My name is… Shakespeare

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ME LLAMO...

Shakespeare

Me llamo... Shakespeare

Me llamo... Shakespeare

«Estoy seguro de que todos conocéis al príncipe Hamlet y su famosa frase “Ser o no ser”, o los desgraciados amores de Romeo y Julieta a causa de la rivalidad de sus familias. Son algunos de los personajes que inventé para mis dramas, ya que fui capaz de imaginar héroes y protagonistas que sufrieron pasiones, luchas y ambiciones como si fueran seres casi reales.»

www.parramon.com

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Otros títulos Marco Polo Leonardo da Vinci Albert Einstein Saint-Exupéry Gandhi Alejandro Magno Vincent van Gogh Julio Verne Mozart Cleopatra Picasso Miguel de Cervantes Charles Chaplin Marie Curie Teresa de Calcuta

ISBN 978-84-342-2821-4

A partir de 9 años

Mi teatro es universal

Ferran Alexandri Violeta Monreal


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Proyecto y realización Parramón Ediciones, S.A. Dirección editorial Lluís Borràs Ayudante de edición Cristina Vilella Texto Ferran Alexandri Ilustraciones Violeta Monreal Diseño gráfico y maquetación Zink Comunicació S.L. Dirección de producción Rafael Marfil Producción Manel Sánchez Segunda edición: marzo 2007 Shakespeare ISBN: 978-84-342-2821-4 Depósito Legal: B-13.485-2007 Impreso en España © Parramón Ediciones, S.A. – 2005 Ronda de Sant Pere, 5, 4ª planta 08010 Barcelona (España) Empresa del Grupo Editorial Norma de América Latina www.parramon.com Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático, o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.


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Hola... Soy William Shakespeare y nací en Inglaterra en el siglo XVI. Aunque de eso ya hace mucho tiempo, mi nombre aún se recuerda en las escuelas de todo el mundo como uno de los mejores dramaturgos de todas las épocas. Gracias a mis obras de teatro, con sus intrincadas tramas e inolvidables personajes, revolucioné el género dramático, de modo que todavía se siguen representando en vuestros días en cualquier lugar del planeta. Estoy seguro de que todos conocéis al príncipe Hamlet y su famosa frase «Ser o no ser», o los desgraciados amores de Romeo y Julieta a causa de la rivalidad de sus familias. Son algunos de los personajes que inventé para mis dramas, ya que fui capaz de imaginar héroes y protagonistas que sufrieron pasiones, luchas y ambiciones como si fueran seres casi reales. Dicen que mi vida permanece sumergida en un gran misterio. En realidad, es muy poco lo que se sabe con certeza sobre mí, pues no dejé muchas pistas para la posteridad. Incluso se ha llegado a decir que mi identidad es un misterio, que yo no soy el autor de mis obras. Nunca me han preocupado esos comentarios ya que son simples rumores, y creo que poco importa cómo viví, pues por mis obras me conoceréis. Pero ante todo, me gustaría revelaros algo sobre la historia y la cultura de mi país, Inglaterra. Si pasáis la página y leéis con atención, quizá descubriréis una historia fascinante.


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En la escuela de gramática De pequeño fui a la escuela de gramática de Stratford, la Grammar School, donde aprendí el latín, pues grammar significaba en aquel entonces “gramática latina”. Teníamos un profesor muy severo, pero al mismo tiempo un apasionado por las letras. Nos hacía sentir adoración por las grandes obras que escribieron los antiguos clásicos del mundo grecorromano. En la escuela leíamos a Ovidio, el famoso poeta latino de la época del emperador Augusto. Este autor escribió las Metamorfosis, un largo poema que recoge diversas historias y leyendas mitológicas, como la creación del Universo. Muchas de las historias muestran la relación entre los mortales y los dioses. Pero lo que más me gustaba de Ovidio era su especial forma de tratar el amor, en su intento de explorar las diversas emociones humanas, que tanto me interesarían después para mis propias obras. También leíamos las tragedias de Séneca, el célebre escritor y filósofo latino, que fue el tutor de Nerón. Sus tragedias tuvieron tanta fama, que fueron la base del comienzo del teatro inglés de mi época, por su estilo retórico y florido; pero también por el fatalismo de sus personajes y por los temas que abordaba: el asesinato, el horror y la venganza. Por ejemplo, Séneca sirvió de modelo para una tragedia popular de sangre y venganza que Thomas Kyd escribió en 1586, llamada Tragedia española. Enseguida me sentí atraído por la literatura del mundo antiguo. Me encantaba leer las historias de las batallas de Alejandro Magno, de Julio César o de la mitología, y pronto quise tomarlas de ejemplo y empezar a escribir historias tan fascinantes como aquéllas.


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Pero también se rumoreó que su muerte podía estar relacionada con las actividades de los servicios secretos. Un misterio sin descubrir. El caso es que Marlowe era un ateo simpatizante de Maquiavelo y llevó una vida aventurera y libertina. El mismo año de su muerte fue acusado de herejía, pero antes de que fuera posible emprender acciones contra él, van y lo asesinan. Me apenó mucho esta pérdida, pues en vida se le consideraba el mejor autor de su generación. Se llegó a rumorear, incluso, que mis obras las escribió Marlowe, que fui yo quien murió en realidad, pero puedo aseguraros que no es cierto. Sobre el resto, voy a mantener el misterio. Después escribí las otras dos partes de Enrique VI, a las que le siguió Ricardo III (1593). En fin, mis primeros dramas tenían como trasfondo las guerras civiles en la Inglaterra del siglo XV. Eran una clase de obras en las que quería destacar el egoísmo de los políticos de la época. Con la muerte de Ricardo III, subió al trono Enrique VIII, fundador de la dinastía Tudor. Pero también escribí algunas comedias, como la divertida Comedia de las equivocaciones (1592), que siguiendo el modelo de los clásicos latinos, provocaba risas al mostrar los errores de identidad de dos parejas de gemelos y los equívocos que se producen.


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Entre mecenas y reyes Por estas fechas me había procurado un protector, el joven Henry Wriothesley, tercer conde de Southampton, pues los artistas necesitábamos recursos para poder producir nuestras obras. Además, con los teatros cerrados a causa de la epidemia, las cosas no iban bien para los autores y empresarios. Por aquel entonces también me relacionaba con el ambiente del conde Essex, Robert Deveroux, un favorito de la reina, que luego sería acusado de conspiración, como veréis más adelante. Al mismo tiempo publiqué un par de poemas amorosos, según la moda de la época, Venus y Adonis (1593) y El rapto de Lucrecia (1594), que dediqué a mi protector y que me valieron la reputación de brillante poeta renacentista. Vale decir que ejercieron una gran curiosidad para la posteridad, pues en ellos hablaba de un joven enamorado de una «dama morena» (dark lady), pero de ese asunto no quiero acordarme. Aunque he de confesaros que, alimentado por la pasión e intensidad de ese amor, los poemas me inspiraron, al fin, la maravillosa obra que ya tenía en mi cabeza desde hacía años y que me conduciría a la fama, Romeo y Julieta.


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Hamlet, el príncipe de Dinamarca Escribí esta obra en 1601, a partir de un tema de Thomas Kyd, basado en una leyenda escandinava muy popular sobre un tal príncipe Amleth. Sin duda, ésta fue una de mis mejores creaciones. Y también uno de mis mejores personajes, con el que quise simbolizar la duda, sobre todo en el famoso monólogo «Ser o no ser». Todavía en las escuelas de vuestra época se recita a Hamlet. ¿Quién de vosotros no se acuerda de sus palabras? «Ser o no ser… He ahí el dilema. ¿Qué es mejor para el alma, sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos, o levantarse en armas contra el océano del mal, y oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir…» En este célebre monólogo se halla la clave del drama: el príncipe se vuelca en un montón de palabras sonoras y eficaces para expresar sus dudas entre lo que es vivir, dormir, soñar, morir. Es su deseo de morir o de no vivir en lugar podrido. ¿No os parece extraordinario? La tragedia da comienzo del siguiente modo: al príncipe Hamlet de Dinamarca se le aparece el espectro de su padre, que le manda matar a su tío-padrastro, porque le asesinó a él y usurpó su corona, pero le dice que respete a su madre, casada de nuevo con el autor del crimen. ¿Terrible, verdad? Un fantasma hablando con un mortal desde el otro mundo.


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«Estoy seguro de que todos conocéis al príncipe Hamlet y su famosa frase “Ser o no ser”, o los desgraciados amores de Romeo y Julieta a causa de la rivalidad de sus familias. Son algunos de los personajes que inventé para mis dramas, ya que fui capaz de imaginar héroes y protagonistas que sufrieron pasiones, luchas y ambiciones como si fueran seres casi reales.»

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