Leyendas de
Toledo Pablo Hernรกndez
Índice El puente de san Martín………………………….2-3 La cueva de Hércules y el palacio encantado……3-4 Cristo de la luz……………………………………4-5 La peña del rey moro……………………………..5-7 El Cristo de las aguas……………………………..7-8
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El puente de san Martín A consecuencia de las guerras entre Don Pedro I y Don Enrique de Trastámara, unos de los puentes más importantes de la ciudad quedó malparado, ya que los atacantes utilizaron minas, haciendo volar las defensas para poder entrar en Toledo y los defensores lo cortaron para impedir la entrada de sus enemigos. Con todo eso se causaron muchos destrozos en el viaducto. Varios siglos después hacia el 1390, el arzobispo don Pedro Tenorio, deseoso de fortificar Toledo en previsión a posibles necesidades defensivas futuras, ordenó reconstruir dicho puente. Para ello encomendó la misión a una afamada arquitecto, con el fin de afirmarle y hacerle seguro. Convinieron en el precio y el arquitecto empezó su obra con mucha ilusión. Según iba pasando el tiempo el alarife se le iba viendo cada vez más triste, callado, sombrío y huraño. Todos los atardeceres, a la vuelta de su trabajo, su mujer que le conocía muy bien, se sentía decaído y fuera de sí. Nada podía cambiarle su estado de ánimo nadie de la gente que le conocía, acertaba en los posibles motivos que le hubieran llevado a tan repentino cambio de carácter. La obra avanzaba con rapidez, y nada parecía cambiar ese estado de ánimo. Su mujer que soportaba su mal humor día tras día, busco con inteligencia lo que a su esposo le provocaba ese mal humor continuo, hasta que un día el alarife abatido le contó lo que le quitaba el sueño y día tras día le abatía. Le confesó que se había equivocado en los cálculos de cimentación del puente, y que cuando al darse cuenta había intentado subsanar el error cometido, era demasiado tarde. Cuando se quitase la cimbra del arco central todo se vendría abajo y que él además de deshonrado y arruinado sería castigado por su negligencia. Le comentó a la mujer que había pasado muchas horas buscando una posible solución al problema, muchísimos cálculos matemáticos y no hallaba solución alguna, el mal no tenía remedios. Su esposa trató de tranquilizarle, le prodigó sus más cariñosos consuelos y se dispuso a discurrir una posible solución para sacar a su marido de ese fatídico trance en el que se hallaba. Por fin, después de poco dormir por el mucho pensar se le iluminó la mente y se dispuso a llevar a cabo la acción que tenía en mente, creyendo ser la única solución al grave problema de su marido. Así una noche muy oscura se acercó sigilosa al puente llevando consigo unas teas cubiertas de estopa y embreadas y una yesca. Se situó bajo el arco central y embreando la parte inferior de los andamios y la cimbra sobre la que descansaba el arco, prendió las teas, que posteriormente acercó a la madera y con suma rapidez se alejó del lugar confundiéndose con las sombras de la casa, hasta llegar a la suya, que se hallaba en el callejón del Alarife, estrecha calleja sin salida que se abre al principio de la calle Santo Tomé. Mientras tanto, las llamas fueron extendiéndose por las maderas que formaban el andamiaje. Cuando los vecinos quisieron darse cuenta del incendio ya era demasiado tarde. El fuego consumió la cimbra y tras un crujido se vino abajo, arrastrando el arco. Al día siguiente la noticia del accidente se fue extendiendo por toda la ciudad acechando la catástrofe a la casualidad.
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El Arzobispo al enterarse del hecho llamó al arquitecto y le ordenó que de inmediato se pusiera manos a la obra con la reconstrucción del puente, este corrigió los errores y poco tiempo después el nuevo y flamante puente se hallaba terminado y en disposición de prestar todos los servicios que se le requerían. Al poco tiempo de inaugurado la esposa pidió audiencia al arzobispo se tiró a sus pies y le contó todo lo que había pasado pidiendo, este la escuchó y la levanto del suelo comprendiendo el gran amor que le habían llevado a hacer tan reprobable acción, pero lógica para salvar el honor de su esposo. Para perpetuar la memoria de este hecho y que sirviera de ejemplo de abnegación, sacrifico en ingenio a las generaciones futuras, mandó poner en piedra en un nicho sobre la clave central del puente, la imagen de la protagonista de esta bonita historia de amor, y aun hoy en día mirando desde los laterales del puente se puede ver la imagen de la mujer del alarife.
La cueva de Hércules y el palacio encantado Dicen las leyendas que el héroe griego Hércules, cuando llegó a Toledo, construyó un palacio descrito por unos y por otros como un edificio maravilloso que daba gloria a la ciudad y en el que se supone que guardó un gran tesoro. Más tarde cerró sus puertas dejando a diez guardianes, a los que entregó la llave del candado. Dando orden expresa a estos que cuando muriera alguno fuera remplazado por otro. Así pasó el tiempo y se cogió la costumbre que los reyes posteriores pusieran cada uno un nuevo candado en la puerta de este palacio, como reconocimiento de la disposición de su creador, cuyo objetivo era que nadie entrara en él para evitar posibles males. Llegaban los candados a número de veinticuatro en el tiempo que empezó a reinar el último monarca visigodo, don Rodrigo, al que los jueces y clérigos de la ciudad le insistieron a que pusiera su candado como tradicionalmente habían hecho sus antepasados. Este rey no sólo se negó a ello sino que quiso entrar en el recinto, intrigado enormemente por lo que había dentro del recinto pudiera encontrar. Por todo el mundo fue advertido que no lo hiciera, y que si lo que buscaba eran tesoros ellos se lo conseguirían para él, pero don Rodrigo hizo caso omiso de las súplicas, pidiendo las llaves de los candados que ya estaban colocados. Al notar la tardanza pensó que era desobedecido y uno por uno fue arrancando los candados de las puertas hasta que penetró en las puertas del palacio. Lo que por fuera parecía tener forma cilíndrica en su interior era cuadrado, formado por cuatro estancias. Una de ellas era blanca como la nieve; otra negra como el pez; otra verde como la esmeralda y la cuarta roja como la sangre. Al llegar a la tercera sala se encontró un arca finamente labrada, con un candado que al final también violentó, con gran deseo de descubrir el gran secreto que contenía. Cara de asombro tanto en el monarca como en los que le acompañaban al descubrir que en su interior una tela blanca que tenía pintados hombres con arcos, flechas, lanzas y pendones, montados sobre caballos y todos ellos vestidos a la usanza árabe. Tenía también una inscripción o leyenda que rezaba así: <<Cuando este paño fuere extendido y aparecieran esas figuras, hombres que andarán así vestidos conquistarán España y se harán de ella señores>>. Al rey le preocupo bastante lo allí visto, y arrepentido dejó todo como estaba antes de entrar, ordenando a los que allí se encontraban que no comentaran nada de lo sucedido.
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Cuenta la leyenda que al poco un águila gigante bajó con un tizón encendido en el pico y lo depositó en el palacio y que aleteando fuertemente sobre él produjo tal incendio que al poco dicho palacio se hallaba reducido a cenizas y que éstas fueron tomadas por otras aves, que con sus alas las esparcieron por toda la península. En el año 711 Toledo era conquistado por los musulmanes tal como predijo la tela blanca.
Cristo de la luz Allá por la mitad del siglo VI, reinaba en España Antanagildo, había en Toledo un grupo de fanáticos judíos, los cuales sentían un gran aborrecimiento y odio por las imágenes de Cristo crucificado. Tenía una especial animadversión por un pequeño Cristo que era muy venerado por los cristianos toledanos y que se hallaba en una reducida iglesia visigoda junto a la puerta de la Conquista. Su odio llegó a tal extremo que idearon un plan diabólico. Untar con un potentísimo veneno los pies del Cristo, y como era costumbre de los cristianos rezarle, pedirle un favor y después besarle los pies para alcanzar la concesión de la súplica, creyeron que con su acción lograrían matar a un número indeterminado de Cristianos y que estos llegaran a aborrecer al hasta ahora venerada imagen, haciendo mella en su fe. Así se aprovechando la soledad de la iglesia y la oscuridad de una noche de luna nueva, pusieron en ejecución su malvado designio. A la mañana siguiente cuando la primera devota llego a rezar ante el Cristo y al ir a besar los pies de este como cada mañana algo la dejó perpleja, el Cristo retiró el pie desclavándolo de la cruz no permitiendo que la mujer llegara a rozar sus labios con el potente veneno. La sorpresa se extendió cuando este mismo hecho se repitió a lo largo de la mañana y con diferentes devotos. Se conocía el milagro pero no se sabía el motivo el sacerdote se acercó a los pies del Cristo y observo una mancha amarillenta sobre el pie, delatando así el veneno. En contra de las pretensiones de los judíos no murió ningún cristiano y la fama del Cristo aumento por toda la ciudadano. Uno de los mas malvados fanáticos e intolerantes de aquellos pérfidos judíos era Abisaín, el cual vivía en la plaza de Valdecaleros, fue él quien llevó a cabo el proyecto que le propuso su amigo Sacao, y fue el mismo amigo quien le llevo la noticia del milagro acontecido aquella mañana, lo que le lleno de irá y de deseos de venganza. Aquella noche Abisaín no pudo dormir, y cuando el cansancio le hizo cerrar los ojos, fue para verse atormentado por visiones aterradoras en las cuales estaba siempre presente el Cristo persiguiendo a Abisaín con los brazos abiertos intentando estrecharle sobre su pecho. El desasosiego le duró durante el día y para relajarse fue a dar un paseo por la ciudad.
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Una tormenta se avecinaba, el cielo se oscurecía, los relámpagos iluminaban la atmósfera y los truenos retumbaban cada vez más cercanos. Volvió rápidamente el judío de su paseo con mayor malestar en su cuerpo del que salió de su casa. Sin darse cuenta entró en la ciudad por la puerta Agilana. La pequeña iglesia se hallaba solitaria y oscura; solo una débil lamparilla lucia al lado de la imagen del Cristo crucificado. Abisaín penetró en el recinto sagrado a pesar del odio que le tenía al Cristo. Observó con estupor y rabia como tenía un pie desclavado y separado del madero, a tal grado llegó su cólera que tomó un puñalillo que llevaba en su cinturón y se lo clavó en el pecho, la imagen cayó al suelo y un grito de dolor llenó el aire, pensó en huir por miedo pero el odio del judío le pudo y recogió la imagen del suelo, y la escondió en sus ropas y corrió hacia su casa, al llegar a ella antes de entrar comprobó que nadie le seguía, entró y arrojó al Cristo al corral a un estercolero, pensando en quemarlo al día siguiente. Al amanecer un rumor de gente en la puerta de su casa le delataban de haber robado al Cristo, ¿Cómo podía ser? Nadie le había seguido. Al levantarse y mirar sus ropas se dio cuenta que estaban ensangrentadas chorreando de sangre y un reguero de sangre les habían conducido a los cristianos hasta su casa a pesar de la lluvia. El Cristo fue rescatado y repuesto en el altar de su pequeña ermita y el judío apresado tras un juicio fue condenado por el delito y apedreado públicamente.
LA PEÑA DEL REY MORO Dice la tradición toledana que en las noches de luna clara y luminosa, se vislumbra una sombra flotando sobre ella y sus alrededores. Es el espíritu del príncipe Abul-Walid que sale de su tumba para contemplar las siluetas de las viviendas, jardines miradores donde cada noche paseaba con su amada reflejada en el resplandor lunar. Corría el año 1083 y reinaba en Toledo Yahia Alkadir, nieto de Al Mamun. Alfonso VI cercaba la ciudad, arrasando las campiñas obligando a que el hambre hiciera rendirse a los musulmanes. Yahia recurrió a la amistad que le unía a Alfonso con su abuelo AlMamun ofreciéndole tributos, pero nada de ello hizo ablandar el corazón de Alfonso, que estaba ansioso por recuperar la ciudad que tanto bienestar le había ofrecido. Yahia viendo que la ciudad en poco sería tomada y él no podría hacer nada, intento que los Taifas de Badajoz y Zaragoza le ayudaran pero estos esfuerzos no dieron frutos ya que el rey de Zaragoza murió antes de llevar a cabo su proyecto de ayuda y el de Badajoz murió tras ser derrotado por las tropas de Alfonso VI. Su única solución fue enviar mensajeros al otro lado del estrecho, al norte de África. Los reyes africanos escucharon la petición y antes de mandar ayuda decidieron enviar un mensajero para evaluar la situación y las necesidades reales, así les sería más fácil a la hora de saber qué cantidad de ayuda mandar. La elección recayó sobre el joven guerrero Abul-Walid. Cuando el joven príncipe llegó a Toledo, este fue tratado como un héroe, ya que realmente sería su única salvación. Es por ello que desde que Abul llegó no pararon de rendirle en su honor fiestas, torneos y grandes alabanzas, pero lo que realmente llamaba la atención del joven no eran las fiestas en su honor si no la joven y bella hermana de Yahia que día tras día ambos iban fijando mas minutos sus miradas en el otro. Así de esa forma los dos jóvenes se fueron conociendo y poco a poco enamorando, todos los días salina por la bella ciudad de Toledo recorriendo sus parajes, jardines, oliendo sus flores, la bella Sobeyha le
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enseñaba cada rincón de Toledo a cuál más bello, y más bello aún lo hacía tener a Sobeyha al lado. Los dos jóvenes se enamoraron y cada día que pasaban juntos jamás lo olvidarían ninguno de los dos, Abul aunque enamorado no había olvidado lo que le llevo allí, tendría que volver a África para informar de lo que pasaba en Toledo y lo iba posponiendo hasta que un Día decidió que no podía posponerlo más. La última noche antes de su partida los dos jóvenes se juraron amor eterno, ella le juró que le esperaría hasta que viniera y él le juró que regresaría y esta vez sería para no marcharse más de su lado. Mientras Abul se hallaba en África reclutando gente y preparando todo lo necesario para volver a Toledo en ayuda de su amigo Yahia y con él mas intimo deseo de volver a ver a su amada, Alfonso VI se apoderó de la ciudad, que no pudo resistir por más tiempo, Yahia tuvo que abandonar la ciudad pero no pudo llevarse a su hermana que había enfermado y al ver la tardanza de su amado, murió de pena. Pero antes de su muerte a un esclavo que desde pequeña le había atendido le dejo un último legado, que le dijera que había muerto pensando en él, pero que no intentara tomar la ciudad que se olvidara de ella y regresara a África. No había pasado mucho tiempo cuando apareció ante Toledo un numeroso y espectacular ejército Sarraceno, sin saber que la ciudad se hallaba en manos de los Cristianos, era AbulWalid que después de resolver graves asuntos y de salir de una grave enfermedad se había repuesto para volver a estar junto a su amada. Al llegar junto a Toledo las malas noticias llegaron a él, la ciudad había sido tomada por los cristianos, y la peor de las noticias en Esclavo de Sobeyha le trascribía las palabras que había pronunciado su amada antes de morir, Abul se quedo muy triste y lejos de hacer caso a su amada acampo en los alrededores de Toledo, con intención de recuperar aquella ciudad que tantos buenos momentos le habían dado y que daba sepultura a su amada.
Los ejércitos de Abul ocuparon los alrededores de Toledo, al otro lado del río, junto a los ahora llamados cigarrales y Academia de Infantería, y junto a sus generales empezó a estudiar las posibles ofensivas, esto llevo varios días, por las noches en la peña más alta donde estaban acampados los musulmanes dicen que noche tras noche se veía la figura de Abul, mirando cada calle de Toledo por donde había paseado con su amada. Rápidamente los cristianos empezaron a temer la entrada de Abul ya que los comentarios eran diarios entre los ciudadanos, algunos decían que medía dos metros, otros que era más fuerte que un oso y día tras día eran más los temerosos a los Árabes. Por esto Ruiz Díaz de Vivar (El Cid) que se encontraba en Toledo ideo un plan, y así se llevó a cabo. Una noche a favor de la oscuridad y sin que nadie lo esperase, se adelantó a las intenciones enemigas y salió de las murallas de Toledo con un numeroso ejercito, con mucho sigilo ataco a los musulmanes sin que nadie lo esperara, las sombras fueron sus más firmes aliadas pues los moros llegaron a pelearse entre sí.
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A la mañana siguiente, los musulmanes se dieron cuenta de su desastre y lo peor es que encontraron a su rey muerto, su cuerpo estaba cubierto de heridas y una flecha había travesado su corazón. Los árabes se rindieron ante el Cid y este los dejo volver a África, antes de irse a su rey lo enterraron en aquellas peñas, concediéndole el deseo de permanecer eternamente en ese lugar para poder contemplar aunque fuera de lejos la ciudad que acogió a su amada. Pero la historia no acaba ahí, dicen los Toledanos que las noches de luna, al mirar a las piedras desde Toledo se ve el cuerpo del rey moro subida en la peña observando las calles y torreones de Toledo, por donde paseaba con su amada.
EL CRISTO DE LAS AGUAS
Allá por la segunda mitad del S XVI, en un día normal en el que los pescadores a las orillas del Tajo, trabajaban llenando sus redes, para de esa forma luego poder venderlos en la ciudad. Estando pescando junto a la presa que existía cerca del puente de Alcántara y que encauzaba la corriente hacia los molinos del artilugio de Juanelo, vieron que se deslizaba por encima del agua flotando una gran caja de madera de tosca apariencia. La gran curiosidad que los inundó en poco tiempo y las ganas de encontrar algún tipo de objeto de valor los llevó a querer atraer hacia ellos la caja, pero sorprendiendo a todos comprobaron que la caja cuando ellos se acercaban, esta se alejaba mas haciendo vanos sus intentos de sacarla del agua, como si estuviera dirigida por alguien, la caja cuando se acercaban a ella se pasaba inmediatamente a la otra orilla. Pronto corrió la voz por la ciudad del extraño suceso, ya que algunos de los azacanes que buscaban agua en el río, se encargaron de ir contando el extraño suceso a todo el mundo con los que se cruzaban. De esta forma tanto como para comprobar la veracidad de lo contado, otros para burlarse de los que creían medio locos y todos por curiosidad bajaron al río juntándose en dicho punto una multitud de toledanos. Cuando las noticias llegaron a las autoridades para disuadir el tumulto se acercaron con los alguaciles, corroborando el milagroso hecho. De esta forma se mando avisar a las autoridades religiosas, quienes rápidamente acudieron al margen del río precedidas de una cruz con todas las cofradías y hermandades de Toledo detrás, cada una con sus insignias, pendones y estandartes. Como era costumbre en nombre de Dios procedieron a interrogar a la caja, preguntándole “que quería y a que venía”. Cada congregación fue haciendo la pregunta, pero ninguna obtenía respuesta hasta que llegó el turno a la cofradía de la Vera Cruz , que cuando realizó la pregunta por el Hermano Mayor, la caja se acercó a la orilla donde estaba situado este, en ese momento
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varios alguaciles entraron al agua para sacarla y se volvió a alejar, en cuanto se alejaron la caja se situó de nuevo en la orilla del Tajo, de esta forma dos cofrades de Vera Cruz sacaron la misteriosa caja del agua, dos padres Carmelitas la abrieron y encontraron en su interior un crucifijo con un rotulo, alzo el crucifijo para que todos lo vieran mientras que leía el rotulo “ Voy destinado para la Santa Vera Cruz de Toledo”. Un gran alboroto se apoderó de todos los presentes, quienes improvisaron una solemne procesión con todas las cofradías y sus símbolos delante y la última la de Vera Cruz con su nueva imagen seguidas de las autoridades civiles, mientras todos entonaban cánticos de honor a Dios y a su Hijo representado en aquella imagen sacada de las aguas de Tajo, dirigiéndose a la iglesia del Convento del Carmen calzado donde se colocó el crucifijo en un altar. Llamándolo por los toledanos
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