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Poesía

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Editorial

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Luna con dormilones

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José Cuneo, 1944 óleo sobre madera

poesía

MANGA DE LANGOSTAS Teresa Rosa Coustés de Ciccio

Me habían ya comentado que la langosta era brava, yo siempre veía una pero a mí no me asustaba.

Como las duras langostas de patas anaranjadas saben bien su recorrido no se las ve por las playas.

Pocas vienen a los pueblos, una, quizás, extraviada. Buscan campos, sembradíos para allí dañar con ansias.

Una tarde de verano en el campo me encontraba en el patio, bajo un sauce, tomando mates estaba.

Mi hermana con sus tres hijos se levantó raudamente al oír fuerte zumbido que venía del oeste. Sus miradas elevaron hacia el cielo infinito. yo las seguí con mis ojos al escuchar el zumbido.

Era algo atronador; venía sombreando el cielo. Mi hermana, con desconsuelo, pedía a nuestro Señor.

Una manga de langostas se acercaba a nuestros campos, haciendo oscuro el cielo. Tuvimos gran desencanto.

Mi hermana con sus tres hijos seguían mirando el cielo; no miraban las langostas: reclamaban al Eterno.

Pedían que aquella masa de millares de langostas no parara en sus trigales y se fuera hacia la costa.

Así, más cerca el zumbido, vimos pasar a diez metros, formando una negra nube, a los millares de insectos.

Y así, sencillamente, con devoción y oración, las temerarias langostas saltaron a otra extensión.

No pararon el campo; seguro venían llenas destruyendo otros trigales, dejando cañas, apenas.

Gracias dimos al Señor por escuchar nuestros ruegos. Pasaron por el trigal pero no se detuvieron.

Publicado originalmente en Memorias en verso (2016).

Estudio de rocas

Indira Deviagge, dibujo digital.

poesía

UN DÍA DESPUÉS Rosa María Cantero

Aún sigo en la cama, busco tu calor. En silencio, espero tus caricias, tus besos mañaneros. Abro mis ojos, veo el techo, me levanto sintiendo el inmenso vacío en la habitación.

No estás.

No oigo tu risa. Corto el budín que tanto te gusta, ¡pero no estas! ¡No estás!

Me doy cuenta que ya es hora de lo habitual. Apago la luz, destrabo la puerta, me quedo ahí. Espero, abro, cierro, vuelvo a abrir. Solo se ve oscuridad, la oscuridad del amanecer.

Después de muchas horas vuelvo a casa, abro la puerta. Una voz me saluda.

No eres tú.

Los días se vuelven sin sentido, las noches vacías. Tu risa en mis sueños. Abro mis ojos y la tristeza me recibe en otro despertar.

Me doy cuenta que ya no estás.

Vuelve ese momento que te pedí: no me dejes. ¡Te amo! ¡Te amo!

Entonces recordé que abriste tus ojos, volviste a cerrarlos. Te apreté a mi pecho y te di el último beso…

Popi, mi hermosa Popi.

Esta obra recibió Mención de Honor en el certamen «Dándole la vuelta al mundo con la literatura mormona».

poesía

GRANDEZA Y TIRANÍA Osvaldo R. Borelo

Cuán difícil es juzgar certeramente, la actitud más loable en las criaturas, lo que parece ser tan bueno en el presente al tiempo brota cual semilla de amargura.

Puede observarse con dramática sorpresa, que hay padres torpes y ambiciosos gobernantes, que haciéndose indispensable en su grandeza, niegan y atrofian el progreso a semejantes.

Así se puede comprender el cruel proceso, que el dictador deja en tristes experiencias, pues si bien se logra un material progreso… es al precio de anular las conciencias.

Falsa grandeza de aquel con gran renombre, quien no es capaz de enseñar sus facultades; pues nadie logra alcanzar ser un gran hombre… si no respeta y capacita a voluntades.

No es noble quien ostente tal bondad, que la concentre para sí cual mercancía, negando a otros el vivir con DIGNIDAD, por retener un pedestal de idolatría. Realmente grande es aquel sin egoísmo, que enseñando a quien tiene en derredor, hace que aprenda a alumbrarse por sí mismo y no que siempre vivan bajo su esplendor.

Se puede pues observar con sano juicio, a toda obra de aquel que va a juzgarse, qué importa más que el presente beneficio… el fruto que éste deja retirarse.

Por eso el tiempo en justicia se cobra el testimonio del hombre en su memoria, manifestando el real intento de su obra… al mostrar sus frutos en la historia.

Bendice pues a quien te impulse a caminar, para que aprendas a andar sin él un día, y no a aquel que te quiera gobernar… subyugado a su eterna tiranía.

Publicado originalmente en El aguijón (2010).

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EL UNO Y EL DOS Porfiria Monroy de Balderas

Graves autores contaron que en el país de los ceros el uno y el dos entraron, y desde luego trataron de medrar y hacer dinero.

Pronto el uno hizo cosecha pues a los ceros honraba con amistad muy estrecha y, dándoles la derecha, así el valor aumentaba.

Pero el dos tiene otra cuerda. ¡Todo es orgullo maldito! Y con táctica tan lerda los ceros pone a la izquierda, y así no medraba un pito. Con suma el humilde uno llegó a hacerse millonario, mientras el dos inoportuno, por su orgullo cual ninguno, no pasó de un perdulario.

Luego ved con maravilla en esta fábula ascética que el que se baja más brilla y el que se ensalza se humilla hasta en la misma aritmética.

Publicado originalmente en la edición de julio de 1939 de Tonatiuh Itzácual.

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EN BUSCA DEL SEÑOR Úrsula de Bond

Hace tiempo, oh, Señor, que te buscaba sin encontrarte por desgracia mía; hace tiempo que mi alma te anhelaba, y al no hallarte, Señor, mucho sufría.

Te busqué en la miseria de la vida, te busqué en la fantástica ilusión, pero solo encontré infamia y mentira, porque allí no estabas tú, oh, Señor.

Busqué afanosa alegría del mundo; quise encontrar dulzura, esperanza y amor, pero tan solo hallé el cieno inmundo, y allí tampoco estabas tú, oh, Señor.

Mi mente errante ya por doquier huía, y te buscaba loca y con mucho tesón, sin oír el llamado que Tú hacías a mi angustiado y pobre corazón.

Más te he hallado, Cordero Inmaculado; ahora ya he escuchado tu dulce voz; mi alma no siente dolor del pecado, que ya reinas en ella, oh, Hijo de Dios.

Publicado originalmente en la edición de agosto de 1942 de Mensajes de Interés.

Las mendigas

Luis Desangles

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