Suerte de rabia 2da version

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REFUGIO PEREIDA


Eruviel Ávila Villegas Gobernador Constitucional Eduardo Gasca Pliego Secretario de Cultura Felipe González Solano Director General de Patrimonio y Servicios Culturales Ingrid M. C. Estévez Herrera Directora de Servicios Culturales Graciela Gpe. Sotelo Cruz Responsable de la publicación © María del Refugio Díaz Pereida / Suerte de rabia (Convocatoria 2014) Colección El corazón y los confines Primera edición: 2015 DR ©Secretaría de Cultura Cd. Deportiva “Lic. Juan Fernández Albarrán”, Deportiva s.n., Col. Irma P. Galindo de Reza Zinacantepec, Estado de México, C.P. 51350 gemimcdg@edomex.gob.mx ISBN 968-484-395-X (colección) ISBN 978-607-490-203-7 Registro de Derechos de Autor: 03-2014-112012074900-14 Autorización del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal No. CE: 205/01/17/15 Impreso en México Printed in Mexico Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra –incluyendo las características técnicas, diseño de interiores y portada– por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático y la grabación, sin la previa autorización de la Secretaría de Cultura. El contenido es responsabilidad del autor.


Suerte de Rabia



…Cuando la imagen de la enfermedad ha sido registrada por escrito, la parte más difícil ha sido cumplida. Samuel Hahnemann



EL MISTERIO DEL CONTAGIO



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Ni ángel

ni virgen ni historia ajena me hicieron andar por otro lado. Nada me obligó a tomar la esquina de las ilusiones. Al principio comí pan de semanas atrás. Como la primera mujer sorprendida en su descaro, me entretuve haciendo pasteles de lodo que fueron burla del granizo. Atenta leí el periódico de seres rupestres. La imaginación era un árbol de brevas al que subía con el arañazo de los gatos. Mis ojos fueron sorprendidos por largas caracolas [naranjas y azules. Me arrojé al fuego. Maravillada, bailé sobre las brasas.

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2

Dispuesta a seguir este viaje,

llevo la caja de naipes que guardaba para las tristezas y un pañuelo de sedoso verdor –herencia de mi abuela que es también abuela de los cielos remotos–. No estoy columpiándome sobre los badajos, soy el hueco inundado por las palabras de otros tiempos, resisto lo mismo que un perfil de palomas llenas de corucos.

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Si rompí los cristales fue porque mi voz

me decía que era mejor estallar las sombras, reventar los focos, apagar las velas de ese pastel que no era nuestro. Lo confieso, he sido mezquina como gato de la calle. Me he revolcado, para certidumbre del ocaso, en mi propio páramo. Egoísta hasta en la caligrafía, se tiende en la ventana mi oficio de vivir, el equivocado itinerario de las esporas: vuela con tropiezos mi piel aporreada por la soledad.

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Me busco en la bondad como semilla de sésamo,

hago hablar a la lengua de los medrosos tréboles [de la suerte. Quiero ser buena persona y no sé cómo. Eso me decía yo en algún sueño.

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SÍNTOMAS CONFUSOS DEL INCENDIO



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Esta bombilla con su único párpado azul vigila

los movimientos del fósil de lumbre que soy, no sabe más que iluminar los bosques, volverlos carbónico elemento, legado de magma, placa sísmica que tiembla en tierras ajenas, ardor que me señala y me describe en los jirones [del silencio.

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Del oficio de los viajeros estรก edificado el muro

[de la noche.

Al cruzarlo, uno tras otro, conocemos las puertas para abandonar el reino [del miedo.

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La desdicha de los cachorros es una sentencia

que se escucha en la calle como una condena de muerte. Cansada, la espuma es una planta de flores falsas. No puedo encontrar el contraveneno ni los cortafuegos, yazgo con los huesos de mi propia cerca, exhalo voces de cal, respiro con dificultad y me muerdo [el rabo.

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Aquí destapo la ansiedad de mis manos.

Más que abrir el papel de china y soltar el listón, quiero encontrar mi esperanza –nebuloso capullo que prenderé en mi pecho–: al talismán que mi padre fabricó con azufre dentro de una leyenda de toros liberados. Lo intento, no puedo ir contra mi naturaleza. Estoy derrotada, pero con hachas abriré las puertas, seré la transgresora de los diques, hablaré menos que los pastores religiosos. En romper los grilletes no pierdo el tiempo, me descalabro para saber qué mecanismo poseo.

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9

La lectura mĂĄs complicada del ocĂŠano

empieza con los signos del placer. La espuma se transforma en palabras. En sus orillas oigo el canto en mĂşltiples lenguas.

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Me sentaba a ver el patio porque empedrado sería,

[más tarde, mi camino. Sucedió la historia en un reloj de piedra. Un hombre trazó en la pared las marcas del tiempo. Para la llegada de la tarde hubo una raya sobre el muro, la penumbra sacudía su melena olor a canela. Y yo lo consultaba para encontrar que se había hecho [tarde. Entonces corría. Nada se puede quedar para siempre en la misma acera: ni el polvo ni los rencores.

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La razón de perseguir el canto de la Vía Láctea

es también la razón que me hace buscar la negrura [de los laberintos, el remedio exacto para la enfermedad antiquísima [de los musgos. El sol seduce la fragilidad de las flores, pero es tarde, hojuelas de luz será nuestro desayuno, por la calle andaremos con un golpe de velocidad que nos aleja de nuestro engaño; alguien querrá hacer su obra de buena cantata, publicará en los diarios la noticia de olímpicas [distracciones. A ellas nos acogeremos. Se caen de los hombros semillas de sorgo, nuestro único cobijo.

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Gran seguidor

es este espanto que no me abandona. De nada sirve el collar de ortigas, menos aĂşn el protervo bĂĄlsamo que hunde clavos en las cuencas [de los ojos para sacar otro clavo.

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De pronto, la tierra se deshabita,

no entiendo esa magia perversa de los dĂ­as, de los momentos ocultos, de la distancia. La tarde busca el vestigio de la piel en el ĂĄrbol orgulloso de sus grietas. En sus rasgos acontecen los senderos del movimiento, pasan manadas de fieras, poco para lo que necesita mi voluntad que se frota a sĂ­ misma y reinventa el fuego.

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TOCAS LA PRIMERA TIERRA Y TE MUERDEN



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Como garganta de azufre,

la noche desea que vuelvan los remolinos a validar este [desastre, que en las sombras de una laguna el representante de tierras silenciosas, apenas beba [de su poso, enloquezca al saber que ha tocado la flor donde [los nรณmadas se nutren.

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Para pelear,

la turba sobre la miel, la libertad de seres inflamados, la fricciรณn de las garras, el argumento de un baile de escorpiones: nos son necesarios.

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Cuidé el capullo de la oruga.

Más tarde, con mis brazos animé los vuelos retorcidos. Dije con mi pecho implacable, anda, ve tras los rayos [del sol, cuando los devores tendrás un astro para ti sola. ¿Quién te manda creerle al fuego? Ahora estás carbonizada.

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El viento sacó la mano del estanque y le colgaron

[líquenes, serpentinas.

Dejó que le dieran de comer en la boca una vianda de magnolias, cerró los ojos para alcanzarlas. Avisó de su alegría a las calles, recorrió las cicatrices pintadas por la luz del día, el llanto era llanto de naranja. Así vivió. Así conoció al azogue en su mina y lo trajo [afuera, se lo mostró a los interesados: el antes y el después. Me tocó las mejillas y se tranquilizó la aurora. Estaba segura que podían ser felices todos [los habitantes de mi vida. Fue amigo de la hojarasca, se perfumó de menta, olía su cabello a henna, miró de frente al paisaje [del sudor, ejerció las caricias. Torpe y confundido se tendió a nuestros pasos [el fenotipo de la esperanza.

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De manera exacta, en las ruinas y sus telarañas,

con sus riesgos de tinieblas, aparecieron los antecedentes de la enfermedad. Llegué tarde a esta fiesta de disfraces y quise entrar con disimulo, necesitaba pisar piedra; los médanos –seductores– se deshacían en caravanas de polvo. Un licor de sal se resistía a caer del cuerpo, pirañas jugueteaban en nuestra boca. Canté con mis ventanas abiertas a los reptiles e hice un circo en el que la estrella era mi cara de mono. Yo decía: me cuesta mucho hablar de los monos, apenas conozco la vulnerabilidad de mi sombra. Estábamos de vacaciones, pasó ese chorizo de ruedas y rejas, el león tenía una crisis de legañas, la cebra se enfrentaba a su problema de identidad, y los monos, con su estirpe de araña, me mostraron una negrura como de tristeza. Todos deberíamos estar afuera, mi corazón afuera, mis flatulencias afuera, mi cerilla afuera, mi lengua afuera…

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Seguimos el viaje, mi hermano dijo: en la vida

se debe llegar más lejos que Naucalpan; yo llegué a Atenas, pero me fue difícil tocar a la puerta [de la lógica. He sido superficial involuntariamente, no he llegado [tan lejos. Ni conocí la profundidad de las cosas, como diría el poeta enamorado de la pequeña Juana.

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Para hablar de los ataques

comenzaré por explicar los límites de un fragmento. No tengo quince años, ya me puedo localizar en la cartografía de los hallazgos [inútiles. Me veo dentro del mecanismo propio del desequilibrio, estoy en el lado izquierdo de un lábaro desgarrado [por conflictos, en una nación de ciudadanos heridos por la carcajada [del polvo.

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Siento temor por mis dudas,

el horóscopo es tan ajeno, astros lejanos, lejanos mis aciertos; celos, estallidos son mis angustias, carrera profesional en la vía de las simas, cloro derramado que no enjuaga culpas. Lo único que sé es esta forma equivocada de vivir.

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LOS ROSTROS DE LA HOJA



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Este es el parador al que llegué con mis trucos

[de hechicera: abrí las manos y apareció el llanto de las amapolas, se me dio como obsequio la labor de segar el trigo [quemado y hornear panes de ceniza. Todas las horas de ésta, mi incertidumbre, tejen con impaciencia sotos de abrojos, azuzan tropas de granizos destrozados en el filo [de un peñasco, redes de óxidos dentro de mis arterias. No puedo sentarme a ver la utopía del polvo. El fuego se derramó en mi regazo.

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Araño como una rama la tranquilidad de los muros.

Toca la crudeza el timbre y se echa a correr tras [sus andrajos. Juega una hoja de jacaranda con la esperanza [de los niños, de cristal es el porvenir. Torneo internacional de canicas, hombres de otra nación al acecho del triunfo. Al lado, contemplo aguas como turquesas, vacío mis fortunas, extiendo mis aladas pertenencias sobre el cedazo de mi tiempo imperfecto. Encuentro imposible la reconciliación en esta arena [de sangre: cotidiano lecho en que mi cerrar de ojos es una [amenaza de niebla. Amparada en el quicio de la puerta se recargan [mis dedos distraídos en la inercia negra de las hormigas.

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El odio me hizo ver algo distinto

(vuelvo la cabeza con incredulidad). ¿El odio? Sí, esa necesidad imparable de destruir la consecuencia [del humano: yo. ¿Dónde firmé? ¿Por qué tengo la obligación de mantener sobre [mis espaldas los rubios destellos de una felicidad ajena? Les doy a ustedes, señores de sus propias turbulencias, hermanos míos en las zarzas, este áspid. He sido una profesional en la crianza de invertebrados.

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Me da por probar la carne de mi propio brazo.

Se envuelve en mí una hiedra. Y soy altura, y soy visible para los columpios. Una vez que se abrieron las granadas, de eso no hay duda, nos araùó el sello escarlata de la urgencia.

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Especie silvestre

capaz de comprender al río y sus reflejos, encima del lodo me desplomé, estaba peinada y me volví a enmarañar. De mí no será el triunfo ni los laudos. Sé que no existe animal perfecto.

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De nada sirve taparse las orejas con migajas,

amarrarse los cabellos con un rastro de escorpión, crear talleres donde se aprenda a cubrir el miedo con [joyas de la noche. De nada sirve volver al cuarto de los secretos, llevamos el hábito de las avispas en esta larga fila [de amores indefinidos; está fuera de lugar el pez y se ahogan entre sí [los océanos.

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No estoy acostumbrada a cortar el diluvio con

[un machete ni a enterrarlo sobre la madre de los pastos. No me preparé lo suficiente para sustraer la dulzura de tus fantasías. Querido amante [de los bordes, hijo de escasas plañideras por un sueldo mínimo, te ofrezco la moneda antigua y exótica de mi presencia, ven y derrumba esta hierba que da frutos con sabor [a cicuta.

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Está del otro lado la fauna de los acercamientos,

siempre quedan tus manos al servicio de una pendiente. ¡Que se hagan los néctares en las comisuras [de tus labios! Hormigas y mariposas serán las beneficiarias de esta lúdica bondad de primigenios ejemplares. Los requisitos para ser feliz me están ocultos y, sin embargo, crío en mis tierras la simiente luminosa de los felinos. Es mi necesidad la febril madera que el magma puso [de fiesta, iré contra los designios de la historia escrita con [el arrastre de los días. ¿Cómo puedo disuadir a la locura que se confunde en el fondo de este pozo del que [bebemos anhelantes? Escribo el comunicado de los nómadas. Una maravilla apreciada por mis harapos. Cerca de mí estuvo el amor, eran dos perros mágicos, puedo presumir que los vieron mis ojos de dátil seco.

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Hoy, día de rocas, hermano, te asusta mi padecimiento.

Entre los aguajes profundos estoy fuerte con mi piel de basalto. La furia es una piedra donde el agua golpea su propia [carne.

La voz de un subterráneo se amarra a las estalactitas, de frialdad está petrificado el candor de los [exploradores, los visitantes que olvidaron su mapa siguen los yerros [de sus tinieblas, buscan una salida. Siempre habrá momento para hallar una falsa. En este lugar de ciegos suenan claves de auxilio. El contagio repentino de espinas agrias nos cierra [la boca, nos cincela un grafiti de cólera, nos limpia el llanto a rasguños, nos abandona al silencio de cavernas. Y la única que golpea las paredes es mi mano de cal, mi instrumento irrenunciable de palabras. “Nadie ha amado a esta mujer y eso es triste”, pronuncian [las paredes.

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Tan despoblada estรก la piel para la lluvia

que en mi pecho se derraman las tormentas. No soy la mujer del puerto, ni la de los girasoles [de Rusia. Me queda como tarea acariciar la corteza de los mares.

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TIEMPO DE TARASCADAS



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Se tocó la frente con la noche.

Las plegarias del habitante abrieron grietas en los [caminos. Acto natural en tierras incultas el no poseer más que [piedras, rebosantes flores de endémica zozobra. Se encuentra en el lago y no se enamora de sí, su corazón es una parvada de esporas y destellos endebles. Los cántaros resguardan su tesoro de viento desesperado. En estas tierras habita la sed, dice el polvo, mientras se frota la aspereza de sus manos. Las tardes tomaban el silencio del horizonte. Pero ante su mirada llegó: piel de nube. Trajo con las horas algunas palabras. Se dijo seda. Se abrió en las geodas. Se abanicó con sus manos de hierbabuena. Fue el principio de todas las historias. Suavidad gozosa, relámpago mudo, cercano, 53


oración y respuesta para un bosque que por sus brazos llama al fuego. Y él dijo: Mi esquirla de ocote, mi brote de lima, toca mi corazón, enciende con tu linterna el magma de los alacranes. Te escucho, yo, la del sexo de ramaje suave, la fruta intacta. Vengo a ti, bernal de almenas arrogantes, árbol de semilla fuerte, que se desnuden mis aromas, vengo, esta noche, para complacerte.

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Más enferma que malvada me reflejo en la efigie

[de la ansiedad. “Hay que tirarse de los cabellos” –grita la acuarela [de la Gorgona y su cuerpo de saña crea la sal y el estrés congelado [de las estatuas–. Disfruto las convulsiones y el olvido, la sensibilidad exagerada en el área de la mordedura, la excitación que se me ofrece, irresistible, como una [roncha en la planta del pie. Qué entumecimiento. Qué hormigueo. No importa ya deglutir nuestras culpas, nuestras [carencias. Tantas veces despilfarré mi seguridad como la carretilla [veterana que cede su hueco para el nacimiento de la herrumbre. De fiebre es que mi sangre avanza, no debe parar, necesito el latido del géiser, los espasmos musculares de anfibios amorosos. Me abandono al ritmo natural de señas alteradas. Esta es la patología que me caracteriza, arte propio de la generación del fracaso.

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Se acercaron con la timidez de una hiedra,

casi temerosos por su aire de noche, se montan en las quijadas aullantes de los perros dentro de una colonia de desesperados. Traían en las manos regalos que salvan del desierto: eran de anís cebada azogue. Comían a mi lado, en mi plato daban lengüetazos, su saliva era tan preciada por mi cuello. Seductores. [Generosos. Como un escudo ante la inminente floración [de los cardos, se arrellanaron a mi sombra, me dieron aliento en la boca cuando estuve cansada. Como aprendiz en la fragua, dejé que mis manos destruyeran la escultura del ahogo. ¡Ah, qué hermosos me crecieron mientras estuve [dormida!

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En el intento para pasar a la otra vera,

mรกs quemada, mรกs abierta, mรกs ciudad de subterrรกneos, roca de nadie, libre fruto de un รกrbol invisible, hago, con mi ojo de vidrio, transparente la distancia.

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Crece la espuma en la quijada.

Flor de raíz huérfana, sin miedo a perder todo: el rencor, la rumorosa particularidad de su origen. Su recuerdo, aunque sea una referencia, es lienzo [flotante en el frío. Hay que apegarse a los resquicios de la luz, a esa grandiosa expectativa de los débiles visuales, de los otros, de los surcos secos, del tiempo de lombrices disecadas en un campo [de grietas. Hemos hecho florecer capullos en los sauces, dejamos que nuestro sello lacrado repita el relieve [de una estirpe acostumbrada a volar con la grisura de los murciélagos. No podemos olvidar el maltrato del relámpago. Después de que han pisado a la hierba, por instinto necesita levantarse.

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LA RAZÓN ES UN ANIMAL PEQUEÑO



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Desgarradas están las palmas de mis manos.

Necesito oxígeno. Pronto. Veo un barco corsario en la azotea, aves de paja sobre una laguna de brezos, copas finas servidas con un mousse de composta. Los bosques se caen en la cascada, un loco imparte su cátedra de sosiego, la fiebre abriendo las vísceras de los peces, canales para escorpiones de juguete, amantes desnudos, lienzos en el suelo, una bebida deliciosa para los extraviados, el frío para la caída de un tapiz arcaico. Comprendo el delirio de mis lúnulas cárdenas.

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Las plañideras son insuficientes,

éste es el espacio del sofoco, el boleto arrugado para cruzar el océano. ¡Shhh! Nada de gritos, el desequilibrio está bien sordo. Doy la vuelta al picaporte, afuera la realidad es un sicario mal pagado y resentido.

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Dice la sombra:

Ladro porque soy una perra de pelea, la cachorrita que sangra en el cĂŠsped, mi naturaleza se revela con babas y jadeos, me guardo desnuda tras la ventana para ocultar [al espanto.

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Dice el orgulloso con su soberbia de fiesta:

Arrojo las bengalas para encender el arenero, echo a pelear a la timidez y a la locura, es un buen espectรกculo de lucha en lodo.

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Presume la –siempre– decente su morada de fulgor:

Si me desprecias no tendrás el encanto del alivio, ni el recurso de la pureza. El agua se arroja si está sucia.

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Dice el miedo en su resguardo:

Ăšsame, prueba la oscuridad de mi pecho y la acidez de mis bajos labios.

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Dice la excitaciĂłn para su intimidad:

Hay algo debajo de la ropa, busquemos las formas y los contenidos lĂ­quidos [de las membranas, el chasquido hueco de la boca y la mano que la limpia.

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Dice la excusa en hora exacta:

No tuve tiempo de acomodar los relojes, no sé si es verano u otoño, húmeda estoy de este diluvio anterior a la era [de los recuerdos, no es mi culpa, no es mi culpa, se los aseguro.

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Dicen los triunfadores colgados de sus gritos: ÂżQuĂŠ, tĂş no lo tienes, no lo conoces? Cierto, no es para todos.

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Dice tu boca, mitad de girándula: Quiero el aliento de la menta, de la noche, su irritable ósculo, el rumor tránsfuga de las heridas y el mosto último del infierno.

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Digo:

Abro las puertas de todos los hospitales que disfrutĂŠ [durante la fiebre. Entren a la Sociedad Secreta de los Invisibles. Su anfitriĂłn es la silueta inevitable de la torpeza.

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Estoy perra con astillas en las zarpas,

me quemé el hocico y todavía lo saco por debajo [de la puerta, quiero desgarrar los muros, necesito traspasar la burla que me separa de la calle. ¿A quién le ladro, por Dios? A esta casa abandonada no llega ni la basura. La revancha no quita la cortada. Agarré la navaja por [el filo. Alguna cosa buena habría de encontrar: el tallarín de mi trompa es lo más congruente que veo en este caldo gordo que me dio por desayuno la mañana. No tienen hambre los inoculados de veneno, sólo pretenden un trozo de carnaza que los entretenga [durante su agonía. ¡A roer, a roer la cal de los adobes! No es hambre sino desdicha lo que nos desuella.

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MORFOLOGÍA APROXIMADA



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Ajolotito de río, feliz esperé la obra de la

[transformación, la vida no podía ser más extracto de manzano. Estaba enamorada. Invulnerable. El granizo en su hálito del norte me hacía cosquillas, mi epidermis era viento de azúcar. Me acostumbré a coleccionar hojas para un álbum [de huellas foráneas. Todo resultaba desconocido para mis oídos. Cuásares robados sin importancia para los reptiles, luciérnagas enloquecidas acudían para proclamar [la hondura de un cuenco lleno de vino. Escancié los belfos y su fuerza: me creció un sorprendente impulso de tentáculos [indomables. Aprendí. Amé el deseo.

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Señores aprendices de psicólogos,

ustedes saben cómo somos los mortales, ustedes poseen órganos que encienden como lámpara [de aceite, pueden juzgar –no nos olvidamos de sus apuntes–. Los sellos de sus disecciones a menudo nos entretienen. Me duele, me destroza saber que me arrojaron como [renacuajo. ¿Qué me dice, estimado experto? ¿Cree que sé cuál es mi debilidad y con ella juego? ¡Croac-croac! Está bien. No se moleste, sus padres [gastaron mucho en su educación. Y dígame, ¡croac-croac!, ¿mis desórdenes tienen [remedio? Croac.

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51

Antes de masticar las raĂ­ces del trĂŠbol,

vuelvo al adiestramiento del verano. Me gusta acudir a la estaciĂłn de los arbustos, atisbar el acercamiento de los frutos al paso de Febo. Pervertido, pervertido se acaricia contra el poste, un [haz de la aurora. Y yo, como una roca, desnuda.

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Era un animal prodigioso,

me gustaba su voz, la dirección de su mirada, su pasado de bestia bebiendo de tierras húmedas. Lo veía en lugares intocables. Itinerante, el asombro me hizo devorar los corazones de las piedras, el deseo de los torbellinos, el agua de sustancias alquímicas. La espera me hizo hincar los colmillos en el hocico [sonriente de la desgracia. Metí la mano en la cesta de una famélica incertidumbre, no debería ladrar pero es la única forma que tengo para resolver los sismos y las explosiones. En el filo del muro contemplé cómo se alejaba, su grupa me decía adiós, sacudí el látigo que daba risa por su suavidad de párpado. No volvería. Su dentellada desapareció poco a poco, no así la impaciencia que escupía y escupía sobre la lesión. Nunca un ser fantástico fue tan grande con la distancia.

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Dura muy poco la ceremonia del amanecer,

ya que te rasgaron como telaraña con la frescura [del rocío, muestra tu piel de gusano de seda, tu cuerpo es material dúctil para los efluvios de la ira, produce la secreción para curar los golpes del [despeñadero. Recuerda que naciste de una generación espontánea, [de abandono. Demasiada violencia hay en esta migración de esquirlas.

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Ya que has sido devuelta a la encrucijada,

el camino que elijas tal vez no te lleve a la dicha. Yo te dije: quiero pensar que la vida puede ser distinta. El murciĂŠlago no entiende otro idioma, en su ceguera desprende la enfermedad que nos hace peligrar [en la niebla.

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DIAGNÓSTICO



55

Las calles tenían su lengua de contagio,

grietas, membranas adultas y árboles secos que se quejaban con el viento. El dolor de las cortezas hacía tronarnos los dedos; así, lograron las tarascadas hacer hablar a la mañana. ¿Qué dolor puede enfrentar el cuerpo de la niebla? En los hospitales se halla el conflicto de los [envenenados, no hay un espacio para nosotros, no reservamos una [cama, adentro están los necesarios, afuera alimentamos con palabrotas nuestra voz, que no es la voz de Billie Holiday sino el agua insoportable de las escaleras destrozadas [por el reino de la broza.

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56

Es el momento en que el agua hiere.

La lengua tremola durante este periodo aciago. Pasea por las calles el pobre animal, se sorprende ante una flora de novĂ­simos elementos y huye. Su garganta tiene el olor de un carnicero.

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57

Las migajas son inaguantables en la garganta,

caverna rasposa, jarro abandonado, dentro danzan astilladas vĂŠrtebras de cactus, regresa el ĂĄcido sabor de la infancia.

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58

Por semanas han permanecido inadvertidos

[los sĂ­ntomas, simplemente las aves se han calcinado en el vuelo y ahora tenemos un banquete de carbĂłn que nos tizna los dedos de forma escandalosa.

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59

En esta revoluciรณn de los esteros,

el agua es una tintura de รกmbar; entre las manos resplandece la joya bronca [de los desesperados.

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60

Con su timbre de insectos, batracios y salamandras,

[la noche ronroneó. Si recibí el salto y el arañazo fue porque estaba [acostumbrada al peligro, el aburrimiento caía con volutas de polvo frente a la luz.

Toda agua nos lastima, somos metal que escupe a quien se acerca al fuego. Hacemos cuevas en la tierra y nuestros colmillos buscan el bulbo enterrado de los sueños. Ay del que se aproxima por lástima y mira la sombra de un bosque con ojos de musgo [lesionado. ¿Será que fui mordida por mi propio gusto? Lyssa, Señora de la Locura de los Perros, usted llegó a este herrumbroso parque de diversiones. La casa está desarreglada, pero no se debe despreciar [a las visitas. Nadie imaginó que su mano tocaría violentamente [los silvestres desvelos de animales. Digamos que hay un contagio absoluto hasta en el jardín. Las frondas están frenéticas como una cabellera, cada día viven su proceso de vértigo, arrancan sus propias ramas.

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