Con Gluck, la ópera intenta volver a la esencia. Siguiendo las ideas propugnadas por Rousseau, persigue dar el protagonismo a la acción dramática y desprenderse del ornamento. Puente entre el Barroco y el Clasicismo, vuelve a menudo a los temas de la Antigüedad, buscando lo que él llama “una bella simplicidad”.