Revista Cinegramas - Nº. 20

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lÂŁaudette, (cfbcrt


DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año II.—Núm. 20.-Madrid, 27 d« Enero de 1935

EN TORNO Al fINEMA NACIONAL

8Í como cualquier Compañía de aficionados al teatro desdeña las piececitas breves [>ara sas funciones, y elige, en cambio, otras difíciles—hemos visto ejecutar, en la más amplia aceiKMÓn del vo<;ablo, Guzmán el Bxiemt, Tierra baja y hasta Hamlet—, nuestros aficionados cinematográficos—aquí no hay aún profesionales-parece (pie han padecido del mismo mal por exceso de osadía, y también se lanz-^ron a la confección de films superior&s a sus fuerzas, en los que la buena intención no contaba, porque ellos se creían—¡vanidosos!—que aquello ern aún pequeña empresa para sus ímpetus. ¡Y así salió la cosa! Muchas veces hemos tratado de explicamos este falso concepto de la realidad que tienen los aficionados, esta risible pretensión de creerse los cómicos Tallaví, los músicos Beethoven, los ejecutantes Paderewski, y la modistilla o la señorita de la clase media, la Patti o la Duse. Y aquí, en el terreno cinematográfico, ha pasado algo de esto. Hay quien ha tratado muy seriamente, sin ocultarlo entre sus condicionales y la «peña» del café, de obscurecer, al empuje de sus ideas, la gloria de un Murnau o un Borzage. Y se ha exprimido el magín buscando obras, espoleado por el mismo deseo que hace al niño preferir, entre todos, el juRiete de mayor tamaño sin más razón que una: que es el más grande. Y a los actores les pasa igual. Quieren en el eine y en el teatro el papel de mucho volumen, aunque de poca enjundia. Cuanto mayor, mejor. ¡Qué opinión más cretina! Nosotros creemos que nuestros directores <leben olvidarse de todo esto. Y más que los situados en lugar preferente, cuyos días artísticos están contados, los nuevos, los que llegan y los que están por llegar. Que no vengan al cine en la a<t'tud del aficionado a histrión que desea interp» títar El místico, sino interesado y contento de hacer un pape! modesto. O lo que es lo mismo: que no sueñen con su primera obra remontarse la a altura de un valor contrastado, sino ponerse en camino de algún dia quizá próximo—competir con él. Por eso es ne(!esirio creír en Rspaña la cr>nfe(;ción de films de corto metraje, y <pie ello sea como una a(!ademia de futuros dire<ítores, artistas

y operadores. Films cómicos, pequeñas revistas y cuadros musicales, viajes, dmuinentales, etc. Ellos serán para muchos una buena escalera con la que alcanzar la fama. A su amparo surgirán los valores jóvenes, de (¡ue tan necesitada se encuentra nuestra producción, y el cine naf;ional tal vez halle así su camino definitivo. No alcanzamos a comprender cómo los productores indígenas han descuidado un aspectc tan intert ante. S a n a m e n t e no se han asomado a las pantallas por las que diariamente desfilan, como complementos, films cortos, casi en su totalidafl yanquis y alemanes, mucho.- de ellos

Lina Yrgros, uno de Ion máH destacadofi valores femeninos de la pantalla española, protagonista insuperable de «Sor Angélica», en una escena de cLa bien pagada», cuyo principal «rdlet le ha sido encomendado por Kusebio Fernández Ardavín, que dirige esta nueva producción nacional

propagandistas de las bellezas naturales de ambos paí.ses. Con los lugares evocadores de hechos de nuestra Historia, con nuestras co.stumbres y fiestas Kjpulares y toda la enorme riqueza artística que lena la Península, pueden crearse films muy bellos; pero de una traza nueva, de un desarrollo puramente cinematográfico, no empalmando j)anorama tras panorama sin ningún atisbo de arte en su montaje y en su concepción. Nosotras hemas acariciado la idea de realizar algi'm día—sin más intervención, por nuestra parte, que la de guias y asesores—varios films cortos. l'no que muestre, a través de bellos efeíítos fott^ráficos, los lugares de la ruta de Don Quijote, desde los campos de Montiel hasta Barcelona, pasando por Sierra Morena, Montesinos, etc.; otro de la ruta de Cid Rodrigo de Vivar, de Car- ^ deña a Valencia; otro de la marcha de los Co-J muneros castellanos, con las auténticos escenarios ; de sus hazañas; y asi, realizados éstos, seguir coni algunos más, dedicados a los recuerdos de Colón, • de Isabel la (/atólica, de l^ope de Vega y muchos más, para derivar luego hacia lecciones de arte, una de las cuales debía dedicarse a los imagineros españoles y sus obras maravillo.sas, reunidas la mayor parte, para solaz de espíritus artistas y asombro del mundo, en el Mu.seo va-


las, francesas, inglesas y alemanas? En Esjiaña se consume mucíio material corto de complemento de programa, y. l o m o antes decíamos, casi todo él es yaníjui o alemán. Bien seguro es que el público aceptaría complacidísimo películas de la importancia que nosotros hemos soñado. Si aquí el Patronato Nacional del Turismo valiera para algo más que para justificar unos cuantos sueldos fabulosos, podría muy bien ser él el animador de esta interesantísima campaña; pero, desgraciadamente, su incompentencia y su desorganización son manifiestas. Algunos folletos, unos carteles—nuichos de dudoso gusto—^y varios albergues de carretera es toda su obra de muchos años. Han despreciado al cinema como elemento de propaganda, y así vemos a diario films alemanes mostrándonos sus maravillosos paisajes y sus costumbres; films que nuestros empresarios pagan, el público aplaude, y no son ni más ni menos que carteles animados, folletos vivientes con que el turismo alemán inunda nuestras pantallas, muy satisfecho, porque, además de hacerle la propaganda gratis, se la pagan. Envío. Señores directivos de la C H A.: Brindo a ustedes la idea de estos films. Realizándolos crearán, sin darse cuenta, una escuela de elementos cinematográficos, pasearán por el mundo nuestra raza y harán, de paso, un buen negocio. Si vale la idea, ahí queda.

Irene L¿pez Heredia y Gabriel Algara en un momento de la nueva pro ducción de Fernando Delgado «Doce hombres y una mujer», que muy en breve será presentada al público madrileño en un importante local

Uisoletano; otro al floreoimiento del arte gótico; otro al románico; otro al genio inmortal del gran Herrera, que. pla.smó tanta.s geniales obras arquitectónicas; y asi hasta ir haciendo del cinema, que tantas ventajas nos ofrece, al mismo tiempo que vehículo de cultura, vivero de futuros directores, operadores y cscenaristas. Conviene meditar sobre este tema, por su gran órbita artística y por su indudable interés comercial. ¿No habrían de interesar estos films no sólo eu los países de habla española, sino en el resto del mundo, porque podrían hacerse al mismo tiempo versiones españo-

F. HERNÁNDEZ GIRBAL

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KoHÍta I.aca8a y l i n a res Rivas en una escena de «Madrid Re divorcia», p e l í c u l a de Metropol Film, cuyo estreno se verificará en breve

He aquí una escena de «jQué tío más grandet», realización española de Josí Gaspar, sobre un argumento de Muñoz Seca


Un trío famoso

H

UBO una época en que el cinema no era ciencia, arte, ni aun espectáculo. Un aparato sin chiste, parecido a una caja de galletas; unos aUenados haciendo mojigangas ante él. Total, nada. Los profanos veian en esto un juego de locos. Había solamente un consuelo: unas cuantas personas más comprensivas lo creían una lucha de héroes; pero de héroes idealistas, que se empeñaban en realizar una utopía. Nadie encontraba en el cinema posibilidades artísticas, ni los mismos «locos» que jugaban con la «caja de galletas». Esto era muy natural. El período heroico en que se descubre un invento

y empieza a desenvolverse ea por ai solo grande. Cecil B. de Mille pertenece a aquellos tiempos. Era uno de los «locos» de entonces, de aquellos que campeaban por la California dorada con el sol del Oeste y teñida de verde por los famo-

sos abetos que compusieron el Hollywood más famoso de América y de Europa. De Mille fué aventrn-ero. Un aventurero sin cinco centavos. Como Adolfo Zukor, como Jesse L. Lasky y Samuel Goldwyn... y Karl Laemmle.

He aquí una foto bien característica del genial realizador de Mille, en la que aparece examinando un trozo de su producción «Cleopatra», recientemente dada a conocer al público español

De Mille, actor de teatro; más tarde, director de cámara al hombro, con mucha hambre, mut^io optimismo y pocas pesetas. De Mille, Lasky y Goldwyn formaron un trio por mucho tiempo. Fueron muy buenos amigos, excelentes productores y dotados de una gran inteligencia y audacia para encauzar sus negocios. De esta forma, y gracias al trabajo del famoso trío, n a d ó ima de las productoras más importantes de Hollywood, de la misma manera que Cecil B. de Mille produjo el film más sonado de aquella época primitiva: Tfce Scfuavo Man (El indio consorte). Pobreza de ncarsoa Para probar de todo en una profesión no hay cosa como vivir muchos años para ella. Se gana dinero lo mismo que se pierde. Se crece y se decrece en categoría. Se es rico y se es pobre. Se está inactivo de igual manera que se trabaja mucho. Flujo y reflujo; equilibrios, piruetas. Y


lada (le esto se observa bien ni nejor que cuando ocurre dentro le una misma profesión. Hace años, Cecil B. de Mille y US socios llegaron a California con odo preparado y con gran acopio le ánimos para filmar una pelícua. California reunía grandes c(mdiciones de luz y de clima para hacer películas. Pero la luz, como la brisa del Pacífico, caía a torrentes por do({uier. Quizá date de entonces, de aíjuel preciso entonces, la necesidad de crear Estudias para graduar los efectos y contrastes de la luz. Había que inventar algo ({ue sustituyese la escasa eficacia del diafragma. Y en aquel tremendo bosque de abetos, en donde .se (-(mfundía el azul del cielo con el verdor de los árboles, sin otro detalle ciue alguna casucha desmantelada, era imposible encontrar, inventar, ni edificar nada. Habia que dar rienda a la imaginación, había que aguzar el ingenio o marcharse a otras tierras... De Mille era joven y muy testarudo. —No estoy dispue.sto a marcharme de estos campos sin hacer nada—dec'idía Cecil. —¡Tonterías! ¿Crees que vas a conseguir algo aquí? Ya lo estás viendo. Estamos a irnos kilómetros de la ciudad y no vemos ni un alma. Mejor será que nos volvamos. De Mille creía tener razón. ¿Cómo iba a volverse atrás un hijo del Estado de M6u?s6«^hu8set8? Deshonroso Asheville (su pueblo), Boston (la capital adonde él ¡ba con mucha frecuencia) y Massachussets, habían dado siempre los mejoras y más incansables exploradores. A sus socios y a algunos componentes de la troupe que se negaron a queclarse en San Franci.sco no les convencían estos razonamientos. FLinpezaban a cansarse. Cecil B. de Mille decidió marcharse solo a explorar. Dos horas más tarde dio un grito a tcKlo pulmón (íasde un pequeño montículo. Una idea genial y un grito de triunfo. Sus amigos quedáronse atónitos al ver un establo grande, m a i o r que un garaje de doscientas jaulas y tan abandonado que empezaba a nacer hierbas en su interior. A su alrededor había huertas, tierras cultivadas. Dos kilómetros más allá, algunas casitas. Elsto era señal de que vivía gente o de que había pasado alguien por allí. De Mille y sus ayudantes técnicos, que a la vez eran sus socios, empezaron a trabajar. (Iratñas a los materiales que llegaban de San Francisco, con mucha tacañería, por cierto, el establo medio derrumbado .se fué convirtiendo, a los pocos días, en un Eistudio. Y De Mille empezó a trabajar como pudo: con unos decorados raros, con la cámara de madera más simple y con los artistas máa malos y peor fachados de Cal¡fom¡a Ix)s tiempos heroicos del cinema fueron aquéllos. Cecil B. de Mille trabajaba sin recursos técnicos y artísticos. Pero aquel establo, acjuella llanura y aíjuellos montículos poblados de abetos se fueron llenando de casillas; más tarde, de casas, y corriendo el tiempo, de ricos edificios, de automóviles, de tranvías, de estaciones de ferrcKiarril, de mujeres guapas, de galanes apolíneo», de oro y de espaetfww»» F/rtudios, muy distintos al pobre astablo primitivo. Aquello era ya Hollywood; De Mille, el mejo realizador; .Jesse L. I^sky, Samuel C.oldwyn, Cari Laemmie y Adolfo Zukor, los mayores productores del mundo. (ht>, mocho oro Recientemente ha hecho Cecil B. de .Mille unas declaraciones: «Semana tras semana recibo unas mil cartas procedentas de la** cinco partes del mundo, y todas ellas dicen, .sobre poco más o menos, lo mismo; se trata de alguien que reúne condic¡ones para ser actor de cine y desea saber cuál sería el camino mejor para l l ^ a r a serlo. Yo las digo que sin venirse a Hollywood se verán siempre imposibilitados para que les contrate en mis películas, donde tanta gente necesito.» ¿Qué le parece esto al lector? De Mille recibe todas las semanas mil cartas, y se permite el lujo de ofrecer trabajo a sus admiradores. ¿Es éste el Cecil del establo? En Kl signo de la Cruz tuvo a más de diez mil artistas bajo sus órdenes. No puede trabajar sin las polainas más caras de Norteamérica. Construye un circo y reproduce la Roma de Nerón para quemarlo y destruirlo todo en menos de cinco horas. Hace llenar una piscina con cuatro mil litros de leche de burra para que «e bañe en ella la emperatriz Popea. De Mille no tiene que hacer más (\\ie sonar un pito para que acuda un ejército de fotógrafos, operadores, ele(ítricistas, figurantas y aun las mismas estrellas. Se puede afirmar que es el emperador del cinema yanqui, el amo de los Estudios, el favorito de las funciones de gala y el (pie más millones destruye para producir una película Cecil B. de Mille recuerda todavía sus tiempos de aventurero, cuando no tenía ni siete (;entavo8, y para fecha próxima de unos años ha empezado a anunciar sus bodas de plata como director de películas. Quiere dar a estas fiestas la solemnidad hi.stórica que se merecen. U obra de Cecil B. de Mille Oimo dijimos, el primer film importante de De Mille fué The Sqtmw .Man. A(pu adquirió un nombre ctmio director. Pero el film (pie en 15)2:1 le hizo famoso en todo (>1 mundo fué [x)s diez Mandamientos. De certera realización, de suntiio.sa prasentación histórica y de una interpretaci(m magnífica, a cargo de .Vita .Valdi. Estelle Taylor, Richard Dix y Rod La Rocque. KntTC los ijue realizó después destacan FA admirable Crichton, Forfaiture, Trian-

De Mitle. antes «Je r o m e n / a r el rodaje de su» obra:*. »e hace dibujar delalladon bocetos de lo» escenarios. Vedle a q u í e x a m i n a n d o uno de ello»

fo, Juana, la mujer; IM huella del pasudo, IAI cama de oro, J'ies de barro, FÁ batelero del Volga..., ha-^ta llegar a la famosa prcKlucción Pro-I/¡«-Co Rey de reyes. El mejor film, el de más humanidad y el de mayor respeto histórit.'O de los realizados hasta ahora por De Mille. Destacan también Carmen y IM incrédtda. De las películas I no histórica^, ¡M incrédula a< la


da quiso i)iofíiafiar desde su ton e <le marfil. Tal vez el .séptimo arte ha perdido a su nwis prtHílara figma, cansada de derro<har su espíritu a cambio de dólares. (Todos los viernes se le entregaban, en mano, treinta y tres mil pesetas. ¡88.(KM) pesetas! ¿Qué hombre ganará en el mundo el sueldo de esta nmjer sobrenatural?) Nuestras sospechas no son caprichosas, por desgracia. Greta, el idolo del siglo, ha huido del mundo cinematogiáfico. ¿Volverá?

Por eso, p<irque pudieran .ser estos apuntes datos históricos de una sensacional y dolorosa actualidad^—la retirada definitiva de Greta—, ponemos hoy una intensa emoción en nuestra pluma. Llegamos al final de la lista de sus amantes ile ficción, completándola con los nombres de Charles Bickford, .lohn Barrymorey Melwyn Douglas. Tres nombres Cjue no po-

ijc sin exhumar un buen número <le anédoctas y detalles (pie cabrían en un libro, pero quo sobran en las colunuias de una revista, por muy moderna y amplia tpie sea.

Charles Bickford, el «feo del alma bella», que dijo De Mille con acierto rotundo, intervino en el reparto de Anna Christie. Su arte rudo, personalísimo, hecho a golpes de sinceridad, se opuso con eficiencia al arte sutil y refinado de Greta, su admiradora decidida. Terminada su labor. Charles reveló a un famoso rejiortero de Hollywood sus impresiones de rodaje: «Por mucho (pie se haya admirado en el mundo el temperamento de mi genial compañera—dijo—a través de sus concepciones, creo que jamás llegará a ser al)arcado su mérito de actriz (pie no se }»arece a ninguna. Filia entra en situación con una facilidad que a.sombra. Ella va al papel inmediatamente, sin esperar que el papel acuda a ella. Su resistencia en el Kstudio no {)uede ser superada. Confieso que yo mismo tengo momentos de vacilación, que no pueden evitarse cuando se siente el peso de nna responsabilidad, (íreta no duda jamás. Por eso opino que no necesita de dirección, como todos nosotros. Puede cambiar de director—como de galán—a cada película. No se notará el cambio. Su arte único es un arte de maravillosa improvisación.» La« gloria.s del pequeño de los Barrymore, el «bello .John» de perfil de camafeo, iban a unirse a las de Greta Garbo en el film de insuperable reparto—p(jr la calidad y la cantida<l—, titulado Grand Hotel, verdadero alarde artist:,« .je

JMIIÍIIÍLL (.liarlf> Itirkford. «fl frii (l<-l iilriiii lirlln . r u i n » le ilfiioiiiiiió < rcil IS. <1i- Mille. uno lie los ini-jori-> iirlon-s (ll- la |)iinliillii, ii<<<*;;iira (|U4- lii

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(ln arte niiico. de i n a r a \ i llosa iii|ir<i« isacitin

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linp ll?la de aii\piiile$' de ficáóiy \ BICKFORD BARRYMORE Y DOUGLA/^

ECTOHA, lector: b>(tamos y a en la meta de J nuestro reciorridoen pos de los jalones amorosos que la divina Greta ha dejado en la pantalla, donde ha vivido más que en su propia vida porque ha podido ser heroína admirable de las más diversas historias femeniles y porque ha sabido arder en las más crepitantes llamas de la pasión..., haciendo milagro de realidad la forjada idea de mentes soña(loras y fecundas. Vamos a detenernos miando y a la fatiga apunt a quizá en vuestros semblantes. Largo fué el camino, sí; pero se ha aprovechado con el re<ruerdo de sucedidos (pie iban olvidándose poco a p(K(). VJT& necesaria esta revisión ponjue tenemos muy serios temores de que Greta Garbo, a estas horas, sea lu sombra (pie César M. .Arcona-

díanquedar olvidudos junto a los de John Gilbert, Conrad Nagel, (¡uvín Gordón, Robert Montgomery, Lewis Stone, Eric von Stroheim, Clark Gable, Ramón Novarro, Nils Asther, Lars Hanson, Ricardo Cortez y Herbert Marshall, aparecidos en la pantalla semanal de CIN 1:0 RA MAS. La gentileza de su director—el dinámico Valero de Bernabé, Johii Hurr\ inore, el iiinior un español templado en el via(le lina (éíchr,- d í n a s d a de je y en las más diversas avenartistas, se siente va \ii'jo. turas—ha permitido el hospeSu eran didor fui' el de no daje de tant(js galanes. Pero tener d i i - / años inciios ciiundo Iiiilio de «'iirreiino debe al)iisarse más de su lar con (ireta (iarito en hospitalidad generosa. Y hay « O a i i d Hotel» (pie echar la llave al almario de los recuerdos, aun cuando que-


estrellas. Jolm, hombre de una inteligencia cultivada, lamentahM una sola cosa, para él de suma importancia: no ser diez años más jo ven. ¡Ah, si hubiera podido enfrentarse a la vampiresa famosa allá on sus días deslumbrantes de Rrummel, el arbitro de la elegancia, o de El general Crack! Ya sus arrestos físicos eran sólo un borroso reflejo de su apostura de antaño. Ya no intentaba cubrir las huellas del tiempo y se refugiaba, suspirando por la belleza perdida, en caracterizaciones que destacaran su gran valía de actor, sin requerir su prestancia envidia lile de otra época. Ei menor de los Barrj-more se sentía ya mayor, y no ot^ult'.ii «Cninil Holcl . el \ c l r taba sus canas ni rano Jiiliii ltHrr> inore «• sus a i T u g a s . ¿Para ••iiircaiii H la> riii-iriiis >tiiqué? Pero es triste l)liiii<-s (Ir (.ri'lii n i un l i l liiiio a r r o l o jii\fiiil... ;l-'.l siempre la vejez de lifiiipo e s iiicvoriilile! los donjuanes, acostumbrados al incieu.so de bus mujeres linnitas. Graiid Hotel le coító lágrimas a .lohn Ban more. Teniendo en sus !)razos ai prodigio de Greta, se sintió m á s viej(^j^-!, ijue Qunca^ _ ^

-Melwyn Douglas salió airoso d .su cometido de galán de Greta Garbo en Como tú me deseas. FuCun tral)ajo el suy(j de intérprete obediente, disciplinatlo, coirecto. Se convirtió en un discípulo sumiso, dese<jso de protección. Y (Ireta le ayudó cuanto pudo, dándole ánimos y preciosos consejos antes y después de las e.scenas difíciles. El joven Douglas, .sin una pcisonalidatl definida, hará carrera en el cinema por su equilibrin por la hnea recta y suave de su comportamiento dentn) y fuera de las manurliiirli'H Itickriiril \ i.rria facturas cinemato(burilo e n u n a )'«('riiii ciilirrá ticas. iiiiiiHiilf lie s u iiiH^iiiriía Ks el h o m b r o creación cinrnialounifíca oducíwlo <pie gusta \iiiiH ( l i r i s l i c » do su ¡)rofesión y que no tiene excesivo amor propio. Sabe dónde está su límite natural de artista, y uo [ r i sa de él. j('uánt,o.s ai'torcs soberbios—no sol)orbios actores—-podrían aprender, pese a su supuesta experiencia de la conducta ejemplar do! liisoño Molwvn!

Adiós, lectora y lertor, <[ii. me habéis seguido pacientes a través de la vida amorosa <lc Greta Garbo en la pantalla. Separémonos como fieles amigu> que llevan en su interior uu [)ropósit(t firme <lo encontrarse de nuevo, l(j más pronto posible, aunque en o t r a s r u t a s y bajo otras inspiraciono?. SAN I lAíH)

AcriLAK


continúa su marcho triunfal en los cinematógrafos de Madrid

MAÑANA

LUNES

E S T R E NO

FUENCARRAL

EN

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Triunfo indiscutible de lo primera estrello española

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ARGENTINA


cCrte^mmoA

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RIENTE y Oc-

c i d e n t e se j u n t a n en Anna May Wong. E l e g a n c i a s europeas al lado de detalles y adornos orientales. Este es su raro encanto: encontrar en ella, europeizada, occid e n t a l i z a d a , la huella del Oriente lejano y enigniáti co. Su figura es una estampa de cualquiergran avenida europea. Mas al acercarse. Chin a — la China legendaria y misteriosa—asoma a los ojoo oblicuos, a la

ancha nariz aplastada, a la fina sonrisa indescifrable de la star. Pese al artificio de Hollywood, a la magia de sus estudios de belleza y a los milagros de sus maquillajes, la gracia extraña de Oriente palpita aún en la porcelana viva del rostro de esta Anna May Wong, que h a pasado fugazmente por Madrid. Porcelana de un rostro que es una paradoja junto a las marta-! occideutale.-» del magnífico abrigo. Cortés, expresiva, Anna May Wong tiene en ííus primeria palabras un elogio para Madrid. —Encantada... Encantada de todo: de esta luz, de esta alegría, de esta gente que siem¡)re está sonriendo. Apena^, en realidad, unas horas en Madrid. Pero a veces esa primera impresión es más honda y más verdadera que la que nos llevamos después de muchos días en una ciudad. Madrid, en sólo dos días, h a sido para mi un deslumbramiento, ¿ r s t e d h a visto (pié alegría tiene aqui la gente, con qué cordialidad saluda y habla? Hasta los más humildes saben souleír... —¿No volverá usteti algún día? —¿Quién puede hablar de los días que no han venido aún? Yo quisiera eso: volver. Conocer con mejor calma Madrid. IA> de ahora h a sido 'omo una visión cinematográfica, como un trozo do película visto apresuradamente, casi entre un tren y otro. Quisiera volver. Madri<l... Y Toledo... Y Sevilla... ¿Sabe lo que son para nos

Amia May Wong, la <8tar> famotia que ahora ha pattado por Madrid, eo en etta bella fotografía como el alma inquietante y misteriosa de Oriente...

otros, desde lejos, estas ciudad&-> de uste<les? Se ama a España sin conocerla. Quisiera volver. Y ver, en primavera, Andalucía... Su fina sonrisa se hace fervorosa al evocar estos caireles de la España tradicional. — P e r o nuestra vida—sigue—, que contemplada desde fuera parece brdlante y feliz, nos impono mil tiranías, mil esclavitudes. Siempr» el trabajo, y los hoteles, y [ot, viajas... Dinero, desde luego. Conf<»rt y lujo y biene.star. Pero hay momentos en que se cambiaría todo eso por una hora tranquila en el sitio que uno quisiera y con quien quisiera... Por los obscuros ojos oblicuos de la chinita americanizada pasa una sombra. ¿Qué nostalgias duermen en el («razón de esta mujercita <pie se ha asomado a todas las pantallas del inun(o? Oriento, enigmático, inquietante, asoma ahora, hecho silencio y recuerdo, a la viva por-

celana del rostro: a los ojos perdidos en Dios sabe qué deseo y a los labios que han dejado de sonreír. H a sido sólo un instante. De nuevo, el rostro vivaz, y la boca sonríe otra vez. —-...Volveré, sí. Espérenme ustedes cualquier dia... Pero entomíos vendré como una turista más, (!on el deseo de pasar inadvertida, de que nadie vea en mí una estrella de cinema, sino simplemente una extranjera atraída por esta simpatía y osta luz de España...

Unas palabras nuestras para agradecerlo esc madrigal a España. Y otras [lara preguntarle por lo ( p e es la emoción oriental en su trabajo cinematográfico. ¿Cómo siente a China esta mujer a través de las ficciones que se ve obligada a representar ante la cámara? —Todos saben (pie natñ en América, y, sin ombai-go, mi origen chino tira do mí c(m una fuerza invencible. Dudo que esta atracción pueda darse en otro país y en otra raza con tal intensidad. Alejada de allí, todo es en mí, no obstante, una voz v una emoción de Oriente.


No importan la vida uniformada, el espíritu y las costumbres que van ya siendo ¡guales en todos los sit¡os. En mi corazón vive siempre el alma de aquellas t¡erras. Y esta emoc¡ón se hace más profunda al Interpretar en las películas mis papeles de mujercita oriental. De tal modo, que la ficción desaparece y yo me creo realmente v¡v¡endo aquellos dramas, sufr¡endo con aquel dolor o alegrándome con el amor aquel. Se me borra el artificio de los Estudios, se me olv¡da l a m e n t ¡ r a y el convenc¡onal¡smo de todo aquello. ¿Usted recuerda mis películas? Lo hija del dragón. El expreso de Shanghai... Yo no era entonces una artista que repetía lo que le habían ¡nd¡cado, que ¡nterpretaba lo que habían creado otros... Me sentía verdaderamente dentro del papel, y en mí mandaba mi alma ile mujer de Oriente. Oriente, con todo lo que en él hay de sufriemiento, de sueño, de dolor y de maravilla... —De sus últimos films, ¿cuál dejó a u.sted máis satisfecha? —Chu-Chin-Chow. Una pelicula hecha en Inglaterra. ¿No la conoce? —No nos ha llegado a España todavía. ^ —Me parece mi ¡nterpretac¡ón más lograda, más sobria. Hago el papel de una esclava. Chu-Chin-Chow es en el cinema la histoña de Ali-Baba y los cuarenta band¡d(»s. Magnífico tema, ¿verdati? El realizador ha sabido sacar de él un gran partido. Todo es en ese film lujo y emoción. Un desfile deslumbraate de cuadra^ y de escenas. Enigmas, ritos, bellezas. Y todo ello entre esa poesía / ese ensu?ño (jue tienen los relatos de La.i mil y una mn-hes. Una Anna .May Wong, fuera de lo» Estudios y de la pantalla, en au hora de reposo después del baño La última gran creación de esta aetriz es la que hace de la esclava Zahrat en la película «ChuChin-Chowji, una de las mejores realizaciones del cinema europeo

hermosH pelicrula, (pie dará la vuelta al mundo y pondrá ante él la \ ¡s¡ón de uu Oriente fabuloso y deslumbrador. —¿Quiénes han trabajado con usted en ese film? — rrinciiialmcnte, Pearl Arg>'le, (Jeorge Kobey, Fritz Kortner... Un gran director: Walter Forde. Dejemos aparte mi labor. Creo que f)or la calidad de los elementos pie intarv¡enen en Chu-Chin Chow— prescí tación, •nterpretaí¡ón, ainb¡ente, poesía—.s ésta una de las grandes películas de nuestro tiempo. De mi sé decirle que cuando fingía mi papel - la esclava Zahrat, amante del jefe de los bandidos— ante la cámara cinematográfica, creía vivir auténticamente el amor y el dolor de aquella mujer oriental. Oriente, una vez más, .se alzaba ante mí, poderoso y dominador. Las fiestas cíipléndidas en casa de Kasira-Babá... Y el mer(;a(lo de esclava* ^.i que voy a ser vendida... Y la cueva en qua me encierran, atándome a las ruedas de un moImo gigantesco.... Fueron unos días de enorme intensidail. Mi espíritu estaba lleno de la emoción de Oriente. Chu-Chin-Chow me hizo vivir horas inolvidables, {)orque durante esa labor la ficción desaparecía, haciendo en mí, misteriosamente, como la verdad de todo aquello... Y ante el recuerdo de su nueva gran película, de esa Chu-Chin-Chow que es un desfile de He .aquí a Anna May maravillas j misterios^—tapiz bordado lujosa W o n g paseando por las mente—, otra vez la sensacnón de Oriente asocalles de Londres, duma al fino rostro de porc^elana. Oriente, enigrante su última estancia en la c a p i t a l inmático, fabuloso, in(piietant«, se ha asomado glesa, a la que ahora otra vez, al conjuro de un film, a los ojos la vuelto de nuevo tras jerdidos en Dios sabe qué lejanía y a los su breve paso por Maabios que han dejado de sonreír... drid


E

L mundo quiere sonreir. Exceso de J preocupaciones, de negocios, de inquietudes. El zig-zag de la Bolsa, la zozobra social, la vida dramáticamente organizada como una carrera de obstáculos. Todo es áspero, agiotador. El cuerpo y el espíritu se rinden, extenuados, tras la dura batalla de todos los días. Por esto el / mundo quiere sonreír. Por esto ama, como una morfina, el encanto de las películas amables, de las que rozan suavemente el corazón, sin estremecerlo trágicamente, sin sobresalto. Bu.scad en esto y no en otra cosa la razón de la boga mundial de esos films cuyos personajes sonríen y aman entre músicas ligeras. El mundo quiere olvidar. Quiere bundir en la dulce mentira de ese cinema optimista toda la ()esa<iumbre de una vi- j da de esfuerzo y de ^ <lolor. He aquí una [oelícula con toda la a l ^ í a y toda la finura del cinema más amable. Tiene su título, en inglés, esa suavidad grici de los títulos in;2;leses: You made me love yon. Y en copañol tiene ese garbo y esa espontaneidaíl de la frase que nace del pueblo, casi con.o un piropo: / Vaya niña! Dec'i- «una película inglesa» e? definir \ a un poco del tipo d<' film. Porque lo inglés es la sonrisa, y el humor, y la ternura. Es la pirueta, la aventura, la .alegría sana, franca y generosa. liO inglés es el matiz, ti detalle, la elegancia aun en el rasgo más leve. Una película inglesa es todo eoo. Y ¡Vaya niña! es una película inglesa. Una película que anatematiza el dolor, que ahuyenta la preocupación, que mata la fatiga y las sombras. Un film ligero y alegre como un cock-tail, ventana abierta al optimismo, receta mágica para el olvido de toda pesadumbre. Ágil, bienhuinorada, la película es, a través de la gracia burlona de sus escenas, una acabada pintura de un tipo de mujer: una mujercita llena de travesura y de rebeldía, caprichosa y voluntariooa. Para ella no hay más ley que su propia voluntad. ¿El amor, la familia? ¡Bah! Ella, con su independencia salvaje y encantadora, es antes que todo. Todos los esfuerzos de la muchacha, todo su afán de independencia, se encaminan a liberarse de la tiranía amorosa, a no caei en el dulce maleficio de tantas

iiiujcic.-. AuiKpiL- cl liiiai C.S, ualuralniente, caer en aquello de que quería huir. Todo.-us ardides, todi.s sus tretas son inútiles. El amor dice la última palabra. El afán de ella era oo querer. Y acaba queriendo, rindiéndose a la ley eterna. Toda su travesura, to<la su rebeldía desaparecen bajo la gran emoción del amor «(ue está naciendo... una Casa editora de música, en Ijondres. Un padre y su hijo, como dos camaradas, llevan el negocio. Quizá, para mejorar éste, convenga llegar a un acuerdo con otra editora de Norteamérica. Rsta, p r e c i s a m e n t e , tiene al ora en Ix)ndres a su delegado. La fusión de las dos Casas sería un negocio exctlentísimo. Y se inician para ello las conve saciooes, que siguen im rumbo feliz y hacen suponer in completo acuerdo final. El hijo tiene, en tanto, llena la frente de melodías, de sueños de amor y de música. Un V día, en la" calle, encuentra una W mujer bellísima. Y al contemf piarla, nace en él como un .sentimiento nuevo. Aquella mujer, al pasar, ha trastornado su espíritu, llenándolo a la vez de alegria y de sobresalto. Serán ya inolvidables para el muchacho su figura, \ su paso, y su sonrisa... Y lleno del recuerdo de la mujer que ha pasado, él regresa a su casa llevando en el corazón la música inefable de una canción nueva y el perftime de una emoción desconocida. Ya en casa, se sienta ante el piano, en su despacho, para transformar en n o t a s musicales aquella nueva sensación de su espíritu. Las notas brotan fáciles, armoniosas. La inspiración palpita en su frente y pone en SUÓ manos, sobre las teclas, una ardiente fiebre creadora. Ya está la canción. El muchacho está trémulo de felicidad. Aquella canción se hará popular y dará ^ la vuelta al mundo... ] Alguien, de pronto, le inte- i rrumpe, intentando malograr aquella | hora feliz de inspiraci.'in. El cree que es el | «botones» para darle cualquier recado y, sin volver-1 se a mirar, le arroja un tintero. Gran escándalo. Porque los que se acercaban eran el padre y el representante de la editora musical americana. El conveíiio de fusionar las dos Casas queda roto a conse<;uencia del incidente. Y el padre, enfurecido, echa a la calle al mucha-

^^HV ^^^m

Va éste a la casa de un antiguu compañero de estudios. Y allí encuentra el retrato de la mujer vista en la calle: el sueño do su corazón, la musa de aciuella canción que irá a tcnlo el mundo... F^Ua es la hermana del amigo. Y, naturalmente, matrúnonio a la vista. Pero la mujercita tiene un espíritu independiente y rebelde, que no^


ble. PeIi<iilH (le risas y soarisas, hay en ella también una ffran temura, un valor muy humano. Tras la burla y l i pirueta, palpita un fondo <\c auténtica sensibilidad. Thclma Todd es la protag(juista de.c-tc film inglés. Thclina T(jd(l —fina, flexible, e l ^ a n t e — da a esa mujercita toda su travesura, todo su desenfado y t(Klu su alegria.

Insuperable intérprete de comedias de este tipo, la gran star logra en / Vaya niña! una de sus mejores creaciones. Muy femenina, llena de recursos y nuficcí-. Thelma Todd encarna m-igníficamente eo el film esa fina (¡omicidad característica del cinema inglés. Comedia para el olvido de la angustia contemporánea, esta ahora creada por la paiitalla inglesa contribuirá a dar risa^ }' sonrisas a nuestro mundo, fatigado de preocupaciones e inquietudes. El homlire y la mujer de hoy buscan en el cinema la ('oinpensa(;ión de muchos cansancios y muchas zozobras. Y en este sentido, aquel film, ágil y bienhumorado, es ligero y alegre, como un cock tail. *

Thelma Todd en su deliciosa creación del tipo de la protagonista--una muchacha llena de rebeldía y travesura— en la nueva cinta «jVaya niñal»

se somete con facilidad. Sólo a fuerza de habilidades cae en el matrimonio. Su sumisión, sin embargo, es sólo aparente, pasajera. De nuevo vuelven a ella el capricho, la propia voluntad, como normas únicas. Y el marido ha de iniciar una nueva labor de educación, para someter todas aquellas rebeldías, para reducir aqu» lias arbitrariedades. Hasta que un día la mujercita indómita es y a una dócil fierecilla domada. El amor ha llamado a su corazón, y en éste y a no hay más ley que la ley eterna. Pero el tema es, en realidad, lo de menos. Lo que da gracia y rango excepcionales al film es cuanto hay en él de detalle, de primor. Una alegría constante, un sentido exacto del humor, un justo concepto de la ironía. De la primera a la última escena todo es optimismo, sensación ama-

Otra e s c e n a bienhumorada de e s t a nueva y excelentísima realización europea


Joan lo

Venus

Metro

Crawford moderna

Goldwyn

esfa fotografía

de

los

Mayer, la maravilla

Estudios

muestra

en

de su cutis

Usted puede tener eí cutis así Lávese,

no

con

un

jabón

cualquiera/

sino con un buen jabón d e tocador, como

el

aceites

Heno

de

Pravia,

suavizadores.

acompañarse

de

una

puro,

hecho

El l a v a d o

con debe

fricción

lenta,

insistente, p a r a q u e la e s p u m a entre e n los p o r o s , los limpie y El H e n o

de

—y

con

del

mejor

Pravia

frecuencia

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es la base la

norma

tratamiento

de

piel.

principal única — belleza.

HENO DEPRÁYIÁ

l^._.#

perfumería

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gal

-

MADRID

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BUENOS

AIRES


I quiere V d / CenorO/con9ervar 9u Juvenkd/ p r o c u r e 9 e r re c o m o A «línea»! He aquí el _J único mandato a q^ue. la mujer, eterna e mdescifrable paradoja, somete su temperamento rebelde y voluntarioso. Y cuanto más rico y vario sea el caudal de sus atractivos y más perfect a y sugestiva su belleza, más rendidamente acatará los mandatos de la despótica tirana. Ni el m á s fervoroso amante, ni el más pródigo y complaciente a d o r a d o r , ni el más eterno y apasionado de los galanes, podrá jamás envanecerse de haber conquistado plenamente a su amada por ei solo milagro úa sxx bondad y de su amor. Cuando crean tenerla más cerca, cuando la estimen más rendida, surgirá fatalmente algo banal e insospechado que demimbará el castillo de su dicha. En cambio, ¡ay!, la «línea»—vaga e imprecisa soberana del reino de la Belleza—puede dictar impunernenlas ley«s má* absurdas, laí determinaciones más disparatadas, en la soginidad de que ninguno de sus mandatos dejará de ser fielmente cumplido j/or encantadoras y leales subditas. Y es que la «línea», para la mujer que aun no ha renunciado a hacer de .<us encantos personales un culto fervoroso, es algo asi como la razón suj»rema de su vida. Pero este fervor, esta preocupación constante que la «línea» impone, requiere la dedicación de todas las horas y de todos los minutos del día. Que ei el ejercicio e.xacto, que si la alimentación adotuada, que si los pla<'eres y los recTeos limitados... Grata inquietud ésta para las felices mujeres que nacieron a la vida sin otra imsión ni otro deber que el de hallarla buena y amable... Pero, ¿cómo podrán atender a esta transcendental preocupación aquellas mujeres que necesitan trabajar para vivir? f ^na importante revista yanqui, en su edición francesa, ha dirigido sus lectoras una pregunta < liyo enunciado responde exactamente al propósito de ^^tas

procura

9er b e l l o . . .

Oick Kline, Rugcstíva belleza rubia de la pantalla, entregada a los ejercicios gimnásticos, q u e practica a diario para conservar « • «línea»

lineas. Hela aquí: «Usted, señora o señorita, que lleva una vida plena de útil actividad, ¿cómo hace compatible su trabajo con el cuidado de su persona y la conservación de la «línea»? Díganos lo que hace, confíenos este secreto, bajo palabra de honor de que lo sabrá todo el mundo.» A esta pregunta han respondido incontables figuras femeninas destacadas en diversas actividades. No todas las respuestas son útiles al sentido de este breve trabajo, pero muchas de ellas sirven a nuestra idea. Si seguís leyendo, observaréis, queridas lectoras, cuan antagónicos procedimientos conducen a un mismo fin y qué copiosa diversidad de métodos pueden ser empleados para que vuestra «linea», esa «línea» que os esclaviza y os .somete a las m á s d u r a s pruebas, coTiservo su más absoluta y deseada perfección. Una joven cineasta—^profesión acaso la más abrumadora y a la que más tiempo hay que dedicar cuando se está «rodando» -dice: «Bebo un litro diario de locho bien pura; jamás pruebo el alcohol, y lavo mi rostro con agua y jabón simplemente. Mi maquillaje de calle es sumamente ligero y a base de pocas cremas. Al acostarme limpio mi rostro con un astringente. Nada de gimnasia. Si acaso, de v e z en vez, un poco de equitación. Me lavo el cabello dos vec e s al mes, } ero le cepi-


lio a diario con un «repillo de (-erda» muy duras. Si .salgo alguna íio<.'he, lo que no ocurre frecuentemente, porque debo madrugar, reposo imos minutos, sin dormir, tendida sobre un diván, y antes de vestirme (o de acostarme, si no voy a salir) tomo un baño tibio, cuya temperatura hago descender lentamente dejando correr el grifo del agua fria.» I..a directora de una gran Casa de modas de París contesta en esta forma: «Para mí no hay nada tan grato a la salud ni tan conveniente a la «linea» como la higiene y la cultura física. Antes que a ellas renunciaría a los p n K l u c t o s de belleza, lo que, por otra p a r t e , no t i e n e paia mi tiran imp^)rtancia, porque los uso con suma parquedad. .\ l.i higienf» y a la c n l tura física debo el equilibrio moral de toda la jomada. El aire libre también me seduce, y para abrir un margen entre el trabajo del día y el reposo de la noche, suelo hacer diariamente una horade/ootmg a p a s o vivo. Ni el calor del estío ni el frío del invierno me hacen alterar esta para mí saludable costumbre. Además, y también durante todo el año, suelo pasar los domingos en el campo. En cuanto a régimen de alimentación, no sigo ninguno determinado. Asados, legumbre» hervidas, nada de pan, raramente café y jamás alcohol. Claro es que de vez en cuando asisto a fiestas y comidas en las que prescindo de toda precaución y como de todo abimdantemente. El jugo de tomate y los zumos de naranja y limón disueltos en agua de Vichy, los tomo a diario. Por la no<;he salgo muy de tarde en tarde; pero cuando sucede, suelo tomar, «uites de vestirme. un comprimido de aspirina, con lo que borro las hueílas de"fatiga que el trabajo del di ^-.^..-^ dejar . . ^ j — en ^x» mi rostro, I U O L I U . l^n I U lmasaje u a s a j e facial lac-iiu todos wjuos iía haya podido los meses y un lavado de cabeza cada quince días completan los cuidados que me concedo a mí misma. Con ellos me basta para conservar mi paso, mi elasticidad y para no sentirme demasiado fea...» Tna bellísima modista de sombreros, propietaria de una famosa Casa parisién, y poseedora de una silueta sugestiva, ágil y moderna, responde de est* modo a la encuasta: «La coquetería que se me atribuye responde a un propósito y aunaconv e n i e n c i a . El primero nie hace s e r alegre, optimista y jovial, porque es t i m o (|ue hay <iue Umiar la vida <'«»nio viene, s i n c«m<íederle d e m a s i a d a importaniia a las preocupaciones y a las inquiet u d e s . Conservar siempre una moral excelente es un gran secreto de belleza y de juventu<l. Y en cuant<» a la paite interesada de mi mudo de ser, ra<ii»a en la conveniencia de exaltar mis buenas cualidaíles—las f í s i c a s y las otras—para favorecer las exigencias <1 e mi negocio. Estoy p e r s u a d i d a de que la alta cotizaxíión de l o s s o m b r e r o s que alen de mi Casa liábase por igual a sus méritos y a mi sistema jovial y optimista Claudette C o l b e r t vigila su peso. La de ofrecerlos. de la admi¿Que cuáles silueta rable «star», junto son los cuidados con su belleza, son que consagro a los dos preciados tami persona? Po- lismanes que la bao llevado a l triunfo. cos y sencillísi- T a m b i é n s u arte, mos. Contraria- claro es. Pero sabe mente a la ma- que éste le poseerá y o r í a de mis «ontemporá neos que gustan

de embadurnarse concienzudamente con toda clase de cremas y ungüentos, para conservar la pureza del cutis, yo practico el sistema de una vaporización interna con una mezcla de 125 gramos de aceite de oliva, disuelto en dos litros de agua caliente. lis una prescripción valiosísima que hace tiempo me fué suministra<la por un sabio doctor, y que me sienta a las mil maravillas. Cuido raí rostro con una pasta hecha—¡horror!^—a base de piedra pómez, y me enjuago con agua, a la que adiciono agua de Javel y un poquito de borato sódico. Dos veces por semana, para la limpieza del cutis, me hago una vaporización. Nada de cultura física, ni de deportes, ni de masaje. Para eliminar me hí^o sangrar, coiuo ios personajes de Moliere. Naturalmente, uso el guante de crin, con el que fricciono mi cuerf>o una vez al día durante el baño, haciéndome yo misma, después, un ligenj masaje con polvos de talco perfumados. De comidas, ningún régimen. Como ile todo, [)orque necesito astar bien nutrida para trabajar a gusto. Legumbres, frutas—comidas sin pelar, por supuesto—-; he aquí la base de mis menúfi, en los que no faltan otros alimentos más nutritivos y consistentes, en pugni, segiin dicen, con los métodos de conservación de la «línea». Yo no estoy descontenta de la que poseo, sin necesidad de sacrificios en la comida. ¡Ah! Bebo bastante £^ua de Vittel, templada en ayunas y fría durante el día. Para desayunar, una taza de té, algunas pastas y un poco de mantequilla. Esto es todo.» Como habréis visto, queridas lectoras, puede afirmarse que cada mujer practica un método distinto para la conservación de su «línea» en particular y de su hermosura en general. El resultado que se persigue es siempre el mismo: encanto y lozanía. Para lograrlos, basta con conocer.se a sí misma y elegir, entre los mil tratamientos que se ofrecen a la mujer, aquellos que más convengan. Pero, ¿cómo conocer.se?, diréis. De im modo sencillísimo: podréis estar seguras de (jue o s halléis e n contrado a voso t r a s mismas, que habéis (!omido lo que mejor o s sienta, que habéis hecho e ejercicio indispen-sable a v u e s t r a cíonstit ución y ([ u c habéis empleado los jroductos de belleza que vuestro tipo r e q u i e r e , cuando después <le la UrUette el e s p e j o os devuelva un rostro fragante y una mirada viv a z , y sintáis vuastro espíritu saturado de alegría y de optimismo. P o r <{ u e no debéis olvidar, amigas m í a s , q u e estas mujeras cuyas confidencias os hemos hecho conocer, a u n q u e empleen distintos métodos par a e l ciñdado de sí mismas, están de acuerd o e n proclamar que el único y verdadero secreto de ju ventud y de besiempre. No asi la esbeltez y la perfeclleza reside, sim ción de su cuerpo y p l e m e n t e , en la hermosura de su .sentirse alegres rostro, cuya seducde c u e r p o , de ción p u e d e esfumarse al menor desalma y de espícuido, a la más inritu. Y cuando significante n e g l i ellas lo dicen, eencia. H a y , pues, sus razones tenqur «vir alerta... drán..., ¿ V e r iad, leí-tora? MIOSOTYS.


anJb¿ el contrario, ¡..uj _ amable? ¿Una labor de asperezas labor de sonrisas? Hay opiniones puiaJtfH dos los gustos. Uno de los galanes f a ^ ^ F tos del público, Robert Montgomery, na dicho, por ejemplo, que en el cine se trabaja con tal intensidad que realmente se ganan los mdes de dólares que los productores continúan ofreciendo. En cambio, otro de los galanes de moda, Clark Gable, dice que trabajar ante la cámara es la labor más agradable y menos pesada que cabe imaginar. Con esta opinión de Clark GaDle comcide la de Bárbaia íátanwyck. Dice esta actriz que sólo las estrella neuróticas creen que se les hace trabajar hasta el agotamiento; aun(]|ue oo tuvieran nada que hacer, dirían lo mismo... Se cruzaban estos juicios distintos, y sobre ellos se alzó, con toda su dramática elocuencia, el hecho de la muerte de [.ilyán Tashman. ¿Agotamiento, trabajo excesivo que acabó por tron • char una vida? Naturalmente, ante esa muerte, como ante las de Rodolfo Valentino, Renée Adorée, Alma Rubens, Wallace Reyd, Milton Stills, Luis Wolheim y otros, numerosos certificados médicos afirmaron que la desgracia no habia sido producida por un exceso de trabajo. Y esto dejó contenta a la mnltitud, que cree sinceramente que la vida de las estrellas es un cuento de IMS mü y una noches, y que sonríe escépticamente ante la idea de que para esas figuras el cine es un trabajo penoso... El desequilibrio físico y nervioso de los artistas de film Y hay un hecho, sin embargo: el de que muchos actores necesitan una iausa en su trabajo para ibrarse de un agotamiento cierto. Por ejemplo, Gingers Rogers, después de tres meses de trabajo intenso, hubo de tomarse un descanso, dejando por la mitad la película que estaba haciendo. Lee Tracy estuvo a punto de caer gravemente enferma, tras un trabajo seguido en va-, ríos films. Loa módicos, ante el estado de agotamiento a que llegó Myrna Loy, le prohibieron que siguiese trabajando; la actriz perdió con ello

Í

De abajo arríbaí Bárbara Stanwyck, Ciarle Gable, Marión Davies, Ruth Chaterton, A d r i a n n e Ames, Le«

Tracy-.

^HMfflS^IPTNPSNIHnSne ^ B f i , entre pelicula y película, | t a ir a un sanatorio para rcpoI del esfuerzo realizado. Y Ruth Sterton y Kay Francis buscan, en ñato se lo permite su labor, un sisolitario y tran(iuilo para aquietar • s nervio.-^... " C o n o c i d o es, además, el caso de Clark Gable. Cuando rodó Alma libre, en la plenitud de su salud corporal, ólo Bu.ster Crabbe o .Johnny Weismuller podrían comparársele en la fuerza y en el dinamismo. Clark Gable hacía entonces una vida .«obria y deportiva: gimnasia, caballo, campo. Todas las precauciones, .sin embargo, no bastaron a evitarle una grave eníermetlad, que llenó de impiictud al mundillo cinematográfico. Hay, por tanto, i-espaldado por esos y otros casos un frecuente desequilibrio físico y nervioso en la vida de los artistas de cinema. Pero, ¿es realmente causa de ello el trabajo ante la cámara? ¿Es excesivo este trabajo para la actividad física e intelectual de un artista? Ante esto, las opiniones se dividen. Y quizá sean B á r b a r a Stanwyck y Ciar Gable los que tengan razón: el cinema es una labor de sonrisas... Cuando Pert Kelton quiso pasar un día en la playa... I A causa de aquel desequilibrio está fuera de la labor propiamente cine matogiáfica: está en la actividad múltiple y agotadora que loo artistas han de desarrollar fuera de los Rstudios. Quizá esto d e s p i e r t e una sonrisa escéptica en los lectores. E^a es la verdad, sin embargo. Algunos hechos pueden comprobarlo: los artistas cinematográficos gastan, efectivamente, su atención fuera del Estudio en . mil pequeñas cosas, ajenas al trabajo propio de la pantalla. Un ejemplo reciente: Pert Kelton, la ingenua deliciosa, una de las más jóvenes y más bellas actrices del cinema, acababa una película y pensó pasar un día entero en la playa, antes de que comenzase el trabajo de una nueva cinta. Al ir a realizar aquel propósito avisaron a la actriz para que ese mi.smo dia se hiciese imas fotografías con destino a la publicidad de la película. Tenía que posar con nueve trajes, y con cada uno de ellos en seis actitudes distintas. Comenzó a arreglarse a las ocho de la mañana, sólo empleó veinte minutos en comer y llegó a casa, por la noche, con el tiempo justo


descansar en la playa, otros hechos confirmaron la actividad que los artistas han de destuTollar aparte de Isu labor profesiona. Margaret Lindsay—la inolvidable Diana de Cabalgata—se retrató junto a una lata de lubrificantes, con una tienda de accesorios de a u t o m ó v i l al fondo. Adrianne Ames, en la fiesta de aniversario de una famosa fábrica de jabones, se retrató cortando un enorme pastel. En cuanto a las fiestas benéficas, hay que tener en cuenta que en HoUj'wood se celebran constantemente. Por ejemplo, en una partida de bndge organizada por Mtuión Davies con fines benéficos, los artistas tenían que jugar con el público... Otro constante y fatigoso quehacer fuera de los Estudios: las emisiones de radio. En una sola noche de esa semana en que Pert Kelton no logró desc a n s a r figuraron en varias transmisiones Dolores del Río, Alice White, William Powell, Noah Beery, Diana Wynyard, Clive Brook, Claudette Colbert y Jeán Harlow. Todos estos datos corresponden a una misma semana. Una semana, en realidad, gris, pobre de cosas y quehaceres de ese género, porque en esos días se celebraba en Hollywood la gran asamblea anual de la Asociación de Propietarios de Cines. Con ese motivo las Casas productoras habían dispuesto que las estrellas dedicasen la mayor parte del tiempo fuera de ios Estudios a entretener y obsequiar a dichos huéspedes de la Meca del Cinematógrafo...

para vestirse y tornar parte en un festival a beneficio de los damniñctuios en una tormenta. Durante cinco días, Pert Kelton tuvo quehaceres análogos. El día de descanso en la playa se fué aplazando, aplazando, hasta que llegó el momento de empezar a encargarse y probarse los trajes para la nueva cinta. Y la gentil ingenua hubo de dejar aquel propósito para cuando acabase el film que iba a empezar... Una semana fuera de los E»tndiot D u r a n t e esos días en que Pert Kelton no pudo A la izquierdaí Kay Francis. A la derecha) Marraret Lindsay. Abajoi Myma Loy

Es casi un mito, por tanto, eso de las vacaciones de las artistas del cinema. Y ni aun en los sanatorios, cuando necesitan reponerse de alguna enfermedad, es respetado su silencio. Admiradores, fotógrafos, periodistas, gentes que piden un autógrafo... ¿El remedio, entonces, a este asedio inagotable, que rinde los nervios del más templado? Uno nada más. El mismo que aconsejaba Napoleón como victoria única del amor: la huida. Por eso, frecuentemente, las estrellas huyen de Hollywood, marchan lejos, en busca de la quietud que alli no encuentran. Aunque muchas veces tampoco la encuentran lejos de allí. Porque ése es el reverso melancólico de la gloria cinematográfica..


I

Willy Forst' Willy Forst es uno de lot más nuevos y más legítimos valores del cinema europeo. Ha llegado al triunfo en ple­ na juventud, cuando todavía cabe esperar de su capacidad y de su entusiasmo nuevas grandes aportaciones a la pantalla. Su consagración como actor en el cinema de Europa fué debida a su labor en la película * Peter Woss, ladrón de millones». Llegó, después, su magnífica labor de director en «Vuelan mis canciones», la película gue recorrió el mundo, poniendo ante públicos de hoy la emo­ ción romántica de ta vieja tnúsica de Schubert. El nom­ bre de Willy Forst, como di­ rector cinematográfico, se destacó ante los ojos asom­ brados del mundo de la pan­ talla con una luz de triunfo excepcional. Después fué <Mascarada», otra película llena de finísimas calidades estéticas. Y ahora, Willy Forst ha sido contratado pa­ ra interpretar et papel de pronista en ta gran produchistórica * María Luisa de Austria». Este es el esque­ ma de ta vida cinematográfi­ ca, breve y triunfal, de este gran valor europeo de la pantalla.

X



El cinema europeo, en su camino de as­ censión, en el proceso de su desenrolvimiento, ha lof;rado dar vida perfecta a las dos caras de la pantalla: a su drama 7 a su hu­ mor. Europa, de este modo, ha creado un cinema profundo, de pensamiento y de emo­ ción, de inquietud, de fuerza, 7 un cinema ligero y amable, de ligereza y suayidad. En estas dos caras del cinema, en estos dos as­ pectos distintos 7 complementarios, Europa ha creado obras verdaderamente magnificas, Y junto a ellas ha labrado la personalidad de artistas que tienen ya un rango propio, un perfil inconfundible en la historia del cinema. Káte de Nag7 es intérprete de films de este último tipo. Su hermosurc suave 7 desen­ vuelta, su delicadeza, su gracia ágil 7 muy femenina, encarnan perfectamente esas crea­ ciones del cinema amable. Al marchar de Europa Lilián Harvey junto a ella habla cantado el oro de Norteamérica se dijo que Káte de Nag7 iba a ser su sucesora. Káte era, en efecto, come Lilián, finí, sonriente 7 graciosa. Tenia su desenfado, 7 su sonrisa, y su espiritu de pirueta 7 de burla. Serla su sucesora en las películas de aquel género frivolo. Ya volvería Lilián Harve7... Pero enseguida se vio que Káte de Nagy no era simplemente la sucesora de la «star» que habia marchado a Norteamérica. Dentro de aquel trabajo de tipo gemelo, la actriz desenvolvía, sin embargo, una personalidad auténtica, un acento nuevo, que no era exac­ tamente el de la Harve7. PelicuU a pelicula, Káte de Nag7 desarrollaba el proceso de su personalidad, 7 su arte aparecía cada vez con nuevos matices, con recursos más poderosos. La alemanita deliciosa no era 7a la sucesora de Lilián. Era una verdadera gran actriz, de espiritu sutilísimo, de una gran feminidad, de una alegría en la pantalla llena de garbo 7 de humor. Aquel cinema amable mixto de opereta, de juguete cómico, de vodevil tiene en Káte de Nag7 una gran intérprete. Ella da a las películas de ese género toda la intención 7 toda la alegría. Las anima con su belleza, con su sonrisa. Y, sobre todo, con su espíri­ tu: un alma que es como el alma misma de la opereta.


IIIIIIMIlItlIlllllItlIllIMtIllllttIllllllllItlIlllItlIllllllllllItlIllllllllMMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIJ

P R E N S A Lunes,

interesante

programa

EL ÉXITO DE LOS ÉXITOS

Sor Angélica | Coa LINA YEGROS y ARTURITO GIRELLI

dobie,

de riguroso e s t r e n o

LA SOMBRA gOE MATA Intrigante película, por BELA LUGOSI y KARL DAÑE

j

L A ^ U N I C A ^ PELÍCULA SE

MANTIENE

EN

NETAMENTE

CARTEL

CON

ESPAÑOLA ÉXITO

QUE

CRECIENTE

8.° SEMANA de-proyección en el C I N E M A

B I L B A O COCK-TAIL DE BESOS Deliciosa comedia de enredo por SUZY VERNON y PITOUTO

Primera producción de la SERIE "ORO NACIONAL" EDITADA

POR

SELECCIONES CAPITOLIO


Áel

cu

La pantalla europea — que ha alcanzado en sus realiza­ ciones una fuerza expresiva y humana verdaderamente magní­ fica—tiene uno de sus mejores re­ presentantes en el gran actor Conrad Veidt. Su admirable sobriedad, su domi­ nio de los recursos expresivos, hacen de él un artista personalísima. Su última incorporación a la panta­ lla es la que ha hecho en la pe­ lícula tAmbición». No hay

hipérbole en ajirmar que esta es la interpretación culminante en la carrera cinematográfica del gran Conrad Veidt. 'Am­ bición» presenta la evo­ cación de la corte del Gran Ducado de Wurtemberg a mediados del siglo WIU: cua­ dros llenos de animación, de inte­ rés novelesco, de emoción dramática, en los que deslaca con perfiles imborra­ bles la figura encarnada por Veidt. La labor de este artista en 'Ambición' dejará una huella profunda en la retina y el espíritu de cuantos vean este gran film europeo.


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Oí, BOPAÍ Y DIVOKIO?

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OR lo menos, podemos asegurar que Jeán Harlow no se volverá a casar durante el año actual. Ella lo ha dicho. —No quiero contraer nuevo matrimonio, porque he adoptado tres ¡íerros y dos gatos. ¡Ya tengo bastan<'s (K;upaciones este año! parque zoológico no tiene sitio para más.

El último divorcio dr Hollywood es el de Virginia Cherrill, la actriz descubierta por Cbaplín en «Las luees de la ciudad», y Cary Crañt

Ya saben ustedes que el juez ha concedido el divorcio a Mary Pickford y Douglas Fairbanks. ¥J^ posible que sepan también, porque los diarios lo hau divul-

gado estos días, que Douglas re-

Aquí tienen ustedes

cibió la noticia a media noche,

?„J*/^*.L.'1"?J''"* Joyce, cuya boda con

por telegrama urgente, que vmo j . ^ ^ oackies ya no se a interrumpir su sueño en un celebrará, según pahotel de Saint Moritz. Lo que rece... ya es más difícil que sepan es que Douglas .se incorjioró con desagra*lo, abrió el telegrama, lo leyó e hizo este comentario: —Well, well... No siempre le han de despertar a uno a media noche para darle una mala noticia.

Por si quedara alguna duda, Douglas, interviuvado


Merle Oberén fué llevada desde Iy>ndres a Hollywixid |H»r Joseph S<íhenk. Es decir, por nn di<-tador de Cinelandia. Siempre juntos, l*egg_v Hopkins .íoyce y Jack Dakie. Su boda, sin embargo, no llega a <-elebrarse. Tíxlavía «piedan seres inteligentes. V'iola lx>nie, nueva luminaria, se ha casado c(m un argumentista: Harr}' Clay. E3 matrimonio persiste, aumpie hace ya más de un mes que tuvo lugar la ceremonia en Yuma.

Pero lo asombroso es el cast) de Ruby Keeler y A\ Jolson. Ellos llevan tantos años «asados, que los niás tuitiguos habitantes «le la c«)l(inia no recuerdan nada semejante.

Mieniraa Douglao invernaba e a SaintMoritz le tué comunicada telegráficamente la noticia de que »u divorcio dr Mar)- Pickford había tido concedido por el juca

a la mañana .siguiente del feliz, acontecimiento, se expresó así: —Voy a hacer ahora un film en los mares del Sur. —^¿Por qué no vuelve a Hollywood? —Porque estoy disgustado de las mujeres en general, de las americanas en particular y de Mary Pickford en detalle.

Un divorcio que es inminente: el de Virginia Cherrill, descubierta por Chaplin en Las luces de la ciudad, y Cary Grant, el excelent*aíítor. Ella no ha progresado en su carrera lo suficiente para igualar en c a t ^ o r í a artística a su marido. Lo que quiere decir que él ha progresado demasiado. Inconvenientes de dedicarse lodos al mismo asunto.

En vista de que Kay Francis .se dedica ahora a pasear bajo la luna, del brazo de un principe italiano. Maurice Chevalier se d e d i c a a «cultivar» a Virginia Bruce, divorciada de John Gilbert. El que no se consuela es porque no quiere. Y Maurice, por lo «pie se ve, quiere. Hasta ha querido que sea Virginia su compañera en su nuevo film, y no Merle Oberón, que es la que está designada. Sustitución que no ha poilido const^iñr, porque para alg«>

AI Jolson, que ron NU espoM. Ruby Keeler, ronstituye deade hace años uno de loa pocos matrimonios felices de Cinelandia. lulos pasan ahora una nueva luna de miel en Palm Springs. El gran actor, en esta foto, finge UM combate de boxeo con s« nena_

Í

••— Kay Francis, tras el fugacísimo «flirt» con Chevalier, pasea ahora del brazo de un principe italiano—

Por si fuera poco, se han ido a Palm Springs a celebrar tma nueva luna de miel. ¿No es maravilloso? Y se ha casado Roberta Gale con uno de los más famosos abogados de Los Angeles, llamado Samuel S. I^agón. lx)s gastos del próximo divorcio serán asi más reducidos. Por lo demás, no hay que decir sino que Clara Bow no ha obsequiado aiin a Rex Rell con el tan aounciafio rorro, que a lo mejor es rorra. Es{)eremo8 im poco todavía. DON CUPIDO FERNANDEZ5


•mu-

éhiíkk'

A trepidante Clara Bow, en ua súbito acceso J de sinceridad, dijo cierto dia: —Nosotras no somos sino como nos hacen ser nuestro maquillaje y nuestros vestidos. Y, evidentemente, asi es. Hoy más que nunca, el cuidado en el modo de vestir, la audacia o el acierto de loo modistos, la elección del tono de las telas, contribuyen, sin duda alguna, a la aportación de nuevos encantos, de seducciones inéditas, en tomo a las figuras de nuestras vedettes del cinema. Como es lógico, porque a ello les obliga su prestigio y la Índole de su trabajo, han de vestir siempre con arr<^ío a los últimoo dictados de la moda. Mejor dicho, a las últimas profecías de la moda, ya que los costureros o los bocetistas de las estrellas, al crccJ el vestido que ha de ser exhibido en la pantalla, suelea tener presente que el film no se proyectará, en el mejor de los casos, sino después de tres meses de haber comenzado su «rodaje», y que en muchos lugares la película será conoc'da al cabo de un año, o más, de su teraiinación. En general, la artista de cine va, por lo menos, seis meses «delante» de la moda. No en la vida real, claro, porque ello resultaría extravagante y desastroso, sino en la falsa vida de la pantalla. De ello resulta, pues, que el cine ejerce en las elegancias fememnas una decisiva iixfluencia. Por otra parte, la óptica del cinema tiene sus leyes inmutables, y a ellas ha de someterse, inexorablemente, toda iniciativ a eo tal sentido. En el cine, la artista se ve obligada, para elegir y seleccionar su indumentaria, a


incitantes que un uesnudo total. Y visto el éxito de la evolución, los atavíos de las estrellas fueron despojándose, con vertiginosa rapidez, de lo superfluo, de lo innecesario, de lo agobiador y farragoso, para convertirse en estas toilettes actuales, maravillas de estilización, sutiles e inquietantes envolturas de las palpitantes y seductoras estatuas de carne que son las vedettes del cinema. Es indudable, pues, que el cine ejerce ya una positiva influencia en la moda femenina. ¿Cómo dudarlo cuando venios que cada jovencita es, a su modo y en la medida de sus posibilidades, una crisálida de star? .M.

obsei-var estrictamente no y a las indicaciones —^más o menos inexorables y más o menos discretas, según la categoria de la actriz— de cuantos han de intervenir en la pelicula a realizar, desde el punto de vista técnico y artístico. Todo, eo el cine, tiene una importancia fundamental. Hay que no olvidar cómo «da» cada color ea la pantalla, c ó m o «caen» la» telas, cómo reflejan la luz, qué lado del vestido resulta más elegante y más airoso, cómo se pueden sacar mayores efectos fotográficos a u i determinado pliegue y, en resumen, h a s t a (jué punto resulta o no favorecedora para la star determinada hechura. Durante mucho tiempo alcanzaron gran boga entre las primeras

figuras femeninas del écran los trajes pomposos. Pero esta ráfaga de ampulosidades fué, por fortuna, fugaz. El público, cada vez más inteligente, advertía bien pnmtt) lo absurdo e ilógico de aquel modo de vestir, y en lugar de sentirse subyugado por los alardes de los modistos, sonreía burlonamente, imaginándose a aquellas mujeres circulando por la vida ataviadas de un modo tan pintoresco. Es decir, que el menos avisado espectador advertía cómo aquellos ridículos ropajes habían sido creados exclusivamente «para hacer cine», prescindiendo en absoluro de las más elementales normas de la veracidad y de la lógica. A decir verdad, el público sólo admite esos abigarrados y abrumadores vestidos cuíindo la que los luce en la pantalla finge ser una reina, una gran dama o simplemente una aventurera de alto coturno, ("uando ello es así, el espectador muéstrase indulgente y se siente subyugado por el lujo deslumbrador que en estos indumentos suele derro1 charse. I De todos modos, la favorable evoluI ción de la moda cinematográfica hacia la sencillez y la simplicidad se ha dejado sentir de un modo concreto y evidente al advenir a la pantalla eso que se ha dado en llamar sex-appeal, y que no es otra cosa que la suprema exaltación de la verdadera y auténtica feminidad. Sin duda alguna, aprovechando la circunstancia de que las vedettes actuales suelen ser frágiles y ligeras como flores, y, como ellas, lánguidas y perversas, alguien pensó en vestirlas del modo más g sugestivo, e inventé esos inquietantes modelos que ahora suelen exhibirse en las pantallas, y que son mil veces más


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nombre más feo! ¿Verlad que huele a Patología? —Bueno, señor mío, (.me da su «opinión con( T e t a » , sí

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fuera por eso, merecería destacarse El encanto de una noclie. —En efecto. Y ya que hablamos de actores, ¿sabe usted que a ésta podríamos llamarla «semana de Jeán Murat»? Se ha presentado el maduro galán con dos films entretenidos, llenos de peripecias y vis cómica, titulados Un cierto señor Grant y La taquimeca se casa, proyectados en las pantallas de los palacios de la Prensa y Música, respectivamente. Bs ol primer film una ingeniosa pugna entre espías y dama?, y caballeros de industria, en la que predominan el buen gusto y la amenidad. Y con un asunto diferente, aunque también a propósito «para distraer al respetable ()úblicü». La taquimeca se casa es otra cinta agradable. En arabas .lean Murat obtiene un succés d'estime. ¿Y no hay más? —Sí. En el Capítol se ha instalado estos días el mismísimo doctor Pangloss, encarnación del optimismo, en la persona de Gustavo Adán, protagonista (ie El rey de la suerte. Linda película, de timo humorístico y saludable intención, muy bien realizada por cierto. —¿Quién es cl director? —M. Athot, nombre casi de mosquetero: reténganlo en la memoria. Otro de los estrenos, Estudio en rojo, ha sido en el Fígaro. El espíritu (le Conan Doyle preside este film policíaco, realizado con originalidad, y en el que .se evitan los es(;ollos eo que suele tropezar este género. Keginald Owen logra en dicho film un acierto rotundo. —Parece que el Fígaro siente predilección por los films policíacos... —En efecto, el P^ígaro da ejemplo de un sistema que, para bien del espectáculo, debía generalizarse: la especialización de cada local. .\sí, el público - q u e lo hay para todos los géneros— sabría a (pié atenerse. Otra buena iniciativa del Fígaro .son los ¡irogramas con el reparto completo e indicaciones precisas y detalladas de cuanto va a proyectarse en el lienzo. -Calle u.sted: nadie mejor que los ciíticos ajireciaii la utilidad de esos programas del F^ígaro. Son una ficha completa. ¿Por (jué no cundirán los buenos ejemplos?

—No deseo otra cosj.; además, tal es mi deber. La semana cinematográ,fica se caracteriza por su variedad. Se han estrenado films para todos los gustos: c o m e d i a s musicales, cintas policíacas y de ííspionaje, novelas románticas y hasta un d r a m a de Victoriano S a r d ó n . Lo primero, por orden cronológico, fué TM pequetuí Dorrit, a d a p t a c i ó n optimista (le la obra de Dickens. Anny Dorrit, en la pantalla, sufre menos qge Moiiiriilo de pre§entar8e Jeán Valjean al obÍH|>o de Digne, en una de las escenas de «Log en la novela, y eso miserables», la nueva versión cineinalográfiea de la famosa obra de Víctor Hugo, que vamos ganando. Para se ectrena el martes en el Rialto las almas puras y de- , licadas, espíritus candidos que esperan en e s t ¿ ' UN DIALOGO AL VUELO bajo mundo el castigo de los malos y el pre- \ mío de los buenos. La pequeña Dorrit, estre- i L É hay de nuevo por esa.s pantallas Je nada en el Colisevm, no tiene desperdicio. Por • Madrid? otra parte, la interpretación de Anny Ondra es, —Siete películas flamantes. como todas BUS suyas, admirable, y cuidado que —No es eso lo que le jjregunto. acpií renuncia—aparentemente nada más— a su —¡Ah, ya! Usted quiere saher si udemá.s de escarácter para encarnar una niña inocente y abtrenos huhü novedades 'irtistioas. negada, que, interpretada por ella, resulta, claro —Eso es. Y apuesto a que me entendió desde es, una ingenua deliciosa. La película tiene muel principio. cho bueno—Anny On'lra, por ejemplo—, pero —Tal vez. Pero, amigo, lo que usted busca "sto bueno ya no es nuevo. no es cosa de todas las semana.s. Kl arte es una flor caprichosa y rara. Tiene algo de psicología -En resumen: Ixt pequeña Dorrit le ha gusfemenina: le gu.sta hacerse esperar, ¿''sted no ulo, ¿no es así? lia notado que las mujeres siempre llegan tarde -Así es. Para encontrar algo nuevo y a la a la» citas? piu bueno, aunque en un orden secundario, hay —Acaso dependa un jToco de (pie los hombres que vgr a Lucién Baroux en la gratáosa y trase adelantan. La impetuosidad, que es impacienviesa cinta El encanto de una noche, presentada te, suele llamar retraso a la exactitud. 3n el Alkázai. Lucién Barou.x t^-nía el privile—Pues apliqúese el cuento. Ustedes, los digio de convertir la gracia en payasería. Actor lettanti de) cinema, son impacieiites; quieren que m á s p r a o c u p a d o de el milagro artístico se realice a todas horas, y atraer sobre sí la atencomo eso no es posible ni conveniente, porque ción de los bobos yo no a fuerza de repetirse el milagro ptieceiía una lo he conocñlo nunca. cosa natural y sencilla, se llaman a engaño, se Sus contorsiones, sus enfadan y preguntan, con una sonrisita irón'ca visajes, sus «morcillas» para disimular el desencanto: «¿Qué hay da nueeran, sencillamente, devo esta semana?» Intenciones le dan a uno de plorables. No se comresponder, como el astrólogo al rey: «¿Qué hay prendía cómo los direcde nu3vo? ¿Conoce usted ya, lo antiguo?» Portores toleraban aquello. que el cinema ha dado demasiadas prueba» de Era un forcejeo de la arte para que se le someta a esa fiscalización vanidad y la tontería semanal. paia llegar a manchas —¿Sabe usted lo que estoy pensando, señor forzadas al estrellato. crítico? Eo vez de aguardar el —Usted dirá, señor cineíiota. triunfo, parece que lo —Que toda esa palabrería no ?s más (pie un perseguía con intención (•ircunloquiü para eludir la verdad. de retorcerle el cuello. —Se engaña usted. La verdad queda ya exY mire usted por dónpresada. ¿No le he dicho que el buen arta no de en El encanto de una es cosa de todos los días? Pero, en fin, puesto que noche h a perdido su prefiere una respuesta categórica a su pregunta, «gracia impulsiva», diré de los films de esta semana lo que Lessing mantiene a r a y a al de las obraí; de Voltaire: «Tienen mucho bueno y clt.wn y se manifiesta mucho nuevo; fiero ni lo nuevo es bueno, ni lo por primera vez, que yo bueno, nuevo». sepa, e x c e l e n t e ai'tor —Eso es salir [)or trabalenguas. cómico. ( a r l o s Cardel. cun Trini Ramos —Paranomasiu le llaman hjs retóricos. ¡Qué —Pues aunque sólo en Broadway»,

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) Ulanca Vischcr, en su última producción, «F.I tangí que preaenta mañana lunes Coliaevm


Bárbara Stanwyck y Otto Rugger en la película «Siempre en mi corazón», que mañana tune» se estrena en el suntuoso Capítol

—^Muchos cineastas guardaríamos tales programas como oro en paño. —En el Rialto se estrenó Ftdora, adaptación del célebre drama de Sardou. Emoción, interés —aunque ha llovido mucho desde entonces— y buena realización. Me es simpática esta tendencia dramática, porque se erírenta valientemente con granties problemas espirituales, y viene, de cuando en cuando, a levantar el tono de írivohdad en que el cinema se entretiene demasiado, como si la intranscendencia y lao contusiones a lo prosaico fueran su ambiente. —¿Ea usted enemigo de lo cómico? —^¿Pof quién me toma usted, señor mío? La

farsa cómica me parece el estilo adecuado a la bonsibilidad de nuestra época. Pero detesto la vacuidad y el prurito de hacer reir sin más intención que la de pasar el rato. La risa arrancada así, a fuerza de chistes absurdos, es t a i ridicula y tan artificial como la provocada haciendo cosquillas. O humor, la inteicióo, es la gracia de la gracij. ¿De acuerdo? —En absoluto. —Por eso me gusta Fedora, como protesta contra la aecedad de lu risa sin objeto. Y para terminar la impresión que usted me pedía do la semaaa, le diré que los Escritores Cinematográficos Independientes prosigue i su noble e inte-

resante campaña en pro del buen cinema. El sábado 19 presentaron en el Tívoli Una cwión de loK Baleares, documental, de espléndida fotografía, y Scarface, el que pudiéramos llamar también magnífico documental de la vida y andanzas d í los gangsters, por el asombroso realismo que supo in.spiiarle Howard Hawks. —Conozco ese film. —Claro. —Y recuerdo la vigorosa interpretación de Paul Muni y la sobria sensibilidad de tJeorge Raft. —Pues, entone }s, ya sabe usted c u a i t o es digno de mención en esia semana... A.NToxio GIJ/MAN MERINO

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CiElMArc^ATillE Arline Judge, Preston Foster y Marión Burns en una humorísticay sugestiva escena de «Dama de cabaret», que mañana se estrena en el Cine Fígaro

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RAMOS diez los aiuigotes que nos encontrábamos reunidos en torno a J una mesa de mármol de un café de la Puerta ilel Sol. Hablamos agotado todos los temas de conversartión, nos habíamos tomado lo que el camarero había servido, y después de fumar nuestros cigan-os y los de los compañeros de tertulia, comenzábamos a quedar en silencio. Pero Maroto, el hombre de mejores itleas de la tierra, nos despertó—pues de otro modo nn podría denominarse , hai'iendo una exclamación de verda<lero 1(K;O. Aquí tenemos a los intrépidos exploradores en las selvas vírgenes del Manzanares impresionand o u n a escena de fieras

'z«l)€/iM l a

—¿Qué os pare<ería hacer una pehcula?—dijo. Nosotros, después de miramos los i r n o s a los otros y de damos algunos golpecillos en las mejillas para cercioramos de que estábamos despiertos, prestamos atención a sus preguntas. —Yo tengo entendido que todos vosotros adoráis al cine, que sois lo suficientemente entusiastas para producir una gran película. Preciso, por lo tanto, que hoy mismo, esta misma noche, quede formada aquí una nueva razón social dedicada a producir películas. T f K l o s asentimos, viendo en lontananza el modo de sacar algunas pesetillas por nuestra actuación en la pantalla. Pero nuestro gran Maroto no nos dejó disfrutar mucho de nuestras esperanzas. -Es preciso, pues, que cada uno de los que estamos aquí reunidos aport e el capital que tenga. La industria lo jjret-isa así, y todos, sin miraniientos, haremos un esfuerzo. Aciiií tenéis mis primeros veinte duritos, los que he podido reunir a fuerza de muchas... Casi sin damos cuenta, y como movidos por un resorte, metimos mano en nuestros bolsos, sacamos cuanto teníamos y lo amontonamos junto a lo que el iniciador de tan gran idea había depositado sobre el sucio mármol de la mesa. Luego lo contamos: había doscientas cincuenta pesetas con treinta céntimos. Maroto sacó un lápiz, unas hojas ie papel y algunas migas de pan que tenía en el bolsil o, y comenzó su contabilidad. —Podemos hacer una gian pelicula. Yo m e comprometo a ello. ¡Pues no faltaba más! —Creo que un argumento con girls y música alegre no estaría mal—dijo uno de los socios, pensando, sin duda, e n u n a juerguecita y tal vez en alguna (conquista. —No, no y no--dijimos todos—; es preciso hacer cine puro, cine que se pueda preseütar y que tenga gracia, t o d a la gracia que se pueda. Así, de esta forma, se comenzó la edición de una película. Maroto adquirió planos d e l África Central, y constantemente, y por espacio de algunas semanas, estudiamos sobre el terreno del mapa dónde habían de impresionarse las escenas de Una Je fieras. Algunos se compraron hermosos casQ.ps

TflmJpMjoinM,


para el sol de las selvas, y hubo quien se hizo un seguro de vida y fotografías en «plan» de explorador, para dedicar a sus admiradoras y a la Prensa. Pero nada de esto nos hizo falta. Una mañana, muy tempranito—y conste que esto no tiene música—, se presentó en las piscinas madrileñas ima Comisión de nuestra entidad cinematográfica; hizo su presentación a la Dirección de la Sociedad de Bañistas y los que la formaban consiguieron pasar a las piscinas sin pagar el importe del billete, que era lo que se t r a t a b a de demostrar. Cuando hicieron el estudio de los elementos nadadores que hacáan falta para la cinta, Antonio del Pino, con su sonora voz y una trompeta que se había procurado, dijo: —¡¡¡Necesitamos de unos señores que quieran hacer cinel!! A los pocos momentos, casi todos los nadadores se ofrecían, en condiciones excepcionales, para trabajar. ^ —Sabréis que no pagamos nada por este trabajo-—dijo Maroto. A estas palabras, muchos desfilaron y se tiraron al agua con despreocupación y poniendo caras muy raras. —Ea que—decía Maroto, recordando las palabras que directores profesionales le habían dicho cuando él comenzó su carrera cinematográfica—el cine precisa de un sacrificio de todos; hay que ayudar para l u ^ o . . . —Aceptamos. ¡Pues no faltaba más! flay y que hacer una pelicula que asombre al mundo entero—^indicaron casi a coro los bañistas. • • Al dia siguiente, en la C. E. A. de la Ciudad Lineal se encontraban, perfectamente pintados de n ^ o , muchos de los bañistas de la piscina. Se tomó una camioneta apostada a la puerta de los

mente, ^ esperando instrucción e s . Maroto mandó al fotógrafo le acompañase para localizar. Media hora más °^ tarde, en unas selvas vírgenes descubiertas >or el cine español se rodaban unas terribles escenas, en as que constantemente los exploradores y sus criados negros exponían sus vidas. El gran valor de esta película, titulada Una de fieras, consistía en que las fieras no aparecían por ninguna parte. Esto fué debido a no encontrarlos. En vista de ello, uno de nuestros amigos consiguió hacer que en la cinta apareciese el «león cartománcico», fiera nueva en las selvas, mitad hombre y mitad león. Entonces; y con todos estos importantes y precisoe detalles, se rodaron escenas y más escenas. El director del film, utilizando un invento completamente desconocido, llamado «Teléfono», avisaba, desde un lugar lejano a la escena, de cuantos incidentes habían de aparecer en la cinta. Era aquello un verdadero acierto y una maravillosa realización científica. Más tarde hemos visto todos Una de fieras, y noa causó una verdadera impresión de realismo. ¿Para qué irse al África teniendo en El Pardo, y junto al Manzanares, lugares tan bellos, t a n interesantes y, sobre todo, tan vírgenes como en las famosas selvas? Claro es que tropezaron los realizadores con un inconveniente. Todas las escenas tomadas en serio resultaron en broiüa, y, claro es, nos hacen reír mucho, en lugar de producimos lagrimones como puños de gordos, que es lo que se deseaba. Herranza y Del Pino fueron los exploradores que se han hecho famosos como Byrd o como el capitán Iglesias. Sus grandes descubrimientos científicos, sus maravillosas proezas en las selvas vírgenes del Manzanares se conservarán en la historia de los grandes hombres de la aventura.—ANTONIO DE SALAZAR

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pre«m4. |Mruna Iribn ues. . \ q u l l o 8 tenroio» ^ nutdo el martirí».a que somete la reina de ! • «pan

Estudios, y con todo el impedimento propio del caso .se comenzó la marcha a las selvas vírgenes del África Centra!. Poco más de cien metros del Puente de San Fernando se dió el alto a la expedición. L i o s negros tomaron sus lanzas y escudos y se formaron militar-


a la (Jnivei-sal. Maiióii Davies bailaba eii las revistas de Schubert cuando la Metro obser\'ü su belleza—no en el escenario, sino en una playa de moda, donde Marión lucía sus piernas tanto conm en escena—y la llevó a los E^studios de «extra». Y consiguió elevarse a fuerza de arte. Joan Crawford también empezó de corista en las revistas de Schubert, y luego ingresó de «extra». Renée Adorée nació en Lille (Francia), en un carromato de circo. Su pa• Irc y su madre eran gimnastas. Debutó cu la j)ista, (-orno bailarina, a los diez años, y bailarina fué hasta 4 0 0 , atraída por el cine, tuvo que eml)ezar por los papeles más insigui ficantes. Marj' Astor, hija de maestios de escuela, liubiera sido maestra si a .su madre no se le hubiera ocurrido la idea de dar uua clase de Declamación. Pero Mary tenía mala voz. y se dedicó al cine, emItozando por el primer escalón. i:Ura Clara Bow nunca pensó eu ser estrella de cine, aunque luego ha "fPM hecho maravillosamente su papel. Sus padres la buscaban un empleo " "^"^ ini restaurantes v tiendas de refrescos, cuando un com'urso de belleza, t'ii p c! rnie tíbtuvo e! pieiuio, le dio un contrato en Hollywood. Pero <le «extra». Eletuior Boardman servía de modelo de pintor. Cansatla del oficio, intentó la carrera teatral; pero sufrió una amarga desgiwia: la ntx'he <lel debut que<ló afónica. Y re<-urrió al cine. Dolores del Kio y Lu{)e Vélez, mejicanas, bailarinas las dos—aficionada la primera y profesional la .segunda . empezaron ha(;iendo papelitos, despuós de una ruda lucha en la ciurlad del cine. Alice White era me<*anógiafa en los Estudios First National, y tenía a su cargo el cuaderno <le anotaciones de las escenas filmadas. Vn día el director Alfred Santell necesitaba una muchacha para un papel insignificante; pero no veía el tipo deseado. Kn su indeci--- -- volvió a la

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excep<ión ilc Maiy Pickford, Greí 1 (iarbo, .leannette .Mat- Donald, Paulina Frederick, .\lice Joyce, Belle Biii nett, Florence V'idor, Irene Rich, Clair< Windsor, Alleen Bringle y alguna otra, fi guras del teatro que al pasar al cine o<uparon i)or dem'ho propio un puesto elevatlo, las estrellas de hoy son las humildes «ex•tras» de ayer, las muchachas anónimas que se debatieron en la niasa confusa del conjunto. Empezaron en el «montón», (consiguieron t?l pequeño éxito en el papel sin importancia, triunfaron en el grande y al fin obtuvieron el de protagonista. Se vieron convertidas en estrellas. Muchas de ellas, la inmensa mayoría de la•(ue con(x;emos y hemos contxndo, empezaron su vida artística en los escenarios de Nueva York y Chicago como coristas y bailaK<MÍ VM Rocque rinas en los conjuntos de los empresarios de variedades de niayor fama de os Estadtjs Unidos: Ziegfeid y S<!hiibert. Estos conjunttjs fueron siempre célebres por la bellle> y perfección física de las muchachas que los componen. Y sobre estas iiiucliachas ha ejercido una atraí-ción irresistible HollywotMl. Dorothy Mackaill actuó en ellos. Vino contratada desde Ingliiteila, -u patria, dontle trabajaba como bailarina. Y del escenario p a s ó H la Paramount a ha<,'er su aprendizaje. Lina Basquette, que pensaba seguir la carrera comercial, hizo bailarina al contraer su madre segundas nupc i a s con el maestro de baile Ernest Belcher; debutt) en I t j s conjuntos de Ziegfehl y .saltí'i _


pie la iimohaeha estaba en io cierto. Y del papel insiguificaute llegó a ustrella. .Janet Ciainor era mecanógrafa; pem sintió la atracción del cinc, y, aí'ompañada de sn madre, fué a ilollywood. Durante mucho tiempo sufrió las amarguras de todos los comparsas. Un día de Navidad, el director de un Estudio se apiadó de ella y la prometió trabajo. Luego con.siguió un pequeño fiapel; más adelante, algunas películas de mw-hnys, y asi surgió lentamente al cabo de los años. Madge Bellamy vivió en una hacienda de la montaña, de donde pasó de comparsa a los Estudios. Marlene Dietrich trabajaba en un teatro de revistas en Berlín, y actuaba en el cine alemán en papeles insignificantes Hasta que una nwhe, Stemberg, que se hallaba de paso en aquella capital, la vio trabajar en el escenario de un mufic-hall y la ofreció el papel en £,7 ángel azul. Y así otras... Corinne Grifitt. Bebé Daniels, Louis Moran, Dorothv .Janis, Ruth Taylor. Brigitte Helm... Y otros, porque no hemos hablado de los hombres, de los ases de la ])antalla. indudable que de éstos, una inmensa mayoría llegaron al cine por el camino del teatro, entre ellos .lohn y Lionel Barrymore, Milton Sills, Douglas Fairbanks, Ralph Forbes, Ben Bard, Ernest Torence, Noali Beery, Rod La Rocque, Keginald Denny, Conrad Nagel; pero no es menos cierto que otros recorrierim el lento y doloroso camino de los «e.xtras». Entre éstos está Charles Farrell, que llegó a Hollywood con una Compañía de cómicos de mala muerte, en la que estaba empleado como guardarropa.

Renéf Adorée

Klfanor Koardiiinn

Fuera de eso no sabía hacer gran cosa, pues su vid la había pasado en las barcas de pesca de Nueva In glaterra. Con diez y ocho dólares en el bolsillo, abandonó su puesto en la Compañía teatral, y en unión de dos amigos decidió tentar la vida de «extra». Entre los tres adquirieron un viejo Ford, arrendaron por una ínfima suma un rancho medio derruido en unos campos vecinos, y empezaron su per^iinatúón por los talleres. Trabajando un día y sin trabajar tres, transcurrió mucho tiempo, hasta que consiguió el pequeño papel ansiado. Y lo único que afligía por entonces al futuro as era la alimentación — diez centavos de patatas fritas para veinticuatro horas—, que le hacia perder su bti»>n aspecto de hombre joven y fuerte. Richard Arlen estaba empleado en un laboratorio cinematográfico para llevar y traei" dn bicicleta las rollos de películas. En uno de sus viajes .se cayó, fracturándose una pierna, y el director, comf>adecido. le ofreció trabajo de comparsa para cuandc sanase. Y llegó a figura. Hi<-bard Barthelmess

era escribiente en una oficina. Vio filmar un día y dejó el empleo para actuar de «extra». Y triunfó. Pero esto que se cuenta en cuatro líneas tardó en (Xíurrir seis años. Y así Louis Wolheim y George Faweett, profesores de Universidad antes; Ronald Drew, perio<li.sta neoyorquino; George O'Brien, hijo del jefe de Policía de San Francisco; Gilbert Roland, Ricardo Cortez y Ramón Novarro. Todos necesitaron años de lucha para triunfar. Sólo se conoce una excepción en este caminar lento de los ases y las estrellas. El de Vilma Banky. La hermosa austríaca vagaba por las calles buscando una colocación de dependienta en las tiendas cuando fué deten'da por el director que preparaba la película Galaiea. Este le dijo que era el tipo deseado para la protagonista, y aceptó ella. Es quizá el único caso de suene. Pero de esto hace mucho» aiios. Hoy la lucha es más du.a, nnichisinio más ipie entonces. VÍCTOR GABIRONDO


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L doctor Ilerhert Lippscliitz, jefe de proJ ducción de la Ibérica P'ilms, arquitecto especializado en el montaje de escenarios cinematográficos, autor de los de Dmn Francisquita, ha celebrado una extensa charla con uno de nuestros colaboradores, y tle ella, por considerarlo de interés para la cinematografía nacional, entresacamos las siguientes manifestaciones: —Nuestra Casa—dice el señor Herbert—ha producido dos películas: D(yña Francisquita y Una semana de.felicidad. La i)rimera obtuvo un buen éxito en España y fuera de ella, y la segunda acaba de ser estrenada, con los mejores auspicios, en Madrid y Barcelona, l'or eso me atrevo a decirle «pie ya tengo alguna experiencia, no sólo por los conocimientos adquiridos en el Extranjero (Alemania y Francia), sino por haber • estudiado al pueblo csj)añol, de tan peculiares caracteristicas. He podido observar (pie a los españoles les gusta el llamado género frivolo y que sienten predilección por todo lo característico y representativo de su país. Esta es una gran ventaja para el desarrollo de la industria nacional.

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Hace muy poco tiempo se importaban exclusivamente en España películas extranjeras, especialmente americanas; películas que, a pesar (le estar inspiradas en una mentalidad muy diferente a la española, obtenían gran éxito, por su perfe<*ta técnica y por los excelentes actores "TjtTé oolaboraban en éttasr " Ahora, después de los ensayos de producción nacional, se ha visto claramente el decidido interés del público español por un cinema propio, al que llegaremos, sin dut a, en un breve plazo, pues España, con sus veintitrés millones de habitantes, no necesita más que abrirse el mercado hispanoamericano para dar a su producción todo el impulso artístico y económico a que nos tienen acostumbrados taT-jrrandes^prodnotoras extranjeras. — Por mi parte, habland(j de mi propia experiencia, y comparando la calidad de los artistas españoles con los franceses y alemanes, puedo decir con satisfacción que aquí en España he encontrado el mismo sentimiento artístico y la misma comprensic'm (pie en todos l(js demás países donde he producido películas. Claro (pie aquí falta aún la exjjeriencia adquirida en otras naciones durante varias décadas; pero, en cambio.

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encuentro un entusiasmo nuicho más grande que en ningún otro país. —El .sentido excelente de los es{)añoles para la música, el canto y el baile, obliga a las Casas productoras a tener presentes estos elementos en sus película-i, si quieren lograr verdaderos éxitos. ¿Y el temperamento artistico de los españoles? ¿Y su intuición? ¿Y las mujeres de España? Es incalculable el número de mujeres bonitas (pie poseen, además, una voz muy bien timbrada y agradable, ideal para ser captarla por el micrófono. Puedo asegurarle (pie en mi vida cinematográfica no hallé nunca tanta dificultad para elegir una protagonista como aquí, al tratar de escoger la que había de encarnar Doña Francisquita. Y eso (pie se trataba de un papel inu.sical de tanta imj)ortancia. Dificultad, dije; pero dificultad en sentido positivo, porcpie la mayoría de las señoritas que se presentaban para intcr|>retar este role cantaban con tanta cultura que fácilmente huV)ieran podido interpretar un pa])el difícil en cualquier teatro europeo. Tampoco es difícil elegir un címjunto de actores de primera calidad y de artistas para los papeles cómicos de una película. -¿...?

—Durante estos últimos meses ha pasado )or nuestra pantalla un buen número de pelícuas españolas, y todas ellas han sido bien recibidas por el público, y alguna con éxito defiííí^ tivo. (Jada una de ellas es una piedra más que se coloca en el soberbio edificio que un día puede ser la cinematografía española. Es abrir el camino a la producción. -¿...?

—Tánicamente a base de una troducción continuada será posijle interesar a los capitalistas y a los Bancos de impcJftímcia" pafa~ que pongan a nuestra disposición los medios et^onómicos necesarios {)ara crear la definitiva industria cinematográfica. ¿...? —La mayoría de los espectadores no sospechan (|ue una película de unos ochenta minutos de duración requiera tanto esfuerzo y voluntad aunadas en el Estudio. Hay que tener present e , empez a n d o por

el personal t(''cni(H) (pie interviene en la producción de u n film, el trabajo del direíHor de escena, del oper.idor, del arquitecto y del compo.sitor, los cuales necesitan de la asistencia de muchos auxiliares importantes, y .se puede detñr que en ninguna otra industria es tan peligroso el mal funcionamiento del conjunto, pues todo depende del trabajo del individuo. Puede compararse esta organización al mecanismo complicado de un reloj, cuyo funcionamiento exacto depende de los más pequeños engranajes. Para que se comprenda bien la importancia de cuanto interviene en la filmación, sólo hay (pie hacer notar que la falta, por ejemplo, de un ramo de flores o un (cnicero, a vei^es, paraliza toflo el trabajo, en espera de (pie aparezca el objeto, perdién(Íose unas horas que representan miles de pesetas. Fácilmente se {tiiede hacer la cuenta de lo que puede costar a una Casa |)roductora la falta de un pequeño objeto, si se tiene en considera("ión que un día e n el P^studio cuesta, por lo menos, unas diez mil pesetas. Y esto explica \MiX (pié e n el Extranjero la industria cinematográfica paga honorarios tan elevados a sus colaboradores. Y es (pie es jireferible pagar mucho a un técnico experto antes que un sueldo reducido a un principiante. ¿...'? - I ^ Compañía Ibérica Filra.s—hablando ahora de nosotro.s—se ha hecho suyas estas experienciqs que están en el ánimo de todos los cineraafo^áfísfas^y del público español, proponiéndose realizar un jirograma de tres películas para el año que viene. _•

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títulos de estas tres películas no están ^ aún fijados; pero algo le puedo decir con segu-1 ridaíl: nuestras nuevas producciones se desarro- i liarán dentro de un ambiente alegre, gracioso 1 y divertido; mucha música, hombres y mu-J jéféíTjóvenés, büenóscómicx»,y voces de- ; liciosas de mujer. Esto es, en substancia, lo \ que queremos que sean nuestras próximas i películas. Nos hemos propuesto trabajar con un grupo perfecto de técnicos—al lado de los elementos artísticos cuidadosamente elegidos—y dar una alta (cultura al sonido y a la imagen de nuestros films. F^sto representa la marcha de una Empresa cinematográfica, y esto me parece lo importante ] i a r a que la película española adquiera su equivalencia al lado de las películas extranjeras. Hasta aquí el doctor Herbert Lippschitz, nueva voluntad e inteligencia puestas al servicio del cinenirt español. -IJOS

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l i r r i x rl l.ipiMrliil/.. jefe tle prodiireián <le l l t é r i e a Filniít. S. A., iios ha heeho. nobre la produerión uarional, la» n t i r . .i»iiti-» i n a i i i f e s t a e i o n e s tpie niáü arriba reproducimos


M*ITOl^ M a ñ a n a lunes

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presenta

BARBARA STANWYCK Ralph Bellamy • Ruth Donnclly

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MIGUEL PEDRA^


OPERA

MONUMENTAL CINEMA

EL LUNES PRÓXIMO, nuevamente, el célebre cómico D U V A L L E S hace las delicias del público en

MAÑANA

LUNES,

ESTRENO

d e la versión española d e la interesante película

EL HEREDERO DEL BAL TABARIN

EL MISTERIOSO SEÑOR X UN FILM PLENO DE INTRIGA, EMOCIÓN Y MISTERIO

D e l i c i o s a c o m e d i a , llena de picardía y sugerencias

Consultorio Cinematográfico A partir del próximo niíinero, CINEtiRAMAS dedicará una de sus páginas a «('onsultorío Citieinatográfico». Filio nos permitirá, al propio tiempo que ¡satisfacer un deseo reiteradamente expresado por inuclius lectores, establecer con el público el contado frecuente y cordial a que nos obligan sus conMaiites y afectuosas cartas, colmadas, las más de ellas, de elogios inmerecidos y de estímulos confortadores. Ya saben, pu'-^, los lectores de nuestra Revista, que a partir de la piiblit-ación de estas lineas piie< en dirigirse bajo sobre al € Consultorio Cinematográfico» de t.'INEGRA.MA.S, en deiiiaiida del dato o datos que deseen conocer. Para evitar posibles impaciencias o temores de extravío, advertimos que todas las consultas serán contestadas por orden riguroso de recepción.

a millonario (le pagaban entonces 5.000 dólares semanales) y ha deciditlo rehacer su vida. Lo:> Estudios de Paramount le han abierto sus puertas, para que por vez primera actúe en la jiantalla sonora. Dos años arguísimtjs y tristísimoo ha»! tenido que traiscurrir para que se decidieran a darle un modesto papel de característico. D. Me lican, otro veterano del eme, productor ahora, ha .-^ido quien se ha compadecido del compafiero caído. Durante los últimos seis años, Chailes Ray ha estado enfermo. La depresión económica le arruinó; su 3sposa se divorc'ó de é', y, no puíl'Piido trabajar en nada, tuvo que vender a muy bajo pre<;io la vdiosa colección de obras de ^rtc que conservaba ¡para poder comer! Cuando se gastó hasta el último centavo, t u v u que r3<;urnr a sus amigos, y ipenas si enco itró ilguiio que le .so<;orriera. Contrajo deudas, que le pusieron a punto de suicidarse, y, finalmente, tuvo que irse a vivir coa sus padres, pobres y viejos. ¿Volverá a ser jiopuKr? Sinceramente así lo tleseamos. Verdaderamente, la Metro debía alimentar mejor a sus componenteií. Me refiero a Leo, el le<)ii de su marca, que al comenzar cada película de esta Casa productora abre la boca en un btjsiezo que parece no haber comido en una semana.

Henry Ga'rat, el predilecto «part<-nairr< de Lilián Harvey, ha pasado fugazmente por Madrid, camino de Lisboa. Henry f.arat, tjue gusta de Fj«paña. nos comunicó que una vez cumplidos los compromisos artísticos que le llevan a Portugal, piensa pasar u n o s días en Madrid, y s e r i muy probable se presente a nuestro piíblico en unos recitales de canto

Hiza Royce, la esposa de Jo.seph Von Sternberg, el directór bajo cuya tutela la gran actriz alemana ha alcanzado gran fama y popularidad, describe a Mariéne de la siguiente manera: «Una muchacha alemana, de ojos azul mar, de mirada incomprensible, supercargada de ese fluido misterioso que enloquece de pasión a los seres del sexo opuesto.»

INSIWNTANEAS "EL A(;ilA EN EL SUELO", EX MÉJICO IMlOllIKICIOiV IXEXPLICAKLK

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guando ia primera gran película española que va a Amérit»^—"El agua en el suelo"—

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está siendo acogida con verdadero entusiasmo por el público de ios Estados Unidos y por ei de todas ias Itepúbiicas liispanttamerieanas. una orden del (lobierno mejicano prohibe su exhibición en ios cines de aquellos Estados. La medida resulta inexplicable, por «manto no se trata de una cinta tendenciosa en un sentido religioso ui politice, sino de asunto profundamente liumano, como obra do los gloriosos autores .Mvarez Quintero, y, además, injusta en estos momentos en que las primeras películas mejií-anas encuentran franca acogida en España.

Lo película españole que despertará más apa sionados comentarios

En nuestro próximo número publicaremos.] los retratos de los niños favorecidos en\ nuestro Concurso, que por la premura de, cierre nos es imposible publicar en et presente. j

FUMADA TOTALMENTE EN MAORID = = = = =

Craación da

ROSITA

LACAS

Concesionario para España y Portugal:

(".llecuerdan nuestros le<"tores a Charles Ray? Su popularidad fué grantle, gtuió muchos miles de dólares, y un mal dia desapareció de la ¡tantalia muda, silenciosamente. Kl Charles Ray de hoy es un hombre humilde, que acaba de cumplir cuarenta y cinco años de etlatl; se ha olvidarlo de los tiein|»os eit que llegó

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