Las bóvedas de Guastavino. El arte de la rasilla estructural

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Las bóvedas de Guastavino

John Ochsendorf Fotografías de Michel Freeman

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Las bรณvedas de Guastavino


LAS BÓVEDAS DE GUASTAVINO EL ARTE DE LA RASILLA ESTRUCTURAL

Publicado por: papersdoc Ajuntament de Barcelona Con la colaboración de: Generalitat de Catalunya Departament de Cultura © 2014 papersdoc y Ajuntament de Barcelona Todos los derechos reservados. Edición original: Guastavino vaulting: the art of structural tile / John Ochsendorf; fotografías de Michael Freeman. —1a ed. 13 12 11 10 4 3 2 1 Editores: Nancy Eklund Later y Wendy Fuller Diseñador: Paul Wagner ISBN: 978-1-56898-741-5 Publicado por Princeton Architectural Press © 2010 Princeton Architectural Press Todos los derechos reservados. No está permitido el uso o reproducción de ninguna parte del presente libro, en forma alguna, sin el consentimiento previo y por escrito del editor, excepto reseñas. Hemos hecho todo lo posible para identificar a los titulares de los derechos de autor. Cualesquiera errores u omisiones serán corregidos en futuras ediciones. Impreso y encuadernado en la Unión Europea.

Con la colaboración de:

Cubiertas Cúpula central. Iglesia Holy Trinity Roman Catholic Church. Joseph H. McGuire, Nueva York, 1911.

Traducción: Jordi Curell - Pedro Núñez. Revisión terminológica: José Luis González Moreno-Navarro, arquitecto. Diseño gráfico: papersdoc Impresión y encuadernación: Grafos, S.A. ISBN 1: 978-84-941264-3-7 ISBN 2: 978-84-9850-616-7 Dep. legal: B 24.835 - 2014 Distribución: Actar D Inc., New York 355 Lexington Av. 8th Floor New York, NY 10017 salesnewyork@actar-d.com eurosales@actar-d.com www.actar-d.com


Las bóvedas de Guastavino

John Ochsendorf Fotografías de Michel Freeman



Índice

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Prólogo Agradecimientos

16 44 70 124 164 186 216

Capítulo I – Orígenes mediterráneos

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Notas

257

Bibliografía seleccionada

265

Selección de edificios existentes con bóvedas tabicadas de Guastavino

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Créditos de las ilustraciones

Capítulo II – Hacia la Biblioteca Pública de Boston, 1881-1892 Capítulo III – El éxito de la Guastavino Company, 1893-1908 Capítulo IV – Rafael Guastavino hijo y la madurez de la compañía, 1909-1929 Capítulo V – Razones del éxito Capítulo VI – La decadencia de las bóvedas de Guastavino, 1930-1962 Capítulo VII – El legado de la Guastavino Company

Apéndices


Prólogo El 17 de octubre de 1961, mientras asistía sentado al fondo de la capilla universitaria de St. Paul (1907) a los oficios religiosos en honor de un colega fallecido, George R. Collins, un eminente profesor de historia del arte y de la arquitectura de la Universidad de Columbia de Nueva York, redescubrió a los Guastavino, una familia pionera en la construcción de bóvedas y cúpulas tabicadas* en Estados Unidos. Su mirada empezó a vagar por los diseños ornamentales de ladrillo en espiga de la cubierta abovedada, cuyas curvas y colores le recordaron las obras del arquitecto catalán Antoni Gaudí (1852-1926), sobre el cual acababa de escribir un libro hacía poco tiempo. Mientras estudiaba la cubierta, descubrió de repente que utilizaba la misma técnica de bóvedas que Gaudí había empleado en muchas de sus famosas construcciones de Barcelona. Este hallazgo llevó a Collins a observar con mayor detenimiento la arquitectura del Upper West Side de Manhattan. Para su sorpresa, encontró bóvedas de ladrillo españolas en numerosos edificios de su alrededor: en la Iglesia de Riverside (1930), en la catedral de St. John the Divine (iniciada en 1892) y en otros edificios del campus de la Universidad de Columbia. Al alejarse de esa zona siguió descubriendo ejemplos por toda la ciudad: en la terminal de la Grand Central Station (1913), en el Carnegie Hall (1891), en Ellis Island (1917), bajo el puente de Queensboro (1909) y en la estación de Pensilvania (1910, actualmente demolida). Parecía como si todas y cada una de las manzanas de Nueva York contaran con algún espacio con bóveda tabicada. Collins se dio cuenta de que aquello que a simple vista no parecía ser más que un acabado de ladrillos ornamentales era, en realidad, un sistema estructural de ladrillos planos entrelazados (conocidos como rasillas), legendario en España por su capacidad para soportar inmensas cargas con una cantidad notablemente reducida de materiales. * Nota del traductor La bóveda tabicada se denomina también bóveda catalana. A lo largo del libro se utiliza el término bóveda tabicada cuando el autor utiliza tile vault y bóveda catalana cuando utiliza catalan vault. Véase el primer párrafo del apartado "El proyecto final de Guastavino padre" (pág. 113). 6


Collins no tardó en averiguar que una sola familia, los Guastavino, era responsable del diseño y construcción de todas las bóvedas tabicadas de la ciudad de Nueva York. Le sorprendió saber que su compañía, con sede en Woburn (Massachusetts), aún existía en 1961 y que el equipo formado por Rafael Guastavino padre e hijo había fundado la empresa al emigrar a Estados Unidos desde España a finales del siglo XIX, si bien ambos ya habían fallecido. A principios de 1962, Collins escribió a un pariente de la familia Guastavino que todavía vivía para consultar los documentos de las obras de la compañía. El historiador descubrió maravillado que estaba rodeado de obras tabicadas de los Guastavino y que aquellos "genios de la construcción", cuyo nombre fuera otrora de uso común entre arquitectos, habían caído por completo en el olvido. Tras haber estudiado durante años la arquitectura y el arte catalanes, Collins intuía que aquellos emigrantes españoles habían ejercido una notable influencia en la construcción de edificios en Estados Unidos, pero hasta que no empezó a elaborar un inventario de las bóvedas tabicadas de los Guastavino no llegó a comprender en toda su magnitud la cantidad e importancia de las obras de la compañía. En mayo de 1962, Collins viajó a Pittsburgh para dar una conferencia y descubrió con perplejidad que treinta de los edificios más notables de la ciudad contaban con bóvedas de los Guastavino. Entre ellos se incluían importantes edificios de las universidades locales y muchas de las sedes del gobierno municipal, así como numerosas iglesias y sinagogas. Lo mismo podía decirse de Boston, Washington DC, Chicago y otras ciudades de todo el país. La compañía había construido delgadas bóvedas tabicadas en estaciones de trenes, bancos, bibliotecas, escuelas, hoteles, mansiones privadas y edificios significativos de 41 estados del país. El momento elegido por Collins no pudo ser más oportuno para los historiadores. Poco después de su hallazgo, el 12 de julio de 1962, la Guastavino Company cerró oficialmente sus puertas. En los meses previos, Collins había establecido contacto con los directivos de la empresa y les había mostrado su interés, desde el punto de vista académico, por las obras realizadas por la compañía. Cuando esta cerró, Collins negoció para que toda la documentación y planos que se conservaban en las oficinas centrales de Woburn fueran donados a la Biblioteca Avery de la Universidad de Columbia bajo su supervisión. Sin George Collins, ese extenso archivo de materiales habría acabado, casi con total seguridad, en la basura. Después de cinco años de intenso estudio, Collins publicó su célebre artículo The Transfer of Thin Masonry Vaulting from Spain to America (La transferencia de las delgadas bóvedas de fábrica o albañilería de España a Estados Unidos) en el número

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Prof. George R. Collins, Garraf (Barcelona), 1958. Colección de Christiane Crasemann Collins.

de octubre de 1968 del Journal of the Society of Architectural Historians. Su artículo es todavía hoy la mejor introducción a las bóvedas de Guastavino. Como resumen de las aportaciones de la empresa a la arquitectura de Estados Unidos, Collins escribió lo siguiente hacia el final de su artículo: En 1900 se efectuó una encuesta entre los arquitectos estadounidenses para determinar los diez edificios más bellos del país. Entre los que no eran anteriores a la llegada de Rafael padre al país, todos menos dos contaban con obras de Guastavino y la compañía había participado incluso en las ampliaciones efectuadas en dos de los edificios anteriores a esa fecha. El prestigio

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Prólogo


de los edificios en los que los Guastavino habían trabajado perduró con el paso del tiempo. Por ejemplo, en septiembre de 1967, cuando la delegación de Nueva York del Instituto de Arquitectos de Estados Unidos (AIA), con motivo de la exposición conmemorativa de su centenario, realizó una selección de los 38 edificios más destacados de Manhattan de los últimos cien años, descubrimos que de los veintidós edificios construidos durante los años de actividad de Guastavino (es decir, antes de la Segunda Guerra Mundial), más de la mitad figuran en el inventario de la compañía. “Echen un vistazo a su alrededor”, decía la exposición del AIA, “y descubrirán algunas de las obras arquitectónicas más apasionantes que nos ha brindado el último siglo.”1 En las dos últimas décadas se han producido avances en el estudio de las bóvedas tabicadas de Guastavino por parte de académicos de Estados Unidos y España. La más destacada es la exposición realizada en 1996 por Janet Parks y Alan G. Neumann en la Universidad de Columbia, titulada The Old World Builds the New: The Guastavino Company and the Technology of the Catalan Vault, 1885-1962 (El Viejo Mundo construye el Nuevo: la Guastavino Company y la técnica de la bóveda catalana, 1885-1962). El catálogo nos ofrece un resumen de la exposición y una visión general de algunas de las creaciones más significativas de la Colección Guastavino/Collins de la Biblioteca Avery. Los comisarios elaboraron asimismo un mapa donde se indicaba la ubicación de los 233 proyectos conocidos de Guastavino en Manhattan. Cinco años más tarde, estudiosos de Guastavino en España organizaron una importante exposición sobre la obra de la Guastavino Company. El catálogo, Las bóvedas de Guastavino en América, (2001), editado por el profesor Santiago Huerta, contiene una colección de dieciocho ensayos que resumen los últimos estudios efectuados en Estados Unidos y España. El catálogo también incluye la bibliografía más completa sobre las bóvedas de Guastavino hasta la fecha, que ha sido revisada y actualizada para la edición del presente libro. A medida que han madurado los estudios académicos sobre las construcciones de Guastavino también se han ido completando análisis pormenorizados de aspectos específicos de sus obras. Múltiples tesis doctorales han documentado la conservación y la acústica así como otros aspectos estructurales de las obras de la compañía. En 1999 se publicaron en un número especial del boletín de la Association for Preservation Technology los estudios de diferentes casos de evaluación y reparación de bóvedas de Guastavino, así como copias de las veinticuatro patentes que obtuvieron padre e hijo en Estados Unidos. Poco antes se había presentado la primera tesis doctoral en España y los especialistas habían empezado a documentar las obras de la compañía por regiones.

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Otros estudios históricos de relevancia han destacado asimismo la importancia de la Guastavino Company en la historia de la arquitectura. Merece destacarse el libro de Emily Thompson de 2004, The Soundscape of Modernity, donde se describe detalladamente el papel pionero de Rafael Guastavino hijo en la creación de algunos de los primeros materiales de ingeniería acústica para uso en arquitectura. No obstante, sigue siendo necesario estudiar con mayor profundidad diferentes aspectos de la historia de los Guastavino y sería posible escribir múltiples volúmenes sobre cuestiones personales, comerciales y arquitectónicas de las obras de la compañía. Este libro, concebido tras siete años de investigación transcontinental, examina la evolución de la tecnología constructiva de los Guastavino desde sus raíces mediterráneas hasta sus máximos logros en Estados Unidos. Prestando especial atención a la metodología de colaboración en el diseño que utilizaba la empresa y al comportamiento estructural y prácticas constructivas del sistema de bóvedas tabicadas obtenemos una nueva visión de estos extraordinarios espacios abovedados. Si bien la importancia de las obras de la compañía es mucho mayor que las historias particulares de Rafael Guastavino y de su hijo, estas no han sido nunca contadas ni se ha establecido una distinción entre padre e hijo. Este libro aborda la capacidad técnica que cada uno de ellos aportó a la compañía y a sus obras. ¿Cuál era la relación entre los despachos de arquitectura y la Guastavino Company? ¿Cómo evolucionó la técnica de las bóvedas durante la primera mitad del siglo XX? ¿Por qué la compañía tuvo éxito durante décadas pero finalmente cerró en 1962? Y, en última instancia, ¿cuál fue la contribución de los Guastavino a la arquitectura estadounidense? El presente libro analiza la historia de la Guastavino Company en el marco de la arquitectura y de las técnicas constructivas de finales del siglo XIX y el siglo XX en Estados Unidos. La Guastavino Company sirve como paradigma para comprender el mundo de las prácticas constructivas en Estados Unidos, caracterizado tanto por el progreso técnico como por el deseo de preservar las tradiciones constructivas europeas. En muchos casos, los arquitectos confiaban importantes decisiones de diseño a constructores expertos como los Guastavino. Las contribuciones de la Guastavino Company a la construcción norteamericana de este periodo desafían la narrativa tradicional que describe la arquitectura beaux-arts como técnicamente primitiva. De hecho, los arquitectos del estilo beaux-arts anhelaban un sofisticado sistema de construcción que cumpliera los requisitos estructurales, acústicos, antiincendios y de seguridad satisfaciendo a la vez los principios estéticos de sus diseños. Durante décadas, la Guastavino Company actuó como contratista de obras y también en campos como el diseño de estructuras, la consultoría acústica, el interiorismo y la maestría de obras para crear nuevas posibilidades en la arquitectura estadounidense mediante a innovaciones tanto técnicas como estéticas.

10 Prólogo


El sistema que la compañía aplicaba al diseño de edificios iba en sentido contrario a la creciente especialización profesional de la arquitectura norteamericana y, además, la compañía luchó por mantener su ventaja competitiva reinventándose de forma constante. Paralelamente, su lucha por asegurarse un hueco en el sector de la construcción estadounidense muestra también el choque entre las técnicas del constructor tradicional, adquiridas y transmitidas durante siglos por albañiles anónimos del Mediterráneo, y los conocimientos del ingeniero profesional y el auge de los códigos constructivos. Cada año, millones de personas pasan bajo las bóvedas tabicadas de Guastavino en espacios históricos de todo el país, desde la Sala de Registro de Ellis Island (1917) hasta el Biltmore Estate en las montañas de Carolina del Norte (1895), y desde el Capitolio del Estado de Nebraska (1932) de Bertram Goodhue (1869-1924), en Lincoln, hasta los edificios del campus de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh (1912), de Henry Hornbostel (1867-1961). Son pocos los visitantes que aprecian la aportación de la familia Guastavino a la arquitectura estadounidense o las condiciones que propiciaron que las bóvedas tabicadas de Guastavino fueran durante décadas uno de los sistemas estructurales preferidos. George Collins inició los estudios académicos de la Guastavino Company y efectuó aportaciones fundamentales para la comprensión de la obra de la compañía. Aunque Collins tenía previsto un volumen monográfico sobre las bóvedas de Guastavino que iba a publicarse en España, por motivos de salud no pudo completarlo. No obstante, durante toda su vida, Collins contribuyó enormemente a aumentar la concienciación sobre la importancia arquitectónica e histórica de las bóvedas de Guastavino y fue responsable en primera persona de salvar varias obras que, sin su intervención, hubieran sido destruidas. Desgraciadamente, fueron muchos más los edificios demolidos que los que Collins logró salvar, incluida la estación de Pensilvania de Nueva York, tal como él mismo lamentaba en su histórico artículo de 1968: La labor de inventariar los edificios existentes dista mucho de haber concluido… y se ha visto seriamente dificultada por los esfuerzos bienintencionados de muchos urbanistas que, con frecuencia, han sustituido una estructura por un agujero en el suelo poco antes de que llegara el investigador.2 Los esfuerzos para documentar todos los edificios de Guastavino prosiguen hoy en día, así como la lucha por comprender y preservar estas obras insustituibles del arte constructivo estadounidense. En honor a sus trabajos pioneros, este libro está dedicado a la memoria de George R. Collins (1917-1993). John Ochsendorf

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Cambridge, Massachusetts. Enero de 2010


Agradecimientos

Quisiera mostrar mi más sincero agradecimiento a los organismos y fundaciones que han hecho que este libro fuera posible desde el punto de vista económico, empezando por una beca predoctoral J. William Fulbright en España en 1999-2000 que me puso en contacto con el creciente volumen de estudios sobre Guastavino que allí se desarrollaban. Las fotografías de Michael Freeman se han podido realizar gracias a las generosas becas del Programa Furthermore, una división del J. M. Kaplan Fund, la Graham Foundation for Advanced Studies in the Fine Arts y el Humanities and Social Sciences (HASS) Fund del Massachusetts Institute of Technology. Las subvenciones que el National Endowment for the Humanities (NEH) concedió a la Biblioteca Pública de Boston contribuyeron a la preparación y planificación de la exposición. También han supuesto una inestimable ayuda el National Endowment for the Arts Rome Prize in Historic Preservation de la American Academy de Roma y una beca de la John D. and Catherine T. MacArthur Foundation. En España, numerosos estudiosos de Guastavino han dedicado su tiempo y conocimientos a este proyecto. En primer lugar, estoy en deuda con mi buen amigo y colega Santiago Huerta, de la Universidad Politécnica de Madrid, que me mostró por vez primera las bóvedas de Guastavino, alimentó mi interés en la materia y compartió desinteresadamente sus inmensos conocimientos bibliográficos. José Luis González me enseñó mucho sobre las bóvedas tabicadas en Cataluña y me facilitó el acceso a numerosos edificios. Salvador Tarragó me llamó la atención sobre la importancia de la tradición del mestre d’obres en Barcelona y me proporcionó bibliografía sobre el tema. Jaume Rosell compartió sus estudios sobre la fábrica Batlló de Barcelona y tuvo

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la amabilidad de realizar sugerencias para un borrador del primer capítulo. Mercedes Gómez-Ferrer y Arturo Zaragozá me abrieron los ojos ante el rico patrimonio de edificios abovedados de Valencia. Esther Redondo y Gema López recopilaron una exhaustiva bibliografía sobre las construcciones de Guastavino, que ha sido actualizada en este libro gracias a la extraordinaria ayuda de Anneka Lenssen. Fernando Vegas, Camilla Mileto, Benet Oliva, Josep Samon y Mar Loren también han alentado y apoyado mi labor de múltiples formas. Mi más sincero agradecimiento a todos mis amigos y colegas de España que han hecho posible este trabajo. Me siento muy especialmente en deuda con Janet Parks, conservadora de Dibujos y Archivos de la Biblioteca Avery de la Universidad de Columbia, que conoce la Colección Guastavino/Collins mejor que nadie y ha compartido conmigo sus ideas y sugerencias durante los últimos cinco años. He intentado indicar sus contribuciones específicas a lo largo del libro, pero sus aportaciones han sido mucho más numerosas de lo que podría inferirse de esas pocas referencias aisladas. Análogamente, Christiane C. Collins me abrió las puertas de su casa y compartió conmigo las cartas y notas de su difunto marido, que han sido una inestimable ayuda para la redacción de este libro, y fue tan amable de leer un primer borrador y efectuar una crítica cordial pero a la vez efectiva del mismo. Peter Austin me mostró los edificios de Guastavino en Carolina del Norte y me explicó muchas cosas acerca de la vida de Guastavino padre en Black Mountain. Tanto Constance Burr como Alan Neumann me enseñaron varios de los proyectos de Guastavino y pasaron conmigo un maravilloso día compartiendo sus trabajos relacionados con el tema. Maggie Redfern elaboró la lista de proyectos existentes con la atención al detalle que la caracteriza y, gracias a su energía y esfuerzos durante el último año, le ha insuflado nueva vida al proyecto. Esta obra no habría sido posible sin el trabajo excepcional de los estudiantes del Massachusetts Institute of Technology. Seth Avecilla, Lisa Mroszczyk y Caitlin Mueller han realizado una significativa aportación en diferentes fases del proyecto. Iris Moon y Stephanie Tuerk han proporcionado una amplia asistencia editorial y han mejorado radicalmente el manuscrito gracias a sus excelentes ideas y ardua labor. Quisiera mostrar igualmente mi gratitud a Philippe Block, Shani Cho, Joseph Dahmen, Lori Ferriss, Jenna Fizel, Matthew Hodge, Anna Kotova, Wanda Lau, Chris Muskopf, Magdalena Naydekova, Michael Ramage, Megan Reese, Anna Schlesinger y Luke Voiland. Durante el proceso han sido muchos más los estudiantes que me han brindado su ayuda y a todos ellos quisiera darles las gracias.

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Varias personas me facilitaron valiosos documentos de archivos y colecciones privadas. Julie Payne tuvo la amabilidad de enviarme desde Hawái una fotocopia de la autobiografía de su bisabuelo, William Blodgett, algunos extractos de la cual aún no habían sido consultados por estudiosos de Guastavino. John Toms, de la basílica de St. Lawrence, me proporcionó copias de planos y otros materiales históricos de reciente descubrimiento. Los archiveros Martha Berg, del templo Rodef Shalom de Pittsburgh, Geraldine Rohling, del National Shrine of the Immaculate Conception de Washington, e Ilsa Kramer, de la iglesia Central Congregational de Providence, también me abrieron muy generosamente sus archivos. Suzanne Durham, directora de Colecciones Especiales de la Biltmore Company, me facilitó mucha información sobre Guastavino en Biltmore Estate. Quisiera mostrar mi más sincera gratitud a todos los que me han permitido el acceso a las bóvedas. En particular, quisiera dar las gracias a Vincent y Koko Crisci, de la residencia de Guastavino en Bay Shore, Kathy Hammer, de Astor Courts, Amy Thompson West y John Tocci, de la fábrica de Woburn, Robert Ripley y Thomas Kaspar, del Capitolio del Estado de Nebraska, y Peter y Wolfgang Zweiner, de la Wolfgang’s Steakhouse de Nueva York, por tener la amabilidad de dejar que sus espacios fueran fotografiados. Varias docenas de personas más me han facilitado el acceso a los edificios de Guastavino a lo largo y ancho de todo el país. Los profesores Mary Sansalone, William Streett, David Billington, Jacques Heyman y Christopher Calladine han alentado y nutrido mi interés por la historia de la ingeniería estructural. Estoy también en deuda con mis colegas Stanford Anderson, Chrysanthe Broikos, Christopher Capozzola, Kent Diebolt, Susan Glover, Edmund Meade, Dietrich Neumann, Robert Silman, Derek Trelstad, Gary Van Zante, Eileen Warburton, Sara Wermiel y Richard Guy Wilson. Edward Allen, Victoria Butler, Daniel McReynolds, Antoine Picon, Michael Ramage y Chitra Ramalingam han corregido los borradores iniciales y mejorado considerablemente el manuscrito. Nancy Eklund Later, editora jefe para adquisiciones de Princeton Architectural Press, ha mejorado de forma notable la calidad de la obra final en el curso de varios años, antes de que la editora Wendy Fuller llevara el proyecto a buen puerto. Las excepcionales fotografías de Michael Freeman ilustran el trabajo de la Guastavino Company desde nuevos ángulos y estoy enormemente agradecido a Michael y Neyla Freeman por su intenso trabajo, paciencia y dedicación a este proyecto. Por último, quisiera dar las gracias a mi familia y, en especial, a Anne Carney y a nuestra hija, Lucia Tep Ochsendorf, por su amor y apoyo.

14 AGRdecimientos


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Capítulo I

o r íg e n E s m e d i t e r r Á n EO s


Cuando Rafael Guastavino empezó su carrera en Cataluña, a mediados del siglo XIX, tanto su formación como la práctica de la profesión estaban fuertemente marcadas por las grandes tradiciones constructivas de Valencia y Barcelona. Guastavino construyó sus primeros proyectos en Cataluña, donde experimentó con diferentes técnicas de bóvedas. Gracias a los conocimientos adquiridos en sus encargos iniciales propuso soluciones innovadoras para cuestiones referentes a salubridad y seguridad, aspectos que despertaban una creciente inquietud en el sector de la construcción en el siglo XIX. Su formación inicial y los primeros proyectos desarrollados en España le permitieron llevar ese cúmulo de conocimientos sobre antiguas técnicas constructivas a Estados Unidos.

Los inicios de una prometedora carrera Rafael Guastavino Moreno nació el 1 de marzo de 1842 en Valencia en el seno de una amplia familia de artesanos de instrumentos musicales.1 Su abuelo, Carlo Davide Giuseppe Guastavino (1780-?), había emigrado a Barcelona desde Génova en 1798 y contraído matrimonio con una catalana de nombre Maria Josefa Buch. El padre de Rafael, Rafael Guastavino Buch, era carpintero en Valencia, donde el joven Rafael, que creció en una familia de trece hermanos, vivió en primera persona un periodo de renovación urbana, demolición y nueva construcción.2 En su adolescencia, Rafael tocaba el violín y anhelaba ser músico, si bien también mostraba interés por la arquitectura y aceptó un trabajo en la Inspección de Obras Públicas de Valencia. Rafael tuvo la suerte de que un acaudalado tío suyo, Antonio Guastavino, se lo llevara con él a su casa de Barcelona para ampliar su educación.3 Su tío era propietario de una importante fábrica textil en Barcelona, donde Rafael adquirió importantes conocimientos sobre el diseño y funcionamiento de una factoría y donde vivió personalmente la constante innovación tecnológica a la que obligaba la feroz competencia económica del sector textil catalán de la década de 1850. Esta experiencia preparó a Guastavino para asumir el diseño y construcción de la mayor fábrica textil de Barcelona antes de cumplir los treinta años. En 1861, Guastavino empezó a estudiar en la Escuela Especial de Maestros de Obras [fig. 1.1] ,

que había sido fundada en 1850 y ofrecía una educación rigurosa y pragmática en el

campo de la construcción. Más adelante, la escuela se convertiría en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. 4 Guastavino contó con los mejores profesores de la época, visionarios que llegaron a impartir clases en la Escuela de Arquitectura, entre los que destacan Joan Torras (1827-1910) y Elies Rogent (1821-1997). Torras y Rogent

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Fig. 1.1 Clase de la Escuela Especial de Maestros de Obras, Barcelona, 1861-1862 (Rafael Guastavino es el segundo por la izquierda de la fila delantera).

18 ORÍGENES MEDITERRÁNEOS


fueron también profesores de Antoni Gaudí (1852-1926), Lluís Domènech i Montaner (1850-1923), Josep Puig i Cadafalch (1867-1956) y otros insignes arquitectos catalanes de finales del siglo XIX.5 Guastavino asistió a clases de mecánica, geometría descriptiva y construcción, pero no se graduó oficialmente hasta diez años más tarde, en 1872.6 Al graduarse recibió el título de mestre d’obres, que en catalán es un título profesional que podría traducirse como “maestro de obras” o “maestro constructor”. El título difería del de “arquitecto” en tanto que este último suponía una formación teórica y académica más rigurosa. En la década de 1860 no era posible obtener el título de arquitecto en Barcelona sin cursar estudios adicionales en Madrid. En 1875, Guastavino asistió a clases en la nueva Escuela Provincial de Arquitectura de Barcelona con la esperanza de obtener el título de arquitecto, pero no llegó a completar el currículo.

La bóveda tabicada: una antigua tradición No obtener el título de arquitectura no supuso necesariamente una limitación profesional para Guastavino. La educación que había recibido tenía por objeto proporcionar al estudiante una formación completa tanto en competencias técnicas a pie de obra como en innovación técnica. Eso significaba que el alumno había recibido la formación necesaria para dimensionar cimientos, calcular estructuras y diseñar los acabados interiores de un edificio hasta el más mínimo detalle.7 Como aprendiz de maestro constructor, Guastavino se familiarizó probablemente con técnicas de construcción locales, como las bóvedas tabicadas que se pueden observar en edificios de todo el territorio catalán. En Cataluña, las bóvedas tabicadas habían sido de uso frecuente desde el siglo XV.8 Varios siglos después era posible encontrarlas en otros lugares de España así como en ciertas zonas de Italia, Francia, Portugal y Argelia. En cada una de esas zonas, la técnica de la bóveda recibía un nombre en el idioma local: volta in folio en italiano, voûte à la Roussillon o voûte plate en francés, bóveda tabicada en castellano, volta de barandat en Valencia, volta de maó de pla en Cataluña, abóbada de tijolo en portugués y rhorfas en árabe.9 La bóveda tabicada era, esencialmente, una técnica tradicional mediterránea, cuyos orígenes conocidos más tempranos se situaban en Valencia. En 1382, el rey Pedro IV de Aragón (1319-87) escribió una carta en la que solicitaba a los albañiles de su corte de Zaragoza que viajaran al sur, a Valencia, para aprender una nueva y fascinante técnica para construir bóvedas recientemente descubierta allí. Ese tipo de construcción de bóvedas

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era apreciado por ser “muy rentable, muy ligero y de muy bajo coste en yeso y ladrillo”.10 Esta es la primera referencia conocida a un método revolucionario de bóvedas tabicadas que surgió en el Mediterráneo y que, con el tiempo, se extendió por todo el mundo. En cada nuevo lugar donde llegaban las bóvedas, los constructores quedaban maravillados por su milagrosa delgadez y su alta capacidad de carga. Si se la compara con una bóveda tradicional de piedra, la bóveda tabicada es revolucionaria por su economía de materiales y rapidez de construcFig. 1.2 Bóveda tabicada construida con múltiples capas de delgados ladrillos (o rasillas) colocados planos y bóveda de piedra tradicional con una única capa de dovelas de piedra.

ción [fig. 1.2] . Dos características clave distinguen a la bóveda tabicada de otros tipos de bóveda de fábrica. En primer lugar, unos ladrillos delgados, las rasillas, se colocan planos para constituir la

superficie de la bóveda y se unen por sus finos bordes, en contraste con la orientación vertical de las piezas de albañilería de la construcción tradicional. En segundo lugar, la primera capa de rasillas se une con yeso, que fragua tan rápido que las rasillas quedan fijadas en su sitio casi instantáneamente, por lo que no se requiere una estructura de apoyo durante la construcción. Estas características suponen una ventaja de las bóvedas tabicadas respecto a otros métodos tradicionales de construcción de bóvedas por toda una serie de motivos. El grosor total de la bóveda es mucho menor que el de una obra de fábrica convencional, en la que los ladrillos o dovelas de piedra se orientan verticalmente con respecto a la superficie de la bóveda. Una bóveda tabicada más delgada pesa menos y genera un menor empuje que una bóveda más gruesa, con lo que se reducen los requisitos de espesor de los muros y los estribos necesarios para soportarla. El uso de yeso de fraguado rápido permite que la bóveda se construya sin necesidad de un costoso encofrado de madera, conocido como cimbra. Un arco de piedra tradicional sólo se sostiene cuando la clave está en su lugar; hasta entonces, las dovelas deben descansar sobre un armazón. Al avanzar la construcción desde la pared mediante arcos sucesivos, con el yeso soportando el peso de cada una de las rasillas durante la construcción, la bóveda tabicada puede realizarse prescindiendo por completo de cimbra [fig.

1.3] .

Esas ventajas económicas de la bóveda tabicada ya

las reconocían el rey Pedro IV y sus albañiles hace más de seiscientos años.

20 ORÍGENES MEDITERRÁNEOS


Fig. 1.3 Tres tipos de bóvedas de albañilería tradicionales: bóvedas europeas, construidas sobre una cimbra de madera; bóvedas del Próximo Oriente, con ladrillos inclinados sin necesidad de cimbra, y bóvedas tabicadas mediterráneas, sin necesidad de cimbra.

Aun siendo posible que la técnica de la bóveda tabicada fuera introducida por extranjeros en Valencia, no hay pruebas de un uso anterior de la misma en el Norte de África ni en ningún otro lugar. Si bien muchos estudiosos han sugerido un origen morisco de la bóveda tabicada, otros han apuntado que la técnica deriva de las bóvedas de ladrillo romanas, a pesar de que estas bóvedas en la antigüedad clásica diferían notablemente de las bóvedas valencianas.11 El origen exacto del método sigue siendo desconocido, y la carta de 1382 representa la “partida de nacimiento” de esta técnica arquitectónica.12 No obstante, la carta del rey no es la única prueba de la existencia de bóvedas tabicadas en Valencia en 1382. El ejemplo más temprano que se conserva se encuentra en la capilla de los Jofré, en el monasterio de Santo Domingo de Valencia, construido en la primavera de 1382 por el maestro albañil Joan Franch.13 La historiadora Mercedes Gómez-Ferrer ha demostrado de modo convincente que la bóveda de Santo Domingo data de 1382 y que se construyó mediante dos hojas de rasillas que constituyen el plemento entre las nervaduras góticas de piedra.14 Muy probablemente gracias a su éxito en la capilla de los Jofré, Joan Franch fue nombrado maestro albañil del Palacio Real de Valencia en mayo de 1382, unas cuatro semanas antes de que la carta del rey describiera las bóvedas tabicadas valencianas.15 Por consiguiente, aunque la técnica de las bóvedas tabicadas de rasillas podría haber surgido como una forma económica de rellenar plementos en bóvedas con nervadura de piedra, pronto encontró una aplicación más amplia.

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