REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año Il.-Núm. 37. -Madrid, 26 do Mayo de 1935
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ACK algunos dias, un flamante productor, que se las promete mu_\ felices (K) sus ]iroyectos de filmación, me d»H'ia entusia.smado: Nuestra primera obra será...- (iu|ui un titulo que no creo ne<'esario de' iihrir), a<]uella famosa zarzuela ipie alcanzó en la pantalla muda tan clam< "is(» éxito. ¿Qué le pare<'e'? V sonriente, sati.sfechísinio de su luminosa idea, aguardó, confiado, mi respuesta. ¿También usted—le dije, haciendo obscurecer su sonrisa^—tiene manía zarzuelera? ¿Pero qué les ha hecho a ustedes ese género para que le traten de esa forma, y qué deseos son los suyos de industria cinematográfica (íspañola cuando creyendo contribuir a su desarrollo no hiuen sino, <'<mio en este ca.so, •'ponersi' a (pie fio ezca? ¿Creen ustedes (pie haciendo zarzuelaf* y zarzuela'' y (ionvirtiendo en sonoras las que desfilaron ¡)or la pantalla muda realizan alguna labor tpie merezca, nt» elogios, jtoniue ello seria im{)rocedente, sino ni aprobaeión si<piiera? \ sted me ha ¡)edido mi opinión, > y o .se la v o y a dar, (3omo oreo que M 'ue obliga su amistad: ese pnjyecti • ^ fts una ('(piivocación completa -No tanto me rebatió l i m p i e lo (pie y o busco es una película <Íe taquilla, no una obra de arte, y el título, y a ptjpular. iiie asegueste
público de entonces, y el cine, que es arte de tan rápi(Ui evolución, no se paró allí. I ) e enton(;es a(iá ha ¡jasado mucho tiemjM», cinematográficamente hablando, y el jaiblico recliazaría hoy de plano lo que ayer nMÚbió (^-omplatíido. Quererle servir las películas viejas y las películas malas, c o m o .sucede corrientemente, auntpie se las inodíímice con la técnica actual, es tanto como [)retender representar hoy \ M ¡msionaria, drama de é x i t o clamoroso en su tiemjH) (que ojalá no le haya tomado Dios en (Mienta a lx>o])oldo Cano), exornándolo con la más perf(3cta e.scenografía. Kl faiblico no lo (escucharía en serio. Se salvan de esta opinión, claro es, las obras verdaderamente geniales, a his (pie el polvo de los años no sólo no marchita, sino i\ue las (;onserva m á s lozanas por milt^rro divino del arte. P e r o ¿es ( p i e , por ventura, se en( uentian en este ca-<o alguna de nuestras películas mudas? Sea sincvro. IÍFC Desde luego, ninguna. —Pues e n t o n c ( « déjenlas dormii' en el olvido. A los muerio.- no se les siua de sus tumbas, y ellas, bien muertas están. Y a v e usted, a Charli(! Chaplin, (?(»n ser un gek nio en el cinema, no se le ha ocurrido reeditai' La quimera del oro, su iiKíjor obra. Y quizá hubiera logrado superarla al hacerla nuevamente. Pero atpii somos así, m e j o r dicho. 1() .son ustedes, jue «piieren hacer del cine un círculo v i c i o s o . I n a vuelta, y otra vez empezar pasando j)or una (Un-ena de obras que sieml>re son las mism a s . ¡Como si los cerebros españoles se lU-
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-Celebrc su frantiueza; pe o tiene p o c a s í>robabilidades de q u e así s e » •—le c o n t e s t é porque, vamos a ver, ust(íd (jue es viejo en e neg(M^io: díganuí alguna versión de jielícula sonora que haya igualado al é x i t o d ( la nunlii. .VIguiia h a y . La Hermán San Svlpüno, cjuizá. — N o t e n g o datos concretos de ella; l'cro aun conformes con este caso aislado, ¿y las (himás? INtr cada una favorable a su opinión, le (•ueiit(j y o cinco que le son contrarias. Vea: Carceleras, La herma_ ^Ut blanca. Mtulame ¡)u Itarnj. Los- fres- wo-sí/mctero*' y El ncfiroqiie tenia el alma blanca. Además, ^ tenga usteil en cuenta (pie la mayoría de los films 'nu(Ío> ídcíUizaron e.se éxit(j en su tiemjio porque •'•spoiidian en su concepción y desarrollo al gusto d (
los FjitudiOH d r la I.K.
I Fernandu (;. Maiililla y Cario»' Vrlo lian ri-alizailii iiii nuevo « adiiiiralilc fililí rorto. titulado «InrmiloH». al que rorrmpondi- CHTA foto
bkíian agotado! Los que paie<!ei) ¡igotado.s soa; ustedes, cjue no ven sino lo (jue tienen delantoj y lo dan por seleeto, asi sea el más horrible de los: engendros. Más vale lo malo conocido cjue lo bueno por | conocer... i — N o es cierto. El refrán miente. L o bueno será siempre mejor, [)re<-isamente [)or desconocido. Kn el más desgraciado de los ca.sos. no surá peor que lo que se conoce, l'stedes, sin embargo, siguiendo fielniente ese refrán, [)refieren lo malo (jue les es familiar- argumentos y directores— y rechazan lo desconocido, lo t{ue puede resultar bueno do verdad. De forma que si la producción no mejora, tienen ustedes la culpa |)or querer remendar de viejo. Si todos los hombres que han reportado un beneficio a la Ihunanidad, haciéndola evolucionar hacia la ])erfección, hubieran deseado, como u.sted, lo malo conocido a l o bueno por conocer, a estas horas viviríamos en las cavernas y usted no s o ñ a i i a (;on películas, por la M t u i l l a razón de <[w no se habrían inventado. Lo que usted dice tiene algunos puntos de verdad: |>ero lo (pie a mi me interesa, puesto f|ue exfxmgo mi dinero, es barrer una película comercial, y por eso elegí ose asunto. —Si sólo con el anuncio de su nombre se llenaran los cines, santo y bueno, y hasta <lisculpable: pero es «pie si el film no está bien, a pesar 'leí título, fracásala. Ivsa manía de los títidos famosos es un tój>i(;o (jue hay q u e destruir. Doña FrarudfKfuUa tenía un título, y no dio (>l dinero ({Ue por su popularidad se esperaba; sin embargo. Sor Antjélim, dejando apaitc su mayor o menoi' valor artístico y cinematográfico, ha .«ido un • buen jiego<io. Y conste q u e y o n o t r a t o de exaltarla, ni nuicho menos, rnicjunente cx]»ongo carios para reforzar mis razoní^s. Además, esa obra que usted piensa llevar a la pantalla, óqué era antes sino una zarzuela olvidada en los archivos? Cuando se estrenó su versión muda, cuyf) Hícuerdo v a usted a inttmtar rev(!rdecer (y ojalá que con é x i t o ) , no la conocía nadie, no tenía el tan c a c a r e a d o tituht fauHJSo para despertar ex|)ectaiión en el público, y a pesar <le ello, dio dinero. ¿Se convence usted, entonces, de <jue
Olly (^ebauer y Casimiro Ortas en una
I - X T I I I I III-
Mili) ili-l I iiriiii-ii, Itiranlo Núñt-z y \li|;ii<-l i.iucro. |iriiii-i|>al)-n iiilrr|>rftf!< ile «Ituiiibo al Cairo», la nueva realización de Benito Perojo
lo indisi>ensal)le es que la película guste, 1(» (jue no ex< luye el realizarla <(>n el máximo decoro y la máxima dignidad artística? - Y o , d(\sde luego, deseo llevarla a la pantalla lo mejor posible. Kse es otro cantar, ¿ b » mejor jMtsible, y encarga usted su ((infección a (ui director que ha
resistido im)>ávido varios fracasos y en el que no se ha vi.<to un solo atisbo de arte cinematográfico? Hay ({ue dar oportunidades a los que trabajan
j i a r a (pie
triunfen.
Me f>arece nuignífica esa ¡dea, y siga usted -icmpre fiensiuido a-^í; jiero no confunda, ((uerido lunigo, no (confunda. A ese señor do ()ue usted me habló se le dieron y a oportunidades. Y cuatro o cinco nada menos. Sí a través de (>llas no asomó el artista, ¿va. usted a des(;ubrirlo ahora? N o . ! ) . ' • usted oportunidades, sí; pero déselas a los que están ne«íesitados de ellas, a los jóvenes, a los que empiezan. Si ustedes, los productoores, no les ayudan, ¿quién ha de hacerlo? (Comprenda que de los antiguos elementos puede esperarse y a poco; que otros han de venir ))ara labrar con su esfuerzo el futuro de nuestra industria. Tengamos otra vez el refrán: «Más vale lo malo conocido que lo buení) por conocer.» N o y mil v w e s no. L o malo será siempre nuilo. Vayan ustedes, vayamos todos a la (;on(juista de lo bueno, de lo des(•(jnocido, llevando la contraria a la vieja .sentencia castellana, [yonjue de allí vendrán los hombres que eleven la cinematografía española hasta el lugar c(ue para ella deseamos. ¿.P>tá usted conforme?
^ii(leri><«> culiallern», aroni|iañailos ile <Pepe'>, el mono actor, película cuyo roilaje lia terniinailo Iberia Film en Kar<-el«na
Hombre, no sé... Mi amigo y a dudaba, batiéndose en retirada. Y o , sin cotroceder un solo paso, le tendí la mano en desix-dida. -Piense en lo (pie hemos halilado—le dije- . Rs decir, en lo (pie he hablado y o solo. Hasta fitro día. F. l l E R N A N i í E Z - J Ü l K J i A L
corntrnTos" co/^ror
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I valía para actor ni podía dar y a un nuev o rumbo a su vida. Quince años de trabajo como «extra» en todos los Estudios cinematográficos nacionales le habían convencido de lo uno y de lo otro. Durante ellos, la bondad de aJgimos directores amigoh le permitió enfrentarse con el primer plano y hasta con el «papelito» de escasa importancia. Pero estas pruebas dieron siempre un resultado negativo. L a cámara deformaba sus facciones e interpretaba con exageración grotesca sus ademanes. John Smith^—que así se llamaba—había nacido para «extra». Renunció, pues, a categoría más aJta, y se r e s ^ ó con su labor anónima. quedaba el o i ^ U o intimo de ser un «extra» magnífico, quizá el mejor; un «extra» que nunca desentonaría del conjunto más elegido. Su cuerpo y su rostro, sus ademanes mismos, adquirían, a cierta distancia de la cámara, una nobleza y una distinción que los regisseurs £4}reciaban justamente. Y ello bastaba para garantizarle, y a q u e no la • gloria, por lo menos la tranquilidad e c o n ó m i c a ' de su existencia. L a noticia sorprendió a cuantos conocían a los dos y a los que conocían solamente a ella. John Smith, el «extra», se casaba con I d a Beldford, la estrella de moda. Ijas suposiciones más diversas tuvieron que acallarse ante la confesión de ambos, hecha sin el menor recato, sin el menor respeto a las conveniencias sociales: — N o s casamos por amor. Y era cierto. I d a Beldford se había enamorado—¡ah, ni ella misma sabía por qué!—de John Smith, y John Smith no habla tenido que esforzarse mucho para corresponder a la pasión d e la estrella.
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U n reportero que comentó el idilio concluy ó el comentario con una original frase que le valió el aumento de cinco dólares en el sueldo semanal: E ^ a : «Estaría escrito». A I d a Berldford y John Smith la frase les c o n m o v i ó profundamente, y les ahorró el trabajo de estudiar sus respectivos sentimientos. —Eso debe ser: que estaba escrito—repitieron a dúo. En vista de lo cual dieron—sin esperar a estar casados—el primer escándalo. Los demás vendrían después de la boda, a fin de mantener el interés del público. L a boda, dada la categoría de la novia, había de celebrarse por lo menos con tanto esplendor como las bodas con que concluían la may o r parte de las películas que ella interpretaba. L a mejor ^lesia, adornada por el mejor escenógrafo de los Estudios; la orquesta de los grandes films musicales; damas y caballeros de honor, tan iguales y rítmicos como los de la más rica revista de Broadway; invitados, muchos in, vitados, todo ellos célebres; público, una verdadera multitud digna de un film bíblico; todos los cameramen de las editoras de actualidades cinematográficas. I d a Beldford—un vestido fabuloso y un maquillaje admirable—llegó al templo a la hora j u s t a Dos horas después regresaba a su casa, recogiéndose ella misma la cola del vestido fabuloso y estropeando con las lágrimas el maquillaje admirable. u...^^-»... Es que John Smith había dado, con su incomprensible ausencia, el segundo escándalo antes de la b o d a -O Pero John Smith, el «extra», como se supo después, no faltó a la boda. Llegó al templo mucho antes que la novia y se mezcló con el público. I>a fuerza de la costumbre, los quince años de trabajo como «extra», le retuvieron entre la multitud, y una de las cámaras sonoras recogió su imagen, perfecta de naturalidad y su contribución al ruido admirativo de los miles de curiosos.
exigencias del cine, intentaron poner en conocimiento de las autoridades que las defunciones de varias estrellas no se debieron a accidentes automovilísticos, como se aseguró, sino que sobrevinieron a consecuencia de ciertas heridas al parecer producidas a latigazos. Pero era un gran director. Poseía el secreto de la realidad, del verismo, como ningún otro, y sabía despertar en los espectadores los sentimientos más íntimos, más delicados y menos comunes. Murió de un ataque cardiaco, luego de haber destrozado, sin más ayuda que sus manos, en un momento de furia, el decorado corpóreo que reproducía en sus dimensiones exactas las murallas de la China. Murió tan de improviso, que ni él mismo pudo darse cuenta de que se había muerto hasta que se halló bajo una luz potente, superior a la de los focos de los Estudios, rodeado de montañas de una transparencia blanquecina, sonrosada y áurea El director arrugó el entrecejo y gritó: —¡Menos luz! ¡¡Menos!! Después, entre el asombro de los que acudían a sus voces, fué dando órdenes incomprensibles para todos: —¿Quién es el escenógrafo de esto? ¡Que veng a inmediatamente! O, mejor, ¡que lo despidan! ¡Así no se puede trabajar! Y luego de imas cuantas palabrotas en varios idiomas: El director — ¡ A v e r aquel que se asoma por allí; que le H a b í a nacido en Alemania, y se habla caractericen mejor, con otras barbas, y que b hecho célebre como director de escena y den unas llaves más grandes! ¡ Y esos de las como hombre de maJ genio en Nortetrompetas! ¡Que avancen sonriendo y aleteanamérica. do dulcemente! ¡Vengan! Y ustedes... Sí, usteCuando una Casa le encargaba la rea- ; des. ¡Dejen aliora esas arpas! Prefiero que bailización de un film, todo el personal de len algo alegre, algo que anime al público. ¿ N o los Estudios y todo el elenco artístico m e oyen? ¡ ¡ P r ^ u n t o que si no me oyen!! ¡Todo de la marca procuraba encontrar trabael mundo en situación, y cuidado con equivocarj o en cualquier otra editora. se! Vamos a empezar. ¡Que toquen un fox \ento\ Era un hombre voluntario, incansaA la una, a las dos... ble, y sabía cuantas palabrotas existen Hasta que lo echaron, sin abonarle, claro es, en todos los idiomas v i v o s y en algunos los veinte mil dólares que exigía c o m o bono muertos, como el etrusco y el sánscrito. rarios. Dirigía a los artistas con un látigo, y alJosé S A N T U G I N I M I U I O S DE BAYO gunos médicos, poco enterados de las
f\ ro<>tro dr •man. el famoso dirlor. M>cún lo inlerprela el rariralure«ro arte de Carmelo
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brepasa a todas las largas edades del arte en fuerza y en precocidad. Charles Chaplín y los hermanos Lumiére pueden haber pasado a la inmortalidad en todas las enciclopedias del mundo. El primero, como cómico; los segundos, como científicos. Pero el resto de los artistas no figuran en ninguna parte. H a y otra circunstancia en contra, que en Charles Chaplin y los hermanos Lumiére tiene una excepción: el hecho de que todos los artistas del cinema sean tan jóvenes como el cinema mismo. Ninguno ha pasado a la inmortalidad, porque casi todos viven. Parece, por lo tanto, que se está esperando que hagan todos la obra postuma para incluirlos en todas las enciclopedias y para considerarlos como artistas en la Historia general del arte.
j L cinema es el arte más precoz y más gran^ de de ia Historia. Ningi'in arte, entre todofl, t u v o la pulsación tan violenta, tan exacta y tan ascendente como el cinema. Esto es tan indudable, que lo podemos ver reflejado en cualquier capitulo de la Historia general del arte. El arte cinematográfico ha nacido, ha crecido y adquirido presencia dentro de un cuarto de siglo. Pero con todo esto, que y a lo tenemos olvidado todos los que hablamos diariamente de él, no venimos a corroborar nada en absoluto. El cinema s ^ e siendo lo que era, sin conseguir lo que debe ser. El ciClaro que hay y a muchos nombres gloriosos nema es como un niño joven de gran talenen el cinema sin que se les haga justicia. Nombres to, al que nadie hace caso por su juventud. T o cuya muerte no ha dejado otra señal que la que dos creemos que el talento está unido a la mahay en los archivos de algunos escritores cinedurez, y que el conocimiento de la vida no lo puematográficos. Murnau es un v i v o ejemplo que de tener sino una persona que pase de los cuahoy nos interesa. H o y se muere un político, y renta añoa. A l cinema le ocurre esto mismo. Si • con mucho tiempo de anticipación se hace histosu caso be diese en la ]^>oesia o en el teatro, artes ria de él. Su biografía figura en todas las encicloclásicas, ya hubiera traspasado loa muros de las pedias desde el momento y hora en que empezó grandes Academias de Ciencias, Filosofía y Polía destacarse. Friedrich W . Murnau v a a hacer tica cinco años que ha muerto, y nadie sabe nada de su vida ni de su o b r a ¿Quién es Murnau? Nadie El cinema es un arte joven para la juventud. sabe contestar. Sns obras mm muy conocidas; Nadie más le comprende. Para la vejez nu es un existen todavía en el recuerdo de todos. Pero arte, sino un espectáculo odioso. I>a vejez reabsolutamente nadie que no esté especializado cuerda los tiempos jóvenes, en que los teatros se en cuestiones cinematográficas le reconoce como velan abarrotados de público. Maldice la hora en artista y creador de ellas. que el cinema ha venido a romper, a desentonar la armonía de aquellos tiempos apacibles. Mientras la generación del cinema no ocupe los puestos más representativos de la vida, estifemos privados de verle triunfar como arte ejemplar. Fl cinema parece, más que otra cosa, una de tantas ideas, con sus grandes núcleos de partidarios. Cuando triunfe, su razón se implantará en todos loe sitios. Su importancia l i b a r á a los libros de texto de las Universidades y de los Institutos. Habrá cátedras y catedráticos dedicados a su estudio. Habrá institutos e instituciones de formación profesional, laboratorios de ciencias ci nematográficas, estudios de experimentación... H o y el cinema tiene de todo y carece de todo. E B una gran industria; pero d ^ i a i m e n t e no ee un arte, por lo menos en España. L o es para nosotros, para la juventud, para los menos responsables. N o lo es para ellos, para los creadores y mantenedores de viejas formas artisticas, para los que se han apropiado y poseen la responsabilidad dentro de los medios en donde no ha llegado la transcendentalidad del cinema Al hablar de Murnau se nos han ocurrido toda esta serie de cosas. El nombre de cualquier poeta, dramaturgo, e incluso actor teatral, lo encontramos en donde nos lo propongamas: en una enciclopedia, en un diccionario..., hasta en los libros de texto, si nos aficionamos mucho en buscar. D e los nombres del cinema no hay otras hnellas que aquellas que han ido dejando los escritores cinematográficos en sus labores periodísticas y bibliográficas. Trabajo de especialización se ha hecho; trabajo de generalización, no. Generalizar el cinema sería ponerle en el plano que le corresponde respecto a otras artes. Y esto es imposible, y a que la corta edad del c i n ^ a so-
de esta fecha todos son triunfos de grandes dimensiones en la carrera cinematográfica del inmortal cineasta. De todos los realizadores del cinema alemán y de los que se formaron en la escuela de Max Reinhardt, Murnau es, sin duda, el más personal y el único que con gran tesón ha conservado la pureza de su arte. Trabajó en Hollywood, y lo hizo le mismo que en A l e m a n i a El caso de L u bistch no lo encontramos en Murnau. Lubistch, sin dejar de ser un fino realizador, ha cedido todc su campo al productor, a cambio de dólares. L a inflexibilidad artística de Murnau es admirable. Parece que su muerte ha sido significativa y genial. De vivir, o hubiera cometido muchas equivocaciones con el cinema sonoro, o se hubiese consagrado, con Charles Chaplín, como un artista puntano e independiente. En la obra de Murnau abunda l o bueno y escasea lo malo. Es la primera vez que podemos de cír esto de un realizador. Ijos animadores de má.s talento tienen una obra buena y cinco malas. L a obra de Murnau es uniforme en contenido y
El nombre de Murnau no suena en ninguna cátedra, en ningún instituto, ni en otros medios que los puramente cinematt^ráficoe, porque tuvo la desgracia de cultivar un arte infantil, sin seriedad ni autoridad para imponerse como tal ante los viejos intelectviales. ¿Qué saben del cinema los viejos intelectuales que dirigen ima enciclopedia o una cátedra? Si su gran talento artístico lo hubiese dedicado a la literatura o a la política, todo el mnndo hablaría de Murnau. D e esta otra manera, no. Nosotros vamos a hacer hoy una cosa Si no se habla de él, quizá sea porque nadie sabe nada de su historia. Para que dent r o de unos años figure, por l o menos, en la enciclopedia, vamos a escribir nosotros mismos el artículo, para que los viejos intelectuales, que saben mucho de otras artes y no saben nada de cinema, lo inserten. Veamos: M U R N A U (Friedrich W.).—Biog. Director de escena alemán, dedicado al arte cinematográfico desde 1910. Nació en Wetsfalia (Alemania) en 1890, y murió en H o l l y w o o d el 21 de Marzo de 1931, víctima de un accidente de automóvil. Desde pequeño se dedicó al estudio, doctorándose, miás tarde, de Filosofía en la Universidad de Heidelberg. Muy joven tuvo que dejar la cátedra Murnau, para hacer, por impo.sición oficial, el curso de aviador en aquellos días de la Gran Guerra. A l restablecerse la paz en Europa, Murnau no volvió a la cátedra de Filosofía, ni continuó siendo aviador. Su decisión afirmativa consintió en ingresar en el famoso teatro de Max Reinhardt, junto a otros hombres como Lubistch, Pick y Czinner, que, tiempo adelante, habían de ser los realizadores más conocidos del cinema. E^n 1919, Murnau prepara su primer film, y des-
Kmil Jiinniíixti interpretando el pa|iel de MefÍNiófeieit en una escena de «Fausto», la ^ran obra que realiz«V Murnau para la I f a , basada en la faniosa obra de Coelbe
uniforme en calidad. D e la obra de Goethe ha hecho la mejor adaptación que pueda hacer director alguno. El Mefistófeles de M u m a u es un tipo bien situado, c o m o lo concibió Goethe, y de un sarcasmo que i n v i t a a la carcajada. Fausto tiene algo de anexión con El último y Amanecer. Los gestos d e Mefístófeles son cómicos, como p u e d m serio los hechos anecdóticos que se na rran en El úUimo. Le emoción que transmite a los espectadores el personaje de Fauítto, en m o mentos en que estampa contra el suelo el frasco de medicina después de morirse el enfermo, cuando está en su lalwratorio, obscuro y solitario, cerrado y sin otra compañía que las retortas y loe libros viejos, en el instante de beber el brebaje que le brinda Mefístófeles y , después del idilio con Margarita de su falsa juventud, cuando siente morirse viejo quemado en ia hoguera; esta emoción, conseguida maestramente por Mumau, muy bien puede compararse a los momentos más dramáticos de El último y de Amanecer. H a y momentos sublimes en El último; los hay en Amanecer y en todos los films de M u m a u . Escenas grandiosas y optimistas son aquellas en donde el portero de gran hotel goza de su librea: los v e cinos le saludan y veneran; los niños le piden dulces, a cambio de una caricia; su familia le limpia, orgullosa, el uniforme. El portero de gran hotel v i v e feliz con su librea. P e r o se convierte en «el último de los hombres». Ahora, sus vecinos le tienen que ver con un traje viejo y roto; no pueden murmurar cosa buena. Y el «último de los hombres» trata de robar la librea, para poder seguir sintiéndose orgulloso, cuando el sereno l e enfoca con la linterna y descubre sus intenciones. Trabajo mudo y de gran expresión dramática el d e M u m a u en estos momentos magníficos. E n Amanecer, M u m a u encuentra el cariño en un matrimonio, después de tnmcarie con la presencia de una muchachita frivola d e la ciudad. H a y momentos de alegria verbenera, de deleite y de felicidad. P e r o al llegar al pueblo, una gran tormenta sorprende ai matrimonio enamorado. L a mujer es generosa y no ha guardado rencor
Arribfc Vm • M N M i i t o «morioiuiiilr dr .El pmm n u e « t r o ie cud* d í a . , film r e « l i « « d o en Hollywo<Ml por Mursau e iaterpreUMlo por Charleo Farrell y M - n O " ! » * - ^ Abajo. « T a b é r . la obra péat-ma de M o n M » , reahoda pmrm U Paramount, y el n e i o r film realixado e « I M
las tropicales e interpretado por indigeMS
E " i l iMnÍBi» obtuvo Hno de los más salidos tríiMÍoa iaterpretando el protagoaisla de * l último», otro genial film " de Mumau
al hombre. E l agua de la tormenta es v e n g a t i v a , y sus olas, que asemejan garras, separan durante la noche a la mujer del hombre, para no devolTeria hasta el amanecer. A q u í , más que en todas sus obras. M a m a n se nos muestra fatalista. Si el marido no fué fiel con su mujer y v u e l v e a amarla, M u m a u hace que les desuna ia tragedia, no una nueva infidelidad, para que i u ^ o se quieran con más fuerza. Y esto es l o que tiene lugar en Amanecer. FViedrich W . M u m a u se comporta en todos sus films con el mismo sentido del arte y de ia vida. Busca ia emoción, y la consigue con ios motivos más sencillos e intranscendentales, y a estén inspirados en piezas literarias de Moliere, Goethe, o en argumentos de K a r i Meyer, Sudermann y Hermán Bang. Los fíiins más im¡>ortante8 de M u m a u , realizados desde que salió d e i a escuela d e M a x R e i n hardt hasta su muerte, son: Satanás, Nora, Nosferatu. La cabeza de Jarw, La úUima carcajada. El lUtimo, Tartufo, Fausto, Amanecer, Los cuatro diablos. El pan nuestro de cada dia y Tabú, film postumo que t u v o que terminar su colaborador Flaberty, por halierle sorprendido la muerte en M a r z o de 1931. A. D E L A M O A L G A R A
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NA amable lectora noa ha dispensad el honor de dirigirse a nosotros e, demanda de alguna fórmula para reducir el volumen de su abdomen, ex sivamente desarrollado por la m a t e m i d Idéntica consulta nos ha sido hecha reiteradas ocasiones, y alguna de nuest L.comunicantes ha mostrado su e x t r a ñ . z a Marlene DicIrícK retocando perHunalmente la obra del niaquillador de loa Estudio*, «Btea de rodar una esceaa de <EI diablo es una muier» de que muchas estrellas de la pantalla, obstante haber sido madres, sigan c o n s e l v a n d o su esbeltez. Como el t e m a es interesante para nuestras lectoras, y , por otra parte, no queremos pecar d i descorteses con las damas que se han dignado consultamos, v a m o s a dedicar a él estas lineas, con la esperanza de que su lectura pueda r ^ n l t a r de alguna utilidad; mas sin pretender, ni mucho menos, desempeñar otro papel que el de simples consejeros. Refiriéndonos a las artibtas de cine cuya gracia de lineas suele causar asombro a muchas mujeres, hemos de decir que si todas ellas, aun habiendo pasado por el trance de la maternidad, siguen poseyendo una línea impecable, débese a que dedican atención preferente a la cultura física, base indiscutible de una buena salud y m é todo el mejor para que el cuerpo conserve en toda su plenitud su belleza. España—forzoso es reconocerlo así—es uno de los países donde la cultura física, si bien adquiere de día en día m a y o r número de adeptos, se aclimata con mayor dificultad, debído, sin duda, al sedimento árabe que aun perdura en nosotros a través de los siglos. E^a peculiar indolencia de la mujer española, esa su proverbial w e z a , determina en muchos casos a ruina prematura de muchas bellezas, que hubieran subsistido indefinidamente con sólo haber prestado a su conservación y a su cuidado la atención debida. T o d a mujer celosa de su hermosura, no sólo de la del rostro, que es complementaria, sino de la del cuerpo, que es fundamental, debería tener por norma invariable la práctica cotidiana del ejercicio muscular que mejor conviniera a los defectos que ella misma—convertida en juez nevero e inexorable— observara, atendiendo a rectificar las Iris Adrián, la sugestiva actriz de la imperfec- \ pantalla, con el atractivo atuendo ciones ad«|ue viste ahMnaate sus iMmw 4e culV\ gran profesor de baile tur* física vertidas. ue monta las roreojcraP e r o ello as de las grandes revistas einematográfiras, esturequiere una vigilancia constante, una atendia en un espejo los moción minuciosa, a la que, en verdad, no son vimientos d e fas «jl^irls» muy dadas nuestras mujeres. para observar la impresión óptica que el especDesde que, coincidiendo con su aparición, tador recibe nuestra revista inició en sus páginas esta aoc-
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Iníriai»r esle primer movimiento. Apoyándose sobre las manos y los pie», »<•gún muei'tra el grabado núm. 1, el ruerpo rígido, el estómago y el vientre en violenta rontraerión. el pecho erguido y la cabeza avanzada todo lo que permite la posición. l » g r a d o esto, hágase un violento, pero no rápido, movimiento hacia atrás, apoyando el esfuerzo en los músculos de los hombros, conservando las rodillas bien rígidas y dejando que las piernas, bien extendidas, < se deslicen apoyadas so- ¡ bre los talones i núm. 2). ; V.» indispensable que durante este e j e r c i c i o los músculos a b d o m i n a l e s p e r m a n e z c a n en plena contracción Segundo movimiento. Clávense las piernas bien extendidas, teniendo las rodillas contraídas, la punta de los pies muy avanzadas, hasta separarlas del suelo unos sesenta centímetros, para poder conservar el equilibrio en la forma que indica el dibujo núm. .1. Obtenido ésto, dóblense los brazos a la altura de los hombros, siempre con el pecho bien erguido y el vientre en contracción y las piernas bien juntas, y hágase retroceder éstas del modo que indica el modelo número 4, avanzando, al mismo tiempo, los brazos hacia adelante
ción, hemos preconizado en la m a y o r parte de nuestros trabajos, como medio el más infalible y seguro para la conservación de la belleza, la práctica de la cultura física; pero a condición de ser tenaces y de no solicitar de este sistema resultados milagrosos. Muchas de nuestras lectoras han tenido la gentileza de comunicarnos el éxito logrado siguiendo nuestros consejos; pero muchas también nos han m a n i f e s t a d o su descontento, porque, a pesar de haberlos puest o en práctica durante «diez, o quince, o veinte días», no ad vertían su eficacia. A estas deseontentadizas hemos de decirles que ni una ni dos semanas ni un mes, ni dos, en muchas ocasiones, significan nada para corregir defectos que fueron incrementándose a lo largo de muchos años. L a cultura física, que empieza siendo fatigosa y molesta, termina por convertirse en un placer, que se echa de menos cuando no se p r a c t i c a P e r o ha de realizarse con tenacidad, de manera regular, progresiva, aumentando el núme-j ro de ejercicios a medida que e organismo, y a habituado, los t o lere sin fatiga. Circunscribiéndonos a las consultas que nos han sido hechas en relación con la debilidad o la atrofia de los músculos abdomi-¡ nales y de la frecuente acumulación de grasas en esta parte del' cuerpo—acaso la que con mayor escrupulosidad debe ser atendida, y a que su imperfección se advierte apenas se inicia—, brindamos a nuestras lectoras cuatro diseños que corresponden a dos ejercicios de la m á x i m a eficacia, acompañados de una detallada explicación de cómo deben realizarse. Estamos seguros de su mag-nífico resultado. Todas aquellas que se decidan a ponerlos /tti práctica, ol)servarán, si los ejecutan con perseverancia y. "tion ^ e g l o a nuestra prescripción, cómo el defecto que t i e n d e j / a c o rregir v a disminuyendo graduahnente, hasta desapare<^er por comi>leto. H a n de comenzar, eso sí, por muy pocayTlexiones (nunca má.s de las que cómodamente tolere su /asistencia), aumentándolas progresivamente hasta un límite pcodencial. MTOSOTYS
Lillian Bond estudiando, ante la experta mirada del profesor de estética femenina de los Estudios, el maquillaje conveniente para una de 8ua próximas interpreléciones Jeán Muir, la deliciosa artis^, pone la gracia de su coquetería-y el encanto de su feminidad en^a complicada operación de teñi/sus labios con el crouj|e»
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y \
ms a come-
el más sano humorismo se confunde con lo grotesco hasta <lesternillai • de risa. Nad Pendieton, de no ser p(»r sun imponentes cualidades físicas y su ingenuiílad de ma-itodcnte, ai-aso no sería tan solicitado jxtr los directores, ni hubiera alcanzado la p<»pularidad de (pie goza entre los denuts artistas de la (lajitiUla. .VuiKpie su jieso y estatura son excepcionales, no j M i r eso os temido por otros hombres fuera de los Estudi«ts. Se conforma con su siierti' v no se (pieju de la misión (pie desempeña en la vida. Tíun{M»a-o 4>nvi<iia a ningún astro, y se halla contenió de ser un actor sin contrato fijo, a <piieii siempre se le encomiendan a(piellas caracteriziuñones típicas (pie lo lui^mo suscitan la hilaridiul que el panto.
V
>^ " » mal encarad»), de puño.s (luro.s y figura fiigirntcsca, *">s»!guida rccu(>rda a N a d Tcndlcy manda que le teleftiueen a « ' « ea.sa para <pie al día siguiente so persone en el Estudio, l.o mismo • " • o n t t H c cviando se trata d(í das''•ni>eñar un jtapel de gángster, d e . "letective, de maleante, de hoxeiulor,' 'le ein[>r«'Siiri<i tenoriesco, o <pie sirv a (U> « m i t a d » a otro actor especializado en producir carcajadas. Este moderno ( l o l i a i . a ((uien sus ¡indimzas jMir la pantalla le hacen cometer toda cla.-e de fechorías, unas veces en defensa «le la Justicia y otras hiirliuulose de ella, tain''ién pos(H' una gran ^ e n a cómica, 'lUe í U i a s o sea lo más Hihnirable en él. iHganlo, si no, o-sas sus interpretaciones A bfUarn'o ¡im¡rÍ4). IMU«Wno -ddiule fornuí pareja con e.se otro .rracioso <iue se llama T e d l l e a \y y L<i garra del gata — con el u>iiMÍtal)le í l a r o l d M o v d . donde
ArriliMi f l r i * N l r » íiini|>iíli<'<I y fuiTli- <l<-l aiili^iio <-iiiii|>I-('iii. Iiot |iit|iiil<ir »<-(or < l r l fililí. \ la i / < | i i i f r ( l a : <>ii « l . l li-sligo Í I I V I N Í I I I I - . . A la <lt-rf<-|iii¡ i'ii un F I I K H ' i o i í a n l i - uiiMiiciito ale MAinaiitri* fiigilivam». .\baja>i r o n (^larL Calila- y W i l l i a i » l ' n w f l l r i i <l'.l «.ntriniga» |iiililia'ai iiiiiiierai I >
(1) o « f r í e s - l a n c e » en ini^l^s, j o n los arítsjtds que dceptdn contra(os por pelu'til.is y n o [MT a ñ o s . Es decir, q u e t r a b a j a n independientemente, sin necesidad de e.star supedilado.s a n i n g u n a C a s a p r o d u c t o r a determinada
\iin con la (tara<ít.erización más sabia, Xail I'endlcton será siempre concxido. Su costumbre de torcer la boca, tanto al hablar como cuando acciona, es una ¡larticularidad «pie le diferencia de los demás artistís, v obliija i rccrmlarlc precisamente pí»r eso. En cierta (Kíasión le piegnntaron tpic p o r ([iic lo JUacia, j él, riéudost;, cuuíesó;
<íOs ()límpicos de 1022 gtUió el camjHícmato de lucha libre. .Vquello le s i r \ i ó para que se trasla<lara :i l^>s Angeles, ('onvirt¡énd(»se en actor cinematotinífico. Filma algunas película* con mediano éxito, y |)ronto llega su gran optrtunidíul al confiársele el \K\pe\ tle criminal en A puerta <^ada, vm film cuyo i>rotagonista era el desaparecido Milton Sills. . \ partir de aí^uella iutorpretaoióu, el
ex camfHtón -s clarificado entre los «hombres malos» líe la pantalla, v comienza para él su verdadera carrera artística. Tra-< interpretar buen número íle cintas, siem¡>re disparando tiros, liándose a m a m j M i r r w con la jiolicía y huvemlo iM>r las escaleras traseras de los edificios, le reípiiere para encamar un ti|K» en Todn n qrnn veUxñdad; y en vista de su buen trabajo, los encargados de repartos habrán de liuscar en sus archivos el N a d IVndIrlun, r o n nombre de N a d Pendieton kennrtli Thoni<>on. cii ])ara incluir en su ficha: i; «Kl expreso Tatal» «También excelente para j>a|>eles cómicos». ('On el advenimiento de los tedkies aumentó el n ú mero de sus solicitantes. Es tal su resisten(!Ía física, que
en un s.ilo año ha lo-
grado trabajar en treinta y cuatro películas de diversas marcas, habiendo figurado <le entonces acá en más ríe doscienta«. Entre las más recientes, aparte Kl testigo. El abogado defensor, FA expreso fatal. El signo de la Crta, etc., figuran Amantes fu(fitiros. Asesinato en la terraza y ¡M cena de los acusados. P o r ello puede deducirse (|ue el antiguoíainf)e<'>n de lucha libre es uno de los actores free-lance más famosos y solicitados de Hollyw(HKl. M A M K L
P.
manera se me trabaría la lengua, y mi rostrc carecería de expresión. P e r o si he de decir la venlad, esa característica mía se debe a iin soberbio puñetazo que me encajó en la mandíbula el malogrado boxead(»r K i d Spark, en un combate «amistoso» que libramos en N u e v a Y o r k , ha<!e más de cliez añí)s. Desde entonces no puedo sustraerme a la costumbre de torcer la boca. Antes de ingresar e n ia vida activa del cinema, Na<l estuvo trabajando, por es[>acio de varios años, en Rsfiaiia y Portugal, como interventor de la Standard O i l C . ° , important(í Enjpresa petrolera. Pero como era un gran aficionado al defMtrte' d e lucha libre, naíla' más abandonar mpicl empleo se decidió a e x - i hibirse en los rings y en las pistab con lona, pa- \ ra, l u e g o d e algimos matchs de tanteo, librar otros niá.s importantes que le reportaron algún d i n e r o . Petando en Norteamérica fué seleccionado para ir a Amberes, y en los Jue-
i.K S O M A C A R H E K A
Coii Mai{de t-.vans. en una escena «le AnianIeM fii(»iti\us»
lUM.T» ¿Qué hay, Xeilie?"
7
"^iKNE efete film dos de las tres condiciones que son necesariaí> para lograi' una película excelente: dirección e interpretación. IJC falta asunto. O de otro modo: ¿Qué hay, Nellie? es un exponente perfecto de la producción ame-
ricana, cuyas características .son^—todos lo sabem o s - a g i l i d a d técnica, adaptación al justo medio, una escuela de interpretación que, por antonomasia, podría llamarse «de estilo cinematográfico», y un profundo desprecio al espíritu de la fábula o a la creaxMÓn poética. El cine americano sabe, como ningún otro, vestir maniquíes sin alma. Su fuerte es el espectáculo; pero no el arte. Y con actores como
Paul Muni, dire<'tores como M e r v y n IJO R o y , una cámara que «hal)la» y unos elementos técnicos abrumad(jres, sólo acierta—en general— a producir esa subespecie del arte cinematográfico puro, que se llama cine-espectáculo. Porque hay que v e r la pericia del dire<tor de e-ste film al conducir la trama y al destacar en cada momento los detalles precisos y eUx^uentes; su dominit) de las escenas de conjunto y su tacto al disjM)ner y barajar los planos con un sentido de armonía que podríamos llamar «melodía de imágenes»; y . ]>or último, su talento «le mettenr en scéne al disptiner escenarios y lograr en to<io instante que las figuras principales y epis(')dica.ocu|)en el ]>lano que les corresponde y « v i v a n » la acción con vigor y realismo insuperables. L a cámara no encuentra ol)stácidos y se complace en demostrar una vez más que los americanos han sabido hacer del o b j e t i v o una pupila humana dotada de ubicuidad, y para cuyos movimientos la palabra «imposible» no tiene sentido. Y Pan! Mnni, el (¡faní/.vf^r-ciclón de Srarfa/e, el genial presidiario de Sm/ un fugitivo y el hombre-dínamo de FU muná^ cambia, se convierte en este film en agilidad periodística, sublimación del temperamento reporteril, sin que desmerezca su nueva creación -ftscenas do humor y abatimiento—de liis momentos iná> feli<-e.- tic No»/ mi fugUivo. Pero lo iiu oiiipreasible, por lo liecucute: a tamaño actor y a técnica tan depurada se les echa al desgaire, como si no valiese la pena utilizar la fantasía creadora, un asunto v u gar de reporterismo yanqui, entreverado con escenas macabras de dudoso gusto y ninguna originalidad. Es una lástima. Paid Muni ^1 galán ([ue, artística y . . . físicamente, parece hermano gemeln de Katherine Hepl)urn—tiene derecho a otros asuntos de má.s enjundia y mayor brío dramático. P A L A C I O I)K L A .MLSK.A
"Toda una mujer*' Gregory L a Cava, director de esta película, ede los que suponen, (pie el cine no es ni más ni
i'Moa tres ixlrños dr Aran esluvirron d u r a n t r do» •ño» bajo las órdenes del Krau realizador K o b e r t Flaberty, como significado intérprete de su gran obra cinematográfica « H é roes y monstruos»
Hubby Keeler y Dick Po*'ell animan con su arte y "u gracia el sugestivo film t.eneralita». al ijue Pertenece la escena que ••cproduce nuestra fot«»II rafia
luenos I|ue liistorietaa de amor fotografiadas. Se enfrentíui los personajes, di.seuten, pasan ilel segundo pliuio al primero, vuelven a retroceder para avanzar más tarde, sin interrumpir su discusión, alternando los «parlamentos» como en el teatro clásico; y así escena tras escena, diálogo tras diálogo, hasta que transcurren los ochenta minutos lie reglamento y se termina la función, de la que, ¡ay!, la inmensa mayoría de nuestro ¡iiililji II no entiende jota, porque como el chapa-
Porque la nota distintiva de este film es la sencillez, la naturalida<l con que se encadenan las emociones y se realiza la belleza y se alumbra la ()oesía, t;omo si los fotogramas fuesen agua pura y transparente que fluyera de im manantial de arte. T o d o , claro, sencillo y conmovedor. Si hubo esfuerzo en el avenamiento de esas emociones artísticas, el espectador no lo nota y se complíU'e, sin esfuerzo ni tortura mental, en seguir el desfile de fotogramas animados de espíritu.
Para estos papeles de suave, discreta i honil;I ínelancolía tem[ilada [>or la l>onilad, Frank Mnríiau no tiene rival en la pantalla americana. C'iiondo el um<rr muere vivirá nuicho tiem{Mi E N la estiniiwión del (uililico.
"ilollywooii foiM|u¡slado"
Película que viene a ser una autocrítica del hermetism.» e incomprensión de las grandes (Vsas [)roductor¡us. A confesión de parte... Y a sabíamos —y ahora ellos lo confiesan—tjue el «sésamo ábrete» de los Rstudios liollywooden.ses es la picaresca habilidad de (Yispín, i.ontenida en este viejo aviso de la gramática parda: «Malo sea** y bien te venda><.» Usté film, bien realizado y bien interj)retado, íigradable y entretenido además, tiene, sobre esas cualidades einemati>gráficas, un valor es)^)e< ial íle documento para el estudio de la mentalidad y preocupatrones de Hollywood como centro productor de j>elículas y forjador de rej)ut»wiones cinematográficas. Vayan, vayan ustedes a verlo, que es curioso y etlificante. Kir.AIU» " D i ' eara a la nineri»'"
l ' n (Jiso de anmesia a consecuencia de l.i ííran (¡ucrra. Kl hombre que se bu.síta a s í mismo. ( \ i m o antt'<edcntc de este film en la }iiuitalla, teneuuis el admirable Hombre sin nombre, íle (¡ustav l'cicky. N o obstiuite, ambos filriLs son bien distintos en el a-<unto, aunque coincidan en el motivo inicial. Y coinciden también en cualidatles cinematográficas y en excelente inter}>retación. Koy . 1 . Pomeroy, el director, se acredita de obser\ador Siígaz y maestro en el difícil arte de subrayar matices psicológicos, incluso en el camKl popularÍHimo Vdolphe Menjou y la lM-llí»ima Cf nevirvr Tobin <*n una escena de su nuevo film «Kácil de a m a n , del que son firuras centrales los dos celebrados artistas
rrón, digo el film, es americano, da la casualidad de que está hablado en inglés. P e r o si el «lirector IJ& Cava, a juzgar p<» su obra, ha frustrado una vocación a la que le llamaba imperiosamente su apellido, los autores—son dos; claro, uno solo no hubiera sido capaz de acumular tanta incongruencia—han dejado chiquitos a Novejarque, el de las charadas, y al mismísimo inventor de los jeroglíficos, que, s ^ ú n mis invest^aciones, fué un egipcio de la I I I dinastía, contemporáneo de don R a m i r o de Maeztu. La interpretación, en cambio, es excelente. Ann Ilarding y Clive Brook, los protagonistas, salvan el film y se oponen con su arte a la mala voluntad que le demuestran autores y director. AVEXIDA ^ C m i H l » ti a m w murre'*
Para que se v e a que toda regla tiene excepción y que es aventurado hacer afirmaciones categóricas, este film aniericano, además de buena dirección e interpretación, tiene ai^unaento. Por esta v e z , al irreprochable maniquí le han infundido un alma, y la técnica se ha puesto al .servicio de la emoción. Así se hace. El cineespectáculo se convierte en cinema, es decir, adquiere la categoría de arte, sin dejar por eso , - naturalmente, ¿qué antitesis hay entre la amenidad y la belleza?- - de ser espectáculo. VA «lirector pone esta vez al servicio de un noble pensamiento, k)gico, humano y bien urdido, cuanto la cinematografía yanqui, maestra indiscutible «le la forma, suele ilesperdiciar eO arbitrariedades, fallos y superf¡(diales temas-tópicos. Y , claro, al coincidir los tres element«)s de que antes hablábamos- asunto, dirwción e interpr»*ta<'i6n- surge de H M H I O fatal y , al pareí^er, seiK-illo, un film irn'prochabh", como Cuando el amor muere.
Kn «Viudas habaneras, tienen una destacadísima intervención la h.rniu^a Ji.áii Bli.ml.ll v .1 iiolable l i l e Talbot. Helos aquí en un momento de dicha película
eom«) si detrás de ellos la técnica se hubiese esfumado «Uscreta, abnegadamente—-su misión y su mérito c«)nsiste en .ser cristal y n«) nuiro- , para dejar entrever el paisaje espiritual «pie t « K L O 8 los ojos buscan más allá «le las imágenes. lal>or de Frank Morgan en este film es uicignifica. N«) tuiula, sin embargo, su cre<u'ión del du<{ue en Kl burltulor de Flurem-ia, y re«'uer«la —es la misma j)si<'ol«)gía- su delicada y conmovedora renunciación en Ixi mujer de mi marida
po tenebroso y «lesconcertante de la teratología. Y Ualp Forl)as, el pr«>tagonista, realiza prodigi«>s d«' gesto y se adueña de la tortura mental • leí píTsonaje, hasta fingir el ««-aso aumésicu» con un vigor «le reali«lad q u e intriga, }>ersuade y et>n\nueve al pv'íblieo.
De cara a la muerte- ¿.se me p«>rmite una in«)cente figura d e dicción? es un film d e cara al arte. AsTOMo (JF/MAN MKHINO
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PERFUMERÍA
GAL ' MADRID • BUENOS
AIRES
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Dr rmtíHas y a tas pi«9.~
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A ingenua Edna no pude menos que responder al y a célebre mimo con otra pregunta: —¿Merece mi inexperiencia que se burle usted de mí hasta tal punto? —iSeñorita, no se trata de burlas, ni siquiera de inocentes bromas. En serio, completamente en serio, vuelvo a preguntarle si quiere dedicarse al cine y ser mi compañera en m i próxima película. — ¡ P o r Dios! ¡ Y o no valgo para eso!... En mi v i d a he pensado en semejante cosa. Y o soy, ya lo v e nuied mejor que y o misma, una chica pnivineiana y trabajadora; eso si, incapaz de hacer una gracia, y menoe delante de personas desconocidas. —Usted es una artista natural, verdadera. ¡ N o hay más que v e r sus ojos, sus gestos. Henos de moviliídad y de expresión! ¡Ríase usted! —Estoy completamente azorada, i ^ n i m a d a . Perdone. V o y a retirarme. —¿Cómo? Ekina, no me v a usted a obligar a que haga el ridículo poniéndome de rodulss para suplicarle que no &e vaya, que me escuche unas cuantas palabrab todavía. J
L m Ü«JUVJM
«Chartirt-
—Mister Oiaplín, conce dido. N o me v o y . — Y además vamos a bailar j u n t o s ahora. ¿ N o ? . . . ¡Muchas gracias! ¡Oh, qué bien baila usted, Edna! Parece que llevo en mis brazos una nube. Si, no se ria. Una nube ligera, blanca. —^¿Una nube de verano? —De primavera, mejor. P e r o nos estamos poniendo cursis. Volvamos al tema. ¿Sabe usted que he tenido mucha suerte con haber venido a esta cachupinada?
cCbaríol», « I las playai» califsrnianas, Irala de desterrar de a a imaginación la nostálgica melancolía que le atenaza de consuno. Vedle aqní con Telm Todd, la deliciosa rubia, gozando de las delicias del sol y del mar...
En la escena final de «El c i r c o » C b a r l i e Chaplin rememora su amistad con la «casi hermana* Edna Purviance, la única mujer que le hubiera hecho felia_ El se queda inmeoeamente solo, en el centro de lo qne fué pista del circo alegre y bullicioso, mientras la caravana, dispuesta para partir, desfila li ntanai nl« _
— Y y o , por lo visto... —¡Perdón! Ese mastodonte me ha obligado a pisarla, señorita... Pues sí, he tenido una suerte bárbara. Andaba loco biioCaiKlo protagonista para mi nuevo film con la Essanay Company, y y a ve..., aquí la t e i ^ o , tan cerca... —Pero, ¿usted se ha propuesto que y o me lo crea esta noche? ¿ Y v o y a fiarme de Chortot, que tantas diabluras hace en la pantalla?. LtiB Ótelos de guartiarropia —^Mañana, por la tarde, nos veremos, señorita; mejor dicho, amiga. Porque y a somos buenos amigos, ¿verdad? —¿PoT qué no? —Pues... v a y a s e preparando p a r a la nueva clase de existencia que le espera en el Estudio. Ea un trabajo duro; pero ¡sabe a gloria poder crear un personaje y vivirlo! L e llevaré un contrato en toda regla. Usted no quedará quejosa de las condiciones; firmará, y . . . —¡Luego dicen que algunas novelas son inverosímiles! L o increíble es mi aventura de hoy con usted. — E b el destino. Tenía que ser. Y será. —¿Qué dirán mis amistades..., mi familia? —Exlua, y o he sido siempre un rebelde. N o m e he detenido jamás a escuchar al prójimo. H que o y e a los demás está perdido. N o haga usted caso de nada m de nadie. V a usted a cambiar de profesión. Eso es todo, y no le i m p o r t a a ninguna, j Digo, creo y o . ¡ A l o ^ mejor hay una persoi nilla por ahí que desj barata el cotarro! j Tengo miedo de los j Ótelos de guardarro-
Compa fiera soñada y actriz Ideal En la Essanay, mientras duraron las primeras
pruebas de la nueva artista, se había censurado sin gran recato el «capricho» de Charlti. Aquellos días en que Edn& no daba pie con bola ante las cámaras hubieran desanimado a otro que no [wscj'cee un criterio tan finiie eomo el de Charlie. Los directivos, los compañeros, los comparsas, la tramoya, todos deH<-onfiaron de la provinciana y la sancionaron como «nulidad»... Su descubridor, sin influirse del ambiente, la iba aleccionando con una paciencia insu})erable; la corregía gesto por gesto y actitud fK>r actitud; la animaba cariñosamente; y luego, en los descansos, .sentado junto a ella o a sus pies, en la postura oriental, que parece incómoda y es sencillamente la más descansada, le pedía perdón por haberla molestado tanto. Edna, con su belleza de aórea frivolidad, trataba de di.snadirle del empeño, de religarle del compromiso contraído tan tontamente. Sus frases de dulce decaimiento y de sincera renuncia no conseguían sinf» enardecer más a CharUA, que acababa p o r exclamar, c o n toda sualma y toda su fe:
yenda <le amor, fueron planeando y realizando película tras película, mea tras mes, atentos a su trabajo de tal manera, que no tenían t i e m | K ) de hacerse el amor sino en las escenas que fingían frente al objetivo. ( H e aquí cómo, por tanto, ¿.1 acercarse al amor dos seres pueden no advertir su presencia y alejarse de él para siempre...) Como una verdadera «BamonMla Aquellas doce películas han sido llamada», mucho después, «las doce estaciones de la Mutual», por lo que tienen de imperecederas entre los devotos del séptimo arte, verdadera religión d d siglo... ¡Esfuerzo genial e increíble en el que Charlot fué de la mano por todo el mundo con la rubita Edna, la compañera ingenua, fiel y sumisa, la musa inspiradora, la casi hermana E d n a El triunfo apoteósico de aquellas doce culminaciones charlotianas —entre ellas, Charlot, bombero; Charlot, rey del patín; Charloí en la calle de la Paz, Charlot, maquiniMa—correspondió, en B U mitad, a la hacendosa y adaptable y modestísima Edi.a Purviance. N o sólo por su aportación personal, por el brillo de pureza de su arte, sino por su colaboración espiritual e íntima, ella fué la que encendió la alegre luz dentro del sublime payaso, empequeñeciéndose con gusto para darle m a y o r grandeza, supeditando su fresca belleza física al éxito del «truco» o de la cómica situación, animando gu alma, sensible hasta el colmo, con sus propias morales claudicaciones; cuidándole y mirándose en él como una hermana buena, como una amiga sincera, como una verdadera enamorada que de antemano renuncia a su amor. ^
« r o y elelo, eíel» y or* Edna lo fué todo para Charlot en aquel año feliz, laborioso y vertiginoso, de la v i d a del genio. apenas pndo enterarse, precisamente por tocar tan de cerca la ventura en que no podía creer su recónd i t o escepticismo perjudicial. T a n próxima la t u v o , q u e no pudo i verla con los ojos de la distancia, que son los que todo lo emk bellecen. Ahora, cuando el tiempo ha abierto una distancia honda entre ambos, si la v e con la claridad tardía y fatal del recuerdo. El recuerdo, triste y alegre a la v e z , de algo que pudo ser, que debió ser, quizá, i»n felicidad auténtica y ánica, de la mano de una muchacha ingenua, rubia y de ojos azules—oro y cielo—, que le dio las más puras emociones y las más sencillas alegrías en medio de su triunfo áureo y cumbre—cielo y oro—, en el que iba a faltar, y a para siempre, la cosa más divina entre todo lo huauuio: uo amor d e mujer. SANTIAGO
Otro moMrnto de «Charlot» r a <EI circo*. C o a M I gracia mdaii«Mtca y geaáal. «Ciuirtot» e « rm esta película, C O B M ea todas, el artista señero, graadios* e i a raaiparablr».
ras, m u y
prcHito, m i
compañera
He aqui a .Ciiarlot> ea uaa osceaa de « L a ees d e la ciadad», ean Virgiaia Chrrriil, a a a de sas predilectas coaipaaeras de trabaja
soñada,
mí
actriz ideal!
Amor que oeulta al amor Así fué. Edna llegó a confiarse y a crecerse hasta el punti de que en su primer papel asombró a sus propios detractores, que no esperaban, ni mucho menos, aquella soltura ni aquella naturalidad, finamente caricaturesca. Se dieron al formidable descubridor y forjador todo género de excusas y satisfacciones, y Eklua taé a la cabeza de sucesivos repartos, con el bien ganado honor de la unanimidad. P o r entonces, la I ^ n e Stax Mutual hizo un contrato, por doce películas, con el triunfador Charlie Chaplin, que dejó, y no sin pena, loe Estudioe de la Essanay, en que había edificado, fotograma a fotograma, su celebridad d e f i n i t i v a N i que decir tiene que Edna Purviance, la flamante Edna, fué impuesta, acto seguido, como su pareja imprescindible para los doce futuros films. Y *inbos, sumidos en una armonía ejemplar que se interpretaba equívocamente por cuantos les rodeaban, contribuyendo a una falsa le-
AGLII^R
cíLuy de ^¡Maga I Roentgen trabajaba en un laboratorio ain tregua ni de<>canso, hasta que consiguió dei»cubrir las radiaciones que permiten ver a través de ciertos cuerpos opacos..., ¡y on-eció al vicio de la Humanidad la maravilla de sus "Royos X!; Panl Ehrlich, 'go de la química, tras de más de seiscientos ensayos, consiguió risionar en sus probetas un lí<|uido de propiedades asombrosas, un ftíinedio que había de curar la más temible y temida de todas las enfermedades que afligían al hombre..., ¡y poco después, los que sufrían el espantoso mal dejaron de espantarse ante sus consecuencias..., porque sabían que el salvarsán baoia de impedirlas!; Hermann Sudennann alternaba sus enseñanzas biológicas con la escritura de excelentes dramas... En ese período de revolución del pensamiento humano, cuando la ciencia y el arte marchaban a pasos de gigante, alumbrados por las antorchas de loe grandes renovadores, y en ese mismo pais que tantos artistas y hombres de ciencia ha visto nacer..., E m s t Lubitbch, un muchachito de cabello obscuro y ojos vivaces, era aprendiz en la sastrería de su padre, en Berlín. T^n mal aprendiz, según él mismo confiesa. Elfectivamenté, cuando E m s t no estaba leyendo algún libro, se dedicaba a criticar los trajes, asegurando que, con {
ONRAD
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F.l d«*comunal cigarro que acompaña conatanI r m e n t e a LubiUcb, cual ai fuera parte integrante de tu persona, ba aimplificado mucho la labor de dibujante! y caricaturista*. Un perfil discreto, un gran cigarro entre los labias, y ya esti beeho el retrato o la caricatura de Lubitseh. Kn muebas ocasiones, lo que snele tener mis parecido es el cigarro. Al decir esto no nos referimos, claro es, a este magnifico dibujo d e Bert Leyy, en el que por virtud de su arte exquisito se aunan por ignal la técnica impecable y la sensejañra •baohita con el modelo
poco empeño que en ello se pusiera, podrían ser mejores. Pero, afortunadamente para la tranquilidad de su padre, sus lecturas no le dejaban mucho tiempo para criticar. Todavía un niño, consiguió un empleo, como ticnico, en el Berlín Bioscope Studio, que hacia BUS películas en una casa abandonada y medio en ruinas. Desde aquel momento, Lubitseh se dedicó en cuerpo y alma al cinematógrafo, estudiando todas y cada una de las actividades que con él tienen algima relación, y llegando a conocerlas todas..., sin excluir la actuación. Se dice que fué un buen actor cómico, y ¡quién sabe ai a estas horas sería uno de nuestros predilectos, si su inteligencia versátil no le hubiese inclinado a la dirección! Sus primeras películas, universalmente conocidas, fueron: Carmen y Madame Du Barry, en las que figuraba como estrella la tempestuosa P o l a Negri. Después, en rápida sucesión, dirigió varias, consideradas como obras maestras: Deception, The Laces qf Pharoah, Henry VIII, Sumerun y One Arabian Ni^, Su primera película en Hollywood fué Rosita, en la que figuró como )rimera actriz Mary Pickíord. Después dirigió una infinidad de pelícuas; forman legión. l i e aquí algunas de las de mayor éxito, entre las que recuerdo: The Student Pñnce, con N o r m a Shearer y Ramón Novarro; The Patriot, con Emil Jannings; The Smiling Lieutenant, con Maurice Chevalier; Broken LuUabay, con Lionel Barrymore, y The Merry Widow, con Jeanette McDonald y Maurice Clievalier, que probablemente será la última película que dirija í *A E n cuanto me enteré que le habían nombra- ¡ do jefe de producción de la Paramount, quiM ^ tener una entrevista con él para dar mis im-
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presiones a los lectores de CINKORAMAS.
L l ^ é a su oficina, una de las más lujosa» del Estudio. L a luz de un brillante sol califcrniano se filtraba a través de los transparentes venecianos, que ocultaban las ventanas. E n el centrfí del cuarto había im enomio escritorio, y tras de él, sentado, E m s t Lubitseh me sonreía amablemente. Me parecía imposible. Lubitseh nunca ebtá sentado. Nadie recuerda haberle visto sentado fuera de las horas de comer. Cuando era un actor, en Alemania, jamás se sentó. E n sus temporadas de actor con la Compañía d e Max Reinhardt, en las que recorrió casi todos los países de la Europa Occidental, nunca tuvo tiempo de sentarse. Cuando fué proclamado por el mundo entero como el mejor director de la pantalla, y a había perdido la costumbre de sentarse: daba órdenes sin cesar, calmaba los nervios de los actores y actrices temperamentales..., hacia magníficas peliculas; jpero no se sentaba! Pero allí estaba, en su lujosa oficina, tras de im escritorio que casi le ocultaba, sentaelo, sonriendo afablemente. Este hombre pequeñito, de cabello negro como el carbón y ojos como la tintei, tiene una sonrisa contagiosa. N o negaré que de todas las personalidades de Cinelandia con quienes he hablado, Lubitseh es la que más respeto me inspira: un respeto admirativo tan sincero y tan grande, que casi ae convierte on temor... Pero su Bonrisa desvaneció ese temor inmediatamente. Cusndo Lubitseh sonríe, no hay una persona cerca de él que no sonría. N o porque la posición que hoy ocupa aqui haga qué todo el mundo se crea en la obligación de estar de acuerdo con E^sa sonrisa rompió el hielo que amenazaba ' friar mi primera entrevista con el director a' ED SU boca, ¡naturalmente!, había
Día*- RI-iiiolo<> en qur iirro que humeaba sin cesar. ,EI puro es otra de las características de Lu«•I triunfo or«TÍPNTI" de -ch. En ti)das partes y a tfxlas horas Lubitseh tiene un puro encendido l.utiitwrh m- inirialta. la boi-a. ¡ X o se lo quita de entre los labios ni para hablar! I.ui>il»rb firmando con ta KaniuiK l'luver» I , » » (.Duenae usted con el puro en la boca? ky Corporation «u conI.ul)¡tseii nio miró, sin dejar de sonreír un momento, y mo explicó: trato |iHra dirigir KU Cuando vine a trabajar aquí, estaba terminantemente prohibido fumar • gran film «Pas¡ón> I I I - sets. Y o me encontraba disgustado, nervioso; no trabajaba a gusto.,. \fás tarde, por fortuna, tal prohibición se, rescindió..., y otra vez me enconbien y satisfecho. I)ebo confesar que sin un buen puro no puedo trabajar. Todas las películas de Lubitseh tienen un sello personal, inconfundible, único, que inmediatamenliis diferencia de todas las demás. L o que no quiere decir que él haya tratado en ocasión algalie influenciar a los artistas que han trabajado bajo su dirección. X o hay peor equivocación—me decía, con ese extraño acento que nunca trató de corregir— que la de querer imponer a un actor ima pe: ' -uya. L a labor de un director, lejos de eso, debe consistir en estudiar el temjn ¿ue va a dirigir, y , una vez conocido, presentarles el marco más apropiado a su manera de ser. Si no se hiciera así, todas las películas dirigidas por uno se parecerían tanto, que casi resultarían lo mismo. D e igual modo que un joy e r o puede hacer alhajas con piedras distintas y conseguir que todas ellas se diferencien de las hechas por otros joyeros, un director puede y debe hacer películas con distintos actor&s que, siendo por completo diferentes, lleven todas ellas la marca del que las hiz-
— ¿ X o tratara u.-ua lie imponer su manera de ver las cosas a los otros dir(>ctores? -¡En absoluto, no! I aando y o fui un director, siempre insistí en que se me dejase en completa libertad de hacer mis peUculas c u A o y o quisiera. Creo finñemente que cadire<,'tor tiene derecho u que se le {)ermita ex presar las cosas del m
Lubitscli converttando, liollynooii, con nuestro rretipontial Kugenio He /.irraga
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\ l.ubiisrh en una bien caracterífitica «poMe» iiuya.,¡K.xtaiiiii!' Meditación? ¿Reposo? De todo un poco. KstOH paréntesi» de atracción HueU-n precederá una iniciativa feli-/. a una reclificación genial, a algo, en fin que evidencie el potente g<nio del adniiralila- reali/adtir
que mejor le parezca..., si es que tiene algo que expresar... Compraremt' Í)uenos argumentos. ' dremos buenos art y , sobre todo, <'onM remos los buenos diii . res que tenemos, y trata remos de conseguir algn nos más. (Efectivamente, el Etudio y a ha contratado tres de los mejores d i r c tores de H o l l y w o o d : Kiii Vidor, Gregors- L a Cava Lewis Milestone.) —Buenos argumentos buenos actor&s no son si I ficientes para II ^ ñas peUculas. . \ I cretos pueden hacer co una obra mediana un buena película..., si tiene un buen director. ' ' que un buen direct puede hacer algo de I Para l.ubitsch. su sillón dirertorial es como un trono. Cuando toma asienlo en él. pero si cuenta con biu su figura »e agiganta, sus observaciones más nimias son órdenes iiíinediatanienlr materiales, no hay dud cumplidas, y una simple mirada de sus ojos vivaces pone en nioviniieiito toda la de que hará algo qu complicada maquinaria del «set-. del cual, segiin su frase, son eslabones de idéntica ini|>ortaiicia desde la encumbrada «slar» al más anónimo auxiliar de tramoya antemano, puede a rarse que ha de ser b pjitre los muchos proyectos que tiene el nuevo jeti (lucción de la Paramount. ^' <lc hacer una película de la ópera Aida. Lul)itsch (bufia desesperadamente el puro, que ha mantenido en la boca mientras y o he est en su compañía. El humo, que con.s* ate sale en blancas aspírales del extremo ' fonua como una nube densa que se < por todo el cuarto, y y o , todavín imi>r sus últimas palabras, creo ver el provecto de Lubit.sch hecho realidad.. U n brillante sonar de trompetas; numerosos y ¡ . - . T A - ;, do; el asplendor de un magnífico coro; la marcha triunfal de la ópera im l na |>.-.iiliarexpre.j^j g„gñy nrran artista, genio de la cinematografía, Uevail' ' sion fisonomira del eenial dir<-<-lor neniatográfico
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Holiyuood,
Abril
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de 1930.
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ni a arte,>, liabaja jr e n h a l ea aarstra riannatofrafia. Hasta atora aél* se ha loyraio _ WM proMSK la r««laeciéa M Inpaesto M al 3,75, sia. re la p M a e d M propia y la pxtraia, eomo s* ka lM«ho ya ígair eali* Mi imito I w pafses qae se Mmteapaa 4e sas iatcrraM morales y lateriales. Es kifa poco lo qae hemos layado. ]l<aa promesa! ¡Bab, humo de Miafeterio, aae se tfsifa ét mmm erisis « otra! Sí el eiaema espaiol taese aaa iadastria fietieia ea maaos de espeea ladores iaflayeatcs, ua artihifio de aeeioaes al... iaaeaao, aaa maaaiaetara de para extraer rafees eaadradas o aa coaicrcio ramiitieo de anDos ea eoasenra, ya haUese Isarade la proteeeüa ofieial. ftn se trata de aaa aaera iadastria dr laeatealaUe importaaeía, — pacde daraos r i q a e a ea eliaterior y preslifío ea el Extraajero; qac es TeUeolo . Ajr que—lo oiis «admiraMr . . «taslasam y lesia de aa poiado de hombres de hoeaa Tolaatad, y hasta el de «altara, se, citi tu—da a faena de eaio 4» eserftir estas Uaeas, después de aaa eampafta de varios meses, ea la qae haa aüaeado ejércitos de nooaes tod«« los valores de la eiaemaiofralfa espalóla, se ha eoosefoido eso: aaa prooMsa. Es sarcistieo, ¿verdad? ¡l^aa promesa! ^ ^ . ' ' í ™ ^ eiaema espaiol tieae qae eoaformarse, sacar f a e m s de flaqaeza y sefuir a v a a u a d o catre uaa dehle fite de aocales fiscales, sMo ateatas al raido de b caMeriihi. ^ ¿Hasta eaáado? ¿Es qoe los coasejos y k s advertcadas y fa» petieioaes de komhns hoarados ao haUaa eco ea los eidos de auestros «ohernantes? ¿Seri p r e e b o r e a g y i a r a toda esyeraara? ¿O será awjor ahaodoaar el eioema, eomo iadortria paaiMe, y medrar pidieado proteeeióa para aaa ficidarfa de a J U Í e^joe^ r A h ! , ^, f*ro esa "piarntsa", por toda eootestaeióa a h » ieaftfmas asfArmloocs del eiaema aacioaal, sacaa a hurla. ¿Qaé hacemos, seiores ciaeastas? ¿Xos cocofcmos de homhros? ¿Xes... seatamos ea la promesa? A . fi. Admirable la protección a la industria española del fifan; pero más interesante aún—^DO olviI dando que e l cinema no es únicamente una industria, sino t a m b i é n on arte extraordinario—la tención a la ina protlueción, cualquiera fuere su marchamo.
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GomáUa Vázquez. PromoUfr de Cmeduba de Etpaña. L a persi^ncia del impuesto del 3,75 perjudica extraordinariamente las actividades • • • • • • • • de loe auténticos valores— m u c h o s de elloe a u n latentes — c o n que cuenta tA cinema n a cional, y a que la perspectiva de gravámenes d e cualquier especie cohibe, natural- . mente, la iniciativa, en absoluto desprovista de tendencia mercantiliata, de eetoe jóvenes valores. Carloe Serrano de Orna. Eteritor einemaiográfieo.
L a cinemaiografia española, después del esfuerzo de la última temporada, consolidado en la actual, merece ser atendida preferentemente por nuestros GobiemoB. ¿Cómo? Por los sistemas implantados en los demás países, que han dado resultados positivos. Imponiendo a las representaciones de las Casas importadoras la obligación de hacer en España (pero
hacer de verdad, en Estudios y con elementos nuestros) un 10 por 100 de las películas qtie importen. Imponiendo a los empresarios la obligacito d e pasar en cada programa n n d o c u m e n t al español (como s e h a c e en Portugal c o n los suyos), y, e n fin, otras medidas a tomar que se salen de los limites restringidos d e una encuesta, entre las cuales quizá no fuesen las menos importantes la supresión o disminución de impuestos a las películas españolas y las de impuestos y contribuciones por diez años a los Estudios que se crearen o funcionen en la actualidad. Vicente Morales. DelaS.I. C. E.,Secei¿m Cinematográfica. AI establecerse el gravamen que hoy j>e«a sobre la industria cinematográfica, e I Estado debió h a b e r comprendido que dicho g r a v a men no podía ni debía q d i caise a la producción nacional. Es de lamentar q u e todavía no se baya corregido este error ue tanto viene perjudicando al esarroUo de nuestra producción.
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Af. Carrero». Repregentaciones ü. F. A. Resulta inconcebible que no se haya puesto aún el punto final a esta noble campaña de CINSGKAMAS. Hace tiempo debiera haberse
celebrado y a el banquete obligado —^y en esta ocasión justísimo—en honor de los iniciadores de la misma, para festejar su triunfo; por lo visto, ni con las trompetas de Jericó se lograría en España derrumbar las murtúlas de la indiferencia oficial. Este problema tiene dos aspectos: uno, de dignidad nacional, y otro, económico, ^ualmente importantes. En cnanto al primero, es intolerable que en nuestra propia casa, y en contra de lo que ocurre en todos los países del mundo, no sólo no se establezcan diferencias en favor del cinema español con relación a la producción extranjera, sino que se coloca a éste en situación de patente superioridad. Gráficamente se pudiera representar esto con un ring, en el que apareciera peleando un insignificante p e ^ o «mosca» y un superpesado de la clase de los «mastodontes». C o n l a agravante d e u n a parrialidad manifiesta del arbitro e n favor del gigante, para que se Heve la «b<Jsa». Sin exponer mi solo hueso de sus lindas manazas. Que de eso se trata: de llevarse la «b<^a». Vor lo que se refiere al aspecto económico e industrial, ¿cómo no comprender su importancia y transcendencia en k> por venir? Este impuesto absurdo es como vender ^ r un plato de lentejas una rica primogenhura; algo asi también como matar a la gtdlina de los huevos de oro. Y o sólo deseo destacar un punto que me atañe muy de cerca, como repres^itante de los actores españoles en el Consejo de Cinematografía, a quien Dios le dé buena suerte y lo haga servir para algo. Los actores españoles, cuya adaptación con éxito si cinema es cesa y a demostrada, pueden encontrar, en estos tiempos de crisis teatral tan aguda
—^y lo que te rondaré, morena—, en una pnxlucción cinematográfica nacicnal pujante, un medio s ^ r o de vida y ancho campo para sus inquietudes artísticas. Lo mismo digo de los músicos, tanto compositores como ejecutantes. Ojalá sea ésta la última plana de CiNKOBAMAS que actúe de «muro de las lanientciciones». Antonio Poriogo. Y a es sabido que en España el verdugo mayor es el Fisco. Es como esos chicos traviesos que arrancan las peras de los árboles antes de estar maduras. Todo Estado pobre es un poco Saturno devorando a sus hijos. N o me extraña que el Estado español caiga sobre el cine y le estrangule de tanto apretarle, porque es la tradición. En España, todos, incluso el Estado, han tenido siempre sobre la riqueza fiebre de fantasía. Durante muchos siglos, y especialmente durante la conquista de las Indias, el Estado fué el primer pirata de galeones y riquezas. Que al ctmitalismo cinematográfico no se le deje desenví»hrer en esta primera etapa dificil, me parece muy mal. Al capitalismo hay que darle alas, como a Icaro. Y cuando suba alto, y a se las quemará el sol, como al personaje mítico. ¿Que hay una indu.stría cinematográfica naciente? Muy bien. Ayudarla a progresar, y no a morir, es lo justo. Esto en términos económicos. Los puntos de vista críticos vienen después. A una buena producción hay que estimularla. A una mala producción, las plagas de Egipto son pocas para caer sobre ella. César M. .irconada.
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o Á N Blondell es una de las estrellas actuales que m e j o r encaman el sentido amable, optimista y ligero del cinema, lis extraordinariamente bella, y éste es y a un primer paso importante para el triunfo. Tiene, ademáis, picardía, travesura e intención. Su belleza es una de esas típicas bellezas de H o l l y w o o d , claras, diáfanas, luminosas: correspondencia exacta entre el rostro alegre y v i v a z y la figura ágil, fina y moderna. Joan Blondell interpreta a la perfección esas amables comedias cinematográficas tan de hoy, en que se unen risa y galantería. H a y una breve anécdota curiosa unida a la v i d a de esta ^ ood. H a c e muchos años, cuando niña, Joan Blondell vio en el bellísira a, y quiso hacerse un traje igual al de ésta. Mas la madre no quiso. circo N o le parecía q u e aquel traje sucinto era {4)ropiado para una chiquilla como Joan. Esta, viendo rota su ilusión de tener un vestido como aquel visto en el circo, lloró lágrimas <lue no por ser de niña dejaban de tener una honda amargura. Fué desfilando el tiempo. Joan Blondell era y a una actriz popular de cinema. Y llegó el momento en que tenía que interpretar una girl de revista. H a b í a de bailar en una escena. Y el director vacilaba sobre el vestido que para aquel momento debía llevar Joan. H a s t a Que al pensamiento de la actriz acudió el recuerdo de aquel vestido v i s t o en la niñez y no logrado. Ella l o recordaba perfectamente, como si lo estuviera viendo aún. Se lo explicó al director, y asi pudo Joan Blondell ver realizado su sueño de muchos años antes: el traj e , muy l e v e y escaso, estaba hecho de grandes girasoles amarillos. S o bre la cabeza, una enorme mariposa. Sueño de un dia de infancia, que ahora se hacia para Joan Blondell carne de realidad.
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os actores euro|)eos huyen, (le cuando en cuando, a Estados Unidos. Ansia (ie dólares. Los americanos vienen, en cambio, a Europa. Unas veces, en descanso. Otras a trabajar. ¿ A trabajar'? Efe<"tivamente. Yanquiland i » es Yanquilandia; {>ero .Jauja queda a muchos millares de kilómetros de Broadway. IjOS inventores de la g o m a de roa^ar atraviesan un mal momento. • Y ahí tienen ustCíles a Hamón lí'ívan N o v a r r o , el bahy face de la pantalla, camino de Franíiu. Ma-< un. lilamente, proa a l'.uis. Y m l i concretamente todavía, para ro<lar un film. I x ) anuncia l y ^ ^ ' ^ ^ u y lo confirma la europea. .\demás, N o v a r r o ha compuesto una obra autobiográfica titulada Esto es otra historia, que espera representar en un teatro N o v a r r o añadirá a su (jbra algunos numeres de danza clásica y moderna, también de su invención. ¿Ocaso de los galanes tipo Novarro? Posiblemente, chachitas universales prefieren, en estos momentos, o galanes finos, pero descocados, como Franchot Tone, como Montgomery, como March, o tipos t* a la manera de Clark Gable y de Garj' Cooper. N o v a r r o , naturalmente, se hunde en la abertura que hay entre esos dos estilos. En lugar de continuar huellas de su Ben-Hur {>rodigioso, optó por la penumbra, de El pagano de Tahiti. Y para musiquitas y de.snudos masculinos, las muchachas tienen y suficiente con su .Mojica y su Weismuller. También Ruth (^hattertón viene a Europa. Mejor, a Kspaña. H a embarcado y a y tiene el propósito de estar en nuestra patria (unco semanas; quiere documentarse sobre nuestro folklore, para encarnar luego en el celuloide un role de española. N a d a tendría de particular que R a m ó n y Ruth se encontraran en Madrid. N o v a r r o es un enamorado fei"voraso de España; de e.sa España «jue un director chiflado captó ¡ l a r a uno de sus films. Si el actor mejicano incorporado a la pantalla yanqui viene efectivamente a nu&stro país, encontrará muy humano que Ruth, antes de posar ante la cámara en su papel de española, haya venido a «documentarse» por sí misma. J
HAMO^ Mmm A FRANCIA
Alemania, de t u m o . K\ presidente de su Asociación de Empresarios, Herr Fritz Bertram, ha manifestado que el ( i o b i e m o del Reich acaba de declarar la producción Tres lanceros bengalles película «super-artística», clasificar;ión ([ue lleva consigo la exención de toda clase de impuestos. Durante el año actual sólo dos films extranjeros han logradt) en Alemania tan preciada (clasificación, para la ípie .se exige no sólo que la cinta sea aspectacular y artísticamente impecable, sino que su tema sea de plena moralidad y exalte las virtudes del individuo. Sin comentarios. Y pasemos a otra cosa. En las salas germanas se está proyectando at^tualmente El triunfo de la voluntad, producción de propaganda hitleriana. El film está realizado por lioni Riefenstalil, bien conocido de nuestro públicso por sus audaces intervenciones en varios films de montaña. Fi ministr
Constanrc Codridge y Pamrla r>alrer, e s l r e l l a a de la Cau-
mont Rritish, en una NUgestiva foto
Víctor Saville, el gran director inglés, dando inütruccionew a las ^girlt» (jue intervie-
nen en el próximo nini de la admírahle «vedette» leitsie Mattheu, creadora de «Siempreviva»
•ie iVopaganda, sin explicar su decisión, ha prohibido que niugima bande primera parte, documental o dibujos, sea proyectada antes de El ^^unfo de la voluntad. L a producción levanta verdaderas explosiones do entusiasmo entre los espectadores, y el Gobierno recihe v w i a s felicitacion e s . Alemania, no contenta con utilizar el cinema como exp()nente de su •disposición artística, de su gracia para el v o d e v i l , de su sentido dramático, sabe aprovecharlo jdiora para su intensa propaganda nacionalista. También sin comentarios. (Los dos ejemplos—ejemplos hemos dicho-—son suficientemente elo'^'lentes por sí solos.)
'iincia. Francia intensifica también su producción. Posiblemente le '-•'tíjrbaba Joinville. Ahora exporta más y mejor. , ^'Itiinamente, en la esta* lón de L y ó n , so han filmado unos extenores Je suis un Debauché, con Tramol, ('bristiana Delyne Angela Salloker, ^ Ivonne Garat. Recordemos iiuo Je suis un Debauché, protagonista de' [balizado por (;hri.stián Jacpie, está basado en u n a n o v e film alemán ' ¡ ^ <le André Birabeau, titulada: Vfryage a l'ombre, y los niurhacha Jua<bálog(,3 son .le Rene Pujol. El título español será Yo soy na", en una expresiva actitud '^1 libertino. En los Estudios de Rillaiuouit M lia empezado a ••odar 0JO.S negros, dirigida por Tourjansky. E l reparto, ^ei'á: Hari-y Baur (el aftirtunado llerodas de Gol gota), ^iftione SiJnón (la gentil criatura de Loe aux Dames), Jeán Pierre Aumont, Jeán M a x , Jeanne Brindoau, Guy
_l.a d e l i c i o s a estrella cinematográfica 'europea Jane Raxter, principal intérprete de 'VA clarividente»
Jaripieline Francell, vedette» femenina del film I fa <KI barón gitano»
Sloux y Oiristiano Ribes. Ojierador, Thirard. M . G . Devalióres va a realizar IM cantante- del Café Maure, cuyos exteriores serán rodados, naturalmente, en .Vírica El jefe de onjuest a tzigana Alfredo Kode (¡inolvidable Danubio azul!) acaba de constituir una S(Kíiedad cuyo primer film será Juanita, y en el cual la parte musical será la más importante; el metteur en <cí'ne será Pierre Car<')n, y el reparto a base de Alfredo Rodo, R a y m o n d Cordy y Mireille P e rrey. .\ndré N o r e v o ha terminado la adaptación francesa de un gran ocumental: Desgracia para los vencidos, y prepara otra ada[itación (le un film sovi(Hico: IJOS alegres muchachos. Pierio HichardW i l l m rodará en Alemania Stradivarius; el pa|>el más importante en la versión g e r - ' mana será encamado por Gustav Froelich. Jíj.sefina Baker v a a intervenir en otra gran producción, cuyos o x t í M Í o r e s serán rodados en Tiinisie: Dos amores, bajo la dirección de Edmond T. (¡nville. • • Inglaterra a la vista. Stanley Lupino v a a rodar Luna <k mielimra tres. lx)s británicos astán terminando IM ciudad del magnifico absurdo, con Eniylia Williams, Eve Lister, Eric M a t u r í n y Doroty V'emón. L a vedette de Scrooge, otra nueva producción, será Seymours Ilicks. Un j o v e n artista, Stephen 11»^gard, encarnará la figura de M o zart en El querido ríe los dioses, con V^ictoria i l o p p e r . Los mismos actores intervendrán acto s(?guido en Ven a vivir conmigo. Heno Clair, el famoso director francés, rodará en Londres, para Alexander K o r da, Sir Tristún (loe^ WeM, con Charles Laughton como figura preeminente, encamando el [japel de fantasma. W a r d W i n g ha salido p a i a Sing a p o o r e , d o n d e rodará los exteriores de su nuevo f i l m - todavía sin título^—, en plena selva. Alexander K o r d a tiene la intención do filmar, cuando Rene Clair termine su anterior obra, Cyraiw de Bergerac, i-on Charles Laughton tiunbién do protagonista.
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PRODUCCIONES NETAMENTE ESPAÑOLAS
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3eparaci6n artística y que el segun^? organice su orquesta propia para •^putar a su antiguo maestro el fadel público. Marcha a Inglaterra y allí da conciertos en la Corte, interpretando obras suyas y de Lanner, a "^J^ecuencia de lo* cual se suscita un P'eito entre ambos compositores. Vuel^® a Viena, y recibe el nombramiento ^ director de la orquesta de baile del teatro Imperial. Muere en 1849. Su obra ^ celebrarla as la colección Vidoriadedicada a la reina de Inglaterra. K H K la racha, más europea que yanqui, de las biografíiis en celuloide; racha nada desdeñable cuando se rinden al género la atención y el escrúpulo debidos, pues resulta muy grato contemplar, en imágenes, hechos y personas de relieve en la perspectiva del pasado. Y a tenemos dos Catalinas de Rusia, la de Elizabeth Bergner y la de Marlene Dietrich, y dos Franz Schubert, el de Hans J a r a y y e l d e Richard Tauber, y tres Johann Streuss, el de Adolf Wohlbrück, el d e Paul H o r b i g e r y el de Michael Bohnen. Tres que, en realidad, sólo son dos, por l o que al Strauss más famoso se refiere, pues el otro ciñe a una misma silueta episodios de padre y de hijo. Gozan los músicos de especial favor por parte de los productores de película*. En lo técnico, cuanto en lo artístico, hacer de un músico personaje cinematográfico es cosa sugestiva y pródiga en posibilidades. Incluir trozos musicales en un film que tenga como protagonista a un compositor no será problema dificil, por mucho que se agoten las situaciones; siempre resultará lógico que el maestro improvise unos compases al piano o dé a conocer a sus amigos una canción, o dirija el estreno de ópera o poema sinfónico suyos. Se habrá utilizado así discreta y oportunamente el micrófono, sin violentar tema ni desarrollo, y se tendrá, por ende, conquistado un sector considerable de público. D e alii el éxito extraodinario, pero no sorprendente, de Vuelan mis canciones.
asunto de Fanny Carlsen e interpretada por H a r r y Liedtke, L y a Mar*. Hans Junkermann y Albert Paulig; su titulo—An der Sclwnen blauen Donau-^ es el mismo del vals de Strauss, y en sus fotogramas, envolviéndose en graíi» operetesca, había el intento de traducción paisajista de la inspiración m&» dica.) Pero lo que el cine mudo de 1926 no podía lograr, lo consigue el sonoro. Y la cinta de Herbert W i l c o x t u v o la virtud de prender el júbilo de quienf buscan en la pantalla algo más que pura f o t o g e n i a El vals delicioso, olvidado por archisabido, que dormía sus notas amarillentas en los viejos mO' siqueros ochocentistas, cobró brío y encanto de novedad en la emoción des*
Ya tenemos en las . líneas escuetas de ^ « recordatorio biográfico el tema y el ^íiabiente de la primera película de iaspi^^¡6n straussiana: Guerra de valses (Walzer^^^9). dirigida por Ludwig Berger e ínterPoetada por Renate Müller y W i l l y Fritsch los personajes del dúo amoroso, y por ^oolf Wohlbrück y Paul Horbiger en la cafacterización de íos compositores rivales. Es una gran película, pero acaso excesiva'''ente delicada para conseguir comprensión del S^an público. N o aparece del todo clara la individualidad del protagonista, por atribuirse al "trauss padre rasgos característicos de su desmediente. P e r o Adolf Wohlbrück es un Strauss ^ u p e n d o , lleno de juventud y de espiritualidad, y Paul Horbiger es un Joseph Lanner lo suficien|«itiente gruñóu v vanidoso para ju.stificar la ba^^'a de melodías'. El joven .Johann Strauss, hijo del héroe de Guer*!^ de valses, nace también en Viena en 1825, y tam•^lén a punto de cumplir los veinte años se da a conoy obtiene sus primeros éxitos como violinista y ^oapositor. Sucede a su padre al frente de la orques^ de baile del T e a t r o hnperial. Marcha a Rusia en '*Je artístico y regresa nimbado de aureola roraántiy galante. " Recorre de triunfo en triunfo Italia, y'emania, Francia y los Estados Unidos de A m é r i c a l^Pierde boga en lo's últimos años de su v i d a por haber ^ ^ d o n a d o su especialidad—valses y canciones—para a p o n e r partituras teatrales. Con la figura de este.
A Johann Strauss le puso en moda para la pantalla un film inglés, realizado por Herbert W i l c o x : El Danubio azul. ( N o estará de más traer aqui el recuerdo de una producción alemana de 1926, dirigida por F . Zelnick, sobre
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Horbiger,
Johann Strauss de «Rosas del Sur» con Gretl Theimer, en una escena del film Kl primer Strauss, caracterizado por Adolf WóhlbrOck en «Guc^— rra de valses >
Michael Jiohncn, que encarna la figura de Strauss en la película de Conrad Wiene
Strauss en cabeza del reparto hay y a dos films alemanes: Rosas del Sur y Johann Strauss. El primero-—Rosen aus dem Suden, dirigido por Walter Janssen—es una historia de amor, en la que el músico actúa, maduro de celebridad, como bondadosa protección de enamorados y no como héroe de la historia sentimental. En la cinta, que se rotula con su nombre, en cambio, sí le atañe directamente el conflicto galante; es una de las aventuras que esmaltan su historia de coleccionista, bien que rematada como mejor conviene a la satisfacción del público. Tiene este film—dirigido por Conrad W i e n e e interpretado por Michael Bohnen, Ijee Parry, Paul H o r b i ger y Gretl Theimer^—más rigor histórico que Rosas del Sur, y también más alarde de opereta, aunque tal v e z menos delicadeza en la exaltación de los sentimientos. Paul H o r b i g e r es el Johann Strauss de Rosas del Sur, con su autoridad de gran at;tor que sabe ajustarse a toda suerte de empeños difíciles. Si en los otros dos films citados logra certera intervención— como Lanner en uno y como el editor Haslinger en el otro—, aquí imprime a su personaje la prestancia y la malicia con que más o menos históricamente nos le representamos. T a m b i é n Michael Bohnen—adiestrado en otra clase de tareas aitisticas, al estilo de su trabajo en ; Oro.'—es un buen Strauss cuarentón y sentimental, que pone entusiasmo idéntico cuando habla de amor que cuando empuña el violín para arrancarle notas conmovedoras de gracia.
garrmla, melancólica y jovial, del violín y de la orquesta de Alfred R o d é . Del cine al disco y del disco a los labios de una generación que sólo conocía del vals su título preñado de sugestiones; ese fué el proceso de bien c o n s ^ u i d a popularidad. Pero Strauss no limitó su alma vienesa a cantar la romántica aventura urbana y campesina del Danubio; otros valses, siempre nacidos al calor de entusiasmo admirable, parecían pedir entrada en las salas do proyección por la línea estrecha que registra el sonido. Y se pensó en animar sobre el celuloide la figura misma del compositor.
H a y dos Strauss del siglo x i x , como hay otros dos de nuestros mismos díaS: el de las audaces concepciones sinfónicas y el de las graciosas operetas. L < * Strauss anteriores asoman en las historias de la música con timidez de génert menor; pero v i v e n en el recuerdo emocionado de cuantos aman las cosas dulcfl<( y las endechas tradicionales. El viejo Johann Strauss nace en Viena el 1804. Es hijo y nieto de músicos, y pronto se hace notable compositor y violinista. Se da a conocer antes de cumplir e' cuarto lustro de su vida, e ingresa como primer violín en la orquesta del popular Joseph Ijanne'r, que tiene embelesado al país con sus valses primorosos. Sui^e la rivalidad entre Lanner y Strauss, y de ello se origina Sü
• •
Joseph l.anner, el conipi-lidor de >'trauss, según la versión de Paul Horbiger, e n «OiierrM ilo VHU<>« .
Si no hay dos sin tres, ¿por qué se ha de cerrar el ciclo en ese número? Aun quedan en la v i d a de Joharm Strauss aventuras y valses capaces de animar otros muchos films... CARLOS DE MADRID
Mae fám elia. teaia el r 4e eaafrsar (rétate y
cuatro aaoa, trmdri q a e hacer ahora nuevo acopia 4c valenlía | M r a confesar algunos nsás, si se coaGrnia la noticia 4e que csti
EfSTk casada Mae Weet?
H e aqui una pregunta que desde hace quince días puede verse en todos los , em—ám desde 1911 coa el periódicos de los Elstados Unidos. U n a noticia T w d a d e r a actor Frank Wallaee mente imprevista acaba de lanzarse a los cuatro viraitod de la voracidad de los chismosos. Según ella, Mae West se casó ao 1911 o o n F V a n k Wallaee, actor de los teatros de Nueva York, que para más detalles interpretó junto a M a e o n papel e n Diamond LU, obra de la que, como se sabe, es autora la opulenta estrella, y de la qtie f u é sacado d fíhn Ladj/ L o a . ¿Qué hay de cierto en esta noticia? Según Mae, ella no ha estado casada jamás, y afirma no conocer a Frank Wanaoe, ni haber oído jamás hablar de él. Pero... L a reproducción fotográfica de im certificado matrimonial parece demostrar l o contrario. Este contrato lleva fecha 11 de Abril de 1911, y en él figuran los nombres de «Frank WalUoe, actor, con residencia en N u e v a York, y de Mae West, actriz, con residencia igualmente en N u e v a York, hija d e Jóbn W e s t y d e M a tilde Diker». Nombres que son los mismos de los padres de Mae Weet. Sin embargo, Máe persiste en su negativa. E^la no ha estado en Milwaakee—ciudad donde, según el oettifi- Í cado, se celebró la boda—más que en 1931, y no precisamente para casarse. —Puede sor—dice la ttar—que se trate de otra Mae West... Sin embargo, aun admitiendo la coincidencia de nombre y profesión, es bastuite difícil admitir también la coincidencia en los nombres de los padres de Mae.
jaek D e M s e y , el eélehre
—¡Jamás—afirma ella—he oído hablar de ese Frank Wallaee!
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L o que parece poco menos que unposible, y a que, como hemos dicho, este actor
e s p a s a , s«elie Taylar, y
formó parte del reparto de Diamond Lü, que Mae representó en N u e v a York durante el año 1928.
•**7*r " V * ^ *^¿^¡^|üf^|^^|^j^{^
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4e Naeva Y o f t
.
Por si fuera poco, un reportero excesivamente curioso ha encontrado en un periódico de 1911 la noticia del matrimonio «de la actriz Mae West con el actor Frank Wallace». Y conviene añadir que Frauk ha afirmado que, en efecto, se casó con Mae West en Milwaukee, el 11 de Abril de 1911, es decir, en la fecha que corresponde al certificado matrimonial; pero que £>e divorció hacia 1916 ó 1917. Frank Wallace, que es, por lo visto, un romántico, añade que la siguió amando después del divorcio y
que—¡oh
el
amor!—^la ama todavía, ¿Qué- Creer
de
esta
entretenida
comedia?
Cuando Mae West, hace varios años, tuvo que declarar ante el juez, por haber representado una obra contraria a la moral y a las buenas costumbres—Sexo—, se le hizo la pregunta: «¿Casada?». Y ella respondió: «Sí». tmas proyectadas vacaciones con su esposa, porque el (puesto galán sufre —¡oh desilusión!—un fuerte ataque de reuma. Nadie sabe tampoco que William Powell se ha vuelto a enamorar de la que fué su mujer, Carole Lombard; que Jackie Coogan se encuentra en plena luna de miel con Toby Wing. Que el idilio Greta Garbo-George Brent parece haberse liquidado definitivamente; que Jack Dempsey va todos los dias al Rainbow Room, de N u e v a York, para ver trabajar a su ex esposa, Estelle Taylor, y que Gloria Swanson no ha celebrado ninguna nueva boda ni ningún nuevo divorcio en los últimos veinte dias. Mae West acapara la atención, y todo lo demás, junto a su caso, carece de importancia.
A I T Í I M I He aquí una foto de Gloría Swanaon y W i lliam Powell, buenos rompañeros Y grandes amigos, rila, por ahora, no piensa rasarse ni divorciarse de nuevo. FJ. en cambio, ha sentido renacer el anrar que un día sintió por la que fué su esposa, Carole Lombard
A la izquierdaí G e o r g e Brent ba visto desvanecerse como el humo su fugaz idilio con la divina Creta. El fracaso de este amor, que no llegó a crístalizAr en boda, s « ^ n todos esperábamos, ha dejado al apuesto Brent tan earincontecido como le muestra nuestra foto
Abajo: Carole Lombard, la blonda belleza cineasatocráfica, cuyo amor aun no na podido olvidar del todo el gran actor que fué su •sposo, William Powell>.
Ahora bien: ¿este marido era Frank Wallace, u otro? Chi lo sá! Entretanto, las pruebas en^ favor de Frank aparecen aplastantes. ¿Por qué se obstina Mae en s ^ u i r negando? Acaso Mae teme que aparezcan otros maridos olvidados. Pero la razón puede ser otra. Si Mae se casó—^y todo parece demostrar que fué asi—en 1911, ¿cómo podrá seguir diciendo qne ella tiene la valentía de confesar treinta y cuatro años? Tendria que ser todavía más valiente. Mucho más valiente. De 1911 a 1935 van veinticuatro años. Suponiendo que Mae se casara a los veinte, resultaría que ella tiene en la actualidad cuarenta^ y cuatro años. Su valentia es mucha; pero no puede l l ^ a r a tanto.
Junto a esta noticia sensacional, las demás quedan absorbidas. Apenas se ha enterado nadie de que Mary Astor ha pedido el divorcio de su esposo, el doctor Franklyn Thorpe, y que lo mismo ha hecho con su esposa el ex actor y hoy director Donglas Mac Lean. Muy pocos han parado su atención en la noticia de que Clark Gable ha tenido que suspender
j
.nTfVífi' T "i,'"-r ^^V^"^:" l-'^" '••^ h ^ Z de U e r d - l T "l •"'"""."'""^ dLTa^ e . H ^ d - H e s . ¿ r i ^ L ^ ± I 1 ^««f / • ™ P " V q " ' * » '"«regó d e s t i a d M ÍeÍ^sI^taÍon^^^^^^^^ A T''t¡ dí^ílor^r
A*o<-i»c¡ón ^/^T' ^^"'^.^'t
fi'"*»* de I . P r r n s . , un .cto de homenaje . nuestro ¡lustre eomp.ñero don JOHÍ C a m p ú . , P"^'''« Alfonso, y . I . qne pertenecen todos los periodistas gr-fieos de Madrid, había nombra! el correspondiente nombramiento el ministro de T r - H » en la fiesta de homenaje celebrada el lunes. T o P ' » ' " ^ ' ? " " ' ' ' I Sindicato .\utonomo..., estuvieron 'representadas en el acto, íl que asistieron la W V U J r ' I l ^ h H . r H i S"^- Morata, el alcalde, Sr. Salazar Alonso..., y una enorme c«ntidad de periodistas. Después de los dilcur^os en elogio de la labor y U personalidad del señor Campua, y tras la entrega a éste por el ministro de Trabajo, Sr. Salmón, del nombramiento de socio de honor de la I n i ó n de l n f « ™ a d o r e s Gráficos, los invitados fueron obsequiados con un «eoek-Uil<, servido con su esplendidez característica por el gran Perico Chicote , O T V.DSA „M
l^oe'oi
C O N C U R S O
D E
M A Y O
C I N E 6 R A M A S obsequia a s u s lectores con doce artísticos bustos de la popular estrella Brigitte Helm. En este Concurso se adjudicarán doce bustos de la bellísima artista Brigitte Helm, obra del joven y notable escultor Carlos Monteverde, a quienes adivinen el número que resulte favorecido con el premio mayor en el sorteo de la Lotería Nacional del 1. de Junio de 1 9 3 5 . S i hay más de doce soluciones correctas s e distribuirán tos premios por sorteo. E n caso contrario, se adjudicarán a las que más se aproximen al número de dicho premio mayor. Para tomar parte en este Concurso debe V d . recortar y llenar el adjunto cupón, y en viarlo bajo sobre debidamente franqueado a Prensa 6 r á f i c a , S . A., Concurso de C I N E 6 R A M A S , Apartado 5 7 1 , Madrid. Una misma persona puede remitir cuantas soluciones quiera, siempre que lo haga en estos c u p o n e s . Todos los cupones deberán estar en nuestro poder antes de las doce de la noche de 31 de Mayo. L o s que lleguen después de e s t e plazo quedarán rigurosamentpi excluidos.
C
U
P
Ó
N
Creo q v e el premio mayor del torteo de la Lotería
Nacional del 1." de Junio de Í935 será el siguiente-
Nombre
Calle Población Provincia . (Firma)
En el número de C I N E 6 R A M A S de 9 de Junio próximo daremos el re sultado del Concurso y los nombres de los lectores favorecidos.
Lite
Vno
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de lo» m᧠reciente!» retratos de Conrad Veidt
o i ) ( ) « los iificiltnados al cineiuatúgrafo sabeo cuál es el rasgo car»U'teristici; <le Conrad Veidt: su ¡)ei-sonalidad. H o m b r e de distin<MÓn sobrada para re]»resetitar H personajes aristocráticos, y cuyas facciones reflejan la inteligencia necesaria para {)apeles de altura, tiene además t<Kli\s liW con<licioiies })e<'uliares de un gran artista y un gran actor. Pero su rasgo princi{)al es la personalidad, y a esto .^e <lebe que sea justamente considerado como uno de los j)rimeros a l tores cinematográficos, pt>r ser ése precisamente el rasgo distintivo que el arte de la pantalla exige a sus mejores intérpretes. Cuando nos encontramos con Conrad Vei<lt en los j)asi!lcs del Estudio, o cuando le veim>s representar una e>cena ante la luz desluiubrante <le cien reflcctorfts, sabemos instintivamente (pie debajo del intupiillaje o del traje de época que viste i)or til momento hay un hombre, l ' n htmibre con una voluntad de acero, un dominio de su trabajo y una .seri" de condiciones que le habrían llevado lejos en cualquier esfera de la vida. Naííió en Berlín el 22 de Enero de 185)8; cuenta, í>or tanto, cuarenta y dos años. Educ«'»se en el Colegio HohenzoUern, en Schonberg. . \ los veinte años decidió dedicarse al T e a t r o ; fué i>re3entado a Max Re¡nhar<lt, el célebre produreur alemán, y a sus órdenes debutó en Ja escena el año ] de 1913. Durante la guerra actuó constantemen-' te en los teatros militares, principalmente en L ¡ - ; bau y Tilsit. Fué licenciado del ején-ito en 1917, ^ y v o l v i ó a l a Com()añía d e Keinhardt. Su j>rimerj papel imi)ortante «T» el cine fué en la pelícida^ W diario de inuí mujer. P(MU) tiempo después figu- ' raba entre las estrellas alemanas (hi primera fila, y sus inter[>retaí'iont>s lograron fama en Inglaten-a, en los Kstados Fnidcs y , casi simultáneaíiiente, en el resto del mundo. Entre lo.s films m»is célebres que interpretó cu Alemania, cuéntanse: Líí//i| Hiimilton, El (¡AHIHEIE del dinlor Ciiliifari y El estudiante de ¡'raya.
eiitcveo
(Ambición), une de l<»s films más importjmtes V.n 1927 fué a .Vorteanié(pie se han producido. ricu <-on un contrato de tres Tambií-n fué t'-sta una crea(ñ()n memoraaños. H a actuado como esble, aun(pie bien distinta de la.s anteriores. Con ticlla de la versión de El la naturalidad i>ropia de im <rran artista, Con linmhre que rie, de V^ictor Hurad Veidt, M esta obra, sabt! entrar en el si<ío, y también en /','/ pinjado glo x v n i , ajustars(í a su ambiente es|)ecial, de un hombre, El amado tucrear la .sensación de realidad y la ilusiém de tutnte y Ea última represenlas cosas vividas cada vez (pie apare(te en la esloción. A l mlvenimiento ilel cena. De nutivo n )S ofrece un peisonajo ile v o <ine sonoro, Conrad V'eidt luntad inflexible, y ([uc pasa de la intriga a la abandonó H o l l y w o o d e hizo tragedia con fuerza dramática insu(>erable. películas alemanas, como/JÍI Los norteamericanos han tratado de couven última compañía; en Elstree cor a Conrad Vt>idt para tpie fuera a Hollywood (Inglaterra) fué estrella «le de nuevo; pero el gran actor ha preferido fir la versión alemana de Cape Eorlorn. T u v o é x i t o mar un (ujntrato ( o n la ííaumont British panmundial en el papel del (^-nde de Metteniich, en el rodaje de tres i)eli('ulas. l ' n a de (illas- The las versiones inglesa y alemana de la céleli>re j>eI'assing of tlie Third Flor Raek- está actuallicula El congreso se dirierte. mente tíu produccit'm. Se dice *{\U' la siguiente Casi seguidamente comenzó a trabajar para será Rey de Jos malditos, con Noah Beery. Como la (¡aiimout British. Su |irimci film para ".-ta dato final, diremos que Conrad Veidt mide 1,88 empresa fué El ejpres'> de Roma, en el cual hizo y que tiene los oj(,'s azules. (I |)apel del jefe de una organización do liiuidiilni n t e r n a c i o n a l e s . SiTT guió a esta obra Yo he sido espía, en la (pie representó a un comandante alemán duiíuite la guerra euro[>ea. con Madeleine Carroll en el jiapel de la espía, .\mbas creaciones vivirán eu la memoria de todo aficionado; la de Conrad Veidt fué un prodigio de realismo y fidelidad. X o olvidaremos fácilmente afpiel co.mandante inflexible, p(To humano, militar y hombre a la v e z , 'ine se enamora de una enemiga de su |iatria, y (pie al descubrir el s(>creto cumple lealmente su deber, a pesar del dolor (pie le cuesta; como tampoco olvidaremos a({uellos cambios súbitos en la |>ersonalidad de Ccmrad Veidt, (mando sus conversivciíjiies c(m la espía, tiernas y amorosas, se trocaban en las frases aceradas de un hombre (jue sabe mandar. Después (le e s t o hizo Veidt d(js p(;lículas en Rstudios ingleses: El judio errante y lielladomia, y casi al mismo tiempo representó el principal par.onrad Veidt, en la intimidad de liiiuar. <l<-->|iarliMiiilti su i-orri-s|iondenria. auxiliado |»el de El judio Snss |M>r su esposa
V
1
ustedes. M e interesa lo español en el cinema desde un punt de vista práctico, positivo, verdaflero. (Veo, sinceramente, qn' se puede lograr una ])rodu('ción española de graii interés, ("(inviene que sea usted, tan autorizado eu el cinema muí. 4Íial, (|uien nos lo diga, ponjue aquí parece que t o d a v í a iif i íM-abamos de enterarnos de eso. N o nos decidimos a vencer ^ luiestro csceptic ismo d e siempre... • —Pues si (le algo les vale mi ojjiniím, ésa es, absolutaB mente sincera. Creo en ("1 cinema español. (V((o en l a p" sibilidad d e crear una gran produ(i('¡ón hecha a/jiúT 1-. más: entre las películas (]ue he vLsto realizadas en fej)aña. he encontrado algunas d e im j)ositivo interés, (í(mip:i ral lies a las hechas v.n Norteamérica. (No me refiero las superproducciimcs. a las grsmdes }_)elículas, claro, siu' a las cintas d e tijxi medio, normal...) —Entonces, a su juicio, el momento cinematografié" español... -Excelente, amig(j mío, sin hi|)érbole y sin adulación. .\hora sólo resta (continuar la marcha emjirendida, .sentir el entusiasmo de la tarea empttzada. H a y a n t e el (cinema
e.s|)añol un magnífico horizonte, lleno de posibilidades ; de promesas, l ' n factor imjiortantisiiuo, hay «pie atendei. sobre todo: la distribucií'wi. ¡ A \ . amigo núo, si viera uste<l o fundanuMital que (?s VHID en el numdo del cinema! 1producción e.spañola ha de atender urgentemente, con 1. m á x i m a atención, a una buena distribución de sus films. Rsto (!s vital [>ara todo cinema. -Y
usted, rejiresentativíunente, c(»mo director-gerente de 1.
Dan Knbertu l'rillo. din-rlor ;!rri'iii>' «le la importante dislribiiiilitr» Kailio Kilni>
L
N altii (ic don IJolicrtd T i i l l o en Madrid. Don h'olierto Trillo o- i-l director geicntc de Radio l'ilnis, nna de las niá> poderosas enli(la<lcs cin»in\atográficas uorteaniericíuiiis. L l e g ó ha<c p o c o de Barcelona y esta n c -
R a d i o Films, ¿ t i e n e algún pnjyecto c o n c r e t o en relación con el film de España? -Discúlpeme si no jmedo ser en esto todavía muy es|)lícito. Como le digo, m e interesa todo cuanto se refic re al cinema en E.spaña y dt Ks[>afia. Me interesa la p i o ducci('m española h(í(;ha axpií, o la que en español pueda hacerse en otros F>itudios. Y claro es que al hablar así no olvido mi cargo (¡n la Radi' Films. Quizá | ) r o n t o pued dar a usted noticias un píK' más concretas, que prueben (il interés de nuestra entidad por lo español. En otro .sen tido, y o , como encargado d' la o r g a n i z a c i ó n de nuestrü imo ftc aecii a a estas figuras agencias en España, he ten destar;adas del cinema yandido a (juc todo en esas suqui, surge en el j>ensamioncursalíis s(!a preferentísment i to la estampa típica: el hcunespañol, hajta en los moni' bre r(icargaíl(» de cifras y de res detalles. Muebles españo pose, abrumado d e negocios les, cerámicas españolas, \ y quehacenjs, de gesto supebasta cuando (jsto no eríi rior, que v a de la dureza a Don K<il>(-rlo Trillo, ron rl jt-ff ilr la t<iiriirsal <li- lladií i> tiliiix i-ii Madrid, don Jone O'Ors. \ nuestro direeposibU; do un modo tot»d li tor, don Aiilwiiio Valero de lt<-rnalir, ronvfr»aiido en la lerraza de un rónlriroeafé del Broaduav madrileño la indifereníüa Y , sin e m procurado ([ue \o español \\< bargo, e&te don l^oberto Triestuviera ausente: por ejemllo es la imagen d e toflo lo contrario. Es un latino, es un meridional. T i e plo, al traer máquina.s de escrüiir lie preferido las que tienen en su fabri ne una magnifica llaneza, y es efusivo, v i v a z y sonriente. Es, por su naci(•ación una parte española... Contamos y a (!on ochenta y cin(í(j empleadi' miento. mejicíUK), y hay españoles entre sus ascendientes: toda la soleni españoles en nuestras cinco agencias. Y todo mi em|>eño tiende a ha^er qu española- alegría, v i v e z a , entusiasrmí y cordialidad—alfuye a él, a su gran su trabajo les sea grato: üfi(!Ínas claras, confcrtablos, donde nada V sonrisa constante y a su palal)ra garl)osa y optimista. pueda ser hostil, donde t o d o tenga {)ará ellos un semblante cordial. D e — M e interesa extraordinariamente cuanto se refiera al cinema español terrar de su ánimo la idea de que v\ trabajij es peno.so y (lonvertir a ésl —palabras suya?, en el coche, camino de Aranjuez-—. Y con.ste <pic n en una tarea amable, (jue se hace gozosamente, sin iníiuietudcs ni pesü digo c-t<' i>oi tópicu, |i(ir cortesía obligafla : Í ' cnccntrai-me atpií, entre dumbres, en un ambiente de luz y de bienestar... che marchará a Sevilla, l ' e m . mientran llega la liora (ie subir al expresíj, la fina tarde madrileña—una ))ausa de S<JI entre los aguaceros })rimaverales- i»rinda l a oca-sión «le conocer los Estudios cinematográficos de Aranjuez. T o d o lo que sea cinema en P^paña interesa a don K o b e r t o Trillo. Y he aipií que esta tarde |»uede v e r algo tan de liov como unos Rstudios cinematográficos sobre un fondc tan clásiíHj como Aranjuez. Espíritu nuevo sobre un paisaje de ayer, en el que trenzan aún su lenguaje misterioso las voces muerta* del pasado. IneV itab 1 enlente, c u a n d o
I •líiu prograina, i iierido neñur Trillo, por el que hay (jue felicitarle t'tusiviuaente. Si todos os patroiuw sintiesen como uste«l, nuestra v i d a so•^ial no tenilría ese encimo y esa violencia <|ue hoy tiene... ("reausted (pie y o ol)ro asi }K)rque me parece justo y lógico. T o d o mi • ílku tiende a eso, y mi mejor alegría es la de saber que los españoles que trabajan a nuestras órdenes están contentos. Aranjuez. Kl puente sobre el T a j o , el hotel que fué Palacio de ( í o loy. el camino nuigníficamente sombreado por los árlxíl&s. Y los Rstudios, linalmente. Naves, cámaras, rastos de decorados. .\1 cabo de una hora, otra v e z junto al T a j o dormido e imperial, .\goniza la fina tarde, y en su horizonte .se funden f>ros y cenizas. /.Su impresión sobre estíts Ustudios españolea que usted acaba de 1-.'
Kxcelente. Confirma mi cretincia de «jue en F^spaña puede lograrse •iiia gran |>roducci<'»n. I l a v algo (pie me ba gustado extraordinariamente en ellos: su gran silencio. Ka éste un factor de gran importancia y que frecuentemente se olvida al construir unos Estudios. El silencio, para los íilnis sonoros, es fundamental, valga la paradoja. H a y que alejai' toda suerte de ruidos, (pie luego pueden aparecer reproducidos en la cinta. Kn e.ste sentido, estos K^stiulios de .Vranjiiez están muy bien situados, l'ios de t o d o trajín, aislados en una gran z(ma de silencio. Sobre el T a j o .se reflejan los últimos latidos de la tarde.
l l l i m o lroü<t Ai- la (.ruii Via. fülainita aiiirriraiia fii la t irja villa madrileña, lie aquí a don Koberto Trillo, ron don Joité IVOrs. pa^<eando bajo el sol de una libia mañana de Madrid POTS. C O I T E S
Anie un pabellón de los Ksludios ein e m a l o g r á f i r o s de \ranjuez: don Roberto Trillo ron don losé D'Ors, nuestro compañero Montero Alonso y un empleado de la Kndio Films en l'>pañu
l'l director-gerente de la Radio Films, don Kolwrlo Trillo, durante su visita a los '''studios cinematográficos de Aranjuez, acompañado de uno de los altos jefes de éstos —^
Y a las jugosas masas verdes de los jíirdines (pie pintó liusiñol son una ís.rm\ .sombra confusa. Habrá que volver jironto u .Madrid. La voz de don R o b e r t o Trillo- vn ella toda la gracia latina, toda la jugosa cordialidad del Sur- traza aliona en el silencio del anochecer perfiles de anécdota, eintu-ión y sonrisa de recuerdo personal... —El periodismo es un gran cimiin « para el cinema. Entre ol uno y el otro liay vínculos indudables, y fnuíthas figuras destíu-adas hoy en el f'inoma se iniciaron [irimero en el periodismo. Esos fueron mis j>riineros paso.s. Quise hacer unas interviú.> a algunas
estrellas cinematográficas. .Xptmas sabía inglés. Y fra<*asé, naturalmente. Hasta que, con ayuda de la fantasía y con lo que me sugirió la imj>resión perstmal, preferí crear at^uellos re|)ortajes, hacerlos casi sin haber hablado con las estrellas. .Me salienm mucho mejor <pie si efe<>tivamente hubieran sido hechos en la realidad... Asoman desjniés a la conversación el barrio sevillano de Santa Cruz, \ las reton'idas callejas de T o l e d o , y lamurallas doradas de A v i l a de los (Caballeros... Se habla de las mujeres españolas y del cinema de H o l l y w o o d . I>e la próxima |)roducci(')n de la Radio K . O . : Hoberlu, IM alegre dimrriada, IAHÍ últinu>x dia.-i de Pompej^a... Y de una película en c(»Ior (pie .-era una revolución en el cinema y que marcará y a el paso definitivo hacia el film en colores, vencidos los tenaces obstáculos (pie hasta aliora habían lie<'ho imposil)!e esa maravilla. Y .se vuelve a hal)lar de P^paña: de sus ciudades, de sus pintores, de sus novelas y de sus sonrisas. Hasta «pie la tarde, caída y a , en un ancho silencio, bajo esta hora primera de la noche... I )e la penumbra se pasó a la sombra. De los rumores junto al T a j o , a la quietud canqiesina de la carretera. Camino de Madrid, las estrella van punteando de plata el ciclo...
Jan«- llñmilloti. un» <!«• la» más ((«•ríicl»', l«-lle/.«^ dr If.ilNwood. ri-rientemenu-
iii<«r,HirH.lH al . L o . . .
Solo
MUdCA EAAPRESA
I» K. K. O. Ka.lio l'irtur.
con
.on la f.ial r e a l i z « i « y.„\„-
nim-
polvos
T A N G E E l o g r a r á este a s p e c t o l o z a n o y juvenil
S . A . G . B .
Moñona [am ertmu) de
T a n g e e h a c r e a d o unos Polv o s q u e l l e g a r á n a ser fon f a m o s o s c o m o sus Lápices d e L a b i o s . Son i m p a l p a b l e s , invisibles y tienen la singular p r o p i e d a d - c o m o los Lápices T a n g e e - d e cambiar de matiz a l a p l i c a r s e . H e a h í p o r q u é se a d a p t a n fon p e r f e c t a m e n t e al color n a tural d e c a d a cutis, transmitiéndole e s e a s p e c t o l o z a n o y juvenil tan e n c a n t a d o r . ^ Coja famoño corrienfí» Ptas
1
5,00
Modelo de ensayo, muy apropiado para boUo. Ptos. 1,50
(Timbrel incluidos
FIN d£ FIESTA ESPECTÁCULO
Sr. D. FEDERICO BONET.-Api. 202 Modr¡d Incluyo en sellos de correo Ptos. 1,50 para muestras de polvos, lápiz, rouge y compocfo. Nombre „ Calle N. Población Provincia j {•cribo clora y onvio ol sobro torrado
Roberíol^ TAN FAMOSOS
COMO LOS LAPICES
Nombre TenUd«ro, Greta Gustafssoo. Nació en Estocolmo el xS de Septiembre de 1905. Cuando tenia catorce aAoa, por muerte de tu padre, hubo de trabajar en .ayuda de tu casa: primero, en una bariberia, j hicfo, en los Almacenes Bergt. Apareció en un film de propa ganda «stable^mienta, 7 en 192a sotiy obtuvo d e f l s a l i r a d o T Petschler ua > ta cierta comedia al estilo de Mac Cao ánimo de dedicarse a) teaj iagrcaó en la Real Academia de Arte OiMaAtico, cuyo director, Gwtal Motan, der, la recamendó en 1933 al graa anhnador cinematográfico Mauritz StOler, I » . grando que se le asignara papel ia^ortaate en «La ci^iaciAn de Costa Darliug». Stiller, logrado ese primer triunfo, I a Constantinopla para hacer otra »: pero quebró la Empresa j hubo I regresar a Estocolmo. Sin embarga, I iNiÜo, Stiller puso en rriación a GrHa I el realisador Pabst, que le dio «1 co' metido de heroína de un film. Por entonces, la Metro Goldwyn-Mayer, deseosa de ralores europeos, ofreció un conI a Stiller, y <ste impuso como coadtI al nombre de su protegida. Aceptada | p « | l artista por complacerle, ainhoa I el ñajc a Hollywood en Juh 19x5. A regañadientes se dio a Orerpafsl da protagonista de «Entre n*> ajos», fue fué ocasión para que ella 1 » . ' cine su extraordinario talento de actris, consagrado de modo indiscutible con « E l demonio y la carne» en el cine mudo y con «La reina Cristinas en el sonora. Es soltera y enemiga de todo exhibicionismo pobUcitarie. Estatura, 1,67.
V
Cabello rubio. Ojos
Ptücultu
gme km imi«rpntmd»t
Ptérotlvagmlnmio (Luffar-PtUtr ). Ehk Petschier. La txpúuúSn it Gostm Bnliug, Manrice Stiller. B»jo la mdj-
cora d*i ptae*r (Die Frendlose Gasu), G. W . Pabst. Emire naranjos. Monta Bell. La titrra di todos (Tk* Itmfitnss ), Fred Niblo. El dtmonio y
Ui eomt, Claieace Brown. Ana Kartnina (Lovt), Edmnad GouMing. La mtmjtr divina. Vktor Seastrom. La dama misttriosa, Fred Niblo. La mujtr l<;rra, C.Arown. OtfuUtas salvajts, C. Brows. r«ntec>da, John Robertson. El btso, Jacqnes Feyder. Anna ChrisHt. C. Brown. RoiaanM.
C. Brown. Jnspiracián, C. Brown. Jl#ata-Hari, George Fitimaiirice. GrmU
HoUI, E. Goolding. Susan Ltnnox, Robert Z. Leonard. Come Ht mtdt-
stas, G. Fitsmanrice. Cristina dt Smtcia. R o a b ^ Mamoolün. El vtiopmtado, Richard Boieslavsky.
Í
DoHa MtnHras, Adeiqni (JosaviUe). La Jitsta dtt diablo. qai MiUar (Joinville). Sombras cirta. Adelqai MiOar (JoánvUle). í ga dt la cocina, Jorge Infante (Joinville). Su nockt dt bodas. Loáis Marcantón (Joinville). Hoy ftM tasar at principt. Lewis Setter (HoOywood). ¿Conoc4S a tu mujtr?, Lewis Seiler (Hollywood). Eran trtet, David Howard (Hollywood). Stuana titnt aa 1 crcto. Benito Perojo (Barceloaa).
novio dt manta, Florián Rey ( I joex). La htmutna San Siüficio, rtán Rey (Aranjoes). Crisis Benito Perojo (Madrid). Soy un se»orito (sJUtth). Florián Rey (Madrid). Rumbo al Caira. Benito Perojo (Madrid).
Ealatam. i , M nMtrot. Caballoa caataftea. Ojos astil verdoso.
(BORIS)
(EVELYN)
»alUa dedicada tan sólo a represeatacioaaa de Shakespeare. Con este fin aceptó • a el verano de 1933 el contrato que le , < l l f fs la Casa Paramount; según declara Kvalya, st ha impuesto un plaso de cinco •Aoo dt actuacióa eiatmategrálica, en ti cual etpcra ahorrar lo necesario para con*agrafae a lo que constituye sn entutiasmo •riistico. Es hi ttaica estrcUa de HóDyL « a o d ea cuyo caa«rato figura una d á o ' ~ * i ta virtud de U cual Evelyn no habrá * btaar ai da ser besada ante el tomaviaa. Es ttacüla tn tas gnaloa, ama la lecm r a , ne ha querido nunca cortarse d • W o según la moda, y rara vas asiste a otstas nocturnas.
PMemlms f « « kti imttrprataéot
A R L O F F
E N A B L E
•ació en Cincinnati (Estado de Oblo) 1 el 18 de Octubre de 1913. Es hija del profftaor Emerson Venable, distinguido per ta* trabajos acerca de Shahtspeare. D Ó d t aiAa manifestó Evelyn su afición al teatro clásico, y su primer cometido de actris fué encamar la herofna de eRaiBeo y Julieta» en una función dt aficiónadct. Bajo la dirección de su padre, biso ettndiot oaiversitaríos con gran aprovechamiento: L pato decidida sitaipre a ceniagrarae a la MMtna. TermiMda su cducacióa, eAtró a • • t M a r parte, como actrb fisliilBaitl. de pmm CompaAia de U que es figura aobea' MMtntt el gran actor smerjcano Walter •ampden, cao quien no tardó ea trabar «mistad estrecha. Ha recorrido casi todo •1 territorio norteamericano, y en todas yartes cotiquistó aplausos entusiastas por M t interpretaciones dt obras maestras del taatra universal. Su propósito es reunir • a a fuerte suma para formar una Com-
Hadó en Madrid el a i da Octubre da 1S97. Movido de precoz aficite teatral, a los doce afios ingresó en una CompaAia infantil que preparaba su primera salida. Para asistir a los ensayas tenia que aprovechar las horas de recreo e incluso las de sos deberes eacatafcs. A punta de marchar a Cuenca la Compaflia, los padres de IGguel, enterados de los ptopé sitos de éste, eritaron su partida; pero consintieron algún tiempo despads, vencidos por la fuerte vocación, y el muchacho pudo reunirse a sus cacaaiadas ea Andalucía. A l cabo de unos aAos de más fatigas que holgura ecooómica, {agresó ea la Coo^aftia del actor Enrique Lacaaa, e biso su primera aparición cosao galán cAraico en el Teatro Dindurra, de CijÓM. Marchó loego a América, coa tsñalado tritmfo desde su presentación ea d Taatro Coláa. de Montevideo, con las hasties da Pepe OuÜveíos. A poco se caavittió ea uno dt loa artistas más populares de Buenos Aires, en donde actuó durante dies alloa aa gteero chico y contrdia. Recorrió d Centra y «1 Sur de Aarfrica, y rtgresó a Espafla, para aparecer con sa Cnmpaflfa de lartaalaa y sainetea en d desapañcido Teatro dt Novedades y pasar hiego al Infanta Isahal como galán cómico. En la primavera de 1930 fatf contratado por la Casa Psramount para trabajar en JoinTiUt. Hiaa a W cinc» pcUcuUs en afto y madio, y pm6 a HoOfaioed en el cisneo dt U PtK. Oiaa mcatt diispuls volvió a sn patria, raaandtmlo s « labor de xacaada y rt vista, qa»a>andonóea»f34 para eoissagcarat dtOnitiTaractttt al d i w .
PMemtma qmt km inlerprHmJmi Canción di cuna (CraddU Song). Mítchell Leisen. La mutrít. dt vaca-
cionts (Dtath takes a Hoiliáay). Mitchdl Leisen Apostando a Cupido (David Harum), James Cruze. DoubU Door. Charles Vidor. Afrj. Wiggs
of tht Cabbagí Patek. Norman Taurof. Tkt Counly r\mirman. John Blyrtoae.
Nooibre vtrdadtr*. WiBiam Hcniy Pratt. (El apellido Karloff es el de su abada materna, que era rusa.) Nació en Duhvich, un sabnrbia de Londres, d *i de Noviembre dt 1U7. Hiso sus primeras estudios ea una escuela pública, e ingresó de^^oés en ti King's CoUege. Sus padres querian qne fuese diplomático, prolejióo frecuente tn la familia: pero revaats da fortuna inyidieraa d pn^óaito t in^nlsaron at }ovcn a emigrar al Caaadá en 1909. La búsqueda infructuosa de trabajo docaate d g ú n tiempo le desanimó an sus plaatt de enriquecerse en d raaitwlu, 7 It dacidió a cultivar sus t W c i o t t dt actor, ao sentidas hasta tataocaa tatusiasmo. En Cowipaftfas quirió osas eaperisncia qiM wawihiadla. Hiso uaa excursióo a Europa, 7 f«(i«aó a lot Estados Unidos. Durante una ttaaperada dt inacdóa le aceateiaren a%iBMa amigoa da Chicago que intentase la coaquista de Holl7wood. intento que fracasó rotundamente, sin que le fuera poaible ni siquiera pendrar tn ua Estudio de d a e . Algún tiempo después, d mundo de U pantaOa le brindó su primera oportunidad: la suerte ao le fué taa esquiva, 7 pudo encamar unos cuantas papeles de tscats in^ortancia en varioa ñ a á , hasta que d director. James Whait, sacó su Bombre dd anónimo, confiándole d tipo del aaoos, truo en «El doctor Franhenstein». Por tu • t i l » ! l a en las caracttrisaciooea se It ha <^inilii d ttgundo Loa Chaae7, cahficatf*a que d interesado rechasa. haciead» vAlir tu personalidad. Está casado, y asna laa cattwmbras stncillaa.
El butu ladrón (Donovan's Kid). Fred Niblo El pulpo (Thi Wralk of tAtSta). Jack Conway. £i camtt t
rillo (ThtyillomticMtt).Raoai^ Elmilagradttafi (TktmiracUt Norman Mac Leod. Starfati o
rror dtl hampa (Sear/act). Ho Hawks. Tras la máscara (l mask}. John Prancis Dillón.
tor Fraukinsttin ( Franktnsttin). ••es Whale. El castrón dt las sombra»
(Tht oU dath houst). } . Wbale. Lot hijos dt los tgangsitrs» (Tht guilly gtutraüon). Rowlaad V . Lee. La momia (Tht mummy). Karl Freund.
La casa dt Rethsthild (Tht Houst of Rothsthitéf. Alfied Weker. La mis-
cara dt Fu-Mauchú (Tht mash of Fu-Maucku). Charles Brabla. El rt-
sucitaio (Thtghoml). T Hayas Haapordida. 1r>h»> K > - '
• s u t u r a . i,*4. CtbtBaa castalios. Oiaa
1,70. CabtNat castaAos. Ojna
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IN duda ninguna, es R o b e r t o R e y la primera gran estrella hispana que H o l l y wood lanzó con estruendo de publicidad por todos los países de habla española. Su nombre se popularizó rápidamente, sus films alcanzaron éxitos resonantes, y al calor de todo esto quedó señalado como uno de los favoritos del público en sus diferentes actividades artísticas. Porque R o b e r t o R e y es de i m a extraordinaria ductilidad. N o existe una aspecialidad teatral que él no haya cultiv a d o con éxito: la comedia, la zarzuela, el saínete, la opereta, las canciones y el cinema. Además, R o b e r t o R e y es un inquieto; de allí ese saltar a géneros diferentes y ese no parar continuo, principal característica de su vida. Esta cualidad, tan frecuente en temperamento.* artísticos, en él se acusa con enérgicos rasgos. A mí me da la impresión de que no
Paramount Qíiüuit^ hace sino correr todo el día de un lado para otro, llegando con retraso a todos. D i g o esto por experiencia, porque la tarde que le cité para esta entrevista me hizo esperarle una hora, al cabo de la cual apareció sudoroso, jadeante, como si terminara de entrar en la meta, luego d e una larga carreraMi frase de saludo fué la que el momento requería: —Una hora—le dije señalando el reloj. Disculpas atropelladas, razonamientos que y o admití como buenos, unos cigarros—principio, entreacto y fin de todas
Arríbaj Una dr las más recientes fotos de Ro berto Rey, el popular y notabilísimo galán cinematográfico
A la izquierdaí Roberto Rey ante li puerta de lo8 Estudios Paramount, en Hollywood
Abajo: Roberto Rey, con Rosita Moreno, ensayando al piano un número musical
las entrevistas—, y , al fin, nos dedicamos a cultivar este bonito y entretenido juego (le las interrogaciones. —Vamos a llevar un orden cronológico—le digo. —Pregunte lo que guste. —^¿Qué hacía usted antes de dedicarse al cine? — L o que ahora: teatro. —^¿En todas sus formas? —En todas: era actor de comedia, barítono de zarzuela y opereta, chansonnier, etcétera. —^¿Cómo logró ingresar en el cinema? —Para mí resultó muy fácil. Acababa de actuar interpretando canciones hispanoamericanas en varios teatros de Inglaterra y Francia, cuando la Paramount, al iniciar su producción española en Joinville, me ofreció un contrato por seis meses, con doscientos cincuenta dólares semanales. —^¿Cuál fué su primer film? — L a versión española de una cinta francesa que había hecho Jeán Murat. Se llamaba El agujero en, el muro; pero al filmarla en nuestro idioma se le cambió el título. —^¿Qué era? —Un hombre de suerte. L a dirigió Benito P e rojo, y en ella trabajaron conmigo Rosario P i no y Valentín Parera. —¿Quedó usted contento? — Y o no estoy nunca conforme <x)n mi trabajo; pero, sin embargo, creo que estuve bastante bien, teniendo en cuenta que era mi primera aparición en la pantalla, que no tenía la experiencia que hoy tengo y que actué con bastante miedo. N o obstante, hoy sigo creyendo que aquél es el mejor papel que t u v e en d cine. Si le huhiera hecho hoy, el resultado artístico ~" sería otro. —¿Loego-^iguió usted en París? — N o . L a Pa-
a relacionarme con algunos, entre ellos Gary Cooper, L u p e Vélez, H a r o l d L l o y d , Clara B o w , Paul Lukas, Adolfo Menjou... —¿Quiere contarme particularídades de estos actores que el público desconozca? —Paul Lukas, tan admirado en la pantalla por las mujeres, es calvo, y trabaja siempre, claro es, con peluca; A d o l f o Menjou tiene el pelo rojizo; al celebrado cómico H a r o l d L l o y d l e falta una mano, que suple con otra de g o m a , y Lionel Barrymore es cojo, aunque él lo disimula m u y bien. Fíjese que en la pantalla camina m u y poco, y cuando lo hace, v a apoyándose en un sitio y en otro. L a artista que más decepción me produjo personalmente fué Clara B o w . T e n í a su camerino en los Estudios Paramount próximo al m í o , y cuando la v i sin el maquillaje, quedé sorprendido. Ninguno de sus muchos admiradores la hubieran reconocido. — ¿ Y Gary Cooper? — T o d o l o que tiene de grande l o tiene también de infantil. E s un niño. P o r entonces era juguete d e L u p e Vélez, que tiene un carácter violento y caprichoso, y era curioso verles ir juntos a cualquier espectáculo. Indefectiblemente reñían, y uno de ellos se m a r c h i t a , dejando al o t r o dentro. —Es gracioso. P e r o volvamos a usted: ¿qué más hizo en Hollywood? — N a d a más. D e allí fui llamado otra v e z por los Estudios d e Joinville, donde y a estaba t o d o preparado para empezar U n caballero de frac. P o r cierto que ocurrió una cosa curiosa, muy americana. A l desembarcar en Fi H a v r e y tomar el tren para París, recibí el aviso de que al llegar a esta ciudad estuv i e r a vestido de frac. Así l o hice. Bajé del tren en este traj e , t o m é un automóvil de la Paramount, que me esperaba, y entré en el Estudio directamente al cuarto de maquillaje, y de allí, al set. —Eao se llama aprovechar el tiempo. — Y hacerle a tmo andar de cabeza. —¿Aquél fué su último film? —Sí. A continuación v i n o la suspensión de la producción española en Joinville y H o l l y w o o d , y y o v o l v í a mi v i da de siempre: al teatro. H i c e una larga toumée por Cuba, Méjico y sur de Estados Unidos, hasta que la finpresa del T e a t r o de la Zarzuela de Madrid me contra. ^ ^ ^ tó para su Compañía. Con ellos he estrenado Luna de Mayo, La casa de las tres muchcu:hcis y Siete colores. —¿Pi e n s a hacer cine en España? — Es mi m a y o r deseo. E n t a n t o lleg a el momento de actuar ante la cámara, v o y a presentarme con un espectáculo personal, a base d e canciones. — C o m o pregunta final: ¿qué sueldo ganó usted en Hollywood? —Setecientos dólares semanales, q u e cobré puntualmente durant e seis meses. — ¿ N o pensará que aqui le paguen eso? —¡Qué disparate! A la fuerza hay que ser m á s modesto. — P u e s que haga usted todas las pelicuRobeHo Rey, rodeado de algunos elementos técnico», durante la . las que desea. gimación de « U n caballero de frac», U primera pclicula rodada —Entonces, por el celebrado galán español en loínville serán muchas. N o s despedimos. R o b e r t o R e y monta en su siete caballos, que da el chasco a cualquiera, porque parece un avio d e verdad: con sus ruedecitas, su motorcito y su bocinita; y derrochando temeridad, arranca, sorteando los coches que llenan la calle.
Koberto Rey, con Rosita Moreno, en una escena de «El príncipe gondolero», película ijue. a juicio de nuestro interviuvado, es, de cuantas ha lomado parte, la de mayor rendimiento económico
ramount había organizado y a en H o l l y w o o d la producción española y fui solicitado para trabajar allí. —Donde entró usted con todos los honores, ¿no? —Sí, señor; quedé muy satisfecho del recibiemiento y del trato que todos m e dispen.saron. A d e m á s hicieron de mi nombre una propaganda magnifica, preparando v a la obra que habría de interpretar. —¿Qué fué? —Gente alegre. Mis compañeros en este film fueron Rosita Moreno y Hamón Pereda, con los que desde entonces m e unió tma gran amistad. —Parece que existia el propósito de hacer con Rosita y usted una parej a artística. —Ese era el deseo, efectivamente. Y prueba de ello que en H o l l y w o o d trabajé siempre con ella como partenaire. —¿En qué otro film? •—En El principe gondolero, la película mía que s ^ u r a m e n t e ha dado Bttás dinero. —Cuénteme, R o b e r t o : ¿qué impresión tiene de H o l l y w o o d ? •—La que tiene t o d o el mundo, si es sincero. Alrededor de H o l l y w o o d se ha forjado una falsa literatura que todos los que allí hemos estaüdo debemos destruir. H o l l y w o o d es una ciudad de trabajo, pues aparte de la avenida principal, donde está reunido el comercio, todos lo demás son Estudios y viviendas de artistas. Bixiste un aspecto triste, que es el de los ilusionados que llegan de t o d o el globo para conquistar la gloría del ciQe, y , naturalmente, está más desarrollado que en ninguna otra parte; pero H o l l y w o o d , y o no m e cansaré de repetirlo, es un lugar ideal,'bellisimo, donde todo esfuerzo encuentra su recompensa. •—^¿Usted cuánto tiempo estuvo? —Seis meses, de los que trabajé tres. — Y el resto del tiempo, ¿qué hacía? —Pasear, hacer excursiones con R a m ó n Pereda, que v i v í a conmigo, y 'oncurrir a las frecuentes reuniones q u e organizaban los compañeros en •^'•8 casas. •—¿Reuniones de artistas exclusivamente? —Casi en su totalidad. — D í g a m e , R o b e r t o : ¿á qué arti-stas famosos t u v o ocasión de conocer? — L a colonia española v i v í a completamente independiente de los demás actores, por razón de idioma; pero y o , que conocía el inglés, l l ^ u é
Joaquín
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H t LO La p«sca <!• la ponfa en las profundidades d e l Océano, con sus peligros V traboios
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Las mds divertidas aventuras de dos «viudas alegres», fáciles a la seducción. UNA
CARCAJADA
CONTINUA
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EMPANO
19 RODUCCION
IBOS
•W»»tlCtTO
iNTEnPACT.
LÓPEZ HEREDIA
•
Biblioteca
de
pensionistas de la señora Schultze. Después de largas horas de meditación, se convenció de que el mejor modo de conseguir lo que tan ardientemente deseaba era buscarle un empleo a K a t e . Y se dedicó a ello con todo entusiasmo. U n día se presentó, jubiloso, en casa de la señora Schultze. A decir verdad, Kate no le guardaba rencor alguno. Su natural amable había perdonado al detective lo que ella juzgaba una desatención. L a acogida fué cordial. —Entre, señor Flinck. ¿A qué se debe el honor de esta visita? — A n t e todo, al placer de saludarla, señorita, así como a la señora Schultze y a su amiguita Ellen... Y después, al deseo de comunicarle una buena noticia... Sepa usted que le he buscado una colocación. L a joven aplaudió, contenta. —jOh, señor Flinck, cómo agradecerle...! T e d d y comprendió que el desdichado incidente del Coq d'Or estaba olvidado, y para acabar su obra de reconciliación con la encantadora mecanógrafa, adoptó un aire desenvuelto: — ¡ B a h , yo no he hecho nada de particular!... E l del auto. j azar ha intervenido felizmente. Supe que un director, Y sin más comentarios, se separaron. abrumado de trabajo, necesitaba una colaboradora in- j telifente, y pensé en usted... Diríjase a este señor... j L a admitirá a usted enseguida. i L a aventura del Coq d'Or contristó enormemente a T e d d y sacó de la cartera u n a tarjeta de visita y se Teddy. Y como le era muy agradable el picaro rostro la entregó a Kate. Pero, con la emoción que le domi- i de Kate, logró entablar relaciones amistosas con las naba en aquel instante, se equivocóde tarjeta y, en vez de la correspondiente al director de que había hablado, le dio a K a t e la del señor Hofert. L a muchacha guardó la tarjeta, y la bondadosa señora Schultze, particij pando de la alegría general, invitó a comer al detective. El se excusó, pretextando que las obligaciones de su cargo le reclamaban imperiosamente en otro lugar, y se marchó, escoltado p o r un coro de admiraciones de las tres mujeres. Terminada la comida, Kate corrió al despacho del comerciante de pianos. —¿Qué desea usted, señorita? ^•w^ \ ^ — H a b l a r al señor Hofert. Wsf^'^r —¿Es asunto personal?
A fuerza de hacer suposiciones, el detective dio con la causa del enojo de la muchacha. — E s t á usted ofendida porque las he abandonado un momento, ¿verdad? Ella, en vez de responder, preguntó: —¿Ese señor H o m e m a n n piensa retener toda la noche a Ellen? Teddy se convenció de que sus tentativas de reconcicliación eran vanas, y se encerró en un mutismo imp;3netrable. Con ojos melancólicos fingía interesarse en lo que pasaba a su alrededor. K a t e le imitaba. U n a hora después llegó Ellen, furiosa. — ¡ H o m e m a n n es un monstruo!—murmuró—. M e ha dictado veinte cartas... Vengo rendida... ¿Nos marchamos? —Bueno—dijo el detective. Y llamó al camarero. E l regreso fué lamentable. Ellen no cesaba de murmurar contra su jefe; K a t e dormitaba en el asiento del taxi que las conducía al domicilio de la excelente señora Schultze, y Teddy no despegaba los labios. , —¡Qué noche!—suspiró Ellen cuando descendían]
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—Sí, y espera mi visita. L a empleada de Hofert, no ignoran(lo la gran debilidad de su jefe por el bello sexo, murmuró para sí mientras se alejaba: — ¡ O t r a víctima! L a empleada anunció a su jefe: — U n a señorita desea hablarle. — ¿ U n a señorita? El incidente ocurrido en el Coq d'Or había enfriado sus relaciones con la señora Bobrinski. Temeroso de que ella viniera a reanudarlas, preguntó: —¿Su nombre? — N o me lo ha dicho. Pero usted espera su visita... Estas palabras turbaron al señor Hofert. — E s una morena, ¿verdad? — N o ; muy rubia..., muy joven... y muy bonita...
ove c I nematoqra r i conr CIMEGHÁMAS inicia en cate número la publicación, en forma noveteaca, de alguno» argumento» de film. Queremo» dar a é»to» la viveta, la amenidad y la animación de una novela. Nue»tra primera película—tSiempre el aman—tiene toda la gracia ligera y todo el »uave »entimentali*mo de nueitro tiempo. Lo» interprete» principóle» de e»te argumento cinematográfico fueron Liane Haid, Je»»ie Vihrog, Ralph-Arthur Robert», Adolf Wohlbrück y Theo Lingen. Ha hecho la» ilu»tracione» de t Siempre el amor» el notable dibujante Vátque» Calleja
y
A rubia K a t e y la morena Ellen eran mecanógraías, y aunque de opuesto carácter, o quizá por eso mismo, eran íntimas amigas... L a una trabajaba por gusto; la otra, por obligación. Y era motivo de asombro para la excelente señora Schultze, patrona de ambas, la íntima amistad que las unía. — E s a s dos muchachas—decía la buena señora—se diferencian tanto entre sí como la noche y el día, y, no obstante, se llevan como hermanas. K a t e se hallaba sin trabajo hacía algún tiempo, lo que no influía en su ánimo ni en su buen humor. Se levantaba temprano y recorría infatigable la ciudad, buscando colocación. Y cuando a la hora de comer regresaba rendida, decía sin amargura: — M a ñ a n a tendré más suerte. Pero, desgraciadamente, el tiempo transcurría, y la suerte no se presentaba. U n día regresó, al fin, satisfecha, anunciando con alborozo: —¡Buenas noticias! L a señora Schultze, que estaba poniendo la mesa, preguntó: —¿Es que ha encontrado usted colocación? — N o , señora Schultze. —Entonces, ¿por qué esa alegría?—intervino Ellen, intrigada. Me he cruzado en la escalera con nuestro vecino Teddy Flinck. — ¿ Y te ha pretendido? K a t e prorrumpió en una carcajada. —¿Pretenderme el señor Teddy? ¡Qué idea! — N o tan disparatada. Y a sabemos que te ronda. —¡Pobre de mi! A n d a demasiado ocupado con sus trabajos de detective para pensar en bodas. Se ha limitado a invitarme a cenar esta noche en el cabaret. —Menos mal. Eso le servirá a usted de distracción— insinuó la señora Schultze. Y como Ellen pareciera un poco celosa de no haber «dojayitidato^ .
—Tranquilízate. H e aceptado a condición de que tú nos acompañarías. I.<a fisonomía de Ellen se serenó enseguida, y murmuró con melancólico acento: —¿Acompañaros? ¡Ayl... ¡Es imposible! — ¿ Y por qué? —Porque mi jefe, el señor Hornemann, tiene la manía de hacer que me quede trabajando después de las horas de oficina. Ese hombre es insaciable... — ¡ B a h ! E l señor Flinck le conoce, y le rogará que te deje libre esta noche. E n efecto, Teddy habló por teléfono al jefe de Ellen, y consiguió el permiso para la muchacha. A la caída de la tarde, el detective llamaba a la puerta de la pensión de la señora Schultze. Sus invitadas estaban y a dispuestas. — ¡ E n marcha!—exclamó el detective. L a s jóvenes descendieron alegremente la escalera y ganaron la calle, en donde Teddy alquiló un auto. — ¡ A l Coq d'Or!—ordenó al chófer. Y el coche, con un vigoroso ronquido dtl ntm, emprendió su carrera hacia el cabaret.
Cuando el taxi de Teddy se detuvo delante del Coq d'Or, una gran multitud llenaba y a el establecimiento. Sentados a las mesas, hombres en smoking y damas descotadas saboreaban un menú escogido, mientras que numerosas parejas bailaban a los acordes de un jazz infatigable. £1 detective guió a sus invitadas a través del salón, brillantemente iluminado, sin dejar de observar, por costumbre, a la concurrencia. D e repente tuvo un ligero estremecimiento, que no pasó insidvertido para Kate. —¿Qué es lo que le ha impresionado a usted?—preguntó ella discretamente. — N a d a . . . Busco mesa donde podamos estar tranquilos. Y añadió con viveza:
I W t U o l e c a de
—Síganme... Y a he encontrado... K a t e y Ellen le siguieron dócilmente, y algunos minutos después se instalaron en una mesa al fondo del salón. Pronto, merced al champán, entablaron una conversación animada; per<j, a pesar de los esfuerzos para consagrarse exclusivamente a sus encantadoras amigas, T e d d y parecía un poco preocupado, y de v e i en cuando dirigía miradas investigadoras a un extremo de la sala. K a t e le susurró, bromeando, al oído: — E s bonita, ¿verdad? —[Perdón!—replicó Teddy, confuso. — N o intente despistarnos, querido, ^ — E s que no la comprendo a usted, K a t e . i — E n ese caso, voy a precisar. Está usted preocupa- i do por una d a m a . —Se engaíla, señorita K a t e . Se lo juro. —Pues no le creo.
—Ni Yacdaifi5Xíflfi.fiUfla«.
Y , sin embargo, Teddy hablaba sinceramente. La? persona que él vigilaba era un rico fabricante de pia- ; nos, llamado Hofert: un señor que consultaba su reloj ! a cada momento y que manifestaba una gran impa- ] ciencia. i —Entonces...—continuó K a t e — , sea usted franco. ¿Quién es? En este momento, una dama, vestida con llamativa elegancia, se acercó familiarmente a Hofert. T e d d y se levantó como impalido por un resorte. —¿Dónde v a usted?—^preguntó, inquieta, Ellen. —Perdonen, señoritas. Se me había olvidado d a r por teléfono un recado urgente. U n minuto, solo un minuto... Y se dirigió aceleradamente a la cabina del cabaret. Las dos jóvenes amigas se miraron con extrañeza. —¿Qué significa esta comedia?—dijo K a t e . — N o sé. L o indudable es que el señor T e d d y se está portando con nosotras de un modo bien extraño. — j Y bien galante, por ciertol —Su actitud me desconcierta.
SIEMPWE — Y a mí me desespera. Vamos a pagarle con la misma moneda. —¿De qué modo? —Marcbándonos ahora mismo. Kate reflexionó uno momentos. — N o , otra cosa mas hábil. Y esbozando un gesto malicioso, anunció: — A h o r a verás. L l a m ó al ntaítre d'hótel. £1 hombre acudió, obsequioso. — N o estamos bien aquí. Que lleven nuestras copas a otra mesa y que nos sirvan una nueva botella de champán. —Pero... ¿y ese señor que estaba con ustedes?—objetó el mattre. — D e j e n su copa aquí. Si él lo juzga necesario, nos buscará. —Como las señoritas dispongan. Entretanto, Teddy, aferrado al teléfono, pedia impacientemente el número de un abonado. —|A1Ó! ¡Aló!... Galvani i814... ¡Pronto, haga el favor!... A l otro extremo del hilo telefónico, su corresponsal dio, a la postre, señales de vida. —lAló!... lAló!... ¿Qué desea usted? —¿Hablo con el señor B o brinski? — E l mismo. ¿A quién tengo e.l honor...? —Soy el detective T e d d y Flinck. —(Encantado! ¿Qué hay de nuevo? —Tengo la prueba s\ificiente p a r a su divorcio. —¿Es posible? —Sí. Mis deducciones no me habían engañado. S o s p e c h é que la señora Bobrinski mantenía relaciones culpables con Hofert, el gran fabricante de pianos. Siguiendo las instrucciones de usted, me puse a vigilarla, y pronto me extrañaron las frecuentes visitas que hacía al almacén de pianos... E n fin, abreviemos... Tome su auto y venga enseguida al cabaret del Coq d'Or... A q u í encontrará a su esposa en galante entrevista con el seductor. Bobrinski exclamó: —¡Mis felicitaciones, querido Flinck! jVoy ahora mismo! L a perspectiva de librarse del yugo de su infiel consorte le entusiasmaba. Desde hacía tiempo estaba persuadido de que se burlaba de él. Pero la señora procedía con tanta habilidad y sabía preparar tan bien las coartadas, que todas las tentativas para desenmascararla resultaban inútiles. Media docena de policías particulares habían fracasado en su propósito de sorprenderla en flagrante delito de infidelidad. Y sólo la sagacidad de Flinck, ayudada por el azar, había triunfado de la malicia. Mientras volaba su auto, el marido repetía como un estribillo: —iQué desquite! |Qué desquite! Teddy salió encantado de la cabina telefónica, y se disponía a reunirse con sus invitadas, cuando tro-
pezó con Hornemann, que le decía tendiéndole la mano: — L e buscaba a usted. — A sus órdenes—dijo Teddy. —Dispense. Me ausento mañana, y antes me es a b solutamente necesario dictar tres o cuatro cartas a la ssñorita Ellen... Esas cartas deben salir en el primer correo. P o r esta circunstancia me he permitido venir al Coq d'Or, pensando que usted no tendría inconveniente en cederme a mi secretaria durante un cuarto de hora... Mientras Hofert dejaba a sus jefes de servicio el cuidado de los negocios para consagrarse a una existencia de placer, Hornemann, trabajador infatigable, no delegaba en nadie la iniciativa de sus asuntos. —¡Qué bruto!—pensó Teddy. Y en voz alta añadió: —Querido señor Hornemann, no puedo oponerme a sus deseos. Supongo que no sin motivo busca usted a su secretaria. Pero me es difícil, delicido, transmitir a la señorita Ellen... — L o comprendo. Por eso le he avisado yo. —¿Que ha avisado a la sjñorita Ellen del celo con que usted le busca trabajos extraordinarios? —Sí. Y aunque la cosa, en el fondo, no la seducirá, ha respondido que acepta. —Entonces, nada tengo que hacer sino rogarle que no nos prive mucho rato de la compafUa de esa señorita. Hornemann no escuchaba ya. Con una inclinación le dio las gracias y giró sobre sus talones. —¡Qué bruto!—repitió Teddy, viéndole alejarse—. A l menos, debió despedirse con más finura. Y se encaminó al salón en busca de la mesa donde dejó a las dos amigas. A l ver la mesa desocupada y en ella su copa de champán, se quedó con la boca abierta. —¡Esto es demasiado ya! Ese fenómeno de H o r n e mann es capaz de haber requisado también a la señorita K a t e . Nervioso, llamó al maUre á'hótel: —¿Dónde están las señoritas que comían conmigo? — H a n cambiado de mesa, diciendo que, si usted lo creía necesario, ya las buscaría. Teddy. asombrado, recorrió de una ojeada el salón, y descubrió a K a t e en una mesa próxima a la de H o fert. Ellen se había marchado ya, con su terrible jefe, a un saloncito contiguo, y la pobre K a t e contemplaba melancólicamente a las parejas que bailaban. Teddy se dirigió presuroso a su encuentro; pero en el camino le detuvo Bobrinski, que acababa de llegar y que, impaciente por saborear su venganza, exclamó: —¡Obremos rápidamente! —¡Silencio!—aconsejó Teddy—. ¡ N a d a de escándalo! — ¡ A l contrarió! ¡Van a oírme hasta los sordos! — ¿ Y para qué? Arreglemos la cuestión de un modo amistoso. — E s o es cosa mía. ¡Indíqueme dónde está mi mujer! — L e ruego que se calme... Pero estas palabras exasperaban al marido ultraj a d o , que rugía: — ¡ M i esposa! ¿Dónde está mi esposa? Las parejas tropezaban con ellos. Algunas protestaron. Y , a despecho de Teddy, se promovió un altercado. Avisada por el alboroto, la esposa infiel exclamó, azorada:
EL
AMOR
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—¡Cielos, mi marido! —¿Tu marido?—^preguntó Hofert, sobresaltado. —Sí, es el que disputa... Te dejo. Menos mal que no me ha visto. Sus cóleras son terribles. Aprovechando la confusión que reinaba en el establecimiento, se deslizó en la sala de vestir, mientras T e d d y procuraba atrancar, no sin trabajo, al indignado Bobrinski de las manos de sus antagonistas. —Créame usted—le decía el detective—; en un lugar como éste, es mejor proceder con prudencia. — ¡ M i mujer! ¿Dónde está mi mujer? — A h o r a se la enseñaré. V e n g a usted conmigo... Teddy se puso a inspeccionar la sala, sin descubrir a la culpable. Bobrinski le instaba, impaciente: —¿Me dirá usted, al fin, dónde está esa infame? — ¡ E s asombroso!—murmuraba el policía. — ¿ N o la encuentra u.sted? —Pero, ¿cómo es esto? L a mesa que ocupaba Hofert está vacía. ¿Dónde se ha maichado? —¿Quiere decir que hemos errado el golpe? — T e m o que si. Y por culpa de usted. —¿Se burla de mí? — N o estoy p a r a burlas. Cuando iba a g a n a r la prima que usted me ha ofrecido; cuando íbamos a sorprender en flagrante delito a la culpable, ella desaparece. ¡ Y ahora hay que comenzar de nuevo!... Su esposa y Hofert, advertidos de su presencia por el escándalo, han huido, se han eclipsado. ¡Si usted me hubiera hecho caso!... Bobrinski se dejó caer en una silla, suspirando: — ¡ D e verdad que no estoy de suerte! — N i yo tampoco—añadió T e d d y — . V u e l v a a su casa. E s lo mejor que puede hacer. Y le acompañó hasta la puerta del cabaret. E n cuanto a Hofert, estaba ojo alerta. Cuando se retiró prudentemente la señora Bobrinski, cambió de mesa y se acercó a la de K a t e , fingiendo un desvanecimiento. A l a r m a d a la joven, le prodigó toda clase de cuidados, y el tunante del viejo se dejaba cuidar, desempeñando su papel como un actor consumado. Cuando dejó de oír las voces de la discusión, dedujo que habrían expulsado del cabaret al marido de su amiga y que ya no corría peligro en volver en sí. —¿Está usted mejor?—le preguntó K a t e . —Mucho mejor. Gracias, señorita... Padezco del corazón, y la más ligera emoción me mata. Se incorporó con las manos crispadas, haciendo visajes ridículos, para acreditar más profundamente su crónica dolencia. Parecía haber pasado todo peligro. L a s parejas continuaban entregándose voluptuosamente al placer del baile. U n a vez más, Hofert testimonió a K a t e su reconocimiento, y se marchó discretamente. Entonces, Teddy abordó a K a t e : —¿Por qué cambió usted de mesa? — P o r q u e ésta vale más. — E s una respuesta v a g a . —Pues me parece suficiente. —¿Por qué me habla usted así, Kate? ¿En qué la he ofendido? — N o hablemos más. V a y a a buscar a Ellen, y regresemos a casa. — P e r o haga el favor de explicarme... K a t e hizo un gesto desdeñoso. T e d d y tuvo que contarle todo lo que había motivado sus idas y venidas, tan extrañas, al parecer. Pero Kate permanecía enigmática ^ ofendida.
SOIICITA CAMBIAR CORRKSPONUKNCiA crin lectores de CiNK<;KAMAS:
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(Harcelona ) . -Muy a c e r t a d o su juicio obre el a r t e en el cine, f'ero en lo <iue dice después de eso... sí <|iie no e s t a m o s de acuerdo. Kl r e p a r t o de F.l crimen dil Varíete es el sifjuiente: K r e i : LantU-r: Cari Hrisson; Bill Murdock: V í c t o r .Me 1.aRlen: Jack líllery: Jack O a k i e ; Ann VVare: K i t t y Carlisle; N o r ma W a t s o n : D o r o t h y Sticknoy; R i t a Ross: C.'rtrude -Michael; Mrs. Helene Smith: J e s s i e Ralph; Honier I{(M)thy: Charles B. Middl t o n ; S a d i e E v a n s : Gail I'atrick; D r . Saunders: Donald Meck; VValsh; C o t t o Hoffrnan; Meii: Charles .Me A v o y ; Maryl: B e r y W a l l a e e ; V i v i c n : Bí'irbara l""ritchic; X a n cy; T o l i y W i n s ; L o n a : L o n a André; M:inaser: Colin 'l'apley. Director: Mitchcll Leisen. Kscriba a A l i c e F a y e , N o r m a n Foster y K e t t i G a l l i a n , a l"ox Studios, 1401 N . W e s t e r n A v e . , líoMvvvo.id í C a l i f o n i i a ) .
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U.NA KSTUDIANTK DE FARMACIA (Valladolid).--Yo creo que lo más inip:>RTANTE p a r a usteíl sería terminar la carrera, ¿no? T o d o ESO QUE m> dice es dificilísimo DE realizar, pues son millares de ideas en otras tant a s c a b ' z a s , TTKLAS ellas iguales a la suya. Inscriba a Lina V e g r o s , A n t o ñ i t a Colomé, R i cardo Núñez y Miguel L i s e r o a C. F . A . , fVirquilló, 10, .Madrid. Cuando escriba A los lístudios nortean!.>rji anos NO se le olvide enviar UN sello de 1 0 cent a v o s , cuando pida una FOTO••rr\fía.
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t. negro, K e t t i tiallián, .Madeleine Carroll y Holé.i T w e l v e trees, a F o x Studios, 1401 N . W e s t e r n .-\ve. Paul .Muni, W a rren W i l l i a m , K a y Francis, .Marión Davies, M a r y A s t o r y G l e n da l-'arrell, a VVarner Broos, Burbank (California). N o importa que escriba en español, ])ues la correspondencia se l a traducen fíicilm-nte a t ( K l o s los artistas. \NITA SÁNCHEZ (MadridJ. 1.a canción t i t u l a d a « F l M m i s e ro*, de la p;'lícula liajo el cielo de Cuba, e s c o m o sigue: Maní... .Maní... - Si te quieres por el pico divertir, -cómete un cucuruhito de maní.— ¡Qué calenlilo y rico está!- Ya no se puede pedir más.— i.4y! Caserita no me dejes ir,- -porque después te vas a arrepentir—y va a ser muy tarde ya.—Manisero se va... — Manisero se va...—Cuando la calle sola está,—casera de mi corazón,— el manisero entona su pregón.— Y si la niña escucha su cantar, llama desde su balcón:--¡Dame de tu maní! -Esta noche no voy a poder dormir—-sin comerme un cucurtuho de maní. -¡Me voy! ¡.Me voy! ¡Me i'oy!... Muchas gracias por la canción que envía, que en el m o m e n t o que me la pidan, la publicaré. I.a otra canción que m e pide no se la pued<i dar, pues creo que no es de ninguna película.
Bi.ACK AND Bi.oND ( Benimaclet):—Solamente tenía en mi poiler una c a r t a de ustedes, y muy gustoso c o n t e s t o a sus preguntas: El r e p a r t o de El pequeño rey es el siguiente: Bárbara, aya del p e q u e ñ o rey: .Ma(iame Brety; L a R e g e n t e : -Ma<lame Paule A n d r a l ; L a condesa Slasko: A r l e t t e Marchal; F l p.-queño r e y Michel: R o b e r t L y nen; Marski: Jeán T o u l i m t ; S t o rck: Marcel V a l l e e ; F l U r g e n t e Paul: Marcel Charpentier; Zolt y k : H u b e r t Prelier; F l Chambelán: G e o r g e ; K l .\rzohispo: Maurice Schutz. El r e p a r t o de Patricio miró a tma estrella es: P a t r i c i o : . \ n t ( m i o Vico; F m m a : R o s i t a Lacasa; Fduardo: Manuel París; Tomás: l'Vancisco Melgares; Señor C o r t i n a : José \lburquer<pie; Doña T o m a s a : María \ ' a l e n t í . M u y agradecido p o r el e n v í o de esa canción.
(Ocaña). I )ÍKale a su a m i g o que le iiidique el número, pues y o t a m p o co recnerdo haberlo leído. Inscriba a -Xntonio P o r t a g o a C. F . . \ . , B a r q u i l l o , 10, Madrid. F n la mayoría de las papelerías y c(mtinentales de Madrid hay fotografías de artistas de cine. Comprendo t(Kl(), y me alegraría que \ d l \ i e r a .1 ( > i r i h i r . \RTURO
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Sh.iiASiiAN Kdii. J'i'neras ) . Clara l í o w , por ahora, no tra-
baja; D o l o r e s ílel R í o ha mterpretado hace p o c o Wimder Bar y Volando hacia Rio Janeiro. Billie D o v e t a m p o c o trabaja. Lil D a g o v e r trabaja en la ac tualidad. D e los demás -artistas que me pregunta, no conozco su paradero, por la cantidad de años que ya no trabajan l)ara el cine. F l artista más j o ven es, seguramente, .\n<lré T a s t a v i , (|ue trabajó en la película El hijo del Carnaval. (•NA RKCORWOMAN (Madrid) .--CJ.ÍT i C o >per t i e n e treinta y c u a t r o años: S y l v i a Sidney, v e i n t i c i n c o años; escriba ;i los dos a P.iramount Studio.s. H o l l y w o f x l (California). Johnny W e i s m u l l e r tiene treinta años. Mauren O'Sullivan, veinticuat r o años; N o r m a Shearer, treinta y un años; Jeán H a r l o w . v e i n t i c u a t r o años; Franchot T o ne, t r e i n t a años; Joan Crawford, treinta años; escriba a todos a M e t r o - G o l d w y n - . M a y e r Culver C i t y ( C a l i f o r n i a ) . Uuln K e . ' l e r tiene veinti.séis años; es criba a W a r n e r Broos, Burban K . , California. C h a r l e s l'arrell tiene treinta años; escriba a F o x Studios, 1401 N . W e s t e r n A v e . , Hollyw<xKl (California). E n v í e un s e l l o de 10 c e n t a v o s para cada uno, con el fin tle qii< la envíen la fotografía. L a Ir tra de la canción «jue me pidí laré en el n ú m e i o p r ó x i m c SKVKRINO FSTKVEZ (Oren se).—Fn números anteriores habrá usted v i s t o los datos que me pide de esas artistas, liste señor <lcsearfa de algún amable lector las canciones de la película bombas en Montecarlo, a sei i n i s i b l c e n español.
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Ha lleicado a Madrid la aelri/, y rtM-iladora española ( a r pien llodriffiíe/. mus rnnoeida en los escenarios hispanoamericanos y en los círculos einemalofiráíicos de liolly«<MML. Todos la conocemos por sus notables cnraeterizaciones, enire las IJIIE sobresalen IH ubuelila de «Mi último aniftr», con José Mójica. y la doctora l'rodwcll, de «l'.l último varón sobre LA tierra». Kn su último recital de |MH'sias. EFERTIIADF* en ID Casu D E LAS l.spai'ias de la universidad de lioluinbiii. D E .Nueva \ u r L . demostró, según la critica de eatedriíliros y |ieri<HLINTAS. ser una de las más grandes recitadoras de nuestro idioma
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B E L "
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L O C I Ó N D I P I L A T O R I A " P R O - B E L " - E x t i r p a e l p e l o y v e l l o d e r a í z y sin d o l o r a l min u t o d e o p l i c o r l a , d e j o n d o l a p i e l s u a v e y lisa c o m o e l cutis d e u n n i ñ o . 5 p t a s . f r a s c o , L O C I Ó N D E S U D O R A N T E " P R O - B E L " - Evito e l s u d o r d e b a j o d e l o s b r a z o s y l e q u i l a • I o l o r . C o d o f r a s c o a h o r r o un v e s t i d o . N o e s c u e c e , i r r i t a , ni m o n c h a . 5 p t a s . f r a s c o . L O C I Ó N B R O N C E A D O R A " P R O - B E L " - D a o l a p i e l , e n el a c t o , u n o imitación p e r f e c to d e l c o l o r b r o n c e a d o p r o d u c i d o p o r e l s o l y e l a i r e d e m o r . 5 p t a s . f r a s c o . Si n o e n c u e n t r a e s t o s p r o d u c t o s e n su l o c u l i d o d e n v í e t u i m p o r t e m á s 5 0 c é n t i m o s p a r o t r o n q u e o y los r e c i b i r á o v u e l t o d e c o r r e o .
PRO-BEL,
S.
A.
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París, 183
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B A R C E L O N A