Revista Cinegramas - Nº.48

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m REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año ll.-Núm. 48.-Madrid, 11 de Agosto do 1935

f// TOñNOfíLCINEMfí NñCIONfíL

Kuquel Rodrigo, personaje central femenino de la (lelirula «El niño de la» monja»* ror. ExctusnFkS IMANA

Ahí tiene usted el cine inglés. Ihiiante la época muda hubo temporada en que pasaron de setenta las obras realizadas en sns Estudios. Ningtma tuvo resonancia en el Extranjero, a pesar de que Dupont dirigió para ellos aauel MotiHn Rouge lanzado como gran producción, que no respondió al ambiente expectante creado. L l ^ ó , en cambio, el cine hab ado; surgen películas de calidad, y con sólo unas cuantas-—sobran dedos en tma mano para contarlas—, I i ^ l a t e r r a muestra al mundo su pujante industria cineraatc^ráfica, hasta el punto de rivalizar con los más potentes productores y aun superarlos muchas veces. Por esto he dicho y o aquí, en estas páginas, que a líspaña le hace falta la ayuda de directores y elementos extranjeros; pero elementos con responsabilidad artística, no directores de aluvión. Y , desde l u ^ o , como cosa indispensable, el apoyo de los artistas jóvenes españoles, únicos capaces de orientarla en ima nueva estética y de ganar para ella esa batidla decisiva. Porque, vamos a ver: ¿qué directores extranjeros Lan venido a VJÍpaña? Que y o sepa, dos: Abbadie d'Arrast y Greinillón. D e los otros, más vale no hablar. Los nuestros, con ser más modestos y surgidos por generación espontánea, eran t an buenos como ellos. Y o recibiré siempre con alborozo la llegada de un reíJizador que dé prestigio y valor a nuestra industria; pero a lo que me opondré, contando ímicamente con la fuerza de mi pluma, es a que arrivistas sin capacidad, tan llenos de osadía como faltos de escrúpulo, pretendan introducirse en nuestro cine, aprovechándose de la desorientación de los productores.

Carmen Lueiano, Miguel libero j Juan Eupanlaleón en la película .Nobleza baturra», que realiza Florián Rey ror. aPBSA

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o hace muchos dias, un exaltado aficionado a quien Dios conserve largos años su optimismo, me decía, brillando en sus ojos el regocijo:

— L a jiroducción española camina muy deprisa. Estamos de enliorabuena. Más de veinte películas nacionales habrá este año. ~ E f e c t i v a m e n t é — l e contesté-—. Y no sólo veinte, sino algunas más, serán presentadas durante la próxima temporada. Pero, amigo mío: la consolidación y calidad del cine español no está, D O puede estar en relación con la cantidad de obras que se produzcan. El cine no es cuestión de números, sino de bondad. N o es mayor artista quien hace más obras; l o es quien las crea mejores. Si a nuestros directores fuéramos a juzgarles con arreglo a su teoría, el mejor, sin duda tdguna, sería Busch, aunque mis simpatías como amigo no rimen con mis 'devociones como director. Está

Valeriano León y Mary del Carmen en una escena de «F.8 mi h o m b r o , pelíeula cuyo rodaje ha finalizado Florián Rey rot.

ari«A

usted muy equivocado, amigo mío. El eine español puede llegar a producir setenta o cien films anuales^—camino lleva de ello—^y seguir produciendo deficientemente. Sin embargo, puede también con cinco o seis films aimales alcanzar la cúspide soñada y conquistar los mercados. Calidad y sólo calidad, no cantidad. E | t e es el objet i v o que deben procurar nuestras editoras cinematográficas en estos interesantes monientoe en que el cine español, con un poco de cuidado, puede llegar a colocarse. Miremos lo hecho por otras naciones.

\ lo doloroso de esto, querido amigo, es que cualquier indocumentado, cualquier medianía que hizo victorias de los fracasos ayudado por su imaginación audaz, escoria de los Estudios europeos y americanos, sin más pasaporte que su apellido exótico—Sésamo ábrete i)ara todos los extranjeros que llegan a España- , sea preferido a los directores jóvenes nacionales que ansian crear obras para el cinema. ¡Preferir a un extranjero incapacitado y desdefiar a un compatriota con talento! Convendrá usted conmigo en que esto no puede ser.


Edgar Neville, José Luis Sáenz de lleredia, Carlos Velo, F e m a n d o G. Mantilla, Eusehio Ferré y Fduardo G . Maroto tienen infinitamente más talento, más ambición artística y más visión oinematopiáfifa que xm Adolf Trotz, un liichard Arlan y un Hans Behrendt, pongo por realizadores mediocres. Estaró usted de acuerdo conmigo—^y perdone, i>ues estoy convirtiendo en monólt^o lo que debi6 ser diálogo—en que hay mucha falta de comprensión en nuestros productores y ningún deseo de av udar a los de casa. D e los seis directores jóvenes citados, todos, uno por uno, han dado pruebas en la pantalla^—encerado donde se resuelven los problemas de cine—de su valor con obras elogiadas unánimemente. Al juzgarla.'*, fueron al unísono dos cosas tan difíciles de poner de acuerdo como crítica y público. ¿Qué más garantía de su bondad? Pues no es bastante para convencer a los que aquí deciden la producción de im film. Les agrada más el apellido extranjero, la pose afectada y ridicula, el aire de colonizadores que esos señores ad(jptan en nuestra tierra y la enumeración fantástica de sus trabajos en los í^tudios de Hollywood,

Una escena del documonial de Xavier GüelIcLa ittia blanca», ron cuyo rodaje inici<i sus actividadett de director

Londres, París y Berlín, tan falsos como su capacidad artística. Usted, que es buen aficionado y desea el logro total del film español, no debe dejarse seducir lor una cuestión de cifras y aun menos calibrar a bondad de la producción por su cantidad. Pida usted directores con inquietudes, con ambiciones, cou deseos de hacer algo sólido y elevado, y aparte a un lado a los constructortjs mecánicos de films, a los que hacen del cine xm oficio, sin poner en él im átomo de sensibilidad y de arte. Mecánica, sólo mecánica dan sus cerebros. Cltiro es que todo esto se acabará, ]>ara bien

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Gaspar liampoM cn una escena de «Madre Alej(ria>, que ha r e a l i z a d o José Busch en los Rstudios Ballesteros roí. IXCIUSIVAS DIANA

(Chispita», el diminuto actor de <KI secreto de Ana María», nueva revelación de actores infantiles, que Selecciones Capitolio da a conocer en dicha película

Rodolfo del Campo y Nelly Santi^wsa en un momento escénico de ^ Poderoso caballero»


del cine nacional, el dia—ya le presumimos p r ó x i m o — en que dos o tres directores j ó v e n e s acierten con otras tantas obras como ellos son capaces de realizar. Entonces, elevado el rango art í s t i c o de la producción e s p a ñ o l a , vendrá l a conmoción esperada. L o viejo se desmoronará y de sus escombros saldrá, empuj a d o por un potente aliento de juventud, el verdadero, el auténtico cine español: algo que usted no sospecha t o -

davía. Películas con tdma, cor» emoción, con vigorosa expresión artística, con rico caudal de valores humanos. ¡Quieran los hados que Edgar N e v i l l e haya reflejado en la pantalla todo lo que él siente en su nuevo film El malvado Carabel! Esta película puede ser, y ojalá lo sea, el punto de arranque, el clarinazo vibrante del movimiento renovador que todos deseamos, el grito juvenil que anuncie la conquista del cine español. Desee usted esto, amigo mío, y verá cómo el cinema de casa es efectivo y no una fantasía que todos hemos forjado tan magníficamente que la hemos hecho parecer realidad. F.

HERNANDEZ-GIRBAL

José Baviera y Rosita Lacasa en una escena de la nueva producrión .20.000 duros»

l.ui>ia l rio»* ; Ramón Goñi en la película de Tony Román «Ciudad encantada», que se rueda actualmente con Kraades «cierto* técuicM FOT. rANIAQUA

He aquí la primera fotografía que nos llega de «Currito de la Cruz», que actualmente se rueda en Sevilla, bajo la dirección de F e r n a n d o D e l g a d o , para Ediciones Cinematográficas F.apañolas

« A l a d ^ » en una escena dr la película <EI paraíso retmbradon, que bajo la dirección de Xavier C&ell »e rueda cn los Estudios Trilla Riva, de Barcelonaror. CORTÉS

Félix dr P o m é N , c o n Luis Villasiul, Miguel Tejada, Modesto Cid y Torren», en una escena de «Rataplán», película realizada por £líai>


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N O , dos; u n paso adelanta. U n o , dos; tres pasos atrás. L no, dos; media vuelta y seguir. Es la v o z del dii-ector de conjuntos la que, con acento cansado, repite estas pa abras hasta la saciedad, mientras qne un grupo numerosísimo dt muchachas obedece a sus indicaciones, procurando acompasar el taconeo. Casi toda.** son rubias o pelirrojas, y , desde luego, todas saben decir gooti bye con ese acento nasal popularizado por los altavoces de todos los cines del mundo. Son las girls, las girls trasplantadas del musir hall de Broadway al Estudio cinematográfico con el advenimiento del cine sonoro. A l principio de este invento nace un e.-^tilo (ñnematográfico que llega a alcanzar mucha preponderancia: el film musical, que hace cinco o seis años da a la pantalla aquellas célebres Broadway MeU.HÍy y Hollywood Revue. D e entonces data la conquista del cinema por la girl, que encontrándose indispensalile en esta nueva modalidad del arte ex mudo, lo invade completamente en tma violenta suceeión d e planos de sus p i e m a B , agitadas en ritmo de fox. Las revistas se sucedían, amenazando llegar a ser la única fomia de cinema; pero, pasada y a la fiebre sonora de los primeros tiempos, el público comenzó u ilver la espalda a aquellas j^)elículas «cien por cien habladas y cantadas», que cada vez eran menos originales y cada vez más insulsas y soporíferas. Las productoras se vieron en la necesidad de dejar de producirlas, y la girl, que por un instante se habia creído dueña y señora del cinema, tuvo qu( ocupar de nuevo el camerinn del teatro de donde había salido. Sin embargo, había echado bien sus raíces. Si es verdad que el público estaba un po<"i cansado de ella—siempre 'tai igual, coino multiplicada ()or c * espejo d e una borrachera dt cien vasos de whisky—, no se resignaba tampoco a despedirla definitivamente. (Jomprentliéndolo a s í , lo.'^ grandes magnates de la cinematografía americana vuelven el aiio pítsado a jiroducir películas de aquel género un poco olvidado; pero tratando, naturalmente, de adaptarse a la.'* exigencia.s de la evolución sufrida por los films en este lap.«<> de tiempo. L a girl entra otra vez en los Kstudios, y así podemos verla cantando, bailando y taiti bien sufriendo—pues las nui' vas revistas nos muestran tambi»>n las tristes interioridadc.de su vida - e n las )»eh(>ula.s Lo calle 42, Vampiresas 1933, Desfile de candilejas. Torero a lo fuerza, etc., etc. De entre todos estos films, quizá sea Desfile de candilejas el que mejor pruebe las posibilidades plásticas de la girl en el cinema. Su escena de la piscina, en la que agua, mujeres, música y juegos de luz aparecen en perfe(.ta unión artística, debiera de conservarse , indefinidamente por su alta concepción estética, que rebasa los límites del cuadro d e revista, para i n c l u i r s e decididainenti dentro del campo del cinemji puro. Por otra parte, nada tiene dt extraña esta facultad que la griri posee, de poder considerarla como elemento dúctil a detenninada> formas de cinema. Su misma impersonalidad le da el valor de m o t i v o plenamente deshumanizado. Veinte, cuarenta, ochenta girls; muchas más. El objetivo de la cámara enfoca a una sola, cualquiera, y es como si enfocíase a todas en general. Tfunbién, en cambio, al enfocar al conjunto, es k como si enfocase a una sola. ^ L a girl, producto americano standard, nos recuerda fatalmente esos bocadillos del bar au^omá^ tico que, encerrados en su pequeña vitrina de cristal, se ofrecen a nuestra hambre de treinta y cinco céntimos. Sabemos que, a pesar de verlos todos allí, irnos sobre otros, necesariamente tendremos que comernos el que está debajo. N o j)odremos escoger, pero tampoco sentimos esa necesidad. ¡Son tan exactos! Todos tienen el pan igualmente tostado. Todos llevan la misma pequeña cantidad de jamón. Algtma v e z nos llega la noticia de q u e una girl se casa con tal o cual rey del petrólet) americano. E^to, desde luego, carece de importancia. Dicho rey, divonñado recientemen te de la hija de cualquier banquero, necesita un adorno femenino para su departaiuent < de la Quinta Avenida, ahora solitario y triste. Entonces se dirige a un F^tudio con ci pretexto de visitarlo, y al igual que nosotros nos comemos el bocatiillo de abajo sin mápreocupaciones, este rey, que además seguramente se llamará Jhinmiy, se lleva consign, para hacerla su compañera, a aquella girl que cuadró siempre la primera a su dereohi: durante la t o m a de vistas.

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la temporada q u e y a finalizó hemos visto bastantes fílms en que la girl ocupa un plano principal. Fueron los más destacados: Escándalos romanos, Wonder Bar, Volando ho ' cia Rio Janeiro y Música y mujeres. También en la })róxima, y a juzgar p o r las gacetilla y fotografías que y a empiezan a mandar las productoras yanquis, tenth-emos peUculas de este género. Triimfa la girl por segimda v e z en el cinema americano, y es muy difícil predecir cuánti tiempo durará este r e t o m o ; pues en tanto que el público no vuelva a cansarse de las revistti musicales, en los Estudios, cientos de chiquitas, casi todas rubias o pelirrojas v todas sa hiendo decir good bye con ese acento nasal popularizado p o r los altavoces de toaos los cinc del mundo, continuarán btúlando al compás de las voces d e l director de conjuntos: « U n o , dos; un paso adelante. U n o , dos; tres posos atrás. Uno, dos; media vuelta y seguir... TONY

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que

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pantala d i fundiera su inquietud internacional, l a s modas de ayer, el aspecto retrospectivo, llegaba a nosotros únicamente hoj e a n d o revistas atrasadas q u e Eveexhibían filyn Venable g u r i n e s de rOT. PAIAMOUNT otras generaciones. L a caricatura mordaz, Ciña Manes, rn como hoy, zahería; el grabado, «Barrarola» el cuadro, el dibujo, y los horriFOT. UPA _ ^ bles y antiestéticos retratos de familia ridiculizados por el paso del tiorapo, eran la única exlúbición del ayer. L a moda retrospectiva tenia la inmovilidad, el alma paralítica—como dijo un es critor—del arte pictórico, representada por una pose fría, hierática o grotesca. Desde que el cinema lanza su aceleración por los cauces del pasado tiene la moda de ayer su más entusiasta paladín en el celuloide. Y tras la moda sigue el reflejo de los ambientes, sigue el color, el costumbrismo de lo que fué, de lo qne no puede retornar, y que si retoma es debido únicamente al brujo aquelarre del écran. Modas atrasadas unidas a un tema que se adapta ¡K>r su placidez, por BU ambiente, por sus caracterizaciones, al que v i v i e r o n n u e s t r o s abuelos, nuestros antepasados. Y no hablemos, n o divaguemos sobre los films de un clasicismo babilónico, griego, egipcio. N o intentemos analizar la fantasía que sus animadores ponen al film que


U'ts impuso una Cleojmtra, una Antinea, o una Mesalina nías o menos convencional. I]l verdadero film <pie se comenta en esta cróuica es el que refleja páginas humaní.simas que iK) cuentan mñs de un siglo. l)ul<es, poemáticos e m t o s del ayer, lan/.ados por el moderno trovador llamado cinenia. Generaciones en las que florecía el miriñatpie, el polisón, talles breves, quebradizos, crinolina.s, pamelas. Aspecto (xíhocen(ista romántico, grisetas, loretas, damitas fin de siglo, mundanas d'avant guerre, y en ese paréntesis del París que cuenta dos décadas muere el retrospectivismo, iniciando la modernidad, la ultramodemidad que hasta hoy ha sido el tópico (obligado de los Estvidios. N o r m a Shearer encamó en IMS vírgenes de \yirnpole Street la figura deliciosamente literaria de la ptíetisa Elisabeth Barret Browing, y la realización, además de presentamos un ramillete de flores gigantescas—Maureen O'Sullivan y K a tharine Ale-xander—, presentó también la dulzura, la placidez bmmosa de la vieja London, su calle de Wimpole, quieta, alterado tan sólo su silencio por el paso cansino de los caballos al conducir los aparatosos fiacres de la época. Katharine Hepburn, en Las cuatro hermanitas, fué la .lo alocada cuyo traje amplio no se adaptaba a sus andares de muchacho. Las cuatro hermanitas, cuatro capullos en flor, difundieron su aroma visual^—es así, aunque el concepto sea un barbarismo—, difundieron un ayer de juventud entre los horrores de la guerra civil norteamericana. Después, el gran cortejo sinfónico de la época romántica, Sehúbert, Chopín, Listz, Hans Haray, Richard Tauberg, Nils Asther, encarnando cl autor de la sublime inacabada, Wolfang Liebeneiner en la figura de Chopín, Sibille Sclmiitz en la interesante George Símd.. Y las modas han pasado con las grandes fiersonalidades. L a Viena romántica de los Strauss nos ha exhibido un aluvión de damitas con sus anchas pamelas y sus faldas inmensas, rodando al acorde del vals. Paula A\'essely fué en Mascaran la verdadera

figura femenina del 1900, así como en La dame de Chez Maxim's, Florelle e\ hibió con la mayor naturalidad la CÜ <íida de gasas y phmias que imponía el modernismo en el París del Cancan. En la próxinia temporada sigue el cinema rompiendo lanzas a favor de las moda,'* y del costumbrismo retrospectiv o . Barcarola nos brindará a Gina Manes, Fernand Falire y Edwige Feuilleiire como venecianos jóvenes de al comen zar el siglo. Gloria Stuart encamará una Laddie que floreció en IS.'iO en una granja de Indiana, una damita dulce y delicada, trasplantada de las bmraas ritánicas al país tranquilo y pintoresiu (lue Gene Stratton Porter, la famosa ii. velista americana, había diseñado con su pluma fácil, ^ntía la Pelirroja, con la nueva estrellita Ann Shirley, será tro poema de juventud. La Bohéme hará retomar de nuevo la deliciosa gri.seta de .Vlurger agonizante, humanizada |x»r Gertrude Lawrence, que desfallece-

ilelén Cahagán, rn «Shc» («La diosa drl furgo») POT. B«DIO

Gloria Stuart, rn •Prinresila l.addie» POT.

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la cn los brazos de su amado—en la v i d a privada y cinematográfica—Douglas Fairbanks, Jr. Y en ese paso del retrospectivismo resbalaremos ha.sta IJOS cruzadas, de ( ^ - i l B . de Mille, hasta IM diosa del fuego, ima vibrante página donde la ilusión pondrá sus brujas combinaciones visuales. H e aquí el cinema como defensor dé la moda di ayer. Y a no es el retrato de abuelita. Y a no e-^ nn tarde en el Museo, ni contemplar el papel enm cido de una revista atrasada. Es que las mane<-illa del cronómetro han retrt»cedido por unas horas <• la penumbra de una s d a de proyección. Diría.'^ que el reloj del tiempo ha volcado su arena al r. v»»s. Bella paradoja del celuloide, que lanzn i; mentís al pasado y nos U» b i n d a c o n toda la < ' dad, cual si lo hubiéramos v i v i d o . Ellas y ellor^, < < sus atavíos retro8i)ectivigtas, tienen en la pantall lugar para siempre. CECILIA A. MANTUA



Muevamenle el rostro de la gentil Jeanette »e rejleja en primer plano, con albores de érilo.

I*asó como un meteoro por el firmamento de Cinelandia, deslumbrando con su encanto Juvenil y maravillosa voz en el cascabeleo alegre de la opereta cinematográfica. V cuando el público empezaba a olvidarla surge en la plenitud de su arte, triunfando nuevamente en compañía de Mauricio Chevalier, su * partenaire» de los días luminosos p inolvidables de * El desfile del amor».


05 QUE PASAR O POR OLLYWOi Juan de Landa, ron Buster Keatóa «PamplinaM, en «¡De frente, marchen!)

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ARA encontrar a Juan de Landa en Barcelona hay que ir a Casa Solé, un restaarante popular de la Barceloneta, en el que, pese a so aspecto de taberna distinguitla, se come ima langosta riquísima y unos pulpitos que no hay más que pedir. Y no es que la Casa Solé sea económica. T o d o lo contrario. Allí cuesta comer tanto como en cualquier restaurante que 86 las dé de aristócrata; pero es qne aquello es delicioso. Entre un gran ambiente de simpatía —gente joven y artistas casi en su totalidad— puede uno sentarse en la calle ante una mesa bien servida, despreocuparse en absoluto de toda la falsa actitud que siempre hay que guardar en sociedad, y gozar de una sobremesa agradable, porque el lugar gana inmediatamente, por su cordialidad, al forastero. Todos los artistas inquietos, todos los bohemios ricos han pasado por allí. Y el dueño exhibe con orgullo, colgados en las paredes, retrattjs de personajes populares—músicos, pintores, cantantes, escritores--que un día fueron sus huéspedes, y a los que pidió testimonio gráfico de su paso, para asombro de visitantes ingenuos. Entre los rostros que decoran el estableí imiento está el de Juan de Landa. Y entre sus clientes más a«iduos, también. K a r o es el dia que deja de ir. Y si el apetito del popular actor—del que me han hecho grandes elogios— responde a su humanidad, es seguro que la comida ha de resultarle a peso de oro, por no ser nada barata, aunque guarde relación, claro está y esto es lo mejor—, cxm su bondad. A mí también me convirtieron mis timigos en j líente de la casa. Y una de las noches coincidí ' al lado del creador de El presidio. —¿Cómo v a esa película?—le pregunté, refiriéndome a El secreto de Ana .\íoría, que actual- ' mente filma para Selecciones Capitf>lio, en unión de Lina Yegros. - M u y bien. Estoy contento. Creo que v o y a tener un éxito aun mayor que el de El presidio. l l a g o un personaje dificil, pero muy a tono con mis condiciones. V a y a usted mañana por el Esttidio. Trabajamos por la tarde. —Iré. A.SÍ charlaremos, de paso, para C I N K i R A M A B . ¿ I ^ parece bien?

—Encantado. A las cuatro, ¿eh? — A las cuatro. A l tila siguiente, después de ver rodar unas escenas y visitar los Estudios, Juan de Landa me lleva a sn camerino. Mientras se quita el maquillaje y abandona sobre una silla la ropa de mendigo que usa en el film, y o le pregunto: —Dígame, Landa, ¿qué hacía usted antes de dedicarse, al cine? —Cantar. Era tenor de ópera, y en el arte lírico tenía todas mis ilusiones. D i muchos conciertos en España, Austria y Alemania, y im buen día marché a N u e v a Y o r k , con muchas esperanzas, pero con escasas pesetas. •—^¿Dispuesto a debutar en el Metropolitan Opera Ilouse, cuantío menos? —Ese era precñsamente el blanco de mis sueños, Zuloaga, el gran pintor, me había dado una carta de presentación para nuestra compatriota la eminente diva Lucrecia Bori, y lo primero que hice al llegar a la ciudad de los rascacielos fué visitar a la gran cantante. Me recibió cariñosamente, con la cordialidad que siempre tiene ptira todos los españoles; pero no pudo hacer nada por nú. Y no jtor falta de voluntad, precisamente, sino porque las formatúones de ópera eran escasas para los Estados y el deseo de presentarse en el Metropolitan sin haberse dado antes a conocer resultaba imposible. Enttmces me dediqué con ardor a buscar algo en este aspecto, y conseguí una oferta de la Columbia Gramophone Company para impresionar discos; pero como era con exclusividad absoluta, y esto limitaba mis piwibjlidades artísticas, la rechacé y preferí seguir esperando. •—^¿Sin ningún resultado práctico? —Sin ningimo. Tenia la suerte de espaldas. Por entonces comenztibnn a realizarse en Hollywtiod las primeras vei^iones españolas, una de las cuales fué Estrellados, de Buster K e a t ó n , y enseguida pensé que allí podría conseguir popularidad y dinero. Inmediatamente me decidí a ir a Hollywood. L e expliqué el proyecto a un muchacho espai'tol llamado Baraibar, que luchaba también en N u e v a Y o r k por abrirse camino, y como el dinero que entre los dos conseguimos ri'unir no permitía grandes lujos, hicimos el via-

Juan de Ijinda en au gran creaciiVn «Ki presidio»

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j e , que duró nna eternidad, de forma pintoresca. — ¿ A pie? — A pie a ratos; otros, en camiones de transpt)rte, y los menos, en el tren. Así fuimos cruzando Éistado tras Estado. En uno de ellos v i v í a la hermana del boxeador español Mateo de la Osa, pariente de mi amigo, y en su casa hicimos alto. A l llegar, se rindió Baraibar. Sin ánimos para seguir atlelante, pidió algiin empleo. I . * ofrecieron una plaza de pastor en un rancho, y aceptó. Al-Estado de N e v a d a marchó con su rebaño. Y o seguí adelante, confiando en mi estrella. —¿Llegó a Hollywood? —Eil un estado lamentable, pero llegué. A v a ro del poco dinero que tenía, gastaba lo menos posible. Me refugié en un hospedaje barato, v i -


tarde llegó El presidio, mi mejor film hasta ahora. —¿Cómo fué darle a usted el protagonista de esta película? —Cuando decidieron filmarla en español me ofrecieron tm papel, el del guarda malo; pero y o , que había visto la versión inglesa, puse mis ojos en el tipo central. Me creía capaz de hacerlo y de tener un triimfo. Como llevaran probados a víirios actores sin resultado alguno, me ofrecí y o . Dudaron al principio; pero una prueba a la que me sometí desvaneció sus temores. Hice el Buck, y y a conoce usted el resulluán de Undm en su franirrino) de lo« Kjitudioit Trilla-lji Kiva, de Barcelona, ron- tado. U n éxito apoteósico en todos los países de havcraando con nueatro compañero Heraándes Girbal POT. TOnSNTt bla española. —Magnífico, en verdad. popularidad y la sité al cónsul español y comencé mi peregiinaje forttma en sus manos. por los Estudios. En los de la Metro-Goldwyn no logré v e r más que a una secretaria, que me -—La popularidad, sí. L a forttma, no tanto. atendió fríamente. Dejé tmas fotografías sin ninP o r El prt^io sólo cobré mil dólares. Claro es gvma esperanza, y pasaron los días. E n m i bolque el é x i t o de esta película me valió un contrasillo no tenia más que diez dólares. E n una ciuto con quinientos ochenta semanales. En él figudad desconocida, sin recursos y desilusionado, raba una prórroga que, caso de ser utilizada por v i acercarse los días de hambre, y escribí a la la Metro, me aseguraba el sueldo de mil doscienhermana de L a Osa pidiéndola otra plaza de tos a la semana. pastor para mí. Aguardé la contestación con •—^¿Ya no pensaría usted en su empleo de pasansiedad. Varios días más en completo desalientor? to. Ochenta centavos como tínica riqueza, y en—Para los ratos amargos que pasé, aun me patonces, cuando todo lo creía perdido, v i n o lo reció pequeño el premio. inesperado. —^¿Qué películas hizo para la Metro bajo el •—El primer contrato. nuevo contrato? —Sl, señor. F u é como un sueño. L a carta en —La fruta amarga, con Virginia Fábregas; En que la Metro pedía mi presencia en sus Estudios cada puerto, un amor, con Jt)8C Crespo, mi comla leí muchas veces. Me parecía mentira tanta pañero de El presidio, y La última noche, con suerte. Aquella noche no dormí. Impaciente, me Ernesto Vilches. presenté en las oficinas muy de mañana. Me pa—IVes películas, en conjimto. saron al despacho de Salvador de Alberich, jefe — N o pudieion ser más. Vino luego la suspendel departamento hispano, que hoy es precisasión de versiones españolas; me propusieron, mente mi director en El secreto de Ana Maria, como a todos los actores, la compra del contrato, y hablamos. L a Metro que y o no acepté, y tma iba a hacer en español vez transcurridos los cinla película de Buster co meses que me faltaKeatón ¡De frente, marban por cumplir y que chen !, y buscaban tm accobré sin trabajar, detor para interpretar el cidí regresar a España, sargento. A l director le viendo que en Hollyparecí demasiado grueso; wood había ptx'o que hapero Alberich se mostró cer. En el mismo barco partidario de darme el vinieron conmigo Catapapel. M e vistieron d e lina Barcena y Gregorio sargento, rae hicieron Martínez Sierra. dar tmas voces de man—^Y dígame, Landa, do, y , al fin, fui admi¿qué relaciones hizo ustido. ted en Hollywood con —^¿C!on qué sueldo? los actores? —Con trescientos cin—^Mis mejores amigos cuenta dólares a la sefuertjn Buster K e a t ó n y mana. Para mí, en aqueRobert Montgomery. El llas circtmstancias, un famoso Vamplinas es la forttmón insosjwcbado. simpatía en persona. L o Al día siguiente comenque aquí diríamos tm zaraios el rodaje, y tan castizo. R í e , bromea con satisfetíhtjs quedaron del los amigos, hace chistes trabajo, que por la noy siempre trabaja con che fviimos a cenar junmedia botella de whisky tos Buster K e a t ó n , e dien el estómago. rector, Alberichy y o . Co—Otra pregunta: ¿Eií rriendo cabarets y bebiencierto, como algimos me d o whisky, terminamos han dicho, que los elede madrugada, y bastanmentos españoles no tete alegritos, por cierto. nían en Hollywood nin—¿Aquel trabajo le guna libertad d e a c - , daría ánimos y oportución? i nidad para introducirse —En parte nada más. en otros Elstudios? N o la tenían quienes no —Sí. Después hice en la merecían para ellos. la F o x un papel en El H a y un español, sin emúltimo de los Vargas; volbargo, al que nada se v í luego a la Metro, donle regateó: Ernesto V i l de interpreté El proceso ches. Si no brilló lo que luán de l.anda en «u último film, «El secreto de Ana de^Mary Dugan, y más él deseara en Wu-LiMaria»

luan de Landa, con los* Crespo, en tEn rada purrin, un amor»

Juan de Landa, con María .\lba, en «La última noche»

Juan de Landa, eon Virginia Fibrega», cn «La fruta amargas

Chang, en Cheri- Bibi y en Su última noche, suya fué la culpa, aunque se la echara a los araericant)s. Y lo demuestra así el hecho de que cuando trabajó por cuenta propia, como en El comediante, asimto que él eligió, escenificó, interpretó y dirigió, no obtuvo mejor resultado. ¿Recuerda usted la película? Y o tuve ocasión de verla en el Teatro California, de Hollywood, y allí se proyectaba con una advertencia preliminar, en la que se pedía al público benevolencia para sus muchos defectos. Esta es la verdad. —¿Vino usted contento de Hollywood? —Mucho. Volvería a ir de buena gana. Llegué hambriento e ilusionado, y salí con dinero y triimfador. ¿Qué más puedo pedir y qué mejor elogio puedo hacer de él? —^¿Piensa usted seguir haciendo cine en España? —Mientras puedo, sí. —Pues que se ciunplan sus deseos. Me despido de Juan de Landa. AI salir del camerino entro de nuevo en el set. En un pequeño decorado, que representa tma salita moderna, están preparándose para rodar. Lina Yegros, ante la cámara, espera. Se encienden las luces, iluminando vivamente la escena. Suena la señal, haciendo callar los ruidos, y por un momento parece que el Estudio está deshabitado. Las figuras se mueven en silencio impresionante, y sólo sus voces, sonando claras, son las dueñas del recinto. F. H.-G.


Una escena de U deliciosa película <La canción del crepúsculo», con E v e l j n Laye y Frílx Korner, qiie será presentada en la próX i m a temporada p o r AlUnlie Film


SE

C O N C E N T R A

EN

LA

BLANCURA

DE

SUS

DIENTES

Cuide usted los suyos

todos

con

los dias. Serán

blanquísi-

mos. Su sonrisa de luz

en belleza

estrella

y

de

refrescante,

desinfecta,

competirá

con la de la

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V8TA 1926, el nombre de Mr. Willard Huutington Wright no salió del recinto en (^ue se venera la investigación científica y filosófica. Hombre joven y favorecido por la fortuna con holgados medios de existencia, v i v í a en su torre de marfil, a solas con sus pensamientos. Cuando salía, hacíalo para asistir a una conferencia, v i sitar ima exposición de arte o recorrer las librerías de N u e v a Y o r k , sobre todo esas de chamarileros italianos, que amontonan a precios de ocasión viejos volúmenes, entre los que a v e ces se encuentran preciosas curiosidades bibliográficas. Míster Willard Huntington Wright leía mucho y estudiaba más. Su fuerte era el cultivo del pensamiento filosófico; poseía una de las mejores bibliotecas de Filosofía que se pueden encontrar en los Estados Unidos—país, por otra parte, poco dispuesto a tal disciplina, pese a contar al filósofo Ralph Wedd Emerson entre sus hijos más ilustres—y colaboraba en diversas publicaciones científicas. Publicó algunos libros, que lograron excelente acogida en los sectores de refinada intelectualidad; hizo otros interesantes trabajos —hasta un total de nueve obris—sobre cuestiones de arte, grato esparcimiento que le servía de descanso y tdivio de la tensión en que había de poner su cerebro para la aportación filosófica. Y un día cayó enfermo, con grave ataque de neurastenia aguda. Las eminencias médicas de N u e v a Y o r k coincidieron en imponerle absoluto reposo durante varios meses. Iniciada la convalecencia, le recomendaron la lectura de libros que le entretuviesen, que captasen vivamente su atención, sin que ello significara peligroso des.'fiste mental: por ejemplo, novelas policiales. Míster Willard Huntington W r i g h t se aficionó ic tal modo a esta clase de literatura, que en un año devoró más de quinientos libros de los maestros del género. Su dominio de los idiomas le {>ermitió conocer las obras completas de los mejores urdidores de misterios de Francia, de Inglaterra, de A l e m a n i a Y cuando fué dado de alta por los doctores y autorizado, en consecuencia, para reanudar sus ocupaciones intelectuales, decidió cultivar él también la literatura detectivesca. En sus largas horas de quietud, influido por los libros que l e í a , imaginó unas figuras y unos trucos, unos sucesos y unos enigmas complicadísimos, a cuyos planteamientos y desenlaces no era ajena, sino preciosa colaboradora, su profunda preparación en í ^ d a s tw.tividales del entendimiento. f'ara e v i t a r q u e su iKjmbre, clasificado en un sector, se prestara a equívocos en l a nueva ruta que emprendía, buscó un seudónimo. E^to ocurría en 1926. Es el año en que Mr. Willard Huntington Wright desapareció de la circulación para ceder el paso al novelista de misterio S. S. V a n Diñe, creador de la figura de

2sLpa/ita£¿a

Philo Vanee, «perito en crímenes», uno de los tipos más extraordinarios de la narración detectivesca.

l'na decena de libros lleva publicados S. S. V a n Diñe, conteniendo I M sorprendentes investigaciones de Philo Vanee, narradas en primera persona por el que so supone administrador, secretario particular y especie de factótum del mdlonario metido a detective. Seis de esas novelas, como no podía menos que ocurrir, habida cuenta de su enorme éxito mundial, han sido trasladadas al celuloide por distintas entidades productoras de Hollywood. Y cuatro actores han procurado asimilar a sus rasgos y traducir cn sus gestos el físico y la mentalidad del héroe. Veamos, ante todo, cómo es Philo Vanee. A l ^ comienzo de The fiensón inurder case —la primera novela de la serie, traducida al castellano con el título de ¥A mislerioso asesinato de Benson encontramos una descripción bastante compleja y detallada: «Vanee—le pinta su creador—tenía un rostro notablemente bello, a pesar de una boca ascética y cruel, de un desdén irónico en su manera de arquear las cejas y de unas facciones severas. Era muy alto y fuerte, así comí) i l Í P « t r o cn tinm(>ri>«ii-; dop^rX

I' I Philo Vaiirc i<|pal de la p a n l a l l a i Williain Powell, que pergonifiró maravillosamenle al rélebrc deíeclive «amateur» en «¿Quién la mató?», <l.a casa de loa cuatro c r í m e n e s - , I* versión inglesa de <KI cuerpo d r l delito» y «Matando en la somhra», cinta esta última que es un modelo en su género

*0T. wAtNM tvn

^

Kamón P e r e d a , ron María A l b a y Carlos Villaria, en una esrena de «Kl ruerpo del delito.», primer film de la Paramount hablado en c a s t e l l a n o y única aventura de Philo Vanee que existe hasla hoy en el cine en nuestro idioma ;


Ramón Pereda. L a película se titulaba El cuerpo del delito e inauguraba la producción en castellano en tes. Siempre vestía con irreprochable y sobria los Estudios yanquis de la Paramount. Intervenían en el reparto Antonio Moreno, Barry Norton, e l ^ a n c i a . X o frecuentaba demasiado las reunioMaría Alba, María Calvo, Andi-és de Seguróla, Carlos Villarias y Vicente Padula, reemplazannes de la alta sociedad, pero asistía a muchos do éste al gran actor Eugéne Pallette, intérprete admirable del sargento Heath en las versiones inconciertos y era un miembro asiduo de su club. glesas de las obras de \'an Diñe. Como directores habíim actuado Cv-ril Gardner y A . Washington Ademi'is, jugaba muy bien al poker. Su juicio Pezet, y el diálogo se debía a J. Camer Ribalta, un periodista catalán de los que hubieron de i)asar era justíshno y abierta su inteligencia. Se interesaba tanto por el griego como por la historia de la frontera a consecuencia del fracasado intento separatista de Prat de Molió, en 1026. El trabalas religiones, tanto por la biología como por la jo de Pereda no hizo olvidar, antes al contrario, el de su prede<'esor en el personaje; nunca ha sido Pereda un astro eminente, y menos aún lo fué en esa su primera salida. L o más notable de su lapsicología. Su espíritu era acendradamente filosóbor era lo que se inspiraba claramente en los modos personales de William Powell. fico, dicho sea en el mejor sentido de la palabra.» Philo Vanee es, en su tercera encamación, Warren William. Un buen Philo Vanee, sin Y a tenemos el retrato escrito de Philo Vanee, y no duda; menos distinguido que Powell, menos irónico y agudo también, pero notahace falta ser muy lince para encontrar en él claros refleblemente adaptado en general a la descripción de V a n Diñe. Titúlase la aventura jos del sistema mental y de las aficiones de su padre literario, -una de las mejores de la serio—IM víctima del Dragón (The Dragón murMr. Willaid Huntington Wright. En todas las novelas, a lo larder case) y está dirigida p o r H . Bruce Haml)er8tone. go de la investigación del suceso que se trata de aclarar, haY he aquí al cuarto y último P h i l o Vanee de la pantalla hasta la ce gala el autor, pt)r boca de su héroe, y siempre bien traído fecha: Paul Lukas, que lo intei^preta en Crimen en el casino a cuento, de profimda cultura, asombn)samente es[)ecia(The Casim murder case), a las órdenes del realizalizada en las más varias direcciones del arte y de la ciendor Edward L . Marín. Paul Lukas, actor excelenñi. Asi, por ejniplo, en The Kennel y murder case ha'"' te, da al personaje una encamación nueva in cm^o completo y amenísimo sobre las porcelanadel t o d o , d e verdadero interés p e r o 'hiñas; en The Dragón murder case nos habla de la que se aparta mucho de la descripv'ida y costiunbroH de los peces más raros; en The ción que hace V a n Diñe. BisJwj) murder case (Los crímenes del obispo, en su M Ñ o se olvide que Philo traducción castell.ma^ hay un sugestivo capítulo ^ Vanee, junto a las prende filos<)fía de la matemática, además de un estudas personales que le hapendo estudio de la historia y significación áv cen cautivador, es hombre ajedrez; la toxicolcgía tiene gran importancia en frío y , en ciertos momenThe casino murder case (El asesiruUo del casitos, antipático, en tanto que 'wj y en The Greene murder case) La serie Paul Lukas rebosa simpatía langrienta) hallará el aficionado agudas y cordialidad. observaciones acerca de los diversos sist» mas criminológicos. T o d o ello tan hábil fuente presentado, que ni por im minuto malogra el fantástico interés d e la trama. De todo ello resulta que si varios actores encamaron con acierto a Philo Vanee, nadie tan dotado para e l l o c o m o W i l l i a m P o ¿Qué actores han encamado a well. Porque William Powell pju-ece el Philo Vanee para la pantalla y modelo v i v o en que S. S. V a n Din( cómo han entendido a su atra Mr. Willard Huntington W r i g h t yente person.ije? inspiró para describir a su personaje. El primero fuó William P<' well. Y la primera película llev ó al celuloide la aventura del asesinato de la estrella de revistas la Catuiria, en interesante film, dirigido por Frank Tuttle, que para los pueblos de bahía española tradujo «u título original (The Cananj murder case) por el enigmático a la vieja usan'•a de ¿Quién la maió? Fecha: 1929. William Powell, y a conocido como ictor de mérito, se reveló dando vida a un Philo Vanee tan perfecto cual la apetencia más exigente pudiera desearlo. Powell tiene, naturaluente, esaboca fina y cniel y ese arquoamiento lesdeñoso de los cejas de que habla el novelista íuando describe a su personaje. Es, asimismo, lombre de mirada aguda, de modales refinados, ie elegimcia subria, de maneras frías y cautivaloras íi la v e z . Uno se imagina como la cosa más natural del mundo a William Powell aposentado 3n la lujosa residencia de Philo Vanee—im roofgarden neoyoniuino—entre sus viejas colecciones de obras de arte, absorto en la tarea de descifrar la escritura jeroglífica de un papirus egip" o , y dejándolo todo para seguir a su amigo John F. X . Mirkham—fiscal de distrito—al lugar en que se ecaba de descubrir la traza de un suceso misterioso. El lector asiduo de las novelas de V a n Diñe hubo de gozar lo indecible con la magnífica caracterización que William Powell hizo del famoso detective amateur en esa cinta y en las que siguieron: IM cana de los cuatro crímenes (The Greene murder case), The Benson murder case (no proyectada en España e Hispanoamérica, por existir versión en castellano: El cuerjm del delito) y en Maiando en la sombra (The Kennel murder case). Frank Tuttle dirigió las tres primeras y .Mi<hael Curtiz la cuarta. Y justo es decir, de paso, que esta última constituye imo de los mejores aciertos de asunto ])orK>ial cn el cine.

El segundo Philo Vanee fuó im español, que hacia entonces su debut en el cine hablado:

CARLOS DE M A D R I D

Warren W i lliam, el tercer Pililo Vanee de la pantalla. Buen artor )' gran lipn, esti cerca de la descripción qur de su héroe hace el novelista Van Diñe POT. tVAtNKB I I O I

Kl l'hilo Vanee recién llegado a la pantalla: Paul Lukas, tal vez demasiado simpátiro y demasiado bonachón para ajustarse exactamente al tipo frío y de aguda inteligencia reservada al personaje »OT. rAlAHOUM


I'ero Max ha tenido un IroJohn Gilbert, «el inconsolapezóii, y (odas sus glorias se ble», como le llaman en lian venido abajo por efeelo Hollywood. Sus aventuras del k.-o. prudueido por unos amorosas son con(x;idas de labios p¡n(ados de "rouge". todos los aficionados. John Kl infeliz Itaer, que supo salir airoso en tantos combates de ha estado casado varias veiMtxeo y en tantos rombales de ces y ha b:itido el record de los divorcios. Pero el gran amor, ha sueuiiibido, al fin, amor de su vida ha sido siemcomo un mortal cualquiera. Kl nombre de su vencedora i pre Greta Garbo. X o hace es Mary Kllén Siiiliván. )Iax mucho, John lo declaró así Baer se ha casado eon la j o - públicamente, .\hora bien: ven estrella de la pantalla. dos semanas desimés de haDeeididaiuenle, esle hombre cer esta afirmación, se da la está en deeadeneia. noticia de que Gilbert está locamente enamorado de una joven artista de la pantalla, Rene Torres. Se anuncia que su matrimonio es inminente. Este es im hombre excesivamente romántico, que lo comprende así y se deja lleClaro que .Max todavía noj var por la desgracia Comha llegado al extremo de- padezcámosle.

Kl color loca! acaba de \ en- j eer a la moralidad. I.a (auittsa | Liga iiurteanierieaiut se mos-i iraba eada dia más ínlransi-; gente con las "desliabíllés" ! femeninas y llegaba a prelen- i der que las "girls" se taparan • las piernas. j Los productores lo han re- • suelto localizando las pelícu-; las en Ilatvai. Ks indispensa- • ble respetar el local, i Y ya es .sabido que las jóvenes ; hawaianas no tienen la eos-! lumbre de pasearse eon ( ú - i nieas hasla los tobillos. ] \i mucho tnentts.

Clásica «sccna de aniur entre Joan Crawford > Robi-rt Montgomery. Comu de rustumbrc. lu escenn ge desarrolla sin testigos íov «i;t«<-oold»',s« .y> .

La semana pasada, Kené (;iair ha eoinenzado su primer film inglés: "The Laying oí the (alooitiy (íhosl", t|ue, la verdad, no sabemos lo que quiere deeir. Kl «laláii es inglés; ia primera aelriz- Jeán Parker—, amerieana. y la segunda—-PaIrieia llilliard—, inglesa. 4 l n medio, eomu oiru enal- i quiera, de asegurar el ¿xilo \ en las (res partes del mundo j del cinema.

June K^iiil en un ejercicio muy recomendable para conservar la línea y para... Para. ¡Hollywood, Hollywood, qué lejos estás! rOT. HBTBO-OO.DWYN-MAYE»

Diálogo entre dos estrellas de Hollywood: — ¿ E s verdad , querida

Bajo el título de Mi vida en Hollyvood, las Memorias de Erich von Stroheim aparecen c a la curio-

F.dward G. Kobinsón en la bisloria de siempre. Se empieza barbilleando a la doncella y luego vienen las complicaciones FOT. VABNia aios 1

Kn efecto, perdido su flamante título de <»nipeón mundial, )lax ha perdido, al poco tiempo, un segundo tilitio que le había eontpiistado tanta fama como el primero: el de eonqiiistadur número uno. Kn lo< Ksludios y fuera de lus Ksludios, Max era io que se llama un "castigador". Rubias, niorenas, castañas y pelirrojas, todas suspiraban por el boxeador de pelo rizatio, y así, en su libro de aventuras, liahía tantos nombres de mujer que Max estaba en eondieiones de rivalizar eun l(»s iná'< apuestos Max Ilaer -el Itello .Vlax— y admirados galanes de la pantalla. Kl llevaba eatnino Aquí vemos a Claudette Colbert j acaba de sufrir una nueva deprocurando que no se caiga ! • í rrota. Esta vez no se trata ] de siiltstiluir en ei corazón de ,\unque a primera vista parece que C.Icnda Farrell se ha convertido estatua, y en «pose» artística pa- i de la iutegridad de sus narí-| ias mujeres el \ai-io que dejó eo una mujer fatal, la verdad, la verdad es que le ha salido un orzueees, sino de algo más serio.'', el utro liello, el bello Itodolfo. j lo en el ojito derecho ror. VABNIB BBOS iuniga, que se ha casado usted otra vez? —No he tenido más remedio. Y lo peor es que no he terminado todavía. Mi contrato de ptiblicidad exige cuatro divorcios durante cinco años.


sidad pública, Erich se defiende. Blind Husbands, su primer film para la Universal, fué realizado en siete semanas y no en un año, como se ha querido hacer creer. El presupuesto era de sesenta y cinco mil dolares. V o n Stroheim gastó cincuenta y cinco mil. Es decir, economizó sobre el total previsto. El film fué un éxito, que recortó a Cari L a e m l e grandes jeneficios. Buena prueba es que Erich fué encargado de un segundo film, Foolüh Wives, que fué anunciado como el primer film de un millón de dólares. «El coste verdadero n o l l e -

14.000 pies de película aprovechable, Erich empleó únicamente 32Ó.000. En fin, el que no se defiende es porque no quiere.

Adolfo Ilitler se ha convertido de pronto, y durante un día, en atracción única y forzosa de los programas eineniatográfieos de Berlín. Jeán Gallaiid y Jacques Itousquct han sido testigos de mayor excepción de e s t e suceso. Nuestros dos franceses, de paso en Berlín, decidieron entrar en un cinema donde «e

Mary F.llis ha empegado su canción, y mujer prevenida, saca la mano para que no le pase lo d.la última vez, que cayó de reprn le y se puso hecha una sopa POT. PAIAMOUNT

Í0

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•«—Virginia Reid, las hrrnianns Marjone y otras figuras de llollvwood regresan a California, y antes de desembarcar estudinn el modo de pasar sus compras sin pagar Aduanas POT. tADIO PILM

g ó al núllón—dice Erich—; pero aceptemos esta cifra. Dos años más tarde se pudo leer en todos los periódicos que había costado dos mi1 ones y que y o había empleado los suficiení es kilómetros de película para cubrir la costa oeste de A m é rica, de sur a norte y hasta Canadá.» La

v e r d a d es que

para

debió proyectar el film " F i delio". La primera liora del programa estaba dedicada a r a diar un discurso del "führer". La primera hora pasó, la segunda, también, y la tercera. El "führer" no daba muestras de cansancio. Kntimces se anunció al público que a causa de la importancia dol discurso de Ilitler no se proyectaría "Fidelio". Los espectadores abandonaron la sala disciplinadamente y dando vivas a .Vdolío. Y nuestros dos franceses, que no podían volver al día siguiente, r e gresanm a París... ¡Oh, la golílicaj

.•Vnn Dvorak despidiéndose amablemente de un admirador que se puso un poco pelmazo POT. VABNP.» BBOS

La última dosis no es indispensable.

Está demostrado que la: fábricas de electricidad nc quieren suministrar fluido t las casas misteriosas.

i'

Debe ser porque los fantasmas no aparecen a la hora de pagar las facturas.

Aquel caballo corría tanto que todos se creyeron que era el del bueno.

ti gesto de asombro de Víctor Me laglen ruando Ir diren que tiene que pagar cuarenta v cuatro pesetas de lo que ha tomado señorita. Inconvenientes de ir • I «cabaret» y alternar con las mujeres fatales POT. RADIO PII.H

L a cspcctaciiiia q u r sr vii.--

Ft'trmula para fabricar una estrella de la pantalla: "Sex-appeal", cuarenta y nueve por ciento. Publicidad: uno por ciento^ Talento: uno por ciento.

Constance Kent, disfrazada de ducha, aunque ella asegura que va disfrazada de Ijidy Codiva para una próxima producción POT. HBTBO-OOLDVYN-MAYBS

m a y a en las ptílículas de miedo no hace falta que v e a toda la película. Una v e z hecho su número, puede co1 . ,r y marcharse. R. M. G.


uoa r


A

HÍ la tienen ustedes. A c a b a d e llegar a Madrid la máquina mágica. Se llama Truca,

Con

pesa 2.000 kilogramos y mide 8,25 metros de longitud.

Pare-

ce una locomotora. EJn sus entrañas de acero se encierra un prodigio de mecánica. T o d o un organismo complicado y sutil, para dar v i d a a las fantasías de George Meliés, el precursor del trucado. esta máquina, orgollo de la técnica, la cinematografía señorea la región de lo fabuloso y fantástico. Hemos dicho que parece una

ra. Y eso es, en realidad: tma locomotora para un viaje al país de laa maravillas.

locomoto-

^íí. i

Aumenta, reduce y desplaza las imágenes. D e un gigante hace tm gnomo; convierte tma maqueta en rascacielos, y , como la fe, transporta las montañas. Baraja los planos, los confunde, los acerca y distancia, como un travelling que tuviera mil brazos a la v e z . Dentro de un f o t c ^ a m a , aumenta, a capricho del operador, cualquier porción de imagen. Introduce una desproporción cómica o subraya, para el efecto dramático oportuno, el rasgo o detalle que se quiera. Retarda el movimiento (ralenti), lo acelera, lo invierte y anula. Realiza con limpieza y precisión admirables fundidos, encadenados y sobre impresiones. Transforma películas rodadas a la velocidad de 16 imágenes por segundo, en films de 24 imágenes. Tránsito, en un breve espacio de tiempo, del cine mudo al sonoro. Logra pases de escena a escena con la misma facilidad con que la imaginación humana salta de ima a otra representación sensible. Sin ella, el iraüer—síntesis dinámica de tm film y del que alguien ha dicho que es el tejido nerloso, sin adiposidades, de la i—no alcanzaría

la rapidez y

la ori-

ginalidad que son precisos para desliunbrar al público. Esta maravillosa máquina, en fin, s ^ ú n

frase de De-

brie, tiene por límite la imaginación del que la maneja. N o se prodiga mucho esta máquina-talismán Sólo hay nueve Trucas en el mundo, distribuidas así:

de la moderna

cinematografía.

!'

Tres en París, propiedad, respectivamente, de las Casas Paramount, Pathé y C. T . Maurice. Dos en Alemania, que pertenecen a los Estudios U F A y Geyer. Una en Inglaterra, adquirida por la British International

Pictures.

Una en Norteamérica. Una en los Estudios Cufaro de R o m a . Y la novena, la última construida, y , como es natural, equipada con todas las precisiones y detalles que aconsqó la e x p e r f B T v T c ñ l ^ ^ ^ ^ B to de las o t r a ^ M h o , la ha traído a E ^ a ñ a don Serafín Ballesteros para los Estudios de su nombro. A Con esta ^ — 7 valiosa—adquisición, la cinematografía nacional recibe un impulso que, en el aspecto i n t e r e s a a É B imprescíndíl trucado, la d f j ^ B e n línea paralela a la producción más adelantada. -^W' En este sentKio, Hollywtxxl no aventaja a Madrid. Y sin desvanecimiento ni jactancia, Rusia, la Rusia de Einsenstein y Pad>

^PWHI

vidiamos, gracias al esfuerzo y a ia fe de un hombre para el que la cinematografía nacional sólo tiene motivos de elogio, que ) ^nocer.


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eme de Vescoee explotación ao medio de 150 películas, u», Vive la mmpagrif Jerior a 1.400 metros, durante \ob^^ meaos poro' á2, 88 y 84. En ae dada pne"> cubrirse las 100 imidades. Fsto acosa un di***»»» dethcuun te&tT3Í'ismo 30 p o r 100 en la producción trancesa. •oncee vaan' hanetan»''** nía. ™ lo que representa un serio peligríP^ su ecode ñlri^^^^i^^ Pero este descenso '^ión de pe' fio^ otro lado, la eAp^_ s, s™*** todo, se ha mente, la producción deii»-/rdinariamén®- Así vemos c6En 1984, el éxito comercial rui(.. (rimeros semestref Í^^S, y cesa de los años que signen al procrao so• — introduce^ Francia 27, 50 va a inclinarse la producción sucesiva. Nos —•¡van*'**- Como puede aparición en el mercado se ve seguida de ^^'^ \o6 t - \09 americanos, de avanguerra, con su retorcimiento y sus co..., "fl va tica cineística de 1984. Estos hechos vienen a daroos IB, . "-"nico del cine frente a su retraso temático e ideológico. L*u> ~ • de ídV)-\d20 vuelven a verse «olicitadas por el cine france», . teco«^r desAe ^aev ^-^nomia so' ' "' "'lo ahora a hacer de Gaby

todavía por hacer, i.^, 80 y descenso es puraí'ente culpa de todíys los m^es que sufre , cinematc^ráfica a l<* «metet'os» desaprt^. que campan por los hampos Elíseos en busca combinaciones. E^> naturalmente, es ec ñarse bobamente. males y sus remedios están en otras esfer**- Nosotros conocemos algunos, que señalaretflM en su momento. Ahora not limitaremos a reo^ñar vanos hechos más fundamentales. En 1938 la producción francesa l<^ra su máx/ lO apogeo coDoercial. t'hiantitativamente, es el ño más importante. I j o s productores indígenas ::eleraron su trabajo. De otra parte, a estos año 'reductores franceses se imieron una gran canti' nrodoctores israelitas, que la¿ tropas hit" '*"•» arrojado del territorio alemán *"«cieron nroducción en

se

más o ña y ende número uc ^ e » ción en el mercaau _ tm el primer seme»*..s^ioi iguales^fechas, ea w apenasy podían itcgraña iriw' - ane -•raviesa, el ..^ ^« a<1ob"«rntajas. tai p..-^vaque lugar, medios, van " con-


?aiM' ([ue un film do calidad — hablamos en términos comerciídes, j)uesto jue, desgraciadamente, un buen film comercial no siu'lc ser siempre un l)uen film artístico—tiene amplias posibilidades, no solamente en su mercado inmediato, sino en el mercado extranjero, sale ganando de este período de prueba en que se encuentra. A.sí, las grandes firma,s han decidido atender la calidad de su material subestimando la cantidad. Por eso los últimos films de Pathé (L'aventurier. Le bonheur y Justin de Marseille) desde el pimto de vista espectacular, son superiores a sus pniducciones de otros años, en que en el mercado cabía una gran cantidad, sin detenerse seriamente en sus aspectos cualitativos. Por eso mismo, la producción independiente de los últimos tiempos (Les yeux noirs, Crime et rhatimeiú, Toni, Pensión Mimosas, etc.) marca un gran avance sobre la producción independiente de los años anteriores. Y por eso mismo, los films que se producen cn estos momentos en los Estudios franceses (IM bandera, Les beaux jours. La route imperiale. La kermesse hcroique, L'equipage, etc.) y los que se preparan (Koenigsmarck, Sansón, Tarass fíoulba, Kean, Tess d'lJbervitle, etc.) ofrecen a la producción francesa de 1035-1936 unas ciertas po.sibilid.ides de reconquistar el terreno perdido con una producción numerosa, pero que la realidad ha señalado como incapaz do sostener la hegemonía que. hasta cierto punto, logró alcanzar la producción francesa a raíz de la estandardización del sonoro y parlante como sistema de e-xplotattión cinematográfica. JUAN PIQUERAS P . S.—En el número 44 de C I N K O R A M A S , el comjjañero Carlos Serrano de Osma, al comentar el cinema checoeslovaco, habla de Asi es la vida, y dice que para mí, manifestaciones de segutuio plano «son aquellos films de acusados valores artísticos que pasan inadvertidos jMír la escasez de propaganda realizada en t o m o de los mismos». Al establecer en Nuestro Cinema (F^nero-Febrero, 1938) estas «manifesta<iones de .scgimdo plano», y o no les daba este sentido. Para mí no es una manifestación de segundo plano un film del que no se ha hecho publicidad. Y o llamo cinematografía de segundo plano a todas aquellas manifestaciones nacionales que se mantienen en una retaguardua universal. Frente a las trayectorias del cine francés, alemán, americano y soviético —manifestaciones de primer plano—, y o señalaba a Suecia, Italia, Checoeslovaquia, Polonia, Japón, Portugal, Inglaterra y España como «nuinifestaciímes de segundo plano». Y o no podía ha<crlo de otra forrua cuando publicaba una foto de El tesoro de Amo, de Stiller, que ha quedado, no como un film de segundo ]>lano, sino como uno de los mejores clásicos del cinema de todos los tiempos. J. P.


ueñca.

A

G

LCANIZ (LUANA)

Nombre verdadero, Lucrecia Ubeda. Nació en Madrid el 8 de Mayo de 1906. Pertenece a una familia relacionada de antiguo con el mundo teatral; su abuelo materno fui el célebre Pubillones, empresario de circo. La futura estrella del cine tiablado en eapaAol pasó su infancia y adolescencia en Cuba, por virtud de las actuaciones escénicas de sus padres. Se educó en el convüÉh del Cerro, en La Habana, y apenas I M b ^ « 1 manifestó su firme deseo de <^^p|^^e a la danxa. Con los mejvres m a c M l R u b a i i o s aprendió a bailar, jr logró buen éxito en su presentación r el público. La gran Raquel Meller, a pen conoció poco después en Nuera ( k , apadrinóla en su carrera y le laci] debut en un teatro de la ciudad de cacielos. Durante varios años fi¿u^ ^ ^ ^ k o número importante en los pro^ ^ ^ K d e l circuito Orpheom, que abarca t o ^ ^ W p a l c s escenario* de variedades de Noniüpkca. Cuando en Hollywood daba comienio la producción de cintas habladas en caatdlano, un directño de la Fox, que la fió bailar, propuso su contrato. Con dicha entidad, y luego con la Metro, la First National y la Columbia, interrino en rario* films: volvió al teatro como bailarina 4* ta Compañía de Al Jolson, que representaba la opereta «Wonder Bar», y reapareció en el cine con «Primavera en otoftt». En 1933 estuvo en España e hizo la pclfenla «Miguelóiw. Posteriormente ha reingreslKlo en los Estudios de la Fox. Está casada con rl bailarín Juan Puerta, que fué su parfia coreográfica.

Película*

que

ha

interpretados

El último de los Vargas, D a v i d H o w a r d . En nombre de la amistad. Del mismo barro, D a v i d H o w a r d . La llama

sagrada,

William

McGann.

La

dama atrevida, W i l l i a m M c G a n n . £J pasado acusa, D a v i d Selman. El presidio, W a r d W i n g . Primavera en otoño, E u g é n e J. F o r d e . Miguelón,

Adol-

fo A z n a r . S'ada más qne una mujer, H a r r y L a c h m a n . Julieta compra un Ai>o. J o h n R e i n h a r d t . Contra la corriente, R a m ó n N o v a r r o .

,-.i<taño.

Nombre verdadero, Fernand Martins. Nació en Bruselas el 25 de Diciembre de 1905, de padre l)elga y madre francesa. Durante la invasión de Bélgica por las tropas alemanas se refugió con su familia en Inglaterra. Estudió un año en el Colegio de St. Paúl, de Londres, y en 1915 debutó en el teatro, con oUoa pequeños actores franceses e ingleses, en la comedia en un acto, de Charles Cochran, «Chiquillos entre ruinas». Después de la guerra volvió a Bélgica, y puesto *n trance de elegir profesión, optó abiertamente por la teatraL A pesar de Us objeciones paternales, regresó a Lnadrea y apareció por primera vez como galán de U gran actriz Dorís Keane en la obra «Romance». Poco después, y ya precedido de cierta nombradla, hizo su preMotación ante • ! público parisino en j l ' AlMuéc, c « a esa misma obra (cuyo ^fV^ *ctor de carácter interpretara su padrej^ÉCla años). Sus mayores éxitos U e u f & n más tarde, cuando cambió de g ^ j f ^ y se dedicó a la opereta: su comp^klKen muchas obras iué Jane RenouMmT con la que se unió en matrfil m o ^ y constituyó un hogar feliz. Al c < ^ iSRnzo del cine hablado firmó un contrato con una entidad productora francesa?* enfermo de gravedad durante un año, hubo de rescindir su compromiso. Ya restablecido, ingresó en los Estudios de la Paramount, en Joinville: después ha actuado en Alemania, en versiones francesas e inglesas de films de la Ufa. Ha hecho dos películas en Londres para la British and Dominions, y varias más con distintos productores de París. Es uno de los mejores galanes del cine francés.

Película*

que

ha

interpretadot

Anda que te ondulen (Coiffeur pour dames ) , R e n e Gulssart. El hijo improvisado (Le pire prématurí). Rene G u i s sart. Un caballero de frac (Un homme em hábil), versión francesa. Salga de la cocina (Chérie), L o u i s Mercantón, versión francesa. Su noche de bodas (Marions-nous).

Louis

Mercantón,

versión francesa. Yo, de día: tú, de nocU (Tke Widow's Bed), L u d w i g B e r ión inglesa. Biller Sweet, H e r cox. Una reina moderna (The

f

» / / o i > ) , H e r b e r t W i l c o x . Noche (Lanuitde mai, versión fran-

Der jun ge Barón UcicWy

y

Seuhaus),

Henri Chomette.

Si yo fuera el amo (Si j'ilais te patrón), Richard Pottier. Monsirur Sans-Géne, Charles .\nt<5n. Violines de Hungría (Antonia, romance hongroise),

M a x N a u f e l d y Jeán B o y e r .

Variété, d'Amour,

Nikolaus

Farkas.

Fan/are

Richard Pottier.

^

F

FAIRBANKS

E

^GGERTH J (MARTHA)

Nació en Budapest el 17 de Abril de 1913. Es liija de padres alemanes. En su ciudad natal se educó, y empezó a estudiar canto apenas cumplidos los dos lustros de su edad. En 1933 apareció por primera vez en un escenario como intérprete del papel de muñeca en «Los cuentos de Hoffmann», en el Teatro de la Opera, de Budapest: ella misma declara que en aquella ocasión sintióse absolutamente tranquila, cual si fuera su vida de siempre. En 1925 dio su primor concierto dr ranto, también en Budapest, con la Oriupsta Filarmónica. Dos aftos después debutó como primera tiple en el Teatro de la Op-reta de la capiUi húngara; al terminar la temporada hizo una «tournée» por los países escandinavos y marchó a los Estados UniAos, en donde obtuvo tm éxito considerable. De regreso en su patria, fué en su buaea el célebre compositor Emmcrich Kahnan, que la contrató par* que cantase en Viena su opereta «Violetas de Montmartre», con la que liartba se convirtió en estrella predilecta del público vienes. En 1939 actuó por primera vez ante el tomavistas de un Estudio, a las órdenes de Richard Eicbherg, en un film endeble titulado «La viuda del novio», cuya exhibición ante menores de diez y ocho años prohibió la Cen«ra; es curioso anoUr que su heroína ' tenia más que diez y siete «ños. Desde ntonces alternó el trabajo teatral con el Cinematográfico, sin excluir los concier' « • Con «Erase una vez un vals» destacó ' personalidad en la pantalla, y con «Vuef " mis canciones» logró su triunfo deci^ » 0 - En Febrero de I935 " con el «ñor polaco Ja|kKiepura. »tura, I • ¿ • t e n * . Qiiftaznies. i

(FERNAND)

Estatura, 1,77 metros. Ojos pardos. Cabello castaño obscuro.

Estatura, 1,50 metros. OJoarvrde*. CaS-Hn

R AVE Y

Película*

que

ha

interpretado:

El amor de uniforme (Liebe im uniformj, Richard F.ichberg. Greifer entre estafadores de frac (Der Draufganger), R . Eichberg. La novia de Escocia (Moderru Mitgiftj, E. W Emo. Tt quiero, Anita (Das Blaue von Himmel),

V í c t o r Jan-son. Erase una

vee

un vals (Es war einmal ein Walzer), V . Janson. Una cartci&n, un beso, una mujer (Das Schone Abenleuer), G e z a von B o l v a r y . La flor dt Hamai (Die Blume von Hawai), Richard O s w a l d . Vuelan mis canciones (Leise Flehen meine Lieder), W i l l y Forst. La princesa de la Zardei (Dit Csardasf ürstin ) , G e o r g Jacoby. Su mayor éxito (Ihr Grosster Erfolg), Johannes M e y e r . Paso a la juventud (Mein Herz rufl nack Dir). C a r m i n t Gallone. Clo-Clo (Jou-Jou), W U l y FMá.. Casta Diva. one. fiii n^Mh iiiÉn f f ü a

(DOUGLAS)

Douglas Elton Fairbanks ivació en Denver (Colorado) el 33 de Mayo de 1884. Hizo sus primeros estudioa en la Escuela de miss Q u i n c T , y a los once afioa ingresó en la Escuela Sipperior de Denrer. En Febrero de 1896 actuó por primera Tez ante el público en tna representación infantil. Permaneció tin aAo en la Academia Militar de Jarvis; cambió de parecer y estuvo otra temporada en la Escuela de Minas de Boulder. A los catorce años se trasladó con su familia a Nueva York. Hizo un rápido viaje • Europa, y de vuelta en su país, trabaja como agente de ventas de una entidad ée Wall Street. En Marzo de 1903 inició en el Manhattan Theatre su carrera d « actor, que duró victoriosamente hasta m retirada de las tablas, en 1914: coaricuió el puesto de primer actor en I9«7 « n el Bijou-Tbeatre. Debutó en el cinc « I Septiembre de 1914, en los Estudios de I* Triangle, bajo la supervisión de D . W.Criffith. En 1." de Febrero de 1917 fundóla Douglas Fairbanks Corporation, j r n < f t o r a de sus filnw, j en Marzo de 1919 at alió con Chapifn, Mary Pickford y GtíSBKh para constituir United ArtisU. El 5 da Marzo de 1919 se dirorció de su primera «aposa: Beth Sully, hija del rey del algodón, con la que turp un hijo, futuro actor 4a cine. Eo 38 da Marzo de 1930 se caaó con Mary Pidrford, de la que se ha divorciado en Enero de 1935. En 1931 dio la vuelta al mundo, obteniendo un interesante documental cinematográfico. En 1934 hizo un filmen Inglatr r a con Alexander Korda, film de ai biente español que la Censura ha prohibí do en España.

Película*

ka

interpretada

Pesadillas v supersticiones tke Clouds Ro»

By),

(When

V í c t o r Fleming.

El signo del zorro (The Mark of Zorro), Fred Niblo. /.o? /rr? mosqueteros (TkeTkree Mush,< ,1 Niblo. Robín de los bosqu, Hood), Alian Dwan. El laUruu ae Bagdad (Tki Tkitfof Bagdad). R a o u l W a l s h Don Q.. hijo del Zorro (Don Q.. Son of ^ Zorro). D o n a l d Crisp. El pirata negro "W (Tke Black Pírate). Albert P a r l e El gaucho (Tke gaucho). F. Ricli Jones. La máscara de hierro (ln, Iron MasM). .\llán D w a n . La fierecilladomada (The Tamingoftkt Skrew), Sam T a y l o r . Para alcanzar la luna (Reacking for tke Moon), Kdmund Goolding. El Robinsón moderno ( A//<ler Roltinsón Crusoé), E d w a r d '^uth. rland. Los amores de Don Ju Prívate Life Don Juan), Al. Korda.

Estatura, 1,85 inetfOs. Ojo* y^abello negros.

que


día, wn

ejshf'n

.

%ttriz f/í' tecinUten• T o Jha^ental.—Janf-t Garnior ó arnifiíiiu esté^ifar-zlfOs^ OJO\Y l¡f boca de Joáti^ Cra^ord.—JEl ~entteceJo de Loretta Yáung

A

.\nu I li I coiuionza a preocuparle la competencia europea. L a noticia es de buen origen. De origen americano precisamente. Y más concretiuneute, del ¡propio Hollywood. Y es justo reconocer que su temor tiene plena justificación. Porque un dia es una célebre estrella la que abandtma los Estudios de Cinelandia en busca de los de la vicj.i Europa. Otro es un popular actor quien sigue el mismo rumbo. \ ' los nombres de Magde Evans y Richard D i x , y otros muchos, , ' apagan en el firmamento americano y se encienden en el ^ i ^ l Ü j ^ íiropco. Y ahora recientemente, siguiendo la ruta abierta, George ' annous. ¿(ieorge Cannons? Sí. H e aquí un nombre que aquí no suena. I'ndavía no suena. Y es que, a pesar de la popularidad del cine, I- hastidore." y los noni )res que lo integran son por completo It'rieonncido.s (ahora, de algún tiempo a esta j)arte, comienzan 1 ser ¡)opularcs y familiares los nombres de los grandes dictorcs, que antes permanecían perdidos en las sembras del ivido y la indiferencia). Por eso George Cannons - un nombre que no ili 1 ida a nuestro gnuí | III ico. En cambio, si )regiuis en Hollyw(x)d, os di ;:in al instunte no sólo que es un nombre p o r t o dos conocido, sino por todos respetado. Y muy especicdmente por las estrell.us. por tod is ellas, casi sin excepción. Y es que ellas saben bien lo mucho que le deben. Porque, digámoslo de una vez, George Cannons es el fotógrafo de todas las slors. El hombre c^ue ha dirigido una mirada sobre todas l.is estrellas del cinema, l ' n a mirada bnija que después de sorprender los defectos sabia correL'irlos, o buscar planos v ángulos que lo- lii^ifm invisible.';. Por eso tilla.--, a pfs;u- de su vanidad luiis i ( iiiciúna, acudían a su Estudio porque íntimamente reconocían que nu eran perfectas, aunque se considerasen muy bellas. Y fué este reconocimiento su mayor estimulante como artista. Y así fué corrigiendo sus defectos, ocultándolo.s liando no se les podía hacer desapare<w, aleccionándola.s, y asi fué lanzando a los Kstudios esas f(itogriü:í,as prodigios de belleza, de gracia, do finura de Uneas, y labrándo' una justa celebridad, que data ya de quince años a esta parte. Justamente desdo su llegada a Hollywood. Y asi hasta aliora, que solicitado por lus Estudios inglftscs ha emprendido c\ retomo a su patria. Y a su paso |K)r el Continente euroi>eo. camino de las Islas Británicas, ha dejado la huella interesante de unas ciirio«í>-ÍTii;i'-' rcvcl;i<i(nic< o intcrcsanics confidencias. Limitémonos a i-ecogerlas íntegraiucuic, ihm < (imcniaiii' aigiiim por mi&stra parte, para que no pierdan a través de él lo mejor de ellas, a nuestro licio: su franqueza y su espontánea sinceridad. I.as psirelias, dr eerea A fuerza de fantasear sobre sus vidas, las más de las veces tan vulgares como otras cualquiera, a fuerza también de elevarlas tanto en nuestra fcr\iente adnúracióii y en nuestra pueril ambición do llegar a ser como lias, hemos hinho de unas figuras humanas unos seres casi irreales. Sin embargo, al conocerlas y tratarlas asiduamente, parece ser que se les pici de algo el res{)ett). Y si no lo creéis, leed lo que acerca de tan interesajii f»unto dice George Cannons. Y o siempre las ho considerado y estimado &Qg(in su rendimiento ai liza pueda parecer sacrilego despojar a estas criaturas del halo

glorioso que las envuelve. Pero mientras las fotografío, soy y o quien trabaja, mientras que la estrella no juega más que un papel pasivo. El artista soy y o . La estrella, el bloque de belleza, a veces en bruto, que hay que modelar. La Carole Lombard de ayer y de hoy L a Carole Lombard de hoy, tan bella, elegante y seductora, en nada se parece, por lo visto, a la girl de ayer, cuya excesiva gordura era la desesperación de George Cannons, segi'in confesión propia. —Cuando y o fotografié por primera v e z a Carole Lombard no creía que pudiera esta mujer llegar a ser una celebridad en el cinema. N o era fea. Pero su belleza era sosa, vulgar, sin alma. Sobre todo, sus piernas eran mi desesperación. Lentamente fuimos opelo la transformación, acusando con fuerza los defectos incorregibles p o r medio del objetivo, va' irando f o t o g r á f i c a ite sus bellezas, y nadie reconocería, no 8al»er su nombre, esa estilizada y de liciosa silueta de mujer modema, llena de sexappeal, a la C a r o l e liombard de ayer. Los dientes de Sally EUers —Con Sally Eilers fué diferente. Era una mujer maravillosa, pero unamaravilhi que no podía reír. Rstaba contratada como girl; pero cuando el film axíabó, decidió hacerse vedette. Entonces la propuse hacerle una serie de fotografías para lanzarlas a la publicidad; pero me encontró con el serio obstáculo de 8u defectuosa dena d u r a . N o habia ^ ^ u l o ni plano que ^ E í l t a r a el defecto. 1 c á m a r a indioó claramente « Sally la única solución. Ella la aceptó. Y una v e z desaparecido aquél, Sally fué, incluso al reír, una mujer maravillosa. Cómo laueé a Dolores del Kío Geoi^e Cannons y Edwin Carewe eran amigos. Y pudiera decirse que al conjuro de esta amistad surgid ¡lara la jiantalla esa maravilla de actriz llena de personalidad, personalidad que PO pierde cuando canta o cuando baila, y que se llama Dolores del R í o . —-Edwin Carewe recorría Méjico en viaje de luna de miel cuando descubrió a Dolores del R í o . Enseguida v i o on aquella mejicanita de cuerpo ondulante y flexible, y de negros cabellos y ojos flameantes, una futura vedette. Y se interps<) vivamente por ella. A tal punto, que inteirumpiendo su luna de miel r^ HoIIvwímhI con el fin de hacerla debutar inmediatamente. \ , ei í. apareció en dos films que fueron otros tantos fracastjs. Aquel n)stnj donde Edwin Carewe veía una expresión de suprema belleza, daba sobre la pantalla una impresión de suprema bobería. L a boca, demasiado grande; los ojos, de flameante nt^mra, y su rostro, mal diiijado, formaban una masa desprovista de toda inteligencia. Pero F''-


... lüó por vencido. Y un día rae trajo al Estudio a Dolores, y me la confió antes de pn tir para reanudar su interrumiuda luna de nñel. Y o me propuse que su vuelta a la pantalla fue triunfal. Estutlié la causa de su fracaso. Habían querido hatrerla una boca y unos ojos petiueños. i todo el matpiillaje dio por resultado una figura artificial, fatalmente condenada al fracaso. Y o no hice más que lograr recobrar su personalidad; y una v e z conseguida, apenas tuve (pie retocarla im poco para acentuar más aquélla. Asi, a su regreso pude ofrecer a mi amigo Carewe una nueva Dolores. L a Dolores del K í o de h o y , tritínfadora en todas las pantallas. Anan .Uay Wong quería ser una estrella blanca —En cambio, Anna M a y W o n g , una mujer llena de personalidad, estaba empeñada en ser una estrella blanca. Su bonito rostro de chinita le repugnaba, y no hablaba más que de encontrar un procedimiento de cirugía estética que le hiciera desaparecer los signos distintivos de su raza. Cuando abandonó mi Estudio la había tomada ciento nueve pruebas. Las que más tarde la convencieron de su equivocación y la sacaron de su profundo error. La nariz de Jeán Harlow y el agradecimiento maternal - - l ' n domingo, por la mañana, vino a buscarme Jeán ilarlow. Hablamos D e muchas cosas. Y como observase que se ponía nerviosa cuando l i b a b a el momento de fotografiarla, decidí hacerla una prueba sin que se apercibiera, gracias a las condiciones especiales de mi Estudio. A los pocos días y o recibí una carta de su madre, dándome las gracias por haber sido el único que había logrado fotografiar a su hija como ella quería y tal como la veía. Su madre, indulgente como todas las madres, se refería, sin duda, al defecto de la nariz de Jeán, marcadamente desviada hacia la izquierila; defecto que y o observé al momento, procuranc o fotografiarla desde un ángulo que lo hiciera invisible. Janer Gaynor o la armonía estética —Antes de que comenzara a ser famosa con sus films Amanecer y El séptimo cielo, y o fotografió a Janet Gajnor. Había prometido una buena fotografía a un periódico, y estaba inquieta por ^ no desconocer la im- * portancia que esto tiene para una artista que todavía no ha logrado la celebridad. Salió una prueba que era una verdadera j o y a . Y es que los ojos, la boca, la nariz, los j)ómulos y el mentón, cada una de t a.s partes es perfecta

en Janet, formando una ma^ nífica armonía estética. Los ojos y la boca de Joan Crawford n ^ ^ ^ W K jB^M^^W^fe ^ ^ ^ M H M K

—Cuando Joan vino a nu Estudio, al contrario que la Gaynor, y a era célebre. P o ^ ^ f ^ M ^ f c seía un rostro muy bello, en el que los ojos dominaba 1^ a tal punto, que era suma • mente difícil valorarlo fotográficamente. Pero su boca, que parecía normal antes de los retoques que y o hice a sus jos, aparecía en ese momento fea. Era necesario modificarla y ponerla en relación con sus ojos. Y o la estilicé, modelé su rostro hasta lograr dar a sus ojos el conjimto de joyas dignas de ellos. Así nació la Joan Crawford de hoy, que es, iertamente, la estrella que tiene el rostro más trabajado y que ha conservado menos su primit i v a personalidad.

"^^^^^1

George Cannons ha sido un hombre con suerte. El mismo lo reconoce. Y sabido es el papel decisivo que la suerte juega en el porvenir de los hombres. —¡Oh, no! Cuando y o debuté en Hollywood no comencé enseguida a fotografiar a las grandes vedettes. Pero tuve suerte. M e uní a la troupe cinematográfica de M a t k Sennett, célebre por sus ^ r l « e n m a i l i o t , y en donde y o tuve la fortuna de encontrar tres girls que habían de ser, con el tiempo, tres grandes vedettes de la pantalla: Carole Lombard, Sally Eilers y Glxria Swanson. El entrecejo de Loreta Young —Loretta Y o u n g es Ja estrella tipo de la girl americana. Pero cuando y o conocí a Loretta era la más desgraciada de las chiquillas. Su labio superior arremangado, su chata nariz y el entrecejo eran serios defectos que se oponían a que su belleza brillara en todo su esplendor. A pesar de no ser fea, su conjimto carecía de armonía y era muy poquita cosa. Pero el entrecejo corregido, los labios endulzados y la nariz embellecida, el rostro de L o r e t t a quedó convertido en una maravilla de gracia e ingenuidad. Esto ha dicho el hombre que tan poderosamente ha contribuido con su arte a lanzar a tantas estrellas, y que en lo sucesivo corregirá, maquillará y perfeccionará a las estrellas del cinema inglés. Pero antes de cruzar la pasarela del barco noa ha prometido para pronto unas confidenciales revelaciones acerca de Marlene, Mae West y Greta. Garbo, la que siente por George Cannons una simpatía no exenta de admiración. LUCIANO D B ARREDONDO


H a y realismo en Metrópolis: aquellas escenas de masas ({Ue se desarrollan en los sótanos de la ciudad obrera. I x ) hay en El gabinete del doctor Caligari: cualquier movimiento o hecho inverosímil de César el sonámbulo. Y lo hay taml)ién en Chu-Chin-Chow: las flechas que manda clavar sobre la gente del verdadero Chu-Chin-Chow, Abou Hassan el ladrón. Pero si la a la fantasía del asunto de estas obras y de sus decorados se uniese la fantasía de los personajes; es decir, si no hubiese actores, y la misma acción, sin quitar absolutamente nada, se expresase con muñecos de Starevitch o con dibujos de Walt Disney, ¿habría realismo? Naturalmente que no. H a y realismo, o sensación de realismo, donde haya presencia le personas. Si una escena nos presenta a dos personajes peleándose a cuchillo en la Luna o en casa del propio Alí Baba, recibimos la misma s^iisación que si lo hiciesen en mitad de la Gran Vía de Madrid. Fantástico parece lo uno y real es lo otro; mas al espectador que lo v e en el cinema se le antoja igual. Por lo tanto, si los grandes fantaseadores del cinema consiguen damos una idea supuesta y risueña de realismo en sus películas, creo y o que mejor nos la darán aquellos animadores cuyo pensamiento revele, o intente revelar, la más erada, exacta y fiel realidad. Ahora bien: lo difícil y lo peliagudo es captar el ambiente, que no es lo mismo. Y a mi ver, la mayor y la más importante dificultad que se interpone entre Marión Gering y su obra es ésta. A Marión Gering le sitúo en este ejemplo porque es a él a quien nos referimos hoy. Pero son muchos los directores que están en un plano inferior. Escoger, estudiar y captar el ambiente es el trabajo serio, delicado y titánico del director de escena. A l ver un buen film, hemos comentado en multitud de ocasiones: «¡Qué obra más maravillosa. Su realismo es asombroso!» Y no hemos reconocido la impropiedad de este comentario. Realismo no hay en La Maternal, en Rumbo al Canadá, en El signo de la muerte, en ¿Y ahora, qué?, en Groza y en otros films colosales que hemos admirado esta temporada. Mejor dicho, realismo hay—que tiene que haberlo—a grandes dosis. Pero a lo que nosotros nos referimos es al ambiente. Jeán Benoit-Levy y Maiie Epstein, Duvivier, Feyder Borzage y Petrov son maestros del ambiente. L a obra total de

UNA de la.grandes dificultades que se interponen siempre eni i c la imaginación de los dire<'tores cinematográficos y la realidad que desean plasmar cn sus obras es el ambiente. Expresar un ambiente es tarea ardua. L a realización de un pensamiento casi siempre tiene cabida en el cinema. L a realidad concede fácilmente su autenticidad cuando la obra cineplástica está situada dentro de sus términos. Es decir, cuando interpreta episodios reales de la vida. Cuando se trata de lo imaginario, de lo fantástico, de lo supuesto, puede o no puede haber realidad; pero casi siempre la hay. En Metrópolis, a pesar de ser una fantasía, había realidad. L o mismo en El doctor Caligari, en Los Nibelungos, en Chu-Chin-Chow, que en las más descosidas y disparatadas películas de series. Mejor que realidad, podemos decir realismo. Realidad es lo que v i v e por sí solo, lo que palpita. Realismo es lo que, sin vivir ni jjalpitar, nos da la sensación de vida; realismo es el documento, es la impresión, es lo que puede caber en la novela, en el lienzo y en el film. Fritz Lang, Robert Wiene y Walter Forde dieron en sus films una sensación de realidad, y no era eso precisamente lo que buscaban. Sin embargo, la idea que les sirvió de fondo para realizar sus films eran tan abstracta como imagina-, tiva, tan irreal como supuesta. Luego el En esta í n c e n a ' realismo en las obras de tipo fantástico « p a r f c f n i.ené H a y n i u n d y S\ tno es producido por el trabajo o la intevia .>iHney en «-I ligencia del director, ni por los elementos s e g u n d o film ilc escénicos, ni por el asimto, sino por la O r i n g «DuinHN presencia de seres hiunanos, por la realidel p r e x i d i u » dad auténtica de las personas que interpretan el papel de los personajes.


Marión Gering está falta de im dominio minucioso sobre muchas de las situaciones internas que plantea. En Pescada en la calle, Sola con su amor y En mala compañía. Marión Gering mejora notablemente sobre sus demás peliculas. Claro que también puede ser efecto de los temas sencillos que trata. Estudiar el ambiente en una ciudad conocida no es igual que ir a estudiarle a China, a Marruecos o a Cuba. Madame Buüerfly es un film falso y desorientado desde el punto de vista del ambiente. El estudio sobre China y el Japón es quizá imposible para los yanquis, y , sin embarg o , podríamos contar por cientos le filins realizados sobre estos dos Imperios. L o mismo digo de Entre la espada y la pared. L a s escenas en donde intervienen marroquíes es algo sin lograr, que está en perfecta consonancia con los decorados y con el aspecto total que sirve de marco de acción a muchos de los momentos del film. En cambio, las escenas del submarino son im prodigio de realización. Marión Gering pisa en firme aquí y se le v e que trabaja con absoluta seguridad. Otro error de ambiente, y grave, debe ser Rumba. EU Gobierno cubano no solamente ha prohibido su proyección en toda la isla, sino que ha prohibido asimismo t o do film que tenga la marca de Paramount. Se han hecho pocas películas sobre Hispana; pero a través de las pocas que se han hecho podemos ver lo desviados que están los yanquis en materias de docimientación. Los amores de Carmen y Estudiantina eran dos films que producían la carcajada inmediatamente a cualquier español, ¡ H a b í a que ver a Víctor .Me Laglen vestido de torero, con sus andares de viejo lobo de mar, con su estatura de gigante y con su corpulencia de boxeador! P o r estos dos casos, y otros muchos que nosotros conocemos muy bien, no tenemos más remedio que juzgar de justa la conducta del Gobierno cubano. Cuesta mucho trabajo, desde luego, realizar un viaje desde H o l l y w o o d a Madrid, a Cuba, a China, con el único o b j e t i v o de estudiar el ambiente para realizar vma película. Pero debiera hacerse así en todos los casos generales, o, por el contrario, desistirse de tratar otros *• mas que no fueran los puramente yanquis. A Marión Gering, por lo tanto, le podemos reprochar las equivocaciones que haya cometido en Princesa por treinta dias. En mcda compañia, en Sola con su amor, en Pescada en la calle y en Danuis del presidio. T i e n e derecho a hacerlo bien, porque son acciones y ambientes situados en Norteamérica. Mas no le podemos reprochar nada, y más bien le justificamos sus errores, en Rumba, en Entre h, espada y la pared y en Madame BiUterfly. N o es una responsabilidad que recae directamente sobre él. Es más bien debida al complicado engranaje por que tiene que pasar una producción en. los Estudios de H o l l y w o o d antes . lo llegar a las manos del realizador. Con respecto a Damas del presidio, la segunda obra (le Marión Gering, nos acordamos ahora de Esclavitiui, de Una hora de locura, de Salvada, de La incréilula..., todos ellos films cuyos escenarios eran cárceles de mujeres. En la obra de Marión Gerin, y en estas otras debidas a director(!s como Cecil B . de .Mille, aun exceptuando la riíjueza de contenido de la película de Alfred Santell, todo es incierto e irreflexivo. El realizador yanqui, o es que no se comprende a sí mismo, es decir, que no comprende el espíritu, las costumbres y el régimen de v i d a de su país, o es ^ que se empeña a toda c « s t a en tergiversarlo t o d o o en moldearlo a su capricho y voluntad. Esas redacciones de periódicos que salen en el cinema yanqui, ^ en donde, desde el director al último redactor, todos tienen los pies puestos encima de la mesa, mascan g o m a y dan grandes gritos; esas prisiones de raujeras, esos campos de deporte y esas casas suntuosas de obreros y empleados modestos... T o d o es ideal y acirairable en el cinema yanqui, so pena de ser una desnatu- . ^ ^ ^ ^ ^ ralización de la realidad y del ambiente. L o que si nos queda por decir es que si .Marión Gering imitase a Borzage, a Vidor, a H o w a r d H a w k s . a Duvivier, a P a b s t y a otros muchos verdaderos creadores de ambientes, sería im completo realizador, como hay en su hobra promesa de serlo. A. D E L AMO A L G A R A


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AfAlJAU c:OX TllEs. \

VILO

II Kesuiiipn d<> lo anterior: Los produetores y diütribuidorex de pelieulux. puestos de aeurrdo una vez en su vida, van a ver al ministro de Hacienda para qur sr apiado dol eínouia rspañol. El ministro los roí'ilw ufablonu-nto, los invita a unas copas, y creyendo quo ol cinema español OH un chico do la clast- niodia, los ofreeo, como os natural, asilarlo on una ofioinu. Los visitantes sacan do su error al ministro. El eine español no será nunca jofo do nogociudo, ni aspira a jubilarse eon los tros quintos dol sueldo. El oino español no pido nada. Lo único quo «|UÍ«ro os que le dejen vivir «u vida, «osa a la quo so opone ol zas~ candil do Tres y Pico. "¡Ahí ¿Conque esas tenemos?" —clama ol ministro, indignado . ¿Do modo quo aquí se los hace la vida imposible a los pocos ciudadanos quo no cifran su honor on vivir dol Presupuesto? ¡A ver. quo venga Tre» y Pico!" I^s señores do la Comisión, alarmados, cruzan una mirada do intoligcncía, quo quiero decir: "¡La quo so va a armarl" Moga Tros y l»íoo haciéndose ol remolón. ¡Acércalo! 4o unlona Su Excoloncia—. V no te hurgues las narices. Eso os muy feo cuando hay gonto dolante. Tros y Pico so acerca arrastrando los píos, y a escondidas do »u padre saca la lonuua a los .sonoros do la Comisión. — Vamos a vor -truena el ministro—. ¿Por qué persigues al cinema español? —-¿Eh? ¿Poro estamos locos, papá? Yo hago lo quo mo mandáis. —¿Cómo? ¿Que yo...? —Mamá, do acuerdo eon el abuelíto (jimor, y por preiicripción facultativa do osos pelmazos do doctores y consejeros quo traéis a casa, me ordenó eomor celuloide, y de olio vivo. ¡Tengo uu empacho do fotogramas!... r.\0 DE LA CO.HISIO.\.—Es quo lu abuoiito (quo on paz descanso) y tu mamá so referían a los fotogramas quo vienen dol Extranjero. \ tú no distingues, niño. EL MINISTRO.—No sean exigentes, sonoros. ¿Quieren ustedes que un a n gelito distinga «nlro producción extranjera y nacional? OTKO DE LA COMISIÓN. ¿Y quiero usted quo la producción nacional viva a morcod do un angelito? EL .MINISTItO. -Sí, sí... fJaro... Verdadoramonto... Yo no estaba enterado do rstas cosas. (So vuelvo a Tres y Pico). Bueno, hijo mío. estos sonoros son amigos y paisanos. Resulta una descortesía el comcrtio los fotogramas que producen. ¿.\o podrías contener ol apetito? T K I N V PICO. ¿Apetito yo? ¿No to digo que sufro un empacho de celuEncuentro absurdo el que a la industria cinematográfica, t o d a v í a cn embrión, se le jKtngan tributo», en lugar de protegerla, como se b a c e en otros ])<iíse8. L a producción española no debe soportar el siete y medi(j, ni el tros setenta y cin<;o, ni nada. H a de estar exenta de tributos, único medio de que el Estado contribuya al engrandecimiento de nuestro cinema, a b a n d o n a n d o el suicida sistema de ponerle trabas e inconvenientes, y a que a este paso vamos a la ruina de lo que todavía no se ha edificado. ¿Por qué dejar desamparados a »n número considerable de directores, actores, escritores, músicos, electricistas, pintores, etc., componentes de esta indu.stria artística, a quienes se les pasan los años sin trabajar por falta de producción? ¿Por qué uo funda el Estado una productora en gran escala para ha'•er uo número de films al año, trayendo técnicos extranjeros^ si esj>re-

ciso, logrando de esta fonna dar trabajo a ese elenco técnico-artístico, al mismo tiempo que se persigue un fin sencillamente patriótico y se e v i t a que salga de España un numen) considerable de millones, que se llevan los productores extranjeros? Eisto y mucho más es lo quo podía hm;er el Estado, en vez de complicar y entorpecer el desenvolvimiento de una nueva industria con impuiwtos que, lo repito, acabarán para siempre con el cinema nacional. Gaspar Campos

L a enorme importancia del cinematógrafo como vehículo cultural e instnuuento de propaganda ¿social, política, turística, etc., sólo ha sido comprendida hasta "ahora, en su v e r d a d e r o valor, pormuN pocos. P e r o todas las naciones productoras, sin más excepción que España, le dedi an sus des-

loidc? (Tongo u .Miguel IJgoro -y mira quo os gracioso —í^cnlado on la b o i M del estómago. Poro os quo mamá so empeña cn que ho do ongullirmo cuanto salo do nuestros Estudios ciiiomalográfioos. l'NO DE LA COMISIÓN (al ministro). -Como comprenderá vuecencia, el niño va a perder ol estómago. OTKO DE LA COMISIÓN. Por culpa do su mamá. EL MINISTRO, .\fortunadanionto, estoy yo aquí para evitarlo. ( . \ Tres y Pico.) ¿To gustaría?... ¡IVro no to roas las uñas, hombro, quo hay visita! ¿Te gustaría, digo, un cambio do rógimon? TRES Y PICO.—¡Por Dios, papá! Esas preguntas so hacen a solas. A lo mejor, uno do estos señores pertenece a la Policía. EL .MINISTRO.—Pero, ¿qué dices, menguado? Me refiero a un cambio do régimen alinionticio. TRES Y PICO. -Si mamá no .so opone... Ya sabes cómo las gasta... EL MINI.STRO (un poco azufrado, mira a los cineastas). ¿Eh? ¡Yo sólo sé cómo las cobra! IJNO DE LA COMISIÓN. ¡Así so habla, compadro! Otro do la Comisión so levanta y sirvo nna ronda. EL .MINISTRO (eufórico, saboreando el anís).—Siempre se ha dicho que un vergajo os ol arreglo do la casa. LA COMISIÓN (unánime). ¡Ole! EL MINISTRO (crociéndoso). Vo y lo dices a tu madre quo aqui mando yo, quo so acabó la inquina contra ol celuloide nacional y quo, on voz do obligarte a roer fotogramas, to ensoñó las priiiioras nociones do la Economía, para bion do lodos. Y lo dices también, hijo mío, quo te cambio ol nombro do Tros y Pico por ol do Coro a la Izquierda. TRES Y PICO. Voy corriendo, papá. Tros y Pico hace mutis. Los .señores do la Comisión abren la boca para dar las gracias a Su Excelencia. EL MINISTRO (les ataja modestamente).—No vale la pona, señores, ¿Otra eopita? LA Cf)MISIÍ)N (unánime otra voz). ¡Venga do ahi! EL .MINISTRO (extrañado), -¿V por qué no mo han visitado ustedes antes? ¡Hablara yo para mañana! L'NO DE LA CO.MISION.—Es quo toniamos quo ponernos do acuerdo. OTRO. .SI, teníamos quo ponernos do acuerdo. OTRO. ¡ Y os lan difícil ponerse do acuerdo! TELÓN

RÁPIDO

Moraleja dol entremés: Cuando la gente so pono do acuonio y habla, hasta los ministros oyen. A. <i. velos y la protección de los Poderes del Estado. Aqití, nuestros Gobiernos ni siquiera se han dado cuenta de que el cinematógrafo es un agente inmejorable de difusión d e nuestro bello idioma, que es llevado por la cinta sonora a los pueblos más insignificantes y más lejanos de habla española. El cine bien hablado hace más por nuestro idiomacn un aiu) que la Academia Española en un siglo. Por estas razones, la producción nacional d e f>elículas debe estar exenta de toda clase de impuestos. Mejor dicho; quien debe p a g a r impuestos a la producción nacional es el Estado, contribuyendo con su aportaí'ión econónaica al fomento y desarrollo del arte más importante de h(jy. Es absurdo que el Estado se pnMKupe y apoye con subvenciones al teatro dramático, por ejemplo, y que no observe la misma conducta con el cinema, cuyas posibilidades de difusión para engrandecer el nombre de nuestra patria no pucilen ser igualadas por ninguna otra manifestación artística. Mi opinión escueta y terminante es que las películas españolas hechas en España y en S t u d i o s españoles deben estar exentas d e toda clase de impuestos.

^^..^Jímks £ram¡úce

La producción n a c i o n a l d e 1)0 e s t a r exenta de todo impuesto o gravamen. pties es lo menos que un Gob i e r n o pue<le hacer para fomentar una industria que está iniciandi en España, y que, bien cuidada, no.-^ puede reportar incalculables beneficios económicos, culturales y artísticos. El Estado protege con dinero y decretos al arte escénico, porqm» le ve en trance de perecer. Al cinema español, que nace, debe ayudarle también. Y y a que no económicamente, declarándole exento de impuesto alguno. Ello es lógico y justo. Si a fuerza de inyecciones quiere alargar la vida del que agoniza, humano es también que pennita caminar airoso al que crece, librándole de una pesada carga.

Se ha dicho hasta la saciedad, pero conviene repetirlo: I^as manifestaciones artísticas de los pueblos son la expresión de su grado de progreso, y estimular esas manifestaciones es el primer deber de los godUmtobernantes.—Maestro José Padiliu^ „


l'VLVCIO I H : MÚSICA IIIpeón «-iclista"

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) ( ) K SU lionor y por su dama. Sí, señores, l'sir su honor y por la n o v i a que intenta birlarle un enturen», realiza las mayores 1> lyasad is este Joe E. Brown, que tr<ve al eine una tesis caballeresca, y la m¡mtiene a fuerza de carcaj ad is. Es el B a y ardo de la hilaridad, el caballero de la boca sin tasa ni miedo, cuyos gritos homéricos ponen en fuga a la melancolía. A su m o d o , es un Segisnmndo o im Sigfredo que luiduviera en bicicleta paia adehiutarse a la traición y dejársela atrás, cansada de p e r s e g u i r l e en vano, j a d e a n t e y c ( n la l e n g u i fuera. Así se hace. El héroe tiiunfa en toda la línea: burla a suenemigos y obticui en monopolio el c u razón de vma mujer. X o consiguió tanto Sigfredo. X i el propio Oiarlot. Este venturoso desenlace establece nni distinción profvmd:i entre la cimiicidad de Brown y la de Chailie Uhaplín. Bixazas acti'ia; Charlot v i v e ; aquél va en compañía de J i m m y Durante, de Stan Laurel y Oliver H a r d y ; Charlot está solo todavía. Entre uno y otros v a Cara de l'alo, Cl n su aire ausente y su imperturbable seriedad. L a grad.ición es é.sta: payasos, actor, hombre. O bien: carcajadas, risa, emoción. En ese primer tramo de la comicidad sin transcendcnci<í, de l:i j>irueta circense, de la risa porque sí, Joe E. Brown obtiene en Campeón ciclista una de sus nmyores y más nutridas cosechas de carcajadas. La realización de la película es un alarde de habilidad. Aimeiue gran parte de ella transcurre en un mismo escenario y , jior consiguiente, había peligro de incurrir en monotonía y reiteración, se ha logrado, con ima cámara inquieta, obsen-adora y atrevida, darle al film el lünamismo característico de la escuela americ na.

bar su tem]ieramento dramático y provocar 111 ella las más puras y encendidas reacciones esjiirituales. Ksta mutua ccmíianza que las lleva a unimismarse, rcdoblimdo la fuerza de cada uno, ¡mede comlucir al iimimeramiento, u lo artificioso, al divismo, en fin, sirte peligrosa en la que ha encallado muchas veces el cinematógrafo, y de la (pie huye con el cinema de masas y los gr.mdcs documentales estilo Flaberty. Mas el peligro no está en el modo, sino en los propios artistas que no sepan rehuir la afectación. Y siempre (pieda en pie ima verdad inneg.tble: si el cinema finiere remontarse sobre el realismo—^1 realismo que no lo es t o d o — y apelar a la fantasía poética o bucear en las almas para hacer alquimia y extraer oro de psicología aun do las mismas vulgaridades, tendrá que apelar a la címjimción de espíritus trabajados y a por un largo y laborioso proceso de depuración artística. Este es el caso de Marión Gering y S y l v i a Sidney. Se complementan, se ayudan, se comprenden. X o es Gering el director paciente y obstinado que impimc su volimtad y graba su cimcepción en una materia pasiva, como el escultor en el bloque de piedra; ni es tampoco S y l v i a Sidney la estrella desvanecida y voluntariosa cuyos caprichos se sobreponen a toda estética cinematográfica. Son dos colaboradores bien dotados de sensibilidad, que al unir sus esfuerzos son cajiaces de transmutar en arte dramático —porque lo llevan dentro^—una anécdota vulgar, cotidiana y con marrullerías sentimentales de folletín, como el usiuito de Sola con su amor. S y l v i a se encarga de dar emoción y espíritu a la protagonista, y (íering se ocupa de encuadrar en ángulos originales, movidos y elocuentes, una acción que nació novela tediosa y que, gracias a ellos, ha terminado en un film regular. Ch"eación ex nihilo. Milagro de arte que consiste en alumbrar agua v i v a de belleza en un arenal de lugares comunas. Y esta es, a mi ver, la ventaja del cinema de los artistas sobre el realismo de las masas, tan impresionante, pero tan desproV I S T O de inspiración bilateral.

CAPÍTOL " S o l a con su a m o r S y l v i a Sidney y Marión Gering—actriz y director—constituyen una razón social de absoluta garantía artística. Gering dice de S y l v i a que es la mejor actriz do la pantalla americima. Casi está en lo cierto. P o r lo menos, en delicadeza y sinceridad no le aventaja ningtma otra. Su interi)retac i ó n de Madame Butterfly nos signo, I)areciendo una crea-1 ción genial, un poe- j ma de ternura y ren u n c i a m i e n t o que d e b i ó m e r e c e r un premio extraordinario de la A c a d e m i a de Artes y Ciencias Cinematográficas de H o l l y w o o d . Y S y l v i a Sidney pensará seguramente do Marión Gering que es el director que mejor la ha comprendido y el que sabe, como ningún otro, apro-

Ann Dvurnk y Grorpr Bren! rn "Una mujer de tu c««a'% producrión Warner Bro* 1933-1936

FlUAHÜ 'La mina fantástiea" y "Bajo presión" Doble programa sin fallo, sin película puente, como suele ocurrir en estos casos. TM mina fantástica, realización de James Cruze, maestro en agilidad n a i T a t i v a — L a caravana del Oregán, Los jinetes del correo—, es una vuelta al buen estilo de este veterano director, desorientado hace unos años. El asunto, poco original, la sed de oro, |)ulanca de ambición capaz de remover el mundo, se asomó a la ptrntal a con harta frecuencia en la últiina etapa del cine mudo. Pero James Cruze pisa terreno conocido y nos | brinda cinema au -1 téntico en muchas ¡ escenas, por ejemplo, en las del aguacero, monótono, persistente; en las del aluvi('n encrespado y i:rriillad >r; en las de aquella multitud ci.dicic sa y e x J t a d a , que afluye c; m o otro aluv i ó n humano y más irrefrenable en busca del prec i d ' j metal. En todo ello hay momentos de buen cineni.i que reivindican la maestría, últimamente en entredicho, del realizador de Trijioli. Y en la interpretación—excelente, en general— hemos admirado de nuevo a un viejo amigo—en el cine una temporada equivale a un lustro—: Richard Arlen, el admirable actor que Frank Capra nos presentó y consagró en Alas.

Raoul Walsh, el de La frágil voluntad, se presenta ahora con un film que recuerda El túnel, de K u r t Bemhardt. N o es una imputación de plagio, ni mucho menos; es señalar una coincidencia en temas, tratados, eso sí, con diferente estilo, y alú está la originalidad. Escuela alemana: dr.imati.smo, reiter.ición y duras aristas, en contra de la ligereza y del panglossiano optimismo que distinguen a las peliculas rodadas en H o l l y w o o d . Raoul Walsh es fiel a su escuela. Si Bemhardt en El túnel realizó un drama, él, en Bajo presión, respira con alegría y consigue una comedia en la que se entrecruzan con singular maestría los motivos dramáticos y las ingeniosas y alegres peripecias, que vienen a ser bocanad.as de oxígeno en un ambiente de fondo enrarecido por la tragedia, a la que al fin se le hace recular como a ima bestia deslumbrada ante aquella alegría de v i v i r . T o d o sin esquivar dificultades técnicas ni dasfigurar el ambiente de trabajo casi ciclópeo •—se trata de la constnicción de un túnel bajo el Hudson para unir el barrio del Brooklyn a N u e v a Y o r k — ; al contrario, creemos descender a las [irofundas galerías y presenciar aquella; lenta, tenaz y peligrosa perforación de las entra-j ñas de la tierra, dispuesta siempre, con su aliado \ el río, a vengarse del hombre. j Completan el trabajo del director, c m un h u - | raorismo de la mejor ley, E d m i m d L o w e , urbano, galán, inteligente, y V í c t o r MacLaglen, rudo, fuerte, rotundo como sus puños y simpático como su optimismo. Bajo jyresión es un film de los que el buen cineasta anota en su archivo bajo cl epígrafe «Grandes producciones».


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KLi.A, de una belleza cálida y apa.sionada, Elena habia producido una honda impresión en el agregado especial a la Embajada inglesa en Petrogrado. Se conocieron rápidamente, en i m o de los altercados callejeros que, como chispazos de un volcán, iban produciéndose acá y allá, inundando de fuego t o d a la Rusia roja de I^enin. H o y , pasadas vmas semanas después d e aquel encuentro rápido y trágico, Stephen Locke, el agregado, encuentra otra v e z a Elena, la hermosa desconocida. —¡Ah!—exclama la nrnjer. Con una exclamación de sincero jiibilo—•. ¡Otra v e z mi salvador! —¡Otra v e z la magnífica mujer que encontré en el jardín!—replica él, sonriendo. — E n el jardín, sí... Y usted estaba allá, en medio de la nieve, tratando de salvar a una des(•cmocida... Debió coger frío por mi culpa. —^No; estornudé una v e z , y luego decidí no estornudar más. P o r q u e con ese sistema de la revolución que están ustedes haciendo, no sé cuándo llegan a mí los pañuelos que mando al lavadero... P o r e.so no podía permitir que im enfriamiento estorbara os planes de la revolución. L o c k e habla queriendo bromear, queriendo dar a la conversación tm giro frivolo; pero los dos se han mirado a los ojos y los dos saben que entre ellos hay mucho más que t o d a aquella frivolidad que suena a huera. —Creí que también usted había partido para Inglaterra... — N o . L a Embajada partió con t a n t a prisa, que se o l v i d ó de recogerme, y aquí m e dejó, a merced de ustedes, las gentes de la revolución... Siéntese aquí, a mi mesa: brindaremos juntos por... —¿Por qué?—pregunta Filena, abriendo mucho aquellos grandes ojos negros que turban y fascinan a L o c k e .

fco.baj.da..

—^¿Qué d í a es hoy? —Martes. —Eiitonces brindemos por... el martes. ¿ N o le parece tma buena idea? Chocan sus copas y ríen. E n aquel m o m e n t o han olvidado que es ella agente de la Checa; él, agente británico, y q u e sus designios están diametralmente opuestos. El amor les une; pero la patria y las ideas políticas les separan con barreras que nunca podrán vencer. —¿Viene con frecuencia a este café?—pregunta Elena, dejando la copa sobre la mesa y mirando a Stephen con una mirada aterciopelada y cariñosa. —^Todas las noches... M e paso el dia sentado en la Fímbajada, sin hacer nada. Y las noches aquí, v i e n d o cómo bailan y escuchando esta mtjsica nisa q u e se m e t e en el alma. - P e r o . . . ¿ P e r o es que no tiene nada que hacer? —En absoluto. Sólo tengo que esperar, hasta v e r qué decisión toman ustedes en la cuestión de la paz con Alemania. Es todo m i trabajo. •—^¿Qué es lo que desea usted que hagamos los rusos?—j)regimta ella, interesada, apoyando el c o d o sobre la mesa, y el rostro, aquel rostro de óvalo perfecto, de tinte trigueño, de facciones correctísimas, sobre la mano. —Que sigan ustedes luchando por nuestra causa. — S ^ u i r e m o s luchando... P e r o lucharemos para nuestro pueblo, no para intereses ajenos. Stephen L o c k e ha mirado a aquella mujer con una mirada de interrogación. Sabe que es adicta a la causa de los rojos, pero ignora su adhesión a la Checa. Además, ama a aquella mujer, a la que ha v i s t o sólo una v e z , rápidamente, en el jardín de la Embajada, y hoy, en este café pleb e y o , donde se ha retmido un enorme gentío que huye y a de los lugares demasiado aristocráticos.

Klena, de una belleza cilida y apasionada, bahía produrido una honda impresión en el agregado especial • la Embajada inglesa, ea Petrogrado.»


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Kntoncet*

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—¿Dónde me l l e v a s ? — v u e l v e a preguntar ella, mientras los caballos trotan arrastrando el trineo a lo largo del camino. —I.*Íos... lejos... lejos...—dice Stephen I^ocke, azotando a los caballos con el látigo. Y sus palabras, confundidas al cascabeleo de la troika que marcha velozmente por el sendero solitario, se pierden en la quietud de la noche diáfana y clara del invierno ruso... Elena se deja llevar, sin pensar, en su apasionamiento, que la Checa vigila y que los envuelve siniestramente para no dejar escapar aquellos dos enamorados que le son tan necesa• i N para sus fines... OVEL.VR

por... el nuirtes. ¿No ie parece una buena idea? —Chocan sus ropas...

-Salgamos fuera — dice él, con la v o z apasionada—. A q u i está el aire irrespirable. —^¿Qué dirán sus amigos? ¿Qué dirá Paulov, mi compañero?... Pero si, salgamos; que digan lo que quiertuí, que piensen lo que quieran. También y o deseo vivamente estar a solas con usted. Salen. Los trineos están alineados, en espera de la clientela que saldrá del café mediada la noche. Locke invita a Elena a subir a uno de ellos. L a arropa con cuidado amoroso, se sienta junto a ella y la mira en silencio. Después de breves momentos, es ella la que rompe la divina música de aquel silencio que habla con elocuencia a sus corazones: —¿De qué vamos a hablar? —¿De la luna?—pregunta a su v e z Stephen, mirando al cielo nítido y brillante. —No. —^¿De las estrellas? —No. —^¿De nosotros?... —No—replica Elena una vez más. —Sí, de nosotros... De ti... De tus ojos luminosos y magníficos, de tua labios... De tus labios apasionados v _ i^,aüsr * bellos, con una bélleza que enloquece... Elena... L a ha tomado en sus brazos y la ha besado en aquellos labios que le atraen y que le ciegan...

•••M¡ÍÍ^ÍJÍÍlÍÍtfMIMÍíÍ*t^^

—-Elena, no quise hacer eso... Fué algo más fuerte que y o mismo... Varaos, huyamos juntos, dejemos todo esto que nos rodea... Vamonos lejos... -¿Pero dónde me l l e v a s ? — pregunta Elena, riendo con una risa deliciosa, p o r q u e la caricia la ha hecho feliz y feliz la hace aquella vehemencia de Stephen y feliz se siente junto al hombre que quisiera arrancarla al medio que es su vida, pero que no podrá ni con toda la fuerza de su amor arrebatarla a la causa que ella defiende y por la que se siente capaz de todos los sacrificios.

Klla, a (ravfs del cristal empañado de aquel café plebeyo, donde se ha reunido un inmenso gentío, otea la calle...

— ¿Dónde me llevasf—pregunta ella... —Lejos... lejos... lejiM...— ^_dice Stephen Locke».


B«rceton..

Banquete celebrado con motivo de la Conferencia Anual Fox. Durante el mi.mo. »e notificó a lo. concurrentes haber sido nombrado Mr. lloren, oficial de la Orden de la República

UfIC 'NCO«P48,a,

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EMOCKDNANTE P f t O O U C C I O l f

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tl.4ire« dr U ciudad» cu uno dr ION filniH dr «Charlot» rn que se arusa más rolundamentr rl genio extraordinario de itu protagonista. En la siluetas «Charlot» en un momento de «Quimera del oro», otra de sus grandes e íoolvidablí;» peliculas

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1^

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O M O v i v o en tm segundo con entresuelo, jamás he sentido la necesidad de cerrar el balcón para prevenirme de los émulos de Monipodio; así es que el visitante que hace unas noches se coló por vía aérea cn mi habitación me dio el susto mayor de mi vida. Dormía como un justo (que, .segi'm los que saben de estas cosas, son los que mejor duermen) cuando tm golpe fuerte me despertó. Todavía no había tenido tiempo de encender la luz, y dos golpes más habían seguido al primero. En e suelo había dos botas usadas de enorme tamaño, un bastón de bambi'i pequeño y un bombín averiado. Inmediatamente el dueño de aquellos objetos, conocido por todos los aficionados al cinema, hacía au entrada en la habitación, acompañado de una grotesca pirueta: ¡era Charlot en persona! Me pidió perdón por su extraña manera de entrar. Me explicó los mil apuros que habia pasado hasta llegar allí, pero que no había tenido más remedio. —Oréame, amigo mío—^me dijo—, tengo tantos imitadores en todas partes que no sé qué hacer para que resulte original. H e venido porque sé que es us ted un sentimental, el único periodista sentimental qu no habló nunca di mí, y quiero regalarle, en agradecimiento a su valioso silencio, con las notí cias más sensacionales que d mundo cinematográfico ha conocido. Se etpiivo carón siempre todos los plumíferos cineastas que hicieron de mi blanco de sus estudios subjetivos. Hubo alguno que hasta llegó a encontrar una gran analogía entre Napoleón y y o . Otros, después de llamarme filósofo de la bui-gue.sía y señalando tma próxima decadencia en mi obra, acababan llamándome Carlos a secas. «Quien se ríe con las películas de Charlot es porque carece de sensibilidad»—decían algunos críticos inteligentes—, mientras que otros aseguraban que para ver a Charlot había que ir con un pañuelo y un braguero; el primero, para las lágrimas, y el segundo, para evitar las quebradtiras que pudieran producirse en aquellos atracones de risa. T<HÍO e s t o y mucho más se ha dicho de mí. Las mujeres se casaban conmigo para ver si dentro do casa llevaba el bigote y para salir retratadas en los periódicos. Soy un iniíomprendido. Cuando la gente dice qtle un hombre es genial, ya acalló ese hombre. —Entonces, usted, que es el alma del cinema, admirado desde todos los rincones del planeta, ¿no es feliz? — N o , amigo mío; no soy feliz porque soy tm genio. N o puedo hacer la menor cosa sin que se haya analizado su probable reperctisión en el público duranttí dos años. ¿Sabe tisted ¡nir qué no he querido dar a contxíer el título de la quinta producción? Pues para evitar el diluvio de artículos proféticos que se avecinaba en t o m o de ella. Por eso mismo quiero que cuando se es-


o t r o momento feliz de «Luces de la ciudad», film realizado por «Charlot» en ona de ia» más f e lices épt»ca» de 8u vida. Tal v e « por esto hay en ella un ineoo' fundible perfume de autentico optimismo... •Ch8rtot> en <CI circo». Rste film alcanzó universalmenle un fxito tal q u e sobrepasó al obtenido por laM anteriores cintas del genial Charlie. Fué como un homenaje que el mnndo creíase obligado a rendir al artista incomparable». '

trene sea en totias partes al mismo tiempo. —^Pero y o , si usteti me dice el titulo de su obra, tengo el deber de darlo e n s ^ i i d a a la publicidad; es mi obligación. —Si, sí, a eso vengo; queria que y a se supiera; por eso le hago asta visita. .A.demás, estoy un poco despechado porque todo el mundo sabe a la hora exacta que se levantan en Hollywood los artistas, lo que comen. Sus libros preferidos, sus perros, sus caballos, sus piscinas. En cambio, a mí jamás me preguntó nadie nada. Quiero que todo el mundo sepa que y o tmdo por mi casa con un pijama blanco y celeste, y unas babuchas monmas amarill&s que son tma precitwidad. Algunos días, cuando me levanto, me lavo. Desayuno siempre con cafó sin azíicar y una tostada de pan con aceite y tm ajo. Biso sí, después del café me tomo una copita de Cazalla, y al medio dia me como un par de sardinas arenques entre sorbo y sorbo de un vinillo de Valdepeñas que es una «cosa seria». P o r la tarde me doy un paseíto por la ciudad, porque, como usted habrá observado en algún film mío, me gusta mirar los escaparates. —Oiga, señor Chaplín, ¿y cuándo trabaja usted? —¿Trabajar?... Pues cada tres o cuatro años me levanto unos di J S temprano, me doy irnos cuantos paseos (vestido de la manera y a conocida) por la ciudad, llevo un hombre que me va retratando por todas partes, y después envío los rollos de celuloide para que los demás inventen esas cosas que dicen de mí. Como v e o que el gran Charlot, después de ponerse las botas, se encasqueta el bombín y empuña el bastón, se me ocurre pensar que v a a marcharse sin darme el deseado título de su y a famosa producción ^ número cinco. .^1 L e l l a m o la atención s o b r e este punto, pero y a es tarde. Con asombrosa agilidad ha saltado sobre el balcón y se ha deslizado p o r la tubería de desagüe; pero desde la calle me ha gritado diciendo: —Cuando hable de mi próximo film, diga que se llamará... Pero sus palabras se confunden con las fuertes pisadas de sus grandes zapatones. CARRASCO DE LA

RUBIA

«Charlo!» pre^enria los preparativo* para el rodaje de una escena de su nuevo film, ruyo título sigue en el anónimo. Hasta ahora sólo es conocido por «Producción número 5»


WH, docmeidd S U


Biblioteca il L a señora V é c a r t se disponía a echar una reprimenda a esta empleada terrible, cuando su hija Arlette hizo irrupción de pronto en el estanco. —Buenos días, querida mamá—dijo presurosamente al entrar—; dale unos cuantos chelines a Mizzi para que pague ese taxi que está a la puerta. L a señora Vécart se quedó de una pieza. — l A h l , ¿al? ¿Conque un taxi, eh? ¿De modo que en taxi? -

hija mía, si d g u n a vez llegarás a ser, por fin, una mujer razonable. —Jamás, mamá. N o v a con mi carácter. Y sería gracioso que... P e r o en este momento la estanquera se fijó en el espléndido abrigo de pieles de su hija, y, asombrada hasta el limite, se volvió hacia ella. — O y e , oye, ¿qué abrigo es ése? ¿De dónde has sacado tú esa cla-se de abrigo? j

ELA CINE/WOGRAFICA Kl reparto de esle film, cuya versión novelesca ofrecemos a nuestros lectores, fué el ísguiente: BETTY MARENZI

Kate de Paúl

(FILS)

ANTOINE

Lucien

Baroux.

ARIETTE

Simone

Deguyi

MARENZI

Le

(PÉRE)

MADAME VÉCART

CAPITULO PRIMEKO

A O N S I E U R Tonichek era el peletero más elegante lyl de toda Viena. Su tienda se veía frecuentada *• por las mujeres más elegantes de la alta aristocracia. Preciso es confesar que era un gran artist.i presentando modelos de líneas extraordinariamenti atrayentes que tentaban la codicia de todas las ricas compradoras. Su negocio, a pesar de la crisis, marchab a viento en popa, aunque M . Tonichek no había rebajado apenas los precios. "\

— Q u é quieres, mamá; el Metro me molesta terriblemente. A n d a , anda, dale esos tres chehnes, que y o te los devolveré con creces bien pronto. Y , por otra parle..., e n fin, créeme, hoy es un día de fiesta. Entretanto, ¿me quieres prestar diez chehnes más? L a señora Vécart movió la cabeza con un gesto de desesperación. — ¡ O h , Dios mío! Y o me pregunto todos los días,

— ¡ A h ! ¿Este abrigo?...—respondió tranquilamente Arlette—. Sí. vengo ahora de comprarlo. —¿Con qué dinero? —Con el dinero del conde... Y . . . , por cierto, todavía tengo que pedirle otra cosa, porque esta tarde tengo que salir con él y mañana nos vamos de viaje. — ¡ O h ! . . . ¡Pero esto es espantoso!... — N a d a de espantoso. N o tiene la menor importancia. T o d o se reduce a que estoy aburrida de mi marido.

Nagy.

Bernard.

U n día, el elegante peletero vio entríir en su tienda una mujer cuya hermosura y porte le sedujeron inmediatamente. Apenas entró, esta mujer se hizo mostrar una rica colección de abrigos de pieles, acabando por detenerse frente a uno que le llamó la atención. Tonichek se hizo inmediatamente el propósito de venderle tal abrigo, y por tentarla: —¿Le gusta a usted, verdad? ¡Ah!, no es extraño. Es cl más bello de todos, señora. Y , además, se podría jurar que está hecho para usted. ¿ N o es verdad, señorita Kosel? —¡Oh!, sl; es encintador. Y tan pronto como se lo ponga usted, señora, este abrigo acentuará más su esbelta linca. Monsieur Tonichek amplió aún más }os elogios de su dependienta: — M i r e usted, señora: yo estaba decidido a no vender e«te abrigo a una d i e n t a que no tuviera la elegancia de usted. A ningún precio. E n cambio, a usted...

Gallo.

Jeanne

Cheirel.

L a elegante compradora pareció fuertemente tada pHjr estas ofertas halagadoras.

ten

— ¿ Y en cuánto me lo vendería usted?—preguntó — ¡ O h ! , barato: en mil chelines. —¿En mil chelines? ¡Qué barbaridad! —Tenga usted en cuenta que es un modelo único.. E s una ganga. Y a ve: si yo quisiera comprarlo hoy me costaría mil chelines más. L a dienta creyó conveniente seguir regateando: —Verdaderamente—dijo—, es encantador. Peri señor mío, es demasiado caro para mí. —¡Demasiado caro! E s un ocasión única..., una ver dadera ganga... —Sí, sí; ptero es preciso que yo hable antes con n' marido. Necesito saber qué opina él de esta compra A M . Tonichek le brillaron los ojillos de alegría. — ¡ O h , señora! Háblele usted cuanto antes, háblel usted. —Señorita—preguntó entonces la compradora, dir giéndose a la dependienta—, ¿puedo telefonear desd aquí? — Y a lo creo, señora. ¿Qué número quiere usted?

—R.

14.007.

L a dependienta marcó inmediatamente el númei que le había pedido la compradora. U n a voz de hom bre le respondió iiunediatamente. E s t a voz procedí de casa del conde Marenzi. —¡Casa del conde Marenzi!—comentó para sí 1 empleada—. Entonces, esta bella mujer es la espo; de ese hombre acaudalado cuya fortuna y despilfarr'


Itildioiccu de llenan todos los días la^crónica de sociedad de Viena... ¡Qué satisfacción poderse codear con tales clientes!... Y con una gran cortesía le entregó el micrófono, diciendo: — A q u í tiene usted, señora condesa; la comunicación con el palacio Marenzi. —Muchas gracias, señorita—replicó la comprador a — ; pero, ¿quiere usted decir que se ponga el conde al aparato? E n este momento el conde Marenzi estaba sentado en un butacón junto al fuego de su gran chimenea, y quejándose de su malhadado reumatismo. E r a . en verdad, un viejo lleno de achaques y calamidades. Calvo, un monóculo en el ojo izquierdo, blancos botines y una gardenia en el ojal. Pues este hombre, a pesar de sus físicos alifafes, se las d a b a de temible conquistador. Su fiel ayuda de cámara le tendió el aparato telefónico. —¿Quién es, quién es.'—preguntó él. — U n a voz femenina que yo no conozco. — A ver.... a ver... Alió, alió! ¿Quién es?... ¿Arlette? ¡Ah!, sí; Arlette. Buenos días, Arlette... Y tapando el micrófono con la mano, se volvió a su a y u d a de cámara: — O y e , Leopoldo: ¿quién es Arlette? — Y o no lo sé, señor conde. — ¡ A h ! , ¿no? Pronto, pronto, mi cuaderno de notas... (Al aparato.) U n instante, un instante, mi bella amiga... Entretanto que en la tienda Tonichek ofrecía galantemente una silla a la «señora condesa», el conde ojeaba su cuaderno de notas con toda precipitación. —Adriana..., Ágata..., Alicia- 11..., Alicia 111, A n dré..., Annette... N o encuentro ninguna Arlette, Leopoldo. Leopoldo se rascó detrás de la oreja. —Puede ser alguna nueva, señor conde. — ¿ U n a nueva? ¿Qué expresión es ésa, Leopoldo? ¿No sabes que me fastidia horriblemente oírte hablar , de ese modo tan plebeyo? ¡Una nueva! Pero..., en fin, sí, .sí; tienes razón. Esta es la de ayer tarde. Arlette. (Quitando la mano del micrófono.) Alió, alió. Arlette!... ¿Está usted todavía ahí? U n minuto; tenga la bondad... (Dirigiéndose a Leopoldo.) Inscríbela mmediatamente. Arlette: morena, picante, talle mediano, OJOS... Sí. ella tiene dos ojos. Cené anteayer por primera vez con ella. U n poco gruesa... N o me he equivocado. E s t a b a bien, estaba bien... Entretanto, el peletero, informado por su dependienta de la calidad de su compradora, no cabía en sí de gozo; pero como, ante todo, M . Tonichek era un buen comerciante, se sentía triste de no haberle pedido por este abrigo mil chelines más, y reprochaba a su dependienta el no haberle hecho un signo a tiempo para haber duplicado la operación. — ¿ U n a seña? pleada.

Pero, ¿qué seña?—inquirió la em-

— U n guiño de ojo, mujer; un guiño de oio. —Bien; la próxima vez lo guiñaré tanto, que creerán que me estoy «timando» con usted. Tonichek sonrió, ufano; —Bien, hija, bien; pero ahora es preciso que regateemos un poco. Y a que tú no has querido cerrar el ojo a tiempo, lo tendré que abrir yo. Arlette salió de la cabina telefónica. — D e modo que, señora condesa, se queda usted con el abrigo, ¿verdad?—dijo Tonichek.

— N o sé, no sé; tengo que reflexionai todavía. Y , además, yo no tengo aquí bastante dinero para pagarlo. Monsieur Tonichek exhibió la meíor de sus sonrisas. \ — ¡ O h , señora condesa! Eso no tiene ninguna importancia. Usted lo p>agará cuando le plazca. ¿Quiere usted que le envíe el otro abrigo a su palacio? 4

L A A V E N T U R A l)E L N A NOCHE —^No, no... Prefiero llevarle y o misma. A h o r a tenga la bondad de pedirme un taxi. Monsieur Tonichek, encantado, aprovechó la ocasión para hacer el elogio de su estupenda peletería. —¿Me puedo permitir recomendar a la señora condesa mi casa? Como usted ve, tenemos todo lo que se puede desear, tanto en cosas para sport como para la Ccdle, para viajar y p>ara las fiestas nocturnas. —Gracias, gracias—contestó displicentemente la compradora. — M i s homenajes, señora condesa. L a «condesa» fingió de pronto una sorpresa. — ¡ A h ! , me había olvidado de pagarle la comunicación telefónica. — E s o no tiene ninguna importancia, señora condesa. M e la pagará usted cuando me pague el abrigo.

—Muchas gracias. Hasta la vista, señor. E n verdad, esta mujer no era, ni mucho menos, lo esposa del conde Marenzi, sino simplemente la de un modestísimo empleado de la Prefectura. A b u r r i d a de su vida mediocre, y convencida de su beUeza, lo que buscaba esta mujer era una aventura que la sacase del hastío en el que ella se creía sumida para siempre. Su madre, viuda de un oficial del ejército, y en la actualidad dueña de un estanco, estaba al borde de la desesperación económica. Mientras tenia lugar esta escena, la luchadora señora Vécart hacía marchar lo mejor posible su estanco; cosa no m u y fácil, dado lo grosero de su clientela y la constante distracción en que vivía, su dependienta, la joven Mizzi, que no se ocupaba más que de danzsir o de flirtear con los compradores.


E L PENSADOR D K L A L B A

iiares. Jaén).—Kscriba

(Li-

a Be-

nito l'crojo y Kusebio Fernández Ardíivín a C. K. A . , Barquillo, lo, Madrid. I'or ahora no pfxlemos complacer a sus pretensiones. \ L

SERVICIO

1>E

«ClNEGRA-

.\i.\s- (Barcelona).—^lodo eso lo tiene que decidir la Dirección de la Empresa, que desde luego es necesario para la conservación de la revista. EL

R E Y D E L TELÉFONO

(Se-

villa ).—Ginger Rogers se llama verdaderamente Virginia Katherine Mac Math, y nació el i6 de Juho de 1911 en Independence (Missouri). Tiene los ojos verdes y los cabellos rojizos. Escriba a R . K . O . Radio Pictures, 780 Gower St. Hollywood (California). Antoñita Colomé es sevillana, y la puede escribir a esta dirección: C. E . A . Barquillo, 10, Madrid. ARTURO

HERRICK

(Tole-

do ).—No se desespere, pues es usted toda\ia un chiquillo. que hace falta es que siga usted siempre con el mismo entusiasmo. Todas las preguntas que me hace sobre técnica cinematográfica me es imposible contestarle en esta Sección por el gran espacio que ocuparía. Escriba a C. I . F. E . S . A . , Avenida de Eduardo Dato, 34, Madrid, que con seguridad le contestan a todo cuanto desea.

A . S. (Madrid).--ao

se de-

vuelven las fotografías que se nos envían para el Concurso fotogénico. Este señor desearía saber la letra que cantan en la película La cucaracha.

CHEVALIER

V

S U SOMBRI.RO

(Tomelloso ).—Escriba a Ricardo Núñez a C. E . A . . Barquillo, 10, Madrid. Clark Gable está casado con Ría Laugham. EIis.sa I^andi tiene veintinueve

RAFAEL

GALLEGO

(Villanue-

fué Luces de Buenos .iiies. Luego, La casa es seria. Espérame, Melodía de arrabal, Citesta abajo. El tango en Broadway, Tango-Bar, y la última, El dia que me quieras, terminada dos semanas antes de ocurrir cl fatal accidente. L a canción ya se publicó.

va, Castellón).—Escriba a Maruchy Fresno y Mary del Carmen a C. E . A . , Barquillo, 10, Madrid. A IX)lores del Río, a W a r n e r . First National Studios, Burbank (California); a Joan Crawford, a Metro-Goldwyn-.Mayer, Culver City (California); a Carole l^)mbard, a P a ramount Studios, Hollywood (CaUfomia); a Margaret Hamiltón. a R . K . O . Radio Pictures, 780, Gower S t , Hollywood (California). Los sellos extranjeros se pueden adquirir del siguiente modo: comprando en cualquier Casa de Correos vales internacionales, y luego éstos canjearlos por el valor del sello. Muy gustoso en contestarle. L u i s AsTORECA (Navas de Tolosa, 2 , Santandet ).—Este lector desearía cambiar fotografías de artistas cüíematográíicos. Hlscribir a las señas arriba indicadas. ANTONIO

MORALES

(Chicla-

na).—SO filmaba ninguna película cuando le ocurrió el accidente. Su primera pielfcula

FRANCISCO

MARTÍN

CHIQUITA

V

BONITA

drid).—.Mide 1,40 ra, ¡con tacones! JAMES

0¡tem

DUNN

(Madrid).—

Todo depende de cómo esté usted desarrollado; pero con esa edad yo creo que .sería para actor infantil. L a fotografía tiene que ser no menor que un tamaño 9 por 12. UNA

ADMIRADORA

D ER.L I -

(BarceUma).—¡¡Otra!! La Casa, seguramente, es C. E . A . Con seguridad no puedo contestarla si envían fotografías los artistas españoles. Puede escribir a C. 1. F . E. S. A . , Avenida de Eduardo Dato, 34, Madrid, que si ese artista se encuentra en Madrid se la remitirán donde resida. BRis

ÁUREO

D E

LUNA

(Albur-

querque ) .•—Desconfíe de esos príx;edim¡entos Nunca llegará a ser artista por esos medios. AMIGO D E

«CINEGRAMAS*

C&,

cimfii

ARTIFICIAL 0 & , PLAYA

Plácido Sequeiro§, gerente de la Uiiivcnial Films en Andalucía, cuya magnífica gestión al frente de la miama ha deatacado «u figura entre IOH elementos cinemalográiicoa españolea

(Ma-

de estatu-

UN

Q íocM

(Ma-

drid).—Se publicó en números anteriores.

Portugal). —-El reparto de Caravanas bélicas es el siguiente: Clint B e l m e t : Gary C o o p e r ; Felice: LUy D a mita; BUl Jackson: Emest T o rrence; Lee Murdoch: Fred KohIcr; JimBridger: rully Marshall; S e t h : Eugene Pallete; Couch: Roy Stewart; Jane: M a y B o ley; Faith: E v e Southern; Gus: Donald Mackenzie; Charlie: Sid Saylor. Dirigida

por Otto Browcr yl>a\id Burton. Es inútil que cambie usted de seudónimo, pues demasiado sé que «Douglas» y usted son una misma persona. MARY

GONZÁLEZ

(Madrid).

L a canción que solicitaba es como sigue: Aquellos ojos verdes,—verdes como los lagos,— en cuyas quietas aguas—un día me miré.—Anhelos de caricias,— de besos y ternuras,—de todas las dulzuras—que parecían brindar.—Aquellos ojos verdes,—serenos como lagos,—en cuyas quietas aguas—un día me miré,— no saben ¡a tristeza—que en mi alma dejaron—aquellos ojos verdes—que ya nunca más veré.— Fueron tus ojos—los que me dieron—el lema dulce—de mi canción;—tus ojos verdes,— tan hechiceros,—ios que me dieron— mi inspiración. Esta canción se la envfan Las cuatro plumas, a los cuales le quedamos muy agradecidos. ¿Verdad? AQUILINA

GARCÍA

(Ciaño

Santa Ana).—Muchas gracias por su envío, que ya lo recibí de otros lectores. SEVILLANITA (Gelves).—No se apure, que yo la sacaré de dudas. Argentina y Argentinita son dos artistas distintas. Argentinita fué la que hizo esa película. Solamente conozco las letras que ya se han publicado Pasados sus ruegos a las distintas Secciones, es posible que la complazcan. N o está casada con ese escritor. Envíe el importe en sellos de Correos. Escriba cuando guste, que no me molestará. .\NTONIO

BOLAÑO

GARCÍA

í'Sevttfo;. — Naturalmente, el resultado del Concurso se dará en la revista. El reparto áeLa mujer X es: Jacqueline: María F. L a drón d e Guevara; Luis: R a fael Rivelles; R a i .

Don .\ntonto Blanco, ilehiarada figura de nuestro mer» cado. Ó r e n l e de dislrihución dr Radio Films, en Barcelona, en cuyo rargo cNtá demontrando su competencia y capacidad ciaematográlica

mundo: José Cre.s{K>; Moel; J u a n .Martínez P í a ; Ro.sa: Carmen Uodrí^uez; A n d y : .Alfredo del Diestro; ¥.\ 1>)Ctor: Luis Llanera; Oficial de Marina: Jo.sé Peña. E:1 reparto de Esclavos de la tierra es; Marvin: Richard Barthelmees; Betty: Dorohty Jordán; .Madge: Betty Davis; Oíd Erpch: Henry B. Walthall; l ^ n e Norwood: Burtón Churclull; ("leve Cliton: Walter Percival; Jake l'isher: William L e .Maire; Oíd SlikHarkness: Tully .Marshall; Oíd Bling Negro: Clarence .VIu.se; Holmes Scott: lídmoml Bréese; Ru.ss Cárter: John Marston; Sosk F'isser: F.rxille Aldersón; Lilly Blake: Dorothy Petersón; Ezzy Daniels: Snowflake; Tío Joe: Russell Simpson; Rose Clinton: H a r r y Cording; Mrs. Norw(xxl: Virginia H a m mond; l.izer: 1 lorine Me Kinney. Desconfíe usted ser artista de cine por esos procedimientos. Esa revista pertenece a una Empresa distinta a la nuestra. NADIA

FEDOR

(Tenerife).—

Escriba cuando guste, y que sea pronto. Chester Morris nació el 13 de Febrero de 1900 en Nueva York. Casado con Suc Kilboume. Tiene 1,74 d e estatura, y pesa 70 kilos. Muy aficionado a toda clase de depor-* tes. Puede escribirle a Universal Studios, Universal City (California). Ricardo Cortez, según unos, nació en Viena, y según otros, en N u e v a York, cl 7 de Julio de 1889. Es viudo de Alma Rubens. Tiene 1.80 de estatura, y pesa 72 kilos. Dorotea Wieck nació en Davos (Lima) el 3 de Enero de 1905. Casada con el barón E m s t Von Decken; Adrianne Ames nació, el 3 de Agosto de 1909 en Fort Worth (Texas). Se llama verdaderamente Adrianne Me Clnre. Casada con el actor cinematográfico Bruce Cabot. John Gilbert nació en Ogden (Utah) el día 10 de Julio de 1895. Casado cuatro veces: con Olivia Burweil, Leatrice Joy, Ina Claire y Virginia Bruce. Pasados sus ruegos a la Sección correspondiente. R. L I B R I S

llon Manuel Viltrgas Lopes, autor de «F.l eHpeclador de sombras», libro de aguda y certera visión crítica, que v^ene a enriquecer nuestra b i b l i o g r a f í a cinema-

togrifica


Envíenos pronto su retrato, porque en breve se terminará ei piazo de admisión La gran afluencia de concursantes nos obligará a cerrar en breve el período de admisión de fotografías. Por lo tanto, le aconsejamos que se apresure usted a enviarnos la suya, si es que desea que se publique y si tiene interés en optar a los valiosos premios ofrecidos, que son los siguientes: 500 500 500 500 500 500

pesetas pesetas pesetas pesetos pesetas pesetas

paro para para para para para

DAMA J O V E N ACTPIZ DE C A R Á C T E R GALÁN J O V E N ACTOR DE C A R Á C T E R A C T R I Z INFANTIL A C T O R INFANTIL

1 . 0 0 0 pesetas, PREMIO ESPECIAL para un GALÁN J O V E N , establecido por Estudios Ballesterps Tona Film.

Otros premios Entre las personas que no alcancen los premios anteriores se distribuirán numerosos regalos (de los que se publicará una lista oportunamente), donados por las fírmas cinematográficas CIFESA, FILMÓFONO, ATLANTIC FILMS, SELECCIONES CAPITOLIO, WARNER BROS, FIRTS NATIONAL, RADIO FILMS, CINE FÍGARO, etc., etc.

A los impacientes Hemos de advertirles que el gran número de fotogratías recibidas nos impide atender los ruegos que muchos nos hacen de que se publique «enseguida» su retrato. La selección se hace por orden de llegada. ConcliilH \'<-lázqiie/. la j:raii raiidtnlr «-«imñola, cuya admirable voz podremos oír en la nueva película española <ÍJÍ rula de (;uadalupe , realización de Femando Méndez-Leite

Rubia o M o r e n a Añado nuevos encantos a su cabello.

lm

Si usted d e s e o q u e su cob e l l o c a u s e odmiroción, lávese lo c a b e z o con Amami. Es el único Irolomienlo completo d e higiene y b e :a p o r o el c a b e l l o . A m o 'impia el c o b e l l o me|or q u e un s h a m p o o , lo tonifico y períuma mejor q u e uno lo ción. i g u a l o y o c i o ra el color mejO' q u e ningún otro prep o r o d o y oí mismo tiempo oyudo o morcar los o n d o s noturales, le d o vida y suprime rodicalmente lo c o s p o

¿Serán novios celosos? Ya son dos las cartas que hemos recibido rogándonos retirar del Concurso las fotografías de dos señoritas. Las cartas vienen con firma masculina. ¿Serán novios celosos? Lo sentiríamos, porque no podemos complacerles. Una petición de esa clase sólo podríamos atenderla si viniera escrita y firmada por la misma persona que remitió la fotografía, dando todos los datos escritos en el cupón, para poder identifícarla.

N o d o de grupos ni parejos Como en este Concurso no se publican grupos ni parejas, las fotografías han de ser individuales, buenas y claras (a ser posible de medio cuerpo y de tamaño postal, por lo menos).

A los distraídos Se les ruega que fodas las fotografías deben traer al respaldo pegado un cupón. Si envía varias fotografías, ha de pegar usted un cupón al respaldo de cada una de ellas. Repetimos también que el exceso de trabajo nos impide devolver las fotografías ni sostener correspondencia con los concursantes.

Sí, usted también d e b e participar Una irüeligentísima dama, admiradora de Q N E G R A M A S , nos dice que ella no se alreve a participar en este Concurso de Rostros Fotohxisicn corKXJmitrnto> qu«r pueden proporcionarle génicos, porque no se considera lo q u e la bcllesji. la juventud y el d i n r r o no logran conseguir. Si le interesa Aaber « C d m o despertar ía ni joven ni hermosa. Le diremos pasión amorosa—lM atracción magnética ¡os se- lo son la mayor parque de tampoco xos-CaiMuia del desencanto -Cómo conquisiar a quien nos gusta y retener a quien amamos te de —Cómo las estrellas. Además, eso lo ' itegar al corazón del hombre—Okno dirá inspirar amor Toda persona, sin el Jurado. la ta mujer-Cómo conocer las horas propicias de icada dia—Cómo desarrollar mirada distinción magnética — de edad, puede ganar , f C d m o i n / f nsí/icur los atributos de ta juventud, e l o un premio en este Concurso: el . riba hoy m i s m o p o r información gratuita a: P . U T I L I D A D , A p a r tado 159. Vííio. l-soaña. cine necesita la estrella tanto como el galán, la actriz de carácter como el actor infantil. Así, pues, remítanos su fotografía, debidamente fiancpieada, con la siguiente dirección: « a N E G R A M A S , Concurso ^ K? ^ ^ t*CMMii4a4M la dos* MMIca de Fotogenia, Apartado 5 7 1 , HerTalleres de Prcnia Gráfica, S. A., Hermosllla, 73, Madrid mosilla, 7 3 , Madrid.» (MadcaiiStMÜ.

y ^ l I Z E K AMORES?

"'"'"^^ TREVIJANO

-

CUPÓN

Concurso de Fotogenia de CINEGRAMAS NOMBRE SEUDÓNIMO (SI pone astcd tcndónlmo, cotcndcrcinoi q u t oo desea que p n b U q s c m o f >u nombrtl

CALLE

N.°

POBLACIÓN ESTATURA

PESO

PELO: COLOR ESPECIALIDAD:

OJOS: COLOR « U t < « q a c U * ca que desee d u i f l c u s e

D A M A JOVEN GALÁN JOVEN ACTRIZ INFANTIL

r

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ACTRIZ DE CARÁCTER ACTOR DE CARÁCTER ACTOR INFANTIL

demás)


^do/f >^oh/hrück.

^auí de p.icou h>naloí,


R I I

1° de

Serie l o s dibujos

humorísticos

d el o s d e n t í f r i c o s

DIBUJO N.° 5

Ghlorodont 11

LA

ORQIA"

I I

I I

D i e n t e s b l a n c o s , b o c a s a n a , d i g e s t i ó n f á c i l , b i e n e s t a r . . . ¡Hip, h i p , h u r r a l . — Y a no e s un martiriít e l c o m e r t u r r o n e s , h e l a d o s , c h o c o -

c h a m p a g n e , y nuestro a m i g o e l o d o n t ó l o g o , c o n v i d a d o a t a l f e s tin, s o n r i e n t e , s e r e g o c i j a d e l éxito. Esto h u b i e r a sido V d . o p t o

l a t e s y b o m b o n e s : a h o r a e s un p l a c e r . E n este á g a p e c e l e b r a mos q u e ios d i e n t e s h a y a n q u e d a d o c o m o n u e v o s y fuertes c o m o r o c a s . Los g n o m o s mismos q u i e r e n a y u d a r a f e s t e j a r tal a c o n t e c í miento y t r a e n t o d a c l a s e d e m a n j a r e s . V e d l o s c a r g a d o s d e p a vos y p e r d i c e s , a s a d o s , l a n g o s t a s , d u l c e s , h e l a d o s , frutas, vinos y

p a r a c e l e b r a r l o d i a r i a m e n t e si h u b i e s e s a b i d o c o n s e r v a r s a n a s u d e n t a d u r a v i s i t a n d o 2 v e c e s oí a ñ o a su d e n t i s t a , y e m p l e a n d o p a r a su l i m p i e z a

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ELIXIR Y C E P I L L O S

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C H L O R O D O N T

Aun falta el 6." dibujo, verdadera apoteosis. Aparecerá dentro de 15 días en este mismo sitio: no dejen de recortarlo Contra entrega de la Primera Serie de 6 dibujos aparecidos en este periódico, ¡unfomente con dos tubos grandes vacíos" Chiorodont", se obtendrá el derecho q participar en el sorteo de los siguientes premios: PRIMER PREMIO: Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para v'sitar la primera fábrica "Chiorodont", en Dresden. SEGUNDO PREMIO: Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para Stuttgart. TERCER PREMIO; Un billete, ido y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para Marsella. Además, cada participante en el sorteo será obsequiado con un tubo "Chiorodont" grande y una muestra de aceite "UVE" para la piel. La forma como se verificará el sorteo, que se celebrará ante notario 2 meses después de haberse publicado el último dibujo, estará descrita en la tabla de avisos de laf oficinas del Laboratorio A. KLAEBISCH, Valencia, 263, Apartado 5034, Barcelona. Pida muestras gratis.

"CHLORODONT"-PRODUCTO

NACIONAL


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