ROMANCES DÍA DEL LIBRO 2013

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DÍA DEL LIBRO 2013

CEIP. FEDERICO GARCÍA LORCA (ALCALÁ DE GUADAÍRA)


ESTABA EL SEテ前R DON GATO

Estaba el seテアor Don Gato

Se ha roto seis costillas

sentadito en su tejado

el espinazo y el rabo,

marramiau, miau, miau,

marramiau, miau, miau,

sentadito en su tejado.

el espinazo y el rabo.

Ha recibido una carta por si quiere ser casado, marramiau, miau, miau, miau, por si quiere ser casado.

Con una gatita blanca sobrina de un gato pardo, marramiau, miau, miau, miau, sobrina de un gato pardo.

El gato por ir a verla se ha caテュdo del tejado, marramiau, miau, miau, miau, se ha caテュdo del tejado.

Ya lo llevan a enterrar por la calle del pescado, marramiau, miau, miau, miau, por la calle del pescado.

Al olor de las sardinas el gato ha resucitado, marramiau, miau, miau, miau, el gato ha resucitado.

Por eso dice la gente siete vidas tiene un gato, marramiau, miau, miau, miau, siete vidas tiene un gato.


ROMANCE DE LOS TRES ALPINOS

Eran tres soldados que volvían de la guerra; (bis) ría, ría, rataplán, que volvían de la guerra.

Y la princesa no paraba de llorar; (bis) ría, ría, rataplán, no paraba de llorar.

El más pequeño traía un ramo de flores;(bis) ría, ría, rataplán, traía un ramo de flores.

Tanto lloraba que hasta llegó a enfermar;( bis) )) ría, ría, rataplán, que hasta llegó a enfermar.

Y la princesa que estaba en la ventana; (bis) ría, ría, rataplán, que estaba en la ventana: Oh bello joven, regálame esas flores; (bis) ría, ría, rataplán, regálame esas flores. Te las regalo si te casas conmigo; (bis) ría, ría, rataplán; si te casas conmigo. Antes de eso pídeselo a mi padre; (bis) ría, ría, rataplán, pídeselo a mi padre. Oh, señor rey, yo me caso con su hija; (bis) ría, ría, rataplán, yo me caso con su hija. Cómo te atreves siendo un simple soldado;(bis) ría, ría, rataplán; siendo un simple soldado. ¡Fuera de aquí, llevadlo a encarcelar; (bis) ría, ría, rataplán, llevadlo a encarcelar. Meses y meses estuvo prisionero; (bis) ría, ría, rataplán, estuvo prisionero.

Hija querida deja ya de llorar; (bis) ría, ría, rataplán, deja ya de llorar, que un novio rico yo te voy a buscar; (bis) ría, ría, rataplán, yo te voy a buscar. Yo solo quiero a aquél bello soldado; (bis) ría, ría, rataplán, a aquél bello soldado. El rey entonces lo mandó liberar;(bis) ría, ría, rataplán, lo mandó liberar. Y con la princesa ya se pudo casar;( bis) ría, ría, rataplán, ya se pudo casar. Y así termina la historia del soldado; (bis) ría, ría, rataplán, la historia del soldado, que de una princesa se había enamorado; (bis) ría, ría, rataplán, se había enamorado.


ROMANCE DEL CONDE OLINOS

Madrugaba el Conde Olinos, mañanita de San Juan a dar agua a su caballo a las orillas del mar Mientras el caballo bebe canta un hermoso cantar las aves que iban volando se paraban a escuchar Bebe, mi caballo, bebe, Dios te me libre de mal de los vientos de la tierra y de las furias del mar Desde las torres más altas, la reina lo oyó cantar: "Mira, hija, cómo canta la sirena de la mar". "No es la sirenita, madre, que esa tiene otro cantar, es la voz del Conde Olinos que por mi penando está". "Si es la voz del Conde Olinos yo lo mandaré matar que para casar contigo le falta la sangre Real." "No le mande matar, madre, no le mande usted matar, que si mata al Conde Olinos a mí la muerte me da." Guardias, mandaba la Reina, al Conde Olinos buscar que lo maten a lanzadas y echen su cuerpo a la mar. La Infantina, con gran pena, no dejaba de llorar él murió a la medianoche y ella a los gallos cantar A ella, como hija de reyes, la entierran en el altar y a él, como hijo de Conde, cuatro pasos más atrás De ella nació un rosal blanco, de él nació un espino Albar crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar La Reina, llena de envidia, ambos los mandó cortar el galán que los cortaba no dejaba de llorar De ella naciera una garza, de él un fuerte gavilán juntos vuelan por el cielo, juntos se van a posar.


ROMANCE DE ROSALINDA

A las puertas del palacio

al punto aquí las tendréis.

de una señora de bien,

Rosalinda, caballero,

llega un lindo caballero

os ruego la perdonéis:

corriendo a todo correr.

por vergüenza y cobardía

Como el oro es su cabello,

no quiere dejarse ver.

como la nieve su tez;

- Lindas son las dos que veo,

sus ojos como dos soles

lindas son como un clavel,

y su voz como la miel.

pero más linda será

- Que Dios os guarde, señora.

la que no se deja ver.

- Caballero, a vos también.

A la puerta del palacio

- Ofrecedme un vaso de agua.

de la señora de bien,

que vengo muerto de sed.

llegan siete caballeros,

- Tan fresca como la nieve,

siete semanas después.

caballero, os la daré,

- Preguntadme, caballeros,

que la cogieron mis hijas

yo os sabré responder.

al punto de amanecer.

- Tres hijas como tres rosas,

- ¿ Son hermosas vuestras hijas ?

nos han dicho que tenéis,

- Como un sol de Dios las tres.

la más pequeña de todas

- Decidme como se llaman

sin temor nos la entreguéis,

si en ello gusto tenéis.

que en los palacios reales

- La mayor se llama Elena,

va a casarse con el rey.

y la segunda Isabel, y la más pequeña de ellas Rosalinda la nombré. - Decid a todas que salgan, que las quiero conocer. - La mayor y la mediana


ROMANCE DEL CONDE FLORES

Grandes guerras se publican entre España y Portugal y al conde Flores le llevan de capitán general. La condesa que lo supo no dejaba de llorar - Dedidme por díos buen conde, cuánto tiempo faltará. - Condesa no cuentes días, por años hay que contar. Si a los siete años no he vuelto, condesa, te casarás. Pasan siete pasan ocho, pero el conde no vendrá y llorando, la condesa, pasa así su soledad. Estando en su estancia un día, su padre le vino a hablar: —Cartas del conde no llegan, hija, te debes casar. —No lo quiera Dios del cielo ni la santa Trinidad, mientras mi marido viva no me puedo desposar. Dadme licencia, mi padre, para ir el Conde a buscar. —Mi licencia tienes, hija, cumplase tu voluntad. Se quita el rico vestido, se pone un tosco sayal, coge un bastón en su mano y se va a peregrinar.

Anduvo de villa en villa, y de ciudad y ciudad, anduvo tierras y tierras, no pudo al conde encontrar. Estando desesperada, ya pensaba en regresar cuando gran rebaño un día, halló en ancho pinar. - Pastorcito, pastorcito, por la Santa Trinidad, que me niegues la mentira y me digas la verdad. ¿De quién es este rebaño con tanto hierro y señal? -Del conde Flores, romera, que hoy está para casar.


- ¿En dónde vive ese conde, en dónde le puedo hallar? - En aquel alto palacio, en aquel palacio real. Ha llegado hasta la puerta y al conde se fue a encontrar. - Dadme limosna, buen conde, por díos o por caridad. Metió la mano en su bolsa. Un real de plata le da.

—¿No me conoces, buen conde? Pues mira y conocerás. El anillo que me diste el día de desposar. Al oir estas palabras, cae desmayado hacia atrás. Ni con agua ni con vino se le puede levantar, sino es con las dulces palabras que la romera le da. Arriba llora la novia en un alto ventanal.

- ¡Qué corta limosna es esta para la que solía dar. - ¿De dónde es la peregrina, de qué tierra y qué lugar? - De la ciudad de Sevilla y de España natural. - Diga, diga la romera, qué se cuenta por allá. —Que el conde Flores no ha vuelto, su mujer lo ha ido a buscar. —¿Quién eres tú peregrina que tantas señas me das?

—¡Malaya la romerita! ¿Quién la trajo para acá? —No la maldiga ninguno, que es mi mujer natural, con dios, señores quedad, que los amores primeros son muy malos de olvidar.


ROMANCE DE LA CAUTIVA

Cabalgaba un caballero por las altas serranías y, al pasar junto a una cueva, una voz le sorprendía. —¡Ay, que se me escapa el alma! ¡Que se me escapa la vida! ¡Que ya me faltan las fuerzas! ¡Que me doy por perdida! Acercose el caballero junto a la cueva sombría y encontró una hermosa niña que entre lágrimas decía: —¡Prisionera en estos montes llevo ya más de tres días, me apresó un carcelero que por amigo tenía! Si ayudarme queréis vos a mi, ¡oh pobre cautiva!, dadme agua del arroyo para que lave mi herida. —¡Ten, cautiva, mi pañuelo, bebe de la fuente fría, que de la montaña el agua ha de volverte la vida. La herida ya lavaba, luego del agua bebía, ¡alegrábase su rostro y la color le volvía! —Os doy gracias, caballero, aunque mi suerte es la misma; que el agua que me habéis dado de vos me dejo cautiva.


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