3 relatos de Etgar Keret

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Amaba a un hombre que estaba hecho de nada. Unas horas sin él, y toda ella era únicamente nostalgia, sentada en la oficina, rodeada de polietileno y cemento, y pensando en él. Cada vez que ponía agua a hervir para hacerse un café en su despacho de la planta baja, dejaba que el vapor le inundara la cara, imaginando que era él quien le acariciaba las mejillas, los párpados, esperando que el día pasara para poder volver a subir la escalera de su casa, girar la llave en la cerradura, y encontrarlo esperándola, tranquilo y desnudo, entre las sábanas de su cama vacía. Nada en el mundo podría hacerla más feliz que hacer el amor con él toda la noche, volver a saborear sus labios inexistentes, notar el temblor incontrolado que le recorría y el vacío que se desparramaba en su cuerpo. No había sido su primer hombre: antes de él, muchos otros habían sudado y gemido en su cama, le habían hecho daño al abrazarla, le habían metido su carnosa lengua en la boca, en la garganta, hasta casi ahogarla…: hombres distintos, hechos de distintos materiales: de carne y hueso, de miedos, de tarjetas de crédito del padre, de traiciones, de pasión por otra… Pero esto había sido antes; ahora lo tenía a él. A veces, después de hacer el amor, salían por la noche a pasear por las calles mojadas, abrazados, compartiendo una capa, despreciando el viento y la lluvia, como si fueran inmunes a su contacto. Él ignoraba los comentarios de la gente; ella fingía no oírlos. Los chismes y la malicia no los tocaban; tampoco las gotas de lluvia. Sabía que sus padres no estaban satisfechos con su amado, a pesar de disimularlo. Una vez, incluso había oído a su padre consolar a su madre en un susurro: «Es mejor que si saliera


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