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La invaluable ganga

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La invaluable ganga

Por Bradford C. Newton

Jesús contó dos pequeñas historias en Mateo 13:44-46 acerca de hombres que inesperadamente descubrieron algo que después renunciaron a todo para obtenerlo: un tesoro en un campo y una perla en el mercado.

Los tesoros escondidos en un campo probablemente no eran desconocidos en la antigüedad, cuando la gente temía que sus activos pudieran ser robados por un ejército invasor o ladrones comunes. De hecho, era una sorpresa para tu arado dar contra una caja de oro mientras labrabas la propiedad de otro.

La perla, por otro lado, estaba en exhibición para que todos la viesen, pero el comerciante percibió un valor que eludió a los demás.

Ambas parábolas nos recuerdan que el reino de Dios es sorprendente y precioso. Las verdades de sus enseñanzas a lo largo de las Escrituras permanecen más allá del precio para quienes tienen fe. Tanto el campesino como el comerciante vendieron todo lo que tenían para obtener lo que encontraron. La pregunta de Jesús, tanto entonces como ahora, es: «¿Renunciarás a todo por el reino y por la verdad?»

Al comenzar un Año Nuevo, podemos reflexionar sobre lo que podría ser. Tu familia puede expandirse. Esperas un nuevo trabajo o la

El Dios de los nuevos comienzos pone ante nosotros la oportunidad de experimentar nuevas bendiciones este año.

reubicación a otra ciudad. ¿Te vas a jubilar? Tal vez haya una experiencia en tu «lista de deseos» que seguramente lograrás en 2023.

El problema es que todos tenemos recuerdos de fracasos, decepciones y simples procrastinaciones al reflexionar sobre el año que acabó. Pero no necesitamos quedarnos atrapados en el pasado. El Dios de los nuevos comienzos pone ante nosotros la oportunidad de experimentar nuevas bendiciones este año. En el Salmo 37:4-5 leemos: «Disfruta de la presencia del Señor, y él te dará lo que de corazón le pidas. Pon tu camino en las manos del Señor; confía en él, y él se encargará de todo» (RVC). ¿Qué es lo que le pedirás «de corazón»? Recuerdo caminar muchas veces por solitarios senderos boscosos en Andrews University en 1979. En la quietud de esos frondosos parajes, le presentaba en voz alta a Dios la promesa del Salmo 37:4-5 muchas veces en mis oraciones. A mis ojos jóvenes, todo parecía poco claro mi futuro como estudiante de teología. ¿Encontraría trabajo como pastor? ¿Había alguna joven que quisiera compartir conmigo la vida de ministro? ¿Podría encontrar sentido a mi vida, lo cual era tan importante para mí? Los deseos de mi corazón eran claros e igualmente igualados por la incertidumbre de su cumplimiento. Sin embargo, en mi sencilla fe me aferré a esa promesa (y a otras) que hablaba del cuidado de mi amigo Jesús y sus planes para mí.

La velocidad de la vida cuando tienes 21 años es notable. Algunos meses después de esas caminatas en el verano de 1979, las respuestas a mis oraciones en el bosque se materializaron en una sola tarde. Mi llamado al ministerio y hablar con la joven que se convertiría en mi esposa y compañera por más de 41 años sucedió el mismo día. Una carta del pastor John Hayward, presidente de la Illinois Conference y una llamada telefónica con Jennifer Christian fueron la respuesta de Dios a las oraciones de un joven que le pidió a Dios que cumpliera su promesa.

Puedo decir que desde la universidad Dios ha aparecido con respuestas a innumerables otras oraciones. No todo en mi vida ha sido fácil, libre de dolor, o incluso obvio acerca de la voluntad de Dios en todos los casos. También reconozco que no todas las historias tienen el mismo final «feliz». Muchos son los que oran tan fervientemente como yo y todavía esperan a «aquella persona con quien compartir su vida». ¿Dios no escuchó? Hay otros que han escuchado el llamado de Dios para el ministerio pastoral y nunca recibieron la invitación para el empleo. ¿Dónde estaba Dios entonces? Esas preguntas justas y legítimas me hacen sentir humilde y levantan una bandera de precaución acerca de responder demasiado rápido sobre lo que Dios está haciendo. En pocas palabras, no conozco todas las razones por las que la vida continúa como lo hace para ninguno de nosotros.

Un lugar para encontrar respuestas a esas preguntas es en las palabras incrustadas en la promesa del Salmo 37:4-5. Estas son las palabras cruciales: «Pon tu camino en las manos del Señor» y «confía en él». Esas son palabras que hablan de una relación continua. Esa verdad se amplifica en todo el Salmo 37. David comienza nombrando el problema: los malos parecen ganar en este mundo. Pero esa no es la última palabra para los hijos de Dios. A lo largo de ese Salmo de David hay palabras de esperanza como «el Señor cuida de los hombres honrados» (versículo 18), «el Señor dirige los caminos del hombre cuando se complace en su modo de vida» (versículo 23), y «él les da fuerzas en momentos de angustia» (versículo 39). David cierra con la declaración final: «en él esperaron» (versículo 40).

Lo que he concludo ha sido que «los deseos de mi corazón» se transforman en los planes de Dios a través de mi vida. Los deseos de nuestros corazones están ciertamente asegurados cuando elegimos confiar en los caminos y la dirección de Dios. Nuestra felicidad está garantizada por él.

Lo cual nos lleva de nuevo a las parábolas de Jesús del tesoro y la perla. ¿Qué darías por tener felicidad, propósito en la vida y la seguridad de un gran futuro? Las buenas nuevas anunciadas por Jesús son tanto un desafío como una oportunidad. La oportunidad es que es el don de la gracia de Dios lo que hace que todo sea posible. «Venid a mí todos los que estáis cargados de las preocupaciones de la vida y de las incertidumbres del futuro, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28, mi paráfrasis). Nunca podemos aumentarla por nuestros propios esfuerzos o disminuirla por nuestra negligencia.

También se combina con el desafío. Jesús quiere todo de nosotros. No un día de siete. No simplemente una oración rápida a la hora de acostarse. Debemos vaciar el banco de nuestra propia autodeterminación para comprar completamente su reino. ¡Pero, qué ganga tan increíble! Mi quebrantamiento por su sanidad. Su perfección por mi pecado. Un futuro con Dios que amanece de nuevo cada día.

Bradford C. Newton es el presidente de la Pacific Union Conference.

Lo que he concluido ha sido que «los deseos de mi corazón» se han transformado en los planes de Dios a través de mi vida.

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