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Marco Polo ME LLAMO...
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«Estoy seguro de que si a vosotros os ofrecieran un viaje así, también querríais ir, pero creo que poca gente ha tenido la oportunidad de conocer todas estas cosas y quiero contároslas. Así podréis conocer un poco mejor la riqueza y variedad de gentes, culturas y religiones que hay en el mundo, y admirar lo fantástico que hay en cada una de ellas.»
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Otros títulos Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Julio Verne Mozart Cleopatra Picasso Miguel de Cervantes Shakespeare Marie Curie Charles Chaplin Teresa de Calcuta Charles Darwin John Lennon
ISBN 978-84-342-2601-2
A partir de 9 años
Fui el protagonista de un fantástico viaje a China
Núria Barba Xavier Salomó
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Proyecto y realización Parramón Ediciones, S.A. Dirección editorial Lluís Borràs Ayudante de edición Cristina Vilella Texto Núria Barba Ilustraciones Xavier Salomó Diseño gráfico y maquetación Zink Comunicació S.L. Dirección de producción Rafael Marfil Producción Manel Sánchez Quinta edición: junio 2008 Marco Polo ISBN: 978-84-342-2601-2 Depósito Legal: 23.655-2008 Impreso en España © Parramón Ediciones, S.A. – 2004 Ronda de Sant Pere, 5, 4ª planta 08010 Barcelona (España) Empresa del Grupo Editorial Norma de América Latina www.parramon.com Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático, o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.
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Hola... Aunque nací en Venecia, y en mis tiempos viajar era muy peligroso, yo tuve la inmensa fortuna de conocer muchísimos lugares increíbles de la Tierra. Todo empezó cuando mi padre, que era mercader, organizó una expedición para buscar seda, perlas, piedras preciosas, especias y perfumes. Yo tenía ansias de conocer mundo, de visitar lejanos países, de admirar las mezquitas de Samarcanda y las princesas de Persia, de montar en camello y en elefante, de adentrarme en los inmensos desiertos de Asia, de conocer a los valientes y temibles guerreros tártaros, de entrar en los ricos palacios de China, de encontrar príncipes enjoyados y tribus de caníbales y de muchas más cosas. Estoy seguro de que si a vosotros os ofrecieran un viaje así, también querríais ir, pero creo que poca gente ha tenido la oportunidad de ver todas estas cosas y por eso quiero contároslas. Así podréis conocer un poco mejor la riqueza y variedad de gentes, culturas y religiones que hay en el mundo, y admirar lo fantástico que hay en cada una de ellas.
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En los confines del mundo cristiano Al salir de Venecia nos dirigimos rumbo al mar Negro, pues queríamos hacer escala en la ciudad de Sudac, en la península de Crimea. ¡Cuántas lenguas extrañas se oían por sus calles! ¡Cuántos sacos con especias y productos rarísimos! ¡Cuántas gentes de todas las razas y procedencias! Los tártaros gobernaban la ciudad, pero los pocos que vi no eran jinetes temibles, sino simples mercaderes. Eran más bien bajos, con la piel fina, apenas tenían barba y la llevaban muy corta, los ojos muy rasgados, el pelo negro, la nariz pequeña, chata y recta y las orejas grandes. Desde Sudac, mi padre y el tío Matteo habían pensado unirse a alguna caravana de mercaderes que siguiera la Ruta de la Seda y por ese camino llegar hasta China. En aquellos tiempos era muy peligroso viajar solo; por eso se juntaba mucha gente que quería hacer el mismo trayecto
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Marco Polo / 19 y formaban largas caravanas con sus asnos, caballos y, a veces, camellos. Casi nunca se usaban carros, porque los caminos estaban en tan mal estado que se hubieran roto enseguida. Al final tuvimos que cambiar de itinerario porque nos enteramos de que había guerra en algunas zonas y decidimos ir por tierra hasta el puerto de Ormuz, en la boca del golfo Pérsico, y desde allí proseguir nuestra ruta en barco hasta China. A los dos frailes de Roma, les dio tanto miedo el viaje que decidieron volver atrás. Cruzamos Armenia y luego Georgia, donde tienen unas extrañas fuentes de las que brota un aceite negro que no se puede comer, pero que arde con facilidad. Entramos después en la tierra de Persia, donde descubrimos palacios y jardines bellísimos, llenos de frutos dulces y armoniosas fuentes. Antiguamente los califas o reyes de Persia habían tenido un gran imperio que llegaba hasta Francia, pero los tártaros, que invadieron toda esa región, hicieron muchos destrozos y mataron al último califa. Así que ahora ya no eran un reino poderoso, aunque aún se notaba la riqueza de su cultura. En las ciudades de Persia vivía gente de mil y una razas y religiones: persas, árabes, cristianos, musulmanes, armenios, tártaros... Las damas que vi por estas tierras eran las más bellas del mundo.
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34 / Me llamo... ¡Imaginaos lo grande que tenía que ser! Era un edificio de mármol y piedra y, por dentro, los salones estaban recubiertos de oro y decorados con preciosos dibujos de animales. Aquí la vida estaba llena de lujo y comodidades. El Khan vivía en el palacio los meses de verano y luego todos regresaban a Pekín. Kublai viajaba en una especie de torrecilla transportada por cuatro elefantes, forrada con pieles de tigre. Tenía un aspecto imponente.
Del modo en que me convertí en una persona importante Después de pasar unos días con él, Kublai Khan nos dio permiso para dedicarnos a nuestros negocios. Yo ayudaba a mi padre y al tío Matteo en todo lo que podía, y en mis ratos libres aprendí a tirar bastante bien con el arco y las flechas, y me puse a estudiar chino. A Kublai eso le hizo mucha gracia, pues él también lo había estudiado, y aún muchos de sus barones no escribían ni entendían ese idioma. Por eso, a menudo me llamaba para ver mis progresos; pasábamos muy buenos ratos conversando, así que acabó por tomarme a su servicio.
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Marco Polo / 35 Para mí fue un gran honor, pues ningún extranjero había tenido un cargo tan importante en China. Tuve la suerte de que me enviara a visitar lugares lejanos de sus reinos para comprobar cómo estaba la gente, si tenían bastante comida, si había revoluciones o si había peligro de que otros reyes nos declararan la guerra. Luego, yo informaba al Consejo Privado del Khan, que era donde se discutían los asuntos más importantes del imperio. A mí me encantaban estas misiones. Siempre que volvía de estos viajes, Kublai me hacía muchísimas preguntas sobre todo lo que había visto y oído. En estos viajes crucé varias veces la mayor construcción jamás levantada por el hombre: la Gran Muralla China. Yo había visto muchas ciudades amuralladas, pero aquello superaba toda imaginación: ni subiendo a la torre más alta del mundo se hubiera podido ver dónde exactamente terminaba la muralla. Según decían, llevaban cientos de años construyéndola, y aún no la habían terminado.
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Los reyes más ricos del mundo Cuando nos fuimos de Sri Lanka visitamos varios reinos de la India. Aunque algunos de sus reyes eran de la misma familia, siempre estaban enfrentados en guerras. En estos reinos hacía tanto calor, que la gente iba medio desnuda. Incluso los reyes y grandes señores, en vez de ir vestidos con sedas lujosas, iban sólo con taparrabos, aunque, eso sí, bien adornados con collares de rubíes y perlas, y pulseras de oro en los brazos y también en los tobillos. Eran inmensamente ricos, pero siglos más tarde fueron invadidos por los británicos, que se llevaron casi todo su oro a Europa. Todas estas riquezas procedían de la tierra y del mar.
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Marco Polo / 51 Tenéis que saber que en el mar que hay entre la India y Sri Lanka se crían muy buenas perlas, pero cuando yo estuve allí sólo estaba permitido pescarlas durante los meses de abril y mayo. Los pescadores iban en unos pequeños barcos y fondeaban en los lugares poco profundos donde hubiera ostras. Se tiraban al agua y buceaban con unos cestos muy finos colgando del brazo y que llenaban de ostras. Luego las abrían con unos cuchillos muy resistentes y sacaban las perlas. Aquellos pescadores se hubieran podido hacer ricos si no fuera porque tenían que entregarle los mejores ejemplares al rey. Además, tenían que dar algunas perlas a los sacerdotes budistas para que hicieran encantamientos contra los tiburones, para que éstos no les atacaran mientras buceaban. Los reyes hindúes tenían otras fuentes de riqueza, los diamantes. Un día me enseñaron su peculiar manera de conseguirlos. Fuimos caminando por el borde de un barranco muy profundo que estaba seco, pues ya se había terminado la estación de los monzones. Mis guías me explicaron que la mejor época para buscar diamantes es cuando se han terminado las lluvias porque el agua ha arrastrado barro y en medio de la tierra aparecen los diamantes.
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