, a Columbia Studios, 1 4 3 8 Gower St. Hollywood (California). Mande un sello di diez centavos para la respuesta, que lo puede adquirir comprando en una estafeta di Correos vales internacionales (su importe son 7 0 céntimos), canjeables por su valor en sellos dil país que se disee. I^ letra de la canción La *carioca es: Bailemos juntos ta tcar.oca*—m entras gustamos de la tcoca*- -y hagamos una enredadera—con su ritmo sin igual.— ¿Quién no conoce la tcarioca»,— U N BOQUERÓN MALAGUEÑO.— que a las tnegritas» vuelve locas— Imperio Argentina se llama ver- y que entre heléchos y palmeras— didjramente Magdalena Niles los tblanquitos* bailarán.'—tBon dal Río. Tiene los ojos y el pelo boot, mi cholita risueña,—me castaños obscuros, y nació en dijo llorando de amor:—nBonia Argentina, hace veinticuatro boo», no seré más tu dueña—si años. La hermana San Sulpicio baila con otra la rumba—de mi [. (dos veces). Corazones sin rumregión.—Clara es la noche.— ' bo. Los claveles de la Virgen, Entre palmeras se ve.—La luna (Cuándo te suicidas.^, Buenos llena,—que alumbra con languidías. La casa es seria, Melodía dez.—y allá en los bosques— de arrabal, Cinópolis, El confebailan los negros de a ír¿s.—Es sor de mi mujer. Su noche de la tcariocat, ofrenda negra—al bodas. Lo mejor es reir. Pueda dios crepuscular—mil gastos y escribirla a Cifesa, Avenida contorsiones—de felicidad. En lo Eduardo Dato, 3 4 , Madrid. Caque no puedo complacerla es talina Barcena nació en Cien- dándole la letra de la canción fuegos (Cuba), el día 1 0 de Di«No m. s tengo ojos para tí , di ciembre de... (el año lo ignoro). la película Música y mujeres, pe Educada en España. Por su laro no se apure, pues tengo vabor verdad sramente admirable nos «ayudant ^» s.mpjt quí ien el teatro, la contrató la Casa mos que no dudo me la enviarán Fox, en el año I 9 3 ' . para filmar pslículas en sus Estudios. EsU N HIJO DE PORTUGAL QUE tas son: Mamá, Primavera en GUSTA MUCHO D E EsPAÑA. ( Fcotoño. La viuda romántica. Yo, ro, Portugal).—Escriba a las tú y ella. La ciudad de cartón. siguientes direcciones: -antoñiSeñora casada necesita marido ta Colomé, Montaner, 1 3 0 , Bary otras sin titulo en español tocelona. Lina Yegros. Pelayo. 1 9 , davía. La dirección de Imperio Madiid. Maruchi F'iesno SanArgentina ya la doy en este ta Isabel, núm. 2 6 Mtdiid. Imnúmjro, y la de Catalina BARperio Argentina, Cifeísa Avecena es: Fox Studios, 1 4 0 1 nida di Eduardo Dato, 3 4 , MaN. Western Avenida Hollydrid. Rosita Díaz, Catalina wood (Calitornia). Rosita Díaz Barcena y José Crespo, a l o x está en la actualidad en HoStudios, 1 4 0 1 , N. v\ estéril llywood. Pasados a la Sección Avenida, Hollyw(K>d ( aliforcorrespondiente sus encargos nia . Miguel Ligero y 1 icaido Núñez, en C . E. .\. iV-iquillo, número 1 0 , Madrid. Para camP. CARTAGENA.--Los elogios biar corrjsjx>nd.luia cou lecque hace ás nuestra revista se toies dj CINEGRAMAS CS n xelo. agradecemos mucho. Pasado sario conocer su n-.mbic para su cncaigo a nuestro director, que puedan escribí, 1. . el cual me comunica <)ue al comenzar la nueva prmlucción se darán nuevamente
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CASAS BRASIL PELAYO BRACAFÉ CARIOCA —El más célebre de los divos líricos españoles. —¿Marcos Redondo? —El mismo. —¿Y qué pelicula va a hacer Marcos Redondo? —Una que provisionalmente se titula Yo, el principe, y que comenzará a realizarse estos días en Barcelona. —¿Sabe usted quién va a hacer tma película cómica? —Algún humorista digo yo que será. —Exacto. El humorista Edgar Neville. —¿Y qué es lo que va a hacer el director de aquellos divertidos Falsos noticiarios? —^Algo más divertido todavía. La vida de un -gran cantante en el seno de la familia, -Título del film, —Kl hijo del tenor. —Intérpretes, —Juan García y,.. El caso es que el nombre de ella no está todavía acordado. Quizá sea E v a Arión. RAÚL GALLARDO . Curiosos efectos fotográfico» de la* actitudes de Beuy 1 .iriie.,». 1 riii t ) llrien Moore y Virgiuia Bruce en la realización «La esquina peligrosa»
NOTICIARIO
C
cstc hombrc simpático, que no ha aprendiilo el español, a pesar de llevar más de un año entre nosotros, aparece ante mí, diciendo unas palabras incomprensibles, que él asegura pertenecientes al castellano. Yo le pregunto varias cosas. El me contest a cosas muy interesantes, de las que no consigo entender una palabra. Hasta que ese amigo que nunca falta en los momentos apurados resuelve la situación. Gaertner viene de provincias, con dos latas llenas de celuloide iinjmvsionado. —¿Documentales? —Documentales. Uno de Granada, cuu mof
AKRTNER,
tivos españoles, canciones y bailes típicos. Otro de diversas regiones. Salen las palmeras de Elche, el mar de Valencia... Algo que llamará mucho la atención, sobre todo en el Extranjero. —¿Ckín música? —t\»n música de Vicente Gómez, el gran guitarrista, y do Quintín Esquembres, —¿Y qué va a hacer ahora el gran Gaertner? —Esperar las órdenes de Florián Rey. El operador de La hermana San Sulpicio enciende un pitillo, abre «la porta»- como dice él— del café y se va.
• • —¿Sabe usted quién va a hacer una película? —nos dice el confidente número uno. —¿Quién? I
ntuiceca •utreti las consecuencicis de no cuicJdrse lo basitinieen su hiv,'itne (ntinid. Módicos eminenies en todas partes del mundo recomiendan lavados díanos con una cucharada de l.Ví>OI-OWM en un lüro de agua. l.ySOf OW.M desiruyc ijermencs morbosos, elimina malos olores y es un gran proliláclico. .Suavi/a y sanea la piel añadiendo unas gotas al agua de lavarse. Elixir dculifrlco menlolado ideal para la higiene de la boca y dientes. Contra fetidez del alíenlo. Jabón finamente perlumado conira impurezas de la piel.
l lia bella fotoürafÍB de «tjuince minutos en r.spaña>, film documental, rodado por el f a m o s o «cameraman. Knrique Gaertner FOT. C I F I S A Talleres de Prensa Gráfica, S . A., Hermosilla, 73. Madrid (Madc la Spiria)
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extraíinario.s de Pe'adieosn Uelisias, 1 arjetas pos l ales^ (atálogos, Folie^/'o.s*
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c o H iiuxlernos (los ( | U ( ' mejor responden a las nnevas ü^ndene i a s del arte), iisled aninenlani el encanío y la^belleza de s u s [)nl}iíeaeiones, así eomo (amÍ)iéii la efíeaeia de i o d o s sns impresos de propaganda. I i'aíándose de <rrandes tiradas, no iníeriores a KMKMÍ ejemplares, en unesíros talleres l e han^no^ toda elase de impresos artísíieos, modernos > de refinado
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