Exposiciòn Fotogràfica "Viaje al fin del mundo" de Pamela Alvarado Àlvarez

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Pamela Alvarado Álvarez

Viaje al Fin del Mundo

Galería PANAM



Pamela Alvarado Ă lvarez

Viaje al Fin del Mundo 24 de Noviembre al 14 de Diciembre de 2014

GalerĂ­a PANAM


Ana Sanhueza Directora Galería PANAM Diseño Hernán Rodríguez I. Colaboración Lorena Muñoz B. Tiraje 100 Ejemplares


El viaje de Pamela Alvarado

L

os marinos del Renacimiento le tenían pavor al Atlántico. Nadie, que hubiera sido arrastrado hacia el oeste por el viento o la corriente había regresado para contarlo. Al alejarse demasiado de la costa, las naves eran atacadas por pulpos gigantes o ardían quemadas por aguas incandescentes, lo que era un final preferible a llegar al borde del mundo, donde termina el mar y uno simplemente se despeñaba al vacío para encontrarse dios sabe con qué cosa. El tiempo pasó, el borde del mar queda ahora considerablemente más lejos. Tal es el tiempo en que transcurre el viaje propuesto por Pamela; una época en que los confines del mundo están poblados de criaturas todavía más monstruosas: soles del tamaño de mil soles, estrellas de neutrones y gigantescas nubes de azúcar. “Fin del mundo” remite entonces a un lugar espacial incomprensible. Será quizás por eso que las imágenes de este viaje parecen más bien estáticas: paisajes nocturnos, a veces borrosos, imprecisos y tranquilos. No hay movimiento físico, y sin embargo (algo) se mueve. Algo muy importante está sucediendo, y su carácter secreto no hace más que subrayar la soledad del espectador. Frente al silencioso espectáculo de la agonía del Sol, que desparrama su última luz bajo un mar de nubes quietas, nuestra historia personal queda suspendida en una dimensión anterior, que nos parece remota. Aquí reinan otras leyes y las indicaciones para no zozobrar son vagas. Belleza extraña, retratada en blanco y negro desde una perspectiva íntima y a una velocidad interior, mental y emocional. Vagamos entonces hacia los bordes del océano de nuestro acontecer psíquico, descubriendo nuevas variantes de la introspección, con un poco de melancolía y un poco de calma. Es así como el arte sirve a su propósito último, que ha sido siempre el de buscar nuevas formas de exponer las viejas preguntas del ser humano. Estamos aquí para tomar partido en la batalla contra el caos, de la que cada artista nos hace partícipes con su obra. “Desea que el camino sea largo”, dice Kavafis en ese compendio de instrucciones de viaje que es su poema Ítaca. “A los Lestrigones y a los Cíclopes”, continúa, “y al feroz Poseidón no encontrarás, / si dentro de tu alma no los llevas, / si tu alma no los yergue delante de ti”. Sonaría cursi si no mediara la cita anterior: es el alma lo que viaja en estas fotografías. Julio Carrasco R.



Y

O. Presentarse. Hablar, mostrar, nombrarse uno misma en qué se es y en qué soy. Ocupar un lugar imaginario en la mirada y los ojos, confeccionar las señales, en el paisaje de algún mundo o escenario de lo individual. Presentarse, decir “aquí, aquí estoy”, revelando escenas de la vida secreta, escenas que fijas al limbo de la memoria, se develan de a poco en un teatro de luz. Así nace la fotografía, o al menos mí fotografía, esta transposición de palabras de mis paisajes inscritos tras la huella del ojo: hendidura en el muro de la realidad. Por la que espío, con la vocación, la curiosidad de los niños, asomados –tarde, en la sombra- a la puerta nocturna que por su borde entreabierto destella. Desde niña me gusta esta mirada oblicua, delimitada por un punto, la percepción de un diafragma que fija el rango posible de la percepción. Recuerdo -por ejemplo- en mi infancia, la particular emoción de las letras reveladas feblemente en los lomos de la enciclopedia, al ser iluminadas por un rayo de luz. Me explico: en el cuarto, en la pieza en la que de pequeña dormía, al cerrarse la puerta y apagarse la lámpara, poco a poco crecía la presencia del rayo colándose por la hendidura dorada del dintel en lo oscuro. Y el rayo, llegando hasta las cubiertas del libro en la sombra, revelaba una magia de cine en la pieza oscura: la presencia de imágenes, letras, sobre los tomos. Creo que así descubrí mi primer cuarto oscuro. Con el tiempo, fueron mis propios párpados los que me proporcionaron estas rendijas de luz. Algo quedó sin embargo de esta sensación primera, acaso el sentido de ver a escondidas distantes escenas, paisajes, trozos de realidad en el brillo solar, de ver los espacios encuadrados en una presencia de ruinas, los vestigios remotos de una evocación temporal. Distante y mediada por su presencia pasada o futura. A veces o siempre, la foto es la imagen de lo que en la imagen no es, a veces la foto es la evocación de un lejano futuro, a veces, es un cuerpo- vestigio, casi siempre una señal en el muro, O una ruina de provista acepción: cicatriz de cultura, en el mundo de todos los hombres, de todas las mujeres, de todos los niños, reflejados como en el momento de un génesis, el de la Humanidad. Manejo la luz y los elementos, manejo los tiempos también; a veces, pueden pasar uno, dos años, hasta que vuelvo al espacio, a realizar, provocar esa foto que alguna vez, tiempo atrás, en la memoria futura entreví. Alexis Figueroa A. (sobre una conversación con Pamela Alvarado en el 2002).








Agradecimientos Julio Hurtado, Maria Elena del Valle, Alejandra Serrano, Julio Carrasco, Alexis Figueroa A., Lorena Muñoz. B, Natalia Gallardo T., Hernán Rodríguez I., Hugo Muñoz Bahamonde.



Galería PANAM 2014


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