No.44 Parroquia San Joaquín de Flores Diócesis de Alajuela Semana del 30 setiembre al 6 octubre del 2013
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Domingo XXVI del Tiempo Ordinario
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto” Divanes lujosos sobre los que se recuestan los comensales. Espléndidos banquetes, música escogida. Vinos de solera y los mejores perfumes del mercado. Esos son los ingredientes de los acomodados, tal como los percibe Amós (Am 6, 1. 4-7). Él es un pastor venido de la estepa. Y ese lujo le hace presentir un desastre nacional. Nunca pretendió ser profeta. Pero de sus labios brota una profecía que resuena como un trallazo: “Irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos”. En este texto el profeta no denuncia una específica inmoralidad. Sí que lo hará en otros pregones, al clamar contra la injusticia que soportan cada día los más pobres (Am 8, 4-7). Sin embargo, ya la sola ostentación de esa vida acomodada le parece al pastor una blasfemia y un insulto a Dios. Dios no es enemigo de la alegría y de la felicidad del ser humano. Pero en la búsqueda exclusiva de las satisfacciones hay un riesgo innegable de abandonar el camino que lleva a la felicidad. El evangelio que hoy se proclama es más explícito al presentar el doble escenario en que se representa el drama de la humanidad. Hay un hombre que demuestra su riqueza por sus vestidos de lujo y por los espléndidos banquetes que organiza cada día. Y un mendigo hambriento y cubierto de llagas, al que sólo se acercan los perros (Lc 16, 19-31). El contraste es violento y ofensivo. El rico no tiene nombre: sólo tiene riquezas. El mendigo tiene nombre y dignidad. Se llama Lázaro. A pesar de sus diferencias, la muerte alcanza a los dos. En un segundo acto, más allá de la
Año de la Fe
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Tiempo Ordinario Ciclo C