El sapo y el niño
Paula Cadavieco Andrea González 4ºB
Érase una vez un niño al que le habían comprado un sapo. Un día que lo estaba buscando, lo encontró debajo de su cama dentro de un calcetín de fútbol sudado. Lo que me sorprendió fue que cuando era la hora de comer le di agua y no la quería y otro día le di otro poco de agua y no la quería. El niño fue a su madre a decirle que por qué no quería beber y la madre le dijo, que le deje agua en la jaula para que bebiera cuando quisiera. Un día lleve a mi sapo a mi clase de atletismo y cuando yo corría lo llevaba en mi hombro. Cuando pasaron cinco minutos, mire mi hombro y no estaba. Me fui corriendo al vestuario a vestirme rápidamente e ir a buscarlo a la ciudad, pero cuando me estaba quitando los calcetines me encontré a mi sapo dentro de ellos y entonces comprendí que mi sapo bebía sudor en vez de agua como todos los animales, por esta razón le llame Don Sudorín. Unos meses mas tarde Don Sudorín murió y el niño recordó que su sapo bebía sudor y así recordaré darle sudor a mi próximo sapo. Unos años más tarde el niño ya había crecido y un día vio una foto suya y de Don Sudorín y reaccionó diciéndole a su padre que quería comprar otro sapo pero esta vez que no beba sudor si no que beba agua como los demás animales. Cuando el niño llegó del instituto le pregunto a su padre: -Papa ¿me has comprado el sapo? Y el padre contesto:
-No hijo, te he comprado una rana que es morada y con rayas blancas. Antes de que le des de beber agua, me han dicho que bebe leche y come pan. Así que toma este tetrabrik de leche, échale un cuarto de litro así le llegará para una semana. Un día le llevé a un concurso de ranas. El concurso consistía en beber una docena de vasos de leche antes de una hora y así lo hicimos. Aquel día mi rana ganó el concurso pero se puso tan gorda que la tuvieron que llevar al veterinario. Tenía una enfermedad que se llamaba obesidad y tan gorda estaba que parecía que iba a explotar. Un día pusimos la piscina en el jardín y mi rana se subió al tejado y se tiró. Y a partir de ese día ya no tuvo aquella enfermedad que se llamaba obesidad.