Revista Cinegramas Nº. 29

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REVISTA SEMANAL D I R E C T O R : A . V A L E R O DE B E R N A B É Año l l . - N ú m . 2 9 . - M a d r l d , 31 de Marzo de 1935

ofe deben remar cficiaimcntc efugrafer ele cueintas fi€fícii£¿L^ {kguoh a [sfiaña.

S

oBUE la gran plataforraa del cinema surgen periódicamente temas que van convirtiéndose y a en tópicos que un dia y otro ruedan y ruedan por conversaciones y columnas de diario. Lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, las orientaciones que nuestra pantalla debe seguir, la forma en que el capital ha de hacer sus aportaciones a nuestra industria naciente y esperanzada. Uno de esos temas frecuentemente asomados al comentario popular es el de la acción que cl Estado puede y debe ejercer sobre el cinema. Vivimos la hora del intervencionismo estatal, y es lógico que sobre el film se proyecte también esa influencia. Entre nosotros, frecuentemente.

Antonio Portago, protagonista, con l.ina Yegro»,''de «La bien pagada», peh'rula editada por la Cea, bajo la dirección de Kusebio Fernández Ardavín, cuyo montaje ha terminado en oslo» dias

se ha reclamado desde la Prensa la ayuda del Estado para la creación de una producción nacional. No es necesario recordar, en este sentido, el índice de conclusiooes a que se llegó, por ejemplo, en el Congreso de Cinematografía aquí celebrado. ¿Cómo puede el Estado ejen^er c acción .sobre nuestro cinema? ¿Hasta dónde debe llegar esa tutela y cómo debe ser organizada? He aquí uo tema de extraordinaria complejidad, que no puede ser tratado v igamente, frivolamente. Quizá están todos conformes én que la producción española necesitaría la ayuda del Estado. Pero quiztl también las di.screpancias comenzaran en cuanto se trata.se de matizar esa ayuda, de organizaría, de darle forma. Y hay algo, sin embargo, relaciona/^lo con esa acción oficial, en lo que todos estaríamos de acuerdo, sin Irene López Ileredia, la exquiíiita actriz, ha querido sumar MU nombre presligio.so de artista eminente a la pantalla nacional, en la que debuta inirrpretanlo el principal «róle^ femenino de «Doce hombres y una mujer», película dirigida por Fernando Delgado, que presenta .\tlantic mañana lunes en Kialto


so para el Hachillcrato e<iuivalcii al suspenso. Kecienti.mente, también, en Vueh noclumu s o hablaba de «emergencias*, y en La huella digital s e citaba a un «caballericesoí... Y esto, naturalmente, no puede ni debe" ser. Cae de lleno dentro de lo que se debe vigilary evitar oficialmente, ya quo otros s e c t o r e s puramente profesionales parecen despreocupados d e ello. Puesto q u e en este sentido d e corrección l i t e r a r i a y gramatical n o inspiran garantía las cintas q u e a nosotros llegan, h a y que hacerlas p a s a r oficialmente por una censura de ese géoero. En España debemos leer un lenguaje que esté escnto con un mímmum d e discreción. F>atricio miró a una estrella», produrrión Ballesteros-Tona Film, dirigida por Luis Sáenz de ileredia (.'•lia i,arR'>a ¿Cómo lograr esto en el cinema? Como sea, vacilación y sin iliscordiii: ln necesidad de que matical y lógica, absurdos, tonterías... Toda la actuando cerca de quien sea. El Estado, por meoficialnuMite se revisen los titulos de cuantos gama de la incapiu^idad verbal se da en el lendio de sus organismos correspondientes, puede guaje literario—jm-tuez le »iot -<le las películas. fdms licúan u Kspaña. lis verdiidcrauíente laejercer perfectamente esta acción, que se apoya ¿Quién no se ha indignado ante una de esas exnientaMe. sin atenuantes, lo que en ese asj>ecto en razones legítimas. Tenemos un director de Bepresiones lamentables, que aloman lo ini^mo ea viene ocurriendo con la rotulación de las películas llas Artes iiteligentc, lleno de fervor hacia cuanlos noticiarios que en los films de grandes vuelos, que desde los distintos países llegan a nosotros. to signifique beneficio para las acfiv'dades esi-ien las cintas breves que eo las de ambición? Si no justificable, seria, por lo menos, explicar'tuaíes españolas. Sería interesante conocer su Podríím recordarse muchos ejemploa. He aquí ble este heclio si se tratase de films firocedentos opinión sobre este tema, tan directamente enlau n o , supremamente expresivo: en un cinede industrias ruilinientanas. Pero esos films zado con nuestro lenguaje. Don Eduardo Chichamatógrafo del corazón de Madrid—sala lujosa, proceden de un arte en magnífica madurez, de rro posee una fina sensibilidad estética y, por programas excelentes—¿e leía en una escena de producciones en plenitud. Y contrasta fuerteeso, como es lógico, ha de sentirse herido ante 11 No^es moscoñtns un ha del verl)o haber; pero esmente esta perfección de las películas proj'cctalluvia de barbarismos, extranjerismos e incori > crito sin h. Nada menos que en Madrid, y en daí con la deficiencia literaria y gramatical de ciones que vienen cayendo sobre nuestro ciplena Gran Vía, y en un local suntuoso, miles de las palabras que acompañan a la acción. n e m a . — A N T O N I O VALERO DE espectadores han podido leer a diario, durante Mientras el teatro marcha cuesta abajo, todo, BEKNAHE unos cuantos días, una de las más estuiiendas e por el contrario, es en el cinema alegría y belleindisculpables faltas ortográficas. 1-na de za. Salas de lujo y de buen gusto, propaganda esas faltas que en un exarealizada magníficamente, cint.is que son, por men de iu<.3"esu vanedüd y por su calidad, expresiones admirables de un arte que vive sus horas mejores. Y quebrando este ritmo brillante en las pantallas españolas —con las lógicas excepciones —, aquel estilo de redacción pobre, vulgar, que debería ser recusado rotundamente. No es que los rótulos cinematográficos d e b a n ser arquetipos literarios. Ni conviene que lo seaü. Les basta con la sencillez, con la corrección. Si además de esta virtud de sobriedad se acierta a darles \nvac'dad, expresión, animación, colorido, mejor que mejor. Pero si esto puede venir por añadidura, lo otro, la corrección, es fundamental. Y no debería osr autorizada la proyección de películas cuyos rótulos _v cuyos diálogos fuesen esos atentados al castellano, y hasta al sentido común, que son frecuentemente las palabras cinematográficas que leemos o escuchamos en nuastras salas de film. ilarbarismos, extranjerismos, deficiencias de construcción graJn momento escéniru de la grariiHUí prolurrióii Ibérica Film, .Alegre voy», diigida por NosseL. ipie actualmente se rueda en itar<-<-lona


UN

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desconocido nombre p a r a el público español. Desconocido hasta que en nuetras pantaUaas S3 proyectó ^ ese film de Leontine Sagán titulado Muchachas de uniforme. Y, sin embargo, Hertha Thiele, esa alemanita de rostro aniñado, de suave y delicada belleza, era y a célebre en su patria como actriz teatral. 1 ) que habia de dar cuerpo ^^^gUK celuloide a la figura de ^t^BÉ •U nucli', la colegiala de M M chachas de uniforme, y a la mística protagonista de ¿Milagro?, bahía logrado anteriormente el éxito en la escena, precursor del éxito definitivo que la esperaba en el mimdo de las imágenes. En Leipzig, su ciudad natal, cursó la carrera de maestra, hacia la que no jentía vocación alguna. La humildad de su origen la obligaba a buscar en los libros nn futuro atíomodado y modesto; sus sueños ^ la hacían acariciar como única ilusión la de ^ llegar a ser una actriz célebre, una actriz como aquellas que ella había admirado, contadas veces, desde una localidad de paraíso. C!ontraste entre la realidad y la ilusión. Tópico fácil... Pero Hertha sabe mantener su vocación por una voluntad decidida, una voluntad que no flaquea ni un instante. Ella quería, ella ambicionaba... Logra de sus padree

a utorización para, una vez ri.ucluída la carrera, asistir al Conservatorio de Actores, y algún tiempo después, cuando ya cree poseer los suficientes conocimientos del arte escénico, un día, sin sombrero ni abrigo, fiada tan sólo en unos modestos ahorrillos, sube al tren que h a de conducirla a Berlín. Berlín, que para ella significa la gloría. Nada importa que los primeros vientos de la ciudad pretendan abatir sus ilusiones. En el Teatro Deutshes el director se niega rotundamente a recibirla. Más tarde, los dramaturgos llothe y Kahán la aconsejan que regrese a Leipzig... Inútil todo: su ilusión y s;u voluntad son ya invencibles. Y después de muchas semanas, más llenas de sombras que de luces, llega el dia del triunfo. Hertha logra que le sea confiado el «papel» de > aiiuela en la obra de Crista VMrloe Ayer y hoy, obra que al adaptarse al «,'inema ha de hacerse mundialmente célebre con el título de Muchachas de uniforme. Y Hertha triunfa plenamente en su cometido. .\ partir de este instante van disipándose las sombras que entorpecieron sus primeros pasos. La ilusión está lograda. Pero la ambición no está aún satisfecha. Hertha T' iele no ha llegado aún al cinema. El éxito de la obra teatral y el de su intérprete atraen la atención de Cari Froelich, q u e prepara una adaptación cinematográfica de la c o m e d i a . Leontine Sagán acepta encantado la proposición de aquél, y el triunfo de la actriz c^c éni^a se acrecienta con el triunfo definitivo de la actriz cinematográiica. Se ha dicho de Hertha Thiele, como se ha dicho de Dorotea Wieck, con notoria injusticia y falta de visión artísti. que unidas formaban un magnífico team cinematográfico; pero que, separadas, su valor era casi nulo. Es decir: que el mérito de ambas, el interés, radica única y exclusivamente eu el contraste de las dos figuras, en el chotpie de temperamentos tan dispares, de sensibilidades amorosas tan distintas. Las dos hacían del amor una exaltación; pero de modo tan diferente, tan personal, tan opuesto, que de este fuerte contraste surgía la emoción. ^ No hay que buscar el éxito de Hertha Thiele en aquel factor, meramente circunstancial. El arte, tan rico en calidades y matices, de Hertha Thiele se impuso en cuantos films tomó parte. Díganlo si no las producciones ¿Milagro?, Su segunda juventud y el Avaro. La Hertha Thiele de hoy, muy joven aún, sonríe a sus primeros años desde esa plataforma colosal en donde se encuentran los pocos que por el sendero sus vidas supieron escíüar las cumbres de la Gloria. LUCIANO

ARREDONDO


1.a maravillosa nsrullura de Joáa ai del amor! Eres un hipócrita, un fa- 2. Crawford se ofreee, e o n los bral"'li'.;io.>o que no ha cons^uido sino mujeres zos abiertos, ante la realidad de / ^ ¡ " í i i - . s (I sin inteligencia. \VJX\ este plan, antes que HU «ietoría en el arte y en la vipreferiría a uu tramoyista, porque tú no ere» da... t'jt la misma que e n u o eolei o d e Kansas ser» ía la mesa de '^Oo di, vivir del arte!...» Así terminó la segunda (sus compañeros romo una Cel*Perien«ia. loan se había comportado como en nicienta que esperaba con fe ^•"«it, superando al homl'rc .Seguía sin hallar el HU Iransformaeidn en hada... "l^*" 'U'*^ «reía <;ou derecho a disfrutar. Y acu¡ a refugiarse en la música, el gran lenitivo de " HIUIÍLS ind<unables. Vamcjs a seguirla en su ruu paso, y veremos cómo, a través de suM j ''i v,"a.so a s t!X|»erieucia«i, .loan Crawford no h a podi'" «"ncuntrar al hombre con quien ella soñó des" infancia...

,m m ka mcctíhüdc kowdfijQ. c o í i quien ¿ í Q j u u

SANTIA<K>

i AMOS a salir al paso de los que creen que Joan

Orawfor<l es un ser materialista, excesivamente ajH-gada a las cosas terrenas y a las vanidades del mundo. Su carácter ambicioso le ha dado demasiado aspecto—falso, superficial^—de mujer poco o nada sensible. Pero, en el fondo—vamos a demostrarlo—existe un sedimento grande de espiritual ismo. El propio de una artista refinada y estudiosa que busca en sus concepciones lo que no ha encontrado en su propia v i d a ¡Ah, i>ero... es tan dificil descubrir sus sentimientos ocultos, avaramente hurtados a la mirada de las gentes! Su temperamento fuerte y batallador evita por todos los medios aquellos indicios que pudieran revelar al vulgo lo que ella piensa y siente en sus minutos de soledad, en que ya no pertenece a nadie, ni aun a si misma... Muchos periodistas se han quejado de la aparente brusquedad de la Crawford, cuando han pretendido convertir sus estilográficas en bisturís indiscretos. No la conocen bien. A ella hay que irle con una enorme sinceridad a cuestas. Decirle: «Joan: vengo a usted a resolver, si es posible, una duda intima. Sospecho que no es usted lo que parece; no tengo ningiin derecho a confesarla; pero sí padezco una inmensa curiosidad por saber algún detalle de su vida privada que confirme o niegue m s suposiciones...» Joan posee un secreto espiritual, Vamos a exponerlo inmediatamente: el de no haber encontrado el hombre que ella ha soñado—y esperado— desde su infancia. En los días lejanos de sit aprendizaje de corista en un cabaret de Detroit tuvo el novio que admite toda muchacha (íe diez y seis años. Un imberbe que exhibía la blanca y fuerte dentadura masticadora de goma y que silbaba la última cancioncilla ligera de moda en la ciudad. Era una promesa de hombre vulgar que llegaría a probo empleado y a padre de cinco hijos. Para él, la aventura de llamar novia a una linda corísta de cabaret—un poco delgada, de rodillas huesudas—era el colmo de su historial amoroso de Don Juan provinciano... Sin sospechar que Joan le soportaba como un conejillo de Indias, dócilmente entregado a sus experimentos. No pudo besarla. La tomó sus manos en caricia monjil, alguna vez, mientras ella miraba a lo lejos, sin pestañear, con sus pupilas ansiosas de horizonte... Y el muchacho acabó por sentir la desgarradura honda del cariño, un día tríste e inolvidable en que Joan le dijo que se marchaba de Detroit para acercarse, poco a poco, a Broadway, su meta de ambiciones... Aquella había sido »ma experíencia. Y se preguntaba Joan, en el tren, comiendo un sandiiiyh: «¿Y ese tonto h a sido mi novio..., mi novio sin haber dejado en mí la menor huella? Y el amor ¿es esto?...» P a i a ella, el amor tenia que ser una cosa grande, infinita, que llenara los ojos <le lágrimas dichosas, que erabrí gara el corazón hasta el delirio, que iluminara de color de Vosa todo lo visible, envolviendo el feo entramado de las cosas terrenas... Así lo había leído y así lo presentía. Seguía preguntándose: «¿Y eso es un hombre?... (No, lo hombres no podían ser así de débiles, de insignificantes, porque ella, que era una niña, se sentía más fuerte que él.) ¿Serán todos así?...» Y se prometía atraer la atención de un hombre hecho y derec:ho, de los que la miraban fijamente, con una stmrísa jactanciosa, a ver si junto a su experiencia se sentía, al fin, mujer, por la fuerza irresistible de aquello que todas sus compañeras denominaban amor,..

(ibeílecido, frisando en la «uiarentena, bien llevada en sus sienes gríses 1 sus ojos escrutadores. Tenía una mirada dura, de reflejos acerados, q"* hizo a .loan fijarse en él y desear su íntima amistad. Aquello parecía, debí» .ser, un himibre... Un hombre que advirtió el interés de «la pequeña» y que 1* invitó a merendar, después del ensayo. La primera entrevista dió esperanza* a la curiosa ingenua. El director hablaba con desenvoltura, con suíicieii'"''' con sentido. Ilaltía ««;orrido» mucho. Dijérase que en sus labios sensuales hu bía cicatrices de tanto beso de umjer rendida... Era, tal vez, un cansado de los fáciles favores. La miraba casi con compasión, de abajo arriba, con una sonrisa de canalla aiTepentido que no quiere coger la nueva y fresca presa. W salir del restaurante, Joan se sintió asida del antebrazo, y así fueron por las calles céntricas, hasta el cabaret... Vneron novios, escandalosamente censurados. Y cuando la f)equeña Crawford creía haber hallado el hombre superior capaz de envolverla en su hombría, una noche estival, que hacía

La música ha sido siempre la afición dominante de Joan Oawford. Todavía recuerda—mejor que al primer novio—la antigua Híek>día titulada Bf Dueh de las brujas,, que aprendió a los ocho años... Nada como la música— el baile y el canto—enerva y hace soñar a esta mujer desconcertante, que ha sido tildada de materialista incluso por las personas de su trato íntimo... Y un músico fué—un director de orquesta--8u segimda experíencia en el campo del amor. Un hombre dominante, acostumbrado a mandar y ser

aniel- la sangre en las venas, lo vió convertido en uu jKibre ser lastimoso, que, abrazado a sus rodillas huesudas de^adolescente, le hacía proposiciones de gnwero materialismo que salía a la superficie ile su ser como uua oleada de deseos contenidos largo tiempo... Joan le increpó: «¡Y yo que he estado a punto de ena'iiorarine de ti y de hacerte mi ídolo!... ¿No has sabido aguantar es» baja pasión hasta que no hubiera podido resistirla, por creerte un verdadero hombre?... ¿Y tu experiencia?...» Y le arrojó al rostro: «¡Tú no sabes nad«

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/ «os diversos r.'""'"* d e un '"«•mo film de "•«-lebrada e s trella

.UJÍUILAK


An Dvorak exalta su sedurtora belleza con este modelo de «toile(te> íntima Cinger Rogers exhibe aqui una suntuosa «robe de soir>

L

A moda primaveral, en estos gloriosos días llenos de J sol, siente el anhelo de sumar sus galas a las de la florida estación que ahora se inicia, y orienta sus creaciones en im sentido optimista, pleno de a l ^ i a jocunda Así, obsérvase en las colecciones actuales una coloración brillante, viva, deslumbradora, saturada de afanes juveniles. Asistir al desfile de los maniquíes en estos momentos equivale a presenciar una fiesta maravillosa, durante la cual los amplios y suntuosos salones que en la season invernal afectaban una severidad muy a tono con la época, adquieren cierto amable rejuvenecimiento, una lisonjera y grata luminosidad, saturada de gayas coloraciones, de brillos radiantes y de tonalidades deslumbradoras. Es delicioso, en verdad, el espectáculo actual de las casas de modas, en las que parece aspirar el aura tonificante y vivificadora de la primavera que acaba de nacer. Examinando las galas que ahora presentan los magnates de la alta costura, se piensa, en efecto, en ima tendencia rejuvenecedora de la el^ancia. No se concibe, contemplando estas risueñas creaciones, que cualquier mujer, por muy escasos que sean sus atractivos, no resulte bella si envuelve su cuerpo en uno de esos deliciosos trajes juveniles, claros y a l ^ e s , que la fantasía modisteril h a imaginado. Adviértese, como un leit-motiv perenne, la frecuente reminiscencia de épocas pasadas, influencia ésta debida, en

en «lame» de oro, de líneas muy nuevas

gran parte, tü teatro y al cinema, los cuales, durante el invierno, han presentado profusas toilettes muy «fin de siglo», bajo las modalidades y variaciones más seductoras. Al cabo de muchas temporadas de haberlo iniciado, el interés de la moda actual ha cristalizado en los cuerpos; recordad los «cuerpos-flor», los «cuerpos-mariposa» y su complemento de hombros cuadrados. La falda, por otra parte, recobra ahora su importancia, y pretende, por medio de sus diversas amplitudes, de sus vuelos variadísimos, más o menos acentuados, modificar la silueta En este respecto hemos de señalar que la boga actual tiende a hacer menos ostensible, menos acusada, la linea de las caderas, en contraposición con lo que preconizó en la anterior estación. En cuanto a los sombreros, impera la más absoluta y encantadora diversidad. Es preciso, si, ahora más que nunca, y por esa misma razón, que la elección corres]>onda y armonice con el vestido cuyo chic ha de complementar; peHe aquí a Kitty ro, por lo demás, reina la más heterogéCarlysie vistiennea diversidad en cuanto a formas y did o un original y mensiones. práctico traje de Séanos permitido hacer en tal sentimañana


bada por la constante demanda de novedad, ha ideado las más complicadas mezclas, y así, la seda, el algodón, la lana y otras mate.ias se hallan seductoramente combinadas entre sí, pro duciendo efectos sorprenden tes y maravillosos. ¿Qué se le ocurriría decir, contemplando estas combinaciones de tejidos realmente bellas y sugestivas, al viejo legisla^dor bíblico que en un momento de malhumor decretó: «No usarás vestiduras tejidas con dos clases de hilo»? Posiblemente celebraría el fracaso de su intransigente prescrípción, subyugado y vencido por el arte magnífico y la ríca inventiva que significa la diversidad de combinaciones textiles hoy en boga.

do . unas ligeras y prácticas indicaciones: para el tailleur, el canotier de borde grueso, bien echado a la cara; para el traje sencillo de mañana, el jaux-canotier, colocado horizontalmente hacia adelante, pero con un extremo del ala levantado; p w a un conjunto de sport, un fieltro ligero y flexible, con el ala bajada por delante y con ana graciosa curvatura en los bordes laterales. Ck)ntinúa el auge fervoroso del color «camello», y también, como lógica consecuencia, el de la piel de este animal. Realmente, resulta de una armonía muy nueva y muy original lucir sobre un traje negro o muy obscuro, el contraste vivo y seductor de un chalequito y unos guantes de esta piel suave, ligera y aterciopelada, en ese delicioso y favorecedor tono intermedio .que participa por igual del color del maíz y del de la mostaza. Siguiendo esta tendencia de los fuertes contrastes de tonalidad, llévase mucho actualmente, en

MIOSOTYS De una gran sobriedad, pero de \ un evidente «chic», es este mo-" délo que Carole Lombard, la ac-j triz de belleza insuperable. : muestra en esta foto

La casaca que luce Glissa Landi acusa una marcada reminiscencia oriental y constituye la boga ^ actual

los trajes sencillos, una chaquetita de un tono claro, muy vivo, y la falda negra Para ambas combinaciones, es decir, para los trajes muy de mañana, siguen muy indicados los guantes cortos, de antílope, cerrados con un solo botón por la parte alta de la mano, en tanto que para los de tarde, o simplemente de )aseo, prosigue el auge de los guantes semiargos, adornados o guarnecidos con finas nerV aturas. Otra particularidad de la estación primaveral, en lo que a la moda se refiere, reside en la exquisita variedad de materiales que los creadores de tejidos han lanzado al mercado. Ello hace cada vez más complicada la expresión concret a de la tela más en boga para cada clase de vestido. Las lanas, las sedas, la rayonne, el algodón y el lino, han merecido de las tejedoras una simultánea atención, y en todas las materías han creado las variedades más exquisitas. No se puede, pues, hablar preferentemente de un tejido determinado, porque no existe frontera alguna expresamente señalada entre las diferentes materias textiles. La inventiva de los fabricantes, exacer-

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R I A 22

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d e M A D R I D el 2 4 d e Diciembre 1 9 3 4

d í a s conseculivos, e n e l mismo. La mejor película española d e la temporada

LA MEJOR PEUCULA EXTRANJERA DE 1935

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R I A L T O

EL 19 DE FEBRERO 1935 DE M A D R I D D I A S C O N S E C U T I V O S EN EL M I S M O L O C A L I El irecord» de la Gran Vía de Madrid desde el inolvidable

ESTRENADA EN EL

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Q u e ha l e n i d o q u e »er retirada del RIALTO en p l e n o é x i t o por compromisos ineludibles, nacidos d e otros contratos a n t e t i o i s s

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L cinema español ha encontrado J su camino, y cada nuevo dia su horizonte está más lleno de esperanza. Va quedando lejos aquel balbuceo inicial, acjuella desorientación de los día.s primeros. I loy nuestra producción es cada vez más segura, más firme. Aguarda al film español un gran camino, y es justo reconocer (jue la.s actuales películas merecen plenamente la adhesión y el aliento de los públicos. Exi.ste y a en nuestros productores una conciencia cinematográfica, un exacto sentido de lo que debe ser nuestro cinema: su.^ orientaciones, sus rumbos, sus posibilidades. En esta hora ilusionada y espelanzada de nuestra producción, lo> Estudios españoles son ahora focos activos de trabajo. Se preparan fervorosamente la^ cintas <pie irán, como un exponente del ritmo progresivo de nuestro cinema, a los protjramas de las salas de film. Entre esos nuevos títulos está el de Alegre r(ry, una pelícohi ([ue lleva la magnífica garantía de la firma de Ibérica FiluLs. Esta entidad ha reunido para la filmación del nuevo título un eípiifio de artistas admirables: Ully Gebauer, Ca.«imiro Grta«. Castrito, Rafael .Medina, entre ellos. El operador es Xosse<k, nombre legítimamente |)restigiaflo en la té<;nica c i n e m a t o g r á f i c a . Alegre voy, ligera, graciosa, optimista, llena de dinamismo y modernidad, será un gran ejemplo de las perfeccioi'cs que este género de la co media amable puede loriar en España cuando .-ic un.ii para ello una pr((ductora capaz, una dire<ción inleligent y unos elementos eficaces. En esta nueva cinta española, el gran Ta-imini Ortas interviene con esa personalísima gracia suya que le hace ocupar, con total justicia, un puest(» excepcional en nuestro teatro cómico. Orta> ha ¡do, a través del tiempo, depurando y ñiejorando su arte, añadiéndole nuevas gracias, nuevos recursos de expresión, lloy, el gran actor tiene lo que es más difícih de lograr en las zonas artísticas: la personalidad. Posee un acento propio, un modo muy suyo de enfocar los personajes, de darles vitalidad escénica. Ante el cinema, la figura de Ortas tiene un prúnerísimo interés, y j>úblico y crítica se han de inclinar ante esa nueva labor suya c(m la máxima cx)ectación. En Alegre rojy la nueva película de a Ibérica Films—, Casimint Ortas j)one a prueba sus admirables recursos de gran actor cómico, su magnífica visión escénica de la caricatura, l'ai cl cine, ('asimiro Ortas no es el reflejo de

ajeno de interpretación escénica. Esta es la razón de que el gran artista esté siempre en el primei plano del teatro, de que su vi'^ cómica no sufra pausas ni ocasos en el favor popular. En el film español—de mejores posibilidades cada día—la labor de Casimiro tartas puede significar un aspecto y un avance de importancia extraordinaria.

E

Para Olly fíebauer, la bella iiitériirete de las opereta^ \ iencsas, filmar rn cspañtil no e^ una dífictdtad

IM-Imiipr. IH lirlIi-iniH nrtrij! v i f i i r o n , y linüiniir» f)na«. niirxlro ^rnii actor, en MUS interprelariones de la nueva cinta e><|iañola, de Ibérica t i l n i N . <Alef(re voyv. e n la q u e aquéllos arlistaH, acompañados por otros de ^Tun p o p u l a r i d a d , realizan una labor que ha de merecer ln iiiñs riilusirwticn iirocuin por parte de nuestro público O u c j u d arior, iii s u pfrsoualidail recoge e<H>s de otras personalidades. Esa gracia suya, espímtánea, viva y jugosa, tiene su mejor mérito en el lu-cho de no reconocer dejiendencias de ninguna otra rrmnera ailística, de ningún modo

c.-U'

Olly fíebauer figura en el repai to de Alegre voy. Olly Cebauer es rubia, graciosa, señorial de una extraordinaria belleza. Toda la grácil elegante de Viena se asoma a sus ojos, de un profundo encanto romántico. ¿Cómo llegó la gran actriz ;i la cima del triunfo cinematográfico? Su palabra va a evocar brevemente ese camino de su gloria. —... De Viena, sí. Y empecé en el Teatro Johann Strauss, de acpiella ciudad. Corista, nada más. Pero poco des¡)ués era y a s^;unda redelie de la Compañía. Hace seis años, l'n día me presenté a u n concurso de belleza. Centenares de m u c h ^ h a s a.spiraban al premio. Las hab'a bellísimas. Las eliminaci<jnes fueron muy reñidas. Se seleccionaron, p j r fin, veintiuna concursantes; entre clla.s. yo. Yo, elegida «les[)ués, entre esas sel«:ciona<las, «Miss Viena»... Me ofrecieron como premio un viaje a Italia; jiero lo re«'hacé, porque tenía el c-omjiromiso de realizar lUM tournee con una Siran Compañía <le opereta, l'asé a Alemania. Canté en los teatros principales de este país, jimto a sjis figuras más famosas, en las operetas cuya música ha dado la \ uelta al mundo. Y, por fin, cl cine: opeu t a s . comeílias amables, género .sonriente... —¿En (pié películas ha trabajado? —Verá u.sted... Yo rei;uerdo aliora IM amigüila del emperador, Vn tío muy listo, fíoyiny, Segorios en América, Susana en el baño. Manoleseo, Audiencia imperial—con .Marta Eggerth—, Dime quién eres tú—con Liana llaid—, IM aventura de una mujer fconiío—con Lil Dagover—,' ]'ariété de arrabal—con Luisa Clrich , l'n .sfdfo en la jelicidad... ritimamcntc. Gado bravo. Y aliora, esta mi primera ¡¡elícula española, a la «pie voy con una enorme ilusión, cou el deseo de acertar en ella rotundamente... • -El idioma significará para usted una ^raii dificultad... —No. Kl espafuíl me gusta extraordinariamen-


to, y creo q u e en poco tiempo podré a c a b a r de dominarlo y que lo hablaré a la perfección. Creo que para un artista cinematográfico que tenga verdadero amor a su profesión, la diferencia de idioma no puede ser un obstáculo invencible. Baste recordar, por ejemplo, a Marlene Dietrich y a Chevalier, que marcharon a Norteamérica sin conocer el inglés. Y vea usted el éxito que han obtenido. Por mi parte, puedo decirle que rodar un film en lengua española no me significa una dificultad, como tampoco lo fué, antes, hacer peliculas italianas y portuguesas.

a m ^ o mío, empieza a ser también unacosa seria Y le contagia a uno, claro... Rafael iMedina, que iba para farmacéutico...

—... Mi familia me había obligado a estudiar Farmac i a Me sometí, sólo por ellos; pero a los dos años dejé los libros y comencé a estudiar el violonce11o. La música era mi gran ilusión. Con mi nombre verdadero de Rafael Jaimes estuve en Ginebra, sustituyendo a un profesor del Conservatorio. Di conciertos en diversas ciudades. Después, el teatro. Más tarde, ntos de la nueva cinta española, inipacicnlemenlc aguardada, .Alegre »0} », de Ibérica Films: I n o d<- l< discos con la Parlonneva producción (^iHlrito. Medina Orlas y Villasiul son los iníérpretes de esa escena de nuestra pón, y Joinville, el cinema Pero no tuve suerte. Apenas terminado mi primer film en ben que empecé hace... ¿Cuánto hace, Dios mío? —Contenta, entonces, de trabajar en E^spaña... aquellos Estudios—Btícno* días, un sketch muHace, ¡ay!, treinta años. ¡Toda una cadena perpe—Mucho. Estoy encantada con la película. sical con Inijierio Argentina—, la Paramount tua! Empecé como corista; alternaba el teatro con Mi papel es excelente. Canto, además, un vals suspendía su producción en español. la tipografía. Tenía u n g r a n a m o r a l a s c a j a s : a las de me odia finísima; el español se adapta maraQuien así evoca su vida es Rafael Medina, el del escenario y a las de la imprenta. Con Loreto villosamente a la música. Creo sinceramente que joven actor, encargado también de otro papel de y Chicote estuve muchos años. ¿Ve usted cómo este film va a ser un gran éxito. Se cuenta con un importancia en Alegre voy. Un actor lleno de esto lo sabe todo el mundo? gran operador. Pero entiéndame usted bien: modernidad, fino, c i t a n t e , dinámico, como lo —Pasemos, entonces, al cine. ¿Qué películas esto no quiere decir que los restantes elementos requerían el espíritu y la gracia de la nueva ha hecho usted? reunidos por Ibérica no sean también excelenpelícula —Verá: Doloretes, Los aparecichs, Luis Cantísimos. Es que... así como para un actor cine—... Entonces—continúa—volví al violoncello. delas, el bandido generoso... Era en los días del matográfico lo principal es el director, para una Canté en varios teatros de París. Tengo de mi cine mudo. Cuando todavía no se sabía todo lo actriz esquizá más importante todavía el opedebut en el Bovino un recuerdo pintorisco. que se sabe hoy... Últimamente he hecho un rador: él es quien ha de sacar el mayor partido Yo, al levantarse la cortina, había de aparecer papel en El negro que tenia el alma blaruxi. posible de nuestra l>elleza. en el centro del escenario, sentado en una silla, Y tengo una gran confianza en esta nueva peSe ríe OUy (íebauer al hablar así. Una risa con la guitarra entre las manos. Al alzarse el lícula de ahora Y esta confianza mía por la nueva clara y musical, luminosa, con la alegría de las telón, yo no sé cómo se enganchó éste en las producción de Ibérica Films se extiende a todo operetas que ella interpretó tantas veces. cuerdas de mi guitarra Esta escapó de mis el cinema español, que veo h .y perfectamente manos, empezó a subir con el telón. Yo giitaba: orientado y que cuenta con un espléndido porCa«(rito ante la pantalla, después de treinta años «¡Mi guitarra! ¡Mi guitarra!» Imagínese usted el venir. Pero discúlpeme usted, por un momento, de vida teatral momento, Así aparecí ante el público. Y, sin que me haya puesto serio. Y es que nuestro cine. embargo, esa noche obtuve un verdadero gran Otro nombre de Alegre voy es el popularísimo éxito... Castrito. ¿Cuántos españoles deben horas de —^¿Y la vuelta al cine? magnífica alegría a este gran actor cómico, de —Este verano, al volver a una gracia natural por pocos igualada? Ante su Barcelona, me ofrecieron un nuevo trabajo en el film, Castrito desborda de ptipel en Doce hombres y una júbilo. mujer. Lo hice encantado. Y —Contentísimo, sí, señor. El cine me encanta aliora, este nuevo papel en Sobre todo, cuando puede trabajar uno con los Alegre voy. Me atrevo a proelementos estupendos fetizar un éxito resonante a que la Ibérica Films este film. Por la calidad de ha reunido para su nuelos intérpretes seleccionava película. ¡Qué gran dos—sálveme usted, natupapel me han dado, ralmente, a mí—^y por la peramigo mío! Temo por fección de los elementos téctodos los grandes actonicos con que se c u e n t a En res del mundo. ¡Me los cuanto a mí, personalmente, voy a comer! estoy muy satisfecho de mi —¿Quiere usted, Caspapel. Elstaba ya cansado de trito, que echemos una hacer el enamorado románmirada a su vida de antico, melancólico y sentimentes, a sus años anteriotal. El tipo de ahora es aleres de teatro? gre, vivo, dinámicoy juvenil. —¿Eh? ¿Quó dice —^¿Optimista en cuanto a usted? No, amigo mío. la producción nacional? ¡Son muchos años! Y —Desde luego. Por ley hay que tener cierta cogeográfica, a España le coquetería. Claro que esto rresponde el segundo lugar de presumir cuando le en el mercado cinematográconoce a uno todo el fico del mundo. nuestro mundo, cuando saben la idioma, después del inglés, el vida y milagros de uno. que se habla en más países. [Ea, que no! Todos sa¿E^ aventiu-ado e ilógico pensar que nuestro cinema Castrito, Medina y OHa» llegará a colocarse en el ranen otro patuije d e esta pego y en el lugar que le colícula española, que signirresponden? Tengo en ello firará un nuc«i>^' positivo' una gran fe y una gran conavance en el n i m o progresivo de nuestra producfianza ción cinematográfica


el cine Li^yanc

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Rosita Díaz, que harr dr la protatonista de rste film de Jardiel PonceU una admirable creación

Lo español continúa afirmando sus valores en la pantalla universal. Todas las impresiones que se tienen de «Angelina o el honor de un brigadier» coinciden en que se trata, por el hu^ ^ ^ ^ mor que inspira y llena la obra, ^^^^^^ por su gran realización cinematográfica, de un film llamado a ^^^^^^^ recorrer triunfalmente las ^^^^^^Hl pantallas del mundo. La interpretación - eje v nervio de ella nuestra Aosita Díaz—sirve perlVctamente el texto burlón y personalísimo de Jardiel Poncela, el fino humorista español. Presentación, and)íente r técnica contribuven a ! a excelencia de un film que e», sí>brc todo, afiru mación, ante cd mundo, - de lo cspaiH>l.

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t ^ ^ a nías '^ensaciunai de estos días en el mundo ciriematográfítío es la de que Laurel v Haídy se separan. Oficialmente, Laurel se retira a descansar con unos cuantos miles de di'.lnro-i cn f] 'olsillo, mientras Hnady seguirá trabajando. •a separación 8^.lp4raba desde hacia tiempo. Los d íCüó, t.UBtüfc a*;ueiau en los films, no ast^ban en la realidad de acuerCb Lü, U í < a B | | d a . ^ g i frialrlad de sus relaciones fuera de la pantalla era más ni menos, un ^ | ^ H | ^ ^ p B ^ ^ l > A ya en la boca de todas las ( la pequeña venH o l ^ H M M m n ^ I quiere d e m o ^ f r i r i l n r a que Hard de papá Schenck. es nadir llardy, por liere deahora de hundir a la mostrar qut ita a I.iaurui ¿ rque no h a queripequeña Mi Nos pare< i^aurel es qu la pequeña Merle. do casarse con i va a tener razón.,, a rae<lias. tan contenta. En efecto, el acto de Schenck, a Porque Ilardy nó es través de los periódicos, está proporcionando a la acnadie sin I^Aurel. triz inglesa una publicidad insospechada Y a Laurel S<menck se ha columpiado por segunda vez. todos los ref-' Charles Boyer, désele q u e tístá en Hollywood, ha ^ l o ctmtratado por cinco íuiiias distintas. L l ^ ó contratado con la Metro-Goldwyn-Mayer. Pero pasó a la Fox ,iara hacer Caravana. Después hizo, para Cnited Artists. La bakdla. Luego, con Paramount, PrivaUt Worlds. Y ahora hace, con Katherine Hepbum, p a r a l a Radio, Break of Hearts. 'mjt Charles Boyer o el actor cock-tail. Nadie con más ^ flerecho que él para figurar en esta Sección.

El dinamismo de los yanquis acaba de obtener un nuevo y resonante éxito. Recientemente, una gran firma americana adquirió los derechos cinematográficos de una célebre novela alemana. -¡No hay tiempo que perder! ¡Que la traduzcan alioa mismo! ¡Cueste lo que cueste! Tres traductores fueron contratados inmediatamente, y a los dos días estaba la obra traducida al inglés. Coste de la operación, 50.000 francos. El mismo dia en que los tres héroes terminaron su

Jein Harlow tante rubia el tlirector « i n g , se dej por un cca de los Flstudi* querido o b t n to con una \ (•ineniatof(rái

Hardy le pasa lo mismo. La gracia de uno busca el contraste con la gracia del otro como único medio de salvación para los dos. En cuanto falte el farol donde apoyarse, están perdidos. •

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El viejo papá Schenck no le ha perdonado a la superadolescente Merle Oberón la pequeña broma matrimordal de que le hizo víctima. Como se sabe, Schenok llevó a Merle a Hollywood, dispuesto a hacerla su esposa. Como a lo que iba Merle era a conseguir un contrato, tan pronto como lo tuvo en el bolsillo le dijo a papá Schenck que sí, que estaba bueno y que en eso estaba ella pensando: en casarse con un hombre que podía ser su abuelo. Y no se casó. Merle hizo su película. Tenía el principal papel femenino. Pero ahora, en los cartel&s, el nombre de Ann Sothern aparece en letras mucho más grandes que el de ella.

MariAn Davies ha acentuado en esta fi»to eae l^esto suyo tan enraeterístico, mitad afcmbro y mitad candor


trabajo apareció en las librerías una traducción americana por cuarenta francos.

Magde Bellamy, la bella astrella del cine nm] do, vuelve a la pantalla. Ella tenía—tiene—una-^ {«ieruas t a n perfectas, que no podía suceder de otro modo. Su gran talento de actriz no podía quedar inactivo por más tiempo. Samuel Ooldwyn ha res<indido su c«mtraUi con \niia Sten. ~^i se tiene en cuenta que Anna Sten era el • it•.•^^•ubrimiento sensacional de 1934, el hecho presta a diversos y sabrosos comentarios. ¿Es que .\nna no era ei más sensacional d m u brimiento de 1934? l'>lla está ahora a la disposición de las Kra[)resas. l'ara nadie es un secretíj que Charlie Chaplin se ha cacarlo secretamente con la /xirfen«¿r<> de su nuevo film. Paulette Goddard. l>o que secretamente les comunicamos a ustedes para que secretamente .-«e lo «'omuniquen a s u s amistadles. Pero, por favor, que tod»» quede entre uoí*otros. Chaplin ha superado ya el secreto de esa.^ famcLsa- secretas sesiones de nuestro Congreso, de las que IÍKIO el mundo se entera mucho antas de haberse t^elebratk». Que no .se entere nadie. Chevalier, el sonriente .Mauricio Chevalier, a n u n c i a «lUf Hhandonará definitivamente l l o l h v . . ' ' i El eran MH..n<-e.

que después de LM viuda alegre ha interpretado Folies Bergcre. no quiere aceptar los nuevos escenarios que le han sido propuestos, por considerarlo* TTIOI1Í(K ro- e indignos de su c a t ^ o r í a . El no se acuerda ya, j>or lo visto, de cuando giuiaim c i e n francos juntxj a MLstinguette.

Mientras se rodaba Capricho español, .loseph V(»u Stemberg reclamó un día a su regiss-pur: —Tráigame todo esto antes de dos horas. Y le alargó la lista siguiente: Tres máquinas de hacer viento; un surtido de plantas tropicales; trescientos globos de esos que r ^ a l a n los jueves en los grandes almacenes; cien kilos de confetti: ocho caballos; tres carrua jes estilo español; dos tubos de gas: un plomero; un jardinero; tres guardias: un portero. Ivo maravilloso es que antes de las dos horas el re^i^wiir había cumplimentado el encargo. Si alguien duda de que en Ilollyw«M»«l están UKÍOS, he aquí una prueba de lo contrario. Unos locos perfectamente oi^aniza<los, eso si.

Una Revista profesional cuenta esta <livertida ané<;dota: «Hace poco se publicó en Nueva York una novela (!on bastante éxito. Un Estudio .se interesó por ella para llevarla a la pantalla, y telegrafió a su autor pidiéndole pre<Mo. Este ccmtestó en el acto que costaba treinta y cinco mil dólares. Pero en l a t r a n s crip< ion del mensaje se (cometió un error, y el Estudio recibió la respuesta indicando la suma ile tres mil quinientos dólares. E>* tos ofrecieron rail setecientos cincuenta dólares. A las pocas hora llegaba otro cable con la corretíción. Y el Estudio, sin pcnlida dt tiempo, envió otro: «Ofrecemos diez y siete mil quinientos dólares.» El mismo procedimiento que los libreros de viejo. lx)s estudiantes saben bien que ellos siempre ofrecen «la mitad». R. M, G.


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'OR razón natural, debiera ser la obra—y con ella, el estilo, y con el estilo, todo lo que hace acto de presencia en su desenvolvimiento— la que caracterizase directamente ai autor y la que definiese su jerarquía temperamental. Pero no es así. En el cinema existen directores que graban su personalidad en cada película que producen. Todas tienen un fondo distinto y todas son iguales en estilo, en concepción artística y en rectitud temática. Es decir, el realizador que tal hace engarza una sola y rígida subjetividad—la suya—en una variedad ilimitada de objetividades. Y tenemos que sus obras no son monótonas ni se parecen entre sí, y , sin embargo, a través de ellas estudiamos y encontramos su ceñida y exacta personalidad. E^te caso lo encontramos en Fritz I^ang, Stroheim, Rene Clair, Me Sthal, Pabst, Murnau, Ucicky e incluso en los mismos fabricantes de operetas, como Geza von Bolvary. En sus obras se ob- ^ ^ ^ H serva ima linea más o menos difummada. pero no torcida. Si hacemos la comparación entre dos films de cada director y los contrastamos con su obra total, A veríamos la evidencia de lo que A aquí planteamos. Comparemos hos Nibelungos con Metrópolis, de Fritz Lang; Avaricia y La reina Kelly, de Stroheim; El millcm y i 14 de Julio, de Reno Clair; Back k Street e Imitation of Ufe, de Me • Sthal; Carbón y Cuatro de In1 fanteria, de Pabst; El último m y Anmnecer, de Muniau; Crepúsculo rojo y Fugitivos, de Ucicky, y todas las operetas de Bolvary, empezando por El teniente dd amor y terminando por Desfile de primacera. Ea todos estos realizadores y en sus obras se ve una línea general, una línea única y definida. Xo ocurre igual con Paul Fejos, con Jacques E'eyder, F'e<lor Ozep. William Wyler, Wesley Ruggles y Van Dyke... Ni pueden compararse Broaduxty con Marta: El beso, con El signo de la muerte; Karamazoff el asesino, con Mirajes de Paris; La casa de la discordia, con El capitán Disloque; Condenado, con Cimarrón; ni El boxeador y la dama, con Eskimo. Hay una diferencia total en todo y nos sría harto diñcil estudiar a un realizador de estos fijandonos para ello exclusiva^^^H mente en sus obras. ^^^^H Valgan estas pala- ^^^^^M bras antes de empezar a hablar del gran animador — que lo es, sin duda—William S. Van Dvke.

Estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer, para no salir en muchos años de ellos. Hoy día. Van Dyke sigue en la Metro. Los realizadores que ingresaron en unos E>studios y que permanezcan todavía en ellos son muy pocos, tan pocos, que se pueden contar con los dedos de la mano. No sabemos si este hecho será o no una virtud en Van Dyke. La primera película de público que realizó este "knimador califomiano fué precisamente California, con Tim Me Coy y Dorothy Sebastián. Tim Me Coy tuvo una época en que se le creyó el s ^ u n d o Douglas Fairbanks. Imitaba mejor que Richard Talmadge al héroe de todos los héroes; al famoso intérprete de Don Q., el hijo del zoiro. El pirata negro y El gaucho. Los saltos de Tim Me Coy, su destreza y la gran cantidad de puñetazos que disparaba contra sus enemigos, eran sólo compaiables a los del gran Douglas Fairbanks. William S. Van Dyke fué quien encumbró a Tim Me Coy, y fué el que adaptándose ^ a su esjíecialidad realizó toda aquella serie de películas tituladlas California, Foreing Derñls (Los diablos amarillos), Spoilers of the west (El amor ^ pudo más), Riders of the Dcdh (En nuinos de bandidos), Wyoming (Blaruos contra indios) y otras muchas más que sería largo citar. E^te período de producción pudo ser propicio para el ejercítamiento artístico y técnico de Van Dyke; pero pudo significar también un contratiempo, un retraso, estancamiento en su caH rrera cinematográfica. • Van Dyke, después de aban• donar a Tim Me Coy, produjo m alguna que otra película más ' de aventuras, tal como Vnder the Blanck Eagle (Bajo el águila imperial), interpretada por llalp "orbes y Marceline Day. Pero el nema sonoro le ofrece una hermooportunidad para cerrar con llave su historia del cinema silente y comenzar un nuevo período de creación. La mayor parte de los Estudios de Hollywood modifican sus plateaus y los adaptan al cine parlante. Pero después de hacer esto cunde una desorientación general entre los directores de más fama. Charles Chaplin es el primero que n i ^ a rotundamente la eficacia del cinema sonoro y se hace su más brutal enemigo. A Chaplin siguen otros directores... Hay cierta paralización en los Estudios, por no rodarse en los plateaus sonoros nada más que operetas de poca mbnta y pequeñas revistas, que escandalizan con sus primeros g r i t o s al mundo e n t e r o . Sin embargo, parece que estas producciones intranscendentes habían de cmuplir su misión histórica. Los grandes animadores empiezan a familiarizarse poco a poco con los micrófonos... Lubistch realiza para la Paramount El desfile dd amor; Michael Ciutiz, nara la Wamer, El arca de Noé; Griffith, para la United Artists, .-liwafcom Lincoln, y Van Dyke marcha a los mares del Sur para rodar Sombras blancas, su magna y definitiva obra cinematogrófica. Todo esto, en 1929, cuando los graiiles representantes del séptimo arte

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Y r ¿ / r Á/l/íJiAOO^ñr

Van Dyke nació ¡ en San Diego (California) el dia 26 de Marzo de 1887. Hace muy pocos días que h a cumplido los cuarent a y ocho años. A pesar de sn edaúd, es un director relativamente joven en el cinema. Toda su juventud la pasó en San D i ^ o . Cuando fué un poquito mayor, marchó a trabajar como minero en las minas de cobre de Santa Rosalía. Pero este trabajo, duro y despiadado, le hacía pensar en otras cosas al joven William, y fué cuando empezó a ejercitarse en la literatura. No sería literato, profesión muy lejana para él; pevo sí periodista, y esto lo consiguió con creces y enseguida. En esta forma se ció su carrera; tiempo más ^ bía de irnrresar en los

William S. Van Dyke, el genial realizador, mostrando a Maureen O Sullivan unos colmillos de morsa, traídos romo recuerdo de la» regiones árticas, donde se filmó <K.H4UÍmo>


veían con cierta incredulidad el cinema sonoro, precisamente por ser sus m a y o r e s r e p r e s e n t a n t e s ! Con Sombras blancas. Van Dyke se hace famoso en los rincones cinematográficos del viejo y nuevo Con^ tinente. Es maravilloso y humano su argumento; protesta fuerte, acusación vigorosa de los indi^^^^k ;enas de los mares del Sur contra el imperialismo de los blancos. Y es grande la audacia v a paciencia derrochada por Van Dyke para c o n s ^ u i r fotogramas tan valiosos. Creemos que Sombias blaticas e« la cúspide de Van Dyke. Después empieza a descender... Realiza una, dos, <'inco... películas más, y el Van Dyke de <Sor«bras blancas no vuelve a aparecer por ningún sitio. A nosotros se nos antoja el resto de su producción una cuesta árida y trabajosa de subir. El pagano de Tahiti, Trader Hom, Manos culpables. Bajo el cielo de Cuba, Prohibido, Tarzán de los toónos. Un asesinato en la terraza. Justicia, El boxeador g la dama, y ¡jKjr fin! Eskimo. Parece que la selva es su elemento. Pero después de varios viajes para rodar Trader Hom, Prohibido y Tarzán de los monos, no logra nada dé aquello que líjgró en el film protagonizado por Monte Blue y Ra »iuel Torres. En Hollywood se dedica a matar el tiempo cine; grafiando suntut)sos decorados, damas elegantes y galanes de smoking. Decididamente, Van Dyke está amargado. Añora mucho la selva y los rostros curti<los y difíciles de sus indígenas. No comprende las tragedias de los hombres civilizados, y en cambio comprende la de los hombres «sin civilizar». Por eso Van Dyke marchó en 1928 a los mares del Sur, y en 1984 marchó .i los mares del Norte. Y las dos pe1i<-ulaa

meato de f(raa iateasídad e m o t i v a de «Eakimo», la m a g o a realisacíón d e Vao Dyke ^

"^áHKÉji^^

de uua ciudad. Van Dyke debe irse a ^^^^ la selva, con sus indígenas, o al Polo Norte, !^ con sus esquimales; debe irse, con inquietudes y con deseos de hacer algo. Si esta linea eligiera, no tendríamos por qué decir, como al principio de este artículo, que Van Dyke es tm realizador de muchos caminos. Es el realizador de los ampUos escenarios. Preí'isa da la Naturaleza para sus concepciones, [»rodigit)sa.'^ y geniales, y la capta en toda .su sensibilidad como un perscmaje más de sus i>elí<-ulas. La (támara, baj<» su mando, tiene inquietud y brío. Ávida de exteriores, bucea en imprevistos detalles, en imágenes de cine auténtico, de iHinstaote movilidad. A. DEL AMO ALGARA

Uno dr lox escenarioH de «Sombraü blancat«>, la KrandioHa película de Van Dykr, que aportó al riñe mudo esta maravillosa producción, no iguolada aún._

•Sombro* blancas y Eskimo abultan por todo el resto exhuberante de su o b r a Incluyendo también a las cuatro tíltimas r e a l i z a d a s : La flecha. La cena de los acusados. Cuando el diablo asoma y Marieta, la tratriesa. William S. Van Dyke es el contratipo de King Vidor y de Merwyn Le Roy, y de Rene Clair, y de todos los realizadores que pasean sus cámaras por las calles estrechas y sucias —^y por los rascacielos, oomo en Dos segundos— William Powell y Myr• • l i o y e n « M eoecM

del film de Van Dyke «La cena d e los acusados», cuya realización ha sido considerada por I* Academia de Artes y Ciencias CinematoRráScas de Hollywood Como una de las mejo-

res del pasado año


Clark Cable cuenta a cada nuevo dia con mas entusiastas adhesiones entre el público cinematográfico. Pasa ahora sobre él esa luz magnífica y universal que es la moda. Su rostro sonríe desde todas las pantallas del niundo. Pero, ¿es solamente moda—es decir: capricho fugitivo del gusto popular—esa actual devoción hacia Clark dable? A o .^ería justo afirmar que m ese entusiasmo hacia el gran actor hay. nada más, capricho de un día. Hay también, poderosa, la razón de su gran calidad artística, de su buen arte de actor sobrio y Justo, rico en matices expresivos, en recursos de la mejor ley estética. Por esto es legítima aquella boga de Clark Cable, que no desaparecerá rápidamente—consecuencia del espíritu tornadizo del públicosino que quedará incorporada a las grandes páginas del cinema


Sexta y última sesión de fallo del IV Coneurüode Cinema «Amateur', organizado por la Seeeión de Gneraa del C E. de C

I

NTERESANTE OH SU más alto gra-

do fué esta última sesión de fn11o del IV Concurso de Cinema «Amateur». El valor de la mayoría de los films proyectados justifica el entusiasmo que por el movimiento amateur vienen demostrando la Prensa y el público en general. No falta quien encuentra excesi^ i la atención que se dedica al cinem¡i amateur, lo que h a hecho posible un artículo de una crudeza peculiar en su autor. El amigo Sebastián Gasch no hubiera escrito su articulo de estar más al corriente de las excelentes producciones de nuestros amateurs, y estamos .seguros que hubiera escrito precisamente lo contrario, la úlcomo en otras veces, de haber asistido tima sesión de este concurso. Los films proyectados fueron los siguientes: La bicicleta. El apretuliz de brujo. Día y noche, L'n destino de segunda mano, lAuvia, Sombras, Pfjema homeopfitico, Sisifo y El hombre importante. ÍAI birifhta.—Es un film cómico, sin rebus<:amiciitos, que une a la interpretación discreta, una fotografía excelente, haciendo de este film de u»;ción familiar un motivo de agradable pasatiempo i)ara cl público. I'jl aifKrU'hz a- hriiju.—Basado en la famo-

l)el film o j ^ u c ett Mrriíii!'», d e A m i o del Cinema», d e Sabadril

sa leyenda que dió motivo a Paul Lukas a su famosa pieza musical, es un ensayo de adaptación cinematográfica, en la que destaca la interpretación del supuesto aprendiz, la cual, debido a la excesiva lentitud del film y la técnica uii )co teatral del autor, nos parece amanerada, ificil y arriscada la empresa de este ensayo de adaptación. Es de estimar este esfuerzo, aunque creemos hubiera sido preferible una mayor supeditación al ritmo musical, mucho más sugestivo que la simple leyenda escrita. En Üiu y noíb*: cabe señalar la desenvoltura del protagonista del film, no por su trabajo como actor, sino j>or la as<ímbrosa desenvoltura que en sus evoluciones ¡)or las calles de la ciudad nos da prueba. (Jomo film, es discnjto en sus partos técnicas y narrativas, haciendo un conjunto un pfx;o irr<;gular y humorista. I,a anécdota que da vicia al film Vn dislirví egunda matut es s(;n<:illamcntc formidable. Es una lástima quo < I autor se entretenga duma-,

g

l)el film «Mallorca», dr Kuiiebio Krrrr

siado en la parte central <lel film, desandando la línea de aixñón del ¡u-otagonista. Asinñ.smo, cl final no tiene la fuerza que la anécdota re<[uiere, (pie<lando <lilatiula toda su comicidad e ironía Fuera de estas con.sideraciones, quizj'i un poco personales, el film, en su conjunto, es muy digno de señalar por la normalidad de su técnica e interpretación. Un conjunto de escenas de lluvia forman el film de este mismo nombre. La línea evolutiva es quizá un poco ondulante, dando la impresión de una recolección de vistas. Sobresale» de este film las escenas finales de los caracoles, verdaderas primorosidades fotográficas. Souib'iu.-—Es un pequeño film trazarlo con la misma simplicidad de una sinopsis cinematográfica. Es decir, ima serie <le apuntes que dan idea de un tema a desarrollar. El film no es más que esto: un tema a desarrollar. Su fotografía, un poco gris, no logra sugestionar al espectador. Gris podríamos calificar también el montaje. Vo'ma homeopático.—Ks presentado por su autor como tma sátira de los films surrealistas. Difícil es en el siurealismo decir dónde empieza lá seriedad o termina la sátira. No dudamcs ni un momento en asegurar que nadie habría objetado nada si su autor hubiera presentado el film como una obra seria. El surrealismo tiene estas sorpresas y es capaz de cobijar bajo su nombre a las intenciones más diversas. Fotográficamente, este film es verdaderamente bueno. Sisifo.—Eñ sin duda, por su realización, tmo de los mejores films producidos hasta la fec h a Asombra la seguridad narrativa de su autor y la belleza de su toma de vistas. Basado sobre el tema del último día de tm emigrante transcurrido en un puerto, es realizado de una forma realista, cruda, pero que nos da con toda brillantez la medida exacta de las grandes condiciones de cineasta ElECTRIflCACIONES que |M)see el autor. DESDE 3 . 9 0 0 PESETAS No nosimportaiuiuí el U>nui ni su moraliL E. 6. Ibérica de Electricidad dad, tan alejad» s de t.t. la nuiyoría de las M a d r i d . Poseo d« «ecolelo», 17 produccitmcs ama-

MLANGFIM

teurs. Insistimos, sin embargo, conlu gran calidad del film, en su parte técnica, bien resuelta en sus aspectos narrativos y espectaculares. El hombre imjHntfint?.—Razones p e r s o n a l e s nos privan de comentar por nuestra cuenta este film, proyectado en último lugar de esta sesión de fallo del IV Concurso de Cinema «Amáteme. Nos limitaremos, pues, a reproducir fielmente los conceptos críticos que h a merecido, a raíz de su proyección, en la Prensa le Barcel na: De La Vanguardia: *El hombre importante es un asunto simbolista realizado por un productor que domina a fondo, no sólo los recursos técnicos de este arte, sino también los efectos intersecciouales y los ríbetes efectistas del mismo. Es una glosa de la hipocresía. Esta doble fachada engañadora c o n que revestimos la personalidad, ocultando tras un rictus transcendental un fondo humanamente ingenuo, infantilista y primitivo. El tema es tenue y de poca miga; pero la f u e r za de este film está en la manera y el estilo c o n que su autor lo h a resuelto. Es una pequeña maravilla de realización y u n o de los mejores films que de seguro el cinema amateur, no sólo nuestro, sino intemaciomU, podrá ofroi>er e n este apartatlo de temas subjetivos.» De J u a n Roig, en IM Rambla: «El hombre importante os un film reali/.adi> por un cineasta que domina a fondo el cincnuí, no solamente la parte técnica, sino tand>icn la Uteraña E\ film está bien construido, tiene ritmo

I niiii cl uní» dr (;inria . dr Domineo tíimfnr?.

en el desenvolvimiento de los planos, verdaderas maravillas fotográficas. Este film tiene personalidad, y el valor que contiene está en el trabajo del director, que busca la intención emotiva y cinematográfica en todas las escenas del film. En resumen: una pequeña maravilla.» De Manuel Amat, en L'Instant: •Esta, vez ienemos qi e superamos en nuestros habituales elogios. Eí hombre importante es uno de los films delante «le los cuales todos los que niq^an importan«'ia a nui\Jtr«> cinema amateur se verán «»bliga«l«>s forz«>sauiente a rectificar. El argumento es por sí s«»lo una miiravilla; el «taso del hombre «pie tiene «los caras- la «lo hombre importante y la «!«• hombre sincero y ospontún«<o , <pi«' va divagando por cl nuiíulo, prisioufnt de e s t o s prejuicios.» D o M i N o o C.IMENE/


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APASIONANTE REALIZACIÓN

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VM nn ronrur»» dr brHrza «yiriiradn rrctenlrmeníe en llollvwood han MMO <-l<-¡;i<ia<. |M»r el Jvrado esía» nueve giia|H'NÍnia> iiiuehaehas. Como dalo para la historia,. e« e i l a r e n i i i s «uo nombre», de izquierda a derecbaí Loma Lowe, Kay Sniton, bdoa Waldron, Uoana Hoberts, Marión U d d , Mae Madiaon, Irene Thompeoo, Billie Lee y Earleoc l l e a l b



la práctica adquirida a su lado han hecho de él desaparición de los rings no haun elemento provechoso para el cine español. bíamos vuelto a oír el nombre de Tomás Confiamos en que lo conseguirá. Tiene inteligenCola hasta el estreno del film de Rex Incia, certera visión del cine, juventud y entugram Baroud, en el que el antiguo pugilista figusiasmo. raba como colaborador de la dirección. A la visContestando a nuestras preguntas, noe resut a de aquella obra magnífica, como todas las me parte de su vida: del gran realizador irlandés, que diera al cinema^ Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Mare Nostrum¡ —Yo empecé a boxear a los trece años, y me y El prisionero de Zenda, descubriendo actores] hice boxeador por un gran esfuerzo de voluntad. Entonces era muy delgado, muy poquita de la categoría de Rodolfo Valentino, Alice Terry y Ramón Novarro, nos entró el deseo de co- cosa. Un día, en Barcelona, donde vivia, un muchacho de la vecindad me p ^ ó jugando a bonocer cómo Tomás Cola, sin ningún trabajo prexear, y tanto daño me hizo, que yo me juré a liminar en el cine, habia podido alcanzar la conmí mismo tomar lecciones para vengarme. Así fianza de un director t a n famoso como Rex Inlo hice, y al poco tiempo el que le pegó una congram, que, además, goza fama de hombre residerable paliza fui yo. servado. Y no hace muchos dias pudimos satis—¿Y luego? facer nuestra curiosidad. Tomás Cola estaba en —Luego, lo d e siempre, lo de todos. Decidido Madrid. Nos fué presentado, y a través de mea ser boxeador, caí en manos de un manager, dia hora de conversación ganó nuestra simque me pagaba una miseria mientras él firmaba patía. contratos ventajosos; hice muchas peleas, en Muchos proyectos le animan, muchos deseos unas vencido y en otras vencedor, hasta que gané siente de hacer cine en E^psiña, de demostrar el titulo de campeón de España del peso ligero. ante nosotros que las lecciones de Rex Ingram y | E 8 D B 8U

i. lomas C ola.

rntre el gaUn francés, muerto reeieolemente, Pierre Baícheff j Mr. Ingram, durante • • « » • » • • • ' • • de una de U s eMieiMB de .Bnrood». Como fondo, una parte del monumenUl decorado construido p«ra esle film

Tomás Cola, visto por nuestro gran caricaturista Del Arco

que perdí frente a Rayo, al intentar arrebatarle el de Europa. —Su paso al cine, ¿cómo fué? —A mí, el cine me ha gustado siempre. Yo queria ser actor, y tan grande como mi afición al boxeo era mi afición al cine. —^Pero al final, hablemos en términos pugilisticos, h a ganado esta última el combate por abandono de la primera —Justamente—dice Cola riendo—. El boxeo es una cosa tremenda. Hay que tener un gran eepíritu de sacrificio y de disciplina Hoy lo cultivo como deporte únicamente. —¿Qué fué lo primero que hizo en cine? —No quiero acordarme. Era muy malo, muy malo. —Pues se lo recordaré yo a usted. Fué una pelicula que dirigió Gargsillo en Barcelona. Se llamaba La tía lianuma, y usted hacía el galán. —¿Cómo lo sabe? —^Porque tengo una memoria excelente. —Feo fué lo primero, efectivamente. —¿Y después? —Me marché a Francia, con unos deseos tremendos d e ser actor de cine. Estuve allí una larga temporada Trabajaba como utra con la Gaumont Franco F'ilms, daba lecciones de boxeo y cultura física, aceptaba algiin match si se presentaba, y un buen día, en Niza, conocí a] - que habia de ser luego para mí amigo inmejorable y maestro admirado. •—^¿Rex Ingram? —Sí. —^A ver, cuénteme: ¿cómo fué el conocerse? —Rex es un gran aficionado al boxeo. En su Estudio de la Costa Azul tiene montado un ring, y no hay campeón que pase por Niza que no se ponga los guantes con él. Cuando yo l l ^ u é estaba dirigiendo un film titulado El mágico dominio, en el que trabajaban Alice Terry e Iván Petrovitch. Rex iba todos los días después de la jornada, a unas piscinas que se llaman Le grande bleu, y yo solía ir también por allí algunas tardes, con el pensamiento de que la casualidad me deparara la ocasión de conocer al gran director. Un día, el fotógrafo Lambert, amigo íntimo de Rex, le dijo, señalándome: «Aquel muchacho es un campeón español del peso ligero. ¿Quiere conocerle?» Asintió Ingram, y vino a sentarse a mi mesa Charlamos unos momentos en francés, y enseguida me propuso marcháramos al ring. —Usted se dejaría vencer, claro es. —Eso es lo que hacían todos; pero como yo me entusiasmé bastante durante el pequeño combate, ataqué con ardimiento y di con Rex en t i e r r a Tranquilamente marché al vestuario.


tomé una ducha, y al salir, todavía me lo encontré en el cuadrilátero completamente k. o. Aquella derrota pareció herir su amor propio. Desde entoncas raio era el día que no nos poníamos los guantes, y, naturalmente, le proporcioné el desquite. —Y así fué forjándose una amistad, ¿no? —Así. Entre puñetazo y puñetazo. ¡Rex es un artista extraordinario y un amigo incomp rabie! —^¿Usted enseguida le descubriría sus deseos cinematográficos? —De ninguna fonna. No quise que viera en mí un firme y decidido propósito de hacer cine. Le hablé, sí, de que tenía cierta afición por él; pero sin mostrar un interés excesivo. .Me presentó a su esposa, Alice Teny. la estrella de fama internacional y y a afianzada nuestra amistad, me llevaba todos los días al Estudio donde trabajaba. Como por broma, actué en algunos papeles cortos, y al permitirme opinar sobre escenas y efectos. Rex entró en polémica conmigo. Fui de las poquísimapersonas que discutieron con él. Por entonces prometii llevarme de ayudante en su próximo film, diciéndome que podria hacer más en este puesto que como actor. —¿Fué eso pronto? —¡Quiá! Decidido a dejar el boxeo por el cine, así se lo comuniqué a Rex. Y mientras él preparaba el guión de Baroud, yo marché a París. .\ctué durante seis meses a las órdenes del supervisor en los Estudios Paramount de .loinville, y luego fui a Ixindres contratado por la Gaumont British para trabajar de ayudante con el director Boby Cullen en una serie de films cortos por recomendatüón de Rex Ingram. Buenas referencias mía> debió de dar Cidlen a Rex cuando éste, próximo a comenzar el rodaje de Baroud, me llamó a su lado. —^¿Y su parte en este film? —Comencé de tisistente de director; pero como la película se rodaba en dos versiones, francesa e inglesa y en ésta el propio Rex interpretaba el papel principal, necesitaba quien lo dirigiera. —¿Y fué usted? —í<í, señor. P o r <lispo8Í<ión •>uya y de Alice Terry. ¡.Magnífico triunfo! —Tuve el honor de colaborar con él. Así lo reza la versión inglesa de Baroud en sus titulares de cabeza; «Dirección: Rex Ingram y Tomás Cx)la»--me dice, orgulUwo, radiante de satisfaclión. -¿Durante todo ese iempo habrá usted hecho un gran iwropio de conocimientos cinematográficos? -Calcule, teniendo un maesins así. Yo estoy satisfecho. Rex lo está también. ¿Ciué más puedo desear? —¿Prepara usted algo más con él? —Ingram es un hombre indolente posee esa dejadez característica de los árabes, y no tiene prisa por trabajar. Piensa mucho cada film, y su preparación le lleva largo tiemp»». Impulsado pcjr sus aficiones literarias, ha publicado tres o cuatro novelas. Sacado de una de ellas. The Icqiov nrnn' re trabaja ahora en su nuevo escenario. —¿Intervendrá u.sted también en esa película? •—Estoy colaborando con él en el guión, y espero que la realizaremos juntos. ~ Y entretanto, ¿n(» ha .sentido usted el deseo de hacer algo por su cuenta? -Es mi mayor anhelo. Tanto, que tengo escrito y desarrollado un argumento. ¿Su título? —Aiñlo naval. —¿Para re<ilizarlo dónde? —^Aquí, en España, el próximo verano, Ea un .asunto de mar, fuerte, diH námico, muy humano, • —^¿Conoce ese guión Rex lngr<im? • -Sí. Y Alice Terrj', también. AmlMw me han felicitado, animándome a llevar• lo a la pantalla. 1 —¿Entonces hará usted su debut en España como director? 1 —Así lo espero. ¡Si viera los deseos que tengo de llevar al ¿rron lo que yo siento, lí) que yo veo! ¡El cine es un arte maravilloso, ile una expresión de belleza extraordinaria! A continuación de estas frases, Tomás Vola me hace, con palabras exaltadas, un elogio encendido del cinema. EJX ellas asoma todo el entusiasmo, todo el ansia de triunfar que le anima, toda la férrea voluntad del que quiso ser boxeador y campeón, y lo fué; del que l l ^ ó al cine y, animado por sus deseos y su inteligencia, con"siguió colaborar con Rex Ingram, el famoso tlirector de Mare Nostr^m, que después de descubrir a figuras del cine nmndial como Alice Terry, Rodolfo Valentino y Ramón Novarro, tal vez nos ha descubierto a nosotros también un director. F. IIERN.\NI)E'/-G1RBA1

Tomáe Cola al lado de Rex Ingram, rodeados de los periodistas bareeloneses, durante una visita del famoso direetor a la Ciudad Condal Tomás I'.ola dirigiendo unas escenas exteriores Tomás i '.ola. el que fué campeón de boxeo, hoy colaborador de Rex Ingram


ma

Claudia y A l e j a n d r o aiev r n conversación con les r m i a n o s Vasiliev (a la drrrcba), directores del ñ l m , y con el actor Rabochkin (a la izquierda), que en la película jugalta el papel del que fué padre de los dos príaser

E

, . g 0 r g n vedette de cinemg \ V W C Q T cuenÍQ 9u vÍQje gl psís* de \os 9ovíehr j%/I ^ f I

' iK Olüiy, la exquisita vtdette úv\ eunma francés, ha estado en Rusia. Su fina silueta de mujer refinada ha engalanael < durante unos dias las calles de Mo.scii y de liCningrado, y su bello rostro ha florecido de sonrisas el denso ambiente de las dos grandes ciu dades de la U. R. S. S. He aquí cómo la admirable artista del erran describe su viaje y las impresiones que en él ha experimentado. -ílice el viaje, invitada por el país de los Soviets, con oc^asión de ima gran solemnidad cinematográfica celebrada en NÍoscú, y como miembro de una Comisión francesa, en la qne figuraLan destacadas per<ona'ida<lis de los diversos as pectos que abarca el cinema: financieros, técnicos, • lirwtores. etc., etc. fVimo artista, yo solamente.

ima amable distinción que no ¡«uedo por meuos de agradecer. -¿...•? —¡.Magnífico! Jamás be sentido una curiosidad mayor, y nunca como entonces he procurado que a mis ojos, a mis sentidos y a ttaia yo no escapara ina<lvert¡da la visión más insignificante, la sensación más leve. -¿...? -¡Oh! Es muy difícil describir la fisímoima de la Rusia actual por lo que para nosotros tiene de nueva y de compleja. En ocasiones, se recibe la impresión de qne ha realizad(t un avence de un siglo. t)tras, cn cambio, hace jtensar en im retraso de IUUCIKJS lustros, ¿tiué es lo cierto? Yo no lo sé. H a sido tan breve mi estancia allí... V.Mi primera imiiresión? Excelente,

.^jienas

pusimos el pie en el andén, unos solícitos señores envueltos en grandes gabanes de pieles y tocados con gorros igualmente de piel, sídvo algunos, muy p<x;os, que llevaban gorra-—lo cual, según parece, constituye en Rusia un verdadero lujo—, rodeáronnos apenas echamos pie a tierra, y esgrimiendo sus cámaras, sus ajiaratos registradores de sonido, sus «micros», nos dal)an a entender, con frases inteligibles para no.sotros, a la vez que manipulaban sus cachiviicius, que nos deseaban una feliz bienvenida. — • •> -En la calle la impresión fué distinta. .\lc entristeció mucho el contemplar en las cercanías de la estación a un verdadero batallón de mujeres dedicadas a reparar el i)avimento o afanándose en romper la espesa capa de hielo que cubríala calle. ¡Qué {«cna me dieron!... Desde la^


estación, un magnífico lincoln, lujoso y brillante, nos condujo al Hotel. Durante el trayecto pude observar que la circulación de automóviles es casi nula y que los Uixis apenas se ven. Hay, en cambio, muchos tranvías, en los cuales la gente se aglomera y hacina de tal modo, que en ocasiones dan la impresión de que viajan cuatro veces más pasajeros de los que caben en realidad. Además, por mí misma hice la desagradable comprobación de que en ellos no huele demasiado bien... ¡Claro, tanta gente apretujada!... -¿...? —La primera noche que pasamos en el Hotel la dedicamos a descansar. Por otra parte, nadie se permitió molestamos. En cambio, los días sucesivos fueron de un incesante ajetreo. Tarde y noche nos veíamos obligados a asistir a la exhibición de films rodados expresamente para nosotros. -¿...? —¡Pchs! Estábamos alojados en el Hotel Metropol, que es uno de los más lujosos de Moscú; pero, a decir verdad, no era excesivamente confortable. Vasto, severo, demasiado solemne, y, sobre todo, muy frío. Por lo demás, el alumbrado eléctrico dejaba bastante que desear. Y en cuanto al teléfono, puede decirse que no había modo de servii-se de él. -¿...? —¡Sí; mucho peor que en París, infinitament peor! -¿...? —¡E^a es otra! ¡La comida! Conseguir que a uno le sirvieran vodka y caviar era relativamente fácil. En cambio, para obtener un i toumedó o el clásico boeuf Stragonof, había que esperar a veces hasta dos horas. Ciertamente, la celeridad no es una virtud rusa. Posiblemente, y en ciertos aspectos, esta parsimonia tendi-á sus encantos, y hasta en ocasiones resultará eficaz. En el cinema, por ejemplo... -¿...? —Sí, hablemos ahora un poco del cinema ruso. Por lo pronto, existe una evidente diferencia en el modo de hacer. Un film, entre nosotros, se realiza generalmente en un mes o dos, cuando más. En ocasiones, se invierte en su realización menos tiempo. Ello obedece a que los sueldos elevados q u e perciben cuantos e n é 1 intervienen obligan a obt-ner de cada elemento el rendimiento máximo. En Rusia, por el contrario, el sistema e s total mente opuesto. Frecuentemente se invierte en hacer una película diez, doce o luás meses. -¿...?. —Sencillamente, porque allí a la gente no le está permitido el estímulo del beneficio inmediato ni Marir el buscar una situación ecoGlory al llrnómica Todos saben que su gar a la estación esfuerzo, su trabajo, les facide Moscú litará, simplemente, los medios para subsistir, y de ahi que proEn un palci. longuen la labor hasta el limite del cine-teatro l'dcral último,Aquí, empezanmáximo. del primero do por los editores, . wick, durantr rl estreno dr la pelicula ' Tchapaiev». imprimen al trabaDe izquierda a derecha: jo un ritmo apresuClaudia y Alejandro rado, p a r a obtener Tchapaiev y la mujer prontamente sus bede éste. Los dos prineficios y emprender meros son hijos de otro. Allí ocurre todo la figura cuya vilo contrario, porque nada reproduce rl die experimenta el afán rdm de una prosperidad indi-

-¿...? —¿El público? A decir verdad, los espectadores rasos empiezan a sentirse excesivamente saturados de fihns propagandistas, y preferirían películas de un perfil más amplio, más universal, menos localista...

vidual que el régimen imperante hace imposible. —Así es. AlU nadie, ni los técnicos, ni los directores, ni los artistas, ni los empleados, aspira a enriquecerse, a mejorar de condición. Se trata, sencillamente, de ganar lo estrictamente indispensable para vivir. Debido a esto, a la falta de estimulo, se trabaja con ima lentitud incomprensible para nosotros. -¿...? —¡Oh, sí! El instinto, la iniciativa rápida, están anulados. Todo lo que, en nuestro concepto, tiene el arte de intuitivo, de improvisado, alÚ no existe. ¿Mejor? ¿Peor? ¡Quién sabe!... -¿...? —Los Estudios, al menos los que yo he temdo ocasión de visitar (y han sido los más importantes), están dotados muy sumariamente. -¿...?

—Sí; he visto algunas películas interesantes entre las muchas a cuya proyección he asistido. La mejor, Tchapaiev. La juventud de Máximo es también aceptable; pero francamente tendenciosa.

-¿...?

i

—Desde luego. M. Choumiatsky, alta personalidad del Krendin y gran maestre del cinema soviético, hombre, por lo deni."^^, de gran cultura y de suma gentileza, nos hizo conocer a varios actores y actrices destacados en el film. Todos ellos encantatlores, alegres, sencillos y cordiales. -¿...? —¡Oh, no! Nuestro tipo de star o de vedette alU no existe, como no existen tampoco las fantasías ni los blvfs publicitarios que Hollywood ha implantado. -¿...? —Que he visitado la casa de Stalin, a la que se llega por una tortuosa carretera, magníficamente conservada, en contraste con el evidente abandono en que están casi todas las que he recorrido. Que he visto por todas partes soldados y más soldados equipados casi con lujo y provistos de botas de goma, sin duda para que sus pasos no se adviertan. Que en un almacén he advertido la extraña vecindad de ima magnífica piel de cibelina y un jamón ahumado. Y ([ue en el mismo almacén donde no puúe encontrar un cepillo de uñas, una dependienta, en correcto francés, me propuso amablemente prestarme el suyo... -¿...? —¿Por qué no? Contenta del viaje y de conocer algo que no conocía Gentil recibimiento, buena estancia y cordial despedida. ¿Qué más pedir? -¿...? —¡Quién sabe! Acaso vuelva. Durante la excursión se ha hablado de una posible colaboración cinematográfica franco-rusa. Y hasta se han hecho cabalas para rodar Pedro el Grande en versión rusa y francesa. En esta última, yo haría la Emperatriz. ¡No sé, no sé!... Kn la silueta, el rostro sonriente de Marie Glory, la gentil franresita. gloria del cinema europeo

De izquierda a derecha: el director de escena Wasiliev, Ksther Kiss, M. André Dehrie, presidente de la Delegación francesa, con Marie Glory


ñjójiadoj rior C*E.A, &Tb MU

eAtacLLoJ de,C¿uxicui JOüvecU/, bajo L a düieccLóa de/

EUÍEBIO FERNANDEZ AP.DAVIN Irdé^ifMeS\n\omo PORT/\GO

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YEGR.OS

¡¡¡PKPNTOÜ! scjjárvtescnííwía e^/ t a [ui/¡íalk incid;tLM A Ñ A N

A

LU N ES

Wallace Beery, George^ Raft y J a c k i e C o o p e i l en la producción de ARTISTAS ASOCIADOS

STANLEM LUPINO qPOatJ WALKER UNA

oísiNBuiDA

CARCAJADA

CONTINUA

poRffjRIQUE VIÑALS VICENT

un filn. de ,».ep.ional « l i . reolixodo por el g r o n / í r e c t o r R A.O U W W A L S


IVV1.A»;U» l>K l.\

MLSICA

••¡\iva Villa!"

N

o eforibáis lo que ha de ser, que ésa es íloetrina del deseo; no lo que debía ser. que ésa es lición de la prudencia, siut> lo tpie puede ser», aconsejó el gran señor de la Torre de Juan Abad en El entrometido. Y esta doctrina • ie Quevedo se obser\a fielmente en la figura lie Pancho Villa incorporada a la pan•alla. No es lo que fué ni lo que debió ser, -mu lo que pudo ser el inquieto caudillo mejicano, en el ambiente de revuelta y de peremie guerra civil que va de 1914 a 1923. Los móviles que en este film se le atribuyen a Villa son una licencia poética. Pero lo cierto es que Villa pudo ser asi, como aparece en los fotogramas, y no como nos lo dieron a conocer los despachos telegráficos. \'iene Pancho Villa en leyenda y no en actualidad, y así nos encanta. No es que en la película resulte un franciscano; pero tampoco es un chacal. Els un gran aventurero que, en tierras mejicanas, retoña de los huesos, hundidos como raíces, de algún capitán de Cortés. Gran acierto en la dramatización del tipo, desarrollado en un escenario puramente cinematográfico, del que Jack Conway, el realizador, obtiene maravillas, sobre todo en el dificilísimo empeño de movilizar masas, hasta dar la sensación de un verdadero levantamiento popular, rio desbordado de tropas irregulares, que siguen a Villa en su gesta revolucionaria. Estamos en presencia del cine auténtico, en plenitud de brío y constante movilidad al aire libre, lejos del enrarecido ambiente de los Estudios. El diálogo se convierte en grito heroico, y el núcrófono, en mero auxiliar de la cámara. La imagen y el movimiento vuelven a primer plano, y la comedia y el discreteo en que se a n ^ a el cinema hablad(j se esfuman confu.sos entre el estruendo de los asaltos y el desfile de cabalgadas. Pero ain tiene otro mérito el film: la interpretación de Wallace Beery, al que, para e.stos caracteres de psicología primitiva, rioblada de perspicacia natural y de simpática y arrolladora ingenuidad, que disculpan las más bárbaras acciones, porque hay violencia en ellas, pero no malicia; decimos que para estos caracteres, nobles I su modo, no conocemos rival a WallaI (' Beerk\ ; I'íra Villa! vuelve por los fueros de la pantalla americana, cuando dictaba leyes de buen cinema a todo el mundo. HI.ALTO

La única condición que la bicnhwhora • mpone cs que las agraciadas se ga.stcn el dinero en viajes y honestos j>laccros, que nunca esperaban disfrutar. Nada de los a los parientes ni de aportaciones ÍT! desmedrado impuesto familiar. YA lega'i ha de consumirse íntegro en los fuego-I de artificio de una vida elegante, ha.sta que se consuma toda la pólvora, e.s decir, el último billete. Y las jóvenes se lanzan a la aventura, en la que, fácil es suponerlo, abundan la.s situaciones cómicas, a base de equivoco- y enredos de amor. Como el argumento es gracioso de por sí, no se comprende p<"ir qué se le han añadido chistes del acer^ común. La realización de José Buchs se adapta muy bien al ritmo ligero e intranscendente que reclama el asunto de esta película española, sin pretensiones, es verdad, pero llena de espontaneidad, gracia y delicadeza. La fotografía, de los señores Ballesteros y Pacheco, es ágil, y describe con elocuencia personas y cosas. EJI los paisajes acierta plenamente. La interpretación, en general, es buena. Milagritos l.eal y Amalia Sánchez .Vriño, las más acertadas entre ellas. Luego dirán <)ue el teatro no es buena escuela de cine. Vilma Vidal, muy elegante, aunque algo «lura de gesto. Buen galán Luis Peña. Graciosísimos, Pedro Barreto y López de Rueda. Y demasiado preocupado de su bigote, .\ntonio Riquelme. La película ha sido rodada en los E s tudios Ballesteros Tona-P'ilm. TC'ÍH-

CAPÍTOL "Paganini" l'na opereta realizada con el meticuloso esmero en los detalles y la pe<uliar maestría técnica de la producción alemana. Paganini, como tantos grandes artistas hermanos suyos, como Benvenuto Cellini, como nuestro Ixjpe de Vega, fué un gran amador. Y una de sus aventuras con la duquesa de Luca sirve de base a una .sucesión de escenas amables, en las que resalta la delicadeza, y que se han unido para proporcionar al ánimo del espectador un rato de solaz y esparcimiento, dentro de las reglas del buen gusto, aunque descuiden las del buen cinema. Ya va siendo hora de buscar una nueva orientación a la opereta cinematográfica. Es demasiada reincidencia en las biografías novelescas de músicos célebres. Primero, Schubert; luegt), Strauss; más tarde. Chupín; ahora. Paganini. Y, probablemente, cuando le llegue el turno a España, acabarán inventimdo una calumnia galante al estilizado maestro Luna, pongo jxjr tipo romántico.

"Ilifz días milionaria" 1 )os Ixmitas empleadas de una Casa de modas rcrciben un legado tle una Imndadosa y sim|)átic;a viiijecita (juo ha sorprendido los ensuemis de aipiellas mu«>luudia'i y quirüc transformarlos en realidiul du- I r m e López Ileredia e n el papel Ae protagonista del film narional .l>o«e hombres y una mujer», que se estrena mañana en el Cine Rialto rfuitc unos dííis.

PKKNSA "Hasta

de mujeres"

Cine de veras, auntpic no .sea de lo nuis depurado. Cámara imiuictu, ávida de cxte-


riores y hasta exploradora de regiones submarinas. El asunto es una sencilla \ graciosa trama inspirada en la rivalidad de dos buzos que aman a una mujer. Edmund Lowe y Víctor Mac Laglen son los antagonista.s, y, como alguien ha dicho de la vida social española, más que de llegar primero al corazón de la amada se preocupa cada uno de evitar que el otro llegue. Carrera de obstáculos, sembrada de situaciones cómicas y sellada al final con un generoso acto de compañerismo.

Slaniry Lupino y Polly Walkrr, principalpH intérprrleg de l a romedia frivola €¡Yo no quiero irme a la ramait, exclusiva Cinnamond. que será presentada la próxima semana en la pantalla madrileña pur el distribuidor Knrique Viñala

José Gaspar, realizador pañol, bajo cuya dirección se ba rodado en Barcelofilm «¡Qué tío más grande!»

Marv \ s t h o r v W arreo W illiam en un primer plano de « l o s de arriba., film de Warner Bros, que mañana lunes se estrena en el ( ine Capítol

No estÁ exento el film de valores humanos. Y técnicamente es irreprochable.

GECI ha presentado esta semana dos bellos do<Mimentales de José Va] del Omar, eu película de 16 milímetros: Santiago de Compostela y Granada. Un buen experimento éste con film de 16 milímetros, económico y adecuailo para el documental, en lo que tan escasas muestras ha dado hast a ahora nuestra cinematografía. Se proyeitó también Cynara (Su único pecado). Nos sigue pareciendo un buen film, aunque no hasta el extremo de juzgarlo, como algimos, insuperable. l>e sobra de diálogo y teatro cuanto le fsUta de cinema puro. Son, permítase la vulgaridad de la expresión, liabas contadas; cuando la escenogiíifía y el miinófono so llevan muchas, faltan, ne<esariam(!u1c, para la cámara y la acción externa, bases incomiiovildcs del cinc. ANTO.NIO ( ¡ U ' / M . W

MKUINO


Datos para el archivo

S

K llama Maiy del Carmen, tiene diez y seis años (sin perder la memoria), ha nacido en San Sebastián, calle Easo, y actualmente vive con sus padres en una típica calle madrileña, cuyo nombre omito para que se abstengan los castigadores de profesión. lis breve como una flor; para dar 43 kilos en la báscula ha sido menester ayudarla; mide 1,59, con tacones altos, y es de un rubio auténtico Ujus, no nmy grandes; azules, pero sin Cot azul de repostería barata que indigesta de lejos; ojos de diablillo, de muchachita traviesa, pero encendidos en una ingenuidad encantadora. De lejos, de cerca, de frente, de perfil... es colosalmente bonita. Vista en primer plano, marea. Me oído decir (jue fotografía maravillosamente que no tiene novio: dos cualidades esencialísiiiuis para táunf ar en la pantalla. Habla muy bien y posee un timbre de voz que lo llevan al Parlamento y el señor Alba se pasa la sesión haciendo sonar el timbre. Pero he averiguado que Mary del Carmen aborrece la política y a los políticos; como yo. Se acerca el debut En este instante llega al set. Viene acompañada de Benito Perojo y de Ricardo Núñez. Una modista pone en orden la rebeldía del vestido. Un maquillador ruso «ciega» los últimos brillos del macjuillaje. El ayudante de dirección le ensaya el diálogo que han de sostener ante el micrófono. Un peluquero cuida de su melenita rubia y ondulada. .Mary del Carmen parece una princesita muy moderna, rodeada de un séquito muy moderno. ¡Tan poquita cosa como es--48 kilos en 1,59 de tatura—, y lo qne lleva! Perojo sonríe orgulloso de su descubrimiento. Fred Mandell, el operador, también sonríe. Tom Kementty, el ayudante del operador, alarga la sonrisa. Y Mignone, el decorador, se lleva las manos a la cabeza en un expresivo gesto de admiración. Mary del Carmen acaba de conseguir su primer éxito. Yo me aproximo a la madre de la estrella y exclamo: — Señora, que Dios se la conserve muchos años. j M a r y del ^ armen y a A •stá ante la c á m a r a tomavistas, i'erojo le da

las últimas instrucciones, y enseguida se oye la frase, que es como un toque de atención: —¡Si.encio! Los timbres retransmiten diversos avisos. Y Benito Perojo vuelve a gritar: •—¡Motor! Y en el Estudio se hace un silencio seco. Mary del Carmen, la bella muñequita rubia con ojos de diablillo, se asoma, por fin, en plan de estrella, al firmamento maravilloso de la cinematografía. Los grandes reflectores simulan derramar sobre la novel artista el bautismo de su luz clara, potente, acariciadora

Son las diez de la mañana del día 23 de Marzo de 1935 y estamos en los Estudios de Ciudad . Lineal (C. E. A.) Los aJficionados a «historiar» los acontecimientos cinematográficos deben recoger estos detalles, pues es muy posible—yo lo doy por seguro— que esta linda mujercita de diez y seis años, que se llama Marj' del Carmen y que ha sido descubierta por Benito Perojo, no tarde en abrir nuevas páginas de gloria en el libro de oro del cinema español. Primeras coi..'¡dónelas La escena ha lermmado. Mary del Carmen está francamente nerviosa. Ríe y se estremece con zalamería de colegíala. El rubor nos la presenta mucho más bonita que antes. ¿Qué será que el rubor embellece a las mujeres? ^ —¿He estado bien?—pregunta a Perojo. K —Admirablemente bien. No te preocuB pes y deja en paz a los nervios. " Consigo quedarme sólo con la estrella. —¿Qué nnpresión le ha causado su debut? —Delic¡osa. La ¡mpresión que puede producir ver realizado el sueño de toda la vida. —¿Soñaba usted en ser artista de cine? —Desde los diez años. —¿Y... en nada más? —^¿Qué quiere decir? —^Me refiero al amor. " •—A los diez y seis años no se llevan esas «cargas». —Así se h a b l a Pero ahora que empieza usted a brillar en un nuevo ambiente... —Ahora menos que nunca. El arte, cuando se lleva en el corazón, abstrae. No se puede repartir el espíritu entre el amor al arte y el amor a un hcmbre. •—¿Algo de su pasado?^—le pregunto. —¡Bah! El pasado no interesa Mis padres eran ricos... —¿Y el presente? —El presente, para mí, más dichoso que cl pasadoi —¿Su devoción? —Ya lo ve: ser estrella del cine. —^¿Y su santo predilecto? —^Todos; pero aliora rezo con más vehemencia a San Benito Perojo. A

Lo que va de ayer a hoy

H

1 lace muy pocas horas, Mary del Caimen solía sostener divertidos coloquios con los muebles de su hogar, acompañándose de música de plumero y

I

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He aquí el rostro bello y expresivo de la nueva estrella del cine e s pañol Mary del Carmen, protagonista de «Rumbo al Caire»


Pero ¡ay! ni pcMln'i Uüier novio, ni po«lrá casarst;. Ningún din!<;tor admitirá q u e HG case, ponjue (il cinc cs arto de Kiiíif)atia y de juventud. Y el amor es un pe igro: de soltera, trastorna y se mete donde no le llaman; de cíisaíla, envejece y estropea la línea, una vez al afio, cuando menos. Y no se diga si surgen las reyertas conyugales, con acompañamiento de cacharrer í a Entonces se está expuesto a que la estrella se presente a filmar comjiletamente estrellada: un chichón ar^ui, un cardenal allá, un arañazo salva sea esta parte, etc., etc.; accidentes «fortuitos» que ya se han dado en nuestro cinema. —Usted, Mary del Carmen, no se casará, ¿verdad? —¡Ya lo creo que me casaré! —¿Pero no decía usted que eso del amor...? —Y lo sigo di.;iendo. —¿En qué quedamos? —Quedamos en que me casaré; pero me casaré cuando haya cumplido cuarenta años. Es decir, allá para el 1959. ¡Mañai» i como quien dice! —Y eso, ¿por qué? —Porque me han dicho que para entonces existirá el divorcio bisemanal. M A U R I C I O TORRES

Ricardo Núñez y Miguel Ligero artuarán en «RunilH> al Cairo», junto a Mary del Carinen. Kn esta foto aparecen los tres, momentos antes de iniciarse la filmación de esta nueva realización d» Benito Perojo

De hoy en adelante, mientras dure la filmación de Rumbo al Cairo, .Mary del Carmen tendrá que renunciar a los quehaceres domésticos, por orden expresa de Benito Perojo. lie leido el contrato y hay cláusulas de tiranía espeluznante. Véase una muestra: «La señorita Mary del Carmen no cocinará, no coserá, no fregará ni quitará el polvo d d mobiliario.» «•Durante la vigencia de este contrato, dicha señorita se compromete a no engordar, a no tener novio, a no cambiar el color actual de su pelo, a no tomar el sol, a no pasear a pie por la calle y a no trasnochar, salvo permiso de esta Dirección.» Estas cláusulas, y otras que no he tenido tiempo de copiar, revelan los sacrificios a que son sometidas las estrellas de cine; pero, a cambio de este régimen casi patibulario, Benito Perojo pone al servicio de Mary del Carmen todo género de comodidades: dos autos, doe doncellas, un peluquero, un maquillador, una manicura-masajista, un secretario, una mecanógrafa y el taller de uno de los modistos más famosos de Madrid, donde la estrella y a se lleva probados más de diez modelos diferentes. Las estrellas de la pantalla sufren lo suyo; 'bre todo en lo que afecta al noviazgo y al maimonio. Eso de renunciar al amor y al coqueteo es terrible para la mujer joven. Pero las ventajas son mayores. Lujo, popularidad, gloria, fortuna y un ejército invisible de ador.adores platónicos que se pasan el dia escribiendo a la estrella tristes y ardientes endechas do amor. (Lo malo as cuando se dedican a pedir fotografías.) Ya es estrella ,Mary del Carmen y a cs estrella No volverá a iim}iiar los muebles de su cusa, ni pascará a pie.

Como testimonio de admiración y de gratiiud hacia su init'iador en ol arte cinematoenifico. Mury d e l (Carmen ha querido que rl objetivo rerojii. junto a la suya, la figura de Rrnilo P e r o i o , el gran director espantd, que ba comenzado a rodnr, en los ('.studios de la CLA, « R u m b o a l Cairo» rois. cl^EE^


Hl ¡rpsto en el iilmii tle ln mujer, su espíritu, nu fuerzo: él no» setliiee. nos xnhyupii. non etirndenii. Más que en lus secretan prufnndiihtde» de nus ojos, mejor i/ue en su hellezn. untes que en sus pnlohnts. nos sentimn* aprisinninlin en rl enriintn irresistible drl íreslu de ln mujer. De ubi la ^ñrlorin derisivu. el triunfo lotnl, ahsiilnlu. en ¡ii riiieinotolO'nfiíi. de estu mujer, de Marlene Dietrich. que estudiada, analizada romo tal mujer ron juicio rrilira nerenu. se halla lejos de la perfección. Se impone con el /resto y por cl /resto: porque con ln fuerza de cl tirrastra. encurhe. domina, seduce. Su /¡esto es como un enl/rma indescifrable que quisiéramos penetrar, romo un misterio donde palpita su Kcrdadera \ida. canto el nni sagrada donde se queman sus pensamientos. El gesto es el batir \-elado de sn corazón, el cuelo tle su alma, sn esencia, que, concretánitase. se determina, se plasma. O por lo mentts, asi lo parece, esa impresión recibimos i-iénilola. Pero ^es real, es ciertay Stihemus que el gesto es. araste, la única \erilail tle la mujer. Can él haltigti. ticaricia. airtie, zahiere, punza, repele: ron él eshoza, tlihuja. pinta: liahla. solloza, rtinta... Ks liipriniii

y es gorjeo, impulso y serenidad, mar tormentoso y ciclo quieto, luz >• sombrtí, totlo y natía. }' en Marélne Dietrich es toda eso y es mucha más t/ue eso. Tiene un poder crtrtti'to y absoluto en sus labios, cn la quietud tle sus ttjos, en la languidez de su cuerpo. Es como nn halo tle luz que eníueh-e, como un poema maguo qm subyuga con su elocuencia, como un trazo hierálico que encadena. Caricia sua\'e. serenidad majestuosa, dulzura reposada, iiiquietuil zigzagueante, ne/crurn \ iolenta. claro tle luz. tritornello» alegre, trtige tliti y cuento tle hutías, altura y abismo... Es el gesto de esta mujer como una palpitación liimcaxa y mimstrnosa que absorbiera las palpitaciones totlas... ,;Fuerza eliminatla ilel fondo ile su ser. c.rprcsión <lc su esencia misma el gesto':' Se cree, \it'ndola en el lienzo: pero obser^ántlola. cn su <,ida. frente a la transcenilental nimiedatl de las horas, sencilla, ingenua, inocente, ptirece que el gesto, mtis que fiel intérprete ilel tiimti. es un ti < segunda nlmu' puesta ante los ojos ilel espectador para tlomiuarle con sn arte mnz" VÍCTOR (.ÁHIROXDO


I

Q

UK el azar, lo imprevisto, ejerce siempre una positiva influencia en nuestra vida, está evidenciado de modo incontestable. Pero lo que se puede aceptar categóricamente es que un imponderable cualquiera, una eventualidad fortuita, determine el triunfo o el fracaso de una auténtica vocación, de un temperamento vigoroso. Todos sabemos de alguien a quien el azar proporcionó una victoria fugaz, una apariencia de gloria, que no fué, en realidad, sino un relámpago. Y no pudo ser otra cosa porque el favorecido con aquel beso de la casualidad no poseía el temperamento, la vocación, el talento indispensables para triunfar de un modo decisivo. Por ol contrario, son frecuentes los casos en que una vocación cierta, un talento indiscutible, se apaga, se ensombrece en plena iniciación, porque un hecho imprevisto pone un valladar

He aquí un retrato de Dorotliea Wieck. obtenido cuando, poco después de haber llegado a Hollywood con el precioso bagaje de su brillante carrrru artística y el triunfo universal dr cMuchachas dr uniforme», las cornrjas dr la murnitiración comenataban a comentar el hecho de que Dorotbea no hubiese comenzado ya a «rodar». Poco drspur.( llegaba para la gran artista rl éxito rotundo dr «Canrión dr mna>

que entorpece y retrasa su marcha ascendente hacia la gloria. Pero, en un caso como en otro, el azar no decide, no resuelve de un modo ab.soluto. A la postre, el inepto a quien el azar encumbró volverá a la sombra de donde le sacó un golpe de fortuna, en tanto que la clara luz de la verdadera inteligencia, lucirá, finalmente, cuando la ráfaga de infortunio o de adversidad sea pasada. En el ca-sü de Dorothea Wieck, vivo exponente

de una sensibilidad artística poco común, el azar ha tenido escasa o ninguna intervención. Su clara inteligencia, su temperamento firme, su sensibilidaíl exquisita, señalaron desde su infancia, con rara diafanidad, la r u t a gloriosa de triunfos incesantes que iba a ser su vida. Dorothea Wie(;k, nacida en Davos (Suiza), pertenece a una familia en la que el talento artístico se transmite de generación en generación. Es hija de un notable pintor y de una excelente pianista. Por su tatarabuela, Clara Scbumann Wieck, también pianista admirable, desciende del inmortal compositor Scbumann, del cual aquélla fué hija. Desde sus primeros años, Dorothea recibió una educación esmerada, durante la cual no fueron desatendidas las aptitudes artísticas que desde su infancia acusó la qtie hoy es gran estrella de la


pantalla. Sus padres residieron durante algún tiempo en Suecia, en una pequeña localidad próxima a Estocolmo. Más tarde trasladáronse a Fribui^o de Bri^ovia, y de alli pasaron a Gnmewald, poética ciudad próxima a Berlín donde un abuelo de Dorothea ejercía el cargo d« contramaestre. Por entonces nuestra biografiada contaba apenas doce años, y y a era una aventajadísima estudiante. Su comprensión artística era singular. La música, especialmente, en cuyo estudio hacía grandes progresos, la apa.HÍonaba, así como también mostraba afición desmedida por la poesía, primero, y después, como lógica consecuencia, por el teatro. A los catorce años, con ocasión de hallarse pasando un verano en Davos, conoció al poet; Klabund, algunos de cuyos hermosos poemas st le habían grabado de tal modo en la imaginación, que podía recitarlos de memoria. A requerimientos de Klabund, declamó algunos ante él. y quedó éste tan maravillado del sentimiento artístico de la pequeña recitadora, que aconsejó a sus padres la conveniencia de enviarla, llegado el otoño, a la Academia Ilelleream, ima institución preferentemente dedicada a cultivar las disposiciones artísticas de sus alumnas y en la cual no se ingresaba sin una previa demostración de esas aptitudes. Durante dos años, Dorotheii estudió el canto, perfeccionó sus conocimiento.inusicales, hizo algunos cursos de danza y, en .suma, adquirió la sólida j)reparación artística que n\ñ< tnrdc habia do alliiiiiiilf fl c M i i i i n o 'le la gloria. Aun lili I uiuplido.-? los d u / v sei.-- a n o s , liu- cu-

viada por su madre a .Munich, recomendada a la esposa de un actor llamaílo Alexander Moese. Informada Dorothea de que la rniversidad de la capital bávara iba a dar un curso sobre los grandes autores dramáticos, resolvió asistir a él, lo que realizó en compañía de una joven amiga, alumna de la Universidad. Durante varias se-

(^rt-gorio .Martín»"/ Sie'*~"rra y Dorotbea Wieck r u a n d o ei r r o d a j e » dr «Canción de runas ¡ba a iniciante

Uorullit-a \ ieck en un momento d e « C a n c i ó n d e cuna>

manas siguió con interés vivísimo las conferencias del catedrático, y terminado el curso, consiguió .ser admitida, no sin trabajo, pues no se hallaba matriculada, en una excursión que los alumnos, con su profesor, hicieron a Viena, para asistir a varias representaciones teatrales y estudiar a los grandes autores. Esta circunstancia inesperada, este hecho imprevisto, encauzó de un modo definitivo la existencia de Dorothea Wieck por los senderos del arte escénico y cinematográfico. He aqui cómo relata la Wieck esta fase de su vida: «La semana que pasamos visitando los principales teatros de Viena fué maravillosa. Nunca se apagará en mi espíritu la ¡mpresión que recibí viendo representar las obras célebres que el gran Max Reiidiardt interpretaba en el Joseph.stadter... Cuando l l ^ ó el dia de r ^ e s a r a .Munich, advertí que me era imposible abandonar Viena Algo dentro de mí parecía decirme que aquel viaje tenia que ejercer en mi vida una influencia decisiva, y que no debía desaprovechar la oportunidad. Por otra parte, aquella ciudad tan linda, t a n alegre, me atraía de modo irresistible. Inmediatamente surgió en m¡ mente la ob.se-


íión de ser admitida en la Compañía del Josephstaílter. Pero ¿cómo conseguirlo? Por fortuna, ia familia en cuya casa me hospedaba conocía a uno de los directores de Keinhardt, y me dió una carta de recomendación para él. Sin pensarlo más, fui a verle. Jamás olvidaré aquella entrevista. La tengo tan grabada en mi recuerdo como si hubiese ocurrido ayer. Una vez que el director hubo leído la c a r t a , arrellan ¡e en u n a poltrona, y a un gesto suyo, comencé a recitar, con el alma [»uesta en lo qne hacia, u n a escena de Romeo y Julieta. Aquel hombre no se dignó mirarme ni una vez, y hasta temí que ni me hubiera oído: tan abstraído estaba en acariciar a un perrillo que tenía sobre sí. Aquello me indignó, y sin poderme contener le dije, roja de ira y de pena: —¿Quiere usted, señor mío, dejar al perro unos momentos y fijar su atención en lo que yo hago? Se quedó perplejo ante nñ actitud: pero no se enfa<ló. Antes al contrario, levantóse de la butaca calmosamente v me dijo con tono cordial: —¡Bravo, chiquilla! Ahora me has gustado más, mucho más, que cuando declamabas Julieta. Creo que se puede hacer de t i u n a gran actriz. Mañana mismo hablaré con Reinhardt. Y, en efecto, cumplió su palabra. En mi vida he sentido un azoramiento mayor. De tal modo me hallaba lobrecogida por el tenuir y por la 3moción, que me zumbaban los oídos, l ti r r l r m » aitliiiirulilf todo daba vueltas en mi derreilor y ientí que iba a desmayarme. Al ver mi desconcierto, el propio Reinhardt brintlóse a ejercer de a|)untador. Pero fO, convencida de que iba a fracasar y ile que Uxla ayuda .-iería inútil, me recobré instantáneamente, y dije con gesto audaz: —¡Oh, no es preciso! Diré el papel a mi modo. Y sin saber cómo, improvisando los trozos que m i memoria olvidaba, comencé a recitar. Cuando terminé, muerta de vergüenza y dando por descontado mi fracaso, sólo jten.-*' eu h u i r de «quel lugar donde había pasado el más angustioso rato de mi vida. Imaginad mi sorpresa al ver q u e R e i n h a r d t , e n t r e s<mrisas de disculpa y frases de a l i e n t o , m e ofre<-ió n n c o n t r a to por ¡cinco años!» La obra con que Dorothea Wieck debut<) (!omo actriz, bajo los auspicios de Reinhardt, fué No matanu, de Andreiev, en la que obtuvo un gran triunfo. Desde entonces los éxitos se renovaron sin cesar, hasta que un día, cuando Dorothea hal)ía apenas cumplido los diez y ocho años la Emelka le ofreció un contrato |:>ara actuar ante la cámara. Con esta marca filmó <loce películas, y sintiéndíjse de nuevo atraída por las l u ( ^ del |tn>sceni»j.

retomó al teatro. Poco después. C a í Froelich ocupábase de reclutar los artistas que habían de representar Muchachas de uniforme. Nadie había pensado en Dorothea Wieck para «1 paf)el de afraulein von Bernberg»; pero cierto día, hallándose F^roelich de visita en casa d e los Wieck, c o n lof ^ cuales le uriia una buena amistad, la ¿;''^ casualidad puso en sus manos un álbum de fotografías familiares, y en él halló un retrato de Dorothea, en la que ésta aparecía como una DOTOthea distinta por completo de la que él conocía. El no ignoraba, claro es que la Wieck era aclriz y que inclus* había hecho películas; pero hasta que no vió aquel retrato no pensó en la |^>osibilidad de que la hija de sus amigos fuera la protagonista soñada para Sluchachas de uniforme. F>ta obra, el triunfo clamoro.so, re.sonajite, universal, que en ella alcanzó, consagraron definitivamente cl nombre de Dorothea Wieck. La fortuna había pasado por su lado, y su arte magnífico había sabido apresarl a Poco después, la Paramount ofrecióle un contrato espléndido, que ella aceptó, y un día de Marzo de 1933 llegó a los Bastados Unidos. Una semana después comenzó para ella i m a nueva vida: la vida accidentada, inquieta y febril del misterioso y tentador lIollywíKKl. Pen) el tiemj>o pasaba, y Dorothea Wieck no empezaba a filmar. No pas/i inadvertida a nadie aípiella inesperada demora, y la nmrmuración halló tema propicio a toda suerte de conjeturas. Ix) que en realidad sucedía no «•«• i>wri>llM-a \ HTW podía ser más halagador para la «tar. Ija Casa productora que la había contratado. c«in clara visión, .sabía que tenía en su poder un valor positivo, al «pie no se [)odía fireíñpitar en un fracaso por una impremeditada elección de la obra con <pic iba a iniciar sus actividades en los Estu<lios yanquis, y esperaba una ocasión propicia para hacerlo. Un día la obra llegó, y con ella un nuevo éxito para la eminente actriz. La película se llamaba Canción de cuna y era su autor nuestro compatnota insigne G r ^ o lio Martínez Sierra. El triunfo logrado por Dorothea Wieck en este film a n [)erdura en la memoria de todos. La ingénita ternura de la admirable estrella puso en Canción de cuna algo más, algo mejor ijue -u talento y sus aptitudes de actriz: pu.so el alma entera El alma de una mujer a quien está vedadla la maternidad y t]ue, no obstante, ama, goza y sufre como si fuera ma<lre; poríjue ciertaniente lo es, si no por la carne, j)or el espíritu... A<)ui tienes, Iwtor. descrita a grandes rasgos la vida de Dorothea Wieck, la actriz genial e incomparable. Decir Dorothea Wieck es decir la vocación triunfante, la vicUiria sin claudicaciones ni desmayos, la total eliminac;¡ón del azar e n una trayectoria g l o r i o s a — R i C A R n o VALLS


en £i»paua también, hemos de acudir a ia técnica extranjera, porque la nuestra está aún en vías de formación. En Gado braro, por ejemplo—^nuestra película última—, aparecen mezclados elementos portugueses y extranjeros. En la próxima intervendrán sólo elementos nacionales. Y asi seguiremos hasta llegar a la producción de un cinema completamente portugués. Otro factor, común también a la pantalla española: hasta ahora el Estado no ha ayndado a esta etapa inicial de nuestro cinema. —^Ha citado usted Gado bravo. ¿Cómo ha respondido el público a esta cinta? —Admirablemente. En las pantallas portuguesas se viene representando con gran éxito. FÍonto se estrenará aquí, en Madrid. Es una película típicamente portuguesa, de acentos y costumbres muy de allá. —¿Puede afirmarse que Gado bravo ha comperisado, económicamente, el esfuerzo puesto en >n producción? —Desde l u ^ o . El público respondió con un gran entusiasmo, y la pelicula tiene todavía ante sí excelentes caminos que recorrer. E r a m o s francamente satisfechos de ella.

áááM&ma

La próxima producción portugursa

N

o se concebiría, realmente, que un despacho de asuntos cinematográficos estuviese en una calle sombría, de horizonte viejo y angosto. El cinema—novedad, amplitud, ambición-—exige estancias claras, con perspectivas luminosas. Y así, esta entidad portuguesa—H. da Costa, productora y distribuidora—está instalada en el sitio más moderno y más cinematográfico de Madrid. Nuestro Broadway, como si dijéramos. Desde los balcones del despacho principal se domina ima de las más nuevas perspectivas madrileñas: avanza, en primer t é r m i n o , la n a v e suntuosa y a u d a z del Capítol; a uno y otro lado, fachadas de salas de film, y al fondo, la animación abigarrada de la Gran Vía, entre un cauce de rascacielos. Contemplamos unos instantes ese paisaje ciudadano— cemento y anuncios luminosos—. Tiene para él, desde el balcón, unos elogios el señor Da Costa, alma y c a p i t á n de aquella entidad cinematográfica. Entramos de nuevo en el despacho. Unos butacones hondos, y de nuevo se enhebra el hilo de la charla sobre los proyectos.

los nimbos y las posibilidades de la pantalla portuguesa. Hay en la palabra del señor Da Costa una fina efusión, esa gentileza cautivadora del acento portngué». —Nuestro cinema está, aproximadamente, en el mismo momento del español: iniciación, aprendizaje, entusiasmo. Hay en él, a la vez, el fervor y la dificultad de las cosas primeras: lo realizado compensa, lo por realizar inspira una gran fe, y, sin embargo, el capital se retrae, no acaba de lanzarse a estas bellas aventuras, en las que, en verdad, no existe el riesgo. Y, como|

—^¿Qué otros films tiene en preparación la entidad que usted dirige? —A Gaclo bravo seguirá El misterio de la carretera de Cintra. Es la adaptación de una novela de Ek^a de Queiroz. Gado bravo fué un film de aspectos muy portugueses. Por eso, como contraste, hemos querido hacer ahora este otro film, de tipo universal, de personajes y tema que son de todos los países. Película muy película, de un gran dinamismo y una gran emoción; seguramente la obra de E<;a de Queiroz que más se prestaba para su traslado a la pantalla. De esta nueva cinta serán intérpretes principales Bmnilde Judice y I|aúl de Carvalho. —¿Y para después? —Una pehcula de tipo colonial. Iremos a filmarla al África portuguesa. Vn maravilloso escenario natural, enormes selvas autén-


ticas, expediciones, cacerías, riesgos... Todo ello ; (on el menor truco posible, obteniendo el máximo partido de aquel a Naturaleza espléndida, de : aquel gran paisaje real. i —Pelicula de mucho coste. l —Si, claro. Pero tendremos para ella la ayu- i da del Gobierno. Y se puede asegurar que el público ha de responder entusiásticamente a una producción de ese género. Queremos que la fil- j mación de esa cinta tenga un carácter excepcio- ] nal. Para la expedición al África invitaremos a re- ; pre-sentantes de las diversas actividades de núes- ^ tra cultura: a un escritor, a un pintor, a un es- • <;ultor, a un periodista... ^ —Mis votos de acierto en esa pelicula, que J puede ser, en efecto, una gran cosa. ¿Y paraj después? ¿Más proyectos todavía? * —Un tercer film. Una cinta de tipo histórico, ^ nacional, sobre la vida de una heroína popular] fiortuguesa: María da Fonte. Esta es nuestra la- i Ijor en cartera. Aspiramos a acusar notas distin-' tas, a recoger toda la maravillosa diversidad quo í el cinema ofrece. J u n t o a la cinta de costumbres, ^ de aspectos típicos, como Gado bravo, el film dej tono cosmopolita, como El misterio de la correlera de Citüra. Al lado de una producción colo-^ nial, como esa de nuestras posesiones de África, \ una película histórica, de entrañable esencia na-cional. \ Las posibilidades de un bloque ibéríeo de produeeión —Cinema portugués y cinema español. ¿Usted cree que cabe alguna acción común entre las dos producciones, que puede unir a ambas pantallas i m vinculo más fuerte que el que habitualmente hay entre las restantes pantallas europeas? —Creo, en efecto, que ese vínculo más fuerte existe, y que esa acción común puede y debe ser. Me parece perfectamente posible l l ^ a r a la formación de un gran bloque ibérico de producción, de un frente peninsular cinematográfico. Sería fMjsible desde los dos puntos de vista fundamentales: desde el punto de vista artístico y desde el punto de vista comercial. Desde el punto de vista artístico, nuestros dos países tienen una admirable cantera de paisaje, de leyenda, de folklore, de historia. Desde el punto de vista comercial, Portugal ofrece el mercado del Brasil y de las colonias, como España el de Hispanoamérica. ¿Advierte usted el formidable porvenir que en este sentido puede aguardar a una producción de tipo ibérico? Con muy poco esfuerzo suplementario, de las peliculas portuguesas se podrían hacer versiones españolas, como de las películas españolas, en las mismas condiciones, versiones en portugués. Y una producción orientada en este sentido tendria ante si el mercado mayor del mundo. Eista posibilidad, ¿nO merece el esfuerzo de que españoles y portugue.ses nos acerquemos para emprender una acción (;omún, que tantas ventajas nos puede reportar recíprocamente? I^a palabra de este gran animador del cinema |X)rtugués .se llena de entusiasmo y de fe al perfilar la magna iniciativa de una producción ibérica, de un film peninsular invadiendo las pantallas del mundo. Idea feliz, que bien merece la pena de que sobre ella se inclinen atentamente cuantos en España sienten la preocupación del cinema nacional. —Nos desconocemos—^me dice ahora—, Estamos a dos pasos, y nos desconocemos, sin embargo... Hay entre uno y otro pais muchas cosas comunes, que nos deberían llevar a un acercamiento efectivo, a un conocimiento mejor. ¿No cree usted, por ejemplo, que sería una gran tarea dedicamos ahora a la creación de ese cinema ibérico, de esa producción que tendría ante si el excepcional mercado de todos los países en que se habla español y portugués? Contagian la confianza y la fe—encerradas en la malla de una palabra suave—con que este capitán de la industria cinematográfica portuguesa expone su iniciativa. AI servicio de ella, amigo Da Costa, quedan jas páginas de esta revista.

Nuestros lectores podrán poseer los bustos de sus artistas favoritos tomando parte en los Concursos que CINEGRAMAS organizará mensuaimente En e s t e C o n c u r s o q u e s e i n i c i a e n e l p r e s e n t e n ú m e r o s e s o r t e a r o n d o c e b u s t o s d e la g e n i a l

GRETA

G A R B O , d e b i d o s al c i n c e l d e l j o v e n y n o t o b l e e s c u l t o r C o r l e s M O N T E V E R D E , a l t a m a ñ o d e 2 7 K 3 4 c e n t í m e t r o s , e n t r e l o s l e c t o r e s q u e o d i v i n e n e i n ú m e r o d e l p r e m i o m a y o r d e l s o r t e o d e la L o t e r í a N a c i o n a l

del

2 de Moyo de 1935. P o r a l o m a r p a r t e e n e s t e C o n c u r s o b a s t a r á c o n remitir d e o i d a m e n t e l l e n a d o e l a d j u n t o c u p ó n . Los d o c e p r e m i o s s e a d j u d i c a r á n o l o s d o c e c o n c u r s a n t e s q u e a c i e r t e n e l n ú m e r o d e l p r e m i o m a y o r de d i c t i o s o r t e o , o , e n su d e f e c t o , o l o s q u e m á s s e a p r o x i m e n . Si h u b i e s e m á s d e d o c e s o l u c i o n e s e x a c t a s , l o s p r e m i o s se s o r t e a r á n e n t r e t o d o s los q u e h o y a n a c e r t a d o . T o d o s l o s b o l e t i n e s d e b e r á n e s t a r e n n u e s t r o p o d e r a n t e s d e l o s d o c e d e la n o c h e d e l d í a 3 0 d e A b r i l . Los q u e l l e g u e n d e s p u é s d e e s t e p l a z o q u e d a r á n r i g u r o s a m e n t e e x c l u i d o s . En e l n ú m e r o d e

C I N E G R A M A S c o r r e s p o n d i e n t e a l d í a 5 d e M o y o p r ó x i m o d a r e m o s el n o m b r e

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GRAMAS»

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.SV>V un fugitivo. Director: Mf;rl ' l l n l s , l ' . l l i | i i i - de .Viontjilirll, IVIS.V ST>I. ¡Ciiir>es). Tiene ryn IA: Koy. Keparto; Jaiii';!! It.lKcliin:!. 1.77 lio ost.itur.i, c.il>oll<Mil)s* IIALIEN; l'aul Muni; Marii:: (ili;nda JAMI-S o'IÍKII'N (Ifarcilo 1 0 y OJOS azul-.'laros. 1 Vs»lo liiol'iU-rell; llelén: Helén Vins<jn; na), l-^l loriarlo de /.X herma ¿;i>. Wisoousiu os «lio de loslísSVSCKlinOKAS I C\'/»«Il\;te: Prest«)H l'oster; Secondt.ulos riiiilos do la .América dol na San Sulpicio es el siguiente . di Ot(¡a).—U» letra ile la wardcn: Edward Me .Mamara; c;ioria; lnr|)eri<) Argentina; Da Norte. Paia ol dolilajo. uo so canción «Ama. cuando el amor Secretaria d o Alien: Sheila niel Suáro/; Miguel l.igoro; CCte llama, de la película ¡u tc \ .;V trailucou p.ilab.ii p.IR palabra Terry; Barney: Alien Jenkins; forino Sanjiirjo; Salva<lor Solei todo lo lino oxj>.'os.in los artist.us i*>s gitanos, es como sigue: Thcwardcn: David Eandau; l-.l Mary: l'aca, la doncolla: Anita oxtr.iujoios. Ks uu sentido aproí indulgíate'—iiíij»:-Ad.iuui/.; I).)n Osear: Emilio juez: Burtón Chuchill; l-.l \xjmximado, buscaiulo siompio la Í H A I . — / - : i i s tu gj>bero: Edward Ellis; Alice: Sally ontonacióu debida ilo voz a Uus l\)rtos; El conde de tiadul: .in :rcnibón.—Dicen qutBlanc; Red: James Bell; Hijo Martínez Tovaí; I-a condesita lutorpiotacioucs d o l artista, es ciego.—, del sheriff: William Janney; LJ edad de iti>:ar iv>. l'uodo adqutiii oso-i sollos c»)m- do Cladul: Rosita l.acasa; CONordine: John Wray; Reverenpraudo valos iutoruacioivilos en mandante Villa: Enrique Vict); ligo—es la ¡uí-er.tud.— do Alien: Hale Hamilton; -AboJoaquinita: María Faz MoliContra los do Con cos, y estos Pnmai.eTii d¿ la lida.—que cc>¡ gado del distrito: C. H e i w nero; Madre Superiora: María • . :aicr—tvys da, con la ilusión valos canjearlos por sollos del Gordon; C. K. Hobb: Spencer -Anaya. Me interesaría canocei país quo doseo. :eta,—el primer amor.—El Charters; Steve: Roscoe Karns; su dirección particular. EL BOMBERO (Madrid).— • JO que ella inspira con ¡erFuller: Robert Wa wick; ConPANCHO V I L L A (Madrid).— Es rubia y puede escribirla a lient* ardor—: es la triunfal ductor: Charles Middleton; SheJosé Mojica nació en 1 9 0 1 , en Fox Studics 1 4 0 1 N. Western, canción de amor.'—El mundo es riff de Monroe: Harry Holman; San Gabriel (Méjico). Antes de .\venida Hollywood, Califoinia. el reino del amor.—aunque Li Linda: Noel Francis; Mrs. -Alien; trabajar en el cine se dedicaba CARTA BLANCA I*7 H:> : ¡Ja esta lerditd.— l ' X A E S P A S O L I T A AFICIONAD.V Louise Cárter; Ramsey; Mora cantante de ópera. Sus peGreta Garbo nació e: • .-í •. .'—, Sclo hay que AL CINE (Cádiz).—Escriba a lículas son: Ladión de amor. gan WíJlace; Parker: Reginald mo (Suecia- el año 1 9 0 0 . r :¿.et. — .ilma se.iienta de Maruchi Fresno, a Santa IsaEl precio de un beso. La ley del Barlow; Stand: Charles Sellón; 1 , 6 6 . Sus películas son: LJ . .ir.—nunca es en lano espebel. 2 6 , Madrid; a Antoñita Wilson: George CoUins. El reharén. Hay que casar al principe, piación de Gasta BerUng. E rar.—.4ma, cuan.io el amoi te Colcmé, Montaner, 1 3 0 , Barparto de El asesino diabólico .Mi último amor. El caballero de torrente. La tierra de tc^cs. £ llama.—Escucha su voz.—.Vo celona; a Catalina Barcena, es el siguiente: Peter Vates: demonio y la carne, .\.na Kareapagues de atnor la ¡lama.— -Avenida del Valle, ^42, Madrid; la noche. El rey de los gitanos. La melodía prohibida. La cruz Charlie Ruggles; Eric Gorman: nina, La mujer divina. La .4ma, cuando tu pecho—quiera a Imperio Argentina, Cifesa, Lionel Atwill; Jerry Evans: y la espada. misteriosa. Orquídeas salí.. entregar tu fe.—.Vo extingas de -Avenida de Edua.clo Dato, 3 4 , Gail Patrich; Dr. Woodford: Tentación, La > amor la hoguera.—Contra el Madrid; a Raquel Rodrigo, a Rosita Moreno es también Randolph Scott; Roger Hewitt: .-l/i>!<» Christie, E amor no hay nada—que logre al Orphea Films, Parque de Montmejicana—de Panchuca—, y John Lodge; Evelyn Gorman: ce. Inspiración . M.i;.¡-h..': im vencer.—Todo lo abarca,— juich, Barcelona. nació en 1 9 1 í. Galas de la PaKathleon B u r k o ; Profesor Grand Hotel, Susán Lenox, L.: tido lo vence el poder del amor.— ramount, Gente alegie, /;/ dios del RoTCHscHiLU (Albacete).— Evans; Harry Borosfortl; Dan reina Cristina dé Suecia y E. .Ama, cuando el amor te llama.— mar. El principe gcmdolero. CaMuy agradecidf> por su amaEdward: Me Wailo; Director: velo pintado. Escriba a Metro Escucha su voz,—no apagues de mino de Santa Ee, El hombre bilidad al enviarme la canción. Edward Suthorlaud. -AgradoGolilwyu Mayor . 1' amor la llama. (Fin).—El artista que asesinó, sjn sus principales Esc. iba a }<.&. x Hl'-udell, a Warcitlos iX)r el interés «[uo so toma California por quien se interesa de -iri- ner H-'os, Hurbailk, Caliloruia. películas. cn nuostra revista. gen mestizo. li. LlBKl.-; CARA P E .NIÑO (Sevilla).— Y a KaíjueJ Rodrigo, a Orpliea

Colf uléiost.' p o r coutost.iil.i viciulo tas "^os^niostas niu- li.iiío .'. I'>iH{iiíSJ Inés.

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O r E RA MAÑANA

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_ ^ ^ ^ S * ^ ® " ® Hudson y Mona Barrie

Uaapcali' editada

DELGADO

FILM


INS TAN TAN KAS NN llaiding nació en Fort San llouston (San Antonio), Texas, cl dia 7 de Agosto de 1903. Ann Ilarding es hija del difunt) general George Grant Gatley. La niñez de la estrella transcurrió monótona, siguiendo la existencia militarizada de su padre, pendiente siemre de las órdenes superiores que recibía de iVáshington, alternando su vida entre San Antonio, Xueva York, Rose Valley, Habana y Washington. F^dueóse en diferentes colegios: el Montclaire, el East Orange y el Baldwin School, de Byrn ^Iawe, donde terminó sus estudios superiores, idiomas y música. La orientación de su vida de actriz couieuzó cuando la joven Ann conoció en el Baldwin School a la hija del famoso Ottis Skinner. Ann estaba descontenta de su vida rutiiiiuia, de su muelle existencia, de sus euergía.s, que permanecían >asivas en el circulo de su vida burguesa. Sus deseos eran debutar en las tablas, demostrar su entusiasmo juvenil por el arte de Talía; pero su padre, el inflexible general, se negó a ver a s u bija sobre un tal)lad(j escénico, permitiéndole, co uo máxima concesión de independencia, el trabajar en las oficinas neoyorkinas del Metropolitan Life Insurance Company. P l i s a r las horas escribiendo carta tras carta, en la monotonía acerada del teclado, no era para el temperamento de la joven. Sus compañeros de trabajo la incitaban para que debutara en las tabla.s-, convencidos del encanto de su blonda belleza decorativa. Otra de sus ilusiones era escribir par.i la escena. Este deseo, como todos los fjue la dulce Ann sintió, logró satisfacerlo, escribiendo una obra que puso en escena un grupo amateur, y en la que ella interpretó el papel de protagonista. Yuh tal su éxito, que los quo comenzartjn en Compañía amateur siguieron como profesiunaies, percibiendo miss Ilarding la suma de 3.5 dólares por semana. Duró ocho meses la organización, partiendo de aquí la carrera profesional de miss Ilarding. Seguidamente debutó en Lihe a King, obra que fracasó, teniendo (pie abandonar Ann Ilarding el ambiente del Broadway, que tanto adoraba. Después de su infcjrtunado debut en la urbe neoyorkina aceptó el ofrecimiento de una Compañía para debutar en Detroit, donde pasó dos años trabajando como primera actriz. Después de consolidarse definitivamente como una actriz de gran renombre, pasó a California,

A

1.a (iiitiiiiuiil Krili-li t'iMitíiiúu iriiiiiliiliiiuiiU- »ii (iroducciúti, u r u ^ i i t u «iiii i'vilu f i i la |IUIIIIIIIH IIIIIIMIÍUI |>ur sus g r a n d e s valoracitMieíi tiVuirns y arlísiit-ax. Nuevos r o s t r o s »c iiirorporaii a l vine, y l« c o i i s t e l a c i ó u d e l firninnicnto r i n e i u a t o -

gráfico s e puebla de nnevas eslrellaM i n g l e s a s , l i e aquí a Coustaiu-f t^odridge, actriz incorporada a la nueva prom o c i ó n de la (iauniont Itrilisli

acompañada de su esposo, Harry Biuinister, con el que se había casado en Detroit. Al debutar en Passadena con Strange Interiude, cousiguió la actriz un triunfo resonante. Nunca tuvo Ann Ilarding deseo alguno de aparecer ante el lente. Después de su boda, sus únicos anhelos se concentraban en su hogar, en

su espo.so y en su hijita .lañe. Fué inevitable. Los productores de la Pathé vieron trabajar a la actriz, y muy pronto la atracción de Hollywood pudo más que su voluntad. Firmó un (jontrato con la Pathé, interpretando como primera película Paris Bound, que constituyó un verdadero succés i)ara la actriz. Seguidamente rodó Her prívate affair, Girl in th'e Golden west, Comdemned y Hdliday. Pasó desi)ués a la Fox con East Lynne, volviendo a Patlié con Devotion y Prestige. Cuando la Eiuini'sa Radio Films se fusionó eon la Pathé, uno de los factores más importantes que decidió esta fusión fué contratar a Ann Ilarding. Por cuenta de la prestigiosa Empresa Radio Films ha aparecido en Westtcard Passage, The conqverous, The animal Hingdow, Double Hamess, Beautifid, Divina y La hija de nadie. listas dos últimas sin estrenar aún en España. Miss Ilarding es bellísima. Pesa 50 kilogramos. Mide 1,57 metros. Viste con elegantísima sencillez. Se peina con bandos de clásica madona. Tiene los ojos azules y la tez blanquísima. Es una concertista notable, ardientemente apasionada de la música. Practica los deportes y siente verdadero entusiasmo por la aviación.

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