Revista Cinegramas - Nº. 24

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REVI SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año ll.-Núm. 24.-Madrld, 24 de Febrero de 1935^

fñioi^noflLCínciTiQnflcíonoL

RaqurI Rodrigo y C«r^; nien Prodiilo en el di4 vertido «sketch», eoií niúsiea del maestro Pa-j liño, «Ir por lana», que el notable director Fernando l)elf;ado ha rea« Usado para la Cifesa

UCB08 de nuestros directores siguen aún aferrados a la idea—casi siempre equivocada —de llevar como principales figuras de sus films a elementos de gran relieve en la vida de la escena, pensando que su })restigio 5uede trasplantarse, sin merma del escenario, a a pantalla. Pocos gustaron del éxito al realizar tan comprometida experiencia. En las primeras etapas de nuestro reducido y vacilante cinema escasas figuras del teatro dejaron de asomar sus rostros al lienzo de plata pensando quizá en buscar para su arte esa inmensa jwpularidad, esa gran amplitud que el cine brinda en proporción más estruendosa que ningún otro arte. Y así, fueron intérpretes de varios films sin que por rara excepción respondiera ninguno de ellos a la gloria de su creador. Fué cuando María (Guerrero y Femando Díaz de Mendoza hicieron Los miíertos niven; Ernesto Vilches e Irene López Ileredia, El golfo; Margarita Xirgu, La reina joirn; Ricardo Puga, Los intereses creados, y bastante más tarde, Enrique Borras, L'awa del senyor Estece; Santiago Artigas y Josefina Díaz, El bandido de la sierra, y , sin duda, algunos más cuyos títulos e intérpretes se escapan de momento a nuestra memoria. Y paralelamente a esto, otras figuras de escaso relieve en el teatro fueron cobrando personalidad en el cinema, alcanzando una gloria —gloria efímera, desde luego —más firme en el terreno cinematugiáfico que el desdén silencioso con que los presticios escénicos jiasaion por las pantallas. Actrices y actores sin exc-esivo valor en los est-enariins fueron Ramón Quadreny, Remedios Villalonga, Rosarito Calzado, Elisa Ruiz Romero (la Romerito), 3osó, Montenegro, Juan de Orduña, entre los pasados, y Rosita Díaz, Imperio .\rgentina y Lina Yegros, entre las t n suntuoso interior de la pelírula realizada por José (;«>par r.<.»ué tío más grande!., edipresentes. Estos brillaron en los films con más fuerza que las grantada por Norman ] . Cinnamond


des lumbreras de la escena. Y es sencillamente porque llegaron al cinema .•sin vanidad estrepitosa, sin fatuidad e.vagerada. Llegaron como han de llegar'todos los que le desconocen a este arte maravillo-so: dóciles, disciplinados, ansiosos de triunfos, sí; pero también ansiosos de aprender. Por esto, es i n ú t i l — m á s que en ningún sitio inútil en F^spaña— querer servirse para los films de las pritnerísimas figuras teatrales. Son rebeldes y vanidosas en grado superlativo. Esgrimen su nombre en alto, como un banderín o una espada de fáciles victorias, y han de encontrar el Estudio convertido en una f»equeña corte que les rinda pleitesía. Y desgraciado del director que se atreva a indicarles cómo deben moverse, expresarse y hablar ante la cámara. Se engallan fieros y gritan hasta enronquecer, creyéndose en el escenario ante sus cómicos atemorizados: —¡Hacerme indicaciones a mi! j . \ mí, que llevo treinta años de teatro y he estrenado mil obra.s de ' los niejores autores! Yo sé muy bien, mejor que usteil, desde luego, cómo he de hablar y componer el «tipo». Sin embargo, los otros no gritan. Escuchan atentos his instrucciones que se l&s dan; ensayan una, dos, tres, diez veces, si es preciso; repiten la escena otras tantas, y siempre contentos, satisfechos de que resulte bien, porque saben que tras el lente y el micrófono que tienen enfrente, el público y la fama esperan; el uno, para juzgarlos, y la otra, para volcar sobre ellos dinero y gloria. Y eso es lo que han sabido ver las grandes figuras de nuestra escena cuando se enfrentaron con la cámara. Quisieron imponer su voluntad creyendo salir má.s airosos del empeño, y nu hicieron sino labrar su propio fracaso. C'laro es, y cada cosa en su punto, que con aquellos directores no hubieran hecho época, ni mucho menos su paso por el cinc; pero sí podían haber quedado tan bien como los discretísimos actores teatrales que alcanzaron fama de estrellas en nuestra pequeña constelación de antaño. Nosotros siempre hemos sido enemigos de que el cine sonoro se surta exclusivamente de actores teatrales. Indudablemente que entre ellos existen elementos de gran valía «pie pueden obtener muchos triunfos en la pantalla; mas casi siempre hay que buscarlos entre los modestos, y luego de una selección muy acertada. No alcanzamos, pues, el enorme interés de algunos directores por utilizar a las figuras escénicas de primera categoría, cuando muy rara vez les acompañó el éxito en ol ensayo . Y es (pie el actor de teatro con cierto prestigio no va al cine con ilusión, con cariño. Va, en todo caso empujado por la curiosidad, por el deseo inquietante de verse y oírse reflejado en la pantalla. Aquello le parece un sport delicioso, entretenido, lleno de inéditos encantos y nada más. Y así lo toma. Para él no e x i s t e - ^ través de sus seis lustros de actuación—más espectáculo que el teatro, y al cinema le juzga como una cosa inocente, quizá desdeñable como expresión artística, y, desde luego, indigna de él, que tantos altivos personajes de tremebundos dramones del siglo x i \ representó en las tablas. Creemos, por tanto, que no hay por qué acuílir con tanta frecuencia a los escenarios en bus-

Antonio Portago y José labert en una eaeena de cLa bien pagada», cuyo rodaje se está finalizando en los Estudios C. E. A., de la Ciudad Lineal

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ca de actores para los films. Cualquiera persona ajena por completo a la farándula puede resultar tan bien como ellos, y sin ninguna duda poseer en mayor cantidad esa buena condición que se llama naturalidad, porque el cómico José Gaspar, reali(ppañol está aún ayuno de ella en un zador de la nueva tanto por ciento muy elevado. ¡Y es producción « ( Q u é tan difícil poder desprenderse en un tío m á s grande!», que será presentada momento del lastre teatral—viejos reen Madrid cursos, latiguillos, ampulosidad—para interpretar más hondamente—sentimiento, sobriedad de gesto, emoción— un personaje que ha de vivir en un arte joven con sus perfiles humanos perfectamente marcados!... Anotemos que actualmente en EÍspaña las figuras cinematográficas más destacadas y que han cons^uido una mayor popularidad no lo son del teatro, excepto Miguel Ligero, caso no vulgar de asimilación. Veamos: Imperio Argentina, Kosita Díaz, Antoñita Colomé, Maruchi Fresno, Raquel Rodrigo y Lina Yegros. Y entre t a n t a belleza, Ricardo Núñez, el tínico galán de nuestras films, que no tiene la menor relación con los escenarios, pues ni Guitart, ni Soler Mary, ni Rafael Nieto—pongamos como actores teatrales—han acertado con el tono de desenfado, de desenvoltura y simpatía que han de ser unas de las principales condiciones que ha de poseer un buen galán. No creemos, pues, que deba prescindirse en absoluto de los actores teatrales. E^to no es posible; pero, desde luego, lo que sí debía hacerse es no pensar jamás en los grandes nombres de la escena, porque ello lleva aparejados varios peligros. A saber: fracaso del actor, fracaso merecidísimo del director por el sólo hecho de apoyar un film en un nombre ilustre, y decepción del público, que espera en la pantalla más, mucho más de lo que la gloha elegida puede ofrecerle.


frlsta foto ha sido obtrnida durante la filmaeión de una exrena de ('Angelina o el honor de un brigadier». Al fondo, sentado e n el Huelo, se halla el autor de la obra, el ilustre escritor español Knrique Jardiel Poncela

Durante un descanso, lardiel juguetea eon «Josefina», la mona amaestrada que tiene principal |»a|tel en «Angelina o el honor de un brigadier». Con Jardiel Poncela están José Crespo, Rosita Díaz ) el director, Louis Kui|;


Jta irreallcba sobrg ia rea de la vida .

t'.uando advino al cine la W esseley era ya una gran actriz, que contaba en su historial escénico incorporaciones de tan alto valor artístico coma «Santa Juana., de Bemard Sha»

Paula Wesitelej, el nuevo valor femenino de la pantalla alemana, desrubierta por el gran r e a l i z a d o r Willy Forst para la l^eopoldine de su «Mascarada».

«estrenista» impenitente- -ase devoto r . i J tador a toda nueva producción cinematc^ráfica—ha ocujiado esta vez, con vm anticipo de muchos minuto.-, .-^u hutaca de siemjire, aquella desde la que en tanta« (K-asione^ gozó de la emoción de de-sc^uhrir un gran actor nuevo, un realizador genial, un filu) inolvidable. De su bolsillo t>xtrae el cuadrilátero .«atinado del programa; un programa que cl se .<abe de memoria desda hafje unos dias. Pero es que en este programa sobresale h o y ' u n título, Maiscarfuin, (pie tortura su imaginación con alfilerazos

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de curiosidad, y un nombre ile níalizador, Willy P\»rst, cuya garantía está sellada, firmada y fabricada por aquella inapelable mano notarial de \'iiplfni inin rancvmes. Kntrc la li.^ta de le- interpretes, un nuevo nomlire de uctriz reclama también la atención del emocionjulo «c-ticnista» imj>enitente: Paula Wesseley. «¿Quién será y cómo será esta Paula Wesseley de la Mnsc'itada de Willy P^irsf?», se pregunta intrigadísimo nuestro d(^s(,•ubril^()r de ro.^tni.imevos.

Y empieza cl íiliii ui,ua.vdlo»o. \'ieua otra vez;

la Viena eterna—y eternamente romantizada— de los salones galantes, de los valses sentimentales, de los ocultos idilios de amor. Y sobre este fundo, doblemente artístico y poético, el bordado de una sutil anécdota- -«siempre igual y siempre varia»—, utihzando para ello los bolillos huma-1 nísimos de unos personajes ultrarreales: el mú-] .->ico en eterno .-^ueño de arte, sin contacto con^ la tierra; el doctor, demasiailo hunumo por doctor; su mujer, maestra de salón donde se juega a los flirüi peligrosos; la novia del músico, dis' ípida y rival de esta maestra; el pintor, apuesto


Don Juau metido en las aventuras de antes de encontrar a Doña Inés Y al fin ella, Doña Inés: Paula Wesseley, en Leopoldine. Leopoldine en Paula Wesseley? La realidad de la vida—y del programa—le dicen al diívorador de todos los estrenos que aquella muchacha es, en efecto, Pauit Wesseley; pero la fuerte irrealidad real del film, much más poderosa que la otra, le asegura que aquella Paul; Wesseley &s licopoldine, la misma Leopoldine que tal vez pudo existir en la Viena romántica de los Salon&s adamasquinados. Tal es la maravillosa compenetración del personaje con el personaje, sin que se pueda saber nunca cuál es la auténtica personalidad. El a—Paula Wesseley o leopoldine — es, de todos modos, una nmchacha, no ing e n u a , sino simplemente en trance de ensueños, que se enfrenta por primera vez con un dulce ensueño de la vida. Ella ^ —leopoldine o Paula Wes.seley— ama por primera vez, y «su primer amor es también su gran amor». Y esto es todo, y... ¡lo difícil!: que una Paula Wesseley interprete el primero grande amor de Leopoldine en una Viet sentimental, y que una Leopoldine, esca da de la Viena de los valses, haya venii incorporarse a la Paula Wesseley, la chita berlinesa que cl grau Willy Forst con ojo intuitivo, para su Mascarada

Lina ticlla e s c e n a de «Mascarada*, la gran realización de Paula Wesseley

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Sin embargo, no vaya a creerse que Paula Wesseley es totalmente un «descubrimiento». Ni que Willy Forst fué a buscarla tampoco a la salida de una ofitúna o a un music-hall berlinés de tercer orden, como quizás aconsejara la leyenda. No; Willy Forst f)ié a buscar a la Paula Wesseley, que luego sería «su l e o poldine», a la espléndida troupe teatral capitaneada por Max Reinhardt. Porque Paula Wesseley—esto es muy importante proclamarlo previamente—era ya una célebre actriz de teatro, que antes de encarnai- la Leopoldine de Mascarada se había a t r e v i d o en el Deutsches Theater con obras como la .Santa Juana, de Bemard Shaw, y en la misma Viena, con la Rose Bemdt, de (íerhart líauptmann, y otras piezas modernistas de j)eliaguda i n t e r p r e t a c i ó n . Todo lo cual no fué motivo, sin embargo —esto también es importante proclamarlo—, para que su ambición y una mal entendida impaciencia lo echara todo a rodar antes de tiempo. «Hace dos años—declara la misma Paula Wesseley a raíz de su éxito rotundo en Mascarada-—que me propusieron hacer cinema. Mucha gente me decía: «Abandone usted el teatro por algún tiempo.» Pero yo preferí esperar mi hora. Y mi hora era un filni que me conviniera. ¿Lo habré encontrado en leopoldine? Yo espero que sí.» Luego, con una modestia adorable, sigue poniendo la única causa que le impulsó hacia los Estudios Sascha de Viena: «Lo que acabó de decidirme fué el saber que trabajaría bajo la dirección de Willy Forst. Yo le había conocido durante el rodaje de su primer film Vuelan mis canciones, y comprendí que trabajar con él e r a un verdadero placer. Al ado de Willy Forst, las duras horas de los Estudios pasan como simples minutos. Y ahora...» ¿í*c ha desvanecido acaso la deliciosa Paula We<.seley con su éxito rotundo de Mascarada.' No; coafirmadas sus excepcionales actitudes para el cinema, ha vuelto... a su escuela, a su teatro de Reinhardt, para seguir encamando pu[>eles de heroínas. Mientras, sin prisas y sin pausas, segura de un triunfo en el cinema que ya nadie puede disftutarle, ensaya y prepara un film histórico que

es ima bella historia de amor entre María Luisa y eJ duque FrancLsco de Modane, antes de que aquélla fuese la esposa de Napoleón. -¿Y es usted quien interpretará el papel de esta })rincesa?—ha preguntado alguien a Paula Wesseley. k. —Sí. -¿Y quién será su fmrtenairef ¿Francesco de Modane? —El propio Willy Forst, que en este film .se presentará a la« públicos como nuevo actor. La carrera triunfal de Paula Wesseley está ya, por tanto, claramente definida. RUTH DE LA KOSA Paula Wesseley en un momento de gran emoción de la última real i z a c í ó n de - Willy Forst

Maravilloso de ambiente, de luz, de m o l i m i e n t o , de fidelidad a la época, es e s t e b a i l e de máscaras que Willy Forst ofrece en «Mascarada», como exponente magnífico de sus e u a l i d a d e a d e director I excepcional


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a una pelicula ,5upcruisaí>a

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i i i i i"' ^ niiuítiu tiiTupo al acusarle como obintegramente por el maqumismo, por la prisa, por "C un afán sólo material. Porque he aquí, contradiciendo esos hechos, que el cinema, gran reflejo de la vida actual, debe sus mejores éxitos a películas de tipo romántico, a films de espíritu sentimental. No hace falta, en realidad, recordar títulos que están en el recuerdo de todos. Mi'isicas románticas, figura.s y hechos de un ayer bello y diatante, están hoy de moda en el mundo. Compases de Schubert y de Chopín, héroes literarios cuyos amores y cuyos sueños emocionaron a las generaciones pasadas. ¿Explicación de esta paradoja indudable, de esta gran contradicción'? Quizás la vida no tenga actualmente otro remedio que ser así, presurosa y niecániéa, egoísta y artificiosa. Pero el espíritu, como en desquite de ello, como en el anhelo imposible de lo que ya no puede vivir, se entrega al recuerdo y al ensueño de todas aquellas historias románticas. Posiblemente sea ésta la explicación más exacta de aquella viva paradoja. (Jtro film de este tipo se incoq>ora ahora a la pantalla: La Dama de las Camelias. La vieja historia de amor que a tantas mujeres hizo llorar llega al cinema interjiretada por esos dos grandes artistas que son Ivonne Printemps y Pierre EVesnay. Dirección de Femand iiivess. Supervisión de Abel Canee. Esto» nombres, unidos a aquel título, ¿no son ya la mejor garantía de un éxito de verdadera resonancia? Nuestras mujeres de hoy—la mano al volante, el cock-tail, la fiebre deportivar—van a ver sobre el lienzo una encarnación de aquella .Margarita Gautier que fué la sonrisa de París en el siglo anterior. La historia amorosa y dolorosa de la Dama de las Camelias desfilará en una evocación de bellas horas lejanas, de galas marchitas, de perfumes desvanecidos. Nada resta de aquel capitulo sentimental que apasionó al París galante \ artístico de mediados de siglo: sólo unos nombres, sólo un recuerdo emocionado, sólo la devoc-ión romántica a la tumba en (jue yace la pobre .María Duplessis. mujercita que hoy nos pareí-e una creación novelesca, una ficción i i/.A

imaginativa, tuvo, sin embargo, una vida real. Paría se rindió ante ella; sus aristócratas, sus escritores, sus artistas le ofrecieron el homenaje de una admiración excep* cional. ¿Cuál era el extraño encanto de esta mujer toda seducción, toda feminidad? Rubén Darío pudo escribir para ella aquellos versos: «Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:—su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...» Porque todo en ella tenía el mismo raro poder de sugestión, la misma gracia fascinadora j femenina, profundamente femenina. Un escritor contemporáneo de esta María Duplessis, cuya historia de amor tiene un relicario en tantos corazones, escribió de ella; «Había llevado tan lejos la ciencia del bienestar interior y la adoración de sí misma, que nada podía compararse a sus vestidos, a su ropa íntima, a los más delicados pormenores de su serv'icio, pues el cuidado de su belleza era, sin duda, la más preciada y encantadora ocupación de su juventud. He oído a las más grandes damas y a las más hábiles coquetas de París sorprenderse del arte y del rebuscamiento de sus menores útiles de tocador. Su peine, por ejemplo, fué vendido en subasta a un gran precio. El cepillo que usaba para alisarse los cabellos se pagó a peso de oro. Se han vendido guantes que ella había utilizado. ¡Tan bella era su mano...! Se han vendido botas usadas por ella, y las señoras decentes pugnaron entre sí para ver quién de ellas podría meter el pie en aquel calzado de Cenicienta. Todo fué vendido: sus retratos, sus billetes amorosos, sus cabellos. Y su familia^—que volvía la cabeza cuando esta mujer pasaba en su coche blasonado, al gran galope de sus caballos ingleses—recogió gozosamente todo el oro que tales recuerdos habían producido. Y no guardaron nada de lo que había pertenecido a la gran amorosa infortunada.» Y así como Parí» se lanzó ávidamente a la busca y la compra de objetos y recuerdos de Margarita

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Yvonne Printemps, la gran actriz francesa, la esposa de Sacha Cuitry, es la intérprete de esta versión cinematográfica de «La Dama de las Camelias», en la que la gran artista hace una creación llena de feminidad y de ternura. Ved en la parte superior de la página a Yvonne Printemps en su interpretación de .Margarita Gautier

María Duplessis, la Margarita Gautier á* una novela universal, no es ya aquí la campesina de sus primeros años, candida ' ilusionada. Es aliora la mujer de moda c" Paris, la mujer ante quien todos—aristócrata*, poderosos y escritorea—se rinde"

Gautier, todos, después—todos los que eu el mundo aman y sueñan y lloran—, se entregaron fervorosamente al culto emocionado de esa gran figura de la literatura romántica. ¿Cuántas corazones le vomte años habrán llorado ante la tragedia d e amo:- de la-Dama de las Camelias? VJS una mujei" de ayer y de siempre, una creación fenienina^—humana y literaria a la vez—por la que el tiempo no pasará nunca. A través de los años, María Duplessis —la .Margarita Gautier de ln novela- seguirá teniendo siempre el mismo perfume romántico, el mismo profundo embrujo sentimental. Su perfil de amorosa y dolorosa llega triunfalmente hasta nuestros días, y se asoma ahora a una película que tendrá —puede hacerse el pronóstico—^la resonancia de las grandes creaciones. A través de las escenas del nuevo film irán desfilando los capítulos de la vida de Margarita Gautier. La alegría de sus primeros años, sobre un fondo de serenidades campesinas. Juegos, alegrías, el sueño confuso de París, que embru ja a distaiKua. Después, el sueño que se hace carne de realidad. La mujercita está ya en París, la ciudad de todas las fascinaciones. Una tienda de modas, el Barrio Latino, los restaurantes, los cafés, los bailes. La vida amable hace sus primeros guiños a Margarita. Llega ya la protección del duque de Mauriac, y la mujer vive ahora en un piso suntuoso. ¿Qué hay en ella, refinada, elegante, exquisita, de aquella campesina de los años primeros? Margarita se ha transformado totalmente. Todo es en ella ingenio, sutileza y distinción. Es, realmente, una dama del gran mundo. En tomo a ella se mueven las figuras más destacadíis de París. Los escritores son sus amigos. En reuniones y fiestas su belleza da siempre la nota de máxima elegancia. Los mejores modistos engalanan su cuerpo con creaciones <lue luego serán comsutadas en los más altos círculos sociales. Un día, el amor. Armando Duval aparece en la vida de Margarita. Ella e»

ya «la Dama de las Camel-as», la mujer que busca en esta flor un complemento de su belleza. Pero cuando el amor surge—el amor que es, a pesar de todo, nuevo—, en el corazón de MargarHa se alza el dolor de su v-da pasada. Su galantería, sus triunfos, sus aventuras, son para ella como un fantasma que inquieta y ensombrece sus horas. Y decidida a hundir para siempre su pasado, a purificar su vida en la llama de ese amor nuevo, vende sus joyas y sus caballos. Margarita y Armando viven juntos, como absortos en la dicha inefable de un amor primero. Pero pronto un obstáculo se alza ante esa felicidad, y los amantes ven roto y enturbiado su idil.o. Hasta que la muerte, más piadosa que la vida, pone la suprema serenidad en el alma de la Dama de las Camelias. Fraielli a un lempo siesso amore e marte, escribió licopardi. Y una vez más el Amor se une a la Muerte, y en la hora final de Margarita Gautier la gran sombra de dejar la vida se j u n t a a l a j e a n luz de haber amado.


/I^aaiiomcnie -búanfa el claerrta QjüJionño ooYh una CÁJVXJ CUXÍW^.

V Pierre Una su/i&ivisióíi de

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\~6>mgirdíamto317pl/

de Aí^'andro DUIIAAS


ESPAÑA-

FILM

Conversaciones de última L

LoitiÁN a la vista. —^¿Qué hace usted ahora, Florián? —^Trabajar. Uno no para. Trabajar, trabajar... —¿Pero en que? ¿Qué ha hecho usted después de IM liermana San Sulpicio? —Un sketcht titulado Romanza rusa, que se estrenará dentro de unos días. —¿Con Imperio? —Con Imperio, naturalmente. —¿Y qué má.s? —Más skekhts. —Le da a usted por lo corto este año. —Y por lo largo. V.iy a hacer dos lilms de largo metraje. —Vengan los títulos —Le daré el primero: Noblaa baturra. —¿Con Imiíerio? — Con Imperio, naturalmente.

Aparece Perojo, envuelto en un amplio gabán. —¿Adonde se va? —Quemí ustetl decir de dónde se viene. Porque es que vengo. —¿Del Extranjero? —De la Gran Vía, en uno de cuyos rascacielos acabo de firnipr un contrato. —Para editar un film, seguramente. —Ha acertado usted, en parte. No se trata de un film, sino de tres. —¡Acaparador! —Sin faltar, pollo. Ruby ket'ler, protagonista —¿Y se pueden saber los títulos? de «La generalita», produeeión W e m e r Bro» —¿De todos? 1935-36 —De la mayor parte. —Entonces, de tres le daré dos. Apunte. Primer título: Rumbo al Cairo. Segundo título: IM veihena di> la Paloma.

hora

—A ninguno. Ya no soy ayudante. He ascendido. Ahora soy director. —Enhorabuena. ¿Y qué dirige usted? —Una comedia musical, en dos partes. Música, aviación y quince girls españolas como para eclipsar a las de Hollywood. —¿Y esa comedia? —FiSa comedia se titula De Madrid al cielo, y en ella debuta como actriz de la pantalla la damita joven del Teatro Esjiañol Pilarín Muñoz. Nos encontramos a Mauro Azcona en una Casa de películas, dictando un guión a una bella mecanógrafa. —¿Trabaja usted aquí? —De momento. Pasado mañana empiezo un film. Y ahora estoy poniendo en limpio el guión. —¿Qué clase de film? — Digamos comedia humorística, coi ilustraciones musicales. —¿De quién? —Del maestro Guerrero. —^¿Y el ai^umento? —De Ángel Antem. —Pues sólo falta el nombre de la prota gonista. —Apúntelo: Conchita Leonardo. —Y el título del film. —Apúntelo también: El veneno del cint RAÚL GALLARDO

—¿Acabó ya, marqués? (El marqués cineasta, o sea el marqués de Portago, adopta una de sus sonrisas más fotogénicas.) —Del todo; sí, señor. —¿Satisfecho de su segunda película? -No Empero el fallo del público. Uno no sabe si ha quedado bien hasta que oye hablar a la gente. De todos modos, creo que La bien pagada va a gustar. Ardavín es uno de nuestros mejores directores. Lyna Yegros, una estrella excepcional. El ai-gumento es «de lúljlico». Créame. El único temor que tengo es por n.í. Si la pélenla falla, yo tendré la culpa. —No fallará. IM bien pagada será un éxito. —IJO dioses le oigan.

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—¡Fernando! Femando Delgax^lo se para en medio de la acera. —¿Es a mí? —¿Cómo v& «aso»? —¿Qué es «eso? —¡El film, hombre! —¿Qué film? —El que está haciendo usted con Raquel Rodrigo y Pedro Terol, —Pues «aso» ha terminado ya. —¿Tan pronto? —VJS que se t r a t a de una película de dos partes. —¿Que .se titula? —Ir por larui. El maestro Patino ha sido el autor del argumento y de la música. —¿Una opereta? —Una comedia-opereta. Algo que tal vez sea alegre y divertido. Yo así lo espero.

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Ricardo R. Quintana llega presuroso al bar, pide un cock-tail de su invención, y le dice al reportero; —¡Estoy molido! —¿Mucho trabajo? ¿A qué director ayuda usted ahora?

PAPA A M B O S

SEXOS

e s d e suina i m p o r t a n c i a t e n e r l o s d i e n t e s b l a n c o s y s a n o s . Al c a b o d e A d i a s l o a l c a n z a r á V d . e m p l e a n d o los dentífricos

Chlorodont


bddidorcp dd ieol/v de migícncr

Morna Shearer no sol», es una de las estrellas; más hermosas de liq pantalla, sino también una de las más elegan-; tes. Vedla at^uí lurien-^ d o un original sombrero

dameiite hoy mismo.) Pero sí de su prestigio de gran fi- Norma shearer, la begura del cinema que acepta la oMigación de resistir '"S''„*¿"d'"'l,* B O ' * ' comparaciones con los nuevos ídolos, que llegan con ^ "° arrestas ¡lujantes a la lucha. Y su secreto consiste en mantenerse incólume sobre la brillante altura «te su eminencia de intérprete, con la serena majestad de una diosa en el Olimpo. ¿A costa de qué recursos? ¿Cuáles son sus armas? El secreto radica ahí, precisamente. El maravilloso .secreto de Norma Shearer...

¡Recursos! ¡Armas!... Hablando de Norma, cualquier documentado responderá enseguida, con la paradoja efecti.sta de una pregunta: —¿No es esposa de Irving Thalberg? • \'erdad. Y ser la señora Thalberg supone, en el reino convencional de Cinelandia, disponer de las máximas influencias; poseer loa más amplios medios de expresión artística; elegir asuntos e intérpretes: trabajar, en suma, con todas las garantías de lucimiento personal. Pero de esto es de lo que no usa ni aliusa Norma Shearer, y de lo que queremos hablar a nuestros lectores para descubrirles el maravilloso secreto de arte que ella guarda avaramente, para satisfacer su propia estima-


No. No es más fácil el éxito para la Shearer hoy... Su secreto consiste en que ella no quiere que lo sea, para no engañai-se a sí mism.i. ¿Querrás creer que su marido no interviene para nada en lo concerniente a sus contratos? Si supieras lo delicada y susceptible que ella es respecto a s • arte, no tendría necesidad de decírtelo... (Piensa que por algo existe.) No necesita trabajar. Tú lo sabes. Y sabes también que ha constituido un hogar que es su dicha privada, fructificada en came de su came... ¿Por qué se expone entonces al juicio del público, que no perdona nunca riada a nadie? Sencillamente, porque se siente artista a la par que mujer, y no seria feliz del todo si no pudiera conseguir nuevos triunfos que añadir a los, por ya obtenidos, inamovibles... Por eso, cuando trabaja, no es la señora Thalberg Entonces—no se te olvide—Thalberg es el marido de Norma Shearer. Ya conoces el maravilloso secreto de la actriz romántica por excelencia, la que hoy, después de su triunfo apoteósico en La llama eterna, encama de prodigiosa manera los tipos de la época más sensible, las mujeres del xix... (Bien reciente está su creación de Las vírgenes de Wimpole Street.) Hoy, ¿igual que ayer? Más aún: el ayer ha sido superado. Norma está más bella que nunca. No hay artista que exhiba los «primeros planos» que ella afronta, de una perfección insuperable de rasgos fisonómicos, de una poesía sublime de expresión. F-se es el secreto de Norma Shearer, esposa de Irving Thalberg. Que sabe olvidarse, en aras de su arte maravilloso, de su privilegiada posición social, a la que ha llegado, precisamente, por el propio mérito de su espiritual aristocracia de artista s SANTIAGO AGUILAR

Norma Sbearer con e l atuendo, colmado de n o s tálgicas y dulces evocaciones, que luce en «Las vírgenes de W i m pole Street»

ción y su íntimo orgullo. Sí, «señor documentado»: Norma es la mujer legítima de uno de los má.s poderoso» magnates de la industria del ci- i De. Lo es hoy. Pero no lo era ayer..., ayer, cuando los públicos se delei-' taban con su arte de limpias facetas, elevando a la c a t ^ o r í a de creaiñones sus t i p o 3 de ingenua moderna con un fondo sentimental puro, sji dogenerar en sensiblería. ¿liecuerda.s aún La secretaria? ¡Claro! Sería iiiipordonable que hubieras olvidado su revelación sorprendente en un papel lleno de donaire femenino y de sutil psicología. Su nombre pasó del anonimato a la celebridad con aquella sola película maestra. Norma Shearer fué el modelo que tomaron las muchacha,s de entonces. Se peinaron, se vistieron como ella. La imitaban hasta donde podían, en su simpatía fácil, elegante, suave, formada de un prodigio de espontaneidad. /xi secretaria fué el patrón de moda de toda una temporada. Tú re' líenlas el éxito y su influencia decisiva sobre el carácter de las muclia^-has de aíjuellos días lejanas. Los días cu (pie Norma, soltera, sin te' t^r siquiera amistad con el «omnipotent*» Thal'lerg, triunfaba y >n impcmia por la fuerza de u i pre<>ioso secreto, que era el de su .irte personal .V auténtico. Tú recuerdas todo esto, que pertenece ya a historia <lel cinema—mudo entonces—, y sin embíu-go, hoy sólo parecías acordarte de que Jornia ha llegado a ser la mujer de un magnate, para ju-^tificar su> triunfos y su preponderancia.

Norma Shearer no es ««pií la «siar» famosa, sino misIress Thalberg, que ha hecho un alto en su paseo cotidiano. Dos «fieros» canes protegen a su bella amita


RIALTO •'Chu Chin Chow«

S

E sitúa la acción del film en el Bagdad legendario de Las mil y una noches. El fausto del califato de Oriente revive en la pantalla por obra y gracia de esa nueva lámpara de Aladino que es el buen cinema. Y el cuento de Alí Baba o los cuarenta ladrones en sus cuarenta tinajas sirve a Walter Forde, el realizador, para tejer una de las fantasías orientales mejor logradas que hemos visto. La propiedad histórica, la emoción, el interés, la intriga, se alian para hacer de Chu Chin

harían temblar a los tigres. Chu Chin Chow responde a la expectación que había dcsj>ertado en el gran público. PALACIO DE LA PRENSA "Guillermo Tell" Nueva versión del tema legendario que tiene por figura central al hérf>e de la independencia suiza. Parecía innecesario volver sobre este motivo, agotado desde .Schiller acá en la literatura y luego en la pantalla. Pero aunque sólo fuera poi la fotografia,

l'na divertida escena de la comedia «De pillo a pillo», interpretada por Richard Dolman, R o s em a r y A m e s , Aubrey Mather, que en breve presentará SAISFILMS (Sociedad Anelo-lbéríca Superfilms Limitada)

Chow otro de los films que honran a la ciiienia tog.'aíía inglesa. Aunque todas las escenas son vigorosas y originaJes, todavía hay que destacar las de la <'ueva de los ladrones, el mercado de esclavas y las fiestas en casa de Alí Baba. ¿Y el asalto en el desierto a las tiendas de Chu Chin Chow, el mandarín chino que acude a Bagdad por un cargamento de esclavas? Toda la película obedece a un ritmo puramente cinematográfico, rápida visión de escenas originaltiP, con una fotografía maravillosa. El montaje es perfecto, y realiza, dentro de la variedad, la unidad artística, cuyo resultado es la porporción, con frecuencia olvidada, incluso tn obras maestr.is. Film de gran reparto, en el que las "individualidades son absorbidas por la a«;(;ión general, ofrece, sin embargo, momentos propicios a VTÍÍZ Kortne y Anna May Wong para desenvolver sus magníficas condiciones de actores: ella, en una psicología que recuerda el verso de .luvenal: Vindicta nema maguí gaudet quam fémina, y él, en un temperamento .salvaje do hombre-fiera, cuyos ojos, en sus frenéticos raf)tos de furor.

Por lu demás, es un film en el que !a cinematografía alcanza una de sus más nobles expresiones. Hans Marr, el excelente arquero, y Conrad Weidt, el despótico baili'i imperial, son los héroes de la interpretación.

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.suficientemente justificada a nueva vor-lón. Jiara vez la cámara consigue crear poesía y darle un aceuto propio y p'-ofundo n la Naturaleza, hatta convertirla en persona dramática. Y en este film se realiza esa dificil humanización de lo inerte, que es, a nuestro entender, la buena nueva que el cinematógrafo ha traído al mundo del arte. Absorto tal vez en esta j)reoí'upación, el director se recrea demasiado en los magníficos fotogramas de las montañas suizas, y retrasa un poco el movimiento del film, al menos para nuestra viveza meridional. Defecto que en Heinz Paul, alemán, .se justifica por tegiperamento. La reiteración ha sido siempre para nosotros el único fallo de la admirable c i n e m a t o g r a f í a alemana. Allá miden, pesan, c(mtra.stan;a<pii imn-edemos por saltos; su metodología la hemos sustituido por la intuición. En arte, siempre habrá entre ellos y nosotros la diferencia <le apreciación que separa a un flemático <le un impaciente. He aípií el solo reparo (jue podemos poner —subjetivamente, claro está a Guillermo Tell. está

CALLAO "Señora casada necesita marido" Como en el teatro, Catalina Barcena se ha creado en el cinema un estilo personal, que podría definirse: feminidad en la más irresistible de sus manifestaciones: la simpatía. Con esto le .sobra para triunfar siempre, dejando a su paso por la escena o la pantalla una estela de picara ingenuidad que nos hace sonreír y a la vez nos conmueve. No es posible juzgar fríamente a e.sta mujer. Entra por asalto en las almas y las emboba con unos cascabeles mágicos que suenan a . , contento de vivir. Ella es toda la película, y no deja lugar a reflexiones sobre técnica y asunto. Un torbellino de gracia será siempre técnica de la fina, de la espiritual, y un corazón de mujer que rie y llora y repica en el pecho como incomp a r a b l e s castañ u e l a s manejadas por el instinto femenil, suplirá con ventaja a todos los argumentos y guiones del niundo. Con Catalina Barcena triunfan en Mujer casada necctita marido Antonio Moreno, Valentín l'arcra, .lo.sé Crespo, Manuel Tirado y Mimí .'Vguglia, la admirada actriz argentina. Otros estrenos, pruebas y reprises En el Colisevm se estrenó Madrid se divorcia, prcMlucción española, que fué bien recibida por el público. En el Fígaro, un film policíaco interesante. El fiscal vengador, interpretado por Ralph Forbes y Adrienne Ames. En el Capítol se verificó la prueba privada de un excelente documental de la Asociación -Matritense de Caridad, realizado por Adolfo Aznar, con ilustracicmes musicales del maestro Braña. Y en el Tívoli, fí. R. C. l. rcprisó el magnífico film de Kin<i Vidor IM calle. ANTONIO t i l Z M A N MERINO


Esfa

pose

admirable

de

Gertrude Michael de Paramount ¡a belleza bles

Pictures,

expresa

de las cosas

saluda-

y el optimismo

de la

F R A S C O , Litro,

15

p e s e t a s . - Timbre

vida.

2,50 aparte.

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FRUTAS

Y

FRICCIONES

Este bello retrato puede simbolizar el culto a la Higiene. Combinadas con un buen régimen alimenticio, son un precioso auxiliar de la salud y agilidad corporal las fricciones con una buena Colonia concentrada como la A ñ e j a , que contiene esencias naturales de flores y frutas. Tónico de los nervios, bienestar del cuerpo, frescura y perfume para la piel.

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rocjiíreso d i # iinu«©stiraii ciiineiimaií

E

l STA afirmación pudo hacerse dos lustros atrás. Pero no se hizo. J De nada valía que el público acogiera las películas de Perojo con sin igual beneplácito. En pugna con esta actitud, velamos a un grupo de comentaristas improvisados, que se complacían en negar el pan y el agua al notable director de El negro que tenia él alma blanca. Fué una campaña cruel, injusta, fracamente personal. Pero contra aquella disparatada actitud de los menos se mostraba indestructible y optimista la actitud del público, la de los empresarios y

la de los editores, que veían en Benito Perojo el director más técnicamente capacitado para producir películas. Ocurre en el cine lo que no ocurre en ningún otro arte espectacular: el ensañamiento inconsciente contra las películas hechas en España. Las películas españolas son enjuiciadas comparándolas con las grandes obras extranjeras. Una comparación a todas luces injusta; pero a la que no put de sustraerse el crítico, habituado a enjuiciar casi a diario la-s obras maestras del cinema extranjero. Els inútil que el crítico trate de eludir la influencia de esta parcialidad; su retina hállase tan invadida de las creaciones del cinema internacional, que la comparación surge por encima del buen sentido. Si los críticos teatrales conocieran día por día las obras del teatro extranjero, otra sería su opinión al hablar de las obras españolas. Por este sistema no habría revista española que se hiciera centenaria en nuestros o-arteles. Pero como rara vez nos es dable contemplar en nuestra escena los formidables espectáculos teatrales de Paris, Londres y Berlín, nuestro espíritu no se decepciona ante la insignificancia espectacular de la producción española, comparada con la del Extranjero. • A Benito Perojo se le ha combatido con incalificable saña. A veces, los ataques cabalgaban en la ruindad de un estómago insatisfecho, cuando no surgían en un cerebro horro de los más elementales conocimientos cinematográficos, entendiendo por cinematografía algo más que sentarse en la butaca de un cine para ver lo que van a «darnos», sin preocuJarse del desarrollo técnico de un film. Que es precisamente el caso de os sabelotodo al uso. Por suert,e, aquella campaña «antiperojista» h a decrecido, y más vale no hablar de sus componentes, algunos de ellos nimbados por el ridículo de un fracaso «perpetuo», y otros haciendo filigranas arquitectónicas con el polvo que levanta el activo caminar del notable director, al que abo ra alaban.

• • Se engañan de medio a medio los que atribuyen los éxitos de Benitcj Perojo al factor suerte. No es .suerte; es conocimiento absoluto del oficio. Y los oficios no se improvisan. Fotografiar una obra de teatro está al alcance de cualquiera. Hacer una película como Susana tiene un secreto. Se ha, fugado un preso y El negro que tenía el alma blanca ya es tarea reservada a los especializados. Benito Perojo empezó sus andanzas cinematográficas en el año 1912. En el 1913 edita un film titulado Fulano de Tal se enamora de Manon, eo el que Perojo interviene como actor. Ix)s resultados no deben ser adversos, por cuanto en 1915 se le ve fundar una editora. Patria Films, con la cooperación de Pedro Soto y Vargas Machuca, y con un capital de ¡cinco mil! pesetas. De aquella Empresa recordamos tres películas: Garrotazo y tente tieso. Peladilla en el fútbol y Peladilla, cochero de punto. En las dos últimas, Benito Perojo rinde culto, como actor, al gran Charlot, y adopta las características del sublime mimo. HHBÉfcfc^^ Es entonces cuando Perojo siente la inquie ^^S^'íy^l^lK tud de saltar las fronteras, convencido de ^^r^^:H0^^ ^V^^ Híspana no es el aula indicada para aprender el oficio. Y cae en París, donde MBMiMM^^^BaHi^ actúa como «comparsa», con un sueldo de siete francos. No tarda en destacarse, y y a se le ve trabajar al lado de Martha Lanched y Joseph Davert, dirigiUno de l o . ultimo» re- ' *íf e Maroiratoa d e Benito Pero^^n, autor de La torre

^m^É^É^^^^^^Ík.

jo, el gran director es- ¡ de Nestle y de Soíam-

pañol, que en sus pro- fó. Enseguida asciende , ;=rna;!rn'al 'peí ^ protagonista en las hlea y tendencias in\

ternacionales...

pehculas El

diamante

verde y Marcamor.


• • • • • • • ^ • • • ^ • • • • ' ' ' ' ^ ^ ^ ^

Benita Perojo vigilando la preparación de un escenario para su película

«Crisis mundial»

jero, que la elaboración de un film requiere la intervención de diversos factores espeializados. Y él h a ~ido el primero en España en reca bar la ayuda de estos factores es(ienaristas, dialüguistas, ayulantes, etc.,etc., m i e n t r a s que otros directores [)retendian—y pretenden — demostrar que ellos se bastan paia escribir, dialogar y dirigir sus películas. Todo el que se adelanta al r i t m o normal de lo corrient e deja abierto a su retaguardia el surco de la envidia. Y a Perojo se le envidia; pero también se le imita. En lo que no le imitan es en su desmedido afán de aprender y de perfeccionarse. AI revés de los artistas actuales, Benito Perojo no ponía trabas en el reparto de papeles. Su único afán se resumía en esto lema: «Trabajar para aprender». Y después de esta provechosa enseñanza por los Estudios extranjeros, se hizo director. Quizá era éste su primitivo anhelo, y quizá su vida de actor no fué otra cosa que un medio práctico y laborioso para adquirir los conocimientos técnicos necesarios que garantizaran su ^ueva modalidad cinematográfica. Al poco tiempo, Perojo debutaba como director con un film titulado Para toda la rida. A esta película siguen otras. Pero Perojo — ayer como hoy—siente la inquietud de la superación, y no taida en trasladarse a los' Estudios extranjeros, en busca de más amplios horizontes y de nuevas eiLseñanzas. Y en

los

Es-

Antoñita Colóme y José Calle en una escena de «Rl negro ue tenía el alma blanca»,una e las últimas producciones realizadas por Benito Perojo, y en la que se acusa la personalidad del notable «produceur» español, a cuyo talento se debe, en gran parte, la extraordinaria propulsión alcanzada en tispaña por el séptimo arte

Veintidós años dedicados al cine y viviendo del cine. Y soportáiído el mal humor de los detractores espontáneos. Sin embargo, pese a todo, todavía no ha surgido el director que desplace a Benito Perojo de su puesto. MAURICIO TORRES (^1912-1984.

tudios extranjeros logra ascender a la categoría que hoy tiene, que le permite dirigir una película en varias versiones, como la que empezará a filmar dentro de tres semanas. Benito Perojo no es un indocumentado, ni un favorecido por la suerte. Todo lo que es se lo debe a su personal esfuerzo. Ti'abajador infatigable, no concede tregua al descanso; trabaja día y noche; es de una actividad que espanta. Y tiene una perfecta visión de lo que debe ser el cinema. No regatea rodearse de buenos colaboradores, ni regatea sacrificio económico en bien de la película. Sabe, porque lo ha vi.sto en el Extran-

Pero Benito Perojo posee otra formidable cualidad, muy poco común en los cineístas españoles: la de productor—jefe de producción-—, cargo no catalogado en España, por la triste razón de que la producción española está compuesta por una serie de esfuerzos aislados, sin orientación definida y sin continuidad. El jefe de producción, en el Extranjero, está por encima del director, por ser quien 1 eva el negocio y el único responsable. Y en este sentido, Perojo representa un alto valor comercial.

i- -V

3

I


El mérito d e este a b r i g o de armiño que luce Jeannette iCfac Donald no estriba sólo en su coste fabuloso, sino en la elegancia d e su 4— línea

G e r t r u d e Michael, en «Amenaza», e x h i b e este elegante vestido de rayo de s o l , negro, con u n cordón de plata anudado a la cintura. Iji falda se abre moderadamente en uno de l o s lados

Francés D r a k e viste aquí un encantador vestido de terciopelo en c o l o r albaricoue m u y pálio, sobre el cual armoniza bellamente e s t a esclavina d e m a rabú

3

Mandílente' % >eciéctíca^

N

o habéis advertido, lectores, cómo de día en día la moda hácese menos intransigente y va estableciendo sus normas y orientaciones sobre un práctico y conveniente eclecticismo? Antaño mostrábase más severa, y toda nmjer que gustase de seguir sus mandatos veíase obligada en más de una ocasión aducir atavíos en completo desacuerdo con sus carlicteristicas fundamentales. Ello, claro es, daba lugar a que damas bellísimas cuya hermosura hubiese lucido en todo su esplendor con una indumentaria adecuada a sus peculiaridades, adquiriera apariencias antiestéticas y casi monstruosas por lucir galas en total desavenencia con su tipo de belleza. En nuestra época, felizmente, los creadores de elegancias, más sensatos o más comprensivos, suelen establecer, dentro de una misma orientación, variaciones diversas que permiten a la mujer adoptar aquellas tendencias que mejor se compaginen con su personal estructura. Tal acontece,- por ejemplo, con los trajea de noche, en los cuales se acusan dos estilos antagónicos, sin que ninguno de ellos se aleje un ápice de las más astrictas reglas de la moda. Kstas dos tendencias son simplemente: silueta/tíndo o silueta paraguas. Las de sovr—bien lo sabéis vosotras, lectoras—propugnan estas dos opuestas orientaciones, y de este f ^ a d a b l e eclecticismo las damas saben sacar el mejor partido. ¿Qué mayor satisfacción para una mujer que poderse vestir según su tipo, conservando, no obstante, el debido respeto a las líneas de la moda? ¿Que prefiere los trajes de estilo? Pues elegirá un modelo adecuado a su preferencia. ¿Que, por el contrario, su gusto inclínase hacia una princesa, con sus líneas escuetas y ondulantes? Fácilmente hallará el modo de satisfacer su capricho. Y si el manifiesto eclecticismo actual de la moda es bien patente en cuanto a la silueta de los modelos, otro tanto acontece en lo que atañe a los tejidos. El satin, la faya, el terciopelo, el reps, el lame, el moirée y el tafetán pueden emplearse indistintamente en cualquier colorido. Sin embargo—^e algún modo los modistos tenían que mostrar su incontenible tiranía—, adviértese cierta preferencia por las tradicionales iafetlas de las viejas damas del pasado siglo, cuyos rígidos y cambiantes reflejos preconizan ahora los creadores de elegancias.

robes

chic

robe

• •

La moda, que muchas veces no es otra cosa que sinónimo de extravagancia, tiene, en ocasiones aciertos indudables y felices. Cuando ello sucede, adviértese en la perdurabilidad^


de la iniciativa. En lo que a los accesorios se refiere, es frecuente ver cómo innovaciones que alcanzaron momentáneamente un auge excepcional y que fueron adoptadas sin reser\'a.s, pierden súbitamente su boga y su efímera gloria se disipa rápidamente. Otras, en cambio, por evidentemente prácticas y útiles, o simplemente porque hay en ellas un c/íic inconfundible e indudable, subsisten durante largo tiempo, y aun cuando su uso se aJeje de la esfera de las damas verdaderamente c i t a n t e s para extenderse hasta capas más democráticas, conservan no obstante su prestigio por la riqueza de los materiales en que se construyen. Tal acontece, por ejemplo, con los monogramas. ¿De dónde arranca la boga de llevar en el bolso, en el cintuón, en el pañuelo, en el prendedor, en el biazalete las iniciales de su dueña? Imposible saberlo con exactitud. ¿Cabe dudar que esta característica de la moda biíHase de tal modo extendida que es frecuente encontrar su huella hasta en los artículos de más bajo precio? Y, sin embargo, no por ello ha perdido su prestigio ni su difusión entre las damas que se irecian de elegantes. ¿Por qué? Sencillamente porque si bien se trata de una moda al alcance de todas as mujeres, su auge no decaerá nunca, por la misma razón de que ninguna mujer dejará de mostrar su predilección por las perlas auténticas por el hecho de que la ciencia haya descubierto el medio de obtenerlas^ falsas. El monograma, acogido con verdadero entusiasmo hace mucho tiempo, conserva todavía su prestigio entre la mujer chie, porque permite en todo caso establecer una selección de categorías según los materiales más o menos ricos en que esté realizado. Prescindiendo de las piedras preciosas, cuyo elevado coste no siempre es accesible, hay otros muchos materiales de precio en el que los monogramas pueden ejecutarse: tales como la plata, el oro, el platino, las maderas proceres, el marfil, la concha, etc., etc. Y aparte del coste más o menos elevado de los monogramas, Ketty Carlysie nos el buen gusto de la dama que muestra e n esta foto los use se advertirá siempre u n a combinación d e traje, sombrero y bolen la originalidad del dibus i l l o haciendo juego. jo, en el arte con que esté Esta innovación e s t á ejecutado, en el acierto de ahora muy en boga y la colocación y en otros mil se hace a base de una idéntica tonalidad detalles que, e n cualquier caso, denotan siempre a la mujer verdaderamente chic. MIOSOTYS

Gertrnde Michael viste un práctico modelo de <8atin> blanco y negro, cuya elegancia se completa con un airoso y o r i g i n a l sombrerito «pagoda»

Zucenie Smith luce un sombrero de fieltro café, diseñado por Robert Caler, de Hollywood, cuyo <chíe> estriba en la pluma que perfora la copa y asoma mordiendo el ala por encima

del ojo derecho


[IfCU ÍUQL La heroína

S

I no es rica y rubia, no vale. Además, p a r a reunur todos los requisitos indispensaüles necesita añadir a 1 o s enumerados: ser hija del terrateniente mayor de la comarca, que posee por docenas los covcboys y por miles las cabezas de ganado; enamorarse d e un vaquero cierto día que se la desbocó el caballo y él lo detuvo de forma heroica, al (lie mismo de un precipicio, y meterse en asuntos que no la importan, [tara que el malo la secuestre. H a n de gustarla los idilios en noche de luna, a la orilla del río, y debe gritar horronzada cuando el malo la persigue corriendo de un lado a otro, por una habitación de tres metros en cuadro, oin alcanzarla hasta tres segundos antes que llegue el bueno. Debe ser esbelta, de ojos azules, ingenua y asustadiza; menos ante el bueno, claro es, con el que se besa desde la mitad de la cinta. Si se extasía ante una canción de su novio, acompañada de ukelele, mejor. Y si se llama Alicia, es lo ideal. "El bueno" Suele ser arrogante, valiente; m á s que valiente, temerario. .Jamás le alcanzan las balas de log malos. Sin embargo, las suyas son prodigiosamente certeras. Casi siempre llega de la ciudad buscando colocación en el rancho. Y trae un aire bobalicón, (¡ue es el hazmereír de los vaqueros. Pero esto dura poco: hasta que se entera d e que alguien roba el ganado e intenta apoderarse de un pozo de petróleo que no le pertene<'e. Entonces es lo bueno. Persigue a los malos, expone su vida cada m e d i o minuto con un estoicismo admirable, y aunque esté a punto de perecer tres o cuatro

veces cercado por sus enemigos, vence al final,' sirviendo a 1 a Justicia. Casi siempre retoma airoso, llevando prendido por su lazo al peor encarado de los personajes, que generalmente es eí malo, aunque esto está ya muy desacreditado. Si no recibe varias paliza^ de los malos, que le tienen a las puertas de la muerte, y se enamora de la hija del ranchero, casándose al final (on ella, luego de salvarla, no es un cmo-boy perfecto. Ahora bien: para que exista tal perfección ha de llamarse Tom. "El malo" Estos malos no tienen nada de tales. Son más bien unos infelices, porque tanto y tanto gallear en las primeras partes de la película, imponiéndose a todos, llega ei bueno y en el primer encuentro los pone a raya: eso que todavía no hace sino sospechar de su culpabilidad. Tiene que po-

al bueno por suponerle complicado en los robos de ganado, y darse cuenta de que es inocente minutos antes de que los malos, en pandilla, vayan a salirse con I a suya. ¡Así tiene luego que correr el bueno para llegar a tiempo! Claro que siempre llega, a pesar de que jarece multiplicarse a distancia en lomomento» de peligro; jiero todos los e s p e c t a d o r e s creen que a aquel srheñjj deben destituirle inmediatamente. Luego, al final, es él quien se adjudica el triunfo, por cesión generosa ilel bueno, que tiene bastante con el amor de la rubia. No nos cabe la menor" duda: todo el poblado de Arizona vive lleno de maleantes que se ríen del scherifj, hasta que llega un vaquero de pelo en pecho. El eaballo

seer cara de pocos amigos, ha de beber sin cesar y necesita estar siempre con una barba de semana y media, porque en el pueblo no hay barbero nada más que para /o.<f buenos. Vestirá camisa a cuadros, para no .ser ctmfundido con el bueno en las luchas, y sin excusa alguna debe raptar a la heroína, o<;ultáiidola en una casa del bosque próximo, para que llegue el bu»no a salvarla y se encuentre con una enceiTona. Pero sí, sí. No cuenta con lo mejor. Los puños de Tom son de acero, y los suyos, de manteca. Las balas de Títm dan siempre en el blanco, y las suyas, en el aire. Y .su final llega, inevitablemente, coii la terminíición de la película. Cuando es un malo decente que vela jior el decoro de la profesión, se suicida, después de confesar sus crímenes; pero lo mAs corriente es que muera despeñado o de un tiro en lucha con el bueno. El "sthwiíí" ¡Estos scherijfs de película son tontos! No hacen más que fumar unos cigarros apestosos, fijar carteles en el pueblo ofreciendo una recompensa por la captura del malo, poner los pies encima de la mesa, no quitarse el sombrero ni para dormir, limpiarse de vez en cuando la insignia con la manga de la chaqueta, llegar tarde a todof) los sitios y, por si esto fuera poco, llevar a cabo algo que indigna: meter en la cárcel

E« el animal más inteligente de la película, sin que en esto haya molestia para el resto de los [lersonajes. Sabe col<x;arse oportunamente para que el bueno caiga sobre hU lomo, al salir huido )or una ventana; avisa, sin equivocarse, los peigros; .se echa »obre el malo cuando éste se encuentra a punto de pasaportar al bueno; finge la muerte, si llega el caso, para que los enemigos be confien, y vuelve ruboroso su cabeza si los labios del galán y la dama se juntan durante un espacio de diez metros de celuloide. ¿Cómo podría el biumo salir victorioso, el malo derrotado y el amor triunfante si en los films del Oeste no existiera el caballo? Ks al asunto an necesario como e 1 sombrero l e j a n o , I a pistola cuyas balas no se acaban jamás, el bar con ruleta, la idiotez del scherifj y el lazo de cuerda. Así como ln dama ha de llamarse Alicia y el galán Tom, este noole bruto, que no Ir) es más que mo chos cou; boys, delx tener un nombre que i n d i q u e extraordin a r i a velocidad: algo así como Huracán o fíayo. Entonces, sólo entonces, será un caballo cinematográfiíi • «cien por sien».

F.

H.

(Ilustraciones Tejero.)

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buque es un haz de \ idas, de recuerdos y de sueños sobre el mar. Es, on re.ilidad, una flotante reproducción del mundo, eon s u s pequeñas niiscí''^^^'' ¡«ubicioues y sus alegrías, sus in \ • cpiietudos y sii« afanos. A lo largo de una travesía, ?obro la cubierta y en lis entrañas de un buque van desarrollándose historias de amor o do rií^.^®líiís escenas intensas del drama a ' ias picantes páginas del vodevil. Muecas patéticas, gestos de humor, sonrisas indiferentes, miradas de amor o de odio... Toda la gama de las expre^''^ "lianas está en e.se pequeño mun- ' do reunido durante unos cuantos días en un buque, sobre el mar y bajo el cielo. [ t Un buque es el escenario en que se mueven, a lo largo de la escenas de E/ capitán odia el mar, pasioncillas, aventuras, ambiciones y piruetas. El °^ia el mar: excelente título, ágil y V paradójico. Ese capitán que odia el mar—y que en ol film es el capitán Ilelquist—lo odia, precisamente, por esa diversidad que hay en ol pasaje d o todo barco. El marino fué al mar creyendo que iba a encontrar en él, en las travesías largas y serenas, on los atardeceres magníficos, en las noches supremamente quietas, paz y pureza. Y lo que encuentra es, por el contrario, aspereza, traición, intriga, dolor... Por eso odia el mar: porque cada viaje equivale a sentir muy cerca, durante unos cuantos día** y unas cuantas noches, aventureros, picaros, ¡jecadoras, gentes cjue no siempre son precisamente recomendables... El rapiV'n odia el mar: un film lleno de sonrisas,, burlón y divertido, amable y encantador. Un film bienhumorado, en el que se recoge el lado pintoresco y gracioso de lo que puede haber en ese abigarrado cargamento humano de cada travesía. Para la filmación de esta cinta, la entidad productora—la Columbia—contrató por un mes el buque Rnih Alexand'>r, que durante ese tiempo quedó convetido en estudio y laboratorio flotantes. Es la única vez que este caso se ha dado en la producción de películas. Los principales intérpretes—esos admirables y universales Víctor Me. Laglen, y John Gilbert, y Helen Vinson, y Walter CormoUy, y Fred Keating...—, con los restantes actores que componen la película, los técnicos y todo el personal que requiere una película de importancia, vivieron en alta mar durante más de tres semanas. Y hubo en ese tiempo un hecho no frecuente en las costas califomianas: en vez de los días allí normales—sol, luz, cielo diáfano, aire encalmado—, hu— c u a n t a s jomadas _ grises, nebuN

)

losas, que hi''>^ jj."*'co alejarse mucho de la costa- para rp. ^'^r la película con buena luz. Gentes muy^j,*^^ viajan en ese barco, que un día salo de '¿^ ,^<iro do California eon rumbo a Nueva York, va ,|.''^r el capitán Helquist. el que odia • el mar. Va un OS^JIIÍQ^ si cómplice (una muchachita quo II' y su B se hace pasar pt"'ji,)^^*i'ia). y un detective, y un periodista... m Hay amoríos, ai^^/iij^' Persecuciones.., El periodista, fracasado en W ' Hollywood, quicrP Kp^^i ^ «na mujer, huye de ella, pone en práctica aquel • remedio único 'l^^^iin^^" recomendaba para los males de amor: la huida. El f estafador va tras .'^'^^ntísima cantidad en dólares que alguien lleva dentro del barco. ^ El detective sigue \*'4^ estafador. Y entre todos ellos va urdiendo.se una madeja de intrigas, sospec;has y '^'''-''^Vtiij'^ "¡lagnífico interés cinematogiáfico. Pero siempre dentro de un tono amable, ligero, sin '^j pj^^^' ^in fáciles recursos de folletín trasnochado. Hay en torno a ^ .l,,i'^'^^*jes firincipales—el detective, interpretado por Víctor Mac Laglen, y el periodistii.'da.^* Gilbert—otras figuras de vivo perfil anecdótico, hombres y mujeres que tienen en ^' '^Ciusionalmento reunidas por unos días en ol mismo sitio, las notas más contiadictoii''jl,„."''••''Uonio (pie está riñendo siempre, la vieja millonaria que va tras 1111 amor ¡m})osiblo, cl marcha tras la aventura y el triunfo, el desencantado de la vida...

Lfj^

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Almas muy disintas, personalidades raras que dan a la navegación un encanto apasionante de novela v i v a Y el detective se enamora de la cómplice del estafador. Y la cómplice, encantanda, ve en ello el medio para que el detective no sospeche. Y es, precisamente, en el ca^ marote de éste donde la mujer esconde aquellos valores robados por el estafador. Y éste ignora dónde están, porque ella no se los entregará hasta que no cumpla su palabra de casamiento. Pero esto es sólo una ficción: una cara, como si di jéramos, de la intriga. Porque lo cierto os que el de tective conoce desde r^l prin cipio quién es aquella mujercita encantadora, y hasta llega a descubrir que es en el propio camarote de él donde están los valores robados. Poniendo una nota emotiva en aquella madeja de intrigas divertidas, un día una señora cae al mar. Tras ella, para salvarla, el estafador. Tras éste, cl detective, que logra recoger al uno y a la otra. Y pasado el momento de eraocií'in, la vida en el barco sigue agitada, inquieta, en una continua sucesión de lances pintorescos y de ágiles aventuras. Un día, el puerto. La travesía acaba. Nueva York a la vista, con sus torres magníficas, sus rascacielos, sus luces. La intriga acaba, y una sonrisa feliz llena el rostrt) de aquellos hombres y aquellas mujeres (jue .se han encontrado en la travesía y que ahora han ncorcado un p(xo sus vidas. El matrimonio enemigo se ha reconciliado. El estafador, convencido de que el detective tiene en su poder ya los valores, se dedica ahora a seguir a la vinja coqueta y millonaria. El detective y la muchacha s. ven, y sobre dios el amor traza su signo i nmortal. Y hasta aquel periodista fracasad' on Hollywood (|U0 huía de una mujer buscando en el mar y on la distancia ol olvido, se om^uentra, al desembarcar en el puerto de Nueva York, ccaí (pie ella le está esperando E!Ia. enamorada, ilusionada como siempro. con la fe de que la címstancia es más fuerte (pío todo, y que el amor, realmente es sólo una cuestión de paciencia. Intrigas, amores, pasiones, que el mar exacerba y aviva. F! capitán iba al mar bn.scaiido en ll la paz para el espíritu, y lo que oncuontra es una b u h a , todavía mayor (pie en la tierra. Kl capitán tiene raz(')n para odiar ese mar quo no lleva la serenidad a su coraz(')n.


tí en ücIEWNDtZ AMAVN I. L lWl

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PROGRAMA MONSTRUO

Últimos episodios de

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La soiiilini que mata en la que se descubre el misterio de esta intrigante película. Y la deliciosa comedia

Puesta lie S o l

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con F r a n c e n , Alice Field y Abel Tarride según la obre de PIERRE WOLFF

¡JIONIO POmGÜíLINflYfEli Q P ER A M A Ñ A N A LUNES EL EXTRAORDINARIO FILM DE DUVIVIER

I» B li i K K O J O croaclón d e ROBERT

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LYNEN, e l a c t o r

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europea

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Un^

producción

MONUMENTAL

una ss e III SI II a lie f e l i c i liail

FILMÓFONO

CINEMA L U N E S

la interesante

producción española

con TONY d'ALGY

y RAQUEL RODRIGO Producción

I B É R I C A

F I L M



gos documentales de viajes me dan la sensación de que son J las tarjetas postales que el cameraman envía a la Casa editora desde cualquier parte del mundo. No mo extrañaría, pues, que la proyección de ellos se interrumpiese a cada vista panorámica para dejar ver, escritas a mano, estas líneas: «Desde Tokio (por ejemplo) les saluda atentamente Smith.* «P. D.—Envíen dólares para continuar viaje.»

E

Rata sugestiva foto pertenece a una escena de «El paraíso del amor», peUcula musical de la R. K. O. Radio Films, en la que intervienen mujeres tan bellas y U n l i v i a n a m e n t e ataviadas como las que ofrecemos al lector...

Si el critico juzga una película extranjera, su labor depuradora queda, aun en el mejor de los casos, incompleta, ya que la crítica, entonces, no remediará futuros errores de dirección o de interpretación, ni conseguirá la perseverancia de director y actores en los aciertos. En cambio, cuando la crítica llega por igual a productores y público, cumple amplia y elevadamente su misión. En el primer caso, más que crítica, información o reseña. En el segundo caso, crítica cmematográfica. Pero, ¡ay!, que la proximidad de directores e intérpretes, los posibles lazos de amistad o de compañerismo, la benevolencia o el noble iatento de no restar estímulo, obligan al crítico que juzga la producción nacional a ser parco en sus diatribas y demasiado generoso en sus elogios. ¿Inutilidad de la critica cinematográfica? Más bien inutilidad de la crítica de critica cinematográfica iniciada en este comentario. Quintaesencia de crítica: la crítica numérica puesta en moda últimamente. Verán ustedes: Valor interpretativo: 1.—^Valor comercial: 2.—Valor argumental: 1.—^Valor artístico: 3. De esta sencilla forma, los errores de crítica se hacen tan visibles como los errores matemáticos. Woolsey, e l inseparable Y se prestan a operaciones entretenidísimas. Por ejemplo: sú^'£r."e^tre complacido mense los puntos, divídase la fauma por cuatro, piénsese un número, y atemoriúido, el mimoso multipliqúese el resultado por ese número, quítese el número penasedio de estas jovencitas sado... y 80 obtendrá el verdadero valor del film.


¡Alerta! ÜAa nueva palabra, mejor: una vieja palabra de significado tan moderno como dudoso (¿aventura?, ¿novela?), nos llega, sabe Dios de dónde, a engrosar el pintoresco vocabulario cinematográfico. ¡Alerta! ¡¡«Romancé»!! Tal es la palabrita. De aqui en adelante, toda película, junto a los nombres de sus «protagonizadores», llevará la promesa de ser un «romance» del «más grande» interés. Una popular Casa norteamericana ha solicitado recientemente de sus empleados en España den cada uno título a una película oo estrenada aún. He aquí varios de los propuestos por dichos empleados: Subida de sueldo, Jomada de tres horas, Ya trabajamos bastante. Una colocación mejor. En esta Casa no se gana para vivir y ¡Viva el sábado inglés!

En las comedias deportivas: el espectador que en el último roumi, o durante la carrera de caballos o de autos rompe el sombrero al vet;mo de asiento. En los dramas de guerfa: el soldadito joven, de gesto ingenuo, que ha de morir eo la primera escaramuza. En los dramas sentimentales: la barba del galán, demostrativa de su desesperación por el desengaño amoroso...

Luego de leer el reparto que de las horas del día hacen las eacre'las — desayuno, comida, merienda, cena; natación, masaje, gimnasia, equitación, automovilismo; trabajo en los Estudios, ensayos, firma de fotografías, asistencia a estrenos, etc.—, queda uno con el deseo de preguntar. —Bueno. Pero ¿quiere usted decirme, entonces, a qué horas se casa y se divorcia? ¿El tecnicolor?... ¿El relie¿Qué otra innovación nos amenaza? Señores productores: ¡Que el público no se ha repuesto aún del cambio del cine mudo en ijonoro!

¿Peor que un tango? Un documental explicado en argentino. ¿Peor que un documental explicado en argentino? Un film «doblado» en castellano. J O S É S . PARADA

George W'hile, el admirable «produceur», con un grupo de laa bellísimas muchachas que intervienen en la película «Srandals», de la Fox Films

Se espera de un momento a otro el despido de dichos empleados, así como es probable que la película se titule ¡Todos a la calle! Tópicos cinematográficos: En las operetas: las escaleras monumentales. En los films de gangsters: el gángster con cara de buena persona. En las comedias musicales: los viajes por la Costa Azul. En los dramas terroríficos: las noches de tormenta. En las comedias bufas: las puertas de mampara y las tartas de crema. ¡Magnífico equipaje el de esle baúl! Al abrirlo, la mucharhita de fuera tm encuentra con que dentro de él hay otra gentilíaiina «girl»


U

NA sala baja en un hotel claro. Reproducciones de Goya; el retrato al óleo de un joven caballero de emborrascada melena, ojos sombríos y delicadas facciones. Fué contemporáneo de Larra, y tal vez hizo guardia en Palacio con Fernando Muñoz, antes de que el nuevo Godoy ascendiese a duque de Riánsares. Otro retrato en forma de madallón. Representa una dama bellísima, de ojos azules; el óvalo de su rostro es petiecto; la carnación, como si la piel fuese transparente, un poco sonrosada. Debió ser camarera de la reina Isabel. ¿Corrían algunas gotas de sangre británica en sus venas? En la sala baja, inundada de luz, entra el sol, que se entretuvo en el jardín a jugar con los recuerdos. Contraste: un mueblo magnífico, encaje de marquetería, en representación de la radio. ¿Qué opinarán los ceñudos goyas de las estridenoia» del jazz-band? Un criado inglés, que arrojó la tiesura en el Canal de la Mancha—parece un boy americano y lleva la librea con la naturalidad de un smoking—, me dice: «El señor marqués bajará ensegui da.» Y se retira con una leve inclinación. Por la puerta, que deja entreabierta, descubro, tras un antiguo biombo, uno de esos cestos en forma de barquillera, lleno de bastones de polo. Tradición y deportes; recuerdos y actualidad a un tiempo. En esta sala baja, ar)ierta al sol, el pasado y el presente se dan un abrazo. Unos pasos firmes y seguros, de hombre que sabe su camino, se acercan. Y aparece el marqués, o si lo prefieres, lector, don Antonio Portago. Viene en traje de equitación... «Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza.» Este retrato del ideal mauühego conviene t a m -

bien a don Antonio Portago. Charlamos. No es una interviú. ¡Oh, no, de ninguna manera! En la mterviú hay algo de premeditación y alevosía contra la espontaneidad. Preferimos hablar sencillamente. —Vea usted un hombre ocupado—me dice, sonriendo irónico—. El cine y los deportes se llevan todo mi tiempo. —Comprendo, por el traje, que se levanta usted con intención de jugar una mala pasada a algún potro. —Nada de proezas. Se trat a de un pacífico paseo a caballo, con mis hijos. —^¿Pero sus hijos ya están... para esos trotes? —Pues claro. Figúrese que entre los dos, dama y galán, suman cerca de doce años. Ahora están en clase. Pero bajemos, si le parece, al jardín. La mañana es espléndida. —Una añagaza de Febrerillo el loco, para confiar incautos. —¡Bah! —Claro, con esos pulmones... Descendemos al jardín. Vi dea nos acompaña. «Buena luz», comenta. Y .se dispone a tirar unas placas. Eai este momento, bullicioso y feliz, ceceando un inglés que para Don Antonio Portafo. visto por el gran caricaturista Bayo


clntigitUHM

Don Antonio Portago ron\«T>i«iido con nuestro compañero Antonio Guzmán

oí quisiéramos quienes lo perseguimos en las graanáticas, llega el heredero de Portago. Es todo un hombrecito. Saluda con naturahdad y aplomo. Sus amigos, «don Podenco» y «don Mastín», aprueban con un grui-iido de satisfacción. Videa cree llegado el momento, y empieza con su máquina a tomar vistas desde diversos ángulos. Actúa en operador o cameraman. El cinema hace estragos. —Antes de dedicarme a la cinematografía, porque tengo a mucha honra ser «peliculero»—me confía don Antonio Portago—, yo no hacía nada. —¿Nada? •—Nada..., al menos délo que la sociedad ha dado en llamar útil. Como tantos chicos de buena casa, me aburría fingiendo divertirme de lo lindo. Mi única distracción verdad era el deporte. Viajaba: Londres, la Costa Azul, Suiza... Pero, como se dice en literatura, en ninguna parte me encontraba a mí mismo. Un día pensé en trabajar. No buscando lucro ni distracción, deseché el trabajo burocrático y el meramente comercial. Necesitaba algo que me apasionara. Y me tentó el cine, como industria y como arte. —¿Se proponía usted ser artista, o productor? —Productor. Sólo después, obedeciendo a sugestiones amistosas, me decidí a actuar ante la cámara. Y para que no se creyera que buscaba mi lucimiento personal, elegí un tema de ambiente contrario al en que yo me he desenvuelto siempre. De aquella aventura no quiero acordarme... Las novatadas se pagan, amigo mío. Y yo pagué mi novatada con dinero, a cambio de incomprensión. Me criticaron que, sin respeto a mi apellido, me metiera en estas cosas. Y «estas cosas» eran el pan de muchas familias, a las que di de comer con mi producción. Por lo visto, era más digno consumir las rentas en el ocio que fomentar con ellas una noble industria. —Viejos prejuicios, señor Portago... —Que, afortunadamente, van desapareciendo. Me fui a Londres, indignado y entristecido. N o volvería a ocuparme del ci-

ne. Me dedicaría a jugar al polo, que, dicho sea de paso, es mi otra gran afición. --Entonces, ¿qué ocurrió para modificar esos prof.ósitos pesimistas? —Verá usted... Por una verdadera casualidad, nos conocimos Alexander Korda y yo. Hablamos. El gran realizador me propuso que le ase sorase en su film de ambiente español Los amores de Don Juan. La propuesta me pareció de perlas, y pasé a los Estudios Elstre, donde estuve un año de consejero técnico. —¿De modo que en Los amores de Don Juan...? .Me interrumpe vivamente: —Yo no tengo arte ni parte en esa pelicula. Aunque nominalmente fui asesor técnico de ella, ninguna de mis observaciones fué atendida. Ya conoce usted la obstinación de esos señores y su «criterio comercial». Cuando vi lo que habían hecho, protesté y les rogué encarecidamente que borrasen mi nombre de la lista de colaboradores. —Se disgustaría Alexander Korda. —Al contrario. Me pidió que trabajara en Congo, adaptación de la novela de Edgar Wa Hace Sanders of the River, que se desarrolla en el Congo belga, y me confió uno de los principales papeles. —EÍsa película se estrena pronto en Madrid, ¿verdad? —Así lo tengo ententlido. Las .^^^ relaciones con Korda me han aniJÍ^H mado a emprender de nuevo la ^^^H aventura en España. Cuando ter^^^H miné mi trabajo en Congo, vine a ^^^H Madrid y me puse al habla con la ^^^H C. E. A. Un inciso: cuanto le diga j^^^^M a a s t e d de la corrección, seriedad ^^^^H y buen orden que allí he podido ^^^H apreciar, aparte de la» deferencias m^^^K con que me han distinguido, result a n a pálido. g^^^Kk —¿Y cómo va ese fibn? —¿La bien pagada? A punto de terminarse. ¿Sabe usted lo que más me enorgullece de esta producción? El que todos, absolutamente todos los elementos que en ella intervienen, sou españoles. Seguiremos

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demostrando que en "la C. E. A. puede hacerse lo que en los mejores Estudios extranjeros. —Una pregunta... Si es indiscreta, no la contaste: ¿Le gusta actuar de protagonista? —Me gusta actuar ante la cámara. Y prefiero estar bien en un papel episódico de un minuto, a estar mal en toda la película.

• • Hemos vuelto a la sala baja. Un criado—ahora es francés—nos sirve unas copas de (;aldo jerezano, más rubio que el sol. Ante el asombro de los goy as—propósito acariciado de don Antonio Í Portago as llevar a la pantalla la aventura ga- í lante del gran don Francisco, con su modelo de La maja desnuda—, brindamos por el cinema cional y su porvenir es pléndido. (i.

Don Antonio Portago, eon su primogénito, posa para C I N K < ; R A M A S . E«te ilustre procer hispano, cautivado por el séptimo arte, ha puesto al servicio de nuestro cinema su entusiasta actividad FOTS. VIDEA)


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e s q u e GELÉE MITZA e s diferente a t o d o lo que existe para a d e l g a z a r . Es el resultado admirable d e laboriosos estudios realizados en laboratorios d e a l t a reputación por científicos e s p e c i a lizados. Y

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L A B O R A T O R I O D E L DR. V I L A D O T , Sección C. 5, Consejo de Ciento, 303, B A C E L O N A DE V E N T A E N L O S P R I N C I P A L E S C E N T R O S D E E S P E C Í F I C O S Y P E R F U M E R Í A S DE E S P A Ñ A


lient» imponente en la sala de proyeccÍLmes del C. E. de C , cuya Sección de Cinema es la organizadora de este Concurso anual. Caras nuevas, muchas caras nuevas, ávidas de contemplar con sus propios ojos totlas las excelencias que del cinema amaUvr se han propalado de un tiempo a esta parte, pudimos apreciar en esta sesión. Buen síntoma. Pero quizá estas caras nuevas no están muy al corriente del por qué de estas • sesiones de clasificación, y por eso alguien pudo abandonar el local no muy convencido de la calidad de nuestros cineastas. Y no por culpa de los films, alguno de los cuales, debiilamente presentado dentro de un programa más ameno, hubiera, sin duda alguna, despertado un mayor interés y aprobación. Pero sin despreciar el valor «público»—ya que por eso estas sesiones son públicas—, debemos coasiderar, ante todo, que son sesiones de clasificación del Concui-so; sesiones, por lo tanto, cou

mayor originalidad en la toma de vistas! L'na colección de «postales», muy hábilmente unidas, sin que por ello tomaran más expresión y vida. TTn alarde de «técnica» muy estimable, que absorbía toda la atención del público, que acabó por no mirar las escenas, esperando la nueva «combinación» con que el autor les obsequiaría al llegar la escena siguiente. Precisamente al contrario de lo que entendemos por buena «técnica». ViLANOVA.—La fotogenia de los pueblos marineros es un caudal inacabable de belleza, que los cineLstas e-stiman incondicionalmente. Tema agiadecido, aunque no fácil, que en este film se desenvuelve con soltura. La cámara ha sabido recoger, solicita y amorosa, todo cuanto de mterés nos ofrece la playa luminosa de Vilanova. Desde el mar enfurecido hasta la serenidad de las antenas sin velamen señalando el cielo azul. En conjunto, un interesante film de la vida y el repeso de una playa de pescadores, al (pie hubiéramos deseado más «intenci()n» en la continuidad de las escenas. T A R R E O A.—Este film tiene todo el carácter de la obra del poeta enamorado que dedica una «oda» a su pueblo nativo, l'na «oda» cinematográfica en este caso y de intención publicitaria. F.s curioso registrar la forma con que el autor «obliga» al público a visitar e intró(lucirse por la ciudad y sus \T\Stituciones culturales. El film es ágil en su montaje,.y .se advierte en todo momento la preocu pación de la buena fotografía en sus aspectos técnicos y ¡ilásticos. D'ACÍ I)'ALL.\.—Dos partes,

l na esri-na del film -Meni mortigo».. óe Delmiro de Caralt, recientemente premiado en el Concurso anual que en Hollywood organiza la American Soriety of Cinematografhers

La primera sesión de fallo del I\ Concurso de Cinema "Amateur" al C. E. de C.

E

s indudable que en torno al cinema ama' J teur existe ya un amt)icnte ()ropicio para impulsar a "muchos a la ahistencia en las sesiones que los clubs organizan. Este interés, fruto de una serie de éxitos, se tradujo en un

Del filni riilliiral Tri-io.. orisiniil de Salvador Kifá

completamente distintas, forman este film singular y u n poc o desconcertante por el contraste que ofrecen escenas de muy distinta calidad cinematográfica, y que ñas parece fácil (le suavizar con ua montaje De la pelicula «Diaris». de Juan Salvung.-Tarrasa adecuado. I a p r i m e r a j)arte consiste en un rápido reportaje de los trágicos acontecimientos (iel G de fictuun .lurado responsable, a cuya labor, difícil por bre último en Barcelona. Anotamos la aguda sí misma, no deben ponerse obstáculos. Y a saironía que el autor supo recoger junto a las babiendas de la monotonía que para el público rerricadas en for lia de l u j cárcel anuiic-ador, en presenta, por ejemplo, una sesión con nueve films la fachada del Cinema París, anunciando el film documentales, decidieron los organizadores, para que pocas horas antes proyectaron. ¡Trágica mayor facilidad, proyectar los films agrupaatracci/m! dos por temas. Sin duda alguna, con los mejores El reportaje de Mallorca que nos ofrece el autor nueve films documentales seria muy difícil de en la segunda parte del film, con ser interesante, mantener en tensión el interés del público. no logra, (piizá por el contraste que hemos anoEs lo (pie deben saber todos los asistentes a est:is tado, la continuidad precisa en todo film. sesiones de fallo, en las que nada tiene de parVisió iROKi.LKNCA.—El autor de este pequeticular (pie un mismo asunto .sea visto varias, ño film aclara en el título (pie .se trata de visiones veces durante la misma. Basta recordar del ante- ¡ p()éticas. Se trata de una serie de ensayos fotorior Concurso la repetición de films .sobre Italia" giáficos, de almendros en flor y de espigas al v el Vesubiov í viento, amenizado con la visión de un moderno tractor. Falta para lograr el calificativo de «¡loesia» algo (pie dé una intención ala.s escenas, Efectuado el sorteo de los films, éstos se pro-1 (jue nos f)arecen sin trabaz(')n. IV.iena calidad yectaron con el orden siguiente: j plástica para los ojos; pero sin el alma, sin l.i idea (pie logre interesar el espíritu. BARCELONA.—Documental un pixío frío de la ' V o L DF, CAViNA. ¡Lástima (pie la idea del ciudad, en cl que los autores hicieron gala- -alartítulo no sea en este film demosirada al jirincide quizá excesivo—de dominar el trucaje de lapio! lÁstima, por(pie el film, en s u aspecto plásboratorio. Las mil y una formas imaginable» de tico, es interesante. I'^.l puerto. No hace falta decir «cortinas» dominan por completo el interés del nada más })ara comprender toiUs las [losibilifilm. Cada cambio de e&cena, una forma nueva de ilades del tema. Y el autor de este film logra pretrasf)aso. ¡Cuánto hubiéramos preferido, sin emsentar bellos efectos, (pie sin duda alcanzarían bargo, (pie todo el ingenio demostrado en este un mayor interés al n o presentarlos agrupados aspetíto no hubiera sido empleado en lograr una


como están, l ' n a adecuada alternativa de planos y de escenas harían de este film un bello rejwrtaje del puerto barcelonés. SAINTK CBOIX ET BFKNK.—Con una magní-

fica uniformidad de tono—no falta en este aspecto ni una sola escena—nos presenta el autor de este film, redactado en francés, una rápida visión del pueblo euizo de Sainte Croix y de la capital de Berna, cubiertos por la nieve. Fruto de un viaje, e«te film nos presenta lo presentable en un viaje, sin intención cinematográfica, l ' n a visión sin profundidad, que pasa delante de los ojos con toda la suavidad de su buena fotografía. COCK-TAIL DE VIAJES.—Sin duda alguna, no todos los temperamentos artísticos son aptos para todas las artes. De aqui una prueba. Si aprovechamos la idea del título, diremos que este Cock-tail de viajes no es obra de un buen barman. Ciertamente que algunos de los ingredientes—Escala, Santa Cristina, Andorra, Montserrat, Gerona—son de buena calidad; pero falla la pericia del barman—el cineísta en nuestro caso—, y nos presenta una mezcla improvisada y gris. A DAY EXCURSIÓN.—Proyoctado en último lugar, es un pequeño y sencillisimo film inglés, en el que admiramos, al principio y al fined, un buen montaje de escenas, gracias al cual logra el autor uua justa expresión. Ea un film

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del que puede decirse que nada tiene de particular, pero en el que el cineísta observador descubre aquella difícil simplicidiid que caracteriza y valora un film. Sin duda, se repiten demasiado las vistas de la excursión; pero ¡n,-<istimos sobre la justeza con que logra el autor explicar las escienas finales. P r o b a r de quitar una .sola escena, y quedará rota la continuidad discursiva del film. Xo puede decirse igual de muchfis films c o n más pretensiones.

Precisamente porque estas sesiones son gratuitas y ponjue la caballerosidad de los organizadores les impide prohibir la entrada a cierto grupo, no sería mucho pedir que se abstuvieran de manifestar sus opiniones en la forma que han «reanudado» en esta primera sesión de fallo. Los autores y los miembros del Jurado merecen otro respeto del que d e m u e s t r a n hacer gala.

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Kn ose ronlinud nparerer y de.sapareeer «le estrellas i | u e es sicni|ire la \ ida <lfl cini-nia, quizá es Kalliarine Ilepburn. He tudas lus surgidas i i l t i n i H i n e i i t e , la lluniHila a rcntrar y sinibolizur una épura de la pantalla, eoi -n su tiempo lo fueron Mury P i r l í f o r U . l'ola Negri y (.reto (^arbo. Pasará, desde luego, el tiempo a n t e s ile que esto pueda oonrirniarse¡ pero en la nueva estrella hay ya niurho que permite hacer ese pronóstico. Todo el mundo se emociona hoy con las escenas que Katharine llephurn ha interpretado en «lois c u a t r o hernianilas». I'l trabajo de ella en esta cinta es, auténticamente, una d e las grandes creaciones del cinema de nuestro tiempo. Asombra la e s pontaneidad d e la actriz, su arte, lleno d e gracia viva, humana y natural. De tal modo, que la actriz desaparece y sólo queda, integra y huniaiiísinia, la mujer. Kse arte suyo está lleno d e una sincerida<l excepcional en los artistas cinmiatog r á f i c o s , que difirilniente s e olvidan (le que están ante la o á -


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10 de Febrero

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1935.)

ñola, tratada con excepcional rigor por nuestras y en prenda de gratitud, repetimos, en la ReSTA proaa oficial, más dulce y suave a los; leyes fise-ales. dacción de Ci.vKORAMAS se les rendirá, por cienJ oídos de un distribuidor que una óglogal No vamos a incurrir en repeticiones inneceto y un años, culto de admiración. de Garcilaso, quiere de<ir, pacientes lecsarias hoy; pero bien sabenK)s que a esa industria Pero no vaya.s a creer, lector amigo, que nos tores de la encuesta sobre el 7,i>t), que se ha su—que también (también, no: que sobre todo) es atribuhnos el mérito de la victoria. Son ellos, los primido, mejor dicho, decapitado y partido por arte—se la consideraba por 1«JS Poderes públicos, distribuidores, con sus visitas e iiiformes al miel eje, el calamitoso, chato, pelón, sin dientes y a juzgar por el trato que de ellos recibía, como nistro, con sus razonadas protestas e irrebatibles estevado impuesto que veníamos cond)atiendo. negocio vitando, o poco menos. argumentos, recogidos en estas columnas, quieSí, señor: Don Siete Cincuenta se llamará en Empieza a i-ectificarse tan desastroso criterio, nes han puesto la razón en su ) unto, han deshelo sucesivo Tres Setenta y Cinco a secas. Sin don. y no hemos de cejar hasta verlo transformado, cho prejuicios y han logí ado q< e empiece a hacerYa no puede costearlo el pobre. El señor Marracó de indiferente y exactor, en avisado y protecse justicia a la industria cinematográfica espa(Dios prolongue sus días) oyó nuestrfs clamores, cionista. Hay cjue eximir de toy ha respondido con el párrafo do impuesto a la producción de la Gacelu que reproducimos española. Es un anhelo fervopntre(!omillado, mientras le haroso y unánime que está en el cen un marco de oro para colambiente. Y a ello vamos en garlo en lugar preferente de una nueva campaña, con el opnuestra Redacción. Y nos vatimismo que nos da este primer mos a procurar taml)¡cn una éxito y la seguridad del que se litografía del señor ministro y sabe asistido por la razón y la otra del señor \j&r&, director gejasticia. Hoy nos limitamos a neral de Rentas públicas, para felicitar efusivamente a señor rendirles culto de admiración ministro de Hacienda y a sus y gratitud en nombre del cineae esores, y a enviar nuestrtis ma español. plácemes a actuarios cinemaPorque esto de que un mitográficos, más que por nada, nistro de Hacienda y un direcpor el triunfo moral que signitor general de Rentas públifi(?a esta solución interina del cas renuncien, en los tiempos problema económico planteado que corremos, a una pieza conentre la cinematografía espatributiva y abran las manos y ñola y el Fisco. la dejen escapar voluntariamenIlustramos nuestra informate, es un caso de .sensibilidad ción con la foto de don Rotan abnegado e insólito como berto Martín, presidente de la lo sería el de u n cazador con Cámara Sindical de Cinematored que soltara las codornices grafía, a cuya actividad e inicogidas en la trampa. ciativas corr&sponde en gran ¡Ilurra por nuestros hacenparte el éxito logrado. Don Roberto Martín, prcsidenie de la Cámara Sindical de Cinematografia distas! Es casi un milagro lo A. G. que hemos conseguido de ellos.

E


¿Quién será Shakespeare?

S

E va a llevar a la p«uitalla El sueño de una noche de verano. Pero antes va a ser corregida y mejorada. Es que para los yanquis Shakespeare es un escritor novel. lie aquí exactamente lo sucedido: —¿Quién ha escrito esa obra? —Shakespeare, —¿Americano? —Inglés. — Eiitonces, ofrézcanle veinte mil dólares. —Es que es un autor fallecido. —Mejor. Eso servirá para la publicidad. «Precisamente un día antes de morir habia terminado el argumento que por encargo de la Casa...» Una tormenta se aproxima

Glenda Farrell, deslumbradora belleza rubia, se entretiene o y e n do la radio... ¡No cabe distracción más inoceoteU.

ambas se muestran igualmente orgullosas. A von Stroheim no le queda más que un traje Erich von Stroheim acaba de cumplir cincuenta años en circuastancias bien lamentables. Este hombre, que fué uno de los cinematografistas más en boga en tiempos del cine mudo, se encuentra hoy no sólo arruinado, sino al borde de la miseria más extrema. Erich, que gastó en La viuda alegre trece millones de francos; en La marcha nupcial, treinta y cinco millones, y en Queen Quelly, veintitrés mdlones, no posee ahora más que un traje con brillos. El administró tan mal el dinero de los demás, que ni siquiera

Para nadie es un secreto que el último film de Mae West no ha constituido el éxito que todos—^y ella misma— esperaban. En vista de ello, Mae quiere ser dirigida en su nueva producción por un director de la máxima solvencia. Joseph von Sternberg dirigirá, según parece, a la estrella de la belleza desbordante. Todos conocen el agrio carácter del director de los bigotes marchitos. 3?odo8 conocen el agrio carácter de Ma©

West. Los meteorólogos de Hollywood pronostican una gran tormenta. Y Mariéne Dietrich, también. A ella no le ha hecho ni pizca de gracia la noticia, e incluso ha lanzado ya los primeros truenos. —Joseph no pod r á h a c e r nada con ella — ha dicho—. Es la estrella más gorda de la pantalla. Y Mae h a contestado, al enterarse: —Ella, en cambio, es la actriz más delgada. Dos records contrarios, de los que

Dick Powell, el proteico galán de las revistas cinematográficaa, dedicado al reposo en la quietud d e au «bu|igallow»_

supo crearse esa administración particular casi obligada en estos casos Emst Lubitchs, el hombre que perdió su patria Ernst Lubitchs ha perdido la nacionalidad alemana y, con ella, el derecho a volver a pisar la tierra en que nació. Al mismo tiempo, Hitler, en persona, ha intervenido para que no se ataque en Alemania a Pola Negri, a quien algunos nazis acusan de judía. Pola trabajará en lo sucesivo para el cine germano. E^o salen perdiendo los alemanes. Y eso salen gansuido los y a n quis. E l l o s se quedan definitivamente con Lubitchs y


se quedan sin Pola.

definitivamente i

La última estadística La estadística de la semana se refiere a los artistas más «productivos» en el mundo entero. Ahí va: 1, Eddie Cantor; 2, Greta Garbo; 3, Marlene Dietrich 4, Norma Shearer; .5, Janet Gaynor; 6, George Arliss; 7, Paul Muni; 8, Clark Gable. 9, Claudette Coibert, y 10, Ronald Colman. A continuación van Katharine Hepburn, Margaret Sullivan y la pequeña Shirley Temple. Luego, cuatro vedettes e u r o p e a s : Charles Boyer, A n n a b e l l a , Marta Eggerth y Jack Buchanan. El hecho de que no figure Chevalier se debe a que ningún film suyo ha sido difundido por el mundo el año pasado. EU más reciente fué estrenado en casi todas partes en 1983. Menos aqui, claro.

La estadística anterior tiene curiosos aspectos parciales. En Australia, el actor preferido es Buchanan. En Hungría..., el húngaro Paul Lukas. Y en el Japón, Boris Karloff. ¿Y en Kspaña? Pues en España no se puede decir. Si damos el nombre de Imperio Argentina, se enfada Catalina Barcena, y si damos el nombre de Catalina Barcena, se enfada Imperio Argentina. Y si damos el nombre verdadero —que no es, por cierto, español—, se enfadan las dos. Un boxeador celoso Schmelling sin duda envidioso de Max Baer, ha debutado en la pantalla,

Dolores del Río, ia cálida y morena estrella mejicana, no tiene esta vez en nuestro «cock-tail» mención especial. Publicamos, no obstante, esta admirable foto suya que nos acaba de llegar de Hollywood, en la que la gran actriz está, romo siempre, bellísima...

Mae West va a protaen un film del que es protagonista .\nny gonizar una pelicula Ondra. E^sto no tendría nada de particudirigida por Sternberg, lar, ,si no fuera porque el director de Una el «descubridor» d e Marlene... Por cierto joven mujer... Un joven hombre, que asi «e que a ésta, según dititula el fdm, es Cari Lamac. quien, como cen, no le ha hecho inues sabido, fué el primer esposo de Anny. cha gracia la noticia.. Y tiene de particuLvr porque Schmelling un gran cursi, despues de todo—ha ¡Qué guapa está Marexigido que su antecesor no se aproxime a lene en esta foto! PerAnny más que a quince pasos de distancia. tenece a «(Capricho esEsto, aunque parezca mentira, es una verdad pañol», de la que es figura central la genial , publicada por muchos periódicos extranjeros. <>star»... ¡Ojala que el ; A quince pasos. fdm responda a la be- i ¡A buenas horas! lleza de la protagoR. M. G. DistaU.


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UNA EMOCIONANTE PRODUCCIÓN GOIUMBIA P I C T U R E S « t i

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MARI GONZÁLEZ (Madrid). Han sido varios los lectores que recogieron el S. O. S., y se han apresurado a mandar la canción. Muchas gracias a todos. La canción es como sigue: ¡Ha salido el sol! —El dia ya nació.— ¡Pronto en pie, la noche ya pasó!—Hay que proseguir,—tiempo es de marchar.— ¡Tu destino, cíngaro, es vagar.—Canta tu libertad,—ringaro vagabundo;— busca tu felicidad—donde la puedas hallar.— Vaga sin descansar,—cíngaro, por el mundo:— vive siempre feliz.— ¡El mundo entero es fu hogar!—Tu caravana alegre va—sin hallar fronteras.—La mujer brindará—lodo el amor que tú quieras.—Canta tu libertad.—Cíngaro, tú sabrás —que donde tengas puesto el pie,—cíngaro, allí reinarás! LILIAN (Madrid).—Evelyn Venable nació el i 8 de Octubre de 1913, enCincinnati(Ohío). Mide 1.60 y tiene el pelo y los ojos castalio claros. Canción de cuna, con Dorotea Wieck, y Una sombra que pasa, con F"redric March. David Harum, con Louise Dresser, y Double Door. La pregunta referente a Antoñita Colomé es rigurosamente cierta. La edad de Claudette Coibert es de veintiséis años. ¿La letra del tango que me pide es de alguna película? MEMBRILLITO (Puente Genil). Envíenos 1,50 pesetas en sellos de correos, y le remitiremos los números que le faltan. No creo que exista esa ca.sa que usted menciona. Este señor desearía correspondencia con señoritas aficionadas: don Francisco Gon-

zález, San Sebastián, 10, Puente-Genil (Córdoba). J O S É BONET (Tordera).—El reparto de Volga en llamas es: Teniente Orloff: Albert Préjean; Silatchow; Inkijinoff; Macha: Danielle Darrieux; Chaline: Raymond Rouleau; Olga: Natalie Kovonko; El ordenanza: Henry Míirchand; El coronel: Jacques Berliot; Su esposa: Marcelle Jeán Worms. Didirida por Tourjansky. La dirección de Jeán Harlow es: Metro-Golwyn-Mayer. Culver City, California. Por la otra artista que me pregunta, nació en 1908. Saque usted la diferencia, y ya está. UN

AMANTE DEL CINE ESPA-

SOL ( ValladoHd ).—E f e c t i vamente, Raquel Rodrigo es la protagonista de Doña Francisquita. Escriba a Estudios Cinematográficos , Aranjuez (Madrid K RICARDO U L E C I A (Madrid). Escriba a Tobi Wing a Paramount Studios, Hollywood (California^ y a Mary Carlisle, a Columbia Studios, 1438 Gower St., Hollywood (California). FALANGE (Valencia). — Muchas gracias a sus grandes elogios que hace de CINEGRAMAS. Desde luego que la puede escribir en español; pero en la ac-

tualidad no está filmando en ningún Estudio, y la carta que usted la piensa enviar con una «fogosidad tropical», sin conocer su destino, quizá se extraviara, y seria peor para usted. Hay una forma segura de que reciba ta carta. Mandándosela a Lew Ayres a Fox Studios, 1401 N. Wester Ave, Hollywood (California^ y poniendo dentro, en otro sobre pequeño, lo siguiente: «Para entregar a su esposa», que yo creo que si cuando llegue la carta no están divorciados, se la entregará. Envíe un sello de 10 centavos. ¡Que no se le olvide!... CARI OLALQUIAGA (Navarra). Simpático con o al final, ¿lo entiende? La dirección de Randolph Scott es: Paramount Studios Culver City Hollywood (California), y la de Paul Muni, a Wamer-First National Studios, Burbailk (CaliforniaV Esta simpatiquísima muchacha desea la letra del vals de Crisis mundial. Espero que me la mandará mi «servicio de ayudantes», por lo cual quedaré agradecido. Anímese a escribir cuantas veces quiera; a mí no me molestan nunca. MAÑICA (Zaragoza ) . — En efecto, así es; pero el modo de adquirirlos no sé como va a poder, porque yo «no gasto esas

cosas», y, por lo tanto, no puedo decirle una Casa determinada. Pruebe en un buen establecimiento de su ciudad o de Madrid. J O S É PAGÉS (Figueras).— Nosotros no proporcionamos fotografías de esa artista. Escribala a Wamer-First National Studios, Burbailk (California), mandando un sello de 10 centavos para gastos de envío. RoTHSCHiLD (Albacete).—Yo, respetando el criterio de ese señor crítico, opino exactamente como usted: que es un film admirable, de los mejores en su estilo de presentación, dirección e interpretación. Aquí, en Madrid, fué un gran éxito. Muchas gracias por la canción que envía, y lo de la fotografía, escriba a una librería madrileña, que las tienen por centenares. Siento no poderle servir directamente por el enorme trabajo, que no me lo pennite. TERREMOTO (Barcelona).— l.e doy los repartos que me pide. De pura sangre: Rid Ridell: Clark Gable; Jim Relíense: Ernest Torrence; Ruby: Madge Evans; Tip Scanlon: I>ew Cody; Angela: Marie Prevost; Ludeking: Hallan Cooley; Mac Guire: J. Farrell Mac Donald; Tío Ben: John Larking; Sammy: Eugene Jackson. Dirigida por

Charles Brabin. De King Kong: .\nn Redman: Fay Wray; Denham: Robert Armstrong; Driscoll: Bruce Cal)ot; Englehom: Frank Reicher; Westón: Sam Hardy; Jefe: Noble Johnson; .\yudante: JamesFlavin; El Rey: Steve elemento; Lumpi: Víctor Wong. No me canso de saludarle. DEPORTIVO (Madrid).—Lilián Harvey nació en Londres, el 19 de Enero de 1908 (usted también es de los que se figuraban que Lilián era alemana), y es rubia, con los ojos azules. Mide 1,58, y, efectivamente, tiene unas piernas que a mí tampoco me gustan. Ha impresionado una enormidad de películas, como La casta Susana, El vals del amor. Un punto obscuro. Si algún dia das tu corazón. El favorito de la guardia, El trio de la bencina. Sueño dorado. El Congreso se divierte. Dos corazones y un latido. Mis labios engañan. Yo soy Susana, Yo y la emperatriz, y otras. Ruby Keeler nació el 25 de Agosto de 1909, en Halifax (Nueva Escocia). Tiene el cabello y los ojos ol)scuros, y mide 1,59. Casada con Al Jolson. Un chico afortunado. Vampiresas 1933, La calle 42, Flirtation WcUk, son sus películas. El reparto de Doña Francisquita es: Doña Francisquita: Raquel Rodrigo; Aurora la Beltrana: Matilde Vázquez; Doña Francisca: Antonia Arévalo; Femando Soler: Fernando Cortez; Cardona: Antonio Palacios; Don Matías: Manuel Vico; Lorenzo: Félix de Pomés. Escriba a Lina Yegros a Estudios C. E. A., Ciudad Lineal (Madrid).

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DATOS

BIOGRÁFICOS

HELEN HAYES

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ISS Hayes era una chiquilla que prometía llegar lejos en las tablas cuando la famosa pareja de actores Weber y í^ield estaban en su apogeo. Field vio a la infantil ac- ' triz, y decidió asignarle algunos roles en »us producciones teatrales. Algún tiempo después, John Drew, una de las figuras sobresalientes de la escena norteamericana, confió a Helén—que a la sazón contaba catorce años y acababa de abandonar la escuela— un papel importante en The Prodigal Husband. Más tarde, la ya aplaudida primera actriz participó en distintas obras con WiUiam Gillette, Alfred Lunt y otros artistas de talla. Durante los ensayos de César y Cleopatra, miss Hayes conoció a Charles Mac Arthnr, hoy su esposo. S ^ i n relata la diminuta actriz, aunque Charles demostró desde el primer momento marcada simpatía por ella, pasaron algunos meses antes de que lo confesara. Y cuando se decidió a hacerlo fué en forma disfrazada, diciendo que le gustaba Helén en dicha obra. Pero todo tiene sus limites, y la timidez de Mac Arthnr desapareció un día, declarándose entonces sin más requilorios. A raíz casi de su matrimonio, Helén firmó contrato por sólo un mes para representar en las tablas la obra de Sir James Barrie Lo que toda mujer sabe. En vez de un mes, como todos pensaran previamente, la obra se mantuvo en el cartel un año y dos meses. Después de Lo que toda mujer sabe, Helén roLa bella estrella de la W a m e r Bros Claire Dodd

presentó en la escena Coquette, retirándose algún tiempo del teatro con motivo del advenimiento de su hijita, Mary. De vuelta otra vez en el escenario de sus triunfos, participó en Mr. Oühooley y The Good Fairy, filmando, además, Amncsmith, Adiós a las armas. Marido y otras excelentes películas. Miss Hayes tiene cabello castaño y ojos azules. Su estatura es 1,52 metros y pesa 45 kilogramos. Toca magistralmente el violín y el piano, gusta de jugar al bridge y al chaquete, y es gran admiradora de la Garbo. Sus aficiones principales son coleccionar fotografías de su hijita, la natación y el baile. MOROTHY LEE

I.08 •eñores Arquer, Lippschilz, Joseph y Mayol. Nosserk y Flatan, jefes de distriburión, de produrción, de publicicidad, realizador de la cinta y gerente de Ibérica Films, respectivamente, con «I señor Orias, en el acto de la firma del contrato como protagonista de la nue^ a película que está rodando esta entidad

dHillanen

de

sufren las consecuencias de no cuidarse li> basianie en su hi),'iene íniinid. Médicos cmineniís en lodas panes del mundo recomiendan lavddos díanos con una cucharada de L> hOl'OMM en un liiro de agua, LVSOfOHM desiruyc «crmcncs morbosos, elimina malos olores y es un gran prolilácnco. Suaviza y sanea la piel añadiendo unas golas al agua de lavarse. Elixir dentífrico menlolado ideal para la higiene de la boca y dientes. Contra feíidcz del aliento. Jabun finamente perlumado conira impurezas de la piel

Donithy l^ee nació en Los Angeles (California), el día 23 de Mayo de 15)11, educándose en la escuela de esta ciudad. Dorothy, desde sus primeros años infantiles, sintió extraordinaria afición por el baile, siendo, cuando era una niña todavía, un verdadero prodigio en la danza. A los diez y ocho años se casó con Marshall Duffield, compañero suyo en la Universidad, realizando un excelente romance amoroso, real, verdadero, al estilo de aquellos que nos ofrecen las pantallas americanas cuando se trata de un film de ritmo escolar. Su triunfo en la pantalla débese a sus ensayos gimnásticos y acrobáticos, a sus bailes alados y a la gracia arrebatadora de sus movimientos. Su joven esposo no quería que Dorothy Lee, Mrs. Marshall Duffield, se dedicara al lienzo. Pero pudo muchísimo más su afición y su entusiasmo por las parlantes que la imposición de su marido. Y un día que visitaba los Estudios Radio Films, contemplando el rodaje de una disjiaratada musical, de las q r e interpretaban Weeler y Woolsey, llamó la atención de los productores por la gracia picaresca de su rostro, por el encanto de su trato adorable y por aquella sonrisa tan suya, tan perturbadora. Luchando con la voluntad de su esposo, debutó en la película titulada Half Shot at Sunrise; pero su gran éxito cumbre ha sido en el papel de primera dama joven en la película ^wior y alegra (Hips Hips Hooray). Tallera* da Pranta Orática, 8. A., Hermosilla, 78. Madrid (M>«« Iti (rain)


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