Revista Cinegramas - Nº.42

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REVISTA SEMANAL DIRECTOR: A. VALERO DE BERNABÉ Año Il.-Núm. 42.-Madrid, 30 de Junio de 1935

ílhClútiU

N o siempre había de t e n e r Hollywood e l privilegio de las bellí><iniaN <extrai«>. He aquí a una eHpañola. futura estrella, llamada Ana Mary, q u e interviene en «Don Q u i n t í n , el aniarpao». Kn la foto eítrurha las últimaH inni r u r r i o n e K del dirertor del film, I . U Í N Mar<|uina

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I i. presente del cine nacional no responde a J lo que de él nos hicieron esperar sus primeros pasos en esta cuarta o quinta resurrección. Es decepííión lo que entonces ñié esperanza, y vejez lo que ayer nos pareció juven- \ tud, asi quieran presentémoslo ahora vestido con la técnica moderna cuando el interior, en rea- \ lidad, es el mismo. Sin duda, estamos destinados a morir y a renacer periódicamente, perdiendo, claro es, en cada vuelta a la vida las calidades que en lógica progresión debíamos haber adquirido, porque el cine español, en la hora actual^—casi nulas las esperanzas por ausencia total de realidades—, está

aiín peor que hace quince años, empeñados los productores en sostenerlo con las misma.s obras. I x ) que en aquella épi^ca resultaba distíulpable y ha.sta digno de estimulo, es hoy censurable p o r todos los conceptos. L o s directores siguen realizando los mismos films—con mayor destreza, ! cierto es, pues que los años y el trabajo dan la práctica—; pero con la misma pobre visión cinematográfica de entonces y la misma ausencia de valores espirituales en su concepción. H a y algimos que miden y calibran la perfección del cine espatlol por su avance técnico. L a s luces, los movimientos de cámara, los planos audaces, los decorados—casi t o d o esto, de creación

ajena, calcado de otros films para no molestarse en pensar con exceso—, les parece m o t i v o más que suficiente para proclamar a las producciones que esto I t ^ a n obras maestra-s, y no saben, no quieren saber, deslumbratlos por todo ello, que eso no es sino la parte que pudiéramos llamar e x t e m a del film, o sea: los medios materiales de que el realizador se vale para plasmar en la pantalla sus ín(|uietudes artísticas y espirituales, <jue son, en definitiva, la entraña del film, cosa precisamente de que carecen la m a y o r parte—en número muy crecido—de los films nacionales. Casi todos son ilustraciones más o menos discretas de un argumento, pero nunca interpretación personal de un temperamento artístico. Menos técnica y más contenido hemos d e pedir para que el cine español pro.spere, se depure y triunfe. A ser diestro en el manejo do medios materiales se aprende. Ix) que no es posible estudiar, lo que sur^c espontáneo en el cerebro del artista,, es la emoción y la belleza que siempre lleva consigo toda obra de arte. Asi, hemos de confesar que t o d a v í a no hemos sentido, ante la ¡iroyección de ninguna película esjiailola, esa tierna y serena emoción que nos transmite inmediatamente k x i o momento artístico, aunque no hayamos dejado muchas veces de alabar su perfe<'ción técnica. Y es que ésta es fría, caro<^e de alma, y nuestras películas, por ser resultado exclusivo de ella, también. P o r eso, con todos sus defectos, elogiamos c o m o se merecía, no hace nuicho, el film de Sáenz de Heredia, Patricio miró a una estrella.


En él palpitaba una honda inquietud, condición admirable que raramente pudimos observar en el resto de las producciones nacionales, y su autor entró desde entonces para nosotros tii el número de los que creemos capacitados, no para dar al cine español una nueva estética, porque nimca tuvo ninguna, sií)o para crear la suya personal, la que han de darle todos cuantos lleguen a él empujados por hU cerebro y no por ¡sus ambiciones, pues que la obra de arte se nutre de espíritu y no de ansias bastardas. Así, viendo el panorama desolador de nuestro cine actual, hemos meditado cuál será su futuro.

días pasados, es mostrar agrandados sus defectos—que los tuvieron, y grandes—-por cl cristal do aumento de los afios, que permite verlos hoy y a con perspectiva y en su verdadero valor, imposible, por todos conceptos, de aquilatar entonces. Confiemos, pues, en los jóvenes. Y confiemos más aún después de admirar los films que la Federación Catalana de Cinema «Amateur» ha presentado en Madrid. Ocho obras pequeñas en metraje, pero grandes en valores cinematográficos, en las que se une la maestría del realizador con la destreza del fotógrafo, han bastado para que

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nuestra confianza en el futuro del cine español so robustezca hasta augurar para él un próximo esplendor que sea a la vez consagración mundial de nuestro temperamento artístico. Quien realizó con su pequeña cámara de aficionado Fiesta mayor (medalla de oro en la bienal de Venecia), Concierto Costa, Octubre, Catllaras, Cerámica Serró y No lo digas nuis es un artista de .sensibilidad y capacidad in(ü.scutiblo, preparado para a«.;ometer con éxito mayores empresa.s, y así lo esperamos para lo sucesivo. N o hemos visto en ningún film de profesionales españolas la profimda emoción poética de la jrimera mitad de Octubre; el am)iente pintoresco, colorista y rico en o b s e r v a c i ó n de Fiesta mayor, obra de insuperable valor cinematográfico; el exaltado lirismo, no muy personal, pero sí brillantemente conseguido, de Concierto Costa; la grandeza imponente y serena de CaUlares; el encantador humorismo de El hombre que yo maté y No lo digas más; el valor expresivo de Jomada en el puerto, y a perfección técnica y artística de Cerámica Serra, documental que no es capaz de igualar ninguno de nuestros profesionales. Felicitémonos y felicitemos a estos jóvenes artistas. Ellos, con su minúsculo tomavistas, sin estudios, actores y derroche de elementos, han logrado, sin más ayuda que la de su talento y su clara visión del cinema, films que pueden servir de enseñanza a muchos de nuestros realizadores. ¡Buena escuela de cinematografistas estas sociedades de aficionados! E n sus manos jóvenes está el futuro de la industria española. Y un futtm> que desde hoy pronosticamos espléndido. F. H E K N A N D E Z - G I R B A L

ModcHlo C.iii, Miguel Tejada, Antoñila Colóme, Félii de Pomés Villastul. Torreas y Roma Taeni en una escena de «Rataplán*

y nuestras esperanzas se han vuelto de cara, tma vez más, h a c i a los jóvenes elementos que pued e n aportar a é 1 su entusiasmo, su talento y s u s deseos de crear nuevas formas artísticas. D e los que hoy tienen en sus manos la producción española podemos esperar y a poco. Todos provienen de la época heroica del cine m u d o , y soñando con las glorías que él les proporcionó — g l o r i a s grises, a tono con sus tiempos—, pretenden reverdecerlas p o r aquello de que recordar es volver a vivir, Y ellos se engañan, porque querer traer a éstos los

Una escena de «Una de miedo», |>elioula bufa, realizada por Kduardc G. Maroto con amplio sentido cinemálieo

Lina Yegros y Juan de Landa, protagoni»ta.<t de . r.í secreto de Ana María», em umm eacena de esta película


l/N N U E V O

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N los cinematógrafos de París ha hecho su J l)rillante debut im nuevo galán. Un galán que seguramente v a a ponerles el cocido en la estratosfera a Gary Cooper, R a m ó n X o varro y demás castigadores del celuloide. Porque se trata de un ejemplar asombroso. Tiene el cuerpo ágil y fuerte, unos ojos verdemar dulcísimos y nada como nadie. Y por si todo esto fuera t o d a v í a j>oco, este giUán realiza lo que jamás había hecho galán alguno, por lo menos en pública: dar a luz. Comprendo la intraníjuilidad que mis palabras estarán produciendo en l;is zonas directamente afe<'tadas por esta última virtud del suj e t o en cuestión. Y antes que las Compañías di ferrocarriles se vean obligadas a foimar trene.especiales a París, debo añadir que este j o v e n actor es el Hipocampo o caballito marino, de cuya cédula jiei-sonal y a tienen ustedes algunas noticia.s. El Hipocampo, sorprendido certeramente en su v i d a íntima por Juan Painlevé, se nos aparece en una breve y bellísima cinta documental para enseñarnos algo más que sus heroísmos conyugales: para prender eu la historia del cinema moderno oti-o entoi-chado de gloria, no obstante la ruda oposición que para impedirlo viene peq)eti*óndose desde el Oeste norteamericano. Vemos en esta j o y a de Juan Painlevó cómo el iballito marino, procermente instalado por su tutor en arte en m ) acuario de maravilla, nada, juega y cumple sus deberes matrimoniales. T o d o realizado con pureza de imagen que embelesa. (/omo los «señores de H i p o c a m p o » se han distribuido entre ellos dos los esfuerzos y los dolores que ocasiona traer hijos al mundo, será, evidentemente, algo que hará meditar a las damas del rimmpl y la jicrnumente. Y niu\ en primer tér-

mino a aquellas que en estos momentos precisamente luc lan en Francia por igualarse al «macho» Vean ustedes lo que sucede bajo esas alas tan bonitas que contemplamos. L a «señora de H i p o c a m p o » , cuando lo juzga ojMjrtuno, se aproxima a su marido y , ¡zas!, le deposita en la cavidad central todos los huevos que hay eu el douiicilio: do.^cientos, generalmente. El «señor IlipocamiK)», un poco sorprendido, esta es la verdad, pero galante y sentimental, se hace cargo del «])edido», y desde aquel momento al)andüna la tertulia del café y se aplica resignadamente a fecundar y nutrir la mercancía que se le ha confiado. Hasta que llegamos al momento cumbre de la operación, que es aquel en que el «señor H i p o camjx)», vencido por los mai-eos, con las piernas hinchadas y en el rostro la angustia de b desconocido, se pone el pobre de parto... Un parto ciclópeo, empavorecedor, que haría huir avergonzailas a esas señoras que t o d a v í a siguen presumiendo ante los fotógrafos por haber tenido tres o cuatro hijos. Venido el instante de alumbrar, el «señor H i jMxatujK»» comienza a expulsar los «bebés» de seis en seis, porque, claro, si se entretuviera en lanzarlos u n o a u n o - - c o m o las rotativas—, aquello n o acabaría nimca, y es muy posible además que la parienta le armase un escándalo por pesado. Sólito, sin comadrona ni otra compañía que algima esponja neurasténica o algún jiulpo burlón, el «señor H i p o c a m p o » v a colgando del agua series de embriones traslúcidos, hasta que terDerididameiile. este pollo, Biiig Croüby, debe e » U r mal de la raheza. ¿A quién se le ocurre ponerse a leer en un momento de M U vida tan importante como el que representa la foUtü

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mina su laborcita, y queda retorciéndose en agitadas convulsiones, rodeado de sus «nenes», que nadan alegremente y sin hacer el menor caso a su infortimado «papá». Juan Painlevé, realizador de este film, ha contado en una interviú el enorme sacrificio de pa iencia y esfuerzos que fc.^tas cintas documentales representan: « P a r a no disgustar a mi Hipocampo—^ha dicho su ilusire testigo—, he comenzado por reconstituir minuciosamente su hogar en el acuario d e mi laboratorio subterráneo. Allí, durante treinta y seis horas, he vigilado las idas y venidas de ios «señores de H i p o c a m p o » , hasta sorprender y filmar los amores de la pareja. ¡Palabra que cuando terminé estaba y o más cansado que ellos! Pero esto no bastaba todavía: quería rodar «estas escenas de familia», dándoles un decorado real, absolutamente verdad, sin escenarios. Y ello me o¡>ligó a desplazarme rápidamente hast a Arcachón.» Y ha añadido: «Estos films documentales, lo mismo si son de insectos q u e d e pulpos, exigen, primero, acostumbrar los «actores» a la luz; luego, impedir que los stars sean atacados por otros animales y separarlos para que no se destrocen mutuamente—como ocurre en los grandes Estudios—^y, por último, imponerles, a fuerza de digamos ensayos, o si ustedes quieren, paciencia, tma especie de disciplina artística, para que no hagan demasiadas tcnterias delante de la cámara...» TotaJ, que las hormigas, los cárabus, los saltamontes y el pez espada, cinematográficamente, son casi tan molestos como los señoritos de verdad. ¿Quién habia de decirlo?

LUIS

PIELTAIN


; \ o nir diga usle<( iiiús.' Hoy es jiievcM. ¡>' q u e no ha debido de harer cuiiiprae ni nada la b e l l a prutaguni»ta d e «Big Broadrast 1**35' para qu<> la o b D e q u i e n con tanloa ^ ^ , Mlob>tó*i

John Keinhardt, director de film», que •castiga» más que cualquiera de los galanes de moda. Aquí lo vemos, apenas llegado a la playa, con los cuatro primeros frutos de su donjuanismo irresistible. ¡Qué tío!

Escenas así son las que liaren prosélitos del comunismo. jViva el reparto social! ,tPero es que hay derecho B que Ramón Novarro disfrute diez y ochó sonrisas al mismo tiempo? .\o, no y no

tar a alguien, no hay inás remedio que matar a Warner Oland y rf>garle que haga el chino un poquito.

• • L o curioso es que este hombre tan malo, que usa veneno y puñales, antes de hacer su entrada en el cinema fué cantante de ópera. El caso era fastidiar a las demás, fuera ccmo fuera.

Los empresarios que se dedican a la explotación, en sesión continua, de películas de corto metraje, buscan ansiosamente, afanosamente, las puestas de sol. Una puesta de sol—como un claro de luna—puede valorizar hasta el éxito estimable un programa mediocre. Se pasan unos metros de Egipto, Ñapóles, Viena u Holanda. Y al final se coloca una puesta de sol en buenas condiciones. ES de irnos resultados sorprendentes, y hay

\éase, reflejado en xu rostro, el tremendo disgusto de rste rahalleru. preparado para «La» Cruzada))», de Ceril B. de Mille. A cualquiera de ustedes le obligan ahora, <-n verano - a ponerse un trajrrito así, y le pasa lo mismo. ¡I.as rosas que hay que hacer para poder comer!

Gigi l'arrish, nueva «stretlila de Hollywood, murslra, complacida, r l primer ramo dr flores que rrribr dr un admirador, y muestra también la perfección de «us rodillas, para que sr vra qur posrr aptitudes para r l triunfo. ¡Ya lo creo!

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más d e un em})resario que, a prevención de que los documentales vengan sin esos metros que aseguran el éxito, guarda en la cabina varios trozos de puesta d e sol, que no hay sino empalnvar a la película que viene sin este requisito, tan del agrado del espectador de, hoy.

A especialidad de Warner Oland J es mirar oblicuamente y ponerse imss t i l i c a s llenas de dibujos y de colorines que le llegan hasta las zapatillas. También sabe comer arroz con palillos, pero muy mal. Se le caen todos los granos y le da mucha rabia. Fi lo prefiere con tenedor. Alii es donde más se le n o - , ta que no es chino.

Se acaba de descubrir que los cuatro hermanos Marx son tres. Desde los tres mosqueteroo — que, como es sabido, eran cuatro^—, no se habia hecho un descubrimiento semejante.

Warner Olfmd ee el d o r o sevillano de los chinos. Es falso, pero se le admite en todas partes.

Warner Oland es un hombre con los bigotes caídos y la mirada cargada de un opio que se librará muy bien de tomar. Cuando hay que ma-

Warner Oland es tan teórií:a;!U'nfL'

1^ inquietante rubia Jeán Harlow, enlre Wallaee Beery y Clark Gable. demuestra, cumplidamente, que se puede llamar más la atención ron un vestido hasta los tobillos qne con un leve <maillot>. Vampiresa que es ella

chino, que los chinos que tr;ibaj.iji con él llegan a creerse que no son chinos, y se v a n enseguida a maquillar para parecer chinos de verdad.


más malo. El que, cuando aparece en la pantalla, hace decir a las señoras: «bandido», «mal hombre», «asesino», «chino tenías que ser», y otras cosas así.

• • En un Concurso oi^anizado por una revista inglesa para premiar la frase más corta que mejor definiera a una actriz de la pantalla, ha o b - ; tenido el triunfo esta sencilla y breve definición de la opulenta Mae W e s t . ^íae W e s t : una simple historia de alcoba.

L o s directores piden chinos verdaderos. —Quiero un chino de la China. — A q u í lo tiene usted. — ¡ V a m o s , vamos, formalidad!... Tráigame a Warner Oland, ¡que ése sí que es chino! — ¡ P e r o si es escandinavo! - ¿ Y qué? —Que no es chino. —¿Ea que no hay chinos en E^candinavia? — N o , señor. —Sí que es raro... L a edad de M a e W e s t es un misterio tan indes-

Modelo de «maillot» que rausa furor actualmente en las playas de (Talifornia. En descubierto por la espalda hasta la cintura. Por eso hay que tener mucho cuidado de no ponérselo al revés. Lo luce ;y de qué modo!— Cenevieve Tobín

Mrnos que sr (iré al agua, |iMÍaia ustetlpH lu qur quieran d r esta sirena sin cola, que se llama nada menos qne Jeán l'arker. jComo que se va ella a n i o j u r e s e «maillot» '¡ tan precioso!

cifrable como el verdadero ntímero de maridos d e Gloria Swanson.

P o r eso W a r n e r Oland hace que los «extras» d e sus j películas parezcan chinos artificiales. ¡Si será chin<j este hombre, que no es chino!

W a m e r Oland... Como todos los chinos de verdad, Warner Oland no conoce la China. L e pasa lo mismo que a M y m a L o y o a A n n a M a y W o n g , la más china d e las chinas d e l a pantalla, que, claro, es de Nueva York. Warner Oland parece tan chino, que cuando hizo El expreso de Shanghai se le acercó un chino de veras y le dijo que le había conocido años atrás en H o n g - K o n g . Warner Oland le dijo que sí, que bueno, que y a vería si lo podía arreglar. Y es que Warner Oland, como es un chino que sólo habla inglés, se creyó que el chino auténtico, que era un «extra», quería que le aumentaran el sueldo. Y cuando, por tm intérprete, se aclaró todo, W a m e r Oland se mostró muy sorprendido. ¿Sería él un chino de verdad? • — Y o no le he conocido a usted hasta ahora. —¡Chuli, pachuli, te ti y u li ri H o n g - K o n g ! ( ¡ P e r o si hemos estudiado jimtos en H o n g Kong!) W a r n e r O l a n d se quedó como el que v e visiones. A l oír H o n g K o n g , c r e y ó q u e se trataba d e un nuevo mono g i g a n t e . P e r o luego comprendió, porque para algo estaba el intérprete, que HongK o n g es una ciudad de hombres sin coleta. Así es la v i d a .

Desde los primeros tiempos del cine, W a r ner Oland está asesinando gente, y nadie le dice nada. Es que es un malo muy bueno. El mejor de los malos, decir, e l malo

¡ N a d a , que la hemos tomado con este hombre! Esposas modelo.

Jimmy Durante, el hombre que tira una r«sa de un estornudo, rodeado de admiradoras por todas partes, para demostrar que es verdad eso de que el hombre y el oso, cuando más feos más liennoao»

R u b y K e e l e r aparece junto a su marido A l Jolson en Comiema el baile. L a mujer de Charles Laugthon trabajó junto a él en £Ía vida privada de Enrique VIII. D i x i e Ijee, en Bing Broad east 1935, es la partenaire de su marido, Bing Crosby. En Los miserables veremos, j i m t o a Fredric March, a su idolatrada mujercita, Florence EIdridge. Finalmente, en Francia, en El equipaje, Jeán Murat tiene como primera figura femenina del film a su mujer A n n a b e l l a Ellas no se separan de sus maridos ni a la hora de trabajar. Es el colmo. I )eepués de cuatro aíios, parece que Charlie Chaplin ha decidido y a el titulo de su nuev a película, en la que tampoco h a b l a L a cual no es Lia producción número cinco, como se ha venido diciendo hasta ahora, sino Masas. L a realización completa de Masas costará ocho millones de pesetas. Ocho millones de pe-; setas sin decir ni pío.

Se asegura que M a x Reinhardt v a a adoptar la n a c i o n a l i d a d americana U n éxito más del cine alemán. ;A I . cola, niñas, a la cola! Pero que pase primero aquella rubia. Edmund Lowe, busca I . .vedette, entre estas aspirantes a la gloria cinematográfica. L o . hay con sueHe

R. M . G.


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CoN A lu luz del mndelubio—ese modelo de comedia cinematográfica de la más alta calidad— v o l v i ó a lucir en la pantalla la belleza y el arte de Estlier Ral&ton. Belleza y arte que posteriormente pudimos admirar de nuevo en otras pelicul&s. Pero, a decir verdad, en estos trabajos de su nueva etapa son pocas las ocasiones de acierto que se ofrecen a Esther; la que un día fuera aí-triz eminente, estrella de c a t ^ o r í a en el firmamento de H o l l y w o o d , ahora no pasa de figura secundaria en los rejtartos. Es el triste sino de los nombres famosos que, olvidados durante algún t i e m p o , v u e l v e n al lugar de sus triunfos de ayer.

A Charles K a y , uno de los galanes favoritos del público de «¡ne de hatje diez o quince años, sólo se le adjudican ahora pepelitos insignificantes; a Francis Ford, el inolvidable Conde Hugo de las películas de series de los tiempos de la guerra, le hemos reconocido apenas visible entre los « e . \ lle aquí Irr» iiiliTr tras» de más de un ¡•antes fotos de l'.sfilm. En esos dos Iber Ralston. Arricasos, el declive fué ba: un expresivo f^eato. A la izquierpaulatino, rindiendai mostrando la lado c a t ^ o r i a para (cartija q u e lo^ró que otros actores domesticar en la recién llegados ocuépoca de su mayor boga. V a la derrp a r a n su p u e s t o . rhat en una escena Otros ejemplos, por de amor ron Neil la brusquedad de su Hamilton otot'io, resultan aún más d e s o l a d o r e s ; asi, el d e P o l a N e g r i , a quien h o y es más difícil contratarse que le es a cualquier desconocida, o también el de Gloria Swanson, que luego de fracasar como productora de sus propias peliculas, se vio y se deseó para hallar un huequecito pí»r dtuide colarse en alguno de los Estudios en que antes fuera atracción de taquilla. El público, frivolo y olvidadizo, hace y deshace estrellas, y le gusta jugar con los prestigios que él mismo creara. Sólo unos pocos fieles saben dar t o d a su importancia a la resurrección en el celuloide de sus preferencias de ayer, aimque natía más sea por el dulce regalo de la evocación.

• • E.sther Kalston ilesapare<¡ó de la pantalla en la hora de su triunfo pleno. L a anécdota es vulgar y sencilla: P^ther Kalston fué asesinada en el movinúento revolucionario del cine parlante. A h o r a , los aparatos de registro sonoro son tan perfectos q u e pocas veces se impresionan mal; pero cuando rompió a hablar el lienzo merced a aparatos mejor resueltos en la teoría que en la práctica, era preciso sele(!C¡onar con sumo tacto los tirtistas de las películas que habían «le hacerse bajo el signo de la nueva técnica, para evitarse disgustos y pérdidas económicas por mala disposición de ftmogenia. L a v o z d e Esther Kalston n o era apropiada al micrófono, y fué preciso, ante el resultado poco halagüeño de los primeros ensayos, prescindir en los Estudios de la bellísima actriz, tma de las más en boga desde 1926 a 1929. Y hete aquí que Esther Kalston resucita ahora, y vuelve a a])arecer en la pantalla en la plenitud de su hermtwura y sin desperdiciar m o m e n t o alguno, [K>r mínimo y pueril que s e » , para alardear de agudo temperamento d e intérprete afortunatla. Si los realizadores ame-


ricanos no desatienden este gran valor que se reincorpora a la actividad cinematográfica, confiamos en que pronto Esther recobre su pasado y justísimo lugar preeminente.

Porque Esther Ralston alcanzó, cuando apenas había dejado de ser adolescente, uno de los puestos más codiciados en el cine silencioso. Pocas carreras tan rápidas y felices como la suya, que por mucho tiempo fué traída y llevada con todo lujo de detalles por la Prensa de todo el mundo. Esther vio la luz primera en Bar Ilarbour ( E s tados Unidos), en Septiembre de 11)02. Sus padres—May H o w a r d y Henrj- W a l t e r R a l s t c m - eran dos actores magníficos que se especializaron en la interpretación del repertorio de Shakespeare y de Dickens. P o r la profesión de sus mayores, Esther se educó en los escenarios i>rincipales d e Norteamérica, y de la relación constante con gentes de teatro, así como de la observación inconí5ciente de procedimientos y estilo.s, nació en ella la afición irrefrenable hm'iA la labor de actriz. Cuando tenía dos años apareció por prinxera vez en escena, y su trabajo entusiasmó de tal modo a los espectadores, que Esther pasó a convertirse en má.xima atracción teatral de la familia. Pero la vida del arte hubo de interrumpirse para atender a la educación de la niña, Esther ingresó en un pensionado de N u e v a Y o r k ; pero más de una vez salió de él para salvar momentos difíciles de la Compañía de sus padres, interviniendo en la representación de obras que e.\i¡ gían actores infantiles. A fin de que el J perjuicio no fuese grave para el desarrollo cultural de su hija, Mr. Ralston contrató los servicios de un profesor, que acompañaba constantemente al grupo teatral en sus excursiones y seguía afinando la clara inteligencia de Esther con la enseñanza de importantes disciplinas de sabiduría. Así fué cómo la futura estrella alternó el estudio del Romeo y Julieta con el de la resolución de ecuaciones matemáticas, o el d e los tipos de Dickens con la historia de la Edad Media. Un día, en Cincirmati, E-sther fué presentada al famoso empresario R i chard Baxter. L a belleza y la simpatía de aquella muchacha de diez y .siete años, y también su naturalidad y justeza para la representación dramática, impresionaron a Baxter y le movieron a projionerle ge.sticmar su ingreso en tm Estudio de H o l l y w o o d . —^En el cine—le dijo—obscurecerá usted muchas celeliridades de jírimera línea. •—Pero el cine no me interesa—respondió Esther—. A mi me gusta interpretar todos los días a Shakespeare; po ro en la pantalla prefieren cosas de mucho menos interés. Y rebelde a la insistencia de su nuev o amigo, ella continuó actuando con sus pa*lres en los teatros más importantes de todo el territorio de la Unión. A l poco t¡em|H>, la Compañía dio una serie dfi funciones en H o l l y w o o d . Y un

día alguien llevó a la j o v e n arjtriz a visitar los estudios de la Paramoimt. Allí conoció a Herbert Brenón. Herbert Brenón era y a un realizador cinematográfico de fama, a quien se atribuía acierto seguro en el descubrimiento de nuevos valores para la pantalla. Brenón se interesó v i v a m e n t e por la rubia muchacha, y consiguió de ella que se presta-^c a impresi<mar, como ensaj'o, unos metros de película. L a prueba fué deslumbradora. T a n t o , que los productores de la Paramount asediaron a Ksther hasta que obtuvieron su firma al pie de un contrato para intervenir en la cinta Peter Pan, que el proj)io Bren.'n adaptó del célebre libro .de sir James Barrie. El papel asignado a F^sther no era demasiado importante; pero ella supo infundirle tal brío, que le bastó para revelarse como una actriz de la pantalla digna de rendida admiración. Y la consecuencia fué inmediata: el ofrecimiento de puestos más destacados en varias películas planea<las para su filmación. Esther se entusiasmó con su nueva actividad. El teatro cedió en el espíritu de la chica su puesto al cine. Y a los pocos meses, Esther se había convertido en una de las estrellas más populares de la pantalla. L a Venus americana marcó la hora su c o n s a g r a c i ó n definitiva. Desde entonces, la mu-

chacha contó por éxitos rotundos sus apariciones ante la cámara, p-uese en el género dranuitico, con Tr\¡)oli o los hijos del divorcio, o fuese en la comedia d e fino humorismo, como En pos de una emoción y Frivolidad, E ^ h e r acreditó cumplidamente su inteligencia comprensiva y su flexibilidad para expresar del modo más sencillo y ceitero. A l i o r a v u e l v e EJsther a la pantalla. L a legión de sus admiradores d e los tiltimos tiempos del cine mudo está de enhorabuena. N o es posible que nadie haya olvidado a la bellísima v prodigiosa actriz. Y si ni guien la olvidó, peor para é l . — C A R L O S D E M A D R I D



fígaro Primera scleeeión de cinema "amateur"

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L a Federación Catalana d e Cinema desarrolla una labor admirable: despierta vocaciones y es

seminario o semillero de futuros artistas, que buena falta nos hacen. E n el aspecto internacional, el cinema amateur de Cataluña ha obtenido triunfos halagüeños. P e í o seamos francos—^lo cortés no quita lo valiente—: a juzgar por los ocho films que nos han enviado, los amateurs se preocupan más de la técnica que del espíritu, ca.so excepcional y paradójico, tratándose de j ó venes. P o r lo visto, aspiran al virtuosismo y no a la rebeldía; creen en la cámara más que en la imaginación. Ensebio Ferrer, el más preparado, sólo acierta a v e r en Festa major una estampa realista, que es al cinema de vanguardia lo que un dibujo de Méndez Bringa a una fantasía de Picasso; en Cerámica Serra, Ensebio F'errer consigue fimdidos admirables. Forma, sin intención; buena factura, exenta de novedad. Jomada al port. Octubre y CatUaras son tres magníficos ensayos de cameraman sin director. Si el cinema fuera sólo fotografía, Catllaras, por ejemplo, podría considerarse como una obra maestra. P e r o detrás de las imágenes, por bellas que sean, como detrás de los rostros, debe alentar el espíritu, y de él se olvidan estos aficionados aspirantes a directores. Sus films son una sucesión de fotogramas que ¡wdrian prolongarse hasta el infinito, mientras hubiera celuloide y paisajes que «retratar». L a cámara tomavistas obedece a un impulso mecánico y no a un pensamiento

^

^Jti eminente actriz Katharine lirpburn, que obtiene diariamente un grandioso éxito en el Cine Madrid-París, en su nueva creación cCloria de un día», peh'cula con la que obtuvo el Gran Premio de la Academia de Bellas Artes del Cinema al film mejor interpretado roí.

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«que nace, crece, se desarrolla y muere», trayectoria estética de toda obra de arte. En este sentido están más cerca del cinem a L'home que jo he mort. No diguis mai y Corwert Costa. Obedecen a u n a i n t e n c i ó n , tienen ima palabra que decir y la dicen, siquiera sea con balbuceos y reminiscencias de cine profesional, pero de buen cine, eso si. F,\ más original do estos tres films es L'home que jo he mort. En No diguis mai está presente el rec u e r d o de La maternal, y en Corwert Costa, el d e Vuelan mis canciones. L a juventud obliga a o t r a cosa. Menos lograda, si se quiere; pero más inquieta. Las ideas no cuestan dinero. Se tienen o no se tienen. Eso es t o d o . Más caro resulta un f o t o grama que una

rebeldía o una genialidad. Y lo mismo trabaja la cámara ca))tando naturalezas muertas que paisajes es )irituales. Sólo que esto último es más difícil, 'n buen fundido, una foto magnífica, serán siempre cosa mecánica y material; sobre ellos está la idea, sin la cual el cinema no alcanzaría nunca la categoría de arte. Las ilustraciones musicales de este f)rograma contribuyen a disimular la escasa elocuencia de las imágenes; les prestan una v o z que no tienen. ¿Qué hubiera sido de los films reducidos a sus propios medios de expresión? Mediten en ello los amateurs. La música sirvió de galeote. Y ésa es una habilidad más propia de profesionales fracasados que de jóvenes llenos de valentía y convicción. Porque tengo fe en el cinema amateur, prcp > ración de la v i d a artística, ejercicio y estudio previo para graduarse de dirof-tor, escuela fie cinematografía cuyas promociones sacarán del atolladero de vulgaridad en que se ha metido hasta los hombros al cinema español, en v e z de velar con frases corteses una orientación equivocada, prefiero hablar con entera franqueza, ahora que es tiempo de rectificaciones. El cinem a amateur ha de ser menos cauto y prudente, ha de ejercitarse en ensayos de rebeldía y originalidad. El m a y o r pecado de la juventud es sentirse o r t o d o x a y técnica en un medio social y artístico cargado de interrogaciimes. A . del A m o Algara presentó el programa. Y Carras<>o de la Rubia, en nombre de los amateurs catalanes, saludó a los cineasta.^ de Madrid. P A L A C I O DE L . \ M I S I C A " E n mala compañía" P e r t e n e c e este film a lo que pudiéramos llamar cinematografía literaria. Las preocupaciones retóricas y hasta los métodos teatrales en los que el cmema sonoro ha incurrido f r e c u e n t e m e n t e se observan en él, y su acción podría encerrarse sin gran esfuerzo en las cuatro j)aredes de un escenario. H a y muchos pre<'edentes glositjsoe de este género de cinema en Frank Capra, en Murnau, en Lubistch. Fueros humanos, de Frank Borzage, es el raáh reciente. En el fondo, ambos films, éste y el que comentamos, .son idénticos: la dulzura de una mujer imponiéndose a la salvaje independencia do un hombre. Y aquí surge una pregunta que hemos fornuilado otras veces: ¿Cóm o ha de ser el cinema sonoro? ¿ H a de predominar en él el movimiento externo—acción^—o la importancia interna—pasiones—? L o primero parece que es cinema propiamente dicho; lo segundo se acerca peligrosamente al teatro. L a cámara olvida sus (íorierías para ilustrar escenas en las que el micrófono adquiere insospechada i m p o r t a n c i a Sin embargo, grandes realizadores, como los y a citados y otros muchos, suelen seguir este sistema. ¿Será porque la verdadera acción no es m o v i m i e n t o ni rapidez, sino intensidad? A veces, una palabra, un gesto, encierran más vibración, más fuerza y más poesía que un paisaje; una mirada puede expresar más furor (lue una t o r m e n t a Luego la cuestión no está en agitarse, sino en sentir, y la poesía no se describe, se sugiere. A n t e un espectáculo soberbio, las cumbres del Himalaya, la i m t a c i ó n


del Océano, la tempetítad en la estepa, un cameraman sin talento no pasará de fot<)grafo; en lo más vulgar y anodino de la vida ciudadana, la cámara tomavistas, dirigida juir un poeta, como K i n g Vidor en IM calle, captará imesía. No hay, pues, na<la más que un pr(K;edimientu artístico de hacer cinema: coger un asunto, y engarzarlo en arte. Con tema tan ambicioso como Kl fin del mundo fracasó Abel Gance. Con el ínfimo drama de un portero de gran ht»tel realizó Murnau un j w e m a toiunovedor: Kl último. Ese es el procedimiento de .Marión Gering. En su film sortea los e-scollos literarios y consigue ima j)elícula jugosa, delicada y movicla, sin desplazamientos de lugares y sin movimiento de masas; lo basta para comj)oner su p«)cma cinematográfico un dúo espiritual entre un galán y una dama, que acaban casándose. ¡Qué cosa más sencilla! Sí, tan sencilla como el método de pintar que enseñaba el maestro: «Se llena la paleta de colores y se trasladan con el pincel al lienzo. Si uno es pintor, r&sulta un cuadro; si no lo es, resulta... que .-^e ha ensuciado el lienzo.» Marión Gísring sabe «{)intar» en celuloide, y allí está su obra, en la que le han ayudado con una interpretación como de ellos, y eso basta en su elogio, Silvia Sidney y Fredric March. AVENIDA

Una cMcena d«-l film «Oro en la montaña», dirigido por Arnold Fank, y del q u e «on protagonistas Sepp Hisl y Brigitte ilorney, que la gran distribuidora Ufilm» presenUrá mañana lunea en el Palacio de l « Música

1

¿Campt'ón? ¡Xarifest' .limmy Durante ha encontrado en esta película grandes motivos de lucimiento, y \os aprovecha, P e r o l o que más nos gusta del film es la agilidiul con íjue está realizado. Hay unas escenas lie bo.xeti — ¡cuida-

do que es camino trillado en el cine yanqui!—en las que el director, Benjamín Stoloff, consigue ángulos inéditos y , sobre todo, una vibración y una fuerza expresiva sorprendentes. N o será este film cinema de arte, i)ero es cine v i v o , rápido, distraído y lleno de humor. Cine de cine, recuelo de lugares y a comunes en la pantalla, pero realizados con garbo y maestría; fruto de experiencia en la composición de cintas entreveradas de arte y mercantilismo, fórmula araerícana infalible para contentar y distraer al gran público.

(L\PITOL

**\jn aventurero audaz" E-stá inspirado este film en la novela })olicíaca de H . C. Me. Neile, Captain Drmnnumd, pero Roy Del Ruth ha saV)i(lo valorizarla con episodios cómicos (le buena ley y con una dirección inmejorable. El ambiente—Jjondres de noche—, soberbiamente cajitaxlo, sirve de preparación a este film de crimen y misterio en el que Roland Colman, el protagonista, renueva sus triimfos.

ANTONIO G U Z M A N

.MERINO

Jf^MUt^^UÁi iludid I. Consejo de Ministros j ha acordado, en una de su» últimas reuni(»nes, conceder al excelentísimo señor don Guillermo Cardim, presidente del C^^nsejo de Dirección de la Sociedad de Pro{)aganda de la «Costa do Sol», la Cruz del Mérito Militar de tercera (¡lase, con distintivo blanco, premiando asi la labor desarrollada y)Or este digno portugués, a m a n t e de España, d e enaltecimiento de nuestra patria. Cuantas Comisiones militares asisten en la ve<!Ína capital a los Concursos hípicos y partidos de balompié son reiibidas en de honor y con grandes fiestas en los simtuosos salones del Casino de Rstoril y del Club Maxim's, que abren sus puertas de toda gala en todos los banquetes que se Celebran on honor de estos re-

reí'CfK-iones

Don (Guillermo Cardim, iresídente del Consejo de lirección de la .Sociedad de P r o p a g a n d a d e l a

f

presentantes del Ejército espafiol. El .seilor Cardim dedica elogios a imestras instituciones marciales, y en todo momento es el paladín de la imión de los espíritus de los dos países, para dentro de la Península hispánica llegar a una cx>ncordia y conocimiento m u t u o q u e pueda e r ^ a n d e c e r la obra común de la paz. Es hombre de gran posición en la ¡jolítica portuguesa, y que posee, entre otras muchas condecoraciones extranjeras, las siguientes portuguesas: Gran Oficial de la Orden del Mérito Industrial, Comendador de la Orden Militar del Cristo de Portugal, Oficial de la Orden Civil de Benemerancia (Beneíicencia) F^s miembro muy destacado de la Comisión de Propaganda y Tiirismo del Ministerio de Negocios Extranjeros. «Costa d o Sol», a quien araba d e ser concedida, por sus singulares mérito», la Cruz del Mérito Militar


bella actnx de la pantalla lu«e en esta lolu un original vesti<lo de fcmsa estampada, qur presta a su dgura un rncanto juvenil

A

S Í como la estación invernal

te en ellos, como siempre, la más profusa diver-

es pro-

sidad, y dentro de su esencial característica es-

picia a las toilettes ostentosas, severas,

solemnes, el verano tiende a

tán admitidas

„ „

prestar a la silueta femenil la más absoluta sencillez, la simplicidad máxima. N o imjx)rta que las telas sean livianas

y

sus coloridos a l ^ e s .

mismos elementos fundamentales,

Con estos

los vestidos del estío

podrían ser recargados, poco airosos. P o r fortuna, es así. Los grandes

modistos, incesantes

no

perseguidores

de la í t r m u l a maravillosa de ser gratos a la mujer sus concepciones, han

las más insospechadas

des; pero todas

en

iinaginado para la presente es-

tación las creaciones más sutiles, más simples, más airosas y al mismo tiempo más favorecedora-*. Cuantas de

ellas están

varieda-

inspiradas en

la

misma tendencia de simplicidad que hoy constituye la boga de las elegancias. ComplemenL to indispensable de este estilo de vestido son • las blusas, en las cuales existe una

variedad

F realmente alucinadora. A decir verdad, la elección concreta de una hechura determinada

de

blusa constituye para la mujer un problema de dificilísima solución; tal es la variedad de modelos lanzados por la M o d a

salones

Otra bella característica de la presente esta-

de la moda las colecciones para la season presente habréis

ción en punto a elegancias es la aportación de

vosotras hayáis podido admirar en los grandes

observado, no sin a l a r í a , el laudable propósito de ins-

los motivos florales al indumento femenil. T o -

pirar sus modelos en la más extremada sencillez, en la

das las gamas de la flor, en su inagotable diversidad,

simplicidad más absoluta Sencillez y simplicidad

lucen la compleja variedad de sus formas, la

que

profusa

no excluyen, antes al contrario, la exaltan hasta lími-

prolijidad de sus coloridos en los vestidos estivales,

tes

ora sobre los hombros, y a sobre el descote, bien

insospechados,

la

más

exquisita

elegancia.

Incluso en los tailleurs, que siguen conservando su hegemonía a través de todas las estaciones del año, ob.sérA'ase una acentuación de esa misma sencillez que impera aítualmeute en el atavío feuieuil. Exis-

en

el talle, en los puños, en el borde de las faldas. P o r lunc l^ng, ruyo rostro en bien conorido de los amantes dri cinema, rxhibr aquí un modernísimo abrigo para viajr, cómodo y práctico

todas paites, la flor es el m o t i v o indispensable

que

presta a la toilette femenina el encanto de su forma, la g a y a profusión de sus coloridos y la sugestión incoiiqiíiralilc de su eterna belleza.


•re-'

En cuanto a los sombreros, prosigue la tendencia de las dos fórmulas antagónicas. O muv grandes o muy cliicos. Pero en uno u otro caso, en ello.s, como en I00 vestidos, es la flor el principal motivo ornamental. L a voiletU, tan elegante, tan favorecedora, sigue C O N S E R N Í V N D O su prestigio, y constituye el complemento de todo sombrero chic.

MI- uquí peslivo y crdor p i q u e reí «•spiéiidi lleza de V Bmre, la rada e rineninlo^r

Consignemos como máxima noveílad de la moda la incorporación de las medias hac¡end<j juego con el color del traje. De antemano sabemos que esta innovación será difícilmente aceptada entre las bellas; pero confiamos en que, finalmente, hallará la misma favorable acogida que obtuvieron otras orientaciones de mucho más difícil aclimata(;ión. Los trajes de noche pa1,1 las grandes fiestas del veraixo en los centros de reunión donde se congre£ra E S E mundo elegante <osmopolita que f r i cuenta las grandes playas, muestran su preferencia hacia las muselinas livianas y flexibles o hacia el O I ^ a n d í pomposo y

de elegantes rigideces. Las siluetas d e moda para las ga!a.-i nocturnas ih'

I

4^

estío son, como las del invierno, totalmente antagónicas. Una propende al busto brev e y a la falda de líneas alargmlas; la otra, por el contrario, propugna al corpino drapeado, con un original efecto de ca))uchón hacia la espalda, y falda estrecha nmy ajustada a las caderas. Complemento indispensable de estas toilettes es un gran boa o una capa hechos con flores de tela cuya calidad y colorido armonice con el conjunto, pues no hay que olvidar que si en todo atavío femenil la armonía es la base fundamental de la auténtica elegancia, en los trajes de noche esta cualidad es aún más indispensable por tratarse de Vnlettes en que se pretende exaltar, con un más preciso concepto artístico, la belleza de la mujer, circunstancia que exige un mayor refinamiento, un sentido más estricto de la plástica, de la armonía y de la elegancia. 1 'uede decirse, en suma, que las tendencias actuales de la moda no hacen sino reafirmar las orientaciones impuestas para la saison primaveral, y que, salvo ligeras modificaciones, el estilo esencial de la elegancia no ha sufrido transformaciones radicales. Ello hace, pues, pensar en que los creadores de la moda se consideran satisfechos de las iniciativas «lanzadas» para la épo<'a precursora de la época estival, y que, por tanto, no han creído indispensable torturar su cerebro imaginmido nuevas concepciones.

I.n airoHH pomposidad de ftiU' (raje de «estilo» q u e «iste Dixie l ^ r , esiá indiradísimo para I a s fií-stas estivales que suelfD celebrarse )• n l a s g r a n d e s p layas

¿Quién, sin embargo, podrá asegurar que to<lo ello nu sea sino un paréntesis para madurar algun.I scns I I ' " N , i l T I I M - F I I N N A ción para las elegancias invernales? ¡Temblemos! O , mejor dicho, ¡tiemblen «ellos», los ci' nos y dóciles «paganos» de la.s fanta.sías modisteriles!

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'MADRID

Bu


D

E H o l l y w o o d nos llega el resultado de un último Concurso, en el que Ginger Rogers ha sido e l ^ i d a el tipo de mujer que representa la feminidad del 1935. El cinema ha creado un nuevo carácter femenino, un nuevo a.specto estético, qne será el molde —como otros lo han sido—de la belleza. ¿Cómo es ese tipo de muchacha digna representante de la generación ultramoderna? Ginger Rogers es la juventud y el endiablado ritmo de nuestro siglo, unidos en un conjunto estético que no es bello, que es sugestivo solamente. A Ginger ni le importa ni le hace falta ninguna el ser bella; es bonita, grácil, airosa, chispeante. Sus movimientos tienen la soltura alada y el vigor ritmado de nuestra música moderna, que tan bien se adapta a esta nibia adorable, tan deliciosamente armoniosa. Ginger R o gers es una figura de portada que huyó, que abandonó el grabado y se convirtió en fémina de carne. El paso del tiempo lleva como estandarte a la cabeza de las civilizaciones el eterno femenino. Cada época tuvo su representación en una mujer. rVrncesca Bertini fué «EUla 1912». Un perfil esbelto, trágico; un cuello alargado en ima curva inverosímil. Unos ojos grandes, hondos, en los que se reflejaba un profundo dramatismo, la tragedia perpetua y el falso vampirismo que debía imponer el celuloide. Mary Pickford fué «Ella 1920», la novia del mundo, la ingenua de los ojos claros y de los rizos rubios. L a muñeca que t u v o eternamente diez y ocho años, la que impuso una risita boba y bondadosa. Greta Garbo fué «Ellla 1930». L a nórdica inimitable, la de la languidez perturbadora, la renovadora del arte moderno. Y hoy, cuando más atraídos nos sentíamos por los nombres H e p b u m , Dietrich, Crawford, Sydney, Harlow, l l ^ a el notición clamoroso: «Ginger Rogers ha sido e l ^ d a la muchacha 1985.» Nosotros exponemos, desglosamos su tipo, para que pueda juzgar la lectora si reúne su belleza y su atractivo físico algún parecido con Ginger. Edad, 24 años. Nació el 16 de Julio de 1911. Estatura, 1,55. Peso, 49 kilos. Ojos ra.sgado8, verdee y luminosos. Cabello rojo dorado. Nariz respingona. Labios jugosos, glotones. Y una gran flexibilidad, una extraordinaria ligereza en sus movimientos.

C.inirrr Roger», la expresiva rubia y dinámiea actriz, oue ha sido elegida en Hollywood como el arquetipo de la belleza femenina de 19.15

La bellísima Lola Lañe, primera esposa de Lew Ayres, de quien é s t e se divorciÁ p a r a contraer matrimonio con t^.inger Rogers

Kn cCente d e arriba», la personal y expresiva belleza de Ging e r Rftgers triunfa plenamente, y el embrujo de su sonriapicarada y candida a la vez, deja sentir su influjo en el subyug a d o espectador


Ginger Rogers, en un cock-tail de feminidad, es la flapper moderna, la mecanógrafa, la girl del conjunto, la modistilla, la maniquí. Miss Rogers sigue la corriente de lo moderno, adaptándose al dia con una facilidad asombrosa. El maillql playero, el shnrt deportivo, el traje de esquí, la suntuosa toilette de baile, el conjunto de viaje, el gran enseinble de tarde, encuadran maravillosamente con su figura chic. L o s rizos se alborotan al compás de su sonrisa fácil, juguetona, picaresca y angelical. Sus pies bailan ágilmente las danzas modernas más extravagantes. Y esta mujercita que América ha elegido como la girl 1935, no es girl ni es miss. El día 14 de N o v i e m b r e de 1934 se casó con L e w A y r e s , astro de la Universal, que despreció a una mujer bellísima llamada Lola Lañe, también estrella del lienzo, y con la que se había casado enamorado locamente. P e r o miss Rogers ha tenido siempre el don de atraer a los hombres, aun a su pesar. l i a ejercido sobre ellos una extraordinaria influencia. Era una j o v e n c i t a que daba clases de profesora en una Academia de T e x a s , y y a sus alumnos enloquecían por ella. Má.s tarde, cuando realizaba una toumée ai-tística con la Compañía de Eddie F o y Jr., el faracso bailarín americano, y a concibió éste por ella una pasión verdaderamente obsesionista, que le llevó hasta iniciar loa trámites de su divorcio. Pasión que nunca fué correspondida por la estrellita. Finalmente, cuan-j do ingresó en los Estudios Warner, Merwin le R o y ' se enamoró de Ginger y la pidió en matrimonio. El fué quien la impuso en el lienzo, quien dio a \ai

publicidad las primeras fotos que 80 hicieron de la actriz. El fué quien la hizo presentar como un dibujo de caricatura ultramoderna, envuelta en un traje originalisimo, con su pccjuinés y su monóculo. T a n t o la quería, tan enamorado estaba de esta muchachita excepcional, que se hubiera casado con ella, a no ser por el romance que Ginger y L e w Ayres y a habían comenzado. L a estrellita qu( con Volando hacia Rio Janeiro, y al dibujar entre los brazos de F r e d Astaire los pasos locos de la carioca, había iniciado su carrera estelar en los Estudios R a d i o , se olvidó de cuanto le debía al famoso produceur de la W a r ner, y las campanas de boda se lanzaron al v u e l o en honor suyo en la capilla del Ambassadors. H o y , casada, feliz, n o s brinda su rostro, nos impone su silueta, sana, vigorosa y esbelta, como modelo de feminismo estético. Y H o l l y wood la ha elegido. Ginger Rogers es l a muchacha al día, rubia, dinámica y expresivísima. E^ta es «Ella 19^5». ¿Cómo será y quién será la mujer de mañana que el lienzo nos imponga? CECILIA A . M A N T U A

Cinger Rogers es hoy la muchacha del día. Para triunfar de tanta belleza y ser elegida .Klla 1935», no le ha importado ni le ha hecho f a l U s e r bella, según el concepto clasico de la belleza, suya es una belleza luminosa, triunfal, expresiva, dinámica. Es, en suma, cElla 1935.


FUEN Cómo ge alimentan las «vedettes*

del

grandes

tecran*

para

conservar su silueta Marlene Dietrich

I

A gran estrella alemana, tan espiriJ tual, tan fina, tan delicada, tiene siempre un gran apetito, que refrena con gran dificultad j que, en ocasiones, ha provocado gravísimos conflictos, pues durante el rodaje de algunos films, no habiendo podido conservar su ecuanimidad en la mesa, ha aumentado de peso. ¿Cómo ha conseguido perderlo? Sometiéndose a un régimen tiranizador y durísimo, cual es el de permanecer durante ocho días sin tomar otro alimento que jugo de naranjas. ¿Que el método es demasiado severo? Evidente. Pero pensad que en su estricta observancia iba envuelta la gloria, la popularidad y , lo que es más importante, la fortuna de la admirada artista.

Iri« .4driin, la gentilísima e s t r e l l i t a de la pantalla y ferviente cultivadora de la cultura física, como el más efiraz medio de conservar su belleza

El campo constituye una de las predilecciones de Certrude Mirhael, que dedica sua ocios a vivir rn la quinta a ruya puerta la ha sorprendido el fotógrafo

i

Greta Garbo L a sublime Greta pertenece a ese rango de mujeres privilegiadas que no tienen necesidad de preocuparse de su peso. Su constitución realmente exótica la permite comer cuanto le apetece, sin que ello determine la más leve acumulación de grasas superfinas. Prefiere los alimentos que tomaba durante su niñez, y para ello hace llegar a I lollywood, durante su permanencia en la .Meca del cine, ciertos productos típicos de sus país. Anna Sten Esta bella actriz soviética posee un organismo muy semejante al de Greta, y por ello presta poca atención a su régimen alimenticio, ya (jue le está permitido comer de todo sin detrimento de la perfección, realmente excepcional, de su figura. Como la f Garbo, siente especial inclinación por los ali-

b

^

mentüs de su patria, y acude con gran frecuencia a los restam-antes rusos de H o l l y wood, donde, al gustar los platos de su patria, diriase que pretende evocar los días de su infancia Mae West H e aquí la alimentación habitual de la pro-


gó a sufrir un verdadero de-sencanto ante el fracaso de su primer ensayo en el ecran. Sus piernas, excesivamente desarrolladas durante muchos años de baile —^no hay que olvidar que la Crawford nació al arte como danzarina^—•, eran incompatibles con l}\s exigencias de la pantalla, y sólo uíui excepcional vocación y una persistencia en el rí'gimen adoptado hicieron posible el triimfo de la que hoy es admirada como astro principal de la cinematografía. N o fué ello empresa fácil. I íe aquí el método seguido por Joan Crawford para lograr la línea que hoy la envidian tantas nmjeres: supresión absoluta del pan, del azúcar, de las patatas y de los Hquidos en las comidas. A c tualmente ha adquirido tal costumbre de privarse de todo esto, que no constituye para ella el menor sacrificio. «Seguramente—dice—pcdría y a , de v e z en cuando, permitirme el lujo de tomar alguna golosina; pero he adquirido de tal modo el hábito de la privación de tantas cosas que antes me eran gratas, que he logrado matar el deseo de ellas.»

tagonista de Lady Lou: por la mañana, como desayuno, una taza de café puro; a mediodía, absolutamente nada; por la tarde, a las cinco, un par de tazas de té sin azúcar y desprovistas de todo aditamento, y por la noche, un potaje, un trozo de carne asada, un plato de legumbres, una ensalaíla, un postre —nunca de dulce—y una o dos tazas de café. ¿Quién al admirar su línea maciza y opulenta la creería sometida a semejante régimen de frugalidad? Margaret Sullivan El temperamento neurótico de esta delicada star es opuesto en absoluto al de Mae W e s t . Su característica inapetencia la hace caer muy a menudo en sensil)le.s pérdidas de peso, que se v e obligada a combatir sometiéndose a una intensa sobrealimentación. Como su falta de apetito es incompatible con este régimen de obligada nutrición, necesita una constante renovación de menús y un incesante cambio de estilo de cocina. P o r eso, es frecuente verla en los

1^ rspirndida belleza de Carole Lombard brilla d e s l u m b r a d o r a m e n t e con cualquier atavío; pero este atuendo, entre campero, deportivo y marítimo, le presta un encanto singular

ntunerosos restaurantes franceses, italianos, rusos, chinos, mejicanos y hasta españoles, que en H o l l y w o o d brindan al gourmet las especialidades respectivas de cada país. Es el de Margaret Sullivan el mismo problema que el de Mae West, pero a la inversa. Joan Crawford L a insuperable intérprete de Alma de bailarina, a creer sus propias palabras, hubo de sufrir un verdadero martirio antes de lograr la línea maravillosa de que hoy se enorgullece, y aun UePara W e n d y Barrie, b r i l l a n t e esperanza de la pantalla yanqui, una de las primordiales p r e o c u p a c i o n e s consiste en mantener flexible, ágil y elástica su grácil silueta

La «escalera» es uno d e los p r e d i l e c t o s ejercicios utilizados por Iris Adrián para la conservación de su línea, y ha querido retratarse así, en plena ciaioasia


«

Ana María Ciutodio tiene una belleza fina, delicada, aristocrática, de lineas suaves. L'na auténtica belleza cinematográfica, con toda la gracia y toda la elegancia requeridas por este difícil arte, para el que no Imsta ser bella simplemente. Ana María Custodio, que trabajó en Hollywood, se ha incorporado de nuevo a nuestro cinema, y ahora desempeña el principal papel femenino en «Don Quintín, el amargao». La bella actriz acertará a dar a su \ personaje todo el nervio madrileño, todo el garbo y toda la emoción que puso Amiches en ese personaje de su saínete famoso ,


nCrúeleóccL

^

i¿ccu

"El rey del taní)o", dentro y fuera de la pantalla

A

L leer las noticias recibidas de M e d e l l í n (Colombia) dando cuenta de un choque de aviones, en el que había perecido, abrasado, Carlos Gardel, no pude reprimir mi emoción. Emoción í n t i m a de quien ha conocido y tratado a la v í c t i m a prematura y ha vaticinado su muerte por accidente. Sí. D e ello hace algunos años, cuando m e encontraba en París en viaje de placer, y leí, por la afición que se me había despertado hacia la quiromancía científica de Giovanni Tassani, m i maestro, las manos del famoso trov e r o argentino. Pero... v o y a ordenar el relato resucitando recuerdos que hoy son dolorosos y de una palpitante actualidad.

Eran los últimos tiempos del cinema mudo, cuando no se sospechaba su gigantesca transformación. París admiraba a Augusto Genina, que rodaba las últimas escenas de Barrio ÍMtino con Carmen Booi, y a Gastón R a v e l , que comenzaba El collar de la reina. Y o iba realizando mi descubrimiento de la capital del mundo sin un plan fijo. Dormía en el H o t e l du Globe, »iel bulevar Stras.sbourg, y comía on cualquier parte, donde me situara m i deambular por la gran urbe. P e r o siempre tomaba café en el mismo sitio, tarde y noche: en el establecimiento de los cafés del Brasil, bien servido, y al que concurrían casi t o dos los hispanoamericanos con residencia fija o eventual en la Ville Lumiére. Allí conocí al infortunado Carlos Gardel (Garlitos Gardel, como le llamaban cariñosamente sus nmchos admiradores). El trato del artista argentino conquistab i el afecto y la confiímza instantáneamente. Pocas sonrisas he visto más abiertas y más fáciles que la sonrisa de Carlos Gardel. A l saber que y o era español y profesional del arte lírico, aunque alejado de los escenarios accidentalmente, se interesó por ini amistad. Muchas, muchas veces le he acompañado hasta cl Pala<;e o el Empire, donde actuaba entonces con é x i t o creciente, ganando tres mil francos al día. Y nuestra conversación giraba siemjjre .sobre la ópera, que haliía sido su oculta ambición de cantante. Pocas personas saben que Gardel estudió en Milán dos años como barítono; no llegó a debutar porque su v o z no poseía la extensión necesaria para triunfar en los grandes escenarios, al servicio de las partituras imnortales. En tono de confidencia, aquel hombre amable y bueno, que había tenido que rectificar sus ilusiones más queridas,^ rae expresaba su íntimo dolor por no hallíu-se dotado por la Naturaleza de facultades suficientes ' para interpretar Rigoletto, la obra cumbre de] T i t t a R u f o , de quien era i m idólatra; cogiendo-j me del brazo, me cantaba a media v o z algún tro- j zo de la obra de Verdi... D e pronto se callaba v ] decía: !

•—¡Lástima, «che»! Y o siento el canto rom» pocos; pero no tengo bastante «vos». O i m que la tienen, «caresen» de temperamentii P e r o hay que conformarse. Mira, esta no<>li' te v o y a cantar el S i voxis Vaviez compris, antes de los tangos y los aires «crioyos». T ú me sentirás y me dirás si sé interpretar la música seria. Y , efectivamente, sentado en mi butaca de orquesta, apartada por Gardel previamente, le v e í a salir vestido correctamente de smoking y le oía cantar al piano la melodía de Denza, que tanto inteipretanm en sus conciertos los colosos Caruso y T i t t a Rufo. El público, halagado por oírle cantar en francés, aplaudía a rabiar, pidiéndole el «bis». Después, v i siblemente satisfecho, Gardel reaparecía vestido de gaucho, con una guitarra en la diestra, e interpretaba, acompañado por su orquestina típica, los aires aigentincs que tanta fama y dinero le habían producido. A l salir del teatro, me pedía mi opinión, que consideraba valiosa. Y y o le decía que era inexplicable cómo conservaba, a través de la música popular, la «línea» del «bell canto», adquirida en Italia. L a pastosidad de su registro g r a v e y el dominio del «falsete» en los agud< revelaban una impostación y una técnica in sospechables e impro )ias en un cantor de tangos de tan neto esti o como él. Pero tenía razón: a su v o z le faltaba el registro agudo, que jamás podía atacar a v o z llena ni aun a media v o z . H a b í a tenido mucho talento pasándose al género típico, en cl que era una celebridad indiscutible. Y lo que más le halagaba era que y o terminase exclamando: —¡Eres el T i t t a Rufo de los tangos Gardel!

Una tarde, dos horas antes (i la función del Empire, pasamos por el Café de Madrid, en los bulevares, colmados de gente. De una mesa me llamó el barítono de ópera Marcelo N a n i , que se hallaba con un agente italiano tratando dr un contrato para la Ar< na de Verona. Les presenté a Gardel. N a n i , que sabía mis aficiones por la quiromancía, en la que él tenía una fe supersticiosa, me rogó le leyera las manos, a ver si las rayas misteriosas revelaban su próxbno triunfo en la decisiva actuación del circo veronés. Colmé su preocupación de artista asegurándole que estaba en el más favorable momento de su v i d a , y que no se debía inquietar por el éxit o . Gardel siguió la escouM con gran curiosidad. M/i Carlos C.ardel, con el traje campero, era como el alma tarde, camino del Empiri de la Argentina, como el sígibolo mejor de todas aquem e dijo:^ llas canciones que él interpretaba pasionalmente


— N a d a m e habías dicho d e qvie sabes leer las A «condisión» de que has di ' ' Se lo prometí y cumplí, mi amigo, y o leia algo tcrril accidente fatal. L a línea de \ lo que leía en su destino, aunque la rcveleción no fuera nada S"^^— En aquel momento, aun sospechando lo peor, Gardel no seguramente, en su próximo y trágico fin. Pude rehacerujc y g a s t 4 ^ ^ | unas broma.s oportunas, (jue deshicieron j>oco a poco .su p r e v e n d ^ r ^ Su carácter optimista y alegre no ofrecía camjK» abonado ;i tus f > r d ^ | paciones ni a los ensombrecimientos.

«plata» y tenía aún mucho terreno por delante que recorrer! A l llegar a esta parte de sn confidencia, no pude menos quo estremecerme, recordando el signo fatídico que había descubierto en sus manos en la primera etapa de nuestra amistad. Y pensando que aquel héroe, formado por su propio esñierzo, que caminaba sobre una alfombra de rosas, iba a desaparecer prímto y de una manera cruel, me entraba hacia él una infinita compasión. El público de la Coupoule empezó a pedir, a gritos, que canta.se Gardel. Dos bellísimas morenas, que resultanm colombianas, por cierto, se acercaron a nuestra mesa a suplicarle a Carlos que accediese al deseo d e todos. Era inevitable ya. Garlitos Gardel, «el rey del tango», se alzó, (brigióse ante la orípiesta, y ésta rompió a tocar el misn)o tango que se habia interpretado por la t á t d e en el K~ tudio, dada la circunstancia do que también la 01 questa era la misma. L a voz traiKiuila, apoyada en el pecho, dulce y varonil a un tiempo, de Carlos (Jarlel sonó en el recinto. ¡Qué dolor cxtrahumano hubo li su acento al terminar:

pcnsl^^f

Kn e«ta «-sfena dr «Kl dia que me quierait», Carlos Cardrl, ron oiro» «los ranlores. rs rl inlérprelr apasionado de la canción popular argrniina, a la que él acertó a dar más rmorión que nadie

i Tiempt) rlespués de tod<' e.sto v o l v í a y o a París por un asunto pticular. Carlos Gardel se había convertido en m^tor cinematográfico se hallaba en los Estudios de Joinville-le-Pont filmand.T Melodía m arrabal. Huelga decir que fui a verle y que me recibió con muestra.'^ * sincera alegría. Era un hombre que se daba por enteríja.sus aftHti q u e nada e s t i m tanto como ima na amistad. .Me mitió estar en mientras se rod las escenas de la nt va peli<'ula, y oí itnpresión d c l q u e i ser popularísi tango Sifenrio en nadie. Todos los sentes juntamos nu tras m a n o s en aplauso para j)iomi su arte en p l e n i t n * su dicción maravillof sa, el sentimientí) ii'"' sabía conumicar ' mo nadie al oyen' (.Más tarde, eií -M drid, habría de s « penderse la jiroy ción para dejar di ahogar el entusiasiii" del público y repetir'

IToy, evocando aquellas sus frases, d e un extraño dramatismo, se produce, en efecto, un silencio en derredor. Silencio d e la noche y de las almas; la noche, que espera, y las almas, que no olvidan. ^ Silencio espanto.so en t o m o de una masa infirme y carbonizada, allá, en Medellín (Colombia). Silencio, eterno silencio en l a garganta de que brotaron las más sentimentales melodías, y que y a no volverá a cantar nunca..

SANTIAGO

con

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S'."'''''•'"^^^

que"rHal:-.";:RTRR"or«?r'.^.&.:'rn"T.rL' nuestro tiempo era una niña una t i e m » fir.r « cTarenía Aquella noTe C A R L A S c r é e t e dgn2 de su amor S i l . d e r ^ . p i o protL^nisírv

ganas de mi í""^^ ^

¡Como que Amedillo, el galán de la Par'ai

era también barít(»OO • ^ a b a regresar a Milán, donde vivía, nada más teruiinarso Melodía de Su amistad se apoyaba, pues, en la coincidencia d e aficiones líricas. ¡fj^. V , í"'^** » o s reveló algo que nadie sabía, excepto nosotros, que íbamos » " "abía conocido a una paisana- - ¡ q u é linda «pebeta»!—, " " a voz prodigio*"^,'*Oí>raiio 1;^^,.^^ ^ enviado a .Milán a estudiar oon el mejor maestro.'.''agaiulo todos ¿us gastos Aquella muchachita, cuyo

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« ^ ' r "cu'to .V ""^ oMo existencia L a quería con un frenesí que arrancaba lágrimas a ^'^^gntp 1 recordaba tan bella, tan inocente, tan ena11 morada de él. Vrnc»^ « le preocupaba la gran diferencia do sus edades. Ella 'rl""^ perfmnaba casi de pe<f¿^^ Pasión de hombre que había traspuesto de sobra los hablando de su I"-'>*S-T^^d,, I , . ,u,ü,icionaba ahora para ofre(.érselo, para ^^'^^ n<>veles(.« de Carlos ^^'.^^^^í^ló por la Cou,H.ule, evocida por el verbo á l i d o

^'''^'^'^^^^^ ^

p í S i t Z r e v^ei a conmover a l o r p ú S r d e Z S r e n W

AGUILAB

25 de Junio de 1935.

so la escena cantad». ^ 7 ^ . . . ^ cinema, e.nrm», un « n intérprete imrrvrr..r admirable . . . . . . . . „ „ . , «le esas ™ . ^Z^'^^Jl en el AT^ZIZ^"' como en im teatrotaponazos dri champán son un aronipañamirnto más a la musirá «le la orquesta L o mismo (pie ocurri* u ^ con su primera pd"* j(| de Ttnenos .Aires, cuyo éxito le incor)M)ró y a definitivamente al Jíj!"'^"^»-) Carlos, que no quedó satisfc<;ho de su film Espérame, tenía eSp*'^,^ "le recuperar lo perdido con su nueva i)ro<lucción. Aquella noche estal'* y; ^'egre y jovial que nunca, y nos fuiin(»s a bailar a la t^upoule. Nos aí'**'^rjp un inucha(-ho español de veintiséis años, magnífica figura de gídán, '.'arácter umy franco, como buen aragonés: Luis Arnedillo, (pie hacía ^h^yA ".^portante en la tercera })ülícula de (¡ardel. Este le distinguía mucho .Y * '^irle, con aíiuel su acento proíuiido y pastoso, tan simpático y varonil: j ^ ^ - ¡ Q u é rica e d a d « % , ' ^rnedillo!... Cuando pienso (jue puedo ser tu padre... i'ero guárdame el ^''^wt^^'^^ «<> He enteren mis admiradoras... Gardel no era, eD *^ ' U n joven como i>are<ía, gracias a su vida metínlica y a su carencia (le vi^i^J^a única pasión tpie le arrastraba, y (jue le había costado muclio dinero, ^ "le las apuestas en las carreras de caballos. el cabaret bik saludada I » ¿ J ! ^ * ' l e Carlos con un largo rumor de expectación y de simpatía. Paris s»"^-J«iar a sns ídolos y permaneccrles fiel como ninguna otra ciudad. El """''t' ,si^**^^"iodó en el mejor sitio. Durante un rato hablamos y ftimamos lo.s • ^'f'uparnos casi de lo que nos rodeaba. Gardel estaba entusiasmado, ''''jp<K^,l^^'" el cine. Nos contaba su llegada triunfal, apotet')sica, estrenano allí am su su primera j.i.u.t,.» peli(íula; t. u v o sica, aa Buenos Buenos Aire», Aires, ' /"ck ue de tial^erse haV>erse estrenado (pie actuar nueviune»»^ lo.s teatros de Sudamérica. entre tempestades de aplausos. El príncip*' ^,^^^ales, que viajaba entonces por allí, le puso por su propia mano ima <""|^e^ ^""''n, (!omo premio de su arte exquisito, que estilizae preba las melodías ]^Í^:12 '^'"^entinas y las imponía en todo el mundo, l se rió " gmité si se había "^Lq. de la ópera. ííardel m i r ó a .\rnedilloaramount. v

Kra, además, Carlos Cardrl un rxrrienir urlor einenialogriifirr. > edíc aquí, ron Trini llamos, rn una escena de una dr las peliculas últimaroenir filmada» por rl gran artista

Carlos Gardel y R«>sita .Moreno en una esrena de la pelírula <KI dia que nir <)vkieras., desconocida aún en España

... «silensio» en la noche, «silensio» en las almas!...

•"'iSS'" ^ " ""f P " ^ ' " ' ' ' m f & J

había educadíen la ciudad del "'^

«^"«"^ "'^'""^ tremar de violin(¿ v bordes Z f, n,bw T f T'^'h"" fLy ^. ^ populacheras, con de zarzuela, h S o X e r ^ E S i v L t « " f e g"ft1s5con M^"""^''^*'« ° una C o m p U a modestísima , nacienao papeles msignificantes; de allí partió para el Bra^i^ con Munu, y Alippi, los grandes artistas argentinos, y de

Kn gas da «Ir

los esrrnarios, rn las milondr amigos. Cardrl ponía tosu alma rn la intrrjirrtacion rsa» canciones melancólicas o bravas


LOS E S T U D CINEMATOGRテ:ICOS

I N I C I A N sus

A C T I V I D A D E S OCUPAN-

DO 0/7 PRIMER

PmJOefテュ ta VANGUAR-

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CINEMA ESPAテ前L


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ODO en el cinema ha sufrido una evolución rápida, tanto lo artístico como lo técnico y científico. Las cosas que nos parecían más superficiales han adquirido una rara y afirmativa profundidad. En el cinema mudo conocimos efectos cinematográficos que jamás nos hubieran llamado la atención, de no recordarlos hoy ante el desenvolvimiento e importancia que les ha concedido el cinema sonoro con su nueva estética. Tal vez entonces nos extrañó la injustificación de ver la chimenea de un barco, la campana de una iglesia voltear insistentemente, un jazz, el daxon de un coche, el teclado de un piano y un barítono que canta y no es oído. El ruido que estos elem e n t o s producen es lo único que nolii justiíicar sU apluición en el ritmo de una obra cinematográfiía. Pero como el cinema era silente, no oíamos el ruido, y por este hecho teníamos motivos para descartar y condenar mentalmente a q u e l l a s escenas que nada nos expresaban con su mudez. .\hora bien: imágenes de esta naturaleza, c a p a c e s de impresionar la vista y el oído, se p o d í a n intercalar en una escena para damos la sensación del tiempo, del espacio y del conocimiento. Pero como planos de muy corta duración, no como esc e n a s . Presentar en el cinema mudo un plano de un hombre cantando equivalía a avisarnos de su presencia, como un objeto, como una cosa, como un detalle más que la cámara se v e pre<;isada a captar para damos cuenta de todo lo que ocuire en el sitio en donde se ha situado el ambiente. ijO que no se podía hacer, y hoy se hace perfectamente en el sonoro, era tenerle dos o tres minutos abriendo y cerrando la boca, sin una posibilidad de que su voz l i b a s e al espectador. En el cinema mudo triunfaba cl mo-

vimiento solamente. En el cinema sonoro triunfa lo m vil y lo inmóvil. Una cosa estática, sin vida aparente, puede entretener nuestra atención varios minutos tan sólo con que produzca ruido o música. Es decir, mu(!has de las cosas que actuaban en el cinema mudo con un ligerísimo tiempo de duración, actúan en el sonoro con preferencia de primeras figiiras. Entre todo lo que podríamos citar figura la revista cinematográfica. I l o y constituye un gran espectáculo de miisica y mujeres. A y e r , en el cinema mudo, no era nada. Recuerdo algunos films de entonces en donde salían algimos números de revista. L a cámara se colocaba frente a un conjunto de muchachas bien alizieadas; se daba vueltas a la —————_ jujmivela, y éste • eru el sencillo resultado que se ob• ¡ • • | H H I B B H H I I H M H | de la

^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^1 ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B

( na CKCrna dr « W o n d r r Bar>, la inagniRra rralizarión de U o y d Barón, peKeula rn la que Al Jonüon volvió a trabajar bajo las órdenes del famoso director. Arriba, en silueta, la figura fie Barón, el insuperable realizador de tantas revistas ciacniatográficas

mu-

La e r a la base del film, sino un complemento o un detalle de ambiente. Cuando el personaje central femenino representaba ser actriz o bailarina, las escenas de gils en caharets o e n teatros de Broadway m e n u deaban, por ser el cabaret o el teatro los sitios en rionde se situaba la acción. Tal ocurría en La araña de aro, de Manfred N o a ; en Midinette neoyorquina, d e A l fred S a n t e l l ; en í7no noche en Nueva York, Las piernas más bonitas de Berlín, Ki-Ki y en Rosa de Nueva York. L a revista no nace, no la deja nacer el cinema mudo. L a revista r e q u e r í a música. IM locura del chárleston, de Lubistch, fué el primer film que nos dio la senW < 4 C I MA*fa ^AIIJ

OCLL

sación de musicalidad sin música Era un baile agitado, absur do, y su movilidad parecía arrancar notas musicales de don de no las había. L a persistencia del baile y de la revista en el cinenia exigía a marc las dobles la sonoridad. Con una ansiedad creciente que amnentó hasta el momento de instalai-se el pri-


mer micrófono. A s i , los primeros tiempos del cinema sonoro fueron un diluvio de revistas y de mujeres bonitas. T n a de dos: o no se le sabía dar otra aplicación al principio, o es que había un deseo flemático de sacar del cinema el mismo partido que de los grandes teatros de Broadway. Ñ o h a y otra explicación posible. A pai-tir de 1029, t o d o son revistas musicales: París se divierte. Un plato a la americana, Holliwood revue. Música, maestro. Fox folies 1930, Una noche en Hollywood, Teatro flotante. La cancióri de Paris, Broadway Melody, Broadway y otras muchas más que no citamos. Hasta 1929, la revista no llegó ni aun a perfilarse. Es un género que nace en el cinema sonoro y que se convierte en un gran espectáculo. L l o y d Bacón se puede decir que es en H o l l y wood el técnico máximo de la revista. P a r a el cinema mudo produce películas como La campana de alarma y El león y el ratón. El loco cantor es una expresión fiel de los primeros tiempos del cinema sonoro y responde a t o d o lo que se producía entonces. P e r o después de este film, cuand o el cinema escoge otros derroteros, parece que I J o y d Bacón prefiere también seguirlos y realizar La fiera del mar y L o amante indómita. Durante dos años nos parece que la revista ha muert o para siempre; niás que nada, por su flojedad y por su amaneramiento de formas. Piernas y mujeres, mujeres y piernas. X o hay variedad de recursos. L a v i e j a estética del cinema mudo muere con su expresión de imágenes mudas. Sólo se aprovecha lo que tiene una utilidad general. El cinema sonoro es un caniino que hay que ilesbrozar, y la revista no es otra cosa que el campo de experimentación, el conejo de Indias en don-

de se ensaya para entrar en la reciedumbre del verdadero arte sonoro. L a revista primitiva t u v o una utilidad sub.stantiva. Cuando cl mismo L l o y d ' Bacón la resucita en 1933, época en que y a estábamos cansados de películas ten^nficas y de fieras, de versiones en español hechas en .Joinville y en H o l l y w o o d , y de operetas alentímas, la revista esgrime fines muv distintos a los que esgrimía en 1929-30. L a revista de 1930 y 1934 es nn espectáculo fastuoso, de un ritmo cinematográfico insuperable y de un sentido artístico que asombra en algimas escenas. N o hay en ella tesis, ni argumento, ni nada; es sólo un alarde tic presen-

Un momento del film <A media voz», realizado por Baeón r o n i n i g u a l a d o » I efectos de extraordina4. ria esperlacularidad

crear nuevas formas. Es su especialidad. N a d i e le conoce por el autor de Ha entrado un fotógrafo. Nadando en seco, A media voz y Marinero en tierra. Nadie le conoce tampoco como realizador de IM campana de alarma. El león y el ratón. La culpa es mía, IM escultor a de la paz y IM amante indómita. T o d o el m i m d o v e en él al fantástico animador de IM calle 42, Desfile de caiulilejas y WonderBar. P'antástico, genial y admirable, y a que la fimción que el cinema cumple en estas obras tiene im mérito totalmente dasligado de aquella que cumple en las grandas jiiezas dramáticas y de tesis del arte sonoro. L a revista, tal y conforme la vemos en L l o y d Bacón, es una prolongación tan grande del cinema, que a través de ella nos damos cuenta de lo que se podría hacer en otro terreno con la misma grandiosidad de recursos. FAI ella todo es v i d a , superabundancia, fecundidad. Nos recuerda la espesa vegetación de una selva tan gigantesca y rica como inculta y mal aprovechada L a revista es un gran engendro del cinema; pero un engendro sin ponderabilidad artística. Podríamos decir que es tma especie de anarquía estética, de concesiones locas, de formas agigantadas. L o mismo que otros realizadores no encuentran sen.-.3ciones n a d a m á s que en las grandes emociones morbosas, en lo terrorífico, en el crimen, en lo ancestral..., L l o y d Bacón las encuentra en cl gran espectáculo. P e r o las sensaciones de sus films son suaves y musicales, son alegres y retozonas, son estrepitosas, como ia música y c o m o l i .sonrisa de las girls de suí* propi.T-s revistas. L l o y d B a i ó n es un enfermo, os un vicioso d « l optimismo, y no lo parece. Sus revistas mm la reconstrucción de un |)araíso moderno, invulnerable ii la maldad de la serpiente y a la atr(vi<l:i ns:idía de E v a .

Un cuadro de la fas- t tuosa película «Desfi- > le de candilejas», debida a la realización de Lloyd Bacón

tación, un derroche de escenografía, y la proclamación de la belleza femenina en pleno elemento de coquetería y sensualidad. T o d o s los films de L l o y d Bacón son obscuros y están a la altura de los que pueda regjizar caul(juier otro director En ln revista es el maestro de H o l l y w o o d , y no le iguala M e r w y n L e R o y cou su ensayo en Vanipiíesa^i 1033, ni I^oo McCarev. ni Rav Enright, que es cl autor de Música y mujeres. Fjn el género de la revista. L o calle 42, Desfile de candilejas y Wcmder-Bar son los tres films maestros. Si el sentido d e ln, revista llegara a variar, L l o y d Bactm sería siempre cl primero en

A. D E L A M O A L G A R A


De Jane líavis a June MathLs. Dacia la gloria... BAN muchas las elegantes clientes del Maxim's de Xucva Y u r k «jUC se hahian fijado en el nuevo bailarín, compañero de la famosa Bonnie Glass. Admiraban su figura, de felina agilidad, y sus ojos exóticos. Aquel italiano era correcto en su trato con las damas; su galantería exquisita contrastaba con las maneras, un tanto dei>ortivas y rudas, de los mucha<;hos yanquis. {IJÜS hombres han llama<lo «cursi» a Valentino. Las mujeres, nunca Y ellas son las que entienden de estas cosas...) Pero una, sobre todo, se distinguió en obsequio a Rodolfo: Jane Davis. Fueron nmy buenos amigos. Ella, que tenía amistades y relaciones en Hollywood, fué la primera persona que le dijo que su jwrvenir estaba en el cine. El ex agrónomo de Castellanetta o y ó la profecía sin concederle importancia Estaba eatisíeciio con su jiresente, y y a quisiera que su ]>orvenir no fuera peor. El empresario de Bellas A l t e s le contrata j)ara que álteme sus exhibiciones con las del Maxim's. T o d o v a viento en p o p a Jane Davis se despide. Parte para California y recomienda a Valentino que v a y a allí cuanto antes. El promete ii- a verla a la primera ocasión que se presente. Otra desjHídida sensible: Víctor Revilla Urquiola, su íntimo amigo, ha conseguido que le renueven su pensión par» el estudio del difícil a i l e del canto, y hace sus maletas con rambo a Italia, a Milán... Rodolfo le encar- \ ga v a y a a Castellanetta a saludar a su familia: a la «signora» Valentina d'AntonguoUa, viuda d e Gugielmi, y a su hennano Alfredo. El tenor R e villa, a su vez, le advierte que cuide del amuleto milagroso, que es tanto como cuidar de su propia fortuna Pero In .separación no llega a realizarse. Vienen a contratar a Rodolfo para una Compañía síjivente de opereta, en jira bien oiganizada, y se le ocurre presentar a su amigo, por si caja en el elenco. L e oyen y lo adquieren para j

«Cobra» fué una dr las priírulas rn qur mÍH netanirntr triunfó el arte admirable de Kodolfn \'alentino. He aquí al gran actor, ron Nita Naldi, en uno de los momentos apasionados de aquella pelírula

interpretar algunos números líricos. L a }>artida es agradable. L a jira, lenta y beneficiosa. Bajau hacia el Sur. Y un día, lo inevitable: ¡San Francisco de California! Es decir, muy cerca de Jane Davis, la noiteamericana de trato maravilloso, a quien deseaba ver de nuevo. (¡Oh, aquel amor

Antr el hotel en que murió el ídolo, rl público formaba rola» larguísimas para ver el radáver del que tantas «eres apasionó a las multitudes desde la pantalla...

de un mes, que tuvo todo el perfume sincero de una amistad, imposible en los paiseí latinos de Europa!..^ L a ewribió enseguida. Y ella vino a San Francisco a verle, sin a\i.sarle, con la graciosa opoilunidad con que hacía siempre las cosas aquella mujer elegante e inteligente. Fueron unos días dichosos, continuación de aíjuellos inolvidables de Nueva Y o r k . Y , claro..., cuando llegó la hora de tor<;er la mta para abandonar California con dirección al Far-\Vest, Rodolfo se separó de la Compañía de opereta y de su amigo Revilla Urquiola, y a encauzado y curtido de éxitos. Inmediatamente, nada más dejar la Compañía, con harto sentimiento de los comi)añeros y del director, contratan a Rodolfo para bailar en el Alkázar, y le llueven lecciones particulares. (Sigue la sortija-amuleto en su dedo. N o y a en .el imular, sino en el meñique, porque, más hombre, se le ha desarrollado más la mano.) Jane Davis comienza a sentirse celosa como una meriflional. ¡Admiran demasiado a su profesor las clientes del Alkázar! Y im día plantea la cuestión: ella v i v e en Los Angeles, y debe volver, para atender a sus negocios. Pero no sola. Y Valentino, ilusitmado, se despide del .Mkázar y abandona San Francisc<i piwa seguir a la persona que se ha apoderado de toda su voluntad. En IA)!Í Angeles, ella no consiente que él se contrate como bailarín; podría perjudicar su catrera cinematográfica. Y le brinda, a título de préstamo, .su dinero, para resistir hasta el momento oportuno de su debut en la pantalla. Valentino no saJ)e u f a r s e , y comienza a pedir trabajo en los F^studios de Hollywood, tan cercano a lx)8 Angeles, que pueden considerarse barrio uno de otro, mejor que poblaciones distintas. Se ha escrito, erróneamente, que Valentino trabajó de «extra». N o es cierto. Su aparición en la pantalla fué con un papel importante en L a novela de un canalla, <le la Vitagrajih. Después hizo, con Carmel Myers, Toda la noche... (Estamos en 1918.)


\ luego, E m m e t t FIyin le confía un papel íieroico en L a mujer casada, película que se interrumpe por dificultad de orflen pecuniario; interrupción que precisamente iba a poner a Rodolfo en el disparadero del triunfo definitivo, porque June Mathis, íntima amiga de Jane Davis, se fija en él como el tipo soñado para el papel de Julio Desnoyers de la adaptación que acaba de realizar de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, y lo presenta en los Kstudios de Metro-Go dwyn, en Cidver City, al director R e x Ingram. Rodolfo Valentino ha llegado y a a su meta. A la que el Brujo del paquebote Cleceland le aseguró llegaría, convirtiéndose en ídolo de las multitudes...

anillo. Cierra el joyero y la puerta del camerino con todo cuidado. Y se guarda las dos llaves en el bolsillo del pantalón de sheick, ricamente bordado. ¡ A rodar! L a escena es una maravilla de realismo, y Rodolfo ]>elea con un ardor salvaje, lesionando a un comparsa. T o d o es alegría en el Estudio. ¡Acaba de filmarse El hijo del caid! Abrazos, besos, enhorabuenas, palmaditas en la espalda, hasta hurras y discursos inspira el feliz momento. Valentino se dirige a su camerino para desnudarse y desmaquillarse. Mejor dicho, a volverse a poner la modesta sortija de oro bajo con piedra azul; eso, lo primero, antes que nada. Pero le aguarda una dolorosa sorpresa. ¡ L a sor-

La última escena de " E l hijo del eaíd". Ha cía la muerte V a m o s a pasar por alto la trayectoria triunfal de R o dolfo Valentino como galán de la pantalla, por no hacer interminable este reportaje de ambiente retrospectivo. Y vamos a encontrarle n u e v a mente en pleno rodaje de la que iba a ser su últ i m p creación: El hijo del caíd (1926). V a m o s antes a satisfacer una pregunta que adivinamos en los labios de nuestras bellas lectoras: ¿Qué fué de Jane Davis? Este personaje femenino, muy poco c i t a d o en las biografías de V a l e n t i n o , se esfumó de la v i da del héroe en el momento de su triunfo. Desapareció c o m o viniera, como un Otro de los grandes éxitos de VaRotlolfo Valfiiliiio, ron rsr arbihada. A q u e l l a lentino fué «Monsieur Beaucaitrario traje que los americanos re». Ved al artor, en esta cinta, mujer singular han rreado para suit películas de con Bebé Daniels españolada tenia demasiado talento. Sutija ha desaparecido! Sus po comprender que la gloria trae aparejadas gritos de asombro y d e muchas cosas que ella, í n t ^ a mujer, no sopordesesperación l l e n a n el taría en plan de amante o de esposa del ídolo. Estudio, relx>sante de reY le dejó en libertad. Alguien dijo que se hagocijo hace muy poco. bía casado en Filadelfia poco después. ¿Quién se ha llevado el Y ahora sigamos la historia verídica del anillo? S e c i e r r a n las amuleto milagroso. Valentino pone toda su alma puertas del Estudio y se en la interpretación de El hijo del caid. L a gente efectúa un registro que supone que P o l a Negri es su prometida y que se dura una hora. T o d o inha señalado incluso la fecha del sensacional enitil. Alguien ha robaílo la lace. Con tal m o t i v o , P o l a es la mujer más enMirtija-amuleto, utilizanvidiada de H o l l y w o o d . ¡ H a y tantas ambiciosas do llaves idénticas a las que se creían las insustituibles para el célebre guardadas por Rodolfo en galán de galanes!... U n a tarde, en plena fiebre el bolsillo de su pantalón, de trabajo en el Estudio, Rodolfo se dispone a y ha salido de la n a v e filmar una escena dramática. Tiene que realizar tranquilamente, antes de un gran esfuerzo físico, porque hay que dar reaacabar la escena cuyo rolidad a la desesperada lucha que marca el guión. daje acapara toda la atenY se fija de pronto en la sortija-amuleto que le ión de los allí reunidos. diera el Brujo el día de .su llegada a NorteaméRodoJj'ose deja caer, desr i c a N o quiere exponer el }>reciado anillo a las alent ido, sobre una butaviolencias de la lucha que le espera, en que ha de ca, y deja que le desnugolpear y ser golpeado denodadamente. Podría den. ¡Es horrible! ¡Qué romperse la piedra azul, o saltar y perderse en el venganza más ruin o qué fárrago del Estudio. Pide un momento al direcbroma de más mal gusto! tor. Abre su camerino. A b r e también un peTodos_gfl.iÍfigXÍieu a con-. queño joyero, y en él deposita amorosamente el

solarle, a hacerle concebir esperanzas. L a sortija tiene que aparecer. L a sustracción ha obedecido, sin duda, a una venganza personal o a un afán de lucro de alguien que supusiera lo crecido de la gratificaí'ión al devolverla a su dueño. Este se irrita cuando piensa en su desgraciada previsión, que le hizo quitar el anillo de su dedo, ofreciendo el amuleto maravilloso a persona que esperaba el menor momento de oportunidad para arrebatárselo. Las débiles esperanzas que alimentaba de recuperarlo se perdieron a tercer día de búsqueda infructuosa y de anuncios en todos los periódicos. Rodolfo Valentino ha hecho lo imposible por recuperar su amuleto, recordando ima por una las frases terribles de el Brujo del Cleveland: «Tiemble usted si un día pierde este amuleto, o si, creyéndose inmune e infalible, lo abandona o lo da, despreciando su maravillosa influencia. Ese día comenzará su descenso rápido y morirá al poco tiempo, a despecho de su juventud y de su fortaleza f í s i c a . . » N o hay lenitivo alguno ni distracción para su dolor, enorme, creciente, latente, desgarrante... ¡Oh, si aquello era una venganza por celos o envidia, qué certero habia estado el vengador, hiriéndole en lo más sensible y haciéndole pasar un suplicio lento, continuo, cercano al enloquecimiento! Cuando los directivos del Estudio le suplican que v a y a a N u e v a Y o r k para asistir al estreno de El hijo del caid y presentarse al público que le reclama, Rodolfo se pone en viaje maquinalmente, como un autómata. Y se hospeda en el A m bassador Hotel, triste, abatido, esperando peligros o reveses inauditos y próximos. A las once y media del día 15 de Agosto se siente enfermo, y le recogen, desvanecido, para llevarlo al Policlinic Hospital. ( N o es sitio ni momento éste para estudiar cuáles fueron las causas de la muerte de Valentino, muy discutidas. Para unos fué apendicitis; para otros, varios tiros disparados por una mujer misteriosa... P a r a el caso de la profecía de d Brujo, que hoy nos ocupa, es lo mismo.) Dias después, ante la impotencia de los médicos, el ídolo se trunca sobre su pedestal.

SANTIAGO

AGUILAK^


FORMA Y CONTENIDO

D

Bcf AM08 en otro artículo: «Es inútil todo esfuerzo si el artista no siente la necesidad intima de crear.» Decíamos esto del artista en abstracto, e intentamos de aplicar el ejemplo a los cineastas. Pero nos damos cuenta que para muchos miestro pensamiento es de errónea interpretación. Son los que confunden ol deseo con la imperiosa necesidad de expresar un estado anímico o una i d e a Veámoslo en otros términos: De poseedores de cámaras existen miles en nuestro país. ¿Cuántos han deseado o desean hacor un buen film? Todos, sin excejxíión. ¿Cuántos, sin embargo, han realizado, no y a cosas perfectas, sino pasables? Pocos, poqiúsimos... ¿Cuál es la causa? N o nos digan que es por

Del film «Alpina», de Delmiro de Carall

pétalos que le dan su forma particular; sólo cuando el artista ha visto en su pensamiento la flor completamente desarrollada, es decir, la idea con todas sus posibilidades, con todas sus apariencias, sus bellezas y sus engaños; sólo cuando el per-

Del niin di- Kuitebio Ferré « I ^ mujer )' lo» deporten», realizado en rolaboración ron el .Club Femenino y de Sport

la falta de recursos ni por cuestiones técnicas. N o es cuestión de fotografía ni de grandes escenarios. ¿Cuántos y cuántos films no vemos bemanalmente que son un dechado de perfección fotográfica, que son buenos de montaje y en los que no se ha ahorrado ni un céntimo, y que, sin embargo, no nos dicen nada? ¿Cuál es, pues, repetimos, la causa? Veamos como proceden la mayoría de los cineastas. Son poseedores de un equipo cinematolíráfico más o menos costoso, se enteran de la convocatoria de un Concurso, y lo primero que miran es la lista de premios. Y después, sólo después, buscan la ¡dea, el tema a filmar. Precisamente al contrario de lo debido. N o es extraño, pues, que estos cineastas raramente encuentran lo que buscan: la idea. H e aqui la causa de tanto film perfecto materialmente, pero sin contenido. Estos cineastas han deseoíío ( y muy a menudo con verdadero interés), pero no han sentido la íntima necesidad del verdadero artista. N o la han sentido por la sencilla razón de que para sentir el empuje creador es necesario haber tenido «antes» la idea, comprenderla y amarla. Sólo cuando la idea abre, como una flor, los

Del film de MilUn MonÍH(rol y Muntané « ! . «

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fume de su idea tiene la suficiente fuerza, sólo entonces el artisrta se siente arrastrado por el deseo de ver realizada su imagen interna, ha^tii convertirse en necesidad imperiosa. ¿Es comprensible desear realizar lo que no . i e ha pensado? H e aquí un imposible, que es lo normal en muchos cineastas. H e aquí lo que deseamos que no se extienda. T o d a resiización, todo film debe expresar algo. Y esto es lo que importa por encima de la técnica El campo del cineasta amateur no debe ser el de la inventigación técnica. Siempre sus )0sibilidade8, en este aspecto, serán inferiores a as puramente artísticas, en donde la superioridad no depende de un aparato ni de imas [jesetas. H e aqui el amplio horizonte que se abre delante del verdadero cineasta. L a condición inestimable de su libertad, do su independencia de intereses comerciales, de público y también de critica, sitúan al amateur en el ambiente propicio al vuelo del pensamiento y de las ideas auda-

ces. Estudios rítmicos, sus influencias psicológicas y sugestivas, cinema ab.stracto, nuevos medios de expresión... ¡Cuánto camino por delante! ¡ Y cuan atractivo!... Más que camino, diríamos un enjambre de caminos que, cada cual con sus particularidades, todos dirigen su norte hacia un punto luminoso: ¡Arte! Pero ¡cuan lejos su resplandor!... Más que lejos, velado por nubes de celuloide gris, bello de formas, cual muñeco inerte, sin alma... Sepamos animar este muñeco maravilloso. Que aprenda pronto a dedr cosas ( n o hablando, claro). Decir, no repetir. Claro que para repetir no es necesario pensar antes, y esta comodidad se ajusta a muchas voluntades... ¡Pero no! Dejar y a a un lado las cómodas sendas- tan pisoteadas—y emi>ezar la escalada inédita, más Peligrosa, pero más atrayente, no con ánimo de )atir records, sino con la e.sper4mza de contemplar desde el alto peñón la maravilla de un espectáculo nuevo: los amateurs, salvaguarda del arte cinematográfico. Porque el «amateur» es el guión de una nuev a p r o m w i ó n de verdaderos cineastas que alentarán el desarrollo de nuestra industria, tan falt a de directores y operadores que tan solamente pueden sentir cl campo «amateur».

DOMINGO

GIMENF^

Del film «KerulU>. de A. Serra


Maiirii-io Cliovalier y su fervor por la cirugía ^ s frecuente el caso d e llevar en el espíritu ^ una vocación malograda, \m camino que hubiésemos querido emprender y no emprendimos. N o podían los artistas de cinema sustraerse a esta l e y . Y así, Mauricio Chevalier lia dicho recientemente cuál era ese gran sueño suyo, que no ha podido ver logrado. — H a y dos profesiones—^ha confesado el gran actor—que me hubiesen ilusionado extraordina- j riamente. P e r o soy y a v i e j o , t a n t o para una c o m o \ para otra. Hubiese podido y querido ser boxeador; tenía aspecto de ello y hasta cimdiciones. Mas y a no puede ser. Mi otro gran sueño era el de ser cirujano. ¿Se extraña usted? M e encanta esa profesión; es bella, útil, generosa, maravillosa, desinteresada. Poder despertar gratitud es admirable. Y o fui una v e z operado, y al salir de ese sueño que es necesario para realizar la operación apreté la mano al cirujano emocionadamente, con toda mi alma. H a y , en este sentido, gentes que deben la v i d a a un hombre, que de vez en cuando piensan en él, diciendo: «Si v i v o es por aquel hombre que me salvó de la muerte.» El que puedan decir de uno esto, ¿no es sencillamente magnífico?

Í

.Shirley temple ante una botia de príncipes

I., a s "mujeres e n blanco" y el "hombre en blanco"

S h i r l e y Temple, la pequeña actriz de moda, escuchaba un día la relación de las fiestas suntuosa^ y brillantes celebradas en Londres con m o t i v o de una boda de príncipes. — ' Y a verás, y a verás—le d e c í a n - cuando la película llegue a A m é r i c a . \'erás qué guapa y qué simpática es la princesa .Marina. —¡Ah!^—^repuso la pequeña S h i r l e y — . ¿Es que también la princesa hace ciue? Las cartas e n que hacen propuestas d c matrimonio a las estrellas .

^

desde q u e se alejó de ú.ste ha coleccionado mil (piinientas cartas del mismo género. Y ésta es tiunbién, aproximadamente, la cifra a que ha llegado la colección de cartas en que es pedida la mano de Mae West. Como se v e , es t o d a v í a importante en el mundo el número de los hombres detiididos. Aspirar a ser el marido de Mae West acredita, desde luego, u n v e r d a d e r o vnlor...

Clark Gable está de moda. Las americanas sentimentales sueñan con él y hacen del p o p u l a r actor e l hombre ideal. E n Hombres en blanco, Clark Gable interpretó un papel de médico. Las enfermeras de un hospital d e 1 E s t a d o nniericano d e Ohío

Robert Uonat y M a d e l e i n e Carrol trabajan juntos para la (Gaumont Rritisb, en una enioriunanle película titulada «Treinta v nueve esraluncs»

Las cartas que reciben I a s estrellas no son un reclamo organizado por los departamentos de publicidad de las Casas cinematográficas. Son un reflejo de la enorme expansión del cinema, de la curiosidad que despiertan las artistas de moda. Y muchas de esas cartas encierran peticiones muy formales de casamiento. Sólo en un día, C a r o l e L o m b a r d l e c i b i ó treinta y cinco proposiciones de borla. Y otra de las actrices del día, Joan Crawford, la separada d e Douglas hijo.

ieron la película, y , sugestionadas por el arte con que el popular galán inter[)retaba aquel personaje, decidieron escribir al actor. Y en la carta pedían a Clark Gable que donase al hospital, para la sala de maternidad, una cuna. Esta c u n a llevaría siempre el h o m b r e d e l donante, y sería como un objeto-mascota, como una buena sombra tutelar para las enfermeras d e ser\'icio en aquellas salas. H e aquí cómo estas encantadoras mujeres en blanco mezclaban publicidad y caridad en su devoción por el hombre en blanco. La gloria triste de un pequeño actor R o b e r t L y n e n , el diminuto intérprete de El pequeño rey, de Soil de Carotte y de Sin familia, ha visto bruscamente envuelta en el dolor su naciente gloria cinematográfica. El chiquillo que a tantos hizo reír y a tantos emocionó con su arte de ingenuidad y de ternura ha perdido a su padre. I^a orfandad le coloca en una situación cercana a la miseria. Los lobos de la necesidad quieren acosar al pequeño gran artista, en cuyo fav o r se han iniciado algunas suscripciones, para evitar que su orfandad sea más dramática. Algunos han aportado a esas suscripciones cantidades verdaderamente modestas: son obreros, gentes humildes, que recuerdan cómo ese pequeño actor, hoy en desgracia, les hizo un día reír y emocionarse. Una rubia, una fiebre y francos

quince millones de

¿Recordáis a E d w i n a Booth? Era la fina y rubia belleza que sonreía entre las escenas violentas y fuertes de Trader Horn. En aquel film, Edwina B o o t h supo mostrar su arte m u y femenino, expresivo y alegre. P e r o allí quedó truncada su tarea. L a actriz contrajo en África una fiebre misteriosa. Su v i d a no es desde entonces sino un misterioso c a l v a r i o . H a s t a tal punto, que la Casa productora de la p e l í c u l a ha acordado dar a la artista una indemnización de quince millones de francos. •'Carnet" cinematográfico: estudios, contratos y proyectos

F r a n k \ o»per, Pcter Lorre y l.eslie Bauks en una esrena de «Kl hombre que sabía demasiado», película realizada por Alfred llitchcork para la Gaumont British

Nova P i l b e a m , la p e q u e ñ a artista, nueva revelarión del cinema inglés, ron Lydia Sbcrw o o d , e n una esrena d e « I ^ mejor amiguita», r e a l i z a d a bajo la dirección de Berthold Viertel. I»0t. OAUHONT BUTISH)

E n Inglaterra, Walter Forde rueda El rey de los condenados. Un gran reparto: Conrad Veidt, N o a h Beery (el hermano de Wallaee B e e r y ) , Helén Vinson... Después de El sueño de una noche de verano, M a x Reinhardt llevará a la pantalla \¿s Cuentos de Hoffman. U n actor que se retira: Lewis Stone. El excelente artista ha declarado que, una vez cumplido su contrato actual—de tres años—con la Casa en que trabaja, abandonará definitivamente el cinema. El próximo film de Marlene Dietrich será El collar de perlas. Y a no con Sternberg, sino con tYanck Borzage, y bajo la siiporvisión <le I.nbitsch. Charles Boyer, cuando se l i a v a u i i n m a i l o do rodar su actual pelicula Shatighai, volverá a Francia, para estar en ella durante seis meses. Simone Simón v a a ser la figura principal de un film cuyas escenas so desarrollarán en el Barrio L a t i n o . Marc Allegret es el que prepara esta nueva película, que será interpretada por Simone Simón antes de su partida—próxima ya—para H o l l y w o o d .


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Es preciso se para ser bella es necesario tener un rostro

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B U S T ^

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impecable; para, tener un rostro impecable es imprescindible el uso de

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En tonos blonco, rachel, rosado, m o r e n o bronceado y ocre


del

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Cinema

nal cApan

ÍA a día nuestro cinema se perfila con rasgos mejores, que le van dando i m a creciente categoría estética y le sit Jan y a e n un plano de positiva calidad. Nuestra pro ducción está en un gran momento, y del esfuerzo de todos cabe esj)erar resultados d e gran eficacia. R I cinema español avanza considerablemente: esti y a lejano el día en (¡ue apenas era más que im balbuceo, y hoy tiene nuestra producción ante sí un horizonte despejado y prometedor. Entre los impulsores más entusiastas del cinema nacional hay que destacar necesariamente a don Saturnino Iluguet, que importando a España las |n-iineras gi-andes pií)ducciones de la Metro antes de su unión con la Goldwyn-~7yOS cuatro jinetes del Apocalipsis, FA prisionero de Zenia, Todo's los hermarws fueron valientes, IMS cataratas del diablo y otras—, bien pronto y a raíz d e esto su lista de raaterial quedó coinpue-!t i casi exclusivamente por películas españnlas. El fué seguramente, en la época del cine mudo, el que más cantidad de films nacionales compró y al que recurrieron en difíciles Don momentos no pocos productores improvisados, solicitando una ayuda que raramente negó. N o contento con esto, don Satuniino I l i i g u e t ha iniciado también con gran ilusión sus trabajos de productor. Su primer film, iS'or Angélica, obra sin demasiadas ¡iretensiijues artísticas, pero capaz de l l ^ a r hondamente a la entraña del pueblo, ha constituido en toda España un suceso sin precedentes. En ciudades donde es necesario cambiar el cartel diariamente. Sor Anr gélica se ha mantenido una semana llonimdo el local, reprisándose más tarde cíon el mismo éxit o apoteósico de su estreno. Sin duda ninguna este film esa más comercial d e cuanto.s se han producido en nuestro suelo. N o seducido por el gran rendimiento K^griido con Sor Angélica, sino animado por .su deseo «le contribuir trabajando en pro del cine español, don Saturnino Iluguet prepara la realización de otras obras. En estos días precisamente lleva y a muy avanzada la filmación de Kl secreto de Ana María, argmnent«> escrito expresamente para la pantalla por líafael Ix)pez de í l a r o , que dirige Salvador de Alberich, y cuya interpretación corre a c a i g o de Juan d e Ijandaj^Lina Y e g r o s ,

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originales, siempre que pueda, naturalmente, aimque croo que no haya ninguna razón que me lo impida. A l adaptar una obra al cinematógrafo, necesariamente pierde muchas de sus btmdades, y aunque en el caso de que se consiga conservarlas, ¡es tan difícil Iterarlo! El film, como la novela, como el teatro, tiene su expresión propia, y los argumentos escritos expresamente para él, vistos totalmente en cine, poseen más naturalidad, más sencillez y un desarrollo más lógico, porque lo otro, la atlaptación, siempre resulta un |>oco retorcida, im poco artificiosa ¡ H > r la imposibilidad de reflejar en el celuloide t o d o lo que la obra de que se toma—comedia o novela-—tiene d e íntimo. - ¡Admirable ese deseo suyo! ¡Ojalá le imiten todos! ¿Dónde realizará Kl secreto de Ana María? — E n los nuevos Estudios barceloneses T r i lla-La Hiva, que se encuentran magníficamente equipaílos. De la dirección se ha encargado, como sabe, Salvador de Alberich, un muchacho m u y inteligente y documentado, que fué durante la producción es[)añola en H o l l y w o o t l jefe del departamento hispano de .Saturnino Iliiguri, pn titigio.sa ligura dpl rrtat>lo rinrniato la Metro ( l o l d w y n . Bajo su asesoramiento se gráfiro español rollaron películas tan famosas como IM mujer X, El proceso de Mary Dugan y El presidio. I A I Í S Villasiul y un rapazuelo v i v a z , t asplanta—¿Costoso el film? «lo de la calle al Estu«lio, que responde al nombie —Bastante. N o quiero r ^ a t e a r en él ni un de Chispita. sólo elemento que pueda influir en su bondad. Dtí.«eando conocer detalles de es a nueva proEl reparto y a le c(mo<!e, es magnífico, y a su caduc<;ión, hemos charhulo unos in«)mentas con beza figuran L i n a Y ^ r o g , nuestra famosa ard«)n Saturnino Huguet durante su último viaje a tista, que se colocó en uno de los primeros lugaMadrid. res con su extraordinaria revelación en Sor An—¿Contento de au primer film?^—le pregangélica, y Juan de Landa, el incomparable creatamos. dor de El presidio. Y o quiero, y a más experi—Contentísimo^—nos responde—, Sor Angémentado, hacer d e El secreto de Ana Mario un l ca ha superado todas mis esperanzas. Y o tenia gran film. L a presentación se cuidará con t o d o fe absoluta en que su aigumento llegaría a los esmero, pues se están constniyendo decorados espectadores. En él se encontraban las tres conde un gran costo, la técnica se ha puesto en di:úone8 que yt) creo indispensables en todo film: manos de personas capaces, y tengo la satisfacinterés, «íomicidad y enunión. Y a v e que no me ción de decir que todos, absolutamente todos los equivoque en mis vaticinios. elementos que en la película intervienen, traba— Y ahora, ¿qué prepara usted? jan con una gran ilusión. —El secreto de Ana María, con argumento de •—¡Buenos augurios! Ijópez de H a r o . • — Y o creo que conseguiré lo que me he pro-—¿t^scrito para el film? puesto. — l ) e » « l e luego. Y o no soy, no he sido nunca —Nosotros también se lo deseamos. partidario de llevar a la pantalla comedias ni X novelas. H e hecho y seguiré haciendo argumentos

Saturnino Huguet rodeado de loa elementos técnicos y artísticos que intervienen en el rodaje de . E i secreto de Ana María., segunda película nacional que edita Selecciones Capitolio


m . e a pedru ferecztaa Pífpsiro d e müscuos, consq ícoune EL EXPRESO p c c í o n e s Hdicirias FANTASMA

Rl iluKtre dibujante don Knrique Herreros, eütiniadíüimo colaborador nuestro y jefe de publicidad de Filmófono, a quien ha sido concedido el primer premio de la KxposiciÓD /.ato, de fotografías hechas con I.«ica, por los admirables trabajos que ha presentado al interesante certamen roT. coirás

MAÑANA

LUNES,

EL E M O C I O N A N T E

FILM

POR

WILLIAM COLLlEff, J R . UN DRA^M DE HONDA EMOCIÓN Y EXTRAORDINARIO MISTERIO

olonra

EN E L MISMO PROGRAMA

1 rfumerio higiénico CALBER - Son Sebastián

LA MESTIZA D R A M A DE M A R pr\x> TKJK

NOAK

B E E R Y


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T R A G E D I A

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(película

Resumen del rollo primero. Tres y pieo, hijo sietemesino de la Haeienda, suplica a su mamá, eon M Illas en los ojos, que no lo envíe a roer eeluloide. madre insiste en que ha de seguir hasta que no quede en España ni un eentimetro de pelíeula. E n tonces Tres y Pieo desliza en los oidos de la madre unas palabras que no se oyen.

K

ROLLO S E G U N D O Número 1.—Primer plano de Dofta Hacienda, santifuindose eseandaRzaifau —¡ChaMiprieta! ¿Eso te han dieiio? Tres y Pieo, haciendo pucheros eon su hoeiquito de ratón: —iSf, mamát Número 2.—^Doña Haeienda descarga un puñetazo sobre un legajo de p a peles, ya amarillos y polvorientos. Se levanta una nube de polvo que haee estornudar a la señora. La femara aguarda a que se disipe la polvaredia, y entonces avanza eon precaución. Número 3.—Gran plano del legajo, en el que puede leerse: "¡SOCORRO!, drama en seis actos, que la Industria Gnematográfica dedica al señor ministro.'' A continuación viene una nota en Mpiz rojo: "¡Garambainas! No tengo tiempo de leer." Número 4.-—Cambio de ángulo. Doña Hacienda se incorpora trabajosamente. —¡Hay que avisar a papa! Número 5 . — I j i cámara desciende a ras del suelo. Pies de una señera groesa eamfauuido 9«hre ana malUda alfombra de piele9 de contribuyente. Fundido. Número 6.—Despache estilo español. Sentado a la mesa, un señor sin estilo, eon una casaca que puede ser de ministro o de portero mayor. Sobre los hombros lleva una cosa redonda, que a primera vista parece una cabeza. Doña Hacienda acaba de hablar eon indignación. Se maestra agitada. Tres y Pieo se escurre llorando. EL H O M B R E D E L A CASACA (conciliador).—Bueno, mujer, no te s o f » qnes. Ya me enteraré de eso que me denuncias. D05ÍA H A Q E N D A . — N o presumas. Tú no te enteras de nada. (Se vuelve a su retoño.) Anda, hijo mío, dile a papá cómo te reciben en todas partes. TRES Y PICO (al de la c a s a c a ) . - ¡ C o n una calumnia! Número 7.—Nuevo cambio de ángulo. EL H O M B R E D E L A CASACA.—¿A ver? ¿A ver? TRES Y neo.—Dicen qoe el sistema de nuestra Hacienda es el sistema Un

gravamen sobre nuestro cinema retrae automáticamente su intensidad de producción. Ahora no es éste el momento de precipitar el derrumbamiento de su vacilante andamiaje. A pesar de su p é s i m a calidad, debiera fomentarse n u e s t r a producción; pero siempre bajo el asesoramiento de cineastas competentes. Que no lo sou precisamente nuestros actuales animadores. Aniceto E. Armayor, escritor cinemaiográfico He aic|ui un problema de vital importancia para la producción cinematográfica en España: el que se deriva del 3,75 por 100 que grava sobre toda película, s ^ ú n legislación de los altos poderes. Por un momento quiero sustraerme a mi propia reprasentación dentro del ramo cinematt^práfico, para enjuiciar este asunto bajo un punto de vista imparcial, sin poner en mi,

opinión un interés privado o colectivo; tratarlo como lo trataría el hombre de negocios más distanciado de la industria cinematográfica. Un impuesto, por muy razonado y conveniente que sea ¿ Erario público, no puede ni debe gravitar sobre una industria más bien necesitada de protección; sólo de nna manera taxativa, arbitraria, cabe suponer que fuere establecido. Otando la industria de referencia se apoy a en una b&se incierta, de realización mudable y supeditada a conveniMKit» imprevistas (en nuestro rar mo loe precios y condiciones oscilan constantemente), el impuesto es ilógico, irrelativo y contraproducente p a r a su desarrollo. No consider e m o s y a Iá exagerada cifra con que deben contribuir las peliculas; rebatimos, sencillamente, una arbitrariedad que exige rápida rectificación, para evitar que siga retrasando ese desarrollo a que hemos aludido.

corta)

de "Deum de Deo"', que traducido al buen castellano significa: '*De donde diere". e l ' H O M B R E D E L A CASACA (con suficiencia).—¡No saben latín! TRES Y PICO.—Eso les respondo. Pero me replican que usted, en cambio, no sabe lo que es el cine, ni el arte, ni... EL H O M B R E D E L . \ CASACA (interrumpiéndole).—¡Ni me hace taha! Mi hombre es Pitágoras, no "Charlot". DOKA H A C I E N D A (extrañada).—¿"Charlot"? EL H O M B R E D E L A CASACA.--Sf, mujer. Un hombreciUo informal, ue ha tomado la vida en broma. Todo lo contrario del señor Marracó. ¡Ese 1 que es un hombre serio! DOÑA H A Q E N D A (coqueteando).—Como tú. EL H O M B R E D E L A CASACA (un peco rnborizado).—No está bien que yo me alabe. Pero lo que sé decirte es que no me ablandaré a razones de gentecilla de tres al cuarto como ese "Charlot". ¡Si vieras qué bombines usa! En fin, ¿para eso me distraéis? ¿Qué me importa a mí que se hunda todo el arte del universo, mientras exista un coeficiente? .4ndad, andad, y no os preocupéis por lo que dimn. Vale más un toma que un dos te daré. ¿Estamos? Pues cuando asome el cuello una película, !zas!, recibo al canto, y qne chillen. —Número 8.—La cámara se aleja eseandaUzada. El nücrófono se tapa los oídos. TRES Y PICO (reaccionando).-¡Eres un hacha, papá! DOÑA HACIENDA.—¡Serrano, me vuelves loca! ¡ t e n ! (Se extrae del corazón ana máquina de calcular y se la entrega con un suspiro. El hombre de la casaca se registra en los bolsillos, saca una tabla de multiplicar pequeñita, cincelada en oro, y se la entrega a su vez). EL H O M B R E D E L A CASAC.4.—Para que leas en tos ratos de ocio. TRES Y PICO.—¿Y para mi no hay nada? EL H O M B R E D E L A CASACA.—Sí, estas encuestas de CINEGRAMAS. Puedes hacer eon eHas pajaritas de papel. DOKA H A C I E N D A (alarmada).—¿Las has leído? EL H O M B R E D E L A CASACA.—¿Leer yo? (Ofendido). ¿Por quién me tomas? Número 9.—La cámara y el micrófono se guiñan maficiosos. EL H O M B R E D E L A CASACA (a Tres y Pieo).—Y ya lo sabes, hijo mío. Cuando te hablen de arte, de belleza, de cinema nacional y de otras ¡boberías que ni a ti ni a mi nos importan un bledo, responde como yo al drama "¡Socorro T' que rae dedicó la cinematografía: ¡Garambainas!" Doña Hacienda pone los ojos en blanco y, a hurtadillas, deposita un beso en la tabla de maltipliear. Número 10.—La cámara cierra los ojos por no ver. El micrófono sale de **estampla**. A. G.

a

Y si—^ya en mi medio ambi«ate— considero toe perjuicios que irroga el impuesto del 3,75 por 100, sorprendidos de haberlo sostenido tanto tiempo, los cinematografistas nos veranos en d trance de formular una meditada, pero enérgica protesta a las altas esferas y demandar una rectificación con caracteres de perentoria necesidad. Por otra parte, este impuesto lesiona directa y declaradamente a la producción cinematográfica española. Lejos de prestarie el calor y el apoyo qne requiere una industria ue todavía está en gestación, se reucen sus posibilidades comerciales, y ante esta circunstancia merman los parcos entusiasmos del capital español. Además de un lamentable perjuicio para nuestro cinema, el impuesto del 3,75 es im rudo ataque a la e c M H M n i a nacional, por cuanto debemos considerarle como dos intereses qne se unifican a las resultas de los éxitos del primero, y el cine, como industria, es un excelente porvenir para e l fomento en España. EA de una conveniencia extrema que los Poderes públicos presten toda sn atención al problema que tenemos planteado los cinematografistas españoles, y puesto que de ellos depende la solución, nos la

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ofrezcan a la mayor brevedad de una manera que garantice clara y i terminantemente la .seguridad de < poder desarrollar nuestro negocio sin trabas de ninguna especie. Pedro Balart Gerente de CIFESA

en Barcelona

¡No me lo explico! ¿Impuestos? ¿Impedimentos a una industria española? ¡ N o me lo exjrficof Cambiamos de régimen, que-, remos ser modernos, queremos ponemos a la cabeza de todo, y seguimos como hace doscientos añoB. ¡Pobre I s a a c Peral! ¡Qué pena de La Cierva! ¡ D a dolor ser artista y ser español! ¡Dan ganas de cambiar de nacionalidad para ver si los de fuera nos dan en su tierra algo de lo mucho que les dejamos que se lleven de la nuestra! ¡No me lo explico!

m

Manuel

Paris


E S T R E L L A S

Lov H

A M E R1 C A N A S ' E N

láii

^milb;

OLLYWOOD.

Estudios de la M e t r o . E n uno de los sets se rueda una segunda parte de L'ItUroumble—el último y m a g n í f i c o film de Van Dyke— sin titulo hasta el momento presente. P r i m e r o s roles a cargo de las mismas figuras M}Tna L o y y William PoweI. T o d o marcha bien. Pero un día hay que interrumpir el rodaje. ¿Cau.sa? L a m i s t e r i o s a desaparición de Myrna L o y . Funciona el teléfono llamando al departamento de la actriz. Pero miss L o y no está. N o está tampoco en H o l l y w o o d . Miss L o y cruza « i t r e tanto el Atlántico, i-umbo a E u r o p a Días después es registrado su paso por París. Y más tarde, localizada su pre.sen<!¡a en Inglaterra, en una casa de campo de Sussex, refugio donde la l>ella y sugestiva estrella se dispone a pasar la tem|)orada de vacaciones, que ella misma se ha concedido. H e aquí una noticia curiosa. Una noticia que deja tras de sí un rastro interesante. De un atrayente interés periodístico. M y m a Ix>y ocupa por unos días un primer plano de actualidad en los periódicos y revistas <;¡n e m a t ( ^ á f i c o s de Paris y de l » n d r e s . Mcre<'idainente. N o sólo por el relieve de su figiu"a ai"tí.stica, sino también por lo interesante de sus declaraciones. Como en Francia e Inglaterra, de<liquémosla también un primer plano en (JI.NKORAMAH.

• Silueta biográfica Silueta de j)ocos trazos. IJOS precisos tan sólo para acusar el perfil artístico. Para no pocos aficionados a <;inema, .Myma \My ha pasado, hasta ahora, |)or oriental. Su.s ojos verdes, de mirar oblicuo; su cuerjx» de bayadera, su afición a las danzas y su aire exótico contribuían poderosamente a afirmar esta creenc i a Sin embargo, M y m a Ijoy es ameri<!ana N e tamente americana lina ameriítana cien fM>r cien. Nació en Helena, ]:»e<iueñ<i pueblo de «mo <lc los inmensos Pastados U'nidos. L a pequeña M y m a se llama por aquel entimces MjTua Wiliams, y comparte sus ocios y diversiont« infantiles con un muchacho moreno y espigado, c-on el que más tarde se ha de en(!(mtrar de nuevo en Hollywo<Ml: ( l a r y Cooper. A los siete años se que<la huérfana de pa<lie, y su madre decide partir para California, instalándose en Santa M ó n i c a Su destino puso !)ien pronto ante sus ojos maravillosos el maravilloso

R O P A

Myrna \JO\ rn una rsrrna run William l*o»rll. dr quirn Myrna arinna qur rs uno dr IAH artorrs mi» intrligrn•rs, adrmáw dr un r i r r i r n i r ramarada

al)anico de seducciones «le Hollywood. V a al colegio. Pero .sus aficiones .se inclinan por las clases de baile. L a ()«queña MyTiia lleva en sí el arte sublime, todo ritmo, gracia y espíritu, de la danza. Sueña con ser tma Anna P a v l o v a Sueña también con <iirigir tma es«'uela de danzas, como a la que ella agiste c(»mo aluinna, y ganar dólares en abimdancia para que .su casa marche sin dificulta<l. Su iiiiidre no contraría estas inclinaciones. Más bien las favoret^e. Pero la proximidad de Cinelandia comienza a dejarse sentir en su espíritu de un IIUMIO v.tgo e inq>re<'iso. En cierta ocasión dice con frases proféticas: « Y o llegaré a ser una grfui estrella cinematográfica» IJOS chicos y amigas que la oyen se r i t d e e l l a A los diez y o<!ho aiujs, Myrna, con sus com|)ai"ieras de la Estniela de dtmzas, es contratada para bailar en el l'Kgyptiam Theate}. ¥A\ el vestíbulo, gran profusión de aficht» y fott^rafia^^ de Myrna y bus « i m p a ñ e r a s . Pero i W t a c a n las de ella, <jue acusan y a una belleza «leslumljrante y sugestiva. Un día la v»; bailar el ídolo cinematográficío de f uitas imijercs: Rodolfo Valentino. Ixí interesa al gnu» actor. Y la llama al ¡-.stuilio para someterla a uní' ' " • '

Pero Myrna es aun muy j o ven para desempeñar a satisfacción su papel. Sin embaigo, la estrella Na^ ta(;ha Hambova, que hapresenciado laprueba, la confía un role en WfuU Price Beauiyf Después, con .lohn Barrymore, interpreta uno de los innumerables amores d e Dan Juan. Más tarde obtiene el papel principal de State Street Sadie. Y llega, c o n su cuarto film, su primer gran triunfo. En El canto del desierto hay im role, el de Azuri, una pequeña bailarina bohemia. Es un ró/c de g r a n fuerza dramática y de suma responsabilidad artística. M y m a lo pretende. Pero no se quiere confiar papel tan importante a su falta de expeiiencia. Vence, por fin, la diplomacia y la obstinación de la actriz. Y surge el gran éxito. A continua<*ión, ima larga serie de films, en los que Myrna IJOV—^ya ¡>or entonces se llama así— encarna y personifica toda la amplia variedad de seres exóticos. Se pretende con ello aprovechar no tan sólo sus rasgos fi.sonómicos, marcadamente orientales, sino también sus especiales aptitudes para este género de films. VJSÍÜ monotonía artísti(;a aburre a la futura estrella Myrna prot e s t a Se da cuenta del peligro que la acecha, y lucha contra el encasillamiento artístico a que se pretiínde someterla. Unas veces triunfa y vence de su empeiw. Otras, por el contrario, es venc i d a Su diorama artístico marca, acusa estas alternativas, estas ondulaciones. Así, vemos que al lado de Emma—uno de los éxitos de la inolvidable María Dresle en i a que tiene un papel muy americano, figura Trece mujeres, en el que representa un tipo de mujer javanesa llena de sensualidad e instintos criminales. A continuación de su brillante debut en la comedia con .4ini«z-niot ce soir, tiene que intervenir en IA Masqué de Fu-Mandiú. Después de Animal Kingdon, Topare, con John Barrymore, eu el <iue se muestra como una gran actriz de cometlia. V a n D y k e le hace rodar una cinta con W a r iiiT Baxter, y «ron William Powell, Un árame a Manhattan. Se suceilen los films en que aparecen juntos. Myrna iMy y William Powell forman la más elídante, espiritual y se<luctora pareja de la pantalla americana Y llt^a, por fin, el gran éxito de L'Introuvable. Éxito que hizo concebir la idea <lc llevar a la pantalla una segunda parte. Segunda parte, cuyt) rodaje hulxi que interrumpir, como y a queda dicho, al ¡irincipio, por haber


levantado el vuelo, rumbo a E u r o p a , l a d e l i c i o s a M y m a . Y tal es la v i d a artística de esta gran actriz, en la que se acusan perfectamente las dos trayeí-torias. T n a , en la que interpreta toda la variedad de papeles exóticos; otra, en la que logra imponerse e imponer su arte flexible y vario, en el que caben todos los matices artísticos, desde el drama a la comedia.

Veamos ahora lo que ha contestado a cuantas preguntas le han dirigido desde que pisó tierra europea. —Tanto protesté de los papeles exóticos, que invariablemente me repartían, que al fin logré címvencerles. Y sinceramente estimo que la razón estaba de mi parte, y a que no creo haber fracasado en los films de otro carácter que he representado. Otro tanto me ocurrió con los roles de vamp, o mujeres fatales, por los que no oculto que tengo verdadera aversión. El t i p o de mujer fatal no existe. Fs un ser artificial y falso creado por el cinema. Además, su falt a de realidad les despoja de todo interés. I^as mujeres de hoy no son así. Tienen sus defectos y cualida<les, y son capaces del bien y del mal; pero en nada se parecen a esas mujeres que conocemos por nmjeres fatales.

^^^ñ ^^^M

-¿...? —Greta Garbo y Marlene Dietrich rae parecen dos actrices excelentes, que t o d a v í a no han { « ' d i d o mostramos t o d a su capacidad artí.stica.

-¿...? —El día que las veamos en rtHes que carezcan en absoluto de vampirismo. L o s últimos films de Greta v a acusan nuevos matices. j—Guardo un grato recuerdo de .Mamoulián, que me hizo

debu

tar la dia moi

en ^ comecon Aimezce soir.

— T a m b i é n de V a n D y k e , que con su L'Introuvable nos proporcitmó un gran éxito a William Powell y a mí.

Myrna l>»y, rn H M actitud sonriente y desprovista de ese aire de mujer fatal ron que la heniOK conocido hasta ahora, nos da un anticipo de la nueva Myrna lx>y, a la que veremos en papeles distin(fM) a los que ha interpretado hasta hoy

— l i e rodado ntuchos films con W i l l i a m P o w e l l , y puedo afirmar que, además de un excelente camarada, es un actor inteligente, natural, deliciosamente natural, que posee un arte refinado y exquisito. l i e mos licuado a compenetramos artísticamente d e tal m o d o , q u e a esta armonía se debe en gran parte el éxito de nuestras cintas. En ocasiones hemos l i b a d o incluso a improvisar algunas escenas, dándole así al film la novedad de la improvisación.

-¿...? — H a y días en que desde el comienzo todo sale mal, y entonces el trabajo es duro y penoso. Otros, en cambio, en que desde las vedettes al último maquinista, todo marcha a la perfección, y entonces el trabajo es g r a t o y agradable. T a l ocurrió durante el rodaje de U Introuvable. Quizá debido a la influencia y confianza que nos infundía a tcdos V a n I>yke. P o r cierto que un día él, que es tan deliciosamente pesimista, nos sorprendió a todos con estas frases: «Esto marcha solo.»

-¿...? L a verdad sobre H o l l y w o o d es que todos hablan son pocos los que lo conocen.

de él y

-¿...? •—Nada ni nadie lograría apartarme del cinema. N i la ambición. N i las ofertas más seductoras. Mi vocación y mi entusiasmo es más fuerte tjue t o d o .

-¿...? — N o hablemos de amor. El amor pertenece a la v i d a privada. P o r otra parte, el amor no es incompatible con el cinema. Comentario final. Ix)S últimos aires de H o l l y w o o d nos traen la noticia d e que j>or los magnates de la Metro se ha elevado a Myrna I x ) y a la categoría de estrella. Sobre este particular nosotros estamos hace tiempo de vuelta, y a que siempre creímos que M y m a L o y era una de las estrellas americanas más interesantes y sugestivas. Esto no .My roa I .oy. la art riz qu«i obstante, acojamos con satisfacción este rehá triunfado en nume-' rosos papeles exóticMs ( « n o c i m i e n t o oficial. En el firmamento ciy que ahora, d e s p u é W nematográfico acaba de aparecer una varios años de trabajo^: nueva estrella: M y m a I x ) y . pasa en E u r o p a sua LUCIANO D E A R R E D O N D O p r i m e r a s vacacioneii


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Oí) HIGO

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(RAQIEL)

Nació el 11 de Marzo de 1915 en La Habana. Cuando tenia seis aAos, cruzó con tus familiares el AtUntico para instalarse en España: posteriormente ha hecho dos breres viajes a su patria. Estudió el Bachillerato en el Instituto Escuela de Madrid: al mismo tiempo, guiada por sus aficiones artísticas, educó su linda voz para el canto y tomó lecciones de declamación y baile, timbéfa aprendió a tocar el piano y dominó to* M p j i n j inglés 7 francés. Ya da bachiller, empezó en ra de Medicina. Pero la a itro pudo mal en ella qtw la ^ Te ««tudios científicos, y abanlibro» d<? tsKto para dedicarse a lal. No to fué mucho tiemdet teatro defraudó sus ir del éxito Iterado en las 'apariciones anta et público, rebuscar en la eseena cauce a su T, y puso punto final a su breve carreartrii. En to (ucetivo se consagró al Ivo afortunado de recítale» de música, pianista, bailarina y cantante. En hizo su debut en la p'tntalla y reveló sonalidJd fotogénica de verdadero 'Irmada en sus inti-rpretacioEn el cine, se.;!:n propia I, ha encontrado la realiiüd es'^de su temperamento. En el verano ^ 934 corrió grave peligro por haljerse ¡tarado un incendio en el Estudio de ircelona en que sincronizaba un film; gracias a su presencia de ánimo pudo saltar ágilmente por una ventana y res'.)¡' ilesa.

Pelíeula* que ha interpretadot Carceleras, Josí Busch. Vna morena y una rubia. José Busch. Odio, Richard Harían. Doña FrancisquiU, Hans Behrendt. Vna semana de felicidad. .Max Nossek. It por lana (sketch ) , Fernando Delgado.

EsUtura. 1,50 metros. Ojos pardos, f bello negro.

G

A R AT (HENRI)

Nació el 3 de Abril de 1902 en París. Sus padres, actores de teatro, no querían que Henri les secundara en una profesión que tuvo para ellos mAs sinsabores que alegrías; pero et destino lo dispuso de otro modo, y para poder pagar la casa hubieron de aceptar un puesto que al niAo se ofreció paca interrenir ea «Los 4a« pilletet». Ocurría esto en 1910; Henri interrumpió sus estudios escolares» que reamMló poco después. Hasta qua b guerra, dWbMáendo et hogar por la marcha del padríi • U s trincheras, en qu* estaftt%es aai|^ le oblicA a buscarse el sustento fm sí h^Ímo. Trabajó en una dragnería y fué hMCO recadero, OMSO de caí< j . por ú t t ^ ^ í k «lectricisU del B m k - de 1 - H o t ^ Í " m i , con sueMo holgado que le permitía mantaner a sus padres y pigarse clase* de declamación. Y considerándose capas del triunfo ea escena, ingresó en U wadetta Campaftía de un teatro de barriada. Logrft sus primeros éxitos de importancia en rl ttouUn Rouge, de donde salió para inarct|tr a los Estados Unidos, tras de una bailarina de la que se habta enamorado y con la ^jue se casó a poco. Actuó tres aAos en Naeva York, en los espectáculos « C V h ú b e t t : fué desffaciado en su matrimoitfe, se divorció y 11 tmi"! a Europa. Convertido en primera figuta de revista y opereta, pasó al cine. En 1931 ganó et título de «el galán ' francés más fotogénico», en coacuno de la revista «Pour Vous». En M a / o de 193a se casó con ta bailarina Betty Rowe; desde el 37 de Febrero de 1935 es padre de un niAo al que se llamó Georges. ^ Estatura, 1,75. Ojos azules. Cabello casta&o claro.

OGERS (GLNGER)

Nombre verdadero, Virginia Katherine McMath. Nació el 16 de Julio de 1911 en Independence (Missouri). Pasó los primeros aikos de su rida en Forth North (Tejas), en donde su madre tenía una casa editorial. Se hizo maestra de escuela; pero prefería adquirir destreza en los pasos de charlestón, danza en l>oga por entonces. El bailarín Eddie Foy Jr. conoció a la muchacha en una excursión teatral a Forth Nortb, 7 persuadió a la seAora McMath para convertir a Cinger en su pareja coreográfica. Ya con renombre como bailarina, la futura aatulli educó su voz para el canto f te dedicó a intérprete de comedias musicales en la Compaflia de Eddie Lowry, con quien actuó dlirante treinta y dos semanas en St. Loi4a. Allí la vio trabajar el aBipresarioTaiA Ash, que la contrató y la Oevó a Nueva York. A l ¿zito de Broadway Mguieroa cnaaid»rabies victorias en todo el país. Cuando trabajaba en un teatro de Hoiljrwood fué llamada por los Estudios Paramount para intervenir en varias películas. Luego hiso una excursión como primera Ugura de la revista «Girl Grazys, y apemts terminado su compromiso, regresó a la meca del cine, contratada por la Radio Pictures. Mientras baria «Volando hacia Rio Janeiro»—füm en que bailó la célebre carioca—conoció a Fred Astaite, con quien contrajo matrimonio, luego de breve idilio, el 30 de Noviembre de 1934. IVspués de esa película ascendió a categoría de estrella en « L a a l ^ ^ divorciada», que es la cinta de stf consagración. Estatura, 1,55 metros. Ojo* verdes. Cabellos rojizos.

i0i

Pelicmla* que ka imterprelad«i Dos mundos (Les Deux Mondes), E. A. Dupont. ilfi criado es mi señor (Sos maitres les domestiques). Rive gauche, Alexander Korda. El trio de la bencina (Le chemin du Parodie), Wilhelm Thiele. El favorito de la guardia (Princesse o vos ordres I), Max de Vaucorbeil. El Congreso se divierte (Le Congres s'amuse), Erik Charrell. Dos corazones y un latido (La filie e le garfon ) . Max de Vaucorbeil. Simono es asi (Simone est comme fa ) . Charles Antón. Un chico encantador (II est charmant), Louis Mercaotón. Se fui mi mujer (Lo petite femme dans le Irain ) , Charies Antón. Casados y felices (Un soir ie reveiUon). Charlea Antón. Sueño dorado (Un revé Monde). Paul Martin. Se ha robado un ^ hombre (On o voU un homme), Max Ophuls. Anfitrión (Les Dieux s'amusent), Keinhold Schunzel. J

PeUeula* que ha interpretadot Jóvenes de Nueva York ( Young man of Manhattan ) . MonU Bell. £< tonUí de capirote (The sap from Syracuse), Edward Sutherland. Reina arriba (Queen Hight). Fred Newmeyer. Honor entre amantes (Honor among lovets), Dorothy Arzner. La flota suicida (Suicide fleet). Albert Rogell. Lo colU 43 (42nd Street), Lloyd Bacón. Vampiresas de J933 (Gold Diggers of 1933 )> Mervyn le Roy. El dinero maldito (Don't bet on love), Murray Roth. El primer amor (Change of Hearts), John Blystone. Gente de arriba (Upperworld), Roy del Ruth. Déjame soñar (Sitting Pretty ) , Harry Joe Brown. Volando hacia Rio Janeiro, Thomton Freeland. to millones de enamoradas (Twenty Million Sweethearts), Ray Enríght. Lo alegre divorciado, Mark Sandich. Finisking School, Wanda Turlcock y George NichoUs Jr. Roberto.

Y I D OR (KING)

Nació el 8 de Febrero de 1895 en Gálveston (Estado de Tejas). Se educó en la Academia Militar de Peacock, en San Antonio, y en el Tome Institute de Port Deposit (Maryland). Atraído por el naciente arte de la pantalla, en 1914 se hizo fotógrafo de noticiarios en Houston (Tejas), come representante de la Mutual Weekljr. Después se puso a escribir argumentos para películas; le rechazaron cincuenta y doa, y por fin consiguió que le aceptaran uno ciertos productores ¿e Tejas. Por la penuria de medios de que se disponía, el p(«pio Vidor hizo el guión, dirigió el film e interpretó el papel principal; 1? cinta gustó en su lugar de origen; pero ne dio ni un céntimo de ganancia. No por ello se desanimó el novel cineasta; marchó a Nueva York y trabajó como «extra» en varios Estudios; después te trasladó a Hollywood, que entonces empezaba a cobrar importancia cinematográfica. Intervino en toda clase de ocupa dones del mundo de la pantalla, y per fin recibió de ta General Film CoRtpany encargo de dirigir cinco películas en el Estudio de Santa Mónica. La experiencia adquirida en largos aflos de aprendizaje cuajó definitivamente en el triunfo rotundo de «El gran desfile». Su primer film hablado fué «Aieluy<u», magnífico poema de la raza negra. En 1934 realizó, como productor, autor y director, su gran peUcula «Nuestro pan cotidianof, exaltación del trabaja y de la s<^darid«il humana; el guión de esta cinta, 'dr éxito universal, fué rechazado por los principales prodocteres de Hollywood. King Vidor está divorciado de Florence Vidor que siempre usó el apellido de su primer esposo—y de Eleanor Boardman.

Película* que ha dirigido: Su hora (lits hour). La mujer del u«^e (Wife of Cenlaur) El gran tic (The Big Parade). La dulce K' (Lovey Mary). Vida bohemia ' r« Bakfme). El caballero del amor jrdelys the Magnificent). Y el mundo marcha (The Crowd). La que pago el pato. Espejismos. Altluva (HoUelujah) Rilly the Kid. Du! Lo calU (Sttr.l Scene) Champ. del Paraíso ( Ihtd of Patadise). .^u ñntco pecado (^ ynaro). Suestro pan cotidiano (Our .lu.lr bread). Noche nupcial (The V.,íJn,g Night).

fi


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Biblioteca de

se le ponían por delante; cruzaxido sin aminorar la marcha un punto los pasos a nivel, no haciendo el menor caso de los avisos de peligro que, de trecho en trecho, se alzaban sobre el borde de la carretera. Pero aun hubiera corrido mucho más el desesperado Dick Bartlett—supoijiendo que ello fuera posible— si hubiera sabido que el automóvil de los gangsters distaba menos de quince kilómetros del suyo.

En tanto que estos dos coches enemigos marchaban por la carretera a una velocidad de vértigo, en un viejo castillo, transformado recientemente en moderna clínica y situado en el corazón de uno de esos inmensos y oberbios bosques que cubren esta parte de los Estados Unidos, se realizaban activamente extraños preparativos. Pues este castillo, aunque viejo y destartalado por fuera, llenos de moho sus muros y ennegrecido su tejado, jxDr dentro era una moderna clínica, cim mesas de operaciones deslumbradoras, laboratorios bien avituallados, gráficos, muebles de aluminio y de níquel, enfundados unos y tapados otros por telas blanquísimas también. Esta transformación del castillo abandonado se debía a la generosidad de su nuevo propietario, hombre que, según era fácil comprobar, no había sentido jamás el gusto de las cosas antiguas, de las, cosas históricas, limitándose únicamente a buscar este lugar solitario lejos de los hombres y de las curiosidades mundanas para hacer en él lo que le placiese a su absoluto capricho, y sin tener que dar a nadie cuenta ni de su tiempo ni de sus actos. Así que, en la medida de sus posibilidades, este propietario había hecho desde el momento de su llegada una completa metamorfosis interior del vetusto caserón, quitando todo aquello que le parecía superfino, todo aquello que evocaba el pasado delicioso de la bella morada, para reemplazarlo por un moderno material científico—aunque un poco heteróclito—destinado a sus experiencias e investigaciones. ¿Pero sólo a estas experiencias científicas había dedicado el castillo este raro inquilino? Las gentes de los pueblecillos próximos contaban a propósito de e to numerosas historias a cual más esp>eluznantes, en el fondo de las cuales, si bien es verdad que existían algunas partículas de cosas creíbles, en general tenían mucho, al parecer, de exageraciones sin fundamento, debidas sólo a la credulidad excesiva de los aldeanos. Según éstqp, se decía que los enfermos que venían a este castillo no tenían, ciertamente, tal apariencia de enfermos; por lo menos, no eran enfermos «ordinarios». Se decía también que un viejo leñador de los contornos a quien todos habían conocido en otro tiempo como hombre excelente, sano de cuerpo y de espíritu, después que había estado al servicio de los nuevos propietarios del castillo, parecía un hombre' completamente atontado, con los ojos huraños y despavoridos, como si eternamente fuese víctima d e una terrible alucinación. A n d a b a siempre de un ladoj para otro, como un autómata, como un muñeco trá-í gico al que un espeluznante vampiro le hubiera sor-; bido la razón. A l aproximarse a él, ninguno de susj paisanos podía acabarse de convencer ahora de quC; este hombre hubiera sido en otro tiempo un robusto^ leñador con una salud a toda prueba, y él mismo, su-i

CtMbqttUñJOJ^ mido constantemente en su alucinación, tampoco lograba recordar su pasado. Y cuando alguno, por casualidad, lograba acercarse a él y entablar conversación, apenas si este «loco del castillo» respondía a sus preguntas, sin acordarse tampoco de sus amigos de antaño. ¿Había perdido, realmente, este hombre la memoria o estaba francamente loco? Y en cualquiera de los dos casos, ¿qué es lo que le había sucedido en el castillo misterioso para convertirse en el autómata, en el hombre extraño y solitario de quien todo el mundo huía ahora con un terror de superstición?

Habíamos dicho anteriormente que en este castillo instalado en medio del bosque se realizaban activos preparativos bajo la inspección del director-propietario de la clínica con aires de modernidad que se exultaba dentro. Este director, a quien los enfermos llamaban el doctor I r a n k , estaba secundado aquella tarde—como todos los días—por una asistenta o secretaria joven y bellísima, a la que, de simple ayudanta, él había convertido en su amiga: Nedda. L a joven N e d d a era una mujer inteligente, comprensiva y estudiosa, a la que los problemas psicológicos interesaban hasta un grado superlativo. Presa de esta curiosidad, en ella había encontrado el doctor Frank bien pronto la más preciosa de las colaboradoras. Pero esta tarde N e d d a se sentía extrañamente nerviosa. Entre ella y el doctor se habían venido suscitando durante todo el día numerosas discusiones, que habían acabado por exacerbar su malhumor. —Sus experiencias—gritó ella de pronto, a pesar de que le admiraba—son de algún tiempo a esta parte, ridiculamente peligrosas. Y me parece que ya es hora de que usted acabe con ellas de una vez. Porque si no, si no, me parece que iremos todos a la cárcel. Y después de todo, después de todo, usted ha sahdo bien de ellas muchas veces, y me parece que repetirlas es de una manifiesta inutilidad, ya que no traen nada de nuevo. N o merece la pena recomenzar tinlos los días y a todas horas la misma tentativa. Mire usted la edad de .sus ayudantes. Fíjese también en lo que le ha sucedido a e.^e desgraciado jardinero. Ac|uí estamos lejos de toda aglomeración humana. Y si un día los campesinos que nos rodean se enteraran de nuestras hazañas... Francamente molesto, el doctor Frank se limitó a encogerse de hombros: — ¡ M e importa tres cominos la opinión de estos aldeanos! — N o se trata de su opinión, sino de sus habladurías—replicó vivamente N e d d a — . Y usted sabe—me parece que lo sabe—que la Policía es algo curiosa. Curiosa y estúpida. Pero es francamente inútil que usted quiera demostrar a los agentes que realiza exjjeriencias sobre la abolición de la memoria de las personas. —¡Experiencias que nadie ha realizado antes que yo!—contestó con un gesto de soberbia el doctor Frank. —Puede ser—rephcó Nedda—; pero su mismo éxito constituirá para usted una circunstancia agravante. Y la presencia de todas esas pobres gentes a las que usted ha arrebatado la memoria hasta el extre-<

D I E Z

COiXTRA

U N O

Ruth, achacando este silencio a la posible gravedad de su estado, se inchnó aún más sobre ella hasta oírle Capitulo V . I murmurar dulcemente, como en un lamento, ciertas Sí, el sheriff p o d í a ser un buen conductor. Pero ' palabras ininteligibles... Ruth fué aproximándose más, inclinándose todaDick Bartlett, no solamente era un as de los deportes, vía más..., hcista que de pronto se sintió fuertemente sino que además su mismo afán le hacía ser en esta sujeta por dos manos vigorosas, potentísimeis, en ocasión el motociclista más temerario. ¡Volver a entanto que otras dos manos aplicaban rápidamente , contrar a Kuth! ¡Salvarla! Estas palabras martilleasobre su boca una férrea mordaza. Todo ello con una"] ban incesantemente sus oídos, y le parecía que el pavirapidez extraordinaria, antes de que pudiera lanzar ( mento, que los árboles, los arroyos, lo repetían como un grito, antes siquiera de que pudiera pen.sar en pe- i un leit-motiv a cada segundo. ¡Volver a encontrar a dir un auxilio tardío. i Ruth! ¡Salvarla! Por un momento la desgraciada Ruth intentó unos Pero mientras <)ue él luchaba por salvar a la mucha-

cha de este mixlo desesf)erado, los gangsters no permanecían, como es de suponer, inactivos. N i tampoco se había disfrazado uno de ellos de mujer por simple diversión. Cuando a las tres y media entró Ruth en el salón de té, oyó, procedentes de un departamento próximo, unas llamadas, unos lamentos, unos sordos gemidos. Intrigada, volvió la cabeza. L a puerta del departamento estaba abierta y Ruth vio—o creyó ver—a una anciana caída en el suelo. Apiadada, pensando que tenía delante de sí a una persona atacada de una súbita enfermedad, y que su deber era atenderla, se acercó a la mujer caída con toda prontitud. L a vieja no contestó a su primera llamada; pero

furiosos forcejeos, quiso sacudir aquellas manos como zarpas que atenazaban sus brazos; pero de pronto notó que sus miembros no le obedecían, que sus ojos se cerraban contra su voluntad, que su cerebro no funcionaba. ¡Era que el cloroformo empezaba a surtir sus efectos! Unos segundos después, su inconsciencia era absoluta. De este modo, la cloroformizada Ruth no pudo oír i a los dos hombres que la habían atacado de un modo \ tan cobarde y que en este instante se felicitaban entre ; sí de su fácil victoria, hablando a continuación de quo la secuestrada estaría mejor en casa del doctor Frank de Chicago. N i pudo ver tampoco cómo la fingida vieja se ponía de pie de un salto, riéndose cínicamente y cambiándose en breves segundos sus ropas de mujer


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BibIJuteea de

cinAfronuOM DIEZ

y su peluca postiza, que tan útiles le habían sido en el felón ataque contra R u t h Dale. .Más tarde, cuando el revisor pasó revista, Kuth Dale, todavía dormida bajo los efectos del anestésico, tampoco pudo pedir un auxilio, reclamar un socorro que hubiera podido salvarla en su desventurada situación. E n cambio, los gangsters supieron disimular, con una práctica de actores que hubieran conocido el oficio a maravilla. L'no de ellos se hizo el disimulado, en tanto que los otros dos fingían envolver a la muchacha narcotizada entre las ropas y el sombrero que habían utilizado para realizar el secuestro. De modo (jue el empleado de ferrocarril, al verles, se acordó de «la mujer que no se sentía bien», y mostrando una natural solicitud; —¿yué, no está ya mejor la enferma?—preguntó muy afable a los dos caballeros que cuidaban a Ruth para que ésta no se desijlomase de su asiento. —¡Ks bien triste todo esto!—concluyó, después de un rato, tal como si efectivamente participase de la pena de los dos viajeros en funciones de atentísimos servidores de la enferma. E l deseo de Dick era, como fácilmente puede comprenderse, llegar a la próxima estación de Missouri, antes que el tren donde viajaba Ruth Dale. El propósito resultaba ciertamente difícil o, por mejor decir, casi irrealizable; pero haciendo un gran esfuerzo, jugándose el todo por el todo, quizá llegase a tiempo a la próxima estación. Su motocicleta apenas si tocaba el suelo de la carretera, derrapaba furiosamente en las curvas, se tragaba frenéticamente las cintas interminables de las rectas... Dick Bartlett corría, en efecto, el peligro de morir de una manera trágica; pero sus esfuerzos recibieron el merecido premio. Pues en el momento en que el tren aun no había salido de la

estación llegaba él jadeante, pálido aún por la emoción de la carrera, zumbándole aún en los oídos el terrible traqueteo de la motocicleta. L a tiró a un lado y saltó rápidamente hacia el tren. Pero...—¡lo que era de esperar!—los pájaros del mal habían huido, y con ellos, naturalmente, Ruth D a l e . Dick pudo asegurarse de ello bien pronto. Pero entretanto que profería una blasfemia indigna de él, el scheriff a quien había quitado su moto llegó también a la estación. E l cual, creyendo que el fugitivo intentaba escaparse tomando el tren—mucho más desde el momento que había visto su motocicleta tirada en medio del camino—, saltó a un vagón rápidamente, lanzando un grito de victoria. Inquisitivamente, el oficial de la Administración fué registrando todos los compartimientos, pasando de cochtí en coche desde el primero hasta el último, con la esperanza de encontrar en cualquiera de ellos al escurridizo fugitivo, no obstante sentirse cada vez más burlado. Pues si él no había visto al que buscaba, el perseguido sí le había visto a él, y con justa razón había pensado que era una gran estupidez dejarse prender en esta ocasión sin intentar po lo menos algo. D e modo que Bartlett, de un salto, abandonó el tren por el lado contrario, y a que continuar en él era tiempo perdido, toda vez que Ruth, voluntariamente o contra su voluntad, habla desaparecido. Antes de salir de la estación, Dick procuró enterarse de lo sucedido, preguntando ávidamente al jefe de la misma. Este se acordaba perfectamente, en efecto, de que dos hombres que llevaban en sus brazos a una joven muy débil y enferma habían descendido allí momentos antes, y de que enseguida habían desaparecido en un auto, en dirección de Springwood. N o había duda, pues, de la existencia del complot; primeramente, el rapto, y después..., sí, no había

CO \ T R

duda; Dick pensó en ello casi inconscientemente; {>ero seguro de que acertaba en sus augurios, lo más probable era que Ruth hubiera sido cloroformizada. Era, pues, preciso obrar con absoluta lógica y, sobre todo, con absoluta cautela para no luchar en vano. Si un automóvil había recogido a los gangsters y a su víctima, ello quería decir que el golpe había estado ingeniosamente preparado, después de ser hábilmente conocido. Miss Dale, bajo los efectos del cloroformo, se encontraría allí donde los bandidos hubieran decidido llevarla. Este pensamiento hizo estremecer a Dick de pies a cabeza. ¿Qué suerte le podría caber a R u t h entre aquellos hombres? E r a fácil suponerlo. Con tal de arrebatarle su herencia, con tal de arrancarle a viva fuerza su firma, la amenazarían, la torturarían, quizá, quizá, sí llegaran hasta a asesinarla... Esto estaba decidido a impedirlo él a costa de lo que fuese, a empezar otra vez la desesperada persecución a través de las carreteras, de los caminos, de los montes, de todos los obstáculos que se le presentasen. Y con esta firme decisión arraigada en su pecho, salió fuera de la estación. AHÍ, a jxxios metros de él. estaba su moto, es decir, la moto que había robado horas antes al scheriff, y junto con ella el propio auto en que el scheriff le había perseguido. — E l pobre no está en muy buen estado que digamos —pensó Dick; pero enseguida cambió de opinión—: después de todo es más seguro y más rápido que la moto, y además... Razón tiene el aforismo cuando afirma «Que el que hace un cesto hace ciento», y de acuerdo con este sabio refrán, ¿podrá nadie creer que Dick Bartlett sintiera el menor escrúpulo de conciencia por apoderarse del auto del scheriff. después que se había apoderado de su motocicleta? N i mucho menos; incluso en esta ocasión sintió un inmenso placer paladeando esta nueva jugarreta que iba a gastar al digno magistrado municipal. Después de todo, él no tenía la intención de quedarse con aquel cacharro, que sólo podía serle útil en estos momentos para cumplir una misión que no admitía demora. — N o será ciertamente con este cacharro con el que yo pueda pillar a alguien—reflexionó Dick—; pero felizmente, tampoco tengo a nadie a quien pillar. L o que yo me propongo es saber dónde ha sido llevada Ruth y en qué sitio la tienen prisionera esos bandidos. Para lograrlo, Dick fiaba en las respuestas e informes de los aldeanos y de los transeúntes, hasta que alguno le diera noticias de los sujetos que buscaba. Después él obraría con perfecto conocimiento de causa, con toda cautela y, sobre todo, con la mayor energía. Todo esto—no se le ocultaba a Dick—constituía una aventura arriesgada, en la que peligraba su vida, pero ante la que no estaba de ningún modo decidido a echarse atrás. Ánimos, pues, y a la lucha. Cuando unos momentos después el scheriff, nuevamente burlado, se dio cuenta de la desaparición de su atito, su cólera, su indignación, su ira desbordante no tuvo límites. — ¡ A h , aquél, el mismo, ese bandido! ¡Ahora se lleva mi automóvil! ¡Esto es horrible!—hipó congestionado y sintiéndose incapaz de decir otra cosa; pero no tardó mucho en reponerse; y entonces, amenazando con el puño tendido hacia el horizonte por donde habia desaparecido Dick, volvió a gritar:

— j H u y e , huye, que yo te aseguro que el que se ría el último se reirá de mejor gana! ¡ Y a te daré y o el día que caigas en mis manos! T e aseguro que me vas a pagar esta afrenta. Y a verás cómo sabe vengarse este sheriff. Y hablando consigo mismo, añadió aún: — A h o r a mismo voy a avisar a la Policía local. M i colega me dará dos o tres agentes. Y con ellos... ¡ Y a verá este ladronzuelo de automóviles!

Capítulo V I N i barreras, ni pasos a nivel, ni avisos de peligro en las curvas y pasos difíciles, ningún obstáculo, en fin, bastaba a aminorar la velocidad de vértigo que Dick Bartlett imprimía a su viejo automóvil, a este viejo aiitomóvil que desde mucho tiempo atrás no estaba acostumbrado a tales trotes. Crispado sobre el volante, iba derribando y franqueando cuantas barreras


L A DAMA BOBA (Madrid.— Sinceramente quedo muy agradecido a sus elogios, y sin creer que son de «coba». Franchot Tone es americano, pues naci'i en N i á g a r a Falls ( E s t a d o do N u e v a Y o r k ) el 27 de Febrero de 1905. Mide 1,78 y pesa 70 kilos. Tiene los ojos grises y el cabello castaño. Está contratad o actualmente por la casa M e tro-Goldwyn-Mayer, Culver City, (California), que es donde debe escribirle. N o tengo noticias de que esté casado. Puede usted escribirle en esj)añol y redactada en forma como la que usted me envía. ¡Ah! Conste que no estoy cansado todavía... y que si usted es « b o b a » , y o soy «tonto» de remate. DAI.IENSE (Almería).—Está usted muy equivocado, pues las cartas se contestan por riguroso turno. Y o , la verdad, reconozco todo; pero... no comprendo que para preguntarme lo que me pregunta me llene usted ocho cuartillas. Desde luego, en la versión esi>añola tiene un papel de menos importancia. Estamos de completo acuerdo referente a la película Sor Angélica. Efectivamente, Ramón de Sentmenant es el galán, y conste que le contesto sin haber recibido otra carta suya y sin necesidad de darme «el achuchón». U N ASTURIANO DE AVILES (Aviles).—Escriba a Ensebio Fernández A r d a v í n y a A n t o nio Portago a C. E . A . , Barquillo, 10, Madrid. A José Luis Sáenz de Heredia, a Ballesteros Tona-Films, Miguel de Vargas, I, Madrid. N u n c a pueden hacerse artistas por ese procedimiento.

l'.NA ALic.\NTiNA (Alicante). Como usted comprenderá, no puedo darla las señas de donde venden fotografías de artistas, pues sería una publicidad gratuita. Richard Cromwell nació en Long Beach (California) el 8 de Enero de 1906. Ricardo Núñez nació en Betanzos ( G a licia) en el año 1901. MARVCÁROL (Madrid). MÍTna L o y nació el 2 de Agosto de 1908 en Helena (Montana). E s criba a Metro-Goldwyn-Mayer, Culver City (California). Franchot Tone nació el 27 de Febrero de 1905 en N i á g a r a Falls ( N u e v a V o r k ) . Escriba al mismo Estudio de M y m a L o y . Desde luego que si usted tiene mucho interés en ver «tirar» CINEGRAMAS, con mucho gusto se la recibirá en esta Casa cualquier sábado, por la mañana.

Esta señorita desearía la canción titulada Aquellos ojos verdes. Gracias a quien la envíe. MARY TERE ( Vitoria ) .—En las páginas de CINEGRAMAS se han escrito millares de palabras sobre dicha artista Como usted comprenderá, para publicar su vida desde que nació hasta nuestros días necesitaríamos publicar un número extraordinario.

U N AMIGO DE «CINEGRAMAS» (Portugal).—La mayoría de las películas se estrenan en España con un nombre distinto al de origen. Por lo tanto, desconozco, como no me dé usted más detalles, los títulos que me pone usted en inglés, a la i)eIfcula que se refieren.

TALANGE ( Valencia ).—El director de la película El refugio es W . S. V a n Dike. Los sellos de diez centavos los puede adquirir comprando vales internacionales en una Administración de Correos y luego canjearlos por los sellos; pero antes de mandarlos cerciórese por alguien que con anterioridad a usted, si recibió el retrato, pues tengo noticias que el retrato no lo mandan, pero... los sellos se quedan con ellos. E s criba a Maureen O'Sullivan a Metro-Goldwyn-Mayer, Culver City (California), y puede hacerlo en español. Escriba a Simone Simón a Studios VVaroline, rué du Rende-vous, 72, I'arís (Francia).

MARY GONZÁLEZ (Madrid). Los datos que le interesan de Franchot Tone los verá en la respuesta que doy a La dama boba. Escriba cuando guste.

DESEAN CAMBIAR CORRESPONDENCIA CON LOS LECTORES: Don R . N a v a r r o y don P. M o reno, Calle de Joaquín A m a u , número 40, entresuelo, Teruel.

PRENSA

EN

U N GRAN CINEASTA (.Madrid).—Escriba a Clark Gable a Metro-Goldwyn-Mayer, Culver City, Hollywood (California), como igualmente a Lewis Stone. J. SEGURA (Alicante).—Escriba a Marlene Dietrich a P a ramount Studios, Hollywood (California). Envíe un sello de diez centavos para que le manden la fotografía. E l reparto de la película Agua en el suelo es el siguiente : Maruchi ; Maruchi Fresno; El cura: Luis Peña; Apolinar: Pepe Calle; Alejandro: Nicolás Navarro; L a madre del cura: Pilar García; Hermano de Maruchi: Rufino Inglés; Gafitas: Ca.sado; E l ama: M a ría A n a y a ; L a gitana: Angelita Pulgar. Sinceramente agradecemos sus elogios. BLANCO Y VERDE (Madrid). Está bien puesta la dirección. E l director de Vuelo nocturno, película de Metro-Goldwyn-Mayer, es Clarence Brown. Dorothea Wieck está casada con el barón E m s t von Decken, y es natural de D a vos (Suiza). ANTONIO J . ANDREU (Barcelorui).—¿Y cómo no, noy? Con mucho gusto le doy los repartos que me pide. Doctor X: D i r i g i d a por Miehael Curtiz. Doctor X a vier: Lionel Atwill; Joan: Fay

N O

are del ring UNA CARCAJADA CONTINUA

CARIOCA (Madrid).—Barry Norton tiene veintinueve años. Elscriba a R a m ó n Pereda y B a rry Norton, a F o x Studios, 1401 N . Western A v e . , Hollywood (California), y a Nils Asther, a Metro-Goldwyn-Mayer, Culver City (California). Desde luego que puede escribir las cartas en español. R. L I B R I S

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L O S CUBRE

extraordinario

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El asesino diabólico, dirigida por E d w a r d Sutherland, tiene el siguiente reparto: Peter Y a tes: Charlie Ruggles; Eric G o mar: Lionel Atwill; Jenny Evans: Gail Patrich; Doctor Woodford: Randolph Scott; R o ger Hewitt: John Lodge; E v e lyn Gorman: Kathleen Burke; Profesor Evans; H a r r y Beresford; Dan: E d w a r d Me W a d e .

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de los impuestos corretpondientes, a partir del dia primen» de Julio, contra entrega del número 2. en sus ojicinos. l'laza de la

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Independencia, núm. 4. yfadriif II d>- Ionio de fOf». El Coniejero-Direcfor, Marcelino /fermejo Peña

Con nioli«o dp la prinifra seltrrión de films presentada en Madrid por la Kederaeión '(Catalana de Cinema «Amateur», los periodistas rinematof^ráfiroK ile Madrid lian obi^eijuiado ron un <luiirh> a mus delegados, entre los que se riirurntran Kiiseliio Kerré, el periodista ('arrasro de la Rubia y nuestro ronipañero A. del Amo Alfcara

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D e b e n enviar nuevos retratos,

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nares; Antonio Bolaño, de Sevilla, CarPELO: C O L O R ESPECIALIDAD:

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D A M A JOVEN

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G A L Á N JOVEN

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2

los cuatro punios

Los elementos destructores continúan su toreo infectando el tejido dental y encías. Roen, martillean, perforan los dientes, atacan los nervios, los dolores son insoportables, el estómago sufre porque los alimentos yo no se mastican bien. El enfermo está desesperado, de mal humor, in-

A lo llamado de auxilio llegan presurosos el protector y los defensores: El dentista y sus compañeros «Chlorodont». Cuántos dolores se hubiera evitado el enfermo si hubiese visitado 2 veces o! año ol dentista y usado 2 veees al día

tolerable, y finalmente grito... ¡Socorro!

PASTA

ELIXIR

Y CEPILLOS

C H L O R O D O N T

Veremos en el dibujo n.° 3/ que se publicará dentro de 15 días en el mismo sitio, lo que

sucederá

Contra entrega de lo Primera Serie de 6 dibujos aparecidos en este periódico, juntamente con dos tubos grandes vados "Chiorodont", se obtendrá el derecho a participar en el sorteo de los premios siguientes-. PRIMER P R E M I O : Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la luft-Honsa, para visitar la primera fábrica "Chiorodont", en Oresden. S E G U N D O P R E M I O : Un billete, ida y vuelta, en los aviones de la Luft-Hansa, para Stuttgart. TERCER P R E M I O : Un billete, Ida y vuelta, en los aviones de la luff-Hansa, para Marsella. Además, cada participante en el sorteo será obsequiado con un tubo "Chiorodont" grande y una muestra de aceite "UVE" para la piel. lo forma como se verificará el sorteo, que se celebrará ante notario 2 meses después de haberse publicado el último dibujo, estará descrita en la tabla de avisos de las oficinas del Laboratorio A. KLAEBISCH, Valencia, 263, Apartado 5034, Barcelona. Pida muestras gratis. " C H L O R O D O N T " - P R O D U C T O

N A C I O N A L


I I

nes de personas, o sea ima c i f r a aproximada al doble (ionto sesenta y dos miUones. Es decir, que tan sólo de una temporada a otra la inversión, en más, ha sido de de los habitantes del planeta. Cifra por la que se puede ^ tener una vaga idea de las que habrán pasado por lasj doscientos sebienta y doa millones de pesetas. salas de espectáculos cinematográficos de t o d o el mj Esto por lo que se refiere nada más que a H o l l y w o o d . (¡Enorme poder espiritual del cinematógrafo, nqnflMaA h o r a b i e n : si a tales cifras se añadiera •odo lo gaslado siquiera por la escuela y por la Prensa). tado por las importantísimas primeras productoras alePero si todos estos datos parecen indicar bie mauító. inglesas, francesas y rusas, más lo que invierte el resto d e los países (es necesario advertir que h a s t a mente cuáles son los enormes ingresos de las C toras de films, es necesario advertir que no son sol países eomo L^iptOg^¡üflB^jm^j¡Qfl_cÍflflgxatogrftfia proH M H I H | t a a j L financieros los que se .1;, la suma pia), nos enMjyi ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ H j ^ S d o el mundo gasta alegrem en la o o u ' ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B v n s del cinema», sino que, p o r tres mil ^ ^wt ello suponiendBI^^^MI^W^ del cinema constituyen i m o de, les de todo el resto dela.s edit la inversii • nada más que un pouo la cifra los impuestos más cómodos y fructíferos de los países del mundo donde se explota en gran escala el negocio del film, y: desembolsada que de él—de ese dinero del cinema—^vive directa o indi-' astados en doce meses ¡Tres mil mi rectamente enorme muchedumbre de gentes diseminadas tual! para suministrar terráqueo. Desde el ejército de diiecnecesaáB ¿Cuántos «Libros d i » , operadores, empleados editar por año para d a la inacabable red de disque el cinematógrafo moi i o d i s t a s , representantes,' absoluta naturalidad? ^ intermediari()s71igeRT?^W!^ciales, taquilleras, acomoPero si más de tres mil millones de pesetas invierten al año las Empresas cinematográficas en editar films dadores, operadores y electricistas, la cantidad de brazos o de inteligencias que se emplean para mover la gran y más films quo sacien el «ansia de evasiones quimórimaquinaria del cmema es inaudita. cas de nuestro siglo»—segi'm fra.se del nietzscheano Musl i e aquí solamente una somera cifra que puede dar solini—, faltaría saber ahora qué cantidad anual es la que retorna a las arcas poderosas que han hecho estas la pauta de lo (pie representa la industria del cinema inversiones formidables, cuá'ito es lo que de,»<enibolsilla con respecto a la multitud que v i v e de él y a los ingresos que bonitamente pueden perciliir los Estados a costa el mundo por seguir, desde \AS salas de espectáí'ulos, el de la diversión de los públicos. E n los Estudios cinemavuelo de la fantasía de los confeccionadores de quimeras. Esto es y a casi imposible establecerlo ni aun echando tográficos norteamericanos trabajan directamente alremano de las má.s aproximadas estadísticas parciales que dedor de doscientas sesenta y cuatro mil personas, y tan .sólo en la distribución de films se emplpRn ocho mil. E n ciertos países, como Norteamérica, por ejemplo, han publiridad invierte el ciñen 1 e \ma suma intentado llevar con más o menos justeza. Pero, no obsanual aproximada a los quiuu ¡ I N M . U U - de pesetas, tante, algo se puede vislumbrar también a través de y los impuestos que percibe el Gobierno de Washington tales datos imperfectos. se <!alculan que sobrepasan los ochocientos millones de Veamos: en Norteamérica se han recaudado en el pesetas. año 1983-34 alrededor de seis mil millones de pesetas. Ks posible que después de la contundencia de estos Si con arreglo a esta proporción se establece que el resto «argumentos pecuniarios» haya todavía quien se empeñe del mundo ha desembolsado una cifra tres veces superior a esa-—la cual creemos que quedará muy por bajo en sostener la equivocada tesis de que el mundo actual de la realidad—, tendremos que la cifra total g a s t a d a ] no gusta de las cosas fantásticas. Es posible también que algún sesudo varón—o algún sesudo financiero—de esos «en drogas imaginativas» durante ese año de 1933-3-1 es de diez y ocho mil millones, que, sumados a los seis mil^ para quienes todo lo que tenga un atisbo de arte es sólo de los Estados Unidos, hacen veinticuatro mil. j «¡música!», «música celestial en la que no debe perderse Durante la temporada 1934-35, esta cifra, como eaí ni el tiempo jü el dinero», sigan afirmando que nuestro lógico, ha evolucionado en progiesión ascendente. S e g ú n ' mundo es eminentemente Realista y retrayendo en conla estadística que nos sirve de base, se sabe que el a ñ o ] sectiencia sus capitales de uno de los negocios más lucraanterior han c ^ ^ ^ ^ o p*^^ l o " lonnles cinematográficos; tivos de la época. Pero su equivocación- -según se ve—^no puede ser L I E lus lisiados {^^Hst utos cuarenta millo-J más manifiesta. P o r esta vez, la razón es de «los locos». Y el padre d e todos los locos del m i m d o y de todos los ingeridores a v o leo de «drogas quiméricas o novelescas», D o n Quijote de la Mancha, se v o l vería más loco t o d a v í a si desde su tumba pudiera ver cómo existe todo un mundo de «gargantúas» de films que le ha ganado en aciuello de devorar sin tasa ni medida «bibliotecas» y más «bibliotecas» de animados libros caballerescos. R. A.



4

3$ S E Q U O I A

LA VIUDA A L E G R E M a a r i c c Ckevalícr-Jcancttc M c D o n a l d

Jean Parker

£1 velo pintado

Todo corazón

G r e t a Gar1>o>iierl>crt M a r s k a l l - G e o r ^ c Brent

David Copperfield W . C . F S e l d * - Lionel B a r r y m o r e Madgc Evans-Manreen O'SullívanL e w M Stone - ElúalvctK A l i a n , etc.

Había fina ve^c dos íkéraes Stan E^nrel-OlÍTer H a r d y

Marietta la traviesa Jeanette M c D o n a l d - ' N e l s o n £ d d y

Jean P a r k e r - J a m e s D u n n Stnart F r w i n - U n a M e r k e l

Caravana de bellezas J i m m y D u r a n t e - C k a r l e s Butterwortk

L a novia aleare Carole Lomkard-Ckester Morris

Sola contra el mundo Constance Bennett-Hcrkert M a r s k a l l

Entre el amor y la muerte

Los muertos callan U n a película especial de Frite L a n ^

Ckestcr M o r r i s - R o k e r t T a y l o r Virginia B r u c e - B i U i e B u r k e

Cuando el diablo asoma Joan C r a w f o r d - C l a r k . G a b l e Rol>ert Montgomery

E l billete premiado Louise F a z e n d a - L e o C a r r i l l o

E n los tiempos del vals

Encadenada Joan C r a w í o r d - C I a r k G a b l e - O t t o K r n g e r

R a m ó n Moirarro-Evelyn L a y e

L a sombra de la duda

^ido de águilas "Wallace Becry-Ro1>ert Y^oitnJ» Maarecu O'Sullivan

I^o más mujeres!

Virginia B r u c e - R i c a r d o Cortes

E l va^ón de la muerte M a r y Carlisle-Ckarles R u g « l e s - U n a Merkel

Joan C r a w f o r d - R o l > c r t Montgomery

L a indómita

E l crimen del casino P a u l L u k a s - L o u i s e Facenda

Jean H a r l o w - W i l l i a m PowellM a y R o b a o n - Franckot T o n e

C l béroe público núm. 1

Va^nessa Helen H a y e s - R o b e r t M o n t g o m e r y Franckot T o n e

Ckestcr M o r r i s - J e a n A r t h u r Lionel B a r r y m o r e

d acorazado misterioso

E l cuarto núm. 3 o 9 Franckot T o n e - U n a M e r k e l

M i novia está a bordo

Hcicn W i l s o n - J e a n P a r k e r - R o b e r t T a i l o r

Míune^uita Jean H a r l o w Mlademoiselle Pimienta Jean H a r l o w

Robert Yonng-Evelyn VenableReginald Denny

L a edad indiscreta Madge Fvans-Paul L u k a s - M a y Robson

E l escándalo del día Constance B c n n e t t - C l a r k G a M c

L a tela de arana William Powell-Myrna Loy

L a marca del vampiro Lionel Barrymore-Jean HersboltElizabetk A l i a n

Tres semanas Gloria Swanson

L a estropeada v i d a de O l i v e r i o V I I I

Picadilly A ES LA CONCRECIÓN OaEr dUNA SUPERACIÓN CONSTANTE ÜUE Jim Stan Laurel-Oliver H y R o b e r t Montgomery

I N LA TEAAPORAOA

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V

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2>


cr m o d e r n o

[eomcncono

ACE unos dias que Carole lx)mbard regresó a Los Angeles. Y a Hollywood. ¿Dónde estaba Carole? En las costas del I'acífico. Carole ha exhibido esta temporada última en el Pacífico las más atrevidas y más olegantes tenues estivales. F] invernales. Carole ama el Pacífico. Que no significa amar 1(J pacífico. Carole, Carole... ¿Dónde estA Parole? Símbolo y entereza Hubo una época en que todas las niñfls cursis del l'niverso (juisieron ser Gretas Garbos; otra, en tpie eopiabiui los gestos de Lilián Harvey; otra, en (pie odiaban a Marlene, porípie por mucho tpie la imitaran no conseguirían llevar unas piernas tan perfectas como las de la «Venus rubia»; otra, en que las tonterías y la inaguantable ingenuidad de Janet Gaynor era ol leit motir en todo diario de muchachita que se preciara de moderna: hubo también la épo(;a de Clara Bow, y de Jeán Harlow, y de Norma Shearer. Y de otras. Como liubo la fiebre y hay, |ior (le.^uii'eia o por suerte - d e los galanes «en candelero'). Las nii'ias olvidaron a .lolin (lilbert. Y a Edmund L o w e . Desde luego, nadie se acuerda de Eddie Polo. Si acaso, si acaso, cpieda únicamente la sombra de algo que fué y no fué en el tnundo de las sombras: Rodolfo \'alentino. Luego vinit»ron otros. Y ellas amaron a George O'Brien. A Víctor Dekowa. A Franchot Tone. A Nils Asther. A William Powell. A Gary Cooper. A ('lark Gable. Llegaron inclusive, en su audacia, a llamar «cielo» a Maurice (Mievalier. Etcétera. ¿ Y la época de Carole I.,oinbard? Y o creo (jue la éfKxa de Carole es la presente. Nada lan igttal a Carole como lo actual, Xi tdu parecido al «ahora» como Carole. Ella e.= c! .-líniltolo de la mujer moderna ame-


lioana. que es tanto «orno decir que es la más moderna de las mujeres del Universo o, por lo menos, el patrón de muestra. Nació Carole en una iiequeña ciudad—aire p r o v i n c i a n o , paseos al sol...—lie Estados Unidos^ De familia burguesa, plenamente burguesa. Esto, aunque en la fonua resulte extraño, paradójico, en el fondo no viene sino a demostrar la evidencia. Examinemos una por una íiquellas muchachitas nxodernas—modernas en un sentido ruin de la frase—que conocemos; exploremos su pasado, y a veces basta con su presente. Podríamos dividirlas en dos ramas: cocottes y pequeñas burguesitas. La mujer chic no es moderna. Es inteligente. O procura serlo. Y y a es bastante. L o moderno es muy relativo, porque hay que empezar por aprender lo que es ser moderna o moderno. Aquí lo intolerable de algunas posturas. ^^^^H Carole Lombard, por fortuna para ella, tiene un escudo ^ H ^ ^ H formidable: el cinema. Pero, en el fondo, no es sino una mujercita moderna... de las que no se han molestado nunca en saber qué es eso de «modernismo». Estados Unidos la presenta en magazines, en playas, en pa.seos, en salas de espectáculos, en dancings y hasta en sus propios films, como la insignia de vanguardia femenil. l í a c e bien América del N o r t e en esto. Carole será así un inagotable filón a explotar. O en explotación. Carole L o m b a r d se casó cuando qui.so, sin grandes ambiciones espirituales. I^e bastaba con saber qué era «aquello». Prefiere el whisky a cualquier otra b e b i d a . Y o d i a el champagne. « E l champagne es de espíritus burgueses», suele decir. Y olvida que ella es una burguesa... modernizada. L e gusta montar a caballo, jugar al tenis, practicar la natación, hacer gimnasia. Desayuna café con pastas y mermelada. Come poco, y de pie; a ser p o s i b l e , en un bar americano. En su casa tiene toda clase de bebidas, y ella misma prepara los cocktails, casi todos de su invención. Dicen Douglas y Franchot T o n e que Cafóle es una excelente barwoman. L e encantan las fiestas y gasta un v e r d a d e r o dineral en reunir a sus amigos. Su villa es un pequen - palacio, en el que no falta n a d a d e n a d a . Se acuesta tarde y madruga al levantarse. En su t r a b a j o profesional se administra mucho: no quiere que los productores la « e x p l o t e n » en la campaña anual, y regula muy bien la «salida» de sus films. Y , por encima de todo, es la mujer más elegante de Estados Unidos. Odia a los modistos. Ella misma concibe sus modelos. L e preocupa el éxito que N o r m a Shearer t i e n e e n t r e los hombres q u e admiran a las mujeres elegantes, finas, espiri Carole Lombard, elegante tuales. cien por cien. Para aer elePero cree en su sex gante, a Carole n « le hacen falta « t o i l e t t e * » •unappeal como arma patuosa* ni trajea caroa. Le ra vencer a cualquier

bastan la «eneillez y la sobriedad de esas batas y esos pijama* eneantadorea

posible adversaria. Para jugar al tenis ^ ^ ^ ^ se toca la cabeza con una gorrita blanca, adornada sencillamente con una cinta ancha de tul. Camiseta de manga corta, al estilo de Vines. Pantalón corto. Zapato blanco, con calcetín blanco, muy sintético. Sus trajes de baño han hecho furor en California. P a r a jugar al polo usa un jersey negro, de cuello subido, y una faldita ceñida, blanca. Zapato encamado. En medio de toda esta cosa banal, amplia y reducida a la v e z , Carole Lombard tiene sus sentimentali.smos. Más de una v e z , sus compañeros de platean la han visto llorar al pasar por la unión del bulevar H o l l y w o o d con la calle W i o e , donde Carole se detenía todas las mañanas—siendo niña—, al salir del colegio, pai-a ver pasar a los astros de la pantalla, camino de Beverly o de los Estudios. En amor es frágil, en cambio. JB gusta Franchot por su juventud y simpatía. Robert M o n t g o m e r y , por su ironía. Clark, por su virilidad. Nils Asther, por su savoir faire. Gary Coojíer, por su brutalidad. L e enamoran las corbatas de William Powell. Y el sentido de Fredric March para el amourcamarade. U^na americana bien cortada, un frac en un hombre alto, un palo de golf o una piscina, son motivos de felicidad para Carole. Así es la mujer más moderna y más elegante de los listados Unidos.


La (enaeidad de Carole A p a r t e de esa concepción frivola de las ¡situaciones, o quizá precisamente por pile Carole exhibe una tenacidad a prueba. Cuando sus padres la llevaron a Ix)s .4ngi les. siendo t o d a v í a una adolescente, Carole decidió ser artista de cine. N o basta siempre con la intención. Pero Carole habia de triunfar. Con artas sutiles de mujer hábil con-^iguió que la F o x le tomara una prueba fotogénica. Y logró un contrato por cinco años. L e ba.sta, por de pronto, su figura femenil, magnífica, para no desmerecer—al menos— de todas esas girls que Sennet puso de m o d o ; ese concierto de maillots y piernas desnudas que rodean siempre a J i m m y Durante o a Dick Powell. A cada nuevo film, aun sin desempeñar papeles importantes, crecía sn popularidad. l ' n día, ('aróle sufrió un g r a v e accidente de automóvil. Su rostro quedó cubierto de cicatrices. Para una mujer menos tenaz que Carole, aquello hubiera sido el final de sus ilusiones. P e r o el valor moderno de Carole se impuso. L a cirugía estética hizo el resto, (/aróle |)udo a.sí re<;omenzar sus éxitos ante la cámara tomavistas. Carole, la mujer que luce con igual elegancia un traje de noche, de tul negro, con grandes flores, en el cuello, como un pijama deportivo de gal)ardina—que ella dice ser lo más práctico para los viajes en avión—, tiene todavía muchos éxitos en perspectiva. En su tenacidad hay que confiar. Y en el buen gusto de los [)roductores y del público. (^ue Caroles es, al fin y al cabo, una deliciosa mujercita. (!on todas las cosas absurdas y t o d o el m o derni.smo de ahora, que «las hace» todavía más adorables.

KxpreKÍwiieH de (Pároli* l . o i i i h a r d , la ifiiniituble en »u elegancia y rn 811 f e m i n i d a d . C a r o l e eH u n a (ina e n c a r n a r i ó n de la m u j e r m o d e r n a : alef(re, d e p o r t i v a , ágil. I.e guHta r r e a r <rork-lailt)»,y gaxta u n v e r d a d e r o d i n e r a l e n r e u n i r a MUH aniÍ8ladeM, e n U N He»U H q u e e l l a organiza e n HU m a g nífira residencia. .Mas, por encima de iodo, C n r n i e CK la m u j e r mÚH elegante de IOH K.HtadoH U n i do». O d i a a IOH m o d i s t o s , y e l l a mÍNma concibe IOM modelo»...


Un cutir maravilloso Marina Schubert, a estrella exquisita de la Paramount La finura de un maquillado discreto necesita como base la belleza natu­ ral de un cutis sano y terso, como el que usted admira en esta foto. Para igualarlo, recuerde el primer mandamiento de la higiene -usar un jabón puro y suave- y elija el Heno de P r a v i a . Sus finos aceites protegen e l cutis: le comunican vida y suavidad.

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LOS ARTISTAS ASOCIADOS,S. A.LROSsocRmPJoISoTsRS

presenfarán dvronfe la TEMPORADA 1935-1936 ¡o más completa selección de grandes producciones nacionales y extranjeras que jamás haya podido reunir cualquier marca HE AQUI ALGUNOS TÍTULOS ELOCUENTES:

Clive de la India

El caballero del Folies Bergére Por MAURICE ron

/

Por RONALD

CHEVALIER,

A n n Sothern.

Merle

Obe-

y Loretta

Young.

chard Bolesíowsky.

Producción "20th.

Centuí;

No me dejes

Poderoso caballero... Por CASIMIRO

Por ELISABETH

Sothern

Dirigida por

Rusia'; producción British & Dom/nions

Noche nupcial

El chico millonario Por EDDIE CANTOR,

BERGNER.

Paúl Czínner, realizador de "Catalina de

ORTAS. Producción nocío-

nai Ibérico Films, dirigida por Max Nosseck.

Girls".

COLMAN

Producción "20th. Century", dirigida por Ri-

Efhel Merman,

y las bellísimas

Por GARY COOPER

Ann

gída por Ki'ng Vidor;

"Goldwyn

y ANNA

STEN. Du

producción de Sa-

muel Goldwyn

Producción de Samuel Goldwyn,

dirigida por Roy del Ruth.

Vivamos de nuevo

La pimpinela escarlata Por LESLIE HOWARD

y MERLE

Por ANNA

OBERON.

STEN y FREDRIC MARCH.

Di-

rigida por Roubén Mamoulián, producción

Dirección de Harold Young, producida por

de Samuel Goldwyn.

Alexander Korda y editada por London

La llamada de la selva

Films.

El Conde de Montecristo Por ROBERT

DONAT

y ELISSA

Por CLARK GABLE, Loretta Oakie.

LANDI.

Young y Jack

Producción "20th. Century", dirigi-

da por William Welíman.

Producción Retiance Pictures, dirigida por Rowland V Lee.

El rey soldado

El Cardenal Richelleu Por GEORGE

ARLISS.

Producción del

por el coloso EMIL JANNINGS.

Producción "20th.

La destrucción del hampa

Bosambo ROBESON,

LESLIE

NINA MAE Me. KINNEY.

Por

BANKS y

del

Producción de

UMICKEY EN

ARLEN,

Virginia

Bruce,

y Bruce Cabof. Producción

Relíonce Picfures.

Q"SILLY

MOUSE

COLORES

RICHARD

Alice Brady

London Films, dirigida por Zoltan Korda.

^^nWlms

Dirección

de Hans Steinhoff.

Ceniury", dirigida por Rowland V. Lee.

Por PAUL

N. D. L. S., interpretada

^

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S Y M P H O N I E S " COLORES

Portentosas creaciones del gen/af d/bujonfe WALT DISNEY

Y

nnslhif-mBnfe.

también,

un

film

de

CHARLIE

CHAPLIN

(CHARLOT)

LOS MTISTRS La temporada 1935-1936 será, indudablemente, IOS IlRTlSTfiS RSOCmDOS ^ EL AÑO ARTISTAS ASOCIADOS RSOCIRDOS


por SanfíoQO AquTIor En la pantalla,

como en la vida, lo primordial

es el amor, senti-

miento — o costumbre, como dijo un escéptico — tan viejo como el propio

mundo. Por eso, creemos que en esta Sección de fotogramas

comentados sobre las parejas amorosas del cinema podrá

encontrarse

la misma esencia, la razón y el impulso, la belleza y la alegría, el ritmo y la emoción del llamado Séptimo cuidadosamente

los testimonios

Arte. Hemos

seleccionado

gráficos del amor de ficción

delicia de quien recoge la mentira

más bella. Nuestra

con la

colección de

parejas puede servir de ejemplo o de estimulo además. Lectora: comprueba si el amor que soñaste o que realizas es como lo interpretan los mejores artistas del teatro de imágenes. Lector: consuela o azuza tus sentidos

recordando momentos felices que fueron oque

serán...

J U N E C L A Y W O R T H - L E S U E FENTON Dan ganas de gritarle a esta muchacha que no se fíe de su galanteador. Nosotros, fríos descubridores del moinenlo en el jardín inmediato a la fiesta, no viajaríamos tranquilos eon este hombre correctamente vestido de frac: preferiríamos apearnos del tren en la primera estación del trayecto o cambiar sencillamente de vagón. Acaso nos pasemos de prevenidos, y Leslie r e sulte incapaz de matar a una mosca; pero ese rostro no nos inspira confianza alguna. Hay en sus líneas, en su modelado, en su quieta expresión, una frialdad asiática. Este hombre debe ser egoísta, calculador, insensible. Y June le creerá—«e adivina—su príncipe azul...

JEAXETTE JIC D O N A L D - M A U R I C E

CHEVALIER

La gpnle, siempre candida bajo su eorteza de maldad, creyó firmemente que Jeanette y Maurice, a partir de "El desfile del amor", se liarían novios y pasarían, igual que en el inolvidable film. V ambos, en la vida prosaica del Debe y el Haber, no han pasado de buenos aiiii(|os. Es ualural. IIac<>r películas no es ningún placer, y la convivencia en íos Estudios de cint;, menos. Se llega —lo hemos experimentado, aunque en modestísima escala—-a penetrar en indos los defectos físicos y morales del "partenaire" mejor que en la intimidaii plena de una alcoba. Y apetece más cualquier ser ajeno a la profesión que ignore incluso nuestra personalidad... LINA

3^

YEGROS ANTONIO PORTAGO

El beso no está catalogado entre las bellas artes. Pero un beso puede ser artístico, ofrecer una sensación de estética que lo despoje del nexo carnal y lo eleve a planos espirituales. En este "caso", el espectáculo Inquieta, enerva, irrita tal vez. Por eso la proyección del fotograma producirá una sacudida violenta en la sala de los cinematógrafos. Nuestro público no puede resistir ia explosión de estos besos carnales, desprovistos de aureola sentimental. Somos tan Quijotes, que nos parece una ofensa que otro hom¡tre rebaje así nuestra hombría, satisfaciendo sin contemplación sus apetitos ante nuestras narices. No somos público capaz de medir el nivel artístico de los besos a j e nos...

NORMA S H E A R E R - F R E D R I C

MARCH

La belle/^a sublime, irreal, de este rostro femenino hace tjue nuestra admiración estrangule todo comentario que nos distraiga de ella. Advertimos, sí, que un galán—^al parecer, afortunado—la mira también con embelesamiento. Pero él sobra. Norma ocupa enteramente nuestra atención, aunque sea nuestro deber hablar y opinar de la pareja. Es ella tan maravillosa, v su gesto tan puro, tan claro, tan radiante, que a la tuerza ha de oscurecer cuanto se h a lle en su torno. Su felicidad, la que brilla en sus ojos y vibra en sus labios, va más allá, más arriba tle su galán, hombre, al fin. Y para un ángel, como Norma, no hay compañero posible, por muy galán que sea...


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1

V ( ¡ K E T A Í; \ H B ( » CLARK G A B L E Un momrnto deeisivo en la vida de dos amantes. De aquí, al amor eterno o al olvido brusco, cruel, sin traiijtición, movido por una voluntad indomable y feroz. Ella, con una gravedad sublime, lee en lo más profundo del pensamiento de Clark. Dirlase que su serenidad hierálica puede contener el perdón y hasta la indiferencia. I'ero hay en el aparente rescoldo fiebre de fueqo vivo y yerminador que abrasará, si es necesario, el corazón opuesto al suyo, (ireta, muy suavemente, domina al varón con su (c>linidad de hembra que no está segura de su presa. Se adivina que ella, con su debilidad, es la más tuerte...

4

IIHHilTTE 1 I E L . M - J E A \ ( i A B i . \ lie aquí una pareja distraída o, lo que es peor, preocupada. Están unidos, sí. Pero las bocas, tau próximas, se cierran, en lugar de abrirse. Itrigitte, uiaravillosauH'nlc Icnladora. eleva su mirada hacia esc punto donde no hay nada y lo hay iodo, porque en él se concentran por unos instantes las más caras ilusiones fallidas. \ o . Ellos--estos dos^ no se aman. El, buscando también con sus ojos lo distante, se sicnic muy allá del cuerpo qne palpita junto al suyo. Desilusión, cansancio espiritual, hastío, tal vez. Un ejemplo que no debe imitarse, y al que damos preferencia en calidad de aviso...

MAHIOX DAVIES-BINtí CHOSBY

K A T E DE \ A G Y - W I L L Y

Esta parejita se estrecha con el temor de perder su felicidad presente. En 8U abrazo nervioso, en sas rostros contraídos por la sorpresa dolorosa—más en ella que en él—hay como una sombra uialéfica de presentimiento. Marión apoya con ansia su mano sobre el pecho de su joven amado, más joven que ella. Bing expresa su contrarieilad con varonil elegancia. En los dos se adivina el miedo a perderse, a que este abrazo sea el último, impuesto por los crueles caprichos de la vida, que tiwie envidia—-no lo olvidéis—del grande y verdadero amor...

Hay tal afinidad de gustos y de caracteres, y hasta de rasgos fisonó— micos, en esta alegre pareja, que su contemplación nos produce un deleite sereno y una simpatía espontánea. Si: esto es amor. Pero el amor que tiene inocencias infantiles en su fondo, un divino poso de pure/.a que lo perfuma y lo sazona, haciéndolo duradero y optimista. Se refleja en sus rostros una dicha total, superior a la de todos los bienes de la tierra. Ellos se comprenden, y son leales cl uno para cl otro. Sus perfiles se buscan, se buscan sus ojos y sus bocas ríen. Huelga decir que dos a l mas se han fundido en una...

FlUTSCll


G^A^A^ EL

N a d a hoy c o m p a r a b l e a la elasticidad d e un cuerpo seno y vigoroso; n a d a tan bello como un cuerpo joven libre d e grasas superfluas. Esta mujer d e línea exquisita simboliza la suprema espiración d e la mujer moderna: vencer al enemigo más encarnizado d e su gracia, la o b e s i d a d . Cuántas son las mujeres todavía en pleno ¡uventud q u e se ven privadas d e una silueta fina y distinguida q u e había sido su mayor encantol ¡Cuántas son as q u e se ven prisioneros d e esa e n f e r m e d a d terrible y aparentemente Inofensiva, lo g r a s a ! GELÉE MITZA ofrece o la mujer la posibilidad d e conservar o recuperar un cuerpo estilizado, joven y sano. GELÉE MITZA consigue rotundamente este resultado porque es la consecuencia d e infinitas experiencias y estudios, que han demostrado q u e lo grasa es una e n f e r m e d a d y q u e p a r a conseguir un resultado eficaz es preciso combatirla como tal. Esto explica el por q u é GELÉE MITZA no se presenta como uno crema d e belleza ni como un producto d e perfumería, sino que sale d e un laboratorio químicofarmocéutico, o v a l a d o por lo más alto reputación y seriedad científica. GELÉE MITZA es d e efecto casi instantáneo; a veces, en uno solo noche se observo la reducción d e uno o dos centímetros en el contorno d e la p a n torrilla. A d e m á s , GELÉE MITZA es completamente Inofensivo, n a d a Irritante pora lo piel y aplicable mediante fricciones locales en los lugares q u e se esbeltecer.

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N O T A I M P O R T A N T E ; H a b i e n d o l l e g a d o a nuestro conocimienlo q u e a l g u n a s C a t a i p o c o e s c r u p u l o s a s , a u n q u e a n u n c i a n e n sus e s c a p a r a t e s GELÉE M I T Z A , con el fin d e o b t e n e r un m a y o r b e n e f i c i o e n sus v e n t a s , a c o n s e i o n a sus c o m p r a d o r e s otros p r e p a r a d o s d e e s c a s a o n u l o e f i c a c i a , r e c o m e n d a m o s con el m a y o r interés a nuestros clientes n o se d e j e n s u g e s t i o n a r y e x i j a n s i e m p r e G E I É E M I T Z A . A d v e r t i m o s q u e GELÉE M I T Z A está e l a b o r o d o p o r un p r o c e d i m i e n t o e s p e c i a l d e o b t e n c i ó n ú n i c o , n o p u d i e n d o , p o r l o t o n t o , ser sustituido p o r o t r o . GELEE M I T Z A es ú n i c o e n el m u n d o . |


ROPEO

CIF6SII LA ANTORCHA ^

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ÉXITOS

DlreaxTT :KARL GRUÑE • lrü¿/nA£bi¿> ,

OLrecltTr: AUGUSTO G E M I N A » Intárrvifi.U 6 :ttNJAWlNOG \ G U ^ MAGDA SCHNElOERi

D i r e c t o r : ERICH ENGEL

PIGMALIÓN

GUSTAF G R Ú N D G E N S DLrccior: PAULL.STEIN» InJbé^LfVU,tí2¿>: OOUGLAS FAIRRANKS JR. y GERTRUDE L A U R E N C E

GRETTE NATZLEP,« CAROLGOOONER T

Director:WALTER MYCROFT laJLéA|iA¿Le¿ ; G I T T A ALPAP. 'y OWEN

Hf<^lS

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B A I L A R I N A S

CONJUNTO

FIESTA EX PALACIO R€G I N

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L I L I A N

POR H A P ^ V E Y

CAIVllLA HORN* IVANPETROVICH ^ T I V O R V O N HALAAAY

INTEP.PP.ETES: LUISE ULLRICH»A0OLf WOHLIROa /y OLGA TSCHECHOVA PELÍCULA HECATOMBE EUROPEA.UNICA POR SU REALISMO e IMPARCIALIDAD DIRIGIDA /U7t MANS ¿OEgERLEIN

ROÍAf del ^hur


L GALÍNDARIO Y OTOCRAMA9

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lio y N o v í e m e mayor cantidad pantalla, pues los tre» ¡untos su ocKo nnriniientos. (^ue Jicupa el •efundo ni^f^ Rnano |UiH> con i^arzo y ¥>t'pl¡eml>re. en cifras, puede enorgullecerse de la mejor calidad el o orden Se kaber fí^ur, oriosos como los de « C k a r l o t » (Ckarlcs Cliaplín), en el r d e n liistríc bistrionico, ya Q, rrancesca Berli .\iiitif; H a r r y Baur y Wallace Beery. En M « y o celebran Lon C K a i ^ ^ M a r y Pie eve artistas, Hl mes m á s p^bre es Junio, siendo pocos los Mue cumplen a n i v e r M H b treinta y. Cuando se lle^n a Diciemlire, los ni&meros sufren oscilaciones, años, y^l^^os los «^ue T K a n K l r o n pop resji este mes treinta y umpleañns) Febrero^íl^einla y ocKo. y Agosto, cuarenta y ^ t e . D e los cfuiíiie. ocK^nt^ y^nieve nonil>r' uí alistados, cuarenta y ociio vieron la luz bajo el signo zodiaca i-uarioi cuaren^ tres, ^ P u c i s ; cu y Uno, tajo el de Ariest cuarenta y cuatro, tajo el de T a treinta y dos, Oéminií^fviMrenta y ^ bajo el de Oánceri s e s c n t & j ^ o s , tajo el de I^eo; cuarenta t o , tajo el Je V i r ^ y cincé» liajo [eLítrat cinq^enta y octo, t ^ B c l de E s y r p i ^ ; «garanta y uA tajo él de Sagitario, y , bajo el d menos de ricornio. I^Ws de cincuenta ^ ^ B e s p a ^ l e s e nispanoamerícan U mitaj d de. restantesnorteam^j^^MM. A Aden|4a, es, ingleses lemanes. entre cuentan v e l eintiocto directores (alguno;

hay

gMidel a ñ o dado a 1 noventa

haja^

tores) y un escej^rista.


Ix)8 artistas nacidos dia l . o de este mes son; William Haines. Charles Bickord y Stymie (el n^ígrito de La Pandilla); el 2: Aliene R a y ; el 3: Marión D a v i e s , B e t t y F u m e s , Eddie Gribbons, Z a s u P i t t s y Herbert Brenón (director); el 4: Tallulak Bankhead; el 5: Enriíiueta Serrano y Dina (halla; el 6: Ixjretta Y o u n g , T o m M i x , Stanley Smith, Matt Moore, Phillys f í a v e r \ Bárbara W o r t ; el 7: A l fredo Hurtado (tanibién conocido por Pitusin); el 8: V i l m a B a n k y x y Alexander Gray; el 9: T i to Davisón y A n i t a IJOUÍse; el 10: Dolly Davis, Pauline Starke, Toshía Mori, Claudia Dell, Francis X . , Bushman (padre) y P e g g y Sliannón; el 11: Monte Blue, Chester Conklin y Milton Sills (fallec i d o ) ; el 12; Jane N o v a k (hermana de E v a ) ; e! 13: > K a y Francis y Ruth T a y lor; el 14: Bebé Daniel» y Russ (^olumbo (fallecid o ) ; el 15: Charles K i n g c I v o r N o v e l l o ; el 16: ( ai-ol Dempster y ITariy Carey ((.'avena); el 17: Nils Asther, Noah Beerv, (Iríuiv Whithers y Patsy Ru'th Miller; el 18: Carv (irajit, Oliver Hardy,-Wallace R e i d (hijo) y ('hubby (^haney (el •'ordo de Ixi Pandilla); I 19: Lilián H a r v e y , R o berto R e y , Charles Mort<jn, Mady ('bristians v Virginia Valli; el 22: Coiirud V e i d t , Enid Bennett, Kobert Castle. June K n i g h t y D a v i d W . (iriffith (diret^tor falletúdo); el 28: Ralph Graves, W i l l i a m Desmond y Harrv Pollard (director fallecido); cl 2 7 : W i l l y FVit.sch, Juan de Landa, (¡eorge K . Arthur y Joyce Compf(m; el 28: Ju dith Alien y E m e s t Lubitsch (dire(;tor); el 29: A r l e t t e March al; el 30: Greta N i s s e n , y el 31: Marcia Manners y Rober-; l o Guzmán.

11 a \

^lEBRERO

Cuenta en su lista a Clark (Jable, que celebra su aniversario el día 1.°; I s a l l a l m a r , el 2; Mary Carlisle y Carmen

Rodríguez, el 3; W a l t e r Catlett, el 4; C h e s t e r Morris, Ben L y ó n , R a món N o v a r r o , Lucille y Russell Gleasón, el 6; Busir O a b b o y Franchot 'one, el 7; Charles Rugles (hermano del director Wesley Ruggles) y K i n g Vidor (director), el 8; Ronald Colman y Heather Á n g e l , el 9; R o y d ' A r c y y Alan Hale (actor y director), el 10; Jeán' Muir, el 13; Francés Dade, el 14; John Barrj^more, el 15; H e lén Chandler y W i l l i a m Ijf Barón (director y productor), el 16; Mary Brián V J. Harold Murray, el Í 7 ; Billy Sullivan, Jimm y Durante y A d o l f o Menjou, el 18; Dorothy Janih y Merle Oberón, el 19; Cody (falle«id o ) , W i l l i a m ('ollier (júnior), George O ' H a r á y Maurice Costello (direct o r y padre de Helene y Dolores), el 22; Sepp Rist, el 24; Zeppo Marx, el 25; Joan Bennett v l á n K e i t h , el 27.

ARZO El d i a 1 . ° c u m p l e n años T o m Moore y John l e d e r e r ; el 3: Fxlmund o Ix)we, Marie (!lory, Jeán H a r l o w y Dori.s l l i l l ; cl 4: Dorothy M a í k a i l l . Dorothy Burgcss y Pearl W l i i t * (retiradla) ;"^ el 6: I>e<>n Mathot (actor y director) y Guy K i b b e e ; el H: Richard Arlen; el 9: Bobby V e m ó n ; el 11: Raq u e l Rodrigo, R a o u I Walsh (director), Dorothy Gisíi (hermana de Lilián) V Jessie Matthews; el 12: 'ixíslie Fentón; el 15: ( l e o r g e Brent y Cliarles R a y ; cl 16: (^<mrad N a g e l , (!eorgc Wal.sh, Harrison VOTA V Henry B . Walthall; ef 17, Sari Marit'A^, Brigitte H e l m y Nena (^uartaro; 18, Ro.sita Moreno, B e t t y Címxpscm, Edward Everet Horton y Robert Dcmat; el 19: A n a María Chistodio; el 20: Onslow Stevens y Dorothy l<ee; el 21: Gtistavo Froelich; el 22: Chico Marx y Bernice Claire; el 23: .Joan Crawford; el 24: .luán Torena y R e x Ingram (directora; el 25: El Brcndel; ol 26: W i l l i a m S. V Di< ke (director) y IJOUL j,Wolheim (fallecido); e . 27: Gloria Swanson, R a i nnmdo de Sarka y W i l liam H a r r i g á n ; el 2 8 : Minna Gombell y D o r o t h y de Borla (ex ac-


triz de La Pandilla); el 29: W a r n e r Baxter, WTieezer (ex actor de La Pandilla); Joseph Cawt h o m y Marjorie D a w , v el 81: Eddie QuUlán y Víctor Varconi.

BRIL

Wallaee Beery apenas si puede decir que nació en A b r i l , pues v i n o al mundo el día 1.°, a las dos de la mañana. N o obstante, este mes ha dado v i d a a otras grandes personalidades estelares, tales como Bette Davis, cuyo onomástico es el día 5; Mary Pickford, W a l t e r Coimolly y el infortunado L o n Chaney, el 8; Carmel M y e r s , el 9; George Arliss, E l v i r a Moría, T i m M e C o y y N i c k Stuart, el 10; Francesca Bertini, el 11; W i lliam Russell (fallecido) y H a r r y B a u r , el 12; Claire W i n d s o r , el 14; Wallaee R e i d (fallecido), el 15; Chalol (Charles aiaplín). Fifí d'Orsay y Doris Darrow, el 16; Marta Eggerth, el 17; Constance T a l m a d g e , Lina Basquette y M a y R o b son, el 19; I l a r o l d I J o y d y Bruce Cabot, el 20; Shirley T e m p l e (estrella infantil), el 23; Marceline D a y y Leslie H o w a r d , el 24; Frank Borzage (director), el 25; D o r o t h y Sebastián, O l g a Tschechowa, Sandra Milovanoff y B i g B o y Williams, el 26; Lionel Barrymore (actor y director), el 28; Gregory Ratoff, el 29, y D a v i d Manners, el 30.

el 11; Paúl P a g e , el I S ; Billie D o v e , el 14; Grace Moore, Constance Cummings, George E . Stone y A n n y Ondra, el 15; George O'Brien y Margaret Sullivan, el 16; Sidnev Chaplín (hermano de Charlot), Maureen O'Sullivan y N e d Marín (director\" el 17; Estelle T a y l o r , el 20; D o n a l d C o o k , el 2 1 ; Laurence Olivier, el 2 2 ; Douglas Fairbanks (paíire) y H e r bert Marshall, el 23; R o bert L v n e n (astro infantil), el" 21; A l Jolson y Paúl Lukas. el 26, y Jack H o l t , el 31.

UNIÓ

A este mes le sucede lo que al anterior. E l d í a l . * cumplen sus años Clive Brook y Lars Hanson; el 4: L a ñe Chandler; el 5: W i l liam B o y (fallecido); el 6, Shirlev Masón; el 7: Charles Starret; el 9: Silvia Breamer; el 10: Sesue H a y a k a w a y Natalia Kingston; el 11: Walter B y r ó n y John H o lland; el 12: Julio Peña; el 14: M a y Allisón; el 15: Madeleine Carroll; el 16, Lupino Lañe, Stan Laurel, Barry N o r t o n , Ona Munson, N o r m a K e n - v v W i l l i a m K . H o w a r d '(dir e c t o r ) ; el 17: E v e l y n K n a p p V Louise Fazenda; el 18: Jeanette Me D o nald e I v á n Crebedell; el 22: Dorothy D e v o r e , Marguerite de la M o t t e y Charles Murrav; el 25: Sally Starr; el 26: Ernesto Torrence (fallecido); el 27: All>erta Vaughn (hermana d e A d a m a e ) ; el 28: L o i Wilson v Viola Dana, v el 80: Magde Bellamy.

A Y O

Se complace de haber sido testigo del na<ñmiento de Ijcyla H y a m s y Josephine Dunn, ocurrido el 1.° de mes. L o mismo sucede con Carmen Larrabeiti, R o sita Granada, N o r m a T a l madge, Brián Aherne, R a y m o n d Griffith y W i lliam Bakewell, que lo hicieron el día 2; M a r y A s tor y José N i e t o , el 3; María K o r d a , el 4; R o dolfo Valentino (fallecid o ) , el 6; G a r v Cooper, el 7; H e r t h a ' T h i e l e y L u a n a Alcañis, el 8; R i chard Barthelmess, el 9; Mae Murray y Ix)is M o ran, el 10; L u p i t a T o v a r ,

V(JV.ULIO 1'^ Julio vieron la luz Charles Laughton, el día l . O ; Gloria Stuart, Gordon Griffith, W i l l i a m Farnum y Bárbara Weeks, el 4; Carlos Villariaa, e l , 7; Eugenio Pallette, el 8; John G i l b e r t y Joan Marsh, el 10; SaJly Blane. el 11; Jeán Hersholt, Fric Linden, G e t t a Gordal y ÍBlanca de Castejón, el 12; ^Sidney Blackmer y Jeán Murat, el 13; O l i v e Borden, Zita Johann, Annabella y Benito P e r o j o (director), el 14; R a y m o n d


1

1

H a c k e t t y Mona R i c o , el 15; H e l é n T w e l v e t r e e s , Bárbara Stanwyck, Ginger Rogers, M a r y Philbin y Ricardo Núñez, el 16; Míiría L u z Callejo, Charles de R o c h e (direct o r ) , J o h n Darrow y Louise Brooks, el 17; Sylv i a Sidney, Richard D i x y L u p e Vélez, el 18; L i l y Damita, el 19; H o o t Gibson, K e n Maynard y L e nore Clrich, el 21; Phillips Holmes v Marjorie W h i t e , el 22; "Lola V e n drell, Donald R e e d , F l o rence V i d o r V Aileen Pringle, el 23; Alice T e r r v , el 24; A l i c e W h i t e , Philippe de Jjacey (artista infant i l ) , L i l a L e e y Johnny Hiñes, el 25; Emil Jannings y Charles Butterw o r t h , el 2 6 ; Lawrence Gray, N a t a l i a Moorhead, Félix de Pomés y V l a dimiro Gaidaroff, el 27; Joe E . Brown, Skeets Gallagheer v R u d y Vallee, el 2 8 ; W i l l i a m P o w e l l , Clara B o w , Kenneth Harían y Thelma T o d d , el 29, y Geofrey W a r d w e l l , e l 30.

COSTO E n este mes surgieron a la v i d a : Magde Evans, el día 1."; el 2, .Mirna Ijoy, A n n D v o r a k y Glenn T r y ó n ; el 8: Dolores del R í o y Adrienne A m e s ; el I 4: .\nita P a g e ; el 6: P o - 1 lly Moran; el 7: Duncan ^ Renaldo, Billie Burke y A n n Harding; el 8: Charles Barrell y T o m T y l e r ; el 9: Dorothy Jordán, Charles Delaney y Fariña (ex actor negro de L o Pandilla); el 10: N o r m a Shearer y Mary A n n Jackson (ex miembro de la primera Pandilla de H a l R o a c h ) ; el 11: H o vart B o s w o r t h ; el 12: Paulina Frederick y Cecil B . de Mille (direí'tor); el 13: C h a r l e s Rogerg, Mary Duncan y Regis T o o m e y ; el 15: .María Calv o y Valentín Parera; el 17: M a e W e s t , W i n n i e Lightner y Enri«iueta Soler; el 18Í Jack P i c k í o r d (fallecido); el 19: J u n e CoUier, Eleanor Boardman, Kenneth Mac: K e n na (actor y director) v Collen Moore; el 22: Paúl Muni, N i c k Lucas, EUisabeth Bergner y Leni R i e fenstahl (actriz y directoral); el 25: ( i e o r g e Farwc e t t y R u b y K e e l e r ; el 28: Cliarles Boyer; el 30: Joan Blondell y A n d r e y Ferris, y el 31: Frederic .March, John Garrick y Marina Torres.

EPTIEMBRE Han nacido el dia 1.° de este mes: Marilyn M i ller, Renée A d o r é e (fallecida), John Mac B r o w n y Sir Guy Standing; el 2: D a v i d Rollins; el 3: R o mualdo T i r a d o , P a t O'Malley y M a r j ' Doran; el 5: F a y W r a y y Dolis K e n y ó n ; el 6: D o r o t h y Gulliver, Daniele Parola y Katheleen Burke; el 8: Harry Wilcoxon y May MEIC A v o y ; el 9: Neil H a milton V Pauline Garón; cl 10: T a l a Birell; el 11: Iván P e t r o v i c h y Sabino Antonio Micón (director); l i 12: Mauricio Chevalier y Dickie Moore (ast r o infantil); el 13: Claudette Colbert, Conchita Montenegro y Rosita Díaz Gimeno; el 14: A l fred Santell (director), José Mojica y T o m Douglas; el 16: Richard K e e ne (actor y director); el 17: Marcela Albani, Dolores C o s t e l l o y Esther Ralston; el 18, Greta Garbo; el 19: Ricardo Cortez, Ben T u q ) í n y Bessie L o w e ; el 20: Virginia Valli; el 21: Serge G r a v e ; el 22: Dorothy Dalton; el 23: W a l t e r P i d g e ó n : el 2^4: H e n r v Garat; el 26: I v á n Mosjoukine, Roberto Montgumery y A n t o n i o Moreno; el 27: George Raft, y el 30: Lil Dagover. George Bancroft y Ralph Forbes.

tTUBRE Alice .loyce solemniza sus arios el día 1.°; Boots Mallory, R i t a l..a K o y y (¡roueho Marx, el 2; Claude A l l i s t e r y W a m e r Oland, el 3; Buster K e a tón, Ix)uise Dresser y Carol N y e , el 4; K a t h r y n Crawford y I>o¡s .lanuary, el 5; Janet Gaynor, T h e o dore Roberts (fallecido) y Carole Lom>)ard, el 6; Harry Piel, Jack Mulhall y A n d y Devine, el 7; Raúl Roulién y E d y t h e Chapman, el 8; Marjo ríe Beebe y J e a n e t t hoii, el 9; H a r r y Ric! man, el 10; Ijowell Shei man (actor y director f llecido), el 11; K a r I Dañe (falleciclo), el 12; Irene R i c h , el 13; Lilián Gish P e r t K e l t o n , el 14: Claire Luce e Ina Claire, el 15; R e x Bell y Molly O ' D a y (hermana de S a l l y


y Margaret L y v i n g s t o n ; el 26: a Francos Dee, I / m Tellegen (fallecido) ! Ved Astaire (l)ailarin oso); el 29: a R o d La que, Genevieve T o L,ii, K a y Johnson, Mildred Ilarris ([)rimera esposa de Charlot) y Edward Canutt, y el 30: a .lacqueline Logan.

O ' N e i U ) , el 16; E v e l y n Brent, Marián N i x ó n , Jeán Arthur y Marián Marsh, el 17; Miriam I I o p kins y E v e l y n Venal ile, el I S ; Bela L u g o s i v P u e m e l l P r a t t , el 20; L l o y d Hughes y Miguel Ligero, el 21; Constance Bennett, Mitzi Green (estrella precoz). James H a l ! y Francés Drake, el 22; Sally O'NeiU y Lilyán Tashman (fallecida), el 23; Gilda Gray, el 24: Polly Ann Y o u n g (hermana de I^oretta) y SaUy Blane, el 25; I I . B . Warner, Buddy Messinger y Jackie Coogan (el antiguo Chvjuilin ) , el 26; Iluhg T r e v o r (fallecido), el 28; Charles Chase (hermano del director James P a r r o t ) y Fanny Brice, el 29, y Sue Carol y Faustino Bretaño, el 30.

ICICMBRC Se acaba el calendario en este último mes del año con los resjiectivos cumpleaños d e Anna : Sten, que lo festeja el dia ¿í*^; .iohn Blystone (direct o r ) , el 2; Ricardo T a l madge, el 3; W a l t Disney (creador del ratón Mickey y las «Sinfonías tontas en colores») y Virginia L e e , el 5; Elissa Landi y W i l l i a m S. I l a r t ( r e t i r a d o ) , el 6; A n n a M a y W o n g , el 7; María Alba, Douglas Fairbanks (hijo) y R a y m o n d Cordy, el 9; Catalina Barcena y G e o r g e L e w i s , el 10; Gilbert l l o l a n d (Luis .Mons o ) , Sally Eilers y Víctor M c L a g l e n , el 11; Edward G. Robinsón, el 12; Lilián R o t h v N o r m a n Foster, el 13; Éddie P o l o , el 15; Bárbara K e n t y John Boles, el 16; M a r v N o l á n y D a v i d Butler (director), el 17; Irene Dirnne y Élinor Fair, el 21; Frankie Darro (el antiguo Chispita), el 22; Ann Pennington, el 23; Ruth Chatt«rton y Margaret a m r c h i l l , el 24; J o s é M . Schenck (productor), John Bowers y Fernando G r a v e y , el 25; I m p e r i o Argentina, el 26; Marlene Dietrich, el 27; L e wis A y r e s , el 28; T o m K e e n e , el 80, y P o l a N e gri y Hans Stuwe, el 3 1 .

OVIEMBRt H a visto nacer el dia 1.° n Laura L a Plante; el 2: a Dennis K i n g y Harpo Marx; el 3: a Alice Brady y Louise Runtington; el 4: a D o n A l v a r a d o , Dixie L e e . Melville Burke (director) y W i l l Rogers (fallecido); el 5: a John Mac Crea y I l u g h Alian; el 6: a Francis Lederer; el 7: a Julio Villarreal. José Crespo, Mona Maris, Alice D a y , Joe Cobb y Leatrice Joy; el 8: a Mary P r e v o s t , Jackie Cooper (astro infantil) y Lucille L a V e m e ; el 9: a John Miljan, Mae Marsh v Marie Dressler (fallecid a ) ; el 10: a Raquel T o rres; el 11: a P a t O'Brien, Martín Garralaga y R o land Y o u n g ; el 12: a Jack Oakie y Gwen l^ee; el 13: a Eddie Buzzell (director) y Gertrude Olmstead; el 14: a Dick Powell, Eugenio O'Brien y L o t t i ce H o w e l l ; el 15: a I^ewis Stone; el 16: a L a w rence T i b b e t t ; el 17: a B e t t y Bronson, L o l a L a ñe y Edna Murphy; el 18: a B e t t y Gable y Francés Marión (viuda del caballista Fred T h o m s o n y famosa escenarista); el 19: a N a n c y Carroll y Billy L a Hiff; el 20: a Robert Armstrong y Reginald Denny; el 21: a Jobyna Ralston (retirada); el 22: a Charles Mack; el 23: a Boris Karloff; el 24: a Corinne Griffith (sin pa rentesco con el desaparecido director del mism o apellido) y Alice Calhoun; el 25: a Helene Chadwií^k, V e r a Reynolds

fe.

A la vista d e estos d a t o s , los aficionados a Jos pronósticos, los que aspiran a fabricar el edificio d e una "ida sobre la fecha y el signo d e . nacimiento, podrán t r a z a r el destino de los respectivos artistas predilectos. ¿Es ciert o que d e l día de n a c i m i e n t o y d e l signo zodiacal bajo e l q u e se ha nacido d e p e n d e n los rumbos de más t a r d e , los rasgos de la personalid q u e d e t e r m i n a r á n la bue o mala fortuna en la v i L o s que sean al m i s m o tii p o partidarios d e l c i n e m a c r e y e n t e s en estas cíenci d e la predestinación, tien a n t e estos d a t o s que hoy V ofrecemos, una excelente ocasión para ejercer esas prácticas.

MANUEL P. DE

SOMACARRERA


EAPEYRA PRODUCCIÓN

3í D I S T R I B U C I Ó N

CINEMATOGRÁFICAS

ÑOLA DE ^GUfÁÍ NTO Y GRAN \C \ D Ad.

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REALIZACIÓN

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K han preguntado muchas vec^es cómo he hecho mi carrera artística, y he contestado siempre que a fuerza de v o h m tad, de decisión y también de amor propio. Sin esto no hu1 llera Uigrado nada, porque kjs obstáculos a vencer fueron muchoo. Tantos conifi para niatar una vocación artística menos firme que la mía. Parecían aumentar, multiplicarse, a cada uno de mis primeros vacilantes pjusos. Y no era extraño que esto sucediera. P o r lo menü> para m>. ^ i e lo explicaba, aunque m e doliera verlos crecei. En primer lugar, y o era una oriental, inconveniente difícil de olvidarse en los primeros momentos de la lucha por un puesto. ¿Qué papel que no fuera swundario, muy secundario, podía caber en una película )ara una artista de color? Y uego, la batalla desesperada por darse a conocer de las anónimas, de esas que llaman «extras». Y o era una «extra», y « e x t r a » d e otra raza. Y como si todo esto fuera poco, la oposición de mi padre, oposición firme, tenaz, venía o añadirse a todos los otros obstáculos. ¡Cómo tuve que luchar!

r.nnF€Sione5

Sufrí muchas amarguras. Las d e r r o t a s se sucedieron en aquellos primeros años. I'ero y o estaba decidida a .salir del lavadero de mi padre. P o i q u e el autor de uns días. Saín Sing Tscmg—mi verdadero nombre es W o n g Sin Tfiong (Helados Sauces Amarillos)—, era im lavandero. Un l a v a n d e r o chino, imo d e los muchísimos <jue hay en los Estados Unidos. Combatía sin cesar mi inclinación al cine, y y o tenía un es])ecial empeño en demostrarle que el mundo ctinematográfico me reservaba un puesto prominente. Pero al fin, cansada de la lucha que sostenía con su sistemática aposición, y más cansada aún de liHcer papeles de « e x t r a » , sin brillo y sin fruto, en comedias de segundo j ' de tercer orden, salí de H o l l y w o o d para Europa. Y en Alemania encontré un ambiente más propicio, y pronto im nombre con la película Tsong. Seguí allí, durante tres años, afianzando mi nombre película tras película, y penetrando paso a p a s o en los (•retos del arte de actuar .uite la pantalla. Al cabo de aquellos tres años v o l v í a los Estados Unidos porque Josef v o n S t e m lierg rae buscó para hacer, con .Marlene D i e t r i c h , FÁ expreso de Shanghai; pero ni aun ai|uel éxito—porque éxit o fué—consiguió despertar • 1 entusiasmo de H o l l y w o o d . Seguía sin haber trabajo para mí en la ciudad del cine, y

lie nuevo m e decidí a cruzar el mar. v e n d ó m e a Inglaterra. Convencida al llegar a la gran Albión de que mi inglés dejaba bastante que (lesear, tomé lecciones de un profesor de Oxford, con objeto de adquirir el verdadero acento, y pronto m e firmaron rtn contrato para filmar tres películas. El salario era. más que bueno, fabulo.so. P o r lo menos, para mí. Y al finalizai- aquel trabajo era la figura más saliente ilel mundo cinematográfico inglés. Y entonces hice una j i r a artística por las Islas Británicas, y nadie escatimó sus libras para presenciar mi trabajo. Me llamaron de H o l l y w o o d otra v e z , y como quería tomar la revancha—una revancha artística—, no desaproveché la oportunidad. Fui, pues, e hice Luces de Linie_ house. P e r o sin e s p e r a r el resultado de la película, sin preocuparme de v e r si aquel trabajo me abría los Estudios, sin pensar en los ofrecimientos que pudieran hacerme, preparé mis maletas y regresé a Inglaterra. H o l l y wood no me prestó su ayuda en los momentos en que y o n e c e s i t a b a d e su auxilio... Y hoy se han cambiado los papeles. Eso en cuanto a m i arte, que es de lo único que y o puedo hablar. Y a sé que una confesión sin hablar de amor es i n c o m p l e t a ; ¿pero q\i puedo y o decir de éste?.. P o c a cosa. N o se puede olvidar mi origen. Muchos países orientales empiezan a adoptar seriamente la cultura y las ideas occidentales (entre ellos, la misma China); pero en el fondo conservan los ideales tradicionales de su vieja cultura. Y en el fondo de todos nosotros, aimque hayamos nacido en otro país, v i v e esa fuerza racial. Y o , por mi parte, creo que los matrimonios deben hacerse entre personas del mismo pais, de la misma raza. Un proverbio persa d i c e : «Ln mujer es como un tapiz: pocos saben escogerlo, poquísimos sacudirlo.» Esta orgullosa afirmación tiene para ellos, famosos fabricantes de tapices, el significado de que el amo de la casa debe ser del mism o suelo, de la misma patria. Y y o creo en ese refrán: lo hago mío. Nosotros podremos occidentalizamos superficialmente en lo exterior... P e r o nada más. Y los hechos me lo han demostrado. Conozco bien el ambiente chino de los Estados Unidos; frecuento mucho las familias chinoamericanas y puedo asegurar que la m a y o r ^ ^ • ^ ^ ^^^^^^ '^^^^A

A esta fina expresión de Anna May W o n g asoma el alma enigniálira. profunda y siilil del Ürienle lejano y misterioso. «.Nosotros-ha dicho la art r i z podremos oceidrntalizarnos superficialmente en lo e x t e r i o r . P e r o nada más...»


parte de estas uniones no son felices. UJ amigo, hijo de un fabricante de pieles, casado con una graciosa j o v e n de Pekín, me decía: «Creo que la.s mujeres chinas no tienen más q u e una virtud casera. Hacer bien el t é . » Seguramente exageraba, neíjesariamente; pero esto demuestra que la fusión de las razas es imposible. Este mismo j o v e n llamaba a su suegra «el peligro amarillo». —Créame usted — me a.seguraba—, en mi familia sucede exactamente lo mismo que en Cliina: salimos a una revolución por día.» Sobre e s t o no puedo decir n a d a , porque falto de m i patria desde... el mismo día de m i nací- I miento. Pero las palabm de mi amigo han sido confirmadas por un caso de divorcio fallado a favor de un matrimonio en el que se puso bien de man i f i e s t o l a incomprensión de las razas. El marido, que se creía el dueño de la casa, declaró ante el juez: —¿Mi mujer? Quizá no

DON a d m i r a b l e s a c i e r sea mala: pero ella concibe a la familia 108 de expreHión de como al ejército de su país: todos geneAnna May W o n g , la rales. Esto es un absurdo... y y o pre<8lar» en q u i e n t i e n e n sento la dimisión... u n a interprete difíril d e s u p e r a r todas las c i n Por otra parte, ¡son tantas las razotas q u e l l e v a n a sus e s nes de desaí'uerdo en un matrimonio cenas e m o c i o n e s y a m compuesto p<u' pers(»na.s de disthitas bientes o r i e n t a l e s razas!... N o se trata solamente de caracteres étnicos, sino también de costumbres, de educación, de gustos (hasta entendiendo esta palabra en su signifiado más superficial, más banal...) l'or eso soy partidaria de las uniones sin mezcla de razas. Claro que no se debe hacer una declaración tenninante a este propósito... Muchas veces hay una rectificación... Pero...

A mí se me ha preguntado muchas veces si me casaría con un hombre de otra raza... Es im[>osible prever el futuro... N o he considerado la posibilidad de encontrar un europeo o un americano que me gustase i)ara marido... N o puedo, tampoco, excluir este caso. I l a y alguien qvie decide por nosotros: el diosecito de los ojos vendados... Sean éstos ojos de la raza que sean. Vor la

transcripción,

VÍCTOR G A B I R O N I X )


DICE QUE LE GUSTA ESTUDIAR LA VIDA DE LAS MUJERES QUE NO HACEN CINE

y no es partidaria de las fiestas... que cuestan un dineral

J

O A N Crawford está disgustad». ¿Qué le pasa a la Crawford? Asegura que la Prensa inglesa no la romprende. Pues..., ¿qué es lo que ha dicho de Joan la Prensa de I^ondres? Entre otras cosas: que su único é x i t o consiste en enseñarlas piernas, los senos, las espaldas; que Douglas Fairbanks, júnior, fué un idiota en contraer matrimonio con «esa» mujer; que Joan es de todos y no es de ningimo; que Alma de bailarina fué un é x i t o para Joan, )orque Joan está muy «en su papel» y tiene además al lado un lombre—Clark Gable—que en nuestro argot sabe «castigarla»; que no ignora lo que es un gesto y moverse ante la cámara; que Joan es únicamente «una buena mujer», etc., etc. A Joan le disgusta mucho todo esto. Es natural. Es natural que a Joan le parezca mal que los periodistas hritáni(•(js se hayan rebelado contra todos los departamentos de publicidad de los Estados Unidos, y a cambio de ello vean a Joan y a sus films con entera libertad y desenvoltura profesional. Y o no estoy ni a uno ni a otro lado. Sirvo al público. Y para el público he pedido a Joan declaraciones «sin mixtificaI i6n de ningima clase». En una palabra, he concedido a Joan unji pequeña «revancha». Oigámosla, pues. E.scuchémosla: -/ am a btisinessmrman. Vjñta. es la piimera frase que Joan me dispara. \s\, a bof;ajarro. «Soy una mujer de negocios.» (Ix)s ingleses interpretariají esto de mil maneras. Vamos a ser más explícitos. Mejor dicho, lo v a ¡i .ser ella.) — D i c e usted, Joan... - N a d a más que eso. \,o mejor, lo más positivo y racional qne puede tener una mujer es una carrera. (¡Caracoles!) —Omtinúe. pleate... —Se fantasea mucho en t o m o a los sacrificios que las mujeres hemos de realizar [)aru alcanzar la gloria. Algimas gentes creen que para ello hemos (le renunciar a bus alegrías propias de una mujer. Esto no es más que una estupidez. (Joan es fría y descarada de expresión. Posiblemente más (jue Mae West, más que Jeán Harlow, en sus paj)eles de la pantalla...) T o d o eso significa algo como vm <'uento j)asado de moda. Joan cruza ima pierna eneinia <le otra. P i d e im cigarrillo. N o hay ciganillos. IJC ofrezco uno de mi pitillera. Es ba.staute fuerte. N o importa, .loan sonríe. Se lo enciendo. Y a está a gusto. — N o hay nada más hermoso que tener cada imo de los días lleno de ocupaciones, de cosas que hacer.

—^Habla usted bien, Joan. Joan .se indigna. ( N o conmigo.) —¿Dónde está la g i n e b r a ? - pregunta-—. ¿Dónde está? Tiembla ligeramente la camarera. L e trae la botella. Joan m e ofrece ima copa. « E s bueno su tabaco». — D e n i , sé decir^—continúa—que si no pudiese trabajar n»e m o riría de aburrimiento. Nunca m e he quejado de los rigores de mi trabajo. ¿Qué tiene de particular que hayamos de l e v a n t a m o s a las siete de la mañana? Jamás he podido decir al saltar del lecho: « ¡ B a h ! , otro día igual a los demás!» Nunca me atormentó el espíritu la idea de ciue la v i d a pu( iese c a r e c e r de a t r a c t i v o s y de variedad. ''Las que no hacen cinema" Joan Crawford dice que ha tenido la curiosidad d e estudiar 1 a v i d a de las mujeres «(pie no hacen cinema». - L a s de todas las profesiones, de todas c l a s e s , de todos o de casi t o d o s los países. Me han interés;'

JuHii O a w f o r d , r l e fiaiitiTÍrn p o r o i e n ,

» » b e iiiipriniir e s a gran elegancia suya

a los Irajes de m a yor sencillez


do muy C8pe<¡iiliuent(í las que no trabajiui, «li que están sentadas». N o tienen nada o ca.'^i nadíi que haeer, nada que les ])reo(;upe. Y ¿qué los j a s , Se vuelven gordas y perezosas. Se les a b l a n d a n locarrillos, fofos como tripas de fuelle, y se le- lie. i el rostro de a m i g a s . ( L a expresión de .Joan es incorregible.) — Y de los hijos, ¿qué piensa, Joan? —Ese es punto y aparte. Creo, desde luego, qu todas las mujeres deberían tener uno o varios h i j " para que su experiencia de la vida fuese completa. —¿Usted los tiene? Joan no contesta. Prosigue: —La caiTera cinematográfica no está en modo alguno reñida con la maternidad. Huelga decirlo si nos fijamos en el gran número de estrellas que han constituido una familia. Joan añade: —Hace calor aquí. Vayámonos a la terraza. Vamos a la terraza. Joan, de pie, con un traje de soirée blanco y negro, es una mujer excepcional. Efe muy alta. Perfectamente proporcionada. Sus ojos son—como su boca—rayas y signos extraños de la cara. Y hay una pintoresca estética, no obstante, en todo aquello. Joan es curiosa. Cuando ríe es más .sensual que cuando está triste. L o sophinticated no le v a , como a Marlene, como a (^ireta, conxi a Brigitte, como a Kathlen Burke, como a tantíl^ otras. El desenfado es su más prodigiosa arma. Cuando se apoya en la balaustrada de la terraza, se dobla ligerísimamente: lo suficiente para ser mujer. Tiene movimientos felinos.

Lo» ojos de Joan O a n f o r d son, romo la boca. rA>as y signo» extrañu'' d<- la rara. Kl niairlicio d<a estrella está, precisamente, en esos ojos y esos labios grandes, hechos para la pasión hiperbólica, para la pasión sin términos medios, absorbente y obsesionante

Cuando baila, se abstrae. L e embriaga el baile. —Me gustan los hombres como Douglas, mi anterior esjioso. Altos, fuertes, pero no gruesos; morenos, apasionados. Y c(m bigote. Me gusta el bigote de William l'owell. Y el de Nils Asther. El de Douglas. Ixjs demás no saben llevarlo. Si aca.so, si acaso, un compatriota de ustedes: I>uis .\lonso. " H a y que ser buena administradora del hogar"

El desenfado y la alegría son lai> mejores armas de esta admirable Joáa Crawford, risueña, vivaz y dinámica

Otra afirmación de Joan. Hacer iifirmaciones no cuesta nad¡i. Y Joan es así. — P o r lo que se refiere a la buena administración del hogar, no existe razón algunu para que l a « estrellas del cine no poseamos este arte, comu las demás mujeres. .Vuestro propio trabajo es una excelente escuela con respecto a ertu. En el curso de estos últimos años, he llegado a la conclusión de que una actriz debe ocuparse de sijs propios a.s»ntos, como hacen los demás mortales. N o .se f)uede confiar en lo.- demás, porque se v a el dinero con un» facilidad alarmante. (¿Van teniendo razón nuestro.-» colegas ingleses al exponer el esquema de la star de EncaderHida?) Joan dejaba en otro tiempo al cuidado de sus se(!retarias el extender los cheques. Y .sucedía, .según Joan, que casi siempre tenía en el Banco menos cantidií<l de la que según sus cálculos debía tener. Esto puede ser venhui. Pero también puede ser verdad que Joan no hiciera bien síis cálculos. «Eisto duró hasta que un buen día descubrí que daba cheques sin provisión.» —¿Má-, Joan? —."^i, más. Desde entonces rijo mis asuntos personalmente. E.xfiendo y o los cheques y me cuido también de colocar el dinero sobrante. Cuando necesito un consejo para situar bien mis economías, recurro a la opinión de mi agente y también a la de un formidable asesor. —¿Quién, Joan? —Franchot T o n e . —/.Franchot Tone? —Sí. Franchot es perito en la materia. Muchacho muy inteli-


gente, m u y v i v o . Itápido d e concepción. P o r cierto que Franchot m e c o n t ó l i a i e algunos días mía historieta de las que merecen recordarse, p i r q u e está inspirada en buen sentido. A un yiniqui, hombre avisado, q u 3 h i b í a ganado millones c(m las acciones que compraba, le pregunt ó un amigo suyo: «¿Cuándo las vuelves a vender?» Y aquél contestó: « X o la.s vendo nunca. Me v a muy bien guardándolas.» Aquí está todo el secreto. Colocar el dinero: no jugárselo. Y o compro valores, los guardo y no (juiero v o l v e r a acordarme de ellos. Como si no los tuviera; nada más que para cobrar el dividendo, de lo que se cuida el mismo banquero. Si empezara a revenderlos, y a sería una especulación. L o que hago es invertir el dinero, no jugármelo. El j u ^ o es algo que debe evitarse a toda costa. —Magnífico... —Pase lo que pase, no quiero depender el resto de mis días de lacajas de Beneficencua, como les sucede a tantas otras al final de su carrera. Porque aunque se tomen todas las precauciones, el dinero se v a con una rapidez asombrosa. L a mayoría de las estrellas pagam o s al Gobierno el 50 por 100 de nuestros ingresos, en concepto de impuesto sobre el salario; amén de otras contribuciones. L u e g o vienen los gastos corrientes... — H á b l e m e usted de esto, Joan. Do» e x p r e s i o n e s de Joan Crawford, una de laa actrí-

ce» actuales de más profunda y íurbadora f e m i n i d a d , de -•-ii<iibilidad mas aguda y rica

en matices y recurso»...

— Y a iba a hacerlo. —O. K.

—Algunas estrellas mantienen tres o ^^^^^^ ^ ayudar a personas de ,

...

•' ,

,

^u fanulia. El caso de L o r e t a Y o u n g ,

por ejemplo. Nunca faltan sobrinas o sobrinos que tienen necesidad de concluir sus estudios en Y a l e o en o t i a parte. El consabido pariente pobre. Y las iustituciones benéficas, a las que no hay forma de r ^ a t e a r nuestra ayuda. Sin olvidar la Caja de Socorros de la Hermandad cinematográfica. Y así continúa la lista hasta el infinito. Me han criticado muchas vecas porque no doy tantas recepciones como otros miembros de la colonia del film. L a razón es muy sencilla. N o tengo tantos medios como ellos. Las soirées, recepciones y fiestas cuestan un dineral. Es tan extensa la red de mis amistades, que no podría organizar nada sin invitar masas de gente; y esto, aun haciéndolo en un plan muy modesto, resulta carísimo. Organizar una recepción significa contratar un ejército de criados y «extras». Esto quiere decir, también, que terminada la fiesta comjrobaríamos en el mobiiario una cantidad inacabable de desperfectos. ^" que habrán desaparecido algunos objetos de los que tenemos en m a y o i estima. —¿Es posible? — A f i r m o esto porque así me ha sucedido; no porque se lo haya oído contar a nadie. —Pintoresco. —Efectivamente. Pero desagradable. H a c e poco tiempo recibí eu mi casa a veintitrés amigos. Estaba convencida de q u e tenía un servicio de plata para recibir a un número tres veces m a y o r . Pues bien: al detallar minuciosamente la organización de la comida, comprobé que solamente tenía diez y ocho cubiertos. Los demás habían desaparecid o «misteriosamente». Tuv e que comprar más plata. H u b e d e buscarla, como es lógico, igual a la que tenía. Y p a r a d l o hay quí» pu^^ar n! precio qu. quieren I - - rrovc'^'i'^rn'. — ¿ E n rosmutii, Jnan? — N a d a m a » . E.~a o« mi vida. — ¿ Y de amor, Joan? ¿ N o quiere usted que hablemos de aste tema? —¿Porqué no? Insisto en lo de «la carrera». Si no v u e l v o a casarme otra v e z , es porque no lo necesito. ( I n v i t o a los lectores—no a las leí'toras— que se fijen en esta observación.) —Pero... — M e casaré cuando rae plazca; cuando crea haber encontraílo al hombre que podría hacerme feliz. ( I n v i t o a las lectoras que se fijen en esta observación. Y a los lectores, a que se olviden de la anterior.) Joan termina: —Entonces, ni mi profesión «ni cosa alguna» podrá oponerse a que dé semejante paso, si lo estimo conveniente. (Esto últjmo se lo brindiunos a las etenias muchachitíis de hoy, llenas de pusilanimidad; a esas muchachitas que, como alguien dijo, son incai)aces de «arriesgarse a perder—por un hombre—el último tranvía»"). LUIS D E A L D A O L A


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Xo eiiyi "laros, leclores, por esla ÜPiiiostracióii de cariño. Aparente^ iiiente, una pareja solitaria y goxosa se abandona al éxtasis de la felicidad i-onseguida. Pero os muy oira la realidad. Observad que hay diferencia acusada entre las edades de ella y él. llamón, hombre maduro, se siente orgulloso -eso sí <le ver abandonado en sus hra/.os un cuerpo juvenil, tal ve/, nu niaiicilladu todavía. Carinen tiembla y ríe; pero es de pasión y deseo. ('.iiiiq>reude (pie enerva al yuapu aventurero, curtido en las lides ¡pilanles y plateado condecorado -por la experiencia... Xo piensa que es "otra más'"...

Las mujeres más refinadas suelen enamorarse de hombres totaímenle distintos. Y en el fuerte contraste de sus espíritus, de sus gustos y hasta de su educación, encuentran la fibra emocional que las enloquece y que llega casi siempre a envilecerlas. Tal es el caso que aquí exhlbinio.s. Carole ha puesto una absurda ilusión en (ieorge, bailar n pagado de sí niisiiiu, incapaz de conceder a las mujeres un átomo de sinceridad. Les da, si acaso, el placer, y para eso eomo el que hace un esfuerzo impagable. Klla, torturada de ilusión, no puede ya resistir ni la estudiada mirada de él, materialista y einieo...

CLArDErrE (;«ilbeut-iien

lyox

Esta postura, que pan>ce incóiiiuda. es el abierto paraíso de dos seres jóvenes y refinados que llevan camino de ser el uno para el otro. El se alKtca sobre su amada sin prisas, saboreando intensamente el espeí^ lúculo maravilloso del bien ofrecido. Cna mano de ella le contiene dulceiiicnfe sin necesidad, porque .sabe que es un hombre que no tomaría nada por la fuerza. El iiislanie es l»ello y sabroso, como las frutas en sazón. No hay nada aún sino la coiilcniplacióii cautelosa de la flor encendida, y, no obstante, el espectáculo de la pareja nos conturba...

JOAN BEXXETT-FORTIJXIO BOXANOVA Observad la garra de este galán espai'iol, trasplantado a Xorlcamérica, que atrae hacia la boca, ávida de frutos sabrosos, la fina molla del hombro de Joan. Asi sólo se puedo desear en España, ilonde el alimento es fuerte y el sol espirituoso, como un licor dorado que se infiltra en las venas e inflama la sangre. La rubia Bennett le observa, sorprendida. jXo es nmla hallarse en los brazos nervudos de un don Juan de la tierra de Manara y de Tenorio! IVro a nosotros, tríos espectadores de este beso espectacular, nos parece Bonanova preocupado, demasiado preocupado...


Xo puede darse un beso de más ajuste. X¡ de más presión, ni de más... impre>ión. Kl leniperainenlo de Miriam hace achicarse—y no es para menos —al ajetreado "chansonnier" Mauriée. El piensa que no es Adonis redivivo, ni sicjuiera su caricatura. Y tiene cuajo de preguntarse, mientras su dulce verdugo le incrusta la barbilla y le sorbe el labio superior sujetándole bien la cabeza, para que no oscile, como hacen los peluqueros mal educados: "¿Pero tiué las doy?" Tienes razón, simpático Maurice. Algo debes de darlas. Y para »aÜr de dudas, consulta a tu administrador...

M A K Y A S T O R - A D O L P H E MENJOU El contraste es aqui tan duro, que no sabemos al pronto si se trata, en efecto, de una pareja amorosa o de una pareja familiar. Luego, sí, ya nos fijamos en detalles y adivinamos el momento íntimo que a nuestra inveterada ctiriosidad se ofrece: Mary, ilusionada en secreto por Adolphe, treinta años más viejo, acaba de recibir su confesión inesperada: "Te amo, Mary. Perdóname el egoísmo de querer sacrificar tu juventud; pero te amo." Y el maduro galanteador se inclina a buscar el perfume de los cabellos de oro pálido, sobre los que tan biea sentaría la toca nupcial...

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aiAWFORl»-NILS ASTHER

Siempre es impresionante la primera entrada en el domicilio del hombre que hace flaquear la voluntad de las bellas con la enigmática expresión de sus ojos verdes. Esta primera cita a domicilio—el galán no se priva de nada—tiene que asustar a la seilora o scilorita, sin remedio. Trasponer los umbrales del pecado no es grano de anís. Ved el gesto casi airado de la dama, que no consigue afear sus facciones. (¡Oh, eso nunca!) \its. acostumbrado a estos súbitos escrúpulos, comienza a quitarle el lujoso abriqo. resigiiadamente. Mailana será otro dia...

K A Y FRANCIS-LESLIE H O W A R D Hay personas que llevan sobre sí el anuncio gratuito de su bondad. Leslie no puede ser sino im hombre bueno, que apechuga eop los desdenes de la vida y que toma demasiado en serio las cuestione*! de faldas. A este muchacho rubio y amable le confiaríamos una hermana nucí^ira... que no fuera tan guapa como Kay; todo hay quo decirlo. Porque de puro buen chico, le iba a costar una enlerinetlad declararse a ella. Eso!« párpados vencidos nos conmueven. Ese beso pensado hasta la obsesión, y que no se atreven a dar los labios, nos agobia...


CIFESQ LA

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POR LA ESTRELLA

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M raza amarilla ha sido enrar- ¡ nada « n el rinenia por Anna May | \ \ onp, IM rhinita a quien «odas las j galas de Orcidente no logran bo- ¡ rrar su personalidad profunda-¿ mente oriental i

A generosidad del cinema no tiene comparación posible con J la de ningún otro arte. L a vida misma os ipiien se encarga de poner y creai- ¡nfrancpiealdes barreras hechas de atávicos odios. Las razas humanas son las prini;ipales creadoras. El peligro amarillo y la protesta negra, que se extiende en la ictualid.id desde el barrio de I l a r l e m hasta el mundo etiope, es una imeva manifestación de que las razas luchan entre sí sin llegar a un posible acuerdo, ni tan sólo a una tregua. El cinema, la más moderna de las artes, sin reparar en esos odios que halló creados, reime, con una despreocupación muy siglo XX, una fusión de actores y actrices <iue por el hecho de

1.a s o n r i s a de la b a i l a r i n a Jenny Le Gorn, s í m b o l o f e m e n i n o d e la : raxM n e g r a e n el a r t e d e la p a n - :

talla

i


Gertrudis Mirhael, la maravillosa actriz, símbolo de la raza blanca en ia pantalla y encarnación de todas las gracias de Occidente

serlo, y llevando como único abolengo sus aptitudes, no hay quien observe ni analice el color ni el rasgo etnográfico de su rostro y de su naturaleza. L a faz amarilla, o sea el Oriente, ha tenido en el cinema su representación femenina con la figura de A n n a May W o n g , la eterna chinita que un día apareció en El ladrón de Bagdad como quimérica danzarina de un cuento de Las mü y una nuches, como ídolo de bronce, como mujercita de un Oriente legendario. Y desde entonces, desde esta fecha y a muy lejana, A i m a May W o n g ha estado asomando constantemente al lienzo su rostro enigmático de asiática en expresiva inexpresión, su arte de antigua escuela nipona. Anna May W o n g ha tenido una doble personalidad en su carrera. El alma, su alma femenina de mujer moderna, ha tenido, indudablemente, mucho mas de americana que de oriental. Su arte, sea en el viejo o en el nuevo mundo, ha 1

mantenido siempre la depura<la tendencia exótica que sin alteración alguna le ba imprimido la actriz. Anna May W o n g es el símbolo del mundo amarillo, que ha encontrado en la farsa del celuloide abiertas sus puertas de par en par. Los negros, otra raza, la más despreciada de cuantas pisaron la corteza de nuestro planeta, han visto en el lente reflejadas sus marfileñas risas con destellos de blancura, lian visto como lo frivolo de su arte, y la cadenciosa armonía de sus voces, junto a la melódica disonancia de sus instrumentos, invadía el cinema, logiando con atpiel inolvidable Hallellujah de K i n g Vidor ima litúrgica exaltación de su raza. Los feroces odios que ante el color siente el trópico han sido también burlados por el cinema. Las bailarinas negras son hoy codiciadas por la perfecta línea de sus cuerpos maravillosos, y el bovino aspecto de su rostro;

adquiere, al cinematografiarlo, rudezas de contrastefotográfico interesantes en extremo. Jenny L e G o m , bailarina negra con ribetes de actriz, es otro exponente femenino que dará al lienzo la gloria del rostro negro. Comienza a través de la danza en actitudes que huyen de aquella tendencia implantada por la Baker, la negrita que dio a las candilejas y a los focos de luz una muestra de su enervante y loco ritmo, la que puede vanagloriarse de ser la instauradora del dinamismo en el baile exótico. Jenny L e G o m es mucho más negra que la Baker, y no pretende disimular sus rasgos característicos de negra bonita, sino que valientemente triunfa por su hechizo africano. Las razas ante el cinema no constituyen ni problema ni lucha. L a misma mujer blanca, esa mujer rubia aparatosamente rubia, casi aureolada por un quimérico y absurdo atractivo, pretende orientalizarse con sus maquillajes dando oblicuidad a sus ojos. Así, vemos pasar por el lienzo gran profusión de bellezas, a lo Silvia Sydney, a lo Merle Oberón, Gertrude Lawrence, Jeán P a r k e r , E v e l y n Venable, M i m a L o y . Rostros que cuando sonríen adquieren rasgos de asiática felinidad, ojos almendrados que se dibujan como un trazo al carbón hacia las sienes. Mientras los labios <le todas las estrellas cinematográficas, al estandardizarse por su nueva forma moderna, se convierten en bocas protuberantes, anchas, sonrisas paralelas a las otras, iguales a las (jue asoman entre el rostro negro como collares de marfil. llawaianos, esquimales, zelandeses, hindúes, sajones, pieles rojas, africanos, latinos, eslavos, a todas las razas tiende el cinema sus brazos. Para todos tiene el objetivo la misma potencia, encerrando en su generosidad todo cl costumbrismo y aspecto general en las razas del mundo. Sólo por esa ami^litud de miras, por esta ausencia total de convencionalismos, deberíamos elogiar el cinema como la más bella y la más noble de las modernas artes. Razas y cinema, una sociología visionada, de estética, humanidad, y barreras franqueadas en las imágenes de luz. CECILIA A . M A N T T A


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or n _ V o{ u i^tad

1.1 p n p . - l .1.- W i llidiii l l c d i c y . i-vtw-IriK'dir «le la (iriiiicrn l o i - o n i o í o r a i-fi«•(I/. lo h a c e ol inK**iil)-i'o <|ii** Lond r e s la ei>|>ió liiicr Sf-i-nta añon

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O N e x c e s i v a frecuencia, ir al cine viene a ser contemplar, después de varias peripe>."ias, el primor plano de un hombre casi siempre moreno y una mujer (¡asi siempre rubia, que cambian un beso muy larg o mientras suena una música lejana, si es una comedia cinematográfica; próxima y triunfal, si es una opereta. Casi siempre el mismo hilo: dos (|ue se encuentran y que sólo llegan a reunirse después de que la suerte les cruce por medio gangsters, negocios sucios, traiciones, guerras, apariencias engañosas... D e v e z en cuando vemos films que se diferenciaban en algo de todos los demés, no por su té(mica, sino por su contenido. Firan casi siempre peliculaíi cuya emoción principal fuera y a de la trama amorosa era, por ejemplo, la guerra. L o que casi nunca se ha visto, aparte de en los documentales, es la película cuyo n e m o sea el trabajo, donde su protagonista sea el trabajo mismo, y el hombre, su comparsa. Películas en que las articulaciones de miembros de acero toman el lugar de las y)iernas de seda tendidas en camas turcas, trampolín de oficiales dispuestos a entregar los planos a IB mujer fatal que obedece órdenes de la nación enemiga. Películas en (pie el hombre, en vez de abrazarse a la muier-aiK'cdota, se abrace al símbolo frío de la máquina. Una [telícula de este orden acaba de realizarse en Alemania, y la casualidad me brinda

las primicias de unas forografías de este film, titulado La bestia de acero, cuya primera vedette es la locomotora.

IM bestia de acero se acaba de filmar con m o t i v o de celebrarse ahora el centenario de los ferrocarriles alemanes. W a l t e r Zielke ha dicho: «Quiero filmar el alma del ferrocarnl. y para ello se ató a los topes delanteros de ios trenes en lenta marcha, se acurrucó encima de las ruedas chispeantes, v i v i ó la dura convivencia ígnea de las cadenas jadeantes... Con un tren especial, laboratorio y estudio rodante, fué en busca de las sensaciones de aquel mundo de hierros estremecidos. Se introdujo en los hospitales donde aquellas bestias humeantes curan terribles heridas. N o desdeñó, naturalmente, las escenas de la infancia de estos colosos de ahora, resucitando sus primeros pasos lentos en manos de mi-

neros y de extraños conductores con chistera, encajes y chale^íos bordados. También La bestia de acero es una película (ie amor, de hombres enamorados. L a n o v i a es la locomotora, símbolo de aquel otro amor menos voluptuoso, pero profundo, que siente el hombre por las obras de su inteligencia. A m o r creador, al otro lado del amor procreador. U n film de máquinas, de no ser ruso, tenía que ser alemán. Alemania significa, al otro lado del marxismo, la energética heroína y auténticamente proletaria. Un film de máquinas hubiera sido el sueño de W a l t W i t h m a n , el (¡antor de las trepidaciones que también forman un poema para el corazón... H a y que señalar su presencia con el índice de lo extrordinario. Y con el respiro de un alto en el camino de la inonotonia.

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. A mí no me gustan los flamencos, ni las juergas, ni los estropicios de taberna. Pero, ¿sabe usted la alegría que hay en un «chato» de Montilla o en una jarrita de vino sanluqueño?»...—dice la gentilísima Anlnñita Colomé

—-Me he equivtwado, A n t o ñ i t a . Y es que la he visto a usted con su trapío de mujer elegante, con su pelo rubio, fumando kedives... Es usted ima mujer de tipo internacional, que no se a.susta al oír el taponazo del champán mixtificado de las películas, y que posee en los salones esa distinción y empaque de las damas de palacio, l'ara un dúo de amor necesita usted el galán de película de cabeza de chorlito y chistera, y no el gitano de casaquilla de alamares. Y en v e z de la silla sucia de carbonilla de la fragua, el taburete del bar. —¡Eh, poca biüla, que está el techo bajo! —arguye .\ntoñita Colomé, jjaseando sus grandes ojos por la sala—. Y o soy una mujer moderna. M e gusta el janz-band, el cotel, el flirt, los buenos trajes^—^aunque y o pague la factura—, el camping... O e o que a la mujer no le hac;e daño tener talento, ni le perjudica ser audaz. Hasta m e parece interesante un poco la extravagancia. S o y rxmy actual, y creo que hemos ganado en alegría y confort. Pero en los sentimientos soy «tmtiquísima». En eso no hay modas para m í . M e v o y hacia donde m e empuja el corazón, sin mirar para atrás. ¿Cree usted que se puede cambiar de (iariño como de vestido? Esas parejas de cine de H o l l y w o o d que se casan «por la publici<lad», me recuerdan la copla:

dep^ndié/Ma de un <^cóhiiao»' aice

ANTOÑI I A COLOMÉ I

y o la culpa de haber nacido en la calle de la Pureza, en Triana, y de que me hayan bautizado en la misma pila que a todos los gitanillos de la Cava? ¿ P o r qué no me han de gustar a mi la bata de lunares, la peineta de teja, la mantilla de blí>nda.s, la flor pegada al añadió, el rasgueo de la guitíura y la marchoseria de un cañi renegrío, que wc diga muy bajito, para darme achares: KNOO

Tu n<rvio se va de maja^; que 65 mwho novio tu novio, porque tu novio se «raja» ruando le hablas de casorio...

«(^uisíeiFrMr dependienta de «colmao», para repartir a los hombres, en los vala a l e g r í a d e m i tierra...»

Kres como la alcarrasa, que colgó de la pared en la puerta de tu casa, sirve pa quitó la sed a to el amigo que pasa.


.08. Porque de pronto, por el milagro del mosto, o y e usted a un .ir' t<]uiano una palabra que lo deja frío. —^Olart», un crédito congelado. A l g i m o que no quiere pagar. —¡Ay!—suspira la artista—. Y o llevo dentro ima niña. — ¡ P o r Dios, Antoñita! —Sí, señor. Una (chiquilla alegre y sentimental, que sueña con su tierra y que hubiera querido v i v i r de lo <pie soy: de gitana. Porque hay veces que me bullen unas cosas en la cabeza... Y no le digo a usted nada cuando oigo el rasgueo de una guitarra. Pintonees me salta el corazón como un pájaro, empiezo a m o v e r m e sin saber por qué, miro a un lado y a otro como si me llamaran de todas partes, y rae entra una alegria loca... Porque a nú, y a se lo he dicho, me gusta el ootel, y el /íirt, el champán, el kool en los ojos y el rouge en los labios. Y o me pirro por un traje hecho por Madame, y comprendo que no .se puede gastar la bata de cola de pato, porque ni eso v a con nuestra época, ni es práctico, ni a todas las mujeres nos favorece. N o se puede acusar de lo típico. Pero creo que está en lo cierto el hombre dichoso que agarrado a su guitarra canta para los demás, o i)arti él sólito, aquello de: Yo, con mi jaca oTrianera». y cuatro copas de vino, cien duros en la cartera, y Carmen, la del moliru), ¡ me rio de Kspaña entera! Y A n t o ñ i t a se .separa (h; uo.sotros, da unos pasos inenuditos, y .se marcha, para regre.-ar enseguida, trayendo en sus brazos, con cuidados y mimos de mocita enamoradii. una guitarra. Mete sus dedos en las claviMí?.. v antes de iniciar una fal.^eta, arguye', haciendo 'in mohín: — A lu ¿uitamioiuo que a mi. i.'uaudü está floja, no canta.

JULIO H(.)MAx\Ü — D e no haber sido artista de cine, ¿qut profesión le hubiera gustado elegir?- -pieg i m t o a la notable intérprete de Crisis w»«ndial y El negro que tenia el alma blanca. . — M e gustaría ser dependienta de colmao —^responde Antoñita Colomé—. ¡ N o haga usted gestos, hombre! Ese es un oficio corto y sabroso, que nadie sabe la importancia que tiene. — P e r o sería «peligroso», Antoñita, un vaso de manzanilla o de moriles, servido por esas manos. Las puñaladas de las coplas iban a ser realidad en el colmao, que habría que declarar en estado de alarnm permanente. N o se deben juntar dos fuegos: usted y el vino. — X o es eso. Usted se queda muy atrá.-. A mí no me gustan los flamencos, ni las juergas ni los estropicios de taberna. Pero, ¿sabe usted la alegría qjuc hay en un «chato» de Montüla o en una jarrita de v i n o sanluqueño? ¿ X o ha dado usted el paso atrás junto ti mostrador de nn colmao, llevando en la mano una caña de manzanilla? ¿ X o ha mirado el vaso al trasluz y no le ha temblado el pulso antes de beber? ¿ N o ha entrado en el colmao, a esa hora en que no se sabe si dar las buenas tardes o las buenas noches (cuando y a está usted harto de cavilar todo el día en esto y en lo o t r o ) , a tomar un sorbo de solera que le quite la murria del día? —No. —Pues si no ha hecho eso, es usted un infeliz y un hombre que está perdiendo lastimosamente el tiempo. Y A n t o ñ i t a Colomé dibuja en el aire con sus dedos finísimos así como.una rúbrica, para darle más autoridad a sus palabras. — P o r eso y o (pusiera ser dependienta de colmao, para repartir entre los hombres la a\< gría de m i tierra en los vasos, y enscr • beber a los novatos y oír las sentencias de los vete-

Anloiiita (.olonu-. nu i % niuileriia, muy partidaria del ccnk-tailu. del «jazz, y del «llirt». sabe ser, al mihmo tiempo, una gran apasionada de lo típiro de su Se» illa. «,;.\o ha mirado el vino al trasluz y no le ha temblado el puUo antes de b e b e r N . dice la estrella española

«Vo. siendo dependienta de un «colmao», enseñaría a beber a los novatos», dice Antoñita Colóme, mientras saca del b a r r i ! unos de ino...

«rhaloH.


LA « E X T R A »

ESPERA...

Por FEDERICO RIBAS Mientras llega el momento de que el director la reciba, la *extra» — bonita, veinte años *y una sed de ilusiones infinita»—contempla la animación y el trabajo del Estudio, Y a través de aquellas otras muchachas que trabajan ya, ella se ve a sí misma: se ve contratada, actuando ante la cámara en un trabajo que primero es humilde, pero que después—¡quién sabe!—traerá consigo el triunfo y la gloria... Es el sueño apasionado y silencioso de la rextra», mientras llega el momento de que el director la reciba...


LORETTA Y O U N G R A L P H FORRES Una simpatía irresistible emana de esta pareja. Parecen los dos esos modelos que se eligen para las fotografías de postal "standard" de felicitación. Lo decimos por 1 o que tienen de perfección y de ejemplo ambos. Loretta sonríe anchamente con la boca y dulcemente con los ojos. R a l p h , a pesar de su nombre de diácono, no es un soldado de los que se van a la guerra. ¡Cómo nos miran los muy tunos! Es que, la verdad, nos estamos entrenando en la indiserección y no nos d a mos cuenta del proverbio anónimo que dice: "El undécimo, no estorbar".,.

MARIE RELl^P. RICIIARD-WILLM - » El instinto maternal es en algunas mujeres tan vivo e imperioso, que lo aplican y descubren sin venir a cuento, en ocasiones que nada tienen que ver con el amor de madres a hijos. Tal este momento, que ha recogido la cámara con curiosa fidelidad: Marie no es una mujer muy joven, desde luego; pero tampoco lo suficientemente madura para que se permita acariciar a Itichard como si fuera su "liebé". El gesto y la actitud no son los de una esposa o de una amante. Son los de una mamá guapa'que acaricia mimosamente al rorro y le dice, eon el dedo en la boca: "j Ajilo al nene'"... _

IMPERIO

ARGE.VnNA TONY

D'ALliY

Amor con guitarra uo es lato de todos los dias. Pero mperio y Tony han hecho hoy un extraordinario, y aquí están, dispuestos a rasguear lo imposible. Imperio, eon gorro y vihur^ la, está linda y gentil todavía; a otra hahria que matarla. Tony, eon su cara de "castigador" de la Coupole parisina, no creemos que vaya a cantar ópera flamenca! (¡Manes d e l arrojado Vrdrines!) .\unque, para que la pareja tuviera armonía, debiera ser asi. Pero no. Tony es un m u chaehote que no pierde el tiempo de manera tan feroz. El algo busca.

M A U R E E N O'SULLIVAN JOHNNY W E I S S M U L L E R

[

El amor en la selva virgen tiene sus inconvenientes, cierto; pero también sus ventajas. En primer lugar, no hay "cotillas": después, el clima permite ir todo lo fresco que se quiera; en fin, las molestias urbanas son nulas y los prejuicios morales no existen. Maureen y Johnny viven con una confianza sin limites en si mismos, aunque no en las fieras, que molestan casi tanto como los guardias de la circulación; su pasión en lii»ertud ha excluido tudas las preocupaciones (lue aquejan a los novios que buscan los rincones de los parques públicos para decirse y hacerse las mil y una tonterías del catálogo amoroso 1935-36...

El, desde luego, no se M de vaefo. Y ella será la que toque las consecuencias^.



•I


tiRETA

(ÍAHRO-MELWYX DOUGLAS

Comprendemos que lodo galán de la enigmática (>reia, que es una encantadora Lom|iañcra, por cierto, se sienta cohibido en sus brazos. \ crie lan próximo a la mujer que más pasiones ha despertado en el mundo con solas su sombra o su efigie; recibir su aliento, per^^ÍÉÉM cibir su perfume, tentar su cuerpo felino y acaso probar ía ^^^^^^H ambrosía de su boca experla, todo eso supone, aunque en ficción, un privilegio consumado eapaz de ^^^^^^^H anonadar a cualquiera. Hay en Greta algo ^^^^B superior, que emana de su poderosa personalidad. Aun aparentemente vencida, domina y se impone. .Melwyn será — se adivina sin esfuerzo— lo que ella JI^^^^^^^BHÍ^^^^I^^^A l l

^t^^^^^^

DOLORES DEL R I O PAT O'BRIEN Frente a frente. El y ella se desafían en silencio. Difícil es predecir quién ganará la batalla en que se enfrentan dos voluntades no dispuestas a capitular sin honrosas condiciones. Dolores, ardiente y fasi'inadora, enarca su garganta, que parece tallada a buril, y cierra sus labios, rojos y gruesos como una fruta pulposa del trópico; su extraña belleza, sus facciones de contorno audaz, sus ojos y sus cabellos, negros como el velo de la noche, impresionan a Pat, le dejan absorto; pero él sabe contenerse. Es un hombre. Y' toda la arrogancia de la mujer se derretirá lentamente, como la cera...

A \ \ DVORAK GEORGE B R E \ T k ^HBK0^^^^^^^^^^^ ILiy parejitas amorosas cu^^^^rw^^^^^^^^^ espectáculo, lejos de produ^ ^ ^ ^ ^ ^ cir enojo, quisiera uno prolongar lodo lo posible. Ann y George forman una pareja así. Una bella pareja de jóvenes enamorados. Un dúo feliz que vive en un mundo aparte, y al que no interesa nada que no entre en el radío de su dicha. Y conste que esto no puede ser denominado egoísmo. Esto es amor, simplemente. Vedlos: se quieren con toda su juventud milagrosa; en ella hay delirio de ternuras; en él, la serenidad suprema de amar y saberse a m a do. Dejémosles. La vida es demasiado pequeña para contener tanta felicidad... CLAUDETTE

COLBERT-FREDRIC MARCH

1^ exquisita feminidad de Claudette rima bien con la maseulinidad seria, fina y cautelosa de Fredric. Ella es una mujer de decisiones espontáneas, que sólo atiende los dictados de su gusto y que hace aiualde la vida en derre<lor. El es un soñador en el fondo, quizá un poeta malogrado, que sabe dar a las mujeres un tralo suave y eficaz, sin forzar nunca las situaciones; pero también sin descuidar cl objetivo deseado, ni perder de vista la reacción amorosa de su pareja. Quizá sea Fredric un hombre más peligroso que otros de aparente donjuanismo. Porque él posee un arma certera: la inteligencia. ¡Cuidado, Claudette!..


DOROTHY T R E E - L Y L E TABOT Esta Dorothy de las guedejas rubias y ios ojos casi garzos pasa por un momento tal vez decisivo en su vida. Sobre su hombro mórbido y tentador, cuyo hechizo acentúa la casi total desnudez en que deja su cuerpo el escueto "maillot", siente el peso egoísta del galán, cuyo gesto revela la característica fanfarronería inocente del que se cree—equivocadamente las más de las veces—demasiado dueño de algo y cree que lo tiene porque no puede ni debe ser sino suyo. Sentados frente a la piscina, viven unos minutos di> adelanto de su existencia matrimonial, tal vez muy próxima. El "maillot" pone una nota de intimidad, quizá excesiva, al cuadro. Porque ni ella ni él son émulos de Tarzán y su compañera, y no se encuentran a gusto del todo con tan leve ropaje...

4 YDA LUPIXO-BUSTER OIABBE No se sabe bien lo bueno y lo bello que es reír. Lo que puede hermosear una franca risa, lo que ennoblece, lo qne ahuyenta las enfermedades. Y cuando la risa se produce a dúo, parece como si se detuviera el propio curso de las miserias cotidianas, un poco corridas y ofendidas otro poco. Yda y Buster están, cierto, en la edad de reír. Pero son, por naturaleza, dos muchachos alegres, sanos de cuerpo y espíritu, que ven con facilidad el lado cómico de la vida. Y' el amor no les pone tristes, ni les inquieta, ni acaso les produce emoción. Eliminando lo dramático de nuestra picara farsa, han encontrado, sencillamente, la verdad... ^

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A N N H A R D I N G - J O H N ROLES

HELEN H A Y E S - G A R Y COOPER

Sencillamente envidiable la suerte de este hombre, acariciado con maternal ternura por la mujer amada. ( O , por lo menos, merecedora de que se la ame.) Los q u e estamos faltos de ese cariño de madre, que compendia todos los sentimientos y es capaz de los m a yores sacrificios, podemos hallar un dulce consuelo en caricias así, inspiradas por un amor desinteresado. Es deliciosamenie sublime esa mano femenina—fina, ingrávida, monjil—cuyos dedos cierran amorosamente la boca de John como a niño a quien se ruega, entre mimos, que calle. Y esos cabellos, casi blancos, que a ella le hacen parecer más madre que novia o que esposa; más mujer, en fin...

Dos distintas maneras de despedirse. Ella, sin poder reprimir su agudo dolor de mujer que no sabe si volverá a besar el rostro del hombre más a m a do, y él c«n esa sutil ironía de quien está acostumbrado a los reveses del mundo, ya de regreso de todas las cosas. Es maravilloso—^y real—el contraste que Helén y Gary forman ante nuestros ojos. Pero no sabemos cuál de las dos actitudes nos conmueve, nos llega más. Hay una enorme sinceridad en ambas. Y, no obstante, la de él por lo que tiene de terrible—y serena—sonrisa, es la que nos impone más respeto y más emoción. Es una auténtica sonrisa de héroe...


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Qp^eirtlna


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¿Fieil? ¿Difícil?

Q

UE cómo se puede llegar a estrella del cine? « P o r todas partes se v a a R o m a » , se dice. También en el cine se llega, si no por todas partes, de muchas m a n e r a s , a condición de que haya «pasta» de artista, pers o n a l i d a d , una c o s a que dicen temperament o y no sé cuántas garambainas más. Se puede l l e g a r de muchas maneras, sí. P e r o aquí no se v a a tratar sino de la que está al alcance de cualquier mortal: las Agencies cinematográficas. P r e v i n i e n d o , de paso, contra ciertos camelísticos anuncios a t a r t o y tanto j o v e n iluso que imagina a H o l l y w o o d como im sol rubio de mediodía, muy alto, muy alto en cénit de gloria, y a los Elstudios de Madrid—o de Barcelona—^y aledaños, como pequeños soles al amanecer, punto

El director de la Agencia en el momento de entregar a unos «extras» su volante de trabajo y de acceso a los Rstudios

de partida para otros emjjeños más altos y cimeros. ¿Es fácil o es difícil llegar a ser estrella d e cine en España? / Anticipémonos a decir: menos difícil que * en la Meca del cinema, porque son menos los obstáculos que se interponen entre el que realmente tiene im «papel» que hacer en / ^ el cine y los timoneles que llevan la -SI nave. P e r o veamos, descubramos por dentro una «Agenci a cinematográfica»; una, no cualquiera, sino la más eficiente. Á Los aspirantes y la ficha.—-La que subía al automóvil.—La de los ojos en blanco Descubrámosla, sí, desde el punto de vista del espectador. E n la antesala, mucha gente C[ue espera. Niños, jóvenes y menas jóvenes. A q u í , una muchachita morena, fina y fotogénica; allí, una rubia alta y « gada; allá, un pollo adonisíaco; más cerca, de blondas tirabuzones... Un gesto de ansiedad en cada rostro. N o se preguntan si sirven, porque están persuadidos de ello. Deshojan la margarita de la incertidumbre preguntándose: «¿Trabajaré?» ¿ R e c o n o c e r t o mis méri-

tos? ¿Me acompañará la suerte?» P e r o de tantos jóvenes—mentes pobladas de ensueños e ilusiones—<iue pasan por esta salita, ¿cuántos quedarán arrumbados en la cuneta del camino por cada uno que logre destacar y llegar a la meta? D e esta salita pasan al despacho contiguo, una habitación tapizada de fotografías, llena de armarios y de ficheros... V a n entrando y exponen sus pretensiones. L a exposición es casi siempre la misma. P o c o más o menos, así: —Mire usted, y o salgo muy bien en las ^ fotografías... Soy fotogénico, ¿sabe? M e han dicho que tengo condiciones para el cine. Y v e n g o por si usted puede conseguir hacerme trabajar. Y o tengo ima gran afición. — M u y bien. Déme su foto y contésteme a las preguntas que v o y a hacerle. Las pregimtas que se le hacen son las que corresponden a un cuestionario en el que han de constar todas las cinninstancias del «aspirante» relacionadas con sus pretendidas condiciones cinematográficas. A veces... En una ocasión se le pregimtaba a una muchacha si practicaba algún deporte: tenis, natación, automóvil... —Sí, sí; automóvil—^repuisO v i v a m e n t e la señorita aludida. —¿Qué hace? ¿Conducir? — N o , señor; subir y bajar. Un documento para Otra v e z , el contrala historia del cinri la ficha de Mary del f i r m e n luz no le permitía al seMerino, la actual estrecretario de la oficina, lla, cuando nació « n ella que estaba haciendo la el deseo de actuar en la filiación de una mupantalla


hacha, advertir el color de sus ojos L e preguntó a ella misma: —'¿De qué color son sus ojos? —Blancos. —¿Blancos? —Si, señor—aseveró muy convencidamente, mientras con el dedo •¡e señalaba el globo ocular. La ficha se complementa con otros datos acerca del vestuario de lue dispone el aspirante, y con las observaciones particulares de quien lace la inscripción. ¡Ah! Y como la vanidad puede tanto en la mujer ¡ay!, en el hombre, junto a la edad «confesada» se indica la que realuente aparentan. N o vale después llamarse n engaño.

tado en la Cifesa. .Me ha visto un señor que debe ser algo asi como el «mandamás». Me ha dicho que tengo im tipo muy parecido a la Imperio .\rgentina, y que usted puede hacer que m e contraten. N o , no, desengáñeme; pero no me diga usted nada. Porque y o , perdóneme mi vanidad, si como mujer valgo, como artista tengo mucho pecho. ¿Qué quiere que le haga, reír o llorar?» « Y o , señorita, nada de eso», le dije. Pero ella se retiró a un rincón del despacho, se recogió el vuelo de la falda y v i n o hacia mi mesa marcándose xm zapateado... Cuando hubo terminado habló: « Y a le he hecho reír. Ahora v a a llorar usted.» Volvió ai mismo rincón, acentuó im gesto que quería ser desesperado y , entre ridículos af>f>aviento8, se puso a recitar: Nodie irágim, cido nuUado... Ahora fué cuando no pude contener una ruidosa carcajada. \MÍ eontnmaces "modestos" Los contumaces «modestos» son los que con poco se contentan. Este, que quiere comenzar interpretando un primer «papel». Aquél, que «reduce» su pretensión a ser director, así, de golpe y porrazo. Hubo un individuo... A la primera visita su aspiración era trabajar de «extra»; a la segunda, ser el protagonista; a la tercera...

1^ sala de espera de ana Agencia de conlralación de artistas para el film. Esperanzas, ílu•liones, sueños de glo-

Los niños prodigiosos

En este momento—presentes nosotros—entra una nena, de unos doce años, muy linda y muy viva—con sus largos tirabuzones, con su cartera de colegiala—, acompafiada de su madre. —'¿Qué es lo que quieres, rica? —Quiero ser artista de cine. —¿Tienes mucha afición? —¡Oh, sí!—exclama con entusiasmo. —'¿Qué artista te gustaría ser? —Lilián H a r v e y . Al decirlo agita su cabecilla de estampa vienesa, \' el vuelo de la faldita y el timbre de su v o z tienen una inefable cadencia de vals. —-¿Vienen muchos niños?—le pregunto al director. — N o vienen, los traen. En general, los padres sienten una verdadera chifladura por sus niños, y los traen aquí, los hacen bailar, recitar versos, repetir sus gracias... A veces—añade—, un verdadero martirio para los pequeñuelos. La rival de Imperio Argentina ElstábamoB hablando de... ¡ A h , siSDe las inscripciones. —Cuénteme algiin caso curioso, seÜpr director. —'¿Qué quiere que le diga? E n m i ficbero ni faltan los cojos, ni los jorobados, ni los tuertos, ni ^ente de color... Casos curiosos se presientan cada día. ¿Sabe usted quién estuvo ayer aqui? —¿Quién? — L a rival de Imperio Argentina. —¿Qué me dice? — L o que usted o y e . —¿Será guapa? —Es una mujer que tiene muy poco que agradecerle a la Naturaleza. —¿Entonces?

Allí, el encalcado de U l

— V i n o , y lo primero que dijo fué: « Y o quiero que me des-

miMn en la Agencia P'^f.^!** • ' " " I " ' » " *

engane usted.» «¿De qué, señorita?» «Mire usted. Y o he es-

u fii¡.ción de la aspirante

,^,

3.

,

medidas» para la eiac-

V


— - N o . Eiscasamente en un veinte por ciento, d e los que tampoco siempre se puede echar mano. —¿Qué suele cobrar im « e x t r a » en los Estudios españoles? —íiuince pesetas por l a j o m a d a de ocho horas, que se aumenta hasta veinticinco si han d e actuar en traje d e etiqueta. Además, por cada tres horas o frac<'ión tienen un plus de cinco j>esetas. Cuando el trabajo es intensivo, los «extras» ])ueden tener buenos i n g r e s o s . En cierta película hubo quien cobró, a razón de taJ tarifa, ochenta pesetas por ima sesión.

A la tercera d i j o : —^Veogo a recoger mi fotografía y a decirles que anulen mi fíciía. M e he convencido de qne no llegaré a ser actor, y que, c o m o he leído mucho de cine, puedo .ser d i r e c t o r . . . P o r d e pronto, nno muy bueno m e ha tomado de ayudante. V o l v i ó poco t i e m p o después: — M e han tomado el pelo—fueron sus primeras palabras—; pero y o , por el arte todo l o sacrifico... ¡Quiero llegar! D é m e trabajo, aunque sea de « e x t r a » . ¿Creerán que paró en esto? Pues no. Su ficha ha sido,otra ve?, anulada, |)orque ahora... — P o r q u e aliora—ha afirmado nuiy serio—• si que v o y a trabajar en firme de primer ayudante de dirección en una {>elicula que pnmto «vamos» a hacer.

-—¿Aqui, a la Agen<.'ia, recurrirán los directores para procurarse los «extras»? — Y las primeras figuras... ¿Qué cree usted? En nuestros ficheros figura la plana may o r d e las estrellas de <úne españolas, y d e ellos han salido artistas q u e actualmente .se ha1 an en pleno é x i t o . —¿Nombres? —-Anote usted: Mary del Cannen, Isal>elita Pradas, Lina Y e g r o s , L a l y Cadierno, Maruchi Fresno, V i l m a V i dal, Liichi Soto...

Seleeción y trabaje.— 6.000 fiehas.—Lo que cobran los ''extras'*. Del fichero de la .\geneia a la cabecera de las películas Casos curiosos—-no son los citados los más célebres—se repiten a cada m o m e n t o : es la salsa de un trabajo fatigoso, en que lo cotidiano es d e m a s i a d o prosaic(»... V a y a m o s a lo concreto, ¿no? Habíamos q u e d a d o en que la ficha estaba (completa. Viene aliora la clasificación: una de «figuración general» y otra d e «figuración seleccionada», otra de niños y otra de «madres», una de damas y otras de galanes, ima de característicos y otra de cómicos, gente vulgar—-porque no faltan galanes que son gañanes, ni inj genuas que son maritornes simples—y gente que sabe llevar un frar o un vestido de noche. Hasta el menor detalle se bu de tener en cuenta para, cuando llega el caso, podei ir a lo hcguro. A p a r t e los protag(mistas jirin(úpalas, para seleccionar el resto del personal que ha de inter^'enir en la película se da poco tiempo. Rl director que ha de rodar la película indica los elementos que necesita; se convocan inmediatamente, se hacen desfilar ante él o su ayudante, y mediante una contraseña convenida quedan admitidos o rechazados. L u e g o , segiin se van disponiendo las escenas, se ha de llamar—a veces con horas de anticipación—-a los que han de trabajar en cada una. Y no es cosa fácil, si se tiene en cuenta que en el fichero de esta Agencia-tipo figuran más de 6.000 inscritos, en su mayoría mujeres, ¡claro! —¿Puede decirme en qué proporción? —-El setenta por ciento de mujeres—dice el director—y el treinta por ciento de varimes. — ¿ T o d o s elementos aptos?

Arribat El gran momento ba llegado. La artista firma, con mano trémula por la emoción, su primer contrato...

Ea el círculoi Un empleado va recogiendo en la ficha de filiación las características de la aspirante. Todos los datos surgea de su boca rotundos, espontáneos, decisivos. Sólo al decir su edad titubea un poco».

El proceso de todos estos trámites y de todos estos requisitas d e muestra que entre nosotros el cinema no es y a aquella cosa « a la buena de Dios» que era antes, todo improvisación y aventura, sino que se está perfil an<lo ima organización, de la que, indudablemente, han de asperarse beneficios de consideración. T o d a s esas condiciones requeridas para .ser artista de la pantalla prueban también que no as actor o actriz quien (piiere, sino quien puede. Ñ o es común reunir todas esas condiciones, ni está al alcance de cualquiera la posesión de la fotogenia. Para los que sólo v e n el cinema desde fuera, dasde su latió espectacular y brillante, esto será, seguramente, un desencanto. Sin pensar, naturalmente, en que el trabajo en los Estudios as verdaderamente duro y que muchas vecas la gloria de la pantalla sólo >(• consigue con riesgo de la salud. Sin embaído, nada será, para el que sienta verdaderamente la vocación del cinema, un obstáculo. T o d a fatiga se dará por bien pasada, si al cabo de ella el triunfo cinematográfico espera, y el nombre, ahora en sombras, cobra de pronto un <Ua toda esa gloria espléndida de film. «Paris bien vale una misa». El cinema bien v a l e toda esa suerte de molestias y de esfuerzos.

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ELISSA L a n di ha pa8 a d o I ec i e n t e a en por Paris. l visita a las j o y e rías de R i v o l i . Una mirada romántica las Tullerías. Y a l macenes de modas. —I^a m e de la P a i x es maravillosa. Es lo mejor qne tienen ustedes. E^to le decía Elissa a los franceses. Y otras cosas. P o r ejerajilo, que está divorciada. Separaíla definitivamente del abogado .lohn Lawrence. — ¿ P o r qué, Elissa? — N o comprendíamos la v i d a de la misma forma. Ei amor, por otra parte, no resiste a ciertas p m e b a s . Y a renglón seguido se obscurece el gesto en la star de El signo de la Cruz. Reacciona ahora. Se levanta. L l e v a su vaso de whisky a la mesita donde reposa el sifón. ¡Chsssss! Un whisky. Dos whiskies. Tres whiskies. —Madame. Bebe usted demasiado. Madame sonríe. Tiene puesto un pijama maravilloso madame. I^os cabellos, más alborotados que de costumbre. Madame tiene un pelo precioso. Se lo han elogiado ya todos los inaguantables admiradores del Universo. ¡Oh, el pelo de Elissa Landi! Y ella, como si supiera lo q u e íbamos a esoribir, m e t e sus dedos e n t r e los cabellos.

j u ^ a con ellos, l e v a n t a o s u g i e r e rizos. T e r m i n a ynir ponerse d e pie. Se m i r a a un espejo enorme, allá al final del boiuloir. L a seda, en las torcaces de sus senos, levanta mil y una sensualidades. O t r o whisky. Sin soda. A h o r a ríe francamente. Y o no pregimto nada. P e r o m a d a m e se contesta a si misma: —Si; reñimos; reñimos definitivamente. Pero no a la manera yanqui. N o me he divorciado para continuar siendo tan amiga de un hombre que no supo hacerme feliz. N o le odio. T a m p o c o le quiero. ¿Indiferencia? T a m poco. Cuando se toca la felicidad con los dedos y se le escapa a una entre el pulgar y el índice, la tragedia pone ejemplo. A orillas del Pacífico todo el mundo .se divorcia para continuar v i v i e n d o marítalmente o algo por el estilo. —Madame no es partidaria de eso. —No. (¿Más whisky, madame? N o , gracias. U n cigarrillo.)

Madame, fumando, está deliciosa. M a d a m e sabe beber. Madame sabe m i rarse al espejo. Madame s a b e p o n e r s e sus pijamas. Madame sabe sonreír. Madame sabe fumu*. Si madame no supiera hacer t o d o eso— y muchas cosas más, madame no sería artista de cinema. U n a de las mejores artistas de cinema. P a r a un amigo mío—crítico de arte—, la mejor. P a r a mí—^ahora—, un m o t i v o de interviú, —^¿Por qué m a d a m e no es partidaria d e «aquello»? — P o r q u e no. ¿ V o l v e r é a casarme? T o d a v í a no se me ha ocurrido pensar seriamente en ello. Es posible que algiin día..., por tener hijos. — ¿ A madame le gustan los hijos? —Creo que sí. Los niños son una de mis debilidades, y considero que la mujer que no ha sido madre ignora la mitad de la v i d a , tanto en alegrías c o m o en tristezas. KUssa, escritora Sí. Efectivamente. Eilissa escribe novelas. Y poemas. íiuenas novelas y buenos poemas. P(irque Elissa era, antes que actriz de cinema, escritora. T o d a su v i d a soñó con llegar a ser una excelente novelista. —¿Está usted bien, madame?


—Yes. I am all rigth. —Eijtonces, ¿quiere usted explicarme eso? Otra somisa de la Landi. Otra bella sonrisa. T o d o es bello en madame. El cabello. Los ojos. L a boca. El cabello es seda, como el pijama, y rizo como caracoles. Los ojos, grandes, ligerísimamente oblicuos, dulces, azules. L a boca, aa& fruta cualquiera. Una fruta cualquiera exquisita. Bello cuerpo también el de madame. Y explica: — Y o llegué al teatro y , como consecuencia, al cine. Creí poder ser una novelista audaz, pero nunca una actriz acertada. (El misterio se complica.) —Adelante, madame. -Yes. Otra sonrisa. — L a casualidad lo hizo todo. ¡Oh, la casualidad! Ella resuelve todos los grandes problemas. Cosas que, de por sí, se nos antojan insolubles, intrincadas, ceden ante la casualidad. Una cosa oportuna, súbita, imprevista, deshace en cinco minutos mil proyectos y mil dificultades. L a casualidad me hizo novelista. Escribí una novel a c u y o s p r o t a g o n i s t a s v i v í a n e n el m e d i o t e a tral. Aquí, y a la casualidad cambia: v u e l v e a brotar con argumentos y trajes d i s t i n t o s . L a casualidad me hace actriz. El mimdillo de entre bastidores es rico en materia novelesca. Tras el telón, entre los camerinos. defilan muchos hechos pintoresco, personajes cargados de dramas o de pequeñas miserias. Para c o n s ^ u i r un guión perfecto y documentado de lo que y o proyectaba sobre mi novela tenía que inspirarme en el mismo ambiente de los escenarios. ¡Qué emoción la de aquellas bambalinas! Me contraté como comparsa. —Maravillosa comparsa, madame.

^

—Thank's. —Pero prosiga. L a he intemunpido. —Nada. T o do muy

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sencillo. Se fijaron e n mi. Me cont r a t aron, ofreciéndome u n papel grato. A c tué. Acerté. Eso es todo. L a casuali dad. N a d a más que la casualidad. •—Su belleza, madame; s u condiciones, madame. i A madame no le ' gusta el piropo. L e gusta 8imple|mente que le llamen madame. Eií Elstados Unidos han supriimdo y a el «homónimo» inglés; dicen, madame. —^¿Pero esto por qué? Elissa me explica. Europa acentúa c a d a día ima influencia singular en" Yanquilandia. IMS títulos aristocráticos, los chcüeawc, la galantería, abren y a un extenso círculo en t o m o a la mala educación yanqui, a

la prisa yanqui, a la goma de mascar que se sustituye por el té. Viena, París, SevUla pesan en el ambiente. E^o sí, los americanos interpretan Europa a su gusto. Media docena de palabras francesas; besar la mano a su dama de vez en cuando; cantar a la luz de la luna; vestir a los «toreadores» de mamarrachos, etc. —Pero los yanquis, madame, siguen sin quitarse el sombrero en los ascensores cuando en ellos sube una mujer. A Elissa le divierte mucho todo esto. Elissa es europea. Nació en Venecia, de madre italiana y padre austríaco. Se le a t r i b u y e equivoctidamente nacionalidad inglesa. Este error se debe a que toda su juventud transcurrió en Inglaterra. Allí se educó. Aprendió a decir—^y retener—: The time is money. L e y ó a Shakespeare. \ Escuchó a los oradores de H y d e Park. .Adquirió esa frialdad peculiar de lo británico. ' Esto último le ha valido ciertos reproches. ' Discretapornaturaleza, desaprueba los hallazgos estrepitosos, la publicidad escandalosa, los festejos en demasía. —En cierta ocasión llegué a insolentarme con un agente de publicidad que pretendía hacerme descendiente de cierta cabeza real. —Pierda cuidado, madame. N o inventaré nada. Madame me ofrece un cock-taü. En los bellos ojos de Elissa me parece ver unidas la fiebre italiana y la serenidad inglesa: doa espíritus, dos bensibilidadee en una misma y honda mirada de mujer.


Su vocación teatral Una carcajada imponente pone nervosismo en el ambiente. Las csu-cajadas de mujer dan ganas, como decía Montherlant, « d e ir a apagarlas a besos». Son risitas trémulas como cascabeles. — ¿ D e qué se ríe, madame? — ¿ M i vocación teatral? Graciosísimo. Y a empecé a explicarle antes cómo llegué al teatro, antesala del cinema. Acepté aquel papel que me ofrecían, considerando que y a estaba enterada del manejo de «las pequeñas tablas». A h o r a había necesidad de subir un poquito más, otear desde arriba. L a cosa era, por otra parte, muy halagadora. Encontré un éxito. U n é x i t o formidable. Llovieron las ofertas. Las rechacé todas. Pensaba en la literatura, nada más que en la literatura. H o y , y a v e o que de nada me sirve esto. Madame es modesta. Sus novelas y sus poemas han conseguido generales aplau sos de crítica y de público. T i e n e ima fina psicología. Y originalidad. H a b l a correctamente el francés, el italiano v el alemán; pero escribe sus cosas en inglés. " e es más familiar' •'• aplica. —M Elissa contrajo matrimonio con John Lawrence, un excelente abogado yanqui. Se divorció de él por razones que y a hemos expuesto. Podemos añadir algo más. Elissa es en extremo romántica. Conoció a John. Se enamoró perdidamente. A la semana estaban casados. « L o s matrimonios con prisas, sin tiempo para que los contrayentes puedan conocerse, dan siempre pésimos resultados», d i c e ella misma. John estaba demasiado ligado a su bufete de Ix)ndres. T a n t o trabajo le apartaba de Elissa, mujer amiga de cariño, de mimos, de amor, en una palabra. Aquello la desalentó. Ella, en cambio, estaba decidida a renunciar a su cine, a sus novelas, a su gloria. John no le pidió nunca eso. L o demás hizo el resto. (Lo demás, y a lo hemos explicado antes. Mejor dicho, nos lo ha explicado ( ? ) , a su manera, Elissa.) Elissa ha v e n i d o a Europa para actuar en Koenigsmark. El film en cuestión le preocupa grandemente. —¿Por q»ié esa preocupación? —Éxitos de Europa tienen hoy una gran resouaqcia en Califoroia.

H a c e años era lo eiu*opeo, para los cineastas yanquis, a l g o que contaba muy p o c o en el problema. Desde que la crisis ha convertido a Europa en uno d e los soportes indispensables d e l cinema yanqui, Eistados U n i d o s piensa, medita y obra sin precipitaciones. —^¿Ese é x o d o , entonces, de artistas yanquis a Ehiropa...? — A c a b o d e d a r l e la explicación. Ea la hora del almuerzo. Elissa no tiene ganas d e bajar al comedor. P i d e p o r teléfono algo muy breve. — ¡ P o c a comida, Elissa! —^¿Para qué más? N o l e invito a c o m e r , porque ustedes los españoles tienen fama de comer mucho y bien... —Madame...

LUIS DE A L D A O L A


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Argumento y dirección de José Sontugini. Música del maestro G i l Serrano. C o n Enrique del Campo y AntoRita Colomé, «Castrito», Romea, Ontañón y Pablo Alvarez Rubio.

3." SUPERPRODUCCIÓN DE LA

Según la célebre comedia de Amiches.

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Adaptación y dirección de Edgar Neville.

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lia

Según un argumento

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El hombre que sucedió a Valentino, sin querer imitarle. Sus amores con Oara Bow y Norma Talinadge.—Lucha y evolución de su arte.—^Ei don Juan de iloUywood.

A

raíz de la muerte de Valentino, todos sus infinitos partidarios quisieron encontrar, en su deseo de recordar al ídolo desaparecido para siempre, un sustituto capaz de atraer su devoción desde la pantalla. En H o l l y w o o d , día y noche, atentos a la actualidad Cíomercial,. ' l)uscaban pare<Mdos y semejanzas con Valentino. I'or un momento, debido a esa fiebre, se v i o rodccuio de atenciones y pr >posiciones tentadoras el entonces modesto actor, húngaro de origen, Ricardo Cortez, y fué obligado a filmar una película destinada a *Huddy», c(m la preocupación invencible de ofrecer a la cámara el 'ná.ximum de coincidencias faciales. Secretos emisarios salieron para Europa con la orden de acaparar im «doble» sensacional del bello R o d;>lfo. Cierto austricico, muchacho deportista que jamás había pensarlo en el cine, cobró c o m o un verdadero astro por unas pruebas—que luego no dieron el resultado apetecido —, gracias a su aspecto valentinesco. El tenor de opereta Elio Bado, de Gibraltar, que actuaba en Palladium de Londres, llegó a percibir la smna de quince libras esterlinas diarias por dejarse ammciar como pariente de R o d o l f o Valen•int», con quien se le confundía en la calle y en la escena. P e r o t o d o 'nútil. Pa.só el tiempo, sin hallar el «sosia» providencial, y y a no se Ijuscaba u n hombre semejante en el físico, sino im artista parecido en su arte siquiera. Y surgieron nuevos galanes que trmnfaban; pero rimguno llegaba a recordar la personalidad inconfundible del desaparee-ido. X i John Gilbert, con su simpatía morbosa; ni Schildkraut, su fino dramatismo galante; ni N o v a r r o , con sus atractivos d e efebo; ni Ronald Colman, con su pasmosa naturalidad, consiguieron hac-er vibrar la fibra d e v o t a d é l o s que no olvidaban al inmortal creador de .VÍo»iA-i«ur Beaucaire. Es más: cuando Jolm B a n y m o r e quiso ia terpretar una cinta destinada a V a l e n t i n o — L o « amores de Mattón—, pudo asimilar tampoco la personalidad incopiable del galán que "liibía hecho soñar a todas las cabecitas románticas del mundo. Y en Hollyw!K)d seguía vacante su puesto, pese a todos los galanes triunf'dores entonces. ( E l que había de ocuparlo poco después p o r derecho P'*opi<t con una sola película —como Valentino— era im muchacho *<'xtra», un mejicano de padres españoles, que paseaba su miseria y •'^u I>esimÍ8mo bajo el sol de oro de la playa de Santa Mónica.)

II l^n íntimo de Luis Alonso—a éste nos referíamos en el paréntesis del capítulo primero—nos ruega no digamos el título de la película en <l»e t o m ó parte p o r v e z primera, des6'npeñando un papel de segundo galán. He aquí a nueatro compatriota -U fracaso le hizo volver, sin entusiasLuis Alonso, i^ue con rapidez .va, al montón anónimo de los commilagrosa y éxito inmenso hizo parsas, de que pretendió salir en virtud célebre en la pantalla su seu<lp lo que los vanquis llaman una chandónimo d e C i l b e r t R o l a n d , Q u e d a c o m p l a c i d o Jack Ca.stello. c<»inpanero de Luis en aquella época d e vida. P e r o ello puede justificar—y

lio el cual ha actuado como

j ^ ^ ^^^^ , U . eM.*Tl«. m é i fc„»o«» y má» rélebre» del mundo del HIm


sa pelirroja Clara B o w . Su n o v i a z g o con ella le había convencido de que un hombre de sangre española no podía tomar en serio a tales muchachas, acostumbradas a la i n f i d e l i d a d como a algo jropiü de su toilette. Clara labría sido,, tal v e z,, sincera — modo— entre sus brazos de atleta; pero su coquetería invencible quitaba todo mérito al cariño que judiera haberle dado. Luis se fué de ella sin lorar, ensombrecida su frente soñadora, cansado su corazón de sobresaltos, vencido por el esfuerzo de amar sin amor. Por eso Norma llegaba a su vida en el momento menos propicio, cuando era imposible deslumhrarle, cuando no esperaba nada ya. Y aquella terrible melancolía del «extra» atrajo con más poder a la estrella, que puso toda su alma en alfombrar de flores el camino del psria, en llevar la sonrisa a los labios del incrédulo, en proporcionar al vencido la victoria. ¡Qué tránsito, qué transformación! Luis Alonso se convertía, de la mañana a la noche, en partenaire de la primera actriz de Hollywood, para interpretar, bajo la dirección de Fred Niblo, una pelicula basada en la más popular novela de Alejandro Dumas, hijo, dando calor de vida al mismo personaje que Valentino viviera en La darna de las camelias, con Alia Nazimova. Niblo, el gran director de

Luia Alonso y Catalina Barcena, la pareja de moda boy en I Mfilmaque Hollywood edita en castellan*

)or eso ge cita aqui^—el pesimismo de que hallábamos antes, ese moral vencimiento paseado en la playa, frente al Pacifico azul y bajo el dorado sol de California. Luis lleva en sus venas neta sangre española; él se considera español, aunque haya nacido en Chiuaua (Méjico). La espina de Hollywood se habia clavado en el pecho de aquel muchacho de largos cabellos, caprichosamente rizados, y ojos de romántica melancolía; su pequeño fracaso habia roto la fuerte cadena de su volxmtad y ponía en su rostro interesante y varonil ima sombra pesante de amargura. « Ñ o daba bien», «no tenía personalidad»—palabras inapelables de los técnicos—, y , sin emltargo, él, en lo oculto de su alma juvenil y ambiciosa, rebelde y sincera, guardaba la convicción de su valía, de su inédito temperamento de actor. Era la ilusión, que le abandonaba, lo que le producía tristeza; ya no podía confiar en un desquite; todo su porvenir, acariciado tanto tiempo y con tanta paciencia, se había perdido para siempre. Su ídolo. Valentino, había sufrido también, crudamente, las injusticias y desengaños de la vida; pero a la primera ocasión —Los cuatro jinetes del Apocalipsis—se convertía de mísero bailarín en príncipe de la pantalla, por un milagro de su arte, amasado con sus propios sufrimientos. El, Luis Alonso, adeníás de pasar hambre, padecía el tormento espantoso de su irreparable derrota moral. En tanto, cuando ya él a nadie se atrevía a mirar, unos ojos de mujer le estaban observando atentamente. Los ojos de una mujer, poderosa en Hollywood y admirada en eí mund o entero, l e miraban con f i j e z a y con interés. Habia en aquellos ojos un rayo de alegría y de sorpra"3a, un rayo de sol de c a r i c i a y de

t:aUlina Bircena y t.ilbert Koland en «Una viuda romántica»

protección, un rayo de infinita y femenina bondad. Norma Talmadge, la actriz a la sazón—sobre el añt) 1:>27—favorita de los públicos, la más inteligente artista <le la pantalla, murmuraba entre dientes, con suprema delicia, un noraVire novelesco, mientras observaba a IJUÍS Alonso: Armando..., .Armando Ihival. l^ejos estaba el muchachct de sospechar que a<íababade decidirse, allí, en (aplaya de Santa Mónica, escenario de tanta.s aventuras maravillosas, su porvenir como artista de cine, precisamente en el momento de su supremo desencanto, pref;isamente cuando la idea del suicidio se le apare<-ía como único fin de su inútil juventud.

IHI Y a sabía Luis Alonso «le amores «on mu ñecas del écran, pues había desgastado sus nervios con muchas figuranta» de tres al cuaito, de bellos cueqios y cerebros vacíos, y sabia de la frivolidad peligrosa de la travie-

Ben Hur, había cedido, bajo la presión firme de Norma Talmadge, que exigía a Luis para el papel de Armando. (El mágico nombre c^ue ella prommciara en la playa de Santa Mónica mientras miraba a un muchacho de cabeza romántica y morena, de facciones bellamente masculinas, de tipo fuerte y espigado a la par.) Fred no encontraba, por otra parte, nadie de su gusto para encamar el héroe de Dumas, hijo. Así, que se conformó, incluso con filosofía. Se hicieron las pruebas, en las que Norma fué la verdadera directora, la inspiradora y animadora, y el nuevo galán firmó im muy halíigüeño contrato. Todas las mañanas, después del baño en la playa, se iba con su protectora a IJOS Angeles, a encargarse ropa y comprar objetos que precisaba para su nueva vida. Su gesto, empero, era el del hombre que siempre hubiera hecho lo roi.smo. Llegaba a dudarse de si aquel muchacho de veintiocho años había arrastrado su penuria por todos los Estudios cinematográficos, de jando su voluntad, girón a girón, en las zar-


arfiiente deseo, incontenllile y a . Ella era Margarita, con toda su extremada sensibilidad, con el refinamiento insuperable de im último cariño desesperado. El era A r m a n d o , entregado en cuerpo y alma a la mujer q naba gloriosamente su juventud. Fred N i b l o estaba excitado por el espectácub) de aquellos singulares «amantes de la pantalla», cuyos transportes, besos y caricias, constituían, durante las largas escenas culminantes del

hipócrita, salvo excepciones, N o n n a infundía v a l o r y confianza a su p r o t ^ do, estrechando a hurtadillas su mano. Comenzó la proyección. U n rumor incontenido, de a d m i r a ción i H ^ m c a d í f de raíz, subrayó el trabajo preliminar del nuevo y originalisimo galán de la pantalla. Cuando llegaron las escenas de amor, y , sobre todas, la de la mesa de j u e g o , donde Luis rayó a una altura inconmensurable, su triunfo (^uedó asegurado. El prote-

Foto curiosa de los t i e m p o s de la búsqueda del sucesor de Valentino, en la que Luis Alonso, sin esperarlo, pasó a ocupar su vacante de galán r o m á n t i c o d e la p a n t a l l a . Klio Bado, cuya semejanza con rl llorado Rodolfo, le p r o p o r c i o n ó un contrato en el Palladium, de L o n dres, por quince libras esterlinas diarias

zas d e la ajena indiferencia. Mientras compraba corbatas d e seda en casa de Schwab, Luis Alonso, reflejado sobre un espej o de la tienda, no se reconocía a sí mismo. Detrás de él, N o r m a T a l m a d g e sonreía como el hada milagrosa que convierte en príncipe al niño pordiosero extraviado en el bosque, con un simple toque de su v a r i t a mágica. Ella, como un hada buena arrancada a los deliciosos cuentos de Perrault, era feliz creyéndole a él feliz. Pero él todavía no se sentía dichoso del todo, desconfiando de aquellas carantoñas inesperadas del Destino. Aun le quedaba por demostrar si era digno de las l)ondades de N o r m a ; tal v e z su trabajo en Margarita GatUier, el esperado film de Fred N i blo, v o l v i e r a a siunirle en la obscuridad terrible de los «extras», los dantescos parias de H o l l y w o o d . Mucho le quedaba poi vencer en la senda, camino del triunfo primero o del fracaso definitivo. P o d í a pedírsele todo —<lecÍ8 a N o r m a — , roenos que fuera feliz. Y entonces, para demostrarle que y a lo era hasta un puiíto increíble, ella, el hada buena de su vida, le echó los brazos al cuello y le ofreció sus labios, y con ellos .^u amor, su honor, su arte, su presente y su porvenií• • IJOS amores de Luis y N o r m a fueron pronto el tema obligado de las conversaciones v de la murmuración en H o l l y w o o d . Ellos, dui a i \ t e el feliz rodaje de Margarita Gautier —Camellie, en su título o r i g i n a l — j u n t a r o n la ficción con la realidad hasta confvmdirla.-^ del t o d o . Las escena^, derroche de pasión y de ternura, no fueron sino el desahogo de su.p r o p i o s sentimientos, el primer logro d e su

Luis Alonso (Cilbert Roland. en cLa mujer disputada»

film, un morboso plaí;er para (mantas persona" se hallaban en el platean. Pero aquello era arto también. El verdadero arte, que es el no fingido ni premeditado: arte de improvisación, rebelde, arroUador, sublime. El estreno de Margarita Gautier en H o l l y wood d&spertó una curiosidad inusitada, máxime que el acceso al Estudio de la United, durante la fibnación de la nueva obra de Fred N i b l o , había sido punto menos que imposible, incluso para los accionistas de la Casa. Luis .\lonso poseía y a muchos enemigos sistemáticos, y no carecía de enemigas, mejor dicho, despechadas. El ambiente, en general, le era contrario y le consideraba como un advenedizo, como un intruso de fantástica suerte. En un palco del cinema, abarrotado de un público profesional, exigente <

gido de Norma T a l m a d g e se consagraba con una sola pelicula—como Valentino, protegido de June Mathis, se consagró con Ix>s cuatro jinetes del Apocalipsis- -como el galón romántico sin comparación [)osiblc, como un astro de luz propia en el difícil arte de «hacer el amor» ante la cámara cinematográfica. . \ la salida, todas o casi todas las estrellas del séptimo arte saludaron con respeto al triunfador, al doble triunfador del amor y de la v i d a . Ellas, a solas con su sinceridad, las mujeres y muchachas de H o l l y w o o d , se confesaban que aquel hombre, lleno de pasión, de belleza y de juventud, era más guapo que R o dolfo Valentino v tan artista como él. ( E l , que no se lo había propuesto, heredaba e! cetro deslumbrante del rey de los galanes del cinema.)


Para festejar aquel triimfo estrepitoso, tan suyo, tan creación de su espíritu y de su cuerpo, N o r m a T a l m a d g e regaló a su protegido im magnífico automóvil. ( ¡ N o iba a ser menos que John Gilbert u otros galanes, menos jóvenes y menos valiosos incluso!) Aquello tuvo la rara virtud de indignar al distraído esposo—^y magnate—vSchenck, y acentuó mucho la tirantez, y a de tiempo, entre él y Norma. Para poner un ligero cauterio sobre la herida causada en su dignidad de hombre de negocios, Luis filmó, después de Margarita Gaviier, dos películas sin su protegida y amante: una con Billie D o v e y otra con Mary .\stor. L a influencia del marido de la Talmadge era entonces enorme en Hollywood, y su venganza podía ser la de cortarle o entorpecerle el camino tan bellamente abierto ante su porvenir de artista. N o obstante, y precisamente por razones imperiosas del negocio, —les affaires sont les affaires—, no hubo más remedio que reunir a N o r m a y a Luis Alonso nuevamente, en la película La mujer disputada. ¡Título simbólico!... L a disputada aJ poderosísimo Schenk acabó por rebelarse contra el juego poco franco de su señor marido y , proyectó un viaje de placer, un verdadero viaje de novios, a las paradisiacas islas Hawai... Aquello fué una bomba en la Meca del cine, aunque N o r m a y Luis disfrazaron un poco la huida llevando como acompañanta a una tía de ella, de cierta edad y fama de virtuosa. Los tres salieron dispuestos a gozar de la vida en un clima maravilloso y en un paisaje de ensueño. Entonces el burlado marido, aconsejado por amigotes de poco meollo, preparó nn plan para la vuelta de los tórtolos rebeldes, dispuesto a hundir, a toda costa, la fama escandalosa del favorito. Con aquel plan suponían él y sus interventores que el guapo y afortunado Luis Alonso tendría que abandonar H o l l y w o o d y ^ sus alrededores para siempre. Al volver la pareja apasionada y apasionante de su deliciosa «cura de íunor»,

Schenk hizo propalar por sua charlatanes comprados la especie truculenta de que Luis Alonso habia sido raptado, en plena carretera, por unos desconocidos, y llevado a un buque sito en alta mar, donde un cirujano notable, pagado a peso de oro, le esperaba para someterle a una terrible mutilación. L a absurda noticia comenzó a circular por Los Angeles, siguió a Hollywood, continuó por telégrafo a N u e v a Y o r k y de allí fué a parar a la vieja y cazurrona Europa, donde, desde un principio, se acogió con reservas. Y a no se habló de otra cosa que la ejemplar venganza del marido de N o r m a en t o d o el m u n d o . . . Y cuando Luis Alonso, la víctima, apareció en público, sonriente y gallardo como siem pre, muchot. creyeron que disimulaba el monstnioso trance para hacer dudar del verismo de la noticia, que no podía ser comprobada así como así... L a broma pesada de Schenk tuvo la virtud de aumentar la reputación artística de Gilbert Roland—así bautizado por los poco inteligentes jefes de publicidad, que quisieron hallar en él un rival de John Gilbert—y creó una malsana, pero productiva.

Luis, impcDitrnte don Juan, lirva en brazos a una posible «victima»! Mouna Barrie

curiosidad en t o m o suyo... Hasta que poco a poco se desvaneció el bluff y el magnate «vengador», chasqueado y corrido, se separó de la United Artists y de su esposa. Esta y Luis, mientras se llevaban a cabo las formalidades del divorcio, se fueron a tomar unas dulces vacaciones a Niza, Más tarde vinieron hasta España, y estuvieron en Madrid, con Natalie y su espipso, Buster K e a t ó n . Pero, al fin y al cabo, la di ferencia de edad y de posición trajo lo que nadie pudo conseguir: la mptura, el desencanto de unos amores que lleganin al colmo de la pasión y de las emociones, y que se deshacían, como la espuma, en cuanto faltaba un ambiente de escándalo en su derredor y pasaban a una intimidad que la gente recibía con plena indiferencia. Además, N o r m a , celosa, y Luis, solicitado en extremo por muchachas muy jóvenes y muy bonitas, tuvieron que sostener altercados y decirse cosas que sólo pueden atajarse con la separación. L a pareja romántica de Margarita Gauiier pasó a la historia de H o l l y w o o d como un documento curioso. Y Luis Alonso siguió su novela de hombre que ha perdido el hada buena de su vida, pero que encuentra dulces regazos en que consolarse y adormecerse bajo el recuerdo de las pasadas aventuras. H o y es un galán de la pantalla y de la vida real, que v a de ima en otra boca de mujer, sin entregarse del todo. Parece que su fama de artista, que un tiempo fué tan grande como la del propio Valentino, renace ahora, poco a poco, desde los Estudios de la F o x . Su galanía, varonil y reposada, triunfará de nuevo. IJO que es difícil, no y a para él, sino para nadie, es volver a encontrar una mujer como fué Norma, toda amor y generosidad, que alfombre de rosas su camino por el solo placer de darle la más bella aventura de la juventud, a sabiendas de que luego, por razón de la propia v i da, todo el maravilloso esfuerzo ha de ser inútil y estéril... — SANTIAGO AGUILAR


ALA IN2A CN IEMATOGRÁFC IA ESPAÑÓ PlU^ENTAfii NARRACIÓN H l í l b g l C A RELIGIOSA.

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3

Imposible que la presente pareja nos engañe. Sus rostros, su expresión, el rictus de su boca, la angustia o el temor de su mirada, su conjunto y su detalle, nos revelan su género de vida, su moralidad, su d o ble fondo. Estos amantes pertenecen a la vorágine del vicio—y del delito, tal vez—que late bajo la costra elegante y señoril de ciertos peligrosos ambientes. Están contaminados del aire nocivo que respiran. Y se quieren a su manera, amarrados por la cadena odiosa de la complieidad, más por temor que por simpatía, más por necesidad que por gusto. Algo grave temen. Y su abrazo denota solamente su eobarde i n quietud...

El magnifíeo pelo ondulado que luce este Frank podía adornar m u cho mejor la testa de otro hombre menos pazguato. (Hablamos en hipótesis, conste). De tantos hombres pusilánimes que en plena juventud, al verse calvos y creer <|^ue ello supone un baldón de ignominia, se entregan a la neurastenia mas lamentable. Y la dentadura de esta D o rothy podría también lucir mucho mejor en la boca de otra muchacha menos frivola, y—¿por qué no confesarlo?—menos guapa. La gran injusticia aparente de este lío de mil demonios que es la vida produce sentencias asi. Y a unos les da inteligencia. Y a otros, cabellos o dentadura...

Y V A - M A L A (ESQUIMALES)

M I R I A M U O P K I N S - J O E L MC CREA

He aqnf la pareja de nativos que eligió el famoso director W . S. Van Dyke para su film "Eskimo", rodado enteramente en las regiones árticas. Mala es un valiente cazador esquimal, ingenuo eomo un niño. Su prometida, Yva, de belleza sorprendente, es una muchacha demasiado curiosa. Su monótona, pero feliz, existencia, fué conturbada por el caprichoso director cinematográfico, que produjo en sus almas simples una violenta conmoción. No fueron felices desde entonces, desde que adivinaron que había mucho más mundo que gozar y que conocer. Esta sonrisa de los dos nos da tristeza. ¡Pronto aprendieron a fingir!...

Quizá estemos equivoeados; pero nos da en la nariz que Miriam, compungida y preocupada, oeulta algo muy grave a su señor marido. (¿Verdad que Joel no puede ser otra cosa—jui^to a Miriam—que m a rido, y marido confiado, por añadidura?) Ella le engaña; pero siente el hondo remordimiento de su traición. Sabe, v no puede olvidario, que su marido es el hombre más bueno del mundo y, además, el único que la comprende y que la quiere en todo su valor. Entonces—airéis—, ¿por qué le engaña? ¡ A h ! Por algo es mujer de una extraordinaria—^y per|u4licial—sensibilidad. Eso le pierde precisamente. \o poder ser una mujer vulgar...


I

V(|iií

Kiitliaríno l l f | i l M i r n . IH fra.

liliiiic. coiiio IK-IIIOS f o r n c n i í l o

1

A OTPA

I.n fni ítu-

(oilo* en

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m a r l a , p r r o f i - a al fin. D r u n a f r a l d a d d i - l i l x -

radu.

a<-<-n(iiada

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exaitcradu lia-^ta I<i ¡IK-UHi'fhildf...

«ini'ista conocía a Kathaviue Ile])lniin innin a \\\ mujer má.* fea del liouzd. Eíyiantoírtmente fon hasta hi sul)liiuida(l. Conocía sn expre.-ii'm hecha de trazuti iiiefistufélii-tis y su cara angulusa de faunesa joven. Aun así, Katharine Hephurn. y a pesar de su fealdad, hahía couscifíiido un.i [jcrsonalidnd plcniuiionte destacadH. ."^u iKjmhre CIÍ; el luAs formidable re.-oite de taquilla, puntué la mujer fea dei celuloide ha podido mucho nuis con • ' encanto de su de-spreocujiación estética que el aparatoso y sintético esca^iai de bellezas que noü ofrece Hollywood. j

Y el numdo ha sabido admirarla. Los tc.ju. i,.- .Id . m . iua i ;.i..¡icip le h.m o u c e d i d u beligerancia: por vez jiriiuera no han levantaiio los hmuliros con imliferencia ante una nueva rareza importada de Hollywood. Katharine Hepburn apareció en la |»antallii sin imitar a nadie. Su luatiz de arte no se parecía al de tireta Garbo ni al de Marlene Dietrich; no era C¡ITIsiraa, como la primera; ni poseía histerismos vi.'íuales. comu la segunda. I lUiígaziues internaci( ¡nales deslizaban desde si i is sudoro.sa.* el nnml rtutieufónico; Katharine lle]pV)urn, cdiuentandn. , (ir costumbre, por >.•>('/ hismo, por rutina, su fealdail. Klugiaudo sienipn ildad como la cualidad indispensable en Katharine Hepburii. V la estrella c-liía plenamente ui gullosa de haber huportad'i algo mun al lien/.o aniericah

I I r<)?.lru «ll- la ll<-|il)iirii iniria su fv(i!ii<-ir>ii lincia la ttflli-i^a. <|iii- (iroiilo (ic^mcnlirá (|UP di(i relrltriitnd t'volulivo.

a ln r x i n t i a

I'runto la l l r p h i i r i i

rl ralifiralivo at-tri/.. I ' r r i o i l o

st- nos

iiiosirará

traii-riiniiaila

die !i)j;ia iu\t ii;

inaa. .'-^ii cunpo isriiiii-

dizo de jitauos o anulados cnutornos ro<h'i entre los brazos de lo.s más célebres galancde la [¡antalla. .-«o abandonó en poses de voluptuosidad cinenu'itica. y asi como la Garbo tiene ^ desmayo alargado de su cvtoUo, ese gesto típico que reun" nervii^ y abandono. Katharine ]H)soe el tembloroso estveuiecimiento en la.s aletillus de su nariz, gesto bocetado de tigrera. Kl cineísta pendiente de osas máquina^Imiuauas llamadíts •puliücista.s», que lanzan rédame en los cinco Continentes, .se olvido qne Katharine Hepburn era mujer.


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DANIEL LAURIA, 85. TELEFONO.79394 B A R C E L O N A

>e TODO EN LA TÉCNICA DE LA PELÍCULA




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doamoTiíaí^

L'n momento, joven...

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NTES de apagar la luz y dar suelta al tío del altavoz, advertimos una vez más que este dociunental no es apto para todos los públicos, y rogamos a los espectadores que lean de prisa el adjunto

PROGRAMA DE MANO SEÑORA, SEÑORITA, Y USTED TAMBIÉN, • ! de les calcetines en acordeón y la camisa escotada: Ya liabrán leído ustedes en todos los períódieos y en los earteles fijados en todas las v a llas de la ciudad que este film que vamos a proyectar en cuanto llegne el maquinista no es apto para todos los ojos, y al hablar así, claro está que no nos referimos únieamente a los que padezcan conjuntivitis. B m a U T w el k r i l l s a t o a i p c e t o %a» o f r » í e l a l a l a , y a r a e « D i p r « a 4 * r %u* « I d c H e a M avlM ha i M * p r a t w a f mcUealosamcnU l a M » . J a m á a k a b i a m * * b t o étmtn i» M t o « • « « a a t e MIIM* UB a á m c r o t a n c o a s M c r a k l * é» 4amai 7 b i i r t c r a t a a J a U l a d a * . lalM

fmm m t « d M , y mhrm um poém aWamIa p a r a awa alpaaiaa la

pateala « a s émt «ipaafcan aa taaaar

va, ai 4 « a M i p l k a a M a aa aa la t i r a a

tfaaMMMaa caaas. paraaa «a t r a t a é» « a pm4w%riaf a a i l l l a 4m la aia|ar aa « •

EL D E S N U D I S M O

EN EL C A M P O

En el campamento desnudista de la «Freikorsuperkultur» todo es alegría y optimismo, a pesar de lo difícil que resulta pronunciar ei nombrecito

Voz D E L 8 P B A K E R . — ¡ A t e n c i ó n ! . . . Señoras y señores: L a cinta que \ vamos a tener el culto honor de contemplar es una obra tan educadora, cuando menos, como el Juanito. Queremos demostrar de ima vez para siempre que si el desnudismo sigue inspirando serios recelos a los moralistas y a los reumáticos, esto o b e d e c e muy principalmente a un error, que pudiéramos llamar de instalación. Hemos creído que el desnudismo, como las casas baratas, es un producto del extrarradio; pensamos que está bien —o r ^ u l a r , por lo m e n o s — e x h i b i r el xilofón de las costillas y el bambú vertebral en un solar de la Guindalera; pero (jue carece de posibilidades escenográficas asistir desnudos a un banquete diplomático o la contemplación de un general que desfila por las calles al frente de un r e g i m i e n t o , sin otra i n d u m e n t a r i a qne su marcialidad. ¡Triste equivocación, señoras y señores! El d e s n u d i s m o donde tiene precisa-

mente su sitio es en la ciudad. Y esto es lo que vamos a ver inmedia- i tamente, no sin dirigir antes un conmovido r u ^ o a parte del ándito- ; rio que se dispone a audioír este documental. ^ Los señores del público que sean sastres en activo deben abandonar en el acto la sala o someterse civilizadamente a que los acomodadores los amarren a las butacas mientras i dura la proyección, j Perdón, pero así nos lo exige la Compañía aseguradora del edi- i ficio. j Y nada m&a por ] ahora. ¡ ¿Prevenidos to- ! dos?... ¡Cuidado las i mamas, que vamos \ a apagar la luz! j FOTOGRAMA i Voz

DEL

\

8PBA-

K B B . — Contemplen \ ustedes la inmensa! belleza del cuadro í que tenemos el sani-' simo honor de ofrecerles. U n grupo de h o m - ! bres y mujeres aman-1 tes de la Naturaleza j pasan el domingo del: modo más feliz q u e j p u d o s o ñ a r chino • opiómano. sol dora sus < h o m b r o s , el a g u a j perla sus brazos, las '


hormigas festonean t o d o su cuerpo. Hay ejemplares de todos los tamaños y todas las arquitecturas, desde los generosos 187 kilos de aquel señor que juega al paso, a la máx i m a sinceridad ósea de aquella dama otoñal, con gafas y guantes. ¡ H e r m o s a realidad social, que aprobaria el propio Marx! Aquí todas las diferencias sociales desaparecen, todas las jerarquías se borran. ¿Quién diría, al v e r a aquel señor encaram a d o en un árbol, q^ue se trata del meticuloso historiador polaco E . A . .1. R e chopín? ¿Quién adivinaría en aquel otro ejemplar bizco, casi totalmente cubierto de moscas, al bizarro a l m i r a n t e búlgaro Pasamaranguí? ¿Quién descubriría en el «jficiante de las piernas como aros y los omoplatos como perchas al pulcro arquitecto municipal Burkandulia? ¿ Y quién se atreveria a sospechar que esa dama aerodinámica de los catorce lobanillos en la espalda es Ita, la delicada poetisa chilena? Pero v e d cuan inconsistente es la dicha del desnudista campesino. Basta la aparición de una escuadrilla de abejas libertarias para que toda la serena belleza del cuadro se haga cisco. Mirad la cara de paranoico que se le ha puesto al historialdor Rechopín, y cómo salta de rama en rama con impecable técnica de gorila; seguid los desesperados esfuerzos de los restantes desnudistas para librarse del inesperado atacpie aéreo: irnos se han sumeigido en el lago, dispuestos a emprender una interesante v i d a submarina; otros luchan a pedrada limpia contra las abejas atacantes, y los más cultos galopan carretera adelante a i m a media de ochenta y siete... ¿Qué quiere decir todo esto, señoras y señores? Pues todo esto dice bien claramente que el desnudismo no es flor campesina, sino flor de asfalto; que el desnudismo, donde tiene su sitio es en la ciudad. Y para demostrarlo así, vamos a v e r unos cuadritos seleccionados. F O T O G R A M A II

Obséi-vese cuánto han ganado las crisis desde la únplantación del desnudismo integral en la v i d a pública. ¡Qué lejanos aquellos tiempos de la camiseta de lana y la diplomacia secreta! Monsieur Cherón y sus dignos colegas descienden ágilmente las escaleras del Palais Bourbon, libres de aquellas levitas depravadas, de aquellos puercos sombreros de copa y de aquellas carteras como baúles que antes porteaban los p o líticos. El cuadro q u e ofrece la triple humanidad del señor Cherón y sus ministros es tan hermoso, que si no fuera por aquel director general de la izquierda, tan amarillo y tan intolerablemente

¡¡¡LA

sembrado de diviesos, nadie sabria si estábamos en el sonriente epílogo de una crisis o en una sala de esculturas del L o u v r e . P e r o ¡ese dir e c t o r general!... ¡Hombre, echarlo de ahi a patadas! F O T O G R A M A 111 Voz D E L SPEAK E R . — R o g a m o s al

distinguido auditorio que fije bien en su memoria todas las considerables bellezas de este documento gráfico, para que, al contrastarlo con el que vamos a ofrec e r l e inmeditamente, pueda apreciar la inmensa labor purificadora que ha venido a realizar el desnudismo. M i e n t r a s esos ciento y pico de disputados l a b o r a n por el bienestar de su país con euritmica serenidad y sin otras exigencias que haber atizado algo más la calefacción, v e d ese cuadro de la revista que se está representando en el Casino de París. Y a el título nos dice suficientemente todas la* procacidades que allí nos esperan. ¡HOVÍ ULA

DE

¡HOY! LAS

AUDACIAS!!

F O T O G R A M A IV

¡Mirad, y asombraros! Mademoiselle Mistinguette, pese a sus ciento veinticinco años, sigue siendo la animadora del espectáculo. ¡ Y en qué sabia perfección! Para intranquilizar la morbosa sensibilidad de todos los arterioesclesósicos de la Ville Lumiére, no ha vacilado en exhibirse ante ellos ¡totalmente vestida! ¡ ¡ Y hasta con pieles!! Y v e d con qué refinada perversión completan la inconcebible salacidad esas ochenta vicetiples, a las que no sería posible ponerles una inyección hipodérmica, porque no enseñan ni siete centímetros de piel. Los padres de familia que no salen de noche y multitud de Sociedades protectoras del bienestar púldico y una digestión breve, han solicitado de las autoridades y del Negus que prohiban terminantemente e s p e c táculo tan impropio de pueblos civilizados y con clima benigno. L o mismo que astaréis pidiendo t o dos los que habéis tenido la suerte de saborear este documental. Seguros estamos de que, en lugar de ver esta indecente «revista vestida», preferiríais que os ofreciéramos sanas y limpias escenas de playas, lagos y piscinas." ¿Verdad que sí? Pues, ricos, v o l v e d mañana, retrataos en taquilla, y y a hablaremos. Y ahora, buenas noches a todos. Y a salir con orden y sin romper muchas buhombres. tacas, ¿eh?

REVISTA

Sólo para hombres. Sólo para

AUDACIA

¡HOY!

VESTIDA!!!

Sólo para hombres.

LUIS

PIELTAIN

"Fttigrimaf i» Emilio F t m r



c 1

/

CINEMATOGRÁFICOS

LAS PELÍCULAS REALIZADAS EN ESTOS ESTUDIOS ESTÁN AVALADAS POR LA MAS PERFECTA ASISTENCIA TÉCNICA.

TOMA DILECTA 5INCfSONIZACION DOBLAJES MEZCLA dj¿ SONIDO SALA MONTAJE L ABOP.ATO FMOS

PRINClPE¿eVERGARA.84 T E L E FONO.

605OO

A D I M

D


leIjdiéa^ado

elamiy

C

ARMEN

Navascués h a

perdido catorce kilos. Para

tranquilizar a

Carmen .Navascués, la bellísima intérprete de cBesos en la niete», le ba tomado al deporte, en general, una afición desmedida, y mantiene lodos ellos ron idéntico entusiasmo. Vedla en las folos que ilustran asta información en distintos aspectos de su jomada deportiva

aimque tiene derecho a ser-

(FOTS. VIDIA)

lo, conserva patrióticamente

Caimen

no

es

rubia,

y

la lectora o al lector, tene-

su pelo negrísimo, que sirve

mos

de m a r c o a unos labios de

que afirmar que

esta

pérdida tan considerable ha

un

sido

y a unos ojos que tiznan de

voluntaria.

Durante

rojo «tragedia antigua»,

hecho

obscuros y que tienen el pri-

gimnasia p a r a guardar la

vilegio de derramar lágrimas

linea, desayunar poco para

azules.

no engordar, someterse a un

Asi

mucho tiempo ha

violento masaje,

comer le-

no

cuando

es

1a

extraño

notable

que artis-

gumbres y salir enseguida a

ta

la

reposo

parisinos reciba el homenaje

hace mucho daño. P o r q u e lo

verbal de algún transeúnte,

terrible para una mujer bo-

que

nita y esbelta es lo que p o -

«¡Gitana!»

calle, porque el

díamos llamar la «tragedia de la grasa». Esta grasa tan pér-

pasea por los bulevares

la dice

entusiasmado:

Y es que no se nace impunemente en España.

fida y taimada que a la me-

F u é actriz de verso, y un

nor distracción se incorpora

día que tenía los nervios he-

de nuevo a la persona de la

chos un remolino, cambió la

cual se ha desprendido, como

t r a m o y a teatral — c o n

un acreedor terco y

cordelajes

joso.

pega-

sus

d e tendedero d e

ropas y sus decoraciones de


pafH'l <>liiinuis(-¡uliv—pur Isis iiiiHnvillosiis pi'rsiHTÍivHS ciiu'inaüigrá-

sierra en invierno a frotarme las manos y la cara con nieve. Il&sta

f'u-a».

que un día el médico me rec»)men<ló repíiso. ¡Pero, señor, si y o me canst) cuando no hago nada! P o r eso m e gusta hacer películas donde haya que saltar nmcho, montar a caballo, trepar p o r

X o soñó, como i>tra,s artistas, en trabajar en el cine \H)T la «esce-

formar

escaleras

y

estropicio. T o d o lo que sea ruido y animación m e encan-

na del beso» del galán, ese beso que dado j)or oficio es frío y antipá-

ta. Si y o v i v i e r a mucho tiempo en un sitio retraído y solitario, aca-

tico. Es que el teatro, en nuestro país, con su olor a cocina rural y

baría neurasténica. ¿Usted no me ha v i s t o montada a caballo?

con su aire agarbanzado y estrecho, repelía a la figura espléndida y al

—No,

fino espíritu de Cannen. Y paseó su garbo y su gitanería por A l e -

—Pues a mí no me echa al suelo ni el potro más resabiado. T e n g o

mania,

Inglaterra y Francia, h a s t a quedarse definitivamente en

Joinville, donde t u v o sus primeros éxitos en la pantalla. — D e no haber sido artista de cine—nos dice Carmen Navascués—, y o me hubiera dedicado exclusivamente al deporte. —Y

al amor...

señorita.

varios premios ganados en concursos de equitación. En Ceuta y T e tuán—donde

he v i v i d o bastantes tmos con mi padre, que era mi-

litar—^yo montaba todos los caballos más cerriles y salvajes. A los pocos días de galopar y a se sometían voluntariamente a mis exigencias y y a iban al paso que y o les marcaba. T u v e algtmas caídas peligro-

— P e r o , ¿qué es el amor más

sas, y otra v e z el médico me prohi-

que un deporte para los ratos d e

bió este deporte, porque descubrió

aburrimiento?

el buen señor que me hacía daño

Generalmente

un deporte sin las sorpresas

es que

al

corazón. ¡Eso es

absurdo! A l

hay en los otros. Y en todo caso,

corazón n o le hacen daño los gol-

es mejor para un dúo amoroso el

pes, sino las charranadas. Y o —

picacho nevado d e una

añade

montaña

que una salita con radio y calefacción.

j u ^ o , en el deporte, un error se

— ¿ L e gustan a usted los depor-

rectifica; pero en amor, las

tes de montaña?

vocaciones son más

—Muchísimo. Desde que hice en el Guadarrama

Carmen—^juego al tenis y

a la pelota vasca... P o r q u e en el

Besos en la

muchas

nieve,

que empecé haciendo por

deber

peligrosas, y

veces no tienen

arralo

posible.

me aficioné extraordinariamente a los batacazos con los esquís. L o

equi-

Y /

*

la artista gentil se pasa el

dedo meñique por el fino arco de su cejas, que sirve de refugio a unos

constituyó para mí una necesidad.

ojos negros como

Y siempre que podía m e iba a la

gitana.

ima maldición X.


DE AIREACIÓN, CALEFACCIÓN Y

REFRIGERACIÓN



^

cjnemci^

Miiry A í t o r en u n a o r i p i íial r n - a c i ó i i p a r a el d e — - _ : p o r t o aciiáliro: una r a n o a balandro

L o s amplios horizontes, la lucha, la velocidad, han sido siempre para el ser humano algo intensamente atractivo, apasionante como m í ^ n í f i c o símbolo de lucha y de poderío, de poderío que representa en sí el m á x i m o deseo del hombre. Y el deporte es algo que encama, con su continuo forcejear, la v i d a cotidiana, lucha que endurece, que curte, dando confianza en sí mismo y resistencia para el batallar de la moderna existencia. Las artes tenían forzosamente que recoger el deporte en sus más diversos matices; la escultura y la literatura así lo hicieron; pero nunca pudieron darle la vitalidad tan V poderosa que el cinema imprime a todas sus obras. El cinema, en magníficas imágenes, plasmó en la pantalla todos los aspectos del deporte, y a en esos espléndidos diarios que son los noticiarios, ojos abiertos a todos los horizontes del mundo; y a en sus obras estudiantiles—-tiempos de un George licwis, de un H a y d e n Stevenson— y a en sus dramas mi^níficos — avidez de t r a g e d i a — p e r o siempre recogiendo esa colosal fotogenia que rezuma el deporte. Porque el deporte ha influido considerablemente en la estética en el cinema, pues esos tipos ú superables de hombres y mujeres deportistas, seres hiunanos, todo músculos, alegría y vigpr; esas mujeres que vemos en las grandes rotativas o en la v i d a ordinaria, en traje de b j é í T o en rudo mono de aviación, prontas siempre a poner en juego su musculatura, próximas suaífJre a saltar como la cuerda de un arco. m P o r q u e esas mujeres que se llaman Joan Crawford, Jeán H a r l o w , han circumdo por el mundo encerradas en cajas redondas, aplanadas, para mostramos con su insuperable belleza que aquellos tiempos en los que la mujer cifraba su belleza en su palidez extremada o en su forma de ánfora, han pasado y a con toda su necedad absurda. Porque aquellos tiempos, enfermizos en todas sus concepciones, y a no. pueden ni deben v o l v e r . El deporte ha influido, sobre todo, en la estética del amor, un influjo verdaderamente extraordinario; era antiguamente éste—en todas sus manifestaciones exteriores—^un reflejo fiel de su época, monótono, sin vigor, cambiado en la actualidad radicalmente por el impulso de guerra irresistible que el deporte ha ejercido en las costumbres. ¿Podemos dudar acaso que esto se debe a la influencia que indirectamente tiene el cinema por medio del dej)orte? Este último ha encontrado en el séptimo arte un medio insuperable para su difusión, y ambos se han comunicado mutuamente su juventud, su esplendor; esas visiones gigantescas de estadios delirantes de entusiasmo, esos ñngs donde los atletas luchan ante las aclamaciones de las -multitudes, esas carreras de autos, han influido enormemente en la propaganda del boxeo, del rugby, del base-ball. ¿Qué son aquellas antiguas obras de Dempsey, de Jíu:h Johnson, sino una eficaz exaltación del boxeo? ¿Qué son las cintas de Arnold Frank—en inimitable vehícido estético—sino una loa continua al alpinismo? El cinema es y ha sido un medio para demostrar a las multitudes que hay algo más que el paseo al atardecer por una calle determinada; es decir, que hay montañas que esperan que las escalen, praderas para recorrerlas a caballo y obstáculos creados para saltarlos. H a demostrado a muchedumbres ridiculizadas, arcaicas, que es preciso salir de la ciudad con toda su basura de vehículos y vecindad, y que para triunfar en la actualidad es preciso luchar o perecer. En aquellas viejas obras—en las que nos mostraba su m d e z a desde Dustin F a m u m hasta Eddie Polo—el folletín, trasladado al cinema, forjaba un continuo poema al valor.


\j* finm belleza rinematocráfica de June Knigtb cobra toda «u gracia alegre y moderna e n t r e unos «skia», sobre un fondo de paisaje nevado

Ved, en la fotografía de la derecha de la página, a M y m a Loy, muy bella dentro de su (raje de aviad o r a , junio al capitán aviador Robioslón, que llevó recientemente romo pasajera en un vuelo a la creadora de « L a cena de los acusados»

Margaret Undsay, con su indumentaria para el deporte d e montaña y d e nieve, sonríe ante el placer de la excursión . próxinu.^ 1

a la fuerza; obras que recuerdan a nuestra infancia y que en su sutil espíritu deportivo, en sus luchas, choques de autos y de trenes, combates sin fin del bueno contra infinitos malhechores—de ingenua morbosidad y encrespados bigotes—, eran, en refdidad, una exaltación de las más variadas gamas del deporte. Pues aquellas viejas películas eran, con su fondo ingenuamente bello, el elogio ferviente al músculo. Paulatinamente—Dempsey, sobre t o do—, fueron infiltrándose en el cinema figuras que provenían directamente del ring, del campo de aviación, del autódromo, y unos en concepto de protagonistas y otros—los más—como «dobles», dieron al cinema espléndidas imágenes. Imágenes que nunca podrán perecer ni amenguar su valor, ni aun en estos tiempos de una servidumbre del arte a las opiniones políticas, servidumbre gloriosa, pero también en muchos aspectos exasperante, por llevar a la convicción de muchos cineastas o, mejor dicho, de llamados cineastas, de rechazar de plano—aun desde el punto de vista s i m p l e m e n t e estético — aquello que no corresponda a su ideal particular. Aquellas imágenes que ahora van—

desgraciadamente—siendo cada vez más escasas, daban al cinema ese valor infantilmente heroico que era y es su mejor exponente. Obras creadas para niños y que convienen a todos los seres humanos, porque sea el balón o el esquí, los guantes de boxeo o el avión, todo ello ha contribuido poderosamente al desarrollo deportivo de nuestro país. A un país como el nuestro, cuyo único horizonte consistía en una tertulia o un partido de billar en esos cafés de divanes sucios, mugrientos, de aire enrarecido, sólo turbado por blasfemias, sólo iliuninado por vacilantes bombillas.


E n todoa elloa, la imagen vence a todos esos obstáculos anticinematográficos con los cuales tropiezan tantas y tantas obras; en todas ellas predomina aquel viejo espíritu cinematográfico del bueno y del malo y, sobre todo, una perfecta concepción de la fotogenia, dando al séptimo arte una nueva página de gloria para su j o v e n historia. El deporte en el niño Ser un niño significa desorden, indisciplina, desamor a cuanto signifique rutina y mecanización; nosotros no podremos admitir que los niños observen—con interior satisfacción—todas la^ reglas en el deporte, sea éste el que sea; si es boxeo, acabarán mordiéndose; si es lucha o fútbol, acabarán por lanzarse zapatos y barro a la cara; esos movimientos rítmicos de infinitos brazos o torsos son antiinfantiles. El niño tiene su mejor exponente dep o r t i v o en las obras interpretadas por alguna de las numerosas pandillas que han aparecido en las pantallas. El Gordito, Fariña y tantos otros son niños, es decir, simplemente niños. Hacer el deporte uo por el placer de batir records, no por hacer músculo, no por la estética, sino que solamente por el gusto de moverse, de gritar, de romperse los pantalones y hacer trizas los cristales, de escandalizar. Si corren es con la Policía detrás y con los bolsillos llenos de manzanas robadas;

Pert Kelton «§ una magnífica nadadora, lie aquí au expresión de gozo al aalir del agua...

ÍM agiris» y la bicicleta. El pedal es compatible con los pasos de los bailables, que interpretados por esas «giris» recorrerán luego todo el mundo...

Y el cinema, en su espléndida labor, convenció a las multitudes de la belleza del deporte. N o s mostró hombres que triunfaban en el deporte y en el amor, en el deporte y en la lucha económica, en el deporte y en la ciencia; demostró que es preciso ser fuerte para triunfar, creando, en realidad, una obra regene radora, por la cual merece completo agradecimiento, moral y estéticamente hablando. Moralmente, porque son vibrante apología de la fuerza y del vigor. Y estéticamente, porque la inmensa mayoría de los films deportivos sabe hablar ese magnífico idioma d e las imágenes «jueces el cinematógrafo. Pat O'Brien, cuando le deja libre su tarea en los Estudios, se dedica a jugar a la pelota, su deporte favorito...

si luchan, es lanzándose pegotes de barro, que inevitablemente embadurnarán la cara del organillero italiano, o bien ensuciarán el vestido nuevo y deslumbrador del niño mimado que con su magnífico cuello planchado o su perro recién comprado, hacen nacer la envidia en la chiquillería de la vecindad. P a r a el niño, el deporte no significa ni dmero ni músculo; es ingenuo, sencillo en su propia brutalidad, y que todos hemos realizado con igual entusiasmo y desorden. El deporte en el niño ha sabido recogerlo el cinema con raro acierto y verdad, pues hubiera sido absurdo el que nos hubiera mostrado hombrecitos de ocho o nueve años triunfando en abierta lucha con hombres hechos y derechos, curtidos en violentas lides los más. Y ha sido ima confirmación de la realidad, no llevando por camino equivocado a esas infinitas almas infantiles que al cinema vai>, indicándoles únicamente que lo verdaderamente de-


p o r t i v o p a r a un temperamento i n fantil es desde las pedreas, con más o menos fracturas, hasta el robo de frutas en despoblado. Pues falsear el alma de! niño seria algo verdaderamente exasperante en un arte tan poderoso como el cinema.

y un andar más o menos sospechoso. El deporte en aquella época, ni en la v i d a cotidiana ni lógicamente en el cinema, que no habia hecho todavía sus primeras armas, tenia el predominio ni la importancia que ahora posee, y el hombre limitábase—bajo la amenaza de la palmeta del maestro—a cuatro movimientos rítmicos realizados a desgana. Pero hubo una causa que acabó con aquello—como con tantas cosas—; es decir, la guerra. Antes de ella, América y a era deportista. Inglaterra, aun cuando menos, también; pero el Continente europeo, el viejo Continente europeo, quedaba todavía diez lustros atrás. Los barcos de la bandera estrellada no solamente trajeron latas de conservas, cañones y zapatos, sino que también muchachos estrepitosos, que se eraborrai'haban entre partidas de base-ball y organizaban combates de boxeo sobre los at^orazados. América, aquella joven América, trajo, como primera embajada, el imperio del músculo; su segunda embajada fué el cinema. Jack Dempsey, Jack John.son, Max Bser, entre los boxeadores; Johnny Weissmuller, Buster Crabbe, entre los nadadores; Ben L y ó n , entre los aviadores, y así sucesivamente en todas las gamas del deporte, el cinema fué captando figuras que se trasladaban a H o l l y w o o d apresuradamente a cambiar alborozadamente el ring y el avión por el maquillaje y el irritante fulgor de los reflectores. Aquellas figuras magníficamente masculinas barrieron por completo el concepto enfermizo que os anémicos galancetes de Italia

£1 deporte en el hombre Antiguamente, los galanes, en el cinema, eran tipos de un r o m a n t i c i s m o averiado—un A m l e to Novelli, un Gust a v o Serena—, individuos pálidos, con azuladas ojeras, de pantalones entallados y americana con trabilla; aquellos entes precisaban, para conquistar doncellas anémicas, utilizar ademanes violentamente teatrales, lanzar racimos de violetas y amenazar con suicidarse cada cinco minutos. L a decadencia del músculo, a últimos del siglo pasado y principios de éste— época de la pretuberculosis e n e l amor—llevó, naturalmente, al falseamiento del amor, a un amor que mostraban encadenados a prejuicios absurdos. Época en la cual la mujer tenia a gala la palidez y la estrechez de espaldas y los hombros, un cutis mortecino

O r í BriMÓn e«, fuera de 8U8 actividades cineníialogrificas, un excelente jugador de cpo-


habían querido imponer con sua contorsiones francamente grotescas. El dominio del músculo, brutal, rudo, virilmente bárbaro, vino con aquellos hombres llegados al cinema solamente para golpear furiosamente vientres, mandíbulas, para nadar en rías tropicales y bajo bóvedas inmensas de follaje, para saltar de árbol en árbol, para hacer cabriolas escalofriantes entre las nubes. Y se crearon figuras inmortales en el cinema, como lo son Douglas Fairbanks y el cow-boy E d d i e P o l o , y el cow-boy Dustin F a m u m , y el cow-boy, llámese este último como quiera T o m M i x , Fred Thompson, que vinieron a implantar, frente al folletín y el histérico retorcerse de una Bertini o un Menichelli, el grito de v i g o r j i m t o al pabellón de la j o v e n A m é r i c a . P o r q u e el hombre, en el deporte y en el cinema, sufrió cambios absolutamente radicales, que le alejaron de m o d o tajante de aquel obscurantismo al que iba el arte de las imágenes, y si el de¡>orte pudo hacerlo, es gracias al cinema, y recíprocamente. Pues la pantalla pudo, en primer lugar, dominar con su irresistible atracción a las multitudes, barrer de ésta la visión equivocada que de la virilidad poseían, es decir, aquel concepto de palidez y sauce llorón, y en segundo lugar implantó el moderno tipo de hombre, es decir, el que tiene tiempo de asistir al Estudio y al campo de rugby, a la Universidad y a la piscbía, a la oficina y a los guantes de box e o , hombria moderna que se apaga y lucha con el cerebro; pero con la base sólida del músculo. Todos los artistas del cinema, pues, saben bien que el sex-appeal es parte fundamental de su éxito—salvo, naturalmente, esas gloriosas excepciones que se llaman Cliaplín y Stroheim—•, los Clark Gable, los Wallaee Beery, los Buster K e a t ó n , hasta el «prominente» Jimmy Durante, no dejan el deporte ni im instante, porque saben que hoy día no se puede triunfar—a pesar de un inmenso v a l o r interpretativo—sin atractivo, pues la gran masa jamás aceptaría el valor—inmejorable—interpretativo de un Clark Gable tuerto y j o r o b a d o , pues un artista debe descontar en su é x i t o un ochenta por ciento de excitante, que no podrá desaparecer, pues el día que lo haga, gran parte, la imnensa mayoría del cinema—americano, alemán, inglés, francés—caerá. Y los productores lo saben m u y bien. Y sostienen el deporte no sólo por lo que tiene de cinematográfico, sino como fábrica indispensable de tipos standardizados, tipo Robert Montgomery, tipo Clark Gable, tipo William Potcell... Y Europa lo ha comprendido también; y los Estudios alemanes, salvo esas magníficas excepciones que se llaman Luis Trenker, Gustav Diessl, Sepp R i s t , sólo nos manda galantitos dudosos y amanerados o tenores grasicntos rebosantes d e cerveza y estupidez, que nos recuerdan atjuellas sombras que creímos y a desaparecidas. Y las grandes rotativas cinematográficas nos traen continuamente estrellas y estrellas (iel rutilante firmamento cinematográfico en los más Arridiversos deportes, los noticiarios; y gran parte de las obras •••« cinematográficas cantan una loa constante al triunfo del bert .Montgomúsculo, glosando al deporte y al hombre en perDiery, cazador en feccionamiento sucesivo, al hombre pleno de Hollywood inteligencia y múscido, y alejando defiUno de esos juegos tan nitivamente aquellos caducos ideaactuales de bolitas une les de tertulia y café qne revan tropezando en obstrasaron en algunos lusticulos, es la gran distractros el desarrollo fíción de James Cagney sico y moral IJI encantadora P a t r i - - ^ del homcia Ellis gusta de practicar, bre. sobre la playa, ese juego de daaos y caballos A juzgar por esta fotografía, ver correr el agua debe sugerir breves y frivolas meditaciones a Bette Davia i


E l deporte en la mujer L a s y a desaparecidas mujeres fatales—que Mae W e s t , con sus opulencias, trata de resucitar—fundaban su éxito en caderas ondulantes, senos gigantescos y andares majestuosos; más bien que mujeres amantes parecían efigies movibles de mármol o cartón piedra. L a pantalla

reflejaba

aquellas

imágenes gruesas, groseramente obesas, de una almirante Man/jni, de una Jacobini, y creía plasmar con esto la belleza femenina. P e r o los años fueron, al pasar, substituyendo lentam e n t e , continuamente, el canapé por la canoa, la cabelUera exuberante por un peinado hombrvmo, la artiíiciosidad por la naturalidad. E l deporte, infiltrándose en la v i d a cotidiana, creó, en magnífico standard, tipos bellísimos de m u j e r , que Mack Senneth fué el primero en saber captar; primero, Gloria Swanson y Julia H a y e ; después, Joí'm Crawford, y ahora, Jeán Parket, supo el cinema recoger t o d a la

•k

Htgíi

HofornirmoK, ante esta fotografía, la definirión rláüira: una caña de pescar eg un palo, que tiene a un extremo un cebo y al otro a una mujer bonita. IJÍ mujer bonita, en eate caso, e» Joan W b e e l e r

moderna belleza que la gimnasia, la natación y la aviación han sabido imprimir a la mujer actual.

E l deporte ha dado a las mujeres de cinema figuras magnificas, y ha convertido sus cuerpos en arquetipos de una belleza sana, esbelta y joven. El culto del deporte actual es, en este sentido, como un r e t o m o a Grecia, como una vuelta a aquellos días en que se practicaba apasionadamente el fervor de la salud física. Pero el deporte, no solamente ha creado un nuevo tipo de mujer, en cuanto a lo físico, sino c^ue ha influido además, evidentemente, en su formación espiritual. ¿Quién duda de que la mujer de hoy, esa mujer admirablemente reflejada por el cinema, ha perdido artificio e hipocresía y ha ganado verdad, naturalidad, alegría? Es una mujer cuyo espíritu se mueve a la luz del día, diáfanamente, sin las veladuras y las sombras que antes tutelaban su v i d a . En este sentido, el deporte ha ido ejerciendo una influencia positiva sobre lah costumbres, sobre la formación de la nueva espiritualidad femenina. Comparad, como comprobación de ello, aquellas figuras femeninas que asomaban a la pantalla hace veinte años, con estas nuevas y encantadoras mujercitas que hace desfilar ante nuestros ojos el cinema de h o y . Rosarios vertiginosos de ijantorrillas, caras plenas de v i g o r y salud, sinfonías modernas de musculatura y ritmo de vigor, todo eso fué dado a la mujer por el deporte, que creó—como en el hoinbre—esas bellísimas mujeres que hoy podemos admirar en la calle y en el campo, en el cinema y en la Universidad. Pues la mujer de nuestro tiempo debe su esplendor material al deporte, en sus más variados aspectos—natación, esgrima, vuelo—, que, curtiendo su cutis j sus músculos, han saludo no sólo crear una nueva mujer m u y siglo x \ , sino también derrocar definitivamente aquellos ideales caduco» de belleza i anémico, de romanticismo llorón, creando una mujer nueva, valerosa, capaz de afrontar desde la lucha económica sin cuartel hasta el combate [>or un nuevo record. En ese nuevo record que todas las mujeres del mundo están costantemente batiendo.

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Eatidnc S«rr«no, Saatia^ Arrieta, Domin^ Sapelli y

5 0 . IVIADRID


CONCHITA BOYER

MONTENEGRO -

CHARLES

Si no fuera porque a él se le conocen exeesivamente—implacable erueldad de la lente eineniatográfiea—las estrías del niaquiUaje, destruyendo la ilusión de realidad—valga la paradoja—, ereeriamos que esta pareja ha e^dstido — s e ha amado—en la Viena romántica, de la que ^a no quedan sino los libros, la música y los films. Como pareja cinematográfica, Conchita y Charles mueven también a la espontánea admiración. Hay en sus rostros, insuperables de magistral expresión, un reflejo de poesía que acaso den las luces del Estudio, sabiamente dispuestas, pero que no por eso dejan de causar un efecto menor en quienes, como nosotros, lo admiran. ¡Tantas veces es míb bello el engaño que la verdad!

I

C A T A L I N A B A R C E N A - L U I S ALONSO El tunante, de facciones impulsivas, de corte m e ridional, tiende su brazo para no dejar marchar a la que at»so ama todavía. ( L a palabra "amante" no quiere decir, ni mucho menos, amador. El uso la ha gastado tanto, que sirve para designar, rutinariamente, al que cambie más que besos con una mujer, enamorada o no.) 1.a actitud pensante de ella la da la etlad. (¡Perdón, Catalina!) Recapacita, tal vez, que ya es tarde para arrepentirse. Este muchacho sabe demasiado de amor, y puede, además, ser su hijo. EUa esti bajo el peso de una desilusión definitiva. El, eon una elegante atención, quiere ser piadoso... y resolta... eroeL

í

^

DÉLA M A X I N E D O Y L E - J O E E. B R O W N ( " B O C A Z A S " ) Mi criada pregunta por oué una chica tan mona se ha enamorado de un "tío tan feo" (frases textuales). ¡ A h ! He aquí uno de los grandes misterios de este picaro mundo. Yo he visto las más bellas mujeres en brazos de los hombres menos atractivos. Y a la inversa. El globo terráqueo no llegará nunca a dirigible. Pero Joe y Maxine resultan una parejita graciosa. Eso no me lo negaréis. Y ya es mucho, dado el problema pavoroso de la existencia. Un hombre divertido, que provoque la risa a cada paso, bien puede aspirar al premio de una linda flor natural... como Maxine. ¡No siempre el amor ha de tener cara de perro!... (¡Guau!...)

K A T H L E E N B V R K E - G A R Y COOPER Pierre Loti, viajero visionario, se esforzó en cantar, eon el dintico incomparable de su prosa exquisita, el amor entre seres de raza distinta. El había amado a una mujer de color, y tuvo la suerte de verse correspondido. Pero la excepción confirma la regla: no dan buen fruto amores así, no pueden darlo nunca. Son pasiones extrafias, exóticas..., imposibles, en tma palabra. Aquí vemos a una exótica muchacha l>engali en brazos de un lancero inglés. Diferencia de piel y de contenido. Un abismo entre los dos, qne ni siquiera su pasión naciente y exaltada lodrá salvar... Podrá la novedad del momento, a exigencia del clima, unir los cuerpos jóvenes, vitalmente generosos; mas una fuerza superior e invisible repele sus almas. Kathleen no se da del todo, a sabiendas. Gary, ofuscado, sí. Pero se engaña a sí mismo...

[


Es obvio declarar que no pocas de taJes obras—^y, por ende, de algunas producciones cinematográficas—eon exponentes de determinados movimientos pedagógicos, unos todavía en boga, otros y a relegados como procedimientos educativos de poca eficacia. Para mí, ese magnífico empeño de Nicolay Eck, El camino de la vida, es la plasmación en bellas imágenes—^y de una fuerza expresiva sorprendente — de aquel ensayo que realizó Tolstoy en su escuela de Yasnaia Poliana, cuyos frutos no fueron muy ha lagüeños, ciertamente. Pero Eck nos brindó en un alarde técnico del cinema de vanguardia soviético—aparte el espíritu de proselitismo que informa todo el film—una bella, una sorprendente producción cinematográfica, la primera parlante que nos ofrecía Rusia, eu la que los terribles muchachos de Moscú se regeneran por el trabajo.

Recordemos también Casa correccional, otro reportaje llevado a efecto en uno de los reformatorios de menores de los Estados Unidos,

Rl gran actor James Cagnry, el de los alegres ambientes de vodevii, que en «Por el mal camino» nos ofrece una nueva modalidad en su arte personalisimo, al encarnar un eróle» de hombre bueno, todo ternura y amor, protector de la infancia desvalida...

S

A B I D O es que la pantalla nos ofrece filmo que, sin ser precisamente auténticos dociuuentales, tienen todo su valor. Tales, por ejemplo, en un solo aspecto, los que tratan de ese magno problema — uo resuelto todavía por la sociedad, a pesar de sus buenos propósitos—de los correccionales, que han tenido magnificas expresiones en El camino de la vida. El presidio, Soy un fugitivo y últimamente Por el mal camino, film no presentado todavía al público madrileño. Realmente, ese a s p ^ t o u orientación tiene y a una tradición en arte tan nuevo como es el de la imagen, como tiene su arraigo, naturalmente—^y altamente prestigioso—en la literatura; prestigio que va de El hijo de la parroquia, magnífico exponente del genio literario de Carlos Dickens, a la también famosa novela autobiográfica de Bums, pasando por el desgarro, carne v i v a del alma humana, del libro de Choisy,

con el cual se abrigaba el noble propósito de despertar en aquel país una protesta contra los est a b l e c i m i e n t o s de esta clase. Después de El fu^ivo, y aun de El presidio, ese film era \m documento más que reflejaba, o refleja, de un modo muy crudo, unas instituciones penales que nada tienen de ejemplares. Tal era también el propósito perseguido con Soy un fugitivo—que, por cierto, v a a tener pronto este film una segunda parte—, magnifica película de Merwyn I^e R o y , en la que Paúl Muni escaló su consagración. Ahora, la Warner Bros nos brinda, en otro que pudiéramos llamar magnifico seudodocumentiü. Por el mal camino, un nuevo ejemplo viviente de lo que ocurre en los correccionales de menores, y lo pone de relieve enfrentándose valientemente con problema de tanta importancia social. P o r el mal cximino es una historia dranxática, llena de humana emoción, en la que resalta con toda crudeza y verismo la vida de los muchachos extraviados on los correccionales, infierno en donde muchos de ellos se pierden para toda la vida. Con el precedente magnífico de Soy un fugitivo, Archi Mayo, el animador del nuevo film, no podía soslayar los momentos cumbres y difíciles de esta dramática narración. Había que luchar ante todo con una masa importante de niños «extras», no siempre fáciles de disciplinar, y no era cuestión de andarse con paliativos y vaguedades con tema de esta naturaleza: la tragedia de centenares de niños que no conocieron el amor ni el grato calor familiar. Venció Archi Mayo, y el film ofrece todo ese des-


garro y patetismo qne culminan en la muerte del pequeño Borzage, escena de hondo interés dramático, que rev e l a , por otra parte, al precoz artista como un futuro gran actor.

P e r o este film ofrece, además, un interés especial: el papel de protagonista c o r r e a cargo del simpático y divertido James Cagney. Hasta ahora couociamos al gran actor en el ambiente friv o l o de los escenarios v o d e v i l escos. Rodeado siempre, como Dick P o w e l l , el otro afortunado galám, de girls de carnes frescas y nacaradas, sus roles eran comúnmente de un singular desenfado. Con su gesto de pic a r o simpático y su a i r e achidado. James Cagney era el prototipo del castigador que tiene una manera muy ruda de seducir a las mujeres. El personificar en El enemigo público al gángster Díllinger—papel que no iba mal al ex golfillo de Y o r k v i Ue—le v a l i ó un contrato que le hizo rico y le abrió las puertas de la fama, meta de to»ia una v i d a de lucha tenaz y de privaciones, pero también de v o l i m t a d y de confianza en su propio valer. Y , sin embargo—^una prueba más de su talento—, Cagney no se halla desplazado en el ambiente de dolor y miseria de Por el mal camino.

E n el role de P a t s y se nos ofrece c o m o el director que v a al P e -

lantes Cagney, con Magde Kvans y Frankic Darro, el muchacho que en «Por el mal camino» demuestra sus raras cualidades de actor dramático, sobrio y de honda expresión

Una historia dramática, llena de humana emoción, que revela las penalidades que sufren loa muchachos encerrados en un reformatorio de menores

nal con ánimo de reformar sus costumbres, y que logra, a fuerza de compasión y amor, captarse la v o l u n t a d de aquellos c e n t e n a r e s de niños que no están acostumbrados más que a la dureza y que se doblegan a la dulzura como antes se habían rebelado a las amenazas y a los tratos duros de i m superintendente cruel. ¡James Gagney, en el papel de ángel bueno, de hermano m a y o r de una infancia desvalida! El mismo ha declarad o : «Me gustan mucho los niños, y siento por ellos compasión y ternuras de padre, porque me acuerdo m u y bien de mi infancia, que, ciertamente, no fué un camino de rosas. N a c í en N u e v a Y o r k , en esa inmensa colmena humana y en un distrito conocido por la Policía con el nombre de la gu^errüla salvaje porque en él se albergaba...—no hay que decirlo—• lo mejorcito de la sociedad. M i padre tenía un caíetucho, y y o me pasaba el día en la calle. ¡Por eso, no es de extrañar que sepa muy bien lo que es la v i d a de e s o s muchachos callejeros!» F. F E R R A R I

BILLWH


KealuaaandjLJOíiH fOSPcan, VÍCTOR MtíMlíH

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Q U E M A S LE E N C A N T A

Imperio el

a-^uía

A

Argentina

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DESPUÉS DEL CINE ES EL C A M P O Áuttaet

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A

muchas artistas de cine les. pasa como al hmno, que al subir se deshacen, y existen otras—como le ocurre a esta admirable Imperio Argentina—que en cada nueva obra aumentan su prestigio y afirman su personalidad. Y es que la intérprete magnífica de Nobleza baturra posee una gran riqueza expresiva y im caudal inagotable de emociones, que al reflejarse en la pantalla son para el espectador una espléndida, orgía visual. Imperio Argentina hace el milagro de la creación cinematográfica, convirtiendo el gesto huidizo e inestable en algo definitivo y permanente, dándole consistencia a lo fugaz y jerarquía artística a lo más trivial y volandero. P o r la superficie del gesto, los ojos llegan a la profundida(\ del panorama interior del personaje interpretado por Imperio Argentina. Ella sabe que lo sencillo en arte es lo más complicado, y que para llegar a lo espontáneo hay que atravesar zonas difíciles de estudio y preocupación. Múltiple, diversa y dúctil, esta ilustre actriz abandona su personalidad espiritual para adquirir la naturaleza de los tipos que lleva al celuloide. Y éste es el secreto de sus triunfos.

Atravesamos el hermoso jardín de la finca que posee en la Ciudad Lineal la intérprete de S u rwche de bodas y La hermana San Sulpicio. A un lado y a otro del camino están en hilera, como soldados prusianos, los altos álamos, las higueras, con sus grandes hojas como manos abiertas; los chop o o , los sauces, que dejan caer lánguidamente sus hojas en un estanque, como si hicieran la apología melancólica del otoño; los rosales, con sus rosas mustias, que han llegado tarde al festín de calor y luz del verano madrileño; las madreselvas y las enredaderas, por entre las cuales asoman su cara amarilla los enormes membrillos... Imperio Argentina y su esposo, Florián R e y , dirigen los trabajos de los obreros, que abren zanjas y remueven la tierra. A q u í irá el cam})o de tenis; un poco más allá, la piscina, el garaje, el g i m nasio... El sitio os delicioso. L a fortuna se ha sentado a la puerta de la pareja feliz, y ellos la han ins-

y buscar por los pueblos españoles uno melodía

I m p e r i o Argentina, ea euya vida no hubo jamAs Iriileza M aOiargura, »ÍMO optimismo y eap<-ranza, » e halla aetualincuie en el rvuU de -11 dicba. Ente « n celole rubio qite « o n r i e á fotógrafo ha rul|BaHojri a«p¡rarionM^<ie spoiarm..

i


talado maraviuosamente para que uo se v a y a . —¿Dónde quiere usted que hablemos? —^me pregunta la intérprete admirable de Nobleza baturra, con su alegría comunicativa—. Allí—dice señalando un pequeño bosque de álamos—está la «selv a de Tarzán»—y añade con un gesto dramático—: Pero sin leones. —Si esto no es la felicidad, debe parecérsele mucho—dijo, mirando inquisitivamente a un lado y a otro. —i Y o sería feliz hoy en ima buhardilla!—me dice Imperio Argentina—. L l e vamos a todos los sitios nuestra alegría o nuestra tristeza. Y o no comprendo el mal humor o el carácter esquinado y cortante de algimas personas. Será que en mi vida y en mi trabajo no he tropezado más que con gentes y compañeros admirables. H a y quien goza poniendo

— D e no haber sido artista de cine, ¿qué otra profesión le hubiese gustado elegir? — L a música. ¿Quiere usted creer que Florián y y o nos vamos (siempre que nos deja el trabajo) por los pueblos de FjSpaña buscando una melodía inédita, un ritmo popular, algo de creación espontánea del pueblo? Y a queda poco escondiflo y olvidado; pero a veces tiene una la suerte de descubrir un retazo lírico admirable en una aldehuela castellana, en un pueblecito andaluz o en uua montaña de Aragón. Y ese tn)zo de armonía que pervive de generación en generación parece una cosa nueva y recién inventada. ¡Qué juventud tiene todo lo popular! Ahora he sacado unas seguidillas mauchegas, una cosa a base del bolero de R a v e l . . . ¿ Y los tiyms? ¡Qué magnifica diversidad la del pueblo! De pronto, v e usted a una viejecita desgreñada, o a una moza con su cántaro al cuadril, o a una gitana con su cesto sobre un fondo español, que están pidiendo a gritos el foco. Una dr lan grande» alegrías de Imperio Argentina es esta que reproduce la foto, r.uidar p o r si misma el jardín y la huerta de su casa... SOTÍ. COSTES

en sus comentarios y apreciaciones una gota agria, creyendo que así son más interesantes. Y o , no. A veces, cuando v o y por la calle y v e o una persona triste, me dan ganas de acen-arme y decirle: «¿Quiere usted que le baile algo? ¡Por Dios, no lleve usted esa cara!» Florián y y o estamos contentos siempre. ¡Qué buen oficio el distraer a las gentes! —¿Qué piensa usted hacer ahora? —-Pues ir andando con mi marido desde Paris a Lissieux—doscientos veinte kilómetros—, para cumplirle una promesa a Santa Teresita del N i ñ o Jesús. Se lo prometimos cuando La hermana San Sulpicio, la primera película que hice con Florián. — Y o temía, Imperio, que fracasara este reportaje. Pare<'e <iue es usted refractaria al ruido... —Sí—me intemunpe—; soy refractaria a la publicidad personal fuera del trabajo. Hay que darle a la vida del artista un poco de retraimiento y de misterio. El público toma más interés, y de ahí el miedo a prodigarse. L a proximidad hace siempre vulgares a las ))ersonas. P o r eso conviene un poco de aislanuente.

Y después de la música, el campo. Y o v e o un árbol pintado en una decoración, y me siento a su .sombra. El diálogo lo corta la llegada de la nurse, que trae un bebé gordo y risueño, que abre sus ojos llenos de candor a la alegría del sol otoñal. L a criaturita mueve en el aire las manos y sonríe al caer en los brazos de su madre. Imperio Ai^entina lo levanta amorosamente, con dulzura, como si sostuviera un tesoro. L a presencia del baby nos recuerda las palabras de un cuento infantil: «Ix)s niños son ángeles que al caer del cielo se rompieron las alas.» Y , naturalmente, nuestro reportaje ha terminado. J. R.


T E AA P O P i A D A

DE I

ORO

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PERSONAJES YOLANDA PAREZZI:

Siciliana, treinta años, carácter exaltado. La carne, del color de las perlas enfermas; el cabello, del negror de la endrina. Facciones aguilei'ias, apasionadas, duras. En el lado izquierdo del pecho, una cicatriz señala el lugar por donde, siendo todavía niña, un amante celoso la buscó el corazón.

JUANA NEY:

Veinte años, hija de franceses, alta, rubia, ojos claros, movimientos ondulantes. Asegura descender del célebre mariscal a quien Bonaparle calificó de * bravo entre los bravos», y algo fiero, efectivamente—alga semejante a un grito racial—, relampaguea en sus pupilas, que en los arrebatos de cólera se lit'icn de gris.

SANTIAGO BLASS:

Español, veintisiete años. Deportista completo, espadachín, boxeador, caballista y buen mozo. Su silueta recuerda la de los giilanes románticos de 1S30. cara larga, mejillas lívidas, pómulos bien marcados, boca desdeñosa, ojos de mujer, negros, pensativos, grandes.

I lempo hace que Y O L A N D A P A R E Z Z I ^ S A N T I A G O unieron libremente sus destinos. Ella adora en « 7 - Y O L A N D A eí *la Pasión»—; pero él cambió de ídolo, y en secreto a quieu ama verdaderamente es a J U A N A N E Y , que es tía Elegancia». J U A N A le corresponde - ¡oh, y con cuánto fervtir!—; pero ambos procuran esconder su cariño para no atraerse el enojo de Y O L A N D A . Su ligazón, sin embargo, es conocida porque los tres son cineastas famosos, y dentro del mundillo, propicio al eapiona/e y a la murmuración, de los teatros, no hay secretos. Los artistas, celosos unos de otros, se vigilan insoiimes, y para las plantas venenosas de la delación y de la calumnia lodo el año es Abril. Por eso a J U A N . V N E Y y a S A N T I A G O B L A S S les fué imposible ocultar su amor; y como ella era francesa- o casi francesa — y él español, y Y O L A N D A P A R E Z Z I italiana, sus compañeros, envidiosos de su celebridad, les llamaban despeclivainerUe

*Los de la triple

alianza».

11 L o accio.\ en las oficinas

de la Gran Compañía

go J U A N A N E Y , L U I S C O I C O , gerente

ducido del italiano el guión director de escena.

Europea

de la Compañía;

del film «Pasión

siniestra»,

de Películas.

Alimentan

S Á N C H E Z , periodista,

y PEPE VICUÑA,

el diáloque ha

tra-

expertísimo

J U A N A (con una sonrha de desaliento).—Se h a n coaligado ustedes en contra m í a , y a lo veo. Está bien; no in-sistiré más; pero seguiré creyendo que el capital papel de esa obra me corresponde. (Mira a S Á N C H E Z . ) ^5 S Á N C H E Z (afligido).—No me mire usted así, porque no soy y o , sino los señores Gíoco y V i c u ñ a , quienes principalmente se oponen a l a v o l u n t a d de usted. M i opinión no cuenta. Y o no soy aquí nadie. Y o me he l i m i t a d o a t r a d u c i r el guión Lecho por Leoc j : do Melani. A h o r a bien: Rlelani es «un maestro»; Melani, el r i v a l de D ' A n n u n z i o y de P í randello, merece respeto. ¿Sí o no? Merece respeto, y Melani quiere—lo dice en carta que conservo—que la f i g u r a central de su obra la interprete Y'olanda. J U A N A (venenosamente).—¡Bah! Melani protege a l a Parezzi porque es italiana o porque serían amantes hace diez años, cuando ella era j o v e n . E L S E Ñ O R C O I C O . — E l «porqué» no nos i m p o r t a . V I C U Ñ A . — N o s o t r o s estamos obligados a hacer puntualmente lo que disponga el autor. Nuestro deber es complacerle, ayudarle, no contradecirle. S Á N C H E Z . — ¡ T a l es m i opinión! J U A N A . — ¡ C o m o si los antores no se equivocasen! (Con nuevos bríos.) Ustedes no me negarán que l a v i d a í n t i m a de los artistas i n f l u y e en l a impresión que su trabajo causa en las m u l t i t u d e s . L a Parezzi es la amante de Santiago Blass; su amante de siempre, u n a querida a quien l a misma anti^-^üedad y monotonía de sus relaciones dan u n carácter de esposa. E l público l o sabe, y este conocimiento le distrae, le enfría. Cuando representando u n duetto de amor, verbigracia, los dos se besan, los espectadores no v i b r a n , no so apasionan, porque enseguida se acuerdan de que aquellos besos son conyugales, besos rutinarios, besos sin f e r v o r , como los que cambian todos los casados antes de dormirse. P a r a que una obra de arte nos interese certeramente, es necesario que a la ficción escénica se mezcle algo real; l a realidad es l o que d a consistencia h u m a n a a l a ficción. P o r eso l a disputa que sostenemos la Parezzi y yo al f i n a l de la «primera parte» quedará m u y bien porque nos odiamos, y ese odio—no lo duden ustedes—«llegará» al público. E L S E Ñ O R C O I C O (astutamente).—Acierta usted en cuanto dice; pero ahora caigo en que h a y u n a circunstancia que Leonardo Melani t u v o presente, sin d u d a , y se opone a esa inversión de papeles que usted, m i admirada N c y , pretende. J U A N A (frunciendo graciosamente el entrecejo).—¿Cuál? E L S E Ñ O R C O I C O . — L a edad de l a Parezzi. ¡ L a había olvidado! E n Pasión siniestra Santiago aparece casado con Y o l a n d a , más vieja que él; y lo lógico es que en la película, igual que en l a reaUdad—esa realidad que usted invocaba antes—, Santiago Blass, obligado a_elegir entre las dos mujeres que le sohcitan, opte por usted, por l a más j o v e n .


cuestión).—Que es

VICUÑA (deseando poner término feliz a la

también la más elegante.

la más bella. EL SEÑOR GOICO.—¡Eso no tiene vuelta d e Iioja! JUANA (desarmada).—Considerando el reparto d e papee l s desde ese punto de vista, no tengo nada que objetar. EL SEÑOR COICO.—¿Está usted convencd i a? .JUANA (risueña).—Muy convencida, no; vencida, sí. EL SEÑOR GOICO.—En la ocas ó i n presente, Yolanda Parezzi ha triunfado de usted por'vieja. ¡No la envidie usted el triunfo! SÁNCHEZ.—Y

JUANA.—¡Jamás! (Se

levanta para marcharse y todos se ponen de pie. Saludos,

lisonjeras

de adhesión,

protestas

de amistad,

apretones de manos,

frases

etc.)

IIT Hace dos semanas que en los Estudios da KPasión Nadie

siniesíray).

Artiftas

duda de su éxito.

sorprendente

naturalidad su propia

sigue haciendo

galán—hermano

sale de

en exaltación

lírica

ciliana,

indud•hlemente,

escenas—como

amante—en

que su emorión

aquí—murmuran

los

atri-

viviendo

en

comentaristas—lo

aquí». se han superado,

y a cual más sobresalen

en her-

y en el arle de dar a cada ademán su matiz preciso. en la que, loca de celos, pide a su enemiga arrebatada

SANTIAGO se le va; siente qne le pierde; se hl quila, y en sus nervios

obra. de la

lo que

Byron—está

es, de las dus, la que derrocha en su empeño mayor

y représenlo

se rué-

con la

y lodos se hacen lenguas

en belleza de lord

«Lo que hace

YOLANDA PAREZZI y JUANA NF.Y tnmHén mosura,

superarse,

de Peliculas

entusiasmados

que SANTIAGO BLASS derrocha en cada situación,

historia.

cuando

Europea

se muestran

Cada cual procura

buyen a que el afortunado la pantalla

de la Gran Compañía y directores

orilleó

lo suhlime.

La ai-

entusiasmo,

le devuelva

Comprende

a su

la PAREZZI que

que JUANA N E Y , diet años más joven que

trajinados,

rotos, la desesperación

se convierte

en

ella,

belleza

patc'iica. La

acción, en el Estudio. lizar

Es mediodía.

Casi todos los artisias

unas escenas de las llamadas

decorado, y sus martillos observan

el tráfago,

llenan

de ruidu el amplio

y PEPE VICUÑA, poseído

de un sitio a otro explicándoles todo—les

grita—,

máquina!

a los

¡ Miren

JUANA y SANTIAGO, caminando unas

a cualquier

acudieron

Los carpinteros local. cómo

comience

febril

han

de

a rodar,

parte menos a la

con aire indiferenit,

para

rea-

están amañando

temprano

un

EL SEÑOR COICO y SÁNCHEZ

de un prurito

comparsas

una vez que el operador

¿Entienden?

rarse, cambian

«de conjunto».

coinciden

de ubicuidad,

corre

evolucionar.

no miren

«¡Sobre

ustedes

a la

máquina.'» en un rincón,

y, sin

mi-

palabras.

SANTIAGO.—¿Me esperas? JUANA.—¿Ven'lrá? (Alude a la PAKEZZI.J SANTIAGO.—¿A qué? Hoy no trabaja. JUANA NEY, agachándose túnel—que

forman

gue, atiempo Una

amiga

un poco, se desliza hacia su «camerino»

unos huslidores

apoyados

por el vano—especie

que por el extremo opuesto del taller surge la crecida figura la

de

contra la pared, y SANTIAGO BLASS la side YOLANDA.

acompaña.

(monologueando).—Acaba de meterse en su cuarto, como si huyese de mí. AMIGA.—¿De quién hablas? YOLANDA.—De esa mujer, de la Ney. LA A.M1CA (mirando en distintas direcciones).—Santiago no ba venido; no le veo. YOLANDA.—Sí, ha venido, y e»tá con ella. M e lo asegura el corazón. Está con ella.

YOLANDA LA

(Bajando la voz.) Y si está con ella... (disimuladamente enseña un revólver), será por última vez. ¡Lo juro! ¡Las mue j res de Francia no saben cómo se ama en SiciUa! Sin que su amiga pueda sujpiarln, NEY.

Sus dedos lamburileun

febriles

JUANA (que ha rtconocido y con ademanes vehementes se esconde. Inuiediaiamente,

cruza corriendo el Estudio y llega lu

a su rival por las

«.4sí

la despisto.»

Suenan

de la

la piel los artillas

utilizan

(Mira

a SANTIAGO,

El galán comprende,

/a NEV se acerca a su tocador y se embadurna

í/a. No quiere darse a conocer.)

abro.

pisadas).—¿Quién?

le ordena ocultarse detrás de un armario.

de esas grasas que ¡tara no estropearse piensa:

ad «camerino»

puerta. y

el rostro con una

ante^ de

maquillarse,y

¿Qué i n? (La PAREZZI ca¡Ahí Pues si la persona que lama no dice quién es, no en la puerta

nuevos golpes.)

YOLANDA.—Soy yo. JUANA (abriendo precipitadamente).—¿Es

posible? ¡No m i agn i aba que fuese usted! Pase y siéntese. En este momento iba a pintarrajearme. (Afectuosa.) ¿La hice esperar mucho? YOLANDA.—No, no. JUANA.—Si; la hice esperar; la pido mil jierdones. (La PAREZZI avanza algunos pasos. Sus miradas

registran

de vestidos, y piensa: da de grasa.

)

la habitación,

rodeada de perchas,

«Me he equivocado;

¿No se sienta^usted?

de las que cuelgan

si él estuviese aquí, ella no tendría

muchedumbre la cara unta- i

<


YOLANDA.—Gracias. (Procura sonrrir.j Gracias. Me marclio. JUANA.—Como usted guste. YOLANDA.—He venido con una amiga, y no debo dejarla sola.

(Vast.)

IV

lían transcurrido dos semanas. La eseena, en un cuarto de hotel. Son tas nuevt de ¡a noche. La PAREZZI, presa de una inquietud indecible, espera a SANTIAGO, al que no ha visto en todo el día. Reconoce Ja infortunada que «Pasión siniestra» es su propia biografía, tcel film de su amor», y los celos la destrozan; Jos siente tangibles, punzadores como colmillos, dentro de sus entrañas. Diet años se desvanecieron desde que unió su destino aJ de BLASS, y cuantos momentos ie feliz embriaguez o de dolor vivió a su lado los ve copiados, con fidelidad alucinartíe, en la pelicula que está hañendo. Esta similitud entre lo cierto y lo imaginario la aterra, la enloquece, porque la obra de Leonardo ^felani implica, a su juicio, una profecía. ¿Será posible que en ella la mujer y la comedianta lleguen'a fundirse en el mismo gesto trágico? ¿Deberá SANTIAGO BLA.SS finar según acaba el venturoso enlabiador de «Pasión s{niestrar>? Con ganas de llorar, celosa, furiosa, intensamente pálida, las manos yertas, ta PAREZZI ro y viene por su habitación, y siempre que oye subir el ascensor entreabre la puerta, creyendo que es SANTIAGO quien llega. De súbito reflexiona: « ¡ Si no volviese!» Y esta idea torva la arranca un grito, la desfallece y la fuerza a settíarse. Pasadas las diez, SANTIAGO BLASS llega al hotel. Al cruzar el «hall», un portero le entrega un sobre escrito a máquina. A SANTIAGO le tiemblan las manos. La misiva es de JUANA, y dice: «Tomaré el rápido del viernes. A Genova llegaré el domingo. Te espero. Para ti toda mi álnui.» SANTIAGO suspira, guarda la carta y penetra en el ascensor. YOLANDA (saliéndole al encuentro).—¡Cuánto has tardado! SANTIAGO (el aire cansino).—He tenido mucho que hacer. Y a te contaré. (La besa distraídamente, y, llevándola del brazo, entra en su habitación.) YOLANDA.—Me moría sin ti. No es una frase. ¿Comprendes? No es una frase; es una verdad: «Me moría sin t i » . (Lo abraza, y al soslayar la cabeza para mejor estrecharse contra el pecho del adorado, siente crujir junto a su oído un papel. Aquel crujido parece envolver una lamettíación, una protesta, y YOLANDA p i e n s a : « E S una cana. ¿De quién?») SANTIAGO (que también advirtió el quejido acusador del papel).—¿No cenamos? YOLANDA (indiferente).—Cuando quieras. (Ambos se dirigen a la puerta. El ingrato ha cambiado ligeramente de color.) SANTIAGO (adelantándose).—Un momento. ¿Me permites? YOLANDA.—¿Adonde vas? SANTIAGO.—Al baño. Vuelvo ahora mismo. ^Cori aceíeramienio sospechoso entra en el baño, rompe la carta, echa los pedazos al retrete, y halando de una cadena, deja correr las aguas.) YOLANDA (al verle reaparecer).—¿Ya? ¿Tan pronto? (El, turbado, no contesta.) YOLANDA (tranquila).—Espérame en el comedor. Y o también v o y al baño. SANTIAGO (inquieto).—Te esperaré aquí. YOLANDA.—No, en el comedor; lo prefiero, por si tardase en salir. SANTIAGO.—Bueno. (Llevada de su seguro instinto—los celos son, a veces, como la luz—, lo PAREZZI se encierra en el baño y mira dentro del retrete. Sobre el agua cristalina, los trozos del papel que ella busca Potan, poco mojados todavía. La pesquisante los recoge, los ordena, y lee: «Tomaré el rápido del viernes. A Genova llegaré el domingo. Te espero. Para ti toda mi alma.'» Momentos después, serena, absolutamente dueña de sí misma, aparece en el comedor. A la mirada investigadora con que SANTIAGO BLASS la recibe, ella corresponde sonriendo. El ae traMuiltza. £1 semblante de la PABEZZI TW dice nada.)

Va a rodarse la esceiui cumbre de «Pasión siniestra», la más patética, la más difícil: aquella en que la protagonista, sabedora de que su amante piensa huir con otra mujer, le invita o cenar p o r o envereenaríe. El Estudio está lleno de gente, y cuando la PAREZZI, muy descolorida y en traje de «soirée», sale de su «camerino», todos los artistas se apresuran a felicitarla. Ella les sonríe. Una expresión extraña se adormece en sus ojos, que parecen no mirar a nadie. YOLANDA PAREZZI tiene la actitud distraída de una persona que no oye. SANTIAGO BLASS viste de frac. Al mismo tiempo los dos, cada cual por su lado, erUran en escena.


VICUÑA (risueño).—¿Qué tal esos nervios? ¿Bien? ¡Me alegro, porque estamos delante del momento más difícil de la obra! Unmomento que ha de matizarse mucho, que requiere una tremenda variedad de expresiones. Cada guiño, cada mirada, cada movimiento de cejas, ha de tener el valor de una frase. ¡No lo olviden! La labor de usted (a SANTIAGO) es la más hacedera: usted, hasta el instante en que empiece a sentir los efectos del tósigo, conservará el semblante placentero y confiado del hombre que nada teme, porque se cree adorado. Pero usted (dirigiéndose a YOLANDA), mi admirada amiga, si aspira a triunfar plenamente, necesita hacer milagros. Su rostro debe ser una especie de kaleidoscopio sentimental, Heno de colores, de mudanzas, de penumbras. Al principio de su entrevista con el hombre por igual querido y odiado, se mostrará usted risueña, atrayente, sensual... Luego, al final de la cena, sus facciones empezarán a vacilar entre los gestos del amor y del deseo de venganza, los dos grandes impulsos que combaten en su corazón, y, al cabo, adquirirán la expresión dura, inflexible, de quien se decide a matar. ¿Me explico bien? YOLANDA (erare dientes, como si se lo dijese a st misma).—Aprovechando un descuido de mi amante, debo verter el veneno en su taza de café, ¿verdad? VICUÑA.—Exacto. YOLANDA (tras una pausa).—Se me ocurre un detalle. VICUÑA (interesadísimo).—¿Cuál? YOLANDA.—Envenenar también mi café, y luego que Santiago se haya bebido el cuyo, darle a beber el mío con mi propia boca, entre besos. ¿Qué le parece a usted? VICUÑA.—¡Admirable! YOLANDA (satisfecha).—¿Es algo monstruoso, verdad? VICUÑA (entusiasmado).—¡Es genial! Únicamente un áspid sabría besar así. (Riendo. ) ¡Me da usted miedo! ¡Palabra de honor! ¡Me da usted miedo! (La PAREZZI y SANTIAGO BLASS comienzan a ensayar la escena, y VICUÑA, a cada momento, les interrumpe con observaciones que ellos escuchan dócilmente. La labor se prolonga largo rato, fatigosa, agotadora.) VICUÑA.—¡Bien, muy bien! Creo que ya podemos rodar. ¡Atención! (Dirigiéndose a los mirones.) Ruego a ustedes que guarden silencio. ¿Vamos? YOLANDA y SANTIAGO.—A sus órdenes. (Pausa. Los dos artistas se preparan. El operador empieza a rodar. La acción se devana en un comedor amueblado lujosamente. YOLANDA y SANTIAGO BLASS aparecen sentados en un diván, junto o un velador, sobre el que humean dos tazas de café. La sirvienta que trajo el servicio se retira. La PAREZZI y su esposo platican, se besan, parecen felices.) (A cada momento. VICUÑA, para forzarles a irüensificar la expresión de sus rostros, les grita: «¡ Cara, cara.'» Y ellos, fascinados, acentúan sus gestos.) (De pronto, atenta a una indicación de VICUÑA, la PAREZZI, con un ademán disimu- . lado, envenena el café. SANTIAGO apura su taza de un sorbo. Ella le abraza. Comienza el 1 diálogo que ha de acompañar a la película.) ^ ELLA.—¿No tienes miedo? j EL.—¿A qué? 1 ELLA.—A que el café estuviese envenenado. Í EL.—Imposible. Me quieres demasiado para matarme. i VICUÑA.—¡Cara, cara! ^ ELLA.—¡Cuan equivocado estás! Precisamente porque te adoro soy capaz de matarte. EL.—No lo harás. ELLA.—Toma mi café. Te lo daré con mi boca. Bebe. (Junta su boca con la de él.) VICUÑA (implacable, a SANTIAGO).—¡Cara, cara! (Continúa el diálogo.) SANTIAGO (dando un grito).—¿Qué es esto? (Palidece, y se lleva ambas manes al vientre.) VICUÑA.—¡Muy bien! YOLANDA (con una sonrisa de crueldad infinita).—¡Estás envenenado! VICUÑA (ajeno al drama real que tiene delame).—¡Bravo! ¡Magnífico! SANTIAGO.—¿Dices verdad? (Trata de incorporarse.) YOLANDA.—Sí. (Rechinando los dientes.) Ella te esperará en vano. No irás a Genova, no irás... SANTIAGO (la frente empapada en sudor).—¡Misericordia! (Empieza a torcérsele la boca.) VICUÑA.—¡Admirable! YOLANDA (al oído de su vtctinuí).—Ninguna mujer gozará de ti. ¡Ninguna! SANTIAGO (lívido, los labios cubiertos de espuma).—Piedad, me muero. YOLANDA.—Estás envenenado. En mi boca bebiste la muerte. Te envenené con cianuro. SANTIAGO.—No veo, no veo. (Cae de rodillas y rueda exánime por el suelo.) VICUÑA (aterrado).—¿Qué le sucede? (El operador deja de rodar. Un pánico inexpresable invade el Estudio y lo enfría.) YOLANDA (dirigiéndose a los circunstantes osadamente, como desafiándoles).—Santiago Blass ha muerto; le he matado yo.

Meses después, comentando el é.vito mundial de la película «Pasión siniestra», decía un periódico: «Triunfó porque costó una vida. No es mucho. Una verdadera obra de arte no debe ' costar menos.»


-CÍ^^S LOS P

ODRÍA

antojársenos, en cierto modo, paradójico qne el mérito del arte plástico resida precisamente en el coeficiente de movimiento, de agilidad o de expresión que acuse o que se ha representado plásticamente. Y así es, no obstante. Las figuras de un cuadro tendrán tanto más valor cuanta más impresión produzcan de vida, do humanidad. Según esto, forzoso es convenir en que ninguna obra plástica podrá alcanzar en niérito a una cinta de dibujos animados, cuya esencia no se detiene a proporcionar a laa figuras una impresión de movimiento, sino que se propone y logra dotsurlas de un movimiento materialmente real. Sin embargo, el secreto de su éxito no reside en esta realidad fundamental, toda v e z que puede haber películas dibujadas que, a pesar de su movimiento y su sincronización, disten mucho de constituir una obra de arte. Su valor más genuino, el rinconcito donde se guarece aquel sacreto productor de triunfos, es el cuidado del detalle, el detalle en sí mismo tal vez aislado del tema principal, el gesto pueril, la nota intranscendente; pero que nos sorprenden rápidos, imprevistos. Cada pelicula se compone de diez a quince mil dibujos sueltos. ¡Calcó ose la importancia definitiva quo tiene el raimo, el esmero que ba de ponerse en el cultivo de esos mínimos problemas que con el achaque y la mascarilla de irrespetables guardan celosamente el secreto codiciado de la elaboración de obras maestras! W a l t Disney es tal v e z quien conoce mejor ese secreto, y alguna vez, confidencialmente, mo ha hecho partícipe de él. Así como, también de modo confidencial, me ha dicho en más de una oca>i¡6u que la elabonición de sus films, si bien le ha proporcionado ingresos muy estimables, suficientes para poderse permitir el lujo de po.seer una casita y haber adquirido una radio y un Ford a plazos, uo alcanzan, ni con mucho, la cifra fabulosa de los millones de dólares que le adjudican \os que juzgan el negocio de este arti.«ta por los goces que lea han proporcionado a ellos las aventuras de Mickey y de Minnie. En la producción de peliculas dibujadas, la historia es lo esencial. Si ésta es deficiente, no podrá evitar el fracaso una buena música. El libreto do la historia se distribu}e en escenas, que se reparten entre diversos dibujantes, que, naturalmente, han de poseer un estilo uniforme, que habrán do forzar, si es preciso, para adaptarse al carácter de la producción. Artistas productores Los que intervienen esencialmente en la producc'.ón de cartoons son el director, el director musical y los dibujantes. Estos últimos son de tres clases: el artista, el animador y el artista-animador. Su diferenciación nace de sus propias cualidades, trabajando de modo conjunto a fin de que sean éstas comiíensada.^. Ello hace necesario mantener varios aprendices en constante entrenamiento, durante periodos de seis meses. Caiia animador tiene un ayudante y dos aprendices. El animador hace varios dibujos de referencia, a manera de modelo, a fin de que su ayudante pueda hacer los dibujos intermedios. Si la acción del [taso de im persfiuaje requiere diez y si-is frames, el animador haco los dibujos 1, 8 y 15, y su ayudante, los demás, pasándolos luego a los aprendices para que incluyan detalles necesarios. ! L a intervención eseuoial es la del director, que ha de buscar los puntos buenos de la historia, las situaciones y los efectos musicales; ha de coufrolar el trabajo de cada animador y la coordinación perfecta de la historia y la partitura. Aparece después, en orden de importancia, la labor del encargado de la parte musical. Ln música ha do ser de la misma índole del cnrtoon: ha de acoplarse a su carácter. N o todos los sonidos son buenos para todas las situaciones. E! espectador, al percibir un sonido, ha de darse cuenta—viendo el film—de dónde procede el sonido aquel. D e no ser así, el sonido no debió emplearse.


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^5TÍ/P/0

Elaboracióu de lus "carloons" de sonido El departamento de argumentos trabaja de m o d o infatigable, venciendo múltiples dificultades, para producir una película cada quince dias. E m p i c / a n por hacer un borrador del argumento. Este borrador se presenta a la Junta de animadores, cada uno de lus cuales recibe una copia. A los quince días de la reunión,, los animadores comunican al departamento de argumentos las sugerencias que el borrador les haya inspirado para la deterrainaiión de escenas y situaciones, a base de juyas ¡deas ese dopartaraeuto confecciona el guiAn definitivo en forma de escenario. Tiene lugar entonces una cofeienoia entre el director del film, el director musical y'jdl diseñador do ÍCÍS. Es de remarcar la transcendencia del trabajo de este diseñador, que prepara bocetos de escenas completas, con las cuales se confeccionan los bocetos utdizables y los fondos, proporcionando, de tal modo, el material propicio para la colaboración ¡estrecha del director y del músico. El director confecciona la hoja de producción. Y en esta meticulosa labor de preparación da instrucciones terminantes a los animadores acerca de la naturaleza de las escenas que han de dibujar, de la medida exacta que ha de ocupar la escena eu la cinta y el tiempo de la música que ha de ser interpretada en esta escena; les hace v e r , de forma minuciosa, la relación de tal escena con las demás, cuyo conjunto ha de formar el film; remarca 'as situaciones principales y les entrega un boceto del fondo, que les sirva do marco para .a escena. L a tarea del animador con.siste en visualizar la escena on l i n e a s t e pluma y íápiz, desarrollíindola en una serie de d¡l>ujos progresivos que interpretan el argumento con sus ideas incidentales. El tamaño de los dibujos es, generalmente, de diez y ocho a veintitrés centímetros. Dos pequeñas perforaciones en el margeii inferior de la hoja de producción controlan el registro d e los dilujos. El pape! cuipleado para éstos es poco fino y no muy pesado. Y , no está en di¿po.5Íción de ser utilizado mientras no quede perfectamente sujeto por una barra que contiene dos agujas d e registro, y que se baila instalada en el canto de un suplemento de cristal, (jue, con una luz eléctrica debajo, está dispuesto en el tablero del dibujante. Una vez desarrollada una escena por medio de la serie de dibujos sucesivos, entrega éstos ol animador al departamento de pintura. En este departamento se pasan los dibujos sobre una lámina de celuloide de las mismas dimensiones que la cartulina donde aquéllos han sido confeccionados, y con proporciones idénticas a la del papel, con el objeto de verificar un calco perfecto. Este calco se lleva a c a b o , meliculosaraeato, con tinta china. Peco el celuloide, se hace opaca con pistura toda la superficie ocupada por los dibujos. P a r a ello son empleados el color blanco, el negro y cinco matices de gris. Los cinco matices grises son precisos para lograr la misma equivalencia de color en cl negativo. Terminada la preparación de las liojas de celuloide por el departamento de pintura, pasan al departamento fotográfico. P a r a fotografiar la serio de dibujos que integran el filn» se emplea una cámara Bell and Howell, equipada con un disposit i v o de paro, m o v i d o por un motor sincrotiizado. L a cámara gira en todos sentidos con un movimiento de rotación de 3G0 grados. El centro óptico de aquélla se orienta por medio de la llamada tarjeta ih campo, de la que cada animador tiene una copia, y cuya calibración es la misma que la de las escalas de la cámara. Las láminas de celuloide que representan la acción de cada framc se colocan juntas y se superponen ü\ fondo de la escena. L a posición de esas láminas se mantiene por las agujas de registro, y entonces una plancha de cristal óptico — que se mueve por aire comprimido — oprime los celuloides contra el fondo, a fin de hacer permanente y perfecta su tersura. Eutre la cámara y el fondo se interponen siem-


pre cuatro cels. Si para el dosarrollo de la acción se emplearan menos de cuatro, se añade los que falten en blanco, para mantener el valor fotográfico del fondo. Aproximadamente se tardají cien horas en fotografiar un tema de película dibujada. Acoplamiento de la mAsica Si escrupulosamente se verifica la progresión de dibujos y el calco de éstos para obtener la historia, no menos so hace la adaptación de la música a los carloons. El tiempo más rá¡)ido es el de un golpe por cada cuatro frames, equivalente a cuatro golpes por segundo. L a escala total v a desde esta medida a la de un golpe por cada veinte/mmes. L a partitura se descompone en las particellas correspondientes a cada instnimento; y además de entregarse a cada elemento de la orquesta su respect i v o papel, reciben todos un ejemplar do la partitura completa; desdo el primer violín hasta el último timbalista. Es curioso observar que los efectos de sonido que interesa producir se señalan en la partitura a la manera de las notas del pentagrama, añadiendo ciertas anotaciones expresivas de la clase de sonido o efecto musical que se pretenda lograr. El director y cada uno de los profesores do la orquesta que interpreta la partitura complementaria del cartoon llevan auriculares como los operadoros de teléfonos. Do tal forma, podrán percibir exactamente el tiempo de la música que corresponde tocar. Este ritmo so desarrolla por medio de an oscilador de audio-frecuencia, controlado por un mecanismo de contacto sincronizado. Este mecanismo abre y cierra los contactos de acuerdo con el régimen de los frames. i'ura realizar la anexión de hi música no es preciso ver la pclictda, pues aquélla se verifica con los mismos tiempos que los dibujos, conociendo, de un modo exacto, el director masical en qué frame de la pelicula se ha de producir la nota musical o el efecto ác souido correspondiente a la acción. El diálogo se impresiona antes de hacer los dibujos. Con el trac de sonido—en el departamento de recorte—se analiza escrupulosamente la colocación en el film de los componentes del diálogo, los cuales se adaptan, de acuerdo con los frames, a una hoja de producción. Esta hoja enseña al animador la posición do cada sílaba del diálogo, y so hacen entonces los dibujos conforme a estas indicaciones. El diálogo impresionado de esta forma es preferible al que se realizaba simultaneando los dibujos con la parte orquestal, procedimiento empleado para los diálogos rítmicos o musicales que adolecen de una ausencia total de realismo. Los dibujos de previa impresión, por el contrario, dan la sensación clara de que los personajes hablan realmente. A buen seguro que estabais muy lejos de pensar en tanta complicación cuando, confortablemente acomodados en a butaca de un cine, veíais al dinámico Mickey vivir la fantasía genial de sus aventuras, para llegar a los brazos de tinta china de su adorada Minnie. (Oibujot da López Raíz)


Dick Powell y Olivia de Havilland en «El sueño de una noche de verano», superproducción Warner Bros First National, dirigida por Max Reinhardt, según la obra de Shakespeare



MaquilUije colectivo

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C

OMO erf bien sabido, de todos los pueblos de la tierra afluyen constantemente a H o l l y w o o d innumeral-les seres, destinados y a a conquistar la gloria cinematográfica, y a a perderse en el montón anónimo de la inmensa mayoría que fracasa. L o mismo seres humanos que animales de otras especies: perros, caballos, borricos... Hasta un gallo amaestrado he visto ofrecer por los Estudios. U n gallo llamado Henry, que tenía la particularidad de cantar cada v e z que se le ordenaba, que viene a ser, poco más o menos, lo que hacen esos astros humanos que el mundo v e con tanta admiración. L a suerte que han de correr Un juego (le azar tales aspirantes al señorío de la pantalla es, claro está, independiente de sus antecedentes artisticos, sociales, Hjl culturales. Crand^s artistas han k Sido llevados a W Cinelandia, ga' ntmdo sueldos fabulosos, para ser d e v u e l t o s eusegiiida a su tierra, d e s e c h a d o s despiadadamente por la cámara o por el micrófono, sin otra razón que la d e n o haber acertado en el primer film, cosa imputable, en muchos casos, no solamente al actor, mientras que un individuo sin preparación y desconocido, un simple R o d o l f o Guglielmi—cansado y a de hacer reiteradas e infructuosas gest iones en torno a los Estudios hollywoodenses—; se ganó un buen día un papel propicio, y alcanza casi instantáneamente una popularidad que ningún a r t i s t a d e ningún género, en ningún país, había llegado a tener hasta entonces. Hodolfo Vairniino

Son legión los que ni vuelven a sus casas ni triunfan en los Estudios. Se quedan varados en H o l l y w o o d , contribuyendo muy eficazmente a embellecer la faz de aquella interesante comarca, donde hasta en los más humildes menesteres se hallan bellezas que Joan Crawford llamarían la atención en cualquiera de las grandes urbes de América o de Europa. Vienen, pues, a quedar reducidos esos fracasados a lo que podríamos llamar el maquillaje colectivo de Cinelandia, la cuaJ resulta por tal m o d o adornada ( o n tan generosa aportación estética de todos los pueblos del orbe, que cuando imo sale de allí tarda mucho tiempo en encontrar belleza himiana [)or el resto del mundo. P e r o con ser tan numero^ ^ ^ ^ sos los audaces que llegan a H o l l y w o o d r e c l a m a n d o su puesto al sol de la pantalla, Con tal de ser estrellas no son sino una pequeñísima ~ parte del vasto mundo que aspira a figurar en las actividades holly woodenses. H a y que pasar por alguno de los puestos ostensibles de aquellos Estudios para darse cuenta cabal de lo que esos aspirantes luchan p o r q u e se les lleve a H o l l y w o o d y de lo que, a cambio de ello, están dispuestos a sacrificar. D e •oda.s partes le llueven a u r o cartas portadoras de las proposiciones más extravagantes. P o r ejemplo, una señorita liispanoamericana ha venga<io el asesinato de su paidrti, asesinando, a su v e z , al criminal; y algún tiempo después tiene a bien comunicarme que está dispuesta a colaborar en la filma(ñón del doble crimen, con tal que se le asigne a elle el papel de la hija vengadora y que sea ampliamente remunerada tan original aportación. Un caballero español, que, tras repetidos conflictos domésticos, ha tenido que matar a balazos » un m i e m l n o de su familia, me escribe contándome un sombrío novelón inspirado en su insoportable v i d a conyugal, y tratando de convencerme de que se gararían millones de dólares si se llevase a la pantalla sn tragedia doméstica, siempre que él representara en la película el mismo pape! que ha tenido que sufrir en la vida real. Los más modestos de esos corresponsales desconocidos se limitan a preguntar qué es lo que hay que hacer para triunfar en las lides del ce aloide, y esto mismo me han preguntado por dondequiera que he ido muchísimas personas que nunca se habían decidido a indagarlo por escrito.

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<Rin-Tin-T<n», el famoso perro, en una escena impresionante


Para ser algo en el cine

Para ser algo en el cine hay qne hacer mucho y no hay que hacer nada. Según. Se puede per muy inteligente, o muy hermoso, o muy renombrado, y n o servir para la pantalla. Se puede ser por completo desconocido, o m u y feo, o tm perfecto iml)ócil, y triimfar en el cinematógrafo. El difunto astro canino Rin-Tin-Tín no hizo absolutamente naAñila i*»ge da por llegar a estrella, y , sin embargo, se le ha visto figurar, en anuncios de Warner Brothers, por encima de verdaderas eminencias del teatro norteamericano. Es más: casi me atrevería a jurar que se fué a la tumba sin percatarse de que habia sido estrella. Aquel mismo Uo<iolfo Guglielini, a quien me refería antes, tampoco hizo nada para lograr el papel que le hizo famoso. A l escribir la adaptación de la novela TJOS nuUro jinetes del Apocalipsis, la libretista June Mathis se habia formmio, involuatariamcnte, una idea bien definida del a.specto plástico del protagonista Julio Desnoyers, quien, de ese modo, quedó grabado en ia memoria de la escritora como si fuese un ente real. Un día, cruzando ella los lístudios donde trabajaba, se detuvo de repente ante mi grupo de comparsas y, dirigiéndose a su secretaria, dijo: «¿Dónde habré conocido y o a a<|uel joven?» Y enseguida agregó: «¡Ah, y a sé, ya sé: es Julio Desnoyers, el de ÍMS atatro jirntes!» Sin que el desconocido aspirante a estrella se hubiese dado cuenta de ello, la principal libretista de Hollywood acababa de descubrir en él a quien pronto habría de ser el m/is popular entre todos los artistas de la pantalla: ei sin par Rodolfo VaJentino. L t ó m i s de las veces la ocasión no llega porque uno se ofrece, sino porque alguien busca y topa con uno. Buscan los que tienen la obligación de hallar tipos deterininaí^los para alguna película en ciernes; los que, por otros conceptos, están también al servicio de los Estudios; los que andan por cuenta jiropia a la caza de valores artísticos para venderlos a las Empresas cinematográficas. Y buscamos también, en cierto modo, cuantos hemos estado seriamente ligados a la industria del cine. Se desarrolla en todos nosotros un instinto que nos induce con frecuencia a ver el mundo desde el pimto de vista de la pantalla. Para nosotros, los individuos que nos rodean, la^ gentes que pasan a nuestro lado, no son precisanionte obreros, ni ra (distas, ni damas, ni abogados, ni toreros; son acpiello que, por su aspecto exterior, por su fisonomía, por su tipo, po*irían representar naturalmente en las peliculas. A lo mejor, ante una ' dama distinguidísima, con quien estamos hablando con siuno respeto, pensamos admirativamente: «¡Qué magnífica cocinera!»; ante un sacerdote virtuosísimo: «¡Qué estupendo pistolero!»

Personalidad

Pero además de ese tipo plástico, exige la pantalla otras cosas que no se definen tan fácilmente, algunas de las cuales, combinadas entre sí, forman lo que en la jerga cinematográfica se denomina personalidad. Por tal modo destaca esa misteriosa combinación de rasgos psicológicos, que-hasta entre un grupo de celebridades puede darse el caso de que nos impresione más que ellas mismas alguna persona completamente deseo-

Ramón N o v a i r o

nocida, y desde otros puntos de vista, insignificante. Henos, por ejeni pío, en uno de los ju-incipalcs Estudios califomianos. Es, casualmente, la hora del almuerzo. El comedor está lleno a reventar. Alrededor de las mesas, cara.s quo nos dejan la iiii[)rcsión de que estamos entre conocidos, aun cuando no scj)ainos quiénes son, aun cuando sea nuestra primera visita a la Meca del cine. Conocidos anónimos, como los que en el eterno ajetreo de la vida ordinaria pasan a nuestro lado, se codean con nosotros, viajan en el mismo tranvía, acuden a los mismos lugares, sin que jamás crucemos una frase con ellos; pero con una gran diferencia: que estos conocidos anónimos que hallamos pollos Estudios de Hollywood dejaríím la misma impresión de vecindad aun a visitantes que no hubiesen estíulo antes en Cinehuidia, toda vez que la magia de la pantalla se encarga de que estos tipos—<íomparsas que todo el mundo ha visto en muchísima.s películas--sean virtualmente vecinos de todas partes. De trecho en trecho so ro<;ono(re a algún artista famoso: Joan O a w f o r d , Anita Page, Ramón N o v a r r o , John Cilbert... Allá, al fondo del .^alón, por entre una multitud de rostros de artistas hermosísim a s , l l a m a mi a t e n c i ó n — y uo {)or su belleza— una mujer vestida de aldeana rusa, que es el indumento que predomina hoy entre los c o m e n s a l e s . N o conozco a esa mujer. N o retíuerdo haberla visto jamás. L a rodean docenas de mujeres m u c h í s i m o más hermosas que ella. Indago quién es, y mi compañero de mesa me preg^unta, un tanto irónico, q u e por qué no interrogo acerca de una cierta preciosidad que se pavonea casi al alcance de mi diestra, o por un caballero que está comiendo precisamente con la aldeana que ha despertado mi curioJohn (;ilb«>r( sidad. S e n c i l l a mente, porque éstos no han llamado mi atención. Pues bien: el caballero es nada menos que hijo adoptivo del gran novelista ruso Máximo Gorki, y la preciosidad que se halla a mi vera, sobrina del director de la pelicula en que todos ellos están trabajando en una forma o en otra. ¿ Y la aldeana? Pues ésa es una cualquiera. A l menos, lo era hasta hace pocos días. Pero precisamente por tener ese algo, indefinible, que me obligó a fijái-me en ella entre toda una multitud de bellezas, y a v a camino de ser algo, p<jrque lo mismo que y o se ha fijado en ella el director, quien la ha sacado y a del montón de coinpai-sas. mientras que mi bellísima vecina sigue ai'in pavoneándose en .su insignificancia artística, a pesar de su paicntesco con el di'cctdr. Misterios de eso que llaman personalidad. Claro está que. juzgando así, a simple vista, pudría uno ('(luivücarse muy fácilmente. Por eso el juicio visual care<'e de valor mientras no logra una ratificación técnica. Antes bastaban las pruebas fotogénicas. H o y se necesita mucho más que oso para alcanzar un jtapel regular en la pantalla. Además de las pruebas fotogénicas y de las fonogénicas, por lo menos, hay que hablar suficientemente bien el idioma en que haya que decir el papel. En la pantalla muda, un perro, como hemos visto antes, podía ser estrella, .\hora se puede dar el caso de que im artista genial—^un Chaplin, por ejemplo— , por falta de voz adecuada o por alguna otra causa, no pueda sobresalir en el cine parlante, y tenga que agarrarse, como un náufrago, a una forma artística que, en realidad, ha pasado y a a la historia, a<;osada por otra forma más moderna y más completa. Quien tal piense está equivocado de medio a medio. El Una fortuna en fealdad difimto Louis W o l h e i m - - q u e tanto se distinguió en la película Sin novedad en el frente—triunfó a pesar de ser el hombre más feo de la pantalla. Fs más: cuando pudo disponer de bastante dinero (pliso someterse a una operación quirúrgica que le tomase más presentable; pero se lo prohibió la Empresa que le tenia ccmtratado, porque una buena parte de su mérito dependía directamente de su


fealdad. P o r otra parte, muchas de las estrellas que tan hermosas nos parecen en la pantalla, apenas llamarían la atención en un Concurso de belleza; y aun me atrevería a asegurar que para las relaciones fundamentales de la vida social de H o l l y w o o d los tipos máf hermosos se hallan más bien entre los fracasados que entre los astros. Existe también t o d a una estética de lo feo, toda una tradicional exaltación literaria—desde Víctor Hugo acá-—de los seres feos, de los seres que no son una selección de la Naturaleza. El cinema deV>e muchas creaciones admirables a sus intérpretes feos, y a las mujeres que sin ima belleza extraordinaria poseen una seducción innegable. El hecho de que la imagen de una mujer estupenda, pongo por caso, no llene ciertos requisitos al filtrarse al través de una cámara inanimada, no quiere decir que el original no pueda avasallar al hombre normal, que además de percibir con esas dos cámaras animadas que st»n sus ojos, cuenta con el juicio insuperable del cerebro y del corazón.

Fuera de l<i pantalla

Recuerdo que una vez que Mary Astor— la preciosa Mary A s tor—estaba comiendo en una mesa contigua a la mía, la camarera que nos servía a los d o s - una de esas beldades que van a H o l l y w o o d con la sana intención de ser estrellas, y que luego se dan de santos si logran un empleillo cualquiera—se acercó a

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™® ^'i*^ oído: primera v e z que cerca a una estrella, y créame que he sufrido una gran desilusión.» Para completar su crítica, respondí aseMary Aslor gurando que algo darían no pocas estrellas por ser tan hermosas como ciertas camareras... Y no era esto un piropo, sino una gran v e r d a d . Otra v e z , comía y o en compañía de unos artistas de Buenos A i res, que se hallaban de visita en H o l l y w o o d . Pasaron junto a nuestra mesa dos mujeres hermosas y bien vestidas, y una de ellas me saludó c(m mucha finura. Mis compañeros elogiaron su belleza \ elegancia. I^es pregimté entonces qué se imaginaban que sería aquella mujer: ¿estrella?, ¿actriz de teatro?, ¿bailarina?, ¿cantante?... Ninguno creyó que fuese estrella, porque, aim sin aproximarse a la gordura, le sobraban unos cuantos kilos para tener la esbeltez necesaria; pero hubo quien la creyó dama de la alta sociedad. Y asombré a todos ellos cuando les dije que aquella mujer tan hermosa, tan fina y tan elegante, no era sino la camarera que solía servirme en otro restaurante.

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Pero con más o menos hermosura o talento o personalidad, el hecho es que algimos l'egan a la pantalla y ganan pingües contratas que el mundo entero suele envidiar. I.,a primera consecuencia de esa contrata es que el artista pasa inmediatamente a La propaganda manos de los agentes de pro-

paganda, que enseguida se encargan de presentarle como un dechado de virtudes a los aficionados a leer fant a s í a s cinematográfi cas, que son ima buena parte del mundo que sabe leer. Desde entonces, el artista queda despojado, como por arte de birlibirloque, de todos los defectos de que puede adolecer, e investido hasta de perfecciones que acaso no conozca ni de nombre. Y con esos ejemplares, datos biográficos y las

I.OUÍ* Wolheilii

Clara Bow

fotos correspondientes, distríbuidos a granel entre la Prensa de t o d o el mundo, pronto la efigie del nuevo astro ocupará lugar preferente entre IÉIS de los santos y las de los familiares, en miles y miles de alcobas esparcidas por todos los países más o menos civilizados. Y de todas partes le llegarán cartas aplaudiéndole y pidiéndole su retrato, dedicado, cuando no requiriéndole de amores. ¡Quién no sabe que Clara B o w llegó en un tiempo a recibir de sus admiradores más de veinte mil cartas al mes! ¡Clara Bow!... E^a propaganda, a la que se debe más del noventa por ciento d e lo que se lee acerca de H o l l y w o o d , ha extendido l.a \'erdad monda y a por el mundo la versión y lironda deslumbrante del m i t o hollywoodense, con la cual no estarán siempre de acuerdo estos renglones, en los que, por el contrario, se ofrece la verdad monda y lironda, la demostración de que eu Cinelandia, lo mismo que en todas partes, no solamente se cuecen habas, sino que dista mucho de ser oro todo lo que reluce. H e aquí, por ejemplo, un testimonio de la humillación inverosímil a que sueleo ser La * reina» de llolly<>s^ood sometidas esas estrellas que despiertan envidia por dondequiera que se exhiben sus películas o se leen sus fantásticas biografías. I n a noche cenábamos unos cuantos amigos en la casa de una famosa estrella ultramarina. Ella no tenia más tema que sus triimfos hollywo<jdenses, que, a decir verdad, habían sido tan rápidos como merecidos. A fin de epatar a una amiga de la infancia, que acababa de llegar a H o l l y w o o d , se nos presentaba en casi todas sus anécdotas como una fácil conquistadora de Cinelandia, Según ella, traía al retortero a los más hermosos galanes de la pantalla, Y en efecto, a cada rato sonaba el teléfono y venía una criada a decirle que llamaba alguno de los más famosos astros del cine, y ella contestaba, invariablemente y con una altivez visiblemente afectada, que no estaba en casa. Dejaba la impresión de que estábamos en presencia de la reina de H o l l y w o o d o p w o menos. Después de haber sido desechados una media docena de astros hermosos, vuelve a sonar el teléfono, y viene la criada, un tanto medrosa esta v e z , a preguntar si la señorita está en casa para el señor gerente de los Estudios donde está (;ontratada. L a orgullosa estrella depone entonces súbitamen'. -i i actitud a l t i v r , y v a corriendo al aparato. Y a no es una estrella quiin pregunta a su distante interlocutor qué es lo que desea, es la mujer sumisa ante un superior, ante el amo; es la sirvienta zalamera. El amo la llama urgentemente a su casa, d(mde se han reunido unos cuantos amig«jb y hacen falta compañeras. L a antes altiva estrella responde, con sumo respeto, que tiene a su mesa convidados distinguidos y que no esta-


ria bien que loa abandonara. A l amo no le importa eso. El la necesita, y él debe interesarle a ella algo más que sus convidados. I^a estrella, antes tan orgullosa, suplica quejmnbrosamente; pero todo es inútil. El gerente la necesita para animar su reunión. Ella, medrosa y felinamente, rememora: « ¿ N o he hecho y o por usted cuanto ha querido?» Inútil. Implora, gime: «Pero, ¿qué le he hecho y o para que me trate como a una criada?...» Y sólo a fuerza de súplicas y de lágrimas logra

Creta Garbo

que su amo le conceda un rato más para acabar la cena, qne está todavía a la mitad. Quizá haya quien piense que bien se puede soportar toda esa humillación a cambio de la fama, del lujo, de los goces que prf)porciona el éxito en la pantalla. Y si se trata de alguna chica enamorada de uno de esos famosos astros del celuloide, con tanta más razón. A ella todo sacrificio le parecerá pequeño si ha de llevarla a la proximidad del hombre ideal que lo esté quitando el sueño. L o que no se imagina ella es lo quo ocurrirá el día que vea el original de esa sombra ue tanto admira en la pantaLos ídolos en la realidad a, o el día que logre hablar con él. Acaso eche de menos

S

entonces la belleza que tanto la impresionara desde la pelicula. Y si le gusta el original tanto como la copia, y llega, además, a tener relación estrecha con él, acaso tope con uno de esos pobrecilios que tienen la desdicha de que no les atraigan las mujeres. ¡Son tantos los galanes peliculeros a quienes se tilda de tamaña deficiencia! Y si en el mejor de los casos no se desilusiona al ver al galán y tiene encima la suerte de que en v e z de ser desdeñada por él, la corresponda, lo más probable—casi seguro—es que lejos de hallar en los brazos del ídolo el afecto y la dicha que soñara, descubrirá que no encuentra, ni con mucho, la ternura ni el calor que habría hallado seguramente a manos llenas si hubiese dedicado igual devoción, pero un poco más discreta, a cualquiera de los jóvenes que la rodearan en su tierra, en el círculo social en que se formara. El cinema es un enorme espejismo, cargado de desencantos, que luego la realidad se encarga de mostrar al desnudo, con toda su triste verdad.

Un *galán» en la vida privada A guisa de graciosa muestra de la hombria de ciertos ídolos de la pantalla, contrastemos con un hecho de la v i d a real la personalidad cinematográfica de uno de los astros más avasalladores. En las películas en que se hizo famoso no había corazón que se le resistiese, ni trampa o prisión de donde no escapara, ni gallardía que no asumiera, ni agudeza que no se le ocurriese, ni valiente a quien no derrotara. A poco de llegar Greta Garbo a Lio llywood—^cuando ella no se había despojado aún de su carácter de espectadora de las películas californianas—, la artista sueca escuchó embelesada las frases seductoras del astro irresistible. Pero había otro hombre que estaba enamorado de Greta, y a quien la artista guardaba extraordinaria c o n s i d e r a c i ó n . Era ese hombre el malogrado director sueco Maurice Stiller, que la había descubierto allá en su patria, que la había llevado a Hollywood, y a quien debía cuanto era. Pero Maurice Stiller era de más edad que el ídolo y encima no tenía nada de

Agncs Ayre»

hermoso. Era «tan sólo» culto e inteligente. De manera que le fué fácil al astro conseguir que Greta se fuese alejando poco a {)oco de su protector. I n a noche, sin embargo, Maurice Stiller—-tal vez movido por algún impulso perstnal, t r l vez llamado a hurtadillas por su compatriota al verse ésta acosada— se presentó inopinadamente en la casa de Greta Garbo, cogió por un brazo al Romeo hollywoodense y le puso de patitas en la calle, cou todo su prestigio de galán invencible e irresistible. El ídolo ofendido, en vez de emplear alguno de los métodos heroicos que tantas veces exhibiera en la pantalla, se fué enseguida a dar parte a las autoridades de Beverly Hills. Y como ellas no se creyeran obligadas a intervenir en asunto tan particular y tan gracioso, armó el astro tal escándalo, que fué encarcelado inmedifttamente y se pasó el resto de la noi;he en la prisión, sin que se le ocurriera aplicar ningimo de sus famosos procedimientos para romper grillo.'^, ¡ejas y cerrojos. A propósito de los amores de las estrellas, charlaba y o un día ccn Agnes Ayres, que es una de las más hermosas Un idilio de Agnes Ayres artistas que han adornado la, pantalla, y una de las que con más franqueza me han mostrado ios rincones más recatados de lo que, siquiera por darle un nombre, podríamos llamar el alma ho'lywoodense, e incidentalmente exclamé: «¡Qué no diera y o por oir de sus labios el relato del más in.-iignificante de sus idilios!»

Mae Murray en su cuarto idilio. Folo obtenida el día de su boda ron el prínripe Uavid M'Üivaai

Y no vaciló en contarme el más reciente. U n famoso director cinematográfico había sido su hasta entonces último tenorio. Segiin costumbre universal, había comenzado por galantearla donde quiera que la encontraba. I)es]>ués, solía invitarla al cine, o a comer, o al teatro. L o que no se le ocurría era hablarle de amor, l ' n a noche, la estrella estaba en el uso de la palabra, y decía algo romántico, cuando, de repente, oyó un fuerte ronquido... Sus Ir sos poéticas habían resultado un arrullo adormecedor para el f a m o s o director de películas. Cuando éste despertó, claro está que dio mil excusa.s a la bellísima estrella. Y entonces, como si el sueño le hubiese servido de inspiración, el cineasta pronimció una frase que sonó en los oídos


Los trece roni<-n!«ale« del banquete ofrecido por Valenlino en la cuarta boda de Mae Murray. De izquierda a derecha: Mr». F.lizabelh Stack, Pola Negri. Charles F.yton, Rodolfo Valentino, Kathleen Williams, -Mae Murray, Príncipe David M'Divani, Manuel Reachi, Agnes .Vyre», Sig. Cugiielmi, el autor de esta información, Baltasar Fernández Cué, Margucrite Ñamara y Mr. Lord

N o tardan en colocarse ante el altar, además del sacerdote y del de la e.strella como nmicio de amorosa declaración. Osó preguntarle a acólito, los novios y los padrinos: Rodolfo Valentino y P o l a Negri. Agnes si no pensaba casarse algún día. T a n t o como pensar... L a estreA poco se inicia un runrim soñoliento. El pie izquierdo de Mae Murray lla no sabía qué responder. L o que sí podía asegurarle—contestó al so muestra un tanto inquieto al declarar la estrella fin—era que nunca había resuelto no casarse. «Pues que acepta por esposo al principe. mire—repuso entonces el curioso R o m e o holly w o o Unos instantes más, y y a es ella la prince>.i dense—: si algima v e z se decide por el matrimonio, M ' D i v a n i , mientras que él se ha convertido en astro no deje de avisarme.» Y así acabó aquella aventura consorte. Besos, abrazos, fotografías estáticas y cineque la encantadora Agnes Ayres me reveló a guisa máticas. Y hiego una carrera de autos hacia el A m de muestra de los idilios aue en torno a su extraorbassador H o t e l , donde Valentino no.-; ofre<(> un bandinaria belleza flore<'en en Cinelandia. quete. Á veces, .Vlguion sin embargo, p r e tende los a m o r í o s aguar la fiesCasando a «/a viuda * cinelaudeses ta p r e g u n alegre son menos I tando por tt burdos, más léfono si nt( acelerados y será este aun más principe un cierto italiano que cometió un crimen tran.scendentales. P o r ejemplo, a las pocas semanas en Chicago. Pero no: el príncipe ni es italiano ni l; de conocerse Mae Murray—«la viuda alegre»—y el estado jamás en aquel emporio de salchichas. Adi príncipe D a v i d M ' D i v a n i , y a estamos ayudándolos a más, parece ser que todavía no ha debutado como despedirse de sus respectivos estados civiles. Dice él criminal en ninguna parte. Sirve, sin embargo, el inadiós a su libérrima v i d a de soltero, y ella sonríe un cidente para que la estrella, alzando encantadoraabur—o tal v e z un «hasta luego»—a su y a triple v i u mente su expresivo semblante en son de mbno, le dez alegre, perqué Mae se ha quedado ya tres veces diga a su cuarto cónyuge: « N o te preocupes, queviuda... sin luto, es decir, se ha divorciado en tres rido. Aunque fuese cierto el crimen, y o no t e abandistintas ocasiones. I x ) único sorprendente para mí donaría; me iría contigo a la cárcel.» ¡Quién sabe de (que y a astoy tan acostumbrado a las cosas de Cinequé película serán esas frases tan oportimamente ri landia) es que ella haya pf)dido estar casada tantas cordadas! veces siendo católica y no habiéndosele muerto hasta Mae Murray se siente tan dichosa que, s ^ ú n me ahora ningún marido. P e r o ella misma me lo exasegura ella misma, acaba de nacer a una nueva vida. plica sin dificultad. Nunca, antes de ahora, se ha caY eso que es la cuarta vez que saca a relucir sus rusado canónicamente. Y acaba de descubrir, porque se bores nupciales. lo ha dicho un sacerdote, que hasta ahora ha estado Luego, camino de su domicilio, nos detenemos a v i v i e n d o en pecado mortal. comprar un periódico que trae la reseña de la boda. L o que ella me cuenta uu poco como chiste y otro El relato es j o v i a l ; y la viudísima alegre lo interrumpo<;o como con jactancia de quien acaba de batir im pe, gorjeando de g o z o : «Así, así es como se debe harecord. blar siempre de mí: con m u y buen humor; porque lo N o sé si será por ponerse a bien con Dios o por que más me caracteriza a mí es la alegría. Y o jjodré variar; pero el caso es que la boda de Mae Murray y dejai- <ie ser viuda; pero dejar de ser alegre, ¡eso, el príncipe M ' D i v a n i se celebra, m u y correctamente, nunca!» en la iglesia católica del Buen Pastor, de B e v e r l y Entretanto, el flamante esposo, contagiado de Hills. L a presenciamos tan sólo unos cuantos amibuen humor, me muestra a hurtadillas un pequeño gf)s, uno de los cuales, apenas se sienta en los ecleagujero en su traje de boda, l^o (jue no llego a aclasiásticos escaños, me pregunta si .se puede fumar en rar, después d e t o d o , e.s en cuántas bodas habrá filas iglesias, y enseguida rae a s ^ u r a que nunca ha Mae Murray gurado tan fogueada ropa. visto un ambiente nupcial tan romántico.


fundamente dormida en su camita, sin almohada, bien sujeta por la tirante .•»ábana, que, después de ceñir suavemente el cuerpecillo, se afianza debajo del colchón. Por lo demás, mofletuda, como tantos otros niños a tjuienes s\is propios padres—-y a veces, sólo ellos—distinguen tan hábilmente de otros niños de la misma edad. La mamá, sin pronunciar una palabra, me guia por la alcoba con -u rostro expresivo <le artista de la pantalla muda, en el que v o y viendo, sucesivamente, la impresión de cada cosa que ella mira y tne invita a mirar. .Así, llegamos junto a un pequeño armario blanco. ^ara qué se casarán y .Agnes—siempre muda—lo abre, tira de una varilla niquelada y saca, colgando de ella, una (colección de diminutas prendas de ropa, por cuya pelusilla comienzan en.seguida a revolar las manos maternas, como dos mariposas delicadísimas y juguetonas. Saca ima capita blanPero, ¿con qué fin se cosan esos artisca, guarnecida de armiño. L a levanta, como una eucaristía, para mejor ta.s de la pantalla? En general, no pueden mostrármela. La acaricia con fruición, como si al pasar las yemas llevar vida hogareña. Si .se unen en el ins"le sus dedos por el pelo de la finísima prenda recibiese su cuerpo tante de la ceremonia es para andar de.-<una tenue corriente eléctrica, que fuese esparciendo cosquillas por todos pués cada uno por su lado, porque asi lo sus nervios. Pero ni una sola palabra. Abre luego vma gaveta llena de e.xigen sus ocupaciones profesionales. Adeinmaculados zapatitos, alineados como un diminuto batallón. Acaricíamás, no les conviene tener familia: les llelos también gozosísima. Y pronuncia entonces las primeras palabras v a demasiado tiempo a las mujeres esa desde que hemos entrado a la alcoba: «Todo ha venido de París.» nobilísima función natural, y los admiN o podía decirlo en el impreciso lenguaje del cine mudo, y tampoco radores suelen perder no poca ilusión podía callárselíj; porque Agnes Ayres será todo vm dechado de madres; cuando su novia de la pantalla se toma pero no por eso ha de renunciar a su vanidad de mujer. la libertad de convertirse en madre. MuUn día, comentando el olvidf) en que la tienen los Estudios, insichos comienzan por perderla desde el monúo que acaso esmento en que los astros se ca.san. tuviese ella brillando t o d a v í a como estrella si Lita C r e v no hubiese tenido Es muy furo ser madre el descuido de si En un grupo de estrellas .se madre. Agncr. hablaba en una ocasión de las oprimiendo a la ventajas e inconvenientes de niña contra el setener hijos. F n a de ellas declaró que, decididamente, a ella no le conno, me conte.-»ta venia ser madre, porque le costaría la broma no sé cuantas docenas casi i n d i g n a d a : de miles de dólares, so amenté por los meses que tendría que estar sin «Pues no me arretrabajar y , por consiguiente, sin cobrar sueldo. De aquel a charla sapiento, f>orque e^lió una encuesta, de la cual lo más interesante fué el descubrimiento ^ ta hija me da una de que, aim en Hollywood, la artista que más calculaba perder al felicidad que nuntener un hijo no era, ni con mucho, la que mayor sueldo ganaba. L o deca p o d r í a y o e s [ I mostró HéléneCostcUo, al contestarle al periodista que la interrogara: rar del cine.» « A mí me saldría carísimo el tener un hijo. .\Ie costaría la honra. ¿ X o v e usted que soy soltera?» H o y , sin embargo, no le costaría ya tanto, puesto que está y a casada en terceras nupcias. El drama del instinto maternal en f'inelandia está bien evidenciado en el caso de Bárbara L a Marr, si es cierto lo cpie de ella contaban algunos de sus íntimos. Decían que un niño que ella había adoptado era su propio hijo. Es decir, que, por no desagradar a sus admiradores, se veía obligada a ocultar su carácter de madre de verdad tras la máscara de una maternidad ficticia. Kiiefextu. ha\ A Agnes .\yref. sin embarquien llega a mu g o , no le importaron mucho los daños cuantiosos que tuvo cho mayores altuque sufrir por haber tomado ras de !n gloria rUna estrella madre' cinematográfica en .serio el matrimonio. y , ni siquiera te>'r(?ri .Vim me parece que estoy niendo hijos, alviendo la ufanía con que la bellísima estrella me mostraba la honrosa causa de su ruina profesional. canza la dicha (pie, si a maiM> viene, disfrutan fácilmente sus propios criados. Por ejenu)lo, ahí está la extraña tragicomedia que es la vida Subimos por una escalera, muy sigilosamente, como ladrones del gran privada de Charlot. numdo en una de esas pclíi.ulas cspelnzn.uitcs. L a mamá v a la priHaciendo reír a la Humanidad, Chaplín gana los millones con que mera, leve y blanquísima como un espectro. compra la opideiitd desgracia que las hembras le venden. Se halla Llegamos a una vasta empapado en tragedia este cómico tan extraordinario. A r í en su vida alcoba, en la que desprofesional como en su vida íntima. taca an^plio lecho, por FA\ víuio aspira a interpretar seriamente a Napoleón en la pantalla: cuya c a b e c e r a trepa el público, el amo, desjiiadado. le exige que siga luciendo sus zapatos una como pirámide de rot(js y su astro.so indumento. H a querido .ser un Don Juan en la vida cojines de diversos ta.social de H o l l y w o o d ; pero las Ineses conquistadas le truecan en un maños, colores y forprimo. Y a es veterano en las lides amorosas, y a se ha divorciado de la mas. La cama de la espolluela MiUhed Harris, y pagado por ello una fortuna; y a se ha destrella. prendido de las redes de la sapiente Pola Negri..., cuando cae en los brazíís inexpertos de la chiquilla Lita Grey: capullo de carne de quince Agnes se aceren una mesita, toma un abriles. Siéntese casi trovador el cómico genial, y sueña que v i v e un ceniceroy, con fino adeidilio..., hasta que abre bien los ojos y descubre que lo que está viviendo mán, pero en silencio, es una embo.scada. Pfjnpie la inocente Lita Grey no se halla tan sola me exige el cigarrillo, como ("haplin so ha creído. .Atisba la madre codiciosa, asesorada nada para que no v a y a a v i menos (pie por un pariente abogado. Y como la hermosa seducida es «iar la at?nósfera de la aún menor de edad, no hay más remedio que casarse con ella para no estancia infantil. ir a dar al presidio. De puntillas, y ctml'or supuesto, nunca pueden .ser verdaderamente felices. Ella teniendo la respiración, sabe (pie (^ha))lin no es su esposo fior >mior, sino por la fuerza. El no llegamos al satuia saneolvida tan fácilmente que ha caído i>n una trampa. N i los hijos—a quietorum del raro hogar nes ambos quieren entrañablemente—logran que perdure la superfihollywoodense que pue- cial unión. Un buen (ha. Lita, sintiéndose inefablemente humillada, de jactarse'de albergar se va de la casa con sus petjueñuelos. a una estrella que es En vano llora y le ruega el marido, deseoso de cpie ella vuelva al Charlie Chaplin, tt .harlot. madre. L a niña, proho;í!ir. En vano se d"sespera el cómico ante la perspectiva de quedarse

Hay una curiosa coincidencia en relación con este casamiento. Somos trece los comensales, y pocos meses después ftmere inopinadamente el más famoso tle lo» trece: Rodolfo Valentino. ,


Claro es que no siempre se sin los hijos, en quienes adora. L i t a no quieie sufrir más humillaciones. ven tan abandonados en lo esInsiste en divorciarse, y lo lf)gra. Y como posee secretos que ligan El conquistador vencido piritual los astros de la paninconvenientemente a Chaplin con famosísimas estrellas, el pobre cótalla. Hasta los hay que van mico se v e obligado a taparle la boca a la ex inocente chiquilla con un a la tumba rodeados de toda l)uen trozo de la riqueza que le ha dado la Humanidad a cambio de la la pompa fúnebre de los ritos católicos. P e r o ninguno tan impresiogracia que sirve de máscara a su propia tragedia. nante como Rodolfo Valentino. Y por 'hí anda el pobre Chaplin ganando millones por hacer reír, Se celebra el funeral en el mismo templo donde él apadrinó la pai-a seguir comprando el amor que le hace llorar. boda de Mae Murray con el príncipe David M ' D i v a n i . (\iéntanos D e cuando en cuando, la Pola Negri que en aquella feliz ocasión, dentro de esta mismísima crueldad con que, por debajo iglesia, su amante le anunció, muy significativamente, que pronto del ficticio brillo, trata la v i d a volverían ?mbos al mismo templo. Poco más de dos meses han transholly woodense a sus elegidos, Desmoralización currido, y ya se cumple el pronóstico del amante formal. Y a están da lugar a los más hmientabien juntos Valentino y Pola N e g r i , casi en el mismo sitio donde bles desahogos. apa<lrinaron aquella bcjda feliz. Ella, sollozante, envuelta en negro Es típico el caso de la pocrespón y pjstrada de hinojos. E l , a su vera, preso para siempre en bre .\lma Rubens. Mientras circulaban por el mimdo las películas en suntuoso féretro. que ella hacía sus papeles de gran dama, y la Prensa hablaba tal v e z Está llena la iglesia, y millares de devotos se desparraman por las de sus supuestas aficiones refinaxlas, de sus virtudes, de su amor al calle-í próximas. F o i m a n p!»rte de la luctuosa concurrencia las estrehogar y de otras perfecciones que solemos hallar tan sólo en las biollas más brillantes del firmamento cinematográfico; pero ahora son grafías de las estrellas y en las vidas de los santos, la desventurada simples comparsas en una escena patética de la v i d a real. A c á y allá A l m a Rubens, entregada por completo a las drogas estupefacientes, hacía la desdicha de sus familiares y de cuantos la rodeaban..., hasta susurran pagados sollozos o revuelan pañuelos a enjugar lágrimas en los párpados o a contener convulsiones en lo.s labios. ¡Son tantas las que, al fin. jior fortuna para todos ellos, sucumbió, v í c t i m a de aquel almas que sienten la viudez ante el suntuoso ataúd! ¡Son tantas las suicidio lento, escandaloso, repugnarte, que, después de todo, no es sino una de las notas estridentes del desconcierto moral que late tras mujeres que en la vida real o en la fingida han recibido besos de V a lentino! del falso esplendor de H o l l y w o o d . P e r o sobre tan triste aspecto de la \í\ t;imbién ha sido varia.^ veces casado, muchas veces amanvida cinelandesa, mejor seró que extendamos im v e l o , y a sea por buen te, luuchisimas veces conquistador. E l , sin embargo, no se ha congusto, y a por caridad. Es preferible verlas y a niuertas a ver cómo se destruyen. P o r q u e ííumido en la tlerrota, ctmio la pobre de Bárbara L a Marr, sino que se ha de'*plomado desde lo a h o de su ajiogeo. P o r e<(i'<n dc-^.TiliK e es un i vez que la muerte las libera del fango de la degeneración, vuelve más sensacional. el p o s t r e afeite—la minuciosa toilette funeraria—a hacerlas presenEl órgano acentúa ¡sus fúnebres sollozos al salir i i « a U a v i r jiara el tables, ai^n cuando y a hayan perdido para siempre los encantos que cementerio. Interminable hilera de lujosos automóviles forman la ooieataian en el apogeo de su esplendor. lenta cauda de la «arroza fúnebre. A ambas orillas del camino, millaRecuerdo muy bien el cares y millares de devotos, entre los cuales predominan las mujeres. dáver de Bárbara La Marr. L a Conserví'n algunas sus ramos de flores, que no han podido poner tollamaban «lademasiado hermodavía üohre el ataúd. Amantes desconocidas del amado, .arriba del sa»; pero aun después de ataLa demasiado hermosa acompañamiento hienden la tibia atmósfera californiana gráciles aeroviada para su última escena, pl.'ncs. que zund»an. a su m o d o , un c;,nto funeral, y dibujan festones eternamente muda, da pena P ' r los aires, y siembran corolas poi encima del mueii >. ver cómo la ha dejado la proT(.rpemente y con calma penetra el féretro en el nicho. El metal digalidad con que ha derrochado su excesiva hermosura. E n vano la arranca al márm(d un chirrido horroroso, y como si hubiese oído una han .''.í^omodfdo muy sabiamente sobre un mimdano túmido de encajes y r.uíos, semejante a tímtos divanes en que caería frecuentemente tras queja macabra, la novia lanza un g r i t o y se desploma. ¿En ípié ojos no bri'lan en este triste instante las lágrimas sinceras? N i el recio las f cUigas de su v i d a azarosa de trabajíj y de plai-er. Douglas Fairbanks, ni el cómico Charlie Chaplin, pueden ahora conEu vano sus manos finísimas han sid" dispiie>t;s al des^raire, como tener las lágrimas. FÁ hermo.so galán, mil veces conquistador, ha sido, de persíma que ilnemie. a la postre, conquistado por la única En v . m o sus labios están ligeratimante a quien él desdeñara, en cuyos mente fruncidos, como soñando un fríos brazíjs reposa para sieniytre. beso. N o parece ni muerta ni dormida. L a impregna y la rodea el artificio. Más bien parece una figura de cera. Solamente, por entre los hilillos plaCómo pasa la gloria teados del tenue rhantilly de su vestiilo, el bruzo muestra un asomo de carnalidad. MPS, ¿qué se ha hecho del Han transcurrido y a algunos años. busto opulento de la hembra tentado.\ntes de marcharme de H o l l y w o o d , ra de Tu Tumibre es mujer? Invenjsihiígo una vista de despedida a la tummilmente recto pasa el leve tejido soba de Rodolfo Valentino, el mejor bre el y a frío pecho que agitanm ayer amigo que tuve entre los astros de la las variadas pasiones de un corazón pantalla. ubérrimo. « El ajeno nicho en que t o d a v í a reNi antorchas, ni emblemas, ni símII'.san sus restos—perteneciente a los bolos, ni altai. N o se halla en un temlerederos de June Mathis, descubriilo, ni en una capilla ardiente. Se hadora del artista—se distingue, tan la en el salón de una profana Emjtresólo por el nombre y por el m'imero, sa funeraria, que lo mismo podría serde los de incontables mortales descov i r para una conferencia, o un connocidos, lo mismo que el nicho de Bárcierto, o im baile, sin la menor modibara L a Marr, que se halla muy cerca ficación. A la diestra del cadáver, lil' él y bajo el mismo techo. tras canastas coquetas: una con heléNada, absolutamente nada que dé chos, otra con rosas y la otra—de Raima medida aproximada de lo que R o món N o v a r r o -con claveles revendolfo ha significado cu el vas!<i impetones. l i ó del cine. Sin cesar p.usají ante el catiáver de En cambio, en un cementerio ccrBárbara L a Marr curiosos y admiratano, que la ciudad de L o s Angeles dores, como ante una obra de arte. destina única y exclusivamente a aniSon, sobre todo, mujeres los visitanmales dilectos, un perrillo pequinés llates. N i una lágrima derraman ostensi mado Wang Yung, que también fué biemente. artista de cine, está inmortalizado por N i se les v e rezar. una columna de granito erigida sobre Sin embargo, debiera haber musu rico mausoleo. H e ahí, pues, c ó m o chos corazones (pie llorasen su muerpasa la gloria de los astros humanos. te prematura, porque «la demasiado l'otlHü la» riiujen-K del m u n d o ipie h a b í a n hecho de Hudolfo \ alenliEsplendores de ayer son hoy sombras hermosa» ha tenido varios esposos, no su «novio ideal», gimieran desconsoladamente ante la infausta desvanecidas, recuerdos teñidos con muchos amantes, muchísimos aminueva de su muerte. \ -e entregaron a los más grandes extremos una pátina melancólica. gos... . . , . , ét ^drisr»,.


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El m á s • m o c i o n o n l * d a l o i f o l l * t i n « f d * lo p o n t o l l o , • ! m ó t h u m a n o y, d * < d » l u a g o , « I d * mát c a r a g o r í o ortiitico. U n o o b r o moastro d a l g i n a r o , c o n c a b i d a p o r M A R C AILEGRET a i n t a r p r a l o d o p o r al p r o d i g i o s o niño octor f r a n c i s ROBERT L Y N E N , al i n o l v i d a b l a c r a o d o r d a El p a q u a ñ o R a / y Pal/rrojo. U n éxito d a t o q u i l l a q u a h a r á r a c o r d a r al d a l o s dos hu»rfonita$.

1

El m á s a x t r o ñ o y o r i g i n o l film d a lo t a m p o r o d o , r a o l i z o d o p o r F E D O R O Z E P (díracfor d a Koromosoff, • / osasinoJ y p r a m i o d o a n al f a m o s o C a r l a m a n Internocionol d a V a n a c i a . U n d r a m a o p o s i o n o n t a a n un o m b i a n l a a x ó l i c o , i n l a r p r a t a d o p o r M A R C E L I E C H A N T A l , JEAN Y O N N E L a INKIJINOFF. U n o fantasía q u a otraará o los p ú b l i c o s i r r a m a d i o b l a m e n l a .

la f o r m i d o b l a paíículo q u a m a r a c i ó al G r a n P r a m i e d a l C i n a m o F r a n c i s a n 1934, o t o r g a d o p o r lo S o c i a d o d Protactora d a l A r t a y ki Industria, d a a c u a r d o c o n lo F a d a r o c i ó n N a c i o n a l d a l C i n a m a . Diractor: J U I I E N D U V I V I E R . P r o t a g o n i s t a : M A D E L E I N E R E N A U D , la c i l a b r a p r i m a r a o c t r i i d a lo C o m a d l o F r o n c a s a , con J E A N C A B I N , JEAN-PIÍRRE A U M O N T y D A N I E l M E N D A I L I E . A l g o q u a sa racord o r á con o g r o d a c i m i a n t o p o r sus g r o n d a s y r á p i d o s b a n a f i c i o s .

l o últímo p r o d u c c i ó n d a l g a n i a l RENE CLAIR. A I 9 0 m o r o v i l l o s o y a s p a c t o c u l o r d a n t r o d a l o c a r i c a t u r o m o a s t r o d a tipos y c o r o c t a r a s . U n o m u a s l r o d a s b e r d o n l a d a l t a l a n t o p o d a r o s o y o g u d o humorism o d a l c r a a d o r d a Sows las iois d a Poris y d a j V r w i lo Libartodl, inl a r p r a t a d o p o r M A X DEARLY y RENEE S A I N T - C Y R , con J O S É N O Q U E R O , P A U L O U V I E R y R A I M O N D C O R O Y . U n título q u a b o t i r ó al racord d a la t a m p o r o d o .

EL HOTEL DE El mismo diractor d a Sin fomilio. M A R C ALLEGRET, h o r a o l i z o d o • s l a p a r f a c t o v o d a v i l c i n a m o t o g r á f i c o , q u a s u p a r o r á su triunfo c l a m o r o s o d a C/ l o g o d a los d o m o s . U n f)lm m o d a r n o y o t r a v i d o a u a s o r p r a n d a r á oT p ú b l i c o y o lo crítico, tntarpratoción p r i m o r o s a d a F E R N A N D E L , ALERME, R A Y M O N D C O R D Y , l A R O U E Y , M O N N A l Y S , P A L A U Y M A R I Ó N D E L B O . Lo palículo i m p r a s c i n d i b l a q u a c o l m o r ó lo c u r i o s i d a d d a l a s p a c l a d o r .

U n flim p o l i c i o c o d a intrigonta o r g u m a n t o , sin truculancios, c o m o a r r o n c a d o d a lo c á l i d a o c t u o l i d o d d a un r a p o r t o j a pariodístico d a alto amoción. U n o o b r o moastro d a lo cinamotogrofio a u r o p a o , q u a h o c o n s a g r a d o justomanta o su a u t o r y diractor, J E A N BERN A R O - O E R O S N E . Protogonistos! U N E N O R O y JEAN SERVÁIS. P r o y a c f o r « « t a p a l f c v l o a « sarvir los intarasas p r o p i o s y l o * d a l a afición.

Lo c o n d a n s o c i ó n d a los p a l l c u l o s h a r o i c o s d a tipo o m a r i c o n o , r a o l i z o d o c o n s i n g u l o r p a r i c i o p o r O T T O B R O W E R . U n film d a insup a r a b l a s o v a n t u r o s , d i v i d i d o a n tras ¡ o r n o d o s i Los jiiftn d a lo M u . r t » , Tailígo in»isibl» y £( d o b l a íozo, a n c u y o r a p o r t o r a o p o r a c a el p o p u l a r i s i m o HARRY C A R E Y I c C A Y E N A s ) , junto ol f o m o s o actor N O A H BEERY. U n film q u a s u g a s t i o n o r á , p o r i g u a l , o los niños y o los m o y o r a s


FILMÓFONO

La consagración definitiva de ANGEULLO, la figura más atrayente de la cinematografía nacional, en un asunto appular y emotivo quelpone de relieve sus ilcultades de d/Vo A d a p t a c i ó n c\ner(\Q\o^rQ\\CQ del A e lírico andaluz c i e n p o r c i e n d e l famosísimo saínete n\Q6r\\ef\o d e A R N I y su cualidad de inj CHIS, ^SimÁl?.K y el maestérprep con personalitro G U E R R E R O . U n emi^ nentemente p o p u l a r , c o n c a l i dad jlropia. En esta , d a d a s d e moderno c i n e m a , película, ANGEULLO r e a l i z a d o p o r e l experto LUIS ^ M A R Q U I N A . Componen l a caúsala e! asombro I parte p r i n c i p a l d e l reporto la

bellísima estrella d e

Hollywood

A N A MARÍA

C U S T O D I O , el g r a n

actor

ALFONSO

formi-

MUÑOZ,

^ d a b l e revelación d e l a p a n talla; L U I S I T A E S T E S O , lo j g e n i a l artista, í d o l o d e todos l o s públicos d e E s p a ñ a , y e l

— iUlS-riE_fcl£R£ülA_

PRODUCCÓ I N NACO I NAL^FLIMOFONO* 3

de sus iWinitos oán\\ro-

Lo o b r a q u e h a d e j a d o un río d e o r o e n l a s t a q u i l l a s d e todos l o s teatros e s p a ñ o les vuelve a s e r l a máximo

su5 1 ^ _ áores y^es CQ\j\\\/or6 I

d e

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única y su I

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tor y^íOtor: NEMESIO

sensación d e t a q u i l l a , c o n vertida e n un film s e n s a c i o n a l que superará todas l a s e s peranzas

e c o n ó m i c a s . «La

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B R E N I N C Ó G N I T A S B E L L E Z A S DE E S P A Ñ A

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Cary Cooper y Franchot Tone en uu momento de «Tres lanceros beii);alícs>, la última película de este artista que han dado a conocer laa pantallas españolas

y normal en todos sus aspectos, ha dicho innumerables veces: «Nunca en la vida he tenido uua preocupación seria, y espero que llegue al final sin saber lo que es eso.» T o d a su infancia se desliza, como la mayoría de los boys norteamericanos de buena po.•lición, que se ¡ireparan concienzudamente en las Universidades de sus respectivos Estados, en los estudios que sus padres les ordenaron, y luego, al salir, prefieren ser lo que su vocación les determina. Franchot Tone fué uno de éstos, que después de prepararse en la Universidad de ('omell para el puesto de sucesor en los importantes negocios que regentaba su padre, optó por preferir la grata comjtañía de un grupo de jóvenes y ambiciosos actores, que representíil)an comedias donde podían y comían lo que tenían, con tal de oír unos aplausos del público provinciano y leer unas líneas halagadoras del pciiodiquUIo de la localidad. Más adelante se formalizó la Compañía y trabajó con Katherine Cornell,Sylvia Sidney y I>enf)re Ulric, y fué precisamente con este g m po—el Theater Group, que no debe confundirse con el Theater Guild, de Nueva Y o r k — donde verdaderamente Franchot aprendió a ser actor. A todos ellos, deseost).-> de triunlo.s, .naceros y pobres, les vino muy bien el triunfo enorme que tuvo Franchot en la obra teatral titulada Sucress Story, porque inmediatamente le contrataron para realizar peliculas, apresurándose a ganar dinero para hinchar los raquíticos cofres del grupo. . N o volvió, y tal vez no vuelva nunca, a engrosar el grupo, en vista del éxito que tiene en el cinema y porque se enamoró de Joan Crawford. Cuando le propusieron un papel en Alma de bailarina creyó volverse loco de repente, por la alegría, al saber que trabajaría junto a Joan. Las espeías en el plaieau, la sde-

g i e y constante camaradería que supone trabajar juntos, hicieron el milagro de que «ella» se fijara en su gran interés por agasajarla y hacerla feliz, y el tiempo se ha encargado de lo demás. Según noticias de Hollywood, el día 12 de Octubre se han casado. Y un hecho tan transcendental lo ha tomado Franchot Tone como algo que no tenga importancia. Porque sabía que esto tenía que ocurrir y porque el destino no le engaña nunca. Una de sus aficiones [)redilf" t i < la música. Tiene ima soberlna gramola, cun uua gran colección de óperas, y un profundo conocimiento de todos los compositores. Ahora tiene una casa bonita y confortable, que Joan le ayudó a decorar por—^y así ha sido—si algún día tuviera que que<lai"se a v i v i r en ella. Tíuiibién le gusta mucho bailar, y en la actualidad no practica ningún sport. Para un individuo tan reservado como él, su personalidad es una contradi, ion. Nunca le gusta estar solo, pues su propia compañía le aburre. Pero tampoco le gusta cualquiera. Nada más que uno.s cuantos amigos inteligentes y capaces de discutir un buen tópico. N o tenía ningún plan para el futuro; pero ahora, con m o t i v o del cambio de vida, tal v e z piense en hacer dinero para proporcionar a sus hijos—si los tiene—un holgado bienestar. Algimas veces se acuerda del grupo de actores donde empezó su carrera, y recuerda emocionado los momentos de gozo espiritual que le proporcionaban aquellos rústicos muchachos y muchachas que le miraban extasiados cuando representaba las comedias en los distintos pueblos de sus dilatadas excursiones

R. L l i m i S ; 29 Octubre

1935.

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cinematografía

española americana.9.a

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L A PRIA/líRA PELÍCULA QUE PROTAGONIZA NUESTRO GRAN CÓMICO

VALERIANO LEÓN y EN LA QUE 5 E REVELA CÜA/\O mn^ CUMRRE ¿2^ CINE HÍSPANO

EOlCJONtS PEROJO'NÜÑEZ


De no haber sido artMa de che ¿qué profesión le hubiera (gustado ele(^lr?

quisiera-tener un o f i c i o en el mor p o r o d a r lo vue r a Q munoo 11

D e ^ e (|ue tiizo "Rumbo al Cairo" sueña con comprar un "yatelí", y mientras llega ese momento, navega en ei lago en un barquito de vela

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alegría hay acumulada en esta muchacha! Su única tristeza es no poder quitarse años. Son diez y seis nada más los que tiene Mary del Carmen, y esa cifra no admite restricciones. Y esta artista de cine, flexible, ingrávida, ondulante, bulliciosa, de pelo rubio—de laboratorio—y de ojos claros, serenos—no hay más remedio que recordar el soneto de Gutierre de Cetina—, conoce y a la popularidad y el éxito. El milagro lo ha hecho la película Rumbo al Cairo. Mary del Carmen ha probado ya esa dulce embriaguez del triunfo, que está hecha con los aplausos del público, los recortes de periódicos y la admiración callejera. Algunos críticos han tasado los méritos artísticos de Mary del Carmen con estas palabras deliciosas: «Magnífica promesa.» Y es que no hay nada más dulce, atrayente y bello que una promesa. UÁNTA

Viendo a esta actriz en la v i d a y en la pantalla se siente la necesidad de hacer un elogio encendido de todo lo frivolo y ameno. H a y gentes muy respetables que quisieran darle a la existencia un aire de sermón aburrido y de conferencia apehnazada; gentes que creen superfluas todas las palabras que no so emplean en la explicación detallada de una estadística o en un tema transcendente. Pero no hay que olvidar que si una estrella es un mundo para el jefe del Observatorio Astronómico, para un poeta es sólo una metáfora, y para un director de películas puede ser un éxito o una complicación. Y es que esta lamentable tendencia a lo solemne nos ha hecho incurrir en la injusticia de llamar iimecesarias a las cosas que nos divierten. ;

Mary aspira a superarse constantemente en su trabajo de cine; pero el reportero se atrev e a insinuarle: —Señorita, no se deben hacer las cosas demasiado perfectas; conviene que se note algún pequeño error.

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Y me dice: — D e no haberme dedicado al cine, me hubiera gustado un oficio de mar. — ¡ A h , y a : pilota! — N o , señor. Y o me dedicaría al viaje. Daría la vuelta al mundo... — E s o no es una profesión. —¿Cómo que no?—pregunta Mary con asombro—. El turismo—añade- -e-> un oficio, y de los más penosos. Y dice con júbilo—: ¡Viajar por el mar! A mí me ha gustado siempre mucho el mar. Y o he nacido en San Sebastián, y desde pequeñita me ¡ba a la playa con un cubito y una pala para hacer «sondeos» en la arena. Y o no hacía como otras amigas raías, que cuando se mojaban la punta del pie huian chillando como si hubieran visto un tiburón; ni su.spiraba al meterme en el agua, como si estuviera ante algo irremediable. P o r eso m e siento tan feliz en Rumbo al Cairo cuando m e roba un marinero. Estaba escrito... en el guión. Y o me iría—sigue diciendo Marj' del Carmen con su fina sonrisa infantil, que alarga la roja cicatriz de su boca—en un automóvil aerodinámico, de seis metros de largo y dos asientos, o en el exprés internacional con ragon-lit, a la Costa A z u l , o rae metería en un yatch... Y o viajo mucho con la imaginación. Y v a haciendo un elogio de las grandes playas cosmopolitas donde van esas artistas francesas que para no bañarse desnudas se ponen unos anillos, y donde las jeunes filies americanas aguardan ma.scando g o m a la hora en que está el agua más yodada, y toman baños de sol de tres horas, y después se colocan esos sombreros de alas colosales para que el sol no les haga daño. M a r y del Carmen se iría al bar americano—donde hay un barman que sabe inventar cock-tails—, y de un salto se subiría a im taburete de dos metros de altura. T a m b i é n llevaría una doncella mulata, de piel de cobre y labios con dobleces.

¡Viajar por el mar! He aquí la aspiración de Mary del Carmen, en el caso de. qur sus éxitos en la pantalla no la habieran convertido - como lo es ya - en una auténtica y refulgente «star»... (rOTS. VIDKA)

Y en tanto llega ese instante, la j o v e n star se adiestra todas las mañanas en los deportes de mar, recorriendo en canoa las aguas del lago, dirigiendo la maniobra de la v e l a de un cutter o remando en ima barquilla, hasta que le duelen las manos. Para maniobrar con el barquito de v e l a hace falta un penoso aprendizaje. A veces el aire hincha la vela, como el elogio al político, y la barquita se desliza airosa, llevando adondequiera su agradable carga, o se [)ara, s. se acaba el aire, pues estos pequeños barcos, como algunas criaturas, no llegan si no les empujan. J.

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La forma abstracta y concreta de los descubrimientos

ligero esfuerzo fisico. . \ veces, ni intención. L a forma concreta ha delendido, en muchos casos, de tma oportunidad fortuita. Si encentamos a fruta y la encontramos podrida, desde luego este descubrimiento (íbedece a un esfuerzo nuestro; pero si escarbamos en las arenas de un río, sin ningún propósito definido, y hallamos pepitas de oro, en este caso el descubrimiento es fortuito. L a forma abstracta, por el contrario, no tiene más que una apelación: el estudio. El descubrimiento del cinema es un fruto de lo abstracto. Jamás se supo si llegaría a ser lo que es h o y , ni hoy sabemos lo que llegará a sor mañana.

^ I \DA8 las cosas, antes de ser descubiertas, tienen un j u g o , una subs-', ^ tancia tan clara y representativa como después de .serlo. Obra \ en esto una determinación matemática, no una fuerza fortnita í o casual. Antes de encentar u n a fnita, ignoramos si v a a estar sana o ; en malas condi<;iones. A l abrirla con la navaja, descubrimos su estado; i pero es nosotros solamente quienes lo descubrimos. El resultado ¡ existía y a de antemano en el intestino de la fruta, y , sin embargo, 11.^—El primer aparato y la niultiplieacióii de sus puntos de origen su exteriorización era para nosotros una cosa nueva, porque teníamos la evidencia de que nadie la había v i s t o antes. i Seria curioso comjcer las aspiracictnes de los hombres de ciencia América fué para Colón un descubrimiento, no obstante de estar ^ toda ella poblada de indígenas. Las distintas formas y especies de v e - j que descubrieron la simplicidail de los primeros aparatos precursores getación de su suelo, también lo fueron... Colón descubrió A m é r i c a 1 (leí cinema. Hubiera sido d i v e r t i d o oír las exclamaciones y presenciar como quien descubre un mundo nuevo. Y en sí, este mundo n u e v o , el regocijo de PLiteau, después de obtener las primeras pruebas con su era y a tan viejo como aquel en donde él había nacido. j aparatito. Y de Wheatstone, con su Fenakisticopio estereoscópico, y , X o conocemos las cosas nada más que por su presencia externa, ¡ más tarde, del propio Edisson, con su primer K i n e t o g r a p h . El cinema estuvo sometido a ima cristalización tan lenta, que los nunca por su esencia interna. P a r a penetrar en el espíritu de lo deseo- \ nocido haría falta una superintuición, por ser intuición y no disqui- i ^rimeros aparatos parécese no tienen analogía alguna con la colosal sición mental lo que se podría requerir jiara acertar a ver el contenido í interaa sonora de hoy. T'n invento como el cinema se perfecciona de los cuerpos opacos. A i m así, nuestra penetración se hace por de- j de una manera lenta, con la ayuda de años, incluso de siglos. Sin emducciones cuando el objeto es abstracto, cuando tropezamos con una i bargo, todas las perfecciones que se registran a su alrededor existen imponderabilidad imperceptible a nuestros sentidos. De aquí la uti- ] y a inmanifiestas y profundamente e.scond¡das. E l sabio o el especialista lidad—-muy vaga—del pensamiento. Colón, antes de descubrir A m é - ^ en una ciencia descubre sobre lo que y a está descubierto. A m p l í a o enrica, pensó en si existiría o no, y por deducciones geográficas llegó a 1 riquece un descubrimiento; esto es lo que hace. Sin antecedentes científicos no se puede descubrir nada. Sin una causa científica hecha reasuponérselo afirmativamente. Nuestra penetración se hace directalidad no se puede dediicii' nada, por el hecho de no haber nada de donde mente, sirviéndonos de nuestra gran máquina animal, cuando el objeto es concreto, cuando nos es favorable una ponderabilidad perceptible; deducir. Sin los primeros experimentos en ój)tica de físicos como y material. A q u í el Ci\so de la fruta. N o s enteramos de que está podrida i Rosenberg, no hubiésemos llegado, seguramente, a la placa primitiva desjiués de encentarla. Ello n o es un misterio [ ) a r a un mono, que, ] de gelatina y cloruro de plata, ni hoy tendríamos la maravillosa sensimediante su exclusiva animalidad, haga lo mismo que nosotros. j bilidad del bromuro ])ancromático. El 'nismo ejemplo se puede estaSon los dos casos contrarios. j blecer entre la electricidad que se obtenía por frotamiento sobre cristal El primero precisa una larga e inapelable cristalización mental. • o azufre y la que hoy se obtiene empleando una potente dínamo. Un estudio ardiente seguido con tesón y con inteligencia. El segtmdo; L a progresión de un invento se apoya en lo y a inventado, y evolutivaprecisa menos. Basta con una sola intención realizada mediante un ¡ mente toma ca]>acid 'des insospechadas a medida que se agrandan

•-Si l.sla ((qta de c h a m p a g n e " q u e l i e n e cii la m a n o Joan (;ra>sford. cu el film d e C l a r e n c e IJrown ••.\nior en >ciila". se c o n v i e r l c c o un e m b u d o , y CSIÍ> da lugar a una nueva escena, situada ahora en una cocina

I n " L a c a b c / . a <le u u h o m b r e " . Julien l)u^ i \ i c r r o u e l \ c u n a d e las s ¡ t u a c i o n c > tic " t i e m p o " y • e s p a c i o " c o n u n v í - n l a d c r o >«Milido c s i c t i c o


sus distintos puntos de origen. Los adelantos de que hoy goza el cinema científica, técnica y artísticamente hemos tardado en conseguirlos cuarenta años, por ejemplo. Pues bien: de trazamos una nueva etapa creativa, tardaríamos la cuarta parte de este tiempo en cuadniplicar la importancia general del séptimo arte. En un principio, el cinema no tenía nada más que un punto de origen donde poderse basar deducciones para descubrir: la linterna mágica. Actualmente son incontables. H a y muchos laboratorios de e x p e r i m e n t a c i ó n , y cada laboratorio está dedicado a una especialización cinematográfica. De un Estudio solamente, con todos sus aparatos principales y auxiliares, se pueden originar cincuenta deducciones, para ser ampliadas a cien, y estas cien, a mil... Si muy magna es una creación con todas sus redes corporativas, muy magno es su desenvolvimiento y muy corto el tiempo que emplea para conquistar capacidad.

pamos. N o s interesa la fruta y no al árbol; mas el árbol debemos mullirle y abonarle la tierra, debemos azufrar sus ramas, preservarle del frío y podar las marañas que se interpongan entre el sol y el fnito. Todos los cuidados de los cineastas han de ser para la ciencia cinematográfica; pero es porque se tiene la seguridad de que cuantos más progresos, cuantos más perfeccionamientos, mayores son los rendimientos y las ganancias en el arte. L a ciencia, aquí, es un útil que sirve para ejecutar la obra artística. N o encontramos ninguna necesidad inmediata en el hecho de hablar del pincel, por ser el que ayuda al pintor a plasmar en el lienzo sus ideas. En cinema, el arte es la justificación Sol)re la mesa que uqui vemos «le.srarga este arcpiide la ciencia, el estímulo de su terto de t).>itend. en "Las maletas del señor O . F.". un desdoblamiento. L a ciencia es tremendo Hiñcta/o. que inmediatamenlc so funílc con causa que efectúa arte; de acuerol g<d¡»o » udo por un nnisico a un |)lalillo do - j a z z " do. Pero, algo ilógicamente, no tenemos más remedio que reconocer en el arte la causa mayor y más primordial. De no existir, la ciencia sería lo que la iluminación y la música en un país de cieEl que inventa no puede pre'jcmdir de lo inventado. Tiene que esgos y sordos. Si la práctica hubiese demostrado que los alcances del tudiar sobre ello, y lo que hace no es inventar, sino añadir una forma cinema no hubiesen llegado a más que a impresionar unas vistas para nueva—o mejora, o adelanto—al invento. Es decir, lo que hace es sedespués reproducirlas en la obscuridad, a estas horas estarían y a olguir dehcubriendo... N o se puede hacer un descubrimiento aislado, que nos proporcione una superación momentánea y que sea absoluta- vidados los primeros intentos de sus inventores. N o es poco que se invente un aparato para revivir la vida; pero es bien poco si acepmente distinto y extraño a todo l o que conocemos. N o se puede entamos la .suposición de su estancamiento. El desarrollo de un descu contrar un filón de oro sin antes socavar la tierra o sin tener muestras brimieuto nos hace exigentes hasta el punto de despreciar el cinema de este metal sobre la superficie. N o se puede recolectar un fruto sin mudo y esy>erar con inquietud y emoción la implantación definitiva antes haberle sembrado con ima semilla conocida por alguien. del re'ieve. Si se descubre algo, es señal de que existe en la Naturaleza; y si existe, tenemos que empezar a desijubrirlo de la manera más suave y simple, no de la manera más brunca y compleja. A h í está la mina, que empieza a manifestarse con una huella, para convertirse en fantásticos subterráneos. Y ahí está el cinwna, quo empezó siendo un juguete, donde se veían movei"se unos monigotes mirando por unas ranuras, para después convertirse en la gran y complicada máquina que es hoy. I I L — E i einrma, eomo eieneia. no tendría justifieaeión eomo arle

si no existiese

L a razón está clara: no se admite la conformidad, ni menos la atención, cuando es producida por una cosa estática. Luego sin un movimiento progresivo, sin una constante matización de cualidades, el cinema hubiera pasado a la historia. Hubiese pasado de moda, al igual que muchos objetos y útiles de trabajo, cuyo olvido fué debido a su limitada eficacia práctica. Aunfpie parezca ilógico, el arte es la causa de que la ciencia cinematográfica exista.

IV.—La estética y !a persistencia constante de las imágenes cinemaSi a raíz de descubrirse el cinema, el formidable desarrollo científico tográfitas y técnico no fuese más que científico y técnico, sobraría su existencia. Sabemos (jue el telescopio se perfecciona; pero es por ima causa: Y así venimos a parar a un gran problema: ¿Cómo tuvo principio jorque los astrónomos sienten cada día necesidad de v e r más de cerca en el cinema lu jirimer manifestación artística y la primer expresión o que para la simple vista está tan lejos. Sabemos que el avión se per- estética? Un libro sobre filosofía cinematográfica resultaría extenso, fecciona; pero es por otra causa: porque l o » aviadores desean mayor y sus efectos serían decisivos. T o d a v í a no se han escrito más que ligeros velocidad, una estabilidad más ensayos, y y o creo que la proabsoluta y el menor gasto posiducción de esta obra sería impoble de combustible. Nada nace sible si transcurriese más el tiemni crece sin tener una justificapo. N o hay cinematecas como ción. N i las malas hierbas en el hay museos de escultura y pintucampo, que pueden tener múltira; y si carecemos de esto, mal ples significaciones y utilidades puede nacer un filosofo en nuessi nos detenemos a estudiarlas. tra generación, o en generaciones posteriores, que se proponga L a perfección científica y técel trabajo de crear una estética nica del cinema no podía haber general del (únema. Divagar sollegado a adquirir cuerpo sin una bre la estética del cinema de hoy causa inmediata que a justifino es cuestión; de la misma forcase. N o se explica el progreso ma no lo sería si un gran tratade la máquina por la máquina, dista de estética, como K a n t , de la ciencia por la ciencia. Un Schelling, Hegel, Rosenkranz y descubrimiento científico tiene su Schopenhauer, se propusiese hajustificación y se descubre por un blar de Picasso prescindiendo de estímulo inmediato. El estímulo los clásicos españoles: de Velázde los R a y o s X es la aplicación quez, V a n Dick y el Greco, presque de ellos se hace en Medicicindiendo de los flamencos; de los na. El estímulo del cinema —coflamencos, olvidando a los romam o ciencia—es la aplicación que nos; de los romanos, dejándose a de él se hac;e como arte o como un lado a los griegos; de los grieespectáculo. Vemos, pues, que gos, sin tener en cuenta a los Kn oslo piano do - O j o s negros - so coloca más tardo no se descubre ni se perfecciona egipcios, y de estos últimos, sin la pecera, y al fundirse ol aciiariuin <lol " c a b a r o f con nada sin ima razón de existir. considerar los primeros brotes olla, da lugar a una nueva situación tle "lionqio" y Luego si el cinema, como máquiartísticos de la prehistoria. "espacio", roali/ada por Tourjaiisky na o como ciencia, no tiene más misión que producir arte, es de Para desarrollar la obra estéeste último del que debemos ocutica que necesita el arte cinema-


I na escena d e " L a M a l c r n a l " . donílc Jean B e n o i t - I . e v y ) M a r i e Kpstcin r e s n c L c i i inuclia^ <lc las circunstancias d e " t i e n i f í o " y " e s p a c i o " , iiicdianic una i n t e l i g e n cia cniincntcnicntc estética

l.>tc mantel hlanco quo a«|uí vem«ts en p r i m e r tcriuiiio se funde con un caiiqu) n e v a d o | ) o r ( l o n d c |)asa un t r i n c o . T o u r j a n s k y . en " \ O l g a en llaiiia>". da acceso a una l u i o a circiiiistuncia «le " l i c m | » o ' ' y " e s p a c i o "

Siisan l . c n o v cs llamada | ) o r su padre para o b l i g a r l a a q u e sc case. A q u í e m p i e z a la acción efectiva del film. H a s ta aliora. los tliez y nue> c afios transcurridos e n cl argutnento. H o b c r t Z . í . c o i í a n l los había h e c h o e x p r e s a r c o n sombras d e Susuii en d i f e r e n t e s e d a d e s d e su vida

tográfico, no habría más remedio, por lógica y por necesidad, que empezar a hablar de los hechos más simples, de las inclinaciones más superficiales, de los ati.sbos más v a g o s . . . Y esto lo puede hacer solamente quien h a y a v e n i d o estudiando con persistencia absoluta, con legitimidad, con preparación y con inteligencia exclusivamente filosófica, imagen por imagen, escuela por escuela, tendencia por tendencia, calidad por calidad, las obras pequeñas y grandes de todos los artistas cinematográficos de la Historia. L o cual equivale a decir que no lo puefle hacer nadie en el mundo, por dos razones: Primera. Porque no existe ningt'm filósofo cinematográfico capaz de haber tenido, desde un principio, la atención exclusiva que es necesaria para esto. Segimda. Porque, suponiendo que exista, su esfuerzo sería v a n o ante la ausencia de una impresión constante de las imágenes cinematográficas. L a persistencia de la visión sólo <lura el t i e m p o en que nosotros estamos ante la pantalla. Y el recuerdo del detalle, que es lo que más interesa a la estética, se borra para dar acceso a la unidad artístico.irgmnental. Deducimos, pues, que harían falta varias cinematecas de consulta. En el mu.seo vemos un lienzo o ima escultura cien veces al día, si nos es necesfirio; en la cinemateca veríamos un film tantas veces nos hiciese falta para crear la obra estética. Como esto no es posible, tenemos que conformarnos con hacer ciertos y muy imperfectos trabajos, como el que hoy os ofrezco sobre la estética del m o v i m i e n t o , sobre la resolurión del tiempo y del espado en el cinema. V . — \ M esléliea, útil en la resolución tlel tiempo y del espacio Luis y .\ugusto L u m i é r e fueron los primeros en abrir al público su Gran Café en el Boulevard des Capucins, para dar calidad de espectáculo a su ñnematographe: Cliarles P a t h é inició el sentido comercial del cinema, y con ello se comprometió a dar cierta continuidad a la producción; Oeorce Meliés descubrió el «fundido» y las «sobreimpresiones», empleó los deo-orados por primera v e z , dio a sus films forma argumental, y aun llegó a utilizar los arcos electrices ccnio sistema de ilujninación; Mack Sennet aportó la fórmula más eficaz, inteligente y precoz de hura irismo cineraatográfico; Criffith contribuyó con sus famo sos close-up. flash back y thefade-out; Canudo fné el jirinier audaz en clasificar al cinema como arte séptimo... P e r o t o d a v í a no sabemos quién fué el que conquistó la unidad, el ritmo y la elegancia del m o v i m i e n t o . ¿Será e.sto o no un descubrimiento? L a verdadera retórica cinematográfica, el don de la imagen y de la expresión, no tienen padres. Tina versión de TAJS miserables hecha hace veinte añijs por Capellani, o de Kl conde de Mmtecristo por Poiictal, o de Resurrección por M a r i o Caserini, tenía veinte, veinticinco y hasta treinta partes. Eran interminables. L a s mismas versiones realizadps en la actualidad por Boleslaw.sky, poi R o l a n d V . I^ee y por Mamoulián, no tienen más de doce rollos, y son mucho más expresivas, concluyentes y extensas en dic•ión. El cinema representa, extractados, los ejiisodios más largos d e la vida. í ' n a hi.storia de cien años tiene que resumirse en dos mil metros de film. Y esto era antes tan difícil como lo es b o y fácil para la moderna V personalísima técnica artística de nuestros realizadores. Mejor ([ue ttM^nica artística, y con más jiropiedpd, débeme s decir estética. L a técnica es lo que siempre se hace igual, y no tiene más camino que el de la lógicH. L a técnica de tocar una campana es m o v e r el badajo en .su forma habitual: lo mismo la de conducir un coche o v o l a r en un aeroplano. N o es adecuado emplear esta jialabra. aunque muy bien lo hagamos por a])elación. En c a m b i o , el término estética .se cierne a la fórmula de belleza artística—a la belleza por la belleza—y a la de belleza útil en la resolución cinematográfica del tiempo y del espacio. C( n más frecuencia es la estética un lucimiento, un deí^tello genial de poesía, que una necesidad. En el cinema antiguo, la falLs de inspiración estética para resolver ranchos de h/s problemas que planteaban el tiempo y el espacio era sustituida por letrenis. H e dicho la falta, y no es cierto. Mal p o d í a faltar la inspiración estética si no se conocía ni por intuición. Sin los letreros, que h m subsistido ha.sta en los últimos instantes del cinema silente, no se hubiese atrevido a capaciterse un director para realizar una obra. Era un caso de terror y de enchiqueramiento artístico, <jue los grito? revolucionarios del cinema sonoro han sido únicamente c ipaces de disipar. Los letreros eran el almo de un film. Sin ellos no había lógica argumental posible, porque no se conocían les secretos del montaje, ni la estética útil. Si la acción de un film se trasladaba desde Madrid a Barcelona (espacio) y la marcha del argumento e x i g í a se hiciese transcurrir un año ( t i e m p o ) , no quedaba otro remedio que colocar entre escena y escena este letrero, por ejemplo: « H a pasado un año. J i m m y ha logrado un emj)leo en el puerto de Barcelona...» D e esta manera, el espectador se enteraba de cuatro cosas: que habia transcurrido un año, que el personaje estaba en Barcelona, que había conseguido emplearse, y que este empleo era en el puerto. Si se prescindía del letrero, el espectador se desorientaba en el hilo de la acción de tal forma, que le eran necesarios cinco o diez minutos para enterarse de los cambios de situaciones que habia habido en el film. Cuando se " l i a b i l i t a b a , sui^ía otra nueva dificultad, y así sucesivamente. Un realizador moderno, en un casi> más difícil que éste, emplea su retórica estética en nombre de la e x ] sión, de la necesidad y de la belleza. Citemos dos casos: uno, de tiempo y espacio, debido a Steraberg, y


otro, solamente de íicíHpo, puesto en {>i-á<tka por Kobert / . Leonard. En La Venus rubia vemos un río donde se está bañando Marlene; por sus márgenes pasan varios excursionistas alemanes, que, al verla desnuda, la dedican piropos. U n o de ellos larece el m á s atrevido y se acerca. Gritos de Mailéne, plano general < e la jiarte del río donde se baña y después ocurre lo siguiente: las aguas del rio se agitan; después producen humo de vapor...; pero, mecUante un retroceso de la cámara, nos enteramos de que el río y a no existe. Sus aguas frías se han fundido con las calientes de un baño, y ahora aparece Marlene lavando el cuerpo de su niño con una esj)onja y un jiedazo de jabón. Es decir, que sin ningún letrero antiestético y engoircso, sabemos, sin diula alguna, que estaraos en Norteamérica; que .\Inrlcne se ha casado con aquel ntuchacho atrevido del río; que tienen im niño y que han transcurrido cinco años. El caso de Robert 7.. Leonard es solamente de tiempo. Nace Susan Lenox, y necesariamente tiene que hacerla crecer en el film hasta la edad de diez y nueve años, so })ena de emplear el anacrónico letrero. Además de esto, tiene que infonnar al espectador de que su padre la trata muy mal; (pie es una mártir, una víctima de l a bestialidad paternal. ¿Cómo ha de barajar las imágenes Robert 7. I^eonard para representar, en cinco minut(js escasíjs, t o d a esta serie de situaciones que a un realizador primitivo le hubiesen costado cinco rollos?... Muy sencillo. Robert 7,. I^eonard emplea la llamada sombra chinesca. Primero vem(<8 la silueta al doctor que extrae a la niña del vientre de su madre y la da azotes hasta hacerla llorar; después, la sombra de Susan, (jue, de <!uatro años, la obliga su padre, a grandes voce<, a q u e le ate I(>H cordones de las botas; luego volvemos a verla cuando tiene diez años, quince..., y hasta los diez y nueve. Ahora la llama su padre, con el acento de siempre, para projiouerla el casamiento f o r z o s o con otro h(nd)re a quien odia. Aquí termina la sombra de Susan Lenox y empiez;i la accií'm efect i v a del film. Robert 7. Leonard luí hecho desfilar,de im:^ manera maestra y original, una gran (;anfidad de años j)or un trozo de celuloide, al mismo tiempo que ha ])rokjgc'do, en una de.-icri])ción rápida, la psicología de los personajes centrales. Esto era inaccesible a la vieja estética cinematográfica de los primeros realiz:"d(/res. Ixjs dos casos citad(<s, el de Sternberg y el de Let nard. s( n m i x t c s . Están concebidos con una percepción de estética útil, necess lii', inapelable... Había que r e s d v e r la cuestión titnipo y espado, y en este .sentido la estética es exacta e irrei)rochcl)le. Pero también se aprecia una utilización de la estética por la estética, de la belleza por la belleza. L a retórica d e l cinema consiste en eso: en fuesentsr las loíuciones cinematográficas—imágenes—cm una máxima elegfcncia de forma, que nos proporcione, c o m o resultiíh. inmediato, la subst; n( ialid; d del contenido. Joseph v e n S l e i n b e i g y iíobert 7. L e r n a i d han refcuelto una circunstancia inex( usable. P t i o lo han hecho tipli( fcr.d( la belleza por la profesión—estética útil--, y la belleza por el arte—estética pura—. Es decir, einple.mdo el tropo < iiieinatográfii o.

Hcné Clair. en "14 de Julio", convierte el primer plano (le un farol apagado, colocado en una ventana, en otro primer plano de un farol e n c e n d i d o , c o l o c a d o en un baile festivo. D e esta manera iiigenio.sa pasamo.s con la acción del día a la noche, v de la ventana al baile

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V L — L a eslétiea pura o la retórica de las iiuáyene» Ahora bien: no siempre la resolución del tiempo y del espacio i quieren una forzoso concesión estética. Antiguamente, sí: pero hoy, n c En el cinema de hace siete y diez años, los letven s se (;o (,caban para dar una expresión—^inexistente por sí misma—a cualquier in(jvimiento de cámara. Había que li icer transcunir en la acción una hora, y el realizador se veía obligado a registrar con la cámara les movimientos y hechos atribuidos al personaje durante ese t i e m p o - atribuidos necesariamente para justificar la inversión de la hora—, o tenía que poner el letrero siguiente para ctíitipreasión del espectador: «Una hora más tarde...» La estética expresiva cí.nstituyó un golpe de aiidt;cia dado por el cinema sonoro, «pie enseguida se generalizó entre todos los realizadores. Los directores soviéticos fueron k s más deiididos en implantarla, dando al traste c ( n la estética estrictamente narrativa. Y en Francia, el emigrado n i s o Strijensky es u n o de los jtrimí n s q r e empieza a hacer transcurrir el tiempí^ en el cinema sin nc(esidpd de letreros. Veamos el ci.so de Troika: .\caba de empezar un baile de Carnaval. Como Strijensky vd tiene necesidad de tener redando a la cámara todo el tiempo que diuc el baile, que es toda la n o d i e , se limita a tomar Uiios plam s del ambiente, y tennina haciendo lo siguiente: hace caer confetti sobre el primer j)l; r o de un sombrero, y It» funde con los copos de nieve que caen en la. calle, encima del que conduce la troika, en el momento en i|ue los o.sistentes al baile mt.ntan en el carruaje. De no haberlo hecho así, hubiera tenido que poner un letreque dijera: «Al terminar el baile...» Desde este momento—1928—. lo que Aristóteles opinaba que en la tragedia d e b í » concedérsele la primer virtud (véase la Poética). es decir, el lugar, el tiempo y la accüm, que nosotros venimos I h m a n d o tan sólo tiempo y espacio, empieza a ejecutarse en el cinema con una expresión propia; empieza a traducirse en imágenes merced a descubrimientos anónimos cjue originan los principios de una nueva estética. Desaparecen para siempre "los letreros torpes, intérpretes del tiempo y del espacio: « U n a hora después», «Por la tarde», «Al día siguiente», «Al amanecer», «Cinco años más tarde», «En casa de tal o cual...». H o y todo son imágenes. T o d o es expresión. T o d o belleza y ritmo ininterrumpido. Hagamos unas cuantas citas de escenas en que nuest»-os realizadores hayan tenido que resolver circunstancias de tiempo y espacto.

Fn esta escena do " L u \ onus rubia". .Marlí-ne y su e s p o so ruoiitan a su niño lu forma on quo so c o n o c i e r o n . Fs decir, el ospocludor no lo sabría liasin ol fiíiiil si ol i n g e nio d e Sternhorg no hubiese oxprosudo la liisloria con unas ciinnlur iniú<;onos

l'.n "Su único p e c a d o " , film do King \ idor. l o « (rocilos (lo liiiu caria rola por Moiíalil Colman >o fundón con las palomas do la plaza do San Marcíts. do \ oiiociu. paru dar lu<;ar a una inn>Na liluaciiói cambiada on " l i o m p o " V "«>>i»acio"


Kené Clair, en 14 de Jidio: U n ciudadano coloca en «u ventana un farol de papel para conmemorar el aniversario de la Revtilución francesa. Es de día. l'rimer plano del farol apagado. El farol se enciende. L a cámara inicia un tmvelling en retroceso..., y ah<ira n(j v(!mos a la ventana ni ai ciudadano. Estaiuo.'; en un baile nocturno, d c i o r a d o cdn faroles de verliena y amenizado con nu'isica de aire. Kiuíí Vidor, en Su único pecado: Ronald Colman, (pie va SUIJHKJ C U un automóvil, hace pedazos una carta.y ó.stos los tira por la ventanilla. P l a n o de los trocitos de papel, que se funden con una bandada de palomas blancas de la Plaza de San Marcos, de Venecia. E s t e IT - H H Í C K ^ decir que el personaje se ha tra.sladado a esta plaza. Clarence Brown, en Amor en venta: Clark Hable obsccpua a .JD.IU Crawford con ima copa de champán. Acaban de conocei-se en la estación, en el momento en que ("lark pasa en el tren hacia Nueva Y o r k . Primer plano de la copa..., que se funde con un embudo en donde la madre de Joan echa ax-eite para pasarlo a una botella. Estábamos en la estación de ferrocariil. y ahora estamos en una cocina. Jiilieh Duvivier, en La rabesa de un hombre: A c a b a de cometerse un crimen. E n un cafetín se habla de hacer ir a un idiota al lugar del siniestro para que recaiga en él toda la culpa. El que esto propone saca un plano del bolsillo, donde se especifica todo lo que el idiota tiene que hacer para llegar donde está la víctima... Close-up del plano en el cafe-^ tin... Este close-upám-d hastael momento en que el idiota tieneel plano en la mano y abre con la llave la puerta de un ca.'íerón ol)S(;uro y trágico. Alexis Granowsky, en Las maletas del señor O. F.: En »>1 pueblo de; Ostenz, donde se están construyendo los edificios de la nueva ciudad, j un ingeniero descarga con rabia un puñetazo sobre la mesa. El puñO|

H o d a n d o una j'scena de '•Caravana", p c licula y a n q u i , e u d o n d e t a n i b i c n a b u n d a n los h á b i l e s i n a i i c j o s d e la c á m a r a y e n d o n d e su r e a l i z a d o r c o n s i g u e b e l l í s i i u o s e f e c t o s d e "lioiiipo^^ y ••espacio'^

Frank L l o y d hace desfilar jior el argumento treinta y cuatro años, y muchas veces lo hace con sobreimpresiones—todas las escenas de la guerra europea-—•; pero otras, sin más ingeniosidad artística que los {)lanos simples. Únicamente es sorprendente el procedimiento que emplea para enterarnos de la muerte del hijo de sir R o b e r t : embarca en un trasatlántico en viaje de novios, y con el primer plano de un salvavidas en el que está rotulada la palal)ra Títom'c, y a está expresado t o d o . D e Soy nn fugitivo podríamo.s decir igual. Los escenarios cambian, y el tiemjio trimsourre constantemente. M e r v y n L e R o y emplea en al gunos momentos las sobreimpresiones de un mapa de los Estados Unidos y un tren que corre sobre él, al mismo tiempo que una rayita negra señala lo.o pueblos y las chidades por donde pa.sa el fugitivo. L o demá.s-—la mayoría—todos son planos simples en la resolución del tiempo y del espacio de Soy un fugitivo. Esto nos demuestra que la realización de los casos citados antes no obedecen a una necesidad cinematográfica, como en el ejemplo de S t e m b e r g y Robert 7. I.,eonard. Sus fines no atienden a otras causas que a la utilización de la estética pura. A la belleza de la retórica, al arte «del bien expresar». Y en este aspecto. Rene Clair, Julieu D u v i v i e r , K i n g V i d o r , Clarence Brown y todos los realizadores citados, han estad o en lo cierto al conceder a la imagen la eleg.oncia cinematográfica, la belleza pura—no utilitaria—a que tiene derecho. VIL—Conclusión Do Ilegel (Ijógico) son estas palabras: « D e las foimacitmes manan otras formaciones, con las cuales la razón se desarrolla en un mundo completo y orgánico...» L o s propósitos de l í e g e l casualmente son los

Kn • • T r c » l a n c e r o s hcngalíc;.--. -.ii d i r e c tor. H e n r y l l a l w a g . d o m i n a , ante l o d o y s o b r e t o l l o , la técnica m á s d e p u r a d a «leí ciiHMua u o r l c a n u ' r i c a t i o

se fimde con un m a z o de cuero, y el ruido de la mesa, con el de uu platillo de jazz al golpearle el músico con el m a z o . V . Tourjansky, en Volga en llamas: El mantel bhmco de una mesa se convierte en un desierto n e v a d o , por donde corre un trineo. En Ojos negros, el acuarium del cabaret se funde con la pecera que hay encima del piano donde practica sus lecciones la hija—Siroone Simón—de I v a n I v a n o v i c h . A q u í cambiamos de tiempo (era por la noche y ahora es por la mañana) y de lugar (estábamos en el cabaret y nK< luimos mudado con la acción a casa de I v a n I v a n o v i c h ) . Jean B e n o i t - L e v y y Marie Epstein, en Lamatemat Kn i : L iilm podríamos citar innumerables casos. El chorro de agua de la fuente se funde con el de un niño que se orina cuíuido está en la escuela. Este efecto es sólo para denotar cambio de decorado. El brazo de la niña, pintado con lápiz, se funde también con el del amante de su madre, tatuado. L a emoción producida aquí no tiene límites. Las perchas donde los niños del colegio ponen sus ropas nos eximen de la visión de verlos entrai- y salir a dase. Cuimdo están vacías de roi)aH, es (pie no hay nadie en la escuela; cuando están llenas, es que los niños están en clase. (íasos como estos citados se cuentan por centenares en el cinema miideino. Pero por mucho que les examinemos, no hay ninguno que represente a la estética útil. Las situaciones descritas se podían haber resuelto de la manera habitual; es decir, cambiando de decorado, de tiempo y de espacio con sólo cortar la escena y sin apelar a la analogía de imágenes fundidas. E n la moderna técnica, cualquier m o v i m i e n t o de cámara es de por sí expresivo. Y no es ponjue hoy se haga con más acierto que en el cinema mudo, sino porque ei espectador está más prejiarado para comprender la intención que el realizador pone en la íulación de las imágenes. E n un film actual es m u y frecuente v e r que el tiempo y el espacio se resuelven a base de planos simples. En Cabalgata,

l.o> ••lruco> - d e • l i c u q m • \ - o p a i - i o - « e p r e p a r a n e n cl - s c f . p e r o se r e a l i z a n c u el l a b o r a t o r i o , l i e a í p i í e u e > l a c > e e i ^ a \ \ a l t e r í t u b e i i p r e p a r a n d o u n o <lc e s tos e f e c t o s

mismos que aquí tratamos. Mas la primer fomiación que dio principio a la estética cinematográfica no la conocemos. Solamente nos son conocidas las formaciones posteriores. En nuestro caso, los ejemplos expuestos sobre la resolución del tiempo y del espacio. El autor del primer atisbo artístico es anónimo. Las grandes etapas del cinema-arte han sido creadas con aportaciones tan colectivas como universales. L a cualidad artística en el cinema, la cualidad estética, la cualidad de belleza propia, es un descubrimiento de muchos. L o contrario que en la ciencia, como de(;íamo8 al principio de este trabajo, donde están calificados sus descubridores. En el cinema alguien inició el primer embrión artístico; tal v e z los hermanos Lumiére, tal v e z Georges Meliés, Mack Sennet o Cliarles Chaplin. A lo mejor, otros cineastas tan anteriores a éstos como desconocidos en la historia del cinema. U n descubrimiento científico es toda una formación específica, clara y hasta numérica. U n descubrimiento artístico, no; aunque hoy lo sea para nosotros. En un comienzo, nadie sabía si la linterna mágica iba a ser utilizada con el tiempo como un vehículo artístico de primer orden. P o r lo tiuito, no pudo existir nadie capaz de hallar en un descubrimiento artístico—apenas ponderable--valores concretos. Tenemos idea, pues, de que estas grandes formaciones estéticas del cinema actual, do que este magno dominio de la imagen, dimana de minúsculas, microscópicas y casi imperceptibles formaciones. P e r o ignoramos cómo fueron aí^uéllas, y también quiénes las descubrieron. Únicamente nos podemos figurar, por todo lo que aquí queda dicho sobre la resolución del tiempo y del espacio, lo que podría ser en foima —^lo que es en esencia—^una estética general del cinema. Siempre, claro es, ignorando el origen neto y absoluto de las primeras formaciones artísticas. A. DEL AMO A L G A R A


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CLAIRE TREVOIl-JOIIX BOLES

MONA BARRIF^AXTOXK» .MOIIEXO

¡Alto! Si esta eseena se ilesarrollara en las frondas del Retiro o de la Moncloa, la palabra saerainental del guarda "aguafiestas" sonaría ininedialamente. Por fortuna, estamos aquí nosotros, más comprensivos, para cubrirles la retirada. Mientras, nos fumaremos un cigarrillo a su salud. Los idilios que no tienen una espita oficial para desabogar sus cargados vapores, han de buscar en los parques—el campo está más lejos y Ps más peligroso las aproximaciones materiales que refrenden la "entente" espiritual de los protagonistas: Claire y John—^muy buenos chicos—en est? caso. ¡Vamos, decidirse de una vezl ¡Venga esc beso, y ya pagaremos nosotros la mulla!...

Líbrenos el Hado de una despedida como ésta. lia sonado el clarín fatídico, apocalíptico, de la guerra, y cl militar que parte hacia el frente viene a dar un abrazo a la mujer que supone, en realidad, toda su vida. Ved la lucha que sostiene consigo mismo este hombre cuyo uniforme impone un deber más fuerte que su amor. .Xo sabp si volverá a ver más a quien mira como queriendo grabar el menor detalle de sus ( a c ciones en cl pensamiento. Ella pretende sonreír para infundir ánimos al militar que ha de defender » su patria. I..a angustia de esta mujer infeliz hace aborrecer la guerra al más estoico...

A N A M A R Í A Cl STOIHO-JOSE MOJICA Sabemos que una legión de admiradoras de José envidiará, al ver esta foto, la suerte de Ana María. ¡Ahi es nada poder reclinarse dulcemente, libremente, sobre el pecho del gentil Apolo mejicano! Es horrible adorar sin esperanza a un hombre tau guapo como José y tener que conformarse con el ferretero de la esquina. Xosotros quisiéramos mitigar tan justo dolor. Vamos a intentarla: Seiloritas: si supierais que vuestro ídolo lleva peluca, que padece la solitaria y que se desvive por el apio, ¿le amaríais menos? ¿Que no? Reconocemos nuestro fracaso. La superchería, la injuria, fueron inútiles. Somos unos enviosos. merecedores de vuestro desprecio... |

JOAX C R A W F O R I M Í A R Y

C(»UPER

Original, rebelde, ambiciosa, incomprensible, cautivante... Es pila: ¡Joan Crawford! La que tiene cuerpo y alma de bailarina, la que llegó donde quiso, la que gozó cuanto pudo: la humana Joan. La moderna sirena que atrae la pasión de lodos los hombres con su canto, formado de promesas de delirios, (lary, el graudullón nacido de píe. recibe ahora su peso ghtríficador y siente su cuerpo contra el suyo y las caricias de sus dedos de seda. Xo responde su expresión al momento transcendental. Y es que este iiiiichacho no se hace ilusiones. Sabe que Joan se adora a si misma sobre todas las cosas. Y que tiene razón, porque asi está segura de su fidelidad...


Escena muda una terraza aeycafé

La mujer

;.\h. pups lo frívolt^ latiiporo la eiinx'ioiia! \'amo)i con lo pasional: Pitia m i r a d a , «niitá» p e n d r a n t e , « m i t a » pcrvcrHa, me ha iladi) siempre un revullado «jamón»

l'ero, ,;«lo'' es hí que me mira? ¿Tendré a l g o r a r o en el traje? A lo m e j o r UH solapas, que no r a e n bien y le quitan f^racia • la figura

¡Maldita sea mi suer- | te! A h o r a «iiie se me e n q i e / n b H « a d a r » el asunto... ¿ \ q u e voy y le dii;o al lío ese riialro frescas?... Ks (q>a» tirarse de l o » pelos... ;\'aliente « r i d i » has hecho, galán!



bELtCCIONES CAPITOLIO" EDITORA Of ANGÉLICA" «A ENCARGADO LA FILMACIÓN SEGUNDA PELÍCULA "EL S EC R E TO qfe ANA MARÍA''

. ÍLRILLA ^ L A

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CAROLE L O M B A R D CLARK GABLE Qark es el galán de última hora del diario del mundo. Haee años no hubiera podido estrechar entre sus brazos de "cow-boy" sino a cursis ingenuas del Oeste. Hoy, las mujeres más refinadas dejan polvos de su eutis sobre las solapas de su frae. Es el hombre de moda, que tiene poco de elegante, pero sí mucho de varonil. Su "sex-appeal" ofrece magnífico contraste con las más femeninas damas. Vedle apresar a Carole eon gesto de lacayo que se sabe preterido al señor. Ella, la señora, la gran señora, nunea se ha sentido tan mujer como en este momento, en que se apoya sobre un hombre de tipo de "gángster", capaz de propinarle una p a liza...

GRETA G A R B O - E R I C V 0 . \ STROHEIM La testa germana de Erie se inclina sobre el rostro exangüe de Greta eomo la del médico que se dispono a auscultar a su pacionic. Hay algo de sádico y feroz bajo la aparente serenidad del gesto. La exquisita (ireta parece más vencida que nunca: ella, lan acostumbrada a vencer. Su perfil se afila eomo el de una liuiribunda. El monstruo aspira el aliento de la boca deseada, débilmente salido de entre los pálitlos labios, l'na mano ruda, de gañán, en cuya muñeca brilla una pulsera femenil, sujeta el brazo de ia víctima. Asistimos ai preludio de una bárbara revancha sobre la mujer fatal por excelencia. Nada hay iufalible bajo el sol...

ELISSA L A \ I ) I - R O B E R T I ) 0 \ A T No es sólo de hoy la preferencia extraña de algunas mujeres—las más bellas, las más exquisitas, las más femeninas, por cierto—hacia los muchachos cuya apariencia no se distingue prrcisament; por lo viril. Ayer—hablamos de la época de "El Conde de iMontecrísto"— también las jóvenes lerfumadas y lujosas echaban sus brazos al cuello de los más delicados doncees, de cabellos ondulados y rubios y facciones suaves, sin sombra de vello. L í brenos Dios de suponer a Robert afeminado; se trata del golpe de vista únicamente, sin sentar opiniones aventuradas. Cuando ellas los buscan y los quie~ ren así, bellos y delicados, por algo será...

MIRIAM HOPKINS BING CROSBY

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Parece que Miriam quiere r e sucitar el afán creador de un tercer sexo que padei'ienm los filósofos de Grecia, apoyados por los más geniales artistas y los más valientes guerreros. Dijérase que un efebt* de la Edad Moderna haee feliz al despreocupado Bing en uua página vivida de "El retrato de Dorian Gray". Pero no. Este "muchacho" inquietante os pniduclo lan sólo del carácter travieso de Miriam, mujer que nada tiene de viriloidc. Se trata de una broma de la alegre parejita, que sólo puede confundir o trastornar a los seres equívocos, que se dan hoy, por desgracia, como en los tiem^— pos paganos de Petronio...


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E X T R A Ñ A ' . " L A HISTORIA

Zm"


MIGUEL LIGERO HUBIERA

SIDO

MUEBLISTA t

y así no correr/a por las calles

detrás de los carros de mudanzas dentro de su espíritu la silueta del personaje observado o leído.

El negocio de las b o das deshechas I

N tipo se puede crear con palabras o c o n i m á g e n e s . El gesto es el paisaje psíquico del actor que nos v a revelando la categoría artística de un personaje en la pe ícula. Cuando el a r t i s t a acierta en la interpretatíión de un tipo humano, decimos que ha sido «arrancado de la realidad», sin d a m o s cuenta de que lo ha hecho en «colaboración con la realidad». Miguel L i g e r o es en el film español la gracia sin arabescos burdos ni groseros, ' el ingenio fino, no embadurnado de pegotes d e circo ni de cabriolas de plazuela; el humorismo sin añadidos vulgares ni plebeyos. El gesto de este notable actor cinematográfico resbala tenue y sobrio por la pantalla, dotado de la necesaria austeridad para no caer en la gesticulación excesiva y grosera. L a a l e ^ a no es para L i g e r o un oficio, sino una cualidad, y el buen humor y el limpio gracejo del intérprete afortiinado de Rumbo al Cairo y Nobleza baturra n o son cosa p ^ a d i z a y exma, sino algo esencial de su temperamento. Se ha dado en decir que el humorista profesional, el hombre que es alegre por oficio, es, generalmente, tris< o y reconcentrado en su v i d a . Esta pauioja ha tenido buen éxito en literatu1 a; pero está llena de doblez. Porque es lo cierto que el artista de «humor» es el individuo que pasa mejores ratos en su vida, pues posee un caudal de alegrin tan grande que puede repartirlo entre los demás sin agotarlo. ¿Cómo dar a los otros lo que ao poseemos? Ix> que hace el actor de cine es arrancar de su intimidad su riqueza hiunorística o emocional, para adaptarla a los tipos que in•rpreta. Empleando un giro venatorio, odemos decir que es un cazador de imágenes, que cuando v e en la v i d a o • TI L I W L I L N N I I N tipo gracioso o dramáprasa que É L llevaba

i.

En Su noche de bodas, » a tiene un secreto, 00 cd Cairo y Nobleza baturra, ha puesto de relieve Miguel Ligero las Kcelencias de su fina comicidad en l a pantalla. H a y siempre en este artista cineraatográfico una diversidad interpretativa que lo hace difícil para 'llamienin«honi-

•<ve d e fichero»; no es de esos ártista.s estandardi1

,

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,^ ^

. I I I F U -

!• a una porción lie tipos y en ellos cristalizan su personalidad. Ligero múltiple y v a r i o en su trabajo, y su humorismo roza siempre la sensibilidad del espectador para descubrir en ella la sonrisa. El periodista ha visitado a Miguel U gero en su hotelito de la Carretera de Chamartín. H e m o s aprovechado u n a pausa en la tarea del notable artista, q u e trabaja estos días en el film La verbena de la Paloma. L o espenmios en el jardin, donde hay una piscina tan profunda que nos llega a preocupar. Miramos al fondo con cierto recelo. U n a escalerilla de hierro se pierde en aquel pozo. El fondo está seco; pero a poco que se escarbe saldrá agua, o quizá se descutiia un yacimiento petrolífero. — A q u i — dice L i g e r o señalando la piscina—he pasado el verano. P o r q u e esto es una piscina. —Si, señor. Y o no me había atrevido a afirmarlo; pero I I < i I > > M S I I de discutir. IJ6 hacemos la p r ^ u n t a objeto de esta entrevista, y Ligero nos responde ingenuamente: —De no haberme dedicado al cine, \ o hubiera elegido la profesión de mueblista. I J O S muebles son m i obsesión, y constituyen mi felicidad y mi ruina. El gran actor Ligero padece la enferTIe llegado a reunirme con tres mesius medad del «nueblismo». Vedle aquí comedor, cuatro trincheros y cinco transportando a 8U rasa una silla,adqui•aradores. Salgo a ver a un amigo <> ¡i rida a costa de gran<lr>i xudores


1

dar un paseo, y vuelvo a mi casa con una cama turca y dos sillones fraileros y un armario de luna. Hace algún tiempo adquirí ima mesa de caoba para el despacho. Con frecuencia me levantaba al amanecer y me dedicaba a echarle v a h o y a pasarle una gamuza. Y estaba horas enteras mirándola enternecido. M e encontraba satisfecho no sólo del mueble, sino de mí mismo. — P e r o , hombre—^me dicen—, t e estás gastando un dineral en muebles y no te hacen falta. Y eso es para mí lo importante: comprar lo que no me hace falta, porque esto lo hago por mi propia voluntad, mientras que cuando compro lo necesario v o y obligado. Si leo en un periódico este anuncio: « P o r boda deshecha se vende despacho, comedor y alcoba», y o tomo nota del domicilio del vendedor y soy el primer cliente que asoma por las puertas. U n dia se deshicieron tres bodas en Madrid, y m e v i en un grave conflicto. Estos idilios rotos son un n ^ o c i o para los que, como y o , aman los muebles. Se adquieren verdaderas gangas. Me ha ocurrido también'—y esto no lo diga, porque creerán que es una mtvpia—^ver un carro de mudanzas que llev a b a en la parte posH H j m m g U m U m M H a H H H H a trera un mueble la^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B brado, y me he ido corriendo detrás del camión hasta que los hombres lo han metido en un piso. Créame usted — concluye Ligero con un gesto de melancolía—: para mí sería una verdadera tragedia que me pusieran los muebles en la calle. X . .X. X .

Cuidar lo« muebles romo si fueran «lu propios hijos es la gran manía de Ligero. Aquf le tienen ustedes echando vaho y sarando lustre a «su última pasión* muebifstica

;AtÍEat Las diez y veinticinco, y a laa nueve tenia que haber ido a una almoneda. ¿A que llego tarde?

La hora trágica. Todoa los caprichos se pagan, y los de Ligero no son de los más baratos. Aquí está el popular artista «sacudiéndose, como los buenos», que diría un i flamenco del A v a p i ^

Con qué arrobo contempla Ligero sus adquisiciones! F.l tallado de esta mesa le tiene verdaderamente subyugado INrOSMAaÓN OtXPICA DI COITtS


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Kl primer Estudio para impresión de películas que hubo eu el mundo, hecho en Montreuil por Georges Mélica

Rich C . Ilollaman, propietario del Edén Museum y productor de la primera «Vida de Jesús» cm I* panUlla

tarea directiva. Su cinta inicial tiene setenta metros, y es la fantástica historia de i m v i a j e a la luna. D e 1896 a 1914, M é lies lanza cerca de cuatro mil p r o d u c c i o n e s , que ponen en circulación asombrosos trucos y audacias técnicas de importancia incalculable.

1895

L

o que era ilusión enquegasJ t iron sus energías muchos hombres de ciencia, tiene por fin realidad: la síntesis y el análisis del m o v i m i e n t o por medio de ima sucesión de fotografías logradas a intorviUos regu lares, de acuerdo con la persistencia de las imágenes en la retina humana. Louis Lumióre. ayudado por su hermano August, resuelve el pn>blema del mo(h> más simple—¡maravillosa simplicidad de las dificultades vencidas!^—y lanza al mundo el fruto de su genio. El 13 de Febrero obtiene la patente para su máquina gloriosa; el 22 de Marzo exhibe la primera pelicula —diez y siete metros de longitud—como l e m a t e de una conferencia sobre fotografía que da en la S(K'ic<lad de Fomento de la Industria N.icáonal Francesa; el 28 de Diciembre, en el sótano del Gr uid-tíafé, de París, se ceIcbr.i la primera sesión pública de cinematógrafo. 18»»

CJeoi-ges Mélies, prestidigitador eminente que dirige el Teat r o Robert-IIoudin, t e m p l o parisino de la magia blanca, es el primer convencido de los valores inc ilcul.ibles que el cine posee. Y es el primero en ponei-se a su soi-vicio. Con una cámara construida por él mismo empieza a impresionar películas en Montreuil, al aire libre; luego edifica un t ^ t u d i o de cristales; poco después deja de ser a la v e z realizador, decorador e intérprete de sus films, y se rodea de colaboradores, reseivándose siempre la

J. Stuart Blackton ^ Albert E. Smith, fundadores, con William T. Rock ( r e tratado a la iaquierda), de la Vitagraph

1897

Hace cuarenta años que nació el cine. Cuarenta años son edad madura, y madurez es divino tesoro que cantó Eugenio d'Ors en versos áureos. El cine recorrió en esos ocho lustros caminos sor préndenles; sus conquistas asombran en el espacio y en el tiempo; de curiosidad científica que encanta a graves académicos convirtióse en realidad artística que entusiasma a cultos y a analfabetos, a chicos y a gratules, a optimistas y a pesimistas, al mundo entero. Larga fué la labor hasta infundir a las imágenes captadas por el celuUride ese limite fantástico de perfección que hoy, a los cuarenta años de su vida, nos ofrecen pródigas. De *La salida de los obreros de los talleres Lumiére, en Lyon-Montplaisir*, la primera pelicula de 1895, hasta « L o feria de la vanidad*, obra en que 1935 aprisiona el color y la perspectiva capaz de sugerir el, relieve, mwho hubieron de hacer unos hombres admirables, esforzados] paladines de la nueva revelación, desbastadores, cinceladores y bruñi- j dore« de lo piedra ingente que se elevaria como genial monumento de un, Cotóíi címtemporáneo. En estas horas conmemoiativas del feliz regalo o ' la Humanidad, vayan las lineas que siguen como írulice de meditaciones, reanrido breve y sin literatura—ni más ni menos que un documental de la pantalla—a través de la selva enorme que separa y une en la historia del cine la aurora y la plenitud de sus primeros cuarenta años.

T o d a v í a el cine es pueril espectáculo sin transcendencia. A N u e v a Y o r k ha llegado W . H u r d , representante de los hermanos L u m i é r e en Norteamérica, y ha convencido a dos empresarios teatrales para impresionar en película el drama de la Pasión que representan los campesinos de Oberammei^au. Como el éxit o de esa cinta fué enorme, surgió la c o m p e t e n c i a , y R i c h G . I l o l l a m a n , propietario y director del Edén Museum, galería de figuras de cera, decidió hacer otra Passion Play por su cuenta; pero simulada con decoraciones y actores teatrales, en N u e v a Y o r k mismo. En la terraza del Grand Central Palat^e se o b t u v o el film, realizado—la palabra puede parecer prematura—por L . J. Vincent, director de escena del N i b l o ' s Garden Tlieatre; fotografiado por W i l l i a m C. P a l e y e interpretado )or Frank Russell, F r a i i G a y or y Fred Strong. L a s copias se vendieron al precio de ochocientos cincuenta dólares cada una; cn pocos días quedó amortizado el costo de la cinta y se logró cuantioso beneficio. 1898 El coi;flicto bélico entre España y los Estados Unidos crea Cuve á eau el condena aleur

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t^uatrocirnlas lámparas incandescentes, reunidas en unos cuantos reflectores, iluminaron un «match» de boxeo

Con esta miíquina-el primitivo tomavistas Lumiére se impresionó 'F.l regador, regatio», primera cinta cómica

Cn fotograma conmovedor: el primer beso de enamorados ¡y qué enamor a d o s ! - q u e se trasladó a la pantalla

r.squema del equipo d<- |iroyecciórt - u n lujo en aquellos tiempos-que funcionó en el primer cine americano


Heurí Lavrtlan, que >'un El as<-«iiiato del duque de Guisa> fué el primero que hizo uii argumento para el riñe

rea. Los objetivos sólo trabajan durante las horas del dia. Do ahí que los magnates de la Biograph lamentasen mucho perder el buen n e g w i o que significaba obtener tm film del encuentro pugilístico de Jeffries y Sharkey el 3 de Noviembre, en el Coney Island Club. El empresario del match habia dado la necesaria autoi ización; de todas partes llegaban pedidos de copias. Pero el combate se celebraría por la noche. William Bitzer, un operador de la Biograph, se atrevió a resolver el problema, y la solución consistió, simplemente, en instalar cuatrocientas lámparas rodeando el ring. El cine había conquistado la noche.

1900

Kl primer «primer pUiio- que ne impr<-§i(>nó rn <•! mundo, (^orue «arnés i'ii el final de <KI robo del ^ran Irrn»

,¡Puede >>er «I elegante Ratricg rabailern? Pues así vestían los grandes aventureros en los films de 1905

un género cinematográfico: los filim de guerra. Dos ingleses avecindados en Nueva Y o r k , el caricaturista J. Stuait Blackton y s u amigo A l b e i l E. Smith realizan en piK!as horas una cmta patriótica de circunstancias; tan magnífico negocio resulta para ellos, que se apresuran a fundar con los beneficios la V i lagraph C.° (hoy W a m e r Bros). El ejemplo de Blackton y Smith mueve a otros a impresionar peliculas de la guerra. Varios operadores marchan a Cuba; mas ninguno logra nada de provecho; los aparatijs de cine asustan como cosa de bnijeria o de espionaje al Estado Mayor norteamericano. Pero uno de aquellos c a m e r a m e n , E d w a r d I I . A m e t , t u v o la ¡dea de reconstituir en el baiio de su «;a.sa, con banjuitos de juguete, la batalla naval; otro neg(x:io cuantioso y rápido. 18»» Se impresionan muchas peli(;ulas; pero la luz artificial se desconoce todavía en esta ta-.

.^parece el cine cómico. El que llegaría a ser gran género dentro de la producción cinematográfica se inicia con un asunto banal y brevísimo, que divirtió sobremanera a los espectadores de aquellos tiempos rudimentarios y que ahora tiene categoría de j o y a histórica. Se titula esa cinta, realizada por Ixiais Lumiére en persona, El regador, regado. H e aquí su argiunento: Un niño travieso oprime con el pie la manga de regar de un jardinero; soqirendido éste por la intermpción en la salida del agua, examina la boca de la manga en el momento en que el niño levanta el pie, y el pobre hombre re<'ibe en plena cara la inesperada ducha; mira en torno, v e al autor de la travesura, que se ríe, le alcanza prontamente y le administra mía buena corrección. Eso es todo.

1901 De los laboratorios de Eílison, en O r a r l e , sale un film así rotulado: Luna de miel en las cataratas del Niágara. Es, como todas las producciones de entonces, un buen negocio. Y es asimismo una historieta trivial, ingenua y breve. Pero hay en ella algo de gran interés: la incorporación al cinematógrafo del elemento amoroso. P o r primera v e z la sonrisa de unos enamorados se eterniza en el celuloide. Es cosa transcendental. Pronto habrá vampiresas.

una hora y se repetía tres veces cada tarde: desde las siete y media hasta las diez y media. A los pocos días, Tally introdujo una innovación curiosa: las sesiones especiales para niños, a cinco centavos la entrada.

tos al film: las aventuras policía- ; les, iniciadas con la versión en i cuatrocientos metros de celu- ! loide de la comedia de Liebler ; Raffles; su autor no percibió ni un solo céntimo por derechos de adaptación.

1903

190(>

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L a producción yanqui es cada vez más intensa; pero Francia no se deja ganar la partida. De los Estudios de Charles Pathé, en Vincennes, sale película tras película, hechas todas con mayores preocupaciones de rapidez qne de perfección. Pero los hermanos Laffite piensan otra cosa, y lanzan la primera obra cinematográfica, que, por encinia de sus defectos^—teatralidad excesiva, ante todo—, marca en Europa la senda del drama en celuloide: El asesinato del duque de Guisa, realizada por Calmette y L e Barg}% s ^ ú n escenario original de Henri Lavedan y con L e Bargy, Gabrielle Robinne, A l bert Lambert, Kolla-Normitn y Berthe B o v y en el reparto. Una bella partitura musical de SaintSaens subrayaba detemiinados momentos de la cinta, que se estrenó en París el 17 de N o viembre, en la Sala Charra.»*. Es vm género nuevo que irmmpe.

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El 11 de Julio se ftmda en i Copenhague la Nordisk Films | Kompagni, primer paso del mag- \ nífico concurso que los países \ nórdicos iban a prestar al nuev o arte. El oso blanco que pre- i sidia la marca de esa entidad hí- \ zose famoso en el mundo entero. I De una de sus primeras películas ¡ se vendieron en pocos meses \ 253 copias para el Extranjero. [ Los nombres de Waldemar Psilander, Asta Nielsen, K i t a Jo- \ livet, Clara Pontoppidan, Gostai Ekman y otras estrellas del cine j danés, alcanzaron señalada ce- i lebridad. Unidos los otros pue-1 blos escandinavos al esfuerzo inicial de Dinamarca, se I c ^ ó la primera realidad indiscutible I de cinematografía abi-olutamen-"*

1904 Por cuenta de Edison, el operador Edwin L . Pf)rter escribe, dirige e impresi(,na una película titulada El robo del gran tren, que inteqiretan Mae Murray —^una primitiva Máe Murray que nada tenía que ver con la futura heroína de la Vittda alegre silenciosa—, G. M . Anderson. el coic-boy que sería célebre con el apodo de Broncha Bill, y George Bames. Trátase de un curioso ensayo de cine de aventuras, con todos los defe<;tos inherentes a su época, según el público ha juzgado cuando, rebautizada en broma Los ex-presos y el expreso, se ha incluido en \^ serie de Celuloides Bancios que comenta Jardiel Poncela. Sobre los demás valores históricos de la cinta hay uno que tiene caracteres revolucionarios: al fipal de la intriga. Getjrge Bames, q u e llena la p<>ntalla con el pecho y el rostro, encañona su pistola al público. Se ha descubierto el «primer jilano» como factor de cm<KÍón cinematográfica.

Waldemar Philander. «-I primer actor escandioato. cuyo nombre tuvo celebridad mundial

• 1

Hollywood, la ciudad cinematográfica, surgida en donde el coronel Selig hl¿o la primera película californiana

1902 De día en dia crece la importancia del cine. Y a resulta estre<ha para \tii* películas su misión de complemento de los programas de variedades. Y en Los Angeles se inaugura el Electric Tlíeatre, primera sala que hubo en el mundo dedicada exclusivamente al esy>ef;tá('ulo cinematográfico. En la esquina de las calles Main y Tercera abrió sus puertas ese local, fundado por l l i o m a s L . Tallay. Las localidades costaban diez centavos; la duración del programa era de

1905 P'.l cine se ha liberado del music-hall. Cundió el ejemplo del Electric Tlieatre. de Los Angeles, y ya más de cien locales dedicados exclusivamente a la proyet^ción de película.-^ constituyen un pingüe ncgoí'io en los Estados Unidos; la recaudación de uno neoyorquino, que fué de veinticinco dólares en su primera sesión, se eleva a mil por semana al me* de su apertura. Un género n u e v compiista adep-

Kl duque de los Abruzzus, primer explorador que incorpora el cine a sus viajes cienlirico»


te nacMonal, homogénea, sin influencias ni servilismos. 1907

Vl«r> Pirkforil rn «Kl violíii de ( r e n i u n a t , primera oparirión en la pantalla <le la novia d<-l mundo»

Canudo, el poeta franroilaliano de «angre eitpailota, que definió el rinematósrafo como üépiimo arte

Para filmar las escenas náuticas de la primera versión al celuloide—en im solo rollo, claro está—de El conde de Montecristo, el coronel William N . Selig, productor de Chicago, pensó utilizar alguna playa de California, por su sol privilegiado y la bondad de su temperatura. El lugar elegido estaba imnediato a Los Angeles, y en I^os Angeles se acomodó la Compañía mientras dm^aban los trabajos. Así se descubrió lo que sería tierra de promisión del cine. T a n t o satisficieron a Selig la ciudad y sus contomos, que allí realizó íntegramente exteriores y exterior s, su p i ó x i m a producción, primera que une por completo la villa fund ida por fray Junípero Serra a la historia del cine. T i tulábase esa cinta En poder del Sxdtán; la dirigió Frank Boggs, y eran sus intérpretes I l o b a r t Bosworth, T o m Santschi, Ste11a Adams y Frank Montgomery. 1908

Un momento recoci'jante de «Charlot en la pista de patinar'), una de la» primeras peliculas del genial minio

Las noticias de actualidad se incorporan a la pantalla. Criarles Pathé, el veterano, rompe fuego, y lanza los i)rimeros rollos de su Pathé-Joumal. En la advertencia que precede a su aparición declara lealmente su proj>6sito: « N o se trata de im órgano de polémica, sino de im periódico infomiativo.» Y añade: «Su objeto es la ilustración del pueblo, dándole por unos céntimos lo que los periódicos ilustrados no podrían darle a ningún precio.» El suceso sensacional y el hecho anecdótico tuvieron desde el primer iastante reflejo estupendo en los noticiarios cinematc^ráficos, cuyo radio de acción amplióse rápidamente hasta hacerse casi fabuloso. 1909

Un momento culminante Je la primera versión de «Quo Vadis?». triunfo rotuiidodelcíiie ituliaoodeaniegiierrH

Voces que traducían pensamientos inteligentes habíanse ocupado de encarecer las ventajas que el cine ccmtenia para las exploraciones geográficas. Y al duque de los Abruzzus correspondió dar realidad a ese aserto en su viaje al Asia Central y a los picos del Himalaya, que duró desde el 26 de Marzo hasta el 12 de Septiembre. Gracias a los tomavistas que llevó consigo obtuviéronse films doctunentales de raro valor científico, entre los que destacan las vistas tomadas en el techo del mundo, a 7.493 metros de altitud. El cine servía para algo más que divertir a las buenas gentes. 1910

Kathlyn Williuni. protagonista de « l ^ s aventuras de Catalina», primer film en episodios que ge hizo en el mundo

i,

Y a está aqui la primera estrella de la pantalla: Mary Pickford. Antes desconocía el públi-

co los nombres de ciuienes interpretaban las películas; el título y la marca eran toda la información que los productores ofrecían. Pero aquella niña de diez años que en El violin de CremoTut hacia su ingreso en el cine t u v o la virtud de entusiasmar de tal modo a los espectadores, que sus peliculas siguientes nacieron como negocio indiscutible. Otras Elmpresas procuraron competir, y cada una de ellas se aseguró por contrato uno o más intérpretes. Empezaba la era de los grandes nombres como atracción cinematográfica

Una escena de la película de Abel Canee « Y o acu'<o», una de la* primera* visiones de la (^ran Guerra

1911 Pero el cine seguia siendo exclusivamente diversión y negocio. Hasta que R i c c i o t t o Canudo, un italiano de ascendencia española avecindado en París, publicó su memorable Manifiesto de las siete Artes. En ese docmnento afirmaba su autor que el cine es el séptimo arte, y que podía y debía utilizársele como maravilloso instnunento de lirismo. Y llegaba Canudo a una concliisión audaz: «Necesitamos el cine para la creación del arte total, hacia el que han tendido siempre todas las demás artes.* H u b o escándalo en t o m o a estas palabras tajantes de Canudo. Pero enseguida hubo reflexión. Y el cine fué aceptado como séptimo arte.

David Wark Crirfitb. el primer gran realÍMdor rioematogrifico que tuvo el cine yanqui

1912 Un acontecimiento sensacional: Mack Sennett, el gran animador de cintas cómicas, ba descubierto en im music-hall a un j o v e n artista inglés que llegó a los Estados Unidos con vma Compañía británica. Trabajar para vivir se titula el primer film de Charlie Chaplin; lo d i r ^ e I I . Lehrman, y en él tiene el actor como compañera a Minta Diirfee, la primera esposa de Fatty. A l año siguiente, Chaplin hará nada menos que cuarenta películas. Pero su é x i t o ha sido fulminante. Quien sólo atiende a lo superficial ríe con las cintas de Charlot como nunca rió hasta entonces; ciuien btisca la verdad profunda de las cosas advierte al pimto que en el fondo de todas esas historietas divertidas hay una humanidad asombrosa, late un drama permanente y desolador. Chaplin es toda una revolución en el cine.

Dongia» Fairbanks, que afioriA al cinc ta perg<iuiri<-acióii del optiroisuiu y del senIido alagre de laa aventuras

A. W . Lunatt-harski, comisario de Inatrucción Pública délos Sovieti^. autor de la nuoioiíatizaoión del cine eu Kusia

1913 B\isca el cine italiano su triunfo por sendas distintas de las que hasta entonces dieron grandeza al francés, al americano, al nórdico. Y lo encuentra, en primer lugar—luego vendrán la Bertini y la Borelli y Gustavo Serena, con sus claros de luna y sus floridos abrazos—, en la reconstitución histórica monumental. Cabiria abre la serie; es un film de la Casa Ítala, de Turín; lo ha dirigido P i e r - Fosco, lo ha es-

ICniil Jannings en Dancon-.de Dimitri Buchowetzki, que pertenece al gran \ momento del cine histórico alemán '


crito Gabrielle d'Annunzio y lo interpretan L y d i a Quaranta, Bartolomeo Pagano (Ma<iste), Italia /Vlmirante Manzini y Lamberto Mozzato. Por primera v e z apiu-ecen los grandes decorados, las enormes construcciones espectaculares. U n alarde técnico, asombroso entonces, creado totalmente por un español: 8ecundino Chomón, realizador en 1903 de una de las primera.* películas españolas. Enseguida, el cine italiano dará Quo vadis? 1914 Con Las aventuras de Catalina se inaugura im género nuevo: el film en episodios, cuyo relato literario se publicaría en folletín de periódico a medida que cada capítulo surgía en la pantalla. Ilarold MacGrath y Gilson Willets pusiéronse de acuerdo para la redacción del a.sunto; el primero, autor de muchas novelas populares, escribió el text o destinado a la Chicago Trihune, mientras que el s ^ m d o , experto argumentista de la Empresa Slig, disponía el guión cinematográfico. L a cinta, interpretada por K a t h l y n Williams, t u v o enorme éxito, y las «series» se sucedieron con superabundancia: La moneda rola, Los peligr'}s de Paidina, El robo del millón de dólares, y ensí^uida Los misterios de Nueva Yorh, obra maestra del género. Es la hora de Lucille L o v e , el conde Hugo, Kuth Roland, Eddie P o l o , Pearl WTiite. 1915 De dos clases es la influencia de la guerra en el mundo de la pantalla: una, como inspiración de filnvs, que, a partir de lOLñ, primero con carácter d(K'umcntal—el que se titula El lado alemán de la guerra abre la serie—, y luego, con argumento, llegan a inimdar el mercado; otra, como tnmce de<ñsivo que otorga a Norteamérica la hegerncmía cinematográfica. L a producción francesa decrece y queda casi limitada a exaltadiones patrióticas; la alemana se intemunpe cuando empezaba a cobrar prestigio; la italiana y la nórdica son las únicas que se intensifican más cada día. P e r o los cinea.stas yanquis lanzan película tras película según planos asombrosos. Adolph Zukor, un ex comercian-

4k Maá

Un plano de técnica audaz en «IJI mujer de ninguna parte», pelírula de vanguardia de Loui» Delluc

Werner Kraun on un decorado expresionista del filuí de Robert Wiene <KI gabinete del doctor Caligari»

Roscoe Arbucklr («Kalty») vióse acusado de asesinato. Fué éste el hecho que dio vida a la dictadura de Hays

t e en pieles, organiza el primer programa nutrido de producción: cincuenta y dos películas por año.

músculos que sobre el corazón. Todas sus invenjsimilitudes se le perdonan a Douglas; su aportación es un stmo presente a los hombres que quieren olvidarse de los problemas cotidianos,

psicológico. Demuestra Alemania que sabe hacer peliculas; peí i aim no ha demostrado que lahace con personalidad propia.

191B

D a v i d Wark Griffith, actor de los tiempos heroicos del cine americano, y luego uno de sus mejores animadores, emprendía la aventura seasacional de Intolerancia. P o r primera vez se aplicaban a una película capitales cuantiosos; Intolerancia costó cerca de dos millones de dólares; en una sola escena, la del festín de Baltasar, se invirtieron doscientos mil. Fué una maravilla técnica y poética, pero un neg(KMO ruinoso. Actores de categoría desempeñaban los papeles más insignificantes. La cámara inti educía novedades fantásticas tiue el público no supo apreciar. Y Griffith t u v o un gest o de gran señor: hízose cargo del film y se comprometió a devolv e r fl los capitalistas hasta el último céntimo; en ello invirtió toda.s sus ganancias de diez años.

1917 Douglas Fairbanks regala al munilo un tipo nuevo, creado e inteqiretado por él: la personificación del optimismo. L a risa de Douglas nada tiene de común con la sonrisa de Charlie Chaplin; Douglas no quiere hacer cavilar a sus espectadores, sino divertirles sin complicación )sicol6gica de ninguna especie, ^o que los films del Oeste son en cuanto al drama, lo es la obra de Douglas en comedia: vma explosión dinámica de la ingenuidad, que obra más sobre los

1918 P o r primera vez en el n n m d o la producción d e películas de un pais será cosa del Pistado. Esto ocurre, naturalmente, en Kusia en la roja Kusia de los Soviets. Fugitivos de la revolución bolchevique, aband(marcn el suelo de s u patria casi tod(.s los q u e prestigiaran el cine ruso de la época imperial: V o l k o v , Tourjansky. Starevitsch. I v á n Mosjoukine, Nathalia Lissenko. Nicolai Kimsky. H a y que hacer películas, pues I.«nín conoce el inmenso valor propagandista de la pantalla. Re empezó imj)oniendo el control del Pistado en las Empresas cincmatcgráficos; p e r o enseguida, visto que h s productores no trí'bajaban según las apetencias doctrinarips de los Comisarios del Pueblo, se acometió la nacionalización de la industria del film. F,] nuevo cine ruso surgía.

1919 Marcha Alemania hacia su grandeza en el dominio del,film. Y consigue sus primeros aciertos coiLsiderables con la evocación histórica. En el mi.smo año aparecen Enrique VIII, Danton y La Du Barry, tres ejemplos importantes de mieva técnica. H a y en el cine alemén de entonces influencias del italiano en cuanto al alarde espectacular, y del francés en cuanto al prurito

1920 H a y un g m p o de jóvenes franceses que se ahcga en la cinemattgrafía de su país, harto ceñida de proj)ósitos y a p t i t u d o comerciales. Ellos quieren hacer películas; pero (púercn infun<lirles espíritu, adornarla- con fn)ura de arte, elevarlas por su contenido sobre el nivel en que se mantiene la industria, excesivimente informada de folletines, vodcviles o idilit s .sentimental» Son estos jóvenes Louis Delluc. Marcel L ' I I e r b i e r , Germaine Du lac. L a obra de estos jóvenes realizadores, que constituyen romántica vanguardia estética, suscita reproches cuando no desdenes; pero como todo movimiento de depuración artístiía, deja una huella salvadora. 1921 El cine histórico alenii'ii .-e viene abajo. Empieza la gr¡ n etapa expresionista, que dam obras esplendidas. I n a bombr determina la transición. Una bomba que se titula El gabinete del doctor Caligari. VÁ ignorante, el aficionado y el profesional quedan atónitos. K o b e i t Wiciic \v> ofrece algo maravillcsti. un jueg o alucinante de imaginac ion en libertad. Unos intéi-pretes admirables—la revelación de Conrad Veidt— , unos decorados que embelesan, una técnica que desconcierta y cautiva. T o d o lo que vino después, tranquilizado y de{)urado para hacerlo accesible, procede de El gabinete del doctor Caligari. 1922

m Kdna Purviance, ('arl Miller y Lydia Knolt,en una escena de «lina mujer de Paris».el film dramático de «Charlot»

Un bellísimo ejemplo de composición plástica de «Los Nibelungo«»,el poema ; en imágenes, realizado por Fritz l^ng

Kmil Jannings, insuperable protagonista de «Varíete», el gran film de E. K. Dnpont

L a cinematografía americana atravesaba momentos difíciles. Se había llegado a verdadera orgía en la administración, a libertinaje, más que libertad, en la realizatñón; a escándalos inauditos en las vidas privadas, mermando la colonia de HoUywocd c( n asesinatos misteriosos o muertes producidas por la b( ga singular de los paraísos artificiales. L a situación era alarmante en .verdad; el presunto t:rimen de Eatty hizo rebosar el vaso. Los pro-


Con «El drniotiio y la carne», Creía Carbo r e v e l a su arte maravilloso. Jobn Cilbert eg su galán afortunado

el sabio las compadece.» I>a realización de ese pensamiento en el celuloide fué Una mujer de París, película escrita y dirigida, iero no interpretada, por Charie Chaplin; Edna Purviance, A d o l p h e Menjou y Cari Miller eran sus protagonistas. En lo técnico, tratábase de una obra perfecta, que confirmaba la sutil comprensión de Charlie para los temas de hondura dramática; en lo humano, era un g r i t o vehemente de amor. Con ese fHra aparecía por primera v e z en el cine americano, y con valentia que rara vez se repitió luego, el reflejo de la v i d a misma. 1924

Al Jolson en una escena de «Kl cantor de j a z z p r i m e r ñ\m parlante americano

Con Los Nibelungos, Fritz L a n g hizo poesía en imágenes. L a gesta germánica medieval, reducida a guión cinematográfico por T h e a v o n Harbou, esposa del realizador, cobró en la pantalla autenticidad fotogénica. ITn ritmo pasmosamente logrado, una evtx'ación de ambiente finísima, un alarde estupendo de sinfonías en grises, un asombro de minuciosidad para conseguir en cada instante la m á x i m a perfección de belleza. Poesía auténtica era esa obra ejemplar. El cine seguía ganando valores: antes, humanidad; ahora, poesía lírica y épica.

por una razón muy sencilla: porque es la m e j o r actriz de cine —de auténtico cine—que pisó los Estudios americanos. Es v a m piresa porque es t o d o lo que quiera ser.

tura abreviada. A l principio, la nueva organización se limita a alquilar, con t o d a suerte de elementos, los magníficos Estudios que instala; un poco después se convierte en Productora de gran empuje.

1927 1930 ¡La revolución! ¡El cine ha roto a hablar! Se conmueve el mundo de los aficionados y de los profesionales. ¿Qué ha ocurrido? Pues sencillamente: que unos productores de H o l l y w o o d , los Warner Bros, intentaron salvarse de la ruina inminente lanzando al público un invento que desde hacía años dormía el sueño de los justos, sin que nadie se atreviera a utilizarlo por temor a trastornar en demasía la industria del film. Los hermanos Warner ofrecen la primera película hablada y cantada por el procedimiento Vitaphone : E l cantor de jazz, con A l Jolson como protagonista. Es un asombro, y los demás productores vense en peligro. H a y , pues, que dar la batalla en el mismo teiTeno. Y empieza la adquisición de patentes de registro sonoro habidas y por haber. Muchos millones costó la prueba, pero a muchos les salvó la situación. Y el cine parhmte fué una realidad.

P e r o el cine sonoro, que desde su primera hora conquistó al gran público, tiene aún la hostilidad de los aficionados más entusiastas. Porque al ganar la palabra, el séptimo arte dejó de « e r cine para trocarse en teatro fotografiado. O sea, que perdió su categoría estética y se limitó a la importancia industrial. Se concedía al diálogo más atención que a las imágenes, y la agilidad de la cámara desapareció casi completamente. H a s t a que Rene Clair, con Sous les toits de Paris, demostró que se podía hacer cine hablado sin que el sonido estorbase a la fotogenia. Gracias a ese film, tan asombroso en todos sus aspectos, renació una fe en crisis; y gracias a él, asimismo, vióse cómo en los temas estrechamente

1928 1925

W a l t ü i s i i e y , creador d e «Mickey Mouse» y descubridor de los grande* valores de los dibujos animados

liombres» de la industria reuniéronse para dar fin al lamentable estado de cosas, y convinieron en en que se hacía pretíiso instaurar una verdadera dictadura que pusiese orden en el mundo del cine. Se pensó en un hombre: Will H . I l a y s , postmaster general del Gobierno Ilarding. Ofrecido y aceptado el puesto, l i a y s se hizo cargo de la presidencia de la Motion Picturc Producers and Distributors. Los efectos no tardaron en apreciarse. « L a industria del film americano—dice un comentarista—siguió su ruta ascendente con im poco más de moral, un poco más de paz, uji píXio más de confraternidad.» 1923 Dejemos la palabra a Charlie Chaplin: «I^a Humanidad no sólo se compone de héroes y de traidores, sino simplemente de hombres y de mujeres, y las pasiones que les agitan, buenas o malas, de la Naturaleza las recibieron. Caminan en la ceguera. El ignorante condena sus faltas, pero

Decididamente, el cine alemán estaba en su cumbre. P e r o le faltaba conquistar profundidad humana. Y a E w a l d André Dupont debióse la conquista. Variete es la película magistral que reveló a los cineastas germanos el secreto de la psicología y de su traducción en fotogramas. L o que fué FA gabinete del doctor Caliqari en el expresionismo mágico, éralo Variété en la magia reali.sta. P e r o ese mismo ailo, en Francia, se hace el descubrimiento de ima nueva comicidad, de superior categoría a cuanto hasta entonces se lograra, fuera de la personalidad de Charlot, para divertir; es Kené Clair quien trae la especie insospechada, y con El viaje imaginario completa la fórmula iniciada en País dormido, y que pronto se depuraría y llegaría a su cumbre—antes del cine parlante— en Un sombrero de paja. 192G Aquella muchachita sueca que t u v o su primer papel cinematográfico en im film dirigido en su país por Mauritz Stiller, es hoy la máxima actualidad. H o l l y w o o d nos manda a Greta Garbo conv e r t i d a en estrella deslumbradora. El demonio y la carne, que interpreta con John Gilbert a las órdenes de Clarence Brown, trae —asi l o dicen las gacetillas—la personificación insuperable de la vampiresa. P e r o no es verdad, o h) es sólo a media.s; Greta puede hacer vampiresas como nadie.

Hacer peliculas de dibujos animados no era cosa nueva. Pero hacerlos como W a l t Disney de.cubrió que se podían hacer, t( nía caracteres de novedad y d maravilla. El 28 de Septiembre, en el Colony Theatre, de N u e v a Y o r k , estrenóse la primera cinta que tenía a Mickey Mouse como héroe. Inmediatamente, el ratoncillo se convirtió en u n a personalidad tan famosa en todo ol mundo como Charlie Chaplin ' Greta Garbo. Los dibujos animados, que hasta entonces sólo de cuando en cuando aparecían en la pantalla, se convirtieron en parte imprescindible de los programas, más importante aún, para muchos, que los noticiarios de actualidades.

.Marión Davies. Eddie .Nugent y King Vidor, ante el micrófono, mientras «e impresiona tEgpejismog»

1929 L a b o g a creciente del cine sonoro pone en g r a v e situación a los productores modestos, que carecen de Estudios equipados según la nueva técnica necesita. Y se crea para ellos una industria nueva: los Estudios dispuestos c(m cuanto se pueda exigir, en lo mecánico y en lo personal, de refinada categoria. Dan ejemplo, en los Estados Unidos, la R a d i o Corporation of A m e r i c a y la General Electric, Compañías propietarias del sistema de registro sonoro denominado Photophone, que fundan la primera entidad cinematográfica importante nacida en Yanquilandia desde la aport ación de a jjalabra a la imagen: la Radio-Keith-Orpheum, o R . K . O . , en la usual nomencla-

tSous leg toitg de Paris., la película de Rene Clair que reveló las nueva» posibilidades del cine hablado

María Alba y Andrés de Seguróla en < El cuerpo del delito», primer film hablado en español hecho en Hollywood


nacionales estaba la v í a del éxito internacional.

1931 Cada país reclama películas habladas en su idioma. Se inventa el doblaje, que sólo como recurso aceptan los más benévolos. Es la gran ocasión para Europa, y la producción se intensifica en el viejo Continente. Pero América se resiste a perder su primacía en el mercado, y decide repetir cada peUcula en diversos idiomas, por artistas d e cada nacionalidad. Primero, en H o l l y w o o d ; luego, en París, y más tarde, en H o l l y w o o d otra v e z , se trabaja a toda prisa por cuenta de los magnates norteamericanos; la etapa de Joinville, sobre todo, es significativa: ¡hasta en formas dialectales balkánicas se hacen versiones que no pueden

2i

Crarias a Leni Riefenstahl, a Luís Trenker y al Dr. Fanck, el cine llega a laa cumbres heladas de los Alpes

<La vida privada de F.nrique VIII», el primer gran film con que Inglaterra •e incorpora al mercado mundial

ser n ^ o c i o ! Es un fracaso reso- { 1934 nante; ningún país quiere las pe- \ Los primitivos preceptos m o lículas que en su lengua le ofrece \ Joinville, por la pobreza de s u , rales de Will I L H a y s no eran y a atuendo, por la mediocridad de í otra cosa que papel mojado, sin sus realizadores, por las esca- • respeto ])ara ningi'm productor. sísimas posibilidades de luci- | Pero el P . Dímiel Lttrd, primero, miento que se ofrece a sus intér- ¡ y enseguida el Delegado pontipretes. Se confirma que el cinej ficio en Norteamérica Monsees-un arte nacional que exige na- j ñor Cicognani, se alzaron en son de protesta contra la acción cionalidades bien deíiiüdas. disolvente de muchas películas. Formóse al punto la L ^ i ó n de la 1932 Decencia, a la que en un solo mes se afiliaron cinco millones Una mujer y dos hombres] de católicos, a los que no tar—Leni Riefenstahl, Luis Tren-1 daron en unirse, también en núker, el doctor A m o l d Fanck—J mero ccmsiderable, protestantes nos ofrecen nueva y asombrosa ¿ y judíos. Un solo compromiso los conquista del .séptimo arte: laj ligaba: la promesa solemne de no emoción de las crestas nevadas, j asistir a proyecciones de pelícuel prodigio de la tormenta en las l las inmorales. El efecto de tan cumbres, el enigma de los ven- ¡ copiosa abstención no se hizo estisqueros inaccesibles, el juego perar, y productores, distribuimágico de los blancos y los gri-1 dores y exhibidores de los Pistases. E n unos cuantos films extra- \ dos Unidos suscribieron el nuevo ordinarios—sobre todo, Tempes-, Código Moral Cinematográfico, tad en el Moni Blane y La luz ^ ordenado por Will H . H a y s , al azulase descubre una forma no-; que .se atiene toda la provísima de poesía en imágenes:; ducción americana desde Jula poesía del peligro y la audacia^ lio de 1984. montañeros. H a habido que uti- j lizar, para tal empresa, disposi- j tivos ópticos en que nadie pen- j 1935 só hasta entonces. ] Se perseguía el color en la pantalla desde hat^e mucho tiem1933 po, mas aun no se había logrado a soñada perfección. Sistema Inglaterra, tras de paciente latras sistema, en nmguno existía bor, en que fué perfeccionando la sensación de realidad necesasus medios materiales y depuria al éxito definitivo. Pero La rando los es])irituales, irnimpe cucaracha, un breve film musical briosamente en el mercado munde L l o y d Corrigan, fotografiado dial con un film de alta categopor K a y Rannahan, traía la rería: La vida privada de Enrivelación del procedimiento « N e w que VIH. Aunque húngaro su Technicolor». Esto era ya cosa realizador—Alexander K o r d a — , seria. Mas, ¿sería posible sostener hay en esa cinta temas j ' modos esa riqueza de exactitud a lo de inspiración que sorprenden largo de toda una película d e por su novedad de genuina esenlargo metraje? L a respuesta vino cia británica, ausente de casi con la sorpresa de 1935: L a todas las producciones que antes feria de la vanidad, una cinta de se hicieran en aquel país. H o l l y Rouben Mamoulián, realizada towood núsmo se rinde ante los talmente en colores naturales, a méritos formidables de esa obra los que se añadía, para mayor espléndida y le concede pleitec a t ^ o r i a emo<;ionante, un juego sía por medio de galardón de su prodigioso do las perspectivas Academia de Artes y Ciencias Cipara producir la sensación del nematc^ráficas. H o l l y w o o d , por relieve. fin, reconoce que en Europa se hacen películas de primer orden. El cine ha logrado cuanto que-

j

Mae West, ron su arte más sensual que pasional, rontra rl que se alza el Código .Moral de Hays

Ta momento de <La feria de la vanidad», revelación del nuevo cine en colores naturales

ría. Entró en el reino

de lo maravilloso con sus trucos deslumbradores; lletó la óptica a limites insospechados; conquistó los fmidos submarinos y las altas cumbres en que la nieve es perpetua; revino la historia y anticipó el futuro; superó al periódico y al tratado científico; creó la estampa viviente del amor, del dolor, de la risa, de la aventura; inventó seres nuevos, tan perfectos que parecían reales; turo palabra, y música, y color, y relieve: dejó de ser un mundo de fantasnms para convertirse en la estilización realista de la realidad cotidiana. El cine, en cuarenta años, hizo cuanto quiso hacer. Es el séptimo arte: pero es asimismo la novena marax-illa de la Humanidad.

CARLOS FERNANDEZ

CUENCA

i


J A\ ET GAKAT

( ¡ A Y \ < ) U - HKNHY

La iniiñeqiiita viviente de Janet, que tanto hemos admirado junto a Charles Farroll en idilios apoleósicos, pssee ya una soltura amorosa que nos deja un poeo pensativos, contribuyendo a la disminueión de nuestro afectollenry es im muchacho delicioso, quizá superior a ('.liarles; pero éste proyecta su sombra a distancia y nos distraes empañando las hella.s cualidades del nuevo compañero de Janet. Cuando se ha conseguido que el mundo entero consagre y se acctstunibro a una pareja, os peligroso quererle quitar su eaprieho. Porque ya no creerá sinceros los amores que finjan sus favoritos eon otras figuras de la pantalla, aunque lo juren los departamentos de publicidad...

J l A R L E \ E 1)1 ETH1CH LIOXEL ATWILL La pasión de refinamiento, adornada con todas las galas de la inteligencia, vibra en esta pareja singular, elegante, impulsiva, que sabe adonde debe ir y eon qué medios propios. El amor puede ser una cosa bella y a m a bl<* .si los qne aman tienen el sentido menos connin de todos —o sea el sentido c o m ú n — p o r que no han de estar divorciados siempre el cariño y la justa apreciación de lo que nos rodea, y el "tú y yo" no debe ser una cerrazón loca, un hermetismo ridículo que aisle la realidad soberana de la ilusión frágil. Marlene, mujer de mundo, y Lionel, hombre vivido y culto, pueden entregarse a sus deseos con la seguridad de que nunea serán motivo para maldecir...

i

Estas parejas tan afines físicamente me dan la sensaeión de poca seguridad. Precisamente la fortaleza pasional brota del contraste, del choque de dos temperamentos opuestos, y en su mayor grado de rebeldía estriba su intensidad y duración. Itárbara forma con Cene un dúo desigual, de débil contextura, de estabilidad dudosa. ¿Por qué? Muy sencillo: porque él es el dominado ya en apariencia; su expresión es más ingenua que la de ella, sus rasgos fisonómicos se eonfuden en cuanto a delicadeza y perfeeeión, llevando incluso ventaja el bello (lene, rubio eomo pueda serlo una muehaeha del día. Y no importa que él posea, a lo mejor, un fondo varonil. Ella, se ve, es la que manda...

t V I K C I M A B i l l C E - J ( ) I I \ (ÍILBERT \ o todo han de ser parejas de fieeión, tomadas de ese mundo ealeido.seópieo de la pantalla. .\quf tenemos a dos novios do carne y hueso, en cuerpo y alma, no a dos sombras que hablan y que se mueven... El—^un día el "Don Juan del mundo"— ha sabido condensar en el amor de Virginia todos los amores reales o fingidos que se le atribuían. Virginia y John han posado sin maquillaje, eon sus rostros particulares y su .simpatía "para andar por casa". ¡Enhorabuena, niuehaehos! Y que esa aparente felicidad que demostráis sea el resultado de una perfecta compenetración. ¡.\nda el verdadero amor tan de capa caída por ahí...! P o r que en . estas cosas tan serias no valen ensayos: o sale la obra bien de un tirón, o hay que pedir la cabeza de lus autores... i


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PRODUCCIONES

9 3 5 * 1 93 6

Enamorados

Las mujeres del Rey Sol Dirección: Cari

Dirección: Erlch Froelich

U n a versión moderna, hondamente humana y artística, d e l a o b r a inmortal d e G o e t h e iHermann y Dorotea». C o n Renate Muller y G u s t a v Froehiích.

U n a p á g i n a llena d e colorido d e lo Historia d e honda, b a j o ei r e i n a d o d e Luis XIV, e l Rey S o l . C o n Renate Muller, Doro\ea W i e c k , Hilde Hildebrond, Ido Wuest, Miehael Bohnen, Hans Stuewe y Eugen Kioepfer.

Juan

Froelich

C o n María Luisa Claudius, Sybille Schmitz, Hilde Hildebrond, Adolf Wohibruck, Eugen Kioepfer y M a x Guelstorff.

La picara música Dirección: Carmine

Qallone

U n a película en l a q u e interviene Liszt, el músico inmortal, y cuyo protagonista e s su discípulo predilecto. G r a c i a c ó m i c a , fino humor y bellísimas p á g i n a s musicales d e l autor d e l a « R a p s o d i a » . C o n Korin Hordt, Sybille Schmitz, Ido Wuest y Paul Horbiger.

Roehring

El rey de las nodrizas Dirección: Hane

Steinhoff

Un film lleno d e g r a c i a p i c a r a , en el q u e l a nota erótica no t r a s p a s a los límites d e l más fino humorismo. C o n Kote G o l d , Moría Luisa Cloudius, G u s ­ tav Knuth y Richard Romonowsky.

Hombres lobos Dirección: Peter

Hagan y Warner

Kortwich

U n a película hondamente d r a m á t i c a , en l a que e l formidable actor d e «Tempestad sobre A s i a » r e a l i z a l a más g e n i a l d e sus creaciones. C o n Inkischinoff, Elsa W a g n e r , Friedrlch Koyssler y Jessie Vihrog.

Comedia trágica

El tendedor de pájaros Dirección: E. W.

Merith y Walter

Un bellísimo cuento, llevado z i a p a n t a l l a con máxima originalidad y suntuosidad ex­ traordinaria. C o n E r w i n Linder, G e o r g i a H o l l , Lolo Clud, Kate Hook y Elsa W a g n e r .

El drama misterioso d e una noche d e p e s a ­ d i l l a , lleno d e interés creciente y d e l a más h o n d a emoción.

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Feliz Dirección: Robert

Yo fui Jack Mortimer Dirección: Cari

Waachnmeh

Dirección: Cari Emo

B a s a d a en l a o p e r e t a d e Zeller, d e univer­ sal renombre, dentro d e un marco fastuoso y c o n l a s más b e l l a s melodías populares del Palatinado. del Palatinado.

lio

C o n Lil Oogover. Mario Andergast, Geni. NUcoloiewo. W o l f Albochretty, G e o r ^g Alexander y Max Guelstorff.

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La c r e a c i ó n más profundamente humana d e Emil Jannings.

Dos peliculas De los célebres bufos Pot y Patochón, c o n las que e s t a l l a r á una risa homérica por todo el mundo.


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Dirección: Harry

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La bien pagada A d a p t a c i ó n d e l a c é l e b r e novela d e l mismo título d e «El C a b a l l e r o A u d a z » , hechia por el ilustre p o e t a y autor d r a m á t i c o d o n Luis F e r n á n d e z A r d a v í n .

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cumbre de! interés y b

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te t o d a l a p e l í c u l a . C o n s a g r a c i ó n definitiva d e Lina Yegros y d e Antonio Portago como figuras máximas d e l a p a n t a l l a e s p a ñ o l a . M e r c e d e s P r e n d e s , Alberto R o m e a , P e p e Isbert y J o s é M a r í a Linares Rivas completan el reparto, v e r d a d e r a m e n t e exc e p c i o n a l , d e esta formidable producción.

d e Harry Baur.

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extraordinarios

Do, re, mi, fa, sol, la,

fuero d e p r o g r a m o

o

La vida privada de un tenor

Los cazadores de cabezas de Borneo

(Parodia

U n a película d e Víctor von Plessen, en l a que éste s u p e r a el éxito mundial d e su a n terior

producción

«La Isla

de

los

De-

monios».

El Emperador de California (La maldición »—— —

dei

si,

oro)

La c r e a c i ó n suprema d e Luis Trenker, c o m o intérprete d e una figura g r a n d i o s a y c o m o director c i n e m a t o g r á f i c o e x c e p c i o n a l .

La Kermesse lieroica Dirección: Jacquma

Feydmr

U n a producción f r a n c e s a , p r o d i g i o d e arte y de gracia. C o n Fran^oise Rosoy, Line Clevers,

Mar-

de

zarzuelas)

U n a p e l í c u l a en tres rollos, d o n d e el humorismo d e E d g a r Neville, autor y director, c o n l a c o l a b o r a c i ó n d e l muestro G u e r r e r o , que h a escrito paro esta película una d e sus partituras más a l e g r e s y originales; d e l a bellísima Conchita Leonardo y d e l g r a n tenor J u a n G a r c í a , l o g r a una p e q u e ñ a o b r a maestra, que s e r á el más r e g o c i j a d o d e l e i te d e nuestros públicos.

Saeta U d o p e l í c u l a c u y o argumento h a sido e s crito expresamente por los gloriosos hermanos A l v a r e z Quintero, r e a l i z a d a con acierto insuperable por Eusebio F e r n á n d e z A r d a v í n , en l a q u e se reflejan bellísimos a s p e c t o s d e l a S e m a n a Sania en S e v i l l a . S a e t a s magistralmente c a n t a d a s , con su voz d e o r o , por Anita S e v i l l a .

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«¡Santo Dios! ¿ Y éste es aquél ¡Dios mío! ¿ Y ésta es aquélla?:

Las grandes figuras del cinema cuando hayan pasado veinticinco años

m ^/mffffíf.

Greta Garba

Clark Cable

¿Cómo serán cuando pasen veinticinco años los hombres y las mujeres que desde el gran escaparate del cinema apasionan hoy al mundo? Veinticinco años cambian totalmente una figura y modifican de modo profundo una expresión. Persiste el espíritu, persiste la fisonomía, pero el desfile del tiempo da a uno Dolores y a otra rasgos nuevos, modificaciones muy visibles. Cuando hayan pasado esos años, los galanes de hoy serán hombres maduros, buenos señores de medio siglo de edad, con comienzo de achaques y sin huella de juventud. Quizá toda esa expresión ingenua, aniñada a veces, que tiene hoy James Cagney se haya convertido, al cabo de ese tiempo, en un gesto un tanto hostil. Clark Gable distraerá sus horas de hombre otoñal repasando las fotografías de las cintas en que él aparece como partenaire de Greta, de Joan Crawford o de la Colbert. «¡Juventud, divino tesoro.—te fuiste para no volver!...» Este será el lamento de los galanes de hoy en la estación de su otoño. Pero los que hoy son ya otoño, ¿cómo serán más tarde? Imaginad a Adolfo Menjou, con veinticinco años más, junto al fuego de su hogar, envueltas las piernas en una manta, cerca de la mano las pastillas para la tos. Tiene ya setenta años, nadie se acuerda ya de él. Se entretiene contando a sus nietos argumentos de películas que él recuerda de cuando era joven. Es ya calvo. Unos pelos escasos, blancos y lacios intentan inútilmente mantener aquel fino bigote de hace una treintena de años: los días en que él triunfaba con su figura de galán maduro y experto ¿Y George Arliss. el actor inglés que creó tantos famosos personajes de historia? Es ya un viejecito encorvado, que habla con una voz cascada, que anda renqueando, que se fatiga en cuanto sube unas cuantas escaleras. Le gusta evocar sus buenos tiempos. En las poltronas de un casino, ante otros viejos que son contemporáneos suyos, empieza a contar: —Una vez, cuando yo hice el papel del general W e llington... Pero es en ellas, en las triunfadoras de hoy, donde la huella del tiempo se haría más cruel. G r e t a G a r b o , cuando pasen veinticinco años... O Marlene... O Dolores del Río... «jDios mío! ¿Y ésta es aquélla?» Greta será una mujer seca, enjuta.

con dos surcos profundos j u n t o a la boca que descubrió desde el cinema un nuevo modo de besar. De sus lentas y teatrales actitudes de hoy no quedará nada, y toda su expresión inquietante y voluptuosa será un gesto indiferente en el rostro de una mujer sin impordel Río tancia. Nadie se fijará en ella al pasar por la calle, al llegar a los hoteles, al descender del tren en la estación. Si acaso, alguien que la vio trabajar dirá a su hijo, al cruzarse con Greta cualquier día, al recordar en el rostro de hoy la triunfadora de ayer: —Mira, ahí va la Garbo.. —¿La Garbo? ¿Y quién es ésa, papá? —Es verdad, hijo mío... Tú no hablas nacido entonces. Los ojos enormes de Joan Crawford necesitarán de unas grandes gafas. La que un día creó Alma de bailarina tendrá aspecto de sufragista, de señora de una Liga en pro de la moralidad o de profesora de idiomas. Como Dolores del Río. O como Norma Shearer... Todas ellas, unas buenas señoras con más de cincuenta años a la espalda. Los cinco años actuales de Shirley Temple se habrán, en cambio, convertido en treinta: todavía una apariencia de muchacha en el rostro riente de la que entonces será sucesora de las estrellas de hoy. Para Shirley. recordar no será todavía una melancolía ¿Y Marlene? [Pobre Marlene, convertida en una severa dama con más de medio siglo! Habrá engordado y tendrá reuma. Se peleará con el marido de su hija. Hablará ésta mal de los hombres. Y toda su lejana leyenda de vampiresa hará sonreír a los que la vean comprando sonajeros para sus nietecillos. Llevará vestidos largos (no se le vayan a ver las piernas hinchadas). Leerá novelas de la baronesa de Orzy e irá a ver películas blancas y morales. Se acostará pronto y tomará sellos para dormir. Un día se alegrará mucho de recibir la visita de un viejo que debió conocerla en sus buenos tiempos: un tal Joseph von Sternberg. Envejecer, envejecer.. Viejo tormento humano de ayer, de hoy y de siempre. Habrá pasado mucho tiempo, y el hombre seguirá buscando el elixir mágico que pueda hacer eterna la juventud. Fausto, viejo, decrépito y triste, continuará esperando al diablo que le haga volver a tener veinte arios

Joan Shirley

Crawford

Temple

James Cagney

Marlene Dietrich

George Arliss


/ir

D

E Charles Chaplin—del Charles Chaplin tardíamente redescubierto y triunfal— se han dicho ya—y se seguirán diciendo todavía—^muchas cosas. «Cosas» que alcanzan la cima de las más descabelladas hipérboles, y «cosas» que traspasan los dormidos desiertos de la vulgaridad. D e Charlot existe ya a estas alturas una tan extensa bibliografía como la quo podría exhibir, desde sus estatuas de bronce, el «más invicto caudillo» de esos cuyas hazaña» han consistido, poco miis o menos, ea flagelar a la Humanidad. En íin, habiéndose dicho y escrito tantas cosas de Charlot, es lógico que de CJiarlol se hayan escrito y dicho grandes tonterías. D e muchas de las cuales seria Charles Chaplin el primero en reírse, si por casualidad tuviera tiempo—o ganas— de leerlas o escucharlas. Pero, de todos modos, con o sin ese cúmulo de elogios vertidos en todos los idiomas del mundo en torno suyo, Chaplin se sabe a bí mismo, desde el fondo de su filosófica modestia, una cima señera del arte cinematográfico, lo bastante considerable para poder dictar de tarde en tarde—sólo muy de tarde en tarde—• ciertas audaces teorías que, por el momento, el anárquico mundo cinematográfico recogerá o no; pero teorías, al fin, con probabilidades —por venir de él—de alcanzar alguna resonancia en el mundo cinematográfico. ( L o cual no acontece, en verdad, todos los días.) Desde este plano, pues, de su alta—^y creemos que indiscutible—autoridad. Charles Chaplin ha podido gritar una v e z más—y, por supuesto, con un grito que excluye todo desmelenamientü seudodemagógico—su reiteradamente nueva teoría del «cine sin palabras». Y . . . sí; es posible que, con todo, esta teoría —'Tieja y nueva—de Qiarles Chaplin parezca una extravagancia. Por lo menos, no es absolutamente imposible que lo parezca. L o cual no quiere decir, en modo alguno, que lo sea, Pero entre el «ser» y el «parecer»—¡enorme y humorístico César!—•, casi lo que más importa al mundo—^y auu muchas veces a los prodios interesados—es lo segundo. Bien que a

Charlea^Chaplln, filósofo honoria causa de las pequeñas grandezas y de las grandes pequeneces humanas, este «parecer» lo traiga bastante sin cuidado El ayer «payaso Charlot» de las críticas esclerósicas— ¿quién diferenciaba entonces a Chaplin de su compañero Fatty?—y el hoy «genio Charles Chaplin» de los profetas a cosa vista, sabe muy bien lo que puede haber de cierto en un «ser» y lo que puede haber de mentiroso en uu «parecer». Y permitirse, por tanto, el lujo de contestar—arriba o abajo, caído o en el ápice de la gloria—con la brevedad de unas palabras y a aconsejadas por el otro gran incomprendido de la Biblia: « Y o soy el que soy». A Charles Chaplin—al Charles de hoy; al de ayer nadie le hubiera pedido opiniones— le han preguntado, una vez más, su opinión acerca del cine sonoro, tal como frecuentemente se viene utilizando en la actualidad. Y Charlot, dentro del tema de la pregunta, y aun saliéndose del tema de la pregunta, ba contestando cosas maravillosamente entcrnecedoras y poéticamente sutiles. Cosas, naturalmente, que no están al alcance de esos «prácticos espíritus comerciaiistas» para quienes el cinematógrafo—arte de n u e s t r a contemporaneidad—como todas las artes, incluso la música, no son más que... oso: «¡música!» Poco más o menos —^y en un tono de v o z de esos que no tratan d e catequizar a ñaue—, Challes Chaplin \a dicho: — Y a sabe el mundo ue y o no soy enemigo el cine sonoro. ¿Cómo podría serlo? Soy enemigo, simplemente, del «cine con p a l a b r a s » . Con palabras de sobra. L o cual es muy distinto. ¿Me pregunta usted por qué? ¡ A h , amigo mío, es muy sencillo: al mundo le sobran las palabras y l e faltan sensaciones! El mundo q u i e r e h o y silencios poéticos — y fructíferos—, y le dan ruidosas cencerradas, l Quiere pensar y sentir por si mismo, y le obligan a sentir y a pensar al dictado. Un minuto de pausa, durante el cual el bigote inverosímil de Charlui — ya imitado

a

incomprensiblemente hasta por audaces hombres de Estado—se olvida de la fina ironía de su humorismo irónico. Calla Charlot, reconcentrado; pero no es costoso suponer que in mente haga una frase parecida a ésta: «El mundo actual no tiene bastante con que todos los ciudadanos se hayan uniformado externamente; quiere vestirlos también, interiormente, con un ropaje único. O, cuando más, con trajes de bazar hechos en serie.» Luego, saltando por encima del arco de la pregunta reporteril, Charles Chaplin divaga por recovecos quiméricos que le son gratos: —^La palabra por la palabra en sí es cl gran lastre, el gran peso muerto que ancla a las imaginaciones en la tierra. ¡Qué pena no poder efectuar y a ante la pantalla aquellas maravillosas fugas psíquicas, cada uno hacia su región ideal, producidas por la sensación pura de las «sombras animada.s» y por la otra pura sensación de la música que las acompañaba! En cambio, ahora—todavía a estas alturas— es lamentable que haya directores cinematográficos que sigan creyendo que el micrófono se ha inventado exclasivamente para ensartar diálogos y más diálogos, palabras y más palabras vacías. ¿Difíciles estados psíquicos? ¿Transiciones bruscas o lentfis para producir reacciones apetecidas? ¿Ambientes? ¿Silenciod de horas nocturnas que es necesario-


sin otra finalidad que la de demostrar... que se tiene un micrófono al alcance de la boca. E n fin, ¡una gran lástima que ahora que podría llegar definitivamente el mundo a conseguir su arte ciuematográfico esencialmente puro —sombras, música, perfume (lo más concreto por inconcreto)—, no quiera soltar el lastre de las inútiles verborreas que atan a la tierra! Y y a decidido a «parecer» extravagante—aunque sin olvidarse humildemente del « y o soy el que s o y » — , Charles Chaplín deja caer ante el silencio del reportero el escándalo de esta afirmación: —¿Sabe usted, amigo m í o , cuál ha sido la causa de la muerte actual del teatro? Esta: que las obras teatrales están sólo confeccionadas con palabras. Y las palabras solas resultan y a un miriñaque demasiado engorroso para la espiritualidad deportiva de nuestro siglo. ¡Es tan terriblemente trabajoso meterse por las llanuras interminables de las escenas teatrales para ver siempre... eso: llanuras! ¡Tenemos tan poco tiempo, además!... ( U n a pausa, durante la cual él, tan genial actor, no sabe dónde colocar las manos.) — ¿ L e extraña a usted lo que digo? Pues no le v o y a descubrir ningún M e diterráneo al decir esto: en Alemania y aquí mismo, en Norteamérica, están ensayando varios jóvenes con todo entusiasmo el teatro a b a s e de frases comprimidísimas, que son a modo de ilustraciones del ambiente sobre el que actúan luego la música, el color y la luz, el detalle apenas perceptible y, en primer lugar, las decoraciones. A n t e esto, la pregunta del reportero era inevitable: — ¿ Y cree usted, señor Chaplín, que eso pueda tener éxito? ¿Que esos jóvenes ganen dinero? T a m p o c o podemos afirmar que esta respuesta sea aatóntica. P e r o es lo mismo. Charles Chaplín, interrogado así, ha debido tener una contestación digna de sus geniales vagabundeos filosóficos y también casi casi conmovedora: — ¿ É x i t o inmediato? Es posible que no. ¿Ganar dinero? Desde luego, no tanto como paja lucir espléndidas sortijas en sus dedos y automóviles lujosos de última marca. P e r o , amigo mío, si esos jóvenes buscaran eso, sencillamente habrían optado por ser tenderos.

ROSA

RIBUIOS

DE

rellenar con algo? A m i g o m í o : un gesto, un color, un detalle, el pitido de un tren lejano, una melodía de acordeón semiborrosa... ¡ H e ahí unas pequeñas cosas que pueden «decir» más que todas las palabras! Es imposible constatar la veracidad de la siguiente Hescripción; pero supongamos que los ojillos de Charlot se animar,; que se anima también su rostro con esa risa de conejo que le sitúa entre un Mefistóíeles muy n la antigua y un Hamiet muy contemporáneo; que luego se siente extrañamente locuaz ante el reportero: - -Es lástima quo la palabra del cinema hay a limitado muchos horizontes de vuelos ideaJes. Sí, es realmente mucho más hermoso imaginar que seguir el vuelo de ciertas iraagmaciones ra.streras de directores. Pero, amigo mío, y o , que por haber dicho quo las f)alabras hacen daño al cinema he sido tildado de reaccionario, de atrasado, de hombre sin posibilidad de renovación, estoy ahora contentísimo. Contentíiinvj... por algo mucho más avanzado todavía que la palabra y que el sonido en el ecran. Figúrese usted que alguien está tratando de inventar... «el perfume del cinema». El perfumo del cinema o, lo que es lo mismo, el non plus ultra del cinema, amigo m í o . N i nosotros ni Charlot podemos constatar ahora el gesto de estupefacción del reportero. (Auuque, ¿puede existir rej)ortero alguno que esboce siquiera gestos de estupefacción ante las más inverosímiles declaraciones?) Pero es que, además, Charlot y a no ríe, y a no dialoga. Simplemente sueña en v o z alta: — ¡ E l perfume del cinema! Será algo magnifico. Figúrese usted: en la pantalla, un jardín. Palmeras, acacias, tilos, rosas, orquídeas, violetas... Y en la sala, en el ambiente do la sala, en la nariz de cada espectador, cn la imaginación de cada espectador, todo eso: olor de las palmeras, de los tilos, de las orquídeas, de las acacias... ¡ U n j o i s a j e en esencia y una esencia que a cada espectador dé el grado de su projiia potencialidad sugestiva y rememorativa! ( Y o no estoy muy enterado de las cosas |)oéticas de España; pero he oído decir que un gran poeta de allí, Antonio Machado, sólo [mdo reconstruir una olvidada «estancia psíquica» oliendo una flor.) L e digo a usted que este invento, combinado con el sonoro, a base de las menos palabras posibles, será algo magnífico en el futuro cinema. Sólo hay, por tdiora, dos obstáculos que estorben la realización de este sueño: uno de ellos, puramente técnico, que la técnica se encargará de resolver, y es retirar fulminantemente un «olor» para sustituirlo casi simultáneamente por el siguiente. F.l otro... o, mejor dicho, lo otro—porcjue me refiero a la «palabra»—es más difícil todavía. Faltan aún quizá dos o tres años más de latazos verbalistas,

ARCINIEGA


E

N Hollywood ha existido siempre mi peluquero de las estrellas. Primero fué Antoine, del que se J habló mucho, y después, Jenaro Pollino. El apellido no es elegante, ni siquiera eufónico; pero su arte, si, y el arte hace olvidar la plebeyez do aquél. Jenaro Pollino ha sido durante mucho tiempo el peluquero de las estrellas de Cinelandia. A él debe la multitud de espectadores los rizos encantadores a lo Bebé Daniels; el encanto rubio a lo Man o n Davies; el corte sobrio a lo Greta Garbo y a lo Luisa Brooks, y do tantas y tantas otras. En su modestia, deja que sus creaciones recorran el mundo con el nombre de sus bellas clientes, si bien sus tarifas suplen, en una discreta medida, al más elevado derecho de autor. L a exclusividad de un modelo concedido a una estrella le produce bastante más que a un famoso pintor un cuadro maestro. Y este hombre, cuya fama hoy se extiende por todos los Estados Unidos, era, no hace mucho tiempo, un pobre peluquero dueño de un humildísimo establecimiento en Ñapóles. Porque Jenaro Pollino es napolitano. Pero un buen día pensó que era una injusticia que un hombre como él no tuviera millones, y con la resolución de todas sus ambiciones vendió la peluquería, y , provisto de un pasaje de tercera, partió para Hollywood. P e r o aquello no era tan fácil de conquistar como había soñado, y para sobrellevar su desgracia t u v o que solicitar un puesto en una barbería. Durante dos meses trató, inútilmente, de lucir sus habilidades como ayudante de barbero. Un buen día le llamó el amo, diciéndole, con una buena dosis de humorismo norteamericano: —¿Qué cree usted que dice esta tarjeta? —¿Qué dice? —^Fred Laweer. —^Muy bien. ¿ Y quién es Fred Laweer? —Es un millonario y cliente de la Casa. Dentro de media hora irá usted a verle. —^¿A cortarle el pelo? —^No; a cortárselo a uno de sus perros. -¿Qué? —Sí, a cortar el pelo a uno de sus canes. ¿En qué lengua quiere usted que se lo diga? —Pero... y o no soy esquilador. —^El perro de un millonario—dijo el patrono—no es un perro. Y si no quiere usted ir, considérese despedido. O beber o ahogarse, era el dilema. Y Jenaro fué. ¿Qué iba a hacer? So le entregó el perro con mil recomendaciones, y sobre el pelo de aquel operó milagros el joven peluquero. El millonario quedó encantado. Su perro parecía un dandy. Y Fred Laweer quiso conocer al autor de aquel prodigio, y pronto sintió una v i v a simpatía por él. Y , agradecido, le montó una lujosísima peluquería. Era la fortuna, y es fácil imaginar lo que hizo Jenaro. L a agarró—como es lógico, tratándose de un peluquero—por los cabellos. Y las mujeres pronto se dieron cuenta de que aquel j o ven italiano era un verdadero y gran artista del peinado. —El secreto para acertar-—dice Jenaro—consiste en saber escoger, y cuando no existe, en crear el tipo de peinado que mejor se entona con un determinado rostro, poniendo de relieve la gracia natural de aquél. Para hacer resaltar la belleza de Greta Garbo estudió e hice pruebas durante muchas semanas antes de hallar el tipo de peinado que la gente conoce y que da a la artista un encanto tan violento como característico. Con Dolores del R í o estuve a un... pelo de romper todo trato, porque la deliciosa artista tenía, y trataba de imponerme, gustos diametralmente opuestos a los míes. Pero las diferencias terminaron con una rendición a discreción de la estrella. Jenaro muestra con orgullo una fotografía de Dolores, con una dedicatoria que dice: « . \ Pollino, que me ha puesto rail veces la mano en los pelos, de modo de dejarme un diablo en cada uno.»


En cambio, la rubísima Mae Murray escribió asi la dedicatoria: « A l querido Pollino, el único que puede y debe creer en la autenticidad de mis cabellos de oro.» L a palabra «oro» está subrayada; pero Jenaro asegura que la frase en sí no encierra nmguna alusión a los precios de su peluquería. Olga Baclanova, que no temió ni un solo instante en confiar la quintaesencia de su encanto eslavo—sus cabellos—al cuidado de un peluquero tan meridional, le escribió esta dedicatoria: « A Pollino, que m e ha descubierto lo que de bella tengo.» Como se v e , Jenaro es el artista de las cabezas de las estrellas. El debe saber qué grillos hay en aquéllas. l i a de ser interesante conocer lo que piensa de sus clientes. P o r eso nos atrevemos a recoger algunos de sus juicios: V i l m a Banky: cabecita romántica. Suspira a cada golpe de tijera, y especialmente en el momento de firmar el cheque de pago. Dicen que es un poco avara. N a d a de eso. Es solamente demasiado sensible. Clara B o w : un demonio. Personalmente, preferiría peinar a un chico de la calle. N o se m o v e r í a tanto. Criatura inquieta. H e leído en alguna parte que Alfieri se hacía atar sobre una silla para estudiar. ¿ P o r qué no seguirá el ejemplo de aquel gran hombre, cuando menos al cortarse el pelo, esta artista? U n día, en v e z de rociarla con agua de Colonia, emplearé el cloroformo. Greta Garbo: ésta es todo l o contrario. I n m ó v i l , una estatua. P e r o la hiz fría de sus ojos, color de flores noruegas, hacen un extraño juego con los espejos. U n a especie de amenaza v a g a , pero inevitable, exacto; se siente el drama sobre la cabeza. U n a v e z la dije: « N o , no sigo.» P o r q u e de pronto recordé la historia de aquel señor que fué a afeitarse llevando dos pistolas en la mano y se sentó advirtiendo al barbero: «Si me das un corte, te salto los sesos.» Se la contó a ella, añadiendo la contestación del F í g a r o : «Veremos, señor, si le doy tiempo.» Greta se rió, y y o respiré. Lilián Gish: toda candor, toda dulzura. Un ángel, una flor de ingenuidad. Despimto apenas su cabello, ante el temor de hacerla daño, de turbar su inocencia. Después oigo que murmura: « L e recomiendo el rizo a la derecha, Jenaro. Que sea mórbido, voluptuoso... ¿Sabe cómo lo llamo? L a ratonera. L a ratonera de los besos... T e n g a cuidado. Bien. A usted se l o puedo decir: Esta noche tengo una entrevista en L o s Angeles. U n a pequeña locurilla...» Naturalmente, que por ser peluquero de las estrellas, Jenaro está expuesto a algunas tentaciones; al tener en sus manos un tesoro—el de las cabelleras—, su honestidad se pone a dura prueba. H a y millonarios, admiradores de las bellas actrices, quo pagarían muchos dólares por unos rizos... « P e r o son ofertas inútiles—dice el peluquero—. Antes que nada, la h o n e s t i d a d agrega gravemente—. L o s cabellos que quedan en el suelo del establecimiento se destruyen... L o s que vendo son una imitación... L o que los enamorados buscan es un símbolo, y lo tienen, mientras que y o , con este pequeño engaño, no traiciono la confianza que en mí ponen las clientes. ¿Me explico?» VÍCTOR GABIRONDO DIBUIOS DE FBBBaí


CARAÍTE^ZACICÍN Y VESTUARIO

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L público de ahora, como el de antes, como el de siempre, es caprichoso. E n todo m o j mentó marca y define lo que quiere ver, y sn gusto variable no obedece nunca a reglas fijas. H a y que servirle lo que pide, sea lo que sea, y la labor educativa de encauzamiento hecha por directores, empresarios, etc., queda casi siempre anulada por la fuerza i r r e ? Í 8 t i b l e de «la masa» en la taquilla. ¡^¿Qué films son ahora los predilectos de! público? H u b o un tiempo que únicamente le interesaba la-s películas «de trajes de sociedad» contemporáneas, y sólo asi interpretados los asuntos era capaz de sentir la emoción. Es la época en que todo se supeditó a este criterio, y vimos, por ejemplo. L a áomo de las camelias trasplantada a nuestros días, sin que nos moJestase descubrir el anacronismo de bastantes pasajes, pues la obra de Dumas posee una gran cantidad de elementos morales, sociales y estéticos propios de la época y pais en que fué escrita, y cuando se prescinde de estos caracteres quedan sin explicación muchos pasajes, resultando absurdos y hasta grotescos. Ahora el público adora toda evocación del pasado, y sabe sentir la emoción de una escena de amor, aunque los protagonistas vistan miriñaque y levita. Al ser llevado a la pantalla un ai^umento basado en tiempos pasados, y al contemplar su realización, nos surgen dos preguntas: T o d a obra que se refiero a un hecho de otra época, ¿debe interpretarse sujeta en absoluto a la verdad histórica de trajes, joyas, fondos arquitectónicos, decorado, mobiliario, etc? ¿Qué es lo fundamental, la verdad histórica o la creación del artista? Estas dos preguntas hanv i d sido contestadas los presentado grandes directores cinematogréficos con criterios diferentes, y la a histórica nos por la han con interpretaciones bien distintas. El arte contemporáneo, espiritualmente, se mueve entre dos polos, el cariño al pasado y un gran deseo de romper con él; el artista creador de escenarios y de figurines aprovecha los datos que el historiador le proporciona; pero él los interpreta luego con un sentido de estética moderna, y nos los sirve adaptados a la sensibilidad de hoy. Si se filmase una obra histórica con trajes auténticos de la época correspondiente, sería un verdadero fracaso. Nada tan irreal, tan falso y tan pobre de expresión como la verdad en el arte plástico cinematográfico. H a c e muchos años vimos dos grandes producciones históricas: el Quo vadisf y Los últimos dias de Pompeya, dos realizaciones bastante ajustadas al carácter histórico en cuanto a caracterización y vestuario. Los actores vestían unos trajes realistas que parecían escapados de estampas y cromos, de las ilustraciones de Historias Sagradas que estudiábamos en el Colegio o del escenario do nuestro Teatro Real. El ambiente estaba muy lejos de nosotros. Años después vemos en la pantalla La vida privada de Helena de Troya. L a estilización de los fondos y del vestuario era perfecta; ambos « n í a n con el espíritu fino humorístico del asunto. Posteriormente se realizó con igual criterio El marido de la amazona. Sería curioso poder comparar algunas figuras, conjuntos, grupos, etc., de unas y otras producciones. El ambiente clásico de estos cuatro films se presenta ante nosotros de modo bien diferente. El estreno de Los Nibelungos (hace y a cerca de diez años) marcó en la historia del cinema una nueva modalidad de interpretación plástica; el criterio de su director era opuesto al de los films realistas antes citados; los fondos, decorado y trajes estaban estilizados y adaptados a nuestra época. Las ilustraciones del libro Die Nibelungen hechas por Czeschka se repitieron en la pantalla.


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Aquellas figuras planas, casi geométricas, tomaron relieve y."encamaron los personajes de Los Nibelungos.'Las ilustraciones de Czeschka se llevaron al celuloide hasta el punto de someter el m o v i m i e n t o de los actores a ellas. Si no hubo en este film sensación de realidad, sí fué conseguido un grau conjunto plástico decorativo. El cinematógrafo puede, por sus condiciones técnicas, abarcar sin limitación todos los campos del arte plástico. L a ejecución de pellculasjde épocas retrospectivas es hoy una de las modalidades características de las Casas productoras. L a época romántica se presta como ninguna otra a dar al cinema mil asuntos varíados. E n poco más de dos años hemos visto a todas las grandes estrellas vestir el traje 1830. L a caracterización y vestuario de Vuelan mis canciones, La pequeña Donii, Guerra de valses, El últÍ7no vab de Chopin, etc., etc., nos es y a familiar. N o s conmovemos con sus escenas y sabemos v i v i r los problemas sentimentales de entonces, trasplantándonos con toda facilidad a su ambiente. El público de hoy es feliz v i v i e n d o la v i d a del pasado siglo. H a c e algún tiempo no hubiéramos concebido que La viuda alegre nos la presentasen con polisón. El público ha aplaudido con t o d o entusiasmo la admirable versión cinematográfica de Lubitsch y se ha deleitado v i e n d o la ropa interior y exterior, estilizada con gran acierto y gracia, que luce Jeanette Mac Donald. El 1900 también se ha puesto de m o d a últimamente. Después de t o d o el desfile por el celuloide de las chicas americanas de figura «sin formas», el público acogió con entusiasmo las curvas de Mae W e s t . L a s bellezas y las modas de principio de siglo, que hasta hace poco nos causaban risa, han vuelto a tener público entusiasta. L a conquista del pasado es un hecho. L o s escenarios retrospectivos son los predilectos del público; por eso ahora como nunca está latente el problema estético de que lo realidad histórica es una cosa y la interpretación libre del artista otra. L a s impropiedades históricas con que se visten y se caracterizan los personajes no tienen tanta importancia como cuando estas deficiencias son puramente artísticas. E n la v i d a del cinema hemos v i s t o que en cada época y cada artista han tenido un m o d o peculiar de interpretar el fondo espiritual de la obra cinematográfica. N o se puede pretender que ésta sea siempre la única posible, ajustándose a la realidad; lo que sí se ha de pretender es que esta interpretación sea verdaderamente artística. ViOTORINA

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eLciMnuL De la infancia lejana de i^Chiquilin» a la infancia dolorosa de Robert Lyme y a la infancia feliz de Shirley Temple

La sonrisa rnranladora de Shirley Trniple, la artrieita que ettti hoy de moda en el rinema

Vn ^rarioso fifilo de Krnesl 4 :iark. otro de los ac(orcilo* q n e s e destaca entre los íniérpretea infantiles de la pantalla

El arte y los niños

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' L problema de los niños en el teatro o j en el cinema se ha discutido siempre. Para muchos, dedicar los niños a esa labor era como arrancarles la infancia, como anticipar en eUos la edad del tral>ajo y de la preo<>upaci6n. Se quitaba a la infancia espontaneidad y alegiHa al imponer tan pronta) a los chiquillos una disciplina, siquiera ésta fuera tan agradal)le como ia artística. Para otros, en cambio, es legítima esta intervención de los niños en el teatro y en el cinema. Nunca el trabajo tiene la dureza que deslíe fuera se imagina, y , además, se parte siempre del supuesto de una vocación |)or parte del chiquitín. E s t « se entrega gozosamente, ilusionadamente, a la tarea que los mayores sup i n e n penosa. Y en realidad, el trabajo .-^e viene a convertir para el niño en un juego más, con una transcendencia y una resonancia, un eco y im elogio que nunca, naturalmente, pueden tener los juegos. Nosotros creemos que la intervención de los niños en el cinema—o en el teatro—es un hecho lógico y necesario, toda vez que la ternura infantil, la emoción despertada pt>r el niño, el sentim i e n t o de amor hacia la v i d a que uace y creie son v a l o r e s estéticos <le g r a n calidad en todas las artes.


¿ Q u i é n no recuerda figuras de niño en la novela, en el teatro y , por consiguiente, en el < inema? ¿Quién no se e m o c i o n ó ante el dolor o la ternura de un niño? F a t a l m e n t e , el niño será s i e m p r e un factor del arte: se pintan niños, se les lleva a la novela y al teatro... El cinema no podía ser una excepción. N o lo i'ü, y .siempre la pantalla cuenta con pequeños y admirables int é r p r e t e s q u e hacen lasar por el ánimo de as mu titudes las emociones acaso más puras, más e n t r a ñ a b l e m e n t e unidas al corazón. Mientras en la creación artística, por tanto, haya niños-—y los h a b r á s i e m p r e — , la consecuencia lógica e^^ Wallacr IW^ry Irr lan emocionanlrti aventuras de < 1.a ¡«la del tetioro» a Carol Ann q u e h a y a intérju-etes. Beery y a Jarkie Cooper, el pequeño actor En cl cinema los hay, que con Wallace inlerpreló aquella cióla verdader<unente admirables. .Stors en miniatura, h o m b r e c i l l o s y u u i j e r c i t a s que hacen noble y alta la emoción y que ponen en las pupilaje de laí( espectadoras sensibles un tem- ' blor d e lágrimas. Un niño os mi recurso artístico de .segura eficacia. A este valor del niño en sí, por su propia presencia y su prol)io espíritu, hay que añadir la magnifica cal i d a d sentimental y e m o t i v a de los chiqui-

fines que han desfilado por la pantalla: .Jackie ( ^ ) g a n , Jackie Cooper, Shiríey Temple... lln triunfatlor de haee qiiinee años: "Chiquilín" H a c e q u i n c e años, Charlie Chaplin presentó en el cinema a un c h i q u i l l o q u e se llam a b a Jackie Ctx)gan. Tenía ima melena brev e , recortada. Era menudo, vivaracho y gracioso. Unos ojos expres i v o s , j u g u e t o n e s . El chiquillo o b t u V o un gran é x i t o en ía pantalla. Sus interpretaciones de niños desA'alidos emocionaban a los públicos de la post-guerra. E n c a n t a b a n sus j u i c o s y sus picardías; sus ternuras y sus sufrimientos tenían nn eco inmediato en el corazón popular. Laíí mujeres de todo el mundo deben emociones hondas a aquel trabajo admirable de Chiquiiln, verdadero astro de la pantalla, con el mismo relieve de las grandes figuras que apa.'^ionaban al mundo cinematográfico. Eran aún los días del cinema mudo. lx>a mejores días del cinema mudo. Las [)elículas de Chiquilin l l e g a b a n entre la expectación d e las grandes producciones. L a ley inexorable del t i e m p o iba, sin embargo, cumpliéndose. Jacíkie Coogan crecía, y y a n o era el chiquillo avispado y gracioso que Charlot habia presentado en el cinema. T u v o que dejar de trabajar. H o y , a los quijice años de aquella presentación suya en la pantalla—de la mano del más grande actor—, Jackie C/S un muchacho con aire de galán, que vemos en los fotogramas de c i n e retratado junto a las más nuevas estrellitas, a las que son quizá las triunfadoras de más tarde. El que trabajó eon Chevalier y f I que trabajó eon W a l l a ee Beery Otro (íhiquitín: B a b y l>e R o y . Tiene sólo unos meses cuandf) aparece en la panta lia. Trabaja junto a Mauri CÍO í ^ e v a l i e r . El chiquitín, naturalmente, no se entera de q u o e s t á trabajando. IKierme y se ríe, ignoran! t de que ese sueño y esa risa suyfw v a n a recorrer después, en los fotogramas, todos los países. Baby L e R o y tiene la magnífica indiferencia de su breve edad. L a loy e t e r n a se cumple en él. Baby L e Kn el cinema infanlil. la* aventura* y las travcfuraf) de «iji Pandilla* non riániea*. R o y no es y a aquella He aquí a uno de IOK « u e q u e R » del oiagnfficriatura que en su suero equipo rioemalocrafirn, mirando asomño y en sus risas—igbrado la elegancia de esa compañera »uym, norancia feliz de que q u e le sonríe desde enfrente


sonrisas {q>arecieron junto a la gran sonrisa d e Chevalier. ¿Cuál es el secreto de ese otro chiquillo admirable que en Chavip y en La isla del tesoro hemos visto junto al gran Wallaee Beery? Jackie Cooper sabe mantener prodigiosamente su infancia. Puede mostrar aún sus piernas libres do ese pantalón largo que es, melancólicamente, la primera señal del hombre, la primera flor melancólica sobre la infancia desaparecida. Jackie Cooper — rubio, cara r e d o n d a , e x p r e s i ó n igual-

La alegría de Cora Sue Coiliii* ante I M cinco gadloa que tuvo, hace poco, la gata petM de la pequeña actris

La inirlifrnir exprri>ión d r David tioll

Al pequeño ,^'reddir Bartholomew se le ronsidera como el a d o r infantil «más distinguido» que se ba descubierto rn estos últinkos años. Obtuvo un graa triunfo en cDavid Copuerfield», y ahora, en la nueva pelírula de Greta Garbo, inlrrprrtará el papel de hijo del personaje desempeñado por la gran estrella

Otra de las triunfadoras infantiles de nuestra hora es esta Jane Withers, que une a sus gracias y sus travesuras de actrieita un sentido de reflexión y de ponderación

estaba trabajando—tenia la clave de su é x i t o . Su inteligencia apunta, apunta su sensibilidad. Caminan los dias de prisa. I*ronto Baby L e Roy—probablemente olvidado su nombre por los nuevos afanes del cinema—será un chiquitín más, simplemente. H o y , allá en Hollywood, se tenderá, naturalmente, a prolongar su infancia tcÑdo lo posible. Pero el baby L e R o y que el público recordará siempre s e r á aquel cuyas primeras

mente magistral en la alegría y en el dolor— parece tener siempre la misma edad. A p e nas crece. Otros compañeros suyos de promoción— Jackie SearI, por ejemplo—han de cubrir ya sus piernas con el pantalón laq^o, adiós a la Ni infancia que se v a . En cambio, a Jackie Cooper no se le v e crecer, y su ancha e ingenua sonrisa nos parece hoy la misma de hace tres años.

Uu gesto magnifico de Baby \je Roy, el actorcito que inieió au carrera junto a Chevalier, nada nieno«_.


Lo» rhaveas de f 1^ Pandilla > toman muy seríeciloa »uk tazas de té

gloria triste de Hobert Lyne Ijds niños del cinema americano dan en su labor cinematográfica, aunque ésta tenga momentos de piesadumbre e interpretaciones de dolor, una sensación de alegría y de jueg o . Es la infancia pura, optimista y clara. Es, siempre, el juguete, la risa y la travesura. U n formidable actor infantil europeo, R o b e r t L y n e , da, al ccmtrario, una emoción de tipo distinto. I^na sensación más honda y g r a v e . ¿Recordáis aquella interpretación de Pelirrojo, en la magistral creación d e D u v i v i e r ? R o b e r t L y n e daba a su papel, en la adaptación cinematográfica de la novela de Jules R e nard, un sentido de una profunda humanidad dolorosa. Y a no era el juego, y a no eran la risa y la travesura. E^a t o d o el dolor d e la v i d a hostil y amarga. Como si aquella creación extraordinaria de R o b e r t L y n e se transfundiese a su vida, para ser en ella espíritu y destino, el pequeño gran at;tor conoció demasiado pronto el dolor. Robert Lyne q u e d ó huérfano. Huérf a n o y pobre. Ha.sta tal punto, (pie los periódicos de cinema en París hu-

bieron de iniciar suscripciones entre sus lectores para acudir en socorro del chiquillo, para no hacer totalmente desvalida su pobre infancia, tan pronto ensombrecida por el dolor. Otros ehiqnillos del einema.—-La melaneolía de Empezar de nuevo

ereeer.—

Otros chic^uillos. lx)8 d e La PondtZía—una infancia total, toda risa y j u ^ o , travesura y claridad—. Excelente equipo de humor, al que los chicos de todo el mundo deben horas felices. Y esos otros que en los Estudios d e A m é r i c a trabajan ante las cámaras: Dickie Moore, Billie L e e , Coi a Sue ( ^ l l i n s . Jane Withers, Freddie Bartholomew, E m e s t G a r k , D a v i d H o l t . . . Y , sobre todo, la gran figura infantil del momento: Shirley T e m p l e , la pequeña actriz prodigiosa, novia del mundo, a u t é n t i c a

star d e l día. Una actrieita que es claridad de claridades y toda claridad.

Mauricio Chevalier, ron B a b y L e Roy, so compañero de trabajo en el film «El soltero inoeente»


Clara en los años escasos, en su ri&a, en sus gestos, en s u s movimientos. Shirley Tem pie es la gran dictadora actual del cinema. Y cada peliculasuja equivale a un éxito seguro, a un éxito análogo al de las cintas d e las grandes estrellas. Hay, inevitable, en todos estos «peques» del cinema una cierta melancolía. No nace, como a primera vista pudiera presiunirse, de la consideración de verles trabajar ya para el público, tan niños aún, sino del espectáculo de verles crecer, de verles irse desprendiendo de su infancia... Crecen, fatalmente, hasta ser un día hombres y mujeres. No ae ha dado aún el caso de que un niño destacado en la pantalla, desL a formidable creaeión de Roberi Lyne en « P e lirrojo»

8hiriey Temple y Baby Le Roy van a inteiar na v a b

pues, convertido ya en hombre, haya maatenido aquel rango inicial, aquel éxito de sus años infantile». ES público ae ha hecho a una imagen del actorcito, y diñcUmente transige con otra. El arte de un niño no tiene que ver nada con el arte de un hombre. Son dos sensibilidades, dos modos de expresión. Los motivos para la reacción son ya distinto*,. En un actor, el público no puede ver ya al niño que le encantaba diez o quince años aaien. Si uno de esos actorcito^ de hoy quisiera, más adelante, ser ttunbién artista, habría de empezar de nuevo. Su éxito anterior, todo lo anteb logrado, no le serviría de nada. Habría de enfrentarse con otro modo de expresar loe aentinúentoe. Estos aentimieatos, además, serían otrob, profundamente distintos, apenas presentidos en aquellos años primeros. A la travesura, al juego y a la alegría sucederían el amor, la preocupación, el odio... Cinema de hombres, en fin; todo nn mimdo nuevo para el que hasta en tonces interpretó el mundo candido de la infancia. Esta es la melancolía que despierta el espectáculo de los actorcitos de film: morirá su arte al morir su infancia, y si quieren s^uir en el camino emprendido, habrán de empezar otra vez. Habrán de labrarse otra personalidad y otra vida, inservibles ya las de hasta ontonccn.


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VIQQNIA Qm SU 'ÍYíSÁo

Arribaí Bernard Newman, el popular modiülo yant^ui, que ge e n a m o r o locamente de Viff^inia Reid. A la izquierdaí Virginia Reid, la joven actriz de la pantalla, que hizo nacer en el pecho del celebre creador de m o d a s una pas i ó n , desgraciadamente para ¿I, no c o r r e s p o n dida

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BRNARD N e w m a n es tan popular en H o l l y w o o d c o m o cualquier dictador de la m o d a parisina. Su nombre en la feria de la m o d a americana tiene resonancias q u e , a través del celuloide, cruzan los Continentes y llegan a t o d o el m i m d o . Bernard N e w m a n , como Adrián y c o m o tantos otros modistos célebres, ha impuef^to en H o l l y ^ ( M ) d .<<u estilo de una manera definitiva. H a ofrecido la estilizada silueta ile la mujer, dándole el aspecto de una flor c u y o tallo fuera la frágil cintura, convirtiendo en pétalos y corola la falda sutil. P a r a su frivolismo de moderno dibujante, la mujer es un lirio, una orquídea, una flor e x ó t i c a , no un g a r a b a t o estilizado, c o m o los modistos pretenden convertir a la j o v e n

al d í a . Bernard N e w m a n n o rechaza la c u r v a femenina; al contrario, la acepta y la considera ne- i cesaría para que el cuerpo no pier- | da la armonía ni | la sinuosidad de ; los ( o n t o r n o s . Bernard N e w m a n es una autoridad en H o l l y w o o d . Su nombre se halla a c t u a l m e n t e monopolizadíj por la Empresa R . K . O . , después de haber e s t a d o u n a larga temporada en N u e v a Y o r k c o m o creador de enantes modelos presentaba la Casa BergdorfGoodman. El renombre conseguid o durante esta época tan recient e le ha dado la más grande [X)pularidad entre el destacado elem e n t o femenino de N u e v a Y o r k . 1^3 m a g n a t e s R . K . O . , que admiraban la magnífica labor realizada por .\drián en los Estudios

Virginia Reid cabellos rubios, cuerpo ioren, aire ingenuo luciendo un modelo expresamente creado para ella p o r su apasionado y deadeñado galán..


\ i i f : ¡ i i i a Uciil. c o n >ii p r o III ( M i l i » , el do<-((>r H u í I» M a c ( M u n g . l.ii las silurtiK: d o » nioili-loH d e p o r t i v o s , «'reiidos por Newniaii

Metro, deseaban especializar un dibujante creador que para ellos hiciera algo enteramente original. B e m a r d N e w m a n , en un viaje de recreo que realizó [)or el Continente americano, visitó de una manera incidental ITolIy1 wood, y durante imas breves horas que pasó j u n t o a Merian k C. C/Ooper, antiguo amigo suyo d e la capital neoyorquina, se & decidió su carrera de dibujante internacional cinematográI fico. • U n contrato en blanco, rubricado por el garabato de Ber• nard N e w m a n , le c o n v i r t i ó en el creador de los lístudios K a '¡ d i o , perdiendo la Casa Bergdorf-Goodman el alma de la fantasia y de la belleza femenina en su magnífico salón exhibidor. Se hallaba B e m a r d N e w m a n preparando los modelos para el film Roberto, (uiando un día, al presentarse las doce maniqíiíes que debían exhibir los trajes en el film, se encontró frente a la mujercita que debía trastornar su juicio: la deliciosa Viriginia Reid, una actriz j o v e n que aun no había actuado en carácter destacado en la pantalla. Virginia fué el amor alegre y despreocupado para B e m a r d N e w m a n , que ya no soñó otra cosa que modelos atrevidos y originales para el cuerpo de Venus moderna y grácil de Virginia R e i d . P e r o el hombre para quien la silueta femenina no tiene secretos no ha podido influir en el alma de la mujer que adora. Virginia Reid está y a formalmente prometida con el Dr. R a l p Mac Clung, y en v a n o insiste N e w m a n con su adoración de artista creador. Su belleza de princesita de leyenda medieval ha sido profanada por el dinámico modernismo anunciador. Henry Clive, el famoso pintor artista, la t o m ó como modelo varias veces, para que con su retrato hiciera la reclame de un producto de belleza internacional. Su <arenc¡a de dinero la obligó a aceptar lo ofrecido, a industrializar ese rostro fragante y adorable de la actriz adolescente. H o y , Virginia Reid, la rubia de K e n t u c k y , (!omo la llaman en H o l l y w o o d ,

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tiene la sonrisa más popular de todo el Continente americano. N e w m a n quiere hacer de ella otra princesa Natalia P a l e y , la esposa del célebre modisto parisino Lucien Lelong. El doctor Mac Clung pretende únicamente hacerla su esposa, convertirla en una deliciosa mujercita de hogar. Entretanto, el gran artista que crea modelos para el cuerpo escurridizo de la Hepburn, para los musculados y breves cont o m o s de Ginger Rogers, olvida sus tareas para pensar únicamente en la silueta adorable de Virginia R e i d . l'.n Robería asoma brevemente su grácil figura. De los l'>tudios R a d i o ha pasado, en carácter de préstamo, a A r tistas Asociados, para actuar junto a Eddie Cantor en Kid Millions. ¿Por cuál de sus dos adoradores se decidirá Virginia? ¿ P a r a quién de sus rendidos enamorados será esa sonrisa arrebatadora, ese cuerpo de náyade, esa sonrisa de arcángel, ese aspecto estético que de puramente normal y a es un exotismo en H o l l y w o o d ? Sería bello el romance de N e w m a n con su modelo predilecta. Sería el arte ágil, frivolo, de la maniquí y el modisto, unidos en un broche perfecto de amor que redundaría en beneficio d e la más rotunda publicidad. CECILIA

A. MANTUA

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CASTIILO^ NOTARIO. S.L. AV. BDUARDO TELÉF. 21465

DATO. 34 • MADRID


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NTRE las maravillas del séptimo arte, j quizá no sea la menor esta de los di. bujos animados. P o r el contrario, posiblemente sea una de las de mk? mérito. Y desde luego, ima de las más interesantes. Claro es que esto no se ha podido apreciar bien hasta la llegada al cinema de W a l t Disney con sus muñecos. Es decir, hasta el año 1928, en que nace Mickey Mousse, el célebre ratoncillo Miácey Mousse. A l g o tan sorprendente con lo que nadie podíamos soñar, porque en nosotros j>ersistía aún el recuerdo iniantil de los cristales pasados por la lente de aquella linterna que conceptuábamos como mágica, y que el cariño paternal puso un día en nuestras manos. ¿Cómo pensar fuera posible que aquellos muñecos perdieran su rigidez, que anduvieron y .se m(jvieran como las personas? ¡Imposible! Sueños locos de chiquillo imaginstivo, .se hubiera dicho. Y , .sin embaigo, este sueño fantástico fué una maravillosa realidad. Justamente cuando comenzaron a llegar a la pantalla las Silly Simphonyes de W a l t Disney. Y gracias a su cerebro creador y a sus lápices incomparables, hoy nuestros hijos ríen y contemplan con la m a y o r naturalidad las aventuras del ratón Mickey y la ratita Misnie, la gracia de la B e t t y , con sus ojos y silueta de mujer fatal. A l g o que a nosotros, en nuestra infancia, nos hub iera producido asombro y estupefacción al contemprarlo de pronto. Es pueril hablar del éxito logrado por esta clase de cintas. En todos los progi-araas d e todos los cinemas figuran diarí.imente uno, cuando no dos, de estos complementos. Su éxito, por lo tanto, es indiscutible. T a n t o desde el punto d e vista artístico como económico. Sin embargo, hasta ahora tan sólo América se ha preocupado de producir films de dibujos. Europa parece que queremos comenzai. En Francia, por lo menos, y a se han hecho algimos ensayos estimables. Dos de ellos, desde luego, acusan cierta calidad: Idea y Vna nocfce en el monte Calvo. P e r o ni una ni otra cumplen la verdadera misión del cine de dibujos. Idea es una cinta de tendencia netamente social, basada en el libro d e dibujos de Franz Masserell. Y Una noche en el monte Calvo es un poema de imágenes animadas d e Alexieff y miss Parker .sobre la música de Mussorgsky. Y es también el primer intento de grabados animado^. Por OMI. P pe-

sar de sus reconocidas calidadcíi, in-sistimos en nuestra anterior afirmación: que no son propiamente pelícubs de dibujos. Carecen de esa ingenua picardía, de esa gracia infantil, de ese sentimental¡.smo fácil y humorístico, que debe ser la base, el nervio, la medula de las películas de dibujos. Además, son películas serias. Y el cine d e dibujos debe reír. N o debe ser triste. Así lo ha dicho el propio W a l t Disney, la m á x i m a autoridad en la materia: — Ñ o creo que el dibujo animado deba ser dramático. P o r el contrario, creo debe poseer una gran cantidad de humorismo, de sentimiento, de emoción, de m?gia, de maravilla. T a l ha dicho el padre de Mickey. Y el público, con su fervoro.sa admiración, dice claramente que está en lo cierto. Y ha agregado algo muy interesante: que en breve comenzará su primer gran film <le dibujos. U n film de gran metraje. Vm hora d e duración. Es decir, una verdadera película de fondo. ¿Asunto? Como siempre: uny fábula, que en este caso .^erá la de la.s aventuras de la princesa Flor de nieve y siete barbudos. Y mientras en Cinelandia se preocupan de estos films, a tal punto de lanzarse a la aventura del film de largo metraje, como hemcs v i s t o , ¿qué ocurre en el cinema europef-? Pues ocurre, sen<'illamente, que los lápices de los dibujantes están empleados tan sólo en trazar sobre el papel la caricatura política y de actualidad. Y esto, a juicio nuestro, es un error. Un proñmdo error. El cinema eim>peo está falto de dibujos animados salidos de sus Estudios. Y en Europa existen dibujantes que lograrían verdaderas m a r s v i l h s p<.r la finura de su dibujo, por su aticitrmo, por Í-V humor. Y otro tanto podemí..-? decir de Esprña, circunscribiendo y limitando el tema a la esfera nacional. Nuestro cine está en un momento crítico y en un momento lleno de intei-és y d e esperanza. V i v i m o s horas febrileí^. P e r o , a pesar de esta actividad, de este dinamism o , a nadie se le ocurre pensar que aquí también se pueden hacer peliculas d e dibujes. Buena.s películas de dibujos, por añadidura. N o surge la inquietud artística por esta manifestación del séptimo arte. N o surge, naturalmente, entre las Casas productoras. Que es, por otra parte, donde hace falta que aparezca, que brote. A l g o se hizo hace tiempo. El pobre X a u d a r ó y K-Hito lo intentai-on. Perf> sin fortima. P e r o este paso en falso nada indica. Tampo<o í r o m p o ñ ó ol éxitu n l« s pri-

meros rollos de películas españolas. T e n g a mos esto bien presente. ¿ P o r qué no hacer un nuevo intenti'? ¿ l ' i r qué no prestamos ayuda y alientoo y medios a los que se consideran con fuerza y capacidad para arrostrar todas las dificultades y vencerlas? ¿ P o r qué no detenerse a |)en8ar un instante la mina por explotar que hay en las películas de dibujos españoles? Merece la pena. Créanlo.

Así por lo menos lo han visto—con clara visión del futuro—algunos dibujantes españoles. P o r ejemplo, José Martínez K o m a n o y Menda, el conocido caricaturista, los que abren ante nuestros ojos el abanico de una variadísima colé» ción de dibujos. Escenas d e películas de dibuj<.s en proyecto, fe decir, dibujos animadcs españoles, con una gracia personal, muy nuestra, pudiérpmos decir, muy castiza. Sobre todo, esas escenas de Vna de abono, en las que intervienen el Gallo y Belmonte, y la Cibeles acude a la plaza en el carro de Neptuno, que lo conduce con un volante de automóvil. Y en otro género, la de Buffalo Full, o el terror del Far West, y su caballo Cometa, en la que tanto el jinete como la cabalgadura tii nen una expresión llena de comicidad. Y ln del original desafío entre la baraja española y la francesa originado por el rapto de la d a m » de corazón pí)r el caballo de oros. En toda en fin, campea esa gracia, ese humorismo qiKdeben animar esta C\IM-C de ( i n t a s . H a y en estos dibujos algo más que un atisbo, que una esperanza. S« n algo muy distinto a los d e La hija de Juan Simón, la primera cinta de dibujes de Menda y R o m a n o . Como sus proyectes a b a n a n vario-s géneros, tienen distribuida su labor preparatoria por grupcs. Películas cómicas en negro, d e ambiente español: Vna de abono, Sierra Morena, película de bandidos; Don Juan y Doña Inés, una parodia de El Tenorio; Vn mantón de la China. parodia de La verbena de la Paloma. D e ambiente universal, Dando vueltas al mundo, parodia de los Noticiarios. Parodias de caíji todas las grandes óperas: Corroen, E / barbero, Lohengrin (ni al hijo de Parsifal han respetado). El principe Igor, Fausto, Aida. Y por lo visto, todas las restantes, pues su Si\ tira ha alcanzarlo a todos los grandes genios musicales. — P e n » para estas series creamos unos can-

T r M escenas del film español de dibujos tVnm de abono»


Dos escenas de películas españolas de dibujos

tantes fijob e inamovibles. Apunte usted. Soprano, L o Auiovia. Contralto, La Malapatti. Bajo, Amiplin. Barítono, Sereni. Tenor, GaUini. ¡Manes de Verdi, Rosini y demás compañeros mártires! En fin, menos mal que luego tienen un punto de contricción al llegar a los ballets en n ^ r o . Estos ballets puetlen ser una cosa muy seria. El amor brujo, de Falla. Granada, de .\lbéniz. Romeria vasca, de ITsandizaga. — P e r o , amigos míos, ¿han olvidado ustedes, a lo que v e o , al espectador más importante de las peUculas de dibujos, al niño? —Nada de eso. Tenemos una serie infantil, compuesta por los siguientes títulos: Gulliver y los gigantes, Gulliver y los enanos. Un viaje a Jauja, El mundo al revés, estas dos habladas en aleluyas. El pez enamorado y una serie de coto-boys v pieles rojas titulada Buffalo Full o el terror'del Ears West. Uno4 metros de film L a simple lectura de algunos títulos da idea al lector del amplio campo que detrás de cada uno se abre al ingenio y al hmnorismo del dibujante. P e r o esto no obstante, D O resistimos la tentación de ofrecer al lector algunas escenas. Es decir, unos metros de film de las películas Una de abono y Dando vueltas al mundo. Lector, un poco de imaginación por tu parte. una imaginativa pantalla v a a pasarse el trailer del film en dibujos Vna de abono. Se hace el obscuro, y pasadías unos segundos, un chorro de luz ilumina la pantalla y aparece el titulo. L a Cibeles, nuestra vieja amiga la Cibeles, acude a la plaza en el carro de Neptuno. L l e v a en la mano la llave del toril. Del tridente del dios de las aguas cuelga un botijo.

aire. Se coloca el cuerno y se arranca rápido. Pero... Pero el Gallo sale de estampía antes. Un picador ha caído al suelo; el caballo sale rebotado, ciego de dolor, con las tripas colgando; pero lo que cuelga del vientre del anima! herido son chorizos y jamones con un letrero que dice: «12 pesetas kilo». E\ Gallo y Belmonte sudan: por el violento ejercicio de la lidia y el calor, el segundo; el primero, sospechamos que por o/go más. Continuamente se acercan a la barrera a beber. El toro, sudoroso y jadeante, los imita: pide una gaseosa, la bebe y la paga, y después se v a al centro del ruedo para que le pongan banderillas. L a lidia toca a su fin. El Gallo v a a descabellar. Y lo hace con una broca automática de las que se emplean en la pavimentación. En la pantalla imaginaria aparecen las palabras coasabidas: The End. Unos s ^ u n d o s de luz. Después, de nuevo el obscuro y el chorro de luz. T í t u l o : Dando vueltas al mundo. Costas de Escocia. Pesca del bacaJao. Salen los pescadores vestidos de escoceses, con sus falditas, sus gaitas y con cañas de pescar. Se hacen a la mar en el barco Pil PH. TJegan 8 un lugar donde hay un letrero »|ue dice: «Banco de baí;alao».

Salen las cuadrillas. A l frente de ellas, el divino calvo y Terremoto. En medio, ocupando el puesto del sobresaliente, el toro con cara de infeliz, aunque pretende disimularlo. Prueba de ello que más tarde él sólito se v a al toril y se encierra. D e improviso v u e l v e a abrir la puerta, y asomando la cabeza, muge con fingida fíereza. Rafael el GaUo cita al toro para una verónica. P e r o éste, con gesto de traidor, se atranca un cuerno, se saca de la piel un suavizador y lo afila. I ^ u ^ o se arranca un pelo de la cola, l o supla y lo cori.a en el

Una eaeeaa del film español de dibujo* cBuflalo F n l b

F o n d o del mar. En un banco, sentados, v a rios bacalaos. Unos, leyendo el periódico. Otros, charlando. Las bacaladas pasean a sus niños en cochecitos. Caen las redes. L o s aprisionan. Un gran taller de plancha, donde los dejan en condiciones magníficas para la venta. Las palabras consabidas. L u z . Y los trailers han terminado. Gneo minutos de interviú Y y a en serio, unas palabras con R o m a n o y con Menda: —¿Cómo se distribuyen la labor? — R o m a n o es el realizador, técnico, escenógrafo y dibujante. — Y Menda, dibujante y argumentista. —¿Elementos de que disponen? —Disponemos de operador, dos cámaras, dispuestas para la filmación de esta clase de peliculas. T a m b i é n contamos con laboratorio de revelado y con uno de los Estudios más perfectos para la sonorización. — Entonces... — N o s falta lo de siempre, capital. Una Eknpresa productora. — U n a pelicola de dibujos, ¿qué viene a costar? —Unas 8.000 pesetas. Mientras que el coste total de cuatro seria de 25.000 pesetas. Quizá menos. P o r eso, desearíamos comenzar, no con una película, sino con una serie de cuatro o cinco, con el fin de obtener una gran economía en el coste de cada una. E B sensible. E}n España hay elementos, c o m o puede verse, para hrn^er pieUculas de dibujos. Se pueden hacer buenas pe.. lículas de dibujos animados. Y se "W^M deben hacer. P e r o no se hacen. Se harán, desde l u ^ o . ¿Cuándo? Un día. En cambio, otros países sienten la necesidad de dotar al cinema europeo de esta manifestación artística. Y comienzan a preocuparse por esta clase de producción. A nosotros, cumplido nuestro deber informativo, sólo nos reeta repetir lo que y a queda dicho anteriormente: En las películas españolas de dibujos hay nna m m a por explotar. Piénsenlo serenamente quienes deban pensarlo. LUCIANO

DB

ARREDONDO


Una breve labor ha dado rá­ pidamente a la gentilísima Lina Yegros jerarquía de es­ trella. Su nombre se ha situa­ do, desde el primer momento, en la primera línea de nues­ tras figuras femminas del ci­ nema. Lina Yegros ha apor­ tado a nuestra pantalla toda su ^ran juventud, su fina sen­ sibilidad, su arte para saber traducir en gestos y actitudes todos los matices del humano sentimiento


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idilios, posando para un pintor durante u a éetcmnto ea au trabajo

Jaiiel Cayiior, la célebre ««lar», protagonista de tanto* dulce* y pletóricot»

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\ A mañana gris, preludio de un invierno próximo, en el Registro civil de Filadelfia se inscribía por un hombre joven, caduco en ilusiones, el nombre de un nuevo ser, de una niña venida al mundo aquella madrugada: Laura Gainer. L a hoja del libro d e registros, álbiun d e nombres obscuros y deslumbrantes, anónimos y célebres, marcaba una fecha: 6 de O c tubre de 1906. H a b i a nacido la futura a r t i s t a ingenua y medrosa que en los ficheros del cinema llevaría el nombre y apellido de Janet Gaynor. Muy niña t o d a v í a , cuando apenas podía hacer otra cosa que jugar, sus oídos, ne<;esitados de cuento.s de hadas, no saben más que do las palabra* de desavenencia e incompati bilidad de sus padrea, y Laura, que entraba al mundo como flor de estufa, como a v e canora de regiones exóticas, necesitada de mimos y cuidados, se encuentra bien j)ronto sin nido, sin el calor de un hogar feliz y cítnfortable. I n a palabra del Código, fría y contundente, árida y seca, una ley que separa a los humanos aunipie sean amantes, es la primera que escucha y que sus labios ingenuos e ignorantes pronuncian: divorcio. Fracaso de dos almas y de líos caracteres que se juraron amor etern*». Y el divorcio llega para la pet[ueña y temerosa L i u r a , con todas sus crueles con.secuenfias.

JANET GAYÑOR la heroína de amores ingenuos

A l conocer sus re&ultados, por primera v e z , c o m o consecuencia de i m a m t e m a consciencia y sentimentalismo. Hora. Son lágrimas que no se olvidarán y a en su vida. San F'rancisco de California. H a n pasado varios años, los necesarios para que la niña de a y e r se h a y a (convertido en una melancólica pero avi.spada y decidida muchacha de hoy. En una calle de segunda categoría, en una tienda de 7.&\mim, la t o d a v í a Laura Gainpr gana su v i d a como modesta dependienta. ¡(>)rto empleo para sus ansias y sus sueños! Sin embargo... L a v i d a es bella cuando -

j o v e n , y I^aura bUeña. L a quimera puede trocarse en realidad cuando la alientan las ambiciones. Maí», ¡ay!, es ing i a t a la tarea, a la que no puede amoldarse. Y cambia su trabajo jnir o t r o , que si no es mucho más productivo, si que es más agradable: a<'omodadora de un teatro. L a muchacha empieza a conocer que si la v i d a es ingrata, puede ser bella adornada con las flores galanas de la fantasía, Ma.« no e.s el teatro su inclinación, que sólo sirve para hacer más g r a t a su esc:lava tarea. l i a domina el cine. E n sus horas libres, robando a sus ahorros la pequenez de unos centavos, distrae y estimula sus horas y aficiones en las obscuras salas de los cinematógrafos. Y s u r g e lo inevitable. A los espíritus férreos, llenos de voluntad, cuajados de entusiasmos, es inútil apartarlos del Destino, y Laura Gainer—muy pronto Janet Gaynor -no hubo manera de hacerle desistir de su viaje a H o l l y w o o d , que realiza en 1925. Y hacia allí parte con muchas ilusiones, muchos «castillos en el aire» y muy po<^os, contadí.-^imos, dólares, dejando atrás un porvenir incierto y pobre, más dado a e.-ípírituti me<lio<;re8 y vulgaies que a un carácter iluminadt) |>or la fe, el entusiasmo y la aristoi-racia de ambicione? ct»mo


Mas n o es t o d o camino llano el que ha de recorrer en sus principios.. El teiTeno es ahrupto y las cuestas no se rematan sin fatiga. Laura pasa las suyas. D e Estudio en Estudio, v a pasando los dias. En la cola de aspirantes a «extras» v a n muriendo las horas y , lo que es peor, los ahorros. Siente momentos de desmay o de ilusiones; pero hien pronto, obsesionada por los sueños, siente recobrar el optinúsmo. A l fin consigue un modesto papel en una película. Papel que se traduce a secas, y sin más comentarios para él, en treinta dólares. ¿Qué hacer alíora? Ese dinero le sirve de aí'icate. L a oferta y la demanda, origen del negocio, tiene en la Prensa siempre un puesto. Y con el producto integro de su labor, se anuncia. I^a rotativa extiende por América, y principalmente por H o l l y w o o d , sus pretensiones. Cuarenta y oc-ho horas después, I r v i n g Cumnüngs, leído el anuncio, demdo forma a sus ambiciones, la coloca ante la cámara tomavistas con un papel importante en La represa de la muerte. Ese día—sol espléndido en occidente nacía a la v i d a del arte, se inscribía en el Registro oficial de los Eiítudios el nombre de Janet Gaynor. E m p e z a d a su producción con éxito, inicia y a la larga lista de títulos en los que ha de ir destacando su labor, hasta llegar al limite, si '•^ta frase puede emplearse en arte. Puede decirse que hasta la i)elícula El séptimo cielo, que dirigió Frank Borzñge, no ad qjiiere su firma nombradla universal. Es ella, «su primera o b r a » , a la que han de suceder, entre otras tan famosas, El beso de media noche, también de Cummings; Amanecer, do Murnau; El ángel de la calle, de Borzage; Un plato a la americana y Deliciosa, de D a v i d , Butler; Marianita y Carolina, de H e n r y K i n g ; Paddy, lo mejor a falta de un chico, de I ^ h man, y Change of Hearts y Servantes Entrance (El prirtu>r amor y La doncella de postín, en español), de Blystone y Frank I^loyd, respectivamente.

se traslucía, dejaran que al correr el film virgen en la cámara tomavistas, sus sentimientos fueran de luío a otro sin fingimientos artísticos, sin vela<luras ficticias, que les daba la grata compensación de \m cariño manifiesto. ¿Celos? ¿ A m o r ¡iropio? ¡Quién sabe! El amores muchas veces inconsciente para obrar, y acaso ello alejara su< vida»», que tendían por un no sé qué, por un secreto oculto que sólo ellos conocieran y que quizá hoy hayan olvidado, a proseguir por el camino de la v i d a por diferentes rutas. ¿Murió el amor? ¿Quedó sólo el afecrto y la amistad? Secreto. Deslizábase el año 1920, cuando un 11 d e Septiembre, Janet Gaynor, para aquel día, sólo aquel día de Registro civil e intimidaíl, Laura Gainer, contraía matrimonio en San Francisco de California con el docto abogado míster Lydell P e c k . Si podemos decir, apartándonos de su v i d a y volviendo a su obra, que la labor entera de Janet Gaynor es merítísima, pero acoplada en el marco de un argumento de novela rosa, pueril e intran.>scendente, no han tenido la fuerza de destacar briosamente su temperamento, que arrastrado por una ola de inge-

nua cursilería le l l e v ó a interpretar el trist papel de Cenicienta de un cuento ilusorio, en que una puesta de sol y un beso discreto y pudoroso, final inveterado de los films, escondía y ocultaba su temperamento, más llamado a obras de otra altura y o t i a herencia artística. Janet Gaynor llenó una etapa del cine. C o m o Mary Pickford, ha de desaparecer de la pantalla j o v e n todavía, para no v e r l a jamás. S m producciones están fuera de ambiente y de siglo, y aunque nos sea g r a t o evocar de v e z en vez esas pinceladas grises y blancas de sentimentalismo, las notas chillonas del jazz, el alegre y bullicioso cuadro de las girls o las escenas picantes y atrevidas de las modernas vamps, han de alejarla un día •leí set para dejai- que sus i<!al'ellos encanezcan al calor de una conversación, trivial, llena de recuerdos, junto a los suyos, frente a la arcaica hornacina de la chimenea quo de rojo ilumine la escena—puesta de sol y ocaso de su vida—por un fuego crepitante de secos leños en que ha de quemar sus postreras ilusiones y sus más escondidos, leales y viejos afectos. MARIANO

SÁNCHEZ

DE

PALACIOS

Casi toda su interpretación amorosa es j u n t o a Charles Farrell, su galán y partenaire, y es seguro que en horas de labor, cuando las luces potentes de los reflectores iluminaban el ecran, ambos sintieran el amor que tan verídicamente reflejaban en la pantalla. Probable es que, cobardes para hablar, incapaces de expresar en su intima amistad el secreto que batallaba en .^us al|uas y que tan claramente

l>09 e x p r e s i o n e * f i s o n ó m i c a s de Janet G a y n o r , la r g i r e l l a d e l a i n g e n u i d a d y la p l a c i d e z , aniílesÍR de laN típicas « v a m p s » cinematofráficas


P

ICKFORD (MARY)

Nombre Terdadero: Gladys Smith. Nació en Toronto (Canadi), el i 8 de Abril de 1893. Aprendió a leer y escribir en la escuela de miss Benson, de la que fué alumna ejemplar. En 1909 ingresó en el cine, bajo las órdenes de D. W . Griffith, en la cinta "El riolinísta de Cremona", producida por l a Biograph. Su sueldo, que fué de 40 dólares por semana al principio, te CICTÓ enseguida a 100, cifra insólita entonces. Al poco tiempo, Mary Pickford era la primera estrella de la pantalla, famosa internacionalmente; con justicia se le aplicó el sobrenombre de "la noTÍa del mundo" ("the world's sweetheart"). En 1915 Película» que ha interpretadot se constituyóla Mary Pickford Famous Playera Company, en la que ostentó el Fl violinista de Cremona (The cargo de TÍcepresidente y disfrutó un Vitilin-Maker of Cremona), David sueldo semana! de dos mil dólares, mAs W , Griffith. Huida, flor de Hoel 50 por 100 de los beneficios; dos landa (Huida, from Holland). aflos después, su salario semanal se Rebeca de la Granja Sol (Rebecca elevaba a to.ooo dólares. En 1919 of Sunnybrook Farm ) . Stella Mafundó con Douglas Fairbanks, Chaplin ris. La pobre rtca (The Poor Lity Griffith, la United Artists. Casada tle Rich girl), Maurice Toumeur. en 1913 con el actor Owen Moore, Tesi en el país de las tempestades obturo et divorcio en 1920; y ese mis/ Tess of THE Storm Country ) . Romo afio, el 28 de Marzo, contrajo nueSFTA, la cantante callejera (Rosita), vas nupcias con Douglas Fairt>anks, Emst Lubitsch. Lo pequeña Anita de quien se h a divorciado en Enero (Little Annie Rooney), William de 1935. Una sola pelicula ha hecho Beaudine. FA pequeño lord (LiUle con Douglas: " L « fierecilla domada". Lord Fauntleroy), Bernard Me En 1934 reveló una interesante faceta Conville. Doro(«a Vernon (Dorothy de su personalidad en una serie de Vemon of Haddon Hall). Marshall charlas radiofónicas. ^ Weilan. Gotriotus, William BeauHMIiDe. La pequeña vendedora, Sam ra: 1,50 metros. Ojos azules, Taylor. La fierecilla domada, Sam dorado. •ür^Taylor. Secretos, Frank Boizaye

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R I F F I T H (DAVID WARK)

Nació en La Grange (Kentucky), el 33 de Enero de 1880. Atraido por el periodismo, consiguió una plaza de redactor del "Courrier", de Louisville. Después quiso ser dramaturgo, y para mayor conocimiento de la escena, trabajó como actor, bajo el nombre de David Brayington. Publicó poemas, estrenó dramas, y en 1907 vendió por , quince dólares su primer argumento • de peUcula a la vieja Compafifa Bio- ^ graph. Un afio entero de escenarista y i actor de la pantalla le dieron posesión de la técnica cinematográfica. L a primera cinta que dirigió ("The A d ventures of Doltie", 1908) constiuyó ! un éxito rotundo. Desde entonces, y pe- i Pelíeula* que ha dirigidoi Ucula tras peUcula. introdujo Griffith | preciosfsimas innovaciones técnicas, como lot primeros planos, los cierres La^evasión (The escape), 1914. de escena en desvanecido, los "flouds'', Hogar, dulce hogar (Home, Sweet los grandes ángulos, etc.; al mismo Home), 1915. Fl nacimiento de una tiempo, preocupóse de deacubrir arnación (The Birth of a Nation), tistas sinceros y de valia, entre ellos 1913. Intolerancia (Intolerance), Mary Pickford, Lilian Giik, O w e i ^ 1916. Corazones del mundo (Hearts Moore. Mae Marsh. Henry B . W a l t - ^ " af Ote World ) . 1917. El gran amor hall, Lionel Barrymore, Rot>ert Ha(Th* great love), 1918. El lirio rron, Harry Carey, Mack Sennett, roto (Broken Blossoms). 191Q. Mabel Normand, Alice Joyce y otros Camino del Oeste (Way down muchos. Pot todo ello, unido a su Fast), 1920. Las dos huerfanitas maravillosa visión artística, oci^ (Orpkans of the Storm I, 1922. David Wark Griffith, en U historia Amiriea, 1934. La rosa blanca del rtoa, el puesto de primer gran rea(The white rose), 1924. Las tristelizador de amplios vuelos que hubo zas de Satán (The sorrows OT en pais alguna. En 1919 fundó, con Satán), 1927. La Paiva (Lady OF Douglas Fairbanks, Mary Pickford y Pavements), 1929. Lm batalla DI Chariie Chaplm, United Artista, lialos sexos ( The batOe of the Se*es >nada popularmente " L e s cuatro 1930. Abraham Lincoln. 1931. rilllláW"i . . . La colisión (The Siruggle), 1932

C

HAPLIN (CHARLIE)

Nació Charles Spencer Chaplin en el barrio de Kennington, de Londres, el 16 de Abril de 1889. A los ocho años de edad ingresó en la vida del teatro como miembro de la "troupe" infantil The Eight Lancashire Lads. A los diez y ocho aAos era la figura relevante de ta Compafifa de pantomimas de Fred Kamo, con la que marchó a América en 191 o y recorrió casi todo el territorio de la Unión y el Canadá. A fines de 1913, el productor de films cómicos Charles Kessel rió trabajar a Charlie en Nueva York, y le ofreció un contrato a razón de 150 dólares por semana. Tras de interpretar bajo su propia dirección unas cuarenta peKculas en los Estudios Keystone, firmó nuevo contrato, por un «fio y a 1.350 dólares semanales, con la Essanay and Company, para la que hizo catorce films de dos rollos. Realizó luego doce cintas para la Mutual y ocho, de cuatro a siis partas, para ta First National; en 1933 empezó a producir para los United Artists. En Septiembre de 1917 se casó con Mildred Harria, de la que se divorció en 1931. Ese mismo aflo hizo un viaje por Europa y escribió un libro: "My trip abroad". Realizó luego un film dramático maravilloao: " U a » mujer de París ; se casó en 1934 cOn Lita Grey: tuTodos hijos y se divorció eniozy. Sehavuelto a casar, en 193S, con Paulatte Coddard.

i,fiÍb

ErtatttM: etrot. Ojos azules. Cabello negro canoso

PeUeula que ha dirigido: Una mujer de París (A H'ooiaM of Patis), 1923.

Película* que ha dirigido interpretado!

e

Carreras sofocantes (Busy day Kid's auto Races ) . Charlot, aprendiz (Charlie ai Work). Charlo!, señorita bien (The perfect Lady ) . Charlot en tCarment (tCarment). Fl noctámbulo (One A. M.). Charlot en la calle de la Tranquilidad (Fasy Street). El emigrante (The inmigrant). Vida de perro (A Dog'slife). .irmas al hombro. Dia de placer. Fl chico. Dia de paga. Fl peregrino. La quimera del oro. 1925. Fl circo, 1927. Luces de la ciudad, 1931. Tiempos modernos, 1935

L

UMIERE J (LOUIS)

Nació en Besan^on el ; de Octubre de 1864. En su ciudad natal empezó sus estudios, que completó en la escuela de La Martiniére, de Lyon. A los diez y seis aflos ingresó como ayudante en el taller de su padre, Antoine Lumiére. fotógrafo que habia depurado las posibilidades artísticas de su profestón y que poco después, en 1883, fundó en Montplaisir, cerca de Lyon, la fábrica de productos fotográficos qut. Uevaria su nombre. Louis j su hermano Auguste (nacido el 19 de Octubre de 1863, también en Besancoa) fueron desde la hora inicial valiosos colat>orador«a de s u padre. La primera gran invención de Louis se remonta a 1883 y consictió en la preparación de emulsiones a base de bromuro de plata, según método especial; otra aportación fundamental fueron las placas autócromas, sin las cuales no serfa posible la fotografía en colores. E l singular carifio de Louis a su hermano asoció los nombres de ambos en invenriones, experimentos y escritos públicos y privados, la pAternidad del cinematógrafo, ciertamente, sólo a Louis corresponde. Viendo el "kinetoscopio" de Edison, que exhibían en Par(s los hermanos Werner, e a un local d d Poissonniire, ocurriósele sumodo definitvamente el p r o l I H H dffla reproducción de l a s i a á ( M i e s o | n movimiento. Varios mete* de 1894 inTÍrtió en trabajos de todas clases, y *n los primeros dias de 1895, satisfecho de sus ensayos personales, pudo rodearse de los •--tlabotadwcs que necesiuba. Y ,.J»

Il^> ytr rea4tJ9jB

la ayuda de M. Moisson, jefe de los talleres mecánicos de la fábrica L u miére, dio realidad al primer cinematógrafo, que patentó el 13 de Febrero del mismo aflo y que inauguró sus exhibiciones públicas el 38 de Diciembre siguiente, en el sótano del Grand-Café, del bulevar Des Capucines, de París. Durante algún tíempo, Louis Lumifcre fué productor de peUculas y se ocupó de la explotación industrial de su invento. Luego prescindió de estos aspectos del cine y se consagró, en su laboratorio de NeuUly, a proseguir sus tareas cientfficas. Su invención última es un nuevo sistema de cine en relieve, cuyos primeros ensayos perfectos ha exhibido el 35 de Febrero de 1935, en el salón de la Academia de Ciencias de París. Es oficial de la Legión de Honor y miembro del Instituto de Francia.


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Kl niño en la película china. Tanihién esta escena del film cLa aldea de flores» lleva el cuño de loa modelos aaierícanos y europeos, ligeramente endulcado por «oveja de inocencia» colocada en la luz de los reflec teres

tLn niño canta una canción triste», titulo un poco sentimental de una película, en su sonido completamente chino; pero con el cual no hacen juego el trabajo completamente norteamericano de sns adores jr la arquitectura occidental

C

Nortearoerícanismo ron todas

•US triquiñuelM. Unas palmera* artificiales, suelo relncieate como espejo, masa* en coMÍllot». la película americana de revistas celebra •«• re•arrección en China

HINA ha entrado en la actualidad mundial—ima actualidad de primer plano—a raíi de laa incursiones conquistadoras de los japoneses. Y desde entonces, toda clase de relatos sobre las más diversas actividades de aquel país nos han caído bajo los ojos en columnas preferidas de diarios y revistas. Pero, sin embargo, a través de todas estas informaciones, hemos podido comprobar la falta de una orientación concreta sobre la cinematografía en el gigantesco pais del lejano Oriente. Y , a primera vista, parece que aquellos tre8cient«)8 millones de chinos están dedicados, de la mañana a ia noche, bien a cometer atracos, bien a reprimirlos; imas veces, a combatir al .fapón; otras, a favorecer el desarrollo del comunismo; siempre divididos en bandas de generales insurgentes, formando ante la mirada ligera de los occidentales im caos de división elevado a tal grado que la mayor parte de los lectores de un publico medio ignoran qué €robiemo es el que representan los diplomáticos cWnos de nuestros países. A pesar de ello. China permanece imida y con la suficiente cohesión para permitir no solamente el desarrollo de su tradicional teatro, sino también para dar vida propia al arte cinematográfico. N o es neoesarío aclarar que en este desarrollo, sobre todo en lo correspondiente a su finanzamiento, los americanos han sido los que mayor impulso le han prestado con sus buenos dólares trasplantados al otro lado del Océano Pacifico. El centro de difusión de la cinematografía china, por esta


razón, tiene que estar localizado en lugares en que la penetración pacífica del Extranjero !iace más sentir. Ixis principales Estudios e.stán en Shanghai, y a pesar de probabilidades de bombardeo y a experimentada.s hace años, se desarrolla una pequeña ciudad del cinema que amenaza con convertirse en temible competidora del H o l l y w o o d americano, aprovechando el dinero y las enseñanzas partidas de aquella Meca de la cinematografía. La tradición y el einenia K\ cinema chino es por completo desconocido en nuestro país. Su introducción en Europa encuentra dificultades, de las cuales no es la menor la comercial: la falta de un perfect o aparato de distribución—que otros países han logrado al cabo de muchos esfuerzos y de varios años—se completa con la evidencia del fracaso financiero de su presentación a nuestro público, incapaz de sentir y ver con arreglo a la mentalidad amarilla. P e r o ello no imi)ide que la producción cinematográfica extremí)-t)riental se desarrolle de un m o d o envalentonador, pues sin contar para nada con la exportación, el mercadf) propio posee suficiente amplitud para producir elevados beneficios a los productores indígenas. Y por esto no debe soq)rendemos que la cinematografía china compita, en su propio país, victoriosamente con los films americanos, desalojándoles de los miles de pueblos y ciudades que llenan aquel grandioso territcirio. ¿ Y cómo ha alcanzado tal desarrollo? Es sencilla la respuesta: copiando los métodos que los mismos norteajnericanos habían olvidado. L a traílición lucha victoriosamente en el terreno del arte teatral. O i i n a jterrnite la intn>ducción de métodos occidentales en su vida pública y privada, pero no en su teatro, de tal m o d o arraigado en su alta y vieja cultura que difícilmente—en grandes capitales y territorios de fuerte influencia extranjera— se abren paso los intentos de presentar las creaciones de la dram iturgia (K-cidental o de orientar sus propias producinones en im sentido europeo o norteamericano. Rstos pequeños triunfos hacen más patente el de la fide'i'l ni (iiLscrvadora con que millones de chiiimiají tiutusiasmadoa ante su teatro la.^iio, con su tradicional ausencia de actores femeninos. IvO que sucede con el teatro, que conserva M vida autóctona, no se puede a p l i c ^ al ciua. Kl cinema es un arte nuevo, y al no esI <i,r enraizado por decenas de centurias con el alma del pueblo, le había de resultar imposible adquirir propias caratiteristicas, y a que el gigantesco—en el tiempo y en el espacio— I>ueblo chino perdió hace tiempí) sus condiciones creadoras, cortadas por la fantástica muralla que le aisló, moral y materialmente, de •<,i\n I ontacto renovador con el Occidente. Tm t'so, cuando t r a t ó de dar un primer paso pai a una productñón propia de films, encontró l a falta de materiales de referencia en su propia v i d a , lo que le hubiese permitido —en el caso (-ontrario—crear arte peculiar. Desde el primer momento se condenó a nacer encadenado al modelo extranjero, y aun no le ha sido factil)!»' el librarse de la tutela extraña.

«Tirnipo de oro» ne llama una |>rlírula china que trata de problemas sociales y muestra una cierta mezcolanza de propio enfoque y de influencia norteamericana. ¥M» escena al aire libre li añade a las personan y al ambiente unos rasgos completamente chinos

Una discusión agitada. I Ina escena de la pelicula cTiempo de oroi, de la que, a pesar de los originales tipos, resalta el modelo occidental

" U n niño eanta una eaneión triste" para trescientos millones de chinos Este defecto ha sido el que, por otra parte, le ha permitido una competencia con é x i t o . Educado el gusto a la producción americana, la nacional no ha hecho sino repetir los temas y argmnentos de aqnélla con un marco indígena de desarrollo. L a producción del último año, sobre la que daremos una ligera ojeada, muestra bien claramente esta relación de nacimiento. Soa films

Mezcla de estilos en el espacio. De este interior del film (1.a aldea de flores> parece resultar un ambiente auténtico estilo, el que, sin embargo, al fijarse más atentamente, se muestra un poco alterado por la presencia de otras partes no auténticas


(•(lil carácter de superproducción; pero aplicando nuestra palabra «españolada», son sencillamente «chinadas», que m u y bien podrían haber sido fabricadas en Los Angeles. D e nada s ü v e recurrir al argimiento chino en su fondo, si el desarrollo se lleva a cabo con arreglo a la.s normas clásicas de H o l l y wood. A r g u m e n t o e intérpretes chinos; pero solamente porque se produce la película en aquel país. El problema [)sicológico es de lo más v u l g a r , y los f i n a l e s r e s u l t a n tan estúpidamente optimistas c o m o los de las j>elículas de 1930. IM aldea de flores, en la que la única originalidad ( ? ) consiste en (jue el galán esunmilitíu- patriota, es un claro exponente de lo que más arriba iníücamos. Incluso los Harold Lloyd rn China, lina escena de la pelícugestos de los protagola «La mujer», que, senistas, que se pueden gún los conocidos modeobservar en las fotolos, podría ser rodada en grafías adjimtas, no la plaza de deporte de una Universidad nortehacen sino trjiducir a americana la piel tersa y ojos oblicuos aquellos, y a d&saparecidos, de galanes y damas de H o l l y wood. l 'n intento de evadirse de esa tutela quiere ser Tiempo de oro, film de tendencias sociales, y en el que se desarrolla la lucha de rebeldes y leales, con el consiguiente triunfo de éstos. Y decimos que constituye un intento de libertad solamente por tratar problemas específicamente chinos, aunque en el resto, incluso en la escenografía y disposición de intérjiretes, sigue siendo una copia absoluta. Pero el film que más é x i t o ha logrado durante la pasada temporada ha sido uno cuyo título, en su sonido, es perfef;taniente chino: Vn niño canta una canción triste. L o s fotogra-

mas que presentam(»s son descriptivos en el más alto grado de la fidelidad en la copia de ademanes, colocación, escenaiio, dejando v e r que es un film chino solamente en los rostros de los protagoni.stas. ,

Incluso los métodos y a enterrados en Norteamérica celebran su atrasada resunección en China. L a s formaciones de girls, los falsos cactus y palmeras, los pisos encerados, los problemas pueriles entre estudiantes de elegantes Universidades, v i v e n nueva existencia gracias a los directores y productores chinos. Y v e m o s bien patente cómo si bien la producción nacional logra competir con la extranjera, el triunfo es solamente de esta última, que con el nuevo vehículo impone a los millares de chinos su espíritu decadente, su estúpida psicología. Por lo que, a pesar del brillante triunfo económico que realizan los productores indígenas, se nos impone un sentimiento de tristeza, de lamentación, y a que, por sus realizaciones en las otras artes, en las que acusaron v i v a y vigorosa originalidad, era de deseai' la hubiesen sabido trasplantar al séptimo, sin recurrir—a lo menos tan fielment(»—a la copia de métodos extraños. JOSÉ D K L A

FUENTE

Una fotografía de pe- < lícula trágica. La prota- | gonista die la pelíeula ! <La aldea de flores» tie- ' ne que tomar una de- i terminación algo gra- ; ve, como se desprende ] de su i^esto. Para ello' ha elegido, no solamen-1 te su traje, sino tam-| bien su «pose», según ] c é l e b r e s y conocidos \ «•4elo«

«El deporte m o d e r n o de las damas». En esta colocación de las «girls» chinas se ve un Hollywood 100 por 100 '


Una

palabra de cine en una cartelera de teatro poco, en una cartelera madrileña de teatro, apareció por primera v e z una palabra de cinema: star. P o r primera v e z , efectivamente, se llamaba star a una mujer que no había salido en el film. Esa, mujer era Celia Gámez, cuyo rostro, como es sabido, no se ha asomado aún a la pantalla. En el ritmo creciente de nuestra producción cinematográfica, todos los días se conocen nombres nuevos—^nuevos en el cinema, pero muchas veces conocidos y a en el teatro—que v a n incorporándose a aquel m o v i m i e n t o . N o está, sin embargo, entre esos nombres, el de Celia Gámez. Y si hay una artista auténticament e popular es la creadora de Peppina. Sería pueril hacer ahora su presentación: el público conoce perfectamente la alegría dinámica y la gran belleza de la que ahora las carteleras teatrales han llamado star. Quizá, ante ese desfile de rostros y de nombres nuevos, se perfiló ante muchos la preg i m t a inevitable: ¿ P o r qué Celia Gámez no hace cinema? Quizá, también, la respuesta surgió d e un m o d o casi mecánico, inmediat a m e n t e . Acaso Celia G á m e z no reuniese las cond i c i o n e s requeridas para trabajar ante la cámara. ' Artistas que son excelentes en la escena no logran, sin einbargo, n i n g u n a eficacia después, en la pantalla. El cinema es un arte más

HACE

Un « m o n o » el cuerpo ér

c U r o envuelve Celia Cárnea,

d i n á m i c o y más v a r i o , para el que muchos no están

el cuerpo qae laa galas de U preparados. Quizá Celia Gáreviau ciñeron tantas ve- mez no tuviese, fuera del escoces, y que todavía ahora, nario, esa actividad y esa diverbajo el « m o n o » vulgar y «standard», n o ha

g¡dad e x i g i d a s por el cinema,

perdido au gran En el "eamerino" tIe Celia (iámez.—Pabelleaa. En U labras sobre eine.—Un eoche, un caballo eabesa, el y un avi6n casco de

piloto Charla sobre temas de cine en el camerino—naranja y rojo—de la siar. Celia Gámez recuerda peliculas e intérpretes. « T a l película la v i en Berlín...» « T a l otra, en Londres...» «Aquella, en París...» Celia habla de la pelícu a de v e n a dramática, y de la de dibujos, y de la de a l a r e s cuadros de revista... A m a y conoce el cinema. ( P o r q u e a veces se ama á las cosas sin conocerlas, o se las conoce sin amarías.) Charlamos de esa su «no intervención» en la pantalla. Celia conoce las actividades que frecuentemente exige el cine. Se echa a reír. L o s espejos del camerino devuelven multiplicada la imagen de su risa. —^¿Quiere usted, para v e r l o , estar mañana, a las doce, en la Casa'de Campo? L a Casa de Campo, a las doce del siguiente día, bajo el sol tibio de N o v i e m b r e , es un fino paisaje de otoño. E l palpitar lejano de un motor, que v a aclarándose, haciéndose más bronco, hasta sentirse allí mismo, en el sitio de la espera. Un coche claro, descubierto, q u e Celia Gámez conduce riéndose. L o frena y desciende. —^¿Ve usted? Celia era, en efecto, ante el v o l a n t e del coche, ima bella estampa cinematográfica, una imagen que hubiese podido sonreír desde cualquier gran producción. Deja el abrigo sobre el coche y se pone una chaqueta corta de piel. L l e v a botas y pantalón de montar. —Acompá neme. Unos cuantos pasos, hasta l l ^ a r a un sitio en que un hombre aguarda con un caballo. — V a m o s allá. Celia se acerca al caballo, lo acaricia y sube a él. Magnífica estampa de amazona de h o y . Gracia y señorío, feminidad y majestad. L a figura se recorta netamente sobre el aire limpio dej mediodía de otoño. L a star v u e l v e grupas al caballo, suelta las riendas, lo azuToda la escafai de la emoción buza. El caballo inicia un trote. Celia v u e l v e un m o m e n t o la cabeza y traza con mana, múltiple y diversa, r a reflela mano un signo de despedida. jáadoM;, como espresione* cinema—Good

La

bye !

amazona se pierde entre un sendero. ¿En qué película vimos una escena

tográficas, ea el rostro de U «star»...

(iHro»«*ci6n oíAnc* ot HIOUBI

conU)


como ésta: fina mano y fina v o z de mujer que dice adiós, sobre un caballo que corre por un camino de otoño? L a majer está de nuevo aquí. Desciende, y otra v e z al coche. Vuelve a palpitar el motor. L a Casa de Campo queda detrás. Madrid, cruzado de extremo a extremo. Barajas. En el aeródromo, los aviones reposan su embriaguez de altura y de distancia. U n «mono» claro envuelve ahora el cuerpo de Celia Gámez. En la cabeza, el casco d e piloto. H a y ima avioneta azul—menuda, coqueta, frágil—que parece un mnifriño. Celia sube a e l l a , se sienta a n t e los m a n d o s , o p r i m e resor-

O l i a « r a , antr rl volante d e l coche, una bella estampa einematogrifíca, una imagen que hubiese podido «onreir desde cualquier g r a n proidocción...

tes y palancas. A l cabo de unos instantes se inicia el zumbido del motor. U n ruido persistente y caracteristico, latido del avión en los momentos precursores del vuelo. L a hélice gira y gira, y hay en t o d o como una impaciencia de vuelo, como un ímpetu contenido de distancia y de infinito. Celia desciende, riéndose: —^¿.Lo v e usted?... La eam y el alma de las eosas.—Expresiones del amor, del dolor y de la alenría.—^El porqué D e nuevo en el camerino, por la noche y a , se comentan, entre el último potin político y la más fresca noticia teatral, las deportivas demostraciones de por la mañana. Celia dice: — Y o sé, naturalmente, que el cine no es sólo eso: dinamismo, ruido, cosa exterior. Sé que no basta con correr, con llevar un coche, con montar a caballo, con saber poner en marcha un avión... Eso es lo e x t e m o de las cosas; su Celia se acerca al caballo, lo acaricia y snbe a él. Magnífica estampa de cara, pero no su alma... E l alma amazona de boy. Gracia y señorio, del cine es la expresión de lo hufeminidad y majestad mano: del amor y del dolor, de la alegría y de la pesadumbre. E» llev a r al gesto—a los ojos, a los labios—algo que no necesita de más para ser comprendido. Pasión, ens u e ñ o , o d i o , r e c u e r d o , melancolía... Y el rostro de Celia v a encarnando sucesivamente todos estos estados de alma. A h o r a es la expresión amorosa, h o n d a , tensa, inefable: t o d o el corazón en los ojos inmensos, luminosos. L u e g o , la alegría que ilumina el ro.stro, y la pena que pone una sombra nuev a sobre la gran sombra de los ojos, y la fatiga que traza un rictus melancólico junto a los labios. El gesto pueril y el gesto perverso, la mujer que sueña y la mujer que odia... T o d a la escala de la emoción humana, múltiple y divei-sa, v a reflejándose en el rostrci de la star. R o s t r o s « m u y cine», expresiones que tienen la misma

hondura de esas que vemos palpiteu* fugitivamente sobre el lienzo cinematográfico. L a artista ha quedado en silencio. T r a s unos instantes, le digo: —Bueno, pero... Entonces... ¿Cómo es que no ha hecho usted cine? Celia Gámez se echa a reír gozosamente: — M u y sencillo, amigo m í o : porque nadie m e lo ha propuesto.


DESPUÉS DEL CLAMOROSO TBIUNFO DE

LA D O L O R O S A

ÍACIOM EL F A I V I O S CINEIVIATOGRAFICA D E A N S E L I Í O CARREIMO Y F E R N A N D E Z 5 E V l L L # * r fflUSICA DEL MAESTRO ^ J O S I S E R R A W O iir

REALIZADA POR! S U P E R V I S O R : EUSEBIO

SANTIAGO

OPERADOR:

JÓSE

DECORADOS:

MARUJA ARIAS. MARYAWIPARO B05CH. MARIO F. 6ABARP.ON. ANSELMO FERNANDEZ. RAMÓN CEBI^IAN. ALBERTO L O P E ! . WARIA ZALDIVAft. P O R F I R I A SANCHIZ.

F. A R D A V Í N .

DIRECTOR:

m

INTERPRETADA POR:

DE

ONTANON.

BELTRAN.

WIGUONI.

OÍLtGAClOMgS y

OIlTITÍBUlDOftfS: ALICANTE

lunMiiriA

P C F

«¿Ex'-mMi

TRAJANO EDUARDO

IT.

SEVILLA.

DATO,7.

*MR.O.


[Q LOIDQF




II

\

^o+honne eoburn


I casa de Helen Mack tiene un aire de ahargueaado •coafort*, muy hogareño

Randy Scolt en un rincón de au residencia de Beverly Hills

lili Norma Shearer. la opulenta y célebre «star., posee una residencia cuyo aspecto exterior muestra la foto

Un aspecto exterior de la casa de Osso Kruger, el conocido artisU de la Metro

De

Crawforil

a

Jarkir Cooper

A

través de la pnblicidad que

ras del cinema, a vés

de

lo

que

adivinar las La alcoba de Cari Bris^on time esle aspecto un poco extravagante

se

hace a las figutradejan

películas,

la gente imagina a sus artistas preferidos

de William Haines de modestal aapariencia extet„ pari La mai sión na, es, sin embargo, en so interior, una de las más interr«•anles de Hollywood

vi-

viendo una vida ruidosa

y

fastuosa.

fuera de los

Vida,

Elstudios,

de un ritmo apresurado y magnifico, en perpe-. tua esclavitud de fiestas, como en

un

film

—esta vez vivo—de esplendores

y

de

ale-

grías. N o es, sin asi.

U n a vez

embargo, más,

ia

leyenda engaña. El brillo

de

lo

exterior

no

deja ver la realidad de Ramón Novarro contempla la piscina de su novísimo hotel, próxiaso a Hollywood

las cosas. Y esta realidad

es

que

la

mayor

£arte de lob artistas de

Pat O'Brien. amante de U s viejas esUmpas, contempla, ea un rincón de su casa, la extensa cokcción que de ellaa posee


Cinema am^m la vida de hogar. Xingima fiesta sustituve para ellos el encanto de la.s horas hogareñas. Claro es que conviene tener en cuenta im dato: el do que esos hogares de los artistas son residencias magnificas, en que nada falta y en que se dispone de las mejores Mar)' A«thor, dedicada al repoHO, <te drja reUalar en un ángulo de la habitación predilecta de su casa

comodidades. N o es, naturalmente, el hc^ar clásico del artista, el triste hogar desmante-

Garv (Cooper, gran aficionado al deporte venatorio, tiene decoradas asi algunas habitaciones de su «búngalow>

lado y pobre.

Kl piano es uno de lo« amores de W . C. Filds, f a él dedica, en su hogar, las horaa de reposo

II

El hogar de Joan Crawford

j

A través de sus películas, Joan Crawford,^ por ejemplo, paiece una mujer despreocupa^" da, amante de la v i d a libre y bella. N o es, sin embargo, así. L a gran creadora de Alma de bailarina es una decidida partidaria del hogar. Su hogar es verdaderamente espléndido. L a aitriz tiene instalado cn él un ci-

La residencia de Myrna l ^ y po«ee un grao jardín, en el que la «star» pasa gran parte del día


nema particular,

equipa-

do para la exhibición de cintas s o n o r a s . Dispone, además, de una gran piscina. T i e n e u n a

cancha

para poder jugar a la pelota. Y huerta, y jardín... Apenas hay

deseo

que

Joan Crawford no pueda v e r realizado dentro de su propia casa. Para la gran actriz, las horas desfilan allí lentas y gozosas, sin ({ue sean turbadas por cl afán aventurero de buscar

lejos de la casa io que en ésta se encuentre. Wallaee Beery, homiire de hogar Otro g r a n Wallace

Beery.

hogareño: P a r a el

formidable actor no hay placer comparable al d e poderse quedar e o

casa,

en la paz de los sillones cómodos, viendo cómo ei tiempo pasa perezosament e , sin sobresaltos ni in-


merosos c o m p a ñ e r o s de trabajo, a los que Una Merkel atiende con una encantadora gentileza. A la estrella le divierte mucho poder jugar con ellos una partida de pelota, o asar, en el patio de la casa, una res entera.

quietudes. Wallaee gusta de recorrer las estancias en que van quedando, mist e r i o s a m e n t e impresas, huellas de v i d a . Parece como si el tiempo fuese d a n d o personalidad y emoción a los muebles, a los rincones, a los cristales, a las cortinas, a los mil objetos q u e decoran la casa.

P a r a M a y Kobson su gran placer doméstico es sentarse en su huerta, a la sombra de un árbol, y dejar pasar el tiempo rodeada de* sus pajarillos. Plácido e inocente entretenimiento al que la gran actriz de Dama por un dia

Un sitio, sobre todo, es para Wallíice Beery el preferido del hogar: la piscina. Si no está en ella, le gusta, al menos, estar cerca de ella. Jimto a la pis-

Dorolea Wieek, la actriz de las delicadezas y de las ternuras, en un rincón de su «hall»

< — Entre pieles, damascos, espejos y esmaltes, t r a n s c u r r e en H o l l y w o o d la existencia de Mae West

Sobrio eomo su arle, Buster Kealon tiene decorado asi el «bungallow» donde reside con sus familiares

Dick Powell vive en una casa cuya exótica decoración se adivina en nuestra foto

ciña tiene

amarrado

un

bote de los que usan los esquimales, hecho de piel. L o trajo desde el Polo Á r tico el director de la expedición enviada a la tierras polares para la filmación de Skimo. Una Merkel, May Robson, Lewis Slone... ED la colonia del cine ma de H o l l y w o o d , una de las residencias más popu lares es la de la gentilisi ma estrella Una Merkel Van a visitar a ésta nu

dedica sus mejores horas en cuanto se v e libre de la l a b o r de los Estudios. Lewis Stone apenas sale de casa más que lo neceseaio. Hogar t r a n q u i l o , v i d a apacible, costumbres burguesas... L a casa es realmente confortable: una gran casa de campo, con sembrados de patatas y maíz, con vacas, con gallinas... T o d o el reverso, en fin, de la brillante v i d a cinematográfica que las multitudes imaginan a través de la pantalla.


¡Qué original y de qué buen gusto esta casa de Clenda Farrell He aquí un aspecto de ella

Claudette Coiberí íe enorgullece de poseer este jardin, que es un» de loe más bellos de Hollywood

Ketty Karlisle es, en la vida de su hogar, refinada y sobria, como es en su trabajo

Rmil Jannings, gran señor de la pantalla, vive como corresponde a su jerarquía

taria, en la q u e des-

L a e a b a ñ a de Jackie Cooper.—El rincón de Kobert Monlgomery. Kl patio áf Stuart E r win Un cutu.sia.stH de

ayuna a diario, y desde la cual puede contemplar la piscina, el campo de tenis y la sala de recreos. En -^nuel rin-

au

casa es Jackie Cooper. Pasa allí las horas más

to se v e libre de su tra-

cabana, decorada inte-

bajo en los Estudios.

rionnente con arreglo a

El patio es para los

sus propios gustos, y

artistas de cinema una

guarda en ella jtiguetes,

parte d e l hogar m u y

revólveres, construccio-

apreciada.

todo

h a hecho construir hace ¡

de los chicos.

p o c o en el s u y o una i

para R o -

Montgomery

Robert

Y o u n g , por ejemplo, se \

cuanto hace la delicia

bert

Montgomery

lee y descansa en cuan-

el patio de la casa una

También

una

Robert

h a hecho construir en

meccanoa,

-ta h a

s a b i d o rodear

intimidad encantadora,

felices de su v i d a . Se

nes,

cón, que el ai

cancha deportiva. K a -

lo

ren Morlay, también.

mejor de su casa está

Y p a r a S t u a r t Er-

en el patio. En un rincón d e él se ha hecho construir una a m o d o de habitación rudimen-

win, el excelente actor, Aqui tienen ustedes a Richard Arlen y a su esposa en la plácida intimidad de su sencillo hogar

el patio de su residencia es igualmente come


Me aqui el señorial aspecto que presenta la mansión de Karl l.udwig Díehl

En U •cncillec de 8u moblaje radica el encanto de la reaideneia de JCMIR BkMMiell en BeTerly H i l b

una

a n t e s a l a de la felici-

d e la pantalla, que v e n en la

dad. S e p a s a allí j o m a d a s

casa propia el remanso de

enteras. H a construido en él

las horas y las luchas

on c o m e d o r al aire libre,

fuera.

amplio y alegre. L a otra par-

A m b i e n t e tibio y g r a t o , li-

Home,

de

sweet home...

te del patio está dedicada a

bros,

zona de j u e g o para el hijo

recuerdos

m u e b l e s acogedores,

de Stuart Eirwin: coches di-

d e la propia v i d a . L a v i d a

minutos, ejércitos de plomo,

del cinema es, al fin y al

que

son

jirones

meccanos, bichos de trapo y

cabo, \m& v i d a de lucha—un

de cartón,

t o d o ese mundo

tenaz esfuerzo por la gloria

maravilloso de la juguetería

y por el triunfo, in logrados

i n f a n t i l . A veces, el actor,

muchas

como un chiquillo máb, pasa

del hogar es, compensadora-

a jugar con su hijo, a com-

mente, la v e n d a que cicatri-

veces—, y

la

paz

partir sus risas y sus fanta-

za muchas heridas y la paz

sías. Gran hc^areño, Stuart

que serena muchas tormen-

Elrwin está en su casa la ma-

tas.

y o r parte del día. Sólo he-

Cuando loe artistas se v e n

chos de tuiténtica importan-

en su hogar, parece que de-

c i a , quehaceres ineludibles,

jan

arrancan del hogar al

la pesadumbre inevitable d e

gran

actor. Y

fuera, en la calle, t o d a

la lucha, t o d o ese dolor que

como estas actrices y

En este n b i n e t e {ntimo refncia Carole Lombard su delicada v blonda

estoe actores, otros muchos

bollen

tantas veces desilusiona las horas de su v i d a .

l4 Katharine de Mille, retratada en el severo comedlor de la espléndida

•uuMÍón 4* MI iVutrm jfAn^

Fina, moderna y distinguida es la casa de Joan Cra«'ford, hoy mistress Tone y ex miatreai Faíritanlu



A IG B B S Los mejores H\ms de la

temporada los encuentra siempre en las panfa\\a$ de la gran Empresa S a g a r r a , que abarca un nuevo circuito de magníficos locales: Palacio de lo

Prwso, fAonumen\a\ Cinema, Salamanca, R\a\\o, ArgQñ\\9s, Ooya y Dos de

Música, Opero,

Mayo. Lo Gran Empresa Sagorro es ia Entidad or-

gvWo

del espectáculo

cinematográfico.

LA$ MEJORES SALAS é ESPECTÁCULOS LOS MEJORES PROGRAMAS


N T ^ E

L O S

l A C O S

D E L

l o a pri'sentación y ana a<1v<>rtpn<*ia

I

t II i:iii>riliii I I R L I U I K I . I ' I I fiiiicioin"> de |II>rl<To> a > u i i / ó a iiii<-p.tro i ' i i c u f i i l r o cnii lii iiitiiio rn alto...

M O N O M V -

^ T J y a sabes, lector, que entre dos buenos amigos hay uno siempre que manda, ¿verdad? Bueno; pues y o soy el otro: el que obedece siempre. ¡Pero esto se ha acabado! Estoy harto de amigos mandones, y he resuelto acmnular energías para rebelarme furiosamente contra el primer amigo napoleónico que me salga al paso. Y l o haré. ¡ V a y a si lo haré! Que el susto que me han dado no es para tnenos. H a y crisis. ¿ N o ? ¡Qué raro! ¡Ah! Perdona, lector. Si notaras alguna incoherencia, hazme el favor de dispensarla. Se m e ha puesto una cabeza tan informal que parezco un aspirante a ministro... I Ya está aqui el Rey de Reyes!... H a c e cuatro días se me presentó uno de esos Negus de la amistad; m e saludó cordialmente, físicamente. M e dibujó en la espalda una ampolla deliciosa y m e dijo: « ¡ A c o m páñame!» Y sin replicar, sumiso, con la satisfacción propia de quien ha hecho de la obediencia la más cara de sus virtudes, me coloqué a la siniestra de este Dios P a d r e , y echamos a andar. De pronto se hizo un arco, c o m o acostumbra, porque tiene la desgracia d e medir 1,92, y m e preguntó misteriosamente: —^¿Conoces a A d o l f o de la R i v a ? —Sí, sí; m e suena. — ¿ Y a P e d r o Puche? —^También m e suena — ¡ N o seas idiota, y contesta c o m o Dios manda! ¡ N a d a de si te svena o n o te suena! — ¿ P o r qué? —Porque c o m o se dedican al cine sonoro, v a a parecer un chiste. Y el trance no es para chistes. — ¡ A h ! ¿No? —¡No! Se desdobló mi amigo, irg\iiendo con altivez sus ciento noventa y dos centímetros, y me dijo soleitmemente: —^¡Sígueme, animal! L'n guardia urlrano en funciones de portero Acabábamos de llegar a los Estudios T r i lla L a R i v a L a cosa iba tomando mal cariz. Un guardia urbano en funciones de portero avanzó a nuestro encuentro con la mano en alto. A l fondo, una luz roja cerraba el paso a la circulación. Desapareció la luz; pero no el guardia, que continuaba imponente. M i amig o le brindó ima sonrisa; pero no logró conmoverle; le ofreció un cigarro, y , nada, no fumaba. Y o me alegrada en mi fuero interno; no tenía ganas de entrar. A l g o m u y g r a v e debía ocurrir allí cuando de tanta autoridad se revestía un solo guardia. ¿Qué era? De improviso, mi amigo se enarcó, le metió los hocicos en una oreja y le habló, al propio tiemp o que le guiñaba un ojo, aludiéndome Me miró el guardia con impertinente conmiseración, y dejó v í a libre, cerrando con llave tan pronto hubimos traspasado las puertas de hierro. M e sobrecogí. U n terror insuperable rae hizo temblar de pies a c a b e z a Mi amig ó t e quiso tranquilizarme diciéndome: —^No te alarmes; le he dicho que tú eras también otro... monomaniaco... del «doble»... — ¡ A h ! ¿Pero aquí...? — ¡ S í , hombre! ¿ N o l o sabías? A q u í entró

D O B L A J E

huv.1 ticmpr la locura del sincronismu. ¡ t i tán de remate! Pero no te asustes: son inofensivos y hasta admirables. Abstraídos en la manía propia, prescinden de las manías de los demás. Sólo se sulfuran cuando oyen una voz brillante y no pueden arrancarla; entonces, sí; entonces son peligrosos. P e r o tú calhi; sé discreto; no hables. Y , sobre todo, no contradigas a nadie, ¿eh? A nadie. Sentí que el corazón se m e subía a la garganta, que alguien m e hacía un nudo en la nuez. Quiso huir, gritar... ¡Imposible! El miedo me había petrificado. Manías y monomaniacos Seguí a mi amigóte como un autómata. F l susto fué resolviéndose en un hondo sentimiento de dolor, ante las pintorescas calamidades que surgían a mi paso. A q u í , un hombre alto, d e calva venerable y complexión atlética, tiene la infantil manía de trazar mapas. N o hay película a la que no dedique su mapa correspondiente. Es una sinopsis meticulosa de los intérpretes originales, actores dobles, escenas en que intervienen; músicas, efectos sonoros... Si hay un estornudo, un grito, un bostezo... Y lo hace con tal seriedad, que cuesta creer en la chifladura d e este hombre. ( P e r o no se fíen. Está para que lo aten. A mí .se rae heló la sangre viéndole morder im cigarro.) Más allá, nn j o v e n de aspect o nomiaj, lleno, al paret-er, de v i d a , se entretiene cortando películas; goza haciéndolas trizas. L l e v a destrozados más de dos millones d e metros de celuloide. Pero tienen que dejarle, porque no euelta las tijeras ni a tiros. Cerca de él, y , sin duda, por ese espíritu de contradicción, tan femenino, sorprendemos a una linda señorita atormentada por la manía contraria: la de unir. T o d o lo que aquél destroza, lo une ésta, pegándolo araorosa-

^


1

H A Ci: F A L T A O C O F O R M A L -

ém

mente. E.« la obse.«i6n qne ha barrenado HU <erebro: unü', unir .siempre unirlo t o d o , l ' n a oración, lector: Pidamos a D i o » que veamos tm día, ¡un solo día!, a todas la.'í mujere* de la tierra atacadas de esa santa locura. Cruza un actor, repitiendo obstinadamente: «Llamadla madre, llamadla madre, llamadla madre.» Y desaparece a grandes zancadas, sin s(dtar la cantilena. A este pobre actor lo perturbó su soberbia. T u v o ima época feliz en su v i d a artística, y se presentó en el Estudio, afirmando con arrogancia que seria el priiñer actor doble de España. L e confiaron esa fra<5e, y , en efe«;to, no hubo ensay o en que no dijera con precesión y emotividad conmovedora «¡Llamadla madre!» P e r o en el momento del regi.stro, no se sabe por qué diabólica jugaireta del subconsciente, cambió el parentesco y exclamó con énfasis: «¡Lhunadla tía!» Y desde entonces que anda así... hace tre-i años. N o ha hecho nada más, naturalmente. A mí no me llega la camisa al cuerpo. L a s minia.') de estos hombres acabarán por sacarme de tino. Por si algo me faltaba, una máquina estrambótica rompe a hablar con estréj)ito. N o s asomamos y descubrimos al propio L a R i v a abrazado a la máquina y meciéndola, como quien mece a un niño. «Eis que es hija suya», me dice muy serio mi entrañable amigóte. «¿La máquina?» «Sí, hombre; la máquina.» Por lo visto, hasta mi amigóte ha perdido la cabeza. I.,uego continúa: « E s t a máquina se llama «Sincrofonogram», y tiene también su manía: la de .sincronizar el sonido con respecto a la imagen, lo que hace prodigiosa y rapidísiraamente. En los demás Estudios de doblaje utilizan para este objeto las llamadas «movióla*», que tienen el inconveniente de que la proyección de la imagen es bastante, reducida, y resulta poco menos que impo-

ilencí Je/arh/fó/eifnr'. '•• \ te ic/11.11 c p í a icli vy/il Ini j : i r i / i I h i f I I f Icrwircí

aleüci f decnzirlapierr¿«i)»afi(elcifdi

sible precisar el Uíovimieuto de labio.-. .\demás, el .sonido queda ahogado por el fuerte ruido de sus mecanismos, producido encima del que opera en ellas, y no puede percibirse la frase con la claridad y precisión que exige im buen doblaje. A q u í , en cambio, aunque la copia de imagen v a impresa en ima película y el sonido en o t i a — c o m o generalmente se hace en las « m o v i ó l a s » — , la diferencia estriba en que las dos películas pasan en «.«infín» por sus complicados mecFnismos—cosa imposible en aquellas mesas-—, lo q i ' e permite una proyección nonnal, y con ella, una precisión y una rapidez iasuperables. Como, poi f>tra parte, el técnico que sincroniza tiene el mando de la máquina enclavado en la sala de proyección, percibe con perfecta claridad hasta los más débiles efe<^;tos sonoros, yxn cuanto no pueíle llegar ha.sta él, atormentándole, el ruido de los mecanismos». Y luego, enarcándose como acostiunbra, m e dice confidencialmente: « ¡ Y es que la manía de este hombre es hacer dobles científicos, y lo asombroso es que lo ha logrado! Y , ¿no sabes? ¡Se acuesta con la máquina!» Damos irnos pasos y metemos las narice> por una puerta. R o d e a d o de libretos, hallamos a P e d r o Pii(;he trabajando afanosamente. L a manía de éste parece diametralment»opuesta, y . no obstante, viene a ser un complemento de la de L a R i v a . Puche quiere dobles humanos, hondamente humanos. Se le ha m e t i d o en la cabeza que la imagen de la pelicula es im alumno t o q i e , al que sólo a fuerza de paciencia puede hacérsele aprender el nuevo idioma, y asi lo hace, enseñándoselí > .sílaba por sílaba. T a n abstraído está, que no advierte nuestra presencia. Mi amigóte If pregunta: «¿Qué me dice usted del asunto Strauss?» Y sin levantar la cabeza. Puche contesta con la m a y o r naturalidad del mundo: «Que si queremos que nuestros públicos se enteren, no tendrán ustedes más remedio que doblarlo.» X o puedo contenerme, y suelt o upa carcajada. ¡Nunca lo hiciera! Como por arte de encantamiento. L a R i v a y Pucln dan un salto y se colocan a mi lado. Se han enamorado de mi v o z , y el terror que me entra no es para dicho.Estos locos son capaces de arrancármela, <.'omo si se tratara de un tubo d e risa cualquiera. «¡Es una v o z brillante!» « ¡ R e d o n d a ! » «¡Corpórea!» «¡Casi tangible!» Echo a correr, despavorido. U n a puerta in sale al paso con un imperativo « ¡ S I L E N C K J ! » . Lejos truena una v o z : « ¡ A t e n c i ó n ! ¡Vamos a registrar!» Instintivamente, me llevo las manos arriba, más a n i b a de la cabeza. ¡ Y a no s¿! dónde la tengo! Y corro y corro, ¡huyendo como un gamo! ¡Es el colmo de la chifladura! ¡Miren usteíies que llegar a creer (pie hay v o ces redondas, corpóreas, casi tangibles...! x\qu{ haee falla un loeo formal Burla burlando, he visto algo que no ¡lude sospe(;har. Y es que estos monomaniacos del doblaje haf;en en conjunto una labor de maravilla, única. Y el loco formal que nos hace falta es ese político de autoridad que se decida de una v e z a prestar a esta nueva industria la atención que merece, obligando, como se hace ya hasta casi en Abisinia, a que toda pelicula extranjera que entre en í*spaña se doble en España y por elementos españoles. ¡ A h ! ¡Pero el susto no hay (]uien m e lo quite! Y el día que v u e l v a a t m p e z a r con un amigo napoleónico... v a a ver un s ^ u n d o Waterloo. VÍCTOR DEL V I L L A R

I I |>ro|>¡o I.a Itivii r « l ú a l i r i i / i x l o na ) niecit-iiilDlH <• oiii ii >|iiii-ii nini»...

a la iiiii<|iiiini-i'<- a un



NDÜSTRIAS

f^ustrias Cinematográficas Españolas, S. A. ha Inaugurado sus magníficos

Estudios d e C h o m a r l í n , que por sus instalaciones y asistencia técnica lo ponen a l a vanguardia de los Esfudios nacionoies. Sociedad neta y exclusivamente española, los JUUmMo9 ChamarHn están montados y equipados o la altura de los más famosos del Extran'\wo. En el Consejo de Administracián y Direccián figuran, como Prestdenie, don José de Ormocheo; Consejero-delegado, don Tomás de Bordegoray, y Director-gerente, don Bernardo de la Torre. En el grupo técnico aporecen figuras ton conocidas como don AA. R. Cosson, Ingeniero-jefe; don AA. J . AAondoliot, Jefe de AAontaje, y don Fernando G . de Toledo, Ayudante de produc' cián. Bsia gran entidad cinematográfico espoHo\a, ol iniciar su actíyidades, se propone producir de uno manera regular películas nocionoles, y ofrecer su magnífico organización a todot aquettot planes y proyectos que merez- can opoyo y colaboración.


M r c n o ae ha escrito alrededor de la girl. Se ha comentado de la manera más diversa su rostro en serie y su cuerpo escultural, logrado bajo el molde de la medida y el peso. L a girl nació c o n la pantalla sonora. Su taconeo trepidante, el zig-zag de sus piernas, su sonrisa standard Uegf al público con las primeras musicales de la Metro y de la F o x , cuyos nombres Fox Movietone y Broadxcay Me- ^ lody, son aún de grato recuerdo para el público. L a girl se convirtió, por obra y gracia de la cólula fotoelóctrica, en el primer plano femenino internacional. Y los animadores Lubitsch, Mark Sandrik y otros especializaron en buscar el ángulo a esas piernas femeninas con tanto entusiasmo como si se tratara de una .•^ escena de alta escuela en la visión. ^S'f^. L a girl fué durante unos meses la imagen úni<'a de H o llywood; la creación de las girls se llevó a cabo de una manera puramente mecánica. T o d a muchacha bonita, j o v e n , bien formada, de los quince a los veintidós años, que .sujíiera bailar y que tuviera el cuerjjo esbelto a la medida deseada, quedaba ccmvertida en muchacha del conjimto. L a s F'ollies del malogrado ^iegfield» comenzaron a acusar bajas. Sus girls, i-econocidas tradicionalmente como las muchachas más hennosas del mundo, al concebir la e><peranza de debutar en el cinema, desertaban de las filas escénicas para trasladarse, formando legión, hacia los Estudios americanos. La girl desnuda era la síntesis de la belleza, la manifestación de la feminidad, que llegaba en pleno 1980 como una revelación nueva en la mi'ier. Entre las filas de las girls desnudas surgieron estrellas <le gran importancia: Ginger Rogers, .loan Blondell, íílenda Farrell, R u b y Keeler. Hasta las piernas de Marlene Dietrich, el luminar más refulgente de la Paramount, aparecían en el lienzo enfocadas como la^piernas de una muchacha cualquiera del conjvmto. L a girl desnuda era, además, la portada obligada de cualquier magazine o revista del mundo entero. Rs de«ir. desnuda, no. Pecaminosamente ataviada. C o n el traje de baño sintetizado a la mínima expresión y la sonrisa ancha, ima soiu-isa que podríamos llamar anunciadora del dentífrica a la moda.

i^l^

XÍKj /^2Í^

Y la juventud fragante de la girl americana se quemó bajo los focos del Estudio, como antes se quemaba ante la refulgente luz de las candilejas. Piernas, torsos, cinturas, caderas armoniosas, b r a z o s torneados en y u x t a p o s i c i ó n loca, eran la pesadilla n e i s t a. fíiris y más

girls e n e1 fondo, en la forma, en ^ el tema, en el r o m a n c e , en la Historia, P e r o siempre desnuda, como una estatua moderna, pagana; siempre desnuda, c o n un esteticismo hecho de ginrmasia y de régimen vitaminoide.N o el cuerpo s o b e r b i o d e l a diosa, sino el cuerpo breve de mujercita al dia. L a s musicales r e v o l u c i o n a r o n I b i l l y w o o d . A la v e z que estas mismas musicales himfUan estrellas de un valor ( p i e más t a r d e ha resui^ido. Aunque de m o m e n t o desaparecieran bajo el aparato enlíMiuecedor d<

H a y que vestir a la girl, hay que luloniar y lograr el conjuní» estético mediante planos de ima muchacha vestida en traje d soirée, ima muchacha que se repite hasta lo inverosímil con el traje idéntico, ante un piano, ante una colunma, fren^ t e a unos espejos en prisma, para q u e su a.spe<to sea entonces una cuestión puramente de v i ^flj .•cualidad. Efeí'tos del cinema bajo la ola moralizadora, que algunos productores tienen el acierto de alterar, dando a hi girl matices , de c o m e d i a musical, d e revista, de opr^ reta

' iertaníente; pero pensando siempre en ese traje absurdo que ha de cubrir sus encantos, su maravilloso desnudo, que juzga el moralista yanqui es el má.s g r a v e peinado de tentación, hasta en aquellos momentos en que \a,girl, tomada en panorámicas lejanas, era sólo un arabesco del parquet o una figura geométrica que se alteraba tan sólo a compás de la belleza misma. ¿Dónde está aquella girl de las musicales, graciosa y chispeante, j o v e n y bonita, cince"Í^Sfck. P*"^ ®' o b j e t i v o en sus curvas iiusigjpv nuantes? ¿Está bajo el pijama, bajo el vestido de soirée? \ ¿ E s t o s movimientos pesados \ l e b o y son los mismos de ayer, cuando la vibración trepidanL te de su desnudo les facil i t á b a l a más deliciosa agilidad? ^ ^ ^ ^ ^ T e n e m o s q u e acos^ ^ ^ ^ ^ ^ t u m b r a m o s a verla ^ ^ ^ ^ H ^ ^ de esta forma; en^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ espe-

^^^^^^^^H|[j^

rar r e ac-

(• ion de

las pioductoras en im s e n t i d o fav o r a b l e , (pie -in i)erder la girl tendencia moral uupuesta, ¡nieda m o verse bajo la dirección e un Mark Sandrick, sin )crder ese ágil nervosisnn' leí jazz. E n aigunas obras cinematográficas, las más recientes que nos han llegado d e América, omos tenido oportunidad de \ i r a la girl del conjunto b a i o uu aspecto cjue podríamos ll.imar retrosjwctivista. El baile clásico, pleno de p(»ético encanto y dulzón, ha sido xlaptado por los animadores; itmtratan bailarinas y Siexige a la pobre muchachiti

r

^ ^ ^ ^ ^ ^ ^^^T ''«^r

en ja7Z. Las voces de las girls no eran cantarínas; era una v o z de registro g r a v e , una fonogenia profunda, que llegaba a nosotros a través del micrófono, surgiendo de una boca jugosa y fresca, sobre un cuer|M» nervioso, torneado a la mínima expresión; siempri desnudo. Y cuando el año 1935 asomaba su inquieta atmósfera en las agonías del 1984, la ola moralizadora americana hunde a esa girl desnuda por considerarla pecaminosa e inmoral. Hunde, además, el tema de los prohibidos, de los gangsters, en una acertada reacción de sensibilidad educativa. Prodiga su censura ante todo lo que no v a encaminado al m á x i m o equilibrio del espectador; pero arrastra en su razzia moralista la figura dinámica y alegre de la girl, intranscendentemente despojada de ataVUI

Í"^'*'"> \,r:vÁA el ,iet,er de tacimear con alguna soltura y desparpajo, que .><e)ia ^¡^^^¡(^ bailar c o n escuela y estilo. Este es el aspecto de la girl bajo la ola de moralidad. V n a ^ mujercita más en el absurdo uKmtón de muchachitas q u e ^ ^ ^ ^ leambulan por el séptimo arte, u o un elemento necesario, n o una mujer ultramoderna, no una figura indis jiensable, como ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ era aquella desnu^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B d a , sana, fuerte. in<»lvidable, que contribuyó desdo el anónimo a la creación d e tantas obras maestras. Sin embargo, c o m o t o d o vuelve, y c o m o los olvidos de hoy serán m(>daa de mañana, y c o m o las modas actuales serán, máti tarde, o l v i d o , es de esperar que esa labor de las girls v u e l v a a sonreír en las peliculas con todo aquel encanto travieso y amable que en tantas creaciones cinematográficas fué factor decisivo del triunfo. CKCILIA A . M A N T T

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V


DIRECCIÓN á PRINCIPALES INTHPRLTLS:

PARIÓ UERTOGS

RQSAilO

«MARlAi/ef pilarUBROfl* VICTOR

MICUEL MERAS •MAPY CORTÍS • JOAQUÍN VAgE • CON' SUELO C0MPANy*PACO HERNÁNDEZ • JÍAN BARAJA JOSÉ RUEDA nbsidfíMimm CASTELLÓN ^ EU* OENIA 6RACIANiC^a/z¿) CENTRO : 'CASTILLA EILIMS" Av. E. SATO. 29. MADRI0 CATAlüÑA.AeACONyRAlEARES:ill.dbMIGUEL. CONSEJOd^ClíNT0,292JARCEL0NA. levante: ROGELIO RERTRAN. GRAN VIA NIARaUES (¿e^ TURIA.27.VALENCIA ANDALUCÍA: J.NI.ORTIZ. JULIO CESAR,3y5. SEVILLA n o r t e : MIGUEL NIEZQOIRII. E R CILLA, 3 . RILBAO.


BELLdN


ar-tistér

Q 'a

cmocf¿n 'c icxicrnura.

1

I N A Y e g r o s posee un gran caudal emo_j t i v o y una exquisita sensibilidad, siempre en acecho para captar el momento dramático. Si la ternura es uno de los más bellos atributos de la feminidad, esta notal)le artista cinematográfica está dotada de esa fuerza espiritual que se apodera de las cosas para quitarles sus aristas cortantes e incoi-porarlas al ensueño. L i n a Y ^ r o s es en nuestra pantalla la gesticulación sobria, la emoción de calidad humana, la lágrima que se desprende de sus ojos claros y melancólicos y que es la mensajera de un estado emocional rico y profundo. El cine nos da los bellos panoramas geográficos y las profundas perspectivas pasionales. Y el arti.sta plasma en imágenes las criaturas imaginativas hechas con retazos d e i d a b r a s y con esfuerzos intelectuales. Y L i n a la incorporado a su historial artístico unas bellas figuras cinematográficas que le han dado fama y ptjpularidad. Y aqui surge el problema de siempre. El público, al aplaudir en el cine a i m a estrella en determinados papeles, le e x i g e una fidelidad—que es muchas veces servidumbre—a ciertos «protagonistas». L a artista que quiere ser variada y multiforme en sus trabajos busca lo diverso y vario; pero la multitud, que es siempre rutinaria, quiere lo uniforme y trillado, como si al darle al artista la popularidad y el é x i t o quisiera escii.N'izari" ¡i sn oppriftut. De aqui r¡no « o ' léxico artístico la palabra «ciisilleio», de tan plebeyo si*;nificado industrial. " \ o rar guia en mi trabajo más que una prro.-upaeión artística" P a r a haí;er este reportaje con Lina Y e g r o s , el j>eriodist a ha bu.scado a la magnífica intérprete de Sor Anyelxmeu elcanjpo, teniendo como

lo la Sierra, envuelta en la perspeclacrimosa del otoño. Porque L i n a el campo con verdadera pasión, y hace c o m o esos escritores que «dibu» en las cuartillas los arreboles del ímecer en la montaña y se levantan la cama a las cinco de la tarde. Lina, itimental y romántica, quisiera v i v i r un alcor, donde hay un puñado de 'illos aislados, de esos que no quieformar parte del bosque, porque lo forestal existe lo individual y lo gregario. A la intérrete de El secreto de Ana 'aria le gusta correr por Sierra detrás de un pei t o retozón—mitad pey m i t a d lobo—; es de, que el animal es a v e amigo y a veces ene:o del hombre. Y tamL i n a ama estos atareres otoñales, cuando últimas hojas guardan sus anchos pedículos m o manos a b i e r t a s r e g a l o húmedo de los "os. —¿Siente u s t e d prediión en el trabajo cinei t c ^ á f i c o por una clase tipos? — ¡ N o , no!—me resjjoncon rapidez—. Y o proiro interpretar los persoa j e s cinematográficos ando sólo en ellos su lor artístico y adaptánme a la psicología del itagonista Y o he hecho irotagonista de Sor AnLa bien pagada, El de Ana Maria y El •vo Mandamiento. Por p í o , al hacer L a bien , y o no m e he fijaen que el m a t i z del perlaje era descarnado o seo, ni en que el tipo a agrio o repelente. En película h a b í a que i z M una labor de actriz, y y o trabajé por har.tflíV'pTntJIrtíid -tumbrn. Qnería. eso si. que el público me juzgara en un papi ¡ n i mto al de ¡Sor Angélica, pues a m j no me guía en mi trabajo ninguna otra preocupación más que la artística, pues creo que todo lo que sea salirse de ese camino de fidelidad a nuestro arte es envile<-erlo. I'or quf Lina Yegros se lleva unos disgustos tremendos —^¿Qué es lo que más le gusta interpretar: lo frivolo o U» dramático?


— Y o rae j u z g o implacablemente. Q u i z ¿ I I « ! o el secreto del arte esté en marcamos nn punto de llegada inaccesible. Y ahora hablamos de Sor Angélica, la película de é x i t o extraordinario, que ha permanecido en el T e a t r o A v e n i d a , de Buenos Aires, cinco semanas, y que ha recorrido los cines españoles con un triunfo enorme. P r o n t o se estrenará en Madrid otra película, Kl secreto de Ana Maria, c u y a protagonista es L i n a negros. Y L i n a hace un elogio de las dotes personales del señor Huguet, de Selecciones Capitolio; pero el periodista la ataja diciéndole: —^Tenemos que acabar el reportaje, porque una artista romántica, y v e o que la charla deriva por un camino «publicitario». R.

— Lo sentimental y lo dramático. « N o i)uedo» con las niñas ingenuas ni frivolas. M e gustan los tipos de raigambre fuertemente dramática, de fibra humana, cargados de cmm;i6n y de ternura. ¿Qué intimidad tendremos con un t ipo de cartón, ajeno a nuestra sensibilidad? H a y quej)oner el alma en las cosas, sin emplear r t H u r s o s de mala ley fiara suscitar la emoción en el público. Con un diálogo de substancia humaiui, lloro enseguida, ])ues creo que no «pue<le hacer llorar a los demá.s el que tiene los ojos enjutos». Y i-rea usted—añade Lina que me llevo irnos disgustos tremendos, porque al incorporar mi scnsibilidaíl a la pena del personaje, ya «formo parte de la familia». D e acpií que el diálogo sea un camino abierto \>or el aut<jr a m i . !iH)cramento. Y es que soy en mi v i d a c«mM) en la píuitalla. V.Que<ía usted satisfwha de su trabajo?

•i'


EL

EnCAPTO

DE

UHA m U J E R

reside

principalmente

en el rostro. Y no

hay

roslro encantador si nc está

libre

de

pecas,

manchas, huellas d e vi­ ruela,

ele.

Para

con­

seguirlo, use la famosa

O S A D O ,

CONCíSiONARIOS PARA LA

EXCLUSIVAS SIMtr mGÓN249Jel.7259?.gARaiONA

M O R E N O ,

BRONCEADO

Y

O C R E


JÍel cinema Toda la brava expresión, todo el ímpetu apasionado de Joan Crawford, viven en esta magnífica interpretaeión que el arte moderno X ágil de Ramón Peinador ha hecho de la creadora de Alma de bailarína.


Un cutis perfecto Y al alcance de lodas las fortunas.

Y al acostarse y al levaniarse, repiliéndolo al­ guna voz durante el dia, antes de salir a la ca­ lle, es conveniente frotarse oon ella la cara, manos, cuello y brazos, hasta que desaparez­ ca por los poros de la piel. Deja el cutis juve­ nil, sin brillo y de un aspecto sano y fuerte.

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' O D A la v i d a española está en período c o n s t i t u y e n t e hace más de un siglo. I>a gran tarea nacional es alzai y derribar andamios sin comenzar la obra. Hemos olvidado el fondo en fuerza de discutir

nema no halló paso en las columnas de los periódicos sino por el camino de la aídministraoión, es lógico que desconfíen de tantos como hoy quieren acomodarse en el carro triunfal, y no en la trasera, precilíi Rstnictura. samente. P e r o el coto \ o podía suceder do cerrado asfixiaría al ci. ii ra suerte en cinematonema, y quienes deseen grafía, y a.sí perdimos lo su progreso deben dar que v a do centuria tejiengozosos la bienvenida a do y destejiendo en una todos los valores positilabor contratlictoria, más vos sin implantar el réineficaz que la pasividad gimen de cuarentena. misma, por la «lesalentaA 1 constituirse 1 a da influencia del fracaso. C. E . A . , con un selecto A n t e este infnictuoso grupo de autores por afán de los Penélopes del base, concebimos la escine, la critica periodístiperanza de que se infilca adoptó también dos traría en el cine una coactitudes contrapuestas rriente intele(!tual; pero que se neutralizaban: la el cer(;ado siguió casi herde quienes con finalidad mético, a p r e t e x t o del de ayuda y de estimulo stipuesto de que los drahallábamos todo elogiamaturgos y los novelisble y la de aquellos qup tas no son aptos para con pro|)ósito de depurahacer obras de cine, sin ción encontraban <;ensu.perjuicio de q u e lleverable todo. mos c a m i n o d e filmar Si unos procedíamos todo el archivo de la Socomo el ciego de Tolstoi, ciedad de Autores teaque al percibir nn tenue trales y todas las noverayo de luz exclamaba las de la Biblioteca N a ilusionado: «¡El sol! ¡El cional. sol!», los otros imitaban E n t r e el c r i t e r i o (ie al infatigable trabajador Bemard Shaw, sf^ón el que el mismo novelista cual en la pantalla no nos presenta afanado en hay de o b r a artística sacar tierra para llenar más que los rótulos, y hoyos, sin advertir que el criterio (pie excluye a para cubrir el anterior los literatos del nuevo abre el siguiente. arte, hay un justo me\ todos, al cabo, nos dio, que es la ponderam o v í a el mismo deseo: la ción y la armonía entre creación del cine naciola idea y su realización, nal, y hoy, a punto de y dentro de ésta, entre cerrar el periodo constiia palabra y la imagen. tuyente y comenzar el Mientras el tiempo, el constructivo, aunque poestudio y la experiencia dría hacerse el balance creen un núcleo de autode la eficacia de cada res dirííctamente en(!auconducta, como no hezadoH hacia el cine por mos de disputamos ni la especial vocación, en EsKl ihieilrc p4>ri<NtÍ!)ta don Arturo Pírez Camarero, rttíorzado e inleiif^entr paladín de la «-inpniatograna rn l^apaña y autor de este interesante artículo rtícompensa de la satis(DISUIO DK A. RUSNO) ; paña, como ha sucedido facción del acierto, basta e n Norteamérica, s e r lo dicho para hablar dol pasado, y v a m o s a lo ticar las obras realizadas, sino que es un imdramaturgo o novelista no es título de incomque importa: considerar el futuro. perativo primordial orientar y encauzar tenpatibilidad para htcer cine, sino, por el conSin poner paño al pulpito, advertimos que dencias, tanto más lo será en el arte del cine trario, un título preferente. i> ahora cuando la Prensa adquiere ct>n rt*cuanto que se trata de una príxluoción naL u z , más luz, necesita el eine e>spañol, si pecto al cine su m á x i m a responsabilidad, y ciente, de cuyo proceso inicial depende su su flore<'imiento a d u a l no ha de ser fugaz cuando su misión se hace delicada y difícil. por\'enir. Quienes se sienten, pluma en listre, llamarada. P a r a la propaganda de una cansa basta la a esperar el paso de la obra ajena, es que tieSi el auge de la pitducción no^ ¡ifiniiic ^ufe en ella, y son útiles hasta los sistemáticanen vocación de reventadores. poner que nuestro cinema ha pasado, al fin, mente destructores, porque a v i v a n el ardor Un excelente periodista q u e p a s ó fugazdel periodo constituyente al constiuctivo, es de quienes la defienden. Mas al tener que conmente por el cinema, porque le faltó constanesencial deber el demostrar hasta llegar al vertir el deseo en obra se ad(pii(;re la conscia o le sobraron desengaños, Martínez de la general convencimiento que en adelante no ciencia do (pie ésta reípiiere algo más que la K i v a , nos dejó escrito al frente de su libro, j)uede ser y a labor de un g m p o , por capacitafe y el entusiasmo: la competencia y el acierto como un lema, la frase de Ooethe: « L u z , más do que éste sea, y que la misión de orientarla Muy s(K^orrido es el simliolo de la nave, luz», para advertir que el problema del cine no debe seguir encomendada (¡asi exclusivapero nun(ía más adecuado que aliora, y a que es un problema de luz. mente por una veintena de periodistas, por del ('inema [>uede decirse lo que D ' A n n u n z i o nuiy honrosa que sea nuestra veteranía. Pues bien: y a dÍ8p<men nuestros Estudios del lüecira do Marconi, (jue es «la n a v e que de torrentes de luz física, y nuestras organizaDe hoy en más el cine ha de ser obra na~ n a « e g a en (»1 milagro». H e m o s ensamblado la ciones cinematográficas cuentan, empleando cional, y a todos alcanza el deber de llevar a él cu.idenia del cine y es el instante de pensar un modismo madrileño, con «la luz», que antes no sólo la imagen, sino también ol alma de en su arboladura y en su rumbo, y ann, si se llamaba «el pequeño detalle». Mas con esto PvSpaña. vivieise Hanivet, buscaría el alma na(;ional no basta; es neí-esaria la luz espiritual, sin la Y ante todos nuestros deberes pcuer el del para embarcarla en él. cual no se conseguirán sino imágenes muertas. sentimiento de responsabilidad, p o i q u e si N o se imagine (pie esta futura y decisiva El desdén que los es(>rit()res sintieron en grande es la de quienes han de recorrer el omprasa es deber exclusivo de loa profesionageneral hacia el cine, y el fraca.so de algunas camino, m a y o r es ia de quienes le trazan. les del cinema. F*sto sería cómoda limitación improvisaciones, justificaban la prevención de Escrito está: « A l principio fué la idea. Y la de la misión periodística. Si aun tratándose los pr<jfesionales contra su entrada en los Es¡dea es la que crea.» de un arte maduro y de raigambre clásica tudios, y dentro de la Prensa, enantes reiio puede la Prensa reducir su función a cricuerden que, salvo raras excepciones, el ciAKTVKO PEKE7 CAMAKEKÜ


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