Alas

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Pablo PeĂąalba

Alas

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A Julio Cortรกzar. Por el hilo conductor. A vos. Por abrir mis alas, en una esquina para siempre. Y a la orilla del mar.



primer ACTO



Cenital, el sol de mediodĂ­a castiga, como un puĂąal que lentamente desgarra la carne. En el centro del laberinto, dos hombres se miden frente a frente; uno de ellos lleva colgando de su espalda alas mecĂĄnicas, recubiertas de plumas blancas.



ÍCARO Antes que nada, debo confesarme perplejo. Al tiempo que admitir mi admiración. ¿Cómo has llegado hasta aquí? Y por sobre todo ¿Cómo piensas escapar de este artificio sin salida? EROS De la misma forma que entré. ÍCARO No veo ningún hilo atado a tu tobillo. ¿Acaso olvidó Ariadna su mínima participación para librarte de una muerte lenta aquí dentro? ¿A qué has venido? EROS Me confundes con otro. Veo que ignoras quien soy. ÍCARO Te equivocas, sé bien quien eres. O quien dices ser. Aún más, sé lo que el resto de los hombres dicen que eres.

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EROS Bien entonces. ÍCARO Pero hay muchos enigmas detrás de tí. Muchas sombras en tu origen, y en tu linaje. Tanto que muchos dudan si en verdad eres real. EROS Aquí me tienes. ÍCARO No veo más que a un hombre erguido. No es así como te describen en tus historias, y tus hazañas. Tal vez no seas más que una quimera. Un artificio ideado por los hombres. EROS No más que aquel que cuelga de tu espalda.

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ÍCARO Es fruto del genio de mi padre. EROS Tanto como este caracol pétreo, que dará muerte a padre e hijo. ÍCARO Llevo sobre mis espaldas la única salida posible. La verdadera solución a este enigma que también te enterrará a ti, hijo de Afrodita. EROS Demuestras por fin conocimiento. Pero te equivocas al tratarme como a un igual. Tu arrogancia es la constante de todos los hombres, hijo de Dédalo. ÍCARO ¿A qué has venido? Ni las piedras de los muros, ni este polvo que pisamos escucharon respuesta a mi ya repetida pregunta. 11


EROS El artificio sobre tu espalda. ¿Qué pretendes con él? Ícaro ¿Te sientes humillado? ¿Superado, tal vez? EROS Insultas a Afrodita con ese chisme. Ícaro La misma Psyché caerá rendida ante este ingenio de Dédalo, revestido de plumas de los albatros de las islas. EROS ¿Quién eres tú para nombrarla? Ícaro ¿Intentas recuperarla ahora que duerme del otro lado del Océano? ¿Y te preocupa que me adelante el primero? 12


EROS Deberás hacer mucho más que eso para llamar su atención. ÍCARO Volaré tan alto que podrá verme a la distancia, allí desde la otra orilla, donde el mar se curva. Me verá recortado contra el sol. EROS ¿Te burlas de mí? Solo yo tengo permitido alcanzar esas alturas. ÍCARO Si acaso tuvieras alas tú también Eros. ¿O en verdad es tu vergüenza lo que escondes? Se dice de tí que tus alas son de plumas oscuras, hijo de Afrodita. Negras como las alas de un ave maldita; un gran cuervo portador de muerte y desconcierto allí donde su sombra se proyecta. Tus alas imitan las oscuridad y la noche, puesto que de allí provienen. Todas tus hazañas y apariciones entre los hombres, se dan en el marco nocturno. Siempre. Donde la vista no alcanza, donde todo es 13


confusión. ¿Quién entre todos los hombres puede decir entonces que tus alas no sean más que fruto de la embriaguez con que te reciben dichosos? Tú que te haces presente en fiestas y celebraciones, a incendiar a los hombres con tus antorchas, mientras tu aliado Dioniso aumenta la lascivia con el libre caudal de sus fuentes. ¿Podrías decir entonces que alguien en verdad ha visto tus alas a luz del sol? ¿Que tu sombra alada voló sobre los campos aumentando las cosechas? ¿O por sobre los hogares de los hombres, aumentando el amor de sus gentes, y agrandando las familias? ¿Ha florecido la vida alguna vez al paso de tu negra figura? Eres ave de la noche, por que allí es más fácil convertir el caos en virtud. Y todos aquellos quienes te idolatran, en verdad son quienes imploran socorro silenciosamente, para ser rescatados de su soledad, y de su naufragio en los excesos, los vicios. Para poder ser arrastrados hacia la luz. Igual que tú Eros. Que ahora veneras al sol, por que sabes que solo allí podrás encontrar a Psyché; quien tan plácida y serenamente se entrega cómplice a Morfeo por las noches. Enséñale a ella tus alas sin luz, a pleno día, bajo el sol brillante; y estrellará una lámpara de aceite contra tu rostro divino. EROS Las ha visto. Y mucho más.

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Ícaro Mientes. EROS Lo sabe todo de mí. ÍCARO Por eso ha huido del otro lado del Océano. EROS Afrodita nos vio unidos en la orilla del mar. ÍCARO Tú la dejaste ir. EROS Ha vuelto a lo que es suyo. Al fruto de su vientre.

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ÍCARO No hablas de Hedoné. EROS No en este caso. Ícaro Y nunca lo harás, más que en confabulaciones. EROS Lo dice un hombre. ÍCARO Eres tú quien engendra su propio engaño, y te las alimentas ya de las historias que los hombres inventan de ti, más que de tus propias acciones. Hedoné no es más que una quimera, fabulada en el caos que tú mismo proyectas con la sombra de tus alas nocturnas. Un mito. Igual que el cabeza de toro que aseguran mora dentro de estas murallas de mármol, alimentándose de doncellas vírgenes y jóvenes varones de Atenas. Esa no es más que otra 16


gran mentira para ahuyentar a los hombres valientes, y prevenirlos de aventurarse en el rescate del arquitecto y su hijo, de las entrañas del caracol pétreo. Dédalo y yo llevamos años aquí dentro sin tener ni un vestigio de su presencia; ni sus huellas sobre el polvo, ni la sombra de sus pitones acechando en cada recodo de este ingenio. Ni mucho menos aun gritos o llantos de virgen alguna implorando clemencia. Olvida a Hedoné, y acepta tu naturaleza. Regresa a ti mismo. ¡Oh ave nocturna! EROS Y lo dices tú, intentando imitarme con esa burla a mi naturaleza, que cargas sobre tu espalda. ¿Crees que tu padre intenta salvarte a ti con esa desgracia de su invención, recubierta de plumas blancas? ¿O es acaso su propia salvación la que proyecta? Sacrificando a su único hijo. Enviándolo a una muerte segura, con esa burla a las virtudes que Afrodita me ha concedido. Si hablamos de quimeras, son estas, las de tu padre, el más estéril de los intentos por seducir a Psyché. ÍCARO Calla.

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EROS Esta cárcel misma, otro ejemplo. Otro fruto de su genio. ¿Para qué? ¿Para quién? Ícaro Minos ordenó la construcción del laberinto. EROS ¿Sí? ¿Porqué entonces si el cabeza de toro tan solo es un mito? ÍCARO Calla he dicho. EROS El Minotauro es otro artilugio de tu padre; no ha nacido gracias a su ternera de oro. No. Nace de su lengua para prevenirte de encontrar la salida secreta, que él mismo diseñó.

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ÍCARO No existe tal. EROS El laberinto te dará muerte, tanto dentro de sus muros de mármol, como en el cielo, con la puñalada del sol, sin intentaras volar por sobre ellos. Ícaro, hijo de Dédalo. Porque ese es el deseo del arquitecto. Tu muerte es un sacrificio, en intento de seducir a Psyché, como el de tantos otros hombres, por conseguir la luz que en ella nace. Cuando el sol alto y duro del mediodía calcine tu cuerpo inerte, él cruzará el ancho Oceáno en algún navío de su invención de grandes velas blancas. Pero yo ya me habré adelantado, pues mis alas de cisne son mucho más veloces, dignas del hijo del viento del Oeste. Y me encontrará junto a Psyché, con Hedoné en brazos. ÍCARO Dormirías ya junto a ella si tus alas fueran las de un cisne. Son tan negras como las velas de los navíos en sepulcro. Ave maldita. Eso eres. Por eso ha huido.

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EROS Fue de mi madre la voluntad de hacerme distinto de todo el resto. No soy el único que transita los cielos, es cierto. Pero el color de mis alas permitirá a Psyché verme a la distancia y preparar la acorde bienvenida. ÍCARO Morirá temblando. Si acaso volaras hacia ella. EROS Allí irás tú primero. Único final apresurado. ÍCARO Retrocede hacia la noche de donde provienes; predica el ejemplo de la aceptación de tu propio ser. ¿No es allí donde en verdad eres héroe?, ¿Donde todas tus hazañas se realizan alumbradas por el fuego de tus antorchas? Regresa a la promiscuidad de la noche que con tanto anhelo profesas.

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EROS Ya no. ÍCARO No puedes negar tu naturaleza. Avergüenzas a Zeus. EROS Acepto el tiempo, su efecto en mi naturaleza y la de los hombres. Los cambios que a su paso se producen. ÍCARO Tiempo. Verdugo cruel. EROS Para los hombres jóvenes y apresurados, tal vez. Para mí, hoy un aliado. ÍCARO La noche es rápida y confusa. Nada se percibe allí 21


con claridad. ¿Qué sabes tú del tiempo? EROS Me encuentras hoy en mi plenitud. En la madurez se desarrolla el hábito de la paciencia. El tiempo, como una herramienta para alcanzar el mejor resultado. ÍCARO Úsalo pues con alguien que lo requiera. Lo malgastas con Psyché. EROS Conoce lo mejor de mí. ÍCARO ¡Presumes de belleza hijo de Afrodita! No eres rival para Adonis. Consúltalo con tu madre acaso; amplia conocedora de sus virtudes. Tu torso erguido no haría más que reír a los héroes.

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EROS ¿Héroes dices? Psyché se burla de Ájax o Aquiles. ¿Has oído reflexión alguna digna de ser repetida, provenir del filo de sus espadas? Mi aspecto no es más que un regalo de mi madre. Poco me importa mi apariencia más que el resplandor de mi luz interior, que compite con el propio sol, cuando me encuentro en brazos de Psyché. ÍCARO El sol que nombras avanza sin pausa, adelantado ya hacia el Oeste. EROS La voluntad de Dédalo está cerca de ser cumplida. ÍCARO Cerca está la otra orilla del mar. Donde me llevan mis alas, lejos de estos muros.

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ÚLTIMO ACTO



ÍCARO Vamos, es la hora. El sol proyecta largas y aun más terribles, las sombras de estas murallas que me torturan, a medida que se esconde en el Oeste. Psyché está del otro lado del Océano, y allí a esta hora el astro Rey se alza en su punto más alto. Es ahora cuando ella podrá verme mejor; alto en el cielo, recortando mi silueta contra el sol, sabiéndome pronto a su encuentro. ¡Vamos falso Dios! Honra a Afrodita y abre tus alas negras de ave maldita. Recorre los cielos como un gran cuervo que siembra temor con su vuelo siniestro. Psyché huirá aterrada de semejante figura oscura, y buscará refugio en los brazos de un hombre liberado. Rodeada por sus alas blancas. Vuela conmigo Eros, si acaso compartes mi don, o sufre la derrota a manos de un hombre. Despídete de Psyché y del milagro de Hedoné. Regresa a la oscuridad en que has nacido, pues es allí donde te veneran.

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Ícaro se alzó impetuoso en vuelo directo hacia el cielo, mientras Eros lo observaba desde el suelo. Apenas sin moverse, lo vio alejarse en dirección al sol. Al otro lado del Océano, luz de mediodía. Psychét, veía avanzar sobre los pastos una inmensa sombra. Alzando la vista fue testigo de la figura que se recortaba contra el sol; un cisne negro atravesaba el cielo, volando directo hacia ella. A su encuentro.

FIN


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