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Fortín de San Bartolomé Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona Edita: Autores:

Ayuntamiento de Pamplona. Área de Proyectos Estratégicos José Vicente Valdenebro García, José Ignacio Alfonso Pezonaga, Marta Monreal Vidal, Miguel Monreal Vidal, Juan José Martinena Ruiz (El recinto amurallado de Pamplona) Coordinador: José Vicente Valdenebro García Realización: Formas de Proyectar Fotografía: Berta Buzunáriz, Luis Prieto, Archivo General de Simancas (AGS), Archivo Municipal de Pamplona (AMP), Instituto de Historia y Cultura Militar (IHCM) y Servicio Geográfico del Ejército (SGE) Impresión: Litografía Ipar ISBN: D.L.:

978-84-95930-46-0 NA–828/2011

© De la edición Ayuntamiento de Pamplona © De los textos y fotografías sus autores Pamplona, marzo de 2011 www.pamplona.es www.murallasdepamplona.com Impreso en papel TCF libre de ácidos y dioxinas, biodegradable y reciclable.


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Índice

Presentación

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El recinto amurallado de Pamplona

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Evolución histórica del Fortín de San Bartolomé

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Restauración del Fortín de San Bartolomé

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para su reutilización como Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona

Un paseo por las Fortificaciones de Pamplona. Guía Visual Glosario Plano del recorrido en interior de contraportada

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Presentación

La historia del Fortín de San Bartolomé -hoy situado en un espacio céntrico de nuestra ciudadse remonta al siglo XVIII, cuando el recinto amurallado de Pamplona conoció un importante conjunto de mejoras. A lo largo de su historia, esta estructura se convirtió en un bastión defensivo y en la primera defensa de la ciudad consolidada. Hoy, casi 300 años después, la Pamplona del siglo XXI estrena su recuperación como Centro de Interpretación de las Fortificaciones de nuestra ciudad, como punto de salida para los recorridos por el recinto amurallado y, por supuesto, como museo sobre la historia de este conjunto de sillares que define la estructura y la personalidad de nuestra ciudad. Desde 2006, el Ayuntamiento de Pamplona viene trabajando en la restauración y en la mejora del conjunto amurallado, con amplias actuaciones de limpieza y rehabilitación de las estructuras del recinto y con la construcción de nuevas infraestructuras relacionadas con la muralla, como la pasarela del Labrit y los ascensores de Descalzos y del propio Fortín de San Bartolomé. En este sentido, el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona, con sus 220 metros cuadrados, constituye un instrumento excepcional para el relanzamiento de las murallas de Pamplona como espacio cultural y de ocio, tanto para los turistas que nos visitan como para los propios pamploneses, que tenemos ante nosotros la posibilidad de redescubrir una parte brillante de nuestro patrimonio histórico. El recinto fortificado, como bien recoge la página web municipal www.murallasdepamplona.com, es un elemento íntimamente vinculado al desarrollo y a la evolución de Pamplona. Es una infraestructura viva, que guarda el reflejo de las décadas y que, paradójicamente, ha pasado de poner límites a la ciudad a recolocarse en el mismo centro de la urbe. La riqueza y la historia de las murallas de Pamplona, declaradas Monumento Nacional HistóricoArtístico en 1939, deben ser en el futuro una motivación inquebrantable para alimentar su correcta conservación y su promoción, para que futuras generaciones, al igual que hemos hecho nosotros, tengan la posibilidad de disfrutar de este magnífico patrimonio. Por todo ello, deseo que esta publicación y todas las iniciativas destinadas a promocionar la riqueza cultural de Pamplona sean siempre bienvenidas y cuenten con la participación de los pamploneses. Estoy segura de que este trabajo constituirá un excelente cauce de divulgación de la rica historia de Pamplona. Yolanda Barcina ALCALDESA DE PAMPLONA

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El recinto amurallado de Pamplona [por Juan José Martinena Ruiz]

Las murallas de Pamplona constituyen hoy uno de los conjuntos defensivos más interesantes de España, y aún de Europa, en lo que se refiere a fortificación abaluartada. Construidas en los siglos XVI y XVII, y completadas en el XVIII, mantuvieron su integridad hasta 1920. Demolido uno de sus frentes para trazar el segundo ensanche, la parte conservada fue declarada Monumento Nacional. No nos referiremos aquí a los muros de los burgos que integraban la Pamplona medieval, de los que apenas nos han quedado algunos restos. Ni al castillo artillero mandado erigir por Fernando el Católico en 1513, un año después de la conquista del reino por las huestes castellanas del Duque de Alba, en cuya defensa caería herido Iñigo de Loyola en 1521; de aquella fortaleza tampoco nos ha quedado el menor vestigio. Iniciaremos nuestro recorrido histórico en el reinado de Carlos V, de cuya época data la parte más antigua del actual recinto amurallado, pieza esencial del patrimonio histórico de la ciudad. Obras en época de Carlos V. Los primeros bastiones Con el reinado de Carlos I –Carlos V desde que alcanzó la dignidad imperial en 1520- se iniciaron las obras de adaptación del antiguo recinto medieval a los últimos avances en el arte de fortificar. Tras el asedio franco-agramontés de 1521, los muros fueron reparados en todo su contorno, demoliendo varias de las viejas torres, inútiles ya para la defensa, y alzando en su lugar bastiones proyectados con arreglo a los nuevos cánones de la ingeniería militar. Ese mismo

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Pamplona en 1521. Al norte, el Palacio Real, luego del virrey, y al sur el castillo de Fernando el Católico (maqueta de Juan Mª Cía)

año se trabajaba en el llamado de Caparroso –el actual baluarte de Labrit- y en el portal de la Tejería y en 1523 en el torreón de la Tesorería -actual baluarte del Redín- y en la puerta de Francia o del Abrevador. La Corona tuvo que indemnizar a los dueños de las casas y huertas que fue necesario expropiar. También hubo que derribar y trasladar al interior, como antes el de Santo Domingo, los conventos de San Francisco y de la Merced, que estaban en la Taconera, fuera de las antiguas puertas de la Traición y de San Llorente, por ser perjudiciales para la fortificación. En 1530 el Virrey mandó tasar la torre de San Lorenzo, que por su gran altura se consideraba padrastro o punto desde el que se podía hacer daño a la fortaleza. Del año 1535 data el proyecto del maestre de campo Guevara para hacer un bastión sobre el molino de Caparroso y otro en la llamada Torre Redonda, que estuvo situada cerca del ángulo del paseo de Sarasate con la calle Navas de Tolosa. De ellos, el de la Torredonda apenas estuvo en pie cincuenta años, mientras que el de Caparroso, con alguna modificación posterior, ha llegado a nuestros días con el nombre de baluarte de Labrit. También se construyó un cubo delante de San Lorenzo, aprovechando los materiales del

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derruido convento de San Francisco. Por este tiempo, pasó por Pamplona el prestigioso poliorceta Benedicto de Rávena, que redactó una memoria de las fortificaciones de la plaza. En 1542 vino también el capitán Luis Pizaño, uno de los mejores ingenieros de la época, para tratar de poner a punto las fortificaciones con el menor gasto posible. Del baluarte de Labrit y del castillo erigido por Fernando el Católico dibujó Pizaño unas trazas que se conservan en el Archivo de Simancas. El ingeniero proponía rebajar las torres de San Lorenzo, San Nicolás y San Cernin, así como algunas casas fuertes y varias dependencias de la Catedral. Sin embargo, parece que únicamente se desmochó la torre de San Nicolás, por ser la más próxima a la fortaleza. Por esos años se seguía trabajando en las Torredondas, en el cubo de San Llorente o de San Lorenzo y en el cantón sobre el molino de Caparroso. De la época de Carlos V nos ha quedado, aparte de los baluartes del Redín y de Labrit, el portal de Francia. Sobre la puerta más interior de éste, que conserva las guías por las que bajaba el rastrillo, se puede ver un hermoso escudo labrado con el águila bicéfala y las armas imperiales y al pie una inscripción en la que se lee: AÑO 1553 DUCE BELTRANO ALBVRQVERQVE PROREGE Otro escudo con igual inscripción hubo en el desaparecido portal de Rochapea, derribado en 1914 y que databa también de 1553, siendo virrey el mismo don Beltrán. Dicho escudo se colocó en 1960, como motivo ornamental, en una de las torres del Portal Nuevo, cuyo monumental arco fue construido por Víctor Eúsa en 1950. Felipe II y la construcción de la ciudadela El reinado de Felipe II supuso el inicio de una nueva etapa en la obra de las fortificaciones. En 1560 visitó la plaza el ingeniero Antonelli, quien informó al rey que lo más urgente era construir una nueva fortaleza a la moderna. El monarca lo atendió y en 1571 –el año de la batalla de Lepanto- dio comienzo la edificación

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Vista aérea de la Ciudadela de Pamplona.

de la Ciudadela, según el proyecto de Giacomo Palearo, llamado El Fratín. Este ingeniero la planeó a imitación de la de Amberes, obra de Paciotto de Urbino, de planta pentagonal y con cinco baluartes en los ángulos, que serían bautizados con los nombres de San Antón, San Felipe el Real, Santa María, Santiago y La Victoria. La primera piedra se bendijo solemnemente el 12 de julio. El primer alcaide fue Hernando de Espinosa, sobrino del inquisidor mayor, y la primera guarnición, mandada por el capitán Alonso de Cosgaya, entró el 18 de octubre. El virrey Vespasiano Gonzaga, italiano de nacimiento y notable poliorceta, tomó parte activa en la nueva fortificación, si bien su exceso de celo le acarreó frecuentes choques con los navarros. La nueva fortaleza, fundamental para la defensa de la parte occidental del Pirineo, tardaría muchos años en poder considerarse totalmente acabada. Encima de la puerta principal, que se abre a la actual avenida del Ejército, se puede ver una lápida con la siguiente inscripción:

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AÑO 1571 SIENDO BISORREY Y CAPI TAN GENERAL EN NAVARRA Y LA PROVINCIA BESPASIANO GONZAGA COLONA, DVQVE, MARQVES Y CONDE La construcción de la Ciudadela trajo como consecuencia el trazado, hacia 1580, de la nueva línea de fortificaciones, para conectarla con las de la plaza. Dicha línea comprendía dos frentes: uno desde la Ciudadela hasta el baluarte de Labrit, en el que estaban comprendidos los nuevos baluartes de San Nicolás, con el portal del mismo nombre, y de la Reina, con el portal de Tejería. Este frente sería demolido en 1918-21, para facilitar el Segundo Ensanche. El otro frente, que todavía se conserva con algunas modificaciones, iba desde la Ciudadela al Mirador, y en él se hallaban el portal de la Taconera, cuyo frontis sería demolido en 1906 y reconstruido en 2002, y los baluartes del mismo nombre y de Gonzaga, cerca del Portal Nuevo. Con esta ampliación del recinto quedó inútil la vieja muralla medieval, que iba por el actual paseo de Sarasate, calle Navas de Tolosa, Rincón de la Aduana, San Lorenzo, plaza de Recoletas y plazuela de la O, a pesar de que en tiempo de Carlos V se habían hecho allí obras muy costosas. Con el trazado de la nueva muralla, que englobaba dentro de ella el campo de la Taconera, hasta entonces extramural, incluyendo lo que hoy es Paseo de Sarasate, quedaba fijado lo que había de ser el casco urbano de Pamplona hasta la construcción del Primer Ensanche, aprobado en 1887, e incluso hasta el derribo de las murallas. Al principio, estas nuevas fortificaciones, por su gran extensión se hicieron de tierra o terraplén, con empalizadas y fosos excavados en el terreno. En 1581, García de Mendoza informaba que “es toda de fajina y tierra ya desmoronada”. Tres años después Felipe II escribía al ingeniero Fratín sobre la necesidad de derribar las murallas viejas y cegar los fosos; fue entonces cuando se demolieron los bastiones de la Torre Redonda y de San Lorenzo. También por estos años el virrey marqués de Almazán mandó trazar la actual Calle Nueva cegando el foso que separaba los burgos de San Cernin y San Nicolás, que se rellenó con los materiales procedentes del derribo de los muros y torres medievales que existían por aquella parte. En 1585, el Consejo de Guerra

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Imagen del baluarte de la Taconera y del revellín de San Roque.

expuso al rey la necesidad de proseguir las obras de la Ciudadela, manteniendo en pie el castillo viejo hasta que estuviera terminada. Sin embargo, la escasez de caudales obligó a ir desmochando la fortaleza de Fernando el Católico para aprovechar sus materiales en los nuevos muros y baluartes. Por este motivo el Fratín fue denunciado ante el rey, acompañando la denuncia con un curioso dibujo, conservado en el archivo de Simancas, que representa el estado de las obras y la forma en que se trabajaba en ellas. Las rivalidades entre los ingenieros marcaron el final del s. XVI. En 1592, Antonio de Herrera elevó un memorial en contra de Vespasiano Gonzaga y el Fratín. En noviembre de ese año, Felipe II visitó las obras de la Ciudadela, desde cuyos parapetos, todavía sin terminar, dispararon las salvas de ordenanza sesenta piezas de artillería.

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Según un informe del ingeniero Francisco Fratín, en 1608 la muralla nueva de los frentes de San Nicolás y Taconera continuaba aún “levantada y figurada de sólo el terreno, y habiendo tantos años que se hizo se ha ido cayendo y lo está por muchas partes... y pueden salir bueyes y otros animales por no dificultarlo los fosos”. Ese mismo año, Felipe III mandó rodear la ciudadela con una estacada, para impedir el acceso al foso, que carecía de contraescarpa y estaba seco en sus dos terceras partes. El virrey Cardona, con buen criterio, manifestó su oposición a esta medida, alegando que era mejor hacer el gasto en una obra permanente de cantería. Reinado de Felipe IV. Terminación del recinto Durante el reinado de Felipe IV, las obras tomaron un notable impulso. Por una relación remitida por Dionisio de Guzmán en 1644, sabemos que se trabajaba por entonces en la puerta de la Taconera y la media luna que la defendía. Otras cuatro se estaban construyendo en los fosos de la Ciudadela. Ese mismo año quedó terminado el portal de Tejería, en un flanco del baluarte de la Reina. Estuvo situado en lo que hoy es calle de Juan de Labrit, junto a la trasera del Teatro Gayarre. Lucía en su frontis las armas reales y a ambos lados las de los virreyes conde de Oropesa y Luis de Guzmán y Ponce de León. A raíz de su demolición en 1918, los tres escudos fueron colocados en la puerta de la Ciudadela. En abril de 1646 visitó Pamplona Felipe IV, y dentro de los actos de su estancia en la ciudad, visitó detenidamente la ciudadela. Con tal motivo, Martínez del Mazo, yerno de Velázquez, pintó en un gran lienzo la llegada de la regia comitiva ante la puerta principal. Ese mismo año, siendo virrey don Luis de Guzmán Ponce de León se abrió al culto la nueva iglesia de la fortaleza, que permanecería en pie hasta 1890. En 1665-66, bajo el virrey Duque de San Germán, con la terminación de los baluartes de la Taconera y de la Reina, se dio por concluido el recinto amurallado. El primero de dichos baluartes se conserva en los jardines del mismo nombre, aunque hacia 1945, para embellecer el paseo, se le quitaron las cañoneras que tenía. El segundo, derribado hacia 1920, estuvo situado aproximadamente entre la actual iglesia de San Ignacio y la Telefónica. En una de sus caras se podía leer la siguiente inscripción:

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REINANDO PHELIPE IIII SIENDO BIREY CAPITAN GENERAL DESTE REINO Y DE GVIPVZCOA DON FRANco. TVTAVILA, DVQVE DE SN. GERMAN. AÑO 1665 Reinado de Carlos II. Nuevos portales y defensas exteriores En 1666, reinando ya Carlos II el Hechizado y siendo virrey el mismo duque, quedaron terminados los dos nuevos portales de San Nicolás y de Taconera. El frontis del primero, almohadillado y decorado con las armas reales de la Casa de Austria y del virrey, se conserva hoy en los Jardines de la Taconera, dando frente al Bosquecillo, lugar a donde fue trasladado en 1929. El de la Taconera, desmontado en 1906, era de factura casi idéntica al de San Nicolás, aunque sin las columnas que flanquean el arco. En el año 2002 fue fielmente reconstruido donde estuvo antiguamente, junto al parque de Antoniutti. La inscripción, igual a la del portal de San Nicolás, dice lo siguiente: REINANDO CARLOS II, GOBERNANDO LA REINA SV MADRE, SIENDO BIREI Y CAPITAN JENERAL DESTE REINO Y DE GVIPUZCOA DON FRco TVTAVILA, DVQVE DE SAN GERMAN. AÑO 1666 En el último tercio del s. XVII se realizaron sobre todo obras exteriores, como contraguardias, medias lunas y revellines, que completaban la defensa de la muralla principal. En 1678, siendo virrey el Conde de Fuensalida, se debió de reconstruir el Portal Nuevo, antes llamado de Santa Engracia, por el que entraba en la ciudad el camino real a Vitoria. Fue desmontado en 1906 para facilitar el paso de vehículos y en 1950, reedificado en su forma actual. Por este tiempo trabajan en Pamplona los ingenieros militares Juan de Ledesma y Octaviano Menni. En 1685, el virrey Príncipe de Simay propuso al rey su sustitución por Esteban Escudero y Manuel Gasco. El primero elaboró enseguida un nuevo plan para proseguir las obras, para lo que el virrey solicitó de las Cortes al año siguiente un nuevo donativo. La plaza, según decía, era “uno de los propugnáculos principales de España”, y sin embargo no contaba con un sistema

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defensivo acorde a su situación fronteriza. Para aportar fondos, villas y ciudades se vieron forzadas a hipotecar sus propios y rentas. Con aquel dinero se terminaron los parapetos, se revistieron de piedra las lunetas y las escarpas de los fosos y se hicieron nuevas medias lunas en los portales de Taconera, San Nicolás y Tejería. El año anterior -1684-, a raíz de una carta del marqués de Conflans sobre el penoso estado de la Ciudadela, el donativo del Reino destinado a costear las obras de fortificación alcanzó la suma de 30.000 ducados. Por entonces, la guarnición de la fortaleza contaba tan sólo con 50 soldados. El año siguiente, siendo virrey don Enrique Benavides, se dieron otros 10.000 ducados para las fortificaciones exteriores: los dos revellines de Santa Clara y Santa Isabel con sus respectivas contraguardias que miran hacia la Vuelta del Castillo, que guardan ya cierta relación con los nuevos sistemas defensivos de Vauban, ingeniero que revolucionó entonces el arte de la fortificación. En ambos revellines, que sustituyeron a las antiguas lunetas, junto al escudo de armas del citado virrey hay sendas lápidas con la siguiente inscripción: REINANDO CARLOS II DE CASTILLA Y V DE NAVARRA VIREY I CAPITAN GEN. DESTE REINO D. ENRIQVE BENAVIDES I BAZAN, DEL CONSEJO DE ESTADO. AÑO 1685 En 1694, el ingeniero Hércules Torelli calculaba en 225.000 ducados el coste de las obras exteriores más necesarias. En el recinto principal, se trabajaba en el frente de Trinitarios –actual mirador de la Taconera- y en el baluarte de Gonzaga. Un informe remitido a la Real Academia de la Historia en 1801 dice textualmente: “Por varias inscripciones que hay en las puertas y murallas de la Plaza y Ciudadela, consta que se construyeron reinando Carlos II, desde el año 1666 hasta el de 1696”. Esta afirmación no es exacta, pues como hemos visto se hicieron obras de importancia a lo largo del s. XVI, primero con Carlos V y sobre todo con Felipe II. Lo que sí se hizo en tiempo de Carlos II fue dar por terminado en lo esencial el recinto. Con todo, algunas cosas dejaban mucho que desear. En 1699 se quejaba el Marqués de Góngora de que el ganado andaba libremente

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por los parapetos y cañoneras y que la guarnición era tan escasa que no había soldados suficientes para guardar los seis portales de la ciudad. La Casa de Borbón. Labor del nuevo Cuerpo de Ingenieros Finalizada la Guerra de Sucesión en 1714, Felipe V, primer monarca de la Casa de Borbón, dedicó una atención preferente a Pamplona. En 1719, ante el peligro de guerra con Francia, se acometieron obras en distintos puntos del recinto. Unos años antes, en 1711, este rey creó el cuerpo de Ingenieros del Ejército, a imitación del que años antes estableció en Francia Luis XIV. Entre 1720 y 1737 se registra un período de gran actividad, conservándose la mayor parte de los proyectos, entre ellos uno general de 1726, del ingeniero mayor marqués de Verboom, primer director del citado cuerpo, de quien sabemos que mantuvo contacto con Vauban a partir de 1702. Por entonces se inició la mejora de las defensas del Redín y del portal de Francia con la construcción de los baluartes bajos de Nuestra Señora de Guadalupe y El Pilar, junto con el revellín de los Reyes. Este magnífico conjunto fortificado subsiste íntegro en la actualidad y ha sido restaurado por la Institución “Príncipe de Viana”. También se comenzaron por este tiempo los fuertes de San Bartolomé, San Roque y del Príncipe. El primero de ellos se conserva perfectamente integrado en los jardines de la Media Luna, detrás de la Plaza de Toros. El segundo, desaparecido, estuvo fuera de la muralla de la Taconera, cerca de donde hoy se encuentran las piscinas militares y el club Larraina. Del tercero queda visible aún parte de su basamento de sillería, sobre el que se construyó hacia 1945 el antiguo Colegio Menor “Ruiz de Alda”, hoy residencia juvenil “Fuerte el Príncipe”. Verboom intervino también, junto con don Ignacio Sala y otros ingenieros, en varios proyectos realizados en la Ciudadela. Uno de ellos el de la nueva Puerta del Socorro, que hasta entonces se hallaba arrimada a un flanco del baluarte de Santa María. En el frontis, con columnas de orden toscano, debajo del escudo cuartelado de Castilla y León, puede leerse la inscripción siguiente: HAEC PORTA AUXILII SURGIT REGNANTE PHILIPO CERTA OBSESSORUM SPES PATRIAE QUI . . . S . . .US

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Baluartes bajos de Nuestra Señora de Guadalupe y de El Pilar, con el revellín de los Reyes en el centro.

También se construyeron una serie de trece bóvedas a prueba de bomba, contiguas a la citada puerta, y la llamada Sala de Armas o arsenal de Artillería, que actualmente se utiliza como sala de conferencias, conciertos y exposiciones. En 1752, reinando ya Fernando VI, se reanudaron los trabajos de fortificación en el frente del portal de Francia, que quedaron terminados seis años más tarde con la construcción de las garitas en los ángulos de los nuevos baluartes, que son del mismo tipo de las que aún se pueden ver en distintos castillos y fuertes de Cuba, Puerto Rico y otros países de América que un día fueron virreinatos españoles. En 1756, el Conde de Aranda encargó a don Jerónimo Amici un informe sobre el estado en que se hallaban las murallas de la plaza y Ciudadela de Pamplona. Según este ingeniero, los frentes de la Rochapea y la Magdalena eran los que requerían mayor atención, ya que siempre habían quedado relegados, fiando en

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Superposición en la trama urbana de los frentes de San Nicolás y Tejería, demolidos en 1918-21.

su situación dominante con el río Arga como foso natural, al contrario que en el frente de San Nicolás, cuyas murallas estaban agazapadas en el terreno, dejando al descubierto las casas de la ciudad. Ese mismo año, el general don Juan Martín Zermeño redactó otro informe, en el que proponía la supresión del portal de Francia por innecesario y el traslado del de Taconera hacia la parte del Mirador, alejándolo de la Ciudadela. Ninguna de estas propuestas fue atendida, incluido

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el proyecto de bóvedas a prueba de bomba, sin duda por las dificultades de la Real Hacienda para hacer frente a su elevado coste. Con ocasión de la guerra contra la Convención de la Francia republicana en 1794, se construyeron fortines provisionales y una línea atrincherada desde el Fuerte del Príncipe hasta Mendillorri. La autoridad militar, basándose en una Real Cédula de Carlos V, ordenó demoler todas las construcciones situadas a menos de 1.500 varas de la muralla, medida que afectó a varios monasterios y ermitas y a buen número de casas en los barrios de la Magdalena, Rochapea, Santa Engracia, San Jorge, Trinitarios y San Juan. Se elevaron protestas a las Cortes y al Ayuntamiento por los más de mil afectados, pero nada se consiguió. A raíz de esta guerra, en la que Pamplona tuvo al enemigo a las puertas, los ingenieros Heredia, Casanova, Masdeu, Jiménez Donoso y sobre todo el teniente general Hurtado, elaboraron importantes proyectos de fortificación que, sobre todo por razones económicas, no llegaron a llevarse a efecto. Respecto a la ciudadela, hay que decir que durante el s. XVIII y parte del XIX, sirvió como prisión de estado, como lo fue la Bastilla para la corona de Francia. En sus calabozos estuvieron encerrados, entre otros, el duque de Medinaceli en la Guerra de Sucesión, el conde de Floridablanca en 1792, Mariano Luis de Urquijo en 1801, Javier Mina en 1811 y el poeta liberal Manuel José Quintana de 1814 a 1820. Ocupación de la ciudadela por los franceses. Otros bloqueos en el s. XIX Es conocido el hecho de que en 1808 los franceses no necesitaron disparar un solo tiro para ocupar Pamplona. La ciudad les recibió como aliados antes del inicio de la Guerra de la Independencia, y sorprendiendo la buena fe del virrey marqués de Valle-Santoro, el 19 de febrero, al ir a recoger las raciones, los soldados del general D’Armagnac se hicieron con la Ciudadela fingiendo jugar a lanzarse bolas de nieve. Pamplona padeció durante cinco años una dura ocupación militar hasta 1813, fecha en que fue necesario un bloqueo de 128 días para recuperarla. Antes de la rendición, los franceses colocaron hornillos con intención de volar las murallas. Enterado el general Conde de España, advirtió al Gobernador francés que, si lo hacían, sus hombres serían pasados a cuchillo, lo

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cual les hizo desistir de su idea. Tras la recuperación, el brigadier Palomino presentó un presupuesto en el que se calculaba el costo de las reparaciones más necesarias en 528.000 reales. En 1823, tropas franco-españolas, integradas en su mayor parte por los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del general Lauristón, pusieron sitio a la ciudad, cuya guarnición estaba con los liberales, para someterla a la autoridad de Fernando VII, a quien venían a reponer como rey absoluto. La defendió el brigadier Sánchez Salvador, y el bloqueo duró cinco meses, en los que se registraron varios bombardeos. La Ciudadela fue cañoneada con ocho baterías de 24 pulgadas, y capituló el 17 de septiembre. Durante la sublevación de O’Donnell, octubre de 1841, la plaza fue bombardeada por la artillería de la Ciudadela, dañando la vieja torre medieval de San Lorenzo que tuvo que ser rebajada en un tercio de su altura. En 1858, los ingenieros militares Ortiz de Pinedo y Rodríguez Arroquia elaboraron un proyecto de fortificación, innovador y vanguardista, que proponía la destrucción total del viejo recinto levantado por la Casa de Austria, y su sustitución por una sucesión de frentes iguales, a base de baluartes con casamatas en los flancos, cortinas de tres planos y caponeras en lugar de las antiguas medias lunas y revellines. Su altísimo coste fue la razón de que no se llevara a efecto. Después de la última Guerra Carlista, en la que Pamplona sufrió un largo bloqueo, se pudo ver el alcance de la moderna artillería de ánima rayada. Desde el monte de San Cristóbal, los proyectiles carlistas rebasaban la ciudad, sobrevolando las casas. En vista de ello, empezaron a surgir dudas respecto a la eficacia defensiva del recinto amurallado, que impedía la expansión urbana, como un rígido corsé. Tras la construcción del Fuerte de San Cristóbal, se iniciaron gestiones encaminadas a lograr la autorización para derribarlas. Este sería el objetivo primordial de los ayuntamientos que se sucedieron en los cuarenta años siguientes. Mutilación de la ciudadela y reforma de los portales En 1888 una Real Orden autorizó la demolición parcial de dos baluartes de la Ciudadela -los de San Antón y la Victoria- y la inutilización de los fosos que la

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separaban de la ciudad, para posibilitar la construcción del Primer Ensanche y de los nuevos cuarteles. Derribados éstos a su vez hacia 1970, hoy discurre por allí la avenida del Ejército. Durante las obras de excavación previas a la construcción del actual Auditorio y Palacio de Congresos salieron a la luz los restos de la luneta de Santa Teresa, que defendía la puerta principal, con sus fosos y contraescarpa, que fueron lamentablemente destruidos. Únicamente se conservó parte de un muro del mutilado baluarte de San Antón, encajándola en una de las salas de la nueva dotación cultural. En 1905, otra Real Orden permitió el derribo parcial de cuatro de los seis portales, para dar mayor amplitud a los accesos a la ciudad. Ese mismo año fue desmontado el de la Taconera, bajo la dirección del arquitecto Julián Arteaga y en 1906 el de San Nicolás, construyendo un nuevo puente alineado con la avenida de San Ignacio y desmontando su frontis barroco, que en 1929 sería reconstruido en los jardines de la Taconera. Casi a la vez fue ampliado el Portal Nuevo, colocando una pasarela de hierro que duró hasta 1950, en que se hizo la monumental puerta actual, obra de Víctor Eúsa. En 1914 fue reformado también, derribando su arco de piedra, el portal de Rochapea. De los otros dos portales de la ciudad, el de Tejería no sufrió ninguna modificación hasta su derribo en 1918, y el de Francia o de Zumalacárregui se conserva íntegramente en la actualidad. Derribo de las murallas y posterior declaración como Monumento Nacional Al fin, el 7 de enero de 1915, siendo alcalde don Alfonso de Gaztelu, se obtuvo la Real Orden autorizando la demolición del cinturón amurallado, lo que permitió la construcción del Segundo Ensanche. La primera piedra se derribó, en medio del júbilo popular, el 25 de julio del mismo año. Los trabajos de demolición, que duraron desde 1918 hasta 1921, afectaron al frente sur de la Plaza, desapareciendo los baluartes de San Nicolás y de la Reina y los portales de San Nicolás y de la Tejería. Las fortificaciones que hubo que tirar iban desde la ciudadela hasta el baluarte de Labrit, aproximadamente por las actuales calles de García Ximénez, avenida de Roncesvalles y Bajada de Labrit. Nadie pensó en la posibilidad de trazar a cierta distancia las nuevas calles, respetando las murallas y rodeándolas de un cinturón de zonas verdes, como se haría medio siglo después con la Ciudadela y la Vuelta del Castillo.

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Vista de las partes desaparecidas de la puerta de San Nicolás y Baluarte de la Reina. Acto inaugural del derribo de las murallas. 25 de julio de 1915. A. Gª Deán. AMP

La parte del recinto amurallado –unas tres cuartas partes- que quedó en pie después de 1921, que comprende los fuertes del Príncipe y de San Bartolomé, baluarte de Labrit, Ronda de Barbazán, baluarte del Redín con los baluartes bajos del Pilar y de Guadalupe, frentes de la Rochapea y Descalzos, el Mirador con el baluarte de la Taconera y el revellín de San Roque, fue declarada Monumento Nacional por Orden de 25 de septiembre de 1939. Hacia 1925 se reformó el Mirador de la Taconera, demoliendo y enterrando parcialmente el antiguo baluarte de Gonzaga, para ampliar los jardines comunicándolos con la zona de Larraina. Cesión de la ciudadela a la ciudad Mediante un Decreto de la Jefatura del Estado de 21 de mayo de 1964, la Ciudadela con sus edificios, fosos y obras exteriores, fue cedida a la ciudad para fines culturales y de esparcimiento. La toma de posesión por el Ayuntamiento

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Cordeleros trabajando en los fosos del desaparecido Baluarte de la Reina. 1915ca. AMP

tuvo lugar el 23 de julio de 1966, siendo alcalde Juan Miguel Arrieta y gobernador militar el general Ramiro Lago. A partir de 1971 fueron derribadas las construcciones que había en su interior, respetando únicamente el cuerpo de guardia, de 1760; el horno de finales del s. XVI; el llamado pabellón de mixtos, de finales del XVII reformado a comienzos del XVIII, que era el antiguo almacén, granero y bodega; el polvorín proyectado por Hércules Torelli en 1694 y la sala de armas o arsenal de artillería, cuyo proyecto data de 1725, todos ellos acertadamente restaurados. Por Decreto de 8 de febrero de 1973, la fortaleza fue declarada Monumento Nacional. Actualmente constituye uno de los parajes más hermosos de Pamplona, armoniosa combinación de muros y baluartes con amplias zonas verdes, que se extienden por los glacis y fosos de la antigua fortificación.

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Desde que Pompeyo implantó en el año 74 a. C. su campamento en torno a la actual Catedral, Pamplona adquiere su condición de plaza fuerte. Su posición estratégica para dominar los pasos a la Península Ibérica a través del Pirineo Occidental hacia Aragón y La Rioja hizo que se le llegara a considerar como “una de las principales llaves de España y como su más seguro baluarte en este lado de la frontera”. Por ello, desde la época romana, y salvo en algunos momentos concretos en los que las murallas fueron destruidas, Pamplona siempre ha estado fortificada ostentando el carácter de Plaza Fuerte hasta los primeros años del s. XX. A partir del primer asentamiento romano en lo que hoy es la Navarrería, el recinto amurallado fue modificándose y creciendo durante la época medieval, periodo en el que próximos a la ciudad se construyeron dos nuevos burgos diferenciados con poblaciones de distintos orígenes atraídos por la consolidación de la Ruta Jacobea. Desde ese momento coexisten, en lo que debiera ser una sola ciudad, tres ciudades distintas con sus murallas diferenciadas y separadas por fosos o “tierra de nadie”: la ciudad de la Navarrería (que hasta 1276 incluía el Burgo de San Miguel), el Burgo de San Cernin y la Población de San Nicolás. Con la unificación de los burgos en 1423, bajo el reinado de Carlos III, mediante el “Privilegio de la Unión” se adaptan estas defensas creando un único recinto amurallado que defiende la totalidad de la ciudad, unido a los palacios ya existentes y al castillo medieval.

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En 1513, tras conquistar el Reino de Navarra, Fernando el Católico ordenó construir el Castillo de Santiago y se afanó en modernizar, ampliar y reforzar el recinto amurallado de la ciudad medieval. Posteriormente, con los avances de la ingeniería militar, Felipe II ordenó en 1571 la construcción de una moderna y funcional Ciudadela, en sustitución del antiguo castillo, convirtiéndose con su geometría pentagonal, en la primera construcción de estas características en la Península Ibérica. Para ello, contó con el ingeniero de fortificaciones Jacobo Palear “el Fratín” y el Capitán General Vespasiano Gonzaga y Colonna, Duque de Trajetto, Marqués de Sabioneda y Conde de Fondi, quien acabaría siendo nombrado virrey de Navarra. Ambos procedían del ámbito italiano donde la ingeniería militar había progresado espectacularmente en las últimas décadas. Siguiendo el modelo de la ciudadela de Amberes aquel mismo año se iniciaron las obras de la de Pamplona con una doble función: defender la plaza frente a ataques exteriores y evitar una posible sublevación interior. Las obras alcanzaron el siglo siguiente y tras sucesivas mejoras en la fortificación se concluyeron en el s. XVIII. La disposición de la ciudadela, algo más alejada con respecto a la población de lo que en un principio aconsejaban los expertos, supuso la necesidad de construir de nuevo dos frentes enteros de defensas de la ciudad de modo que ésta enlazara con el Castillo Nuevo. Así quedaron inútiles y se desmantelaron casi por completo los frentes sur y oeste del recinto amurallado de la ciudad. Ello suponía derribar por el lado sur el antiguo castillo de Santiago y el bastión de San Antón, dos de las defensas más modernas de la ciudad, aunque desfasadas ante el avance de las nuevas técnicas militares. La nueva línea defensiva comprendía cuatro nuevos baluartes en el lado oeste: el de Gonzaga, hoy apenas reconocible; el de la Taconera, que todavía puede verse en los jardines con el mismo nombre; y los de San Nicolás y de la Reina, que fueron derribados hacia 1920. Se abrieron también cuatro nuevos portales: el de la Puerta Nueva, en 1675; los de la Taconera y San Nicolás, en 1666; y el de Tejería, en 1640. Reinando Carlos II, en 1685, se inicia la construcción de cinco revellines que

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contribuyen a la defensa exterior de la ciudadela: los de Santa Clara, Santa Isabel, Santa Ana, Santa Teresa (hoy en día desaparecido) y Santa Lucía. De todos ellos, los dos primeros estaban dotados de contraguardia. Corresponde también a esta época el revellín de San Roque, entre los baluartes de la Taconera y Gonzaga. Posteriormente, reinando Felipe V, el recién creado Cuerpo de Ingenieros llevó a cabo importantes obras de refuerzo exteriores. El año de 1726 marca un significativo hito en la historia de las fortificaciones de Pamplona: el ingeniero Jorge Próspero de Verboom entregará un proyecto general, para la Ciudadela y para la Plaza (el recinto de la ciudad), que guiará las obras a lo largo de todo el s. XVIII. Verboom, discípulo de Vauban (ingeniero de la corte francesa que llevó la fortificación abaluartada del s. XVII a su máxima perfección), diseña un doble recinto de defensas en las partes más expuestas mediante obras de fortificación avanzadas que podían defenderse desde el recinto principal y se flanqueaban mutuamente. De esta manera se conseguía retrasar los trabajos del sitiador. Con su proyecto, consigue un equilibrio entre la importancia estratégica de la plaza, los medios económicos de los que se disponía y la guarnición necesaria para defenderla. Hacia 1730 comienzan a trabajar en el refuerzo del Frente de Francia, con la construcción de los baluartes bajos de Guadalupe y del Pilar y el revellín de los Reyes, y en los fuertes adelantados de San Roque, el del Príncipe y el de San Bartolomé. Hoy en día solamente se mantiene bien conservado este último. Los primeros bocetos de Fortín de San Bartolomé Los primeros trabajos relacionados con el Fortín de San Bartolomé o, al menos, con una edificación defensiva prevista en su emplazamiento, se remontan a 1641. Es entonces, cuando el ingeniero Juan de Garay llega a Pamplona con la misión de realizar un proyecto general para la plaza y la ciudadela. Este proyecto resultó de gran importancia para las obras de fortificación en las siguientes décadas; además de incluir todo el sistema de medialunas, fue el primero en proponer un hornabeque en el lugar en el que posteriormente se edificaría el Fortín de San Bartolomé, frente a la cara derecha del baluarte de Labrit o de la Merced1 (imagen 1).

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Imagen 1. Plano de las fortificaciones de la ciudad y ciudadela de Pamplona. Anónimo. (s.f.). 1 de junio de 1645. AGS

A pesar de ello, tal y como se desprende de sucesivos informes y proyectos realizados por ingenieros y virreyes destinados a la Plaza [Amador de Lazcano (1669), Octaviano Meni (1683), Juan de Ledesma (1684), virrey príncipe de Chimay (1685), Esteban Escudero (1686), De Tigné (1706), virrey Bournoville (1686), Hércules Torelli (1694), Alejandro de Rez (1720)] las obras no comenzaban a ejecutarse. El 28 de mayo de 1726 el ingeniero Jorge Próspero Verboom remitía al rey, para que diera su aprobación, el proyecto que guiaría durante todo el s. XVIII las obras de mejora del conjunto fortificado de Pamplona.

(1) IHCM. Colec. Aparici, t. XII, fols. 384v-385. “El Ornaveque designado en la planta que señala la letra I con su foso de 60 pies de ancho, y su estrada cubierta alrededor como viene siguiendo la de la Ciudad con aquellas medidas que muestra que será necesario por muchas razones, que se ocupe aquella eminencia con esta fortificación…”

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Imagen 2. Plano del Fortín de San Bartolomé con parte del frente de la fortificación de la ciudad de Pamplona. Jorge Próspero Verboom. Enero de 1726. AGS

El proyecto de Verboom Entre otras mejoras, Verboom proponía la construcción de tres fortines destacados a cierta distancia de las murallas de la plaza: el de San Roque, en la parte de la Taconera; el del Príncipe, en el alto de Goroabe dominando la zona sur, y el de San Bartolomé. El diseño del Fortín de San Bartolomé era similar al de los fortines o lunetas realizadas por Vauban, e incluso al del propio Verboom en la ciudadela de Barcelona. Estaba situado enfrente de la cara derecha del baluarte de Labrit, donde el terreno había reducido la pendiente, y descubría con sus fuegos el terreno hacia el sureste. Cerrado por su gola con un muro simple, con su cuerpo de guardia y un tambor que la protegía, tenía numerosas troneras; en el interior, almacenes y bóvedas a prueba de bomba (imagen 2).

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En septiembre de ese mismo año Verboom es requerido para participar en el sitio de Gibraltar, por lo que es sustituido en sus labores de ingeniero jefe por Pedro Moreau. En 1727 Moreau daba cuenta en diversos informes del estado de las obras de fortificación: en el Fortín de San Bartolomé se continuaba con la construcción del camino cubierto y la explanada, se trabajaba en sus dos salidas al foso y en la comunicación del camino cubierto con la plaza (imagen 3).

Imagen 3. Frente de Tejería. Baluarte de Labrit. Revellín de la Tejería y Fortín de San Bartolomé. Anónimo. 1723-1737. IHCM

Un año más tarde, y desde Madrid, Moreau enviaba una nueva relación de las obras que se proponía ejecutar durante el año. Del Fortín de San Bartolomé dice que no se harían obras ese año porque ya estaba muy avanzado2. (2) AGS. GM. Leg. 3.453. “Respecto que en esta pieza se halla concluido su camino cubierto, la esplanada y revestimiento de su parapeto, como también la Batería baja, se podrá diferir lo demás para el año siguiente”.

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En 1731 otro informe de Pedro Moreau (imagen 4) especifica partidas y presupuesto de forma más detallada. En el Fortín de San Bartolomé precisa mampostería para el cuerpo del fuerte, contraescarpa, parapetos, espaldones y gola; por lo que, a pesar de su informe anterior, el revestimiento no debía estar apenas iniciado. Se utilizarían también la piedra labrada, el ladrillo para el revestimiento de los parapetos. Por otro lado, eran necesarias todavía algunas

Imagen 4. Plano del Fortín de San Bartolomé. Pedro Moreau. Junio de 1731. SGE

excavaciones, y se utilizaría la tierra extraída para formar parapetos, banquetas, espaldones y explanadas. En los perfiles dibujados se puede ver cómo el fuerte dominaba el terreno delante del baluarte de Labrit, y cómo la batería izquierda sobre el escarpe, ya finalizada, descubría la parte del río (imagen 5).

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Imagen 5. Perfiles del Fortín de San Bartolomé en la ciudad de Pamplona. Jaime Sicre. 1736. AGS

En 1736 Jaime Sicre llega a Pamplona en sustitución de Pedro Moreau, destinado a tierras salamantinas y extremeñas. Pocos meses después elabora un informe detallado sobre el proyecto de Verboom en el que indicaba qué se había hecho, qué quedaba por hacer y el presupuesto y materiales que se necesitaban para llevar a cabo las obras descritas. Respecto al Fortín de San Bartolomé narra cómo su cuerpo principal estaba formado de tierra, lo mismo que sus terraplenes, que se habían hecho con la tierra de la excavación del foso (imagen 6). El camino cubierto estaba casi

Imagen 6. Plano del baluarte destacado llamado Fortín de San Bartolomé en la ciudad de Pamplona. Jaime Sicre. 29 de enero de 1737. AGS

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perfeccionado de mampostería, y estaba unido al de la plaza. La batería de su izquierda, que descubría el río, situada en el camino cubierto, se hallaba terminada y con capacidad para tres piezas de artillería. Faltaban casi todos los revestimientos con sus cimentaciones, aunque debían de estar ya hechos de tierra los parapetos y perfiles de las banquetas. Faltaban los almacenes, contraescarpa, sillería para la puerta principal, un tambor que cubría esta puerta, una garita y once explanadas de losas, tanto en el fuerte como en el espaldón de la izquierda del camino cubierto, que estaba ya finalizado y con un cuerpo de guardia en la entrada principal. En orden de prioridad, la conclusión de la construcción de los fuertes destacados ocupaba el último lugar. No obstante, Sicre alababa el proyecto de Verboom ya que los fuertes adelantados le parecían muy apropiados para la defensa de Pamplona3. Las mejoras de Antonio Hurtado Los dos proyectos más importantes del s. XVIII, después del de Verboom, son el de Juan Martín Zermeño, en 1756, y el de Antonio Hurtado, en 1796-1797. Juan Martín Zermeño, uno de los ingenieros de mayor prestigio del reinado del Fernando VI, dirigió al rey un detallado y minucioso informe del que se deduce, por su parecido al que veinte años antes había redactado Jaime Sicre, que en este periodo no se había realizado mejora alguna en lo que concierne al fortín de San Bartolomé. Al parecer, los tres años siguientes al informe fueron de gran actividad en las obras de fortificación, por lo que el Fortín se concluyó con la geometría exterior que presenta en la actualidad, parecida a la de los baluartes bajos de Nuestra (3) AGS. GM. Leg. 3.700. “… encuentro que en el terreno que están proyectadas para colocar algunas otras Fortificaciones destacadas, son mui adequadas a la situación, del expresado terreno: pues desde ellas descubre los barrancos principales de los muchos que circundan La Plaza y Ciudadela y pueden servir de estorbo al enemigo que intentasse hacer sitio formal, porque antes de empezarlo tendrá que vencer algunas dificultades por hallarse precisado de atracar antes dichas obras avanzadas, lo que le ocasionaría mucha detención en sus operaciones, y con esto muchas vezes al sitiador se le suele infructuar sus designios, con motivo de dilatar semejantes ataques,…”

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Imagen 7. Plano del Fuerte de San Bartolomé de la plaza de Pamplona situado al svest de ella y con inmediación al río Arga. Plano de la planta Perfil que pasa por la línea 1.2.3. Antonio Hurtado. 8 de enero de 1796. SGE

Señora de Guadalupe y de la Virgen del Pilar, que datan de la misma época, en los que intervinieron los mismos ingenieros y, probablemente, también los mimos maestros de obras. Si bien el fuerte se hallaba operativo para la defensa, a raíz de la Guerra contra la Convención (1793-1795) se realizan importantes mejoras en su interior.

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Ateniéndonos a lo reflejado en el plano firmado por Antonio Hurtado el 8 de enero de 1796 (imagen 7), en el que explica por medio de una extensa leyenda, una planta y un perfil las obras a acometer, estas innovaciones se pueden resumir en los siguientes puntos: - Incremento del número de cañoneras en la parte superior del fortín. Se pasa de las nueve previstas hasta entonces en todos los planos anteriores a éste, a veinte, distribuidas de la siguiente forma: tres en el flanco noroeste (más cercano al río Arga); siete a cada lado de las escarpas; una en el ángulo principal de las escarpas; y dos en el flanco noroeste (más alejado al río Arga). - Incremento del número de bóvedas a prueba de bomba: pasando de las dos unidades que aparecen inicialmente en un plano anónimo de 1727-1737 a cinco (una en el lateral noreste, una central y tres en el lateral noroeste)4. Si bien todas tienen unas superficies similares, la que se califica como polvorín es de menor dimensión. - Creación de rampas para subir a los terraplenes, además de la herradura de acceso. - Eliminación del cuerpo de guardia anterior que se encontraba en el interior del fortín. - Introducción de aspilleras (o troneras) altas y bajas para fusilería en los dos muros enfrentados de la gola con la función de defender la puerta de acceso al fortín de posibles ataques5. El aumento de número de casernas guarda relación con el incremento de cañoneras, que obligaba a la presencia en su interior de mayor número de elementos de artillería y, por lo tanto, de tropa. (4) Si bien debieran haberse construido dos casernas más en el flanco de la ripa, Antonio Hurtado especifica en su plano de 1796 “no habiéndose efectuado la una por la apretura de la guerra: debiendo servir todas para que este puesto esencial en el parage que esta situado y destacado tenga los menesteres precisos a prueba de alzamientos, almacenes y demás necesario para la defensa”. (5) A pesar de que en planos (uno anónimo fechado entre 1727 y 1737; y otro de Pedro Moreau de 1731) originalmente la gola estaba representada con multitud de aspilleras altas a lo largo de los muros que la componen, finalmente en el plano de Antonio Hurtado de 1796 aparecen representadas las que conocemos hoy: cuatro altas y cuatro bajas en sendos muros enfrentados.

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Evolución del Fortín de San Bartolomé. Del proyecto realizado por Jorge Próspero Verboom en 1726 (izda.) al de Antonio Hurtado fechado en 1796 (dcha.)

Asimismo, cabe destacar el plano con el proyecto de contraminas de Juan Ximénez Donoso, de 1795 (imagen 8). En él se estudiaban sus posibles geometrías y trayectorias, tanto en la Plaza como en la zona del Fortín. Dos de estas contraminas se llevan a cabo en esta última zona, en la contraescarpa. Aunque sus accesos o bocaminas fueron tapiados por la brigada municipal de obras hacia 1962, hoy en día han vuelto a ser descubiertas dentro de las obras de restauración del fortín recientemente concluidas. Del s. XIX hasta nuestros días El fortín de San Bartolomé será la última obra de importancia correspondiente a las defensas de Pamplona ejecutada siendo además una de las que mejor conservadas, respecto a su geometría original, en la actualidad. La construcción que ha llegado a nuestros días responde fielmente a las mejoras diseñadas por Antonio Hurtado (imagen 9).

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Imagen 8. Plano de la Plaza de Pamplona con el proyecto de contraminas al que acompaña el correspondiente Discurso. Juan Ximénez Donoso. 19 de febrero de 1795. IHCM

Imagen 9. Foto aérea Fortín de San Bartolomé-Baluarte Labrit. 1921. AMP

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Paradójicamente, la plaza fue sitiada o bloqueada tres veces durante el s. XIX –1813, al final de la guerra de la independencia, 1823 con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, y 1874 en la tercera guerra carlista–, en el momento del declive del sistema de fortificación abaluartado. No ocurrió así durante la mayor parte del s. XVI y la totalidad de los s. XVII y XVIII, época de esplendor de este sistema de fortificación. El fracaso del sistema abaluartado ante los obuses y morteros, manifestado especialmente en el sitio de Amberes de 1832, ponía punto y final a una historia de tres siglos de esfuerzos por contrarrestar los avances de la artillería. La pérdida de su función defensiva llevó a que el fortín fuera abandonado lo que dio origen a un proceso de degradación del mismo. Al parecer, en el año 1932 se produjo un corrimiento de tierras en la zona de la ripa próxima al río, lo que ocasionó el desmoronamiento parcial de su lienzo y parapeto. Si bien hoy en día no quedan trazas de tal desmoronamiento en los muros exteriores del Fortín, patologías encontradas en el interior del mismo podrían corroborarlo. En 1932 se había ejecutado el muro de contención de la ripa que existe en la actualidad y en 1939 se empezó a ejecutar el parque de la Medialuna, diseñado por Víctor Eúsa. Entre los años 1940 y 1942 se ejecutó la primera

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restauración del fortín en la que se reconstruyeron los elementos afectados por el desprendimiento de tierras del talud. Incluso tendría sentido lógico que el propio muro de contención de la ripa ejecutado en 1932 tuviera el objeto de estabilizar el talud, evitando nuevos desplazamientos del mismo. Las obras de restauración de la batería baja del fortín ejecutadas a lo largo de 2010 de forma simultánea a la restauración del propio fortín han puesto en evidencia los problemas de estabilidad del citado talud, apareciendo la cimentación de esta última totalmente descalzada. Este hecho viene a reforzar esta teoría frente a otras que pudieran ligar los derrumbes a un posible ataque del fortín. El acceso al fortín tiene lugar por la gola o parte posterior de la defensa, situada en la zona protegida del frente de ataque, llevada a cabo con mampostería. Éste es protegido en sus laterales por sendos muros estrechos con aspilleras o troneras altas y bajas para fusileros. Si bien las aspilleras o troneras superiores están ejecutadas con sillares (conforman asimismo el remate superior del muro), las inferiores lo están en ladrillo. La puerta de acceso, originalmente de madera y ciega, se ha ido modificando con el paso de los años. En la actualidad presenta una serie de aperturas que permiten adivinar su interior.

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Fortín de San Bartolomé. J. Cía. 1944. AMP

Una vez dentro de la defensa, llama la atención la herradura central con una rampa de subida a los terraplenes (zona superior del Fortín) a cada lado de ésta. En el muro recto de la herradura se observa una puerta que da acceso a una caserna (local con bóveda de cañón, a prueba de bomba, construido al interior de la defensa y que servía para albergar al personal, almacenar víveres o materiales) y sendas gárgolas de piedra a izquierda y derecha de la puerta. A su izquierda, próxima a la ripa, se encuentra una caserna y a la derecha tres. El pavimento de estos espacios estaba resuelto mediante grandes losas de piedra. De las cinco casernas, cuatro de ellas tienen una dimensión parecida (5 x 10m) mientras que la última, la más alejada desde el acceso, que se utilizaba como almacén de pólvora, es bastante menor (2,5 x 8m). Las normas disponían abrir respiraderos para la ventilación y pavimento ”para

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Fortín de San Bartolomé. R. Bozano. 1950 ca. AMP

preservar la pólvora de la humedad”, además de la puerta y la ventana, que originalmente se debían de cubrir con planchas de hierro para tomar “todas las precauciones contra posibles incendios”. A pesar de que se solía emplear como pavimento “un entablado, levantado de tierra un pie”, en el caso del fortín se usan las losas de piedra de gran tamaño. En la parte superior, las mesetas de asentamiento de las piezas de artillería correspondientes a cada cañoneras están ejecutadas con grandes losas de piedra. En la escarpa más cercana a la ripa, y dado que el terraplén está en pendiente, las losas conforman una figura trapezoidal delante de cada una de las cañoneras. Como éstas van variando ligeramente de cota y los cañones debían estar en posición horizontal, esa diferencia de alturas las absorben las diferentes mesetas de las piezas, escalonadas entre ellas. En la escarpa más alejada de la ripa junto al río las losas conforman una plataforma continua.

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Estas mesetas tienen también una leve pendiente hacia el parapeto y entre ellas están dispuestos los puestos de observación. Sobre ellos el jefe de pieza se subiría para poder indicar con exactitud la dirección del tiro. Respecto a su construcción, sin embargo, resulta difícil definir la lógica seguida: la mezcla de mampostería y ladrillo en los parapetos interiores no sigue un esquema aparente, salvo la repetición de los pilares de ladrillo rematados por unas piezas especiales de sillería que conforman las embocaduras de las cañoneras y los ladrillos a sardinel que rematan el murete entre ellos. Los laterales de las cañoneras, también de ladrillo, no presentan un aparejo identificable, mezclándose irregularmente los tizones con las sogas, a pesar de que por aquel entonces ya eran numerosos los tratados sobre el “Arte de la Albañilería”, en los que se describía desde cómo levantar una fábrica de ladrillo hasta los distintos aparejos más adecuados. La única constante en

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los laterales de las cañoneras son las piezas de remate de éstos: ladrillos colocados a sardinel. Cabe pensar que su irregular ejecución fue debida a la escasez de medios materiales, a la premura con que fueron ejecutadas todas las modificaciones del fortín y su situación en el tiempo (durante la Guerra de la Convención). La imagen que tenemos hoy en día del entorno del fortín de San Bartolomé poco tiene que ver con la de su origen. El desarrollo de la ciudad llevó a que quedara integrado en el parque de la Media Luna, al que da nombre, y que con el paso de los años fuera rodeado de edificación. Su glacis paso a convertirse en una zona arbolada que, en cierto modo, ha conseguido que esta singular construcción pasara desapercibida para gran parte de los vecinos de Pamplona. Atrás ha quedado el momento en que el fortín era utilizado como un almacén más del servicio de jardines de la ciudad ubicado en el límite de la ciudad. La “brecha” urbana generada por la cuesta del Labrit había llevado a que el espacio en que se ubica el fortín de San Bartolomé fuera un espacio recóndito y poco accesible. Varias actuaciones en las que de forma simultánea se ha trabajado: pasarela que comunica el segundo ensanche con el casco antiguo, ascensor urbano que acerca el paseo fluvial a la ciudad, el Museo de los Sanfermines o el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona que albergará el mencionado fortín, están haciendo posible la creación de un nuevo espacio clave para la cultura, el turismo y el ocio de Pamplona. Un lugar en el que se encontrarán los mejores exponentes del patrimonio arquitectónico, patrimonio inmaterial y patrimonio natural -conjunto amurallado, fiestas de San Fermín y parque fluvial- de la ciudad de Pamplona.

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Restauración del Fortín de San Bartolomé para su reutilización como Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona

Desde 2005 el Ayuntamiento de Pamplona está promoviendo un ambicioso Plan de Conservación y Promoción de sus Fortificaciones, diseñado sobre tres ejes principales: la conservación y restauración del recinto amurallado, la ejecución de mejoras funcionales en su entorno (en parámetros como vivienda, dotaciones, espacios públicos y mejoras de movilidad y accesibilidad,..) y la promoción y dinamización del propio recinto amurallado para divulgar sus valores históricos y arquitectónicos. La rehabilitación del Fortín de San Bartolomé como Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona ha posibilitado trabajar en estos tres ejes en un mismo espacio del monumento, convirtiéndolo además en el punto de encuentro y a su vez de partida de un recorrido por la Pamplona amurallada. A finales de 2009 el fortín se encontraba en estado de abandono e invadido por la vegetación. Las patologías eran numerosas, aunque no graves, lo que sugería la necesidad de una inmediata actuación. El criterio aplicado para su restauración ha sido el del respeto absoluto al monumento, procurando mantener la lectura histórica de la evolución del fortín, reflejado en sus aparejos, materiales y diferentes modos de construir. La limpieza de los paramentos no ha sido profunda, se ha realizado de forma cuidadosa, mediante cepillo y agua, eliminando la suciedad acumulada pero permitiendo la conservación de la patina del tiempo que la oxidación de la piedra le otorga al edificio.

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Las sustituciones de material no han sido generalizadas, reponiendo tan solo aquellos elementos que habían perdido su funcionalidad, como alguna gárgola desmochada, o piedras y ladrillos irrecuperables por su fragmentación y mal estado. En el resto de los casos se ha respetado el material existente, con sus roturas e imperfecciones. Los nuevos usos introducidos han obligado a la adecuación de las casernas como espacios expositivos. No obstante, han sido estos nuevos usos los que se han adaptado a los espacios existentes, puesto que la exposición se ha diseñado a modo de mobiliario exento, independiente de los muros que la cobijan. La iluminación difusa, oculta y rasante, refuerza el carácter de las salas abovedas resaltando su rotunda geometría. El único elemento nuevo introducido, por razones de movilidad, ha sido una escalinata doble de piedra. La pendiente de los terraplenes existentes, excesivamente pronunciada, imposibilitaba el fácil acceso a la zona superior del fortín. Se ha ejecutado una escalera cómoda, sencilla, que se mimetiza con el edificio mediante la utilización del mismo tipo de piedra, además de amoldar su recorrido a la curvatura de los muros a los que acompaña.

Las obras de restauración del Fortín de San Bartolomé LIENZOS EXTERIORES El estado estructural de todos los muros de mampostería y sillería que componen la geometría exterior del fortín era bueno. Se había producido algún desplazamiento puntual, debido al empuje de los árboles, el rejuntado se había perdido en muchas zonas, propiciando el crecimiento de vegetación de pequeña entidad y la piedra presentaba un aspecto negruzco, debido la acumulación de la contaminación ambiental, a la escorrentía de las aguas filtradas a través del terreno y al crecimiento en su superficie de musgos y líquenes. La actuación se limitó a una limpieza de todos los lienzos y al rejuntado de las superficies, desmontando aquellas fábricas que habían sufrido desplazamientos, para su posterior recolocación en su posición original.

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Los lienzos exteriores presenraban gran acumulación de suciedad, vegetación de pequeña entidad y pérdida de rejuntado de las fábricas.

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LIENZOS INTERIORES La antigua colina origen y núcleo del fortín de san Bartolomé, quedo pronto encerrada entre sus muros. Su evolución histórico-constructiva fue dando paso a los espacios interiores que conocemos hoy en día, obtenidos gracias a la construcción de sucesivos muros de contención, bóvedas y realizaciones de grandes rellenos de tierra. Dichos muros de contención, se encontraban en buen estado, pero con gran acumulación de suciedad y vegetación de pequeña entidad, y sobre todo, gran cantidad de calcificaciones, producidas por el lento depósito de la cal contenida en las escorrentías del agua filtrada a través de sus juntas. La actuación consistió en la limpieza y rejuntado de los paramentos, respetando en gran medida las calcificaciones existentes, delatoras involuntarias del tiempo transcurrido desde su construcción.

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En los muros interiores existía presencia de vegetación de pequeña entidad, suciedad, pérdida de rejuntado y calcificaciones abundantes.

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CAÑONERAS Las cañoneras se encontraban en un estado general bastante deficiente. La presencia de abundante vegetación de gran porte, ausencia de cimentación adecuada en muchos casos y las inclemencias meteorológicas, habían provocado que los muros de fábrica de ladrillo se hallaran en la gran mayoría de los casos vencidos, con asentamientos importantes y con degradación de las piezas cerámicas, sobre todo las correspondientes a los sardineles de coronación. Dada la situación de ruina en que se encontraban, los muros de ladrillo tuvieron que ser desmontados en muchos de los casos. Se recuperó el material desmontado en buen estado, se limpió y se acopió para su posterior reutilización. A lo largo del desarrollo de los trabajos, se pudo documentar el hecho de que muchos de los muros sobre los que se actuó ya habían sido reconstruidos con

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El estado de las cañoneras era ruinoso en muchos de los casos, presentando derrumbes, desplomes y degradación del material.

anterioridad sobre el arranque de los desmontados. Se descubrió y documentó así mismo la cimentación de las cañoneras sobre las casernas, realizada mediante arcos de descarga. CONTRAESCARPA Y CONTRAMINAS En el caso de la contraescarpa, los elementos recuperados de mayor singularidad fueron las contraminas, túneles defensivos excavados en el terreno que se dejaban preparados para ser continuados y poder interceptar

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y volar las minas, túneles que excavaba el enemigo para conseguir acceder al foso. Con el derribo de los muros que las tapiaban, se pudo comprobar el diferente estado de las mismas. La primera de ellas, la situada en el ángulo de la contraescarpa, apareció en muy buen estado general, conservando íntegramente su dimensión, su encamisado de fábrica de ladrillo y su sistema de drenaje. En el segundo caso, la contramina se encontraba anegada de agua y con presencia de derrumbes. Al encontrarse su fondo tapiado, no se ha podido documentar su longitud total.

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Con la restauración de la contraescarpa se recuperó el acceso a las contraminas, uno de los elementos de mayor singularidad.

La actuación llevada a cabo fue muy somera, consistiendo tan solo en una limpieza y saneado del interior de las contraminas, y en la recomposición del dintel del hueco de entrada, desaparecido con el tapiado de las bocaminas. La reconstrucción fue fiel a los restos encontrados, que indicaban con claridad la configuración del hueco original. CASERNAS Las casernas eran los recintos a prueba de bomba donde se alojaba la guarnición, y se guardaba la pólvora, municiones y víveres. Todas ellas contaban con una chimenea de ventilación y una pequeña ventana sobre la puerta. El pavimento era de losa de piedra y los revestimientos de mortero de cal. Su estado estructural era bueno, pero los revestimientos se

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Las casernas o salas abovedadas a prueba de bomba, presentaban humedades, suciedad y restos de hollín, tanto en suelo como en paredes.

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encontraban muy degradados con presencia generalizada de humedades. Los pavimentos estaban en algunas casernas muy deteriorados, y en otras presentaban hundimientos puntuales. Las labores de restauración consistieron fundamentalmente en la impermeabilización de las casernas y en la reposición de los revestimientos de cal. Los pavimentos originales fueron respetados en dos de las casernas, mientras que en el resto tuvieron que ser sustituidos. Para ello se utilizó piedra con despiece similar al existente, con objeto de preservar el carácter de los espacios. PAVIMENTOS El interior del fortín se encontraba sin pavimentar, salvo por la zona superior destinada a la ubicación de los cañones, donde existían losas de piedra de hasta 25cm de espesor. Dicho pavimento estaba en gran parte oculto debido a la acumulación de tierra y musgos, y en algunos puntos se encontraba levantado por el empuje de las raíces o hundido, debido al asentamiento de las tierras de

relleno. El pavimento de estas zonas se diseñaba con inclinación hacia las cañoneras, para que la gravedad ayudara a contrarrestar el retroceso del disparo de los cañones. Esto imposibilitaba la correcta evacuación del agua, que quedaba acumulada en los puntos bajos. La restauración consistió principalmente en la limpieza y rejuntado de los pavimentos, en la recolocación de las piezas desplazadas, y en la ejecución de un drenaje que posibilitara la correcta evacuación de las aguas. Todas las losas que fue necesario levantar, fueron numeradas previamente y recolocadas en su posición original. El resto de superficie del fortín nunca contó con pavimentación.

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En el interior del fortín, la única pavimentación existente era la del interior de las casernas y el de la zona correspondiente a la ubicación de los cañones.

Por esta razón, durante las labores de restauración se optó por realizar una solera de canto rodado visto, que permitiese satisfacer los requisitos de accesibilidad a las casernas, de fácil mantenimiento, y reinterpretara el carácter continuo y natural del pavimento de tierra original. Dada la excesiva pendiente de las rampas y para dar accesibilidad a la zona superior, se ejecutó una escalera de piedra de desarrollo curvo con una plataforma de estancia en el desembarco, que permite la observación de la totalidad del fortín desde un punto alto y facilita su comprensión espacial. El resto de superficies, correspondiente a las rampas y zona superior se ajardinó y dotó de riego.

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Otros apuntes de interés Durante el desarrollo de las obras se descubrieron una serie de elementos con cierta singularidad, como los grafitos, sistema de evacuación de aguas, métodos constructivos, etc. GRAFITOS En el interior de las casernas se descubrieron una serie de “rayas” y “trazos”6. La identificación a simple vista de los dibujos resultaba difícil por su mala conservación, pero la aplicación de luz rasante y de filtros digitales permitió realizar una identificación segura de varios de ellos. Se localizaron grafitos realizados con dos técnicas diferentes: mediante pintura de color negro y por incisión sobre el enlucido. La cronología exacta de los dibujos resultaba difícil de establecer, pero por la caligrafía de algunas de las inscripciones se supone que fueron realizados entre finales del s. XVIII y la primera mitad del s. XIX. Sorprendentemente, no se encuentra ninguna fecha dibujada entre los grafitos. Su autoría parece clara7. El personal que ocupaba el recinto era militar, y las largas horas que tenían que permanecer en las casernas provocaban el aburrimiento de los soldados. Las numerosísimas marcas circulares que aparecieron por algunas de las paredes, fueron realizadas mediante la presión del cañón de los fusiles sobre la pared. La altura a la que estaban realizadas muchas de ellas indicaban que su autor se encontraba sentado en el suelo, probablemente apoyado en la pared de enfrente Algo semejante ocurre con muchos de los dibujos que se encuentran a una altura muy cercana al suelo y, por lo tanto, realizados por una persona sentada. En este caso no cabe la

(6) Para su interpretación se contó con un especialista en grafitos, el doctor en historia Pablo Oscáriz Gil. (7) La temática de algunos dibujos, una firma que culmina con las palabras Suld(ado) Ynf(antería) y una inscripción con la palabra “Solda(do)”rubrican la autoría de personal militar del recinto.

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posibilidad de pensar en una autoría infantil, por la perfección y complejidad de algunas de las firmas. En otros casos los trazos aparecen a alturas superiores, entre un metro y un metro sesenta del suelo. Entre todos los grafitos se pueden destacar varias rúbricas o firmas muy complejas y elaboradas, de difícil lectura (imagen 1)8, un cañón sobre ruedas en el momento del disparo (el cual se encuentra dentro de una escena más compleja, pero (8) Una de las mejor conservadas lleva el nombre de “Jose Antonio”. Entre las inscripciones, en una de ellas es posible distinguir el nombre de “Jabier y [---]”, en otra los arriba mencionados “[---]erte Suld(ado) Ynf(antería)” y “W Solda(do)”.

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difícil de interpretar), varias figuras de aves (imagen 2), toros o bueyes (imagen 3), un diseño de un jarrón con flores, o un boceto arquitectónico probablemente del arco de entrada de una de las casernas, por contener el mismo diseño y número de dovelas. También destacan tres escenas de ahorcamientos (imagen 4), en las que está presente el ajusticiado y el verdugo. Finalmente, existen varios dibujos decorativos, cuentas, una cruz, números y letras sueltas. EVACUACIÓN DE AGUAS El recinto contaba con un aseo construido en el s. XX, situado en la zona de las aspilleras más al Norte. Su desmantelamiento dejó al descubierto una mineta, que tras atravesar el lienzo de muralla, discurría ladera abajo, en gran pendiente. Su situación coincide con el punto más bajo del fortín, y constituye la única canalización que sale del mismo. En las labores de restauración se aprovechó su localización estratégica para evacuar por ese punto las aguas pluviales de interior del recinto.

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VENTILACIÓN DE LAS CASERNAS Todas las casernas contaban con un sistema de ventilación, mediante chimenea en varios tramos. En todas las casernas menos en la central, el primero de ellos discurre vertical, hasta salvar el espesor de la bóveda, el segundo en inclinación ascendente por el interior de los parapetos de las cañoneras, para finalizar con un tercer tramo en inclinación descendente, hasta desembocar en la cara interior del parapeto. Su funcionamiento no debió de ser excesivamente correcto, porque se encontraron chimeneas alternativas, que complementaban o sustituían a las descritas. En la caserna central, se

encontró el arranque desmochado de lo que parecía una chimenea en vertical, si bien también en este caso contaba con un primer tramo vertical y un segundo inclinado, aunque este último con muy poco desarrollo. CONTRAFUERTES DE LOS LIENZOS DE MURALLA En tres de las casernas se pueden observar al

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fondo unas potentes esquinas de mampostería. Son los contrafuertes de los lienzos de muralla del fortín, que con la construcción de las casernas salieron a relucir en el espacio interior de las mismas. CIMENTACIONES SINGULARES Cuando por diversas razones existían dificultades de cimentación, una practica habitual era la de construir arcos para apoyar la base de los muros, dado que

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de esta forma, solo necesitaban realizar dos puntos de cimentación, los correspondientes a los puntos de apoyo del arco. En el interior del fortín se ha documentado la existencia de este tipo de cimentación en dos puntos: en la zona norte del Fortín, donde tras excavar el suelo de la caserna, se descubrió un arco que discurría de contrafuerte a contrafuerte sobre el que apoyaba el muro de la escarpa; y en la zona sobre las casernas, en la que los muros laterales de las cañoneras descansan su peso en arcos. En este último caso, la ejecución de este tipo de solución posiblemente responda a conseguir que el agua no quedara embalsada en la base de los muros y pudiera discurrir sin impedimento hasta las limahoyas de la cubierta. SOLERAS DE CAL Aunque degradadas y con hundimientos generalizados, se encontró en todas las cañoneras restos de soleras de cal, algunas de ellas de gran espesor, y realizadas de forma poco cuidada.

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El Fortín de San Bartolomé como Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona El Fortín de San Bartolomé, totalmente rehabilitado, cobra vida definitivamente al convertirse en el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona. Todo nuevo uso en un edificio histórico, supone siempre un delicado equilibrio

entre lo existente y lo añadido. En el caso del Fortín, se ha procurado minimizar el impacto de lo añadido, evitando la construcción de cubriciones o nuevos recintos y limitando la ocupación al reducido espacio de las casernas. En el espíritu del nuevo Centro de Interpretación está el procurar un diálogo con los espacios donde se implanta, y el propiciar al visitante unos contenidos que le faciliten la comprensión global del fortín y del recinto fortificado de Pamplona. No solo desde el punto de vista arquitectónico e histórico, sino también desde el punto de vista inmaterial. Las murallas marcaron y condicionaron la vida de Pamplona, imprimiendo carácter indeleble a sus calles y habitantes. Siguen haciéndolo, aunque hoy en día desde una perspectiva completamente diferente. Su carácter militar se ha ido diluyendo, poco a poco, hasta transformarse en los lugares de esparcimiento, disfrute y relación que son en la actualidad. Se han procurado unos contenidos adaptados al perfil de cada visitante, de diferentes edades, procedencia e intereses, mediante la combinación de variados elementos expositivos, como paneles de lectura, audiovisuales y elementos interactivos, que posibilitan sucesivos niveles de acercamiento y profundización en la materia, en función del interés de cada persona. El contenido expositivo se divide por temáticas, una por recinto:

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LA EVOLUCIÓN DE LAS MURALLAS DE PAMPLONA La caserna principal, situada frente a la entrada, es el punto de partida de la visita. En ella se hace un recorrido histórico del recinto amurallado de Pamplona, anotando su origen romano, y detallando su evolución desde las murallas medievales del s. XIV-XV, hasta las fortificaciones abaluartadas que

Reconstrucción por ordenador del recinto amurallado. S. XV

Reconstrucción por ordenador del recinto amurallado. S. XVI

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Reconstrucción por ordenador del recinto amurallado. S. XVII

Reconstrucción por ordenador del recinto amurallado. S. XVIII

han llegado a nuestros días. Se visualiza el paralelismo existente entre la el desarrollo de la ciudad y la evolución de sus murallas.

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Reconstrucción por ordenador de la Catedral Sta. Maria de Pamplona (origen románico)

Reconstrucción por ordenador de la iglesia de San Cernin (s. XV)

EVOLUCIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE DEFENSA Debido a la continua evolución del armamento, cada vez de mayor calibre y precisión, las fortalezas tuvieron que rediseñar sus defensas de forma paralela,

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Recreación de una sección de la Ciudadela y sus estructuras defensivas.

tanto desde el punto de vista geométrico como constructivo. En este espacio se realiza un recorrido comparativo entre el armamento disponible en cada época y el tipo de defensa diseñada para contrarrestarlo. Se explica el caso concreto de Pamplona, analizando con detalle la evolución desde sus murallas desde el s. XV hasta llegar a los elementos que componen las fortificaciones abaluartadas que podemos visitar hoy en día.

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EL LADO HUMANO DE LAS MURALLAS Las ciudades amuralladas albergaban y determinaban la vida de cientos de personas, que con el paso de los siglos pasaron de sentirse protegidas a sentirse oprimidas por unos muros defensivos ya obsoletos. La importancia militar y estratégica de Pamplona, su carácter de plaza fuerte, influyó de modo significativo en sus habitantes, sus oficios, costumbres y modos de vida. Fue también un factor determinante en su desarrollo urbanístico, un

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Imagen de una portalera del s. XIX, uno de los cinco personajes de época que se pueden ver en la caserna sobre “El lado humano de las murallas”.

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hecho común a otras ciudades, pero que en el caso de Pamplona se prolongó de forma excepcional hasta 1915, año del comienzo del derribo de las murallas. En esta caserna se realiza un recorrido por las principales realidades sociales que marcaron cada siglo, apoyado por la intervención teatralizada de cinco personajes de época: El poeta de Toulouse Guillermo de Annelier, testigo y narrador de la guerra entre los tres burgos en el s. XIII; un soldado de infantería del s. XVII, sufridor de la decadencia del imperio español; una portalera del s. XIX, guardiana de unas puertas con una función mas recaudatoria que defensiva; el alcalde de Pamplona entre 1913 y 1916, D. Alfonso de Gaztelu y Maritorena, espectador privilegiado del comienzo del derribo de las murallas; y un personaje anónimo actual, representante de la reconciliación y de la renovada relación del ciudadano de Pamplona con sus viejas murallas. PAMPLONA Y EL MUNDO Para llegar a juzgar con justicia la importancia de una fortaleza, es necesario contextualizarla en su época y compararla con otras similares. Pamplona, llegó a ser una fortaleza abaluartada de primer orden. Su ciudadela pentagonal es la más antigua de España, lo que significa que cuando se construyó, en tiempos de Felipe II, fue la más moderna y sofisticada de las fortificaciones defensivas existentes. Quienes llegaron hasta la ciudad para encargarse de los trabajos de construcción y mejora de las defensas de la ciudad fueron los mejores ingenieros y constructores de su tiempo en Europa. Por otro lado, la práctica constructiva realizada en Pamplona fue un crisol de conocimientos poliorcéticos, teóricos y prácticos, de las tres escuelas europeas de fortificación: flamenca, italiana y francesa. El conjunto de Pamplona es el máximo exponente que perdura en la actualidad del paso del sistema defensivo medieval a la modernidad renacentista en la ingeniería militar.

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Bibliografía ECHARRI, V., Las murallas y la ciudadela de Pamplona. Pamplona, 2000. Gobierno de Navarra. MADRAZO, P., España. Sus monumentos y arte. Su naturaleza e historia. Navarra y Logroño, tomos I y II. Barcelona, 1986. Cortezo. MARTINENA, J.J., Historias del viejo Pamplona. Pamplona, 2003. Ayuntamiento de Pamplona. QUINTANILLA, V y TORRES, J., Plan de actuación Fortificaciones de Pamplona. Pamplona, 2006. Ayuntamiento de Pamplona. ZAPATERO, J.M., El Real Felipe del Callao, Primer castillo de la “Mar del Sur”. Madrid, 1983.

Fuentes utilizadas Archivo General de Simancas (AGS). Archivo Municipal de Pamplona (AMP). Instituto de Historia y Cultura Militar. Madrid (IHCM). Servicio Geográfico del Ejército (SGE).

Ficha técnica Promotor: Dirección del proyecto:

Ayuntamiento de Pamplona José Vicente Valdenebro García, José Ignacio Alfonso Pezonaga, Marta Monreal Vidal y Miguel Monreal Vidal

Proyecto de restauración:

José Ignacio Alfonso Pezonaga, Marta Monreal Vidal y Miguel Monreal Vidal Lidia Martínez Zancajo Proyectos y Promoción de Ingeniería S.L.

Seguridad y salud: Instalaciones: Construcción y desarrollo de contenidos: Director de contenidos: Coordinador de contenidos históricos: Asesor histórico: Desarrollo de contenidos:

Colaboradores:

Construcciones Aranguren, Construcciones Leache y Construcciones Zubillaga [UTE Fortín de San Bartolomé ALZ] Víctor Echarri Iribarren Juan José Martinena Ruiz Luis Eduardo Oslé Guerendiain Código Alfa Soluciones S.L. José Luis Los Arcos Sanz, Javier Olmedo Cruz, Alberto Guinea Bel Isabel Elizalde Arretxea, Ignacio Olivera Martínez, Idoia Poza Undiano, Eduardo Sáiz Múgica Patricia Martiartu Fernández, Raquel Domench Vidal Pedro Gurpegui Nausia, María Lusarreta Baztán Lidia Gómez Sada Fernando Hualde Gállego, Luis Esquíroz Medina

Inversión: Subvenciona:

1.925.000 € Gobierno de España – FEILES

Coordinación y seguimiento:

José Javier López Rodríguez, José Vicente Valdenebro García, Enrique Maya Miranda, Silvia Azpilicueta Rodríguez Valdés, Teresa Lasheras Balduz

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Fortín de San Bartolomé Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona Situado en pleno centro de Pamplona, después de haberse llevado a cabo su restauración durante el 2010, acoge en la actualidad el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona. Es, asimismo, el punto de partida de un completo recorrido por las murallas de Pamplona, la ciudad-fortaleza. Construido durante el s. XVIII, en varias fases en las que se fue mejorando paulatinamente, surgió como apoyo a la fortificación principal. La colina sobre la que está situado era un punto débil, propicio para que el enemigo atacara. Ocultaba, por la orografía del terreno, el avance enemigo facilitándole la

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entrada a éste hasta la base misma de las murallas principales. El fortín, ocupando lo alto de la colina, eliminaba el punto débil, reforzaba la defensa exterior y tenía amplias vistas sobre los campos sobre los que podría acechar el enemigo. El Fortín de San Bartolomé, junto con el Fuerte del Príncipe y el de San Roque conforman los tres fortines destacados a cierta distancia de las murallas de la plaza que proponía el marqués de Verboom en su proyecto de 1726 para mejorar las fortificaciones de la época. No obstante, el de San Bartolomé es el único de los tres que se conserva íntegramente. Fue, además, la última defensa que se completó en Pamplona.

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Ascensor Parque de la Media Luna-Parque Fluvial del Arga El lugar elegido para la ubicación de la torre-ascensor, ejecutada durante 2010, permite al ciudadano el disfrute de un entorno privilegiado por sus vistas y la relación con el Fortín de San Bartolomé. Esta actuación propicia la conexión, en las inmediaciones del fortín, entre el Casco Antiguo y el Segundo Ensanche con el Parque Fluvial del Arga y otros barrios periféricos (Chantrea y Magdalena). Dado el fuerte desnivel, 21 metros, y la amplia separación horizontal entre el punto de llegada y el de partida, se emplea una tipología de torre exenta comunicada con el acceso mediante una pasarela que salva el muro existente. Tanto al volumen de la torre elevador como la pasarela de acceso se plantean con una solución estructural idéntica en ambos casos, pantallas y viga cajón de acero cortén, que como un trazo continuo resuelven todo el proyecto.

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Pasarela del Labrit Dentro de las actuaciones para la mejora de la movilidad promovidas por el Ayuntamiento de Pamplona, a finales de 2010, entró en funcionamiento esta pasarela peatonal que facilita la comunicación entre el Casco Antiguo y el Segundo Ensanche de la ciudad. A su vez, mejora la continuidad del propio paseo por las murallas ya que, salvando la gran brecha generada por la cuesta del Labrit -uno de los accesos importantes a la ciudad-, comunica el Fortín de San Bartolomé con el paseo de ronda del conjunto fortificado. Se trata de una sencilla estructura de acero corten con forma de “Y” que, con un cierto carácter escultórico, salva una distancia superior a 70 metros. Es una de las actuaciones que posibilita que los casi cinco kilómetros perimetrales con los que cuenta el recinto amurallado sean accesibles.

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Baluarte o bastión del Labrit Erigido hacia 1540, se llamó al principio Cubo del Molino de Caparroso o Bastión de Caparroso; más tarde, baluarte de la Merced o de Labrit; y a partir de 1669 se le denominó generalmente baluarte de Labrit. Se trata de uno de los elementos más antiguos de la fortificación que se conservan. De uno de sus flancos partía el desaparecido frente de la Tejería, cuyo arranque, rebajado en altura, se conserva junto al frontón Jito-Alai. De la plataforma que rodeaba su base solo queda parte, ya que a raíz de las obras de ensanchamiento de la carretera de la Chantrea, hacia 1960, una de sus caras desapareció.

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Ronda del obispo Barbazán Frente de la Magdalena Ubicado entre los baluartes del Labrit y del Redín, este lienzo de muralla y su paseo de ronda, que recibe su nombre en honor al obispo Barbazán, protege la parte más sagrada de la ciudad: el Palacio Arzobispal, la Capilla Barbazana, el claustro y la cabecera de la Catedral de Santa María. En este tramo, el lienzo que lo compone no dispone de cañoneras y se conservan un par de garitas del tipo característico de mediados del siglo XVIII. Carece de foso al no ser necesario por el escarpe natural del terreno y la proximidad del río Arga. Abierto al público en 1960, su estado actual corresponde a una restauración reciente que ha facilitado el paseo por una de las más bellas zonas de la ciudad y con mejores vistas del entorno.

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Catedral de Santa María la Real Fue construida durante los siglos XIV y XV en el solar donde anteriormente hubo un templo románico y aún antes se asentaba la Pompaelo romana. Fue, asimismo, el punto más importante de la ciudad medieval de la Navarrería. Detrás de su fachada neoclásica, se esconde un templo gótico sobrio. Se trata de uno de los conjuntos catedralicios más completos del mundo debido a que los canónigos vivieron en ella hasta el s. XIX. El hecho de que la mayor parte de sus dependencias (cocina, dormitorios, refectorio, biblioteca,...) se hayan conservado permite entender muy bien el funcionamiento de un templo medieval. Delante del presbiterio se encuentra el sepulcro del rey Carlos III, artífice de la unión de la ciudad en 1423, y de su esposa Leonor de Trastámara. Se considera uno de los conjuntos escultóricos más importantes de Navarra. 28 figuras de nobles y alto clero acompañan las yacentes de los monarcas. Debajo del sepulcro hay una cripta sin acceso con los restos de reyes y príncipes enterrados en la seo. La Capilla Barbazana, dedicada al obispo del mismo nombre (1319-1355), está presidida por la Virgen del Consuelo, una talla en piedra policromada de excepcional valor. El Claustro, su joya principal, es una de las obras de estilo gótico de mayor relevancia mundial. Construido entre 1286 y 1472, pocos claustros existen en Europa de su categoría.

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Baluarte del Redín Contruido en torno al año 1540 es, junto con el de Labrit, el baluarte más antiguo del recinto amurallado. Ocupaba aproximadamente el emplazamiento de la antigua torre medieval de la Tesorería. Al principio se le llamó Cubo de la Tesorería, Torreón de la Moneda y bastión de la Magdalena. Desde el siglo XVIII se le conoce casi exclusivamente como El Redín. De reciente restauración, supone el punto más alto del recinto amurallado, lo que le confiere la capacidad de ser el mirador más atractivo de la Ciudad-Fortaleza sobre el río Arga

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Baluarte bajo de Ntra. Sra. de Guadalupe Su origen se remonta a mediados del s. XVIII, cuando se le añadió al baluarte del Redín un baluarte bajo para aumentar su capacidad defensiva: el de Nuestra Señora de Guadalupe. Si bien esta nueva defensa se hizo siguiendo las nuevas técnicas en el arte de atacar y defender las plazas fuertes (también llamada poliorcética) del célebre ingeniero Vauban, el conjunto de ambos baluartes resultan realmente armónicos a pesar de los dos siglos de diferencia que los separan. Representan la unión del siglo XVI con el siglo XVIII a través de la fortificación abaluartada y la evolución en los avances técnicos de la ingeniería militar. Fue restaurado en el año 2007.

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Revellín de los Reyes El revellín de los Reyes data del siglo XVIII, momento en el que se vio la necesidad de mejorar las defensas del Frente de Francia en base a las nuevas técnicas militares desarrolladas por el célebre ingeniero Vauban. Surgió para apoyo de la defensa de los baluartes del Redín y del Abrevador, para lo que se situó entre los dos baluartes bajos (el del Pilar y el de Nuestra Señora de Guadalupe) que se estaban construyendo en la misma época. Es por eso por lo que se sitúa en su misma tipología constructiva. En el año 2007 finalizó su restauración.

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Portal de Francia o Zumalacárregui Construido por el Virrey Duque de Alburquenque en 1553, se abre al final de la calle del Carmen, antigua Rúa de los Peregrinos. Conserva una magnífica labra heráldica renacentista con el escudo imperial de Carlos V y una inscripción que recuerda el nombre de su constructor. Se mantienen, incluso, las guías por las que antaño discurría el rastrillo de hierro, que la cerraba originalmente tras el toque de queda. En 1937 la puerta se rebautizó oficialmente con el nombre de Portal de Zumalacárregui, en recuerdo del valiente general guipuzcoano, que siendo vecino de la calle del Carmen, una mañana de 1833 salió por este portal, para ponerse al frente del ejército carlista, a cuyo mando obtuvo importantes victorias. El portal exterior, que data de 1753, ostenta en su frontis el escudo simplificado de España, que únicamente lleva las armas de Castilla y León y el escusón central con las flores de lis de los Borbones, sin incluir los escudos de los reinos de Navarra y Aragón, composición heráldica similar a la que existe en la puerta del Socorro de la Ciudadela. Conserva asimismo el único puente levadizo que funciona en la ciudad, tras la reciente conservación del portal. Desde el 2008, y rodeado de una gran multitud, éste se acciona para facilitar el paso de la cabalgata de los Reyes Magos cada Navidad. De los seis portales que se abrían en el recinto amurallado, este es el único que ha subsistido en su integridad. Forma parte del Camino de Santiago, que recorre el parque de la Tejería hasta llegar al portal.

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Baluarte bajo del Pilar Construido a mediados del siglo XVIII, y restaurado en 2003, el baluarte bajo del Pilar es muy similar en su aspecto y características al del baluarte bajo de Nuestra Señora de Guadalupe. En este caso, sin embargo, rodea el baluarte del Abrevador (siglo XVI). Su objetivo, como en el caso anterior, era aumentar la capacidad defensiva del baluarte al que rodeaba. Si bien esta nueva defensa se hizo siguiendo las nuevas técnicas en el arte de atacar y defender las plazas fuertes (también llamada poliorcética), del célebre ingeniero Vauban, el conjunto de ambos baluartes resultan realmente armónicos a pesar de los dos siglos de diferencia que los separan. Representan la unión del siglo XVI con el siglo XVIII a través de la fortificación abaluartada y la evolución en los avances técnicos de la ingeniería militar.

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Baluarte del Abrevador Junto al Portal de Francia está situado el pequeño Baluarte del Abrevador. Fue construido en el siglo XVI. Restaurado recientemente, se puede acceder a él por las escaleras adyacentes al portal de Francia.

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Archivo General de Navarra [antiguo Palacio Real] El rehabilitado edificio de la Capitanía, un antiguo palacio cuyos orígenes se remontan al siglo XII, es desde 2003 la sede del Archivo General de Navarra. A lo largo de su vida, sus usos han ido cambiando en función de las necesidades del momento. Así, en la Edad Media sirvió de residencia a los obispos de Pamplona y a los monarcas privativos del nuevo reino. Hacia 1530 pasó a ser habitado por virreyes y desde 1841 por capitanes generales. Posteriormente alojó en sus dependencias el Gobierno Militar. El proyecto de rehabilitación es obra del arquitecto navarro Rafael Moneo y consta de dos partes diferenciadas. Por un lado, la recuperación de la parte del antiguo edificio medieval, donde se encuentra el área de consulta y atención al público. Por el otro, la construcción de un moderno edificio de nueva planta, amplio y capaz, en el que está ubicado el depósito documental. El edificio está dotado de los instrumentos tecnológicos para la clasificación, consulta y custodia del patrimonio documental de Navarra. Tiene una capacidad equivalente a 44.000 metros lineales de estanterías y dispone de sala de lectura y consulta,

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un gran taller de restauración capaz de atender las necesidades de todos los archivos públicos y privados de Navarra, laboratorios de fotografía y microfilmación, salón de actos, biblioteca especializada y despachos. El edificio conserva algunos componentes de la primitiva construcción gótica, a la que en uno de los vértices, se ha añadido una torre de doce plantas, tres de las cuales

se sitúan por debajo del nivel del suelo. Próxima al edificio, y coincidiendo con las obras de urbanización acometidas en su entorno, se ha recuperado una antigua nevera.

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Ayuntamiento El Ayuntamiento o Casa Consistorial es la sede del gobierno municipal e icono del comienzo de las fiestas de San Fermín. Su ubicación en el centro del Casco Antiguo no es casual. Hasta 1423, Pamplona estaba formada por tres Burgos independientes entre sí: Navarrería, San Cernin y San Nicolás. Fue entonces cuando el rey Carlos III decidió unirlos en una sola ciudad, con un solo Ayuntamiento. En el lugar en el que confluían las fronteras de los tres Burgos, se decidió edificar la primera Casa Consistorial, como símbolo de unión y de paz entre ellos. La sede de gobierno y representación de la ciudad ya no se movería de allí, aunque sí cambiaría de aspecto. Esta primera Casa Consistorial fue derribada en 1752, tras ser declarada en ruina. Ocho años después, se inauguraba en el mismo lugar el nuevo edificio. De este tan sólo se conserva su fachada. En 1951, todo lo demás fue destruído para construir las actuales dependencias.

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Baluarte de Parma Se convierte en el punto de articulación de los denominados frente de Francia y frente de la Rochapea. Originariamente este espacio estaba ocupado por un gran barranco entre la Navarrería y el burgo de San Cernin. Con la unificación de los burgos (Navarrería, San Cernin y San Nicolás) a raíz del Privilegio de la Unión promulgado por Carlos III, en 1423, se procedió a su relleno y a la creación de una muralla común. Este espacio, que pasó a estar ocupado por las denominadas Huertas de Santo Domingo, se encuentra en este momento

flanqueado por el Archivo General de Navarra (antiguo Palacio Real), Departamento de Educación de Gobierno de Navarra (antiguo Hospital Militar) y Museo de Navarra. Próximamente se acometerá una actuación de adecuación y ordenación de este espacio que además de las restauración del propio Baluarte de Parma, permitirá la construcción de un edificio semienterrado, que manteniendo la antigua traza, albergará un aparcamiento subterráneo y un polideportivo. La actuación incluye la instalación de dos ascensores urbanos ubicados junto a las plazas del museo y del archivo que, además de dar servicio a las nuevas dotaciones, podrán ser utilizados por cualquier persona para acceder a la superficie del nuevo espacio público.

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Frente de la Rochapea y paseo de ronda De reciente restauración, comprende el tramo de murallas y el paseo que las rodea desde el Portal de Rochapea hasta el Portal Nuevo. El antiguo camino de ronda fue abierto como paseo público en los años 60, excepto en el tramo correspondiente a la trasera del Museo de Navarra, que se habilitó en época más reciente, posibilitando de esta manera el recorrido en toda su longitud. Ante el serio peligro de ruina que afectaba a los propios cimientos del muro, el ayuntamiento llevó a cabo, en 1977, obras de consolidación de cierta importancia. Su situación encaja con la desaparecida muralla medieval del burgo de San Cernin, por lo que cabría esperar que en su interior aun albergara restos de la misma.

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Ascensor de Descalzos Inaugurado en el 2008, el Edificio “Ascensor de Descalzos” comunica la parte antigua de Pamplona adyacente a las murallas, en el paseo de Ronda, con la cuesta de Curtidores, en el barrio de la Rochapea, salvando un desnivel aproximado de 30 metros. El edificio alberga dos ascensores que, a modo de funicular, hacen posible la conexión entre ambas cotas, además de acoger en la zona del Paseo de Ronda el vestíbulo y el desembarco, en un espacio de doble altura; una zona de exposiciones, en la planta segunda; y un barrestaurante, en la planta tercera. En el acceso desde la Rochapea, una gran marquesina de hormigón armado acoge al usuario. Una vez llevado a cabo, la muralla afectada por las obras fue reconstruida quedando el desarrollo del ascensor, inclinado, bajo el talud vegetal.

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Portal Nuevo Restaurado en el 2009, el origen del Portal Nuevo se remonta hasta 1675, año en el que siendo Virrey el Conde de Fuensalida se levantó el portal antiguo en el mismo lugar. Tras el bombardeo absolutista de 1823 éste fue pobremente reconstruido, siendo el menos artístico de los seis con los que contaba la ciudad, asemejándose su aspecto al de una poterna.

En 1906 el portal antiguo fue demolido para dar mayor amplitud a la entrada de la carretera de Guipúzcoa, año en el que se colocó una pasarela de hierro en su lugar, meramente funcional, para facilitar el paso y ronda de los centinelas en el frente de muralla de la Rochapea y el baluarte de Gonzaga. La pasarela se mantuvo en uso hasta 1949. En 1950 el arquitecto Víctor Eusa proyectó y construyó el Portal Nuevo en su fisonomía actual, cuya arquitectura no guarda relación con la de las murallas adyacentes.

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Baluarte de Gonzaga La construcción de la Ciudadela llevó consigo la ejecución de cuatro nuevos baluartes a la italiana que completaban la nueva línea defensiva que permitía su conexión con la plaza (los de Gonzaga y Taconera, existentes en la actualidad, y los de San Nicolás y de la Reina, derribados entre 1915 y 1920). El de Gonzaga, convertido en un excelente mirador sobre el río Arga y la zona norte

de Pamplona y comarca, cuenta con una estructura bastante atípica y compleja, sin duda producto de las reformas realizadas en los siglos XVII y XVIII. En 1925 sufrió una modificación radical con el objetivo de dar una mayor amplitud a la zona ajardinada del mirador y facilitar la comunicación de la Taconera con la zona de Larraina: se cegó el foso y se demolieron parcialmente los muros recreciéndolos en la parte exterior. Inicialmente la muralla se juntaba perpendicularmente con el antiguo mirador. Su reciente restauración ha devuelto el estado de los lienzos de muralla que lo componen a su mejor época.

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Revellín de San Roque También llamado “Medialuna de Gonzaga”, fue construido entre 1675 y 1700 durante el reinado de Carlos II y proyectado como defensa exterior a la Ciudadela. Situado en los jardines de la Taconera, luce en uno de sus frentes el escudo de armas del Virrey Pignatelli, marqués de San Vicente, nombrado en 1699. En realidad su nombre corresponde a un fuerte construido hacia 1730, cuya existencia fue bastante efímera, y cuyo emplazamiento vendría a coincidir hoy con la piscina militar, parte de la de Larraina, y la carretera de circunvalación.

Restaurado en 2009, en la actualidad acoge cada noche a los ciervos, que suben a su parte superior a descansar e independizarse del resto de los animales del pequeño zoo de los fosos de la Taconera.

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Portal de San Nicolás Tras la construcción de la Ciudadela, la nueva línea defensiva comprendía los baluartes de Gonzaga, Taconera, San Nicolás y de la Reina, estos dos últimos derribados hacia 1920 con la ampliación del Segundo Ensanche de Pamplona. Con estos nuevos baluartes se abrieron también cuatro nuevos portales, entre los que se encuentra el de San Nicolás, construido en 1666. Forma parte de uno de los seis portales que se abrían en el recinto amurallado. Aunque inicialmente estaba dispuesto al lado de la iglesia de San Ignacio, en el lugar que ocupan

actualmente los cines Carlos III, el arco fue derribado en 1907 y la puerta fue trasladada a los jardines de la Taconera en 1929. Actualmente la fachada barroca del portal de San Nicolás da acceso a los jardines de la Taconera por la parte del Bosquecillo. En el portal, al pie del escudo con las armas reales de la Casa de Austria existe una lápida con la siguiente inscripción: REINANDO CARLOS II, GO BERNANDO LA REINA SV MA DRE, SIENDO BIRREY Y CAPITAN GENERAL DESTE REINO Y DE GVIPUZCOA DON FRco TVTAVILA, DVQUE DE SAN GERMAN. AÑO 1666

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Baluarte de la Taconera Conforma uno de los cuatro nuevos baluartes (el de Gonzaga, el de la Taconera; y los de San Nicolás y de la Reina, derribados estos dos últimos hacia 1920 con la ampliación del Segundo Ensanche de Pamplona) a la italiana que completaban la nueva línea defensiva creada tras la construcción de la Ciudadela. Tanto el de la Taconera como el de la Reina presentaban también la misma planta y estructura. Al parecer, en el primer caso, su revestimiento de piedra estaba terminado en 1665. A principios del siglo XX el baluarte perdió su antiguo coronamiento de cañoneras. En su lugar se reconstruyó un antepecho de piedra, más acorde con la función de paseo que adquirió por entonces el antiguo paseo de ronda. Su reciente restauración ha posibilitado devolver el estado de los lienzos de muralla que lo componen a su mejor época.

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Portal de la Taconera Tras la construcción de la Ciudadela, la nueva línea defensiva comprendía cuatro nuevos baluartes a la italiana: el de Gonzaga, el de la Taconera; y los de San Nicolás y de la Reina, derribados estos dos últimos hacia 1920 con la ampliación del Segundo Ensanche de Pamplona. Con estos nuevos baluartes se abrieron también cuatro nuevos portales, entre los que se encuentra el de la Taconera, construido en 1666. Forma parte de uno de los seis portales que se abrían en el recinto amurallado, y daba entrada a la ciudad al camino de Estella por las actuales calles Navas de Tolosa y del Bosquecillo. En el portal, al pie del escudo con las armas reales de la Casa de Austria existe una lápida con la siguiente inscripción: REINANDO CARLOS II, GO BERNANDO LA REINA SV MA DRE, SIENDO BIRREY Y CAPITAN GENERAL DESTE REINO Y DE GVIPUZCOA DON FRco TVTAVILA, DVQUE DE SAN GERMAN. AÑO 1666. Desmontado en 1906, para dar mayor amplitud y comodidad al acceso a Pamplona viniendo de Estella, fue reconstruido en 2002 junto al lugar donde estuvo, entre el Bosquecillo y la pista de patinaje del parque de Antoniutti. Los pilares de piedra del puente del antiguo portal aún se conservan, embutidos en el relleno existente bajo el amplio puente que comunica las calles del Bosquecillo y Navas de Tolosa con el inicio de las avenidas de Bayona y Pío XII. Asimismo, bajo el parque de Antoniutti y la contigua pista de patinaje se halla enterrada una luneta del s. XVII que defendía el acceso al portal de la Taconera.

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24. Baluarte de la Victoria 25. Baluarte de Santiago 29. Revellín de Santa Ana

30. Revellín y contraguardia de Santa Isabel 33. Puerta de Socorro

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Ciudadela de Pamplona

27. Baluarte y caballero Real 32. Revellín de Santa Lucía 28. Baluarte de San Antón

26. Baluarte de Santa María 31. Revellín y contraguardia de Santa Clara

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24. 25. 26. 27. 28 Baluartes de la Victoria, de Santiago, de Santa María, baluarte y caballero Real y baluarte de San Antón La Ciudadela de Pamplona se ha convertido en la primera referencia urbana de la ciudad. Está considerada como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura militar del renacimiento español y uno de los más destacados conjuntos defensivos de Europa. Sus parques interiores y la Vuelta del Castillo, el cinturón que la rodea, se consideran el pulmón de Pamplona. Hoy en día, sus funciones militares y defensivas han dado paso a otras de ocio, cultura y deporte de las que disfrutan los ciudadanos pamploneses. Su construcción, iniciada en época de Felipe II -1571- según los planos del ingeniero militar Giacomo Paleano, el Fratín, se acomodaba a los avances de las técnicas bélicas, que obligaban a defenderse de los cañones que tenían un alcance más largo que los utilizados hasta el momento, y que habían dejado anticuado el antiguo castillo de Fernando el Católico. De este modo, Palearo, ayudado por el virrey de Navarra Vespasiano Gonzaga proyectó un conjunto defensivo similar a la moderna Ciudadela de Amberes: un pentágono regular con cinco baluartes en sus ángulos: San Felipe el Real, Santa María, Santiago, San Antón y la Victoria. Estos dos últimos se derribaron en 1888 para construir el primer Ensanche de la ciudad, aunque algunos restos del baluarte de San Antón se pueden contemplar en el auditorio de Pamplona. La Ciudadela se dio por concluida en 1646, siendo en ese mismo año visitada por Felipe IV. Para conmemorar el fin de las obras y la visita real, sobre la puerta principal que se abrió a la avenida del Ejército se colocaron los blasones del monarca, del Conde de Oropesa. En su interior una auténtica ciudad. Dentro de su recinto existían una serie de construcciones militares que formaban una minúscula población, con un sistema radial de callejuelas que confluían en la plaza central o plaza de armas. En 1969, tras dejar de ser propiedad del ejército el 23 de julio de 1966, se aprobó un plan para el derribo de los edificios ubicados en su interior que no tenían "valor arquitectónico". Se mantuvieron en pie el Polvorín, la Sala de Armas, el Horno y el Pabellón de Mixtos (antiguo almacén de víveres y bodega).

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La moderna construcción demostró su efectividad, ya que nunca fue tomada por las armas. Solo una vez fue sometida. Sucedió durante el invierno de 1808, cuando por el tratado de Fontainebleau las tropas francesas se asentaron en el exterior de la ciudad al negarse el virrey, el Marqués de Vallesantoro, a alojarlas en el interior del recinto militar. El día 16 de febrero, tras una copiosa nevada, los franceses comenzaron a lanzar bolas de nieve a los navarros que guardaban la Ciudadela, quienes, animados por su juego, olvidaron sus obligaciones y se encontraron repentinamente rodeados y desarmados por las tropas extranjeras. Poco después se iniciaba la guerra de la Independencia en España.

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29. 30. 31. 32 Revellines de Santa Ana, Santa Isabel, Santa Clara y Santa Lucía Bajo el virreinato del Conde de Oropesa, se añadieron revellines o medias lunas, conocidas por los nombres de Santa Teresa, Santa Ana, Santa Isabel, Santa Clara y Santa Lucía. A mediados del siglo XVII, estas defensas exteriores de la Ciudadela consistían en unas pequeñas lunetas de tierra, sin revestimiento de piedra y casi deshechas por las lluvias. En vista de ello, y en época del Virrey Benavides, se construyeron unas nuevas contraguardias con sus revellines del lado de la campaña que responden ya a los sistemas militares de defensa creados por el célebre ingeniero Vauban. Entre ellas destacan los revellines de Santa Isabel y Santa Clara, que contienen sendos lienzos en los que aparece un escudo de armas del Virrey con una inscripción en la que sitúa la construcción del revellín, y al Virrey en cuestión, en el año 1685. En ellas se puede leer: REINANDO CARLOS II DE CASTILLA Y V DE NABARRA VIREY Y CAPITAN GEN. DESTE REINO DON ENRIQVE BENAVIDES Y BAZAN, DEL CONSEJO DE ESTADO. AÑO 1685

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Los revellines de Santa Teresa y de Santa Lucía fueron derribados parcialmente a comienzos del s. XX para permitir la construcción de cuarteles militares. El de Santa Lucía fue recuperado en el año 2007 como parte de la obra de construcción de la nueva estación de autobuses (ver pág. 122). El resto de revellines, de forma conjunta a sus contraguardias y camino cubierto, están siendo restaurados durante estos últimos años (2010-2011) con la ayuda del Gobierno de Navarra.

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Puerta de Socorro La puerta del Socorro, integrada en realidad por tres puertas sucesivas (las del revellín y la contraguardia de Santa Isabel y la del lienzo de la Ciudadela: la principal) con sus correspondientes puentes durmientes (estables) y levadizos, data del año 1720. En ese año fue trasladada desde su situación original, arrimada al flanco del baluarte de Santa María, hasta la actual: centrada en el lienzo. El objetivo: poder defenderla del enemigo desde los flancos de los dos baluartes que la escoltaban, el de Santa María y el de Santiago. Aun hoy, si nos paramos en el puente durmiente más largo de los tres que hay y observamos el lienzo de la Ciudadela que la acoge, podemos descubrir por la diferencia de tamaño de los sillares, la situación original de la puerta del Socorro. Esta puerta comunica hoy la Ciudadela con la Vuelta del Castillo a través de una bóveda “a prueba de bomba”. En su ubicación original se encuentra la Capilla, donde actualmente se celebran enlaces matrimoniales civiles.

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Puerta principal de la Ciudadela La puerta principal de la Ciudadela, que data de finales del s. XVI, es la que se abre hacia la actual avenida del Ejército. En ella está colocada la inscripción conmemorativa virrey Vespasiano Gonzaga, constructor de la fortaleza, fechada en 1571. Si bien había un puente levadizo que daba acceso a ella, por estar

rodeada la Ciudadela íntegramente por fosos, a raíz del derribo de los baluartes de San Antón y de la Victoria en 1888 para la construcción del primer ensanche, el foso se rellenó, por lo que el puente levadizo, ya inservible, se eliminó.

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Cuerpo de guardia Si bien originalmente el cuerpo de guardia se encontraba en sendas bóvedas ubicadas a ambos lados del túnel abovedado que da acceso al recinto de la parte de la avenida del ejército, el diseño que se mantiene actualmente se empezó a construir en 1756. Ambas casillas porticadas, una a cada lado de la plazuela de contienen en la actualidad un almacén y espacio de oficinas municipales.

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Horno El antiguo horno de pan de la fortificación funciona hoy como centro de exposiciones e instalaciones vanguardistas. Junto con el Cuerpo de Guardia, la Sala de Armas, el Polvorín y el Pabellón de Mixtos, fue uno de los cinco edificios que se respetaron y restauraron cuando la Ciudadela fue donada por el Ejército al Ayuntamiento de la ciudad, en 1964.

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Pabellón de mixtos Antiguo granero, fue remodelado y cubierto a partir de 1725 con bóvedas a prueba de bomba. Hoy conforma otro de los espacios expositivos de la Ciudadela. Junto con el Cuerpo de Guardia, la Sala de Armas, el Polvorín y el Horno, fue uno de los cinco edificios que se respetaron y restauraron cuando la Ciudadela fue donada por el Ejército al Ayuntamiento, en 1964.

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Polvorín Construido en 1695 por el ingeniero Hércules Torrelli es la construcción más antigua del recinto. Hoy acoge exposiciones de arte. Junto con el Cuerpo de Guardia, la Sala de Armas, el Horno y el Pabellón de Mixtos, fue uno de los cinco edificios que se respetaron y restauraron cuando la Ciudadela fue donada por el Ejército al Ayuntamiento, en 1964.

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Sala de armas Se construyó en 1725, según el proyecto de reformas del prestigioso Verboom para la Ciudadela y las Murallas. Posee cuatro plantas y servía como almacén de artillería. Hoy acoge muestras artísticas y culturales. Junto con el Cuerpo de Guardia, el Polvorín, el Horno y el Pabellón de Mixtos, fue uno de los cinco edificios que se respetaron y restauraron cuando la Ciudadela fue donada por el Ejército al Ayuntamiento, en 1964.

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Estación de autobuses La Estación de Autobuses de Pamplona, situada en la calle Yanguas y Miranda, ocupa uno de las zonas más céntricas de la ciudad. Acabada la obra en 2007, sus 40.000 metros cuadrados acogen, además de 52 dársenas, aparcamientos, una zona comercial con restaurantes, una cafetería y demás servicios añadidos. Su construcción ha sido un brillante ejercicio de integración de nuevas dotaciones recuperando la estructura formal del propio monumento. En 2005 comenzaron las obras de esta infraestructura que se “esconde” junto al monumento, ocupando el subsuelo de su desaparecido glacis. La cubierta de la estación se convierte en una gran lámina verde que, como si de un ejercicio de papiroflexia se tratase, se pliega junto con la estructura para reconstruir los elementos defensivos -glacis, camino cubierto, contraescarpa y foso- del revellín de Santa Lucía de la Ciudadela de Pamplona que años atrás habían

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desaparecido para posibilitar el desarrollo de la ciudad mediante la construcción del Primer Ensanche. Se ha recuperado para la ciudadanía una superficie verde superior a 30.000 metros cuadrados restituyendo el antiguo glacis de la ciudadela que primero había sido ocupado por cuarteles militares y años más tarde (a partir de 1972, cuando todas estas edificaciones desaparecieron como consecuencia del traslado de los cuarteles fuera de la capital) se había convertido en un espacio asfaltado donde se aparcaban vehículos y que era utilizado, asimismo durante los sanfermines para albergar las barracas. De esta forma, el agresivo impacto visual y ambiental causado por el amplio aparcamiento en superficie ha sido sustituido por un manto vegetal que alberga en su interior el corazón de las comunicaciones por tierra de los pamploneses: la Estación de Autobuses.

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Puerta de acceso Aspilleras o troneras bajas Aspilleras o troneras altas Casernas o bóvedas a prueba de bombas Gárgolas de piedra Ventanas de casernas Herradura Rampas de subida

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Puestos de observación Enlosado de piedra Parapeto Cañoneras Merlón Cordón Escarpa Ángulo capital Ángulo de flanqueo

18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

Flanco Gola Contraescarpa Bocamina de la contramina Camino cubierto Glacis Escalera Espaldón


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Glosario

A Almohadilla Parte del sillar que sobresale de la obra, con las aristas achaflanadas o redondeadas.

Amurallado Protegido o cercado por murallas.

Ángulo de bastión El que forma la cara del bastión con su flanco.

Ánima En las piezas de artillería y en toda arma de fuego, en general, el hueco del cañón.

Ánima rayada En las piezas de artillería y en toda arma de fuego, en general, el hueco del cañón que tiene estrías helicoidales para aumentar su alcance.

Aparejo Modo en que aparecen dispuestos materiales constructivos (mampostería, sillar, sillarejo, ladrillos u otros elementos materiales) en una fábrica. Diferentes formas de disponerlos son: a soga, a tizón, a soga y tizón, a sardinel,…

Arsenal Depósito o almacén general de armas y otros efectos de guerra.

Artillería Conjunto de las armas de guerra pensadas para disparar proyectiles de gran tamaño a largas distancias empleando una carga explosiva como elemento impulsor.

Aspillera Abertura larga y estrecha en un muro para disparar por ella. Habitualmente la parte exterior era más ancha, de modo que el hueco era abocinado. Es una voz genérica que será incluso adoptada para fusileros en los fuertes del siglo XIX.

Atrincherar Fortificar con atrincheramientos una posición militar.

Avancarga Arma de fuego que se carga por la boca.

B Baluarte Obra de fortificación de figura pentagonal, que sobresale en el encuentro de dos cortinas, y se compone de dos caras que forman ángulo saliente, dos flancos que las unen al muro y una gola de entrada.

Banqueta Obra de tierra o mampostería, a modo de

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banco corrido, al cual se sube por una rampa desde el interior de una fortificación, y tiene amplitud bastante para que los soldados se coloquen sobre él en dos filas, resguardados detrás de pared, parapeto o muralla hasta la altura de los hombros.

Bastión Véase baluarte.

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por los nobles feudales para vigilar los territorios de su jurisdicción, donde se asentaban grupos de comerciantes, artesanos, etc. El burgo es el origen de muchas ciudades medievales.

C

Batería Conjunto de piezas de artillería dispuestas para hacer fuego. Unidad de tiro de artillería, mandada normalmente por un capitán, que se compone de un corto número de piezas y de los artilleros que las sirven.

Batir Atacar y derruir con la artillería.

Bocamina Puerta de arco escarzado que da acceso a la contramina.

Bóveda Obra de mampostería o fábrica de forma curva, que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o una serie de pilares alineados. Los diferentes tipos existentes se denominan en función de su forma: bóveda de cañón (de superficie semicilíndrica, secciones de arco de medio punto); bóveda de arista (el resultado de cruzar entre sí dos bóvedas de cañón iguales cruzadas perpendicularmente);...

Bóveda a prueba Bóveda cuya construcción se reforzaba suficientemente para que pudiera resistir los impactos causados por los obuses y morteros en la guerra de sitio, de modo que se protegía la guarnición y la munición.

Burgo En la Edad Media, fortaleza construida

Caballero Obra de fortificación defensiva, interior y bastante elevada sobre otras de una plaza, para mejor protegerlas con sus fuegos o dominarlas si las ocupase el enemigo. Obras culminantes sobre las demás de ataque a una plaza, que se construyen a inmediación de las trincheras para instalar las baterías de brecha.

Calibre Diámetro interior de las armas de fuego.

Camino cubierto Terraplén de tránsito y vigilancia que rodea y defiende el foso en las obras de fortificación, y tiene a lo largo una banqueta, desde la cual puede hacer fuego la guarnición por encima del glacis, que le sirve de parapeto.

Camino de ronda Pasaje continuo en las fortificaciones medievales que circundaba el perímetro exterior de éstas y protegía a vigías y tiradores.

Camisa En fortificaciones medievales, muralla de inferior altura que la torre del homenaje o torrona, a las que cubre y protege a modo de falsabraga. En fortificación moderna, cubrimiento de los terraplenes de tierra con muros de mampostería apilastrados, cuyo último recubrimiento se realiza mediante sillería.

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Cañón Pieza de artillería, de gran longitud respecto a su calibre, destinada a lanzar balas, metralla o cierta clase de proyectiles huecos.

Cañonera Abertura específica para el disparo con armas de fuego no portátiles (ej. Cañones), practicada en las murallas, torres y cubetes, tanto en su base como en adarves y terrados.

Caponera Obra de fortificación que primitivamente consistió en una estacada con aspilleras y troneras situada a la misma profundidad del foso con el objetivo de defenderlo. En nuestro tiempo se da este nombre a una galería o a una casamata colocada en sitios diversos para el flanqueo de un foso o de varios, del cuerpo de plaza.

Cara del bastión Cada uno de los dos planos que conforman el ángulo flanqueado del bastión.

Casamata Bóveda muy resistente para instalar una o más piezas de artillería. En el bastión estaba situada en el flanco y protegida por el orejón que alojaba diversas piezas de artillería, cuyo objetivo era defender el paso del foso por parte del asaltante.

Caserna Sala con bóveda de cañón, a prueba de bomba, construida al interior de la defensa (baluarte, fortín,..) y que servía para alojamiento de soldados; depósito de víveres, munición y materiales.

Castillo Conjunto formado por un recinto amurallado que encierra un patio de armas, en torno al cual se sitúan una

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serie de dependencias y que dispone por lo menos de una torre habitable. Se trata de una construcción fortificada. Los elementos adicionales de defensa de los que puede disponer son: muros, torres, puentes,... y la vivienda se sitúa en: la alcazaba, la torre del homenaje,... Era construido específicamente para la defensa de lugares estratégicos, defensa de personas, establecimiento del poder señorial, vigilancia, ataque, etc...

Cerca Sinónimo antiguo de muralla urbana.

Cinto Muro de piedra, ladrillo o tapial que rodea una fortaleza defendiéndola externamente. Su altura ha de ser tal que impida la escalada fácil de los hostigadores y su consistencia tan poderosa que deba resistir los diferentes métodos de ataque de los invasores. Si la muralla se cierra sobre sí misma se llama recinto.

Ciudadela Recinto fortificado, habitualmente mediante un polígono regular, en intersección o en el interior de un recinto amurallado de un núcleo urbano, al que domina y sirve de último refugio.

Contraescarpa Muro en talud del foso enfrente de la escarpa, o sea del lado de la campaña junto al camino cubierto.

Contrafuerte Machón saliente en el paramento de un muro, para fortalecerlo.

Contraguardia Obra exterior de fortificación compuesta de dos caras que forman ángulo, edificada delante de los baluartes y revellines para cubrir sus frentes.

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Contramina Mina que se hace debajo de la de los contrarios, para volarla o para salirles al encuentro en sus trabajos subterráneos. Se realizaban sistemas de contraminas alrededor de las plazas fuertes para adelantar dichos trabajos.

Cordón Bocel perimetral en todos los parámetros exteriores de la fortificación que separaba los muros taluzados de los parapetos de las troneras, impidiendo la escalada. Habitualmente consistía en una de las hiladas de piedra cerca de la parte superior de los paramentos.

Cortina Lienzo de muralla que está entre dos baluartes en la fortificación moderna.

Cubo Cualquier torre de fortificación y en particular la de sección circular.

D Dintel Parte superior de las puertas, ventanas y otros huecos que carga sobre las jambas.

Durmiente Sector estático en la calzada de un puente que precede al retráctil, cuya capacidad de flanqueo suele ser insuficiente para alcanzar de escarpa en el foso a cruzar.

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E Empalizada Véase estacada.

Emplazamiento Situación topográfica de una fortificación.

Encamisar Véase camisa.

Enlucido Capa de yeso, estuco u otra mezcla, que se da a las paredes de una casa con objeto de obtener una superficie tersa.

Ensanche Terreno dedicado a nuevas edificaciones en las afueras de una población. Conjunto de los edificios que en ese terreno se han construido.

Escarpa Plano inclinado que forma la muralla del cuerpo principal de una plaza, desde el cordón hasta el foso y contraescarpa; o plano, también inclinado opuestamente, que forma el muro que sostiene las tierras del camino cubierto.

Escobillón Instrumento compuesto de un palo largo, que tiene en un extremo un cilindro con cerdas alrededor, y sirve para limpiar los cañones de las armas de fuego.

Espacio muerto Sector de aproches que no puede ser batido desde ningún punto de la fortificación.

Espalda Angulo saliente formado por una cara y el flanco adyacente de un bastión. Un bastión tiene dos espaldas.

Espaldón Valla artificial, de altura y cuerpo

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correspondientes, para resistir y detener el impulso de un tiro o rechazo.

Estacada Hilera de estacas clavadas en tierra verticalmente como a medio decímetro de distancia una de otra, aseguradas con listones horizontales. Se colocaba sobre la banqueta del camino cubierto, en los atrincheramientos o en otros sitios.

Explanada Declive que se continúa desde el camino cubierto hacia la campaña. Parte más elevada de la muralla, sobre el límite de la cual se levantan las almenas. Pavimento de fábrica o armazón de fuertes largueros, sobre los cuales se monta y resbala la cureña de una batería.

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Flanquear Proteger los propios flancos. Amenazar los flancos del adversario. Estar colocado en un castillo, baluarte, monte, etc., de tal suerte, respecto de la ciudad, fortificación, etc., que llegue a éstas con su artillería, cruzándolas o atravesándolas con sus fuegos.

Fortaleza Recinto fortificado, como un castillo, una ciudadela, etc.

Fortín Fuerte pequeño.

Foso Excavación profunda que circuye la fortaleza y dificulta el asalto a ésta, además de poner a cubierto los movimientos del defensor.

Frente

F Fábrica Cualquier construcción o parte de ella (muro, bóveda,…) realizada con piedra o ladrillo con argamasa. También se denominan así si están hechas con adobe.

Fajina Haz de ramas delgadas muy apretadas que usaban los ingenieros militares especialmente para revestimientos y para armar la tierra de los terraplenes de las fortificaciones. También las había para coronar, incendiar, etc.

Flanco de bastión Lado de una fuerza militar, o zona lateral e inmediata a ella. Parte del baluarte que hace ángulo entrante con la cortina y saliente con el frente. Cada uno de los dos muros que unen al recinto fortificado las caras de un baluarte.

Cada uno de los dos lienzos de muralla que desde los extremos de los flancos se van a juntar para cerrar el baluarte y formar su ángulo. Dos baluartes y la cortina que los une forman un frente abaluartado.

Frontis Fachada o frontispicio de un edificio o de otra cosa.

Fuerte Recinto fortificado.

Fusil Arma de fuego, portátil, destinada al uso de los soldados de infantería, en reemplazo del arcabuz y del mosquete. Consta de un cañón de hierro o de acero, de ocho a diez decímetros de longitud ordinariamente, de un mecanismo con que se dispara, y de la caja a que éste y aquél van unidos.

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G Gárgola Caño o canal de piedra por donde se vierte el agua de desagüe de los tejados. En ocasiones es decorado figuras zoomórficas, muchas de ellas fantásticas.

Garita Borje corto y hueco para abrigo y defensa de los centinelas, de común aspillerado y cubierto. Aparece y se desarrolla en la fortificación abaluartada.

Glacis Terreno circundante a las fortificaciones modernas que se disponía en suave pendiente y totalmente libre de obstáculos y vegetación para dificultar los trabajos de aproche del enemigo. Llegaba justamente hasta el borde del camino cubierto.

Gola Entrada desde la plaza al baluarte, o distancia de los ángulos de los flancos. Línea recta, imaginaria cuando no tiene parapeto, que une los extremos de dos flancos en una obra defensiva.

Grafito Escrito o dibujo hecho a mano por los antiguos en los monumentos.

Guarnición Tropa que guarnece una plaza, un castillo o un buque de guerra.

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se compone de dos medios baluartes trabados con una cortina. Sirve para lo mismo que las tenazas, pero es más fuerte, por defender los flancos mutuamente sus caras y la cortina. Solía disponerse un revellín delante de su cortina.

Hornillo Concavidad que se hace en la mina, base de los puentes, etc. donde se mete la pólvora para producir una voladura. Cajón lleno de pólvora o bombas, que entierran debajo de algunos de los trabajos, al cual se pega fuego cuando el enemigo se ha hecho dueño del sitio en que está enterrado.

J Juego de armas Elementos accesorios de una Batería de Artillería.

L Libra Peso antiguo de Castilla, dividido en 16 onzas y equivalente a 460 g. En Aragón, Baleares, Cataluña y Valencia tenía 12 onzas, 17 en las Provincias Vascongadas y 20 en Galicia, y además las onzas eran desiguales, según los pueblos.

Lienzo

H Hornabeque Fortificación exterior de fortificación que

Porción de la muralla que media entre dos torres consecutivas o entre dos bastiones.

Luneta Baluarte pequeño y por lo común aislado. Era habitual que protegiera y reforzara la

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defensa de ángulos de revellines y bastiones.

M Mampostería Sistema tradicional de construcción consistente en la colocación manual de piedras sin que estén especialmente trabajadas (mampuestos) unidas entre ellas con mortero de cal y canto. Para facilitar su asiento se colocan entre ellas unas piedras pequeñas en forma de cuña llamadas ripios. Con esta técnica existen numerosos muros y paramentos. Las piedras más voluminosas se utilizan en los basamentos o partes bajas de los muros. Algunas veces las dos caras son diferentes siendo la exterior la más trabajada. En fortificación moderna se utilizan para construir los muros de la gola de los revellines, contraguardias, etc., es decir, los que no están expuestos directamente al ataque del enemigo.

Mechinal Agujeros que aparecen en los muros y que servían para alojar los maderos horizontales del andamiaje de construcción o las vigas de los pisos.

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para protección del defensor en el adarve o las torres. Acostumbraba a aparecer perforado por aspilleras, soportando en ocasiones las ranguas para el basculamiento de manteletes.

Mina Galería subterránea que se abre en los sitios de las plazas, poniendo al fin de ella una recámara llena de pólvora u otro explosivo, para que dándole fuego arruine las fortificaciones de la plaza.

Mixto Mezcla inflamable que se usa para los artificios incendiarios, explosivos o de iluminación.

Mortero Pieza de artillería destinada a proyectar bombas. Es de gran calibre y corta longitud.

Muralla Muro de piedra, ladrillo o tapial que rodea una fortaleza defendiéndola externamente. Su altura ha de ser tal que impida la escalada fácil de los hostigadores y su consistencia tan poderosa que deba resistir los diferentes métodos de ataque de los invasores. Si la muralla se cierra sobre sí misma se llama recinto.

Medialuna Véase revellín.

Ménsula Miembro de arquitectura perfilado con diversas molduras, que sobresale de un plano vertical y sirve para recibir o sostener algo.

Merlón Cada uno de los trozos de parapeto que hay entre cañonera y cañonera. Tramo macizo del antepecho entre dos almenas

O Obús Pieza de artillería para disparar granadas y cuya longitud, relativamente al diámetro de su ánima, es mayor que la del mortero y menor que la del cañón de iguales calibres. Está montada sobre afuste con ruedas para la facilidad del transporte.

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P Paramento Cualquiera de las dos caras de un muro o muralla. También cualquiera de las seis caras de un sillar labrado.

Parapeto Terraplén corto, formado sobre el principal, hacia la parte de la campaña, el cual defiende de los golpes enemigos el pecho de los soldados. En fortificación moderna, terraplén corto situado en la parte exterior del camino cubierto que defendía a los soldados mientras realizaban sus disparos y otras operaciones.

Patio de Armas Área al descubierto en el interior de un recinto amurallado, destinada al relevo o formación de las tropas. A un nivel inferior del patio de armas podía existir la albacara que también ejercía esa función.

Pieza

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pequeñas dimensiones, destinada a entradas y salidas discretas para sorprender al enemigo o reagrupar fuerzas en el foso.

Puente levadizo Pieza de madera de gran resistencia y rigidez que se colocaba sobre el foso. En caso de ataque enemigo se levantaba por medio de un complejo sistema mecánico compuesto por poleas, cadenas y contrapesos. Al levantarlo verticalmente se impedía la entrada de los hostigadores y se favorecía la protección y el refuerzo de la propia puerta. La conexión entre los puentes durmientes y las fortificaciones se solía hacer por medio de un puente levadizo, para evitar facilitar la entrada de los enemigos.

Puesto de observación Montículo situado entre cañoneras al que se subía al jefe de pieza para indicar con exactitud la dirección del tiro (en cañones).

Véase cañón.

Pieza de plaza y sitio Cañón situado al interior de la fortificación

Plataforma Parte superior de un bastión o baluarte.

Plaza Ciudad amurallada o fortaleza.

Poliorcética Conjunto de técnicas y disposiciones destinadas a la expugnación o defensa de plazas fuertes.

Polvorín Lugar o edificio dispuesto para guardar la pólvora y otros explosivos.

Poterna Puerta secundaria de una fortaleza, de

R Rasante Línea imaginaria inclinada que unía las troneras con el glacis y otras obras de fortificación, y que señalaba las áreas que eran ofendidas desde dichas troneras. Lo mismo podía hacerse desde las baterías que ofendían las fortalezas.

Rastrillo Estacada, verja, o puerta de hierro que defiende la entrada de una fortaleza u otras piezas y partes del recinto fortificado. Pieza acerada y rayada que tenían las llaves de las armas de chispa, y que, en

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su choque con el pedernal, hace que salte el fuego a la cazoleta.

Recinto Véase cinto.

Retrocarga Arma de fuego que se carga por su parte trasera o posterior (parte inferior del mecanismo, no por su boca de fuego).

Revellín Obra exterior de fortificación semicircular o con dos caras en ángulo saliente, edificada delante de la cortina cuyas dos semigolas están constituidas por la contraescarpa. Permite proteger la cortina, los accesos y los flancos de un bastión. Es nombrado también medialuna.

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Sillería Obra hecha con sillares ordenados y colocados en hileras bien trabadas.

Soga (colocar a) Dicho de construir: Con la dimensión más larga del ladrillo o piedra en la misma dirección del largo del paramento.

T Talud Refuerzo con fuerte inclinación de la parte baja de los muros de la muralla con el objeto de darle más fortaleza y para alejar las máquinas asaltantes. También para evitar la zapa y la mina de los bajos de las murallas.

S

Tambor

Salva

Terraplén

Saludo hecho con armas de fuego. Serie de cañonazos consecutivos y sin bala disparados en señal de honores o saludos. Disparo simultáneo de varias piezas idénticas de artillería.

Sardinel Obra hecha de ladrillos sentados de canto y de modo que coincida en toda su extensión la cara de uno con la del otro.

Sillar Grandes bloques de piedra tallados de forma regular y lisa para construir muros y arcos de sillería.

Sillarejo Bloque de piedra más pequeño que el sillar, de tamaño regular, de peor corte, labra y ajuste.

Pequeña defensa circular que se pone delante de las puertas de una fortificación. Macizo de tierra con que se rellena un muro de contención de un recinto amurallado, o que se levanta previamente para hacer una defensa y posteriormente revestirla de mampostería encamisándola.

Tiro Dirección que se da al disparo de las armas de fuego.

Tiro de rebote Modo de disparar los cañones consistente en rebajar la dosificación de la pólvora, evitando que el tiro fuera tenso y pudiera de ese modo ofender a los defensores del camino cubierto. La batería de cañones se colocaba en enfilada con la línea del camino cubierto, y las bombas barrían dicha línea rebotando en el suelo y en el parapeto.

Glosario / 133


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Su inventor fue Vauban, en el último cuarto del siglo XVII.

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V

Tizón (colocar a) Dicho de construir: Con la dimensión más larga del ladrillo o piedra colocada perpendicularmente al paramento.

Vara Unidad de medida, equivalente a 3 pies o 836mm.

Torre Construcción fuerte y alta, exenta o integrada entre lienzos de muralla, que en planta y alzado puede presentarse bajo múltiples formas, pero principalmente adopta la forma cuadrangular.

Torreón Construcción alta que sobresale de la muralla del castillo. Puede encontrarse aislada o insertada dentro del castillo.

Z Zapa Avanzar los sitiadores resguardados por las galerías o trincheras que abren ellos mismos, o al amparo de las fortificaciones que sitian.

Trinchera Zanja defensiva que permite disparar a cubierto del enemigo, además de ir avanzando hacia la plaza para poder realizar el asalto final.

Tronera Abertura en el parapeto de una muralla o en el espaldón de una batería, para disparar con seguridad y acierto los cañones.

134 / Fortín de San Bartolomé Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona


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1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

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Puerta de Socorro Puente levadizo Puente durmiente Hornillos Foso Escarpa Cordón Parapeto Garita Puerta del revellín Gola Puerta de la contraguardia

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13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22.

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Pasillo de acceso a la garita Traversa Contraescarpa Plaza de armas Bocamina de la contramina Camino cubierto Corchete Guardacantón Glacis Acceso glacis a plaza de armas 23. Cara de baluarte

24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33.

Ángulo de baluarte Flanco Tronera alta Tronera baja Casamata Túnel de acceso a la casamata Espalda del baluarte Rampa de acceso de la artillería Cortina Adarve


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Un paseo por las fortificaciones de Pamplona

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Paseo Trazado de muralla desaparecida Camino de Santiago

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1. Fortín de San Bartolomé (Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona) 2. Ascensor Parque de la Media Luna-Parque Fluvial del Arga 3. Pasarela de Labrit 4. Baluarte de Labrit 5. Ronda del obispo Barbazán (Frente de la Magdalena) 6. Catedral de Santa María la Real 7. Baluarte del Redín 8. Baluarte bajo de Ntra. Sra. de Guadalupe 9. Revellín de los Reyes 10. Portal de Francia o Zumalacárregui 11. Baluarte bajo del Pilar 12. Baluarte del Abrevador 13. Archivo General de Navarra (antiguo Palacio Real) 14. Ayuntamiento 15. Baluarte de Parma 16. Frente de la Rochapea y paseo de ronda 17. Ascensor de Descalzos 18. Portal Nuevo 19. Baluarte de Gonzaga 20. Revellín de San Roque 21. Portal de San Nicolás 22. Baluarte de la Taconera 23. Portal de la Taconera 24. Baluarte de la Victoria 25. Baluarte de Santiago 26. Baluarte de Santa María 27. Baluarte y caballero Real 28. Baluarte de San Antón 29. Revellín de Santa Ana 30. Revellín y contraguardia de Santa Isabel 31. Revellín y contraguardia de Santa Clara 32. Revellín de Santa Lucía 33. Puerta del Socorro 34. Puerta principal de la Ciudadela 35. Cuerpo de guardia 36. Horno 37. Pabellón de mixtos 38. Polvorín 39. Sala de armas 40. Estación de autobuses


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www.murallasdepamplona.es

978-84-95930-46-0


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