HomilĂas diarias del Papa Francisco En Santa Marta
MES DE ENERO, 2014
HOMILÍAS DIARIAS DEL PAPA FRANCISCO EN SANTA MARTA
En el corazón escuchar a Jesús y no a los falsos profetas 07 de enero de 2014 Permaneced en el Señor, la exhortación del apóstol Juan de la primera lectura de hoy. Un "consejo de vida" que Juan repite de forma "casi obsesiva". El apóstol indica "una de las actitudes del cristiano que quiere permanecer en el Señor: conocer qué sucede en el propio corazón". Por esto es necesario no dar fe a cualquier espíritu, sino de poner a prueba a los espíritus. Saber discernir los espíritus, discernir si una cosa nos hace permanecer en el Señor o nos aleja de Él. Así, nuestro corazón siempre tiene deseos, tiene anhelos, tiene pensamientos. ¿Estos son del Señor o algunos de estos nos alejan del Señor?. Por eso el apóstol Juan nos exhorta a poner a prueba lo que pensamos y deseamos: Si esto va en la línea del Señor, así irá bien, pero si no va... Poner a prueba los espíritus para ver si son verdaderamente de Dios, porque muchos falsos profetas proceden del mundo. Profetas y profecías o propuestas: '¡Yo quiero hacer esto!' Pero no te lleva al Señor, te aleja de Él. Por esto es necesaria la vigilancia. El cristiano es un hombre o una mujer que sabe vigilar su corazón. Y muchas veces nuestro corazón, con tantas cosas que van y vienen, parece un mercado local: de todo, encuentras de todo allí... ¡Y no! Debemos saber -esto es del Señor o esto no lo es- para permanecer en el Señor. Por tanto, ¿cuál es el criterio para entender si algo viene de Cristo o del anticristo?. San Juan tiene una idea clara y sencilla: todo espíritu que reconoce a Jesucristo, venido en la Carne, es de Dios. Todo espíritu que no reconoce a Jesús no es de Dios: es el espíritu del anticristo. Pero, "¿qué quiere decir reconocer que el Verbo ha venido en Carne?". El Pontífice ha explicado que "reconocer el camino de Jesucristo", reconocer que Él, "siendo Dios, se ha abajado, se ha humillado" hasta la "muerte de cruz". Ese es el camino de Jesucristo, el abajamiento, la humildad, también la humillación. Si un pensamiento, si un deseo te lleva sobre ese camino de humildad, de abajamiento, de servicio a los demás, es de Jesús. Pero si te lleva sobre el camino de la suficiencia, de la vanidad, del orgullo, sobre el camino de un pensamiento abstracto, no es de Jesús. Pensemos en las tentaciones de Jesús en el desierto: las tres propuestas que hace el demonio a Jesús son propuestas que querían alejarlo de este camino, el camino del servicio, de la humildad, la humillación, la caridad. Pero la caridad hecha con su vida ¿no? A las tres tentaciones Jesús dice no: 'No, este no es mi camino'. Por ello, invito a todos a pensar precisamente en lo que sucede en nuestro corazón. En lo que pensamos y sentimos, en qué queremos, a examinar los espíritus. ¿Yo pongo a prueba lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo o lo tomo todo? Y así, muchas veces, nuestro corazón es un camino, pasan todos por allí... Poner a prueba. ¿Y elijo siempre las cosas que vienen de Dios? ¿Sé cuales son las que vienen de Dios? ¿Conozco el verdadero criterio para discernir mis pensamientos, mis deseos? Pensemos esto y no olvidemos que el criterio es la Encarnación del Verbo. El Verbo ha venido a la carne: ¡esto es Jesucristo! Jesucristo que se ha hecho hombre, Dios hecho hombre, se ha abajado, se ha humillado por amor, para servirnos a todos nosotros. Y el apóstol Juan nos conceda la gracia de conocer qué sucede en nuestro corazón y tener la sabiduría de discernir lo que viene de Dios y lo que no viene de Dios. Mes de Enero, 2014
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HOMILÍAS DIARIAS DEL PAPA FRANCISCO EN SANTA MARTA
El amor cristiano no es como el de las telenovelas
09 de enero de 2014
El amor cristiano tiene siempre la característica de ser "concreto". Por tanto, es un amor que "está más en las obras que en las palabras", está "más en el dar que en el recibir". Ningún romanticismo: o es un amor altruista o servicial, que se enrolla las mangas y mira a los pobres, que prefiere dar en vez de recibir, o no tiene nada que ver con el amor cristiano. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor es perfecto en nosotros. La experiencia de la fe, está precisamente en este "doble permanecer". Y de este modo, nosotros en Dios y Dios en nosotros: esta es la vida cristiana. No permanecer en el espíritu del mundo, no permanecer en la superficialidad, no permanecer en la idolatría, no permanecer en la vanidad. No, no: permanecer en el Señor. Y Él retribuye esto: Él permanece en nosotros. Pero, primero, permanece Él en nosotros. Muchas veces lo echamos y nosotros no podemos permanecer en Él. Es el Espíritu el que permanece. Permanecer en el amor de Dios, ha afirmado, no es tanto un éxtasis del corazón, una cosa bonita de sentir. Por ello: ¡Mirad que el amor del que habla Juan no es el amor de las telenovelas! No, es otra cosa. El amor cristiano tiene siempre una cualidad: la concreción. El amor cristiano es concreto. El mismo Jesús, cuando habla del amor, nos habla de cosas concretas: dar de comer a los hambrientos, visitar a los enfermos y tantas cosas concretas. El amor es concreto. La concreción cristiana. Y cuando no hay esta concreción, se puede vivir un cristianismo de ilusiones, porque no se entiende bien donde está el centro del mensaje de Jesús. Esta amor no llega a ser concreto: es un amor de ilusiones, como estas ilusiones que tenían los discípulos cuando, mirando a Jesús, creían que era un fantasma. El fantasma es el que precisamente -en el pasaje del Evangelio de hoy- los discípulos ven asombrados y temerosos venir hacia ellos caminando sobre el mar. Pero su estupor nace de una dureza de corazón, porque -dice el mismo Evangelio - "no habían entendido" la multiplicación de los panes sucedida poco antes. Así, si tu tiene el corazón endurecido tu no puedes amar y piensas que el amor sea eso de imaginarse cosas. No, el amor es concreto". Y esta concreción, añade, se funda sobre dos criterios: "Primer criterio: amar con las obras, no con las palabras. ¡Las palabras se las llevo el viento!". Hoy están, mañana no están. Segundo criterio de concreción es: en el amor es más importante el dar que el recibir. El que ama da, da... Da cosas, da vida, da sí mismo a Dios y a los demás. Sin embargo, quien no ama, quien es egoísta, siempre busca recibir, siempre buscar tener cosas, tener ventajas. Permanecer con el corazón abierto, no como estaba el de los discípulos, cerrado, que no entendían nada: permanecer en Dios y Dios en nosotros; permanecer en el amor”.
Mes de Enero, 2014
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Recitar el Credo con el corazón y no como papagayos 10 de enero de 2014
La primera Carta de San Juan en la que el apóstol insiste sobre esa palabra que para él es como la expresión de la vida cristiana: Permanecer en el Señor, para amar a Dios y al prójimo. Este permanecer en el amor de Dios es obra del Espíritu Santo y de nuestra fe y produce un efecto concreto. Así, quien permanezca en Dios, quien ha sido generado por Dios, quien permanece en el amor vence al mundo y la victoria es nuestra fe. Por nuestra parte, la fe. Por parte de Dios -‐por este 'permanecer'-‐ el Espíritu Santo, que hace esta obra de gracia. Por nuestra parte, la fe. ¡Es fuerte! Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: ¡nuestra fe! ¡Nuestra fe puede todo! ¡Es victoria! Y esto sería bonito que lo repitiéramos, también a nosotros mismos, porque muchas veces somos cristianos derrotados. Pero la Iglesia está llena de cristianos derrotados, que no creen en esto, que la fe es la victoria; que no viven esta fe, porque si no se vive esta fe, está la derrota y vence el mundo, el príncipe del mundo. Jesús alabó mucho la fe de la hemorroísa, de la cananea o del ciego de nacimiento y decía que quien tenga fe como un grano de mostaza puede mover montañas. Esta fe nos pide dos actitudes: confesar y confiar. Sobre todo confesar. La fe es confesar a Dios, pero el Dios que se ha revelado a nosotros, desde el tiempo de nuestros padres hasta ahora; el Dios de la historia. Y esto es lo que todos los días recitamos en el Credo. Y una cosa es recitar el Credo desde el corazón y otra es hacerlo como papagayos. Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo, creo... ¿Yo creo en lo que digo? ¿Esta confesión de fe es verdadera o la digo de memoria porque se debe decir? ¿O creo a medias? ¡Confesar la fe! ¡Toda, no una parte! Y esta fe guardarla toda, como ha llegado a nosotros, por el camino de la tradición: ¡toda la fe! ¿Y cómo puedo saber si yo confieso bien la fe? Hay un signo: quien confiesa bien la fe, y toda la fe, tiene la capacidad de adorar, adorar a Dios. Nosotros sabemos cómo pedir a Dios, como dar gracias a Dios, pero adorar a Dios, ¡alabar a Dios es más! Solamente quien tiene esta fe fuerte es capaz de la adoración. Yo me atrevo a decir que el termómetro de la vida de la Iglesia está un poco bajo en esto: hay poca capacidad de adorar, no tenemos mucha, algunos sí... Y esto porque en la confesión de la fe nosotros no estamos convencidos o estamos convencidos a mitad. Por tanto la primera actitud es confesar la fe y guardarla. La otra actitud es confiarse. El hombre o la mujer que tiene fe confía en Dios: ¡confía! Pablo, en un momento oscuro de su vida, decía: 'Yo se bien de quien me he fiado' ¡De Dios! Confiar: y esto nos lleva a la esperanza. Así como la confesión de la fe nos lleva a la adoración y a la alabanza a Dios, el fiarse de Dios nos lleva a una actitud de esperanza. Hay muchos cristianos con una esperanza demasiado aguada, no fuerte: una esperanza débil. ¿Por qué? Porque no tiene la fuerza y la valentía para confiarse al Señor. Pero si nosotros cristianos creemos confesando la fe, también guardándola, haciendo custodia de la fe y confiando en Dios, en el Señor, seremos cristianos vencedores. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: ¡nuestra fe!
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La fuerza de un sacerdote está en su relación con Jesús El Santo Padre advierte sobre los sacerdotes que se alejan de su unción y se convierten en devotos del 'dios Narciso' 11 de enero de 2014 Comentando la primera carta de san Juan, allí donde dice que tenemos la vida eterna porque creemos en el nombre de Jesús, cómo es la relación de los sacerdotes con Jesús, porque la fuerza de un sacerdote está en esta relación. Así que Jesús, cuando crecía en popularidad, iba donde el Padre, se retiraba a lugares desiertos para rezar. Esta es un poco la referencia para nosotros sacerdotes si vamos o no vamos a encontrar a Jesús; ¿cuál es el lugar de Jesucristo en mi vida sacerdotal? Una relación viva, de discípulo a Maestro, de hermano a hermano, de hombre pobre a Dios, ¿o es una relación un poco artificial... que no viene del corazón? Nosotros estamos ungidos por el Espíritu y cuando un sacerdote se aleja de Jesucristo puede perder la unción. En su vida, no: esencialmente la tiene… pero la pierde. Y en vez de ser ungido termina por ser 'grasiento'. ¡Y cuánto mal hacen a la Iglesia los sacerdotes grasientos! Los que ponen su fuerza en las cosas artificiales, en la vanidad, en una actitud...en un lenguaje poco natural... Pero, cuantas veces se escucha decir con dolor: 'Pero, este es un sacerdote-mariposa!' porque siempre está en las vanidades... Este no tiene una relación con Jesucristo! Ha perdido la unción: es un grasiento. Nosotros sacerdotes tenemos muchos límites: somos pecadores, todos. Pero si vamos donde Jesucristo, si buscamos al Señor en la oración -la oración de intercesión, la oración de adoración- somos buenos sacerdotes, aunque si somos pecadores. Pero si nos alejamos de Jesucristo, debemos compensar esto con otras actitudes...mundanas. Y así, todas estas figuras... también el sacerdote-de negocios, el sacerdote- emprendedor... Pero el sacerdote que adora a Jesucristo, el sacerdote que habla con Jesucristo o que se deja buscar por Jesucristo: este es el centro de nuestra vida. Si no hay esto, perdemos todo. ¿Y qué daremos a la gente? Nuestra relación con Jesucristo, relación de ungidos para su pueblo crezca en nosotros sacerdotes cada día más. Es bonito encontrar sacerdotes que han dado la vida como sacerdotes, de verdad, y de los que la gente dice: 'Pero, sí, tiene carácter, tiene esto, tiene aquello… pero es un sacerdote!''Y la gente tiene olfato! Sin embargo, cuando la gente ve los sacerdotes -por decir una palabra- idólatras, que en vez de tener a Jesús tienen pequeños ídolos... pequeños... algunos devotos del 'dios Narciso', también… Cuando la gente ve a estos, la gente dice: '¡Pobrecillo!' Lo que nos salva de la mundanidad y de la idolatría que nos hace grasientos, lo que nos conserva en la unción, es la relación con Jesucristo. Y hoy, a vosotros que habéis tenido la gentileza de venir a concelebrar aquí, conmigo, os deseo esto: perded todo en la vida, ¡pero no perdáis esta relación con Jesucristo! Esta es vuestra victoria. Y ¡adelante con esto!.
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El amor de Dios es eterno, concreto y artesanal
El Señor se involucra en la historia y va adelante con nosotros 13 de enero de 2014
Jesús llama a Pedro, Andrés, Santiago y Juan: están pescando, pero dejan enseguida las redes y le siguen. El Señor quiere preparar a sus discípulos para su nueva misión. Es precisamente de Dios, del amor de Dios preparar los caminos... preparar nuestras vidas, para cada uno de nosotros. Él no nos hace cristianos por generación espontánea: ¡Él prepara! Prepara nuestro camino, prepara nuestra vida, desde hace tiempo: Parece que Simón, Andrés, Santiago y Juan hayan sido elegidos definitivamente aquí, ¡sí han sido elegidos! ¡Pero ellos en este momento no han sido definitivamente fieles! Después de esta elección se han equivocado, han hecho propuestas no cristianas al Señor: ¡han renegado al Señor! Pedro en grado superlativo, los otros por temor: tienen miedo y se van. Han abandonado al Señor. El Señor prepara. Y luego, después de la Resurrección, el Señor ha tenido que continuar en este camino de preparación hasta el día de Pentecostés. Y después de Pentecostés también, alguno de estos –Pedro, por ejemplo– se ha equivocado y Pablo ha tenido que corregirlo. Pero el Señor prepara. Por lo tanto, el Señor nos prepara desde hace tantas generaciones: Y cuando las cosas no van bien, Él se involucra en la historia y arregla la situación y va adelante con nosotros. Pero pensemos en la genealogía de Jesucristo, a esa lista: este genera a este, este genera a este, este genera a este… En esa lista histórica hay pecadores y pecadoras. Pero, ¿cómo lo ha hecho el Señor? Se ha mezclado, ha corregido el camino, ha regulado las cosas. Pensemos en el gran David, un gran pecador, y luego un gran santo. ¡El Señor lo sabe! Cuando el Señor nos dice ‘Con amor eterno, Yo te he amado’ se refiere a esto. Desde hace muchas generaciones el Señor ha pensado en nosotros, ¡en cada uno de nosotros!. Me gusta pensar que el Señor tiene los sentimientos de la pareja que está esperando un hijo: lo espera. Nos espera siempre en esta historia y luego nos acompaña a través de la historia. Este es el amor eterno del Señor; ¡eterno, pero concreto! Incluso un amor artesanal, porque Él va haciendo la historia, va preparando el camino para cada uno de nosotros. Y este es el amor de Dios" que "¡nos ama desde siempre y nunca nos abandona! Roguemos al Señor para conocer esta ternura de su corazón". Y esto es un acto de fe, y no es fácil creer esto: Por qué nuestro racionalismo dice: ‘¿Cómo el Señor, con la cantidad de personas que tiene, piensa en mí? Sin embargo, ¡me ha preparado el camino a mí! Con nuestras madres, nuestras abuelas, nuestros padres, nuestros abuelos y bisabuelos... El Señor lo hace así. Este es su amor: concreto, eterno, y también artesanal. Oremos, pidiendo esta gracia de comprender el amor de Dios. ¡Pero nunca se entiende! Se siente, se llora, pero comprenderlo aquí, no se entiende. También esto nos dice lo grande que es este amor. El Señor que nos prepara desde hace tiempo, camina con nosotros, preparando a los otros. ¡Está siempre con nosotros! Pedimos la gracia de comprender este gran amor con el corazón. Mes de Enero, 2014
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Los cristianos no sean hipócritas o legalistas Los cuatro modelos de creyentes 14 de enero de 2014 Jesús, los escribas, el sacerdote Elí y sus dos hijos, también sacerdotes. El Evangelio nos dice cual era la actitud de Jesús en su catequesis, enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Estos últimos enseñaban, predicaban, pero ataban a la gente con muchas cosas pesadas sobre los hombros, y la pobre gente no podía continuar: Y Jesús mismo les dice que ellos no movían estas cosas ni con un dedo, ¿no? Y después, dirá a la gente: ‘¡Haced lo que dicen pero no lo que hacen!’. Gente incoherente… Pero siempre estos escribas, estos fariseos, es como si dieran bastonadas a la gente, ¿no? ‘Debéis hacer esto, esto y esto’, a la pobre gente… Y Jesús dice: ‘Pero así cerráis – ¡se lo dice a ellos! – la puerta del Reino de los Cielos. ¡No dejáis entrar, y vosotros tampoco entráis!’. Es una manera, un modo de predicar, de enseñar, de dar testimonio de la propia fe… Y así, cuantos hay que creen que la fe es así…. En la Primera Lectura, tomada del Libro de Samuel, encontramos la figura de Elí, un pobre sacerdote, débil, tibio que dejaba hacer muchas cosas malas a sus hijos. Elí estaba sentado ante la puerta del Templo del Señor y mira a Ana, una señora que rezaba a su manera, pidiendo un hijo. Esta mujer rezaba como reza la gente humilde: sencillamente, pero desde su corazón, con angustia. Ana movía los labios, como hacen tantas buenas mujeres en nuestras iglesias, en nuestros santuarios. Rezaba así y pedía un milagro. Y el anciano Elí la miraba y decía: ¡Pero, esta está bebida! y la despreció. Él era el representante de la fe, el dirigente de la fe, pero su corazón no sentía bien y despreció a esta señora: Cuantas veces el pueblo de Dios se siente no querido por aquellos que deben dar testimonio: por los cristianos, por los laicos cristianos, por los sacerdotes, por los obispos… ‘Pero, pobre gente, no entiende nada... Debe hacer un curso de teología para entender bien’. Pero, ¿por qué tengo cierta simpatía por este hombre? Porque en el corazón aún tenía la unción, porque cuando la mujer le explica su situación, Elí le dice: ‘Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido. Sale la unción sacerdotal: pobre hombre, la había escondido dentro y su pereza… es un tibio. Y después acaba mal, pobrecito. Sus hijos no se ven en el pasaje de la Primera Lectura, pero eran los que gestionaban el Templo, eran ladrones. Eran sacerdotes, pero ladrones. Iban detrás del poder, detrás del dinero explotaban a la gente, se aprovechaban de las limosnas, de los regalos y el Señor les castiga fuerte. Esta es la figura del cristiano corrupto, del laico corrupto, del sacerdote corrupto, del obispo corrupto, que se aprovecha de su situación, de su privilegio de la fe, de ser cristiano y su corazón acaba corrupto, como sucede a Judas. De un corazón corrupto, ha proseguido, sale la traición. Judas traiciona a Jesús. Los hijos de Elí son por tanto el tercer modelo de creyente. Y después está el cuarto, Jesús. Y de Él la gente dice: Este enseña como uno que tiene autoridad: esta es una Mes de Enero, 2014
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HOMILÍAS DIARIAS DEL PAPA FRANCISCO EN SANTA MARTA enseñanza nueva ¿Pero donde está la novedad. Es “el poder de la santidad”, “la novedad de Jesús es que trae consigo la Palabra de Dios, el mensaje de Dios, es decir el amor de Dios por cada uno de nosotros”. Jesús, ha explicado, “acerca a Dios a la gente y para hacerlo se acerca Él: está cerca de los pecadores”. Jesús perdona a la adúltera, “habla de teología con la Samaritana, que no era un angelito”. Jesús busca el corazón de las personas, Jesús se acerca al corazón herido de las personas. A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios. Jesús quiere que la gente se acerque, que le busque y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor. Y toda esta actitud, ha revelado, es por lo que la gente dice: ‘¡Pero, esta es una enseñanza nueva!’. No, no es una enseñanza nueva: es la manera de hacerlo, nueva. Es la transparencia evangélica: Pidamos al Señor que estas dos lecturas nos ayuden en nuestra vida de cristianos: todos. Cada uno en su lugar. A no ser legalistas puros, hipócritas como los escribas y los fariseos. A no ser corruptos como los hijos de Elí. A no ser tibios como Elí, sino a ser como Jesús, con ese celo de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con esto decirle: ‘¡Pero si yo hago esto así, piensa cómo te ama Dios, cómo es tu Padre!’. Esta es la enseñanza nueva que Dios nos pide. Pidamos esta gracia.
Mes de Enero, 2014
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Quienes dan escándalo no tienen una relación con Dios Ciudad del Vaticano, 16 de enero de 2014 Una dura derrota de los israelitas por los filisteos, ha observado que el pueblo de Dios en aquella época había abandonado al Señor. Se decía que la Palabra de Dios era "rara" en aquella época. El viejo sacerdote Elí era un "tibio" y sus hijos "corruptos, asustaban al pueblo y los golpeaban". Los israelitas, para combatir contra los filisteos utilizaron el Arca de la Alianza, pero como algo "mágico", "algo externo". Y fueron derrotados: los enemigos se apropiaron del Arca. No hay fe verdadera en Dios, en su presencia real en la vida. Este pasaje de la Escritura nos hace pensar como es nuestra relación con Dios, con la Palabra de Dios: ¿es una relación formal? ¿Es una relación lejana? La Palabra de Dios ¿entra en nuestro corazón, tiene este poder o no, es una relación formal, todo bien? ¡Pero el corazón está cerrado a esta Palabra! ¡Y nos lleva a pensar en tantas derrotas de la Iglesia, a tantas derrotas del pueblo de Dios sencillamente porque no escucha al Señor, no busca al Señor, no se deja buscar por el Señor! Y después de la tragedia, esta oración: 'Pero, Señor, ¿qué ha pasado?, has hecho de nosotros el desprecio de nuestros vecinos. El desprecio y la burla de quienes nos rodean. Nos has hecho un nombre entre las naciones. Sobre nosotros los pueblos mueven la cabeza'. Pero, ¿nos avergonzamos? Tantos escándalos que yo no quiero mencionar singularmente, pero que todos sabemos... ¡Sabemos donde están! Escándalos, algunos los han tenido que pagar caro: ¡está bien! Se debe hacer así... ¡La vergüenza de la Iglesia! ¿Pero nos hemos avergonzado de estos escándalos, de estas derrotas de sacerdotes, obispos, laicos? La Palabra de Dios en esos escándalos era rara; ¡en esos hombres y en esas mujeres la Palabra de Dios era rara! ¡No tenían una relación con Dios! Tenían un posición en la Iglesia, una posición de poder, también de comodidad. Pero la Palabra de Dios, ¡no! 'Pero, yo llevo una medalla'; 'Yo llevo la Cruz'... Sí, ¡como éstos llevaban el Arca!" ¡Sin una relación viva con Dios y con la Palabra de Dios! Me viene a la mente esa Palabra de Jesús para aquellos para los cuales vienen los escándalos... Y aquí el escándalo ha llegado: toda una decadencia del pueblo de Dios, hasta la debilidad, a la corrupción de los sacerdotes. ¡Pobre gente! ¡Pobre gente! ¡No damos de comer el pan de vida; no damos de comer - en esos casos - la verdad! Y hasta damos de comer alimento envenenado, ¡muchas veces! '¡Despiértate, porque duermes Señor!' ¡Que esta sea nuestra oración! '¡Despertad! ¡No nos rechaces por siempre! ¿Por qué escondes tu rostro? ¿Por qué olvidas nuestra miseria y opresión?' Para finalizar, el Santo Padre exhortado para que "pidamos al Señor no olvidar nunca la Palabra de Dios, que está viva, que entre en nuestro corazón y no olvidar nunca el santo pueblo fiel de Dios, ¡que nos pide alimento fuerte!"
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Un cristiano no aparta la Palabra de Dios para seguir la moda 17 de enero de 2014 La tentación de querer ser "normales", cuando sin embargo se es hijo de Dios. Que en realidad quiere decir ignorar la Palabra del Padre y seguir una sola humana, "la palabra del propio querer", eligiendo en cierto modo "vender" el don de una predilección para sumergirse en una "uniformidad mundana”. Esta tentación del pueblo judío del Antiguo Testamento la ha tenido más de una vez, deteniéndose en el episodio de la liturgia del primer libro de Samuel. En ella, los jefes del pueblo piden al mismo Samuel, ya envejecido, establecer para ellos un nuevo rey, intentando autogobernarse. En ese momento, el pueblo rechaza a Dios: no solo no escucha la Palabra de Dios, sino que la rechaza. Y la frase reveladora de este anuncio, ha subrayado el Papa, es la de los ancianos de Israel: queremos un "rey juez", porque así "estaremos también nosotros como todos los pueblos. De este modo, rechazan al Señor del amor, rechazan la elección y buscan el camino de la mundanidad", de forma análoga a tantos cristianos de hoy: "La normalidad de la vida exige al cristiano fidelidad a su elección y no venderla para ir hacia una uniformidad mundana. Esta es la tentación del pueblo, y también la nuestra. Muchas veces olvidamos la palabra de Dios, lo que nos dice el Señor, y cogemos la palabra de moda ¿no?, también la de la telenovela está de moda, cogemos esa, ¡es más divertida! La apostasía es precisamente el pecado de la ruptura con el Señor, pero es clara: la apostasía se ve claramente. Esto es más peligroso, la mundanidad, porque es más sutil. Es verdad que el cristiano debe ser normal, como son normales las personas, pero hay valores que el cristiano no puede tomar por sí mismo. El cristiano debe retener en sí la Palabra de Dios que le dice: 'tú eres mi hijo, tú eres elegido, yo estoy contigo, yo camino contigo. Resistiendo por tanto a la tentación -como en el episodio de la Biblia- de considerarse víctimas de "un cierto complejo de inferioridad", de no sentirse un "pueblo normal. La tentación viene y endurece el corazón y cuando el corazón está duro, cuando el corazón no está abierto, la Palabra de Dios no puede entrar. Jesús decía a los de Emaús: '¡insensatos y lentos de corazón!' Tenían el corazón duro, no podían entender la Palabra de Dios. Y la mundanidad suaviza el corazón, pero mal: ¡nunca es algo bueno el corazón suave! El bueno es el corazón abierto a la Palabra de Dios, que la recibe. Como la Virgen, que meditaba todas estas cosas en su corazón, dice el Evangelio. Recibir la Palabra de Dios para no alejarse de la elección". Pidamos a Dios la gracia para superar nuestros egoísmos: el egoísmo de querer hacer lo mío, como yo quiero: Pidamos la gracia de superarlos y pidamos la gracia de la docilidad espiritual, eso es de abrir el corazón a la Palabra de Dios y no hacer como han hecho estos nuestros hermanos, que han cerrado el corazón porque se habían alejado de Dios y desde hacía tiempo no escuchaban y no entendían la Palabra de Dios.
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Acojamos las sorpresas de Dios 20 de enero de 2014 La libertad cristiana está en la docilidad a la Palabra de Dios. Por ello debemos estar siempre preparados a acoger la novedad del Evangelio y las sorpresas de Dios. La Palabra de Dios que es viva y eficaz, discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón. Y para acoger verdaderamente la Palabra de Dios, tener una actitud de "docilidad". La Palabra de Dios es viva y por eso viene y dice lo que quiere decir: no lo que yo espero que diga o lo que me gustaría que dijera. Asimismo ha observado que es una Palabra libre y también un sorpresa porque "nuestro Dios es un Dios de las sorpresas. La Revelación es novedad. Nuestro Dios es un Dios que siempre hace las cosas nuevas y nos pide esta docilidad a su novedad. En el Evangelio Jesús es claro en esto, es muy claro: vino nuevo en odres nuevos. El vino lo lleva Dios, pero debe ser recibido con esta apertura a la novedad. Y esto se llama docilidad. Nosotros podemos preguntarnos: ¿yo soy una persona dócil a la Palabra de Dios? ¿Hago pasar la Palabra de Dios por un alambique y al final es otra cosa respecto a lo que Dios quiere hacer". Si hago esto - ha proseguido - "termino como el trozo de tela nuevo en un vestido viejo, y deja el roto peor". Cuando yo quiero coger electricidad de la fuente eléctrica, si el aparato que tengo no funciona, busco un adaptador. Nosotros debemos buscar siempre adaptarnos, adecuarnos a esta novedad de la Palabra de Dios, estar abiertos a la novedad. Saúl, elegido de Dios, ungido por Dios, había olvidado que Dios es sorpresa y novedad. Se había olvidado, se había cerrado en sus pensamientos, en sus esquemas, y así ha razonado humanamente. En tiempos de Saúl, cuando uno ganaba una batalla se llevaba el botín y con parte de esto realizaba el sacrificio. Estos animales tan bellos serán para el Señor. Saúl ha razonado con su pensamiento, con su corazón, cerrado en las costumbres, mientras que "nuestros Dios, no es un Dios de costumbres: es un Dios de sorpresas. Saúl no ha obedecido a la Palabra de Dios, no ha sido dócil a la Palabra de Dios. Y Samuel le reprochaba por esto, le dice que no ha obedecido, que no ha sido siervo, ha sido señor, él. Se ha adueñado de la Palabra de Dios. Por esta razón, la rebelión, no obedecer la Palabra de Dios es pecado de divinización. A su vez, la obstinación, la no docilidad para hacer lo que tú quieres y no lo que quiere Dios, es pecado de idolatría". Esto nos hace pensar sobre que qué es la libertad cristiana, qué es la obediencia cristiana. La libertad cristiana y la obediencia cristiana son docilidad a la Palabra de Dios, y tener esa valentía de convertirse en odres nuevos, para este vino nuevo que viene continuamente. Esta valentía de discernir siempre: discernir, digo, no relativizar. Discernir siempre qué hace el Espíritu en mi corazón, qué quiere el Espíritu en mi corazón, dónde me lleva el Espíritu en mi corazón. Y obedecer. Discernir y obedecer. Pidamos hoy la gracia de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra de Dios, y esta Palabra que es viva y eficaz, que discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón. Mes de Enero, 2014
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Dios tiene una relación personal con su pueblo 21 de enero de 2014 El Señor y los pequeños, la relación del Señor con su pueblo es una relación personal es siempre de tú a tú. En un pueblo, cada uno tiene su sitio. Pero el Señor habla a la gente así, a la masa, nunca. Siempre habla personalmente, con los nombres. Y elige personalmente. El pasaje de la creación es una figura que hace ver esto: es el mismo Señor que con sus manos artesanalmente hace al hombre y le da nombre: 'tú te llamas Adán'. Y así comienza esa relación entre Dios y la persona. Y hay otra cosa, hay una relación entre Dios y nosotros pequeños: Dios, el grande y nosotros pequeños. Dios, cuando debe elegir a las personas, también a su pueblo, siempre elige a los pequeños". Dios elige a su pueblo porque es "el más pequeño", tiene "menos poder" que los otros pueblos. Hay un "diálogo entre Dios y la pequeñaza humana". También la Virgen María dijo: "El Señor ha mirado la humillación de su sierva". El Señor "ha elegido a los pequeños. El profeta Samuel está delante del más grande de los hijos de Jesé y pensó que era su consagrado, porque era un hombre alto, grande. Pero el Señor le dice que no mire su aspecto ni su estatura y añade: yo lo he descartado, porque no cuenta lo que ve el hombre". De hecho, el hombre ve la apariencia, pero el Señor ve el corazón. El Señor elige según sus criterios". Y elige a "los débiles y los humildes, para confundir a los poderosos de la tierra". Así como "el Señor elige a David, el más pequeño" que "no contaba para su padre", el que no estaba en casa porque cuidaba a las ovejas. Y David fue elegido. Todos nosotros con el bautismo somos elegidos por el Señor. Todos somos elegidos. Nos ha elegido uno a uno. Nos ha dado un nombre y nos mira. Hay un diálogo, porque así ama el Señor. También David después se convirtió en rey y se equivocó. Quizá ha hecho muchos, pero la Biblia cuenta dos errores grandes, dos errores de esos importantes. ¿Qué hizo David? Se ha humillado. Ha vuelto a su pequeñez y ha dicho: 'Soy un pecador'. Y ha pedido perdón y ha hecho penitencia. Después llega el segundo pecado, David dijo al Señor: "Castígame, no al pueblo. El pueblo no tiene la culpa, yo soy culpable". David, ha guardado su pequeñez, con arrepentimiento, con oración, con llanto. Pensando en estas cosas, en este diálogo entre el Señor y nuestra pequeñez me pregunto donde está la fidelidad cristiana. La fidelidad cristiana, nuestra fidelidad, es simplemente mantener nuestra pequeñez, para poder dialogar con el Señor. Mantener nuestra pequeñez. Por esto la humildad, la mansedumbre son tan importantes en la vida del cristiano, porque guarda la pequeñez, a la que le gusta mirar al Señor. Y será siempre el diálogo entre nuestra pequeñez y la grandeza del Señor. Nos dé el Señor, por intercesión de san David también por intercesión de la Virgen que cantaba gozosa al Dios, porque había mirado su humildad - nos dé el Señor la gracia de mantener nuestra pequeñez delante de Él”.
Mes de Enero, 2014
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HOMILÍAS DIARIAS DEL PAPA FRANCISCO EN SANTA MARTA
Los celos y murmuraciones destruyen a las comunidades cristianas'
23 de enero de 2014
El día que habla de la victoria de los israelitas sobre los filisteos gracias al valor de joven David. La alegría de la victoria se transforma pronto en tristeza y envidia en el rey Saúl al ver que las mujeres alababan a David por haber matado a Goliat. Entonces, esa gran victoria comienza a convertirse en derrota en el corazón del rey en el que se insinúa, como sucede en Caín, la semilla de los celos y de la envidia. Y como Caín con Abel, entonces el rey decide matar a David. Así hacen los celos en nuestro corazón es un inquietud mala, que no tolera que otro hermano o hermana tenga algo que yo no tengo. Saúl, en vez de alabar a Dios, como hacían las mujeres de Israel, por esta victoria, prefiere cerrarse en sí mismo, lamentarse" y "cocinar sus sentimientos en el caldo de la amargura. Los celos llevan a matar. La envidia lleva a matar. Ha sido precisamente esta puerta, la puerta de la envidia, por la cual el diablo ha entrado en el mundo. La Biblia dice: 'Por la envidia el diablo ha entrado a hacer mal en el mundo'. Los celos y la envidia abren las puertas a todas las cosas malas. También divide a una comunidad. Una comunidad cristiana, cuando algunos de sus miembros sufren de envidia, de celos, termina dividida: uno contra el otro. Y esto es un veneno fuerte. Es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín. En el corazón de una persona tocada por los celos y la envidia suceden "dos cosas clarísimas". Primero la amargura: "La persona envidiosa, la persona celosa es una persona amarga: no sabe cantar, no sabe alabar, no sabe qué es la alegría, siempre mira 'que tiene áquel y yo no tengo'. Y esto lleva a la amargura, una amargura que se difunde en toda la comunidad. Son estos sembradores de amargura. Y la segunda actitud, que llevan los celos y la envidia, son a murmurar. Porque este no tolera que el otro tenga algo, la solución es rebajar al otro, para que yo esté más alto. Y el instrumento son las murmuraciones. Mira siempre y verás que detrás de una murmuración están los celos y la envidia. Y las murmuraciones dividen la comunidad, destruyen a la comunidad. Son las armas del diablo. Una persona que está bajo la influencia de la envidia y de los celos, mata, como dice el apóstol Juan: Quien odia a su hermano es un homicida. Así como "el envidioso, el celoso, comienza a odiar al hermano". Por tanto, hoy, en esta misa, recemos por nuestras comunidades cristianas, para que esta semilla de los celos no sea sembrada entre nosotros, para que la envidia no tome lugar en nuestro corazón, en el corazón de nuestras comunidades, y así podamos ir hacia adelante con la alabanza al Señor, alabando al Señor, con la alegría. Y es una gracia grande, la gracia de no caer en la tristeza, en el estar resentido, en los celos y en la envidia".
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Debemos construir puentes y no un muro de Berlín 24 de enero de 2014 Me rompo pero no me doblo, afirma una cierta sabiduría popular. Me doblo para no romper, sugiere la sabiduría cristiana. Dos modos de entender la vida: el primero, con su dureza, fácilmente destinado a alzar muros de incomunicación entre personas, hasta la degeneración del odio. El segundo se inclina a crear puentes de compresión, también después de una pelea. Pero, con la condición de buscar y practicar la humildad. Para dialogar es necesaria la mansedumbre, sin gritar. Y necesario también pensar que la otra persona tiene algo más de mí, y David lo pensaba: 'Él es el ungido del Señor, es más importante que yo'. La humildad, la mansedumbre... Para dialogar, es necesario hacer lo que hemos pedido hoy en la oración, al inicio de la misa: hacerse todo a todos. Humildad, mansedumbre, hacerse todo a todos también -pero no está escrito en la Bibliatodos saben que para hacer estas cosas es necesario aguantar mucho. Pero, debemos hacerlo, porque la paz se hace así: con la humildad, la humillación, buscando siempre ver en el otro la imagen de Dios. Dialogar es difícil. Pero peor que intentar construir un puente con un adversario es dejar que crezca en el corazón el resentimiento hacia él. De este modo quedamos aislados en este caldo amargo de nuestro resentimiento. Sin embargo, tomando como ejemplo a David, un cristiano vence el odio con un acto de humildad. Humillarse, y siempre hacer el puente, siempre. Siempre. Y esto es ser cristiano. No es fácil. No es fácil. Jesús lo ha hecho: se ha humillado hasta el final, nos ha hecho ver el camino. Y es necesario que no pase mucho tiempo: cuando está el problema, lo antes posible, en el momento en el que se pueda hacer, después que ha pasado la tormenta, acercarse al diálogo, porque el tiempo hace crecer el muro, como hace crecer la mala hierba que impide el crecimiento del grano. Y cuando los muros crecen es muy difícil la reconciliación:¡es muy difícil! No es un problema si algunas veces vuelan los platos, también en la familia, en las comunidades, en los barrios, porque lo importante es buscar la paz lo antes posible, con una palabra, un gesto. Un puente más que un muro, como el que por tantos años dividió Berlín. Porque también en nuestro corazón está la posibilidad de convertirse en Berlín con el Muro con otros. Yo tengo miedo de estos muros, de estos muros que crecen cada día y favorecen los resentimientos. También el odio. Pensemos en este joven David: habría podido vengarse perfectamente, habría podido eliminar al rey y él eligió el camino del diálogo, con la humildad, la mansedumbre, la dulzura. Hoy, podemos pedir a san Francisco de Sales, Doctor de la dulzura, que nos dé a todos nosotros la gracia de hacer puentes con los otros, nunca muros.
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Agradezco a tantos sacerdotes que dan la vida por su pueblo 27 de enero de 2014 Al comentar la primera lectura de la liturgia de hoy, que habla de las tribus de Israel que ungen a David como su rey, explicaré el significado espiritual de esta unción: Sin esta unción David habría sido solamente el jefe de una empresa, de una sociedad política, que era el Reino de Israel, habría sido solamente un organizador político. Sin embargo, después de la unción, el Espíritu del Señor desciende sobre él y permanece con él. Y la Escritura dice: David iba creciendo cada vez más en el poder y el Señor Dios de los ejércitos estaba con él. Ésta es precisamente la diferencia de la unción. El ungido es una persona elegida por el Señor. Así es en la Iglesia para los obispos y los sacerdotes. Los obispos no son elegidos solamente para llevar adelante una organización, que se llama Iglesia particular, son ungidos, tienen la unción y el Espíritu del Señor está con ellos. ¡Pero todos los obispos, todos somos pecadores, todos! Pero somos ungidos. Y todos queremos ser más santos cada día, más fieles a esta unción. Y eso es lo que hace la Iglesia precisamente, eso que da la unidad a la Iglesia, es la persona del obispo, en nombre de Jesucristo, porque es ungido, no porque ha sido votado por la mayoría. Porque es ungido. Y en esta unción una Iglesia particular tiene su fuerza. Y por participación también los sacerdotes son ungidos. Gracias a la unción, nace en los obispos y los sacerdotes esa alegría y fuerza que permite llevar adelante a un pueblo, ayudar a un pueblo, vivir al servicio de un pueblo. Dona la alegría de sentirse elegidos por el Señor, mirados por el Señor, con ese amor con el que el Señor nos mira, a todos nosotros. Así, cuando pensamos a los obispos y a los sacerdotes, debemos pensarlos así: ungidos. Al contrario no se entiende la Iglesia, pero no solo no se entiende, no se puede explicar cómo la Iglesia va adelante solamente con las fuerzas humanas. Esta diócesis va adelante porque tiene un pueblo santo, muchas cosas, y también un ungido que la lleva, que la ayuda a crecer. Esta parroquia va adelante porque tiene muchas organizaciones, muchas cosas, pero también tiene un sacerdote, un ungido que la lleva adelante. Y nosotros en la historia conocemos una mínima parte, pero cuántos obispos santos, cuántos sacerdotes, cuántos sacerdotes santos que han dejado su vida al servicio de las diócesis, de la parroquia; cuánta gente ha recibido la fuerza de la fe, la fuerza del amor, la esperanza de estos párrocos anónimos, que nosotros no conocemos. ¡Hay muchos! De hecho, son muchos los párrocos de campo o párrocos de ciudad que con su unción han dado fuerza al pueblo, han transmitido la doctrina, han dado los sacramentos, es decir, la santidad. ¡Pero, padre, yo he leído en un periódico que un obispo ha hecho tal cosa o que un sacerdote ha hecho tal cosa!' Eh, sí, también yo lo he leído, pero, dime, ¿en los periódicos vienen las noticias de eso que hacen muchos sacerdotes, muchos sacerdotes en tantas parroquias de ciudad y del campo, tanta caridad que hacen, tanto trabajo que hacen para llevar adelante a su pueblo? ¡Ah, no! Esto no es noticia. Eh, lo de siempre: hace más ruido un árbol que cae, que un bosque que crece. Hoy pensemos en esta unción de David, nos hará bien pensar en nuestros obispos y en nuestros sacerdotes valientes, santos, buenos, fieles y rezar por ellos. ¡Gracias a ellos estamos aquí! Mes de Enero, 2014
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¿Eres capaz de gritar por un gol y no de cantar alabanzas al Señor? 28 de enero de 2014 David danzaba con todas las fuerzas delante del Señor y sobre esta imagen alegre de la que se habla en el Segundo Libro de Samuel. Todo el Pueblo de Dios estaba en fiesta porque el Arca de la Alianza volvía a casa. La oración de alabanza de David, le llevó a salir de cualquier compostura y a bailar delante del Señor con todas las fuerzas. ¡Esto era precisamente la oración de alabanza! Además, he pensado enseguida en Sara, después de haber dado a luz a Isaac. ¡El Señor me ha hecho bailar de alegría!, dijo la anciana. Por esto, para nosotros es fácil de entender la oración para pedir algo al Señor, también para dar gracias al Señor o la oración de adoración. Pero la oración de alabanza la dejamos de lado, no nos viene espontánea. ¡Pero, padre, esto es para los de la Renovación Carismática, no para todos los cristianos!' No, ¡la oración de alabanza es una oración cristiana para todos nosotros! En la misa, todos los días, cuando cantamos el Santo… Esta es una oración de alabanza: alabamos a Dios por su grandeza, ¡porque es grande! Y le decimos cosas bonitas, porque a nosotros nos gusta que sea así. 'Pero, padre, yo no soy capaz... Yo debo...' ¿Pero eres capaz de gritar cuando tu equipo marca un gol y no eres capaz de cantar alabanzas al Señor? ¿De salir un poco de tu compostura para cantar esto? ¡Alabar a Dios es totalmente gratuito! No pedimos, no damos las gracias: ¡alabamos! Debemos rezar con todo el corazón. Es un acto de justicia, ¡porque Él es grande! ¡Es nuestro Dios! David era muy feliz, porque volvía con el Arca, volvía con el Señor: también su cuerpo rezaba con esa danza. Una buena pregunta que podemos hacernos hoy: 'Pero ¿cómo va mi oración de alabanza? ¿Sé alabar al Señor? ¿Sé alabar al Señor o cuando rezo el Gloria o rezo el Sanctus lo hago solamente con la boca y no con todo el corazón?' ¿Qué me dice David, danzando aquí? Y Sara ¿bailando de alegría? Cuando David entra en la ciudad comienza otra cosa: ¡una fiesta! La alegría de la alabanza nos lleva a la alegría de la fiesta. La fiesta de la familia. Cuando David entra en el palacio, la hija del rey Saúl, Mikal, le reprende y le pregunta si no le da vergüenza haber bailado de esa forma delante de todos, él que es el rey. Mikal, "despreció a David. De este modo, yo me pregunto ¿cuántas veces nosotros despreciamos en nuestro corazón a personas buenas, gente buena que alaba al Señor como le viene, así espontáneamente, porque no son cultos, no siguen las actitudes formales? ¡Pero, desprecio! ¡Y dice la Biblia que Mikal quedó estéril durante toda la vida por esto! ¿Qué quiere decir la Palabra de Dios aquí? ¡Que la alegría, que la oración de alabanza nos hace fecundos! Sara bailaba en el momento grande de su fecundidad, a los noventa años! La fecundidad que nos da la alabanza al Señor, la gratuidad de alabar al Señor. Ese hombre o esa mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor, que cuando reza el Gloria se alegra de decirlo, cuando canta el Sanctus en la misa se alegra de cantarlo, es un hombre o una mujer fecunda. Aquellos que se cierran en la formalidad de una oración fría, medida, quizá terminan como Mikal: en la esterilidad de su formalidad. Por ello, David que danza con todas las fuerzas delante del Señor y pensemos que bello es hacer la oración de alabanza. Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! ¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates! Mes de Enero, 2014
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“No se puede estar con Cristo al margen de la Iglesia” 30 de Enero 2014 Un hombre que habla con el Señor como un hijo que habla con el padre y también si recibe un “no” a sus peticiones, lo acepta con alegría. David tenía un fuerte sentimiento de pertenencia al pueblo de Dios. Y esto nos hace preguntarnos cuál es nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, nuestro sentir con la Iglesia y en la Iglesia: El cristiano no es un bautizado que recibe el bautismo y luego va adelante por su camino. El primer fruto del bautismo es hacerte pertenecer a la Iglesia, al pueblo de Dios. No se entiende a un cristiano sin Iglesia. Y por esto el gran Pablo VI decía que es una dicotomía absurda amar a Cristo sin la Iglesia; escuchar a Cristo pero no a la Iglesia: estar con Cristo al margen de la Iglesia. No se puede. Es una dicotomía absurda. Nosotros recibimos el mensaje evangélico en la Iglesia y hacemos nuestra santidad en la Iglesia, nuestro camino en la Iglesia. Lo demás es una fantasía o, como él decía, una dicotomía absurda. El “sensus ecclesiae” es precisamente el sentir, pensar, querer, dentro de la Iglesia. Hay tres pilares de esta pertenencia, de este sentir de la Iglesia. El primero es la humildad, en la conciencia de estar dentro de una comunidad como una gracia grande: Una persona que no es humilde, no puede sentir con la Iglesia, sentirá lo que a ella le gusta, lo que a él le gusta. Y esta humildad que se ve en David. ‘¿Quién soy yo, Señor Dios, y qué cosa es mi casa?’ Con esa conciencia de que la historia de salvación no comenzó conmigo y no terminará cuando yo muera. No, es toda una historia de salvación: yo vengo, el Señor te toma, te hace ir adelante y después te llama y la historia continúa. La historia de la Iglesia comenzó antes de nosotros y seguirá después de nosotros. Humildad: somos una pequeña parte de un gran pueblo, que va por el camino del Señor. El segundo pilar es la fidelidad, que va unida a la obediencia. Fidelidad a la Iglesia, fidelidad a su enseñanza, fidelidad al Credo, fidelidad a la doctrina, mantener esta doctrina. Humildad y fidelidad. También Pablo VI nos recordaba que nosotros recibimos el mensaje del Evangelio como un don y debemos transmitirlo como un don, pero no como una cosa nuestra: es un don recibido que damos. Y en esta transmisión ser fieles. Porque nosotros hemos recibido y debemos dar un Evangelio que no es nuestro, que es de Jesús, y no debemos convertirnos en propietarios del Evangelio, propietarios de la doctrina recibida, para utilizarla a nuestro gusto. El tercer pilar es un servicio particular, rezar por la Iglesia’. ¿Cómo va nuestra oración por la Iglesia? ¿Rezamos por la Iglesia? ¿En la misa todos los días, pero en nuestra casa, no? ¿Cuándo hacemos nuestras oraciones?”. Rezar por toda la iglesia, en todas partes del mundo. Que “el Señor nos ayude a ir por este camino para profundizar nuestra pertenencia a la Iglesia y nuestro sentir con la Iglesia. Mes de Enero, 2014
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El Papa en Sta. Marta: Cuando el amor de Dios disminuye, se pierde el sentido del pecado 31 de enero de 2014 Un pecado grave, como por ejemplo es el adulterio, disminuido a un problema para resolver. La opción que elige el rey David, narrada en la primera lectura de hoy, se vuelve el espejo delante al cual pone la conciencia de cada cristiano. David se deslumbra con Betsabé, la esposa de Urías, su general, se la apropia y envía al marido a primera línea de batalla, causándole la muerte y de hecho perpetrando un asesinato. Y a pesar de ello ni el adulterio, ni el homicidio lo afectan. David se encuentra delante a un enorme pecado, pero el no lo siente como un pecado. “No le pasa por su mente pedir perdón. Lo que le viene en mente es: ¿cómo resuelvo esto?”: A todos nosotros nos puede suceder esto. Todos somos pecadores y todos estamos sujetos a la tentación que es el pan nuestro de cada día. Si alguno de nosotros dijese: Yo nunca tuve tentaciones, o eres un querubín o un poco tonto, ¿no? Se entiende... Es normal en la vida la lucha y el diablo nunca se queda tranquilo, él quiere su victoria. Pero el problema más grave no es tanto la tentación y el pecado contra el noveno mandamiento, sino el modo en el que actúa David. Y David aquí no habla de pecado, habla de un problema que tiene que resolver. ¡Esto es un signo! Cuando el reino de Dios disminuye, uno de los signos es que se pierde el sentido del pecado. Cada día, al rezar el Padrenuestro, nosotros le pedimos a Dios: Venga a nosotros tu Reino…, lo que quiere decir crezca Tu Reino. Cuando se pierde el sentido del pecado, se pierde también “el sentido del Reino de Dios” y en su lugar emerge una visión antropológica súper potente, la del yo lo puedo todo: ¡La potencia del hombre en lugar de la gloria de Dios! Este es el pan de cada día. Por esto la oración de todos los días a Dios ‘Venga tu Reino, crezca tu Reino’, porque la salvación no vendrá de nuestras astucias, de nuestra inteligencia al hacer negocios. La salvación vendrá de la gracia de Dios y del entrenamiento cotidiano que nosotros hacemos de esta gracia en la vida cristiana. El pecado más grande de hoy es que los hombres han perdido el sentido del pecado. El hombre inocente mandado a la muerte por la culpa de su rey. Urías se convierte en el emblema de todas las víctimas de nuestra inconfesada soberbia: Yo os confieso, cuando veo estas injusticias, esta soberbia humana, también cuando veo el peligro de que a mí mismo me suceda esto, el peligro de perder el sentido del pecado, me hace bien pensar en los muchos Urías de la historia, en los muchos Urías que también hoy sufren nuestra mediocridad cristiana, cuando nosotros perdemos el sentido del pecado, cuando nosotros dejamos que el Reino de Dios caiga… Estos son los mártires de nuestros pecados no reconocidos. Nos hará bien rezar hoy por nosotros, para que el Señor nos dé siempre la gracia de no perder el sentido del pecado, para que el Reino no disminuya en nosotros. También llevar una flor espiritual a la tumba de estos Urías contemporáneos, que pagan la cuenta del banquete de los seguros, de aquellos cristianos que se sienten seguros”.
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