Revista Cinegramas - Nº.40

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REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año li.-Núm. 40. Madrid, 16 de Junio de 1935.

torno

Apoyando una idea

Félix dr Poniéft y Alberto Barrena en la nueva producción española «Rataplán», realizada por Klíait

N

o hace muchos días, A n tonio Guzmán Merino— fino escritor cinematográfico, h o m b r e i n q u i e t o y amante fiel y constante de este arte maravilloso que es el cinema—pedia una v e z más, desd e las columnas d e Popular Film, la creación de una Cinemateca protegida por el Estado y ayudada de forma eficaz por todos los que en el cine intervienen. En su artículo fervoroso y sincero, lleno de entusiasm o y rebosante de buena intención, exponía el caso probable d e un muchacho «despierto, culto y ambicioso», que deseando crear p a r a el cinema una nueva e.stét¡ca no lograba enri-

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Lina VegroH y .Mfi>nHo Albaiat en una escena de »KI secreto de Ana María», la segunda película de la Serie Oro .Nacional, que actualmente rueda Seleccionen t>apitolio

quecer su acervo por verae imposibilitado de estudiar el desarrollo de este arte, la tóciii(;a de sua cultivadores y las übra.s que marcaron una época en hu historia. N o .sólo e.s ó.sto, querido Guzmán Merino, un peligro remoto para los escritores cinematográficos que nos sigan. L o es y a en la hora presente para todo artista j o v e n que desee estudiar la evolución del cinema. Dasde las primitivas películas iluminadas a mano que fabricaba la Casa Patlié, pasando por las más destacada.s obras do las cinematografías francesa, escandinava, italiana y el resur¡,'imiento del eine alemán, que había de extender por el numdo sus nuevas formas artísticas, hasta las más modernas producciones, todo el cinema de antaño nos es familiar. Aun recordamos con bastante exactitud aquellas espectaculares reconstrucciones históricas realizadas por los italianos (Espartw-o, Marco Antonio y Cleopatra, Los últimos dios de Pompeya, Fabiola) : las raelodramática.s creaciones de L y d a Borelli, T h e a Bara, Hesperia y Francesca Bertini; los primeros films españoles imitando las series tan en boga (Barcelona y sus misterios, Vindicator), y los grandes films, tan ambiciosos como pueriles, basados en obras clásicas (El alcalde de Zalamea, La gitanüla, Don Pedro el Cruel); los y a considerables de Griffith (Intolerancia y El nacimiento de uno nación) : las carreras por los campos de .\rÍ7.onas de W i l l i a m S. l í a r t , uno de los primeros cow-boy,


Kosayo de una escena de «Don Quintín, el a m a r p i o . . \'ed aquí al director l.uis Marquina dando instrufr¡oiie<< al actor Alfayate sobre los pormenores de su actuación frciile i l « cámara, que va a tomarle un «primer plano»

de la pantalla; la.s comedias de Wallace Reid, Charles R a y y Margarita Clark; los antiguos films de Douglas Fairbanks y Mary Pickford y las piruetas cómicas de M a x Linder, Toribio, Polidor y Billy West. T o d o esto lo hemos contemplado nosotros, y de ello podemos dar fe; pero, ¿los escritores que surgen ahora tienen posibilidades de hacerlo? Ninguna. El nacimiento y desarrollo de las cine- • matografías yanqui, francesa, italiana, alemana y española será y a para ellos desconocido porqtie aquellos films desaparetúerón. N o les queda ni el recurso de documentarse por referencia, puest o que la inquietud en los escritores })or el cinematógrafo entonces no existia. Todos ellos^—algunos que son sus paladines hoy—le desdeñaban, calificándole de espectáculo de feria, regocijo de papanatas y distrat^ción de la chiquillería. Las obras de atpiel momento no tuvieron (juien las comentara. De su j>aso dan fe únicamente las carteleras de los cines en las viejas colecciones de periódicos. Una Cinemateca pide Guzmán Merino con el grito emocionado del que cree, convencido-—y nosotros con él^—en una total desaparición de los textos cinematográficos si el proyecto no pasa de tal en otro par de lustros. Una Cinemateca donde archivar los films representativos de la historia del cine que aun puedan salvarse en beneficio de los que nos sigan. P o r fortunn, parece que oficialmente algunos h o m b r o -c IK iqian de ello. En el reciente Congreso Internacional del Film celebrado en Berlín, la Comisión novena dictó la siguiente ccmdusión: «El Congreso recomienda a todos los países la institución de archivos autorizados para ponerse en relattión entre sí. Estos archivos tendrán por finalidad formar una colección tan (iompleta como sea posible de todos los films producidos en sus países respectivos (en negativos preferiblemente). Estas <;olecciones comprenderán también forzosamente para los films culturales—^en particular para los films de expedición y films análogos^—el material que no se haya utilizado y pueda tener ima importancia antropológica, etnográfica, ort^ráfica, geográfica, etc. Kstas coleccionen tendrán también en cuenta los films que marcan un momento en el desarrollo del cinema en su^ diferentes aspectos: técnica, asunto f interpretación. íjos films científicos deberán ser (Uileccionados y (catalogados en un (le[)artamento es()ecial de \OH archivos. Se recomienda a los países que inviten a los productores a remitir a los archivos de su país gratuitamente ima copia

de cada film de su producción o de los de su posesión.» Así, al pie de la letra, copiado de la .Memoria del referido Congreso. L a idea es m a g n í f i c a , pues apoyada oficialmente la formación de estos archivos y contando para su enriquecimiento con el mtercambio entre los distintos países productores, puede en corto plazo—que a nuestros entusiasmo siempre parecerá dilatado—hacer realidad el deseo expresado por Guzmán Merino, que tenemos la seguridad hacen suyo desde ahora cuantos tienen simpatía por el cinema. Aquí, en España, y en la hora presente, no sería difícil iniciar la organización de esa Cinemateca. Si el flamante Consejo de Cinematografía, como organismo oficial, no llega a arrastrar la vida lánguida e ineficaz de otros Patronatos y Consejos que se le asemejan y orienta su labor

con entusiasmo, podemos confiar en que sea él quien con la autoridad que lo da su constitución amparada por el Estado y el amor al cinema que debe animar todos sus actos, trabaje, seleccione y forme la gran Cinemateca Nacional que tan extraordinario interés ha de tener para lo porvenir. El apoyo d e ó i d i d o de los productores ha de conseguirlo. El de todos los que de cerca tocamos las cosas del cine, también. Sólo falta por su parte entusiasmo y deseos de hacer obra en beneficio del cinema, porque si ahora, en este momento, no logran la fundación de esa Cinemateca, habrán dejado de cumplir con uno de los deberes que los impone su cargo, y nosotros tendremos que seguir aplazando el logro de nuestras ansias indefinidamente. F. I I E R N A N D E Z - G I R B A L

liilda Moreno, Arturo Duaric y Kortuiiio Ronanovn en un momento escénico de la producción «Poderoso caballer o » , editada por Ibéiica Films


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R ETA GARBO er, en k realícÍBcl, una mujer sitnpéíldQ, y una dombbñerh reñd/llá, y bondác/osA Derivaciones de una interviú fracasada.-Las botas de montar de Cristina de Suecia.-Dos anécdotas.-No es verdfid que Greta Garbo tenga ol pie grande

Greta, durante 8 U « horas de descanso, gusta de cnsiniisniarsc en la silenciosa contemplación del mar infinito...

Bárbara Barondess es Klsa, la gentil e insinuante moza de la hostería en que Cristina de Suecia y el apuesto embajada»- español se reúnen, y en la que se mida el irUenso idilio que cristaliza en la abdicación de la soberana y en el trágico fin del ajmsionado diplomático. Antes de iru-orporarse a la vida del cinematógrafo miss Barondess fué una ágil periodista de Nueva York, y de ella son ejitas impresiones (werca de la eni(p7iática Creta Garbo, que nos Compl'i'f'VKis rn ropraihifir.

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Una actitud de Creta en «El velo pintado», su último film

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I primor oontiulu cdii (uct.i liurbo no ' pasó de una frustrada tentativa. Si on aquella ocasión hubiese c o n s ^ u i d o hablar con a genial actriz es nmy probable que a estas horas permaneciese todavía en N u e v a Y o r k , en calidad de «mujer-repórícr», en lugar de ser lo que los críticos llaman «una joven ¡wHriz. de porvenir». Fué en 1931. L a Garbo estuvo en N u e v a Y o r k ; pero ni aun los mejoras reporteros y fotógrafos de la ciudad lograron aproximarse a ella, no obstante haber recurrido a las más ingeniosas estratagemas. L a Garbo había decidido no conceder entrevistas, y sus medidas para lograrlo « « t u v i e ron bien tomadas. Y o formaba parte de aquella legión de fracasados periodistas. T o d a v í a me cantan en el oído las palabras del redactor-jefe: —Si me consigue usted diez palabras de la Garbo y logra retratarse con ella, la doy mil dólares. ¡ A trabajar, pu&s, y no repare en gastos! N o reparé on ellos, ciertamente. Me compré vestidos y rae instalé en ol Saint Moritz H o t e l , donde la actriz ocupaba sus inaccesibles aposentos. E n tres días gasté 850 dólares, y sólo conseguí sobornar a una doncella para aproximarme dos veces a las habitaciones de la estrella. Creo innecesario decir que en vista do mi «triunfo» periodístico, el redactor-jefe atiordó prescindir de mis servicios, no sin cierta injusticia, a decir verdad, y a que ningún otro periodis-

ta pudo jacítarse de haber ido más lejos que y o en su empeño de interviuvar a Greta. Por fortuna, y o , que sentía verdadera pasión por el cinema, tenía so icitado trabajo en varios Estudios, y mi salida del periódico coincidió con una oferta para figurar en el elenco de Raspidin y la Emperatriz. De mis aventuras en H o l l y w o o d podría contar cosas verdaderamente interesantes, y a<^aso un día lo haga; pero hoy quiero referirme tan sólo a la impresión personal que me produjo mi fugaz contacto con la inconmensurable Greta, mi ídolo supremo do cuantas artistas actúan ante la cámara... Rodábase Cristina de Suecia, el primer film de Greta después de su regreso de Europa, y , en mi opinión, una de las más bellas obras que el cinema ha producido. Es para mí un honor el haber actuado en esa película junto a la (^larbo, haciendo el papel de Elsa, criada de la hostería. L a .soberana, con atavíos varoniles y jinete en im brioso corcel, recorre el país de incógnito para ver «jómo v i v e el pueblo, y llega a la posada, donde coincide de nuevo con el einbajaidor español, al que y a ha encontrado antes en un camino, y a cuyo cocho ha ayudado a salir de un mal paso. Aml>08, finalmente, cenan junto.s, y después de mil remilgos por parte de Cristina, encamínanse al a{)osento en que han de pernoctar y donde ha do nacer su amor. En el film apasionóme de Cristina, suponiéndola un muchacho, y cuando ella, desconcertada jK)r lo insólito de la aventura, se deja caer en una silla, y o me arrojo a sus liies para descalzarla. L a escena, como recordaréis, es ra[)idísima; pero hubimos do onsaytu*la un día entero, porque Mamouliáai es un director exigente que no transige con la menor imperfección. Y o había trabajado y a con grandes figuras del i'inema, pero no lo había hecho aún con Greta Garbo, y confieso que m e sentía presa de un extraño nervosismo. Había oído contar tantas y tan raras cosas de ella... Por otra parte. Greta no me miraba con ese su supuesto desdén característico, si bien tampoco mostrábase propicia a confidencia alguna. Permanecía indife-


rente. Y o , al verme a su lado, pensaba en los dias no demasiado rentotos de mis actividades per i o d í s t i c a s , en l o s I qne hubiera llegado , a t o d o por perma- ! necer cinco segundos cerca de la famosa star, y aprovechando unos minutos d e descanso Itiírlinrn I l i i r o n d é i s , lu p o r i o que Bill Daniels, el (lÍMla n e o y o r q u i n a , i | u e n o p u fotógrafo exclusivo d o i n t e r v i u v a r a (>reta l . a r b o , de la actriz, habia y q u e f u é d e s p u é s MU c o m p a ñ e r a d e t r a b a j o y su m á s e n solicitado para pretusiasta e x é n e t a j larar unos efectos de luz, cometí la insólita audacia de dirigiiTne a Greta en estos términos: •—¡Qué difíciles de quitar son estas botas!... Juro a ustedes que sentí frío en el corazón después de pronunciar estas palabras, y que rae califiqué a mí misma con los más duros términos por no haber logrado contener mi irreflexivo impulso. ¡Qué iba a pasar. Dios mío! L o menos que me imaginaba y o , conociendo los supuestos antecedentes de la estrella, es que la Garbc), con ojos fulgurantes y expresión terrible, haría expulsar del Estudio a la descarada que, sin el menor respeto, había osado dirigirse a ella. Calculad m i a s o m b r o y mi alegría cuando l a e x i m i a Greta, mirándome dulcemente y poniendo en el tono de su v o z la más afable cordialidad, díjome, frunciendo los labios en una sonrisa inefable: —^¿De verdad, Bárbara, le parece difícil descalzarme? N o exagere, amiga mía...

Estoy segura de q u e m e llamó gentilmente por mi nombre para mostrarse afable conmigo y {>ara sofocar la extraña turbación que habíase ai)0derado de mí después de haberla hablado, y que, sin duda alguna, aflvirtió. Animatla por su cordialidad, t o m é a hablar... — A l i o r a me doy cuenta, miss Garbo, de que su pie no tiene las exageradas dimensiones que el público le atribuye. — A s í me sucede en muchas cosas-—respondió entre carcajadas. Y añadió-—: H a c e pocos díasj entré en una zapatería del H o l l y w o o d Boulevard^ para comprar calzado. M e atendió el propio gerente. «¿Desea la señora zapatos de sport?»—me dijo—: A h o r a verá la señora nuestro extenso surt i d o . » E l buen hombre me mostró, en efecto, una colección variadísima, pero ¡de qué medidas! Treinta y ocho, treinta y nueve, cuarenta... Verdaderas «lanchas». M e probé un zapato, y el pie bailal>a dentro de él. Fjitonces el gerente murmuró, di.sculpándose a la v e z que me miraba atento: «¡Discúlpeme la señora! L a había confundido con Greta Garbo!» Pues así ocurre con casi todo lo que a mí se refiere... Reímos ambas, y a poco el trabajo se rcíuiiidu. Y o , al terminar la escena en q u e intervenía, púseme a reflexionar acerca de cómo las campañas publicitarias y las falsas semblanzas de un artista pueden desvirtuar sus condiciones personales hasta el punto de hacerles aparecer, a- los ojos del público, totalmente distintos de cómo s(m en la realidad... Y aliora, lector, ima re-

velat:ión de gran transcendencia, t o , mejor que nadie, por haberlo tenido en mis manos, sé cuál es el número del calzado que usa Greta Garbo: es el treinta y seis y medio. N o es, cierta-; mente, un pie de japonesa, pero hay que conve- ] nir que, t'.ada la elevada e.statura de la e x i m i a star, el tamaño de su pie no es, ni mucho menos, desmesurado. \ Después de haber a])ortatlo a la biografía de la ' sin par Greta este dato imjKirtantísimo, v o l v a mos a mi imitresión personal de la famosa actriz. Generalmente, existe la manía <le suponer que todas las grandes personalidades del cinema son entes vulgares, encumbrados por el azar y carentes del menor rasgo característico que les disting a de la masa vulgar. Falso. L a Garbo es la Garbo, Fulano es Fulano, y cada cual posee su psicología especial y personalisima. Y o creía a Gret a una mujer fría, apátici^ inexprt siva, incapaz de un gesto cordial ni de una {lalabra amable. Y no es así. Es, por el contrario, una encantadora criatura de vibrante corazón y generosos sentimientos. Juzgad, si no, por esta anécdota que v o y a contar: Durante la filiiuición de los

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Creta Garbo y John (iilbcrt en la hostería donde nace su apasionado idilio, en «Crislina de Suecia»

\ bordo del barco que conduce

Garbo y John Gilbert para Cristina de Suecia, mis servicios eran innecesarios, pero al que debió advertírmelo se le olvidó hacerlo y permanecí en el Estudio, dormitando en una silla, durante más de cuatro horas. A l cabo de ellas, y cuando la Garbo se retiraba y a , finalizado su trabajo, y o desperté sobresaltada al sentir pasos cer, ca de raí. N u n c a olvidaré el afable tono que erapleó para disculparse por haberme despertado: —¡Oh, miss Barondess! Perdone, tan agradable dormir después del trabajo... Pero no me explico cómo han cometido la crueldad y la desatención de tenerla ahi tanto t i e m p o inútilmente... Hubo un momento en que temí que personalmente fuera a protestar A n t e el director por .su o l v i d o imperdonable... Así es Greta Garbo. Afectiva, sencilla, sincera, espontánea y amable. Confío en que m e perdonará por haber descorrido levemente el v e l o que oculta la verdad de su temperamento a través de esta especie de interviú que n o llega a serlo... ¡Con el odio que ella las tiene!... VM realidad, ahora no escribo como periodista, sino simplemente como una modesta actriz que ha tenido ol insospechado honor de ser su compañera d e trabajo, y que no ha podido resistir la tentnción de expresar ante el mundo cuánto la admira como artista y c o España el cuerpo inerte del amado, a cuyo cariño todo lo «aerificó, Cristina hiende el hori/onle mo mujer... con 6a mirada extática y desesperanzada...


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MLENÍ Nd "El culto misterioso"

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o hace muchos días que los periódicos de

todo el mundo dieron una noticia extravagante de algo acaecido en H o l l y w o o d lu torno del recuerdo del que fué í d o l o ' d e la puntalla, Rodolfo Valentino. Parece ser que la roiicia liabia tomado cartas en un llamado «culto misterioso», que ejercían varias persf»nas cntic ellas, conocidas figuras del ci,foi; nema—, y consistente en hacer I una religión secreta, erigiendo un altar con su efigie e invocando su espíritu en una mezcla extraña de espiritismo y fetichi.smo i n c o m p r e n s i b l e en nuestros t i e m p o s de civilización. Con tal m o t i v o , el nombre de Rodolfo Valentino—llamado, en realidad, Rodolfo Gugielm i D'Antonguolla—ha vuelto a ocupar un primer plano de actualidad, causando el asombro de quienes no conciben tan dilatada supervivencia en un Ídolo que se fué, en una sombra que parece no tiene derecho al repo.so ni más allá de la tiunba. Ningún artista del cinema, fallecido o retirado, ha prolongado su memoria nueve años después, salvo alguna cita aislada y ligera, como la Bertini, W a llaee R e i d o Bárbara la ^larr... Jamás se ha d a d o el caso de Valentino, que m o t i v ó el suicidio de v a r i a s mujeres—una de ellas, hará dos o tres años, se mató ante su propio nicho, en H o l l y w o o d — , y que ahora 5one \\\\ remate de locura con a creación, nada menos, que de una secta religiosa por personas que si no están en su sano juicio, sí poseen indudables dotes de cultura y una categoría social reconocida. N o es para ser tomado a broma el casa, sino para estudiarlo con toda curiosidad, por lo que tiene de in.sólito. Y o , reportero que sirve a su v e z las curiosidades de su público, dejo este estudio para otra ocasión; ahora v o y a referir a mis lectores la historia real y verdadera, que parece fantasía, de un hecho de carácter sobrenatural que v i v i ó Rodolfo V a lentino y que me ha contado un testigo presencial, c u y o nombre h a tenido l a gentileza de no prohibirme de dar aquí, en estas páginas de su predilección. Se llama el testigo don Víctor R e villa Urquiola y fué amigo y fa-

y,, hroho en rl que Polin'a dr l l o l í y w o lia tenido intervenci

'XJ^^^n

t,iaii«iad la figura d r Kudolfo Valentino

.Tac-

Beltrán MaR§ett. rl gran pintor r^ipañol, durante uno de sus viajes a Norteamérica, hizo e§te retrato a Rodolfo i Valentino

vorecedor de Valentino en N u e v a Y o r k , cuando llegó, procedente de Europa, en el paquebote Clevelaná... P e r o v o y a calmar la impaciencia de los lectores entrando en materia sin más preámbulos inútiles... Kl "brujo" del paquebote "Cleveland" Rodolfo Valentino, por aquellos días, acababa de disipar una pequeña herencia. ¿Dónde? Esto no se pregunta: ¡en París! En el París de entonces, ruidoso, on'Tivli.l , t:;.'':;a„-aJ':, V.viw de vicio, de alegría y de arte. Rodolfo era un muchacho mal preparado ])ara enfrentarse con la v i d a : le gustaban el lujo y las mujeres aventureras; latía en él una gran ambición, pero no sabía trabajar en nada ni era capaz de emprender cualquier negocio, por poco arriesgado que fuese... Cuando se vio con los últimos billetes en el bolsillo, tuvo miedo. ¿Qué hacer? ¿ V o l v e r a su casa del lejano y abuiTidísimo pueblo de Castellanetta (Italia)? N o , eso nunca. Intentó, a la desesperada, colocarse en París. P e r o no dominaba el idioma. Sus conocimientos de agricultura y jardinería eran perfectamente inútiles. N o se le ocurrió dedicarse a bailarín—los gigolos morenos tenían mucha aceptación en aquella época de furor del tango argentino—porque le hubiera parecido denigrante, superior a sus fuerzas, mostrarse de tal guisa ante quienes había deslumhrado con sus prodigalidades y su aire de príncipe bohemio hacía poco. Ñ o . Tenía que huir de la Ciudad L u z con tiempo de que su derrota no fuera a d v e r t i d a Además, París no era sitio para trabajar, sino para holgar. Para trabajar, para labrarse un destino rápido, había que ir al país del dólar. N u e v a Y o r k había sido su sueño siempre, sin saber por qué; pero no fué cuando se vio dueño de su herencia paterna por no embarcarse, por no (ruzar el Atlántico. (París estaba más cerca-y se iba por tierra firme.) Ahora, sí; ahora N u e v a Y o r k le parecía una redentora rutn para su ambiciosa juventud de meridional. Contó su último dinero; vendió y empeñó algunas cosas de su uso no obligado. H i z o números. Pidió precio de pasaje a una agencia de turism o . Podía ir eu tercera clase en


sana siempre joven!... Y a en el barco, de buena gana hubiera desistido de tan larga y arriesgada travesía, (.\rriesgada, por lo que suponía apearse luego en una ciudad inmensa y desconocida. Cierto que sabía hablar discretamente el inglés, pero...) El, que quiso pertenecer a la Malina, de donde lo desecharon por no dai- suficiente perímetro torácico .y por tener una iiTegularidad en el ojo izquierdo, sufrió los horrores del mareo nada más salir el paquebote a alta mar. El viaje comenzó triste. X i hablaba ni miraba a sus compañeros de travesía. Todas las mujeres eran casadas y de aspecto triste y vulgar. N i siquiera le quedaba el consuelo de una aventurilla a bordo, de esas que se disipan como humo al pisar tierra firme... De lejos, v e í a asomada alguna v e z a alguna viajera elegantísima, de primera clase, y su distante belleza le hacia daño, con amarguras abrasadoras de odio hacia t o d o lo que había perdido... Sin embargo, llegó a fijarse en i m t i p o , tan hosco y solitario como él, cuya presencia despertaba un obscuro temor en t o d o el pasaje. Era de edad indefinida, y vestía un traje negro y raído. L l e v a b a melenas y barbas, descuidadas v ligeramente canosas. Su talla aventajada y sus ojos, de un color de acero, producían un mal efecto irresistible. Además soÜa hablar consigo mismo y hacia s^nos como de cabala en el aire; leía en unos libracos con pastas de pergamino y no saludaba a nadie ni respondía al saludo de los más condescendientes. Su carácter y su aspect(i le valieron el apodo de el Brujo, y los niños lloraban con su sola presencia. Valentino llegó, a fuerza de comprobar con la suya

Nita Naldi fué una de las predilectas compañeras de trabajo del célebre galán cinematográfico. .Aquí aparecen en una escena del film «Cobra», del que ellos fueron p r o t a c o n i s t a s

<r.l águila negra» dio a Rodolfo Valentino uno de sus triunfos más decisivos. Ved aquí al que fué ídolo de las mujeres con el bizarro atuendo que exhibía en aquella película

la rebeldía casi agresiva de aquel hombre extraño, In'ujo o loco, a simpatizar con él, por llevar, de paso, la contraria a los demás. Y probó a pasar por su lado, sonreire y saludarle en v o z baja. L a primera v e z fué iniitil. L a segunda, también. L a tercera, el Brujo le miró de reojo, arrugando su entrecejo y frunciendo los labios. L a cuarta. Valentino, frente a frente, cerrándole el paso, le dio los buenos días con la mejor sonrisa que pudo componer. El Brujo dio un paso atrás, dilató sus pupilas, cambiantes de tamaño y de color, como las de un felino, y .su boca dejó escapar un gruñido sordo. L u e g o dio un paso hacia delante, y con enei^ía insospechada, a juzgar por su aspecto de hombre excesivamente delgado, pro|)inó un violento empellón a Valentino, que casi le hizo besar las maderas de cubierta.. SANTIAGO (Continuará

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i ) O A R N e v ü l e , periodista, escritor, diploJ mático y íotógrsifo de afición—a su pequeña cámara de amateur se deben las más interesantes fotografías de Charlot en la intimidafl^—, v i v e hoy por y para el cine. En los cajones de su mesa quedaron olvidados los artículos, las comedias y las nóvelas, y su lugar lo ocupan desde ahora los guiones cinematográficos—planos meditados de estos ingenieros del cinema q u e son los directores—, cuyas acotaciones serán pronto sombras parlantes sobre la tela blanca de la pantalla.

Edgar Neville no es un improvisador. Viene al cine por vocación, por entusiasmo, después de un largo aprendizaje en H o l l y w o o d , al lado do Charlie Chaplin y Harrj' d ' A b b a d i e d'Arrast, director este último del mejor de los films españoles: La traviesa molinera, en el que Edgar intervino haciendo la adapta(?ión cinematográfica y colaborando en su realizaííión. De su fino temperamento de humori.sta, de su personalísima visión artística, puede y debe esperar mucho el cine español. Y o creo que logrará realizar sus proyectos, dando a nuestras películas ese desenfado, esa gracia zumbona, esa ironía sutil que tanto prodigó en las cuartillas y de la que y a se advirtieron certeros atisbos en sus últimos ensayos cinematográficos. Al citarle por teléfono para esta entrevista, me advierte: —^Tendremos ({ue vernos hoy mismo, porque mañana marcho a Barcelona, donde he de empezar inmediatamente El malvado Carabel, la nueva producción de Inca Eilm. —Esta tarde entonces. ¿ L e parece? —^De acuerdo. Horas después nos encontramos en su casa. —^¿Quiere usted que le cuente cosas de Hollywood?—me pregunta, sentándose a mi lado. — L a mayor cantidad de cosas de H o l l y wood—le contesto. —Además, se las v o y a ilustrar a uste<l con fotografías inéditas—dice. Y colocando sobre la mesa tres grandes álbums, continúa: — A q u í está lo más de.stacado d e mi v i d a en H o l l y w o o d , de mis trabajos y de mi relaíMÓn con grandes estrellas. (Jomo usted verá, la mayoría de las fotos no son de F^studio, sino hechas por mí fuera del trabajo, sorjirendiendo a las famosas figuras del cine en plena intimidad. Mientras y o contemplo la curiosa <!olección, Neville me v a explicando: —Todas éstas, en las que aparecen, como v e , Charlie Cliaplín, Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Dolores del Hío, Dorothy Mackaiíl, Stan Laurel, Oliver Hardy, Constance Bennett y Marión Davies, corresponden al primer período de mi e.stancia en H o l l y w o o d . —^¿Cómo llegó usted allí? •pComo turista. Y o estaba agregado a la Embajada española en Washington, y fui a pasar •nis vacaciones a la Metía del cine. 1 lice amistades •ntimas con todas las estrellas inditíiulas; pero ospcH'ialmente con Charlot, Douglas y Mary. Y y a ganado totalmente por aquel ambiente de sim(>atía, y deseando adquirir conocimientos cinematográficos, pedí la excedencia en mi carrera y me instalé en H o l l y w o o d una larga t e m p o r a d a —¿Intervino usted en algún film? — N o . Sólo quería observar, familiarizarme con el trabajo. A l objeto de estudiarlo lo más (lerca posible, solicité del que y a era mi gran amigo f^ouglas Fairbanks un pase para entrar libremente en el Estudio dtmde él filmaba por lupiella •'poca IM máscara de hierro. Presencié todo el rodaje de este film, y |K)r entonces hice por pura broma, utilizando una cámara de afitíionado, mi filni casero, en el que tomaron parte Douglas,

Charlot y algunos amigos míos. ¡Mire aquí, en estas fotografías, algunas escenas! Charlot, vestido de joven heleno, bailando una danza clásica. — M u y gracioso. — A l poco tiempo, el gran Charlie comenzó su gran obra Luces de la ciudad, y y a no salí del Estudio donde el famoso cómico trabajaba. Mire—dice mostrándome un sin fin de fotografías—, estos clichés son inéditos. Por mi amistad con Charlot, fui el único a quien fiermitió entrar con una cámara fotográfica en el set. T u v e la suerte de sorprenderle en muchos momentos: aquí está indicando la disposición de las cámaras; aquí explica a Virginia Cherrill la escena del auto; aquí ha colocsído a uno de sus ayudantes con el hongo clásico en su lugar, mientras él observa el efecto junto al operador. A n t e aquellas fotografías de enorme valor para todo aficionado, insinúo a Edgar: —¿Quiere usted que más tarde, cuando regrese a Madrid, dediquemos unas páginas de OÍNE0 R A M A 8 a la intúnidad de Charlot, ilustrándolas con todas estas instantáneas? — N o tengo inconveniente. Y a le contaré cosas desconocidas e interesantes de este gran artista. —Bien. Sigamos con usted. —Sigamos. Motivos particulares me obligaron a regresar a España, y aquí fué donde, al comenzar la producción española en Estados Unidos, me contrató la Metro-Goldwyn. Y a en H o l l y w o o d de nuevo, comencé a trabajar activamente en el cinema. A mi llegada, me encontré con que Charlie Chaplin no había terminado aún Luces de la cituiad. —^¿Qué fué lo primero que hizo en Metro? — L o primero, luchar con los elementos sudamericanos que intervenían en las versiones españolas. ¡ N o puede asted imaginarse la clase de guerra que nos hacían en su deseo de seguir teniendo allí la hegemonía de todo lo español! (Campañas en periódicos, maniobras cerca de los dirigentes del Estudio, oposición personal; en fin, todo lo que pudiera redundar en contra nuestra y beneficio suyo. Mi primer trabajo en el Estudio fueron unas sincronizaciones. Luego intervine en Madame X y otros films. P o r entonces logré llevar a H o l l y w o o d a Eduardo Ugarte y a José Ixipez Rubio; pero no por esto se acabó nuestra ucha con los sudamericanos, que deseaban imponer en los films un español absurdo. A tal extremo llegó su intromisión, que en el set producíamos discusiones tremendas: nosotros, velando por la pureza del idioma, y ellos, defendiendo sus modismos. A n t e aquellas escenas desagradables, pues los yanquis no sabían de parte de quién estaba la razón, hablé con I r v i n g Thalberg, el marido de N o r m a Shearer, que es uno de los directivos del Estudio, y le pedí un elemento de prestigio, un escritor famoso que dirimiera aquella contienda, ejerciendo de arbitro. Accedió, y así fué cómo llegó a la Metro-Goldwyn ( i i e g o r i o Martínez Sierra. .—¿Su trabajo más importante en H o l l y w o o d ? —I..a dirección e.scénica de El presidio, c u y o diálogo tamV)ién escribí. Esta producción, una de las versiones españolas que han rendido mayores beneficios, fué reiUizada merced a mi insisteiKíia. IJOS yanquis pensaban, j)orque así se lo habían hecho creer, que el público español deseaba lo que se ha dado en llamar comedia do alta so(!Íedad, y al preguntarme cierto día cuál era el film que con más posibilidades do éxito podía rodarse en es )añoI, y o contesté sin vacilar: fí/ presidio. Se a( mirar(»n un poco; pero al fm se hizo, y todos conocen el resultado. -Sin duda es una de las mejores películas en nuestro idioma que salieron de H o l l y w o o d . —Buen trabajo nos «costó. Y o , personalmente,

E d g a r .N'eville y D o u g l a s F a i r b a n k s « h a c i e n d o d e estatuas* a n t e el « c a m e r i n o * d e J o h n B a r r y m o r i e

l . d g a r .Neville y . ( C h a r l o t » , poMiiido j u n t o s a n tes d e cnnieiizur u n a p a r t i d a d e c t e n n i s »

E d g a r \ e v i l l e \ lu c é l e b r e e s t r e l l a m e j i c a n a D o lores del Uío


líomo director, hube de bichar con muchos inconvenientes. L a versión inglesa, inteqiretada por W a l l í u e Beerv, me admiró. Desde el momento que me encargaron traslatlarla al español, el film inglés me sirvió de guía en todos los momentos. Y o quise reflejarle con exactitud, por(pie realmente mi labor no pasaba de ser una traducción, y a-sí hice copiar a los actores, espe;ialmente a Juan de Landa, todos los gestos y movimientos de Wallaee Beery. Para ello instalé en el set una mesa sincrónica, donde antes de rodar cada escena el actor veía y estudialia la realizada por Beery. Y a apreció usted el resultado: un éxito para Landa y para todos. ¿ Y después? L a producción española inició su c a í d a ljupe<;é la adaptación al español de un film de .loan O a w f o r d , Pagada; pero antes de que comenzara el rodaje llegó la orden de suspensión y la noticia de (jue la Metro nos (compraba los contratos. H u b o quien no qui.so venderlos, prefiriendo cobrar semana tras semana hasta su térmbio; pero y o lo cancelé inmerliatamente. Al día siguiente me encontré con el director H a n y d'Abbadie d'Arrast, con quien había intimidado en el Kstudio de Charlot, y me [«repuso un contrato. L a Paramount le habia encargado dirigir una película con Maurice Chevalier, basada en una obra de Marcel Achard, y quería ({ue fuera con él como ayudiuite. Acepté, y en N u e v a Y o r k comenzanws a trabajar en el guión. Al cabo de diez .semanas quedó listo; pero la Paramount no se decidió a realizarlo, por .su exivo coste: un millón de dólaias. Serio tropiezo, ¿no? Cíalcule. De allí marché a H o l l y w o o d , y al oiivencerme de que la producción esfiañola .se encontraba paralizada, regresé a E.s|)aña. De nuevo trabajé en periódicos y revistas, hasta (|ue la llegada de D'Arrast a Madrid hizo realidad un proyecto que juntos habíamos acaiiciado en H o l l y w o o d , allá por el 1927: la filmación del romance jjopular que con el título de IM iraiñesa inolivera realizamos en la Cea. Verdadera superproducción española. — Y o quedé satisfecho de ella. — Y terminado y a su historial cinematográfico en H o l l y w o o d , ¿qué impresión tiene usted de esta ciudad?

•—Hollywood es un lugar encantador. Sin duda alguna, de lo más simpático y acogedor que hay en el mundo. N o merece sino elogios. T o d o lo que en su contra digan otros no es más que desprecio. —¿Quiénes eran allí los actores de su mayor intimidad? — Y a le he dicho: en primer lugar, Charlie Chaplín, a quien quiero tanto como admiro; Douglas Fairbanks y Mary Pickford, cuya casa frecuentaba diariamente; John Cilbert, el famoso galán que, perdida su fortuna y apagada su estrella, ahoga en whisky la amargura del presente tal cruel para él; Dolores del K í o , una de las mujeres más inteligentes y elegantes de H o l l y wood. Y Marión Davies, toda simpatía y cordialidad. En su palacio de Santa Mónica nos reuníamos muchas noches. Comíamos espléndidamente, veíamos en la salita de proyección trozos inéditos de los films en rodaje, y luego

terminábamos bañándonos en la piscina, entre juegos y bromas. —¿Quiere contarme alguna anécdota de los I<:studios? —Recuerdo una bastante graciosa. L o s Angeles es una población donde hay seguramente más de doscientos mil mejicanos, casi to<los emigrados de las revoluciones de aquel país. Durante la filmación de Kl presidio, nosotros utilizamos algunos cientos <le «extras» elegidos entre ellos. lx)s primeros dias trabajaron con una desgana y una indolencia tremendas; pero llegó la escena del motín, y al oír las detonaciones de los fusiles y el repiqueteo de las ametralladoras se v o l v i e ron otros. Con los ojos chispeantes, nerviosos, febriles, corrieron de un lado a otro gritando: «¡Comensó la balasera! ¡Comensó la balasera!» Aquellos días actuaron con un realismo admirable. •—Añoranza de las revoluciones. —Sin duda alguna. — Y ahora, y a en España definitivamente, ¿qué proyectos cinematográficos le animan? — A c a b o de terminar un film humorístico de corto metraje titulado Do, re, mi, fa, sol, kt, si, do, con Juan García, y e n s ^ u i d a empezaré, como y a le dije, en los Estudios Orphea, de Barcelona, Kl malvado Carabel, adaptado de la novela de P'emández H ó r e z , cuyo protagonista será A n toñico V i c o . —Les auguro un éxito. — Y o confío en que así sea. P o r mi esfuerzo no ha de quedar. —Pues buen viaje, Neville. —Hasta la vuelta. F. H . - G .

r.n p l e n a c a l l e d e A r c o o d e la K r o i i l e r a . ICdpiir \ e viitr r e p a s a el p a p e l a u n o s a d o r c H , «turuiile el rodaje de « L a traviesa molinera»

K,dgar .Neville en su despacho, a n t e la máquina de esrriblr. Neville. period i s t a , e s c r i t o r , ilíplumálioo \ « c a m e r a m a n » (le u f i r l ó n , dedica urlualmente al c i n e t o d a s sus i n teligentes urti^idu-

des

l'.dgar N e v i l l e m o s trando a nuestro compaticro Hernánd e z ( ; i r b a l los i n t e resan t i s i mos álIMIIII* d e ruloi;rurias olili-iiiiliis p ( i r a ( | u < - l iliirHtilc sil i-siaticia i-ii l l i i l l \ w u o d IFOIS.

C08TESI


IR, E

como una de sus miíltiples difeuna encuesta llevada a rencias, la del orden económico. J término en el diario L'insPabsi, para hacer su Quijote, petant, d e Barcelona, nos día doce millones de francos; el ciaventuramos, a preguntas del reneasta arrutteur para hacer wa. film portero, a decir que velamos a dispondrá solamente, como máxinuestro cinema amateur un poco mo, de unos centenares de pesedesenfocado en su orientación de tas. Esta diferencia es demasíaconjunto. L a realidad de la exisdo clara para insistir en ella. tencia de cineastas con un claro Pero fijaos en nna cosa: IÁ>8 aviacriterio de lo que debe ser el citeurs m<üo8, de esta diferencia denema amateur no cuenta para naducen una consecuencia inaceptada si juzgamos por los conceptos ble: que la calidad de un film deque aparecen—con intensidad pende de la cantidad d e pesetas alarmante—en periódicos y revisque se dedican para producirlo. Y tas de la capita barcelonesa. Una ¡eso, nunca! Cualquier productor polvareda asfixiante, con pretenprofesional, con unos cuantos misiones destructivas, v e l a por comllones de pesetas, ha hecho films pleto los mejores intentos. detestables; «veinte metros de cinSi por un momento—su iniciata amateur que valen no muchas ción—el cinema amoícur se destapesetas pueden ser geniales». caba con lineas precisas y todos « L a cuestión esencial es esa: podíamos ver claramente sus caque el amateur, con pocas pesetas, racterísticas dominantes y se perhaga no lo que haría Pabst con filaban los ejemplos, libres de vedoce millones, sino lo que haría los deformadores, no podemos decon aquellas mismas pocas peseSala de |>royrcr ióiren la cual lia iniciado sus actividades la Sección de Cinema ^Aniateun cir lo mismo de los actuales tiemde U Federación Comarcal de CaUluña tas.» pos. «Si admitimos una diferencia El cinema amateur ha ensanmaterial entre el film arruiteur y el film profeajustada a las características del cinema, tener chado su base, como diría el señor Lerroux. sional, no podemos admitir de ningím m o d o una el «instinto del cinema», del mismo m o d o que Bien. Muy bien. ¿Pero qué falta hacen al modiferencia artietica.» un pintor del color, un compositor de la mijsivimiento amoAeur los no cineístas? Porque reEs decir, el cinema amateur debe ser esto, y ca, etc. sulta que, salvando contadas excepcionas, los sólo esto: arte. Y en arte lo que cuenta es la perA esta definición ideal, sin duda, no corresque dirigen, los que critican y los que imposonalidad del autor. ponde la realidarl del conjunto de nuestro cine-1 nen criterios no son cineístas, aunque asi lo reY ahora una cosa esencial que muchos cineasma amateur; pero sí existen los elementas nececen las cabeceras de sus acotacionas. tas se preocupan de desfigurar: Para un tempesarios para que podamos cifrar nuestras espe¿ H a aumentado el m o v i m i e n t o amateur en ciramento artístico la necesidad íntima de produranzas en ella. neastas activos en la proporción crecida de elecir, el impulso, la idea o la inspira<ñón en la ejeSe nos objetará que las posibilidades artístimentos que se preocupan de él públi<;amente? cución no dependen de su voluntad. Rs decir, un cas del amateur son muy modestas, en materia ¿ N o decimos que el cineasta amateur es libre? poeta no dice: ahora v o y a escribir un poema mecinematográfica, en comparación con las dispo¿ P o r qué, pues, esta nube de preocupacionas exjor que el de Fulano. Sería una aberración. Si nibilidades de los profesionales. N o s hemos refetracinematográficas que se les ha creado? ¿Qué no sienie la necesidad íntima de crear, de dar forrido y a una v e z al crítico Jeroni Moragues. Perinterés en velar, obscurecer, deformar y maldema a una idea, es inútil que se lo proponga. L a mítasenos ima s ^ u n d a referencia: «Entre el film cir a sabiendas un movimiento que debe su raobra de a r t « sale buena o mala independiente de profesional y el film amateur siempre habrá, zón de ser a la m á x i m a libertad y el m á x i m o desla voluntad del creador. ¡Cuántas veces el artisinterés? ta se v e obligado a abandonar su obra sin terE^s así como vemos a los verdaderos cineastas minar, por no responder los resultados a su voencogerse humihlemente y retirarse sigilosamenluntad! N o , no basta querer. t e a su casita, cerrar los labios temblorosos y baEs doloro.so; pero la mayoría de nuestros cijar la vista como avergonzados del atrevimiento neastas amateurs son simplemente el reverso del de haber querido dar al movimiento amateur de puro artista. El impulso que les hace producir un nuestro ptús una personalidad artística propia y film no es interno, sino e x t e m o . N o s explicareun tono exento de vulgaridades; en tma palabra, mos. L a idea base que las estimula a producir es en haber intentado, ni> con promesas, sino con ganar un concurso, un primer premio, una copa hechos, de elevar el cinema amateur a la categodeterminada, hacerlo mejor que otro, etc. N o ría de arto independiente. sienten el cosquilleo de la inspiración ni la fie¿Qué es lo que debe ser el cinema amateur? H e bre caraííterística de los momentos decisivos de aquí lo que hay necesidad de preguntarse d e toda creación artística; pero sí sienten el deseo nuevo en estos momentos. N o porque no se sepa, de hacerse con un premio determinado. sino porque se repita de nuevo y se esclarezca el En pocas palabras: transforman el movimienambiente. to amateur en ima lucha deportiva—eso de deportiva es un decii^—, en la que sólo se aspira llegar primero. Y preocupados en la cosa material, Si concedemos al cinema posibilidades de creaen el esfuerzo—ciasi diríamos fí.sico~ , olvidan ción igual que a las domas artas; si decimos, adela espiritualidad de la obra. más, del cinema amateur que es la obra conceH e aquí las dos tendencias: la del artista y la bida y realizada para satisfacer la .sensibilidad del deportista. del tu-tista, sin (juc miras interesadas obscurezParticularmente, nos es desagradable en extrecan la pureza de su concepción y de su ejecución, mo el cariz de lucha de algunos de nuestros conse habrá dicho lo necesario para entrever las eiiorcursos. N o somos nosotros los que les atribuimes posibilidades de este movimiento artístico. mos tal aspecto. Hemos visto una infinidad de El cineísta amateur, tal como lo definimos aquí, frases como ésta: « V a y a n a una lucha para pono 08—escribió .leroni Moragues—«el hombre que der posesionarse de tal premio» escritas (!omo elohafle cinema porque tiene ima cámara, sino el gio. Y llega a tan alto grafio la inconsciencia de que tiene una cámara para hacer cinema». Ea, algunos, que basan todas sus esperanzas del cipor lo tant(j, necesario para el cineasta aruateur nema amateur creyond(» que la anibi(-ión do un Del film «Catliarás», de Ramón Puigf(rÓ8 ser, ante todo, artista, poseer una sensibilidad N


• Bajo «-I rielo iiiallor(|uiii'. film «Je Kusebio Ferré

premio es el factor esencial para producir buenos films. N o quitemos el valor a la voluntad y a la ambición. Sabemos que pueden hacer ¡niftosibles. P e r o para ello es netícsario qud la vciluntad y la ambición no sean sentimientos limitativos, sino, por el contrario, do íunplios y altos valores espirituales. Somos los ¡irimeros en a<lmitir que es muy difícil esta pureza de intenciones qne tanto ambicionamos. Y menos en cinema, y a que pocos son los cineastas amateurs de una formación artística. En otras artes nadie discute que para conservarlas es necesaria, ante todo, ima sensibilidad de artista. Sería ridículo sostener otra cosa. ¿ P o r qué, ]mea, en cinema son posibles desviaciones tan disj)ares?

Pl^N

FXITO

DEL EMOCIONANTE

GRAMA

Ilabliunos mucho de cinema como arte; pero quizá sea algo j)reten(iiosa tal definición. El cinema puede que no haya llegado t o d a v í a a ser arte tal como lo entendemos en la [)intura, la música, la poesía, etc.; es decir, obra de un solo pensamiento. Pero no tan bajo es su rango que sea lícito confundir un cineasta con una máquina infalible. Y a esto llegan articulistas como •Juan R o i g — ¡ y es cineasta!—cuando dicen, hablando de la selección de films españoles que han participado al Cuarto Concurso Internacional del mejorfilmde.4wta/eMr, 198") que hubiera sido preferible encargar directamente los films a los cineastas más destacados. A p a r t e de la negación del verdadero sentido del cinema amateur que supone tal criterio, ¿cómo es posible sostener que todos los films que produzca un cineasta, por probados méritos que tenga, serán de una gran calidad? Sólo las máquinas y los moldes hacen piezas siempre iguales. En trabajos manuales también es posible una regularidad. En arte esto no ha pasado nunca. Los mejores artistas hoy producen maravillas y mañana mediocridades. Y si en cinema profesional, a pesar de su organización, también se observan estos desniveles, ¿cómo razona el amigo R o i g el criterio de encargar cada tema a otros tantos cineastas, guiándose solamente en la calidad de producciones anteriores?

VA movimiento cineístico amateur ha crecido ' en cantidad; pero no su espiritualidad. ¿Por qué nos esforzarnos en encauzar el movimiento hacia un esthdio de más amplias posibilidades artísticas? Quizá se reduciría su volumen; pero es y a hora de pensar que la cantidad no ha contado nun(:a en arte. Y menos los que sólo hablan. DOMINGO

GIMÉNEZ

Asusta la vaguedad de conceptos que dominan a nuestros cineastas. N o es raro el encontrar contradicciones en pocas líneas de un mismo artículo. Y asusta porque la misma desorientación se observa y se propaga en los medios cineísticos. IJOS clubs nacen con una i n t e n s i d a d que creemos en desproporción con el número de cineastas, y la juventud de estas nuevas organizaci(mes es, sin duda, la que las hatte más propensas en acusar los efectos de esta desorientación que anotamos.

"FILM"

PQLíCI ACÓ

L A FASTUOSA R E V I S T A

orkjnosk

Del film «Día y noche., de Rodés y Bros


A

MIÓOS hasta en el infierno, reza ol dicho. Y , efeíítivamente, así es. T'na amiguita mía, preciosísima chiquilla de unos veinte años me avisó hace poco.s días con suma urgencia. •—Quiero darte una noticia bomba. — ¿ D e qué se trata? Pues de un artículo para CINKORAMAS. ¿Cómo? -Sí. C)ue tienes un tema de mucho interés. Cuenta, cuéntame. Se encuentra en Madrid Pitouto, y me tiene citada esta tarde para merendar. —¿Cómo es eso? •—Luego te contaré. - N o . Mejor aliora, pues me interesa. -Tú sabes <juo y o trabajo en el taller de... —Sí. Sigue. —Pu&s esta mañana, a la salida, me tropecé con un hombrecillo, pequeño él, de b r a < ? i t o o cortos, al final de los cuales se mueven unos guantas muy bien planchados y con mucha «guasa». Me siguió, me dij(j veinte frasas graciosísimas, y como final me dijo que se llamaba Pitouto, el de las películas. Y o rápidamente te aviso, pues me I)ide le cite para esta tarde en cualquier sitio. ¿Dónde crees tú mejor? —Pues en ( l i i c o t e . A.sí, degustando alguna de esas deliciosas miniaturas del gran Perico, podremos hacerle hablar mejor y más a gusto. Kntonce., le digo que a las seis. -Sí; esa hora as excelente. A las cinco y media me encuentro afilando mis lápices, preparando unas cuartillas y ojeando la ficha cinematográfica de Pedro Elviro. Son las seis, y aunf{uo esto no tiene música, merecía ponérsela, para dar algo de tunenidad. Entro en el luminoso y elegante local, y me v e o ricamente charlando, tras de una mesa y unas altas copas, a mis dos buenos amigos. M e aproximo a ellos. Pitouto hfuio como que se sorprende. Mi íuniguita me saluda, y y o procuro por todos los medios posibles situarme. -¿Qué se hace por aquí esta feliz pareja? Pues... pues tomando esto—dice Pitouto, alg<j atolondrado—. Pero, ¿conoce también a la muchacha? —¡Cómo no! Es muy amiga mía desde hace años. Tras de una interrupción que dura unos segundos, hago por reanudar la conversación. — A m i g o Pitouto—digo-. ¿ N o se encontraba usted en París desde hace algunos años? —Sí, efectivamente; hace seis años que salí de Ejspaña. Alguna v e z hice una escapadita de unos días; pero pronto otra v e z a París, donde trabajo c o n s t a n

t « m « n t j > .

— ¿ Y cómo es eso de encontrarse en Madrid? —Pues cosas de la vida. Un día fuera de los lugares de trabajo siempre sienta bien a la salud. Además, tenía deseos de t o m í U ' unos chatitos de nituizanilla y v e r de nuevo a la Cibeles. —Katá muy cambiada. — N o . Por ella no pasan los años. ¡Quién p diese decir lo mismo! Nos tomamos la bebida que nos habííui s e r \ i do, y pedimos nms. Estamos dispuestos a abrigarnos con unas sendas toquillas, y Cliicote las ha<;e para todos los gustos. Pitouto bebe con mejor gana. Está tomando confianza y se empeña en c(mtarme su vida. Y o procuro convencerlo de que lo deje para otro momento, y me diga otras cosas de más interés; pero él está empeñado en largarme fechas y datos, y no tengo más remedio que ascucharle, pues tengo la s ^ u r i d a d do que algo bueno habrá de contarnos. - Y o me llamo Pedro pjiviro, aunque todo el mundo me conoce p o r Pitouto, nombre que proviene de m i actuaiiión en L a casa de la Troya, película que hice hace unos once años. Nací en

lie aquí a «Pitou(o> en plan de flamenco, en una eace• l a i i i f ^ i i u v , %riu na de «El picador», con Morán Moran y Rivero Riv«

«Pitouto , en un film de l.ueiéii Rarnux, ponr una trrrilile rara de ante rl Tribunal...

HUNIO

< Pitouto

I

una

una no(;he de tonnenta, en el Alare Nostruní, y como el buque se fué a pique, mi señora mamá tuvo la desgracia de hacerme ver por primera vez el mundo asido a una t a b l a - B u e n o , Pitouto, que estamos hablando en serio. - Anda. Pues es verdati. So me había olvidado que soy extremeño. IÁ) cierto es que en V a len(úa de Alcántara aprendí mis primeras letras. Mi afición al cine rae hizo que me «colase de rondón» en todas partes, y como resultado, intervine en una serie interminable de títulos, entre los que figuran IA>H chicos de la escuela y IM casa de la Troya. ¿ ( \ i á l fué su último film en España? —FabricatUe de .suicidios, quehice en Barcelona -¿Qué hizo después? -transado de no viajar, marché a París, donde, a las órdenes de .Mandier, trabajé en un film; hice dos películas en Holanda, otra en Berlín; más tarde regresé a París, donde he efectuado un trabajo nido y penoso, (pie en estos momentos me hace disfiiitar do una garantía como actor. ¿P^n (]ué trabaj(')? -Siempre en cine. R e n e Clair me dio un papel / de interés en El milltm; con Lolita Benavente trabajé en El cardo del rrmrino, de Carmine Ga1 llone; Cordón Bleu, de Kiwl Antón; Cotte nuil la, de Mark Sourchin; etc., etc. —¿Su últiina en Francia? j — I M hija de madame Angot. P e r o tengo firma* d o s varios contratos para varias realizatñones próximas. -^¿Podría decirme títulos? —Con sumo gusto. Juanita romance Hangroisse, de Alfred Rodes, que figura come actor y músico. La Ixmdera, de Duvivier, y Jardín de Murcia, de Gora. VjSta última estará interpretada con la figura femenina de (Conchita M ó n t e n l o , que pasará por España con el fin do impresionar e x teriores en M u r c i a —Alguna cosa más de noticias. - N o ; solamente sé éstas, que d o y gustoso. —¿Estaremos mucho tiempo en Madrid? —Pot!o, Mis ocupa(-iones en París m e reclaman, y no quiero darme por visto; pues sé que cuento con amigos que querrían t o d o s les saludase, y no tengo tiempo para n a d a -Pintonees, en plan de turista. —Justamente. N o quiero que sepan que pasó por Madrid hasta que marche de él. Nos hemos tomado otras copitas, y como las noticias que precisaba están en mi poder, creo l i b a d o el momento de dejar a la parejita de bebedores que hablen de sus cosas. ANTONIO D E S A L A Z A R

exci-oa

de

nPar u n b a Í H e r . ) . Richard Wilma

con

Paulette Diibox

y

Pirn


[ j N los Estudios americanos se halla detenida I j actualmente la producción por un violento frenazo, que con su rozadura metálica ha estremecido el panorama internacional del cinema Cinema gris, visiones espectrales, clarobscuros plomizos, luces de acero..., pronto serán el color del ayer. Si había humanidad en la obra, e-staba únicamente en su fondo, en ese fondo plano, sin relieve, que si daba sensación de volumen era únicamente apoyándose en la ley de perspect i v a Y estábamos—estarnos aún—acostumbrados a ello, a esa visión lisa, rica en primeros planos. Rollos y más rollos de celuloide, agrandados a través de la cámara, recogían, cuando el cinema era mudo, una mímica ritmada, un expresionismo plástico. L l e g ó la v o z a través del cantor del jazz que

Una escena d e «Rerky Sharp» (l>a feria de la vanidad), el nuevo fílm de Roubén Ma- I moulián, que será realizado por el nuevo Histema del color natural j i 4

KI mago del colorido, Robert Fxlmond, y Robert A. Milliken otro técnico de la visión cinemática

Í

Merián C. Cooper, vicepreHÍdente de l'ioneer Pictures, y John Hay Whitney, presidente, cambiando impresiones sobre los procedimientos colorislaa

i

protagonizó A l Johnson. Sus canciones, captadas por el micrófono, sor- \ prendieron al mundo. A l llegar esa v o z , había llegado con ella la m e l o d í a i Y a las vibraciones de las gargantas no serían la exclusiva de un sector de, público; el cinema difundiría a los cantantes; pero para ello había que' sacrificar la plástica, sus fondos y .sus formas. Había que anular la sublimidad de las composiciones fotografíe as que ésta nos ofrecía. Ivos cantantes famosos emigraron en legión de las candilejas para actuar ante el mike y los focos. Desde los cantores de las emisoras americanas, hasta las primeras figuras de la ópera internacional. Una avalancha de nombres barrió a los otros, a los consolidados, y lucieron en las puertas de los locales exhibidores nuevas firmas: José Mojica, Grac;e Moore, Lawrence T i b b e t , Jeannete Me Donald, Denis K i n g , Mauri,?e Chevalier, Jeán Kiepura, Martha Eggerth... Voces atrayentes que de acostumbradas a actuar ante la cámara, tenían que perfecccionarse, a^-í como IPS pobres estrellas mudas que se apresuraban a lanzar gorgoritos desde la mañana hasta la noche, con el Hfán de aprender a cantar y a declamar. U n a verdadera horda de profesores de canto y declamación invadió H o l l y w o o d . Y tras lo renovador de ese noble elemento nuevo, se experimentó un visible retroceso, al perderse el plasticismo en la pantalla Operetas y más operetas. U n a verdadera intoxicación de teatralidad se apoderó del lienzo, seguida de una confusión de lenguas. Una Babel dinámica sin torre. U n a Babel acelerada de celuloide. Seifl años después, lentos o raudos, s ^ ' i n la producción de cada país, aparece otro elemento: el color, el segundo de los tres factores que han de convertir la pantalla en tm teatro de horizontes sin fin: v o z , color y relieve. E l frenazo de H o l l y w o o d es el color. N o un tecnicolor de procedí-^


« B e c k ) S h a r p » ,'l.a feria d e la v a n i d a d ) , es la p r i m e r a p r o d u r r i ó n en el n u e v o teenioolor «proressb. M i r i a m H o p k i n s , la a d m i r a b l e « s t a r » , s e r á la i n t é r prete p r i n r i p a l d e esle fi m . q u e v i e ne a r e v o l u c i o n a r la m o d e r n a eineiiiatoiírnfia...

presa, fué un prineipio del triunfo, que hoy consolida con Kl precio d( vanidad, una obra extraordinaria, grande, renovadora. T n a icvolu.-mii de arte novísimo en el mercado de la cinematografía. F.sa gnuí aventura del (-olor lia sido finanzada « i r .lohii H a y W'ithney, bajo la dirección artística del dibujiuite Kobert Edmond .Iones, el mago del colorido, el que a través de su paleta sintética arrancada del laboratorio, ha dado a Miiiam Hopkins la verdadera personalidad en el lienzo, ha podido ofrecernos el reflejo de oro de sus cabellos y cl azul gris de sus ojos, y la delicada tonalidad de las sedas de su traje. Miriam Hopkins, la rubia original, junto a Francés Dee, la estrellita ingenua, serán las dos actrices de la pantalla que podrán vanagloriarse de haber sido las prime ras que entregaron «u Ijelleza al matiz del «tecnicolor ;<roress», af.í como a A l John.son no hay (piien le robe la distinción honorífica de haber sido el primero <pic brindó la L-adencia fie su voz al mundo. Y y a tenemos a lo» grandes magnates de la cinematogr.ifía envueltos en el reflejo del arco iri^ colorista Y a Houbén Mamoulián, dir e í t o r de Becky Sharp, ha lanzado al mundo unas extraordinarias declaraciones sobre el ritmo del color y de la reacción psíquica y e m o t i v a que causará a los espectadores. América perfecciona el color. Europa, en la personalida<l de los dos magnos inventores, los hermanos Lumiére, logra ol relieve, tercera dimensión. Y entonces, ¿qué .icrá del cinema? ¿Debererinr.darle eate nombre? ¿O será únicamente teatro mecánico? A l visionar los primeros ])lanos en relieve y en color, ¿cuál será el porsenir do la visión animada? Indudablemente, las marionetas de carne del e.si nario serán idénticas a las que nos reproducirá el lienzo blanco; tendrán v o z , vida, volumen y tonalidad, y tendrán, adema.-, sobre el valor de la escena, el dinamismo que posee el escenario de la Naturaleza: la revelación del color del mar, de los campos do trigo, de los jardines caJifoniianos, la luz azul de la nieve en el Tiii>l y el ardor amarillento de lo.s trópicos, abarcando toda la riqueza de su flora. Veremos a T a l í a que d(mi¡nará en un .solo gesto el color y el relieve de la-) cosas. H o y , entretanto, aprovechemos el momento transitorio y renovador de Becky Sharp. Admiremon la plástica colinista que borra, que anula con sus contrastes de claridad aquella tiuiebla de a<'ero, coloide bruma: el gris. Esfieiemos con entusiasmo esa gran aventura del colorido en el lienzo. CKCILIA.

Barcelona,

raientorf primitivistas, balbuceos pictóricos. N o . Color puro. Colorido natural. Con ausencia absoluta ilel desconceTÍ.anto flou cromático. Con demostración de tonos reales, fundidos directjunente de la v i d a a la imagen. En esa tendencia renovadora del m u ñ o invento hay un engranaje de nombres técnicos. H a y una verdadera revolución de produceurs, inventores y dibujtmtes. T o d a la fauna del F^studio está desconcertada, y on un afán de perfeccionamiento se han detenido buena parte de lo., rodajes en gris. Becky Sharp (IM feria de la vanidad) será la primera producción en el nuevo «tecnicolor ;>rocfts.s-» que ofrecerá al público su belleza natural. En ella, toda la gama de los colores humiuio.s, hasta hoy imposibles d e llevar al lienzo, serán del dominio del espectador. Este podrá admirar el decorado real y sin fin d e toiios los ambientes, é.ste podrá despreííiar la brumosa tiniebla del gris... 101 ijrocedimiento definitivo quo se ha inventado en los F<studio> iuuericanos es un hecho en los .lets do la H. K . O . R a d i o , donde y a m intentó, hará algunos años, lograr el colorido, con ensayos que no pasa ron do sorlo, quo no legraron captar !a belleza original 3'nórclica de A n n Tl.udin" en lA film Kraiices D e e tiene t a m The world outside. bién en « B e c k y S h a r p u n a destacada inter. T o d o s los grandes in\inin.^, li:i.>ia iujucllos env e n c i ó n , y su a r t e , llecaminados a la oalvación ile vidivs humanas, se no d e ingenuidad, han consolidado sobre la base «fr.acaso»; se íian t r i u n f a j u n i o al s e r e apoy.ido en los cimientos del «fracaso», hasta n o estilo d e .Miriam Hopkins llegar al éxito. La Cucaracha, de la misma Em-

Junio,

1035.

A. MANTUA


n plebjpl-o de arto

L a t r a g e d i a d e l 3,75 ( P e l í c u l a corta) Abre esfume en un despacho empapelado con mandatos de apremio. Sentada a una mesa monumental se ve a doila Iladeiida, matrona opulenta y rubia como el oro. Avanza la cámara. Primor plano de la Hattienda. comiéndose eon buen apetito un par de ainadeos pasados por agua. Moja cou un duro en calderilla. Detalle de los dientes de la soilora, empastados en oro. Cambio de ángulo. Sobre la mesa y al lado de un artístico pisapapeles, «pie representa el momento en que a San Uarloloiné lo desuellan vivo, se ve a una figura desmedrada y temblorosa, que llora a moco tendido. Es uno de los infinitos retoilos de la H a cienda, y se llama Tres y Pico. Nació jorobado y tiene la misma endiablada afición al (-eluloide que el ratoncíllo Pérez al queso. Cambio de ángulo. Doña Hacienda, acabado el metálico desayuno, se limpia los dedos...- ¡oh, qué uñas más largas!- con el recibo de un fallido o fallecido a consecuencia de unas décimas de recargo en rústica. Hetrocede la cámara a tres cuartos. La Hacienda se encara con Tres y Pico. H A C I E N D A . — V a m o s , déjate de lloriqueos y limpíate los mocos. THES Y PICO.—jAy, ay, ay! HACIENDA.—¿Pero qué perra es esa? TRES Y PICO.—;Ay, mamá, no me obligues a comer celuloide! HACIENDA.—^¿Cónio? ¿Lo has aborrecido ya? N i como en Kusia, (h nde sir Gobierno dirige toda la actividad cinematográfica de su país, ni conio en España, donde el suyo eólo demuestra su celo, creando impuestos, gra^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^

mummimí

V á m

e n e s

y

a la

cinematografía y cuanto se derive de ella. IA) prudente sería q u o nuestro.-, ( i o biernos no se preocupasen para nada, en absoluto, del arte c i n e m a tográfico. P e ro <;omo esto no será posible y no hay más remedio que soportar este mal, hagamos que sea un mal menor, pidiendo con perseverancia, hasta que se consigan: la supresión total de los impuestos que pesan sobre la producción y distribución de películas; la baja arancelaria de aquellos materiaJes para la filmación que no se fabriquen en líspaña y j)rotección a quienes pudieran fabricarlos o los fabrican; obligación en todos los cines de exhibir i m tanto por ciento de producciones nacionales (en Inglaterra su Gobierno señala el 20 per 100); crear agrupaciones de personal técnico y artí.stico puramente cinematográfico; facilitar por todos los medios oficiales el mercado hispano americano; ])r(>hibir el alquiler de películas por listan o sin pasarlas, a ciegas, exigiendo (pie el material extranjero sea exhibido y clasificado por valores; concediendo f)remios de verdadera importancia a la mejor película nacional del año la mejor Lnterpretacñón y a la (U; técnica más avanzada e irreprochable; dando a los valores y a rectonoiidos dentro de imestra cinemato-

grafía su justo y adecuailo lugar de trabajo, prescindiendo por completo de todo orgullo, envidia o amor propio, para poder rendir íntegr<js sus esfuerzos en pro del cine nacional, con disciplina, amor y fe, y muchas más cosas que el propio espacio de que tüspongo me impide decir. Filiberto Montagud, fundador y director de «Cine Españoh (h-eo necesaria la protección oficial a nuestro cinema; pero estimo que una protección excesiva cjuizá fuera perjudicial, dando lugar a un desarrollo cinematográfico basado en la buena intención de un padre que no r e c o n o c e los defectos de su hijo, y lo conduce de la mano, cuando tiene fuerza y capacidad suficientes para andar por sí solo. A h o r a bien: tampoco es justa una persecución con impuestos improcedentes que impidan el desarrollo de esta industria-arte, el más importante p o r t a v o z en el mundo de &¿ manifestaciones artísticas de un pueblo, y por ello, imprescindible en España, si es qne en una noble competencia artística aspiramos a que imestro espíritu rebase las fronteras. Alfonso de Lucas. Decorador de los Estudios Ballesteros Tona-Film. Aunque no fuese más que atendiendo a la firosperidad material, y }\¡\<Xi) caso omiso de otras considcra-

TKES V PICO.—.Me gusta más que nunca. ¡Pero si vieras la» cosas que me dicen por ahí! IIACIEN'D.\.—¿Y eso te espanta? .\o pareces hijo mío. A mí me nombran a tu pobrecita abuela a cada instante, y ya ves, estoy tan oronda. Nuestra divisa es: "¡Sus y a ellos; todo para mí. nada para vos!" Y en siendo de Z a r a goza, ¿entiendes?, que nos llamen lo que quieran. Tres V Pico parpadea admirado, v murmura para su capote: "¡Mi madre, qué tía!'* (Cambio de ángulo. La cámara enfoca ahora, en un rincón del despacho, una redoma de sanguijuelas. Son larvas <le agentes ejecutivos sometidos a observación. Se oye la voz de THES Y PICO.— \ o , .si a mí los adjetivos no me importan. .Me dicen escuchimizado, y me quedo tan fresco; jorobeta, y me sonrío; tinoso, y respondo: "Cómpreme un bisoñe" Salto de cámara. H A C I E N D A . ¿Entonces? THES Y PICO.—La cosa es mucho más grave. ¡Trágica, mamá! (Se acerca a doña Hacienda, y le niurmura al tn'do unas palabras que no se entienden.) Plano de cabeza do la señora, que escucha con interés. Do pronto, abre los ojos hasta que so lo convierten on dos claraboyas do estupor, y exclama: ¡Chapapriela! ¿Eso to han dicho? Tres y Pico asiente con la cabeza. FIN DEL HOLLÓ PKIMEHO (Descanso hasta la próxima semana.) ciones espirituales de mayor monta, el Estado debía |)roocu|>ar.M' una vez siquiera de nuestra cinematografía y ayudar a las iniciativas privadas que, en c o m p l e t a indefensión, están creando •—todos sabemos con cuántos e s f u e r z o s una industria de espléndido porvenir. L o menos que puede hacerse en este sentido, y a que no se le ayude c o m o en todos los países, es no estorbar el desarrollo del cinema español y declararlo libre de impuestos: por lo menos hasta que sea adulto y pueda caminar con pie firme. Antonio del Pino. A gente cinematográfico. . . . P r o t ^ i e n d o l a cinematografía nacional—librándola de todo gravamen—se protegería i m arte y una industria. Un arte que es, a la vez que tribuna adonde se asom a n los modernos valores histriónicos, literarios, musicales, etcétera, lienzo de formidables posibilidades reclami.stas, espejo donde puedan ver m i l l o n e s de seres la España que v i bra (la de v e r d a d ) , no la E^pañal muerta, asesinada por una borra-^ chera de colorines y cometinazos hiricnlc-:. esos absurdos prolr»*« d e .

A . tí. cornetín que destacan en toda inusiquilla popular. I^na industria de la que v i v e n o f)ueden v i v i r millares de familias. Protegiendo la cinematografía nacional, aJ fin y al tmbo no se haría más que imitar a todas las demás naciones que producen películas. Fortunio

Botmrunia,

actor.

A m i g o Guzmán: L a campaña que hace usted en la formidable revista CiNEOBAMAS C U coutra del famoso 3,75 por 100 de impuestos a la producción cinematográfica española, es admirable; pero tendrá que luchar mucho, muchísimo, hasta conseguir que los Gobiernos de nuestro país se preocupen de esta industria H a c e poco, en B a r c e l o n a , una Empresa editora de películas t u v o -necesidad d e pedir a l E x < t r a n j e r o tras tubos de ma(luillaje de un número q u e u o habia e n España; l o s tubos v a l e n d i e z pesetas (! a d a uno. Pues bien, se pagaron sesenta pase tas de Aduana. ¿Eh? \ ¿Qué tal? ¡Bonita manera de p r o t e - ' ger la industria nacional, en l u g a r ] de imponer un porcentaje sobre la^ producción extranjera! D e este m o d o j el capitalista espafiol vería garantizado su dinero. Y además, tratándose de una industria que empieza, i ¿por qué no rebajar las Aduanas para ciertos productos? N a d a de eso. Irñpuestos y más impuestos, para diferenciamos de la táctica de Mussolini, que ha sabido proteger la industria cinematográfica de su país. l'i-iii'

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ENÍAMOS y a la emoción dinámica villosa creación de Fetiche del perro sabio con el difunto en su haber, Starewitch tenHin-iin-ixn y v a r i o s hermanos dría derecho a lugar consisuyos de raza y de casta. derable en la selección de Teníamos también el perro héroe de grandes figuras del séptimo dríuna, capaz de m o v e r a llanto, c o arte. P e r o Fetiche significa, m o aquel de Con Tiyrd en ci P o í o Sur. en realidad, la culminación Temamos, asimismo, el perro que de una trayectoria ilustre hace reír con sus gracias y sus travesuempezada hace veinte años ras: Caifas, eli compañero a cuatro pay riquísima en maestría de tas de « L a Pandilla». un cine singular. Teníamos es0s y otros tipos extraW l a d y s l a w Starewitch, poordinarios de ^erro en la pantalla. Haslaco asentado desde la prit a hay en HóUy wood dos directores de mera juventud en su país películas-^Jules W h i t e y Zión M y e r s — vecino, fué uno d e los máxiespecializados en el trabajo de los acmos valores de la pantalla tores -caninos, y un técnico—Kennie rusa antes de la Revolución. Renfró—que gana buen salario c o m o Allá por los comienzos del entrenador de los intérpretes irracio«Fetiche», el extraordinario perro de Starewich, la mejor creación del gran propulsor siglo, cuando los primeros de la cinematografía en Rusia nales. / realizadores eslavos trabajaTcoíiuuos, pues, m u c h o - perros en el ban m á s atentos al é x i t o fánumiáo de la cinematografía. T a l v e z , en «jcaPero, a pesar de t o d o , faltaba una clase de cil y sin transcendencia artística que a la ver- iones, llegaron a parecemos demasiados porros; perro en el celuloide: el perro humorista y no códadera crea<;ión cinematográfica, Starewitch ojrire t o d o , en ese género de films, por fortuna mico, conmovedor sin hacer llorar, decidido pero j)refirió prei^ararse sólidamente para que su enabandonado hace algún tiempo, que fingía con no audaz, inteligente pero no sabio. Faltaba, en trada en el mundo que se proponía conquis'stos simpáticos animalitos t o d a clase de asunsuma, Fetiche. tar fuese con el paso firme de quien dispone d e os, sincronizados con palabras para mayor esY Fetiche \\eg6, y desde la hora misma en quo todas las armas para vencer en la lucha. ' iu-nio. por primera v e z asomó en la pantalla sus ojazos Sus amigos de niñez y de adolescencia hablan asombrados, su carode su temperamento agudo, perseverante, v o ta de bueno y su baluntarioso. El tiemjio no cuenta para él, ni ha rriguilla de comilón, contado nunca, si de encaminarse a la perfecimpuso vigorosamención se trata. Starewitch pasó muchas horas y sete tina personalidad manas y meses dedicado a estudiar cinematogranueva y extraordinafía, labor llena de complicaciones en aquel tiempo ria. enqtie, recién nacida la nueva verdad, no había liFetiche era—^y es, bros, academias ni casi talleres en que adiestrarse. por suerte—el t i p o de Starewitch analizó concienzudamente todas las perro que faltaba en posibilidades de la cámara tomavistas que entonla l i s t a T a n perfecto, ces se podía utilizar; hizo experimentos de luces, tan simpático, tan adde objetivos, de ángulos; vio el rendimiento que mirable resultaba, correspondía a los primitivos laboratorios, y se que a nadie importó lanzó a la tarea de animador de films, elevándose que en v e z de ser de enseguida a puesto dominante, como captador carne y hueso fuera de belleza y c o m o revolucionario de valores de trapo, y que en v e z técnicos. de nacer de perra huL a versión al celuloide de Russland y Ludmila, biese nacido de las novela inmortal de Puchkin, confirmó definitimanos prodigiosas de v a m e n t e la H o m b r a d í a de Starewitch en R u s i a Wladyslaw StareBuscaba el arte y buscaba también al a r t i s t a witch. I v á n Mosjukín, famoso m á s tarde en el munijo entero, logró su primer papel de importancia a las órdenes de Starewitch en La noche de Navidad, l..a danza sorprendente y maravillosa de la cristalería ruta Con sólo la maiacuriosa fantasía inspirada en un cuento de Gogol.

ir


Y Venganza terrible, asimismo sachada de una obra de (Jogol, reveló c o m o actor de mérito a W'rachcslaw Tiujansky, el futuro y admira-; ble director de / Vol- ¡ ga, Valga! 1 Starewit(;h fué uno \ de los nuuíhos cineastas rusos que no se avinieron a soportar la tiranía roja. Apenas triunfante la revolución comunisW l a d y s l a w S l a r e w i i o h . r\ ta, marchó a refucrradnr de Ioh luiiñeefm anigiarse en el ExtraniiiaduH en el cinematógrafo jero, como Turjansky, c o m o V o l k o v , rojun Kamcnka, como Nikolai Kimski, como Ermoliev, como Natalia K o v a n k o y N a t a l i a L i s senko, un grupo inimeroso y valiosísimo que no tiudaria en disgregarse. -^tarewitch se instaló en París, como la mayoiiii de sus compañeros de profesión y de huida. Su [)rimer trabajo en PVancia fué el de operador de la película l'our une nuit d'amour, que ilustró con fotografías espléndidas. Tero el animador polaco había perdido iluMon jior las tarcas de cameraman y de director. Quería crear algo nuevo, algo que aju.stáudose exactamente a las esencias del cine, se diferenciase por completo del arte de la pantalla, tal como hasta entonces se entendía. Primero le atrajo la técnica de los dibujos animados, que empezaban a gozar del favor del |)úblico. Y pensando, pensando, descubrió los horizontes posibles a películas interpretadas por muñecos. A (luien le pidió explicación de sus propósitos, Staiewitch repuso brevemente: « T r a t o de materializar de manera distraída y agradable las leyendas, los cuentos de hadas, los sueños y , en

general, cuanto forma parte del dominio de la fantasía, de lo inversosímil, de lo irreal.» • • En K(mtenay-sous-Bois, en la banlieu parisina, a ocho minutos de paseo desde el bosque de Vincennes, Starewitch instaló un estudio en miniatura, y montó un taller para la construcción de sus muñecos y do los decorados ante los cuales se desarrollan las escenas de sus imovos films. Primero sin otra ayuda ([ue la de .sus familiares y más tarde con la colaboración de obreros adiestrados por él mismo, Starewitch jiúsose a fabricar sus personajes maravillosos. Allí, en aquel taller insignificante, se hacían todas las operaciones <jue van desde el pensamiento que concibe un muñeco hasta su reproducción en el celuloide. P e r o si difícil result a la labor de construir esos muñecos capaL-es de todos los ademanes, de todos los guiños, de todas las aosturas, análogos a os que ejecutan los seres v i v o s , más difícil, aiTÍesgado y monótono es animarlos para la impresión de las películas, (-ada fotograma r e p r e s e n t a une fracción de movimient o de cada uno de los personajes; en la escena, a veces un simple cambio de actitud de la cabeza de uno de esos muñecos admirables exige hasta treinta detenciones de la peUcula en su marcha normal. Imagínese la ardua complejidad de mover combinados L « maravillosa bailarina que todos los muñecos q u e escena digna de

1 ri número cretíido aparecen con frecuencia < u una misma escena. Fetiche es la creafíión más ¡lerfecta salida de manos de Starewitch. L a exjieriencia de muchos años de labor paciente, de experimentos con t o d a clase do muilec^os, llevó al gran animador a crear esa maravilla de humanidad cpie íís su perrito dolicio.so. De Immanidad se acaba de decir, y uo se tome a error ni a broma la palabra; {)orquo pocas veces dio el cine una emoción hiunana tan formidable como en aquella lágrima famosa que Fetiche recogió en su corazón de trapo, para diA'crtir a los (thiquillos y para conmover a los inavorcs.

CARLOS DE M A D R I D

se disputan do» arañas espantables. ¿.No es esta una figurar en el mejor cuento fantÜHtico?...

MAÑANA LMNE^

FEOfRI .0 BONEl

Nuevo vigor para el cuerpo... Pero amenaza para el cutis... Peligro siempre para la belleza por muchas previsiones que se adopten. Porque la piel del rostro es extremadamente sensible y delicada... Únicamente con el tratamiento Gatinc podrá recibir los saludables efectos de los rayos solares sin que su cutis se estropee. Durante la noche, mientras duerme. Crema Gatine proporcionará a su piel los aceites esenciales que ha perdido. Por el día. Nieve Gatine protegerá su cutis e impediré que el sol marchite su frescura. Completaré usted su gracia juvenil con unos toques de Rouge Gatine en las mejillas.

CREMA r e OMME iNOVEDAD! PhU los r levo» tubo» de Crema y de Nl«»e OaHí» Idéele» par» vi«>e. excurilonc». ele. MIocucstMi Plat. 1 2i

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He aquí a Sylvia Sidney, la actriz temperamental, de ex­ quisitos matices, cuya actua­ ción en el friso iluminado de la pantalla pone reflejos de arte puro y sensitivo. El lápiz fácil de Herreros ha recogido en trazos firmes la belleza y ju entud del rostro de esta bella mujer y admirable ac­ triz, cuya l"hor interpretativa culminó en la encarnación de Madame Butterfly*


O L L Y W O O C ) V SU ARCHIVO SENTIMENTAL

•I a esta peluca su primera apariC* en el cinema. L a primera v e z que M y m a L o y trabajó para la pantalla fué en la cinta El precio de la bell^'^^^ dirigió Natacha R a m b o v a , la esposa de Rt)dolfo Valentino. En esta cint a sacó la actriz la peluca to^j * conservada Y también guarda M y r n a las sandalias que llevó en la cinta La canción dd desierto. Más recuerdos de días dista" ••• Mady Christians conserva cuidadosamente dos viejos programas. U n o es el de la obra c(m que Mady hizo ^ j ' | ^ n t a c i ó n como actriz: El miserable, en la que la actriz trabajó bajo la dirección del gran Max Reirdiard*' otro programa es el del estreno en Berlín de El hijo de Casanova, la primera obra en que M a d y Cliristians '•jó y a como estrella. Cuando William Powell debutó ^ ^ teatro EUos rinden también culto * W recuerdos. W i l l i a m Powell, por ejemplo, guarda entre sus viejos papeles el recorte <1''PHnaera cita hecha de su trabajo en un periódico. W i l l i a m Powell era entonces cstudi»"^ ^ a v í a . Y t o m ó parte en una representación teatral. U n periódico, al día siguiente, di^.^ "^ta de su labor, dedicándole escuetamente asta línea: «Míster Powell estuvo acertado.» ^•'^ esto mucho, realmente. P e r o el futuro actor, muy j o v e n entonces, se entusiasmó f flu^^^^la cita que hacían de él. R e c o r t ó la crítica hecha por el periódico y la guardó, ' ' ^ ^ ^ m e n t e sacaba el recorte y releía aquella línea dedicada a él. El simple elogio—«nJ^^ Powell estuvo acertado»—le entusiasmaba El muchacho lo enseñaba a sus compañeros estudios, a sus amigos... Powell, *^ *f>do el tiempo, pasó de actor de teatro a actor de c i n e m a Triunfó rotundamente, y su^'^^'aridad llegó a todas las pantallas del mundo. ¿Cuántos elogios deshojó ante él la críf^ "le todos los países? Sin embargo, el actor y a famoso seguía guardando amorosame"^^ recorte aquel de su primera intervención teatral. Y hoy lo enseña con frecuencia amigos, cuando charlan de recuerdos, de las horas de ayer. Es un pedazo de papel eO^ '*cido y a , amarillento por el paso de los días...

^^SmSSÍHfS^^JgfSPB^^ÍH ,

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El doble V » ' * ' u n a eseritura

reliquia el cheque con que fué pagada su primera actuación anie

Q

El recuíf''' q^g f i a r l e s Buttenworth—el excelente actor cómico—conserva más celosamente es uo*^ "altura de propiedad de un terreno. E^ste terreno estuvo siempre—^y lo está aún —<'ub¡erto V., *8Ua en gran cantidad.

UIÉN no guarda en su archivo sentimental algunos viejos recuerdos, que son la evocación de horas lejanas, de glorias desvanecidas, de páginas a as que y a el t i e m p o fué t o m a n d o borrosas? E n un cofrecito lleno de viejos aromas, entre las páginas de un libro, en una carpeta amorosamente guardada, v i v e n su v i d a melancólica esos recuerdos a los que eí corazón se niega a sepultar. Instantes de ayer, objetos que un día nos ilusionaron y marcaron una fecha en ntiestra vida... Allí están, mudos, evocadores, huella v i v a de un pasado que y a s e hace nostalgia en el espíritu.

Esa e^^^^ij^Y."'^ entre ada a Charlas Buttenworth por su padre, con estas palabras: —Cuár'' bien, dásela bien a tus hijos. Aprende tú, y que ellos aprendan tamtt b i é n1,, a "^.,j]a'^*^ nunca tierras que no se vean por los propios ojos... por los propios ojos, I a pscrit""^ por tanto, a la v e z que un recuerdo del padre, un p m d e n t e aviso par a n o reali«*¡,^,,^^pras a l a ligera. Tiene «fl' T ; » r , < . iiP « V a l o r : im v a l o r sentimental y u n v a l o r práctict

N o podían los artistas de cinema sustraerse a esta ley humana. To<la la vida moderna—febril, ctmgestionada, rápida—no basta a borrar de los hombres esta devoción a algunos aspectos sentimentales. T o d o es prisa y artificio, t o d o ' camina enloquecidatnente; pero siempre, en una hora íntima, habrá un hombre o una mujer q u e a solas con su corazón sientan la honda emoción del recuerdo ante los trazos desvanecidos de un papel amarillento y envejecido. O í m o t o d o hombre y toda mujer, el artista de cinema siente también esta poesía del recuerdo: la evocación de los comienzos ásperos, de las luchas primeras, del tritmfo, que, por fin, llegó iluminando la v i d a en sombras. Vamos a e v c K t a r algunos de los objetos que las figuras del cinema guardtm románticamente en su ar- ' c h i v o sentimental.

Clark <iabl« ^

Clark P ^ ' ^ f ' ^ í íami)io, no conserv^a los recuerdos de sus horas pretéritas, de cuando estaba t o ó . j ^ t ' j a n o el triunfo y la v i d a se lo mo.straba áspera y hostil. N i viejos papeles, ni recortes amarillean, ni objetos con esa [)átina melancólica de lo que ha sido... ¿Desdén Mia esa v o z del pasado, hacia lo que es huella de las horas difíciles y obscuras? p

Tres aetriees y l»>s recuerdos de su ayer l i e aquí a Carole L o m b a r d . Armoniosa, voluptuosa, perfecta Carole Ix)mbard con.serva amorosamente, como huella del pasado, un che(pic—naturalmente, cancelado ya- -. Kste cheque es el pago de su primer trabajt) en el cinema. L a a«!tr¡z era entonces una niña: once años. Trabajó durante diez días en la filmación de Kl crimen perfecto, cuyo protagonista era Monte Bine. Y el pago de su trabajo fué ac^uel cheque, que la star ha conservado en sus días actuales de gloria. M y m a L o y guarda entre sus recuerdos una peluca mbia. Y también está unida

baúl robado

William Powell. siendo estudiante, actuó en una función teatral. Fué entonces cuando su nombre fué citado en la Prensa por primera vez. V William guarda cuidadosamente el recorte del periódico...

No. Clark^able, como todo hombre y toda mujer, sentía la emoción del recuerdo. Guar'l:il)a pí'pcIes^Umcrablcs, ol)jetos que le hablaban de su ayer. Todas e<f* Cosas cstabim dispuestas cuidadosamente en un baíil, que el actor llevaba con frecvien<'J','^Onsigo. U n día ose baúl lo fué robado, durante un viaje. El hulrón pensó sin <luda (juc 9l''^bría objetos valiosos; pero todo a<piello sólo tenía valor para Clark Gable: un valor íntiiu*''. % t i m o n t a l . no material ni económico. El ladrón se e<\^^, mas no por eso d e v o l v i ó al actor su baiil. l j „ robo privó a f:iark Cable Y así el p O j r * t galán pcidió el íuchivo de sus recuerdos... de sus recuerdos de los dias — L o sel'*''Verdoderainentc. Poro, ¡qué le íbamos a haen que el triunfo estaba aún cer!... I)e.sde<^n.cs sólo guardo, como recuerdos do interés, lejano Ahora solo conserva irf

,

, 5 li

1

,

mis contra»*'" (,Y hará taita decir que estoy encarmathsinio con ellos?...

los fabulosos contratos que le

ayudan a encontrar la vida más feliz.»


J

E88IK Matthews, la magnífica estrella de Siempreviva, pasó al cinema desde el teatro, como tantas otras figuras de la pantalla. Su caso es el de la vocación que triunfa, el de la aptitud que por fin se impone y logra la adhesión del público. Su ambiente no fué en sus comienzos propicio para el desarrollo de esa vocación: hogar modesto, acosado muchas veces por la necesidad, familia numerosa... Una de tantas casas en que a diario se plantea el tremendo problema de v i v i r . Sobre ese fondo, sin embargo, la vocación de la futura estrella fué perfilándose. Su hermana mayor comprendió el gran , temperamento y la« extraordinarias condiciones que había en aquella chiquilla y fomentó este entusiasmo. A los quince años debutó Jessie en la escena. Su actuación pasó inadvertida. Pero esto, en vez de deprimir el ánimo de la principiante, la obligó a estudiar más, a perfeccionar y dar nuevo aliento a su vocación. Años después, la gran actriz, triunfante ya, recordaba el modo pintoresco <íon que ella inició su carrera escénica. Fué el día en que André Charlot recibió a las muchacha^

Jc55ií> VI-

que querían figurar en una revista en preparación. L a vaz y la fresmuchacha se cansaba de esperar y el director no salía, cura característica de su f lasta que ella .se adelanta) a la mesa de André Charlot: arte. El contrato con la Gaumont—¿Por qué esta espera tan exícesiva? T e n g o hambre y British la obligó a trabajar en firme. Actuó suquiero comer. Me parece que y a es hctra. cesivamente en TM cadete, Kl hombre de Tonmto, Viernes N o .se indignó el empresario. A l revés. Aquellas palabras 13, Valses de Viena y , por último, en la famosa opereta Siempreviva, de la chica le hicieron mucha gracia. Preguntó a Jessie su también bajo la dirección de Víctor Saville. Este film logn'i un é x i t o inmediato nnmbre, añadiendo: al ser presentado en Norteamérica. Actualmente se dispone Jessie Matthews a filmar -Vayase usted a comer tranquilamente. Que<la usted conotras películas para la Gaumont-British. tratada. . Mu\' poco después, Jessie Matthews lograba un é x i t o ro¿Cómo conserva Jessie Matthews su maravillosa línea? «Entrenándome constantetundo en los Rstados Unidos, y la triunfal (carrera de la star mente para el baile», nos div-íe la interesada en un artículo que acaba de escribir. comenzaba. Su vo<;ación—aquel entusiasmo fervoroso en el Todos los días ejecuta una serie de (jjercicios que podemos dividir en dos clases: g i m hogar pobre—se había impuesto definitivamente. násticos, especiales para la diuiza. A este efecto tiene en su casa un amplio estudio, L o confirmó en lv<mdres, en 1926, al trabajar ccmio primera cuyas paredes están cubiertas de es])ejos, (pie reflejan los movimientos de la artisactriz en la revista Charlot de aquel año. Siguieron ntievos t a Aquí es donde la bellísima Jessie se eje* ita ante la b a n a fija y donde baila, triunfos. Cuchran, el gran empresario inglés, presentó a Jessie cosegún nos cuenta, «hasta quo estoy a punto de desfallexíer de cansancio». iw) estrella de sus obras: f'na cosa tras otra, Este año de gracia Jessie .Matthews nos ha revelado su sistema para no |)erder la línea. «Mis huesos V Despiértate y sueña. V o l v i ó a N u e v a Y o r k para estrenar esta úl.s(m pequeños, por lo que no tengo (pie aju.starme a ninguna dieta especial; m e tima jiieza, y en - 19.'{() actuó en la versión teatral de Siempreviva, basta el ejercicio para no engordar. Sin embargo, tengo la costunibio de tomar filmac la más tarde [)or la Gaumont-Briti.sh con Jessie en el {tapol un vaso de j u g o de naranja todas las mañiuias antes de desayunarme. Conozco principal, y posteriormente, en otras d(»s piezas de gran éxito. Un un régimen que me ha dado grandes resultados. buen día dijo Jessie: De.sayuno.—^Toronjas, to.stadas de pan moreno y té aguado. — L l e v o cinco años sin va(!a< icmes. /f/muer?o.—Una chuleta o un bistííc, sin gordura; tomates asados, fruta fresca. Y se casó con Sonnie Hale, el divertido actor cómico, que ha iicMerienda.—^Una taza de té aguado, sin azúcar, si (\s posible, y muía de comer. tua(h> con ella en el teatn» y el cine. Hacia esa época empezanm a Cena.—Pescado y una cabolla, hervidos ambos. Nada de alcohol, café, azúofrec<M¡e contratos las principales pjuprcsas cinematográficas del muncar o manteca. Ningún líquido durtuitc las comidas; pero agua on abundiuido; recibió ofertas diversas de la Parañiount, Warner Brothers y Mecia entre ellas. tro-Goldwyn-M<iycr. Pero la j o v e n íuctiiz no (piiso nada con la pan«Este régimen y un | ) ( X ) o de ejeici(cio |)roducc efectos nuiravillosos en poco talla hasta (pie la (iaunurnt-British (consiguió (pie debutara en una jiotiempo. N o hay que olvidar el valor (lol sueño. Y o estimo que para descanlícula titulada ¡Ahí ra la noria! sar bien hay que dormir nueve horas, [)or lo cual me acuesto todas las noLa apariición de .lessie .Matthews fué considerada como el acímteciches a las diez.» Je.ssio Matthews mide 1 inetio <>;{; tiene pelo negro y ojos miento citxcmatográfico (hsl año, y su tuctuación en Compañeros de fatigrandes y muy llenos de vida. Su brillante c a n e í a se debe exclusivagas, baj(í ia dinccción de Víctor Saville, la con.-íigró definitivamente on mente a su propia tíjnaiidíul y méritos excepcioiial(\s. (ioza de c(Mcbiidad el favor del público, pronto en recono(cor el encanto de su personalidad mundial, y es la estrella número uno de los Estudios ingl(\ses.

• •


^íijutas

lid

ciitci

Quizá la actriz cinema- \ tográfica en quien hoy se fundan más esperanzas y que despierta más auténtico interés es esta Katharine Ilephurn, que en muy poco tiempo ha acertado a situarse en ia primera línea de las in­ térpretes del cinema. Pa­ ra muchos, la gran actriz está en camino de signi­ ficar en la pantalla lo que han significado Gre­ ta y Marlene. La sensibi­ lidad de Katharine Ilepburn es extraordinaria, y su gran arte-hecho de ternura y de sencillez ha recorrido el mundo, del brazo de esa magni" fica creación personal suya que ea uLas cuatro hermanitas»


IIIIIJIT

N

y Goethe, Baiidelrtire y Alfre<l de Mu.sset, Chopín y Sehúbert, pusieron ~ de moda «la mujer en la vida de los grandes hond)res». La moderna encuesta asalta de interrogantes ^razones de esposa y escarba a su través en la v i d a complicada y triunfal de los genios de ahora. PMdie Cantor es el genio del humor, del buen humor. N o podía faltar Ida—su mujer—en la antología periodística de las inter\'¡ús del momento. Eddie no está en casa. l í a ido a los Estudios. —Cuando ustedes quieran... ( Y aquí im suspiro.) l i O S reporteros se inciuietan. ¿Qué hace Eddie? ¿ A qué horas come? ¿Usa calcetines de seda? ¿Sabe montar en bicicleta? ¿ L a es fiel? Madame sonríe ahora. Y comienza: —Eddie es tan chistoso en casa como ante la p a n t a l l a L a otra noche nos hizo reír mucho. APOLEÓN

IX)8 REPORTEROS.—

,-.Qué? (Decididamente, los p e r i o d i s t a s yanquis son insoportables.) Madame continúa: — L l e g ó a casa diciendo que se .sentía muy cansado. Y quería acostarse. Mis cinco hijas y y o nos fuimos a otra habitación ai)artada para dejarlo dormir. A los pocos mhiutos oímos crujir la escalera. Eddie venía con los ojos cerrados, su brazo rígido estaba levantado a la altura del hombro. Era la per fecta imagen de un sonámbulo. — ¿ Y qué dije? —^La casa está tan Kddie Canlor, <•! populnrísisilenciosa, que estoy n i o Hplor. c o n HU CKpoüa.— andando dormido. Ahajo: el célebre artista, ge¡Hagan ruido, por fanio del humor, con el traje que lucía en «Torero a la vor, p a r a despertar fuerza»,«aluduiidu a.Mickev de esta pesadilla! Naturalmente, reimos juntos la ocurrencia. Tengan ustedes en cuenta que E d d i e no llevaba puesto n)ás que los calzoncillos y un sombrero de copa. Eddie hace t o d o esto pai'a quo su hogar sea alegre, p a i a que los suyos sean felices. Antes que actor es marido y padre. Y la mujer del actor subraya: — Y no olviden que Eddie llegó a ser un genio cuando la inspiración que le pro})orcionó su creciente familia lo llevó a aml)icionos ilimitadas. ¿Apasionada y o ? D e ninguna manera. T ustedes saben quo na<lie es héroe para su ayuda de cámara. A E d d i e podría pasarle algo de eso conmigo; pero no. E d d i e no e s un esposo más. Es prodigioso. I^e conocí de pantalones cortos, en os barrios bajos del Este de N u e v a Y o r k . Juntos fuimos a ima escuela pública de Henry Street. Desde muy pequeño tenía predisposición hacia lo cómico. Y acertaba siempre. Ahora, en v e z de lo,-i libros de escuela, lleva los de cuentas y los talonarios de cheques. Cuando "Eddie, tod a v í a j o v e n , debutó en el teatro, empezamos a pensar en casamos. Mi familia .se opuso. Querían para mí m a y o r felicidad que la que habían encontrado p a i a ellos. E<ldie, aunque adoraba el teatro, lo abandonó por mi cariño, y se dedicó a buscar otro empleo. P e r o el s a c r í i c i o fué

inútil; lo expulsaron de un taller al dia siguiente de encontrarlo bailando encima de una mesa. L o s REPORTEROS.—^¿Y qué hizo? Madame vuelve a sonreír. Pasa su diestra suavemente por encima de la cabeza de su pequeñ a Y recuerda con cierto tono emocional algo más de la v i d a del «torero a la fuerza». —^Mi rebeldía, al darme cuenta de muchas cosas, surtió efecto. Y acon.sejé a Eddie que buscara «su» camino. P\ié contratado por setenta y cinco dólares semanales en Kid cabaret, donde estuvo once meses; todas las semanas me enviaba lo que podía ahorrar para que lo guardara. Al regreso teníamos 1.200 dólares. «Nuestra manzana para la sed», decía en sus envíos. Después .consiguió un contrato para trabajar en Europa. E n Londres t u v o E d d i e un é x i t o extraordinario. Eddie conquistó Inglaterra antes que Estados Unidos. Allí se le adrnira más que en ninguna parte <lel mundo. Allí perfiló también su temperamento humorístico. Regresamos de Europa poco después de declarada la guerra mundial. V i vimos al principio con una hermana mía, casada, en el barrio de Bronx, modesto, pero sano Después nos mudamos a la casa de al lado. Entonces consiguió Eddie trabajar, pintado de negro, en teatros de variedades. C o n t r a t o que duró cinco años.

Madame hace un .p<u-éntes¡.-5. Madame pien»a en su primera hija: Maijorie. Nació al año siguiente de su boda. L a alegría de Eddie, su impresión, fueron exceix;ionales. Max I l a r t consiguió que Eddie fuera llevado al Cal)aret-Tenaza de Ziegfeld, el notable empresario neoyorquino, y a muerto. Y en las tablas de aquel famoso organizador de grandes revistas musicales logró Eddie su triunfo definitivo. T o d o lo mejor de N u e v a Y o r k se había dado cita at|uella noche en el teatro. Eddie trabajó con el rostro pintado de negro. Cau.só una sensación inigualada. Madame llora. ¿Qué le pasa a madame? Madame ha hablado demasiado. Noches de H e n r y Street, amaneceres de Bronx, niebla de Londres, caos guerrero, madrugadas entre bambalinas, la primera niña, y luego ¡aquella apoteosis del Cabaret-Terraza! Fué la primera v e z que la radio lanzó a todos los rincones del Universo la frase pública de We uant Cantor. -¡Que salga Cantor! Y Eddie, al conjuro de la nostalgia, aparece por la puerta del hall. —Good night, b(u/s! (¡Buenas noches, muchachos!) Y acto seguido, la payasada. Eddie se ha sentado encima del sombrero de un reportero. L(ts muchacíhos salen con-iendo. Y riendo. Aun tiene tiempo madame para gritar: —Desde el Cabaret-Terraza, ¡al cinema! Y lo demás y a lo saben ustedes. Y ustedes, también, queridos lectores de CiNEGRAMAS.

L U I S DE A L D A O L A


Del de

maquillaje

en

Hollywood

la i n d i s c r e c i ó n d e

francesa de

una

en

y

u n a artista

el

"dressing-roonfi"

"star''

norteamericana.

[ — N un lístudio de Joinville, imas cuantas artistas de la pantalla, que habían regresado recientemente de H o l l y w o o d , comentaban algunas rarezas de aquel ambiente. Entre otras cosas, hablaron de la sorpresa que tuvieron al v e r que muchas stars eran muy distintas de cómo las conocían en la pantalla,

observando que esta diferencia era mucho menor entre

las artistas de los Estudios franceses. Prueba de ello es la curiosidad que despiertan en las calles de París las artistas de alguna popularidad, cuando en América sólo son reconocidas por los que las tratan personalmente. P o r otra parte, reconozcamos el haber sufrido cierta decepción al ver en persona las stars norteamericanas que pos visitaron. Siendo estas líneas una suave crítica,

no nombraremos

a

ninguna artista del imo y del otro Continente, pues no queremos molestar a nadie. Desde los primeros cuas de estancia en H o l l y w o o d notaron las artistas europeas

que algunas compañeras tenían un cutis ex-

cepcional, con un especial matiz que resultaba tan lindo a la vista, natural como interesante para el set; otras tenían un cutis defectuoso, con un matiz poco simpático, y necesitaban recurrir a tm fuerte maquillaje para ocultar a la cámara la deplorable realidad, siendo para ello insuficientes las habilidades de los operadores y el deslumbramiento de los proyectores. Además, lo que más les llamó la atención fué que las (pie disfrutaban de tan lindo cutis no se pri-

Gertrude Miehael, la exquisita "star" de la Paramount, afronta a diario el sol y el aire del campo, sin que su cutis pierda su singular lozanía.

vaban de sus deportes favoritos, pasando horas al aire libre y al sol, sin que se reflejase en su cutis ninguna huella propia del caso. Visitaron los numerosos especialistas en maquillaje establecidos en H o l l y w o o d . Cada uno les aseguró que todas las stars em-

SUPER ESMALTE de Pétalos de Rosas

pleaban únicamente sus productos, apoyando esta afirmación con fotografías dedicadas a ellos. Compraron lo que se les recomendó; j>ero no obtuvieron el resultado

obserA'ado,

ni mucho menos.

Supieron que algimas artistas no habían tenido siempre la her-

de Vasconcel

mosa piel y el sutil matiz (pie ostentaban desde hacía algún tiempo. A v i v a d a la curiosidad de las artistas europeas, procuraron conocer el m o t i v o , no reparando en algunas indiscreciones propias del caso.

Super Esmalte de Vasconcel es el producto definitivo para el cutis femenino; es el que mejor conviene poro el campo y la vida deportiva. Cubre mós que nuestra tan apreciodo leche de Pétalos de Rosas; formo uno copa invisible que protege la piel contra los rayos del sol, evitando que salgan las pecas y 'os moncfias, que desigualan lo uniformidad de lo tez.

Pasó bastante tiempo oin que pudieran averiguar el medio que empleaban, porque, por plausible razón de competencia, lo ocultabtm con especial cuidado a las artistas ? ecién llegadas. Casualmente, mía de ellas, la más j o v e n , .se fijó en un trocito de papel arrugado y húmedo, en el tocador de una star. I )isimuladamente recogió este papel, y cuando estuvo sola vio (jue se tra-

Super Esmalte armoniza la diferencia de color d e l cuello, brazos y monos, con el de la coro; fué uno de los motivos por Pue en Hollywood fué odoptodo por las "stors" y demás aristas de lo pantalla. Con lo verificoclón de artistas y directores de escena franceses hemos obtenido matices que hoy son indispensables para filmar bajo lo luz artificial de los proyectores; tal son nuestro Qris luminoso y morado nocturno, que atenúan lo dureza de las sombras y suavizan los contornos, dando diafanidad ol rostro, cuello, brazos y monos. Super Esmalte, bien lejos de tener los inconvenientes poro lo 'ozanto permanente del cutis, como los preparados que lo cubren, ol contrario, fovorece la piel y lucha contra lo morchitez y las arrugas; por eso, lo recomendamos poro el día o las personas que practican por la noche el tratamiento Virginio contra los orrugos. También influye o normalizar los culis secos o grosientos. Es, por consiguiente, muy conveniente emplear, según su propio caso, el Super Esmalte pora cutis seco o para cutis grosienfo.

taba de una etiqueta que había sido desprendida de un frasco por smuersión en el tigua. Esta muchacha,

que es hoy una (consa-

grada estrella, conqirendió el interés que podía tener un producto de cuya etiqueta la star se había desecho discretamente.

Esta

etiqueta le daba la clave de lo que ella y sus compañeras buscaban con tanto interés, y cuál no fué la alegria de todas al ver que se trataba justamente de un prodmcto de origen francés: el «Super

SUPER ESMALTE de Pótalos de Rosas.

Esmalte de Pétalos de Rosas», fabricado por R o b e r t (^h. Vasconcel. E n una perfuineria de L o s .\ngeles encontraron un buen surti-

SE HACE para

do do este producto, en tod(js sus matices; les dijeron que desde

CUTIS SECOS Y GRASIENTOS

hacía dos años recibían v a i i o s i)reparados de Vasconcel, y que el

COLORES: blanco, crema, natural, rosa pálido, rosa yanqui, salmón oro, moreno claro, rachel salmón, moreno (rachel), bronce, moreno obscuro, gris luminoso y morado nocturno.

Frascos a 8 y 12 p e s e t a s ,

Super Esmalte debía gustar mucho a ciertas artistas, porque enm numerosos los frascos vendidos en poco tiem{)o. Se conoce (jue el secret(j empieza a dejar de .-JCIIO, alcgniiuionos de que la divulgaci(in de tan interesante jnoducto contribuya^^ a la difusión de la belleza en todos los Continentes,


Junr Knigth quiere darnos en esta folo la seuNación de ue sólo Érala de exhibir el giganteAro quitasol que a uras penas sostiene entre sus mórbidos brazos; pero nosotros estamos e n el secreto y sabemos que lo que ella pretende, en realidad, es destacar la línea maravi­ llosa de su cuerpo juvenil...

3

£

. ' NTRE los diversos m é t o d o s q u e los m o d e r n o s higienistas p i e c o n i r a n p a r a l a perI fecta c o n s e r v a c i ó n d e la .salud, u n o d e los q u e m á s insistentemente aconsejan _ J es el d e d e d i c a r c o t i d i a n a m e n t e unos m i n u t o s — n o menos d e treinta y nunca m á s d e u n a h o r a — a l s a l u d a b l e ejercicio d e a n d a r . A p o y a n s u s teorías e n u n a serie d e d a t o s científicos, c o m p u l s a d o s con estadísticas q u e evidencian los m a r a v i l l o s o s r e s u l t a d o s o b t e n i d o s , y a d u c e n cifras c o m p a r a t i v a s c o m p r o b a t o r i a s d e la eficacia del sistema p r o p u g n a d o . P e r o nosotios nos a b s t e n e m o s d e consignarlos, p o r q u e n o corres­ p o n d e a esta sección el a p o r t a r d a t o s prolijos, sino sencillamente recoger d e u n m o d o s o m e r o y v u l g a r i z a d o r la e s e n c i a d e c u a n t a s orientaciones t i e n d a n a b a c e r posible u n a m a y o r perfección d e la belleza femenil. H a g a m o s notar, a n t e t o d o , q u e la m a r c h a d i c h o sea en t é r m i n o s d e p o r t i v o s — n o tiene o t r a finalidad <|iie la d e e s t i m u l a r la circulación d e la s a n g r e , tonificar los mú.-'culos y f a c u i t a r el f u n c i o n a m i e n t o d e las v í a s respiratorias. Ivmpleand o un g i r o literario científico, p u e d e a f i r m a r s e q u e t o d o a q u e l q u e p r a c t i c a a d i a r i o la m a r c h a v i v e u n p<KO m á s y vive mejor. P o r o t r a p a r t e , n o h a y ejercicio m á s fácil ni m á s simple. T a l vez fuera preferible, en su l u g a r , realizar o t r a serie d e ejercicios e q u i v a l e n t e s , c o m o el d e t r a b a j a r l a tierra, a s e r r a r á r b o l e s o p r a c t i c a r la caza p e r s i g u i e n d o la pieza; p e r o c o m o e s t o es, sin d u d a a l g u n a , m e n o s factible y d e s d e l u e g o m á s i n ­ c ó m o d o , n o q u e d a o t r o recurso q u e el d e seguir las indica­ ciones q u e e n tal sentido hacen los exj)ertos en estética e lii(íiene.

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f •:


Wcndy Barrie, nuevo rostro de Cinelandia, resume en la gracia andrógina de su cuerpo elástico y breve la fina y ¡¡rácil seducción de la mujer 1935 ^

H a y quien supone, e q u i v o c a .Límente p o r supuesto, según m á s adelante d e m o s t r a r e m o s , q u e 1 a m a r c h a es u n o d e los sistemas in'^^^^H falibles p a r a el a d e l g a z a m i e n t o . E s v e r d a d q u e u n a persona n o r m a l , después d e c u a t r o horas d e m a r c h a , es decir, en unos 20 kilómetios d e r e c o r r i d o y ^ c o n un solo descanso d e diez o q u i n c e minutos, p u e d e llegar a p e r d e r dos kilos de peso. Y r e d u c i d o el ejercicio a términos m á s asequibles, p u e d e asegurarse q u e u n a h o r a d e m a r c h a — c i n c o kilómetros d e r e c o r r i d o a p r o x i m a d a m e n t e — p u e d e n d e t e r m i n a r u n a p é r d i d a a p r o x i m a d a en el peso d e 400 g r a m o s . «¿Cabe m a y o r evidencia d e q u e el sistema es infalible», p e n s a r á a l g u n a lectora «metidita en carnes. Y nosotros la responderemos: A p a r e n t e m e n t e , sí. P e r o sólo a p a r e n t e m e n t e . E l peso, sin d u d a a l g u n a , d i s m i n u y e m o m e n t á n e a m e n t e ; p e r o en r e a l i d a d la pérd i d a es ficticia, y a q u e l a reducción d e peso se p r o d u c e en u n a m í n i m a p a r t e p o r la p é r d i d a d e g r a s a y en u n a p r o p o r c i ó n esencial p o r l a d e s h i d r a t a c i ó n del o r g a n i s m o . La m a r c h a — q u e o b l i g a a u n a p r o f u n d a y m á s frecuente respir a c i ó n — d e t e r m i n a u n a frecuente p é r d i d a d e a g u a , y p o r o t r a p a r t e , p r o d u c e u n a m a y o i a c t i v i d a d d e los ríñones, d e l a v e j i g a y del intestino, o c a s i o n a n d o con ello frecuentes evacuaciones. P e r o — y he a q u í e x p l i c a d o por q u é la m a r c h a no es, c o m o al guien h a b r á supuesto, el sistema ideal para adelgaz a r ~ e x c ! t a el a p e t i t o y acent ú a la sed. C l a r o es q u e si fuer a posible abstenerse d e comer y b e b e r después d e una caminata de una hora, no vacilaríamos en d i p u t a r este p r o c e d i m i e n t o c o m o insustituible p a r a el adelg a z a m i e n t o ; p e r o sinceramente opinamos q u e m u y pocas d e c u a n t a s se d e c i d a n a p o n e r l o en p r á c tica serían capaces d e resistir al deseo d e r e p o n e r las fuerzas a g o t a d a s p o r un v i o lento ejercicio. A d e m á s , h a d e tenerse en c u e n t a q u e t o d o a l i m e n t o , l í q u i d o o sólido, ing e r i d o después d e u n a fuerte agitación m u s c u l a r y respiratoria, a l c a n z a el m á x i m o d e su r e n d i m i e n t o asimilatorio, p o r q u e las células del cuerp o , q ue p e r m a n e c i e r o n t o t a l mente d e s p l a z a d a s y desp r o v i s t a s d e funcionamiento d u r a n t e el ejercicio, le acoCarole Lombard, expresión suprema de la beg e n á v i d a s c o m o u n a esponlleza cinematográfica, es un magnífico exponenj a seca. V é a s e , pues, p o r te de la seductora gracia de las mujeres del qué la práctica de la marfilm... c h a n o p u e d e considerarse c o m o un m é t o d o eficaz d e a d e l g a z a m i e n t o , y a q u e es luuy difícil solicitar d e quienes la c u l t i v a n la v i r t u d d e s a b e r resi.stir al deseo d e satisfacer l a sed y el apetito. T a m b i é n el l'.-imado p a s o gimnástico—es decir, correr d e u n m o d o rítmico y metódico—es m u y r e c o m e n d a b l e , s o b r e t o d o p a r a aquellos q u e , p o r sus ocupaciones. nopue<len dedicar una h o r a d i a r i a a a n d a r . E s t o s p u e d e n sustituirla c o n unos minutos d e p a s o gimnástico. L a m a r c h a a pie a c t ú a d i r e c t a m e n t e s o b r e todos los músculos del c u e r p o , s o b r e las v í a s respiratorias y s o b r e el pe.*o, q u e hace disminuir. E l p a s o gimnástico tiene la v e n t a j a d e p r o d u c i r en el corazón un m o v i m i e n t o más acelerado. E l c o r a z ó n , q u e funciona n o r m a l m e n t e , según las edades, d e 60 u 80 pulsaciones p o r m i n u t o , llega fácilmente a ¡as 100 en cincuenta segundos d e p a s o gimnástico, y al c a b o d e tres o c u a t r o minutos p u e d e s o b r e p a s a r las 130. F á c i l m e n t e se d a u n o c u e n t a d e si p u e d e o no s o p o r t a r la violencia d e este ejercicio. Si el c o r a z ó n está fuerte, r e c o b r a r á p r e s t a m e n t e su r i t m o n o r m a l , Si, p o r el contrario, funciona i r r e g u l a r m e n t e y su m a r c h a no se n o r m a l i z a , d e b e suspenderse el p a s o g i m n á s t i c o y consultar al médico. E n t o d o caso, y teniendo en cuenta la serie d e circunstancias q u e p u e d e n impedir a l a m u j e r l a p r á c t i c a usual d e este últ i m o sistema, nosotros p r o p u g n a m o s preferentemente c o m o de eficacia i n d u d a ble el s a l u d a b l e ejercicio d e l a m a r c h a p a r a t o d a s a q u e l l a s d e nuestras lectoras q u e q u i e r a n seguir un m é t o d o p o s i t i v a m e n t e p r á c tico y económico p a r a la conservación d e la s a l u d . MIOSOTYS


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H

E P B U R N (KATHARINE)

N a c i ó en H a r t f o r d ( C o n n e c t i c u t ) . Su padre, el doctor T h o m a s N . H e p b u r n , era m í d i c o prestigioso y de ideas muy l i b e r a les; su m a d r e , sufragista célebre, diris;{a u n g r u p o feminista. N a d a más distante de las costumbres b u r g u e s a s que ; q u e l h o g a r . K a t h a r i n e se educó en libertad casi sal. r a j e : sus diversiones e r a n los deportes ^ violentos, los j u e g o s de chicos y toda clase ^ de e x t r a v a g a n c i a s : en cierta ocasión d u r dos noches en las r a m a s de u n á r b o l . ^ • E s t u d i ó en el B y r n M a w r College e interen las funciones teatrales o r g a n i z a d a s ^ • p o r sus c o m p a ñ e r o s . L e atraía la escena, y a p e n a s salida del colegio ingresó en una IT C o m p a ñ í a de B r o a d w a y . C o n t r a j o m a t r i monio con el agente de segutos L u d l o w Ogden Smith: m a s no por ello a b a n d o n ó la vida teatral. Su carácter indisciplinado y s u f r a n q u e z a excesiva retrasaron su r-arrera; a p e n a s d u r a b a u n a s e m a n a en . ad.i teatro. S u contrato de m a y o r d u r a nóii p e r entonces fué en u n a C o m p a ñ í a áf. importancia, con la q u e hizo una excursión artística a I n g l a t e r r a . O t r a vez on los Estados U n i d o s , fué observ a d a p o r u n o de los productores de la R . K . o . R a d i o Pictures, .1 quien s u b y u g ó el poderoso temperamento de la j o v e n actriz. gnst-i;uida le ofreció u n contrato para H d b w g A d y le hizo debutar en el j u H ] K J o h n B a r r y m o r e , a quien o b s c u r e c í Si su fuerte personalidad. E n 1933 se di%fctó de su m a r i d o . Su l a b o r e n x M o r n i n g g l o r y » le valii^ ' ' ••• 1 0 de la A c a d e m i a de Artes y Cit mato-

O L M A N J (RONALD)

^•mió ^Brino

alguna

Películas

que

ha

interpretado:

I l'itl 0/ divoTcement. Dorothy Arzner. Hacia las alturas (Christopher Strong ) , D o r o t h y A r z n e r . Gloria de un día (Morning glory), Lowell Sherm a n . Las cuatro hermanitas (Littléi Womenj. G e o r g e C u k o r . Mística y\ rebelde (Spitfire), John C'romwell.J Sangre gitana (The little minister),' R i c h a r d W a l l a c e . Break of hearis, P h i l i p Moellcr.

cine,

grálpcas, de H o Q l l y w oooodd,, a i<i in^j >r interr • in1 del I

JHo.

raj^EóS

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metros. rojizo.

T^^^^^M

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Estati Cabellos

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ODRIGUEZ (CARMEN)

N o m b r e completo: C a r m e n R o d r í g u e z - M o r e n o . N a c i ó en M a d r i d , en l a calle de f T o l e d o , el 3 de F e b r e r o de 1899. E s h i j a f d e l actor de teatro A l e j a n d r o R o d r í g u e z , l y c on él se trasladó a M é j i c o c u a n d o tenía r d o c e a ñ o s de e d a d . A p a r e c i ó p o r p r i m e r a vez en un escenario al a ñ o siguiente, en u n a función benéfica del T e a t r o Politeam* G r a n d e , de L a Haban.t. F u é tan g r a n d e «1 éxito obtenido, que su p a d r e f o r m ó i n mediatamente u n a C o m p a ñ í a a base de la novel actriz, q u e hizo su debut c o m o p r o k fesional e n el T e a t r o T e r r y , de Cienfuegos. m D u r a n t e u n a ñ o recorrió toda la isla de ^ k C u b a , y de regreso en M é j i c o alternó l a ^ • o p e r e t a y l a z a r z u e l a . P o c o después, ya ^ B c o n C o m p a ñ í a propia, hizo u n a victoriosa ^ V e x c u r s i ó n por A m é r i c a . E n 1920 fué por V p r i m e r a v e z ^ ^ ^ ^ n g e l e s ; de 1923 a 1 9 2 5 W reveló e n ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ o r r i d o s u d a m e r i c a n o su p e r s o n l ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ c i t a d o r a ; de 1 9 2 5 a 1927 ^ r l ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ V p r i m e r a actriz de comedia '1 T e a t r o V i r g i n i a P á b r e g a s , ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ 1 9 2 7 a 19^0 r e corrió los ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ H | | > d a n d o

est^^^^^PPRHRMo

York del s o n o r o , HP" flipn breve f i l m niusicaL Fué a contratada p o r Patl-^ iro l a q u i e b ^ M e esta entidad permitió ngreso en I^H|||tu o-Goldwynayer. Espe^ |)apeles de canKa, ha nHén e n i | F^x .ranioO desde 1915 ron el actoi español nándaz. H a '?o a E s p a ñ a en Ma 5 y se ha « n t a d o ante el pul ínterente personalidad de dora.

Hó^jpC

N a c i ó en Surrey ( I n g l a t e r r a ) el 9 de F e b r e r o de 1 8 9 1 . A los diez y seis años, tras de estudiar en el Colegio H a d l e y , de Littlehampton, e m p e z ó a t r a b a j a r c o m o meritorio en u n a C o m p a ñ í a de vapores, con sueldo de dos l i b r a s esterlinas al mes. E n el R e g im ie nt o Escocés m a r c h ó a l a g u e r r a con l a p r i m e r a expedición que su país m a n d ó a tas órdenes de L o r d K i t chener. Intervino con b u e n a suerte en las batallas de Y p r é s y Messine: pero en un encuentro posterior, a consecuencia de u n a c a í d a a u n hoyo, se r o m p i ó u n a pierna y, '^^útil para el servicio activo, e l a contienda e n las oficinas idencia General Británica, c o m o actor en un teatro co después t r a b a j ó en u n a llegó a estrenarse. E n 1920 ,os Estados U n i d o s , y llegó con 37 dólares, tres cuellos >s cartas de preseiiÉ|(ión. muchos a p u r ner un j u n t o a Geoí diosa L u e g o coni les éxitos F a y B a y n t e r en de B r o a d . Su primer tral g a l á n de fué junto a Lilli n « L a herb l a n c a » (versió ue se r e a totalmente en Ita o enorme este ! seguró a onald ^^^^^•nfirmada en Sus int| Wttggm A principios de a taeHHdad Twentieth C u n d a d a poro antes. Está casado o í ^ H s in|¡!esa T h e l m a R a y e .

Películas

que

ha

interpretado:

¡limpia. El último de los Vargas, I avid H o w a r d . Ladrón de amor, D a v i d H o w a r d . Gtnie alegre, E d u a r d o D . V e n t u r i n i . Del infierno al cielo, R i c h a r d H a r í a n . Eran 13, D a v i d H o w a r d . El último amor, I ^ u Seiler. El último varón sobre la tierra, J a m e s T i n l i n g . La melodía prohibida. J a m e s T í n l i n g . La cruz y la espada, F r a n k S t r a y e r . Ojo, solteros (No te cases), J o h n R e i n h a r d t . La llama sagrada, W i l l i a m M e G a n n . La mujer X. ' I aballero de la noche. South of Río tnde. Tropical Nighis. Down in ¡juana (sketch). In Oíd SP'IN' '•tch). Nada más que una nwl.achman. I.lt.

Tango

bar,

Johi|gtt

noMros.

Ojos

pardos

Películas

que

ha

interpretado:

La hermana blanca (The II Sister), H e n r ) ' K i n g . Romola, Hi . , K i n g . El abanico de Lady Windermcre (The Lady Windermere's fan), lírnst L u b i t s e h . El ángel de las tinieblas (The Dark Ángel), G e o r g e s Fitzm a u r i c e . Soche de amor (One nigth of lave), G . F i t z m a u r i c o . Beau geste H e r b e r t B r e n ó n . La hija del desierl (Winning of Barbara Worth), H e . „ , K i n g . Kihi, Clarence B r o w n . / ; / paraíso del mal (Tarnish), G. F i t z m a u r i c e . Raffles, W i l l i a m CamerAn Menzics y P a r k F r e n c h . Condenado (Condemnedj, W e s l e y K u g g l e s . ¡Que pague el diablo! (The devil's ta pay ) , C. F i t z maurice. Dr. Arrowsmith, John Fu .S"« único pecado (Cynara), l V i d o r . La máscara del otro (The querader). R i c h a r d W a l l a c e turero audaz (Bulldog Di N Strikes Back ) , R o v del R u t h . C / « ¿ i a , R i c h a r d Bol- ' ' v.

o o PER (JACKIE)

N a c i ó en H o l l y w o o d ( C a l i f o r n i a ) el 1 5 de Septiembre de 1923. Confiado tan sólo a su m a d r e , cuyos únicos recursos económicos e r a n modestísima participación en u n a tienda de instrumentos m u sicales, el niño se crió enfermizo, y sólo a costa de atenciones e x t r a o r d i n a r i a s reaccionó su n a t u r a l e z a . M a b e l Cooper, la m a d r e , tuvo que salir de H o l l y w o o d c o m o p i a n i s ^ de u n a C o m p a ñ í a de variedades, y Jackie quedó al cuidado de l a e n f e r m e r a que a y u d ó en su venida al m u n d o . A l c a b o de a l g ú n tiempo, M a b e l consiguió t r a b a j o en u n a estación radiodifusora de H o l l y w o o d , y por consejo de sus amistades llevó a su hijo, que entonces tenía tres años, al Estudio de H a l R o a c h , en que se f i l m a b a n las comedias de « L a P a n d i l l a » ( « O u r g a n g » ) , cuyo director, R o b e r t M e G o w á n , le aceptó ense, después, y g r a cias a la nado N o r m a n T a u r o g , din gráfico que e m pezaba 1 Cooper consiguió el pue enelDepartamento m u s studios F o x , y allí o b t u v o u n 1 para su hijo en u n a revista. J a d abajo aquej a d o de fuerte a' a s . Su p r i mer éxito i m as peripecias de l e eligió partk este film el que fle ser su d i r e c ^ r , Víctor quien s u b s t i t u y i en defin T a u r o g . L a s dftrersiones Jackie son el « t e l | p i s » y la usiasma y detesta llegar a

Películas

que

ha

interpretado!

Fox Movietone Follies of 193 B e n j a m í n Stoloff. Vn plato a la anricana (Sunnyside Up). David B u igr. Las peripecias de Skippy (Ski). , py K o r m a n T a u r o g / ; / buen ladrón (Donovan's Kid), Jack C o n w a y . Dos soldnditos (Sooky), Norman Taurog. ,Champo (Champ). King Vidor. Cuando hace falta un amigo (When a ^^ller needs a friend), Harry Pollard. Divorcio en la familia (Divorce in the family). Charles F . Reisner. Broa may y Hollywood ( Broadway to Ho wood), W i l l a r d M a c k . La isla del . 50,0 (Treasure Jsland), Víctor R ming. El arrabal (The Bowery% R a o u l W a l s h . I'eck's bad boy, H a r r y ("handlee.


CAPÍTOL

" L I velo pintado", o el triunfo d e la dÍM-lplina la estrella má<ima d e l a piuitalla y al director de moda en H o l l y w o o d les dijeion al comenzar esta película: « A l á tienen ustedes, como materia dramática, unos cuantos lugares comunes a g o t a d o s en la novela y en el teatro y repetidos después en cien película-s: el hombre de ciencia, casado con una mujercita que se aburre mientras él trabaja; y el hombre mundano, amigo del marido, qtie viene a distraer a la 8et"iora. A l principio todo mar ha bien; el marido estudia, y su amigo y su mujer hticen excursiones en auto. P e r o \m día el estudioso llega a saber tanto como la doncella de su señora, y se convence—conclusión edificante para la ciencia—que los mejores amigos son los libres prestados y que la donna e mobile cual pluma al viento. El marido se pone furioso, la infiel tiembla, y el seductor huye. « ¡ A h , cobarde!», exclama el burlado. P e r o como es un filósofo, se trancjuiliza enseguida, y v u e l v e a sus estudios con verdadero encarnizamiento. Descarga su furor en las acotaciones marginales a una obra de Marco Aurelio o en recetar drásticos a sus pacientes, si es doctor en Medicina, como ocurre en El velo pintado. L a mujer, entonces, admira el estoicismo del sabio que le ha caído en suerte, y puesto que el otro se ha ido y ella no quiere intuir de nostalgia, comprende de p m n t o que París bien vale una misa; es decir, que su marido es un talento doblado en castigador. Así se lo dice con hondos .suspirtts. Y como los sabios son tontos, éste la cree a pies juntillas, se le sube el pav o y . . . se acaba la función. «Hasta aquí el asunto. Veamos ahora el escenario. L a acción emi:)ieza en Austria y termina en China. P e r o no se hagan ustedes ilusiones; no saldremos de los P^studios. Unos interiores modestitos y una China de (cartón, con las menos coletas posibles. Diálogos, decorados y buena vdhmtad. ¿Qué les j)arece?» < ¡reta y Boleslawski se miraron. ¿Qué les iba a parecer? En los ojos de ella brilló durante un segundo una chispa de rebeldía. / go hme (me v o y a casa) estuvo a punto de amenazar. ¿Cómo quieren ustedes que y o encarne la psicología de una bestezuela bien nutrida? Ese tipo de mujer es para una wamp de 0,65 y no para mí. A su v e z , Boleslawski se afligía: ¿Qué hago y o con una cámara que teme constiparse si sale al aire libre? ¿Cómo transformar en imágenes esta amazacotada confusión de palabrería y tópicos bruñidos por el uso? T a n t o ella como él, sobre todo ella, le i'mica, tenían autoridad moral j)aia negarse a la ruda prueba. P o r q u e eso ha sido para ellos este film: una prueba o un tour de forcé, en el que se les ha exigido hacer arte con elementos de vulgaridad. P e r o no se negaron, no. Ellos, (pie tenían razón y prestigio para rebelarse, se sometieron a la di.sciplina del Estudio, y empezaron a trabajar. Es edificante. Y asombroso. L a estrella máxima de la f)antalla y el dire<tor de moda en Hollywoo<l se sometieron como doctrinos o extras, que son los doctrinos de la (ünematografía, a un trabajo en el que, a cjmibio de nada, teníjm ellos que jH)ncrlo todo. Triunfo de la disciplina debe ser, porque de otro modo no se explica.

¿ Y cómo han salido de esta prueba de obediencia? Greta Garbo afianza su originalidad y sus dotes exceiX!Íonales de actriz dramática en unas situacicmes en que cuahpiiera otra hubiera fracasado. Sus primeros planos en este film crean emoción donde no la había. Y Richard Boleslawski demuestra que un buen director es capaz de prestar condiciones cinematográficas, jugosidad y ligereza, a la sección de Bolsa de un rotativo. También merece destacarse la labor de Herbert Marshall. RIALTO " Y o no soy un ánjel" Mae W e s t tenia que triunfar necesariamente en los Estados Unidos y en t o dos los Estados, unidos o no, del mundo. Porque representa la «resurrección de la '^^^^^^F^^ i^OpiB carne» en la panta^^^^^H^^Uii^^^V lia, después del desm ^ l ^ H H m i l l l J l l j B m a y o de la línea recta. Contra la estilización, Iti exuberancia. Dos tendencias que han d i v i d i d o siempre a los hombres. Como actriz, no trae otra cosa Mae W e s t . N i le hace falta para llamar la atención. Su contoneo procaz vale tanto, traducido en dólares, como el arte de una eximia actriz. Y que rabien los puritanos, y a la cabeza de ellos míster H a y s , el del Código moralizador, que, por lo visto, no sirve para n a d a

dría af)licarse al cine de Mae West la cáustica frase de B e m a r d Shaw: «El cine podría ser un arte, a condición de quitar las imágenes y dejar los letreros.» A r t e o no, el cine de Mae W e s t tiene la virtud de apasionar a la gente, y cuenta con un público de incondicionales que v a n a v e r a la protagonista y a quienes les tiene sin cuidado asunto, escenario y realización. L o interesante para ellos es la v o z gutural, los ojos entornados, la plenitud física y el ondulante andar, casi en iniciación de rumba, de esta mujer de talento, que paiece cifrar toda su estética cinematográfica en aquel sarcasmo de Larra: «Sólo concibo y me explico perfectamente el trabajo, el estudio que se emplea en sacarle (al público) los cuartos.» P A L A C I O I)E L A MÚSICA "El Club de .\Iedianoehe" Londres. Bruma propicia a las aventuras detoí'tivescas, acaso porque allí el día suele ser casi un crepúsculo nuestro. F ü m policíaco que se estime v a a las orillas del Támesis y se pone en relación con los agentes do Scotland Y a r d , que deben ser a ios policías de una ciudad cualquiera lo que im sombrero de copa a una boina, lo que unos guantes blancos a irnos mitones. L a Policía londinense es la aristocracia; más aún: el Olimpo de los sabuesos. P o r eso los latlrones honrados, les que sienten el orgullo de su profesión y hacen de e la un arte, los la<lrones de veras y no los ingenuos raterillos tle tranvía, a<;uden a Londres, como los mahometanos a la Meca, una v e z por lo menos en su vida. IJOS d e El Club de Medianoche pertenecen a la nobleza de la Ganzúa. Caballeros de los pies a la cabeza. Caballeros de industria, claro es. D e una industria que sólo se distingue de las demás en que también es peligrosa para los que la ejercitan. El film está bien realizado, y los rivales en el torneo de ingenio y hasta de originalidad en los procedimientos y métodos ejemplares para enriquecerse rápidamente a costa de los demás, son Clive Brook y George Ralft, secundatlos por I l e lén Winson, con una breve y acertada intervención de Alisón S k i p w o i t h . PRENSA

Rrian .\herne y F.lfoiioru C»rh<-tl, rn un mámenlo de « L « ninfa constante»

Claro que, con los puritanos, aunque por otras causas, patlecon viendo a Mae W e s t cuantos creen qtie el cinema es un arte y no un tabladillo do feria donde se exhiben troteras y danzadoras ai chinchín de una sensualidatl que se finge cerebríd y complicada, y es sólo fisiológica. P e r o no hay que ponerse demasiado serios. Después do todo, Mae W e s t , con su franco desparpajo, llamémoslo así, es menos peligrcsa e inmoral que tantas otras enigmáticas y lánguidas sacerdotisas del sex-appeal. Y perdonen el latiguillo. Donde Mae W e s t está mejor—suyos son el argumento, escenario y diálogo de Yo no soy un ángel—es en el diálogo o on su traducción en epígrafes. D e tal modo, que a este respecto, po-

"El príncipe encantador" Este film responde a su título. A la idea que sugiere su título. Cosa frivola, amena, sin transcentlencia, con buena música y bollas canciones. Arthur N i s s o t t i , el director, presta a la película el ritmo ágil y ligero que requiere su índole de comedia musictü, realizada para distraer los ojos y halagar el oído. Como la bailarina romana. El príncipe encantador, saltavit et placuit. N o se le puede pedir más.


dición. V a están lejos, venturosamente, aquellos días en que la mujer se hallaba relegada al exclusivo y humillante desempeño de las funciones subalternas. Hoy, sin dejar de ser una Jjerfecta e intachable ama de casa, una madre amantlsima y una esposa modelo, puede ocuparse de las modas, del cuidado de su belleza, sin que por ello se resienta un ápice su prestigio ni desmerezca en el concepto de la ajena opinión.

¿Ha despertado el cinema en ia mujer un nuevo sentido de ¡a elegancia y de la coquetería?

Ahora, como nunca, la justa acepción de lo verdaderamente chic recobra, merced a esta evolución que en la mujer se viene operando, su exacto sentido de aristocracia espiritual, de elegancia psicológica, de sutil refinamiento. Nuestras gentiles mujercitas saben atender sus deberes hogareños sin dejar de conceder al arte de embellecerse, a la ciencia de seleccionar acertadamente una toilette, la imfKirtancia excepcional que encierran estas aparentes trivialidades, y que son, en realidad, el perfume de su feminidad.

(

"^ UILLERMO I I dijo en cierta ocasión _P que toda alemana, para ser una jjerfecta mujer de hogar, precisaba observar el culto a tres k: kirche, kürcke, kinden (la iglesia, la cocina y los hijos). T a l vez en aquella época, no demasiado remota, por lo demás, 1 a prescripción f u e r a atinada. Actualmente, las cosas han cambiado, no sólo, por fortuna, para la mujer, sino también para el hombre, que es, en último término, a quien realmente beneficia t o d a evolución que se opera en el sexo antagonista, y y a no cons i d e r a m o s incompatible con las atenciones del hogar el conocimiento de las leyes de la transmutación de los metales y el poseer algunos antecedentes acerca dq la p e r s o n a l i d a d Descartes, p o n g a contó t e m p l o s dg

Cualesquiera que sea el nivel de su cultura, la fémina de nuestro siglo ha advertido que cuanto más extreme su afán de mostrarse ante el hombre amado con un encanto siempre nuevo y una seducción inédita, mejor eludirá el posible riesgo de que el elegido de su corazón trate de hallar lejos de ella los atractivos que en el propio ho-

\

Marika Rokk, I 1 hermosa actriz del «ecran» europeo con un originalísimo traje de audaces líneas

< — ¡Con qué ele;anle desenvoltura uce (Parole Lombard, una de las más bellas «stars* de Cinelandia, esta graciosa «toilette» jiara el «auto* o r l «camping»!

Marlene Die- — • trich, en su arte y en su v i d a , deja í>iempre la huella de su fuerte personalidad. Vedla aquí exhibiendo un traje que participa de la línea original dr la artista q u r lo viste

gar no se le ofrezcan... O , lo que es lo mismo, ha aprendido a mantener perennemente fragante y lozana la flor de su coquetería, U n a coquetería—ocioso es decirlo—digna, señorial y respetuosa para si misma. A este propósito, y por lo que hay en ello de relación con el fondo cinematográfico de nuestro trabajo, recordaremos que Fredric March, el novio ideal y romántico de tanta l)ella mujercita, hace anualmente un recorrido por los liceos femeninos del Estado de N u e v a Vork en hnsca del anjuetipo perfecto de la mujer de nuestros días. N o tiene, en realidad, esta cruzada del apuesto galán otro propósito que el de descubrir en la mujer sus prestigios naturales, a saber: belleza, coquetería y elegancia. E l es, realmente, uno de los más expertos conocedores de estas cualidades, que suelen concurrir en la mujer cinematográfica con frecuencia que no al-


las demás características de la mujer. ¿Acaso Greta Garbo, Marlene Dietrich, Mae W e s t , poseen rostros cuya perfección se ajusta a las clásicas normas de belleza que nos fueron legadas por nuestros antepasados? N o , ciertamente. Tienen, en cambio, chic, elegancia, coquetería y gracia inconfundibles, característicos. Tienen, en una palabra, lo que toda mujer debe aspirar a poseer: personalidad. Vivimos la hora de la coquetería, y cada mujer tiende a poseer la suya especial, única, la que tienda a definirla, a diferenciarla entre todas las demás mujeres. U n a coquetería, claro es, que no signifique descoco—entonces deja de serlo para merecer un calificativo más duro y rotundo—, sino refinamiento delicado, cultivo prudente y administración sabia de la propia belleza y un moderado afán de esgrimir con tacto y con arte supremos las armas de la seducción para así mejor cumplir su misión de hacerse grata al hombre. Esta es la cruzada que el cine viene realizando triunfalmente. A l principio, de un modo insensible e impensado. Luego, al advertir la pujanza de su influencia y el rendimiento con que la mujer aceptaba sus normas, de un modo franco y decisivo, ha.sta el punto de que le cabe de un modo absoluto, y él la acepta se-

Maiika K5kk, con otro sugestivo y práctico traje de UMÓana

Urtaula O a b l e y . aiiittla de la V. V. A., ron el traje de gala que lure en ttu último Tilm

olvidéis—prosigue—que F'ran- ' cia ha sido acusada, que lo ea i aún, de haber dejado lánguida- I cer el prestigio que un día me-1 recio al mundo de poseer las m á s bellas y m á s elegantes mujeres del planeta. N o sé si ello es del todo cierto; pero es, al menos, evidentemente g r a - ; ve. D e todas suertes, aun nos \ queda una esperanza de reco-1 brar la fama perdida: el cine. ; ¡Sólo el cine de nuestro país, i en el que tanta y tan bella mu-1 jer actúa, podrá rehabihtamos j ante el mundo!» >

canza ninguna otra actividad en que la mujer tenga intervención. ¿Cabe, pues, pensar que es el cinema la escuela mejorj para la enseñanza práctica de estas seducciones? Forzoso ea! reconocerlo, ya que en él flore-j cen de modo tan profuso. Convengamos, por tanto, en que el cinema, contra lo que se cree frecuentemente, no busca sólo! la plástica, sino que persigue: por igual el encanto, la gracia,; ese extraño don personal quef hace distinguir a unas mujeresi de otras. L a atracción del sexO —el sex-appeal — no tiene, en! este sentido, leyes distintas dtl

M.

! i

'i i

Fste elegante «tailleur» que viste j Caralc Lombard, eon solapas en ' forma de cometa, es de lanilla]

O r t r u d c Mirhael luce aquí una| señorial «robe de soir», en terciopelo «rhiffon» color rubí...

l.erlrude .Michael, con el cómodo atavío que utiliza para pasear en las horas matinales por los floridos jardines de su «bungalww» guro y orgulloso del éxito, la responsabilidad de la transformación operada en la mujer. £1 ha creado un nuevo concepto, un nuevo canon de la belleza, una inédita orientación de las elegancias un nuevo sentido de la gracia en los ademanes, una escuela renovadora de los gestos. Y todo ello—seria injusto no rect)n{)cerlo así—sin de su feminidad, antes bien, acentuándola y otorgándola nuevo prestigio y rango nuevo. L a plausible labor que realiza Fredric March—Diógenes ultramoderno— merece, pt>r tanto, el encendido elogio de los amantes de la estética perfecta. Vn joven y renombrado escritor francés, comentando esta cruzada de arte, decía recientemente: «.Si gracias a esta encuesta de investigación de la belleza, el día de mañana nuestras mujeres .son .sometidas a un examen de la elegancia en sus diversas acepciones y triunfan en la asignatura, ello significará una gran victoria para el esforzado artista y para el sexo débil de nuestra generación. N o

menoscatK>


li cinema italiano [)arece despertar de un largo sopor. Algimos films de valor todav í a diverso j un estilo que no ha encontrado t o d a v í a su forma de expresión le dan una fisonomía peculiar y tienden a llevarle nuevamente a ocupar en el mercado universal el lugar que ostentara antes de la guerra. Afortunadamente, hemos relegado y a al olvido el cine italiano de avant-guerre. Esto es lo justo. Pero desde el pimto de vista cómico o, mej o r dicho, grotesco, ¡qué cosa más formidable .sería poder visionar tsmtas y tantas cintas que en aquellos tiempos hacían saltar las lágrimas a nuestros abuelos! Los italianos vivieron en su cinema una especie de ópera de gran envergadur a I5sto fué terrible para ellos. Cantantes obesos bajo la albura de su toga; abundantes matronas saludando a la romana o agitando ramos de olivo; legionarios l)ajitos y rechonchos desplazándose a pe<|ueños pasitos, con un contoneo digno de mejor suerte; grandes multitudes levantando y bajando el puño acompasadamente entre imaginarios gritos de muerte. j

constituían el fondo indispensable de todos í>ii> films de gran espectáculo. Quo Vadis?, en 1912, d i ó l a vuelta al mundo en resonante triunfo. Kste éxití) les animó extraordinariamente. Se pidió un escenario a D'Annunzio, que más tarde fué entregado a su hijo Gabriellino D'Annunzio, quien realizó con Cabiria im monumento imperecedero de grandiloííuencia Era entonces cuando los americanos imaginaban combates navales e imponentes (?) y catástrofes ferroviarias, y los franceses rodaban un Dantón, un Robespierre y una colección inacabable de Napoleones. Los italianos ofrecieron mucho más. Los decorados estaban listos. ¡Vengan trirremes, coliseos, aventinos, festines báquicos y suplicios ^

de cristianos! En 1914 vio la luz de las proyectoras Nerón y Agripina. Era un film de dos mil metros quo nada tenía que envidiar al siniestro Ben-Hur de nuestros días. T o d o el film eran orgías romanas, lluvias de flores, juegos de circo, para terminar, indefectiblemente, con el incendio de toda una ciudad de cartón que un em-

perador, con señales de haber usado monóculo y con un vientre formidable, consideraba con beatitud de prelado. Esta superproducción costó la exorbitante suma de un millón de liras oro. Después, otros incendios y juegos más graves que los del circo interrumpieron la carrera del naciente cinema italiano. Contra todo lo que puede suponerse, la guerra no ha cambiado a nuestros simpáticos italianos. Apenas había terminado éota cuando un cierto Caramba, cuyo nombre es todo un programa, imaginaba rememorar los fastos antiguos llevando a la pantalla las fiestas de los Borgias. P o r su parte, Gabriellino D'Annunzio, decididamente impenitente, se esforzaba en engrandecer la gloria paterna. Uno y otro vieron sus respectivas sociedades en quiebra. A pesar de estos fracasos, el año último tuvimos una grata sorpresa al visionar una comedia muy bien lograda. Canción de amor, con Isa Pola. Este testimonio de la actividad del arte italiano no representa más que una parte de su

«Fabiola

«Frale solé»

«Jerusaiem libertada»

producción actual. Desgraciadamente, es y a mucho más difícil poder juzgar Vecchia guardia, film de neta propaganda fascista, y , sobre todo. Camisas negras, hoy rigurosamente prohibida, que es, según autorizadíis opiniones, ima obra muy bien lograda. En París fué exhibida esta producción en sesión privadísima, quedando después prohibida .su proyección. H e aquí lo que un crítico francés dice do este film: «Vecchia gmrdia es un film de una técnica extremadamente minuciosa y sobiia, que revela unas preocupaciones exactamente contrarias a las del (;inema italiano de avant-guerre. El argimiento mismo e v i t a tíuidad<;samente todo énfasis. En el film se de.scribe maravillosamente la villa en una pequeña ciudad italiana algunas semanas antes do la marcha sobre R o m a y la muerte de mi joven camisa negra do quince


años que cae bajo las balas de los grevistas. A decir v e r d a d , este episodio está quizá demasiado cuidadosamente reducido a su más grande simplicida<l. Comparado a las apasionantes visiones de cinema ruso, parece borroso, demasiado d i s t i n g u i d o quizá; le falta poder, violencia, y uno se apercibe con soqjresa que no es ciertamente muy diferente de tantos otros films. Ello es debido s^uramente a un montaje demasiado lento, un desarrollo monótono o a este cachet de severidad en el estilo que parece querer renimciar a t o d a concesión efectista Este arte minuciosamente escrupuloso es de i m a impasibilidad ^^^^HBBHHHHI extraña en un film de propaganda Si renunciamos a encontrar en ella el dramatismo profundo del cinema soviético, tendremos cierta facilidad para llegar a ver ciertas caricaturas muy discretas y algún que otro detalle de buen cinema: una aldea admirablemente iluminada, unas veces brutalmente, otras con unas sombras untuosas; un viejo coche, dando tiunbos por el camino; apariciones de viejas en corros, una mujer portadora de a g u a U n a luz sabiamente escogida compone verdaderos cuadros de imágenes acertadísimas. Búsquedas de clarobscuro q u e son demasiado numerosas para ser todas igualmente bien logradas. Ese es e de-

«La A m a t a azzurra»

fecto de los juegos de luz, contraluces, zonas de sombra, iluminaciones calculadas. E l virtuosismo es una gran cosa a condición de no abusar de é l . » Vieja guardia es, sin duda, el fibn de un hombre a quien se han dado toda clase de facilidades y que a nada ha renunciado, habiendo querido realizar todas sus intenciones con excesiva complticencia. D e ahi sus lentitudes, au pesadez descriptiva, notada por los críticos, y esa superioridad de la técnica sobre los elementos dramáticos del film. El final, que rompe magniñca-

mente con la monotonía del resto, liberado por fin de las interminables disquisiciones líricas entre dos personajes, y m u e s t r a l o que podría ser, al servicio del lirismo menos contenido, este arte sobrio y exacto de la luz. El fUm termina cuando los hombres del pueblo parten para juntarse a la milicia que m a r c h a sobre R o m a . Los hombres, d e los cuales sólo se v e n las siluetas y los cascos, montan en los camiones. L o s faros iluminan débilmente el camino. Sólo se o y e el ruido del m o t o r que rueda silente. Y de v e z en cuando el canto de algt^n gallo en la lejanía. Fi canto del gallo de las dos de la madrugada. Se percibe el frío y el silencio de la partida, y a los lejos la carretera int e r m i n a b l e y pálida donde el alba no se decide a surgir. Sin cantos bélicos, sin arcos de triimfo, sin ajwteosis. Solamente sobre los camiones que descienden hacia la Ciudad Eterna, el nombre del «jefe» en gruesas letras, como si se tratase d e una marca d e reconstituyente. Otro de los nuevos films italianos de propaganda bélica ha sido L o Armata azzurra, alejado de la soberbia muerta del Coliseum y exaltación de la escuadra aérea italiana, o i ^ U o de la hora actual del «Duce». LOPE F . M A R T Í N E Z DE R I B E R A

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Rostros Jólo

icos

en el que podrán participar, sus fotografías, todos nuestros lectores, que el cinema necesita tanto de la estrella como del galán, del actor de carácter como |del niño... Lea usted en é\ próximo número dt

las bases de este inter^suiifc C o n o u r s t » , con importantes premios en metálico y numerosos regalos.


L

A realización de films se puede dividir en J tres partes principales, además de otras que podemos llamai- auxiliares o secunda­ rias. U n a de las partes es aquella en donde el metteur en scéne interviene directamente; donde su trabajo es único y donde figuran como intcipretes el «todo» de una ciudad, el «todo» de uu campo, el «todo» de una selva..., sin ningún actor o estrella que descuelle y sin ningún personaje central o de conjunto que reclame su presencia L a segunda parte se refiere a los films en donde el realizador actúa de ima manera mixta. .\qu) intervienen actores al mismo tiempo que con­ juntos de personas y cosas anónimas. Es decir, el trabajo del metteur en scéne es directo, por un lado; a n e m e t e casos y cosas donde sólo se com­ promete su personalidad directorial Es indirecto por otro lado, y aquí no solamente se compromete él, sino que compromete a los actores, puesto cpie son los que actúan directamente y de lleno en ni film, manejados por su v o z de director. En la tercera parte queda completamente vela­ da la presencia del director. E.sta clase de films parece que nadie los ha dirigido, y recibimos la sensación de que son los actor&s quienes se han dirigido a sí mismos. T o d o as diálogo y primeros |)lanos de actores y estrellas. N o vemos al direc­ tor. Son films que hacen famosos y consagran al actor; que redoblan su jiopularidad mundial. En ellos no hay ni una imagen desaprovechada. Parece que es el operarior, con el autor del ar­ gumento a un lado, (luienes dirigen la película, sin otra preocupación que vaciar en ella el conte­ nido sobfio, .seco y re<xirtado del tema argumental. Desde luego, ésta es la ilu.sión que recibe el espectador inteligente, si trata de observar. Pero al dejar a un lado esta ilusión, no tendrá más remedio que reconocer que detrás de los ac­ tores está el director. Y que quien eleva y hace brillar su arte es también el realizador, que tan invisible se nos antoja. Como ejemplo, citaremos tres films que corres­ ponden a cada una de las tres partes: 1.° Carean, de Pabst. Aquí actúa la multitud. N o tiene más que leves personajes, y no centrales. Sin embargo, hay argumento. 2.0 Éxtasis, de Machaty. H a y personajes centrales, y , en cambio, efectúan un trabajo como tales los animales, las cosas y la misma Natu­ raleza. T o d o contribuye con su preferencia par­ ticular a la expresión del film. Caso m i x t o . La usurpadora, de Me Sthal, o cualquier película de H o w a r d H a w k s . En ellos todo es diá­ logo, t o d o son personas en un entrelazamiento continuo de imágenes y situaciones. Ix» cómico y lo trágico, lo alegre y lo triste está subordinado exclusivamente a los seres humanos que repre­ sentan el papel de personajes. Luego de aquí, concretamente, deducimos una cosa: que H o w a r d H a w k s está comprendido en la tercera de las tres partes en que hemos divi­ dido la realización de los films. Puede haber mu­ chos más directoras en esta situación; los podría­ mos citar... Pero la característica de los films de H o w a r d Hawks es el interés y la simpatía que inspiran sus personajes, interpretados por a<tures bien dirigidos. A y e r es G e o i ^ e O'Brien, representando un pa­ pel de príncipe, el que desciende caprichosamente a la categoría de chófer, se mancha la cara de grasa de los motores, se empapa las ropas con el agua de una fuerte tormenta y termina por ca­ sarse con una muchachita humilde. Otro día son Víctor Me Laglen y Edmund L o w e los que después de darse de trompazos en cada puerto por una mujer, de rodar por la cubierta del bar­ co y de romperse las narices, terminan abrazán­ dose, tirados en el suelo de una taberna y dicien­ do que no hay m a y o r felicidad en el mundo que la de dos buenos amigos. En otra oca.sión, Sue Carol y A i t h u r L a k e se sienten aviadores y se dedican a dastrozar aparatos y a fracturarse los huesos. Paul .Muni encarna al gángster más for­ midable que haya podido criar la famo.sa ley .seca de Hoower. Y Edgard G. Kobinsón se nos pre­ senta por primera vez en su vida manco, paseador de tiburones, ingenuo y confiado para quien le traiciona con su mujer. Es admirable H o w a r d H a w k s con su megá­ fono de director invisible y al parecer irresponsa-


ble. En casi todos sus filias realizado.s—Viejas verdes, Hojas de parra. Erase una vez un principe. Los ojos son siempre niños, El prÍTuñpe Fazil, l'na novia en cada puerto. Por la ruta de los cielos, (Quién es el culpable?, Donde las dan las toman. La etcuadrilla del amanecer. Avidez de tragedia, Esrurface, Pasto de tiburones y Vii^amos hoy— lo.x a'tores .son los que [tarece que llevan la dirección única y total del film. I l o w a r d I l a w k s les ofrece todo el campo a ellos, para quedar reducido en un término, sutil e inteligente, donde dirija sin ser vi.sto. Sus actores lo dicen todo, )u ocupan todo y lo expresan todo. Para hablar bien de H o w a r d H a w k s hay que recordar a aquellos marinos pendencieros de / 'nu novia en cada puerto. Eran el fiel reflejo del c.-|)HÍia yanqui. Ponderados y alegres, fanfarrones y audaces. Característicos tripulantes de i escuadra norteamericana. Comparo Una noria '•n tiuia puerto con Pasto de tiburones: las dos obras más parecidas, más semejantes y mejores - -exceptuando Scarfacs—de Howard Ilawks. 1-os tipos que dibuja son los mi.smos, marinos y 1 lescaci/i-e-^ de tiburones, y parece también inquirir en el tenia, sin que precisamente piense • 11 calcarlo. El hombre de mar, cansaílo de v i v i r en mil puertos diferentes y de jugarse la vida a diario, lo cifra siem})re en muchachotes rudos \ tuerte-, abrutatlos y nobles. Todos los días regañan o bromean a puñetazos; ))ero cuando h ice taha, el uno salva al otro de una mala situación o le rasca la espalda, cuando le pica, con el gand í o ijue hace las veces do la mano mutilada. Kn medio de su rudeza, son marinos de una bondad y de una comprensión increíbles. L l ^ a un momento en que, después de desafiarse a tiros y a puñetazos, de romperse varias docenas de sillas en la cabeza, se abrazan y no reconocen más tmistad que la suya, l'ltimainente, todos los • aojos han sido debidos a la presencia de una mujer mala y descortizonada. En el Harpón rojo, i'l caso es igual. Son dos viejos amigos que se quieren de toda la v i d a Aquí no es la novia la que triiiciona; es la esposa, que se enamora del amigo de su marido, porque es más j o v e n y más apuesto. El valiente pescador no bromea con su compañero, como otras veces lo hizo; ahora le tira, con colérica indignación, al mar, para (jiie se le coman los tiburones. L a fatalidad quien <iue s?a él el que caiga. Queda herido de muerte... Y a no quiere mal a su buen amigo, y le mira (011 los mismos ojos con que le ha mirado sieni ue. T e r m i n a por abrazarle, y a su mujer, tani)ién, y le rasca la espalda por última vez en su vida. Con escenas como éstas, H o w a r d H a w k s d( termina y estudia la nobleza sana de los marinos. De igual modo, en Scarface, todas las pasiones bajas, mezquinas y criminales de los gansters las niega en la intención clara y violentamente humana de una persona, y de unos hechos, y do una magistral realización. Una novia en cada puerto. Pasto de los tiburones. IJO escuadrilla del amanecer, A ridez de tragedia y El terror del hampa son sus cinco mejores películas. En unas retrata personajes; en otras describe hechos, y también descubre como nadie alas iiuiltitudes de espectadores de todo el mundo la vergüenza de los contrabandistas de licores. Scarface tiene para nosotros este último valer. Es un film de gangsters sin engaños ni veladuras; una verdadera y franca manifestación de la tuerza armada do los gangsters y de los medios que empleaba la Policía para combatirlos, capuces para destruir toda una ciudad. H o w a r d H a w k s es un gran realizador del cim nía yanqui, nacido en pleno Estado de Indiaiui. "su aspiración en t o d o momento es expresar el alma de las personas y su relación con el mundo y con la misma vida. P o r eso domina el arte de dirigir actores como nadie. Y por eso no aspiía nunca a expresar el alma de las cosas, de la N a turaleza y de los animales, sino de las pro[)ias personas, en donde encuentra lo humano mediante la virtud y la nobleza csj)iritual, y lo inliuniano mediante los vicios y las bajas pasiones. E - t e es H o w a r d H a w k s .

A. D E L A M O ' A L G A R A

E d g a r d G. Rol)in9Ón y Z i t a J o h a n n e n u n o d e los m o mentos de optimism o d e l film d e I l o war Hawks «Pasto de t i b u r o n e s »

l'nn e s r e n a del film (le Ho>%ard H a w k s «.Xvidc/. d e (rajied¡a«, interpretado por James C n g n e y y Joan l i l o n d e l l

« S c a r f a c e » (Kl t e r r o r d e l h a m p a } es l a cinta m á s p e r f e c t a y h o n r a d a ( ¡ u e se h a hecho en .Norteamér i c a s o b r e los r o n trabandislus do alc o h o l e s , y d e la ( p i e es p r o t a g o n i s t a P a u l S'luni


Uní»eseetiamaSmm

el OFUSCAD


Bibliotrea

de

E n primer lugar, p o r q u e eran tres. V tre.s mozos bien gallardos, por cierto. Y después... porque los tres iban armados hasta los dientes. Pero estos tres hombres, que en otra ocasión hubieran sabido corregir convenientemente a este pobre diablo vocinglero, tenían ahora, sin duda, sus buenas razones para hacerse los distraídos. Más allá, el arreglo de una carretera hizo detenerse de nuevo al desgraciado carruaje. V más allá todavía, un nuevo accidente le hizo perder nuevos minutos. Desde este momento—y aun suponiendo que no volviera a ocurrirles ningún nuevo accidente—los ocupantes de este vehículo tuvieron la casi absoluta seguridad de que ya no les sería posible llegar a Ben Cany<'n a tiempo para tomar el rápido. E n .'América, como en todas partes, no todo consiste en correr; consiste en salir a tiempo. L a seguridad de su irreparable retraso irritó profundamente a los tres (aupantes del coche lujoso. —¡Maldición, se nos va a escapar!...—gritó encolerizado en el momento en que Ruth Dale penetraba en la estación, seguida de cerca por Dick Bartlett, preso ahora de una íortlsima ansiedad. U n poco intrigada de volver a ver a su lado al elegante joven, Ruth Dale no respondió esta vez a su sonrisa. E n este momento el rápido llegó a la estación. L a muchacha no había tenido tiempo más que de sacar su billete. V ajjenas hubo pasado, el empleado de la puerta cerró la barrera que daba acceso a las vías. D e modo que cuando Dick Bartlett quiso entrar, el funcionario, con toda rudeza, le manifestó que no se podía pasar y a al andén. L a s súplicas del elegante joven nada consiguieron del endurecido corazón de este guardabarrera malhumorado, el cual, sin querer escuchar nada de lo que le decía Dick, se marchó hacia sus nuevas ocupaciones. Esto era precisamente lo que quería Dick Bartlett, pues una barrera no es, en verdad, difícil de saltar. Encaramándose sobre una pila de mercancías, dio un gran salto y dejó atrás aquel risible obstáculo, con el que el buen guardabarrera creía haberle dejado al otro lado de los andenes, alcanzando a tomar el tren en el mismo momento que arrancaba. Miss Ruth Dale se quedó estupefacta al volver a ver al endiablado joven, que olla creía al otro lado de la barrera, presentarse en su mismo departamento. «¡Otra vez él!—pensó—. V a y a , ya está aquí mi fastidio o mi diversión.» V sin hacerle el menor ca.so se puso a leer un periódico. Pero cuando aun no había tenido tiempo ni de leer siquiera el primer párrafo del primer artículo de la primera página, y cuando Dick Bartkett ni siquiera había tenido tiempo tampoco de pronunciar una palabra, el revi.sor entró en el departamento:

CÍM^*VLma^ —Pues bien, soy y o -dijo Ruth Dale, al tiempo que pensaba: *¿L'n radiograaia? ¿De quién puede ser? ¿Qué me pueden desear?» N o tenia pariente alguno en el mundo. N o había hablado tampoco a nadie de su viaje. Sólo el nota io de su tío conocía su ida a Chicago... Acompañada del revisor, llegó hasta la estación de T . S. H . para hacerse cargo del radiograma anunciado. Y en efecto, era del notario de su tío. Pero al leerlo, no p u d o menos de estremecerse terriblemente. E n pocas palabras, brutalmente, el buen notario le informaba de que tuviese cuidado durante su viaje, pues estaba perseguida de cerca por una banda de gangsters, ansiosos de quitarla el millón de dólares que acababa de heredar. «¿Cuál podría ser el plan de estos hombres? ¿Qué jsensaban hacer? ¿Qué combinaciones misteriosas habrían fraguado para entrar en posesión de la fabulosa fortuna de miss Dale?» A q u í estaba precisamente su secreto. «¡Atención!- concluía el buen notario, sabiendo demasiado bien que los gangsters no se detienen ante ningún escrúpulo y que una sustitución de j X T S o n a s o un asesinato más o menos no les hace volverse atrás—. ¡Cuidado, desconfíe usted; no entable conversación con nadie; no tenga confianza en nzwlie!»

Cuando miss Ruth Dale volvió a su departamento estaba páhda. A c a b a b a de gustar las alegrías que proporciona la riqueza e inmediatamente empezaba a conocer también sus tristezas. Desde ahora, y quizá hasta el último día de su vida, ella tendría que desconfiar..., que desconfiar siempre y de todos: de sus servidores, del manjar que la servirían, del regalo que se la ofreciera, de los amigos que pudiera recibir, del juramento que la hicieran... Ella debería \nvir en una d u d a perpetua, desconfiando de todas las sinceridades..., de todas las palabras de amor. Ruth Dale tuvo un instante de desfallecimiento, un instante durante el cual sintió la nostalgia de su empleo de mecanógrafa en el Banco. Pero al fin se repuso, adoptando un aire de desafío. ¡Bien, con que la querían atacar! Pues que vinieran enseguida; estaba pronta a defenderse!

De pronto, su vista .se clavó en el rostro de su compañero de viaje, el cual la miraba a su vez inquieto al verla inquieta. Miss Dale experimentó entonces una sensación penosa. Hasta el presente, y aunque ella no se lo había querido confesar a sí misma, Dick no le había sido antipático. Pero ahora varias imágenes hundidas en Rápidamente se dirigió a la muchacha: lo profundo de su memoria aparecieron de pronto —Vengo buscando a una tal miss Dale, que viaja ante sus ojos; su primer encuentro a la entrada del en este tren. ¿Es acaso usted?—le preguntó. ¡jequeño pueblecito, su nuevo encuentro a la puerta Justamente alarmada al verse reconocida y buscada, Ruth Dale hizo un movimiento afirmativo con^ de la estación. N o había duda; este joven andaba la cabeza, mientras en su rostro se dibujaba una mué- ^ detrás de ella; la había perseguido con su automóvil. ¡Detrás de ella! De todos modos él la seguía. había ca de interrogación. conseguido alcanzarla. ¿Qué clase de esfuerzos eran Ante esta muda, pero bien visible pregunta, el relos que había hecho para franquear las vallas de la visor le respondió inmediatamente; estación? ¿Y qué ca.sualidad era ésta de que hubiera —Nuestro aparato de T . S. H . acaba de recibir un venido a montarse precisamente en su mismo deparcable destinado a una tal miss Dale, que debía tomar tamento? ¿Y por qué la miraba así? hoy el tren en Ben Cany-'n para Chicago.

Capí)tilo Primero

A

QUELLA mañana, sobre la carretera de Colorado que une a Eureka, importante centro minero, con Ben Canyón, por donde pasa la vía férrea, tres automóviles marchaban a gran velocidad. E l primero, bastante modesto, iba conducido por un taxista, su mismo propietario. En el interior se veía a una joven de una fresca l)elleza, ingenua y picaresca al mismo tiempo, aunque un poco atenuada ahora por un? cierta inquietud que se dibujaba en sus ojos. U n a inquietud sin angustia, ciertamente. Pero, con todo, en los movimientos inquietos de la viajera, en el modo cómo una y otra vez consultaba su reloj de pulsera, .se traslucía en ella una extr mada preocupación por llegar cuanto antes a su ,'unto de destino. Esta muchacha era Ruth Dale. -Más de cien kilómetros la separaban todavía de la pequeña estación de Ben Canyón, donde debía de tomar el tren, una hora más tarde, para Chicago. La im{H)rtancia que tenía para ella este viaje era motivo más que suficiente, en verdad, para mantenerla en aquel estado de nervosidad y de desazón. Pues en Chicago la esperaba, en efecto, el notario de su tío—un verdadero tío de América—, que había tenido la excelente idea de dejar a Ruth Dale, a su muerte, poi su heredera universal. Y como la fortuna del buen viejo se elevaba a más de un millón de dólares, se comprenderá fácilmente que aquel suceso había trastornado por completo la vida entera de la muchacha. Después df escribir a la Banca donde ella trabajaba como mecanógrafa presentando su dimisión, consul-

ta) uiiin (luía de ferrt)carriles para ver cuál era el treí que más le convenía para ir a Chicago. Consultando una buena cantidad de p.-ospectcs j programas de viajo capaces de infundir en el espíri tu del hombre más sedentario el placer de las aventuras, Ruth Dale constató que el azar sabe hacei bien las cosas algunas veces. Pues precisamente tres días más tarde debía zarpar de N u e v a Y o r k un soberbio paquebot-.' (jue iba a efectuar, haciendo numerosas escalas, la vuelta al mundo en cinco meses: las Antillas, el Mediterráneo, Egipto, Arabia, la India, el Extremo Oriente... N o había acabado todavía por completo miss Ruth Dale la lectura de este encantador programa, cuando ya estaba adoptada su decisión; tomaría este barco sin más explicaciones. El azar hace bien las cosas. ¿Pero siempre? A ver. a ver. Porque, reflexionándolo mejor, tres días no oran, ciertamente, demasiado tiempo para ir desde el fondo de Colorado ha.sta el L a g o Michigan; llenar en Chicago las formalidarles necesarias y rendir viaje enseguida en N u e v a ^'ork. «¡Bah!—pensó Ruth—. L o importante es que me presente cuanto antes a esebuen notario, porrjue él aceptará, sin duda, el anticiparme una buena cantidad a cuenta de la herencia de mi tío. \'o, en cambio, le dejaré los {xideres necesarios, y estoy segura de que encontraré enseguida un hombre de negocios que tjuerrá ocuparse de mis intereses. A mi regreso, dentro de seis meses, encontraré mis dólares en un Banco determinado, con una cuenta abierta a mi nombre, y lo demás...» Todo esto estaba maravillosamente bien piensado; yx-To, a piesar de todo, el plazo era demasiado corto. Con todo, Ruth Dale puso inmediatamente un telegrama al notario de Chicago, anunciándole su llega-


Uiblioteca de

DIEZ

da, y otro a la Compañía de navegación, pidiendo un camarote en el barco que habia de salir de N u e v a York. H e aquí por qué la encantadora chiquilla se mostraba inquieta dentro del automóvil que la llevaba a Ben Canyón, y por qué también excitaba constantemente a su chófer para que apresurara la marcha. E n vano contestaba él que, por complacerla, había corrido y a el riesgo de cien accidentes y otras tantas el

pensaba ver bien pronto en la realidad: las vegetaciones lujuriantes de Haití, lo.s cielos azules de Italia, las verdes riberas del Nilo, lo s inmensos bosques tropicales cargados de perfumes, las abigarradas calles de Shanghai... Mientras miss Ruth sonreía a estas maravillosas visiones, su chófer, a quien no le esperaba en todo caso más que una buena propina a su llegada, el pie hundido a fondo en el acelerador y las mano^^risgadas sobre

de ser multado por cualquiera de los numerosos agentes de la circulación por carretera. Ruth Dale, muchacha moderna, no quería saber nada de esto. Los accidentes le parecían una invención, y en cuanto a las multas..., esas las pagaría ella de muy buena gana con tal de llegar a tiempo a su destino. L o importante era tomar el tren en Ben Canyón. Y al decir esto, el insípido paisaje del Colorado se borraba delante de los ojos de miss Dale, para tomar la imagen de aquellos paisajes maravillosos que ella

el volante, seguía embalando hasta el máximo, y meditando filosóficamente: « E n verdad que las muchachas de hoy en día están locas por completo.» E l segundo automóvil que, más jxKleroso que el de miss Dale, acortaba de minuto en minuto la distancia considerable que les separaba hacía media hora, iba conducido pwr un joven de rostro enérgico y decidido, en el que, a pesar de ello, se adivinaba un gesto de timidez. Este joven era Dick Bartlett, dedicado completa-

CONTRA

mente a la venta de tractores y maquinaria agrícola en general. Quintas, granjas, carruajes... H e aquí toda su vida y también toda su fortuna. Dick Bartlett poseía todo esto y contaba además con la consideración y la estima de sus conciudadanos, ya que no se debía más que a su trabajo y a una proverbial honestidad, bien difícil, por cierto, dentro de su situación privilegiada. L o mismo que Ruth Dale, Dick Bartlett se dirigía a Ben Canyón, para tomar allí el mismo tren. Sólo que él tenía la intención de quedarse en Illinois, donde los asuntos de los tractores agrícolas marchaban —eso creía él al menos—deplorablemente. Dick Bartlett esperaba hacer allí un bonito negocio. ¿Pues se podía ignorar, ciertamente, en el siglo x x — y en A m é rica—todavía los beneficios de la maquinaria agrícola? Por la misma razón que Ruth—los trenes en los Estados Unidos son de una tal exactitud que no llegan jamás ni con un minuto de retraso o de adelanto-^, Dick Bartlett llevaba también una prisa endiablada, procurando sacar a su espléndido coche el máximo de velocidad. Máximo de velocidad sin grandes riesgos, y a que las carreteras de Colorado están perfectamente cuidadas, y a que Dick, gran deportista, era un conductor excelente. U n tercer automóvil seguía a poca distancia a los dos coches de Ruth Dale y de Dick Bartlett, dirigiéndose también a Ben Canyón. Pero este coche sobresalía sobre los dos anteriores de un modo llamativo; era un automóvil de gran lujo. K\ volante iba un chófer de librea impecable, y las cortinillas de los costados estaban corridas. L o que evidenciaba que, de llevar viajeros en su interior, éstos querían a toda costa sustraerse a la pública curiosidad. ¿Humildad? ¿Misantropía? ¿Prudencia? Este misterioso carruaje marchaba mucho más velozmente que el de Dick y, desde luego, que el taxi matalón de Ruth Dale.

U \ O Capítulo I I

A una distancia de tres kilómetros de Ben Canyón, el auto de Dick Bartlett alcanzó al taxi de Ruth Dale. Exactamente a la orilla de un pueblecillo había una calle estrecha que, para los conocedores del terreno, constituía una atajo apreciable para salir más lejos a la carretera principal. Y en esta bifurcación fué donde vinieron a encontrarse los coches de Ruth y del joven Dick Bartlett. Dick, al ver a la encantadora muchacha, le sonrió, le hizo una ligera inclinación de cabeza y le cedió el paso. Miss Dale, agradecida, le envió a su vez una sonrisa, aunque procurando ocultar la fuerte impresión que la simpatía extremada del joven le habia producido. Y desde este momento, a Dick Bartlett le pareció que y a no tenía prisa por alcanzar la estación de Ben Canyón, sino por seguir, olvidado de sus negocios, aquella milagrosa aparición que acababa de presentarse, como bajada del cielo, ante él. Pero, ¿maldición!, diversos accidentes del camino no le permitieron volver a encontrarse con ella hasta llegar a Ben Canyón. Entretanto, el tercer automóvil había sufrido otras desventuras más penosas que estos accidentes sin importancia de Dick Bartlett. E n primer lugar, un camión pesadísimo, desembocando de una vía trasversal, había estado a punto de aplastarle de un formidable topetazo. Inconsciente, medio borracho, sin duda, el conductor del f)esado vehículo, no contento aún con este amago de tragedia, descendió de su asiento, se abalanzó sobre el chófer del auto de lujo y, sin pararse a medir las consecuencias que podía tener su acto, cubrió de injurias no solamente a su colega, sino a sus patronos, «gentes cobardes—según él—que ni se atrevían siquiera a asomar el rostro treis las ventanillas». N o se daba cuenta este botarate de que aquellos a quien él trataba así hubieran podido hacerle callar fácilmente.


l'uLMiTA, PELMA Y PKLMAZA (A storga ).—Desearían saber de algún amable lector de CINEGRAMAS el recitado de Jeán Blondell en Vampiresas I033. y la canción de / : / último varón sobre la tierra, que empieza así: L'n nido haremos los dos,—donde el cielo sea más azul, etc., etc. Le quedaré muy agradecido a quien lo envíe. MIGUEL BARRERA (Tárre(;uj.—Lilián Harvey no está casada con Willy Fristch. Imperio Argentina está casada con l'lorián Rey, y hace poco tuvieron un niño. Dolores del Río nació en .Méjico el 3 de Agosto de 1 9 0 5 . Tiene el cabello negro y los ojos castaño obscuro. Se ha casado tres veces. Puede escribirla a W a r ners F'irst National, Burbank (California). N o r m a Shearer nació el 10 de Agosto de 1904 en Montreal (Canadá). Tiene el caliello castaño y los ojos azules. Mide 1 , 5 9 y pesa 52 kilos. C a sada con Irving Thalberg. Puede escribirla a Metro-GoldwynMayer, Culver City (California). Escriba a Rosita Moreno y Conchita Montenegro a F o x Studios, 1 4 0 1 N . Western A v e . , Hollywood (California), y a Mona Marías y Anita Campillo, a Studios Astoria, N u e v a Y o r k . PETTER VALD (Alicante).— Muchas gracias por el envío de la canción. L a letra de « L a Carioca», de la película Volando hacia Rio Janeiro es la siguiente: Bailemos juntos *La Carioca*—mientras gustamos de la coca—y hagamos una enredadera—con su ritmo sin igual.— (Quién no conoce *La Carioca», que a las negritas vuelve locas—y que entre heléchos y palmeras—los blanquitos bailarán.—tBon-boo*, mi cholita risueña,—me dijo llorando de amor.—nBon-boot, no seré más tu dueña—si bailas con otra la rumba—de mi región.—Clara es la noche.—Entre palmeras se ve—la luna llena,—que alumbra con languidez,—y allá en los bosques—bailan los negros de a Ires.—Es tLa Carioca» o/renda negra—al dios crepuscular—mil gestos y contorsiones—de felicidad. .M. C. G . (Barcelona).— Cuando escribo estas líneas, con seguridad está en Madrid; pero cuando ustetl lea esto (cuando se publique) no sé si ya habrá «levantado el vuelo». Su dirección en Madrid es: A v e nida del Valle, 42, hotel. LAS CUATRO PLUMAS (Córdoba).—Puede escribir a Florián Rey a Nicasio Gallego, I 2 , M a drid, o a C. I. F. E. S. A . , A v e nida de Eduardo líato, 34, como igualmente a Imperio A r gentina. Agradecidos por sus elogios. MARIANO CONCEPCIÓN (Colmenar Viejo).—La dirección en Madrid de Catalina Barcena es Avenida del Valle, 4 2 , hotel. F:1 otro actor no sé su dirección, pues hace bastante tiempo que no trabaja para el cine. IRENE HERRERA (Burgos).— Esta señorita desearía de algún amable lector de CINEORAMAS las letras de las películas Besos **• la nieve y El Congreso se divierte. Quedando agradecido al que me las envíe para compla"^er esta petición. DOUGLAS (Portugal) . — E l reparto de Escándalos rumanos es

el siguiente: Eddie: Eddie Cantor; Olga: Kuth Etting; Prince sa Sylvia: Gloria Stuart; Josephus: David Manners; Emperatriz Agrippa: Verree Teasdale; Emperador \'alerius: E d w a r d Arnold; Mayordomo: Alan M o w baray; Manius: Jack Rutheríord; U n a chica eslava: Grace Poggi; Jefe de Policía: Charles C. Wilson; Mayor: H a n y H o l man; Cooper: Williard Roberbson. Dirigida por Frank Tuttle. L a otra película, de la que me pide el reparto, se debe haber estrenado en Madrid con un título distinto al que usted sabe. ¿Tendría inconveniente de indicarme el nombre de los protagonistas? Quizá de esta forma logremos sacar el título de la película en cuestión. U N LANCERO BENGALÍ (Madrid).—¿Cuál de los tres? Escriba a Claudette Colbert a Paramount Studios, H o l l y w o o d (California) . A Jeán Harlow, a M e t r o Gol d wyn - M a y e r , Culver C i t y (California). A C l a r k Gable a MetroG o l d w y n - Mayer, Culver C i t y ( C a lifornia), q u e e s donde v e r d a d e r a mente están contratados. N o le extrañe ver indistintamente a artistas trabajar diferentes marcas, p u e s es sencillamente que. una Casa a otra se ceden a los mismos mediante contrato, pero sin d e j a r de pertenecer a l a m a r c a d e procedencia. Ginger R o gers pertenece a la marca R . K . O . Radio Pictures, 780 Gower St. H o l l y w o o d (California), y Helén Mack, a 1 a Paramount. L a dirección d e Danielle D a r r i e u x es exactamente la q u e usted sabe. Gracias p o r todo.

Desconozco las causas del rompimiento del contrato; pero seguramente sería que la Paramount ofreció más dólares. T o dos esos filrrvs que me describe (dada su impt)rtancia) se estrenarán en Madrid a principios de la próxima temporada. V e a el número 3 5 de CINEGAMAS, pues seguramente le interesarán unas fotografías de «ella*. JOSÉ TORREGROSA (Valencia ).—Puede escribir a los dos artistas que me describe a C. F : . A . . Barquillo, 1 0 . M a drid. El reparto de la película Vuelo nocturno es el siguiente: Riviere: John Barrymore; M a dame Fabián: Helén Hayes; F a bián: Clark Gable; Robineau: Lionel Barrymore; Pellerín; R o bert Montgomery; Rrazilián: Myrna Loy; Daudet: C. Henry Gordón; Radio operador: Leslie

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Fentón; Roblet: H a r r y Beresford; Radio: Frank Conroy; Piloto núm. 5; Rali Harolde. E l reparto de la película Encadenada es: Diane Lovering: Joan Crawford; Mike Bradley: Clark Gable; Richard Field: Otto K r u ger; Johnnie Smith: Stuart Erwin; A m y : U n a O'Connor; Mrs. Field: Marjorie Gatesón; Pablo: A k i m Tamiroff. L a s dos películas dirigidas por Clarence Brown. MANUEL DE SÁS (Santiago). L a dirección de Joan Crawford es Metro-Goldwyn-Mayer, Culver City (California). Algunas de sus películas, con sus respetivos galanes, son: Vivamos hoy, con Gary Cooper; Letty Lyntón, con Robert Montgomery y Nils Asther; Asi ama la mujer, con Gene Raymond; Amor en venta, Salvada, Alma

ROBERTO ADAME ("Códi^;.—Demasiado tarde, pues ya se ha publicado. Desconozco el domicilio d e esa señorita. V u e l v a a escribir cuando guste. ,v9-999 ADMIRAO O K E S

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drid). Y si los seis nueves de admiradores son tan «volcánicos» como usted, ¿qué parecería una s a l a cinematográfica ocupada por ustedes viendo u n a película de «ella»? L a última película filmada es E n ter Madame.

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de bailarina. Encadenada, Danzad, locos, danzad y Cuando el diablo asoma, todas con Clark Gable. UNA MORENA FASCINADORA. Escriba a Fredric March a 20 th Century Studios, 1.041 N. F ' o r m o s a Ave., Hollywood (California), y a G a r y Cooper, a Paramount Studios, Hollywood (California). Correspondo igualmente a sus elogios. U N O DE TANTOS (Madrid).—• Es inglesa, y se llama Elena Wringth; puede escribir o bien a su nombre o al de E . García Maroto, a C . E . A . , Barquillo, 1 0 , Madrid. Esp)ero vuelva a escribir desde tan lejano país. DESEAN CAMBIAR CORRESPONDENCIA CINEMATOGRÁFICA: Don Rafael Díaz y Antonio Pérez, Santa Victoria, 2, principal (Córdoba). Don Mariano Concepción, Libertad, 1 5 , Colmenar Viejo (Madrid). D o n R o berto Adame, Giner de los R í o s , 1 7 , 2.0, M a d r i d . Don F. Blanco de Heredia, Aeródromo de Tetuán (Marruecos, África). D o n Juan Díaz González, Santa Victoria, 2, Córdoba. R.

LIBRIS


Barcelona. - Kl niiiiisiro de ln>trurción Pública. M-ñor üiialde, acompañado del diputado don Daniel Mangrané, durante su vi»iia a IOH Estudio» Cinematográficos Trilla-La Riba, rodeado de loH lécnicok del l-:8tudio, director y artistas que filman la película . E l secreto de Ana .María», que actualmente se rueda para Selecciones Capitolio

La M u j e r

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ULCUíh J€iriN€El 50N ÍUFLCI€NT-EÍ

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USTED NO DEBE IGNORAR SU DESTINO

^y. B R A S l t

El célebre Profesor K B VODJ A I I , el gran Astrólogo cientilico indio, afirma que cada uno puede mejorar su suerte y esperar la felicidad conociendo su ; orvenir. r i e l m ia Sraaicl«n <l« saa • n t n p u a d a a , «frece d l n r u t a mm p»mm p * r Kuropa ajradarleai «-ralallJinieKte. Sut>maravillosos conocimientos de ciencias astrológicas le harán descubrir los secreto» de su porvenir. Le infoimará exactamente sobre las personas que le rodean, le indicará si tendrá suerte y éxitos en las empresas y el camino que del<e seguir para conseguir sus deseos: amores, casamientos, herencias, negocios. <:ouoee Ifüaloaente les • • « « « • • de l a I n d i a mlaterlasa qne h a e e a haaera* a m a r d a l a p e r a a a a ^A^ una quiere. Le sorprenderán las grandes revelaciones que le hará, que p u ^ e n proporcionar, ie en su vida la prosperidad y la felicidad, alejándole de los disgustos pasados. Si V d . desea aprovecharse de este ofrecimiento gratuito, envíele eoleguida su nombre, dirección ^ lecha de nacimiento, si es Sefiora, Sefloríta o Seflor, y recibirá discretamente, bajo sobre, un estudio de su destino que le encantará. Incluya 80 rts. para gastos de escritura.

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Chiorodont EL

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Los enemigos de la dentadura, por la faUa o deficiencia en el dibujo N." 2, que se publicará dentro de breves de aseo bucal, encuentran fácil atacar y destruir la inte- semanas en este mismo sitio, las consecuencias de una gridad del esmalte dental. Es como silos atacantes de una negligencia, factible de remediar visitando dos veces

fortaleza hubiesen conseguido abrir brecha en sus mura- a' año a su dentista y usando siempre, 2 veces al día, lias. Destruirla luego es cosa sencilla...; pero ya veremos pasta, e l i x i r y cepillos C H L O R O D O N T Contra entrega de la Primera Serie de 6 dibujos aparecidos en este periódico, juntamente con 2 tubos grandes vacíos «Chiorodont», se obtendrá el derecho a participar en el sorteo de los premios siguientes: PRIMER PREMIO: Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para visitar la primera fábrica «Chlorodont>, en Dresden. SEGUNDO PREMIO: Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para Stuttgart. TERCER PREMIO: Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para Marsella. Cada participante en el sorteo" será obsequijoo con un tubo grande «Chlorodont>, y una muestra de aceite «Uve» para la piel. La forma como se verificará el sorteo, que se celebrará ante notario 2 meses después de haberse publicado el último dibujo, estará descrita en la tabla de avises de las oficinas del Laboratorio A. Klaebisch, Aportado £034, Barcelona. Pida muestras gratis.


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